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EL ARTE CONTEMPORÁNEO LA AUTONOMÍA DEL ARTE

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EL ARTE CONTEMPORÁNEO

LA AUTONOMÍA DEL ARTE

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Josefina Sánchez 1

ARQUITECTURA Y

URBANISMO DEL SIGLO XIX

TEMA 1. ALTERNATIVAS A LA CIUDAD LIBERAL: EL URBANISMO UTÓPICO

Y LAS REFORMAS DE PARÍS Y BARCELONA

1. LAS APORTACIONES DEL SOCIALISMO UTÓPICO

La Revolución industrial dio lugar a un crecimiento urbano sin precedentes, como

consecuencia del éxodo rural y del espectacular crecimiento de la población europea. Sin embargo,

las condiciones de insalubridad y hacinamiento en que vivían amplios sectores de la población en

estas ciudades despertaron la conciencia crítica de ciertos sectores políticos, defensores de las nuevas

ideas del socialismo utópico, que enfocaron sus planes de mejora social casi en función exclusiva de

la ciudad, por lo que el primer urbanismo de nuestra época tuvo un carácter esencialmente socio-

político, y la preocupación por los aspectos técnicos y estéticos fue posterior.

Los llamados socialistas utópicos, como Charles Fourier, y su discípulo, Victor

Considérant, fueron los primeros en idear modelos alternativos para el diseño de las nuevas ciudades

industriales. A ellos se debe el llamado falansterio, diseñado para alojar de forma ordenada a

comunidades ideales, formadas por asociaciones voluntarias de individuos cuyas actividades se

complementaban, ya que cada falansterio debía ser económicamente autosuficiente. Aunque la

influencia de este modelo, en cuanto a los aspectos puntuales de la organización y diseño de la futura

ciudad, ha sido importante en el desarrollo posterior del urbanismo contemporáneo, en realidad se

trataba de planteamientos muy utópicos que no prosperaron.

2. LAS REFORMAS DE PARÍS Y BARCELONA

La reforma de las ciudades existentes, cuyo crecimiento no era posible absorber dentro de los

límites de la ciudad preindustrial, se convirtió en una necesidad urgente y durante la segunda mitad

del siglo XIX se llevaron a cabo en las principales ciudades europeas planes de ampliación. Un

ejemplo muy significativo, que se convirtió en modelo de referencia, es la reforma de París durante

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el Segundo Imperio de Napoleón III, obra del barón Georges Haussmann (1809-1891). También

hay que destacar el ensanche planificado por Ildefonso Cerdá (1816-1876) en la ciudad de

Barcelona.

2.1. La obra de Haussmann en París

A comienzos del siglo XIX, París seguía siendo una vieja ciudad de algo más de medio millón

de habitantes. Sin embargo, a consecuencia de los importantes cambios experimentados con la

Revolución industrial tiene lugar un crecimiento espectacular, alcanzando a mediados de siglo el

millón de habitantes. Este crecimiento se produce sin planificación alguna y los problemas se hacen

especialmente graves en los barrios obreros. Al peligro de las epidemias se suman los cada vez más

frecuentes levantamientos populares. Ante esta situación Napoleón III encarga al barón Georges

Haussmann la tarea de remodelar el centro de la ciudad y convertir a París en la ciudad más bella del

mundo dando lugar a su imagen actual.

En primer lugar, se van a abrir 160 km de nuevas vías públicas, sobre todo grandes bulevares

arbolados desde el centro de la ciudad a la periferia. Estas vías parten de grandes plazas radiales lo

que permitía una comunicación rápida con las zonas periféricas y una mayor fluidez en el tráfico, así

como el establecimiento de imponentes perspectivas urbanísticas. También se podrían controlar con

más facilidad los disturbios populares, que París había vivido recientemente. La avenida de la Ópera

o el bulevar de Sebastopol, constituyen magníficos ejemplos de este nuevo trazado urbano, al igual

que la plaza de la Estrella, uno de los mejores ejemplos de plaza radial, de la que parten doce calles

que comunican con el resto de la ciudad. La ciudad se divide en veinte barrios (“arrondissements”),

con sus funciones y servicios propios.

Para garantizar la higiene y salubridad de París se acometerá la construcción de una nueva red

de alcantarillado, de 600 km (la mayor del mundo en esos momentos), la instalación de iluminación

por gas, la creación de parques y jardines, como el Bois de Boulogne o el de Vincennes…

Todas estas reformas se llevaron a cabo mediante una serie de leyes expropiatorias y sanitarias

rigurosas, que permitieron la demolición de numerosas casas y callejuelas en el casco antiguo y que

cambiaron totalmente el aspecto de la ciudad. El viejo París desapareció para siempre bajo la piqueta.

Haussmann, sirvió a la perfección a los deseos de Napoleón III de convertir a la ciudad en la

imagen representativa de la grandeza del Segundo Imperio y también ejemplo a imitar, como se hizo

en las ciudades de Bruselas, Viena...

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2.2. Barcelona y el ensanche de Ildefonso Cerdá

Al igual que París y tomando como referencia su reforma, otras ciudades europeas llevaron a

cabo importantes cambios. En este sentido, destaca la aportación del ingeniero español Ildefonso

Cerdá (1816-1876), responsable del plan de ensanche y reforma de Barcelona emprendido en 1859.

El enorme crecimiento industrial de la ciudad de Barcelona a lo largo del siglo XIX y el

consiguiente crecimiento urbano, consecuencia del éxodo rural, dieron lugar a graves problemas que

hacían imprescindible una planificación de su crecimiento. En 1854 el Ayuntamiento consiguió la

aprobación del derribo de las murallas y en 1859 convocó un concurso de planos para el ensanche de

la ciudad. Después de superar algunos problemas, en 1860 fue aprobado el proyecto de Ildefonso

Cerdá.

El ensanche respetaba en líneas generales la zona antigua, que sufrirá alguna reforma como la

apertura de la vía Layetana y el trazado de la ronda, superpuesto a la anterior muralla medieval,

cuyos restos fueron derruidos. El ensanche se extendía desde la montaña de Montjuich hasta el río

Besós, al lado del cual se preveía un gran bosque.

El plano urbano está formado por una red ortogonal de calles rectas y anchas, con una clara

jerarquización viaria (avenidas, bulevares, diagonales, rondas, etc.). Dos avenidas diagonales, la

Diagonal y la Meridiana, cruzan la ciudad. El entramado es cerrado, formado por manzanas de

viviendas cuadradas que para facilitar la circulación y la visibilidad rematan sus esquinas en

chaflanes. Las manzanas debían estar edificadas sólo por dos lados, dejando el resto para zonas

verdes, además de la creación de plazas cuadradas en su interior. Posteriormente, con el crecimiento

de la ciudad se elevarán las alturas y cerrarán las manzanas, privatizando los interiores y

desvirtuándose, de este modo, el plan original de Cerdá. Este ensanche se apoyó en leyes de

expropiación forzosa y de saneamiento y mejora de las poblaciones, que dotaron a Barcelona de un

sistema de salubridad e higiene ejemplar en la España de esos momentos.

Esta reforma urbanística se convirtió en referencia obligada para posteriores proyectos de

ensanche, como el de Madrid.

Durante la segunda mitad del XIX se llevaron a cabo la mayor parte de las reformas

urbanísticas de las ciudades más desarrolladas y se multiplicaron los planes modélicos de urbanismo,

como la ciudad-jardín de Ebenezer Howard (1850-1928) o la Ciudad Lineal de Madrid, iniciada

en 1882, del español Arturo Soria (1844-1920).

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TEMA 2. ARQUITECTURA NEOCLÁSICA, HISTORICISMO Y ECLECTICISMO

La arquitectura del siglo XIX experimenta importantes transformaciones y desarrolla muy

variadas tendencias. Por un lado, mira hacia el pasado con el neoclasicismo y los historicismos, pero

por otro da grandes pasos hacia la modernidad, rompiendo con la tradición en el uso de nuevas

técnicas y materiales y en el concepto mismo de la arquitectura, con la arquitectura del hierro y la

Escuela de Chicago.

1. LA ARQUITECTURA NEOCLÁSICA

A fines del siglo XVIII surge un nuevo estilo artístico, el Neoclasicismo, unido estrechamente

a la Ilustración, corriente de pensamiento que llevará a cabo una crítica de las estructuras del Antiguo

Régimen y defenderá la lucha por un mundo nuevo basado en la razón. La obra de arte se convertirá

en un instrumento al servicio de estas ideas, adquiriendo valor principalmente por su contenido moral

y social.

La arquitectura neoclásica encuentra su principal referencia en el arte clásico, interés

reforzado por el reciente descubrimiento de las ciudades de Pompeya y Herculano, y también en el

arte del Renacimiento.

Fue una arquitectura básicamente racional (de ahí que recibiese el nombre de “arquitectura de

la razón”), en clara oposición a la complejidad y exuberancia decorativa del Barroco.

Es una arquitectura basada en volúmenes nítidos, que se corresponden perfectamente con los

espacios interiores, buscando la claridad estructural. Utiliza los órdenes clásicos y recupera el uso del

módulo para conseguir la proporción y la armonía. También emplea con frecuencia la cúpula. La

arquitectura neoclásica se caracteriza por la apariencia solemne y severa, la simplicidad de líneas y la

búsqueda de la belleza del conjunto. Tiene una gran sobriedad decorativa frente a la exuberancia del

Barroco. Aspira al equilibrio y la estabilidad, por lo que predominan en ella la horizontalidad y la

simetría. Adopta con frecuencia la tipología del templo clásico. Durante este periodo se empiezan a

construir nuevos tipos de edificios que responden a las necesidades de la sociedad civil como

museos, bibliotecas, teatros...

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En Francia fue un estilo al servicio del Estado, muy utilizado en la construcción de bolsas de

comercio, bibliotecas, teatros, museos, hospitales... Es también un estilo muy unido a la época

napoleónica, ya que en estilo neoclásico se levantaron arcos de triunfo y columnas conmemorativas

que narraban las hazañas napoleónicas y glorificaban al emperador, además de eternizar

artísticamente su fama. Entre los arquitectos más destacados encontramos a Soufflot, cuya obra más

importante es el Panteón de los Hombres Ilustres, Vignon que realiza la iglesia de Santa Magdalena,

como un templo períptero sustentado por columnas corintias y rematado con frontón, y Chalgrin, a

quien se debe el famoso Arco de triunfo de l'Etoile, el arco de un solo vano más grande del mundo

(50 metros de altura), erigido para celebrar las victorias de Napoleón, y decorado con dos grandes

grupos escultóricos.

También en Inglaterra tuvo importancia la arquitectura neoclásica, tomando como referencia

la arquitectura griega y romana, pero también la obra de Palladio. Algunos nombres destacados

fueron sir John Soane, que realiza las obras de ampliación del Banco de Inglaterra, John Nash a

quien se debe la ordenación de la zona conocida como Regent's Park. Dentro del clasicismo en su

vertiente griega destaca la obra de Robert Smirke, autor del Museo Británico, rodeado por una gran

columnata jónica.

En Alemania la corriente neoclásica encuentra sus mejores representantes en Langhans, autor

de la puerta de Brandeburgo en Berlín, conjunto de seis poderosas columnas de estilo dórico con

ático coronado por la diosa de la Victoria conduciendo una cuadriga, o Leo von Klenze que en

Munich levanta la célebre Gliptoteca, cuya fachada se compone de un frontispicio jónico octástilo a

cuyos lados el edificio se decora con nichos que acogen esculturas. En su obra los Propileos

rememora la entrada de la Acrópolis griega.

