1508 Nye Act. Relatodelyo Miriam Oropeza

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Anécdota de felicidad. Por Miriam Oropeza. Esta es una pequeña anécdota, entre muchas más, de mi vida como casada. Teniendo la edad de 22 años; si lo sé, no es edad para matrimonio pero que se le puede hacer cuando uno está enamorada e ilusionada, decidí unir mi vida al que hoy llamo mi esposo Saúl, o cuando me hace enojar Sr. Arias, teniendo ya un año de vivir juntos decidimos casarnos para poder tener familia y que esto fuera más formal. Pero no todo es miel sobre hojuelas y menos lo fue para mí tener que aprender a cocinar, ya saben que los maridos han de comparar, a veces, la comida de su mamá con la de la esposa. Para mí mala suerte mi suegra cocina rico tiene un buen sazón, entonces me tuve que dar a la tarea de comprar revistas para poder tener una idea de cómo cocinarle al que ya era mi esposo. Fui un verdadero desastre la primeras veces, me saltaba el aceite y me quemaba muchísimo, me faltaba sal, le ponía demasiada sal,

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ejemplo de relato del yo, basado en hechos que pase para poder elaborarlo

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Anécdota de felicidad.

Por Miriam Oropeza.

Esta es una pequeña anécdota, entre muchas más, de mi vida como casada.

Teniendo la edad de 22 años; si lo sé, no es edad para matrimonio pero que se le

puede hacer cuando uno está enamorada e ilusionada, decidí unir mi vida al que

hoy llamo mi esposo Saúl, o cuando me hace enojar Sr. Arias, teniendo ya un año

de vivir juntos decidimos casarnos para poder tener familia y que esto fuera más

formal. Pero no todo es miel sobre hojuelas y menos lo fue para mí tener que

aprender a cocinar, ya saben que los maridos han de comparar, a veces, la

comida de su mamá con la de la esposa. Para mí mala suerte mi suegra cocina

rico tiene un buen sazón, entonces me tuve que dar a la tarea de comprar revistas

para poder tener una idea de cómo cocinarle al que ya era mi esposo. Fui un

verdadero desastre la primeras veces, me saltaba el aceite y me quemaba

muchísimo, me faltaba sal, le ponía demasiada sal, el arroz se batía. Desastre

total en la cocina, pero no me rendía, porque eso de decir NO PUEDO, no es para

mí.

Así que día a día, quemada tras quemada, fui sabiendo cosas, aprendí a

identificar el perejil, el cilantro, el tomillo, la pimienta, a como escoger una buena

pieza de pechuga de pollo o saber si el marisco está en buen estado. Me

relacionaba más con cada ingrediente de cada platillo que guisaba. Cuando supe

que estaba embarazada le puse aún más ganas porque venía un miembro más a

quien debía darle de comer.

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Antes no tenía idea de lo que realmente era cocinar y todo el esfuerzo que mamá

pone para llevar un plato. Y claro no solo es esfuerzo es amor lo que lleva cada

plato que uno come. Mi mayor felicidad de haber aprendido a cocinar es ver que

mi marido y mis dos hijos, se terminan todo el platillo que le sirvo, nada fácil

viniendo de paladares infantiles, y que me digan GRACIAS MAMA/MUJER estuvo

rico, no tiene precio los años que me llevo saber cocinar y menos las quemaduras

que tengo, porque hoy veo esas cicatrices y me doy cuenta de que se puede

aprender y cumplir todo lo que uno se proponga y ayuda más teniendo motivos.