1 - BOAS CULTURA Y BEBEY EL MUSICO AFRICANO.pdf
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FICHAS PARA LA UNIDAD I
Boas, Franz, 1964, Cuestiones fundamentales de Antropología Cultural, Cap IX; 166-181.)
Selección de textos.
“Puede definirse la cultura como la totalidad de las reacciones y actividades
mentales y físicas que caracterizan la conducta de los individuos componentes de un grupo
social, colectiva e individualmente, en relación a su ambiente natural, a otros grupos, a
miembros del mismo grupo y de cada individuo hacia sí mismo También incluye los
productos de estas actividades y su función en la vida de los grupos. La simple
enumeración de estos varios aspectos de la vida no constituye empero, la cultura. Es más
que todo esto, pues sus elementos no son independientes, poseen una estructura. Las
actividades aquí enumeradas no son de ningún modo propiedad exclusiva del hombre,
porque la vida de los animales también está regulada por sus relaciones con la naturaleza,
con otros animales y por las relaciones recíprocas de los individuos componentes de la
misma especie o grupo social. Se acostumbra describir la cultura como cultura material,
relaciones sociales, arte y religión. Las actitudes éticas y las actividades racionales fueron
tratadas muy superficialmente, en general, y rara vez se incluyó el lenguaje en la
descripción de la cultura. Bajo el primero de estos tónicos se describen la recolección,
conservación y preparación de los alimentos, la vivienda y el vestido, procedimientos y
productos de manufactura y medios de locomoción. El conocimiento racional se incluye
casi siempre como parte de esta materia. Bajo el título de relaciones sociales se discuten
las condiciones económicas generales, los derechos de propiedad, la actitud hacia las tribus
foráneas en la guerra y en la paz, la posición del individuo en la tribu, la organización de la
tribu, medios de comunicación, relaciones individuales de orden sexual y otras. El arte
decorativo, pictórico y plástico, el canto, la narración y la danza forman la sustancia del
arte; las actitudes y actividades que giran en torno a todo lo que se considera sagrado o
fuera de la esfera de los actos humanos ordinarios, la de la religión. También aquí, por lo
corriente, se incluye el comportamiento habitual, respecto a lo que se considera bueno,
malo, propio o impropio y otros conceptos éticos fundamentales.
Muchos fenómenos de cultura material y relaciones sociales son comunes al hombre
y a los animales Cada especie animal tiene su propio método de procurarse alimento. La
manera de cazar del lobo es diferente de la del león; el alimento de la ardilla y la forma de
procurárselo difieren de los de la marmota. Ciertos animales como la hormiga-león y la
araña construyen trampas para cazar su presa. Algunos devoran a otras criaturas y se
apropian del alimento encontrado por ellas. (…) Ni siquiera la conquista fundamental del
hombre, la invención de objetos construidos artificialmente para servir un propósito, está
enteramente ausente del mundo animal (…) Si hubiéramos de definir la cultura
observando solamente el comportamiento encontraríamos poco en los elementos
fundamentales de la conducta humana que no tenga cierto paralelismo en el mundo animal.
Es característica del hombre la gran variabilidad de conducta en cuanto a sus relaciones con
la naturaleza y con sus semejantes. Mientras en los animales el comportamiento de la
especie íntegra es estereotipado, o como decimos nosotros, instintivo, no aprendido, y sólo
en muy escasa medida variable y dependiente de la tradición local, la conducta humana no
está estereotipada en el mismo sentido y no puede llamarse instintiva. Depende de la
tradición local y es prendida. Además, hasta donde alcanzamos a entender las acciones de
los animales, no hay razonamiento retrospectivo respecto a sus actos. Son intencionados en
la medida en que se adaptan a ciertos requerimientos, y en la medida en que muchos
animales pueden aprovechar la experiencia, pero todo el problema de la causalidad y la
cuestión de por qué ocurren ciertas cosas, son extraños a los animales y comunes a toda la
humanidad. En otras palabras, la cultura humana se diferencia de la vida animal por la
capacidad de razonar, y asociada a ella, el uso del lenguaje. Es también peculiar al hombre
la valoración de las acciones desde puntos de vista éticos y estéticos.
Del examen de los más antiguos vestigios humanos surge la impresión de un
paralelismo objetivo con el comportamiento animal. Dejando a un lado las dudosas
herramientas neolíticas de fines del terciario —toda vez que no muestran ninguna forma
definida sino que están simplemente provistas de bordes afilados aptos para cortar y dar
tajos, que pudieron hacerse con el uso— encontramos herramientas definitivamente hechas
sólo en el cuaternario. Son éstas frágiles piedras conformadas de modo rústico mediante el
golpe de una piedra más pesada y resistente. Los estratos en que se encuentran estas piedras
representan un período de varios miles de años. No ocurre cambio alguno en la forma de
las herramientas desde principios hasta fi nes de este período. Generación tras generación
desarrollaba las mismas actividades. No sabemos sí algunas de sus actividades que no
dejaron rastros pudieron haberse modificado durante ese tiempo. No sabemos si el hombre
de ese período poseía el lenguaje y el concepto de las relaciones causales. Si solamente
consideramos el material de que en realidad disponemos, las actividades del hombre
durante ese período pueden haber sido tan permanentes corno las de los animales. La
forma corporal también era aún prehumana y difería de la de todas las razas humanas
actuales. Sería posible afirmar de acuerdo con los hechos observados, que el hombre de ese
período había desarrollado una tendencia orgánica a secundar el uso de manos y dientes
mediante el empleo de objetos a los que confería una forma más o menos útil, y que la
forma usada era aprendida por imitación.
