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    VIRGINIA WOOLF

    Una habitacin propia y otros ensayos

    NDICEPrlogo, Federico PatnLa muerte de la polillaEl viejo BloomsburyUna habitacin propiaLa vida y el novelistaLa narrativa modernaEl punto de vista rusoDefoeJane Eyre y Cumbres borrascosasLos cuentos de fantasmas de Henry JamesJoseph ConradLas novelas de E. M. ForsterUn ensayo de crtica

    Retrato de una londinense

    PRLOGO

    En el amplio mundo de la literatura se dan imgenes establecidas por lacostumbre. As, en cuanto se escucha el nombre de Virginia Woolf laasociacin inmediata es con la narrativa. No hay por qu extraarse, dadoque Virginia Woolf cuenta entre los grandes modificadores de la novela y elcuento. Pertenece a un grupo de escritores - Chjov, Joyce, Kafka,

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    Lawrence, Proust y varios ms- que, al sentir la estrechez impuesta por laliteratura del siglo XIX, se rebel, consistiendo su rebelin en la busca de

    nuevos conceptos narrativos. Escuchemos a la propia Virginia Woolfhablarnos al respecto: "De aqu derivo lo que llamar una filosofa; en todocaso, una idea constante que tengo: que tras la madeja de lana seesconde un patrn, que nosotros quiero decir todos los sereshumanos estamos conectados con esto, que el mundo todo es una obrade arte, que somos partes de esa obra de arte". En novelas y cuentos fueexpresando su idea de tal patrn, de tal comunidad.Pero la cita anterior proviene de un ensayo. Porque Virginia Woolf escribiensayas y se la ha reconocido como una practicante de mucho mrito. Heaqu la opinin del novelista John Buchan (1875-1940): "V. W. es el mejorcrtico que hemos tenido desde M. Arnold, y es ms sabia y ms justa..."Por si no bastara, el excelente E. M. Forster (1879-1970) asegur: "Losdos volmenes de El lector comn muestran la amplitud de susconocimientos y la profundidad de sus afinidades literarias..." En realidad,no hay escritor sobresaliente que no haya incursionado en el campo delensayo, y srvanos de ejemplo Borges, Cortzar, Guzmn, el propioForster. Se dira que el ensayo es un complemento indispensable paramuchos narradores, que en ese gnero pueden expresar opiniones, ideas,visiones que les es difcil incluir en la narrativa.

    Ahora bien, a Virginia Woolf la casta de ensayista le vena por herencia.Era hija de sir Leslie Stephen (1832-1892), uno de los bigrafos yensayistas ms destacados del siglo XIX. Nacida el 25 de enero de 1882en Londres, Inglaterra, se le puso el nombre de Adeline Virginia Stephen,siendo Woolf apellido que adoptara al casarse con Leonard Woolf. Fueeducada en casa por su padre, dueo de una esplndida biblioteca. Losamigos de ste, intelectuales la mayora, le completaron aquella educacinen las reuniones frecuentes que se daban en casa de Leslie Stephen,donde se examinaban temas diversos desde posiciones no pocas vecesencontradas. Confiesa la propia escritora que fue aqul un estmuloimpagable para su crecimiento intelectual.Nos extraar que su primer texto publicado fuera una resea? Aparecien forma annima en el peridico Guardian, en 1905. A partir de all, suproduccin ensaystica fue impresionante, no poco de ella originado enpeticiones de la prensa. No olvidemos que desde ese 1905 y hasta pocoantes de su muerte, ocurrida el 28 de marzo de 1941, Virginia Woolf fuecolaboradora fija del Times Literary Supplement, sin que ello le impidieraaparecer en The Yale Tribune, The New York Herald Tribune y Lysistrata,por slo mencionar algunas de las publicaciones en que trabaj. En vida

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    reuni parte de ese material en diversos libros, entre los que es pertinentemencionar las dos series de El lector comn (1925 y 1932), Habitacin

    propia (1929), Flush (1933), Tres guineas (1938) y Roger Fry: unabiografa (1940). A partir de su muerte hubo una exploracin de la obraque haba dejado indita, en el sentido de no estar incluida en libro, y seencontr que el material era de una abundancia abrumadora. Talexploracin se vio complicada porque muchos artculos haban aparecidoen forma annima y otros con el nombre de soltera: Virginia Stephen.Primero el marido y ms tarde las albaceas literarias fueron dando aconocer este material, siendo consecuencia del proceso que la obrapstuma amenaza con superar en nmero a la publicada en vida de laautora. A la fecha se han dado a conocer La muerte de la polilla (1942), Elmomento (1947), Diario de una escritora (1954), Granito y arco iris (1958),Momentos del ser (1976), cinco volmenes de diarios y seis de cartas.Se comprender que preparar una antologa de los ensayos dejados porVirginia Woolf no es tarea que digamos sencilla. Dos de los criteriosposibles de aplicar seran el de la buena calidad y el de los temas quemejor representen las posiciones de la autora. Nada impide combinarlos. Ysi atendemos a la propia Virginia Woolf, parte de los mritos atribuibles aun ensayo son "ese libre relampagueo de la imaginacin, esa destellantefractura de genialidad en medio de ellos [los ensayos] que los deja

    defectuosos e imperfectos, pero iluminados de poesa". As pues, no latersura fra del pensamiento acadmico, sino el compromiso de expresarideas mediante la imaginacin, lo cual no significa dejarle a sta lasriendas conductoras. Significa aprovechar el ensayo para trazar un retratointelectual de s mismo. O en palabras de la autora, me promet que diralo que pensara, y lo dira a mi modo. En tal sentido, no es un desacatoemparentarla con el padre del ensayo, Michel de Montaigne. Si pensamosque la palabra "ensayo" signific originalmente "intento", es descripcinque conviene a lo hecho por Virginia Woolf, quien aprovecha el gneropara explorar un cierto tema, meterse por muchos de los vericuetos que eldicho tema permite y proponer algunas conclusiones que, a su vez, ellector ponderar. Si habremos de creerle a Forster, la autora respetabamucho el conocimiento y la sabidura, y era a partir de ambos elementosque compona su obra no narrativa, formada de ensayos, artculosperiodsticos y reseas.Si algo podemos atribuirle a Virginia Woolf como ensayista, aparte del yamencionado respeto por el conocimiento y la sabidura, as como laamplitud y hondura de sus propios conocimientos, es una posicin culturalaristocrtica. Ese trmino, aristocrtica, pudiera causar algn rechazo, por

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    traer a mientes actitudes exquisitas ajenas a las adoptadas por el comnde los mortales. Sin embargo, es necesario entender lo que propona la

    autora: no conformarse sino con lo mejor. Aspirar al dominio delpensamiento ms elevado conseguido por el hombre, y abandonar lo fcily lo trivial. Pero, es de justicia agregar, un pensamiento entretejido a lacapacidad de sentimiento, a la simpata por las debilidades y los pequeosdramas del ser humano. Por tanto, la Virginia Woolf reseista fue siempredura con lo insatisfactorio, se debiera esto ltimo a la carencia de oficio enlos escritores comentados, a su preferencia por lo superficial o a suvoluntad excesiva en atenerse a las modas literarias. La literatura, penssiempre Virginia Woolf, deba provenir de una ntima e ineludiblenecesidad de explorar el mundo mediante la escritura, pero hacindolo apartir de una honestidad de oficio que, incluso, pudiera indisponer a loslectores porque no les facilitaba el camino hacia el texto.As, quien se adentre en los ensayos de Virginia Woolf encontrarcumplida esa exigencia de buena calidad que ella peda a los otros. Acasoun ejemplo sirva para confirmar lo que decimos. En los archivos de laautora, posteriormente cedidos a la Universidad de Sussex (Inglaterra), seencontraron nueve revisiones de la nota hecha a un libro. Si pensamosque se considera (injustamente) a la resea uno de los gneros menoresdentro del periodismo, es de suponer la dedicacin que la novelista puso

    en textos de mayor cuerpo. Y no es cuestin tan slo de atender al estilo,para llevarlo a su expresin ms pulida, sino de enriquecer asimismo lasideas que se estn expresando. Recordemos que todo autor nos proponeuna visin del mundo, con la cual entramos en dilogo de aceptaciones, decuestionamientos o de rechazos.La presente antologa de ensayos intenta que el lector entable un dilogocon la visin del mundo propia de Virginia Woolf, dilogo que en cadalector funcionar segn las relaciones que se hayan establecido o sevayan estableciendo. Como antologa que es, tiene la obligacin deproponerse una seleccin de textos representativa de la autora, intentoque en el caso presente no se atiene a un ordenamiento cronolgico y s aotro de ndole temtica. As, "La muerte de la polilla", del libro con elmismo ttulo publicado en 1942, representa el ensayo lrico, que sin ningnaparato de erudicin acadmica se adentra en consideracionesrelacionadas con una cuestin antigua entre nosotros: el sentido de la viday la posicin ante la muerte. Es una variedad de ensayo muy frecuentadapor los escritores ingleses, que en la descripcin de algn incidentecotidiano encuentran material para disquisiciones harto serias y a menudo,

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    como en el caso presente, nada ajenas a ciertas elucubracionesfilosficas.

    "El viejo Bloomsbury", del libro Momentos del ser (1976), nos acerca a unmaterial autobiogrfico que nos explica las posiciones estticas de VirginiaWoolf, refirindose al origen y al desarrollo de las mismas en el seno deaquel grupo llamado, justamente, Bloomsbury. Pertenecan a ldestacados intelectuales del momento -el novelista E. M. Forster, elbigrafo Lytton Strachey, el crtico de pintura Clinton Bell, la pintoraVanessa Bell (hermana de Virginia), el economista John Maynard Keynes,el ensayista Leonard Woolf y varios otros-, quienes en sus frecuentesveladas discutan, porque discusiones eran, temas de lo ms diverso, queel propio ensayo de la autora nos define, al igual que nos describe cmo elgrupo result subversivo para la gazmoa sociedad inglesa del momento,atenida como estaba a la variedad de "buenas costumbres" entonces demoda. Todo lo cual apunta a un hecho sin duda interesante: tanto en suvida cotidiana como en su obra, Virginia Woolf se adelantaba a su tiempo.Si pensamos que estas reuniones comenzaron a principios de siglo, sigloque en esos principios era reacio a conceder libertades a las mujeres, secomprender mejor la importancia de lo hecho por la escritora.Esto se refuerza en los dos captulos que hemos incluido de Habitacin

    propia (1929), donde Virginia Woolf alega convincentemente cules hansido las condiciones sociales que le impidieron a la mujer un crecimientocultural equiparable al del hombre, Triste como es decirlo, son condicionesque mucho no han mejorado en algunas zonas de la sociedad que vivimos.E. M. Forster considera que "el feminismo le inspir [a Virginia Woolf] unode sus libros ms brillantes, el encantador y persuasivo Habitacin propia".De esta manera, los tres ensayos primeros de esta antologa examinan elmarco social dentro del cual acta y se modifica la literatura.Con esto llegamos a "La vida y el novelista", del libro Granito y arco iris(1958). Pese a lo grave de su ttulo se trata de una resea, encaminada acomentar de la hoy olvidada Gladys Bertha Stern su novela Un diputadofue rey (1926). Justamente uno de los hilos conductores del ensayo es laposibilidad de que Stern fuera olvidada y las razones que estabananunciando tal posibilidad. Hoy sabemos que Virginia Woolf no seequivoc, lo cual habla bien de su percepcin esttica. Pero si all quedarael asunto, no pasara el texto de ser una nota crtica inteligente. Como eslo acostumbrado en la autora, toma de pretexto dicha novela para ampliarsus consideraciones a terrenos ms generales, dedicando bastante delespacio a meditar sobre la relacin entre un novelista y la vida o, incluso

