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Trabajo y Empleo (PlirrrE-CONICET)

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TRABAJO Y DESGASTE MENTALUna contribución a la Psicopatología del Trabajo

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COLECCION CIENCIAS SOCIALES DEL TRABA JO"';c-

r. ^. A u to res varios, Condicionesy m edio ambiente de trabajo en la Ar^ gentina (3 tom os).

I. Aspectos teóricos y m etodológicos (1987).II. La situación en sectores especiflcos(1987).Ili. Nuevas dimensiones de las CyMal (1987).

2.' Ju lio C. Neffa, Procesode trabajo, nuevas tecnologías informatizadas y condiciones y medio ambiente de trabajo en la Argentina (1988).

3. Autores varios, Tecnologíay trabajo, informe final sobre el 11 Seminario M ultid iscip linario sobre CyMAT ( 1987).

4. A la in W isner, Ergonomía y condiciones de trabajo (1987).

5. Ju lio C. rSeffa, ¿Qué son las condiciones y m edio ambiente de tra ­bajo? Propuesta de una nueva perspectiva (1988).

6. Robert Boyer, La teoría de la regulación: un análisis critico ( 1989)

7. Christophe Dejours, Trabajo y desgaste mental. Clna contribución a ia psicopatología del trabajo (1990).

8. Ju lio C. Neffa, El procesode trabajo y la economía de tiempo. Contri­bución al análisis critico de K. iHarx, F. W. Taylor y H. Ford (1990).

9. A u to res varios, Efectos de las nuevas tecnologías informatizadas sobre la salud de los trabajadores (1990)

10. Esther Doris Giraudo, Grupo CyMAT, Ju lio C. Neffa, Condiciones y m edio ambiente de trabajo (CyMAT).

11. Robert V illa te , El método árbol de causas (1990).

12. F rancois Stanlíiew icz, Las estrategias de las empresas frente a los Recursos Humanos. El post-taylorism o (1991).

Christophe Dejours

TRABAJO Y DESGASTE MENTALUna contribución a la Psicopatología del

Trabajo

2 - edición

Programa Nacional de Tecnologia, Trabajo y Empleo (PRONATTE-SECYT)

Programa de InvesLlgaciones Económ icas sobre Tecnología, Trabajo y Empleo

(PIETTE-CONICET)Centro de Estudios e InvesLigacione.s Laborales (CEIL-CONICE Centre de Recherches et Docum entation sur l'Amérique Latin

(CREDAL-CNRS)Facultad de Psicologìa de la Universdad de Buenos Aires

H VM AN ITA S

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Traducción: Patricio y Gustavo Neffa

Revisión Técnica: Julio César NefTa

Corrección de estilo: Isabel Mac Donald

Cuidado de la edición: Héctor Cordone

Los editores agradecen la cooperación del C.C.F.D., or­ganización no gubernamental francesa, por el valioso apoyo acordado para efectuar esta edición en castellano.

ISBN 950-582-283-5

© CREDAL-HVMANITASCarlos Calvo 644, Buenos Aires.Prohibida la reproducción total o parcial en cualquier forma.Hecho el depósito que establece la ley 11.723. Impreso en Argentina.

IN D ICE

P re fa c io

Prim era Parte:TRABAJO Y DESGASTE MENTAL

In tr o d u cc ió n

El siglo XIX y la lucha por la supervivencia. 1De la Primera Guerra Mundial hasta 1968. 1Tercer período : después de 1968. 2La Psicopatología del Trabajo. 2

Capítulo I; LAS ESTU ATEGLI DEFENSIVAS 2í

1. Las “ideologías defensivas” (El caso del sub- proletariado). 2Í,

2. Los mecanismos de defensa individuales con­tra la organización del trabajo: ejemplo del trabajo repetitivo. 41

Capítulo H: ¿CUAL SUFRIMIENTO? 55

1. Insatisfacción y “contenido significativo” de la ' tarea. 55

2. Insatisfacción y contenido ergonòmico del tra­bajo. 61

Capítulo m : TRABAJO Y ANSIEDAD 75

1. Los signos directos de ansiedad. 772. Loe signos indirectos de ansiedad: la ideología

defensiva del oficio. 823. I^ ansiedad en las tareas sometida a una ca­

dencia. 874. Ansiedad y relaciones de trabajo. 885. Las diferentes formas -de ansiedad. 92

Capítulo IV; UN EJEMPLO EN CONTRAPOSI­CION, LA AVIACION DE CAZA ?5

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. Capítulo-Vi El SUFRIMIÉN'ÍO EXPLOTADO 115

1. La explotación de la frustración. 1162. La explotación de la ansiedad. 125

C apítu lo VI: ORGANIZACION DEL TRABAJOY ENFERMEDAD 143

1. La enfermedad mentaL 1462. La enfermedad somática. 151

C o n c lu s io n e s 161

B ib lio g r a f ía 171

Segunda Parte;NUEVAS PERSPECTIVAS EN

PSICOPATOLOGLV DEL TRABAJO

C a p ítu lo V II: INTRODUCCION A LA PSICO­PATOLOGIA DEL TRABAJO 181

1. Qué es la Psicopatología del Trabajo. 1812. Los sistemas defensivos 1833. El placer en el trabajo. • 1854. La organización del trabajo. 1865. De la división sexual a la división internacio­

nal del trabajo. 187

Bibliografía 190

C ap ítu lo v m : LA METODOLOGIA EN PSICO-PATOLOGLA. DEL TRABAJO 191

1. La investigación inicial o pre-encuesta. 1912. La investigación propiamente dicha. 1933. La demanda, el grupo homogéneo y el “colec­

tivo” . ; 1974. El material de la investigación. 2005. La observación clínica. 2056. El método de la interpretación. 208

7. Validación y refutación. 2098. Metodología y teoría en Psicopatología del Tra­

bajo. 210

B ib lio g r a f ía 212

C apítu lo IX: REACCIONES PSICOPATOLOGI- CAS A LAS RUPTURAS INVOLUNTARIAS DE LA ACTIVIDAD PROFESIONAL 213

In tr o d u c c ió n 213

I. Las categorías profesionales más elevadas dela jerarquía socio cultural. 214

II. Reacciones psicopatológicas paradojales entrelos trabajadores descalificados. 220

C o n c lu s io n e s 231

B ib lio g r a f ía 233

C apítu lo X: CONTRIBUCION DE LA PSICOPA­TOLOGIA DEL TRABAJO AL ESTUDIO DEL ALCOHOLISMO 235

Introducción. 2351. El alcohol en la construcción y las obras pú­

blicas. 2362. Ideología defensiva del oficio y colectividad

obrera. 2373. Ideología defensiva del oficio y organización

del trabajo. 2384. Ideología defensiva del oficio y consumo de al­

cohol en las obras. 2395. Las consecuencias fuera del trabajo de la ide­

ología defensiva dél oficio. 2406. Consumo colectivo de alcohol y alcoholismo. 2417. Ideología defensiva del oficio, alcoholismo y

Bretaña 242

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PREFACIO

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El Area de Estudio e Investigación en Ciencias Sociales del Trabajo de la SECYT tiene una gran satisfacción al anunciar la edición de este libro del Dr. Christophe De-

jours." El mismo viene a colmar un vacío muy sentido en- \ tre todos aquellos que nos ocupamos del p roceso de traba- ! j o y de.las con d ic ion es y m edio am biente de trabajoTD ' Esta publicación reúne dos conjuntos de trabajos: por /u n a parte la traducción íntegra de “Travail: Usure Men-

tale. Essai de Psycopathología du Travail” que apareció en París en 1980 (que constituye la Primera Parte) y, por otra parte, una serie de artículos sobre la misma problemática, pero que fueron redactados con posterioridad (la Segunda

\ Parte).'Agradecemos al Dr. Dejours su confianza al dar­nos la’ responsabilidad de publicar por primera vez estos trabajos en castellano. Nuestros colegas brasileños ya lo habían hecho en 1988.

r Las dimensiones síquicas y mentales del trabajo huma­no han sido durante mucho tiempo despreciadas, descono­cidas, o al menos dejadas de lado por quienes desde la Eco­nomía del Trabajo, la Sociología del Trabajo, la Medicina del Trabajo, la Psicología del Trabajo, el Derecho del Tra­bajo y las Relaciones Profesionales, estudiaban el ttabajo humano o mejor aún al “hombre en situación de trabajo”. El resultado de este olvido ha sido un tremendo costo en tér­minos humanos y económicos, que la crisis actual nos obliga a reveer._l!

Para nosotros, “las condiciones y medio ambiente de

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trabajo (CYMAT) están constituidas por los factores socio- técnicos y organizacionales del proceso de producción im­plantado en el establecimiento (más comúnmente llama­dos condiciones de trabajo) y por los factores de riesgo del medio ambiente de trabajo (que incluye los riesgos físicos, químicos, biológicos, tecnológicos y de seguridad, así como los efectos sobre los trabajadores de las calamidades natu­rales y los desequilibrios ecológicos). Ambos grupos de fac­tores constituyen las exigencias, requerimientos y limita­ciones del puesto de trabajo, cuya articulación sinèrgica o combinada da lugar a la carga global del trabajo prescrip- to, la cual es asumida, asignada o impuesta a cada trabaja­dor provocando de manera inmediata o mediata, efectos di­rectos o indirectos, positivos o negativos, sobre la vida y la salud física, psíquica y/o mental de los trabajadores. Di­chos efectos están en función de la actividad o trabajo efec­tivamente realizado, de las características personales, de las respectivas capacidades de adaptación y de resistencia de los trabajadores ante los dos grupos de factores antes mencionados”. Pero “dichos factores están determinados en última instancia por el proceso de trabajo vigente, el cual a su vez es el resultante de las relaciones sociales y de la inter-relación entre las variables que actúan a nivel del contexto socio-económico y las características propias de los establecimientos; es este proceso de trabajo el que ¿efine la naturaleza específica de la tarea a realizar por el colecti­vo de trabajo y por cada uno de los que ocupan dichos pues­tos” .

El esfuerzo de investigación del Dr. Dejours se articula de manera directa y precisa con dicha definición que es nuestro punto de partida, por varias razones.

En primer lugar, porque a él se deben los aportes más recientes y relevantes acerca de los efectos del proceso de trabajo sobre las dimensiones psíquicas y mentales del tra­bajo. En este sentido su reflexión continúa el esfuerzo pio­nero iniciado por nuestro colega el Prof. Alain Wisner, y otros ergónomos del Laboratoire d'Ergonómié ét Neuro­physiologie du Travail del CNAM, al poner de reheve la dimensión cognitiva del trabajo obrero, mal llamado tra­bajo manual. En segundo lugar, puesto que su enfoque es seductor y pertinente, cuando trata de explicar gracias al

concepto de ideología defensiva del oficio las razones por las cuales los trabajadores “no se vuelven locos” a pesar de las malas condiciones y medio ambiente de trabajo. Ante la presencia de los riesgos, y para no abandonar el puesto de trabajo ante el miedo y la angustia generados por el peli­gro, los trabajadores elaboran colectivamente sus propias reglas del oficio y hacen un tremendo esfuerzo de adapta­ción y de resistencia para olvidarlos, que los convierte fi­nalmente en los organizadores y los controladores del riesgo. En tercer lugar, su contribución pone de manifiesto la profunda unidad del ser humano, y de todos los trabaja­dores, rechazando los'dualis"inos vulgares que separan el cuerpo humano por una parte y las dimensiones psíquicas y mentales por la otra, estableciendo la hipótesis de que hay una desvinculación entre ambos. Finalmente, al aceptar la distinción entre el trabajo proscripto (establecido por quienes conciben, organizan y programan la tarea de los demás) y el trabajo real (el que realmente ejecutan los tra­bajadores) se toma en consideración el esfuerzo y el “des­gaste mental” de quienes tienen que aportar su creativi­dad, su motivación, su reponsabilidad e iniciativa, para que el trabajo encomendado se lleve finalmente a cabo. Cuando el trabajo se hace “a reglamento”, es decir según lo que se ha concebido y programado por la Dirección, los'ob­jetivos de la producción y de la calidad no se pueden lograr, dando lugar incluso a sanciones para quienes toman al pie de la letra lo que se les ordena hacer.

El trabajo del Dr. Dejours es tal vez el esfuerzo científico más importante realizado en las últimas déca­das para poner de manifiesto algunas de las nefastas con- seCTiencias de la división social y técnica del trabajo sobre la salud cuando aquélla se lleva hasta el extremo de lo que las personas pueden resistir.

Para él, la organización científica del trabajo no tiene como consecuencia directa una enfermedad mental, pre­cisamente porque los trabajadores y los miembros de la di­rección de la empresa resisten individual y colectiva­mente hasta donde se lo permiten sus fuerzas y capa­cidades, construyendo su ideología defensiva contra el su­frimiento. Pero cuando se agotan las capacidades de adap­tación y de resistencia o se interrumpe de manera involun-

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tana la actividad laboral (enfermedad, accidente de traba­jo, desocupación, jubilación abrupta, etc.) el drama aparece con toda su fuerza.

Pero también el trabajo puede dar lugar al placer, deri­vado del deseo, y convertirse en uno de los elementos es­tructurantes que permita conquistar el equilibrio psíquico y la salud mental. La noción psicoanalítica de sublimación permite al Dr. Dejours poner de manifiesto que la organi­zación científica del trabajo no deja en la práctica ninguna apertura al trabajador “taylorizado” para canalizar las pulsiones parciales, obligándolo entonces a buscar eso fue­ra del trabajo. Se abre así todo un nuevo campo para el análisis científico y se nos propone una nueva forma de ver la alienación: debido a la organización científica del tra­bajo, es decir a la división entre concepción-programación y ejecución, ¡quiénes tienen sólo la responsabilidad de ejecutar las tareas estarían poseídos por las ideas de otros!

Muchas son las conclusiones que los lectores podemos sacar de estos trabajos.

Ellas estarán condicionadas por la libertad de espíritu y por el esfuerzo realizado para cuestionar el trabajo racio­nalizado, que frecuentemente se nos presenta como si fuera “la única y mejor manera de realizar la actividad”.

Por cuanto a nosotros se refiere, el Dr. Dejours nos ha estimulado a seguir profundizando por una parte la noción de proceso de trabajo (de donde deriva la organización y el contenido del mismo) y por otra parte una concepción glo­bal e integrada de las condiciones y medio ambiente de tra­bajo, donde se asigna un lugar importante a la carga psíquica y mental. ¡Vasta tarea se ofrece con mayor clari­dad a quienes buscan nuevas formas de organizar la pro­ducción, no sólo para humanizar el trabajo sino también para incrementar la productividad, mejorar la calidad, y reducir los costos de producción!

Una vez más, a través del análisis del proceso de trabajo ' se articulan los niveles micro y macro económicos, y se

descubren aspectos inéditos del trabajo humano ligados al proceso de acumulación del capital, es decir a las razones más profundas de la crisis.

Confiamos en que esta publicación pueda ser intensa­mente utilizada no sólo por los trabajadores y especialistas,

Isino también por los docentes, investigadores y alumnos de la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires, que por intejTnedio de su Decana, Dra. Sara Slapak, cooperó activamente para que esta ediciónVtuviera lugar. Queremos también hacer púbhco nuestro agradecimiento al Servicio de Cooperación Científica y Técnica de la Em­bajada de Francia en Argentina, sin cuya ayuda este libro no estaría al alcance de un número considerable de traba­jadores.

Dr. Julio César Neffa Investipdor del CNRS y del CONICET

Secretario Ejecutivo del Area de Estudio e Investigación en Ciencias Sociales del

Trabajo de la SECYT

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PR IM E R A PARTE;

Trabajo y desgaste mental

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IN TRODU CCION

No siempre es fácil hablar de salud. Evocar el sufri­miento y la enfermedad es, en cambio, más fácil; todos lo hacen. Es como si, siguiendo el ejemplo de Dante, cada uno de nosotros tuviera en sí la experiencia necesaria para des­cribir el Infierno y nunca el Paraíso. A pesar de todo lo que se ha podido decir y escribir sobre las desgracias, siempre queda algo por descubrir en este campo. Curiosa paradoja ésta que otorga irremediablemente una ventaja a la viven­cias sobre la palabra.

Tratándose del trabajo, podríamos estar satisfechos con las innumerables descripciones que se hicieron en el pasa­do sobre las exigencias de la fábrica, del taller o de las ofi­cinas. Sin embargo,/liablaremos como los demás de los tra­bajos públicos, de las fábricas, de la cadena de montaje, de las industrias de proceso, de los telefonistas, etc., para, des­cubrir ciertos sufrimientos, que hasta ahora no fueron teni­dos en cuenta por los especialistas del “hombre en situación de trabajo”. Más precisamente nosotros intentaremos des- cubrjr aquello que, en el enfrentamiento del hombre con su tarea, pone en peligro su vida mental.':;^

Tema de los más arriesgados, a causa de las pasiones que desencadena por parte de los trabajádores así como de los dirigentes sindicales y especialistas; tema que suscita obligadamente la crítica social y pone de relieve la explo­siva cuestión de las decisiones políticas.

Sabemos que la Psicopatología del Trabajo, empleando , este término médico, ha quedado en el estado embrionario,

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algunos trabajos de importancia en los años50 ■ . Cuando se conoce el desarrollo con que se benefi­ciaron las ciencias humanas desde hace más de un siglo, uno se puede llevar algunas sorpresas sobre la lentitud dé la Psicopatología del Trabajo para conquistar sus títulos de nobleza.

Varias explicaciones pueden darse en respuesta a este■ fenómeno. La primera consistiría en atribuirla a la in­madurez de la psicología, de la psiquiatría y del psico­análisis. Sin embargo nos damos cuenta del lugar privile­giado que desde hace varios años ocupan estas disciplinas, tanto en la mente del público como en los medios masivos de comunicación, la literatura, el arte y la medicina.

Más creible sería la interpretación que atribuiría el subdesarrollo de la Psicopatología del Trabajo al sobrede- sarrollo de las disciplinas tradicionales. No se puede ne­gar que la posición de estrella ocupada por el psicoanálisis no se da al mismo tiempo sin ocultar lo que no se puede ar­ticular con su teoría. El campo del psicoanálisis está cen­trado sobre la vida relaciona! y más precisamente sobre las relaciones entre dos personas o, a lo sumo, tres. Por lo tan­to, el psicoanálisis -es inapropiado para dar cuenta de las relaciones de trabajo en la medida en que están reguladas por reglas que no se dejan reducir al juego de las rela­ciones llamadas “objetivables”.

Claro está que el psicoanálisis de grupos y la psicoso- ciología se oponen a dicha acepción.

verlas más de cerca, estas disciplinas de reciente aparición no tienen otro objetivo que el de encontrar en la dinámica de los pequeños ^upos las características pues-

. ,tas en evidencia por el análisis dual. Ya sea que se trate de una situación o de otra, la psicosociología sólo busca poner en evidencia los puntos comunes a todos los grupos. En

i ninguno de los casos su objetivo es desta'car lo que existe de exclusivo, o de irreductible, por ejemplo en el grupo de tra­bajadores de una fábrica de automóviles con respecto a un grupo de veraneantes, o a un Consejo de Administración.

Nosotros quisiéramos llamar la atención precisamente sobre la especificidad de la vivencia obrera y rio gQbre una experiencia aislada de una vivencia obrera que'sería como un denominador común a todas las .situácionesvde írabajo.

Al-contrario, desearíamos mostrar experiencias diferen­ciadas e irreductibles unas a otras, que mostrarían cada vez casos concretos, y “dramas” como diría Politzer®®.

De una vez por todas dejaremos de lado las observa­ciones cuantitativas, las estadísticas, las encuestas abier­tas o cerradas, los patrones del comportamiento, ya sea que se trate de la economía de los gestos repetitivos, de los erro­res del comportamiento productivo, o del aumento de las

' “performances”...; en otros términos, toda la psicología abstracta que deja deliberadamente de lado la vida mental en sí misma, la emoción, la angustia, el enojo, el sueño, las ilusiones, el amor, siendo todos ellos sentimientos ex­perimentados que escapan a la observación llamada “obje­tiva”. El punto de vista dinámico, lo vivido “hic et nunc ”, el “Dasein” para retomar a los autores existencialistas ale­manes, tendrán la prioridad, aunque todavía sin poder es­capar totalmente a la tentación metapsicológica.

El campo potencial de la Psicopatología del Trabajo, está ocupjido, como dijimos anteriormente, por el psi­coanálisis, la psicosociología y la psicología abstracta. In­cluso si estas disciplinas no llegan a entender la unicidad del drama existencial vivido por los trabajadores, ellas proveen un esquema de referencias teóricas y conceptuales que' dificultan la elaboración de concepciones diferentes. Pero aquí no hay nada de excepcional y es, en cualquier caso, triunfando de antemano frente a tales situacionesq u e aparecen las nuevas disciplinas.

De esta manera, el prolongado subdesarrollo de la Psi­copatología del Trabajo se exphca según nuestro parecer, ante todo por fenómenos de orden histórico.

Si la Psicopatología del Trabajo no ha sido lo suficiente­mente estudiada, fue porque las condiciones del creci­miento no estaban aún reunidas, contrariamente, según parece, a lo que podría permitir la situación sociopolítica actual. Por historia entenderemos no sólo la historia de los obreros,'sino también y sobre todo la historia del movi­miento obrero y las relaciones de fuerza entre los trabaja­dores, los patrones y el Estado.

Este punto es de una importancia tal que, para explicar­lo, no podemos evitar el tener que realizar una breve vuelta al pasado y .volver a dibujar “la historia de la salud de los

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trabajadores”. La evolución de las condiciones de vida del jtrabajo, partiendo de la salud de los trabajadores, no puede disociarse del desarrollo de las luchas y de las rei- i; vindicaciones obreras en general. J

i Es únicamente a través de una lectura especializada de la historia que reuniremos los elementos necesarios para la reconstrucción de la historia dol “fronte de la salud”.

Este último sólo ha progresado gracias a la lucha perpe­tua,'ya que el mejoramiento de la condiciones de salud ra­ramente ha sido benévolamente ofrendo por los interlocu­tores sociulos (salvo en algunos períodos en donde el inte­rés económico se juntó momentáneamente con el de los tra­bajadores; las guerras, durante las cuales medidas espe­ciales fueron tomadas para protejer uria mano de obra que cobraba un mayor valor).

“La historia de la salud de los trabajadores” aparece de esta manera como un sub-capítulo de la historia popular, pero que no retomaremos aquí.

El siglo,XIX y la lucha por la supervivencia

/ En lo que nos interesará aquí, este período del desarrollo ; del capitalismo industrial se caracteriza por el aumento de ' la producción, el éxodo rural y la concentración de la nue- ¡ va población .urbana.

Aparecen condiciones de vida que h.an sido descriptas en encuestas tales como la de Parents du Chatelet Gué- pin'* , PenoL , Benoiston de Chatcauneuf , Viller-mé^ .

Alguno.s elementos destacables pueden ser observados: la duración do la jornada laboral que alcanza las 12, 14 y hasta 16 horas; el empleo de íos niños en la producción in-

i dustrial a veces a partir de los 3 años, pero la mayoría de las veces a partir de los 7.

Los salarios son muyjbajos y a menudo no alcanzan para ase¡^rar el 'consumo mínimo imprescindible. Los períodos do. desempleo ponen de inmediato en peligro la su­pervivencia do la familia. La vivienda es frecuentemente reducida a un tugurio (11, pág. 43).,

Falta de hipene, promiscuidad, agotamiento físico, ac-

.sub-alimentación potenciali:^an sus respectivos efectos y crean las condiciones de una fuerte morbilidad, grañ'^rñortalídad, y de una esperanza de vida' muy reducida^XTÉn esta época Villermé demuestra sin di­ficultad que “el crecimiento de la mortalidad es inversa­mente proporcional al de la vida fácil”.

La gravedad de la situación se traduCe en la revisa­ción médica para la conscripción: “En Amiens, hacia 1830, para encontrar 100 conscriptos aptos para el servicio mili­tar, se necesitaban 153 jóvenes de clases altas y 383 de cla­ses pobres”

Llegamos a la conclusión de que, frente a.tal situación, no se trata j^araja..clase obrera del siglo XIX de hablar de “salud”. PrimeroJhay que asegurar la subsistencia y,sólo después ocuparse de la enfermedad. La lucha por la salud en ésta época se identifica con la lucha por la supervivencia: “Vivir, para el obrero, es no morir” * .

En lo que se refiere a las condiciones de trabajo de la época, y sobre todo los accidentes, drámaticos por el número y por la gravedad que revestían, volveremos a citar los au­tores de entonces.

La intensidad de las exigencias del trabajo y de la vida amenazan a la mano de obra en sí misma que, al a-

" la v a rse , acusa riesgos de sufrimiento específico descripto en la Hteratura de entonces bajo el nombre de MISERIA O- BRERÁ. Vista como ima calamidad en el espíritu de los not­ables, ella es comparable a una enfermedad contagiosa. El movimiento higienista es de alguna manera la respuesta

' social frente al peligro. Como se ha señalado anterior­mente 29, la miseria asimilada a una enfermedad “permite introducir el lenguaje del aislamiento, de la erradicación, del désarraigamiento, del drenaje, etc., o sea de un cierto tipo de eficacia”.

La higiene designa los medios a poner en práctica para preservar la salud de las clases altas y no la de la clase obrera. Los autores del primer número de la revista “Annales” la definen así: “La higiene pública, que es el arte de preservar la salud de los hombres en sociedad, re­cibirá un gran desarrollo futuro y aportará numerosas aplicaciones al perfeccionamiento de nuestras institu-

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ciónes. Es ella quién observa las variaciones, las oposi­ciones, las influencias de los climas, en definitiva, lo que ajmda a la salud pública. La higiene se ocupa de la calidad y de las propiedades de los comestibles y de las bebidas, del régimen alimenticio de los soldados y marineros. Hace sentir la necesidad de que se dicten leyes sanitarias. Se ex­tiende a todo lo relativo a endemias, epidemias, hospitales, casas de alienados, cabarets, prisiones, inhumaciones, ce­menterios, etc. Vemos, aunque sólo nos limitemos a esto, cuanto camino queda aún por recorrer en esta parte de la ciencia. Pero tiene delante suyo otro futuro en el orden mo­ral. De la investigación de las costumbres, de las profe­siones, de todos los matices de posiciones sociales, la hi­giene deduce reflexiones y consejos que tienen aphca- ciones sobre la fuerza y riqueza de los Estados. Gracias a su asociación con la filosofía y la legislación, puede ejer­cer una gran influencia sobre la marcha del espíritu hu­mano. Debe iluminar al moralista y contribuir a la noble tarea de disminuir el número de enfermedades sociales. Las faltas y los crímenes son enfermedades de las socie­dades que es necesario curar o, al menos, disminuir. Fi­nalmente, jamás los medios de curación serán más pode­rosos que cuando obtengan su modo de acción de las revelaciones del hombre físico e intelectual, y la fisiología y la higiene prestarán su iluminación a la ciencia de laadministración” 3_

Este texto hace aparecer, además de las preocupaciones sobre la salud, objetivos referentes al restablecimiento en las aglomeraciones obreras, del orden moral, y del orden social. En efecto, la miseria, la promiscuidad y el hambre se asocian para crear condiciones favorables al desarrollo de la delincuencia, patoterismo, violencia y prostitución. El cuestionamiento de la religión y deda familia represen­tan serias amenazas para el orden social, en una época en que los movimientos sociales y sindicales son aún limita­dos.

No hay que sorprenderse de que en esta sitliaciión se le haya asignado un papel importante a la Academia de Ciencias Morales y Políticas. Su tarea consistirá :en “res- toblecer en el campo de los hechos morales y políticos, la autoridad de la cienpia, del derecho y dé la fááóri” 8, '

.-;JEn'el ,moinento en que lá burguesía^ piei^dé'su "credibili- " ' " ^ d y su buena imagen como humanista a causa de su com- ' í*pSltamiento respecto de la clase obrera, se acude a especia­

listas y sabios, más respetables y neutros que los patrones. Sus funciones consistirán en estudiar la situación y pro­poner posibles soluciones para restablecer el orden moral y, sobre todo, la autoridad de la familia, nexo necesario para la formación de obreros disciplinados.

'■' Paralelamente al “Movimiento” de las Ciencias Mo­rales y Políticas aparece el movimiento de los “grandes alienistas” (Esquirol, Pínel, Orfila, etc.) suscitado por la

1 curiosidad hacia estos fenómenos insólitos por su amplitud í que son las “desviaciones” y los daños individuales al or- '■ den social. ;

Podemos distinguir, por consiguiente, tres corrientes: el movimiento higienista, el movimiento de las ciencias; mo­rales y políticas y el movimiento de los grandes alienistas

j donde los médicos ocupan una posición clave. El médico i hace su triunfal aparición en el arsenal del control sociaF,

forjando una herramienta que está llamada a un gran des­tino y que aparecerá luego bajo la máscara de TPIABAJO SO­CIAL.

~E1 desarrollo de la higiene, los descubrimientos de Pas- teur poco después y las investigaciones en psiquiatría cons­tituyen el lado positivo de la actividad médica. Sobre élla se apoya la respuesta social a la explosión de la mise-

.ria obrera. Pero la medicalización del control social no bastaría, y de hecho es a los obreros mismos a quienes debe­mos las principales mejoras materiales de lá condición obrera.

Higienistas, moralistas y alienistas sólo pueden res­ponder a las deáViaciones, mientras que otra forma de d.año al orden moral y social va tomando cuerpo en la soli­daridad obrera, en los movimientos de lucha y en el desa- n-ollo de una ideología obrera revolucionaria.

A este segxindo peligro, se le dió una respuesta es­pecífica: la represión estatal. V en te a la amplitud del movimiento de organización de la clase obrera, es necesa­rio encontrar nuevas soluciones. Un nuevo movimiento, en el cual el Estado aparece como actor estratégico, se ave-

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ciña.: Los conflictos entre empleados y empleadores eran hastá entonces solucionados localmente. El patrón era li­bre de elegir las soluciones que quería, y cuándo llamaba a la policía o al ejército para reprimir una huelga, el repre­sen tó te del Estado actuaba solamente en nombre de la vio­lación a la propiedad privada. Pero el desarrollo del movi­miento obrero conduce a huelgas más grandes en donde el Estado tiene una misión más importantes qué cumplir.

El Estado está llamado a intervenir cada vez más fre­cuentemente. Por otra parte la organización de los obreros otorga al movimiento de protesta una fuerza diferente que puede dejar en dificultad a la del empleador aislado. El Es-_ tado se convierte en el árbitro necesario.e^^^ t-' gv<í - m ;u-

Las cóñcentraclórTés oíreris creadas según las necesi­dades de la producción hacen surgir nuevas relaciones so­ciales que permiten al Estado ser progresivamente autónomo de la tutela patronal, no sin resistencia por parte de esta última. La aparición de federaciones sindicales, asociaciones y partidos políticos obreros dan al movimien­to obrero una dimensión significativa sobre todo a partir de la Comuna de París. Las reivindicaciones obreras acceden a un nivel propiamente político.

Se concibe fácilmente que las luchas obreras en eatft período histórico tuvieran esencialmente dos objetivos: el derecho a la vida (o a la supervivencia) y la construcción del instrumento necesario para su conquista: la libertad de organización (libertad sindical).

: Eñ cuanto a lo que podríamos llamar la Prehistoria de la Salud de los Trabajadores, vemos surgir lá consigna que, para decirlo de cierta manera, va a cubrir todo el siglo XIX: la reducción de la jom ada laboral.

A pesar de los “alegatos” de Villermé, prácticamente I ningún progreso tendrá lugar durante casi 50 años en r cuanto a la limitación del tiempo de trabajo. Bajo el Segun- '; do Imperio francés el debate estuvo prácticamente cerrado.. Esta presión emerge luego bajo diferentes formas: el límite I de edad mínimo para el trabajo de los niños; la protección de las mujeres; la duración del trabajo propiamente dicho; el trabajo nocturno; las tareas particularmente penosas a las cuales no se tendrá el derecho de someter a ciertas per­sonas; el descansa semanal.

Los logros serán muchas veces Cuestionados nueva­mente por leyes que harán volver al status quo anterior por la vía de innumerables derogaciones y por el rechazo a la aplicación de las mismas. Las luchas obreras; van a jalo­narse a lo largo de todo el siglo. Las discusiones guberna­mentales serán interminables. Entre un proyecto de ley y su voto se tendrá que esperar a menudo diez a veinte años. Nueve años para la supresión de la libreta obrera (1881- 1890); trece años para el proyecto de ley sobre la reducción del tiempo de trabajo de mujeres y niños (1879-1892); once años para la ley sobre higiene y seguridad (1882-1893); quince años para la ley sobre los accidentes de trabajo (1883-1898); cuarenta años para la jom ada de diez horas U879-1919); veintisiete años para el descanso semanal (1879-1906); veinticinco años para la jomada de ocho horas U894-1919); veintitrés años para la jomada de ocho horas

. en las minas (1890-1913).Es solamente ajpartir del Jinal.dei,jiglo que son arran­

cadas las leyes sociales que_concieraen específicamente a la salud de los trabajadores. Surgimiento, en 1890, de los" delegados de seguridad en las minas. 1893: Ley sobre la hi­giene y seguridad de los trabajadores de la industria. 1898: Ley sobre los accidentes de trabajo y su indemnización. 1905: Jubilación de los mineros. 1910: Jubilación para el conjunto de los trabajadores de más de 65 años. (“Jubilación para los muertos”, decían los sindicatos, ya qué en esa época sólo el 15% de los franceses llegaba con vida a esa edad.)

De la Prim era Guerra M undial hasta 1968

De ahora en más, el movimiento obrero adquiere sólidas bases, y alcanza lETdimensión de fuerza política q ^ 'ir á creciendo en el tablero de las relaciones de íiiei^a.

Esquematizando, se puede decir que la organización de los trabajadores se tradujo por la conquista primordial del derecho a la vida incluso si las condiciones de existencia están lejos de ser homogeneizadas para el conjunto de la cTásé’róbrera.

De hecho, puede aparecer una mayor diversidad de rei­vindicaciones. De entre ellas se desprende un frente es-

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'fíj pecífico que se refiere a la protección de la salud. Vasto programa en donde la proteeción del euérpü éa ll(i prpoijiip«. Clól^^dotiiln|ltTl|§i —"•" ' t- sv'.vit'a

K es^ardar al cuerpo de los accidentes, prever las eii^ íerinedades profesionales y las intoxicaciones causadas por los productos industriales, asegurar a los trabajadores ^ adecuado cuidado y tratamientos convenientes que has- ta entonces beneficiaban casi exclusivamente a las clases más altas, tales son los temas centrales alrededor de los cuales se libran las luchas en el frente de salud.

¿Por qué tomar la guerra Ig 14-18 como referencia? Entre los elementos que determinan esta elección tendremos so­bre todo en cuenta el salto cualitativo que se observa en la producción industrial, el esfuerzo dé producción para las necesidades de la guerra, las insólitas experiencias de re­ducción de la jom ada laboral en las industrias de arma­mento. El vacío dejado por los muertos y los heridos de guerra en la reserva de mano de obra, los esfuerzos para la

> . reconstrucción, la reinserción de los inválidos en la pro­ducción, generan las condiciones de ima transformación

, en la relación Hombre Trabajo.Un espacio particular debe ser consagrado a la introduc-

Siendo hoy en día un modelo de orga­nización del trabajo que aún no terminó de ganar terreno,

t sobre todo en el sector terciario, el taylorismo será objeto de .V particular acerca de sus consecuencias sobre la'' salud mental. Pero también hay que destacar las repercu- íf. siones deUistemaJ^^^ sobre la sahid del cuerpo. Nueva

tecnología de surnisióñ del cuerpo y de disciplinañzación, la organización científica del trabajo hace nacer tensiones psicológicas desconocidas hasta entonces, sobre todo de tiempo y de ritmo de trabajo. Los resultados exigidos son absolutamente nuevos y hacen aparecer al cuerpo como pnncipal punto de impacto de los daños del trabajo. El ago­tamiento físico no afecta ya únicamente a los trabajadores

I que hacen tareas pesadas, sino al conjunto de los obreros de la producción de masa. Separando radicalmente el trabajo intelectual y el trabajo manual, el sistema Taylor neutra­liza la actividad mental de los obreros. Consecuentemente, no es el aparato psíquico el que aparece coitiq primera

víctima del sistema, sino más bien el cuerpo/ dócil y■ y in W zsdoflibrado sin defensa a toá: impulsos de la orga- níüácián del trabajo, al ingeniero de métodos y a la direc­ción jerárquica de quien da las órdenes. Cuerpo sin defensa, cuerpo explotado, cuerpo fragilizado al; quedar desposeído de su protector natural que es el aparato mental. ¡¡ Cuerpo entonces enfermo, o que peligra de estarlo. ¡

"" No es de extrañar que en estas condiciones aparezcan luchas enérgicas para promulgar leyes que reemplazarán ¡ la protección natural del “instinto de conservación , que . será definitivamente relegado al rango de instrumento iinútil. , - t •

A partir de la guerra van a ser superadas importantes etaipas, al mismo tiempo que se perfila una diversificación de las condiciones de trabajo y de salud. El movimiento obrero intenta obtener mejoras en la relación salud- trabajo, y medidas de mejoramiento aplicables al conjunto de los trabajadores. Si a veces lo logra, esto provoca en mu­chas ocasiones un aumento de las diferencias.

A pesar del voto de leyes de carácter general, el movi­miento obrero no es aún capaz de hacer controlar su cum­plimiento en todas partes. Es sobre todo allí donde es más fuerte, es decir donde los trabajadores son suficientemente numerosos {grandes empresas), donde el trabajo tiene un valor económico estratégico (sector de punta o centros vi­tales de la economía nacional) que la evolución de la rela­ción salud-trabajo es más,rápida. Por el contrario^, es en las empresas aisladas, en las regiones poco industnahza- das, cuando los trabajadores ocupados son escasos y poco sindicalizados, cuando la proporción de trabajadores ex- 'tranjeros es importante, que las condiciones de trabajo son incomparablemente peores que dentro de las grandes em-

7 presas, como por ejemplo la Renault en Francia, que se i convertirá progresivamente en la empresa piloto de las' victorias obreras. , • i: En razón del desarrollo del movimiento obrero a nivel ' nacional y del papel del Estado como interlocutor privile­

giado se pueden establecer más fácilmente que en el período precedente los lazos de causa a efecto entre tal lucha obrera y tal ley social, asociación no disociada por la iner­cia del tiempo que pasa.

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j ■'/\ ^ L a ju e rra favorece las iniciativas en favor de la protec-

“ - j ® obra .gravemente amputada por las ne-cesidades del frente de lucha. Los principáléií progresos sei cnstalizan ahededor de la jornada de trabajo, de la medi-' cina del trabajo y de la curación de las afecciones con­traídas en el trabajo.

/ Albert Thomas, en 1916, reduce la jornada laboral a 8 horas dmnas y constata el efecto paradojal dé esta medida sobre la producción... ¡que aumenta!

4 5 La ley de 1898 sobre los accidentes de trabajo preveía la ¡creación de dispensarios de fábrica que estaban a cargo de

, j empresas privadas de seguros. Los decretos de 1913 condu- -- cen a ciertos empresas a organizar exámenes médicos de ingreso y de control durante el período de trabajo. En 1915 aparecen las bases de una verdadera medicina del trabajo con la Inspección médica de las fábricas de guerra, organi­zada por A. Thomas 61. Luego de la Segunda Guerra esta tendencia se acentúa con la institucionalización de la medicina del trabajo en ciertos sectores, sobre todo en las minas mientras que ciertos empleadores contraten a título mdi^adual un,médico, ante todo para hacer una selección previa al ingreso, y para protegerse de ciertos riesgos que son de ahora en más articulados con penahzaciones finan-

. , cieras (indemnizaciones, etc.)®^ .K j. ^ poco, se elabora una doctrina implícita de la me-

\ dicina del trabajo .En lo que concierne-a la curación de las enfermedades y

los cuidados a los enfermos, es sobre todo al final de la ^ e r r a que son votadas leyes importantes: reconocimiento de las enfermedades profesionales en 1919, creación de una -« L/Oniisión de higiene industrial en octubre de 1919, así como -= un Comité consultivo de seguros contra los accidentes de trabajo. Una tendencia se manifiesta ^esde la ley de 1903 _ en favor de la atenuación de los riesgos y de la insalubri- aaü, es decir la supresión de las causas de accidentes y de enfermedad. Esta tendencia sólo tomará forma definitiva con la ley de 1939, modificada en 1951, que preveía que las _ máquinas o las partes peligrosas de las máquinas para las cuales existían dispositivos de protección de reconocida efi­cacia, no podían estar^desprovistas de los mismos;

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V'Luego de esté’fecundo período para el mejoramiento de

la relación salud-trabajo,, no habrá más progreso signifi­cativo hasta la formación del Frente popular, que otorga momentáneamente una ventaja a los obreros. /

La semana de 40 horas es votada en 1936, asi como las vacaciones pagas. Los acuerdos de Matignon instituyen fas Convenciones colectivas y los delegados dél personal, reconociendo el derecho a la libre adhesión a los sindica­tos, y el derecho de huelga. _ , . i •

Podemos decir que en 1936 las condiciones de trabajo se convierten realmente en un tema específico del movimien­to obrero, aun cuando la fórmula sólo se puso de moda más recientemente con un contenido algo diferente.

.• La última ola de medidas sociales que conciernen a la saíud de los trabajadores resulta de la Segunda Guenra Mundial y de la nueva relación de fuerzas conquisteda du­rante la Resistencia. El programa de la Resistencia cuan­do fue puesto parcialmente en práctica, hace surgir nuevas esperanzas con la institucionalización de la Medicina del Trabajo (1946), de la Seguridad social (1945) y de los Comi­tés de Higiene y de Seguridad (1947).

Durante todo este período que comienza en 1944, el mo\a- 'm iénto obrero continúa desarrollando su acción para la mejora de las condiciones de vida (duración del trabajo, vacaciones, jubilaciones, salarios), pero simultáneamente se desprende el frente específico que concierne a la salud. Al verlas más de cerca, las reivindicaciones en este campo son la prevención de los accidentes, la lucha contra las en­fermedades, el derecho a los cuidados médicos, és decit la salud del cuerpo. Podemos decir que este segundo período dé “lá historia de la salud de los trabajadores” se caracteri-

”za por la revelación del cuerpo como punto de impacto de la explotación. Esta noción es fundamental, en la medida en que cómproTTiete los análisis que emanan tanto por parte de los sindicatos como de los especialistas, sobre un aspecto de la salud que hoy en día podemos afirmar como indebida­mente limitado. El objeto abarcado por la explotación sería el cuerpo, y solamente el cuerpo. Los análisis económicos que critican al sistema capitalista argumentan también sus tesis sobre la explotación a partir del cuerpo afectado,

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del cuerpo enfermo, de la acrecentada mortalidad de los obreros con respecto al resto de la población.

Proposición exacta, por supuesto, que sería .eiróneó poner en duda; pero ella es demasiado limitada"’Coirib sí los me­canismos invisibles de la explotación exigieran, para ser puestos en evidencia, una demostración de sus efectos visi­bles sobre el cuerpo. Quizás hoy en día estemos autorizados a revisar este punto de vista según el cual la explotación to­maría directamente al cuerpo como blanco. Y deberíamos dar vuelta la problemática insistiendo sobre \aa mediatiza- dones en juego en el ejercicio de las exigencias corporales. Todo ocurriría como si las malas condiciones del trabajo alcanzaban al cuerpo sólo después de haberlo sometido, do­mesticado y formado a la imagen del caballo de tiro. Docil­idad que, como lo veremos más adelánte, depende de una estrategia que concierne en primer lugar a la mente, para borrar las resistencias que ella opone espontáneamente a la explotación.

De todas maneras, si el cuerpo aparece dur.ante este período de la historia como la primera víctima del trabajo industrial, queda por descubrir lo que le es específicamente perjudicial.

La peligrosidad de las máquinas, los productos indus­triales, los gases y los vapores, los polvos tóxicos, los parásitos, los virus y las bacterias son progresivamente de­signados y estigmatizados como causa del sufrimiento

-físico. De 1914 a 1968, es progresivamente el tema de las condiciones de trabajo el que ocupa un primer lugar dentro de las reivindicaciones obreras sobre el frente de la salud. La lucha por la supervivencia dejó el lugar a la lucha por la _saiud del cuerpo.— La consigna de la reducción de la jornada de trabajo dejó lugar a la lucha por el mejoramiento de las condiciones de trabajo , por la Seguridad, por la Higiene y para la Pre­vención de las enfermedades.

¡Mejoramiento de las condiciones de trabajo!” Esta es una consigna que maduró en 1968, revelación, denomina­ción, y formulación tardía del tema que animó, sin embar­go, durante cincuenta años, todas las luchas obreras en el frente de la salud. En esto no hay nada sorprendente, como lo muestran muchos otros hechos históricos que hacen ha-

■blar de cosas cuando estas ya están supradas, mientras que ya se dibuja una nueva etai^-áRorlf de las lu-

proteccy¿del^ .S í!luáj^ ' —' ’‘" '^ íse r ia obrera, lucha por la supervivencia, reducción de la jomada laboral, movimiento de las ciencias morales y políticas, movimiento higienista y movimiento alienista Imn dado lugar respectivamente al cuerpo enfermo, a la lu­cha por la salud, a la mejora de las condiciones de trabajo y a la corriente contemporánea de la medicina del trabajo,

"de la fisiología del trabajo y de la ergonomía.

Tercei" período: después de 1968

El desarrollo desigual de las fuerzas productivas, de las ciencias, de las técnicas, de las máquinas, del proceso de trabajo, de la organización y de las condiciones de trabajo han conducido a una situación demasiado heterogénea para que podamos hacer un análisis global de la relación salud-trabajo.

En el seno mismo de este mosaico de fenómenos diver­sificados, sólo podemos identificar una nueva materia, y tendencias que amplían la problemática tradicional de las cuestiones de salud, estamos refiriéndonos aquí a la salud mental.

A pesar de la existencia de una literatura, para decir verdad algo restringida, en cuanto a la Psicopatología del Trabajo (Girardon, Amiel, Sivadon, Veil, Leroy:...) es me­nester reconocer que el conflicto que opone el trabajo a la vida mental es un territorio casi desconocido. Es verdad que los especialistas del hombre en situación de trabajo se han dedicado en materia de psicología ante todo a definir métodos p'sicológicos de selección. Si bien son especialistas del hombre, su actividad que es por cierto real se despliega más allá de las cuestiones de salud mental.

Del lado de los trabajadores, el discurso obrero no es más prolijo al respecto. Como fue denunciado de manera exageradamente estereotipada, el sufrimiento psíquico queda prácticamente al margen de todo análisis. Este si­lencio atestigua la dificultad del movimiento obrero para llevar efectivamente la discusión a un terreno que reco­noceremos, al igual que ellos, como particularmente com-

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piejo. Y, sin embargo, desde hace alj^nos años se siente por todas partes una nueva fuerza: la lucha obrera sobre lasalud_mentaLm^tám_mA^^ción; sigue siendo balbuciente. Existen varias f^ o iies que

l^L iìnm ifrsè ''refiera «i Tajrlpr. Pinmero en el campo econó-

mico.jdonde las huelgas, los paros de producción; iS T tr^ ^ - JOS á reglamento, el ocio, el ausentismo, el “turnover” el sa^taje de la producción y la “alergia al trabajo” conducen a buscarle soluciones de recambio. Luego en el campo del

.sppial .¿onde, esie si sterna organiza cianai y a^ío ^a pruebas de su superioridad. Hoy estamos lejos de las

afirmaciones de Taylor acerca de la ausencia de huelgas en las fábricas que adoptaron la O.C.T. (Organización Científica del Trabajo)^^. Sobre el terrenaidéológico, final­mente, en donde el sistema Taylor es denunciado como deshumanizante y es acusado de todos los vicios, sobre todo por los obreros, pero también por una parte de los empresa­rios.

reestructuración de las tareas, como alternativa de la también amplias disputas sobre la finali­

dad dél trabajo, sobre la relación hombre-tarea, y pone el acento sobre la dimensión mental del trabajo ihdustrial. Hay que agregar desde las voces de trabajadores del sector terciario y de las nuevas industrias como las de procesos y la industria nuclear hasta las de los obreros de la cadena de montaje. Las tareas de oficina, reputadas como que no producen daños fi'sicos graves, son cada vez más numero­sas a medida que aumenta proporcionalmente al desarro­llo del sector terciario. La sensibilidad fi-ente a las cargas intelectuales y psicosensoriales del trabajo, preparan el terreno a las preocupaciones sobre la salud mental. Lo mis­mo ocurre con los obreros que tienen una débil carga fi'sica como son los operadores de las industrias de procesos (pe­troquímicas, nuclear, de cemento, etc.). El desan-ollo de estas industrias confi-onta los obreros a nuevas condi­ciones de trabajo y les hace descubrir sufrimientos insospe­chados, como lo mostraremos más adelante.

La “crisis de la civilización”, de esta manera se deno­mina a una sene de críticas de la sociedad, da testimonio de preocupaciones que aparecieron, con la “nueva ola” de

protestas agrandada en la desilusión de la post-guerra y ampliadas por cuestionamiento de lá “sociedad de consu-

- mo”. La pérdida de_confianza_en la s capacidades de'la so- ; . ciedad industriarpaTa apo'rfar k el desarrollo de

un innegable cinismo al nivel de los órganos dingentes, ¿conducen a un cuestionamientx)_del modq.dejvida en su to-

talidad. La droga y las toxicomanías, temas privilegiados por quienes hablan de la “crisis de la civilización” , atesti­guan de una nueva búsqueda que se interesa ante todo én el 'placer de vivir y que afecta tanto a los hijos de la burguesía como a los de la clase obrera^ -^O . ■' j

El surgimiento de la psiquiatría, el ejercicio masivo de ■ la prácticas psicoterapéuticas en las escuelas, en el mundo

del trabajo, las prisiones, y en todas las instituciones, jue­gan probablemente ún papel importante en la formulación dé las dificultades existenciales percibidas hoy en día a es­cala de masas. Utihzada con fuerza en los medios masivos de comunicación, el cine, la publicidad y el marketing, la psicología no perdona a nadie, ni siquiera a los trabaja­dores.

La “liberación de la palabra” : si el añol968 aparece como una fecha representativa en la historia de la relación sálud-trabajo, esto se debe en principio al desencadena­miento verbal que se produjo en ocasión de los sucesos de mayo. La lucha contra la sociedad de consumo y contra la alienación, se encuentran en el centro del discurso de Máyó de 1968. Millares de afiches, es necesario recordar, expresaban ese tema sobre las paredes de la capital france­sa. Simultáneamente, el trabajo ha sido reconocido incluso por los estudiantes como la causa principal de la ahena-ción. ^ 1 1

/ I.^s huelgas salvajes de esta época confirman la elec­ción de 1968 como punto de referencia histórica.

Huelgas salvajes y huelgas de O.S. (Obreros Especiali­zados) estallan espontáneamente, muchas veces al mar­gen de las iniciativas sindicales. Ellas se encuentran en ruptura con la tradición reivindicativa, y marcan la-éclo- sión de los nuevos temas: “cambiar la vida", consigná pro­fundamente original, y difícil de reducir, que sumergen al

■ ^ y al Estado en un verdadero desconcierto, almenos hasta la actual crisis económica que tiende a ate-

-nuar todas las reivindicaciones cualitativas.

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Mayo de 1968 es también el punto de referencia utilizado

' f M conflictos sociales. Del informe pa-tronal (C.N P.F.) de 1972 al informe Sudreau Mayo del 1968 constituye una referencia fundamental. Numerosas publicaciones confirman que esta fecha marca el reconoci­miento por parte del empresariado de la necesidad de tomar

“ o'itotivas <ie la clase

,'.Estos diferentes elementos son concurrentes para hacer­nos pensar que, del período actual, debería emerger el tema

salud mental-trabajo, en primer término como t^ma de reflexión de las organizaciones obreras, lue­go como objeto de trabajos científicos, siguiendo el ejemplo de lo que pudimos observar sobre las condiciones de trabaio en relación con la medicina del trabajo y la ergonomía.

"C . j maneras este temci está efectivamente presente desde hace ya una década, po^m os preguntarnos- - gu4.es lo que, en d trabajo^ está cuestionado cbm_o7uerité es'- pecihca de nocividad para la vida mental. La píegunta ¿s - - de una importancia crucial. La luch¥por'la supe^ivencia condenaba la excesiva duración del trabajo. La lucha por la .

‘^o'^ducía a denunciar las condiciones de

; m v f w s u f r i m i e n t o mental, éste resulta de la orga- r nización del trabajo. ,' „ condición de trabajo, se debe entender ante todo los

(temperatura, presión, ruido, vibra- ciones. Iluminación, radiaciones, trabajos en altitud, etc.) los ambientes químicos (productos manipulados, vapores y

tóxicos, polvos, humos, etc.), los ambientes biológicos ^ im s, bacterias parásitos, hongos), las'condiciones de hi- M antropamétricas

del trabajo, el contenido de la tarea (eh c5aht¿ de-' jerárquico, las modalidades de

, la gestión, las relaciones de poder, las c u e s t io n é is res- i ponsabilidad, etcétera. ■ :• *

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Expresiones de consignas tales como:;".^ajo,;la's;c infernales", ’’Abäjö la separación trabajó intelectual-trabaji

I manual", "Cambiar la vida", atacan directamente a la orga J ;áfeiiija|^ón del trabajo. Su carácter cualitativo no, puede se; j f3*tfá9üéído simplemente en términos de costos o (Íeüíneas pre ' ■ supuestarias. Tests, encuestas, cuestionarios abiertos o cerra

‘ dos, estadísticas, cifras y cuantificaciones deben ábandonars' puesto que no son aptos para rendir cuenta del proceso em

. prendido. De ahora en más se enfrentan, sin intermediarios, h' voluntad y el deseo de los trabajadores a la orden terminante

; del patrón concretizada por la organización del trabajo.

La P sicopa to log ía del Trabajo^

/ En la Psicopatología del Trabajo, el acento está general- mente puesto sobre los comportamientos humanos. Es a c'ohträ~cörriente Tíe esta inspiración emparentada en la

' teoría del comportamiento, que se ubica esta investigación. Su objetivo es limpiar el terreno no comportamental ocupa­do — a la manera como el enemigo ocupa un país— , por los actos impuestos: movimientos, gestos, ritmos, cadencias y comportamientos productivos.

La física de los gestos y del comportamiento del “obrero- masa” es a su personalidad, lo que el aparato adminis­trativo del ocupante es a las estructuras del país invadido. I^as relaciones entre uno y otro son de dominación-: primero^ de ocultamiento después. Dominación de la vida mental' del obrero por la organización del trabajo. Ocultamiento de sus deseos en el escondite secreto de una clandestinidad, impuesta.

Revelar las aspiraciones no es nuestro objetivo, tampoco lo es el de traducir su contenido. Esta es la tarea del mili­tante político que pretende poseer luces sobre esas cosas, y quiere provocar la tormenta recalentando los deseca que están en hibernación.

' Nuestro proyecto se refiere más bien acerca de la eluci­dación del trayecto que va desde el comportamiento libre hasta el comportamiento estereotipado. Por comportamien­to libre nosotros no denominamos la lib^ri^d metafísica sino un patrón de comportamiento que contiene una tentati­va de transformar la realidad que nos rodea, conforme a

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los deseos propios del sujeto. La palabra <.i[ibre^más que un estado, califica una orientación hacia el placer^

El 'comportamiento productivo estereótipadó del obrero- masa,, ¿no toma el lugar de un comportamiento libre? Com­portamiento libre que podemos ver actuando en otros traba­jadores o en obreros liberados de la organización autorita­ria del trabajo. Y en ese caso, ¿el procedimiento de exclu­sión del deseo se concreta sin daño para el obrero?

