1. Lukács - El-Bolchevismo-Como-Problema-Moral + Táctica y ética.pdf

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El bolchevismo como problema moral 1 Hemos optado aquí por no considerar las posibilidades de realización del bolchevismo, ni tampoco discutir sus consecuencias beneficiosas o dañinas. Por una parte, este autor no se siente competente para dar una respuesta fundada a estas cuestiones. Y, lo más importante, considera que, en aras de la claridad, una discusión acerca de las consecuencias prácticas no sería oportuna. Como sucede con cualquier asunto de verdadera importancia, la decisión a favor o en contra del bolchevismo ha de ser ética. En pos de una elección verdaderamente honesta, por tanto, a la clarificación inmanente de esa compleja decisión debe dársele la más alta prioridad. La formulación ética de este problema se justifica, en parte, por el hecho de que en su mayoría las discusiones en torno al bolchevismo se centran en la cuestión de la madurez de las condiciones económicas y sociales para una revolución bolchevique inmediata. Sin embargo, las especulaciones de este tipo no conducen a ninguna parte: en mi opinión, sobre cuestiones de este tipo nunca es posible saber de antemano. La voluntad de hacer realidad el bolchevismo, inmediata e incondicionalmente, constituye una parte tan integral de la “madurez” de las circunstancias como las condiciones objetivas. Por otra parte, la idea de que una revolución bolchevique victoriosa podría destruir grandes logros culturales y civilizatorios no influiría sobre quienes, sea por consideraciones éticas o histórico- filosóficas, optasen por ella. Con o sin añoranzas, estos revolucionarios se harán cargo de este hecho y aceptarán su carácter inevitable. Tal apreciación ni cambiará sus objetivos, ni tendría por qué cambiarlos. Pues saben, y demasiado bien, que un cambio histórico-mundial de tal magnitud está destinado a destruir los viejos valores. Su determinación de establecer nuevos valores les proporciona la confianza de que pueden compensar a la generaciones venideras por esta pérdida. 1 Agradezco especialmente al Dr. Ferenc Jánossy, hijo adoptivo y albacea literario de Georg Lukács, quien otorgó a la traductora los derechos para la traducción de este ensayo tanto al alemán como al inglés.

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  • El bolchevismo como problema moral1

    Hemos optado aqu por no considerar las posibilidades de realizacin del

    bolchevismo, ni tampoco discutir sus consecuencias beneficiosas o dainas. Por

    una parte, este autor no se siente competente para dar una respuesta fundada a

    estas cuestiones. Y, lo ms importante, considera que, en aras de la claridad, una

    discusin acerca de las consecuencias prcticas no sera oportuna. Como sucede

    con cualquier asunto de verdadera importancia, la decisin a favor o en contra del

    bolchevismo ha de ser tica. En pos de una eleccin verdaderamente honesta, por

    tanto, a la clarificacin inmanente de esa compleja decisin debe drsele la ms

    alta prioridad.

    La formulacin tica de este problema se justifica, en parte, por el hecho de que en

    su mayora las discusiones en torno al bolchevismo se centran en la cuestin de la

    madurez de las condiciones econmicas y sociales para una revolucin bolchevique

    inmediata. Sin embargo, las especulaciones de este tipo no conducen a ninguna

    parte: en mi opinin, sobre cuestiones de este tipo nunca es posible saber de

    antemano. La voluntad de hacer realidad el bolchevismo, inmediata e

    incondicionalmente, constituye una parte tan integral de la madurez de las

    circunstancias como las condiciones objetivas. Por otra parte, la idea de que una

    revolucin bolchevique victoriosa podra destruir grandes logros culturales y

    civilizatorios no influira sobre quienes, sea por consideraciones ticas o histrico-

    filosficas, optasen por ella. Con o sin aoranzas, estos revolucionarios se harn

    cargo de este hecho y aceptarn su carcter inevitable. Tal apreciacin ni cambiar

    sus objetivos, ni tendra por qu cambiarlos. Pues saben, y demasiado bien, que un

    cambio histrico-mundial de tal magnitud est destinado a destruir los viejos

    valores. Su determinacin de establecer nuevos valores les proporciona la

    confianza de que pueden compensar a la generaciones venideras por esta prdida.

    1 Agradezco especialmente al Dr. Ferenc Jnossy, hijo adoptivo y albacea literario de Georg Lukcs,

    quien otorg a la traductora los derechos para la traduccin de este ensayo tanto al alemn como al

    ingls.

  • Pareciera seguirse de esto que un grave problema tico, que todo verdadero

    socialista debe enfrentar, ha quedado resuelto, de modo que nada debiera

    confundir su decisin en pro de una revolucin bolchevique. Pues, en definitiva,

    qu podra interponerse en el trayecto hacia la obtencin inmediata e

    incondicional de nuestro objetivo, si no se requiere considerar ni la madurez de las

    circunstancias, ni la aniquilacin de los viejos valores? Quien optase por el

    compromiso, por esperar y seguir deliberando, podra ser an considerado un

    verdadero socialista? Y, por otra parte, si un no-bolchevique objeta la dictadura de

    una minora en nombre de la democracia, se encontrar con la respuesta de los

    discpulos de Lenin: stos, siguiendo la orientacin de su lder, simplemente

    remueven la palabra demcrata del nombre y programa de su partido y se

    autodenominan comunistas.

