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    BERTRAND RUSSELL

    Retratos de memoria y otros ensayos

    Ttulo original: Portraits from Memory and Other Essays.Traductor: Manuel Surez.

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    As como en La evolucin de mi pensamiento filosfico BERTRANDRUSSELL (1872-1970), reconstruy desde la privilegiada atalaya de suscasi noventa aos las grandes lneas de su trayectoria intelectual, elpresente volumen incluye un conjunto de esbozos autobiogrficos yrecuerdos personales cuya yuxtaposicin e interpenetracin forman uncuadro lleno de color y de vida del medio social e intelectual en el que seeduc y lleg a la madurez. RETRATOS DE MEMORIA figura entre lasmejores pginas de su obra y contiene agudas descripciones de escritoresy filsofos a los que trat, con mayor o menor intimidad, en distintas etapasde su vida: Wittgenstein, A. N. Whitehead, G. E. Moore, Santayana, G. B.Shaw, H. G. Wells, Joseph Conrad, Sidney y Beatrice Webb, D. H.Lawrence, etc. En otros textos el gran filsofo britnico rememora sutranquila infancia victoriana, las tradiciones aristocrticas de su familia (la

    poltica haba sido la ocupacin habitual de mi familia desde el siglo XVI)y la figura de su abuelo, los motivos que le llevaron a dedicarse a lafilosofa, sus dolorosas experiencias como pacifista durante la GranGuerra, la desilusin que le produjo su visita a la Unin Sovitica y susencuentros con Lenin, el balance de las creencias juveniles desechadas omantenidas y de las esperanzas colmadas o frustradas, la melancola antela inesperada desaparicin de instituciones y costumbres britnicas queparecan tan indestructibles como el granito (a los que de jvenes seacostumbraron a la solidez de antao no les es fcil convencerse de quesu vida actual es una realidad y no una pesadilla pasajera), el desencantopor el incumplimiento de las expectativas decimonnicas de progresoordenado, desaparicin gradual de la guerra y avance de la democraciaparlamentaria. Completan el volumen un estudio sobre John Stuart Mill,una serie de reflexiones de carcter terico (la falsa contraposicin entreespritu v materia, el anlisis del lenguaje ordinario, la distincin entreconocimiento y sabidura, etc.) y otros escritos sobre la amenaza atmica yla forma de asegurar la paz y la supervivencia de la humanidad.

    El libro de bolsillo

    Alianza Editorial Madrid

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    Contenido:

    Adaptacin: Resumen autobiogrficoSeis charlas autobiogrficas:Por qu me dediqu a la filosofaAlgunos contactos filosficosExperiencias de un pacifista en la Primera Guerra MundialDe la lgica a la polticaCreencias desechadas y creencias mantenidasEsperanzas colmadas y desengaosCmo envejecerDe Nuevas esperanzas para un mundo que cambiaReflexiones al cumplir mis ochenta aosRetratos de memoria:

    Algunos Dons del Cambridge de 1890Algunos de mis contemporneos de CambridgeGeorge Bernard ShawH. G. WellsJoseph ConradGeorge SantayanaAlfred North WhiteheadSidney y Beatrice WebbD. H. LawrenceLord John RussellJohn Stuart MillEspritu y materiaEl culto al uso comn de las palabrasConocimiento y sabiduraUna filosofa para nuestro tiempoEn pro de un pensamiento claroLa historia como arteMi modo de escribirEl camino de la felicidad

    Sntomas del 1984 de OrwellPor qu no soy comunistaEl peligro que amenaza al hombrePasos hacia la paz

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    Adaptacin: Resumen autobiogrfico

    A quienes sean demasiado jvenes para recordar cmo era el mundoantes de 1914, les ser difcil imaginar el contraste que un hombre de miedad encuentra entre las memorias de su niez y el mundo de hoy. Intentoacostumbrarme, y no siempre lo consigo, a un mundo de imperios que sedesmoronan, de comunismo, de bombas atmicas, de autodeterminacinasitica y de decadencia aristocrtica. En este extrao mundo inseguro, enel que nadie sabe si estar vivo maana y en el que se desvanecen, comoniebla maanera, los antiguos Estados, a los que de jvenes seacostumbraron a la solidez de antao no les es fcil convencerse de quesu vida actual es una realidad, y no una pesadilla pasajera. De las

    instituciones y modos de vida que, cuando yo era un nio, parecan tanindestructibles como el granito, queda muy poco.Me desarroll en una atmsfera impregnada por la tradicin. Mis padres

    murieron siendo yo muy nio, y fui educado por mis abuelos. Mi abuelohaba nacido en los primeros das de la Revolucin francesa y era diputadodel Parlamento cuando Napolen era todava emperador. Como liberal deFox, consideraba que la hostilidad inglesa hacia la Revolucin francesa eraexcesiva, y fue a visitar al emperador desterrado a la isla de Elba. Fue l,en 1832, el que introdujo el Acta de Reforma, que puso a Inglaterra en elcamino de la democracia. Fue Primer Ministro durante la guerra de Mjicoy durante las revoluciones de 1848. Como toda la familia Russell, heredel sello peculiar de liberalismo aristocrtico que haba caracterizado a larevolucin de 1688, en la que un antepasado suyo desempe un papelimportante. Se me ense una especie de republicanismo terico, segn elcual se deba tolerar a un monarca mientras reconociese que era unempleado del pueblo y que estaba sujeto a destitucin si no resultabasatisfactorio. Mi abuelo, que no gastaba cumplidos, sola explicar estepunto de vista a la reina Victoria, y ella no simpatizaba mucho con l. Apesar de ello, le dio la casa de Richmond Park, donde pas toda mi

    juventud. Absorb determinados principios y expectativas polticas y, engeneral, he retenido los primeros, a pesar de haberme visto obligado arechazar las ltimas. Habra un progreso ordenado en todo el mundo; nohabra ninguna revolucin; se llegara a la desaparicin gradual de laguerra y al establecimiento del gobierno parlamentario en todos losdesafortunados pases que todava no gozaban de l. Mi abuela solarerse de una conversacin que haba mantenido con el embajador ruso;