Estados Unidos adopta el Neoclasicismo para sus construcciones, bajo el impulso de Thomas

Jefferson, quien veía en Francia el símbolo de los valores republicanos. Numerosos edificios civiles

como el Capitolio se inspiran en la arquitectura romana.

Finalmente, en España el Neoclasicismo tuvo que superar el fuerte arraigo del Barroco. La

Academia de San Fernando, fundada en 1752, desempeñó un importante papel en la difusión de este

nuevo estilo. Nombres destacados son Ventura Rodríguez, muy unido todavía al Barroco, pero que

evoluciona hacia el Neoclasicismo con la fachada de la catedral de Pamplona y Francesco

Sabatini, formado también en el Barroco y autor de la puerta de Alcalá, fruto de la nueva ordenación

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urbanística de Madrid.

Pero el arquitecto auténticamente neoclásico fue Juan de Villanueva (1739-1811), cuyas

obras más importantes son el Museo del Prado y el Observatorio astronómico en Madrid.

2. LA ARQUITECTURA HISTORICISTA

La arquitectura historicista es una de las grandes corrientes de la arquitectura del siglo XIX,

la más utilizada en el nuevo paisaje urbano, resultado del espectacular crecimiento de las ciudades.

El rasgo que mejor la define es el uso de fórmulas pertenecientes al pasado artístico, por lo que ha

sido una arquitectura poco valorada. Está muy unida al Romanticismo, pues aunque este movimiento

artístico no desarrolló una arquitectura propia, su revalorización del pasado encuentra reflejo en los

historicismos.

Aunque presentará numerosas modalidades (neorrománico, neorrenacimiento, neobarroco…),

la corriente más difundida dentro del historicismo es el neo-gótico, que alcanzó un notable éxito

durante la época romántica, al evocar una Edad Media que entonces estaba siendo reivindicada, y

también al ser el soporte preferido para el establecimiento de las señas de identidad locales, en un

momento de fuerte nacionalismo.

La tradición gótica estaba fuertemente arraigada en Europa y no había llegado a desaparecer.

En muchas zonas, entre ellas nuestro país, permaneció casi hasta fines del siglo XVI, retomándose su

espíritu en muchos aspectos durante el Barroco. Algo parecido ocurrió en Francia y, aún más, en el

Reino Unido, país que está considerado como el principal impulsor del neo-gótico en arquitectura,

artes plásticas y literatura.

Es un tipo de arquitectura que se preocupa esencialmente del aspecto exterior de los edificios

sin que haya siempre una verdadera correspondencia con el interior.

Entre sus mejores ejemplos hay que destacar el monumental conjunto del Parlamento

británico, de Londres, que Charles Barry y A. W. Pugin iniciaron en 1836, y entre los teóricos e

investigadores de esta tendencia se encuentra el polémico arquitecto francés Eugene Viollet-le-Duc

(1814-1879), especializado en la restauración de edificios. Fue el más ferviente propagador del gótico

y a él se debe la restauración de las principales catedrales góticas francesas como Notre Dame,

Chartres o Reims.

Otra corriente curiosa dentro de los historicismos estará representada por la influencia de la

arquitectura oriental como consecuencia del imperialismo del siglo XIX. Buen ejemplo es el

Pabellón Real de Brighton de John Nash.

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3. LA ARQUITECTURA ECLÉCTICA

El eclecticismo se convirtió en la gran corriente constructiva de la segunda mitad del siglo

XIX, aunque posteriormente será un estilo despreciado. Se caracterizará por tomar de cada estilo los

elementos que mejor se adapten a las necesidades planteadas en cada edificio, logrando así una

verdadera síntesis arquitectónica. En esta arquitectura se mezclan con absoluta libertad elementos

inspirados en el arte egipcio, clásico o medieval. Mientras la arquitectura del hierro suponía una

fuerte ruptura con el pasado, el eclecticismo se apoyaba fuertemente en él.

La Ópera de París, obra de Charles Garnier, comenzada en 1861, es el edificio más

representativo de esta arquitectura y la referencia de muchos edificios construidos en el resto de

Europa. Se trata de una construcción espléndida por su exuberancia decorativa, la variedad de

referencias formales, la espectacularidad de su cúpula y la riqueza de los materiales empleados. Es

además el edificio más emblemático de la importante transformación urbanística llevada a cabo en

París por el barón Haussmann, bajo el Segundo Imperio de Napoleón III.

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TEMA 3. LA ARQUITECTURA DE INGENIEROS:

INTRODUCCIÓN DE NUEVOS MATERIALES

1. LA ARQUITECTURA DE INGENIEROS

Durante el siglo XIX la arquitectura experimentará importantes transformaciones, paralelas a

la existencia de corrientes como el historicismo o el eclecticismo que se apoyan en estilos del pasado.

El espectacular desarrollo urbano, del que ya hemos hablado, está unido a la aparición de

nuevas tipologías que responden a las necesidades de la nueva sociedad: grandes fábricas, estaciones

de ferrocarril, edificios para las exposiciones universales, puentes (cada vez más audaces), mercados

y miles de viviendas. La arquitectura deberá conciliar a partir de ahora lo funcional y lo estético.

Además, la industria proporcionará nuevos materiales que van a cambiar por completo el

concepto tradicional de la arquitectura. Entre estos nuevos materiales el hierro tendrá un papel

fundamental. A lo largo de la historia, el hierro se había utilizado en arquitectura como material

auxiliar. La Revolución industrial permitió producir hierro fundido industrialmente, en grandes

cantidades y abaratando sus costes. Los grandes cambios en los medios de transporte, en los que se

produjo una verdadera revolución, permitían además su fácil y rápido envío a zonas alejadas.

En principio fueron los ingenieros (en Inglaterra) los que supieron apreciar sus ventajas y

comenzaron a utilizarlo sobre todo en la construcción de puentes. En 1779 se terminaba el mítico

puente de Coalbrookdale, obra de T. F. Pritchard, en el que se prescinde totalmente de la

mampostería. Otros puentes seguirán su ejemplo.

En las décadas siguientes se generaliza el uso del hierro en las obras de ingeniería y

posteriormente se llevarán a cabo los primeros intentos de su utilización en la arquitectura

propiamente dicha. El primer gran edificio que utilizó, sin enmascararla, una estructura de hierro y

cristal fue el Crystal Palace, inaugurado en 1851 y obra de sir Joseph Paxton, que sería la sede de la

primera Exposición Universal que se celebró en Londres. Era una especie de monumental

invernadero (600 m de largo) de hierro y cristal. Además de poseer unas condiciones ideales de

amplitud y luminosidad, el revolucionario edificio era desmontable y estaba hecho con piezas

prefabricadas. Se erigió en un tiempo récord y con un costo impensable hasta entonces.

Siguiendo este ejemplo muchos arquitectos comenzaron a utilizar el hierro en sus

construcciones. De ellas merece destacarse la Biblioteca Nacional de París, obra de Henri

Labrouste, cuya sala de lectura está cubierta por una inmensa vidriera sostenida por finas columnas

de hierro.

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Hacia mediados del siglo XIX esta nueva técnica constructiva se encontraba muy consolidada.

Sin embargo, pronto surgió la polémica en cuanto al valor de estos nuevos materiales, puesto que

aunque se reconocían sus valores funcionales y sus especiales cualidades constructivas (ductilidad,

resistencia, economía, carácter ignífugo…) se discutían sus valores estéticos. Muchos arquitectos

rechazaban el desarrollo industrial y eran reacios a aceptar nuevas técnicas o nuevos materiales.

La mejor expresión de esta nueva arquitectura del hierro la encontramos en las Exposiciones

Universales, símbolo de la expansión de la burguesía capitalista en el siglo XIX, símbolo también

del progreso y de la riqueza del país que las organizaba. En realidad, fue un tipo de arquitectura que

quedó relegada a este tipo de acontecimientos. Estos edificios se construían con materiales

prefabricados, se montaban en un tiempo récord y con un coste mínimo, se desmontaban fácilmente,

y sus piezas se podían refundir o reutilizar de nuevo.

Entre 1867 y 1889 la arquitectura del hierro alcanza su esplendor con la obra de Gustavo

Eiffel, la Torre Eiffel que se levantó en 1889 para la Exposición Universal de París que

conmemoraba el primer aniversario de la Revolución francesa. Para esta misma exposición se realizó

también una de las mayores proezas de la ingeniería del siglo XIX: la Galería de las máquinas, obra

de Durtert y Contamin. Una enorme nave de más de cien metros de ancha y casi medio kilómetro

de larga que gracias a inmensos arcos de tres articulaciones (en las bases y el vértice) conseguía

cubrir una extensión de más de 48.000 metros cuadrados sin apoyos intermedios. Además, los

autores, lejos de ocultar su estructura, la dejan al descubierto como ejemplo de la estética de los

nuevos tiempos.

La utilización masiva del hierro supuso una auténtica revolución en el concepto tradicional de

la arquitectura, tanto desde el punto de vista estético como estructural.

2. LA ESCUELA DE CHICAGO

En el último tercio del siglo XIX surge en Chicago (EEUU) un innovador movimiento

arquitectónico que podemos considerar como el punto de partida de la arquitectura contemporánea.

Chicago había sufrido en 1871 y 1874 dos pavorosos incendios que asolaron tres cuartas partes de la

ciudad. Era, por tanto, urgente su reconstrucción. A ello se sumó el deseo de prevenir posibles

catástrofes, dotando a los edificios de estructuras metálicas, que además permitían alcanzar elevadas

alturas.

El nuevo Chicago significó el triunfo total de los nuevos materiales, la nueva tecnología y una

nueva tipología de edificios, los rascacielos, que se convertirían en el emblema de la gran ciudad

industrial de los países desarrollados. Éstas serán las principales características de la llamada Escuela

de Chicago. Los más destacados representantes de esta escuela serán Henry H. Richardson (1838-

1886) y Louis Sullivan (1856-1924). Entre los proyectos de Sullivan tiene gran interés el edificio

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Wainwright, en San Luis (Missouri) que puede considerarse el primer rascacielos totalmente

moderno, cuya estructura de acero se refleja sin complejos al exterior. Son también obra de Sullivan

los grandes almacenes Carson, Pirie, Scott y Compañía, realizados, entre 1899 y 1904, en Chicago.

La idea que define su arquitectura es que “la forma sigue a la función”, planteamiento que tendrá una

importante influencia en la arquitectura posterior, especialmente en el racionalismo.

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TEMA 4. EL MODERNISMO

1. CARACTERÍSTICAS GENERALES

El Modernismo es una importante corriente artística que se desarrolla, aproximadamente, entre

1880 y 1920, aunque su momento culminante será la década de 1890. En España se conoce como

Modernismo, pero en Francia recibe el nombre de Art Nouveau, en los países germánicos Jugendstil,

en Austria Secesión y en Italia Liberty.

Todos estos movimientos tenían en común el rechazo, cada vez más generalizado, hacia la

arquitectura de los historicismos, lo que explica que las diferentes denominaciones aludan a lo

“moderno”, lo “nuevo”, lo “joven” o lo “libre”. La próspera burguesía buscaba una arte de mayor

refinamiento que el ofrecido por la arquitectura historicista y la arquitectura del hierro.

