1 FORMA DE GOBIERNO REPRESENTATIVO REPRESENTATIVO REPUBLICANO REPUBLICANO FEDERAL FEDERAL.
,Jbibliotecadigital.tamaulipas.gob.mx/archivos/descargas/32000000144.pdf · la muerte'" 14 Héctor...
Transcript of ,Jbibliotecadigital.tamaulipas.gob.mx/archivos/descargas/32000000144.pdf · la muerte'" 14 Héctor...
r;;{;Y.Jlllle··lnctan. Díaz Mirón, ,"J Mariano Azuela,
Torres Bodet, Urbina, • ~ Nervo y los otros. . . t.
4""
~
ISAIAH BERLIN La vida como obra de arte
CARDOZA y ARAGÓN L .á zar o
B18l1011(4 de c5'rCéxico
NÚMERO OCHO / MARZO-ABRIL DE 1992 • 10 000 PESOS
Plazo de lo Ciudadela 4, Centro Histórico de lo Ciudad de México Tel. 512 09 27 FAX 510 41 85
Luis Carcloza y Aragón Lázaro 2
lsalah Berll .. LA vida como obra de arte
Enrique Vlla-Matas Un alma desocupada 8
Juan Sánchez Peláez A ire sobre el aire 13
Tatlana Bubnova Osip Mandelstam: ",Acoso soy verdadero y algún día llegará la muerte'" 14
Héctor Perea México y España, anticipos del exilio republicano 21
Martín Luis Guzmán El "Niño Fidencio" y la ciudad del dolor 24
Ramón del Valle-Inclán Rosa de luz 26
Guillermo de Torre Nuevos poetas mexicanos 28
Jaime Torres Bodet Sobre la vanguardia 31
Enrique González Rolo Sobre la vanguardia 32
Amado Nervo Dos billetes 33
José Juan Tablada Aquellos hombres. .. 34
Luis G. Urblna CeTlJantes 35
Ernesto Glménez CabaUero Un gran romance mexicano 37
César E. Arroyo Salvador Díaz Mirón 39
Plero Pllleplch Enrique Gonzá/ez Mamnez 41
Julio Eutlqulo Sarabla Poema 42
Melchor Fernández Almagro Un sieTlJO del Señor 43
Gerardo Denlz Mester de maxmordonía v 44
Manuel Porras Los Tratados de Fray Bartolomé de las Casas 45
En lo portado: Retrolo de Ramón del Valle-Indón dedicado o Martín Luis Guzmón.
Pre.ldente Víctor Flores Olea
BIBLIOTECA DE MÉXICO Director General Jaime García Terrés
Revista Biblioteca de México Director: Jaime García Terrés
Coordinación Editorial: Jaime Moreno Villarreal y Juan Villoro Consejo de Redacción: Fernando Álvarez del Castillo, Gera,·do Deniz
Julio Hubard. Manuel Porras, Bernardo Ruiz, Rafael Vargas
Diseño: Germán Montalvo Tipografía . Redacta
~ Salvador Draz Mirón, director de E/Imparcial, recibe 01 general Victoriano Huerto en los talleres del periódico, ca. 191 3.
u 1 s A R
L " a Al nomás pisar el umbral de luz eterna Que te ciega, ya no eres tú, tienes en ti La misma eternidad que el primer hombre Que pisó la Eternidad.
Oh, Madre lujuriosa, oh, Madre suma, Oh, lis de luz finísima feliz, Oh, marrana putísima que hozas Los supremos carates de la espuma.
Nos dormimos y seguimos de largo O despertamos
D
z
Alguna vez seguiremos dormidos caminando Sin saber que estamos dormidos Sin saber que caminamos Sin saber que despertamos.
x
Ah, es dulce, dulce la vida.
Una sonrisa del cielo es el día En el jade de los olivos.
La uva encinta de la ternura Del sol asunta ya en ambrosía púrpura.
Ah, es dulce, dulce la vida.
Lázaro es el título de un extenso poemario que prepara Luis Cardoza y Aragón.
o
z A y R A G ó
a r María es bella como una espiga fiel. Es bella Marta como mi cítara de miel.
Rubia es la una como sol y lluvia. Bruna es la otra como sueño y luna.
Marta y María son el mediodía.
Como la eternidad, la luz fue fina y ciega. Soplaba brisa fresca y como ellas tierna.
Ah, qué par de gacelas Prolongando en sus hombros las colinas.
Qué maravilla verlas. Son la sonrisa de la luz del día.
La tarde llega . . Hay una estrella: duda Trastabillando En ocaso morado.
Lya, Hartura de ventura hay con tu rostro. El cielo está en tus labios. Linda, la vida.
Biblioteca de México 3
N
En estas páginas, el filósofo y ensayista inglés establece una inquietante relación entre los ideales artísticos de los románticos, el nacionalismo y el fascismo. Se trata de un capítulo de su ensayo "La unidad europea y sus vicisitudes", escrito en 1959, que aparecerá próximamente en la traducción española del libro The Crooked Timber ofHumanity que prepara la Editorial Vuelta.
CuandO un artista está en proceso de crear una obra de arte, a pesar de lo que digan las opiniones ingenuas, no copia de un modelo preexistente. ¿En dónde está la pintura antes de que el artista la haya pintado o concebido? ¿Dónde, la sinfonía antes de que el compositor la haya concebido? ¿Dónde, la canción antes de que el cantante la cante? Son preguntas sin sentido. Equivalen a preguntar: "¿En dónde está el caminar antes de que yo lo haya caminado? ¿Dónde, mi vida antes de vivirla?" La vida es vivirla, caminar es ir andando, la canción es lo que compongo o canto cuando compongo o canto, no ' son nada independiente de mi actividad; la creación no es un esfuerzo por copiar algo ya dado, establecido, eterno, la idea platónica. Copiar, sólo el artesano; el artista crea.
Esta es la doctrina del arte como libre creación. No me interesa su verdad; sólo me interesa que la idea de que las metas o los ideales no se descubren sino que se inventan, en algún momento se convirtió en una categoría dominante del pensamiento occidental. Esto supone la concepción del fin de la vida no como algo que tiene existencia independiente y objetiva, y que los hombres pueden buscar como se busca un tesoro enterrado que, descúbrase o no, existe; sino como una actividad -tiene la forma, la calidad, el sentido, el fin de una actividad-; no algo ya hecho, sino un hacer que no
obra de arte tiene existencia y que , desde luego, no es inteligible separado de quien lo hace, su inventor, el creador del que es actividad. Esta noción ocupó y transformó la vida social y política europea, y reemplazó el antiguo ideal de la acción política como evaluable a partir de pautas públicas pre-existentes, que constituían un ingrediente objetivo del universo, que reconocería más claramente un hombre de mirada aguda -el experto, el sabio, quien en virtud de ello recibía tal nombre. El fin de un hombre, a partir de entonces, fue realizar su visión personal interior al costo que fuera; su peor crimen sería traiciOnar esa meta interior, que era suya solamente. Las consecuencias que esa visión pudiera tener para los demás son cosa que no le concernía; debía ser fiel a su luz interna; eso es todo lo que él sabía y todo lo que necesitaba saber. El artista es sólo alguien más consciente de ese llamado; también lo son el filósofo , el educador y el estadista; pero es algo que existe dentro de todos los hombres.
La figura del sabio profesional, del hombre que ha adquirido conocimiento especializado en una región de la realidad, y que puede guiar tus pasos de modo que no entres en conflicto con ella, comienza a desvanecerse ante la persona del héroe romántico. El héroe no necesita ser sabio ni tener una interioridad armoniosa, ni tiene por qué ser un guía eficaz de su generación. Puede ser, como Beethoven (cuya imagen influyó profundamente en los románticos), tosco, ignorante, pobre, mal vestido, apartado del mundo, torpe en lo que a problemas prácticos atañe, mal portado, grosero y violento en sus relaciones con los demás seres humanos, pero es un ser sagrado porque está plenamente dedicado a un ideal; puede desafiar al mundo de mil maneras, ganarse el odio y la impopularidad, romper las reglas de la so-
Biblioteca de México
ciedad, de la política y de la religión, pero hay algo que no puede hacer: venderse a los filisteos . Si transige con su visión interior y traiciona su vocación -la creación de una obra artística o científica, o la consecución de una determinada forma de vida -, y la cambia por riquezas, popularidad, por una posición sólida en la sociedad, por la comodidad o el placer, por lograr una armonía interior o exterior al precio de suprimir las dudas y los escrúpulos en su interior, ha dado la espalda a la luz y se ha condenado para siempre. No importa que su luz interna brille o no para los demás; ni importa que la obedezca con éxito; debe estar a su servicio, aunque caiga en el ridículo al hacerlo, y aunque todo lo que haga conduzca al fracaso . De hecho, esta clase de fracaso es considerada como infinitamente superior, moralmente hablando, al éxito mundano, incluso al éxito como artista -en el supuesto de que se trate efectivamente del fruto de la obediencia ciega y exclusiva a lo que constituye su misión, aquello que las voces interiores le piden que realice .!
Esta es la visión con que Fichte y Friedrich Schlegel, y en cierto sentido Byron, ciñeron la imaginación de sus contemporáneos; ésta es la nueva Weltanschauung del Karl Moor de Schiller, de los héroes de
1. Mozart y Haydn habrían quedado totalmente pasmados de saber que el mérito de sus sinfonías, comparado con la pureza de sus motivos, carecía de importancia, dado que serían navíos sagrados, sacerdotes dedicados al servicio de una divinidad celosa. Ellos se concebían a sí mismos como proveedores: los carpinteros hacían tablas, y si las hacían bien, serian apreciadas y compradas, y sus productores se harían rícos y famosos. Los artistas hacían obras de arte para satiS" facer la demanda. Cuando alguien sugirió a Mozart, quien se hallaba por entonces en la bancarrota, que compusiera una obra y la dedicara a un patrocinador noble, respondió indignado que podía haber caído en lo más bajo pero no tanto como para escribir una obra si antes recibir una comisión para hacerla.
K1eist y hasta cierto punto de las figuras enérgicas, desafiante s del mundo, de Ibsen. Es una concepción predominantemente germánica, o en todo caso nórdica, que puede remitirnos, quizás, al misticismo de hombres como Eckhart o Boehme, que halló una expresión poderosa en la teologia de la Reforma, y que quizás pueda ser rastreada aún más atrás, en las nómadas tribus teutónicas que llevaron sus costumbres de oriente a occidente y de norte a sur, desconociendo el derecho universal del Imperio romano y a la Iglesia romana, y que impusieron su propia tribal consuetudines (como la llamaron los romanos) por encima del jus gentium -la ley de las na-
ciones común a todos los hombres, o por lo menos a su gran mayoria. Las costumbres de la tribu son la expresión de su personalidad, constituyen a la tribu, la acompañan en sus travesías y doblegan todo cuanto se les resiste. El ser en Fichte es un principio activo y creador que impone su personalidad sobre el mundo inanimado de la naturaleza que se resiste -materia prima en espera de forma-; no es, como 10 predicaran los estoicos, los tomistas, los filósofos materialistas franceses, Shaftesbury y Rousseau, cada uno a su modo, algo que deberia seguirse o imitarse, adorarse u obedecerse, la instancia de sabiduría que todo lo suministra y todo lo cura, que
Arte nacional·socialista. Amo Breker, Alerta, 1937, bronce, antiguamente en Nuremberg.
Biblioteca de México
E!Ratón Bien se sabe, porque hemos insistido en ello, que nuestro rat6n es franc6fono y franc6filo. No obstante, lo primero le disminuye a veces lo segundo. Porque también es un poco fi1610go, y adido a todo género de diccionarios. El otro día, hojeando el Petit Robert, se le ocurri6 indagar cómo describían los franceses su identidad; esto es, c6mo se decía en la lengua de La Fontaine (quien tanto supo de animales parlantes) la expresi6n "rat6n de biblioteca". Buscó en souris, y s610 encontr6 "souris d'hóte/: mujer que sustituye al rat d'hóte/". Se entreg6 a meditar, y de pronto exclam6 horrorizado: "No, no puede ser. No es posible que . .. " Pero sí era y fue posible. Allí estaba, en el artículo rat, "rat de bibliotheque."
No daba crédito a sus ojos. Se lament6: "No existo para los franceses; a lo m6s, me toman por una burda rata. O por el substituto de una rata. Y no, no somos iguales. IQué infeliz soyl" Le reprochamos sus aspavientos, le sugerimos que fuera menos melodram6tico y, a manera de relativo consuelo, le explicamos que a las muchachitas que aprenden ballet las llaman en París "les rats de l'Opéra". Guard6 silencio. Como no se dejaba consolar, intentamos cambiar de conversaci6n haciéndole una pregunta intempestiva: "Tú que eres tan adido a Francia, .No conociste la Librería Francesa cuando estaba en Reforma y Bucareli'" Su mirada se ensombreci6 aún m6s: "Por supuesto que la conocí. Viví en sus estantenas meses y meses. Pero también andaba por ahí una tal MineHe, gata insolente a la que Huguette Balzola consentía demasiado y mostraba, huy, tan orgullosas las dos, a sus clientes y amigos. El indecente felino, a espaldas de la gente decente, me hacía la vida cuadritos en las noches. Hasta que por fin tuve que marcharme, en busca de horizontes m6s tranquilos. Por m6s que las otras muchachas -Mariluz, la Tata y compañeras- intentaron disuadirme, me mudé a la vecina Biblioteca Franklin."
" * y por qué te fuiste de la Franklin?" La murria del roedor se agrav6 al contestar: "Los anglosajones, incluidos los estadounidenses, son peores que los franceses. Para ellos no' existen los ratones, ni siquiera las ratas, de biblioteca. Mis funciones, nobles funciones arquetípicas como a todos les consta, las desempeña en inglés un vil gusano. Una oruga insignificante. IUn book worm . . . 1"
los hombres desafian sólo en detrimento propio.
La concepción del hombre en Fichte, como un demiurgo que impone su voluntad soberana a la materia inerte - y que más tarde sería violentamente dramatizada por Carlyle y Nietzsche-, es a un tiempo expresión y síntoma de esta nueva y revolucionaria actitud. Sacudió al mundo unitario europeo. Cada entidad por separado, el individuo, el grupo, la cultura, la nación, la iglesia -todo lo que constituye una "personalidad" identificable por sí misma - persigue ahora sus propias metas independientes. La independencia -la capacidad para detenninar el rumbo propio- se vuelve una virtud tan grande como alguna vez lo fue la interdependencia. La razón une, pero la voluntad -la autodetenninación- divide. Si soy alemán, persigo las virtudes alemanas, escribo música alemana, redescubro las antiguas leyes gennánicas, cultivo en mí todo lo que me haga el más rico, expresivo, multifacético y completo alemán que pueda ser. Si soy compositor, trato de ser el mejor compositor que pueda, trato de subordinar cada aspecto de la vida a esa única meta sagrada para la que ningún sacrificio puede significar demasiado. Éste es el ideal romántico en su máxima expresión. Los supuestos previos se han desvanecido de la noche a la mañana. ¿Cuál es el ideal común de la vida? Esa noción ha perdido importancia. Las preguntas sobre el comportamiento carecen de respuesta pues no se conciben ya como preguntas. Si me pregunto: "Qué debo hacer?", "¿Qué vale la pena o es bueno poseer?", "¿Son todos mis valores compatibles entre sí?", la respuesta no reside en el conocimiento concebido como reflexión, sino en la acción misma. Puedo ver en mí mismo y "realizanne" de acuerdo con las metas que halle en mi interior, con las órdenes de mi propia voz interior -una voz que habla en cada hombre que esté dispuesto a escucharla. ¿Que si mis valores son compatibles entre sí? Quizás no. El conocimiento es una meta absoluta; y quizás lo sean también la paz y la felicidad: pero el conocimiento de un hecho fatal podría destruir mi paz y mi felicidad. Si es así, no hay nada que hacer: estoy condenado al choque entre esos ideales incompatibles. La justicia y la piedad no son compatibles, sin embargo debo perseguir ambas; debo hacerlo, porque no puedo elegir: negar cualquiera de las dos es mentir, pecar en contra de la luz.
A veces, comprender estos valores es reconocer que son absolutos e irreconciliables. De este modo la tragedia entra en la vida como parte de su esencia, y no como algo que
pueda ser resuelto por medio de un arreglo racional: la esperanza de eliminarla es mero engaño de uno mismo, es ser superficial, es apartar la mirada de la verdad; y esto es traicionar la integridad propia, lo que constituye el pecado más atroz -el suicidio moral deliberado. De igual modo en mis relaciones con los demás: tengo un ideal al cual consagro mi vida, tú tienes otro; cada una de nuestras vidas es inteligible sólo en ténninos de su propio patrón interno; si esos ideales entran en conflicto, es incomparablemente preferible que peleemos un duelo, en el que uno pueda matar al otro o ambos caigamos, que transigir cualquiera de los dos en su creencia. Te respeto mucho más porque luchas por tu ideal, al que yo detesto, que por llegar a alguna fonna de acuerdo, reconciliación o intento de evadir tu responsabilidad con respecto a tu verdadero ser. Esto conduce a la concepción del enemigo noble inmensamente superior al filisteo pacífico y benevolente o al amigo cobarde. Todos los fines son iguales; los fines son lo que son, los hombres persiguen lo que persiguen, y no hay manera de establecer jerarquías objetivas válidas para todos los hombres y todas las culturas. El único principio que hay que obedecer con devoción es que todo hombre deberá ser fiel a sus metas, incluso al costo de la destrucción, la ruina o la muerte. Tal es el ideal romántico en su fonna más acabada y fanática .
Los últimos ciento cincuenta años han sido, de cierto modo, el escenario del conflicto y la interacción entre el antiguo ideal universal fundado en la razón y el conocimiento, y el nuevo ideal romántico que deriva de la creación artística y del anhelo orgánico por la expresión propia y la auto-afinnación, o por la auto-inmolación que es una versión invertida del mismo fenómeno. Cuando se observa el ideal romántico en la actualidad, después de todo lo bueno y lo malo que ha producido, nos parece brillante y sombrío al mismo tiempo. Por un lado marca el nacimiento de un nuevo ideal estético, la veneración por la integridad. El "idealismo" (palabra que adquiere su significado moderno sólo en el curso de esta revolución de las ideas), que antes del siglo XVIII era considerado como un rasgo de carácter conmovedor, aunque inmaduro y ridículo, y se le comparaba desfavorablemente con el buen sentido práctico, adquirió a principios del XIX un valor absoluto que hasta la fecha respetamos: decir de un hombre que es un idealista es decir que, aunque sus metas puedan parecemos absurdas o incluso repulsivas, si su conducta es desinteresada y está dispuesto a sa-
Biblioteca de México
6
crificarse por un principio y en contra de sus obvios intereses materiales, creemos que es merecedor de profundo respeto. Esta es una actitud totalmente moderna, y la acompaña el alto valor conferido a los mártires y a las minorías. La antigua visión veneraba a los mártires sólo cuando morían por lo que se consideraba la verdad, a las minorías sólo cuando sufrían persecución por la fe verdadera y no, como en el caso de los románticos, por cualesquiera creencias y principios, siempre que el motivo fuera bueno, y siempre que se sostuviera con la sinceridad y la finneza suficientes.
Lo que intento describir es de hecho una especie de cristianismo secularizado, una traducción de la visión cristiana a ténninos moral o estéticamente individualistas: la actitud y la calidad del sentimiento son las mismas, pero sus motivos -y su contenido- han variado. El cristianismo oponía al fracaso en esta vida la beatitud después de la muerte, o (en sus versiones platónicas místicas) al fracaso en el mundo de las sombras y las apariencias el gozo eterno en el mundo verdadero del que la vida cotidiana es tan sólo imagen engañosa. La visión romántica condena el éxito por el éxito como vulgar e inmoral, pues se funda las más de las veces en la traición de los propios ideales, en un despreciable acuerdo con el enemigo. Una correlativa estimación positiva se le confiere a la insolencia por la insolencia misma, al idealismo, la sinceridad, la pureza de los motivos, la resistencia ante cualquier desventura, al noble fracaso que se contraponen al realismo, al saber mundano, al cálculo y sus recompensas -la popularidad, el éxito, el poder, la felicidad, la paz comprada a un precio moral demasiado alto. Ésta es la doctrina del heroísmo y el martirio en contra de la de la 'annonía y la sabiduría. Es una doctrina inspiradora, audaz, esplén~ dida, pero también siniestra. Este último aspecto es el que me interesa enfatizar.
La conmovedora figura de Beethoven en su buhardilla, que sufre y crea en la pobreza obras inmortales, cede el paso en un momento a la de Napoleón, cuyo arte es la creación de estados y pueblos. Si la realización individual se plantea como meta final, ¿no podría ser que la transfonnación del mundo por medio de la violencia y la astucia fuera una especie de sublime acto estético? Los hombres poseen o no ingenio creativo; los que no, deben considerar que su destino, e incluso su gran privilegio es ser moldeados -y quebrados- por quienes sí 10 poseen. Así como el artista mezcla colores y el compositor sonidos, el demiurgo político impone su vo-
Richard Scheibe, figuro de bronce.
luntad a su materia prima -el promedio de los seres humanos, faltos de talento, ampliamente inconscientes de las posibilidades que se alojan en su interior- y le da la forma de una espléndida obra de arte -un estado o un ejército, o alguna gran estructura política, militar, religiosa o juridica. Esto puede implicar sufrimiento: sí, pero, al igual que las disonancias en la música, es imprescindible para lograr la armonía y el efecto total. Las víctimas de estas grandes operaciones creadoras deben hallar consuelo, y aun sentirse exaltadas al tomar conciencia de que de ese modo son enaltecidas a un nivel que sus propias naturalezas inferiores nunca habrian alcanzado por sí mismas. Ésta es la justificación de actos que, en términos de una antigua moralidad, podrían ser llamados interferencia brutal, imperialismo, aplastamiento y mutilación de seres humanos individuales para gloria de un conquistador, de un estado o de una ideología, del genio de la raza.
