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Los guardianes ATAPUERCA [ reportaje ]

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Los guardianes ATAPUERCA

[ reportaje ]

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Desde hace más de treintaaños, la base militar de

Castrillo del Val presta apoyoy protección a las

investigaciones arqueológicasque dan testimonio de

nuestro pasado en la sierraburgalesa

s deExcavaciones en Gran

Dolina. A la derecha, ungrupo de soldados junto a

la entrada de losyacimientos de la

trinchera. Debajo, EudaldCarbonell, Marta Navazo y

el coronel Aymerich.

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LOS dos expertos examinan mi-nuciosamente la piedra talladaque acaba de salir a la luz des-pués de 50.000 años. Ensegui-da, identifican en su superficie

las huellas de los golpes y los negativosde las extracciones de lascas o láminasque sufrió para su elaboración. Señalan-do el afilado corte, Eudald Carbonellexpone su conclusión: es una herra-mienta de silex usada para despellejarpiezas de caza. Marta Navazo asiente y,a continuación, introduce en una bolsitade plástico el trozo de piedra que da tes-timonio de la existencia de industria líti-ca en las primitivas poblaciones nean-dertales de la sierra de Atapuerca.

Cerca de ellos, protegidos del sol ba-jo la lona de una tienda modular delEjército de Tierra, cuatro arqueólogosexcavan, milímetro a milímetro, unafranja transversal de terreno. El yaci-miento se denomina Hotel California yestá situado dentro de los límites delCampo Militar de Adiestramiento deMatagrande, al igual que muchos de los180 asentamientos prehistóricos al airelibre que se han documentado en la sie-rra y sus alrededores.

El estrato del yacimiento correspon-de al Paleolítico medio y abarca un pe-ríodo de 9.000 años, con niveles desdehace 55.000 a 46.000 años. «Gracias aestos restos podemos conocer mejor lasformas de vida de los neandertales: dón-de cazan, recolectan, o recogen materiaprima, qué comen, qué desplazamientosefectúan, dónde tienen los campamen-tos…», explica Marta Navazo. Doctoraen Prehistoria, hizo su tesis sobre losasentamientos al aire libre en Atapuercay, en la presente campaña, coordina lainvestigación en Hotel California.

A escasos metros, dos miembros desu equipo criban el sedimento con uncedazo para recuperar los diminutosrestos que no se aprecian a simple vista.Un remolque aljibe del Ejército les proporciona el agua que necesitan paralavar el sedimento y para limpiar las piquetas y el resto de las herramientas.

Concentrados en su labor, los arqueó-logos parecen ajenos al eco de las deto-naciones procedentes de la zona de prác-ticas tiro del campo militar. «No nos oca-sionan ningún problema —señala ladoctora Navazo—. Al contrario, los mi-

litares nos han ayudado siempre. Su pre-sencia ha preservado los yacimientos demovimientos de siembra o de la urbani-zación. Sólo hay que ver todo lo que seha construido desde Burgos hasta aquí».

LA BASE Y EL CAMPO MILITARLa Sierra de Atapuerca se localiza a 15kilómetros al Este de la ciudad de Bur-gos y en ella se encuentran situados el Campo Militar de Matagrande y laadjunta base de El Cid Campeador. Elacuartelamiento pertenece al términomunicipal de Castrillo del Val, y es sede, entre otras unidades, del Regi-miento de Ingenieros nº 1. Una parte dela propiedad militar —algo menos de lamitad de la misma, en su límite orien-tal— se superpone con la zona de exca-vaciones arqueológicas que vienen pro-porcionando importantes descubri-mientos sobre los sucesivos grupos humanos que habitaron este territorioen el último millón y medio de años.

Catalogados como Bien de Interés Cul-tural por la Junta de Castilla y León, ydeclarados Patrimonio de la Humanidadpor la UNESCO en el año 2000, los ya-cimientos son hoy un referente mundial

para el estudio de la evolución humanaen Europa. Todo comenzó a finales delsiglo XIX, cuando la construcción de unferrocarril minero dejó al descubiertovarias cuevas rellenas de sedimentos queposteriormente darían lugar a las exca-vaciones. La profunda trinchera practi-cada en la caliza de la Sierra, con 1,5 ki-lómetros de longitud y hasta 20 metrosde altura, presentaba un amplio registrofósil, con cortes perfectamente estratifi-cados por sucesivos cambios climáticos.

