10 Domingo II de Adviento diciembre (Ciclo B) · Judea y todos los habitantes de Jerusalén...
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10
diciembre
Domingo II de Adviento
(Ciclo B) – 2017
1. TEXTOS LITÚRGICOS
1.a LECTURAS
Preparad el camino del Señor
Lectura del libro de Isaías 40, 1-5. 9-11
¡Consuelen, consuelen a mi Pueblo, dice su Dios! Hablen al corazón de Jerusalén y anúncienle que su tiempo
de servicio se ha cumplido, que su culpa está paga, que ha recibido de la mano del Señor doble castigo por
todos sus pecados.
Una voz proclama:
«¡Preparen en el desierto el camino del Señor,
tracen en la estepa un sendero para nuestro Dios!
¡Que se rellenen todos los valles y se aplanen todas las montañas y colinas;
que las quebradas se conviertan en llanuras y los terrenos escarpados, en planicies!»
Entonces se revelará la gloria del Señor y todos los hombres la verán juntamente, porque ha hablado la boca
del Señor.
Súbete a una montaña elevada, tú que llevas la buena noticia a Sión; levanta con fuerza tu voz, tú que llevas
la buena noticia a Jerusalén. Levántala sin temor, di a las ciudades de Judá: ¡Aquí está tu Dios!» Ya llega el
Señor con poder y su brazo le asegura el dominio: el premio de su victoria lo acompaña y su recompensa lo
precede. Como un pastor, él apacienta su rebaño, lo reúne con su brazo; lleva sobre su pecho a los corderos y
guía con cuidado a las que han dado a luz.
Palabra de Dios.
SALMO 84, 9ab. 10. 11-12. 13-14
R. Muéstranos, Señor, tu misericordia,
y danos tu salvación.
Voy a proclamar lo que dice el Señor:
el Señor promete la paz,
la paz para su pueblo y sus amigos.
Su salvación está muy cerca de sus fieles,
y la Gloria habitará en nuestra tierra. R.
El Amor y la Verdad se encontrarán,
la Justicia y la Paz se abrazarán;
la Verdad brotará de la tierra
y la Justicia mirará desde el cielo. R.
El mismo Señor nos dará sus bienes
y nuestra tierra producirá sus frutos.
La Justicia irá delante de él,
y la Paz, sobre la huella de sus pasos. R.
Esperamos un cielo nuevo y una nueva tierra
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pedro 3, 8-14
Queridos hermanos, no deben ignorar que, delante del Señor, un día es como mil años y mil años como un
día. El Señor no tarda en cumplir lo que ha prometido, como algunos se imaginan, sino que tiene paciencia con
ustedes porque no quiere que nadie perezca, sino que todos se conviertan. Sin embargo, el Día del Señor llegará
como un ladrón, y ese día, los cielos desaparecerán estrepitosamente; los elementos serán desintegrados por el
fuego, y la tierra, con todo lo que hay en ella, será consumida.
Ya que todas las cosas se desintegrarán de esa manera, ¡qué santa y piadosa debe ser la conducta de ustedes,
esperando y acelerando la venida del Día del Señor! Entonces se consumirán los cielos y los elementos
quedarán fundidos por el fuego. Pero nosotros, de acuerdo con la promesa del Señor, esperamos un cielo nuevo
y una tierra nueva donde habitará la justicia.
Por eso, queridos hermanos, mientras esperan esto, procuren vivir de tal manera que él los encuentre en paz,
sin mancha ni reproche.
Palabra de Dios.
ALELUIA Lc 3, 4. 6.
Aleluia.
Preparen el camino del Señor, allanen sus senderos.
Todos los hombres verán la Salvación de Dios.
Aleluia.
EVANGELIO
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 1, 1-8
Comienzo de la Buena Noticia de Jesús, Mesías, Hijo de Dios.
Como está escrito en el libro del profeta Isaías: Mira, yo envío a mi mensajero delante de ti para prepararte el
camino. Una voz grita en el desierto: Preparen el camino del Señor, allanen sus senderos, así se presentó Juan el
Bautista en el desierto, proclamando un bautismo de conversión para el perdón de los pecados. Toda la gente de
Judea y todos los habitantes de Jerusalén acudían a él, y se hacían bautizar en las aguas del Jordán, confesando
sus pecados.
Juan estaba vestido con una piel de camello y un cinturón de cuero, y se alimentaba con langostas y miel
silvestre. Y predicaba, diciendo: «Detrás de mí vendrá el que es más poderoso que yo, y yo ni siquiera soy
digno de ponerme a sus pies para desatar la correa de sus sandalias. Yo los he bautizado a ustedes con agua,
pero él los bautizará con el Espíritu Santo.»
Palabra del Señor.
1.b GUION PARA LA MISA
II DOMINGO DE ADVIENTO- CICLO B
Entrada:
Celebramos hoy el segundo domingo de Adviento, que es el tiempo de preparación para la venida de Cristo en
la Navidad. No hay mejor modo de prepararse a la venida de Cristo que participando dignamente del Santo
Sacrificio de la Misa. En él Cristo se hace presente de una manera verdadera, real y sustancial. Participemos
activamente en él.
Liturgia de la Palabra
1º Lectura: Isaías 40, 1- 5. 9- 11
Para que se revelase la gloria de Dios a los hombres, era necesario preparar un sendero llano para el Señor.
Salmo Responsorial: 84
2º Lectura: 2 Pedro 3, 8- 14
Dios no quiere que nadie perezca, sino que todos se conviertan en la espera de un cielo nuevo y de una tierra
nueva.
Evangelio: Marcos 1, 1- 8
Juan el Bautista se presentó en el desierto, como mensajero de Dios, para preparar el camino del Señor.
Preces:
Hermanos, con confianza filial elevemos nuestra oración al Padre, fuente y fin de nuestra esperanza.
A cada intención respondemos cantando:
* Por el Papa, los obispos y los sacerdotes, para que hablando al corazón de todos los hombres, sean los
heraldos que con fuerte voz anuncien la Buena Nueva del Evangelio. Oremos.
* Por los sacerdotes, para que a ejemplo de san Juan Bautista sepan preparar los corazones de los hombres para
la visita que Dios quiere hacerles en la Persona de su Hijo. Oremos.
* Por todos los pueblos que sufren a causa de la violencia, para que durante este Adviento se dejen transformar
por la fuerza del Señor y reciban la paz del Buen Pastor que los apacienta y reúne. Oremos.
* Por los que están solos, por los ancianos y por los niños abandonados; para que reciban en sus almas al
Espíritu Santo, el Gran Consolador. Oremos.
(Para la Familia Religiosa del Verbo Encarnado:
* Por las misiones populares que realizarán los miembros de nuestros Institutos, y para que el Señor siembre en
el corazón de los hombres la semilla de la verdad. Oremos.)
Escucha Padre, la oración que con humilde confianza te dirigimos, y no tardes en cumplir tus
promesas. Por Jesucristo nuestro Señor.
Liturgia Eucarística
Ofertorio:
Mientras aguardamos la manifestación de Cristo en su Gloria ofrecemos junto con Él, al Padre, el memorial de
su Pasión salvadora. Ofrecemos:
* Cirios, representando la entrega de nuestras vidas para que se consuman en la presencia de Dios, y seamos así
alabanza de su gloria.
* Pan y vino, y nuestro deseo de unirnos a la intercesión de Cristo ante el Padre por todos los hombres.
Comunión:
“El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna y yo lo resucitaré en el último día. Porque mi carne es
verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida”, dice el Señor.
Salida: Anunciemos a los hombres nuestra esperanza junto a María y a todos los santos que esperaron con amor la
venida del Salvador.
(Gentileza del Monasterio “Santa Teresa de los Andes” (SSVM) _ San Rafael _ Argentina)
Directorio Homilético
El Directorio Homilético considera como una unidad a los Domingos II y III de Adviento. Por eso, en
primer lugar, presentaremos lo que dicho Directorio dice acerca de estos domingos. El domingo próximo
volveremos a ofrecer el mismo texto, ya que debe ser tenido en cuenta para el domingo III de Adviento.
En segundo lugar, presentaremos los números del Catecismo de la Iglesia Católica que el Directorio
Homilético sugiere para la preparación de la homilía.
I
B. II y III domingo de Adviento
87. En los tres ciclos, los textos evangélicos del II y III domingo de Adviento, están dominados por la figura de
san Juan Bautista. No sólo, el Bautista es, también con frecuencia, el protagonista de los pasajes evangélicos del
Leccionario ferial en las semanas que siguen a estos domingos. Además, todos los pasajes evangélicos de los
días 19, 21, 23 y 24 de diciembre atienden a los acontecimientos que circundan el nacimiento de Juan. Por
último, la celebración del Bautismo de Jesús por mano de Juan cierra todo el ciclo de la Navidad. Todo lo que
aquí se dice tiene como finalidad ayudar al homileta en todas las ocasiones en las que el texto bíblico evidencia
la figura de Juan Bautista.
88. Orígenes, teólogo maestro del siglo III, ha constatado un esquema que expresa un gran misterio:
independientemente del tiempo de su Venida, Jesús ha sido precedido, en aquella Venida, por Juan Bautista
(Homilía sobre Lucas, IV, 6). De suyo, ha sucedido que desde el seno materno, Juan saltó para anunciar la
presencia del Señor. En el desierto, junto al Jordán, la predicación de Juan anunció a Aquél que tenía que venir
después de él. Cuando lo bautizó en el Jordán, los cielos se abrieron, el Espíritu Santo descendió sobre Jesús en
forma visible y una voz desde el cielo lo proclamaba el Hijo amado del Padre. La muerte de Juan fue
interpretada por Jesús como la señal para dirigirse resolutivamente hacia Jerusalén, donde sabía que le esperaba
la muerte. Juan es el último y el más grande de todos los profetas; tras él, llega y actúa para nuestra salvación
Aquél que fue preanunciado por todos los profetas.
89. El Verbo divino, que en un tiempo se hizo carne en Palestina, llega a todas las generaciones de creyentes
cristianos. Juan precedió la venida de Jesús en la historia y también precede su venida entre nosotros. En la
comunión de los santos, Juan está presente en nuestras asambleas de estos días, nos anuncia al que está por
venir y nos exhorta al arrepentimiento. Por esto, todos los días en Laudes, la Iglesia recita el Cántico que
Zacarías, el padre de Juan, entonó en su nacimiento: «Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo, porque irás
delante del Señor a preparar sus caminos, anunciando a su pueblo la salvación, el perdón de sus pecados» (Lc
1,76-77)
90. El homileta debería asegurarse que el pueblo cristiano, como componente de la preparación a la doble
venida del Señor, escuche las invitaciones constantes de Juan al arrepentimiento, manifestadas de modo
particular en los Evangelios del II y III domingo de Adviento. Pero no oímos la voz de Juan sólo en los pasajes
del Evangelio; las voces de todos los profetas de Israel se concentran en la suya. «Él es Elías, el que tenía que
venir, con tal que queráis admitirlo» (Mt 11,14). Se podría también decir, al respecto de todas las primeras
lecturas en los ciclos de estos domingos, que él es Isaías, Baruc y Sofonías. Todos los oráculos proféticos
proclamados en la asamblea litúrgica de este tiempo son para la Iglesia un eco de la voz de Juan que prepara,
aquí y ahora, el camino al Señor. Estamos preparados para la Venida del Hijo del Hombre en la gloria y
majestad del último día. Estamos preparados para la Fiesta de la Navidad de este año.
91. Por ejemplo, cada asamblea en la que vienen proclamadas las Escrituras es la «Jerusalén» del texto del
profeta Baruc (II domingo C): «Jerusalén, despójate de tu vestido de luto y aflicción y viste las galas perpetuas
de la gloria que Dios te da». Este es un profeta que nos invita a una preparación precisa y nos llama a la
conversión: «Envuélvete en el manto de la justicia de Dios y ponte a la cabeza la diadema de la gloria
perpetua». En la Iglesia vivirá el Verbo hecho carne, por esta razón a ella van dirigidas las palabras: «Ponte en
pie Jerusalén, sube a la altura, mira hacia Oriente y contempla a tus hijos, reunidos de Oriente a Occidente, a la
voz del Espíritu, gozosos, porque Dios se acuerda de ti».
