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A j * Asturias Domingo, 22 de mayo de 1994
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Reciba mi respeto.
El maquinista del socialismo asturiano (1)
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trabajadores, que son la médula de su fuer- inicia hoy la publicación de un amplio rele pudo la sangre y afirmó que el carbón portaje aue continuará durante lospróxi-
aaau. iu d o no tiene futuro Por vez orimera desnuda- mos días sobre el líder minero que ha acu-d e f e n d e f e l ^ b a r o t u n d o e l p a u l a t i n o a i r o d e ' s u d i s c u r - m u l a d o e l m a y o r n n d e r p o l í t i c o d e A s t u r i a s q u e p r e v é e l c i e r r e d e la e x p l o t a c i ó n Al l í s o , d e s d e c u a n d o a n t e p o n í a su v i d a al c i e -
m u l a d o e l m a v n r n n d e r n n l í t i r n rtp> A s t u r i a s
quince años. i la explotación. Allí so, desde cuando anteponía su vida al cíe- durante los últimos
Villa, el general de la retirada El líder del ^¡OMA-UGTy de la FSA asume que <?7v nnnpl wrá poner orden en la cjjenta atrrís de la minería
Oviedo, J. CUERVO / J. M. PINEIRO
«Pozo Barredo». ¡Presente! «Pozo Candín». ¡Presente! «Cardo» ¡Está!... La lista de pozos resuena en el local del SOMA-UGT en la plaza de la Salve, en Sama de Langreo. Villa aviva los ojos, pequeños y chispeantes, y estira con la mano el bigote poblado, denso. En el sindicato, donde la escena se ha repetido tantas veces, la disciplina tiene aires marciales. Ya lo celebró la cabeza estratégica de Alfonso Guerra en la pradera minera de Rodiezmo: «Aquí todo está en orden. No se improvisa ná».
Villa sonreía esponjado al escucharle, porque allá en 1989 continuaba siendo el hombre escoltado por una monolítica falange de casi 10.000 mineros; la misma columna que le acumulaba el poder territorial, sindical y político suficiente para derrocar y elegir a presidentes del Principado, recambiar a la dirección de Hunosa y guardar la llave del poder socialista en el Principado: él era el único asturiano que se sentaba en la ejecutiva nacional del PSOE, a la izquierda de González y a la derecha de Guerra.
El martes pasado a Villa volvieron a rodearle los trabajadores. Pero en esta asamblea, en el pozo «Santa Bárbara», no todo está bajo control: abundan las malas caras, los abucheos: el acuerdo negociado por los sindicatos con Hunosa prevé el cierre de la explotación. En este ambiente, el sindicalista se faja y espeta que «el carbón y la actividad minera no tienen futuro; hay que buscar empleos alternativos».
Han pasado ocho años desde 1986, cuando, en un enfebrecido acto electoral en Tuilla, había afirmado que «antes de cerrar un pozo, pasarán por encima de mi cadáver», y el discurso de Villa ha perdido agudos. Hoy sigue siendo el general; pero el general de la retirada.
Viernes, 20 de mayo. Villa, 50 años, abandona la sede de Hunosa cerca de las cuatro de la tarde. Atrás deja, envuelto para la firma, el acuerdo que gobernará la empresa minera a lo largo de los próximos cuatro años. Casi contra la historia, negociado sin convocar una sola movilización.
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José Angel Fernándem Villa, segundo por la derecha, con los mineros del pozo «Santa Bárbara» en la tensa
asamblea del pasado martes.
Come apresurado y acude a Gi-jón, al inicio del congreso regional de UGT, donde desembucha un durísimo discurso contra el secretario general, Eduardo Donaire, y se convierte en uno de los protagonistas del cónclave, que se alarga durante la noche.
Esta agenda es casi un día de descanso para el secretario general de la Federación de Industrias Afines de UGT (SOMA-FIA-UGT), miembro de la ejecutiva de la Federación Socialista Asturiana (FSA) y del comité federal del PSOE, caudillo de los guerris-tas del Principado. Durante muchos años, en Asturias, se estaba con Villa o contra Villa, que multiplicaba su actividad hasta niveles obsesivos: a favor o en contra de los aproximadamente 160 centímetros de estatura de este líder minero se cocía toda la política socialista, y él atizaba la olla.
Una triple operación de hernia discal le emparedó hace un año varios meses en el sanatorio Ada-ro, en Langreo, y le incrustó el dolor de espalda en el cuerpo. Tampoco los vientos políticos, que amenazaban con desarbolar al guerrismo, le senían a favor, y en febrero el congreso nacional
del PSOE le apeó de la ejecutiva federal del partido, donde permanecía desde 1979.
Pese a la enfermedad y a los malos tiempos políticos — para el PSOE, en particular—^ Villa sigue siendo poderoso. Aunque menos, continúa teniendo mando. Que se lo pregunten a los barones del triunvirato renovador — a Bernardo Fernández, a Pedro Sanjurjo, a Vicente «Tini» Alvarez Areces —, a quienes aún les escuece el fracaso de la integración en el último congreso de la FSA, en abril pasado: las cuencas se convirtieron en la única base sólida para la dirección de la FSA y su secretario, Luis Martínez Noval.
Las cuencas siguen siendo la base más sólida de la FSA
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Villa, «Joseangel» pronunciado de corrido para sus leales, repite las ideas hasta la saciedad y tiene un pronto mitinero. Una de las máximas que enarbola en cuanto puede es la del proyecto socialista
«con dos patas: el partido y el sindicato». Y el sindicato, siempre lo ha dicho, es su trinchera. Una trinchera con casi 11.500 afiliados, en la cual ahora se remezclan trabajadores de la minería, de las empresas eléctricas, químicas y textiles.
La «pata» sindical en las manos de un dirigente habilidoso es un buen arma. Sobremanera, si lo que se controlan son los resortes de la cuenca minera. Los centellazos de estas comarcas aún retumban pronto en Madrid. No es extraño, pues, que Juan Luis Rodrí-guez-Vigil enviase una caja de botellas de Rioja al pozo «Barre-do» en las Navidades de 1991. Bajo tierra estaban las ejecutivas de CC OO y del SOMA, cnn Antonio Hevia y Villa al frente. Tampoco es raro que consiguie-sen pasar a Benegas por el telefo-nillo del pozo, con un leve acento vasco: «Venga, José Angel, negocia. Si no cedes tú, ya lo harán los de Altos Hornos». Y es que, aunque Vigil proclamara con fe firme que «el Alcázar no se rinde», de «Barredo» podían salir dos cosas: la guerra o la paz.
Salió la paz y, ribeteado con a1gunos encajes, un acuerdo que era
un enorme sapo para las tragaderas sindicales 1 Jn pacto rme simo ma un hachazo de 6.000 empleos en Hunosa — un tercio de la plan-^•11 i j t n ™ r .
tilla, que pasaba de 18.000 a 12.000 trabajadores- y el cierre ríe cinrn n La h d 11 raba
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no dejar de hablar de «cierre de explotaciones» yl entre otras cuesn acelerado Plan de Remdustnah-zación míe el Cr> sejo H Minis tros rebajo con el agua de un nue-vo bautismo: Plan de Dinamiza-
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cíon. Pero, pese a los adornos, el mazazo era contundente. Fue en este momento, y mucho más que en el plan firmado en solitario por
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su vida al cierre de un pozo. Villa se cuidó muy mucho de repetirlo-Al mismo tiempo, él y Hevia insis-
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por el SOMA en 1987, cuando se ' C A I ' 1
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Villa tenía por entonces mando en el Gobierno asturiano. Aunz q , , Buna partiera un vaso sobre una mesa di t" H v 'i P i-
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q i cruzo. ^ ^ Pasa a la pagina siguiente
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ASTURIAS Domingo, 22 de mayo de 1994
El maquinista del socialismo asturiano (1)
El Gobierno, grogui, temió reabrir el frente minero
Viene de la página anterior Que Villa mandaba era eviden
te. Pero también que Hunosa, acosada por sus pérdidas, había entrado de lleno en un paulatino declive. Por eso a nadie le extrañó que en las vísperas del nuevo plan, Industria tuviese la tentación de tajar otros 6.000 empleos. Con Villa sin los amarres de la ejecutiva federal, en el PSOE y el Gobierno regional llegó a haber escalofríos: «Si se echa al monte, adiós». El lanzó un órdago: si alguien tiene la tentación de dar un machetazo, que se atenga a «un estallido social».
