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CRIMIPEDIA: Factores de protección
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FACTORES DE PROTECCIÓN
Leyre Leandro Abáigar
RESUMEN
Se entiende por factores de protección todas aquellas
circunstancias, características, condiciones y atributos vinculados al
comportamiento prosocial, que potencian las capacidades de un
individuo para afrontar con éxito determinadas situaciones adversas.
Existen tanto factores de protección estáticos, como dinámicos. Para
valorar los factores de protección, es necesaria la utilización de
instrumentos para la evaluación del riesgo de violencia en los
individuos. Dichos instrumentos se utilizan conjuntamente con otras
herramientas de valoración de riesgo delictivo, con el fin de poder
realizar una valoración general, teniendo en cuenta tanto los factores
de riesgo como los de protección, de tal forma que se pueda llevar a
cabo una estimación del riesgo que tiene el sujeto de cometer un
hecho delictivo, mucho más completo y preciso.
INTRODUCCIÓN
El concepto de factores de protección está muy relacionado con la
teoría del aprendizaje social y la teoría del control social. Según
Bandura (1977), los jóvenes pueden aprender visualizando el
comportamiento pro-social de los pares, profesores o la familia. De
acuerdo a la teoría del control social de Hirschi (1969), la
delincuencia se puede evitar teniendo en cuenta los lazos que crean
las personas a través de las relaciones sociales, la participación en
actividades pro-sociales y la adhesión a creencias.
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Por lo tanto, todos los lazos que se crean, pueden ser percibidos
como factores de protección y se producen los hechos delictivos
cuando se debilita o se rompe el vínculo que tiene la persona con la
sociedad.
Analizando el término factores de protección, se puede afirmar que
no solo el propio sujeto es responsable del desarrollo de los factores
de protección, sino que las personas de su entorno tienen que ser
conscientes de las ventajas, el valor, la responsabilidad y el esfuerzo
que supone adquirirlos y desarrollarlos. Además, todos ellos deben
valorar sus efectos positivos, así como el beneficio social que
suponen.
David Sánchez- Teruel apunta en su artículo “Factores de riesgo y
protección ante la delincuencia en jóvenes y menores” (Teruel, 2012)
que los factores que protegen contra el desarrollo del
comportamiento delictivo, presentan las siguientes características:
Reducen la sensibilidad ante los factores de riesgo
Disminuyen el impacto de los factores de riesgo.
Reducen o disminuyen las reacciones en cadena negativa.
Provocan reacciones en cadena positiva.
Fomentan la autoestima y la auto- eficacia.
Abren oportunidades positivas.
Promueven el procesamiento cognitivo positivo de
experiencias negativas.
Tener una actitud mental de autosuficiencia.
Tener una personalidad resiliente.
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CATEGORÍAS DE FACTORES DE PROTECCIÓN
Además, Bernard (1991), categorizó los factores de protección en
tres categorías teniendo en cuenta los atributos que fomentan la
protección:
Atributos individuales
Estos factores de protección se centran en las características
personales del sujeto y afectan al riesgo que tiene el individuo de
cometer un hecho delictivo, comportarse violentamente. Algunos
ejemplos de indicadores de protección individual son:
o Tener personalidad resiliente
o Poseer una orientación prosocial
o Tener visión de futuro
o Baja irritabilidad e impulsividad
o Tener habilidades para solucionar los conflictos
o Tener capacidad de comunicación
o Ser socialmente competente
o Tomar decisiones positivas
o Tener habilidades de resolución de problemas
o Poseer expectativas altas
Atributos familiares
Las relaciones familiares cumplen un rol importante a la hora de
desarrollar adecuadamente los factores de protección, ya que la
familia ofrece apoyo, cultura y educación, los cuales afectarán en el
comportamiento de todos los miembros de la familia.
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Algunos ejemplos de factores de protección relacionados con la
familia son:
o Disciplina consistente
o Reglas familiares claras
o Compromiso/ conexión con los padres y familia
o Cohesión familiar
o Recompensas y reconocimiento por la participación en
actividades pro-sociales en la familia
o Apoyo por parte de los padres
o Poseer altas expectativas
o Comportamientos de modelado
Atributos de la comunidad
Este tipo de factores están relacionados con el entorno físico, la
oportunidad económica o recreativa de cometer un hecho delictivo,
la existencia o no de apoyo social y otras características o
estructuras que afecten al funcionamiento de la comunidad.
