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15 cuentos de América Latina Osvaldo Torres

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Prólogo

El tiempo mágico

Mi tío abuelo Juan solía contarme cuentos y leyen-das que, como estrellas resplandecientes, viajaron a lolargo de los años en la memoria de los hombres.Durante sus viajes como vendedor ambulante a través detodo el continente, recopilaba con una pasión infinita,en cada pueblo y aldea que cruzaba, aquellos relatosmaravillosos que lo transportaban al «tiempo má-gico». La época, el espacio de la vida donde todo esposible y donde los sueños más anhelados puedenconvertirse en una exquisita realidad.

En aquel momento de mi existencia, mi tío abueloJuan, me hizo escuchar el canto de las estrellas, viajaren varias ocasiones sobre la cola de un cometa, abrazarde alegría al cerro Sajama cuando encontró por fin a suamada, la montaña Huanapa; o llorar amargamente eldía en que los hombres del pueblo de Cauquera des-obedecieron las leyes del Padre Sol y éste se marchó aotro universo, sumiendo la Tierra en la oscuridadabsoluta durante varios siglos.

El Tiempo Mágico es un espacio corto de nuestrasvidas que tenemos que aprender a educar, alimentar ycultivar, porque, por muy irreal que nos parezca mástarde, a la edad adulta, regresará sin duda a nuestroencuentro en el momento del Amor –esta segundainfancia de nuestros sueños.

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Empezaremos nuestro viaje en las pampas y las costasmisteriosas de la Tierra del Fuego, con los indiosKaweskar, que a pesar de no existir hoy, puesto quefueron exterminados a principios del siglo XIX, noshan dejado muchas historias que narran su vida. Subire-mos paulatinamente hasta el bosque austral de losMapuches, para luego llegar al desierto de Acatama,donde los Likanantay nos contarán una bella historiade amor. También haremos una parada en los peque-ños pueblos Aymaras, para encontrarnos, más tarde,con los Quechuas, conocidos también con el nombrede Incas. Nos dirigiremos hacia el Este, para adentrar-nos en la gran selva de Chaco, cuyos habitantes son losChiriguanos. A continuación, nos desplazaremoshacia el Oeste, en pleno corazón de la Cordillera de losAndes, descubriremos el lago más alto del mundo: elmítico Titicaca, donde viven los indios Urus.

Así, viajando siempre en el Tiempo Mágico, atravesa-remos América Latina desde el Sur hasta el Norte, y delEste al Oeste, a través de las palabras de la memoria.¡Buen viaje!

Osvaldo Torres

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Era un tiempo muy, muy lejano, en la Tierra delFuego, cuando las estrellas bajaban a hablarcon los hombres selknam*, un hermoso pue-

blo de gigantes, únicos habitantes de estas regionesperdidas.

Entre ellos, una familia de pescadores conocidos porsu extraordinaria habilidad y también por tener unahija llamada Craily, que era muy bella, se fueron a vivir ensoledad a un lugar muy lejano, huyendo de todos loshombres que querían casarse con la joven.

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1Aquehuahuen

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Cada mañana, Craily salía muy temprano de su casa yse iba a pescar en las aguas frías del Océano Pacífico.Ella también era una hábil pescadora y cuando caía lanoche y el cielo se cubría de nubes moradas, se la veíaregresar a su hogar cargada con numerosos y variadospescados. Sus padres la esperaban impacientes cadanoche, temían que la raptaran. Sus hermanos mayores,guapos y fuertes como ella, no la querían mucho y eranindiferentes a su suerte; pensaban que sus padres leprofesaban un amor desmesurado mientras que a ellos lesdesatendían.

Craily era silenciosa y nostálgica. Su cabello negro ylargo, así como las bellas pieles que la cubrían, le dabanun aire de princesa distinguida y soberana. Los que laconocieron cuentan de ella que le gustaba cantar viejascanciones que relataban amores profundos e imposibles.

El día que cumplió dieciocho años, las voces delamor la llamaron y, tendida en una hermosa playa dearena fina, soñó que volaba y que por fin abandonabaaquellas soledades en los brazos de un tierno amante,cuya apariencia no podía distinguir en sus sueños.