De aquí al nacionalismo radical yal fascismo hay sólo un paso. Una vez que se da por bueno el supuesto de que la vida debe semejar una obra de arte, de que las reglas que rigen la pintura o los sonidos también rigen a los hombres, que los seres humanos puede ser considerados "material humano", un elemento plástico para ser fOIjado a voluntad
por el creador inspirado, la noción del individuo como fuente independiente de ideales y metas -un fin en sí mismo- queda derrocada. Este temible desenlace deriva de los mismos supuestos que las virtudes románticas -el valor depositado en el martirio, la insolencia, la integridad, la consagración a los propios ideales- en cuyo nombre fueron quebrantadas las antiguas leyes universales. Las costumbres tribales -que pertenecen exclusivamente a los francos o a los lombardos, digamos, y que no se doblegarán ante el fondo común que comparten las tribus, el hombre y la civilización actuales, pasados y futuros- irrumpen como una fuerza violentamente quebrantadora en Occidente. Si los valores no se descubren sino que se hacen, si lo que vale para las artes (y quizás sólo para las artes) se aplica extensivamente al campo de las relaciones humanas, entonces cada inventor debe tratar de lograr su invención propia, cada visionario de imponer su visión propia, cada nación su meta propia, cada civilización sus propios valores. De aquí, la guerra de todos contra todos, y el fin de la unidad europea. Las fuerzas irracionales se han colocado por encima de las racionales, dado que lo que no puede ser criticado o es inapelable resulta más atractivo que lo que la razón puede analizar; las fuentes oscuras y profundas del arte , la religión y el nacionalismo, precisamente porque son oscuras y resisten el examen distanciado y se desvanecen bajo el análisis intelectual, son veneradas y adoradas como trascendentes, inviolables y absolutas.
Puede replicárseme que, después de todo, la industrialización que surgió a la par y como elemento del nacionalismo no es una fuerza quebrantadora sino integradora, y que tanto el comercio como la industria rompen las barreras nacionales, unifican . Sin embargo, históricamente esto está lejos de ser verdad. La revolución industrial sublevó y armó a las clases medias conscientes de su nacionalidad, y las enfrentó a. las élites cosmopolitas gobernantes en Europa. El nacionalismo se alimenta de la industrialización, pero no la precisa para su desarrollo. Después de 1914, después de Hitler y Nasser y del despertar de África, después de otros acontecimientos menos esperados -como el surgimiento del estado de Israel y la rebelión en Budapest- , ¿qué observador coherente podría seguir sosteniendo la antigua tesis de que el nacionalismo es una consecuencia lateral del ascenso del capitalismo, y que decaerá con su decadencia?
Traducción de Jaime Moreno Villarreal
Biblioteca de México
IRatón Pero dejemos por un instante las aventuras y desventuras del rat6n, y vayamos a estos mensajes, de los que número a número suelen interrumpir el recuento (auto) biogr6fico.
Nuestro gran (y no es licencia poética) amigo, Augusto Monterroso, que nos ha acompañado ya en varias revistas, inici6 su colaboraci6n en ésta con unos dibujos de colegas y otros animales na menos fant6sticos. Los mismos que se expusieron con anterioridad en la Biblioteca de México propiamente dicha. Después, Tito viaj6 a España, a fin de protagonizar una merecida Semana bibliogrófico en honor suyo. Y otro amigo y colaborador de nuestra revista, José Balza, recibi6 el Premio Nacional de Uterotura de Venezuela.
Desde el delta del Orinoco hasta la ciudad de San Bias, S. B., se festejan estos triunfos de la buena literatura.
Aparte casos como el de Gabriel Zaid, el interés de los escritores en los altibajos burs6tiles es reducido; si bien a cualquiera le afecta un erad absoluto, s610 los multimillonarios (o billonarios si se contabilizan en pesos mexicanos) accionistas tiemblan con la frenético griteria de los corredores de Wall Street. El otro dra, sin embargo, al revisar El Pals dimos con una nota curiosa en la secci6n dedicada a la bolsa: Wittgenstein y los abuelos. .Una contribuci6n de la filosofra analrtica al entendimiento burs6til' Nada de eso. El an6nimo responsable se conformaba allr con denostar al profesor vienés: "La insufrible pedanterra del autor del rradatus logieo-philosophieus no podrra disimular lo limitado del contenido de su proposici6n, que nuestros abuelos sabran expresar de (sic) forma m6s gr6-fico: 'no hay m6s cera que la que arde"'. .De modo que de eso trata el rradatus9 Ilngenuos de quienes crermos que en el inusitado comentario financiero habra algo m6s que semejante perla de erudici6n costumbristal
Quiz6 la hegemonra de la sociedad de mercado exija que los expertos de la bolsa conviertan la filosofra en moneda corriente. No serra de extrañar, entonces, dicho sea sin mala leche de rata, que la secci6n de Economra de El Pals resucitara otras "frases de los abuelos". Para el
alma desocupada Enrique Vila-Matas (Barcelona, 1948) es una de las voces más originales de la nueva narrativa española. En los relatos, una imaginación radical, excéntrica, opera con elegante eficacia: la fábula se compromete con la inteligencia del ensayo. Vila-Matas ha hecho de la discusión de la cultura una de las más ricas formas de la invención.· Algunos de sus libros: Impostura, Historia abreviada de la literatura portátil, Una casa para siempre, Suicidios ejemplares.
Está oscuro todavía y sólo las blancas maderas de la ventana de este dormitorio despiden un leve resplandor que Benito Robles contempla con cierta fijación, inmóvil en la cama, escuchando la profunda y acompasada respiración de su mujer, que todavía duerme.
- ¿Me oyes, OIga? -susurra. No obtiene respuesta, tampoco
está claro que andara buscándola. Vuelve a mirar las blancas maderas. Un día más, se dice Benito. No, ahora que lo pienso, no es exactamente un día más, hoyes primero de mayo, ya no me acordaba, la Fiesta del Trabajo, me había olvidado. Eso piensa mientras evoca el día en que
se instaló aquí en Meudon, junto a las fábricas de la Renault, muy cerca de París.
Los primeros años del exilio político fueron difíciles, y lo más duro de todo no saber si algún día podría regresar. Empleaba todo su tiempo libre -que, por cierto, no era precisamente mucho- en envidiar a los exiliados voluntarios, esos señoritos que, cuando él iba a París, veía sentados en las terrazas de los cafés del Barrio Latino y que, en cualquier momento, podían regresar a España si ese era su repentino antojo o nuevo capricho.
¿ y si el destino le había deparado vivir para siempre en un lugar que no era su país? Confiemos en que no sea así, se dice ahora Benito . Confiemos. Uno puede sentirse extranjero en su propia tierra yeso no es tan grave como ser extranjero permanentemente en otro país. Eso sí que es realmente grave, se dice ahora Benito mientras vuelve a fijarse en el tenue resplandor de las maderas de la ventana de este dormitorio en el que ahora la acompasada respiración de OIga comienza a puntuar la dolorosa evocación de los años de exilio forzado a causa de ese temor que le entró en el instan-
Biblio:eca de México
te mismo en que comprendió que no sería nada extraño que acabaran acusándole de haber puesto una bomba en El Pensamiento Navarro . Un temor más que justificado, pues Benito había colocado esa bomba. Todavía ahora se sorprende de su sangre fría al depositar el artefacto en un lavabo del periódico y dirigirse a continuación a la Plaza del Castillo -el nombre de esa plaza le traía siempre vagas resonancias de su pueblo natal, Valderrobres, con su imponente castillo presidiendo el valle de Matarraña-, donde compró una revista, pidió una cerveza bien fría, pensó fugazmente en su padre que había sido bombero toda la vida, pensó amargamente en la condición obrera, bebió un trago de cerveza, desplegó la revista y se quedó aguardando, con toda la flema de este mundo, a que de una vez por todas volara por los aires El Pensamiento Navarro, y cuando eso sucedió cerró tranquilamente la revista que fingía leer, apuró la cerveza y se dirigió, con paso reSignado, hacia el siempre enigmático horizonte del exilio más puro y duro. Desde entonces -y lleva así doce o catorce años, ya no lo sé muy bien, creo que he perdido la cuenta- se
dedica a esperar aquí en Meudon a que muera el dictador.
Hace cuatro meses voló por los aires el coche de un almirante que aplaudía al tirano con singular entusiasmo de comunión y misa diaria, y él pensó entonces que se abrían nuevas perspectivas para los exiliados, pero no ha sido así en absoluto y las esperanzas de Benito se han ido difuminando con la misma lentitud con la que ahora las maderas blancas de la ventana de este -me atrevería a decir que dramático- donnitorio empiezan a diluirse en la luz difusa de la mañana de este primero de mayo.
No tarda en oír los primeros ruidos de la casa que despierta. Una puerta que se cierra con estrépito, unas pisadas en la escalera, una puerta que se abre, alguien que tose jadeando, se abre un grifo, el agua suena en la cañería, y es como si las paredes de la habitación munnurasen. Quizá han abierto otro grifo, piensa Benito. Los grifos son siempre los primeros en despertarse del todo. Por la cercana carretera pasa un coche, en dirección a París. Luego pasa un camión, y Benito lo imagina -aunque sabe perfectamente que eso no es asílleno de proletarios y banderas rojas. Quiere calcular cuánto tiempo suena el grifo, pero se interrumpe al recordar el espléndido sueño que acaba de tener a lo largo de una de las noches más completas de su vida.
-Qué pena que desperté -le susurra a su mujer.
OIga se revuelve en la cama, pero apenas reacciona, y vuelve a la respiración profunda y acompasada. La luz de la mañana entra ya en el donnitorio con cierta autoridad, y Benito se entretiene contemplando los colores de los cuadros que un día él colgó ante su cama. Rojo y negro sobre un gris de niebla, el azul del Neva, el verde grisáceo del mar, el bennellón de los palacios, el bronce de la fiebre de un santo jinete que fundó la ciudad, las callejuelas grises, el blanco tan eléctrico de la Avenida Nevski, las banderas rojas. Leningrado.
-Qué pena que desperté -dice en un tono de voz algo más elevado que antes.
OIga se despereza lentamente. -¿Algún sueño agradable, Beni
to? -le dice al poco rato. - ¿Agradable? No lo puedes ni
imaginar. Yo era ojeador. Secretario técnico. Tenía mucho trabajo, muchísimo. Y, además, estaba en España. Era el ojeador más activo del Deportivo de la Coruña. Mucho trabajo y ni un minuto de respiro. Un sueño.
- Tú mismo lo has dicho. Un sueño.
-Sí. Pero un sueño fantástico .
- ¿ Y puede saberse qué es un ojeador?
La mira como diciendo tú siempre en el limbo querida. Pasa otro camión, y Benito lo imagina -sabe perfectamente que no debe ser asírepleto de pastores y rebaños. Ella da un suspiro y salta de la cama, se desprende del pijama verde, se dirige al lavabo. Él se muestra como ofendido por el escaso interés que ha despertado su espléndido sueño laboral.
No estamos en África -ya he dicho que esto es Meudon- , pero lo cierto es que la cama está protegida por un mosquitero, un ridículo -aunque muy entrañable para mí- capricho de OIga. Digo muy entrañable porque yo soy el mosquitero. O mejor dicho, digamos que soy el mosquitero, porque si tengo que decir la verdad no tengo ni idea de quién soy, no la he tenido nunca. Pero no puedo ser muchas cosas más, ya que si de algo estoy seguro -y bien que lo lamento- es que no veo más allá de las cuatro paredes de este dramático donnitorio. Lo que sucede afuera de este cuarto no entra jamás dentro de mi campo de visión y ni tan siquiera se escucha. Al parecer, lo que sucede fuera de este donnitorio no es de mi incumbencia. Puedo imaginarlo, pero nunca lo contaría, puesto que sería como contar algo inventado . Así pues, mi punto de vista es ciertamente modesto y limitado; podría ser perfectamente, por qué no, el del mosquitero, de modo que digamos que lo soy, soy el mosquitero, lo que no me impide -por muy satisfecho que ahora esté de tener una identidad- hacerme una sencilla y creo que lúcida pregunta: ¿Cuándo se ha visto un mosquitero en Meudon? Estas cosas son para donnir en África, no junto a las fábricas de la Renault, pero en fin , sobre gustos no hay nada escrito y, además, no voy ahora a echar piedras contra mi propia existencia y tejado y a exigir mi supresión de la entrañable casa de OIga y Benito, de modo que me callo.
No tardaré en callanne del todo. Cuando llueva lo haré. Falta po'co, porque pronto caerá un aguacero. Cuando eso ocurra, una bandera roja se mojará y su color ligeramente se desteñirá. Y esta historia habrá entonces tenninado. Dentro de unos minutos, OIga y Benito saldrán a la calle, y entonces se pondrá a llover. Estoy seguro de que será así. Siempre llueve cuando ellos se van. Se desteñirá el color rojo de su festiva bandera. Yo no podré verlo, porque eso ocurrirá ya fuera de la casa y mi punto de vista es limitado; es el punto de vista del más humilde mosquitero de Meudon. Pero sin duda lloverá. Fantasearé entonces a gusto especulando en torno
Biblioteca de México
EI}latón idealismo de Berke!ey: "ojos que no ven, coraz6n que no siente"; el existencialismo de Sartre: "a lo hecho, pecho"; la ética de la responsabilidad de Hove!: "tanto peca el que mata la vaca como el que le sostiene la pata". O como alegaban otrora los intelectuales en Friburgo; "Heidegger pero contentos".
A prop6sito, el reportero aquel, capaz de identificar la filosofra de Occidente con el Refranero de Bada;oz, permanece todavía en el anonimato, aunque sospechamos que muy pronto apareceró en una pelfcula de Almod6var. Al borde, por ejemplo, de una crisis de nervios.
Hay que reconocerlo: nuestro epónimo ratón acostumbra dormir siestas de monje benedictino. "La siesta es la balanza del día", opina entre bostezos. A diferencia de sus parientes de laboratorio, cuando no lee o piensa o expone, duerme a pierna suelta, sin problema de horarios. Quizó por eso se asombra tanto de la actividad ajena y -filólogo al fin- ha creodo el neologismo "trabajólico" como equivalencia de worlcoholic. La verdad es que su espíritu refinado admira sobremanera a los "trabajólicos" que animan nuestra cuhura. Entre ronquido y ronquido, el ratón elogia a los incansables. Vicente Rojo ocupa un lugar de primera fila en su admiración: en 1991 Vicente Rojo presentó tres exposiciones sin descuidar su copiosa producción como diseñador grófico. Entre muchas otras cosas, creó el cartel para la Feria del libro de Frankfurt que en este 1992 estaró dedicada a México. Por coda siesta de nuestro rat6n, Vicente despacha una obra de arte.
Ya lo dijo Eliot: bautizar a un gato es toreo difrcil y asunto peliagudo. Sin embargo, al señalar el problema, el poeta brindó una involuntaria solución. La gente renuncia mós fócilmente a su ingenio que a su afón de ostentar lecturas; de ahí que tantos siameses se llamen T. S.
Guillermo Cabrera Infante, notable bautizador (o bautista) de libros, no se desvel6 en encontrar el nombre de guerra de su gato: OHenbach . • Un gato musica" En cierta forma: maullaba tan feo que "ofendía a 8ach".
Todo parece indicar que así para los gatos como para los porteros, hace falta un nombre sugerente. Cuando a un niño le ponen "Olaf" o "Ataúlfo" ya se adivina en él un salto de guardameta.
a lo que pueda estar pasando fuera de la casa. Pero ya no podré contaros nada más. Especularé, inventaré en riguroso silencio. Dicen que la fantasía es un lugar donde siempre llueve.
Aunque no llego a ser ni tan siquiera un pobre ciudadano anónimo, me gusta contar lo que sucede en este dramático dormitorio de la periferia de París. Me gusta mucho contarlo, me entusiasma este trabajo que me he buscado yo mismo para no aburrirme, para no desesperarme. Adoro, además, al trabajo en general. Trabajar es el mejor corcel, la mejor carroza para escapar de la vida. Trabajar, trabajar y trabajar. En eso soy idéntico a Benito, que es un fanático de lo laboral. De niño, en ese pueblo mágico de Teruelllamado Valderrobres, su madre le inculcó un profundo amor al trabajo. El trabajo lo es todo, solía repetirle la madre cada noche a la sombra del enigmático castillo del pueblo mientras le mostraba, a través de la puerta abierta de una casa, la digna figura de un calderero que , sentado frente a su trabajo y en gesto que parecía infantil, golpeaba sistemáticamente con un martillo.
Adoro el trabajo y si no hago nada caigo de inmediato en el comprensible desasosiego que me produce mi penosa condición de mosquitero adquirido en la primavera africana de unos almacenes de París . De la angustia sólo me salva este trabajo de transcripción de lo que ocurre en este dramático dormitorio . Trabajar, trabajar y trabajar. Es lo único que realmente interesa. Escapar al vacío. Golpear incesantemente con un invisible martillo. Y dejar que cuando OIga y Benito se vayan a esa manifestación de primero de mayo, llueva en silencio sobre la gasa salvaje de mi imaginación .
- ¿No quieres saber qué es un ojeador?
OIga, que ya está en el lavabo y se esta colocando un gorro para la ducha, no oye nada.
- ¿Me oyes, OIga? Pasan dos camiones por la carre
tera que va a París. Se produce en la escalera un fugaz aumento de la danza de los grifos.
-Agua de mayo -le grita ella, feliz al abrir el grifo de la ducha.
-No puedo oírte , grita más. A través de la puerta abierta del
lavabo puedo ver cómo OIga, tras el primer chorro de agua caliente, se queda mirando, a través de la angosta ventanilla del lavabo, las nubes que se han amontonado sobre las colinas, al otro lado del valle y de las fábricas Renault. Se pellizca la barbilla, sale de la ducha, silba su mambo preferido, se viste con un traje rojo y regresa al cuarto.
- Yo tenía mucho trabajo en el
sueño -dice él- o No podía parar de observar jugadores juveniles y aficionados. Y no paraba de redactar detallados informes de todas las promesas de nuestro fútbol. Del nuestro, OIga. Porque estaba en España.
Ella le sonríe. -Me gusta verte contento, Be
nito. -Era un trabajo inagotable, un
trabajo en el que no te puedes permitir ni un solo respiro, pero ya sabes que a mí eso no me disgusta .
- Ya. Estabas encantado de tener tanto trabajo.
-Claro. Un trabajo que me gustaba y que, encima, me pagaban. Me lo he pasado muy bien en ese sueño.
-Estoy contenta por ti . - Tú también salías en el sueño.
Me acompañabas a todos los estadios, me señalabas detalles técnicos de alguna joven promesa. Yo era feliz comprobando cómo cuatro ojos ven siempre más que dos . Además -se queda unos segundos reflexionando-, era un trabajo de verdad.
-Bueno -se ríe Olga-, todos los trabajos son de verdad. ¿Qué has querido decir con eso?
- Un trabajo que le permita a uno lucirse. Las estrellas -prosigue Benito , cada vez más trascendente- siempre lucen, y el ojeador, que no es más que un descubridor de estrellas, se luce cuando encuentra una.
- ¿ Y ser carpintero no te permite lucirte?
- Pues claro que sí. Es otro trabajo de verdad.
Yo sé que Benito, que está obsesionado con el trabajo , se ha esforzado toda la vida en ser un escrupuloso artesano. Lo fundamental, para él, es justificarse ante la muerte con una tarea bien hecha. Todos los trabajos que le permiten a uno realizar una obra bien hecha le interesan . En realidad, le gustaría tener muchos trabajos al mismo tiempo.
-Si pudiera -dice- compaginaría de buen gusto el trabajo en la carpintería con el de ojeador.
-Eres un exagerado . Últimamente no sé cómo te lo haces pero hasta en sueños consigues trabajar. Y me hace gracia.
- ¿El qué te hace gracia? -Pues, por ejemplo, me hace
gracia que sueñes con tantos trabajos precisamente el día en que se celebra la Fiesta del Trabajo.
Al recordarle que es primero de mayo, Benito queda abatido, su rostro se ensombrece . Se produce un silencio cargado de tensión, ya me imagino yo por qué.
-Me gusta mi trabajo -dice finalmente él, tratando de romper la tensión- o Me encanta el perfume de la madera bajo la paja, el canto de la sierra, los golpes del martillo.
Biblioteca de México
Las jornadas pasan como un rayo en la carpintería.
Lo ha dicho con toda la melancolía de este mundo, y es evidente que este fanático de lo laboral desearía estar ya en su querida carpintería. Este hombre se parece en todo a mí, en todo salvo en las ocupaciones que nos atraen a cada uno y que son muy distintas, pues mientras para él la vida carece de sentido si no está en la carpintería justificándose ante la muerte con una tarea bien hecha, para mí que él esté en su lugar de trabajo representa un completo fastidio al impedirme transcribir lo que en este dormitorio sucede, es decir, el hecho de que él trabaje me deja a mí en la estacada, me arroja con su maldita obstinación carpintera al vacío de la existencia o, lo que viene a ser lo mismo, no sólo me deja a solas con mis fantasías increíbles bajo la lluvia sino también en el hueco mismo de la desolación más odiosa, iba a decir ociosa.
-No sé por qué -dice Benitonunca hay un sueño c0Il!pletamente redondo, perfecto, satisfactorio en alto grado. Nunca. El que acabo de tener era magnífico, pero tenía su punto negro.
-Bueno -dice ella- , espero que no fuera muy negro.
-No. No demasiado . Pero la verdad es que me ha contrariado mucho. Uno de los jugadores que yo descubría fichaba por el primer equipo del Deportivo, pero al empezar la temporada me comunicaba su decisión de abandonar el fútbol porque no deseaba privaciones con tan sólo diecinueve años. El jugador me decía que comenzar de nuevo la temporada le parecía insoportable. Y lo que más me ha contrariado es que ese jugador era precisamente mi mayor descubrimiento.
-No es nada, Benito. Sólo es un sueño. ¿Por qué te vas a preocupar? Además, no a todo el mundo le gusta trabajar.
-Insoportable -repite Benito, hundido en las más serias cavilaciones mientras se levanta lentamente de la cama.
OIga, junto a los cuadros de Leningrado, le obsequia con una amplia sonrisa y, en su intento de que él deje de preocuparse, desvía el tema.
- ¿Sabes que yo también he tenido un sueño que era del estilo del tuyo? -le dice.
- ¿Ah sí? - En mi sueño yo era manicura
de una gran peluquería del centro de París. Todo el mundo reclamaba mis servicios, y yo era completamente feliz. Era, además, muy lista e inteligente en el sueño. Algo así como lo que nosotros entendemos por un cerebro. Sí, era un verdadero cerebro. Tenía preparada de an-
temano una conversación diferente con cada uno de los clientes. De economía con el señor Dupont, de política con el señor Morand, de navegación con monsieur Blanchard. ¿No te parece maravilloso? También yo tenía mucho trabajo en el sueño.
-Demasiado -le contestaba él- o Demasiado trabajo y demasiados señores. Has logrado que ahora me sienta celoso.
-iVaya! No contaba con eso. Yo creía que ibas a sentirte orgulloso de que supiera hablar con todo el mundo. Además, tú eras uno de esos clientes. No vayas a creer que te había expulsado de mi sueño.
-iOh, gracias! ¿Y qué hacía? Díme, ¿qué hacía? ¿Me dedicaba a hacer cola para poder verte?
- En el sueño yo había previsto que, cuando llegara tu turno, hablaría contigo de tus dos trabajos y de tu afición al trabajo en general.
- Muy bonito. Pero no lo entiendo. Cuando has soñado todo eso no sabías que yo tenía un trabajo de ojeador. En otras palabras, no sabías que yo tenía dos trabajos.