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    mejor, la utilizacin que de la vida hace el escritor en su narrativa. Aqu,Virginia Woolf establece, como es de suponer, los parmetros que le

    sirven de gua a su propia obra de ficcin.Ya haba incursionado en esos territorios. Porque "La narrativa moderna",uno de sus ensayos ms conocidos, entra de lleno en esa problemtica:explica por qu una copia servil de la realidad refleja peor al mundo queuna interpretacin del mismo. Aqu, es necesario recordar que VirginiaWoolf fue madurando como intelectual en una cultura que modificabaradicalmente sus puntos de vista. La crtica Jeanne Schulkind ha dado unade las claves al decirnos que en su vida diaria un individuo "recibe enciertos momentos un choque. Esos choques o 'momentos del ser' no son,como ella [Virginia Woolf] haba imaginado de nia, simplementemanifestaciones casuales de alguna fuerza malvola, sino "expresin dealgo real tras las apariencias". Por tanto, la autora procuraba examinar ensu obra tales "momentos del ser". Ahora bien cmo examinarlos? "Lanarrativa moderna" nos lo explica. Es cuestin de percibir el flujo deconciencia de los personajes, el verlos responder a las presiones que eltiempo causa con su transcurrir. Para ello, las herramientas del realismodecimonnico eran insuficientes, pues slo parecan atender a la situacinexterna, mientras que los individuos siempre estn en cambio interno. Lo

    hacen respondiendo al entorno, desde luego, pero lo importante es talcambio. Cuando se lo precisa, la figura adquiere integridad y revela cul essu papel como fragmento en el patrn total de la existencia. En tal sentido,el final de la novela Al faro es el ejemplo definitivo.

    Pero no olvidemos que para Virginia Woolf el siglo XIX concluy hacia1910, cuando en Londres hubo las primeras exposicionesposimpresionistas. Aquella pintura fue una revelacin para la escritora. Nodesdeemos pensar que su modo de escribir tiene claros nexos con latendencia esttica del posimpresionismo o el lluevo enfoque que de ladanza propona Sergi Dighilev (1872-1929). Parte de todo esto apareceen el ensayo mencionado. Pero tampoco es de olvidar otra presencia: larusa. Hacia 1910 ya estaban traducidos al ingls los principales escritoresrusos -Dostoievsky, Turguniev, Tolsti, Chjov-, cuyo modo de concebirla narrativa fue un deslumbramiento para nuestra autora. Aunque los leyen traduccin, y algo sobre la traduccin comenta en el texto que ahoranos ocupa, descubri en ellos una fuerza de vida notable, que quisoasimilar para la literatura inglesa. As, "El punto de vista ruso", de laprimera serie de El lector comn, incursiona en tales cuestiones. De

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    alguna manera, "La muerte de la polilla" y "El punto de vista ruso" se unenpara irnos completando la imagen de Virginia Woolf. Si en el primero

    establece que la muerte acaba triunfando, pero sin por ello disminuir laimportancia de luchar por la vida, en el segundo afirma que el verdaderoescritor se hunde en las races de la vida y procura entenderlas con elcorazn, aunque la mente elija las vas de expresin. Por otro lado, en elensayo sobre la polilla estableca indirectamente que algn tipo de patrnrige las diversas existencias del mundo, bien que stas no siempre locapten, y tanto en su narrativa como en los anlisis de la obra ajena laescritora procuraba encontrar la trama de ese patrn. Es quiz en estodonde se unen mejor ensayo y narrativa.Con el ensayo anterior cerramos una de las facetas ensaysticas deVirginia Woolf, aunque cerrar es un trmino engaoso, pues entre losdiversos abordajes se dan claros vasos comunicantes. Sin embargo,digamos que ahora la atencin centra sus intereses en alguna figuraliteraria, bien que de estudiarla derive la autora otras consideraciones, porningn motivo ajenas a las ya vistas prrafos atrs. Los ensayos obedecenel orden cronolgico en que se dieron los autores y ninguno de stoscarece de importancia en la historia de la literatura inglesa. Al revs, cadauno de ellos vino a modificar en algn sentido el concepto de escritura.Daniel Defoe surge en las letras inglesas cuando la novela an se

    avergonzaba de serlo, por lo cual disimulaba su naturaleza pretendindosecrnica o autobiografa. El propio Defoe entra en ese juego, pero contantos guios de ojos al lector que ste nunca deja de percibir que seencuentra ante una historia inventada, bien que la cimentacin de talhistoria sean experiencias surgidas de la realidad. Defoe puso la narrativainglesa una serie de personajes que rieron prestancia de smbolo, siendoRobinson Crusoe el ms conocido pero Moll Flanders la ms significativa.La importancia de Defoe, asegura Virginia Woolf, es que con base enpersonajes de vida gobernada por la pobreza y los azares, nos hace verque nunca pierden la capacidad de optimismo y siempre establecen laposibilidad de superar las contingencias negativas. Por otro lado, sabeDefoe encontrar en personajes surgidos de las clases bajas o vctimas dela sociedad una riqueza psicolgica que sin ms pone en entredicho lacapacidad de otros autores en tal terreno: aquellos imposibilitados parasacar riqueza del esquematismo de sus creaciones.

    Cuando llega a dos de las hermanas Bront, Charlotte y Emily, VirginiaWoolf aborda un problema interesante: cmo se alcanza la brillantez enuna faja de creacin estrecha (Charlotte) y cmo se alcanza la brillantez en

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    profundidad (Emily). En el primer caso, la narradora (Jane Eyre) domina lanovela y le impone su modo de interpretar la vida, con lo cual todo parte de

    ella y en ella concluye, con la limitacin consecuente. En Cumbresborrascosas Emily Bront lleva a los personajes a una profundidad poticaque los transforma en smbolos universales e, incluso, les da una estaturamayor a la cotidiana. Es lo aqu expresado un problema de composicinliteraria que preocupa a Virginia Woolf, pues lo aborda de nueva cuenta enel texto dedicado a E. M. Forster. Le reconoce a este autor una limpieza deescritura y de posicin tica indudable, pero siente que en su novelsticano fue capaz de superar las fronteras de una visin demasiado atenida a laposicin social de sus personajes.Que hacer entonces, podra preguntarse? Ir a Tolsti, nos aconseja, yaprender de l. Porque Tolsti es muy preciso en su descripcin de la vidacotidiana. Preciso al grado de que todo nos resulta familiar: los modos devestir, de comer, de hacer gestos. Pero tal precisin le sirve al autor rusopara penetrar en otras dimensiones, que son aquellas de la conducta y laconciencia humanas vistas como universales. Esos modos de vestir, decomer, de hacer gestos revelan de pronto la otra cara de lo cotidiano, lossecretos menudos que toda persona oculta en su ser y que, descubiertos,nos la vuelven novedosa, nos la revelan en ngulos imprevistos y muchoms iluminadores que lo surgido de la mera superficie de una descripcin

    minuciosamente intil: aquella preferida por Gladys Bertha Stern. No es laacumulacin de datos lo que da vida, sino la astuta seleccin de ciertosrasgos de los seres humanos, de modo que los detalles construyan eltodo. Ese todo que de manera predominante se encuentra en el centro delos intereses estticos de Virginia Woolf, ese todo conseguido, ya lodijimos antes, por la ltima pincelada dada al cuadro en la imagen final deAl faro.Cuando Virginia Woolf se asoma a Henry James, se asoma a uno de losgrandes narradores de la literatura universal. James, que nunca desdeel examinar las vas de creacin en la novela, el relato y el cuento, afirmen su obra la importancia del "enfoque"; es decir, el punto de vista desde elcual se observan los hechos ocurridos en una trama. Ahora bien, VirginiaWoolf se interesa en los cuentos de fantasmas que James dej escritos,probando con varios de ellos que lo sobrenatural nunca es desdeable sise lo trabaja con malicia. Pero justo el comentario de la autora es que enmuchos de esos cuentos a James le fall la malicia que tan a menudomuestra en las otras facetas de su novelstica y de su cuentstica. Alparecer, la equivocacin est en utilizar lo sobrenatural como mero objetoanecdtico y no como una va de acceso a las partes oscuras del ser

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    humano. El ejemplo supremo de esta posibilidad ltima la da el propioJames en Otra vuelta de tuerca, uno de los grandes relatos sobrenaturales

    de la literatura, y as se lo reconoce Virginia Woolf en el texto que nosocupa: "Los cuentos de fantasmas de Henry James".Joseph Conrad es un maestro indiscutible de la narrativa. Cuando muere,en 1924, Virginia Woolf le dedica un ensayo donde el cario y laadmiracin nunca estn ocultos. Pero, una vez ms, la autora examina lodestacable de Conrad junto a aquello otro acaso menos conseguido,siendo ese "menos" un trmino relativo. Se examina primero una cuestinde importancia en el mundo de la narrativa: el lenguaje en el cual seescribe. Conrad fue un esteticista de la prosa y algunos crticos se lotienen a mal, pues consideran que el vestido oculta demasiado al cuerpo.No piensa tal Virginia Woolf, para quien el estilo de Conrad es otra manerade entregar una visin del mundo y, por tanto, ese ocultamiento (de existir)es parte del significado. Para Virginia Woolf la obra de Conrad se divide endos apartados consecutivos: las obras del mar y las obras polticas. En suprimera etapa de escritor Conrad examina los problemas ticos humanosen relacin con la naturaleza, y consigue sus textos de mayor altura. En lasegunda examina los problemas ticos humanos en relacin con elhombre mismo y su sociedad, disminuyndoles la estatura porque elnovelista no Se encuentra muy seguro de su terreno.

    Como cierre de esta seleccin hemos elegido "Un ensayo de crtica",movindonos a ello tres razones: la primera, que Virginia Woolf nosinforma de cules son en su opinin algunas caractersticas de la crticaliteraria, terreno en el que tanto destac; la segunda, que algunasopiniones importantes ofrece sobre las caractersticas de un buen cuento;tercera, que el ensayo centra sus intereses en dos libros de ErnestHemingway, escritor de indudable prestigio en la historia de la narrativa.Sin embargo, fuerte sorpresa se llevar el lector al encontrarse con lasconsideraciones hechas por la autora en torno de escritor tan afamado. Sindesconocerle su enorme talento, especifica los desacuerdos con su modode narrar que le impiden, a Virginia Woolf, llamarlo grande. No deja deretratarse la autora en tales comentarios, pero no dejan stos de tenermucha miga

    As, la muestra ensaystica de Virginia Woolf en este volumen ofrecida nohace sino cumplir ese papel: representar el todo mediante una fraccin. Lafraccin, sin embargo, permite constatar las virtudes de la autora en cuantoensayista. Primero, su escritura. Mucho subraya en sus textos la

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    importancia de la prosa, y comenta los distintos modos de emplearla quese testimonian en los diversos escritores vistos. Con ello, regresamos a

    uno de los puntos subrayados: Virginia Woolf es una aristcrata de lacultura y no acepta sino los niveles de expresin ms elevados. Su leccines de imitar: no conformarse, en tanto que lectores, sino con las mejoresfiguras literarias. Con ella no hay problema: es siempre muy cuidadosa deentregar lo mejor de s misma. Lo cual no significa que su estilo seabarroco o de un adorno excesivo; significa que lo limpia de impurezas y enla sencillez busca el nivel de expresin ms hondo.nimo similar la mueve en cuanto a la eleccin de sus autores preferidos.De ellos parte para en muchos de sus textos informar las caractersticas deun escritor que le parece meramente artesanal o, en sus propias palabras,destacable pero no innovador. Y plantea una hiptesis de trabajo que lleva su propia narrativa: la imitacin servil de la vida en sus aspectosexternos liquida la posibilidad de crear en la literatura vida del espritu.sta, nos dice, es la que importa, incluso cuando se d peso -recordemosa Moll Flanders - a esos aspectos externos.