En 1976, el ingeniero de minas Trini-dad Torres, que preparaba su tesis doc-toral sobre los osos cavernarios, se topócon la mandíbula de un homínido, yAtapuerca comenzó a hablar. Las exca-vaciones sistemáticas comenzaron en1978, dirigidas por el profesor EmilianoAguirre, al que a su jubilación, sucedie-ron tres de sus más destacados colabo-radores: los biólogos Juan Luis Arsua-ga y José María Bermúdez de Castro yel arqueólogo Eudald Carbonell.

Treinta años después, los miles derestos humanos y de otras especies ani-males y vegetales que cada verano pro-porcionan las campañas de excavacióndan cuenta de la importancia de este

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proyecto científico, que se mide tam-bién por el número de investigadoresinvolucrados y por la cantidad de yaci-mientos que se excavan.

Dos de los más antiguos, las cuevasde Gran Dolina y la Galería, están ubi-cados dentro del Campo Militar, al igualque otros más recientes, al aire libre, como el ya citado Hotel California, elHundidero o el Valle de las Orquideas.El resto de los yacimientos se encuen-tran fuera del perímetro de la base. Deellos, los más importantes son la Simadel Elefante, el Mirador, y la CuevaMayor. En esta última se localizan losyacimientos de El Portalón, en la entra-da, y la Sima de los Huesos, a medio kilómetro por el interior de la cueva.

Debido a la importancia científica deestas excavaciones, en 1986, el Minis-terio de Defensa resolvió la exclusión delárea de los yacimientos como zona deprácticas de tiro. Pero, ya desde mucho

antes, los militares de la base venían demostrando especial cuidado en el usodel lugar. Para evitar que su actividadpudiera causar impacto en los yacimien-tos, la zona había quedado limitada aprácticas de vivac, alejándose suficiente-mente para ejercicios de otro tipo, y evi-tando la circulación de vehículos medioso pesados. Posteriormente, cuando en1991 se produjo la declaración de biende interés cultural, se cedieron al Minis-terio de Cultura los terrenos en los quese asienta el yacimiento arqueológicopermitiendo los accesos para los trabajosde excavación y las visitas de estudio.

El relevante valor cultural de Ata-puerca se vio refrendado hace nueveaños con su declaración como Patrimo-nio de la Humanidad. Uno de los requisi-tos exigidos por la UNESCO era, pre-cisamente, que el lugar estuviera bienprotegido. El papel que, en este aspec-to, desempeñaban las Fuerzas Armadas

fue puesto de relieve en el informe pre-vio del comité español del Consejo Internacional de Monumentos y SitiosHistórico-Artísticos. «Se reconoce —señala dicho informe— que la pre-sencia del Ejército en la sierra de Ata-puerca ha ejercido, de forma indirecta,un papel positivo en la conservación dellugar ya que ha impedido su desnatura-lización para otros posibles fines o tiposde explotación incompatibles con lapreservación del paisaje».

Del mismo modo, antes de que lasexcavaciones se dotaran con personalde seguridad, la presencia de patrullasmilitares de vigilancia, más allá inclusodel perímetro de la base, favoreció laprotección de los yacimientos, impi-diendo el paso incontrolado de curio-sos a la zona de excavaciones, así comode posibles expoliadores que pudierancausar estragos en la riqueza paleonto-lógica del lugar.

La fragilidad de los fósileshace necesaria la creación de

todo un entramado detablones que permite

a los arqueólogosdesplazarse sin interrumpir

el trabajo de los compañeros.

Los arqueólogos cribanlos sedimentos paraencontrar restosdiminutos. Junto a ellos un remolque aljibe delEjército de Tierra.

El hecho de estar localizadas en el ámbito de la base militar, hapermitido a las excavaciones disponer de su apoyo logístico

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DOCTOR en Geología del Cuaterna-rio por la Universidad Pierre et Ma-rie Curie y en Historia por la Univer-

sidad de Barcelona, Eudald Carbonell iRoura (Ribes de Freser, Gerona, 1953) es,actualmente, profesor en la UniversidadRovira i Virgili y dirige lasexcavaciones del yaci-miento de Atapuercajunto con José MaríaBermúdez de Castro yJuan Luis Arsuaga. Lostres recibieron el PremioPríncipe de Asturias de InvestigaciónCientífica y Técnica en 1997.