¿Quién puso más para que el plan negociado sólo determine 2.000 prejubilaciones y haya podido ser pactado sin la convocatoria, casi ritual, de huelgas y manifestaciones? El Gobierno regional se atribuye haber puesto mucha vaselina, pero los sindicalistas se dan codazos cuando lo escuchan. Probablemente haya influido la tensión laboral desatada por todo el país contra un PSOE grogui por los casos de corrupción y a punto de enfrentar la campaña de las primeras elecciones — las europeas — en las cuales canta su derrota.
Como para abrir un nuevo frente y en la aureolada cuenca minera asturiana. Pero los protagonistas volvieron a ser el SOMA y CC OO y, más que nadie, sus líderes, Villa y Hevia. Los dos aún tienen los reflejos frescos. Por ejemplo: a la una de la madrugada, en el Ministerio de Industria, Eguiagaray se permite un comentario generoso sobre el plan que, en sus líneas generales, acaba de ser consensuado. Contagiado por el ambiente, Hevia concede: «Puede admitirse que es un buen acuerdo», y Villa salta, como un resorte, y siega la sonrisa del Ministro: «No. Es el acuerdo posible en este momento».
«El acuerdo posible». La sentencia define el paulatino cambio de discurso de Villa, desde cuando el objetivo era mantener a Hunosa casi incólume. Lo dijo en su día Pedro de Silva, aunque refiriéndose a CC OO: ya no valen «actitudes numantinas». «Y quienes las sostengan», añadía amansando la voz, «que vayan a Soria, a ver lo que queda de sus ruinas». Cara a cara, abroncado por los trabajadores del pozo «Santa Bárbara», a Fernández Villa se le escapó, rotundo, el martes, un juicio desnudo: «La actividad minera ya no tiene futuro; hay que buscar empleos alternativos».
Ocurre que los resultados de los planes puestos en marcha para crear empleos son pobres. En eso Villa es machacón. Mientras estaba en la dirección del Partido Socialista, y evitando mentar a Felipe González — «hay que salvar la cabeza, porque tiene la última palabra» —, arreciaba contra Industria y Economia. También contra el Gobierno regional, porque lo que no valen son «tochos llenos de letras», sino compromisos. Insiste hasta la obsesión, porque ésas son las condiciones de la capitulación minera. Villa quiere cubrir la retirada.
El señor de los mineros El joven inquieto que se convirtió en el mayor líder del SOMA desde Llaneza
Oviedo El hombre fuerte del socialis
mo asturiano nació en La Raíz, entre Siero y Langreo, el 6 de enero de 1944, como un regalo de Reyes, primogénito de una familia de cuatro varones y una mujer. Su ambiente familiar no fue típicamente minero. Su padre, Hermógenes Fernández, había trabajado en la mina, pero más tarde puso un «chigre» en Tuilla, el pueblo que vio crecer al pequeño José Angel, donde fue a la escuela sin acabar el Bachiller Elemental, donde jugó al fútbol — primero con los juveniles, luego en el primer equipo, como interior derecha — y donde escanció sidra en el bar de su padre.
A los 18 años entró en el pozo «Cabritu» (actualmente «Candín»), y en aquel temprano 1962 empezó a interesarse por la política, frecuentando a los anarcosindicalistas de la CNT.
Villa era un caballista —tras la mecanización, maquinista — trabajador e inquieto al que despidieron del pozo por explicar una huelga y leer un manifiesto de apoyo de unos curas. Volvió a Casa Hermógenes y durante unos meses se fue a Barcelona a trabajar de camarero en el bar de un tío suyo. Retornó a Asturias para trabajar en el pozo «Miravalles», donde coincidió con Gerardo Iglesias. en una explotación de un protegido de José Manuel Mateu de Ros, gobernador civil y jefe provincial del Movimiento, donde iban a dar todos los mineros represaliados, «porque a los rojos es mejor tenerlos juntos que separados y en la calle». Después fue peón en Ensidesa y sindicalista en el metal y no volvió a Hunosa hasta la amnistía de 1977.
«Un joven lanzado, sin mucha reflexión, pero nada tonto»
José Angel Fernández Villa, durante el congreso del SOMA-UGT de 1985. año en el que el sindicato celebró el 75.° aniversario de su fundación por Manuel Llaneza.
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Marcelo García, hijo y sobrino de socialistas, militante desde 1958, ex concejal de Medio Ambiente en Gijón, animó a Villa a entrar en el PSOE por sus buenos resultados como recaudador del Fondo de Solidaridad Obrera (Fusoa) desde su afinidad a los anarquistas, pero quienes le apadrinaron la entrada en el PSOE fueron Pepín Or-dóñez, de Tuilla, y Joaquín de Andrés. Hay dos versiones sobre la fecha de entrada. La oficial dice que entró en 1968, pero algunos afirman que fue en 1972. Ambas fechas son en la clandestinidad. Desde luego, Villa era conocido por los socialistas antes de la última fecha. A Emilio Barbón, actualmente miembro del Tribunal Superior de Justicia y ex secretario general de los socialistas asturianos
y de la UGT regional, le habló de Villa un compañero de Sama en 1971 que se refirió a él como un chaval con mucho interés y que se sentía minusvalorado.
Concertaron una cita con cena en el bar Hermógenes, de Tuilla. Barbón recuerda: «Era lanzado, sin mucha reflexión, pero nada tonto». Volvió a reunirse con Villa tres años después, en 1974. Barbón era secretario general de UGT. Fue en la Casa del Pueblo de Sama, donde el cuartel de la Guardia Civil. Asistieron José Manuel Palacio, más tarde alcalde socialista de Gijón; Avelino Pérez, hoy secretario de la Junta General, y Barbón. Villa de nuevo se quejó de que se le tenía poco en cuenta.
Hubo motivos para tenerle en consideración por su labor en Tuilla: en un local paredaño al bar del padre puso la Casa del Pueblo, que — paradojas — se llamaría «Emilio Barbón», e hizo crecer la organización.
Villa fue fuerte por primera vez en el congreso de la UGT de 1977, cuando salió secretario general Avelino Pérez. Por entonces, Villa aglutinaba a los de Tuilla y Sama. Los de Blimea votaron por Barbón y no por Manuel Villa, actual alcalde de Siero. Pérez salió «por los pelos». Aquel era un tiempo de formación de futuros líderes en que todos los sindicalistas se hacían notar, porque aún no estaban creadas las estructuras internas del sindicato, un elemento de contención.
Villa era muy notorio por su radicalidad y republicanismo: los de Tuilla siempre llegaban con la bandera tricolor y siguieron utilizándola hasta fechas bien recientes. En términos ideológicos históricos, fue calificado de «largocaballerista». Los que tenían cargos entonces pasaron a ser considerados por él como «oficialistas».
Su imagen de entonces era más bien bronca. Rafael Fernández conoció a Villa poco tiempo después de volver a Asturias desde su exilio mexicano. Villa era «algo pariente» de Purificación Tomás, la hija de Be-larmino Tomás y esposa de Rafael Fernández. Según Rafael Fernández, «tenía como ventaja su formación de líder autodidacta, que llegaba a la gente. Era un enorme tímido que en el terreno más personal parecía distante. Ha perdido mucha de su hosquedad inicial. Siempre ha tenido un sentido de la oportunidad muy inteligente».