En psiquiatría, tenemos la costumbre de estructurar la descripción del loco sobre sus comportamientos aberrantes y prolíficos (delirio, alucinaciones, impulsos.). Tratare-\

/m o s por nuestra parte de hacer resaltar en el sufrimiento a í aquello que más tiene de empobrecedor , es decir a la desa- \^parición de los “comportamientos libres”./ La pregunta fundamental aquí formulada, se refiere a ' la identificación del proceso de desaparición de un compor- , -tamiento libre, operación más difícil que la observación di- ' recta de un comportamiento francamente patológico o ina- \ daptado.

La desaparición es muda e invisible. Para poder cono­cerla hay que ir a buscarla. ¡Es un proyecto quizás temera­rio el de sacar a luz e identificar el sufrimiento obrero, des­conocido no solamente por quién es ajeno a la fábrica, sino también desconocido por los mismos obreros, que están tan ocupados y absortos en realizar el esfuerzo que deben apor­tar para la producción!

Capítulo I

LAS ESTR A TE G A S DEFENSIVAS

i i Las “ id e o lo g ía s p ro le ta r ia d o )

Él sub-proletariado del cual vamos a hablar es aquel que vive en las zonás periféricas a la ciudad. No se trata aquí H'é'^na clase social, como así lo entienden por ejemplo los hombres políticos italianos. Sino más bien de esa parte de la población que .vive en villas miserias o en viviendas

'^ ^ cá fías generalmente expulsadas hacia la periferia de las grandes ciudades. Esta población no se caracteriza por lá Común participación en una misma actividad econó­mica. Por el contrario, lo que la define como tal es el de- sempleo y el sub-empleo. De hecho podría parecer insólito

'tomarla como ejemplo en un estudio de Psicopatología del TVabajo. Si actuamos de tal manera es porque en este mun­do marginal las contradicciones aparecen más marcadas que en cualquier otra parte. En él el sufrimiento es. masivo y evidente. Pero su naturaleza debe ser descifrada. La misèria “descripta por los académicos del siglo XIX” , esta miseria obrera concebida como una enfermedad epidémi- ca^ traduce ante todo el pensamiento social imperante en esa é^oca, pero no da cuenta de la vivencia compartida por los seres humanos que forman parte del sub-proletariado. Por el contrario, más que en cualquier otra parte podemos

d e fen siv a s” (El ca so de l sub-

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/ ver entonces un cierto tipo de defensas que describiremos \ b a jo el nombre de “ideología defensiva”. Lo que retendrá

nuestra atenci.ón_&s la vivencia en esta población con re- specto a la salud y, más precisamente, con respecto a la en-._

Ño se trata de describir las condiciones reales de salud. Ellas sólo serán mencionadas para recordar los trabajos importantes publicados por el Dr. de la Gorce ' y el

/'Dr. Galland^'*. Estos trabajos muestran que el sub-prole- tacado está afectado por una tasa de morbilidad muy su- . pefior "a la de la población en general. Como ejemplo signi­ficativo, podemos citar la importante incidencia de las en- fermedad.es infecciosas en particular en los iiiños y de la tubercúrosis que sigue siendo aún un flagelo para la pobla­ción adulta. Podemos también constatar la importancia de. las secuelas de accidentes y de enfermedadeli^élTas mues­tran sobre todo tratamientos incompletos o mal llevados a cabo situando esto en el conjunto de ima menor eficacia de la técnicas médico-quirúrgicas sobre una población que no puede disfrutar como el resto, por razones de orden no sola­mente socio-económico y cultural, sino por razones de or­den material (imposibilidad de acceder a las convalecen­cias, a los cuidados post-operatorios, a la reeducación kine- sioterapéutica y a la vigilancia médica que sigue a una en-

- fermedad grave o un accidente). El alcoholismo es frecuente. Como lo veremos más adelante, un gran número de enfemedades quedan por descubrir o se encuentran es­condidas y la mayor parte de la morbilidad sigue siendo desconocida. Esta población de varios miles de habitantes vive en conjuntos habitacionales a mitad de camino entre villas miseria, casas rodantes y los H.L.M. (se denomina así, en Francia, a los alojamientos de alquiler moderado). L.a promiscuidad favorece la transmisión de las enferme­dades infecciosas. La pobreza de las instalaciones sanita­rias (canalizaciones, desagües, provisión de agua, baños, recolección de residuos domiciliarios) forman también condiciones necesarias a la propagación de Ta enfermedad y a las contaminaciones colectivas. El alimento es escaso, la carne es rara y escasa en la dieta, y es a este ^ al cual se destina la mayor parte del presupuesto familiar.

La estructura familiar se caracteriza por _el .número elevado de hijos: la mayoría de las familias tienen: de ocho

a diez hijos. Por otra parte, las parejas están frecuente- f mente separadas dando lugar a la ru p tu ^ fa-k 'miliárV* L poco escolarizádos forman muchas

veces los contingentes„de futuros marginados.,.de los cuales uifoi cuantos algún día conocerán la cárcel.’ ,

Más significativo aún es el hecho notorio dé que si el 80% de los niños permanecen en el límite de dos distancia- mientos tipo en cuanto al desarrollo estato-ponderal (con­tra 95% en la reglón parisina), 60% pe encuentra en la ban-

,da inferior, el 20% queda por debajo de los dos límites tipo con un retraso deV crecimento que llega a veces a -14% (quedando en el límite del enanismo), hay entonces un desplazamiento global hacia abajo con un porcentaje infe­rior a -26. Podríamos estar tentados en mencionar los fac­tores genéticos, pues algunos de estos chicos tienen padres de baja estatura, ¿pero no sería más conveniente pensar que los mismos padres tuvieron trabado su desarrollo por las carencias? El estudio de las condiciones de vida parece bastante significativo. Así somos conducidos a pensar que el retraso en la estatura observada refleja, en la mayoría de los casos de niños estudiados, una carencia nutricional debida tanto a factores económicos como a factores cultu­rales (hábitos alimenticios)^'^.

—' Más que la morbilidad que es siempre difícil de eva­luar, el subdesarrollo estato-ponderal de esta población re­fleja de manera significativa las malas condiciones de salud, higiene y educación. Tales observaciones nos re­cuerdan las descripciones del siglo X K acerca de la pobla­ción masculina sometida al consejo de revisión del ejérci­to para hacer la conscripción, y de lo que podemos todavía encontrar en los países del tercer mundo y en particular en América Latina.

Desde el punto de vista médico-sanitario los medios de que disponen estas poblaciones son bastante rudimenta­rios: inexist^encia o escasos dispensarios, sin médicos ins­talados en una zona que agrupa sin embargo a una.pobla- ción de varios miles de individuos (pero hay sin embargo uña TnsercTón de varios trabajadores sociales, en particu­lar asistentes sociales y enfermeras).

Ya sea que se trate de una práctica médica o de una en­cuesta relativa a la salud, una primera observación se im­

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pone de entrada. S g j ^ gan a hablar de la enfermedad Y del sufrimiento. C u ^ d o alguien está enfepñoTñténta escon::. der es’ta información-a los demás, pero también a su fami­lia y a los vecinos. Es sólo después de largas vueltas que se logra, a veces, detectar la vivencia de la enfermedad, que siempre se considera vergonzosa; apenas se menciona una ^ferm edad, aparecen numerosás'iusirfícaciones como si se tratara de disculparse. No se trata de la culpabilidad en el sentido propio que evocaría una vivencia individuál, sino más bien de un sentimiento, colectivo de vergüenza: “Cuando uno está enfermo no lo hace a propósito”. Masiva­mente, en efecto, surge una verdadera concepción de la en­fermedad, propia de ese ambiente. Es una concepción do­minada por la acusación. Toda enfermedad sería de alpii- na manera voluataria:.“Si uño está enfermo^ es porque es" un perezoso”. “Cuando se está enfermo, uno se siente juzga­do por los otros”. Es una acusación de la cual no se conoce bien el origen, pero es ima acusación por parte del grupo so­cial en su conjunto. Esta actitud frente a la enfermedad puede ir muy lejos: “cuando un muchacho está enfermo se lo acusa de dejarse estar”, y si se hunde aún más profunda­mente en lá enfermedad y el sufrimiento es porque así lo desea y porque se resigna a la pasividad. La asociación en­tre la enfermedad y la holgazanería es característica del medio y volveremos más adelante sobre su significación.

- Un verdadero consenso social surge de esta manera, que apunta a condenar la enfennedad y al enfermo. Una pe­queña diferencia subsiste al juzgar según sea un hombre o una mujer: “Un hombre enfermo es realmente un hol­gazán”. Se toleraría sin embargo que una mujer esté enfer­ma, siempre y cuando no signifique inmediatamente la ruptura del trabajo profesional. Pero una noción implícita surge sin falta para corregir esta aseveración. Cuando se es una mujer, ésta no se puede dar el hijo de estar enferma a causa de los hijos. Aquí, el trabajo de las mujeres no es comparable a lo que podemos ehcontrar en otras.clases so­ciales, ni incluso en la clase obrera. Criar ocho o diez hijos en ese medio y en las condiciones materiales que han sido mencionadas representa una carga de trabajo y de angus­tia mucho más importante que en cualquier otra parte. Fi- nalmente. no se.trata de evitar la érifermedád, se trátá ;de

amaestrarla, de contenerla, de controlarla, de vivir cur.; .eìTa.^Las mujeres,/según se dice, están todas enfermas,

pero esas enfermedades son de alguna manera tenidas a distancia por el desprecio. Sólo se reconocen a_quellas que se evidencian por síntomas que son demasiado impor­tantes para ser ignorados: una toz hemoptoica, una pérdida de peso importante, una debilidad psicológica que demues­tra la existencia de un síndrome deficitario grave. Para que una enfermedad sea reconocida, para ir resignado a consultar al médico, para que se acepte ir al hospital, es ne­cesario que la enfermedad haya alcanzado una gravedad

' tarqüe’ ellá impida'proseguir ya sea la actividad profesio- : nal en el caso dèi hombre o, las actividades domésticas y , familiares en el caso de la mujer. Se nota sin embargo una

actitud cada vez más flexible con respecto a la enfermedad de los niños. Puesto que en el sub-proletariado, todo está or­ganizado, todo está estructurado, todo converge hacia la salvaguarda de la vida del niño. Pero incluso en estos ca­sos, no se quiere consultar al médico. No tanto por sentir vergüenza frente a un personaje de otro mundo sino más bien porque se teme que él descubra “un montón de cosas de las cuáles imo prefiere no enterarse”. Si el médico detecta luego de su chequeo varias infecciones crónicas descono­cidas, entonces la moral se derrumba y como se dice en esos lugares “cuando no se tiene buen ánimo, no se puede curar”. Tal expresión puede encontrarse también en otra parl^ que no sea el sub-proletariado. Sin embargo, nunca tiene un significado tan fuerte como aquí. Hay que com­prender esta expresión literalmente, palabra por palabra. Curarse, en esa* región, es ante todo un asunto moral. La curáción no debe ser comprendida como la desaparición del proceso patógeno. Curarse es solamente no seguir su­friendo. Ya sea que el síntoma que nos invalida desapa­rezca ò que sé llegue a domesticar el dolor, entonces sí nos ^ d e ín ó s considerar como curados. Ciertas fórmulas “de carácter proverbial tienen todavía aquí una función'real qúe hemos olvidado para retener en lá mayoría de las ve­ces solamente sU carácter humorístico o poético. Es de este modo que “el dolor de muela, es el mal de amor”. Cuando

' uñó sé sien mal de salud dice: “Tengo problemas”. 'En este contexto, una estadía como internado en el hos­

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pital es lo que más se teme. Es el extremo que se busca evi­tar a toda costa. Y esto se comprende si se piensa que la hos­pitalización es de alguna manera el fracaso/el derrumba- miento de todo el sistema de contención de la enfermedad, de la vivencia del’ sufrimiento, es el punto de no-regresó que marca una brecha del sistema colectivo de defensa con­tra la enfermedad. En un grado menor, consultar a un médico tampoco_ tiene sentido. Ir al cpnsultorio del médico en la ciudad representa ya un cierto nùmero de dificultades materiales: llevar consigo un hijo, de acuerdo, ¿pero qué hacer con los otros ocho o nueve durante ese tiempo?

i Esta realidad es tan aterradora que en la práctica una mu­jer a lo largo de los días, semanas, meses y años nunca se aleja del lugar que ellos han “elegido como domicilio”. Además, los médicos son mal vistos: “los doctores no nos escuchan. Hay que ir rápido. Nos dá la impresión de que no nos creen”. Pero el verdadero problema, frente a la práctica médica, es de hecho mucho más prosaico, es el del dinero. Toda consulta termina irremediablemente por una receta o prescripción médica. Comprar los medicamentos, significa adelantar fondos a veces importantes. O este di­nero no está disponible, o sí lo está, pero significa para toda la familia que habrá restricciones alimentarias hasta que llegue la hora del reembolso. A veces el acto médico acaba con la consulta. Adelantar el precio de una consulta puede ser posible, pero no el del medicamento. Esto conduce a prácticas médicas “salvajes”. La mayoría de las veces se utilizan los medicamentos que han sido anteriormente proscriptos a otro niño. Se administra el medicamento con sentido comiin y con la cuota de incertidumbre que se puede imaginar. Es a veces con una vecina con quien hay una re­lación privilegiada que se decide qué tratamiento admi­nistrar a un hijo.

Un lugar aparte debe estar dedicado a la discusión so- Jbre las mujeres, sobre la vida sexual y sobre los hijos. Diji- mos que en esa zona sería más propicio hablar sobre las en­fermedades que afectan a las mujeres antesiqué^de las que

alcanzan a los hombres. Para estos últimos, la enfermedad■ equivale al cese de la actividad profesional, es decir a la holgazanería. Pero* a la mujer, la enfermedad no la autori- ,za a interrumpir sus tareas. No solamente porque los hijos

no pueden abstenerse de los cuidados de su madre sino porque,^ como se dice en aquellas dudadéS;Vpára la mu-

7 jefes ñó hay “interrupción del trabajo, no hay medicina del ‘ ‘ trabajo”. Pero más características aún son las actitudes

frente al estado de embarazo. Uno de los caminos por los ' cuáles se accede a estas localidades, es precisamente la fa­

milia, cuando se tiene muchos hijos. Las familias de ocho, diez, doce hijos son frecuentes en esa zona. Incapaces de hacer frente a los gastos de vivienda, alimento y vesti- míenta con un solo ingreso (ya que la mujer está entera­mente ocupada con los cuidados dé los niños), la familia, muchas veces de origen obrero, queda librada a im proceso implacable de marginalización por el endeudamiento, te­niendo como fin el círculo vicioso de la enfennedad, de los gastos, etc... en su extremo. En este contexto, el embarazo aparece también, en el sub-proletariado, como una ver­güenza. Una mujer embarazada esconde su estado lo máximo posible frente a los otros. Cuando se sabe que una mujer espera familia, se dice de boca en boca: “Esta sólo sirve para eso, para parir y hacer hijos”. Más allá del em­barazo en sí, se ve que es toda su vida sexual la que es ver­gonzosa, escandalosa, reprimida, hasta prohibida. El em­barazo, origen de las condenas, fuente de vergüenza, está situado en el mismo nivel que la enfermedad.

Pero cuando los chicos están ahí, todos los esfuerzos se orientan para asegurar su crecimiento. Más que en cual­quier otro medio, los hijos son el eje de la vida de la madre. “A partir de cierta edad, luego de haber sacado a los hijos de las dificultades, luego de haber trabajado la vida entera para ellos, ¿para qué ocuparse de sí misma? Cuando esta misión social fundamental reservada a las mujeres se ha cumplido, es decir cuando ya alcanzaron los 40 ó 50 años, no hay ninguna otra razón para seguir viviendo. Mientras que era necesario cuidarse cuando se tenían hijos para mantener, ¿cómo justificar cuidados o tratamientos cuan­do se ha alcanzado la edad de la “jubilación” del trabajo doméstico? Muchas veces cuando los niños crecieron y ya son grandes, ton sólo algunos meses bastan para llevar a la madre a una enfermedad fatal. “Una ya no sirve más y se deja llevar”. “Hay un momento en que una ya no tiene ganas de curarse”.

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/ La iripnifiyfin ííft Ifl vergü en za ; de estas actitudes y de estosi comportamientos frente a la enfermedad se pueden extraer dos características: la primera concierne al cuer-

\ po.'Ya sea que se trate de sexualidad, de embarazo o de en- i \fermedad, todo debe estar cubierto por el silencio. El cuerpo 'i sólo se puede aceptar en el silencio “de los órganos|^ iS o .fil _

cuerpo"(^e trabaja, el cuerpo~prBducTivó dél bomb el cuer- '^poTcoñya'gTadcT ártrabajo de la mujer son aceptados; son \ tanto'más aceptados cuando no es necesario hablar de ellos.

' La actitud frente al dolor es, desde ese punto de \Tsta, ejem­plar. ¿El cuerpo? No hay ni palabra ni lenguaje para ha­blar de él dentro del sub-proletariado. No se sabe lo que es estar bien en su cuerpo, estar bien de salud. “No se conoce

f su cuerpo, por lo tanto, para hablar de él, es necesario queV haya un dolor”. Cuando este dolor llega al límite de lo inso- 'portable o no posibilita el trabajo, entonces, sólo en tales • ocasiones, se decide consultar al médico pero, “vaya la mala suerte, cuando llegamos al consultorio ya no tenemos más dolor”. Y esto está directamente relacionado con lo que decíamos más arriba del miedo a que el médico descubra efectivamente algo. Pero también es una auto-acusación.

La vergüenza aparece evidenciada en afirmaciones tales como: “Si no hay más dolor es que decimos pavadas”.

Como.primer análisis podemos considerar que la vergüen- f za instaurada aquí como un sistema constituye una ver- [ dáíera ideología elaEor^a colectivamente, una ideología

defensiva contra una" ansiedad precisa, la de estar enfermoo más exactamente de estar en un cuerpo fuera de su estado.

La segunda característica de estos comportamientos frehte"ála enfermedad se refiere a la relación existente en-

“^ t r e enfermedad y trabajo. Para el honíbre7eñ~lá“ ídé^b^'á / _ de la vergüenza, la enfermedad corre.sponde siempre a la " '7 interrupción del trabajo. El conjunto de esta población su-

/ fre del sub-empleo que es particularmente crítico en un período de crisis económica. Pero incluso fuera de esta si-

/ tuación que agranda la importancia numérica de los habi-• tantes de dicha zona, siempre existe un grupo de mano de

obra sub-empleada y marginalizada. Dijimos que una de las fuentes dé ingreso en la zona es una familia muy nu- merosa. Él btfó inécániSmo más frecuentemente encontra-

do es aquel de la enfermedad o del accidente. Un obrero que fue hasta entonces eficaz en su trabajo sufre de una enfer­medad crónica invalidante o de las secuelas de un acci­dente de trabajo. Las compensaciones materiales, el por­centaje de invalidez asignado ya no bastan para asegurar la supervivencia de la familia. Comienza entonces el ine­vitable proceso que conduce al sub-proletariado. Para la mujer, por el contrario, son los embarazos y las enfeñne- dades que dificultan el trabajo colosal de la educación de

. los hijos y de las tareas hogareñas. Que se trate de los hom­bres o de las mujeres, todo estado anormal del cuerpo con­duce infamablemente al problema del trabajo o del empleó. Vemos que el trabajo atraviesa profundamente la vivenciá de la enfermedad: enfermedades del trabajo, a tal punto que la falta de trabajo se convierte en sí en un sinónimo de enfermedad: “Cuando se le dice a una persona que ya es muy viejo para trabajar o que no es más capaz de continuar trabajando, es como si estuviera enfermo”.

/j,(• ¡Enfermedad y trabajo! Esta pareja indisolublemente /ligada contiene en sí un contenido específico: la ideología de la vergüenza eri^da por el sub-proletariado no apunta a .

I la enfermedad en sí misma, sino a la enfermedad en tanto que ella impida el trabajo. En efecto, no encontramos nun­ca en el discurso del sub-proletariado una angustia es­pecífica que se refiera a la salud, la enfermedad o la muer- te. La_enfermedad es vivida como un fenómeno totalmente ’ ®^t®^°^c^®sÜTfedo 'dér destino y que está relacionada con uná intervención' exterior: como el médico, el hospital.” Cuando él lucha contra el dolor, cuando trata de negar su sufrimiento, el hombre del sub-proletariado no pretende tener una actitud terapéutica frente al proceso patógeno. El sabe que sólo trata de hacerlo callar. Curar es el negocio o

_^el trabajó del médico o del especialista. La angustia contra, '~ la cual está erigid^la ideología de la vergíléñza no es ía ' . de la enfermedad, ni de la^muerte; la an-

g^'stia que se observa es, a través de la enfermedad, el ago­tamiento del cuerpo en tanto que fuerza capaz de producir trabajo^ Esta observación es importante en la medida'eli

. que élla^es prácticamente.específica del sub-proletariado y..que no la encorvEramos en ninguna de las demás clases so-

, ciales, ni incluso en el proletariado. Cuando las condi-"

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dones de supervivencia son tan precarias como aquellas -i», que observamos en el sub-proletariado o en las poblaciones de los países sub-desarrollados, no hay lugar para la ansie­dad frente a la enfermedad como tal (lo que no significa que una tal ansiedad no exista). Ella está probablemente oculta por la cuestión relativa a la supervivencia, siguien­do lo que se ha descripto a propósito del siglo XIX y de la his­toria de la relación salud-trabajo antes de la guerra de 1914.

F unción de la id eo log ía defensiva : nos queda por „.ri^entender, más allá de la finalidad de este sistema defensi-

- vo, cómo funciona, para qué surge, en qué consiste su posi­tividad, y eventualmente evaluar su costo social. Más allá de la enfermedad, ya lo hemos visto, ja_ideologia_de_l.a vergüenza consiste en mantener alejado el riesgo de un

^agotamiento del cuerpo que lo aleje del trabajo y como con­secuencia de la miseria, de la sub-alimentación o de. la muerte. Podemos preguntarnos que pasaría en el caso de

/■' que esta ideología defensiva fracasara. La ansiedad rela­tiva a la supervivencia, de colectiva, pasaría a convertirse en problema individual. Esta situadón no es solamente im

„estudio de caso puramente teórico. Vemos a veces fracasosV /í¡ ^aislados de la ideología de la vergüenza. Aparecen enton-

\í|’ces comportamientos individuales específicos; la principal.^ ■/jt salida frente a la ansiedad concreta de la muerte es e l^ cg^ "' , • holismd| que alcanza a un cierto número de individuos.

Pero el alcoholismo nunca reviste la forma colectiva, ni la “epidémica”. El alcoholismo es una fuga._.i.ndividual y gravemente condenada por el grupo social. El alcohohsmo, en esta situación, corresponde a una proyección hacia ade­lante, hacia un desgaste físico más'rápido y un destino mental y somático particularmente grave a causa de la rápida utilización del dinero que ya no permitirá más ^

, - asegurar una alimentación adecuada. La,,s,egij,nda salida.-w I / / está representada por la emergenciá ide áctbsldC-yi^e^ia ¡ ; i“antisociar, la mayoría de las veces desesperados e indi- ^ ^ viJüiales. La tercera saHda es li -_l,o.curaL* ° ^ das las for-

t/ mas de descompensaciones psicóticas, cáracteriales y de­gresivas. Finalmente, al no poder hacer uso de esta^'^^ “puertas de salida” , el riesgo es la jmuert^ Mortalidad

sub-alÍ7]nentación o sustitución agravando la evolución de uhá'éhfermedád concürrrente. Es dé notar’ al 'Hspectó la frecuencia de las muertes precoces de los individuos jóven es^ entre 35 y 50 años'^. Confrontados indi-vidúáTménté al peligro concreto de no poder sobrevivir plor razones materiales, pocos sujetos resisten. El esfuerzo ma­terial y económico desplegado por las familias del sub- proletariado para sobrevivir sería incomprensible si no es­tuviera sostenido y basado en un sistema mental muy sólido. Este sistema funciona ya que está elaborado y ali-' mentado colectivamente. Tal es la positividad de la ideo­logía de la vergüenza.

Nos queda por contemplar su costo. El silencio que ro­dea los problemas de salud, de enfermedad, de vida sexual, de embarazo y de medicina conducen a esta población a a- gravar aún más los efectos del sub-equipamiento médico- sanitario. Hacer callar la enfermedad y el sufrimiento conduce de manera coherente a rechazar los cuidados, a evitar las consultas médicas, a temer las hospitaliza­ciones. Es de esta manera que muchas personas del sub- proletariado se podrían beneficiar con protecciones socia­les tales como visitas gratuitas y asistencias médicas tam­bién gratuitas. No es tanto por ignorancia que los hombres del sub-proletariado no se benefician con estas medidas.La presencia de trabajadores sociales sería susceptible de paliar esta dificultad. Pero de la experiencia misma de;^s- tos trabajadores sociales, surge el conocimiento de úna verdadera resistencia de la gente del sub-proletariado en hacer los trámites necesarios. Podríamos en tal situación acusar al sub-proletariado de complacencia respecto al su­frimiento y la miseria. Y eso no es nada si tenemos ea. cuenta la coherencia necesaria de la ideología de la ver-- güenza: distanciarse de la enfermedad, la miseria y el hambre, es también distanciarse de todo lo que directa o in- directemente puede hacerlos recordar. También el estudio \ , de toda medida médico-sanitaria o de higiene, reactiva , una ansiedad fundamental más elevada de lo que podría j ser susceptible de calmarla. -—<¿1

r — — A partir del ejemplo del sub-proletariado podemos pro- poner algunas características de lo que es una ideología

defensiva. En primer lugar la ideología defensiva fun-

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©cional tiene corno obiefaa-XLrincipal enm asc^ar, contener

\ 'O cu ltar una ansiedad particularmente_giavg- i lugarj es al m ve^de la ideolo^'a defensiva, partiendo de ' I Qué~ésta~es ún xnecanisroò~ de défeñsá elaborado por un_gTUv__

pp_so,cial-particular, que debenms buscar una especificid ^ . Encontraremos tales ideologías^efensivas al tratar la si­tuación de los trabajadores de la construcción. Esta vez los caracteres específicos tendrán que estar relacionados con la naturaleza de la organización del trabajo. En el caso del sub-proletariado no puede tratarse del problema de la orga­nización del trabajo en tanto que tal, sino más bien del pro­blema del sub-empleo y del desempleo.'^a especifidad de la ideología defensiva de la vergüenza es^por una parte, re­sultado de la naturaleza de la ansiedad a contener y, por otra, de la población que participa en su elaboraciónTfEn ijejgerJiogar, lo que caracteriza una ideolop'a defensiva, es . que está dirigida, no contra una angustia resultante de coñflictói~mtfa-psíquicos de naturaleza mental, sino que está destinada^ftduchar conJra_un_peiigro_y_jyi^^ reales. Éñ cuarto Íug¿r, Ía"i_deojpgía defensiva,.pataj5fit..p-} pp.ratiyaTHéSi^tener ta participación de todos los interesa- dos. Aqüérqué”ñlTcoñfrib^ o que no comparte el contenido de la ideología defensiva es tai de o temprano excluido. En el caso de la construcción, se lo deja fuera de la obra; en el caso del sub-proletariado, es el aislamiento progresivo quelo conduce a la muerte por interiaedio de las enfermedades físicas o mentales. En_quJntoJ^ar, una ideología defensi­va, para ser fun(;ional75ebe estar dotada de-Una,,ciertacphe-.C^ rencia. lQ_que_aup,one hacer adaptaciones relativamentev-

"rígidás con la realidad con el riesgo de que aparezcan con­secuencias más o menos graves en el plano práctico y con­creto. (Resistencia a la protección médico-sanitarias, re-

) chazo a la contracepción.) Veremos a propósito de la cons- / trucción que el costo de elaboración del funcionamiento de

la ideología defensiva profesional es igualmente impor­tante (resistencia frente a las campañas de seguridad). ^

'1 sexto lugar, la ideología defensiva tiei^_siempre,.un_cax49L j'tgT'vitair^fundamental, necesario. Siendo tan inevitable í/’cóm óT a^ealídad^ism a, la ideología defensiva se torna

obligatoria. Ella reemplaza los mecanismos de defensa in- dividuales y los pone fuera de combate. Esta observación es

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de una gran importancia clínica en la medida en que es a partir de ella que podemos comprender por qué un indivi­duo aislado de su grup^ social se encuentra brutalmente desprovisto frente a la r^ lidad a la cual se halla confron­tado. La participación en la ideología defensiva colectiva exige acallar los mecanismos de defensa que únicamente , justifican su existencia frente a conflictos de orden men­tal, los cuales sólo pueden aparecer cuando está asegurado un mínimo control de la realidad peligrosa.

Veremos que todas estas características de la ideología de la vergüenza pueden reaparecer en las ideologías defen­sivas profesionales, ya sea que se trate de trabajadores de la construcción como de operadores de las industrias de proceso.

2, Los m ecanism os de defensa individuales con tra la © rganización del trabajo: e l e jem p lo del traba jo re ­p e t it iv o .

Es una situación completamente diferente la que enca­raremos ahora: eLtrabajo_repetitivo, ya sea que se trate de trabajo en cadena, de trabajó’pór piezas, de ciertos trabajos informatizados de oficina, en las compañías de seguros o en los bancos. Trabajo taylorizado, cuya organización es tan rígida que domina no solamente la vida durante las horas de trabajo, sino que también invade, como lo vere­mos más adelante, el tiempo libre.

Para introducir el punto de vista de la psicopatología en este campo, no podemos evitar volver a analizar ciertos aspectos de la Organización Científica del Trabajo conce­bida por Taylor®®.

El objetivo de este sistema, lo adivinamos si es que ya no lo sabemos, es el aumento de la productividad. Taylor, que había hecho durante sus estudios un aprendizaje de

\ obrero, formulaba contra los obreros el reproche de “holga- ' zanería” (op. cit, pag. 230). La “holgazanería en el taller”,; no eran tanto los momentos de descanso que se intercala- : ban en el trabajo, sino más bien los instantes durante los

cuales los obreros, pensaba, trabajaban a un ritmo menor del que habrían podido, o habrían debido adoptar.

La holgazanería fue denunciada de este modo como

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pérdida de tiempo, de producción y de dinero. Lo que Taylor condena, aquel “vicio” de la clase obrera, quizás sea otra cosa totalmente distinta. Intentarffflos demostrar que mas allá de una simple reducción delà producción, este tiempo, aparentemente muerto, es en realidad ima etapa de trabajo en el curso de la cual se ponen en juego operaciones de regu­lación de la pareja hombre-trabajo, destinados a asegurar la continuación de la tarea y la protección de la vida men­tal del trabajador.

También el destino de Taylor se identifica con la reduc­ción, en el sentido radical, ortopédico diríamos, de la hol­gazanería obrera.

El principal obstáculo que encuentra en su proyecto, es la ventaja indiscutible del obrero-artesano sobre el empleador en la discusión de los tiempos y de los ritmos de trabajo. El conocimiento de la tarea y del modo operatorio se encuentra en el campo del obrero y está cruelmente ausente en la ar­gumentación del ingeniero.

Experiencia profesional y saber-productivo técnico son aún complejos en una época en que el obrero sigue siendo en la mayoría de los casos un artesano calificado.

El SABER obrero se destaca entonces en la lucha como SE­CRETO guardado colectivamente por la corporación obre- ra62 SABER-SECRETO-CLAVE de la relación de fuerzas, del que Taylor se va a apropiar. El emprende el análisis sis­temático de los modos operatorios en uso (op. cit., pág. 80). No se detiene en la insólita diversidad de' estos modos oper­ativos sino para condenar a los más lentos, sin pregun­tarse sobre las razones de esta variabilidad atribuida implícitamente a la tontería o a la mala voluntad de los menos rápidos, (op. cit., pag. 82) ¿Error o ceguera inten­cional?

Una vez seleccionados los diferentes modos operato­rios, Taylor elige el más rápido y en base a ese criterio lo declara “modo operatorio científicamente establecido” que trata de ahora en más de imponer a todos los obreros sin distinción de altura, edad, sexo o de estructura mental.

— Se insistió con mucha razón sobre el desposeimiento del conocimiento colectivo®^ por la organización científica del trabajo. La diversidad de modos operatorios, en cambio,

ha llamado poco la atención. Desposeimiento del saber, claro está, pero también desposeimiento de la libertad de intervención, puesto que esta diversidad es testigo, en rea­lidad,^.dfejaoriginalidad de cada obrero frente a su tarea,

ih a lid ^ ^ u e no debería solamente contentarse en re- I conocerse como calidad estética o valor moral. Se tratx mu­

cho más de una inventiva o actividad fundamental que autoriza a cada obrero a adaptar intuitivamente la orga-

■'nización de su trabajo a las necesidades de su organismo y /CS^sTápíitúdes fisiológicas. La, O.C.T. no se limita a'una “ desapropiación del saber. Anula la libertad de organiza­

ción, de reorganización o de adaptación del trabajo. Adap­tación espontánea del trabajo al hombre que no esperó a los especialistas para inscribirse en la trádición obrera. Adaptación, de la cual percibimos fácilmente que exige una actividad intelectual y cognitiva que será prohibida por el trabajo taylorizado.

Pero más grave aún es la dimensión psicológica y psi-^ co-económica de esta libertad de organización -reorgani­zación- modulación del modo operatorio. Volveremos con más detalles sobre este problema (en el capitulo II-2), ya que involucra, como lo veremos, la integridad del aparato psíquico y, más allá, la salud del cuerpo por el juego del proceso de “somatización”.

La estrategia de Taylor no podía detenerse en la desig­nación del “modo operatorio científicamente establecido”. Faltaba todavía ponerlo en práctica, lo que evideniemente no es una tacea fácil. La pregunta era entonces: ¿como ve­rificar el respeto del modo operatorio y su ejecución en los tiempos establecidos? En otras palabras, ¿de qué jerarquía, de qué control, de qué mando debía dotarse a la nueva orga­nización del trabajo? Taylor imaginó entonces un medio de controlar cada gesto, cada secuencia, cada movimiento en su forma y su ritmo dividiendo el mo^o operatorio com­plejo en gestos elementales más fáciles de controlar por imidades que en su conjunto. Hasta sistematizó este méto­do y lo declaró como si fuera vm principio: varios gestos no debían más ser ejecutados por un sólo obrero sin que en el medio de cada vino de ellos no se interponga una interven­ción de la dirección (op. cit., pág 80). Aqvií encuentra un papel el personal de supervisión. División técnica máxima

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del trabajo y rigidez intangible de la organización del tra­bajo aparecen entonces como las dos características funda-

; mentales del nuevo sistema.X Desde el punto de vista psicopatológicu, la O.C.T. (Or-

/ ganíiación Científica del Trabajo) se traduce por una triple división: división del modo operatorio; división del organismo en órganos ejecutores y órganos de concepción intelectual; y finalniente división de I05 hombres, separa­dos por la nueva jerarquía considerablemente agrandada de los capataces, jefes de equipo, reguladores, cronometris­tas, etc. El hombre en situación de trabajo, el artesano, de­sapareció para dar nacimiento a un aborto: un cuerpo ins- trumentalizado —obrero-masa^®— desposeído de su capaci­dad intelectual y de su aparato mental. Cada obrero, además, es aislado de los otros. Pero, a veces, es peor aún ya que el sistema puede hacerlo enfrentar a los otros. Su­perado por las cadencias, el obrero que no lleva el ritmo perturba las tareas de aquellos que intervienen después de él en la cadena de los gestos productivos.

^ Al fin de cuentas, el trabajo taylorizado engendra entre / los individuos una má^r^ cantidad de división que de pun-

f tos de encuentro. Si comparten colectivamente las expe­riencias del taller, el ruido, las cadencias y la disciplina, sin embargo en esta nueva estructura de organización de trabajo lo que capibia es que lo hacen confrontados, uno a uno, individualmente y en la soledad, a las exigencias de la productividad.

Esta es, en definitiva, la paradoja del sisterna que elimina las diferencias, crea el anonimato y la intercamblabilidad mientras que individualiza los hombres frente al sufrimiento.

Frente al trabajo por piezas, al chantaje de las primas e incentivos en dinero, a las aceleraciones de las caden­cias, el obrero se encuentra desesperadamente solo. A él le cabe encontrar la ayuda, la “vuelta” qué le permitirá ganar algunas decenas de segundos en el ciclo operatorio. La an­siedad, el aburrimiento frente a la tarea, tendrá que asu­mirlos primero individualmente, incluso si es en medio de un verdadero hormiguero ya que las comunicaciones están excluidas, hasta prohibidas. En el trabajo taylorizado no existe más una tarea común, ni una obra colectiva, como es el caso en la construcción o en la pesca en alta mar, por ejemplo.44

* La rigidez de la organización del trabajo, las restric­ciones de tiempo, las cadencias, los ambientes de trabajo, el estilo de la dirección, el control, el anonimato de las re­laciones de trabajo, la intercambiabilidad de los obre­ros..., todo parece rigurosamente conipartido por los nu­merosos trabajadores afectados a la misma cadena, en el mismo taller. La repetitividad de los gestos, la monotonía

■ de la tarea, la robotización, no perdonan a ningún obrero de base. La aparente uniformización de las exigencias de trabajo parece indicar la dirección que debería tomar la ob­servación psicopatológica: privilegiar lo que hay de común y de colectivo en la vivencia antes que detenerse sobre lo que separa a los individuos.

Una tal opción parece, además, coherente con el análisis sociológico y político. Al tomar vm estudio de este tipo, la Psicopatología del Trabajo corre el riesgo de volver a caer erTla interpretación sociopolítica de la vivencia psíquica que atribuye únicamente a las condiciones mate­riales y económicas las causas del sufrimiento, y reduce el dolor a un simple reflejo de la lucha de clases. Esta es una gran trampa teórica, que probablemente bloqueó toda ela-

“bóráción sobre lo vivido por el obrero taylorizado.Nos parece, por el contrario, que la individualización,

incluso si es ante todo uniformizante porque borra las ini- “ ciativas espontáneas, porque rompe las responsabilidades y el saber, porque aniquila las defensas colectivas, desem­boca paradojalmente en una diferenciación del sufrimiento dé un trabajador respecto de otro. Por el hecho de la parcela- ción de lo colectivo obrero, el sufrimiento que engen-dra la organización del trabajo, llama a respuestas defensivas fuertemente personalizadas. Ya no hay más lugar pfura las defensas colectivas.

!L®8 residuos de las defensas colectivas

En el caso del trabajo de carácter colectivo (construc­ción, trabajos públicos) se trata de tareas de gran enverga:_ diu-a que exigen varios días o hasta varias semanas o v a -. rioa años para su realización. El trabajo en equipo, la par­

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ticipación en un grupo de operaciones cuyo sentido es com­prendido por el conjunto de loa obreros, hacen posible ja puesta en marcha de defensas colectivas;_Aquí, en el caso

, déTtfabliio taylorizado. nada es parecido. La división del trabajo desemboca —y los obreros no cesan de manifestar­lo— , en algo que no tiene sentido: los trabajadores, en su gran mayoría, ignoran el sentida del traB ajo^^ destino de, su tarea. El sin-sentido de la tarea individual y el desco­nocimiento del sentido de la tarea colectiva sólo toman, su verdadera dimensión psicológica en la división y la sepa­ración de los hombres. En ciertos momentos privilegiados

^.veremos resurgjr a veces los trazos de defensas colectivas. Es de esta manera que en el L'Etabli es descripto im gru­po de obreros yugoslavos de la cadena en las fábricas Ci­troën. De a tres, unidos por su común nacionalidad, esta­blecen entre ellos un sistema de convivencia y solidari­dad. Gracias a la puesta en marcha de tácticas operatorias espontáneas, alcanzan a ganar algunos minutos sobre el ritmo impuesto por la organización del trabajo. De ese gru­po, uno de los tres puede entonces quitar la cadena y fumar ostensiblemente un cigarrillo mientras que el conjunto de los otros trabajadores continúa indefinidamente repitiendo los mismos gestos. Estos pocos minutos arrancados al tiempo y al ritmo de la cadena, son gozados colectivamen­te. Este momento, como lo describe Linhart, es vivido con una inmensa alegría, como una especie de victoria colecti­va sobre la rigidez y la violencia de la coacción de la orga­nización del trabajo. En otros casos asistimos a una “mar­cha hacia arriba colectiva” de los obreros de la cadena de tal manera que dos o tres obreros, al final de la cadena, lle­gan a abandonar sus puestos durante algunos minutos, uti­lizándolos para golpear un cartón. En este caso es el con­junto de los trabajadores el que participa eíi el hecho. ¿Podemos entonces realmente hablar de defensa colectiva? Sí, si lo que es colectivamente desafiado en este comporta- niiento es efectivamente el tiempo, el ritmo, las cadencias, y la organización del trabajo. No, en la medida en que sólo por algunos momentos se toma a cargo colectivamente el sufrimiento. Su eficacia es por lo demás muy limitada. Limitada frente a lo que caracterizamos más arriba (con respecto al sub-proletariado) como un pehgro real. ¿Qué e­

ficacia real en efecto contiene tal levantamiento en cadt na? En cambio el juego, si es apreciado como tal, obtien sus virtudes sin dudas de su carácter simbólico : deseifia las cadencias, dominar el tiempo, ser más fuerte que la oi ganización del trabajo. Veremos que la realidad de lo riesgos en el trabajo taylorizado no son debidos tanto a la: cadencias mismas sino más bien a las tensiones que est organización del trabajo hace padecer al funcionamient< mental.

Sería mal visto subestimar el beneficio mental de ima operación de carácter simbólico. Pero no podemos tampoco esconder su modèsto valor funcional y su mezquina di­mensión frente a la inmensidad del sufrimiento. Y tampo­co estamos autorizados a admitir que estos mecanismos bastan a la lucha contra la angustia y el dolor moral. Hay que admitir entonces, evidentemente, qúe es sobre todo in­dividualmente que cada obrero debe defenderse de los pe­nosos efectos de la organización del trabajo.

El obrero-m ono de T aylor

Una vez lograda la desapropiación del saber productivo, una vez desmantelada la colectividad obrera, una vez rota la libre adaptación de la organización del trabajo a las ne­cesidades del organismo, una vez que se ha concretado el poder supremo de la supervisión, sólo quedan entonces cuerpos aislados y dóciles desprovistos de toda iniciativa. El último elemento del sistema puede entonces ponerse a funcionar sin obstáculos: hay que adiestrar, entrenar, con­dicionar esa fuerza potencial que ya no tiene nada de hu­mana. Es lo que Taylor mismo anuncia como “la multi­plicación de las relaciones obrero-empleador, se da junto con una simplicidad para concebir el hombre en el traba­jo ”: el hombre-mono de Taylor ha nacido (Taylor, pág. 100). Conocemos por otra parte la famosa respuesta de Tay­lor a la Corte Supremá de los Estados-Unidos cuando tuvo que dar cuenta de su sistema frente a los jueces, sistema juzgado inhumano en esa época. Y para justificar sus in­novaciones, Taylor compara él mismo al nuev o obrero con el chimpacé. como pieza de convicción para obtener la

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adhesión del jurado (Taylor, 96 pág.lOO).“jyi idea de entrenar los obreros uno Ira^sjotro J ■>

conducci^irde^un profesor competente, para ejecutar su tra- bajo siguiendo nuevos métedos hasta que los apliquen de. una manera continua x, habitual, una manera científica de trabajar (método que ha sido concebido por otro), esta idea, digo, es directamente contraria a la vieja idea según la cual cada: obrero és la persona más calificada para deter­minar su modo personal de ejecución del trabajo” .--

Taylor se equivocaba. Lo que parece verdadero desde^'. un punto de vista de la productividad es falso mirándolo i desde la economía del cuerpo, puesto que el obrero es efec­tivamente eV mejor ubicado para saber lo que es compatible con su,salud. Incluso si su modo operatorio no eS: siempre el más eficaz desde el punto de vista del rendimiento en g e - / neral, el estudio del trabajo artesanal muestra que por re­gla general el obrero llega a encontrar el mejor rendi­miento del que es capaz respetando al mismo tiempo su equilibrio fisiológico y que, de este manera, no tiene en cuente solamente lo actual, sino tembién el futuro.

Si nos inclinamos sobre las consecuencias de laO.C.T. para el aparato mentel, constatemos que aparecen en él funcionamiento físico desórdenes que fueron ignora- ,dos por el creador del sistema.

Los e fectos del trá b a jo repetitivo sobre la a c t iv i­dad psíqu ica

Entre la organización del trabajo y el aparatxi mental desapareció el amortiguador que constituía hasta entonces la responsabilidad de concebir y de realizar la terea en función del saber-productivo, es decir la actividad intelec­tual emprendida por él obrero-artesano en su trabajo.

En efecto, en el.obrero-arte^no pre-teylorista. todo pa­saba como si el trabajo,físico, es decir la actividad motrizT" estuviera regulada, modulada, distribuida y equilibrada en función de las aptitudes y de la fatiga del trabajador, por intermedio de la programación intelectual espontánea del traba|o./En esta c jerarquizada, e] cuerpo ohe-

decía alpensam iento, siendo éste dirigido por él aparato psíquico, lugar'del ?eseo y deV placer, de la imaginación y . de los afectos* . El sistema Taylor actúa de alguna manera por sustracción del nivel intermedio, del lugar de la activi­dad cognitiva eTnteíectual.

Podríamos dar de este imagen una representación espa­cial: el primer piso y la basé de la torre Eiffel serían el cuerpo. El segundo piso sería el sitio para la actividad in­telectual. El último piso junto a su transmisor de televisión sería el aparato psíquico, que da a la construcción su cohe­rencia y su finalidad. Imaginemos lo que pasaría si re­pentinamente sacáramos el segundo piso. ¡El desastre ar­quitectural sería acompañado por una alteración signi­ficativa de la calidad de las transmisiones televisivas! Es precisamente lo que debe ser estudiado por la Psicopato­logía del Trabajo: ¿que será de la vida psíquica del traba­jador desposeído de su'actividad intelectual por la organi­zación científica del trabajo?

r ' De la confrontación entre un individuo, dotado de una \ historia personalizada, y la organización del trabajo, por- \ tádora de una orden terminante y despersonalízante , sur- I gen una vivencia y un sufrimiento que podemos intentar í sacar a la luz.

Quizás no hemos terminado de debatir lo que pasa en la cabeza de un obrero que trabaja por piezas, o de un perfo- verificador o un “data entry” de la informática.

Sinos referimos a ciertás concepciones patronales, no hay duda alguna sobre la existencia de una actividad men­tal que acompaña al trabajo repetitivo. Según ciertos au­tores^®® incluso los sueños y la imaginación a los cuales se libra el obrero son nefastos para lá producción y con­vendría ponerles fin por un medio que queda por determi­nar; No solamente el espíritu dejado a la deriva distrae al

Es necesario para seguir con la lectura de la obra diferenciar claraménte actividad intelectual y vida psíquica (o mental). Un ra­zonamiento matemático es diferente de un fantasma. La clínica psi-

muestra que hay casos en donde la actividad intelectual -puede ■désarrollarse independientemente de toda actividad fan­tasmática.

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obrero de su tarea, peligrando alterar calidad ^ cantidad de trabajo, sino que la imaginación liberadauï.àlinïenta ilu­siones no razonables. Otros autores han propuesto introdu­cir en el taller una música basada en percusiones rítmicas

. que, haciendo recordar obstinadamente la cadencia, evi­tarían los sueños incongruentes.

Los especialistas del hombre en el trabajo están dividi­dos al respecto. ¿Las tareas repetitivas dejan un lugar para los recuerdos-de la víspera o del fm de semana?^°^ Si algu­nos son muy afirmativos sobre la respuesta, otros, funda­mentándose en declaraciones de los obreros, pretenden por el contrario que la organización científica del trabajo no autoriza ninguna evasión mental.

En lugar de adoptar una posición clara al respecto, ¿no estaría permitido admitir que las dos situaciones son posi­bles?

Esto pasa por ejemplo si nos referimos a dos libros- testimonios de la condición obrera: Le salaire aux pieces (El salario por piezas)® '^^ y La nuií des machines (La noche de las máquinas)^. Para Haraszti parece evidente que el espíritu es totalmente absorbido por la dificultad en reali­zar la cantidad exigida para alcanzar el salario y las pri­mas. En la obríi de Boyadjian, por el contrario, la evasión fantasmática domina su libro y su vivencia. La obrera co­locada en el puesto de trab^’o de los asientos del Citroën 2 CV descripta por Linhart“ parece funcionar como un autómata deshumanizado. Muchos casos personales mues-

, tran que ciertos trabajadores, roidos por problemas perso­nales, familiares y materiales, se libran brutalmente a una cadencia continua para olvidar esas dificultades du­rante el tiempo de trabajo. Al revés, otros sobreviven al tra­bajo repetitivo sólo gracias a la autonomía mental que lo­gran conservar, incluso en la fábrica.

Al ver esto más de cerca se constata que el uso de la válvula fantasmática está sometido a dos condiciones: la primera es de orden individual: la posibilidad de fanta­sear no está dada a todos los sujetos de manera idéntica y el valor funcional de la visión fantasmática es desigual de una persona a la otra^®. Por “valor funcional” entendemos.

en el caso presénte, el poder de relajación; de diStérísión y de alivio que posee a veces la visión fantasmática.

La segunda condición está referida a la organización del trabajo. En La Nuit des Machines , el trabajo 5 es monótono (consiste siempre en reparar los hilos rotos del telar). Pero el gesto repetido no es regularmente rítmico, como en el trabajo por piezas. Existen algunos momentos ocupados en la vigilancia hecha sin restricciones directas de tiempo. Por consiguiente, la evasión fantasmática es de hecho a veces posible. En Le Salaire aux Pieces , por el con­trario, como está completamente orientado hacia la perfor­mance psicomotriz, el espíritu nunca está libre, y no hay escapatoria fantasmática posible.

Volveremos posteriormente sobre este punto que nos pa­rece fundamental: hasta los sujetos dotados de una sólida es­tructura psíquica pueden ser víctimas de una parálisis mental inducida por la organización del trabajo. Esta eventualidad es peligrosa en el plano de la salud como lo mostraremos más adelante (ver capítulo V).

Al revés, vuia organización del trabajo del tipo de la pre­sentada en La Nuit des M achines no implica au­tomáticamente que todos los obreros se defiendan indivi­dualmente tíin bien como el autor. Ciertos trabajadores en­frentan la monotonía de la tarea con posiblidades defensi­vas individuales mucho menos eficaces (defensas compor- tarneritales) y su sufrimiento es notoriamente agravado. Veremos las consecuencias de este sufHmientó en el estado de salud de estos trabajadores.

La utilización del tiem po fuera del trabajo

■ Compensación aparentemente natural de los peijuicios del trabajo taylorizado, el tiempo fuera del trabajo no apor­ta todas las ventajas que se podría esperar.

Si tenemos en cuenta el costo financiero de las activi­dades en el tiempo libre (deportes, cultura, formación pro­fesional) y el tiempo absorbido por las actividades que no se pueden comprimir (tareas hogareñas, desplazamientos), muy pocos son los trabajadores y las trabajadoras que pueden organizar sus descansos conforme a sus deseos y a sus. necesidades fisiológicas: a pesar de todo, algunos de

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ellos jlogran organizarse armoniosamente, de manera de contrjabalancear los efectos más nocivos de la O.C.T. (des- perso¡nalización y formación profesional siguiendo cursos durante la noche; restricciones de*posturas de los emplea­dos yldeporte, etc.) Otra vez más, el uso del tiempo fuera del trabajo está muchas veces situado a distancia de la colec­tividad de los trabajadores, y s i^ e siendo, en tanto que sis­tema defensivo, fuertemente individualizado, incluso enlas prácticas paternalistas en vigencia a principios de si­glo, concernientes a los equipos deportivos de las empresas.

La “ con tam in ación ” del tiem po fuera de trabajo

Más complicado parece ser el asunto de las estructuras i del tiempo fuera del trabajo. Muchos son los autores que in- I sisten en la contradicción entre división de los tiempos de ¡ trabajo/tiempo libre por una parte, y unidad de la persona i por otro.28 ¿Qué quiere decir esto sino que “el hombre no i puede ser recortado en una mitad productiva y otra mitad

¡'^ consumidora”? Es el hombre todo entero el que está condi- ¡'^ cionadó al comportamiento productivo por la organización 0 \ del trabajo y, fuera de la fábrica, conserva la misma piel y ^ l a misma caíieza.

—. Despersonalizado en el trabajo, perdurará despersonali- (^ zad o cuando está en su hogar. Esto es por lo menos lo que ob-

i servamos y de lo que se quejan los obreros^®. A la salida de i la fábrica, reconocemos los locos de Thomson por su mane-

ra de manejar en los caminos, como si continuaran respe- \ tando las cadencias aprendidas en el trabajo. Las mujeres

.; se quejan de realizar las tareas hogareñas a una gran ve­locidad que no hace más que prolongar el tiempo violento ganado del trabajo en la fábrica. Los telefonistas® sufren

• ! de estereotipos fuera del trabajo (dicen “hola, lo escucho” ti-i I rando la cadena del baño, “no contesta nadie, corto” al es­

cuchar en los subterráneos el cierre autopiático de las puer­tas) que fueran descriptos por Bégoin bajo el nombre impropio de “lapsus”^ .

' La mayoría de los autores está de acuerdo en interpre­tar estos hechos como una contaminación involuntaria del tiempo'fuera; del trabajo. -/'■v

¿No sen'a posible hacer resurgir la unidad estructural del tiempo en la fábrica y fuera de la fábrica?

El tiempo fuera del trabajo no sería ni libre ni virgen, y los estereotipos de comportamiento, no atestiguarían sola­ra ente alfjunos residuos anecdóticos. Por el contrario, tiempo de trabajo y tiempo fuera del trabajo formarían un continuo difícilmente separable. Parece efectivamente que las actividades hechas a los apuros en casa no sean de he­cho una actitud pasiva, pero que ellas también exigen un esfuerzo . Nada es más penoso que adaptarse a una nueva tarea repetitiva (92, ps. 50 y 100). Una vez que las dificul­tades han sido superadas, queda mantener la perfor­mance.La /ase de entrenamiento que precede aparece como más difícil aún que mantener la performance productiva niisma .Ya lo hemos subrayado, en el trabajo remunerado por piezas por ejemplo, toda la concentración, todos los es­fuerzos están dirigidos hacia el resultado de la producción. La producción exigida compromete toda la personalidad, física y mental. Lo más peligroso para el obrero, es la adaptación del condicionamiento mental a la' cadencia, adaptación que exigirá inevitablemente un nuevo aprendi- z^e.

Numerosos son los obreros y empleados sometidos a laO.C.T. que mantienen activamente, fuera del trabajo y du­rante los días libres, un programa en donde actividades y descanso son verdaderamente programados según el cro­nómetro. De esta manera conservan presente la preocupa­ción inintemxmpida del tiempo impartido en cada gesto, especie de vigilancia permanente para no dejar apagar ó desactivar el condicionamiento mental al comportamiento productivo.

También el ritmo del tiempo fuera del trabajo no es so­lamente una contaminación, sino más bien una estrategia destinada a mantener eficazmente la represión de compor­tamientos espontáneos que marcarían una brecha en el condicionamiento productivo.

Los médicos del trabajo, realizando prácticas • en enfi-entan a veces con este fenómeno que nó es

éxcépciónal y que se traduce en el rechazo de ciertos obreros para aceptar las pausas de trabajo proscriptas por el médico que los trata. Este “presentismo” puede tener otros orígenes

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(de orden salarial), pero ocurre que la causa sea la lucha indiyidual para preservar un condicionamiento productivo costósamente adquirido. :

■ Aparece en esta actitud el círculo vicioso siniestro de la alienación por el sistema Taylor, en donde el comporta­miento condicionado, y el tiempo, cortados en base a la medida de la organización, forman un verdadero síndro- me psicopatológico que el obrero, para evitar algo aún peor, \ se ve obligado a reforzar él mismo. La injusticia quiere que' al final el obrero sea el artesano de su propio sufri­miento.

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Capítulo II

¿CUAL SUFRIM IENTO?

