Post on 21-Sep-2018
Antonio Gomariz Pastor
Un traje humanitario para una nueva moral y conciencia universal.
Un traje humanitario para una nueva moral
y conciencia universal.
Una vista panorámica en compañía de Médicos Sin Fronteras.
Antonio Gomariz Pastor
Antonio Gomariz Pastor
Un traje humanitario para una nueva moral y conciencia universal.
INDICE
Introducción: humanitarismo y política internacional. Nuevos elementos para el
debate
Parte I: Las dos manos de la acción humanitaria: humanitarismo y política.
Conflictos y acción humanitaria en un cambiante entorno internacional.
Una nueva conciencia mundial basada en la moral de la emergencia: acción
humanitaria, política y medios de comunicación.
Comunidad internacional: un traje humanitario a medida de una nueva imagen.
El enfoque humanitario y su abuso como sustitutos de lo político
La paradoja de la protección: confusiones y contradicciones entre lo humanitario
y lo militar.
La cohabitación humanitario-militar.
Parte II: La acción humanitaria frente al espejo.
Organizaciones humanitarias: la reacción.
Las dificultades y el fracaso del trabajo de acción humanitaria.
Los espacios humanitarios: el necesario espacio de exclusión
Mejores condiciones y calidad para la acción humanitaria.
La acción humanitaria también al final del conflicto.
Algunas limitaciones de la acción humanitaria.
Las condiciones de los refugiados y desplazados: más allá de la exclusión.
Una acción humanitaria para muchos tipos de conflictos.
Las intervenciones humanitarias.
Parte III: MSF: respuestas premeditadas.
Principios humanitarios consolidados en las ONG
MSF y la concreción de la acción humanitaria: frente a las dudas, principios y
testimonio.
Conclusiones
Anexo
Bibliografía
Antonio Gomariz Pastor
Un traje humanitario para una nueva moral y conciencia universal.
Abreviaturas
ACNUR Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados
APRONUC Autoridad Provisional de Naciones Unidas en Camboya
MSF Médicos Sin Fronteras
ONG Organizaciones No Gubernamentales
ONU Organización de las Naciones Unidas
OSCE Organización para la Seguridad y Cooperación Económica
OTAN Organización del Tratado del Atlántico Norte
SIDA Síndrome de inmunodeficiencia adquirida
TPI Tribunal Penal Internacional
UNPROFOR Fuerza de Protección ONU en la antigua Yugoslavia
Antonio Gomariz Pastor
Un traje humanitario para una nueva moral y conciencia universal.
El presente trabajo es una aproximación a la realidad de la acción humanitaria a
través de “los ojos” de la organización humanitaria internacional Médicos Sin Fronteras
(MSF). Desde una perspectiva descriptiva y cualitativa, se delimitan las cuestiones que
se consideran determinantes para la acción humanitaria de nuestro tiempo, a partir de la
experiencia, testimonios y reflexiones de MSF. El trabajo se divide en tres partes, dando
cumplimiento a tres objetivos.
La primera parte abre el debate sobre la convivencia entre actores principales en
la acción humanitaria, los Estados y organizaciones internacionales, eso que se conoce
como comunidad internacional, y las organizaciones humanitarias. Hay más actores,
como las multinacionales a las que se menciona de pasada, pero nuestro primer objetivo
e interés se centra en localizar, mediante la experiencia de MSF, aquellas puntos más
polémicos de la relación entre lo humanitario y lo militar, si bien deberíamos hablar de
un tercer elemento, el político, presente en los otros dos. La segunda parte se dedica a
exponer cómo el despliegue y desarrollo de la ayuda humanitaria, la asistencia y, en
general, la acción humanitaria, plantea dudas, contradicciones y dificultades a las ONG
y cuáles son las aportaciones fundamentales que MSF va haciendo a cada uno de esos
aspectos. Con esta parte, esperamos lograr identificar aquellas situaciones y condiciones
que precisan las acciones humanitarias para ser tales y qué respuestas están ofreciendo
ante la complejidad actual de los conflictos. En esta sección se hará un énfasis en la
situación de los refugiados y desplazados, por constituir el grupo de personas con
mayores necesidades de protección y por erigirse en un aspecto paradigmático de los
nuevos conflictos. Para finalizar, la tercera parte expone brevemente el punto en el que
se encuentra el debate sobre los principios y valores que presiden la actuación de las
ONG en la acción humanitaria, dentro de lo que hemos llamado nuevo humanitarismo,
o como otros autores prefieren, sinfronterismo. Se hace hincapié en la visión de MSF
con el objetivo de descubrir los lugares comunes entre MSF y otras organizaciones y los
propios o singulares de MSF.
Para la elaboración del trabajo, se ha acudido a los materiales elaborados por la
Unidad de Estudios Humanitarios de la que forma parte, entre otras ONG, Médicos Sin
Fronteras, a las memorias anuales de este siglo de MSF España y las últimas de MSF,
sección internacional, además de a diversos números de la revista MSF. Los Cuadernos
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Un traje humanitario para una nueva moral y conciencia universal.
de Debate que elabora MSF son una fuente primaria de información, donde se reflejan
no solo las posiciones fundamentales de MSF sino los testimonios básicos de los
cooperantes, voluntarios y personal de MSF presente en los diversos conflictos abiertos
o todavía sin cerrar.
Pese a ser una aproximación general, espero que el lector logre identificar
aquellos aspectos que dinamizan la actualidad de la acción humanitaria internacional y
lo que está en juego a partir del nuevo humanitarismo y de las llamadas intervenciones
humanitarias, con lo que el esfuerzo habrá merecido la pena.
Antonio Gomariz Pastor
Un traje humanitario para una nueva moral y conciencia universal.
Introducción: humanitarismo y política internacional. Nuevos elementos para el
debate.
Al final del siglo XX, la acción humanitaria todavía conservaba algunos
principios y prácticas del siglo XIX aunque también se va adaptando a nuevos requisitos
y situaciones, como las guerras internas o el debate jurídico sobre el derecho de
injerencia. Esta revisión de la acción humanitaria está teniendo consecuencias
importantes, como los conflictos entre los mandos nacionales de las fuerzas que aportan
los Estados, el fracaso o efecto contraproducente de las ONG o la utilización y el desvío
que hacen los Estados hacia éstas de los trabajos más arriesgados.
Desde hace unos años, existe un debate originado en que lo humanitario debería
ir más allá de humanizar la guerra y avanzar hacia la prevención del sufrimiento
humano. Lo que subyace es una doble visión de lo humanitario, un planteamiento
realista que acepta la realidad de la guerra y pretende humanizarla (humanitarismo
basado en las necesidades) y uno idealista que entiende que la paz está por encima de
las personas y persigue ideales solidarios vinculados a la justicia y respeto a los
derechos humanos (humanitarismo basado en derechos).
Hasta los años setenta del siglo XX, el paradigma humanitario lo representaba el
Comité Internacional de Cruz Roja. En esa época, se produce la primera división y
debate impulsor, con al formación de Médicos sin Fronteras que proclamó la necesidad
de asistir a las víctimas en catástrofes naturales o humanas y conflictos armados, sin
discriminación de raza, religión o filosofía. El elemento que lo distinguía de lo visto
hasta entones fue la radicalidad de defender la acción humanitaria, lo moral, como un
compromiso con las víctimas por encima del derecho, concretada en una acción más
política, el testimonio y el recurso a los medios de comunicación.
Una segunda escisión entre las nuevas generaciones de médicos supuso un
relanzamiento del debate, apostando más por el testimonio (Bernard Kouchner,
fundador de MSF, al que desde la organización se le ha acusado de notoriedad y de
alentar la conversión de lo humanitario en político) y por el deber de injerencia, con la
aparición de Médicos del Mundo.
Antonio Gomariz Pastor
Un traje humanitario para una nueva moral y conciencia universal.
Las organizaciones humanitarias son “hijas de su tiempo” y se ubican en un
marco donde la intervención humanitaria es un producto occidental que se apoya en
conceptos occidentales del derecho, sufrimiento y asistencia. MSF llega a plantear si el
humanitarismo reinante no es “la continuación por otros medios” de la colonización,
puesto que se está produciendo una especie de “tutela de larga duración que podría
ejercerse sobre zonas conflictivas del África subsahariana”, en lugares donde la
reducción o desaparición del Estado conlleva la de la seguridad física, sanitaria y
alimentaria.
El nuevo humanitarismo político deriva del cambio producido en la acción
humanitaria consistente en su integración como parte de la estrategia gubernamental de
transformación de los conflictos, desde el cese de la violencia y la búsqueda de un
desarrollo al modo liberal occidental. Se considera una evolución del humanitarismo de
los noventa, caracterizado por aceptar la relación con la esfera política y una lenta
implantación de nuevas normas en el derecho internacional.
Después de 50 años, emerge el discurso del derecho humanitario, sobre todo
como imposición lenta derivada del transcurso de los conflictos de las dos últimas
décadas, con la finalidad de humanizar esos conflictos y desposeerlos de su carga
bélica, de drama y horror producido ante nuestros “ojos” y consentimiento, fruto de esa
conciencia planetaria o nueva moral universal varias veces citadas. MSF no desdeña los
pequeños avances producidos y considera que, al menos, el discurso empezó a girar
hacia la construcción de un nuevo contrato social internacional relativo a la justicia
internacional, si bien, con escasos medios y voluntad estatal y otros obstáculos, entre los
que no es menor el de los conceptos que se manejan en la acción humanitaria, muchas
veces difusos, confusos o contradictorios, que la realidad de los conflictos y su diferente
tratamiento van delimitando y configurando, con la posterior elaboración política o
jurídica.
Se habla de humanitarismo político y humanitarios políticos para englobar
posicionamientos clasicistas, minimalistas, maximalistas y solidaristas. Esta última
posición pretende dejar de lado la neutralidad, imparcialidad y el consentimiento de los
Antonio Gomariz Pastor
Un traje humanitario para una nueva moral y conciencia universal.
Estados como requisitos previos para intervenir humanitariamente, en la que sitúan a
MSF como representante y ejemplo de esta tendencia. El nuevo humanitarismo político
reciente critica la asistencia humanitaria tradicional por su inocencia, asistencialismo e
ineficacia.
Junto al debate de la acción humanitaria, el fin de siglo ha significado también el
debate en torno al marco de la asistencia humanitaria. La asistencia humanitaria abarca
la asistencia básica (ropa, alimentos, salud y socorro moral, intelectual y espiritual) y la
protección a las personas, colocándolas fuera de la violencia o situaciones de privación
de derechos fundamentales. De la experiencia humanitaria, las ONG pretenden
autorregular su trabajo en un marco ético y de legitimidad, estableciendo límites
precisos a la asistencia humanitaria, a saber, “aliviar el sufrimiento a raíz de
catástrofes”, de una ayuda destinada a “satisfacer las necesidades básicas”. A pesar de
que el “Código de conducta para la ayuda humanitaria”, de 1994, aprobado por las ONG
señala este fondo a su acción, no deja de ser polémico, puesto que surge el interrogante
de saber dónde está la suficiencia de esas necesidades básicas, con la tensión entre que
implica entre acción humanitaria y derechos humanos, lo que se verá en distintos
momentos del trabajo.
Antonio Gomariz Pastor
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Parte I: Las dos manos de la acción humanitaria: humanitarismo y política.
Conflictos y acción humanitaria en un cambiante entorno internacional.
Existen diferencias entre el entorno humanitario de la Guerra Fría y el actual. El
primero ocupó un marco más reducido, separó ayuda y desarrollo, centró la ayuda en
las catástrofes de carácter “natural” y trató las consecuencias políticas que originaban
los conflictos. En el actual, existe una relación mayor entre ayuda, rehabilitación y
desarrollo; existen emergencias políticas complejas, iniciadas por acciones humanas,
aborda las consecuencias de la violencia dentro del conflicto; concede importancia a las
medidas de emergencia pero también a las causas subyacentes a los conflictos y
catástrofes, se concibe la ayuda como instrumento transitorio para evitar dependencias
prolongadas y formando parte de una planificación que contemple la rehabilitación y
reconstrucción, y, finalmente, ahora prima casi exclusivamente el aspecto humanitario
sobre el político.
El entorno humanitario está menos aislado, porque asistimos a una
multiplicación de actores (la ONU, de distintas maneras, está presente en todos los
conflictos), a un proceso de globalización y hay un despliegue, irregular y selectivo, de
medios de comunicación. Además, los Estados más poderosos han cambiado el apoyo a
determinados conflictos “periféricos” por su salida negociada e implicación. Y, como
veremos después, la consolidación de una especie de “conciencia planetaria o mundial”
o surgimiento de un consenso sobre lo inaceptable.
Los conflictos actuales ya no se dan exclusivamente entre países diferentes, sino
que son, mayoritariamente entre diferentes grupos dentro de un Estado; y muchas veces,
los Estados que padecen tales conflictos son “Estados frágiles”, incapaces de
proporcionar a la población un mínimo de estabilidad económica, política y social,
seguridad y protección.