- ¿ Y no te he dicho que tenía previstas de antemano todas las conversaciones con los clientes? ¿Y cuál podía ser, para mí, más fácil de preveer que la tuya? ¿O es que no te acuerdas ya de la cantidad de veces que durmiendo a tu lado m e he enterado del sueño que estabas teniendo?
-Pero bueno. ¿Y cuándo ha ocurrido eso?
-Muchas veces. Además, en mi sueño tú eras un hombre con dos trabajos, y nada más. ¿Comprendes? En qué consistían esos trabajos yo no lo sabía exactamente . Sólo sabía que tenías dos trabajos. Que eras carpintero lo he sabido al despertarme.
- Te estás riendo de mí. -No. No me entiendes. Nunca
he tenido tan claro como en ese sueño lo que tú en realidad eres.
- ¿Y puedo saber qué soy? - Un hombre con dos trabajos. - Un hombre con dos cabezas
-dice, y hunde la suya en la almo-hada. Comienzan a caer las primeras gotas de lluvia, pasan camiones. OIga va a peinarse ante el tocador de segunda mano.
-Sí. Veo que te lo has aprendido de memoria. Un hombre con dos cabezas. No me cansaré de repetírtelo . Y con dos trabajos, tantos como mujeres hay en tu vida. Tu madre y yo. A ver qué día te quedas sólo conmigo.
No creo equivocarme si digo que OIga está tratando, una vez más, de cuestionar la para ella excesiva afición de Benito por el trabajo. Son muchas las veces que he presenciado cómo OIga trata de hacerle ver que toda esa obsesión por lo labo-
ral procede de la negativa influencia que en él ejerciera su madre al educarle en la idea del trabajo como única felicidad posible . Para OIga, su marido sigue viviendo en la infancia, pues en su personalidad pervive el gesto infantil de aquel calderero de Valderrobres que golpeaba incensantemente con su martillo. Aquel calderero que la madre, maestra del pueblo, le mostraba todos los días de la forma más excesiva del mundo .
Toda la vida de Benito se resume para OIga en la imagen de un sombrío y enigmático castillo templario del valle de Matarraña en cuyos muros la figura de la madre habría ido engendrando las sombras chinescas de un fut uro trabajador modelo. Madre posesiva y comunista, padre bombero y retirado y sin discurso, castillo en brumas y un destino duro de trabajador puro componen para OIga los trazos que configuran la personalidad de Benito.
-Lo que sucede -dice Benito después de darle ciertas vueltas al asunto- es que a ti te gustaría trabajar en el centro de París. A ser posible en los Campos Elíseos . Nunca te has sentido cómoda en Meudon. Eso es lo que pasa.
- ¿ Y tú no te has hecho ojeador para poder vivir en España?
- Yo no me he hecho ojeador -protesta Benito y, sin darse cuen-ta , está a punto de darme un manotazo.
OIga entonces se le acerca lentamente y le aprieta con cariño la punta de la nari z. No tardan en reconciliarse .
- Me gustaba lo de ser manicura -le dice- , pero sólo en el sueño. Imagínate qué pesadez ir cada día a los Campos Elíseos y no poder ayudarte en la carpintería. También a mí me encanta el perfume de la madera bajo la paja , el canto de la sierra, los golpes del martillo . Soy feliz en la carpintería, y tú bien que lo sabes. Lo sabe aquí todo el mundo. No hay nadie en Meudon que no sepa que trabajamos incluso los domingos, todos los domingos.
-Sí, pero me parece que no acaban de comprendernos -dice Benito cabizbajo.
Se refiere , supongo, a que en Meudon a él le llaman el japonés. OIga siempre ha sostenido que, en el fondo, es un apodo cariñoso que , además, beneficia al negocio pues les va creando una fama de gente intachable y eficaz .
-Bueno -dice OIga claramente dispuesta a no seguir hablando del asunto-, recuérdame al volver que debo llevar algunas cosas a la lavadora.
-Al decir esto, creo que me ha mirado. Casi lo juraría. También Benito me ha dedicado una furtiva mirada. Yo creo que él me percibe. A
Biblioteca de México
E!Ratón Los perros, en cambio, reciben nombres tan mudables como los humores de sus amos, desde el can6nico Fido hasta el comestible Póprika, pasando por el metafísico Origen. O el agrario y obsoleto E;ido.
En parte, la literatura existe por los perros. Cuando Ulises desembarca, al fin en tierra propia, s610 Argos lo re~onoce. Acaso pensando en su querido Ayax, Bioy Casares escribi6 el relato "Los afanes", donde el personaje inventa un alambre cuya única virtud es crear la ilusi6n de que un perro estó cerca. En ocasiones, no basta con la proximidad; el perro se convierte en el centro de la trama: Flush, de Virginia Woolf o Sirio, de Olaf Stapledon.
(Tanta literatura y tan pocos apodos atinadosl; ciertos nombres perrunos de plano equivalen al Cave Canem que aún se lee en los mosaicos de Pompeya. Cuando el amo avisa "ahí viene Demonio" mós vale tener cuidado.
Quizó le divertirla a Chejov saber que los nombres de sus personajes han ido a dar a algunos collares antipulgas. La gente mós disímil se ha valido del autor de "La dama del perrito" para designar a sus cachorros. En el número de octubre de la no siempre frrvola Vanity Fair, el dramaturgo irlandés Brian Friel revela una insospechada semejanza con Jessica Lange, la rubia que fue famosamente atrapada por la mano de King-Kong: ambos han nombrado a sus perras Masha, como la segunda de las Tres hermanas. Las malas lenguas no han dejado de mencionar que Misha Barishnikov es el segundo de los tres esposos de la Lange.
" , y los ratones qué?", pregunta mós melanc61ico que nunca el distinguido lingüista inquilino de la Biblioteca de México. ",Nadie nos bautiza en ruso?" El perro siberiano de peor pelambre confía en llamarse Vladimir, o de perdida Vodka, pero no hay rat6n que se llame Sputnik. Ni siquiera los caricaturistas han bautizado en grande a los comequesos: Jerry o Miguelito, francamente no sirven ni para el arranque.
Los gatos tienen' nombres únicos y los perros infinitos. Los ratones apenas si son nuestros tocayos. El que habita esta columna suele asumir varios nombres; curiosamente, todos provienen de nuestro sumario.
Caricaturo autógrafo de Vilo-Motos.
menudo, cuando sale por la puerta, mira hacia atrás y me dedica un silencioso saludo de despedida. Yo creo que siente deseos de hablarme . Naturalmente, si algún día se decide a hacerlo me tratará -el presumible, sólo presumible, diminuto tamaño de mi cerebro será tal vez el motivo- como a un niño.
-Bueno -me dirá-, ¿cómo te llamas?
-No lo sé. - ¿Y dónde vives? -Aquí en este cuarto. Yo sólo
veo esto. Eso le diré y me reiré; claro que
será una risa un tanto peculiar, la risa de alguien que no tiene pulmones.
Ahora quien se ríe es OIga. Se ríe porque Benito le ha vuelto a preguntar por milésima vez en pocos días por qué si a ella también le gusta tanto la carpintería anda siempre criticándole su obsesión por el trabajo .
Se ríe pero de pronto cambia la expresión y se queda muy seria y pensativa, mordiéndose los labios. Benito tiembla. Se da cuenta de que podría haberse ahorrado la pregunta. Cuando su mujer piensa y se muerde los labios, una tormenta se avecina. Benito tiembla porque sabe que ella no tardará en hablarle con toda claridad y crudeza, es decir, con su característico y brutal estilo telegráfico .
- Tu cuerpo está siempre ocupado -le acaba diciendo Olga- . Del trabajo a la cama y de la cama al trabajo . Admirable. Muy bien en la cama . Muy bien en el trabajo . Obra siempre bien hecha. Orgulloso se ve al japonés de Meudon cuando la termina. Oficio, señores, aquí hay alguien con oficio . Todo siempre perfecto . Hombre incansable, hombre admirable , hombre trabajador hasta la médula. Incluso cuando duerme. Sueños impecables, sueños rectos, sueños de trabajo. Siempre ocu-
pado el cuerpo. Me pregunto si también el alma. Yo diría que no. La veo totalmente desocupada. Trabajas sin descanso para evitar que te llegue un segundo en el que no tengas nada qué hacer y entonces se te ocurra pensar. Movilidad frenética de tu cuerpo . Inmovilidad de tu mente . Vergonzoso vacío interior. Eres un alma desocupada.
El silencio más tenso de los últimos tiempos en este dramático dormitorio.
-No lograrás cambiarme -dice finalmente Benito, oponiendo cierta resistencia con su ánimo ausente .
-Ni lo intento. - ¿No te acuerdas del día de la
huelga general? La gente que no trabajaba iba de un lado a otro como perdida, desconcertada, sacando a pasear niños y perros. Hubo más suicidios que en todo el resto del mes. Había mucho ruido en los bulevares y estaban, sin embargo, algo más silenciosos que de costumbre. Vi a un individuo que andaba tan ocioso como angustiado, enderezando cosas sin sentido, con un bolígrafo en la boca. ¿Sería el dueño de un restaurante o el encargado? El caso es que lo seguí. Se agarraba con un dedo al marco de las puertas. No sabía qué hacer. Le dejé en un banco mientras se hurgaba la nariz .
-Bueno, acaba de vestirte -le ordena ella.
- Por eso no me cansaré de repetirte que lo único que podemos hacer es justificarnos ante la muerte con una obra bien hecha.
-Mira, tu madre te influyó negativamente, y tú no eres capaz de aceptarlo. La pobre mujer tenía sus cosas buenas pero, por lo general , te desgració. Lo único bueno fue que te enseñó a ser solidario con las desgracias del pueblo llano, pero por lo demás te desgració, tal vez para que fueras un seguro solidario de las desgracias de los otros.
-No me importa que me llames desgraciado. Después de todo, lo soy.
- Venga. Acaba de vestirte de una vez.
-No está bien que hables así de mi madre . Hay cosas que no hay que descuidar.
- ¿Qué no hay que descuidar? Benito queda pensativo. -Anda, dáte prisa -dice ella-o
¿No ves que nos esperan en París? Corre . No te pongas a pensar ahora precisamente.
-No hay que descuidar, por ejemplo, la emoción ante un botón que ha cosido otra persona. Le estoy agradecido para siempre por esos botones que ella me cosió en la infancia.
-Bueno, veo que tu alma no está tan desocupada, pero por favor acaba de vestirte.
Biblioteca de México .,
-Te crees superior a mí. ¿No es eso?
- A veces me haces gracia. Te veo tan sumergido en el trabajo que me doy cuenta de que a ti puedo decírtelo todo.
-¿Todo? -Sí. Estás tan absorto en tu
trabajo. - Pues ahora precisamente no lo
estoy. - Termina de vestirte . - Te crees superior a mí. ¿No es
eso? Crees que tu alma está ocupada porque trabajas menos que yo. Anda vístete, me vas diciendo . Yo no tendría que desnudarme para reflexionar.
-Yo sólo sé . - Yo sólo sé que hay días en que
uno preferiría estar muerto . Cada año cuando llega esta maldita fecha, por ejemplo.
La vivacidad con la que ahora discuten me lleva a pensar que en realidad hasta hace bien poco no se han despertado del todo. En medio de la vibrante discusión, se miran con ternura.
- En eso totalmente de acuerdo -dice Olga-. Y créeme que estoy desolada. No deberían existir días así. Cada año, cuando llega este día, comentamos lo mismo. Y es que yo no sé quién diablos inventó esta fecha. Trabajando vencemos al desafio de los domingos, pero con la Fiesta del Trabajo no hay quien pueda.
Él se pone su sombrero, se mira al espejo. Del armario que está frente a mí saca una vieja bandera roja.
- Ya estoy listo -dice. -Bueno, vámonos. Desde luego
qué pereza. Qué pesadez tener que ir ahora a los Campos Elíseos a manifestarse. ¿Por qué no podremos ir al taller como todos los días? Me va a entrar una angustia así de grande . Yo no sé quién inventó esta fecha.
-Seguramente el mismo que inventó los domingos.
- Era mejor cuando estábamos en España y nos manifestábamos con alto riesgo. Eso sí que exigía un esfuerzo, costaba un trabajo. Y, además, para qué engañarnos, estábamos en España.
Les veo marcharse . Me parece que Benito me dedica una furtiva -tal vez compasiva- mirada. Pasan camiones. Cierran la puerta del piso y les oigo bajar las escaleras. Al poco rato sus pasos son ahogados por el ruido infernal de los grifos. Oigo que cierran el portal de abajo y comienza a llover. Yo diría que llueve a raudales. Me parece que también soy yo un alma desocupada, sobre todo ahora que ellos se han ido. Una bandera roja comienza a desteñirse . Dicen que la fantasía es un lugar donde siempre llueve. Para no llorar me sumerjo desesperadamente en la invención.
JUAN SÁNCHEZ PELÁEZ
Aire sobre el aire Un caballo redondo entra a mi casa luego de dar muchas vueltas en la pradera
...... ".' ..... ... ~ ....... ' ....................., ..
..... r··~ un caballo pardote y borracho con muchas manchas en la sombra
;~ .... , .............. , ....... '1;'("" .. ..... l ~. . . ?lO' ~ -..:~'~
.'. ~ • ¿ '" y con qué vozarrón, Dios mío, ,~>' .... , o: " ......... :~<-.,
Yo le dije: no vas a lamer mi mano, estrella errante de las ánimas.
t\ ~ :¡
',.- .... " ... ; .... "~..... ,:' ..... .,.!....
" ".
'a_"
'. y esto bastó, No lo vi más. Él ." .' / ....... , ..
~;1~l~~~~ii~:k:::~~:a;·::;· _?~>w .,'t~:~///:::,:.::~~¡:···, '" César Moro, hermoso y humillado ~i, \. ..... ~,
a~~~:~~~:~~~#I:~::e~~me:tendidO '~}\ ... I':::I.'},.(;~··::···7~~.} el suelo se quedará aquí siempre, ancho y mudo .. .::. ") pero morir de la misma familia es haber nacido. ~:~. l::-
XII a Álvaro Mutis
Ápice y cima a ras de nuestro fin primero
procúranos refugio
y que nutridos por la piel del otoño se vayan entibiando nuestras casas y animales
y que no haya sino diafanidad de parte nuestra respecto al hombre o la mujer
ora pro nobis ave de buen augurio, ora pro nobis en tu niebla finísima y fija
ruega por nosotros mientras llegan las tardes sin color y abundan los inviernos,
\"..::
TATIANA BUBNOVA
¿Acaso soy verdadero, y algún día llegará la muerte?
aSIP MANDELSTAM
En ciertas memorias dedicadas a las épocas de las persecusiones estalinistas, épocas de fusilamientos gratuitos y monumentales obras conmemorativas del "socialismo triunfante" llevadas a cabo por los presos políticos, aparece el siguiente dato: algún encarcelado vio escritas en las paredes de la celda en que estaba confinado las líneas del poeta Mandelstam que aparecen en el título de este ensayo.
Osip Mandelstam, uno de los más grandes poetas rusos de este siglo, nació en enero de 1891. Una de tantas víctimas de las condenas por motivos ideológicos, Mandelstam, que de alguna manera había presentido la muerte que le tocaría -junto "con el montón y el rebaño", masacrado en "los tiempos de grandes muertes al mayoreo" (cf. Versos sobre el soldado desconocido)- murió en diciembre de 1938 en alguno de los campos de trabajo forzado en el Lejano Oriente soviético. Sistemáticamente marginado por el régimen soviético -en realidad, tan sólo porque no le gustaba cantar en coro e insistía en tener opinión propia-, desaparece definitivamente "como un gorro metido en la manga de la sofocante pelliza de Siberia" (parafraseo su poema El lobo) por haber escrito (y leído a algunos amigos) un poema en contra de Stalin. En adelante prefiero no detenerme, si no es del todo indispensable, en la biografia política de Mandelstam; en cambio, quisiera intentar un elogio del poeta.
Mandelstam era poeta de Petersburgo. Creció, se educó, se formó en aquella ciudad -que hasta 1918 fuera capital de Rusia-, y algunas particularidades de su perfil artistico parecen estar relacionadas de alguna forma con ella. Su primer libro, Kamen' (Piedra), publicado en 1913, destacó en el medio literario del "siglo de plata"1 por su marcada originalidad y, quizás, por un gran número de hallazgos aislados, en general inusitados en un libro primerizo, aun cuando su valor no fuera homogéneo. El título, cuyo origen el autor posteriormente revelaría como una deuda con F. Tiutchev2,
pero aún más el contenido evocan la armonía arqui-
1 Así suelen llamar al período del extraordinario florecimiento cultural, en Particular literario, de la Rusia de principios de este siglo, en contraparte al "siglo de oro" que "corresponde al primer tercio del siglo XIX. El "siglo de oro" produjo a Baratynsk1, Batiushkov, Zhukovski, Pushkin, Lérmontov, Gogol, entre otros; en el "de plata" destacaron Blok, Briusov, Balmont, Biely, Kuzmín, Maiakovski, Gumiliov, Ajmátova, Mandelstam, etc.
2 Poeta ruso (1803-1873). En el artículo "El amanecer del acmeísmo", publicado en 1919, Mandelstam cita de la siguiente manera a este poeta: " . .. La piedra de Tiutchev que 'al caer de una montaña, reposa en un valle, desprendida por sí misma o impulsada por una mano pensante', es la palabra".
tectónica de Petersburgo (no me refiero a ninguna determinación temática) . La perfección clásica de los metros de Mandelstam (introdujo algunos, de uso muy dificil, pero de cadencia novedosa y bella), la selección de las imágenes, la poetización del espacio abierto y del impulso ascendente desplegado en el dinamismo métrico, cobran sentido en relación con el entorno que el poeta tuvo presente al escribir su libro qtle, sin duda, lleva una impronta simbolista, corriente todavía dominante en la época de su escritura.
Si la palabra es piedra impulsada por mano racional o lanzada al azar, las agujas pétreas de ciertos edificios que son emblema de Petersburgo se divisan detrás de las imágenes del joven poeta:
Odio la luz de las monótonas estrellas. Te saludo, mi antiguo delirio: ¡el impulso de una torre ojival!
Que seas encaje, oh piedra, hazte tela de araña: hiere con tu fina aguja el pecho vacío del cielo.
Ya llegará mi turno: la fuerza del ala siento. Lo sé; pero ¿adónde llegará la flecha del vivo pensamiento?
O, tal vez, he de volver, al agotar mi ruta, mi tiempo: allá, no pude amar, aquí, de amar tengo miedo ...
1912
El crítico Clarence Brown señala que en la obra primeriza de Mandelstam, dentro de su parentesco general con la estética art nouveau, hay "una temperatura extraordinariamente baja y una inmovilidad que a veces linda con una estasis manifiesta". La escritura del primer Mandelstam, "maestro en describir el vacío, la ausencia, la virtualidad, el silencio", puede ser comparada con la poetización del vacío que se percibe en las pinturas de Andrew Wyeth, según Brown3. Con las semi-tonalidades y la palidez cromática, en cierta medida relacionadas con la poética del simbolismo ruso
3 Clarence Brown, "On reading Mandelstam", en Osip Mandelstam, Collected Works, 3 ts., Inter-Language Literary Associates, 1967, t. 1, p. IV.
Biblioteca de México 14
(pero tómese en cuenta que Petersburgo es una ciudad de colorido pálido), y con esta visión de un Mandelstam inmóvil, en parte acertada, contrasta la energía de sus ritmos e incluso la de algunas imágenes, como la del lanzamiento visual ascendente de una estructura ojival en el poema citado. Además, la reflexión sobre la naturaleza de la palabra y la fonnidable seguridad del derecho sobre ella singularizan el primer libro del poeta. "Sigue siendo espuma, Afrodita, / palabra, vuelve a la música" : esta idea del origen de la palabra poética, ciertamente de estirpe simbolista, se desarrollará a fondo en la obra posterior de Mandelstam, pero en medio de una ruptura con el simbolismo, entre cuyos postulados principales está justamente la relación entre la palabra y la música. "Soy jardinero y también soy flor, / no estoy solo en la prisión del mundo. / Mi aliento, mi calor ya se han impreso / en el cristal de la eternidad": el paso seguro con que Mandelstam entra en la poesía se debe quizás a una infinita admiración por el otro: "A todos envidio en secreto, / y en secreto de todos me enamoro".
Mandelstam se inició literariamente en el Gremio de Poetas organizado en 1912 por Nikolai Gumiliov. El grupo fue integrado por jóvenes que, en medio de una crisis que vivía en aquella época el grupo simbolista, proponían ideas nuevas acerca del quehacer poético . Además de Gumiliov y Mandelstam, en el Gremio participaron Ajmátova, Zenkevich, Narbut, Gorodetski y otros allegados; entre todos ellos sólo el nombre de Anna Ajmátova le dice algo a un lector no especializado . La organización del Gremio reproducía lúdicamente la estructura de las cofradías de artesanos medievales. Los miembros del Gremio se comprometían a trabajar en sus obras bajo la dirección de los "síndicos" ya na publicarlas en revistas de orientación ajena al espíritu gremial. El objetivo de la corporación era contribuir al conocimiento y perfeccionamiento del m enester "gremial ", esto es, del oficio poético. El "alegre oficio y el inteligente hacer" (V. Ivanov) de ciertos simbolistas fue asumido por el Gremio.
La nueva corriente que el Gremio promovía recibió el nombre de acmeísmo (del griego acmé: cúspide) o adamismo (por Adán, que dio los nombres primigenios a las cosas del mundo) . Su propósito era rescatar el significado "auténtico" de la palabra en su relación con los objetos y significados del mundo real como fuente de lo poético. El mundo, proponían los acmeístas, debe presentarse tal como es en su carnalidad visual, táctil, viviente y mortal , lleno de color y sonido. Frente a la imprecisión de la imagen simbolista, deliberadamente múltiple y evasiva, la palabra de los acmeístas estaba llamada a significar lo que quiere decir en el lenguaje real de la gente real: objetos y cualidades concretos. Todo esto tenía sentido sólo en la postura de confrontación que los acmeístas asumían frente a los simbolistas, para quienes la palabra era apenas un débil resplandor de lo inefable. Sin embargo, la oposición al simbolismo implicaba un fondo filosófico que no se agota en esta fácil definición. La llamada segunda generación del simbolismo ruso -uno de sus exponentes más destacados fue el poeta, novelista y ensayista Andrei Biely- relacionaba la reflexión en tomo a la palabra poética con la teoría del conocimiento. Biely, por ejemplo, entendía por simbolismo la actividad artística y creativa propia del hombre en general. Para él, la creación se manifiesta en el acto ético, concebido como actividad del pensamiento / conocimiento, del arte y de la conducta cotidiana, tanto social como individual. Todos estos tipos de creación (en su "totalidad indisoluble") son sólo posibles gracias a la mediación del concepto (emblema) y del símbolo (imagen), los cuales, al ser detenninados por su existencia externa y social, no ofrecen una salida directa a la realidad, sino que tan sólo la "simbolizan".
