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    El domingo, la sociedad uruguaya deberá decidir si bajala edad de imputabilidad para las y los adolescentesinfractores.

    La iniciativa se publicita y promueve, como una medidapara responder a la “inseguridad”. Esta campañaasí promocionada, coloca a las y los adolescentesinfractores como responsables principales de lainseguridad, aún cuando los índices de criminalidaddicen lo contrario.

    Una sociedad que reniega de sus responsabilidadescon los más jóvenes seguramente no podrá construiruna convivencia basada en derechos. Castigar a lasy los adolescentes como adultos no es la solución

    de problemas que requieren miradas integrales,humanistas, solidarias y no estigmatizadoras.

    Con la edición de este número de los cuadernos deCotidiano Mujer nos queremos sumar a la campañade “ No a la baja” . Nos interesa aportar a un debate quevaya más allá del 26 de octubre, y que coloque en elcentro, la necesidad de promover políticas que tiendan aproteger y respetar los derechos desde una perspectivade género, de las adolescentes privadas de libertad.

    Como dicen Mariana y Mauro de Serpaj “las niñasy adolescentes mujeres que pueblan el SistemaCarcelario Juvenil, cargan con estereotipos y repre- sentaciones que las definen como sujetos peligrosos,tanto en relación al universo de la seguridad, comode los valores dominantes” .

    Lucía Franco. Iluyos* 

    * Ilustradores/as de literatura infantil uruguaya

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    Resulta extremadamente complejoreducir a unas cuantas líneas la re-flexión en torno a fenómenos que re-quieren profusos análisis en torno ala juventud, el género, la manera enla que se gestiona el sistema penalen nuestras sociedades, los impactosde la privación de libertad, la discri-minación clasista, la construcción dela alteridad.

    Más difícil resulta todavía cuandoes necesario responder rápidamenteante el oportunismo político de algu-nos dirigentes que proponen solucio-nes mágicas a estas problemáticasapelando a visiones reduccionistasque exaltan el miedo al otro y some-ten a mayorías coyunturales la de-

    finición de la forma en que se debeadministrar el castigo en nuestrassociedades.

    Si miramos las discusiones actuales,pareciera que estamos en el mediode una ráfaga de tensiones y con-

    tradicciones, en las que el eje de lasmismas no toma en cuenta las vocesde los sujetos que involucra.

    Al tiempo que se cuestiona el mo-delo adultocéntrico en nuestro país,exigiendo renovación y se exalta la

     juventud como atributo, se presen-

    tan iniciativas hostiles para el trata-miento de los y las jóvenes en con-flicto con la ley; al tiempo en que

    se visibilizan situaciones de torturay malos tratos a adolescentes, laoposición se indigna apelando a re-formas constitucionales que agrava-rían aún más la lógica del encierroa las que son sometidos los adoles-centes.

    En esta discusión también sobrevue-la un espíritu clasista. No todos los

     jóvenes en conflicto con la ley termi-nan presos. El proceso de criminali-zación primaria, a partir de la selec-tividad de la policía es efectivo. Lainmensa mayoría, de los jóvenes queterminan en Centros de Reclusiónson pobres. Los itinerarios que losvinculan al delito son diversos pero

    todos ellos relacionados a contextosen los que fueron vulnerados susderechos fundamentales. Este fenó-meno está vinculado a la asociaciónque se hace del delito con la pobrezacomo consecuencia de su criminali-zación casi originaria.

    HEREDERAS (IN) VISIBLES

    Valeria España

    Banksy

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    En el marco de estas discusiones, esposible notar que el lugar que ocu-pan las mujeres en general, y las jó-venes en particular, es marginal.

    En el caso específico de la privaciónde libertad, Lagarde afirma que estose desprende de la lógica patriarcal a

    través de la cual “el conjunto de com- pulsiones que las obligan a ser bue- nas y obedientes hacen infrecuente ladelincuencia” .

    Pero esa marginalidad numérica haincidido también en un menguado tra-tamiento en el análisis de las especifi-cidades de las dificultades que pade-cen las adolescentes presas. Entrarona otro mundo donde aparentemente

    también son invisibles. Pero no lo son.En nuestro país son muy pocas. No lle-gan a 40. Podríamos memorizar susnombres, conocer sus historias de viday las trayectorias que las condujeron alas inmediaciones del centro de reclu-sión ubicado en General Flores 3214.

    Hoy son muy jóvenes y hasta ahorasus voces anónimas. Nacieron entrelos años 1998 y el 2003. Sus histo-rias de vida y trayectorias familiaresno pueden entenderse fuera de loscontextos políticos y sociales en loscuales vivieron.

    Adicionalmente al abordaje especí-fico en función al género como unaspecto relacional que nos permitavisualizar las diferencias socio-cultu-rales entre los jóvenes es necesarioconsiderar aspectos vinculados alcontexto socio económico en el cualse insertan. Esto debido a que “las lí- neas divisorias entre las clases socia- les son las que delimitan las maneras

    en las que las mujeres están articula- das en el sistema patriarcal”  (Peredo,2007)

    Lo anterior pone en evidencia lo quepor obvio se calla: los distantes uni-versos que separan la vida y las opor-

    tunidades entre las adolescentes estádeterminado en gran medida por elentorno familiar que les toque vivir.