¡¡ En todos los j | pozos y en todos É los conflictos
La radicalidad de Villa estaba en muchas de sus acciones. Avelino Pérez salió reelegido secretario general de la UGT, organizó una rueda de prensa y presentó a su ejecutiva en el hotel Regente de Oviedo. Sus declaraciones motivaron que el SOMA pidiera, al día siguiente su dimisión. Avelino había sido picador en el pozo «Venturo», y se exilió en Francia tras la huelga del 62, huyendo de las balas de la Guardia Civil. Regresó 14 años después con una asignación de los sindicatos alemanes de 38.000 pesetas mensuales, para reorganizar el Sindicato de los Obreros Mineros de Asturias y la Federación Estatal de la Minería de la UGT. Contó inicialmente con el apoyo de los mineros. En aquel congreso de UGT salió reelegido sin el apoyo minero y con la confianza del resto.
Villa fue sumando gente a su alrededor. Contó con el que entonces era su lugarteniente — más tarde opositor— Belar-mino García Noval, «Belar-mo». Estaba en todos los pozos
y en todos los conflictos. Avelino hacía un buen papel de base, pero no era un líder, y compaginaba su trabajo con el de la UGT, lo que le quitaba capacidad de actuación en la minería. Villa era, para los mineros, el hombre del trabajo y del ejemplo, y se había sabido rodear de un equipo de fieles que seguían su patrón, gente como Tino Venturo y Laudelino Campelo, que no eran políticos, sino buenos sindicalistas.
Su peso político y su lideraz-go carismático han hecho olvidar que el SOMA-UGT tuvo. tras la muerte de Franco, tres secretarios antes que Villa, que no vivieron nada desahogadamente sus mandatos. Fueron Faustino Antuña, vigilante del pozo «El Entrego»; el citado Avelino Pérez, y el mierense Sergio Rebollo.
Los tres cayeron porque quien tenía el apoyo de más mineros era Villa. Acosó a los secretarios generales sin querer asumir el liderazgo del SOMA hasta 1978. A Tino Antuña le oponía toda su influencia en el Nalón. Era realmente un secretario comarcal que mandaba más que el secretario general. A Avelino Pérez lo venció dialécticamente y en carisma. A Sergio Rebollo le montó una guerra interna que culminó en la organización de un congreso extraordinario, después de un año de oposición frontal y continua. Manuel Fernández, «Lito», secretario general de UGT, habló con Villa y García Noval y vio la necesidad de organizar ese congreso, que se celebró en Mieres. Allí se demostró que Villa controlaba las dos cuencas y por fin aceptó la secretaría que había rehusado hasta entonces.
Para Lito, «Villa era una fuerza. Contribuí a que fuera secretario general porque era carismático. Los mineros le querían. Si Rebollo no era idóneo, ¿quién iba a estar al frente del SOMA-UGT? Le convencí para que pasara a actuar desde dentro y aceptara la secretaría general. No lo lamento. Lo tenía que hacer. Villa reunía las condiciones».
Así llegó a la secretaria general del SOMA, el primer peldaño de una escalera de poder en el socialismo y la sociedad de Asturias, el que le mantiene desde entonces en una batalla de muchos frentes, apenas sin espacio para la vida personal.
Villa se casó a principios de los ochenta con María Jesús Iglesias. hija de un socialista «pata negra», en una ceremonia de estricta intimidad. Ella, actual jefa del servicio de lavandería del Hospital Monte Naran-co, tiene un hijo de su matrimonio anterior y le ha dado una hija a Villa. Sigue viviendo en Langreo con austeridad, y sus únicos signos externos son la buena ropa y los buenos habanos.
b f a LA NUEVA ESPAÑA ASTURIAS Lunes, 23 de mayo de 1994
El maquinista del socialismo asturiano (2)
En 1976, Hunosa tenía más de 24.000 trabaja-dores. Por entonces, un directivo de la empresa, Obdulio Fernández, hacía de cicerone de un joven Villa por los pasillos del «pozuMoqueta», mote minero de la sede de la compañía. Quizá sin saberlo le guiaba
hacia la fuente germinal del poder que le haría señor del PSOE. Poco duró el aprendi-zaje, porque pronto Villa se movía con soltura en el edificio del número 44 de la avenida de Galicia de Oviedo y los presidentes de Hunosa se tambaleaban ante sus emba
tes. En 1997, 20 anos despues de que Villa comenzase a mandar, Hunosa tendrá unos 10.000 trabajadores, y aún emanará mucho poder. LA NUEVA ESPANA continúa hoy la publicación del reportaje sobre el líder minero, que proseguirá en los próximos días.
Villa vale un carbón Hunosa ha sido y es la fuente del poder del sindicalista que se ha convertido en,elpatrón del PSOE
Oviedo, J. M. PINEIRO / J. CUERVO
Obdulio Fernández era director social de Hunosa cuando enseñó a Villa a circular por los despachos del «pozu Moqueta». La primera vez que Obdulio vio a Villa le pareció medio cordial, medio diñcil, receloso de todos y de todo.
En diciembre de 1982, este demócrata salido del sindicato vertical que preparó la transición en la empresa minera fue delegado del Gobierno en Asturias por decisión de José Barrionuevo. primer ministro socialista del Interior, según consejo de Villa. El propio líder minero provocó, en septiembre de 1988, su caída y sustitución por Manuel Ponga, hasta entonces alcalde de Avilés.
Su desgracia fue sostener, contra la opinión de Villa, a dos directores provinciales: Ignacio Bernar-doT'de Trabajo, y Vicente Alvarez Areces, encargado de Educación, hoy alcalde de Gijón.
Los socialistas conectaron con Obdulio a mediados de 1976, a través de Emilio Barbón, un viejo amigo de la Facultad de Derecho y de la pensión en Oviedo. A comienzos del otoño, José Manuel Fernández Felgueroso, presidente de Hunosa, y Obdulio llegaron a «la gran idea»: hacer positiva toda la fuerza de los sindicatos en la clandestinidad: «Pactemos y bagámoslos participar».
La comisión de los 16
La primera reunión se celebró en casa de Obdulio. Por la empresa, Felgueroso y él. Por los sindicatos, Manuel Nevado Madrid, Marino Artos, Segundo Magdalena y Aladino Tresguerres, de CC OO. Emilio Barbón, Avelino Pérez, Tino Antuña —entonces secretario general del SOMA — y Arcadio «Cayo» García, por UGT.
El mecanismo para la participación de los sindicatos ideado en esta reunión fue «la comisión de los 16», que decidiría la nueva política de la empresa. En las primeras elecciones en Hunosa apareció José Angel Fernández Villa, como despedido amnistiado.
Operativamente, estuvo en la negociación para la participación de los sindicatos aún en la ilegalidad y destacó durante la renegociación de la segunda fase del convenio colectivo 1976-77 con otros dos cachorros: Belarmino García Noval y Tino «Venturo». Obdulio Fernández y Rafael Fernández planeaban que el SOMA alcanzara una magnitud que le faltaba cuando la fuerza minera era de CC OO. Juan Luis Rodríguez-Vigil, entonces abogado laboralista y socialista destacado, asesoró en aquellas elecciones de 1977.
Del 76 al 82 los sindicalistas que mandaron fueron Villa, Belarmino, Tino «Venturo» y Aquilino Ronderos por el SOMA. Por CC OO, Nevado, Marino Artos, Aladino Tresguerres, Joaquín Uría
Fernández Villa y Obdulio Fernández. Villa aprendió a andar de la mano de Obdulio. al que más tarde hizo
delegado del Gobierno. Acabaron mal.
Sanjosé y Pepe Cordero, todos contendientes en una sañuda lucha sindical. No se dieron un segundo de respiro.
Quien tiene un amigo...
El poder de Villa en Hunosa llegó a ser tan fuerte que, tras la temprana muerte de «Mamel» Felgueroso, consiguió el nombramiento Juan Tesoro como presidente. Tesoro Oliver, amigo de lecturas filo
sóficas, el presidente que más sabía de carbón, se reía de las continuadas invocaciones del dirigente del PP Francisco Alvarez-Cascos a aprovechar el carbón siderúrgico. «Un nuevo fantasma recorre las cuencas», comentaba en los pasillos del Congreso, para la sonrisa del ministro de Industria, el ex trosquista Claudio Aranzadi. No tenía recato en afirmar que Hunosa jamás sería rentable.