92. En estos domingos se leen diversas profecías mesiánicas clásicas de Isaías. «Brotará un renuevo del tronco
de Jesé, un vástago florecerá de su raíz» (Is 11,1; II domingo A). El anuncio se cumple en el Nacimiento de
Jesús. Otro año: «Una voz grita: “En el desierto preparadle un camino al Señor; allanad en la estepa una calzada
para nuestro Dios”» (Is 40,3; II domingo B). Los cuatro evangelistas reconocen el cumplimiento de estas
palabras en la predicación de Juan en el desierto. En el mismo Isaías se lee: «Se revelará la gloria del Señor, y la
verán todos juntos – ha hablado la boca del Señor –» (Is 40,5). Esto se dice del último día. Esto se dice de la
Fiesta de Navidad.
93. Es impresionante cómo en las diversas ocasiones en las que Juan Bautista aparece en el Evangelio se repite
con frecuencia el núcleo de su mensaje sobre Jesús: «Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con
Espíritu Santo» (Mc 1,8; II domingo B). El Bautismo de Jesús en el Espíritu Santo es la conexión directa entre
los textos a los que nos hemos referido hasta ahora y el centro hacia el que este Directorio atrae la atención, es
decir, el Misterio Pascual, que se ha cumplido en Pentecostés con la venida del Espíritu Santo sobre todos los
que creen en Cristo. El Misterio Pascual viene preparado por la Venida del Hijo Unigénito engendrado en la
carne y sus infinitas riquezas serán posteriormente desveladas en el último día. Del niño nacido en un establo y
del que vendrá sobre las nubes, Isaías dice: «Sobre él se posará el espíritu del Señor» (Is 52 11,2; II domingo
A); y también, recurriendo a las palabras que el mismo Jesús declarará cumplidas en sí mismo: «El espíritu del
Señor está sobre mí, porque el Señor me ha ungido. Me ha enviado para dar la buena noticia a los que sufren»
(Is 61,1; III domingo B. Cf. Lc 4,16-21).
94. El Leccionario del tiempo de Adviento es, de hecho, un conjunto de textos del Antiguo Testamento que
convencen y que, de modo misterioso, encuentran su cumplimiento en la Venida del Hijo de Dios en la carne.
Como siempre, el homileta puede recurrir a la poesía de los profetas para describir a los cristianos aquellos
misterios en los que ellos mismos son introducidos a través de las Celebraciones Litúrgicas. Cristo viene
continuamente y las dimensiones de su venida son múltiples. Ha venido. Volverá de nuevo en gloria. Viene en
Navidad. Viene ya ahora, en cada Eucaristía celebrada a lo largo del Adviento. A todas estas dimensiones se les
puede aplicar la fuerza poética de los profetas: «Mirad a vuestro Dios, que trae el desquite, viene en persona,
resarcirá y os salvará» (Is 35,4; III domingo A). «No temas Sión, no desfallezcan tus manos. El Señor tu Dios,
en medio de ti, es un guerrero que salva» (Sof 3,16-17; III domingo C). «Consolad, consolad a mi pueblo, dice
vuestro Dios; hablad al corazón de Jerusalén, gritadle: que se ha cumplido su servicio, y está pagado su crimen»
(Is 40,1-2; II domingo B).
95. No sorprende, entonces, que el espíritu de espera ansiosa crezca durante las semanas de Adviento; que en el
III domingo, los celebrantes se endosan vestiduras de un gozoso rosa claro, y que este domingo toma el nombre
de los primeros versos de la antífona de entrada que, desde hace siglos, se canta en este día, con las palabras
extraídas de la carta de sanPablo a los Filipenses: «Estad siempre alegres en el Señor; os lo repito: estad
alegres. El Señor está cerca».
(CONGREGACIÓN PARA EL CULTO DIVINO Y LA DISCIPLINA DE LOS SACRAMENTOS, Directorio Homilético,
Ciudad del Vaticano, 2014, nº 87 – 95)
II
Segundo domingo de Adviento
CEC 522, 711-716, 722: los profetas y la espera del Mesías
CEC 523, 717-720: la misión de Juan Bautista
CEC 1042-1050: los cielos nuevos y la tierra nueva
II LOS MISTERIOS DE LA INFANCIA
Y DE LA VIDA OCULTA DE JESUS
Los preparativos
522 La venida del Hijo de Dios a la tierra es un acontecimiento tan inmenso que Dios quiso prepararlo durante
siglos. Ritos y sacrificios, figuras y símbolos de la "Primera Alianza"(Hb 9,15), todo lo hace converger
hacia Cristo; anuncia esta venida por boca de los profetas que se suceden en Israel. Además, despierta en
el corazón de los paganos una espera, aún confusa, de esta venida.
La espera del Mesías y de su Espíritu
711 "He aquí que yo lo renuevo"(Is 43, 19): dos líneas proféticas se van a perfilar, una se refiere a la espera
del Mesías, la otra al anuncio de un Espíritu nuevo, y las dos convergen en el pequeño Resto, el pueblo de
los Pobres (cf. So 2, 3), que aguardan en la esperanza la "consolación de Israel" y "la redención de
Jerusalén" (cf. Lc 2, 25. 38).
Ya se ha dicho cómo Jesús cumple las profecías que a él se refieren. A continuación se describen aquellas
en que aparece sobre todo la relación del Mesías y de su Espíritu.
712 Los rasgos del rostro del Mesías esperado comienzan a aparecer en el Libro del Emmanuel (cf. Is 6, 12)
("cuando Isaías tuvo la visión de la Gloria" de Cristo: Jn 12, 41), en particular en Is 11, 1-2:
Saldrá un vástago del tronco de Jesé,
y un retoño de sus raíces brotará.
Reposará sobre él el Espíritu del Señor:
espíritu de sabiduría e inteligencia,
espíritu de consejo y de fortaleza,
espíritu de ciencia y temor del Señor.
713 Los rasgos del Mesías se revelan sobre todo en los Cantos del Siervo (cf. Is 42, 1-9; cf. Mt 12, 18-21; Jn
1, 32-34; después Is 49, 1-6; cf. Mt 3, 17; Lc 2, 32, y en fin Is 50, 4-10 y 52, 13-53, 12). Estos cantos
anuncian el sentido de la Pasión de Jesús, e indican así cómo enviará el Espíritu Santo para vivificar a la
multitud: no desde fuera, sino desposándose con nuestra "condición de esclavos" (Flp 2, 7). Tomando
sobre sí nuestra muerte, puede comunicarnos su propio Espíritu de vida.
714 Por eso Cristo inaugura el anuncio de la Buena Nueva haciendo suyo este pasaje de Isaías (Lc 4, 18-19;
cf. Is 61, 1-2):
El Espíritu del Señor está sobre mí,
porque me ha ungido.
Me ha enviado a anunciar a los pobres la Buena Nueva,
a proclamar la liberación a los cautivos
y la vista a los ciegos,
para dar la libertad a los oprimidos
y proclamar un año de gracia del Señor.
715 Los textos proféticos que se refieren directamente al envío del Espíritu Santo son oráculos en los que Dios
habla al corazón de su Pueblo en el lenguaje de la Promesa, con los acentos del "amor y de la fidelidad"
(cf. Ez. 11, 19; 36, 25-28; 37, 1-14; Jr 31, 31-34; y Jl 3, 1-5, cuyo cumplimiento proclamará San Pedro la
mañana de Pentecostés, cf. Hch 2, 17-21).Según estas promesas, en los "últimos tiempos", el Espíritu del
Señor renovará el corazón de los hombres grabando en ellos una Ley nueva; reunirá y reconciliará a los
pueblos dispersos y divididos; transformará la primera creación y Dios habitará en ella con los hombres
en la paz.
716 El Pueblo de los "pobres" (cf. So 2, 3; Sal 22, 27; 34, 3; Is 49, 13; 61, 1; etc.), los humildes y los
mansos, totalmente entregados a los designios misteriosos de Dios, los que esperan la justicia, no de los
hombres sino del Mesías, todo esto es, finalmente, la gran obra de la Misión escondida del Espíritu
Santo durante el tiempo de las Promesas para preparar la venida de Cristo. Esta es la calidad de corazón
del Pueblo, purificado e iluminado por el Espíritu, que se expresa en los Salmos. En estos pobres, el
Espíritu prepara para el Señor "un pueblo bien dispuesto" (cf. Lc 1, 17).
722 El Espíritu Santo preparó a María con su gracia . Convenía que fuese "llena de gracia" la madre de Aquél
en quien "reside toda la Plenitud de la Divinidad corporalmente" (Col 2, 9). Ella fue concebida sin pecado,
por pura gracia, como la más humilde de todas las criaturas, la más capaz de acoger el don inefable del
Omnipotente. Con justa razón, el ángel Gabriel la saluda como la "Hija de Sión": "Alégrate" (cf. So 3, 14;
Za 2, 14). Cuando ella lleva en sí al Hijo eterno, es la acción de gracias de todo el Pueblo de Dios, y por
tanto de la Iglesia, esa acción de gracias que ella eleva en su cántico al Padre en el Espíritu Santo (cf. Lc
1, 46-55).
523 San Juan Bautista es el precursor (cf. Hch 13, 24) inmediato del Señor, enviado para prepararle el camino
(cf. Mt 3, 3). "Profeta del Altísimo" (Lc 1, 76), sobrepasa a todos los profetas (cf. Lc 7, 26), de los que es
el último (cf.Mt 11, 13), e inaugura el Evangelio (cf. Hch 1, 22;Lc 16,16); desde el seno de su madre ( cf.
Lc 1,41) saluda la venida de Cristo y encuentra su alegría en ser "el amigo del esposo" (Jn 3, 29) a quien
señala como "el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo" (Jn 1, 29). Precediendo a Jesús "con el
espíritu y el poder de Elías" (Lc 1, 17), da testimonio de él mediante su predicación, su bautismo de
conversión y finalmente con su martirio (cf. Mc 6, 17-29).
IV EL ESPIRITU DE CRISTO EN LA PLENITUD DE LOS TIEMPOS
Juan, Precursor, Profeta y Bautista
717 "Hubo un hombre, enviado por Dios, que se llamaba Juan. (Jn 1, 6). Juan fue "lleno del Espíritu Santo ya
desde el seno de su madre" (Lc 1, 15. 41) por obra del mismo Cristo que la Virgen María acababa de
concebir del Espíritu Santo. La "visitación" de María a Isabel se convirtió así en "visita de Dios a su
pueblo" (Lc 1, 68).
718 Juan es "Elías que debe venir" (Mt 17, 10-13): El fuego del Espíritu lo habita y le hace correr delante
[como "precursor"] del Señor que viene. En Juan el Precursor, el Espíritu Santo culmina la obra de
"preparar al Señor un pueblo bien dispuesto" (Lc 1, 17).
719 Juan es "más que un profeta" (Lc 7, 26). En él, el Espíritu Santo consuma el "hablar por los profetas".
Juan termina el ciclo de los profetas inaugurado por Elías (cf. Mt 11, 13-14). Anuncia la inminencia de la
consolación de Israel, es la "voz" del Consolador que llega (Jn 1, 23; cf. Is 40, 1-3). Como lo hará el
Espíritu de Verdad, "vino como testigo para dar testimonio de la luz" (Jn 1, 7;cf. Jn 15, 26; 5, 33). Con
respecto a Juan, el Espíritu colma así las "indagaciones de los profetas" y la ansiedad de los ángeles (1 P
1, 10-12): "Aquél sobre quien veas que baja el Espíritu y se queda sobre él, ése es el que bautiza con el
Espíritu Santo ... Y yo lo he visto y doy testimonio de que este es el Hijo de Dios ... He ahí el Cordero de
Dios" (Jn 1, 33-36).
