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Sobre la cartografa literaria Publicado el 16. dic, 2012 por Cuadrivio en Ensayo, Literatura La narrativa como acto espacialmente simblico united-states-map-bookshelf-500x352 Arrojados al parntesis de la vida, es preciso navegar, narrar el ocano del mundo y trazar su sentido en las palabras. As, la narrativa nos da Norte existencial, la titud en su mapa totalizante. El oleaje posmoderno arrecia y requerimos an ms de l a cartografa literaria para hacer de este mar inhspito un hogar. Un ensayo de Robe rt T. Tally Jr. traducido por Ral Bravo Aduna. Robert T. Tally Jr. La experiencia de estar en el mundo es una de navegacin constante, de localizarse con relacin a los otros, de orientarse en tiempo y espacio, de trazar una ruta, de ocupacin y desplazamiento, y de movimientos a travs de un despliegue de fenmenos geogrficos e histricos. La condicin humana es una de estar como en el mar y a la d eriva lanzados al mundo y, al mismo tiempo, perdidos en l y, como el navegante, hac emos uso de mapas, de bitcoras, de nuestras propias observaciones e imaginacin par a hacer que un lugar cobre sentido. Como Frank Kermode apunta en The Sense of an Ending, el hombre, como los poetas, se apresura lo ms que puede a la mitad, in me dias res, cuando nace; tambin muere in mediis rebus, y para que haga sentido su l apso de vida, requiere correlaciones ficticias con orgenes y finales, as como dar significado a su vida y a la poesa misma (7)[1]. Kermode est hablando de organizacin temporal, pero esta experiencia de estar a la mitad tambin es espacial, y requiere de soluciones cartogrficas que tambin se presentan como correlaciones ficticias ent re aqu y all, cerca y lejos, hogar y fuera, por mencionar algunas. Los humanos ter minamos por aceptar esta realidad debido a que proyectamos lneas imaginarias que trazan espacios geogrficos de referencias o que simplemente inventan narrativas la titud y longitud son ejemplos obvios de esto. Acercarse a la narrativa como un acto espacialmente simblico nos permite navegar por el mundo y la literatura de maneras nuevas e interesantes, al formular cuest ionamientos distintos, explorar territorios diferentes y descubrir efectos atpico s. As como los escritores crean los mapas de sus mundos, los lectores o los crtico s pueden confrontar estos mapas narrativos para buscar una orientacin de las cosa s que pertenecen a un mundo en cambio perpetuo. En el siglo XXI, este acercamiento puede ser an ms apremiante, puesto que muchos d e los puntos de referencia e indicadores que solan darse por sentado (incluyendo los geogrficos, como puede ser la idea de fronteras nacionales) han desaparecido, o por lo menos ahora son menos confiables. Por ejemplo, la crisis financiera ac tual ha marcado el nivel en el que incluso los comercios ms locales y pequeos estn conectados con un mercado global que excede el entendimiento de la mayora de noso tros, involucrando valores y derivados exticos (obligaciones de deuda colaterales , por ejemplo) que se juegan fuera de la bolsa de valores y en el exterior y que , sin embargo, pueden llegar a tener consecuencias devastadoras. Cartografiar es ta condicin parece cada vez ms necesario y cada vez menos probable, pero es esenci al intentarlo. Navegar es, por tanto, una figura de la condicin existencial de manera individual y de la literatura en trminos generales. Desde una perspectiva fenomenolgica, el sujeto debe intentar entender el mundo por medio de una suerte de actividad cart ogrfica. Fredric Jameson ha llamado a este tipo de actividad mapeo cognitivo, un ma rco relacional que permite una representacin situacional por parte del sujeto indi vidual frente a la ms basta e irrepresentable totalidad que se presenta como el e nsamble de las estructuras sociales como un todo (Postmodernism, 51-54). Trazar e l mapa establece un marco significativo para el sujeto, con puntos de referencia especficos que ayudan a pensar sobre s mismo y sobre el lugar propio en el espaci o social ms amplio. Igualmente, las narrativas sirven para dar sentido, o darle f orma, al mundo en cuestiones de significacin. En ese caso, las obras literarias t ienen una funcin cartogrfica de crear figurativa o alegricamente una representacin d