MSF concentra en tres estos conflictos: las guerras de agresión, las violaciones
masivas de derechos humanos y las luchas de todos contra todos, de la que son muestras
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Un traje humanitario para una nueva moral y conciencia universal.
Kuwait, Birmania y Somalia, respectivamente. La participación de la ONU en estos
países ha abierto un nuevo tipo de operaciones militares, las calificadas de
“humanitarias”, donde razones humanitarias han justificado intervenciones armadas en
Irak, frente a un régimen represivo, Bosnia, ante un país agredido o Somalia, un Estado
arruinado.
En 1995, en una clasificación con la que no sería difícil discrepar, MSF agrupó
los 32 conflictos abiertos en cuatro tipos: de poder (en número de quince), territoriales
(que cifró en tres), de minorías y separatistas (siete de cada uno) y reclamaba la
atención de la comunidad internacional y su participación en la solución de los mismos
poniendo los mecanismos e instrumentos con los que cuenta a favor de su detención y
finalización.
Con semejante demanda de participación, se multiplican los actores y las
intervenciones militares asociadas a objetivos de tipo humanitario, pero,
paradójicamente, no anuncian ningún orden nuevo, sino una multiplicación de
situaciones que implican amenazas, riesgo, violencia y enfrentamiento, bajo el
caparazón del autonomismo extremo, secesionismo, nacionalismo, antagonismos
étnicos, religiosos y desarrollo de mafias. Esta tendencia a la fragmentación se
acompaña del desmoronamiento del Estado, detrás de lo que desaparece la justicia y la
paz y sed instalan la guerra y la inseguridad. En este “caldo” se privatizan los conflictos
y a la vez que se extiende la criminalización, el pillaje y el tráfico ilícito de mercancías
y personas.
La realidad y territorios de la Guerra Fría no fueron tan peligrosos, porque la
seguridad de hecho la garantizaban los movimientos guerrilleros, muy restringidos, que
asumían un papel como interlocutores, “respetaban” los derechos humanos, los
principios humanitarios y disponían de una logística bien organizada. Con la
desactivación de esos conflictos “periféricos”, las guerrillas se quedaron sin apoyo
exterior, se han fragmentado, y se ha impuesto esa lógica local y regional en los
conflictos que incluye la violación sistemática de los derechos humanos y los principios
humanitarios, lo que ha hecho aparecer conceptos como el de “espacios humanitarios”.
Estos cambios han debilitado las condiciones de acción de las organizaciones de ayuda
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humanitaria y la necesidad de protección ha comenzado a jugar un papel crucial que
afecta a los principios básicos de actuación de las mismas.
Hemos hecho referencia a las emergencias políticas complejas contraponiéndolas a
los desastres “naturales”, pero, en realidad, se trata de las distintas características que
van configurado tas de los conflictos posteriores a la Guerra Fría y que guardan relación
con la acción humanitaria, la mayoría de ellas visibles en la acción de MSF:
- Duración prolongada.
- Origen es económico y político.
- Colapso y quiebra estatal estructural (económica, social, política
medioambiental).
- Permanencia de las crisis en los Estados más frágiles.
- Doble consecuencia de las emergencias, humanitaria pero también política.
- Porcentaje de víctimas civiles superior al 90%.
- Proliferación de grupos armados.
- Implicación de la ayuda como parte de la dinámica del conflicto.
- Multiplicidad de la violencia: limpieza étnica, genocidio, violaciones masivas
de derechos humanos, torturas, uso del hambre como arma de guerra, etc.
- Desplazamientos masivos de población.
- Transformación en la economía de la guerra, donde la supervivencia depende
del control de los recursos, el comercio de bienes legales e ilegales y el control
de la ayuda.
Una nueva conciencia mundial basada en la moral de la emergencia: acción
humanitaria, política y medios de comunicación
La existencia de estas emergencias demanda respuestas, intervenir de alguna
manera. En este contexto, la ayuda humanitaria se convierte en un argumento clave de
las intervenciones exteriores, la preocupación humanitaria se presenta como el
regulador del nuevo orden mundial, permitiendo superar el principio de no injerencia y
a la vez ampliando el sistema de seguridad colectiva, como reflejan las resoluciones de
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la ONU sobre Irak, Somalia o Bosnia, referidas a intervenciones dirigidas a proteger las
operaciones de ayuda.
Entre esa demanda que va conformando una esa nueva conciencia moral
universal que moviliza las energías humanas en pos de una mejora de la condición
humana a nivel mundial y el abuso del aspecto humanitario como razón suprema para
intervenir en conflictos, se sitúa el espacio en el que las organizaciones humanitarias
actúan. La espiral conflicto-urgencia de respuesta-intervención-persistencia del
conflicto se está imponiendo como fundamento de esa nueva “moral de la emergencia”,
bajo el pretexto de que no hay víctimas buenas o malas, ignorando el riesgo de
considerar a las víctimas sólo desde una perspectiva de la miseria inmediata.
Los agentes humanitarios se rebelan contra esta política de la ambulancia, que
ha contribuido a forjar la “conciencia planetaria”, acompañante del movimiento
humanitario desde su origen. Esta moral universal humanitaria se compacta al tiempo
que se forjan otros conceptos polémicos, como se verá más adelante. Uno de ellos
provoca la rebeldía de MSF, las “crisis humanitarias”, de la que tanto abusan los medios
de comunicación, vistos como un eufemismo occidental fruto de esa conciencia
planetaria, en la que la comunidad internacional ha llevado la moral de la urgencia hasta
sus últimas consecuencias, mostrándose neutral ante genocidios (como en Ruanda,
calificándolo primero de guerra tribal y luego como catástrofe humanitaria).
Es reiterado el planteamiento de MSF de que la nueva conciencia moral no sería
tal ni su dimensión notable sin una combinación con la información, con los medios de
comunicación en concreto. MSF es sumamente crítica con el papel de éstos, a los que
atribuye una elevada capacidad de imponer visiones y percepciones a la opinión pública
sobre los conflictos y de influir y condicionar extremadamente las decisiones políticas
sobre la acción internacional. Es lo que define como el proceso de transformar o
convertir un conflicto en un acontecimiento internacional, que implica unas condiciones
mínimas como la presencia de imágenes, de un agente mediador (aquí es donde
intervienen las organizaciones humanitarias), la selección y énfasis de un conflicto y la
aceptación espontánea de la víctima.
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Un traje humanitario para una nueva moral y conciencia universal.
Este poder de la imagen es para MSF evidente y más eficaz desde la guerra de
Vietnam, dado su poder de “movilización de la indignación” de la opinión pública. A
este fenómeno se refiere MSF como de la conciencia televisiva planetaria o de
movilización de la indignación, y es visto también como un relevo o sustituto de la
esperanza política desacreditada en las sociedades occidentales desarrolladas, que se
completa con la función supletoria de los voluntarios médicos o cooperantes
humanitarios, convertidos en los modernos héroes o personajes de actualidad,
simultáneamente actores y narradores.
MSF se inclina a pensar que existe un lento movimiento de fondo de indudable
trascendencia: la degradación de la compasión en conmiseración y la sustitución de la
información por la comunicación. Ambos procesos convergen en la emergencia de una
ética indolora, ante la que MSF insiste en emplear el potencial de medios que
acompañan a las movilizaciones y reflexionar sobre los sólidos principios que mueven
la acción humanitaria antes que abandonarse en los brazos de la “fugacidad emocional”.
El gran producto de esa conciencia televisiva planetaria es el “espectáculo
humanitario” único que nos proporcionan los medios de comunicación, la farsa
propagandística, como la considera MSF, ilustrada perfectamente en el lanzamiento de
alimentos desde el aire por las tropas estadounidenses en Afganistán en 2001,
presentado como una “gran operación humanitaria”, que, además de representar un
impacto casi nulo sobre la hambruna, puso a las organizaciones humanitarias en contra
del principio de neutralidad, por su confusión y asociación con las fuerzas armadas
occidentales. Algo similar al ejercicio de ayuda alimentaria y botellas de agua realizado
por las tropas aliadas cercando Basora en la intervención militar en Irak en 2003, una
operación propagandística etiquetada de humanitaria, según MSF.
Comunidad internacional: un traje humanitario a medida de una nueva imagen.
El enfoque humanitario y su abuso como sustitutos de lo político
En 1992, la Agenda para la paz del Secretario de Naciones Unidas, que unía
causalmente pobreza y conflicto, parecía inaugurar un período de racionalización sobre
la participación de la ONU en los conflictos de nuevo cuño. La Agenda interrelacionó e
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institucionalizó el mantenimiento de la paz y la ayuda de emergencia, defendiendo la
necesidad de enfoques integradores y multisectoriales para consolidar la paz y fomentar
el desarrollo. Desde entonces, se ha asentado un segundo continuum, el de la ayuda-
respuesta internacional a los conflictos, percibido ahora como el de ayuda-desarrollo.
Pero ni la supuesta nueva conciencia moral ni la “moral de la emergencia”, cuyos
efectos pueden ser incluso negativos para las víctimas y el trabajo humanitario, apenas
han modificado, en lo fundamental, la actitud y comportamiento de los Estados y de ese
concepto difuso que es la comunidad internacional (que funciona como una especie de
“referencia abierta” para adaptarla al uso conveniente y en el que se incluyen tanto dos
o tres Estados, un conjunto de Estados, organizaciones internacionales,
intergubernamentales, éstas junto a los Estados, etc.).
A lo largo de este documento se constata ese ensanchamiento de lo humanitario
a costa de lo político, lo que esconde la falta de voluntad de los Estados de resolver
cuestiones de naturaleza política (como sucedió en Kosovo, Ruanda o Somalia, que
forman parte de las crisis humanitarias). En estos casos, atender los deberes
humanitarios está haciendo que se olviden los deberes políticos. La acción humanitaria
como sucedáneo de la responsabilidad política es un valor a la baja
MSF, por ejemplo, denunció durante años el enfoque exclusivamente
humanitario de la guerra en la antigua Yugoslavia, porque lo que se necesitaba era una
solución política que no fuese en detrimento de la acción humanitaria.
MSF no dudó en calificar de genocidio la matanza de cientos de miles de tutsis y
hutus que tuvo lugar en 1994. Este genocidio puede plantearse como paradigmático en
relación con la acción humanitaria, ya que contiene todos los elementos para analizar el
desarrollo de la misma en un contexto de crisis. ¿Qué papel jugaron las ONG
humanitarias ante el genocidio que aconteció según los elementos presentes, a saber,
listas de personas para eliminar ya elaboradas, selección de las víctimas según su
nacimiento o ideología, matanzas sistemáticas, grupos organizados de asesinos o
complicidad de autoridades locales? Para MSF, no existe duda, la cronología de las
matanzas y de los hechos revela la naturaleza política y racista del genocidio, mientras
la comunidad internacional le atribuyó primero un carácter de violencia interétnica y
Antonio Gomariz Pastor
Un traje humanitario para una nueva moral y conciencia universal.
posteriormente de guerra civil, para acabar concediéndole la etiqueta de crisis
humanitaria, por la tragedia de los campos de refugiados. La ONU habló tímidamente
de “situación excepcional” o de posible genocidio. Esta pasividad cuestiona la función
de la comunidad internacional y el lugar de la acción humanitaria, sobre todo ante un
genocidio sin parangón desde el que realizó el nazismo.
La exclusividad humanitaria cumple cada vez más una función amnésica,
bloqueando, enmascarando o impidiendo cualquier análisis político de la situación.
La búsqueda de legitimidad de las operaciones militares invocando lo
humanitario provoca un abuso del término y hace que la línea que separa lo político,
militar y humanitario sea cada vez más borrosa. MSF ha advertido del riesgo de sustituir
la acción política por la ayuda humanitaria. Antes que nada, porque se corre el riesgo de
agotar las relaciones de responsabilidad, derechos y deberes recíprocos entre asistencia
y asistidos. Y, además, hay que tener en cuenta que el humanitarismo no es el futuro de
un Estado, comunidad o la humanidad, sino el inicio, el grado cero del diálogo y la
construcción social. La acción humanitaria convierte al sujeto en objeto-víctima. Es una
relación desequilibrada, de dependencia exclusiva, que en algunos casos ha coadyuvado
a encerrar poblaciones en espacios de excepción y de irresponsabilidad.
Lo cierto es que hay que reconocer la incapacidad de la comunidad internacional
para detener la multiplicación de conflictos desde los años noventa del siglo pasado, sea
en Liberia, Somalia, antigua Yugoslavia, Tayikistán, Ruanda o Zaire, por ejemplo. La
intervención militar, ausentes las políticas de prevención y de largo plazo, se convierte
en la única forma de no permanecer indiferente la comunidad internacional. La
comunidad internacional, incapaz de cubrir la elevada demanda de intervención, termina
por seleccionar su intervención según intereses políticos concretos, casi siempre
inconfesables o no publicitados, y acompasando los efectos de los medios de
comunicación.