OBRAS.SA.\'!TARIAS DEL ESTADO DEPTO. DE pESAniifiU.0 DS RECüiiGCG ilüMANCS

P JyiS IO N R E C L U T A V .IE ru O Y SELECCION

1. In sa tis fa cción y “ co n te n id o s ig n ifica tiv o ” de la tarea-

Por más que Jos sistemas defensivos individuales y co­lectivos no sean redundantes como parecen indicarlo su coherencia interna y la extensión de sus campos de aplica­ción, nos queda por descubrir contra qué se enfrentan, es decir su finalidad. Para ser claros desgraciadamente hay que ser esquemáticos. Dadas las necesidades de esta expo­sición, la división del sufrimiento obrero en dos clases, no significa que existan dos tipos de sufrimiento distintos. Existe una vivencia global cuyo análisis y decodificación conduce a examinar varios aspectos. En la vivencia obre­ra, en el discurso de los trabajadores, describiremos pro­visoriamente dos sufrimientos fundameatalíej5.^ganiza-

^ 0 3 detrás de dos síntQmas,j:laYes: laLinsatisfacci^ y la ransiedají. La~ínsatisfacción, a pesar de estar im plí­

citamente tratada en muchos trabajos, ha sido de hecho poco estudiada. Si nos referimos a los trabajos disponibles al respecto constatamos que la mayoría de los autores se in­teresaron más en la cuestión de la satisfacción y de la mo­tivación que en la insatisfacción. Esto deriva, según pa­rece, de una preocupación por ajustar y perfeccionar los indicadores de los comportamientos obreros.

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Del discurso obrero podemos extraer varios temas que se repiten obstinadamente como un refrán obsesivo. No hay mi texto, entrevista, investigación o huelga en donde no aparezca bajo sus múltiples variantes el tema de la indigni­dad obrera. Sentimiento percibido „masivamente en k clkse obrera: el de la vergüenza de estar robotizado, de nó set m^s'que, un apéndice de la máquina, de estar sucio a veces, de no tener más imaginación ni inteligencia, d e_ estar desj>ersonálizado,.étc. Del contacto forzado con uná tarea desprWístá.de interés nace una imagen de indigni- dad. La ausencia de significadoTTanFustración narcisista, la inutilidad de los gestos, forjan de ciclo en ciclo una ima­gen narcisista sin brillo, desfigurada, miserable. Otra ex­periencia vivida, no menos presente que la indignidad, es~ érsénHmiento"de inutilidad conánce en primer término a lá au¿ehciá~3F'desighacióñ y de finahdad del trabajo. El obrero en cadena, como el empleado que hace los registros escritos de los estados contables, muchas veces no conocen el significado mismo de su tarea con respecto al con-junto de la actividad de la empresa. Pero más aún, su tarea no tiene una significación humana. No significa nada para la famijiá, para los amigos, para el grupo social ni en el cuadro de un ideal social, altruista, humanista, o político. Raros son aquellos qué creen todavía en el mito del progre­so social o de la participación en una obra útil. Correlativa-

- — mente se formulan quejas acerca de la descalificación. De­scalificación cuyo sentido no se agota en los índices y los salarios. Se trata más bien de la iinagen de sí mismo que proyecta el trabajo, tanto más honorable en cuanto que la tarea resulta ser compleja, y tanto más admirada por los otros cuanto más exige un saber-productivo, resp^nsabi- lidades, riesgos. La vivencia depresiva condensa de algu-_ na manera los sentimiéntos de indignidad, de inutilidad y de descalificación, ampliándolos. lESa d&presión es domi­nada por la fatiga. Fatiga que no se origina únicamente én los esfuerzos musculares y psicosensoriales, pero que re- sulta más bien del estado de los trabajadores taylorizados. Realizar una tarea sin inversión material ni afectiva, exi­ge la producción de esfuerzo, de voluntad, que en otras cir­cunstancias serían soportadas por el juego de la motiva-

,.,í¡*¿,ció]a y;del‘;deS:eo:;iLa vivencia depresiva áe áliméntá por la

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sensación de embotamiento intelectual^ de anquilosis mental, de parálisis de la imaginación, y marca el triunfo del condicionamiénto sobre el coinportamiénto productivo.

En lo que se refiere a la relación del hombre con el con­tenido “significativo” del trabajo, podemos reconocer es­quemáticamente dos componentes: el cohtenido significa­tivo con respecto al Sujeto y el contenido significativo con respecto al Objeto.

Al trabajar, varios elementos entran en juego y cuentan ,.en la formación de la imagen de sí mismo, es decir del narcisism o. \ El niveJ_de_calificación, de formación, por regla gene­

ral no es suficiente con respecto a las aspiraciones. El su-' frimiento comienza cuando la evolución de esta relación está bloqueada 2. - En la adaptación del contenido de la tarea a las compe-

^téricias reales del trabajador, el sujeto puede encontrarse én situación de, sub-empleo¡ de sus capacidades, o ál revés en una situación* demasiado compleja con el riesgo de un fracaso inmediato.‘ “ "Exito o fracaso de un trabajo requerido: éxitos reales, sc- cialmente reconocidos, o efectivamente desccnocidos, no tienen el mismo impacto sobre el narcisismo.

En el contenido significativo del trabajo con respecto al sujeto, entra la dificultad práctica de la tarea, el significa­do de la tarea realizada con respecto a un oficio o profesión (noción que contiene a la-vez la idea de evolución personal y de perfeccionamiento), yt-el status -social ligado implí-

.citámente al puesto de trabajo afectado.Eí contenido significativo del trabajo respecto del objeto:

al mismo tiempo que la actividad del trabajo lleva consigo un significado narcisista puede soportar inversiones simbólicas y materiales destinadas a otro, es decir al Obje­to. La tai*ea puede también transmitir un mensaje simbólico para alguien o contra alguien. La actividad de trabajo, por los gestos que implica, por las herramientas que pone en movimiento, por el material procesado, por la atmósfera en la cual actúa, transmite un cierto número de símbolos. La naturaleza del encadenamiento de estos sím-

íbblSsíHepende, a la vez, de la vida interior del sujeto, és de­cir de lo que aporta, de lo que inyecta de sentido simbólico

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en lo que lo rodea y en lo que hace. Todos estos significados concretos y abstractos se organizan en la dialéctica con el Objeto. Objeto exterior y real por una parteróbjeto interiori­zado por otra y cuyo papel es decisivo en la vida. Ocurre inevitablemente que se oponen el interlocutor interior y los personajes reales que encuentra el trabajador. Respon­derle a uno no implica siempre una respuesta simultánea al otro. Extenderse más sobre este tema conduciría a su­mergirse en generalidades. El significado con respecto al Objeto pone en cuestión la vida pasada y presente del sujeto, su vida íntima y su historia personal. De manera que, para t cada trabajador, esta dialéctica del Objeto es específica y 1 ú n ica .^ ,

Separar de esta manera contenidos significativos con respecto al sujeto y al objeto es naturalmente arbitrario, en la medida en que las reglas de cambio de inversiones no se dejan recortar de la misma manera. Toda actividad con­tiene en realidad los dos términos. La inversión narcisista sólo puede renovarse gracias a la inversión del objeto y viceversa. La complejidad del problema consiste en'este caso en que lo esencial del significado del trabajo es subje­tivo. Si ima parte de esta relación es conciente esto no es, de hecho, sino la punta del “iceberg” . El significado en pro­fundidad del trabajo para cada individuo sólo puede reve­larse por medio de técnicas particulares (psicoanálisis in­dividual). Nos limitaremos entonces a reconocer el impor­tante papel que ocupa la vida interior y subjetiva, incluso si únicamente la podemos captar a través de efectos indirectos y concretos. Nosotros sabremos también que la decodifica­ción de esta relación profunda de la Vida mental no perte­nece a la Psicopatología del Trabajo.' La producción como función social, económica y política entra en juego en el contenido significativo del trabajo con respecto al Objeto.} Esto es así incluso si el compromiso personal con el objetivo social de la producción no es posible, nunca hay una neu­tralidad de los trabajadores con respecto a lo que ellos pro­ducen. Esta relación es de placer o de desagrado. La tarea tiene un dignificado con respecto a la felációrt entre los tra­bajadores que están antes y después de un puesto de trabajo. Recibir una pieza bien preparada, confiársela bien armada al obrero que la recibirá luego, puede poner en juego reía-

> ' . .. " El colectivo obrero sabe'cuáles son los' puestos más duros o difíciles y ‘“áqúéll6b'"má^ tranquilos.

Estar afectado a tal puesto de trabajo que es particular-' mente difícil tiene un significado con respecto a los com- pañeros.no solamente desde el punto de vista de la produc­ción sino también desde el punto de vista del oriden y de la disciplina dentro de la empresa. Tal puesto “equivale a estar “chupándole las medias al jefe” o al revés, ser el

■ blanco del jefe, “estar bajo su punto de mira”. Él puesto de trabajo en sí mismo tiene, de esta forma, un significado con respecto a los conflictos del taller y de la fábrica, así como para los traslados de personal, y de esta manera tiene un valor con respecto a las luchas actuales o latentes. Que-' da por describir el significado relacional del trabajo fuera de la fábrica. La tarea nunca es neutra con respecto al en­torno afectivo del trabajador; puede hablar de su tarea o debe callarse; a veces hay que esconder a los demás el con­tenido de su trabajo: por ejemplo, los trabajadores de un taller, que están regularmente inhalando el hexacloroci- clohexano no pueden desprenderse del olor nauseabundo de su aliento y de su transpiración, vías por las cuales el pro­ducto se elimina. Hasta en la cama conyugal el olor queda impregnado en su cuerpo como una sombra invisible im­posible de esconder, siendo una fuente de vergüenza y un obstáculo para la vida afectiva y sexual. Nos queda final­mente el salario que contiene numerosas significaciones: concretas en primer lugar (mantener la faniilia, ganarse las vacaciones, pagar las mejoras del alojamiento, reem­bolsar las deudas), pero también más ab^ractas, en la medida en que el salario contiene sueños, visiones fan- tasmáticas y proyectos de posibles realizaciones. De mane­ra inversa, el salario puede vehiculizar todos los significa­dos negativos que implican las limitaciones materiales que impone.

Fatiga, carga de trabajo e insatisfacción. Más que referir­nos a la noción de carga física de trabajo, que responde ante todo a la preocupación de presentar una concepción co­herente con la ergonomía contemporánea, mejor sería in- teiTogarse sobre eLMstoJmmano, d e ja insatisfacción. La organización del trabajo concebida por un servicio” especia­lizado de la empresa, ajeno a los trabajadores, ataca de

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frente la vida mental y más precisamente la esfera de las .aspiraciones, de Jas motivaciones y de los deseos. En el tra- _ bajo arFesanal que precedió a la organización científica del trabajo y, aún hoy en día, en las tareas muy calificadas, una parte de la organización del trabajo releva del opera­dor mismo. La organización temporal del trabájo, la elec­ción de las técnicas utilizadas, las herramientas y los ma­teriales empleados permiten al trabajador adaptar el tra­bajo, con ciertas limitaciones por supuesto, a sus aspira­ciones y competencias. En términos de economía psíquica, esta adaptacióip espontánea del trabajo ál hombre corres­ponde a la investrgácidn, al descubrimiento, la puesta en marcha y la prueba de un .compromiso entre los deseos y la i-ealidad. En tales condiciones podemos destacar un movi- ’ miento conciente de lucha contra la insatisfácción o contra la indignidad, lá inutilidad, la descalificación y la depre­sión, gracias a los privilegios de una organización del tra­bajo que fue dejada en gran medida a la discreción del tra­bajador. En un trabajo organizado rígidamente, incluso si no está demasiado dividido, ni desmenuzado, ninguna adaptación, del trabajo a la personalidad es posible. Las

_fmstraciones/ resultantes de un contenido significativo inadecuado á las potencialidades y a las necesidades de la personalidad^ pueden ser una fuente de ^ f^ r z o s impor­tantes ^ adaptación. Hasta las malas condiciones de tra­bajo' son en conjunto menos temibles que una organización del trabajo rígida e inmutable. El sufrimiento ^ m i^ z ^ cuando la relación ■hombre-.orgahización„del^trabaio .-está bíoqueada: cuando el trabajador va utilizó ármáximo sus facultades,, intelectuales, psicosensoriomotrices, psico- _ afectivas de aprendizaje y de adaptación. Cuando un tra­bajador utilizó todo lo que disponía de saber y de poder so-

ii bre la organización del trabajo y cujaüdp~ya no puede cam- )( biar la tarea: es decir cuando los medios He defen.c;« rrinf-.m

las restri_cciones_físic^ ^ .No es tanto la im,- .portan^a de las exigencias mentales o psíquicas del traba-, j o las que hacen aparecer el sufrimiento (por más que el factor aparezca como evidentemente importante) sjno más

C bien la imposibi\lidad de toda evolución para aliviarlo. La certeza de q u e l nivel alcanzado.d.e ijisdtisfácció'n puede disminuir más, marca la Inti^da al proceso "de sufd- i miento. '

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Del análisis dèi contenido significativo dél trabajo'es necesario retener la antinomia entre,satisfacción y orga- c nización del trabajo. En general, cuanto más rígida sea la organización del ^ a b jjo , mayor es lárdm sióh d'éF trábafo. menor es eTcoHíénido signifí^ d?l, tr&,®o)X19br,e J;odo_ iñenW'sóñ lás'pósiBilidaáes de rediseñarlo. Correlativa­mente, el sufrimiento auménta. _

El“iulnmiehto proveniente del mezquino contenido sig­nificativo del trabajo traylorizádo ya no es más un miste­rio y es denunciado no solamente por los obreros, sino tám- bién por los ergónomos y por ciertos miembros del empre- sariado “progresista”. Por el contrario, existe un segundo componente de la insatisfacción del trabajo que es total­mente desconocido: el resultante de la inadecuación de la relación entre el hombre y el contenido ergonòmico del tra­bajó.

2. In satisfacción y con ten id o ergon òm ico del traba-j o : , ■■ ■

Esta segunda faz de la satisfacción del trabajo ocupa para nosotros una posición importante en la problemática de la relación salud-trabajo. Muchas veces ignorada o des­conocida, la insatisfación resultante de Una inadaptación del contenido ergonòmico del trabajo al hombre está en el origen; no solamente de muchos sufrimientos somáticos de consecüenciás físicas directas, sino también dé otras afec­ciones del cuerpo mediatizado por una alteración en el apa­rato mental. Para situar el problema, quizás lo más simple sería recurrir al estudio de la eficacia ergonòmica.

La intervención ergonòmica comienza en el “terreno”, por aquello que se denomina “análisis del püesto”^°2_ rentes técnicas son utilizadas al respecto:, observación di­recta del especialista, análisis clínico, grabación de múlti­ples variables psicológicas del operador, medidas del am­biente (ruido, iluminación, vibraciones, cantidad de polvo; temperatura, grado hygométrico, cadenciá, etc.), en Tes-

, pueste.a “fichas de puesto” establecidas ;cón anticipación 'ségún un modelo estandarizado (como las que son utiliza­das por la empresa Renault^®, o aquellas que son propuestas

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por el Laboratorio de Economia y Sociologia del Trabajo de Aix-en-Provence)^^, etc. En segundo lugar, son a veces ubi­cados y clasificados los principales efectos negativos del puesto de trabajo (restricciones). En tercer lugar son elabo­radas las propuestas de modificación del puesto, destinadas a aliviar las exigencias del puesto sobre el trabajador. Fi­nalmente, en última instancia, el costo de las medidas co­rrectoras propuestas puede ser negociado con la dirección de la empresa y se adopta un compromiso que constituirá la base de los trabajos de acondicionamiento del puesto.

Una vez acabada la realización de los trabajos aconse­jados por el equipo ergonòmico se plantea la cuestión de hacer el balance de la intervención. Este balance es a veces limitado por los especialistas a un análisis comparativo re­ferido a criterios del medio ambiente de trabajo, eventual­mente criterios de fisiología o criterios de productividad. Si ésta es la perspectiva del balance» ¡sncontramos general­mente una positividad de la acción ergonòmica: disminu­ción de las consecuencias sobre el sistema cardiovas­cular, mejora de la postura del trabajador en su puesto de trabajo, disminución del ruido, intensificación de la i- luminación, etc. Si en cambio buscamos llevar el balance ya no sobre los elementos del análisis del puesto (apareados el uno al otro antes y después de la intervención), sino sobre la situación global, la evaluación se hace miicho más com­pleja.

La búsqueda de un indicador global del mejoramiento de las condiciones de trabajo tendría tal utilidad que no sería necesario demostrarla. Una comparación podría ilustrar este punto de vista tomando un ejemplo prestado a la patología médica. Supongamos que un enfermo es hospi­talizado urgentemente por un dolor abdominal agudo. Lue­go de administrarle morfina el dolor desaparece y el enfer­mo parece estar aliviado; pero él muere unas horas más tarde de una hemorragia interna a causa de una perfora­ción de úlcera duodenal. Si limitamos el balaiice de la in­tervención médica a la comparación de un elemento de análisis de la situación: el dolor, este balance/de la inter­vención médica es positivo; por el conttario, si tomamos un punto de vista global, la intervención médica ,es pefasta ya que el alivio aportado al enfermo, haciendo desaparecer el

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dolor, elemento necesario al diagnóstico de úlcera perfora­da, trajo la,muerte de un hombre. Volvàrnos aia^ i

■ ción'ergonóriiica: el indicador global del mejoramiento de las condiciones de trabajo que permitiría juzgar la efica­cia, de la intervención ergonòmica no existe hoy;en :día Ál faltár este indicador, diversos autores destacaron la di­ficultad de evaluar la eficacia de la ergonomia y de la dis­ciplinas del hombre en situación de trabajo^" . Eñ el estado en que se encuentra actualmente esta cuestión nos parece ■fundamental no olvidarnos de la apreciación hecha por parte de los trabajadores acerca de la intervención er- ■gonómica y escuchar atentamente su “vivencia subjetiva” antes y después de la intervención. ¿Por qué elegir la vi­vencia subjetiva de los trabajadores? Esta elección no pre­tende resolver el problema de construir un indicador glo­bal del mejoramiento de las condiciones de trabajo. Nuestra perspectiva aquí está justificada únicamente por el interés que le damos a la relación salud-trabajo. Desde este enfoque, lo que importa es la condición del trabajador. Esto, como ya lo veremos más adelante, no varía siempre en el mismo sentido que las condiciones de trabajo. Para los psicopatólogos del trabajo como para el trabajador la vi­vencia subjetiva es un objeto privilegiado de análisis que puede llevamos hasta a contradecirnos con los especialis­tas en condiciones del trabajo, es decir el ergónomo o el in­geniero en métodos. La disminución del ruido reinante en un taller por medio de dispositivos de aislamiento eficaces conduce a veces a resultados curiosos: los trabajadores ex­presan su desconténto acusando a las nuevas condiciones de trabajo de aumentar su fatiga. Esto es en realidad el pro­ducto de la desaparición de un estímulo sensorial (ruido) útil al mantenimiento de la vigilancia necesaria, por ejemplo para el control de una pantalla de visualización (V.D.U.)°°. Este fenómeno ha sido, por supuesto, estudiado por los ergónomos, ¿pero ello les habría llamado la aten­ción de la misma manera si los trabajadores no se hubie­ran quejado? Numerosos ejemplos similares en la práctica demuestran que no siempre es fácil preveer con anticipa­ción los efectos de un “mejoramiento objetivo” de las condi­ciones de trabajo. Esto confirma, a nuestro parecer, el inte­rés que el médico o el psicopatologista debe acordar “al vivi-

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do'^subjetivo” de los trabajadores. Este último, en efecto, re­fleja muchas veces una apreciación “global, de los efectos de ! la intervención ergonòmica, va derecho al objeti- 'VO^, ;

ipero existen casos en que la evaluación subjetiva de los trabajadores se opone al punto de vista médico-sanitario. De esta manerá, un obrero utihzando tricloroetileno para disolver la grasa escondida en los tejidos cutáneos con­tinúa encontrando una ventaja en seguir con este hábito, mientras que el médico del trabajo sabe de la nocividad de ese producto en el organismo. Al revés, a veces ocurre que un enfermo se queje cada vez más sobre su estado mientras quí . su salud mejora. En ciertos casos, incluso cuando un enfermo comienza a protestar, á defenderse y a quejarse, es justamente un indicador dé qué va mejor. La rebeldía sig­nifica una mejoría dé su estado.

. Por lo tanto referirse a la “vivencia subjetiva” puede inducir a ciertos errores. Para superar este obstáculo pode­mos recurrir a lauiyencia subjetiva colectiva . En efecto, la discordancia entre “vivencia subjetiva” y “estado de sa­lud” se observa sobre todo en la economía individual de un sujeto, y esto es relativamente raro. Por el contrario surge en general del grupo una vivencia colectiva subjetiva que pone un sello a las variaciones individuales.

En materia de intervención ergonòmica conviene dis­tinguir entre vivenciá subjetiva a corto plazo y vivencia subjetiva a largo plazo: es bastante frecuente que en un primer período, los obi"eros s ien t^ un beneficio real a cau­sa de la intervención ergonòmica: mejora de la postura de trabajo, disminución de las lumbalgias, facilidad para trabajos de precisión con una iluminación más racional, etc. Estas ventajas que son indiscutibles constituyen lo que podríamos llamar “la positividad de la práctica ergonò­mica” .

Pero en la mayoría de los casos el sentimiento de mejo­ra y de alivio se desgasta rápidamente, a veces en algunos' días, casi siempré en algunas semanas. Esta erosión del poder benéfico del “mejoramiento de las condiciones de trabajo” es producto en realidad de varias causas concu­rrentes; acosturnbramiento, e l dgscubrimiento^de otros

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fondo nada cambió. La sensasión subjetiya..del aliyio es cada .vez más intensa cuando el mejoramiento de la Jsi- tuación es más substancial por una parte, y por otra cuánto más rápidamente se produjo este cambio. Si creemos en los maestros de la psicofisica^“» los fenómenos observados en materia de ergonomia de corrección serían coherentes con los resultados de la psicología de la sensación. De esta manera, la sustitución del banquito por un sillón con rés- p. ldo regulable es un comienzo muy apreciado por el opera- , dor. Pero después de un mes de trabajo, ya no tiqpe más ^ conciencia de este mejoramiento y para hablaf^l interlo-'^ ' cutor debe evocar el recuerdo del momento en que se hizo esta sustitución del sillón, puesto que esa mejora ya, no es más perceptible. Este elemento del “acostumbramiento” tiene seguramente un papel en la obsolescencia de la vi­vencia de mejoramiento y alivio. Pero existen casos en que no observamos tal aplastamiento de la sensación a pesar de lo que áfirman los psicofísicos. Además, el agotamiento psicofisico de la sensación no basta por sí sólo para expli­car el fenómeno observado.

En efecto, la intervención ergonòmica puede liberar un operador de las lumbalgias relativas a una torsión raquí­dea fruto de un defecto de postura. Aliviado de este mal aprende poco a poco a conocer otro dolor que tomo el lugar del precedente: cervicalgia, por ejemplo, en relación a la postura de lá cabeza y la distancia ojo-tarea. Lo que ocurre es que los anteriores dolores lumbares alcanzaban un tal nivel de intensidad, que ocultaban los dolores de la nuca. Así, la sustracción de una exigencia puede hcLcer aparecer un malestar escondido, que estaba justo subyacente. Tamr bién estamos obligados a reconocer la existencia de una especie de edificio estratificado de molestias jerarquiza­das. Cuando hacemos desaparecer los malestares que ocu­pan lo alto de la jerarqm'a sintomática a veces hacemos 're­surgir aquellos del nivel inferior y así siguiendo.-El inconveniente de la intervención ergonòmica es su acción limitada. En casi todos los casos, sólo alivia parcialmente a los trabajadores y es éste sin dudas el'límite último de la acción ergonòmica. Esto puede explicar en parte la apre­ciación ambivalente de los trabajadores con respecto'á''la ergonomia. .

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En muchos otros casos, sin embargo, el alivio aportado por la corrección ergonòmica es recuperado por la organi­zación del trabajo. El alivio de la exigencia tcárga del tra­bajo) permite intensificar la productividad. Lo que había sido ganado por un lado se retoma por el otro. Para utilizar otra fórmula podríamos decir que la intervención er­gonòmica no llega a la situación del trabajo en profundi­dad ya que permanece ajena a la organización del trabajo. Para el obrero que fabrica piezas, y es remunerado s e ^ n

dimiento. la corrección ergonòmica es a veces irri- ^ n a 'fr e n te a la cantidad de restricciones organizacio­nales (salarios, primas, bonificaciones, contenido de la tarea, trabajo repetitivo, etc.).

Existen casos típicos en que las condiciones de trabajo son temidas y simultáneamente muy bien toleradas (ver capítulo III sobre los pilotos de caza). Este problema funda­mental es el del relativo valor de los mejoramientos er­gonómicos con respecto a la economía global de la relación hombre-trabajo.

A todo este análisis podríamos oponer “la ergonomía de concepción” * 2. Aceptamos corrientemente, hoy en día la diferencia entre “la ergonomía de corrección" y “la ergo­nomía de concepción”. La ergonomía de la cual hemos ha­blado hasta ahora es una ergonomía de “corrección” pero en realidad la ergonomía de “concepción” sólo excepcio­nalmente es puesta a prueba en la realidad y depende más del gerente de una empresa y de sus colaboradores directos durante la construcción de nuevas instalaciones, que de proyectos elaborados por los especialistas o los ergonómos.

Esta disgresión a través de la ergonomía práctica, podría traducirse en términos de Psicopatología del Traba­jo por la fórmula siguiente: la ergonomía sólo puede apor­tar un alivio limitado mientras no' aporte una satisfacción complementaria a nivel del contenido significativo del trabajo. Pero, de paso, han sido planteadas otras preguntas: ¿qué significa un sentimiento de satisfac.eióiji experime tado aunque sea por unos momentos déspùés’ dè'una correc­ción ergonòmica?, y todavía más, ¿qué significa este in­cremento de. la gravedad de la relación salud-trabajo ocasionadas por las correcciones ergonómipas limitadas? Estas preguntas van a permitirnos intróducif un nuevo

punto de vista en la insatisfacción del trabajo. De una rela­ción no-arinónica entre el contenido ergonòmico del traba­jo (carga y daños físicos, químicos o biológicos) y la estruc­tura de la personalidad puede surgir una insatisfación y correlativamente un sufrimiento que son claramente de na­turaleza mental y no física. Esta insatisfacción no está, como en el caso de la insatisfacción relacionada con el contenido significativo del trabajo, situada en el registro simbólico. Se trata esta vez de una insatisfacción y frustra­ción que son ante todo concretas. Este segundo componente de la insatisfacción en el trabajo no es de orden “significa­tivo,”, sino de orden “económico Volveremos más ade­lante sobre el concepto de economía psicosomàtica, luego de haber presentado un ejemplo clínico.

Conducido al hospital psiquiátrico de una ciudad del in­terior, un hombre de unos treinta años es llevado para una internación obligada. La noche anterior esta persona ya presentaba signos de agitación y el día de la internación su estado se había agravado: pronunciaba frases incoheren­tes, había golpeado violentamente al médico que lo atendía y que había sido llamado de urgencia por la familia que sentía pánico ante el estado del paciente. Movimientos de agresividad se alternaban con fases de evidente ansiedad, tenía terribles alucinaciones y sentía voces que le ordena­ban ciertos comportamientos particulares y en varias oca­siones hasta el de caminar en cuatro patas y maltratar las flores y las plantas verdes existentes ^n laxa^^^^^el hos­pital fíie tratado con fuertes dosis de nWrolíficosiy'de an- siolíticos y su estado mejoró rápidamente. Pero fue enton­ces necesario.enfrentar problemas metabólicos, puesto que el paciente padecía una diabetes insulino-dependiente. Fue conducido en un vehículo especial a París, donde su gluce­mia se controló rápidamente, pero su estado mental domi­nado por la ansiedad permaneció siendo muy preocupante. La investigación nos permite esclarecer algunos elemen­tos recientes, determiníuites en la aparición del agudo epi­sodio. Ese hombre ocupaba desde hacía diez años un puesto de jefe de depósito en ima fábrica de su región. Capataz, su función era la de organizar y supervisar el trabajo de un equipo compuesto por una docena de obreros. Sin embargo, estaba muy comprometido con su trabajo, y, a pesar de sus

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funciones administrativas, asumía un trabajo equivalente al de los obreros que dirigía. Su esposa, dueña de una pelu­quería, apoyada por sus amistades en esá pequeña ciudad del interior, desde hacía meses trataba de que su marido abandonara su empleo por una profesión más “respetable”. Frente al esfuerzo conjugado de su mujer y de sus amigos, el paciente finalmente renunció contra su yoluntad a ese trabajo en lá fábrica para aceptar un empipo en una com­pañía de seguros. Ahí, su trabajo consistía en leer expe­dientes de pólizas de seguros y verificar que estuvieran conformes. Muy poco a gusto en ese trabajo sedentario, él asistía impotente a la acumulación de expedientes sobre su escritorio. Luego de jom adas de trabajo percibidas como particularmente agotadoras,para él, había encontrado uná manera de gastar su enerpa y de descargar su tensión. Ju­gador de fútbol, en algunas semanas él había llegado a ser presidente del club municipal, y esta actividad secundaria particularmente intensa le procuraba la distensión que sus horas de oficina no le ofrecían. Sin embargo, esto no cam­bió nada; las dificultades profesionales persistían. Bus- ci'.ndp.compensar los efectos nocivos de su nuevo empleo en lina fuga desenfrenada fuera del trabajo, pronto sucumbió ante la fatiga y el agotamiento. Es en ese momento en que la hipoglucemia provocada por un esfuerzo físico no com­pensado con un aporte alimentario suficiente lo llevaría a la descompensación psiquiátrica que hemos mencionado.

Una rigurosa, “investigación psicosomàtica”® mostró que se trataba de un descompensación bajo la forma de un síndrome de confusión, que apareció en un sujeto que pre­sentaba una neurosis de comportamiento. Como es el caso en este tipo de sujetos, las actividades psicomotrices, depor­tivas o los trabajos de fuerte carga física en el marco de la profesión, son las únicas defensas_ verdaderamente funcio­nales para asegurar el equilibrio. Se decidió, conjunta­mente con el paciente y lá familia que, cuando saliera del hospital debería retomar su antiguo trabajo de jefe de alma­cén. Bastó esta sola decisión para calmar la angustia del paciente y para permitir un riguroso control del metabolis­mo luego de la suspensión de los tratamientos psicofarma- cológicos.*-Varios meses después^ de haber retomado su trá-

iS í '-^bajo Vñ^^íá^ paciente nó tuvo una recaída y no

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consumía m ás medicamentos. Este desenlace faVOrabk no es excepcional^^.

Este ejemplo ilustra muy bien como una adecuación en­tre el contenido ergonòmico del trabajo y la estructura de la personalidad puede producir un sufrimientb y hasta un síndrome psicopatológico caracterizado. Oti-as hipótesis explicativas del caso de este paciente podrían ser propues­tas. No las discutiremos aquí ya que el debate concluyó en otros ámbitos^“*. Basándonos sobre esas conclusiones ad­mitiremos que el papel determinante en la descompensa­ción psiquiátrica de este enfermo ha sido desempeñado por la neutralización de las defensas comportamentales cuan­do sobrevino un cambio de puesto de trabajo que puso al su­jeto frente a una organización del trabajo y a un contenido ergonòmico radicalmente diferentes. Vemos claramente en este ejemplo como un “mejoramiento” de las condi­ciones de trabajo acompañado por una disminución de la carga física puede terminar en una catástrofe a nivel de la economía general del individuo con sus consecuencias clínicas patológicas, si la aplicamos indiscrim inada­mente sin tener en cuenta las necesidades de la personali­dad. ,

Otras personalidades tienen principalmente aptitudes no yá frente al desgaste físico, sino frente a tareas que exi­gen fuertes tensiones psicosensoriales. Estas aptitudes van a veces acompañadas por una verdadera necesidad de ali­mentación en impresiones sonoras, mido, música a alto volumen, imágenes visuales, estimulaciones psicosenso- riáles, etc. Este gente necesita un trabajo variado. Cuanto más cambios, y menos monotonía y mtina hay, mejór les va. Lo que otros no podrían soportar, ellos lo buscan y go­zan con una verdadera avidez. Una tarea, muchas veces bien apreciada por tales personalidades es la del conductor y del piloto de grandes máquinas. Del auto a la moto, dé los grándes camiones a las máquinas de las obras de cons- tmcción, de los coches de carrera a los aviones, todá una amplia gama de tareas con fuertes tensiones psicosehso- riales son a la vez muy estimadas por parte de estas perso-

y necesarias pará su equilibrio. Lo importante aquí éá comj3render la simultaneidad del placer y de la ne­cesidad. Fu^ra de un descanso y de un placer aportados por

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tales actividades estos sujetos no están solamente insa­tisfechos, sino que muchas vece?! quedan en posición deli­cada con respecto a su salud. Legran a. veces mantener el equihbrio recurriendo en su tiempo libre a actividades que poseen las mismas características: largos recorridos noc­turnos en auto, cg .rreras desenfrenadas en moto, asidua asistencia a espectáculos impresionantes en donde las aventuras son sus temas predilectos, actividades musi­cales más apreciadas por su riqueza sonora que por su cali­dad temática, etc. Pero este período de compensación gene­ralmente sólo es pasajero. Y a corto o mediano plazo la evolución se efectúa casi siempre hacia una enfermedad somática en virtud de las reglas de la economía psico- somàtica descubierta hace unos veinte años atrás

En la vivencia de los trabajadores, la inadaptación en­tre las necesidades originadas por la estructura mental y el contenido ergonòmico de la tarea se traduce por una insa­tisfacción o por un sufrimiento, y hasta un estado de ansie­dad raramente traducido en palabras, raramente descripto, raramente explicitable por el mismo trabajador.

Para esquematizar esta sutil relación entre el contenido ?rSP.Pj^.ico del trabajo y la estructura de la personalidad podemos observar en el trabajo tres componentes princi- pales. El_primero se relaciona con las tensiones de orden físico y psicomotor. Otros son de orden psicosensorial, las últimas son de orden intelectual; toda carga de trabajo su­pone una composición específica de cargas elementales proveniente de cada uno de estos campos. La actividad in­telectual no escapa al esquema del que se habló. Ciertos su­jetos presentan aptitudes particulares en el campo del ra­zonamiento intelectual lógico y racional. Estos sujetos poseen ante todo una predilección por las actividades men­tales de tipo matemático, el cálculo, la econometria, la con­tabilidad, etc., más que para actividades intelectuales que necesitan facultades imaginativas, inventivas o creati­vas. Algunos de estos sujetos encuentran en las activi­dades intelectuales de este tipo, y por lo tanto en la profe­siones de carácter social generalmente elevado, una vía privile^ada para descargar sus necesidades de actividad. Si al mismo tiempo no poseen una aptitud particular para la producción fantasmática, el ensueñd y la'm^^ la

actividad intelectual, que está en la base de su tarea profe- ,1, sional, reviste un carácter de ñécesidad p ira su equilibrio

mental. Estas personalidades generalmente se hacen no­tar desde su juventud, no sólo por sus aptitudes frente al es­tudio, sino también por la ausencia del fracaso lo largo de un camino que paréce desarrollarse sin ningún incidente. Contrariamente a lo que podríamos créer, la mayoría de los sujetos que presentan un tal perfil de carrera son men­tal y somáticamente relativamente frágiles. Si se les prohíbe trabajar, si son víctimas de un despido o se los jubi­la, no es sorprendente que su organismo termine por des­moronarse por una afección coronaria o un infarto del mi­ocardio en un plazo de unos días a unas semanas. Estas personalidades han sido estúdiadas detalladamerite por ciertos autores''’®- ' ®. Estos casos no son más excepcionales que aquellos de los trabajadores presentando defensas ubi­cadas esencialmente en el campo de la actividad motriz que luego de un accidente se encuentran inmovilizadas en Un empleo sedentario y presentan al cabo de algunos meses una afección somática, digestiva o reumatológica^'

Podemos sacar dos conclus^io^es de este estudio sobre la insatisfacción en el trabajo en'relación con el contenido ergonòmico de la tarea.

La primera es que la insatisfacción en el trabajo no res­ponde solamente al contenido significativo del trabajo ni a su contenido simbólico, sino que existe al; mismo tiempo una satisfacción en relación con el ejercicio: del. cuerpo en el sentido físico y nervioso. El punto de impacto del sufri­miento, fruto de la inadecuación del contenido ergonòmico de la tarea a las aptitudes y necesidades del trabajador, es en principio el cuerpo y no el aparato mental (el ejemplo del trabajador diabético demostró que una descompensa­ción mental podía derivar de la inadaptación hombre- tarea). El síndrome confusional aislado artificialmente en esta observación ponía a la luz la existencia de una eta­pa en el proceso de “desorganización psicosomàtica”® . Si no se hubiera propuesto rápidamente una adecuada tera­péutica, la evolución del proceso de desorganización habría terminado con la muerte por intermedio de una descom­pensación y de complicaciones de diabetes insulinodepen- diente. (El síndrome de confusión es en efecto una entidad

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psiquiátrica un poco aparte, a mitad de camino entre la de­sorganización mental y la desorganización somática)^^ La insatisfacción en relación con el contenido significativo de la tarea engendra por su parte un sufrimiento cuyo punto de impacto es ante todo mental, contrariamente al sufri­miento resultante del contenido ergonòmico de la tarea, Sin embargo, el sufrimiento mental resultante de una frus­tración al nivel del contenido significativo de la tarea, puede igualmente conducir a afecciones somáticas. Las ar­ticulaciones psicodinámicas y psicoeconómicas serán reto­madas más adelante en otro capítulo.

La segunda conclusión se refiere a la introducción de la estructura de la personalidad en la relación hombre- trabajo. Presente en todos los tipos de sufrimiento, ella apa- rece como particularmente importante en el caso de la in­satisfacción en relación con el contenido ergonòmico del trabajo. Analizar el contenido del trabajo en términos de exigencias o de restricciones es insuficiente como ya lo mostraban los ergónomos. Las exigencias de la tarea son lo que hemos, descripto bajo el nombre de contenido er­gonòmico. En sentido opuesto hay que considerar._a partir de-la estructura de la personalidad de cada individuo, lo.

“ que representa para él la confrontación con ésa tarea. Apa­rece entonces un costo individual da Ja tarea-q^ue es rad"! cálmente diferente de lo que reyela el estudio objetivo de las exigencias; es la carga del trabajo. (En la nomenclatura internacional y. según las normas “Afnor”, las exigencias dé la tarea son.llamadas restricciones y la carga del traba­jo son llamadas exigenòias)"^^.

La insatisfacción resultante del contenido ergonòmico inadaptado a lá estructura de la personalidad no es más que una carga de trabajo psíquico. Esta carga de trabajo no es idéntica a la carga de trabajo físico o psicosensoriomotriz. Los efectos de esta carga así comt) el sufrimiento están efec­tivamente en el registro mental y si ocasionan desórdenes en el cuerpo no son los equivalentes de enfermedades di­rectamente provocadas en el organismo por las condi­ciones de trabajo. carga de trabajo psíquico representa­do por el sufrimiento proveniente de una falta de confort del cuerpo pone al obrero en su totahdad, y en primer lugar a su

~ pergopgJiiÍQd ;;;fi prueba de una realidad material. El con­

flicto no es otro que aquel que opone el hombre a la organi­zación del trabajo (en la medida en que el contenido er­gonòmico del trabajo resulte de la división del trabajo).

En el centro de la relación salud-trabajo, la vivencia del trabajador ocupa un lugar particular qué le es asignado por la posición privilegiada del aparato psíquico en la eco­nomía psicosomàtica. El aparato psíquico estaría en cierto modo encargado de representar y de hacer triunfar las as-

. piraciones del sujeto en un reacondicionamiento de la rea­lidad, susceptible de producir simultáneamente satisfac­ciones concretas y satisfacciones simbólicas.

Las satisfacciones concretas se refieren a la protección de la vida, el bienestar físico, biológico y nervioso,'es ,dear

^a la salud del cuerpo./Estas satisfacciones concretas se“* analizan en términos de economía psicosomàtica según dos líneas directrices; sustraer el cuerpo ante la nocividad del trabajo, y permitirle dedicarse a actividades capaces de ofrecer vías mejor adaptadas a la descarga de energía. Es decir; brindar actividades físicas, sensoriales e intelec­tuales en proporciones que estén de acuerdo con la eco­nomía psicosomàtica individual. ‘

_ Las satisfacciones simbólica^ : esta vez se trata dé la vi- vencía cualiiàtivà de la tarea. Es el sentido, el significado del trabajó los que son cuestionados en sus relaciones con el deseo. Ya no se tata de las necesidades como en el caso del cuerpo, sino de los deseos o de las motivaciones^ Esto depende de lo que vehicuíiza la tarea desde el punto de vis­ta simbólico.

Separar de esta manera los dos sectores de la satisfac­ción en el trabajo es una necesidad para hacer esta exposi­ción. Pero se puede comprender fácilmente que las cosas se imbrican de manera mucho más compleja en la realidad de cada caso. Veremos en un capítulo posterior como tener en cuenta estos diferentes elementos en una aproximación global y más sintética de la relación hombre-trabajó^

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Capítulo III

TRABAJO Y ANSIEDAD

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La ansiedad es una dimensión de la vivencia de los tra­bajadores que es prácticamente ignorada por todos los estu­dios de Psicopatología del Trabajo. Hablaremos aquí de ansiedad y no de angustia. Es necesaria una precisión se- nuoTógicár Ta_ angiistiá resulta de un conflicto in- trapsíquico, es decir una contradicción entre dos nociones inconciliables. Puede tratarse de una oposición entre dos impulsos, entre dos deseos, entre dos sistemas (inconciente y conciente, por ejemplo), o entre dos instancias (Yo y Su- peryo, por ejemplo). La investigación de la angustia sólo puede ser encarada por medio del psicoanálisis. La angus­tia es una producción individual cuyas características sólo pueden ser dilucidadas por la permanente referencia a la historia individual, la estructura de la personalidad y el tipo de relación al objeto. Nuestro sujeto de estudio en este caso es la ansiedad, concepto que no es, propiamente ha­blando, de naturaleza psicoanalítica. Responde a un aspee- \ to concreto de la realidad y exige sistemas defensivos es- \ pecífícos que han estado jsencislin£n,te_desconocidps h . nuestros^Síás. La Psicopatología del Trabajo está particu- » larmente bien ubicada para aislar este nuevo problema, en la medida en que constituye un enfoque específico de la re­lación del hombre con la realidad. Intentaremos mostrar que la a.nsiedad está presente en todosTo¥lipos ffe íaféas

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1 profesionales, incluso en las tareas i:epetitiya_s y los e.m- _ píeos de oficina^dóhde, sin embargo, eHa^ólo parece ocupar vin lugar modestó.

I Ciertas profesiones se encuentran expuestas a peligros ¡que pueden afectar la integridad corporal. Es el caso, por ejemplo, de la construcción y de las obras públicas, de la pesca en alta mar, del trabajo en atmósfera comprimida, dé las industrias que elaboran productos tóxicos, etc. En todos los casos el riesgo es para el cuerpo físico. Puede tratarse de asfixia, fractura, quebradura, herida, muerte violenta,

.ahogo, accidente. La causa material del daño corporal puede ser el incendio, la explosión o el escape de gas tóxico, un accidente de descompresión, circunstancias atmosféri­cas, anomalías en él funcionamiento de un instrumento o de una máquina. Varias características de estos riesgos pueden destacarse: el riesgo es exterior y en gran parte in­herente al trabajo y por lo tanto independiente de la volun­tad del trabajador. El riesgo, por otra parte, es muchás ve­ces (pero no siempre) colectivo : en úna industria de proceso un escape de gas puede ocasionar la intoxicación o la muerte de varios obreros. Es lo que observamos a menudo en este tipo de accidentes. A veces, el riesgo es más perso­nalizado. Es dando un paso en falso que el obrero cae de su andamio. Pero muchas veces, incluso en estos casos, el ac­cidente que afecta a un obrero puede afectar a varios: un o- perador de grúas, por ejemplo, al recibir una descarga eléc­trica, deja que caiga una carga sobre un grupo de obreros que trabajan al nivel del suelo. En el conjunto de las situa­ciones de trabajo en donde varios obreros participan de la ’misma tarea, el riesgo es, por regla general, colectivo. Fi­nalmente, si el riesgo es combatido con medidas y consig­nas de seguridad, es casi siempre prevenido de manera in­completa por lá'organización del trabajo ya sea por la limitación de las inversiones necesarias o porque el riesgo es mal conocido (o su apariencia): es el caso de las indus- 'trias dé proceso donde frecuentemente un accidente revela la existencia de un riesgo hásta entonces desconocido. Sólo son eficaces las medidas protectoras llamadas “protec-

, ciones; cplectivás” (por ejemplo las redes dé protección a lo largo de los andamios). Muchas veces sólo se proponen a los trabajadores medidas preventivas individuales: ellas

pueden tener un carácter material (dispositivos de protec­ción) o un carácter psicológico (consignas de seguridad). A veces puede ser que el riesgo perdure, sin que ninguna pre- ' vención efectiva sea puesta a disposición de los obreros. ' ' ■^De cualquier modo, lo que caracteriza ú'riesgo residual que no es totalmente borrado por la organización del traba­jo, es que él debe ser asumido indivualmente. De esta opo­sición entre la naturaleza colectiva y material del riesgo re­sidual y la naturaleza individual y psicológica de la preven­ción surge a cada instante del trabajo el problema de la an-

V siedad en el trabajo.^ Al margen del riesgo real hay que mencionar el riesgo

presumido', mal conocido en sus detalles, sólo se sospecha que ocurra. Este riesgo confirmado por accidentes cuyo carácter imprevisible es destacado por las investigaciones, es fuente de una ansiedad específica que está enteramente a cargo del trabajador.

Contra la ansiedad, impresión lamentable que se debe asurnir, los obreros elaboran defensas particulares. Cuan­do dichas defensas son muy eficaces, prácticamente no en­contramos más rastros de la ansiedad en el discurso obre­ro. Pero también para ponerla en evidencia, es necesario investigar sus signos indirectos que son precisamente es­tos sistemas defensivos.

1. Los signos d irectos de la ansiedad

En-la industria química en donde el trabajo es organi­zado según procesos, el trabajo con guardapolvo tiene la re­putación de ser limpio. Sin embargo, al escuchar a los ope­radores de las salas de control, notamos necesariamente la importancia de sus preocupaciones referentes a la salud física. Los obreros evocan las “enfermedades profesio­nales” y las “afecciones de carácter profesional”. (Estas últimas, cuyo origen se encuentra efectivamente en el tra­bajo, no están inscriptas en la lista oficial de las “enferme­dades, profesionales”. La Seguridad Social toma a su cargo al obrero afectado por esa enfermedad, como sucede para toda afección médica que no tenga relación con el trabajo, en lugar de beneficiar del régimen de la “enfermedad pro­fesional”, que da derecho a mayores reembolsos por con-

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cepto de atención médica y a las indemnizaciones even- .. , tuales por invalidez). Las lesiones causadas por eczemas en los dedos no son raras/mientras las lesiones cáüsadas ' por rascarse con las uñas y las erupciones son frecuentes.Un taller es así llamado “taller de la galera” ya que los obreros que trabajan en él manipulean pentaclorofenol y casi todos sufren de ardores y erupciones. El cáncer de hígado causado por el cloruro de vinilo habría provocado la muerte de varios obreros. Los decesos por inhalación de fosógeno, los enfermos hospitalizados de urgencia (18 obre­ros en una sola oportunidad en una de las fábricas estudia- da?), malestares, infartos del miocardio; 4 obreros muertos en el taller donde se fabrican los desfoliantes, numerosas úlceras del duodeno éh 'la ’ empresa, infartos del miocardio entre los 30 y 40 años, importante disminución del prome­dio de la esperanza de vida (esperanza promedio: 57 años), envejecimiento prematuro, trastorhos sexuales en el taller de bromuro de isopropileno, riesgos de complicación ante la menor herida...

Podemos citar, todavía, las condiciones de temperatura; frío o calor continuos; el ruido a 80-90 decibeles en ciertos talleres; los vapores y polvos: ocurre que en el tiempo que toma provocar una reacción, los vapores se acumulan en todo el taller, incluso en los puestos de control: “a veces a- rrancamos y ya tenemos hasta las caderas”. La desincrus­tación es peligrosa: hay que entrar en la cuba o en el homo y desincrustar las paredes con un martillo. Las concentra­ciones de vapores tóxicos pueden ser importantes. Mencio-, namos del mismo modo fracturas, quemaduras, cuerpos extraños en los ojos, etcétera.

Los riesgos sobre el cuerpo fígico tienen todavía una gran importancia a pesar de que pn algunas fábricas las cuestiones relativas a la salud -física siguen siendo neta­mente dominantes mientras que se esperaría encontrar principalmente quejas relativas a la salud mental. En cuanto a los daños físicos, hay que aproxi^^r^ riesgos de accidente, de explosión o de incendi#|un®iW«esta vez sus efectos se hacen sentir sobre todo a nivel de la vida mental.

Salud física y condicioMS.de trabajó ; claramente iden­tificadas por los obreros como fuente de peligro para el cuer-

.,.pp;S9n;efeetiyamen y ante todp, las cppdiciones dé traba- jo las qüe son acü'sadas: se trata eri’ efecto de los vapores, presiones, tempexatu^ gases tóxicos, ruido... En una p á - '

;. JaBrä; dé las condiciones/ifsícas o químicas de trabajo.■ 'í v^^öpösitö de esté discurso obrero sobre lá,'¿alud física,

es común que se analice de cerca y más detenidamente lo que se expresa: hay condiciones de trabajo que son nocivas para el cuerpo. Pero incluso si esta realidad no puede ser

• puesta en duda nos olvidamos en general de la palabra en sí misma desde el momento en que es pronunciada, y del tono con el cual se la pronuncia. Pero esta palabra es una palabra de ansiedad. A pesar de que muchas veces la rela­ción cuerpo-condiciones de trabajo es estudiada correcta­mente, nunca se mencionan las repercusiones de este peli­gro real a nivel mental, ya que es una carga psíquica inherente al trabajo peligroso y que a pesar de todo entra en el balance de las exigencias. La ansiedad relativa al ries- go puede ser_notablemente agrandada por el desconoci-_ miento de los límites exactos de este riesgo o por ignoran­cia respecto de los métodos de prevención eficaces Coefi­ciente de multiplicación de la ansiedad, la ignorancia aumen- ~ta ta m ^ n el costo mental o psíquico del trabajó.

Pero junto a esta ansiedad “de determinismo directo”, existen otros componentes de la ansiedad que vamos a estu­diar.

En el discurso obrero dentro de las industrias químicas, el problema principal, que es evocado espontáneamente, es la ansiedad, alrededor de la cual se estructura todo lo rela-

' tivb aTsüfidmiento mental de los trabajadores.-En la em­presa, jtódo nos recuerda un posible accidenté ö incidente:

__carteles en las paredes, señales luminosas, alarmas sono­ras y visuales, presencia de .ca.sc,os, de máscaras, de guantes (al alcance de la mano sí, pero en la mayoría de los casos cubiertos despolvo), destinadas principalmente a .

, estimular la atención (precisamente porque despiertan la „ .^J.®i®dad) antes que~ a córistituir ixna verdadera protección.

El aspecto exterior de la fábrica en sí mismo no deja indi­ferente a los obreros. ¡Imaginemos estas fábricas exten­diéndose sobre varios kilómetros, escupiendo fuegos y va­pores, en una noche cubierta por el ruido de las máquinas, iluminadas por las luces blanquecinas de fuegos que dan a

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la silueta del edificio y a las chimeneas una forma inquie­tante, sumergida en una atmósfera contaminada por olores

, nauseabundos o sofocantes!

i Este riesgo es real, pero incuantifícable

¿Sobre qué base podemos afirmar que una determinada fábrica presenta mayores riesgos que otra? ¿Sobre su número de heridos? Sin dudas, ello es insuficiente, puesto que un sólo accidente es susceptible de provocar el desorden en la jerarquía estadística. Poco importa esto, pues el ries­go es real por todas partes. Cualquiera sea su amplitud, el riesgo engendra un estado de ansiedad casi permanente y todos los obreros hablan de sus consecuencias.

“ Ansiedady “Jensión nerj¿ipsa'[_^

En el discurso de los obreros de la petroquímica, cuando se trata de la “tensión nerviosa”, de estar “como pilas eléc­tricas” y de sentirse “al borde de la crisis nerviosa”, etc., se trata efectivamente de la ansiedad. Y no como podríamos creerlo, o como incitan a pensarlo los trabajos de ciertos es­pecialistas® cuando hablan de los efectos de la “carga psicosensorial” que incluyen por ejemplo los esfuerzos de vigilancia, la tensión de concentración, de memorización, etc., incluso si esta carga existe realmente y si contribuye en parte al sufrimiento experimentado. En efecto, la ansie­dad domina el discurso obrero:. Muv rgramante. los obreros dan cuen.ta,de este sufrimiento que sería la consecuencia „de una sobrecarga psicosensoriomotriz o de un satura- miento de trabajo; al contrario, con mayor frecuencia, y no es el aspecto menos paradojal de estas investigaciones, los obreros no dudan en precisar que en definitiva se encuentran poco ocupados por sus tareas y bien lejos de la sobrecarga. Frecuentemente, se les deja tiempo para que discutan entre ellos, para organizar juegos, para jugar al scrable, etc., du­rante el tiempo de trabajo y en el mismo tiempo: Sin embar­go, incluso durante estas actividades donde la carga de tra­bajo es débil (pero no nula, ya que continúan,sin esfuerzo

Aíp,.. los Tuidús-insólitós'*de%ertas alar-'se désembarazan_de : la. “jtensión nerviosa” :

“mientras estamos én la fábrica, incluso cuando no traba- : jjLmos, nunca se'puede estar distendid^.’

“Ansiedady ’‘representación” '

“Todos saben muy bien que trabajamos sobre un pol­vorín” . .

“La fábrica, es un volcán sobre cuyas laderas nos asen­tamos sin saber en qué momento hará erupción”.

“La fábrica es como una enorme bestia que haríamos marchar más o menos bien, sin saber lo que pasa en el in­terior de su estómago, y que en cada instante puede vol­verse furiosa y destruir todo el panal que se encuentra á su alrededor” .

. Todas estas representaciones de la fábrica en el discur­so obrero ponen en evidencia:

— La dolorosa ignorancia en la que se encuentran los obreros con respecto a lo que se produce efecti­vamente en las “reacciones químicas”.

— El sentimiento agobiante de que la fábrica es sus­ceptible de escapar en todo momento del control de los obreros.

— La'convicción que la fábrica esconde en sí una violencia explosiva y mortal.

Finalmente y sobre todo, demuéstra la extensión de la ansiedad qiie es la respuesta, a nivel psicológico a todo lo'que contiene el r^ ígo y no está_controlado por la prevención co-

, lectiva.. Otra prueba sobre la intensidad de esta ansiedad está

dada porjos trastornos en el sueño y sobre todo por el uso de ...inedicamehtos psicotrópicos por casi todos los obreros de la

fábnca: ansiolíticos durante el día, somníferos en ia noche, psicoestimulantes en la-mañana.