720 En fin, con Juan Bautista, el Espíritu Santo, inaugura, prefigurándolo, lo que realizará con y en Cristo:
volver a dar al hombre la "semejanza" divina. El bautismo de Juan era para el arrepentimiento, el del agua
y del Espíritu será un nuevo nacimiento (cf. Jn 3, 5).
VI LA ESPERANZA DE LOS CIELOS NUEVOS
Y DE LA TIERRA NUEVA
1042 Al fin de los tiempos el Reino de Dios llegará a su plenitud. Después del juicio final, los justos reinarán
para siempre con Cristo, glorificados en cuerpo y alma, y el mismo universo será renovado:
La Iglesia ... sólo llegará a su perfección en la gloria del cielo...cuando llegue el tiempo de la restauración
universal y cuando, con la humanidad, también el universo entero, que está íntimamente unido al hombre
y que alcanza su meta a través del hombre, quede perfectamente renovado en Cristo (LG 48)
1043 La Sagrada Escritura llama "cielos nuevos y tierra nueva" a esta renovación misteriosa que trasformará la
humanidad y el mundo (2 P 3, 13; cf. Ap 21, 1). Esta será la realización definitiva del designio de Dios de
"hacer que todo tenga a Cristo por Cabeza, lo que está en los cielos y lo que está en la tierra" (Ef 1, 10).
1044 En este "universo nuevo" (Ap 21, 5), la Jerusalén celestial, Dios tendrá su morada entre los hombres. "Y
enjugará toda lágrima de su ojos, y no habrá ya muerte ni habrá llanto, ni gritos ni fatigas, porque el
mundo viejo ha pasado" (Ap 21, 4;cf. 21, 27).
1045 Para el hombre esta consumación será la realización final de la unidad del género humano, querida por
Dios desde la creación y de la que la Iglesia peregrina era "como el sacramento" (LG 1). Los que estén
unidos a Cristo formarán la comunidad de los rescatados, la Ciudad Santa de Dios (Ap 21, 2), "la Esposa
del Cordero" (Ap 21, 9). Ya no será herida por el pecado, las manchas (cf. Ap 21, 27), el amor propio, que
destruyen o hieren la comunidad terrena de los hombres. La visión beatífica, en la que Dios se manifestará
de modo inagotable a los elegidos, será la fuente inmensa de felicidad, de paz y de comunión mutua.
1046 En cuanto al cosmos, la Revelación afirma la profunda comunidad de destino del mundo material y del
hombre:
Pues la ansiosa espera de la creación desea vivamente la revelación de los hijos de Dios ... en la esperanza
de ser liberada de la servidumbre de la corrupción ... Pues sabemos que la creación entera gime hasta el
presente y sufre dolores de parto. Y no sólo ella; también nosotros, que poseemos las primicias del
Espíritu, nosotros mismos gemimos en nuestro interior anhelando el rescate de nuestro cuerpo (Rm 8, 19-
23).
1047 Así pues, el universo visible también está destinado a ser transformado, "a fin de que el mundo mismo
restaurado a su primitivo estado, ya sin ningún obstáculo esté al servicio de los justos", participando en su
glorificación en Jesucristo resucitado (San Ireneo, haer. 5, 32, 1).
1048 "Ignoramos el momento de la consumación de la tierra y de la humanidad, y no sabemos cómo se
transformará el universo. Ciertamente, la figura de este mundo, deformada por el pecado, pasa, pero se
nos enseña que Dios ha preparado una nueva morada y una nueva tierra en la que habita la justicia y cuya
bienaventuranza llenará y superará todos los deseos de paz que se levantan en los corazones de los
hombres"(GS 39, 1).
1049 "No obstante, la espera de una tierra nueva no debe debilitar, sino más bien avivar la preocupación de
cultivar esta tierra, donde crece aquel cuerpo de la nueva familia humana, que puede ofrecer ya un cierto
esbozo del siglo nuevo. Por ello, aunque hay que distinguir cuidadosamente el progreso terreno del
crecimiento del Reino de Cristo, sin embargo, el primero, en la medida en que puede contribuir a ordenar
mejor la sociedad humana, interesa mucho al Reino de Dios" (GS 39, 2).
1050 "Todos estos frutos buenos de nuestra naturaleza y de nuestra diligencia, tras haberlos propagado por la
tierra en el Espíritu del Señor y según su mandato, los encontramos después de nuevo, limpios de toda
mancha, iluminados y transfigurados cuando Cristo entregue al Padre el reino eterno y universal" (GS 39,
3; cf. LG 2). Dios será entonces "todo en todos" (1 Co 15, 22), en la vida eterna:
La vida subsistente y verdadera es el Padre que, por el Hijo y en el Espíritu Santo, derrama sobre todos sin
excepción los dones celestiales. Gracias a su misericordia, nosotros también, hombres, hemos recibido la
promesa indefectible de la vida eterna (San Cirilo de Jerusalén, catech. ill. 18, 29).
2. EXÉGESIS
Severiano del Páramo, S. J.
Inicio del Evangelio según San Marcos
Introducción (1,1-13)
La introducción comprende la enunciación del tema (v.1), la predicación de Juan Bautista (v.2-8), el
bautismo (v.9-11) y la tentación de Jesús (v.12-13). Forma un bloque compacto y está bajo el signo del
cumplimiento escatológico. Juan Bautista aparece aquí como empalme entre el Antiguo y el Nuevo Testamento.
1. Título del evangelio (1,1)
Evangelio no tiene aquí el significado de libro.
a) En el sentido de libro no se emplea nunca en el NT. Solamente cuando se formó el canon o
colección de los libros del NT, el evangelio, con la indicación complementaria de según Marcos o Mateo,
etc., pasó a tener también el significado de libro.
b) En el griego clásico significa originariamente “el premio de las buenas cosas” dadas al mensajero
portador de la buena nueva. Pasó a significar también las buenas nuevas que trae el mensajero; sobre
todo, mensaje de victoria o de paz.
c) En el griego bíblico del AT. Con el sentido de “dar una buena nueva” es empleado el verbo, del
que procede evangelio, en 2 Sam 4, 10. E1 Deutero-Isaías usó el término para designar su anuncio a
Jerusalén de que Dios estaba a punto de visitar y redimir a su pueblo. Allí la redención significaba
liberación de la cautividad babilónica; pero como esta cautividad era por los pecados del pueblo judío, la
liberación de la cautividad implicaba también una liberación de pecados. Esta liberación tendría
realización a través del Siervo Yahvé y no se restringiría a Israel, sino que se extendería a todos los
pueblos (cf. Is 40,9; 41,27; 52,7; 61,1). La profecía que cita en Mc 1,2-3 está tomada del mismo contexto
en que aparece la idea de buena nueva en el Deutero-Isaías.
d) En Marcos significa, en general, la buena nueva del acercamiento o venida del reino de Dios (cf.
1,14; 8,35; 10,29; 14,9; 16,15).
e) En las epístolas paulinas recurre con mucha frecuencia. De aquí que se tenga a Pablo, si no como
el que introdujo el término, al menos como el principal difusor de él.
En Pablo significa el mensaje apostólico de la salvación en Cristo (cf. 1 Tes 3,2; 2 Cor 9,13; Gál 1,7; Fil
1,27).
De Jesucristo: este nombre sólo se emplea aquí en Marcos. El genitivo puede ser: a) Subjetivo, y
entonces sería la buena nueva o evangelio predicado por Jesucristo, puesto que Jesucristo tomó en su
predicación, como tema central, la buena nueva de que se ha acercado el reino de Dios.
b) Puede ser también el genitivo objetivo: evangelio de Jesucristo, es decir, el evangelio o buena nueva
acerca de Jesucristo. Y así parece que debe tomarse, puesto que Jesucristo es el objeto principal del evangelio.
Hijo de Dios: Este título es dado por Marcos a Jesús en 3,11; 5,7; 15,39. También mi Hijo amado (1,11;
9,7) y el Hijo del Bendito (14,61). En este pasaje, el título es omitido por algunos manuscritos y versiones. La
omisión en ellos tal vez se deba a la voluntad de suprimir tantos genitivos seguidos.
La Iglesia primitiva quería designar con este título la divinidad de Jesús (cf. Heb 1,5; Mt 28,19), y, sin
duda, eso significa aquí, sin que sea ése el significado en todos los demás pasajes.
Después del v.1 se debe poner punto, quedando así este versículo como un título de la sección. Otros lo
explican de otra manera.
“Principio” del evangelio de Jesucristo significa, pues, “el principio del mensaje de la buena nueva
referente a Jesucristo”, por quien nos viene la salvación.
2. Juan Bautista, el precursor profetizado. 1,2-8
Los evangelios, y mucho más el de Marcos, son un reflejo de la predicación primitiva, que, según
testimonio de Act 1,22, comenzaba por el ministerio de Juan Bautista.
El ministerio de Juan está presentado como el cumplimiento de una profecía. Se advierte una perfecta
correspondencia entre la profecía (v.2-3) y la historia (v.4-8).
2-3 Para entender el pasaje es preciso tener en cuenta las ideas difusas en el ambiente. Según algunos
textos del AT, se esperaba una venida de Yahvé. Según Mal 3,1, Dios había de mandar, antes de su venida, un
mensajero. Según el Deutero-Isaías, un mensajero camina por el desierto delante del pueblo que vuelve de la
cautividad babilónica.
Los rabinos habían interpretado el texto de Malaquías He aquí que yo envío mi ángel como referido a
Elías, de quien se decía que vendría como precursor del Mesías.
De esta creencia hay indicaciones en el mismo evangelio (Mc 9,11-12). La profecía está compuesta (por
Marcos o por la fuente de que depende Marcos) uniendo dos o tres citas distintas (Ex 23,20a; Mal 3,1; Is 40,3),
las dos primeras en el v.2, y la tercera en el v.3.
La primera cita del v.2 coincide a la letra en su primera parte con Ex 23,20a: He aquí que envío mi
ángel delante de ti (habla Dios por Moisés al pueblo).
La segunda cita coincide con el hebreo de Mal 3,1: ... y él preparará el camino ante mí. Marcos difiere del
texto de Malaquías en que Malaquías dice ante mí, y la cita de Marcos dice preparará tu camino.
Malaquías tiene también en el primer hemistiquio de 3,1: He aquí que envío mi ángel, lo mismo que en
el Éxodo, pero falta delante de ti.
La misma combinación se encuentra en Mt 11,10 y Lc 7,27 (con la adición de emprészen sou,
refiriéndose también a Juan Bautista).
Por lo que toca a Marcos, Taylor duda de la autenticidad de esta primera cita, teniéndola algunos autores
por una glosa de un copista. Las razones son las siguientes:
a) Rompe la natural conexión entre la referencia a Isaías y la citación de Is 40,3 en Mc 1,3.
b) La cita falta en las narraciones paralelas.
c) La misma combinación de Ex 23,20a y el hebreo de Mal 3,1 aparece en Mt 11,10 y Lc
7,27.
Aunque algunos críticos tienen esta cita por inserción tardía, sin embargo no hay prueba textual contra
ella.
Hay otros, que tienen por inserción toda la cita de Isaías, hecha por un copista movido por la tendencia a
armonizar el texto de Marcos con el de Mateo. La cita original sería sólo la de Malaquías, y sería introducida
simplemente con Como está escrito: «He aquí que...»
La segunda cita está tomada a la letra del texto de los LXX de Is 40,3. La profecía se refiere a la vuelta
del destierro babilónico, pero el texto de Marcos la interpreta mesiánicamente, como también se interpretaba así
en la literatura rabínica. El hebreo, juntando en el desierto con preparad, dice: La voz de uno que clama: «En el
desierto preparad el camino del Señor». Los LXX y Marcos dicen: la voz de uno que clama en el desierto.
A quién se refiera Marcos en preparad los caminos del Señor no es seguro. En el texto original de Isaías
se refiere a Dios. En Marcos puede referirse al Mesías, pero puede referirse también a Dios. El que prepara al
Mesías, prepara el camino para la realización de los planes de Dios, prepara los caminos de Dios.
