1 YA SE QUIEN -...

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YA SE QUIEN TIENE TU QUESO

Las cosas se pueden

hacer bien ó

como siempre

Por

Dr. Montgomery Lee P.D.F.

Con la colaboración de: Chus Fernández Montolí

Ignacio Fernández Montolí y las ilustraciones de:

José Ángel Pérez Cuenca Martí Mora Juliá

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Antes que nada…

Este libro no pretende ser más que un cuento

sobre cómo el método de trabajo puede influir en

los resultados obtenidos.

El desarrollo de los sistemas de información es

una actividad cada más vez más compleja, en la

que se entremezclan más y más tecnologías, y la

complejidad, tanto del desarrollo como de la

administración y explotación, lejos de

simplificarse, cada día aumentan.

Sin embargo, es una actividad comparable a

cualquier otra en términos de proceso, por lo que

la combinación de la mejora de los procesos de

desarrollo, combinada con la mejora en la

ejecución de los productos, en este caso el propio

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desarrollo de software, puede conducir a grandes

ahorros de costes e incremento de la calidad.

Cada vez aparecen y utilizan nuevas estrategias en

el desarrollo de software, con una fuerte tendencia

a la deslocalización. Este fenómeno parece

imparable por múltiples razones, coste, calidad,

especialización, etc. Sin embargo tiene sus

riesgos y sus ventajas.

Con este libro no pretendemos más que hacer

reflexionar al lector acerca de la manera en que

estas estrategias se pueden utilizar en beneficio

propio, obteniendo los beneficios prometidos y

tratando de minimizar los inconvenientes y los

riesgos que las mismas implican.

Todos los personajes, las situaciones, las empresas

y los productos son ficticios y no representan ni

pretenden representar a ninguna firma conocida.

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Su propósito es puramente ilustrativo y como se

solía decir en los telefilmes americanos, todo

parecido con la realidad es pura coincidencia.

Como verán, nos hemos tomado la licencia de

utilizar alguna iconografía procedente de

películas, telefilmes, situaciones, cantantes,

canciones, libros y/o cuentos famosos, con la

única intención de provocar en el lector alguna

que otra sonrisa; nada más lejos de nuestro ánimo

que querer emular o replicar nada de esas

magníficas obras

Para finalizar este libro, pese a su sugerente

nombre, no pretende ser segundo plato. El título

del mismo no guarda relación alguna con ningún

volumen publicado hasta la fecha, pese a lo que

algunos mal intencionados puedan llegar a pensar.

Tampoco pretende ser un tratado especializado

sobre la fabricación, posesión, tráfico y/o

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manipulación de queso y/o cualquier otro

derivado lácteo.

Si al final conseguimos que su lectura les resulte

algo entretenida, o les agradan un poco los dibujos

que con tanto esfuerzo y cariño hemos incluido,

nos daremos por más que satisfechos.

Si además, de su lectura obtienen alguna

conclusión, enseñanza o idea que les pueda

resultar útil para el objetivo que nos habíamos

propuesto al escribirlo, nos sentiremos más que

afortunados.

Y si encima, lo recomiendan a sus familiares,

amigos y conocidos, o lo proponen como libro de

obligada lectura en escuelas de negocios,

universidades e institutos, o si deciden que puede

ser un acertado regalo de navidad, de cumpleaños

y/o de aniversario, o que se entregue mediante

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cartillas de puntos con algún conocido diario,

aunque sea deportivo…hasta es posible que nos

hagamos ricos.

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Índice YA SE QUIEN TIENE TU QUESO ............................. 1

Antes que nada…............................................................... 2

Índice ................................................................................. 7

Agradecimientos ................................................................ 8

Capítulo I : La reunión de amigos ................................... 11

Capítulo II : Comienza la aventura .................................. 38

Capítulo III : El viaje ....................................................... 70

Capítulo 4: La decisión .................................................... 96

Capítulo V : La Selección .............................................. 109

Capítulo VI : La decisión de Joe Waters ....................... 113

Capítulo VII: La decisión de Wanda ............................. 129

Capítulo VIII : La decisión de Andy Essal .................... 157

Capítulo IX: La decisión de Gus Nathan ....................... 202

Capítulo X: La discusión final ....................................... 248

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Agradecimientos Ante todo quiero dar las gracias a mi buen amigo

William K. Membert. Sin él, el libro que tan

acertadamente han adquirido, difícilmente lo

habría escrito. Le quedo eternamente agradecido

por haber demostrado siempre una fe ciega en mí,

aunque no tan ciega si se tiene en cuenta mi

extenso currículum:

- Catedrático en Tecnología de la Información,

en la Sydney Moodlands University.

- Licenciado en Economía y Letras por la

Abbey Road School.

- Doctor en Economato, con mención

honorífica, en la Y.M.C. EI University.

- Licenciado en Derecho por la Wright

University of Salisbury.

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- Doctor Honoris Causa, cum laude con

mención Causa Desconocida, por la

Universidade da Saudade.

- Master en Dirección de Empresas en la

prestigiosa Escuela Ifoundya, de Livingstone

(supongo).

- Postgrado de Psicología empresarial en

IAESDE.

- Estudios de Pedagogía, Filología, Sociología,

Antropología, Estomatología y

psicomotricidad aplicada, en las más

prestigiosas universidades y escuelas de

negocios del mundo entero.

Solo éste pequeño resumen de mi trayectoria, para

que puedan comprender por qué el ilustre profesor

Membert me brindó su apoyo incondicional.

Entiendo que el hecho de ofrecerle un sustancioso

porcentaje y comunicarle la cifra de ventas mi

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anterior libro “Empleados felices: denles

Perdices”, no tuvo ni ha tenido influencia alguna

en su decisión, soporte, sustento y asiento. Por

todo ello, una vez más, gracias, Bill.

También quiero agradecer desde estas páginas su

participación a mis estimados colaboradores Chus,

José Ángel e Ignacio. Si bien su participación ha

sido totalmente marginal, sin los cafés con pastas

que me han servido, los teléfonos atendidos,

traerme las pantuflas siempre en el momento

preciso, así como otros pequeños servicios

prestados, evidentemente no me hubiera sido

imposible la redacción de esta obra, si bien hay

que reconocer que resultara más incómodo.

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Capítulo I : La reunión de amigos

¿Qué puede haber en el mundo que cause tanto

placer como una cena con unos buenos amigos?

En aquella ocasión, además, se trataba de ocho de

las personas más influyentes de la sociedad. Mis

invitados no eran políticos, obviamente, sino

dueños ó altos directivos de importantes empresas

del país, además de un famoso economista (o sea,

personas de las que manejan realmente los hilos

de la economía mundial).

Quería agasajarlos con una velada inolvidable. No

sería difícil, puesto que mi servicio doméstico

estaba a la altura de una ocasión tan especial, sin

lugar a dudas. La cocinera, la Sra. Page, había

preparado una cena exquisita; Mildred, la

doncella, estaba poniendo la mesa, bajo la

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supervisión de James, mi mayordomo y ayuda de

cámara.

Siempre me habían gustado las mesas bien

vestidas con una elegante vajilla, una fina

cristalería y una cubertería reluciente. Y como no,

el toque final: un centro de flores y, junto a los

cubiertos, las pinzas para caracoles. Nunca

faltaban en mis celebraciones ya que siempre

había admirado aquel ingenioso artilugio. Todavía

no comprendo por qué tuve que obligar a James a

ponerlas siempre en la mesa, bajo una amenaza de

despido.

Al ver el resultado de tan afanosa “mise en scène”

no pude menos que felicitar a Mildred. En

situaciones como esa, siempre venía a mi

memoria una de las frases preferidas de mi padre

y que me repetía constantemente: “Cuando se es

rico y soltero, nunca debe haber un pero y, sin

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dudar, lo mejor es dejarse cuidar”. Sin lugar a

dudas, una sentencia sabia donde las haya y que

yo seguí a rajatabla.

El sonido del timbre, me devolvió a la realidad.

Supuse, sin equivocarme, que era Ulrika Philipiks,

con su acostumbrada puntualidad inglesa. Era la

dueña y la gerente de una importantísima firma de

electrodomésticos. Sus productos se vendían en el

mundo entero. Le sobraba un punto de soberbia,

pero lo compensaba con su gran simpatía y con

su finísimo humor. Inteligente, tenaz, con una

intuición increíble para los negocios, era a la vez

una perfecta conversadora. Resaltaba su figura

con ropa extremada, pero siempre muy elegante;

aquella noche estaba especialmente atractiva.

-Ulrika, no sé cómo consigues estar cada día más

encantadora. Esta noche estás muy hermosa,

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querida – le dije al tiempo que acercaba su mano a

mis labios- ¿Te sirvo una copa?

-Monthy, tu siempre tan galante…- contestó

sonriendo- Tomaré un jerez, gracias.

Estaba preparando las copas cuando apareció

James acompañando a Yamamoto Sanyi. Era un

hombre de una inteligencia excepcional y con un

brillante currículum. Estuve en una de sus

incontables conferencias y me dejó muy

impresionado con sus innovadoras ideas

comerciales. No hace falta decir que su fama lo

precedía (¿quién no había oído hablar de

Yamamoto Sanyi?) ya que había levantado un

imperio en el campo de la comunicación

audiovisual. Y lo dirigía con grandes beneficios:

había amasado una gran fortuna. Era un hombre

conservador, tanto en sus ideas como en su forma

de vestir: sólo salía de casa con un traje gris

marengo, una camisa blanca y una corbata de

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seda. Se permitía ciertas libertades cuando no se

trataba de compromisos de empresa; en tales

ocasiones se ponía una camisa azul.

-¡Yamamoto! –exclamé al verle- ¿como estas? Me

parece que no os conocéis: te presento a Ulrika

Philipiks. Ya ves que además de ser una brillante

mujer de negocios, es una auténtica belleza.

-Es un placer – dijo Yamamoto haciendo una

pequeña reverencia – He oído hablar mucho de

usted; permítame que le diga que nuestro anfitrión

se ha quedado realmente corto con sus halagos.

Ulrika no tuvo tiempo de ruborizarse, ya que el

sonido del timbre anunciaba que había llegado

otro de los invitados. Era Johnny T. Khlatt. Era el

más joven de la reunión, pero no por ello el menos

importante. Había sido un pionero en el campo de

la informática y ahora era número uno en la lista

de las principales fortunas según la revista Furbs.

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Se podía decir que había sido un visionario y que

supo aprovechar el momento. Había sido alumno

mío en la Universidad, lo que me había permitido

seguir de cerca toda su carrera desde el principio.

Desde su primer examen, supe que destacaría, y

no me equivoqué. Aun conservaba un aspecto

infantiloide, con su cara imberbe e inocente; sus

ojos tenían ese brillo de los niños traviesos y

espabilados. Desbordaba simpatía por los cuatro

costados y su extravagante atuendo causaba furor

entre sus fans.

-¡Hola a todos! –dijo cuando entró en la

habitación. Conocía muy bien a Yamamoto y no

era la primera vez que coincidía con Ulrika.

Después de saludarlos, se dirigió al bar y él

mismo se sirvió una copa- ¿Falta alguien más?

-Sí, estarán al llegar. Pienso que no los conocéis,

son directivos de Sistemas de Información de

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grandes corporaciones. ¡Ah! ¿Cómo he podido

olvidarme? También falta Charles Whitelight.

-¡El bueno de Charles! Impuntual como de

costumbre –dijo Johnny- Hace una eternidad que

no lo veo, creo que desde que le dieron el último

premio.

En efecto, Charles Whitelight era considerado un

genio de las finanzas. Había escrito numerosos

libros y creado varias teorías sobre economía

micro-estratégica, estudiadas en las universidades

del mundo entero como si de la mismísima Biblia

se tratara. Nueve de cada diez directivos de

grandes corporaciones del Fortune 500 habían

declarado “haber visto la luz” tras leer algunas de

sus obras. Sobre todo, aquella que trataba sobre la

gestión del cambio en las grandes empresas,

titulada “Quién ha sorbido mis sesos?”, convertida

prácticamente en un clásico sobre el tema.

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Se había ganado a pulso un gran prestigio del todo

merecido, sin ninguna duda. Era un hombre

trabajador, culto, muy despistado, y había

conseguido mucho dinero. No destacaba por su

elegancia, al contrario. Juraría que era daltónico,

ya que nunca había sabido combinar los colores.

Su amigo Johnny, siempre le hacía bromas al

respecto.

Charles no tardó en llegar. Saludó con cariño a los

invitados, a los que conocía desde hacía tiempo.

John nos hizo reír cuando le hizo un comentario

jocoso sobre su indumentaria (del todo

justificado).

Al poco rato llegaron Billy Banks y su novia

Leslie M. Labuff, ambos con su habitual aspecto

impecable y elegante. Hacían una pareja perfecta.

Me acerqué a saludarlos.

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-Leslie, estás tan guapa como siempre. Billy, me

alegro que al final hayas podido venir –les dije, y

dirigiéndome al resto de invitados, continué- Os

presento a dos buenos amigos: Billy Banks,

director de informática del Key Biscaine Bank. Es

un auténtico crack; los headhunters más

importantes lo acosan desde hace años. Vosotros

también os pelearíais por tenerlo en vuestras

empresas.

-Monthy, por favor, me harás sonrojar…. Por

Dios, no seas exagerado! ¿Qué van a pensar tus

invitados? –repuso-

-No te preocupes; de hecho ellos también son

unos “cerebritos” como vosotros dos. Porque si tú

eres un fenómeno, todavía no les he hablado de tu

novia. Leslie, además de un encanto, es la

Directora de Sistemas de la Nantuckett Water &

Sewering Services Company. Sin intención de

ruborizarla os diré que si no fuera por ella, la

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Nantuckett Water hubiera hecho aguas… –y me

reí de mi propio chiste.

Leslie, también riendo, iba a decir algo, cuando

llegaron los dos últimos invitados.

-Bueno, ahora sí que estamos todos! –exclamé-

Que tal, Joe? Jeff, tienes un aspecto fantástico.

Permitidme que os presente. Amigos, éste es

Jefferson V. Oltrane, el director de Sistemas de

Información de la Ohio & Illinois Electric

Corporation. Es el autor de aquel increíble artículo

que os envié por e-mail hace poco, ¿recordáis? Es

uno de los mayores conocedores del

funcionamiento de las empresas de electricidad

del mundo.

-Gracias Monthy, tu vehemencia me halaga… -

contestó Jeff mientras se dirigía a besar la mano

de Ulrika y de Leslie, y dijo – Srta. Philipiks,

encantado de conocerla. Leslie, cómo estás? Tenía

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muchas ganas de veros a los dos. Billy...

Caballeros… Es un auténtico placer.

Con una sonrisa dije:

-Como podéis ver, Jeff es todo un ejemplo de

cortesía. Solo falta que os presente a Joel M.

Voight, el responsable de Sistemas de la Natural

Gas of Kentucky. Gracias a él, a sus

innumerables recursos y a su preparación, la

Natural pasó de ser una compañía obsoleta a ser

una de las empresas punteras en el sector. La

informática no tiene secretos para Joel!

-Ya conocéis a Monthy – protestó Joel- siempre

tan halagador. En fin: buenas noches a todos y

disculpad el retraso. James me ha dicho que

hemos llegado los últimos.

-Cuando no llegas el último Jeff? –preguntó Billy

con sorna-.

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Estuvimos unos minutos bromeando sobre la

puntualidad, hasta que James nos interrumpió para

anunciar que la cena estaba servida. Pasamos al

comedor donde comprobé, con aprobación, que la

mesa estaba espléndida y las pinzas para

caracoles, relucientes. Aquella noche la Sra. Page

se había superado a sí misma: todo estaba

exquisito y yo había acertado plenamente con la

elección de los vinos. Mi bodega estaba siempre

surtida con los mejores caldos.

Tal como había supuesto, el ambiente estaba muy

relajado. Charles y Joel nos hicieron llorar de risa

cuando nos explicaron mil y una anécdotas de su

época de universitarios.

Al acabar el postre (Mil hojas de crema al aroma

de endrinas entre tres chocolates, una auténtica

delicia para el paladar), pasamos al salón a tomar

café.

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Fue allí donde la conversación dio un giro y versó

sobre temas de economía, como era de esperar,

siendo quienes eran mis invitados. La bolsa había

tenido una semana especialmente difícil y

Yamamoto estaba preocupado por sus acciones.

Estuvo preguntando a Charles acerca de cómo

evitar una OPA hostil.

Me desconecté unos segundos, pensando cómo

podía introducir en la conversación algo que me

interesaba enormemente. Por aquel entonces

andaba yo muy preocupado por la investigación

que estaba llevando a cabo para mi nuevo libro.

Se trataba de la externalización de servicios,

(especialmente en el campo de la informática) y

de las diferentes estrategias que se podían aplicar.

Tengo que confesar que si había reunido a

aquellos amigos alrededor de mi mesa, no había

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sido sólo para pasar un rato agradable y disfrutar

de una opípara cena. Puede que parezca interesado

(a veces la necesidad obliga), pero la verdad era

que tenía la intención de conducir la discusión

hacia el tema objeto de mi preocupación; así

obtendría las opiniones, ideas y experiencias de

personas expertas, tanto en gestión de empresas,

como del asunto en cuestión. Sería una

información básica y primordial que, sin lugar a

dudas, podría utilizar como material de primera

calidad para mi libro.

Cuando la cuestión de las OPAS y los índices

bursátiles no dieron más de sí, aproveché para

lanzar al aire mi ansiada pregunta:

-Por cierto, que opináis del Outsourcing y de las

otras estrategias de externalización de servicios,

en especial en el área de las Tecnologías de la

Información?

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-Bobadas!! Nada más que bobadas! –dijo

inmediatamente Ulrika- Nada mejor para

fomentar el espionaje industrial… Jamás

permitiría a nadie meter sus sucias narices en mi

empresa. Además el coste es mucho más elevado.

-Srta. Philipiks, permítame que discrepe –contestó

Billy Banks- personalmente, pienso que la mejor

forma de reducir costes en cualquier negocio, es

justamente fomentar la contratación externa de

recursos. Hace algún tiempo, en el banco utilicé el

body shopping. Piénselo, Ulrika: sin necesidad de

aumentar la plantilla, puede resolver problemas

puntuales o realizar algunos trabajos continuados

de poco valor añadido. Sin tener que preocuparse

de la selección de personal, de hacer contratos, dar

de alta en la administración, etc. Por no mencionar

los conflictos que te ahorras. Nada de comités de

empresa!

-¿Pero cómo puede usted pensar tal cosa? –

preguntó Yamamoto que siempre se había

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enorgullecido de ser un empresario modelo- y los

trabajadores? Seguro que habrá alguno para hacer

esos trabajos puntuales. Si no lo hacen ellos,

sobran, ¿no cree? ...entonces... ¿los despedimos…

sin más?

-No hay que tener una visión tan paternalista de

las empresas- intervino Leslie M. Labuff – la

externalización de servicios es el futuro. ¿Cómo

creéis que puse a flote la Nantuckett Water? Tenía

que informatizar rápidamente varios

departamentos cuyos sistemas habían quedado

totalmente obsoletos. Contraté varios proyectos

“llaves en mano” y solucioné el problema en poco

tiempo. Si hubiera tenido que reciclar a mis

empleados… Buff… ¡No quiero ni pensarlo! ¡La

de tiempo que me hubiera llevado! En cambio,

varias empresas especializadas en los diferentes

ámbitos ejecutaron los proyectos. Se encargaron

de todo y con un tiempo mínimo de implantación.

Solo puedo decir que la relación calidad-precio ha

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sido altamente positiva. ¡Ah! y ningún conflicto

con los trabajadores. Simplemente, mientras que

estas empresas desarrollaban los nuevos sistemas,

tuvieron que dedicarse a recibir la formación

necesaria para aprender a mantener los nuevos

sistemas y punto. No tuve que ampliar la plantilla

ni despedir a nadie. ¿Lo ve, Yamamoto? Nadie

perdió, al contrario…

-Diga lo que quiera, señorita. No me convence en

absoluto… Deshumanizar las empresas, eso es lo

que consigue! –contestó Yamamoto, empezándose

a alterar.

Johnny y Charles, al ver que su amigo se tomaba

el asunto tan a la tremenda, se pusieron a reír, lo

que hizo que Yamamoto se pusiera más amarillo

de lo que ya era.

-¡Pues solo faltaba eso! Miren, miren como se ríen

los jóvenes! ¡Muy bonito, si señor! –dijo

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enfadado- ¿y que es lo que proponen ustedes si se

puede saber?

-No lo sé, Yamamoto, pero no te lo tomes así,

hombre –contestó divertido Johnny- Francamente,

y ahora en serio, la definición que yo encontré una

vez en Internet del outsourcing, dice que consiste

en pagar a alguien por hacer algo que, de otro

modo, deberías hacerlo con recursos de tu propia

compañía; esto no implica, en sí mismo, que lo

vayan a hacer mejor, ni más rápido, ni de mejor

calidad. Obviamente, como no creo que estas

empresas se comporten como una ONG, mi

opinión es que es una tontería pagar más para que

alguien haga lo que yo y mi gente, por supuesto,

haríamos mucho mejor…

-Nunca hubiera dicho que fuese usted tan

conservador. Me sorprende, de verdad. Su

apariencia de moderno extravagante debe ser un

disfraz, me equivoco? – dijo Jeff -.

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-Su sarcasmo está completamente fuera de lugar.

No hace falta ofender a nadie. ¿Acaso es usted tan

moderno que también aplica estos burdos

métodos? –dijo Charles con tono burlón y

saliendo en defensa de su amigo-

-Pues mire usted Sr. Whitelight, sí, los aplico –

repuso Jeff V. Oltrane, con excitación y muy

tenso- Y si considera que el outsourcing es una

burda estrategia, mucho me temo que acaba de

destruir toda la admiración que sentía por usted.

Mi experiencia con la externalización siempre ha

sido muy satisfactoria. En concreto, utilicé el

outsourcing de la explotación de sistemas.

Imagínese que su empresa se acaba de fusionar

con otra. Imagine que en un plazo imposible debe

asumir la explotación de los sistemas de ambas

compañías. Imagine que no dispone de los

recursos suficientes, ni tiempo material para

contratarlos y mucho menos para formarlos en la

administración de los sistemas de la empresa

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absorbida. Imagínese que no puede permitirse el

lujo de dejar a oscuras más de dos millones de

personas. Imagínese, que además de ése, tiene

otros muchos problemas inmensamente más

complicados referentes a los nuevos sistemas y su

asimilación por la empresa absorbida, y que

requieren una dedicación especial. Si ha sido

capaz de imaginar tantas cosas, hecho que a estas

alturas dudo seriamente, supongo que no le

costará deducir la gran ventaja que supone poder

decir “necesito que alguien me administre y

explote los sistemas adecuadamente en un tiempo

record”. ¿Cómo le parece que se sentirá al poder

dedicar su tiempo a lo que realmente es

importante? Simplemente se ha sacado un

problema de encima. Dígame: ¿no pagaría lo que

fuera por esto?

Charles estaba muy ofendido por el discurso de

Jeff y contestó:

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-Lamento mucho tener que decir que NO.

Demasiados riesgos. Quizá debería usted repasar

algunos de mis libros sobre la reducción de costes

y la optimización del tiempo de trabajo. Mucho

me temo “querido” Jeff, que tiene usted un serio

problemilla para distribuir su valioso tiempo.

-Le ruego que no utilice ese tono condescendiente

conmigo – repuso Jeff, alzando un poco la voz.

Joel quiso calmar un poco los ánimos. No paraba

de mirarme, ya que se suponía que yo como

anfitrión, era quien tenía que apaciguar el

ambiente tan tenso que se había creado. Yo no

tenía intención de intervenir, puesto que el debate

era de lo más interesante y observaba todo desde

la barrera (la mar de divertido y tomando nota

mentalmente de todo). Entonces dijo:

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-Vamos a ver, por favor, no entréis en el terreno

de lo personal, os lo ruego, no vale la pena.

También os diré que mi experiencia con la

externalización de servicios, ha sido muy

favorable. En Natural Gas of Kentucky las hemos

utilizado todas con un resultado casi siempre

positivo. Como supongo que todos sabéis, desde

hace tiempo, mi empresa constantemente invierte

para mejorar y modernizar nuestras instalaciones.

Pues bien, cuando el trabajo ha sido excesivo,

hemos preferido que alguien externo a nosotros

nos hiciera los proyectos y los presentara listos

para instalar. No hace ni medio año que tomé una

decisión bastante arriesgada, pero de la que no me

arrepiento. Conjuntamente con la Dirección

Financiera llegamos a la conclusión que el

business process outsourcing era la mejor opción

para la gestión contable. Nos hemos librado de

esos sistemas “legacy” que tanto esfuerzo de

mantenimiento nos generaban, a la vez que toda la

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actividad del departamento contable se lleva

externamente, dedicando nuestros recursos

realmente a gestionar de forma más eficaz las

finanzas de la compañía, en lugar de dedicarse a

absurdos y tediosos procesos administrativos.

-A eso le llamo yo no dar ni golpe. ¿Cuanto

cobras por no trabajar, Joel?- preguntó Ulrika con

muy mala intención, dejándonos a todos con la

boca abierta.

-Pero..¿cómo te atreves? – repuso Billy

inmediatamente- como puedes ser tan maleducada

y tan obtusa?

-¿He oído bien? ¿Tú llamas obtusa a la Srta.

