07- Hábitos Nuevos Narradores - Croce

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72  Razón y Revolución nº 17  Razón y Revolución nº 17 73  A partir de la lectura de la antología La joven guardia, (Bs. As., Norma, 2005) Marcela Croce examina opciones políticas  y literarias de los escritores de la nueva narrativa argentina. En guardia: los hábitos de los nuevos narradores Marcela Croce* Presentación Ni el padrinazgo que acepta Abelardo Castillo en el prefacio ni la catequesis que promulga Maximiliano Tomás en el prólogo alcanzan a sostener la antología que bajo el título  La joven guardia  (Buenos Aires, Norma, 2005) esparce en 260 páginas a la “nueva narrativa argentina”, siempre que sus ejecutores opten por el cuento y no superen los 35 años al momento de edición del libro. A la falange juvenil pueden correspon- derles algunas de las imágenes que abundan en una tapa en la cual se alinean los muñequitos que descansaban en el hueco de los chocolatines Jack (el caso de la saga de Hijitus de García Ferré), pero ya no los más recientes personajes del Cartoon Network, se trate de Dexter y su labo- ratorio subterráneo o del profesor Utonio y su ingenuo invento de chicas superpoderosas. No importa: se los reúne a todos con la arbitrariedad propia de una selección, y acaso en ese salto temporal se procure dar cuenta del cambio de los '70 a los '90, desde unos dibujos artesanales y esquemáticos difundidos por un canal de aire hasta las series más nove- dosas que campean en los canales de cable y registran la privatización creciente de los consumos hogareños. Se me dirá que quien armó la antología no es responsable de la cu- bierta del producto, pero es una objeción que acepto a medias. Primero, porque es sabido que quien estampa su nombre en la tapa reviste peso en las decisiones adyacentes a ese espacio. Y luego, y sobre todo, por- que el panorama infantilizado que ocupa el fondo blanco anticipa las veleidades aniñados de parte del interior. El grupo de jóvenes que se inician reclama el espaldarazo del escritor consagrado. Previsiblemente, Castillo hace un rodeo antes de entrar en tema, para terminar confe- sando que no leyó los relatos que siguen. No importa. Su papel es el de presentador, y como tal hará algo mejor que recomendar los textos: se OSSIER: EL ESCRITOR AUSENTE... D * Docente de la carrera de Letras de la UBA. dedicará a justificar el género que requiere “el más alto talento” desde la opinión de ese “arquetipo del cuentista” que es Edgar Allan Poe. Por si no fuera suficiente con su invocación, de inmediato sobrevienen todos los rusos para sostener que la literatura nacional apunta a reproducir al Gogol cuentista que escribió “El capote”: el novelista tenaz que fue Dostoievski, el empecinado anarquista que era Kropotkin y el protoa- narquista y novelista Tolstoi coinciden en la sospecha que Castillo les adjudica. E inevitablemente, Borges, quien “  sin la menor culpa , lo ponía por encima de la novela” (la itálica me pertenece). El mismo Borges glosado en el cierre de las escasas cinco páginas del prefacio, en la admisión de que “no creo ni creí nunca en los géneros literarios. Creo en la literatura, que es una elección y un destino”. Se sabe: para Borges ese destino era básicamente “sudamericano”, y no había iniquidad que -luego de sus escarceos criollistas iniciales- no atribuyera a tal gentilicio. Con estas prevenciones llegamos al prólogo. Maximiliano T omás es figura central del suplemento literario del se- manario P erfil, que como la mayoría de esos instrumentos se dedica más a distribuir enconos y ventilar pequeñas anécdotas y eventuales desave- nencias de círculo, que a difundir a autores nuevos, revisar a los viejos, reubicar a los clásicos o publicar ficciones. En medio de esta práctica no resulta extraña su consideración inicial: “Una mirada poco profunda so- bre el campo literario argentino actual podría ofrecer la falsa impresión de tierra yerma”. La metáfora de la profundidad -unida a la Waste Land eliotiana- forma serie con otras que aluden a la presunta capacidad de una lectura, sin plantearse la rigurosidad que tiene el término en un espacio carente de volumen. Sin embargo, de inmediato abandona ese vocabulario para reponer la historia con afán explicativo. Es conocido que hubo una dictadura militar que liquidó a una parte de la intelectualidad, anuló a otra y limitó a otra más. También es co- nocida la crisis económica, pero ella no alcanza a explicar las fusiones de editoriales y las compras de muchas de ellas por grupos inversores extranjeros, lo que responde más a una política explícita de privatizacio- nes, trustificación e ingreso indiscriminado de capitales internacionales que a una situación crítica coyuntural. Ni una palabra sobre la editorial Norma, responsable del volumen,  holding  latinoamericano que al me- nos por su excepcionalidad de origen debería destacarse de ese conjunto apresuradamente reunido en panorama. Con el mismo empeño aséptico, las alternativas de difusión de los jóvenes autores -y convengamos por ahora que los menores de 35 años son “jóvenes”, aunque parece demasiado tolerante la extensión de déca- das- no reciben ningún juicio. Certámenes literarios, organismos oficia- les y fundaciones privadas aparecen al mismo nivel, como posibilidades igualmente competitivas para darse a conocer, más allá de las implican- cias que arrastran. Pareciera que todas las instituciones funcionaran con criterios similares en el momento de realizar una convocatoria para producir luego una selección, y esos criterios resultan compartidos por el prologuista y resumidos en uno solo, más indefinible e inverificable