En muchos conflictos, la sensación de impunidad, cuando no la impunidad
absoluta, ha sido y es paralela a la falta de reacción internacional ante la violación de las
zonas de seguridad, lo que se traduce en un golpe a la autoridad y credibilidad de
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Naciones Unidas. Esta falta de credibilidad se incrementa ante las repetidas
divergencias entre Europa y Estados Unidos. Han tenido que ser las organizaciones
humanitarias las que en ocasiones demandaran una intervención, para garantizar la
asistencia y ayuda o para detener gravísimas violaciones de los derechos humanos.
MSF, por su parte, y en contra de lo defendido en otros contextos, lanzó una campaña
para promover el uso de la fuerza en el genocidio de Ruanda ante la imposibilidad de
una salida humanitaria. Como veremos al abordar las intervenciones humanitarias,
desde las ONG se percibe que los Estados y las organizaciones internacionales se
resisten normalmente a intervenir en los conflictos, optando antes por su contención y
extendiendo un nuevo tentáculo, las agencias humanitarias, para intervenir donde no
existe tal voluntad de hacerlo y que, cuando existe un interés concreto, entonces se
escudan en el humanitarismo.
La paradoja de la protección: confusiones y contradicciones entre lo humanitario y
lo militar
A pesar de todo, han sido estas organizaciones las que han alertado sobre las
contradicciones, confusiones y ambigüedad de estas actuaciones imperativas
humanitarias. De un lado, las tropas internacionales acuden a las crisis como neutrales
pero acaban convertidas en actores principales. De otro, acuden para garantizar el
acceso a las víctimas y la distribución de la ayuda humanitaria pero la confusión entre lo
militar y lo humanitario incrementa la inseguridad y reduce el espacio humanitario.
MSF se declara preocupada por estas contradicciones que casi siempre se dan entre el
restablecimiento de la paz y la ayuda humanitaria. La primera necesita de objetivos
políticos claros y la segunda de una estricta neutralidad. La reflexión y crítica de este
nuevo tipo de intervención internacional es uno de los objetivos de MSF desde el final
del siglo XX en torno a las crisis y conflictos abiertos en todo el planeta.
La necesidad de la doble intervención, militar y humanitaria, provoca la paradoja
de la protección: las organizaciones dependen cada vez más de la protección militar,
pero esto les genera prejuicios que impiden una acción independiente, neutral e
imparcial, amén de resultar objeto del bandidaje y una amenaza ante la confusión de la
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población destinataria por la confusión o vinculación entre militares y agentes
humanitarios.
Un ejemplo es la intervención internacional en Somalia en 1992, cuya operación
se inició bajo el manto humanitario para transmutarse en una militar. Este riesgo ha sido
advertido reiteradamente por MSF, ya que ante la falta de estrategias de diálogo y
solución política, la lógica militar se impone, además con una desproporción evidente
entre el presupuesto militar y la ayuda humanitaria y a veces con la impunidad de atacar
centros sanitarios y organizaciones humanitarias. La triste experiencia humanitaria de
Somalia mostró con crudeza las contradicciones entre la lógica militar y la ayuda
humanitaria y entre el restablecimiento de la paz y la asistencia a las víctimas.
Estas situaciones, además, conducen a tensiones sobre el terreno, cuando no a
enfrentamientos entre la protección de las víctimas y las obligaciones políticas
garantizadas por las fuerzas de Naciones Unidas, como sucedió con la negativa de
UNPROFOR al regreso de refugiados a las zonas de seguridad en la antigua
Yugoslavia, otro ejemplo del doble lenguaje de la comunidad internacional ante las
situaciones de emergencia, que pospuso su reacción hasta el máximo desastre,
anteponiendo sus intereses a las exigencias de intervención. Esta vez sí, en Bosnia, las
organizaciones humanitarias asumieron un papel crítico como denunciantes, apelando a
la comunidad internacional para que limitarse a las declaraciones y adoptar medidas que
hicieran cesar los abusos.
En muchos de los conflictos, la contradicción adquiere forma de perjuicio
económico indirecto sobre las víctimas, ya que antes de la intervención, se aprueban
sanciones económicas o embargos de la comunidad internacional, sin el efecto esperado
(Irak, Serbia, Liberia, Angola, Ruanda o Somalia), habiéndose demostrado que de ser
eficaces sólo lo serán activadas adecuadamente y de forma parcial, porque afectan a
toda la población, incluidas las víctimas necesitadas de protección o ayuda.
En ocasiones, estas contradicciones de las intervenciones militares y
humanitarias afectan al objetivo principal de la protección, subordinando lo humanitario
a lo político, algo que debiera ser injustificable para las organizaciones humanitarias por
Antonio Gomariz Pastor
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ir directamente contra el principio de imparcialidad (en Sierra Leona, en 2.000, después
de la “diplomacia ética” del Reino Unido, decenas de miles de civiles no gozaron de
protección ni asistencia como precio hacia la estrategia de pacificación del país).
Otra forma en la que se presenta la confusión tiene lugar cuando la ayuda
humanitaria beneficia a un régimen totalitario y contribuye a mantener su tiranía y terror
(Corea del Norte, un régimen responsable de la muerte de 3 millones de personas), sin
que además el sistema de la ONU tenga empacho en presentar estas operaciones como
éxitos porque evitan otros perjuicios, por ejemplo, una hambruna. La prioridad
internacional era la estabilidad política, no la hambruna, y los gobiernos donantes
optaron por una estrategia de “aproximación a Corea” usando el canal de la ayuda.
Además, los objetivos políticos de Japón, Estados Unidos y Corea del Sur eran
manifiestos en la zona, política interior, relaciones diplomáticas y negociaciones
nucleares y restablecimiento entre las dos Coreas, respectivamente. Por ello, para MSF,
la ayuda condicionada no puede calificarse de humanitaria y su única condición es un
espacio de intervención que garantice que llega a quienes más la necesitan.
Otra contradicción del binomio militar-humanitario es la generada en
Afganistán, donde la presencia armada extranjera aviva y alimenta la radicalización
islámica y una inseguridad mayor., que no distingue entre ejércitos, organizaciones
humanitarias o población asistida.
Desde luego, las mayores contradicciones provienen de la arbitrariedad con la
que la comunidad internacional actúa o interviene en los conflictos. Los casos de
Chechenia y Argelia bastan para confirmarlo. La hipocresía, el silencio y el
consentimiento ante el genocidio desencadenado en Chechenia son palmarios desde
Estados Unidos a la OSCE y el Parlamento Europeo. Las denuncias de estos países y
organizaciones fueron tímidas y la comunidad internacional no ha prestado la ayuda y
asistencia necesarias. Según MSF, se ha dicho otra cosa y, además, los escasos
medicamentos o ayuda apenas sirven ante la política de terror y solo mejora
marginalmente las condiciones de vida de la población. En Argelia, la población
necesitada no recibió la más mínima ayuda humanitaria desde 1992. El gobierno
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bloqueó la entrada de las ONG y toda la ayuda de emergencia la gestionó la Cruz Roja
argelina, interlocutora a su vez con las ONG que aspirasen a estar en Argelia.
La participación internacional casi siempre pretende cercar y contener el
conflicto, en las fronteras establecidas, y evitar que su extensión afecte intereses de
Estados terceros poderosos. Esto es partidista, como fueron los casos de Sudán, Corea
del Norte y Angola, que a pesar de haber sido tres de los mayores programas
asistenciales de Naciones Unidas no evitaron un coste humano muy elevado. La gestión
de las crisis adquiere tal magnitud asistencial con la etiqueta de humanitario que
difumina un sistema internacional incapaz de evitar masacres, hambrunas y epidemias.
Una última contradicción que conviene señalar es la de los efectos de la
globalización. Muchos Estados permiten que las multinacionales abusen de su poder
para conseguir sus objetivos económicos, lo que conlleva casi siempre la militarización
de las zonas donde operan las multinacionales. Las primeras víctimas son las
poblaciones menos protegidas, puesto que las multinacionales pagan “impuestos de
guerra” para protegerse; emplean profesionales militares y fuerzas de seguridad para
proteger sus intereses, generando a veces violencia y haciendo la “vista gorda” ante
violaciones de derechos humanos.
La cohabitación humanitario-militar.
La necesidad de protección real de las organizaciones humanitarias se convierte
en un fin en sí mismo y sustituye la exigencia militar de someter la acción bélica a un
fin político, es decir, el factor humanitario permite la intervención militar sin un
programa político preciso, con lo que la coartada humanitaria y la militar están
separadas por una línea muy fina y delicada. Se trata de una invasión del dominio
humanitario, cuyo ejemplo más claro lo podemos encontrar en Somalia, donde nadie ha
respondido todavía a porqué se intervino, para qué y que hacía la comunidad
internacional una vez allí.
La experiencia de la cohabitación militar-humanitaria hace que pueda
establecerse una escala de intervención, figurando en lo más alto las operaciones de
Antonio Gomariz Pastor
Un traje humanitario para una nueva moral y conciencia universal.
mantenimiento de la paz acordadas internacionalmente. En segundo lugar, las
operaciones internacionales con objetivos bélicos claros pero difícilmente confesables.
En tercero, intervenciones como la de la antigua Yugoslavia, con un objetivo bélico
poco claro con justificación de la pasividad política. Por último, intervenciones sin
racionalidad política y sin objetivos ni respuestas (Somalia).
No todas las cohabitaciones son negativas, como demuestra la intervención
internacional en Timor oriental, que puso fin a la política de terror ejercidas por las
milicias contrarias a la independencia y a un referéndum de autodeterminación y
permitió una protección y asistencia humanitaria eficaces con tropas de Naciones
Unidas. Claro que en este conflicto había un mandato claro, medios políticos y militares
acordes y respeto a la división de trabajo entre actores humanitarios y militares.
La crisis de Timor ofrece algunas lecciones aprendidas para sobre su eficacia:
los casos azules acataron las disposiciones del derecho internacional, no eludieron su
responsabilidad de protección a los amenazados escudándose en su función
“humanitaria”, no bombardearon hospitales ni utilizaron la ayuda para operaciones
psicológicas de guerra, como en Somalia o Afganistán, respectivamente.
Antonio Gomariz Pastor
Un traje humanitario para una nueva moral y conciencia universal.
Parte II: La acción humanitaria frente al espejo.
Organizaciones humanitarias: la reacción.
A la par que este escenario internacional y de emergencias políticas complejas se
ha ido configurando, las organizaciones humanitarias han ido reforzando su eficacia
operativa, en un contexto de inercia, irresponsabilidad y falta de reacción de los
organismos internacionales. La reacción humanitaria ante crisis graves, más rápida y
eficaz, ha mejorado en las tres últimas décadas, lo que permite una enseñanza técnica
importante. Las organizaciones humanitarias han ido desarrollando un aprendizaje sobre
el trabajo humanitario frente a la maquinaria de la ONU, muchas veces incompetente e
incapaz de aprender sobre el terreno, evidenciado en Camboya, donde la ONU, la
autoridad provisional (APRONUC), ignoró y desconfió de los agentes locales y las
ONG internacionales (Camboya, por ejemplo).
Inercias e irresponsabilidades que impiden organizar los necesarios planes de
rehabilitación concertados, para revitalizar el sistema sanitario y sus recursos, lo que
debe incluir a los agentes locales y tradicionales, bien diferente de la fase de urgencia,
más enfocada a la ayuda a las víctimas y en la primera es necesario. El problema
seguramente radica en un desacertado análisis y estudio de la fase de valoración de la
situación, en la que no se tienen en cuenta los factores clave.
A la vez que lecciones aprendidas y mejoras, MSF también constata la necesidad
de hablar de incoherencias y desajustes en las organizaciones humanitarias, como la
falta de diálogo o debate entre actores de la ayuda humanitaria ante situaciones graves
(falta de espacios mínimamente aceptables para ejercer su trabajo), el despliegue de
campañas ignorando la violencia o el reclutamiento de menores a la par que no se
atiende la protección de desplazados o no se denuncia la irresponsabilidad de las
autoridades, o el uso del término humanitario en intervenciones de claro tufo
propagandístico de los poderes políticos.
Las dificultades y el fracaso del trabajo de acción humanitaria.
Antonio Gomariz Pastor
Un traje humanitario para una nueva moral y conciencia universal.
Las difíciles condiciones en las que se desenvuelven las organizaciones
humanitarias se observan en las peligrosas circunstancias en las que acceden a las
situaciones de conflicto para desarrollar su acción humanitaria. A finales del siglo XX,
eran numerosos los escenarios en los que aquellas tenían vedado, condicionado o
amenazado el acceso, bien por tratarse de zonas peligrosas en las que estas
organizaciones eran directa y potencialmente blancos potenciales de los actores
enfrentados, como en Liberia, su frontera con Sierra Leona y Angola; bien por tratarse
de zonas prohibidas por las autoridades o sometidas a condicionantes políticos, como en
Bosnia-Herzegovina, Kurdistán, la frontera tailandesa en Birmania, en Camboya, en
Bouganville, Timor Oriental y Sudán.