A menudo se supone que a causa de la complejidad de las culturas modernas y de la
simplicidad de los grupos culturalmente pobres, la secuencia cronológica de toda la historia
cultural fue de lo simple a lo complejo. Es obvio que la historia del desarrollo industrial es
en casi todo su transcurso de una complejidad siempre creciente. Por el contrario, las
actividades humanas que no dependen del razonamiento, no revelan análogo tipo de
evolución. Resultaría quizá más claro demostrar esto mediante el ejemplo del lenguaje,
que en muchos respectos es una de las pruebas más importantes de la historia del desarrollo
humano. Muchas lenguas primitivas son complejas. Menudas diferencias de punto de vista
son expresadas por medio de formas gramaticales; y las categorías gramaticales del latín, y
más aún las del inglés moderno, parecen rudimentarias comparadas con la complejidad de
las formas psicológicas o lógicas que reconocen las lenguas primitivas, pero que en nuestro
lenguaje no son tenidas en cuenta. En conjunto, la evolución de los idiomas parece ser de
tal índole que las distinciones más sutiles quedan eliminadas, empezando en formas
complejas y terminando en formas simples, aunque debemos admitir que las tendencias
opuestas no están de ningún modo ausentes.
Observaciones similares surgen del arte del hombre primitivo. Tanto en música
como en diseños decorativos encontramos una compleja estructura rítmica, sin igual en el
arte popular de nuestros días. En música, particularmente, esta complejidad es tan grande,
que hasta para el arte de un virtuoso consumado representa un esfuerzo imitarlo (Stumpf).
En cambio, la extensión de los intervalos, la estructura melódica y armónica acusan una
complejidad siempre creciente.
El sistema de obligaciones sociales determinado por el status de un individuo en el
grupo de parientes consan-guíneos o afines es con frecuencia extremadamente complejo.
El comportamiento de hermanos y hermanas, tíos y sobrinos, suegros e hijos políticos está
a menudo circunsripto por reglas minuciosas que no existen en la civilización moderna.
Existe una pérdida general de la variedad de obligaciones de los individuos para con la
sociedad en la medida en que son regulados por el status.
El desarrollo de la religión tampoco va en modo alguno de formas simples a
complejas. La falta de sistema en la conducta religiosa del hombre primitivo lo somete a
una multitud de reglas y órdenes inconexas y aparentemente arbitrarias. El dogma y
asimismo las actividades religiosas son múltiples y a menudo sin coherencia aparente.
Cuando una idea clara y dominante controla la vida religiosa, el aspecto de la religión se
torna más claro y sencillo y puede conducir a una religión sin dogma ni ritual. La tendencia
opuesta, de una religión sistemática que asume complejas formas rituales, es también
frecuente.
BEBEY, Francis,1969 “El músico africano” (Le musicien africain) en ´Musique de
l´Afrique, Paris, Ed. Horizons de France (Trad. M.F.)
EL MÚSICO AFRICANO
Una de las deducciones más corrientes y aparentemente una de las más lógicas,
cuando se hace notar que la música forma parte de la vida de los africanos desde la cuna, es
que todos los africanos, en esas condiciones, deben ser músicos. Efectivamente, si decimos
que el terreno de la música africana es muy extendido, que va del lenguaje hablado al solo
de balafón, pasando por el eco en la selva, el crujido de una rama que se rompe, el ruido
del viento en los troncos, el paso ritmado sobre un camino pedregoso, la puerta que golpea,
el niño que llora, llegamos a la conclusión de que nadie en África negra, puede ser
considerado como un músico.
La realidad es muchas veces diferente. Es cierto que los negros poseen en la
mayoría de los casos uno de los elementos más característicos de la música africana, a
saber, el ritmo. Tampoco es raro encontrar que, guiados por el instinto del ritmo, obtengan
excelentes resultados en un tambor o en castañuelas o incluso en un instrumento melódico
de técnica complicada: flauta, xilofón, viela, etc. Eso, sin embargo, no permite generalizar
y hacer, de todos los africanos, músicos. En sus sociedades, ellos lo saben bien, no
cualquiera tiene el derecho de tocar el tam tam, de animar la fiesta, de cantar en honor a los
hombres de calidad, de reemplazar a otro músico fallecido; son quienes ajustan con
precisión sus instrumentos según las ocasiones los que son considerados músicos y pueden
tocar. Entre los Tutsi y Ruanda, los seis tambores sagrados, emblemas de la realeza y que
sirven para despertar al ´Mwami´, son ejecutados sólo por un músico. En ciertas
comunidades, sólo los jóvenes particularmente dotados pueden esperar llegar a ser un día
tambores ´oficiales´ del grupo, en reemplazo de los músicos fallecidos. Cuando el caso se
presenta, tiene lugar una gran ceremonia en el curso de la cual el muerto es llevado frente al
joven que lo va a suceder. Se coloca frente al músico muerto sentado, su tambor y en la
mano derecha la baqueta que utilizaba en vida. Un anciano de la tribu, o el director de la
orquesta tradicional, mueve el brazo del muerto de modo de q3u la baqueta toque el parche.