Philipiks? ¡Si te da cien mil vueltas! –Johnny no

pudo aguantarse. No permitiría que nadie insultara

a su querida Ulrika- Ella ha creado una de las

mayores empresas del mundo. ¿Y tú?...pagas para

que alguien haga tu trabajo. Creo que según el

diccionario ilustrado de la lengua, eso sólo tiene

un nombre: vagancia.

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Entonces fue Leslie la que no pudo morderse la

lengua:

-No puedo decir que me sorprendas, Johnny; hace

un rato ya has quedado retratado. Pensaba que

eras más inteligente, pero te sigues mostrando

corto de miras. Veo que tienes que recurrir al

insulto cuando ya no sabes cómo rebatir los

argumentos. Patético, muy patético.

-Pues usted no se queda corta con sus ironías!

¿Eso no es insultar? – dijo Yamamoto casi

gritando.

Pronto, lo que había comenzado como una

conversación civilizada, se convirtió en un griterío

donde todos hablaban al mismo tiempo y nadie se

escuchaba. Tras los primeros insultos, se crearon

dos bandos que se dedicaban a defenderse

ofendiendo al contrario.

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Yo me había mantenido al margen hasta el

momento con el único propósito de que la

conversación fluyera libremente, pero si no

tomaba cartas en el asunto inmediatamente,

tendría una trifulca en mi salón al estilo del viejo

oeste. Y no porque la pelea no fuera

intelectualmente estimulante, sino porque de

ningún modo podía permitir que mi precioso

jarrón chino de la dinastía Tiling corriera el menor

peligro.

Tuve que gritar mucho para que todos me oyeran:

-¡¡¡Basta ya, amigos y amigas!!! ¿Queréis hacer el

favor de callaros todos y todas? ¡Os ruego que

dejéis de comportaos así! A ver si nos

tranquilizamos todos un poco. No hace falta hacer

alusiones personales, ni mucho menos llegar al

extremo de casi llegar a las manos, ¿no estáis de

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acuerdo? ¡Parezco un profesor en una clase de

párvulos!

Mi intervención causó un silencio sepulcral.

Johnny y Charles se miraron y, al darse cuenta de

lo ridículo de la situación, empezaron a reír. Por

suerte, eso relajó tanto el ambiente, que poco a

poco todos se fueron contagiando y acabamos

todos a carcajada limpia. Mi jarrón chino estaba a

salvo. Fue entonces cuando se me ocurrió la

solución.

-Tengo una idea! – dije- si me lo permitís, os

explicaré una historia que nos podría aclarar las

ideas. Cuando termine, estoy convencido que

podremos hablar con calma, ya lo veréis.

Todos asintieron, les encantaba oír mis historias.

Y empecé el relato...

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Capítulo II : Comienza la aventura

Hace algunos años, en un país tan pequeño que no

sale en los mapas, los habitantes de un pequeño

pueblo, Smiceville, estaban realmente

desconcertados. Alguien había difundido un burdo

rumor que había provocado más de una carcajada:

Al parecer, se había descubierto un laberinto que

escondía un gran tesoro. El tesoro en cuestión no

era ni más ni menos que una gran cueva, repleta a

rebosar de queso. Sí.., !!queso!!.. de todas las

variedades y en cantidades inimaginables.

La estupefacción de la gente de Smiceville no se

debía a que dieran crédito a tan increíble historia.

Al contrario, la consideraban totalmente absurda y

absolutamente inverosímil. Lo que les

desconcertaba era el hecho que existieran

personas lo suficientemente ilusas para creérsela.

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De Wanda Doolittle podría decirse que pertenecía

a este grupo, pero a la vez formaba parte del tipo

de personas que, sin dudarlo, serían también

calificadas de intrépidos aventureros.

Era una mujer hermosa y muy atractiva, y le

gustaba demostrarlo. Su impecable look parecía

estudiado al milímetro para demostrar que tenía

dinero. Ella misma reconocía abiertamente que su

principal virtud no era la sencillez. Le encantaba

vestirse en las firmas de los más conocidos y

caros diseñadores, lucir las más deslumbrantes

joyas, y, por encima de todo, le gustaba el dinero.

Esta desbordante pasión por el vil metal, era fruto

de una infancia llena de necesidades y penurias

económicas.

Wanda había crecido en el seno de una familia

humilde. ¡Cuántos días no tuvo ni un mendrugo

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de pan que llevarse a la boca! Tantas estrecheces

la hicieron madurar precozmente, y pronto

empezó a trabajar para poder pagarse la escuela

nocturna. Envidiaba a sus compañeras y amigas

porque vestían a la última moda. Nunca pudo

competir con ellas: en su armario sólo colgaban

trajes viejos, retocados y recosidos, casi

convertidos en harapos… Pero se tragó su orgullo

e hizo caso omiso de los frecuentes comentarios

burlones acerca de su atuendo; consiguió acabar

sus estudios y, con su ambición y voluntad,

ayudó a su familia a salir adelante.

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Wanda

Doolittle

Sus padres jamás olvidarían aquel atardecer, en el

valle de Windgoone, tras el picnic del domingo.

Una Wanda, todavía adolescente, con los últimos

rayos del sol iluminando su cabello ondeando al

viento y gritando hacia un cielo enrojecido por

una espléndida puesta de sol entre nubes: “¡A

Dios pongo por testigo que muy pronto solo

vestiré trajes de Paul Cardain!”.

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Desde aquel día, la familia Doolittle empezó a

prosperar, gracias a la tenacidad y al sacrificio de

Wanda.

Cuando obtuvo la licenciatura en Dirección de

Empresas, las ofertas de trabajo le empezaron a

llover. Su ego se iba engrandeciendo (igual que su

cuenta corriente) cada vez que le ofrecían un

nuevo empleo, subía un peldaño tras otro en la

jerarquía empresarial o su salario se incrementaba

sustancialmente. Cuanto más triunfaba, mayor se

hacía su obsesión por la ostentación.

Esta ansia por la riqueza, por conseguir cada vez

más dinero, se convirtió en un sentimiento casi

obsesivo. Probablemente, eso fue lo que le hizo

creer a pies puntillas la insólita historia que le

contara aquel día un hombrecillo moribundo.

43

Wanda había ido a descansar a un hotelito (como

ella denominaba a los hoteles de cinco estrellas),

situado en la tranquila villa de Smiceville. Una

tarde, salió a pasear por la montaña y cuando

regresaba, le pareció oír unos extraños gemidos.

Se acercó y vio a un hombre, mejor dicho, a un

enanito, que deliraba al borde del camino. Parecía

muy enfermo y agotado. Le dio a beber agua e

intentó que comiera algo de las provisiones que

llevaba encima. Pero, por más que intentó

ayudarle, no hubo nada que hacer.

Antes de morir, agradecido por su ayuda, le dio un

mapa y le dijo con la voz entrecortada:

-Esto… tu fortuna…. mapa… ratones también…

queso… queso… síguelo… muy

rica…peligro…muerte…- ya no pudo seguir.

Desfallecido, murió en los brazos de la mujer.

44

La Srta. Doolittle, consternada, enterró el pequeño

cuerpo y clavó una cruz sobre la tumba. Mientras

continuaba su camino, no podía dejar de pensar en

lo que le acababa de pasar. Por un lado, estaba

bajo el shock emocional de ver morir a una

persona, y por otro, tenía en sus manos el mapa de

un tesoro; cuando lo observó con atención, se dio

cuenta que no podía ser otro que el tesoro del

laberinto… Pero entonces… ¡era cierto! En el

mundillo de los directivos y altos cargos, se

acostumbraba a contar un cuento acerca de un

tesoro lácteo escondido en un laberinto, (con una

moraleja, un tanto ñoña, que encantaba a todos los

directivos). Cuando llegó a los oídos de Wanda,

supuso que algún Director General (abuelete con

barba blanca que explicaba cuentos a sus nietos)

lo había creado. Y ahora, ¡¡resultaba que era

cierto!!; ella tenía la prueba en sus manos: ¡un

mapa que le conduciría al laberinto!

45

Llegó al pueblo bastante agitada, cosa normal

dadas las circunstancias; no era fácil olvidar que

alguien había muerto en sus manos. Además, aún

no había asimilado toda aquella información;

necesitaba relajarse un poco.

Fue directamente a la taberna a tomar una copa.

Pero de lo nerviosa que estaba, no pudo reprimirse

y explicó (precipitadamente y a voz en grito)

cuanto le había sucedido. ¡¡¡Craso error!!! Las

carcajadas de la gente resonaron por la taberna y

se extendieron como un reguero de pólvora por

toda la localidad. ¡¡¡Estaba como una cabra!!!

¡¡¡Un laberinto con queso!!! ¡¡¡ Otra incauta

más!!! .

Wanda quedó perpleja, enmudecida y a la vez

enfurecida ante tamaña reacción.

46

Sin embargo, no todos se rieron de ella. Tres

hombres se le acercaron para preguntarle sobre lo

ocurrido. Ellos también conocían la historia y no

les parecía tan absurda. La tranquilizaron, le

trajeron un bourbon doble, y la invitaron a

sentarse con ellos. La Srta. Doolittle aceptó

encantada. Por un lado, era preciso calmarse, y

por otro, era consciente que ella sola nunca daría

con el laberinto. Quizás era una buena

oportunidad de conocer a quien pudiera

acompañarla, y debía aprovecharla.

Por si acaso, no les dejaría ver el mapa hasta estar

segura que eran de fiar. Mientras tomaban su

whiskey, los fue observando uno a uno,

escuchando atentamente todo lo que decían, para

analizarlos y poder hacerse una idea de cómo eran

aquellos desconocidos.

47

Aunque la Srta. Doolittle lo ignorara, los cuatro

tenían una cosa en común. Eran obsesivamente

ambiciosos, adoraban el dinero por encima de

todo y su máxima pretensión era hacerse

inmensamente ricos.

De la misma forma, también eran muy diferentes

entre sí.

Gus Nathan, el mayor de ellos, inspiraba

confianza por los cuatro costados. Toda su vida la

había dedicado a estudiar y a trabajar. Su idea del

trabajo no era demasiado convencional, pues parte

de su tiempo lo dedicaba a sus expediciones. Era

un empresario que se ganaba muy bien la vida, lo

que le permitía organizar su tiempo como

quisiera. Le gustaba el riesgo, a todos los niveles,

tanto en el ocio como en el negocio. Desde

pequeño había tenido un espíritu muy aventurero

48

que, ya de mayor, le había reportado pingües

beneficios.

No pasó una infancia terrible como la de Wanda,

más bien al contrario. Su familia jamás tuvo

problemas económicos. Fue un niño muy querido,

inteligente y sin problemas en los estudios. Pudo

estudiar cuanto quiso y no empezó a trabajar hasta

que no acabó la quinta carrera universitaria.

“Tener unos padres ricos es el mejor chollo que

puede tener un chico, para que nos vamos a

engañar”, comentaba a veces a sus amigos.

49

Gus

Nathan

Se forjó un futuro prometedor y se convirtió en un

hombre culto, sereno, noble y honrado; en una

palabra, entrañable. Tenía amigos por todas

50

partes, ya que con su simpatía y su “savoir faire”

no le costaba trabar nuevas amistades. Era una

persona en la que se podía confiar. Tanta gente le

explicaba sus problemas en busca de consejo, que,

en broma, decía que era como un cura tomando

confesiones. Tenía fama bien merecida de persona

respetable, y, además, ahora estaba en esa época

de madurez que hace tan atractivos a algunos

hombres. Sin olvidar que unos cuantos fracasos

empresariales, que habían puesto en serio peligro

su fortuna, lo habían convertido en una persona

capaz de calibrar bien los riesgos y tomar las

decisiones adecuadas en las circunstancias más

difíciles. De los fracasos se aprende casi más que

de los éxitos, solía decir a sus empleados.

Gus Nathan se podía permitir el lujo de no

trabajar durante meses. Por eso, al ver aquella

mujer tan alterada explicando la leyenda del

laberinto, le hizo despertar una vez más su instinto

51

aventurero. Estaba convencido que el tesoro del

queso podría existir de verdad y que, si lo

conseguía, podría dedicarse a hacer lo que le

viniera en gana, ya fuera continuar viajando sin

preocuparse nunca más por el dinero, emprender

una nueva aventura empresarial o cualquier otra

cosa que ya decidiría en su momento.

Joe Waters no se parecía en nada a Gus: joven,

ambicioso y con una prisa exagerada y excesiva

por triunfar. Nunca acabó la carrera, pero no le

preocupaba en absoluto. Ya en el colegio empezó

a tener un olfato especial para los negocios. A los

cinco años montó una pequeña empresa de

catering, que explotaba a la hora del recreo. A los

siete años, todos los niños acudían a él en busca

de aquel cromo que nunca salía y no te permitía

acabar la colección. A los nueve, creó un

simulacro de video club, alquilando a precios

bajos todas las películas infantiles del mercado;

52

tuvo mucho éxito, justo es reconocerlo. Y cuando

creció un poco más, ya en el High School, explotó

la compra venta de juegos de videoconsola, lo que

le reportó un dinero considerable.

Joe

Waters

Con tanta actividad empresarial, no tenía ni

tiempo ni ganas de estudiar. Sin delatar a nadie:

pudo graduarse gracias a una pantalla de plasma

53

que alguien disfrutó de lo lindo. Siempre fue un

trepa.

Pero Joe era feliz. Su experiencia hasta el

momento le demostraba que no le hacía ninguna

falta tener un diploma para ganar dinero. No le

importaba remangarse y estar horas trabajando

siempre y cuando obtuviera notables beneficios. Y

ganó mucho dinero, pero siempre quería más. No

tenía suficiente. Necesitaba ser rico a toda costa.

Así como Gus y Wanda habían sabido disfrutar de

sus ganancias, con viajes, ropa bonita, una casa de

revista de decoración, joyas, etc., Joe Waters era

un tacaño integral. A pesar de que su cuenta

corriente estaba repleta, vivía en un pequeño

apartamento de una sola habitación, no usaba la

calefacción para no gastar y tenía una televisión

en blanco y negro que había heredado de su

abuelo. Por supuesto, su aspecto reflejaba a la

54

perfección su forma de ser: hacía mucho tiempo

que no cambiaba su vestuario. No hace falta decir

que Joe no era un ejemplo viviente de

generosidad.

Sus ojos empezaron a hacer chiribitas cuando oyó

a Wanda en la taberna. Tuvo uno de sus

presentimientos: el tesoro existía, sin ninguna

duda, y estaba dispuesto a hacer lo que fuera por

conseguir un pellizco.

El último del grupo era Andy Essal, personaje

curioso donde los haya. Era tan nervioso, que sus

neuronas andaban las pobres echando chispas, y

sus manos gesticulaban sin cesar. Fuentes

cercanas a su familia aseguraban que, de niño, un

relámpago cayó muy cerca de su casa y él recibió

una fuerte descarga eléctrica. Su madre lo negaba

con esa rotundidad y contundencia que sólo otra

madre podría comprender. ¿Quién era nadie para

55

criticar a Andy? ¡Envidia! Eso era lo que tenían:

!envidia! Si su hijo tenía siempre el pelo de punta

como un erizo, se debía al tipo de cabello, ¡nada

más!

Sin embargo, la Sra. Essal, que era muy creyente,

en sus charlas con su confesor, le decía a veces

que tenía dudas acerca de la veracidad del

incidente. Porque el niño era hiperactivo. Muy

hiperactivo. Tanto, que sacaba de quicio al más

pintado, y ella se sentía culpable, especialmente

cuando ya no sabía qué hacer con él.

56

Andy

Essal

Cuando llegó la edad de ir al colegio, todo el

mundo, en especial sus padres, estaban seguros

que no podría seguir una escolaridad como los

57

demás. ¿Cómo iba a estudiar si era incapaz de

estar sentado más de un minuto?.

Curiosamente, todos se equivocaron y Andy

resultó ser un fantástico estudiante, con unas notas

muy brillantes. Con el tiempo, se fue calmando y

aquel inquieto niño se convirtió en un tranquilo

joven. Sus padres lloraron de emoción cuando se

licenció en económicas y encontró su primer

empleo. Cuando empezó a trabajar, se dio cuenta

de dos cosas. La primera: no le gustaba para nada

el trabajo de machaca. Y la segunda: no soportaba

que nadie le diera órdenes. Llevaba muy mal esto

de tener superiores. Por suerte, y gracias a su

licenciatura, no era un vulgar empleado; era el

jefe de departamento de contabilidad de una

importante empresa.

Quería mandar y además se jactaba de tener

grandes dotes de mando, de ser un líder nato. Pero

sólo hacía falta preguntar a sus subordinados, para

58

convencerse de que era todo lo contrario. Su gran

sueño: tener su propia empresa, una gran empresa

en la que él mandaría sobre todos y sobre todo.

El día que oyó la extraña historia de Wanda, en

seguida pensó que era la oportunidad de su vida;

si se hacían con el tesoro, por fin podría realizar

su sueño. Se acabó el recibir órdenes de nadie; a

partir de entonces, él mandaría y los demás harían

el trabajo!.

Después de una primera toma de contacto y un par

de bourbons más, Wanda se convenció que podía

confiar en ellos.

Fue sólo entonces cuando les explicó toda la

historia, con pelos y señales. Incluso ella la

encontraba tan inverosímil que no se había

atrevido a explicarla ante toda la concurrencia.

59

Haciendo gala de su gran capacidad de

comunicadora, utilizó su lenguaje culto y

rimbombante para convencerlos de que la historia

era cierta. Wanda Doolittle prosiguió con su

relato.

Justo antes de que el hombrecillo le entregara el

mapa, el hombrecillo musitó cosas muy extrañas:

un compañero desaparecido, unos ratones

parlantes y más inteligentes que ellos, paredes

llenas de consignas extrañas, y trampas, muchas

trampas mortales. Le explicó que no debía

desfallecer ni desanimarse, pues una vez en el

laberinto (que seguro que encontraría con el mapa

que le daba), sólo tenía que seguir su intuición

para dar con el queso.

La representación debía ser excelente, pues los

tres hombres la escuchaban con los ojos fuera de

las órbitas. Estaba segura que la habían creído, lo

60

que le permitió suspirar de tranquilidad. Y, como

quien no quiere la cosa, los cuatro empezaron a

lanzar ideas, improvisando un brainstorming,

sobre cómo conseguir la tan ansiada fortuna.

Todos ellos tenían el tiempo, las ganas y el dinero

suficiente para embarcarse en una aventura

semejante. Por eso no les costó demasiado

ponerse de acuerdo. Organizarían una expedición,

encontrarían el laberinto y darían con el gran

depósito de queso.

Para almacenarlo, construirían cámaras

frigoríficas antes de extraerlo, y, luego, a

comercializarlo por todo el mundo. Era un

negocio redondo, como el queso de bola.

Fue una larga y fructífera reunión. Hablaron

durante horas de cómo se iban a organizar. Para

empezar, hicieron una lista de lo que se

necesitaba, no repararían en gastos.

61

Decidieron que Gus y Wanda se encargarían de

conseguir el transporte y de la intendencia. Joe y

Andy, mientras tanto, irían a la población vecina

de Sciencetown en busca de los aparatos

imprescindibles.

Estaban ya a punto de levantarse, cuando se les

acercó el tabernero y les dijo con sorna:

-¿Desean los señores que les sirva alguna cosa

más? ¿Una tapita de queso? Huy.., ¡perdón!.. ¡Que

he dicho! …disculpen mi error, ¡a ustedes pronto

les saldrá el queso por las orejas!

El jocoso comentario burlón provocó de nuevo un

aluvión de carcajadas entre todos los clientes,

algunos de los cuales se revolcaban por el suelo,

no se sabe si de la risa o del exceso de alcohol.

62

Ellos ni se molestaron en contestar. Si nadie les

creía, mejor para ellos. No querían provocar un

alud de curiosos siguiendo su rastro para robarles

el tesoro. Por tanto, hicieron caso omiso a las

mofas que les llovieron y se fueron a descansar,

saliendo con el orgullo digno de un gentleman.

Por la mañana, y ante las incrédulas miradas y las

befas de los habitantes de Smiceville, comenzaron

los frenéticos preparativos de la expedición.

Debían darse prisa si no querían enfrentarse al

duro invierno de la región.

Wanda y Gus, después de desayunar juntos, se

pusieron manos a la obra. Simpatizaron mucho y

no dejaron de charlar toda la mañana. Se

dirigieron a un conocido concesionario de coches;

como no sabían en qué estado encontrarían los

caminos, optaron por la opción más segura:

vehículos todo-terreno. El vendedor, al que ya le

habían hablado de ellos, pensó en enchufarles lo

63

más caro de la tienda. Les cantó las maravillas del

último modelo de la marca Notcheep.

-Mírenlo, el modelo KN 200 STDI, seguro que no

han visto nunca nada tan bello. Es caro, no lo

pongo en duda. Pero piensen que una expedición

como la que están a punto de iniciar, necesita,

ante todo, un transporte más que adecuado. Esto

es justamente lo que les conviene: cómodo,

seguro, fiable, sube pendientes de 80º, tiene ABS,

Airbag, AC, y CLFCCN de serie.

No hizo falta que el avispado vendedor

continuara, pues a Gus ya le había convencido la

tracción, la potencia y el tipo de ruedas, y a

Wanda el diseño del interior (con tapicería diseño

Marvin Pleinn). Así pues, compraron dos coches,

y quedaron en pasar a recogerlos al día siguiente,

ya matriculados.

64

La próxima parada sería la cadena más importante

de ropa, calzado y accesorios deportivos de alta y

baja montaña, Heptalión. Hicieron un gasto

importante, pero del todo necesario: tiendas igloo

con sistema de climatización con ajuste

automático de temperatura y cremalleras

interactivas; sacos de dormir, esterillas

autoinflables con termostato y temporizador,

linternas halógenas y láser, hornillos de

vitrocerámica, fiambreras especiales para

hornillos de vitrocerámica, cubertería de campaña

(de plata, el toque de distinción de Wanda…),

cantimploras con dispositivo expendedor de

micro-cubitos de hielo, calefactores, pijamas

isotérmicos, camisetas de Frekytex, calzado

ergoanatómico con cordones impermeables,

calcetines (calcetines a secas, aunque parezca

mentira), camisas con forro perfumolfact, jerséis

de forro austral, anoraks resistentes a todo tipo de

inclemencias meteorológicas (con plomos en los

65

dobladillos para los huracanes), y un sinfín de

accesorios completamente imprescindibles.

Wanda, cuando vio la ingente cantidad de ropa de

abrigo que compraban, le comentó a Gus:

-Pero Gus, ¿no te parece exagerada la cantidad de

ropa de abrigo que estamos comprando?

-Querida mía –le respondió- ¿Acaso no recuerdas

lo que les pasó a los expedicionarios de la famosa

“Fiebre del Oro del Yukon”? Muchos no pudieron

resistir la crudeza del invierno y perecieron

congelados. No querrás que nos pase lo mismo, no

crees?

-Por supuesto, por supuesto – contestó Wanda

impresionada- Tienes toda la razón, no había

reparado en ello.

Ahora sólo les faltaba la cuestión de la

intendencia. Y no les ocuparía demasiado tiempo

66

un viajecillo a los diferentes hipermercados del

pueblo. Por si las moscas, se habían estudiado los

folletos de las ofertas. Es lo que tienen los ricos…

si tuvieran que comprar una joya no les importaría

el precio, pero por ahorrarse 10 centavos en una

botella de aceite…

Al mismo tiempo, Joe Waters y Andy Essal

recorrían todas las tiendas de electrónica e

informática de la cercana ciudad de Sciencetown.

No se conocía un paraíso igual para los amantes

de los ingenios tecnológicos. La zona comercial

del pueblo estaba formada básicamente por

tiendas especializadas en aparatos electrónicos de

precisión, para medir todo tipo de fenómenos

(incluidos los paranormales). Iban en busca de los

más sofisticados instrumentos necesarios para tan

importante expedición, que debían ser de

tecnología punta, por supuesto.

67

El precio de tales aparatos era tan desorbitado que

Joe, haciendo gala en público de su suprema

tacañería, había sufrido una lipotimia en la

primera tienda. Andy tuvo que hacer un esfuerzo

descomunal para convencer a Joe, que tal

dispendio era una inversión de futuro, y que lo

amortizarían nada más encontrar el tesoro.

Cuando consiguió que Joe recuperara su color,

empezaron las compras del material

indispensable:

• Teléfonos móviles multibanda con cámaras

de fotografía holográfica

• Ordenadores portátiles con pantalla

extraplana y teclado confort active.

• GPS para conocer en todo momento la

ubicación del campamento base, del equipo

y para orientarse en el laberinto.

• Detectores de movimiento.

68

• Micemómetros, para detectar la presencia

de ratones en las cuevas y pasadizos.

• Espectrómetros, Lactófonos, y

Quesímetros, necesarios por si encontraban

restos lácteos en el laberinto.

• Olfactoscopios para seguir el posible rastro

de cualquier olor, programable, por

supuesto.

• Finalmente, el último grito de la tecnología

de detección y rastreo: el Bifitrón de Láser

activo.

Aquella noche, en el restaurante del hotel de

Wanda, los cuatro amigos, más contentos que

unas pascuas, cenaban opíparamente, comentando

las compras del día. ¡Parecían niños con zapatos

nuevos! La sobremesa no duró demasiado, pues

debían ir a descansar. Tenían previsto salir al alba.