La rotundidad de Tesoro hacía desconfiar «al del bigote», como le nombran sus correligionarios. Como recelaba también de Aranzadi y de su padrino político, el entonces ministro de Industria, Carlos Soichaga. A él se le atribuye una anécdota que es todo un cuadro: el navarro se encontraba en su despacho y cogió cuatro o cinco tomos destinados a Hunosa. Separó la mitad y dijo: «En esto la
El poder de la chequera Las horas sindicales liberan de bajar al pozo y hacen
profesionales del aparato del SOMA y CC OO Oviedo
El secretario general del SOMA-UGT logró fortalecer toda una estructura política y sindical dentro de Hunosa gracias a «la chequera», las horas dispensadas de trabajo para realizar actividad sindical. Así ganó toda la operatividad, «profesionalizando» a algunos de sus afiliados para el SOMA o el PSOE.
Así como la acción sindical se negoció y quedó escrita, la chequera no fue una negociación que llevara directamente la empresa, aunque Hunosa la asumió y se responsabilizó de su seguimiento y control hasta 1980-81. La chequera no figura en ningún documento. Se gastaron más horas sindicales de las precisas y se usaron para la acción política.
Según datos de 1991, todos los sindicatos que operan en
Hunosa debían más de 600 millones en horas sindicales. A esa misma fecha, 2.000 trabajadores habían usado 350.000 horas sindicales, que sirvieron para liberar completamente del trabajo a 130, y otros 186 usaron más de 500 horas por año, lo que vienen a ser tres meses. De los 60 liberados del SOMA, la mitad no eran delegados sindicales, como es preceptivo. De los algo más de 50 de CC OO, tampoco un tercio lo era.
La chequera permite acumular horas sindicales y distribuirlas, en una empresa en la que la afiliación llega al 90 por ciento. No es una práctica exclusiva de Hunosa, pero, por su tamaño, es donde más horas sindicales hay y, por tanto, donde más se utiliza.
Quedan completamente liberados, con cargo a sueldo de la empresa, los estados mayores
de los sindicatos. En los años de la transición, sindicalismo y política se mezclaban y confundían. Los liberados eran también activistas políticos. La tradición ha continuado, y sobremanera en el SOMA.
«Mira, aquél que está allí, si hay problemas, vuelve para el pozo. Y aquél de allá, también. Pero éstos, éstos no tienen a dónde ir». Villa razonaba así en el hotel de la Reconquista en el pasado mes de abril. «Aquéllos» eran un par de compañeros del sindicato; y «éstos», renovadores, a los que el líder minero venía a l lamar «profesionales de la política».
La vuelta al pozo es un seguro laboral, pero también una amenaza, porque el control de la chequera permite decidir quién regresa al tajo. Y como la faena minera no es agradable, la chequera es temible.
dejo yo ahora, y luego, en nada». Fue difícil aquella negociación.
Para el SOMA, pero sobre todo para CC OO, un sindicato que en la mineria se dividía en dos facciones: con Villa —favorables a la unidad de acción, como el secretario general, Avelino García— o contra Villa —la sección sindical de Hunosa, dirigida por Enemérii to Alvarez: «Unidad, sí, pero para luchar». Quien rajaba el bacalao de CC OO en Hunosa era Enemé-rito Alvarez. De él decía Antón Saavedra — secretario estatal de la minería de UGT, pero que ni pinchaba ni cortaba en Hunosa — que si el PCA le mandaba rajarse una mano, Enemérito se arrancaba hasta el codo. Con él no pudo el magnetismo de Villa, la innegable capacidad de seducción de un hombre tan contundente como tímido. Las relaciones entre CC OO, entonces mayoritario, y el SOMA-UGT eran tan broncas que incluso convocaron para el mismo día una gigantesca y estruendosa marcha sobre Madrid, pero por separado. Dos columnas mineras recorrieron la capital sin cruzarse.
... tiene un Tesoro
De aquélla, Villa negociaba solo. El se reunía en Madrid con Juan Tesoro y con el presidente del INI, Claudio Aranzadi (poco después ministro de Industria) y allí se iba tejiendo un acuerdo en solitario por el SOMA, y aprobando en referéndum por una plantilla que había echado el bofe y empeñado el sueldo de meses en innumerables movilizaciones. Nunca se desgastó tanto: mucho más que cuatro años después, en el encierro de «Barre-do». El plan supuso una pérdida de 2.000 empleos hasta dejar una plantilla de 18.500 trabajadores, y también el primer cierre: el del pozo «Cerezal». Por entonces comenzó a hablarse de la reindustrialización, con la creación de la Sociedad para el Desarrollo de las Cuencas (Sodeco) y el proyecto de construcción de la térmica de La Pereda, en Mieres. También, en las postrimerías de la negociación, el fin de Tesoro. Villa se lo dio y Villa se lo quitó, pero Tesoro no lo llevo con paciencia jobiana.
Otro vendrá que bueno me hará, dice el refrán. Algo parecido debió de pensar Villa cuando conoció a Juan Pedro Gómez Jaén, sustituto de Tesoro, navarro de re-diós, amigo de la buena sobremesa, que hizo del pimpampum a los sindicatos una de las armas de su gestión.
Procedente de Potasas de Navarra, llegó cuando la «beautiful» que celebraba con admiración a Solchaga hacía y deshacía. Con arranque, Gómez Jaén —quien nunca llegó a trasladar definitivamente su domicilio a Asturias— estaba dispuesto a partirse la cara con los sindicatos, y jamás se entendió con Villa.
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Lunes, 23 de mayo de 1994 ASTURIAS W//M///M/M/M/M/MWW/M
LA NUEVA ESPAÑA 2 3
El maquinista del socialismo asturiano (2)
La unidad sindical convirtió a los líderes del SOMA y GG 00 en una sola moneda
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Viene de la página anterior El líder del SOMA había gana
do, empero, otras bazas: la mayoría en las elecciones sindicales en Hunosa y un menor recelo de CC OO. Una larguísima y tormentosa reunión en el hotel La Jirafa selló un acuerdo de unidad de acción, muy trabajado en meses anteriores, con el nuevo líder de la minería de Comisiones, Antonio Hevia. Por entonces, Aveli-no García, antecesor de Hevia, ya formaba parte de las huestes del «kaiser» — así le llamaba —, y Enemérito Alvarez había dimitido, pese a que el propio Marcelino Camacho anduvo buscándole (Alvarez dimitió porque, en pleno tumulto minero, el secretario general de su partido. su PCA, Francisco Javier Suárez, pactaba un acuerdo con «el golfo» — cariñosa apelación del líder comunista — Pedro de Silva: CC OO quedaba aislada). Hevia era furibundo adversario de Avelino García, y en CC OO se bromeaba poniéndole carteles en la puerta del despacho: «Hoy, Sindicalistas al Borde de un Ataque de Nervios, de Antonio Almodóvar».
Muchos y fuertes enemigos
Hevia y Villa, de estatura parecida, se convirtieron en una moneda, cara y cruz de todas las negociaciones. La unidad permitió a los dos sindicatos salvar la piel en una negociación a cruz de navajas y concebida para preparar el hachazo definitivo a Hunosa: la del plan 1991-1994: 6.000 empleos menos y el cierre de cinco pozos. Sólo había el entendimiento sindical y el apoyo deslavazado del Gobierno regional.
Lo demás eran enemigos: Aranzadi y Soichaga, Gómez Jaén, los pésimos resultados económicos de la empresa, la imagen de Hunosa... Los amigos ya no podían tanto: Alfonso Guerra, termitado por el escándalo de su hermano Juan, ya no era vicepresidente del Gobierno. Aun debilitado, dio la cara por Villa en una reunión del comité federal del PSOE que provocó una fortísima discusión en el partido. «Nos conocemos desde hace muchos años», sentó claro Felipe González, refiriéndose a Villa.
Las cuencas estaban sobresaltadas, y cobraba cuerpo un nuevo ajuste en Ensidesa. Las uniones regionales de UGT y CC OO convocaron una huelga general en Asturias que paralizó hasta los pájaros el 23 de octubre de 1991. A la cabeza de la manifestación, Villa y Hevia. González, en la tele, aclaraba que no había despidos en Hunosa.