El joven, entonces, toma la baqueta y toca el parche en el mismo lugar. Desde ese momento
está investido con la dignidad del músico muerto: de allí en adelante podrá tocar el tambor
en la orquesta de la comunidad.
Es necesario remarcar que ciertas formas musicales, frecuentemente muy
elaboradas, en muchas sociedades africanas son, no el patrimonio exclusivo de una casta
de especialistas, sino el patrimonio bello y viviente de toda a la comunidad. Patrimonio
extremadamente dinámico del que la comunidad se nutre y al que hace vivir de la mañana a
la noche. Por ejemplo, entre los pigmeos, que viven en la selva ecuatorial, de la caza y de
la recolección de frutos silvestres, y el trueque con las aldeas de los bordes de la selva, la
música es prácticamente un asunto de todo el mundo.
Los pigmeos, siempre en busca de caza, acompañan todas sus actividades con
música, una música a la que hombres y mujeres, niños y viejos, aportan al mismo tiempo
sus palmoteos, patadas en el piso, falsetes combinados con su voz de pecho para el mayor
gozo de todos. Todos los pigmeos son músicos y ninguno pensaría en participar de la vida
de los cazadores nómades sin ser antes músico. Y muchas veces, su música es muy
elaborada a la vez en el plano ritual, en el formal y en el rítmico. Un canto de alegría en
ocasión de la vuelta de la caza es una música polifónica (los pigmeos no cantan casi nunca
al unísono cuando están juntos) con una fórmula rítmica generalmente bastante simple,
formada por palmoteos y palillos entrechocados unos con otros. El canto es de una
construcción rigurosa en la cual, sin embargo, se nota una gran libertad de improvisación
dejada a los participantes.
En estas comunidades, en las que todo el mundo es músico, el artista no tiene
generalmente un lugar particular: el músico es un hombre como los otros.
En otras sociedades, los músicos son, de alguna manera, semiprofesionales que
viven de su música una parte del año y de otra actividad el resto del tiempo. Los
cultivadores bombara del Alto Volta, todos los años, durante la estación seca, dejan sus
campos para recorrer centenares de kilómetros con sus instrumentos musicales. Van de un
pueblo a otro, tocando y cantando, animando fiestas y haciéndose recompensar por el
placer que dan a su paso.
Se puede buscar saber lo que lleva a las personas a la música, en esas comunidades
en las que esta no es una preocupación rentable para todo el mundo. Hugo Semp aporta la
respuesta obtenida de un músico semiprofesional de al Costa de Marfil, ejecutante de arpa-
laúd.
´Un día, trabajando en el telar, vi dos genios enanos que me dijeron: ´Levántate y
cuélgate en tu casa´. Los otros tejedores no veían a los genios enanos. Dejé el lugar donde
están instalados las herramientas de tejido y me fui a casa. Tomé una cuerda, la até a la
viga del techo y me colgué. La gente del pueblo que me siguió cortó la soga. Fueron a
consultar un adivino que les dijo que como mis ancestros habían tocado en otro tiempo el
arpa-laúd, yo debía hacerlo, si no moriría. El último ejecutante de arpa-laúd había sidoe l
hermano de mi padre y había muerto. Nadie había tocado el arpa-laúd después de su
muerte. Mis parientes buscaron el arpa-laúd y luego sacrificaron un pollo. Entonces
comencé a aprender a tocar el arpa-laúd...Pero, después de la orden que me fue dada de
tocar el arpa-laúd, la gente de los pueblos vecinos y de todo el cantón me invitaron a tocar
en sus casas; también recibía yo muchos regalos. A veces, viajaba durante semanas. Pero
durante el período de trabajo en los campos, me quedaba en mi plantación par cultivar. ´
He aquí como, a partir de un sueño –o de una visión- un hombre que no había jamás
tocado antes un instrumento musical llega a ser el mejor ejecutante de arpa-laúd de la
región. Cómo transmitiría a su turno a otras personas el arte que era ahora el suyo?
Enseñaría a sus hijos a tocar el arpa-laúd o bien consideraba que era ese un bien que le era
propio? La respuesta a esas preguntas las da él mismo:
´Como no estoy todavía muerto, no puedo enseñar a nadie a tocar el instrumento.
Después de mi muerte, serán los genios enanos quienes elijan a mi sucesor. Tal vez será
alguien que no es de mi familia...´
Estas palabras del músico baulé fueron traídas a colación no para provocar, por su
aparente ingenuidad, una sonrisa, sino para mostrar qué relación mística, o mágica, puede
existir entre un hombre y su música. El hecho de que genios enanos intervengan, en una
forma cualquiera de revelación, en la vocación, nos da cuenta cabal de la estrecha relación
que existe entre la música y la magia. La lengua inglesa, por otra parte, parece tener en
cuenta esa relación pues da nombres vecinos a la música y a la magia: music et magic.
En el presente caso, por otra parte, la magia va todavía más lejos, pues el música
narra que el día en que los genios-enanos le ordenaron tocar en arpa-laúd, le confiaron el
secreto de un medicamento para curar la lepra, medicamento que él utiliza, al parecer con
éxito, cada vez que invoca a los genios. La utilización del arpa en la curación de la lepra no
debe asombrar pues el instrumento forma parte de la receta medicinal que le confiaron los
genios.
