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    Noam ChomskySobre la resistencia

    Varios meses despus de las manifestaciones de Washington intento

    todava ordenar mis impresiones de un mes cuya calidad poltica resulta difcilde captar o de expresar. Tal vez unas cuantas reflexiones personales puedanser tiles para quienes comparten mi aborrecimiento instintivo por el activismo,pero se ven empujados hacia una crisis no deseada, pero casi inevitable. Paramuchos de los participantes, las manifestaciones de Washington hansimbolizado el paso del disentimiento a la resistencia. Ms adelante volversobre esta consigna y su significado, pero quisiera dejar bien claro desde elprincipio que la considero no solamente ajustada al talante de lasmanifestaciones sino tambin, interpretada apropiadamente, adecuada a lasituacin actual de la protesta contra la guerra. En esta protesta hay unadinmica irresistible. Uno puede empezar escribiendo artculos y pronunciando

    discursos, contribuyendo de diversas maneras a crear un ambiente depreocupacin y malestar. Unos cuantos, ms valerosos, se volvern hacia laaccin directa, negndose a ocupar su lugar entre los buenos alemanes quetodos nosotros hemos aprendido a despreciar. Algunos se vern obligados atomar esta decisin cuando sean llamados al servicio militar. Los senadoresque disienten, los escritores y los profesores observarn cmo los jvenes seniegan a servir en las fuerzas armadas, en una guerra que aborrecen. Quharn entonces? Quienes escriben y hablan en contra de la guerra, puedenrefugiarse en el hecho de no haber incitado o propugnado la resistencia en elreclutamiento, sino que simplemente han contribuido a crear un clima deopinin en el que cualquier persona decente se negar a participar en unaguerra miserable? He aqu una defensa muy dbil. Tampoco es muy fcilaguardar desde una posicin segura mientras otros se ven obligados a dar unpaso desagradable y penoso. Lo cierto es que ms de un millar de las tarjetasde reclutamiento devueltas al Departamento de Justicia el 20 de octubreprocedan de hombres que pueden evitar el servicio militar, pero que insistanen compartir la suerte de los menos afortunados. De esta manera se ensanchael crculo de la resistencia. Pero, con absoluta independencia de esto, nadiepuede dejar de advertir que en la medida en que suaviza su protesta, en querechaza acciones que le son posibles, acepta ser cmplice de lo que hace elgobierno. Algunos actuarn de acuerdo con esta comprensin, planteando un

    agudo problema moral que ninguna persona consciente puede eludir.El lunes 16 de octubre, escuch en el Boston Common cmo HowardZinn explicaba por qu se senta avergonzado de ser americano. Observcmo varios centenares de jvenes, alumnos mos algunos de ellos, tomaban

    Avram Noam Chomsky (nacido el 7 de diciembre de 1928 en Filadelfia, Estados Unidos) es

    profesor emrito de Lingstica en el MIT y una de las figuras ms destacadas de la lingsticadel siglo XX. Fuera del mbito acadmico es mucho ms conocido por su activismo poltico ysus duras crticas a la poltica exterior de EE.UU. y de otros pases, como el Estado de Israel. Estos artculos Sobre la resistencia y Suplemento a la resitencia, pp. 69-88, escritos porNoam Chomsky fueron tomados del Manual para una Revolucin No-violenta y Manual para laresistencia, realizado por: Colectivo de objecin de conciencia de Zaragoza (COA). Cuyo

    direccin electrnica es:http://www.nodo50.or/moccarabanchel/documentos/noviolencia/manual_revolucion_noviolenta/

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    una decisin terrible que ninguna persona joven debera afrontar: romper suinscripcin en el Selective Service System. La semana finaliz el lunessiguiente con una apacible discusin en Cambridge en la que escuch clculosdel nmero de megatones nucleares que seran necesarios para eliminar aVietnam del Norte (Algunos considerarn esto espantoso, pero...; Ninguna

    personalidad civil del gobierno sugiere esto, que yo sepa...; No empleemostrminos emotivos como destruccin, etc.), y o a un destacado experto encuestiones soviticas que explicaba cmo los hombres del Kremlin estnobservando los acontecimientos muy atentamente para decidir si las guerras deliberacin nacional pueden tener xito; de ser as, las apoyarn en todo elmundo. (Intntese decirles a esos expertos que - con estos presupuestos -, silos hombres del Kremlin son racionales apoyarn docenas de esas guerrasdesde ahora porque con un coste pequeo pueden confundir a los militaresamericanos y romper en pedazos nuestra sociedad, y contestarn que uno nocomprende el alma rusa.)

    El fin de semana de las manifestaciones de la paz Washington me dej

    impresiones vivas e intensas, pero cuyas implicaciones no estn claras param. El recuerdo predominante es el de la escena misma, de decenas demillares de jvenes rodeando lo que consideraban - y debo decir que estoy deacuerdo con ellos - la institucin ms abominable de la tierra, y exigiendo quedeje de imponer la miseria y la destruccin. Decenas de millares de jvenes.Me resulta difcil comprenderlo. Es lamentable, pero cierto, que en suabrumadora mayora son jvenes quienes son golpeados mientras permaneceninmviles; que son jvenes quienes tienen que decidir si aceptan la prisin o elexilio, o luchar en una guerra odiosa. Tienen que afrontar esta decisin solos ocasi solos. Tendramos que preguntarnos por qu es as.

    Por qu, por ejemplo, el senador Mansfield se siente avergonzado porla imagen que han dado de este pas, y no se siente avergonzado por laimagen de este pas que da la institucin con que estos jvenes se enfrentan?Se trata de una institucin dirigida por hombres cuerdos, equilibrados yeminentemente razonables, que pueden prestar declaracin tranquilamenteante el Congreso de que cantidad de material blico gastado en Vietnam hasuperado el total gastado en Alemania e Italia en Italia en la segunda guerramundial. Por qu el senador Mansfield puede hablar con frases altisonantesde quienes no hacen honor a nuestro compromiso de un gobierno de leyes,refirindose a un pequeo grupo de manifestantes, y no a los noventa y picosenadores que aguardan, con plena consciencia, mientras que el Estado al que

    sirven viola de manera flagrante las disposiciones explcitas de la Carta de lasNaciones Unidas, la ley suprema de la tierra? Sabe muy bien que conanterioridad a nuestra invasin del Vietnam no hubo ningn ataque armadocontra Estado alguno. Despus de todo, fue el senador Mansfield quin nosinform de que cuando empez, a principios de 1965, el fuerte incremento delesfuerzo militar americano, se calculaba que solamente unos 400 soldadosnorvietnamitas figuraban entre las fuerzas enemigas en el Sur, que en aquellapoca totalizaban 140.000 hombres; tambin es el Informe Mansfield el quenos dice que en aquella poca haba ya 34.000 soldados americanos enVietnam del Sur, en violacin de nuestro solemne compromiso de Ginebra en1954.

    Y la cuestin no acaba aqu. Tras las primeras Jornadas Internacionalesde Protesta en octubre de 1965, el senador Mansfield critic la falta absoluta

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    de responsabilidad mostrada por los manifestantes. Entonces no tena nadaque decir - ni tampoco ha tenido nada que decir despus - sobre la faltaabsoluta de responsabilidad evidenciada por el senador Mansfield y otros, quepermanecen tranquilos y votan crditos especiales cuando las ciudades yaldeas de Vietnam del Norte son demolidas y cuando en el sur millones de

    refugiados se ven expulsados de sus casas por el bombardeo norteamericano.No tiene nada que decir sobre los patrones morales o el respeto por el derechode quienes han permitido esta tragedia.