69

Por la mañana, cuando los expedicionarios

empezaron a cargar los vehículos, dejaron

perplejos y sin habla a los pocos ciudadanos de

Smiceville que encontraron despiertos a esa hora,

al ver la ingente cantidad de aparatos, a cuál más

raro, que veían pasar ante sus ojos. Si antes los

habían tildado de lunáticos, ahora el término locos

de remate, parecía quedarse corto.

Pero los cuatro amigos, haciendo caso omiso del

choteo de la gente, siguieron cargando los 4x4.

Querían acabar pronto y salir cuanto antes.

¡Partían a la busca del tesoro!

70

Capítulo III : El viaje

Wanda y Gus se acomodaron en el primero de los

vehículos. Ella había insistido, pues decía que

confiaba plenamente en el Sr. Nathan. Andy y Joe

no pusieron ningún impedimento.

Pronto se percataron que el mapa era mucho más

claro de lo que se habían imaginado; las

71

referencias que el hombrecillo había escogido no

podían ser mejores, y todo coincidía con gran

exactitud. Solo tenían que seguirlo, era imposible

extraviarse. Así pues, se relajaron, disponiéndose

a disfrutar del paisaje.

Llevaban ya doce horas de viaje y tenían ante sí

los más bellos parajes que jamás habían

contemplado. Como faltaba poco para que

anocheciera, detuvieron los coches junto al

camino, en un frondoso bosque al lado de un

riachuelo. El sonido del agua y el cantar de los

pájaros, hacía que el lugar relajara el espíritu.

Montaron las tiendas y prepararon algo para

cenar. Tanto Wanda como Andy y Joe

aplaudieron la previsión de Gus al comprar la

ropa de abrigo. Había refrescado y se agradecía

tener un jersey de forro austral que ponerse. Gus

les hizo notar que el clima se haría más frío a

72

medida que pasaran los días, ya que el camino los

llevaba cada vez a cotas más altas. No tardaron

demasiado en ir a dormir porque el viaje y el

ajetreo de la preparación les habían dejado

fatigados. Además, al día siguiente les esperaba

otra dura jornada.

A medida que fueron pasando los cinco días que

duró el viaje, la naturaleza se fue haciendo más

agreste y los caminos más difíciles. Por suerte

disponían de los todo-terreno, ya que sin ellos no

hubieron podido avanzar. Siguieron atravesando

valles, llanuras y prados, cruzando ríos de aguas

bravas, ascendiendo montañas… un viaje

agotador, que sin embargo no hizo que los ánimos

decayeran lo más mínimo; se sentían cada vez

más cerca de su objetivo.

Por fin, el quinto día de viaje. A las 11.30 AM

otearon desde la lontananza la última de las

73

señales del mapa: el monolito Emmental. Un

bloque de roca rectangular, alto y estrecho, tallado

a la perfección con aristas lisas. Debía su nombre

a los agujeros que tenía que le hacían tener

apariencia de esa especialidad. Llegaron en pocos

minutos. Al verlo de cerca y comprobar la

perfección con la que estaba hecho, hubieran

jurado que provenía de una civilización

extraterrestre.

74

Tras la primera impresión causada por la roca,

cayeron en la cuenta que habían llegado a su

destino. Con la adrenalina disparada y los

corazones acelerados, los cuatro aventureros

empezaron a buscar afanosamente la entrada del

75

laberinto por los alrededores del monolito.

Estuvieron apartando ramas, zarzas y demás

matorrales, sin percatarse del dolor producido por

los arañazos ni de la sangre que corría por sus

manos. Estaban demasiado concentrados. De

repente, a Andy se le pusieron los pelos de punta

(es decir, mucho más de punta de lo habitual, si es

que eso era posible) y exclamó con su voz

eléctrica:

-Aquí!... ¡¡¡Aquí!!!... Aquí hay algo!

Pronto estaban los cuatro agolpados, apartando los

zarzales que tapaban lo que parecía ser la entrada

de una cueva. Efectivamente: ¡habían dado con la

entrada del laberinto! Con júbilo contenido y cada

vez más excitados, consiguieron separar las

hierbas, enredaderas, y zarzales lo suficiente para

que pasara una persona.

76

Al despejar la entrada se dieron cuenta que la

cueva estaba bloqueada por una extraña escultura

de roca de color oscuro, con unos grandes ojos,

orejas descomunales y enorme narizota,

atravesada por un hueso. Una figura realmente

aterradora.

77

Consultaron el mapa y no encontraron referencia

alguna a la figura. Gus Nathan, reflexionado en

voz alta, consideró que lo mejor era estudiar con

detenimiento la escultura por si se podía encontrar

algún mecanismo oculto que permitiera su

apertura.

Al cabo de un rato, se dieron cuenta que el ojo

derecho tenía unos surcos que no existían en el

izquierdo. Haciendo acopio de valor, Gus lo

presionó con todas sus fuerzas. Poco a poco, se

hundió en el interior de la estatua y entonces…

sucedió!!!.

Con enorme estruendo, la gigantesca estatua giró

sobre su extremo dejando al descubierto un

pasadizo oscuro y lóbrego. Por fin habían

encontrado la entrada.

78

Sin embargo, antes de entrar necesitaban todo el

material que habían adquirido antes de partir. Se

dirigieron a los vehículos y cogieron las gafas de

visión nocturna, las linteras halógenas, el GPS, los

Micemómetros y demás instrumentos, agua y

comida y se dispusieron a entrar.

Huelga decir que en el interior, se le ponían a uno

los pelos de punta por la oscuridad, las telarañas,

raíces colgantes y por el vuelo rasante de los

murciélagos. Pero el objetivo era demasiado

importante para tener miedo. Por si a caso, Wanda

se asió al brazo protector de Gus.

-Seguidme en fila india –ordenó Nathan- pisad

sobre mis huellas y de ninguna manera toquéis

nada que yo no diga. Recordad las referencias a

las trampas del laberinto!!!.

79

Todos estaban aterrados, aunque aguantaron el

tipo, intentando mantener la decisión que les había

llevado a iniciar la expedición. Muy pronto

descubrirían lo acertado de sus prevenciones…

A medida que avanzaban, iban dejando marcas

GPS para no perderse al salir. Fue realmente un

acierto: contra más caminaban, más galerías

aparecían por todos lados.

A no más de quinientos metros de la entrada, Gus

Nathan se detuvo, chocando contra Wanda, que le

seguía a corta distancia. Lo que vieron provocó en

Wanda un pánico aterrador, que se manifestó en el

más horrible de los chillidos: En un lado del

pasadizo, ensartado como un pincho moruno, se

encontraba el cadáver de otro hombrecillo. Había

sido sorprendido por una trampa mortal. Todos se

quedaron mudos de terror, sin saber qué hacer.

80

Nuevamente, Gus Nathan, sobreponiéndose al

pánico, les exhortó a seguir:

-Amigos!!!, Hemos llegado hasta aquí. Sabíamos

que sería un viaje peligroso; acabamos de ver las

consecuencias que un descuido puede tener.

81

Debemos continuar, pero redoblando las

precauciones. No es momento para dejarse llevar

por el pánico!.

Pasaban los minutos muy lentamente… tenían que

caminar despacio para buscar, recoger y analizar

cualquier muestra que llamara su atención. Tanto

observar el suelo, no se habían dado cuenta de que

en las paredes de la cueva, habían extrañas marcas

y frases difíciles de entender. Wanda fue la

primera en verlas, y cuando se las mostró a sus

compañeros, no pudo menos que sonreír para sus

adentros. Estaba convencida que el hombrecillo

que le dio el mapa, era el autor. Prefirió no decir

nada.

El peligro, no obstante, seguía al acecho. Los

túneles, oscuros, lóbregos y húmedos, el sudor

frío que resbalaba por sus sienes, el vuelo de los

murciélagos vampiro y las telas de araña… un

82

panorama que no incitaba para nada a la

meditación trascendental. Llegaron hasta un

pasadizo que se dividía en dos, el primero una

amplia rampa que ascendía hacia el interior de la

montaña, mientras que el segundo discurría plano,

pero era más estrecho y el techo era mucho más

bajo, cosa que obligaría casi a arrastrarse. Debían

tomar una decisión… Utilizaron el despliegue

tecnológico que transportaban. Ninguno de los

aparatos que usaron daba pista alguna que les

resultase útil para la decisión, hasta que el

detector de movimiento indicó que algo se

desplazaba por el pasadizo superior. Así pues,

unánimemente decidieron tomar este camino. La

pendiente era realmente fuerte y sudaban a mares.

Transcurridos doscientos metros, la pendiente se

suavizó; habían llegado a una zona diferente. En

el suelo del túnel, unas cuantas losas, situadas de

forma irregular, cubrían parte de la tierra. El sexto

83

sentido de Gus Nathan se activó de forma

inmediata. Algo extraño pasaba!!!. Ordenó a sus

amigos que extremaran las precauciones, pisando

única y exclusivamente sobre sus pasos.

Avanzaban muy lentamente. El tiempo parecía

haberse detenido en aquel horror. Cada paso que

daban, cada vez que movían una pierna, el

corazón les daba un vuelco. Gus encabezaba el

avance, pisando levemente cada una de las losas

para detectar posible movimientos. Nunca pisaba

más de una, hasta que el sudor le hizo resbalar y

cayó al suelo, presionando a la vez tres piedras del

camino. Todos quedaron paralizados, como

esperando un terrible desenlace. Se incorporó

rápidamente y miró a sus compañeros. El pánico

se reflejaba en sus rostros…nada parecía suceder

en aquellos interminables segundos… hasta que

Nathan vio que las tres piedras se hundían

lentamente en el suelo. Todos se quedaron

inmóviles….

84

De pronto, un terrible estruendo sonó desde el

fondo del pasadizo. Era como si el techo se

hubiera quebrado y algo gigantesco cayera y

rodara por el mismo. Gus enfocó con su linterna

halógena el fondo del laberinto, al tiempo que

ordenó a sus compañeros que estuvieran alerta

para cualquier situación. Y entonces fue cuando la

vio: Una enorme bola de color rojo, de un

diámetro prácticamente igual a la altura del túnel

rodaba a gran velocidad hacia ellos… Estaba a

escasos cuarenta metros de Nathan cuando la luz

de la linterna iluminó de lleno la esfera rodante.

85

-!Es un queso de bola gigante! –exclamó

aterrado– Corred, corred como posesos, nos va a

aplastar!!!!.

Los cuatro iniciaron una loca carrera pasadizo

abajo, a trompicones, golpeándose con las piedras

y rozando con las raíces que colgaban, mientras

que la gigantesca bola rodaba cada vez más rápido

detrás de ellos. El magno queso estaba ya a

86

escasos metros de Gus, cuando el primero de ellos

llegó a la bifurcación. Sin pensarlo dos veces, uno

tras otro se adentraron en la nueva galería. Gus

había quedado un poco rezagado y el queso estaba

casi encima suyo. En un último esfuerzo, se tiró

de cabeza en dirección al nuevo pasadizo,

mientras la roja bola continuaba pasadizo abajo,

encastándose en el túnel a escasos cien metros de

la bifurcación… !!! Estaban atrapados… La salida

había sido sellada!!

Los cuatro amigos se detuvieron un momento para

descansar y reponerse de la experiencia vivida.

Afortunadamente, todos estaban sanos y salvos, a

excepción de algún que otro rasguño. Gus Nathan

permanecía en silencio, meditabundo; no quería

alarmar a sus compañeros, pero sólo él sabía que

el túnel que daba acceso a la salida estaba

taponado por la bola rodante…

87

Después de incontables horas de agotadora

caminata, el quesímetro empezó a sonar: había

detectado rastros de queso. Buscaron por el suelo

hasta dar con una pequeña muestra; con la ayuda

del lactofón corroboraron lo que el olfatoscopio y

su propia nariz habían concluido: el queso de la

muestra estaba rancio.

Era pese a todo un gran hallazgo, pues la

presencia de queso en la cueva les hacía estar más

seguros que el tesoro podía existir. Con aquella

inyección de ánimos, siguieron caminando sin

hacer caso del cansancio.

Al cabo de dos horas, Joe y Andy comentaron

que confiaban que el micemómetro detectara la

presencia de algún ratón. Estaban preparados por

si llegara el momento. Gus y Wanda los miraron

sorprendidos: ¿cómo se podía estar preparado para

tal cosa?

88

No hizo falta dar ninguna explicación pues, justo

en ese momento, el micemómetro se volvió loco:

había detectado la presencia de un roedor. Gus y

Wanda quedaron al margen de todo cuanto

ocurrió a continuación:

-Andy, rápido, míralo, está en aquella esquina,

tenemos que acorralar al ratón! –dijo Joe Waters

-Sí, prepara el bifitrón para lanzarle una marca

láser. Coloca la mira telescópica en la posición B

–repuso excitado Essal.

Sus compañeros los miraban atónitos. ¿De qué

estaban hablando? ¿Y qué hacía Joe corriendo

como un poseso detrás de un ratón? La sorpresa

fue mayúscula cuando consiguieron acorralar el

animal, y, enfocándolo con una linterna, se

89

percataron que Joe le estaba apuntando con algo

parecido a un rifle de asalto!

-Os habéis vuelto locos? – gritó Wanda-.

-Silencio! –dijo Joe con firmeza- solo tengo una

oportunidad! Si fallo, el ratón tendrá tiempo de

huir.

Todavía no había acabado la frase, que ya había

disparado. Dio en el blanco con una puntería

digna de los mejores tiradores, en condiciones tan

adversas, había conseguido acertar en la muslo de

la pata trasera izquierda del ratón. Sin embargo,

Gus, con tono socarrón, les hizo notar que estaba

apuntando desde metro y medio del animal, con lo

que, a través de la mira, la pata del animal debía

verse como un jamón de vaca. El ratón dio un par

de vueltas y salió disparado.

90

-Bien, Joe! –aplaudió Essal- ahora debemos

activar el Bifitrón en modo localizador, lo que nos

permitirá seguir la marca que el láser ha dejado

sobre el animal.

-¡Basta ya! ¡Si alguien no me explica lo que

estáis haciendo, me voy sola a buscar el tesoro! –

dijo Wanda nerviosa-

-Querida, no te sulfures, tranquilízate –le dijo

Gus, siempre conciliador- Piensa un poco: ¿quién

mejor que un ratón puede encontrar queso?

Nuestros amigos han tenido una brillante idea:

con la marca láser y con ayuda del micemómetro,

podremos seguir al animal por toda la cueva.

Seguro que conoce la existencia del depósito. Si

no…, ¿qué hace un ratón como él en un sitio

como éste?

-No, si mirándolo así… tienes razón. Tenemos

que seguirlo como sea. Pero.. ¿qué pasara cuando

lo encontremos? ¿No habéis visto la cara de susto

91

que tenía el pobrecillo? En cuanto nos vea saldrá

disparado y se esconderá… -dijo Wanda

-No te preocupes –le contestó Andy- Lo mejor

que podemos hacer es escondernos para que no

nos olfatee ni nos vea. No creo que recuerde

tantas cosas, al fin y al cabo es un ratón…

-Es verdad –intervino Joe- sólo tenemos que

evitar el contacto. ¡Atención: se mueve muy

rápidamente!!!

Una vez hechas las comprobaciones, se retiraron a

un recoveco del pasadizo. Nuestros amigos,

micemómetro en mano, salieron corriendo tras él.

Por suerte hacía un rato que habían parado a

reponer fuerzas y a comer algo, ya que, de otro

modo, no hubieran podido correr tras el roedor a

aquella velocidad y durante tantas horas.

Fue una carrera agotadora, pero valió la pena.

Hacía casi diez horas que habían entrado en la

cueva, cuando el quesímetro y el lactofón

92

empezaron a marcar frenéticamente. ¡Algo

extraño estaba ocurriendo! Nuestros amigos,

consiguieron sacar las últimas fuerzas y a los

pocos metros de donde estaban, vieron todos sus

esfuerzos recompensados.

Allí estaba: ¡la entrada del depósito de queso!

93

Cuando pudieron sobreponerse a la emoción,

lentamente cruzaron la puerta y la visión de lo que

había en el interior les dejo boquiabiertos y sin

94

habla. El depósito era enorme, gigantesco y

repleto a rebosar todas las variedades de queso

que uno pudiera imaginar. Nadie dijo nada hasta

que Andy gritó:

-Si!!!!Lo hemos conseguido!!!

Entonces fue cuando todos dieron rienda suelta a

su alegría, gritando y dando saltos de júbilo.

Cuando se calmaron, Gus, sacó de su mochila

cuatro una botella de vino de las afamadas

bodegas borgoñesas Royauminie Deuxpuant,

reserva del 92 (un buen año, sin lugar a dudas),

que había decidido llevar consigo para festejar el

éxito.

-Amigos, Propongo hacer un brindis: por nuestra

fe y nuestra tenacidad, que nos ha traído hasta

aquí. Hemos tenido que ignorar muchas burlas e

infamias, afrontar peligros mortales y ahora

95

tenemos la recompensa. Gracias a vosotros tres, y

especialmente gracias a ti, Wanda, por confiar en

nosotros. En fin: ¡POR EL TESORO!

-¡Por el tesoro! –respondieron Wanda, Andy y Joe

al unísono.

No pudieron reprimirse más y se permitieron por

fin probar el exquisito queso que el laberinto les

ofrecía. Con el estómago lleno y después de

dormir, ya tendrían tiempo de hablar sobre qué

hacer con su hallazgo.

96

Capítulo 4: La decisión

Los aventureros se despertaron al cabo de unas

horas. Tenían mucho de que hablar y les pareció

que lo mejor era salir del laberinto. Necesitaban

tomar algo caliente y asearse, por no mencionar

que todavía no habían descargado los coches ni

montado el campamento base.

Por supuesto el camino de regreso fue mucho más

corto: gracias a las marcas del GPS el trayecto fue

directo y rápido. Excepto cuando llegaron al punto

temido por Nathan: A cincuenta metros de la

bifurcación, la bola de queso, de dos metros de

diámetro, se había encastado en el laberinto,

taponando el acceso en su totalidad. Hubo un

conato de desesperación entre los aventureros que

temían que, ahora que habían conseguido dar con

el tesoro, éste se convertiría en su tumba. Todos

estaban desmoralizados, a excepción de Andy

97

Essal, que releía un manual de instrucciones casi

obsesivamente. Al cabo de unos minutos, Essal

ordenó a Joe Waters:

-Rápido, Joe, coloca el selector de mando del

bifitrón en la posición T3.

Sus compañeros creyeron que Andy había perdido

la razón. Demasiado estrés para un tipo tan

eléctrico. Joe lo miró como si se hubiera vuelto

loco y repuso:

-Andy, la situación no está para hacer tiro al

blanco de feria. La enorme bola no es como la

pata del ratón.

-Amigos,-repuso Essal en tono triunfal- El bifitrón

de láser activo que con tanto acierto adquirí, no es

solamente una herramienta de apuntamiento y

seguimiento de precisión. También es una

poderosa arma apta para el combate de

98

destrucción masiva. Si ponemos el bifitrón en la

posición “T3”, conseguiremos un rayo láser del

tipo Terminator, con una potencia de fuego

devastadora a la vez que precisa. Joe, hazme

caso, mueve el selector, apunta con certeza al

centro de la bola y… vosotros dos, retiraos hasta

la bifurcación y protegeos al máximo.

Así lo hicieron. A cabo de unos segundos, con la

frente chorreando, Joe Waters apuntaba al centro

del gigantesco queso de bola, cerró los ojos y

apretó el gatillo….Un rayo de color anaranjado

salió de su arma y con quirúrgica precisión

impactó contra la bola que explotó esparciendo en

todas direcciones grandes chorros de queso de

bola fundido, que circulaban como ríos por los

diferentes pasadizos. Nuestros amigos, refugiados

en una pequeña oquedad, vieron pasar el queso

fundido a toda velocidad. Gus tuvo la sensación

de ser partícipe de una gigantesca fondue. Pero no

99

obstante, el camino estaba abierto, aunque un

tanto pringoso. Los cuatro emprendieron a toda

velocidad la marcha en dirección a la salida; no

estaban en condiciones de sufrir más percances.

Una vez en el exterior, los cuatro se abrazaron

alborozados: Lo habían conseguido!! Algunos

querían descansar y celebrarlo por todo lo alto,

pero, de nuevo, Gus Nathan les hizo aterrizar en la

cruda realidad: Había mucho trabajo por hacer.

Sin apenas descanso, se pusieron manos a la obra;

entre las horas de descanso en el depósito y la

inmensa alegría del día anterior, el trabajo parecía

hacerse sólo y, al poco rato, el campamento base

estaba ya montado.

Pudieron ducharse (con la fantástica ducha portátil

con bomba a presión y mampara plegable),

cambiarse de ropa, instalar todos los aparatos,

montar la glorieta…

100

Cuando acabaron todo el trabajo, se sentaron

alrededor de la mesa plegable, dispuestos a decidir

que debían hacer con el tesoro; era urgente. Ante

una humeante taza de café, empezaron a deliberar.

En seguida quedó claro que no sería fácil ponerse

de acuerdo. Tenían opiniones muy diferentes.

Wanda era partidaria de repartirse el queso lo

antes posible, y que cada uno actuara por su

cuenta y riesgo.

-Además, una cosa es asociarnos para hacer una

expedición, y otra muy distinta, hacernos socios

para hacer inversiones, para que el dinero se

mueva, vaya, –les dijo- no es que dude de vuestra

capacidad profesional, pero tenéis que reconocer

que no nos conocemos lo suficiente.

-Tienes razón, no nos conocemos –repuso Joe-

Pero lo que planteas implica vaciar el depósito

inmediatamente. ¿Has pensado lo que pasaría si

101

en el pueblo empieza a haber un desfile de

camiones, bajando de las montañas con toneladas

de queso? Creo que no debemos levantar

sospechas; lo mejor es ir sacando el queso en

pequeñas cantidades.

Andy no tenía demasiado claro que hacer, pero

tampoco apoyaba ninguna postura. Eso si, no

dejaba de meter cucharada, electrificando el

ambiente y haciendo la discusión interminable.

Gus, en cambio, no había dicho nada al respecto;

permanecía mudo como una momia.

Como no se ponían de acuerdo, harta de tanto

discutir, Wanda dijo:

-Bueno Gus, tú todavía no has abierto la boca. No

me puedo creer que no tengas ninguna idea.

102

-Pues la verdad es que mientras os escuchaba se

me ha ocurrido algo que nos beneficiará a los

cuatro –dijo Gus. Y les explicó su idea:

-Supongo que estaréis de acuerdo en que nadie,

absolutamente nadie, debe conocer la existencia

del depósito. Es de suma importancia mantenerlo

en secreto. Por tanto lo que necesitamos es una

buena tapadera. Ahora, mirando estos magníficos

pastos, he tenido una revelación: ¡fábricas de

queso!

Lo que os propongo es que primero dividamos el

hallazgo en cuatro partes iguales. Después

bajaremos a Smiceville, diremos que lo del tesoro

era una patraña, pero que, pese a todo, lo haremos

realidad, montando fábricas de queso.

Vamos a comprar cuatro parcelas lo

suficientemente grandes para que cada uno de

nosotros pueda construir su propia fábrica. Así

podremos comercializar el queso, sacándolo en

pequeñas dosis del depósito. Joe tiene razón:

103

pensad que pasaría si copáramos el mercado del

queso. La noticia del tesoro se extendería como

una epidemia por todo el país y no podríamos

evitar una “fiebre del queso”. Sería como la del

oro, pero en lácteo. ¡Una auténtica

fatalidad!...Bien…,¿qué os parece?”

Los tres estuvieron de acuerdo: ¡era una idea

brillante! Siguieron hablando un buen rato para

acabar de concretar los detalles. No querían dejar

ningún cabo suelto. Quedaron en que dividirían el

tesoro, pero no lo moverían hasta que cada uno

tuviera su propia fábrica con cámara frigorífica

incluida. Así ya pondrían conservar el tesoro sin

miedo a que se estropease.

Gus y Wanda se encargarían de comprar los

terrenos. Entonces Wanda cayó en la cuenta que

si tenían que simular una explotación lechera, era

indispensable comprar vacas, cabras, ovejas (y

104

cualquier otro animal capaz de producir leche y

que se dejara ordeñar).

Había llegado el momento de empezar a actuar, y

por lo tanto volvieron a recorrer las galerías del

laberinto para llegar al depósito. Una vez allá, fue

sencillo hacer el reparto en cuatro partes, ya que la

distribución del queso estaba hecha como si

alguien hubiera pensado precisamente en un

reparto a cuatro.

Mientras regresaban al campamento, Andy les

recordó que la entrada al laberinto estaba

demasiado a la vista. Joe y él se encargarían de

taparla convenientemente. Cuando llegaran los

trabajadores, no debían sospechar nada.

Al cabo de unos días, Gus y Wanda llegaron a

Smiceville. Al verlos, decenas de curiosos se les

acercaron preguntándoles con sorna dónde estaba

105

el tesoro. Pero esta vez no les cogieron

desprevenidos ya que, durante el viaje, habían

acordado una respuesta adecuada.