    La formulacin tica del problema, por tanto, depende de cmo se interprete el rol

    de la democracia. Es decir, si acaso la democracia se entiende como una tctica

    temporal del movimiento socialista, como una herramienta til para ser empleada

    en la lucha contra el terror sancionado legalmente pero carente de ley de las clases

    opresoras, o si se considera verdaderamente a la democracia como parte integrante

    del socialismo. Si esto ltimo fuese el caso, la democracia no podra ser dejada de

    lado sin tomar en cuenta las consecuencias morales e ideolgicas que se seguiran.

    Por lo tanto, todo socialista responsable y consciente se ve enfrentado a un grave

    problema moral cuando considera el abandono del principio democrtico.

    En el pasado no ha sido habitual separar adecuadamente la filosofa de la historia

    de Marx de su sociologa. En consecuencia, a menudo se ha pasado por alto que los

    dos elementos constitutivos de su sistema, la lucha de clases y el socialismo, si bien

    traen consigo el fin de la divisin de las clases, de la opresin, y de ese modo estn

    cercanamente relacionados, no son, de manera alguna, productos del mismo

    sistema conceptual. El primer elemento constituye un hallazgo fctico de la

    sociologa marxista de significacin pocal. La lucha de clases ha sido siempre la

    fuerza motriz tras cada orden social existente; a la vez, es uno de los principales

    principios que hacen posible explicar las genuinas interconexiones de la realidad

  • histrica. El socialismo, por otra parte, es el postulado utpico de la filosofa

    marxiana de la historia: es el objetivo tico de un orden mundial por venir. (Al

    colocar dos categoras diferentes de la realidad al mismo nivel, el hegelianismo de

    Marx contribuy de alguna manera a esta confusin.) Aunque la lucha de clases del

    proletariado est destinada a producir un nuevo orden mundial ella, en cuanto

    lucha de clase, no es la encarnacin de tal nuevo orden mundial.

    Como la posteridad de la victoriosa lucha de clases de la burguesa lo ha

    demostrado, la liberacin del proletariado no traer necesariamente consigo el fin

    de toda dominacin de clases. En trminos sociolgicos implicar simplemente el

    reordenamiento de las clases: los antiguos opresores pasarn a ser la nueva clase

    oprimida. Puesto que la victoria del proletariado constituye la liberacin de la

    ltima las clases oprimidas, esta victoria es un prerrequisito irrevocable para el

    advenimiento de una era de genuina libertaden la cual no habr ya ni opresores ni

    oprimidos. Pero se trata slo de una promesa y, en cuanto tal, constituye un punto

    negativo. La bsqueda de un nuevo orden mundial, ms all de las descripciones

    meramente sociolgicas y de las leyes que gobiernan la realidad social, es decir, la

    bsqueda de un orden democrtico mundial, constituye un prerrequisito absoluto

    para un mundo verdaderamente libre.

    Por tanto, la voluntad2 capaz de ir ms all de la constatacin sociolgica de hechos

    constituye un rasgo esencial de la concepcin del mundo del socialismo; sin

    aqulla, sta colapsara como un castillo de naipes. Precisamente esta voluntad

    permiti que el proletariado deviniese el agente de la salvacin social de la

    humanidad, la clase mesinica de la historia mundial. Sin el fervor de este

    mesianismo, el camino victorioso de la socialdemocracia habra sido imposible.

    Engels estaba en lo cierto cuando afirmaba que el proletariado es el nico heredero

    legtimo de la filosofa clsica alemana; el idealismo tico, no ya a ras de tierra, del

    pensamiento kantiano-fichteano que aspiraba a transformar metafsicamente al

    mundo, era ahora transformado en accin. Lo que haba sido teora se transform

    en praxis revolucionaria cuando el proletariado tom la va recta al objetivo, en

    2 Entendida aqu como un concepto del idealismo tico.

  • tanto que la esttica de Schelling y la filosofa del derecho de Hegel tomaron un

    camino diferente, reaccionario.

    Sin duda, Marx se apoy en gran medida en la astucia de la razn (List der Idee) de

    Hegel para la construccin de su proceso histrico-filosfico, que afirma que el

    proletariado, en tanto lucha por sus intereses inmediatos, liberar a la vez para

    siempre al mundo de la tirana. Pero en el momento de la decisin que ahora ha

    llegado, no es posible pasar por alto la separacin dualista entre la realidad

    emprica carente de alma y el objetivo humano, tico-utpico. Ahora podremos

    constatar si efectivamente el rol redentor del socialismo implica una disposicin

    voluntaria y absoluta hacia la salvacin de la humanidad, o si no era ms que la

    cscara ideolgica de meros intereses de clase. Si esto ltimo fuese el caso, el

    socialismo diferira solo por su contenido de otros intereses de clase; no podra

    reivindicar diferencias, ni cualitativas ni ticas. (Recordemos que en el siglo XVIII,

    todas las teoras burguesas de la emancipacin proclamaban la liberacin de la

    humanidad, es decir la teora del laissez-faire. La ndole puramente ideolgica de

    estas teoras qued en evidencia durante la Revolucin Francesa cuando, en ltimo

    trmino, slo prevalecieron los intereses de clase.)