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    ella haba dicho: Quiz algn da ustedes tendrn Parlamento en Rusia,y l replic: Dios nos libre de ello, mi querida lady John. Cambiando laprimera palabra, el actual embajador ruso podra responder lo mismo. Lasesperanzas de aquella poca parecen ahora un poco absurdas. Habrademocracia; pero se supona que el pueblo estara siempre dispuesto aseguir el consejo de los aristcratas juiciosos y llenos de experiencia. Elimperialismo desaparecera pero las razas sometidas de Asia y de frica, aquienes los britnicos dejaran voluntariamente de gobernar, habranaprendido las ventajas de un poder legislativo bicameral, compuesto porun nmero aproximadamente igual de liberales y conservadores, y, en laszonas trridas, se reproduciran los duelos parlamentarios de Disraeli yGladstone, que estaban en su apogeo en la poca en la que absorb misprincipales prejuicios polticos. La idea de cualquier inseguridad para elpoder britnico no caba en la cabeza de nadie. Gran Bretaa dominaba

    los mares; y no haba ms que hablar. Es verdad que exista Bismarck, alque me ensearon a considerar como un granuja; pero se crea que lasinfluencias civilizadoras de Goethe y de Schiller impediran que losalemanes fueran llevados a malos pasos por aquel brbaro granjero.Tambin era verdad que haba habido violencia en un pasado no tandistante. En su revolucin, los franceses haban cometido excesos que sedeban deplorar; pero a su vez, convendra aadir que los reaccionarios loshaban exagerado muchsimo y que dichos excesos no habran tenidolugar, en absoluto, si no hubiera sido por la insensata hostilidad del restode Europa hacia las progresivas opiniones en Francia. Podra, quiz,admitirse tambin que Cromwell haba ido demasiado lejos al cortar lacabeza del rey; pero, hablando en general, cualquier cosa que se hicieseen contra de los reyes deba ser aplaudida, a no ser, es verdad, que fuerahecha por sacerdotes, como Becket, en cuyo caso uno deba colocarse allado del rey.La atmsfera de la casa era la de la piedad y austeridad puritanas. Haba

    plegarias familiares a las ocho en punto, todas las maanas. Aunque habaocho sirvientes, el alimento era siempre de una simplicidad espartana y,aun lo que haba, si era un poco agradable, se consideraba demasiado

    bueno para los nios. Por ejemplo: si haba tarta de manzana y pastel dearroz, slo se me permita comer pastel de arroz. Los baos fros seextendan a todas las pocas del ao, y tena que practicar en el pianotodas las maanas, desde las siete y media a las ocho, aunque el fuego noestuviese an encendido. Mi abuela nunca se permiti sentarse en unsilln antes de que llegase la noche. El alcohol y el tabaco eranconsiderados desfavorablemente, aunque una rgida costumbre obligaba a

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    mis abuelos a servir un poco de vino a los invitados. Slo se apreciaba lavirtud; la virtud a costa del intelecto, de la salud, de la felicidad y decualquier bien mundanal.Me rebel contra esta atmsfera, primero, en nombre del intelecto. Yo era

    un joven solitario, tmido y afectado. No tena ninguna experiencia de losplaceres sociales de la adolescencia y no los echaba de menos. Pero megustaban las matemticas, y las matemticas eran sospechosas porque noposean ningn contenido tico. Llegu, tambin, a no estar de acuerdocon las opiniones teolgicas de mi familia, y, conforme iba siendo mayor,fui interesndome de manera creciente por la filosofa, lo quedesaprobaron profundamente. Cada vez que la cuestin sala a relucir,repetan con inagotable regularidad: What is mind? No matter. What ismatter? Never mind1. Despus de cerca de cincuenta o sesentarepeticiones, la frase dej de divertirme.

    Cuando por fin fui a Cambridge, a la edad de dieciocho aos, me encontrde repente, y casi turbado, entre gente que hablaba la clase de lenguajeque me era natural. Si deca algo que realmente pensaba, ni se mequedaban mirando como si fuera un luntico ni me denunciaban como a uncriminal. Haba sido obligado a vivir en una atmsfera morbosa en la quese fomentaba una especie de moralidad insana hasta tal grado que lainteligencia se paralizaba. Y el encontrarme en un mundo donde lainteligencia era valorada y donde se consideraba una buena cosa elpensar con claridad me produca un deleite embriagador. Se dice, enocasiones, que los que han tenido una educacin desusada encuentrandificultades para adaptarse al mundo. Mi experiencia no ha sido sa. Elambiente en que me encontr en Cambridge se ajust a m como unguante. Durante mi primer curso, hice amistades para toda la vida y yanunca tuve que soportar la soledad, casi insufrible, de mis aosadolescentes. Mis primeros tres aos en Cambridge estuvieron dedicadosa las matemticas; el cuarto, a la filosofa. Llegara una poca en la quepensara muy mal de la filosofa que me ensearon; pero el aprenderla fueun placer y esa filosofa abri ante m problemas nuevos y fascinadores,que esperaba ser capaz de resolver. Me atraan, de manera especial, los

    problemas que se referan a los fundamentos de las matemticas.1Para que se comprenda esta frase de doble sentido, se traduce en susdos variantes posibles. Una de ellas es: Qu es espritu? Lo que no esmateria. Qu es materia? Lo que nunca es espritu; y la otra: Qu esespritu? No importa. Qu es materia? No se preocupe. (N. del T.)