el espacio social, en un sentido amplio. A esto es a lo que yo llamo cartografa l iteraria. En su Teora de la novela, Georg Lukcs contrasta la civilizacin, cerrada o integrada , de la pica antigua con el mundo fragmentado de la novela, y su retrica implica e l tipo de ansiedad cartogrfica que requiere mapas narrativos. La pica viene de aqu ella poca feliz cuando el cielo estrellado es el mapa de todo posible camino [ ] El mu ndo es amplio y an as se siente como un hogar (29). La condicin moderna, cuya forma representativa es la novela, queda marcada por una divisin entre interior y exter ior, entre sujeto y mundo, que ahora es un mundo abandonado por Dios y caracteriza do por una condicin trascendental de lo transitorio (Lukcs 88, 41). Esta ansiedad e xistencial se traduce en una perplejidad reflejada espacialmente, ya que uno ya no se puede sentir en casa en el mundo. Como Heidegger lo expresa en El ser y el t iempo, En la angustia le va a uno inhspitamente . En ello encuentra inmediatamente su expresin la peculiar indeterminacin de aquello cabe lo cual se encuentra el ser ah e n la angustia: el nada y en ninguna parte . Pero inhospitalidad aqu quiere decir al pa r no estar en casa [2]. La poca de la novela est marcada por una condicin humana transi toria y ominosa que requiere de maneras figurativas para conectar a uno con su p ropio mundo. Y esto es en lo que se convierte la novela: una cartografa literaria que provee de imgenes alegricas o figurativas al mundo y al espacio que uno ocupa en ste. Este proyecto cartogrfico de la novela se parece bastante a la idea de Jameson so bre el mapeo cognitivo como estrategia para situar a uno dentro de la totalidad social, compleja y aparentemente imposible de representar. Jameson retoma el con cepto del anlisis que hace Kevin Lynch sobre la desorientacin urbana en Image of t he City y de la teora revisionista de Althusser sobre la ideologa como solucin imag inaria a contradicciones reales. Vale la pena apuntar, sin embargo, que Jameson fue el primero en emplear el concepto (aunque de manera distinta), haciendo refe rencia a la narrativa en The Political Unconscious, donde sugiere que el realism o es un discurso narrativo que unifica la experiencia cotidiana con el trazo de u n mapa cognitivo, o al menos como una perspectiva ms o menos cientfica (90). La narra tiva en s es una forma de trazar un mapa, organizando la informacin obtenida de la vida en abstracto para obtener patrones reconocibles, bajo el entendido que el producto final es ficticio, una mera representacin de espacio y lugar, cuya funcin es ayudar al espectador o cartgrafo, lector o escritor, a hacer sentido del mundo. En Maps of the Imagination, Peter Turchi establece que toda forma de escritura es cartogrfica hasta cierto punto, pero que narrar es esencialmente una forma de trazar mapas, de orientarse y orientar a los lectores en un espacio concreto. El narrador, como el cartgrafo, determina las fronteras del espacio que ser represen tado, elige qu elementos sern incluidos, establece el alcance y la escala, y as suc esivamente. En la produccin narrativa, el autor tambin produce el mapa de espacio, conectando al lector con la totalidad formada por la narrativa en su totalidad. La narrativa es, por tanto, un acto espacialmente simblico, en tanto que estable ce una cartografa literaria para el lector. No es necesario que esta cartografa literaria quede limitada a un mundo particula rmente moderno o postmoderno, aunque las condiciones que han surgido a partir de las progresiones de modernismo y postmodernismo hacen que los proyectos