    Me refiero al senador Mansfield precisamente porque no es unsuperpatriota con el garrote en alto deseoso de que Amrica domine el mundo,sino ms bien un intelectual americano en el mejor sentido de la palabra, unhombre culto y razonable; esto es: la clase de hombre que constituye el terrorde nuestra poca. Acaso se trate solamente de una reaccin personal ma,pero cuando veo lo que le est sucediendo a nuestro pas, creo que lo msterrible no son hombres como Custis LeMay, con su animada incitacin a quebombardeemos todo y volvamos a la Edad de Piedra, sino ms bien las

    apacibles disquisiciones de los cientficos polticos acerca de cunta fuerzaser necesaria para conseguir nuestros fines, o sobre qu forma de gobiernoen Vietnam del Sur nos resulta aceptable. Lo que considero aterrador es eldistanciamiento y la ecuanimidad con que contemplamos y discutimos unatragedia insoportable. Todos sabemos que si Rusia o China fueran culpablesde lo que nosotros hemos hecho en Vietnam estallaramos de indignacin porsus monstruosos crmenes.

    Creo que hubo un serio error de clculo al planear las manifestaciones deWashington. Se esperaba que la marcha sobre el Pentgono fuera seguida decierto nmero de discursos y que quienes se vean obligados a ladesobediencia civil se separaran entonces de la multitud y se dirigiran alPentgono, a unos centenares de metros de campo abierto. Yo haba decididono participar en la desobediencia civil, y no conozco con detalle lo que se habaplaneado. Como todo el mundo puede comprender, es muy difcil distinguir laracionalidad en cuestiones como stas. Me parece, sin embargo, que losprimeros actos de desobediencia civil a gran escala deberan estar definidosclaramente a quienes se niegan a servir en Vietnam, sobre quienes ha de caerinevitablemente la verdadera carga del disentimiento. Pese a valorar el puntode vista de quienes deseaban expresar su odio a la guerra de una manera muyexplcita, no estaba convencido de que la desobediencia civil en el Pentgonofuera significativa o eficaz.

    En todo caso, lo que realmente ocurri fue muy distinto de lo que todo elmundo haba esperado. Unos cuantos millares de personas se reunieron paralos discursos, pero la masa de los componentes de la marcha se dirigidirectamente al Pentgono, algunos porque fueron simplemente arrastrados.Desde el estrado de los oradores donde yo estaba resultaba difcil distinguirqu pasaba exactamente en el Pentgono. Todo lo que podamos ver era laoleada de la multitud. Por informaciones de segunda mano comprend que losmanifestantes desfilaban ante la lnea de tropas y tomaban una posicin, quemantuvieron, en las escaleras del Pentgono. Pronto fue obvio que para lospocos organizadores de la marcha y el grupo de mediana edad que habanreunido junto a ellos era equivocado permanecer en la tribuna de oradores

    mientras los manifestantes, muchos de ellos muy jvenes, estaban en elPentgono (recuerdo haber visto cerca de la tribuna a Robert Lowell, Dwight

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    Macdonald, monseor Rice, Sidney Lens, Benjamin Spock y su mujer, DagmarWilson y Donald Kalsih). Dave Dellinder sugiri que intentramos acercarnos alPentgono. Encontramos un lugar no bloqueado todava por los manifestantes,y avanzamos hasta la lnea de tropas que permanecan a pocos pasos deledificio. Dellinger sugiri que aquellos de nosotros que no haban hablado

    todava durante la reunin hablaran directamente a los soldados por medio deun pequeo amplificador porttil. Monseor Rice tom la palabra y yo le segu.Mientras estaba hablando, la lnea de soldados avanz dejndome atrs,experiencia ms bien desagradable. No recuerdo exactamente lo que estabadiciendo. Se trataba, supongo, de que estbamos all porque no queramos quelos soldados mataran y fueran muertos, pero recuerdo en cambio la sensacinde que lo que yo estaba diciendo me pareci necio e irrelevante.

    El avance de la lnea de soldados haba fragmentado parcialmente elpequeo grupo que haba llegado con Dellinger. Los que habamos quedadoatrs de la lnea de soldados nos reagrupamos, y el doctor Spock empez ahablar. Casi al mismo tiempo surgi de alguna parte otra lnea de soldados,

    esta vez en formacin cerrada y fusiles en mano, y avanz lentamente haciaadelante. Nosotros nos sentamos en el suelo. Como he dicho anteriormente, yono tena intencin de participar en ningn acto de desobediencia civil hasta elmomento. Pero cuando aquel grotesco organismo empez a avanzarlentamente - y era ms grotesco porque sus clulas eran seres humanos quese podan reconocer-, se hizo evidente que no se poda permitir que aquellacosa dictara lo que debamos hacer. Fui detenido al instante por un agentefederal, presumiblemente por resistencia a los soldados. Quisiera aadir questos, por lo que pude ver (que no fue mucho), parecan ms biendescontentos por los acontecimientos, y fueron tan comedidos como es posibleser cuando se ha ordenado (supongo que hubo una orden) patear y golpear agente pasiva y tranquila que se niega a moverse. Los agentes federales,presumiblemente, eran muy diferentes. Me recordaban a los funcionarios depolica que haba visto en una crcel de Jackson, Mississippi, hace varios aos,los cuales se haban echado a rer cuando un viejo nos mostr unensangrentado vendaje casero en la pierna y trat de describirnos cmo habasido golpeado por la polica. En Washington, quienes lo pasaron peor a manosde los agentes fueron los muchachos y muchachas jvenes, especialmente losmuchachos con cabellos largos. Nada pareca excitar ms el sadismo de losagentes que la visin de un muchacho con el cabello largo. Sin embargo,aunque presenci algunos actos de violencia por parte de los agentes, su

    comportamiento pareca ir en general de la indiferencia a la asquerosidad. Porejemplo, nos mantuvieron en un vehculo de la polica durante una o dos horascon todas las puertas cerradas y solamente unos orificios de ventilacin;deban decirse que nunca se tiene suficiente cuidado con semejantes tiposcriminales.

    En el dormitorio de la crcel y tras mi liberacin o muchos relatos, decuya autenticidad estoy seguro, sobre el valor de los jvenes, muchos de loscuales estaban asustados por el terrorismo que empez a ltima hora de lanoche; despus de que se hubieran ido los operadores de televisin y losperiodistas. Permanecieron sentados inmviles hora tras hora en medio del frode la noche; muchos fueron pateados, golpeados y arrastrados entre filas de

    policas. Tambin escuch relatos, angustiosos, de provocaciones a las tropaspor parte de los manifestantes - generalmente, al parecer, no en las filas

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    delanteras -. No hay duda de que esto era inexcusable. Los soldados soninstrumentos de terror inconscientes; no se puede condenar o atacar el garroteque se emplea para golpear hasta la muerte a alguien. Son tambin sereshumanos, con una sensibilidad a la que tambin se puede recurrir. De hecho,hay pruebas de que un soldado, y tal vez tres o cuatro, se neg a obedecer las

    rdenes y fue arrestado. Los soldados, despus de todo, se hallan en granparte en la misma situacin que quienes se resisten al reclutamiento. Siobedecen las rdenes, resultan embrutecidos por lo que hacen; si no lasobedecen, las consecuencias son duras. Se trata de una situacin que merececompasin, no injurias. Pero en esta cuestin debemos conservar el sentido delas proporciones. Todo lo que he visto y odo indica que los manifestantesdesempearon slo un papel secundario al iniciar la violencia que tuvo lugar.

    El argumento de que la resistencia a la guerra debe seguir siendoestrictamente no violenta me parece de una fuerza abrumadora. Como tctica,la violencia es absurda. Nadie puede competir con el gobierno en este terreno,y el recurso a la violencia, que seguramente fracasara, simplemente

    espantara y alejara del movimiento a algunos que pueden ser atrados por l,y animara ms an a los idelogos y a los ejecutores de la represin violenta.Es ms: uno desconfa en que los participantes en la resistencia no violenta seconviertan en seres humanos de calidad superior. Nadie puede dejar desentirse impresionado por las cualidades personales de quienes han llegado ala madurez en el movimiento de los derechos civiles. Independientemente de loque haya conseguido, el movimiento de los derechos civiles ha hecho unaaportacin inestimable a la sociedad americana al transformar la vida y elcarcter de quienes participan en l. Tal vez un programa de resistencia noviolenta, basado en principios slidos, pueda conseguir lo mismo con otrasmuchas personas en las particulares circunstancias con que nos enfrentamoshoy. No es imposible que esto pueda salvar el pas de un futuro terrible, de unageneracin ms que considere inteligente discutir el bombardeo de Vietnam delNorte como una cuestin de tctica y de coste, o que apoye nuestro intento deconquistar Vietnam del Sur, con el coste humano de todos conocido, afirmandosuavemente que nuestra motivacin fundamental es el inters propio, elinters de nuestro propio pas en un mundo estremecido (Comit deCiudadanos para la Paz en la Libertad, New York Times, 26 de octubre de1967).

