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!I Á MIS QUERIDOS COLEGAS CONTERTULIOS 143 QUERIDOS COLEGAS CONTERTULIOS PROCLAMA.. CURSI (1) Cuando á la corte vine de estampía, Para echar medias suelas y tacones A la vieja inmortal Patología, Traje algunos doblones. Sudor-en-latas de la frente mía. No bien hube llegado, varios muertos Se dieron á gritar: «!Médico nuevo!» Y llenos de ilusiones, aunque yertos, Amén de cojos, tísicos ó tuertos, Quisieron repitiese lo del huevo. Á algunos los curé por arte mágica; Otros me resultaron semi-vivos; Otros, difuntos ya definitivos, Fueron de mi debut la parte trágica. (Re r peto del desaire los motivos). Puesto ya en tal pendiente: «Pepe, dije, »Bueno es cumplir lo que el decoro exige; »Y pues visitas, paga tu tributo: »Sólo llenando este deber externo, »Con derecho podrás, pleno, absoluto, »Hablar mal de las Cortes y el Gobierno.» Y dicho y hecho, y voy y me delato; Mas, cual si el paso fuera desacato, Síndicos y peritos me condenan la pena inmediata; pronto ordenan Las Oficinas, con crueldad notoria, Y en virtud de implacable ejecutoria, Que por subsidio pague... (no cuanto; Mi mujer de estas cosas está al tanto, Pues, en punto á dinero, Yo cuido de ganarlo, Y ella de repartirlo y ahorrarlo, Sin lo cual fuera inútil lo primero.) La noche en que se inauguraron las TERTULIAS MÉDICAS DE CONFIANZA en casa del Dr. Letamendi, creyó el referido dueno de la casa que debía hacer alguna manifestación á modo de inaugural y fin de fiesta; mas como no estuviese la con currencia para muy fuertes seriedades, aunque para muy extraordinarias be nevolencias, dióse por satisfecha con esta humorística proclama.

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!I

Á MIS QUERIDOS COLEGAS CONTERTULIOS 143

Má QUERIDOS COLEGAS CONTERTULIOS

PROCLAMA.. CURSI (1)

Cuando á la corte vine de estampía,Para echar medias suelas y taconesA la vieja inmortal Patología,Traje algunos doblones.Sudor-en-latas de la frente mía.

No bien hube llegado, varios muertosSe dieron á gritar: «!Médico nuevo!»Y llenos de ilusiones, aunque yertos,Amén de cojos, tísicos ó tuertos,Quisieron repitiese lo del huevo.

Á algunos los curé por arte mágica;Otros me resultaron semi-vivos;Otros, difuntos ya definitivos,Fueron de mi debut la parte trágica.(Re rpeto del desaire los motivos).

Puesto ya en tal pendiente: «Pepe, dije,»Bueno es cumplir lo que el decoro exige;»Y pues visitas, paga tu tributo:

»Sólo llenando este deber externo,»Con derecho podrás, pleno, absoluto,»Hablar mal de las Cortes y el Gobierno.»

Y dicho y hecho, y voy y me delato;Mas, cual si el paso fuera desacato,Síndicos y peritos me condenan

la pena inmediata; pronto ordenanLas Oficinas, con crueldad notoria,Y en virtud de implacable ejecutoria,Que por subsidio pague... (no sé cuanto;Mi mujer de estas cosas está al tanto,Pues, en punto á dinero,Yo cuido de ganarlo,Y ella de repartirlo y ahorrarlo,Sin lo cual fuera inútil lo primero.)

La noche en que se inauguraron las TERTULIAS MÉDICAS DE CONFIANZA en casa

del Dr. Letamendi, creyó el referido dueno de la casa que debía hacer algunamanifestación á modo de inaugural y fin de fiesta; mas como no estuviese la con

currencia para muy fuertes seriedades, aunque sí para muy extraordinarias benevolencias, dióse por satisfecha con esta humorística proclama.

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144 OBRAS COMPLETAS DEL DR. LETAMENDI

Mas, !por vida de Apolo!!Bien venido seas mal si vienes solo!

A poco de esa ruda acometida(Por sobra de honradez, bien merecida),Y cuando ya en mi casa, por prudencia,Dictada estaba la alta providenciaDe suplir el asado con gazpacho,Vino elSenor Camacho

(Aquel de los rentisticos camelos),Y,sea por inquinas, ó por celosPorque vivo en la calle de Cervantes(Padre del de las bodas rebosantes),Me repaytió según sucatecismo,!Veinte duros por sal!... !Ábrete abismo!

!Por cloruro de sodio veinte duros,Á un pobre catalán desaborido...!?Qué cuota pagará Paco Romero,Cardona de la sal, mar del salero?!?!

No hay caudal que resistaTales arremetidas, y en su vista.Y á más reflexionandoQue la contribución irá aumentando,Y que tras de Camacho y su sistemaVendrá del socialismo el gran dilemaDe darlo todo en nombre del desorden,(5 darlo todo á quien mantenga el orden,He resuelto, por no volverme pobre,No gastar más que aquello que me sobre.

Y,como consecuencia de mi enmienda,Quiero que ustedes sepan de antemano

(Mi franqueza !pardiez! no les ofenda)Que estas serán tertulias de secano;

—Más claro y castellanoQue me dispensen si no doy merienda.

Yo bien se que, cediendo á la rutina,Con repartirles una muselina

de jamón entre obleas de pan blando,Y luego una tacita acompanandoLlena de una infusión de paja de heno,Que ni llega á alimento ni á veneno,

De aquí saldrían todos pregonando,Más que por plenitud, por cortesía,De mi espléndido TÉ lo confortable...

7

!Recurso miserable,Cuya virtud, por cierto, no adivino,Aunque de plus se dé un poco de vino!

Yo soy muy radical en mis doctrinas;Yo á los amigos no les doy sardinasNi mitos de jamón en telaranas:15 cada noche, por salir de apuros,Me gasto en el buifet trescientos duros,

me atengo á encenderles las aranas,Y al propio resplandor de sus bujías,Manifestarles lar miserias míasSin mistificaciones ni patranas.

Ea, pues, caballeros, divertirse,Ya que del gastar poco yo me encargo,Con el fin de que puedan repetirseEstas tertulias por un tiempo largo,Donde, endulzando el fruto, siempre amargo,De nuestro ministerio.., sin cartera,Vayamos estrechando el común tratoPor un medio barato.

Y así, por suave artística manera,Libres de la infestante filoxeraDe envidias, prevencionesy tranquillas,Logremos redimir la clase enteraDe críticas, de sátiras, de hablillas.

La CLASE está en las almas, no en los labios;Menos mentarla, pues, y más quererla,Y para más quererla es ley honrarlaBajo la ensena: «TODOS PARA moDos;»Abandonando bárbaros resabiosDel tiempo de los godos,Más silvestres y díscolos que sabios.

lié aquí el objetivo que os proponeQuien, sin daros merienda,Se presta ansioso á la común enmiendaY á vuestro arbitrio cuanto tiene pone.

Dignáos, pues, honrar miras tan altasConcurriendo á estas fiestas de secanoUna vez cada mes (salvo en verano),Perdonando al autor sus muchas faltas.

21 de Febrero de 1883.

OBRAS DEL DR. LETÁMENDI

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146 OBRAS COMPLETAS DEL DR. LETAMENDI

UN POCO DE AFORÍSTICA

La crianza de un hijo debe comenzar desde el primer signo de

embarazo; su educación desde la ligadura del cordón umbilical.

4,11211>

No digas ni hagas !oh madre! delante de tus hijos lo que no pu

dieres decir ó hacer, sin detrimento de tu decoro, en mitad del día y

de la Puerta del Sol.

«e«•>

Voluntad de hierro evita lección de palo.

<sosa,

Mantente, nino, alegre, meón y buen durmiente y ríase la

gente.

46zaer•

Del médico de ninos vale más, por punto general, un consejo que

una receta.

El verdadero embarazo dura veinticinco anos: todo este tiemponecesita una madre rara dirigir á buen término lo más recio y lo

más tenue de nuestro sér: huesos y sesos.

<:"Widia)

En las enfermedades de los ninos; la asidua observación de la

madre forma la mitad de la ciencia del médico.

cal.1~

Madre, si tu nino en la primera infancia se presentase extraordinariamente famoso, pon tus ojos en su padre y en tí misma; y si

comprendieres que vuestra propia robustez no corresponde á aquellosalardes dela criatura, ponla bajo la dirección de un médico sin preguntarme el por qué. Reflexiona tan sólo que nadie da lo que no

tiene, y que si en aritmética se dice que ménos multiplicadopor mérzos

da más, se entiende que ese más es más cantidad de ménos.