    Si el ideal de una genuina socialdemocracia la consecucin de un sistema poltico

    ajeno a toda opresin de clases fuese slo ideologa, no estaramos enfrentados

    ahora a un dilema tico. Nuestro problema tico deriva del hecho que existe slo un

    objetivo final que confiriere real significado a la lucha de la socialdemocracia:

    poner fin a todas las luchas de clase futuras; la creacin de un sistema poltico en

    virtud del cual la lucha de clases, incluso como posibilidad terica, est excluida.

    En la actualidad, la realizacin de este objetivo ha llegado a ser una bien definida

    posibilidad. Por consiguiente, enfrentamos el siguiente dilema moral: si

    aprovechamos la posibilidad dada para la realizacin de nuestro objetivo, hemos de

    aceptar la dictadura, el terror, y la opresin de clase que va con ello. La opresin de

    clase existente tendr entonces que ser reemplazada por la del proletariado

    expulsar Satn con ayuda del Belceb, por as decirlo en la esperanza de que esta

    opresin de clases, la ltima y por ello la ms abierta y cruel, finalmente se

    destruir a s misma y hacindolo, pondr fin para siempre a la opresin de clase.

  • No obstante, si optsemos por hacer realidad el nuevo orden mundial por medios

    verdaderamente democrticos (y, casi no hace falta decirlo, la verdadera

    democracia sigue siendo un desideratum nunca realizado en lugar alguno en el

    mundo, ni siquiera en los as llamados estados democrticos) correramos el riesgo

    de una postergacin, de un retraso infinito, dado que la mayora del pueblo podra

    no querer an este nuevo orden mundial. Si nos privamos de imponerlo por la

    fuerza a esta mayora, nuestra nica opcin pasa a ser ensear, ilustrar, y esperar,

    con la esperanza de que algn da la humanidad, a travs de su accin consciente,

    obtendr aquello que por largo tiempo muchos han considerado como la nica

    solucin posible a los problemas del mundo.

    Sea cual sea la decisin, es inherente a ambas opciones el peligro de cometer

    pecados imperdonables e innumerables errores. Todos deben enfrentar este hecho

    que, a su vez, tiene por resultado un dilema tico real. Las implicancias ticas de la

    segunda opcin son muy claras: involucra la necesidad de una alianza provisional

    con partidos y clases cuyos intereses inmediatos coinciden con los de la

    socialdemocracia pero que permanecen hostiles al objetivo final. En tal caso, se

    torna imperativo encontrar los criterios tcticos correctos que hagan posible la

    cooperacin, sin poner en peligro la pureza del objetivo ltimo ni debilitar el fervor

    de la empresa.

    En este punto los peligros de desviacin se tornan evidentes: es difcil, sino

    imposible, desviarse del camino angosto y directo de la accin que conduce al logro

    del objetivo sin permitir, a la vez, que los desvos se transformen en fines en s

    mismos. Y una desaceleracin del avance en pos del fin ltimo necesariamente

    debilitara el fervor de la empresa. As, nos vemos confrontados a un dilema real

    que puede ser articulado en los trminos siguientes: cmo podemos adherir a los

    principios democrticos en la realizacin del socialismo, sin permitir que los

    compromisos tcticos se enracen en nuestra conciencia?

    El bolchevismo ofrece una salida fascinante en cuanto no implica compromiso.

    Pero no todos quienes caen bajo su atraccin pueden ser completamente

  • conscientes de las consecuencias de su opcin. El problema que enfrentan se puede

    plantear en estos trminos: es posible lograr el bien usando medios condenables?

    puede la libertad se lograda mediante la opresin? Es posible que un nuevo

    orden mundial emerja de una lucha cuyas prcticas varan slo tcnicamente en

    relacin a aqullas del viejo y despreciado orden mundial?

    Quizs podramos apuntar a los supuestos de la sociologa de Marx, en virtud de los

    cuales la historia consiste en una secuencia continua de luchas de clase entre

    opresores y oprimidos. Por consiguiente, la lucha del proletariado no podra

    tampoco escapar a esta ley. Pero si esto es as, el significado ideal del socialismo,

    como lo hicimos notar ms arriba, no sera nada ms all de los intereses

    materiales del proletariado. Sera una mera ideologa. Pero esto no es as. Y porque

    no lo es, este presupuesto histrico no puede servir de fundamento en la bsqueda

    de un nuevo orden mundial. Tenemos que aceptar lo malo en cuanto malo; la

    opresin en cuanto opresin y la opresin de clase en cuanto opresin de clase.

    Estamos obligados a creer ste es el verdadero credo quia absurdum est que

    ninguna renovada lucha de clases (resultante en el establecimiento de una nueva

    opresin) habr de emerger como resultado de esta lucha de clases, la cual dara

    continuidad a la vieja secuencia de luchas sin sentido ni propsito, sino que la

    opresin generar los elementos de su propia destruccin.

    Se trata por lo tanto de una cuestin de creencia as sucede en el caso de cualquier

    pregunta tica respecto a cul ser la eleccin3. En la interpretacin de muchos

    observadores por lo general crticos, pero en este caso superficiales, muchos

    socialistas veteranos y probados son renuentes a unirse a las filas de los

    bolcheviques porque su creencia en el socialismo se ha debilitado seriamente. Debo

    admitir que rechazo esta interpretacin, porque rechazo el punto de vista en virtud

    del cual se requerira de una conviccin ms profunda para escoger el herosmo

    instantneo del bolchevismo que para aceptar la va democrtica, la cual no parece

    3 Para evitar cualquier mal entendido deberamos enfatizar que slo las consideraciones ticas ms

    agudamente tpicas y puras se discuten y comparan aqu. En ambos casos, la frivolidad, la

    irresponsabilidad y el inters individual pueden determinar las elecciones; tal tipo de decisin est

    ms all de nuestra preocupacin. (G.L.)