Es un arte que persigue la integración de todas las manifestaciones artísticas, aunque su

campo de acción más específico será el de las artes aplicadas o industriales, encontrando en el diseño

decorativo de interiores (muebles, lámparas, alfombras…) y la ilustración gráfica su mejor vehículo

de expresión. En la arquitectura será fundamental la ornamentación del edificio. El modernismo

defiende la libertad creativa potenciando la imaginación y la fantasía del artista. Es un arte que trata

de imitar los procesos y formas de la Naturaleza. De ahí el uso dominante de la línea curva y

ondulante y la frecuente representación en las artes figurativas de determinadas flores, como los lirios

o las amapolas, y también de algunos animales: libélulas, pavos reales, cisnes, mariposas…

Tres son los grandes arquitectos que mejor ejemplifican el estilo modernista: el escocés

Charles Rennie Mackintosh (1868-1928), el belga Henri van de Velde (1863-1957) y el español

Antonio Gaudí (1852-1926).

Mackintosh representa dentro del modernismo una tendencia más geometrizante al utilizar un

estilo ortogonal de líneas rectas y planos perfectamente definidos. Su obra más importante es el

edificio de la Escuela de Arte de Glasgow. Se trata de una prodigiosa mezcla entre el espíritu

funcional, muy próximo a la obra de Sullivan (Escuela de Chicago) y aspectos modernistas, como la

nave central que parece esculpida.

Van der Velde fue un relevante teórico y divulgador y un artista muy dotado, pues ejerció su

actividad como pintor, ilustrador, diseñador de muebles, orfebre, vidriero y arquitecto. Su nombre

está asociado a la creación de la Escuela de Artes y Oficios de Weimar, embrión de la mítica Escuela

de la Bauhaus, la institución de enseñanza y experimentación del arte moderno más relevante en todo

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el siglo XX de la que hablaremos más adelante.

2. ANTONIO GAUDÍ (1852-1926)

Nacido en Reus, pertenecía a una familia de forjadores de hierro, lo que configuró su

sensibilidad y le dio una capacitación técnico-artesana que ninguno de sus colegas poseía. Aunque

obtuvo su título oficial de arquitecto, se apartó de inmediato de cualquier sombra de academicismo,

trabajando de una forma muy libre y creativa. La mayor parte de su actividad artística la lleva a cabo

en Barcelona, ciudad que vivía en esos momentos una importante actividad cultural.

Su principal fuente de inspiración se encuentra en la Naturaleza, una constante en sus

creaciones. Introduce como elementos arquitectónicos formas inspiradas en ella (animales y

vegetales) e incluso en el cuerpo humano. Dota de esta manera a sus edificios de una fuerte

expresividad y sentido dinámico a través de superficies rugosas, líneas ondulantes...La última parte

de su vida, entre 1883 y 1926, la dedicó a la construcción de su obra más emblemática y audaz: el

formidable templo de la Sagrada Familia.

SU OBRA. Sus primeras obras reflejan una fuerte influencia mudéjar en la utilización del ladrillo,

los azulejos y artesonados. Es una arquitectura llena de color y decorativismo. Ya aparecen algunos

elementos nuevos como los arcos parabólicos, característicos de su estilo. El mejor ejemplo de este

neomudejarismo es la Casa Vicens en Barcelona.

Para el industrial y el mecenas de muchos artistas del momento realiza el parque Güell, un

verdadero prodigio de imaginación y fantasía creativas.

En el Palacio Episcopal de Astorga, en la Casa de los Botines en León o en el Colegio de las

Teresianas en Barcelona hay claras referencias al arte gótico, en la utilización de elevadas torres con

agujas y pináculos y en el tipo de ventanas.

En el ensanche de Barcelona se encuentran dos de sus obras más emblemáticas: la Casa Batlló

y la Casa Milá, conocida como la Pedrera, obras que constituyen la perfecta expresión de la fuerte

inspiración organicista de la arquitectura de Gaudí.

En los últimos años de su vida su religiosidad aumentó y evolucionó hacia un auténtico

misticismo que queda reflejado en su obra cumbre: el Templo de la Sagrada Familia, al que dedicó

gran parte de su vida, llegando incluso a vivir en el propio taller. Gaudí partió de un proyecto

neogótico en el que fue introduciendo sucesivas modificaciones. El templo está lleno de un profundo

simbolismo. En el año 1936 los planos y maquetas quedaron destruidos, por lo que nunca podremos

llegar a conocer el plan general definitivo, sino a través de diversas hipótesis elaboradas a partir de

fragmentos hallados.

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La variedad de materiales utilizados: cemento, piedra, hierro y cerámica, se corresponde con

una extraordinaria riqueza estructural. El proyecto, por lo que queda construido (sólo la fachada del

Nacimiento, de uno de los brazos del crucero), era colosal. Una inmensa iglesia con planta de cruz

latina de cinco naves. El edificio tendría tres inmensas fachadas con cuatro torres cada una: la de la

Gloria sería la principal, a los pies de la iglesia; las laterales estarían dedicadas a la Pasión y el

Nacimiento. La gigantesca torre del cimborrio, con una altura de 170 m, sería el símbolo de Cristo, y

las torres representarían a los doce apóstoles. Los remates superiores, dorados y esmaltados con

brillantes colores dispondrían de agujeros con reflectores cuyas luces simbolizarían la fe. La

inspiración naturalista se advierte tanto en la decoración de la fachada como en los propios sistemas

estructurales para los que Gaudí toma como modelo la propia Naturaleza.

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ARTES PLÁSTICAS EN EL SIGLO XIX

TEMA 5. NEOCLASICISMO, ROMANTICISMO Y REALISMO

A lo largo del siglo XIX encontraremos en las artes plásticas, al igual que en la arquitectura,

muy diversas tendencias: Neoclasicismo, Romanticismo y Realismo. A fines del siglo XIX surgirá

un importante movimiento, el Impresionismo que supone el punto de partida de la pintura

contemporánea.

1. EL NEOCLASICISMO

A fines del siglo XVIII surge un nuevo estilo artístico, el Neoclasicismo, unido estrechamente

a la Ilustración, corriente de pensamiento que llevará a cabo una crítica de las estructuras del Antiguo

Régimen y defenderá la lucha por un mundo nuevo basado en la razón. La obra de arte se convertirá

en un instrumento al servicio de estas ideas, adquiriendo su valor principalmente por su contenido

moral y social.

1. 1. La escultura neoclásica

La escultura neoclásica se caracteriza, al igual que la arquitectura o la pintura, por la vuelta a

la Antigüedad clásica. El hallazgo en las excavaciones arqueológicas, que se llevaron a cabo durante

el siglo XVIII, de numerosas piezas escultóricas proporcionó a los artistas una magnífica fuente de

inspiración.

La escultura neoclásica se va a caracterizar por la pureza de contornos y la claridad de los

volúmenes. El material preferentemente utilizado será el mármol blanco, con superficies muy

pulimentadas y brillantes. El influjo del arte clásico es evidente en la elección de los temas, entre los

que destacan los mitológicos, así como en la búsqueda de la Belleza ideal, la armonía y el equilibrio.

En la representación de la figura humana hay un enorme interés por el desnudo, un desnudo

idealizado que de esta manera trata de reflejar el valor atemporal del arte y el deseo de autenticidad.

En cuanto a las tipologías más utilizadas se encuentran los monumentos públicos (arcos de

triunfo, columnas o retratos ecuestres), los monumentos funerarios, que partirán de disposiciones

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formales utilizadas en el Barroco, y los retratos, que adquieren gran importancia.

Los escultores que mejor representan el logro de estos ideales son Bertel Thorvaldsen y

Antonio Canova.

La obra del escultor danés Bertel Thorvaldsen (1770-1844), profundo conocedor de la

estatuaria clásica, y sobre todo del mundo griego, transmite una gran serenidad y equilibrio, pero

también un cierto distanciamiento y frialdad.

El escultor italiano Antonio Canova (1757-1822), es uno de los más importantes escultores

neoclásicos. En sus esculturas, de gran perfección técnica, alcanza una extraordinaria maestría en la

sublimación de la Naturaleza, plasmando la Belleza ideal. Destacan en su obra los temas mitológicos

y los retratos, especialmente los de Napoleón o su hermana Paulina Borghese. Levará a cabo también

importantes monumentos funerarios, como los de Clemente XIII y Clemente XIV o el de María

Cristina de Austria. En estos monumentos, parte del modelo establecido por Bernini, pero

renunciando a la policromía y al sentido dramático y teatral.

1. 2. La pintura neoclásica

También en la pintura la renovación artística se funda en el retorno al mundo clásico, aunque

no existían fuentes directas para su conocimiento. El artista debe inspirarse en la Naturaleza,

corrigiendo sus imperfecciones, con el fin de representar la Belleza ideal.

El dibujo adquiere especial importancia y es la línea la que nos proporciona el conocimiento

de la forma, a través de contornos firmes y seguros, reflejando el carácter racional del arte neoclásico.

La luz, fría y cortante, define volúmenes muy precisos, que se destacan con nitidez sobre fondos de

gran sobriedad, en los que se suprime cualquier decoración superflua.

La función didáctica asignada al arte explica la elección de los temas, preferentemente

episodios de la Antigüedad, utilizados como ejemplos a seguir a través de los cuales puedan

regenerarse las costumbres, pero también se representan acontecimientos contemporáneos. Debido a

esta función didáctica del arte, adquieren importancia los temas de la vida cotidiana, pero siempre

con una intención moralizante. Otro género cultivado por muchos pintores neoclásicos será el retrato.

El artista que mejor ejemplifica los nuevos ideales de la pintura neoclásica es Jacques Louis

David (1748-1776). Con él nace la conciencia política del artista, por lo que su obra no puede ser

comprendida sin conocer los acontecimientos de la Francia contemporánea. Estuvo comprometido

con los ideales de la Revolución francesa, dedicándose a la política como diputado en la Convención

Nacional (fue uno de los signatarios de la condena a muerte de Luis XVI), miembro del Comité de

Salud Pública, y vinculado a Robespierre durante los años del Terror. Tras la caída de Robespierre

corrió el riesgo de ser guillotinado, pero sólo fue encarcelado durante algunos meses. Posteriormente

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se convierte en el pintor oficial de Napoleón y su pintura será verdadero instrumento de propaganda

política. Con la Restauración elige el exilio y marcha a Bruselas.

Su obra da testimonio, por tanto, de los principales acontecimientos de su tiempo. En su

formación artística es fundamental la estancia de cinco años en Italia donde estudia a fondo la pintura

de Rafael y la escultura grecorromana. De los clásicos extrae un auténtico código ético buscando en

el pasado episodios ejemplares para sus contemporáneos, pues para él la función del artista es educar

al público a través del arte, y transmitir una serie de valores como el patriotismo, el valor, la

conciencia del deber y del sacrificio. Su pintura lleva a la perfección estos ideales, así como la

estética neoclásica de un arte racional en el que dominan el equilibrio y la mesura, la claridad

compositiva, el valor del dibujo, que a través de la línea y de una sobria utilización de la luz define

nítidos volúmenes, la austeridad de los fondos…

Entre sus obras más importantes destacan El juramento de los Horacios, que constituye un

verdadero manifiesto de la pintura neoclásica, Marat asesinado, El rapto de las sabinas o La

coronación de Napoleón.

También serán destacados intérpretes del neoclasicismo el francés Ingres, que sigue fielmente

la estética neoclásica, alcanzando gran maestría en el dibujo con sus magníficos desnudos femeninos

y sus retratos, y el alemán Mengs, que trabajó sobre todo en Roma y Madrid.