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    Deseaba creer que algn conocimiento es cierto, y crea que lasmatemticas ofrecan la mayor esperanza para encontrarlo. Al mismotiempo, para m era evidente que las pruebas de los teoremasmatemticos que mis profesores me haban ofrecido eran falaces.Esperaba que pronto obtendra pruebas mejores. El estudio posterior medemostr que mis esperanzas estaban parcialmente justificadas. Pero elencontrar todas las justificaciones que parecan posibles me ha llevadocerca de veinte aos, e, incluso esto, es muy pobre comparado con misesperanzas juveniles.Cuando termin mis aos de estudiante en Cambridge, tuve que decidir

    entre dedicar mi vida a la filosofa o a la poltica. La poltica haba sido laocupacin habitual de mi familia desde el siglo XVI, y pensar en cualquierotra cosa se consideraba como una especie de traicin a mis antepasados.Se hizo toda clase de esfuerzos para demostrarme que, si escoga la

    poltica, mi camino sera allanado. John Morley, que era ministro enIrlanda, me ofreci un puesto. Lord Dufferin, que era el embajador britnicoen Pars, me daba un empleo en nuestra embajada de all. Mi familia seapresuraba a influir sobre m en todas las formas que se le ocurra.Durante algn tiempo, titube, pero, al fin, el seuelo de la filosofa resultirresistible. Fue mi primera experiencia de un conflicto y la encontrdolorosa. Desde entonces, he tenido tantos conflictos, que mucha gente hasupuesto que me deben gustar. Sin embargo, habra preferido mucho msvivir en paz con todo el mundo. Pero, una y otra vez, conviccionesprofundas me han obligado a la discrepancia, incluso en los casos en quemenos lo deseaba.Una vez que me decid por la filosofa, sin embargo, todo fue bien, durante

    un largo tiempo. Viv principalmente en una atmsfera acadmica, en laque la ocupacin de la filosofa no era considerada como una locuraexcntrica. Todo fue bien hasta 1914. Pero, cuando estall la primeraguerra mundial, pens que era una locura y un crimen, de los que eranresponsables todas las potencias comprometidas en ella, en uno y otrocampo. Esperaba que Inglaterra permaneciese neutral, y, cuando esto nosucedi, segu protestando. Me encontr aislado de la mayora de mis

    antiguos amigos y, lo que tema ms an, extrao a la corriente de la vidanacional. Tuve que acudir a recursos de energa que no supona pudieseposeer. Pero, algo que, de haber sido yo religioso, hubiera llemado la Vozde Dios, me compela a persistir. Ni entonces ni despus he pensadonunca que todas las guerras son injustas. Era aquella guerra, no cualquierguerra, la que yo condenaba. He credo que la segunda guerra mundial eranecesaria, no porque mis opiniones sobre la guerra hubiesen variado, sino

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    porque las circunstancias eran diferentes. De hecho, todo lo que hizonecesaria la segunda guerra fue consecuencia de la primera. Debemos ala primera guerra y a sus repercusiones, el comunismo ruso, el fascismoitaliano y el nazismo alemn. Debemos a la primera guerra la creacin deun mundo catico e inestable, en el que se dan todas las razones paratemer que la segunda guerra mundial no haya sido la ltima; en el que hayque combatir al inmenso horror del comunismo ruso; en el que Alemania,Francia y lo que una vez fue el imperio austro-hngaro han retrocedido enla escala de la civilizacin; en el que cabe esperar cualquier caos en Asia yfrica; en el que la perspectiva de una carnicera enorme y horrible inspiraterror a diario, a cada hora. Todos estos males han brotado, taninevitablemente como en una tragedia griega, de la primera guerramundial. Considrese, como contraste, lo que hubiera ocurrido si GranBretaa hubiese sido neutral en aquella guerra. La guerra habra

    terminado con una victoria alemana. Amrica no habra sido arrastrada aella. Gran Bretaa habra seguido siendo fuerte y prspera. Alemania nohubiera sido impulsada al nazismo; Rusia, aunque hubiese conocidoalguna revolucin, no hubiera conocido, muy probablemente, la revolucincomunista, ya que, en una guerra corta, no hubiera podido ser reducida alas condiciones de completo caos que predominaba en 1917. La Alemaniadel kaiser, aunque la propaganda de guerra de nuestro bando nos lapintaba atroz, de hecho, era slo fanfarrona y un poco absurda. Yo habavivido en la Alemania del kaiser y saba que las fuerzas progresivas deaquel pas eran muy fuertes y tenan abiertas todas las perspectivas de unxito total. Haba ms libertad en la Alemania del kaiser que la que existeahora en cualquier pas, con la excepcin de Gran Bretaa y los pasesescandinavos. En aquel tiempo se nos dijo que era una guerra por lalibertad, una guerra por la democracia y una guerra contra el militarismo.Como resultado de aquella guerra, la libertad ha disminuido en granmedida y el militarismo ha aumentado enormemente. En cuanto a lademocracia, su futuro es an dudoso. Yo no puedo creer que el mundoestara ahora tan mal como lo est si la neutralidad inglesa, en la primeraguerra, hubiese permitido una rpida victoria de Alemania. En ese terreno,