    A través de la irrupción, la transgre-sión, la ilegalidad, buscan manifestarsu disidencia ante un contexto adver-so que no les permite encajar en el

    modelo de consumo sexista que es-tablece reglas invasivas y maniqueasen torno a la construcción de su iden-tidad.

    En esta etapa de formación la pri-vación de libertad les plantea el de-safío de superar desde el cautiveriola asignación de roles, replantear elconocimiento de su cuerpo, la resig-nificación de la formas de amar sin

    atavismos violentos, sin estigmas, re-cuperar los vínculos con el entorno.

    En este contexto, las condiciones enlas cuales viven ese encierro y enfren-tan las precariedades estructurales y

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    subjetivas (segregación espacial, dis-criminación, atmósferas culturales,circuitos de violencia) nos involucrana todos en tanto comunidad.

    No sentirnos ajenos a esta realidada su vez nos permite contar con ele-mentos para poder reflexionar en tor-no al presente y futuro de la juventuden nuestro país. Trazar un puentecon esas jóvenes contribuye a de-rrumbar las barreras simbólicas deltemor al otro y tratar de desanudarlas tensiones.

    Sin reflexión no hay nuevos territoriosque recorrer. Lo verdaderamente pe-ligroso es dejarnos manipular por lasvoces que proclaman que determina-das personas no pueden rectificar nieliminar las huellas del determinismosocial, que quedan y quedarán parasiempre marcadas, como seres “nocultivables”, siempre ajenos, rotos.

    No nos dejemos llevar por el empeño

    de separarnos, de no reconocernos.

    Acercarnos a realidades tan com-plejas, y aparentemente tan lejanascomo estas, es el primer paso paraasumir una responsabilidad colectivacon nuestras niñas y adolescentes.

    EL SIRPA Y LA BAJA

    En el marco de los informes presentados por parte del Mecanismo Na-

    cional de Prevención de la Tortura (MNPT) como resultado de las visitasen diversos Centros de internación perteneciente al Sistema de Respon-sabilidad Penal Adolescente (SIRPA), fue posible abrir una ventana en eldebate público para mostrar las condiciones en las cuales viven los y lasadolescentes en conflicto con la ley.

    A partir de la presentación de informes, también se hicieron del cono-cimiento público diversas denuncias realizadas por organizaciones dela Sociedad Civil sobre casos de tortura en centros de internación enlos que se colocaron varias tensiones sobre la mesa. La primera implicóvisibilizar como víctimas de la violencia institucional a aquellos jóvenes

    estigmatizados como pobres y criminales, por otro lado tensiones en elterreno político sobre los costes que podría traer en la coyuntura electo-ral y de la propuesta plebiscitaria para bajar la edad de imputabilidad po-ner en evidencia prácticas de tortura como parte del manejo institucionaldel nuevo sistema penal adolescente.

    El escenario colocaba de un momento a otro a los “jóvenes delincuentes”como víctimas problematizando la misión de protección y reinserción delsistema actual así como la función social del castigo. Ponía en eviden-cia que a pesar de contar un sistema penal específico este reproducíaalgunas de las condiciones de maltrato, control y disciplinamiento del

    sistema penal adulto.También se hicieron luego denuncias específicamente en relación a lasituación del CIAF, en el que en el informe del MNP se denunciaba entreotras situaciones “agresiones físicas a las internas, hacinamiento y so- bremedicación.” 

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    Las niñas y adolescentes que ingre-san al Sistema Penal desarrollanprácticas de ilegalidad como todoslos adolescentes que buscan legitimi-

    dad. En esta etapa de su vida defineny modifican sus límites permanente-mente con ellas y con el mundo quelas rodea. Resuelven las tensionessegún sus capacidades y herramien-tas. Muchas de estas prácticas de ile-galidad son aleatorias, inconstantes,y no construyen una identidad quereorganiza su yo. Por eso, la mayo-ría que comete delitos no tiene ci-mentada una identidad delincuencial.

    Las niñas y adolescentes mujeres quepueblan el Sistema Carcelario Juvenil,cargan con estereotipos y representa-ciones que las definen como sujetospeligrosos, tanto en relación al uni-verso de la seguridad, como de los

    valores dominantes. Los discursosque legitiman ciertas prácticas cul-turales para determinados universosde niñas y adolescentes mujeres de

    ticas en unas se vuelve normalidaden otras. Unas padecen el estigmade las subculturas juveniles relacio-nadas con la delincuencia (de forma

    errónea), otras entran en el intercam-bio social y simbólico, con legitimi-dad y aceptación social. Para unas:el castigo, violencia y privación; paraotras: respuestas terapéuticas inte-grales acorde a derechos. Las niñasy mujeres que soportan los estigmasde desacreditación social y discrimi-nación son las clientas predilectasdel Sistema Penal. Como dice Dus-chatzky1, el delito brinda la ilusión de

    romper con la inercia cotidiana, deadueñarse de algún modo del devenirde la existencia, de decidir.

    1 Duschatzky, S; Corea, (2011). “Chicos en ban-da. Los caminos de la subjetividad en el declivede las instituciones”. Buenos Aires, Paidós.