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2. Los s ign os in d irectos de la ansiedad: Ja id eo log ía d efen siva del o fic io

A pesar de que existe en las industrias químicas una ideología defensiva específica, para ilustrar la ideología _ defensj^y^ contra la ansiedad nosotros..tomaremos el caso

T ela.construcción . Én esta rama, los peligros tienen una realidad y una importancia que es inútil destacar y que se verifican por el gran número de accidentes invalidantes y mortales (la mitad de los accidentes mortales de trabajo ocurren en la construcción). Sin embargo, existe un fenómeno insólito conocido bajo el nombre de “resistencia de los obreros a las consignas de seguridad”. JTodo^^^á

__como si los obreros de lá construcción fueran inconsciente^“' de los riesgos a los que se exponen, hasta como si sintieran en ello cierto placer. Es lo que hace afirmar a ciertos au­tores que la “psicología de los obreros de la construcción” se caracterizaría por un gusto pronunciado por el peligro y el esfuerzo físico, por tipos de carácter en los que predomina el orgullo, la rivalidad, el valor asignado a los signos exte­riores de la virilidad, la bravura, pero también la temeri- dad y hasta la inconciencia frente a la realidad, la ausen­cia de disciplina, tendencia al individualismo, etc. Lo que es designado de este modo corresponde a una cierta reali­dad. Las actitudes con respecto al riesgo de accidentes son bien conocidas. El rechazo de ciertas consignas de seguri­dad también. Las respuestas arrogantes no son raras, in­cluso en ciertos detalles. Los consejos sobre el acarreo de cargas pesadas (agacharse, tomar la carga en el suelo y le­vantarse utilizando los cuádriceps que son los músculos más potentes del organismo, es mejor que flexionar el tron­co y enderezarse accionando la musculatura dorsal que es más frágil, forzando los pequeñps huesos móviles que son las vértebras, ocasionando dolores de los riñones, dorsal- gia, lumbalgia y ciáticas), suscitan muchas veces esta res­puesta del obrero: “No soy una mujercita y no haré la tarea como ustedes me lo indican”. :

Esta actitud de desprecio del riesgo no puede ser analiza­da literalmente como ocurre a menudó.'^lj^ igno­rancia e inconciencia frente al riesgo sólo son una ostenta­ción. No podemos admitir sin Vúéstióhkrnos que los

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pbreros de la construcción sean de algún'mòdo los más ig- 'horántes frente al riesgo que corren.

Nuestras investigaciones demostraron en efecto que esfa,ostentaciÓh puede derrumbarse y dejar aparecer una ansiedad imprevista y dramática. Cuando el momento del desafío pasó, los obreros cuentaH'ios accidentes de los cuales fueron testigos o víctimas. Hablan de sus amigos fallecidos o heridos en el trabajo. También evocan a las fa­milias de los heridos. ¿E l riesgo? Lo conocen más que cualquier otro y lo sienten a flor de pTel en su vida cotidia-

^ná. Cuando estallan las revelaciones, la tonalidad de la expresión y la emoción no pueden dejar dudas. X;fl viven-_ V eia de la ansiedad existe efectivamente, pero sólo aparece sobre la superficie en contadas ocasiones. Es que la ansie­dad se encuentra contenida, tanto como se puede, por los sistemas defensivoSj„ Estos últimos son absolutamente ne­cesarios. No hablaremos aquí de la buena fundamentación de un punto de vista finalista en materia de interpretación de Psicopatología del Trabajo. A pesar del riesgo de la crítica, afirmamos que si la ansiedad no era neutralizada de ese modo, si podía surgir en cualquier momento durante el trabajo, entonces, los obreros no fiabrían podido continuar mucho tiempo más con sus tareas :

La conciencia aguda, incluso sin un mejoramiento emocional anormal del riesgo de accidente, obligaría al obrero a tomar tantas precauciones individuales que se volvería ineficaz en el plano de la productividad. Para otros, la justa evaluación del riesgo impide completamente la realización de un trabajo en la construcción. Por otra parte, este caso no es raro y el miedo es una causa impor­tante “de inadaptación profesional” en la construcción. Es­te miedo no siempre carece de motivos. Pero sólo debe apa-\ recer invertido, incluso fuera del trabajo: es la larga lista de los síntomas medicalizados de la ansiedad que son los vértigo^^ las cefaleas, las impotencias funcionales diver-

, sas. que tanto'conocen Jos médicfis tratan y los médicos del trabajo^. .

Las actitudes de negación y de desprecio hacia el peli­gro son una simple inversión de la proposición relativa al riesgo. Esta estrategia no basta. Conjurar el riesgo exige sacrificios y testimonios más convincentes. Tal es así que

n

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los obreros a veces agregan al riesgo de trabajo los riesgos derivados de los grandes esfuerzos personales y de verda­deros concursos de habilidad y valentía. En estas pruebas, compiten entre ellos, pero al hacerlo, todo ocurre como si fueran ellos los que crearan el riesgo en todos sus aspectos y no fuera el peligro lo que se abate sobre ellos independien­temente de su voluntad. Crear la situación o agravarla, es en cierta medida ser dueño de ella. Esta estratagema posee un valor simbólico que contiene la iniciativa y el dominio de los trabajadores sobre el peligro y no lo contrario.

El primer carácter de la fachada — la pseudo-incon- ciencia dél peligro— resulta en realidad del sistema defen­sivo destinado a controlar la ansiedad.

La segunda especifidad es su carácter colectivo. Este sistema defensivo es compartido por todas las profesiones de la constmcción. Para funcionar, este sistema tiene en efecto, la necesidad de encontrar confirmaciones. El único medio de asegurarja eficacia simbólica es la participación de todos en la estrategia defensiva. Nadie debe temer. Na- ,,dje debe dar a entender esto. Nadie debe quedar al margen dé éste código profesional.' Nadie debe negar la contribu­ción individual al sistema defensivo. Nunca se debe ha­blar de peligro, de riesgo, de accidente ni de miedo. Y estas consignas explícitas son respetadas.

Los obreros río quieren que les hagamos acordar de aquello que tan costosamente buscan conjurar. Es una de las razones por las cuales las campañas de seguridad encuen­tran tal resistencia entre los obreros. Saben muy bien que el cinto de seguridad no acabará con todos los accidentes. Obligarlos a que se lo coloquen, es ante todo recordarles que el peligro existe en la realidad, y al mismo tiempo toma la tarea aún más difícil, ya que se la encuentra más cargada de ansiedad.

También, el rechazo y las resistencias encontradas en la construcción no son el hecho de una supuesta inconcieh- cia o inmadurez, sino más bien de una conducta deliberada que apunta precisamente a soportar un riesgo que, por su importancia, no sería plenamente atenuado con medidas irrisorias de seguridad. v . .

Vemos que el sistema défensiyo requiere una gran cohe­sión y úna solidez a pehgro de muerte. Es sin dudás por és“á

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„razón que alcanza la dimensiÓii de una tradición de. oficio, y hasta de una verdadera “ideología defensiva” que es ca­racterística de la profesión. Esta ideología necesita sacri­ficios y mártires. Es cierto que .algunos accidentes son el resultado de estas conductas peligrosas y de estas competi­ciones en cuanto al desafi'o lanzado al riesgo. Midamos lo que permiten estos sacrificios: “Si se mató, es porque él lo quería, es lo que buscaba. Exageró”. ,,

Esto es qmzás verdad, pero sobre todo, ello pennite a otros pensar que basta con no querer accidentarse para no ser víctima, respuesta altamente capaz de calmar la. ansie­dad.

La ideología defensiva tiene además un valor funcio­nal con respecto a la productividad. (Aqm se encuentra de- simado lo que podríamos llamar cómo la explotación de la áhsiedád. La explotación del sufrimiento rnental y de los mecanismos de defensa activados para luchar en su contra serán el objeto de un capítulo particular.) Aunque la ideo­logía defensiva del oficio tiene un valor funcional para los obreros de la obra, posee también un valor con respecto a los obreros que no participan en el trabajo. En efecto, si un obrero no-alcanza a retomar la ideología defensiva de la construcción por su propia cuenta, si no llega por ese medio a dominar su aprehensión, deberá dejar el trabajo. El gru- pój armado de la ideología-defensa, elimina a aquél que no soporta el riesgo. De esta forma^el más frágil de ellos es motivo de burla de los de'más. Si no renuncia a su timorata posición con rtspecto al grupo, tarde o temprano será elimi­nado. Si esto es lo que ocurre, el grupo no solamente operó una verdadera seíección que garantiza el valor operado- nal de cada obrero que queda en la obra, pero, además, se defendió contra la ansiedad qúe viene a reactivar a nivel de los individuos y a nivel colectivo los propósitos y los cóinportainientos del “miedoso”.

Está es la importancia de la ideología-defensa en la continuidad del trabajo.

Se puede citar otro ejemplo que va en el mismo sentido. Es lo q podríamos llamar “el bautismo” de los jóvéhés ótíréfós qúe llegan a la obra. No es raro, en efecto, que s'éán objeto de una verdadera prueba de ingreso: “se lo abuchea” durante las comidas y se pone en duda su virilidad, se exi­

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ge de él ciertas performances físicas, se lo observa... Se lo somete de hecho a la prueba de la ideología-defensa. Si sale * victorioso, se lo acepta en el grupo como uno más, al mismo tiempo que él retoma por su propia cuenta los elementos que constituyen la defensa colectiva. Si no soporta este clima, debe desistir, cosa que ocurre a veces.

La ideología defensiva, es entonces funcional a nivel del grupo, de su cohesión, de su coraje, lo es también a nivel del trabajo; es la garantía de la productividad.

Iluminada de esta manera, la aparente “inconciencia” de los obreros cambia de significado. Es el precio que deben pagar para superar la carga de ansiedad que supone el tra­bajo. El rol del vino y del alcohol se articula con esta ideo­logía. El vino, el “calvados”, es el trago de energía, no tan­to físico como psicológico, que ayuda a afrontar las con­diciones de trabajo. Antes de retomar el trabajo, un trago de vino tinto ayuda por su valor simbólico y por su actividad psicofarmacológica. El rol psicológico otorgado al vino se junta de mtmera no fortuita con la tradición y con los hábi­tos de vida de los obreros. Ello está en armonía además con la sed engendrada por el esfuerzo físico.

En numerosas profesiones encontramos también siste­mas defensivos que son profundamente estructurados por la naturaleza del riesgo en cuestión. Si en ciertos casos es­tos sistemas poseen analogías, en otros casos, son notoria­mente diferentes y específicos de la profesión. Es así como ocurre en la industria química en donde la ideología de­fensiva es radicalmente diferente a la de la construcción.

Ultima característica de la ideología defensiva: para constituirla, es,necesaria la participación de un grupo obre­ro, es decir no solamente una colectividad trabajando en un mismo lugar, sino un trabajo que exige una distribu­ción de las tareas entre los miembros de un equipo. En el caso del trabajo dividido y repetitivo, donde las comunica­ciones entre los obreros son escasas y donde la organiza­ción del trabajo es muy rígida, hay poco lugar para la ela­boración de las ideologías defensivas (ver, capítulo I).

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3. La ansiedad en las tareas som etidas a una cadencia

Los especialistas del hombre én situación de trabajo í- nunca mencionaron la ansiedad de los trabajadores de la

cadena o de los trabajadores remunerados según el rendi- , i miento. Sin embargo esa ansiedad se observa a través de

todos los textos escritos por los obreros y en el discurso obre­ro espontáneo con sólo prestar un poco de atención. ¿De dónde proviene tal ansiedad?

Proviene en menor medida de las condiciones psico- químicas del trabajo que de la performance exigida, es decir del ritmo, la cadencia y las cantidades a respetar. Esta ansiedad aparece como particularmente clara en los trabajadores que recién se incorporan a un nuevo puesto. Hay poca o ninguna formación para llevar a cabo tareas descalificadas. Por lo tanto ellas requieren siempre golpes de mano y una habilidad que es necesario conquistar^® Incluso cuando el secreto de los golpes de mano ha sido ad­quirido, cuando cierta costumbre ha sido ganada al precio de esfuerzos y ansiedad con el tiempo y la experiencia, el resultado obtenido es siempre puesto en cuestión por el au­mento de la cadencia que sobrevendrá un día u otro, o en razón de los cambios de puesto asignados sin consultar por parte de la administración para “tapar los huecos” ajlí donde faltan obreros que tupieron que p^ ar de trabajar.

La ansiedad responde aguí al ritmo, a las cadencias, a la velocidad, y a través de ellos a los sueldos, a losnncenti- vos, a laLS,.primas. La situación de trabajo de los obreros re- munérados por pie'zas es txítáli^ por él riesgode no mantener la cadencia y tener que abandonar.

"Ksta ansiedad, de la cual se habla muy poco, participa tanto como la carga física del trabajo en el agotamiento progresivo de los obreros y en su desgaste. A diferencia de lo que se puede observar en los oficios donde el trabajo se realiza en grupos, acá sólo hay modestas posibilidades para producir defemisás colectivas. Á4uí lo esencial de la ansiedad debe ser asumidQ-individualmente.Xá"úñíca dé-

/ fensa colectiva que pudimos observár es la que llamamos' I “aceleración colectiya. en cadena”. Ya dirrios un ejemplo »más arriba. En L '£ ía 6/í,,Robert Linhart cuenta cómo un grupo de obreros logró organizarse y repartir las tareas de

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manera tal que uno de ellos, turnándose, pueda abandonar el trabajo durante algunos minutos. Práctica y concreta- miente, abandonar el trabajo durante a la n os , minutos ño ^s gran cosa en una jornada laboral de diez horas. Pero simbólicamente, el grupo de obì-èros venció al ritmo, a la ve­locidad y al tiempo. Cuando uno de ellos se detiene y sale de la cadena, él,no es el único én gozar, todos los demás apro­vechan. Todos participan en esta picardía simbólica de gran valor significativo, tanto con respecto a la victoria so­bre la jerarquía como con respectó a la solidaridad que une a los obreros durante ese instante. Se comprende que en esas condiciones la ansiedad resultante de la lucha inin­terrumpida contra los tiempos conduzca al obrero, cuando ya adquirió un cierto hábito y un rudimento de control de su puesto, a hacer un esfuerzo especial para no pèrder la venta­ja con un cambio de puesto. ¡Es lo que ciertos psicólogos lla­man la “resistencia al cambio” ! ,

Al lado de la ansiedad de las cadencias, los obreros ha­blan sin ocultamiento de los riesgos que para su cuerpo im­plican las condiciones fi'sicas, químicas y biológicas de su trabajo. Los obreros saben que poseen un grado de morbili­dad supérior al resto de la población y, sobre todo, que su es­peranza de vida es diez o quince años inferior a la de los m aestros^, La impresión de ser comido por dentro, desgas­tado, degradado, corroído, usado o intoxicado es sentida por la mayoría de los obreros. Los obreros de todas las indus­trias expresan esta ansiedad patente bajo esa forma deta­llada. Por ello es que podemos sorprendernos de que, en materia de Psicopatología del Trabajo, hayamos podido pa­sar sin reparar al lado de esta ansiedad masiva. Justifica­da por los hechos, esta ansiedad es parte integrante de la

' carga de trabajo.^La ansiedad lya sea. que .provenga de las cadencias o de los riesgos que emanan de las malas condi­ciones de trabajo), roe la salud mental de los trabajadores, progresiva e inevitablemente, como el carbón que sofoca los pulmones del minero afectado por silicosi^

4. “A nsiedad y re lacion es de trabajo”

Por “relaciones de trabajo” nosotros entendemos todas , . las^T^áciÓñeáJ-humanas creadas por la organización déT

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trabajo . Las relaciones con la dirección, con la 'süpervi- ^ sión, con los otros trabajadores, son 'a vecés fastidiosas,

!' hasta incluso insoportables. En el caso de las industrias en donde el trabajo está sometido a la cadencia, podemos decir que las relaciones.con la jerarquía son fuente,; de úna an­siedad que se puede superponer con la que hemos hablado acerca del ritmo, de la productividad, de las cuotas, del rendimiento, de las primas y de las bonificaciones. Se puede superponer en la medida en que los supervisores y

■ los capataces tienen como tarea específica mantener y ali­mentar esta ansiedad con respecto al rendimiento.' Sje debe hacer una mención especial respecto a las . tácticas í e ía dirección de la empresa. El encargado del grupo y el capataz usan muchas veces bravuconadas y fa~ yorirismos para dividir a los obreros, de manera que. además de la ansiedad relativa a la productividad se agregue la que resulta de lo que podemos comparár con el “sobrenombre” en el ejército. La desigualdad eií la di- visióh del tmbajoj;^« es un arma temible de la cual seValen loSjéfés pára dar rienda suelta de su agresividad, hostili-

° costumbre presentar estas relacionesde trábajo en términos políticos y en términos de poder. La frustración, la revuelta y la agresividad en las reacciones no pueden en la mayoría de los casos encontrar una sali­da.. Se conocen mal los efectos de la represión de esta agre­sividad sobre el funcionamiento mental de los trabaja­dores, apesar de que se pueda sospechar su importancia en lá relación salud-trabajo. La discrirninación que opera, la

ser consideradacónio un epifenómeno, o como un problema accesorio. For­ma parte integrante de las tácticas de mando, a pesar de que no sea explícitamente incluida en el rol de la jerar­quía. La situación más ejemplar a este respecto es la del séctqtMrdaxicL.y- de. los empleados de oficinas. ‘ -

En los servicios de contabilidad, en las grandéá^ád- ministraciOnes, los bancos, y los servicios, cuando el tra- bajo no es organizado según el sistema Taylor podemos ob- sérvaF"úna técnica específica de conducción. Aquí ’ se

particular las técnicas de discriminación. La àprèéiàción del jefe abarca los puntos que entran en el cálculo del salario, de la promoción, de los pedidos de tras-

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iado, de las licencias, de la distribución de las tareas, re­traso autorizado o sancionado, etc. Las falsas esperanzas» i , particularmente.sobre, el, ascra son hábilmente alimen- tadasi Las principales víctimas de este, sistema de conduc­ción son lais Quieres. En ciertas administraciones, en or­ganizaciones de servicio, los jefes recurren muchas veces a una convocatoria individual de los empleados. En la ofi­cina del jefe las amenazas ceden el lugar a un cambio de actitud, a la benevolencia y al paternalismo. El problemadel trabajo es eludido mientras el debate se desplaza hacia__las cuestiones personales. La empleada es alentada para hablar de sus dificultades familiares y materiales. Algu­nas confidencias arrancadas de esa manera, servirán lue- : go para la manipulación psicológica. No sólo las informa-__ ciones adquiridas de esta manera son luego utilizadas como medio de presión, sino que a veces se dan a conocer públicamente, activando o reactivando los conflictos y las rivalidades entre los empleados.

De la misma forma, la dirección y los jefes de oficina buscan meticulosamente las causas de las faltas al trabajo, la naturaleza de los tratamientos seguidos, lo que les per­mite servirse una vez más del secreto como palanca de manipulación psicológica: vergüenza y culpabilidad son

^suscitadas en cualquier ocasión Esta atmósfera tiene como__efecto principal intoxicar las relaciones entre empleados y crear so^echa, rivalidad y perversidad entrelïnos y otros,

r Así se encirentrá~^espIazado ercohfIicto~dFpDdteT."Dë“ con­flictos en sentido vertical pasamos a contradicciones que juegan ahora a niyeLhorizontal. Este clima psicológico no > es excepcional, es más bien la regla en los empleos de ofici- na. Apenas surgen tales rivalidades, eí jefe poHrá partici­par con el poder que le confiere su posición jerárquica. Po­demos preguntamos por qué la manipulación psicológica toma tales dimensiones en los sectores terciarios. Los tiempos, los ritmos de trabajo son más difíciles de hacer respetar que en el caso de la cadena, donde todos los obreros se encuentran sometidos a la misma cadencia por la mis­ma velocidad de la cadena. En el trabajo de oficina, la vi­gilancia no puede ser ajustada por el metrónomo de la fábrica. Del mismo modo la permanencia del co,,ntrcl debe ser recordada por otros medios. Rivalidad y discrimina-

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ción, aseguran a;los supervisores un jgran poder. ‘ '' El jefe también busca hacer háBlár á los enipleados so­

bre sus compañeros. Lo que no puede obtener directamente de la interesada, se lo arrebata a la colega, maHntencioA^^

V, , modo se forma todo un sistema, de relaciones desospecha y de espionaje. Esta trama es bastánte compacta y coherente como para tomar difícil la escapatoi-ia o simple­mente la no-participación en el sistema. Encarar en el tra­bajo de oficina únicamente los dolores de posturas o la car­ga psicosensorial es un grave error. A la falta de interés por el trabajo se agrega l.a_^siedad finto de las relaciones humanas profundamente parasitadas por la organización del trabajo.

El ejemplo del sector terciario es particularmente propi­cio para la introducción de un nuevo problema respecto a la relación vida mental-trabajo. Se trata, en efecto, de no lim­itar la investigación a las relaciones individuales o colec­tivas respecto de la organización del trabajo. De la organi­zación del trabajo y de las restricciones que provoca al apa­rato mental (insatisfacción y ansiedad), ¿no podemos bus­car las repercusiones sobre las relaciones inter-indi- viduales, es decir una modificación de las relaciones es­pontáneas que podrían existir entre los empleados? En el caso del trabajo taylorizado, es el tejido relacional en sí mismo el qúe de alguna manera se.disolvió. En el caso de las profesiones expuestas a una fuerte carga de ansiedad como en la construcción, por ejemplo, pudimos damos cuenta de los eTectos nocivos de la ideología defensiva del oficio.

La contaminación de las relaciones afectivas en el sec­tor terciario, su desestructuración en el trabajo en cadena (un ejemplo caricatural es ofrecido en ciertas fábricas de automotores de la región parisina en las que se constituye una cadena siguiendo la siguiente secuencia: un obrero árabe, y luego un yugoslavo, un francés, un turco, un español, un italiano, un portugués, etc., con el propósito de impedir toda comunicación durante el trabajo), son tam­bién fuente de un sufrimiento suplementario. Frustración y ansiedad, deben ser vividos en el aislamiento y la sole­dad afectiva, que tiene como efecto agravarlas aún más.

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5. Las diferentes form as de la ansiedad j

Podemos rcagrupar esquemáticamente; los diferentes componentes de la ansiedad en tres rubros:

a) La ansiedad relativa a la degradación del funciona-psico-afectivo: En Base a lo

dicToo^ elpárrafo anterior se pueden extraer dos tipos de ansiedad. LajgjTmgrjxj^ desestructuración de jasrfilíiciones psico-afectivas espontáneas con los compañeros de trabajoT'o' de su" iritoxicaciiíñ'pórTardiscnmmación y la sospecha; o de la implicación fólrzada^eñlas relaciones de vióTeiicia y de agresividad con Tá''j‘érarquí^^ La perturba­ción de las inversiones afectivas provQcadas..por Ja qrga- mzación del trabajo puede poner en peligro el equilibrio menUAl de los trabajadores. Generalmente son concientes de este riésgo. La necesidad de descargar la agresividad conduce a la contaminación de las relaciones fuera de la fábrica y en particular de las relaciones familiares. _Eer cnrrir a bebidas alcohólicas es a veces.una forma de ate- nuar la tensión interior. Finalmente, el consumo„iie_.psi- c'ólr0 pTc^s~^estinados^a la agre-sividiul y de la tensión, interior^.e5„una_úItima_solución. El segxmdó tipo de ansiedad se refiere a_la desorganización del iuncionamiento mental. Ya mencionamos en el capí­tulo de la insiitisfacción en el trabajo, la¿j:eatrifidanes^aue tprminan en una autorepresión del propio funcionamiento

y ftn ei estuerzó por 'ioani.teo¿f los comportamientos, condicionado^ De estos efectos;específicos de la organiza­ción del trabíijo sobre la vida mental de los trabajadores, resulta una ansiedad específica compartida por gran parte de la clase obrera: sentimiento de esclerosis mental, de parálisis'dé^áTmáginación, dejajpüiésta en r^eposo deja in- teligt'nciaj^en cierto modo dé despe7s¿ii¿Dza¿ióñ,

b) La ansifdad relativa a la desrádación del organismo: La Sí'güñdiríorma de ansiedad r^eiuItaTdel riesgo que pesa sobra la salud física. Las malas condiciones de trabajo po- rieiTeir^ligr'.'' al. cuerpo de dos maneras: riesgo de acci- deñtí de carácter repefftiñó y ^ aye d~e entrada^ ras?^«íi® sftfSc^ muerte).'lnesgo’ de eriferrnedades

profesionales o de carácter profesional, aumento del índice d ? morbilida^^cortamiento de lá esperanza de viJa^ en“

, fermedad^^psicosomáticas”. Dijimos anteriormente que las condiciones de trabajo impactaban sobre el cuerpo mientras que la organización del trabajo tiene como objeti-

. yo el aparato mental. Hay que agregar ahora que las ma­las condiciones de trabajo no sólo son nocivas para el cuer­po, sino también para el espíritu. La ansiedad resultante de

'"Jas" amenazas contra la integridad del organismo es clara-

Í mente de naturajeza mental. La ansiedad es el brote psíquico del riesgo que hace correr al cuerpo la nocividad de fas co'ndíconesdejrabajo. , "

c) La ansiedad engendrada por^ la “disciplina del ham fcre”.‘TA pesar de un siifrimiento mental _del cual ya no po- démos decir que se lo ignoraba, los trabajadores permane­cen en sus puestos. Exponen su equilibrio y funciona­miento mental a la amenaza que contiene el trabajo jg^ra hacer frente a una exigencia que es aún más imperiosa: sobrevivir. Ansiedad de la muerte. Ciertos autores llaman a ésta ansiedad como la “disciplina del hambre” ' . Si se encuentra en parte ocultada en la clase obrera, esta ansie­dad es sin embargo particularmente explícita en el sub- proletariado (vér capítulo I). Pero en todos los casos la dis­ciplina del hambre no forma parte directamente de la rela­ción hombre-organización del trabajo. Ella es más bien su condición.

Antes de retomar el estudio de la insatisfacción y la an­siedad para analizar sus efectos sobre la salud, nos detén- drémos en un caso particular de la relación hombre- trabajo en la que se acumula una importantísima cantidad de molestias. 'Veremos que en lugar de suscitar una ansie­dad proporcional, estas temibles condiciones de trabajo están en el origen de una excepcional adecuación hombre- tarea. Esté destino mental insólito del peligro resulta de re­laciones complejas entre satisfacción y ansiedad. Había­mos precisado que la distinción entre estos dos sectores de la carga psíquica era arbitraria y propuesta sólo por las'ne- cesidades de hacer esta-presentación. El capítulo siguiente está destinado a mostrar que el análisis de los detalles- no debe adelantarse a la observación del conjunto.

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Capítulo IV

UN EJEM PLO EN CONTRAPOSICION: L A AVIACION DE CAZA

Presentación de la situación

Una base de aviación de caza se presenta como una in­mensa colectividad que reúne miles de personas compro­metidas en una tarea común, al igual que las obreras de una colmena, para que pueda realizarse la misión de los pilotos que son apenas unas decenas en total. Aparece en­tonces una ruptura entre el personal navegante y el resto de la colectividad. Una ruptura que, de hecho, es activamente mantenida por los mismos pilotos. Podríamos dar a esta actitud psicológica varias explicaciones en la que tendría lugar una vez más la existencia de un sistema defensivo específico, “ideología del oficio”, destinada a evitar las discusiones inoportunas que podrían cuestionar su orgullo de “caballeros del cielo”. Esta ideología no es un efecto se­cundario del trabajo sino que es, como es posible mostrarlo, una verdadera necesidad de mantener una moral de or­gullo, de insolencia y de agresividad.

Cada una de estas actitudes es, como lo veremos luego, indispensable para afrontar las condiciones de trabajo. A un piloto de caza no le gusta hablar de él a un extraño en términos personales, así como sobre las razones que lo llevaron a elegir ese empleo, ni incluso hablar de su traba-

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joJ Contrariamente a los pilotos de aviones de transporte, que son de más fácil contacto, se interesan en las cues­tiones médicas y hablan, extensa y voluntariamente sobre u , la naturaleza de su trabajtf y las condiciones de trabajo, los pilotos dé caza tieneií una actitud verdaderamente dife­rente. J '

Al parecer los pilotos de caza tienen una relación con su trabajo mucho más tensa que los pilotos de transporte; el equilibrio psicológico realizado individualmente y en gru­po (en las escuádriHas) a propósito de las experiencias la­borales apárece como mucho más costoso y exige, entonces, ser protegido de las miradas indiscretas y especialmente de toda conversación o diálogo que pueda poner en eviden­cia las cuestiones de seguridad y de accidente.

El grupo de los pilotos de caza vive al margen para pro­teger su forma de funcionar, y tál vez sería "convenienté respetar este distanciamiento sin el cual una conversación fuera de lugar podría traducirse, sin mediatización, en in­cidentes durante los vuelos siguientes.

Las con d icion eé de trabajo

En un avión de caza se concentra una cantidad impor­tante de tensiones relacionadas con el entorno. Imagine­mos un piloto de caza en su cockpit; su situación no tiene nada de envidiable. El espacio de que dispone, reducido al mínimo, deja justo el lugar para sentarse incómodamente en un asiento metálico (en el cual la rigidez está justifica­da por argumentos de seguridad con relación a la eyec­ción). Apretado por las múltiples correas que le rodeán el cuerpo y muslos, apenas puede moverse; el casco está lo su­ficientemente ajustado sobre su cabeza como para no des­prenderse en caso de eyección; la nariz y la boca están cu­biertas por una máscara que está conectada por medio de un tubo a las reservas de oxígeno del 'avión; en las manos, guantes y dobles guantes son indispensables para luchar contra el frío. El trabajo exige a veces desplegar una im­portante fuerza física (para poder accionar el mango que se vuelve inquietantemente rígido en ciertas posiciones del aparato). Las variacionés de temperatura pueden ser con­siderables, así como los cambios de presión que a veces son

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difíciles de soportar y que exponen al piloto a riesgos de aeroembolismo, de disbarismo, de hipoxia y hasta pérdidas de concicimiento.' Las aceleraciones hégativás b positivas pueden llegar a alcanzar 7 g, lo que ocasiona desórdenes en el sistema cardiovascular, la presión arterial, los liga­mentos suspensores de las visceras, etc. El ruido es a veces' muy intenso (e incluso en ciertos aviones provoca sorderas profesionales: por ejemplo en la aeronaval). Las’ vibra­ciones de baja frecuencia, así como las trepidaciones del aparato son muy penosas y el casco es inútil para protegerlo de los golpes contra el vidrio. Las condiciones de lumino­sidad varían con la meteorología, la hora del vuelo y, du­rante im mismo vuelo, esto puede suceder en un instante en función de la altitud, mientras se alternan encandila- miento y oscuridad, con lo cual la lectura de los instru­mentos de vuelo se vuelve particularmente fastidiosa. Además, el ambiente químico puede estar contaminado por las inhalaciones de gases quemados, de vapores o de gases tóxicos. Concluiremos diciendo que también existen riesí- gos de explosión y de quemaduras.

Sólo pueden apreciar con justeza estas enormes ten­siones aquellos que ya tuvieron su experiencia con los a- viortes de caza. A pesar de los dolores en los oídos, los desórdenes neurovegetativos, las náuseas, los dolores ab- domirìalès, las hipersialoreas, los sudores, las cefaleas, los problemas visuales (disminución del campo visual, velo ríegro, velo rojo, displopía), las dificultades respira­torias durante las grandes aceleraciones, los cambios en la presión arterial— a pesar de todas estas molestias—-, el pilotò debe conservar intacta toda su lucidez y sus facul­tades psicosensoriales para poder vigilar los indicadores, las pantallas de radar, las señales luminosas de varios colores o alternativas, las señales de alarma, las informa­ciones visuales y sonoras. El debe, por otra parte, vigilar el exterior y mantener conversaciones con sus compañeros, con el control aéreo terrestre y todo esto en dos lenguas (francés e inglés) según quién sea cada interlocutor.

El funcionafniento hombre-máquina£x4?c la perfección: El menor desperfecto en este mecanismo sincronizado de

fracción de segundo, significar la müéfító. Si el altímetro le da un dato incorrecto, si el hóri-

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zonte artificial se desvía lentamente, si aparece una pérdi­da de aceite, si una rajadura hecha por el desgaste llega a romper una aleta del compresor, si el piloto sucumbe a un instante de distracción, si por una aceleración mal calcu­lada el piloto descuida un segundo su atención, si duda so­bre un procedimiento en caso de incidente, si él está pertur­bado por una orden mal enunciada por el jefe de escuadrilla, si tan solo se encuentra un poco “tenso” por causa de un motivo familiar... Cualquiera de estos factores tomados individualmente puede precipitarlo a la muerte.

De esta proximidad permanente con la muerte, de la pro­hibición de tener desfallecimientos materiales, físicos o psíquicos, surge una ansiedad que solo tiene su equivalente en la dimensión fuera de lo común de los riesgos que im­plica una misión aérea.

Si agregamos a esta descripción el hecho de que ciertos instrumentos de navegación, de tiro o de pilotaje no siem­pre son precisos, y sobre todo que sufren distintas desvia­ciones según los aparatos, si sabemos que los accidentes graves no son excepcionales, podemos preguntamos ¿por qué existe todavía gente para afrontar tales condiciones de trabajo?

Los argumentos de orden material tienen escaso peso si consideramos que un número importante de los pilotos de caza es reclutado de entre los suboficiales para los cuales el sueldo no supera, o solo es un poco mayor que el de tm em­pleado de oficina. Es en otras instancias que tendremos que buscar las explicaciones.

Posición original de la relación salud- organización del trabajo

A diferencia de lo que observamos en la producción in­dustrial, o en la construcción, podemos cons'tatar que en la aviación de caza, pilotos y superiores generalmente se po­nen de acuerdo para mejorar la relación salud-trabajo. Cada avión representa una verdadera fortuna y para ase­gurar que vuelva a su base es necesario que los pilotos estén “en buena salud”. Además, un piloto ciíiesta caro, por su for­mación (avión, Base-Escuela, cpmbustiblé destinado a la instrucción, etc.) de tal forma que su vida ^ es

.objeto de todas las atenciones. La operaciOnalidad de la ayiación de cáza d.epende de las perfpjmtóces dé los pilotos y de la buena adaptación hombre-máquina. És por ese mo­tivo; que la orgíQííiación del trabajo se preocupa no sola­mente del propeso tánico sino que se dedica de lleno,'por así decirlo, a favorecer el trabajo de los pilotos.

En la organización del trabajo, podemos recoger tres ejél'^'íiriíicipales alrededor de los cuales se orientan los es­fuerzos por el mejoramiento de las relaciones hombre- máquina.

Adaptación del trabajo al hombre.

Las técnicas utilizadas para adaptar el trabajo al hom­bre en el campo de la aeronaútica. son las que cuentan con el mayor número de realizaciones. Se lograron progresos considerables mucho antes de que se iniciara la campaña por el mejoramiento de las condiciones de trabajo en la in- sonorización, l¡a climatización, la presurización, los me­dios de telecomunicaciones, la iluminación, la concepción del puesto de trabajo, la presentación racional de los ins­trumentos, la automatización de los cálculos, la, duplica­ción de los instmmentos como medida de seguridad, la di­visión del trabajo entre los operadores, etc... que culmi­naron en los aviones de transporte que conocemos hoy en día y que son “más seguros que los colectivos”.

A daptación del hom bre al trabajo.

Este segundo eje desempeña sin duda un papel prepon­derante; se trata en efecto, del aprendizaje, de la formación y del entrenamiento de los pilotos de caza. Sería demasia­do extenso en este momento mencionar el curriculum vitae de un piloto. Basta con saber que, reclutado entre los me­jores elementos de la Escuela del Aire, recibe una forma­ción de ingeniero y de técnico, es sometido a un entrena­miento físico intenso, se beneficia cón un aprendizaje aéreo que, por sus condiciones, pone en cuestionamiento to­dos los otros cursos teórico-prácticos que se dictan en las es­cuelas y universidades (relación numérica entre profe­sores y alumnos, medios m ateriales puestos a su disposición, etc.).

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. Pero este entrenamiento y esta formación prosiguen y se prolongan durante toda su vida profesional. No se trata de dejar bajo ninguna circunstancia que el alumno pruebe o trate de enbontrar por sí solo los procedimiénüs á utilizar en¡caso de emergencia (contrariamente a lo que observa­mos en la industria química por ejemplo (ver capítulo 5)V. Un aparato solamente es puesto en servicio una vez que fue sometido a una serie de pruebas convincentes y es entrega­do a las fuerzas armadas con todos los procedimientos ne­cesarios y todas las reglas de Utilización.

Luego de cada accidente tiene lugar una investigación técnica de una calidad tan excepcional que haría palidecer a todos-los miembros de los comités de higiene y seguridad de Francia y Navarra. El menor detalle, lá menor sospe­cha, tiene como consecuencia una nueva nòta de servicio, que se distribuye-en todas las Báses de Francia, tiene qúe. ser respetada dando la orden de proceder a una revisación sistemática de todos los aviones o de reemplazar determi­nada pieza de todos los motores, etc. Todo error p negligen­cia en el mantenimiento del material es sistemiáticamen- te sancionada. Notamos la gran diferencia que hay res­pecto dé las lamentables discusiones acerca de las causas y responsabilidades de los accidentes en .la_ industria.

Toda la actividad del piloto en la Base y en tierra está centrada en darle los medios, no solamente de limitar al máximo los riesgos o incertidumbres durante su misión, sino también en corregir las eventuales anomalías que podrían aparecer en vuelo: aprender a servirse de los ins­trumentos así como de los nuevos artefactos ¿ verificar los procedimientos correspondientes a cada incidente, recitar y repetir las etapas sucesivas de cada procedimiento, prepa­rar minuciosamente cada misión, tomar en cuenta los da­tos metereológicos, entrenarse en el simulador, etc. No existe, según nuestro conocimiento,una situación de traba­jo comparable en cualquier, otra rama de actividad donde se haya impulsado y mantenido con tanta asiduidad y vo­luntarismo el nivel de formación de los operadores.

Toda actividad en tierra, además de su valor técnico, real y concreto, juega un papel fundamental desde el punto de vista psíquico al ser\ñdo del equilibrio^^

;-''ííó'-ídáÜ'1fé ‘1á'péi^^

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La preparación técnica para llevar a cabo las misionés es también -Una preparación ásícóiÓ gicS 'al Wciáénté, a lo im­previsto, al accidente, a tMas e ^ s situaciones que proyec­tan al piloto a la proximidad ae la muerte. Ella tiene un papel considerable eh la defensa que es puesta en práctica para luchar contra la ansiedad y el miedo.

La selección de los p ilotos

La adaptación de la relación hombre-máquina y la bue­na calidad de la relación salud-trabajo descansan tam­bién sobre la selección ya que solamente se reclutan súj'etos rigurosamente seleccionados, física y psicológicaníénte. Desde hace tiempo en la aviación de caza, no se registran accidentes causados por desórdenes psicológicos. Hay una buena selección médica que al ingresar, es perfectamente eficaz. En este caso la medicina del trabajo es de calidad. Es uno de los sectores donde los médicos del trabajo son de los más competentes. Pero incluso aquí, la vigiláncia médica, aunque no hace ninguná indulgencia frente a un resfrío (que podría provocar catástrofes por causa de las va­riaciones de presión), procede sobre todo por eliminación. La prohibición, momentánea o incluso definitiva de volar, es decretada a partir del mismo momento en que aparece una pequeña anomalía física. Tal selección prosigue du­rante toda su carrera.

Adaptación real de las condiciones de trabajó al hom- bré, entrenamiento riguroso de los pilotos, selección “hasta el extremo”, llevan al perfeccionamiento de, la relación hombre-máquina.

Sin embargo, la organización del trabajo en la aviación de caza está al servicio de la salud y dé la seguridad de este personal solamente por n&cesiá&á. Salad y seguridad están estrechamente relacionados con la operacionalidad, pero no son sinónimos. Efectivamente, existe un debate' 5 en térmi­nos muy crudos acerca de este tema: ¿qué relación existe entre la seguridad y la operacionalidad?. Resulta evidente qué si ponemos la seguridad en el puesto de comando póde-

.^.mosgéfectivamente hacer disminuir (o incluso hacer ide- sapárecer) todos los accidentes. Es lo que ocurre, por ejem-

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pio, en los transportes aéreos militares donde los acci­dentes ya casi no existen . En cambio, en la aviación de' caza, persiste todavía un residuo cuyas causas ;ya no son materiales. Es lo que se llama “factor humano”. Sin em­bargo estos accidentes son “útiles” para mantener la agre­sividad y el gusto por el riesgo por parte de los pilotos de caza.

En cambio, en el caso de los vuelos de transporte se pone la seguridad en el primer plano de los valores morales e ideológicos: aplicar los procedimientos, no tomar nunca riesgos inútiles, no hacer ninguna hazaña, considerar al profesionalismo y a la seriedad como las mejores cuali­dades... Las actitudes tontas, temerarias, aventureras, son proscriptas y sancionadas. El fin integra a los medios.

En la aviación de caza, demasiada seguridad conduce a transformar la fuerza aérea en una gran escuela y no en un instrumento operacional. Todo está .centrado en la agre­sividad, en el éxito a cualquier precio, el coraje, la acción, la proeza, el heroísmo, etc. El fin prevalece sobre los medios . Hacer un tonel de más o de menos, volar a una altitud in­ferior a la indicada, utilizar la post-combustión, ser ri­guroso sobre los incidentes, respetar Iqs procedimientos de tiro, todo esto no tiene importancia. Solo cuenta el resulta­do. Hay que ser operacional , con el peligro de asumir ries­gos en todo momento; o sea, en otras palabras, menospre­ciar la seguridad. “Acá no somos conductores de micros”. Toda mejora en las performances del avión o de sus poten­cialidades permite al piloto asumir todavía un número mayor de riesgos.

Tenemos, entonces, una limitación de la seguridad a nivel de los hombres pero también a nivel de los aparatos. Sería sin duda más prudente construir aparatos bimotores, pero esto costaría más caro y hay que prever la pérdida de aviones en caso de guerra. Entonces los pilotos tienen que aprender a reencender su único motor en el caso de que este fallara en vuelo. Efectivamente, ellos lo sabep„hacer, ya que este incidente muy frecuente ocurre varias veces du­rante la carrera del piloto de caza. Son también numerosos los que tuvieron que eyectarse luego de una niptura del compresor.

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En la aviación de caza, la primera característica de la ' , , relación entre el hombre y su trabajo y entre la ansiedad y ’

el riesgo, es su destino radicalmente diferente del que se puede observar, por ejemplo, en la construcción o en la pe- irofiuímica. A pesar del mantenimiento minuciosa de un íii#^;:i^sidual, organización del trabajo, jerarquía y pilo­tos se ponen de acuerdo para mejorar la seguridad, lo que no es el caso en la industria. Por otra parte, la superioridad jerárquica brinda un esfuerzo considerable en la instruc­ción para que los pilotos adquieran ún verdadero control sobre ese riesgo, el aprendizaje no es aquí una palabra en vano. Una vez más, la situación es bien diferente de lo que observamos en la industria.

La cuestión de la satisfacción en el trabajo

A pesar de la adaptación del trabajo al hombre y de la adaptación del hombre al trabajo, los riesgos son aún im­portantes, las condiciones de trabajo siguen siendo todavía de ujna rigurosidad excepcional; incidentes y accidentes no son excepcionales. El efecto que tiene la satisfacción en el trabajo permite absorber esta diferencia. La misma pro­viene de distintos orígenes.

La ideología de los cazadores: el piloto retoma, por su cuenta, los objetivos del ejército, de la aviación y de la caza. Los pilotos de caza piensan que forman una élite. Elite, primero, en el seno del ejército, yá que la fuerza aé­rea es más respetada que la marina, y a su vez, la marina más que el ejército de tierra. En segundo lugar éhte dentro de la fuerza aérea ya que son los “caballeros del aire”. Es entre ellos que se recluta el Estado Mayor de la Fuerza Aé­rea. Elite por fin, respecto de la nación y admirados por casi todo el mundo: héroes, ellos encarnan la síntesis del coraje individual y de la competencia técnica, ellos repre­sentan el ideal del que todo lo puede que encontramos en to­dos los niños y que a menudo permanece latente en muchos adultos. El elitismo es admitido, cultivado, y los pilotos de caza mantienen un desprecio hacia todo el resto de la hu­manidad, miserablemente reducida a su condición de te­rrestres. La admiración de la cual son objeto y el orgullo inigualado por otras profesiones están fundados precisa-

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mente en la confrontación con ese peligro ejemplificado en el oficio. Admiración, orgullo, éxito y dominio de la anv gustia están ligados en una forma inseparable y se valorií zan unos a otros. '

j La motivación y el interés por el trabajo: efectivamente, la'tarea del piloto de caza es de una complejidad, inusual y necesita, cómo ya lo señalamos, una perfecta asociación de todas las cualidades intelectuales, psicológicas y físicas; Pocos-oficios réálizan tal unidad teórico-práctica y pocas situaciones reclaman tantas capacidades a uri solo sujeto y en forma simultánea. La valorización del cuerpo y de la mente debido á esta situación de trabajo es el reflejo de la síntesis trabajó intelectual-trabajo manUal. ;

E l lu gar excep cion a l que ócüpa la m ótiváción

En el oficio'dé piloto de caza, la motivación es objeto de lina atención ejemplar por parte de los superiores.

— Primero a nivel de la selección, donde, entre los cri­terios de elección de los candidatos se acuerda un interés muy particular á los juegos que fueron preferidos durante la niñez: .el gusto por el aeromodelismo, lectura de aventu­ras, relatos de pilotos, gusto por la mecánica, experiencia en aeroclubes, etcétera.

— Luego, durante toda su formación, los superiores otor­gan una nota evaluando el deseo de volar, la búsqueda de misiones arriesgadas, la “agresividad” de los alumnos pi-' lotos, todo eso catalogado bajo la rúbrica “dinamismo”. Duda, desaliento, decaimiento de la motivación son minu­ciosamente observados, consignados y tomados en consi­deración.

— Finalmente, durante toda la vida del piloto de caza, le basta con no tener ganas de trabajar para que sea au­tomáticamente dispensado de hacerlo. Por más que su de­seo dure solo algunos días o semanas, en el momento en que ya no tenga más ganas de volar, su descalificación no se hará esperar. Esto es así porque en este empleo háy que estar motivádo a cada instante, porque en caso contrario el enfrentamiento con el peligro, podría terminar en una

La importancia dada en este trabajo a la motivaciór, modifica radicàliìiente los„datos relativos a la; Psicopato-

í "logia del Trabájo con respecto a lo que observamos en la clase obrera. ; ' ' ‘ '

La diversidad del trabajo, la complejidad de la tarea, la calificación que es requerida, el perfeccionamiento per­manente, la libre elección de la tarea, el lugar que ocupa la motivación, el ejercicio simultáneo de todas las potenciali­dades físicas, psicosensoriales è intelectuales, colocan a la

--. aviación de caza en una oposición punto por punto acerca de lo que describimos en la industria y particularmente en las tareas repetitivas. ' i ..

Este ejemplo contrario nos. muestra que los dos sufri­mientos principales qúe surgen de la relación ’hómbre- organización del trabajo, es decir, la ansiedad por una parte y la insatisfacción por otra, no ocupan una posición de igual nivel en la dinámica psicopatológica. La aviación de caza nos muestra que una ansiedad de considerable inten­sidad puede perfectamente ser tolerada con la condición de que sea equilibrada por la acción del sistema motivación- sáiisfdcción. En otras palabras, los efectos de la ansiedad o- casionados por la organización del trabajo están sujetos al rnultiplicador o al divisor que depende de la satisfacción en el trabajo.

La estinictura m ental de los p ilotos de caza.

Guando nos referimos a este ejemplo, es fácil darse cuenta de la: dificultad para diferenciar, en la insatisfac­ción' én el trabajo, lo que releva del, contenido significativo y lo que correspónde al contenido ergonòmico del trabajo. Dáda lá diversidad de las exigencias; de la tarea, las múl­tiples molestias y la cantidad de aptitudes y de cualidades psicomotrices y psicosensoriales que son requeridas, és ob­vió que esté trabajo conviene solamente a un número limi­tado de individuos. Dado lo que está en juego, tanto en su aspecto material como estratégico, es evidente que no se pueden imponer estas tareas a cualquier trabajador cómo 0cu:^é,en otras ramas de actividad. Habíamos dicho que la .ansiedad relativa al riesgo que supone la tarea puede,'de alguna forma, ser modulada por la relación con la satis­facción. "S.’;;-:..

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lintre los dos componentes de la satisfacción_en el trabar­ían relación con el contenido ergonòmico" y él contenido

i///i)nc«tivo) existe también una rela< ión jerárquica. La marcha de las aptitudes psíquicas y psicosenso-

y satifacción que resulta de ello, no pueden po- ii'«(/do manifiesto a menos que antes haya un compromi-

|)(tii»do en que se descuenta la satisiacción proveniente *|() Íí< relación del contenido significativo de la tarea. Es

II’ Krto que debemos insistir con un pocci» más de detalle so- lo que sigHificativamente está en juégo y el placer de la

,'.'lición dol piloto de caza. ¡jOuáles son entonces las motivaciones del piloto de

iMi'i El deseo de volar condensa lás aspiraciones de ser 1 )odoroso, de superación y de liberación con relación a !' imites humanos: liberarse de la gravedad, de los

velocidad y de la distancia. El piloto de caza as- ilt'H liberarse de las restricciones, no tanto psíquicas sino

*',l,)riales. Volar es liberarse de las leyes de la fi'sica. Vo- 1 1' nolo es una situación muy valorada por los pilotos de i'itftti opone a lo que ocurre, en la aviación de' Importe con la división del trabajo que se efectúa en 1 luipo entre varios hombres. Volar solo representa el su- 'himuo placer donde el piloto se entrega al gozo narcicista. l;,( OHO.S instantes privilegiados se logra una verdadera re- ^molliación entre el yo adulto y las aspiraciones arcaicas \ |l idoal (ideal del yo) fuente de un sentimiento de bienes- tiv\' d<' victoria y de exaltación. En la etapa de formación en

iCiiOUola, encontramos a veces alumnos que no llegan a ideal con la realidad. Después de varios fraca-

OO vuelo, el alumno-piloto muy fogoso es generalmente*»ViAdo de lado.

' I.UOKO, el ideal del yo queda convertido eneZ principal ‘vív'vr de la actividad profesional : si es capaz de despreciar i> Utrro que afronta cada día, es porque el pilp|Q. es guiado

V r rtiipiraciones esencialmente orientadas hacia la supe- '.jvóu’" ' mismo. El ideal del yo tiene tambíéivotro papel vv\ irt vida del piloto de caza: su pertenencia al grupo de pi- ni escuadrón, a la escuadra- Preso de su narcisismo,

'"dudablemente encontrar su doble en sus colegas, y ^^^nu>nte es capaz de identificar y brindar amor a los ob­

jetos que pueden ocupar un lugar muy preciado respecto de su ideal del yó.'De hecho, la horabséxúalidad'láitenté'es una de las características de los pilotos de caza. El deseo de re­cibir una confirmación narcisista por parte de sus seme-

...jantes lleva al sujeto a exhibirse ante ellos.jEsté comporta- evidente en los escuadrones, donde el exhibicio­

nismo no corresponde únicamente a las cualidades excep­cionales, sino también al conjunto constituido por la perso­na física y su vestimenta. Podemos ver el poder con que el ideal del yo se ejerce sobre los pilotos de caza de una mane­ra tan demostrativa en otra situación: a menudo ellos están casados con mujeres hermosas, ricas en color, repre­sentativas, y establecen con ellas relaciones donde deben dar prueba, ante las miradas de todos, de su virilidad y de su poder. Sin embargo las relaciones conyugales no afec­tan jamás la inversión libidinal inicial, narcisista, im- plementada en el trabajo. Cuando se realiza una transfor­mación más importante en la vida familiar, estalla un conflicto entre la vida profesional y el compromiso fami- lial que a menudo culmina exp¿rimentando_angustias en el transcurso de una misión y paulatinamente con una re­planteo de la actividad desarrollada en el lugar de traba­jo .

Otra característica es que la transgresión permanente que supone ese trabajo no acarrea ninguna culpabilidad. Por más que sea un combate aéreo o la muerte del adversa­rio, en ningún momento notaremos rastros de remordi­miento. La agresividad es muy valorizada, es úna exigen­cia fundamental del oficio; ella choca con pocos obstáculos y en el caso contrario conduce inevitablemente a la inca­pacidad psíquica del piloto para volar. Cuando esto último sucede, lo que predomina no es tanto el sentimiento de cul­pabilidad como la pérdida de confianza en sí mismo, la desvalorización narcisista, mientras nace al mismo tiem­po una sintomatología de carácter depresivo.

Es por eso que la profesión de piloto de caza parece estar ligada a una fijación en un estado pregenital y pre-edípico del desarollo de la personalidad.

Sin embargo, la profesión de piloto de caza exige poseer en forma simultánea una visión acertada de la realidad y sólidas bases en el campo del conocimiento y de la discipli­

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na científica y técnica. Hay que tener presente que todas estas disciplinas, son enseñadas en tierra en un marco muy jerarquizado y muy militarizado. A l ,,m de la ’forijnación técnica, ,la formación'militar ocupa un lugar importante. Este punto es esencial: la formación en tierra, ■que es felativámente larga y repetitiva, prosigue,durante toda su carrera; está estrechamente ligada a la vida mili­tar; Esta observación nos hace pensar que la moderación necesaria de las aspiraciones del ideal del yo está asegura­da por el apoyo exterior (el orden militar) que se expresa por medio de las necesidades de la realidad, de la disciplina y de lo prohibido, es decir el Superyo.

Las características de los pilotos de caza pueden enton­ces enunciarse así: falta de madurez, interrupción del de- sarollo mental a mitad camino entré la etapa-fálica y la etapa genital, hipèrtròfia del ideal del yo en detrimento del superyo, importancia del narcisismo \:on respecto a las re­laciones objetivadas, una homosexualidad que es más con­templativa, comparativa y exhibicionista que puesta en práctica. El conflicto más característico es el que opone el yo frente al ideal del yo, y la an^stia que resulta de ello se sitúa en el espacio del narcisimo. Estas personálidades son las dél tipó'que fueron señaladas por Kohut^^. La angxistia fundamental del piloto de caza sería la de un ser limitado, de un ser comparable al común de los mortales, un ser ne­cesariamente modesto, que tiene que reconocer la existen­cia del otro y sus diferencias, un ser que es llevado a inver­tir sus deseos en otro que no sea él mismo, que no se basta a sí mismo.

En el piloto de caza, esta “angustia de los límites” se ubi­ca en el centro de la vida mental, de sus elecciones, de su orientación, a tal punto que su vida profesional aparece como una respuesta . Afrontar la,adversidad, el peligro, de­safiar las circunstancias y la naturaleza, proyectarse en Una situación de riesgo, no representa para la personalidad del piloto la misma performance que para un neurótico me­dio. Es, por el contrario, una superación del conflicto nar­cisista que opone el piloto a su propia imagen, algo así como im cable a tierra para su angustia fundamental. Cuando él desafía las fuerzas de la naturaleza, en realidad se está

_, desa§.a^Oja sí rniSTOO, y es en ese énifrentamientof y ■ sobre

miento, y sobre todo en el éxito, que llega a superar Su an­gustia. És por eso que valoriza sobre todas lás cosas su con­dición de piloto solitario, en un avión monoplaza, situación qüe a cualquier otra estructura de personalidad le pare­cería como algo temible, insostenible y monstruoso. Obte­nemos entonces la siguiente conclusión, “la angustia de los límites” no es reactivada solamente por el hecho de vo­lar, sino que es ante todo la motivación misma del vuelo. La vida profesional es una respuesta grandiosa a esta an-

■ gustia desmedida.Esta descripción del piloto de caza es menos caricatural

de lo que podríamos creer. En efecto, las reiteradas inves­tigaciones nos muestran que todos los pilotos de caza 'bpera- cipnales presentan características psicológicas réalmente estandariizadas. Toda variación respecto de ese modelo conduce irremediablemente a una descalificación, a un traslado o a un accidente. Esto se entiende si tenemos en cuenta el hecho de que el menor desfallecimiento en la mo­tivación, el entusiasmo o la agresividad, puede llegar a re­plantear la calidad de la “performance”, lo que en esté caso significa un accidente.

Estas Comprobaciones nos hacen plantear natural­mente una pregunta: ¿cómo se llegan a seleccionar indivi­duos que presentan simultáneamente aptitudes en cálidad y en cantidad excepcionales y a la vez un sistema de moti­vación tan insólito?

El tem a de la se lección m ental

Dirigida al cuerpo físico y a las cualidades intelectua­les én primer lugar, la selección es tan draconiana como el número de aviones, y por lo tanto, el númeí^ de pilotos re­queridos es particularmente restringido.