2. EL ROMANTICISMO

Durante la primera mitad del siglo XIX el panorama artístico en Europa está dominado por una

corriente compleja que afecta a todas las manifestaciones artísticas: el Romanticismo. Hay que

destacar en primer lugar su carácter revolucionario, que plantea una ruptura con la tradición y el

orden establecido en nombre de la libertad, libertad que supone la afirmación de la subjetividad por

encima de cualquier norma y del sentimiento por encima de la razón. No existe una Belleza universal

e ideal, ya que el juicio estético debe apoyarse en un principio totalmente subjetivo.

El Romanticismo indaga en todos aquellos aspectos de la vida humana que escapan a las leyes

de la razón: el sueño, la imaginación, la locura, la enfermedad, el sufrimiento, la violencia, el deseo,

el amor y la muerte. A través de la obra de arte el artista puede dar rienda suelta a la expresión de sus

sentimientos y a su imaginación, sin ningún tipo de cortapisa.

El Romanticismo se convierte también en el principal vehículo de expresión del nacionalismo,

al representar una serie de temas a través de los cuales cada pueblo trataba de afirmar su identidad

nacional: gloriosos acontecimientos históricos del pasado o del presente, personajes célebres...

Además de esta mirada hacia su pasado, también los románticos miran hacia otros pueblos y

culturas, desarrollando un gran interés por lo exótico y por los ambientes sensuales y fastuosos.

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Josefina Sánchez 17

2.1. La escultura romántica

Aunque para muchos críticos de la época la escultura debía seguir siendo clásica, sin

embargo, también podemos encontrar en la obra de los artistas de este periodo una nueva

sensibilidad, próxima a los postulados románticos que se traduce en mayor complejidad compositiva,

grandes contrastes de luces y sombras, expresividad en los gestos, que reflejan intensas emociones y

profundos sentimientos…Una de las obras más representativas de esta nueva sensibilidad será La

Marsellesa de François Rude.

2.2. La pintura romántica

Dentro de las diferentes manifestaciones artísticas, es en la pintura donde aparece

verdaderamente la esencia del romanticismo. Podemos aplicar a su estudio las características

expuestas en la introducción.

En cuanto a los géneros, habría que destacar la importancia concedida al paisaje, debido a la

posibilidad de proyectar en él nuestras emociones, o al retrato que permite al artista explorar en la

naturaleza humana. Respecto a los valores formales de la pintura romántica podemos señalar como

rasgos característicos la preferencia por el color frente al dibujo, el dinamismo de las

composiciones…

En Francia y a pesar del arraigo de la estética neoclásica, el romanticismo se manifestará con

enorme fuerza a través de la obra de Géricault y Delacroix.

Théodore Géricault (1791-1824) es el prototipo de artista romántico, por su carácter

apasionado y sensible, por su rebeldía y la intensidad de la que dota a toda su obra. Miguel Ángel,

Caravaggio y Goya son sus grandes maestros.

En su obra más célebre, La balsa de la Medusa, representa con extraordinaria intensidad

dramática un acontecimiento contemporáneo que había conmocionado a la opinión pública: la terrible

peripecia vivida por un grupo de náufragos frente a las costas de África, que debieron permanecer

durante días en medio del océano hasta ser finalmente rescatados. En esta obra manifiesta su

predilección por los temas trágicos en los que la muerte o la violencia sitúan al ser humano en

situaciones límite. También hay que destacar sus trabajos como animalista, principalmente la

importancia del caballo en su obra como símbolo de fuerza y energía vital.

Son extraordinarios los retratos que hizo de enfermos mentales, cuya profundidad psicológica

es insuperable.

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Josefina Sánchez 18

Pero será Eugène Delacroix (1798-1863) el artista que exprese a la perfección los ideales del

Romanticismo. En su formación artística fue decisiva su estancia en Inglaterra y su largo viaje por el

norte de África, por Marruecos y Argelia, donde se sentirá impactado por la plenitud de la luz y del

color. También hará una corta visita al sur de España. No estuvo en Italia, pero frecuentó el Museo

del Louvre donde copió a los grandes maestros del pasado. Artista muy culto, se relacionó con los

mejores intelectuales de la época como Stendhal, Chopin, Víctor Hugo o Baudelaire.

Se dio a conocer con la obra La barca de Dante, en la que representa un episodio extraído de

la Divina Comedia, en el que Dante y Virgilio atraviesan las aguas del Infierno en medio de cuerpos

convulsos.

La importancia de los temas históricos de carácter épico o elegíaco la muestra con gran

perfección en Las matanzas de Quíos, uno de los episodios más atroces de la guerra de independencia

griega, o en La libertad guiando al pueblo, donde se exalta la revolución liberal de 1830. Los temas

exóticos, llenos de sensualidad, están magníficamente representados en La muerte de Sardanápalo o

Las mujeres de Argel.

Su obra presenta un colorido extraordinario y un gran dinamismo compositivo, así como una

magnífica representación de los sentimientos y de las emociones más intensas.

En Inglaterra destaca la obra de William Turner (1775-1851), que capta magistralmente los

efectos atmosféricos y la luz, llegando casi a la abstracción de la forma, como en su célebre Lluvia,

vapor y velocidad, y de John Constable (1776-1837), que expresa a través de sus espléndidos

paisajes el profundo interés del Romanticismo por la Naturaleza como reflejo de los estados del alma.

En este mismo sentido hemos de mencionar la obra del alemán Caspar David Friedrich (1774-

1840), cuyos cuadros reflejan a la perfección la impotencia e insignificancia del ser humano frente a

la Naturaleza.

3. EL REALISMO

3.1. La escultura realista

La escultura que se realiza durante este periodo asume algunos rasgos que pueden

considerarse como realistas (el gusto por los detalles, la representación de acciones cotidianas, la

naturalidad en los gestos…) sin renunciar a rasgos de etapas anteriores. El escultor más claramente

realista es Constantin Meunier (1831-1905) muy comprometido socialmente, al representar en su

obra el mundo de los trabajadores, dignificándolos.

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Josefina Sánchez 19

3.2. La pintura realista

En realidad es en la pintura donde podemos verdaderamente estudiar el Realismo como

nueva corriente artística que se desarrolla entre 1840 y 1880. Supone una reacción contra la pintura

romántica, a la que los pintores realistas rechazarán, por considerarla demasiado emotiva y por

alejarse de la realidad. Su principal aspiración es, por tanto, la representación objetiva de la realidad,

incluso en sus aspectos más cotidianos. Esta realidad es la realidad que nos rodea, por lo que los

únicos temas válidos son los del mundo contemporáneo, temas ignorados hasta esos momentos, en

los que el pueblo adquiere un protagonismo que nunca había tenido. La vida cotidiana de los

trabajadores, campesinos o proletarios, es representada con toda su dureza y sin idealización alguna.

El Realismo es un arte fuertemente comprometido con lo social que se hace eco de los nuevos

movimientos sociales, como la lucha obrera, que aspiran a un orden social más justo, y políticos.

También se abordarán temas relacionados con la vida familiar o doméstica.

En esta exigencia de veracidad tendrá gran influencia la filosofía positivista de Augusto

Comte, así como el desarrollo de la fotografía, procedimiento capaz de reflejar la realidad a la

perfección.

Los mejores ejemplos de esta corriente los encontramos en la obra de Courbet, Millet y

Daumier.

Gustave Courbet (1819-1877) es el mejor representante del realismo pictórico. Su formación

artística no siguió los cauces convencionales de asistencia a las academias. Tras un breve aprendizaje

en su localidad natal, se dedicó en París a copiar a los grandes maestros, sobre todo a pintores del

siglo XVII, como Caravaggio y Velázquez. Fue un hombre comprometido con la sociedad en la que

vivía y con los movimientos sociales que intentaban transformarla, como el socialismo. Participó en

la revolución del 48 y durante La Comuna de París en 1870, aceptó el cargo de Comisario artístico

del Gobierno revolucionario. A consecuencia de ello murió en el exilio pues tuvo que abandonar su

país tras el fracaso de su experiencia política. Su obra, en la que destacamos El entierro en Ornans,

tiene como principal objetivo reflejar en toda su verdad la realidad de nuestro entorno, sobre todo la

vida rural, que él conocía muy bien, y de los oficios humildes.

A este mismo deseo corresponde la obra de Jean François Millet (1814-1875). Pintor de

origen campesino, nacido en un pueblecito de Normandía, abandonó éste a los veinte años para

aprender a pintar, primero en Cherburgo y después en París. En 1849 se trasladó a Barbizon, a vivir

en el campo, en una cabaña en la que desde entonces habitó muy humildemente, mientras la

burguesía parisina rechazaba su pintura. Allí en Barbizon se dedicó Millet a pintar cuadros como El

Ángelus, en los que plasmó la dureza de la vida campesina, en imágenes llenas de dignidad y respeto.

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Finalmente no podemos dejar de mencionar la obra de Honoré Daumier (1808-1879), muy

crítico con la sociedad de su tiempo, de la que nos ofrece una crónica mordaz mostrando la miseria

de los sectores sociales más desfavorecidos.

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TEMA 6. IMPRESIONISMO Y POSTIMPRESIONISMO

RODIN

1. EL IMPRESIONISMO

En el año 1874 tiene lugar la primera exposición de los impresionistas, un grupo de artistas

que, cansados de verse excluidos sistemáticamente del Salón parisino oficial, deciden organizar una

muestra pública en la casa del fotógrafo Nadar. Entre estos artistas se encontraban Monet, Renoir,

Degas, Sisley, Pissarro...La exposición causó escándalo. El título de uno de los cuadros, Impresión,

sol naciente de Monet inspiró al crítico Leroy el calificativo irónico de “impresionistas”. Las

exposiciones se repetirían en años sucesivos. Todos los artistas que formaban parte del grupo tenían

en común su desprecio por el arte oficial y las reglas académicas imperantes en estos momentos.

Desde el Renacimiento el arte había considerado la Naturaleza como el modelo a imitar, pero

desde un enfoque conceptual. El impresionismo utiliza un enfoque perceptivo, basado en la

experiencia visual, en la inmediatez de la visión. A una realidad, supuestamente estable, se opone una

realidad transitoria, en perpetuo cambio. No se trata de pintar lo que “sabemos” de las cosas, sino lo

que “vemos”, y el artista debe reflejar el carácter provisional de las apariencias, diferentes de un

instante a otro, la impresión de fugacidad que se experimenta en el contacto directo con la

Naturaleza. Es una nueva manera de ver y representar el mundo, un cambio de sensibilidad artística

que supondrá una verdadera ruptura en el arte occidental, convirtiéndose en el punto de partida del

arte moderno.

Los impresionistas plantan sus caballetes en plena naturaleza, lo que se conoce como pintura

“à plein air”, y salen del estudio en el que hasta entonces habían estado recluidos. Es conocida la

respuesta de Monet a un periodista cuando se interesó por conocer su estudio, Monet le contestó:

“¡Mi estudio!, pero si nunca he tenido un estudio y no comprendo cómo alguien pueda encerrarse en

un cuarto”, y enseñándole el paisaje de Vétheuil exclamó: “¡Este es mi estudio!”.

El objetivo central de los impresionistas es la captación de la luz como elemento cambiante y

dinámico y su efecto sobre la apariencia de las cosas. En este sentido tendrán una influencia decisiva

los avances de las ciencias físicas y las investigaciones sobre el fenómeno luminoso. Fundamental

también para ellos será la teoría de los colores de Chevreul en la que se establecen tres colores

primarios (azul, rojo y amarillo) y tres colores secundarios o complementarios, formados por la

mezcla de dos primarios: verde (azul y amarillo), violeta (azul y rojo) y naranja (rojo y amarillo).