Marcos nunca usa Kyrios (el nombre de Yahvé según la traducción de los LXX) tratándose de Jesús,
excepto en el vocativo de 7,28, sin alcance teológico especial, y en 11,3, con artículo (en la escena del pollino
para la entrada triunfal), posiblemente en el sentido de Dueño.
Esto indica el carácter primitivo del uso de Marcos, pues más tarde se aplicó a Jesús este término,
exclusivo de Dios, con el que se profesaba la creencia en la divinidad de Jesús. Juan se lo aplica ciertamente a
Cristo resucitado.
Después de la cita se debe poner una coma, de tal manera que el sentido sea que, «conforme a lo que la
Escritura había dicho de la voz de uno que grita en el desierto, vino Juan predicando en el desierto».
4 Marcos resume la predicación de Juan diciendo que predicaba un bautismo de conversión en orden a
la remisión de los pecados. Así allanaba el camino del Señor, derribando los obstáculos que son los pecados. El
Mesías a su venida debía encontrar un pueblo purificado (Ez 36,25; Zac 13,1).
La palabra metanoia (conversión, arrepentimiento, penitencia) tiene su raíz en la predicación profética, y la
traducción más propia es conversión. Abandonar el mal camino para seguir el camino recto según Dios.
La palabra griega significa «cambio de mente», pero entendiendo mente en el sentido semítico, que
entiende esta palabra como la fuente de toda la vida interior.
5 El que acudía a Juan toda la Judea y todos los jerosolimitanos puede considerarse como una hipérbole.
Se añade que eran bautizados en el Jordán mientras confesaban sus pecados. La remisión de los pecados
era real en virtud de la metanoia, no en virtud del rito de la inmersión. El rito externo era una expresión
simbólica del acto del arrepentimiento y de sus efectos de purificación espiritual. No se trataba de un
sacramento, pero era ya el esbozo del sacramento del bautismo. La metanoia era condición, no causa de la
remisión de los pecados. Esta sólo la efectúa Dios.
6 Juan va vestido de una piel de camello o de una tela hecha de pelos de camello y llevaba un ceñidor de
cuero alrededor de sus lomos. Era la costumbre típica del profeta (cf. 4 Re 1,8; Zac 13,4). Los detalles de la
descripción contribuyen a reforzar la idea de que Juan es Elías redivivo (cf. Mc 9,13; 4 Re 1,8).
Su alimento eran langostas y miel silvestre.
7 Juan, el precursor profetizado, que realiza el plan de Dios proclamado en Isaías y en Malaquías,
proclama, a su vez, una profecía, la venida de uno más poderoso.
Mateo y Lucas desarrollan más la predicación de Juan. Marcos es breve. Jo isjirós «el fuerte» tiene una
larga historia detrás de él (cf. Is 49,25; 53,12).
Se aplica de varias maneras: a Satán (3,27), a poderosos opresores (Ap 10,1; 18,21) y a Dios (Ap 18,8; 1
Cor 10,22). Aquí, a la luz de 3,27 y de Lc 11,22, describe al Libertador y Juez escatológico esperado. Sugiere
así que se está ya en los pródromos del drama escatológico.
Ese mayor poder profetizado por Juan, y hecho manifiesto en el bautismo de Jesús con la bajada del
Espíritu, va a manifestarse en la tentación.
Respecto a este Libertador, Juan confiesa su indignidad a realizar los deberes de un esclavo.
8 En el segundo dicho, Juan señala un fuerte contraste entre su bautismo y el de aquel que viene.
Ebáptiza puede ser el aoristo de una cosa sucedida, pero más probablemente representa el perfecto
estático hebreo bautizo. Mateo dice bautizo (3,11).
Neúmati hagío designa al Espíritu Santo. La preposición en probablemente habría que omitirla con
algunos códices. El Espíritu Santo, según el AT, es la dynamis divina que se manifiesta al exterior. En Mateo y
Lucas se dice: En el Espíritu Santo y en fuego. (…)
La explicación del pasaje aparece clara si, admitida la autenticidad de la cita de Malaquías, suponemos
la profecía de este autor en trasfondo del pensamiento de Marcos 7. El texto de Malaquías claramente se refiere
a Elías, como consta de Mal 4,5: He aquí que yo os enviaré al profeta Elías antes de que venga el día grande y
terrible de Yahvé. Juan es descrito en Marcos como Elías.
En 3,1 dice Malaquías en todo su contexto: He aquí que envío ni mensajero para que prepare el
camino delante de mí, e inmediatamente vendrá a su templo el Señor, por quien vosotros anheláis, y el ángel
de la alianza que deseáis. He aquí que llega, habla el Señor de os ejércitos.
El ángel de la alianza se refiere al Mesías, mediador de la nueva alanza (cf. Mc 14,22-25).
Prosigue Malaquías (3,2-4) describiendo la actuación del Mesías: Es cual «fuego» de fundidor y como
lejía de lavadores. Se sentará para fundir y purificar la plata, y purificará a los hijos de Leví; los acrisolará
como el oro y la plata, y luego podrán ofrecer a Yahvé oblaciones con justicia. Entonces será grata a Yahvé la
oblación de Judá y Jerusalén como en los tiempos primeros.
Se atribuye al Mesías un fuego purificador. A éste se refiere, sin duda, en el pensamiento de Marcos la
frase de Juan Bautista. Mientras él bautiza o purifica con agua, como quien dice simbólicamente, el Mesías
purificará con fuego, eficazmente. Este fuego purificador propio del Mesías es el Espíritu Santo. Consta
también en otras profecías (cf. Ez 36, 25-27) que el Espíritu Santo será el elemento purificador de los tiempos
mesiánicos.
Según la profecía de Malaquías, la purificación debía hacer que fuera grata a Yahvé la oblación de Judá
y Jerusalén. Según el texto de Marcos, acude a Juan Bautista para purificarse Jerusalén y toda Judea.
(DEL PÁRAMO S., La Sagrada Escritura, Evangelios, BAC Madrid 1964, I, p. 333-38)
3. COMENTARIO TEOLÓGICO
Catecismo de la Iglesia Católica
III LA CONVERSION DE LOS BAUTIZADOS
1427 Jesús llama a la conversión. Esta llamada es una parte esencial del anuncio del Reino: "El tiempo se ha
cumplido y el Reino de Dios está cerca; convertíos y creed en la Buena Nueva" (Mc 1,15). En la
predicación de la Iglesia, esta llamada se dirige primeramente a los que no conocen todavía a Cristo y su
Evangelio. Así, el Bautismo es el lugar principal de la conversión primera y fundamental. Por la fe en la
Buena Nueva y por el Bautismo (cf. Hch 2,38) se renuncia al mal y se alcanza la salvación, es decir, la
remisión de todos los pecados y el don de la vida nueva.
1428 Ahora bien, la llamada de Cristo a la conversión sigue resonando en la vida de los cristianos. Esta segunda
conversión es una tarea ininterrumpida para toda la Iglesia que "recibe en su propio seno a los pecadores"
y que siendo "santa al mismo tiempo que necesitada de purificación constante,busca sin cesar la
penitencia y la renovación" (LG 8). Este esfuerzo de conversión no es sólo una obra humana. Es el
movimiento del "corazón contrito" (Sal 51,19), atraído y movido por la gracia (cf Jn 6,44; 12,32) a
responder al amor misericordioso de Dios que nos ha amado primero (cf 1 Jn 4,10).
1429 De ello da testimonio la conversión de S. Pedro tras la triple negación de su Maestro. La mirada de
infinita misericordia de Jesús provoca las lágrimas del arrepentimiento (Lc 22,61) y, tras la resurrección
del Señor, la triple afirmación de su amor hacia él (cf Jn 21,15-17). La segunda conversión tiene también
una dimensión comunitaria. Esto aparece en la llamada del Señor a toda la Iglesia: "¡Arrepiéntete!" (Ap
2,5.16).
S. Ambrosio dice acerca de las dos conversiones que, en la Iglesia, "existen el agua y las lágrimas: el agua
del Bautismo y las lágrimas de la Penitencia" (Ep. 41,12).
IV LA PENITENCIA INTERIOR
1430 Como ya en los profetas, la llamada de Jesús a la conversión y a la penitencia no mira, en primer lugar, a
las obras exteriores "el saco y la ceniza", los ayunos y las mortificaciones, sino a la conversión del
corazón, la penitencia interior. Sin ella, las obras de penitencia permanecen estériles y engañosas; por el
contrario, la conversión interior impulsa a la expresión de esta actitud por medio de signos visibles, gestos
y obras de penitencia (cf Jl 2,12-13; Is 1,16-17; Mt 6,1-6. 16-18).
1431 La penitencia interior es una reorientación radical de toda la vida, un retorno, una conversión a Dios con
todo nuestro corazón, una ruptura con el pecado, una aversión del mal, con repugnancia hacia las malas
acciones que hemos cometido. Al mismo tiempo, comprende el deseo y la resolución de cambiar de vida
con la esperanza de la misericordia divina y la confianza en la ayuda de su gracia. Esta conversión del
corazón va acompañada de dolor y tristeza saludables que los Padres llamaron "animi cruciatus" (aflicción
del espíritu), "compunctio cordis" (arrepentimiento del corazón) (cf Cc. de Trento: DS 1676-1678; 1705;
Catech. R. 2, 5, 4).
1432 El corazón del hombre es rudo y endurecido. Es preciso que Dios dé al hombre un corazón nuevo (cf Ez
36,26-27). La conversión es primeramente una obra de la gracia de Dios que hace volver a él nuestros
corazones: "Conviértenos, Señor, y nos convertiremos" (Lc 5,21). Dios es quien nos da la fuerza para
comenzar de nuevo. Al descubrir la grandeza del amor de Dios, nuestro corazón se estremece ante el
horror y el peso del pecado y comienza a temer ofender a Dios por el pecado y verse separado de él. El
corazón humano se convierte mirando al que nuestros pecados traspasaron (cf Jn 19,37; Za 12,10).
Tengamos los ojos fijos en la sangre de Cristo y comprendamos cuán preciosa es a su Padre, porque,
habiendo sido derramada para nuestra salvación, ha conseguido para el mundo entero la gracia del
arrepentimiento (S. Clem. Rom. Cor 7,4).
1433 Después de Pascua, el Espíritu Santo "convence al mundo en lo referente al pecado" (Jn 16, 8-9), a saber,
que el mundo no ha creído en el que el Padre ha enviado. Pero este mismo Espíritu, que desvela el pecado,
es el Consolador (cf Jn 15,26) que da al corazón del hombre la gracia del arrepentimiento y de la
conversión (cf Hch 2,36-38; Juan Pablo II, DeV 27-48).
V DIVERSAS FORMAS DE PENITENCIA EN LA VIDA CRISTIANA
1434 La penitencia interior del cristiano puede tener expresiones muy variadas. La Escritura y los Padres
insisten sobre todo en tres formas: el ayuno, la oración, la limosna (cf. Tb 12,8; Mt 6,1-18), que expresan
la conversión con relación a sí mismo, con relación a Dios y con relación a los demás. Junto a la
purificación radical operada por el Bautismo o por el martirio, citan, como medio de obtener el perdón de
los pecados, los esfuerzos realizados para reconciliarse con el prójimo, las lágrimas de penitencia, la
preocupación por la salvación del prójimo (cf St 5,20), la intercesión de los santos y la práctica de la
caridad "que cubre multitud de pecados" (1 P 4,8).
1435 La conversión se realiza en la vida cotidiana mediante gestos de reconciliación, la atención a los pobres, el
ejercicio y la defensa de la justicia y del derecho (Am 5,24; Is 1,17), por el reconocimiento de nuestras
faltas ante los hermanos, la corrección fraterna, la revisión de vida, el examen de conciencia, la dirección
espiritual, la aceptación de los sufrimientos, el padecer la persecución a causa de la justicia. Tomar la cruz
cada día y seguir a Jesús es el camino más seguro de la penitencia (cf Lc 9,23).
1436 Eucaristía y Penitencia. La conversión y la penitencia diarias encuentran su fuente y su alimento en la
Eucaristía, pues en ella se hace presente el sacrificio de Cristo que nos reconcilió con Dios; por ella son
alimentados y fortificados los que viven de la vida de Cristo; "es el antídoto que nos libera de nuestras
faltas cotidianas y nos preserva de pecados mortales" (Cc. de Trento: DS 1638).