Según Losel y Farrington (2012), el impacto que puede provocar una
persona al sujeto, depende de la edad, la personalidad y el género.
El hecho de que el sujeto se relacione con otras personas que no
han cometido ningún hecho delictivo o no hayan llevado a cabo
ninguna conducta delictiva o problemática, como puede ser el abuso
de sustancias, puede ser muy positivo para la persona y puede ser
considerado como un factor de protección.
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Otros ejemplos de factores de protección de la comunidad son:
o Actividades de ocio saludables
o Vínculos sociales con pares positivos
o Interacción comunitaria con apoyos positivos
o Relaciones de apoyo y vínculo social
Hay que tener en cuenta, que los factores de protección no siempre
van ligados a sucesos agradables, es decir, un suceso negativo para
el sujeto puede tener consecuencias positivas, ya que ha generado
en el individuo mecanismos que haga que se adapte, fortalezca y
aprenda a vivir bajo presión.
Los factores de protección pueden ser estáticos (no sufren ninguna
modificación) o dinámicos (son susceptibles de cambio en algún
momento de vida de la persona).
FACTORES DE PROTECCIÓN MÁS RELEVANTES EN RELACIÓN A LA
APARICIÓN DE LA CONDUCTA DELICTIVA
Los factores de protección varían dependiendo de las características
individuales, familiares y del entorno, sin embargo, se puede hacer
una recopilación de los mismos teniendo en cuenta cuáles son los
más relevantes a la hora de prevenir la conducta delictiva en
general:
Tener proyecto y sentido de vida
Poseer habilidades sociales tales como la comunicación, el
manejo de sentimientos, la toma de decisiones y solución de
problemas.
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Tener redes de apoyo prosociales.
Manejar adecuadamente las actividades de ocio y el tiempo
libre.
Manejar el estrés de forma saludable y prosocial.
Ser asertivo
Promover valores positivos.
Desarrollar métodos eficaces de afrontamiento.
Tener sentido del humor.
Locus de control interno, es decir, ser consciente de que la
responsabilidad de nuestros actos es uno mismo.
Contribuir al bien común y ser reconocido.
Tener apoyo familiar y familia prosocial.
Practicar deporte de manera regular.
Poseer unos valores firmes de salud y autocuidado.
Llevar un estilo de vida positivo.
Buscar un buen sentido a la vida propia.
Tener una actitud positiva hacia el futuro.
Tener información y formación sobre el uso y abuso de drogas y
alcohol.
Adoptar una actitud proactiva ante las situaciones estresantes.
Poseer la habilidad para internalizar el apoyo social.
Tener la habilidad para internalizar el apoyo social.
Tener la oportunidad de involucrare en proyectos vitales.
Poseer un sesgo optimista, esperanza y fe.
Tener unas expectativas altas y apropiadas a la edad y
condición social.
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Poseer competencias cognitivas tales como un nivel intelectual
medio, tener facilidad de comunicación, ser una persona
empática y poseer capacidades de planificación realistas.
Tener responsabilidades sociales y expectativas de logro.
Que el temperamento favorezca el enfrentamiento, es decir, que
sea flexible y que la persona posea la capacidad de reflexionar y
controlar sus impulsos.
Que el clima educativo sea abierto, positivo y orientador, con
normas y valores claros.
Tener una relación emocional estable con un adulto prosocial.
Tener una adecuada autorregulación emocional.
Poseer redes sociales de apoyo tanto dentro como fuera del
entorno familiar.
Tener habilidades de adaptación a diferentes contextos sociales.
Saber anticiparse al cambio, considerándolo como un reto hacia
nuevas metas.
Conocer los modelos sociales que valoren el enfrentamiento
positivo ante los problemas.
LOS FACTORES DE PROTECCIÓN EN EL CONTEXTO FAMILIAR
Numerosos estudios apuntan que la conducta violenta en
adolescentes es el factor predominante a la hora de llevar a cabo
hechos delictivos en el futuro. (Deptula y Cohen, 2004).