    nunca he credo que me equivoqu al adoptar la postura que adoptentonces. Tampoco lamento el haber intentado persuadir a la gente,durante todos los aos de guerra, de que los alemanes eran menosmalvados de lo que la propaganda oficial deca; pues mucho del daosubsecuente, ocasionado por la severidad del tratado de Versalles, y estamisma severidad, no habra sido posible a no ser por el horror moral conque se juzgaba a los alemanes. La segunda guerra mundial fue un asunto

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    completamente diferente. Tenamos que luchar contra los alemanes nazisen gran medida, como resultado de nuevas locuras, si queramos quela vida humana siguiera siendo tolerable. Si los rusos intentan ladominacin mundial, debe temerse que la guerra con ellos se supondrigualmente necesaria. Pero toda esta espantosa sucesin es el resultadode los errores de 1914, y no habra ocurrido si esos errores hubieran sidoevitados.La terminacin de la primera guerra no signific el final de mi aislamiento,

    sino, por el contrario, el preludio de un aislamiento ms completo an (conla excepcin de ntimos amigos personales); mi culpa consisti en noaplaudir al nuevo gobierno revolucionario de Rusia. Cuando estall larevolucin rusa, a lo primero, yo le di mi bienvenida como hizo casi todo elmundo, incluyendo la embajada britnica en Petrogrado (tal como eraentonces). Resultaba difcil seguir, a distancia, los confusos

    acontecimientos de 1918 y 1919, y no saba qu pensar de losbolcheviques. Pero en 1920 fui a Rusia, mantuve largas conversacionescon Lenin y otros dirigentes y vi, en la medida que pude, lo que estabasucediendo. Llegu a la conclusin de que todo lo que se estaba haciendoy todo lo que se estaba intentando era totalmente contrario a lo quedeseara cualquier persona que tuviese una concepcin liberal. Pensabaque el rgimen era ya aborrecible y estaba seguro de que llegara a serlo-an ms. Encontr el origen del mal en un desprecio por la libertad y por lademocracia, que era la conclusin natural del fanatismo. Los radicales deaquellos das pensaban que se deba apoyar la revolucin rusa, hiciese loque hiciese, ya que sus enemigos eran los reaccionarios, y criticar dicharevolucin equivaldra a proporcionarles armas. Fui sensible a la fuerza deeste argumento, y, durante algn tiempo, dud sobre lo que deba hacer.Pero, finalmente, me decid por lo que me pareci ser la verdad. Mantuvepblicamente que el rgimen bolchevique me pareca abominable, y nuncahe visto ninguna razn para cambiar de opinin. En este punto, difer decasi todos los amigos que haba hecho desde 1914. La mayora de lagente todava me odiaba por haberme opuesto a la guerra, y la minora, losque no me odiaban por eso, me denunciaron por no elogiar a los

    bolcheviques.Mi visita a Rusia en 1920 constituy un momento decisivo en mi vida.Durante el tiempo que permanec all, sent un terror que iba en gradualaumento y que se convirti en una opresin casi intolerable. El pas mepareca una inmensa prisin en la que los carceleros eran fanticoscrueles. Cuando encontr a mis amigos aplaudiendo a esos hombrescomo a liberadores, y considerando el rgimen que estaban creando como

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    un paraso, me pregunt, desconcertado, si mis amigos estaban locos oera yo el que lo estaba. Pero la costumbre de seguir mi propio juicio, enlugar del de los otros, haba cobrado fuerza en m durante los aos deguerra. Y, como cuestin de dinmica histrica, me pareca evidente que elardor revolucionario tendra que convertirse en imperialismo, como ocurrien la Revolucin francesa. Cuando, finalmente, decid decir lo quepensaba de los bolcheviques, mis antiguos amigos polticos, inclusomuchsimos que despus han llegado a ser de mi opinin, me denunciaroncomo lacayo de la bourgeoisie. Pero los reaccionarios no tomaron nota delo que dije, y continuaron describindome en las publicaciones como uncerdo bolchevique vergonzante (lily-livered Bolshie swine). Y, de estamanera, consegu disfrutar de lo peor de cada campo.Todo esto hubiera sido ms doloroso de lo que fue, si yo no hubiese

    tenido la oportunidad, precisamente en aquel momento, de ir a China,

    donde pas un ao muy felizmente, lejos de la agitacin europea. Aunquedespus he tenido conflictos ocasionales, han sido ms externos y menosdolorosos que los relacionados con la guerra y los bolcheviques.Despus de mi regreso de China, en 1921, estuve absorbido durante