    Volviendo a las manifestaciones, debo admitir que me sent aliviado alencontrar a gente a la que haba respetado durante aos en el dormitorio de la

    prisin, a Norman Mailer, Jim Peck, Dave Dellinger y algunos ms. Creo quefue reconfortante para muchos de los chicos que haba all poder sentir que noestaban completamente separados del mundo que conocan y de las personasa las que admiraban. Resultaba emocionante ver cmo muchachos indefensosque tena mucho que perder deseaban ser encarcelados por lo que crean -jvenes ayudantes de las universidades del Estado, muchachos de los collegesque tenan ante s un esplndido futuro si seguan la lnea recta, y muchosotros a los que no pude identificar.

    Qu vendr ahora? Obviamente, est es la cuestin en que piensa todoel mundo. La consigna Del disentimiento a la resistencia, tiene sentido, creo,pero confo en que no se d por supuesto que el disentimiento debe cesar. El

    disentimiento y al resistencia no son alternativas excluyentes, sino actividadesque deben reforzarse mutuamente. No hay razn alguna para que quienes

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    participan en la negativa a pagar impuestos, en la resistencia al servicio military en otras formas de resistencia no hablen tambin a grupos religiosos, o enforos ciudadanos, o se mezclen en la poltica electoral para apoyar a loscandidatos partidarios de la paz o referndums sobre la guerra. S porexperiencia que frecuentemente quienes se han implicado ms profundamente

    en estos intentos de persuasin. Dejando de lado por un momento la cuestinde la resistencia, creo que debe subrayarse que los das de explicacinpaciente distan mucho de haber terminado. A medida que van llegandoatades al pas aumentan los impuestos, mucha gente que antes estabadispuesta a aceptar al gobierno se preocupar cada vez ms por intentarpensar por s misma. Las razones de este cambio suyo son lamentables, perolas posibilidades abiertas a la actividad educativa, no obstante, son muybuenas.

    Por otra parte, el reciente cambio en la lnea de la propagandagubernamental ofrece importantes posibilidades para el anlisis crtico de laguerra. En la defensa reciente de la guerra norteamericana en Vietnam hay una

    nota de estridente desesperacin. Omos hablar cada vez menos de dar lalibertad y la democracia a los sudvietnamitas y cada vez ms del intersnacional. El secretario de Estado Rusk va rumiando los peligros que nosplantean los mil millones de chinos; el vicepresidente nos dice que estamosluchando contra el comunismo asitico militante que tiene sus cuartelesgenerales en Pekn, y aade que una victoria del Vietcong amenazaradirectamente a los Estados Unidos; Eugene Rostow afirma que no es buenoconstruir ciudades modelos si han de ser bombardeadas en el plazo de veinteaos, etc. (todo eso es un insulto frvolo a la Marina norteamericana, comocoment justamente Walter Lippmann).

    El cambio en la propaganda facilita mucho que el anlisis crtico ataque elproblema de Vietnam en su centro mismo, que se halla en Washington yBoston y no en Saign y Hanoi. Despus de todo, hay algo de ridculo en laatencin que conceden quienes se oponen a la guerra a los problemas polticosy sociales de Vietnam. Quienes se oponan a la conquista japonesa deManchuria, hace una generacin, no destacaron los problemas polticos,sociales y econmicos de Manchuria, sino los de Japn. No se embarcaron enuna grotesca discusin sobre el grado exacto de apoyo de que gozaba elemperador ttere, sino que examinaron las fuentes del imperialismo japons.Ahora, quienes se oponen a la guerra pueden volver su atencin mucho msfcilmente a la fuente de la agresin, a nuestro propio pas, a su ideologa y a

    sus instituciones. Podemos preguntar cules son los intereses a que sirven100.000 bajas y 100.000 millones de dlares gastados en el intento de dominarun pequeo pas al otro extremo de la tierra. Podemos mostrar el absurdo de laidea de que estamos conteniendo a China al destruir a las fuerzas popularese independientes situadas en sus fronteras, y el cinismo de la pretensin deque estamos en el Vietnam porque para los americanos la paz y la libertad soninseparables y porque la supresin de la libertad no debe quedar sincastigo (se trata una vez ms, de palabras del Comit de Ciudadanos).Podemos preguntar por qu quienes esto afirman no sugieren el envo de lafuerza expedicionaria norteamericana a Taiwn, Rhodesia, Grecia oMississippi, sino solamente a Vietnam, donde pretendemos hacernos creer que

    el gran agresor Mao Tsetung est emprendiendo una poltica hitleriana a sumanera astuta, cometiendo una agresin sin tropas y anunciando por

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    mediacin de Lin Piao que las guerras indgenas de liberacin nacional nopueden esperar de China ms que apoyo moral. Podemos preguntar por qu elsecretario de Defensa McNamara lee formulaciones como stas como si setratara de un nuevo Mein Kampf, o por qu quienes admiten que un rgimencomunista vietnamita probablemente sera... antichino (Ithiel de Sola Pool,

    Asian Survey, agosto de 1967) firman a pesar de todo declaraciones quepretenden que en Vietnam nos estamos enfrentando a los expansionistasagresores de Pekn. Podemos preguntar qu factores de la ideologaamericana hacen tan fcil que hombres inteligentes y bien informados diganque en Vietnam del Sur solamente insistimos en que pueda decidir librementesu propio futuro (Comit de Ciudadanos), aunque saben muy bien que elrgimen que hemos impuesto ha excluido a todos los que participaron en lalucha contra el colonialismo francs, y lo ha hecho justamente (secretario deEstado Rusk, 1963); que desde entonces hemos estado intentando eliminaruna insurreccin civil (general Stillwell) encabezada por el nico autenticopartido poltico con base de masas en Vietnam del Sur (Douglas Pike); que

    hemos supervisado la destruccin de la oposicin budista; que hemos ofrecidoa los campesinos una eleccin libre entre el gobierno de Saign y el FrenteNacional de Liberacin reunindolos en aldeas estratgicas de las que soneliminados por la polica los cuadros y los simpatizantes del FNL (RogerHilsman), y tanta otras cosas. La historia nos resulta familiar. Y debemossubrayar algo que tendra que ser obvio para cualquier persona con una pizcade inteligencia poltica: que el actual problema del mundo no es contener aChina sino contener a los Estados Unidos.

    Pero - y esto es lo ms importante - podemos plantear la cuestinrealmente fundamental. Supongamos que fuera un inters nacionalnorteamericano arrasar una pequea nacin que se niega a someterse anuestra voluntad. En este caso, sera legtimo y apropiado actuar segnnuestro inters nacional? Los Rusk, los Humphrey y el Comit de Ciudadanosdicen que s. Nada podra mostrar ms claramente que estamos siguiendo elcamino de los agresores fascistas de hace una generacin.

    Naturalmente, no hallamos en un medio ambiente interno e internacionalmuy diferente del de los ciudadanos de Alemania o Japn. Aqu protestar noexige herosmo. Tenemos muchos caminos abiertos ante nosotros para dejarbien claro que no hay un derecho para los Estados Unidos y otro para el restode la humanidad; para dejar bien claro que nadie nos ha designado comojueces y verdugos de Vietnam o de cualquier otra parte. En los dos ltimos

    aos han sido explotados muchos de estos caminos, dentro y fuera de laUniversidad. No puede ponerse en duda que este esfuerzo debe continuar yaumentar hasta el grado lmite de compromiso posible.