~-010)

SATIRICON MÉDICO

—Carolina con mal de ojos; Adolfín con mal de oídos; Juan concostras en los codos

—?Y los demás?—Todos buenos.—Pues al médico con .todos.

Malaventurado el hogar doméstico donde, al morir el 'esposo,muere con él el padre. Así, la perfecta viuda es aquélla que, asu

miéndose el oficio paterno sin renunciar al materno, transforma enbien de sus hijos aquella misma energía que otras viudas disipan enlágrimas de sus ojos.

(La Madre y el Nino.)

SATIRICON MÉDICO

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UNA VELADA EN CASA DEL BOTICARIO TRUCHELA

APUNTES AL LÁPIZ, POR EL DR. PETRONIUS

Cierta noche se me antojó meterme dentro de un frasco de cantáridas, que un mancebo droguero llevaba del almacén de su amo áuna botica del arrabal de la ciudad. Tiempo hacía que me andabatitilando el capricho de colarme, sin ser visto, en un rincón de alguna de esas boticas en que ciertos médicos fijan á las horas de velasus reales, situándose á veces tan arrinconaditosjunto á las puertas vidrieras, que no parece sino que venden «ostrasfrescas de Ostende; »

y he aquí que la primera coyuntura la aproveché.En una exhalación llevónos el muchacho, á las cantáridas y á mí

enfrascado con ellas, á nuestro destino. Iba yo con el pasmo del queteme ser olido en llegando; mas por dicha mía respiré al oir que elprincipal le decía al chico, con aire distraído:—«Antonico, déjalasahí, que hoy no estoy para examinarlas, y dile á tu amo que manana pasaré por su almacén, y que me tenga hecha la cuenta del se

mestre.»—Ahí, pues, nos dejó el chico, en el primer hueco de laestantería que se le vino delante, y allí me quedé quieto, procurandoatisbar, por cima del rótulo de mi tarro, en qué botica estábamos.Vi que nuestro varadero era la del licenciado Truchela, hombre deingenio y actividad, boticario á natura, alcalde crónico de barrio, ex

miliciano, exobrero de la parroquia, flos sanctorum de vidas de la ve

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ciudad, aspirante á sanjuanista, y gran madrugador de torcidos

intentos.

En aquella sazón la botica estaba, se puede decir, desierta; pues

el boticario, senora y familia cenaban en la trastienda, y el alma

del practicante, fatigada de repasar las cucurbitáceas, los tardigrados

y las sales de tungsteno, que le tocaban de lecciones de vela, había

concluido por abandonar su cuerpo, graciosamente dormido sobre el

pupitre, á guisa de Fabio Orsini. En esto entróse en la botica una

criada, y tal era ella, tan agitada venia, y tan azorado despertó el

muchacho, que me figuré que iban á entonar el dúo de Lucrecia

Borgia; mas todo se resolvió en la prosáica demanda de una botella

dejarabe de Pepa-Juana. Dúo ya le hubo, y no muy venial, y.Duque

de Ferrara y todo; pero en cambio quedé aleccionado en el arte de

intercalar utile dulci en el despacho de las medicinas. Al fin, la mu

chacha se fué servida, y el muchacho volvió á su pupitre á digerir

unas pocas cucurbitáceas más, que era, á juzgar por su facies, lo que

mejor le hacía al caso.

Yo estaba incómodo ya: las cantáridas empezaban á darme come

zón; el tapón me ahogaba; y como mirando al soslayo, viese que

junto á nosotros estaba aquel cierto pote histórico que dice Div. Rez , y

para mayor ganga destapado, levanté bonitamente el toldo de mi

receptáculo, y pasándome de un salto al de Div. Rez., dije á las

cantáridas: «!Abur, companeras! que para los enfermos os quiero yo,

no para mi cuero.» Puesto ya allí, respiré, considerando que como

no ocurriese algún statim de asafétida, ya nada me había de mo

lestar.No bien me había ensortijado en el pote, como gato en canastilla,

cuando el maestro boticario salió á la tienda, haciendo ademán al

mancebo de que se fuese á cenar la posdata de la cena de familia,

que por lo que vine á oler, se componía de berzas hervidas, bacalao

frito, y de anadidura un huevo, que de fijo no era del día, siendo

para boca de practicante. Restregándose las manos quedó el botica

rio, paseando arriba y abajo por la desierta oficina, como quien dice,

ya tenemos un día más; y muy luego, fijando la vista en las cucurbi

táceas del mancebo, y soltando un enfático !bah! como diciendo para

sí: «!ahora vean ustedes qué cosas de hacer estudiar á esos mucha

chos!» acabó por sentarse en su silla oficinal, dando un bostezo tan

inverosímil, que por momentos temí le dislocaba la mandíbula. Era

de ver aquel ente larguiseco, acamellado, cara de zorra, pelo llorón,

exornada la persona con una que en tiempos fué opulenta bata, y

hoy triste funda de manipular, y armada la cabeza con unas gafas,

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anISATIRICON MEDICO 1.4U

levantadas como visera sobre las cejas, á guisa de ojos de rana, y

un casquete echado atrás pendiente de la mollera; con todo ese con

junto ver á aquel ente en el paroxismo de un bostezo clásico, acom

panado de un estiramiento general, mira, lector, creí que le reven

taba el pote.Absorto contemplaba yo aquel fenómeno, que convertía á mi hom

bre en telégrafo militar, cuando la puerta vidriera de la calle se

abrió, y colósenos dentro un colega; pero !;;qué colega!!! Figúrate,lector, una damajuana con piernas, y que tuviese por tapón una al

cancía con ojos, y tendrás la efigie del Dr. Marraco; tertuliano ordinario que se entraba buenamente á saber «qué se decía por labotica.»

Érase el tal uno de esos hombres que, antes de que se les caiga el

cordón umbilical, ya tienen digerida toda la experiencia del mundo,y que en la pila misma del bautismo ya balbucean: ahí me las den

todas. Rostro impasible, reflejo de un alma cínica, gran comedor y

célibe por sistema, ni había por donde entrarle dano, ni de donde ex

traerle provecho; verdadero paquidermo racional, lo uno por no sentirel mal, lo otro para guardarse el bien, venía á ser Marraco una deesas excrecencias sociales, nacidas ad hoc para sí y contra todo. Sabíalo preciso para saberlo aparentar; era hombre de orden, de tradición,de principio de autoridad; no por el orden, ni la tradición, ni el

principio de autoridad, sino porque ya él se tenía sus cosas calculadas bajo ese pie; porque en realidad, no había en sus adentros el gradode calor que necesita la conciencia para empollar, y á pesar de sus

aires doctorales, era para él tan ignoto el sentimiento de la dignidadprofesional, como para un peruano lo son truenos y rayos.

Entró, se sentó, como rendido de llevarse á sí mismo, dejó el som

brero, sacó un panuelo de color, y con él anduvo á vueltas largorato, enjugándose, sobándose, sonándose, estornudándole dentro, yconcluyendo por apelotonarle, le guardó en el puno; apoyó éste en

la rodilla, y después de una pausa proporcionada, y como el que yapara nada necesita empezar por las «buenas noches» de cortesía,rompió el silencio con este lacónico:

—?Qué hay de nuevo?

—Hombre, ni por un diente se adquiere una noticia; está la cosa

pública como una marmita de Papín; se marca la presión, pero no se

sabe lo que hierve dentro.

—Pero, ?y eso que se dice de los puntos negros?—Yo no sé; pero se me figura que el Emperador trata de saldar las

cuentas en detall—;Hombre! y á propósito de cuentas; arreglemos si os parece las

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y

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150 OBRAS COMPLETAS DEL DR. LETAMENDI

de esta primera semana, ahora que estáis desocupado, y antes que

venga el otro colega; pues delante de él no se puede tratar cosa deprovecho.

—Bien como queráis.En esto tiró Truchela del cajón del pupitre; sacó un libro de regis

tro, y después de buscar y rebuscar, dijo de esta manera:

—Ojalá Dios que las demás semanas sigan las huellas de la que

hoy fine, y cuyo balance os dará la muestra de lo que se pudierahacer en este renglón, si los médicos no fuesen tan sándios!

Héos aquí el resultado.Tenéis esta semana «trece sOluciones gumoso-nítricas para la se

nora del Juez»Dos cajas de píldoras aloéticas para dona Sola

»Dos jeringas de inyección para D. Canuto ; vos le recetásteisuna, pero se le rompió, y como es natural, vino por otra os la

pudiera bien callar ya véis que 'aquí se juega limpio.»—!Hombre! !Hombre! !Hombre ! !Hombre! !Hombre !Por

Dios—Digo que tenéis además 30 robs Laffecteur para distintas cosas,

de los cuales 23 sin mercurio y 7 con él. ,

—?Es mucha la diferencia del precio?—Ninguna, porque tampoco la hay en la composición.—Adelante y de vuestra Ambrosía antidiscrásica, ?cómo es

tamos?