    cierto nmero de aos en la paternidad y en los problemas que plantea laeducacin. La educacin convencional no me gustaba, pero crea que loque se llama educacin progresiva, en la mayora de las escuelas, esdeficiente en el aspecto puramente escolar. Me pareca, y todava meparece, que, en una civilizacin tcnicamente compleja como la nuestra,un hombre no puede desempear un papel importante si no ha tenido ensu juventud una dosis muy considerable de mera instruccin. En aqueltiempo no pude encontrar ninguna escuela que me pareciera satisfactoria,e intent fundar mi propia escuela. Pero una escuela es una empresaadministrativa, y descubr que no tena talento para administrador. Laescuela, por lo tanto, fue un fracaso. Pero, afortunadamente, por aquelentonces, encontr otra escuela que haca poco se haba convertido enalgo excelente. Escrib dos libros sobre educacin y gast mucho tiempopensando sobre ella, pero, como cualquiera podra haber esperado, fuims afortunado en la teora que en la prctica. No creo en una libertad

    completa para la infancia. Considero que los nios necesitan una rutinafija, aunque haya de llegar el da en el que se desembaracen de ella. Creotambin que, si una persona ha de ser ser capaz de amoldarse a asociedad cuando llegue a ser adulto, debe aprender, mientras es todava

    joven, que no es el centro del universo y que sus deseos no son, confrecuencia, el factor ms importante de una situacin. Pienso tambin queel alentar la originalidad, sin que exista una preparacin tcnica, que se

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    practica en muchas escuelas progresivas, constituye un error. Hay algunascosas, en la educacin progresiva, que me gustan mucho; especialmente,la libertad de expresin y la libertad de investigar los hechos de la vida, y laausencia de un tipo necio de moralidad que se escandaliza ms por laexpresin de un juramento que por una accin cruel. Pero creo que los quese han rebelado contra una disciplina poco sabia, han ido muchas vecesdemasiado lejos, olvidndose de que es necesaria alguna disciplina. Estoes verdad, muy especialmente, cuando se trata de la adquisicin deconocimientos.La edad y la experiencia no han tenido tanto efecto sobre mis opiniones

    como, sin duda, deberan haber tenido; pero he llegado a comprobar quela libertad es un principio para el que existen limitaciones muy importantesy las que corresponden a la libertad en la educacin son, en cierto sentido,tpicas. Lo que la gente haga, en determinadas circunstancias, depende

    enormemente de sus hbitos; y los buenos hbitos no se adquieren sindisciplina. La vida de la mayora de nosotros transcurre sin que robemos;pero muchos siglos de disciplina policaca han sido necesarios paraproducir esa abstencin que parece ahora natural. Si no se enseamodales a los nios, cada uno de ellos se apoderar de la comida de losotros y los mayorcitos acapararn los mejores pedazos. En asuntosinternacionales, el mundo no llegar a estar en condiciones tolerables,prolongando la anarqua interestatal, sino por la aplicacin del derechointernacional, que no prevalecer nunca si no es respaldado por unafuerza internacional. En la esfera econmica, la vieja doctrina del laissez-faire no es mantenida por ningn hombre prctico, aunque algunossoadores se aferren todava a ella. Conforme se va llenando el mundo, laregulacin se hace ms necesaria. No cabe duda que eso es lamentable.El mundo de Odiseo es atractivo. Se navega de isla a isla y se encuentrasiempre una mujer adorable, preparada para recibirnos. Pero, hoy en da,las cuotas de inmigracin hacen imposible esa clase de vida. Estaba muybien para Odiseo, que era slo uno, pero, si cien millones de chinoshubiesen desembarcado en la isla de Calipso, la vida en ella hubierallegado a ser bastante difcil. La ley, en sentido amplio, consiste en algo

    sencillo: que el hombre sea libre en lo que slo le concierne a l mismo,pero que no sea libre cuando intente agredir a otros hombres. Pero aunquela ley, en sentido , amplio, sea sencilla, su puesta en prctica, en detalle,resulta muy compleja, y, as, el problema de las limitaciones apropiadas ala libertad humana subsiste todava. A pesar de haberme ocupado muchodel mundo y de los grandes acontecimientos producidos en el transcursode mi vida, me he considerado siempre, ante todo, un filsofo abstracto.

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    He intentado llevar los mtodos exactos y demostrativos de la matemticay la ciencia a regiones tradicionalmente abandonadas a la especulacinvaga. Me gusta la precisin. Me gustan los perfiles acentuados. Odio lavaguedad nebulosa. Por alguna razn que no alcanzo a comprender, estoha hecho que una buena parte del pblico me considere una persona fra,desprovista de pasin. Parece que se supone que todo el que sientealguna pasin debe gozar con engaarse a s mismo y, con el pretexto deque otro tipo de paraso no se puede alcanzar, decidir vivir en un parasode locos. No puedo estar de acuerdo con este punto de vista. Cuanto msinteresado estoy en alguna cosa, ms deseo saber la verdad sobre ella,por desagradable que la verdad pueda ser. Al principio, cuando llegu ainteresarme por la filosofa, esperaba encontrar en ella alguna satisfaccina mi deseo frustrado de religin. Durante algn tiempo, encontr unconsuelo fro en el mundo eterno de las ideas de Platn. Pero, por ltimo,

    pens que esto era un desatino, y no he encontrado en la filosofa ningunaclase de satisfaccin al impulso hacia la fe religiosa. En este sentido, lafilosofa me ha defraudado; pero, como aclaracin, me ha resultado todo locontrario. Muchas cosas que, cuando yo era joven, constituan materia degusto o de conjetura, se han convertido en exactas y cientficas. Meregocijo de ello y, en la medida en que he sido capaz de contribuir a eseresultado, tengo la impresin de que mi trabajo en filosofa ha merecido lapena.Pero en un mundo como ste, en el que tenemos que vivir, es cada vez