Es importante señalar, que no todas las conductas delictivas se
llevan a cabo con violencia, ni todas las conductas de carácter
violento son delitos.
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Durante la adolescencia, la familia es el entorno que mayor
influencia y relevancia tiene para la persona y en esta coexisten un
gran número de factores de riesgo y de protección que pueden
provocar o no, futuras conductas delictivas ya que el estilo parental
de socialización que emplean los padres, influye en la conducta de
los hijos.
Baumrind (1971, 1977, 1978) comprobó que algunas características
generales de los hijos, correlaciona con el estilo de socialización de
los padres, por ejemplo, los padres autoritarios tienen hijos
conflictivos, irritables, descontentos y desconfiados, tienen baja
autoestima, carecen de competencia interpersonal, carecen de
habilidades para resolver conflictos, los resultados académicos no
son buenos y presentan dificultad para comprender y llevar a cabo
de manera adecuada las normas sociales; los padres permisivos
tienen hijos impulsivos, más agresivos, tienen menos competencias
sociales, presentan una baja autoestima, tienen problemas de
ansiedad, depresión y falta de empatía ; y los autorizativos, sus hijos
son enérgicos, amistosos y tienen gran confianza en sí mismos, una
alta autoestima, gran capacidad de autocontrol, tienen un mejor
rendimiento académico y eficacia en la escuela.
Varios autores han coincidido en la gran relevancia que presenta el
apoyo familiar a la hora de potenciar los factores de protección, de
hecho, numerosos estudios apuntan que un gran apoyo familiar,
suele tener consecuencias positivas a la hora de neutralizar las
conductas delictivas y violentas, a pesar de que en el entorno
familiar haya una situación de estrés y conflictos familiares, ya que el
apoyo que proporciona la familia, crea un ambiente de protección
sobre el menor, de tal forma que le protegerá frente el desarrollo de
problemas relacionados con la delincuencia y la violencia.
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Por tanto, el comportamiento delictivo y violento por parte de los
adolescentes, está relacionado con un clima familiar negativo que se
caracteriza por:
Falta de cariño y apoyo familiar.
Aceptación de la conducta violenta del hijo.
Ausencia, inutilidad o severidad disciplinaria.
Padres muy autoritarios que utilizan el castigo de manera
excesiva.
Dificultades comunicativas dentro del entorno familiar.
Conflictos frecuentes entre los padres.
Utilización de la violencia en el entorno familiar como medio de
resolución de conflictos.
Padres que rechazan a sus hijos y se comportan de manera
hostil.
Que el control parental se encuentre ausente o sea
parcialmente débil.
Se puede concluir que, teniendo en cuenta esta serie de factores, se
puede reafirmar, que no solo la persona es responsable a la hora de
potenciar los factores de protección, sino que en edades tempranas
sobre todo, el entorno familiar cumple un rol imprescindible para
desarrollar adecuadamente conductas favorables que eviten futuras
acciones que presenten una repercusión negativa para el individuo.
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HERRAMIENTAS PARA LA EVALUACIÓN DE LOS FACTORES DE PROTECCIÓN
Actualmente, solamente existen dos herramientas que valoren de
una forma estructurada y fundamentada empíricamente los factores
de protección del comportamiento violento. Hay que tener en cuenta
que para llevar a cabo un análisis más complejo y que se ajuste lo
máximo posible a la realidad, es necesario utilizar una segunda
herramienta de valoración del riesgo delictivo con el fin de
complementar los resultados obtenidos tras la administración de un
primer instrumento.
La primera de ellas es el Structured Assessment of Protective
Factors for violence risk (SAPROF). Fue creada por Vivienne Vogel,
Corine de Ruiter, Yvonne Bouman y Michiel de Vires Robbe. Esta
herramienta ha sido diseñada para ser utilizada como complemento
de herramientas de evaluación de riesgo, como por ejemplo el HCR-
20, de tal forma que la valoración sea más completa y precisa. El
SAPROF contiene 17 factores de protección divididos en factores
internos, factores motivacionales y factores externos. Los factores
han de ser evaluados en un periodo de tiempo corto, más o menos
entre 6 y 12 meses. Además de evaluar cada factor, esta
herramienta permite indicar cuáles son los factores más relevantes,
de tal forma, que una ver llevada a cabo la valoración, se pueda
realizar un juicio final de riesgo teniendo en cuenta el periodo de
tiempo citado con anterioridad.