—Ya vendrá eso. Tenéis 142 vejigatorios: mirad; ahí he debido, á

toda prisa, volver á hacer repuesto de cantáridas; pues ni un ala de

ellas me quedaba en la botica. (!Santo Dios! dije para mí; si no me

salgo del frasco, eran capaces de hacer esta misma noche un statim

con pasta de mi persona!)Y sigue Truchela:—Podéis desde manana prodigar vesicantes; que

moscas no faltan, y es renglón que os conviene quiero decir, que

deja beneficios limpios; pero no me vengáis con el engorro de aleanforarlas.

—!Es que se irrita mucho la vejiga de la orina, sino se toma eáta

precaución! !Como que'ráis— !Bagatela! ?Pues, qué? ?Se dan acaso las cantáridas como emo

lientes? !Qué manias se han propagado desde esa !moda flamante dela acciónfisiológica de los medicamentos! Ahora viene lo de la Ambrosía

antidiscrárica. Perezoso habéis estado; mas con todo, aquí encuentro

despachadas por receta vuestra 57, que á un realito limpio para vos

cada botella ?eh?

SATIRICON MÉDICO 151

—!Oh! En adelante no me pillan dormido; lo que es en la consultación de mi casa, no receto ya nada más que Ambrosía antidiscrásica cosa resuelta.

—Si, creedme, en eso de curar es lástima mirarse; yo he servidolargos anos á grandes notabilidades, sin más materia médica en casa

que nitro y agua de borrajas.—!Ya tenéis razón! El vulgo es necio, la naturaleza loca, los co

legas ladinos, los boticarios, salvo raras y honrosas excepcionescomo

vos, trampollas ; en medio de esa babel, !quién sabe lo que se dá!!Quién sabe lo que se pesca!! !Quién sabe lo que se cura!!! !Quiénsabe lo que se mata !III

—!Bravo, hombre! !Bravo! Veo que á medida que os vais espontaneando, vais apareciendo á mis ojos más digno del concepto dehombre de clara inteligencia, que de vos he tenido siempre.

—Gracias. Adelante.—Diecisiete parches de emplastopro matrice, de los cuales 10 para

senora y 7 para caballero; y decid, ?qué tal os va en los hombres?—No puedo decir mal; en ninguno he observado cosa (! Adiós!

Ábrese la puerta vidriera; entra el Dr. Avanto ytras de él otra criada,llevando de la mano á un chiquillo. La entrada de esos tres individuos y de sus tres buenas noches, desconcierta aquel juego prohibido,y en un santiamén, nuestros contratantes se trasmudan en dos personas decentes.)

Al ver entrar al Dr. Avanto respiré, como respira un náufrago quecansado de vagar poruna desiertaisla, sin ver mb que panteras, cu

lebrones y sabandijas divisa por fin un hombre. En efecto, era elDr. Avanto un joven lleno de fe, esperanza y caridad, que no cono

ciendo de Truchela más que el lado bueno, se había amistanzadocon él con la misma irreflexión con que una inexperta moza se dejacortejar por un tahur de café, sólo porque tiene chispa: porque hayque consignar (por si el lector no lo hubiese ya supuesto), que Truchela no lo tenía todo malo; !oh! no: Truchela no se perdía porfalta de ciencia, sino de conciencia; es decir, que siendo un buen químico con el entendimiento, era un malísimo boticario por el temperamento: por manera que como el que tiene dos novias, una por amor,otra por lujuria, cultivaba Truchela dos amistades; la del Dr. Avanto por las cosas buenas que le sacaba; la del Dr. Marraco por lasruindades que le proponía. Así era de ver la perplejidad de este último, en el momento de entrar en la botica el primero; pues Marraco, como á rival, aborrecía á Avanto, y como amarraco que era, lerespetaba porque le temía.

152

(Pausa depringue.)

OBRAS COMPLETAS DEL DR. LETAMENDI

No sé por qué (pero es la verdad) presentí que aquella velada ibaá ser notable en los fastos de la tertulia botiquera, y así, mé arre

llané á más y mejor en mi receptáculo, con la misma infantil anhelación con que un paleto se quita la gorra yse sienta al ver levantar el telón, la primera noche que le llevan al teatro.

Déjame ahora, lector, que me suprima, mientras habla por mí esta-fiel historia, que aunque es complicado el diálogo, yo te indicaré dequién sean y á quién se dirijan las razones de cada cuál, de modaque te estorbe la imaginación lo menos posible, como así lo ensena áhacer el Dante en su Divina Comedia. Si alguna vez yo no me puedoreprimir te hablaré entre paréntesis sin claudatur, ya que de las cosas

que aquí te cuento hube de ser testigo dentro un tarro sin tapón.La criada, como á mujer, fué la primera que habló:—Vengo á por el emplasto de la senora Si me lo puede despa

char seguidito, senor Truchela, me aguardo—Voy á ello.

—Y diga usted, senor Truchela, ?cómo es que habiendo pagadosiempre por ese parche seis reales, en tanto tiempo como se los ve

nimos á comprar á usted, me llevó lasemana pasada un real más?

(De pronto el chiquillo á la moza).—No es esto lo que te ha dicho,mamá

(Y Truchela al chiquillo) .—Pues oiga! ?quién te mete á tí en laconversación? ?Ha visto usted, amigo Avanto?

--Ya! !Ya! !Que despejado y listo parece este rapazuelo! Dí, hijito,?qué ha dicho mamá?

—Mamá ha dicho que se callase la boca, hasta ver si también hoyle llevaban el real de más sino que ésta es una trapalona entro

metida—?Ha visto usted, Marraco, qué despejo el de este chiquitín 9

(Ylala Criada á Avanto).—iPues déle usted alas alnene!

(Yel nino sobreexcitado).—iSi! !sí! !sí!, y además ha dicho(Y ella).—No le hagan caso, que es un enredador

Avanto).—?Y qué tiene eso de malo en esta edad 9 Dí, nino,di, ?qué más ha dicho mamá? ?Qué más hadicho 9

—Ha dicho ha dicho ha dicho hadicho no lo quierodecir.

Figúrate, lector, cómo lo había de decir el angelito, si la fiera mi

SATIRICON MÉDICO 113

rada de la muchacha parecía decirle en taquigrafía: «!Cállate marra

nito, si no se lo cuento á mamá en llegando á casa!»(Pero el bonachón de Avanto,insistiendo).—Dí, ?y por qué no lo quie

res decir?—Porque no quiero.—!Ejeh! !que no lo sabes! !eso es! !eso!—Pues, sí, senor, que lo sé: sino que ÉSTA me mira.—! Tú verás, si no te callas!—! Pues sí, senor! !Si, senor!! !Si, senor!!! Lo que mamá ha di

cho es que teme que el Dr. Macaco y el boticario están están—! Cállate !

—Están !ay! ?Cómo ha dicho que están'?•

—!Cállate!--!Ah! conchavados; sí, sí; conchavados.Muda quedó la botica: Truchela mirando á Marraco, Manaco y

Truchela al nino, la criada á Truchela y á Avanto, y el nino en elcentro girando un vistazo general, se formó en un instante dentrola botica una verdadera telarana de miradas indescriptibles.

Lo que es la criada estuvo sublime como mujer en conflicto; dióle'al chiquillo una cachetina feroz, y tirándole de un brazo, como quienlleva el perro á banar, salióse con él arrastrando, y fuése sin decirni tan siquiera «!abur!»

Aquéllo, sin embargo, quedó muy descalabrado. El Dr. Avanto, ápesar do su sencillez, entrevió el misterio. !Oh, Si; le entrevió! Elvirus de la desconfianza circulaba ya por sus venas; pero caracteres

como el suyo son propensos á aguardar siempre aquello de «!quiénlo había de decir!», de suerte que entre su educación y el cinismode sus contertulios, se encontró por de pronto el medio de hilvanaraquel descosido. Marraco fué quien rompió el silencio con el siguiente admirable golpe diplomático:

—?Y ustedes creen acaso que eso es invención de ese chiquillo??De dónde se lo había de sacar la criatura si no se lo hubiese oído á

su madre? !Buenos, buenos estamos! !Qué tiempos, senor! !Quétiempos alcanza la Facultad! »diem: natura minister et interpres,!héte aquí escarnecido en el ejercicio de tu sublime sacerdocio poruna madre sin pudor, escandalizado por un chiquillo sin vergüenza,y expuesto al ludibrio de una fregona sin principios!... !Ay, amigoAvanto! Usted es joven todavía; todavía está usted á tiempo de sal

varse; créame usted, abandone esa carrera que lo es de baquetaspara todo hombre de corazón.