Navidad en el «Barredo»
El ambiente continuó emponzoñándose hasta Navidades. El día 23, por la noche, en una operación planificada con oficio de boinas verdes — una hilera de coches esperando en Mieres con el motor en marcha, familias sin avisar, asalto del puesto de mando del pozo—, comenzó el encierro de las ejecutivas de los dos sindicatos mineros en el «Barre-do».
Contra las cuerdas, el Gobierno regional de Rodríguez-Vigil fuerza la máquina para improvisar un plan de reindustrialización que ponga árnica al acuerdo. En Presidencia del Principado la
Fernández Villa y Antonio Hevia. una misma moneda en la negociación
sindical por la que Hunosa aún será la mayor empresa de Asturias en 1997.
consigna es «el Alcázar no se rinde», pero los nervios están a flor de piel.
El acuerdo se firma sin haber modificado ninguna de las grandes líneas. Se evita hablar de cierre de explotaciones y sólo se dice concentración de yacimientos. Desaparecen los pozos abocados a cerrar y se aumenta el número de contrataciones previstas. El gran argumento es un Plan de Dinamización aprobado por el Consejo de Ministros, redactado a uña de caballo sin presupuesto ni plazos y con escasos compromisos nuevos. En la brega cae Gómez Jaén. El vicepresidente del INI, Miguel Cuenca, llega a desautorizarle para negociar en una reunión delante de los sindicalistas. Viene Eduardo Abellán, más dialogante. Como llega de Iberia, le dicen «el paracaidista».
La firma pone la paz y demuestra que los sindicatos mine
ros, aunque heridos, siguen teniendo capacidad para llamar a rebato e incluso más renombre fuera que dentro de Asturias. Esto les permite llegar a la negociación del actual plan.
Compañeros de viaje
Villa y Hevia, en esta negociación, viajan juntos y a menudo a Madrid, para reunirse con los dirigentes del INI —sobre todo, con el vicepresidente, Miguel Cuenca — y con el Ministerio de Industria —en la reunión decisiva, hasta la una de la madrugada, con su titular, Juan Manuel Eguiagaray—. Hay tensiones. Contra la primera propuesta de Hunosa — muy parecida a la actual — el Ministerio de Industria baraja la posibilidad de endurecerla y volver a recortar 6.000 empleos. Hubo un momento en el que Abellán se vio prácticamente fuera del cargo.
La experiencia de negociaciones anteriores había demostrado que los grandes ejes del plan sólo pueden dilucidarse vis a sis con los responsables del INI. así que la dirección de Hunosa y la propia mesa negociadora quedan bastante desaluadas.
El novato presidente del Principado, Antonio Trevin, pronto cae en la cuenta de que cspabila o le espabilan. Dos o tres andanadas del líder minero — unas, dentro del PSOE; otras, con intervenciones públicas— le confirman que en la cuestión minera Villa no afloja. Se cartea con Eguiagaray y consigue el apoyo del mayor fontanero del Gobierno, el veraneante de Llanes Alfredo Pére7 Rubalcaba, ministro de la Presidencia.
España está sobresaltada de huelgas y marchas, el ex director general de la Guardia Civil Luis Roldán es un prófugo y un ex gobernador del Banco de España, Mariano Rubio, durmió 15 días en la trena. Mal momento para afilarles los dientes a los sindicatos mineros, aún muy temidos. Contra todas las previsiones iniciales, la propuesta definitiva contempla 2.000 prejubilaciones. y con unos niveles de cobertura altísimos, y prevé el cierre de dos pozos («Santa Bárbara» y «Ca-rrio»). También vuelven a citarse medidas reindustrializadoras. No debe de ser malo el acuerdo, porque muchas semanas antes, en el restaurante Logos, en ver-mú sabatino. Emilio Huerta, secretario regional de CC OO, dijo a Villa que los sindicatos mineros «sacaban mucho pecho» por oponerse a un recorte de 4.000 empleos.
Si el plan se cumple, Hunosa seguirá siendo la mayor empresa de Asturias en 1997, con 10.000 trabajadores. Con las demás compañías mineras, las centrales llegarán al final de siglo con menos poder del que quisieran, pero más del que desean sus enemigos.
UGT de Asturias, un bocado demasiado grande
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Oviedo El poder de los mineros hizo
ambicionar a Villa el control en UGT, por tres frentes: Asturias, con Lito a la cabeza; la Federación Estatal Minera, dirigida por Antón Saavedra: y la unión confederal, con Nicolás Redondo.
Según Manuel Fernández «Lito», secretario regional hasta 1988, «intentar que se comprometiera con la organización de la UGT de Asturias habría significado enfrentamientos constantes. No podía engullir a la UGT, pero si hubiera estado en sus manos lo habría hecho». Respetó a Lito — aunque no le hizo caso — porque Manuel Fernández dijo que sólo aceptaría la secretaría general por unanimidad, como así fue. Villa renunció a un control de la UGT regional que quizá no habría conseguido porque, moviéndose por libre, ni siquiera lo necesitaba. Lito nunca se quiso enfrentar a él.
Lito, de aquélla buen escudero de Redondo, se fue a Madrid a dirigir la poderosa Federación del Metal. Le releyó Eduardo
Donaire, antes secretario de organización. Sin pelos en la lengua, de lo primero que dijo como secretario general fue que el SOMA debería abandonar UGT si continuaba haciendo y deshaciendo por libre. Apostó para que Villa abandonase la ejecutiva federal del PSOE.
El SOMA puso frente a Donaire, «un sindicalista de despacho», a Laudelino Campelo, picador en el «Candín», cazador, valiente y fanfarrón, secretario del Nalón y uno de los lugartenientes más brillantes de Villa. Donaire fue elegido con el 55%.
Donaire y Villa nunca han comulgado. Hubo momentos muy tensos, como la huelga general del 14 de diciembre de 1988. Villa tuvo que ser funambulista para que su rechazo al paro — primera vez que los sindicatos ponían a González contra las cuerdas — no acabase en sanción. Rifirrafes mutuos hasta ayer mismo: Donaire fue reelegido con el 66% de los votos. El SOMA se abstuvo.
El SOMA es ahora el SOMA--FIA-UGT: el sindicato minero
Nicolás Redondo. Villa y Lito. Todo ha cambiado.
más la Federación de Industrias Afines (químicas, textil y eléctricas, entre otras) de la UGT. Villa, secretario general de esta sopa de siglas, ha salido ganando en afiliación, porque supera los 10.500 militantes; en relación nacional, porque no hay divergencias con el secretario estatal, Je
sús Urrutia; y en sintonía con la dirección confederal: la FIA apoyó a Cándido Méndez contra Lito para suceder a Redondo.
Ultimamente, Villa ha sido de los pocos que han defendido públicamente a Redondo y ya no es un «extraño» para la dirección nacional: sintoniza con Méndez.
«i^^SIMSí Atrás quedan los tiempos de
los choques con José Antonio Saavedra porque defendía planteamientos estatales que no coincidían con los del SOMA. Acabó en un enfrentamiento personal y sistemático. Antón, hoy diputado de IU en la Junta General del Principado, perdió.
26 L A NUEVA ESPAÑA ASTURIAS Martes, 24 de mayo de 1994
El maquinista del socialismo asturiano (3)
José Ángel Fernández Villa y muchos de sus más estrechos colaboradores se quejan de que, en múltiples ocasiones, se identifique al SOMA - ahora FIA-SOMA-UGT - , «a una organización política», con una parte del PSOE asturiano. Tienen razón, pero regla
mentista, porque de hecho el sindicato minero es el principal baluarte socialista de las cuencas, y las cuencas, de mayoría gue-rrista, son el apoyo más sólido de la Federación Socialista Asturiana. La fuerza de afiliación, una fortísima disciplina y cohesión in
terna, la capacidad de unos dirigentes -curtidos en el trabajo sindical, les han dado el control de la FSA. Es otro de los poderes de este maquinista del socialismo asturiano, al que LA NUEVA ESPAÑA sigue dedicando esta serie de reportajes.