Tanto el símbolo como el concepto son convencio-
El joven Osip Mandelstam.
nales(cada cual a su modo): no reflejan la plenitud de la realidad, que se genera tan sólo en la actividad y es emblemática, tanto en el conocimiento racional cuanto en el reflejo artístico. Sólo en el proceso del conocimiento , impulsado por la voluntad, damos existencia a la realidad.
El arte es arte de vivir (social e individualmente); el conocimiento es también arte, en la medida que se nos presenta transfonnado en un material dado: objetos, naturaleza, pensamiento, etc.4
Como vemos, el teórico del simbolismo sugiere que el lenguaje y el pensamiento son la puerta de acceso ineludible a la realidad, con una inconfundible impronta neo-kantiana. A esta luz, la respuesta acmeísta, que aparentemente tendía hacia un mayor "realismo" en cuanto trataba de acercar el verbo poético a las "cosas", de hecho postulaba una relación distinta, en ocasiones cuasi-mística, entre las realidades del mundo y la génesis de la palabra poética. Pero no todos los acmeístas estaban de acuerdo en este punto. En realidad, cada uno de los del Gremio interpretó a su modo las consignas acmeístas, sobre todo en lo que respecta a las tareas poéticas concretas que se imponía. El grupo se disolvió al poco tiempo; pero la amistad y toda una serie de ideas y de valores compartidos pennanecerían a lo largo de toda la vida. Mandelstam y Ajmátova, por ejemplo, fueron amigos y correligionarios hasta la prematura desaparición del primero. Mandelstam profundizaría posterionnente su propia filosofía del discurso poético siguiendo las pautas que se había impuesto ya en su primer libro. Los principios acmeístas, que en Ajmátova pueden verse como una pennanente reafirmación de la vivencia y del sentimiento a través del detalle concreto de la vida cotidiana, en Mandelstam recibieron un desarrollo filosófico en el poema.
4 Andrei Biely, Nachalo veka (Inicio del siglo), Judozhestvennaia literatura, Moscú, 1990, p. 130.
Biblioteca de México
Tu imagen, dolorosa y difusa, no la pude divisar en la neblina. "¡Oh, Señor!" -dije por descuido, sin pensar en lo que decía.
El nombre de Dios, como enorme ave, levantó el vuelo desde mi pecho. Adelante, sólo una espesa bruma, y, vacía, atrás la jaula queda.
Para Mandelstam, existe una relación entre la esencia de las cosas y la génesis de la palabra poética. Lo dirá de mil maneras, en la reflexión teórica y mediante la creación poética. He aquí, por ejemplo, un raro poema metafisico de 1923:
Sonó vidriosa la alecilla de su menudo cuerpo al dar la voltereta ante el sol, y en seguida una lente en los Empíreos se encendió.
Con tonadilla de mosquito en el cenit lloraba, zumbando. Bajo sordina, con canto de abejón, en el éter se quejaba la astilla:
"No me olvides: si quieres, castígame, pero dame un nombre. ¡Dame un nombre! Con él podré sobrevivir, compréndeme, en el azul preñado y hondo."
Una promesa de vida ("la astilla"), insignificante, pero dotada de voluntad, pide cobrar existencia mediante un nombre que una instancia primigenia y superior le puede otorgar.
Tener nombre es tener vida, pero la relación entre el nombre y el cuerpo se establece en un espacio incorpóreo, en la cercanía inmediata con la muerte . Además, esta relación tiene mucho de casual, de aleatorio , o bien aparece como la búsqueda de algo (o alguien) amado alguna vez pero luego perdido: la palabra es el alma, Psiqué la Vida, que para conocer su propio origen intenta bajar, como Orfeo, hasta los límites entre la vida y la muerte.
Cuando Psi qué la Vida desciende a las sombras y sigue a Perséfone hacia el traslúcido soto, una ciega golondrina se deja caer a sus pies con ternura estigia, llevando una verde rama.
Hacia la fugitiva corre un enjambre de sombras para recibir con endechas a la nueva amiga. Tienden al cielo, confiadas, sus débiles brazos, llenas de desconcierto y de tímida espera.
Una le da un espejo, otra le regala un perfume: como el alma es mujer, le gustan las fruslerías . y los secos quejidos rocían , como una llovizna, la deshojada floresta hecha de diáfanas voces.
Sin saber qué hacer en aquel vaivén cariñoso, el alma no reconoce el robledal transparente. Con su aliento empaña el espejo, y se demora en dar la moneda en pago por el cruce del río brumoso.
Roza la muerte pero, al regresar, sólo le queda un vago recuerdo de los orígenes de su transformación en la palabra poética:
Olvidé la palabra que estuve a punto de decir. Se irá la ciega golondrina, sobre alas de tijera, a jugar con transparencias en el aposento de
[sombras. Un canto desvanecido se oye cantar en la noche.
No se oyen los pájaros. No florece la siempreviva. Traslucen las crines de la caballada nocturna. Sobre el seco río avanza una barca vacía. La palabra desvaría entre los grillos.
Lenta, crece la palabra cual toldo o templo. De pronto finge ser Antígona la demente, o se deja caer a los pies, golondrina muerta, con ternura estigia, llevando una verde rama.
¡Oh, si pudiera volver al pudor de los dedos videntes y al júbilo táctil de reconocimiento del cuerpo! ¡Oh, qué angustia me dan los sollozos de las Aónides! ¡Oh, qué terror a la neblina, el sonido, el hiato!
Los mortales tienen el don de amar y de reconocer, es por ellos que el sonido penetra los dedos, pero olvidé la palabra que quería decir: el pensar incorpóreo vuelve al aposento de sombras.
Siempre desatina la transparente palabra. Siempre será golondrina, amiga, Antígona. y en mis labios arde aún, como negro hielo, el recuerdo de aquel estigio sonido.
El sesgo clasicista de la temprana lírica de Mandelstam, que se manifiesta tanto en el uso de imágenes del mundo de la antigüedad clásica como en la experimentación métrica (iniciada, por cierto, por el simbolismo ruso y los círculos que le eran afines: V. Ivanov, uno de los teóricos del simbolismo, fue el maestro reconocido de este tipo de experimentos), daba a sus versos un cierto tono "pre-pushkiniano": Pushkin, gran reformador de la métrica rusa, es considerado por lo general como el iniciador del período moderno de la poesía rusa. En cambio, en Mandelstam, como en algunos otros poetas del "siglo de plata", el toque dieciochesco cobra relieve sobre todo en la imagen sonora de su versificación. Esta característica fue tempranamente observada, por ejemplo, por Marina Tsvetáieva: "A usted, mi joven Derzhavin, / no le conmueve mi verso inculto". Derzhavin, poeta de fines del XVIII, no en vano se menciona entre las fuentes profundas que alimentaron la lírica de Mandelstam, con su alta abstracción y concisión intencionalmente casadas con un ritmo dificultoso y calculadamente pesado.
No obstante, Mandelstam trata con una libertad absoluta la imaginería clásica: así, en un poema amoroso ubicado en un escenario evocador de la caída de Troya, esta ciudad, a contracorriente de toda tradición, está concebida como un antiguo poblado ruso: construida toda de madera, desde los muros convertidos en una estacada, hasta las casas que muestran su "costillar de madera". La acrópolis es vista como un "antiguo y llorón maderamen". El palacio de Príamo aparece como la "alta pajarera" o, más bien, como una casita de madera, de las que suelen hacerse en el campo ruso, en la primavera, en los huertos, para que aniden allí los estorninos.
La interiorización de la imaginería helena el? extraordinariamente orgánica:
Es indolente la tortuga-lira: privada de dedos, apenas logra moverse. Se la pasa tendida bajo el sol de Epiro, calentándose la dorada barriga. ¿Quién llegará a acariciar a la humilde? ¿Quién dará la vuelta a su dormido cuerpo? En sus sueños, ella espera a Terpandro, presintiendo el roce de sus secos dedos.
En esta extendida metáfora del nacimiento del oficio poético destaca la audaz carnalidad del símil y el matiz íntimo en la actitud hacia la "lira", atributo tradicional de la lírica (inventada, según el mito, por Ter-
Biblioteca de México
16
pandro; por otra parte, parece que las primeras liras o "cítaras" se hacían con caparazones de tortugas), lo que hace bajar la noción de Poesía de los coturno s y , a pesar de lo trillado del tópico, permite apropiarse de ella de manera muy familiar.
Pero las notas clasicizantes, que alguna vez fueron consideradas como marca particular de Mandelstam (alguien incluso lo llamó, burlonamente, Cayo Julio Mandelstam), paulatinamente se van extinguiendo hacia mediados de los veinte. Queda de ellas el pausado y algo solemne ritmo de la versificación . La ruptura se observa ya en el libro Tristia (1921 ) , que en su título guarda todavía una reminiscencia ovidiana, y una parte de los poemas incluidos en él, en su primera versión, llevan aún la impronta clásica. En 1922 escribe :
No es verdad que en el habla rusa duerma el latín, no es cierto que duerma en ella la Hélade . Para un poeta ruso no es un elogio si sus versos suenan como latín, sino una auténtica ofensa . Para el destino de la poética rusa , los fascinantes y profundos misterios de Glück no se esconden en el sánscrito ni en el helenismo, sino en una inminente secularización del lenguaje poétic0 5
La transformación de esta poética se aprecia claramente en un poema fechado en 1921 , que simboliza ya una despedida de un mundo otrora construido tan amorosamente . En el poema, un tono de despedida señala la discordancia del "mundo férreo", cuya existencia el poeta ya no logra hacer a un lado. Ahora, hasta el recuerdo de la pasada armonía presenta rasgos inequívocos de una desintegración. El inicio del poem a esjustamente una respuesta , a modo de contrapunto, a un famosísimo poema de Lérmontov en el que la imagen de una armonía universal encuentra eco en el alma del poeta : "Solitario, salgo al camino . / A través de la niebla, brilla la vía pedregosa. / La noche está sosegada, el desierto , atento a Dios, / y una estrella habla con la otra".
CONCIERTO EN LA ESTACIÓN FERROVIARlA
Es imposible respirar, la ti erra hierve de gusanos, y el coro de las estrellas permanece mudo. Pero, Dios lo ve, sobre nosotros hay una música: la estación se agita al canto de las Aónides, el aire de violines, desgarrado por los silbidos de locomotora , vuelve a integrarse .
Un enorme parque . La cri stalina esfe ra de la [estación .
El mundo férreo otra vez quedó hechizado. Solemnemente parte un vagón a un banquete sonoro, hacia los brumosos Elíseos. Grito de un pavorreal. Fragor de un piano. He llegado tarde. Tengo miedo . He de estar soñando.
Entro en el bosque vítreo de la estación . El tropel de violines llora, angustiado. Inicio salvaje de un nocturno coro. Olor a rosas en los invernaderos putre factos, donde bajo un cielo de cristal solía pernoctar , entre las multitudes itinerantes , una querida sombra.
y se me figura: envuelto en música y espuma, el mundo férreo, como un pordiosero , tiembla. Me detengo en un atrio de cristal.
50sip Mandelstam, O poesii (Sobre la poesía) . Compilación de artículos. Leningrado, 1928, p. 48-49.
Mondelstom.
Un vapor caliente ciega los ojos a los arcos de los violines. ¿Adónde vas? En las exequias de la sombra querida , por última vez la música nos can ta .
El "m undo fé rreo", alejado defi nitivamente de la música de las esferas, todavía la recuerda y está consciente de la pérdida que él mism o provocara . Pero la despedida es defi nitiva.
Un experimento poético, suscitado al parecer por las audaces pruebas fu turi stas del fa m oso Velemir Jlébnikov Oos escri tos fo rmalistas, in troducidos en Occidente por las traducciones de Todorov, hacen re ferencia a este im portante pionero del futurismo en Rusia), según ha observado la críti ca, tiene un valor que va m ás allá del simple ensayo formal , pues con tie ne una especie de visión profé tica del mundo en guerra, y una invitación a los "te rrícolas" a que se reúnan , incitados por la música un ive rsal (emblematizada, en este caso, por Bach), para preservar para las generaciones venideras un "cielo preñado del futuro": consejo que, por lo visto , no hemos acatado .
EL CIELO, PREÑADO DEL FUTURO .
La disonancia de la gue rra vuelve a los an tiguos altiplanos del mundo. Tallada como osamenta de tapi r , exhibe su brillosa aspa la hélice. Ecuación de un ala y una m uerte, al volar de los banquetes algebraicos recordará la dimensión de los dem ás juguetes de ébano, la noche enemiga, semille ro hostil de seres ob tusos y pinípedos, y la recién nacida gravedad: el poder de unos pocos así empezaba .
Biblioteca de México
Mejor vivamos en un tiempo en que no existan tapires ni lobos. El cielo, preñado aún del futuro, de la plenitud trigal de un éter. Pero apenas hoy los vencedores al recorrer los cementerios del verano rompían las alas de las libélulas y ejecutaban a martillazos.
Como nietos de Sebastián Bach que somos, oigamos el sermón del trueno, y de Levante a Poniente armemos, mejor, las alas de un órgano. Lancemos la manzana de la tormenta a la mesa del banquete de los terricolas, y una nube de manjares pongamos en el mero centro.
Mejor tendamos por toda la tierra manteles nuevos del espacio, para conversar, para solazarnos pasando de uno a otro el cáliz. La sangre se ha de enfriar en el amanecer de un destino de todos. Un gran abejorro se oye cantar en el futuro preñado y hondo.
Pero cuantos a destiempo voláis, del látigo marcial urgidos por el poder de unos pocos, habriais de remedar la honra siquiera de las pobres bestias, o el pudor de los pinípedos. y tanto más es triste y amargo que para nosotros, los hombres pájaro sean peor que las mismas fieras, y que a fuerza confiemos más en los halcones y en los buitres. y al calor del estío, cada año, como un gorro de hielo alpino, las frias manos de la guerra la frente de la humanidad oprimen. Mas tú, tan hondo y tan pleno, preñado de un azul intenso, sembrado de millares de ojos, tú, alfa y omega de la tormenta: a ti, lejano, de frente sin cejas, de una generación en otra, sublime y nuevo siempre, se te contagia nuestro asombro.
Esta formidable sensación de la unidad de todo 10 creado en el espacio y en el tiempo, de la unión cósmica apta para ser traducida tan sólo mediante el pensamiento poético, en realidad nunca abandonaría del todo a Mandelstam .
He trepado por una escala a un despeinado pajar: aspiré la carcoma de los lácteos astros, aspiré la maraña del espacio. y pensé: ¿para qué despertar el enjambre de largos sonidos, y cazar en esta eterna contienda el maravilloso ritmo eolio? En la Osa Mayor hay siete estrellas. En la tierra, cinco buenos sentidos. Las tinieblas henchidas suenan, y vuelven a sonar, y crecen. Un enorme carretón desuncido se eriza a través del universo. El antiguo caos del pajar da cosquillas, llena de polvo. Hacemos sonar las escamas ajenas,
cantamos a contrapelo del mundo. Afinamos la lira, urgidos por cubrirnos de un hirsuto vellocino. Los segadores devuelven a las crías que se caen del nido materno: me soltaré de las filas ardientes y volveré a mi fila sonora . . .
La reflexión sobre el vínculo que el poeta pierde con la nueva época se introduce, aunque con un tono de tristeza y pérdida, como una aceptación, en los poemas más metafísicos. He aquí unas líneas del poema El que encontró una herradura, escrito, como muy pocas obras de Mandelstam, en verso libre:
La frágil cronología de nuestra era está llegando a [su fin .
Gracias por lo que tuve : yo mismo me he perdido, me he confundido, he equivocado la cuenta . ..
y el presentimiento de la muerte, que nace orgánicamente de la asociación metafórica de las ideas, se une a la concepción de la vida como palabra dicha, y ésta, como forma que nos da existencia:
Los labios humanos, que nada tienen ya que decir,
conservan la forma de la última palabra [pronunciada,
y en la mano perdura la sensación de pesadez, a pesar de que el éántaro
derramó la mitad de su agua mientras lo llevaban a casa.
A la vez, la intensa vivencia del tiempo transcurrido se reitera como remate del poema:
El tiempo me corta como a una moneda, y ya no me alcanzo a mí mismo.
Paulatinamente, la sensación de la ruptura con su tiempo -aunque no la negación de la historia- se acentúa en los versos de Mandelstam, donde destaca en primer lugar su posición como ambivalencia y evasión:
¿Quién soy? No soy un verdadero albañil ni un techador, ni un naviero: soy un peljuro de alma doble, amigo de la noche, promotor del día.
(Enero 1, 1924)
Más tarde asume su condición extemporánea con la arrogancia de quien conoce su destino, vinculado, para él en cuanto poeta, no sólo a la época que le toca vivir; se sabe dueño del tiempo y del espacio, en la medida en que es su constructor y manipulador:
No, yo jamás fui contemporáneo de nadie , honores tales no me sientan bien. ¡Oh, cómo odio a aquel homónimo mío: yo otro fui, no aquél!
Sin embargo, Mandelstam es un poeta con un agudo sentido de la historia y tiende a pensar mediante grandes paralelos y generalizaciones históricas. La reflexión sobre el pasado, el presente, el porvenir, sobre los vínculos entre las diversas etapas históricas, tiene una presencia permanente en su pensamiento poético. A pesar de haber pasado por un período de silencio más o menos completo, el hecho de aceptar la situación que considera le corresponde vivir:
Pues, si no podemos foljarnos otra época, hemos de pasarla en este tiempo
Biblioteca de México
Mondelstom con Anno Ajmótova, 1934.
más tarde lo llevará a asumir su marginalidad y recobrar las fuerzas para seguir, en su labor de "trabajar el lenguaje a solas, sin hacerle caso a nadie", con lo que la naturaleza le concedió para lograrlo: ante todo, con su extraordinaria capacidad de percepción de cuanto 10 rodea. Su viuda Nadezhda Mandelstam recuerda:
Para entrar en el mundo de Mandelstam hay que entender hasta qué punto eran fuertes sus sensaciones: las visuales, las auditivas, las táctiles . Solía recordarlas durante años enteros. Hombre de una sensualidad diez veces mayor que la de una persona común, Mandelstam jamás olvidó ninguna sensación fuerte. Veía lo que no lograba ver yo, oía los sonidos que yo apenas adivinaba, percibía olores que a mí me dejaban indiferente.6
El ciclo de poemas Armenia y la prosa El viaje a Armenia (1930) le permiten exteriorizar el vínculo entre su agudeza sensorial y la sensación del presente :
La consistencia vital de los armenios, su ruda ternura, su noble sangre de trabajadores, su indecible aversión a toda metafisica y su hermosa familiaridad con el mundo de las cosas reales, todo esto m e decía: estás despierto, no le tengas miedo a tu tiempo, no seas insincero.7
El contacto de Mandelstam con la poesía en otras lenguas (aparte de sus mencionados experimentos clasicizantes) resultó extraordinariamente fructífero para el avance de su pensamiento poético . Voy a mencionar aquí sólo su relación con el alemán y el italiano . El poema dirigido Al habla alemana, que evoca a un poeta alemán poco conocido del siglo XVIII llamado Christian Kleist, viene a ser, según el crítico Buschman,
6 Cf. Nadezhda Mandelstam, Vtoraia kniga (Segundo libro), YMCA-Press, París, 1972.
7 Puteshestvie v Armeniu (Viaje a Armenia), apud la introducción de A. Dymshits a Poesías de Mandelstam, Sovetski Pisatel, Moscú, 1973, p . 30.
un caso de una sutil contaminación del discurso poético ruso con la estructura fonética del alemán, consistente en una hábil selección de vocablos y combinaciones que permite que la fonación rusa se acerque al máximo a la alemana.8 Dice Mandelstam sobre su hermandad supraespacial y supratemporal con todos los poetas:
¿En qué Walhal1a, decid, amigos míos, comimos todos de un mismo plato? ¿Qué libertad poseíais, qué pautas m e habíais señalado?
y de la hoja de un reciente almanaque, de la blancura del primer escrito bajabais escalones de la muerte como al hostal por un vaso de vino.
Un habla ajena será mi envoltura, pero mucho tiempo antes de nacido fui una letra, fui una línea de vid, libro fui que en sueños habréis leíd0 9
Para Mandelstam, "en la poesía se destruyen las facetas de 10 nacional , y la naturaleza de un idioma hace contrapunto con la naturaleza del otro". 10
El otro caso es su relación con el italiano. Para leer a Dante, aprendió este idioma siendo ya adulto. Uno de los resultados fue su espléndido ensayo Conversaciones sobre Dante. La extremada sensibilidad y una especie de envidia poética (recuérdense sus tempranas líneas: "A todos envidio en secre to , / y en secreto de todos me enamoro") 10 hacen reconocer como propia la música de la lengua de Dante:
8 Cf. la nota 266 al poema mencionado, en la edición: Osip Mandelstam, Collected works, ed. cit., t. 1, pp. 506-507.
9 Desde luego, en mi traducción no pretendo imitar el efecto de la compatibilidad fónica.
10 O. Mandelstam, Zametki o Chénier (Apuntes sobre A. Chénier), apud Buschman, "Arte poético de Mandelstam" [en ruso], München, 1964, p . 45 .
Biblioteca de México
Anna Ajmótova, 1922 y 1958.
.. . Alighieri construyó en el espacio verbal un órgano infinitamente poderoso y disfrutaba de todos sus registros concebibles, e inflaba sus fuelles, y tañía, y arrullaba a través de todos sus tubos.11
Una serie de poemas inspirados en Dante, Ariosto, Tasso, así como otra reflexión sobre la naturaleza sonora de los lenguajes poéticos, son frutos también de su contacto con el italiano:
¡Con qué suplicio se gana del grito ajeno el honor! Al fin, te cobrarán con creces ese ilícito fervor ...
Como castigo a tu soberbia, tú, de sonidos cazador, tendrás la esponja con vinagre para tu , boca de
[traidor,
dice Mandelstam acerca de sus experimentos con la estructura sonora del italiano. Sus traducciones de los sonetos de Petrarca, por otra parte, demuestran hasta qué punto el poeta era capaz de interiorizar la obra ajena y hacerla familiar para un lector alejado en el tiempo y el espacio .