    Algunos parecen creer que la resistencia oscurecer al movimiento depaz y le har difcil alcanzar a simpatizantes potenciales por conductos msfamiliares. No estoy de acuerdo con esta objecin, pero creo que no puededescartarse a la ligera. La resistencia que esperamos que salve de ladestruccin al pueblo de Vietnam debe seleccionar los problemas con seenfrente y los medios a emplear, de modo que se atraiga tanto apoyo popularcomo sea posible mediante sus esfuerzos. No faltan cuestiones claras ymedios honrosos, sin duda, y por tanto no hay razn para ser empujados a

    acciones dudosas o a cuestiones ambiguas. En particular, me parece que laresistencia al reclutamiento, realizada de la manera apropiada (como se ha

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    echo hasta ahora), no solamente es un acto valeroso y de elevados principiossino que puede conseguir plantear los problemas de la complicidad pasiva enla guerra, que en la actualidad se dejan muy de lado. Quienes se enfrenten conestos problemas pueden incluso liberarse de las presiones ideolgicas de lavida americana que destruyen el espritu, y plantearse problemas serios acerca

    del papel de Norteamrica en el mundo.Por otra parte, me parece que esta objecin a la resistencia no estformulada adecuadamente. El movimiento de paz existe solamente en lasfantasas de la derecha paranoide. Quienes consideran objetables algunos delos medios empleados o de los fines perseguidos pueden oponerse a la guerrade otras maneras. No pueden ser expulsados de un movimiento inexistente;solamente tienen que condenarse a s mismos si no hacen uso de las demsformas de protesta accesibles.

    He dejado para el final lo ms importante, la nica cuestin sobre la quetengo algo que decir. Se trata de la cuestin de las formas que debe adoptar laresistencia. Todos nosotros participamos en la guerra en mayor o menor

    medida, aunque slo sea pagando impuestos y permitiendo que nuestrasociedad funcione suavemente. Una persona tiene que escoger por s misma elpunto a partir del cual se negar simplemente a continuar participando en ella.Y al llegar a ese punto, se ver enrolada en la resistencia. Creo que lasrazones para la resistencia que he mencionado ya son vlidas: contienen unelemento moral ineliminable que admite esta discusin. La cuestin se leplantea de la forma ms pura al muchacho que se enfrenta al servicioobligatorio y en la forma algo ms complicada a aquel que tienen que decidirentre participar en un sistema de servicio selectivo o pasar la carga de ste aotros menos afortunados y menos privilegiados. Me resulta difcil comprendercmo puede negarse alguien a comprometerse, de alguna manera, en elmismo combate que estos jvenes. Hay muchas maneras de hacerlo:asistencia jurdica y ayuda financiera, participacin en manifestaciones desolidaridad, asesora sobre los problemas de reclutamiento, organizacin decomits de resistencia al reclutamiento o de asociaciones de resistencia debase comunitaria, o ayuda a quienes desean huir del pas; se trata de lasmedidas propuestas por los clrigos que anunciaron recientemente estardispuestos a compartir la suerte de quienes fueran enviados a la crcel. Sobreeste aspecto del programa de la resistencia, nada tengo que decir que noresulte obvio para cualquiera que desee considerar a fondo la cuestin.

    Como tctica poltica, la resistencia exige una reflexin cuidadosa, y yo no

    pretendo tener ideas muy claras sobre ello. Buena parte de ello depende decmo se desarrollen los acontecimientos en los prximos meses. La guerra dedesgaste de Westmoreland puede continuar simplemente sin que seaprevisible su final, pero la situacin poltica de los Estados Unidos la hacedifcil. Si los republicanos no deciden nuevamente desperdiciar las elecciones,podran adoptar una estrategia de victoria: pueden afirmar que acabarn con laguerra y ser ambiguos acerca de los medios para conseguirlo. En talescircunstancias, sera difcil que Johnson permitiera la continuacin del actualempate militar. En ese caso, hay varias posibilidades. La primera es la retiradanorteamericana, sean cuales fueren los trminos en que se apoye. Puededisfrazarse de retirada a unos enclaves, de los cuales las tropas seran

    retiradas posteriormente. Puede ser acordada por una conferenciainternacional, o permitiendo que el gobierno de Saign trate de hacer la paz

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    entre los combatientes sudvietnamitas y luego nos diga que nos retiremos. Estapoltica puede ser factible polticamente; las mismas empresas de relacionespblicas que acuaron expresiones como desarrollo revolucionario puedenpintar la retirada como una victoria. No s si en el ejecutivo hay alguien con elvalor o la imaginacin necesarios para apoyar esta orientacin. Cierto nmero

    de senadores proponen, en esencia que se siga esta poltica, al igual quedeterminados crticos de la guerra como Walter Lippmann y Hans Morgenthau,si no les he comprendido mal. Philippe Devillers, en Le Monde hebdomadairedel 26 de octubre de 1967, esboza un plan detallado y altamente razonablepara conjugar la retirada con unas elecciones nuevas y ms significativas enVietnam del Sur. Pueden imaginarse variantes fcilmente. Lo fundamental es ladecisin de aceptar el principio de Ginebra segn el cual los problemas deVietnam deben ser solucionados por los vietnamitas.

    Una segunda posibilidad podra ser la aniquilacin. Nadie pone en dudaque tenemos la capacidad tecnolgica de hacerlo; hay slo la duda sentimentalde que tengamos tambin la capacidad moral. Bernard Fall predijo esta salida

    en una entrevista, poco antes de su muerte. Los americanos pueden destruir -dijo -, pero no pueden pacificar. Pueden ganar la guerra, pero ser la victoriadel cementerio. Vietnam ser destruido.

    Una tercera opcin sera la invasin de Vietnam del Norte. Esto nos haracargar con dos guerras de guerrillas imposibles de ganar en vez de una, pero siel clculo es correcto, esto podra ser utilizado como artificio para unir a losciudadanos en torno a la bandera.

    Una cuarta posibilidad es un ataque a China. Entonces podramosabandonar Vietnam y volvernos a una guerra que se podra ganar dirigidacontra la capacidad industrial china. Un paso as podra dar la victoria en laselecciones. Y sin duda esta perspectiva tambin resulta atractiva para esainsana racionalidad denominada pensamiento estratgico. Si pretendemosmantener ejrcitos de ocupacin o siquiera fuertes bases militares en elcontinente asitico, deberamos asegurarnos de que los chinos carecern demedios para amenazarlos. Naturalmente, exista el peligro de un holocaustonuclear, pero resulta difcil ver cmo puede preocupar esto a los que JohnMcDermott denomina dirigentes de la crisis, a los mismos hombres que en1962 estaban dispuestos a aceptar una probabilidad elevada de guerra nuclearpara afirmar el principio de que nosotros, y solamente nosotros, tenemosderecho a mantener misiles en las fronteras de un enemigo potencial.

    Muchos consideran las negociaciones como una alternativa realista,

    pero no comprendo la lgica ni siquiera el contenido de semejante propuesta.Si dejramos de bombardear Vietnam del Norte, podramos iniciarnegociaciones con Hanoi, pero entonces habra muy poco que discutir. En loque respecta a Vietnam del Sur, la nica cuestin negociable es la retirada delas tropas extranjeras; las dems cuestiones solamente pueden sersolucionadas por los grupos vietnamitas que hayan sobrevivido al ataqueamericano. La exigencia de negociaciones me parece no solamente vacasino, en realidad una trampa para quienes se oponen a la guerra. Si noestamos dispuestos a retirar nuestras tropas, las negociaciones llegarn a unpunto muerto, la lucha continuar. Las tropas americanas sern atacadas ytendrn bajas, y los militares dispondrn de un argumento para aumentar la

    escalada de la guerra y salvar vidas norteamericanas. En resumen, la solucin

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    de Symington: les ofreceremos la paz en nuestros propios trminos, y si larechazan, entonces la victoria es del cementerio.