La historia del músico baulé no es un caso excepcional: entre los Baulé, tod
ejecutante de arpa tiene relación con los genios. Esta característica se encuentra por otra
parte entre muchos otros pueblos del África occidental, donde el arpa-laúd indica casi
siempre que su ejecutante tiene relación con los genios. Es la razón por la que el músico
ejerce frecuentemente la función de adivino o curandero.
En fin, se debe anotar el hecho de que un hombre aprende a tocar el instrumento
que se le ha forzado, de alguna manera, a aprender. Como la música es propiedad de toda
la comunidad, su aprendizaje debe hacerse no a partir de una vocación sino más bien en
función de las exigencias de la sociedad. Aquí hacía falta un ejecutante de arpa-laúd porque
no había más en la comunidad, y los genios enanos se encargaron de encontrar uno.
Los semiprofesionales de la música pueden ser, como este hombre, individuos
aislados; pero hay también músicos pertenecientes a un cuerpo del oficio. Es así que entre
los Senufo, por ejemplo, existen orquestas de herreros, de cultivadores, etc.
En ciertas sociedades africanas, en fin, existen músicos profesionales que viven
solamente de su arte. En esos casos, son miembros de familias o castas en las que el arte
musical, bastante esotérico, al fin de cuentas, se transmite de los viejos a los jóvenes.
Nombres propios de esas familias o castas: Keita, Mamdi, Diubaté o Dibaté, Kuyaté, Sory
son nombres de shamanes, aunque las generaciones jóvenes, educadas en Europa, ejercen
profesiones completamente diferentes a la de sus ancestros.
Es en efecto con el nombre de shamanes que esos músicos son conocidos en África
occidental. Pero que es exactamente un shamán?
No es, como se piensa frecuentemente, un simple brujo africano (algunos se
especializan en la evocación de espíritus, de genios, de seres sobrenaturales, a los que
cantan alabanzas para obtener el perdón, la protección o simplemente la benevolencia). El
rol del shaman en la sociedad va en realidad mucho más allá del terreno de la magia, y el
hecho de que la música misma sigue en el centro de la actividad indica que tiene que ver
con la vida africana en su conjunto. En general, los viajeros europeos que tuvieron la
ocasión de encontrar un shamán no comprendieron lo que éste representa en el seno de la
sociedad en la que vive, y frecuentemente hicieron sobre él un juicio apresurado, las más de
las veces erróneo. Pierre Lori en su Novela de un Spahi termina así la descripción de los
shamanes: ´Los shamanes son las personas más filósofas y más perezosas. Llevan una vida
errante y no se preocupan jamás por el mañana´. Esta frase, de una caridad discutible, tiene
el mérito de situar al shamán en el tiempo: no es el mañana lo que le interesa, sino más bien
el pasado. Ese pasado, la historia de su pueblo, la historia de sus reyes, la genealogía de los
granes hombres, la filosofía de los sabios, la moral de su espíritu, la generosidad e su alma,
la adivinanza que tortura el espíritu en lugar de alimentarlo, el proverbio sentado a la
sombra de un mango gigante, que recuerda al tiempo que todo, aquí abajo, pasa como el
tiempo mismo.
El shamán del África occidental es un trovador, un ministril comparable a los de la
Edad Media europea. A veces, está atado a una corte señorial, a un señor al que canta
alabanzas; otras veces, es independiente y va de casa en casa en la ciudad o de pueblo en
pueblo, llevando historias, recogiendo otras, halagando a quien le da de comer, de beber, o
bien algún dinero, maldiciendo o calumniando a quien no ha querido mostrarse generoso.
Es también el hombre más enterado sobre los asuntos de la comunidad desde el tiempo en
que el calendario no podría dar cuenta. Es el depositario de la tradición de su pueblo. Como
músico, está en todas las fiestas, en todas las solemnidades, sea dentro de la corte de un
príncipe o, si vive independientemente, alabando las bondades de quien le da de comer.
Su repertorio extremadamente variado y rico, está constituido por piezas de
circunstancia (casamientos, bautismo, otras fiestas) y por cantos de alabanzas,. El shamán
atado a una corte señorial canta la gloria de su señor y celebra sus virtudes. El shamán
independiente canta las alabanzas de quien le paga, y siempre se tiene miedo de regatear en
el precio por miedo a la reputación de avaricia que el shamán descontento no dejaría
generar, sin contar otras calumnias y maledicencias.
Los talentos virtuosísticos de los shamanes causan la admiración de todo el mundo.
Ese virtuosismo es adquirido en el curso de largos años de trabajo y estudios bajo la
dirección de un maestro que es muchas veces el padre o el tío. Señalemos que el oficio de
shamán no es sólo tarea de hombres: existen mujeres shamanes notables por su forma de
cantar o de tocar los instrumentos musicales.
Sin embargo, estos músicos extraordinarios, pese a sus talentos y a la admiración
casi general que suscitan, son poco estimados por sí mismos. Siempre temidos porque
conocen muchos secretos de todo el mundo prefiere callar, pero muchas veces también
menospreciados, los shamanes se encuentran en las últimas castas de las jerarquías, como
los cordoneros, los tejedores o los herreros. Frente a esta situación uno recuerda casi
automáticamente la leyenda que narrara cómo nació el primer shamán.