  • en absoluto heroica, pero que requiere, no obstante, un sentido de responsabilidad

    y compromiso profundos para sostener una batalla a contracorriente que supone

    un largo y martirizante proceso de enseanza y espera.

    Quienes opten por lo primero parecern asegurar a todo costo la pureza de su

    conviccin la cual, en el segundo caso, ha de ser sacrificada. Este autosacrificio

    ayuda a su vez a conservar el significado central de la social democracia, esto es, la

    realizacin de la socialdemocracia en su totalidad y no en fragmentos.

    Permtaseme enfatizarlo nuevamente: el bolchevismo descansa sobre el supuesto

    metafsico de que el mal puede engendrar el bien. O como Razumijin dice en

    Crimen y Castigo de Dostoyevsky, de que sera posible mentir nuestro camino

    hacia la verdad.

    A este autor le resulta imposible compartir esta creencia. Por consiguiente percibe

    la existencia de un problema moral insoluble en la raz del punto de vista

    bolchevique. En el caso de la democracia, slo esfuerzos sobrehumanos, bajo la

    forma del auto sacrificio y la renuncia, se requieren de parte de aquellos que hacen

    su eleccin conscientemente y estn preparados para perseverar en ella con

    honestidad. No obstante, aunque pudiese requerir una fuerza sobrehumana, el

    camino democrtico no nos confronta con una cuestin insoluble, como s sucede

    con el problema moral del bolchevismo.

  • Tctica y tica (1919)

    A la joven generacin del Partido Comunista

    En la accin poltica, la posicin y el significado de la tctica son, en todos los

    partidos y clases, muy dismiles, de acuerdo con la estructura y el papel histrico-

    filosfico de esos partidos y clases: si definimos la tctica como un medio para la

    realizacin de los objetivos escogidos por los grupos actuantes, como un lazo de

    unin entre el fin ltimo y la realidad, entonces se producen diferencias

    fundamentales, segn que el fin se encuentre categorizado como un momento que

    se halla dentro de la realidad social dada o ms all de ella. Esta inmanencia o

    trascendencia del fin ltimo contiene, ante todo, en su interior la siguiente

    diferencia: en el primer caso, el orden legal existente se encuentra dado como un

    principio que determina necesaria y normativamente el marco tctico de la accin;

    por el contrario, en el caso de un objetivo social-trascendente, dicho orden se

    presenta como realidad pura, como poder real, y el hecho de contar con l puede

    tener, a lo sumo, un sentido utilitario. Subrayamos que se trata de un sentido

    utilitario en el mejor de los casos, ya que un objetivo tal como el de, por ejemplo, la

    restauracin legitimista francesa a saber: el reconocimiento, de algn modo

    cualquiera, del orden legal de la revolucin ya se aproximaba a un compromiso.

    Sin embargo, este ejemplo muestra tambin que los diversos objetivos

    trascendentes en el marco de una sociologa totalmente abstracta y desprovista

    de valores cualesquiera han de ser colocados al mismo nivel. Si, pues, el orden

    social establecido como fin ltimo existi ya en el pasado, si se trataba de restaurar

    un estadio de desarrollo ya superado, entonces el desconocimiento del orden legal

    vigente es solo una aparente superacin del marco de los rdenes legales dados,

    entonces un orden legal real se enfrenta con otro orden legal real. La continuidad

    del desarrollo no es rgidamente impugnada; el fin ms extremo consiste, entonces,

    Traduccin del Dr. Miguel Vedda, Ctedra de Literatura Alemana, Facultad de Filosofa y Letras

    UBA.

  • tan solo en anular un estadio intermedio. En cambio, todo objetivo esencialmente

    revolucionario niega la razn de ser moral y la actualidad histrico-filosfica de los

    rdenes legales vigentes y pasados; para dicho objetivo, se convierte en

    exclusivamente tctica la pregunta sobre si habr que tomar en consideracin esos

    rdenes legales, y, en el caso de que la respuesta sea afirmativa, en cul medida

    habr que hacerlo.

    Pero en vista de que la tctica se libera, de esa manera, de las limitaciones

    normativas del orden legal, es preciso encontrar algn parmetro nuevo capaz de

    regular la toma de posicin tctica. Puesto que el concepto de conveniencia es

    ambiguo, es preciso diferenciar, conforme a ello, si dicho concepto comprende un

    objetivo actual, concreto, o un fin ltimo an ms alejado del suelo de la realidad.

    Para aquellas clases y partidos cuyo fin ltimo ya ha sido en realidad

    alcanzado, la tctica se rige, necesariamente, de acuerdo con la factibilidad de los

    objetivos actuales y concretos; para ellos, aquel abismo que separa el objetivo

    actual del fin ltimo, aquellos conflictos que surgen de esa dualidad, simplemente

    no existen. Aqu se manifiesta la tctica bajo la forma de la Realpolitik legal, y no es

    ninguna coincidencia que, en tales casos (excepcionales) en que se presenta un

    conflicto de estas caractersticas, como, por ejemplo, en el contexto de la guerra,

    aquellas clases y partidos persigan la ms trivial y catastrfica Realpolitik; no

    pueden proceder de otro modo, ya que el fin ltimo actual solo admite semejante

    Realpolitik.