    Entre las opciones realistas, solamente la retirada (aunque seadisfrazada) me parece completamente tolerable, y la resistencia, como tcticade protesta, debe encaminarse a aumentar la disposicin a que se adopte esta

    solucin. Por otra parte, puede haber muy poco tiempo para emprender estaaccin. La lgica del recurso a la resistencia como tctica para acabar la guerraes completamente clara. No hay base alguna para suponer que quienes tomanlas principales decisiones polticas estn abiertos a razonar sobre lascuestiones fundamentales, y en particular la de si nosotros somos la nicanacin del mundo con autoridad y competencia para decidir las institucionespolticas y sociales del Vietnam. Y es ms: no es fcil que el proceso electoralhaga referencia a las decisiones principales. Como he sealado, la cuestinpuede quedar decidida antes de las prximas elecciones. Pero incluso si noocurre as, parece difcil que se someta a las urnas una eleccin seria. Y si porun milagro, se ofreciera una eleccin as, cmo podramos tomarnos en serio

    las promesas electorales de un candidato de la paz tras la experiencia de1964? Dados los enormes peligros de la escalada y su carcter odioso, tienesentido, en una situacin semejante, elevar el coste interno de la agresinnorteamericana; elevarlo hasta un punto en que no pueda ser dejado de ladopor quienes tienen que calcular estos costes. Uno debe considerar entoncesde qu maneras es posible plantear una amenaza seria. Acuden a la mentemuchas posibilidades: una huelga general, huelgas universitarias, intentos dedificultar la produccin y el suministro blicos, etc.

    Personalmente, creo que los actos de obstaculizacin de esta especieestaran justificados si fueran eficaces para conjurar una tragedia inminente.Sin embargo, soy escptico acerca de su posible efectividad. En este momentosoy incapaz de imaginar una base amplia para una accin as, al menos entrela comunidad blanca, fuera de las universidades. Una represin eficaz, porconsiguiente, no resultara muy difcil. Supongo que estas acciones, adems,implicaran primariamente a estudiantes y a los ms jvenes profesores de lasfacultades de Letras y de las escuelas de teologa, junto con algunoscientficos. Las escuelas profesionales, los ingenieros, los especialistas entecnologa de la manipulacin y el control (buena parte de las cienciassociales), probablemente permaneceran relativamente al margen. Por tanto, laamenaza a largo plazo, como tal, ira dirigida contra la cultura cientfica yhumanista norteamericana. Dudo que esto les parezca importante a quienes se

    hallan en situacin de tomar decisiones. Rusk, Rostow y sus cmplices delmundo acadmico parecen inconscientes de la seria amenaza que su polticasignifica ya en estas esferas. No creo que valoren la medida o la importanciadel derroche de energas creadoras y la desafeccin creciente entre losjvenes, hartos de violencia y la impostura que ven en el ejercicio del poderamericano. Una mayor obstruccin en estas zonas, por tanto, podra parecerlesun coste despreciable.

    La resistencia es en parte una responsabilidad moral y en parte unatctica para influir en la poltica gubernamental. En particular, en lo querespecta a la resistencia al servicio militar, creo que se trata de unaresponsabilidad moral que no puede ser evitada. Por otra parte, como tctica,

    me parece de una efectividad dudosa, tal como estn las cosas. Pero lo digocon desconfianza y con bastante incertidumbre.

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    Ocurra lo que ocurra en Vietnam, tendr necesariamente importantesrepercusiones internas. Por principio, ningn ejrcito pierde jams una guerra;sus valientes soldados y sus famosos generales son apualados por la espaldapor traidores civiles. La retirada americana, por tanto, fcilmente har salir a lasuperficie las peores caractersticas de la cultura americana y acaso producir

    una seria regresin interna. Por otra parte, una victoria norteamericana podratener consecuencias peligrosas tanto en el interior como en el exterior. Podradar un prestigio adicional a un ejecutivo ya demasiado poderoso. Existe,adems, el problema sealado por A. J. Muste: ...en una guerra, el problemalo constituye el vencedor. Cree que acaba de probar que la guerra y la violenciacompensan. Quin le dar ahora una leccin? Para la ms poderosa yagresiva nacin de la tierra, eso es ciertamente un peligro. Si pudiramosliberarnos de la ingenua creencia de que somos diferentes y puros - creenciamantenida por ingleses, franceses y japoneses en sus momentos de gloriaimperial -, entonces podramos enfrentarnos honestamente con la verdad deesta observacin. Slo nos resta confiar en que nos enfrentaremos con ella

    antes de que sufran y que mueran demasiados inocentes de todas partes.Finalmente, hay algunos principios que creo deben ser destacados

    cuando intentamos constituir una oposicin eficaz a esta guerra y a las guerrasfuturas. Creo que no debemos presionar desconsideramente a los dems a ladesobediencia civil, y que debemos ser cuidadosos en no crear situaciones enlas que los jvenes se vean inducidos a ella, acaso violando sus conviccionesbsicas. La resistencia debe ser emprendida libremente. Y tambin espero,ms sinceramente de lo que puedo expresar, que ello crear vnculos deamistad y confianza recproca que apoyarn y confortarn a quienes sin dudahan de padecer sufrimientos.

    Suplemento A Sobre La Resistencia

    Tras la publicacin de Sobre la resistencia en la New York Review ofBooks, se recibi cierto nmero de cartas muy interesantes que referan avarias de las cuestiones planteadas en este artculo. Dos de ellas fueronpublicadas, acompaadas de comentarios mos, en el nmero correspondienteal 1 de febrero de 1968. La primera de ellas, de un profesor de college a quienllamar simplemente Mr. Y, apuntaba un giro de opinin nada espectacularpero firme entre la gente de clase media, la mayora de las personas

    conservadoras o apolticas, que deciden que la guerra simplemente no vale loque cuesta. Mr, Y opina que estas personas pueden convencerse no de que laguerra es mala, sino que de que es una maldita tontera y sugiere que elesfuerzo paciente por atraerse a estos millones de personas que consideran laguerra en trminos pragmticos ms que en trminos morales puede ser msimportante que las diversas formas de resistencia, las cuales; pese a que talvez ponen de manifiesto una conciencia pura, no pueden contribuirrealmente a poner fin a la guerra. La segunda carta es de un antiguo miembrode La Resistencia, ahora oculto y obviamente no identificado, que firmasimplemente William X. Segn su anlisis de la situacin, la guerra finalizarcuando la clase media lo desee, y lo que motivar que la clase media desee

    acabar la guerra ser la conjuncin de la resistencia vietnamita ms el elevadocoste en esfuerzo para la clase media y la obstruccin en nuestro pas. De ello

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    se sigue, por tanto, que las actividades antiblicas ms eficaces son las quecrean ms trastornos, las ms costosas, las que minan ms las autoridad delgobierno en el interior y en su poltica de guerra: las rebeliones de los ghettos(los elementos de la clase media blanca opuestos a la guerra deben trabajarpara proteger a los participantes en ellas), las manifestaciones como las del

    Pentgono y los centros de reclutamiento de Nueva York y Oakland, y otrasque pongan en cuestin la autoridad del gobierno y que, consiguientemente,escalen el coste de la guerra para l. Se opone, por tanto, al acto individualde confrontacin, y describe la nocin de las alternativas - servicio militar,crcel o exilio- esbozada en mi artculo como demasiado limitada, restringidapor la falta de experiencia y por la falta de comprensin plena de lo que hayque hacer. Tenemos una tarea que cumplir, o simplemente debemos vivirnuestra vida, y no pretender hacer su tarea ms fcil o nuestras vidas msmiserables. Aconseja seguir el principio de quien la hace la paga. Eso es loque saben los negros, que cantan y bailan al mismo tiempo.

    Mis propias observaciones publicadas junto a estas cartas no pretendanser una respuesta, sino simplemente una tercera reaccin, algo diferente, alas mismas cuestiones. He aadido algunos prrafos para su publicacin aqu.