El último período de la vida de Mandelstam después de su viaje a Armenia se desarrolló bajo una persecución abierta, cuando las autoridades se enteraron por una denuncia, de un poema escrito en 1934 contra Stalin. Esto no pudo dejar de influir en su obra poética. Sin embargo, hay quienes consideran (y comparto esta opinión) que gran parte de las obras maestras de Mandelstam se escriben en este período . En realidad, habría que decir: se componen. Según el testimonio de su viuda, la escritura siempre fue la fase final de su trabajo sobre un poema, que siempre se iniciaba como una especie de música o ritmo interno y se llenaba paulatinamente de palabras justas que parecían buscar el lugar apropiado en la secuencia sonora. De ahí la reiterada imagen de los labios en movimiento en sus poemas: "Una boca humana, crispada de dolor, / se indigna y dice no"; "No habéis podido privarme del movimiento de labios" . O del oído atento: "Para tu fronteriza oreja / son buenos todos los sonidos". La condición preverbal del "susurro" poético se confirma una vez más:
Tal vez el susurro naciera antes que los labios, y las hojas volasen en un espacio desarbolado, y aquello a que consagramos la experiencia, antes de la experiencia, tuviese ya sus rasgos .
Mandelstam era maestro de "ciclos", "cuadernos", "libros": colecciones de textos unidos por motivos no siempre idénticos, pero que cobran sentido precisamente en su unidad. Por ejemplo, los dos poemas citados arriba: el de la "astilla" que pide un nombre y el de El cielo, preñado del futuro . .. alguna vez fueron reu-
11 Cf. Razgovor o Dante (Conversación sobre Dante), Moscú, 1967, p . 16.
nidos por Mandelstam en un mismo ciclo por haber nacido de un común tronco futurista, a pesar de la diferencia radical de los "temas". A veces son series de imágenes los que crean "ciclos"; en otras ocasiones predomina el "aliento", el "tiro" que anima la creación de todo un "cuaderno" . Pero hay ocasiones en que el trasfondo "temático" profundo sirve de hilo conductor, junto con algunos aspectos formales, para detectar un "ciclo". Así, el de las llamadas "octavillas", desprendidas, según la viuda de Mandelstam, de otro ciclo temáticamente más armado, dedicado a la muerte de Andrei Biely (la segunda estrofa de una de las "octavillas" aparece citada arriba), y vienen a ser como una especie de reflexión filosófica acerca del proceso creativo, en sus relaciones más complejas con el mundo. Citaré otra de esas "octavillas" :
Cuando tú, al desechar el esbozo, retienes en la mente con esmero un período sin molestos incisos, tan íntegro en la oscuridad interna,
y el período gravita, suspendido de sí mismo, apretando los ojos: él es a la página en blanco 10 que la cúpula al firmamento .
Los famosos "cuadernos de Vorónezh", escritos durante los tres últimos años de su vida (Vorónezh fue el lugar de su deportación, después de un exilio más lejano, en los Urales) , podrían considerarse todos, pero sobre todo el último, como una especie de presentimiento de la muerte. Los poemas oscilan entre una visión dramáticamente distorsionada del entorno ("Yo vi un lago parado verticalmente ... ") que en ocasiones llega a un grotesco trágico, indicador del aislamiento intelectual que el poeta vive en los últimos años de su vida:
En los calcetines de ladradores callejones, en las despensas de torcidas callejuelas se esconden los rincones, presurosos, y saltan de los rinconcitos los rinconejos.
y yo les sigo Y grito, sofocado, hacia cualquier cajón helado de madera: "¡Dénme un lector! , ¡Un consejero!, ¡Un médico! ¡Una charla en la espinosa escalera!"
En cambio, el ciclo Versos sobre el soldado desconocido es una visión profética del futuro que, en medio de las calamidades de la represión política, espera todavía al pueblo: la guerra.
Mandelstam poseía una gran capacidad de disfrutar la sensación de estar vivo y la supo plasmar de mil maneras en su visión poética del mundo . Vivió su destino como una elección consciente y presintió su muerte, cuya aceptación, que también puede considerarse un acto ético, fue resultado de aquella elección . No tenía por qué morir en la forma en que murió: su única culpa fue atreverse a tener el poder sobre la palabra poética, del que nunca renegó. No era un poder de manipulación ideológica, sino el de ejercitar una libertad que nos define como personas: el precio que pagó fue demasiado alto, pero de alguna manera su muerte permite recuperar siquiera en una medida limitada nuestra fe en el hombre . Terminaré este ensayo con las líneas que Mandelstam dedicó a Anna Ajmátova:
Para siempre conserva mi habla por su sabor a [desgracia y a humo,
por la brea de la solidaria paciencia, por el [pudoroso alquitrán del trabajo . ..
Instituto de Investigaciones Filológicas
Biblioteca de México
Viñeta de Manuel T aussoint.
HÉCTOR PEREA I N
MEXICO y ESP ANA, ANTICIPOS DEL EXILIO REPUBLICANO
A poco más de cincuenta años de finalizada la Guerra Civil resulta Innegable el enriquecimiento cultural experimentado por M'xlco al recibir a los Intelectuales, artistas, obreros, campesinos, profesionistas clentfflcos expulsados por la España en conflicto. Campos tan dlsfmlles como la actividad editorial, la docencia a niveles de alta e.peclallzaclón o de divulgación popular, la ciencia y la tecnolorfa, etc., recibieron un Impulso definitivo a nutrirse de ese Inquieto e.pfrltu peninsular; e.pfrltu que, sin embargo, no resultaba del todo nuevo a M'xlco, .Ino que recordaba en seguida aquel otra que animara a la generación del Ateneo de la Juventud: germen revolucionario desde mucho tiempo antes.
Para que la obra de la emigración española fructificara en nuestra pafs fue necesario algo más que la apertura del gobierno de Lázaro Cárdenas y la buena disposición de e.tos exiliados a Integrarse a otro palsale ff.lco, social y cultural. Contactos ante-_ rIo .... , balo circunstancia. asombrasamente .Imllare., habfan Ido preparando con toda naturalidad el terreno de reencuentro.
La actividad nevada a cabo por los mexicano. dentro de los ámbitos de la alta cul-
tura, de los libros y periódicos, de la polltlca militante o la vida social; esta inicial colaboración hispanomexlcana en los más diversos campos de las humanidades y las artes ha sido Inexplicablemente olvidada al hablar de los logras posteriores de la España republicana y su extensión a Hlspanoam'rlca. Autores como Alfonso Reyes o Martfn Luis Guzmán Influlrfon en la generación del 27, en el grupo ultrafsta, el periodismo ortegulano e, Incluso, en algunas decisiones polltlcas de Manuel Azaña durante sus años de gobierno republicano. Pero muchos otro. mexicanos radicados en España por motivos diplomáticos, personales o bien a causa de esos breves pero significativos exilios sufridos balo los gobiernos de Porfirio Dfaz y Venustlano Carranza, formarfan parte tambl'n, sin .aberlo en ese momento, de la avanzada que anticipaba ya al exilio republicano -o transtlerra, según la expresión de Jos' Gaos- vivido en M. xlco años despu's. Los mexicanos Vicente Rlva Palacio, Juan de Dios Peza, Salvador Quevedo y Zubleta, Amado Nervo, Lul. G. Urblna, Francisco A. de Icaza, Guillermo JIm'nez, Carlos Pereyra, Fraclsco L. Urqulzo, Jo.' Juan Tablada, Genaro Estrada, Jos'
Biblioteca de México
Vasconcelos, Enrique González Martrnez, Xavier Villaurrutia, Gllberto Owen, Carlos Pellicer, José Gorostlza, SlIvlo Zavala, Mauricio Magdaleno, Diego Rivera, Angel Zárraga, por mencionar sólo unos cuantos de los nombres que figuraron en las listas privilegiadas de las me¡ores publicaciones periódicas y editoriales de España, del Ateneo madrileño o el Centro de Estudios Históricos, fueron factores esenciales, algunas veces a mucha distancia geográfica, en el desarrollo de la cultura IIterdria, artrstlca y política de la Penfnsula.
También extendería su sombra de Influencia sobre la vida social y culturalespañola el devenir del proceso revolucionario mexicano, con sus hechos de armas y repercusiones sobre la vida dela colonia española, con sus logros culturales. Porfirio Díaz, Venustiano Carranza, Álvaro Obregón, las relaciones conflictivas entre México y los Estados Unidos, los programas educativos y de difusión cultural de José Vasconcelos, el apoyo a las artes, fueron tópicos cotidianos, en ocasiones de primera plana, de la España anterior a la Guerra Civil. Todos estos hechos se hacen patentes gracias al anáUsls minucioso de esa prensa hispana que, aun censurada, fue elespe¡o de la actividad diaria y de las profundidades del alma cultural y política de entonces.
Tanto en el mantenimiento de la tradición como en la consolidación de las tendencias vanguardistas, los autores antes mencionados, y otros tantos mexicanos, fueron en su tiempo ampliamente reconocidos como piezas clave por los más variados autorespeninsulares e hispanoamericanos que publicaban en Madrid y otras provincias. Hombres vinculados, comprometidos con México, fueron José Ortega y Gasset, Manuel Azaña, Cipriano Rivas Cherif, Enrique Díez Canedo, Corpu~ Barga, Concha Espina, Valle-Inclán, los vanguardistas Guillermo de Torre y Rafael Cansinos Asséns, los futuros transterrados Rafael Altamira, José Gaos o José Bergamin; los americanos Gabriela Mistral, Chacón y Calvo, César E. Arroyo. Y muchos otros nombres de autores olvidados, como el poeta Goy de Silva, y de políticos y periodistas.
Sin embargo, diversos acontecimientos políticos, sociales, editoriales, propiciarían que muchas de las opiniones de más peso de y, sobre el México de entonces cayeran con el tiempo en un olvido casi absoluto. Por un lado, algunos de los muchos libros publicados por mexicanos en España durante esa época no alcanzaron a ver una segunda edición. Además, materiales de españeJes conservados en publicaciones periódicas de la época, por estar circunscritos a los temas del momento, o por otras causas, no llegarían a formar parte de libros, con lo que su difusión masiva se vio cortada o, cuando menos, limitada. Otros textos más, al trasladarse a volumen, sufrieron transformaciones tan profundas en su contenido que, a final de cuentas, sólo servirían en el futu-
ro para reforzar la Imagen jIarclal y"'''. mada que hoy conocemos del tema. Un cho clave en esta desaparición casi ofIca.. la presencia mexicana en España fue buena parte del material documental e nográflco sobre el tema, o fue destrulclo rantela Guerra.Clvll-como sucedió coa archivos de Martín Luis Guzmán-, o pe necló durante cuarenta años sin ser co tado en las hemerotecas salvadas del sastre.
Sintetizando al máximo la partlelp mexicana en la vida española de enta podrramos decir que, vuelto Martrn Guzmán a su país -que para entonces, radóllcamente, era el de adopclón- un de meses antes de estallar la Guerra C el momento culminante de la relación h ...... nomexlcana que marcarra nuestro siglo fue el viale a la Penfnsula de una delegae -en la que iba, entre otros, Octavlo Pazal Segundo Congreso Internacional de Escritores en Defensa de la Cultura. El poe_ "INo pasarán." y el artrculo"A la iuventucl española", aparecido en la publicación .... publlcana El mono CJzul, serán los testimonios inciales de apoyo que Paz brindó a la causa. Ya en México, en pleno exilio, algunos de los autores conocidos poco antes en España se as1mllarán naturalmente, en el caso de Paz, a TCJller, yen el de los otros muchos mexicanos acogidos política y culturalmente a España, a los proyectos que tante darían de qué hablar sobre el transtlerro .... publicano en nuestro r.aís.
La pequeña antolog a que se despliega a continuación es una selecta muestra de la actividad literaria, artística y politlca desarrollada por los escritores y artistas mexicanos radicados o vinculados a distancia con las publicaciones, los espacios culturales y políticos de España anteriores al estallido de la Guerra Civil. Este número de 81-bllotecCJ de México incluye asimismo el refleio que los mexicanos provocaban en la intelectualidad española e hispanoamericana de entonces. Cabe señalar que los textos del autor más significativo del perrodo, Alfonso Reyes, ya han sido reunidos por el Fondo de Cultura Econ&mica en EspCJñCJ en ICJ obrCJ de Alfonso #leyes.
Gran parte del material, recogido de publicaciones hispanas de estirpe Intelectual e ideológica muy variada, es Inédito en libro o se presenta en su primera versión. Como se podrá observar también, en la selección de textos, ni están to-dos los autores siempre mencionados al hablar de este tema ni se ha perseguido reproducir la Imagen clásica de los Incluidos. Creo que uno de los mayores logros a que podrra aspirar este momento' conmemorativo y polémico, englobado balo el nombre de Quinta Centenario, es a la revisión en profundidad de 1_ relaciones actuales, y no sólo de hace cinco siglos, entre México y España, asr como 1 .. que se mantienen hoy en dra entre nuestro. clásicos modernos, sus obras y 101lectol'8l finiseculares.
Alfonso Reyes con Juan Sónchez Azcono, en España, ca. 1914·15. Archivo Juan Sónchez Azcona. •
Biblioteca de México
José Fidencio de Jesús Constantino Sintora .
MARTÍN LUIS GUZMÁN
El "Niño Fidencio" y la Ciudad del Dolor
Biblioteca de M éxico
24
De El debate, .30 de marzo de 1928. Esta primera entrega, de dos, culmmaba con el siguiente texto de advertencia: "N. de la R. - En toda la Prensa americana y en muchos periódicos de Europa se habla del "Niño Fidencio". Nos ha parecido oportuno recabar para nuestros lectores- una infonnación objetiva de este curioso asunto. Parece ocioso advertir que la publicación de estos datos puramente infonnativos nada prejuzga en absoluto en cuanto a nuestro modo de apreciar la cuestión, y no debe , por tanto, interpretarse en más sentido que el que tiene : el de dar cuenta puntual y verídica de los sucesos a nuestros lectores". Texto inédito en libro .
QUiZá el "Niño Fidencio" posea el don de lo oportuno en el mismo grado superlativo que sus otras cualidades. Quizá eso explique el rápido proceso que lo ha hecho pasar de la oscuridad más absoluta a la notoriedad más completa. El caso es que todo México habla en estos días de sus virtudes extraordinarias, de sus virtudes casi maravillosas, y que día a día aumenta la caravana, sin principio ni fin -formada en gran parte por enfermos incurables-, que va hasta la choza donde el "Niño" distribuye salud gratuitamente y a manos llenas.
El "Niño Fidencio", ya se entiende, no es un niño, sino un hombre. Su breve historia nos la cuenta, a través de los diarios mexicanos, el doctor Francisco Ba-
, zán (de la Facultad de aquel país). Nació el "Niño" en Yuriria hará apenas veinte años, de madre española y padre inglés. Trece hermanos lo esperaban ya al venir él al mundo; luego la familia creció con la llegada de seis hermanos más. Lo numeroso de la prole no era, sin embargo, obstáculo para que el bienestar reinase en aquella casa: los padres de Fidencio vivían satisfechos; sus hermanos crecían felices . Pero él, en vez de disfrutar del grato ambiente que le rodeaba, iba sintiendo más y más la inclinación a negarlo . Una rara precocidad le hizo concebir pronto el mundo como tránsito donde sólo el sufrimiento tiene valor, como sitio hecho para que las penas rediman y dejen pura el alma. Pensando así, a los siete años abandonó a sus padres y hermanos, sin otro propósito que el de sufrir: sufrir ruda y cruelmente.
El "Niño Fidencio" vaga entonces largo tiempo por campos y montes. Pide limosna en las aldeas. Castiga su cuerpo tierno con las torturas del hambre , del frío, del sol, si bien se considera cada día más firme en su creencia de que padeciendo logrará conocerse y salvarse . Su naturaleza se debilita; llega un momento en que su inteligencia parece que se va a nublar de modo definitivo. Pero al fin, cuando la dura prueba a que él mismo ha querido someterse está a punto de vencerlo, un impulso inconsciente le manda pedir asilo entre gentes pobres y desconocidas. Lo obtiene, aquí hoy, mañana allá. Por último, lo recoge un antiguo revolucionario, un ex oficial de Rodolfo Fierro (el famoso lugarteniente de Pancho Villa) .
De la experiencia de sus dolores fisicos, el "Niño Fidencio", niño aún, surge como a nueva vida. Ahora se siente dotado de inmensa capacidad para hacer el bien; halla en sí una visión clarísima que le permite determinar cuándo el sufrimiento ha purificado a quien lo padece, cuándo no. Y, en vista de ello, resuelve dedicarse a curar a los enfermos, aunque movido menos por la mera conciencia de su nuevo poder, que por la compasión que sus semejantes le inspiran. Sus métodos curativos -pronto lo descubre- no se parecen a los de los médicos comunes. Las suyas son curas extrañas, curas que aun él, practicándolas, no siempre se explica. A veces determina, como por intuición adivinatoria, el origen del mal y procede a extirparlo sin
, I ;;t,. -';ifi-'
-J ,..
.... - ..
ningún tropiezo. A veces cura con la sola voluntad de sanar, que transmite a los enfermos posando sobre ellos las manos o dándoles a beber y comer las medicinas más sencillas, substancias que no recuerdan en nada las de las boticas.
y así pasa el tiempo. El "Niño Fidencio" va transformándose insensiblemente de niño en hombre ' mas el paso a otra edad no le hace perder su candid~z, su pureza, ni menos sentir desmayo ninguno ante la obra caritativa que se ha impuesto a sí mismo.
La noción de que sufrir es salvarse explica que el "Niño Fidencio" haya escogido para vivir uno de los sitios más desamparados del Norte de la república mexicana. La aldea donde fue a levantar su choza es tan ingrata, que se llamaba hasta hace poco Espinazo, nombre que, de dos meses acá, se ha cambiado por el de Ciudad del Dolor. Aquél es -dicen quienes lo han visto- un paraje yermo, seco, triste, inhospitalario. Cuando los trenes que pasan por allí no dejan agua, la gente lucha, como en el desierto, con la sed.
Hace tres meses Espinazo no contaba cien vecinos. Hoy la fama del "Niño Fidencio" ha convertido a Ciudad del Dolor en un lugar de más de diez mil. Se trata, en el orden de la fe, de un caso análogo a los de California durante los días heroicos del descubrimiento del oro. En Ciudad del Dolor los enfermos y sus parientes viven, como hace tres cuartos de siglo los gambusinos, a orillas de los ríos auríferos: en tiendas de campaña, en albergues primitivos, entre los matorrales, al raso, al aire libre, al sol. Y es tal su vida, que no se sabe si el nuevo nombre de la antigua aldea -nombre espontáneo, de origen desconocido- hace mérito a las dolencias que allí se curan o a las que allí se padecen.
Mientras tanto, como en California, el milagro de la civilización va realizándose en Ciudad del Dolor. El apiñamiento humano se transforma en ciudad. Por centenares se construyen a diario chozas y casas. Llegan de la inmediata ciudad de Monterrey brigadas sanitarias cuyo trabajo suple el del Municipio que no existe. Entre cuatro tablas funciona la oficina de Correos, que distribuye hasta treinta mil cartas mensuales. Se abre después la oficina de Telégrafos. Se establecen Agencias de Bancos, servicios de telegramas y correspondencia urgentes .
En un principio la fama del "Niño Fidencio" fue recibida en las ciudades mexicanas con las más perfecta incredulidad. Ni era cierto -decían- que el "Niño" realizara curas prodigiosas, ni menos aún que curara de balde: engañaba y estafaba. Pero luego el rumor de voces de los que lo habían visto de cerca, y de los que habían sido curados, y de los parientes y amigos de estos últimos, fue creciendo, fue despertando en otros enfermos la fe; los cuales, curados a su vez, vinieron a sumar su voz a las ya existentes. Y de este modo, frente al partido de los escépticos, empezó a formarse el de los creyentes, y mientras unos llegaron a pedir hace un mes que el "Niño Fidencio" fuera, en bien de la salubridad pública, expulsado de Ciudad del Dolor, y aun encarcelado, otros han salido en su defensa con testimonios fehacientes o se han sumado -siguen sumándose- a los millares de peregrinos que viajan distancias enormes para acercarse a él y recibir alivio . Y, según parece, por ahora han triunfado los de la fe, pues las tropas que tenían órdenes de acabar con los caseríos de Ciudad del Dolor han recibido finalmente órdenes en contrario.
o s Ramón del Valle-Inclán
De El sol, "Hoja literaria" No. 273, 1 de septiembre de 1918.
Era una reina de raza maya; Era un bosque de calisaya, y era de noche. Daba el bulbul, * Sobre mi estrella su melodía, y en los laureles que enciende el día Daba mi alma su grito azul.
Crepusculares moscas de oro Abren su vuelo como un tesoro, Bordoneando con el calor. Aroma el árbol de la canela, y en el potrero se desconsuela Una vihuela de payador.
Indios que el tiempo cuentan por lunas Guían su esquife por las lagunas, y por las selvas profundas van Ciervos y tigres. Sobre las lomas Eran los toros, y las palomas Bajo los vuelos del alcotán.
Cantaba Apolo versos de Jonia; Dormía el lago de Calcedonia En un naciente trigal garzul. Arduos jinetes como centauros Reñían combates contra los sauros! En la armoniosa ribera azul.
• En la última estrofa del poema, "balbul" . Se trata probablemente de una errata en la publicación original. (Nota del editor.)
l. Escribo sauros, y lo aconsonanto con centauros, por conservar, en cierto modo, la sonoridad griega, que tiene igual el término de las dos palabras, y porque sospecho que el saurio castellano es una mala traducción del francés: saurien. Pero los versos, como nacieron en el primer momento, decían aSÍ:
Bellos jinetes, como centauros, Del mito antiguo remuevan lauros .
(Nota del autor.)
a
e y las pirámides con escrituras De arcanas lenguas, y signaturas De rudos soles, su sombra dan. y va graznando con negro vuelo, Por la turquesa magna del cielo El zopilote de Yucatán.
Entre las grietas de la pirámide Deja la sierpe su verde clámide, y se hipnotiza frente a la luz. Sobre las piedras con jeroglíficos Hace sus largos sueños científicos. En la cabeza tiene una cruz.
Vuela la hamaca con ritmo lento, Las rosas frescas se dan al viento, Suelto en la fronda vuela el faisán . Se enciende el día, la selva aroma, La hamaca vuela, la niña asoma Un pie de oro bajo el fustán.
Mi reina maya languidecía Sobre la hamaca. Dorando el día, Era dorada bajo el hipil, Se abanicaba con una rosa, Decía su hamaca con cadenciosa Curva de opio, versos de abril.
Rojos claveles prende en la rolla; Rojos corales al cuello enrolla; Rojos pecados sus labios son, y sus caderas el anagrama De la serpiente. Con roja llama Pintó su boca la tentación.
Era una reina de raza maya; Era un bosque de calisaya, y era la aurora. Daba el balbul, Sobre mi estrella su melodía, y en los laureles que enciende el día Daba mi alma su grito azul.
u z
Guillermo de Torre
De La gaceta literaria, No. 6, 15 de marzo de 1927.