    Esta contraposicin es muy apropiada para ilustrar la tctica de las clases y

    de los partidos revolucionarios; para ellos, la tctica no est reglada de acuerdo con

    ventajas momentneas, practicables en el presente; deben incluso rechazar algunas

    ventajas de esta ndole, ya que stas podran poner en peligro lo verdaderamente

    importante, el fin ltimo. Sin embargo, puesto que el fin ltimo no est

    categorizado como utopa, sino como realidad que debe ser alcanzada, la

    postulacin del fin ltimo no puede significar ninguna abstraccin de la realidad,

    ninguna tentativa para imponer sobre la realidad ciertos ideales, sino antes bien el

    conocimiento y la transformacin prctica de aquellas fuerzas que actan dentro de

    la realidad social; de aquellas fuerzas, pues, que conducen hacia la realizacin del

  • fin ltimo. Sin ese conocimiento, la tctica de cualquier clase o partido

    revolucionarios oscila sin orientacin entre una Realpolitik desprovista de ideas y

    una ideologa sin contenido real. Ese conocimiento estuvo ausente en la lucha

    revolucionaria de la clase burguesa. Tambin all existi, por cierto, una ideologa

    orientada hacia un fin ltimo; pero dicha ideologa no pudo insertarse

    orgnicamente en la regulacin de la accin concreta; antes bien, se desarroll en

    gran parte en el sentido de lo actual, cre instituciones que pronto se convirtieron

    en fines en s mismos, por lo cual desdibujaron el propio fin ltimo y se rebajaron

    al nivel de una ideologa pura, pero inefectiva. El singular significado del socialismo

    reside precisamente en haber encontrado una solucin para ese problema. Pues el

    fin ltimo del socialismo es utpico en el mismo sentido en que rebasa los marcos

    econmicos, legales y sociales de la sociedad actual, y solo puede ser realizado a

    travs de la destruccin de esa sociedad; sin embargo, no es utpico en la medida

    en que el camino hacia ese fin ltimo implica una realizacin de ideas que se

    ciernen, vacilantes, ms all de los lmites de la sociedad o por encima de esta. La

    teora marxista de la lucha de clases, que a este respecto sigue escrupulosamente la

    obra conceptual hegeliana, convierte el objeto trascendente en inmanente; la lucha

    de clases del proletariado es el objeto y, al mismo tiempo, su realizacin. Ese

    proceso no es un medio cuyo sentido y valor habra que medir segn el parmetro

    de un fin que lo excede, sino que representa una nueva aclaracin de la sociedad

    utpica, paso a paso, salto a salto, de acuerdo con la lgica de la historia. Esto

    significa una inmersin en la realidad social actual. Este medio no es ajeno al fin

    (como ocurra con la realizacin de la ideologa burguesa), sino una aproximacin

    del fin a la autorrealizacin. Esto significa que entre los medios tcticos y el fin

    ltimo hay transiciones conceptualmente indeterminables; nunca es posible saber

    de antemano qu paso tctico habr de hacer realidad ya el propio fin ltimo.

    Con ello tocamos el parmetro decisivo de la tctica socialista: la filosofa de

    la historia. El hecho de la lucha de clases no es ms que una descripcin sociolgica

    y una elevacin del acontecer a la condicin de una legalidad que tiene lugar en la

    realidad social; la intencin de la lucha de clases del proletariado rebasa, sin

    embargo, ese hecho. Por cierto, dicha intencin es, en esencia, inseparable del

  • hecho, si bien tiene en vista el surgimiento de un orden social distinto de

    cualquiera que haya existido hasta el presente, y en el cual ya no se reconocen

    opresores ni oprimidos; a fin de que cese la era de la dependencia de lo econmico,

    que humilla la dignidad humana, es preciso como dice Marx quebrar el poder

    ciego de las fuerzas econmicas, y colocar en su lugar un poder ms elevado,

    adecuado y correspondiente a la dignidad del ser humano4. La ponderacin y el

    recto reconocimiento de las actuales coyunturas econmicas y sociales, de las

    autnticas relaciones de fuerzas, son, pues, nicamente el presupuesto y no el

    criterio del proceder correcto, de la tctica correcta de acuerdo con los principios

    del socialismo. El verdadero parmetro solo puede ser si el cmo de la accin sirve

    en un caso dado para la realizacin de ese fin, del sentido del movimiento

    socialista; y, por cierto puesto que para ese fin no sirven medios cualitativamente

    diferentes, sino que los medios en s ya significan la aproximacin al fin ltimo,

    han de ser buenos todos los medios por los cuales este proceso en el plano de la

    filosofa de la historia es despertado a la conciencia y a la realidad; por el contrario,

    han de ser malos todos los medios que oscurecen esta conciencia (como, por

    ejemplo, los que ofuscan la conciencia del orden recto y de la continuidad de la

    evolucin histrica, o los intereses materiales momentneos del proletariado. Si

    existe un movimiento histrico para el cual la Realpolitik es funesta y siniestra, ese

    movimiento es el socialismo.