—!Oh! sí; ya le aconseja usted bien. Figúrense ustedes !qué situa

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41,1

154 OBRAS COMPLETAS DEL DR. LETAMENDI

ción, por otra parte, la mía! La trementina de Venecia ha subido en

tres meses ocho reales por arroba; la pez de Borgona otro tanto, ydespués que por consideración he estado vendiendo á pérdida todoese tiempo, me he de sentir bochornos sólo porque un día se me

ocurre subirles un real los parches... y eso que ahora me quedo con

éste aquí, y Dios sabe si volverán á recogerle Tienerazón mi co

lega, Dr. Avanto; si yo tuviese la edad de usted, no estuviera yo yaaquí cocinando medicinas.

—Pues, amigos míos, yo pienso luchar. Me gusta mi profesión;no me trae, á Dios gracias, disgustillos ni disgustazos de esos deque veo que tantos médicos se lamentan; hablo á la gente llamandosin comedias el pan; pan, y el vino, vino y Dios proveerá

(Y Marraco).—Pero, ?no lo ve usted? ?Quiere usted más enterezaque la mia? !Y ya usted ha vistol

—Ya veo; pero—Déjense ustedes de discusión, porque no hay que darle vueltas,

replica el boticario; las carreras están perdidas; la inconsideraciónlas va minando cada día más y más; esa malhadada libertad de industrias, al acabar con los gremios, ha comprometido la dignidadde las profesiones doctorales (Truchela fué miliciano, no lo olvides,lector); la intrusión ha traído el desprestigio; ya todos somos unos;ya se nos trata hasta de iconchavados!

—Pues, francamente, senores, yo no soy de este parecer; yo creo quetodo iría mejorsin tantas pragmáticas, ni tantos reglamentos, ni tantas gararn ninas; pues como quiera que en materias de salud cadacualconcluye por hacer de la suya lo que le da la real gana, y que siempre lo vedado es deseado, resulta que si la intrusión no se vedara, defijo que mucho menosbuscada había de ser. Esto, para mí, es evidente.

(!Ay, colegade mi alma!) — exclamé para mi pote; — te explicascomo un libro !pero de los que se explican bien!

En esto el boticario había ido avanzando hacia junto á aquel ciertopupitre de las cucurbitáceas, y en él se apoyó rascándose el casquete,mientras que Avanto y Marraco se acomodaron en el sofá de esperaque al otro lado y frente al pupitre estaba.

Yo ya presumí que el debate se pondría serio; pues por más quelos tres disimulaban, se echaba de ver, por el tonillo de todos, quedesde el siniestro de la chiquillada, cada cual, á su manera, andabacriando mala sangre.

Tal se vió por la réplica de Truchela á las discretas razones deAvanto.

—!Bien, hombre, bien! !Así, recio!, como si .no fuese bastante el

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SATIRICON MÉDICO 155

que todo se le venga á uno encima, empiecen ahora á darnos de palos las gentes de casa, los mismos médicos; !y los jóvenes, senor, lagente del porvenir! ?Qué le parece á usted, Dr. Marraco, de las lindezas con que nos sale ahora el amiguito? ?Ha oído usted en su vidaprincipios más disolventes?

(Y Marraco).—En verdad, senor de Avanto, que no puedo estar con

usted en esta cuestión. La situación que la Farmacia viene atravesando tiempo há es tristísima, ysólo reconoce por causa la transgresión lamentable de las prescripciones legales; esas intrusiones es

candalosas; !esa befa del principio deautoridad! (Aquí un conterazo alsuelo). Es menester, senor mío, que todo médico conservador arrime-el hombro al boticario; !si la botica cae, la anarquía se nos vieneencima! (Otro conterazo al suelo); es este un deber indeclinable de todomédico que comprenda su misión

(Y Avanto).—Pero hombre(Y Marraco).—ph!, !Sí, senor! !;Sí, senor!! !H-Sí, senor!!! (Yapa

un crescendo de conterazos: uno para cada sí, senor). .

(Y Avanto).—Pero hombre(Y Truchela).—No hay hombre que valga, !amigo mío! Lo que

dice el doctor es el evangelio (Entra una vieja con la mano en

vuelta en el paZuelo).—Buenas noches(Truchela distraído, á la vieja).—?Qué hace falta?—Mire usted, estoy rabiando; déme usted algo para este mal de

dedo, que hace tres noches no me deja pegar los ojos(Y Marraco, medio á buenas á Avanto).—Usted hablará, pero antes

dispénseme que fije su reflexión en las verdaderas causas de esa decadencia: creo no me negará usted la triste autoridad de una largaexperiencia.

(Y Truchela á la vieja)..—yero mujer de Dios, si lo que trae ustedes un panadizo, que si no se lo abro ahora mismo, manana le tendrían que cortar la mano!

—!Ay Virgen santísima,—!Si ya está maduro! No le haré ningún 'dano; y luego con un

ungüento que yo le haré, verá, verá Déjeme hacer (Y vueltoá Marraco). Expliquele usted, doctor, al senor las habilidades de ese

cínico de droguero de ahí junto, que si no por que dirían que abusode la vara de Alcalde, ya se la hubiera hecho catar. Ande usted, se

nor Marraco, explíqueselo usted bien; que esos jóvenes lo que nece

sitan son casos prácticos.—(Y vuelto á la vieja): Á ver, veamos si estábastante maduro

156 OBRAS COMPLETAS DEL DR. LETAMENDI

Avanto).—Si uno pudiese hablar, yo les haría ver que esa no es

cuestión de si el droguero A ó si el herbolario B—!Ay!, !Ay! (la vieja); no apr...iete usted tanto! !Oy!, !Uy!!

! ! !Of!!! !Por la Virgen de los Desamparados!....(Tru,chela de sopetón soltando el dedo).—Que no es cosa de «si el

droguero A, ó el herbolario 13»??? !San Crispín!! ?Y eso dice un médico que practica?

—Lo digo, pero á pesar de que practico, porque aunque practico,discurro.

—Nada, nada; cuéntele usted, cuéntele usted, doctor Marraco(Y en esto el Truchela sacó de la faltriquera una bolsa, y de la bolsaun bisturí, y del bisturí la hoja • todo como un médico.

(Y Truchela á Avanto).—Pues oiga usted, amigo: oiga usted casos

horrorosos. Dos anos hace vivía en la Plaza del Cerdo una senoraque á lo que parece tenía un cáncer en la nariz. Me llamaron y! ! !Aeiouy!!! (No es nada, lector, no te asustes la vieja y el bisturí de Truchela que han llegado á las manos

La pobre vieja se deja caer sobre una silla sale el practicante áhacerse cargo del resto ; profunda pausa ; gran peste de éteren toda la botica !TABLEAU!

Truche'la listo ya, y todavía blandiendo subisturí, se acercó á losdos doctores diciendo:

—Ahora estoy con ustedes. Permítanmeustedesdos palabras; puesnadie como yo que toco eso todos los días, puede colocar lacuestiónen su verdadero terreno. Oigan ustedes (1) (pianíssizno). No hace un

mes una mujer fué á la droguería de la otra esquina con una recetade una onza de tártaro de potasa para purgar á su marido, que era

un buen hombre, el mancebo le dió por equivocación una onza de=lato de potasa; !buena purga llevó la mujer! Á las dos horas quedó viuda'. Digan ustedes ahora, á un droguero que así se mete áejercer una profesión que no es la suya, sabiendo que se expone(crescendo) á ocasionar desastres tan horrorosos, digan ustedes, (fOTUS8i9710) ?no hay para hundirle este bisturí hasta los bofes? I!

(1) El siguiente caso, uno de tantos ocurridos por descuido, así en droguerías como en boticas desalmadas, es histórico: pasó en Sabadell. Me consta porque posteriormente asistí á la familia de la víctima, con motivode una gangrena de brazo por causa traumática. La notoriedad auténtica de un caso de éstosvale por cien Reales órdenes.—LETA MENDI.

SATIRICON MÉDICO 157

(Y viendo que nadie le contesta, prosigue):—Y á todo esto, mientrasesos cínicos industriales despachan yoduro á libras, aceite de bacalaoá arrobas, magnesia á quintales, y quinina, y opio, y estrignina, ybaba de. diablo si se les va á comprar, con receta ó sin receta, que lomismo les da, haciéndose de oro en pocos anos, digan ustedes con elcorazón en la mano, ?qué movimiento, qué negocio han visto ustedes en esta mísera botica, durante el largo rato que se dignan favorecerla con su .visita, si no es aquel parche, que de fijo me lo tendréque quedar, y laonza de ungüento, y la poquitica de pinchadita quese lleva esta buena tía?