    Desigualdad, discriminación y castigoNIÑAS Y ADOLESECENTES PRIVADAS DE LIBERTAD

    Mariana Mosteiro

    Mauro Tomasini(Coordinadores del Área Seguridad Democrática y DD.HH SERPAJ)

    nivel socioeconómico medio y alto,se eliminan para aquellas que vivenen situación de riesgo y precariedadcontinua. La anormalidad de las prác-

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    Ellas son judicializadas por delitospredatorios, callejeros, de poca mon-ta. El delito, la violencia, el baile, el

    consumismo, el consumo de drogas,el liceo y la escuela forman parte deuna serie discursiva que tiene el mis-mo estatus y estructura que la expe-riencia de su cotidianidad.

    Los mecanismos y tácticas de gobier-nos que construyen las institucionesde encierro no deben leerse comoparte atomizada, sino como parte

    del ejercicio del poder sobre la vidade determinados universos juveni-les. El Sistema Penal nos dice más delsentido que le otorgamos al proyec-to de sociedad que pensamos quea las prácticas judiciales en concre-to. Produce y reproduce socialmente

    la sensibilidad dominante. Hoy endía,la punitividad enfocada contra ni-ñas, niños y adolescentes, formandoparte de la cadena punitiva (policía-

     justicia-encierro) que gestiona la ex-clusión social.

    Un sistema adultocéntrico,androcentrista y patriarcal

    Si bien desde hace varias décadasse ha avanzado sustantivamente enpromover, garantizar y consolidar laigualdad de género, todavía resta por

    conseguir que las mujeres gocen ple-namente de sus derechos. Este cam-bio además cuestionaría significativa-mente el orden dominante, el cual sesigue estructurando en una visión pa-triarcal, vertical y androcentrista. Elsistema penal y la cárcel (como sub-sistema del mismo) se encuentran in-sertos en él y no sólo son productosdel universo masculino sino que fue-

    ron creados y pensados únicamentepor y para varones. Por las caracte-rísticas del encierro y sus consecuen-cias tangibles y simbólicas, el siste-ma carcelario no sólo reproduce lasdesigualdades de género, sino quepodemos afirmar que las profundiza.

    Como afirma la Doctora María NoelRodríguez2, las mujeres privadas delibertad, al ser recluidas bajo un mo- delo inspirado y que responde a lasnecesidades y realidades masculinas,ocupan una posición secundaria y su- fren menoscabo en el reconocimien- to de los derechos y las libertadespropias de su condición de género.El sistema penitenciario refuerza laconstrucción de género y, por con- siguiente, mantiene las diferenciassociales que resultan en desventajapara las mujeres, cuyas necesidades

    son relegadas en las prisiones, comoocurre en otros espacios.

    Las mujeres sufren la reclusión -nosólo por el encierro en sí mismo- sinopor verse impedidas de cumplir elrol que la sociedad les ha asignado;los cuidados de dependientes (tantoniños como adultos mayores), rele-garse a los espacios privados y cum-plir con los estereotipos construidos

    sobre la mujer. Las consecuencias2 Rodríguez, M. N. (2004). “Mujer y Cárcel enAmérica Latina”. Ilanud.- Costa Rica. En: Violen-cia Contra las Mujeres Privadas de Libertad enAmérica Latina. Due Process of Law Foundation.www.cejamericas.org/nexos/41/es/images/mu-

     jer-carcel-america-latina.pdf ( pp. 13 y 14)

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    La prisión de niñas y adolescentesno sólo se encuentra afectada por lasdesigualdades de género, tambiénestá atravesada por una perspecti-va adultocéntrica del sistema penalen su conjunto. Si bien a partir de laConvención de Derechos del Niño re-frendada en el Código de la Niñez y la

    en nuestro actual sistema de respon-sabilidad penal juvenil. Dentro dela cárcel de niñas y adolescentes sedesarrollan dispositivos de control ydominación exacerbados, siendo unbuen ejemplo el abuso en el sumi-nistro de medicación con el objeti-vo de disciplinar las conductas. Nodebemos olvidar que siguen siendoadolescentes las que se encuentranen un modelo que utiliza el encierrocomo “medida socioeducativa”. Otroaspecto fundamental es la reproduc-ción de las representaciones y roles

    adjudicados social y culturalmentepor género, traducido en las ofertasidentitarias respecto al trabajo, la ma-ternidad y las trayectorias educativas.En este sentido, las jóvenes accedena talleres y cursos de peluquería, bor-dado, costura, entre otros, y se en-fatiza su función de mujer asociadaprincipalmente a la maternidad. Puescomo afirma la abogada Carmen An-tony4, la prisión para la mujer es un

    espacio genéricamente discriminadory opresivo, que se expresa en la des- igualdad en el tratamiento que reci- ben, el diferente sentido que el encie- 

    4 Antony, C. (2001). “La mujeres confinadas”,Santiago de Chile: Editorial Jurídica de Chile.

    no sólo se ven en la propia reclusa,también se puede observar cómooperan estos constructos sociales yculturales en su entorno más próxi-mo. Basta ir un día de visita para verel aislamiento, la rotura de los víncu-los con la familia y la soledad en laque se encuentra una mujer privadade libertad. Lo opuesto sucede en elcaso de los varones quienes recibenvisitas de sus madres, compañeras ehijos/as. En este sentido, la antropó-loga Marcela Lagarde, dice en su li-bro «Los cautiverios de las mujeres 3»

    que aun cuando para ambos génerosla prisión tiene como consecuencia,además del castigo, el desarraigo yla separación de su mundo, para lasmujeres es mucho mayor, ya que lamayoría son abandonadas por susparientes en la cárcel. Ser delincuen- te y haber estado en prisión son tam- bién estigmas y culpas mayores paralas mujeres. Las ex convictas quedanestigmatizadas como malas en un

    mundo que construye a las mujerescomo entes del bien y cuya maldad esimperdonable e irreparable.