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    Razn y Revolucin n 17 Razn y Revolucin n 17 73

    A partir de la lectura de la antologa La joven guardia, (Bs. As., Norma, 2005) Marcela Croce examina opciones polticas y literarias de los escritores de la nueva narrativa argentina.

    En guardia: los hbitos de los nuevos narradores

    Marcela Croce*

    Presentacin

    Ni el padrinazgo que acepta Abelardo Castillo en el prefacio ni la catequesis que promulga Maximiliano Toms en el prlogo alcanzan a sostener la antologa que bajo el ttulo La joven guardia (Buenos Aires, Norma, 200) esparce en 260 pginas a la nueva narrativa argentina, siempre que sus ejecutores opten por el cuento y no superen los 3 aos al momento de edicin del libro. A la falange juvenil pueden correspon-derles algunas de las imgenes que abundan en una tapa en la cual se alinean los muequitos que descansaban en el hueco de los chocolatines Jack (el caso de la saga de Hijitus de Garca Ferr), pero ya no los ms recientes personajes del Cartoon Network, se trate de Dexter y su labo-ratorio subterrneo o del profesor Utonio y su ingenuo invento de chicas superpoderosas. No importa: se los rene a todos con la arbitrariedad propia de una seleccin, y acaso en ese salto temporal se procure dar cuenta del cambio de los '70 a los '90, desde unos dibujos artesanales y esquemticos difundidos por un canal de aire hasta las series ms nove-dosas que campean en los canales de cable y registran la privatizacin creciente de los consumos hogareos.

    Se me dir que quien arm la antologa no es responsable de la cu-bierta del producto, pero es una objecin que acepto a medias. Primero, porque es sabido que quien estampa su nombre en la tapa reviste peso en las decisiones adyacentes a ese espacio. Y luego, y sobre todo, por-que el panorama infantilizado que ocupa el fondo blanco anticipa las veleidades aniados de parte del interior. El grupo de jvenes que se inician reclama el espaldarazo del escritor consagrado. Previsiblemente, Castillo hace un rodeo antes de entrar en tema, para terminar confe-sando que no ley los relatos que siguen. No importa. Su papel es el de presentador, y como tal har algo mejor que recomendar los textos: se

    OSSIER: EL ESCRITOR AUSENTE...D

    *Docente de la carrera de Letras de la UBA.

    dedicar a justificar el gnero que requiere el ms alto talento desde la opinin de ese arquetipo del cuentista que es Edgar Allan Poe. Por si no fuera suficiente con su invocacin, de inmediato sobrevienen todos los rusos para sostener que la literatura nacional apunta a reproducir al Gogol cuentista que escribi El capote: el novelista tenaz que fue Dostoievski, el empecinado anarquista que era Kropotkin y el protoa-narquista y novelista Tolstoi coinciden en la sospecha que Castillo les adjudica.