    Esto significa, concretamente, que toda solidaridad con el orden social

    vigente encubre posibilidades de un peligro semejante. Si bien subrayamos en

    vano, con autntica conviccin interior, que toda solidaridad es solo una

    comunidad de intereses momentnea, actual, que no es ms que una alianza

    provisoria para la obtencin de un fin concreto, es sin embargo inevitable el peligro

    de que el sentimiento de solidaridad se afinque en aquella conciencia cuya

    necesariedad obscurece la conciencia universal, el despertar a la autoconciencia de

    la humanidad. La lucha de clases del proletariado no es una mera lucha de clases

    (si se limitara a eso, solo se encontrara realmente regulada por la Realpolitik), sino

    4 Marx, Kapital, III, p. 2355 [El capital. Crtica de la economa poltica. 3 vv. Trad. de Wenceslao

    Roces. 3 ed., 1 reimpr. Mxico: FCE, 2000, III, p. 759]. (n. del trad.).

  • que es un medio para la liberacin de la humanidad, un medio para el verdadero

    comienzo de la historia humana. Todo compromiso oscurece precisamente ese

    aspecto de la lucha, y por eso a pesar de todas sus ventajas eventuales,

    momentneas, pero por sobre todo problemticas resulta funesto, en

    consideracin de ese autntico fin ltimo. Pues en tanto persista el orden social

    vigente, las clases dominantes se encuentran en situacin de compensar abierta o

    encubiertamente la ventaja econmica o poltica obtenida de esa manera; y despus

    de esa compensacin, la lucha solo proseguir bajo circunstancias desfavorables,

    ya que, obviamente, el compromiso debilita el nimo de lucha. Por eso, el

    significado de los desvos tcticos tiene en el socialismo un efecto ms profundo

    que en otros movimientos histricos; el sentido de la historia universal es aqu el

    parmetro tctico; y aquel que, sobre la base de consideraciones de fines, se desva

    del camino del recto proceder prescrito por la filosofa de la historia un camino

    que es estrecho y escarpado, pero que es el nico que conduce a la meta, ha

    asumido ante la historia una responsabilidad por todos sus actos.

    Pareciera como si con ello tambin se hubiera aportado una respuesta al

    problema tico; como si la correcta tctica a seguir ya fuese en s de carcter tico.

    Pero hemos arribado al punto en el que se hacen visibles las facetas peligrosas del

    legado hegeliano presente en el marxismo. El sistema de Hegel no tiene tica

    alguna; en l, la tica es reemplazada por aquel sistema de los bienes materiales,

    intelectuales y sociales en los cuales culmina su filosofa social. Esta forma de la

    tica ha sido asumida, en lo esencial, por el marxismo (as, por ejemplo, en el libro

    de Kautsky5), solo que este estableci otros valores en lugar de los hegelianos, sin

    formular la pregunta sobre si la apetencia de los valores6 socialmente

    5 Lukcs se refiere al libro de Karl Kautsky Ethik und materialistische Geschichtsaufassung [tica y

    concepcin materialista de la historia]. 1 edicin. Stuttgart, 1906 (n. del trad.).

    6 Lukcs se refiere al contenido del nuevo ideal tico descripto por Kautsky, que este intent

    deducir exclusivamente del conocimiento de la base material dada. Kautsky sintetiz en la

    siguiente frmula el cambio de valores conductores: En el socialismo cientfico, el ideal tico de la

    lucha de clases es transformado en un ideal econmico. Cfr. Kautsky, Ethik und materialistische

    Geschichtsaufassung, pp. 69 ss. (n. del trad.).

  • importantes, de los fines socialmente correctos con indiferencia de las fuerzas

    impulsoras internas de la accin es ya en s tica, aun cuando es ostensible que un

    interrogante tico solo puede tener su punto de partida en esos fines socialmente

    correctos. Quien niega el desdoblamiento que aqu se produce de los interrogantes

    ticos, niega tambin su posibilidad tica y entra en contradiccin con los hechos

    anmicos ms primitivos y ms generales: la certeza subjetiva y la conciencia de

    responsabilidad. Todas esas cosas no estudian, en primer lugar, lo que hizo o quiso

    hacer el ser humano (esto se encuentra reglado por las normas de la accin social y

    de la accin poltica), sino que indagan si era objetivamente correcto o incorrecto lo

    que hizo o quiso hacer el ser humano, y por qu lo hizo o lo quiso hacer. Esa

    pregunta por el porqu solo puede surgir a propsito de casos individuales; solo

    tiene sentido con relacin al individuo, en aguda contraposicin con la cuestin

    tctica de la adecuacin objetiva, que solo puede encontrar una solucin unvoca en

    la accin colectiva de grupos humanos. La pregunta que se nos presenta es: cmo

    se comportan la certeza subjetiva y la conciencia de responsabilidad del individuo

    frente al problema de la accin colectiva tcticamente correcta?