    3 Lagarde, M. (1993). “Los cautiverios de lasmujeres: madresposas, monjas, putas, presasy locas”. México DF: Universidad Nacional Au-tónoma de México.

    Adolescencia se consideran sujetosde derechos; el programa cultural ysocial vigente concibe al delito única-

    mente relacionado al mundo adulto yen algunas ocasiones los niños, niñasy adolescentes continúan siendo ob-

     jetos de intervención.

    El paradigma integral y de responsa-bilización no se refleja plenamente

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    rro tiene para ellas,las consecuenciaspara su familia y laconcepción que la so- ciedad les atribuye.

    Por todo lo mencio-nado, las niñas yadolescentes muje-res que ingresan alSistema Penal, sondesacreditadas so-cialmente por sermujer, joven, de nivel socio/econó-mico bajo, que invade el universo del

    delito enteramente masculino. El sis-tema marca en sus cuerpos, subjetivi-dades y voces esas representacionesy por eso, no solo reproduce la rela-ción de desigualdad –en sus diversasdimensiones- sino que también pro-duce los propios sujetos pasivos deesa relación.

    Espacios de castigo

    Las técnicas de intervención y de con-trol en una cárcel se desarrollan endos dimensiones: el tiempo y el es-pacio. A partir de ellas se construyenlos regímenes de vida por parte de to-dos los operadores del sistema: fun-

    cionarios, administrativos, maestros,profesores, médicos, etc. Construyen

    reglamentos invisibles y desconocenreglamentos formales de convivenciay derechos. Cada día forma parte deun espacio practicado y sostenidoen la incertidumbre. Lo que posibilitadesarrollar un programa de mortifica-ción del yo, donde la fijación espaciales parte de la estructura de sensibi-lidad que se impone. La desintegra-ción del individuo comienza desde el

    ingreso a la institu-ción (“bienvenida”).Para el caso de lasmujeres, el espaciose construye desdesu negación. Por unlado, porque el sis-tema no incluye a lasmujeres dentro de suplanificación e inge-niería institucional, ypor otro, porque losgobiernos institucio-

    nales que ejercen el poder utilizanel espacio como lugar propicio para

    desarrollar el orden, y por lo tanto elcastigo. Si bien esto también sucedeen los centros que alojan adolescen-tes hombres, en los centros de ado-lescentes mujeres es particularmenteimportante el dominio del espacio. So-bre todo el dominio del micro-espacio.Por tal motivo la violencia institucionalse desarrolla de diferentes maneras aluniverso adolescente del hombre. Eneste sentido –con las mujeres- el casti-

    go se lleva adelante por instrumentosno materiales más que por violenciafísica y por la utilización perversa dela fijación espacial como instrumentocentral de los mecanismos de discipli-namiento.

    ”el sistema carcelario nosólo reproduce las des-

    igualdades de género, sinoque las profundiza” 

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    Lazos solidarios

    Las estrategias de superviven-cia están presentes en todos

    los grupos sociales. Cada grupoproduce una manera de vincu-larse, comunicarse, entender-se buscando su reproducción.Todos los adolescentes cons-truyen su sistema de valoresadhiriendo a una subcultura

     juvenil. Los adolescentes hom-bres y mujeres que se encuen-tran recluidos no son ajenos aello. Para ellos los arreglos fa-

    miliares no están presentes olo hacen de mala manera a lolargo de su trayectoria de vida,lo cual genera un vacío que elgrupo ocupa. Los grupos sonusinas que producen códigos yvaloraciones que estructuran laexperiencia del sujeto. En estesentido, romper con códigosconstruidos al interior del gru-po vuelve más grave la acciónque si se violaran dispositivos oreglas institucionales. De igualmanera debemos entender loslazos de solidaridad y confian-za que se dan entre pares ence-rrados. Tamizados por supues-

    to por la analogía de socios ocompañeros de aguante en eldelito. La fraternidad se tornaun dispositivo de mayor pro-tección simbólica que los lazosfamiliares, institucionales y so-ciales. En general los valores desolidaridad entre adolescentesmujeres privadas de libertadestán relacionados con valora-ciones y discursos subalternos.

    Las prácticas de solidaridad estánmás presentes con aquellas ado-lescentes madres, puesto que su

    condición es un rasgo de identi-dad y prestigio en esta clase so-cial. De igual manera la violenciainterpersonal se dirige en mayormedida contra aquellas adoles-centes que no cumplen con su rolde madres. La solidaridad y con-fianza son elementos que estánpresentes entre las adolescentesencerradas, construyen su sis-tema de valoraciones según su

    trayectoria de vida, al igual quecualquier adolescente.