1437 La lectura de la Sagrada Escritura, la oración de la Liturgia de las Horas y del Padre Nuestro, todo acto
sincero de culto o de piedad reaviva en nosotros el espíritu de conversión y de penitencia y contribuye al
perdón de nuestros pecados.
1438 Los tiempos y los días de penitencia a lo largo del año litúrgico (el tiempo de Cuaresma, cada viernes en
memoria de la muerte del Señor) son momentos fuertes de la práctica penitencial de la Iglesia (cf SC 109-
110; CIC can. 1249-1253; CCEO 880-883). Estos tiempos son particularmente apropiados para los
ejercicios espirituales, las liturgias penitenciales, las peregrinaciones como signo de penitencia, las
privaciones voluntarias como el ayuno y la limosna, la comunicación cristiana de bienes (obras caritativas
y misioneras).
1439 El proceso de la conversión y de la penitencia fue descrito maravillosamente por Jesús en la parábola
llamada "del hijo pródigo", cuyo centro es "el Padre misericordioso" (Lc 15,11-24): la fascinación de una
libertad ilusoria, el abandono de la casa paterna; la miseria extrema en que el hijo se encuentra tras haber
dilapidado su fortuna; la humillación profunda de verse obligado a apacentar cerdos, y peor aún, la de
desear alimentarse de las algarrobas que comían los cerdos; la reflexión sobre los bienes perdidos; el
arrepentimiento y la decisión de declararse culpable ante su padre, el camino del retorno; la acogida
generosa del padre; la alegría del padre: todos estos son rasgos propios del proceso de conversión. El
mejor vestido, el anillo y el banquete de fiesta son símbolos de esta vida nueva, pura, digna, llena de
alegría que es la vida del hombre que vuelve a Dios y al seno de su familia, que es la Iglesia. Sólo el
corazón de Cristo que conoce las profundidades del amor de su Padre, pudo revelarnos el abismo de su
misericordia de una manera tan llena de simplicidad y de belleza.
(CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA, nº 1427 – 1439)
4. SANTOS PADRES
San Agustín
El testimonio de San Juan Bautista
1. Acerca de Juan el Bautista, no el evangelista, de quien celebramos el día grande de su nacimiento,
tenemos un gran testimonio del mismo Señor. Habla de él nuestro Salvador, señor suyo y nuestro. ¿Qué otra
cosa puede decir que la verdad? Entre los nacidos de mujer no ha surgido otro mayor que Juan Bautista. He aquí
de quién es la solemnidad que celebramos hoy: de aquel mayor que el cual no surgió otro entre los nacidos de
mujer. Pero el mismo Señor añadió: Pero quien es menor, en el reino de los cielos es mayor que él. ¿Qué quiere
decirse con «menor que él»? Menor en edad, pero mayor en poder. Juan es el hombre supremo, pero siempre
hombre; en cambio, de Cristo el Señor es muy poco decir que es el hombre supremo, puesto que es Dios y
hombre. He presentado el testimonio del Señor acerca de Juan; he de ofrecer ahora el testimonio de Juan acerca
del Señor. Retened en la memoria, conservad en ella el testimonio antes mencionado del Señor acerca de Juan, a
saber: que entre los nacidos de mujer no ha surgido otro mayor que Juan Bautista. Eso es lo que dijo Jesús sobre
Juan; ¿qué dijo Juan de Jesús? Antes que nada, ved cómo se cumplía el testimonio del Señor acerca de Juan. A
éste le tenían por el Cristo; y, cuando se leyó la primera lectura de los Hechos de los Apóstoles, con lo allí
narrado y mencionado, oísteis que Juan dijo: ¿Quién sospecháis que soy yo? Yo no soy el Cristo. El error de los
hombres sospechaba que en él había algo más, pero la humildad confesaba la realidad. Pero considerad qué fácil
le hubiera sido abusar del error de los hombres v presumir de ser el Cristo. No lo hizo, y con razón es grande; es
más poderoso confesando que relinchando de soberbia. ¿Acaso necesitaba persuadirles de que él era el Cristo?
Eso ya lo pensaban ellos; sólo tendría que confirmar lo que ellos opinaban; presentándose como lo que no era,
les engañaría acerca de lo que era. ¿Dónde estaría si hubiese obrado así? Vosotros enviasteis una embajada a
Juan, dijo el Señor Jesús a los judíos; él era la lámpara que arde y alumbra, y vosotros quisisteis regocijaros por
un rato en su luz. Yo, sin embargo, tengo un testimonio mayor que Juan. Buena lámpara; con razón se refugia
bajo los pies de la piedra para que no la apague el viento de la soberbia.
2. Ved, hermanos, cuál era la grandeza de Juan y cómo se cumplió lo que de él dijo el Señor: que entre
los nacidos de mujer no ha surgido otro mayor que Juan el Bautista. Ciertamente, Cristo es el Señor; mejor, es
el Señor que existía antes que Juan, antes que Abrahán, antes que Adán, antes que el cielo y la tierra, puesto que
todo fue hecho por él; ciertamente era el Señor; Dios caminaba en la tierra, la Palabra se había hecho carne, y,
sin embargo, Juan no se cuenta entre sus discípulos. Repasad los nombres de los discípulos del primero al
último. Entre ellos está Juan, pero el evangelista, no el bautista; éste, por tanto, no aparecía a la mirada humana
entre los discípulos de Cristo; más aún, él mismo reunía discípulos propios al mismo tiempo que Cristo.
Además, los judíos se servían de los discípulos de Juan para acusar y calumniar a los de Cristo, diciendo: ¿Por
qué los discípulos de Juan ayunan, mientras los tuyos no? Tenía discípulos Cristo, los tenía también Juan;
bautizaba Juan, bautizaba también Cristo. Es un hombre nacido de mujer, pues nadie entre éstos es mayor que
Juan el Bautista, y, sin embargo, reúne discípulos propios, como actuando contra Cristo y haciéndole
competencia; pero él actuaba al servicio de Cristo. Como era tan grande que hasta podía ser tomado por el
Cristo, debió dar personalmente un testimonio en favor de Cristo. Aquel de quien da testimonio el hombre
supremo es más que hombre. «No soy lo que pensáis. Es cierto que soy grande, y puede esto llevaros a pensar
así, pero no soy lo que pensáis.» ¿Y quién eres tú?, se le preguntó. Yo soy la voz del que clama en el desierto:
«Preparad el camino al Señor.» Ved al precursor, recibid al que señala el camino, temed al juez. Preparad el
camino al Señor, enderezad sus sendas; todo monte y colina se abajarán y todo valle se elevará; lo torcido se
volverá derecho, lo áspero llano, y toda carne verá la salud de Dios. Verá no a mí, sino la salud de Dios. La
lámpara da testimonio del día, puesto que el día es Cristo. ¿Qué es Juan? La lámpara. Mas ¿por qué era
necesaria la lámpara? Porque el día estaba oculto; estaba oculto hasta el momento de manifestarse, puesto que
no podría manifestarse de no estar oculto. Pues, si le hubiesen conocido, nunca hubiesen crucificado al rey de la
gloria.
3. Y, sin embargo, para que no opongan mucha resistencia al día, los judíos son confundidos con la
lámpara. Se les envía a Juan. Les dijo: «No soy yo; quien está en medio de vosotros es mayor que yo.» Mayor,
¿en qué medida? Ciertamente había dicho Cristo el Señor que entre los nacidos de mujer no había surgido otro
mayor que Juan Bautista, pero que, sin embargo, quien es menor —refiriéndose a sí mismo, en cuanto que es
posterior por el nacimiento de la carne—, en el reino de los cielos es mayor que él. Dijo que era menor, pero no
dijo en qué medida era mayor. Además, para no dar la impresión de pasar maliciosamente algo por alto, voy a
presentaros otra interpretación útil y no alejada de la verdad. En las palabras del Señor: Entre los nacidos de
mujer no ha surgido otro mayor que Juan el Bautista; sin embargo, quien es menor en el reino de los cielos es
mayor que él, hay otro sentido, supuesta otra puntuación, a saber: Entre los nacidos de mujer no surgió otro
mayor que Juan el Bautista; sin embargo, el menor en el reino de los cielos es mayor que él. Has de entender
que en el reino de los cielos están indicados los santos ángeles, y según eso se dijo: «El menor entre los ángeles
es mayor que todos los hombres.» Ni la primera ni la segunda forma de entenderlo se aparta de la fe, puesto que
también es cierto que Cristo es menor en edad, aunque mayor en majestad, y cierto lo otro, a saber: que, por
grande que sea un hombre, es inferior al menor de los ángeles. Con todo, escuchemos cuánto más grande es
Jesús el Señor, según el testimonio de Juan. Puesto que él dijo: Quien viene tras de mí es mayor que yo, oyes
«es mayor que yo», y preguntas en qué medida es mayor. Si se calla, hagamos conjeturas, pero creámoslo
plenamente: Juan es el siervo, Cristo el Señor. Diga Juan en qué medida: De quien no soy digno de desatar la
correa del calzado. ¡Cuál no hubiera sido su humildad con sólo decir que era digno! Si una persona se halla de
pie o sentada y tú le desatas la correa de su calzado, advierto que él es el señor y tú el siervo. Esto es poco, dice
Juan; no soy digno ni siquiera de eso. Respóndenos, pues, si es posible: ¿por qué no estás entre sus discípulos,
por qué reuniste discípulos aparte? «Yo, dice Juan, no soy su discípulo; lo soy, pero de forma no visible para
vosotros. Quien tiene la esposa es el esposo,» Son palabras de Juan acerca de Cristo el Señor: Quien tiene la
esposa es el esposo; el amigo, en cambio, del esposo está en pie y le escucha. Ciertamente no es discípulo suyo:
es siervo que está a su lado de pie y amigo por don suyo. En efecto, dijo él también a sus discípulos: Ya no os
llamaré siervos, sino amigos. Ved, sin embargo, al discípulo en lo interior, en lo oculto, en lo secreto del
santuario. El amigo del esposo está en pie y le escucha. Manténgase en pie y escúchele, puesto que, si no le
hubiese escuchado, hubiese caído y se hubiese hecho semejante a aquel de quien dice el mismo Señor: Él era
homicida desde el comienzo y la verdad no se mantuvo en él. El diablo no se mantuvo firme en la verdad y
cayó, cayendo el que derribó a otros. Juan, en cambio, se mantuvo en pie y le escuchó. ¿Y cómo sigue? Y exulta
de gozo ante la voz del esposo. Él es la Palabra, yo la voz, dice Juan. Es la voz, y exulta de gozo ante la voz del
esposo. Tú, en efecto, eres la voz, él la palabra; pero él es palabra y voz. ¿Por qué es el Señor palabra y voz?
Porque la Palabra se hizo carne. La palabra que genera nuestro corazón está dentro, en nuestro corazón, y se
oculta a quienes están fuera de nosotros, como se os oculta a vosotros lo que ahora voy a decir, pero no a mí; la
palabra está ya en mi corazón; más para llegar a vosotros se sirve de la voz, y llega hasta ti lo que estaba oculto
en mí, sin que al llegar a ti se aparte de mí. Si así es la palabra humana, ¿cómo será la Palabra de Dios? Quien
estaba junto al Padre, estaba oculto allí; para venir hacia nosotros tomó la carne como si fuera la voz, y llegó
hasta nosotros sin alejarse del Padre. Y los judíos oyeron a quien decía lo siguiente, a Juan, que decía: Todos
nosotros hemos recibido de su plenitud. ¿Qué significa todos nosotros? El patriarca, el profeta, cualquier justo,
cualquier predicador, el mismo Juan, mayor que el cual no ha surgido nadie entre los nacidos de mujer; todos
bebieron de aquella fuente, y por eso eructaron tales cosas.