Un día que Craily pescaba con entusiasmo, sintióque un pez mordía suavemente el anzuelo. Con maes-tría, tiró rápido de la caña, pero no había nada en elextremo. El pez había sido más veloz que ella. Irritada,volvió a colocar un cebo y otra vez lo perdió; hizo variastentativas, poniendo cada vez un cebo más grande,pero en vano. No tuvo ningún éxito. Enfadada y ofen-dida por su fracaso, trepó a una roca para intentar divisarel pez que le estaba jugando una mala pasada… Era unamañana de primavera, la bella luz del sol permitía ver

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las profundidades del océano. Craily estaba mirandocuando de repente el lobo marino Aquehuahuen* surgiódel agua, y con sus tiernos ojos color café, buscó lamirada de la joven. No pudo resistirse a la ternura y alrespeto que ardían en aquellos ojos y cerró los párpa-dos. Hubo un gran silencio, el mar se apaciguó, las olasiban y venían sobre la playa con una dulzura inusual.Craily tuvo miedo y deseó huir, pero Aquehuahuen,soplando intensamente, le habló con una voz calurosay amigable:

–Yo soy el que ha comido tus cebos, reina de la Tie-rra. Hubiera sido un gran placer dejarme pescar por ti,belleza celeste… Pero no lo hice porque quiero seguirviéndote, frágil ternura del Universo. Llevo mesesviniendo aquí para contemplar tu belleza, honor de lanaturaleza… Me gustaría vivir contigo –susurró tímida-mente Aquehuahuen.

La joven jamás había oído pronunciar palabras deamor con una voz tan ligera y tan suave. No sabía quédecir, pero con su viva inteligencia, contestó:

–¡Gracias por los cumplidos!, pero, ¿usted podríavivir en la tierra para siempre? En lo que me concierne,nunca podré vivir en el océano. ¡Qué horror! Está conge-lado y es peligroso.

–No creas lo que dicen los hombres, tesoro de mialma. El mar no se puede comparar con los senderosescarpados y peligrosos que recorren la tierra, luna demis ojos. Cada vez que salgo del océano, sol de mi vida,mi cuerpo se resiente de las agresiones de las piedras ydel sol. Para mí, la tierra es sufrimiento, flor de mismañanas… No hay nada que se pueda comparar con la

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suavidad del mar, puedo vagabundear con elegancia enun territorio sin límites y suave como las nubes. Situvieras la posibilidad de conocer los misterios de susprofundidades y el cariño de sus habitantes, nuncaregresarías a vivir en la tierra, perfume de mi esperanza.

Así acabó Aquehuahuen, con un suspiro exquisito.Craily, embriagada al escucharle y sin pensarlo, le dijotímidamente:

–Pero, si me sumergiera en el mar, moriría, ya queprovengo de la tierra…

–No si estás conmigo, princesa solitaria –contestóAquehuahuen.

La joven permaneció en silencio, la mirada perdidahacia el horizonte. El lobo marino, que se había sumer-gido en el agua para refrescarse la cabeza, volvió y la con-versación prosiguió. Las palabras y los gestos trenzabanun auténtico canto de amor. Craily invitó a Aquehua-huen a acercarse a ella y este, rápido como un relám-pago, salió del agua para sentarse a su lado. A la joven leparecía que la piel de Aquehuahuen era muy húmeda ymuy grasienta, y eso le preocupaba. Pero la miradatierna y amorosa del lobo marino, los movimientosarmoniosos de su cuerpo y el canto de su voz le inspirabanla confianza suficiente para permanecer a su lado.

Finalmente, el tierno amante invitó a la joven a darun paseo por el mar. Craily le respondió que no sabíanadar y que tenía miedo de ahogarse, pero él insistiócon dulzura, diciéndole:

–¡No temas!, reina de mis sueños. Sube sobre miespalda y no te ocurrirá nada. Seré tu guía y tu protec-tor, estrella de mi vida…

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Así es como, una mañana soleada de primavera,Craily y su amado emprendieron, a lo largo de la costa, dela Tierra del Fuego, un gran viaje que los llevó a unahermosa bahía. Allí, el lobo marino depositó sobre laplaya a la joven y se tumbó para dormir su siesta. Mien-tras descansaba, ella pensaba:

–Nunca me separaré de este dócil compañero queme prometió enseñarme el mundo.