—¿Piensa que la presencia militar hafavorecido la protección de Atapuerca? —La conservación de estos yacimientos, yen general de los espacios naturales, exigeun control administrativo del territorio. Actual-mente, los accesos a Atapuerca están con-

trolados y las visitas deben ser autorizadasy realizarse con guías. La presencia delEjército facilita este control porque evitaque los piratas y los expoliadores arqueoló-gicos tengan acceso al territorio que com-partimos. Por otro lado, si ahora tenemos

intacta parte de la vegetación de la sierra ylas capas más superficiales de los estratoses porque ha sido terreno militar que no seha roturado ni trabajado. Es más, lo que realmente nos gustaría a los arqueólogoses que todos los yacimientos hubiesen estado dentro de la propiedad militar. No obstante, pienso que, en un futuro, lasierra tendrá que tener un uso científico,

ecológico y cultural, un uso más acordecon la importancia que tiene el yacimiento.

—¿Cómo ha sido la relación con losmilitares en estos años? —Ha sido muy fructífera. Hace poco locomentaba con el profesor EmilianoAguirre, que fue el primer director, conquien empecé a trabajar en 1978. Siem-pre, desde el principio, tuvimos una muybuena relación con toda la estructura mi-litar. Particularmente en los años 80 y 90.Gracias a nuestros amigos militares hici-mos muchas cosas que, seguramente,sin su apoyo, no hubiéramos podido lle-var a cabo porque no teníamos los me-dios con los que contamos ahora. Exca-vadores y militares hemos trabajado juntos muchas veces, por ejemplo enmaniobras de desobstrucción de cuevas(voladuras), como también en sacar y organizar materiales fuera de los yaci-mientos. Esto, durante mucho tiempo, hahecho surgir buenas relaciones, de amis-tad, entre civiles y militares.

—En su libro Atapuerca, perdidos enla colina, usted rinde homenaje a laspersonas anónimas que han colabo-rado en el proyecto, entre ellas a losmilitares. —Por supuesto. Mire, yo tengo muchosamigos coroneles, son de mi edad, ysiempre me dicen que no quieren figurar

en ningún sitio, que alcolaborar con nosotrosellos hacen su trabajo.Nunca han querido nin-gún tipo de protagonis-mo. Pero era de justiciahacer un reconocimien-

to explícito de su apoyo a lo largo de todos estos años.

—¿Qué descubrimientos se puedenesperar de la actual campaña de exca-vaciones?—Atapuerca es una caja de sorpresas.En estos treinta años solo hemos exca-vado una millonésima parte. Hay trabajo

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EudaldCarbonell enla entrada dela FundaciónAtapuerca,situada en lalocalidadburgalesa deIbeas deJuarros.

Eudald Carbonell, arqueólogocodirector del proyecto Atapuerca

«Siempre hemos tenido el apoyode nuestros amigos militares»

«Los descubrimientos científicosdel pasado deben ayudarnos a

construir el futuro»

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En la actualidad, la conservación delentorno natural de la Sierra sigue siendouna prioridad en la actividad diaria delos militares destinados en la base CidCampeador. El acuartelamiento alberga aunas 1.300 personas, entre mandos ytropa, repartidos en seis unidades dife-rentes: los regimientos de Ingenieros 1,de Artillería 11, de Transmisiones 1, laAgrupación Logística Divisionaria nº 1,así como un destacamento del Regimien-to de Transmisiones Estratégicas nº 22 yla Unidad de Servicios de Base. Esta última cuenta con una sección específicade medioambiente que se ocupa de apli-car el sistema de gestión ISO 14001,acreditado en abril 2008, y que garantizael cumplimiento de las medidas de pro-tección medioambiental en todas las ac-tividades que se llevan a cabo en sus ins-talaciones, incluida la zona de ejercicios.

