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    LA ORACIN DE ELASY EL FUEGO DE DIOS

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    Benedicto XVI: La oracin de Elas y el fuego de Dios

    Hoy en la Audiencia General

    CIUDAD DEL VATICANO, mircoles 15 de junio de 2011(ZENIT.org).- Ofrecemos a continuacin la catequesis que el PapaBenedicto XVI pronunci hoy durante la audiencia generalcelebrada en la Plaza de San Pedro.

    * * * * *Queridos hermanos y hermanas:

    En la historia religiosa del antiguo Israel, tuvieron granrelevancia los profetas con sus enseanzas y su predicacin. Entreellos surge la figura de Elas, suscitado por Dios para llevar alpueblo a la conversin. Su nombre significa el Seor es mi Diosy de acuerdo con este nombre se desarrolla toda su vida,consagrada totalmente a provocar en el pueblo el reconocimientodel Seor como nico Dios. De Elas el Eclesistico dice Despussurgi como un fuego el profeta Elas, su palabra quemaba comouna antorcha (Eclo 48,1). Con esta llama Israel vuelve a encontrarsu camino hacia Dios. En su ministerio, Elas reza: invoca al Seor para que devuelva a la vida al hijo de una viuda que le haba

    hospedado (cfr 1Re 17,17-24), grita a Dios su cansancio y suangustia mientras huye por el desierto, buscado a muerte por lareina Jezabel (cfr 1Re 19,1-4), pero se sobre todo en el monteCarmelo donde se muestra todo su poder de intercesor, cuando antetodo Israel, reza al Seor para que se manifieste y convierta elcorazn del pueblo. Es el episodio narrado en el captulo 18 delPrimer Libro de los Reyes, en el que hoy nos detendremos.

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    Nos encontramos en el reino del Norte, en el siglo IX antesde Cristo, en tiempos del rey Ajab, en un momento en el que Israelse haba creado una situacin de abierto sincretismo. Junto al

    Seor, el pueblo adoraba a Baal, el dolo tranquilizador del que secrea que vena el don de la lluvia, y al que por ello se atribua elpoder de dar fertilidad a los campos y vida a los hombres y a las bestias. An pretendiendo seguir al Seor, Dios invisible ymisterioso, el pueblo buscaba seguridad tambin en un dioscomprensible y previsible, del que crea poder obtener fecundidad y prosperidad a cambio de sacrificios. Israel estaba cediendo a la

    seduccin de la idolatra, la continua tentacin del creyente,figurndose poder servir a dos seores (cfr Mt 6,24; Lc 16,13), yde facilitar los caminos inescrutables de la fe en el Omnipotente poniendo su confianza tambin en un dios impotente hecho porhombres.

    Precisamente para desenmascarar la necedad engaosa deesta actitud, Elas hace reunir al pueblo de Israel en el monteCarmelo y le pone ante la necesidad de hacer una eleccin: Si elSeor es Dios, seguidle; si es Baal, seguidle a l(1Re 18, 21). Y elprofeta, portador del amor de Dios, no deja sola a su gente ante estaeleccin, sino que la ayuda indicando el signo que revelar laverdad: tanto l como los profetas de Baal prepararn un sacrificioy rezarn, y el verdadero Dios se manifestar respondiendo con elfuego que consumir la ofrenda. Comienza as la confrontacin

    entre el profeta Elas y los seguidores de Baal, que en realidad esentre el Seor de Israel, Dios de salvacin y de vida, y el dolomudo y sin consistencia, que no puede hacer nada, ni para bien nipara mal (cfr Jr 10,5). Y comienza tambin la confrontacin entredos formas completamente distintas de dirigirse a Dios y de rezar.