    Características sociodemográficas delas niñas y adolescentes privadas delibertad en Uruguay1

    • Población:  Son el 7.6% de la pobla-ción de niños, niñas y adolescentesprivados/as de libertad. Reafirma el

    concepto del delito o infracción aso-ciado al mundo masculino.• Territorio: Casi el 60% vivía en Monte-

    video antes de estar privada de liber-tad. Le siguen San José y Canelones.Se registró una adolescente extranje-ra. Delitos característicos de área me-tropolitana.

    • Hogar: El 81.6% vivía en hogares par-ticulares, la mayoría monoparentalescon jefatura femenina (37.4%), segui-dos por hogares con familias nuclea-res. Tres de las jóvenes se encontra-ban en hogares de amparo y cuatro ensituación de calle.

    • Educación y trabajo: Ciclo básicoincompleto (49.7%). Adolescentesque completaron la escuela primaria(26.3%). El 51.6% se encontraba traba-

     jando. Cuidado de niños/as y adultosmayores y sector servicios. La granmayoría sin beneficios y prestacionessociales.

    • Maternidad: Un 22.1% de las adoles-centes internadas tiene hijos/as, lagran mayoría viven con sus madresen el centro.

    • Reincidencia:  El 26.3% había estadopreviamente recluida (menor que % devarones)

    1 Los datos fueron extraídos de una encuestaaplicada a las adolescentes en febrero de 2014

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    ¿A ti te gustaría estar así, en un cuar- to como éste? , preguntaba una de

    las chicas mientras recogía su ropa,perfectamente doblada en una cajade cartón que tenia bajo la cama. Esuna de las imágenes que se percibencuando alguien visita los cuartos delas jóvenes, con un formato parecidoal de una celda. El frío, la sensaciónde encierro y soledad son tambiénparte del ambiente.

    El acceso al CIAF no fue fácil. Las di-

    versas denuncias que el sistema deResponsabilidad Penal Adolescente(SIRPA) ha recibido, y los informesque dan cuenta de una serie de vul-neraciones a los derechos humanosen el interior de los centros, ha com-

    plicado el acceso a las adolescentesprivadas de libertad. Luego de varios

    intentos de contactar con la institu-ción, mediante pedidos formales, sinlograr el objetivo propuesto pudimoshacer una visita como participanteen un taller de lectura que realizabaSerpaj.

    Encontramos cuarenta adolescentescon sueños, expectativas, miedos...Algunas de ellas son madres, otrasya están pensando en serlo. Algu-

    nas son del interior, otras no sonuruguayas. Están todas juntas, endiversos cuartos mal acondiciona-dos. Han cometido un delito y estáncumpliendo una pena. El encierro yel castigo están presentes en todo

    momento, ya que en eso consistela privación de libertad. En muchos

    de los cabeceros de las camas, ade-más de fotografías familiares, loscalendarios muestran los días quequedan para salir; se agregan pin-tadas en las paredes, en las que el”te quiero mamá”, es el lema pro-tagonista.

    Mientras la tallerista coordinabauna actividad de lectura con algu-nas de ellas, otras estaban en clase

    o en sus piezas compartidas. Unpar paseaba por el patio trasero.Esto hace poco no pasaba, el patioestaba prácticamente inhabilitado ,apuntaba. Ahora parece que tienenun espacio algo mayor para la con-

     Crónica de una breve visitaMG

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    vivencia, y el uso de los espacioscomunes, aunque en muchas deellas se escuchaban quejas; si voya clase, luego no tengo tiempo paraestar con las demás , decía una delas chicas que se unió al taller luegode que la clase de ese día fuera can-celada. ¿Es verdad que van a venirotros pibes para acá? , preguntabaotra chica, entre risas con su com-pañera. Acá mucho varón no hay,¿viste? . Se referían a una actividadque se estaba organizando juntocon otros centros educativos en lasque el autor del libro que estaban

    leyendo estaría presente... Acá nosaburrimos mucho, ¿sabés? Son mu- chas horas sin hacer nada,...

    En otra de las piezas, una de laschicas, antes de comenzar la lec-tura mostraba la foto de su hijo.Ahora está con mi mamá, pero a

    mí me quedan pocos días y ya po- dré volver con él . La compañera rá-pidamente sacó de su caja una fo-tografía que guardada como oro dela visita que el cantante de Calle 13hizo al CIAF, en el marco del Fes-tival de Cine y Derechos HumanosTenemos Que Ver .No lo voy a olvidar nunca, suspiraba.

    Cuatro jóvenes madres, junto conotras jóvenes comparten el cuartocon sus bebés; parece una guarde-ría colectiva, donde todas participandel cuidado... Mientras una daba

    de mamar, otra chica mostraba elcuadro que estaba pintando para elbebé. Agarraba una libreta; esto loestoy haciendo para cuando la nenacrezca, que vea lo importante quees para mí... En el cuaderno, habla-ba del dolor que sintió la primeravez que dio de amamantar, de queextrañaba estar embarazada, delprimer cambio de pañales, ilustradocon recortes de revistas y algunas

    fotografías impresas. Ser madre estodo para mí , decía. Entre tanto,una chica mece al hijo de su com-pañera; otra, tumbada en la cama,hace pulseras de macramé como lehabían enseñado en uno de los ta-

    lleres. Un vaso de agua, ¡por favor!, gritaba una de las chicas por las re-

     jas de la puertas a las funcionarias.