4. Así, pues, oculto aún el día, los judíos son confundidos con la lámpara. Y lo fueron plenamente. Ved
cómo en cierta ocasión preguntaron al mismo Señor con estas palabras: ¿Hasta cuándo vas a tener en vilo
nuestras almas? Si tú eres el Cristo, dínoslo claramente. Preparaban una acusación, no buscaban la verdad. «
¿Por cuánto tiempo, le dicen, vas a tener nuestras almas en vilo? ¿Por cuánto tiempo vas a dejarnos en
suspenso? Si tú eres el Cristo, dínoslo claramente.» Y él les responde: También yo voy a preguntaros algo;
decidme: «El bautismo de Juan, ¿de dónde procede? ¿De Dios o de los hombres?» Brilló la sabiduría, fue
reprimida la imprudencia; volvieron a sí mismos quienes habían salido hacia él. Quienes salieron acusando,
volvieron dudando, y dijeron entre sí o en su interior: Si decimos que del cielo, nos responderá: « ¿Por qué no le
creísteis cuando dio testimonio de mí? Si le creísteis a él, ¿por qué me preguntáis a mí?» Si le decimos que del
cielo, nos responderá: « ¿Por qué no le creísteis?» Si le decimos que de los hombres, tememos que la turba nos
apedree, pues toda la muchedumbre de los judíos tenía a Juan por profeta. En consecuencia, viendo que
cualquier cosa que respondieran iba a ser en su contra, dijeron: No sabemos. Respondieron lo que sabían: No
sabemos. El Señor les replicó: Tampoco yo os diré con qué poder hago esto. ¿Qué iban a decir? ¿Qué podían
responder? Sin duda alguna, quedaron confundidos, y se cumplió la profecía del que habla en el salmo: He
preparado una lámpara para mi Cristo. Ved cuándo se dijo y cuándo se cumplió. ¿Cuándo se dijo? Leed el
salmo. ¿Cuándo se cumplió? Leed el evangelio. He preparado una lámpara para mi Cristo. ¿Con qué finalidad?
Cubriré de confusión a sus enemigos. ¡Oh confusión dura! Su confusión se repite día a día y no se convierten.
5. En cambio, nosotros, hermanos amadísimos, que hemos sido injertados, ocupando el lugar de las
ramas desgajadas —así se expresa el Apóstol—, escuchémosle a él y no nos envanezcamos. Lo que tengamos
de bueno, atribuyámoselo al buen Dios; cuanto tenemos de malo, imputémoslo a nosotros mismos. Es de
corazón recto quien en sus bienes no alaba más que a Dios y en sus males no le blasfema. Todo lo que Dios
obra en nosotros, lo obra sabiendo lo que hace; nadie es mejor que él, nadie más sabio, nadie más poderoso. Nos
ha convocado a nosotros; recordad de dónde. Nos libró de los ídolos, de la servidumbre de los demonios, de tan
grandes sacrilegios. ¿Cómo nos ha llegado esto? ¿A qué se debe, dijo, el que venga a mí la madre de mi Señor?
Humillémonos en cuanto hombres y no nos gloriemos más que en el Señor, para que él sea exaltado.
Mengüemos, para crecer en él. Fijaos en el hombre supremo, mayor que el cual no ha surgido otro entre los
nacidos de mujer. ¿Qué dijo de Cristo? Conviene que él crezca y que yo, en cambio, mengüe. Crezca Dios,
disminuya el hombre. ¿Y cómo crece el que ya es perfecto? ¿Qué le falta a Dios para que pueda crecer? Dios
crece en ti cuando lo comprendes a él. Considera, pues, la humildad del hombre y la excelsitud de Dios.
Conviene que él crezca, dijo, y que yo mengüe. Esto nos lo han mostrado los respectivos días de nacimiento. Se
trata de algo que está a la luz; testigo es el mismo sol; a partir del día de hoy disminuyen los días; a partir de la
Navidad del Señor crecen. Conviene que el crezca y que yo mengüe. Jesucristo el Señor, gobernador y autor de
la creación, rector del mundo, fabricador de los astros, ordenador de los tiempos, puesto que nació cuando
quiso, eligió el día de su nacimiento, mediante el cual fuese bien simbolizado; él mismo asignó también el día a
su precursor. Quiso que en éste viésemos a un hombre, y en él a Dios. Disminuya el hombre, crezca Dios: esto
lo indican sus respectivas pasiones: Juan fue degollado, Cristo fue levantado en la cruz. Así, pues, hermanos,
voy a concluir aquí brevemente. Son muchas las cosas que pueden decirse del santo Juan el Bautista; pero ni yo
basto para expresarlo ni vosotros para escucharlo. Concluyo, pues, brevemente: humíllese el hombre, sea
exaltado Dios. Quien se gloríe, que se gloríe en el Señor.
SAN AGUSTÍN, Sermones (5º) (t. XXV), Sobre los mártires, Sermón 293 D, 1-5, BAC Madrid 1984, 218-226
5. APLICACIÓN
P. José A. Marcone, IVE
El mensaje de San Juan Bautista (Mc 1,1-8)
Introducción
“Los textos evangélicos del II y III domingo de Adviento, están dominados por la figura de san Juan
Bautista”1. Tanto la figura misma de San Juan Bautista como su mensaje de conversión han sido elegidos por la
Iglesia para preparar el alma del bautizado que camina hacia el encuentro con el Señor que viene en la Navidad.
La razón de esto se encuentra en una verdad que brota del texto mismo de los evangelios y que ha sido
expuesta por primera vez de manera sistemática por un gran Santo Padre del siglo III, Orígenes2. Esta verdad es
que San Juan Bautista siempre aparece en los evangelios precediendo las venidas del Señor. Por eso, el mejor
calificativo que puede aplicársele a San Juan Bautista es el de ‘Pre-cursor’, es decir, el que va delante (pre-) en
el camino (-curso) preparando la llegada de Cristo (cf. Mt 3,3).
En efecto, San Lucas en su Evangelio, para relatar la anunciación del Ángel a María Santísima (Lc 1,26-
38), relata primero la anunciación del Ángel a Zacarías, padre de Juan Bautista (1,5-25). Para relatar el
nacimiento de Jesús (2,1-20), relata primero el nacimiento de Juan Bautista (1,57-58)3. Y para relatar el inicio
de la predicación de Jesús (3,21ss), relata primero el inicio de la predicación de Juan Bautista (3,1-18). Esta
precedencia de Juan Bautista en la predicación de Cristo era parte de la misión que Dios le había asignado y que
había sido anunciada por el ángel a su padre Zacarías: “Irá delante de Dios con el espíritu y el poder de Elías,
para hacer volver el corazón de los padres hacia los hijos, y a los rebeldes a la prudencia de los justos, para
preparar al Señor un pueblo bien dispuesto” (Lc 1,17). Finalmente, la muerte de Juan Bautista (Mt 14,3-13)
tiene como función en el texto del evangelio ser un anuncio de la muerte que iba a sufrir Jesucristo. Respecto a
esto, dice el Directorio Homilético: “La muerte de Juan fue interpretada por Jesús como la señal para dirigirse
resolutivamente hacia Jerusalén, donde sabía que le esperaba la muerte”4.
Por lo tanto, San Juan Bautista fue el triple Pre-cursor de Jesucristo: en su nacimiento, en su predicación
y en su muerte.
1. La divinidad de Cristo
El núcleo esencial del mensaje de San Juan Bautista es la divinidad de Cristo. Y eso queda evidenciado
en el evangelio de hoy de múltiples maneras.
En primer lugar, con la frase: “Detrás de mí vendrá el que es más poderoso que yo” (Mc 1,7), según
traduce el Leccionario en uso en Argentina. Quizá sea mejor traducir ‘el que es más fuerte que yo’. En el
original griego se usa el término isjyrós, que significa ‘fuerte’. Se usa en el modo comparativo: isjyróteros, es
decir, ‘más fuerte que’. La Vulgata traduce fortis. Aplicarle a Cristo el nombre de ‘el más fuerte’ es un modo de
expresar su divinidad.
1 CONGREGACIÓN PARA EL CULTO DIVINO Y LA DISCIPLINA DE LOS SACRAMENTOS, Directorio Homilético, Ciudad del Vaticano,
2014, nº 87. 2 Cf. CONGREGACIÓN PARA EL CULTO DIVINO Y LA DISCIPLINA DE LOS SACRAMENTOS, Ibidem, nº 88.
3 En medio de estos dos relatos está el relato del encuentro de ambos todavía en el vientre de sus madres (Lc 1,39-45).
4 CONGREGACIÓN PARA EL CULTO DIVINO Y LA DISCIPLINA DE LOS SACRAMENTOS, Ibidem, nº 88. La predicación y bautismo de San
Juan Bautista tienen una importancia tan grande que pasarán a formar parte del kerygma, es decir, del núcleo más importante e indispensable del anuncio evangélico, como queda claro en Hech 1,21-22. Allí dice Pedro: “Conviene, pues, que de entre los hombres que anduvieron con nosotros todo el tiempo que el Señor Jesús convivió con nosotros, a partir del bautismo de Juan hasta el día en que nos fue llevado, uno de ellos sea constituido testigo con nosotros de su resurrección”.
En efecto, en Lc 11,21-22, Jesús llama al demonio ho isjyrós (= ‘el fuerte’), pero a sí mismo se llama
isjyróteros, es decir, ‘el más fuerte’. ¿Quién puede ser más fuerte que la naturaleza angélica? Solo Dios5.
Jesucristo con la palabra isjyróteros se está proclamando a sí mismo Dios. También en San Juan Bautista el
isjyróteros es un modo de expresar la divinidad de Cristo6.
La exégesis de Santo Tomás de Aquino confirma completamente estos datos textuales. Dice el santo:
“San Juan Bautista dice: ‘El que es más fuerte que yo’. Con esto también está diciendo que el Bautismo de
Jesús es más fuerte que su propio bautismo. Pero, además, esa frase de Juan Bautista, quiere decir lo mismo que
se dice en 1Sam 2,2: ‘Nadie es santo como lo es Dios’. Y también lo que se dice en Job 9,19: ‘Si buscáis fuerza,
Yahveh es fortísimo’. (…) Por eso dice San Agustín que Juan quiso mostrar su propia pequeñez y la excelencia
de Cristo (…)”7. Santo Tomás entiende la frase de Juan Bautista en el sentido de que ‘más fuerte’ indica la
misma santidad de Dios según el texto de 1Sam. Y en el texto de Job ‘el más fuerte’ es el mismo nombre de
Yahveh. Por otro lado, ‘la excelencia de Cristo’ se refiere a la divinidad de Cristo.
En segundo lugar, la frase de San Juan Bautista “Yo ni siquiera soy digno de ponerme a sus pies para
desatar la correa de sus sandalias” (Mc 1,7) también designa la divinidad de Cristo. Dice Santo Tomás: “La
exposición literal de esta frase es la siguiente. Juan Bautista muestra la inmensidad de la excelencia de Cristo
cuando dice ‘yo no soy digno de desatar las correas de sus sandalias’. Es como si dijera: ‘No penséis que Él
está antepuesto a mí como un hombre está antepuesto a otro hombre, sino que Él está antepuesto a mí de una
manera tan excelente, que yo soy nada en comparación con Él. Esto es lo que queda en evidencia a partir del
hecho que no soy digno de desatar las correas de sus sandalias, lo cual es la mínima deferencia que se puede
hacer a los hombres’. A partir de esto que dice Juan queda en evidencia que él había penetrado mucho en el
conocimiento de Dios, en cuanto que, a raíz de la consideración de la infinita grandeza de Dios, se despreciaba
totalmente a sí mismo, y decía que él era nada. Así también Abraham, cuando hubo conocido a Dios, decía:
‘Me atrevo a hablar a mi Señor, a pesar de que soy polvo y ceniza’ (Gén 18,27). (…) E Isaías, después que vio
la gloria de Dios, dijo: ‘Todas las naciones son como nada en su presencia, como nada y vacío’ (Is 40,17)”8.
Las palabras de Santo Tomás son taxativas y no dejan lugar a dudas: San Juan Bautista está hablando de Jesús
en cuanto Dios.