    Mr. Y y William X estn de acuerdo en que las actitudes de la clase mediasern decisivas para determinar la salida de la guerra americana en Vietnam, yen que estas actitudes sean decisivas para modeladas no por consideracionesmorales, sino por consideraciones pragmticas, por consideraciones de coste.Pero llegan a conclusiones diametralmente opuestas en lo que respecta a laeleccin de la tctica adecuada: Mr. Y concluye que las actividades antiblicasms eficaces son las que crean ms trastornos. Considerando la situacindesde una perspectiva ms bien parecida, me encuentro a pesar de todollevado a conclusiones tambin diferentes. Difcilmente puede sorprender.Nadie puede valorar la efectividad de las diversas tcticas con precisin. Porotra parte, ninguna de las orientaciones que se abren ante nosotros nos damuchas esperanzas de impedir la tragedia de Vietnam adquiera dimensionestodava ms aterradoras. Desgraciadamente, estamos discutiendo sobretcticas de efectividad limitada y de consecuencias parcialmente imprevisibles.

    Sospecho que Mr. Y y Mr. X exageran la importancia poltica de la opininde la clase media. Incluso aunque el 65% o el 99% del pueblo americanoestuviera convencido de que la guerra es una maldita tontera, seguiraplanteando el problema de convertir este convencimiento en una accin

    polticamente eficaz. Parece dudoso que el sistema poltico d esta posibilidadde una manera realista. Quienes creen que una victoria americana enVietnam sera una tragedia poltica y moral se enfrentan, por consiguiente, condos clases de problemas tcticos: en primer lugar, cmo conseguir que laopinin pragmtica de la clase media se oponga a la guerra; en segundo lugar,cmo dar una expresin poltica eficaz a la oposicin existente. No estoyconvencido de que ninguno de los dos corresponsales sea enteramente realistaal enjuiciar estas cuestiones.

    Examinemos primero la cuestin del disentimiento. No es necesario tratarde convencer a nadie de que sus impuestos estn aumentando. De que el hijode su vecino ha sido muerto y de que a l nada de eso puede gustarle. Me

    parece que el disentimiento debe preocuparse ms bien de los problemaspolticos y morales. No hay duda de que el gobierno norteamericano domina los

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    recursos necesarios para acabar la guerra la guerra por aniquilacin, y Mr. Ydescuida el hecho de que quienes pueden aceptar perfectamente este modo deponerle fin. Supongamos, por ejemplo, que los militares decidieran que elempleo de armas nucleares tcticas proporcionara el medio ms barato paradesarraigar la estructura poltica y administrativa del FNL en el delta del

    Mekong (con la inevitable declaracin solemne de la Freedom Houseensalzando esta utilizacin de medios limitados para mostrar que la violenciano compensa). El objetivo del disentimiento es movilizar a la opinin contra elempleo de la fuerza americana para imponer una solucin poltica en Vietnam -desde la horrible medida en que se emplea hoy, a la todava ms brbaramedida de maana, o en cualquier medida - independientemente de su coste.ste es el problema crucial que debe afrontar el disentimiento respecto aVietnam que estn a punto de estallar en todo el Tercer Mundo.Contrariamente a Mr. Y, por tanto, creo que el disentimiento debera estarencaminado a convencer al pueblo americano de que la guerra es mala, y aexplicar por qu este empleo de la fuerza o cualquier otro parecido es malo.

    Consideremos seguidamente el supuesto de que la oposicin a la guerraaumentar a medida que crezcan los costes de esta ltima. De ello se sigueque deberamos tratar de aumentar estos costes. La resistencia, realizadaadecuadamente, puede servir para aumentar el coste domstico de la agresinnorteamericana, y, consiguientemente, puede contribuir a modelar las actitudesde las clases medias pragmticas de que habla Mr. Y sin duda estequivocado al suponer que quienes participan en la resistencia lo hacen parapreservar su pureza moral. La carta de Mr. X es un cabal testimonio del hechode que la resistencia puede ser emprendida, y creo que lo es muygeneralmente, como un acto poltico. Cabe afirmar que est mal orientada,pero no que es apoltica. Naturalmente, el resistente puede escoger su tcticade modo que eleve al mximo la posibilidad de que la oposicin crecienteasuma una forma civilizada - en el caso de Vietnam, la retirada y no laaniquilacin - y puede acompaar su resistencia con el tipo de disentimientoque crea que elevar el nivel general de conciencia poltica y moral. Me pareceque stas son las conclusiones que se pueden extraer del anlisis de lasituacin propuesto por Mr. Y.

    Me parece que la resistencia al reclutamiento rene estas condiciones. Elprincipio est claro y carece de ambigedad. La negativa de un individuo allevar a cabo los actos criminales de su gobierno dispone la escena, de lamanera ms eficaz, para el intento de demostrar la naturaleza criminal de estos

    actos. Adems, la resistencia es costosa, tanto para el gobierno como paralas clases medias pragmticas. Permtaseme concretar la cuestin. Laresistencia al reclutamiento es, por el momento, muy fuerte entre losestudiantes de las mejores universidades. El mes pasado, por ejemplo, 320estudiantes de Derecho y varios centenares de estudiantes de Yale firmarondeclaraciones de No queremos ir. El gobierno pronto se vio obligado a tomaruna decisin sobre el reclutamiento de los estudiantes de doctorado. Si laresistencia contina aumentando, la decisin ser costosa, sin que importecmo se consiga. Resulta polticamente difcil dar a los estudiantes unaexencin general, por razones obvias. Por otra parte, si la resistencia sedesarrolla, un intento de reclutar a los estudiantes colocara al gobierno en la

    situacin de tolerar una violacin abierta a la ley o de llevar a cabo actosrepresivos serios contra los hijos de la lite social y econmica. Uno de los

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    costes de la guerra es el desprecio hacia el gobierno, por su violencia y sumendacidad, sentido por muchos jvenes. El castigo a los resistentes ampliaraesta desafeccin, y podra orientarla en nuevas direcciones. La implicacin delos adultos en apoyo a los resistentes aumenta los costes todava ms. Simiramos ms all de Vietnam, los costes pueden ser mayores an, no

    solamente debido a las imprevisibles consecuencias de una represinrealmente a gran escala contra aquellos de quienes se espera que dirijan lasociedad en los aos venideros, sino tambin a causa del peligro inherente alhecho de que un ciudadano se atreva a preguntarse si debe obedecermecnicamente, con lo cual plantea la cuestin del mbito de la accin polticasignificativa.

    Existen varias maneras en las que se puede esperar influir sobre lasdecisiones tomadas por el gobierno. Una de ellas consiste en tratar de influirsobre la opcin que ser ofrecida por los dos principales partidos polticos yejercitar esta opcin en la jornada electoral. Otro enfoque de la cuestin, muydiferente, consiste en tratar de modificar las condiciones objetivas que todo

    funcionario elegido ha de tener en cuenta cuando determina una lnea deaccin. No deseo llegar hasta la cuestin general de la legitimidad de estasalternativas, sino ms bien hacer dos puntualizaciones. Primero, que quienesse ven implicados en el primer procedimiento considerarn naturalmente laaccin poltica de la ltima especie - la resistencia al reclutamiento, por ejemplo- como un peligro, cuyo coste debern tratar de reducir. En segundo lugar, paraser realista, en este momento el sistema parlamentario casi no ofreceposibilidad alguna para una accin de importancia sobre cuestiones como la deVietnam. Naturalmente, no se puede estar completamente seguro de ello. Apesar de todo, tambin podemos enfrentarnos con la abrumadora probabilidadde que la eleccin de noviembre haya de tener lugar entre unas polticas casiimposibles de distinguir. La candidatura del senador McCarthy puede serimportante como esfuerzo educativo (difcilmente se la puede considerar enesfuerzo poltico) si McCarthy pudiera suscitar cuestiones serias y liberarse delos estrechos lmites de lo que hoy pasa en nuestro pas por discusin poltica.Resulta notable que en esta democracia ni una sola figura pblica, ningnsector de la masa media, propugne la posicin que, segn la reciente encuestainternacional del Instituto Gallup, adopta la abrumadora mayora de la gente enbuena parte del mundo libre: que los Estados Unidos deben retirarse deVietnam. Las cuestiones bsicas no son discutidas entre la masa media y noson planteadas en las urnas. He aqu unas realidades que debemos afrontar al

    determinar el modo de accin poltica adecuado.Para resumir: la resistencia al reclutamiento puede hacer uso de lanaturaleza desigualitaria de la sociedad americana como tcnica paraaumentar el coste de la agresin norteamericana, y amenazar as valores queson importantes para quienes se hallan en situacin de tomar decisiones.(Quien comparte estos valores debe preguntarse entonces cmo benefician anuestras vctimas, y qu precio se debe pagar para asegurarlos frente a todoriesgo. Resulta difcil estimar lo que pueden pesar estos valores puestos en labalanza, pero creo que Mr. Y no est justificado al pretender que el objetivo dela resistencia solamente puede ser salvaguardar la pureza de la propiaconciencia.)