Gran cantidad de veces, las organizaciones humanitarias asumen en silencio la
acción humanitaria a favor de poblaciones, centradas en campos de refugiados pero
también operando clandestinamente en el interior de algunos países para llegar a la
población más amenazada, mientras la comunidad y el derecho internacional ignoraban
conflictos y crisis. Cumplen, pues, una doble función primordial, la de mediadores en el
conflicto y la testimonial.
De la experiencia y testimonios de MSF, podemos enumerar algunos factores
que dificultan la acción humanitaria: la heterogeneidad de las tropas militares, la
ausencia de interlocutores estatales, el excesivo número de organizaciones de derechos
humanos en algunos países que se crean sin una base judicial independiente, el
comportamiento de los miembros de las tropas internacionales, policía civil en la que
coexisten policías de países democráticos con enviados por regímenes autoritarios o
problemas políticos, logísticos y de organización, como las discrepancias entre el
Secretariado General de la ONU y los responsables sobre el terreno sobre la definición
de un mandato, la ubicación centralizada de las agencias en las capitales, la limitación
del mandato de las fuerzas de Naciones Unidas sobre la protección a la población civil,
la imposibilidad de protección incluso a las organizaciones humanitarias, la lentitud de
despliegue en la protección de los convoyes.
MSF llama la atención sobre el grave problema que se plantea a la acción
humanitaria en relación a la adopción de decisiones clave sobre el terreno, por la falta
Antonio Gomariz Pastor
Un traje humanitario para una nueva moral y conciencia universal.
de planificación y objetivos políticos sobre los que basar dicha acción, por la
indefinición o por la incertidumbre y estatus jurídico del territorio en conflicto. Decidir
en un doble sentido, uno, quién debe actuar y dos, cómo actuar. Sirva como ejemplo la
situación de los miles de expulsados tayikos hacia Afganistán en 1992: el primer dilema
fue saber qué estatuto tenía entonces Tayikistán, una respuesta que solo demoraba la
acción internacional, y el segundo si el ACNUR ejercía la protección en Afganistán o
repatriarlos a Tayikistán, con un riesgo de exacciones más que seguro.
MSF exige replantear las garantías para que las organizaciones humanitarias
puedan ejercer el principio de libre acceso a las víctimas de los conflictos. Los
problemas u obstáculos tienen diverso origen: la inseguridad muchas veces total, la
manipulación y saqueo de las facciones armadas, la falta de implicación de
organizaciones regionales. Esto motiva que la ayuda se quede muchas veces sólo en la
capital de los países en conflicto o incluso en enclaves de países limítrofes, limitándose
las visitas a horas, mientras el terror hace mella en el personal sobre el terreno ante la
aparición de detenciones, ataques, secuestros y falta de protección.
Para MSF, resulta preocupante que se generen problemas por los choques que se
producen entre organizaciones no gubernamentales con intereses encontrados o
contrarios, que dificulta e impide a veces el trabajo humanitario.
Otro grupo de problemas se derivan de la percepción de las autoridades y sus
reacciones ante las ONG y la comunidad internacional. En ocasiones, porque se
relaciona a las organizaciones de ayuda con la “comunidad internacional” y la ONU,
que, sin estrategia política, refuerzan su control sobre las organizaciones, intentando
conseguir espacios de diálogo con ellos mediante la utilización de la ayuda, aunque
significa aceptar sus condiciones de distribución de la ayuda. Esta suma de
“identificación” y tutelaje no beneficia a las organizaciones. En otras ocasiones, porque
la negativa de las autoridades es continua e impide las evaluaciones independientes,
autoridades que vigilan y colocan traductores evitando el contacto directo del trabajador
humanitario con la población; canalizan los alimentos solo mediante las estructuras
gubernamentales, etc. como en Corea del Norte, donde hasta los stocks de alimentos
Antonio Gomariz Pastor
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eran confiados a las autoridades para su mantenimiento, almacenamiento, transporte y
distribución.
Cuando la comunidad internacional se abstiene de intervenir en un conflicto, la
ayuda humanitaria choca frontalmente con las partes en conflicto y las actividades de
ayuda casi no existen, se reducen y su impacto es mínimo.
Prestar asistencia y ayuda se hace también difícil cuando la cultura de
emancipación y desconfianza afecta también a la población, ya que una acción
humanitaria desvinculada de la sociedad corre el riesgo de reforzar resistencias y
sentimientos nacionalistas sobre el que se apoyan los más poderosos (el caso de
Argelia).
El dilema de testificar ante tribunales internacionales o el TPI es un problema
más añadido a la acción humanitaria. Por un lado, complica la relación entre actores
humanitarios y fuerzas combatientes. Por otro, algunas partes o gobiernos verán una
excusa para evitar la presencia de ONG humanitarias. Tres, sitúa a las ONG ante una
paradoja: o poner en peligro la ayuda a las víctimas prestando testimonio o proteger
criminales para poder seguir prestando su asistencia.
Las dificultades de aplicación de la ayuda humanitaria son patentes en uno de los
conflictos más viejo y prolongado, el palestino-israelí. Como testimonia MSF, “Para
algunas familias, es incluso imposible llegar a las estructuras médicas palestinas o
tener acceso a un médico. Las ambulancias no pueden circular libremente. Algunos
enfermos, por miedo a ver su casa requisada o destruida durante su ausencia,
renuncian a la atención médica que necesitan. Mientras que el acceso a la asistencia
sanitaria para la población no está exento de innumerables riesgos, el clima de terror
en el que viven y la violencia ejercida contra estas familias generan estados de estrés y
de pánico muy intensos, que requieren de una asistencia médica urgente” (Nuevas
crónicas palestinas, mayo 2002). Se repite, una vez más, el escenario más difícil para
prestar la ayuda básica: la falta de acceso y la inseguridad.
Antonio Gomariz Pastor
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Un aspecto poco conocido y tratado públicamente que agrava la carencia de
recursos de la ayuda es la salud mental de las víctimas, especialmente las que sufren en
conflictos muy prolongados, situación que se agrava ante la falta de especialistas. MSF,
apoyada en las experiencias de asistencia a soldados en guerra, opta por la intervención
directa, inmediata y sobre el lugar, con médicos, psicólogos y psiquiatras, como en
Palestina o Bosnia.
Otros problemas vienen dados por aspectos ligados directamente a las directrices
de las autoridades, como el cobro a usuarios por la asistencia, como en Burundi, donde
se hace muy difícil el acceso a la misma, o el reasentamiento de millones de personas
pensando que les beneficia pero motivando su exposición a situaciones como el
paludismo endémico que pueden provocar epidemias graves, como en Etiopía.
Si bien estos problemas dificultan la ayuda humanitaria, las causas que motivan
el fracaso de la ayuda también deben buscarse en otros factores y escenarios. Si hay un
fracaso paradigmático en la ayuda humanitaria es el de los refugiados de Ruanda
(1994), una crisis que manifiesta las graves deficiencias en la organización de la ayuda,
que evidenció numerosos problemas de reacción, técnicos y de coordinación (demoras,
falta de infraestructuras sanitarias, de planificación, etc.).
Las organizaciones internacionales y los gobiernos no suelen evaluar los costes
de la no intervención, que supone, en primer lugar, ignorar posibles barbaries como
limpiezas étnicas y, desde luego, masivas deportaciones, desplazamientos, formación de
campos de refugiados descontrolados o estrictamente controlados por ejércitos, fuerzas
o bandos en conflicto, hambre y enfermedades. Este fue el caso de la brutal operación
de deportación provocada por la yihad decretada por el ejército gubernamental sudanés
en 1992 contra los “nubas”, ante la no intervención o pasividad de la comunidad
internacional justificada por estar localizada en una zona excluida de la operación
Lifeline Sudan.
Esta operación, puesta en marcha en 1989 (la primera de la ONU para
proporcionar ayuda a personas afectadas por una guerra, incluidas las controladas por la
guerrilla, durante el conflicto y dentro del territorio de un Estado), realmente llevada a
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cabo por las organizaciones humanitarias, fue un cúmulo de despropósitos que hicieron
fracasar la ayuda: desvío de la misma para fines políticos o militares, cesión de la
organización de la ayuda a asociaciones vinculadas a una de las partes del conflicto,
falta de evaluación de necesidades, ausencia de verificación posterior y el deficiente
trabajo de las organizaciones humanitarias.
MSF critica el silencio de los organismos de ayuda (ninguna de las 40 ONG
miembros de la operación protestó públicamente pese a sus obligaciones éticas y
contractuales), las amenazas y riesgos de las partes del conflicto y también su
insuficiente respuesta ante determinados problemas humanitarios, como en Bahr el
Ghazal, sur de Sudán, en 1998, donde murieron miles de personas, sobre todo niños,
debido a la guerra que provocó desplazamientos pero también porque la ayuda
alimentario no llegó.
La acción humanitaria choca y fracasa a veces por falta de evaluación, como
cuando se considera la relación hambruna-conflicto superior a la de conflicto-epidemia,
aunque se conoce que la existencia de la primera influye en la aparición directa de la
segunda, amén de la desorganización de los sistemas sanitarios que estuvieran
funcionando. La falta de evaluación es también el motivo del fracaso en situaciones en
las que la ayuda se despliega y se aplica como “paquetes estándares” para cualquier
conflicto, zona o población.
Las intervenciones humanitarias sin apoyo militar hacen brillar las dificultades
de las ONG y la aplicación limitada del ideal humanitario, reflejados en su fracaso para
facilitar una ayuda neutral en zonas de conflicto o la debilidad de la neutralidad influida
por la errónea percepción que muchas veces tienen las propias ONG sobre los
conflictos.
A la hora de analizar el fracaso de la ayuda material y humanitaria hay que tener
presente las divisiones en el seno de las fuerzas y población destinataria y las reticencias
de los Estados donantes al compromiso a largo plazo y a la estrategia global de
construcción de la paz.
Antonio Gomariz Pastor
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Las organizaciones deben extraer conclusiones y aprender lecciones de esas
dificultades, porque en los conflictos y crisis, como en Sudán, otros actores, las fuerzas
gubernamentales y las enfrentadas concretamente, han aprendido a obtener rendimientos
en un contexto de dependencia económica y aislamiento político, manejando el control
de la ayuda y adaptando los programas internacionales a sus intereses, haciendo a veces
que la ayuda y asistencia humanitarias sean una pieza más del entramado humanitario,
aunque menos efectiva de lo esperado.
En resumen, el fracaso del proyecto humanitario puede residir en al lealtad de lo
humanitario al poder político, en la subordinación a lo político, en su alianza. La acción
humanitaria, desviada de su objetivo, es ineficaz y contribuye a engendrar violencia
política. En opinión de MSF, esta resistencia se convierte en una filosofía vital para las
organizaciones humanitarias.
Los espacios humanitarios: el necesario espacio de exclusión
Se trata de un concepto reciente que alude al ámbito específico en el que la
acción humanitaria, el trabajo de asistencia y protección ampliamente considerado, sea
posible en condiciones de autonomía, sin subordinación a lo militar, lo político o lo
económico. Su última esencia es que se respete el modo de actuación propio de la
acción humanitaria, orientado a las necesidades de las víctimas y sus valores.
A lo largo de los últimos treinta años y de forma paralela a la explosión e
implosión de diversos conflictos, no solo se ha ido modificando la acción de la
comunidad internacional, la elaboración de un concepto de “humanitario” o la
construcción de una nueva “conciencia planetaria”, sino que se ha ido construyendo un
lenguaje de lo humanitario, a modo de espejo del funcionamiento de la acción
humanitaria global, pero sobre todo se ha consolidado la expresión “corredores
humanitarios” para denominar el acceso regular a zonas inaccesibles por los combates o
acción controladora de las facciones en conflicto. Estos corredores humanitarios
normalmente fracasan en los conflictos abiertos y solo funcionan en los acuerdos de
paz.
Antonio Gomariz Pastor
Un traje humanitario para una nueva moral y conciencia universal.
La existencia de las “burbujas de paz” (pasillos humanitarios, alto el fuego
humanitario, zonas de seguridad) se refiere casi siempre a la protección de cooperantes,
voluntarios y convoyes. Aunque la conquista mayor del derecho humanitario es la
protección de los no combatientes, las resoluciones de la ONU sobre distintos conflictos
hacen expresa referencia a la protección de los convoyes humanitarios pero no de las
víctimas, que sólo aparece como destinataria de la ayuda, con lo que no puede hablarse
de avance o logro.
Se produce así una especie de engaño a las poblaciones que se pretende proteger:
las “zonas de seguridad” o “corredores humanitarios” no funcionan y no se pueden
imponer ante el asedio que sufran.