expresa mente cartogrficos sean ms deseables. Sin embargo, y sin lugar a dudas, el mundo a ntiguo tambin conoca la ansiedad y desorientacin espaciales baste con recordar a Odi seo para darnos una idea de esto. Pero el mundo antiguo perciba una totalidad inherentemente cartografiable en la men te de las personas, ya fuera por medio de la metafsica, la poltica o la geografa; l a pica tena lo que Joseph Frank llam una forma espacial, puesto que la organizacin de los eventos depende menos de la cronologa que de los lugares que se encuentran en un universo fijo. Con la condicin moderna, en contraste, esta totalidad ya no se da por sentado. En palabras de Lukcs, La pica le da forma a la totalidad de la exi stencia que est rodeada por s misma; la novela busca, por medio de la estructuracin , develar y construir una totalidad oculta de esa misma existencia (60). La moder nidad, al menos entendida desde esta tradicin, logra colapsar el sentido de los s istemas anteriores. Por ejemplo, la discusin de Michel Foucault sobre el colapso de los sistemas de significacin renacentistas se enfoca en Don Quijote, una novel

a que exhibe a lo largo de sus pginas una condicin trascendental de lo transitorio , as como una ansiedad claramente cartogrfica (Cfr. Foucault, 47-48). Quiz la narra tiva siempre ha sido una forma de orientarnos, tanto en el universo semntico rela tivamente estable de las civilizaciones hermticas de Lukcs, como en el mundo moder no y quijotesco en el que el centro nunca permanece estable, o incluso al navega r por el mundo postmoderno en el que hasta los mapas provisionales de la poca mod erna son sujetos a deconstrucciones intenssimas (Cfr. Harley). La digresin sobre la cartografa de Jameson, contenida en sus discusiones sobre el po stmodernismo, es iluminadora en esta materia. Mientras que los mapas antiguos er an frecuentemente meros diagramas de los desplazamientos de un viajero individua l, el descubrimiento en el Medioevo de la brjula (entre otras invenciones) permit i coordinar informacin existente [ ] con la an no experimentada, concepciones abstract as de la totalidad geogrficas, y tales avances modernos, como el globo terrqueo y l a proyeccin de Mercator, subrayaron el problema mismo de la representacin, desengand onos de las nociones ingenuas de la cartografa mimtica, pues se vuelve claro cmo es qu e no pueden existir mapas verdaderos, slo existen mapas ms o menos tiles (Postmodern ism, 51-52). De manera similar, en distintas narrativas, uno puede diferenciar l a directa narracin real, producto de testimonios individuales basados en su necesar iamente limitada evidencia emprica, de la concepcin ms amplia de la relacin del indi viduo con la totalidad an no experimentada, y eventualmente a una concepcin del arte figurativo en s, que debe explorar otras tcnicas ficticias, incluso extravagantes , para alcanzar sus objetivos. Con el mapa distorsionado de Mercator, la represe ntacin exagerada del espacio representar a Groenlandia del tamao de Iberoamrica, por ejemplo cumple con los propsitos prcticos de la navegacin, particularmente con resp ecto a la determinacin de longitudes, el gran terror de la navegacin martima de los siglos diecisis y diecisiete. Los mapas verdaderos, del tipo mimtico y antiguo, son menos tiles. Por supuesto, tod os los mapas son ficciones. Jorge Luis Borges cuenta, por ejemplo, en Del rigor d e la ciencia , que incluso los cartgrafos imperiales, que hicieron que un mapa fuer a coextensivo a, e incluso ms detallado que, el espacio que buscaba representar, no pudieran trazar mapas verdaderos. Pero con la cartografa moderna, las ficciones tambin se vuelven funciones. En la narrativa literaria, el autor traza el mapa de un mundo de manera similar, en ocasiones coordinando la informacin existente del individuo que escribe o la experiencia del protagonista con la totalidad social, incomprensible y aparentem ente imposible de representar. Por