    Naturalmente, la resistencia puede tener efectos contrarios: puedeconducir a la oposicin pragmtica a exigir una victoria dura y brutal. Sin

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    embargo, el peligro me parece escaso. No hay razn por la cual un actoconforme a principios, obviamente valeroso y altamente moral haya de teneresta consecuencia. Creo que ms bien conducir a otros a pensar en su propiacomplicidad, en su trabajo, en que pagan sus impuestos de guerra, en sudefensa de la paz domstica que permite operar libremente a quienes hacen la

    guerra. Adems, es importante tener presente que todo acto poltico implica unpeligro potencial de esta ndole. Por ejemplo, no es difcil que el presidenteJohnson reaccione ante una amenaza en las urnas con una fuerte escalada,siguiendo la teora (probablemente correcta) de que esto le proporcionara almenos un apoyo a corto plazo. No veo razn alguna para pensar que laresistencia no violenta haya de tener esta consecuencia ms fcilmente que lapoltica electoral. Todo lo contrario.

    Pese a estar de acuerdo con Mr. X en que la resistencia puede ser unacto poltico eficaz, creo que su anlisis est equivocado en tres aspectos. Enprimer lugar, creo que valora mal las consecuencias que las acciones quecrean trastornos pueden tener sobre la clase media, a la que desea llevar la

    oposicin. En segundo lugar, creo que est considerando la nocin de costeen un sentido demasiado limitado. Y en tercer lugar, creo que infravalora lafuerza que tiene el gobierno. En lo que respecta a la primera cuestin, deja detener en cuenta la gran facilidad con que las acciones que originan trastornospueden aumentar la exigencia de ganar la guerra mediante el terror puro yacaso, tambin, con una violenta represin interior. En lo relativo a los costes,solamente tiene en cuenta el esfuerzo y el dinero. Pero sospecho que stosson costes despreciables cuando consideramos las clases de acciones queoriginan trastornos que puedan realizar las clases medias blancas, tantoestudiantes como adultos. El milln de dlares gastado por el gobierno el 21 deoctubre es para l una suma sin importancia, pero en cambio las sumassustancialmente importantes gastadas para organizar la manifestacin nocarecen de para nada de importancia para el movimiento por la paz. De ahque si el criterio fuera el coste en este sentido, la manifestacin tendra quehaber sido considerada como un revs serio. En general, creo que los costesde importancia que puede aumentar la resistencia de los estudiantes y de laclase media son los costes ms abstractos discutidos anteriormente. No esposible calcularlos en dlares y en centavos, pero no por eso son menosreales.

    En lo que respecta a las fuerzas del gobierno, creo que pueden controlarfcilmente cualquier manifestacin activa previsible desde ahora. Como

    observaba recientemente Hans Morgenthau, ha habido un cambio cualitativoen el equilibrio de fuerzas entre un gobierno y una plebe unida, y estadisparidad no puede menos que aumentar. Un informe del pasado mes de juniodel Instituto de Anlisis de la Defensa (IDA) propona un montn de sabrosasideas nuevas para el control de multitudes (polvos picantes, ampollaspegajosas para pegar juntos a los agitadores, agentes qumicos, fibraspegajosas, bandas o adhesivos de difusin mecnica, susceptibles de frenar elmovimiento de la multitud al atar a las personas entre s o al enredarse encualquiera de ellas, generadores de espuma que susciten angustiapsicolgica por la prdida de contacto con el entorno, dardos tranquilizantes,etc.) (Noticia de la Associated Press del 11 de noviembre de 1967, que da una

    interesante prediccin del futuro y un til atisbo de la mejor investigacin

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    universitaria.) Barrunto que hablar de actos originadores de trastornos es unafantasa.

    No he dicho nada sobre las rebeliones de los ghettos. Pueden influir sobrela guerra de una u otra manera, pero no son acciones emprendidas con lafinalidad de conseguir la retirada americana y creo que deben ser consideradas

    en un contexto completamente distinto.Aunque hoy el contexto es todava muy diferente, todava hay grandesesperanzas de que la resistencia contra la guerra de Vietnam y las corrientesimperialistas ms profundas, de las cuales esta ltima no es ms que unamanifestacin, puedan contribuir a la lucha contra la opresin interior. No hayduda de que una de las cosas que hacen presin sobre el gobierno para ponerfin a la guerra es el temor de que las tropas sean necesarias para ocupar lasciudades norteamericanas e imponer el status quo en nuestra propia casa. Laespecie de mentalidad de guerra limitada subyacente al estudio del IDA quese acaba de mencionar queda revelada todava ms explcitamente por HomerBigart en el New York Times del 22 de marzo de 1968, en un largo reportaje

    titulado El Ejrcito ayuda a la Polica a contener a los hip en los desrdenes.Citar algunos prrafos para que se pueda percibir su sabor:

    Ayer se reunieron en una loma llena de pinos unos 60 policas de laciudad y del Estado y oficiales de la Guardia Nacional para observar la pruebade unos agentes no letales que pueden ser empleados este verano paradispersar algaradas multitudinarias en las ciudades de la nacin. ... Mientrascantaban los petirrojos, fueron servidos caf y pastas y la banda toc The Starsand Stripes Forever, cuando la sexta promocin del Curso de Orientacin sobreDesobediencia Civil descendi de un autobs del Ejrcito para iniciar un cursode veinte horas de duracin sobre la anatoma de una algarada... [en la] ...escuela de control de desrdenes del Ejrcito, una institucin concebidaapresuradamente hace unos meses para difundir las oscuras enseanzasobtenidas de las algaradas de Detroit y Newark...

    El reportaje prosigue con la descripcin de los nuevos tipos de gaslacrimgeno, ms devastadores, de que se dispone ahora, y las maneras enque se pueden emplear granadas y helicpteros para controlar a las turbas.UN foto adjunta muestra una batalla simulada entre manifestantes militantesde los derechos civiles y la Guardia Nacional. Los manifestantes llevan unapancarta que dice: We Shall Overcome [Venceremos] y los soldados,fuertemente armados con mscaras antigs y bayoneta calada, muestran cmose puede refutar este slogan. La descripcin contina como sigue:

    El choque se representa en un falso escenario del estilo de Hollywood deuna comunidad llamada Villalgarada... Baby, un encendido militante..., sedirige a la multitud, denunciando la brutalidad de la polica. La turba damuestras de denunciar la guerra. Una pancarta reza We Shall Overcome. Elalcalde recibe una lluvia de adoquines y piedras cuando intenta calmar a lamultitud. Pero entonces llega la Guardia Nacional. Empleando gaseslacrimgenos, bayonetas, un vehculo blindado de transporte de personal, y latctica clsica contra manifestantes, las tropas dominan la situacin. Baby escapturado y encerrado en un coche blindado.

    El auditorio, presumiblemente, da un suspiro de alivio, bebiendo el caf ycomiendo las pastas a los sones de The Stars and Stripes Forever cuando la

    escena de la pantalla de desvanece, afianzando en el convencimiento de que

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    quienes denuncian la guerra, la miseria y el racismo no prevalecern; y todoesto es una razonable previsin de lo que puede depararnos el futuro.