    Antes de poder terminar las últimaspáginas del libro, nos abren la puer-ta de la celda para salir. Es hora demarchar. ¡Vuelva pronto profe! Otrodía seguimos charlando , decían aldespedirse.

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    CUESTIÓN DE DERECHOS

    Marta González 

    Numerosas organizaciones de lasociedad civil, y organismos de de-rechos humanos, dan cuenta de lanecesidad de trabajar en conjuntopara repensar las políticas públicasde justicia juvenil. Mientras algunosy algunas claman por bajar la edadde imputabilidad a los 16 años, hay

    un conjunto amplio de la sociedad ci-vil que cuestiona desde qué lugar sepiensa el sistema penal juvenil actual.

    Poner la mirada en las jóvenes pri-vadas de libertad, (que son un por-centaje marginal de las estadísticas),es un reto para quienes trabajamosen la promoción de derechos de lasmujeres. Actualmente unas cuaren-ta chicas de entre 14 y 18 años per-

    manecen en el Centro de IngresosAdolescentes Femeninas (CIAF), elúnico establecimiento de privaciónde libertad para adolescentes muje-res que existe en Uruguay. Dependedel Sistema de Responsabilidad Penal

    Adolescente (SIRPA), que desde delaño 2011 está en la órbita del INAU,como marca la Ley 18771.

    En junio de 2014 la Institución Na-cional de Derechos Humanos (INDD-HH) emitió un informe en el que dabacuenta de una serie de vulneraciones

    a los derechos de la niñas y adoles-centes. El hacinamiento, la falta desaneamiento, la carencia de una ofer-ta educativa y formativa a largo pla-zo que no fortalezca los estereotiposde género tradicionales, así como laexcesiva medicalización, la falta detiempo de convivencia y espaciosde esparcimiento, fueron señaladoscomo vulneradores de derechos. Araíz de ese informe, el Centro fue in-

    tervenido con el objeto de revertir es-tas situaciones y presionar para quese comenzara a visualizar cambios ymejoras, tanto en el trato a las ado-lescentes como en la infraestructuray el uso del espacio.

    EL NÚMERO SÍ IMPORTA

    Si bien es necesario remarcar quelos abusos ha sido un denominadorcomún del Sistema Penal Juvenil,en este caso centramos la atenciónen la situación de las niñas y ado-lescentes que se encuentran en elCIAF. Tal como indica el informe

    “Delincuencia Juvenil en la Ciudadde Montevideo”, de la Fundación Jus-ticia y Derecho de 2013, el númerode mujeres que delinquen es muchomenor que el de varones, siendoun 7,3% de la población en 2010

    Denisse Torena. Iluyos 

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    en Montevideo. Esto genera situa-ciones de exclusión solapadas. Elabogado Javier Palummo, confirmaque generalmente las adolescentesprivadas de libertad suelen ser unporcentaje muy pequeño y entonceses usual en toda la región que esoconspire con una adecuada respues- ta. En primera instancia porque nosuele ser un centro de las políticaspúblicas, en segunda instancia por- que las autoridades que están acargo de la privación de libertad nosuelen tener una formaciónón espe- cífica y menos aún una perspectiva

    de género. Y tercero porque comoson tan pocas no suelen ocupar unlugar central en la agenda. 

    Según la legislación vigente, se de-ben tener en cuenta criterios deedad, gravedad de la infracción oadaptación a la convivencia, entreotro, aunque esto es algo que nose da en el CIAF. En esa línea, AnaVigna, investigadora del área de vio-

    lencia y criminalidad de la UDELAR,coincide en que es una realidad quese extiende también al sistema adul-to, sin división etaria, ni por tipo dedelito, ni por conducta. En el casodel interior, explica, que a menudo

    las mujeres presas están en pabello-nes dentro las cárceles de varones.Vigna afirma además que el porcen-taje menor de adolescentes que de-linquen tiene también que ver conel mayor control social y de supervi-sión que tienen las mujeres respec-to a los varones en relación al uso yforma de estar en el espacio público.Esta lineamiento es compartido porla socióloga Laura López en su artí-culo “Géneros de encierro: cuandolas adolescentes son las internadas”,que hace énfasis en las trayectoriasde violencia sexual y física que mu-

    chas adolescentes privadas de liber-tad han sufrido en un sistema penalaltamente masculinizado.

    El análisis sobre los perfiles delictivosentre varones y mujeres también indi-ca diferencias significativas de género.En ambos casos las trayectorias vio-lentas y los contextos de exclusión ymarginación son un escenario estruc-tural de la comisión de un delito. En elcaso de las mujeres, como especificala socióloga Nilia Viscardi, investiga-dora en tema de violencia, educacióny juventud, por lo general, las pocasmujeres que participan en actividadesdelictivas de corte masculino, o searapiñeras, chorras... lo hacen desdeun lugar tradicionalmente femenino

    en el sentido de acompañar al varón.En sus trabajos ha registrado tambiénuna mayor vinculación de mujeres enactividades delictivas como marco deuna estrategia familiar.

    El hacinamiento es una constante enel centro. La Dra Mirtha Guianze, pre-sidenta de la Institución Nacional deDerechos Humanos explica que se lefue quitando espacio a las mujeres a

    medida que crecía la población devarones, y quedaron entre dos esta-blecimientos. Al reformarse la legisla-ción en 2013 y establecer un mínimode un año para determinados delitos,entre ellos la rapiña que constituye el   S  a

       b  r   i  n  a   P   é  r  e  z .