LA COOPERACIÓN MILITAREl jefe de la base, coronel Vicente deAymerich, y Eudald Carbonell se cono-cieron hace más de tres décadas. Suvieja amistad es un fiel reflejo de la bue-na sintonía que ha presidido siemprelas relaciones entre militares y arqueó-logos. «Nuestros primeros encuentrosse remontan a finales de los años seten-ta —rememora el jefe de la base—. Yoentonces era un joven teniente de Arti-

llería. A veces, cuando íbamos a hacerla instrucción o las prácticas de tiro, ve-íamos por allí a un señor que no conocí-amos y que nos decía que si le podía-mos ayudar a recoger estos cascotes oabrir este camino…».

Los comienzos fueron duros para losinvestigadores. «Se desconocía el verda-dero alcance científico de Atapuerca yno existía un apoyo suficiente de las ins-tituciones», recuerda Eudald Carbonell.El equipo tuvo que recurrir en muchasocasiones a los militares del cercanoacuartelamiento de Castrillo del Val. Enaquellos primeros años, los soldadosayudaron suministrándoles agua, elimi-nando escombros o alisando terreno.

Los ingenieros del Ejército no soloprestaron a los arqueólogos gruposelectrógenos, medios de transporte ymáquinas pesadas para remoción detierras. También pusieron su habilidadcon los explosivos a disposición de losinvestigadores. En 1987, se practicaronuna serie de voladuras controladas enla Galería, para despejar sedimentos estériles, muy duros, que dificultabannotablemente la excavación.

Otras dos explosiones se efectuaronen Gran Dolina, yacimiento que, añosmás tarde, en 1994, alumbraría una nue-va especie, el Homo antecessor, la pruebade la presencia humana más antigua de

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para centenares de años. Hay millonesde metros cúbicos de sedimentos, y ca-da año pueden aparecer cosas nuevas.Es muy difícil predecir qué puede salir,pero continuamos trabajando en nivelesde 1.300.000 años, de un millón, de500.000, de 30.000 y de 5.000 años. Encualquiera de esos yacimientos puedeaparecer información.Pero lo más importantes es lo que se vaestudiando. Es decir, Atapuerca es im-portante por ser el yacimiento que hadado más fósiles de evolución humanaen Euroasia, pero ahora también lo espor los estudios científicos que este ma-terial está permitiendo.

—¿Qué aportan a la sociedad estosdescubrimientos científicos?—El conocimiento del pasado debe ayu-darnos a construir el futuro. Saber comose ha producido la conciencia del serhumano, a través de la adaptación y delas adquisiciones, es importante paraconocernos, para saber como somos,como reaccionamos, como funciona elmundo, y como deberíamos organizar-nos en el futuro. Cada vez que hay unatransferencia desde la ciencia al cono-cimiento social la especie da un saltohacia el autoconocimiento.

—¿Hacia donde se encamina la evolu-ción humana?—La evolución biológica no será la únicaque guíe este proceso, sino que nuestraespecie también podrá modificarse técni-camente. Es decir, llegaremos a un esta-do intermedio entre el hombre y la máquina.

—¿La guerra tienen un origen antro-pológico? —Desde luego. La competitividad por se-lección natural genera conflicto. Siempredigo que, si hay un futuro bien construido,la sociedad humanizada tendrá dos carac-terísticas importantísimas: una, no habráconflicto; y dos, no habrá líderes. Siempreque hay líderes hay conflicto.

El equipo de excavación de Hotel California trabaja bajo laprotección de una tienda modular del Ejército.

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Europa, hace 800.000 años. «La cuevaestaba colmatada —relata Eudald Car-bonell—. La acción de la lluvia sobre elcarbonato cálcico había cementado lossedimentos, haciéndolos tan duros que,incluso con los martillos neumáticos, eradifícil sacarlos. Con la ayuda de los mili-tares, pudimos perforar para meter 30kilos de explosivos y volar el tapón quehabía colmatado la cueva. Luego, nosayudaron a volar el techo, a fin de quepudiéramos trabajar a cieloabierto para evitar los hun-dimientos y que los casco-tes cayeran encima de losexcavadores».