    ms difcil concentrarse en problemas abstractos. El mundo cotidianoejerce su presin sobre el filsofo y la torre de marfil de ste empieza adesmoronarse. El futuro de la humanidad absorbe, cada vez ms, mispensamientos. Me eduqu en pleno auge del optimismo victoriano y,aunque la jovialidad cmoda de aquel tiempo ya no es posible, algo quedaen m de la confianza que entonces era tan fcil. Ahora ya no es fcil.Exige cierta fortaleza y cierta capacidad de mirar ms all del momentopresente, a un futuro ms distante. Pero sigo convencido, por sombrosque sean los tiempos que nos esperan, de que la humanidad resurgir,que el hbito de la tolerancia mutua, que ahora parece perdido, ser

    recobrado, y que el reinado de la violencia brutal no durar siempre. Lahumanidad tiene que aprender algunas lecciones nuevas, que sonnecesarias, dado el aumento del conocimiento prctico sin uncorrespondiente aumento de la sabidura. Las exigencias morales y lasintelectuales estn entrelazadas inseparablemente. Las malas pasionesincapacitan al hombre para ver la verdad y las creencias falsas le ofrecenexcusas para las malas pasiones. Si el mundo ha de resurgir, necesita, a

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    la vez, un pensamiento claro y un sentimiento bondadoso. Puede ser que,para aprender las dos cosas, sea necesario que sobrevenga el mayor delos desastres. Confo en que no ocurra esto. Confo en que algo menosdoloroso pueda ensear esa sabidura. Pero, por arduo que sea el camino,estoy convencido de que la nueva sabidura que el mundo nuevo necesitaser aprendida ms pronto o ms tarde y que la mejor parte de la historiahumana no reside en el pasado, sino en el futuro.

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    Seis charlas autobiogrficas

    1. Por qu me dediqu a la filosofa

    Los motivos que han conducido a los hombres a convertirse en filsofoshan sido de varias clases. El motivo ms respetable fue l deseo decomprender el mundo. En la antigedad, cuando la filosofa y la ciencia nose distinguan entre s, este motivo fue el predominante. Otro motivo queconstituy un poderoso incentivo en pocas primitivas estaba basado enlas ilusiones producidas por los sentidos. Cuestiones de este tipo: dndeest el arco iris? Las cosas son como aparecen a la luz del sol o comoaparecen baadas por la luna? O, en una forma ms moderna: son lascosas realmente como aparecen ante el simple ojo o como aparecen vistas

    por un microscopio? Semejantes acertijos, sin embargo, empezaron, muypronto, a ser sustituidos por un problema ms considerable. Cuando losgriegos comenzaron a dudar de los dioses del Olimpo, algunos de ellosbuscaron en la filosofa algo que sustituyese a las creencias tradicionales.A travs de la combinacin de esos dos motivos, surgi un doblemovimiento en filosofa: por un lado, se crey demostrar que mucho de loque pasa por conocimiento en la vida cotidiana, no es conocimiento real; y,por otro lado, que existe una verdad filosfica ms profunda y ms enconsonancia, segn la mayora de los filsofos, con lo que desearamosque fuese el universo, que la de nuestras ciencias cotidianas. En casitodas las filosofas, la duda ha sido el aguijn y la certeza ha sido elobjetivo. Se ha dudado de los sentidos, de la ciencia, de la teologa. Enalgunos filsofos, una de esas dudas ha sido la principal; en otros, otra.Los filsofos han diferido tambin ampliamente en cuanto a las respuestasque sugirieron para aclarar esas dudas e, incluso, en cuanto a si es posibleuna respuesta.Todas las razones tradicionales influyeron para que me dedicara a la

    filosofa, pero hubo dos que influyeron de manera especial. La que primeroejerci su influencia, y la que ms tiempo la ejerci, fue el deseo de

    encontrar algn conocimiento que pudiese aceptarse como la verdadcierta. El otro motivo fue el deseo de hallar alguna satisfaccin para misimpulsos religiosos.Creo que lo primero que me llev a la filosofa (aunque en aquel tiempo la

    palabra filosofa era todava desconocida para m) ocurri cuando tenaonce aos. Mi niez fue casi siempre solitaria y mi nico hermano era sieteaos mayor que yo. Indudablemente, como resultado de mi mucha

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    soledad, llegu a ser bastante solemne; tena un montn de tiempo parapensar, pero no muchos conocimientos con los cuales pudieran ejercitarsemis meditaciones. Aunque an no era consciente de ello, senta ese placerpor las demostraciones que es tpico de la mentalidad matemtica. Cuandofui mayor, encontr a otros que opinaban como yo en este asunto. Miamigo G. H. Hardy, que era profesor de matemticas puras, gozaba deeste placer con una intensidad muy grande. Una vez, me dijo que, sipudiese encontrar una prueba de que yo me iba a morir antes de cincominutos, lamentara naturalmente perderme, pero que ese pesar seracompletamente sobrepasado por el placer que le producira la prueba.Estuve enteramente de acuerdo con l, y no me ofend en absoluto. Antesde que empezase a estudiar geometra, alguien me dijo que la geometrademostraba cosas y, por esta razn, cuando mi hermano habl deensermela, me alegr mucho. La geometra, en aquel tiempo, era