La contestación que dieron era una mezcla de

poesía y simbolismo, aderezada con grandes dosis

de surrealismo, sin olvidar un toque naif. Wanda,

se subió encima de un cajón y, rodeada por una

multitud de curiosos que no paraban de reírse y de

preguntar por los quesos, empezó su discurso: En

efecto, no habían encontrado ningún laberinto con

un depósito de queso de la forma que la leyenda

describía, pero sí, el tesoro existía. Era el premio

al tortuoso camino que habían tenido que recorrer,

a las terribles pruebas que habían tenido que

superar, a las burlas, a las mofas, a las befas, a la

incomprensión del mundo. El monolito

Emmental, que presidía la entrada del valle, les

había indicado el camino. Aquellos terrenos

yermos, con su esfuerzo devendrían en magníficos

pastos como jamás nadie habría visto, aptos para

106

criar ganaderías de vacas lecheras y construir

fábricas de queso, que sin duda serían los mejores

quesos que paladar alguno habría saboreado

nunca. Sí, habían visto la luz. Sus vidas ya tenían

un sentido…Dar al mundo el queso que siempre

soñaron saborear pero temían solicitar…

La verborrea paranoide de Wanda convenció

finalmente a la concurrencia que lo suyo ya no

tenía solución. Era evidente que estaba locos de

atar. Ya no valía la pena reírse de ellos, sino

compadecerles y, a ser posible, sacar algún

provecho de la situación. Como no parecían unos

locos violentos, no hacía falta encerrarlos en el

Instituto Frenopático Madmax de Thunderdome.

Es más, todavía podrían hacer un último negocio

con ellos, desplumarlos vendiéndoles a buen

precio unos terrenos sin valor alguno.

107

Satisfechos por éxito de público de la comedia

montada, los dos amigos se dirigieron a la oficina

de la propiedad. Se guiñaron el ojo con

complicidad, cuando el empleado les comunicó el

irrisorio precio que debían abonar. El joven, no

obstante, tenía que hacer grandes esfuerzos para

aguantarse la risa. Pagar tanto por estos terrenos

era de locos… locos como aquellos.

Después de firmar las escrituras y haberse

convertido en los propietarios de todo el valle,

sólo les quedaba ir a comprar los animales y

contratar algunos vaqueros para conducir el

ganado. Una vez allí les ayudarían a cercar las

fincas y más tarde cuidarían las reses hasta que

estuvieran construidas las fábricas. Todo estaba

atado y bien atado. Sin prisas pero sin pausas.

Cuando acabaron todas las diligencias, Gus,

Wanda, vacas, ovejas, cabras, caballos y vaqueros

108

partieron hacia el laberinto. Si la primera vez el

viaje fue agotador, ésta sería extenuante.

Avanzaban tan despacio…

Pero finalmente, sucios y polvorientos, llegaron al

campamento base. Andy y Joe les esperaban con

una frugal comida para todos.

A los cuatro amigos no les pasó por alto los

comentarios que los trabajadores hacían sobre el

monolito Emmental; igual que a ellos, les había

causado una honda impresión. “Parece de otro

mundo”, decían…

109

Capítulo V : La Selección

Los empleados se habían aclimatado por completo

a la nueva situación. Después de montar sus

tiendas de campaña, habían hecho un trabajo

impecable con los cercados. En el pueblo habían

comprado suficientes provisiones para pasar un

largo tiempo. Todavía no se sabía cuando se

empezarían a construir las fábricas.

Precisamente para buscar empresas constructoras,

nuestros amigos debían partir hacia Buildme

Riverside, el paraíso de todo constructor. Así que

subieron a uno de sus NotCheeps, dándole

instrucciones al GPS para que los guiara.

La ciudad era el centro neurálgico de los negocios

inmobiliarios de la zona, y se podía encontrar,

desde un electricista hasta un diseñador de baños;

110

sin olvidarse de las grandes empresas que ofrecían

reformas totales o construcciones de nueva planta.

Cuando llegaron a Buildme Riverside, lo primero

que hicieron fue ir al Mining & Dairy Bank. Todo

lo que habían gastado para emprender la aventura

les había dejado sin liquidez, y los cuatro se veían

obligados a pedir un crédito. De lo contrario, no

podrían hacer frente a los inminentes gastos que

supondría la edificación de la fábrica y de la

posterior puesta en marcha del negocio. Como

garantía, podían dejar los terrenos recién

adquiridos, así como parte de sus fortunas

personales y propiedades.

Así lo hicieron. Se dirigieron a la sede del Banco,

situada en la principal avenida de la Ciudad, un

imponente rascacielos que demostraba la potencia

financiera del Banco.

111

Les recibió, uno por uno, el propio Daley

Gymmeson, director ejecutivo de la oficina, el

cual, después de analizar brevemente la idea, y

más largamente los bienes y fondos con los que

los aventureros podían avalar el préstamo, no puso

traba alguna en concederles una línea de crédito

inmediata a cada uno de ellos. Lo que más le

sorprendió es que, cada uno por separado, había

pensado en una cantidad muy parecida, dólar más,

dólar menos.

El siguiente paso era decidir qué tipo de compañía

querían contratar, al igual que el modelo de

construcción que preferían para llevar a cabo sus

planes.

Si antes siempre se habían puesto de acuerdo, esta

vez fue del todo imposible. Todos tenían ideas

demasiado diferentes del modelo de proyecto a

seguir.

112

Después de hablar durante horas, decidieron que

lo mejor era dar por concluida su colaboración

mutua.

Era preferible que cada uno fuera libre de

contratar la compañía que mejor se ajustara a sus

ideas. Además, no dejarían de estar en contacto,

¡serían vecinos!

Sólo Gus Nathan regresó a la zona del laberinto.

Pensaba que era prioritario construir unos establos

adecuados y unos barracones en condiciones para

sus empleados. Ya se ocuparía mas tarde de la

fábrica.

Wanda, Andy y Joe, después de despedir a su

amigo, se separaron para recorrer la ciudad en

busca de una empresa que les edificara su factoría.

113

Capítulo VI : La decisión de Joe Waters

Cuando Joe Waters se encontró solo en la ciudad,

se sentía fuerte y seguro de sí mismo. Si había

sido capaz de encontrar el tesoro, ¿cómo no iba a

encontrar una empresa constructora? Lo que tenía

muy claro era que debía resolver el asunto con

rapidez. No quería perder tiempo en tonterías; la

factoría tenía que estar hecha cuanto antes, y

empezar a dar dinero. Estaba tomando un café en

un bar, y se le ocurrió preguntarle al camarero:

-Oiga, buen hombre. Necesito alguien de

confianza para edificar una fábrica. En seguida he

visto que era usted una persona seria, y si usted

pudiera recomendarme alguien que trabaje bien y

barato, le quedaría muy agradecido.

El camarero no tardó ni un segundo en contestar:

114

-Mire que casualidad, un hermano de mi cuñado

trabaja en una empresa de esas. Sé que es muy

económica, y además está muy cerca de aquí.

Siempre me deja tarjetas para que las reparta –y le

entregó una pensando en la comisión que se

llevaría- No se olvide de decirle que va de mi

parte, porque le tratarán mejor. Ya sabe… no hay

como tener enchufes.

-Tiene usted toda la razón –le contestó Joe- Hoy

va a ser mi día de suerte… Ha sido usted muy

amable.

Joe le dio una buena propina, y con la tarjeta en la

cartera se dirigió a las oficinas. La empresa en

cuestión se llamaba Boys and Shopping

Corporation, y según le explicó el camarero, se

dedicaba a proporcionar mano de obra muy

barata, para que el propio cliente edificara y

controlara la obra.

115

-Esto me va a resultar tirado de precio- pensaba

Joe mientras caminaba-. Yo me hago los planos y

con un poco de mano dura, esta gente edificará mi

fábrica en un abrir y cerrar de ojos. Es justo lo que

necesito: un coste más bajo es imposible. Yo solo

me basto y me sobro; soy inteligente, sé gestionar

el dinero y tengo dotes de mando, sólo me falta la

mano de obra. Voy a construir mi fábrica en un

tiempo récord.

La negociación fue rápida. Joe Waters solicitó dos

capataces y cien obreros de diferentes

especialidades. Timothy T. Staff, el vicepresidente

de ventas de B&S Corp., le mostró unos

currículums tan impresionantes de los

trabajadores que le ofrecía, que parecían haber

salido de la mismísima NASA.

-Además, querido Joe, nosotros no tenemos

clientes, hacemos amigos –dijo Timothy- Mira,

me has caído tan bien que voy a hacer un esfuerzo

116

y te voy a reducir las tarifas en un 10%. Eso sí,

dado que la construcción se realiza tan lejos, tu

tendrás que hacerte cargo del transporte,

alojamiento y manutención de nuestros

empleados. Los dos cedemos un poco, Quid pro

Quo, recuerdas?

Boys & Shopping Corporation

117

A Joe le pareció de lo más justo. Tenía toda la

razón. Cogió el contrato y sin tan siquiera leerlo,

firmó todas y cada una de las páginas que Staff le

ofrecía. Aquel hombre le inspiraba toda la

confianza del mundo. Incluso le dijo que si quería

que lo revisara un abogado.

-¿Un abogado? –dijo Joe- ¿Acaso no sabe cuánto

cobran esos sacacuartos por leer cuatro rayas? ¡Ni

hablar!

Así que, después de cerrar el trato y sellarlo con

un fuerte apretón de manos, Joe estaba eufórico.

Eso era ser expeditivo. Sería el primero en

explotar el filón de queso, ya que podría empezar

la obra muy pronto.

Una vez en su hotel, se dispuso a diseñar los

planos de su futura factoría. No podía perder

demasiado tiempo; al cabo de dos días, a lo sumo,

118

llegarían los trabajadores tal como habían

acordado con Timothy.

Pero no fue así, y a Joe le empezaron a llover los

problemas. Los obreros prometidos no llegaron

hasta al cabo de dos semanas, y no eran cien ni

mucho menos. Faltaban casi la mitad y a juzgar

por su aspecto, hacía días que no probaban

bocado. Se vio obligado a llevarlos a cenar (¡era

cuestión de humanidad!) y hablando con ellos se

enteró que algunos no tenían demasiada

experiencia, otros ninguna y más de una docena

eran jovencitos imberbes acabados de salir del

instituto. El enfado de Joe iba en aumento.

Cuando Joe Waters, enfurecido y rabioso, se

dirigió a B&S a protestar, Timothy estaba de viaje

(según le dijeron para contratar los trabajadores

que le faltaban). Evidentemente, no podía

recibirle, lo que hizo que Joe se sintiera a punto

119

de explotar. El que recibió la bronca fue el

recepcionista, como siempre. El hombre, un

viejecito con gafas de concha redondas,

manguitos y visera, ya estaba acostumbrado y

aleccionado para hacer frente a tales situaciones.

Se llamaba Jay T. Valley. Dejó que Joe acabara de

gritar para decirle:

- Por favor señor, léase las cláusulas del contrato

que usted firmó en su día. Verá que en caso de no

poder disponer de los empleados cuyos CV se le

enseñaron, B&S tiene la opción de proporcionarle

otros de parecidas capacitaciones sin variar el

precio.

La explicación, lejos de calmar a Joe, todavía lo

sulfuró aun más.

120

-Pero qué se ha creído usted –le gritó a Jay T.

Valley- ahora mismo rescindiré el contrato! No

sabe con quién está usted hablando!

El viejecito, sin alterarse lo más mínimo, le

contestó:

-Por favor, señor, léase la cláusula 12.320 del

contrato que ha firmado, la que está escrita en

letra arial tamaño 2. Dicha cláusula estipula que si

cualquiera de las partes pretende romper el

contrato, deberá indemnizar a la otra con el 75%

del importe total del mismo.

Joe palideció y estuvo a punto de desmayarse. El

anciano al verlo así, con voz suave, le consoló

diciéndole:

-No se preocupe señor. No es la primera ni la

última vez que veo esta misma situación. Pero el

121

Sr. Staff a veces cumple su palabra; ya verá como

los trabajadores nuevos también le gustarán,

aunque no sea lo que usted esperaba. Venga,

¡arriba esos ánimos!

Joe salió del despacho de B&S muy decaído, pero

todavía esperanzado. Finalmente, cuatro semanas

después de haber cerrado el trato, Joe consiguió

reunir a todos sus empleados. El coste del

alojamiento y manutención durante más de un

mes, el suyo más todos los trabajadores, fue

descomunal. El director del hotel se frotaba las

manos al darle la factura. Pero, al menos, ya

estaba todo a punto para partir hacia Emmental

Valley, que era el gracioso nombre con que

habían bautizado los habitantes de Smiceville a la

zona del laberinto.

Después de un viaje sin ninguna parada -tenían

que recuperar el tiempo perdido- llegaron al

122

monolito Emmental. Se dirigieron a sus terrenos y

Joe puso a trabajar a sus obreros, pese a que se

hallaban totalmente extenuados por el largo y

penoso viaje. Les hizo montar sus tiendas de

campaña, preparar su campamento, y dejarlo todo

preparado para que al día siguiente pudiera

empezar las obras.

El primer día de trabajo ya fue suficiente para que

Joe se diera cuenta que las cosas irían por mal

camino. Ni él era un experto en proyectar obras,

ni sabía cómo dirigirlas. Tampoco ayudaba la

poca profesionalidad de los trabajadores que le

habían proporcionado. Ni siquiera era capaz de

interpretar un plano.

Por desgracia, no tardaría demasiado en

comprobar que sus temores se harían realidad, y

todo saldría al revés. En resumen, fue un

verdadero desastre!

123

Había pasado una semana, los cimientos estaban

acabados y ya se intuía lo que tenía que ser una

edificación. Ese día Joe esperaba poder entrar en

el edificio a medio construir, con su casco de

arquitecto y vestido para la ocasión.

Pero se encontró con la desagradable sorpresa de

que no había puerta. Efectivamente, los avispados

capataces habían dado las órdenes equivocadas.

Ahora tenía una fantástica puerta a dos metros y

medio de altura, eso sí, con unas vistas excelentes.

Joe montó en cólera y empezó a dar órdenes a

diestro y siniestro para que arreglaran todo cuanto

habían hecho mal, que no era poco. Había que

reconocer que no les importaba volver a rehacer

las pifias y que trabajaban sin rechistar (bajo las

ingentes amenazas de Joe, todo hay que decirlo).

124

El problema era que cada elemento que

levantaban o construían, lo tenían que repetir al

menos una o dos veces.

Ocurrió cuando las escaleras tenían los peldaños

para gigantes, cuando colocaron el pasamanos al

revés y parecía para enanos, cuando conectaron

las tuberías mal (y cada vez que alguien abría el

agua caliente proporcionaba un baño caliente al

que estaba sentado en el inodoro), cuando en el

agujero del ascensor no cabía la cabina, cuando

las escaleras mecánicas se doblaban con el peso

de la gente, cuando uno entraba en la cámara

frigorífica y salía con la piel tersa y limpia de

toxinas como después de haber estado en una

sauna finlandesa… y un largo etcétera de

meteduras de pata de lo más costosas.

El tiempo iba pasando mientras la obra cada vez

se parecía más al tejido de Penélope.

125

Poco a poco, el dinero que Joe había conseguido

del banco se iba esfumando. Estaba muy asustado

y, presa del pánico, entró por primera vez en el

laberinto con la intención de sacar parte del tesoro

para poder pagar sus deudas. Obtendría el dinero

vendiendo el queso en los pueblos de las

cercanías.

Si al menos la obra fuera bien… pero los

incidentes se repetían sin cesar.

Los trabajadores no cumplían los plazos que Joe

exigía y los capataces no se hacían responsables

de nada. Encima se había quedado afónico de

tanto gritar y abroncar a todo el mundo.

Lentamente, el ánimo de Joe Waters fue

decayendo, ya no tenía ilusión por nada, y casi no

le quedaban fuerzas.

126

Además, desgraciadamente los viajes al depósito

se hicieron cada vez más frecuentes. Sin embargo,

nunca tenía suficiente dinero, puesto que los

gastos no paraban de crecer y crecer.

Una noche, Joe haciendo balance, cayó en la

cuenta que llevaba un retraso más que

considerable. La obra estaba tardando cinco veces

más de lo previsto. Nada funcionaba como

esperaba, y lo peor de todo era que empezaba a

creer que nunca funcionaría.

127

La construcción continuaba avanzando de forma

lenta y desastrosa, y él entraba una y otra vez al

laberinto.

Un día (quizás el peor día de su vida), cuando

entró en el depósito, se quedó atónito y al borde

del infarto: ¡¡no quedaba ni un gramo de queso!!

Abatido como nunca, derrotado física y

moralmente Joe se preguntaba una y otra vez:

128

-Donde está todo mi queso? ¿Qué es lo que he

hecho mal?

Joe no era tonto, y no le costó demasiado entender

que estaba arruinado. Su fábrica no llegaría

funcionar. Lo único que quedaba por hacer era

malvender lo que le quedaba y marcharse lo más

lejos posible. Y eso fue lo que hizo.

129

Capítulo VII: La decisión de Wanda

Wanda Doolittle se sentía muy triste después de

haberse separado de sus amigos, les había cogido

mucho cariño. Necesitaba algo para levantar el

ánimo y tenía la solución: cambio de look en un

salón de belleza. Estaba en una ciudad moderna,

sola y con tiempo, todos los requisitos necesarios

para dedicar unas horas a la indispensable terapia

de cuidar su aspecto.

Con su nuevo peinado, el cutis limpio y suave, la

manicura hecha y acabada de maquillar, se sentía

como nunca. Ya estaba lista para empezar a

buscar una empresa constructora de confianza. No

quería complicaciones puesto que era consciente

de que no tenía la más remota idea acerca del

mundo de la construcción. Necesitaba que alguien

de prestigio, fama y experiencia le asesorara y le

construyera su fábrica, simplemente dándole sus

130

directrices. Su papel en toda la operación se

limitaría a seleccionar los materiales, a elegir los

colores y a dar los “toques Doolittle” de

decoración de interiores.

Se sentó en la mesa de una cafetería con la guía de

la ciudad que acababa de adquirir; en ella figuraba

un listado de todas las empresas que tenían su

sede en Buildme Riverside. Estaba ya un poco

aburrida de tanto mirar el directorio, cuando sus

ojos repararon en un anuncio a dos páginas, a todo

color y con un diseño exquisito. Iverson

Magnificient Buildings, así se llamaba la empresa.

Alguien que se publicitaba así no podía ser en

absoluto incompetente; y la relación de clientes

que rezaba en el anuncio era impresionante. Los

más conocidos magnates, los más famosos artistas

y los cantantes de mayor éxito habían contratado

sus servicios para construir sus fábricas,

mansiones, villas de veraneo…“No somos los más

131

baratos, pero en nuestros servicios utilizamos los

mejores profesionales y materiales de primera

calidad. Una vez firme con nosotros, nos

ocuparemos que su mansión sea la envidia de sus

famosos vecinos, que sin duda lo serán, porque

nosotros no trabajamos para cualquiera”

Wanda, casi totalmente convencida por el

anuncio, llamó para concertar una entrevista y

quedaron para aquella misma mañana. Cuando

llegó el momento, salió de la cafetería, paró un

taxi y dio la dirección de las oficinas de IMB al

conductor. Al bajar del coche, se encontró ante un

impresionante rascacielos de 150 plantas que le

dejó sin habla. Entró en el edificio con el

convencimiento que el interior sería todavía más

impresionante que el aspecto exterior. No se

equivocaba en absoluto. Se dirigió a la señorita de

la recepción, comprobando con aprobación que el

aspecto de la empleada era inmejorable. Había

132

quedado en entrevistarse con el director ejecutivo,

Mr. Joe Gonasey, que la recibió en pocos minutos.

Era un tipo alto, impecablemente vestido con un

traje azul de Sarmani, zapatos italianos y un

peinado tan engominado como su forma de hablar.

133

Iverson Magnificent

Buildings Inc.

Como no, el despacho de Mr. Gonasey era de lo

más elegante y muy lujoso. Espacioso, con

grandes cristaleras al exterior, una gran mesa

escritorio al fondo y dos butacones para visitas.

Sencillamente impresionante. La entrevista fue

bastante rápida.

Wanda hizo un resumen exhaustivo de lo que

creía que necesitaba, mientras Mr. Gonasey

asentía de vez en cuando, tomando notas mentales

de lo que Doolittle le explicaba. Como Wanda

tenía una vaga idea de lo que quería, más centrada

en detalles suntuarios que en los aspectos

constructivos y operativos de la fábrica, al cabo de

pocos minutos ya había resumido su idea acerca

del proyecto. En este punto, Joe Gonasey tomó la

palabra, y en tono solemne le explicó:

134

-Srta. Doolittle, Ha venido usted al sitio adecuado.

Nosotros estamos especializados en trabajar con

clientes como usted, que tienen una idea clara

acerca de lo que buscan. Nuestra forma de trabajar

es simple pero como podrá comprobar más

adelante, en extremo eficaz.

Con la detallada información que me ha

suministrado, de la que he tomado buena nota, y

con alguna que otra reunión posterior ó llamadita

telefónica, pues sabemos que usted es una mujer

muy ocupada, elaboraremos un proyecto-oferta,

que será ya casi un completo diseño de la solución

que le ofrecemos. Nuestra gran ventaja es que

hemos realizado miles de proyectos parecidos al

suyo, en todo el mundo. Conocemos a la

perfección lo que clientes tan distinguidos como

usted necesitan, tanto para usos residenciales

como, en su caso, la construcción de fábricas.

135

El queso no tiene secretos para nosotros. Tenemos

amplia experiencia en el diseño y construcción de

plantas productoras de derivados lácteos,

realizadas en los cinco continentes, con lo que

contemplamos prácticamente todas las soluciones

posibles. Usted no tendrá que preocuparse por

nada, nosotros nos ocuparemos hasta de los

detalles más nimios. En dos semanas, como

máximo, lo tendrá en sus manos y hasta entonces

sólo la molestaremos en caso estrictamente

necesario. Además, dada nuestra gran experiencia,

al poder reutilizar partes de proyectos ya

realizados, podemos acortar los plazos y por tanto

los costes. Por los recursos no se preocupe.

Podemos traerlos de cualquier parte del mundo si

es necesario, pese a que disponemos de un equipo

de arquitectos, aparejadores e Ingenieros locales

de la más alta calificación, además de nuestra

empresa filial que se ocupa de la ejecución física

de la obra, quizá le suene el nombre,

136

Construworld inc. Cuenta con tres mil

profesionales de la construcción e instalaciones,

desde albañiles hasta instadotes de moquetas y

una sección especial de decoración que creo le

fascinará.

Wanda quedó maravillada por el trato de Mr.

Gonasey. Se notaba que era una empresa seria y

que dominaban a fondo el sector de la

construcción. Sin duda que había dado en el clavo.

Sacó de su bolso Paul Cardain (desde hacía años

no utilizaba ninguna otra marca) su tarjetero y en

una tarjeta personal le anotó el número de su

teléfono móvil y la dirección de correo

electrónico, para que pudieran localizarla si fuera

preciso ampliar algún detalle.Como tenía ante sí

dos semanas libres, Wanda pensó que se merecía

un viaje de placer. La aventura del tesoro había

sido fructífera, era cierto, pero muy estresante.

Además, bien mirado, no tenía nada mejor que

hacer. No conocía ninguna agencia de viajes, por

137

lo que pidió consejo al Sr. Gonasey, que le

recomendó Eagle & Hawck. Era un gran tour-

operador, con oficinas por todo el país, y

casualmente tenían una a la vuelta de la esquina.

En la agencia de viajes, Wanda contrató un viaje a

las islas Hawai a un precio increíble, en un hotel

de cinco estrellas en régimen de todo incluido.

En una tumbona bajo el sol del pacífico, junto las

azules aguas de Maunaloa, Wanda recibía

frecuentes llamadas del personal de IMB, que le

consultaban diferentes aspectos del proyecto. ¡Ella

estaba descansando! Saboreando una piña colada

(su cóctel preferido), respondía de mala gana y un

poco mosca a las tediosas preguntas de los

técnicos. ¿Para que estaban los ingenieros o los

arquitectos de la empresa? ¡Para algo cobraban!

Al cabo de dos semanas y 150 piñas coladas, el

propio Mr. Gonasey le llamó al móvil

138

-Srta. Doolittle, la propuesta está lista –le dijo-

Cuando a usted le vaya bien la podemos revisar, y

si está de acuerdo, cosa que no dudo, luego ya

podremos proceder a la firma del contrato. Así las

obras podrán comenzar casi de inmediato.

-De acuerdo –le contestó- Esta misma noche

regreso de mi viaje. Deme un día para

recuperarme del jet-lag y pasado mañana por la

tarde podemos reunirnos para revisar el

documento.

Mr. Gonasey le propuso iniciar la reunión

almorzando juntos. Había solicitado una mesa

para dos en uno de los mejores locales de la

ciudad. Se trataba de un selecto restaurante

francés, Enfants Delapatrie, en el que solían

almorzar altos ejecutivos, políticos, famosos y

acaudalados empresarios de la comarca. Era un

139

lugar exclusivo, conocido en todo el país por su

exquisita comida y su selecta bodega, y resultaba

realmente complicado conseguir mesa para

almorzar. Wanda, experta en estos temas

suntuarios, aceptó encantada, alabando para sus

adentros el buen gusto de Gonasey.

Así pues al a los dos días, sobre el mediodía,

Wanda hizo su aparición, con su vestido

extremado y sus zapatos de tacón alto en el

restaurante. Mr. Gonasey hacía un rato que había

llegado, la vio entrar y salió a su encuentro. Le

besó atentamente la mano y le dijo:

-¡Esta usted realmente preciosa! ¡Qué lástima ser

un hombre casado!- dijo en tono de broma- el

viaje le ha sentado de maravilla.

Wanda hizo ver que se ruborizaba un poco, pero

en su fuero interno sabía que era totalmente cierto.