Los intelectuales de toda la América Española preparan estos días un homenaje en honor de Salvador Díaz Mirón. El autor de Lascas, con sus tres cuartos seculares de vida, es no sólo el superviviente más añoso de la poesía mexicana, sino acaso también el decano de la poesía contemporánea en lengua española. Díaz Mirón, en unión de Gutiérrez Nájera, señala en la lírica de aquel país, la liquidación de la era romántica y el alba de una nueva época, considerada como la "edad áurea" de la poesía mexicana, y que se extiende de 1880 a 1900. Epoca en que reverberan los nombres de Manuel José Othón, Luis G. Urbina, José Juan Tablada, Amado Nervo y Enrique González Martínez. ¡Luminosa constelación del frondoso Parnaso Mexicano! Probablemente, ningún otro país ultramarino presenta en su haber lírico una tan valiosa suma de poetas y de obras que han ido dejando una fructuosa estela epigónica. Analizar sus cualidades y discernir sus influencias; delimitar el área alcanzada por la obra de poetas subsiguientes, como el malogrado Ramón López Velarde y como José Juan Tablada -especialmente este último, con referencia a la cohorte de jaiyines juveniles o cultivadores del haikai, brotados a su zaga, como Rafael Lozano, Rubén Romero, Carlos Gutiérrez Cruz y Francisco Monterde García Icazbalceta- y trazar, en suma, el itinerario completo de la evolución de la poesía mexicana moderna, es una empresa dificil, pero tentadora, que en alguna otra ocasión trataré de llevar a cabo.
Hoy, no. Hoy sólo pretendo, más modesta y simplemente, trazar algunos rasgos sumarios que pudieran bosquejar el capítulo final del pretenso ensayo; agrupar en un friso monovalente varias personalidades poéticas homogéneas de la nueva generación mexicana. La jerarquización de valores será indecisa, y la sistematización acaso deficiente, pero téngase en cuenta que la escopeta de mi curiosidad aún no ha cobrado todas las piezas documentales necesarias. Que sólo poseo a mi alcance unos cuantos libros -traídos a mis manos por la amistad o el azar-, y que barajando sus páginas, vaya intentar extraer de ellos algunos rasgos fisonómicos de sus jóvenes autores, dejando para otra oportuniad la delineación de sus perfiles completos.
Uno de estos nuevos poetas es Xavier Villaurrutia, desdoblado incidentalmente en critico, yal dibujar una tabla histórica de los valores poéticos de su país, nos ha anticipado ya algunos escorzos de varios poetas de la última promoción, que integran -según su certera frase- "un grupo sin grupo". ¿Quiénes son estos afiliados sin contraseña y libres camaradas sin doctrina, sin el guión, casi inconcebible, de un ismo fusional? Pues varios poetas que, en un momento dado, cuando la elevación de Vasconcelos al Ministerio de Educación Pública, supieron desdoblarse en hombres de acción,
Díaz Mirón. fotografía de Samuel Ruiz Cabañas.
cooperando a su lado muy eficazmente en la extraordinaria labor cultural iniciada por aquel pensador y aportando iniciativas audaces y valiosas que pronto se hicieron carne de decreto - traducida en ediciones populares y gratuitas de los clásicos, en magníficos frisos murales de Diego Rivera, en la creación de Academias de pintura al aire libre y en otras varias realidades que, al tener ocasión de entreverlas, han inflamado nuestra admiración de lentos y burocráticos europeos. Salvador Novo, Carlos Pellicer, Jaime Torres Bodet, Enrique González Rojo, José Gorostiza, B. Ortiz de Monte llano y el mismo Xavier Villaurrutia formaban aquella falange de poetas políticos.
Pero -felizmente- nada en su poesía transparenta esta dualidad. Su poesía es pura, absolutamente poética, sin mezcla alguna de soflamas sociales. Su poesía participa de los mismos caracteres que posee la de sus antecesores: claridad, limpidez y un sostenido sentimentalismo de tono medio. Las innovaciones emprendidas por algunos de estos poetas radican únicamente en la técnica, en la estructura verbal. Enfrentémonos ya con ellos, empezando por la obra de uno de los poetas que más han avanzado -relativamente- en estas exploraciones. Por la obra de Salvador Novo. Dibujado en una pose de cigüeña - con ojos oblicuos- por Roberto Montenegro, aquí al frente de su primer libro Ensayos. Ensayos, en la vulgar y primaria - y no doctoralo macaulayesca- acepción del término. Ensayos de prosa y verso. Ejercicios, flexiones, saltos vivaces que delatan la musculatura ágil de un buen atleta de
Biblioteca de México
mañana. Hoy por hoy, su destreza se evidencia mejor en el trapecio de la prosa que en las argollas del verso. A prueba: esa donosa y bien humorada caricatura de drama ibseniano -cinco minutos, diez páginas- que intitula "Divorcio". Sus prosas, ligeras y burlonas, de oriundez periodística, tienen una especial sonrisa. Léanse estas palabras de la Venus de Milo, puestas en una serie de "Confesiones de pequeños filósofos". "¿Qué cómo, en fin, tenía yo los brazos? Verá usted; yo vivía en una casa de dos piezas. En una me vestía yen la otra me desnudaba. y siempre ha habido curiosos en ver y suponer. Ahora usted me querrá ver los brazos. Entonces, ellos querían verme lo que usted ve .
Novo y Villourru~o, por Montenegro, en lo revisto Ulises, octubre de 1927.
y yo, en ese momento, trataba de cerrar la ventana". En sus poesías hay un juego de cabriolas análogas.
Así, en un canto burlesco al mar, que comienza:
Post natal total inmersión para la ahijada de Colón con un tobillo en Patagonia y un masajista en Nueva York. (Su apendicitis abrió el Canal de Panamá).
Novo siente, en ocasiones, el yanquismo, la sugestión maquinística. Y antes que las influencias francesas, habituales en todo poeta transmarino, se transparentan en sus versos las de Norteamérica, como evidencian algunas traducciones y glosas de Vachel Lindsay. (Observación pertinente a Novo y extensiva a sus cófrades: a partir del Istmo de Tehuantepec las ambiciosas ondas francesas se pierden y en las antenas literarias mexicanas se posan con más facilidad las palabras de los speakers norteamericanos: Ezra Pound, Sherwood Anderson, Vachel Lindsay . . )
'Carlos Pellicer, que prologa jovialmente los versos de Ensayos, presenta una fisonomía pareja a la de Salvador Novo. Pellicer, que en su primer poema, Piedra de sacrificio, prologado por Vasconcelos, pulsaba una lira indígena de amplitud ambiciosamente continental, después, en sus nuevos libros rotulados extrañamente, Seis, siete poemas, Hora y 20, entra en las estancias nuevas del lirismo intrascendente -pero lírico. "Inicia -según Villaurrutia- la renovación del arse-
na1 de imágenes, lográndolas precisas, nuevas, dinámicas. Rompe la media sombra y afirma -dionisiacoel goce del color, su embriaguez y su culto" . Juicios generosos que sufren, sin duda, cierta merma al confrontarlos con los poemas que los suscitan. Pellicer, cierto es, ha sabido asimilarse felizmente la técnica imagista del día . Como evidencian algunas de sus estrofas:
Flota en el cielo acuo espuma blanca de jabón. La ciudad se seca los rostros con deshilados de neblina
y abre los párpados de acero.
Pero no logra armonizar totalmente los elementos del poema. Hay certeros hallazgos de visión, igualmente en una serie suya de "Poemas aéreos" : visión aviónica de Río de Janeiro, con loopings verbales arriesgados.
Más extremado en la forma, absolutamente desdeñoso de todo canon tradicional e imantado por los primeros fuegos de artificio del apollinairismo -hasta el punto de que llega incluso a apropiarse algunos de sus caligramas- es Luis Quintanilla, poeta joven, al margen del grupo aludido (y más afin al de los pasajeros estridentistas Maples Arce y List Arzubide) y a quien, sin embargo, creo de justicia mencionar aquí brevemente . Kyn-Taniya -así, con esa grafia inocentemente deformadora de su apellido se firma- es autor de los libros Avión y Radio: libros mosaicos y apersonales, fieles reflejos de las influencias de la época: repertorios de motivos y sugestiones prevalecedoras en 1918-20. Ignoro las posibles y sucesivas evoluciones de Quintanilla, pero desearía que al haber ido asimilando y desprendiendo influencias, simultáneamente, de su rostro, éste haya acabado por adquirir una expresión personal.
Y henos aquí en la ribera opuesta. En la derecha de la extrema izquierda -digámoslo así por emplear un juego de expresión, introducido por el autor de Le secret professionel. O, más bien, en el punto medio y en
Biblioteca de México
la confluencia de las líneas que trazan la joven poesía mexicana. Aludo a la poesía de Jaime Torres Bodet, merecedora, sin duda, de este emplazamiento equidistante entre los extremos disímiles que señalan Novo o Quintanilla, por un lado, y Villaurrutia o González Rojo, por el otro lado.
Adviértase al punto que Torres Bodet es, sin duda, el poeta más formado de todos ellos. Prolonga sumisamente la línea de Amado Nervo, González Martínez, Luis G. Urbina. No se inquieta ni se encandila, ni se estremece en la pesquisa de normas distintas. Como precisa sagazmente Villaurrutia, "su pensamiento conciso, contenido, explica que no venga a romper nuestra tradición poética; antes bien, a continuarla. La seguridad de su acento, su conciencia artística, lo han afirmado personal, trabajando dentro de normas arquitectónicas y fuera de ellas".
Poesía lúcida, serena, de paisajes diáfanos y remansados interiores, contenida en metros tradicionales. Poesía sin peso y sin relieve, de neta oriundez simbolista. En ello cifra su encanto apacible, ya que no -al menos para mí- su seducción. La poesía de Torres Bodet, como él mismo dice en un poema liminar de sus ,libros, sólo aspira a tener "la fuerza de un pétalo de
I1YN TANIYA
rosa -capaz de sostener el perfume del bosque". Torres Bodet es, entre todos los jóvenes, el poeta de obra más copiosa. Cinco libros, que van de 1923 - Nuevas canciones- a 1925 -Biombo- y de los que ahora precisamente acaba de damos un florilegio Espasa-Calpe, en un menudo volumen rotulado sencillamente Poesías. De ellas, sin duda, las mejores son las que se clavan epigráficamente en nuestros ojos con ligereza de haikais.
"Palmeras" Con plumeros de esmeralda Querían limpiar de nubes el cielo de la mañana.
"Araucaria" Leímos su nombre un día en una novela. Debe oler a melancolía.
Jaiyin, en algunas páginas, como buen mexicano y filial tabladista, se nos muestra asimismo Xavier Villaurrutia en algunas páginas de su reciente bello libro, Reflejos . Sus imágenes son, empero, siempre primarias y simples; no alcanzan el necesario desdoblamiento que requieren nuestros ojos -ya muy habituados a las dupIes y múltiples traslaciones- para sentirse seducidos. Predomina en los versos de Villaurrutia, lo mismo que
en los de Torres Bodet, un tono íntimo, confidencial. Claroscuro de sensaciones y de imágenes. De vez en cuando, la sonrisa, la ironía que reconoce y absuelve sus limitaciones:
Este polvo blanco -de luna, ¡claro!-nos vuelve románticos.
En las poesías de Enrique González Rojo -tanto en su balbuciente libro El puerto como en los versos mejor acordados y personales que nos brindara últimamente en Espacio- se revela siempre un auténtico temperamento de poeta que posee una heredada habilidad expresiva, muy cerca de la maestría. Siendo, como todos los anteriores, eminentemente subjetivo, González Rojo, sin embargo, se diferencia de ellos porque su sensibilidad, muy aguzada, vertida sobre el mundo exterior, sabe captar delicadamente finos matices del paisaje circundante. Así, con preferencia a ciertos poemas arquitecturados -como "Tierra de México"- yo prefiero para su relectura algunos vivaces diseños impresionistas del tipo siguiente:
Portero, tú no entiendes la diferencia entre, un palacio, una puesta de sol en el Janículo y un monte, un río, un árbol. Te doy mis cinco liras por ver el Vaticano. Por el mar, el viento, la luz, yo nada pago.
Con José Gorostiza -último de los incluidos en este friso provisional- volvemos a los poetas de intención musical antes que imaginista. "El sentimiento rítmico, de musicalidad -como apunta su compañero Villaurrutia- se sobrepone en él a las quebraduras inarmónicas. Siempre somete su expresión a una música, menos de los oídos que del espíritu". La poesía de Gorostiza -como dice Torres Bodet en el poema epilogal de Canciones para cantar en las barcas -es una poesía del mar y del viento. Elementos primarios de la Naturaleza que Gorostiza acierta a reflejar en ritmos líricos de suave ondulación. Cierta dulcedumbre elegíaca, y una nostalgia de amplitud marina, son los mejores atributos de esta poesía cándida, de lineamentos diáfanos, pero demasiado cristalizada ya en su pequeña perfección para no temer por las escasas posibilidades cambiantes -que siempre debieran permanecer abiertas, en compromiso de superación frente al tiempo- de un poeta joven.
Gorostiza.
Jaime Torres Bodet
SOBRE LA V Respuesta a una encuesta de La gaceta literaria sobre el término "vanguardia". No. 84, 15 de junio de 1930.
1.Hay varias maneras de reconocer la existencia de la "vanguardia". La más decidida de todas consiste en negarla rotundamente. Ésta es, para contraste de su lentitud, la que han elegido algunos académicos, la que han puesto de moda ciertos periodistas, la que insisten en propagar detenninados profesores de canto llano. La vanguardia no es una ideología, sino un ténnino de orientación. No es una secta, sino la cita de un grupo involuntario de nombres en una fecha dada. No es un unifonne, sino el lugar de un combate.
Reconocer la existencia de una persona o de una generación literaria equivale a comenzar a definirla. ¿Qué entendemos entonces por vanguardia? En Literatura, un deseo de sustituir al epíteto indicado por la costumbre, el adjetivo aconsejado por la sorpresa de la propia sensibilidad. En Poesía, un temor a que la huella de ciertas emociones del sueño, demasiado ligeras durante la vigilia, no perdure en el mánnol, la piedra y el bronce, todos esos materiales de las estatuas famosas, de las lápidas funerarias, de las inscripciones conmemorativas. En Pintura, la incorporación de un mundo invisible al visible misterio de las cosas presentes. Todas estas cualidades poseería la vanguardia si no fuesen suyas al mismo tiempo -con la misma razón- todas las cualidades contrarias. Ligereza, sí, pero lentitud; fantasía, pero sinceridad; riqueza exuberante de formas, pero modestia sólida del dibujo. Quiero decir con estas contradicciones -las procuro muy aparentesque el artista de vanguardia no opera ya en el solo terreno limitadísimo que sus enemigos le admiten. Para seguir poseyéndolo con derecho, su obligación consistirá en volver a vivir, por sí mismo, las definiciones de esa historia del arte que la cultura no da nunca la capacidad de saber. Desde este punto de vista, vanguardia no es sino un ténnino relativo, un blanco, la frontera que una generación se marca a sí misma . . . para tener el orgullo de salvarla después.
2. No sé si esta fonna de interpretar la vanguardia -una complicidad en el tiempo- logrará enriquecer la cohesión de sus miembros más fieles. Es posible que no. Hay escritores, sin raíz, que se proponen dar la impresión de haber nacido de nadie. Su procedimiento no es, sin embargo, en la esencia, ni mejor ni peor que el de los sedentarios que se resignan a haber nacido de todos. Consultado por sus amigos acerca del lugar en que hallaba los sombreros que 10 habían hecho famoso en la escena, un actor de 1890, en París, tuvo esta frase admirable: "No los encuentro, los guardo". ¡Cuántos poetas, cuántos autores ilustres -no excluiría de ellos a Paul Valéry- podrían decir exactamente 10 mismo: En efecto, cuando no se padece el fervor de las curiosidades dispersas, hay que ostentar el rigor de las definiciones constantes. Una ley apacible ordena los más irregulares caprichos. El solo cambio de las estaciones vuelve a poner de moda, para el otoño, el es-
( A tilo, la frase, el movimiento del alma que la primavera nos había incitado a olvidar.
3. En arte, la unión no hace nunca la fuerza. ¿Cómo atrevenne, entonces, a multiplicar infinitamente, en esta respuesta, la lista de los propósitos generales de la vanguardia? Serían tantos, a mi juicio, como las sensibilidades originales que la animasen. ¿Tantos? Muy pocos, tan pocos como las sensibilidades originales que una renovación literaria produce.
4 . No creo que la política literaria -la única que me interesa para los fines de la presente indagación- sea esencialmente diversa del capricho con que ciertas empresas editoriales disponen la propaganda de los artículos que fonnan su mercancía. Mientras nuestro idioma carezca de críticos, la política de la literatura la harán el impresor, el anunciante y el empleado encargado de distribuir los volúmenes nuevos en los escaparates de las librerías. A nosotros, escritores y público, nos queda el recurso del tiempo. ¿Quién como él para ordenar los méritos efectivos? Y para destruir los imaginarios.
Enrique González Rojo
SOBRE LA VANGUARDIA
Respuesta a una encuesta de La gaceta literaria sobre el término "vanguardia". No . 84, 15 de junio de 1930.
1. La "vanguardia" en Literatura existe y ha existido siempre como un hecho histórico; pero no como doctrina.
2. Esto quiere decir que yo entiendo la vanguardia literaria como un afán de renovación, de superación y muchas veces un simple movimiento de reacción contra la estética de nuestros inmediatos antecesores. Lo que explica, en su seno, esos bruscos retornos al pasado cuando no basta el audaz desprecio de las normas. Casi es una ley natural, nunca una escuela.
3. Siendo así, no tiene postulados. Mejor dicho, no tiene postulados comunes. Cada grupo que se forma con las características antes enunciadas cree ser el único grupo de vanguardia. Y, en efecto, lo son todos cuando, con el suprarrealismo, intentan una trascendental reforma temática o, con los demás ismos de postguerra, se lanzan a la búsqueda de una nueva expresión.
4. En medio de las luchas sociales y políticas de mi país, siempre he defendido la pureza del arte, y ahora insisto nuevamente en ella. Pero esto no significa que el artista joven deba vivir al margen de la lucha, sino todo lo contrario. Cuando levanta la espada, deja descansar la pluma.
Dos billetes
TMADÔNË^O"
En Prometeo, marzo de 1909. Ágape en honor de Mariano José de Larra, Fígaro, organizado por Gómez de la Sema en el restaurante Fomos, el 24 de febrero de 1909.
Mi querido amigo [José Francés]: Una fuerte gñppe como es usual en este traidor mes de Marzo, me
impide salir de noche; pero estoy espiritualmente con ustedes en ese ágape fúnebre, en ese banquete en honor del que dejó su sitio vacío en la vida, por hallar quizá harto amargos el pan y la sal del mundo. "¡Mundo amargo, allí te quedas!"
¿No celebraban los antiguos los funerales de sus héroes con libaciones y ágapes? Cabe, pues, en la lógica de escépticos —o creyentes— el banquete que congregará a ustedes esta noche alrededor de un recuerdo: el de ese grande Larra que a los veintiocho años sabía más y había sufrido más que todos nosotros a los treinta y tantos.
En Cervantes, No. 16, mayo de 1918. Junto a otras opiniones sobre el autor uruguayo José Enrique Rodó, con motivo de su reciente fallecimiento.
He aquí los escalones del ingenio de nuestras tierras, cuando es predestinado: primero, su provincia; después, su República; luego, América; más tarde, España; al fin, el mundo.
Rodó, el amado de los dioses, ascendió por todos los escalones, sereno, radiante, inmortal. . .
No es nuestro, por más que nos enorgullezca su paisanaje: pertenece ya a la cultura y a la excelencia humanas.
i
Homenoje α bua, al que no asistió Nervo.
JOSÉ JUAN TABLADA
Aquellos hombres. De Ind/ce, No. 4, c. 1921 . Inédito en libro.
Los clarines af6nicos se rehusaron a convocar al motin. Los machetes, al salir de sus vainas, exhalaron grandes suspiros; los caballos, sacudiendo sus cabezas reacias, delaron caer lágrimas de sus olos asombrados; los perros de hocicos sangrientos aullaron, erizados, a la muerte; los árboles, batidos por el viento, sollozaban, quebrando sus ramas para que no sirvieran de horcas; las muieres se enlugaban los rostros lívidos, quelándose amargamente; los rosarios se hacian polvo en manos de las ancianas rezaderas; los niños, con la voz entrecortada, se abrazaban a las faldas de sus madres ...
Las calas fuertes se abrían solas, cansadas de resistir; las cartas, antes de ser violadas, salian de sus sobres; los rateros, espontáneamente, se fueron a las Islas, como a una Tebaida ...
Hastiados, los gusanos de las sepulturas abandonaron los cadáveres. Un Cristo de cabellos humanos sud6 sangre. . . Los zopilotes se perdieron en el azul ... Un idolo se tap6 los olos de obsidlana con las manos de piedra .. .
15610 aquellos hombres, para seguir la guerra fratricida, bebieron a grandes sorbos, incendiando sus almas tenebrosas con el implacable delirio del Alcoholl
Nueva York, 1921.
Esta rara foto tiene al reversa una dedicatoria autógrafa de Tablada, al profesar Alfonso Corneio y Canalizo, fechada en Cuernavaca el 20 de septiembre de 1942. Cortesía de Mario Federico Real de Arua.
LUIS G. URBINA
CERVANT En Cervantes, No. 1, agosto de 1916. Fragmento inédito en libro.
N O olvidaré nunca aquellas mañanas de entusiasmo escolar, durante las cuales explicaba yo, año por año, la vida y la obra de Cervantes; y luego, de acuerdo con el programa universitario, leía y comentaba fragmentos de los libros gloriosos. Mi clase tomaba, en esos días, aspecto de fiesta . Desde el principio del curso me complacía yo en ir preparando la curiosidad juvenil, el interés de los alumnos para cuatro o cinco figuras soberanas de la Historia de la Literatura Española, las de más relieve y representación, durante la famosa l/Edad de Oro".
He de recordar siempre cómo, cargado de volúmenes, me apresuraba a subir por la claustral y monumental escalera de mi Escuela Preparatoria; cómo me esperaban ya, impacientes y risueños, los muchachos amigos, los serviciales y afectuosos discípulos que suelen no faltar alrededor de un maestro empeñoso; cómo los asientos del aula quedaban instantáneamente ocupados por la multitud alborotadora que, después de oír pasar lista, hacía un esfuerzo para mantenerse en larga y silenciosa quietud; cómo, en suma, ante el auditorio de colegiales, dispuesto a escucharme con agrado, me sentía lleno de bienestar, harto recompensado por mis esfuerzos, no malquisto con mi conciencia y satisfecho de ocupar mi sillón de profesor que no hubiera cambiado por una curul en el Congreso.