La falta de espacios humanitarios aceptables, específicamente cuando tiene lugar
una intervención militar, es una de las degradaciones mayores de la acción humanitaria
que debiera avergonzar a todos los actores, singularmente a la comunidad internacional.
En Irak, desde 2003 y debido a las condiciones de la intervención militar, el espacio
para la acción humanitaria se redujo al máximo y desapareció prácticamente. A las
ONG no les faltaron motivos para considerar su retirada, dadas las condiciones de
desorganización, maquinaciones políticas, la existencia de otras prioridades en el
mundo, el control bajo administración militar de ocupación, los enfrentamientos
iraquíes por hacerse con el control de los recursos de salud públicos o la desproporción
de presupuestos como ayuda humanitaria en comparación con los asignados a otros
lugares y conflictos.
Mejores condiciones y calidad para la acción humanitaria.
Mejorar el funcionamiento de la acción humanitaria, para MSF significa
comprometer la consulta a las organizaciones humanitarias, una mayor coordinación
entre las mismas, la flexibilidad de la ONU, sobre todo ante la obligación de trabajar
con las autoridades nacionales, que transforma la ayuda alimentaria en un activo a
controlar.
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La presencia de actores humanitarios en las distintas fases debe quedar
establecida con claridad. Es importante que se delimite la estrategia de salida, un plan
para la retirada de las agencias y organizaciones humanitarias y de ayuda que prevea la
fecha última de llegada de ayuda material y económica, a partir de la cual debe la
población afectada y local continuar la reconstrucción y desarrollo, que también deben
estar previstas y diseñadas. Se trata de dos fases y negociaciones distintas a las
intervenciones humanitarias.
La calidad de una operación de ayuda de emergencia tiene que ser evaluada
según su capacidad de distribución entre quienes la necesitan para sobrevivir. En
muchos casos, como algunos mencionados, los organismos de ayuda de la ONU y las
ONG no evaluaron las necesidades ni controlaron la distribución de la ayuda.
Un aspecto que puede mejorar ostensiblemente la calidad de las condiciones en
las que se presta la asistencia es la desactivación de las mitas antipersona, que deben
considerarse una prioridad humanitaria mayor que hasta ahora, puesto que su
desactivación es muy lenta y sus consecuencias se hacen sentir muy rápidamente.
Para que la acción humanitaria sea cada vez menos necesaria y la autonomía de
los Estados y las poblaciones más desprotegidas sea mayor, MSF, asumiendo un amplio
papel como organización humanitaria, reivindica medidas concretas que siguen
estancadas a pesar de los compromisos establecidos: 1) “Articular políticas de fomento
del pleno empleo y, previamente, de formación y cualificación profesional”. 2) Dos, una
decisión política definitiva sobre la deuda externa de los Estados más endeudados y más
indefensos en el contexto de la globalización. 3) La consecución del objetivo del 0,7 %
destinado a la ayuda al desarrollo. 4) Sobre el acuerdo 20/20 para servicios sociales
básicos, ninguna de las dos partes está cumpliendo con su palabra. 5) Los estados
frágiles o fallidos no logran reducir su gasto militar.
MSF ha planteado en varios momentos medidas integrales a modo de propuestas
a contener en una hipotética agenda internacional de acción futura en relación con la
estabilidad de los Estados y la consolidación de un sistema internacional económico,
político y social más justo. Llegó a proponer un decálogo que, en resumen, puede
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concentrarse en medidas para reducir las desigualdades sociales y económicas,
aumentar el protagonismo de las personas y su participación y comprometer la
implicación y movilización de los organismos internacionales y Estados. En estas
propuestas humanitarias extendidas, MSF asigna a las ONG tareas operativas de
detección de déficits e identificación de las causas y la existencia de grupos de
exclusión, fijando como prioridades la democratización, el capital humano, el empleo,
la mujer y los sistemas de protección social.
Intentar influir o condicionar la agenda política perjudica lo humanitario y
aislarse de la misma invalida el trabajo por ignorar los contextos. Una adecuada gestión
de la acción política necesita analizar las circunstancias, mejorar la capacidad de incidir
sobre lo político y aprovechar la información para sensibilizar y ofrecer testimonio. Esto
requiere de mejoras en la gestión, capacidad técnica y de análisis y habilidades
interpersonales.
La acción humanitaria también al final del conflicto.
Dijimos al principio que uno de los rasgos de las emergencias políticas
complejas es su duración, hasta el punto de que en muchas ocasiones, el final declarado
de la guerra, más si se trata de guerras civiles, no significa el final de las crisis, porque
la situación de crisis grave es cotidiana (véase el caso de Liberia).
Por esto, MSF viene demandando garantías y recursos para los procesos de
rehabilitación y reconstrucción, ya que en muchos conflictos (Afganistán, Camboya) los
compromisos de financiación suelen tener un momento álgido, el de su anuncio, sobre
todo si se convocan conferencias o cumbres de donantes, y otro de bajón, el de realidad,
en el que aparecen las demoras, reducciones, problemas, condicionantes, etc.
En los conflictos, como se pone de manifiesto constantemente, no solo importa
el momento de llegada de las organizaciones humanitarias y las fuerzas armadas que
participan en “operaciones de tipo humanitario”, sino que es necesario planificar su
retirada o salida, teniendo en cuenta sus efectos o consecuencias sobre el conflicto, ya
que una mala gestión de la misma puede ocasionar los mismos problemas que su
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implantación o instalación. Entonces la situación es mucho más dramática y el trabajo
humanitario se cuestiona con más crudeza, reforzando y consolidando todavía más la
imagen de “escenario humanitario aislado o punto de emergencia humanitaria”, aquel
que tiene lugar en un punto, desconectado de historias locales y regionales, sin
participación aparente de otros Estados y que en un momento dado, como si no hubiera
detonantes y antecedentes, explota produce consecuencias devastadoras e irreparables,
casi de forma natural y espontánea provocado por grupos y organizaciones que eligen
esa forma de actuación.
En Zaire, por ejemplo, el abandono de las tropas francesas de la llamada “zona
humanitaria segura” en el verano de 1994 ante la llegada de casi un millón de
refugiados a Goma contribuyó a la saturación de las instalaciones sanitarias, la
distribución de agua, la extensión de las epidemias, la subida del precio de los
alimentos, la inseguridad, la extorsión a refugiados o uso y abuso de la ayuda recibida
por parte del ejército zaireño.
En multitud de situaciones donde existen campos de refugiados, la gestión del
retorno en condiciones de inseguridad y con excesiva celeridad y precipitación, sin la
planificación ni garantía de recursos, ocasiona tensiones cuando no nuevos conflictos
que requieren de nueva ayuda humanitaria.
Por último, considerar que en la reconstrucción, no todo es celebrar elecciones
según las previsiones de la comunidad internacional o para cumplir los plazos de
Naciones Unidas, porque la realidad es que tienen lugar a veces ignorando la
desintegración territorial, la ausencia del Estado de Derecho, la desmovilización y
desarme, el regreso de desplazados y refugiados, etc.
Algunas limitaciones de la acción humanitaria.
La acción humanitaria sola, sin la política ni la justicia, insistirá una y otra vez
MSF, se convierte en un recurso de los medios de comunicación y al servicio de la
política internacional, como dispositivo de relajación de conciencias. Esto supone el
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triunfo del concepto perverso de la acción humanitaria que se impone sobre la ausencia
de la política y la justicia.
Por otro lado, reitera también MSF, quedarse solo en el “alimento del rehén” sin
interrogar ni procurar la justicia es algo que se aleja de lo humanitario, conceptos que
deben ir unidos en la filosofía de las ONG, en el humanitarismo y en la práctica de la
ayuda.
En este contexto, las ONG adquieren, unas veces de forma inconsciente y otras a
sabiendas de lo que representan, un papel de subcontratistas colaboradoras de los
gobiernos, de lo que es una muestra el conflicto de Kosovo, en el que las ONG
permanecieron subordinadas a la OTAN, salvo MSF que representó una excepción
notable. Una ONG asume el rol de subcontratista cuando acepta financiación
gubernamental de donantes que de alguna forma intervienen en un conflicto, aceptando
convertirse en subcontratistas de una parte beligerante del conflicto. Esta tendencia
viene siendo cada vez más habitual y lleva a varias ONG a actuar como prestadoras de
servicios para entes públicos, sorteando o ignorando los principios humanitarios más
básicos.
Las condiciones de los refugiados y desplazados: más allá de la exclusión.
Entre el final y principio de siglo, la cuestión de los refugiados ha pasado de
tratarse como un asunto de derechos humanos a uno de presión migratoria, de
contención de flujos. Además, el establecimiento de la paz y seguridad internacionales
ignora la consideración humanitaria de los desplazados y refugiados. Sin embargo, para
MSF la paz, pese a ser un proyecto elevado políticamente, no lo es tanto como para
obligar a distinguir y aceptar que hay víctimas merecedoras de salvarse y otras que no,
un pacto político que apoya la mayoría de organizaciones.
Las últimas dos décadas marcan dos tendencias, la repatriación y la contención
(evitar que las personas de un país en conflicto crucen las fronteras). El ejemplo de los
refugiados kurdos en la guerra del Golfo de 1991 lo ilustra, primero con una operación
militar-humanitaria en la frontera para evitar la muerte de la población y, después, una
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política militar-humanitaria para retornar la población a su país. Demostró que el
objetivo de los gobiernos y Estados era resolver el problema en el interior de sus
fronteras. El ejemplo de Bosnia también lo ilustra. Se escoltaron convoyes humanitarios
para acercar la ayuda al máximo y evitar que la población cruzase las fronteras, una
contención que resultó positiva para la estabilidad política pero no para la protección de
la población.
Esta política de contención generó desde 1992 un “nuevo tipo” de desplazados,
los desplazados internos, refugiados sin derecho a huir de su país en conflicto, un
derecho fundamental negado.
La gestión de la ayuda humanitaria y la protección y asistencia a las víctimas
adquiere un grado de dificultad y de dramatismo en los campos de refugiados muy
distinto y superior al de resto de situaciones y escenarios donde se presta la ayuda. Estos
son algunos de los problemas más comunes que se presentan en los campos de
refugiados, recogidos a partir de la experiencia humanitaria de MSF.
El regreso de la población desplazada se enfrenta a la inseguridad y los
campamentos de refugiados están controlados por las autoridades responsables de la
situación de las víctimas (en el caso de Ruanda, por los responsables del genocidio) que,
en tercer lugar, también controlan la distribución de la ayuda. Es una “trampa
humanitaria”, en la que las organizaciones humanitarias deben trabajar con los
responsables de los campos, con lo que pueden estar reconociéndolos y reforzándolos y
los campamentos pueden convertirse en espacios donde se reproducen las situaciones
originarias que motivan su existencia.
Esta instrumentalización de los campamentos es un factor de la perpetuación de
los conflictos y una gestión puramente humanitaria de la crisis solo puede prolongarla
haciéndole el juego a los extremitas o a quienes la provocaron. Un ejemplo claro de este
contexto es el campamento o refugio humanitario de Benako, en Tanzania, que acogió
en 1994 a más de 200.000 ruandeses que se instalaron allí, a 30 kilómetros de la
frontera, huyendo del avance del Frente Patriótico Ruandés. Se supo pronto que se trató
de una huída organizada por los pro-presidencialistas movimientos MRND y CDR para
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organizar a la población en el exilio, reproduciendo en el exterior la organización
existente en Ruanda.
Importa resaltar el papel del Estado en el que se halla el campamento, que oscila
entre la pasividad y la permisividad o complicidad de lo que ocurra dentro, en función
de si el conflicto “importado” a su territorio puede afectar a algún grupo o interés
concreto que pueda desestabilizar su situación o implicar una amenaza de participación
en el conflicto.
El índice de mortalidad en la población refugiada es muy superior al de la
población residente, debido a enfermedades mortales fácilmente atajables en situaciones
sanitarias estables y reduciendo los problemas de malnutrición. Por otro lado, la ayuda
alimentaria internacional a poblaciones desplazadas es muchas veces de baja calidad y
presenta carencias vitamínicas. Una mejora notable vendría dada por la diversificación,
la distribución de pequeños excedentes que sirvan de intercambio comercial y su
sustitución por dinero.
La evasión de la responsabilidad política en la cuestión de los refugiados no es
menor que sobre el abuso del disfraz del humanitarismo, llegando en Sierra Leona al
extremo de ceder la gestión de los campos a organizaciones humanitarias locales de
competencia cuestionable. MSF critica esta cesión del ACNUR ante sus financiadotes,
por constituir un fracaso de la protección, apoyada en un sistema corrupto de
clientelismo
En los campos, precariedad y ley del más fuerte van de la mano, a lo que se
añade la torpeza y negligencia de las organizaciones que perpetúa más la violencia
social. En esta situación, los refugiados se quejan de ser “blancos” de un dispositivo
policial, alimentario y sanitario de un régimen donde se da todo tipo de violencia.