Cuando se estaba arreglando para salir, lo pudo

140

comprobar ella misma, al ver que no le hacía falta

ni una gota de maquillaje. Su piel había adquirido

una tonalidad cobriza perfecta. En efecto, estaba

impresionante.

La comida fue exquisita, regada por vinos

franceses de la mejor calidad. Durante la misma,

debatieron sobre todo de temas banales, sin entrar

en muchos detalles acerca del proyecto.

Una vez finalizado el ágape, se dirigieron a la

última planta del edificio IMB, donde se ubicaba

la principal sala de juntas del edificio. Totalmente

acristalada, la vista era inigualable, se divisaba

toda la ciudad,. Era un espectáculo fascinante.

Cuando entraron en la sala, Wanda quedó

impresionada por la lujosa decoración, la calidad

del mobiliario, el equipamiento informático y,

por el ejército de ingenieros y arquitectos que,

141

trajeados de forma uniforme, la estaban esperando

para hacer la presentación del proyecto.

La presentación duró toda la tarde. Uno a uno,

cada miembro del numerosísimo equipo de

proyecto de Iverson que estaba presente en la sala

iba explicando, con todo lujo de detalles, apoyado

por un despliegue audiovisual digno de los

mejores estudios de Hollywood, los pormenores

de la parte del proyecto que habían trabajado.

Todo era impresionante. Vistas en tres

dimensiones, recorridos virtuales por la futura

fábrica y todo tipo de perspectivas completaban

las explicaciones. Constantemente pedían a

Wanda que fuera ratificando algunos pequeños

detalles.

Wanda estaba abrumada por el aluvión de

información con el que era bombardeada. Dado su

desconocimiento sobre la construcción y la

precisión de las preguntas que le realizaban, por lo

142

general contestaba casi siempre con la respuesta

que, de forma sutil pero efectiva, los técnicos de

Iverson le sugerían, de modo que la reunión

avanzaba de forma bastante dinámica. Cuando

empezó a caer la noche, Habían realizado un

repaso aparentemente exhaustivo de los

pormenores del proyecto.

Los técnicos de IMB, con Joe Gonasey al frente,

se felicitaron de la rapidez con la que se habían

cerrado hasta los últimos detalles. Esto, le dijo a

Wanda, demuestra inequívocamente que usted

tiene una idea muy clara de lo que quiere. Este

tipo de presentaciones, con otros clientes, mucho

menos entendidos, nos suele llevar semanas.

Wanda agradeció como pudo la felicitación. Tenía

la cabeza a punto de estallar, al igual que los pies,

que, por efecto de la altitud y de permanecer

143

sentada durante tantas horas, se le habían

hinchado y le dolían horriblemente.

Así pues, entre enhorabuenas y aplausos por parte

de la gente de IMB, que uno a uno daban la mano

y felicitaban efusiva y mecánicamente a una

Wanda en estado casi cataléptico, dieron por

concluida la reunión.

Antes de marcharse, por si no había tenido

suficiente, Mr. Gonasey le hizo entrega de la

oferta, un volumen de más de 1.500 páginas. En

él, se detallaba el alcance del proyecto, los

aspectos incluidos, los excluidos, los derechos y

obligaciones de las partes, la forma de pago y las

penalizaciones para ambas partes, en caso de

incumplimiento de contrato.

Wanda, apabullada, dolorida y cargada como una

mula con semejante mamotreto, se dirigió a su

144

hotel para tomar un baño de sales y dormir un

poco. Necesitaba hacer acopio de fuerzas si quería

enfrentarse a semejante ejemplar y analizar en

detalle la oferta que le habían presentado.

A la mañana siguiente, después de desayunar,

cogió el tomo que tanta pereza le daba leer. Lo

primero que hizo, como casi todo el mundo, fue

buscar en el último capítulo, el precio final que

indefectiblemente aparece en las últimas páginas,

justo antes de las condiciones contractuales. Al

mirarlo por primera vez, de un sobresalto soltó el

libro, el cual cayó, como no, sobre sus todavía

doloridos pies: ¡El coste era astronómico!

-En el fondo es lógico –pensó Wanda después de

recuperarse del pasmo- la calidad se paga. Como

son tan buenos y trabajan para tan selecta

clientela, no pueden ser baratos. De otro modo esa

gente jamás los contrataría. Además, los

145

materiales que me proponen son de primerísima

calidad.

Más tarde, intentó leer el proyecto en su totalidad,

pero, después de cuatro horas, acabó, nuevamente,

con un dolor de cabeza infernal. Tenía tan pocas

ganas de continuar dejándose la vista y el cerebro

en tan plomiza lectura que se dijo:

- Una oferta tan completa y detallada no puede

estar mal. Llamaré ahora mismo a Joe y le diré

que salgo ya mismo para su oficina. ¿Para qué voy

a esperar más? Firmaré el contrato y de paso les

pago el primer plazo. Así podremos empezar de

una vez las obras. Mi fábrica será el espejo donde

los demás se mirarán. Seré la envidia de todos.

Cuando llegó al edificio IMB, nuevamente un

ejército de colaboradores de Gonasey la estaban

esperando. Otra vez, se sintió un poco abrumada

146

por tanta felicitación, tanto abrazo, besuqueo y

tanta pequeña pregunta sobre fechas, materiales,

calendario de reuniones de seguimiento,

reuniones, reportes, indicadores, etc.

Si el primer día quedó agotada, se podría decir

que en el segundo fue noqueada en el primer

asalto. Habían sobrepasado su capacidad.

Wanda quería acabar deprisa e insistió a Joe que

querría firmar ya. Cuando él le sugirió que sería

mejor que consultara con sus abogados antes dar

ese paso tan importante, Wanda entre agotada,

agobiada e irritada, en tono cínico le contestó:

-Querido amigo Joe, si después de ver vuestro

proyecto, asistir a una sesión maratoniana de

explicaciones, abrumada por infinidad de

preguntas por su numerosísimo equipo, de cuya

capacidad ya no me queda asomo de duda, no me

fiara de una compañía como Iverson, sería una

147

estúpida. En mi vida he visto nada igual. Venga,

no perdamos más tiempo, que tengo hora con mi

estilista.

Al cabo de 5 minutos, ambos estamparon su firma

en el contrato y acordaron que, para poder realizar

los preparativos de forma adecuada, las obras

comenzarían en un mes.

Los dos estaban muy satisfechos, especialmente

Joe Gonasey. Había cerrado el negocio en un

tiempo record. Su bono anual reflejaría sin duda

esta hazaña.

Mientras la IMB iniciaba los preparativos, Wanda

se dedicó a buscar todo lo necesario para la

decoración de sus futuras oficinas. Tenían que ser

un reflejo de su persona, ostentosas pero con

gusto; Muebles modernos pero elegantes, y, eso

sí, caros, y exclusivos. Sus oficinas serían la fiel

148

imagen de su modus vivendi. Simplemente serían

la envidia de todos sus conocidos.

Cada semana, muy a su pesar, se reunía con los

ingenieros y arquitectos de IMB, pero no prestaba

demasiada atención, excepto cuando se trataban

los aspectos relacionados con la decoración y muy

especialmente los detalles suntuarios.

Estaba obsesionada en que una escalera de caracol

de mármol de Carrara era imprescindible en su

factoría. Era el “touch of class” que haría que su

fábrica de queso destacara del resto, no de la

comarca, sino del mundo entero. Incluso,

recordando un viejo tema musical de un famoso

grupo de rock duro de los años 80, había pensado

bautizar el edificio como “Starway to Cheese

Heaven”. Si, definitivamente la escalera de

caracol era vital para el proyecto, tan vital como

las propias vacas. Los técnicos no lograron

149

sacárselo de la cabeza, ni siquiera cuando le

comunicaron que no estaba incluida en el contrato

y que, consiguientemente, implicaría un

sobrecoste que no estaban todavía en condiciones

de cuantificar por la significativa alteración del

proyecto que constituía, dado que modificaba

totalmente la estructura del edificio.

Cada una de las reuniones que celebraban

transcurría de la misma manera: un nuevo

capricho, un nuevo imprevisto, un nuevo gasto a

añadir a la factura. Así, el coste total de la obra

iba aumentando, sin que el proyecto avanzara de

la manera prevista, porque por cada avance en el

diseño, se producían cambios, todo estéticos, que

obligaban a deshacer buena parte de lo diseñado.

Wanda empezaba a ser consciente que el

presupuesto se estaba disparando, aunque, al

mismo tiempo se decía que el resultado sería

150

mucho más efectista y que, dado el diseño

novedoso y la calidad final del edificio, podría

obtener un mayor rédito a la inversión.

Trascurrido un mes y medio de preparativos, el

mes previsto inicialmente y quince días

adicionales debidos a los caprichosos cambios de

la clienta, Wanda y el equipo de Iverson se

dirigieron hacia Emmental Valley (nombre con el

que se conocía a la zona desde que Gus y Wanda

hicieron su paranoica aparición en Smiceville,

aunque otros más mal intencionados le pusieron

un nombre alternativo: The Cheese Madness

Valley).

Lejos de contener los gastos, allá continuaron

apareciendo imprevistos no contemplados en el

contrato. Ahora no se debían a los caros gustos de

Wanda, sino a problemas no previstos en el

proyecto de construcción como la dureza del

suelo, la inclinación del mismo, la humedad de la

151

zona, etc. Automáticamente, cada imprevisto

suponía un sobrecoste nuevo. Wanda protestaba

por cada incremento de coste, pero los Ingenieros

de IMB le hacían releer las cláusulas del contrato

referentes a imprevistos, y siempre tenían razón,

con lo que su desesperación iba día tras día en

aumento.

Aunque la obra avanzara aparentemente al ritmo

parecido al previsto en el proyecto, no así sucedía

con los costes, por lo que en poco tiempo el

crédito que el banco le había proporcionado no era

ya suficiente para sufragar los gastos, que cada día

aumentaban, proporcionalmente a los problemas.

Wanda se encontró en la obligación de tener que

ir banco a aumentar su crédito. No le pusieron

muchas pegas, pero le dijeron que, dado el monto

de la cantidad que solicitaba, debía avalar el total

del crédito con todas sus propiedades. Por un

momento, dudó si continuar esta aventura

152

empresarial y tirar la toalla, pero finalmente cedió

a su instinto y firmó los avales solicitados. Toda

su fortuna estaba ahora en manos de la fábrica de

queso

Después de dos meses más, los imprevistos que

cada día se multiplicaban, pusieron de manifiesto

que, el proyecto que tan fantásticamente le habían

presentado, no era en realidad tan fantástico, sino

más bien, una fantástica presentación de un

proyecto mediocre.

Además, su continuada vocación por el cambio en

la estética y estática del edificio provocaron que el

coste de la obra avanzara a mucha mayor

velocidad que la obra en sí, hasta que Wanda se

apercibió que el nuevo crédito se había esfumado,

de la misma forma y a la misma velocidad que el

crédito inicial.

153

Su situación era, obviamente, cuando menos

delicada, sus caprichosas decisiones habían hecho

despegar el monto de la obra hacia límites casi

espaciales.

Fue entonces cuando recordó su tesoro en el

laberinto, y al igual que Joe Waters en su

momento, pensó que esta era la solución a sus

problemas. La cantidad de queso era enorme y su

valor, por tanto, casi mayor que el crédito que

había solicitado. Por tanto, al igual que su colega,

empezó a vender queso para hacer frente a sus

deudas.

Los costes, no obstante, crecían y crecían y,

consiguientemente, la cantidad de queso

menguaba y menguaba.

Un buen día, una Wanda sonriente y maquillada

entró en el laberinto, y se dirigió como

154

últimamente hacia su depósito para seguir

extrayendo más oro lácteo. Lo que vio le borró la

sonrisa de su cara:

El depósito está prácticamente vacío, no quedaba

más que un trozo rancio de queso que, por otro

lado, se lo estaba comiendo un ratón, que para

más INRI, hablaba por los codos, maldiciéndola

por haber hecho desaparecer todas las existencias.

Entonces fue cuando Wanda, presa de un ataque

de histeria, profirió un alarido, que dejó pasmado

hasta el pobre ratón:

-¿Donde está todo mi queso? ¿Qué es lo que he

hecho mal?

155

Estaba totalmente arruinada. El banco se quedaría

con su suntuosa fábrica, ya casi acabada, con su

escalera de caracol de mármol de carrara y todo su

elegante mobiliario. Y no solo eso, sino, todas las

propiedades que con su esfuerzo, durante años,

había acumulado.

Triste y pesarosa, abandonó la fábrica a su suerte,

así como a los de la IMB, que se afanaban en

156

terminarla, y, en plena noche huyó de la zona en

su 4x4, como si se tratara de una cuatrera,

pensando en iniciar una nueva vida, muy lejos de

Smiceville y todavía más lejos de la vacas, las

montañas y sobre todo del queso, este tesoro

lácteo que le había dejado hundida en la miseria y

no en la abundancia soñada.

157

Capítulo VIII : La decisión de Andy Essal

Andy no quería recorrer Buildme Riverside a la

caza y captura de una constructora; no había

necesidad de caminar hasta la extenuación ni

dejarse la vista buscado en interminables listados

de letra diminuta.

Para no desperdiciar su valioso tiempo, él

publicaría un anuncio en el Daily Building News,

el más importante periódico especializado en el

mundo de la edificación de la ciudad, solicitando

ofertas de constructoras para la edificación de su

fábrica. Luego sólo tendría que escoger la mejor.

Si, era lo más práctico, sin duda alguna.

Con el dinero del crédito en la cuenta corriente,

Andy se sentía poderoso y tenía ganas de trabajar

a lo grande, impresionar a quien fuera a contratar.

158

Por tanto se instaló en el Riverside Palace, el hotel

más lujoso de la metrópoli, en el que había

reservado un salón para llevar a cabo las

entrevistas.

O bien el trabajo andaba escaso, o bien el anuncio

redactado por Andy tenía algo que llamaba la

atención, ya que la respuesta fue masiva e

inmediata.

Tanto pequeñas, medianas, como grandes

empresas aspiraban a presentar una oferta. Andy,

muy satisfecho, tuvo que hacer malabarismos para

poder organizar su agenda y conseguir un espacio

temporal para todo el mundo.

Aunque ya se temía que la elección de la

compañía adjudicataria sería difícil, nunca se

hubiera imaginado cuánto (teniendo en cuenta el

elevado número de entrevistas que le esperaban).

159

Para evitar una sobrecarga mental que pudiera

afectar en exceso sus conexiones neuronales,

Andy decidió hacer una primera criba sobre los e-

mails que había recibido de respuesta. Lo hizo

simplemente con el arbitrario criterio de su

intuición; no era demasiado justo, pero su tiempo

era demasiado valioso para perderlo en reuniones.

Cuando ya tuvo hecha la primera selección, citó al

resto de candidatos para una entrevista. Por el

salón del Riverside Palace, empezaron a desfilar

todo tipo de ejecutivos, dispuestos a hacer

negocio, defendiendo su proyecto a capa y espada.

Cada uno representaba una clase de empresa

diferente y con formas muy distintas de trabajar.

El proceso de selección no resultó tan entretenido

como Andy había imaginado en un principio, más

bien al contrario. Escuchó lo más atentamente que

pudo todas y cada una de las propuestas,

160

intentando ser lo más ecuánime posible. Pero los

ofertantes desfilaban, el cansancio mental crecía

y, sin embargo, ninguna de las propuestas le

agradaba los suficiente; unas no le convencían por

la poca experiencia que parecían tener en la nueva

actividad que Andy empezaba; otras supeditaban

el éxito a una implicación tal por parte de él, que

le requeriría un esfuerzo sobrehumano que no

estaba dispuesto a asumir; otro caso era las que

presentaban presupuestos exageradamente

exorbitados, que ni siquiera acababa de leer.

Andy, con su carácter nervioso, empezaba a

cansarse de las reuniones. No encontraba nada que

le satisficiera hasta que, como caído del cielo,

apareció Steven A. Mendwhite, socio director de

la Axel C. Sturion Associates, según rezaba en su

tarjeta de visita.

161

Mr. Mendwhite tenía una apariencia tranquila y

sosegada y unos modales y educación tales que,

sólo con mirarlo, se podía adivinar su gran

profesionalidad y experiencia. Hablaba con

claridad, explicaba sus ideas de forma ordenada y

las cuestiones técnicas más complejas se

convertían en sencillas cuando él las describía.

Destacaba con mucho entre sus competidores.

Una vez realizadas las presentaciones de rigor,

Steven procedió a describir su empresa. Había

sido fundada por un conocido abogado del este del

país que había hecho fortuna al especializarse en

los litigios de la construcción, lo cual le abrió las

puertas al negocio mismo de la edificación. Su

empresa actualmente era una multinacional que

operaba en más de 100 países y disponían de

miles y miles de empleados en todo el mundo,

especializados en los diferentes tipos y aspectos

relacionados con la construcción, desde la

162

confección de los proyectos, hasta la decoración

final.

Andy quedó boquiabierto con la explicación que

Mendwhite le dio. Pero lo más interesante de todo

era que le estaba proponiendo algo completamente

novedoso; un nuevo modelo de negocio, que iba

más allá de la mera construcción de su factoría.

Lo que le proponía era la explotación de la misma

mediante un modelo de negocio que ellos

denominaban “Outsourcing”.

-Mira, Andy, nosotros nos hacemos cargo de la

construcción y posteriormente de la explotación

de la fábrica, de modo que tú no tendrás que

preocuparte por nada, ni ahora ni después.

Simplemente supervisarás el estado de las cosas

en las reuniones que fijaremos de forma periódica.

–dijo Steven empezando su exposición- A

cambio, durante el proceso de construcción,

163

pactaremos unas cantidades que deberás abonar.

También tenemos que establecer unas condiciones

de funcionamiento, que nosotros llamamos

“Acuerdos de Nivel de Servicio”; es algo muy

simple, se trata de marcar unas directrices de

todos los servicios que se han pactado. En la

construcción de la fábrica hay que determinar los

costes que se incluyen y los que no, las

penalizaciones y las bonificaciones en función del

cumplimiento de los plazos, el coste del proyecto,

los derechos y obligaciones de ambas partes….

¡Ah! No querría olvidarme de una parte

importante. Nuestros técnicos harán un detallado

estudio del negocio a cinco años vista, incluyendo

costes y beneficios. De este modo sabremos a

priori la viabilidad y rentabilidad del mismo. No

queremos que corras ningún riesgo si es que

decides confiar en nosotros, al igual que lo han

hecho ya, bajo esta nueva modalidad, cientos de

clientes en todo el mundo. He decir que hasta la

164

fecha, el ciento por ciento de los mismos están

encantados con este modelo, el outsourcing. Les

libera del trabajo ordinario, permitiéndoles

dedicarse a tareas de mayor valor para ellos,

mientras nosotros cuidamos que su negocio

produzca más y mejor cada día.

Andy estaba francamente impresionado. No sabía

que decir. Había sido una reunión, más que

interesante, impactante, y la exposición de Steven

solo merecía un adjetivo: impecable.

Sin duda era un lo que estaba buscando, ya que él

solamente debería dedicarse a supervisar lo que la

gente de Sturion llamaba “Acuerdos de Nivel de

Servicio” y controlar que los costes no se

dispararan como cohetes. ¡Pronto su sueño se

haría realidad!

Además, tendría tiempo para darse a conocer en el

mundillo del sector lácteo. Había estado

165

indagando sobre las asociaciones de productores

de leche y quesos, y soñaba con ser un líder de

alguna, o por qué no, de todas ellas. Siempre le

había gustado la política, y estaba convencido que

era muy válido, ya que, según él, poseía esas

“dotes innatas de mando que infieren un

liderazgo”. Si conseguía hacerse un nombre en el

sector, le sería mucho más fácil establecer

contactos que le proporcionarían negocios con

beneficios cada vez más altos.

Gracias al Outsourcing, en vez de participar en el

control de la construcción, tendría mucho más

tiempo libre para los trapicheos políticos que ya

tenía en mente.

Ya se veía como el gran “MilkyBoss”. Todo el

mundo lo admiraría porque sería el verdadero amo

del sector, el gran timonel.

166

Axel C. Sturion

Associates

Las grandes decisiones y las discusiones sobre los

precios tendrían que pasar por su despacho, y su

firma se cotizaría como la de cualquier ministro.

Tendría el poder que siempre había soñado…,

sería archifamoso; lo más gracioso era que lo sería

en una materia que hasta hacía poco tiempo

desconocía por completo.

167

Así pues, daría el visto bueno para que la Sturion

empezara a preparar un estudio en serio, validarlo,

y firmar un contrato lo antes posible.

Al seleccionar la propuesta de Mendwhite, se

inició la negociación inicial, lo que supuso

comenzar con arduas negociaciones con Steven y

sus colaboradores. Andy tuvo que enfrentarse, a

pecho descubierto, con docenas y docenas de

expertos de la Sturion, en todos los aspectos

imaginables, en infinidad de reuniones largas y

aburridas.

Al fondo de la mesa, Andy Essal sin

acompañamiento alguno, ya que él no necesitaba a

nadie que lo asesorara, ni siquiera su abogado; su

elevado coeficiente intelectual, su pensamiento,

tan eléctrico como rápido, y su ambición, eran sus

mejores consejeros.

168

Y en ambos lados de la misma, siempre decenas

de especialistas, que cambiaban en función de los

diferentes temas que intervenían en el negocio,

como por ejemplo construcción, logística,

producción, gestión, explotación, aspectos legales

y tributarios, financieros, etc.

Andy enseguida se percató que sus interlocutores

estaban entrenados para convencer a los futuros

clientes. ¡Qué discursos tan bien ensayados!

Seguro que eran unos vendedores encubiertos…

-Ésta es la fase de la negociación en la que hay

que plantar cara, lo intuyo- pensaba Andy- Si

creen que van a impresionarme con este lujo y

pompa… ¡lo tienen claro! Ahora les demostraré

con quien se enfrentan.

Desde ese mismo instante, peleó todas y cada una

de las cláusulas que le presentaban, aunque no

169

tuviera la más remota idea del contenido de las

mismas. Él las discutía sistemáticamente,

creyendo que de esta manera les forzaba a rebajar

sus pretensiones. Llegó a convencerse que era un

buen entrenamiento para su futuro como político,

sin tener en cuenta que aquella reunión era para el

bien de su negocio y que cada apartado estaba

redactado por un especialista de Sturion.

Cada vez se sentía más satisfecho de sí mismo, al

ver que le hacían caso en todo lo que él quería

modificar. Sin embargo, no se apercibía que,

cuando la gente de Sturion no protestaba, que era

la mayor parte de las veces, estas modificaciones

le perjudicaban más que beneficiarle.

Steven y sus colaboradores no acababan de

entender que Andy se comportara de aquella

forma. Pero, como no, el cliente siempre tiene

razón; si Mr. Essal no se daba cuenta que cada

170

cosa que modificaba iba en su contra, peor para él.

Al fin y al cabo, a la Sturion Associates también

le interesaba tener los máximos beneficios

posibles. Y aquel joven insensato se los

proporcionaría.

Las discusiones duraron algo más de un mes. La

postura tan radical al principio de Andy, se fue

ablandando poco a poco, a medida que Essal se

fatigaba mentalmente. Eso provocó que, a medida

que avanzaban en las discusiones, fuera cediendo

con mayor facilidad ante la apisonadora

profesional de los componentes de la Sturion.

Finalmente, se redactó un contrato que consignaba

minuciosa y detalladamente todos los puntos que

abarcaba el proyecto. Era muy extenso, ya que se

describía de forma exhaustiva el proceso de

construcción, las calidades de los materiales, el

diseño de los interiores, los plazos de entrega, los

171

aspectos que se facturarían aparte, las funciones

de cada una de las partes, la explotación de la

fábrica, el reparto de los beneficios y de las cargas

financieras… En la parte posterior y, cómo no, en

letra pequeña, se establecían las cláusulas que

protegían a ambas partes en el caso de

incumplimientos contractuales, impagos, retrasos,

falta de calidad, compromiso, etc.

El acuerdo-contrato era extensísimo, conteniendo

miles de cláusulas, escalados, compromisos,

indicadores y mecanismos de seguimiento.

Andy, como anteriormente le había pasado a su

amiga Wanda, se sintió apabullado. El largo

proceso de negociación le había dejado mental y

físicamente destrozado. Creía que ya había

intervenido lo suficiente y que ya había rebajado

las pretensiones económicas al máximo. Por tanto,

cuando vio la inmensa cantidad de folios del

172

acuerdo, se limitó a revisarlo de forma somera,

fijándose fundamentalmente en los costes de

construcción.

Cuando, buscando en la última página antes de los

anexos, vio la cifra total, casi le da un infarto. No

obstante, el plan de negocio que le habían

presentado, contemplaba incluso una partida para

imprevistos. Andy se convenció de que la

rentabilidad a corto y medio plazo estaba

asegurada. Además, Sturion era una compañía con

unas referencias inmejorables. Se había informado

y sabía que habían trabajado en todo el mundo en

este tipo de negocios, para él completamente

desconocido, con resultados espectaculares. No

tenía nada que temer. Llamó a Steven para decirle

que había leído el contrato, y quería firmar lo

antes posible.

173

La reunión que la Sturion preparó para la firma,

fue de lo más seria y formal. Steven en la

presidencia, rodeado de abogados sonrientes.