Dos hermanos, en viaje a través de la selva, caminaban valientemente bajo el cálido
sol, cuando de pronto el más joven, presa del hambre, dijo a su hermano: ´Ve, prosigue el
viaje solo; yo no puedo más, muero de hambre´. El mayor hizo como que obedecía y
continuó solo. Pero, llegado a un zarzal tupido, sacó su cuchillo y sacó de su muslo un
trozo de carne que acomodó cuidadosamente y ofreció a su hermano moribundo. Este
comió la carne y recuperando fuerzas, pudo continuar el viaje con su hermano mayor. Sin
embargo, al poco tiempo, viendo que éste estaba manchado de sangre, le preguntó en vano
qué le había pasado. En el pueblo siguiente, el mayor pudo al fin confesar lo que había
hecho por su hermano. Entonces, el más joven declaró: ´ Tú me salvaste de la muerte y para
hacerlo, no dudaste en cortar tu muslo y darme tu propia carne. Desde ahora me llamaré
Dieli, tu servidor y todos mis descendientes serán sirvientes de los tuyos´. Así nació el
ancestro e los shamanes, Dieli, nombre que designa todavía a los shamanes entre los Fula
de Nueva Guinea y entre los Bombara de Mali.
Esta leyenda da cuenta, a su manera, de las circunstancias que han llevado a los
shamanes a ocupar un lugar subalterno en la sociedad: hay regiones en África occidental
donde , en efecto, los shamanes no tenían incluso derecho a la sepultura. Se aseguraba, en
efecto, que el cadáver de un shamán, puesto en la tierra como el de cualquier hombre,
volvería estéril para siempre el suelo que lo acogía. Entonces, cuando un shamán moría, se
depositaba su cuerpo en el interior de un tronco de un enorme baobab ahuecado. Se
descubrió uno de esos árboles cementerio hace algunos años en una localidad cerca de
Dakkar, en Senegal. En el interior del tronco inmenso, se encontraron gran cantidad de
esqueletos.
Esta mezcla de admiración y de desprecio que caracteriza toda la existencia del
shamán, hombre de África negra que vive esencialmente de lo que su boca puede decir de
unos y otros, hace curiosamente pensar en Esopo, fabulista griego de la Antigüedad que,
llamado a decir por qué consideraba la lengua como la mejor y la peor de las cosas a la
vez, respondió con sabiduría: ´si por un lado, ella alaba a los dioses, por el otro, es el
órgano de blasfemia y de impiedad´.
Pero, cualquiera sea su posición social, cualquiera sea el menosprecio que los otros
hombres le testimonian, cualquiera sea la admiración que le dan, ´se considere a los
shamanes los conservadores e la tradición o como inventores de melodías, de poemas o
de ritmos nuevos, su existencia, dice André Jolivet, tiene un mérito esencial: demuestra de
una forma absoluta la importancia del rol de los músicos y de la música. Y no nos disgusta
que esa verdad sea recordada por los pueblos, jóvenes tal vez en el plano político pero muy
antiguamente enraizados en las fuerzas primordiales de la naturaleza de donde saben
extraer su vida y su espiritualidad.
Desde otro ángulo, el menosprecio de la comunidad hacia el shamán, tiene al menos
la ventaja de plantear, en términos velados, pero perceptibles sin duda, el problema general
el lugar del artista africano en la sociedad. Muchas veces, en el curso de congresos,
conferencias, reuniones, coloquios de estos últimos años sobre el arte y la cultura en África,
se ha reprochado a los africanos –a veces duramente- el no reconocer al artista su lugar en
la sociedad, por supuesto en la sociedad del África moderna, que, sin duda ha
evolucionado mucho desde la comunidad africana tradicional. Muchas recomendaciones
se hicieron a los gobiernos y centros culturales para que el problema del artista africano
fuera considerado y que un lugar –privilegiado, se entiende- le fuera reservado. Sin
embargo, de una manera general, dos hechos parecen haberse descuidado al juzgar a la
comunidad, al pueblo y sus tradiciones: en primer lugar, nunca se recuerda que entre los
africanos, en la medida en que el arte se inserta en la vida del pueblo, dicho de otra manera
en la medida en que cada uno puede considerar el arte como algo propio, lejos de ser
menospreciado, éste ocupa por el contrario un lugar envidiable en la sociedad. Así, por
ejemplo, el curandero –ese hombre que posee y ejerce el arte de curar- hace participar a la
comunidad en sus danzas de curación y en ningún lado se le ocurre a nadie relegar a ese
artista a un rango subalterno. Incluso la iniciación que es a la vez filosofía, mitología,
técnica y arte, es dirigida por artistas cuyo rol en la sociedad no plantea ninguna duda
acercad e su importancia.
En segundo lugar, debemos recordar que en el fondo, el arte del shamán se
caracteriza esencialmente por lo que de contemplativo (y por lo tanto e estático), de
individualista y e altamente interesado. No está, por cierto, volcado al porvenir, pero sin
duda sí hacia el pasado; no es un arte colectivo, algo que no es forzosamente bienvenido en
sociedades en que el arte se ve como algo comunitario, parte de la vida del pueblo. El
shamán habla y canta y todo el mundo debe detenerse a escucharlo, y la calumnia está lista
para castigar a aquel o aquella a quien no se quiere; en fin, ese arte es uno de los más
interesados: el shamán es generalmente amargo y no tolera que las alabanzas que provee no
le reporten dinero o alimentos. Aparte de ese hecho, es claro que el problema del shamán,
general en apariencia para el artista africano, es en realidad un caso de especie que
convendría tratar aparte.