A estas deficiencias se suman las derivadas de la gestión de la ONU con las
poblaciones que huyen de los conflictos armados: los refugiados se encargan al
ACNUR, los desplazados internos a nadie, porque la OCHA es un organismo de
coordinación y no se encarga de ello. Se critica al ACNUR su creciente fragilidad e
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incapacidad para defender con más energía el interés de las víctimas en un contexto de
realpolitik donde se relajan los controles y verificación sobre las repatriaciones y las
devoluciones, y donde lo esencial es garantizar las condiciones de seguridad de la
población en el país de retorno. A juicio de MSF, el ACNUR tiene que ser un
intermediario neutral, humanitario y su fracaso debería ser compensado por otros
actores humanitarios o asociados a él.
El principal problema de las organizaciones humanitarias respecto a los
refugiados es el de quienes huyen en masa o quienes no obtienen el estatus de refugiado,
en realidad, solicitantes de asilo que solo tienen derecho a no ser expulsados o devueltos
y que encuentran asilo temporal en los campos de refugiados, aunque sin beneficiarse
del estatus que les permita vivir con normalidad donde se encuentren. Realmente, no
son refugiados sino beneficiados de asilo temporal. La única novedad significativa
desde la Convención de 1951 es el principio de no devolución.
El punto peligroso para estas personas es la cesación, es decir, definir cuándo se
acaba el asilo temporal, algo que depende de cada Estado (y MSF habla hasta de siete
categorías). En el conflicto de Bosnia, la Unión Europea no fue capaz de consensuar
este asunto y cada país interrumpió el asilo de forma unilateral, sin criterios comunes.
La práctica habitual es acelerar el retorno desde la misma firma de un acuerdo de paz
que prevea celebrar elecciones, presionando a los refugiados el retorno a su país, incluso
a zonas peligrosas.
No solo en Bosnia, es el mismo problema que hemos visto en Sierra Leona,
donde miles de desplazados y refugiados fueron devueltos a aldeas destruidas, sin
acceso a agua, salud y expuestos a una inseguridad residual y el que se vive en
Chechenia, donde desde 2003, las autoridades rusas y de Ingushetia vienen presionando
a los desplazados para regresar a Chechenia, pese a que la guerra persiste y solo pueden
encontrarse sus casas destruidas y lo mismo de lo que huyeron, miedo, violencia y
aislamiento.
Es lo cotidiano en Uganda, donde el ejército ha trasladado a cientos de miles de
personas a aldeas que declara protegidas, en realidad poco seguras y casi sin asistencia,
Antonio Gomariz Pastor
Un traje humanitario para una nueva moral y conciencia universal.
sometiendo a la población a brutales redadas basadas en el terror en busca de milicianos
del Lord’s Resistane Army; en Sudán, donde el regreso de miles de refugiados a zonas
sin condiciones ni asistencia produjo una dependencia de la ayuda humanitaria durante
bastante tiempo. Sin previsiones ni disposición de las condiciones para el
reasentamiento de cerca de un millón de personas, solo hubo que esperar el
empeoramiento de la situación; o, por último, en Irán y Pakistán, donde provocaron los
retornas en condiciones dramáticas, dando prioridad desde la mitad de los noventa al
retorno de los refugiados a Afganistán, con el cierre de fronteras, deportaciones,
reducción de la asistencia, rechazo del asilo y con un programa de repatriación apoyado
por el ACNUR en 2000, pese al deterioro continuado de la situación alimentaria y al
seguridad en las provincias afganas. Lo grave es que volvían a un país que durante el
período talibán apenas recibió asistencia.
MSF reclama una reconsideración sobre el estatuto del refugiado, una figura que
reconocía una situación derivada de la Segunda Guerra Mundial y cuya condición se
desplegaba sobre territorios democráticos, pero que hoy se muestra insuficiente y
limitada para dar cabida a las situaciones derivadas de los conflictos de fin de siglo y los
actuales. De lo contrario, se estará condenando a miles de personas a una situación de
inseguridad y desprotección en su propio país, por su movimiento a la búsqueda de
seguridad y protección.
Una acción humanitaria para muchos tipos de conflictos.
El contenido del trabajo humanitario ya no se centra exclusivamente en las
guerras o conflictos armados. En efecto, las organizaciones humanitarias, MSF
singularmente, también están en otros contextos donde las víctimas necesitan la
protección mínima que les garantice la dignidad humana ante vulneraciones flagrantes
de los derechos humanos fundamentales, protección que no encuentra de los Estados ni
de la sociedad, situación que se repite asimismo ante el derrumbe o estallido de los
Estados denominados frágiles o fallidos, dejando miles de víctimas indefensas y
desprotegidas, normalmente en contextos de gran violencia.
Antonio Gomariz Pastor
Un traje humanitario para una nueva moral y conciencia universal.
MSF pretende fijar y llamar la atención sobre otros aspectos distintos a los
conflictos armados que son causantes de la movilización de la acción humanitaria. La
organización médica humanitaria elaboró un atlas humanitario en el que resumió en
cuatro los problemas más importantes que enfrentan las organizaciones humanitarias en
sus tareas: los conflictos armados, las hambrunas, los refugiados y las epidemias. Las
guerras y situación de Afganistán, la ex-Yugoslavia, Angola y Tayikistán son modelos
que responden a cada uno de estos cuatro problemas, respectivamente, que se combinan
dramáticamente en Sudán. No se trata de crisis o conflictos aislados, sino que en
determinados escenarios y Estados suelen concurrir, agravando más la situación y
haciendo muy exigentes las condiciones de la ayuda humanitaria. En realidad, un
conflicto puede tener una causa mayor, pero en su transcurso pueden encontrarse otros
“microconflictos” que desarrollan alguno de los problemas mencionados.
En República Democrática de Congo, antes Zaire, MSF habla de limpieza ética
y recuerda que el enfrentamiento entre oriundos y no-oriundos es una reactivación de
conflictos regionales o étnicos que se remontan a la etapa de la independencia. Pero,
MSF denuncia que se trata de un conflicto que atañe a cuestiones de ciudadanía, pero
también de importante carácter económico y social.
En la crisis haitiana, por ejemplo, encontramos factores relativos al choque que
se produce por la “convivencia” de la riqueza más escandalosa y la pobreza absoluta,
que se ha constituido en una fuente de violencia. No debe olvidarse que el 50 % de la
población es menor de 17 años, una población que toma conciencia de su situación
insostenible de pobreza y falta de oportunidades para el desarrollo. Junto a esto, la crisis
haitiana se convirtió casi en un asunto de política interna estadounidense, por su
potencial migratorio, que afecta y cuestiona su credibilidad exterior.
La analogía entre guerra y catástrofe sanitaria no suele contar con la atención
que requiere, no solo por ser una fuente de conflicto, sino por ser un aspecto que
prolonga y agrava más los conflictos abiertos por otros motivos. La distinción entre
guerra y paz no depende del uso o no de la violencia sino de la diferencia entre
violencia abierta o encubierta. Por su experiencia sobre el terreno, MSF demanda de las
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Un traje humanitario para una nueva moral y conciencia universal.
organizaciones humanitarias su atención para desvelar la letalidad del orden político y
probar que hay medios para limitar las muertes por epidemias.
El SIDA y otras enfermedades matan diez veces más que las guerras, siendo
evitable con tratamientos preventivos o curativos. Aunque los sistemas de distribución
de vacunas de la década de los ochenta del siglo XX fueron insuficientes para responder
a las necesidades, permitieron alcanzar una cobertura elevada, en riesgo durante la
última década, por la imposición del criterio de rentabilidad por parte de la industria
farmacéutica, que priva a los países pobres de un instrumento poderoso de lucha contra
la pobreza. Este aspecto es clave en la acción humanitaria, puesto que, además de su
función sanitaria insustituible, cumple la de prevención y freno a otros conflictos. Por
ello, las organizaciones humanitarias deben reclamar una voluntad internacional clara a
favor de la investigación y comercialización de nuevas vacunas, asequibles y adaptables
a la situación de cada país, para reducir la mortalidad y evitar la profundización de
algunos conflictos.
Las intervenciones humanitarias.
Frente a conceptos como el de asistencia, no es tan claro el de “intervención
humanitaria”, que puede resumirse como una acción militar destinada a evitar o frenar
la muerte o sufrimiento generalizado de la población ante un Estado que no la consiente.
Aquí surge una primera diferenciación en función de la existencia o no de autorización
del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, pues en el primer caso habría que hablar
de eso, de autorización a usar la fuerza mientras que en el segundo se podría hablar de
intervención. Cosa distinta es que la asistencia humanitaria se lleve a cabo con presencia
militar para proteger a las víctimas y los convoyes humanitarios.
Una segunda cuestión que las ONG deben tener presente, porque entra en juego
en su acción, es la legitimidad jurídica internacional de una intervención, es decir, si es
contraria o no al Derecho Internacional, pues hay elementos y compromisos con el
mantenimiento de la paz y la seguridad internacional, y, en última instancia, la paz, la
seguridad y la protección de los derechos humanos están recogidas en la Carta de
Naciones Unidas, lo que establecería un amplio marco para considerar cualquier
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intervención como ajustada o dentro del derecho internacional vigente. Pero la cuestión
es mucho más compleja, porque afecta a los criterios y prioridades de la intervención,
la neutralidad, los riesgos, tanto de intervenir como de abstenerse o el abuso y
utilización del humanitarismo como “razón de guerra”.
El desarrollo de los conflictos de la “posguerra Fría”, pro la vía de los hechos,
etá haciendo que se acepten y asuman algunos presupuestos necesarios para considerar
aceptable una intervención unilateral, según recogen algunos autores: existir una
violación grave de los derechos humaos fundamentales o un estado de necesidad
urgente; haber agotado otros medios; guardar la proporcionalidad entre el uso de la
fuerza y los objetivos; limitar la operación en el tiempo y espacio y ofrecer un informe
inmediato al Consejo de Seguridad.
Las intervenciones internacionales conllevan riesgos asociados y su incremento
está condicionando y jugando un importante papel en la regulación de los conflictos y
sus consecuencias humanas. Uno de los riesgos que puede transformar situaciones
políticas y jurídicas evidentes es que la injerencia internacional degenere hacia la guerra
preventiva, en la que las organizaciones humanitarias estarían formando parte de un
gran dispositivo que integra aspectos militares, psicológicos, diplomáticos, económicos
y asistenciales.
En este sentido, MSF asume que si no profundiza los motivos de un conflicto
deja de ser neutral, sobre todo cuando las partes deciden atacar a los no combatientes.
Por ejemplo, la ausencia de movilizaciones de quienes se oponían a la intervención
militar en Irak en 2003 –planteando la posibilidad de cometer crímenes de guerra y
solicitando investigaciones internacionales- indica hasta qué punto cuestionar la
legitimidad de la guerra no deja lugar al examen de los métodos de la intervención en sí.
La confirmación del derecho de los más fuertes a intervenir militarmente en un Estado
soberano apaga la cuestión de la manipulación de las reglas de la guerra. Emplear
entonces de forma abusiva la ayuda humanitaria funciona como justificación de la
guerra y como bálsamo sobre los crímenes.
Antonio Gomariz Pastor
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Sobre los criterios y prioridades de las intervenciones, baste citar el genocidio de
los tutsis ruandeses, la penosa retirada de Somalia y las masacres de la antigua
Yugoslavia para evidenciar que la prioridad de las intervenciones militares
internacionales no era, al menos sólo, proteger las poblaciones, pese a que se escudaron
en razones humanitarias.
Hablamos en la introducción de humanitarismo basado en necesidades o en
derechos. Añadimos ahora el humanitarismo de Estado, para referirnos a las
intervenciones llevadas a cabo en condiciones similares a la realizada en Kosovo en
1999 por la comunidad internacional. En esta intervención se adujeron razones
humanitarias, para MSF, de forma insostenible para una intervención (podría haberse
justificado acudiendo a la teoría de la “guerra justa”, con legitimidad evidente). A los
ojos de las sociedades occidentales y de la opinión pública internacional, el imperativo
humanitario y la defensa de los derechos humanos parecen las únicas credenciales
morales que pueden exhibir la comunidad internacional, los Estados y la clase política
occidental para justificar una guerra.
Antonio Gomariz Pastor
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Parte III: MSF: respuestas premeditadas.
Principios humanitarios consolidados en las ONG
Al igual que se han asentando algunos presupuestos para aceptar una
intervención, también se han ido consolidando principios específicos de la acción
humanitaria de las organizaciones humanitarias, permaneciendo abierto el debate,
revisión y actualización de los mismos. Estos principios están inmersos en un debate
polémico donde surgen conflictos, porque existe el mandato ético de testimoniar a favor
de las víctimas, denunciando, porque la ayuda mlitarizada es ayuda politizada y
condicionada, porque las ONG deben decidir si todo el montante de la ayuda se destina
a ayuda directa o se diversifica hacia la concienciación y denuncia (para MSF son una
exigencia moral los tres aspectos) o, como ha quedado dicho ya, porque el
humanitarismo funcione frecuentemente como una especie de “subcontrata” pública.