    E inevitablemente, Borges, quien sin la menor culpa, lo pona por encima de la novela (la itlica me pertenece). El mismo Borges glosado en el cierre de las escasas cinco pginas del prefacio, en la admisin de que no creo ni cre nunca en los gneros literarios. Creo en la literatura, que es una eleccin y un destino. Se sabe: para Borges ese destino era bsicamente sudamericano, y no haba iniquidad que -luego de sus escarceos criollistas iniciales- no atribuyera a tal gentilicio. Con estas prevenciones llegamos al prlogo.

    Maximiliano Toms es figura central del suplemento literario del se-manario Perfil, que como la mayora de esos instrumentos se dedica ms a distribuir enconos y ventilar pequeas ancdotas y eventuales desave-nencias de crculo, que a difundir a autores nuevos, revisar a los viejos, reubicar a los clsicos o publicar ficciones. En medio de esta prctica no resulta extraa su consideracin inicial: Una mirada poco profunda so-bre el campo literario argentino actual podra ofrecer la falsa impresin de tierra yerma. La metfora de la profundidad -unida a la Waste Land eliotiana- forma serie con otras que aluden a la presunta capacidad de una lectura, sin plantearse la rigurosidad que tiene el trmino en un espacio carente de volumen. Sin embargo, de inmediato abandona ese vocabulario para reponer la historia con afn explicativo.

    Es conocido que hubo una dictadura militar que liquid a una parte de la intelectualidad, anul a otra y limit a otra ms. Tambin es co-nocida la crisis econmica, pero ella no alcanza a explicar las fusiones de editoriales y las compras de muchas de ellas por grupos inversores extranjeros, lo que responde ms a una poltica explcita de privatizacio-nes, trustificacin e ingreso indiscriminado de capitales internacionales que a una situacin crtica coyuntural. Ni una palabra sobre la editorial Norma, responsable del volumen, holding latinoamericano que al me-nos por su excepcionalidad de origen debera destacarse de ese conjunto apresuradamente reunido en panorama.

    Con el mismo empeo asptico, las alternativas de difusin de los jvenes autores -y convengamos por ahora que los menores de 3 aos son jvenes, aunque parece demasiado tolerante la extensin de dca-das- no reciben ningn juicio. Certmenes literarios, organismos oficia-les y fundaciones privadas aparecen al mismo nivel, como posibilidades igualmente competitivas para darse a conocer, ms all de las implican-cias que arrastran. Pareciera que todas las instituciones funcionaran con criterios similares en el momento de realizar una convocatoria para producir luego una seleccin, y esos criterios resultan compartidos por el prologuista y resumidos en uno solo, ms indefinible e inverificable

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    que cualquier otro por el abuso de subjetividad que comporta: el de la calidad literaria.

    Qu es la calidad literaria? Sin nimo de establecerla, Toms opta por listar a un grupo de autores a los cuales diversas razones parecen conferrsela: algunos por su xito mercantil, otros por un reconocimien-to institucional, algunos ms por su circulacin en los medios, algu-nos otros por su produccin constante. All nuclea a Aira, Piglia, Saer, Soriano, Vias, Walsh y Castillo. Pero como la tentacin comparativa es grande, inmediatamente los desdibuja: pueden influir en los nuevos, pero no asfixiarlos, de modo que stos resultan la generacin creadora literariamente ms libre que ha existido hasta hoy. Sobre ellos impac-tan menos la dictadura militar y las flexibilidades extremas del mene-mismo, y mucho ms la crisis de diciembre de 2001.

    Es extrao, sin embargo, que tras las preferencias historicistas y so-ciolgicas que circulan en el prlogo, el cierre sea de orden pico, repro-duciendo en parte la conviccin con la que Castillo volva sobre Borges: ahora la literatura es destino o fatalidad, y tiendo a creer que la de-velacin de ese destino, como en la antigua Grecia, corresponde a la tragedia. El marxismo me autoriza a bromear con la brillante frase que declara que lo que es tragedia cuando ocurre por primera vez, reapare-ce como farsa en su repeticin histrica. Bajo este signo sobreviene la seleccin.