Cada uno de los colores secundarios es el complementario del color primario que no está en su

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Josefina Sánchez 22

composición. Todo color tiende a rellenar con su complementario el espacio que le rodea. La ley de

contrastes simultáneos establece que los colores se anulan cuando se mezclan y aumentan su

intensidad cuando se yuxtaponen.

Para plasmar todo ello llevan también a cabo una auténtica renovación en la técnica pictórica.

Los impresionistas yuxtaponen las pinceladas de colores puros directamente sobre la tela dejando que

la retina del observador lleve a cabo la fusión y combinación de tonos. Su factura se caracteriza por la

llamada “mancha impresionista”, a base de pinceladas cortas y perceptibles. Se abandona el dibujo

preciso, suavizando los contornos al fundirlos con el fondo. Las sombras no aparecen totalmente

privadas de color, ni de luz, sino que incluyen el complementario del color del objeto que la proyecta.

La paleta es clara, brillante, luminosa... Desaparecen los negros, los grises y los marrones, a favor de

los azules, verdes, amarillos, naranjas, rojos y violetas.

En cuanto a la temática dominante entre los impresionistas hay que señalar la importancia

concedida al paisaje (paisajes normandos, orillas del Sena…), los temas populares, escenas de la vida

ciudadana y de la vida nocturna: cafés, teatros, cabarets... Experimentan una auténtica fascinación por

el agua, que será uno de sus temas preferidos, aguas en calma o agitadas, bajo cielos cambiantes,

sembrados de nubes que se reflejan en ellas.

Los impresionistas recibirán diversas influencias. En primer lugar, habría que destacar la de

los pintores de la Escuela de Barbizon, lugar cercano a París donde trabajaban un grupo de

paisajistas, cuyo principal objetivo era el estudio de las condiciones atmosféricas. Por otro lado,

también se sentirán fascinados por el arte japonés que se conoció en Occidente tras la apertura del

mercado japonés en 1854 y la Exposición Universal de 1867 en la que hubo un pabellón dedicado al

arte del Extremo Oriente. En sus pinturas se representaban escenas de gran simplicidad y fácil

comprensión, pero extraordinariamente poéticas y con un gran valor decorativo. El dibujo realizado

con líneas marcadas de color negro y el uso de colores planos sobre fondos generalmente blancos,

son dos características de estas imágenes. A estos artistas no les preocupaba la perspectiva y

utilizaban composiciones novedosas con puntos de vista desacostumbrados...

Finalmente habría que señalar que la fotografía, inventada en el año 1839, aparece como un

instrumento científico de conocimiento, otra posibilidad de representar la realidad deteniendo el

movimiento, lo que hacía que la pintura ya no tuviera que limitarse a la imitación de la realidad,

pudiendo avanzar por otros cauces de expresión.

Entre los artistas que mejor representarán los postulados del impresionismo destacamos las

figuras de Monet, Renoir y Degas.

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Monet (1840-1926). En su obra se resumen perfectamente todas las características del impresionismo

ya analizadas en la introducción, por lo que podemos decir, sin duda, que es el pintor impresionista

por excelencia. Características de su obra son la pintura al aire libre, la técnica de manchas

yuxtapuestas y la utilización de colores puros, su obsesión por captar la luz y transmitir la impresión

momentánea, la importancia del agua... y sobre todo el carácter provisional de las apariencias,

diferentes de un instante a otro. Este carácter provisional de las apariencias lo plasmará

magistralmente en sus famosas series, donde no es el tema lo que interesa, sino su aspecto cambiante.

A través de estas series quiso captar los efectos de la luz en diferentes horas del día y en diversas

condiciones atmosféricas. Podemos destacar la serie dedicada a la estación de Saint Lazare, la de los

álamos a orillas del río Epte, y sobre todo la serie dedicada a la catedral de Rouen, en la que estudia

las variaciones de la luz sobre la fachada, a pleno sol, al amanecer, en el crepúsculo, entre la bruma...

Los últimos veinte años de su vida los dedicó al tema de las ninfeas, inspirándose en el jardín

acuático de su casa de Giverny. Realizó una docena de versiones de estas ninfeas, con una profunda

originalidad en el encuadre: no hay cielo, ni horizonte, ni primer ni segundo plano. Sólo manchas de

color, los reflejos de la luz en el agua, el cielo que se refleja en ella, las ninfeas que oscilan... De este

artista estudiaremos Impresión, sol naciente.

Renoir (1841-1919). Su pintura refleja una auténtica alegría de vivir, un inmenso amor por la vida.

Hay en sus cuadros una enorme riqueza cromática y una armonía magistral de colores cálidos y fríos,

con la que transmite un frescor sorprendente. Capta a la perfección la relación de la figura con la

atmósfera que la rodea: sus sombras coloreadas por los reflejos de los árboles fueron realmente

novedosas. Sus temas son imágenes de la vida cotidiana, sobre todo al aire libre, con todo su encanto

y sencillez.

Degas (1834-1917). Aunque mantuvo estrechas relaciones con los impresionistas y participó en sus

exposiciones, posteriormente se alejó del grupo y algunos rasgos de su obra la diferencian de los

postulados impresionistas. Uno de los objetivos de su pintura fue la plasmación del movimiento, que

le lleva a interesarse por determinados temas como las carreras de caballos, las bailarinas de la Ópera,

las mujeres en su aseo, las escenas de café-concierto... Reflejó perfectamente el mundo del ballet,

pero no tanto el esplendor del espectáculo, como los largos momentos que lo preceden: los ensayos,

la espera, e incluso el hastío de las bailarinas. También se interesa por el mundo femenino mostrando

con una extraordinaria capacidad de observación la dura realidad del trabajo o momentos más

triviales como las mujeres en su aseo. Otro capítulo importante en su producción lo constituyen sus

obras dedicadas a las carreras de caballos que le permiten estudiar el movimiento.

Habría que destacar sus novedosas composiciones, muy audaces, en las que se libera del

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Josefina Sánchez 24

encuadre tradicional. Finalmente, y como un rasgo que le separa de los impresionistas, hay que

señalar su preferente interés por la figura humana, antes que por el paisaje y las escenas al aire libre.

2. DESPUÉS DEL IMPRESIONISMO

El periodo comprendido entre 1886, en que tuvo lugar la última exposición impresionista, y el

nacimiento del cubismo en los primeros años de este siglo, se denomina genéricamente

"postimpresionismo".

En primer lugar hay que hablar del neoimpresionismo, que quiso llegar más allá del

Impresionismo y dar fundamento científico al proceso visual de la pintura. Para ello desarrollaron la

técnica conocida como puntillismo, que consiste en la división del tono en sus componentes y en la

yuxtaposición de pequeños toques de diferentes colores en forma de pequeños puntos hasta tal punto

próximos que reproducen en el ojo del espectador la unidad del tono. El pintor que plasmó a la

perfección todas estas teorías fue Seurat. De su obra hay que destacar, sin duda Un domingo de

verano en la Grande Jatte, la mejor expresión del puntillismo.

Durante esos mismos años trabajan también otros artistas que se alejan del impresionismo y

anuncian ya la pintura del siglo XX. Estos artistas son Van Gogh, Gauguin, Toulouse-Lautrec y

Cézanne.

Van Gogh (1853-1890). Su vida azarosa y atormentada es sobradamente conocida. Las famosas

cartas que escribió a su hermano Theo y sus 35 autorretratos son un documento valiosísimo para

conocer su compleja personalidad.

Sus primeras obras reflejan el influjo del realismo holandés y tienen, por su temática, una clara

intención de denuncia social. Sin embargo, posteriormente evoluciona hacia lo que será totalmente

característico de su pintura: la exaltación del color, que se convierte en vehículo de transmisión de

sentimientos y emociones. A través del color el artista se expresa con una pincelada continua, fuerte y

agresiva, aplicando un color abundante y pastoso. Sus problemas psíquicos hacen que su pintura sea

cada vez más exaltada, reflejo de su atormentada vida interior. Como magnífico ejemplo de su obra

estudiaremos la Noche estrellada.

Los últimos años de su vida estuvieron marcados por profundas crisis que le llevaron al

suicidio en el año 1890. Ha sido uno de los artistas menos afortunados de todos los tiempos. Su obra

quedó en manos de su querido hermano Theo, el único apoyo con que contó en su vida. Hoy, sin

embargo, es uno de los artistas más cotizados.

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Josefina Sánchez 25

Gauguin (1848-1903). Su trayectoria vital fue agitada. En 1895 abandonó definitivamente París para

trasladarse a Tahití y luego a las Islas Marquesas donde lleva a cabo una defensa de la población

indígena contra los abusos del sistema colonial. En su obra reflejó la vida sencilla y pura de estas

tierras, su exuberante vegetación y la sensualidad de los cuerpos de las mujeres indígenas, como en

sus Tahitianas. Su arte es ordenado y reflexivo: utiliza composiciones sencillas y equilibradas. Aplica

el color de una manera arbitraria, como reflejo de emociones y no de forma realista. Colores lisos,

sobre formas simples rodeados por un trazo más oscuro lo que se conoce como “cloisonnisme”.

Toulouse-Lautrec (1864-1901). Al igual que Van Gogh, tuvo una existencia trágica debido a su

deformidad física. La temática de su obra giró en torno a la vida nocturna de Montmartre, donde

vivió: el circo, los teatros, cabarets, casas públicas... Retrató a algunas de las artistas más famosas de

su tiempo. Observador agudísimo, supo expresar con pocos rasgos las características de sus

personajes y toda su profunda humanidad. Instrumentos de su lenguaje pictórico son un dibujo

simplificado y expresivo, el color extendido en zonas planas y uniformes, las figuras captadas

dinámicamente como siluetas. La influencia del arte japonés se advierte en sus composiciones

asimétricas o en sus encuadres atrevidos.

Cézanne (1839-1906). Es una figura fundamental para comprender el arte moderno. Inaugura un

nuevo modo de ver y llevar al lienzo las formas de la naturaleza de una forma sintética, basada en el

rigor geométrico. Reduce la realidad a su esencia y anuncia así el cubismo. En su pintura reinan el

orden y la claridad. Aplica el color en tintas planas y trazos cromáticos que a través de una amplia

gama de tonos crean el volumen y reflejan la luz. Estas características se ilustran perfectamente en

Los jugadores de cartas.

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3. LA ESCULTURA DEL SIGLO XIX: RODIN

Rodin puede ser considerado, sin lugar a dudas, como el mejor escultor del siglo XIX. Su obra

supone una renovación total de la escultura y abre las puertas al siglo XX.

Auguste Rodin nace en París en el año 1840 en una familia humilde (su padre era policía). De los

catorce a los diecisiete años estudia en la Pétite École de Dessin en París, y por su cuenta en el Museo

del Louvre. En tres ocasiones será rechazado para ingresar en la Escuela de Bellas Artes. Debe

trabajar para ayudar a sostener a su familia, a la vez que colabora con decoradores y escultores

comerciales. Durante la guerra franco-prusiana se enrolará en el ejército, pero será dispensado del

servicio a causa de su miopía. Tras la muerte de su hermana en 1862, que le afecta profundamente,

entra como novicio en la orden del Sagrado Sacramento, pero abandona el convento al año siguiente

volviendo de nuevo a la vida laica. Conoce a Rose Beuret con la que tendrá un hijo.

Entre 1864 y 1872 trabaja como ornamentador para Carrier-Belleuse, así como para otros

escultores. Colabora en la realización de una escultura arquitectónica para la Bolsa de Bruselas. En el

año 1875, se traslada a Italia, donde se sentirá fascinado por la obra de escultores como Donatello y

Miguel Ángel, al que admirará profundamente y cuya influencia en su obra será decisiva.