    Como ensayista, Virginia Woolf cumple otro requisito: estar informada. Erauna lectora voraz y no slo de narrativa, sino de poesa, de historia, debiografa y de cuestiones filosficas, todo lo cual le daba un basamento

    cultural indispensable para cualquier crtico literario. A esto agregaba unrasgo ms: ser una lectora sutil, inteligente, capaz de percibir en un autorlas caractersticas que lo singularizan como creador. No impide esto que ladirijan en sus pesquisas sus propias inclinaciones estticas, con las cualeshabr de lidiar el lector de este volumen. Pero justo eso viene a ser uno delos propsitos de cualquier lectura: entrar en dilogo con las ideas dequien escribe, dilogo que puede ser de simpatas o de diferencias.Finalmente, no puede quedar fuera de estas consideraciones la variedadde modalidades que Virginia Woolf abord en su ensaystica, de todos loscuales hemos procurado dar un ejemplo: la resea, el estudio de algnautor, el ensayo sobre cuestiones tericas de la literatura o aquel otroreferido a situaciones sociales y, desde luego, el ensayo en su sentidoprimero. Es decir, aprovechar cualquier tema, en ocasiones algunosumamente cotidiano o menudo, para meditar en torno de la existencia.Aparte de todo esto, Virginia Woolf dej un nmero considerable deescritos autobiogrficos, de correspondencia y de diarios. En otraspalabras, Virginia Woolf es un ejemplo notable de profesionalismo,debiendo tomarse esto ltimo como un tributo a su dedicacin, suinteligencia y su generosidad. (FEDERICO PATAN)

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    LA MUERTE DE LA POLILLA

    No es propio llamar polillas a las que vuelan durante el da. No estimulanen nosotros esa placentera sensacin de noches veraniegas oscuras y dehiedra en floracin que la variedad ms comn, de alas secundariasamarillas y que duerme a la sombra de la cortina, nunca deja deprovocarnos. Son criaturas hbridas, ni alegres como las mariposas nisombras como las de su propia especie. No obstante ello, el espcimenpresente, con sus estrechas alas color paja, orladas con borlas del mismocolor, pareca satisfecha con la vida. Era una maana placentera amediados de septiembre, suave, benigna y sin embargo con un aire msntido que el de los meses de verano. El arado dejaba ya surcos en elcampo frontero a la ventana y all donde la reja haba estado la tierraquedaba plana y brillaba de humedad. Tal vigor llegaba de los campos yde las colinas lejanas, que era difcil la exigencia de mantener los ojossobre el libro. Tambin las cornejas se dedicaban a una de susfestividades anuales; planeando sobre las copas de los rboles hastasimular que una red vasta, hecha con miles de nudos negros, haba sidolanzada al aire; la cual, tras algunos momentos, se hunda lentamente enlos rboles, hasta que cada rama pareca tener un nudo negro en la punta.

    Mas de pronto la red era lanzada al aire de nuevo, en un crculo mayorahora, en medio de un clamor y una vociferacin extremos, como si elverse lanzado al aire y vuelto con lentitud a las copas de los rboles fuerauna experiencia tremendamente excitante.

    La misma energa que inspiraba a las cornejas, a los labriegos, a loscaballos e incluso, se dira, a las leves colinas desnudas, enviaba a lapolilla, en plena agitacin, de un lado al otro del cuadrado formado por elpanel de la ventana. Era imposible no observarla. Se estaba, de hecho,consciente de un extrao sentimiento de piedad por ella. Esa maana lasposibilidades de gozo parecan tan enormes y tan variadas, que slo teneren la vida el papel de polilla, y encima de una polilla diurna, sonaba a undestino duro, como pattico era su celo de disfrutar en plenitud esasmagras oportunidades. Volaba con energa hasta una esquina de sucompartimento y, tras aguardar all un segundo, hacia la opuesta. Qu lequedaba sino volar hasta la tercera esquina y luego la cuarta? Era lo nicoque poda hacer a pesar del tamao de las colinas, la anchura del cielo, elhumo lejano de las casas y, de vez en cuando, la voz romntica de unvapor all en el mar. Lo que poda hacer lo haca. Observndola, se dira

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    que una fibra, muy delgada pero muy pura, de la enorme energa delmundo haba sido introducida en ese cuerpo dbil y diminuto. Tan a

    menudo como ella cruzaba el panel poda yo imaginar que se haca visibleun hilo de la luz vital. Era apenas o solamente vida.Sin embargo, por ser una forma tan pequea y tan sencilla de la energaque se iba introduciendo por la ventana abierta y forzando su curso portantos corredores estrechos e intrincados de mi cerebro y del de otrosseres humanos, algo haba en ella de maravilloso y a la vez pattico. Escomo si alguien hubiera tomado un abalorio de pura vida para dotarlo, delmodo ms ligero posible, de vello y plumas, ponindolo a danzar y azigzaguear para mostrarnos la verdadera naturaleza de la vida. Asexpuesto, era imposible olvidar la maravilla de todo aquello. Se es proclivea olvidarse de la vida, vindola encorvada y dominada y aderezada yoprimida de modo tal que ha de moverse con la mayor circunspeccin ydignidad. Ua vez ms, la idea de todo lo que esa vida pudiera haber sidode nacer con cualquier otra forma, nos hace ver con una especie depiedad sus sencillas actividades.Al cabo de un tiempo, al parecer cansada de sus danzas, se pos en elborde de la ventana, al sol. Habiendo terminado el curioso espectculo, mefui olvidando de ella. Luego, cuando levant la vista, atrajo mi mirada.Intentaba reanudar su baile, pero pareca tan rgida o tan torpe que slo

    pudo aletear hasta la base del panel. Y en el intento de cruzarlo de unvuelo, fracas. Ocupada en otras cuestiones, por un tiempo observaquellos intentos ftiles sin pensar, esperando inconscientemente que lapolilla reasumiera su vuelo, tal como se aguarda que una mquina,detenida por un momento, arranque de nuevo sin buscarle la razn delfallo. Al cabo de tal vez siete intentos, resbal del borde de madera y cay,con un revoloteo de alas, de espaldas en el antepecho de la ventana. Eldesamparo de su actitud me alert. De pronto me vino la idea de queestaba en dificultades, de que ya no poda levantarse, de que sus patasluchaban en vano. Pero cuando acerqu el lpiz pensando en ayudarla aenderezarse, comprend que ese fracaso y esa torpeza eran elacercamiento de la muerte. Abandon el lpiz.Las patas se agitaron una vez ms. Mir como buscando al enemigocontra el cual la polilla luchaba. Mir hacia el exterior. Qu haba ocurridoall? Presumiblemente era medioda y toda labor haba cesado en loscampos. Calma y silencio reemplazaban a la animacin anterior. Lospjaros se haban alejado, para alimentarse en los arroyos. Los caballosestaban inmviles. Sin embargo y pese a todo all fuera estaba el poder,masivo, indiferente, impersonal, sin prestar atencin a nada en lo

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    particular. Por alguna razn opuesto a la pequea polilla color paja. Eraintil intentar algo. No quedaba sino observar los esfuerzos extraordinarios

    hechos por aquellas patas diminutas contra un destino cercano que poda,de proponrselo, sumergir una ciudad entera y no slo una ciudad sinomasas de seres humanos. Nada, lo saba, tena oportunidad alguna contrala muerte. No obstante, tras una pausa de agotamiento, las patas volvierona estremecerse. Esta protesta ltima era soberbia; y tan frentica, que lapolilla consigui al fin enderezarse. Desde luego, nuestras simpatasestaban todas con la vida. Adems, no habiendo nadie que se preocuparao se interesara, este esfuerzo gigantesco por parte de una polillainsignificante y en contra de un poder de tal magnitud, para conservar loque nadie ms valoraba o deseaba, conmova de un modo extrao. Denuevo, de alguna manera, veamos vida, un puro abalorio. Levant el lpizuna vez ms, incluso sabindolo intil. Pero segn lo haca, asomaron lasseales inequvocas de la muerte. El cuerpo se relaj para en un instantequedar rgido. La lucha haba terminado. Aquella criatura pequea einsignificante conoca ya la muerte. Al mirar esa polilla muerta, me llen deasombro este diminuto triunfo marginal de una fuerza tan grande en contrade un antagonista as de menor. Tal y como la existencia haba sidoextraa unos minutos antes, extraa era en este momento la muerte. Lapolilla, habindose enderezado, yaca ahora en un sosiego de lo ms

    decente y resignado. Ah s, pareca decir, la muerte es ms fuerte que yo.

    EL VIEJO BLOOMSBURYCon base en las rdenes de Molly, he tenido que escribir algunosrecuerdos sobre el viejo Bloomsbury, el Bloomsbury que va de 1904 a1914. Desde luego, a Bloomsbury lo veo desde mi perspectiva, no aquellade ustedes. Les pido que sean comprensivos con esto. Entonces, desdemi perspectiva, uno se acerca a Bloomsbury por Hyde Park Gate, esapequea va sin salida prxima a Queen's Gate y frente a los jardinesKensington. Y debemos observar por un momento esa altsima casa amano izquierda, ya hacia el final, que empieza por ser de estuco y terminapor ser de ladrillo rojo; casa muy alta y sin embargo -a como la veo ahoraque la hemos vendido- tan desvencijada que cualquier viento fuerte podraderribarla.Me desvesta en la parte alfa de esa casa, en mi dormitorio, en la parte deatrs, cuando termin mi recuerdo ltimo. Mi vestido de satn blancoestaba en el piso. En el aire, el dbil olor de los guantes de cabritilla. En eltocador, mi collar de aljfares enredado con pasadores. Acababa deregresar de una fiesta; a decir verdad, de una serie de fiestas, pues era