Nada impide, por otra parte, que los shamanes resulten músicos extraordinarios, de
talento incontestable, y que jueguen en sus sociedades respectivas uno de los papeles más
importantes. En todas las regiones en las que ejercen su arte, su conocimiento de las
costumbres del pueblo y de la vida en las cortes señoriales, constituye un hecho digno de
nota. Pues es toda la vida del pueblo, orquestada por el monarca y sus ministros que se
conserva intacta en la infalible memoria del shamán.
En África ecuatorial, el modelo de shamán es el ejecutante de arpa-cítara ´mvet´.
Tal vez es menos conocido fuera de África, pero no es por ello menos interesante ni menos
célebre, en la sociedad en la que ejerce sus funciones de músico, danzarín, narrador,
depositario de la tradición oral. Goza de una admiración comparable a la del shamán, sin
conocer para nada ningún matiz del menosprecio que sigue a éste. Ello se debe, sin duda,
al repertorio del ejecutante de mvet, que no se compone, generalmente, de piezas de
alabanza improvisadas por encargo de los ricos. Entre los Fang del Sur de Camerún y de
Gabón, por ejemplo, el cuento, la leyenda épica, la acción heroica, lo maravilloso, son la
base del repertorio uno de cuyos temas favoritos es la oposición del mundo de los mortales
al de los inmortales. ´En la tierra, Ovang-Obam-O-Ndong, secundado por Ondo Zogo (que
pelea con un brazo de hombre seco) recluta una tropa de voluntario a fin de
tratar de apoderarse de la inmortalidad celosamente guardada en el reino de Engong por su
jefe Akoma Mba. Al penetrar en el reino lo esperan pruebas en las que triunfará con
bravura, ayudado pro su tropa´. Pero el final del poema (duración: una noche entera) le verá
fracasar en su tentativa.
El mvet es una suerte de arpa-cítara cuyas cuerdas están tendidas a lo largo de un
brazo de palmera y levantadas en el medio por un puente. El sonido es amplificado por una
o varias calabazas que actúan como caja de resonancia. En cuanto al músico, se viste
generalmente con fibras de rafia y lleva el torso desnudo. Lleva collares y brazaletes y
numerosas plumas de pájaros: un engalanamiento que hace sonreír al extranjero. Pero este
hombre aparece en la plaza del pueblo y todo el mundo se emociona. Si esboza un paso de
danza y todos los cascabeles, todas las sonajas que lleva atadas en los tobillos y sus brazos
invitan a la multitud a danza a su alrededor. Si canta, los hombres y mujeres, como por
magia, repiten el estribillo que corresponde a la copla apenas esbozada. Luego comienza la
narración esperada que se prolonga a lo largo de las horas de la noche y no se detendrán
hasta el amanecer. A veces la risa acompaña la narración sirviendo de telón al final de un
acto. La atención, hasta entonces muy sostenida se relaja por un momento en tanto que el
ejecutante de mvet pregunta a su auditorio:
´Qué escuchan sus orejas? Y la multitud responde ´Escuchan el mvet´. El mvet toca
solo, o para acompañar un canto coreado por los asistentes hasta el comienzo de la
siguiente estrofa de la larga historia de Ovang-Obam-O-Ndong entre los inmortales. Este
repertorio, en el que la epopeya y la música se mezclan íntimamente, es de los más
antiguos, inmutable tanto en su forma como en su contenido, durante generaciones. Esto
parece dar la razón a André Schaeffner, del Museo del Hombre, cuando escribe: Én la
historia universal de la música, el negro africano, como el árabe, se presenta menos como
un músico creador como un músico natural en el sentido más profundo de este
calificativo...´Debemso decir, no obstante que el shamán al cantar el árbol genealógico de
un rey y el ejecutante de arpa cítara narrando la ruta legendaria seguida por los héroes
legendarios en la búsqueda de la inmortalidad, no son los únicos representantes del músico
africano. Y además, no debemos olvidar que, en el cuadro inmutable del fondo y la forma,
hay un lugar muy importante para la improvisación y la ornamentación, gracias a las cuales
cada músico brilla con un talento diferente al de su colega, incluso cuando canta, toca o
presenta la misma pieza musical. Scheffner se apresura por otra parte a agregar que el
músico africano está ´prodigiosamente dotado, sensible a las menores influencias, capaz de
asimilarlas enteramente aunque siempre perceptible por detrás de los elementos que toma´.
El hecho de que sea ´ siempre perceptible por detrás de los elementos que toma´.
Indica que el músico africano tiene personalidad, lo que en los artistas, resulta propio de los
creadores. Schaeffner resalta el hecho de que el negro sea ´sensible y deformador´.
Ahora, deformar, en arte, puede tener como resultado la creación de nuevas formas.