    todava Euclides. Mi hermano, como principio, empez con lasdefiniciones. Las acept con una disposicin bastante buena. Pero,despus, lleg a los axiomas. Los axiomas me dijo no puedendemostrarse, pero tienen que darse por supuestos, para que todo lodems pueda ser demostrado. Ante estas palabras, mis esperanzas sederrumbaron. Haba pensado que sera maravilloso encontrar algo que unopudiese DEMOSTRAR, y resultaba que eso slo poda hacerse por mediode supuestos para los cuales no haba ninguna prueba. Mir a mihermano, con alguna indignacin, y dije: Pero, por qu debo admitirlos,si no pueden demostrarse? Replic: Porque, si no lo haces, nopodremos continuar. Pens que poda valer la pena conocer el resto delasunto, y estuve de acuerdo en admitir los axiomas de momento. Perocontinu sumido en la duda y en la perplejidad hacia una esfera en la quehaba confiado encontrar una claridad indisputable. A pesar de esasdudas, que la mayora de las veces olvid y para las que, en general,supona que poda haber alguna solucin an desconocida para m,encontr un gran deleite en las matemticas mucho ms deleite dehecho, que en cualquier otro estudio. Me gustaba pensar en lasaplicaciones de las matemticas al mundo fsico, y tena la esperanza de

    que, alguna vez, habra unas matemticas de la conducta humana tanprecisas como las matemticas de las mquinas. Confiaba en ello, porqueme gustaban las demostraciones, y la mayor parte de las veces, estarazn pesaba ms que el deseo, que tambin experimentaba, de creer enel libre albedro. A pesar de todo, nunca he superado mis dudasfundamentales sobre la validez de las matemticas.

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    Cuando empec a estudiar matemticas superiores, me asaltaron nuevasdificultades. Mis profesores me ofrecan demostraciones que me parecanfalaces y que, como supe ms tarde, se haba descubierto que lo eran.Entonces, y hasta algn tiempo despus de dejar Cambridge, no saba quelas mejores demostraciones se deban a los matemticos alemanes. Porconsiguiente, segu estando en buena disposicin para recibir las medidasheroicas de la filosofa de Kant. Esta sugera un mtodo nuevo y ampliodesde el que las dificultades que me haban perturbado parecan bagatelassin importancia. Ms tarde, llegu a considerar todo esto completamentefalso; pero fue solamente despus de que me permit hundirme hasta elcuello en el fango dei lodazal metafsico. Mi paso a la filosofa fue alentadopor cierto disgusto de las matemticas, ocasionado por el exceso deconcentracin y de absorcin que exige la preparacin de los exmenes.El esfuerzo para adquirir la tcnica de los exmenes me haba conducido a

    considerar que las matemticas consistan en trampas astutas, endispositivos ingeniosos y, en conjunto, en un crucigrama. Cuando, al finalde mis tres cursos en Cambridge, me desembarac de mi ltimo examenmatemtico, jur que nunca mirara las matemticas otra vez y vend todosmis libros de matemticas. Con esta predisposicin, el estudio de lafilosofa me produjo la impresin deliciosa de un paisaje nuevo emergiendode un valle.No haba sido slo en las matemticas donde busqu la certeza. Como

    Descartes (cuya obra todava no conoca), pensaba que mi propiaexistencia era indudable para m. Como l, crea que era posible suponerque el mundo exterior no es nada ms que un sueo. Pero aunque assea, es un sueo que es realmente soado, y el hecho de que yo loexperimente sigue siendo inconmoviblemente cierto. Este pensamiento seme ocurri, por primera vez, cuando tena 16 aos, y me puse muycontento cuando despus aprend que Descartes haba hecho de l elfundamento de su filosofa.En Cambridge, mi inters por la filosofa recibi un estmulo por otro

    motivo. El escepticismo, que me haba llevado a dudar incluso de lasmatemticas, me llev tambin a poner en cuestin los dogmas

    fundamentales de la religin, pero deseaba ardientemente encontrar elmodo de conservar, por lo menos, algo que mereciese el nombre decreencia religiosa. Desde los 15 aos a los 18, gast una gran cantidad detiempo y de pensamiento en la creencia religiosa. Examin los dogmasfundamentales, uno por uno, esperando con todo mi corazn, encontraralguna razn para aceptarlos. Escrib mis pensamientos en un libro denotas que todava poseo. Naturalmente, eran simples y juveniles, pero, por

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    entonces, no vi ninguna solucin para el agnosticismo que sugeran. EnCambridge, llegu a conocer los sistemas totales de pensamiento que, conanterioridad, ignoraba, y abandon, por algn tiempo, las ideas que habaelaborado en soledad. En Cambridge, tom contacto con la filosofa deHegel, el cual, a travs de 19 volmenes abstrusos, pretenda haberdemostrado algo que equivaldra muy bien a una versin corregida yelaborada de las creencias tradicionales. Hegel conceba el universo comouna unidad firmemente estructurada. Su universo era como la jalea por elhecho de que, si se tocaba cualquier parte de ella, temblaba el conjunto;pero era distinto de la jalea, porque no se poda realmente cortar enpartes. Segn l, su aparente consistencia en partes, era una ilusin. Lanica realidad era lo Absoluto, que era como llamaba a Dios. En estafilosofa, me encontr a gusto durante algn tiempo. Tal como me laexpusieron sus partidarios, especialmente McTaggart, que entonces era