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    una noche memorable en el apogeo de la temporada 1903. Haba cenadocon lady Carnarvon en Bruton Street; haba visto a George besarla

    claramente entre las columnas del vestbulo; durante la cena habacharlado excesivamente acerca de mis emociones cuando escuchabamsica; lady Carnarvon, la seora Popham, George y yo habamos idoentonces a la obra francesa ms indecente que haya visto en teatro. Noshabamos levantado, como una bandada de perdices, al finalizar el primeracto. Las blanqueadas mejillas de la seora Popham se haban encendido.Los caireles grises de Elsie haban volado al viento. Nos habamosdespedido, con gran embarazo por parte de ellas, en la acera y Elsie habadicho que ojal y no estuviera yo cansada, lo cual significaba, imagino, queojal y no perdiera mi virginidad o algo parecido. Y entonces George y yohabamos continuado juntos en un cabriol para ir a otra fiesta porque, dijoGeorge, para mi profunda vergenza, que haba hablado excesivamente yme era urgente aprender a comportarme; habamos continuado hastaHotman Hunts, donde "La luz del mundo" acababa de regresar de sumisin por las principales ciudades del imperio britnico, y el seor EdwardClifford, el seor Russell Barrington, el seor Freshfield e ignoro qu otrosancianos y distinguidos caballeros de listones negros sujetos a las lentes ydamas maduras de extraas vrtebras que asomaban por el viejo cuantoreal y maltratado encaje hablaban en susurros sobre el arte del maestro

    mientras que, sentado con su gorra de casquete, ste beba, a pesar deser una noche de junio, cocoa caliente de un pichel.Era muy pasada la medianoche cuando me met en la cama para leer unapgina o dos de Marius the Epicurean (Mario, el epicreo), por el cualsenta entonces pasin. Habra entonces un toquidito a la puerta, seapagara la luz y George se lanzara sobre mi cama, acurrucndose ybesndome y abrazndome porque, segn dijo ms tarde al doctorSavage, deseaba confortarme a causa de la enfermedad fatal de mi padre,quien mora de cncer tres o cuatro pisos abajo.Pero es la casa lo que les pido ahora que imaginen por un momentoporque, si bien Hyde Park Gate parece hoy muy distante de Bloomsbury,su sombra cae sobre ste. El 46 de Gordon Square jams habrasignificado lo que signific de no haberlo precedido el 22 de Hyde ParkGate. Era una casa de innumerables habitacioncitas de forma peculiar,construida para que en ella se acomodaran no una sino tres familias.Porque aparte de los tres Duckworth y los cuatro Stephen se encontrabatambin la nieta de Thackeray, una chica de ojos vacos cuya idiocia erams obvia da a da, quien apenas saba leer, quien lanzaba las tijeras alfuego, quien tena atada la lengua y tartamudeaba y sin embargo se vea

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    obligada a sentarse a la mesa con el resto. Para cobijarnos a todos, ahorase agregaba un piso en lo alto o despus un comedor era derribado en la

    parte baja. Mi madre, creo, era quien esbozaba en una hoja de cuaderno loque necesitaba, para ahorrarse el salario del arquitecto. Las tres familiashaban derramado todas sus posesiones por el interior de esta casa.Cuando se hurgaba en los muchos aparadores y armarios oscuros, nuncase saba lo que iba a desenterrarse, si la peluca de abogado de HerbertDuckworth, el cuello de sacerdote de mi padre o una hoja cubierta con losdibujos de Thackeray, que ms tarde vendimos por una buena suma dedinero a Pierpont Morgan. Docenas de cajas negras llenas de cartasantiguas. Se las abra para recibir el terrfico hlito del pasado. Habacofres con pesadas vajillas. Haba verdaderos tesoros de porcelana y devidrio. Habitaban all once personas entre los ocho y los sesenta de edad,atendidas por siete sirvientes, mientras que de da varias ancianas yhombres impedidos cumplan diversas tareas con rastrillos y cubetas.La casa era oscura por ser la calle estrecha al grado de poderse ver a laseora Redgrave lavndose el cuello en su dormitorio, all enfrente; perotambin porque mi madre, criada en la tradicin de la casa Watts-Venetian-Little Holland, haba cubierto los muebles de terciopelo rojo ypintado de negro con delgadas lneas doradas las partes de madera.Adems, la casa era totalmente silenciosa. Excepto por un cabriol

    ocasional o el carretn del carnicero, nada pasaba frente a la puerta. Seescuchaba el taconeo de pasos calle abajo antes de verse un sombrero decopa o un bonete; casi siempre se saba quin estaba pasando; poda sersir Arthur Clay; los Muir Mackenzies o la seorita de nariz blanca o laseora Redgrave con su nariz roja. Por tanto, aqu vivan diecisiete odieciocho personas en habitaciones pequeas con un cuarto de bao ytres excusados para todas. Aqu nacimos nosotros cuatro, aqu muri mipadre, aqu Stella se comprometi con Jack Hills y dos puertas abajo, en lamisma calle, muri tambin al cabo de tres meses de matrimonio. Cuandola recuerdo, esa casa me parece llena de escenas familiares, grotescas,cmicas y trgicas, de las violentas emociones de la juventud, la revuelta,la desesperacin, la felicidad embriagadora, el aburrimiento inmenso, lasfiestas con los famosos y los inspidos; con enojos otra vez, George yGerald; con las escenas de amor de Jack Hills; las de afecto apasionadopor mi padre, que alternaban con un odio apasionado por l, todo estohormigueando y vibrando en una atmsfera de perplejidad y curiosidad

    juveniles, a grado tal que me siento sofocada por las rememoraciones. Ellugar pareca embrollo y enredo de emociones. Podra escribir la historiade cada marca o rasguo de mi cuarto, escrib ms tarde. En verdad que

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    las paredes y las habitaciones haban sido construidas de acuerdo connuestro molde. Habamos permeado toda aquella vasta fbrica -ms tarde

    la convirtieron en hotel- con la historia de nuestra familia. Se dira queaquella casa y la familia que la viva, unidas como estaban por tantasmuertes, tantas emociones, tantas tradiciones, habran de durar parasiempre. Mas entonces y de pronto ambas se desvanecieron en una solanoche.Cuando me recuper de la enfermedad que, no es de extraar, fueresultado de todas esas emociones y complicaciones, ya no exista el 22de Hyde Park Gate. Mientras yaca postrada, en casa de los Dickinson enWelwyn, pensando que las aves cantaban coros griegos y que el reyEduardo utilizaba el lenguaje ms sucio posible entre las azaleas de OzzieDickinson, Vanessa haba cerrado Hyde Park Gate de una vez y parasiempre. Haba vendido, haba quemado, haba clasificado, haba roto. Aveces creo que de hecho tuvo que traer hombres con mazos para elderribo, as de fundidos entre s estaban paredes y gabinetes. Pero ahoratodos los cuartos aparecan vacos. Furgones de mudanza se habanllevado todas las pertenencias. Porque no slo el moblaje estaba disperso.Tambin se haba separado la familia, que pareci igualmente fundida enun todo. George haba casado con Lady Margaret. Gerald habaconseguido un piso de soltero en Berkeley Street. Laura haba sido

    encarcelada finalmente en un asilo, acompaada por un doctor. Jack Hillshaba iniciado una carrera poltica. As, nosotros cuatro habamos quedadosolos. Vanessa -al ver un mapa de Londres y comprender cuan aparteestbamos todos- decidi que dejramos Kensington y empezramos enBloomsbury una vida nueva.As adquiri existencia el 46 de Gordon Square. Cuando se la ve hoy,Gordon Square no es la ms romntica de las plazas en Bloomsbury. Notiene ni la distincin de la Fitzroy ni la majestad de la Mecklenburg. Esclase media prspera y totalmente del periodo Victoriano medio. Pero lesaseguro que en octubre de 1904 era el rincn del mundo ms bello, msexcitante, ms romntico. Para comenzar, era asombroso estar ante laventana de la sala y ver todos aquellos rboles; el rbol que lanza susramas al aire y luego las deja caer en diluvio; el rbol que brilla tras lalluvia como el cuerpo de una foca y no mirar a la anciana seora Redgravelavndose el cuello al otro lado de la calle. La luz y el aire, tras la espesapenumbra roja de Hyde Park Gate, fueron una revelacin. Cosas que allnunca habamos visto en la oscuridad -cuadros de Watts, gabinetesholandeses, porcelana azul- deslumhraban ahora por vez primera en lasala de Gordon Square. Tras el silencio apagado de Hyde Park Gate, el

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    rugido del trnsito era positivamente alarmante. Extraos personajessiniestros, extraos, merodeaban y se escurran ante nuestras ventanas.

    Pero lo ms exhilarante era el aumento extraordinario de espacio. En HydePark Gate slo tenamos un dormitorio en el cual leer o recibir a losamigos. Aqu, Vanessa y yo tenamos cada una, una antesala; estaban laamplia sala doble y un estudio en la planta baja. Para que todo fueranuevo y fresco, haban reparado totalmente la casa. Intil decirlo, se habainvertido la tradicin Watts-veneciana de felpa roja y pintura negra, paraque entrramos a la era Sargent-Furse. En todas partes haba quimonesblancos y verdes y en lugar de los empapelados Morris, de patronesintrincados, decoramos las paredes con capas de sencilla pintura altemple. Estbamos en plenas experimentaciones y reformas. Nos labamos a pasar sin servilletas y a cambio tendramos [grandes cantidades]de Bromo. bamos a pintar, a escribir y a tomar caf despus de la comidaen lugar de t a las nueve de la noche. Todo iba a ser nuevo, todo iba aser diferente. Todo estaba sujeto a prueba.ramos, al parecer, sumamente sociales. En el invierno de 1904-05 escribpor algunos meses un diario, en el cual descubro que siempre estbamosalmorzando y comiendo fuera, as como holgazaneando en las libreras -escrib por aquel entonces "Bloomsbury es siempre mucho msinteresante que Kensington"- o yendo a un concierto o visitando una

    galera o volviendo a casa para encontrar la sala repleta con lascolecciones de gente ms extraas. "Por la tarde vinieron el primo HenryPrinsep, la seorita Millais, Ozzie Dickinson y Vctor Marshall y sequedaron hasta tarde, de modo que slo hubo tiempo de apresurarse parallegar a la conferencia sobre impresionismo del seor Rutter, en la galeraGrafton... Lady Hylton, V Dickinson y E. Coliman vinieron al t.Almorzamos con los Shaw Stewart y conocimos a un crtico de artellamado Nicholls. Sir Hugh parece un tipo amable pero no vale mucho...Almorc con los Prothero y conoc a los Bertrand Russell. Fue muydivertido. Thoby y yo comimos con los Cecil y luego fuimos con los St. LoeStrachey, donde conocimos a muchsimas personas... Recog a Nessa y aThoby donde la seora Flower y fuimos a un baile en casa de losHobhouse. Nessa se encontraba en un estado de angustia profunda, puesaguardaba al seor Tonks, que lleg a la una para comentarle suscuadros. Es un hombre de cara huesuda y fra, ojos prominentes y gestode serenidad y aburrimiento. Vinieron al t Meg Booth y sir Fred Pollock..."Y as por el estilo. Pero entre todas esos registros menudos de fiestas, lallegada de los quimones a casa y cmo visitamos el zoolgico y cmofuimos a ver Peter Pan, hay algunas anotaciones respecto a Bloomsbury.

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    El jueves 2 de marzo de 1905, Violet Dickinson lleg al t acompaada porla esposa de un clrigo y Sydney-Turner y Strachey aparecieron despus

    de la comida y hablamos hasta las doce. El viernes ocho de marzo"Margaret envi su auto nuevo por la tarde y fuimos con Violet a cumpliralgunas visitas aunque, desde luego, olvidamos nuestras tarjetas. Luegofui a Waterloo Road y di una conferencia sobre los mitos griegos (a unaclase de obreros y trabajadoras). Ya en casa encontr a Bell, con quienhabl sobre la naturaleza del bien hasta la una".El 16 [de] marzo las seoritas Power y Malone comieron donde losSydney-Turner y Gerald vino despus de la comida... la primera denuestras veladas de los jueves. El 23 [de] marzo nueve personasasistieron a nuestra velada y se quedaron casi hasta la una.