Para MSF, el énfasis en valores y principios es uno de los elementos distintivos
de lo humanitario. Este énfasis corre el riesgo de percibirse como un
“fundamentalismo” humanitario, pero por lo visto sobre la credibilidad de la política
internacional, los intentos de apropiación del discurso humanitario en las intervenciones
militares y la confusión generable, considera una necesidad mayor mantenerlo.
Los principios de la acción humanitaria universalmente aceptados pueden
concentrarse o resumirse en dos, el principio de humanidad que se puede concretar en la
prevención, alivio, protección y respeto, y la posterior incorporación de la ayuda como
derecho; y el principio de imparcialidad, la no-discriminación, atender sólo según las
necesidades y una prioridad a quienes más lo necesitan. Desplegando éstos dos,
encontramos que satisfacer las necesidades básicas implica evitar efectos perjudiciales,
reducir la vulnerabilidad de las poblaciones ante los desastres y evitar crear
dependencias a largo plazo, lo que exige competencia, profesionalidad y voluntariedad
adecuadas. La autonomía implica asumir el poder de la población destinataria de la
ayuda, respetar su cultura, iniciativa, capacidad, riqueza y percepciones.
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La imparcialidad y neutralidad deben entenderse alejadas de la ingenuidad y
cerca de la prudencia moral como criterios para guiar y reaccionar ante los conflictos.
El debate de la neutralidad ha “pasado” también por MSF, como principio operacional.
El debate contiene opiniones diversas: que MSF fue una reacción contra la neutralidad
de Cruz Roja Internacional, que neutralidad e imparcialidad se contradicen, al igual que
neutralidad y testimonio, que los conflictos han cambiado de naturaleza y exigen una
intervención que no sea neutral, que la neutralidad denota una connotación de falta de
compromiso moralmente inaceptable o que el acceso u la seguridad determinan la
neutralidad activa. La neutralidad figura en la Carta Magna de MSF, como un elemento
esencial de su identidad, sin concretar más. Para MSF, la posición común es que la
organización es un actor, no desempeña funciones de observación, por lo que un
testimonio en conflicto con la neutralidad necesita una elección, sin que se invalide el
rol de la neutralidad como punto de referencia.
La neutralidad deriva de las relaciones entre la acción humanitaria y la acción
política. La forma de concebir las relaciones entre estas dos acciones tiene
repercusiones directas sobre la eficacia de la ayuda humanitaria, la asistencia y los
resultados de muchas intervenciones y acciones humanitarias, militares y políticas, que
en algunos casos ha determinado el éxito o fracaso de las mismas, como queda patente
en el trabajo. Mientras algunos sectores y organizaciones entiende esta relación como
una vinculación o asociación necesaria e incluso estratégica, para otros, produce
confusión, utilización de lo humanitario en la agenda política, entraña riesgos y pone en
peligro el espacio humanitario.
Por último, la independencia respecto a los poderes políticos, sin perder la
capacidad crítica, subordinarse a los objetivos de los donantes ni perjudicar a las
víctimas. Todas las ONG humanitarias se definen como independientes, lo que
implicaría una oposición a cualquier injerencia para desplegar su trabajo bajo los
imperativos de humanidad e imparcialidad. Implica evaluaciones libres, actuar sin
mediatización, libertad de análisis, evaluación y económica. Pero, realmente, ¿es la
independencia económica garantía de independencia real? Obviamente no, responde
MSF, hay más posibilidades aunque se puede ser independiente en situaciones de
colaboración financiera, pero es muy dudoso y habrá siempre limitaciones y
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condicionamientos. Para MSF, esta realidad de libertad e independencia se aplica sobre
el terreno como sub-principios operativos, vistos anteriormente, subordinados de los
principios humanitarios.
MSF y la concreción de la acción humanitaria: frente a las dudas, principios y
testimonio.
MSF incluye en la acción humanitaria (vinculada al socorro, ayuda de
emergencia y ayuda humanitaria), además de la protección de las víctimas, la denuncia,
el testimonio, la presión política y el acompañamiento.
La acción humanitaria que anuncia MSF arranca de un compromiso individual,
es más ambiciosa que la ayuda humanitaria, es, por definición, políticamente incorrecta,
intenta evitar sufrimientos y muertes innecesarias, sobre todo por injustas. Tiene que ver
con la construcción de un mundo mejor y la restauración de la dignidad, lo que requiere
que las personas recuperen su capacidad de decisión. Aunque vinculada a la
sostenibilidad, la reconstrucción de la paz y la sociedad civil, no son sus objetivos
prioritarios, pues se dirige a quienes están en peor situación.
El enfoque intervencionista inicial de la organización, la visión “de la
emergencia”, ha cambiado. Sus parámetros e instrumentos ya no sirven en muchos de
estos contextos. Así, desde comienzos del siglo XXI, MSF se halla inmersa en un
debate por la cohabitación de estas dos identidades, la «emergencista» y la más reciente
y próxima al “de cooperación o de partenariado”. En ese debate, la proximidad juega un
papel de primera magnitud para que la asistencia que presta MSF alcance la dignidad
que pretende restaurar en sus víctimas. Algunos factores que influyen en la proximidad
evaluados por MSF como posibles fuentes de pérdida de la misma, son una excesiva y
casi exclusiva atención a la neutralidad e imparcialidad, la dimensión de los proyectos y
el peso cada vez mayor de los aspectos técnicos, la inseguridad y su gestión, además de
la creciente profesionalización, aspectos todos ellos que pueden llevar al humanitarismo
a un progresivo alejamiento de las víctimas o a una cierta percepción desde la
despersonalización.
Antonio Gomariz Pastor
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En su metodología, MSF sitúa la asistencia en primer lugar, lo segundo es la
protección y lo tercero el testimonio, que exige un contacto directo y un “contar al
mundo”. El testimonio abarca desde la presencia individual de quien viene de fuera, los
informes a diplomáticos, fuerzas armadas, donantes hasta la denuncia. MSF aboga por
implicarse en las causas de los conflictos y mostrar el sufrimiento, desde la
independencia, el espíritu crítico, la imparcialidad y neutralidad.
Política, justicia y paz. MSF demanda la paz en un entorno en el que chocan
discursos y realidad: la paz juega siempre en contra de la justicia, porque sigue siendo
una moneda de cambio, una amenaza o una imposición en los procesos de
reconciliación nacional. Desde que impera el sistema de Naciones Unidas, impunidad y
estabilidad van de la mano, como se ha indicado. Así lo ilustra el caso del tribunal
internacional para la guerra en la antigua Yugoslavia, cuyo establecimiento tardó tres
años y medio, con lo que la sensación de impunidad se traduce directamente en
impunidad, una situación análoga en cierto modo a la impunidad ante las matanzas de
tutsis en el caso ruandés. Ante este genocidio, MSF se replanteó si la asistencia a los
verdugos y víctimas debe ser la misma, situación que contribuye a oxigenar a los
opresores. Para MSF, el respeto a la memoria de las víctimas y a la dignidad del término
humanitario exigía la captura y juicio a los autores del genocidio ruandés
La denuncia de MSF evita el carecer ideológico o político, centrándose en la
protección de las víctimas y su asistencia. Sin embargo, “ponerle voz y rostro” a las
víctimas se puede interpretar como una injerencia política. Después de más de 20 años
en Colombia, testimonio y denuncia se unen en la acción humanitaria de MSF para
reflejar la desprotección de las víctimas, la falta de rigor en el retorno de los
desplazados o la falta de recursos para la protección de la salud psicosocial.
MSF ha magnificado la esencia y efectos del testimonio, sobre el que basa y
pasa, cada vez más, su acción humanitaria. La importancia que le concede le lleva a
establecer casi un “manual del testimonio”, ofreciendo orientación, información y casi
un protocolo para desplegar esta acción testimonial, con una valoración de su
relevancia, su conveniencia, su mejor utilización, ejemplificando los momentos y
oportunidades (cuándo hacer y cuándo no hacer) en los que se presenta como más
Antonio Gomariz Pastor
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provechoso su ejercicio, así como detallando los diversos contextos, emergencia o no,
las dificultades o la metodología y gradación de su práctica.
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CONCLUSIONES
El final de la historia que alguien pronosticó se parece más a una multiplicación
y proliferación de conflictos locales y regionales, algunos de larga duración. Las
intervenciones de los últimos 20 años han ido configurando una especie de “geografía
de la intervención”, con una gama creciente de participaciones, que incluye
intervenciones militares “humanitarias”, intervenciones de organizaciones regionales u
operaciones de restablecimiento de la paz.
El papel central que van adquiriendo las cuestiones humanitarias se debe, entre
otros, a las distintas respuestas que ofrece la política occidental y el humanitarismo a los
conflictos internacionales; a la presencia y política informativa de los medios de
comunicación en los mismos; a la utilización del enfoque humanitario por parte de los
Estados para “lavar su imagen y conciencia” y evitar su implicación directa en un
conflicto; a la mayor facilidad para logar acuerdos sobre los aspectos humanitarios antes
que sobre políticas de fondo y largo alcance.
Este impulso humanitario contiene elementos nuevos y este enfoque revisado
tiene en cuenta, en primer lugar, las guerras civiles o internas, cuya preponderancia está
obligando a revisar los instrumentos clásicos de posicionamiento, desarrollo,
participación y finalización de las guerras, así como el papel de los Estados, inválidos
para este tipo de conflictos. En segundo lugar, la creación de tribunales internacionales
y especiales, como los que investigaron las masacres de Ruanda, la antigua Yugoslavia
o Sierra Leona. Tercero, los cambios preocupantes en la manera de afrontar el problema
y régimen de los refugiados: reducir las salidas masivas, definir ampliamente su estatus,
crear zonas de seguridad, fomentar el retorno, ubicación de los campos en las áreas
fronterizas estatales, autorizar intervenciones militares en conflictos que producen
refugiados, reducciones en la concesión de asilo, ganando terreno las temporal; aumento
de la repatriación asistida o forzosa, la falta de verificación de los reasentamientos. En
cuarto lugar, la creación de lo que se conoce como “zonas de seguridad”, para
reservarlas de convertirse en objetivos militares. En los conflictos posteriores a la
Guerra Fría se ha intentado crear estas zonas para proteger a las víctimas y el trabajo
de las organizaciones humanitarias, bajo diversos nombres (pasillos de tranquilidad,
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Un traje humanitario para una nueva moral y conciencia universal.
humanitarios o de seguridad, zonas neutrales, protegidas o de seguridad, refugios de
seguridad). Aunque la preocupación central es la seguridad de los refugiados, lo cierto
es que rara vez han funcionado como auténticos espacios seguros y sin actividad militar.
En quinto lugar, cuentan las contradicciones e incompatibilidades entre acciones
parecidas pero no equiparables, como el mantenimiento de la paz y la protección de la
acción humanitaria. Y, por último, cabe mencionar las intervenciones militares clásicas
bajo la etiqueta de intervención humanitaria.
Podemos hablar de luces y sombras de este nuevo humanitarismo que se va
configurando. Las sombras: la politización negativa de la acción humanitaria, el
condicionamiento al cumplimiento de ciertos requisitos, la confusión entre imperativo
humanitario y los objetivos de paz y sostenibilidad, la consagración de las “guerras
humanitarias” y la erosión de los principios humanitarios tradicionales (universalidad,
imparcialidad, independencia). Las luces: abandona la concepción de la ayuda como
compasión o caridad, remarca el carácter político que la ayuda humanitaria tiene
muchas veces, permite una flexibilidad ética que beneficia a la eficacia de la ayuda o
revela la necesidad de aumentar la competencia técnica para gestionar lo político a su
favor.
La acción humanitaria no escapa a la tendencia de normativización y
positivización. El Derecho Internacional Humanitario, joven y en construcción, está
inmerso en un debate abierto que afecta a su finalidad formulación e interpretación, su
aplicación, el papel que juega la ONU, los Estados, la soberanía, el estatus de los
combatientes, la renovación de derechos de los refugiados y los que carecen de tales,
como los desplazados internos, etc. es decir, asistimos a todo una “explosión” de
conceptos que van adquiriendo lentamente una condición jurídica fruto de la
experiencia y de las soluciones que se van estandarizando después de dos décadas de
conflictos no vinculados ala Guerra Fría ni a la posguerra mundial. Junto a esto, se
producen nuevos documentos, se establecen estructuras jurisdiccionales, como
tribunales internacionales específicos o universal, como el TPI, y hasta se plantean
fórmulas novedosas como la de regular las emergencias complejas y los desastres a
través de un Derecho Internacional de Respuestas a los Desastres.