    Retrato del artista cachorro

    El tema que la crtica oficializ como la figura de escritor, evitando la incmoda categora de intelectual que exiga un compromiso con la situacin y una carga ideolgica irrenunciable, ocupa una parte de los textos. Con variantes, la cuestin insiste. Pedro Mairal -a quien la breve biografa lo destaca por obtener el Premio Clarn de novela en 1998 con Una noche con Sabrina Love1- lo toma en su variante frvolo-inicitica: el adolescente que asiste a un taller literario, subraya su pobreza de chico que se mueve por la ciudad en bicicleta e intenta seducir a una compa-era que compra libros caros que nunca lee, vive en la zona ms elegan-te de la ciudad y opta por una pareja de su clase, mientras el guardia del edificio se solidariza con el ciclista voluntarioso para advertirle en un lenguaje llano que abjura del melodrama, que la diferencia de clases no se saltea con amor.

    Diario de un joven escritor argentino es la denotacin que escoge Juan Terranova para su lamento de escritor pobre, variante melodramtica que en este caso abruma con una esposa embarazada y un desperfecto domstico. Todo en el relato es coherente: si hay una tipificacin del escritor -en la que sobreabunda la literatura argentina,

    1El texto tuvo una adaptacin cinematogrfica interpretada por Toms Fonzi y Cecilia Roth: el muchachito tambin gana un premio, y es el de pasar la noche con una prostituta bastante mayor que l y que lo inicia en otras artes que las de la escritura.

    al menos desde 1916, cuando Manuel Glvez lanzaba El mal metafsico con su proto-Carriego en una pensin portea-, la misma impregna a cualquier otra ocupacin: los ladrones se hacen pasar por empleados del cable o de la telefnica; el plomero es un tipo [...] con ropa de fajina y una caja de herramientas. A tal sujeto poco puede importarle la mostracin de libros en que incurre el autobigrafo, poco tambin esa trinidad que tanto inquieta a su portador, joven escritor argentino. Menos aun cuando el mentado se pierde en tecnicismos alusivos a tanques de guerra, defiende la televisin porque te mantiene alerta, te muestra el mundo al mismo tiempo que te lo niega2 y proclama su envidia por un norteamericano traducido por Anagrama y entrevistado en Ajo Blanco o Inrrockuptibles.

    A su vez, condena a esos jvenes viejos categora de la cual se excluye: los redundantes jvenes jvenes son los que incurren en los referidos Magazines, se insertan en el catlogo de una editorial espaola, preferentemente cara, y no olvidan mencionar la debacle de diciembre de 2001- cuyas novelas transcurren en los diecisiete segundos en los cuales Firpo volte a Dempsey, lo cual es pura mierda. Habra que recordar, frente a este juicio aparentemente inapelable por categrico, que un cuento como El milagro secreto de Borges transcurre en los dos minutos que demor la ejecucin de Jaromir Hadlk, quien utiliz fantsticamente ese tiempo para terminar el drama que haba comenza-do. Tengo para m que Hladk ejerci all su venganza: en la obra que muestra a un intelectual en su gabinete, donde se cruza una mujer que es su prometida y ocurren hechos inexplicables con personajes oscuros, la decisin del judo condenado a muerte es revertir el Fausto de Goethe, desestabilizando as la cultura alemana que presuntamente sostena la empresa de exterminio.

    Lo cual no parece ser pura mierda. Que es, por otra parte, la misma calificacin que recibe Casa de las Amricas cuando este joven escritor argentino la visita en su luna de miel: Una mierda. El prestigio se lo ha-ba comido todo desde adentro y ahora estaban huecos. Las oquedades pululan, no ya como diagnstico sino como ejercicio, y para no creer que es una confesin de incapacidades debo pensar que se trata de una estra-tegia. Cmo es posible que alguien tenga tanta suficiencia vacua como para declarar que si la universidad te convierte en un idiota, es que ya eras un idiota de antes, o que hasta la literatura, que siempre se come todo, tiene sus lmites? Entonces la literatura es como el prestigio? O el prestigio slo come desde adentro? Y desde dnde come ese mercado que seduce tanto a este codicioso de Inrrockuptibles?

    Hernn Arias opta por otra variante: la del escritor consciente de su oficio que hace intervenir todo su saber terico para producir un cuento. A medias entre el gnero policial y la crtica de arte, entre la serie negra con su detective inconfundible y el ejercicio de Carlo Guinzburg en su

    2La televisin parece haberle ocultado ms de lo que le mostr a este narrador que nunca supo por qu a los gorros de tela similares a los que usaba Alberto Olmedo cuando interpretaba el personaje del Capitn Piluso se los llamaba pilusos.