5 El texto completo de Lucas es el siguiente: “Jesús, conociendo los pensamientos de los fariseos, les dijo: ‘Todo reino dividido contra
sí mismo queda asolado, y casa contra casa, cae. Si, pues, también Satanás está dividido contra sí mismo, ¿cómo va a subsistir su reino? Porque decís que yo expulso los demonios por Beelzebul. (…) Pero si por el dedo de Dios expulso yo los demonios, es que ha llegado a vosotros el Reino de Dios. Cuando uno fuerte (isjyrós) y bien armado custodia su palacio, sus bienes están en seguro; pero si llega uno más fuerte (isjiróteros) que él y le vence, le quita las armas en las que estaba confiado y reparte sus despojos’” (Lc 11,17-18. 19-22). 6 Como datos complementarios, observamos que ya en el AT el nombre de ‘el Fuerte’ estaba reservado para Dios. En efecto, uno de
los nombres que el AT da a Dios es ‘el Fuerte de Jacob’. Dice Yahveh a través del profeta Isaías: “Yo soy Yahvé, tu salvador y tu
redentor, el Fuerte de Jacob” (Is 49,26). (El original hebreo dice ‘abiyr (alef, bet, yod, resh), que es un adjetivo que significa ‘fuerte’.
La Vulgata traduce: ‘Fortis’. Pero la LXX trae isjýs que es un sustantivo y significa ‘fuerza’, ‘Fuerza de Jacob’). También el Apocalipsis
llama ‘el Fuerte’ a Dios y usa la misma palabra griega que se usa en Mc 1,7: isjyrós. En efecto, hablando de Babilonia, dice: “Fuerte
(isjyrós) es el Señor que la ha condenado” (Apoc 18,8). 7 “Fortior me est, et fortior eius Baptismus; I Reg. II, 2: non est sanctus ut est Deus; Iob IX, 19: si fortitudo quaeritur, robustissimus est.
(…) Dicit Augustinus quod Ioannes voluit tantum suam humilitatem, et Christi excellentiam ostendere (…)” (SANCTI TOMAE DE AQUINO, Super Evangelium S. Matthaei lectura, caput 3, lectio 1; traducción nuestra) . 8 “Ioannes excellentiae immensitatem ostendit, ibi cuius non sum dignus ut solvam corrigiam calceamenti. (…) Immensitatem autem
excellentiae assignat cum dicit cuius ego non sum dignus ut solvam eius corrigiam calceamenti. Quasi dicat: non intelligatis ipsum mihi in dignitate praepositum sicut unus homo praefertur alteri, sed tam excellenter, quod nihil sum in comparatione ad ipsum. Et hoc patet, quia non sum dignus ut solvam corrigiam calceamenti eius: quod est minimum obsequium quod hominibus fieri potest. Ex quo patet quod Ioannes multum accesserat ad Dei cognitionem, inquantum ex consideratione infinitae magnitudinis Dei se totaliter vilipendebat, et nihil se esse dicebat. Sicut Abraham, cum Deum cognovisset, dicebat, Gen. XVIII, 27: loquar ad dominum meum, cum sim pulvis et cinis. Sic Iob c. XLII, 5, cum dominum vidisset, dixit: nunc oculus meus videt te; idcirco ipse me reprehendo, et ago poenitentiam in favilla et cinere. Sic Is. XL, 17, postquam vidit gloriam Dei dixit: omnes gentes quasi non sint, sic sunt coram eo. Et haec quidem expositio est litteralis” (SANCTI TOMAE DE AQUINO, Super Evangelium S. Ioannis lectura, caput 1, lectio 13; traducción nuestra).
En tercer lugar, la frase de San Juan Bautista “Él los bautizará con el Espíritu Santo” (Mc 1,8) es una
manifestación de la divinidad de Cristo en cuanto Segunda Persona de la Santísima Trinidad, que puede
‘disponer’ del Espíritu Santo y enviarlo a los hombres (Cf. Jn 15,26; 16,7). La teología católica dice que el
Padre y el Hijo, dentro de la Trinidad, se comportan como un único principio de expiración del Espíritu Santo.
Por eso decimos en el Credo que el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo9. La frase de San Juan Bautista
describe exactamente la teología trinitaria.
Todas estas manifestaciones de la divinidad de Jesucristo hechas por San Juan Bautista están
enmarcadas por el título del evangelio de San Marcos que forma parte del texto del evangelio de hoy: “Inicio
del Evangelio de Jesús, Cristo e Hijo de Dios” (Mc 1,1). Este título también es una profesión de la divinidad
de Jesucristo. “‘Hijo de Dios’ (…) expresa su relación de igualdad e intimidad con Dios”10
. “El significado de
la expresión ‘Hijo de Dios’ aplicada a Jesucristo no es el de sinónimo de Mesías. Puesto por el evangelista,
expresa la fe de la Iglesia primitiva en la divinidad de Cristo (Heb 1,5; Heb 28,19; etc.)”11
. “Hijo de Dios: La
Iglesia primitiva quería designar con este título la divinidad de Jesús (cf. Heb 1,5; Mt 28,19), y, sin duda, eso
significa aquí”12
.
2. La rectitud moral
El paso primero e indispensable para escuchar el mensaje de Juan Bautista es reconocer la divinidad de
Jesucristo. Sin embargo, ese reconocimiento trae consigo, necesariamente, una exigencia de rectitud en el
obrar moral. La fe exige las obras y las obras alimentan la fe. En este Adviento el mensaje de Juan Bautista es
clarísimo: hay que creer que Cristo es el Verbo Encarnado, pero eso exige que la conducta del que cree se
ajuste al modo de obrar del Verbo Encarnado. Este es el segundo y necesario paso para prepararse
convenientemente a la Navidad y a la Segunda Venida de Jesucristo, Segunda Venida que se verifica también
el día de nuestra muerte. Preparar el camino del Señor (vocación fundamental de Juan Bautista) implica, en
primer lugar, como dijimos, creer que Cristo es Dios. Pero inmediatamente después significa acomodar
nuestros pasos y nuestro andar moral por el camino de la justicia13
.
En el lenguaje bíblico el camino y el caminar son metáforas que se usan para expresar la conducta
moral del creyente. En el evangelio de hoy se nombra tres veces el camino: Juan es el que prepara el camino
(Mc 1,1 y 1,2); Juan es el que ayuda a enderezar las sendas (Mc 1,2). ‘Enderezar las sendas’ significa ‘hacer
recto el camino y el andar moral de cada uno’. La preparación fundamental para estar bien preparado a la
llegada de Cristo es arrepentirse de los pecados, dejar de obrar mal y hacer el firme propósito de obrar según la
santidad de Dios, incluso en la búsqueda de la perfección moral: “Sed perfectos como es perfecto vuestro
Padre celestial” (Mt 5,48).
En San Lucas, la acción de Juan Bautista para preparar el camino de Dios al alma del bautizado está
descripta de un modo más detallado, siguiendo al profeta Isaías: “Todo barranco será rellenado, todo monte y
colina serán rebajados, lo torcido se hará recto y las asperezas serán caminos llanos” (Lc 3,5). La Iglesia, en la
Liturgia de las Horas, nos aclara qué significan los valles y qué significan las montañas. En las preces de
Laudes de una de las ferias dice: “Abaja, Señor, los montes y las colinas de nuestro orgullo y levanta los valles
9 El famoso Filioque (cf. Catecismo de la Iglesia Católica, nº 248).
10 STOCK, K., Vangelo secondo Marco, Edizioni Messagero Padova, 2002, Padova, p. 9; traducción nuestra.
11 DE TUYA, M., Evangelio de San Marcos, en PROFESORES DE SALAMANCA, Biblia comentada, Tomo Va, BAC, Madrid, 1977
3, p. 489.
12 DEL PÁRAMO, S., La Sagrada Escritura, Evangelios, BAC, Madrid, 1964, I, p. 333-338; cursiva del autor. 13
El Directorio Homilético exhorta al homileta: “El homileta debería asegurarse que el pueblo cristiano, como componente de la
preparación a la doble venida del Señor, escuche las invitaciones constantes de Juan al arrepentimiento, manifestadas de modo
particular en los Evangelios del II y III domingo de Adviento” (CONGREGACIÓN PARA EL CULTO DIVINO Y LA DISCIPLINA DE LOS
SACRAMENTOS, Directorio…, nº 90).
de nuestros desánimos y nuestras cobardías”14
.
San Gregorio Magno explica qué significa enderezar lo torcido y suavizar lo áspero: “Los caminos
torcidos se enderezan, cuando el corazón de los malos, torcido por la injusticia, se dirige según la regla de la
justicia, y los caminos ásperos se convierten en llanos, cuando las almas duras e iracundas vuelven a la
suavidad de la mansedumbre, por la infusión de la divina gracia”15
.
Por esta razón es que Juan Bautista da también indicaciones concretas respecto al obrar moral: “La
gente le preguntaba: ‘Pues ¿qué debemos hacer?’ Y él les respondía: ‘El que tenga dos túnicas, que las reparta
con el que no tiene; el que tenga para comer, que haga lo mismo’. Vinieron también publicanos a bautizarse, y
le dijeron: ‘Maestro, ¿qué debemos hacer?’ Él les dijo: ‘No exijáis más de lo que os está fijado’. Preguntáronle
también unos soldados: ‘Y nosotros ¿qué debemos hacer?’ El les dijo: ‘No hagáis extorsión a nadie, no hagáis
denuncias falsas, y contentaos con vuestro salario’” (Lc 3,10-14).
3. El Bautismo en el Espíritu Santo
El aborrecimiento de los propios pecados y la decisión profunda y definitiva de seguir el camino de la
justicia se sellaba recibiendo el bautismo de Juan. Bautismo significa inmersión. Es una metáfora del diluvio
universal en el que la maldad quedó aniquilada bajo el agua. Pero también es una metáfora de la resurrección
al salir del agua. El bautismo de Juan no infundía la gracia santificante ni el Espíritu Santo. Era un signo
exterior del arrepentimiento interior del que se bautizaba. De esa manera se comprometía a seguir las sendas
del Señor.
Sin embargo, la conversión que predica Juan Bautista y a la que todos debemos tender en este
Adviento llega a su perfección y alcanza el fruto final y total en el Bautismo ‘en el Espíritu Santo’. Toda la
misión de Juan Bautista, tanto en su recorrido histórico en esta tierra como ahora en este Adviento, se orienta a
esa inmersión (= bautismo) en el Espíritu Santo, que solamente Jesús puede darnos. Por eso San Juan Bautista
se apresura a señalar: “Yo los bauticé con agua, pero Él los bautizará con el Espíritu Santo” (Mc 1,8). De esta
manera el Adviento tiene su conexión directa con el Misterio Pascual. Esto es así porque el Misterio Pascual
llega a su cumplimiento total en Pentecostés, donde la Iglesia es bautizada en el Espíritu Santo.
Por eso dice el Directorio Homilético: “El Bautismo de Jesús en el Espíritu Santo es la conexión
directa entre los textos a los que nos hemos referido hasta ahora y el centro hacia el que este Directorio atrae
la atención, es decir, el Misterio Pascual, que se ha cumplido en Pentecostés con la venida del Espíritu Santo
sobre todos los que creen en Cristo”16
.
Tan cierta es esta verdad que el mismo Jesucristo, después de su resurrección y antes de su ascensión,
repetirá las mismas palabras que Juan Bautista dice hoy: “Mientras estaba comiendo con ellos, les mandó que
no se ausentasen de Jerusalén, sino que aguardasen la Promesa del Padre, ‘que oísteis de mí: Que Juan bautizó
con agua, pero vosotros seréis bautizados en el Espíritu Santo dentro de pocos días’” (Hech 1,4-5).