—!Ea! !Qué tanta porra!!! !Senores míos! (replicó Avanto, alzándose del sofá, plantándose de una zancada en medio de la botica, ymirando desatinado, tan pronto al uno como al otro de sus interlocutores.)--.?Creen ustedes que porque soy pacífico v sincero, se me

puede á mí hacer comulgar con ruedas de molino? ?"(5 es que se hanvuelto ustedes tontos, justamente esta noche, cuando más discretosnecesitaban ser conmigo?

1—?Qué quiere usted decir 91A dúo. —?Qué quiere usted decir 91

—!Nada! Porque no me gusta tratar por casos prácticos, ni por

dimes y diretes, cuestiones tan graves como las que aquí se agitan;Los males de la Farmacia no vienen de ahí; ni mucho menos los dela Medicina: en la historia es donde hay que aprender las causas deese decaimiento, pues es absurdo suponer que los males que afligená una institución social tan grande como lo es la Medicina, traiganorigen de los pecadillos de esa gente intrusa; pues si en buen hora

la razón de la diferencia entre Médicos y curanderos consistiese, dehecho, en lo que debe .consistir, no precisamente en llevar ó no llevar sotanas y caperuces, sino en saber ó no saber; como toda com

petencia entre el sabio y el ignorante es temeraria, nadie se meteríaá ejercer una profesión que no entiende, porque no trae cuenta,porque no trae pan. Así es que por lo tocante á la Medicina, no hayque devanarse los sesos inventando causas; que sobrada la hay en laignorancia atrevida y desastrosa de un gran número de Médicos detodos tiempos, de todos lugares, de todos calibres! Desuerte que res

pecto á Médicos, la solución extrema es, que el que quiera que se

le tenga por tal, y desee sostener la competencia, que estudie muchoy practique de buena fe.

(Y Afarraco).—Una palabra—No hay palabra para eso la tengo yo.

158 OBRAS COMPLETAS DEL DR. LETAMENDI

' .5"" •••

Por lo que dice á la Farmacia, mi opinión arranca igualmente dehechos históricos. Entre la alquimia y la química vivían como anfibios los antiguos boticarios, con tan poca significación como preten-,siones, cuando apareció Brown, quien con sus medicaciones tónicas,excitantes, activas en sumo grado, les levantó de un salto fortunay significación. Apenas todo así medraba, honra y provecho, importancia y tortuna, dos golpes tremendos recibió el boticario sin pensarlo: uno la venida de Hanhemann con sus nonadas de azúcar, su

régimen, su cabalística, su guasa descomunal; otro la irrupción deBroussais con su dieta, sus sangrías, su nitro, su agua de borrajas.Partida en dos la floreciente farmacopea; una mitad en el bolsillo delhomeópata; otra mitad en el pozo :del zaguán, el boticario quebró,como no podía menos de quebrar, sin que el porvenir inmediato leofreciese más que la dura alternativa de ó morirse, ó condenarse;morirse, si se atenía lealmente á su oficio; condenarse, si intentabafalsearle. Con paciencia y tiempo empezó la materia médica á reponerse de tan tremendos golpes; pero ya en esto las ideas liberalescundían más y más, y á nombre de esa misma libertad, á medidaque cada medicamento resucitaba, lo mismo le daba echarse en brazos de un boticario, que de un droguero, que de cualquier otro paraser explotado. El trance era duro para los boticarios, y como sueleacontecer en los graves apuros, en todo se pensó menos en lo quemás convenía. Se pensó en elevar el boticario á licenciado, lueko ellicenciado á doctor, y mientras así se levantaba al boticario por lostítulos, rebajábase él mismo cada día por las pHcticas; ora inventando remedios secretos, ora ocultando los sabios, ora publicando panaceas; lográndose que á puro de anunciar que todo lo cura todo, elpúblico haya concluido por no creer que 91ada cure nada; siendo asíque si se hubiesen tenido en cuenta las lecciones del pasado,y puestodiligencia en levantar el saber y la dignidad á compás de la categaría de los títulos, hubiérase reconocido que no tenía, que no tiene,que no tendrá el farmacéutico más recurso que seguir el caminoreal, dejándose de peligrosos atajos; pues rara luchar con la ignorancia y el cinismo de los charlatanes, no hay en el mundo más ar

bitrio que el saber y la entereza del farmacéutico mismo. Háganloasí; sigan los que van por otros vericuetos las huellas de los que porbien suyo y de la sociedad van animosos por el buen camino, y defijo que á todos les será mejor contado. Sirvan bien; no reparen en

cobrarse drogas y entendimiento, si ambas cosas ponen en lo que elaboran; si temen las droguerías, pónganlas ellos también, que sin faltar á la ley y al buen parecer pueden tenerlas; con gran ventaja so

„'

Séales el purgatorio fresco

SATIRICON MÉDICO 159

bre los drogueros, que por su parte no pueden tener farmacia, sinpeligro de ser mal vistos ó bien multados. Si temen los malos anun

cios del charlatanismo, háganlos buenos de ciencia honrada; que elanunciar es como el hablar y elcomer, y todos los demás verbos deldiccionario; pues no está el mal en hacer las cosas, sino en hacerlasmalas; y adelante con todo, que el que hace lo que debe y tiene elalma templada, ni en este mundo ni en el otro puede perder; yno sevayan con miserias intruseras, como las que nos hahecho usted tragar quieras que no esta noche con su dichoso bisturí, pues tengausted entendido, Sr. Truchela, que si como alcalde de barrio sabeusted su obligación, la primera agarrada que debe usted efectuar esla suya propia.

—!Insolente!—Pues no hay más: si insolente quiere decir el que dice lo que no

se suele, acepto el epíteto; pues les he dicho á ustedes muchas cosasesta noche, que no se suelen decir ni de noche ni de día. Cálmeseusted y haga porque vuelva en sí el Dr. Marraco del estupor en queha caído; porque es éste el primero y el último disgusto que á entrambos les doy. Con que !abur!

—(Aguarda, que voy contigo!!!!!(De un brinco me planté con Avanto en la calle, dejando pasmada

la acontecida tertulia. Avanto volvió en sí luego, porque me conocebien, y de mí ya nada le extrana

Al llegar á la próxima esquina nos paramos á poco salió el botijo del Dr. Marraco, y dibujóse tras de los cristales la silueta acigüenada de Truchela

Y como al través de un tamiz oimos que Truchela, sin duda arre

pentido, le decía á Marraco: «Manana concluiremos de 'arreglaraquello»

(Archivos de la Medicina Espanola, 1868.)

160 OBRAS COMPLETAS DEL DR. LETAMENDI

CONCORDANCIASENTRE LA VOZ Y EL CARÁCTER DE JULIÁN GAYARRE

!Qué voy á decir yo, pobre de mí, del glorioso cantor, que no hayasido ya dicho con feliz expresión y repetido por muchos! Lo públicono he de mentarlo, por notorio; de lo privado, de lo íntimo nada puedo revelar, porque no tuve la dicha de cultivar el trato del malograda artista.—De aquella famosa laringe que diz le fué extraídapost mortem, igndro el paradero, y aunque á mí llegare, siquiera porconsideración á ser el médico más anejo en achaque de anatomíasque habita en la corte, paréceme que pasó' la oportunidad de que lavea para los fines de sorprender en fresco sus condiciones orgánicoartísticas; porque, si no se la conservó, estará ya descompuesta y, sifué conservada, estará quizás demasiado compuesta ó encurtida. Deella sólo puede hablar con fundamento quien la sorprendió en flagrante naturaleza.

Quédome, pues, reducido al recuerdo de la voz y á la voluntadeficaz de mi espíritu para evocarla, y, oyéndola en mis adentros, irexpresando aquellas ideas que su grata remembranza me sugiera.

Era la voz de Julián Gayarre una voz extraordinariamente justa,fija y bien timbrada, y á esta triple virtud debía aquel don fascinatorio que tanto y tanto aplauso le granjeaba.

La justedad de la voz cantante es rara prenda, aun .entre los ar

tistas de mayor mérito y fama. !Dar por un resquicio de carne notasjustas! !si basta contemplar una laringe para creerlo imposible! Precisamente, si 30 violines, por ejemplo, ó 12 violoncellos penetran en

el corazón mucho más que uno solo, aunque éste sea tanido por una

celebridad, es porque la falta de absoluto ajuste entre muchos imprime á su común sonido, por lo falso, un carácter de turbulencia vibratoria, pasional, que, por resultar mucho máshumana, másde carne,obra en nosotros con mayor simpatía.

Tales impurezas, en la emisión vocal, siguen una progresión decresciente desde el bajo al verdadero tiple (mujer ó nino), siendo tolerables en las voces graves, sintiéndose poco en las agudas, peroresultando en la escala media muy perjudiciales, porque en ella quedan bastantes aún para que la relativa altura las acuse. Por esto son

tan raros los tenores de emisión justa; por eso era tan celebrada lapurísima emisión de Julián Gayarre.