ejemplo, en Melville, Mapping and Globalizati on, ya he argumentado que Melville desarroll sus tcnicas literarias empleadas en M oby-Dick, en parte como respuesta a su frustracin por las limitaciones de su narr ativa personal en obras anteriores como Typee o Redburn. Melville necesitaba un acercamiento distinto, explcitamente cartogrfico para intentar representar espacios que antes se encontraban en blanco para poder crear una vista panormica inexisten te para peatones que van arrastrndose al caminar (una perspectiva diferente de es te mismo impulso cartogrfico puede ser encontrado en Walking in the City , parte de The Practice of Everyday Life, de Michel de Certeau.) La presentacin artstica y re presentacin de lugares verdaderos requiere una proyeccin que vaya ms all de los lmites de una escritura simple y testimonial (Cfr. Tally, 86-101). Proyectar, tanto en literatura como en cartografa, permite hacer sentido de, o da rle forma a, el mundo para que se vuelva legible. En The Crying of Lot 49, Oedi pa Maas se pregunta: Shall I project a world? If not project then at least flash some arrow on the dome to skitter among constellations and trace out your Dragon , Whale, Southern Cross. Anything might help (81 82). Como esto indica, una constel acin lneas imaginarias dibujadas entre las estrellas que pretenden ordenar los ciel os es otra figura apta para este proceso de cartografa literaria, un sistema imagi nario que busca crear sentidos. La constelacin es, por supuesto, esencial para la navegacin celestial. En dicha nouvelle, la conspiracin misma opera como una suert e de mapa que busca ser ledo: proyecta una totalidad que se convierte en una form a de entender los cdigos y figuras en apariencia indescifrables que bombardean a Oedipa Maas en su odisea. Si el escritor es el cartgrafo, el crtico es un navegante, quien (como todo navega nte) traza nuevos mapas en el proceso. En La gocritque mode d emploi, Bertrand West

phal y su equipo de investigacin enfatizan las relaciones entre escritura y geogr afa, mediante el uso del trmino geocrtica, para etiquetar a una serie de prcticas crti as que involucran a los espacios literarios, tanto reales como imaginados. En pa labras de Westphal, el espacio literario, a fin de cuentas, es un espacio real, m aterial y geogrfico, imaginado y representado por un lenguaje. La vocacin de la ge ocrtica es interpretar las manifestaciones de esta imaginacin espacial, en la inte rseccin entre geografa y literatura. Otros crticos se han embarcado en proyectos sim ilares a ltimas fechas. Los crticos postcoloniales se han involucrado con lo que E dward Said llam, en Cultura e imperialismo, un cuestionamiento geogrfico de la expe riencia histrica (7), en respuesta a la percepcin de que la mayora de los historiador es culturales, y por supuesto de los acadmicos literarios, han fallado en darle i mportancia a la notacin geogrfica, el trazo de mapas tericos y al delineamiento de territorios que subyacen la ficcin occidental (58). El trabajo de Franco Moretti e n Atlas of the European Novel 1800-1900 ha mostrado cmo el Paris de Balzac o el L ondres de Dickens son trazados en sus novelas. Moretti utiliza, precisamente, ma pas narrativos para trazar el desarrollo de cmo los cronotopos novelsticos ofrecen un modelo fascinante, y un tanto extrao, para la investigacin histrico-literaria ( Cfr. Graphs, Maps, Trees). Otra intervencin interesante, Novels, Maps, Modernity de Eric Bulson, examina cmo Melville, Joyce y Pynchon usaron, de hecho, mapas y g uas en el desarrollo de nuevas tcnicas literarias como las bases para la configura cin de orientaciones tanto realistas, por un lado, como modernistas y postmoderni stas, por el otro. La crtica literaria, la historia y la teora ya se estn empapando de las operaciones de la cartografa literaria en la narrativa y otros lugares. C omo lectores y escritores, no queda de otra: navegamos por nuestro mundo al traz arlo.