Conclusión
La actitud del cristiano que asume correctamente su preparación para la Navidad comienza con el
fortalecimiento de su fe en la divinidad de Cristo; sigue en la rectificación de toda su vida moral y culmina en
la inmersión en el Espíritu Santo. Esto está expresado en aquellas palabras de Cristo a Nicodemo: “En verdad,
en verdad te digo: el que no nazca de agua y de Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios. Lo nacido de la
14
LITURGIA DE LAS HORAS, Preces de Laudes del Martes I de Adviento, Conferencia Episcopal Argentina, Buenos Aires, 1994, Tomo I, p. 31. 15
SAN GREGORIO MAGNO, Homiliae in Evangelia, hom. 20, en SANTO TOMÁS DE AQUINO, Catena Aurea. 16
CONGREGACIÓN PARA EL CULTO DIVINO Y LA DISCIPLINA DE LOS SACRAMENTOS, Directorio…, nº 90
carne, es carne; lo nacido del Espíritu, es espíritu” (Jn 3,5-6).
No alcanza con rectificar la propia vida moral, sino que la preparación de la Navidad debe llegar hasta
transformar nuestro actuar moral de manera que en él ya no tenga parte alguna ‘la carne’, es decir, ningún tipo
de egoísmo. Podríamos resumir el ‘nacer del Espíritu’ (Jn 3,5) y ‘vivir en el Espíritu’ (Gál 5,25) como el vivir
según la caridad y el amor. “El fruto del Espíritu es amor” (Gal 5,22).
Dentro de breves momentos celebraremos el Sacrificio supremo de Cristo. El sacerdote extenderá sus
manos sobre las ofrendas suplicando que baje el Espíritu Santo sobre ellas y las transforme en el Cuerpo y la
Sangre de Cristo. Es el momento ideal para que el cristiano se ofrezca con la misma docilidad que lo hacen las
especies de pan y vino para que el cristiano también se convierta en Cristo.
Le pedimos esa gracia a la Santísima Virgen.
Papa Francisco
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Este domingo marca la segunda etapa del tiempo de Adviento, un período estupendo que despierta en nosotros
la espera del regreso de Cristo y la memoria de su venida histórica. La liturgia de hoy nos presenta un mensaje
lleno de esperanza. Es la invitación del Señor expresado por boca del profeta Isaías: «Consolad, consolad a mi
pueblo, dice vuestro Dios» (40, 1). Con estas palabras se abre el Libro de la consolación, donde el profeta dirige
al pueblo en exilio el anuncio gozoso de la liberación. El tiempo de la tribulación ha terminado; el pueblo de
Israel puede mirar con confianza hacia el futuro: le espera finalmente el regreso a la patria. Por ello la invitación
es dejarse consolar por el Señor.
Isaías se dirige a gente que atravesó un período oscuro, que sufrió una prueba muy dura; pero ahora llegó el
tiempo de la consolación. La tristeza y el miedo pueden dejar espacio a la alegría, porque el Señor mismo guiará
a su pueblo por la senda de la liberación y de la salvación. ¿De qué modo hará todo esto? Con la solicitud y la
ternura de un pastor que se ocupa de su rebaño. Él, en efecto, dará unidad y seguridad al rebaño, lo apacentará,
reunirá en su redil seguro a las ovejas dispersas, reservará atención especial a las más frágiles y débiles (cf. v.
11). Esta es la actitud de Dios hacia nosotros, sus criaturas. Por ello el profeta invita a quien le escucha —
incluidos nosotros, hoy— a difundir entre el pueblo este mensaje de esperanza: que el Señor nos consuela. Y
dejar espacio a la consolación que viene del Señor.
Pero no podemos ser mensajeros de la consolación de Dios si nosotros no experimentamos en primer lugar la
alegría de ser consolados y amados por Él. Esto sucede especialmente cuando escuchamos su Palabra, el
Evangelio, que tenemos que llevar en el bolsillo: ¡no olvidéis esto! El Evangelio en el bolsillo o en la cartera,
para leerlo continuamente. Y esto nos trae consolación: cuando permanecemos en oración silenciosa en su
presencia, cuando lo encontramos en la Eucaristía o en el sacramento del perdón. Todo esto nos consuela.
Dejemos ahora que la invitación de Isaías —«Consolad, consolad a mi pueblo»— resuene en nuestro corazón
en este tiempo de Adviento. Hoy se necesitan personas que sean testigos de la misericordia y de la ternura del
Señor, que sacude a los resignados, reanima a los desanimados. Él enciende el fuego de la esperanza. ¡Él
enciende el fuego de la esperanza! No nosotros. Muchas situaciones requieren nuestro testimonio de
consolación. Ser personas gozosas, que consuelan. Pienso en quienes están oprimidos por sufrimientos,
injusticias y abusos; en quienes son esclavos del dinero, del poder, del éxito, de la mundanidad. ¡Pobrecillos!
Tienen consolaciones maquilladas, no la verdadera consolación del Señor. Todos estamos llamados a consolar a
nuestros hermanos, testimoniando que sólo Dios puede eliminar las causas de los dramas existenciales y
espirituales. ¡Él puede hacerlo! ¡Es poderoso!
El mensaje de Isaías, que resuena en este segundo domingo de Adviento, es un bálsamo sobre nuestras heridas y
un estímulo para preparar con compromiso el camino del Señor. El profeta, en efecto, habla hoy a nuestro
corazón para decirnos que Dios olvida nuestros pecados y nos consuela. Si nosotros nos encomendamos a Él
con corazón humilde y arrepentido, Él derrumbará los muros del mal, llenará los vacíos de nuestras omisiones,
allanará las dosis de soberbia y vanidad y abrirá el camino del encuentro con Él. Es curioso, pero muchas veces
tenemos miedo a la consolación, de ser consolados. Es más, nos sentimos más seguros en la tristeza y en la
desolación. ¿Sabéis por qué? Porque en la tristeza nos sentimos casi protagonistas. En cambio en la consolación
es el Espíritu Santo el protagonista. Es Él quien nos consuela, es Él quien nos da la valentía de salir de nosotros
mismos. Es Él quien nos conduce a la fuente de toda consolación auténtica, es decir, al Padre. Y esto es la
conversión. Por favor, dejaos consolar por el Señor. ¡Dejaos consolar por el Señor!
La Virgen María es la «senda» que Dios mismo se preparó para venir al mundo. Confiamos a ella la esperanza
de salvación y de paz de todos los hombres y las mujeres de nuestro tiempo.
(PAPA FRANCISCO, Ángelus, Plaza de San Pedro, II Domingo de Adviento, 7 de diciembre de 2014)
Benedicto XVI
Queridos hermanos y hermanas:
Este domingo marca la segunda etapa del Tiempo de Adviento. Este período del año litúrgico pone de relieve
las dos figuras que desempeñaron un papel destacado en la preparación de la venida histórica del Señor Jesús: la
Virgen María y san Juan Bautista. Precisamente en este último se concentra el texto de hoy del Evangelio de san
Marcos. Describe la personalidad y la misión del Precursor de Cristo (cf. Mc 1, 2-8). Comenzando por el
aspecto exterior, se presenta a Juan como una figura muy ascética: vestido de piel de camello, se alimenta de
saltamontes y miel silvestre, que encuentra en el desierto de Judea (cf. Mc 1, 6). Jesús mismo, una vez, lo
contrapone a aquellos que «habitan en los palacios del rey» y que «visten con lujo» (Mt 11, 8). El estilo de Juan
Bautista debería impulsar a todos los cristianos a optar por la sobriedad como estilo de vida, especialmente en
preparación para la fiesta de Navidad, en la que el Señor —como diría san Pablo— «siendo rico, se hizo pobre
por vosotros, para enriqueceros con su pobreza» (2 Co 8, 9).
Por lo que se refiere a la misión de Juan, fue un llamamiento extraordinario a la conversión: su bautismo «está
vinculado a un llamamiento ardiente a una nueva forma de pensar y actuar, está vinculado sobre todo al anuncio
del juicio de Dios» (Jesús de Nazaret, I, Madrid 2007, p. 36) y de la inminente venida del Mesías, definido
como «el que es más fuerte que yo» y «bautizará con Espíritu Santo» (Mc 1, 7.8). La llamada de Juan va, por
tanto, más allá y más en profundidad respecto a la sobriedad del estilo de vida: invita a un cambio interior, a
partir del reconocimiento y de la confesión del propio pecado. Mientras nos preparamos a la Navidad, es
importante que entremos en nosotros mismos y hagamos un examen sincero de nuestra vida. Dejémonos
iluminar por un rayo de la luz que proviene de Belén, la luz de Aquel que es «el más Grande» y se hizo
pequeño, «el más Fuerte» y se hizo débil.
Los cuatro evangelistas describen la predicación de Juan Bautista refiriéndose a un pasaje del profeta Isaías:
«Una voz grita: “En el desierto preparadle un camino al Señor; allanad en la estepa una calzada para nuestro
Dios"» (Is 40, 3). San Marcos inserta también una cita de otro profeta, Malaquías, que dice: «Yo envío a mi
mensajero delante de ti, el cual preparará tu camino» (Mc 1, 2; cf. Mal 3, 1). Estas referencias a las Escrituras
del Antiguo Testamento «hablan de la intervención salvadora de Dios, que sale de lo inescrutable para juzgar y
salvar; a él hay que abrirle la puerta, prepararle el camino» (Jesús de Nazaret, I, p. 37).
A la materna intercesión de María, Virgen de la espera, confiamos nuestro camino al encuentro del Señor que
viene, mientras proseguimos nuestro itinerario de Adviento para preparar en nuestro corazón y en nuestra vida
la venida del Emmanuel, el Dios-con-nosotros. Después del Ángelus, antes de dirigir sus saludos en diversas
lenguas a los grupos presentes, el Pontífice pidió solidaridad hacia quienes se ven obligados a abandonar su
propio país.
(BENEDICTO XVI, Ángelus, Plaza de San Pedro, II Domingo de Adviento, 4 de diciembre de 2011)
______________________
iNFO - Homilética.ive
Función de cada sección del Boletín
Homilética se compone de 7 Secciones principales:
Textos Litúrgicos: aquí encontrará Las Lecturas del Domingo y los salmos, así como el Guion para la
celebración de la Santa Misa.
Directorio Homilético: es un resumen que busca dar los elementos que ayudarían a realizar un enfoque
adecuado del el evangelio y las lecturas del domingo para poder brindar una predicación más uniforme,
conforme al DIRECTORIO HOMILÉTICO promulgado por la Congregación para el Culto Divino y la
Disciplina de los Sacramentos de la Santa Sede en el 2014.
Exégesis: presenta un análisis exegético del evangelio del domingo, tomado de especialistas, licenciados,
doctores en exégesis, así como en ocasiones de Papas o sacerdotes que se destacan por su análisis
exegético del texto.
Santos Padres: esta sección busca proporcionar la interpretación de los Santos Padres de la Iglesia, así
como los sermones u escritos referentes al texto del domingo propio del boletín de aquellos santos
doctores de la Iglesia.
Aplicación: costa de sermones del domingo ya preparados para la predica, los cuales pueden facilitar la
ilación o alguna idea para que los sacerdotes puedan aplicar en la predicación.
Ejemplos Predicables: es un recurso que permite al predicador introducir alguna reflexión u ejemplo
que le permite desarrollar algún aspecto del tema propio de las lecturas del domingo analizado.
¿Qué es el IVE, el porqué de este servicio de Homilética?
El Instituto del Verbo Encarnado fue fundado el 25 de Marzo de 1984, en San Rafael, Mendoza,
Argentina. El 8 de Mayo de 2004 fue aprobado como instituto de vida religiosa de derecho Diocesano en
Segni, Italia. Siendo su Fundador el Sacerdote Católico Carlos Miguel Buela. Nuestra familia religiosa tiene
como carisma la prolongación de la Encarnación del Verbo en todas las manifestaciones del
hombre, y como fin específico la evangelización de la cultura; para mejor hacerlo proporciona a los
misioneros de la familia y a toda la Iglesia este servicio como una herramienta eficaz enraizada y nutrida
en las sagradas escrituras y en la perenne tradición y magisterio de la única Iglesia fundada por
Jesucristo, la Iglesia Católica Apostólica Romana.
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Provincia Ntra. Sra. de Lujan - El Chañaral 2699, San Rafael, Mendoza, 5600, Argentina
Instituto del Verbo Encarnado