    Unos cuantos das despus fui a Espaa, y la tarea que me impuse deregistrar cada paisaje y cada sonido, toda ola y toda colina, me hart deescribir el diario, de modo que lo termin con esta brevsima entrada: mayo11, "Nuestra velada: Bell el alegre, D. MacCarthy y Gerald, quienesescandalizaron a los cultos".De modo que mi diario cesa justo cuando pudo haberse vuelto interesante.Pero pienso que ha quedado claro, incluso en este registro breve dondetodo quehacer aparece amontonado sin ton ni son, que estas primeras

    reuniones cuando Bloomsbury estaba en su infancia se diferencian delresto. Son las nicas ocasiones en que no me limito a decir que conoc afulano y zutano y que me parece enojado como Reginald Smith o pomposocomo Moorson o fcil de tratar aunque poco valga, como sir Hugh ShawStewart. Digo que hablamos con Strachey y con Sydney-Turner. Agrego,con signos de admiracin, que habl con Bell hasta la una acerca de lanaturaleza del bien! Y no suelo emplear signos de admiracin, aunquevuelvo a ellos cuando digo que fum un cigarrillo con Beatrice Thynne!Esas reuniones del jueves por la tarde fueron, en lo que a m concierne, elgermen del que brot todo eso que termin por llamarse -en la prensa, ennovelas, en Alemania, en Francia e incluso, me atrevera a decir, enTurqua y en Timbukt- con el nombre de Bloomsbury. Merecen que se lasregistre y describa. Y sin embargo, cuan difcil, cuan imposible. Lasconversaciones -incluso aquellas que tuvieron consecuencias tantremendas en las vidas y los caracteres de las dos seoritas Stephen -,incluso conversaciones as de interesantes e importantes son tan elusivascomo el humo. Llenan la chimenea y se han ido.En primer lugar no se apega a la verdad decir que cuando se abra lapuerta y, con un titubeo y una modestia curiosos, se deslizaban al interior

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    Turner o Strachey nos fueran totalmente ajenos. Los habamos conocido - junto con Bell, Woolf, Hilton, Young y otros- en Cambridge, donde May

    Week, antes de morir mi padre. Pero algo de mucha mayor importancia esque sabamos de ellos por Thoby. Thoby posea una gran fuerza paravolver romnticos a sus amigos. Incluso siendo pequeo y estando en unaescuela privada, haba siempre algn fulano pasmoso, cuyo carcter yproezas asombrosos describa por horas cuando llegaba a casa devacaciones. Esas narraciones eran de lo ms fascinante para m.Consideraba a Pilkington o Sydney Irwin o el oso Woolly, a quienes nuncahaba visto en persona, personajes de Shakespeare. Yo misma lesinventaba historias. Fue una especie de saga que se alarg por aos. Yahora, cuando escucho sobre Radcliffe, Stuart o de quienquiera que setrate, comienzo a escuchar sobre Bell, Strachey, Turner, Woolf.Hablbamos de ellos por horas cuando vagbamos por el campo o cuandoen mi dormitorio estbamos sentados ante el fuego."Hay un fulano asombroso llamado Bell", comenzaba Thoby en cuantovolva. "Es una especie de mezcla de Shelley con un caballero provincianodeportista."Con esto yo, desde luego, afinaba los odos y comenzaba a hacerpreguntas inacabables. Recuerdo que caminbamos por los brezales dealguna regin, y ca en la fantstica impresin de que este hombre, Bell,

    era un dios del sol, con paja en el cabello. No era [ilegible] de inocencia yentusiasmo. Hasta llegar a Cambridge, Bell jams haba abierto un libro,deca Thoby. Pero de pronto descubri a Shelley y a Keats y casienloqueci de excitacin. Ya nada hizo sino recitar y escribir poesa. Sinembargo era un jinete perfecto -don que Thoby admiraba enormemente- ytena en Cambridge dos o tres caballos de caza."Y es Bell un gran poeta?", preguntaba yo.No, Thoby no se arriesgara a decir tal cosa, pero s estaba en las cartasque Strachey lo era. Y entonces examinbamos a Strachey, o "el Strache"como lo llamaba Thoby. De inmediato Strachey se volvi tan singular y tanfascinante como Bell. Pero de una manera muy distinta. "El Strache" era laesencia de la cultura. De hecho, pienso que su cultura alarmaba un poco aThoby. Tena cuadros franceses en su cuarto. Senta pasin por Pope. Eraextico y extremoso en todo aspecto -lo describa Thoby, tan alto y tandelgado que sus muslos no eran ms gruesos que el brazo de Thoby. Enuna ocasin irrumpi en las habitaciones de ste, y tras gritar "Escuchasla msica de las esferas?" cay en un desmay. En otra, en medio de unsilencio total, expresaba con voz aguda -que Thoby le imitaba a laperfeccin -: "Escribamos todos sonetos a Robertson". Era un prodigio de

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    ingenio. Incluso los tutores y los profesores venan a escucharlo. "Noimporta qu calificacin te den, Strachey", le dijo el Dr. Jackson cuando

    Strachey estaba en el mismo examen, "no ser suficiente". Y entoncesThoby, que me dejaba enormemente impresionada y bastante mareada,pasaba a platicarme de otro fulano asombroso, un hombre queperpetuamente temblaba con todo el cuerpo. Era un excntrico, tannotable a su manera como Bell y Strachey en la suya. Se trataba de un

    judo. Al preguntar por qu temblaba, Thoby me hizo sentir que, por algunarazn, era parte de su naturaleza, as de violento y de salvaje era, tanto asdespreciaba a la raza humana. "Despus de todo", deca Thoby, "sta esbastante calamitosa no?" Nadie vale mucho despus de los veinticinco,deca. Pero la mayora de las personas, segn mi deduccin, la vapasando y termina adaptndose a las cosas. Pues Woolf no, opinabaThoby, considerndolo sublime. Una noche so que estrangulaba a unhombre, y so con tal violencia que al despertar se haba descoyuntadoel pulgar. Desde luego, me encontraba imbuida por el ms hondo intersen ese judo violento, temblador y misntropo, que haba sacudido su puoante la civilizacin y estaba por desaparecer en los trpicos, de modo queninguno de nosotros pudiera volverlo a ver. Acaso entonces la charla virarahacia SYDNEY-TURNER. De acuerdo con Thoby, Sydney-Turner era unprodigio absoluto en cuestiones de cultura. Se saba de memoria toda la

    literatura griega. Prcticamente nada haba de cierta calidad en lenguaalguna que no hubiera ledo. Era muy silencioso y delgado y extrao.Nunca sala de da. Pero ya entrada la noche, de ver encendida la lmparade alguien, se acercaba para llamar ligeramente a la ventana como unamariposa nocturna. Comenzaba a platicar hacia las tres de la maana. Sucharla era entonces de una brillantez asombrosa. Cuando ms tarde mequej con Thoby de haber conocido a Turner sin hallarlo brillante, Thobysupuso, con severidad, que por brillantez yo quera decir ingenio; l, por elcontrario, quera decir verdad. Sydney-Turner era el charlista ms brillanteque conoca porque siempre hablaba con la verdad.Claro est, cuando el timbre sonaba y estas personas asombrosasentraban, Vanessa y yo caamos en un temblor de excitacin. Era tarde enla noche; el cuarto estaba lleno de humo; haba panecillos, caf y whiskydistribuidos por todos sitios; no vestamos satn blanco o aljfares; nadaelegante traamos [aqu, al margen, dos o tres palabras ilegibles]. Thoby seencargaba de abrir la puerta y por ella entraba Sydney-Turner o Bell oStrachey.

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    Entraban con algn titubeo, retrados, para acurrucarse silenciosamente[en] el rincn de algn sof. Por largo tiempo nada decan. Ninguno de los

    acostumbrados inicios de conversacin pareca servir. Vanessa y Thoby yClive, de encontrarse all -pues Clive estaba dispuesto a sacrificarsesiempre en bien de la conversacin-, proponan diversos temas. Pero casisiempre reciban una respuesta negativa. "No" era la rplica msfrecuente. "No, no la he visto", "No, no he asistido o, simplemente, "Nos". La conversacin languideca de un modo que habra sido imposible enla sala de Hyde Park Gate. Sin embargo, el silencio era difcil pero noaburrido. Se dira que la norma de lo que vala la pena decirse se habaelevado tan alto, que era mejor no romperla si no vala la pena. Sentados,mirbamos al piso. Entonces, por fin, Vanessa, tras haber dicho tal vezque haba asistido a alguna exhibicin de cuadros, usabaimprudentemente la palabra "belleza". Con esto, uno de los jveneslevantaba con lentitud la cabeza y deca: "Depende de lo que quiera decirpor belleza". De inmediato todos nuestros odos atendan. Es como si eltoro por fin hubiera sido lanzado al ruedo.Ese toro pudiera ser "la belleza", pudiera ser "el bien", pudiera ser "larealidad". No importa lo que fuera, se trataba de alguna cuestin abstractaque ahora solicitaba todas nuestras fuerzas. Nunca he atendido con mayorintensidad cada paso y cada medio paso dado en una argumentacin.

    Nunca me esforc tanto por afilar y lanzar mi propio dardo. Y entonces,qu gozo cuando la contribucin propia era aceptada. Ningn alabo mecomplaci tanto como el de Saxon al decir -y despus de todo, no eraSaxon infalible?- qu en su opinin haba defendido yo mi caso con muchahabilidad. Y qu casos ms extraos eran! Recuerdo haber intentadopersuadir a Hawtrey de que en la literatura existe eso llamado atmsfera.Hawtrey me retaba a probarlo sealando en cualquier libro cualquierpalabra donde esa cualidad estuviera separada del significado. Iba yo enbusca de Diana of the Crossways (Diana de Crossways). El alegato,tratara de la atmsfera o de la naturaleza de la verdad, era siemprelanzado en el centro del grupo. Si ahora Hawtrey deca algo, luego eraVanessa y luego Saxon, Clive, Thoby. Me llenaba de asombro observar aquienes continuaban argumentando colocar piedra sobre piedracautelosamente, con precisin, mucho despus de que la pila se hubieraelevado hasta desaparecer por completo de mi vista. Pero si no podaexpresarse algo, poda escucharse. Se tenan vislumbres de algomilagroso que estaba sucediendo muy arriba en el aire. A menudoseguamos sentados en crculo a las dos o tres de la maana. Saxonvolva a quitarse la pipa de la boca, como para hablar, y luego la regresaba

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    sin haber hablado. Y por fin, empujando su cabello hacia atrs,pronunciaba con brevedad algn resumen absolutamente definitivo. El

    edificio maravilloso quedaba completo y poda trastabillarse hasta la camasintiendo que algo muy importante haba, sucedido. Se haba probado quela belleza era -o no era, pues nunca estuve del todo segura- parte de uncuadro.De tales discusiones Vanessa y yo obtenamos probablemente el mismoplacer que obtienen estudiantes universitarios cuando por primera vezencuentran amigos propios. En el mundo de los Booth y de los Maxes nose nos peda que empleramos el cerebro gran cosa. Aqu, slo el cerebrousbamos. Parte del encanto que tenan aquellas veladas de jueves, eraque resultaban asombrosamente abstractas. No se trataba tan slo de queel libro de Moore nos pusiera a discutir filosofa, arte, religin, sino que laatmsfera -si a pesar de Hawtrey se me permite utilizar esa palabra- eraabstracta al extremo. Los jvenes mencionados no tenan "modales" en elsentido de Hyde Park Gate. Criticaban nuestras argumentaciones tanseveramente como las propias. Jams parecan notar cmo vestamos o siramos bien parecidas. Todo aquel estorbo de la apariencia y la conducta,que George apilara sobre nuestros primeros aos, se desvaneca porcompleto. Ya no haba que soportar la inquisicin terrible despus de unafiesta, para entonces escuchar: "Te ves adorable". O "parecas sin chiste".