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    paradigma indicial que advierte, como ya antes Aby Warburg, que Dios est en los detalles, el narrador se va inclinando hacia una trasposi-cin cinematogrfica, indicando cmo debera proceder el director para lograr el efecto que la escritura persigue. Todos los tecnicismos desple-gados se olvidan en un final donde la apelacin al querido lector es incongruente con el pblico especializado que reclama el cuento y cuyas apelaciones le han dado un tono casi de clase de literatura. Acaso en este punto se comprenda la alusin que hace el prlogo a Piglia como una de las influencias sobre la generacin, por la resonancia que Diez minu-tos le concede a esa extensa leccin que es Respiracin artificial.

    Una de las formas ms tranquilizadoras de ejercer el oficio de escri-tor es adscribirse a los consagrados. Puede ser bajo la forma de la inter-textualidad, retomando temas y frmulas de los antecesores. Tambin puede hacerse desde la adhesin al modo en que se forma una figura o a la manera en que circula. El primer modo es el que elige Germn Maggiori en El emperador insomne que remite al sueo de Chuang-Tzu elegido por Borges: as como este chino so que era una mariposa y al despertar no saba si era hombre o mariposa y cul de sus vacila-ciones era la soada, Yongyan empez a tener algunos problemas de insomnio, senta que algo adentro suyo se haba extraviado. Pero no finaliza all la presencia borgeana, sino que retorna sobre el final, en las variantes que ofrece para el cierre, a la manera de las tres posibilidades barajadas en La otra muerte. Y la frase que clausura el relato reprodu-ce el tono de Borges: Quiz el mensaje ltimo est equitativamente dis-tribuido y cifrado a lo largo de las infinitas versiones y su conocimiento cabal reservado nicamente a Dios, cuya ilimitada virtud puede soar al mismo tiempo la compleja historia del pueblo chino.

    In hoc signo vinces

    Si el aspecto de la juventud es resaltado en el prlogo y verificado a travs de los personajes de la mayora de los relatos- y la condicin de escritor aparece en varios cuentos de la seleccin, la argentinidad como una especie de esencia es el tercer dato que presumimos debe im-pregnar la coleccin. A veces explcitamente desde el ttulo, como en Argentinidad de Diego Grillo Trubba o en Recomendaciones de un padre argentino para un cuento espaol de Gonzalo Garcs; otras veces en los comportamientos o la adscripcin de los protagonistas, como en Una maana con el Hombre del Casco Azul de Washington Cucurto, en El imbcil del Foliz de Gabriel Vommaro o en Morfan dos de Gabriela Bejerman, con el plus que implica el uso del lunfardo.

    En Argentinidad tambin se impone el lunfardo. La ancdota es simple: un argentino exiliado en Alemania, que ha huido de la crisis en su pas y se instala en Europa pero depende de los envos dinerarios que le hacen sus padres que habitan en Lomas de Zamora. El protagonista es un heredero de Oliveira en Rayuela y ensea una lengua que seduce a los alemanes con su impronta de cosa semiprohibida y pseudosecreta, regocijndose cuando Hans dice mina. El argentino ganador no slo

    consigue todas las mujeres que quiere e incluso ms de las que desea-, sino que adems se convierte en instructor para una pequea masonera que desea aprender la tcnica del seductor. Pero en realidad es vctima de una trampa: sus alumnos lo denuncian a Migraciones por ilegal y l comienza a pensar, en vsperas de su deportacin, cmo contar en el suburbio del conurbano su xito como profesor a la manera en que los tpicos viajeros a Estados Unidos piensan en el regreso antes de irse, para calcular cmo deben relatar el modo en que adquirieron todas las chucheras que ostentarn en el cono sur- que adems de lograr que los alemanes hablaran en lunfardo fue capaz de ejemplificar con su vulne-rabilidad el significado de garca.