Lejos de este idílico lugar, la familia de Craily notósu ausencia. Los padres enviaron a sus hermanosUram y Praimo en su búsqueda, con el fin de traerla acasa. Habían andado durante muchas horas cuandola encontraron, por fin, en la bahía. Muy contentos, legritaron:

–¡Craily vuelve! Nuestros padres están muy tristespor tu ausencia.

Pero la joven no les prestó ninguna atención y pidióa Aquehuahuen que la llevara al mar para siempre, por-que no quería volver a vivir entre los hombres.

Rápidamente se subió a lomos de su amante y seadentraron en el océano. Sus hermanos no compren-dían lo que estaba ocurriendo y seguían llamándola.Les contestó:

–Queridos hermanos, ¡he encontrado el amor! ¡Porfin lo he encontrado! Decidles a nuestros padres quelos quiero mucho y que, si no vuelvo nunca más, loharán mis hijos por mí. ¡Adiós!

Poco a poco, Craily y Aquehuahuen se perdieron en elhorizonte. Una lluvia torrencial empezó a caer sobre laTierra del Fuego y los dos hermanos regresaron tristes asu casa para contarles a sus padres lo que había sucedido.

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Unos años más tarde, cuando Uram y Praimo vol-vieron a la bahía con la esperanza de encontrarse con suhermana, vieron que estaba habitada por extraños anima-litos que nunca habían visto hasta entonces, andabancomo seres humanos y tenían el cuerpo de un lobomarino… Los dos jóvenes regresaron corriendo a casade sus padres, afirmando que los pingüinos eran loshijos de Craily que habían vuelto para poblar la Tierradel Fuego. Y, desde entonces, nosotros, los Selknam,mimamos y protegemos a los pingüinos como hijos deCraily y de Aquehuahuen.

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Fue en tiempos inmemorables cuando nosotros,los Mapuches*, éramos libres como el vuelo delcolibrí. Un viejo mapuche poseía una pifilka*

mágica y, gracias al hermoso sonido de esa flauta, solíaprocurar el bien a su pueblo. Los días de sequía se lepodía ver encaramado al canelo* y, con una suave melo-día, llamaba a la Madre Lluvia, que venía a regar loscampos con su ternura de siempre. A todos nos gustabala flauta del anciano y creíamos en sus poderes.

Un día de otoño, mientras nuestros bosques se despo-jaban de todas las hojas verdes que iban enrojeciendo

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2La pifilka mágica

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hasta caer en la Madre Tierra, coloreadas de un amari-llo profundo, un joven guerrero se acercó corriendo anuestro viejo músico y le dijo:

–¡Abuelo! Se encaminan hacia nuestras tierraspoderosos enemigos que quieren someternos a la máscruel esclavitud. Por eso el Consejo de los Ancianos meenvió a buscarte, para que nos ayudes a vencerlos.

–Hijo, regresa tranquilamente ante los caciques* ydiles que muy pronto iré con mi pifilka mágica paraayudarles a vencer.

El mensajero volvió ante los caciques y les contó loque dijo el viejo. Todos se alegraron, se organizó unvasto ejército, juntando a todas las comunidades de laregión. Tres días más tarde, el hombre de la pifilkamágica, acompañado por el ciervo de las montañas*,salió de su cabaña y se fue al encuentro de sus herma-nos. Estos lo esperaban en las profundidades del bos-que. Cuando llegó, el viejo hombre reunió a todos losjefes y les dijo:

–¡Hijos míos! He venido hasta aquí para que, juntos,defendamos nuestra tierra y nuestra libertad. Estoy felizde ver que estamos unidos como un único hombremapuche, pero cuidado, yo ya soy muy viejo y prontome iré al encuentro de mis antepasados en el Mundo deTodos*. La pifilka quedará en vuestras manos, pero con-servará sus poderes mágicos solo si seguís adorando yrespetando a la Madre Tierra, así como a los dioses quela protegen. Si todas las ceremonias dedicadas a nues-tros padres fundadores se prosiguen de manera aplicaday constante. Prometedme que mis consejos se escucharány os ayudaré a vencer al enemigo con mi flauta.

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Los caciques se levantaron, colocaron su manoizquierda en el pecho y, a coro, dijeron:

–¡Te lo prometemos, gran señor! ¡Y que nos casti-guen los dioses si fallamos!