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También se creó la versión juvenil, la cual se utiliza como
complemento al SAVRY. (de Vogel, de Ryuter, Bouman, & de Vries
Robbé). El SAPROF Youth Versión tiene como objetivo valorar el
riesgo de reincidencia está compuesto por 16 factores de protección
dinámicos, los cuales se dividen en cuatro subescalas: cuatro
factores de resiliencia, seis factores de motivación, tres factores
relacionales y tres factores externos.
La segunda herramienta es el Short- Term Assessment of Risk and
Treatability (START), la cual ha sido desarrollada para valorar el
riesgo a corto plazo por Webster, Martin, Brink, Nicholls y
Desmarais. Esta herramienta evalúa 20 factores dinámicos teniendo
en cuenta la situación actual del sujeto, de tal forma que se realiza
una valoración teniendo en cuenta la probabilidad de que el sujeto
reincida en las próximas semanas o meses. Es de origen clínica y
evalúa la violencia hacia los demás, las conductas suicidas, el
consumo de sustancias y el riesgo de ser víctima, entre otros.
Estudio 1
Los factores de protección frente a la conducta antisocial: ¿Explican
las diferencias entre chicos y chicas?
Este estudio fue llevado a cabo por Raquel Bartolomé, Marta
Montañés, Cristina Rechea y Juan Montañés, en el año 2009
(Bartolomé, Montañés, Rechea, & Montañés, 2009)
A pesar de que numerosos autores afirman que una de las vías de
investigación con más desarrollo es aquella dedicada a identificar los
factores de riesgo y protección de la conducta antisocial y violenta,
según Belknap (1996) y Pollock (1999), todavía hay una carencia
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tradicional en la investigación sobre la delincuencia ya que apenas
hace hincapié en el rol que representa el sexo/ género en los
mismos.
Si bien es cierto, se considera que la mayor parte de las
investigaciones y teorías sobre delincuencia juvenil, en realidad son
teorías sobre delincuencia juvenil masculina y por tanto, los
programas de intervención están dirigidos a ese sexo, de tal forma,
que no se diseñan teniendo en cuenta las características y
necesidades femeninas. Por tanto, el sexo femenino se encuentra en
una clara situación de desventaja.
En el estudio llevado a cabo por Bartolomé, Montañés, Rechea y
Montañés, se plantean dos hipótesis:
La primera de ellas consiste en explicar la mayor tendencia de los
chicos a cometer conductas antisociales serias y violentas, de tal
forma, que se compruebe si los chicos y las chicas están expuestos
de la misma manera a los factores de protección.
La segunda hipótesis que plantea que las variables de riesgo y
protección tienen efectos diferentes en los chicos que en las chicas.
Para comprobar ambas hipótesis plantean un estudio en el cual
pretenden:
Comprobar las diferencias y semejanzas entre chicos y chicas
a los mismos patrones de conducta antisocial.
Analizar si existe una exposición diferencial entre los chicos y
las chicas a los mismos factores de protección.
Estudiar si los efectos de las variables de protección
identificadas tienen efectos diferentes en chicos que en
chicas.
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Para ello, han empleado una muestra de 642 estudiantes de
Educación Secundaria Post- obligatoria de tres centros de la
provincia de Albacete, de los cuales 319 son chicos y 323 son
chicas. Las edades de los participantes oscilan entre los 12 y los 21
años.
Para poder realizar el estudio, se ha empleado un cuestionario auto-
aplicado denominado Encuesta sobre Estilos de Vida de los
Adolescentes, el cual ha sido creado por el Centro de Investigación
en Criminología de la Universidad de Castilla la Mancha. En este
cuestionario, se incluyen factores de protección y resiliencia
externos, tales como la familia (relación con los padres, altas
expectativas, oportunidad para la participación significativa y
revisión), la escuela (alta vinculación escolar, participación
significativa y percepción del trato justo con los profesores) y los
amigos ( alto nivel de apoyo, amigos prosociales), además, se han
incluido factores de protección internos tales como: apoyo social en
la resolución de problemas, empatía, auto-eficacia,
autoconocimiento, objetivos y actitudes hacia el futuro y resolución
pacífica de problemas.