A pesar de que la selección fi'sica sea muy conocida, la selección psíquica no está instituida, a excepción de la ad­ministración de algunas baterías de tests para los sub­oficiales, pero generalmente es considerada como inexis­tente, y de todas forma imposible. Esta selección existe'de hecho, pero responde a modalidades muy particulares;'Se realiza entre dos polos. En un extremo la población qüe se dice estar motivada, y por el otro las condiciones objetivas de trabajo.

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En el centro.de la motivación retenemolaél pl^ del poder absoluto y la formación agresiva, en otras palabras, la asociación combatividad-gusto por el riesgo. Estos dos caracteres son todavía bastante vastos como para abarcar una población de candidatos que es mucho más importante de la que quedará ál final del curso. En cierta medida, las condiciones de trabajo determinan el “grado” de agresivi­dad necesaria y su forma. Si el avión es seguro y complejo, si la misión no presenta un gran peligro ( como es el caso de los aviones de transporte), la agresividad debe, ante todo, ser canaHzada en el placer del dominio técnico.

Por lo contrario, si las condiciones de trabajo suponen un riesgo máximo y un enfrentamiento directo con el ene­migo (avión de caza, misión de intercepción ), la agresivi­dad necesaria debe ser particularmente potente y debe con­servar su forma inicial en el desairollo' psicológico de la personalidad, es decir que debe preservar su objetivo de destrucción. Como ejemplo podemos comparar los pilotos de los Mirage III con los pilotos del Mirage IV (de bombardeo). En este último, las condiciones de trabajo son intermedias entre las del transporte y las de caza. Se trata de alcanzar el objetivo por una trayectoria simple, desplegando ante todo los esfuerzos técnicos (empleo de instrumentos sofisti­cados, complejos sistemas electrónicos para escapar a la detección del radar), es decir que se sitúen más en el campo del control, que en el del coraje. El objetivo de la misión no es destruir, en un combate a duelo, un enemigo comparable a sí mismo en fuerza, sino que se trata de llegar al objetivo gracias a una buena navegación y de largar una bomba como se largaría un paquete.

Entre los dos polos (de la motivación hasta las condi­ciones objetivas del trabajo) la orientación del piloto no es un hecho casual. Ella se pone en práctica por el juego arti­culado de:

— La selección física, intelectual y técnica^ con sus dos aspectos cualitativo y cuantitativo.

— La formación-progresión .— La adaptación. - ^

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I>a selección

i En lo que se refiere a la selección física, ya dijimos que ella alcanzó un nivel excelente de eficacia gracias al progreso de los métodos de diagnóstico clínico, psicológico y biológico. Prácticamente ya no hay más errores^en la se­lección. La “selección nerviosa”: señala de hecho las “per­formances” psico-sensoriomotrices. Para los sub-oficia- les, se efectúa por intermedio de tests de nivel y de tests psicomotrices. Los oficiales que se forman en las grandes academias no están sometidos a tales tests. Al parecer, la misrna naturaleza de los estudios elimina espontánea­mente a los que no reúnen las aptitudes que son requeri­das. La “selección intelectual” : se superpone con la selec­ción nerviosa y los medios clásicos de tipo pedagógico en las Academias. El control de los conocimientos funciona por eliminación. Al término de esta selección, los “factores psicológicos” solamente han sido tomados en cuenta en la medida en que ellos se manifiesten por síntomas que afec­tan las “performances” fi'sicas nerviosas p intelectuales. Por cierto, esta selección elimina los enfermos mentales graves, afectados por síndromes deficitarios y de grave i- nestabilidad emocional, pero es aún una selección rudi­mentaria pues no ha permitido realizar la adecuación psi­cológica de la población a las condiciones de trabajo.

F o rm a c ió n -p ro g re s ió n

La formación en las Bases-Academias no depende ex­clusivamente de elementos técnicos situados fuera de toda relación psico-afectiva. Formación y progresión aseguran también una selección propiamente psíquica. Esta se reali­za por intermedio de la relación pro/esor-a/umno en un proceso de identificación.

El profesor (que seguramente ya está adaptado a las con­diciones de trabajo) concreta en su persona, sin ser siem­pre conciente de ello, las cualidades psíquicas necesarias para los futuros pilotos. Si el alumno-piloto llega a identifi­carse con el instructor piloto de caza, es porque él también posee lo esencial de las cualidades afectivas, agresivas y “motivadoras” de su profesor. El mecanismo de identifica­

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.

ción funciona en los dos sentidos; los más viejos a veces co-, mentan lo siguiente acerca de los jóvenes pilotos que alea­ban de llegar: “este muchacho no tiene el perfil de cáza” y á menudo su veredicto es luego confirmado. Esta particular aptitud de los viejos para juzgar a los más jóvenes se debe a la necesidad de reconocerse en sus colegas por las vías ya mencionadas de su narcisismo y de su capacidad de identi­ficación. Es durante la formación que se realiza la orien­tación hacia las diferentes carreras en función de las ca­racterísticas de la personalidad de cada piloto.

A pesar de no ser objetiva, y de ser dependiente de los carácteres específicos del profesor o del instructor, esta orientación-selección, que actúa por medio de una relación de identificación y que no depende de los caracteres propios del maestro o profesor, no es sin embargo menos eficaz.

Deducimos fácilmente de este análisis que la calidad de un instructor no depende exclusivamente de su valor pe­dagógico, sino también de sn representatividad psicológica en relación con las cualidades psíquicas que son requeri­das por el trabajo que está encargado de representar frente á sus alumnos. De esta forma, el elemento principal de la selección,psíquica de los pilotos de caza es, ante todo, la re­lación instructor-alumno en la parte práctica de la forma­ción aeronáutica.

La adaptación -

Es la modalidad más sutil y psicológicamente más fina de la selección de los pilotos de caza. La adaptación es en cierta forma la adhesión del joven piloto no solamente a las condiciones de trabajo propiamente dichas, sino también a los valores morales y a la ideología de la escuadra, es decir a todo lo que anteriormente se definió como el sistema de­fensivo elaborado colectivamente por ^l grupo de los pilotos ( que forman la escuadrilla, la escuadra). A ese nivel, las cualidades físicas, nerviosas, intelectuales y técnicas ya no están más en juego.Lo que cuenta ahora es precisamente la calidad de las relaciones con sus camaradas, la adhe­sión a los valores ya existentes, y también la pmrticipación de manera colectiva en su elaboración y en su consolida-

Aunque la ‘"selección psíquica” es diferente de la triple selección física, nerviosa e intelectual (muchas veces, ca­lificada de objetiva), aquella no se llevó a cabo sin coheren­cia. Por lo contrario, es el resultado del juego oculto de las relaciones que acompañan la progresión del alumno desde las evaluaciones o test de ingreso hasta su calificación como piloto operacional. ' ,

En última instancia, el funcionamiento de la cadena selectiva está ante todo determinado por las condiciones de trabajo. Cuando en el futuro se modifiquen los Mirage III, el número de misiones y su contenido, y que cambie rápi­damente su conducción, se modificarán los criterios implícitos de la “adaptación”, cambiarán los instriictóres que provienen de las escuadras, cambiará la orientación hacia las distintas ramas de la aviación militar para un mismo alumno y, finalmente, los excluidos y los que fra- cásaron.en la progresión y en la adaptación ya no serán los mismos.

Las condiciones objetivas de trabajo determinan el ni­vel y él contenido de la adaptación y por consiguiente in­fluyen sobre toda la cadena que culmina en una serie de elecciones de la cualidades psíquicas que son necesarias para el piloto de caza afectado a un nuevo tipo de avión, de la naturaleza de las relaciones interpersonales del grupo, del nivel de angustia a tolerar y, finalmente, de la agre­sividad indispensable.

Dé todo ello se desprende, entonces, una selécción psíquica de los pilotos de caza, que a pesar de ser superflua es, sin embargo, de una extraordinaria eficacia. La buena calidad de la relación motivación-satisfacción y, particu­larmente, el placer que proviene del contenido significkti- vo y simbólico del trabajo son absolutamente indispensa­bles para mantener la máxima “performance” ergonò­mica y también para atenuar la ansiedad. Para ser peiíec- ta, la adecuación hombre-trabajo necesita no solamente un contenido excepcionalmente interesante de la tareá, sino también úna selección rigurosa entre los postulantes para ese oficio. La adaptación excepcional del placer prove­niente del trabajo a deseo, en el caso del piloto de ciaía, le permite afrontar diariamente las condiciones de trabajo que son particularmente nocivas y tolerar una ansiedad

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que, a nuestro juicio, no se produce en ninguna otra situa­ción de trabajo. La estructura mental muy particular de los pilotos de caza contiene tal vez un “grano de locura” que nó; es inútil para osar desafiar la muerte cada día.

La pregunta que aún permanece sin contestar es si el cuerpo del piloto de caza al igual que su locura, no es racio­nalmente explotada por los que lo dirigen y por la organi­zación del trabajo.

Antes de estudiar las consecuencias del sufrimiento asumido por los trabajadores, debemos desviamos un poco para analizar im punto crucial: la explotación del sufri­miento y de los mecanismos de defensa destinados a conte-

, nerlo, mediante la organización del trabajo.

ÍEtííiJSi Capítulo V ,

EL SUFRIMIENTO EXPLOTADO

Aquí hemos llegado al capítulo más insólito, que des­pués de haber suscitado nuestra propia incredulidad, des­pertará sin dudas la misma inquietud y sospecha en eí lec­tor. La actitud espontánea consiste en tomar al sufrimiento físico como punto de referencia. Toda enfermedad del cuerpo no puede ser más que nefasta para la productividad y la rentabilidad de la empresa. Pero ahora constatamos una vez más que el sufrimiento mental no se ubica en otros esquemas explicativos que no sean los forjados por él mis­mo. Es una diferencia esencial que marcá la oposición en­tre la medicina y el psicoanálisis. Ya hemos mencionado en capítulos precedentes algimos aspectos “funcionales” del sufrimiento para la productividad. En las tareas repeti­tivas, los comportamientos condicionados no son única­mente consecuencias de la organización del trabajo. Por otro lado, estructuran toda la vida fuera del trabajo contri­buyendo de esa forma a someter a los obreros a la produc­tividad. La traducción de la vida mental propia de los obre­ros es útil para implementar un comportamiento condicio­nado que sea favorable a la producción. El sufrimiento mental aparece en este marco como el intermediario ne­cesario del sometimiento del cuerpo.

Al estudiar la rama de la construcción, ya hemos señalado el valor funcional de la ideología defensiva del

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oficiow respecto tanto de la continuidad del trabajó sometido . a un gran riesgo, como respecto a la selección del personal.

En la aviación de caza, es la explotación de una locura muy específica la que permite encontrar los hombres ca­paces de lanzarse hacia un desafi'o mortal contra los ele­mentos de la naturaleza. :

Pero eso ño es todo y para ilustrar nuestro propósito hare­mos referencia a dos ejemplos tomados de la industria. Con los telefonistas veremos cómo el sufrimiento que pro­viene de la insatisfacción puede ser utilizado para aumen­tar la productividad. La industria petroquímica será la oportunidad de mostrar cómo la ansiedad puede ser un mecanismo fundamental de la organización del trabajo.

1. La explotación de la frustración

Presentamos a continuación algunas notas prove­nientes de una investigación sobre las telefonistas (cuyo autor es Dominique Dessors, pero el trabajo no había sido publicado aún ).

, — “El trabajo nos vuelve tontos” .— “A fuerza de permanecer sentadas, tenemos la cola

chata, terminamos teniendo una cola tonta”.— “El trabajo es completamente falso. Cuando

hablás, es la empresa de telecomunicaciones la que habla. Cuándo salís del trabajo, hablás a la gente óon las frases dé la empresa de telecomuni­caciones” .

i — “Las frases que debemos decir es: ‘operadora 496, yo escucho’ ni siquiera podemos decir buen día”.

— “¿Qué desea?” , no podemos decir, por ejemplo, “¿que quiere?”. "

— “Luego hay que confrontar la información, es de­cir que hay que reformularla en un lenguaje co­dificado después de haberla filtrado”.

— “Después hay que retener la información e irla a buscar en las microfichas. Este esfuerzo de me­moria no es fácil; sobre, todo al princip ió„¿

iu:^:nLuèèSr*débemos repetir'^a infórmáci^n |^ bajo la forma de una ‘pregunta’” .

í'..'ft.

— “Seguidamente hay que volcar la información >: , ' bajo la forma ‘respuesta’ ”;M 'el lenguaje ¿(pifie

do de la empresa de telecomunicaciones”. " ' ■— “Finalmente, tenemos el derecho de dar una res-

puesa libremente elegida, sólo ante una fónnula de cortesía por parte del aÍx)nado”. - s

— “No podemos colgar antes que el abonado, ya que éste lo debe hacer primero. Por lo tanto no tene­mos ningún poder sobre el interlocutor”.

— “No sabemos cuántos llamados vamos a tener. No existe ningún control sobre la cantidad de lla­mados a procesar. Los llamados se repiten üho tras otro. Lo penoso son las informaciones mal enunciadas o que ya caducaron. Esto obliga a una búsqueda más prolongada. No debemos hacer más de tres fichas (es decir que está prohibido hacer más de tres búsquedas para encontrar la información que nos pidieron). Por más que sea cierto o no, tenemos que responder: ‘la informa­ción no figura b^'o ese nombre’, para no decir qué la oficina de correos no la tiene. Luego hay que esperar que el abonado termine de protestar y que corte la comunicación”. “Durante la formación, el aprendizaje, nos enseñan a no ser muy ama­bles, pues hay que desalentar a la gente para qüe no recurra a las informaciones telefónicas” . “Las informaciones (ásí nos lo enseñan) existen porque la guía telefónica es incomprensible”.:

a) Control y jerarquía

Podemos ser escuchados en cualquier momento y sin saberlo; Háy una supervisora por cada diez o quince per­sonas. Ella dispone de lo siguiente:

— medidores de cantidad de llamados (de 45 a 5() en general, 120 para las operadoras);

— de cronómetros para el tiempo de cada llamada. -■

iSi íá ¿üpervisora está de mal humor, siempre hay'algo para reprochar: ya sea que el lenguaje empleado no es el

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correcto, es demasiado lento, o demasiado corto. Termina­mos teniento tortícolis de tanto vigilar a la súpervisora”.

Existe un verdadero pánico por la entrada en línea de la súpervisora, que nos califica y luego vuelca las evalua­ciones en un fichero. Este fichero es indestructible. En un 90% de los casos, las operadoras son originarias de las pro­vincias. Ellas encuentran aquí en París su primer empleo. Dado que es un trabajo con muy mala fama y detestado, to­das ellas figuran en listas de espera para ser trasladadas al interior, donde el trabajo es más aliviado, donde reen­cuentran sus ciudades de origen. Pero la posibilidad de ser trasladadas hacia las provincias depende de las califica­ciones.

En esta central, hay 400 operadoras, ysonlOOO los puestos en todo París. ;

De noche hay hombres ya que las mujeres no tienen el derecho de trabajar. Por la noche, el personal está reducido de manera tal que se pueda mantener la misma cadencia que durante el día.

A veces, uno es llevado a decir cosas estúpidas. Por ejemplo, un abonado nos pregunta un púmero del interior del país, y nosotros le preguntamos si tiene el número de su receptor. El abonado se pone nervioso y pos pregunta si nos estamos burlando de él. En efecto, la búsqueda puede estar dirigida hacia el código de la provincia o hacia el número del abonado dentro de la provincia.

“Estos insultos y subidas de tono nos ponen bajo tensión. Muchas empleadas son antillanas, y tienen un acento francés de ultramar, de forma tal que a menuda reciben in­sultos racistas. Con una sola respuesta desagradable ya nos arruinan todo el día”.

“Estamos atados a nuestro puesto, por el casco, que está provisto de un hilo muy corto. Estamos atados, y si nos da­mos vuelta, la corta extensión del cable nos detiene. Tene­mos vina verdadera sensación de encadenamiento”.

“Además, tenemos un solo parlante en el casco. Con la otra oreja escuchamos el ruido ambiental de la sala. Escu­chamos a los otros colegas que hablan, y hay una interfe­rencia con la voz del interlocutor, sobre todo si se trata de

■’¿'una mujer”. ■ ..

“Solamente podemos colgar en el mornento en que no :h^y abonadpí^^ la línéa. .^jfes hay que repe­tir:;,“ hay nadie en la línea, nadie?, corto’ , es el único caso en el que podemos cortar. Pero como tenemos que re- p e jig é ^ tres veces, cuándo sabemos perfectamente^que no hay nadie del otro lado de la línea, eso nos idiotiza”.:

“Cambiamos de puesto a cada interrupción, mañana o tarde. Pero antes de iniciar cada comunicación, hay que anunciar el número de puesto, para que en los reclamos, el abonado encuentre un culpable. Entonces, ahora ya sabe­mos cómo proceder; cuando apenas se inicia la comunica­ción, balbuceamos un número de puesto en forma incom­prensible”.

“A. la salida del trabajo, en el subte, las puertas au­tomáticas se cierran después de emitir un sonido que se pa­rece al de un teléfono. Entonces decimos sin p,ensar nues­tro número de puesto”.

“Cuando nos dicen buen día, respondemos ‘¿qué de­sea?".

“A veces en el trabajo sabemos una información de memoria, pero no confiamos en ella, no confiamos en nuestra propia memoria, y verificamos sistemáticamente. Luego pensamos en los números que sobre todo son evoca­dos por cifras, por ejemplo, el bus 84. Nos acostumbramos también a un tipo de pronunciación más pausada. Nos re­sulta mucho más fácil hablar así que hacerlo normal­mente. Nos entienden mejor. No hay que repetir. A la sali­da del trabajo, o durante las pausas, seguimos hablando con esa voz gangosa, como en el sketch de Yves Montand (‘El telegrama’).”

“Desde el punto de vista de las cadencias, podemos cons­tatar que cuando estamos nerviosas, lo que más deseamos es que el abonado se vaya, que corte la comunicación, para así libramos de él. Es por esa causa que respondemos más rápido. Pero, apenas cuelga, enseguida le sigue otro llama­do. Concluyendo, cuanto más nerviosas estamos, más rápido hablamos, y más llamados tenemos”.

“Cuando salgo, cruzo la calle únicamente sobre los pa­sajes peatonales, cosa que nunca hacía antes. Cuando bajo la. escalera, me tengo de la baranda. Tengo miedo de caerme y romperme la cara. Ya no me tengo confianza. El

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• fnloro m uy chato. Todo es gris .entorno m e parece incoi ' term inan por abarcar toda

Las restricciones ü o t u n a pausa,' m iram osla vida . Por e jem plo , q u e m ientras trabaja- nuestro reloj tres vocoh mtnos” . „ m á s largas o suplementarias, hace

“Para tener pausas, m -„goecto a la jerarquía. Hayfalta toda una estraloipn e je m p lo ‘¿La caja está cosas para preguntar, abierta? ” .

b) Discusión. • oarocen destacarse tres elem entos

De ésta entrevisli». ^p r in c ip a le s : . - „ „ H d a d d e las in form acion es tele-,

— Primero, lafón icas. _ contenido del trabajo.

- S e g u id o , la relacionadas con la je - F in alm en te, y organización del trabajo, rarquía , las ordtím a y

- L a finalidad ic l»-- r„orr.acicnes por tóé/b .o

. 7 • oor teléfono existen porque la guía Las in form aciones P j^^^^^p^ensible. El ejem plo que

telefón ica es , . lu ie n t e : el plural del negocio “Auxpodem os brindar es . i - ^ alfabético, deFleurs” no e s t á t o m : u l o en c'je in form ación en lam an era ta l que, P‘\'l' - c s i v a m e n t e las letras A .U .F. y no guía, h ay que buscai «v entonces que pasar ocho ho-A .U .X .F N osotros ^ „ 3, prolongación de laras p or d ía siendo • guía es algo espantoso.

C.>rm‘\ y contenido del trabajo son más o En nuestro caso, limitado, tan irriso-

menos sinónimos, r'l informario y estereotipado lenguaje de la em-

Nos dicen Q'ie h-VN ^ admitida ninguna des­presa de telecomximv -u de frases,^ni en

p a r t - í íó n u M f f l^ fW t ie r t a

120 i!

•forma, la operadora tiene que reprimir sus propias inten­ciones, sus propias iniciativas, su propio lériguaje, en otraa palabras su perso^oíídací . Hablar en el lenguaje de la em­presa de telecomunicaciones es en todo momento prohibirse de ser uno mismo.

No solamente está prohibido expresarse y transmitir, mediante la respuesta al interlocutor, el menor fragmento de sus deseos, de su buen humor, de su cansancio, dé su agresividad como respuesta al insulto, o de su placer en un intercambio donde se comunica simpatía, pero ni siquiera hay que escuchar lo que, en los propósitos del otro, lleva la huella del interlocutor. No hay que escuchar la forma dél discurso del otro. No hay que detenerse en los detalles de su expresión. No hay que escucharlo en los momentos en que duda. No hay que recibir su tono desagradable. De su dis­curso, únicamente hay que extraer la información pedida. Hay qUe reemplazar su enunciado traduciéndolo, de­purándolo, transformándolo, dándole la forma y el conte­nido deseado por la empresa de telecomunicaciones. Esto llega al absurdo cuando se pronuncian estas palabras'di- rigidás al silencio: “¿No hay nadie en la línea?, ¿nadié? yo corto”, , palabras que son repetidas tres veces.

Es en los dos sentidos del intercambio que la forma y el contenido del trabajo prohiben la relación. Existe una con­tradicción fundamental entre una herramienta destinada a la comunicación y la prohibición que se establece sobre toda relación psico-afectiva. " .

— El tercer aspecto trata sobre la Jerarquía, la conduc­ción, el control y la organización del trabajo.

Estar permanentemente en situación de ser controlado es el eje de esta violencia del poder. No podemos imaginar un disciplinamiento más eficaz y más perfecto que el he­cho de poder ser controlado en todo momento, sin ni siquie­ra saber en qué momento se realiza el control. Es de algu­na manera la fabricación artificial de iih autocontrol: Ya que temer ser vigilado, es al mismo tiempo vigilarse a sí mismo. El temor y la ansiedad son los medios por loá cuales sé logra hacer respetar la prescripción jerárquicáP En el primer plano, se destaca la ansiedad: actuar con-

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forme a las órdenes, obedecer y protegerse de la ansiedad que engendra el riesgo dz ser descubierto cometkndo^rrores.

Este ejemplo aporta una ilustración" soBfe üó hemos descripto:

— con respecto al sufrimiento que resulta del contenido vacío del sentido de la tarea,

— con respecto al trabajo repetitivo como prototipo de sistema disciplinario,

— con respecto a los comportamientos condicionados. Resultado de un compromiso entre un “estar mejor” ' (con respecto al esfuerzo que necesita la autorepre- sión conciente) y un “estar menos bien” (con respectoa la vida psíquica espontánea), el condicionamiento constituye algo así como la sintomatología de la neuro­sis incorpórea por la organización del trabajo.

La explotación del sufrimiento

Pero el trabajo de las telefonistas nos brinda la oportuni- dad” dej^a^GiT^al^11ciM ieaíre Tᔓl-eiísíóa ner­vosa* y la productividad.,

Cuantojnásjierviosa esté la operadora, m á sj^ es iva se sentirá, y tanto más tendrá que intensificar.ía autorepre- sión. Las reíacciones a ^ e sivas son provocadas por el inter­locutor, por la súpervisora, y por el contenido inapropiado, de la tarea.

La frustración y las provocaciones van acumulando sus efectoFpara luego suscitar conjuntamente una agresividad en las relaciones.

Es esa agresividad la que luego será explotada^BQr-la_or- ganización del trabajo.

SI no poder encontrar una salida directa, ¿cuál puede ser el destino de esta agresividad? Un análisis que no viene al caso detallar ahora, nos mostraría que la única salida consiste en volcar la agresividad contjra uno mis- mo'*°. -

La autoagresión puede tomar múltiples fbfinas. Pero el predominio de la organización del trabajo ^ene aquí un papel importante.

Ante la necesidad de respetar la realidad (aálário y dis-

ciplina del hambre), a la operadora le conviene invertir esta energía en beneficio de su adaptación a,la tarea. Me- diante un proceso que transforma la agresividad en culpa­bilidad (por medio de un vuelco contra sí mismo^^ se for- m á:^> ’círculo cerrado en el cual la frustración alimenta el disciplinamiento-base del comportamiento condicionado qué fíie el tema tratado en el capítulo II). La operadora se vuelve creadora de su propio condicionamiento.

Esa es la primera vía de salida que ofrece la agresivi­dad emocional a la frustración.

En el mismo puesto de trabajo, se puede establecer un circuito similar.

Frente al abonado irrespetuoso, la reacción agresiva no tiene más posibilidades de exteriorizarse que con la super- visora, precisamente a causa de la supervisión. Prohibido responder en forma agresiva, prohibido cortar la comuni­cación, prohibido hacer enojar al interlocutor haciéndolo esperar indefinidamente... la única solución autorizada consiste en reducir la duración de la comunicación, condu­cir al abonado para que corte más rápido. De modo tal que la única solución, desde ya insuficiente, ä la agresividad, es trabajar más ràpido. Es este un hecho extraordinario que conduce a aumentar la productividad exasperando a las o- peradoras. Es por eso que la súpervisora no obtendrá un mejor rendimiento obligándolas a que trabajen más rápido, sino que lo logra creando irritación y tensión ner­viosa en los empleados.

Por un lado, la angustia es la correa de transmisión de \& represión, por el otro, irritación y tensión nerviosa son los medios para arrancar un sobretrabajo.

Concluimos entonces que, en este trabajo de ojpéradora. de i^ormaciori^s telefónica^ el sufrimiento psíq_uico, lejos de ser un epifenómeno, es el instrumento para obtener el tra­bajo. ' ,

El trabajo no produce sufrimiento, es el sufrimiento el que produce tfSajp.

Para aumentar el trabajo basta con tirar del cordón del sufrimento psíquico (siempre y cuando se respeten los límites y la capacidad de cada uno, sin lo cual, uno se arriesga a descompensar uno u otro,, a través de una crisis de nervios, por ejemplo).

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Más que una verdadera organización del trabajo, la vigiiancia de las operadoras aparece como una tecnología- del poder mediatizada por el sufrimientOvpsíquicp. Esta ob­servación ya fue hecha con anterioridad por Bégoin, pero no íncontraba su explicación en la teoría pavloviana.

“¿ntre ellas algunas alcanzan rendimientos conside­rables, no por un exceso de celo, sino porque el trabajo, como dicen ellas, las pone nerviosas, y cuanto más nerviosas están, más rápido trabajan”. Por regla general, son las “más nerviosas” en el sentido de que son las más irrita­bles, las menos pacientes, etc., las que tienen mejores^ren- dimientos. Podemos afirmar sin exageración que el “ner­viosismo” de las operadoras (uno de los elementos esen­ciales en el cuadro de su neurosis) es una enfermedad ne­cesaria en las actuales condiciones para el desenvolvi­miento de sus tareas profesionales. EÍ sistema de evalua­ción y la forma en que se hace el cálculo del rendimiento no hacen más que agravar este estado de las cosas (Bégoin, pag. 146).

Un ejemplo extraordinario de la utilización de la neuro­sis fue dado por el mismo Bégoin. Es tan ilustrativo que hacía.,obvio todo comentario: “Un médico del trabajo nos trajo una ilustración sorprendente (...). En una empresa se había seleccionado, para hacer un trabajo delicado que ne­cesitaba una habilidad profesional superior, a una cierta cantidad de ‘las mejores dactilógrafas’ de la empresa. Ellas fueron colocadas en ese trabajo que era particular­mente intensivo. Al cabo de poco tiempo, todas debieron re­nunciar a su trabajo por causa de transtornos graves que fueron díagnosticados conio manifestaciones de hipertiroi- dismo, cosa que se percibió haciendo una historia clínica cuidadosa, dado que anteriormente ya presentaban algu­nos síntomas. Se concluye, entonces que la selección profe­sional con miras' a un trabajo difícil, había seleccionado al mismo tiempo mediante algo así como una coincidencia, los sujetos que presentaban un campo hipertiroidiano” (Pág.196). Podemos comparar la explotación del hipertiroi- dismo en los dactilógrafos con la locura narcisista entre los pilotos de caza. - t. ;.

Lo que es explotado por la organización del trabajo no es m fél süfriri^/itÓ'eriWmisn^ sin o^máé bien de

defensa deplegadq8 coMrA esi£M^J.mignto. En el caso de la operadoras telefónicas, el sufrimiento próviéhé^de la orga­nización del trabajo “robotizante”, expulsando el propio de­seo del .sujeto. La frustración y la agresividad que resul­tan, así como la tensión y el nerviosismo son especí­ficamente explotados para áumentar el ritmo de produc­ción.

2. La explotación de la ansiedad íw

En las industrias químicas, la ignorancia reina-,sobre el proceso de producción y sus incidentes. La organización no puede brindar organigramas de las tareas a causa, de la naturaleza misma del trabajo que se estructura alrededor de los incidentes que hay que enfrentar. •

La ignomncia de los obreros: en la mayoría de los; casos, 1 8 obreros ignoran^ el fiincionamiento exacto del^prpceso % íifi los -díferentes etc. Apenas po­seen algunos conocimientos que son rastros de un aprendi­zaje discontinuo: el nombre del producto de entrada y el de salida, él nombre de la instalación, su peso en toneladas, sua características generales, au fecha de instalación, al­gunos datos cuantitativos referentes a su temperatura y presión límites, etc., tal como son proporcionados sobre los tableros de la sala de control. Pero no hay un conocimiento coherente, ni sobre el proceso de producción en sí mismo, ni sobre él fiincionamiento de las iristalaciones. No existe ninguna formación sobre ese tema destinada a los obreros. El sábér circula a nivel de los ingenieros, de las oficinas de estudio, de la sedé central en París, etcétera.

Nó hay conocimiento continuo, pero sin embargo hay un conocimiento. En efecto, los obreros poseen conocimientos considerables sobfre la empresa. Ellos aprenden espontá- néámente, a¡ la larga y por costumbre, una cierta cantidad de “secretos de oficio” . El secreto de oficio, es la forma pragmática y operatoria del saber obrero. Es por eso qüéla gerencia da algunas consignas: la temperatura de ciérto tanqüe no debe sobrépasar los 70° C, que la presión á un cierto nivel no supere las 25 atm., el flujo no tiene queídia- mmuir- aquí de una cierta cantidad de toneladas por hora:

Pero estas consignas son muy insuficientes. Los obre-

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TOS aprenden poco a poco a intervenir sobre las etapas inter­mediarias; para que la temperatura no sup^^e^ierto niv^, hay que mantener flujo de llegada que “bombee el calor”. Asimismo, tal nivel de ruido corresponde a un P.V.C. (clo­ruro de polivinilo, producto que ingresa en la fabricación de ciertas materias plásticas) que fluye bien; este otro sig­nifica que “hace burbujas”. Es a la larga que el obrero aso­cia las observaciones hechas por los obreros con más exper­iencia, sobre la calidad del producto recibido, con el ruido__ de la máquina. Este conocimiento no Se escribe, no se ofi­cializa, circula entre los obreros cuando hay un “buen cli­ma”. Su transmisión es exclusivamente oral. La to^lidad de los secré^s de ofició que son a c u m u la d o s y poseídos en forma colectiva por los obreros es lo que hace andar la, fábrica. . •

No nos equivoquemos, no se trata de detalles accesorios, lo esencial del saber está vehiculizado y utilizado de obrero en obrero, sin la intervención de la Dirección de la fábrica, inversamente a lo que sucedía con la O.C.T.

Sin embargo, este saber pragmático es incompleto, y poco tranquilizante. Es replanteado cuando hay un cambio de puesto, cuando se instala un nuevo cracking por vapor, o nuevas calderas. Los “secretos de oficio” “funcionan”, pero no representan ni un oficio con su saber productivo que se adquiere de una vez por todas en el caso de los artesanos, ni una verdadera formación, ni un medio para el completo dominio del instrumento de trabajo.

El conjunto de los secretos de oficio permite que la fábrica funcione, pero el conjunto de las discontinuidades en este saber pragmático deja en suspenso un profundo misterio sobre la marcha de la producción. La pmeba es que se produjeron accidentes que no se habían previsto, que no se podían prever, y que aún no se explicaron y que co­rren el riesgo de repetirse. Es cierto que hay averías ba­nales, pero también hay incidentes extraños e imprevisi­bles, accidentes siempre nuevos y a veces uniros

La ignorancia de los altos dirigentes de empresas o ejecu­tivos: los obreros saben que estos directores ignoran el fun­cionamiento de la fábrica y de sus ihstalaeiQnes. Poseen un saber teórico y una formación en importantes universi-

„ •dades, pero llegan a la fábrica sin conocimientos• prácticos. “Al principio, la dirección los rhahda a visitar

las instalaciones, entonces nosotros los mandamos a visi-■ tar y^seguir caños que no conducen a ningún lugar. Esto a ,-veces se prolonga durante varios días”. Luego; alícabo de Váífios días de este pequeño juego, se dan cuenta de que no van a poder arreglarse solos. Cuando la dirección los au­toriza a terminar con las visitas, entonces se refugian en las oficinas y no se los vuelve a ver nunca más”.

En efecto, resulta que los cuadros o ejecutivos, por su parte, no saben hacer andar las instalaciones. El saber teó­rico es insuficiente para esta práctica industrial insólita. El saber operatorio se reduce sólo a las consignas oficiales, pero son pobres con respecto a lo que representan en su con­junto, los “secretos de oficio” de los obreros.

Los cuadros o ejecutivos admiten implícitamente su ig­norancia; “cuando el ingeniero da una orden, lo escucha­mos muy respetuosamente y cuando se da vuelta, hacemos como mejor podemos”. “Esto es lo que llamamos implí­citamente, por ambos lados, las ‘órdenes interpretadas’”.

Sobre sectores enteros reina la más profunda ignoran­cia; “Cuando hay un nuevo accidente, se establece entonces una nueva consigna”. Los procedimientos oficiales avan­zan así por partes. Muchas veces, la misma Dirección le pide a los obreros que establezcan ellos una nueva consig­na. Una explosión se produjo cuando se introdujo el nuevo catalizador; “nadie la había previsto”. ?

“Durante las huelgas, se discuten las posibles reduc- ciohés de la producción' que no degradarían las instala­ciones. Es durante esas discusiones que la Dirección se saca la venda de los ojos. Nos damos cuenta de que no sa­ben hasta dónde podemos llegar. Es así que nosotros frena­mos más de lo que ellos consideraban posible y no explotó. La otra vez, fue porque un viejo me dijo que eso le había ocurrido al disminuir hasta un 22% que hicieron precipitar la producción, de un solo golpe, a ese nivel”.

“Otra vez nos dijeron que era peligroso parar ya que la puesta en marcha era explosiva. Eso lo sabían porque en Inglateira había explotado una fábrica y hübo 15 muertos. Pero nosotros la hicimos arrancar la primera vez y en esa oportunidad, ellos no sabían que existía un riesgo”.

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“Todo el mundo sabe que no sabemos”. Cuando ocurre un accidente que no fue previsto, muchas veces no es por falta de precaución, sino porque nadie tenía úna experiencia ante-

Esta ignorancia que abarca al funcionamiento de la empresa tiene un papel fundamental en la constitución del riesgo y en la ansiedad de los trabajadores.

Ignorancia, ansiedad y angustia

La ansiedad crece con la ignorancia. Cuanto más igno­rancia haya en la relación hombre/trabajo, tanto más an­sioso estará el obrero. Los que son afectados con mayor duf reza son los recién llegados,"Totalmente ffesprotegidos frente a vm'místeno y a un riesgo más denso. D eigual for­ma, íos obreros sufren de _una mayor ansiedad_cuando. ca m b iä n U e^ esio lfe trabajo, j'a^que ^ún no conocen los , “secretos de oficio”. Ultimo hecho que en aparencia es una paradoja, pero que fue puesto de relieve por los obreros du­rante las investigaciones; “la polivalencia agrava la ten­sión nerviosa, y hay tipos que no aguantan cuando se vuel­ven polivalentes".

Efectivamente, ¡esta afirmación es una paradoja! Ya que podríamos imaginamos que el obrero transferido, con­tando con un mayor número de secretos de oficio, podrá ac-

. ceder a un mejor dominio del medio de trabajo. Sin embar- ; go, se produce lo contrario. En el puesto donde él se ( encuentra, el obrero, incluso si sabe confusamente que na­

die sabe, se siente seguro gracias a la división del trabajo que reduce las responsabilidades y sus incógnitas. Cuando pasa a ser evaluado, él descubre que los otros puestos son como el suyo y que la incertidumbre del vecino es tan grande como la suya.

Es verdad que él va a reunir un mayor número de “se­cretos de oficio”, pero o su vez acumula zonas de ignorancia, de manera tal que está también confrontado a una exten­sión del riesgo. Su ansiedad crece y frecuentemente asisti­mos a una descompensación, que lo conduce a dejar de trabajar, al reposo forzado, y a un tratamiento médico “por la depresión”. ,,

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sufren de estas crisis nerviosas. ¿Qué forma toma esta des-encontrar en la: séíniolo^'a de

éntbrices el estigma del trabajo? Al parecer, a veces los obreros acusan, como responsables de estos episodios, pero no siempre, al trabajo. En efecto, muy a menudo tratan de esconder esta ansiedad de la cual tienen vergüenza o que tratan de apartar o cubrir, tanto frente a los ojos de otros como frente a los suyos. A pesar de que acusen al trabajo, nunca culpan al riesgo o a la ansiedad. La descompensa-

• ' ción toma en la mayoría de las veces el aspecto de un .cua­dro mixto, asociando angustia, irritabilidad y depresión. Para el médico exterior a la empresa, nada de esto es muy específico. La cristalización de todos los conflictos fami­liares, económicos, sociales, termina por dar al suceso un caracter más personal que específico del trabajo.

Esto se explica si admitimos que a partir de cierto nivel la ansiedad y el temor se someten a una verdadera disolución en la angustia, es decir que, desbordadas, las defensas in-

dividuales dejan aparecer los'cónflictoslñtrapsrquicos in- eyitablemente reactivados por la permanente situación de riesgo.

Ningún obrero, al igual que ninguna otra persona, está al ^abrigo de la explosión de la angustia. La separación que existe entre ansiedad y angustia es esquemática. En la práctica, la unión es precoz y, a menudo, no le basta al obre­ro con salir de la fábrica para tranquilizarse y recobrar completamente la calma. Sobre todo si éstos períodos de re- cuperación somatopsicológicos. son interrumpidos por la ruptura de los ritmos de reposo (en el caso de trabajo en equipos). La mayoría de los obreros necesita remedios para dormir, per'o también para poder aguantar durante el tra­bajo. Hipnóticos y anxiolíticos son utilizados “a mano an­cha”. Cuando el obrero vuelve a su caSa, él se despierta du­rante la noche, angustiado, ya que no recuerda si cerró bien una determinada válvula. ¿Existe el riesgo de enta­llar? Sólo estará tranquilo a la mañana siguiente cuando vuelve a retomar su puesto. Poco a,poco la vida entera .del obrero es penetrada por la ansiedad generada por el trabá-

La frontera entre la ansiedad y la angustia es tantóímás fácilmente superada, cuanto más grande sea esta ignóran-

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eia sobre el trabajo: en efecto, la ignorancia conciente sobre , el proceso de trabajo aumenta la ansiedad, pof^üé ella hace 3 ' ?■ cada vez más temible al riesgo. Pero, además, la ignoran­cia facilita la emergencia de la angustia. Sabemos que la actividad profesional, el empleo, el saber productivo y el sa­ber general representan uno de los mecanismos funda­mentales de defensa en la economía psíquica. En tanto que forma de resolver -ciertos conflictos y de regular la vida psíquica y somática, el trab^o es para ciertos sujetos un medio privilegiado para equilibrarse. En la industria pe­troquímica, por el contrario, el trabajo riesgoso, generador de ansiedad y destructor de ciertas defensas contra la an­gustia, pone a dura prueba la vida psíqmca de los: obreros.

Las defensas colectivas contra la ansiedad: peligrosas".

“las conductas

La actividad de los trabajadores de las industrias petro­químicas está de vez en cuando inteniimpida por activi­dades a veces insólitas: como ya lo señalamos, sabemos que el trabajo deja numerosos momentos de reposo como, por ejemplo, esos tiempos libres que son utilizados por los obreros para conversar, pero es también la ocasión de una actividad lúdica que abarca desde las barajas y el scrable hasta juegos peligrosos que ponen en peligro la vida de los obreros, pasando por competencias deportivas en el mismo lugar de trabajo. De esa forma, se desárrollan verdaderos juegos “olímpicos” en la fábrica, rallyes, carreras, parti­dos de fútbol que duraui toda la noche, concursos, a veces peligrosos, que sé prolongan durante varios días. Asimis­mo se realizan burlas y chistes que toman a veces una di­mensión sorprendente. Prolongadas p. veces durante va­rios días, o a veces semanas, las bromas constituyen ver­daderos escenarios donde se inventan reglamentaciones absurdas de toda clase. Entre estos, los más frecuentes, son los juegos que se refieren a /a.sc¿rwrícía<i#v sedivulga que hay que vestirse con un traje especial contra ciertos riesgos imaginarios: así durante varios días un cierto número de obreros que fueron engañados se confor­man á estas reglas. Por un eñcáderiamiientó'¡progresivo de mensajes se induce a los “chorlitos” a que se dirijan a las

autoridades de la planta para recibir los nuevos equipos, hasta* que la.buria es descubierta. Muchas y.e^ practi­can juegos verdaderamente peligrosos. Así” escondido detrás de una columna, un obrero utiliza una manguera contra incendios para dirigir el chorro, extremadamente poderoso, contra los que pasan, con el riesgo d Herirlos. Alg-unos accidentes ocurren de vez en cuando. Sé cuenta que un obrero negro, huyendo de dichas bromas, se había agarrado la pierna en una baranda de protección. Cuando todavía estaba"en“ el suelo, un grupo de obreros se dirigió hacia él y le hicieron mía serie de masajes musculares so­bre la pierna lesionada, con el filo de la mano. Durante un largo rato, entre las risás y la alegría general, se practica­ron, de esa manera un simulacro de gestos médico- qui­rúrgicos, hasta que se dieron cuenta que la pierna estaba realmente fracturada. El obrero negro fue evacuado en ambulancia, y no se lo volvió a ver en la fábrica. Fue in­demnizado, la dirección saldó incluso sus deudas, sin que ninguna sanción, ni ningún llamado de atención fuera dirigido contra los camaradas responsables de este inci­dente. Evidentemente, la dirección quería enterrar el asunto. A estas burlas, los obreros las llaman “bromas” y ellos admiten que a menudo salen mal, hasta el extremo de que las víctimas sufren a veces “depresiones nerviosas”.

Otra práctica frecufente es la de las comidas grandiosas, sobre todo durante la noche; los obreros se reúnen alrede­dor de verdaderos festines, abundantemente acompañados con vino, champaña y alcoholes. Los obreros suelen hablar dé los “banquetes” que hacen, y que corresponden a un tipo de fiesta. Cuando hablan acerca de esa costumbre, ellos se ríen, pero al mismo tiempo se interrogan sobre su signifi­cado, pues parecen adivinar que esconden im sentido oscu­ro. Ellos se preguntan por qué comen tanto los que trabajan por tumos y se expresan con cierto malestar sobre el nú­mero de obesos.

Los banquetes son también la ocasión para montar una escenografía sobre la seguridad. Fue de esta manera que una vez exigieron a la dirección que les entregara un nue­vo filtro para el compresor. ¡Pero lo utilizaron como rejilla para cocinar unas pizzas!

Asimismo, liberan vapor a 800°C para poder cocinar

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costeletas en un segundo, aunque todos reconocen que se trata de una actividad altamente peligrosa.

Por la noche, abren las válvulas y dejan escapar el va­por hacia el techo de la fábrica. Es una práctica inútil y pe­ligrosa, que por su carácter espectaculáV, está destinada a sembrar el pánico entre los altos ejecutivos que son desper­tados en sus domicilios por las alarmas que rompen el si­lencio de la noche.

En unos instantes, 380 toneladas de fuel-oil fueron que­madas inútilmente, o sea 17 millones de antiguos francos.

Si retenemos la asociación de ideas qué interrumpe el relato de los obreros, reconoceremos fácilmente la relación entre la situación de riesgo, la temática de la ansiedad y la importancia que toma la seguridad. En efecto, aquí todo consiste en tomar medidas de seguridad inútiles y simbó­licas (bromas) para ridiculizar las que ya existían (hacer escapar el vapor), y a véces transgredir las más elemen­tales consignas de seguridad (cocinar las costillas), o in­cluso creando nuevos peligros que no tienen ninguna rela­ción con los procesos simbólicos (los juegos peligrosos terminan provocando accidentes).

Estas puestas en escena muchas veces salen mal, y a menudo conducen .a los obreros a una depresión nerviosa, al accidente, ó al derrumbe de una carrera, lo que significa que volúntariamente fueron llevadas al extremo.

De forma tal que esas conductas peligrosas aparecen de hecho como un enorme desafío dirigido por una parte hacia el riesgo, y por otra parte hacia un intento de dominio simbólico de la ansiedad , según un esquema que se vuelve ahora clásico y que encontramos antes en los obreros de la construccción. Pero parece muy claro que para ser eficaz en tanto que defensa contra la angustia, la puesta en mar­cha debe ser llevada bastante lejos y se deben poder contar sus Víctimas. Es a ese precio que funciona este sistema de­fensivo. I-

Difícilmente podemos apreciar con exactitud los alcan­ces de estas defensas colectivas sobre la población de obre­ros tomada en su conjunto. Pero el obrero que se aparta de estas actividades será hoy o mañana la víctima; debe afrontar, además de la ansiedad formada por el riesgo del proceso, la que crea la atmósfera psicológica de la cual él

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no participa. De forma tal que estas conductas peligrosas actúan probablemente como un sistema de selección- exclusión de los reprobos. Por el contrarió, para todos los óti-os que juegan su papel, la angustia une estrechamente a los obreros entre ellos, creando un clima de complicidad protector y funciona entonces, efectivamente, como úna de­fensa contra la ansiedad.

1“El acostumbramiento” i

.. Es el último elemento a tomar en cuenta al tratar, acerca de las defensas contra la ansiedad.

Si el joven obrero recién llegado supera con éxito la prueba de su iniciación al nuevo trabajo, las costumbres, los secretos, y la participación en la vida colectiva van a aliviar entonces sus esfuerzos. Pero un cambio de puesto, la multivalencia, la polivalencia o la instalación de un nuevo equipo, van a reactivar la ansiedad. Inversamente, el tiempo parece jugar un papel fundamental con respecto a la lucha contra la. ansiedad. En efecto, la.implantación de nuevas fábricas, el reemplazo cada década de los viejos equipos por otros que tienen una mayor capacidad de fun­cionamiento, así como diferentes sistemas de regulación y de mantenimiento, hacen siempre resaltar la relación-de ignorancia del obrero para con su trabajo, y por consi­guiente la ansiedad. Pero en una dé las fábricas donde hi­cimos una encuesta, que estaba instalada en ese lugar des­de hacía varias décadas (desde la Primera Guerra Mun­dial) y que conoció todas las generacidhes de equipos y, de procesos, se constató que la ansiedad alcanzaba un nivel menos alto:

— Hemos registrado en el discurso de los obreros expre- . siones significativas tales como: “las . calderas y . los tanqües son para nosotros como ollas a presión”. Este sor- prendenté recurso a una comparación con un objeto fami­liar no nos impresiona si la comparamos con la imagen que tienen los otros obreros de las fábricás donde trabajan (bestia feroz y misteriosa, etc.).

— La antigüedad de la fábrica. :— La antigüedad de los obreros de esta fábrica: muchas

veces j u g^ o incluso su abuelo ya trabajaron en ella.

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Todos estos elementos favorecen el desarrollo de algo así como una tradición local construida por varias genera­ciones. Con el tiempo, se llega a, conocerla empresa y r ^ proceso. La fábrica mata, como en el noWé de Francia ma­tan las minas. Pero la ansiedad dió lugar a una menor tensión, y prevaleció el acostumbramiento. Hay que insis­tir sobre el hecho de que el cuerpo mismo de la fábrica per­maneció inmutable desde hace varias décadas y que la pro­ducción principal siguió siendo la misma. La fábrica conserva un aspecto “arcaico” con respecto a las modernas destilerías.

La fábrica “se introduce en los hábitos y costumbres”, en la vida, en la conversación, en la familia y en sus genera­ciones, incluso pn la misma ciudad, ya que la totalidad de la población local vive directa o indirectamente de la fábrica.

El contraste entre los obreros de esta fábrica y los que viven la ansiedad permanente de las nuevas fábricas, nos recuerda a aquel que opone los obreros de los países indus­trializados frente a los trabajadores inmigrantes, que fue­ron recientemente desarraigados de un campo del Magreb (Argelia, Túnez.y Marruecos) y brutalmente confrontados a un estilo de vida que les es totalmente extraño.

En las nuevas fábricas todavía no existe la tradición, no hay un pasado. El ejemplo que mencionamos acerca de esta fábrica establecida desde la guerra nos lleva a pensar que el tiempo tendrá tal vez un papel importante en la evolución del sufrimiento psíquico de los obreros de proceso.

La ansiedad es utilizada por la dirección como una ver­dadera palanca para hacer trabajar a los obreros. Hacien­do recordar constantemente y de diversas maneras la exis­tencia de un riesgo más que de un peligro actual, la direc­ción mantiene voluntariamente a los trabajadores en un estado de alerta. En efecto, está comprobado que la ansie­dad .sirve para la productividad,, ya que en esa atmósfera,

-los obreros están particularmente atentos frente a toda ano­malía, al menor incidente en el desarrollo del proceso. Atentos y activos, de forma tal que en caso de un desperfec­to, de pérdida o de cualquier otro’ inciSenté,"los obreros in­tervienen inmediatamente, incluso si lo que ocurre no co-

! rresponde directamente a sus atribucionéa. La ansiedad \^^compartida crea una verdadera, solidaridad de eficacia’ El* -A riesgp abarca a las personas; la ámiéria¿á* rio deja de- í lado a nadie, y-no se trata aquí de “dejar pasar” (como

sucedía en la cadena de montaje), ni de desear un deterioro de la herramienta de trabajo. Cuanto mejor anda el proce­so,'m ás tranquilos estamos. El riesgo crea espontánea­mente la iniciativa, favorece la multipolivalencia, y per­mite la economía de una verdadera formación que, por otra parte, la dirección sería incapaz de brindar.

Ansiedad/yCprden social en la empresa.

La ansiedad es también un instrumento de control so­cial en la empresa. El mejor ejemplo está dado por la for­ma extraordinaria que toman los conflictos. Que se trate ya sea de salarios, de calificaciones, o de condiciones de trabajo, las huelgas del tipo clásico son raras e incluso im­posibles de realizar en ciertas industrias petroquímicas. Detener la producción no solo dañaría la herramienta de trabajo, sino que podría producir accidentes ya que para funcionar, este proceso no debe ni sobrepasar la capacidad máxima fijada con anterioridad por el constructor (de he­cho, en la práctica se demuestra qUe,aunque en un princi­pio estas normas son respetadas, muy a menudo la direc­ción empuja hacia un exceso permanente), ni caer por tiebajo de una producción mínima, lo que provocaría en ciertos puntos una peligrosa elevación de la temperatura, bloquearía el flujo de reactivos en ciertas canaliza­ciones,etc... De forma tal que, la huelga toma muy a menu­do la forma de una reducción de la producción, según cier­tas-cuotas que son objeto de negociaciones interminables entre la dirección y los obreros. Asimismo, la huelga puede producirse solamente en fechas determinadas, cuando tal instalación está en su fase de mantenimiento, o cuando se llega a una tal fase del proceso, o durante tal campaña que se refiere a cierto producto que él solo permite la reducción del ritmo de trabajo... El argumento dado por la dirección y alrededor del cual se organizan todos los movimientos, es siempre la SEGURIDAD.

: El paro de producción es incluso imposible, las huelgas

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salvajes son particularmente escasas y el sabotaje está de­finitivamente excluido. Sin embargo, aparece evidente por diversos lugares que los obreros en lucha pasan por arnba ciertas normas de una seguridad que había alcanzadó el nivel de Un verdadero mito. Al hacer esó están demostran­do que la dirección las usa en forma abusiva y que, por otra parte, el mito es causádo por la ignorancia qUé persiste por ambos lados acerca de los límites exactos que no hay qúe pasar. Al respecto, las luchas tienen un papel importante en la desdramatización del escenario de la seguridad y dis­minuyen una parte de la ansiedad.

Es entonces fundamental poder apreciar la articula­ción: Ignorancia-Riesgo-Ansiedad-SegurT3aff~eñ~ sus d o i áápectoig inseparables:

— Es el resultado, por así llamarlo ineyitíible, de la pró- ducciólf mediañte~procesos v con una técnica que no son_ dominado3.,_^p.ero, que demuestran una elección conciente por parte de la dirección.

—TTs un instrumento de productividad y de control so­cial, y rep^senta una forma total, completa y original de' explotación. La ansiedad tá.cpncientem ente instrumen-_ tada por la dirección para presionar a los obreros, para

^__controlaflós y hácéHósltm — -

Angustia e imaginacién

Todo ocurre como si la puesta en funcionamiento de una industria de proceso en la rama petroquímica, que cuenta con instalaciones sofisticadas, modernas, que son rápida­mente obsoletas, y de gran capacidad para procesar al pro­ducto, pondría en manos dé la dirección un material sus­ceptible de dar miuchas ganancias, a condición de saber utilizarlo y de saber mantenerlo. De ninguna forma pode­mos afirmar que la dirección, ingenieros, diseñadores y constructores estén en una total oscuridad. La construcción de la fábrica es la prueba de un cierto conocimiento. Sin embargo, en lo que se refiere a su funcionamiento y su vi­gilancia, nosotros hemos mostrado que aquellos estaban desde un principio, e incluso hoy en día, desprovistos de co­nocimientos prácticos. Ciertamente, ellos poseen, ciertos co­nocimientos técnicos formulados, como consignás, pero es­

tos son discontinuos y no bastarían.para; hacer funcionar la empresa. Sori los obreros quienes, a ló largo de su prác­tica descubren y a veces transmiten oralmente sus “secre­tos de oficio”. ' t

El descubrimiento y la producción de los f secretos de ofi­cio” son, de alguna forma, el fruto de las potencialidades creadoras e inventivas de los obreros. Pero; a diferencia de los.artesanos que pudieron elaborar vm “saber-productivo” a lo largo dé siglos de práctica, ahora, en lo que se refiere al proceso, esos obreros deben encontrar los secretos de oficio en un tiempo que varía según los casos, entre algunos :días y, varios años. Entonces no hay nada para comparai".'Por otra parte, los secretos del oficio tienen aquí un carácter vital, ya que gracias a ellos los obreros llegan a controlar, ¡e in­

cluso a dominar el proceso. De forma tal que el descúbri- miénto de los secretos de oficio es, en cierta forma, arran­cado a los obreros por el miedo.

El estado de ansiedad y de alerta, que no se aparta del trabajador durante toda su jornada, incita a la irnagina- ción y excita la curiosidad. Es en ese cuerpo a cuerpo vio­lento, qúe se elabora el saber productivó obrero; en ese en­frentamiento entre monstruosos y amenazadores equipa­mientos frente a obreros que ocupan estos puestos de trabajo sin ninguna preparación ni formación efectiva, obligados por j a situación ansiógena a adaptarse lo más rápido que pueden, gracias al descubrimiento y la producción de: co­nocimientos pragmáticos sobre los medios de trabajo.

Na nos equivoquemos, los secretos de oficios no siempre son simples “trucos”; muy a menudo, se trata del fruto/de varios años de obsei^aciones cotidianas. Es ásí que, des­pués de una serie de accidentes que se produjeron en dos años, ese obrero descubre la secuencia de las variaciones, de las fluctuaciones y de las alarmás que conducen al inci­dente en cuestión. No existe ninguna relación lógica entre los diferentes elementos de esta cadena, pero el obrero ¡des­cubrió dos o tres señales simultáneas o sucesivas que le permitirán, a partir de ese día, prever el incidente que se producirá algunos minutos más tarde y así poder hácerle frente. AsimiS^ cuando aparece una determinada áno- mahU yá^ay un obrero que descubrió vm tipo de receta para responder a ella: disminuir un poco la presión aquíjl au­

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mentar el flujo por allá, elevar por otro lado ísstenfperatura, pedirle a un compañero del puesto vecino que reduzca tal otro parámetro. ’

Este saber no se articula c.on ningún conocimiento teórico. Es exclusivamente pragmático y es el resultado de la experiencia y de la observación.