LA VOZ Y EL CARÁCTER DE JULIÁN GAYARRE 161

De lafijeza, que bien considerada no es más que la persistencia enlajustedad, como ésta no es más que la momentánea fijeza, hay quehacer un don aparte, precisamente porque la persistencia en algo yaes por sí sola una virtud distinta de aquella que supone el realizarlo.Pruébalo el doble hecho de que es dado tener voz, mirada, movimientos de todo linaje, certeros, pero inconstantes, óal contrario, tenerlos perseverantes en un determinado errar. Así, pues, dada unanota, justa ó falsa, es cuestión de tino en la dirección de la propiaenergía, ó bien de energía al servicio del tino, el mantenerla. Comofalte esta relación, nada puede la sola voluntad de tener fijamenteuna nota, porque inmediatamente se convierte la contracción continua en temblorosa, y surge, en mayor ó menor grado, el cabriteo,especie de balido humano, muy parecido en su efecto acústico al fenómenopulsación, aunque muy diferente en el fondo, puesto que ésteresulta de la coincidencia intermitente de dos cuerpos sonantes másó menos próximos al unísono, mientras que aquél, el balido, nace dela intermitencia espasmódica ó convulsiva de los músculos ó carnesque templan un determinado cuerpo sonante (la laringe), y puedetener lugar en cualquiera región de nuestro cuerpo, bajo laconocidaforma de rigidez temblorosa.

Defecto es este muy común en las voces de escala grave y media(bajos, barítonos y tenores), habiendo producido la música verdianade la primera época una verdadera generación de tenores y barítonos medianos, que parecían cabritos de aumento disfrazados de personajes.

Pues bien; lo que admiraba de Gayarre en punto al temple de suvoz, era el felicísimo consorcio de la justedad en el ataque y la fijezaen la tenida.

Por lo que dice al timbre, pocos tenores habrá habido más notables,ninguno hay entre los vivos que iguale á nuestro malogrado roncaleno. El timbre de Julián era, no sólo bueno, sino además puro, locual en la esfera práctica, y aun á rigor de teoría, es muy distinto,pues son muy diferentes cosas la buena ó mala proporción de armónicas que acompanan al sonido fundamental (timbre, en sentido estricto), y la presencia ó ausencia, producción ó no producción, mezcla ó no mezcla de sonidos resultantes, ya diferenciales, ya adicionales,que á dicho fundamental pueden aso.ciarse (timbre en sentido amplio y práctico). En este punto, y á pesar de que por falta de personales relaciones no pude efectuar un estudio experimental de la vozde Gayarre, á favor de los resonadores de Helmholtz, ni consta que '

se haya hecho por ningún curioso, espanol ó extranjero, tengo elOREAS DEL DR. LETAMENDI

OBRAS COMPLETAS DEL DR. LETAMENDI

oído bastante sagaz de natural, y. además bastante educado, para

poder percibir, á semejanza de Rameau y algún otro, sin necesidad

de resonadores, las principales armónicas de un timbrede escala me

dia; y así recuerdo que en diferentes ocasiones, aprovechando notas

prolongadas con creciente intensidad, le distinguía, con gran trabajopor lo proporcionadas, la 1•" armónica, su 5.' superior, la8.' de la1•a,la 3•' y la 5•' superiores de dicha octava, no acertando en ningúncaso á oir, ni poco ni mucho, la 7.' bemolizada, ni menos aún, si

cabe, la 2•' supra-aguda, que, juntas con la 8." tercera, componenaquel infernal tritón agudísimo que, á poco sonar, destruye la pure

za armónica del mejor timbre. De suerte que, de les 10 primerasarmónicas, las que no pude percibir en la voz de nuestro queridotenor fueron, digamos si" do3, re3 y mi3 (notas g, u, i, j, teóricas);es decir, el tritón ó serie de cuatro notas correspondientes á tres in

tervalos mayores, que es la verdadera calamidad natural, por lo diso

nante, de todo grupo de armónicas. Si á esto se agrega que no se

percibía en ninguna nota del total registro la más leve resultante, ni

adicional ni diferencial, se tendrá cabal idea de hasta qué punto era

bueno ypuro el timbre de voz de Gayarre.En suma: era la voz de nuestro malogrado compatriota un excep

cional conjunto de tino, energía y armoniosa perfección. Pudiérase,en última síntesis, decir de ella, como total resultante artística, que

reunía á la terneza de las voces blancas, ó de fundamental pule, toda

la densidad de las voces viriles, ó de fundamental armonizada. De

4hi su grande, universal y unánime estima; la de lo rarísimo por su

excelencia.

Pero ?y el título de este artículo? (dirá el lector), ?qué tiene todo

eso que ver con el carácter? No apurarse; que no es mi flaco perderel oremus: á lo de la concordancia voy.

No porque yo lo afirme, sino porque lo acredita el mundo entero,

de palabra y de obra, eá un hecho que lavoz, no sólo tiene un valor

fisionómico ó revelador del natural carácter de quien la emite, sino

que en sus revelaciones vale tanto, si no más, que el total conjuntodel rostro. Es la voz un gesto sonante, pero con la suma excelencia

sobre los demás gestos, así del rostro como del total cuerpo, de que

si éstos pueden fingir, aquél, la voz, no finge nunca, pues al inten

tarlo la voluntad, sublevase aquélla contra ésta, yen lugar de resul

tar ficción, recíbela el más inocente oído como voz fingida, es decir,como intento fracasado. Pudiera ser comparada la laringe á un diplomático sin vocación, que sólo gusta de llamar al pan, pan, yal vino,

LA VOZ Y EL CARACTER DE JULIÁN GAYARRE

vino. Y si no, á ver, ?quién es el guapo que, para mi confusión, metrae un notarib traga menores, de los ae misa á diario y «Ave Maríapurísima» en el cancel, ó un militar cascarrabias, ó un canónigo denacimiento, ó un orador de partido, ó un cortesano cariado de envidias, ó un asesino por vocación que tenga voz gayarrina, ó que noteniéndola, acierte á fingirla? Á quien logre darme tal sorpresa, le hede encargar, á cueste lo que costare, un canario que ladre, un galloque rebuzne, un puerco que gorgee, un grajo que trine, un ruisenorque gruna, un cabrito que ruja y un león que, en tiernos é inseguros balidos, exprese sus fieras anhelaciones.

Porque esa es ley de Dios, no una tema del misérrimo autor deeste artículo, la de que cada ser animado tenga su voz ajustada á laingenua expresión de su íntimo carácter. Por donde se da la cotidiana maravilla de que cualquiera, por solo el metal de voz, sin más datode sentido, reconozca de pronto é infaliblemente quién, entre sus

numerosos deudos, amigos y conocidos le llama, ycaso de hablar un

desconocido, si es simpático éste ó antipático.De ahí que, si reducimos la observación á la especial esfera de los

cantores, la experiencia nos ensena que ese tipo de voz angélica deGayarre no le ofrecen nunca los artistas que, por fuerte desequilibriopasional ó moral de su carácter, no pueden, por natural imposibilidad, tenerla. Muy otras son las voces de esos cantantes. Desequilibradas, cual su íntima naturaleza, promueven pública conflagración,desatan huracanes de sentimiento artístico al primer ataque de lamás insignificante nota; porque siendo ya su solo timbre el enunciado del íntimo ardimiento del artista, es como chispa que prendeen las pasionales reservas del auditorio. De Tamberlik, por ejemplo,bastaba oir una sola nota, lanzada entre bastidores, y hasta á trasteMal durante la glacialidad de un entreacto, para que el público enmasa entrara en excitación artística.

Empero lavoz de Gayarre era muy otra, por ser muy otra la naturaleza físico-moral de que era expresión sintética. En Julián la vozera justa, porque era justo él, así en el amor á sus camaradas delRoncal, como en su repulsa á un petulante edecán del autócrataruso. En Julián la voz era fija en su justedad, porque era ,fljo él,constante yaun tenaz, así en sus justas preferencias, como en susjustas repugnancias. Más demócrata que un yankée en su real sentiry operar, no pudo ni quiso nunca vencer su repugnancia á ingresaren un partido político. En Julián, finalmente, la apacible armonía,la brunida sonoridad de su timbre, correspondía maravillosamentecon aquella infantil y hermosa publicidad de su conciencia, en cuyo

164 OBRAS COMPLETAS DEL DR. LETAMENDI

fondo las armonías de un recto pensar y un bello sentir imprimían á

la voluntad un temple simpático á todo el mundo. Fué celebridad, y

no se olvidó de su pueblo; fué muchos afios cantor teatral, y sin em

bargo murió ingenuo. !Si seríajusta, fija y bien timbrada el alma

de Julián Gayarre!Y aquí suspendo mi tarea, dejando al público el cuidado de aca

barla; pues ni este escrito es disertación, sino mero presentimiento

de una futura ciencia, ni es prudente en literatura no dejarle nada

que hacer al lector, como si fuera material vertedero de nuestras

imaginaciones.Acabo, pues, asegurando (á pesar de no haber tenido la dicha de

cruzar en vida con nuestro insigne tenor, ni tan solo un «beso á us

ted la mano»), que tan dilatados arioscomo el mundo lamente ladesaparición de aquella hermosa voz, llorarán los amigos la muerte de

aquel que laexhalaba, ypor fundamento tan idéntico al del lamento

del mundo llorarán éstos, que quizá, quizá, si no hoy, más tarde,desde el escrupuloso Alejandro San Martín hasta el exquisito Maria

no de Cavia, lleguen un día, recordando cosas del buen Julián, á

convenir en que tenía razón.