Todo daba una sensación de tranquilidad. Incluso

el pequeño refrigerio que esperaba en la mesilla

auxiliar. Andy se sentía relajado y convencido que

no se arrepentiría de lo que estaba a punto de

hacer. Por fin se habían acabado las discusiones y

su negocio empezaría a funcionar en un tiempo

récord.

Andy, agotado, no esperaba tener que firmar por

cuadruplicado el extenso contrato que los asesores

legales de la Sturion Associates habían redactado.

Pero no podía negarse, por lo que, haciendo un

último esfuerzo, estampó tantas veces su firma

que acabó reventado y con calambres en las

manos. Una copa de cava y un apretón de manos,

acabaron de sellar el acuerdo.

174

Andy, ya más relajado, le dijo a Steven:

-Me siento liberado. Supongo que ya no me

necesitareis hasta dentro de bastante tiempo, ¿no?

-Andy, muchacho, ¡estás cansado! Claro que te

necesito. Los preparativos para empezar la obra

no pueden retrasarse demasiado. Mañana mismo

debemos mantener la primera reunión de trabajo –

repuso Steven.

Con un gran suspiro, Andy se despidió de todos y

se retiró al hotel a descansar. Necesitaba una copa,

un poco de soledad y muchas horas de sueño para

reponerse.

Al día siguiente, a media mañana, repuesto en

parte de la fatiga del día anterior, se dirigió al

Sturion Business Center, para iniciar los

prolegómenos del trabajo.

175

Allí se reunió de nuevo con un nuevo ejército de

colaboradores de Sturion associates. Para variar,

le ametrallaron a preguntas concernientes al

proyecto. ¿Cómo debía ser la factoría? ¿Qué

capacidad productiva tenía prevista? ¿Qué turnos

de trabajo tenía en mente? ¿Y los horarios? ¿Y los

honorarios? Parecía un examen oral de los que

tanto odiaba en su época de estudiante…

Andy, en medio de tanto tedio y agobio, no

entendía como se había llegado a aquella

situación. Tuvo que resignarse a continuar con las

preguntas, mordiéndose la lengua en más de una

ocasión. ¿Acaso no pagaba para que le

solucionaran aquellas minucias? Sin embargo, a

cada observación que hacía al respecto, Steven le

contestaba que era una fase contemplada en el

contrato.

176

No le quedaba más remedio que continuar

respondiendo al interminable interrogatorio.

Después de aquella reunión llegaron otras

igualmente aburridas.

Andy protestaba, cada vez con menos ímpetu,

acerca de los números que se le presentaban.

Siempre le parecían muy exagerados. Pero cada

protesta de Andy era argumentada sobradamente

por un especialista en el tema, que le presentaba

mil y un argumentos sólidamente cimentados para

justificar su necesidad, ya fuera en volumen, coste

ó duración.

Andy se sentía impotente ante tantos argumentos,

pues su desconocimiento del sector no le permitía

decir nada en contra. Su paciencia empezaba a

menguar de tal forma, que, igual que desde su más

tierna infancia, echaba chispas hasta por las uñas

de los pies.

177

Cuando Andy estaba a punto de explotar, por fin,

el proyecto de factoría acabó definido, los costes

y calidades de los materiales se habían

establecido, así como el número de trabajadores

necesarios. Habían sido necesarias más de dos

interminables y agotadoras semanas.

Andy se sintió finalmente liberado. Ahora sí que

podía dejar las decisiones en manos de Robert S.

Freshman, el director del proyecto asignado por

Sturion Associates. Según el contrato, el director

tendría un número considerable de asistentes, que

le ayudarían a que la construcción llegara a buen

puerto.

Andy creyó que ya estaba exento de tomar parte

en el seguimiento del proyecto, cosa que tantos

nervios le producía. Era como si le hubieran

quitado un peso de encima. Estaba convencido de

que, para gestionar el negocio, solamente tendría

178

que asistir a reuniones quincenales que, por

razones obvias, se realizarían en el lugar de la

construcción. Le molestaba tener que desplazarse

a Emmental Valley, pero comprendía que era la

única forma de ver el estado real de la edificación.

Al fin y al cabo, no significaba tanto esfuerzo una

reunión cada dos semanas, Pensándolo bien, en el

fondo le dejaba mucho tiempo para dedicarse a su

promoción personal. Sus ideas para revolucionar

el sector lácteo, tendrían una respuesta unánime

en los empresarios de la zona. No tenía ninguna

duda.

Llegó el día del viaje. Los trabajadores de la

Sturion, parecían un ejército en formación de

combate. Se dirigían a Emmental Valley a

empezar las obras. Andy Essal decidió

acompañarles, para palpar sobre el terreno el

179

verdadero talante de la empresa que había

contratado.

Cuando llegaron a la zona del laberinto, los

diferentes especialistas de su constructora, se

desplegaron como si de un grupo de comandos

militares se tratara. En un abrir y cerrar de ojos,

habían levantado el campamento, la cocina, el

comedor, las letrinas, las duchas, el puesto de

mando, la sala de reuniones y el centro de control

operativo.

En la carpa, que hacía las funciones de centro de

control, los ingenieros apostaron los gráficos que

les permitirían llevar el control y seguimiento de

la actividad. También disponían de una ingente

cantidad de aparatos electrónicos para dar soporte

a todos los aspectos del trabajo, por no mencionar

el impresionante equipamiento informático, que

dejaba sin habla al más pintado.

180

Andy se asombró gratamente de la eficacia del

equipo. Cada vez estaba más convencido que

había acertado al contratar a la Sturion. Los

equipos trabajaban de sol a sol, sin apenas

descansar, y los turnos funcionaban con una

precisión milimétrica. Eso era ser expeditivo.

Solamente necesitaron un día para realizar la

exploración geológica del terreno donde se debía

edificar la fábrica. Andy siempre había pensado

que tal actividad requeriría más de una semana.

Pero los equipos de la Sturion eran realmente

rápidos y eficaces. Con asombro, también

comprobó que al mismo tiempo, habían analizado

la calidad de las aguas del río cercano, la

composición de los pastos y el nivel de insolación

diaria. Casi no se podía ni creer que además

habían hecho una completa simulación de las

temperaturas medias de la zona.

181

La primera reunión de seguimiento se realizó a la

semana de haber iniciado la obra. El informe del

equipo era muy prometedor. En vista de los datos

obtenidos, el proyecto se realizaría con total

probabilidad en los plazos previstos. No obstante,

surgieron pequeños obstáculos que el Sr.

Freshman explicó a Andy:

-Sr. Essal –le dijo- hemos encontrado algunos

datos que pueden provocar un incremento en el

coste de la construcción. El índice de dureza del

suelo de la zona a edificar, es mucho muy alto y

queda fuera de los límites establecidos en el

contrato. Como puede imaginar, esto supone un

pequeño coste adicional. Pero no se preocupe, no

hay motivos para alarmarse.

Las palabras de Robert tranquilizaban siempre a

Andy. Como además los trabajos avanzaban a un

182

buen ritmo, pensó que ya podía abandonar la

zona. Necesitaba tiempo para introducirse en el

sector, tal como había previsto. Debía

comunicárselo a Freshman cuanto antes:

-Robert, tengo que irme – le dijo- Me voy muy

tranquilo, de veras. Estoy convencido de tu

capacidad como director, a los resultados me

remito. Por tanto he tomado una decisión: no hace

ninguna falta que las reuniones de seguimiento

sean quincenales. Confío en ti totalmente. Nos

veremos una vez al mes, y sólo si es necesario.

Mr. Freshman protestó lo más vehemente que le

fue posible, pero no había nada que hacer.

Advirtió a Andy del riesgo que aquello suponía y

se ofreció a enviarle un informe semanal del

avance del proyecto y de las incidencias que

fueran apareciendo.

183

Sin hacerle demasiado caso, Andy asintió,

mientras subía al NotCheep para dirigirse a

Milkyway, el centro neurálgico de las actividades

ganaderas de la región.

Allá se pondría en contacto con las más famosas

asociaciones profesionales como la Farmers

Fraternity, la Milk Makers, Cheeseworld, y otras,

así como con instituciones de investigación como

el Gruyére Holistic Institute, o con influyentes

medios de comunicación, como el Dairy Mail.

También quería contactar con los personajes más

relevantes, algunos casi legendarios como Billy

Boy Butterfield, el rey de la mantequilla del

medio oeste.

Una vez instalado en su hotel, con el ordenador

portátil, buscó por Internet todas las direcciones,

teléfonos y nombres de cuantas asociaciones pudo

conseguir. No le fue nada difícil empezar a

184

conocer gente, dado su carácter abierto, y su

simpatía. Además, su agilidad mental le

proporcionaba una gran facilidad de palabra, tan

grande como la facilidad que tenía para abrir su

billetero. Ambas cosas, sobretodo la última, le

abrieron muchísimas puertas. Pronto estaba ya

participando activamente en todas las

instituciones en las que se había propuesto entrar.

Estas actividades le absorbían prácticamente todo

su tiempo. Puntualmente recibía los informes que

Robert Freshman le enviaba desde la obra. En

todos ellos los ratios parecían aceptables, pero

indefectiblemente aparecían imprevistos, que de

manera constante, provocaban ciertos retrasos e

incrementos de costes. Nada que no se pudiera

solucionar, añadía el informe.

La frenética actividad de Andy en Milkyway,

donde había conseguido ya hacerse con la

185

presidencia de Cheeseworld, previa aportación de

una importante suma de dinero, le colocaban en

una posición inmejorable para poder realizar

futuros negocios, una vez la fábrica estuviera en

funcionamiento.

Cada vez prestaba menos atención a los informes

que llegaban de Sturion associates. Los leía en

diagonal, y prácticamente no se enteraba de los

pequeños imprevistos que, sin embargo, iban

sumando e incrementando los costes de forma

cada vez más preocupante.

Andy parecía completamente indiferente a todo:

asistía de mala gana a las reuniones de

seguimiento en las que hacía caso omiso a las

exposiciones de Freshman. Se aburría tanto…

Para algo estaba pagando a los expertos, ¿no?

No escuchaba nunca, por lo que no se enteraba de

que los ratios iban decayendo, los imprevistos

186

iban subiendo y los plazos cada vez eran menos

verosímiles. Además, como los informes que se le

presentaban, indefectiblemente acababan con la

frase “nada preocupante ni que no tenga

solución”. En las conclusiones, maquillaban de

una u otra forma la realidad, proponiendo medidas

correctoras que siempre llevaban aparejados

incrementos de costes no siempre evidentes. Todo

ello aún hacía que Andy se inhibiera más de todo.

Si eran pequeños problemas con solución ¿por

qué preocuparse?

La actividad política de Andy, iba en aumento. Ya

lo conocían en toda la ciudad y estaba cegado por

su fama.

El proyecto ya estaba en manos de Freshman, por

lo que acabó despreocupándose del todo.

Consiguió lo que se había propuesto y ya era un

importante personaje en Milkyway. Lo llamaban

187

de todos los foros de discusión para que

participara como representante de las múltiples

organizaciones a las que pertenecía. Asistía a

todas las reuniones y congresos en todo el país.

Hacía muchos años que Andy no era tan feliz. Se

sentía alguien importante, y pagaba todos los

costes de sus viajes sin preguntarse porqué tenía

que ser él quien los sufragase. Lo importante era

hacerse con el poder de los negocios lecheros, ya

que en el futuro le proporcionarían mucho dinero

y, por consiguiente, el poder absoluto, su sueño.

Mientras tanto, le seguían llegando informes que

ya ni siquiera leía. Si lo hubiera hecho, en vez de

dedicar toda su energía a sus nuevas actividades,

se hubiera dado cuenta que la situación en la obra

y las previsiones económicas eran cada vez más

negativas. Estaba tan enfrascado en su vida

188

pública, que era ajeno a cuanto acontecía en su

futura factoría.

Pronto dejó de asistir a las reuniones de

seguimiento, pese a los insistentes mensajes de

Robert Freshman. Él ya no estaba para estas

minucias, que lo resolvieran ellos, que eran los

expertos.

Al cabo de cuatro meses, Andy recibió una

llamada de Steven A. Mendwhite, en la que le

urgía a reunirse lo antes posible. Andy le sugirió

que se desplazara a Milkyway, puesto que sus

ocupaciones no le permitían moverse de la ciudad.

Al día siguiente, en avión privado de la compañía,

Mendwhite se presentó en el despacho de Andy

Essal. Le acompañaba su asesor legal y su director

financiero. Los tres presentaban un semblante

serio, muy diferente al de las primeras reuniones.

189

-Andy, la situación es muy grave- le dijo Steven-

tenemos que hablar muy seriamente. Te hemos

estado enviando infinidad de informes

describiendo la situación económica y no has

prestado la más mínima atención; te hemos

convocado puntualmente a cada reunión de

seguimiento, pero no has asistido, y no has

seguido el proyecto tal y como acordamos. Ahora

mismo estamos en un punto insostenible. Si

hubieras leído algún informe, como era tu

obligación, hubieras visto que los costes se han

disparado, debido a múltiples imprevistos que no

quedaban cubiertos en el presupuesto. Has dejado

en manos de Bob Freshman toda la

responsabilidad del proyecto, cuando las

decisiones las debías tomar tú. La cuestión es que

el proyecto necesita que tomemos decisiones

drásticas y, sobretodo, una importantísima

inyección financiera. Si no te hubieras

190

despreocupado de esta forma, no se hubiera

llegado a esta dramática situación.

Andy se quedó boquiabierto. Por un momento se

quedó paralizado, sin poder reaccionar. De pronto,

le entró un arrebato de cólera, y arremetió contra

sus interlocutores, acusándoles de inútiles,

estafadores, ignorantes, faltos de experiencia, y

todos los improperios que le vinieron a la mente.

Amenazó con llevarlos a los tribunales y

encerrarlos en la cárcel por el resto de sus días.

Mendwhite asistió impasible a la lluvia de

insultos, esperando que la tormenta dialéctica de

Essal acabara. Una vez éste cesó en sus diatribas,

sacó una copia del contrato y de los acuerdos de

nivel de servicio.

El abogado de Sturion associates, Lawson L.

Gallitti, con total solemnidad, leyó las cláusulas

contractuales que se habían suscrito, haciéndo

191

notar que Andy era el único responsable de la

situación, advirtiéndole asimismo de las

consecuencias de las múltiples acciones legales

que podrían interponer contra él, entre ellas por

los insultos y difamaciones que Andy, en su

ataque de furia, había vertido sobre ellos y sobre

la compañía a la que representaban.

En tono conciliador, Mendwhite sugirió a Andy

que se calmara, y que escuchara atentamente el

resumen que su director financiero, Charlton D.

Ollarmine, le había preparado.

Andy, sobrepasado por la situación, tomó asiento

abatido. Escuchó atentamente el detallado informe

del estado de cuentas, de los costes añadidos, que

él mismo había aprobado, ya fuera por acción u

omisión.

La cantidad que salía del presupuesto era ya

estratosférica. Sin embargo, en el contrato se

192

estipulaba claramente que el último responsable

era Andy.

Si hubiera hecho caso a los informes…, si hubiera

estado en la obra cuando se tomaron decisiones…

no del todo acertadas, dejando la opción a los

capataces… sin duda había habido una clara

dejación de responsabilidades por su parte.

Le propusieron que estudiara los documentos que

le facilitaron y sugirieron reunirse al cabo de dos

días, para analizar las posibles soluciones.

Andy cayó súbitamente de la nube en la que había

estado viviendo y aterrizó de un duro golpe en la

cruda realidad.

Una buena parte del dinero que le había prestado

el banco se la había gastado en sus actividades

políticas y de representación. Y ahora, el saldo del

193

que disponía no cubría ni de lejos la enorme

deuda contraída con Sturion y sus asociados.

Durante un tiempo se sintió totalmente vencido,

cuando de repente se acordó del depósito del

laberinto. ¡Por fin un poco de luz y esperanza!

Pediría un aplazamiento de la deuda, y obtendría

el dinero vendiendo todo el queso. Así tendría otra

vez el control de la fábrica. Con sus contactos

levantaría el negocio y volvería a ser el hombre

que durante este tiempo había sido. Todo un

personaje del mundo del queso.

Cuando se reunieron de nuevo, Andy ya no tenía

el semblante deprimido y derrotado de hacía un

par de días.

-Bien, Creo que ya tengo la solución -les dijo-.

Solamente necesito un aplazamiento de la deuda

de un mes y el problema quedará solventado. Eso

194

sí, es mi deseo rescindir nuestro contrato y

ocuparme yo personalmente del negocio, puesto

que, visto lo visto, nuestra relación ya no podrá

ser nunca como antes.

Lawson Gallitti, con el mismo semblante solemne

de la vez anterior, le notificó que si pretendía

romper la relación con la empresa, la deuda

acumulada automáticamente se duplicaría, según

las cláusulas de rescisión previstas en el contrato.

Andy, totalmente fuera de sí, arrancó de las manos

del abogado el documento y le echó un vistazo. El

hombre tenía razón. Completamente enfurecido,

les grito que volvieran al cabo de un mes, que

tendrían todo su dinero. Ya no quería volver a oír

hablar de aquella maldita compañía, que más que

Sturion, le recordaba a un Tiburón.

Tras informarle que en caso de no recibir el dinero

en el plazo estipulado, emprenderían de inmediato

195

las acciones legales pertinentes, Steven y sus

acompañantes salieron con parsimonia del

despacho, dejando a Andy vociferando insultos a

grito pelado.

Pálido de pavor a la vez que enfurecido, salió de

la oficina para alquilar una flota de camiones

frigoríficos, con el poco dinero que quedaba. La

necesitaba trasladar el queso desde Emmental

Valley hasta Milkyway, donde pretendía venderlo.

Para ello contaba con sus valiosos contactos, por

lo que le costaría colocar el queso a buen precio

en el mercado, obtener el dinero suficiente, pagar

la deuda, rescindir el maldito contrato y empezar

su aventura empresarial, esta vez sí, con su total

control.

El viaje con la caravana de camiones no estuvo

exento de peripecias. No era lo mismo viajar en

camiones trailer que en vehículos 4x4, por lo que

196

tardaron mucho más de lo previsto. Una vez en el

monolito Emmental, tuvo que respetar la promesa

que había hecho a Wanda, Gus y Joe: no

permitirían que nadie conociera la localización

exacta del laberinto y jamás nadie entraría en él.

Por tanto tuvo que vaciar él sólo su depósito.

Haciendo un esfuerzo casi sobrehumano, Andy

logró vaciar el depósito. Ya había perdido tanto

tiempo que, para cumplir con el plazo establecido

con Sturion, debía apresurarse. Cuando la última

porción se colocó en el camión, iniciaron el viaje

de regreso sin perder ni un segundo.

Por fin, llegaron a Milkyway, donde Andy

empezó a llamar a sus conocidos. Les ofrecía una

gran partida de a un precio mucho más que

razonable. Pero ningún gran distribuidor ni

comerciante quería comprar una cantidad tan

197

exorbitada de queso. Tuvo que venderlo en

pequeños lotes a tiendas de la comarca.

Lo que jamás se hubiera imaginado era que tal

cantidad de producto puesto en circulación, haría

que el precio del producto lácteo cayera en

picado. Y entonces empezó el gran desastre.

198

La bolsa del queso de Kraft Street sufrió una

espectacular caída en las cotizaciones, que puso

en peligro la totalidad de los valores que se

negociaban. Algunos altos ejecutivos del sector,

presa del pánico, al igual que en el famoso crack

bursátil de 1929, se lanzaron por las ventanas de

sus edificios. El departamento de traumatología

del hospital de zona se vio desbordado por piernas

y brazos rotos. No había muchos rascacielos en la

ciudad, por lo que al tirarse desde un primer piso,

lo máximo que consiguieron fue una pierna rota.

Por todas partes se veían hombres desesperados,

corriendo arriba y abajo con la corbata

desajustada y la camisa arremangada, buscando

información sobre los valores de la bolsa. El

ambiente en la ciudad era de lo más terrorífico.

Andy, desesperado, agobiado, con un sentimiento

de culpabilidad terrible, no tuvo más remedio que

199

malvender el resto de sus enormes existencias,

obteniendo una cantidad infinitamente menor que

la que esperaba.

Todo el mundo le culpaba de la crisis y nadie

quería saber nada de él. La gente que le había

apoyado mientras era rico ahora le daba la

espalda. No le necesitaban para nada, nadie quería

echarle una mano… ¡faltaría más! ¡Si por su culpa

todo se había venido abajo!

El episodio se hizo tan famoso en la región que, al

cabo de un tiempo, un grupo musical local,

Supertranchette, sacó un CD que en poco tiempo

los lanzó al estrellato en todo el mundo y los

convirtió en archifamosos. El discose titulaba

“Cheeses, what cheeses?”.

Andy, abrumado por la situación, decidió regresar

al laberinto. Tenía que desaparecer de la ciudad.

200

Solo y desesperado, sentado en su depósito

completamente vacío, se preguntaba

amargamente:

-“¿Donde está todo mi queso? ¿Qué es lo que he

hecho mal?”

En aquel mismo instante se percató que estaba

totalmente arruinado. Salió al exterior de la gruta

para llamar a Steven. Le explicó que le había

enviado todo el dinero que tenía, que les cedía

todas sus propiedades y le suplicó que la Sturion

no ejerciera acciones penales contra él.

Steven A. Mendwhite, dándose cuenta que no

podría obtener más dinero del pobre desgraciado,

accedió a la petición de Andy Essal, que, con el

rabo entre las piernas, huyó para siempre de la

zona.

201

Hasta el momento se desconoce con certeza su

paradero, si bien se tienen noticias que cruzó el

atlántico, enrolado como marinero en un barco

mercante, para rehacer su vida y fortuna en un

lejano país, para dedicarse en cuerpo y alma a la

pesca del bacalao y el arenque, actividad que

suponía rentable y peligrosa. Si no podía ser el

amo del queso, quizá pudiera ser algún día el rey

del mar…

202

Capítulo IX: La decisión de Gus Nathan

Gus Nathan estaba un poco perplejo por la actitud

de sus colegas. Todos se habían lanzado

vertiginosamente a la busca y captura de una

empresa que les construyera sus factorías, si tan

siquiera ocuparse de instalar de forma adecuada a

sus vaqueros y rebaños.

Una de las máximas que su padre le decía siempre

era que “las prisas son malas consejeras”. Al

hacerse mayor, se percató de la razón que su padre

tenía y, al igual que el resto de sus consejos, lo

había seguido al pie de la letra.

Hacía tiempo que se había dado cuenta que

muchos de sus fracasos empresariales se habían

debido justamente a no prestar a cada actividad el

tiempo preciso. El negocio que ahora iba a poner

203

en marcha era demasiado importante como para

volver a tropezar otra vez en la misma piedra.

Por ello, decidió tomarse un tiempo para

reflexionar sobre lo que debía hacer. Mientras los

otros buscaban frenéticamente una solución en

Buildme Riverside, él tomó la decisión, para

sorpresa de sus compañeros, de regresar al área

del laberinto.

En la quietud de la zona, se dedicó a dirigir a su

cuadrilla de vaqueros en la construcción de los

establos, abrevaderos, cabañas y demás zonas para

el cuidado, tanto del ganado como de los

trabajadores.

Esto también le permitió conocer a fondo a sus

nuevos empleados y saber cómo tratarlos, porque

era de todos conocido que los vaqueros son

personajes especiales, tanto, que han

204

protagonizado infinidad de filmes y telefilmes,

tanto en Hollywood como en Almería ó Italia

(cómo no recordar los inolvidables spaghetti-

western de nuestra juventud).

Además, a medida que trataba con los “cowboys”,

de ellos empezó a aprender muchas y muchas

cosas acerca del cuidado del ganado, lo cual era

para él en extremo importante, puesto que, en el

futuro las vacas, cabras y ovejas deberían ser la

fuente primordial de sus ingresos.

Así, mientras que el personal de Gus se dedicaba

con entusiasmo a la construcción de las

instalaciones, el resto de trabajadores de la zona

de Emmental Valley, sin jefe alguno que les

mandara, se dedicaban básicamente a haraganear,

beber y jugar a las cartas, lo cual suscitaba

frecuentes peleas entre ellos. Ni siquiera se habían

molestado en mejorar sus campamentos; todavía

205

dormían en las tiendas de campaña que plantaron

al llegar.

Nathan no tuvo ningún problema con sus

vaqueros; estableció con ellos una cordial relación

que iba más allá de la relación entre patrón y

empleado. Por un lado, los trataba con autoridad

(era su jefe), a la vez que, con cortesía y

educación, y por otro, los trabajadores se sentían

reconocidos por su trabajo. Al fin y al cabo, todos

estaban en el mismo barco. Además, a Nathan no

se le caían los anillos para cuidar los animales,

antes al contrario, trabajaba codo a codo con sus

empleados y no se abstenía en preguntar cómo

debía hacerlo cada vez que tenía alguna duda.

Cuantas más preguntas les hacía Gus Nathan, más

importantes y útiles se sentían. Todos trabajaban a

gusto y con efectividad. Además, Gus premiaba el

esfuerzo de su gente con incentivos, con lo que su

personal todavía estaba más motivado.

206

Al caer la noche, en el porche de su cabaña, Gus

se dedicaba a reflexionar sobre dónde ubicar su

fábrica, el tipo de instalaciones necesarias, el

mejor modo de conseguir que su negocio

funcionara de la manera más adecuada, los

canales de comercialización que se deberían

establecer, la cantidad de personal que precisaría

…, y un sin fin de detalles más.

Todo cuanto se le ocurría lo anotaba en una

libreta, que hacía las veces de diario.