Los “secretos de oficio” constituyen un saber operacional y su adición constituye una forma de operar que solamente los obreros conocen verdaderamente, Pero aún persisten numerosas zonas obscuras, a las cuales todavía no se les ha podido encontrar los secretos de oficio.

Sea como fuera, la dirección conoce perfectamente la importancia de este saber práctico cuando, luego de un inci­dente, le pide a los obreros que “elaboren ellos mismo una consigna” para que no se vuelva a producir el incidente.

Lo que sigue siendo fundamental en ese “sistema de se­cretos de oficio”, es que no se trata de simples trucos desti­nados únicamente a reducir la carga de trabajo, como pode­mos constatarlo en otras situaciones laborales; sino que es ese saber el que hace funcionar a la fábrica. Por otra parte, la rapidez de la producción de “secretos de oficio”, es decir el descubrimiento y la invención de modos operatorios efi­caces, su articulación, su puesta en funcionamiento y cam­po de validez, dan un testimonio que no se puede negar acerca de la movilización de los obreros. Movilización cuyo motor principal es evidentemente aquí también la an­siedad, y que concluye con la construcción de puentes en la discontinuidad del saber de los supervisores y capataces.

Podemos concluir diciendo que la pxplotación de la an­siedad aumenta la productividad, ejerce una presiónTsci^p él orden" Social' y estimula el proceso de producción de los “secretos del oficio”, indispensables para el funcionamien-, to de la empresa. ,

. En el trabajo sobre las operadoras de teléfono tuvimos la oportunidad de mostrar que, cuando el sufrimiento es útil para la productividad, aquel puede ser estiniulado por los supervisores. Ocurre lo mismo en lo que se refiere a la an­siedad cuyo valor “funcional” respecto de la productividad puede conducir a su utilización como si fuera una técnica

^organizacional de dirección. ; , 1 :La participación de los psicosociólogÓs^ tía ’ explotación

por la ansiedad

Podemos afirmar en el caso presente, que hay una entre* explotación d?" la ansiedad y explota­

ción por la ansiediad.Fue en una de las empresas en la que realizamos una

encuesta donde se puso más claramente en evidencia el rol 'dé los esjpecialistas. Se trata precisamente de esta fábrica donde se elaboró algo así como una tradición obrera frente al proceso a causa del envejecimiento de la empre^sa y de su personal. Al mismo tiempo que se produce e\ acÓstumbra- miento que ya describimos en el capítulo III c, la falta de preocupación relativa de los obreros se acompañaba con un nivel de accidentes juzgado como relativamente elevado por la gerencia central con respecto a otras fábricas, más modernas, de la empresa madre. La dirección puso en marcha una campaña de formación interna sobre el tema de \& seguridad . El que dirigió estos seminarios estudió la utilización de las técnicas psicosociológicas en los EE.UU. Al hablar acerca de estas pasantías, los obreros nos co­mentaron que:

1) No sacaron nada útil ni práctico.2) Se les “llenó la cabeza” de teorías sobre la compleji­

dad de la causalidad en materia de accidentes.3) Fueron culpabilizados con el concepto de “POLL^CCI-

DENTADO predispuesto” .

Acerca del punto n® 2, se trata, de hecho, de largos desa­rrollos sobre la cadena de las causalidades que intervie­nen en el determinismo de los accidentes; se les entrega un papel fotocopiado donde se muestra im ejemplo de acci­dente y se demuestra que ¡“un accidente, como fenómeno, no es otra cosa que el encadenamiento fatal de causas pre­existentes"!

Acerca del punto n® 3, el manual tiene un título que ocu­pa una página entera: “los poliaccidentados predispuestos son una minoría del 1 al 2% que sufrieron un importante número de accidentes graves” y, como subtítulo, “la predis­posición nunca es por casualidad... no se pueden sufrir 15 accidentes sin que uno de ellos sea grave...”

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Nosotros hemos estudiado una ficha sobre un poliacci- dentado, politraumatizado que reproduciremos in extenso’ a continuación.

FICHA M.2

Este “mecánico polivalente” sufrió en 15 años de traba­jo ,13 accidentes declarados de los cuales fueronll con in­terrupción del trabajo.

Si empezamos el estudio de su ficha por los gráficos del encabezamiento, constataremos que sus accidentes se re­parten de la siguiente forma:

— 9 accidentes son de la categoría de base:— cruz roja— heridas, quemaduras, fractura, picaduras.

— 1 accidente de la categoría intermedia:— triángulo negro— dolor, contusión, esguince , desgarro muscular

—3 accidentes oculares:—punto rojo

Primera observación: predomina la categoría de base.

Segunda observación: los accidentes se distribuyen re­gularmente en el tiempo sin ninguna agrupación de ellos:

— sobre cuatro días,— sobre cuatro horas,— sobre el mes.

Esta doble constatación nos indica que estamos frente a un POLIACCIDENTADO PREDISPUESTO.

Cuando ocurrió el accidente n*13, que se produjo en una entalladora, el índice y el mayor izquierdos fueron ampu­tados por la herramienta de trabajo en movimiento.

Es solamente después de este accidente que se estableció la FICHA INDIVIDUAL. Cuando retomó el trabajo, el mé­dico del trabajo lo sometió (con su consentimiento) a toda una serie de exámenes e incluso algunos tests psicotécni-íCOS. ^

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Éstos exámenes permitieron descubrir que ese obrero era portador de una deficiencia luego de un “accidente ner­vioso” que ocurrió 15 años antes. Cada vez que “ejecutaba una acción” de su lado izquierdo, sus reflejos^ eran particu­larmente lentos. Esto explicaba que la mayoría de las le­siones ocurrieron de su lado izquierdo.

Cuando fue trasladado a un taller de “peqüeño montaje”. para evitar todo trabajo sobre máquinas, la cadencia de ac-

cidentabilidad mejoró considerablemente.Nota: “La toma, de conciencia de este caso solamente se

realizó luego del accidente grave ”.(Todos estos títulos, los grafismos y las palabras sub­

rayadas son del autor de esta ficha). (Apave Marseille, Service Prevention Incendie, 32, calle Ed. Rostand,13006 M arseille.)

Podemos constatar en la conclusión que bastó con: tras­ladar al obrero para que se redujera su “accidentabilidad”, lo que equivale a decir que lo que cambió en la situación son las condiciones de trabajo y no el trabajador. ¡Si él es­tuviera realmente predispuesto, no se ve porqué lo estaría menos en otro puesto!

Lo que cuenta ante todo es la noción de “poliaccidentado predispuesto” y su relación con un defecto psicológico. El principal efecto que se obtuvo, y que los obreros describen, es que ellos se sienten culpabilizados al culminar la pa­santía y que incluso con posterioridad, un cierto número de ellos, cuando fueron lesionados en accidentes del trabajo, pensaron inmediatamente: “poliaccidentado predispuesto” y no fueron a declararlo a la enfermería cuando la herida no tenía un carácter evidente de gravedad. ¡

Es por esta causa que las estadísticas marcaron una dis­minución de los accidentes.

Otro ejemplo del papel que tiene el estímulo de la ansie­dad en las industrias petroquímicas surge de lo manifesta­do por un director de mantenimiento de origen argelino.

Refinerías de petróleo que fueron entregadas “llaves en mano" a Argelia, que son idénticas a las que operan en Francia, Iñincionan en promedio solamente algunos meses por año. Según él director, la causa es la mentalidad de los obreros argelinos. Por no estar preparados por varios si­

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glos de civilización industrial a las cadencias y a la ansie- • dad, permanecen insensibles a la amenaza y a los riesgos.

Por más que ocurra un accidente, nadie interviene sal­vo que el desperfecto esté relacionado con ;.a uirea que tiene •' nominalmente asignada. Así es que las fábricas instala­das en Argelia donde lo esencial del trabajo consiste en in­tervenir sobre los imprevistos, siempre están paradas. En Francia, el mismo accidente habría provocado la interven­ción precipitada de varios operarios, estimulados por la an­siedad de ver que el desperfecto puede encadenar una espi­ral de catástrofes.

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Capítulo VI

ORGANIZACION DEI. TRABAJO Y ENFERMEDAD

Hasta ahora nuestros esfuerzos se concentraron en tra­tar de poner en evidencia un sufrimiento desconocido pro­vocado por la organización del trabajo. Mostraremos a continuación cómo funcionan los diversos sistemas de de­fensa implementados para contenerla. A su vez, las estja- tegias defensivas pueden ser utilizadas por la organiza­ción del trabajo con el propósito de aumentar la produc­tividad. Evidentemente, se plantea el problema de saber si la explotación del sufrimiento puede tener repercusiones sobre la salud de los trabajadores, a semejanza de lo que podemos observar con la explotación de la fuerza física.

El hecho de queja explotación mental sea fuente de_plus- k valoreen lásTareas^no calificadas,cuya reputación es que s'oñ estrictamente manuales es, tal vez, lo más insólito del ■ enfoqué pslcópátológico de la organización del trabajo. | Párá"evaluar los efectos d e ja explotación mental sobre la salud, es necesario recurrir a nociones psicopatológicas más clásicas, pero más especializadas. En lo que sigue no mantendremos la diferencia existente entre ¿satisfacción y ansiedad. Justificada hasta ahora por las necesidades del informe, a ra encontrar como,^ausa de enfermedad a la *= organización del trabajo | haremos referencia a la eco­nomía psíquica y somática global.

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El sufrimiento invisible

Salvo contadas excepciones, todas las .situaciones de las cuales vamos a hablar no dejan aparecer ninguna enfer­medad mental caracterizada. InclusoTcuando el sufri­

rá miento es intenso, es bastante bien controlado por las estrá- tegias defensivas para impedirle que pase a adoptar la forma de patología^Nos queda por ver si las descompensa­ciones son siempre evitables o evitadas. En el lugar de tra­bajó, neurosis, psicosis y depresiones son precisamente compensadas por la utilización de los sistemas defensivos que ya fueron descriptos. Si admitimos la posibilidad de descompensaciones debemos cuestionamos por qué no no- tamos_,ninguna huella en la fábrica, en el taller o en la ofi-

—> cina.^ Toda descompensación ps;iconeurótica se traduce, como poHríamos imaginarnos, en una disminución de_ la performance productiva.J.De hecho, neurosis, y psicosis descompuestas que son inmediatamente identificadas so­bre: la base de criterios de rendimiento, son a menudo las más precoces en aparecer en el cuadro psicopatológico.''La

' exclusión inmediata del trabajo es la sanción sistemática^ Basta con agregar al mecanismo de exclusión las técnicas de seleccción en la contratación de personal para com­prender qué el taller está provisto de una verdadera “asep­sia mental”. X a organización.del trabajo, como ya lo vere-. mos, es indudablemente causa de ciertás descompen­saciones. Este fenómeno puede ser observado a mínima en dos circunstancias que aquí nos servirán de ejemplo. La primera se relaciona con elíaumento de la cadencia en las industrias electrónicas^®^. Los autores de im informe sobre el análisis del trabajo en esta rama de la industria nos de­tallan que el aumento de la cadencia, la aceleración de los tiempos, la exigencia de elevadas performances producti­vas conduce a la aparición de cortas descompensaciones

. que estallan como epidemias: esencialmente femenino, el personal “estalla” bajo la forma de crisis sentimentales, crisis de nervios, desvanecimientos que parecerían ser transrhitidós por contagio dentro del taller. Excedida, una obrera es bhitalmente afectada por temblores y empieza a gritar. Algunos instantes más tarde, otra estalla en

.^lágjim su pues;t43é trabajo. S i^ én en cade-

na “una serie de descompensaciones”. Mientras éste inci­dente permánezca aislado, la infractora es condvicida ha­cia la enfermería. ¡Pero cuando hay varios obreros qüé es­tallan, los supervisores intervienen y efectúan general­mente una di sníinución del ritmo de trabajó!

El solo hecho de disminuir la. tensión de la organiza­ción del trabajo basta para hacer desaparecer toda expre­sión visible, de sufrimiento, j

El otro ejemplo que daremos está inspirado en una in­vestigación que se realizó sobre los obreros de la empresa Renault. Durante el fin de semana, y en forma bastante regular, el clima del taller adquieren un aspecto muy par­ticular. Les tomillos vuelan por el taller, retumban los gri­tos a pesar del ruido de las máquinas, hay herramientas que se rompen, aumenta el porcentaje de artículos produci­dos con defectos, y las piezas desechables son más numero­sas que de costumbre. La agresividad contra los jefes ex­plota en forma directa. Generalmente, en esos moriiéntos es que podemos observar intercambios de golpes. Se iiístala el desorden, se interrumpe a menudo la cadena, toda ano­malía, todo desperfecto, e incluso la interrupción dé la ca­dena provocan movimientos colectivos de agresividad. Como conclusión, los autos que salen de la fábrica ese día tienen muchos más defectos que los autos fabricados en principio de semana. Es por eso que los trabajadores que tienen problemas con sus autos personales dicen entre e- llos: “es ün auto hecho el viernes”. Los autos de principio dé semana y los de fin de semana, por regla general, están efectivamente: cargados con una mayor cantidad de defec­tos qile los autos de mitad de semana. Este ejemplo nos sirve para mostrar que si las cadencias son mantenidas a un nivel máximo de tolerancia, sus efectos no se sienten a largo plazo, sino en la misma semana entre el principio y el fin, e incluso entre el comienzo y el fin del día. Pero aquí también la administración se esfuerza en mantener las cadencias a un nivel tolerado por la mayoría dé los obreros. Es así que finalmente se encuentra definida la norma. Una norma productiva, por cierto, pero también es una norma mental. "

?>v;Cüándo el límite colectivo de tolerancia no ha sido’ al­canzado, ocurre sin embargo que en forma aislada un

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.O brero no puede mantener las cadencias o conservar su equilibrio m entaljEn virtud de su carácter, la salida en este caso es individuai. Se le ofrecen dos soluciones. Irse dèi trabajó, cambiar..,de puestt», 0 eaitìbiartde empresa; sòh " todas opciones qtìe se inscriben en el “ rnqver”, La segun­da opción está representada por el ausentismo. Incluso si él sabe que no está verdaderamente enfermo' el obrero agota­do o al borde de la descompensación psiconeurótica no puede dejar la fábrica sin brindar explicaciones justifica­das. En la fábrica,Tei sufrimento mental y el cansancio están prohibidos. Solamente la enfem edad psíquica es aceptada como justificaciónjEs así que tendrá que brindar üfí“ cértificado médico; generalmente junto con una pres-

^cripción en la que figuran psicoestimulantes o antál^cos;' la consulta médica termina disfrazando el sufrimiento s> mental: l63 el proceso de medicalización^?y pero que difiere

notablemente del proceso de psiquiatrización^'*, en la medi­da en que lo que es buscado no es solamente el desplaza­miento del conflicto hombre-trabajo sobre un campo más neutral: la medicalización apunta, además, a la descalifica­ción del sufrimiento en lo que él puede tener de mental.

1. La enfermedad mental

Contrariamente a lo que podríamos imaginar, la explo­tación del sufrimiento por la organización del trabajo no fábrica'enfermedades mentales espwíficas. Las psicosis de trabajo no existen, como tampoco las neurosis de trabajo. Inclüso los detractores más obstinados de la nosología psi­quiátrica no pudieron dar una demostración fundamenta­da de la existencia de una patología mental provocada por el trabajo. Solamente algimas interpretaciones simplistas •atribuyen a la sociedad la paternidad de todas las enferme­dades mentales

¿Podemos sin embargo afirmar qiie la organización del trabajo no juega ningún papel en las enfermedades men- tales? ' .

Las descoTOuensaciones paifióticas-’v'iieúi-óiic^ depenr den en última instancia de la estructura de las persoñali- ‘dades^^, fueron adquiridas muclio antes de'éritrár en~Ia producción. La aparición de una descompensación psico-

neurótica no deja de plantear unas preguntas que hoy en ^ía todavía no, han sido resueltasñiia e^tnictiJrá de la per- sonálidad nosLiaédeindicar el aspecto que torna la descom- piínsácito, así como su contenido. Pero esto no basta para e x p ia r erinomento “elegido” por la descompensación. El estudio y la caracterización de las sitaacionea^reales que intervienen en las descompensaciones psicóticas, fueron objeto de ciertos trabajos^^. Incluso si la realidad en cues­tión en las descompensaciones psicóticas y neuróticas no tiene poder patógeno alguno si no es por el contenido que ella vehiculiza, admitiremos por nuestra parte que la rea­lidad, si no se manifiesta por hechos, puede tener un papel que favorezca la aparición de una descompensación aún cuando no se produzcan acontecimientos. Tres compo­nentes de la relación hombre-organización del trabajo puedén ser tomados en cuenta: la fatiga que hace perder aF aparato” mentáTla^agilidad de sus mecanismos; el sistema frustración-agresividad reaccional que deja sin salida al-, guna a una parte importante de la energía pulsional; la or­ganización del trabajo como correa de transmisión de una voluntad extranjera que se opone a las inversiones pulsio- nales y a las sublimaciones. El defecto crónico de obstacu­lizar a la. vida mental alimentado por la organización del trabajo tiene probablemente un efecto favorecedor sobre las descompensaciones psiconeuróticas.

La organización del trabajo inscribe tal vez sus efectos en las posibiMadés de poder curar una enfójmedád men­tal más que en su delermiñTsmo. Ilustraremos nuestra pro­posición mediante un caso clínico.

Internado en un servicio espécial de u n hospital parisi­no, un trabajador de 26 años fue hospitalizado ya que sufría de malestares que aparecían cada vez con mayor ft-ecuen- cia. Después de hacer una minuciosa investigación, clínica y paraclínica, no se pudo evidenciar ninguna afec­ción somática. Una investigación psiquiátrica nos permi­tió afirmar que se trataba de una descompensación de una neurosis histerofóbica después del nacimiento de su primer hijo. Este obrero, que se desempeñaba profesionalmente como albañil, no presentaba ninguna perturbación durante su trabajo. Habiéndose solucionado las cuestiones mate­riales, una psicoterapia era el tratamiento que se le hubiera

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dado a cualquier paciente. Esta psicoterapia fue imposible y fue detenida por interferencias de orden profesional: como , trabajador de la construcción, él debía participar en la ideología defensiva del empleo que fue descripta en el capi­tulo III. Desde su comienzo la técnica psicoterapèutica esta- . ba condenada al fracaso. El análisis de las defensas fóbicas implicaba, simultáneamente, un replanteo de un sistema defensivo necesario para poder proseguir con.su trabajo. (Por causa de una comunidad de estructuras entre defensa fòbica e ideología defensiva del oficio de la cons­trucción). Por lo tanto, continuar con la psicoterapia pro­ducía como primera consecuencia parar de trabajar. Esta situación era tanto más inaceptable cuanto que por falta de otras calificaciones, la c r is is económica impedía tener es­peranza de una reconversión profesional.

Este ejemplo nos muestra como hacerse cargo de ciertos enfermos entra en contradicción con la organización del trabajo. Recurrir a terapéuticos psicofarmacológicos, que en este caso serían de poca utilidad, estaba contraindicado a causa de lo^ efectos de estos medicamentos sobre la actua­ción, efectos susceptibles desfavorecer los accidentes de tra­bajo. Por sí solo, este ejemplo no es, sin lugar a dudas, una demostración. Sin embargo nos podemos preguntar si esta contradicción antagónica entre el trabajo psicoterapèutico y la organización del trabajo no está cuestionda por el esca­so número de obreros que son beneficiados por este trata­miento. En el momento en que numerosas psicoterapias y psicoanálisis son tomados a cargo por la Seg\iridad Social y rembolsados en un 100%, los argumentos de orden finan­ciero ya no pueden ser mantenidos como la única explica­ción capaz de mostramos la descriminación social aiite el tratamiento psicoterapèutico y psicoanalítico. La organiza­ción del trabajo, particularmente en las tareas no calificadas, podría tener un papel en lo que hoy en día se denominan los casos iruinalizables

Aunque en general la organización del trabajo no puede ¿ser considerada como una fuente de enfermedad mentál,

-jy una entidad psicopatológica, sin embargo, podría encon- í . trar allí una explicación original. Se trata áeljtsín-djome

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dación de una fractura o la cura de una intoxicaciónvagu- dá. Se éaracteriza por lina gran variedad de perturbaciones

/-funcionales", es decir sin sustrato orgánico, p por Ia"per- sistencia anormal de úfí'síntoma que apareció luego de un

^-p^dente. Es así que, una herida del cuero cabelludo ócá- sionada por la caída de una piédrá‘i luego de cicatrizarse y así curarse, continúa sin embargo durante meses, produ­ciendo una picazón en la superficie del cráneo, cefáleas, impresiones raras en la cabeza, vértigos, etc... Las inves­tigaciones clínicas y paraclínicas generalmente no llegan a ninguna conclusión. A menudo esos síntomas subjetivos impiden al paciente retomar su trabajo. Se establece, en­tonces un diálogo de sordos entre el obrero, el médico y la Seguridad Social, que conduce a menudo al paciente a un

(estado mixto compuesto de reivindicación y depresiónj' Puesto finalmente entre las manos de un psiquiatra,; allí tampoco el paciente se benefició de un tratamiento real­mente eficaz. Ninguna explicación psicopatológica le fue propuesta a este síndrome^. A veces fue interpretado como la descompensación hipocondríaca de una estructura neurótica subyacente y que ya existía antes del accidente. El papel del accidente está limitado, en esta concepción al de “factor reaccionar o de “elemento desencadenante”. La evolución del síndrome subjetivo post-traumático es de una cronicidad temible.'El estudio de numerosos casos clínicos nos permite mostrar que el síndrome subjetivo post-

esencialmente a los obreros de la cons- ^ tníbciÓn y a los trabajadores que realizan tareas peligro-

sas. La referencia a la ideología defensiva por parte de los , pficiBs^JC la con sta nos permite brindar una explica-

Nicopatológica : al parecer, todo ocxirre como si el ac­cidente fuera, en cierta forma, la pmeba de la ineficacia de la ideología del oficio. Coraje, virilidad y.desafío al riesgo

- habrían probado, por el accidente, su fragilidad e impoten­cia en proteger al obrero. n:;¿ £í)nyencido de la realidad del riesgo, excluido de la

^ideología de empleo, el trabajador accidentado debe ahoVÍ ^ U fx m terse 'en jon n a , in al peligro^y a la ahsi'^

anteriormente (Capítulo ÍIÍ) que Ja cóh^•' éxacta del riesgo que se con-ió durante el trabajo

- hace que sea^imposible prosegmFcoiTTrtaréá.'Eñ^ést®

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condiciones, podemos entender por qué el obrero accidenta­do se niega enérgicamente en volver al feabajo. Pero tal comportamiento es difícilmente asumido por el obrero que hasta ese momento, participó a la ideología defensiva del oñcio. Sería en cierta forma, reconocer su debilidad, su impotencia y bu ansiedad. Por otra parte, dijimos anterior­mente que'^olamente el sufiimiento físico puede ser reco-

• nocido por la organización del trabajo, mientras que el su­frimiento mental y en particular la ansiedad, no tienen derechq_de existir y ser nombradas efi el lugar de trabajoj Negarse a retomar el trabajo por la ansiedad equivaldría automáticamente a un despido sin indemnización, ni pen­sión. Sojamente una enfermedad mental así caracterizada _ permitma obtener un estatus de invalidez, A pesar de ello,

_esta ansiedad, lejos de ser inapropiada, en niri^n~CHST5 puede ser Considerada~como una enfermédad'íneñtal. L a "” única salida es entonces una “medicación” (ver el párrafo precedente) de la ansiedad. XáL^^persistencia de cefaleas, , vértigos, maTesíares visiiále's, desequilibrios sine materia están particularmente bien ubicados para servir de justi- \ ficativo al proceso de medicación.

El síndrome subjetivo post-traumático aparece entonces como la sola entidad clínica que reconoce un origen estric­tamente limitado a la organización del trabajo. Este síndrome es muy frecuente en la práctica y afecta anual­mente a miles de trabajadores accidentados^^.’ Por regla general, después de algunos meses ó de algunos años de evolución, estos enfermos serán tratados por psiquiatrasj Ya sea perque la cronicidad de los malestares sine materia no justifica un tratamiento médico, o porque, poco a poco, se fue constituyendo una verdadera afección psiquiátrica en el círculo vicioso de las incomprensiones. La invalidez e las pensiones, tanto más modestas'cuanto más joven es el accidentado, solamente son acor^dadas en razón del estatuto reconocido de enfermo mental.'Así lo quiere la lógica de la organización del trabajqjque solamente autojñza a sacarle la máscara al fsufrimiento mental lií t|’nhinb"'d su evolu­ción: la enfermedad mental caracterizada^ Dos argumen­tos van en el mismo sentido de nuestra hip¿^tesis etiológica.

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La investigación psicospmática

Los pacientes que padecen el síndrome subjetivo post- traumático nos muestran que podemos encontrar entre ello|;auna.;gran variedad de estructuras mentales y no una únícA estructura neuróticáToniiada con anterioridad! que

^es característica de este síndrome.Auhqííé los médicos y psiqüTálras tienen la costumbre

de atribuir al síndrome subjetivo post-traumático una hipo­tética estructura neurótica, debemos hacer resaltar que a diferencia de otros campos de la psicopatología de las neu­rosis, este síndrome opone U na resistencia excepcional al tratamiento psiquiátrico. En nuestro conocimiento, no fue hecha aún ninguna publicación mostrando un éxito psico­terapèutico en esta patología. Solamente algunas reubica­ciones profesionales, o el otorgamiento del status de invali­dez pudieron, en algunos casos, borrar la sintomatología. La imposibilidad de analizar este síndrome resulta proba­blemente de quersu determinismo es ante todo socioprofe-

_ sional y no psico-afectivq^L£u_aeníido,--au^gíLÍficado^^ no puedén ser descubiertos efíla historia pasada del sujeto; por el contrario^residen ^h la naturaleza de las condiciones y de la organización dellrabaj®^, ■

2. La enferm edad som ática

En el capítulo II presentamos la observación de " una desorganización psicosomàtica en un obrero diabético; En ese éntonces, habíamos insistido esencialmente; en los efectos posibles que resultaban de la inadecuación éntre la estructura de la personalidad y el contenido ergonòmico del trabajo.H[¡uando las defensas del carácter y del compor­tamiento no~ntervieneri én el trabajo, el riesgo que se corre es una acumulación de energía pulsional que no encuen­tra dónde descargarsejPara ser-más precisos hay que sa­ber que puede ocurrir lo contrario: la exagerada interven­ción de una defensa comportamental o de un sistema

.defensivo cáracteriarén perjuicio de otros mecanismos de defensa que no intervinieron, puede conducir a una desor- gáñizáción.-El efecto princijjal dé lá neutralización de las deferisSs'"d?l carácter y del comportamiento es la aparición

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de una enfermedad somática. No haremos ahora ninguna demostración de estas afirmaciones que se fundamentáron en una teoría conocida bajo el nombre de Teoría de la Es­cuela Psicosomàtica de Paris y "

Hay un punto fundamental en esta teoría que debe Ser mencionádo para poder comprender los efectos de la orga­nización dél trabajo sobré la economía psicosomàtica;

-— las enfermedades somáticas aparecen_,sobre todo..e.n individuos que, presentan una-estructura mental caracteri-. zada por la pobreza o por la ineficacia de sus defensas mén-^ tales (falta de "vida onírica, falta de actividades fantas- máticas, ausencia de síntomas" psTconéufó^£icós, m alà'3ìli- dad del funcionamiento mental: ineficacia funcional del subconciénte)'^®. Para caracterizar ese tipo, de estructura' mental, se habla de neurosis del caráctér, neurosis del comportamiento®^, o de estructuración y de estado límite

— las defensas no psiconeuróticas que son las defensas del carácTér y dél comportamiento son menos flenblés que las defensas mentales. De hecho, los sujetos que presentan este tipo de estructura son más frágiles ante los aconteci­mientos de la realidad y las situaciones conflictivas que los sujetos que presentan Una estructura neurótica.

— cuando las defensas del carácter o del comportamien­to son desbordadas por la gravedad de los conflictos o por la realidad, estos sujetos no descompensan ni sobre un modq neurótico ni sobre un modo psicòtico. El transtorno en el que cae el enfejTnp rip se tradjice por síntomas mentales, sino _ por la aparición de una_ enfermedad somática.

— inversamente, la mayoría ^ Jas, enfermedades . somáticas aparecen en sujétos que presentaban anterior­mente una estmctura caracterial o comportamental. Esto es verdadero para todas las enfermedades sea cual fuera su ubicación y,su naturaleza •

— pero'la somatización (proceso por el cual un conflicto que nó~pued¥~eñcbntrar una salida mental provoca desórdenes endocrino-metabólicos en el cuerpo, punto de partida de una enfermedad somática2|puedj^afectar a u n ¿ sujeto portador de una estructura neurótica o psicòtica au­téntica. Esta situación es bastante rara en ese tipo de sujeto j (se demostró que; los neurótic^|;j|;lps psicòti^os'òponen una

sÌTÌétìsténèia-Mcép^^ a la enfermedad somática y que ■

inversamente a lo que ocuíré en los sujetos portádofes de erifermedadés somáticas graves, están rclativamenté pro­tegidos de las neurosis y de las psicosis —por lo tanto,

? esta situación puede observarse en sujetos con Uim estru^u- ra Dsiconeuróticá cuando su funcionamiento mental está mo meniáneamente anulado \

,L a reféréñcía' a esta teoría nos permite comprender cómo la organización del trabajo actúa sobre la economía

• psicosomàtica. Basta con subrayar querjá organización del trabajo determina, por medio de la división del trabajo, e í, cóñ"teñÍdo de la tarea;|no solamente el contenido significa­tivo (tanto más reducido en cuanto que la división del tra­bajo está más marcada) sino también el /contenido er-,. gonómico, es decir los gestos, la postura y los ambientes fi'Sicos y químicos, que afectan en cierta forma a toda la economía del cuerpo en situación de trabajojAféctado a una tarea, el trabajador trata espontáneamente dé acondi­cionarla siguiendo un cierto orden, según una secuencia de gestos y eligiendo instrumentos que realizan en cierta forma una organización del trabajo de compromiso. La constitución de un modo operatorio espontáneo, merced a modificaciones sucesivas, se perfecciona en función de criterios que no fueron dejados de lado a propósito. La mis­ma tarea efectuada por diferentes trabajadores no siernpre es realizada según im solo y línico protocolo. Por lo contra­rio, al observarla, podemos notar que diferentes modos ope- ratorióS aparecen espontáneamente, que son fuertemente personalizados. 'La organización libre del trabajo nò" es ■= más qué un ordenamiento del modo operatorio que tiene en cuenta las aptitudes individuales, las necesidades de la personalidad donde cada gesto se armoniza espontá­neamente con las defensas del comportamiento y del carácter. La organizáción del tiempo separada en fases:'de trabajo y fases de reposo permite respetar las necesidádés de la economía psicosomàtica, proteger al cuerpo contra uña sobrecarga del comportamiento que podría ser nefasta, y ofrecer al sujetó salidas pulsionales durante su trábájoj De esta forma, la libré organización del trabajo se viíelbe

I . íviK-: f^^dámental del equilibrio psicosomàtico y de la c¿r-" ■ saiis/accidnjja la inversa del acondicionamiento deririodo

operatorio que caracteriza al trabajo artesanal, la orgárii-

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^Mdón. (i‘>l rígida-.e impuesta que caracteriza a lagran ninyoría de las tareas industriales,, a p a le e primero como una traba al libre acomodo de la tarM^^La ofgániza-

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cióñ" dol trabajo, fijada exteriormente por los directivos puede, on ciertos casos, ¿star en oposición con el compromi­so operatorio favorable que espontáneamente hubiera puesto en practica el trabajador. La organización del trabajo puede, fntonces, poner a prueba inmediatamente al equili- brio paii't>»omático.j¡. CujiiiX« inífs rígida es una organización del trabajo, me­nos porinitirá que se hagan acondicionamientos favora­bles a 1» economía psicosomàtica individual.

'-■'■ ' f^ L a (>r/íanización del trabajo, en la medida en que puede bloquear los esfuerzos del trabajador para poner en confor­midad el modo operatorio con las necesidades de su estructu­ra mentid, causa un debilitamiento somdíicoJEs probable que una parto no despreciable de la mortalii^drsomática obser­vada en tro los trabajadores encuentre su origen en una or­ganización del trabajo inadecuada. Las mismas observa­ciones fl<’ aplican a la disminución de la longevidad de los trabajn<lo'‘C3 a medida que se va descendiendo en la jerar­q u í a socioprofesional, considerando que, por regla gene­ral, cuiii'to más descendemos en el status social, más rígidnnu'nte estará determinada la organización del tra­bajo a In que están sometidos los trabajadores.

^ Aumoiito de la tasa de mortalidad y disminución de la longevidad en las clases sociales desfavorecidas tal vez tienen una triple explicación. A las peores condiciones de trabajo <1« los obreros no calificados, se le agrega no sola­mente una respuesta médico-social de mucha menor cali­dad con respecto a las profesiones más favorecidas (una noción <i>»o hoy es clásica), sino también los efectos nefas­tos de la organización del trabajo. evaluación del papel de la organización del trabajo en la mortalidad obrera con respecto a las otras dos causas todavía no ha sido demostra­da. Per« nuestra experiencia cb'nica no3 ,llexa _§ pensar que su papol rio se puede despreciar en la medida en que el con­flicto d<’ la economía psicosomàtica coíi la organización del trabajo favorece los efectos patógenos de las malas con- dicionoM (ísicas , químicas y biológicas del trabajo.

proposición que acaba de ser formulada afecta, sobre

todo, a los trabajadores que poseen una estructura del ca- jrácter o del cpmpcartamiento ppcojflexiHe. ^ P estos casos están lejos de ser raros y si confiamos en los psiquiatras y psicoanalistas contemporáneos, las estructuras neuróticas

: desapareciendo y serían cada vezmás raras, dejando lugar a las estructurasí dercarácter y del comportamiento.

¿Qué ocurre con el sujeto que presenta una estructura neurótica auténtica cuando advierte la contradicción que lo opone a la organización del trabajo?

Al parecer las aptitudes para mentalizarse y producir sensaciones fantasmáticas constituyen la mejor válvula de seguridad contra la puesta en tensión de la economía psicosomàtica. Numerosos ejemplos clínicos nos confir­man que, en esos casos, las enfermedades somáticas son notablemente más raras en los sujetos no tan mentaliza- dos. Todavía falta que la organización del trabajo permita el libre juego del funcionamiento mental. Teniendo en cuenta a Boyadjian hemos visto que, en el caso que él nos propone, su puesto en la industria textil deja muy poco espa­cio y tiempo para la vida fantasmática. Sin embargo, y este es imo de los puntos más interesantes de su libro, el autor nos muestra los efectos inmediatos del desempleo parcial impuesto por las dificultades económicas de la em­presa sobre la recuperación de un trabajo mental de una di­mensión totalmente distinta. Todo ocurre como si, liberado en parte por el desempleo de la lucha individual contra la organización del trabajo (con la disminución de las fati­gas correspondientes), volviera a reconocer su cuerpo, sus deseos, sus preocupaciones, sus inversiones afectivas, y nuevamente fuera capaz de elaborar proyectos.

Proponemos la hipótesis siguiente: ^a organización del trabajo, y en particular su caricatura en el sistema Taylor y el trabajo renumerado por piezas; es capaz de neutralizar ^ totalmente la vida mental durante el trabajo. En base a este hecho, el trabajador está de alguna forma desposeído de sus potencialidades neuróticas y obligado a funcionar como una estructura del carácter o del comportamiento. De esa forma se realizó artificialmente el primer paso de una desorganización psicosomiítica experimental por el choque con la organización del trabajo.

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En nuestra opinión, el blogueo prolongado del funciona- miento mental que puftde causar la organización del traba-

en particular el sistema Taylor, es una de las causas principales" de enfermedad somáticari

A pesar de que esta proposición no sea muy ortodoxa con respecto a la teoría-psicosomàtica, parece que ciertos au­tores la adivinaron de lejos " .

Clínicamente, el anulamiento del funcionamiento mental, y la inadaptación de la organización del trabajo (contenido ergonòmico) a las necesidades de la economía psicosomàtica, no se traduce inmediatamente por una en­fermedad somática. Primero aparece una experiencia de insastifacción que ya fue mencionada en el capítulo II,

. ‘ cuya toñálidád es específica y que se distingue dé^fa insa- --T>‘TÍsfaccÍ<5ñ eri" relación con el contenido significativo de la

tarea. Esta vivencia se expresa ante todo por la fatigoj^, por ¿ierto, no hay nada tan sorprendente como ver que esta vi-

">-__vencia subjetiva toma la forma de una queja somática, in­cluso si no hay una auténtica enfermedad. Tal vez sería más justo decir que aún no hay enfermeda’3~somática. En­tendemos bien en esta perspectiva por qué l^fatiga no co­rresponde siempre a una carga física e x ce d a . Numerosos

"autores debatieron acerca de la fisiopatologia de esta fatiga misteriosa que no respondía a ninguna psicopatología con- creta^2, 5l_ hecho, no hay necesidad de una performance física excesiva paira justificar la sensación de fátiga.^Sólo basta con que la'organización del trabajo entre en oposición con la economía psicósómática, y el trabajador deberá des­plegar todos los recursos de que dispone para compensar el ¿loqueo por parte de la organización del trabajo de sus sali­das comportamentales, caracteriales y mentales hacia su energía pulsionaL'^omo se trata de una vivencia subjeti­va, numerosos autores descalifican a la fatiga tratándolá de “psicògena”, es decir casi una simulación. Esta aser­ción es a la vez cierta y falsa. Sobre todo es errónea e in­completa. La fatiga es simultánemente psíquica y somá­tica. Psíquica, ya que corresponde a un obstiículo en la vía psicosomàtica; psíquica, asimismo, porque es una viven-, eia subjetiva.,Pero ta y sobre todo es seinática porque

^ su origen es el cuerpo. Es'msólito, t a í^ z , ya que no corres­ponde a un esfuerzo demasiado intenso de los órganos (mo-

trices y sensoriales), pero sí a una represión de su áctivi- dad espontánea . La fatiga no solamente proviene del ago­tamiento de un órgano o de un aparato. Una concepción de ese tipo está fuertemente marcada por la herencia de là bio­logía, de la fisiología y de las experiencias clásicas sobre energética y el esfuerzo muscular.iLa fatiga también puede tener origen en la inactividad^^' Inactividad cansadora ya que no ea un simple reposo, < sino todo lo contrario, es una represión-inhibición de’la ac­tividad espontánea. I Contrariamente" a""ciertas afirma­ciones, los obreros no reivindican el derecho al oció perma­nente. La mayoría de la gente, a semejanza de los chicos, no sienten ningún placer ante la inactividad durable. Un ejemplo caricatural nos fue dado por una empresa dòride la disminución de la actividad había llevado a toda uná ofici­na a quedar en una situación de reposo. Sin embargó las secretarias estaban sometidas a la disciplina de los hora­rios y a la vigilancia de un jefe. Ningún trabajo les fue confiado durante meses. Pero correlativamente se les'pro- hibíá tener actividades no profesionales (prohibido tejer, hacer críicigramas, etc.). El efecto principal que resultò de esta “organización del trabajo” fue la aparición de una fa­tiga considerable que los llevaba a... ¡pedir permiso para faltar a causa de enfermedad! • ' . ’

Con la finalidad de ilustrar nuestra proposición referi­da á los efectos posibles de la organización del trabajó sobre la economía psicosomàtica, transcribiremos algunos pa­sajes de Un artículo que apareció hace unos veinte años;^^. “Habíamos procedido a una organización de los ritmoi'-de trabajo y de fabricación que correspondían a un réhdi- mieritó mucho más elevado. El cansancio de los obrerós se tradujo de ótrá manera... El cansancio físico no se notó en forma muy marcada. Pero pudimos constatar que cuando se observaron signos de “surmenage”, al menos al princi­pio, hubo un recrudecimiento indiscutible de la impregna­ción por el plomo.

“Yo pensaba que tal vez se trataba de un hecho aisl’ádó. SíriVembargc, este problema se planteó nuevamente en una

' fábrica de lá misma firma en el interior del país,'en el centro de Francia, donde los métodos de trabajo eran dis­tintos y existía cierta libertad en la producción. La aplica-

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ción de los mismos métodos de rendimiento concluyó en un recrudecimiento marcado de los signos sanguíneos liga­dos a la impregnación por el plomo (...).

“Estas observaciones parecen demostramos que, si apa­rentemente los obreros no reaccionaron en forma marca­da, visible, frente al esfuerzo requerido, la fatiga se carac­terizó por una predisposición mayor a la impregnación de plomo, o en no eliminar tan bien como antes los tóxicos que verdaderamente habían absorbido.

“El \inico cambio que intervenía estaba relacionado con el ritmo de trabajo... En las fichas del personal pertene­ciente a las nuevas cadenas de fabricación, pude constatar retrospectivamente, seis meses después, que era fácil ubi­car con una simple mirada la fecha del cambio del ritmo de un cierto número de obreros según las cantidades anor­males de ahálisis de sangre (...).

“Estudié el asimto de cerca para saber si no había, aparte de ima diferencia en los métodos de trabajo, otro factor sus­ceptible de explicar este recrudecimiento de la impregna­ción. De las numerosas investigaciones y encuestas reali­zadas, se dedujo que las condiciones de trabajo erán prácticamente las mismas, al menos desde el punto de vis­ta de los riesgos tóxicos. Podemos suponer entonces que la fatiga, la difícil adaptación a un ritmo de producción ele­vado, provocaron perturbaciones pasajeras de las defensas del organismo”.

En la fábrica de acumuladores que es estudiada en este artículo, solamente había cambiado la instalación de una cadena de producción con su cortejo de ritmos de trabajo, cadencias y división del trabajo. El autor precisa que eso sucedió con la exclusión de modificaciones en las condi­ciones de trabajo.

El argumento de los casos de saturnismo y de gravedad de la impregnación por plomo no resulta, en estas fábricas, de una agravación de la contaminacián por plomo. En otros tér­minos, el aumento de la mortalidad por causa del saturnis­mo no puede ser atribuida a causas psico-qm'mi-cas. ¿Cómo explicar este fenómeno, si no es refiriéndonos a los efectos

del cambio de la organización del tiráíiájo eh suTrelación ^con la economía psicosomàtica? Podemos suponer que el

cambio de métodos de trabajo pasando desde una “cierta li­

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bertad en la producción” a una organización rígida (siste­ma Taylor) tuvo como consecuencia el bloqueo del “libr< acomodamiento del modo operatorio” por parte dé los obre ros en fiincióii de las necesidades de su economía psico somática. Por este hecho, la introducción de la organiza

. ción científica del trabajo en esta fábrica, tomando come punto de impacto al funcionamiento mentel, desorganizó los sistemas defensivos espontáneos, y favoreció la apari ción de enfermedades somáticas.

OBRAS SANITARIlis

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CONCLUSIONES

Del enfoque histórico, pudimos extraer una hipótesis al­rededor de la.cual se construyó este libro:*Ta organización del trabajo, ^ erce sobre el Hombre una acción específica, cuyo punto de impácto”es él aparato psíquico. Bajò'cièrtiis condícioñes~emergé'í^ süfirimrento._^que.,Pudo ser imputado alTcí^ue entre una historia individual, colmada de pro­yectos, esperanzas y deseos y raa organización del trabajo qué'“I'ó's í^ o ra . Este sufrimiento, de índole me n ^ l¿ c o - mlenza cuando el hombre en situación de trabajo, ya rio

^puede aportar mn|^n~acòridìclòliami^ento‘ à su tarea en un sentido más acorde con’ süFn^ fisiológicas y» susdeseos psicológicos (es decir cuando está bloqueada ía rela­ción Hombre. TrabajoX/- ; La formá qué toma el sufrimiento cambia con el tipo de organización del trabajo. Él trabajo repetilfryo creaT la ín-~ 3atiifac'crÓñ7~cúyai có^ecuencias no se limitan a ’ un dis­gusto anecdótico. Es en cierta forma una puerta de acceso hacia,lá enfermedad, y un punto de intersección qüe de­semboca en .las descómpensaqion.esjnentak o en las^aFec” ciohes^'s'omáticas eii virtud de reglas que en gran parté fue- róH précedéntemente elucidadas. Las tareas peligrosas, ejecutadas generalmente en grupo,_dan nacimiento a uña ' áhsiedád específica. Unas estrategias, defensivas contra la angiistia del trabajo y la insatisfacción fueron elaboi-adas por los.obreros, de forma tal que el sufrimiento no se detecta

éihmédiátamente. Disfrazado o escondido de esa forma, el sufrimiento solamente puede ser descubierto a través de un

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conjunto de situaciones propias de cada oficio y que, de al- jguna manera, constituye su siritomatologid^l 5»C

E1 sarm iento del trabajador da lugar a una semiologia que tom à'ei riòmbre de “ideologia defensiva del oficio” eri lasTndustrias químicas o en la construcción;, de “sindro­me subjetivo de la fatiga nerviosa” o de “síndrome de con- taminaci<3n por los comportamientos condicionados” en las tareas taylorizadas.

Si la violencia de la organización del trabajo puede, in­cluso en ausencia de riesgos en el ambiente de trabajo^ (por ejemplo en los empleos de oficina), crear enfermedades somáticas y no solamente psíquicas, es porque el aparato mental no es simplemente un “compartimiento” del orga­nismo.

El punto de vista de la economía psicosomàtica aparece, consecuentemente, como un instrumento crucial en la in­vestigación de la Psicopatología del Trabajo.

¿Dijimos sufrimiento y enfermedad? Pero la relación de la organización del trabajo con el aparato mental no es tan unívoca, y existen casos en los que, por el contrario, el trabajo es favorable al equilibrio mental y a la salud cor­poral. Incluso ocurre a veces que le da una resistencia mayor contra la enfermedad y el cansancio, contra los tóxicos industriales, los virus y las condiciones climá­ticas. ÍUna buena adecuación entre la organización del tra­bajo y la estructura mental del obrero es posible, lo que im­pone en cada caso un punto de vista matizado y sostenido por un análisis preciso de la psicodinàmica de la relación Hombre/Trabajo.j En ese sentido la noción de c ar ga psíquica de trabajo puede ser una hipótesis utilizable Cuando la reladón establecida con la organización del tra- bajo es favorable. en_Kei-deL.s.ex„c{mflictiva, es porque se - cumple al menos una de estas condiciones:

— Las èjugencias.intekìxjaiales, motrices y , psicosenso- riales deTa tarea_¿stán de acuerdo específicamente con las necesidades del trabajador en cuestión de form i tal que el simple ejercicio de la tarea está en el ongeri de una desear-, ga y de un “placer de funcionar ”.

• Es decir de las condiciones físicas, químicas y biológicas de trabajo.

— El contenido del trabajo es fuente de una satisfacción sublimatoria : situación que es por cierto rara en compara­ción con la mayoría de las tareas y que podemos encontrar en circunstancias privilegiadas donde la concepción del contenido, de la cadencia y del modo operatorio está, en parte, dejado al trabajador. El puede entonces cambiar la organización de su trabajo de acuerdo a sus deseos o a sus nececidades; en el mejor de los casos él puede incluso modificarla espontáneamente según sus propios ritmos biológicos, endócrinos y psico-afectivos, siguiendo su vi­vencia subjetiva que a menudo es una excelente guía en la protección de la homeostasis, como pudimos demostrar^

ÍTales condiciones solamente se encuentran en los oficios artesanales, las profesiones liberales, y entre los responsa­bles de altos cargos: trabajo organizado libremente o deli-__\beradamente elegido y conquistado. 'Esta última formula es, de hecho, equivalente (por ejemplo en los pilotos de caza) y puede llegar a ofrecer una oportunidad única de sublima­ción. En ese marco, no tenemos que sorprendemos de que importantes rigideces concretas del trabajo sean fácilmen­te aceptadas. Hay restricciones tanto matfixiales como sa,- larialeá, frente a las cuales aumenta la resistencia. Nos pueden dar testimonio de eso, por ejemplo, los artistas o los inve3tigadore.<5, ya que sería falso afirmar que para la mayoría de esas categorías los sacrificios materiales son fáciles. Cada uno de los sacrificios produce un sufrimiento muy grande, pero el placer por su trabajo les permite defen­derse m ejor

A priori,ftoda tarea es susceptible para algunos de servir ^ como soporte a un proceso de sublimación^'Pero tenemos que reconocer que la tendencia general a una profunda di­visión del trabajo, donde el sistema Taylor es la imagen, compromete las posibilidades al mismo tiempo que estre­cha la elección y el margen dejado para el libre acondicio­namiento de la tarea.

Esta evolución es por otra parte perceptible, incluso en las profesiones que hasta el momento eran dejadas de lado. Por ejemplo, podemos pensar en el trabajo de enfermero en los hospitales o en las sorprendentes condiciones de trabajo de creación en la televisión, donde las decisiones admi­nistrativas imponen la elección de los actores y del guión.

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determinan los horarios de trabajo, censuran la realiza­ción de la película, dictan las secuencias a suprimir y lás que hay que rehacer, etc., a tal extremo, qué el director no es más que un ejecutor de órdenes como los otros, en el cual se ejerce el chantaje del despido y del reemplazo por los cente­nares de colegas que esperan afuera, en la puerta.

Estos hechos sugieren cierta reserva y suscitan un pesi­mismo sobre el futuro de la mávoría de las profesiones, que

- son tocadas sucesivamente porluna organización del traba­jo cada vez más autoritaria, rígida y parcializante.]

Al parecer, el sufrimientp mental que tratamos de poner a luz, no solamente puede considerarse como una conse­cuencia deplorable o un epifenómeno lamentable. En cier- tos casos resulta propicio para la prodiíctiuMad^ No tanto el sufrimiento en sí^conw los mecanismos de defensa desple­gados contra ella. Vimos, por ejemplo en la construcción, cómo las defensas colectivas del oficio, por un efecto para- dojal, son útiles para mantener la productividad, o en los telefonistas, donde la ansiedad, mediante la aplicación de un sistema sutil, contribuye a la aceleración de las caden­cias. De forma tal que el sufiñmiento puede, en ciertos con-, diciones, volverse un ins'írumento de explo^tációrí y de ren -, dimienfo y'ese“ e3, sirT lugar á dudas, uno de los aspectos más insólitos de la investigación en lá Psicopatología d e l. Trabajo.

De esa forma, fuimos conducidos a poner en evidencia, al lado de los aspectos clásicos de la explotación de la fuer­za física, un campo hasta ahora ignorado del trabajo huma­no.

En la mayoría de la tareas, incluso en las tareas más descalificadas, la explotación penetra también la profundi­dad del aparato mental. Esta observación tiene probable- , mente una gran importancia, ya que por su naturaleza lle­va a reconsiderar las teorías económicas de la fuerza de trabajo.

En efecto, parece ser que fia explotación del cuerpo co­mienza siempre y necesariamente por una previa neutra­lización de la vida mental por parte de la orgEmización del trábajo| El sometimiento de lo.s cuerpos únicam Ste sería

una‘Éi¿íiÓh' es|ieHfíca^bre los ■' procésos psíquicos, etapa fundamental cuyos mecanismos

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pueden ser desmontados. Volver dócil a üh -cueipo no es una cosa simple, ya que normalmente está sometido a su jefe natural que tiene como nombre “personalidad”. La de­sapropiación del cuerpo sólo es posible gracias a una opera­ción específica sobre la estructura de la personalidad, cuyos efectos, durables o reversibles según los casos, for­man parte integrante de la carga de trabajo. Así, la “carga psíquica” del trabajo no sería solamente una consecuencia áccesoriá déT t jaba jo^ inO que provendría de una etapa pri- mordial de donde^ependería eí sometimiento del_cuerpo, etapa cuyo éxito estaría asegurado pty. la organización del_ trabajo en sí misma.

Dijimos que se oponían sistemas defensivos contra el sufrimiento, la ansiedad y la insatisfacción. Estas' defen­sas serían totalmente opacas si no fuera porque su especi­ficidad nos permite adivinar si esconden algo. A un punto tal que en la mayoría de los casos el sufrimiento se sustrae de la verdad (invisibilidad de graves consecuencias, pues el dolor queda por este hecho desconocido tanto para los ob­servadores como para los mismos trabajadores). Aunque haya sido vivido, el sufrimiento no siempre es reconocido.^. Una forma caricatural del saber-vivido que se opone al sa­ber-poder descripto por Foucault Si la principal fun­ción de los sistemas defensivos es la de aliviar el sufri­miento, su poder'de ocultamiento se vuelve contra sus propios creadores. ,No resulta fácil oponerse a ella en for­ma eficaz 3'a que se desconoce la forma y contenido dé este sufrimiento.;, Al final.por su eficacia frente al equilibrio mental, las estrategias defensivas se oponen a uná évolu- ción que podría conducir a una estabilidad de un nivel me­nos mediocre.

^ el tem are la Psicopatología del Trabajo, la investi- gaci^iÍvque''nosotro3 próponemós hace surgir nuevaiñeñEé la cuestión de la alienación . Alienación en el sentido>que lo entendía Marx en los manuscritos de 1844, es decir Ja tole­rancia graduada según los trabajadores de una orgapi- záción del trábajó que 'va áT«nfréntarse con su salud, sus

. , -,,deaep4 ;y necesidades. La alienación también en elsenii- do ósiaüiátrico ; de]..reemplazo de la voluntad propia del-Su; jeto por la del Objeto. Se^trata aqm' de una alienación Que pasa por las ideologías defensivas de forma tal que^eTífa^

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bajador termina por confundir la exhortación organizado- i^que tomó el lugar de su libre ar^trio, con sua propIó??e- seos. Desbordado porla voluntoi37còni«uda en la organiza- - dòn del trabajo, él corre el riesgo de dirigir sus esfuerzos a ' tolerar este injerto no deseado en lugar de hacer triunfar sus propias emociones. Una vez que coinienza el circuito,

, la fatiga asegura su perennidad, siendo como una especie de llave necesaria para cerrar las cadenas del círculo vi­cioso.

El cansancio, el agotamiento del. cuerpo (incluso fuera de las fuertes restricciones físicas ejercidas por las reglas de la economía psicosomàtica) son una p ie z a necesaria,., aunque insuficiente, de la alienación por la organización del trabajo. Observamos entonces que^a alienación es más fácil de obtener en obreros cansados, mucho más fácil al fin del año que al regreso de las vacaciones, y durante la semana más que alrededor del week-end,j

alienación sería ta]_vez ja etapa necesaria y primera . a la^cüarñó'sT^rTmos cuando hablamos del sometimiento de los cuerpos.f_La organización del trabajo aparece allí

- como el vehículo de la voluntad de otro, y es tan potente que” finalmente el trabajador está como habitado por el extraño. i

Aunque el concepto de alienación no sea pertinente a nivel del análisis económico, esto no lleva a su invalida­ción a nivel subjetivo y. vivencial.fXa alienación es una verdad clínica que, tratándose del trabajo, toma la forma de un conflicto donde eLdesep_del trabajador capituló ante

V., la orden patronal^Si debe haber Jucha por nuevas rela- dones sociales, esta deberá pasar por un proceso de desalie­nación. La alienación corre el riesgo de ser transpuesta tal cual, —como lo muestra la experiencia histórica— , por no haber sido el objeto de un trabajo específico. Nos podemos preguntar en qué medida la prioridad acordada al cambio de las relaciones de producción no corre el riesgo de pasar por encima de la alienación sin trastomarla.jNos podemos preguntar también si Pel desmantelamientp, de los .me- canismos de alienación no es la »coridición necesaria, aunque insuficiente, de un proyecto de transformación so- ciab¿Qué sería ese proyecto si no dejara un lugar conse- cuente para esta discusión? ¿Cúal sería esa felicidad ala­bada por la sociedad si no’ tiené como f u n d a me n t o

(fundamento y no objetivo) la liberación de la enfermedad mental? ¿Y en primer lugar la liberación de su ejercicio en el trabajo y en la actividad productiva? . .-' .s ;'. .