(Gaceta Musical, de Barcelona, Enero de 1890.)

CESARE AUGUSTO CASELLA

En una época como la presente, en que por una parte los métodos

y procedimientos artísticos han llegado á una extrema simplificación,mientras que por otra el espíritu democrático, generalizando la de

manda de superiores goces, permite á gran número de regulares ca

pacidades, que en otros tiempos hubieran pasado desapercibidas, cul

tivar con brillo las artes bellas, es sobremanera difícil conquistarseun primer puesto en estos nobilísimos ramos de la humana cultura;

ó en términos más breves: donde son muchos los que aprenden y

pocas las dificultades para aprender bien, requiérense grandes dotes

para llegar á sobresaliente. Así se explica cómo en medio de tantos

y tan hábiles pintores, tantos y tan brillantes concertistas, son hoymás contadas aun que en otros tiempos las notabilidades de primer

• orden.Reconócelas, sin embargo, el público donde quiera que se le pre

CESARE AUGUSTO CASELLA 165

sentan, porque posee un superior sentido estético que, si no siemprealcanza á advertirle de las imperfecciones artísticas, bastan al menos

para senalarle de un modo certero y directo donde está la positivaperfección. Lograr este reconocimiento público; obtener esa especiede proclamación espontáneas, he aquí la mayor satisfacción, la su

prema gloria del hombre de genio. Cierto que el público no procedepor análisis de frías razones, sino por una síntesis de ardientes sentimientos que estalla en explosiones de aplausos; empero luego después, en el fondo de la conciencia pública, quedan como residuo permanente los motivos racionales de aquella misma explosión, al parecer irreflexiva. Explicar esos motivos de placer que el verdadero.Artenos proporciona, traducir en palabras los aplausos que nos arranca,he aquí la misión de la crítica laudatoria.

Tal es nuestro punto de vista al tomar la pluma para ocuparnosdel insigne violoncelista César Augusto Casella. Nuestra crítica no

es de artista; no lo somos; nuestra crítica es la expresión literaria delo que, como parte integrante del público, hemos sentido. Colocadosen esta posición, no puede en manera alguna detenernos la consideración de la amistad cordialisima con que el Sr. Casella nos distingue; precisamente la crítica laudatoria, basada en nuestros principios, no puede tener lugar si los aplausos que traduce no son mere

cidos. La claque no tiene traducción literaria; tan imposible es razo

nar los aplausos de alquiler, como cambiar en plata un doblón falso.Prescinda, pues, el lector, de si somos amigos ó enemigos de CésarCasella, y fíjese tan sólo en ver si es ó no exacta la análisis que desu mérito artístico nos permitimos borronear en este desalinado ar

ticulo.Á Casella le hemos oído en el concierto del Salón del Liceo, en el

del Ateneo Catalán, y además en otra parte, donde mucho mejor se

patentizan las dotes de un artista; le hemos oído en el seno de la másllana confianza, á solas con nosotros, en el más completo olvido detodo acicalamiento académico; en aquel negligé moral, en fin, que es

para el Arte lo que el negligé material para la hermosura: la pruebadecisiva. Siempre, en todas partes, hemos visto en él las mismas ma

cizas dotes.

Favorecido por lanaturaleza con el don del genio musical, resplandece en Casellaaquel foco de espontaneidad creadora, que así le enar

dece en la composición, como le ilumina en la interpretación de losmás inspirados maestros; marcando con característico y personal sellocuanto ejecuta.

Robustece sobre manera este don natural la intensavocación, que,

1

166 OBRAS COMPLETAS DEL DR. LETAMENDI

como companera inseparable del genio, ha sentido Casella desde su

tierna infancia por el violoncelo, y que le permite hoy, merced á tan

dilatados anos de práctica, lucir, así en las funciones de profesor con

certista, como en las de profesor docente (en los raros casos en que á

éstas se presta), un capital de vasta y depurada experiencia.De ahí que sus composiciones sean tan apropiadas á la severidad

sentimental y á las exigencias de mecanismo del violoncelo, que si

éste pudiese hablar, seguros estamos de que había de reconocer en

Casella el prototipo del déspota ilustrado; le domina, sí, pero le do

mina conforme á su naturaleza. !Ojalá hubiera en el mundo muchosgobiernos-Casella otra sería la suerte del violoncelo-pueblo I

Si á estas prendas del orden moral agregamos una organizaciónfísica, la más selecta para el arte en que se emplea, comprenderemos, en vista de ese conjunto personal, por qué razón el públicopresta á Casella una atención tan confiada y serena; puesto que en

él no se ve nunca la lucha agitada y azarosa entre un hombre y un

instrumento, sino pura y simplemente la lucha moral, interna, ar

tística del hombre que busca en su corazón la expresión musical de

un sentimiento, sin preocuparse en lo más mínimo del instrumento

que ya tiene domenado; bien así como el poeta ó el actor, en sus es

fuerzos por hallar la forma ó la expresión de un concepto, no paran

mientes en si la lengua y los labios pondrán obstáculo á su expre

sión. En este sentido fué que un día, en un arranque de entusiasmo,dijimos á Casella por todo elogio: Caro maestro, nella sua notomía si

trovaun organo dipiic: it violoncello.—Sí: en Casella el instrumento

forma una parte intrínseca de su organismo: elpúblico, desde el primer momento, ve en el artista el pleno dominio de la materia bruta,y he aquí por qué, considerándole libre de todo percance mecánico,

se entrega descansado al goce estético.

Aparte la estatura, las proporciones del cuerpo, la fuerza de cons

titución y otras ventajas nada despreciables del orden físico, posee

César Casella notabilísimas manos, de espléndido desarrollo y pulsación expedita y vigorosa; condiciones naturales que facilitan sobre

manera, así la limpieza de la dignación, como el cromatismo de ex

presión y la brillantez de tono que le caracterizan: dado que estos

resultadoá dependen siempre no del esfuerzo deliberado, penoso, sino

de la fuerza espontánea, natural, naturalísima, que el artista emplea,y que nacida de una exuberancia de poder, constituye la habilidad

tranquila. Así es que en lo moral (pues también tienen alma las ma

nos), son las de Casella, como en lo fisico, verdadero modelo, cada

una en su esfera de acción. Sabido es que en los instrumentos de

CESARE AUGUSTO CASELLA 167

cuerda y arco desempenan ambas manos muy diverso oficio; quemientras la derecha desempena música, la izquierda ejecuta solfa:que si la primera entona, la segunda afina; que si aquélla es la voz

del sentimiento, ésta es la norma de la sensibilidad; que ambas son

respectivamente, en fin, como alma y cuerpo que realizan las com

posiciones. Pues bien; en Casella la izquierda mano es excelente bajoel punto de vista de la marca y finación de las notas, es incomparable por el exquisito tino con que se atreve á dar los más extensos

saltos sin acudir á la sejuela (capo-tasto), ó echando Mano de ella,ejecuta por octavas ciertos cantos de bravura en que no creemos

tenga rival; y es, además, distinguida por la suma sobriedad que en

el empleo de la vibración y del ligado por arrastre guarda; dos suer

tes de recursos ocasionados por extremo á amaneramiento, cuandose cuenta con cierto exceso de aptitud física para esta clase de instrumento. En cuanto á la mano derecha, ó mano musical, de Casella,no sabemos qué admirar más, si el dominio del arco en extensión, ó el

dominio del arco en intensidad; por el primer concepto, las frasesmusicales de Casella son siempre extensas, desahogadas y magistralmente dispuestas á su natural caída y mutuo enlace; mientrasque por el segundo concepto, en realidad hace hablar, como vulgarmente se dice, á su instrumento; logrando gran vigor y limpieza deentonación hasta en aquellas frases que, en orden al colorido, debenquedar y quedan envueltas, como quien dice, en misteriosa obscuridad.