Antonio Gomariz Pastor
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Pero lo que, sin duda, más polémica suscita son las intervenciones
humanitarias, por encontrarse a caballo entre el Derecho Internacional, el Derecho
Internacional Humanitario y la ausencia de derecho. Los conflictos, prácticas y
lecciones aprendidas de las dos últimas décadas no han bastado para conformar un
consenso político ni jurídico, ni siquiera social y humanitario, sobre las condiciones y
garantías mínimas para el ejercicio de la acción humanitaria. Por ello, el debate sobre la
seguridad y protección, de víctimas, organizaciones, cooperantes y trabajadores
humanitarios, el derecho a solicitar, recibir y prestar ayuda humanitaria, sigue
dependiendo del contexto, los actores, la voluntad y esfuerzo de quienes se implican en
las intervenciones, sean militares o puramente humanitarias, en todo caso, se encuentran
en una especie de “limbo jurídico” que perjudica la acción humanitaria y del que no se
atisba una salida rápida.
Las ONG ya participan políticamente en los escenarios donde están presentes,
pero sus acciones políticas son distintas, ni autónomas ni independientes. La relación
entre lo político y lo humanitario parte, para MSF, de una necesidad humanitaria,
operacional, y en esos términos se plantea la flexibilidad ética y de principios
(humanidad e imparcialidad). En contra, muchas organizaciones prefieren el silencio,
que según la acidez de Sogge se traduce en “no morder la mano que te da de comer”,
“no cuestionar la forma en que se te alimenta” y en que les “pagan para pensar, sino
para actuar” (Cuaderno 19, MSF).
Se ha ido construyendo un nuevo espacio de realización del trabajo humanitario
que se apoya y basa en un enfoque “en derechos”, un enfoque más pragmático que
abandona debates irrelevantes y supera las tensiones entre organizaciones de distinto
cariz (asistencia vs. ayuda) para identificar relaciones complementarias. La cooperación
sustituye a los dilemas con el necesario apoyo técnico y mediante el trabajo en red, la
especialización, la transmisión de información, sistematización estadística.
Para MSF, la acción humanitaria forma hoy una parte importante de la
realidad internacional fundamentalmente por los impactos derivados de las crisis de los
Estados frágiles, la debilidad institucional multilateral y la respuesta moral de las
sociedades. Pero esta acción no está exenta de crítica, sobre todo de autocrítica, en la
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asistencia a las víctimas como en la elaboración de políticas dirigidas a cambiar las
raíces de los problemas que generan las crisis. La acción humanitaria debe vincularse
a la vigencia de los derechos humanos, la democracia, justicia, respeto medioambiental
y a sistemas económicos que permitan el acceder a oportunidades libremente a la
población. Se vincula así la acción humanitaria a contenido que van mucho más allá de
la asistencia a la víctima en sentido estricto y de la concepción imperante en el siglo
XX.
La acción humanitaria tal como la entiende MSF desafía la lógica imperante
que justifica la desaparición evitable de una parte de la humanidad en nombre de un
supuesto bienestar colectivo o “bien común”. La ayuda humanitaria se ocupa,
primeramente, de aquellos cuyo derecho a la vida choca con la indiferencia y hostilidad
de otros. La coherencia llevará a chocar con el orden establecido. Su dimensión
subversiva emerge cuando desvela procesos discriminatorios que causan víctimas e
impiden activar mecanismos de protección y asistencia eficaces. Por ello, MSF estuvo
en la coalición de ONG para la creación del TPI, como un simple deber moral de
contribución activa a crear una jurisdicción universal que permita impedir o limitar los
crímenes y el sufrimiento.
Para MSF, el testimonio es un instrumento revelador de su acción como
organización humanitaria internacional que se torna necesario, referente, obligado y
poderoso en el desarrollo y coherencia del trabajo que desarrolla (ver Anexo). MSF
vincula el efecto del testimonio y el objetivo de su tarea humanitaria, puesto que el
objetivo de ambas es el beneficio de las poblaciones, de ahí la necesidad de evaluar “a
conciencia las ventajas y desventajas que puede implicar el testimonio para las
poblaciones”. MSF asume que cuando está presente en un conflicto o crisis es por la
ausencia de voluntad política, olvido o exclusión de la población.
La transformación de la defensa de los derechos humanos en una respuesta
diplomática y militar internacional casi obligada oculta y encubre a veces
intervenciones con intereses y motivos bien distintos pero cubiertos por el disfraz de lo
humanitario. Esta injerencia o guerras preventivas se ven facilitadas por el
debilitamiento de la soberanía de algunos de los Estados llamados frágiles o fallidos.
Antonio Gomariz Pastor
Un traje humanitario para una nueva moral y conciencia universal.
Los vacíos de poder actúan como reclamos internacionales para los países desarrollados
que se plantean intervenir con “sus” cascos azules y asegurarse una presencia en ese
Estado u optar a influir y tenerla en otros cercanos.
MSF llama la atención sobre los aspectos que adquieren la condición de
determinantes para la definición de “humanitario” y que están presentes en los
conflictos en curso y en aquellos en los que ha participado como agencia humanitaria y
que ha sido testimonio. Estos aspectos son, en primer lugar, el político, para señalar la
ausencia de criterios, demoras, voluntad y fines políticos de las intervenciones de la
comunidad internacional en conflictos. En segundo lugar, el jurídico, para resaltar la
necesidad de retomar el derecho internacional humanitario, denunciar que el trabajo
humanitario sin justicia supone la consolidación de las injusticias y el camino para la
repetición de los conflictos. Tercero, la paz, para mostrar cómo su abuso marca y
fortalece la impunidad al amparo de la estabilidad. Cuarto, el militar, para hacer notar el
“realismo” con el que los Estados utilizan sus fuerzas armadas bajo el paraguas de la
ONU, evidenciar las contradicciones de las acciones militares en la labor humanitaria y
la incapacidad y dificultades de la compatibilidad de lo militar-humanitario o poner de
manifiesto los problemas que genera su intervención sin criterios, planificación,
objetivos políticos definidos, falta de visión global, incrementando en ocasiones los
problemas de inseguridad o reforzando los conflictos abiertos. Y, por último, el que
podemos denominar sociosanitario, es decir, la relevancia que los problemas de
alimentación, nutrición y de salud pública tienen para la prevención, el origen,
desarrollo, futuro o solución de muchos conflictos.
MSF ha ido reconstruyendo la historia política y social de cada crisis
(Afganistán, Angola, Argelia, Bosnia, Burundi, Camboya, Chechenia, Colombia, Corea
del Norte, Etiopía, Haití, Irak, Kosovo, Liberia, Palestina –territorios-, República
Democrática de Congo, Ruanda, Sierra Leona, Somalia, Sudán, Tayikistán, Timor
oriental, Uganda) un método que forma parte del ideario y valores de MSF como
organización humanitaria internacional. Se trata de establecer los modelos y desarrollo
de la acción humanitaria en función del contexto concreto, pero señalando también los
elementos comunes de todo el trabajo de las organizaciones humanitarias. Esta
reconstrucción tiene el valor de hacer emerger las personas, grupos y culturas afectadas,
Antonio Gomariz Pastor
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por encima de su estigmatización como víctimas u objetos de la ayuda, devolviéndoles
la categoría de sujetos. Hacer visibles a las víctimas como personas les concede
identidad, existencia, la posibilidad de ser percibidas. Asimismo, la reconstrucción
permite establecer una memoria, para que permanezca como símbolo y valor de la
dignidad, más allá del recuerdo o de la fugacidad mediática.
Desde luego, MSF provoca una llamada de atención ante el papel y
comportamiento de esa instancia difusa que es la comunidad internacional, una
etiqueta o identificación que ha terminado por imponerse y extenderse, sobre todo en el
espacio occidental, en los diversos conflictos y graves crisis que han tenido lugar y que
se acumulan fundamentalmente desde finales del siglo XX.
Una de las cuestiones que más reflexión y obsesión produce a MSF es que su
acción acabe por formar parte de un entramado anónimo, colectivo, ineficaz,
irresponsable, voluminoso y, en cierta forma, apolítico, que perpetúe los conflictos,
incluso desde su proclamada independencia. Una segunda preocupación que centra las
reflexiones de la organización es que todo el trabajo y participación del conjunto de
organizaciones de carácter humanitario internacional tenga lugar mayoritariamente en
escenarios de conflicto y crisis que escapan a la justicia, es decir, en situaciones o
espacios libres de justicia, de alegalidad internacional, sea por la no aplicación del
derecho internacional en sus diversos ámbitos o bien por la incapacidad y falta de
voluntad política de los Estados y las organizaciones gubernamentales regionales o
internacionales. Así lo viene poniendo de manifiesto con especial énfasis desde finales
del siglo XX, específicamente y de forma más intensa después del genocidio de Ruanda
en 1.994.
La difícil situación en la que desempeñan su tarea las organizaciones
humanitarias, de inseguridad, bloqueo, extorsión, falta de medios, etc. viene a mostrar
que sigue pendiente por parte de la comunidad internacional, las organizaciones
internacionales gubernamentales, las regionales y las humanitarias la definición de las
condiciones y criterios bajo los que se despliega, desarrolla y finaliza la acción
humanitaria, de tal forma que existan compromisos firmes y exigibles de seguridad,
objetivos políticos, garantías de medios, protección de las víctimas, acceso a
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medicamentos y alimentos, acceso a la justicia y reconstrucción posterior al conflicto,
entre otras cuestiones.
Antonio Gomariz Pastor
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ANEXO
Por constituir un reflejo del “testimonio” humanitario ejercido por MSF y de los principios y la
filosofía actual sobre la acción humanitaria, se transcriben varios extractos del testimonio
ofrecido por quien fuera responsable de las operaciones de MSF para la ex-Yugoslavia en la
sede de esta organización en París entre 1993 y 1995, período durante el cual visitó
regularmente la región en el Parlamento de Francia. En estos extractos quedan reflejados los
contenidos más importantes de lo que constituye una parte del acto del testimonio que, como en
este caso, llegó hasta el ámbito parlamentario, pero que recoge fehacientemente las distintas
partes y momentos, aportaciones y significado del testimonio.
Se trata de la “Audición de Pierre Salignon ante la misión de información parlamentaria
francesa sobre la caída de Srebrenica”, el 17 de mayo de 2001.
(Nota: las cursivas y negritas no pertenecen al texto original. Se colocan para mostrar la
relevancia de diversos aspectos que también aparecen planteados en el trabajo).
P. Salignon: Señor Presidente, señora y señores diputados, señoras, señores. Les agradezco que
me hayan recibido hoy y me permitan aportar mi testimonio a la misión de información
parlamentaria encargada de establecer las responsabilidades políticas y militares de Francia en
la tragedia de Srebrenica.
[…]
Considero esenciales tres cuestiones:
1) La primera atañe a la previsibilidad de las masacres de una parte de la población de
Srebrenica…
2) La segunda cuestión hace referencia a la falta de reacción de las Naciones Unidas para
defender Srebrenica y, tras la caída del enclave, asegurar la evacuación con total seguridad de
los habitantes puestos bajo su protección…
3) Por último, la tercera cuestión se refiere a la instrumentalización de la acción humanitaria
por la diplomacia francesa durante la guerra de Bosnia…
[…]
Antonio Gomariz Pastor
Un traje humanitario para una nueva moral y conciencia universal.
Permítanme recordarles que durante toda la guerra en la ex-Yugoslavia, las organizaciones
humanitarias como MSF criticaron la operación humanitaria y militar de la ONU en
Bosnia…
La ayuda humanitaria fue la única respuesta a las operaciones de limpieza étnica y a los
bombardeos de civiles. Es decir, ante los crímenes de guerra […] se enviaron militares a
distribuir medicamentos, mantas y harina.
Creo que esta “observación militar y humana” de la purificación étnica contribuyó a crear las
condiciones de la masacre de los habitantes de Srebrenica. ¿Por qué? Porque confiar a militares
un mandato humanitario en una situación de conflicto declarado en el que se llevan a cabo
crímenes de masas viene a ser como desarmarlos. En otras palabras, esta pseudopolítica
humanitaria de Francia en Bosnia fue finalmente en detrimento de la protección real de la
población civil. Resulta inquietante ver que el trabajo de investigación que ustedes llevan a cabo
sobre la tragedia de Srebrenica no ha conducido por el momento a ninguna crítica sobre este
tipo de operaciones del ejército francés en el extranjero. Se sigue haciendo alarde de la
ambición humanitaria o de protección de los civiles para legitimar el despliegue de tropas
francesas en el extranjero, sin que esta ambición se apoye en la prueba de los hechos.
[…]
Quiero subrayar aquí que el arbitraje entre los imperativos de paz y los de protección de los
civiles, o entre los imperativos de seguridad de las fuerzas nacionales sobre el terreno y los
riesgos que un uso de la fuerza para proteger a las poblaciones en peligro hace pesar sobre ellas,
constituye un dilema mayor para las sociedades democráticas y debe estar abierto al control
parlamentario. Tal es el sentido de las gestiones de MSF a favor de una investigación
parlamentaria sobre Srebrenica.
[…]
Antonio Gomariz Pastor
Un traje humanitario para una nueva moral y conciencia universal.
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