He aquí que nuestro músico ´natural´ contribuye, se quiera o no, a la evolución del arte
musical, justamente porque gusta de deformar los elementos que le llegan e la naturaleza o
bien de los otros hombres. Dicho de otra manera, su carácter de natural no es evidente en
toda la línea; no lo acerca necesariamente a músico primitivo, incluso si la organología
negro-africana cuenta con numerosas piezas arcaicas. El músico africano cabe pensar su
arte y es perfectamente consciente de él. Es verdad que está ´abierto´ -a las influencias- y
que es ´simplificador´ pero no es exacto decir que abierto como e muestra, vuelve
también a encerrarse en un mundo a la vez sombrío e ingenuo, que no le es propio´. Pues
para empezar ese mundo no es sólo el del músico sino el de toda la comunidad que
participa en es música esencialmente colectiva en la que el músico tiene en el fondo, un rol
de guía y de coordinador. En segundo lugar, ese mundo no es de ninguna manera ´ingenuo´
: el músico sabe bien lo que significa su música, cuál es el rol que ella
juega en la sociedad y su ingenuidad aparente sólo puede engañar a
quien no ha vivido el suficiente tiempo a su lado como para conocerlo realmente. Por otra
parte, no podríamos definir con precisión el término ingenuidad en este contexto de
misticismo y de fe total en todo lo que se hace, fe sin la cual, en ningún lugar del mundo, la
creación artística de vanguardia resistiría una crítica acerba.
En fin, el mundo del músico africano no tiene nada de sombrío. Por el contrario, la
Vida brilla en él con todo su esplendor: con su música fúnebre, los Dogon de Mali, los Fali
de Camerún rechazan la muerte y admiten la metamorfosi en pájaros o en serpientes: los
cantos satíricos tampoco faltan y se burlan abundantemente de la muerte ´esa que nos
quiere hacer creer que no se vive más cuando ella está ahí´. Cómo podría un hombre-artista
penetrado de una tan grande creencia en la vida, encerrarse en un mundo sombrío?
Lo que desorienta al no africano es la simplicidad con la que el músico negro
considera su arte, lo practica y lo pone a disposición de todo el mundo. No sólo los
miembros de su clan se benefician con su extraordinario talento: él da, con sinceridad, las
más hermosas piezas de su repertorio a quien lo quiera escuchar. Casi nunca se considera
un hombre superior a los otros. Toca el xilofón mejor que nadie y sin embargo no se hace
la estrella, incluso cuando la radio, nuevo medio de comunicación el pensamiento y la
música, lo haya ayudado a ser célebre en toda la región. Los europeos se asombran al ver
que los músicos africanos aceptan ser grabados en la radio, gratuitamente, incluso
tratándose de excelentes músicos. Bajo otros cielos, ser un músico excelente, es asegurarse
buenas ganancias.. En África negra, salvo en el caso del shamán, es raro que un músico
piense n la música como única fuente de recursos. Ciertas compañías discográficas no han
dejado de explotar esta bondad del negro que ofrece su música sin pedir expresamente una
remuneración: en los años 50, numerosos discos, tanto de música tradicional pura como
otra que ha sufrido influencias extranjeras, fueron grabadas y los artistas apenas recibían
por remuneración, una botella de cerveza de fabricación local.
Se trata de un hombre que ejerce su arte poniéndolo prácticamente a disposición de
todos, al servicio de todos. Pero los tiempos cambian y hoy, en África, más que en ninguna
otra parte. Rápidamente, el continente negro entra en el juego del desarrollo que hace que la
vida urbana, siempre más atrayente, tome cada vez más importancia y provoque el éxodo
desde los pueblos. Muchos jóvenes dejan cada año el medio tradicional donde la música
tiene un sentido tan particular y se vuelcan a las ciudades donde ciertos individuos de las
mismas comunidades tratan de mantener las costumbres – algunas al menos- de la vida en
la aldea. La evolución no se detendrá, no dejará de lado la música tradicional ni sus
músicos. Estos deben entonces armarse contra los tiempos nuevos y favorecer la evolución
de su música en un sentido que garantice la permanencia de todo lo que tiene de específico
y auténtico.
Uno de los peligros que amenazan al músico africano tradicional en este momento,
es el complejo de inferioridad que puede originar en él la preferencia de los habitantes de
las ciudades por las músicas de importación, provistas abundantemente por la radio y
vendidas pro miles de discos todos los años. A través de esos dos medios de comunicación
de masas, esas músicas de importación invaden literalmente África negra desde hace una
veintena de años y han hecho olvidar casi completamente a algunos africanos la existencia
misma de la música de las sociedades tradicionales. En esas condiciones, el músico se ve
obligado o bien a abandonar el arte juzgado como primitivo o bien, reformularlo de
acuerdo al gusto de la época: hemos registrado largas secuencias musicales de un ejecutante
de xilofón originario de la la región lobi en el norte de Ghana. Ese músico, llegado unos
días antes a Accra, con una música muy pura, encontró enseguida a otros hombres e su
región que le hicieron escuchar músicas europeas y americanas, alabando los méritos de
esos músicos de ultramar y alentándolo a abandonar las formas primitivas que el tocaba, tan
maravillosamente en su xilofón. Así, en dos días, nuestro músico, llamado Kakarba, se
puso al día dando a cuatro trozos ritmos de jazz y adaptando la gama de su instrumento a
las canciones de las variedades europeas. Lo registramos porque pensamos que
sinceramente que sus esfuerzos por hacer evolucionar su arte eran por cierto dignos de
elogio, aunque partían de un sentimiento de inexplicable culpabilidad hacia la música.