Aún cuando era muy consciente de que no era un

especialista en ninguno de estos temas también

tenía muy claro que, cuanto más tiempo dedicara

a pensar en los asuntos que tarde o temprano

debería abordar, llegado el caso, tendría una idea

más precisa de lo que debería buscar una vez

decidiera contratar el inicio de sus obras, y lo que

era más importante, arrancar el negocio, puesto

207

que ese era el objetivo final de todo el esfuerzo

emprendido.

Gus recordaría por siempre jamás aquellos días en

que aquella rutina del trabajo -en el campo o en

los establos- con sus vaqueros le llenaba el

espíritu, al tiempo que cansaba su cuerpo.

Cada tarde solía iniciar su cotidiano descanso

antes de una indescriptible puesta del sol. Estaban

a una altura considerable y jamás en la vida había

contemplado tal variedad de colores en el cielo.

Algo fascinante; pocas cosas le habían erizado el

vello como aquella.

Cada día era un espectáculo distinto, que le

fascinaba a la vez que le “cargaba las pilas”. Una

vez se hacía oscuro, cenaba algo y, después de

tomar un café algo cargado, ya estaba preparado

para seguir un rato más con el análisis del

negocio que pretendía montar, y gestando poco a

208

poco, un primer esbozo de lo que pensaba,

debería ser su fábrica de quesos.

Con los conocimientos empresariales que había

atesorado en su dilatada experiencia profesional,

estableció la viabilidad del proyecto mediante una

estimación conservadora de los posibles ingresos

y costes, siempre teniendo en cuenta todos

aquellos factores del negocio que estaban al

alcance de su actual conocimiento. Aquellos

aspectos que desconocía, los evaluaba de una

manera todavía más prudente, para correr el

mínimo posible de riesgos.

Una vez consideró que en el valle estaba todo bajo

control, y ya se había formado una idea del

negocio a emprender, decidió que ya era el

momento de dirigirse a Buildme Riverside.

Dejó al mando a su capataz, Cart Wright, que

había merecido con creces el cargo de hombre de

209

confianza. Pues, Al impecable trabajo que había

realizado con Gus, había que sumarle las

impresionantes referencias que le habían

proporcionado acerca de Cart en el rancho “La

Poderosa N”.

Antes de partir, reunió a todos sus trabajadores,

les explicó sus planes y les comunicó la firme

decisión que había tomado; en caso que el

negocio funcionara de la manera que él había

previsto, todos ellos, como recompensa a su

esfuerzo y entusiasmo, cobrarían un porcentaje de

los beneficios obtenidos. Serían sus socios en el

negocio, teniendo en cuenta que le habían

ayudado a levantarlo. Efectivamente, consideraba

que todos estaban en el mismo barco.

Entre vítores de sus empleados, se marchó con la

tranquilidad de haber decidido lo que era justo, a

la vez de tener la absoluta tranquilidad que tanto

210

su propiedad como su tesoro quedaban en buenas

manos.

Desde el NotCheep 4x4, mientras se alejaba de la

zona del laberinto, observó con gran curiosidad el

enorme despliegue de medios que alguno de sus

amigos habían empezado a hacer. Advirtió

sorprendido cómo uno de ellos, Joe Waters, ya

estaba edificando a toda velocidad su fábrica.

Sin embargo, él seguía sin tener prisa. Siguió

tranquilamente, disfrutando del paisaje, el largo

camino hacia la ciudad.

Cuando llegó, en las afueras de la ciudad encontró

un hotel de tres estrellas recién inaugurado. El

Buildme Ace Hotel era sencillo, funcional, estaba

muy limpio, y disponía de todo cuanto necesitaba.

El precio era más que asequible, por lo que se

211

instaló inmediatamente. ¡Ya tendría tiempo para

lujos si el negocio funcionaba!

Al día siguiente, decidió telefonear a sus tres

amigos para averiguar qué empresas habían

decidido contratar. Sobre todo, quería saber si

estaban o no contentos con su elección, cómo les

iba en el trabajo y qué sensaciones tenían; en

función de sus opiniones, él se plantearía la

posibilidad de contratar a alguna de esas firmas.

Al hablar con Joe Waters, el primero en iniciar sus

obras, rápidamente percibió un tono de

preocupación y desánimo, que le indujo a

descartar rotundamente esta opción. Joe

aprovechó la llamada para desahogarse con su

amigo, y le explicó los desastres que estaba

viviendo. Cuantas más explicaciones le daba, Gus

reafirmaba más su eliminación. Definitivamente,

que hubieran colocado las puertas a la altura de

212

las ventanas era, por sí solo, motivo suficiente

para olvidar esta empresa.

Wanda, por el contrario, estaba encantada. Le

contó maravillas de la empresa que había

contratado; sin embargo, el olfato de Gus para los

negocios disparó la alerta roja. No sabía explicar

la razón, pero algo en su interior le decía que el

proyecto de Wanda no iba todo lo bien que

debiera. Doolittle, en la conversación, se centró,

como no, en la maravillosa estética de la obra,

especialmente su espléndida escalera de caracol,

pero muy poco en las obras en general, de las que

solamente hizo algunos comentarios poco

entusiastas. Escarmentado por errores anteriores,

también descartó esta opción.

Finalmente, cuando contactó con Andy Essal, éste

todavía andaba enfrascado en sus interminables

negociaciones con la Sturion, y lo único que era

213

capaz de explicar era las reuniones maratonianas

con ejércitos de técnicos que le ametrallaban a

preguntas, le sugerían las respuestas, le rebatían

de tres en tres y pese a su genio y capacidad de

decisión, habían conseguido aniquilarle

mentalmente. De nuevo, Gus se convenció, esta

vez de forma definitiva, que la firma que

levantaría su negocio no sería ninguna de las tres

que sus amigos habían escogido.

Por tanto, una vez descartadas las opciones de sus

compañeros de aventura, decidió dedicar el resto

del día a analizar el directorio local de empresas

constructoras.

Para cada opción que consideraba viable, se puso

a buscar en internet toda la información posible

acerca de la empresa, situación financiera, sus

referencias y los trabajos más significativos

214

realizados. Todo lo que obtenía, lo anotaba en su

libreta, para poder analizarlo posteriormente.

Nuevamente, su intuición hizo que una pequeña

empresa le llamara poderosamente la atención. Se

trataba de Moe V. Welldone Engineering

Corporation Incorporated.

Por lo que pudo averiguar, era una compañía

pequeña, de reciente creación, que fundamentaba

sus actividades en un proceso de construcción

muy novedoso, en el que se cuidaba sobremanera

el método de trabajo, la reducción de los costes y

la calidad de la edificación. No les importaba que

el proyecto tardara más de la cuenta, siempre y

cuando los objetivos de coste y calidad se

cumplieran.

215

Moe V. Welldone

Engineering Corporation Inc.

Además, siempre según la página web de la

empresa, fundamentaban el trato con sus clientes

en una total transparencia, procurando que la

relación a establecer fuera de mutua confianza (de

“partnership”, según aparecía literalmente).

Al contactar con las pocas referencias que

encontró acerca de esta compañía, solamente

216

recibió elogios de dicha firma. Los clientes con

los que habló le explicaban que era una empresa

pequeña, sin ostentaciones ni lujos. Todos

explicaban experiencias con otras compañías

constructoras que les presionaban para trabajar en

una determinada línea, mientras que éstos no, en

ningún momento se sintieron agobiados ni

apabullados.

También coincidían en que habían dedicado

mucho tiempo y recursos propios al control y

supervisión de las obras, porque, al contrario que

en anteriores experiencias, así se lo exigía esta

constructora, pero que, para su sorpresa, los

resultados habían sido inmejorables. Ninguno de

ellos se sentía engañado y todos le recomendaron

vivamente que los contratara.

Animado por estas positivas opiniones, y no antes

de haber analizado el resto de posibles candidatos,

217

decidió realizar al día siguiente una visita a la

Moe Welldone Inc.

Amaneció un día radiante y Gus Nathan, después

de desayunar, se dirigió caminando hasta el 50 de

Sydney Avenue, donde se hallaba la sede central

y única de la firma Welldone.

El paseo por la ciudad, a la vez que estiraba un

poco las piernas, le permitió poner en orden sus

ideas para plantearlas de la forma más coherente

ante su posible proveedor.

El inmueble donde se ubicaba de Moe V.

Welldone Engineering Corp. no era ningún

rascacielos. Ocupaban dos plantas en un

tradicional edificio de ladrillos de la ciudad. Las

oficinas distaban mucho de ser lujosas; con una

decoración minimalista, se veían unas

instalaciones funcionales, sin ánimo de

218

ostentación; era obvio que no pretendían

impresionar a nadie.

Entró y anunció su llegada a la recepcionista; ésta

hizo una llamada interna y, al poco, el propio

Moe apareció por el fondo del pasillo para

recibirle. Realizados los protocolarios saludos,

pasaron al despacho de Welldone, no muy grande,

pero repleto de libros y papeles. Tomaron asiento

y Moe le preguntó:

-Bien, Gus ¿en qué puedo ayudarle?

Gus Nathan tomó la palabra y le expuso los

detalles del proyecto que tenía en mente. Moe

Welldone escuchaba con atención, a la par que iba

tomando abundantes notas de los aspectos más

relevantes.

219

La reunión les ocupó prácticamente toda la

mañana. Hacia el mediodía, Moe le propuso hacer

un receso para almorzar en un restaurante

próximo.

Durante la comida, Moe Welldone, de sopetón, le

preguntó a qué se debía este repentino interés por

dedicarse a esta nueva actividad. Gus, que

percibía que su interlocutor era una persona de

confianza, decidió explicarle toda la historia,

empezando por la leyenda, la entrada de Wanda

en la taberna, las burlas, el viaje y finalmente el

descubrimiento del monolito. Dudó mucho en

explicarle la historia completa aunque, finalmente,

se saltó la promesa que había hecho a sus amigos

y le contó todo lo relativo al hallazgo del

laberinto, la entrada en el mismo y el

descubrimiento del tesoro.

Al final del relato, tras un instante de silencio,

Welldone felicitó vivamente a Gus, diciéndole:

220

-Realmente Gus, no puedo hacer otra cosa que

felicitaros. Lo teníais todo en vuestra contra, la

gente, el sentido común y la naturaleza; al final,

gracias a vuestro empeño, coraje y convicción,

lograsteis vuestro objetivo, dar con ese tesoro. A

eso le llamo yo un espíritu emprendedor. Pero

ahora, de lo que se trata es que tu queso crezca. Si

confías en nosotros, créeme, no debemos gastar ni

un dólar más de lo necesario en la construcción de

tu factoría. Si todo va bien, tiempo tendrás para

malgastar en lo que te venga en gana.

Finalizado el almuerzo, regresaron a las oficinas y

reanudaron la reunión. Al caer la noche, Gus

había su finalizado toda su exposición, a la par

que Moe había llenado una buena cantidad de

folios con sus anotaciones.

221

Moe Welldone, antes de despedirse, le pidió un

par de días para analizar con cuidado sus notas y,

conjuntamente con algunos de sus empleados,

realizarle una propuesta inicial de trabajo. Gus

Nathan, que estaba bastante fatigado por la larga

reunión, estuvo completamente de acuerdo,

quedando en verse de nuevo pasado dicho

tiempo.

Este par de días de espera que Gus pasó en la

ciudad, los dedicó al estudio de la elaboración y

curado de los quesos, sus diferentes variedades, y

sobre el proceso industrial de fabricación. Estuvo

en más de una biblioteca, bajó gran cantidad de

información de Internet y adquirió un gran

número de libros y revistas especializados.

Como colofón, pudo visitar una granja cercana,

que fabricaba quesos de forma artesanal. Poco a

poco, sin apenas darse cuenta, se iba convirtiendo

en un buen conocedor del negocio.

222

Al finalizar el plazo previsto, se dirigió de nuevo a

las oficinas de Welldone Inc. Allí le esperaban

Moe y un par de ejecutivos de su empresa, Leif

Methood y Norman Doothat.

Después de las presentaciones de rigor, se

encerraron en la sala de juntas. Moe tomó la

palabra:

-Gus, tras analizar toda la información que nos

proporcionaste, hemos confeccionado un pequeño

anteproyecto. El objetivo de hoy será verificar si

ambas partes hemos entendido lo mismo acerca

del alcance del negocio. En caso que sea así, te

presentaremos las primeras estimaciones que

hemos calculado de los costes de construcción y

del tiempo que, con lo que sabemos en estos

momentos, creemos que requeriría tu proyecto.

223

Gus Nathan, un tanto sorprendido por el proceso,

asintió, no sin sentir un cierto punto de intriga. No

estaba acostumbrado a estos métodos de trabajo.

Leif y Norman llevaron todo el peso de la

presentación. Resumieron los antecedentes que

Nathan les había transmitido, y, una vez

validados, expusieron las líneas básicas de lo que

habría de ser la nueva factoría.

Igualmente en forma resumida, expusieron los

riesgos que veían en el proceso, los factores a

tener en cuenta en la construcción, la prevención,

los aspectos técnicos de seguridad en la obra,

análisis de los terrenos… y un sinfín de temas

hasta que, al fin, llegaron al detalle del coste y el

plazo de ejecución.

Pusieron especial énfasis al insistir en que todo

cuanto habían expuesto eran estimaciones

224

generales, basadas en la información que Gus les

había facilitado, contrastando esta información en

su experiencia en ese tipo de proyectos. Distaba

mucho, en ese punto, de ser algo definitivo.

Asimismo, esbozaron todos los aspectos legales

que debían regir la construcción, desde los

permisos a solicitar hasta las coberturas de las

pólizas de seguros necesarias para garantizar la

protección de su inversión ante cualquier tipo de

catástrofe no prevista.

Gus quedó maravillado del trabajo que habían

realizado: pese a ser preliminar, era una propuesta

muy elaborada y estructurada. Habían analizado

los aspectos primordiales del proyecto desde todos

los puntos de vista posibles, incluyendo, desde el

tratamiento de la cimentación del terreno, hasta

los aspectos legales más importantes, como la

obtención de permisos, autorizaciones, licencias,

etc.

225

Nathan estaba tan satisfecho que propuso firmar

de inmediato el contrato para la ejecución de la

obra.

Moe Welldone, sorprendentemente, le dijo:

-No te precipites, Gus. Si realmente crees que

somos la empresa adecuada, permite que te

hagamos en primer lugar el proyecto real. Sólo

nos tendrás que pagar las horas de trabajo, y no te

comprometerás a nada más. Si no quedas

conforme, podrás buscar otra empresa, es más,

nosotros te ayudaremos, si nos lo permites, a

seleccionarla. Pero, si como estamos seguros,

resultas satisfecho con nuestro trabajo, lo único

que habrá pasado es que tu obra, aparentemente,

se habrá retrasado un poco.

-Sin embargo, con el proyecto elaborado, tendrás

un cálculo preciso del coste total de la obra; in situ

226

veremos las características de la zona y veremos

las posibles trabas que el terreno puede presentar.

Así trabajaremos sobre seguro y evitaremos

sorpresas desagradables, tanto para ti como para

nosotros.

-Te aseguro que al final comprobarás que los

primeros en acabar la obra habremos sido

nosotros. Como dicen los italianos “Piano, piano,

si arriva lontano”; yo añadiría que además de

lejos, muchas veces se llega antes.

Fascinado, Gus Nathan aceptó entusiasmado la

propuesta y contrató a la firma Welldone la

elaboración del proyecto, tal y como ellos mismos

le recomendaban.

Al día siguiente, Gus Nathan, Leif Methood,

Norman Doothat y un pequeño grupo de

profesionales de la firma se trasladaron a

Emmental Valley para empezar el estudio y

diseño de la futura factoría de la Gus Nathan’s

227

Cheesemakers Corporation. Tal era el nombre que

Gus había decidido poner a su empresa.

Una vez en la zona, empezaron los trabajos

topográficos y geológicos del área donde Gus

había pensado ubicar la fábrica. Ampliaron el

estudio a toda la propiedad, por pura precaución;

querían disponer de alternativas de ubicación.

Gus contemplaba un tanto extrañado que el

avance del proyecto era muy lento, comparado

con las obras que el resto de sus compañeros de

aventura ya habían iniciado.

Una de las tardes en las que, finalizado el trabajo,

se reunían para tomar una copa con Leif y Norm,

les comentó su inquietud acerca del lento

progreso. Norman le argumentó que en el método

de trabajo que Moe V. Welldone había ideado,

cada actividad se cimentaba sólidamente en las

anteriores. Intentaban siempre no dar ningún paso

228

en falso que les hiciera parar o retroceder en la

construcción, evitando así costes imprevistos e

incrementos en los plazos de entrega.

En su experiencia, sabía que, al principio siempre

daba la sensación de mayor lentitud, en

comparación con los métodos tradicionales

empleados por otras empresas pero, a la larga, el

resultado final era siempre más rápido. Evitaban

de esta manera, la materialización de la tan

conocida frase “las obras siempre se sabe cuando

empiezan pero nunca cuando acaban”. Ambos le

rogaron que fuera paciente, ya que muy pronto

empezaría a ver resultados tangibles y tal y como

Moe le había vaticinado, con total seguridad

comprobaría que su obra sería la primera en

acabar.

Esta serena conversación tranquilizó de nuevo a

Gus; no alcanzaba a comprender el proceso que le

229

estaban proponiendo, pero su sexto sentido le

decía que, no sabía por qué, pero tenían razón.

Aunque quizá el hubiera preferido forzar un poco

el ritmo de los trabajos, decidió hacer caso de los

consejos de sus proveedores hasta el final. Quizá

una apuesta de cierto riesgo, pero, qué caramba,

solamente se estaba jugando su tiempo, pero no su

dinero. Por si fuera poco, si el método funcionaba,

sería una buena experiencia a aplicar en la futura

gestión de su negocio.

En breve dispusieron de los resultados geológicos

y topográficos de su propiedad. Éstos mostraban

que en el lugar donde Nathan quería ubicar su

factoría, el subsuelo había sido el antiguo cauce

de un río y, al ser arenoso, presentaba muy poca

resistencia. Si efectuaban la obra en el punto

seleccionado, los costes de cimentación se

dispararían. Pero como habían analizado todo el

terreno, pudieron identificar una zona situada a

230

500 metros donde el subsuelo era rocoso, y con

una pequeña pendiente, que facilitaría la

construcción de los desagües y el alcantarillado.

Al ver este resultado, Gus se reafirmó

nuevamente de lo valioso que había sido para él la

recomendación de no provocar el inicio de las

obras antes de tiempo. Al hacer caso a Norm, se

había ahorrado una gran cantidad de dinero y de

dolores de cabeza.

Una vez ya tenían la nueva ubicación exacta

marcada con el equipo de topografía, el trabajo en

campo estaba concluido, y podían regresar a la

ciudad para plantear el resto del proyecto en las

oficinas, donde disponían de más recursos para su

elaboración.

Gus también decidió regresar con ellos a Buildme

Riverside. A la vez que podría ayudar en lo que le

231

pidieran para el proyecto, continuaría con sus

estudios sobre el producto y el proceso de

fabricación. Visitaría más fábricas y empezaría a

establecer las bases de lo que serían sus canales de

comercialización.

Los proyectistas de Welldone iniciaron con

rapidez los trabajos. Diariamente, el grupo de

proyecto, formado por Moe, Norm y Leif, se

reunían con Gus para revisar los trabajos y tomar

las decisiones conjuntamente.

Gus se sentía totalmente implicado en el proyecto.

A veces las decisiones iban en contra de lo que él

había imaginado, pero siempre se le

proporcionaban razonamientos contundentes que

justificaban su propuesta, siempre buscando como

objetivo la reducción del coste de la obra, su

calidad, seguridad y solidez.

232

Pasadas tres semanas, el proyecto estaba ya

finalizado. Moe llamó a Nathan para solicitarle

una revisión final del mismo. En la sala de juntas

de Welldone Inc. se reunieron Gus Nathan, Moe

Welldone y todos los ingenieros que habían

participado del proyecto, encabezados por Norm y

Leif.

-Antes que nada –empezó a decir Moe- queremos

que comprendas y apruebes nuevamente hasta el

último detalle de lo que hemos proyectado. Ya sé

que esto lo hicimos cuando te presentamos el

anteproyecto, pero ahora es, si cabe, todavía más

importante. Todo lo que se decida ahora será lo

que en principio se construirá. Por ello, si te queda

la menor duda acerca de cualquier aspecto, te

rogamos nos la expreses para que intentemos

aclararla; pero si esto no fuera suficiente y sigues

teniendo algún asomo de duda sobre lo que

queremos hacer, no te preocupes, volveremos a

233

revisar el proyecto, hasta que ambas partes

estemos de acuerdo en lo que queremos, mejor

dicho, quieres construir. Esto es en extremo

importante para que la obra, a la hora de la

verdad, avance a buen ritmo.

Uno tras otro, cada ingeniero explicó la parte del

proyecto del cual había sido responsable. No sólo

explicaban sino que preguntaban constantemente

a Gus, para verificar que había comprendido hasta

el último detalle las implicaciones de lo que le

estaban proponiendo.

Lejos de parecerle una labor tediosa, Gus se dio

cuenta que estaba aprendiendo un montón sobre

aspectos de unas tecnologías que para él eran

desconocidas. Se lo explicaban de una forma muy

clara y amena; todo quedaba perfectamente

detallado: las calidades de los materiales, las

técnicas de excavación, construcción y montaje,

234

los métodos de control y seguimiento, todos los

procesos asociados a la garantía de la calidad, así

como la estrategia de construcción que le

proponían seguir.

Este fue uno de los aspectos que más sorprendió a

Gus: Moe Welldone no quería realizar por sí

mismo la obra, sino que pretendía que Gus

contratara a diferentes empresas, especialistas

cada una de ellas, en los diferentes campos de la

construcción a realizar.

-No lo entiendo –dijo Gus- A mí me parece la

opción más barata y más rápida que seais vosotros

los que os encargueis de la ejecución de las obras.

Me ha quedado más que demostrada

sobradamente vuestra capacidad, vuestra

responsabilidad y me habéis justificado de largo la

confianza que en su momento deposité en

vosotros.

235

-No me extraña que te sorprenda –repuso Moe-

pero aunque nosotros tenemos amplios

conocimientos de todas las técnicas de

construcción, en el fondo no somos especialistas

ni dominamos ninguna de ellas en profundidad. Si

contratamos empresas expertas, conseguiremos

que cada una de las partes a construir sea

realizada por un personal más especializado que el

nuestro y con una mejor relación calidad/precio.

No obstante, para tu tranquilidad, nosotros nos

ocuparemos de gestionar y coordinar a todas las

empresas. Por supuesto tendremos unos controles

de calidad exhaustivos de cada parte del trabajo

realizado. Siempre comprobamos que el trabajo

sea correcto antes de efectuar los pagos.

Además, te propongo que pidamos ofertas a

precio cerrado a varias empresas; como tenemos

perfectamente delimitado el alcance de las

236

partidas, seguramente conseguiremos mejores

condiciones económicas.

Gus quedó de nuevo plenamente convencido y

estuvo de acuerdo en lo que le acababan de

exponer.

Durante un par de semanas, enviaron los pliegos

técnicos de cada parte de la construcción a

aquellas empresas que ellos consideraban

especialistas en cada tema.

Cada vez que se recibían las ofertas, las

analizaban cuidadosamente para verificar que

cumplían con los requerimientos y calidades que

ellos habían establecido. También se comprobaba

que el personal que se iba a utilizar en la obra

estaba adecuadamente cualificado para su

realización.

237

Pasado un tiempo, muchas lecturas de ofertas y

varias entrevistas, disponían al fin de todas las

firmas seleccionadas para participar en la

construcción. Con todas ellas se estableció un

contrato en el que una parte importante de los

honorarios estaba condicionada a los resultados

finales obtenidos, tanto en calidad como en plazo.

Pero, para tranquilidad de Gus, el coste final

máximo ya estaba prefijado.

La decisión final había recaído en las siguientes

firmas:

- Brick and Concrete corp., para la ejecución a

precio cerrado de la obra civil.

- Pipe and Wire installations, para las

instalaciones interiores de agua, gas,

electricidad y vapor.

238

- Cold Mountain Freezing Company, para la

construcción e instalación de las cámaras

frigoríficas.

- Riverside Furnituring, para el suministro del

mobiliario y equipamiento.

- Daley & Peicazzo Paintings, para el pintado de

las zonas especiales.

- Golden Brush inc., para el suministro de las

pinturas convencionales y el pintado en

general

- ADM Systems International, para el diseño y

programación de los sistemas informáticos de

control y gestión.

- Leepey’s Cheestee labs, para el suministro e

instalación de los equipos especializados de

producción de quesos y derivados de la leche.

Antes de iniciar las obras, Gus y los técnicos de

Welldone cerraron el plan del proyecto, fijando

239

las fechas de inicio y final de cada parte de la

obra, teniendo en cuenta los posibles imprevistos.

Y, al fin, se empezó la ejecución de la obra. Los

diferentes equipos se iban trasladando al lugar de

construcción, a medida que eran requeridos. El

trabajo ya había sido completa y detalladamente

planificado, pero en campo, Leif y Norm

reajustaban constantemente la planificación; lo

hacían en función de la realidad del avance y los

imprevistos que les aparecían, que realmente

aparecían, pese al cuidado que habían tenido en la

elaboración del proyecto. A pesar de todo, como

ya habían tenido en cuenta los posibles

inconvenientes que se podían presentar, la

planificación general no se veía afectada, puesto

que los márgenes de seguridad que habían

previsto no se superaban, absorbiendo así los

retrasos.