A la mañana siguiente, todas las comunidadesmapuches partieron al encuentro de los invasores.Delante de la primera columna de arqueros, camina-ban los caciques lujosamente vestidos y, en el medio, elanciano de la flauta.

De repente, uno de los ojeadores, que llevaba unaventaja de un cuarto de legua, llegó gritando:

–¡Hermanos!, ¡hermanos! Los invasores vienenpor la izquierda y traen tubos de acero que lanzan eltrueno y los rayos. Los hombres son enormes, vie-nen a caballo cubiertos de una armadura metálica.Estos hombres tienen tanto cabello que parecenosos salvajes.

–¡Silencio! –gritó el anciano–. Todo el mundo a supuesto en silencio absoluto. Pifilka mágica, hechacon el canelo sagrado, escucha la tierna voz de tushijos y transforma en piedra a todos los pájaros delbosque, que se abatirán sobre las cabezas de nuestrosenemigos.

El viejo sacó de un bolsito la extraordinaria flauta yse puso a tocar una dulce melodía. Mientras la músicarompía el silencio del bosque, todos los pájaros echa-ron a volar hacia los invasores… El jefe de los intrusos,subido sobre un enorme caballo negro revestido deuna armadura, mandó parar a su ejército y gritó:

–¿Qué música es esta que procede del bosque yespanta a los pájaros?

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–¡No son pájaros, su señoría! –respondieron losdemás–. ¡Son piedras que caen sobre nuestras cabezas!¡Ay, ay, ay, ay!

Las piedras caían por centenas sobre los soldadosconquistadores y estos, desesperados, corrieron a es-conderse en las cuevas. Muchos permanecieron en elsuelo, heridos y los que pudieron escapar estaban muysorprendidos e intentaban comprender el sentido de lamúsica misteriosa que todavía salía de la pifilka mágica.

En el campo de batalla, los guerreros mapuches,eufóricos, estaban a punto de salir del bosque para aca-bar de una vez por todas con los extranjeros enemigoscuando, el viejo de la flauta, se interpuso y dijo:

–¡Calma, guerreros mapuches! ¡Permitan que mipifilka dé otra lección a estos insolentes!

Un vez más el silencio se apoderó del bosque y elviejo músico se puso a hablar:

–¡Pifilka mágica, hecha con la madera del espíritudel canelo sagrado, haz que cada roca, cada piedra deestas cuevas se convierta en una gota de agua!

La flauta empezó a cantar en la boca del anciano y lamúsica, una melodía quejumbrosa, ascendió de la tie-rra hacia el cielo, luego descendió lentamente parapenetrar en el interior de las cuevas, donde se encon-traban los españoles.

–¡Silencio! –gritó el general jefe–. Llega esta malditamúsica otra vez a mis oídos. ¿Qué ocurre?

–¡General, las piedras y las paredes se transformanen agua! –gritaban los soldados desesperados–. ¡Hayque salir de aquí, general, hay que salir! Si no, nos ahoga-remos todos. ¡Socorro! ¡Socorro!

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Así es cómo un diluvio de agua, de tierra y de pie-dras, salió de la cueva, llevándose por delante a los solda-dos, caballos y armamento. Los pocos hombres queconsiguieron escapar fueron detenidos por los guerre-ros mapuches. El viejo de la flauta les dirigió un bellodiscurso sobre el amor a la tierra y a la libertad. Despuésde darles de comer, los liberó, instándoles a no volvernunca a nuestros territorios.

Pero, en cuanto los invasores emprendieron su reti-rada, los guerreros y los caciques organizaron una granfiesta, olvidando por completo las ceremonias de agra-decimiento a los dioses y, sobre todo, al anciano de laflauta mágica. Y cuando el Malón* estaba en su apo-geo, estalló un fuego enorme en el centro del bosque ytodo el pueblo mapuche pudo ver al viejo y al ciervo dela montaña elevarse hacia el cielo, dejándonos solos ydesamparados. Por eso, dos siglos después, otros hom-bres llamados chilenos, nos invadieron y, hoy en día,somos un pueblo sometido. Cuando la nostalgia de lalibertad nos asalta, miramos hacia la Madre Luna y, enlo alto, vemos al viejo de la pifilka mágica y al ciervo de lamontaña errando por el Universo.

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