           I       l     u     y

         o     s

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    mayor porcentaje de delitos cometidospor adolescentes se produce un ta-ponamiento inevitable, como afirmanGuianze y Palummo. Una de las talle-ristas que trabaja en el CIAF explicaque las condiciones de encierro desdela configuración del propio edificio sonmás que notorias, incluso el techo delpatio son rejas, apunta. En esa línea,Guianze señala que se han multiplica-do los alambrados, los grilletes, y lashoras de encierro. Tienen sus ropas encajas de cartón, hay muy mal acondi- cionamiento y faltan criterios de hu- manidad básicos , añade. Además coin-

    ciden en que existen pocas instanciasde socialización y convivencia.

    Otro punto que se destaca es la ex-cesiva psiquiatrización que se da enla privación de libertad de mujeresadultas y adolescentes. El índice deconsumo de psicofármacos por pres- cripción médica es mucho mayor enmujeres en el sistema carcelario , afir-ma Vigna. Además indican que al no

    haber un sistema de reinserción real,ni un plan de egreso y seguimientoa la salida, esto afecta también a lafalta de un control médico luego deperiodos largos medicándose con al-tas dosis diarias.

    MATERIA PENDIENTE

    Pensar en la trasversalidad de génerode las políticas públicas en temas comola maternidad, los cuidados, el tipo detalleres que se ofrecen, la oferta edu-cativa y la socialización de los espacioses todavía una tarea pendiente. Comosostiene Vigna, el fenómeno delictivoestá fuertemente marcado por la es-tructura de género. Podemos pensaren la discriminación en el sistema detrabajo legal, y también esa discrimi-nación o ese tipo de roles de género,se reproducen en el ámbito delictivo.

    El modelo de formación y educaciónque hay para las adolescentes es bas-tante limitado, y enfatiza los roles mástradicionales. Hay clases de peluque-ría, orfebrería, yoga o trabajos muypuntuales sin una perspectiva a largoplazo, con una fuerte presencia delcastigo. Aunque hay una mayor vincu-lación con la educación formal previaal ingreso respecto a los varones, semarca que hay una falta de seguimien-to pedagógico y educativo real en laprivación de libertad, pues además loshorarios lectivos les descuentan tiem-po del espacio de convivencia. Viscardiafirma que pese a que debería haber

    medidas socioeducativas -que son lasque señala el artículo 79 del Código dela Niñez y la Adolescencia- en realidadhay un sistema que no tiene paradigmaeducativo, y que es esencial incluir unfuerte trabajo educativo a través de locorporal, salidas pedagógicas, y des- pués dentro de la gama de lo educativoque se ejercite la escritura, la matemá- tica , y también trabajar el tema de lamaternidad.

    En relación a la cantidad de adoles-centes privadas de libertad, el númerode madres y embarazadas es signifi-

    cativo. Para Patricia Roselli, una de las

       V  a   l  e  n   t   i  n  a   E  c   h  e  v  e  r  r   í  a .       I       l     u     y     o     s

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    talleristas de la ONG Procul, hay unagran carencia de educación respec-to a lo que es la maternidad. Comoafirma Viscardi, en las mujeres quetienen trayectorias delictivas, al igualque en el conjunto de las que vivenen sectores de pobreza y exclusión, labúsqueda de la maternidad se vinculafuertemente con la única posibilidadque las mujeres tienen de cambiar suestatus social. La condición de niña yadolescente sin hijos las relega a ellafamiliarmente a un espacio que lasdesempodera doblemente. Así, poneénfasis en la necesidad de mejorar

    condiciones y apostar a futuro; edu-cando en que tienen derecho a decidirsobre su maternidad. Para Guianze, sedeberían buscar alternativas para quelas muchachas no estén presas consus hijos y tengan otro tipo de medidade contención o vigilancia.

    Vigna señala que en el sistema adultohan habido avances significativos conla Mesa de Mujeres Privadas de Liber-

    tad y la Comisión de Género del Ins-tituto Nacional de Rehabilitación, quese ha traducido en políticas más inte-grales y formativas. Asimismo afirmaque hay una oferta más amplia y querecientemente se ha puesto en mar-

    cha en El Molino, un establecimientoespecífico para mujeres con hijos,con capacidad limitada para treintapersonas. En el CIAF, las adolescen-tes que tienen los bebés cuentan conun cuarto común, que comparten conotras compañeras. Aunque se les pro-porcionan estantes para la ropa y cu-nas, hay una carencia importante deapoyo psicológico. Parece que la inter-vención del centro luego del informede la INDDHH, ha revertido en algunasmejoras, lo que se constató en la visi-ta que hicieron en setiembre.

    Guianze apunta que ha habido algu-nas cambios, especialmente en lo querespecta al saneamiento de los baños,a la situación de las piezas donde se

    encuentran las adolescentes con losbebés y el uso del patio y los espa-cios de convivencia. Sostiene que seha comprobado un mejor trato, ya seles apaga la luz para dormir y lo ca- sos más flagrantes que denunciamoscomo la chica que dormía en el piso,o la censura de las cartas personaleso la habilitación de un espacio parapoder hacer llamadas, parece queya no se dan. Aún así, persisten lascondiciones de hacinamiento y haymuchas cosas que deben modificar.Es esencial que exista un plan de sali-da efectivo, una menor presencia del

    castigo y un sistema de reinsercióndonde primen las medidas socioedu-cativas y no la asimilaciónón a un sis-tema adulto y punitivo.