    O "En verdad que debes aprender a peinarte". O "Trata de no pareceraburrida cuando bailas". O "Te echaste una conquista". O "Qu fracasofuiste". Esto pareca carecer de significado o existencia en el mundo deBell, Strachey, Hawtrey y Sydney-Turner. En ese mundo, el nicocomentario cuando nos estirbamos, ya retira dos los huspedes, era "Esde confesar que defendiste bastante bien tu posicin"; "pienso que msbien te lo inventaste". Era una simplificacin inmensa. Y, en cuanto a m serefiere, iba incluso ms a lo hondo. La atmsfera de Hyde Park Gate habaestado llena de amor y matrimonio. El compromiso de George con FloraRussell, el de Stella con Jack Hills, los innumerables coqueteos de Gerald,todos eran examinados con gran inters, fuera en privado o abiertamente.Se supona que Vanessa ya haba atrado a Austen Chamberlein. Mi taMary Fisher, que hurgaba como siempre en todo rinconcito, habadescubierto en el cuaderno de esbozos de Vanessa seis dibujos hechospor l, y haba sacado sus propias conclusiones. George tena fuertessospechas de que Charles Trevelyan la amaba. Pero en Gordon Squarenunca se mencionaba el amor. El amor no exista. Se lo manejaba con talligereza, que por aos cre a Desmond casado con una cierta anciana denombre la seorita Cornish, de sesenta aos y de cabello blanco como la

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    nieve. Nunca nos interesbamos en verificar. Pareca increble que algunode esos jvenes quisiera casarse con nosotras o nosotras con alguno de

    ellos. Pensaba que el matrimonio era un asunto muy menor y que, si se lopracticaba, se lo practicaba s que es una confesin grave- con jvenesque haban estado en Eton Eleven y vestan con elegancia para la cena. Almirar a mi alrededor en aquella habitacin del 46 pensaba -si se meexcusa el decirlo- que jams haba visto jvenes tan deslucidos, tan faltosde esplendor fsico como los amigos de Thoby. Kitty Maxse, quien vino unao dos veces, suspir despus: "No dudo que son muy gentiles, peroquerida qu horrorosa apariencia! Henry James, quien vio a Lytton y aSaxon en Rye, exclam ante la seora Prothero: "Deplorable!,deplorable! Cmo pudieron Vanessa y Virginia elegir tales amigos?Cmo han podido las hijas de Leslie resignarse a conocer jvenes as?"Pero justo aquella falta de esplendor fsico, ese desalio, era a mis ojosprueba de su superioridad. Incluso ms, era, de alguna manera oscura,tranquilizador, pues significaba que las cosas podan seguir as, en unaargumentacin abstracta, sin vestirse con elegancia para cenar y sin nuncarevertir a las maneras, que haba terminado por considerar desagradables,de Hyde Park Gate.Me equivoqu. Una tarde de aquel primer verano Vanessa nos dijo aAdrian y a m, y la observ en el gran espejo estirar los brazos por encima

    de la cabeza con un gesto a la vez de renuencia y aceptacin para decirlo:"Desde luego, comprendo que todos terminaremos casados. Es inevitable"y, al decirlo, pude sentir una obligacin horrible gravitando sobre nosotros;el destino descendera para separarnos de golpe justo cuantaalcanzbamos la libertad y la felicidad. Vanessa, sent, estaba conscienteya de algn reclamo, de alguna necesidad que yo resenta y procurabaignorar. De hecho, al cabo de algunas semanas Clive le propusomatrimonio. "S", dijo Thoby torvamente cuando le murmur con timidezalgo acerca de la proposicin de Clive, "ha sido la peor velada de los

    jueves!" De hecho, aquel matrimonio a principios de 1907 fue el fin deellas. Con esto, el primer captulo del viejo Bloomsbury lleg a su fin.Haba sido muy austero, muy excitante, de importancia inmensa. Habaadquirido existencia un pequeo mundo concentrado que moraba dentrode otro mayor y ms suelto, hecho de bailes y de cenas. Haba comenzadoa colorear este mundo y pienso que an colorea el mucho ms gregarioBloomsbury que lo sustituy.Pero no podra haber continuado. Incluso de no casarse Vanessa, inclusode haber vivido Thoby, el cambio era inevitable. No habramos podidoexaminar por siempre la naturaleza de la belleza en abstracto. Los

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    jvenes, como solamos llamarlos, pasaban de lo general a lo particular.Haban cesado de ser el seor Turner, el seor Strachey, el seor Bell. Se

    haban convertido en Saxon, Lytton, Clive. Una misma haba comenzado acriticar, a distinguir, a comparar. Aquellos viejos retratos llamativos estabansujetos a revisin. Poda comprobarse que Walter Lamb, a quien Thobyhaba comparado con un mancebo griego que tocaba la flauta en unviedo, de hecho era bastante calvo y ms bien aburrido; terminabadesendose que pudiera inducirse a Saxon a irse o a decir algo que tal vezno fuera la verdad estricta; incluso era de dudar, cuando se publicEuphrosyne (Eufrosina), que tantos poemas de aquel libro famoso tuvieranasegurada la inmortalidad, como lo afirmaba Thoby. Pero algo ms pedael cambio, aunque al menos yo no saba de qu se trataba. Quiz lalectura de un prrafo de otro diario, que escrib intermitentemente por unoo dos meses en el ao 1909, les permita suponer en qu consista.Describo un t en las habitaciones de James Strachey en Cambridge."Sus habitaciones", escrib, "aunque mero alojamiento, son discretas ypenumbrosas. Dibujos al pastel franceses cuelgan de los muros y hayestantes con libro viejos. Los tres jvenes -Norton, Brooke y JamesStrachey- ocupan sillas cmodas y miran con ojos suaves y atentos elfuego de la chimenea. El seor Norton saba que le tocaba hablar; l y yohablamos laboriosamente. Los otros callaban. Me gustara poder explicar

    aquel silencio, pero el tiempo apremia y me siento perpleja. Porque laverdad es que estos jvenes evidentemente son respetables; no que slosean capaces sino que sus opiniones son honestas y sencillas. Carecende todo adorno, de manera que hay convicciones con las cuales estar endesacuerdo cuando se est en desacuerdo. Pero nada tenamos quedecirnos y estaba consciente de que no slo se criticaban mis comentariossino mi presencia. Buscaban la verdad y dudaban que pudiera yoexpresarla o representarla. Pens de ellos que esto era valiente mas pocobenvolo. Admiraba la atmsfera -era algo ms?- y en algunos aspectosme senta cmoda en ella. Sin embargo por qu habrn de ser tanestriles el intelecto y el carcter? Es como si los esfuerzos ms elevadosde las personas ms inteligentes produjeran un resultado negativo. Contoda honestidad, no se puede ser nada".Hay en todo esto un cambio notable respecto a lo que deb haber escritodos o tres aos antes. Desde luego, el cambio se deba en parte a lascircunstancias. Ahora viva sola con Adrian en Fitzroy Square, y ramoslas personas ms incompatibles. Constantemente nos provocbamosataques de irritacin o cadas en la melancola. Seguamos yendo amuchsimas fiestas, pero la combinacin de los dos mundos que, pensaba

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    yo, era tan [ilegible] resultaba bastante ms difcil. Me era imposiblereconciliarlos. Claro, aun tenamos las veladas de los jueves. Pero siempre

    eran forzadas y a menudo terminaban en un fracaso lgubre. Adrin sediriga hacia su habitacin y yo a la ma, en silencio total. Pero haba algoms en todo esto. De qu se trataba, no estaba del todo cierta. Sabatericamente: por los libros, mucho ms de lo que en la prctica saba acausa de la vida. Saba que haba sodomitas en la Grecia de Platn,sospechaba pues no era cuestin que pudiera preguntarse directamentea Thoby- que los haba en el Trinity [College] del Dr. Butler, en Cambridge;pero nunca se me ocurri que los haba incluso ahora en la sala deStephen, en Gordon Square. Nunca consider que la capacidad deabstraccin y la sencillez que haban sido un alivio tan grandes despus deHyde Park Gate se deban, en buena medida, al hecho de que la mayorade los jvenes asistentes no se sentan atrados por las jvenes. No me dicuenta de que el amor, lejos de ser algo que jams mencionaban, era dehecho algo que nunca dejaban de examinar. Comenzaba a sentirmeperpleja. Las largas veladas, los largos silencios, las argumentaciones...seguan en Fitzroy Square como haba sucedido en Gordon Square. Peroahora me resultaban de lo ms intrigantes. Estos jvenes todava meexcitaban mucho ms que cualquiera de los otros hombres que conoca enese mundo externo hecho de cenas y bailes, y sin embargo me senta

    me atrever a decirlo o incluso a pensarlo? intolerablemente aburrida.Por qu, me preguntaba, nada tenemos que decirnos? Por qu la gentems dotada era a la vez la ms estril? Por qu las amistades msestimulantes eran tambin las ms apagadas? Por qu era todo tannegativo? Por qu estos jvenes hacan sentir que una no poda sernada? La respuesta a todas mis preguntas era, obviamente -como lohabrn adivinado- que entre nosotros no haba atraccin fsica.Una sociedad de sodomitas tiene muchas ventajas, si se es mujer. Essencilla, es honesta, en algunos sentidos nos hace sentir, segn lo anot,cmodas. Pero tiene sus defectos; con los sodomitas no se puede, segnlo expresan las gobernantas, insinuarse. Algo queda suprimido, ahogadotodo el tiempo. Ocurre que ese insinuarse, el cual no necesariamentesignifica copular y no del todo estar enamorado, es uno de los grandesdeleites, una de las grandes necesidades de la vida. Slo entonces cesatodo esfuerzo, se deja de ser honesto, se deja de ser listo. Se burbujeahasta llegar a una absurda y deleitosa efervescencia de agua de soda ychampaa, a travs de la cual se ve al mundo teido con todos los coloresdel arco iris. Era significativo de lo que haba terminado por desear que ibadirectamente -casi en la pgina siguiente de mi diario, a decir verdad- de

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    los penumbrosos y discretos cuartos de James Strachey, en Cambridge, auna cena con lady Ottoline Morrell en Bedford Square. Sus salones, not

    sin sacar ninguna consecuencia, me parecan de inmediato llenos de"lustre e ilusin".As, una cambiaba. Pero esos cambios en m eran parte de un cambiomucho mayor. Los cuarteles de Bloomsbury haban estado siempre enGordon Square. Ahora que Vanessa y Clive se haban casado, ahora queClive haba horrorizado irrecuperablemente a los Maxse, los Booth, losCecil, los Prothero, ahora que la casa estaba arreglada una vez ms,ahora que ofrecan pequeas reuniones con su bello mantel de lino caf ysu adorable servicio de plata del XVIII, Bloomsbury perdi con rapidez elcarcter monstico que haba tenido en el Captulo Uno. El Captulo Dosiba a ser de carcter muy distinto, al menos en la superficie.Otra escena ha quedado viva en mi memoria -no s si la invent o no-como la mejor ilustracin del Captulo Dos de Bloomsbury. Vanessa y yoestbamos sentadas en la sala. sta haba cambiado enormemente decarcter desde 1904. La etapa Sargent-Furse haba terminado. Amanecala etapa de Augustus John. Su "Pyramus" llenaba una pared entera. Losretratos que Watt hizo de mi padre y de mi madre estaban colgados abajo,si es que los haban colgado. Clive haba ocultado todas las cajas decerillos porque sus colores azul y amarillo tropezaban con el esquema de

    tonos prevaleciente. En cualquier momento apareca Clive ycomenzbamos a discutir, de principio amigable e impersonalmente;pronto nos insultbamos, paseando de un lado al otro de la habitacin.Vanessa, sentada, callaba y algo misterioso haca con su aguja o con sustijeras. Sin duda que yo hablaba egosta, excitadamente, de mis asuntos.De pronto se abra la puerta y en el umbral quedaba la figura larga ysiniestra del seor Lytton Strachey. Sealaba con un dedo una mancha enel blanco vestido de Vanessa.