Dos de los militares quemás colaboraron con losinvestigadores en esta época, los herma-nos Iñigo y Sergio Maldonado, fallecie-ron en el accidente del Yakovlev-42 enTurquía, en mayo de 2003. En el sinies-tro aéreo perdieron la vida veinte com-ponentes del Regimiento de Ingenierosde Castrillo del Val. «El teniente SergioMaldonado era un buen amigo mio—afirma Eudald Carbonell—. Hicimosjuntos el levantamiento del techo de

Gran Dolina. Fue un duro golpe cuan-do vi su foto en la portada de La Van-guardia diciendo que era uno de los quehabían fallecido en el accidente».

«Cada vez han ido necesitando menosapoyo pero, en mayor o en menor grado,han seguido solicitando nuestra colabora-ción», comenta el coronel Aymerich. Enocasiones, esta cooperación ha sobrepa-sado, incluso, los límites del campo demaniobras, por ejemplo con la instalación

de vallas de protección en Cueva Mayor,Sima del Elefante y Cueva del Mirador,puntos estos fuera de la zona militar.

En las últimas campañas se colabora,además, en la seguridad de yacimientosal aire libre, como el de Hotel California.«Cuando acaba la temporada de excava-ciones, ponemos una alambrada paraque no entre nadie, y si ya no van a vol-ver a trabajar, como sucedió con el Valle

de las Orquídeas, lo recogemos todo y elterreno vuelve a su estado natural». Elcoronel Aymerich explica que las alam-bradas las proporciona la propia base.«En otros casos, como cuando hemosinstalado alguna cubierta, ellos aportanel material y nosotros lo ponemos».

CAMPAÑA ESTIVALEl proceso de excavación reúne cada ve-rano en Atapuerca a un equipo multidis-

ciplinar de 150 especialistas—biólogos, geólogos, físi-cos, químicos, paleontólo-gos, médicos, etc.— proce-dentes de universidades ycentros de investigación detodo el mundo. Al comien-

zo de cada campaña, en los primeros dí-as de junio, la Fundación Atapuerca olos propios codirectores dirigen a la basemilitar su solicitud de apoyo logísticopara la temporada de excavaciones.«Desde aquí, trasladamos la petición alcomandante militar de Burgos, que es elrepresentante de Defensa para asuntosde colaboración civil en la provincia»,explica el coronel Aymerich.

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EL 8 de julio de 1994 fue un día muy especial para los investigadoresde Atapuerca. Fue el día en el que aparecieron en Gran Dolina los

restos de una nueva especie, Homo antecessor. Los fósiles se hallaronen el nivel TD6, en un estrato datado en 800.000 años, lo que les conver-tía en los homínidos más antiguos de toda Europa.Los restos —alrededor de 86 piezas, entre ellas un maxilar completo,pertenecientes a un mínimo seis individuos— presentaban característi-cas distintas en relación a fósiles humanos anteriores. Pero no es unaespecie precursora del Homo sapiens, sino un antepasado del nean-dertal, especie humana distinta a la nuestra que se extinguió hace rela-tivamente poco (unos 30.000 años). El antecessor llegó desde África yescogió como hogar la Sierra de Atapuerca. Su nombre, en latín, se tra-duce como el explorador y tiene origen militar; para los romanos signifi-caba «el que va por delante de las legiones».En 2007 se descubrió una mandíbula correspondiente a sus antepasa-dos en el yacimiento de la Sima del Elefante, lo que atrasó la cronologíade los humanos de Europa de los 800.000 a 1,3 millones de años.Además de aportar una nueva especie, en los últimos 30 años, Atapuer-ca ha ofrecido al mundo otros dos importantes descubrimientos, ligadosal primer rito funerario de la historia de la evolución, hace 500.000 años,y la primera prueba de canibalismo, hace un millón de años.