    En Morfan dos hay otra forma tpica de la argentinidad que no se superpone con la del narrador del xito europeo sino que se recorta sobre el vivo, un buscavidas que tras sucesivos fracasos encuentra el modo de sobrevivir sin esfuerzo. Era el sueo de Arlt y de sus perso-najes (Barsut termina filmando en Hollywood la historia de Los siete locos), pero se degrada hasta calcar las prcticas de ese tipo que se instala en las Aguafuertes porteas, el furbo, emulado en las ltimas dcadas por el chanta. El redundante chef que prepara pur Chef se convierte en un desempleado mientras los africanos consiguen reubicarse como cocineros en McDonalds. Pero uno de ellos, Ab, una vez despedido de all por el gusto salado que las lgrimas de la esclavitud imponan a la comida escena en que resuena uno de los conos del bestsellerismo la-tinoamericano, Como agua para chocolate de Laura Esquivel-, hace una travesa como polizonte hasta la Argentina, llega a Mar del Plata, pesca un pez espada y se reencuentra con el artista underground famlico Camilo en las proximidades de Villa Ocampo. Las precisiones son in-necesarias: Ocampo + artista underground resulta demasiado. Ms si se aaden, como en una receta culinaria, un africano esclavizado, un pez desmesurado y la horda turstica veraniega que abusar de Mar del Plata Morfing 2011, alimentndose y alimentando a un empresario inescrupuloso que convierte a los cocineros en futuros profesores de una universidad norteamericana.

    Una maana con el Hombre del Casco Azul es tal vez la mayor atraccin del libro. Primero, porque Washington Cucurto es el autor ms conocido de esta ristra de jvenes, tanto por sus publicaciones como por su responsabilidad al frente de la editorial Elosa Cartonera fundada tras la crisis y sostenida en el reciclaje y el artesanado3. Luego, porque el

    3La otra presencia que registra una buena cantidad de antecedentes es la de Florencia Abatte. No me dedicar a ella aqu: prefiero dejar para otra ocasin el abordaje de Una terraza propia, ttulo evidentemente virginiawoolfiano en el que engloba a es-critoras locales, preferentemente jvenes aunque sin tantas restricciones como las de La joven guardia (acaso porque el gnero ya determinaba suficiente exclusin). Slo mencionar al pasar la particularidad que distingue las biografas de las autoras: a diferencia de la forma clsica en que se organizan en el libro de Toms, la seleccin de Abatte se limita a tres o cuatro precisiones que deben proveer ellas mismas: un libro, una cancin, un verbo. En este ltimo tem, las diferencias son tan abismales

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    protagonista es un repositor del supermercado Coto, lo que seala una de las escasas referencias a marcas que hay en la antologa (a diferencia de lo que ocurre en otras literaturas y, desde ya, en la cinematografa). A partir de ellas se va trazando un itinerario de lugares y tpicos que por momentos agota (Latino Once, Boedo y Estados Unidos, Palermo Carriego,. Palermo Cheto Puto y Hollywood) y por momentos abo-chorna (desde Baudelaire con su lectura como travesura cmplice y el diseo de una hermandad de lectores hasta la fusin ad nauseam de Gardel y Maradona: yo soy Gardel del Casco Azul, soy el Hombre de La Pelota no se Mancha de la Pechera Verde).

    Por supuesto, la tipologa ingresa en esta lgica de exhibicin de marcas: Villavicencio y Baggio en las gndolas, cajeras gordas, feas y viejas en la lnea de cajas, empleados sanguijuelas como los buchones del jefe en la trastienda de los locales. Lo que escapa a la lgica es la relacin supuestamente causal que lleva de esta exhibicin mercantil a la condena del supermercadismo argentino cuyos responsables finales no son los dueos sino la parche peste clase clienteril y consumista. La misma que en Un lugar ms alejado de Alejandro Parisi rene el Museo Sarmiento del Tigre con el celular y que, de refiln, en Dos hurfanos de Patricio Pron hace su exhibicin de pendantera. O no es consumismo vulgar la cita en alemn para dirigirse a un pblico argen-tino, por aadidura extrada de un escritor que no participa del canon germnico que domina en la Argentina?