Son preguntas qué tal vez fueron negadas por razones históricas. El proyecto revolucionario nació en una época donde la relación salud mental-trabajo era invisible, en atervciÓhía?;.Ík'prioridad que necesariaménte Babia que acordar al análisis de la explotación del cuerpo físico, ¿a positividad de la historia consiste tal vez en dejar aparecer, : incluso en ausencia de un cambio social, nuevas cues­tiones portadoras de una gran fecundidad en miras de un proyecto que no puede permanecer sin evolucionar.

De otro orden es la desconfianza tradicional con respec­to a cuestiones sobre la vida psíquica. El campo de los • fenómenos psíquicos está ocupado desde-la misma época, por especialistas denunciados a raíz de una posición ambi­gua en la evolución social. Es verdad que, desde el movi­miento de los alienistas en el siglo XIX, seguido por la psi­quiatría contemporánea, el psicoanálisis y la psicosocio- logía anglosajona, los partidarios de la Organización del Trabajo actual tomaron cierta ventaja en ese terreno. ¿Perú los interrogantes sobre este tema no son indefectible­mente sospechosos? .

Siguiendo la línea de pensamiento de Andrés The- ret961)i3 admitir que el análisis de la explotación no ex­cluye el análisis de la vivencia obrera nos lleva a consi­derar a este último como un lugar privilegiado del drama donde se actualiza el conflicto entre el Trabajador y el Po­der. Hemos repetido en varias oportunidades la función éñmascaradora de los sistemas defensivos contra el sufri- miento, y una particular modalidad de èxistehèia~3él..sa­ber, por así decirlo, reducida al estado de secreto sellado en la vivencia. Secreto que tiene la particularidad de existir solamente en la vivencia colectiva . del trabajo, y de di­solverse rápidamente en el momento en que uno se intere­sa por la vivencia individual. Como toda vivencia, este se­creto necesita, para poder ser visto de cerca, recurrir a la __ palabra o, como se dice h ov ial discurso obrero. Es por ine- dio de la palabra, y a través de los sistemas~detensivos que tenemos que leer el sufrimiento obre.rpjf'

" Es decir que hay una necesidaáAsLÍiLterfij:síaGÍón , Se <

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plantea aquí la cuestión de la matriz de interpretaciones. Tratándose de algo vivido colectivamente, el psicoanálisis no nos podría socorrer. Utilizamos un cuadro de interpreta­ciones que es nada inenos que /a organización del trabajo en sí misma que queda aún por descifrar'a través de las vici­situdes que sufre en su interiorización colectiva.

Además, el pasaje de un contenido manifiesto a xm con­tenido latente, deformado por las estrategias defensivas es­pecíficas, es un método que no pertenece propiamente a la Psicopatología del Trabajo. La interpretación limitada al contenido y no a una transferencia coloca a la Psicopato­logía del Trabajo en las antípodas de la psicósociología^ a la cual se opone pimto por punto.

Cualquiera sea el régimen político previsto, en la medi­da en que él pretenda enmendar los obstáculos socio­económicos a la “felicidad”, deberá ser juzgado por su ca­pacidad para tomar en cuenta la relación conflictual entre la organización del trabajo y el aparato mental. No sola­mente para tomarlo en cuenta, sino también sobre los me­dios que sé da para hacerlo evolucionar hacia un estado de menor tensión.,Es por eso que, tal vez, estamos en condi­ciones de detenemos sobre lo que obstaculiza, no ya a la fe­licidad colectiva -—que es una noción sospechosa—, sino so­bre lo que constituye iin obstáculo padecido colectivamente por cada grupo de trabajadores en cuanto a la incorporación a un trabajo más satisfactorio. En otros términos, tenemos que entender que las resistencias individuales al placer se refuerzan de resistencias colectivas, en el corazón de las cuales se encuentran precisamente las ideologías defensi-

_yas del oficio. ^Es a partir d_e ,un doble, movimiento, de transformación

de la_organización del trabajo por una parte y de disolución de los sistemas defensiyos por otra, que puede nacéFuna evolución de la relación salud mental-trabajo.

“Se dice que la libertad no se da, se conquista”. Ocurre lo mismo con la organización del trabajo. Es probable que no exista una solución ideal y que aquí, al igu.al que en otras partes, sea más bien la posibilidad de evolución la portado­ra dé esperanza. Dadoíel lugar consagrado al trabajo en la existencia, lo que está en cuestión es el tipo de hombres que fabrica la sociedad por medio de la organización del traba-

168

JO. Sin embargo no se trata de crear hombres nuevos, sino más bien de encontrar soluciones que permitirían ponér un término a la desestructuración de un cierto número de £ ellos por causa dél trabajo.

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SEGUNDA PARTE:

Nuevas perspectivas en psicopatología del trabajo

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Capítulo VII

INTRODUCCION A LA PSICOPATOLOGIA DEL TRABAJO

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1. ¿Que es la P sicop a to log ía del Trabajo?

L a'Psicopatología del Trabajo estudia ]_a.. relación psíquica del trabajo-. En el comienzo dé~esté'^rocesó~3e~c?' nocimiento se encuentra el interés por conocer las conse­cuencias, del trabajo sobre la saíud mental de los triabaia- dores.,ya sea que estas consecuencias sean nefastas —en ese. caso el trabajo será entonces patógeno — o .que sean’ifa- vorablés —en ese casó el trabajo será estructurante — .

Eií Psicopatología vuelve :á interrogar de manera dejd-- dida, apóyándiose en la coDj:.epción psicoanalítica del fun­cionamiento psíquico, el impacto de la realidad exterior so­bre el sujeto, y por lo tanto se aventura fuera del campo estrictamente limitado por un psicoanálisis que habitual­mente sólo sé interesa por las fuentes endógenas del sufri-_ miento (estando estas últimas relacionadas con la historia’ precoz y la repetición inconciente de los conflictos resueltos de manera insuficiente, heredados de la infancia). ;

Además del interés acordado a la salud mental de los trabajadores, la Psicopatología del Trabajo se pjeeLCupa.,por las_j:ondiciones para la transformación del trabajo.T" Debemos hacer resaltar tres puntos;

— ^laslcj3n¿iciones de trabajo (estudiadas por la medi-

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ciña del trabajo, la psicología industrial y la ergonomía) eat'SrT'és^ecíficamente relaciorii3as con los daños infligí-^ dos a la salud del cuerpo de los trabajadores,’ era necesario^ identifiTár Td^qüer'eQa situación de trabajo, ponía es- pecífTcámente en cuestión el funcionamiento psíquico. La Psicopatología del Trabajo asigna la función patógena ( o osti^Eürante d'er trabajo, según los casos), áTa organiza- ción del trabajo, es decir la dmsión de ][as tareas por una parte, y por otra la"'dlvísí5ñ"d^ loFlioiñ& I es decir al dis­positivo de control, He vigilancia, de jerarquía, de mando, de asignación de las responsabilidades, etc.).

— La organización del trabajo a menudo es peligrosa para elTurícionamiento psíquico. Sin embargo, la gran mayoría de los trabajadores llega a conjurar la locura, o

términos más técnicos, la descompensación psi-en

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quiátrica. Para designar este equilibrio (inestable), que no llega a ser enfermeSa^lnental, hablaremos de sufrimiento.De hecho, la Psicopatología del Trabajo se interesa sobre todo en la investigación del sufrimiento, más que en la búsqueda de enfermedades mentales específicas del traba­jo, que son relativamente raras, si es que realmente exis­ten, ya que tenemos buenos motivos para dudar de ello. a

El sufrimiento, estado de equilibrio inestable, implica entonces una conTrontación entre los, factores patógenos provenientes de la orgáñi’zación del trabajo y los procedi­mientos defensivos elaborados por ^os mismos trabaja-, dores. Es así que la Psicopatología del Trabajo, se interesa : muy particularmente por el estudio de estas defensas que, a diferencia de las descompensaciones psiquiátricas, están marcadas por las obligaciones organizacionales contra las cuales fueron construidas.

— Si el trabajo puede ser patógeno, también puede ser fuente de placer e incluso contribuir en forma original a la lucha para conquistar y defender la salud. El interrogante que ’se plantea entonces apunta a las características de las organizaciones del trabajo que da,n acceso al placer, a la salud mental y también a la salud'del cuerpo, por más que hagamos referencia a las concepciones psicosomáticas.

Esta dimensión puesta en evidencia por la Psicopato­logía del Trabajo hace posible un acercamiento al proble-....ma de la transformación de la organización del trabajo.

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2. Los sistem as defensivos

Encontramos procedimientos defensivos específicos en función de cada tipo de organización del trabajo. Podemos^ de está forma, poner en evidencia las defensas que fueron

< i i ada3 por los i'ndtt;í¿üor~ylas deTensas construidás poV los ¿ru^ps de„fe Á estas últimasse Tas llama “defensas colectivas”, que fueron particular- meriré^ésludiadas en la construcción“y lás obiras públicas,, en. .la petroquírnica, en la energía atómica, entre los mari- ^°l'P®l^S,4ores, el ejército, etcétera, Estas defensas fueron elaboradas para luchar contra las diferentes formas de su- / friraiento y sobre todo contra el miedo que resulta del tra b a j jo .

Estas funcionan s e ^ n una lógica rigurosa que está aserrada por un sislerha de prohibición de ciertos compor­tamientos, de silencio en todo lo que se refiere al miedo, de . valórizáción del discurso heróico, de comportamientos de braÁoira y de desafío frente al peligro, de rechazos parado- jales de las consignas de seguridad y de prácticas colecti- vár lúdicas que ponen en escena situaciones de riesgo que hay quejnenospreciar, y a veces bromas peligrosas que siempre están centradas sobre las cuestiones de peligro, ac­cidente, enfermedad y muerte en el trabajo.

La defensa colectiva exige la participación de todos los trabajadores sin excepciones, y ejerce un poder de exclu- sión y de selección frente a los trabajadores que se resisten á~las reglas de conducta establecidas por la defensa, colecti­va.

Podemos entonces observar que se perfilan una serie de \ paradojas. La defensa contribuye a unificar a los trabaja- dores y a unir profundamente al grupo de trabajo para mi­nimizar el sufrimiento. En estas condicion«s, nada im- pide que las defensas puedan ser explotadas por la produc- ción: podemos demostrar que la productividad está estre­chamente ligada a la eficacia de la defensa colectiva, que al principio fue construida para combatir al sufrimiento. La defensa colectiva puede incluso, en ciertos casos, esti­mular la producción de “secretos del oficio”, sin lás cuales ninguna producción es posible (en efecto, siempre hay un desfasaje, como lo demostraron los ergónomos, entre orga­

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nización del trabajo prescripta y organización del trabajo real; si los obreros aplican estrictamente lai organizació^^ del trabajo prescripta, como en las húelgas o conflictos de trabajo a reglamento, la producción se torna rápidamente imposible. Los “secretos de oficio” resultan ser vitales para la producción). Podemos entonces estudiar lo que conviene llamar; la explotación deV sufrimiento.

Otra’paradoja que surgió a raiz del estudiojie.las proce- jÜDaisntps defensivos contra el sufrimiento és que, cuando estas defensás. funciShañ“ bién7 llegán á controlar éñ for­ma eficaz al sufrimiento. Cuando funcionan demasiado bien ellas pueden incluso producir una suerte deCanestesi^

■ és- decir' úna insensibiUdad.jal gufrjmiento; que yarnás percibido concientemente p or ,los trabajadores. Esto, 'sin embargo, plantea á su vez un „pr oblema; que en estas condiciones las defensas estabilizan la situación, y obsta-

■cuIízajTlos esfuerzos necesarios para repensar y transfor­mar la relación con el trabajo. A partir de ese momento, las defensas excesivas toman la forma de una resistencja ai cambio. 'EHlóñces se amplía ér campo específico de la

' ~aTT?ñflci?ri en el trabajo.Cuando estos procedimientos defensivos sirven de base

a la clonstrucción de un sistema de valores, que llevan a promover laT'defensa como un fin en sí mismo, ocultando a”sí su vocación principal de defensa contraje! sufrimiento,o, lo que equivale a lo mismo, cuando logramos transfor- mar la defensa en deseo, en meta, en obietivo en sí, enton­ces ya no se trata de una defensa colectiva, sino de lo que \\amamos~uñ^ideología defensiva del o/iciq, cuyo impacto sobre las"relaciones'sociales es altamente problernático,,

EsfO“ sucé^de'sóFf^o^d^M~ñóliinitamos la investigación a los trabajadores reducidos a tareas de ejecución, sino qué consideramos también lo que ocurje del lado de la supervi­sión y de la dirección. Constatamos, entonces, que los eje­cutivos también tienen que defenderse del miedo que les implicá el hecho de trabajar en, por ejemplo, el campo de la energía nuclear o de la industria química^,Constatamos además que, por encima del rniedo a los accidentes, tienen

^espécíficaménté.^,m a los obreros que_elJqs.;S^pbnen diri- "■'gir-.Pe forma tal que los ej|cllt'i:yps,.tambíén-'Contruyen sis-

temás defensivos específicos, que contribuyen a radicali- "^z^~Tós antagonismos y los sufrimientos de ambas partes.

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3. El p lacer en el trabajo

A diferencia de las de/ensas contra e l ’sufrimiento que pueden ser objeto de una elaboración colectiva, el p lacer sigue siendo una dimensión .estrictamente indiviriiinl, dc::_ rivadá del deseo (dato irreductiblemente subjetivo). JEl, es- túdio del placer e_a.el trabajo se basa sobre el análisis del proceso conocido en el psicoanálisis bajo el nombre de.su-" blijriación. E^te último consiste, muy-esquemáticamente, en tomar el cariípo social y en particular el trabajo, como un teatro donde uno puede volver a actuar, donde se ponen en escena nuevamente sus deseos (o las mociones pulsio- nales) que no pudieron encontrar en la sexualidad las con­diciones propicias para su satisfacción. Es así que el traba-

privilegiado entre inconciente y campo ^Isocial. De hecho, el trabajo es capaz,., bájo ciertas, coñdl-

yiones, de ofrecer una vía de salida favorable al deseo, y además puede inscribirse como una herramienta eri la conquista del equilibrio psíquico y de la salud mental al

■ P iado de la sexualidad y el amor. El trabajo se denom ina ' ;■ ■ . m tonces estructurante. Es decir que en las tarearesTrictas

J de ejecución, sobre todo cuando son parcializadas, no hay ^ lugar para negociar la puesta en éscená necesaria, para

j poner en juego a la sublimación. Podemos incluso llegar a; hablar, en ese caso, de organizaciones del trabajo, anti-.

—sublimátórias. Se trata de tareas desestructurantes o poten- i __cialmente„ patógenas/^.t ¿Cuáles ;son las características de las organizacionesi del trabajo estructurantes? Esquemáticamente, podemos admitir ñuéyamente que ellas son las que arreglaron si-; donde le es confiado al trabajador una parte sig-I nificativa áa \a concepción del trabajo. Las tareas de con-j, cepción brindan a menudo las condiciones necesarias paraJ ^ mstálación de teatros de la sublimación. Es por eso que

, ?pnvenirnos, a partir de ahora, .oponer las actividades de C f i , ? » . actividades de ejecución, en vez dé re-

- t ' clásica entre el traha]o intelectual y el trabajo m anual (sabemos muy bien hoy en día, con la in- ormática, la automatización de la información, que hu-

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merosas tareas cognitivas son tan esterotipadas y peligro­sas para la salud como las tareas manuales).

A pesar de que la sublimación es ante todo un proceso subjetivo singular, sería un error creer que ella no implica los procesos subjetivos colectivos. La sublimación, que es correlativa de las actividades de concepción, particular­mente favorecidos por el trabajo de oficio, recluta al colecti­vo. Pero ella requiere otra forma de constitución, regula­ción y funcionamiento de este colectivo, en comparación con lo que fue mencionado acerca de los “colectivos de de­fensa”. El trabajo de oficio termina sobre todo en colectivos del tipo “comunidades de pertenencia”, estructurados por reglas que no controlan solamente los comportamientos frente al sufrimiento, sino que, dérivando de la tecnicidad y de los saberes productivos controlan sobre todo su conser­vación, transmisión y evolución. Se desprende de esto una forma particularmente desarrollada de cooperación obre­ra, que volvemos ciertamente a encontrar entre los traba­jadores dedicados a tareas de ejecución, pero, sólo en estado embrionario si comparamos la manera en que ella se des­pliega' en los colectivos de oficio, o “colectivos de regla” , o comunidad de pertenencia. ,

4. La organización del trabajo

Bajo esta perspectiva, la Psicopatología del Trabajo ya no considera la orgarijz^óji del.trabaj(i,_com^ dé üiía’^ flñ ícion técnica, sino más bien como _una rela-_ CÍ37T sóciaZ. l^ T óm ó una relación social de simple poder, sino como una relación social de trabajo, interviene es- pecíficamente en la cuestión de decidir cómo debe ser reaJ: fzado el trabajo. Tanto los estudios psicopatológicos como los estudio^ergonómicos nos indican que la organización prescripta del trabajo nunca es respetada en la realidad, y 'que en definitiva siempre resulta de un compromiso proce-

, dente de una negociación entre el colectiv9 de conducción y .el colectivo de ejecución. Este compro'injso es, por otra parte, altamente inestable y singúl&izadp'd^ empresa a otra, en función de la historia de los colectivos en cues­tión. Es así que la misma fábrica entregada llaves en manó, no funciona para nada como su equivalente im-

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plantado en el país de origen. En forma análoga, dos desti­lerías de alcohp] instaladas en dos regiones diferentes del Brasil son generadoras de dos organizaciones del trabajo realmente diferentes. Incluso dentro de una misma cen­tral nuclear, podemos a veces observar diferencias consi­derables en la organización del trabajo si comparamos una sección (o reactor) con otra, donde cada una cuenta con su propio personal y sus propios equipos de control y de man­tenimiento.

Estas diferencias nos hacen pensar que de un lugar a otro, de una situación a otra, la imaginación, la inventiva y las capacidades creadoras de los trabajadores, no crista­lizan ni evolucionan en forma idéntica. Es esta variabili­dad la que nos lleva a afirmar que l^organización del tra­bajo puede ser transformada basándose en las capacidades creadoras, o mejor aún, sobre lo que podemos denominar

Aas aptitudes de los trabajadores para la investigación sobre su trabajo, a pesar de que a menudo, en nuestras socie-

_dades, estas actitudes sean frenadas y aplastadas. Ahora bien, es esta misma actividad la que expresa socialmente 1 nioyilización de los. pxo.ce.sos ,subliminatoiios,...que .son_

a £ÍS?"al6S en la cuestión del placer y de la salud mental en el trabajo.

5. De la d iv isión sexual a la d ivisión in tern acion a l d e ltra b a jo

La confrontación de los resultados de la psicopatología con la sociología de la división sexual del trabajo nos muestra que la situación de las mujeres no se asemeja en

la.de lo.s._horobres~errio q u e ^ refiere al sufrimiento psíquico y a los procesos defensiyos,que_es.tán en pos.ición de poder elaborar. Numerosos argumentos hacen sugerir que lás defensas colectivas de oficio son molestas para lle­var a cabo, a causa de las dificultades específicas (puestas en evidencia por los sociólogos) que enfrentan las mujeres al querer constituir colectivos en el trabajo. Algunos datos clínicos disponibles sugieren que, en las fábricas de mu­jeres, cuando las defensas colectivas funcionan, ellas pa­san por distorsiones importantes impuestas a la identidad sexual de la mujer. En otros términos, la Psicopatología del

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'í’ rahiijo de las mnjfirfts naxece-inái-car que.estas tienen que piidccer un sufrimiento suplementario con respecto a jos fiorñBresTno se~tiráta de lui sufrimiento más, sino que jíro- tlTJcfTuñ desfasaje sobre la problemática psicopatológica en sii conjunto. Sin embargo, en ese campo, lo esencial de las irivo.stigaciones queda aún por hacer

K1 otro problema que plantea la confrontación de la so­c i o l o g í a con la división sexual del trabajo, se refiere al uso ,,,k; hacen los trabajadores hombres de las relaciones do- j TTTTTTTöTTs de domíiñación. como procedimiento de'fénsivo r.Vr, i rn P.1 sufrimiento ocasionado por Tá organizaclon M tr11bajo. Una parte de la restauración psíquica de 1 q^horn- br<;H frente al sufrimiento en el ..trabajo sejreaíiza en detri- ini;nto de las muj.eres-(desviación de la violencia de las re­l a c i o n e s de trabajo contra las mujeres). Aquí también la a i t . i ia ción no es la misma para las trabajadoras que no pueden contar con las relaciones domésticas para aliviar el Hufrimiento que resulta de su relación con el trabajo.

Finalmente, hay que subrayar que si la mujeres son víctim as indirectas de las defensas contra el sufrimiento do los hombres, ellas no son las únicas. Según distintos procosos, los niños también tienen que padecer las deriva- cioMo.s de lös problemas psicopatoTógicos de los padres tra-

¡«(loirés'Sasta, tal ..punto JiHSi un parte, importante de la ' p:iicopatológía general de la infancia y de la adolescencia rnrrcce ser completamente redescifrada a Ja luz de la psi-. C(ipiiü)logía de los padres. No podemos dejar de lado que, al riunnio tiempo, gran parte de las consecuencias psicopa- tolúC'< í's del sufrimiento se encuentra derivadas sobre ter­ceros .

lOs en la vía abierta por la economía de las defensas y la cnMcada de sus consecuencias, que podemos abordar la ciii*;itión de la división internacional del trabajo y de los rif.-igos, sobre todo de los riesgos p.síquicos. Como lo s,.|-ia’lam os, la economía de las defensas contra el sufri-

• mi<‘ í»to en el trabajo no podría analizarse en un marco liiiiilado solo al individuo. Implica los colectivos de traba­jo, las relaciones domésticas entre los cónyuges y las rela- ci()iurs con los hijos. Más allá de eso, las estrategias elabo- ríuias e implementadas pór los trabajadores para luchar coiil ra el sufrimientor tienen una cierta eñcacia .sobre la

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organización del trabajo, cuya evolución se enfrenta, ella también, al obstáculo humano. Una de las maniobras para hacer frente a esto por parte de los empresarios, consiste en exportar hacia los países en vías de desarrollo las organi­zaciones del trabajo que encuentran una resistencia dema­siado organizada en los países industrializados. Exportan­do los procesos de trabajo, los países del norte exportan tam­bién una parte importante de la Psicopatología del Trabajo.

Aunque ciertos datos preliminares nos indiquen que bajo muchos puntos de vista, los procesos defensivos elabo­rados por los trabajadores del Brasil, por ejemplo, son muy parecidos a los que podemos observar en Europa en situa­ciones de trabajo similares, por el contrario, la evolución de la relación psíquica del trabajo, inducida por la división creciente^de las tareas y por la automatización, de donde las actividades de concepción son ampliamente confisca­das, desestructuran en gran escala las condiciones nece­sarias para los procesos de sublimación. :

Por razones bastante complejas, aunque elucidables, una de las consecuencias psicopatológicas de lo raras que son las tareas sublimatorias, conduce a un aumento corre­lativo de la violencia social. En efecto, podemos demostrar que la sublimación, única mediación entre inconciente in­dividual y campo social, es un proceso que absorbe y trans­forma principalmente las pulsiones llamadas parciales, que, justamente por falta de salidas subliminatorias, gene­ran principalmente perversiones, violencia compulsiva y patología psiquiátrica grave (psicosis, somatizaciones, to- xicornaníás). Esto quiere decir que, considerando la Psico­patología del Trabajo bajo una perspectiva internacional, esto nos conduce a destacar que una cantidad importante de la locura generada por el trabajo se acumula en los países del tercer mundo, (luego de haber sido parcialmene eva­cuada de los países ricos), y que la violencia social en las ciudades es la principal forma de expresión clínica.

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Capítulo VIII

LA METODOLOGIA EN PSICOPATOLOGIA DEL TRABAJO

La investigación en Psicopatología del Trabajo se de- sarrollá" en várias fases;

1. La investigación inicial o pre-encuesta.2. La investigación propiamente dicha.3. La demanda, el grupo homogeno ó el “colectivo”.4. El material de la investigación.5. La observación clínica.6. El método de interpretación. ;;7. La validación y/o la refutación de los datos.8. Metodología y teoría en Psicopatología del Trabajo.

1. La investigación in icia l o pre-encuesta . '

Para que una investigación pueda iniciarse, debe estar basada en una demanda que puede emanar tanto de un grupo no institucionalizado de trabajadores, de algunos trabajadores inicialmente aislados o de un grupo sindical, de una Comisión Sindical de Empresa o de la CHS-CT (Co­misión de Higiene, Seguridad y (Condiciones de Trabajo, implantada en Francia en Julio de 1985 en sustitución de las antiguas Comisiones de Higiene y Seguridad). Más adelante volveremos al trabajo que implica la demanda

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/ formulada. Por ¡ahora, nos vamos a detener en este punto: un pedido sólo puede ser considerado si proviene de los pró=- pios trabajadores. En otras palabras, no aceptamos ningú¿ na demanda que no sea formulada por los propios interesa-^ dos.

Una_vez recibida la demanda, es necesario preparar la. investigación en sí misma, cosa que tóma bastante tiempo, generalmente varios m ese^Prim ero es necesario definir quienes participarán en el estudio como investigadores. Generalménte, hay dos o tres investigadores y por lo menos, uñó de ellos no es psicopatòlogo, pudiendo éste ser sociólogo, ergòhómò ó economista.

Luego, hay que precisar quiénes participarán del lado de los traHájaTdrp.noráñtos son y si están dispuestos a acom­pañar el trabajo hasta el final. Estás son cuestiones impor­tantes, pues la investigación se fundamenta en un colectivo constituido ad-hoc , y no en individuos tomados aislada­mente.

Varios objetivos deben ser alcanzados durante là fase de preparación deH a investigación;

Reunir informaciones sobre el proceso de trabajo, sus_ transformaciones o mutaciones. Esto supone el acceso a., docamentos técnicos, económicos y „científicos.

2 Tener acceso a la empresa, esto es, poder visitarla cuando está en funcionamiento y tener una representación relativamente precisa de las secciones, de las máquinas y de los locales donde se desempeñan los operarios a investi­gar. Se puede realizar una visita oficial organizada por .el empleador; esto no deja de ser una etapa interesante,_pero , también es importante poder tener libre acceso a los lugares deTrabajo, teniendo como guía a un trabajador que parti­cipe en el estudio^ Obtendremos gerteralmente diferencias significativas entre las dos visitas; la visita organizada por los empresarios resalta sobre todo el aspecto ¿écnico, la productividad, la seguridad, las innovaciones tecnoló­gicas, etc., mientras que là visita con los operadores enfati­za las cuestiones relativas al esfuerzo, al peligróTaias exi­gencias del trabajo, o sea lo que está relacionado con el as-

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El objetivo de esta fase de documentación sobre el proce­so,de trabajo y. de las visitas no fes 11 égar a una descripción objetiva de la relación hombre-trabajo, como es el objetivo, por ejemplo, de una investigación ergonòmica clásica, so­bre el análisis del trabajo. Lo que se trata és de obtener la base concreta necesaria p^a_comprénder dé qué habían los tr'aEájadores qué participan de la~ihWstigación y tener a líuesErá disposTción una representación,en imágenes deílas ¿oM iciohés ambientales del sufrimiento'. En efecto, el am­biente sensorial tiene un papel importante en la expresión del sufrimiento y del placer en el trabajo.

3° Luego del trabajo de documentación y de visita al lo­cal,comenzamos un abordaje de la organización del traba­jo. Entendemos por ésta, no sólo a la elaborada por elTsma- cío de organización y métodos (que también es necesaria) sino principalmente a la que destaca el aspecto conflictual entre los trabajadores y la jerarquía. Es importante cono­cer la historia de las luchas, huelgas, incidentes y situa­ciones conflictivas para poder penetrar en una dimensión dinámica áe esa historia y comprendér bien las negocia-

•ciones concretas sobre los ritmos de trabajo, el volumen de la producción, la jerarquía, la, supervisión, las solidari­dades explícitas, las divisiones y contradicciones entre los trabajadores o los grupos sindicales, etcétera.

2. La investigación prop iam ente dicha.

Esta.se desarrolla én un local identificado con el traba­jo: la s’alardé’ Tá Comisión de Higiene, Seguridad y Condi­ciones de Trabajo de la fábrica, del sindicato, o el restau­rante de la empresa, el salón de la asociación cultural que reúne habitualmente a los trabajadores, etc. La investiga­ción reúne, entonces, un grupo de trabajadores que están: al tanto del trabajo inicial y del objetivo de la investigación._ — Los investigadores se presentan clarAmeiit&, infor­

mando sú formación y área de trabajo: psiquiatra, psicoá- naTistá o psico^toTd^sta trabajando én'general con enferà mos en una práctica clínica hospitalaria, pero participando en él'estudió como investigador de la posible relación entre el trabajo y el sufrimiento y no como psiquiatra clínicoVo ’ como especialista.

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-— El ^m a de la investigación también es claramente enunciado; se trata de estudiai' cuáles son las relaciones que pueden eventualmente establecerse entre la organiza­ción del trabajo por üñ lado, y el sufrimiento psíquico por el_ otro. Nosotros partimos siempre de una reformulación de lo manifestado en la demanda, que generalmente expresa cuestiones de sufrimiento y raramente de placer asociados al trabajo. Después de haber formulado el tema a los traba­jadores, les^^dímos que nos den sus explicaciones e inter-. pr^ációnes sobre los hechos que provocaron la demanda; cuál es su opinión sobre estos suicidios, cual es su opinión sobre las circunstancias relacionadas con los trabajadores que fueron hospitalizados como pacientes psiquiátricos, o qué piensan del problema de la intoxicación alcohólica, cuál es la interpretación del consumo masivo dé analgési­cos por parte de los trabajadores, qué piensan de los insom­nios y de los problemas relativos al sueño, o qué piensan de las enfermedades profesionales, etcétera.

De ese modo, insistimos desde el comienzo sobre lo que nos interesa en Psicopatología del Trabajo, o sea, el comen­tario verbal hecho por los trabajadores a propósito del conte­nido de su demanda. Esto permite aclarar, desde un princi­pio, que no estamos básicamente preocupados por la obje­tividad de los hechos. En este sentido, nos inspiramos en el psicoanálisis que preconiza, por encima de todo, el interés sobre lo que es dicho por el paciente, más que por la reali­dad, generalmente desfigurada, de lo que es relatado..^Lue­go, todo el trabajo de la investigación trata de identificar las modificaciones surgidas luego del comentario inicial.

A medida que se desarrolla el estudio,, investigamos particularmente el comentario forjn-^lado por el g n ip od e '

' trabajo. Definitivamente, poco importa quien sea el locu­tor; lo importante es el objeto de un consenso o al menos, de

;mi,a discusión contradictoria entre los jniembros del ^ p o de trabajadores. Puede ser que 'ciertos- comentarios o hipótesis explicativas propuestas por algunos participantes puedan parecemos (a nosostros, los investigadores) como totalmente convincentes, pero vemos que los mismos nó son retomados o discutidos por el grupo^La técnica consiste en detectar ese contraste o paradoja. Nada impide que el in­

vestigador, en un segundo momento y a veces mucho tiem­po después, retome esa hipótesis que había sido abandonada en el camino. Pero hace esto en un momento posterior, pues és preciso, certificar que el tema no había sido;: esppntónea- ménte retomado por el grupo. En este caso, es posible refor- mularlo y devolverlo al grupo, para ver si esta vez será ob­jeto de discusión y de qué modo; o si no interesa aLgrupo, a pesar de la tentativa hecha por los investigadores. .

' 'Los investigadores hacen un esfuerzo especial, durante la investigación, para detectar las relaciones existentes entre las expresiones de sufrimiento (o de placer), las ex-

_gresiohes ¿ositivas o' Tos silencios claramente respetados , en cuanto a ciertos temas, y las características de la orga­nización del trabajo. Si identificamos tales relaciones, que el grupo no percibe, es posible, proponerlas como una inter­pretación, que debe ser nuevamente sometida a la crítica del grupo.

El trabajo de los investigadores se confirma no tanto por el reconocimiento de la hipótesis o de la interpretación por el grupo, sino sobre todo por dos tipos de hechos;,

/ 2.1. La interpretación correcta desencadena la emer­gencia de material nuevo, o sea de nuevos temas de discu­sión, nuevas anécdotas o nuevos comentarios que amplían las ideás y se encadenan con la interpretación — se aso­cian a ésta— retomándola y modificándola, situación que es esencial detectar.

2.2 . La interpretación correcta mantiene y . dirige la dis­cusión, contribuyendo a que se produzca la elaboración co­lectiva del tema en lugar de provocar una disminución o el cese de la discusión. Esto ocurre cuando se trata de una in­terpretación inoportuna, inadecuada o falsa.

Con respecto a este segundo punto, és decir al valor cata­lizador de la interpretación “correcta” con respecto a la continuidad de la discusión, podemos hacer algunos co­mentarios. La certeza de la interpretación no está relacio­nada con la objetividad del sufrimiento o con la objetivi­dad de una realidad que es la causa del sufrimiento, pero se refiere sobre todo a la verdad de una relación de los tra­bajadores con su trabajo y de una'reTación con el grupo de

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trabajo. Una interpretación que enfoque brutalmente una realidad, aunque sea correcta en sí misma, podría mos­trarse inadecuada porque paralizaría al grupo y a la discu­sión. . ;

• Llegamos aquí a la cuestión de la deontología de la in­vestigación, que se desdobla entonces en una cuestión téc­nica y en una teórica. La deontología exige que se interpre-

. ten, las defensas colectiva's sin cometer ,actos violentos. La exposición del sufrimiento y de la dimensión subjetiva de la exploración pueden, a veces, ser intolerables, amena­zando a los individuos o al grupo entero en su relación con las exigencias organizacionales, pudiendo también provo­car, enseguida, serias dificultades en ocasión del retorno a la situación de trabajo. La interpretación ideal sería aque­lla que, desarticulando un sistema defensivo, autorizase simultáneamente la reconstrucción de un nuevo sistema defensivo o un desplazamiento del sistema defensivo exis­tente, de manera que se ponga en evidencia una relación entre el sufrimiento y el trabajo. Esta dimensión deón- tológica s? desdobla de una dimensión técnica en la medi­da en que la apreciación del riesgo de la interpretación, o la elección de una formulación, pasa por_los propios investi­gadores y sus capacidades de percibir tensiones psíquicas

excesivas subsiguientes a la investigación. La suhietwidad Ide l investigador se encuentra directamente-ejxvueltaL-en.la

técnica de la investigación. Una de las mejores forma­ciones para este tipo de técnicas nos parece ser la práctica de “asesores extenms” juntó a un equipo, sea este psi­quiátrico o médico-quirúrgico (este tipo de asesoría o super­visión se destina a ayudar a un equipo médico para enfren­tar las dificultades específicas del trabajo que realiza, como por ejemplo: enfrentar la locura de los enfermos mentales, la muerte en los servicios de terapia intensiva o de reanimación, el sufrimiento de los que padecen quema­duras extremas, etc.).

En fin, las cuestiones deontológicas y técnicas se en- gáminan hacia una cuestión teórica: las problemáticas psi- copatológicas individuales quedan evidentemente involu-

*cradas»i^|i 1 . inyé ^ ^ gación. etiW vesti ga-cion n o '¿¿ ponerías en evidencia, ni tampoco “tratarlas”. Las finaUdades de la investigación son la relación del “có-

, con el trabajo y los efectos enmascarados de lossistemas colectivos de defensa~eK~relä^lS^iii~cön el i;s miento y, más allá de esto, describir las modalidades de acción de la organización del trabajo y sus efectos nocivos sobre la salud psíquica. En este sentido, las interpreta­ciones serían teóricamente falsas en relación al objetivo de la investigación, si lograran hacer aparecer las pro­blemáticas individuales. Por el contrario, si logramos mantenernos en el plano de las defensas colectivas,, podre­mos constatar que casi no hay inconvenientes cuando, de una sesión a otra, varía el grupo que participa en la inves­tigación, ya sea debido a los tumos de trabajo o a las urgen­cias del mismo. Ocurre entonces que las sustituciones oca­sionales de personal no perjudican la prosecución de la investigación.

Para terminar, yo agregaría que las posiciones ;Contra- dictorias que aparecen entre lo^trabajádores durante la investigación, no molestan y no son combatidas por los in­vestigadores. Por el contrario,_es muy interesante resaltar

, y_I®3petar esas contradicciones, para reformiiTarlas ense­guida, en términos de posiciones o de posturas diferencia­das, que tiénen generalmente un valor heurístico en rela­ción a los sistemás defensivos. Por ejemplo, en relación al consumo de alcohol en obras en construcción o en ciertos talleres dé fabricación de productos en serie, no es raro que se registren posiciones contradictorias, que muestran que existen colectivos de defensa estructurados según modali­dades diferentes en el interior de una misma empresa o sector de la misma. ,

3. La dem anda, el grupo hom ógeno y el “co le c tiv o ”

En Psicopatología del Trabajo, el análisis de la deman­da constituye una fase importante de la encuesta, porque condiciona la “viabilidad” de ésta en la realidad. Yai^sé dijó que la fuente, _el origen de la demanda, debería eáfcár bien a ciar a d O esd e eF principio, o sea: .............

3.1; ¿Quién formula la c^manda?_Reiteramos aquí que la demanda sólo se,,recibe si lá 'in ­

vestigación se realiza sobre aquellos que la solicitan y 'ño

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sobre otro grupo. En Psicopatología del Trabajo, no pode­mos hacer lo que se practica, por ejemplo, en grafologia, donde se puede hacer un análisis a pái-tir dé documentos que pertenecen a una tercera persona, la que eventual­mente ignora de qué manera su correspondencia está sien­do tratada.

3.2. ¿Qué es lo que se solicita?Esta cuestión se refiere al contenido de la demanda. No

siempre es posible responder al pedido, ya sea porque el pro­b i t à está formuladó' eh términos inaceptables y no nego­ciables (por ejemplo cuando se pide a los investigadores que demuestren que el alcoholismo no es perjudicial para los trabajadores que desarrollan sus tareas en condiciones de temperatura elevada), o sea porque la respuesta ya es dada de antemano a los problemas indicados en la demanda (por ejemplo cuando hay que demostrar que los suicidios no se deben a problemas individuales, sino a malas condiciones de trabajo). El “¿qué?” de la demanda debe mantenerse en su sentido interrogatorio. Esto quiere decir que es impor­tante poder estar de acuerdo con los que formularon la de­manda en el hecho de que la causalidad o el efectivo poder psicopatógeno de una tarea puedan estar formulados en tér­minos de hipótesis. Finalmente, porque la demanda se basa en una respuesta práctica (por ejemplo encontrar una solución concreta a los problemas recurrentes de ciertos comportamientos aberrantes con respecto al alcohol, la se­guridad, la violencia, el miedo, a los enfermos que traba­jan en sus domicilios, o sobre los medicamentos y sus res­pectivos usos, o sobre los problemas del sueño, crisis de nervios, tentativas repetidas de suicidio, etc. Tales deman­das concretas “de carácter terapéutico” no pueden ser acep­tadas, pues nuestra actividad en Psicopatología del Trabajo se limita al anàlisi^ de las situaciones, en tanto que las soluciones concretasliértenecen solamente a los propios ac- tores.

3.3. El tercer aspecto importante del trabajo sobre la de­manda recibida se refiere a la explicitación de los riesgos que están implicados en el estudio. Este riesgo es triple:,

— puede ser que no encoritfemos nada, lo cual no quiere

decir necesariamente que no haya nada a ser investigado;„ . _ ~ puede ser qu e ,no encentremos nada de lo que es­perábamos, pero sTbtros"elementos que podrían tener efec­tos posteriore^(por ejemplo desmovilización en caso de lu­cha);-:;.,-#!!'lSTáPéfectuár este tipo de investigaciones, existe el ries­go de poner en evidencia aspectos desagradables, incluso, desestabilizadores, con relación a las prácticas colectivas, y á lö s 'mecanismos de “adaptación” a la situación dé tra­báje.

3.4. ¿A quién está dirigida la demanda?Este es el cuarto punto relativo a la demanda. En Psico­

patología del Trabajo, la demanda rio está dirigida a un psicoanalista ni a un psiquiatra, ni mucho menos a un militante o simpatizante. S^dirige a un investigador. Para que la investigación sea viable, es necesario que este punto esté aclarado de antemano, de manera que se deje de lado cualquier demanda personal, disfrazada, de cuidados médicos, y cualquier pedido del mismo tipo que surja a lo largo de la investigación. De la misma forma también hay que apartar toda connivencia o complacencia con respecto al punto de vista oficial o sindical de aquellos que formu­lan la demanda. Se dirigen a investigadores y no a sim­patizantes, los trabajadores deben saber de antemano que el rigor del trabajo de investigación puede llevar a resulta­dos contradictorios con las posiciones sindicales oficiales. La independencia del inyestigador es úna condición es-

.„pecífica del trabajo de investigación. ' t

3.5. Queda el cdmo de la investigación, o sea las cues­tiones m a terias : el investigador debe ser pagado por ese trabajo, ya sea por un contrato de investigación o porque el investigador es remunerado por ese trabajo en algún insti­tuto o universidad. La fuente de las remuneraciones debe ser siempre bien aclarada, aunque ésta no siempre sea jus­tificada. En todo casó, no se trata de una obra de benefi- ciencia, y esto debe ser dicho claramente.

Vemos que la demanda exige ún trabajo específico de explicitáción, En este sentido, una parte de las cuestiones que serán objeto de la investigación ya estarán aclaradas

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en su fase inicial. Esto es importante, pues el trabajo sobre la demanda tiene sus efectos: para que la demandà-,sea viable y aceptable, es necesario reuniríCbndiciones, que su­madas, lleguen a la formación de un “colectivo” ad hoc, “colectivo” que se constituye en función de las necesidades de la investigación, pero que debido a su formación, prbvo- ca efectos sobre la situación y hasta sobre las relaciones so­ciales de la empresa. De hecho, la investigación es siempre una investigación . Con respecto a las investigaciones clásicas, sobre todo en economía o epidemología, vemos que el “grupo homogéneo” no es definido por las categorías ob­jetivas (edad, sexo, status social o profesional, etc.), sino sobre todo por las categorías subjetivas* ; son la demanda y sú contenido las que definen el “colectivo”, a investigar. La mayor limitación relativa á ese aspecto métodológico, en el plano científico, es la imposibilidad de efectuar investiga­ciones sobre cualquier grupo testigo (que no solicitó nada).

4. E l m aterial de la investigación

La metodología de la Psicopatología del Trabajo, sin duda, es la parte más difícil de ser formulada. Se refiere a la definición de lo-que constituye el material de la inves- tigación.i El material es el resultado de una operación efec­tuada en aquello que antes fue discutido por el colectivo. Esta operación trata de lo que fue dicho, de lo que puede ser reconocido como “palabra”, es decir, lo que constituye una formulación original, viviente, que nos toca, comprometi­da, subjetiva^ proveniente del grupo de trabajadores.

Es por eso que damos un valor específico a lo que ya evaluamos anteriormente como “comentario”. A diferen­cia del criterio de ciertos ergónomos al encarar su trabajo, como Catherine Teiger y François Daniellou, no estamos interesados por la realidad de los hechos en la situación de trabajo, ni por la descripción efectuada por los trabajadores de su trabajo. Nuestro objetivo no es la exposición de la

* Categorías que reúnen a los individuos que presentaban una posi­ción subjetiva común en sustentar un solicitud ( la de análisis y com­prensión de'su ^elación psíquica co&él!jtrábájo|F:''-S^

realidad del trabajo humano„én_sus dihiensiones físicas y cogn iitivas. Nuestra investigación apunta esencialniente a

. la vivencia subjetiva, de modo qúe nos interesamos .sobre

...todo por la,dimensión del comentario: comentario ;que in­cluye concepciones subjetivas, hipótesis soBré el por que y el cómo de la relación vivencia-trabajo, interpretaciones y hasta opiniones de tipo anecdótico, etcétera.

El coriientario ej_enionces el materijil p qr excelencia ■pará'tomáí'Tóñtacto con la subjetividad de los trabaja- , dores. Además, ese comentario está marcado por una vec- t"orización relacional. Tiene una visión explicativa,, tiene un objetivo, el de convencer, de informar al otro sobre la manera en que el colectivo estructura su relación con el trabajo. , ,

Sin embargo, el comentario no siempre es continuo, no tiene un carácter de permanencia absoluta. Tiende a veces a disolverse en una descripción de la realidad, que busca ser objetiva y operatoria. El comentario sería de alguna manera la formulación de la actividad de pensar de los trabájadorés sobre su situación. Es en .cierto modo lo que marca üh distanciamiento con respecto a lo que proviene dél extérior, como modo operatorio, instrucciones de utili-

• zacióh, divulgados por los ingenieros y los directivos (y hasta los, sindicatos)’."

Se trata entonces de detectar lo que tiene de valor el co­mentario,y sobre todo los que son. óbjeto de discusión y de posiciones cphtradictorias én el grúpo. Pero en otra etapa dé la iriyes'tigáción se trata de detectar el efecto de la préva- lencia dé la descripción operatoria sobre el corrientario sub­jetivo. Cómo ejemplo podemos citar lo que ocurre cuándo encaramos el tema del pehgro en el trabajo. Es frecuente entonces tener que enfrentarse a una enumeración, a úna descripción ó a un listado de los riesgos observados en el trabajo.; Entonces ya no hay más comentario,, es decir:que no hay introducción a la discusión del tema subjetivo:dé:la vivencia dé estos riesgos. Lo que es descripto es la sitúa- ción exterior, o esquemáticamente 16 'que podríamos .;;lla- mar^como “restricción”, pero sin embargo falta.un comén-

' ,tario que nos indicaría lo qué ocurre con la ,vivencia deties- T tós riésgós’,'es decir la palabra sobre las “exigencias” . En

tal caso, nos inclinaríamos a reconocer la expresión de un

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acontecimiento mayor, de lo que constituye la realidad ex- terior a percibir. Esta realidad es conocida por los trabaja­dores ya que es restituida en la investigación, pero las pa­labras para indicarlo no son palabras subjetivas. Son palabras y descripciones poco personalizadas: en ellas re­conocemos el discurso oficial de la seguridad y de la pre­vención, el discurso sindical, o el discurso de los directi­vos, etc., es decir un discurso estandarizado o estereo- tipeado.

A pesar de existir un conocimiento “ teórico” de los ries­gos, observamos que no existe la correlación que se podría esperar y que estaría dirigida más específicamente hacia \a percepción de los riesgos, es decir, un comentario acerca del peligro. Como lo ilustran las instituciones oficiales, el riesgo definiría las características fisicoquímicas, mecá­nicas o biológicas de las exigencias de la tarea. El riesgo pertenece supuestamente a la realidad exterior objetiva, y por esa razón está hgado a la descripción científica. Por el contrario, el discurso oficial no menciona el peligro, que remitiría aún más hacia el hombre los efectos potenciales del riesgo para la salud. Por su parte la percepción intro­duce en el comentario la problemática del peligro. Enton­ces, en ese caso, somos llevados a la interpretación ya que existe una división entre riesgo y peligro, entre realidad y percepción de la realidad, entre descripción operativa y co­mentario subjetivo. Es precisamente a partir de estos datos que postulamos que había en el silencio, en la ausencia de comentario, una posición tan activa y específica como en presencia de un comentario. En otras palabras, nos pareció que hablar del riesgo en términos impersonales (u ofi­ciales), se relacionaría con una posición de ocultar la rela­ción existente entre realidad del riesgo y percepción del pe­ligro. La actividad colectiva apuntaría entonces a la per­cepción del riesgo.

La cuestión que aparece inevitablemente está referida a la táctica utilizada para luchar contra la percepción. Ob­servamos que un silencio, es decir la áüs rios en la discusión y expresión del grupo, puede tener un gran valor si relacionamos ese dato fundamental que es­tructura toda nuestra investigación: la relación sufrimien­to! defensa. Nosotros postulamos que si el comentario'de-

saparece, 63 porque hay un dispositivo defensivo puesto en marcha para luchar contra la percepción, es decir contra lo que conmueve, o el sufrimiento. De manera que cuando identificamos esta ausencia de comentarios, estamos obli-

; gádosM biiscar en otra parte las señales dé:un dispositivo defensivo. Lo podemos entonces encontrar fácilmente en las formas clásicas, reconocidas incluso por la psicopato­logía. La “negación de la percepción” se suma a una inver­sión de la proposición relativa a la percepción y al sufri­miento: punta de lanza de toda formación reaccional contra el miedo: la bravura, el desafío, la conspiración, el complot contra su competidor, etc. Descubrimos entonces la defensa colectiva específica del trabajo, que es inmediata­mente verbalizada y formulada como respuesta a la de­manda grupal sobre la relación entre el riesgo y el peligro. Por ejemplo la discusión ^ra desde algún tiempo en torno a los riesgos (sigue un listado de lo que fue dicho): “Enton­ces, ¿cuáles son los peligros que amenazan físicamente su salud? En lugar de una respuesta directa, podemos escu­char luego de un breve titubeo, un comienzo de comentario, un movimiento del grupo como todo, que se desvía de la pre­gunta para subrayar consideraciones sobre la habilidad, el “sauoir faire” o saber productivo, los conocimientos y la experiencia, que son mencionados por el grupo como si fue­ran suficientes para escapar a la dimensión del peligro y del miedo. Luego la discusión se orienta rápidamente ha­cia las anécdotas sobre conductas paradojalés y conductas llamadas peligrosas. Nuevamente estamos freinte a un discurso personalizado, comprometido, emocional, subjeti­vo, que tiene valor de comentario.

Toda la metodología de recolección^y ^enso d.el mate- rial consiste entonces en hacer surgir lo paradójico, en ré- láclónar cada~própuesta, cada comentario, cada ausencia de comentario con el cóntexto y a lo, que comocon^adiccíóh con respecto al tema principal. Si se limita únicamente al discurso directo o a un sólo aspecto no dia­léctico de la temática propuesta, se corre el riesgo de des­viarnos hacia interpretaciones por demás unívocas del tipo de las que fueron propuestas por Bouchard a propósito de los camioneros, o por Abramowitch, a propósito de los obreros de la construcción (ver a este efecto el informe de APEC

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para el Ministerio de la Construcción. y él breve comenta­rio hecho por Abramowitch en el Coloquio Nacional de Psicopatología del Trabajo). Según estos autores, los opera­dores en cuestión tendrían una relación de placer con el riesgo, hasta de gozo, que no es lo mismo. Volveremos so­bre este aspecto más adelante. ¿Donde se sitúa el pasaje de la interpretación antropo-etnològica a la interpretación psicopatológica?. En Psicopatología del Trabajo, formula­mos la hipótesis de que el desafío al riesgo es una maniobra de ridiculización y de conjuración de la percepción del pe­ligro y del miedo. Se trata entonces de un sistema defensi­vo. Es aquí donde sería necesario articular “defensa colec­tiva” con “ideología defensiva”. La ideología defensiva consistiría en retomar de manera positiva un procedi­miento defensivo. Es decir una operación que surge en última instancia y qué consiste en construir aquello que en un primer tiempo psicopatológico es una defensa, cons­truirla o erigirla entonces en valor y luego hacerla fun­cionar como si fuera una expresión del deseo, h. partir de ese punto, la defensa se disfraza en ideología, y oculta todo mecanismo intermediario. La confrontación al riesgo ap­arece como una elección deliberada. Esto es conocido en psicopatología —y, creo yo, en etnología— bajo el nombre de conducta orddíica. que, según la revista L ittre , sería lite­ralmente “úna prueba judicial mediante elementos natu­rales; juzgamiento de Dios por el agua y por el fuego” (Lit­tre p .l318). Me parece que es la misma corriente interpretativa utilizada en el artículo sobre los camione­ros.

Si ahorá nos referimos a la noción de ordalia, podremos comprender que la confrontación con los riesgos puede te­ner valor de gozo, y nó de placer. El gozo indicaría aquí una dimensión de descarga compulsiva, principalmente bajo el dominio de la pulsión de muerte, y no bajo la pulsión de vida. Esto fue particularmente argumentado en el caso de las toxicomanías.

Volviendo a lo que constituye el “material” de la inves­tigación en Psicopatología del Trabajo, resumiría diciendo que ese material está constituido, por l o s ( y

' comentàriòs) cómpíeíados y relacio-con el texto, buscando especialmente lo que llega en

cierto modo á contrabalancearlos o contradecirlos, siendo ese par de comentarios interpretados en relación con el bi­nomio sufrimiento/defensa ( muy distinto deV binomio su­frim iento/placer).

5. La ob se i^ ación clín ica

., La observación clínica es un material esencial para la elaboración y discusión psicopatológica. No se trata de la mera descripción de los “héchos observados” , como son ro­tulados en las ciencias naturales. Como los hechos obser­vados son subjetivos e incluso intersubjetivos, lo que nos interesa aquí es detallar por escrito lo que fue detectado por Ió~Tnvesti^ d óres durante el. desarroTIo de ~Ta investiga­ción, pbr^ijimpTo,los movimientos existentes entre los gru- pos dé trabajadores e investigadores. En otras palabras^ no se trata solamente de devolver los comentarios de los tra­bajadores sobre el sufrimiento, sino de ilustr^aí y articular el comentario subjetivo del ; investigador á^médida que va apareciendo, facilitando así eí acceso a la dinámica es­pecifica dé Ia~iñvestigacrón. La redacción de la observa­ción sTréáliza después, en base a la propia investigación.

Esta redácción se realiza una vez terminado cada .en­cuentro o reunión de investigación, básicamente a partir de la memoria del.investigador. Para encontrar la formu­lación inás correcta de uri párticipante'; ya sea trabajador o invéstigadOr, podemos básarnos en las notas toriiadas du­rante la reunión o visita y excepcionalménte en cintas'gra­badas. La observación clínica no tiene nada que ver con un resuméri o un análisis de las cintas grabadas. En Psico­patología del Trabajo, la experiencia muestra que el texto literal de lo que fue dicho, no permite un trabajo muy rico de interpretaciones, ni de discusiones. Muy por-el contra­rio, el resumen comentado de un investigador es mucho más interesante para el debate. Se trata en efecto de hacer aparecer tanto las ideas, comentarios e interpretaciones que fueron formulados como aquellas que no lo fueron y ^ue-,provienen del investigador que repite la observación. E que consiste en evidenciar y explicitar el ca-niino tomado por el pensamiento del investigador durante la secuencia y el contacto con los trabajadores. Es lógico

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que una parte importante de esa observación escrita esté de­dicada a la palabra de los trabajadores. Lo que permanece aún invisible es el trabajo psíquico del investigador y los efectos de lo que restituye al grupo sobre el desarrollo de los comentarios y la charla con los investigadores durante la investigación. El objetivo de la observación es mostrar el encadenamiento, las idas y venidas, las “interacciones” Que se dan entre los protagonistas de la investigación, es decir los investigadores y los trabajadores; los movimien­tos, los desvíos, las reacciones que surgen de ambas partes. Una observación es tanto más interesante y útil en cuanto que consigue mostrar los caminos recorridos por el inves­tigador en la situación concreta de la investigación, “in situ” .

Ese resumen de la investigación, “viviente”, comenta­do, subjetivo, es de una naturaleza muy distinta com­parándolo con un resumen que apunte a la objetividad. La observación clínica se ocupa, más allá de los hechos obser­vados, de los instrumentos subjetivos de la observación.