Mi seguridad era plena, honda mi convicción de que la exagerada y, por lo tanto, extraordinaria atención de los estudiantes -cuyas cabezas en filas apretadas miraban con fijeza y sonreían con anhelo- no se iba a deber a mi palabra, clara, apacible y hasta un poco pintoresca, pero no elocuente, ni a mi erudición, que, a tenerla, no hubiese encontrado allí útil empleo, puesto que no se trataba de una cátedra de estudios superiores y especiales; ni tampoco a mi prestigio que fue más grande por mi dedicación que por mi sabiduría. La reverente seriedad manifestada, en aquel recinto luminoso Y severo, debíase casi exclusi-
vamente al asunto: Vida y obras de Don Miguel de Cervantes Saavedra.
Conforme el relato avanzaba y, de la niñez viajera y pobre, a la mocedad aventurera y atrevida, a la madurez opaca y triste, a la abandonada y piadosa ancianidad, se iba desarrollando la existencia del ingenioso hidalgo, las almas de los oyentes -almas nuevas y sedientas de ideal- comenzaban a sentir el cosquilleo de la emoción y a seguir con las trémulas alas de colibrí de la fantasía, los incidentes y episodios de la novela vivida, real hasta la truhanería como narración de pícaros, espiritual hasta el sacrificio sublime, hasta el dolor transfigurado, hasta la valentía fabulosa, hasta la muda resignación, como poema de santos y de héroes.
Sí, escuchaban los jóvenes la más apasionada y movida de las "Novelas ejemplares": el hijo del paupérrimo cirujano que, en famélica peregrinación, va de Alcalá a Valladolid, de Valladolid a Madrid, de Madrid a Sevilla; el criado del Cardenal Acquaviva, que se parte a Italia en busca de fortuna; el jarifo soldado (de la
compañía de don Diego Urbina), que anduvo ruando por Milán, Roma y Nápoles, y que temblando por el frío de las tercianas y el ímpetu de la ira, luchó en una galera de Lepanto hasta que un hacha berberisca le hendió, por la mano, el siniestro brazo; el herido del hospital Mesina, el vagabundo de los olvidados tercios españoles, el cautivo de Argel, rescatado después de cinco años de peripecias y tentativas de evasión; el misterioso enamorado de Portugal, el grave desposado de Esquivias, el andariego de Andalucía, el alcabalero de Granada, el prisionero de Sevilla, el vecino de Madrid, el sospechoso en el proceso de la muerte de Ezpeleta; ya viejo, ya cansado, ya desencantado; pero decididar y orgulloso todavía, zumbón en el abandono y la ingratitud, gracioso en la penuria, virtuoso en la necesidad, caballeresco en la indigencia, rondador desdeñado de la fortuna, secreto amante de la gloria, profundo y risueño observador del pueblo y de la época, y que, puesto ya el pie en el estribo, con las ansias de la muerte, en una serena y cris-
r-------------------- ---
Urbina.
Biblioteca de México 35
:~ .. ~r. Id
Página del Qui¡ote, de una de las más antiguas
ediciones en japonés.
tiana agonía tiene alientos aún para escribir a su protector, el Conde de Lemos, una carta donosa; el hombre agitado y desventurado, el hidalgüelo pobretón y altivo, el poeta tan grande en el ingenio como en el infortunio, el que creyó en la amistad inútil de Mateo Vázquez, el que sufrió la enemistad humilladora de Lope, es una fecunda y estimulante lección de energía, de grandeza moral, de robustez de espíritu, de vida humana purificada por el dolor y no esterilizada ni vencida por la adversidad.
Los muchachos aplaudían los pasajes más intensos de la complicada crónica, en la cual intercalaba yo pertinentes citas, lectura de páginas biográficas, capítulos de la vivaz resurrección de Navarro Ledesma, narraciones, en prosa Y verso, de sabor quinientista, del mismo Cervantes, todo cuanto pudiera explicar lo confuso, animar lo muerto, esclarecer lo obscuro, dar realce a la existencia penosa y gloriosa de aquel hermoso tipo, dilecto juntamente por la desventura y por el arte .
y noté, año por año, durante diez o doce cursos escolares, que, conforme avanzaba la relación, los estudiantes que me oían iban transformando su curiosidad en asombro, su asombro en admiración, su admiración en simpatía, y su simpatía los empujaba y los dejaba en las cumbres del amor y la veneración.
Cuando llegaba la hora de la lectura escogida entre la vasta obra cervantina, del juicio sintético, del comentario oportuno, los alumnos entendían mejor, y paladeaban con visible agrado, ya la descripción eglótica de la "Galatea", ya el entonado parlamento de la "Numancia",
ya el discurso sobre las armas y las letras, o la defensa de la pastora Marcela, o los dichos de arrieros y cabreros, o las nobles y sutiles razones del avellanado manchego, o los refranes intencionados y groseros de su obeso acompañante, que corren por ventas y majadas en la inmortal y cómica epopeya; ya las rimadas y campanudas galanterías del "Viaje al Parnaso"; ya, por último, la melancólica introducción del "Persiles y Segismunda", por la cual pasa hidrópico, amarillo, manco, descoyuntado y triste, con sus largos cabellos de plata que no ha muchos años eran de oro, el buen don Miguel Cervantes Saavedra, luminoso todavía y magnífico en su tristeza, tal como un sol poniente.
Todo 10 que en los hispano-americanos hay, por ineludible ley, de espíritu de raza, sentíase satisfecho entonces, frente a uno de los prodigiosos arquetipos del pueblo progenitor; pero, por encima de esta circunscrita impresión de envanecimiento, otro sentir más elevado y amplio fortalecía y entonaba a discípulos y maestro. Experimentábamos, para no olvidarlo jamás, para recordarlo siempre y acrecentarlo , en presencia de los grandes hechos, el orgullo de que nos habló el poeta; el inmenso orgullo de ser hombres.
y yo sentía, además, el pequeño orgullo de haber sacudido un instante, frente a las atónitas miradas de aquella turba de rapaces ingenuos, la antorcha inextinguible del ideal y de la fe.
Hoy ha variado la situación; hoy, a zancos y barrancos, escribo un artículos de periódico, en un cuarto de posada, sobre una mesa sin libros; a solas, en medio de cuatro paredes que, por su desnudez, traen a la memoria los aposentos de las ventas manchegas. Pero mi entusiasmo y mi fervor por la vida y la obra de Cervantes permanecen intactos, más firmes quizás, a la manera de esas antiguas construcciones cuyos sillares asienta y maciza, como tenaz alarife, el tiempo que pasa.
Por eso me duele que, mientras el Centenario de la muerte de Shakespeare -ese otro divino creador de almas- se celebra con ardientes fiestas de cultura por los extensos ámbitos en que resuena la lengua inglesa, el Centenario de Cervantes se deslice obscurecido, opaco y mo, en los países de allende y aquende el mar, donde millones de seres expresan sus pensamientos, sus anhelos, sus esperanzas, sus pasiones, en este verbo de vibraciones metálicas, flexible y rico, greciso y diáfano, que ora es lámina de batihoja, ora cristal de ánfora, ora mansa linfa para la ternura, ora torrente rabioso para el arrebato, y que se extiende terso como la seda, o se encrespa,
Biblioteca de México 36
espumante como la ola, y que todo lo dice, todo lo hace vivir, todo lo exterioriza, matizado y modelado, fresco y sonoro, rítmico y musical.
Cervantes, que no nació como un hongo en el campo de la literatura castellana, es, para mí, el más vigoroso eslabón en la áurea cadena de las letras ibéricas.
Los eslabones ascendentes estaban forjados a maravilla, en vernáculo y formidable yunque; Juan Ruiz martilló con su mano vellosa y gorda, y su trefudo brazo, el anillo de hierro medioeval, incrustado de diamantes, del "Libro de Buen Amor"; en esta tarea hercúlea, le ayudó, con su pintoresca y libre sátira, el bachiller D. Alfonso Martínez de Toledo, archipreste como el otro y como él excelente dondeador y mundólogo; Garci Ordóñez de Montalvo trajo de Portugal el anillo fúlgido, de formas retorcidas y extravagantes, del Amadís; don Fernando de Rojas colocó, sombrío y coruscante, el estupendo eslabón de "La Celestina", y muy cerca ya, unos dedos misteriosos labraron la fábula de acero despulido del picaresco "Lazarillo", y otros dedos finos y marfileños, los del lusitano Montemayor, tejieron la cadenilla italiana de la novela pastoril. A lo lejos brillaba, como una montaña de oro fabuloso, el "Romancero".
No fue tampoco extraño a la forjadura el trashumante Lope de Rueda; mas, de este eslabón del teatro se asió mejor y con más poderosa garra, el "Fénix de los ingenios".
Cervantes es el anillo construido por la raza con todos los metales y las gemas de los ingenios anteriores y fundido en un molde peculiar que abarca y comprende, no sólo el alma del pueblo que produjo tamaño portento, sino el alma humana en su inquieta e infinita variedad.
De aquí que si vemos en Lope de Vega a toda España, con su lírica portentosa y su teatro inagotable; y vemos en Calderón a toda España, y a todo un siglo católico y cortesano, galante y plateresco, que prendía al terciopelo negro de su devoción la cruz de sangre de su honor exaltado, en Cervantes vemos a toda España también; pero, a la vez, más allá de una nación, y de una época, y de las costumbres y de las creencias, a toda la humanidad, que reducida a símbolo pasmoso se encierra en las antitéticas figuras del caballero y del escudero, uno largo y rígido, picando el firmamento con la punta de su lanza; el otro, bajo y ventrudo, inclinado hacia la tierra para ver y sortear las escarpaduras del camino. Así van, por los siglos de los siglos, los dos emblemáticos personajes, destacados en negro, dentro de un enorme arco de luz, como en la ilustración dantesca de Gustave Doré.
Ernesto Giménez Caballero
Un gran raman De La gaceta literaria, No. 17, 1 de septiembre de 1927. Este articulo iba seguido del capítulo XV de Los de abajo.
Lo que nosotros pedíamos -sin acertar cómo- a América, ahí está. En esa novela.
Escribo estas líneas bajo la impresión eléctrica con que me ha sacudido esa novela, descorriéndome el jirón de las grandes revelaciones.
Se puede hacer sin miedo la afirmación: desde los poemas de Rubén Daría, nada comparable a esta novela de Mariano Azuela, Los de abajo. Es más, podríamos, sin temor, forzar la afirmación. Esta novela: superior al esfuerzo rubendariano. Lo de Rubén Daría era -relativamente- lo fácil: el verso, el lirismo resuelto en pautas, si nuevas, también tradicionales. Lo dificil en América seguía siendo la novela. Tanto en Massachussets como en las Pampas.
Ya Chile, con su Barrios, y Argentina con su Güiraldes, nos habían dado una promesa, un aperitivo expectante ... Pero en Barrios y Güiraldes había todavía demasiado perfil, demasiada europeidad, cierto sabor de antigua cepa.
La revelación de lo nuevo tenía que venir -claro- del país más viejo de América. Del de los aztecas. Donde una escasa mezcla cosmopolita dejó pura la veta autóctona ligada a la confluencia española de la conquista.
México, país fronterizo, país volcánico de temas políticos y sociales, tenía que dar ese gesto creador y poemático de la novedad en arte.
México no ha interrumpido su aportación artística al acervo cultural en ningún momento. Con sus antiguos universitarios, sus monjas místicas, sus poetas modernos y sus ensayistas. Ahora nos da la eclosión de un novelista: ese Mariano Azuela, oscuro médico, según parece, contemplativo, desde su rincón, del alma mexicana en lucha.
de es más bien un poema épico devenido novela. Los de abajo, en su sentido íntegramente histórico (de doble significado), es un romance . Un género mediévico, infante, balbuceador, con ojos de niño. Esa, esa era la virginidad que le pedíamos a América. Los de abajo. Sí. Un paisaje de figuras y pasiones: prognato, exótico, milenario, supersticioso, primitivo. Entrecruzado por los reflejos de una civilización audaz y piadosa como la española.
Los de abajo parece un poema de guerrilleros castellanos. Demetrio es ese hombre que han ensayado a cantar Baroja, Galdós, Valle-Inclán. Pero es, además, una afirmación de étnica azteca. Demetrio es el mexicano con alma precolombina: bravía, infantil, noble y sin sentido.
Demetrio no sabe bien por qué combate ni por quién. Combate por un imperativo vital que toma caracteres religiosos. La novela ha logrado estampar este tipo. Y ha logrado muchas cosas más: no utilizar la anécdota para nada. Y sí en cambio la ternura, el odio y la piedad: pero en su versión popular y genial.
Los de abajo es una novela cristiana, honda, desgarradoramente humana. Un yanqui no podría hacer nunca esta novela. El yanqui se queda en el héroe abstracto, sobrenatural y falso de la película. En cambio, este México de Azuela ha dado un libro que pudiendo ser ruso de última hora y español de los buenos tiempos, no lo es, porque es esencialmente mexicano.
Es una fortuna enorme que
Los de abajo es esa cosa auroral, donde la novela se confunde con el poema épico, don- foto Arch¡vo Cososolo.
Biblioteca de México 37
esta novela esté en el ciclo del habla española. Que repercuta en nuestros oídos con la virginidad de su creación directa, sin traductores intermediarios.
¡México! ¡Nicaragua! ¡Azuela, Rubén Daría! Preocupaciones serias y únicas de América. ¡Nada de academias ni de bisutería! ¡Nada de nuevos diccionarios y de tangos finos para naciones libres!
México, Nicaragua: cara a cara con la verdad. La de Demetrio; la del cantor de Vida y Esperanza. Es decir, la sombra terrible de ese enemigo rubio y frío que avanza como cáncer inexorable, comiéndose el corazón entrañablemente humano de Suramérica.
César E. Arroyo
Salvador Díaz Mirón En Cervantes, julio de 1918. El autor ecuatoriano César E. Arroyo realizó los retratos de algunos "Modernos poetas mexicanos", que incluyó los de Gutiérrez Nájera, Justo Sierra, Díaz Mirón y Luis G. Urbina.
H e aquí un poeta, un enorme poeta, que en América no tiene predecesores ni continuadores, pero sí una legión de lamentables imitadores. Para encontrarle parentesco lírico, hay que remontarse hasta la cumbre misma del Olimpo inmortal donde mora el divino espíritu de Hugo, con el que tiene, sobre todo por los versos de su primera época, muchos puntos de contacto; tanto es así, que en su Canto a Víctor Hugo muestra Díaz Mirón tal comprensión, tal compenetración, no sólo con el espíritu, sino hasta con la técnica del genio francés, que esa pieza parece una oda escrita por el mismo Hugo, en loor de algún super-hombre de su altísima devoción. Y con decir esto, está dicho todo.
Salvador Díaz Mirón es el poeta del impetuoso arranque, del encendido apóstrofe, de las imágenes desconcertantes y deslumbradoras, del verbo candente y la estrofa lapidaria. Este titán del verso da la impresión de proceder siempre en sus poemas con fuego y con sangre, con bloques y con montañas, con truenos y haces de rayos deslumbradores. Sin embargo, un hálito pagano, una armonía helena parecen correr por toda su obra, en la que cada estrofa tiene un valor real, independiente y perenne, con el que vive hoy en la memoria y en los labios de los contemporáneos y vivirá después en los de las generaciones del porvenir.
Espíritu inquieto, ávido, ambicioso cual ninguno, después de haber llegado a ser un lírico sin igual, quiso dominar la técnica, haciendo del verso una maravillosa obra de orfebrería, y escnbió, mejor dicho, buriló ese prodigio de Lascas, libro único de arte supremo, en el que no ha~ sabia combinación métrica que no esté usada, rima extravagante que no esté empleada, dificultad que no sea vencida, haciendo de él una obra maestra, asequible únicamente a los iniciados
en los secretos de un arte, no sólo novísimo, sino futurista.
A la publicación de este volumen (1906), Díaz Mirón, con un gesto de orgullo demoniaco, declaró que reconocía a Lascas por su único libro, dando por no escrita toda su obra anterior.
A pesar de esta declaración, vivirán en la literatura castellana, con vida propia y perdurable, dos fases de este inmenso poeta: la de la primera época -apóstrofe, soberbia pasión-, que se sintetiza en las estrofas A Gloria, y la de la segunda -preciosismo, sutilidad, refinamiento- que se concreta y cristaliza en la gemadajoya de Lascas. Ambas épocas se relacionan y se enlazan por el aliento panida y pagano que la
potente personalidad del creador ha sabido comunicar a la obra total. "Victorias animadas parecen las estrofas del poeta -dice, refiriéndose a Díaz Mirón, José Juan Tablada- ; arrancó a la de Samotracia de su base rostral , le reintegró su testa soberana y animó su ímpetu; a la Ateniense, a la que desata su sandalia y que tiene la impaciencia del vuelo difundida en todos los pliegues de su túnica, le restituyó su divina celeridad; a la Áptera, le donó sus alas perdidas y sonoras; y a todas, a la de Megarense, a la de Peonios, a la de Orcomenes, las suspendió redimidas y flotantes en el éter luminoso de su creación poética. La rememoración de la Grecia luminosa se impone siempre al reCQ-
JUNIO DE 190p.
rrer la obra de Díaz Mirón. Así los gestos heroicos contenidos por grave armonía se multiplican, y cree el lector transitar por una avenida de Olimpia o de Corinto, decorada por las estatuas de los púgiles célebres y de los amigos victoriosos. Así el énfasis de una frase hace pensar en las inscripciones lapidarias y un poema de sensual melancolía produce idéntica impresión que la Afrodita de Epidauros, velada por el himation y con la frente llena de pensamientos. Así el Boedromión evoca imperiosamente las arengas de Tirteo en Lacedemonia y se antoja un resonante escudo de bronce, en cuyo umbo un poeta romano, siglos después, hubiera prendido un haz de rocas latinas.
A
DlElI~c..: rOR . J .. :sÚs E . VAl.fo:N7.UKI.A . C ONSUI.TOR ARTisra co , jlo:SUS l!RU t":TA
.... Retrato de Droz Mirón en lascas, Jalapa, 190 1. Biblioteca de México 39
De La gaceta literaria, No. 99, 15 de febrero de 1931. Fragmento.
En la larga práctica de libros de quien escribe las presentes notas críticas, rara vez se ha encontrado un poeta contemporáneo que conmoviese tanto como el mexicano Enrique González Martínez. Hasta el punto de hacerle olvidar por un momento toda veleidad de análisis o de examen crítico.
y una de las cosas que más le sorprendieron fue observar cómo tal poeta no parece gozar -ni aun entre los pueblos de habla española- el vasto renombre que su obra poética merecería. Hasta Blanco Fombona, que es un as del hispanoamericanismo, al ocuparse de González Martínez, en un reciente volumen sobre el modernismo en la literatura de la América española, lo comenta en muy pocas palabras.
González Martínez merece, en vez de esto, el título de grande entre los poetas hispano-americanos, por cuanto y acaso más que Rubén Daría, si la grandeza de un poeta se mide por la intensidad de emoción que hace penetrar en nuestro espíritu y no por el hecho casual de que hayan favorecido su fama.
Claro está que si nos fijamos ahora en la "americanidad" o el americanismo de González Martínez; si queremos inferir la grandeza de este lado o aspecto continental de la fidelidad del poeta a la naturaleza o al espíritu americanos o, por lo menos, mexicanos, entonces debemos convenir en que bien poco se encuentra en él que legitime aquella presunción empeñada de grandeza. Lo pintoresco externo -maíz que se puede referir particularmente a México, país de contrastes de línea y de color- está ausente de su lírica; así es que, si alguno creyese encontrar temas o motivos naturalistas locales, quedaría desilusionado. Pero esto no es sólo falta de la lírica de Gon-
Piera Pillepich
Enrique González Mar-tínez
zález Martínez, sino también de mucha parte de la poesía mexicana contemporánea, y aun de la hispano-americana en general, tributaria de los espíritus y formas de la poesía europea.
No vamos, por tanto, a buscar la gran idea o, mejor, la belleza de la poesía de nuestro autor en motivos locales, o de ambiente, porque ni siquiera los encontraremos, o los encontraremos escasos, hasta en Rubén Daría . Aunque a éste (dejando aparte sus versallismas, sus exóticas elegancias sentimentales y la retórica, ique tanto mal ha causado a la América literaria!) se ha reconocido cierto empeño propiamente continental que encanta y seduce.
La belleza de la poesía en González Martínez es de naturaleza diversa. Escasamente proyectada o transfundida hacia la exterioridad, hacia la na-
Paisa¡e, I~ograffa de Luis Arenal.
tÍlraleza o hacia los hombres y sus pasiones, la poesía de González Martínez es, en cambio, íntimamente y profundamente subjetiva, verdadera poesía lírica, en una palabra. Toda ella es una fuga, una evasión del alma, desde la cerrada cárcel de la vida hacia el absoluto. Un anhelar perenne del espíritu en la realidad sensible, y una realidad suprasensible de la cual aquella sólo sería la imperfecta traducción .
Así se circunscribe y así se define -dejando aparte su subjetividad-- su intimidad, la tendencia simbolista de esa poesía, el simbolismo de Gonz¡Úez Martínez.
Simbolismo; ansia metafísica que no es, sin embargo, en perjuicio para el verso, para la expresión poética -como en otro gran poeta mexicano, en el Amado Nervo de la madurez poética o, mejor dicho, filosófica-; puesto que en González
Biblioteca de México
41
Martínez es idéntico el amor de la forma y el de la idea, forma y sustancia se corresponden en su poesía. En esto permanece fiel a la estética simbolista. Uno de cuyos cánones es precisamente el cuidado por la musicalidad del verso.
Establecido esto, se debe añadir que raras veces confina el simbolismo de nuestro autor a la oscuridad. Si hay en él menos propensión a la revene, al difuminamiento -y esto es acaso un inconsciente reflejo de su naturaleza de mexicano, o sea de hijo de una tierra con relieves netos y bien acentuados-, tiene también un empeño mucho mayor en no encerrarse en el estéril hermetismo, defecto y hasta retórica propia del simbolismo. Se nota en él una mayor tendencia a servirse de los símbolos para decir cosas transparentes, de tenues velos con fondo de alegoría.
JULIO EUTIQUIO SARABIA
Sin fondo ni retén, luz de lecho donde la soltera se desnuda y luego vistosas manzanas penden del aire como tibias raciones para la sed dichosa del que bebe o descansa sus labios después de un tinto agrio.
Olas escasas las caricias en la puerta para que el mar no llegue con su espuma hasta la boca y se prodigue en lazos que atiende. la madre con sutiles collares y gestos de niña primeriza.
Agua de mar como escenario si las cosas cercanas a la mano las toca el sol y las convierte en líneas del cuerpo que noche a noche eclipsan la marea y cantan al paso de los huéspedes la hora ensimismada.