En la Sima de los Huesos se encontró en 1992 el cráneo más completode Homo heidelbergensis —especie intermedia entre el antecessor y elneardental— que se ha localizado en el mundo. De este individuo seencontró también la mandíbula, por lo que se ha podido reconstruir, porprimera vez de forma fidedigna, el rostro de un humano de hace 300.000años. En el mismo lugar, se han localizado más de 6.000 restos fósiles dela especie, entre ellos la única pelvis completa de un preneardental (1994)y el primer fémur íntegro de la evolución humana (2001). Gracias a estos

El hogar delos primeros europeos

Los Ingenieros del Ejércitopracticaron voladuras para

despejar sedimentosIP

HES

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«Lo que más nos piden en los últimosaños —añade el jefe de la base— son re-molques aljibes para abastecer de agua alos yacimientos, y tiendas modulares pa-ra las tareas de lavado en la orilla del rioArlanzón». A este afluente del Duero,que bordea la sierra antes de atravesarBurgos, llegan diariamente los sacos conel sedimento extraído de los diferentesyacimientos. Como buscadores de orodel lejano oeste, un equipo especializadolava en sus aguas toneladas de sedimen-to para identificar los pequeños restosno documentados en los yacimientos.

Las labores de extracción y de lava-do, tienen su continuidad en el labora-torio. Cada fósil se somete a un minu-cioso análisis para identificar la parteanatómica concreta, la especie a la quepertenece cada fragmento o las posiblesmarcas de mordedura o de corte quepudieran presentar los restos. En oca-siones, se procede a eliminar residuosde sedimentos adheridos y a la restau-ración de los fósiles que se han fractu-rado durante la excavación.

Este proceso se llevará a cabo, apartir de ahora, en el Centro Nacional

de Investigación sobre la EvoluciónHumana (CENIEH), en Burgos, quefue inaugurado, el pasado 7 de julio,por la Reina.

Tras visitar sus laboratorios y de-pendencias, Doña Sofía se desplazó alos yacimientos para conocer de cercael trabajo de los arqueólogos.

La presencia de la Reina ha sido elacontecimiento más destacado de unacampaña que, un año más, ha deparadograndes hallazgos.

En la Sima del Elefante se ha locali-zado un fragmento de húmero de hace1,3 millones de años, y en la Sima delos Huesos se han encontrado impor-tantes partes del cráneo de un Homoheidelbergensis. Este cráneo hace elnúmero 17 de los que han salido en laSima desde 1992

Dentro de la Cueva Mayor, este añose ha excavado por vez primera en lallamada Galería de las Estatuas y sehan encontrado restos fósiles de ani-males y utensilios de piedra. A falta desu estudio, los investigadores apuntanque podrían corresponder a los nean-dertales, la única especie humana de la

que todavía no se han encontrado fósi-les en la Sierra de Atapuerca.

Los yacimientos en excavación solosuponen una pequeña parte del poten-cial arqueológico de la sierra. De hecho,el subsuelo es como un queso de gruyere,plagado de cuevas de origen kársticoformadas a través de los siglos por lascorrientes de agua que circulan por elinterior de la roca caliza. Pero en GranDolina y en la Sima del Elefante todavíahay trabajo para más de cincuenta años.Por eso, de momento, el interés de losdirectores se centra en consolidar las ex-cavaciones en curso, puesto que seríaimposible gestionar en los laboratoriosla ingente información que podría arro-jar la apertura de nuevos yacimientos.

A la espera de que, en un futuro máso menos lejano, se proceda a abrir nue-vos frentes, el hecho de que muchos deestos yacimientos «durmientes» seencuentren en terreno militar consti-tuye la mejor garantía de protección yconservación del caudal científico ycultural de Atapuerca.

Víctor HernándezFotos: Pepe Díaz

descubrimientos se ha podido estudiar, por ejemplo, la estatura y el pesode esta especie, la forma que tenían de andar o el parto de sus mujeres.Los yacimientos también han ofrecido restos de fauna de hace unmillón de años. Junto al primer europeo convivieron en Atapuercaespecies animales como hipopótamos, rinocerontes gigantes, tigres dedientes de sable, mamuts, la hiena manchada o el Ursus dolinensis,antepasado del oso de las cavernas y rival del hombre primitivo en labúsqueda de comida y refugio.

El cráneo 5, hallado en 1992, pertenece aun Homo heidelbergensis. Debajo,mandíbula de Homo antecessor.

Sobre estas líneas,herramienta lítica

hallada en losyacimientos. A la

derecha,representación de la

forma de vida ycostrumbres de los

hominidos quehabitaron la sierra de

Atapuerca.

Rafa

el D

íaz/

EFE

IPHE

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