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    Los profetas de Baal, de hecho, gritan, se agitan, bailan,saltan, entran en un estado de exaltacin llegando a hacerseincisiones en el cuerpo, con espadas y lanzas, hasta estar cubiertos

    de sangre(1Re 18,28). Hacen recurso a s mismos para interpelar asu dios, confiando en sus propias capacidades para provocar surespuesta. Se revela as la realidad engaosa del dolo: ste estpensado por el hombre como algo de lo que se puede disponer, quese puede gestionar con las propias fuerzas, al que se puede accedera partir de s mismos y de la propia fuerza vital. La adoracin deldolo, en lugar de abrir el corazn humano a la Alteridad, a una

    relacin liberadora que permita salir del espacio estrecho del propioegosmo para acceder a dimensiones de amor y de don mutuo,encierra a la persona en el crculo exclusivo y desesperante de labsqueda de s misma. Y el engao es tal que, adorando al dolo, elhombre se ve obligado a acciones extremas, en el tentativo ilusoriode someterlo a su propia voluntad. Por ello los profetas de Baalllegan hasta hacerse dao, a infligirse heridas en el cuerpo, en ungesto dramticamente irnico: para obtener una respuesta, un signode vida de su dios, se cubren de sangre, recubrindosesimblicamente de muerte.

    Muy distinta es la actitud de oracin de Elas. l pide al pueblo que se acerque, implicndolo as en su accin y en susplica. El objetivo del desafo dirigido por l a los profetas de Baalera el de volver a llevar a Dios al pueblo que se haba extraviado

    siguiendo a los dolos; por eso quiere que Israel se una a l,convirtindose en partcipe y protagonista de su oracin y de cuantoest sucediendo. Despus el profeta erige un altar, utilizando, comorecita el texto, doce piedras, conforme al nmero de los hijos deJacob, a quien el Seor haba dirigido su palabra, dicindole: Tellamars Israel (v. 31). Esas piedras representan a todo Israel y sonla memoria tangible de la historia de eleccin, de predileccin y de

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    salvacin de que el pueblo ha sido objeto. El gesto litrgico deElas tiene una repercusin decisiva; el altar es el lugar sagrado queindica la presencia del Seor, pero esas piedras que lo componen

    representan al pueblo, que ahora, por mediacin del profeta, estpuesto simblicamente ante Dios, se convierte en "altar", lugar deofrenda y de sacrificio.

    Pero es necesario que el smbolo se convierta en realidad,que Israel reconozca al verdadero Dios y vuelva a encontrar supropia identidad de pueblo del Seor. Por ello Elas pide a Dios que

    se manifieste, y esas doce piedras que deban recordar a Israel suverdad sirven tambin para recordar al Seor su fidelidad, a la queel profeta apela en la oracin. Las palabras de su invocacin sondensas en significado y en fe: Seor, Dios de Abraham, de Isaac yde Israel! Que hoy se sepa que t eres Dios en Israel, que yo soy tuservidor y que por orden tuya hice todas estas cosas. Respndeme,Seor, respndeme, para que este pueblo reconozca que t, Seor,eres Dios, y que eres t el que les ha cambiado el corazn (vv. 36-37; cfr Gen 32, 36-37). Elas se dirige al Seor llamndole Dios delos Padres, haciendo as memoria implcita de las promesas divinasy de la historia de eleccin y de alianza que uni indisolublementeal Seor y a su pueblo. La implicacin de Dios en la historia de loshombres es tal, que su Nombre est ya inseparablemente unido alde los Patriarcas, y el profeta pronuncia ese Nombre santo para queDios recuerde y se muestre fiel, pero tambin para que Israel se

    sienta llamado por su nombre y vuelva a encontrar su fidelidad. Elttulo divino pronunciado por Elas parece de hecho un pocosorprendente. En lugar de usar la frmula habitual, Dios deAbraham, de Isaac y de Jacob, utiliza un apelativo menos comn:Dios de Abraham, de Isaac y de Israel. La sustitucin del nombreJacob con Israel evoca la lucha de Jacob en el vado del Yaboq,con el cambio de nombre al que el narrador hace una referencia

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    explcita (cfr Gen 32,31) y del que habl en una de las catequesispasadas. Esta sustitucin adquiere un significado ms dentro de lainvocacin de Elas. El profeta est rezando por el pueblo del reino

    del Norte, que se llamaba precisamente Israel, distinto de Jud, queindicaba el reino del Sur. Y ahora, este pueblo, que parece haberolvidado su propio origen y su propia relacin privilegiada con elSeor, se siente llamar por su nombre mientras se pronuncia elNombre de Dios, Dios del Patriarca y Dios del pueblo: Seor,Dios [] de Israel, que se sepa hoy que tu eres Dios en Israel.