    FALLA INSTITUCIONAL Y EXCLUSIÓN POTENCIADA

    El informe “Delincuencia Juvenil en la Ciudad de Montevideo” del año 2013, publica-do por la Fundación Justicia y Derecho, relaciona la comisión del delito con la infan- tilización de la pobreza, la crisis de un sistema educativo y (...) la consolidación detendencias represivas y punitivas hacia los jóvenes . El abogado Javier Palummo fue elcoordinador de dicho informe. Remarca que la población que está privada de libertadestá generalmente sobreintervenida desde que nace y que el sistema está entrenadoa atrapar y castigar. El perfil es el de jóvenes, pobres, desescolarizados y excluidos.  Reafirma el abuso de la prisión preventiva, la falta de profesionalización del funciona-riado y apuesta por un sistema con medidas socieducativas como pautan estándaresinternacionales.

    Uruguay ratificó la Convención de los Derechos del Niño en 1990. El Código de la Niñezy la Adolescencia es de 2004.

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    POESÍA PARA CONSTRUIR

    Entrar en contacto con las adolescentes priva-das de libertad, es un punto de partida para en-tender las ganas que tienen de hacer cosas, dehablar, de contar historias,... En esa línea variasorganizaciones que trabajan en los centros rea-

    lizan propuestas específicas; como el programade radio “la voz de los pibes” que realizaron jó-venes privados de libertad en Colonia Berro, enel marco de la campaña de No a la Baja.

    Conscientes de la necesidad de trabajar estos as-pectos y profundizar más en cada una de las

    El cielo acompañado de su sol

    “Afuera, el sol¡ Ilumina y da calor!

    Lejos de la tristeza hay todoun mundo de belleza”

    No discriminesNo entiendo por qué razónexiste el mundo de la discrimi-

    naciónsi eso no se necesita

    No sé para que se utiliza

    Una noche lluviosaEse vacío que trae la lluvia

    en esta triste soledad me recuerda a esa noche turbiaen la que se desató esa cala-

    midad...

    En la noche estrelladaSi me pusiera a contar

    las cosas lindas del amorno me darían los segundospara poder a todos apreciar

    Nosotras sabemos lo que es estar acáperdimos nuestra libertad

    siempre la misma rutina, nadie se la imaginaTengo la intención de ganar cosas materiales

    pero cuando estoy acáme doy cuenta que esas cosas no son esencialesEscuche mi gente, yo al robar no usé mi mente

    y me mandé de frenteNunca tuve un padre ni una madre presenteDesde chiquita me faltó el abrigo

    decidí juntarme con malos amigosPor eso señor, señora piense otra soluciónAntes de mandar a esos niños a prisión

    Ayúdales, dales una manono lo hagas en vano

    Una amistad Cuando me siento tristepienso en ti amigoconmigo siempre estuvistefuiste mi el testigoa pesar de la distanciano nade el olvidoCompartiste conmigo mi infanciaen mi corazón quedará lovivido

    En un encierroEn un encierro terminéde los errores aprendíque la oscuridad llegaría a míy hacia el dolor caminé

    Contra la soledad me enfrentéy la tranca encontréllenándome de tristezaalejándome de las cosas bellas

    Siguiendo el camino de laresponsabilidadEncontraré mi libertadque un día perdíen una tarde tan grisYa tú volverásYo no decaigo porque sé quevoy a recuperartey desde luego volveré a abrazarteQuiero volver a tocar la textura

    de tu hermoso cuerpoesa na cinturaque volverá con el tiempo

    Lo que te diHoy siento que dentro de míhay bellezapues ya no abunda la tristezaahora hay mucha emocióny esa emoción resalta en micorazón*

    adolescentes privadas de libertad, tanto en colectivo como de forma individual, la ONG Procul,desarrolla un trabajo enfocado en la cultura. Hace varios años emprende proyectos de teatro,música, literatura o poesía. Están llevando a cabo una actividad en el CIAF, con la poesía comocentro. Quisimos poder trabajar el rol de la feminidad e indagar en sus propias vidas a travésde la historia de varias mujeres para que después escribieran sus propios poemas , apuntaClaudia, una de las talleristas del equipo. El amor, la familia, la amistad, el arrepentimiento, elencierro, el castigo, el ser mujer o el perdón, son algunos de los temas que despliegan lospoemas. Fue un proceso de varios meses que culminó con la presentación de las poesías poralgunas actrices y la exposición de poemas en la Plaza Cagancha. No nos gustan las interven- 

    ciones puntuales, sino generar una estructura en la que la adolescente se sientaparte, señala Mario Villagrán Coordinador de Procul. Una forma de narrarse a símismas y en colectivo, de construir espacios y regenerar vínculos.

       *   P  o  e  m  a  s  e  s  c  r   i   t  o  s  p  o  r  a   d  o

       l  c  e  s  e  n   t  e  s

      e  n  e   l   C   I   A   F .

       T  a   l   l  e  r   P   R   O   C   U   L

       2   0   1   4 .

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