Dos años más tarde, en 1877, es aceptado en el Salón, donde presenta El vencedor (luego

llamado La edad de bronce), un desnudo polémico, ya que dado su extremado realismo, Rodin será

acusado de haber utilizado moldes de yeso a partir del cuerpo del modelo y no de una arcilla hecha

por el artista. Tal acusación era deshonrosa para cualquier escultor, pero Rodin logró salir de la

disputa, no sólo victorioso, sino con una fama que lo puso inmediatamente entre los artistas más

importantes de París.

En 1880 recibió su primer encargo público por parte del gobierno francés: la realización de

una puerta de bronce para el futuro Museo de Artes Decorativas. Sin embargo, el Museo jamás se

construyó. A pesar de ello Rodin trabajó intensamente en esta obra, que nunca dio por concluida, a lo

largo de toda su vida. La puerta fue bautizada como la Puerta del Infierno, pues Rodin decidió

plasmar en ella sólo la parte de la Divina Comedia referida al Infierno. Se establecía así un

paralelismo con la Puerta del Paraíso realizada por Ghiberti para el baptisterio de la Catedral de

Florencia (además había sido Miguel Ángel, el escultor más admirado por Rodin, el que había puesto

el nombre de la puerta de Ghiberti). En 1900 Rodin exhibió su obra ante el público. Rodin no se

limita a ilustrar pasajes de la Divina Comedia, sino que despliega una compleja meditación sobre la

condición humana, sus tormentos y sus insaciables aspiraciones, una reflexión sobre el trágico

conflicto entre el hombre y su destino. Las formas son arrastradas en un auténtico torbellino que se

manifiesta por la extremada tensión de los músculos, dramáticos escorzos y fuertes contrastes de luz

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y sombra. En esta puerta encontramos además el germen de dos de sus obras más famosas: El

pensador, imagen del hombre meditando frente a su destino, de la potencia concentrada y tensa

dispuesta a transformarse en acción, y El beso o el olvido de la conciencia en los excesos de la

pasión.

En 1884 la ciudad de Calais le encarga el Monumento a los burgueses de Calais, para

conmemorar el episodio en el que seis burgueses de la ciudad de Calais aceptaron sacrificar sus vidas

para salvar la de sus conciudadanos. Rodin evoca su caminar hacia la muerte en una escena patética,

magnífico ejemplo de la solidaridad humana. En 1889 realiza el Monumento a Víctor Hugo y en 1897

el Monumento a Balzac, considerada una de sus obras maestras aunque también causó un verdadero

escándalo en su tiempo y un apasionado combate entre sus defensores y detractores, que no dudaron

en proferir contra ella los más duros insultos. A pesar de todo, esta campaña aumentó

considerablemente su clientela. No hay que buscar en esta escultura la fiel descripción de una

anatomía o de un rostro: la escultura se libera de los problemas relativos a la exactitud de la

imitación, lo que supone un paso decisivo hacia el siglo XX. En esta escultura simboliza la impetuosa

potencia del genio que se ha convertido en rival de los dioses al ser capaz de crear vida.

En el año 1900 expone más de 150 obras en el Pabellón Alma con ocasión de la Exposición

Universal y obtiene un gran éxito internacional, consagrándose como el mejor escultor de su época.

Los últimos años de su vida transcurrieron en el Hôtel Biron, en Meudon, cerca de París. El

artista ofrece al Estado toda su fortuna y su obra a cambio de que le permitan vivir en el edificio el

resto de sus días y lo conviertan en su museo a su muerte. Serán años difíciles en la pobreza. El 17 de

noviembre de 1917 fallecerá en Meudon uno de los más grandes escultores de todos los tiempos.

Al igual que los impresionistas, sus contemporáneos, con cuyos postulados se identificó, su

obra se apartó del arte académico creando un nuevo lenguaje artístico. Precisamente por ello, fue un

artista polémico que recibió fervientes aplausos, pero también muy duras críticas. Trabajó

intensamente durante toda su vida y dominó prodigiosamente la técnica escultórica.

El principal tema de su obra es el hombre y su verdad interior, la evolución de la conciencia

humana, la lucha entre el espíritu y la materia... A través de su producción escultórica fue reflejando

todas las etapas de este combate, que condiciona la existencia humana, afirmando su fe en la fuerza

del espíritu que libera al hombre de las trabas de la materia. No rechaza nada que exprese la verdad

humana y por lo tanto ignora el ideal de perfección formal del arte académico. En su escultura

prevalece siempre la sensación, la impresión fugitiva recibida en la atenta observación de la realidad,

al margen de las reglas establecidas. Luces fuertes, sombras enérgicas, zonas suavemente

difuminadas nos transmiten esa impresión. Su obra expresa una gran pasión por la vida, vida que es

movimiento y acción, a través del cual se revela toda la vida interior del ser humano.

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ARQUITECTURA Y URBANISMO EN LA

PRIMERA MITAD DEL SIGLO XX

TEMA 1. LA CIUDAD MODERNA: RUPTURA CON LA CIUDAD HISTÓRICA

PRIMEROS PASOS:

LA CIUDAD JARDÍN DE HOWARD, LA CIUDAD LINEAL DE SORIA,

LA CITÉ INDUSTRIELLE DE GARNIER

PRINCIPIOS FUNDAMENTALES DEL URBANISMO MODERNO:

LA CARTA DE ATENAS

BRASILIA Y EL FRACASO DEL URBANISMO MODERNO

1. CARACTERÍSTICAS GENERALES

El espectacular crecimiento experimentado por las ciudades a lo largo del siglo XIX se

mantiene en el siglo XX, al igual que la preocupación por la planificación urbana.

Una de las primeras teorías urbanísticas del siglo XX es la Ciudad Jardín de Ebenezer

Howard que defiende núcleos autosuficientes con industria y agricultura asociadas. Plantea planos

radiocéntricos y amplias zonas verdes alrededor, con el fin de mejorar la relación hombre-naturaleza,

una de las grandes deficiencias de la ciudad industrial. Estos planteamientos se aplicaron, aunque

parcialmente, en algunas ciudades inglesas y en otras ciudades europeas.

Otra teoría relacionada con la idea de ciudad-jardín será la Ciudad Lineal proyectada por

Arturo Soria en Madrid. Situada en las afueras, presenta una estructura lineal, formada por una

avenida central, para facilitar la comunicación con el centro urbano, a cuyos lados se construyen

casas unifamiliares con huerta y jardín. Su carácter lineal impedía la expansión transversal, por lo

que nunca se perdía el contacto con la Naturaleza.

También hay que destacar la llamada Ciudad Industrial de Tony Garnier, en la que tanto el

espacio urbano como la vivienda se diseñan en función de las crecientes necesidades de las ciudades

industriales: trabajo, residencia, zona de recreo, vías de tráfico... Sus ideas las intentará aplicar en la

zona industrial de Lyon y con sus planteamientos anticipará en varios años las tesis de los grandes

urbanistas del racionalismo.

Será precisamente este movimiento, el racionalismo, el que haga las propuestas urbanísticas

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Josefina Sánchez 29

más interesantes, sobre todo por lo que se refiere a las reflexiones de Le Corbusier, que aplica los

principios básicos de su arquitectura a la planificación de la ciudad. En 1922 plantea su proyecto de

ciudad contemporánea para tres millones de habitantes, germen de todas sus ideas urbanísticas

posteriores, como la Ciudad radiante de 1930. Le Corbusier situaba en el centro de una planta

reticular la ciudad de los negocios, descongestionada mediante un desarrollo en altura para permitir la

densa circulación de vehículos y personas. Alrededor de este núcleo se disponían los edificios

públicos, la zona residencial y la zona industrial. Los edificios se elevaban del suelo para dejar

espacio a superficies ajardinadas. Todas estas ideas sólo pudieron ser realizadas muy parcialmente.

El pensamiento racionalista y especialmente el de Le Corbusier cristalizarán en un documento

capital conocido como la Carta de Atenas publicada en 1943, como resultado de los trabajos de los

CIAM (Congresos Internacionales de Arquitectura Moderna). En este documento encontramos

plasmadas algunas de las características más importantes de las ciudades contemporáneas. En la

Carta de Atenas se estableció definitivamente el concepto de la zonificación, basado en la

especialización de los sectores urbanos respecto a las funciones básicas del hombre: habitar, trabajar,

descansar y circular. También se definió el tipo de construcción, basada en bloques altos y aislados y

en espacios abiertos, con zonas ajardinadas y una planificación urbana en función del automóvil.

Estos planteamientos racionalistas inspirarán algunos importantes proyectos urbanísticos entre

los que hay que destacar sin lugar a dudas la ciudad de Brasilia, la nueva capital federal de Brasil,

construida de acuerdo con los planos de Lucio Costa y Oscar Niemeyer.

El nacimiento y creación de una nueva capital para el Estado de Brasil surge por motivos

político-económicos, en una etapa de rápida industrialización e intensa colonización del interior del

territorio en los años 50. En 1956 el presidente de Brasil, Kubitschek, decide construir una nueva

capital federal en el interior del país y acabar con el desequilibrio demográfico y económico que

existía a favor de la zona costera, densamente poblada. La idea de la creación de una nueva capital no

era nueva. Ya había surgido en el siglo XVIII y se había mantenido vigente durante el siglo XIX,

pero no fue una realidad hasta el XX con la elección de Kubitschek como presidente de la República,

quien se embarcó en un ambicioso programa de obras públicas que culminó con la construcción de la

ciudad de Brasilia en una región semidesértica del interior del país.

Después de designar una comisión encargada de buscar el emplazamiento adecuado,

Kubitschek nombró un departamento presidido por Oscar Niemeyer cuya misión era proyectar y

construir la ciudad. Para la elaboración del plan urbanístico, se convocó un concurso al que se

presentó Lucio Costa, cuyo proyecto fue el elegido. El plano de la nueva ciudad se organiza a partir

de dos ejes que se cortan en forma de cruz o avión, de manera que los brazos del eje mayor se curvan,

acercándose al menor hasta delimitar un área urbanizada en forma de arco tensado. El eje mayor

viene a ser una aplicación del concepto de ciudad lineal por la axialidad de sus edificaciones, con un

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Josefina Sánchez 30

entramado abierto a partir de bloques residenciales, agrupados de cuatro en cuatro, y distribuidos a

ambos lados de un gran eje de circulación. Los edificios se levantan como bloques aislados,

sustentados sobre pivotes, dejando en medio espacios libres, según las teorías de Le Corbusier. El eje

menor es el eje monumental y en él se encuentran el Palacio Presidencial y la Plaza de los Tres

Poderes, centro neurálgico de la vida política, situada en el vértice del triángulo.

La idea urbanística de Brasilia parte del concepto de ciudad ideal elaborado por Le Corbusier y

desarrollado en la Carta de Atenas en 1933, que dividía la ciudad en cuatro zonas destinadas a las

diferentes actividades sociales: vivienda, ocio, desplazamiento y trabajo. Busca también como

objetivo la integración con la Naturaleza gracias a la existencia de espacios abiertos que dan a un

lago artificial, alrededor del que se levanta la ciudad. Sin embargo, Brasilia creció más de lo previsto,

dando lugar a la formación de barrios marginales. La separación entre la zona residencial y el centro

administrativo hacía que fuera de las horas de trabajo la ciudad pareciera un lugar fantasma. Por otro

lado, la grandilocuencia de sus edificaciones y vías de comunicación producen una sensación de

soledad y aislamiento muy lejos del ideal que se perseguía.