Los resultados que obtuvieron fueron varios.
Teniendo en cuenta el primer objetivo, tras realizar el estudio, se ha
llegado a la conclusión de que el porcentaje de chicos y chicas que
han cometido las conductas antisociales estudiadas, es similar en
ambos grupos. Además, analizando la frecuencia, se ha observado
como la incidencia en las conductas antisociales en el último año del
estudio, es semejante en ambos grupos, aunque es ligeramente
mayor en los chicos.
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Teniendo en cuenta la variedad de los hechos analizando el índice
de violencia, el índice de la conducta anti- normativa y el índice de
consumo, se observa que no hay diferencias significativas en la
variedad de conductas antisociales cometidas, ni de sustancias
consumidas, pero sí que han variedad de conductas violentas,
siendo esta última superior en chicos que en chicas, es decir, a
pesar de que los datos indican que hay grandes semejanzas entre
los chicas y las chicas en su conducta antisocial, sí que hay mayor
participación en conductas violentas por parte de los chicos.
Explicando las posibles diferencias entre los chicos y las chicas a la
hora de llevar a cabo conductas violentas, se ha analizado si las
chicas se encuentran más influenciadas por los factores de
protección que los chicos.
Los resultados que obtuvieron es que las chicas tienen una mayor
supervisión por parte de los padres, tienen más interés en seguir
estudiando y su vía para resolver los conflictos se centra más en la
comunicación y es más pacífico. Tienen además, más relaciones
con amigos prosociales. Es decir, las chicas están más expuestas
que los chicos a los factores de protección que están relacionados
con la teoría del control social.
Estudio 2
Diferencias en factores de protección del consumo de sustancias en la adolescencia temprana y media (Cava, Murgui, & Musitu, 2008)
Este estudio se ha llevado a cabo por María Jesús cava, Sergio
Murgui y Gonzalo Musitu.
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Como consecuencia de la preocupación de educadores e
investigadores por las múltiples repercusiones negativas que se
derivan del consumo de sustancias tanto en chicos como en chicas,
se han llevado a cabo diversos modelos explicativos y preventivos.
Estos modelos, comenzaron centrándose en los factores individuales
de cada sujeto, pero actualmente, se considera que hay factores de
protección como de riesgos individuales, sociales y familiares.
Por tanto, este estudio, tiene como objetivo estudiar las diferencias
en la influencia que presenta el consumo entre la adolescencia
temprana y media, así como, ver qué diferencias puede tener la
influencia tanto la autoestima familiar y social del adolescente, como
la calidad de comunicación paterno-filial.
Para dicho estudio se emplearon dos muestras. La primera de ellas
estaba formada por 450 chicos y chicas en la etapa de la
adolescencia temprana (12-14 años) y la segunda, por 203 chicos y
chicas adolescentes medios (15-17 años).
El Cuestionario de Comunicación Familiar de Barnes y Olson (1982)
sirve para medir si hay buena o mala comunicación paterno filial.
Tabla 1: Cuestionario de Comunicación Familiar de Barnes y Olson (Barnes & Olson,
1982)
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Para medir la autoestima social y la autoestima familiar se utilizó el
Cuestionario de Autoestima de García y Musitu (1999), el cual está
formado por 30 ítems que miden la autoestima académica,
emocional, social, familiar y física.
Para la medición del consumo habitual de sustancias de los
adolescentes, se realizó un cuestionario compuesto por cinco ítems,
los cuales miden el consumo de bebidas alcohólicas y sustancias
ilegales, la autoestima que presenta el sujeto cuando se relaciona en
sociedad, la autoestima emocional, la autoestima física y la
autoestima que presenta cuando se relaciona con su familia.
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Tras realizar el análisis de los datos, se llegó a la conclusión de que
la comunicación dentro del entorno familiar afecta positivamente en
la autoestima familiar y esto provoca que se relacione negativa y
significativamente con el consumo de sustancias. A pesar de esto,
en la adolescencia media, la comunicación con la familia y la
aceptación de la autoridad institucional sufre un ligero descenso y
por tanto, es más débil. En la adolescencia temprana, aumenta la
comunicación familiar así como el autoestima social.