En una investigación de este tipo, generalmente reali- zada por varios investigadores, hay dos procedimientos posibles: o uno de los investigadores redacta la observación que luego será “entregada” a los otros investigadores, o bien cada investigador redacta su observación. El mérito del segundo método consiste en que hace aparecer inmedia­tamente interpretaciones divergentes, que facilitan des­pués, cuando se trabaja sistemáticamente, poder oponer unas contra otras. Las contradicciones que permanecen entre las distintas versiones interpretativas, ya sea porque surgen de la multiplicidad de observaciones o de la discu­sión sobre una única observación, serán todas registradas en el informe que será entregado a los trabajadores o aparecerán en forma de preguntas. Una de la versiones ob­tendrá consenso y las demás seráir rechazadas. Si sucede que varias versiones son mantenidas simultáneamente por el grupo a pesar de sus aspectos contradictorios, tratare­mos de saber si en el interior de e.seg .qplfíJiijíg .: de trabajo existen subgrupos que producirían inforMés'diferenciado en relación a la situación de trabajo, o sea, múltiples fór­mulas defensivas, como ya se indicó.

La observación clínica tiene además la ventaja de poder

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ser sometida a discusión con investigadores que no toma­ron parte.,directamente de la investigación.¡.-Por lo tanto, el material de la intei^retación en Psicopatología del Traba­jo es una observación comentada. Es posible objetar que con e^te tipo de material nos distanciamos del contacto ob-

fjétiVó respecto de la palabra y la vivencia de los trabaja­dores. Esto es cierto, pero también es preciso tener en cuen­ta que el sufrimiento, así como el placer, la vivencia, el afecto y la dimensión subjetiva, en general sólo pueden ser

' éaptados a través de la subjetividad de un destinatario del discurso. El trabajo de objetivación se encuentra desplaza­do desde el objetivo que expresa la palabra de los trabaja­dores, hacia la objetivación de la intersubjetividad.

¿Qué cuestionamiento científico podemos dar a esto? ¿La intersubjetividad implica la unidad, la originalidad absoluta? ¿Es imposible cualquier argumento o respuesta?. No. A partir de la lectura de una observación, es posible que nazca la idea de otra interpretación, diferente de la del re­dactor, formulada por aquel que habla. En ese caso, las in­tervenciones del investigador en el grupo analizado pue­den parecer inadecuadas. Si así fuera^ dentro de la nueva interpretación propuesta es posible argumentar por qué la investigación parece inadecuada pero también es posible mostrar bajo la nueva interpretación por qué esa nueva in­tervención tuvo los efectos mencionados sobre la dinámica intersubjetiva. La nueva interpretación, para ser aceptada, debe tener un valor heurístico superior a la primera y ser más económica que ésta. El interés de la observación es también esclarecer las bases sobre las cuales fueron pro­puestas las investigaciones. De esa manera, ese material clínico que trata fundamentalmente de la relación del gru­po con el trabajador, presenta la ventaja de poder ser reto­mado por otros investigadores que podrán, basados en sus propias investigaciones, proponer nuevas interpretaciones a la observación. Esta es, además, una práctica frecuente en psicopatología, y no solameñte de Psicopatología del Trabajo. Conocemos ejemplos farriosos, principalmente con respecto a las observaciones de Freud con “El hombre de los lobos” , “El hombre de las rátas y el pequeño Hans , que siguen alimentando las discusiones y las interpreta­ciones. Observamos, en efecto, que en estos casos las obje-

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dones y reconstrucciones o las re-interpretaciones tratan siempre del relato literal suministradó por la palabra del paciente, transcripto por Freud, pero también sobre la acti­tud de Freud y sus respuestas o sus interpretaciones. Est¿ no es un trabajo académico, sino que es un trabajo pura y ex­clusivamente de interpretación, como testimonian por ejemplo la reinterpretación del caso de “El pequeño Hans” y de “El hombre de los lobos” hecha por Nicolás Abfáham y María Torok, una re-interpretación que elabora una nueva concepción de las fobias y que, según la opinión de la mayoría de los psicoanalistas actuales, son de gran inte­rés, tanto en el plano de la orientación hacia la cura y la técnica de interpretación, como en el de la propia teoría psi­coanalítica. .

6. El m étodo de la in terpretación

Siendo el sufrimiento y el placer datos esencialmente subjetivos, sería ilusorio querer objetivarlos. Estos datos pasan por la. subjetividad del investigador, tanto en la des­cripción como en la 'identifícación y formulación de los mismos. que es importante destacar es el distancia- nuento entre la palabra de los trabajadores y la experiencia del investigador. El objetivo es formalizar aquí lo que pa­rece sorprendente, asombroso, incomprensible, cansador, angustiante, etc., para el investigador en el encuentro corí los trabajádores, en relación con la experiencia que posee, y que precede a su práctica clínica, individual, psi­quiátrica, o en otros campos en el caso de la Psicopatología del Trabaja. Es decir, respecto del conjunto del saber en psicopatología. Se trata también de tomar en cuenta la ten­sión que surge objetivamente debido a la distancia entre la posición que implica ser un trabajador de cierta empresa, y la posición del investigador, de no estar en una posición similar a la de los trabajadores a los que se está encuestan- do. En nuestra opinión, esto permite que el investigador pueda mantener una posición estricta de investigador, es decir una tercera posición en relación a los trabajadores que participan en la investigación y el análisis de„la situa-

circunstahcitrél in v ^ fifá to r sólo como interlocutor y no como especialista.

En nuestra opinión, creemos'que iesá;tércefá posición es la que hace posible la apertura para una “palabra” que hable del sufrimiento y del placer, una palabra que sea sus­ceptible de ser escuchada e interpretada. El trabajo de for­mulación, verbalización, expresión y elaboración, es po­tencialmente viable, justamente porque queda claro que el investigador es diferente de los trabajadores. Si este' traba­jo que surge del colectivo de la investigación es posible, es también porque — en una postura diferente de los trabaja­dores— el investigador es alguien que no sabe, alguien a quien uno acepta dirigirse eventualmente para explicar y hacerle comprender lo que desconoce. Esta postura mani­fiesta ser fecunda cuando vemos que los trabajadores ter­minan diciendo al investigador cosas que no sabían, de la misma forma que si habláramos a un tercero.

7. V alidación y refutación

Esa es, evidentemente, la cuestión fundamental. La va­lidación se hace generalmente _en dos momentos. Primero, duT ánt,e .Ja 'j^ ogsr^ como ya dijimos al res­pecto del desarrollo de la investigación, o sea, las elabora­ciones, intei'pretaciones, hipótesis, temas y comentarios que son formulados a medida que transcurre la discusión, siendo entonces rechazados o retomados, eventualmente profundizados, como nuevo material dé análisis. En otras palabras, la,,propiá continuidad de la investigación, su se­guimiento, así como el esfuerzo mantenido por los intere­sados, forman el priiher moniento de validación de las'in­terpretaciones.

Por regla general hay un segundo momento. Con los trabajádores que participan en la investigación, y ¿yen':. tualmenté~con otros que ingresan luego al grupo, hacemos otra reunión organizada específicamente para dár Una síntesis de los resultados, observaciones e interpretacio­nes, esta vez claramente dirigida a la relación sufrimien-to/organizaciiSn del trabajo. Allí también podemos evaluar lás reacciones de los trabajadores y modificar o corregir el_ informé final. .

Gracias a tal procedimiento obtenemos una validación o una refutación proveniente del^gÍTrpo'^é'ti^b'ajadores, ío

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que no deja de ser importante. Queda aún la cuestión de la refutación a nivel estrictamente científico, para la comu­nidad científica. Esta refutación básicamente es posible a través de una contra-investigación que pueda ofrecer otros resultados o interpretaciones, abriendo así un camino que nos lleva directamente hacia debates teóricos internos en Psicopatolopa del Trabajo.

Queda aún por saber si sería posible una refutación -a partir de otras disciplinas o a partir de otras investiga­ciones originadas en disciplinas o en metodologías dife­rentes de las usadas en Psicopatología del Trabajo. Tene­mos buenas razones para pensar que es posible hacer una crítica a partir de otras diciplinas.-^

Parece ser que la crítica se puede dar principalmente a nivel teórico y metodoló^co, pero más raramente de mane­ra directa sobre el material clínico propiamente dicho.

8. M et®dología y teoría en P sicopato log ía del Traba-

Está claro que la Psicopatología del Trabajo se apoya so- bre un modelo de^oiróre y^d^a slibjetiyidad que fue toma-4o. prestado d eS ^ Este modelo está permanen­temente subyacente en la encuesta y en el trabajo de interpretación, en la medida en que este último se alimen­ta, entre otras cosas, de la puesta ^n evidencia de las con­tradicciones y de las anomalías identificadas en la clínica del colectivo de trabajadores, con respecto a lo que tenemos como experiencia del hombre en la práctica psiquiátrica, psicoterapèutica y psicoanalítica. Uno de los ejes está dado precisamente po^aquello que, siendo propio del sujeto, se juega y se expresa sobre el teatro del trabajo; y aquello que por el contrario parece estar excluido, o solamente conteni­do, reprimido, reducido. Tenemos como base la idea de que el sufiñmiento y el placer fueron en, sus ojp'genes, un resul­tado de la relación singular con el iiièónciènte^ es en el juego entre el preconciente y el inconciente donde se ne­gocian las relaciones de placer, de sufrimiento, de deseo y de salud mental, incluso de salud física si; nos referimos también a la psicosomàtica.

La otra idea sobre la que se apoya nuestra metodología

es que nosotros no conocemos ni sufrimientos ni placeres dy^ivQs, En el orden di^lo objetivo,’nosotrós no conocemos "sino las desregulaciones y los regresos al punto de equili­brio,'p>eró estos registros no nos enseñan grap cosa'acerca de la vivencia subjetiva cualitativa. Nuestro prihcÍPÍo„de- investigación, de análisis y de in terp retac i^ consiste en que estas nociones no pueden ser captadas^no en las rela­ciones intersubjetivas. ^Eff"pSÍcopaf¿»TogÍa no es, en mayor ni en mefior"grado, asimilable a la etologia.

Finalmente, la expresión oral es el mediador privile- . giado de esta relación,“ y"es sobre ella que trabaja la Psico­patología del_Trabajo. Pero una vez dicho esto, debemos precisar que dicha expresión no debe ser entendida acá como una serie de palabras, sino Como un acto. Acto de pa-

. labra que implica un acto de pensar y que es menester dife­renciar de la actividad de pensar en el sentido tal como la entienden los cognitivistas. A través d® encuesta de Psicopatología del Trabajo lo"§ilFse procura es entonces la posibilidad de que,los actores puedan pensar su situación, " k,

''su relación con el trabajo, y las consecuencias de esa reía- ción sobre la situación fuera del trabajo,' y sobre la vida en j

su totalidad, es decir que se apoya en la dialéctica actor- sujeto,. ;

Xo,que se trata de estudiar por este medio es el lugar de los sujetos en su relación con el trabajó, y más precisa­mente el espacio dejado al sujeto para que se sirva del tra­bajo como “resonancia metafórica” a la esceña de la an- , gustia y del deseo, o por lo contrario los obstáculos que opone el trabajo a esta resonancia metafórica pues es, según parece, un elemento determinante del poder estruc- turímte o desestructurante del trabajo con respecto de la eco- nomia psíquica de los trabajadores.

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Capítulo IX

REACCIONES PSICOPATOLOGICAS A LAS RUPTURAS INVOLUNTARIAS DE Í A ACTIVIDAD PR Ó FE SIO N A L(Jubilación , desp ido, en ferm edad ,

readaptación)*

In tro d u cc ió n

Nada es más diversificado y heterógeno que las rela­ciones que establecen los hombres con su trabajo. Un análisis global correría el riesgo de ser incompleto o erróneo. ¿Actividad profesional? A partir de allí, se empie­zan a constatar grandes dificultades. Probablemente noso­tros no tenemos el derecho de asimilar en desorden las pro­fesiones de arquitecto y de peón de la construcción, de cirujano y de enfermero, de escribano y de secretaria dac­tilógrafa, de ingeniero y de obrero especializado.

Es por eso que procederemos a im análisis en dos etapas: la primera estará referida a las profesiones que necesitan

* Contribución presentada en los XXVI Journées de lUopital Heari- Rouselle, organizadas por J. Aume y B. Jouvel sobre “Travail et Psy­chiatrie”, París, 17-13 de noviembre de 1982, bajo la presidencia deD. Noel. .Publicado originalmente en Psychologie Medicale, 1983, 15, 11:

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una larga formación y que conducen a un oficio. La segun­da etapa estará referida a las profesiones descalificadas, como-las que podemos encontrar en las producciones en masa.

L Las categorías profesion ales más elevadas de la j e ­rarquía socio cultural

1) Trabajo y deseo

A menudo en estos casos, el deseo es el fundamento mis­mo de la actividad de trabajo : interviene sucesivamente en la elección de la profesión, en la formación que a menu­do sobrepasa los diez años una vez terminados los estudios secundarios, y que únicamente llega a término si es sos­tenida por un deseo tenaz en la especialización, en el ejer­cicio de la actividad, y en el perfeccionamiento del saber productivo a largo plazo. Podemos comprender fácilmente en esta coyuntura que si el deseo está presente en toda la vida de trabajo y su estructura, el trabajo, a su vez, puede ser un elemento clave del dispositivo mental que va desde el “deseo” hasta la “satisfacción del deseo”. El trabajo se va engranando entonces en forma compleja con la historia infantil del sujeto, de forma tal que no solamente esté en armonia con la historia y la personalidad del sujeto, sino que sea también el soporte concreto e incluso la oportunidad para ampliar y precisar el deseo.

Es fácil comprender en este caso que al romper esa rela- dón privilegiada del hombre con su trabajo, se está ^ e n ' i zando~al miismo tiempo la dinámica del deseo y la diaTécti-'* ca d¿r sujeto con la realidad. Despido, jubilación iorzada Ò' anticipada, accidente que produce invalidez y readaptacióno reconversión pueden amenazar fácilmente una e c o - / nomia psiquic^que hasta ese entonces le debía su estabili­dad al trabajo en sí mismo.

2) Debilidades e inmunidades frente a ids, de ac­tividad profesional . . . . .

Tenemos derecho a preguntamos, a partir de esta obser-

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vación, por qué todos los sujetos implicados de tal forma con su empleo no sufren una descompensación cuando se jubilan o cuando son despedidos.

Podemos constatar, a condición de emprender una in­vestigación psicopatológica más precisa, que no todos los trabajadores están en una situación psíquica equivalente, incluso si para todos el trabajo tiene un papel psicoe- conómico crucial. Entre las innumerables diferencias que podemos poner en evidencia, destacaremos cuatro varia­bles que nos parecen ser determinantes, a saber; el lugar que ocupa el trabajo para cada sujeto con respecto a la “sublimación”, a la “economía psicosomàtica”, al pasado psíquico y a las actuales relaciones afectivas.

El trabajo c®n respecta a las sublimaciones

La sublimación es un proceso mediante el cual el sujeto renuncia directamente a satisfacer ciertas pulsiones para darles salidas sustitutivas en una actividad de carácter so­cial. Es un proceso complejo sobre el cuai todos no tenemos la misma capacidad y un tema sobre el cual se ha escrito mucho sin llegar a agotar todos los interrogantes que plan­tea. Freud insistió sobre el hecho de que la sjiblimación se interesa primero en las pulsiones llamadas parciales , es decir las que no son correctamente intrincadas con la se­xualidad genital, y que en ausencia de sublimación se manifiestan bajo la forma de distintas perversiones (sa­dismo, masoquismo, perversión del mirón, exhibicionis­mo,'etc.).^ ,

A pesar de conocer varias formas de sublimación por un cambio de objeto de la pulsión: sadismo subliminado del cirujano, perversión del mirón por el fotógrafo... no encon­tramos tan a menudo sublimaciones que interesen no sólo al objeto de la pulsión, sino también a su objetivo. Freud puso principalmente de manifiesto este proceso insólito en­tre los creadores; artistas y pensadores^ .

La sublimación es compleja pero sobre todo es frágil y no se improvisa. Es el resultado de un delicado trabajo psíquico. Es decir que, rompiendo una actividad de trabajo donde se fueron edificando las sublimaciones, corremos el riesgo de, al mismo tiempo, destruir un edificio construido

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con paciencia por el sujeto a su medida, y de provocar un re­flujo contra él de pulsiones por falta de inversión, lo qué eñ sí puede ocasionar, bajo ciertas condiciones que no pode­mos detallar aquí, una situación -mental (y somática) peli- grrosa. '

La economía psicosomàtica

Tanto las sublimaciones como la actividad laboral en\sí misma, implican la existencia de la “economía psico- somàtica”. La tarea, su organización, su contenido, su modo operatorio implican restricciones cognitivas, senso- rialés y motrices, en las cuales el sujeto hace trabajar sus músculos, sus órganos de los sentidos y su ;sistema nervio­so. Ésta intervención es muy difícil de analizar. En ciertos casos, ella es inadecuada y es fuente de fatiga y de sufri­miento. En otros es, de por sí, una fuente de relajación y de satisfacción. Tenemos que saber que cada sujeto está dota­do de una estructura particular, gracias a la cual regula su economía psicosomàtica y que, por este hecho, no podemos hablar de “buena” o de “mala” tarea. En cada oportunidad se forma una relación específica entre un hombre y las exi­gencias de; su tarea que, en ciertos casos, es susceptible de acondicionamientos personalizados. Como ejemplo, cier­tos sujetos solamente llegan a calmarse cúándo realizan antes un cierto trabajo muscular (deporte, trabajo de obra) mientras que otros precisan estímulos psicosensoriales (como los que podemos encontrar en las tareas de conduc­ción en general en todo tipo de aparatos; autos, motos, grúas, aviones, etc.); en cambio, otros tienen necesidad de exigencias cognitivas y solo’pueden descansar cuando han realizado juegos sofisticados de matemática o han resuelto complejas palabras cruzadas. Pero hay que cuidarse de las generalizaciones. Entre los cirujanos, tenemos que hacer distinciones; hay tanta diferencia desde el punto de vista de la economía y de las estructuras psicosomáticas entre los ortopedistas para adultos, que á menudo están obligados a desplegar una actividad muscular intensa, y el neuroci-

. rujan o que diseca con la ayuda de un microscopio, como la í, -que existe entre un carpintero y un relojero. ’

Ca actividad profesional que responde mejor a la estruc-

tura del sujeto se^encuentra, a menudo,, al final de un ca- ’ ^ trazado está asegurado por el juego articulado

de la elección profesional, la formación y la especializa- ción. Es fácil entender que una ruptura involuntaria del trábajo no siempre esté seguida de urja recomposición sat­isfactoria de la relación hombre-tarea, en el caso de que se afecté al trabajador a un nuevo puesto de trabajo. Es el pla­cer que proviene del ejercicio del cuerpo el que está cuestio­nado, y esto puede a veces ocasionar una vivencia de agota­miento, o de desborde por una excitación que no puede ser ejecutada, y más a menudo desórdenes somáticos entre los cuales fi-gura la aparición de nuevas patologías físicas, o el agravamiento de afecciones crónicas que hasta ese en­tonces eran compensadas. Por lo tanto, se trata ante todo de las.descompénsaciónes psicosomáticas que son provocadas por las rupturas de la actividad de trabajo.' " .................. . -I-I«....!-« ........ ....

Trabajo e historia infantil

^En:el,me,ior de los casos_el trabajo ofrece “satisfacciones .^..su'ititutivas” de.los deseos tales com oias ;que,;fueron;.Corja-

das .por la historia.infantil o en térmiao^s .más técnicos, por la “neurosis infantil”..

Las sublimaciones son un ejemplo.de esto, .Pero aveces el sujeto, para tratar de “conciliarse” con su pasado, opta por oponerle íina desmentida, descripta en la teoría psicoa­nalítica con los términos de formación reaccional, nega­ción, fécbáiÓ, ó-rú los casos particularizados. La actividad de trabajo aparece entonces como separada de su pasado e incluso destinada a mantener actiVamente esta separación para proteger al sujeto de un resurgimiento inapropiado de su historia infantil o más generalmente, de su inconciénte. En vez de negociar con síi inconciente para llegar a un compromiso como és la formación substitutiva, él se sitúa deliberadamente en una problemática de rela- ción de, fuerzas, donde el campo está ocupado por el más poderoso de sus protagonistas. En este caso, el trabajo és esencialmente ¿íe/ensÍDO. ~Es una “contra inversión”, mucho

, " ; menos, flexible y sutil que la sublimación. No es raro que " : la intérrupción del trabajo a causa de un despido (o incluso

por jubilación) nos muestre la rigidez de este sistema de-

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que utilizó el trabajo hasta ese momento. En esos casos, TiTínca ericoritraremos una patología mental profesional que se aproxime al modelo de las enfermedades profesio­nales debidas a los daños físico-químicos de los ambientes de trabajo, como el saturnismo, la sordera profesional o la silicosis. .

En basa a este análisis concluimos que el tratamiento de las enfermedades de la jubilación y del desempleo origina­das en las categorías socio-culturales'más’ elevadas nò están relacionadas con la competencia de ningún especia­lista de entre los psiquiatras, y en ningún caso con un psi­copatòlogo del trabajo que supuestamente sería competente en el tema.

II. ; R ea cc ion es p s ico p a to ló g ica s ‘ paradoja lés entre los trabajadores descalificados

De ahora en más la situación es completamente dife­rente; y hasta insólita. Esto se debe a que constatamos con bastante frecuencia que los obreros, empleados, e incluso asalariados agrícolas, aportan su contingente de víctimas psiquiátricas, no solamente a raíz de un despido, sino tam­bién después de jubilarse, cosa que no es excepcional.

Sin embargó, el análisis que propusimos anteriormente para los ejecutivos y las profesiones liberales, no es aplica­ble para estos trabajadores. Al mirar más de cerca, no sa­bemos dar una explicación simple a estos hechos que son de observación común.

Si insistimos sobre las profesiones descalificadas, es porque el trabajo se encuentra en una posición radical­mente diferente en lo que se refiere a la actividad psíquica. Entre las tareas descalificadas, tomaremos el ejemplo de las tareas repetitivas (tales como son determinadas por la Organización Científica del Trabajó — O.C.T— puesta a punto por F.W. Taylor)'*, elegidas por su gran frecuencia y por la continuidad de su despliege desde hace casi 1Ö0 años sin interrupción. Actualmente, la taylorización del trabajo sigue expandiéndose en el sector terciario y en los servicios (compañías de seguro, bancos, correos, sedes so- . ciales, etc.). En comparación con-las itereas . ^ ^ ca-

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diferentes respecto de las problemáticas d e] deseo, la.subli­mación y la écóriomía psicosorriática..-^

1) R esp ecto del deseo

Por más que estemos pensando en la elección profesio­nal, la formación, la experiencia o el saber productivo, constatamos que el deseo del sujeto tiene poca o ninguna cabida en este trabajo. En regla general, estos trabajadores no eligen trabajar en cadena, sobre una máquina-herra- mienta o frente a la pantalla de visualización. Ningún in­vestigador encontró nunca como resultado de sus estudios, la existencia de una vocación de los obreros por el trabajo dividido. La formación profesional no es más que una simple palabra, que a menudo se reduce a una orden o a una'consigna. Ocurre con bastante frecuencia en el taller que un obrero sea transferido desde su puesto a cualquier hora del día para remplazar a un ausente o para solucionar un “cuello de botella” que se forma en la línea de produc­ción, sin un aprendizaje previo. Esto se realiza muy a me­nudo y no tendríamos que sorprendernos yá que lo que bus­ca explícitamente la O.C.T. es precisamente esta facilidad en cuanto al uso de la mano de obra"* . En lo que se refiere a la experiencia,.al perfeccionamiento, al saber productivo, estos sé ven reducidos a una triste caricatura: no hay capi­talización posible pero además, por definición, el obrero no debe, tener “oficio”.

No basta con hacer riotár que el deseo no sostiene a la ac­tividad de trabajo, hay que completar la investigación ¡con una segunda observación: el trabajo no se realiza sin el de­seo, sino contra el deseo. Parajoantaaer su ,puestO-_y-las,;c.a: , dencias, el obrero debg.hacer callar sus deseos, que le indi- canan'^se^rámente otras alternativas, otros gestos, otiros.,

_"^royéctos.^Para poder proseguir con su tarea,, generalmente -^Lobré^o debe luchar contra sus sueños, contra sus fan-

tasías..,y"' coht.ra- Su funcionamiento mental. Debe luchar contra sí mismo, contra su personalidad, contra su deseo. “Para poder sobrevivir, él debe renunciar en parte a ser”.

..Los^g'e^ y repetidos obligan al obrero á se-'párSr los actos y sus cuerpos de la vida fantasmática.'^Apa- rece aquí una ruptura trágica, que volvemos a encontrar en

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todos los trabajadores no calificados, entre la cabeza y el cuerpo. En casos extremos (trabajo por piezas) esta ruptura debe sumarse a una “represión” (en el sentido psicoa- nalítico del término, que no es sinónimo de inhibición) de toda evasión mental, ya que esta última es irremediable­mente acompañada por una disminución de la cadencia xin aumento de los errores y de los retoques, o de un gesto de­safortunado que termina por ser sancionado con un acci­dente de trabajo (es necesario precisar aquí que el funcio­namiento mental no se refiere a un trabajo “intelectual” que está en oposición con el trabajo “manual”, sino al fun­cionamiento del aparato psíquico).

Esta lucha culmina en una especie de parálisis del fun­cionamiento psíquico, muy molesto, que es efectivamente vivida y percibida por los trabajadores como una desper­sonalización, una alienación y un empobrecimiento, cuan­do no es una destrucción. Sin embargo, esta parálisis es difícil de obtener ; no es para nada espontánea y exige por parte del trabajador un gasto de energía considerable. De forma tal que aparece una etapa de preparación y de lucha contra sí mismo que precede a su obtención y que es todavía más dificultosa que la parálisis mental en sí misma. He­mos mencionado en otra parte que la vida fuera del trabajo está atravesada por este imperativo y como él es poco a poco estructurada por el trabajador para contribuir a esta auto- represión y ayudarla a mantener el condicionamiento tan costosamente adquirido curante todo el día.

2) R especto dé la sublim ación

Podemos entender, sin necesidad de hacer muy amplios desarrollos, que en un modo operatorio impuesto, rígida­mente organizado, de donde práctiaamente son excluidas todas las posibilidades de acondicionamiento de la orga­nización del trabajo, no puede haber espacio alguno para el juego :de la sublimación. Es decir Qüe> eniíaipr^^cjica, eí tra­bajo no puede brindar ninguna aperíúrií-'a'tó parciales, por lo cual el trabajador tendrá, en el mejor de los casos, que buscar fuera de la situación de trabajo para encontrarles una .salida parsonalizad^. La materializa­ción de las condiciones propicias a! ejercicio de las subii-

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maciones fuera del trabajo, es algo dificultosa por las ra­zones que fueron mencionadas en cuánto á la dependencia de la vida fuera del trabajo respecto del servicio del condi­cionamiento productivo y de su mantenimiento, a las 'cuales cabe agregar un cansancio debido no: solamente a las condiciones de trabajo, sino también-^como veremos más adelante, a una economía psicosomáticá en situación delicada. Sin embargo, algunos obreros y empleados (sobre

■ todo cuando todavía son jóvenes) logran así salvar una parte de su ser del laminador psíquico que es el sistema Taylor. Pero incluso en esos casos, las horas en las que el cuerpo queda desvinculado de su jefe natural, que es el fun­cionamiento mental, participan de una situación anormal y costosa para la salud.

3) R especto de la econom ía psicosom àtica

Lo que ya fue, dicho bastaría para mostrar los esfuerzos que deben desplegar estos trabajadoi-es para salvar su equi­librio psíquico y somático. La ruptura realizada por laO.C.T. entre el funcionamiento mental y el cuerpo, como ya dijimos, es peligrosa; sin embargo, atenúa la percep­ción por parte del sujeto respecto de los riesgos que corre, acá y ahora, en este enfrentamiento trágico contra las con­diciones y la organización del trabajo. El clivaje entre “sico” y “soma” y, en el caso límite, ia parálisis mental que deja al cuerpo sin defensas frente a lá^organización del trabajo, évoc& en forma impactanté lo que fue denomi­nado con el nombre áedepresión esencial porros psicoso- matólogos: estado destructor, donde el cuerpo se encuentra desprovisto de sus apoyos mentales y es la presa seleccio­nada por las enfermedades somáticas. La depresión esen­cial se ubica, en efecto, como punto de partida de las “desor­ganizaciones progresivas” . Concluimos entonces que el trabajo taylorizado provoca en forma experimental estados similares a las depresiones esenciales con una íragiliza- ción del cuerpo como consecuencia. Cuando agregamos a ésto que a menudo se trata de trabajadores que se ven en­frentados a las peores condiciones dé trabajo, entendere­mos fácilmente su mayor morbilidad y su menor longevi­dad en comparación con la población en general y por

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supuesto, más claramente todavía en comparación con los ejecutivos y los profesionales liberales.

4) La paradoja psicopatológ ica

Si todos estos elementos fueran considerados, podríamos observar rupturas de la actividad profesional, una verda­dera liberación . Primero una liberación del funcioná- miento mental y luego un alivio. Podemos encontrar esta posibilidad en la realidad y ciertos testimonios tienen, al respecto, un valor ejemplarVEl obrero que resulta liberado fie exigencias organizacionáles cuando se encuentrá

^ desempleo parcial, experimenta en un cortó plaz¿. verdaderos reencuentros con su cuerpo y su vida mental. La explosión fafitasmática és vivida en una at­mósfera eufórica.

Pero no es raro, paradojalmente, que el despido o incluso la jubilación estén acompañados de una crisis psicopa- tológicaque es tan sorprendente que merece integrarse so­bre su mecanismo.¿Cómo puede el efecto de la liberación

Jnvertir de este modo sus efectos?. ..... ........-podríamos invocar las consecuencias materiales y la

amenaza concreta que resultan de la ruptura del trabajo. Sin embargo, este argumento a pesar de ser importante, es ' tal vez insuficiente; pierde su fuerza en el caso de que el despido no signifique inmediatamente el desastre (des­pido poV causa de fuerza mayor O económica) o aún más cuando se trata de la jubilación. Además, se observa que cuando hay reacciones psicopatológicas a estas circunstan­cias, el discurso de los trabajadores no se refiere directa­mente al tema del salario;" Predomina una sensación de inutilidad, de absurdo, de falta de sentido, al rnenos antes de que encuadro de la depre'síóri sea francameiite superado ^ dirección de ]á_patalógía mental. Más allá Hp pgfr. ’prod u ca -A in a -p a ioIo^ g ía -m erttaH m ?^ ^ r nn tra m

^ e n te _ a jin a j0 ^eacia dfi-p£r_s^^ deliria,_de..fobias ode hipocondria.,., donde,. .d-e.-tada§. fo rm a s^ a jio encontra­mos el problema del trabajo enunciado simplei^ente como '

J ta^ en la palabra del tf abaj ador jm ferm o.' Sol ame n te en­contramos ^ .T uptuTH de aé13vicíi^ .en.JA~¿aaróAesis-} como

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sibiliná “de factor reaccionar,^ en Ja, 1t|rm psi-^M^ 'qüiátricá.'"- ....■ . • '

5) Análisis de la paradoja

Podemos dar al menos dos explicaciones que no son mu­tuamente excluyentes de las reacciones psicopatológicas en lugar de la vivencia eufórica de la liberación.

La primera de estas se refiere al funcionamiento psí­quico en sí mismo, en cambio la segunda se refiere ,a las “ideologías defensivas del oficio”.

El funcionamiento mental liberado: en la primera constelación psicopatológica, el trabajador liberado de su

.. trabajo constata con asombro que no saHe qué hacer con esa _ Jibertád. La investigación clín ica nos revela entonces que

por falta dé una situación desprovista de las habituales exi­gencias organizacionales, el funcionamiento mental que­da paralizado o, al menos, queda “hipotónico”. El trabaja- dor se encuéntra entonces frente á lo que teniía: no ser él ' misiríó, yá que perdió su personalidad en la batalla del tra­bajo al mismo tiempo que sus gustos, su energía, su inicia­tiva y sus deseos .

Es una situación dramática donde el trabajador debe ahora afrontar, sin su actual coartada, el Juicio implacable de su ideal del Yo. Se abre entonces la brecha de una depre­sión narcisista que desemboca a menudo en un proceso de

" s^matización. Estos estados' Clínicam ente iden tificáb les plantean algühás cuestiones de orden psicoeconómico. ,

¿El funcionamiento psíquico puede sobrevivir a lá re­presión y volver a reaparecer “ad integrum”? ¿Existe algún tiempo de represión más allá del cual algo fue des­truido irremediablemente en el funcionamiento psíquico? ¿Existen condiciones particulares que provocan el desen­cadenamiento de esta situación?.

No teriemós ninguna respuesta concreta para dar a éstas tres preguntas. Solo podemos relacionar esto con la obser­vación de que a los obreros y empleados descalificados, que están sometidos a tareas repetitivas, les cuesta soportar el cup.ieifep de las vacaciones y a veces pierden varios días

’ ’ a'ñfe& ié de su tiempo libre. Tenemos lá im-presión de que al confrontarse brutalmente con las rela-

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ciones afectivas, familiares y de amistad, pero sin poder usar un funcionamiento mental que está paralizado o re- - tardado, estos sujetos están en cierta forma desarmados, desbordados e incluso traumatizados y buscan protegerse mediante el aislamiento y las reacciones de irritación y de rechazo, que su entorno no comprende.

Acá se plantea entonces para el trabajo, y en forma un poco particular, la cuestión de La elasticidad del funciona­miento psíquico. En otra constelación psicopatológica, j>ode- mos constatar que frente a la liberación de las exigencias O . de trabajo, el funcionamiento mental parece renacer de en- tre sus cenizas. Pero en lugar de aportar placer, el reencon­trarse consigo mismo anuncia mas bien la angustia. La investigación clínica nos muestra entonces que el trabaja­dor teme las consecuencias, que traerá a término este nuevo despliegue de sí mismo. Una vez que el obrero logra libe­rarse de estas trabas mentales, cómo encontrará este la energía y el gusto por buscar un nuevo empleo, necesaria­mente descalificado (visto la situación económica y la au­sencia de formación técnico-profesional), es decir sinóni­mo de un nuevo desgarramiento, dé una nueva sujeción, y de una nueva vida de sufrimiento. Así, la liberación inau­gura un conflicto muy grave entre, por una parte, el deseo de dejarse llevar por la alegría de desear y de soñar, y por la otra la necesidad de reencontrar los esfuerzos orientados hacia la búsqueda del sufrimiento y de la despersonaliza­ción.

La liberación empuja al trabajad,or hacia un conflicto difícil de resolver donde se afrontan la “disciplina del hambre" y el deseo de ser él mismo. A veces ocurre que la situación psíquica sea todavía más temida en ese momento que antes, cuando no se planteaba la cuestión, mientras que el sujeto se agotaba en la parálisis mental y la alienación.

Entendemos también que ciertos trabajadores presin-’ tiendo el peligro, incluso antes de dejar de trábájár (fúbilá- ción o despido), reaccionen por anticipado contra una liber­tad mental que saben que es ficticia y.qúe con el tiempo - llega a ser peligrosa. v 'í f . - ■'

El carácter absurdo de tal situación es difícilmente sos- - tenible,,¡de forma tal que es entre los más “razonables” de los trabajadores amenazados por el desempleo donde pode--

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mos observar la mayor cantidad de reacciones psicopa- tológicas! Tal situación desborda también los recursos mentales de ciertos obreros que están por jubilarse, ya que temen que después de 30, 40 años o más de represión del funcionamiento psíquico, vuelva a iresurgir-|] inconciente y. sus consecuencias (que sabemos rio envejecfcn para nada) párá constatar que la vida pasó y sufrir de verrque sus cuer­pos ya no tienen 20 años. Los reeencuentros'porren enton-

_ces el riesgo de ser demasiado brutales, la discrepancia y ” el'balance pueden llegar a ser demasiado penosos, y así en­tendemos que ciertos sujetos eviten con todas sus fuerzas deslizarse fácilmente hacia la descompensación depresi­va, psiconeurótica o psicosomàtica.

Las ideologías defensivas del oficio

Las ideologías defensivas del oficio® fueron descriptas cuando se éstudió los trabajadores de la construcción y de las industrias de proceso. Consisten en actitudes y compor­tamientos paradojales que a menudo, son extraños y es­pecíficos de cada oficio. Las mismas interesan a todo el co­lectivo de trabajo implicado. Tienen como objetivo lanzar un desafío colectivo a los peligros y daños causados por el trabajo, gracias al c u a l, simbólicamente, la posición de los trabajadores se revierte: de víctimas pasivas del riesgo se vuelven simbólicamente activos organizadores., del peligro y de su control. Estos comportamientos van acompañados de un sistema de valores y de prohibiciones, cuya coheren­cia y solidez son notables. De esté modo, las ideologías del oficio tienen una función defensiva respecto del miedo causado por el enfrentamiento entre el hombre y la nocivi­dad de las exigencias del trabajó.

Los obreros descalificados forjaron también una ideo­logía defensiva del oficio que'llamamos ideología del su­frimiento o mejor dicho, ideología de. la resistencia. Con­siste en un sistema colectivo mediante el Cual los obreros se

, defienden colectivamente contra los efectos nocivos del trabajo repetitivo sobre su salud. Es una simple inversión qúe consiste en constatar el sufrimiento psíquico generado

...Sorbía O.C.T. y sus consecuencias psíquicas y físicas. El sufrimiento es en sí mismo denunciado, pero el hecho de

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aguantar, de quedarse en su puesto, de no enfermarse, de no terminar delinquiendo o mendigando, en dos palabras, de resistir , es elevado al estatuto de valor promovido por la colectividad obrera. Un valor que no sólo se sostiene sobre la materialidad de las cosas (obtener un salario, cubrir las necesidades familiales), sino también sobre esperanzas compartidas por los trabajadores: este trabajo y esta produc­ción tendrían un valor potencial: mejorar el consumo de los hijos y de la sociedad, desarrollar la economía nacio­nal, e incluso de manera no excepcional, servir a una em­presa ó a un patrón. El empresariado supo aprovechar en su debido tiempo esta última posibilidad en las empresas donde el paternalismo y el “espíritu de empresa” eran pro-

^echosos.Cuando, como ocurre actualmente, es la empresa la qüe

se presenta en quiebra, el desempleo es acompañado por un derrumbe de todo ese dispositivo, el cual por más frágil que fuera, tenía, sin embargo cierta eficacia, como nos lo indi­can las reacciones psicopatológicas observadas.

De pronto, todo el sistema de valores se derrumba. Este sufrimiento no les servirá a sus hijos, ni a la sociedad ya que la empresa está en quiebra. Ni siquiera sirve para en­riquecer a un patrón, ya que él mismo debe renunciar a ello.

Cuando desapareció la ilusión, xma parte del dispositivo de defensa contra el sufrimiento ya no es utilizable, y a partir de ese momento, cada obrero despedido debe arre­glárselas por sí solo para suprimir la angustia y hacer fí'ente a la realidad. Algunos de ellos, que poseen toda la fuerza propia de su edad, se dañan tristemente.

Tenemos que agregar a esto que la ideología defensiva duplica los valores relacionados çon el sufrimiento, con una cierta cantidad de prohibiciones tenaces que conducen a denunciar todas las formas de no-trabajo y de no- sufrimiento, no-resistencia, las cuales se ven afectadas por s i^ o s de holgazanería, de pereza o de vicio. Se condenan así, en forma desordenada, las ausencias al trabajo, las li­cencias por enfermedad, las invalideces... y el desempleo.

En caso de despidos importantes en una;i:e;^ón,';los que conservaron su trabajo se repliégan alfedeclbr d¿ ía ideo­logía del oficio y condenan más enérgicamente a la exclu­

sión a los desempleados que, á pesar de ellos, llevan consi­go la amenaza que debe permanecer oculta El obrero deso­cupado debe entonces hacen frente a lo absurdo de un siste­ma defensivo que ya dio prueba de su ineficacia y, además, a la respuesta social muy dura que se vuelve contra él y explícita o implícitamente lo sentencia, por intermedio de la voz de sus propios camaradas, al anatema de la vergüenza.

Ciertos trabajadores no sobreviven a esta conjugación de ataques que hacen eco a la depresión que se describió previamente.

Descripta de esa forma, esta ideología defensiva de los trabajadores descalificados parece ser anticuada. Sin em­bargo ella es todavía viviente, incluso si hoy en día se frac­tura.y se resquebraja. En realidad, las primeros rajaduras del edificio ya se notaban antes de la crisis económica ac­tual, y tenemos que preveer que los próximós efectos de es­tos desperfectos modifiquen sensiblemente las observa­ciones clínicas que estamos dando hoy.

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CONCLUSIONES

En esas circunstancias, ¿existen medidas curativas particulares o una prevención posible de los efectos de este sufrimiento causado por la organización de trabajo sobre la vida mental y el equilibrio somático?

Al parecer, este asunto no incumbe a los médicos, a los psiquiatras ni al psicoanalista. Primero hay que estudiar la realidad, para poder convencerse de que, por más cari­catural que sea la descripción de los traristornos psíquicos y somáticos ocasionados por la organización del. trabajo según el sistema Taylor, no se trata de una anécdota sino que es una realidad en la que están implicadas millones de personas durante toda o parte de su vida. No tiene nada de sorprendente el hecho de que sea necesario hacer distin­ciones entre, por una parte, los oficios muy complejos de los profesionales situados en la cumbre de la jerarquía socio- cultural y, por otra parte, las tareas no cálificadas.*

Entre estas dos situaciones extremas de la relación hombre-trabajo, donde una le puede conceder a la actividad profesional un papel favorable a la salud, y donde la otra sólo puede ocasionar transtornos, hay que dejar un espacio a las situaciones más mezcladas, que permiten hacer cier­tos acondicionamientos del modo operativo y de la organi­zación del trabajo, a pesar de una serie de exigencias no despreciables.

Tal vez sea necesario insistir sobre el hecho de que la tendencia global es la división progresivamente creciente de las tareas y del trabajo. La taylorización no deja de progresar, no sólo en el sentido horizontal ( hacia nuevos campos como los del terciario) sino también en sentido ver-

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tical, desapropiando poco a poco a los profesionales de su Huber productivo, y aspirando a los hombres hacia un próce-:B o d e uniformización por lo bajo. ,

Una acción preventiva en materia de la relación salud mental-trabajo, consistiría en repensar la organización del trabajo. Incluso si los psiquiatras tienen un lugar de »(‘(rundo plano en este esfuerzo, tal vez ellos tienen un a dis­creta contribución para proponer en este debate que se en­cuentra abierto desde hace 10 a 15 años y que no parece que so pueda concluir.

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Capítulo X

CONTRIBUCION DE LA PSICOPATOLOGIA DEL TRABAJO AL ESTUDIO DEL ALCOHOLISMO

In tro d u cc ió n

¿La Psicopatología del trabajo se encuentra en condi­ciones de brindar elementos para el análisis del alcoholis­mo? ¿El estudio del conflicto específico que opone el funcio­namiento psíquico del trabajador a la organización del trabajo, puede aportar un esclarecimiento particular sobre los comportamientos alcohólicos?

A estos interrogantes, sólo podemos responder positiva­mente a condición de admitir previamente ciertas reser­vas. El alconolismo, en su totalidad, no puede ser explicado por el sufrimiento mental ocasionado por el trabajo. Si las tensiones psíquicas del tra.bajo influyen en el alcoholismo, esto sólo es posible aprovechando fallas que existían con anterioridad en el arsenal definitivo individual contra la angustia y el sufrimiento. Sin embargo, puede ocurrir que el consumo de alcohol sea de alguna manera promovido al status de defensa electiva, prácticamente indisociable de la profesión, contra sufrimientos que de otra manera son difíciles de combatir. Daremos un ejemplo acerca del tra­bajo en la construcción.

Trataremos de ver si la Psicopatología del Trabajo puede aportar elementos explicativos a la importancia del

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alcoholism o en Bretaña en com paración con otras regiones de Francia.

1. El alcohol en la construcción y en laú obrai publicas

Las investigaciones en m ateria de P sicopatología del Trabajo llevadas a cabo entre los trabajadores de la cons­trucción nos indican que a m enudo existen com portam ien­tos insólitos, a veces peligrosos, practicados por la m ayoría de los obreros. Se trata a veces de com petencias entre los obreros, otras veces de gestos o com portam ientos peligrosos c inútilés, y también de incom prensibles negativas a respe­tar consignas de seguridad, en una palabra, de un conjunto de actitudes y de com portam ientos que m uchas veces su ­man riesgos suplem entarios a los peligros ya im portantes que existen en las obras.

A sociadas a estos com portam ientos peligrosos, se iden­tifican fácilm ente posiciones psicológicas no menos parti­culares: sobresalen valores relacionados con la virilidad, el coraje, la bravura y hasta el heroísm o.

En este caso nunca se observa miedo ni angustia. Esta.s son preocupaciones y palabras que se excluyen litera l­mente del vocabulario del obrero en las obras.

C om portam ientos peligrosos, valores viriles y proh ib i­ción del m iedo, tres elem entos que pueden agruparse en un todo coherente, en un verdadero sistem a que volvem os a en ­contrar con una extraord inaria constancia en las obras, desde hace ya decenios y probablem ente siglos, hasta llegar a constitu ir una verdadera “ ideología del oficio” .

O bservándolo más detenidam ente, podem os preg-antar- nos si la prohibición del m iedo, los com portam ientos peli­grosos y los valores relacionados con la virilidad no tienen precisam ente la función de luchar contra el m iedo. R esu l­ta ,'en efecto, que a la enorm idad de los riesgos ligados al trabajo en la construcción, responden un m iedo y una an­siedad no m enos relevantes. Pero si la evaluación correcta del riesgo por parte de los obreros suscita una ansiedad ju s ­tificada, parece que esa ansiedad es incompatible con el he- dio de llevar a cábo^su'trabajo. BástásCOnM obras para darse cuenta, sin necesidad de enfatizar, de agregar rom anticism o o sentim entalism o m elodram ático,

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que puede verdaderam ente e.xistir una atm ósfera de lucha y de guerra contra él peligro y los riesgos qúe provocan las intem peries, la anarquía de la organización del trabajo, etcétera.

Es absolutam ente necesario desp legar un sistem a: de ocultam iento y defensa contra la percepción conciente de estos peligros. El m iedo debe desaparecer por com pleto, es la condición para continuar trabajan do allí y recib ir el salario. Desde esta perspectiva, los com portam ientos peli­grosos tienen un sentido.

Su función es la de revertir la situación de los trabaja­dores con respecto al peligro: ¿es inconciente aquel peón que se niega a colocarse el cinturón de seguridad, aquel albañil que trabaja en equilibrio sobre el vacío, estos obre­ros que realizan com petencias m archando sobre tirantes estrechos?

Las defensas colectivas form an de hecho un conjunto coherente de com portam ientos, actitudes, valores, proh ib i­ciones y de silencios acerca de ciertos temas, o por el con ­trario, de arrogancias o exhibiciones, que perm iten dism i-

i nuir el riesgo. La apuesta es un m edio jpara provocar el apeligro, es enfrentarse a él desde una posición elegida, de­

liberada, acíÍL'a, que anula sim bólicam ente la situación intolerable que consiste en estar en una posición pasiva con respecto a un peligro que no se dom ina y que surge cuando menos se lo espera, con el riesgo final de salir heri­do, estropeado o muerto.

2. Ideologia defensiva deí oñcio y colectividad obrera

La_ función d e la ideología d efen siva es entonces la _.°?JíJtácíbn dél m iedo. Para funcionar, este sistem a defen­

sivo debe ser sostenido por el conjunto de los obreros. Debe ser infalible en la m edida de lo posible. Y el colectivo obre­ro se encarga de ello. Todos, sin excepción, deben partic i­par. Es una condición del trabajo. El m iedo es excluido y los miedosos tam bién. Basta con que un obrero afioje, para que sea inm ediatam ente elim inado.

. g ipg dem ás, deben probar periódicam ente queson piárte activa del sistem a defensivo, participando en los juegos, ritos, concursos, tradiciones. Esta exigencia puéde

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apreciarse claram ente en los recién llegados e incorpora­dos a la obra. El aprendiz debe dar pruebas, demostrar que es “un hombre’ , aceptar el desafío. Sino, será progresiva­mente marginado, ridiculizado, rechazado y finalmenteeliminado. i i-

Así procede el colectivo obrero, quién, sin saberlo, reali­za una verdadera selección psicológica de los trabajadores aptos para soportar el .sufrimiento y la ansiedad inherentes a los oficios de la con.itrucción. , , v ,

Si este sistema ya no alcanza para proteger al obrero del miedo, este último so autoelimina, pero respetando la re­gla; no es porque tieno miedo, es porque está enfermo, por­que tiene enfermedude.s físicas. En todo caso, no es en su mente que todo eso ocurre: se queja entonces de dolores, vértigos, cefáleas, etc. Es decir de síntomas que paradlos demás no son sospechosos de tener un contenido de miedo.

3. Ideología defensiva del oficio y organización del trabajo

Vemos que la ideología defensiva del oficio está dirigi­da a ocultar el miedo que suscitan los pehgros y los riesgos del trabajo. Mientraií los riesgos perduren, los obreros se ven obligados a mantener la defensa colectiva Sm embar­go, la inseguridad no es totalmente incontrolable. En cier- tas obras muy im portantes, se ha logrado hacer desaparecer tánto los riesgos como los accidentes.

La inseguridad so descubre poco a poco como una elec­ción que es parte intoK^ante de la organización del trabajo. Organización anárquica, presión de los tiernpos y de los plazos, falta de f o r m a c i ó n de los obreros, cambio intempes­tivo de puesto de trabajo, despidos rápidos y arbítranos sa­crificio de las seguridades colectivas en pro de la rentabili­dad y reemplazo por «eguridades^individuales menos co­stosas pero menos eficaces y causa de sobrecarga de traba­jo, etcétera.

En otras palabras, la inseguridad p a r e ^ je r la regla en la construcción, y mientras ella p^rmar^e¿caiS inhe­rente a la organización del trabajo, ella:suscitará el miedo y las ideologías defen.sivas profesionales con sus esfuerzos a veces paradojalés. persistenGia de la inse^ridadarrastra la persistencia necesaria de la ideología defensi­

va del oficio, hasta el punto de contribuir a la creación d una verdadera tradición, cón todo lo que ésto implica e cuanto a solidez, inercia y resistencia al tiempo y al can bio. , >

4. Ideología defensiva del oficio y consumo de alcohol en las obra

El miedo responde al riesgo físico real que es su brot psíquico. Frente a este riesgo, los obreros elaboraron colee tivamente este sistema de defensa. ¿Podríamos sin embar go afirmar que el miedo es de ahora en más total y defini tivamente dominado y ocultado? Sería mucho decir. En e extenso arsenal defensivo, hasta ahora no hemos mencio nado el rol de la bebidas alcohólicas. El alcohol posee dis ' tintas virtudes: es energético, se encuentra diluido y conte nido en las bebidas, es decir que desaltera, pero finalmenti .■ y sobre todo, es anxiolítico y desinhibidor. Pareciera que Ir virtud psicofarmacológica del alcohol fuese en genera ‘ subestimada en el análisis del alcoholismo. En el caso dt la construcción, comprendemos fácilmente que el alcoho' sea particularmente apreciado por los trabajadores: calma la angustia. Sólo bastaría con esta afirmación para com prender la importancia que tiene. Pero actúa aquí me diante otros mecanismos que lo hacen difícil de rempla zar: también es desinhibidor, es decir que facilita la libe ración del habla, del contacto y de la acción. El alcohol fa­cilita la continuación del trabajo, desinhibe las defensas individuales frente al trabajo peligroso. Brinda de alguna manera coráje para encarar la obra, las intemperies y los peligros. Pero desinhibe también los hombrea en las reía ciones colectivas. Se sabe que el alcohol facilita los contac­tos, es euforizante y antidepresivo, contribuye por sobre to­das las cosas a facilitar las relaciones de grupo.

Este es un puiito fundamental ya que el alcohol tiene un papel no despreciable en la cohesión, mantenimiento y la reconstitución del colectivo, borrando los conflictos inter­individuales, recreando una euforia secreta propicia para las relaciones superficiales y fáciles que son necesarias para la existencia del grupo.

De este modo el alcohol se encuentra en un lugar total-

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mente privilegiado en la ideología defensiva del oficio, por su acción en favor del grupo. Hasta tal punto que muchas veces e l consumo de alcohol es íntegramente asumido en la ideología defensiva, se encuentra vinculado con los va­lores viriles, y la abstención es facilmente condenada por el grupo obrero como una posición específicamente femeni­na.

Pero el alcohol posee aún una propiedad más que ningún otro producto puede discutirle, y que lo colocá por encima de todas las rivalidades.

El alcohol anxiolítico, antidepresivo, excitante y desin­hibidor es un poderoso medicamento.

Un medicamento que no da su nombre, uñ medicamento que se esconde, un medicamento que guarda el secreto: y el secreto es el miedo. El solo hecho de ingerir un comprimido de valium o de anafranil alcanza para detectar el síntoma psíquico subyacente.

El alcohol, por su parte, remite a lo querido y al com­pañerismo; no revela a la luz del día lo que debe permane­cer oculto, a saber, la angustia que tiene prohibido estacio­narse en la obra. Es por esa causa que encuentra un lugar privilegiado donde está y de donde siempre será difícil de desplazar.

5. Las consecuencias fuera del trab a jo de la ideología defensiva del oficio r

Pero la ideología defensiva del oficio es todavía más cruel. Al parecer debe estar protegida tahto en la obra como fuera del trabajo. El obrero de la construcción no debe tener miedo, aún fuera del trabajo. Debe luchar incluso cuando abandonó la obra. Toda su vida está atravesada, estructu­rada por esta lucha contra el miedo.

El miedo en la obra no siempre tiene como límites la ac­tualidad. Persigue al trabajador hastü en su cama. Pero esta vez, se encuentra sólo para luchar y es precisamente ahí donde las dificultades específicas corren el riesgo de aparecer. Lo que funciona como sistema defensivo en la obra, gracias al colectivo de trabajo, no siempre es rem- plazable en la soledad del cuarto de la pensión o en la fa­m ilia .

En otras palabras, si el trabajador no posee por su propia cuenta defensas rnentalizadas suficientes para asegurar la continuación de la ideología defensiva del oficio, elige el medio más simple que se encuentra a su disposición y respecto del cual conoce muy bien su eficacia: el alcohol. Del consumo de alcohol para fines estrictamente profesio­nales, pasamos al alcoholismo. Algunos de ellos prefieran incluso escapar del “hogar” para encontrar en el café al grupo, a la colectividad de aquellos que, por diversas ra­zones, tienen allí también una cita para luchar colectiva­mente, una vez más, contra el sufrimiento.

6. Consumo colectivo de alcohol y alcoholismo

Existe entonces un salto entre el consumo de alcohol exi­gido por la ideología defensiva del oficio y el alcoholismo. Este salto es dado por los sujetos cuya estructura mental po­see Ciertas particularidades que no desarrollaremos aquí pero que son bastánte conocidas. El alcoholismo es un com- portamiento alimenticio, y no una defensa mental. Es un circuito corto y poco elaborado para luchar contra la angus­tia. Es puesto en marcha entonces por aquellos que poseen un sistema defensivo mental mal organizado y que en psicopatología denominamos neurosis mal mentalizadas, neurosis de carácter y neurosis de comportamiento. El al­coholismo es entonces propuesto de alguna manera antici- padcimente a estos sujetos, por la confrontación con la orga­nización del trabajo y la participación en las ideologías defensivas de oficio. Suponiendo que la organización del trabajo controla ese riesgo hasta el punto de anularlo, es probable que las ideologías defensivas desaparecerán así como el consumo “normal” y banalizado de bebidas alcohó­licas. Pero esto no hará desaparecer las fallas del compor­tamiento mental que existen en ciertos sujetos que son can­didatos al alcoholismo. ...

Sin alcohol, estarán obligados a luchar de otra manera. ¿Cómo? No es fácil responder a esta pregunta. Clínica­mente, conocemos otros métodos espontáneos de control de la angustia en sujetos mal estructurados. Sin alcohol, como fue durante la segunda guerra mundial, ¿desqué

sujetos lograban luchar contra la angustia?