    Ante todo, habra que establecer aqu una dependencia mutua, justamente

    porque los dos tipos de accionar puestos en relacin son, en lo esencial,

    independientes entre s. Por un lado, la pregunta sobre si una decisin tctica dada

    es correcta o incorrecta, es independiente de la pregunta sobre si la decisin de

    aquellos que actan con ese nimo ha sido determinada por motivos morales; por

    otro lado, un acto derivado de la fuente tica ms pura puede ser totalmente

    desacertado desde puntos de vista tcticos. Esa independencia mutua, sin embargo,

    es solo aparente. Pues si la accin individual determinada como habremos de ver

    en lo que sigue por motivos puramente ticos ingresa al mbito de la poltica, su

    correccin o incorreccin (histrico-filosfica) objetiva no puede ser indiferente ni

    siquiera en lo tico. Y en virtud de la orientacin histrico-filosfica de la tctica

    socialista, debe producirse en aquella voluntad individual despus de su

    asociacin con otras voluntades una accin colectiva, y la conciencia histrico-

    filosfica reguladora debe expresarse, ante todo porque sin esto sera imposible el

    necesario rechazo de la ventaja presente en funcin del fin ltimo. El problema

  • puede ser formulado ahora de la siguiente forma: qu consideraciones ticas

    producen en el individuo la decisin para que la conciencia histrico-filosfica

    necesaria se convierta en l en la accin poltica correcta es decir, en elemento de

    una voluntad colectiva, se despierte y pueda tambin decidir esa accin?

    Volvemos a subrayarlo: la tica se orienta hacia lo subjetivo, y, como

    necesaria consecuencia de esa actitud, se presenta ante la conciencia y el sentido de

    la responsabilidad el postulado segn el cual debe actuar como si de su accin o de

    su inaccin dependiera el cambio del destino del mundo, cuya realizacin debe

    propiciar u obstaculizar la tctica presente. (Pues en la tica no hay neutralidad ni

    imparcialidad: el que no quiere actuar, debe poder responder tambin ante su

    conciencia por su inaccin.) Todo el que se decide actualmente por el comunismo

    est, pues, comprometido a cargar con la misma responsabilidad individual por

    cada vida humana que muere por su causa en la lucha, que la que le cabra si l

    mismo la hubiera matado. Pero todos los que se adhieren al otro lado la defensa

    del capitalismo deben cargar con la misma responsabilidad individual por la

    destruccin que se produzca en las nuevas guerras imperialistas que seguramente

    habrn de generarse en represalia, como tambin por la opresin futura de

    naciones y clases. ticamente, nadie puede eludir la responsabilidad alegando ser

    meramente un individuo, del cual no depende el destino del mundo. Esto no solo

    no podemos saberlo objetivamente con seguridad puesto que siempre es posible

    que dicho destino dependa precisamente del individuo, sino que incluso la

    esencia ms ntima de la tica, la conciencia y el sentido de la responsabilidad,

    torna imposible un pensamiento semejante; quien no toma una decisin sobre la

    base de estas consideraciones aunque en lo dems se muestre como un ser muy

    evolucionado se encuentra, desde el punto de vista de la tica, al nivel de un

    instinto primitivo, inconsciente.

    Esta determinacin puramente tico-formal de la accin individual no basta,

    sin embargo, para esclarecer la relacin entre tctica y tica. Por el hecho de seguir

    o desdear una tctica cualquiera, el individuo que toma una decisin tica dentro

    de s se desplaza hacia un nivel de accin especial a saber, el de la poltica, y esa

  • particularidad de su accin acarrea, desde el punto de vista de la tica pura, la

    consecuencia de que debe saber cmo acta y bajo qu circunstancias.

    El concepto de saber que se introduce con ello requiere, sin embargo, de

    una explicacin ms detallada. Por un lado, el saber no implica de ninguna

    manera un conocimiento perfecto de la situacin poltica actual y de todas las

    consecuencias posibles; por otro, dicho saber no puede ser considerado como el

    resultado de reflexiones puramente subjetivas, segn las cuales el individuo

    implicado acta segn su mejor saber y conciencia. En el primer caso, toda accin

    humana sera imposible de antemano; en el otro, se encontrara abierto el camino

    hacia la mayor ligereza y frivolidad, y todo parmetro moral se tornara ilusorio.

    Puesto que, sin embargo, la seriedad y el sentido de la responsabilidad del

    individuo configuran un parmetro moral para cada accin de acuerdo con el cual

    el individuo en cuestin habra podido saber la consecuencia de sus actos surge la

    pregunta sobre si l, en la medida en que conoce esa consecuencia, habra podido

    responder por ella ante su conciencia. Esta posibilidad objetiva vara, ciertamente,

    de acuerdo con el individuo, y de caso en caso, pero, en lo esencial, siempre puede

    ser determinada para cada individuo y de caso en caso. Ahora, para cada socialista,

    el contenido de la posibilidad objetiva de que se realice el ideal del socialismo, y el

    hacerse posible de los criterios de posibilidad, estn determinados por la actualidad

    histrico-filosfica de ese ideal. La accin moralmente correcta se encuentra

    estrechamente relacionada, para todo socialista, con el conocimiento correcto de la

    situacin histrico-filosfica dada; y la va para la obtencin de ese conocimiento

    solo ha de alcanzarse cuando cada individuo se empea en hacer consciente para s

    solo esta autoconciencia. El presupuesto primero e ineludible para ello es el

    desarrollo de la conciencia de clase. Para que la accin correcta se convierta en un

    regulativo verdadero y correcto, la conciencia de clase debe elevarse por encima de

    su existencia meramente dada y ajustarse a su misin histrico-universal y a su

    sentido de la responsabilidad. Pues el inters de clase, cuya consecucin es el

    contenido de la accin realizada con conciencia de clase, no coincide ni con la

    totalidad de los intereses personales de los individuos que pertenecen a la clase, ni

    con los intereses actuales, momentneos de la clase como unidad colectiva. Los

  • intereses de clase que hacen realidad el socialismo, y la conciencia de clase que

    concede expresin a dichos intereses, significan una misin histrico-universal; y,

    con ello, la posibilidad objetiva arriba mencionada significa tambin aquella

    pregunta sobre si ya ha llegado el momento histrico que ha de conducir por va

    de salto del estadio de la aproximacin continua al de la autntica realizacin.