    Semen?- preguntaba.Es permisible decir eso?, pensaba yo y todos rompamos a rer. Medianteesa palabra nica caan todas las barreras de reticencia y de reserva. Unflujo del fluido sagrado pareca abrumarnos. El sexo permeaba nuestraconversacin. La palabra sodomita nunca estaba demasiado alejada denuestros labios. Examinbamos la cpula con la misma excitacin yfranqueza con que habamos examinado la naturaleza del bien. Es extraopensar cuan reticentes, cun reservados habamos sido y por un tiempocun largo. Parece asombroso hoy da que en fecha tan tarda como elao 1908 o 9 Clive haba enrojecido y yo haba enrojecido cuando, en elFrench Express, le ped que me dejara pasar para ir al bao. Jams so

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    con preguntarle a Vanessa qu haba ocurrido la noche de bodas. Thoby yAdrin habran muerto antes que comentar las aventuras amorosas de los

    estudiantes universitarios. Siendo que toda cuestin intelectual haba sidodebatida con libertad, ignorbamos al sexo. Ahora, una corriente de luz sefiltraba hacia ese departamento. Todo lo habamos sabido pero sinhablarlo nunca. Ahora, de nada ms hablbamos. Escuchbamos coninters extasiado sobre los amores de los sodomitas. Seguamos las altasy bajas de sus historias escaqueadas, Vanessa con simpata y yo -noescrib en 1905 que las mujeres son mucho ms divertidas que loshombres?- con frivolidad, entre risas. "Me dice Norton", apuntaba Vanessa,"que James se encuentra de lo ms desesperado. Rupert se ha acostadodos veces con Hobhouse" y yo coronaba sus ancdotas con algn trozo dechismorreo igualmente excitante: acerca de un estudiante divino llamadoGeorge Mallory, cuya cabeza era como la de un dios griego aunque, ay,tena mala dentadura.Todo esto dio como resultado que las viejas opiniones sentimentales entorno del matrimonio, en las cuales nos haban criado, se revolucionaran.Lamentara decirles cun mayor era antes de comprender que nada dechocante hay en que un hombre tenga una amante o en que una mujer losea. Tal vez la fidelidad de nuestros padres no era la nica oinevitablemente la ms alta forma de vida en matrimonio. Quiz tal vez la

    fidelidad no era tan estricta como habamos supuesto. "Desde luego, KittyMaxse tiene dos o tres amantes" deca Clive. Kitty Maxse, la casta, laexquisita, la devota! Una vez ms, la vida cambiaba totalmente de aspecto.De modo que ahora, en el 46 de Gordon Square, nada haba que nopudiera decirse, que no pudiera hacerse. Fue, pienso, un gran avance enla civilizacin. Acaso sea verdad que los amores de los sodomitas no son -al menos cuando se es de otras creencias- de inters obsesivo o deimportancia suprema. Pero el hecho de que se los mencione abiertamentedesemboca en el hecho de que a nadie le molesta si se los practica enprivado. As se revisaron muchas costumbres y creencias. De hecho, afuturo Bloomsbury probara que pueden interpretarse muchas variacionessobre el tema del sexo, y con resultados tan felices que mi propio padrehabra dudado antes de lanzar como trueno la palabra que crea adecuadapara un sodomita o un adltero. Es decir, desvergonzado!

    Aqu llego a una cuestin cuyo examen debo dejar a otro escritor dememorias; es decir, si damos por hecho que Bloomsbury existe, qucualidades permitan ser admitido en l y cules los motivos para laexpulsin? En cualquier caso, entre 1910 y 1914 se admitieron muchos

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    miembros nuevos. Habr sido en 1910, supongo, cuando Clive se precipitescaleras arriba, en un estado de mxima excitacin. Acababa de tener

    una de las conversaciones ms interesantes de su vida. Con Roger Fry.Haban discutido por horas la teora del arte. Consideraba a Roger Fry lapersona ms interesante que le haba sido dado conocer desde sus dasde Cambridge. As, Roger apareci. Apareci, creo recordar, en un granlevitn ruso, cada bolsillo del cual estaba atiborrado con un libro, una cajade pinturas o algn objeto intrigante: pinceles especiales comprados a unhombrecito en la calle de atrs; traa lienzos bajo el brazo; el pelo suelto;los ojos brillantes. Tena ms conocimientos y experiencia que el resto denosotros sumados. [Su mente pareca engarzada a la vida] por un nmerode nexos extraordinario. Comenzamos hablando de Marie-Claire. Y deinmediato nos habamos lanzado todos a una argumentacinextraordinaria sobre la literatura. Adjetivos?, asociaciones? Milton saladel librero, releamos a Wordsworth. Tenamos que pensar de nuevo todoel asunto. El viejo esqueleto de las argumentaciones del Bloomsburyprimitivo, en torno al arte y la belleza, adquira carne y sangre. Siempresurga alguna idea nueva, siempre algn cuadro nuevo apoyado en unasilla, para que se lo mirara, algn poeta nuevo extrado de la oscuridad ypuesto a la luz del da. Por el 46 pasaba gente rara: Rothenstein, Sickert,Yeats, Tonks. Tonks que no poda ya, era de suponer, hacer miserable a

    Vanessa. En ocasiones comenzaba a conocerse una curiosa figurafaunesca que, enredndose en su ropa, parpadeaba, trastabillando de unmodo extrao en las palabras largas de sus oraciones. Un ao o dos antesAdrin y yo estbamos de pie ante una cierta pintura en oro y negro, en elLouvre, cuando una voz dijo "Es usted Adrin Stephen? Yo soy DuncanGrant". Ahora, Duncan comenzaba a frecuentar los alrededores deBloomsbury. Cmo viva, no lo s. No tena dinero. De hecho, el to Trevorlo consideraba loco. Viva en un estudio de Fitzroy Square con unasirvienta vieja y borracha llamada Filmer, y con un clrigo que en la calleasustaba a las chicas hacindoles gestos. Duncan se llevaba de maravillacon ambos. Sus amigos lo abastecan de ropa que siempre pareca estarcayndose al piso. Para pintar, nos peda prestada porcelana vieja y losviejos pantalones de mi padre para ir a las fiestas. Rompa la porcelana yarruinaba los pantalones porque saltaba al Cam para rescatar a un nioarrastrado hasta el ro por la cuerda de la "Aholibah", la barca de WalterLamb. Nuestra cocinera, Sophie, lo llamaba "ese seor Grant", paraquejarse de que haba estado tomando otra vez cosas de la despensa,como si fuera una rata. Pero sucumba a su encanto. Pareca flotar

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    vagamente en la brisa, pero siempre se posaba justo donde se lopropona.

    Y por lo menos una vez Morgan pas revoloteando por Bloomsbury,alojndose por un momento en Fitzroy Square camino de tomar algn tren.Llevaba consigo, creo, el mismo bolsn negro con la misma etiqueta decobre que en este momento se encuentra all afuera, en el vestbulo.Senta yo que una mariposa -de preferencia una mariposa azul claro- sehaba acomodado en el sof; de levantarse un dedo o hacerse unmovimiento la mariposa hua. Hablaba de Italia y del Working Men'sCollege. Y yo escuchaba con la mayor curiosidad, pues era el niconovelista que conoca, excepcin hecha de Henry James y de GeorgeMeredith; el nico, digamos, que escriba sobre gente como nosotros. Perome senta muy temerosa de levantar la mano y que la mariposa huyerapara decir mucho. Sola observarlo oculta por un seto mientras lrevoloteaba por Gordon Square, errtico, irregular y con su bolsn, caminode tomar algn tren.Todos estos, con Maynard -tan truculento, pensaba yo, tan formidable,como un retrato de Tolsti cuando joven, capaz de deshacer cualquierargumento que le llegara con un golpe de su puo y, sin embargo,ocultando, como dicen los novelistas, un corazn amable e incluso simplebajo aquella armadura intelectual enormemente impresionante- y Norton,

    quien era la esencia de todo lo que yo deseaba expresar con Cambridge;tan capaz, tan honesto, tan feo, tan seco; ese Norton con quien pas unanoche entera hablando y con quien fui, al amanecer, a Covent Garden, aquien an veo en la memoria mirar a travs de sus quevedos con el ceofruncido -amarillo y severo con un sembrado de rosas y claveles al fondo.Estas fueron, opino, las figuras principales en el Bloomsbury anterior a laguerra.Pero aqu se vuelve necesario preguntar: dnde termin Bloomsbury?Qu es Bloomsbury? Por ejemplo incluye Bedford Square? Pienso que,antes de la guerra, la mayora de nosotros habra respondido "S". Cuandose escriba la historia de Bloomsbury -y qu mejor tema para el siguientelibro de Lytton?-, deber haber un captulo, aunque slo sea en elapndice, dedicado a Ottoline. Su primera aparicin entre nosotros ocurri,creo, hacia 1908 o 9. Veo en mi diario que cen con ella el 30 de marzo de1909, pienso que por primera vez. Pero algunas semanas antes habacado en una de mis veladas de los jueves con Philip, Augustus John yDorella a remolque. A la maana siguiente me escribi preguntndome losnombres y las direcciones de todos "mis maravillosos amigos". Tras estovino la invitacin a aparecer en Bedford Square cualquier jueves, hacia las