Como respuesta al racionalismo encontraremos la tendencia representada por el organicismo

cuyo mejor representante es Lloyd Wright que plantea edificaciones de menor altura, mezcladas con

granjas y zonas verdes, pequeñas fábricas... y todo lo necesario para una comunidad autosuficiente.

Una ciudad más armoniosa hecha a la medida del hombre.

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Josefina Sánchez 31

TEMA 2. LA ARQUITECTURA MODERNA: LA BAUHAUS Y LE CORBUSIER

EL RASCACIELOS

1. CARACTERÍSTICAS GENERALES

A lo largo del siglo XX se crea un nuevo lenguaje arquitectónico, más acorde con las nuevas

necesidades del hombre y la sociedad, que supone una ruptura con el pasado y la tradición y también

con el decorativismo del Modernismo. Este nuevo lenguaje cristaliza en lo que se conoce como

Movimiento Moderno.

Las nuevas necesidades de la sociedad industrial explican la mayor diversificación de las

tipologías, ya que será necesario crear tipos de edificios sin precedentes en la historia de la

arquitectura para los que no existían modelos previos. Hasta entonces se habían realizado

principalmente edificios religiosos vinculados a la Iglesia o palacios vinculados al poder político. La

tipología que encontramos en el siglo XX es extraordinariamente variada: fábricas, oficinas,

mercados, aeropuertos, estaciones de ferrocarril, universidades, museos, bibliotecas, polideportivos,

hospitales, ministerios, edificios para viviendas (tema central de la actividad de muchos

arquitectos)…

Aparece además una nueva forma de construir: el rascacielos, debido a la especulación del

suelo edificable que lleva al aprovechamiento máximo de los solares, el invento del ascensor y la

introducción de estructuras metálicas que permiten superponer pisos sin tener que dar excesivo

grosor a los pilares de los pisos bajos y abrir vidrieras casi continuas en las paredes.

La arquitectura del siglo XIX va a emplear nuevos materiales, que ya se habían ido

introduciendo en el siglo XIX, como hierro, acero, vidrio, fibras plásticas, hormigón armado..., junto

a los materiales tradicionales.

Otro rasgo característico será la influencia ejercida en la arquitectura por los movimientos

vanguardistas que aparecen en los primeros años del siglo XX: expresionismo, futurismo,

constructivismo...

En último lugar, señalamos la transformación que experimenta en estos momentos la figura del

arquitecto, que necesita la colaboración de otros técnicos como los ingenieros por lo que se hace

imprescindible el trabajo en equipo. Y además surge, debido a la importancia de la planificación

urbanística, la figura del urbanista independiente del arquitecto.

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Josefina Sánchez 32

Las dos grandes tendencias que marcan la evolución de la arquitectura a lo largo del siglo XX,

dentro de lo que globalmente se conoce como Movimiento Moderno, serán el racionalismo o

funcionalismo y el organicismo.

2. EL RACIONALISMO

El racionalismo será la primera corriente arquitectónica del siglo XX verdaderamente

importante y supondrá una auténtica ruptura con la tradición arquitectónica y con el decorativismo

extremo a que había llegado la arquitectura modernista. Su influencia posterior será enorme.

Este movimiento se desarrolla fundamentalmente durante el periodo de entreguerras, y tiene

sus antecedentes en los principios constructivos de la Escuela de Chicago (Sullivan) en el lema “la

forma sigue a la función”. Existirán varias tendencias dentro del movimiento, pero de ellas habría que

destacar sobre todo la arquitectura de la Bauhaus y el funcionalismo de Le Corbusier.

La mejor expresión de la arquitectura racionalista es, sin duda, el movimiento conocido como

la Bauhaus.

En 1919 el arquitecto Walter Gropius funda en la ciudad de Weimar la Bauhaus (“casa de la

construcción”), una escuela de arquitectura, oficios y diseño, que después se trasladó a Berlín donde

fue clausurada por los nazis en 1933.

Gropius propuso un sistema de aprendizaje innovador en el que el arte, la artesanía y la

tecnología se articulasen en torno a la arquitectura. Las clases se organizaban en talleres creativos

donde se trabajaba de manera colectiva bajo la supervisión de un artista. Algunas de las ideas

defendidas por esta escuela serán la integración de todas las artes, el dotar de un valor estético al

objeto utilitario resultado de la producción industrial, la preocupación por el tema de la vivienda y de

los barrios populares y por la mejora de sus condiciones de habitabilidad... La sede de la escuela

estuvo primero en Weimar y luego se trasladó a Dessau, donde se construyó la obra más

representativa de la corriente: el propio edificio de la Bauhaus. Además de Gropius, dentro de la

escuela destacará poderosamente la figura de Mies van der Rohe, su director entre 1930 y 1933,

figura clave en la arquitectura contemporánea.

La otra gran figura del racionalismo o funcionalismo será Le Corbusier (1887-1965), uno de

los arquitectos más importantes de este siglo.

El movimiento cubista, con el que entra en contacto en París, tiene una influencia decisiva en

su obra, uno de cuyos postulados será el uso de volúmenes puros y formas geométricas básicas,

despojadas de todo elemento superfluo. También es característico de su obra el uso de la planta como

principio generador, que dota de funcionalidad al edificio.

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En su obra “El Modulor” codifica y establece las proporciones armónicas de todos los objetos,

y por supuesto de la vivienda, a partir de las medidas humanas, partiendo del principio clásico de que

“el hombre es la medida de todo”.

Centro de sus preocupaciones fue la casa como unidad de habitación, económica y repetible en

serie. Sin embargo, durante los años veinte realizó principalmente viviendas unifamiliares sólo

accesibles a una clientela adinerada. El mejor ejemplo de este tipo de viviendas es la Villa Savoie, en

Poissy (Francia) en la que se ejemplifican los cinco principios básicos de su arquitectura: la

utilización de pilotis para aislar la casa del suelo, el uso de cubiertas planas con jardines, amplias

ventanas horizontales que permiten el paso de la luz, libertad en la planta por lo que cada piso está

distribuido con absoluta independencia y fachada libre en función de las necesidades de cada piso.

Su preocupación por la construcción de espacios habitables que reunieran las mínimas

condiciones de habitabilidad, y la creación de viviendas colectivas, dio lugar a la llamada unité

d´habitation (unidad de habitación) cuyo mejor ejemplo será la Unité d´Habitation de Marsella

(1947-1952).

Sin embargo, posteriormente realiza obras alejadas de este rigor racionalista como la iglesia de

Ronchamp, quizá su obra más conocida, en la que las líneas curvas dotan a la arquitectura de un

mayor expresionismo.

Las ideas de Le Corbusier y del racionalismo alcanzaron gran difusión gracias a la creación de

los Congresos Internacionales de Arquitectura Moderna, en los que él participó activamente.

3. EL ORGANICISMO

En 1932 se celebró en el Museo de Arte Moderno de Nueva York una gran exposición sobre la

arquitectura de vanguardia realizada a partir de 1922, en la que el racionalismo quedaba consagrado

como la corriente más importante del momento. Se llegó al convencimiento de que se había logrado

un lenguaje constructivo definitivo para el siglo XX que tenía validez universal, por lo que se eligió

para la exposición el título de Estilo Internacional. Posteriormente, sin embargo, fueron poniéndose

de manifiesto algunas de las contradicciones del racionalismo y surgieron críticas dentro del propio

movimiento. Entre las alternativas más interesantes se encuentra la llamada arquitectura orgánica

que surge en los años 50 y se opone a los principios del racionalismo, desarrollando el empleo de

formas más orgánicas y la integración entre arquitectura y naturaleza. Se recuperan materiales como

la madera, el ladrillo o la piedra y la arquitectura adquiere formas más libres, recobrando el espacio

una nueva flexibilidad.

Su mejor representante es Frank Lloyd Wright, otra de las grandes figuras de la arquitectura

contemporánea. Se formó en la Escuela de Chicago como discípulo de Sullivan pero pronto

abandonó el funcionalismo. Su obra representa a la perfección los principios de la arquitectura

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orgánica y refleja también la influencia de la arquitectura japonesa.

Tal vez su obra más conocida y divulgada sea la célebre Casa sobre la Cascada o Casa

Kaufmann, un encargo hecho por Edgar Kaufmann, director de una gran tienda en Pittsburg. La casa

se levanta sobre rocas en medio de un paisaje boscoso y lleno de manantiales, por lo que aparece

perfectamente integrada en la Naturaleza. Se articula en tres niveles sobre la roca. Cada piso está

construido con absoluta libertad en su planta y marcado por amplios voladizos en todas las

direcciones, de forma asimétrica. Se ha cuidado enormemente el espacio interior que está integrado

en su entorno a través de una gran cristalera que permite disfrutar de la cascada y su sonido.

La crisis que vive el Movimiento Moderno o Estilo Internacional desde mediados del siglo XX

dará lugar a la aparición de numerosas tendencias arquitectónicas, bien respetando los principios del

racionalismo, pero revitalizándolos (Brutalismo, Metabolismo o Neorracionalismo), bien planteando

una ruptura total con este movimiento (Neoexpresionismo, Regionalismo crítico...).

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ARTES PLÁSTICAS

EN LA PRIMERA MITAD DEL SIGLO XX LA RUPTURA VANGUARDISTA

TEMA 3. LA RUPTURA VANGUARDISTA: FAUVISMO Y EXPRESIONISMO

EL CUBISMO Y SUS DERIVACIONES

LOS INICIOS DE LA ABSTRACCIÓN

DADÁ Y SURREALISMO

1. INTRODUCCIÓN

Durante los primeros años del siglo XX se produce un rechazo cada vez más radical al mundo

precedente, a la gran herencia figurativa de la Europa occidental. Este deseo de renovación dará lugar

a movimientos muy diversos como el expresionismo, dadaísmo, surrealismo, cubismo, futurismo o

abstracción. Estos movimientos se suceden con extraordinaria rapidez contrariamente a los estilos del

pasado, de larga duración (recordemos que el Renacimiento se desarrolla a lo largo de los siglos XV

y XVI y el Barroco en el siglo XVII y principios del XVIII). Aunque ya en el siglo XIX se empiezan

a cuestionar los principios sobre los que siempre se había fundamentado el arte, será en el siglo XX

cuando se produzca una verdadera ruptura con el pasado artístico.

Todos estos movimientos se englobarán en el concepto general de vanguardias. Las

vanguardias compartirán su enfrentamiento con las formas y modelos del pasado, su rechazo a los

valores establecidos por las élites culturales del momento, su preocupación por la teoría estética y la

redefinición del concepto de belleza, el interés por la subjetividad, por el compromiso ideológico y la

conciencia social... Y sobre todo, su afirmación plena de la libertad artística. Además, el desarrollo de

la fotografía y el cine, que permitían reproducir fielmente la realidad, liberarán a las artes

tradicionales de la necesidad de alcanzar este objetivo, con lo que el artista podrá alejarse de la

figuración y abrirá el camino a la abstracción.

Tanto la escultura como la pintura vivirán esta ruptura. En el caso de la escultura

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encontraremos una enorme variedad de tendencias resultado de la libertad creativa, la constante

experimentación con nuevos materiales, la influencia del arte primitivo, la pérdida de protagonismo

de la escultura figurativa…Grandes escultores del siglo XX serán Henry Moore, Giacometti, Pablo

Gargallo, Julio González, Brancusi, Calder…

2. EL FAUVISMO

Será el primer movimiento de vanguardia. Sus artistas se darán a conocer en el año 1905 en el

Salón de Otoño, donde el crítico Vauxcelles los bautizó peyorativamente como “fauves” (fieras).