    Cada individuo debe saber, sin embargo, que aqu, de acuerdo con la esencia

    de la cosa, solo puede existir una posibilidad. No puede pensarse ninguna ciencia

    humana que con la misma exactitud y seguridad con que la astronoma establece la

    aparicin de un cometa, pueda decir para la sociedad que ha llegado hoy la hora en

    que han de realizarse los principios del socialismo. Tampoco puede darse una

    ciencia que pueda decir que ha de llegar maana, o recin dentro de dos aos. La

    ciencia, el conocimiento, solo puede mostrar posibilidades; y una accin moral,

    cargada de responsabilidad, una verdadera accin humana se encuentra solo en el

    campo de lo posible. Pero para aquel que capta esa posibilidad, no existe, si es un

    socialista, ninguna opcin ni vacilacin.

    Esto, sin embargo, no puede querer decir que la accin as constituida debe

    ser ya en forma necesaria moralmente incorrupta e intachable. Ninguna tica

    puede tener por fin encontrar recetas para la accin correcta, suavizar y negar los

    conflictos insuperables, trgicos del destino humano. Al contrario: el

    autoconocimiento tico seala, precisamente, que hay situaciones situaciones

    trgicas en las cuales es imposible actuar sin cargarse de culpa; al mismo tiempo,

    tambin nos ensea que aun en el caso de que tuviramos que elegir entre dos

    formas de culpabilidad, existira un parmetro para la accin correcta y la

    incorrecta. Ese parmetro es el sacrificio. Y as como el individuo que elige entre

    dos clases de culpa encuentra, al fin, la eleccin correcta cuando sacrifica a su yo

    inferior en el altar de las ideas ms elevadas, as tambin hay cierta fuerza en

    afirmar este sacrificio en funcin de la accin colectiva; aqu, sin embargo, se

    encarna la idea como un mandato de la situacin histrico-mundial, como una

  • misin histrico-filosfica. Ropschin (Boris Savinkov)7, el lder del grupo terrorista

    durante la revolucin rusa de 1904-1906, formul en los siguientes trminos, en

    una de sus novelas8, el problema del terror individual: el asesinato no est

    permitido, es una culpa absoluta e imperdonable; ciertamente, no puede, pero

    debe ser ejecutado. En otro pasaje del mismo libro encuentra, no la

    fundamentacin ya que ella es imposible, pero s la raz moral ltima del

    accionar del terrorista, en que este no solo sacrifica su vida por sus hermanos, sino

    tambin su pureza, su moral, su alma. En otras palabras: solo el crimen realizado

    por el hombre que sabe firmemente y fuera de toda duda que el asesinato no puede

    ser aprobado bajo ninguna circunstancia, puede ser trgicamente de naturaleza

    moral. Para expresar ese pensamiento de la ms honda tragedia humana en las

    inimitablemente bellas palabras de la Judith de Hebbel: Y si Dios hubiera

    colocado el pecado entre m y la misin que me ha sido asignada, quin soy yo

    para poder sustraerme a l?9.

    7 Boris Savinkov (1879-1925). Cfr. especialmente las siguientes obras, importantes para Lukcs:

    Como si no hubiera ocurrido. Novela de la revolucin rusa; Recuerdos de un terrorista (n. del

    trad.).

    8 Se trata del libro Como si no hubiera ocurrido. Savinkov trata, en ese libro, el distanciamiento del

    mundo propio de los revolucionarios rusos. Lukcs ya se haba ocupado del problema de la tica

    revolucionaria a propsito de Savinkov. En una carta del 4/5/1915, escribe a Paul Ernst: Es por eso

    que no he visto en Ropschin considerndolo como documento, no como obra artstica ningn

    sntoma enfermiza, sino una nueva manifestacin del antiguo conflicto entre la tica primera (el

    deber frente a las instituciones sociales) y la segunda (los imperativos del alma). El orden de

    prioridades siempre contiene complicaciones dialcticas cuando el alma no se dirige hacia s misma,

    sino hacia la humanidad, tal como ocurre con el hombre poltico, con el revolucionario. Aqu el alma

    debe ser sacrificada, a fin de salvar el alma. Uno debe transformarse, a partir de una tica mstica,

    en un cruel Realpolitiker, y tiene que violar el mandamiento absoluto no matars, que no es una

    obligacin para con las estructuras (Lukcs, G., Selected Correspondence 1902-1920. Selected,

    edited, translated and annotated by Judith Marcus and Zoltn Tar. New York and Guilford, Surrey:

    Columbia U.P., 1986, p. 248; n. del trad.).

    9 Las palabras de Judith son, en verdad, en la obra de Hebbel: Si T [Dios] colocas un pecado entre

    m y el hecho que debo hacer, quin soy yo para discutir contigo sobre ello, y para escapar de ti!

    (Judith, III) (n. del trad.).