Luego le rogamos que tocara las piezas auténticas que había escuchado y tocado en su
aldea. No tenía ganas porque pensaba que luego de la maestría que había demostrado, la
música tradicional no despertaría gran interés- Sin embargo, luego de una sesión agotadora,
pudo escuchar las grabaciones y fue el primero en reconocer que los temas típicamente
africanos eran infinitamente más bellos –y por otra parte estaban mejor tocados- que las
tentativas de modernización de su música. Este es el caso de un músico inteligente que
reconoce ciertamente la importancia de una evolución en su música, pero que también
puede convencer la belleza de la música tradicional, pese al atractivo que ejercen las
músicas extranjeras.
El ejemplo de este hombre nos da la ocasión de remarcar la importancia de la
grabación para los músicos que tocan generalmente para la comunidad pero que no se
escuchan a sí mismos. Es cierto que ese aldeano de Ghana Norte jamás había podido
escuchar su música en las condiciones en las que se encuentran habitualmente sus oyentes
Así, escucharse realmente, sentado en una silla frente al parlante, escuchar su música como
si fuera de otro, fue una revelación para él. Las conversaciones que siguieron convencieron
a mis hombres del interés que presenta la música de las aldeas y decidió no abandonarla
jamás. Esperamos que las dificultades de al vida material no lo hayan llevado a renunciar a
su cultura tradicional por el bienestar d los tiempos modernos.
Este es, en efecto, otra de las amenazas que pesan sobre el arte tradicional en
general, sobre la música en particular: el músico negro de África sufre, como muchos de
sus conciudadanos, los golpes de la revolución general del continente, en cuyos términos
sólo un trabajo lucrativo permite al hombre afrontar decentemente las necesidades de la
vida cotidiana. Ahora, en la sociedad tradicional, la música, arte de esparcimiento o más
frecuentemente todavía, arte funcional, no permite a quien la práctica afrontar los tiempos
nuevos de acuerdo a las nuevas reglas del juego. Va de suyo, en estas condiciones, que el
oficio de músico –cuando éste existe- ad muy poca oportunidad al hombre en un terreno en
que la competencia es grande, como lo señalamos más arriba. Así, en este momento la
música tradicional se encuentra fuertemente amenazada por la extinción y en riesgo de
desaparecer si no se realizan esfuerzos especiales para asegurar la perdurabilidad del
elemento esencial de esta música, es decir, el músico mismo.
Asistimos hoy, a una toma de conciencia desde Occidente del valor cultural de la
música africana y algunos, fuera de África se ocupan con ahínco por conservar este arte
musical. Algunas compañías discográficas organizan misiones de recopilación y grabación
y publican discos muy bien presentados, sobre los que llamamos la atención del lector.
Algunas fonotecas se crean en Europa y en América para conservar kilómetros de cinta
magnética que contienen toda clase de ´músicas folklóricas´. Ficheros bien preparados
permiten encontrar fácilmente una grabación de la flauta peul, de un solo de viela
monocorde, de una canción de cuna malinké...
Entendámonos bien: no hablamos de proteger al músico africano tradicional de un
cierto peligro que podría representar la infiltración de influencias extranjeras en su arte. Es
verdad que tales influencias pueden, por el contrario, enriquecer el arte musical de los
Africanos y muchas veces conducir a excelentes resultados, al menos en el plano
estrictamente artístico. Dicho de otra manera, pensamos que la mezcla de valores culturales
de orígenes diferentes puede hacerse en ciertos casos con éxito. Pero el enriquecimiento
que una mezcla como esa permite sólo es posible gracias a un trabajo consciente de
espíritus bien informados sobre el valor real de cada uno de los elementos culturales o
artísticos puestos a su disposición. Nos parece importante, a fin e no ceder prematuramente
a influencias extranjeras, comenzar por adquirir un conocimiento acabado de dichos
elementos. El músico africano debería, para empezar, aprender no solo la música africana
sino también la de los otros países africanos; luego, emprender un estudio lo más profundo
posible de las músicas no africanas –en particular la música europea-, a cuyo término el
músico dispondría de un conocimiento suficiente que le permitiría volcarse a las
operaciones delicadas, como es, la unión de las culturas.
Tales operaciones son a veces resultado del instinto. Se hacen solas, sin que un
razonamiento lógico deba intervenir para dosificar, casi científicamente las cantidades
respectivas de música europea y de música africana necesarias para conseguir una obra
válida. La asimilación de una y otra música puede ser tal que el compositor no se plantee
siquiera la cuestión de saber qué cantidad de su propia cultura y qué cantidad de la del
extranjero conviene mezclar para obtener buenos resultados.
Pero es necesario rendirse a la evidencia, ser realista y constructivo: en la
actualidad, África debe resolver numerosos y difíciles problemas y el de la música, aunque
importante, sólo es uno entre otros. Sólo dentro e mucho tiempo será posible dar a todos
los músicos de las aldeas africanas la posibilidad de llegar a la perfecta asimilación de los
valores musicales de diversos horizontes, asimilación indispensable para la evolución de la
música el continente negro. En ese caso, convengamos que es mejor ayudar a los aldeanos,
pro el momento, a guardar puro el tesoro musical ancestral y a comunicarlo de acuerdo a la
tradición a las generaciones más jóvenes que, esperémoslo, podrán en el futuro efectuar la
síntesis con perfecto conocimiento de causa.