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    diez, en compaa de quien deseara. Llev a Rupert Brooke. Prontoestbamos absorbidos por aquel remolino extraordinario, donde se unan

    momentneamente sirios y troyanos. Estaban Augustus John, muysiniestro en su corbatn negro y su saco de terciopelo; Winston Churchill,muy rubicundo, todo lleno de encajes y medallas, camino del palacio deBuckingham; Raymond Asquith restallante de epigramas; Francis Doddcontndome del modo ms grfico cmo l y la ta Susie haban matadosabandijas: ella sostena la lmpara y l un recipiente con parafina. Losinsectos paseaban por el cielo raso en una corriente incesante. All estabalord Henry Bentinck en un extremo del sof, y tal vez Nina Lamb en el otro.All estaba Philip, recin llegado de la Cmara de los Comunes, tarareandoy reclinado hacia la izquierda en la alfombra del hogar. All estaba GilbertCannan, de quien se deca que estaba enamorado de Ottoline. All estabaBertie Russell, de quien se deca que ella estaba enamorada. Y sobretodo, all estaba la propia Ottoline."Lady Ottoline", escrib en mi diario, "es una gran dama que ha terminadodescontenta con su propia clase e intenta descubrir qu est buscandoentre artistas y escritores. En razn de esto, como si estuvieran inspiradospor algo divino, se les acerca de un modo definitivo y ellos la consideranun espritu sin cuerpo que ha escapado de su mundo para llegar a otro enel cual no puede echar races. Aunque no bella, s vale mucho la pena

    contemplarla, Al igual que gran parte de la gente pasiva, es muy cuidadosay puntillosa con su entorno. Se toma las molestias ms extremas parahacer descollar su belleza, como si se tratara de algn objeto preciosorecogido en una oscura callejuela florentina. Siempre se dira posible quelas ricas estadounidenses que acarician su capa persa y la califican demuy buena pasen a acariciarle la cara y la califiquen de una obra fina delestilo renacentista tardo; frente y ojos magnficos, el mentn acasorestaurado. La palidez de sus mejillas, el modo en que echa la cabezahacia atrs y mira vacuamente le da la apariencia de una Medusa demrmol. Su pasividad es curiosa". Y entonces paso a exclamar, de unmodo ms bien rapsdico, que el lugar todo estaba lleno de "lustre eilusin".De hecho, cuando se recuerda ese saln lleno de gente, los amarillos yrosados plidos de los brocados, las sillas italianas, las alfombras persas,los bordados, las borlas, el aroma, las granadas, los moos, el popurr yaOttoline gravitando sobre uno desde lejos, envuelta en su chal blanco degrandes flores escarlatas y arrastrndolo a uno fuera de la habitacin y dela multitud hacia un cuartito donde se quedaba a solas con ella, donde nosacosaba con preguntas tan ntimas y tan intensas sobre la vida y los

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    amigos y pona un signo sobre nuestro nombre en una libretita perfumada -apenas la semana pasada anot mi nombre en otra libretita perfumada de

    Gower Street-, pienso que puede disculparse mi excitacin.A decir verdad, lustre e ilusin tieron a Bloomsbury en esos ltimos aosantes de la guerra. No ramos tan austeros; no ramos tan exaltados.Hubo peleas e intrigas. Ottoline era acaso una Medusa, pero no era unaMedusa pasiva. Posea el gran don de apocar a la gente. Se dice queincluso a Middleton Murry lo hundi entre los vegetales de Garsington. Ypara entonces lejos estbamos de ser montonos. Las veladas de los

    jueves, con sus silencios y sus discusiones, eran cosa del pasado.Tomaron su lugar reuniones de tipo muy diferente. El movimientoposimpresionista haba lanzado sobre nosotros no su sombra, sino su hazde luces variadas. Comprbamos flores de nochebuena hechas de felpaescarlata: nos cosamos vestidos de ese algodn estampado tan amadopor los negros; nos vestamos como cuadros de Gauguin y pasebamosalrededor de Crosby Hall. La seora Whitehead se escandalizaba. Decaque Vanessa y yo bamos prcticamente desnudas. Violet Dickinsoninvoc una vez ms el espritu de mi madre, para deplorar que alquilara yocasa en Brunswick Square, pidiendo a jvenes que la compartieranconmigo. George Duckworth vino desde la calle Charles para rogarle aVanessa que me hiciera renunciar a la idea, y tal vez no se sinti

    consolado cuando ella respondi que, despus de todo, el hospitalFoundling no quedaba lejos. Comenzaron a circular historias sobrereuniones en las que todos nosotros nos desnudbamos en pblico. LoganPearsall Smith dijo a Ethel Sands que saba de primera mano que Maynardhaba copulado con Vanessa en un sof, en medio de la sala. Se tratabade una sociedad cruel, inmoral y cnica, se deca; ramos mujeresrelajadas y nuestros amigos jvenes de lo ms indigno.Sin embargo, a pesar de Logan, a pesar de la seora Whitehead, a pesarde Vanessa y Maynard y lo que hicieron en el sof de Brunswick Square,el viejo Bloomsbury sobrevive. Si quieren una prueba, miren alrededor.

    HABITACIN PROPIACAPTULO 3Fue decepcionante no haber trado de regreso, aquella velada, algunaafirmacin importante, algn hecho autntico. Las mujeres son ms pobresque los hombres por esto y aquello. Tal vez ahora sera mejor renunciar ala busca de la verdad, para recibir en la cabeza una avalancha deopiniones caliente como lava, descolorida como agua tras el lavado. Serahacer descender el teln, dejar fuera las distracciones, encender la

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    lmpara, estrechar la investigacin y pedir al historiador, quien no registraopiniones sino hechos, que describa las condiciones en las cuales vivan

    las mujeres, aunque no en todas las pocas sino en Inglaterra cuando,digamos, el reinado de Isabel.Porque es un acertijo perenne la causa de que ninguna mujer escribierauna sola palabra de esa literatura extraordinaria cuando se dira que unode cada dos hombres era capaz de componer una cancin o un soneto.En qu condiciones vivan las mujeres? me pregunt. Porque la ficcin,es decir la obra de imaginacin, no es lanzada contra el suelo como unguijarro, lo que tal vez s ocurre con la ciencia; la ficcin es como la tela deuna araa, acaso sostenida del modo ms ligero imaginable, y sinembargo sostenida de la vida por los cuatro costados. A veces talvinculacin es apenas perceptible. Las obras de Shakespeare, porejemplo, parecen colgar de all por s mismas, sin ayuda alguna. Perocuando se tuerce la tela, cuando se la levanta por una orilla, se la rasgapor el medio, recordamos que esas telas de araa no las tejen en mediodel aire criaturas incorpreas, sino que son la obra de seres humanos quesufren y estn atados a cosas groseramente humanas, como la salud, eldinero y las casas en que vivimos.As pues, me acerqu al anaquel donde estn los libros de historia y saquuno de los ms recientes, la History of England (Historia de Inglaterra), del

    profesor Trevelyan. Una vez ms busqu en el ndice la entrada Mujeres,encontr "posicin de las" y fui a las pginas indicadas. "Golpear a laesposa", le, "era un derecho que se le reconoca al hombre, y lopracticaban sin avergonzarse los de la clase alta y los de la clase baja...De modo parecido", contina el historiador, "la hija que se rehusaba acasarse con el caballero elegido por los padres, corra el riesgo de que sela encerrara, se la golpeara, se la arrastrara por la habitacin sin que laopinin pblica sufriera choque alguno. El matrimonio no era cuestin deafectos personales, sino de avaricia familiar, sobre todo en las clases altas'caballerescas'... A menudo el compromiso ocurra cuando uno o los dosparticipantes estaban en la cuna y el matrimonio cuando apenas dejabanel cuidado de las ayas". Esto suceda hacia 1470, poco despus de lapoca de Chaucer. La siguiente referencia a la posicin de las mujeresocurre unos doscientos aos ms tarde, en tiempo de los Estuardos."Segua siendo la excepcin que las mujeres de clase alta y mediaeligieran sus maridos y, una vez asignado el esposo, se volva dueo yseor; al menos hasta donde la ley y la costumbre lo permitan. Pese atodo esto", concluye el profesor Trevelyan, "ni las mujeres de Shakespeareni aquellas de las memorias autnticas del siglo XVII, como las Verney y

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    las Hutchinson, parecen ayunas de personalidad y de carcter". De ciertoque, si lo pensamos, Cleopatra debe haber sabido manejarse: es de

    suponer que lady Macbeth tena voluntad propia; es de pensar queRosalind era una chica atractiva. El profesor Trevelyan tan slo expresa laverdad cuando subraya que las mujeres de Shakespeare no parecenayunas de personalidad y carcter. Al no serse historiador, podra irseincluso ms lejos y decir que desde el inicio de los tiempos las mujereshan ardido como faros en todas las obras de todos los poetas:Clitemnestra, Antgona, Cleopatra, lady Macbeth, Fedra, Cresida,Rosalinda, Desdmona, la duquesa de Malfi entre aquellas del teatro;entre los escritores de prosa, Millamant, Clarissa, Becky Sharp, AnaKarnina, Emma Bovary, Madame de Guermantes. Los nombres seacumulan en la mente y no recuerdan a mujeres "ayunas de personalidady de carcter". A decir verdad, si la mujer slo tuviera existencia en laficcin escrita por hombres, se la imaginara una persona de la mayorimportancia; muy variada; heroica y vil; esplndida y srdida; infinitamentebella y horrible al extremo; tan grande como un hombre y algunospensaran que incluso ms. Pero aqu se trata de la mujer en la ficcin. Dehecho, como lo seala el profesor Trevelyan, se la encerraba, golpeaba yarrastraba por la habitacin.De esta manera, surge un ser muy extrao y mixto. En la imaginacin es

    de la mayor importancia; en la prctica, del todo insignificante. Impregna lapoesa de pasta a pasta; apenas si aparece en la historia. En la ficcindomina la vida de reyes y conquistadores; en la realidad era esclava decualquier muchacho cuyos padres le forzaran un anillo en el dedo. En laliteratura brotaron de sus labios algunas de las palabras ms inspiradas,algunos de los pensamientos ms profundos; en la vida real apenas sabaleer, difcilmente escriba y era propiedad del marido.De cierto que era un monstruo extrao el que se creaba leyendo primero alos historiadores y luego a los poetas: un gusano alado como guila; elespritu de la vida y la belleza picando tocino en la cocina. Pero esosmonstruos, no importa cuan entretenidos en la imaginacin, no existen enel mundo de los hechos. Lo que debe hacerse para darles vida es pensarpotica y prosaicamente en el mismo instante, para as mantener elcontacto con los hechos: que se trata de la seora Martin, de treinta y seisaos, vestida de azul, con sombrero negro y zapatos cafs. Mas sin perderde vista la ficcin: se trata de una vasija en el cual todo tipo de espritus yfuerzas luchan y destellan perpetuamente. Pero sucede que en elmomento mismo de intentar aplicar este mtodo a la mujer isabelina, fallauno de los ngulos de iluminacin; nos frena la escasez de datos. De esta

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    mujer nada detallado sabemos, nada que sea totalmente cierto ysubstancial. La historia apenas la menciona. Una vez ms fui al profesor

    Trevelyan, para ver qu entenda l por historia. Al mirar los nombres delos captulos, descubr que significaba:"La finca solariega y los mtodos de agricultura a campo abierto... Loscistercienses y la cra de ovejas... Las Cruzadas... La universidad... LaCmara de los Comunes... La Guerra de los Cien Aos... Las Guerras delas Rosas... Los eruditos del Renacimiento... La disolucin de losmonasterios... La lucha agraria y la religiosa... Los orgenes del poder