Analizando la autoestima social, hay diferencias con respecto a la
autoestima familiar, ya que en la muestra de los adolescentes de
edad temprana, la autoestima social y la familiar correlacionan
significativa y positivamente, mientras que no existe en esta etapa
relación significativa entre la autoestima social y el consumo de
sustancias. Sin embargo, en la muestra de la adolescencia media, la
correlación entre autoestima familiar y social no es significativa,
pero, la correlación entre la autoestima social y el consumo de
sustancias sí que lo es.
Haciendo referencia al rechazo a la autoridad y el consumo de
sustancia, se llega a la conclusión de que se relacionan significativa
y positivamente tanto en los adolescentes de edad temprana como
en los adolescentes de edad media.
En conclusión, Los resultados del estudio confirman:
La importancia que tiene la familia como factor de protección
frente al consumo de sustancias en adolescentes.
Las expectativas motivaciones de los adolescentes sobre el
consumo de sustancias, podrían tener relación con su actitud
de rechazo hacia la autoridad.
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Estudio 3
Las variables de protección que influyen en el consumo de alcohol y
tabaco en adolescentes (Martinez González & Robles Lozano,
2001).
Este estudio ha sido realizado por José Miguel Martínez González y
Luis Robles Lozano.
El objetivo principal del estudio es conocer el efecto que provocan
algunas variables de protección sobre el consumo de sustancias
legales, de tal forma, que se permita ahondar en qué factores de
protección se encuentran en el entorno de los adolescentes,
centrándose en el consumo de alcohol y tabaco. Para ello, se han
analizado 21 variables las cuales nos permitan conocer la relación
entre los factores de protección y el consumo de alcohol y tabaco en
adolescentes, además, poder comprobar si dichas variables de
protección, actúan de manera diferente dependiendo de la sustancia
que se trate y también, se ha podido contrastar si existen diferencias
estadísticamente significativas entre sexos teniendo en cuenta el
lugar de residencia de los menores.
Para realizar el estudio, se ha seleccionado una muestra aleatoria de
534 sujetos, cuyas edades oscilan entre los 14 y 21 años. Además,
para poder establecer los grupos de comparación teniendo en
cuenta el criterio de residencia, se clasificaron los municipios en
función de si tenían más o menos de veinte mil habitantes.
Para llevar a cabo el estudio, se realizó un cuestionario, el cual
estaba compuesta por dos partes. La primera de ellas hacía
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referencia al estudio de los datos demográficos, características
relacionadas con el consumo de alcohol y tabaco dentro del entorno
familiar del sujeto, consumo propio tanto de alcohol, tabaco y otras
drogas, existencia de algún problema con el alcoholismo en alguno
de los padres, características específicas del tipo de alcohol que
consume, tipo de tabaco, consumo previo de otras drogas y
consumo actual de otras drogas ilegales. La segunda parte estaba
compuesta por 21 preguntas sobre los diferentes factores de
protección que se pretendían medir en el estudio.
Tras realizar el estudio, se pudo concluir que existe una mayor
presencia de factores de protección en el grupo de sujetos que no
consume alcohol de manera habitual. Además, los efectos que
producen los factores de protección en los menores son diferentes
dependiendo del tipo de droga que consuman.
Otra conclusión a la que se llegó es que el hecho de que el padre, la
madre o una persona de su entorno cercano, sean fumadores
supone un factor de riesgo para el menor y puede propiciar su
consumo. Sin embargo, el hecho de que los padres estén
separados, no supone un factor de riesgo que vaya a desencadenar
el consumo del menor.
Temas relacionados
o Resiliencia: Carmen Masias Claux define resiliencia
como la capacidad que posee un individuo para
desarrollar sus potenciales y recursos al verse inmersa
en una situación de riesgo.
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o Factores de riesgo: Garrido, Stangeland y Redondo,
los definen como aquellos factores individuales,
sociales y ambientales que pueden facilitar y aumentar
la probabilidad de desarrollar desórdenes emocionales
o conductuales, como puede ser, el comportamiento
delictivo.
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22
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