240

Como no, Gus Nathan, en más de alguna ocasión

quiso cambiar algún detalle en plena ejecución de

la obra. En tales casos, Leif hacia una valoración

previa del coste e impacto que produciría y le

daba su opinión acerca de lo que estaba pidiendo.

Así, Nathan podía decidir con conocimiento del

impacto si el cambio que solicitaba le merecía la

pena, o si por el contrario, renunciaba a esos

pequeños caprichos.

La obra avanzaba a buen ritmo, en todo momento

acorde a la planificación establecida. Gus no

dejaba de sorprenderse gratamente, porque, pese a

ser el último que había empezado su fábrica, sus

amigos poco a poco iban quedando rezagados.

Joe Waters hacía más de un mes que se había

visto forzado a abandonar su proyecto y estaba en

un verdadero atolladero. Gus, a un precio más que

razonable, adquirió sus terrenos y sus rebaños

241

ampliando así su propiedad. Y, de paso Joe pudo

salir del apuro económico y marcharse lejos, a

empezar otra nueva vida. Lo mismo hizo con

Wanda, comprando a buen precio sus terrenos y

ganado a cambio de las deudas. Posteriormente, al

enterarse de los problemas de Andy Essal, decidió

echarle una mano. Le proporcionó dinero para

iniciar su nueva vida en el mar y contactó con

Sturion, para llegar a un acuerdo y hacerse con las

propiedades de Essal. No le resultó difícil, puesto

que Steven Mendwhite no tenía mayor interés que

resarcirse de una parte de las pérdidas.

El tiempo pasaba, la actividad no cesaba, y un

buen día se dio cuenta que la fábrica estaba

finalizada. El plazo había sido más largo de lo que

él inicialmente había previsto, la fábrica no era

exactamente como él la había imaginado, ni tan

sólo estaba ubicada donde hubiera deseado, pero

sin embargo, estaba acabada, funcionaba

242

correctamente y, lo que era más importante, con la

cantidad que el banco le había prestado, había

tenido suficiente para finalizar su proyecto y

adquirir las propiedades de sus desafortunados

amigos. Ahora tenía su fábrica finalizada y,

sorprendentemente, era el único dueño del valle.

243

Gus estaba eufórico. A diferencia de sus

compañeros, había conseguido su objetivo. Sin

embargo, había algo que no le cuadraba. Se

olvidaba de algún detalle importante, pero, por

más que pensaba, no podía recordar qué es lo que

podría ser.

Al rato se acordó y se preguntó:

-¿Dónde está mi queso? ¿Habré hecho algo mal?

Salió disparado hacia el laberinto, lo recorrió a

toda velocidad, con el corazón latiendo a 180

pulsaciones, hasta llegar al depósito.

Como no, allí seguía todo el queso almacenado.

No había necesitado utilizar ni un solo gramo de

su tesoro.

244

Más tranquilo, entró lentamente para regodearse

con aquella grata visión, cuando casi le da un

infarto: un ratoncillo, sentado sobre un queso de

gruyere, le miraba fijamente a los ojos, a la vez

que le decía:

-Gus, no sabes cómo te agradezco que no te hayas

ventilado todo el queso! Tus tres colegas han

desfilado uno tras otro por aquí, vaciando

totalmente su parte del depósito. Gus… tú….¿ no

te lo vas a llevar todo, verdad?

Cuando su corazón se recuperó del susto, le

prometió al roedor que siempre tendría queso a su

disposición, entró en su depósito y se maravilló

nuevamente de la cantidad de queso que tenía

almacenada, tan fresco como el primer día que

entró. Salió del depósito y recorrió el camino de

vuelta hasta su flamante fábrica, no sin antes

245

pararse ante el monolito Emmental, símbolo de su

fortuna.

Contento y feliz, agradeció a Moe Welldone y sus

colaboradores el trabajo realizado, así como a las

diferentes empresas especialistas, y empezó a

gestionar su nuevo negocio, manteniendo a todos

sus empleados anteriores y contratando nuevos

para la gestión de los diferentes departamentos.

En algunos casos, con lo que había aprendido de

las prácticas que Moe le había transmitido

decidió, por ejemplo, que la gestión contable la

realizara una empresa especializada, Mang &

Viser accountants, utilizando la fórmula del BPO,

pero previamente se aseguró de controlar la

manera de recuperar el servicio, en caso de que las

cosas no marcharan como estaban previstas, y

buscó una persona de confianza que controlara

adecuadamente el servicio prestado.

246

De esta manera, Gus y sus socios, todos aquellos

rudos vaqueros que en el inicio trabajaron codo a

codo con él, encabezados, como no, por Cart

Wright, iniciaron la explotación de la factoría.

Cart, al cabo de poco tiempo fue nombrado

Director General de la planta, como premio a su

labor.

Gus, liberado de la responsabilidad diaria de la

gestión, se dedicó a investigar cómo mejorar la

calidad de los productos que fabricaban y a

promocionarlos en el mundo entero.

Que yo sepa, hasta la fecha la fábrica continúa

produciendo a plena capacidad. Las

comunicaciones por carretera han mejorado

sustancialmente, con lo que los productos se

distribuyen con mayor facilidad.

247

La última vez que tuve ocasión de hablar con Gus,

me confesó que nunca más había vuelto a entrar

en el depósito. Tal fue el éxito de sus productos

que no tuvo necesidad de dar cuenta de lo

almacenado. La promesa que en su momento le

hizo al hablador ratón la había cumplido a

rajatabla.

248

Capítulo X: La discusión final

El relato había finalizado y, sin embargo, mis

amigos permanecían aún en silencio.

El cuento parecía haberles causado una honda

impresión, lo que me hizo reafirmar en la opinión

que yo mismo tenía acerca de una de mis

múltiples cualidades: era un genial comunicador.

-Bien, ya habéis oído el cuento –les dije- ¿Qué os

ha parecido? Creo que centra bastante las ideas

del tema que estábamos discutiendo.

Fue Ulrika Philipikis la primera que rompió el

hielo.

-No te ofendas, Monthy, pero no creo que aporte

nada al respecto. Me lo he pasado muy bien, es

muy divertido, no te lo negaré. Es como una

249

comedia que vas a ver al cine para pasar un buen

rato. Tiene mucha gracia, pero no añade nada

nuevo al debate anterior.

-¿Pero qué dices? ¡Si puedes sacar un montón de

conclusiones! - dijo Charles Whitelight- Analízalo

con un poco de calma, Querida Ulrika, y verás un

trasfondo de lo más interesante. El tratamiento

que el cuento hace sobre el comportamiento de los

diferentes personajes es, en mi opinión, muy

brillante y, por supuesto, sí que sirve para explicar

las diferentes formas de gestión que hemos estado

debatiendo antes.

-En parte creo que tienes razón, Charles, pero no

veo que los protagonistas te expliquen nada de eso

–intervino John T. Khlat – Por ejemplo, Joe

Waters, es el típico avaro y encima corto de miras.

Lo único que se demuestra es que no merece ser

directivo de una empresa.

-Por no hablar de Wanda Doolittle –argumentó

Leslie M. Labuff- No creo que nadie imagine un

250

gerente con un carácter tan frívolo y

despreocupado por los temas básicos de un

negocio.

-¿Y qué me decís de Andy Essal? ¿Acaso no es

digno de estudio alguien que en lugar de ocuparse

de su negocio se dedica a hacer política? ¡Como si

un Outsourcing funcionara por sí sólo! -exclamo

Joel M. Voight - Os puedo asegurar que esta no es

una manera razonable de hacer las cosas.

-Por supuesto que no. ¡Vaya pájaro el tal Andy! –

dijo Yamamoto Sanyi – es lo que os decía antes,

no vale la pena que nadie haga tu trabajo.

-Yamamoto, si me lo permite, creo que debería

hacer una lectura diferente de la historia de Andy

–intervino Jeff V. Oltrane- Creo que sólo era un

pobre incauto e ignorante, que no tenía las ideas

claras.

Yo asistía muy interesado al debate, que gracias a

Dios, estaba siendo mucho más distendido que

251

durante el café. Me permití la licencia de ir

tomando notas, pues las intervenciones cada vez

eran más concretas e interesantes. A pesar de

todo, la discusión no se estaba centrando en el

punto crucial en el que pensaba basar la teoría de

mi libro. En aquel momento, mi intervención era

oportuna y necesaria.

-Con todos mis respetos, queridos amigos, no creo

que estéis analizando correctamente el trasfondo

del asunto. En mi modesta opinión, el debate que

importa no hace referencia a los personajes. El

asunto son los métodos de contratación de

servicios, y creo, sin ser experto, que ninguno de

ellos, per se, son buenos ó malos; simplemente,

para hacerlos funcionar adecuadamente, requieren

una gestión y una dedicación diferente.

De verdad, pensad un poco ¿Por qué creéis que

Joe Waters se estrella? –dije, lanzando al aire la

pregunta-.

252

Billy Banks, respondió en seguida.

-Yo pienso que el fracaso de Joe Waters se

produce por dos razones: la avaricia y las pocas

luces que demuestra al elegir la empresa. Os

explico. No utiliza el body shopping por

necesidad, sino que sólo pretende ahorrar dinero y

tiempo. Además, es tan poco inteligente que ni

siquiera puede aceptar que no es ningún experto

para dirigir la construcción de una obra de tal

calibre. Ni tan siquiera es capaz de gestionar un

simple préstamo. Bueno, según su currículum no

es que fuera demasiado experto en nada… solo

hace falta ver como resuelve los problemas… Por

no hablar de cómo elige la empresa: se basa sólo

en el precio que le presentan en un papel, y no se

molesta siquiera en verificar la información que le

entrega el impresentable Timothy T. Staff. A este,

desde luego, el nombre le viene al pelo. Estafa

253

tanto a clientes como a trabajadores, a los que

explota descaradamente.

-Yo no lo habría expuesto mejor, Billy, muchas

gracias –dije con una gran sonrisa- Justamente es

éste el tipo de análisis al que yo me refería;

además, coincido plenamente contigo.

-A ver si lo he entendido –intervino John- ¿Estáis

diciendo que si Joe hubiera usado correctamente

el Body Shopping, no se hubiera arruinado?

-Exacto –le contesté – No solo lo digo, sino que

de verdad lo creo. Si Joe no hubiera pensado

solamente en ahorrar cuatro céntimos,

posiblemente se habría dado cuenta que Tim T.

Staff sólo pretendía hacer el negocio de su vida,

colocándole unos muertos de hambre, haciéndolos

pasar por expertos de la construcción. Debía, por

pura precaución, haber pedido referencias y

verificarlas. Debería haber contrastado las tarifas

con otras ofertas y comprobar por qué razón eran

254

tan bajas. Debería haberse asegurado que los

recursos eran lo que le habían prometido y debería

haberse buscado algún técnico para asesorarle en

la construcción.

Le faltó la humildad suficiente para aceptar que

no era tan listo ni que tampoco era tan fácil

trabajar sobre un tema que le era completamente

desconocido. ¡Si hasta se pone a dibujar él mismo

los planos de la factoría! El muy merluzo debió

pensar que dibujar cuatro rayas le convertía en

arquitecto…

-No, si visto desde este punto, quizás tengáis

razón –reconoció John- Bien mirado, y poniendo

un ejemplo casi para niños, es como si necesitas

un paleta para que te haga la glorieta del jardín.

Lo contratas sólo para un trabajo puntual, jamás lo

pondrías en la plantilla del servicio doméstico. Y

según dónde vayas a buscarlo, el resultado puede

ser un fiasco además de un ingente gasto. Charles

¿recuerdas la fiesta de inauguración del cenador

255

del Margaret Icecold? Estaba empeñada en

colocar una estatua de hielo que se mantuviera en

pie incluso en el mes de agosto. Fue una de las

fiestas donde me he reído más en mi vida.

Sólo el recuerdo de la anécdota hizo que a Charles

y John les saltaran las lágrimas de la risa.

Acabamos todos riendo un buen rato. Cuando

pude recuperar el habla, me dirigí a Leslie M.

Labuff:

-Leslie, antes has hablado de Wanda; venga,

inténtalo de nuevo, pero procura sacar algo nuevo

y positivo –le dije a Leslie, forzando a que todos

participaran al máximo.

-Está bien… lo haré porque se trata de ti… - dijo

riendo Leslie- A ver… Wanda se deja cegar por

la fama y el lujo de una multinacional con un

personal realmente bueno. Parece que sean

expertos en casi todo, y, pese a que la empresa

tiene incontables referencias en todo el mundo, el

256

equipo local no tiene la experiencia suficiente en

el tipo de obra que les encarga. Las empresas

están formadas por personas, y su experiencia,

aunque valiosa, no es suficiente si los técnicos,

que a la postre deben realizarla, no están

convenientemente capacitados. Supongo, que la

personalidad y las ganas de aparentar de la Srta.

Doolittle, no le dejan ver las cosas con la claridad

diáfana que requiere un negocio así.

En el fondo, la compañía quiere captar nuevos

clientes y para esto también tiene sus métodos.

Apabullan a Wanda con una brutal cantidad de

documentos, que se siente desbordada. Apuesto

que la mayor parte de la documentación podría

pertenecer a otros proyectos de la firma,

realizados previamente para otras personas, y por

otros profesionales, incluso puede, que de otros

países.

Wanda, incapacitada para pensar por la avalancha

de papeles, prefiere darlo todo por bueno. La

257

forma petulante con que le venden el proyecto,

encaja a la perfección con la forma de ser de

Wanda; firma todo cuanto la empresa le pone bajo

su estilográfica, sin darse ni cuenta de si es lo que

más le conviene. Con un equipo propio, con gente

de su confianza que la hubiera ayudado a estudiar

la oferta, habría sabido que partes le resultaban

útiles y cuales no.

Si se hubiera preocupado del negocio en sí, en vez

de dedicarse a pensar si necesitaba un sillón estilo

Luís XV…

Es curioso, ¿verdad? No hay como enjabonar a

alguien para distraer el verdadero centro de

atención. Eso es lo que la empresa hace para que

ella no perciba que los costes se desvían

exageradamente del presupuesto inicial. Sin

embargo, la forma exquisita y la condescendencia

con que la tratan, hacen que Wanda quede

encantada con ellos. Por esta razón, cuando

258

descubre que no es oro todo lo que reluce, ya es

demasiado tarde.

Por lo menos le sirve para aprender que, como

todo en la vida, pintándose las uñas en lugar de

trabajar en lo que uno quiere conseguir, solo le

puede llevar directo al fracaso.

-Bravo Leslie –le dije, con lo que conseguí

sonrojarla- Ahora sí que has hecho un análisis

como los que me tienes acostumbrado. Coincido

también contigo en tus conclusiones. ¿Os dais

cuenta? Todo depende cómo enfoquemos el

análisis para extraer unas u otras premisas.

-Es decir, si no he entendido mal –intervino ahora

Ulrika, que había escuchado muy atentamente la

explicación de Leslie- realmente creéis que la

oferta de la IMB no era un timo.

-Bueno, digamos que a veces se cobra más a la

gente que está más predispuesta a ello –contesté

divertido- Te lo diré de otra forma, si Wanda

hubiera concentrado sus esfuerzos en analizar la

259

viabilidad del negocio, y, sobretodo, estudiado al

dedillo cuanto le proponía Iverson, otro gallo

hubiera cantado. Nadie le estaba forzando

realmente a firmar nada, y además tuvo la

posibilidad de hacer el proyecto a su medida.

Digamos que la IMB, se aprovechó un poco de

una joven con más predisposición a ello.

-Monthy, escucha bien lo que voy a decir, porque

ya me conoces y soy de ideas fijas –le contestó

Ulrika- Empiezo a convencerme de que, a veces,

la externalización de según qué actividades, puede

ser algo que merezca la pena estudiar.

-Te agradezco mucho tus palabras, querida, más

de lo que imaginas –le dije al instante, y continué

dirigiéndome a los demás- ¿Y qué me decís de

Andy Essal? Francamente, creo que es el caso

más interesante. ¿Qué opinas, Jeff? Tu opinión

nos interesa muchísimo.

-Me halagas, de verdad –dijo Jeff- De acuerdo,

pues. Creo, que Andy sabe plantear cómo hacer

260

una selección y que no se equivoca con la

empresa que elige. Pero tiene un gran problema:

se considera por encima de lo divino y lo humano,

de todos los aspectos terrenales. Piensa que

externalizando la construcción y explotación de su

futura factoría con una firma de reconocido

prestigio y contrastada experiencia, Su dedicación

al proyecto será casi nula y así podrá dedicarse

plenamente a actividades de mayor valor añadido,

como suele decirse actualmente.

No se da cuenta (igual que Wanda) de que en

todos los casos, la implicación que requiere el

proyecto es siempre máxima. Es un error

gravísimo dejar las decisiones y el control en

manos ajenas. Una cosa es que nos hagan unos

planos, contraten trabajadores y supervisen la

obra. Otra muy distinta es que te desentiendas

completamente del proyecto y te olvides que las

decisiones importantes las debe tomar uno mismo.

261

Esto es lo que le conduce al mas estrepitoso de los

fracasos.

En realidad, de lo único que se puede acusar a la

Sturion, es de acabar los informes que enviaba

desde la obra con la frase “de momento es un

problema sin importancia, nada que no se pueda

arreglar”. Pero, Córcholis!..No se puede ser tan

obtuso como para no leer siempre el último

párrafo. Las cosas requieren su tiempo y hay que

dedicárselo, si se quiere triunfar.

Si queréis que os diga la verdad, pienso que la

empresa en ningún momento tiene la intención de

aprovecharse de él; aún más, le insiste una y otra

vez en la necesidad de que asista a las reuniones,

que lea los informes para que pueda decidir sobre

los problemas, a medida que se van presentando.

Como Andy hace caso omiso, se ven obligados en

todo momento, a decidir lo que les parece más

oportuno. Pese a todo, sus decisiones no siempre

son correctas. Además, en el fondo, no es su

262

dinero el que está en juego, como mucho sus

honorarios.

Como conclusión, si uno mismo no vela por sus

intereses, ya me diréis quien lo va hacer, ¿no?

-Desde luego, Jeff –dije – Yo lo hubiera explicado

casi con las mismas palabras, puedes estar seguro.

-Ya sabéis que me dedico básicamente a la

economía teórica –dijo Charles Whitelight- Esta

noche, estáis cambiando muchos de mis

esquemas. No os negaré que durante el café he

llegado a enfadarme, pero tu historia, Monthy, me

ha hecho reflexionar. Estoy de acuerdo en los

comentarios que han hecho Billy, Leslie y Jeff.

Además están avalados por su experiencia en el

tema. Disculpad mi actitud, os lo ruego. A veces

cualquier teoría es inútil si no eres capaz de

conocer cómo funcionan las cosas en la práctica.

-Charles, me alegro mucho que mi historia te

haya servido, y no hace falta que te disculpes –le

263

dije- Eres uno de los mejores economistas del

mundo; tus palabras, una vez más, te honran.

-Bueno, bueno…no exageres Monthy, que ya te

conocemos- replicó Charles con una gran sonrisa-

Si me lo permites, me encantaría que Joel nos

diera su opinión sobre la forma de actuar de Gus

Nathan en el cuento.

-Me has quitado las palabras de la boca, ¡te lo

prometo! –exclamé- Se lo iba a pedir ahora

mismo…

-Esta noche estoy muy solicitado –rió Joel M.

Voight- Es un honor y a la vez una gran

responsabilidad para mi, que una eminencia como

Charles quiera conocer mi opinión, me siento muy

halagado,muchas gracias. Antes de empezar me

gustaría deciros que yo también comparto las

opiniones de mis amigos; los análisis que han

hecho son del todo acertados.Tan sólo espero estar

a su altura…

264

-Vamos allá: creo que Gus Nathan tiene éxito

porque aplica fundamentalmente el sentido

común, que sin embargo, como todos sabemos, es

el menos común de los sentidos.

Gus conoce perfectamente sus limitaciones, y

justamente por eso reflexiona mucho para

determinar exactamente qué es lo que pretende

hacer. Además, su afán de superación y modestia

hace que pregunte lo que desconoce y aprenda

sobre la marcha. Su relación con los vaqueros, por

ejemplo, lo demuestra.

A medida que va perfilando su proyecto, lo que

hace además, es aprender a gestionar una empresa

ganadera. Y para ello, no necesita nada más que

trabajar junto a sus empleados. Así, además de

lograr una relación que va más allá de lo

puramente profesional, motiva a sus empleados y

por ende, consigue que le expliquen conceptos y

procedimientos de cosas, que para él, son del todo

desconocidas.

265

Además, no se contenta con el trato amable a los

rudos cowboys, les aporta motivación extra a

través de incentivos económicos, con lo que, al

sentirse todavía más implicados, hacen suyo el

nuevo proyecto, se responsabilizan de su parte del

mismo y rinden siempre al máximo.

Otro aspecto a destacar, es que Gus solamente se

lanza a buscar una constructora en el momento en

que considera que ya tiene una idea perfilada en la

cabeza. Sabe lo que quiere, sabe cuando lo quiere

y sólo necesita saber con quién y cómo lo quiere

hacer…

Moe Welldone se limita a hacer esto último, pero

de una manera poco convencional. Avanza paso a

paso, pero firmemente, y sin volver atrás; busca

en todo momento que tanto Gus como su equipo,

comprendan y compartan cada decisión antes de

tomarla, ajustando así poco a poco, todos los

parámetros del proyecto.

266

Además, cuando entre todos ya tienen el proyecto

definido; los plazos, costes, cantidades y calidades

estipuladas, buscan a los especialistas. Los

contratan a precio cerrado, buscando la mejor

oferta. Es el momento. No hay incertidumbres ni

riesgos imprevistos. La ejecución será más barata

porque ellos lo saben hacer mejor y más

rápidamente, porque todo se ha estudiado y

previsto con antelación.

El riesgo es pequeño, porque durante las fases

iniciales han definido todos los aspectos a tener en

cuenta.

Como se detallan los posibles imprevistos y

preparan posibles alternativas, el margen de error

en el cálculo del coste cada vez es más pequeño.

Las cosas prácticamente van a tiro hecho.

Sin embargo, Moe es suficientemente inteligente

como para no fiarse al cien por cien. Realiza un

seguimiento exhaustivo de los trabajos y un

control de calidad de los resultados de cada

267

empresa de especialistas. Y no deja al margen a

Gus, ni tampoco él quiere mantenerse

desconectado; al contrario, está presente en

cuantas reuniones le solicitan.

Y ya veis, cómo una buena planificación y gestión

del proyecto consigue su cometido, en este caso,

la construcción de una fábrica de productos

lácteos que funcione y sin que Gus Nathan haya

dejado sus propiedades, su esfuerzo, su tesoro y su

amor propio en el camino…

-Fantástico, Charles! –exclamé - Veo que poco a

poco, todos habéis ido entendiendo la esencia del

asunto.

La conclusión del cuento es que ninguno de los

cuatro métodos es perfectamente válido, cosa que

demuestra Gus, sino que la clave está en saberlos

utilizar. No sé si os habréis percatado que Gus

Nathan los utiliza todos. Los vaqueros son

contratados por administración, o lo que es lo

mismo, en Body-Shopping. El proyecto

268

cosntructivo y la ejecución de la obra los realiza a

precio cerrado, y algunas partes del negocio que

no son importantes las adjudica en forma de

outsourcing y en algunos casos, como la

contabilidad, en forma de Business Process

Outsourcing, vaya palabro!

En todos los casos, no realiza una transferencia de

responsabilidad sino una contratación más o

menos sofisticada de recursos, y lo que no hace en

ningún momento, es perder el control, y mucho

menos el conocimiento sobre el negocio, sino todo

lo contrario, lo incrementa.

Gus, como veis, es el único que logra mantener

realmente el control de su proyecto, gracias a su

experiencia, pero también gracias al buen

asesoramiento de Moe, que le proporciona el

método de trabajo más adecuado a cada etapa. Y,

como dicen en algunos dibujos animados… esto

es todo, amigos!

269

Una vez acabado mi pequeño discurso, entre los

estruendos provocados por los aplausos

entusiastas y los vítores de todos mis invitados

menos uno, a base de gritos conseguí hacer venir

a James, mi ayuda de cámara, para que nos

obsequiara con otra botella de Cava.

La velada estaba resultando un completo éxito, y

eso merecía un brindis. Mi relato había

conseguido su cometido: distender el ambiente y

“exprimir” a mis invitados.

Después del brindis, la conversación giró en torno

a otros temas y todos charlaban animadamente.

Yamamoto, sin embargo, estaba en un rincón con

cara de pocos amigos, sin hablar con nadie.

Ya había reparado en él desde hacía un buen rato,

ya que permanecía sorprendentemente callado y

270

con una expresión extraña, por decirlo de alguna

forma.

Joe se había dado cuenta también y, dirigiéndose

al rincón, le preguntó:

-¿Te encuentras bien Yamamoto? Ni siquiera te

has acabado la copa de cava, y me consta que te

gusta.

Todo el mundo se giró hacia él y nos dejo a todos

de una piedra cuando, con el semblante

desencajado y más amarillo que un pomelo,

exclamó con voz de trueno:

-¡¡¡¡¡¡Vosotros… Vosotros…Sois todos una

pandilla de terroristas empresariales!!!!

Y es que hay cosas que no cambiaran nunca…

271