    No estoy de acuerdo con Mr. X en su crtica de la tctica de escalar laconfrontacin, propuesta, en cierta ocasin, por el grupo escasamenteorganizado que se llamaba La Resistencia. Las confrontaciones vendrn con

    bastante facilidad. La verdadera tarea, para el presente, consiste en organizartan ampliamente como sea posible una base de apoyo para la resistencia; unaproliferacin de grupos de apoyo a la resistencia local vinculados entre s poruna red nacional, con la participacin de resistentes blancos y negros, con elapoyo de adultos de la clase media dentro y fuera de la universidad, conimportante ayuda financiera y el compromiso personal de gentes que crean quela resistencia puede convertirse en algo polticamente eficaz, que crean quetienen la responsabilidad moral de proporcionar una ayuda concreta a quienesse niegan a servir en el Vietnam, que deseen aumentar el coste poltico de larepresin permaneciendo junto a los jvenes, los cuales inevitablementepadecern las consecuencias ms duras. Pensando ms a largo plazo, puede

    ser que los avances ms significativos hacia una reforma de la sociedadamericana resulten ser los esfuerzos de unas cuantas personas muy valerosasy calladas que se dediquen a organizar a la comunidad, empleandofrecuentemente el reclutamiento y sus injusticias como punto de penetracin enlas comunidades que proporcionan la base de masas a la represinnorteamericana, y tratando de crear tanto una conciencia como una estructuraorganizativa para la resistencia por parte de quienes llevan la carga mspesada pero que, por el momento, son vctimas pasivas de una ideologacoactiva indiscutida. La organizacin nacional RESISTIR est intentando crearla trama de gran variedad de actividades como stas, empleando como puntode partida el Llamamiento a la resistencia a la autoridad ilegtima (gran partedel cual apareci en forma de publicidad en la New York Review of Books del12 de octubre de 1967). Pese a todas las matizaciones necesarias, creo que elcompromiso en este esfuerzo es la forma ms eficaz de accin poltica contraesta guerra y contra las guerras futuras que se le ofrece hoy al ciudadanopreocupado.

    Aquellos de nosotros que no estn expuestos al ataque directo y quegozan de relativa libertad para optar por determinado tipo de accin tienen unaresponsabilidad para con las vctimas del poder americano a la que debemosenfrentarnos decidida y seriamente. Al examinar cualquier tctica de protesta ode resistencia, debemos preguntarnos cules sern sus consecuencias

    probables para el pueblo de Vietnam, de Guatemala o de Harlem, y que efectoproducir sobre la edificacin de un movimiento contra la guerra y la opresin,de un movimiento que contribuya a crear una sociedad en la que se pueda vivirsin temor y sin sentirse avergonzado. Tenemos que buscar los medios depersuadir a un gran nmero de norteamericanos para que se comprometan enesta tarea, y tenemos que ingeniar modos de convertir este compromiso en unaaccin eficaz. Este objetivo puede parecer muy remoto, casi una fantasa, peropara las personas serias se trata de la nica estrategia en que se puedepensar. La persuasin debe hacerse tanto con acciones como con palabras,debe implicar la construccin de instituciones y de formas sociales, aunque seaa nivel microscpico, que venzan el espritu de competencia y la bsqueda

    individualista del inters personal, los cuales han mostrado ser un mecanismode control social tan eficaz como el de un Estado totalitario. Pero el objetivo

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    debe ser idear y construir alternativas a la ideologa y a las institucionessociales actuales, que sean ms valiosas por razones intelectuales y morales yque puedan atare hacia ellas a masas de norteamericanos que consideren quesatisfacen ms sus necesidades humanas, incluyendo la necesidad humana demostrar compasin, de animar y de ayudar a quienes tratan de salir de la

    miseria y de la degradacin que nuestra sociedad ha contribuido a crear.Sera una locura criminal dejar de actuar cuando hay posibilidades deavanzar hacia estos objetivos, o actuar de un modo que los alejara todava msque hoy. No es fcil encontrar la manera de navegar entre estos peligros. Nohay duda de que en el pasado reciente el error ha estado en el bando de laprecaucin y la inaccin, del temor y de la ceguera moral. Pero se debe tenerbien presente, a medida que aumenta la tensin, que el error opuesto no esmenos serio. Es muy fcil idear tcticas que contribuyan a consolidar lasfuerzas latentes de un potencial fascismo americano. Por mencionar solamenteun ejemplo obvio, el ataque verbal y fsico a la polica, por mucha provocacinque haya para ello, solamente puede tener este resultado. Una tctica que

    puede parecer radical y, en un sentido limitado, justificada por la magnitud dela infamia y el mal que parece atacar. Pero no es as.

    En realidad, carece de sentido hablar - como hacen muchos - de tcticasy de acciones a las que se atribuye el calificativo de radicales, liberales,conservadoras o reaccionarias. Una accin no puede ser colocada por smisma en una dimensin poltica plena. Puede tener xito o no en laconsecucin de un fin susceptible de ser descrito en trminos polticos. Pero estil recordar que la misma tctica que un hombre puede proponer con unaelevada conciencia y con un profundo compromiso para un cambio socialradical tambin puede ser propugnada por un confidente de la polica biensituado, que intente destruir un movimiento as y aumentar el apoyo popularpara las fuerzas de la represin. Considrese por ejemplo el incendio delReichstag, por volver a una poca menos alejada de lo que uno quisiera. Oconsidrese la accin de un refugiado judo polaco de diecisiete aos, haceprecisamente treinta aos, Herschel Grynzpan, que asesin a un funcionarioalemn en Para en noviembre de 1938. Es difcil condenar este acto dedesesperacin, que desencaden violentos pogroms por toda Alemania ycontribuy a atrincherar ms profundamente el rgimen de terror nazi; pero lasvctimas del terror nazi no le daran las gracias a Herschel Grynzpan. 0Nodebemos abandonar a las vctimas del poder americano, ni jugar con su suerte.No debemos permitir que se imponga la misma represin a nuevas vctimas

    indefensas, ni que se desencadene contra ellas el mismo ciego furor. Actos quepueden parecer plenamente justificados en s mismos, cuando se los consideraen un sentido limitado, pueden ser muy equivocados examinados a la luz desus consecuencias probables. Y si se deja de tener en cuenta a quienespueden verse afectados por ello, si se deja de actuar con fuerza y decisincuando puede hacerse de un modo constructivo, ello no es menos irreflexivo oindefendible. He aqu unas observaciones generales, acaso de no muchaayuda cuando nos enfrentamos con la cuestin concreta de qu hacer. Sinembargo, sigo creyendo que lneas de orientacin como stas deben formar latrama de esas decisiones.

    Una observacin final. La guerra de Vietnam es el ejemplo ms obsceno

    de un fenmeno aterrador de la historia contempornea: el intento de nuestropas de imponer su particular concepcin del orden y de la estabilidad en buena

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    parte del mundo. Medido segn cualquier patrn objetivo, los Estados Unidosse han convertido en la potencia ms agresiva de la tierra, en la mayoramenaza a la paz, a la autodeterminacin nacional y a la cooperacininternacional. Al mismo tiempo, gozamos de un grado elevado de libertadinterna. Podemos hablar, escribir, organizar. Los resistentes pueden ser

    castigados severamente, pero no sern enviados a campos de trabajoesclavizado o a las cmaras de gas. Dados estos hechos, la resistencia esfactible incluso para quienes no son hroes por naturaleza, y es una obligacin,creo, para quienes temen las consecuencias y aborrecen la realidad del intentode imponer la hegemona norteamericana. Ahora la resistencia no puedemermar de manera importante el caudal de fuerza humana que hace posible elempleo del poder americano para la represin global, ni puede tampoco, eneste momento, dificultar de manera importante la investigacin, la produccin ylos abastecimientos sobre los que se basa este poder. Pero puede contribuir ennotable medida a elevar los costes internos de ese intento y a eliminar la apatay la pasividad que le permiten tener xito. Tiene, consiguientemente, un

    significado potencial que se extiende ms all de Vietnam. Puede contribuir asalvar a otros pequeos pases del destino de Vietnam y, en realidad, a salvaral mundo de una catstrofe indescriptible.