    Es una forma de mostrar el andamiaje deliberadamente ambiguo que sostiene a una parte de la coleccin: la necesidad de ser reconocido como parte de una literatura occidental que tiende a autorizarse en su dimensin europea y queda fijada en las preferencias ms decimonni-cas que en las del siglo XX. Dicho en otros trminos: si en el consumo cotidiano se prefieren los productos norteamericanos, o al menos filtra-dos por su interposicin mercantil (marcas estadounidenses fabricadas en China, con trabajo esclavo o sobrexplotado), en el plano literario si-gue campeando la eleccin europea. Los jvenes mal alimentados en McDonalds, rodeados de Fords y compradores consuetudinarios de pro-cesadores Microsoft para escribir sus textos no pueden evitar la cita pres-tigiosa en alemn o en francs ni pueden desprenderse de la sobrecarga terica que el galicismo mental de al menos dos generaciones previas les ha inculcado en las instituciones por las que transitan y a las que responden orgnicamente, incluso cuando deslizan cierta segregacin hacia sus productos ms tpicos.

    Todo lo moderno se invent ayer

    En ese punto, la joven literatura argentina se vuelve regionalista: pre-tende alcanzar el mundo desde la pequea parcela del metropolitanismo subsidiado. Ser un joven escritor porteo (da lo mismo haber nacido en

    que van desde fumar hasta concebir, lo que no permite distinguir si se trata de elecciones de vida meditadas o de provocaciones deliberadas.

    Buenos Aires o haberse instalado all) arrastra esa particularidad. Tal vez donde se vuelve ms notorio es en el afn de obtener reconocimiento en el mercado espaol y dispararse desde all hacia el hispanohablante. Era el gesto de Terranova con su lamento por Anagrama; es la dominante en Recomendaciones de un padre argentino para un cuento espaol en el desgarramiento que representa Gonzalo Garcs en una historia cuyos acentos [...] corresponden a dos continentes.

    Pero el relato est impregnado de rasgos locales malgr lui. O ese mundo crepuscular de ttulos nobiliarios y hazaas de sangre [...] que a nosotros, americanos, nos resulta tan ajeno no es el mismo que se delinea en las obras de Manuel Mujica Linez o el que impregna La gloria de don Ramiro de Enrique Larreta? Que no se trate del canon que a manera de jaculatoria recita los nombres de Piglia, Saer, Puig, Aira, no significa que sea ajeno a un canon anterior, ya olvidado, que en su borramiento denuncia la superficialidad de cualquier lectura inmedia-tista. Las recomendaciones paternas sobre un personaje que lee literatu-ra hispanoamericana y no latinoamericana, con la evidente diferencia que comporta el recorte nominal- se precisan en un lector abocado a la produccin argentina, sobre todo la de quienes cuentan a mediados de los aos 2000, residen en Espaa o pasan con frecuencia temporadas en Espaa, que no son pocos.

    Argumento cuantitativo que involucra tambin a los profesores de Princeton como Piglia, cuyo tironeo entre dos mundos se verifica en las relaciones [...] entre el discurso amoroso europeo y las luchas de inde-pendencia americanas; para decirlo rpida y brutalmente, con una sn-tesis provocativa: la reunin de Roland Barthes y Felipe Pigna, del goce de una lectura suspicaz a la rigidez de una mitologa para principiantes. Lamentablemente, es esta ltima lnea la que prevalece: la que intercala la pelcula Kamchatka (una familia que se refugia en una quinta du-rante la dictadura), la que confunde La invencin de Morel con La isla del doctor Moreau, algo que podra ser una irona si no la malbaratara el prurito correccional de Antonio.

    Pocos relatos escapan a este somero desaliento: Siesta de Gisela Antonuccio, o La edad de la razn de Romina Doval, que tiene el mrito de retomar el ttulo sartreano, algo tan vilipendiado en medio de la modernizacin a ultranza con que se encaran las pretensiones de muchos de los convidados. La presunta resistencia a los desvos de la poltica local no es eficaz si redunda en la aceptacin de las condiciones de quienes cumplen el papel de mercenarios frente a Latinoamrica. La joven guardia prefiere una equvoca militancia que detrs de su velado inmanentismo y sus eventuales crticas a ciertos gestos de la pequea burguesa local, no est tan lejos de las fascinaciones que se promueven en el mercado de las ambiciones del cual el ambiente literario no tiene el monopolio pero contribuye activamente a propiciarlo. Este libro parece ms una confesin de parte, una autocomplaciente verificacin, antes que una muestra. Es uno de los riesgos de la antologa. Acaso por eso se trate de una prctica cada vez ms infrecuente.