Federación Socialista Asturiana: todo el poder para los mineros
La fuerte afiliación, la disciplina y la cohesión interna, trasvasadas del sindicato al partido, han dado el poder a Fernández Villa sobre el socialismo regional
Oviedo, J. M. PIÑEIRO / J. CUERVO
Villa ha tenido durante años este control sobre el partido en Asturias y lo conservó en el último congreso. En él consiguió, al menos, tres cosas: apartar a los renovadores, yugular a la tercera vía —los más partidarios de la integración— y seguir siendo el pivote en el que se apoya la dirección de la FSA.
La mayoría conseguida le concede amplia capacidad de maniobra para elaborar y supervisar las próximas candidaturas autonómicas y nacionales de los socialistas asturianos. El líder del SOMA-UGT trasladó toda la fuerza de su organización sindical en las cuencas mineras a la Federación Socialista Asturiana (FSA), formando un grupo compacto como no había otro.
Jesús «Suso» Sanjurjo, que había sido secretario desde la constitución de la FSA, cuando sólo tenía 21 años, cayó una década después por agotamiento.
Villa, según la tradición de Largo Caballero y el propio Manuel Llaneza, fundador del SOMA-UGT, trasladó su fuerza sindical al partido. Su primer paso lo dio en el congreso que la Federación Socialista Asturiana celebró en Perlora en 1979. En él, Jesús Sanjurjo, secretario general, pidió a dos destacados ugetistas, Lito, secretario general, y José Manuel Suárez, también miembro de la dirección del sindicato, que entrasen a formar parte de la ejecutiva. Quería que Suárez fuese secretario de organización, pero éste respondió que no aceptaba el cargo ni muerto. Le forzaron diciendo:
— No tienes cojones a decirlo ahí fuera, en la asamblea.
Suárez salió elegido, y «tuvo cojones», ya que renunció al cargo, aunque sí aceptó ser miembro de la ejecutiva de la FSA.
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Con Martínez Noval, las agrupaciones de
% las cuencas f¿ mineras ganaron lí más peso
Villa vio que la ejecutiva se inclinaba hacia UGT del Metal y que su sector iba quedando fuera. El metal era la sección más grande, superior a la minería, pero Villa quería ganar espacio para el SOMA. Dijo a «Suso» Sanjurjo que si metían a Lito tenía que entrar él y, si iba José Manuel Suárez, había que compensarlo con otro del SOMA.
José Ángel Fernández Villa, entre el actual secretario general de la FSA, Luis Martínez Noval (izquierda), y el
anterior, Jesús Sanjurjo.
Lito advirtió a Sanjurjo: «Si aceptas esto, vamos de puto culo».
Sanjurjo, un carácter contemporizador, aceptó y dio oportunidad a los dos sindicatos. A un mismo tiempo empezaron «la guerra» entre el SOMA y el Metal de la UGT y el acceso de mineros a la ejecutiva de la FSA.
Suso acabó dejando la secretaría general poco después de las autonómicas de 1987. La elaboración de aquella candidatura provocó un fortísimo enfrenta-miento, porque el secretario regional de UGT, Lito, se negaba a ir detrás de un subordinado suyo, el líder de la minería, Villa. El partido argumentaba que Villa era miembro de la ejecutiva federal, con lo cual quitaba razones a los ugetistas. La bronca acabó cuando Lito y los suyos decidieron abandonar la lista.
Suso dejó el partido y se puso a repartir lunas de cristal en la empresa Dirsa. Ya había titulado en aquellos años un poemario Pedro de Silva diciendo que «La luna es un instrumento de trabajo». A Sanjurjo le sustituyó el vicesecretario general, Luis Martínez Noval, un profesor de la Facultad de Económicas tímido y muy serio. Tenía fama de ecuánime, pero Bernardo Fernández, a la sazón consejero de Interior, no lo tenía muy claro: él advirtió a Sanjurjo de que Noval podía caer en la tentación de ser un líder de facción.
Noval no tenía el entramado de relaciones de Sanjurjo, que siempre fue simpático a UGT. Con Noval, las agrupaciones de las cuencas fueron adquiriendo cada vez más peso e influencia, y aumentó el distanciamiento de las zonas críticas: Gijón, Aviles, medio Oviedo y parte de pequeñas agrupaciones.
«No, hombre, ¿cómo voy a ir a ver el partido del Barcelona si estoy en minoría?», bromeaba Villa en el penúltimo congreso socialista, en 1991. Televisaban a los culés, uno de los dos equipos entre los que reparte su afición el líder sindical —el otro es el Oviedo —, pero estaba en marcha el congreso de la Federación Socialista Asturiana, en febrero de 1991, y Villa se reía sobre la posibilidad de perder un congreso que sabía ganado de antemano.
• La disolución de p la AMSO y la é elección de Vigil p para presidente • fueron • tensísimas
En aquella ocasión, sin embargo, aceptó el empate. En 1991 estaba abierta una crisis de gobierno, Luis Martínez Noval aún era ministro de Trabajo, y la dimisión de Alfonso Guerra como vicepresidente les empañó los ojos
a muchos. La única duda sobre el cónclave asturiano era si habría o no integración. Casi contra pronóstico, hubo acuerdo. El congreso pudo haber acabado en una gestora, porque Noval se negaba a salir apoyado sólo por una parte, pero al final hubo pacto. Los del SOMA miraban de reojo a Pedro de Silva, aún presidente, y lo enfilaban: «Míralo, míralo, quiso armar la bolera para que hubiese cristo y ponerse al frente del partido con una gestora».
De poco sirvió, porque pronto la división interna se reprodujo en los comités regionales. Los críticos encontraron, además, una bandera nacional que enarbolar: la de la renovación. Sucesivamente, fueron encadenándose enfrentamientos, y el más duro de todos fue el provocado por la disolución de la ejecutiva de la agrupación de Oviedo, lo que se conoció — al corcuerino modo — como «la patada a la puerta».
Echó a Wenceslao López de la secretaría local y colocó durante un año al «chico para todo» Alvaro Cuesta, diputado nacional, al frente de una comisión gestora. Tanta llegó a ser la tensión que, en el último congreso, celebrado en abril, todos los renovadores habían abandonado la ejecutiva. La agrupación de Oviedo fue el momento más tenso, pero la división tuvo otros momentos claves: la elección de Vigil como presidente del Principado, que no
fue apoyado por los críticos, y el nombramiento de su sustituto, Antonio Trevín, contra quien confrontó y perdió Bernardo Fernández.
Los planes de reindustrialización sirvieron para provocar otro momento crispado, en febrero de 1992. Los críticos acusaron al Gobierno de Vigil de mandar maniatado por el SOMA —decían que el partido y el Ejecutivo estaban «sindicalizados» — y de preocuparse sólo por las cuencas, olvidando al resto de Asturias.
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% ejecutiva a todos i los renovadores
Villa llegó al último congreso sin estar en la ejecutiva nacional. Sin embargo, no perdió fuerza. Al revés, fue el ganador más destacado. No hubo acuerdo y todos los renovadores quedaron fuera de la ejecutiva que, modificada en parte, mantuvo a todos sus hombres de confianza.
El fue elegido miembro del comité federal, y María Luisa Car-cedo, «marialuisina» en el SOMA, consejera de Medio Ambiente e identificada con sus planteamientos, fue «ascendida» a miembro de la ejecutiva regional y, como él, al comité federal: justo los mismos cargos que su presidente de Gobierno, Antonio Trevín. Villa acabó el congreso satisfecho y ofreciendo una conferencia de prensa que, según iba cogiendo carrerilla, convirtió en un auténtico mitin.
Con la mayoría a su favor, Villa podrá seguir supervisando, y con capacidad de veto, las próximas listas autonómicas —empezando por el número uno: el candidato a presidente — y nacionales de los socialistas asturianos. Los renovadores lograron en el congreso un 37 por ciento que celebraron, pero que aún les queda lejos de la mayoría. No obstante, sus tres barones — Bernardo Fernández, Vicente Alvarez Areces y Pedro Sanjurjo- estaban contentos. Menos alegría tenían los miembros de la «tercera vía» —en Asturias, también «clan de la vaca roxa», un grupo de dirigentes partidarios de la integración, amigos de la sidra y con conexión con el medio rur a l - , que fueron yugulados. Destacaban Juan Cofiño, Carlos Rojo y Trevín. Ya lo decía un alto líder del SOMA: «¿Con qué afiliados van a imponer un acuerdo? ¿Con una vaca?».