De la derecha de Casella puede decirse que, ora en los claros, ora'en los obscuros, siempre pinta con distinción y magia de color; siem

pre dibuja con resolución y corrección de estilo. Ahí está el almadelartista: en esa mano inspirada por donde se le sale á chorro la vidadel corazón, para ir á excitar el placer y transfundir el sentimientosupremo de lo bello en el ánimo de cuantos le escuchan

***

He aquí, lector, la suma de motivos que en nuestro sentir obliganá tributar á César Augusto Casella los espontáneos y entusiastasaplausos que en Barcelona, como en todas partes, se le han tributa

do; y siendo esto así, como es, no hay para qué decir que de la frui

ción que como amigos experimentamos en alabarle, quedamos tran

quilos. Á Casella no le alabamos porque le queremos, sino que lequeremos en fuerza de hallarle tan y tan digno de alabanza.

Barcelona, 21 de Abril de 1871.

168 'OBRAS COMPLETAS DEL DR. LETA1MENDI

DISCURSO DE LA SOCIEDAD BARCELONESA

Excmo. SENOR:

PARA LA VACUNACIÓN ANIMAL

leído por el Dr. D. José de Letamendi en el acto de la inauguración oficial

de la misma, celebrado el día 16 de Enero de 1872

Á ningún hombre es dado, por grande que sea su genio, poner un

invento propio en condiciones de aplicación social perfecta y com

pleta; y así, por más que el insigne Jenner descubrió en lavacuna

la virtud preservativa de las viruelas5Z.Tué el mismo Jenner, sinola experiencia médica ulterior, quien, sin negar el valor específicodel virus vacuno, antes al contrario, reconociéndosele más y más,demostró perentoriamente que la fuerza profiláctica de una sola va

cunación no era perpetua: por manera que, entre Jenner, inventor

del preservativo, y la medicina contemporánea, descubridora de loslímites de su eficacia, se ha logrado obtener el doble conocimientode la potencia del recurso y de los alcances de su saludable acción.Nada le falta, pues, al descubrimiento, CONSIDERADO EN sí, para ser

aplicado al bien público, con cabal conocimiento y plena utilidad.Vacunar á los ninos, revacunar á su debido tiempo á los adultos, heaquí la tan preciosa como segura regla á que conviene atenerse paralibrar á los pueblos de los estragos de la viruela.

Y sin embargo, esta enfermedad, lejos de ir desapareciendo de so

bre el haz de la tierra, por rápida extinción, quedando reducida, á losumo, á dominar sobre los pueblos bárbaros, invade á cada momento

las comarcas más cultas, causando estragos, ya por la extensión yla insistencia de sus irrupciones, ya por la malignidad de carácter

que con frecuencia reviste, cebándose en gentes de toda condición,de toda edad, de todo sexo.

?Qué es eso, pues? ?Cómo se explica que, siendo real y positiva lavirtud profiláctica de lavacuna, siendo vulgares, así el conocimiento

como la convicción de esa virtud, y tan universal el terror que á

todo el mundo infunde una dolencia como la viruela, que pone al

atacado en la desoladora alternativa de optar ó por la muerte ó porla fealdad, todavía las epidemias de ese mal son posibles en país civilizado, constituyendo uno de sus más frecuentes y temidos azotes?

LA VACUNACIÓN ANIMAL

?Es acaso la vacuna un preservativo aristocrático, por lo caro; antipático, por lo doloroso; é inasequible, por lo escaso? No; nada deesto: en las epidemias de viruelas, así sucumbe el proletario como

el potentado; la inoculación del virus vacuno no causa sufrimientos,y, por lo que dice á la cantidad disponible de linfa, su misma transmisibilidad le hace multiplicable al infinito.

Otras son las causas de este fenómeno sanitario, de este retrai

miento tan singular como lamentable, en que el público permanecerespecto de la vacunación. Ni la sociedad ni el individuo son tan locos deatar que, conociendo un seguro preservativo contra una afección que tan grande horror causa, y pudiendo hallarle y alcanzandoobtenerle, prefieran el peligro del mal á la garantía del preservativo.Si esto sucediese, por ejemplo, con el pan; si viésemos que un pueblo le tiene, y le tiene en cantidad y le tiene barato, y que prefierepadecer de hambre á tomarle y comerle—que es lo racional y espon,táneo,—antes diríamos que aquel pan debe de ser nocivo, que no queaquel pueblo debe de estar demente; y he aquí el secreto de lo quepasa con la vacunación.

Toda persona siente, por instinto natural, una invencible repug

nancia á permitir que se le inocule en su organismo, que se trans

funda directamente á su sangre una substancia extrana, por la sim

ple garantía del nombre que esa substancia lleva, mas que este nom

bre sea el de preservativo. Para que el individuo consienta en lainoculación, es menester que crea firmemente que el agente bienhechor que se le ofrece reune las condiciones de realidad y de bondadque su nombre promete, puesto que si la substancia estáfalsificada,la inoculación es un paso inútil, y si la substancia está maleada, re

sulta la inoculación un actopernicioso. Así, para que un sujeto acce

da á dejarse vacunar, no basta que la linfa vacuna sea procedente,por ejemplo, del Instituto Jenneriano de Londres, ó del más sano nino

que darse pueda, sino que además es menester que aquél así lo crea.

Y, ?por qué? Por una razón muy sencilla: porque la vacuna ha sido,HASTA AHORA, un asunto de pura confianza, yaque ni el microscopio,ni los reactivos, pueden evidenciar si es verdadera ó falsa, sana

nociva; y en su consecuencia, sólo a posteriori, por experimento en elmismo vacunado, era dable certificar lo uno y lo otro; y como nadieque reflexione un poco se presta de buen grado á ser objeto de experimentos que pueden traer tan lamentables consecuencias, fácilmente se comprende cómo se apodera del ánimo la vacilación, y en

estos asuntos, dA la vacilación al retraimiento no hay más que un

paso.

170 OBRAS COMPLETAS DEL DR. LETAMENDI

Y lo peor del caso es que lo que el sentimiento de conservaciónnos sugiere como posibilidad de un mal, viene á menudo la experiencia á mostrarnos realizado en tristísimos ejemplos. !Cuántas personas que, después de ser revacunadas con linfa de cristal, dada por

realy efectiva, y que, en vista del resultado negativo de esta reva

cunación, se creyeron preservadas todavía por la virtud de la vacu

nación primera, sucumbieron luego á un inesperado ataque de viruelas, sólo porque en realidad habían sido revacunadas confalsa linfa!!Y cuántas otras.que, ya vacunándose, ya revacunándose con virustransmitido de persona á persona, creyéndole sano, ya por las apariencias, ya por las verbales protestas de los interesados, abrieron las

puertas de su organismo á horrendos y asquerosos males! Páginas, yno pocas, llenaríamos con sólo citar los casos de una y otra naturaleza, vistos ycomprobados en nuestra práctica profesional, y muyespecialmente de contagios sifilítico, tuberculoso, escrofuloso, yherpéticos, causado por la linfa vacuna extraída de ninos ó de adultos alparecer sanos; empero como no está bien que, por citas de hechosprivados, tratemos de mover el ánimo de las gentes, y por otra parte, este escrito no se presta por su índole á demasiada extensión, nos

concretaremos á consignar unos pocos de los tristísimos que registranlos públicos anales de la Medicina.

En cuatro distintas ocasiones, Trousseau y Cl. Bernard han vistocomunicarse la sífilis por lavacuna de un nino inficionado á muchosotros sanos, los cuales contagiaron á sus nodrizas, y éstas á sus ma

ridos, resultando de esta progresión hasta TRESCIENTAS PERSONAS con

taminadas de sífilis vacunal. En Febrero último ocurrió en Londresmismo un hecho no menos lamentable, que consta en las actas de la

Royal medical and ckirurgical Society, y fué que de TRECE personasvacunadas de un nino al parecer muy sano (pero que por minuciosoexamen ulterior resultó demostradamente sifilítico), ONCE presentaron á seguida de la vacunación accidentes propios de la sífilis, loscuales, para más clara prueba, fueron curados por el tratamiento quela ciencia indica contra este terrible contagio. El Dr. Koebner, en elúltimo número del Arckv. ,tur Dermatologie und Syphilis, después dedescribir dos nuevos casos de infección sifilitica vacunal observadospor el mismo, y comprobados por el tratamiento, reune la estadísti

ca de los publicados en Alemania en Octubre próximo pasado, loscuales ascienden al número de DOSCIENTOS VEINTIDÓS. No hay, en fin,más que ponerse á registrar Colecciones clínicas, para reunir datosfehacientes con que llenar de recelo á los médicos y'de espanto á losque van á la vacunación de brazo á brazo.