El término fauves hace referencia a lo que será su principal característica: la violencia

cromática, la enorme importancia que adquiere el color, que en muchas ocasiones se independiza del

objeto y se utiliza arbitrariamente, alejándose de la fidelidad a la realidad y convirtiéndose en un

poderoso recurso expresivo. La línea se utiliza en trazos gruesos y nítidos. Aunque es una pintura

figurativa, su extraordinaria libertad expresiva convierte al cuadro en algo autónomo e independiente

de la realidad. El pintor más representativo del grupo será Matisse, del que estudiaremos el Retrato

de Madame Matisse.

3. EL EXPRESIONISMO

Es un movimiento artístico cuyo objetivo es plasmar los sentimientos y el mundo interior del

artista, a veces con extraordinaria violencia y angustia, no eludiendo tampoco la dura crítica social.

Para los expresionistas la realidad había que vivirla desde el interior y el cuadro debía ser la

expresión de esa realidad. La pintura es un modo de desencadenar sobre el lienzo la violencia de las

propias emociones del artista.

El fenómeno del expresionismo se manifiesta sobre todo en Alemania. El primer grupo de

expresionistas alemanes fue Die Brücke (El puente) que surge en 1905, movido por el deseo de

destrucción de las viejas reglas y en defensa de la espontaneidad de inspiración de cada cual a través

de su propio temperamento. Ni ley ni disciplina, sólo las presiones emotivas del propio ser. Utilizarán

un lenguaje formal agresivo en el uso de la línea y del color, así como en las deformaciones de las

figuras, alejándose de cualquier deseo de perfección formal. A través de sus temas llevan a cabo una

dura crítica social, reflejando con dureza el ambiente de la Alemania de su tiempo. Entre ellos

destaca la figura de Kirchner en Alemania del que veremos Cinco mujeres en la calle, y otros

artistas como el belga Ensor o el noruego Munch, con su célebre obra El grito. Este grupo se

disolvió en 1913. Dentro de la corriente expresionista persistió el grupo Der Blaue Reiter (El jinete

azul) fundado en Münich en 1911, cuyo desarrollo se truncó con el inicio de la guerra. Para ellos el

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objetivo fundamental del artista era captar la esencia espiritual de la realidad. Pintores destacados del

grupo fueron Kandinsky, Klee o Marc.

Después de la Primera Guerra Mundial aparecerán una serie de artistas como Grosz,

Beckmann o Dix que hacen un arte duro y despiadado como la propia realidad, tras la experiencia

de muerte y miseria que supuso la guerra, y reflejan con sus obras el desorden moral de la posguerra.

4. El CUBISMO. Tiene su origen en París a raíz de una exposición retrospectiva de Cézanne que

tuvo lugar en 1907 y que impresionó a un grupo de artistas entre los que se encontraban Picasso y

Braque, que valoraron en Cézanne su capacidad de pintar, siguiendo una lógica interna que reducía

las formas a una serie de figuras geométricas elementales como el cilindro, la esfera y el cono, y la

construcción de los objetos a partir del color. El nombre también se lo dio peyorativamente la crítica

a raíz de la exposición que hicieron en 1908.

El cubismo representa la mayor ruptura con el arte del pasado dentro de las vanguardias, pues

supone una nueva manera de interpretar la realidad superando la visión inmediata de las cosas. Es un

arte cerebral que presenta la realidad no como nuestros ojos la ven, sino como nuestra mente las

conoce, representando lo esencial. Una gran austeridad cromática (preferencia por las tonalidades

neutras), el abandono de la perspectiva convencional, la introducción de la visión simultánea de

varios puntos de vista del objeto (por ejemplo, de frente y perfil al mismo tiempo) abandonando el

punto de vista único, la reducción de los objetos a formas geométricas esenciales y la inclusión de la

cuarta dimensión (el tiempo) como un elemento más en la pintura, son algunas de sus principales

características. El volumen y la estructura son las dos primeras preocupaciones de los cubistas

mientras que el color pasa a un segundo plano (tonos neutros, grises, negros, ocres, verdes apagados).

El cubismo seguirá utilizando el óleo sobre lienzo como técnica principal, pero desde 1912 se

le sumará el collage o papier collé (papel pegado) con la incorporación al cuadro de trozos de tela,

papel... mediante el encolado, potenciando así el interés y la valoración de las texturas.

Dentro del movimiento podemos distinguir dos grandes corrientes: el cubismo analítico y el

cubismo sintético.

El cubismo analítico (desde el otoño de 1909 hasta el invierno de 1911/12) analiza el objeto

descomponiéndolo en distintos planos, hasta hacerlo casi irreconocible, como si lo viéramos a través

de un cristal tallado que lo fraccionase por completo. El color pierde importancia y los cuadros son

casi monocromos. Las formas aparecen compactas y densas. Algunos historiadores del arte

identifican un segundo período dentro del cubismo analítico, lo que llaman la fase “hermética”, en la

que los cuadros son monocromos y difíciles de descifrar. Las pinturas dejan pistas de lo que hay

representado mediante algún objeto reconocible o algunas letras del alfabeto. Durante este tiempo, el

cubismo se acerca a la abstracción.

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La segunda fase del cubismo se inició en 1912 y se denomina cubismo sintético. Supone una

simplificación del anterior: las formas son más nítidas y planas y el objeto queda reducido a lo

esencial. El color es más vivo y brillante y se busca más el contraste. En esta fase nace el collage y el

papier collé (en francés, papel pegado). Picasso inventó el collage con su Naturaleza muerta con

silla de rejilla en el que pegó un parche de hule encerado para imitar el aspecto de la paja entrelazada

para la silla de rejilla. Braque, interesado en el trabajo de Picasso, fue el primero en utilizar el papier

collé en su obra Frutero y vaso, en el que juntó tres trozos de papel a imitación de la madera, junto a

un dibujo al carbón.

Los mejores representantes del cubismo serán Picasso y Braque. Otros artistas como Juan

Gris o Fernand Léger se incorporarán posteriormente a él.

El cubismo supuso también importantes cambios en la escultura que se empezó a concebir

como construcción, como un conjunto de elementos ensamblados o unidos, lo que originaba vacíos o

huecos, de modo que la figura no se definía exclusivamente por su masa, sino por el espacio en el que

se integraba. La obra de escultores como Pablo Gargallo o Julio González y también la de

Brancusi pueden encuadrarse dentro de esta tendencia.

Aunque con el estallido de la Primera Guerra Mundial puede considerarse terminado este

movimiento, sin embargo, su influencia será decisiva en el arte del siglo XX dando pie a otros

movimientos.

5. EL FUTURISMO. Es un movimiento, en principio literario, que surge en Italia encabezado por

Marinetti. En 1910 aparece el Manifiesto de los pintores futuristas, el primero del siglo XX. Es un

movimiento complejo y polémico que quiere ser una expresión adecuada a los nuevos tiempos de la

sociedad industrial, haciendo una fuerte crítica respecto al arte del pasado.

Su principal interés está en la modernidad y en la vida transformada por la técnica: velocidad

(uno de los valores que más exalta el futurismo), dinamismo, contraste, disonancia...son las notas que

mejor lo definen. Recurren a una técnica conocida como simultaneísmo que consiste en repetir las

imágenes de manera superpuesta, constituyendo algo similar a una secuencia fílmica.

Se niegan totalmente los valores del pasado y se reivindican los del futuro, afirmando

constantemente la idea de modernidad. Enriquecen con una nueva temática el repertorio figurativo,

por lo que aparecen en sus cuadros elementos propios del mundo moderno, siendo la ciudad fuente

inagotable de inspiración.

Entre sus mejores representantes podemos destacar a Marinetti, Boccioni o Carrá.

6. EL DADAÍSMO. Nace en el Cabaret Voltaire en Zurich en el año 1916, en plena guerra

mundial. Suiza era un país neutral y allí se habían refugiado numerosos intelectuales, desertores,

emigrados políticos, objetores, artistas, literatos, poetas...

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La palabra dadá fue elegida al azar y no pretende significar nada, aunque en francés es una

voz que utilizan los niños para denominar al caballo y en eslavo significa sí. Dadá se convirtió en

símbolo de rebelión y negación, de protesta contra los falsos mitos de la razón positivista. Es un

movimiento con el que se expresa la pérdida de confianza en los valores tradicionales y la profunda

decepción ante la terrible situación mundial. El dadaísmo es la negación absoluta de la razón, la

negación de todas las tradiciones y costumbres de la sociedad. Este antidogmatismo se servirá de

cualquier medio. El escándalo será el instrumento preferido por los dadaístas para expresarse, para

colmar el vacío, la desesperación y la náusea de la guerra y la posguerra.

Hacen cuadros con basuras, se mofan del arte tradicional (Duchamp, por ejemplo, pinta

bigotes a una copia de la Gioconda), elevan cualquier objeto a la categoría de obra de arte...En este

sentido una de sus propuestas más peculiares serán los ready- made (“ya hecho”), objetos cotidianos

y banales que recontextualizados y despojados de su función, se convierten en una obra de arte, como

la célebre Rueda de bicicleta. La figura más representativa del movimiento será Marcel Duchamp.

7. EL SURREALISMO. Es un movimiento artístico y literario que surge hacia 1924 bajo el

patrocinio de André Breton cuando publica el primer Manifiesto del surrealismo. Será el

movimiento de mayor relevancia hasta fines de los años 30.

Heredan del dadaísmo la actitud provocativa y el rechazo ante los valores tradicionales, pero

quieren construir una nueva realidad en la que se integren el bien y el mal, lo racional y lo irracional,

lo consciente y lo inconsciente… La obra y el pensamiento de Freud serán determinantes en sus

planteamientos, al descubrir lo más recóndito de nuestro ser, el mundo del inconsciente que también

el ser humano puede percibir y representar, sin ningún tipo de inhibición. Para ello utilizarán

procedimientos muy diversos, capaces de sustraer al dominio de las facultades conscientes la

elaboración de la obra de arte, a través del llamado automatismo psíquico en que el artista da rienda

suelta, sin ningún tipo de cortapisa, a todo lo que se encuentra en su interior. Sus artistas tratan de

plasmar el mundo de los sueños, las imágenes del inconsciente que escapan al control de la razón, lo

más oscuro del ser humano... Dalí, del que estudiaremos La persistencia de la memoria, Miró, con

El carnaval de arlequín, Magritte... son algunos de sus mejores representantes.

8. LA ABSTRACCIÓN. Nace casi al mismo tiempo en varias partes de Europa en torno a 1910.

Entre 1910 y 1914 adquiere fisonomía específica y entra en la historia del arte contemporáneo como

movimiento. Esta nueva corriente no se inspira de ningún modo en la realidad, sino que supone la

propuesta de una nueva realidad. Desaparece por completo la figuración y los elementos formales

que definen sus obras no tienen ninguna relación icónica con sus referentes objetuales. Dentro de la

abstracción habrá dos tendencias: una más emotiva, la abstracción lírica, y otra caracterizada por el

rigor intelectual, la regla y la geometría, la abstracción geométrica.

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Entre los primeros movimientos abstractos encontramos lo que conocemos como

neoplasticismo, cuyo mejor representante será Mondrian. También se enmarcarán dentro de la

abstracción el suprematismo de Malévich, el constructivismo o las aportaciones de la Bauhaus con

Kandinsky y Klee.