Mirada de encanto en el atisbo de los ojos apenas abiertos con un soplo pero extasiados ya de las gaviotas y los colibríes: La soltera camina por su cuarto y moja claveles de crepé más duraderos que el jardín ansiado de las ocho.
- Baúl elegante para el tren cuando la vía, en efecto, quedaba al fondo de la casa.
Biblioteca de México
Melchor Fernández Almagro
Un siervo del Señor Reseña a: Ennilo Abreu Gómez, La vida del venerable Gregario López. Prólogo de Artemio de Valle-Arizpe. México. De Revista de Occidente, No. 31 , enero de 1926.
En esta vieja casa de tezontle, donde nos aguarda el licenciado don Artemio de Valle-Arizpe para llevarnos al santuario 'consagrado por el doctor Abreu Gómez al culto del venerable Gregorio López; en esta vieja casa de tewntle, que los nimios cinceles del indio decoraran con exquisita filigrana, y que tiene un recio portón labrado, floridos herrajes, balcones con bolas de bronce en los ángulos, vasto patio de columnas y una fuente de azulejos; en esta vieja casa de tezontle hay, sobre todo, una estancia en que parece remansarse "ese maravilloso silencio del que con tanta delectación habla Cervantes". y en la estancia, una olorosa estanteria -"¿de cedro, de bálsamo, de sándalo?" - y sobre ella un friso de históricos retratos, entre los que reconocemos a dos "enhiestos personajes, de suposición y autoridad": don Ramón del Valle-Inclán y Azorín. Las sombras de estos varones, proyectadas sobre la prosa de Valle-Arizpe, volverán a ser descubiertas por nosotros, una vez cruzada la casa de paso que viene a ser este prólogo -y el patinillo que es el elogio de Luis González Obregón-, muy cerca del propio Abreu Gómez, a su oído mismo, ya en el santuario prometido, dictándole su plegaria.
Si el autor de El venerable Gregorio López recibe de la Literatura su palabra, es la Historia -y sólo ella- la proveedora de datos, inmunes así de toda tran.sfiguración legendaria. El Venerable Gregorio López tiene su leyenda. Podía, pues, optar a un drama. Pero el drama del muerto que no murió y reaparece, embozado o descubierto, se ha escrito tantas veces que, una más, fuera enfadosa. Se dijo -ello es sabido- que el sayal del famoso anacoreta escondía nada menos que al Principe don Carlos. Reconozcamos a Abreu Gómez su buen gusto: no ha querido añadir esta variante a
la serie de Rodrigos, Alfonsos y Sebastianes.
A la vida que los documentos comprueban, ha querido atenerse -y se atiene-, Abreu GÓmez. Cierto que ya había una: la de Francisco Losa, bocado de eruditos. Pero era menester, sin duda, una versión, sobre veraz, poemática. Ya la tenemos: ésta. Por su virtud, vemos a Gregorio Lópezjugar, leer vidas de santos y ensimismarse, bajo el cielo de Madrid, primero de que supieron sus ojos. Le vemos partir luego, arrebatado por la fe, hacia Dios, mediante un camino que zigzaguea por Castilla, se levanta hasta el Pirineo navarro, y le deja caer, por último, en el mar de Cádiz. Luego, la tra-
Ermilo Abreu GÓmez.
vesía a Nueva España . .. Valles, cumbres, vegas, ranchos, le ven cruzar, consumido en el ayuno y la maceración, incorporando en su propio ejemplo la mejor Apologética, extática la mirada en contemplación que un día se consolida, por obra de la muerte, en deliquio infinito y absoluto.
Conocemos, pues, el itinerario que sigue en el mundo de la experiencia sensible Gregorio López. Mas su secreto peculiar, la razón específica de su psicología, la causa íntima de sus acciones y reacciones, no llega a sernos revelada por el autor, atento sólo a los movimientos exteriores de este sugestivo personaje: algo más que ermitaño, pues cuando
convino a su vocación, tomó la pluma, ya título de su Mística y de su Ascética ejerció la influencia sobre Miguel de Molinos que rápidamente -para estímulo de más lentos esclarecimientos- estudia el P. Dudon en su Quiétisme espagnol. Ello es que de no contar sino con la información de Abreu Gómez, no reconoceriamos al Venerable Gregorio López en rueda de bien-aventurados. Falta de individualización, la figura que con fino arte literario evoca Abreu Gómez, parece campear en la estampa sin nombre del Misionero castellano en Indias: subido a un púlpito roquero, predicando la palabra del Señor a un tropel de indios que se sienten renacer.
Gerardo Deniz
Mester de maxmordonía V
En el capítulo anterior dejamos a nuestro maxmordón buscando pretextos para hurgar con impunidad en lo que él es incapaz de escribir. Las palabras con doble grafía, los advetbios . . . Sigue siendo poco.
Hay palabras que, al ser divididas en final de renglón, generan un fragmento malsonante: obstáculo, disputa, penetrar. El maxmordón, psicólogo sutil, deduce de inmediato que el lector, enfrentado a ello, reacciona con horror. ¿Cómo evitar esta fatal peripecia? Rehaciendo dos líneas -con un poco de suerte pueden ser cuatro, siete- a fin de que, alterando la espaciatura entre letras y palabras, no sUIjan retazos ofensivos a las buenas costumbres.
Cuando me enteré de esta obligación moral de todo maxmordón, llevaba largos años leyendo, y mucho, a través de los pantanos de una infancia morbosa, una adolescencia malintencionada y una primera juventud insatisfecha. Me avergüenza confesar, pese a todo, que nunca -aunque debí pasar mil veces sobre ello- experimenté la prevista e insalubre sacudida al encontrar divisiones sucias de cuadrúpedo y logoteta. Ahora bien -y esto es lo espantoso-, desde que fui despertado a dicha posibilidad, no se me ha escapado, en treinta y tantos años, ni un solo caso de este insidioso surgimiento de anos, falos y demás paraphernalia.
No, no me estoy burlando. Con estos ojos que se ha de comer la tierra (pues la incineración está resultando cara) vi al Protomaxmordón exigir un nuevo espaciado a fin de evitar que, al malpartirse la palabra "servicio", quedase el renglón inferior empezando con . . . ¡vicio!
Hay que reconocer que esta larga historia no nos lleva muy lejos, una vez más. Pueden pasar muchas páginas sin que sUIja el escándalo divisorio, ¡maldita sea! Sin embargo, Maxmordón no ceja. Y se fija, de pronto, en el callejón.
Seguramente el hipotético lector de las presentes palabras no se ha detenido jamás ante el hecho casual e innocuo de que, por ejemplo, tres líneas empiecen con "el - el - el" o acaben con "des- des- des-"
(tres líneas o diez -si bien diez sería en verdad simpático). Maxmordón cae sobre esas situaciones como el tigre sobre el artiodáctilo, pues descubre ahí una oportunidad alucinante : ¡la de sanear el texto interviniendo, por fin, en él, a mansalva!
Maxmordón, modesto, prefiere comenzar, como en el caso de los fragmentos indecibles, pidiendo que el pasaje sea rehecho, a fin de que ya no aparezcan superpuestos tres "con" o cuatro "la". Pero todo tiene un límite - hasta su paciencia. Advirtamos, de paso, que la contradicción no es el menor adorno del maxmordón. A causa de cualquier coma, estará un dia dispuesto heroicamente a que se rehaga una página entera. Sin embargo, frente a un callejón (así se llama el espacio en blanco, indiferente, que se genera, p.ej., a la derecha de tres "de" consecutivos en comienzo de línea; hay otros tipos de callejón, pero sería horrible explicarlo todo) -ante un callejón,
decíamos, al maxmordón inesperadamente se decide a alterar palabras, con tal, ahora, de no tener que rehacer demasiado. ¡Es que en realidad ésa es su ilusión eterna! ¡poder meter mano en 10 escrito por otros! ¡y pretendiendo, encima, tener serias razones!
Ya insinuamos hace tiempo que quizás hasta en el maxmordonismo hubiese grados, en este mundo de medias tintas. He aquí un caso: hay maxmordones que rebuznan ante un callejón de tres o más líneas -pero los de estricta observancia, comme il [aut , no soportan un callejón ni siquiera de dos. Yola he presenciado: dos líneas, superpuestas, acababan en "tiene - tiene". Wagner (¿recuerdan el Fausto?) , ante mis ojos atónitos, cambió un "tiene" por "posee". Resultado: "posee una úlcera". Al otro día, las dos palabras superpuestas fueron aún mejores: "principio" -y vi, sin decir nada, transformar el principio de Arquímedes en comienzo. Los callejones fueron evitados,
Biblioteca de México 44
eso sí. Demos un paso más. Aun
que es un hecho innegable que el resorte interno que realmente mueve al maxmordón es la infecta satisfacción de alterar textos -a los cuales, con ese mero proceder, suele. atribuir una importancia de que por 10 general carecen-, se pregunta uno, sin embargo, que justificación universal aplicará el maxmordón si alguien -un aprendiz torpe- 10 interpela a propósito de tanto como retoca, o en el no menos remoto caso de que alguien llegue a la editorial, a entrevistar a los modestos talentos que allí laboran, de manera callada.
El maxmordón está -de modo moderado- dispuesto a contestar en el décimo o quincuagésimo aniversario de su editorial. Previsíblemente, afirma que, en resumen, él se afana, ni más ni menos, para hacerle la vida cómoda al Lector. Adviértase la mayúscula; don Max sabe pronunciarla. Visitemos con él, entonces, a dicho Lector.
Manuel Porras
Los Tratados de Fray Bartolomé de las Casas Si la décima parte de lo que dice que "vio por sus ojos" es cierto, y su veracidad es indudable, hubiera faltado a los sentimientos naturales de humanidad si no expresara su indignación 01 pintar tales escenas.
Washington Irving
A los 527 años del nacimiento del insigne dominico y en vrsperas de la conmemoración del 5° Centenario del Encuentro entre dos Mundos, permrtaseme recordar a Fray Bartolomé de las Casas, sevillano de nacimiento y primer sacerdote que ofició una misa cantada en América (septiembre de 151 2), capellón de Pónfilo de Narvóez, hombre de confianza del gobernador Diego de Velózquez, consagrado como Obispo de Chiapas e infatigable defensor de los naturales de estas tierras, que dedicó sus esfuerzos a afrontar los problemas del Nuevo Mundo. Innumerables fueron los méritos de este personaje, que si bien era español de origen, es hoy considerado un hombre universal.
Una de las actividades que le acarreó vasta polémica fue ordenar imprimir sus ideas sobre la actuación de los conquistadores y sus huestes frente a los habitantes de nuestra América. En sus 8 Tratados, las Casas plasma su sentir sobre la necesidad imperiosa de abolir la concesión de indios a los españoles y sobre las responsabilidades morales y económicas de los peninsulares en el trato cotidiano con los indrgenas; sobre la importancia de que los aborrgenes entendieran las enseñanzas del cristianismo antes de ser bautizados, sobre la predicación de la fe en forma padfica, asr como sobre la valoración de las culturas indrgenas y la posibilidad de que estos grupos aprehendieran la nueva civilización.
Una de las defensas mós ardientes de este clérigo fue la de insistir con verdadera pasión en que los indios aunque diferentes a los españoles, en color, costum-
bres y religión, eran seres humanos capaces de volverse cristianos, con todos los derechos de gozar de propiedad, libertad polrtica y dignidad humana, y que debran incorporarse a la civilización española y cristiana .
Es en este tenor que, a muy avanzada edad (1552-1553), hace imprimir en su tierra natal los Tratados doctrina/es, verdaderos memoriales destinados al Rey para ser considerados confidencialmente por sus Consejeros, y como preparación para los misioneros que partirran para evangelizar las Indias en la Armada de 1552.
A continuación la descripción de la obra :
Casas (Padre Bartolomé de las) Breuissima relación de la destruyción de las Indias ... Año 1552. (Al fin) Seuilla en casa de Sebastión T rugillo impresor de libros. A nuestra señora de Gracia Año de M .D.lij (1552) 4.°, got., sighS. a-f. de 8 h. menos la f que es de 10. (Sig. g:) lo que sigue es vn pedac;o de vna carta y relación que escriuió cierto hombre .. . 4 h. En todo 54 hojas.
-Entre los remedios q. do fray Bartolomé de las Casas: obispo d'la ciudad real de Chiapa: refirió por mandado del Emperador rey nro. señor: en los ayuntamietos q. modo hacer su magestad de prelados y letrados y personas grades en Ualladolid el año de mil e quinietos e quareta y dos para reformacio de las Indias .. . (Al fin) Seuilla en las casas de 10-come Croberger. Acabase a diez e siete del mes de Agosto año de mili e quinientos e cinquenta y dos años. (1552) 4. 0, gót. signs. 0-
g de 8 h. menos la última que es de 6, en todos 54 hojas, la última blanca .
-Aqui se contiene vna disputa, o controuersia; entre el Obispo don
fray Bartholomé de las Casas, o Casaus, obispo que fué de la Ciudad Real de Chiapa que es en las Indias parte de la nueva España, y el doctor Gines de Sepulueda . . . en la villa de Uallad. [Valladolid] 1552. (Al fin:) Seuilla en casa de Sabastio T rugi-110 . .. Acabose a x. dios del mes de Setiembre Año de mil e quinietos e ciqueta y dos (1552) 4. 0 , gót. signs. a-h de 8 h. menos la última de 6 . En todo 62 hojas, la última blanca.
-Este es vn tratado
Biblioteca de México 45
q. el obispo .. . Bart. de las Casas . .. compuso por comission del Consejo Real delas Indias: sobre la materia de los yndios que se han hecho en ellas esclauos. (Al fin:) Seuilla. Sebo T rugillo . .. Acabosse a doze dios del mes de Setiembre. Año de mil e quinientos e cincueta y dos (1552) 4. 0, gót. signs. a-d de 8 h. la última de 12. En junto 36 hojas. -Aqui se cotienevnos auisos y reglas para los cófessores q . oyeren confessiones delos Españoles que són o han sido
en cargo de los Judios de las Indias del marOceano. (Al fin:) Seui-110 .. Sebo Trugillo ... Acabose a . xx dios del mes de Setiembre. Año mil e quinientos e cincuenta y dos, ( 1552) . 4. 0, gót., 16 h.
-Aqui se cotiene treynta proposiciones muy juridicas: en las cuales sumaria y succintamente se toen muchas cosas pertenecientes al derecho q. la yglesia y los principes christianos tienen o puede tener sobre los infieles de qualquier especie que sean . . Año 1552. (Al fin:) Impresso en seuilla en casa de SebastiO' T rugillo, (1552) 4.°, 10 h.
- Tratado cO'probatorio del Imperio soberano y principado vniversal que los reyes de Castilla y León tienen sobre las Indias. (Al fin:) Seuilla Sebo Trugillo, a ocho dios d'l mes de Enero. Año 1553,4. 0, signs. 0-
k de 8 h. En todo 80 hojas.
Salvó consideraba este tratado el mós raro de todos los de las Casas. Los pasajese las hojas 37 y 46 no tienen sentido por haberse omitido en la impresión algunas líneas, pero en el ejemplar Salvó había dos tiritas impresas que subsanaban las faltas de impresión. (Nuestro ejemplar también las posee.)
-Principia queda ex quibus procedendum est in disputationes ad manifestandam et defendam justitiam Yndorum. (Al fin:) Impresseum Hispali in edib. ° Sebastiani Trugilli, 4 . 0, 10 hojas.
Dicha obra contribuyó a la creación de la "Leyenda Negra", que dividió en dos grandes bandos a pensadores tan destacados como Juan Ginés de Sepúlveda, su mós formidable opositor contemporóneo, seguido por el franciscano Motolinía, y aún en nuestro siglo por Marcelino Menéndez y Pelaro y Ramón Menéndez Pida, mientras que favorables a su doctrina fueron su grupo de discípulos, Fray Pedro de Córdoba, Fray Juli6n Garcés, Don Francisco Marroquín, Don Pedro de Alvarado, Nicolós Antonio, Antonio de León Pinelo y posteriormente Lascasianos tan eminentes como Lewis Hanke y Manuel Giménez Fernóndez, entre otros.
Durante mucho tiempo, los 8 Tratados, encuademados en un solo volumen, fueron considerados como colección preciosa y tal vez única, lo que ha sido desmentido después por los diferentes ejemplares que han aparecido en catálogos.
La Biblioteca de México posee un ejemplar de esta colección, que perteneció a
El padre las Casas.
don Joaquín García Izcabalceta . La encuadernación es en piel completa, cantos dorados, letra gótica de tipos gruesos, así como espléndidas póginas titulares y hermosas capitulares. De los pocos ejemplares que existen, el que poseemos se singulariza por el perfecto estado de conservación y porque contiene los renglones
Biblioteca de México
pegados al pie de las póginas R-5 y F-6 del "Tratado Comprobatorio del Imperio soberano y principado universal que los reyes de Castilla y León tienen sobre las Indias", que se hayan en poquísimas ediciones.
Este ejemplar se halla en el Fondo Reservado de las Colecciones Especiales de nuestra Biblioteca .
Fondo de Cultura Económica
Economía - Sociología - Historia - Filosofia Política y Derecho - Antropología - Psicología y Psicoanálisis
Ciencia y Tecnología - Lengua y Estudios Literarios Biblioteca Americana - Tierra Firme - Tezontle
Vida y Pensamiento de México - Letras Mexicanas Breviarios - Colección Popular - Arte Universal
Colección Puebla - Clásicos de la historia de México La Industria Paraestatal en México
Revistas Literarias Mexicanas Modernas - Educación Río de Luz - Biblioteca Joven - Administración Pública
Cuadernos de La Gaceta - La Ciencia desde México Biblioteca de la Salud - Entre la Guerra y la Paz
La Gaceta del FCE - El Trimestre Económico Lecturas de El Trimestre Económico
Sucursal Biblioteca de México
Plaza de la Ciudadela 4 Centro Histórico de la Ciudad de México
Estación metro Balderas
La Biblioteca de México hace un atento llamado a todas aquellas personas que posean o tengan acceso a documentos raros o inéditos de intelectuales, artistas y científicos mexicanos para que colaboren con nuestra revista .
La Biblioteca evaluará la calidad y pertinencia del material que se someta a consideración, yen todos los casos entablará correspondencia al respecto. Las colaboraciones aceptadas serán remuneradas.
Si está interesado, por favor llene el cupón y envíelo a: Biblioteca de México. Dirección de Actividades Culturales. Plaza de la Ciudadela núm. 4 Centro Histórico de la Ciudad de México C.P. 06040 México, D.F.
Señale con una cruz el tipo de documento y describa de qué se trata.
CARTAS O EPISTOLARIOS
POEMAS, CUENTOS O ENSAYOS
FOTOGRAFÍAS
DOCUMENTOS
Breve descripción
Biblioteca de México 47
llCULTURAS Editor: Juan Tom,is de Salas ·Dircdor: Justino Sinova· Editor Ejecutho: César Antonio Molina
1976 - 1991 320 Números
Han colaborado, entre otros:
MARIA ZAMBRANO • OCTAVIO PAZ • ANTONI TAPIES • ITALO CALVINO EUAS CANETTI • JOSE MIGUEL ULlAN • PEDro ALMODOVAR
JUAN GOYTlSOLO MARGUERITE DURAS • JOSE MIGUEL OVIEDO LUIS DE PABLO. JUAN RULFO • GABRIEL GARCIA MARQUEZ
MARIO VARGAS LLOSA. NORMAN MAILER • ERNESTO SABAYO GRAHAM GREENE • DAMASO ALONSO • JAVIER MARISCAL • CZESLAW MILOSZ
JUUO CARO BAROJA • CESEPE • JAIME GIL DE BIEDMA CLAUDIO RODRlGUEZ • PERE GIMFERRER • JUAN BENET • ODlSSEO ELITIS
JORGE GUILLEN. RAFAEL ALBERTI • FRANCISCO NIEVA • ENRIQUE VILA-MATAS FRANCISCO AVALA .ANTONIO TABUCCHI BRUCE CHATWIN
GONZALO TORRENTE BALLESTER • JOSEPH BRODSKY • JURGEN HABERMAS JOSE SARAMAGO • NAGUIB MAHFUZ • ANTHONV BURGESS
ALBERTO MORAVIA • CARLOS FUENTES • FEDERICO FELUNI • MARIA MANENT LUIS GOYTlSOlO • KARL POPPER • THOMAS BERNHARD .MIGUEL SAENZ
ANTONIO SAURA • ERNST JUNGER • AUGUSTO ROA BASTOS JOSE LUIS L. ARANGUREN .JUUAN BARNES • NADINE GORDIMER JOHN UPDIKE • WOLE SOVINKA • GOREVIDAL • MARIO BENEDEm ROBERTO MATTA • JOHN LE CARRE • GUILLERMO CABRERA INFANTE
JEAN - MARIE LE CLEZlO • CAMILO JOSE CELA. DARlO VlllANUEVA LEONARDO SClASCIA • MAX FRlSCH • JUAN MARlCHAl. TOM WOLFE WlWAM BURROUGHS. ALLEN GlNSBERG • LAWRENCE FERUNGHEtTI
JOSE ANGEL VALENTE • AGUsnN GARCIA CALVO .ROSA CHACEL AUGUstO MONTERROSO • ANGEL CRESPO • ClARA JANES • SUSAN SONTAG
WlMWENDERS
;i:'
Exija cada domingo con el periódico La Jornada un ejemplar gratuito de su revista cultural
~~ ~rY/ ~ ./ , ._L? l_~
~
Q AMPIHR n' ~ ~ MIMORIAS 01 UNU ~ fAl~lfl~AOOR- .
-al.'
y..~1 'Jr
Un joven franc~s de enormes cualidades para el dibujo, Alfredo H~ctor Donadieu, mejor conocido como Emico Sampieuo, encuenua en la falsificaci6n de bületes la posibilidad del dinero y la aventura, las mujeres y la vida. ficil. A panir de esta decisi6n un tanto inconsciente, su vida se conviene en un tOnDento: ya no podñ jamú alejane de la orilla del mundo que
lo ha marcado como delincuente. El gran crimin61ogo Alfonso Ouiroz
Cuar6n, perseguidor de Sampieuo . e~ Mtxico, lo impuJsarj despu~ a escnbll
~~1a~f:~~I~br~mW.~~:Sd~u:s: siglo.
_.1 .,
de venta en las
principales librerías
Precio DCIfIIIaI: 3',000 ~ Ofen. Elpeaal par.lIIICriplClfcs: 25,000 pcIOI
SoJicllelo • IU repartidor o U .. e • los lelifoDOl "9 7336, SS90500 y 57S 2629, y lo recibir' eD IU CIII Si lo preroeFC, acuda coa IU recibo ele luscripciÓII • f'Ru, 7 Col. Del VIlIc y IIhac IU ejemplar
Con .. jo Naciona' para 'a Cultura y 'a. 11Ft"
B11llJOTICA IEMI!XlCO