28 L A NUEVA ESPAÑA ASTURIAS Martes, 24 de mayo de 1994
El maquinista del socialismo asturiano (3)
Rafael Fernández sentó a Villa junto a Felipe González y Alfonso Guerra
El divorcio socialista y el encierro navideño en el pozo «Barredo» echaron de la ejecutiva federal al dirigente minero
Oviedo, J. C. / J. M. P.
El hombre fuerte del socialismo asturiano llegó a la ejecutiva nacional del PSOE con el apoyo de Rafael Fernández, entonces presidente del Consejo Regional, órgano preautonómico que regía Asturias sobre consenso de los partidos parlamentarios. En 1979 se celebró el congreso XXVIII del PSOE, en el que Felipe González, secretario general, quiso arrancar la etiqueta mar-xista y, al no lograrlo por la mayoría suficiente, dio su primera espantada personalista. En él, Lito fue portavoz de la delegación asturiana. Meses después se celebró el congreso XXVIII bis, el de la renuncia. ^
Rafael Fernández metió a José Ángel Fernández Villa en la ejecutiva en una maniobra maestra para acabar con su radicalidad que después lamentaría, porque fue la que le hizo perder la Presidencia del Principado en favor de Pedro de Silva Cienfuegos-Jove-llanos. Villa, por entonces mar-xista convencido —tesis que defendió con vehemencia, como en él es habitual, en el congreso del PSOE en el que el partido se quitó esta etiqueta —, cambió su discurso, abandonó el marxismo que antes defendía a ultranza e hizo que los suyos lo abandonasen.
La decisión debió de costarle trabajo. En el tiempo intermedio entre congresos, se celebró en el Seminario de Oviedo un debate entre tres líderes socialistas: Gómez Llórente, entonces número uno por Asturias y partidario de mantener la referencia marxista; Alonso Puerta, asturiano, aún teniente de alcalde de Madrid con Enrique Tierno, más moderado, y Felipe González. La discusión la escuchaban, entre el público, Villa y su lugarteniente «Belar-mo» Noval: a lo largo del debate no dejaron de criticar a González y de comentar «que no habla del marxismo para nada».
p Desde la á ejecutiva del | PSOE, Villa oyó, |¡ contó su versión % de Asturias y % ganó influencia
Pues Villa dejó luego el marxismo y así llegó a la ejecutiva federal del PSOE, un cargo que tuvo para él un doble valor: por un lado, estuvo quince años oyendo cómo se debatían cuestiones de Estado. Por otro, fue el narrador de la situación de Asturias en el máximo órgano de dirección del partido.
Como valor adicional, estuvo cerca de Felipe González y, sobre todo, de Alfonso Guerra, los máximos dirigentes. Fue el único obrero que aguantó hasta el final -hasta el congreso del pasado
El minero presumió de dar puñetazos en la mesa de la ejecutiva. Pero el impacto de los golpes tuvo dos etapas: cuando Guerra gobernaba, se tomaba en cuenta el eco; cuando el partido se dividió y González abrazó la causa renovadora, el sonido se escapaba por las salas de Ferraz, sede nacional del PSOE.
Llegó un momento en que Felipe González y Fernández Villa tuvieron distintas miras.
mes de febrero - en la cúpula del partido gobernante. Ahora ya no hay ninguno.
González y Redondo a Lito: «No sería bueno expedientar a Villa en UGT»
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Esta influencia fue muy importante. Como ejemplo, en 1980 se celebró un comité regional de UGT en Mieres, en el que se iba a abrir un expediente a José Ángel Fernández Villa por atribuciones indebidas. Ya estaban consegui
dos todos los votos para expedientarle. Por orden de Manuel Fernández —secretario general de la UGT - hizo la exposición de motivos Pedro Sanjurjo, portavoz de la ejecutiva sindical.
Cuando empezó su discurso, Lito recibió el recado de que tenía una importante llamada telefónica. Se ausentó de la sala. Al otro lado del teléfono estaba Felipe González, secretario general del PSOE, reunido con Nicolás Redondo, secretario general de la UGT. González le transmitió algo en lo que los dos máximos dirigentes del socialismo estaban de acuerdo: «No sería bueno para la organización que se expedientara a Villa».
Lito regresó para desactivar la operación cuando el hoy secretario general de los socialistas gijo-neses acababa su exposición. Reunió a la ejecutiva, explicó sucintamente que cambiaban el voto y les obligó a negarse al expediente. Incluido Pedro Sanjurjo, que sintió que le habían empujado a una piscina y durante el salto la habían vaciado de agua.
Evitaron el expediente por una rapada mayoría. Las relaciones fraternales entre partido y sindicato habían obligado a Lito a hacer un dificilísimo papel. Su íntimo amigo Eduardo Lafuente, entonces al frente del Metal de Asturias, tardó dos meses en volver a dirigirle la palabra.
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Él encierro navideño en el pozo «Barredo» fue sindicalmente bueno y políticamente malo para Villa. En la foto,
con Nicolás Redondo, Gutiérrez y Hevia.
Villa lamentó I que Noval no ¡f defendiese su p permanencia en 'ú la ejecutiva
Villa se sentó en la ejecutiva hasta febrero de 1994, el congreso nacional que ganaron a los puntos los renovadores. En su lugar, entraron dos asturianos: Luis Martínez Noval, secretario general de la FSA, y Ludivina García Arias, estrecha colaboradora de Villa, casi eurodiputada del carbón.
Con él fuera, la dirección del PSOE quedó sin ningún representante sindical. Eso fue lo único que estuvo dispuesto a lamentar públicamente Villa, pero entre sus íntimos echaban de menos que Noval no le hubiese defendido con mayor ahínco. Pero a Noval le dieron la lista cocinada y poco pudo defender. La exclusión de Fernández Villa no sorprendió a nadie, empezando por el propio minero, pero a alguno le humedeció los ojos. Por ejemplo, a María Luisa Carcedo, consejera de Medio Ambiente desde el gobierno de Rodríguez-Vigil.
El sindicalista lo calculaba desde hacía tiempo porque el tándem entre González y Guerra, en la expresión del afrancesado ex ministro Jorge Semprún, estaba quebrado, y Villa había tomado partido claro por el segundo.
El encierro minero del pozo «Barredo», en las Navidades de 1991, había irritado sobremanera a González, quien se había visto sorprendido en los consejos de ministros por una inesperada dureza de Martínez Noval en contra del plan de Hunosa, osando plantar cara, contra sus silenciosas costumbres, a Aranzadi y a Solchaga.
El Presidente dedujo que el minero era el culpable de todo, y se le metió entre ceja y ceja. Además, en las últimas reuniones de la ejecutiva federal, Villa insistía en un acercamiento a los sindicatos que no compartía González.
Villa quedaba fuera de la ejecutiva y renunció, pese a las presiones de muchos —entre ellos, su líder político, Alfonso Guerra— a ocupar un sitio en el comité federal. Sólo lo aceptó dos meses después, cuando le nombró el congreso de la FSA. Entre muchos otros argumentos, Villa puede decir ahora que le han nombrado sus bases. En su código, es un valor fundamental.
Miércoles, 25 de mayo de 1994 ASTURIAS LA NUEVA ESPAÑA 2 7
El maquinista del socialismo asturiano (y 4)
Una mano en la Caja Villa interviene en el nombramiento del presidente de la entidad financiera
Tres mandos en las cuencas: alcalde, partido y sindicato
Oviedo, J. M. P. Villa utiliza la fiesta anual de
Rodiezmo, en septiembre, para empezar el curso político, tal como una clase magistral. Ocupa la tribuna con una duración de discurso castrista y multiplica los mensajes. Fue ésa la ocasión que eligió, en 1992, para poner firme a Ángel Fernández Noriega, entonces presidente de la Caja de Ahorros de Asturias, ahora Caja de Asturias, y la principal entidad financiera del Principado con diferencia.