    El pueblo por el que reza Elas es puesto ante su propiaverdad, y el profeta pide que tambin la verdad del Seor semanifieste y que l intervenga para convertir a Israel, apartndolodel engao de la idolatra y llevndolo as a la salvacin. Supeticin es que el pueblo finalmente sepa, conozca en plenitudquien es verdaderamente su Dios, y haga la eleccin decisiva deseguirle slo a l, el verdadero Dios. Porque slo as Dios esreconocido por lo que es, Absoluto y Trascendente, sin laposibilidad de ponerle junto a otros dioses, que Le negaran comoabsoluto, relativizndole. Esta es la fe que hace de Israel el pueblode Dios; es la fe proclamada en el bien conocido texto del ShemaIsrael: Escucha, Israel: el Seor, nuestro Dios, es el nico Seor.Amars al Seor, tu Dios, con todo tu corazn, con toda tu alma ycon todas tus fuerzas (Dt 6,4-5). Al absoluto de Dios, el creyentedebe responder con un amor absoluto, total, que comprometa toda

    su vida, sus fuerzas, su corazn. Y es precisamente para el coraznde su pueblo que el profeta con su oracin est implorandoconversin: que este pueblo reconozca que t, Seor, eres Dios, yque eres t el que les ha cambiado el corazn (1Re 18,37). Elas,con su intercesin, pide a Dios lo que Dios mismo desea hacer,manifestarse en toda su misericordia, fiel a su propia realidad deSeor de la vida que perdona, convierte, transforma.

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    Y esto es lo que sucede: cay el fuego del Seor: Abras elholocausto, la lea, las piedras y la tierra, y sec el agua de la zanja.Al ver esto, todo el pueblo cay con el rostro en tierra y dijo: 'El

    Seor es Dios! El Seor es Dios!' (vv. 38-39). El fuego esteelemento a la vez necesario y terrible, ligado a las manifestacionesdivinas de la zarza ardiente y del Sina, ahora sirve para mostrar elamor de Dios que responde a la oracin y se revela a su pueblo.Baal, el dios mudo e impotente, no haba respondido a lasinvocaciones de sus profetas; el Seor en cambio responde, y deforma irrevocable, no slo quemando el holocausto, sino incluso

    secando toda el agua que haba sido derramada en torno al altar.Israel ya no puede tener dudas; la misericordia divina ha salido alencuentro de su debilidad, de sus dudas, de su falta de fe. Ahora,Baal, el dolo vano, est vencido, y el pueblo, que pareca perdido,ha encontrado el camino de la verdad y se ha reencontrado a smismo.

    Queridos hermanos y hermanas, qu nos dice a nosotrosesta historia del pasado? Cul es el presente de esta historia? Antetodo est en cuestin la prioridad del primer mandamiento; adorarslo a Dios. Donde Dios desaparece, el hombre cae en la esclavitudde idolatras, como han mostrado, en nuestro tiempo, los regmenestotalitarios, y como muestran tambin diversas formas de nihilismo,que hacen al hombre dependiente de dolos, de idolatras; leesclavizan. Segundo, el objetivo primario de la oracin es la

    conversin: el fuego de Dios que transforma nuestro corazn y noshace capaces de ver a Dios, y as, de vivir segn Dios y de vivirpara el otro. Y el tercer punto. Los Padres nos dicen que tambinesta historia de un profeta es proftica, si dicen es sombra delfuturo, del futuro Cristo; es un paso en el camino hacia Cristo. Ynos dicen que aqu vemos el verdadero fuego de Dios: el amor quegua al Seor hasta la cruz, hasta el don total de s. La verdadera

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    adoracin de Dios, entonces, es darse a s mismo a Dios y a loshombres, la verdadera adoracin es el amor. Y la verdaderaadoracin de Dios no destruye, sino que renueva, transforma.

    Ciertamente, el fuego de Dios, el fuego del amor quema,transforma, purifica, pero precisamente as no destruye, sino quecrea la verdad de nuestro ser, recrea nuestro corazn. Y asrealmente vivos por la gracia del fuego del Espritu Santo, del amorde Dios, somos adoradores en espritu y en verdad. Gracias.

    [Traduccin del original italiano por Inma lvarezLibreria Editrice Vaticana]

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