Villa criticó a Noriega por un exceso: había reunido al consejo de administración de la Caja en Sevilla, aprovechando la Expo, y al sindicalista aquello le pareció un derroche. Noriega, ex economista del SOMA nacido en el barrio obrero langreano de La Joé-cara y presidente de la comisión nacional revisora de cuentas del PSOE, replicó que también la entidad ayudaba a celebrar Rodiezmo, pero acusó el golpe.
El mensaje de Villa fue la primera advertencia a Noriega de que podía verse obligado a abandonar el cargo. Los estatutos de la Caja limitaban la continuidad en la presidencia a dos mandatos, pero Noriega, que ya los cumplía, barruntaba que podría reformarlos para seguir en el cargo.
Los estatutos de la Caja establecen que el nombramiento del presidente corresponde al Gobierno regional y el del vicepresidente, al Ayuntamiento de Gi-jón. Por eso el segundo cargo lo ocupa el insigne renovador socialista y alcalde gijonés Vicente «Tini» Alvarez Areces.
Villa no nombra, pero supervisa. Antonio Trevín llegó a la Presidencia del Principado y se en-
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Sus 10 empeños • Jubilaciones con toda la paga para 10.500 mineros.
• Plan de Dinamización de Asturias.
• «Corredor del Nalón».
• Enlace de las cuencas con la autovía del Cantábrico.
• Museo de la Minería.
• Sodeco.
• la térmica de La Pereda.
• Recuperación de una escombrera en Turón, hoy parque José Ángel Fernández Villa.
• Saneamiento de los ríos Nalón y Caudal.
1 Hospital de Jarrio.
contró con una papeleta difícil: tos, y elegir a su sustituto. Para decidir si Noriega continuaba o formar su gobierno, ya se había no, previa reforma de los estatu- propuesto a Noriega para ser
Villa, en el centro, con Noriega a la Izquierda. Noriega era economista del SOMA. Luego ocupó la presidencia de la Caja.
consejero de Economía, lo que suponía un nuevo golpe a su continuidad.
Trevín interpretó que ceder a los deseos de Noriega sería visto como una merma a su autoridad. Así que lo habló con el secretario general del PSOE, Luis Martínez Noval. Noriega, pese a todos los embates, acompañaba alguna mañana a Villa en sus paseos de rehabilitación por el parque de La Felguera, y Trevín no dejaba de tentarse la ropa. Al final, fue elegido Manuel Sampedro, íntimo de Noval. Desde las cuencas, fue saludado: «Siempre colaboró mucho con nosotros», sentenció el SOMA.
Villa, elpóster j . c.
En el ajedrez político astur iano, Villa juega con n e g r a s y h a c e quince años que los
tiene a todos en jaque, los rinde por aburrimiento, los ningunea en los pasillos, los desconcierta con sus estrategias. Villa es una planta crecida en estos años de clima seco y soleado del socialismo: socialismo en Madrid, socialismo en Asturias, socialismo en las cuencas, socialismo en el Nalón, socialismo en Tuilla.
El vigilante no duerme y dedica 26 horas al día a pensar en política y sindicalismo. Ni su salud quebradiza le ha producido desmayo. Rabió con una triple hernia discal el trayecto Sama-Madrid gastando su R-19. Salió de la cama del Sanatorio Adaro para ver a Felipe González inaugurando Du Pont en medio de la campaña electoral última, y a Juan Luis Rodríguez-Vigil y a su amigo Víctor Zapico descomponerse por el escándalo del «Petro-mocho». Desde ese mismo lecho de la flebitis, nombró a Antonio Trevín Lombán presidente del Principado.
Lo de Villa es aguantar y no
ceder un metro. Mantenerse en el guerrismo ortodoxo aun en los días más declinantes, no dejar la más mínima ventaja a renovadores de ciudad.
Se le atribuye un carácter obsesivo y falta de piedad para con sus aliados temporales, pero ya se sabe que la política es para
hombres duros. Ha conseguido todo el poder que tuvo a mano y lo ha ejercido con mano dura, desde la Alcaldía de su pueblo hasta la presidencia de la Caja de Ahorros. No es inconmovible. Pero a saber: es tan teatral... Se le ha visto llorar y compadecerse de los problemas personales de sus
enemigos, pero se tensa donde percibe disidencia y practica hasta el final el conmigo o contra mí. El cruce del conmigo al contra mí le brilla en un reojo, señalando por donde queda la puerta, o recibiendo los ataques de perfil.
El tímido que lleva detrás del bigote severo tiene un círculo de fidelidades en su familia y en sus amigos y lugartenientes. Ese bigote tiene dos posiciones: tiende a sonreír en las fotografías, salvo cuando quiere advertir a los suyos que hay peligro, y lo hace con gran esfuerzo facial, articulando todo para que se sepa que debajo hay alegría.
Fundamentalmente, es un contable concentrado en las dos columnas del debe y el haber. Mejor no deberle nunca, porque lo cobra siempre. Como desconfiado, lo que más valora es la confianza, que nunca la da, sino que la presta y sin soltarla del todo.
Con los años ha ido consiguiendo ser una cara de cartelón, una fotografía para las futuras historias ilustradas de Asturias, cuyos redactores están ahora en Preescolar.
Oviedo Villa es un hombre tímido,
pese a toda su exuberancia política y sindical. Quizás eso explique que acostumbre a rodearse de un grupo casi familiar de fieles sin t i tubeos , dispuestos a romperse la cara por él en el caso de que haga falta. Comprende los problemas humanos, valora mucho la lealtad y exagera el recelo. Todas estas señas, unidas con su poder y su modo de ejercerlo, le han creado leales y enemigos.
El poder de Villa tiene médula minera y se enraiza en las cuencas. Su grupo de leales se nutre básicamente de trabajadores, y es en las cuencas donde menos tolera las divergencias. Si Villa es importante en el socialismo regional, en las cuencas es imprescindible.
Los alcaldes mineros, los sindicatos y las agrupaciones socialistas de las cuencas funcionan coordinadamente bajo Villa. Más de una vez lo han demostrado en las negociaciones de Hunosa: los alcaldes se reunían con el ministro de Industria mientras los sindicatos discutían con la empresa de Hunosa y las agrupaciones ponían a la FSA patas arriba.
La lista de quienes ejecutan el p o d e r m á s d i r e c t o del SOMA, el territorial, es muy amplia. Todos son leales. En Langreo, por ejemplo, Francisco González Zapico sustituyó en 1987 a Aladino Fernández en la Alcaldía cuando éste se había vuelto díscolo. En esta comarca, Villa ha designado a un líder sindical — Laudelino Campelo, secretario de UGT del Nalón y uno de sus mejores guardias de corps —, mientras que el control del PSOE recae en José Granda.
Marino Fernández sufrió en San Martín del Rey Aurelio el mismo destino que Aladino en Langreo. Le relevó en la Alcaldía Graciano Torre, muy identificado con Villa y en alza en el PSOE, al igual que el secretario local del partido, Benigno Enríquez. En Laviana, uno de los hombres de su máxima confianza es José María Solís, secretario del partido; en Caso el papel le corresponde a Carlos Peón, y en Sobrescobio a Ismael Méndez, alcalde.
Otro alcalde descabalgado, aunque con capacidad para salir a flote por fuerte que sea la tempestad, fue Eugenio Car-bajal, en Mieres, ahora presidente de la Junta General del Principado. Le sustituyó Gustavo Losa, no muy identificado con el SOMA, pero escoltado por un «rescatado» del PCA y de Comisiones Obreras, Avelino García, portavoz municipal. En este caso, la comarca tiene dos líderes claros y muy distintos: Balbino Dosan-tos, «Lili», secretario de UGT, y Juan Vila, responsable del partido. En Aller cuenta con el alcalde, Gabriel Pérez Villalta, y en Lena con el secretario del partido. González Pulgar.