    uno de mis ntimos amigos, la filosofa de Hegel me haba parecido, a lavez, encantadora y demostrable. McTaggart era un filsofo, seis aosmayor que yo aproximadamente, y un discpulo ardiente de Hegel durantetoda su vida. Influy muy considerablemente en sus contemporneos y,durante algn tiempo, ca bajo esa influencia. Exista un curioso placer encreerse uno mismo que el tiempo y el espacio no son reales, que lamateria es una ilusin y que, en realidad, el mundo no es nada ms queespritu. Pero, en un momento de decisin, abandon a los discpulos yacud al maestro, y hall, en el mismo Hegel, un frrago de confusionesque me parecieron poco mejor que retrucanos. Por lo tanto, abandon sufilosofa.Por algn tiempo me sent satisfecho con una doctrina derivada, con

    modificaciones, de Platn. Segn la doctrina de Platn, que yo aceptabaslo en forma diluida, existe un mundo eterno e inmutable de ideas, delcual el mundo que se ofrece a nuestros sentidos es una copia imperfecta.Las matemticas, en consonancia con esta doctrina, se ocupan de unmundo de ideas, y, por consiguiente, poseen una exactitud y unaperfeccin que no existe en el mundo cotidiano. Esta especie demisticismo matemtico, que Platn deriv de Pitgoras, me atraa. Pero,

    finalmente, me vi obligado a abandonar esta doctrina tambin, y, despus,no he vuelto a encontrar nunca satisfaccin religiosa en ninguna doctrinafilosfica que me fuera posible aceptar.

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    2. Algunos contactos filosficos

    Cuando era muy joven, me entregaba, como otros jvenes, a soardespierto, pero fui ms afortunado que da mayora de ellos, pues algunosde esos sueos se convirtieron en realidad. Uno de los sueos era el derecibir cartas lisonjeras de extranjeros cultos, que me conociesen slo atravs de mi obra. La primera carta de esa oase que recib en la realidad,fue algo as como un hito. Provena del filsofo francs Louis Couturat.Haba escrito un grueso libro sobre l infinito matemtico, del que yo habahecho una recensin en la que lo haba elogiado moderadamente. Meescribi para decirme que, cuando se public mi libro sobre losfundamentos de la geometra, le haba sido entregado para su recensin yque haba empezado a trabajar en l armado con un diccionario, puesconoca escasamente el ingls. Lo restante de su carta consista en el tipo

    de elogios con los que yo haba soado. Hice amistad con l y le visit,primero, en Caen, y, despus, en Pars. Cada uno por nuestro lado,publicamos libros sobre Leibniz, yo en 1900 y l en 1901. Mi libro proponauna interpretacin completamente nueva de la filosofa de Leibniz, que yobasaba en un nmero ms bien pequeo de textos. Consideraba que estostextos eran importantes porque presentaban el sistema de Leibniz conmayor profundidad y coherencia que aquellos sobre los que se basabanlas concepciones tradicionales del sistema. Sin conocer mi trabajo,Couturat fue a Hannover, donde se conservaban los manuscritos deLebniz, y descubri numerosos escritos inditos, que permitieron dejarfundada una interpretacin muy semejante a la ma, y no sujeta ya aconjeturas. Pero, desde entonces, nuestros caminos divergieron. El seconsagr a abogar por un lenguaje internacional. Por desgracia, laslenguas internacionales son an ms numerosas que las nacionales. No legustaba el esperanto, que era la favorita de la generalidad, y prefera elido. Por l, supe que los esperantistas (por lo menos, as me lo asegurabal) eran unos malvados que superaban todos los anteriores abismos de ladepravacin humana, aunque nunca examin sus pruebas de ello. Decaque el esperanto posea la ventaja de dar origen a la palabra esperantista,

    mientras que el ido no poda hacer algo anlogo. Claro que s le dije,existe la palabra idiota. Pero no quiso aceptar que a los partidarios del idose les llamase idiotas. Fue muerto por un camin durante la movilizacinde 1914.Mi primer contacto serio con la filosofa alemana consisti en la lectura de

    Kant a quien, mientras fui estudiante, vener respetuosamente. Misprofesores me dijeron que deba considerar, por lo menos, lo mismo a

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    Hegel, y yo acept su opinin hasta que le le. Pero, cuando le a Hegel,descubr que sus observaciones sobre la filosofa de las matemticas (queera la parte de la filosofa que ms me interesaba) eran ignorantes y, almismo tiempo, estpidas. Esto me hizo rechazar su filosofa y, porentonces, por razones algo diferentes, rechac la filosofa de Kant. Pero, ala vez que iba abandonando la filosofa alemana tradicional, iba tomandoconciencia de la obra de los matemticos alemanes sobre los principios delas matemticas, la cual, en aquel tiempo, era muchsimo mejor que otracualquiera sobre el mismo tema. Le vidamente los trabajos deWeierstrass y Dedekind, que aventaban muchas de las antiguallasmetafsicas que haban obstruido siempre los fundamentos de lasmatemticas desde la poca de Leibniz. Ms importante que cualquiera delos dos fue Georg Cantor, tanto intrnsecamente como por la influencia queejerci en mi obra. Desarroll la teora de los nmeros infinitos en una obra

    que hizo poca, que demostraba un extrao genio. El trabajo era muydifcil y, durante mucho tiempo, no lo comprend por completo. Lo copi,casi palabra por palabra, en un libro de notas, porque descubr que esteprocedimiento de progresin lenta lo haca ms inteligible. Mientras lohaca, pensaba que su razonamiento no era correcto, pero, a pesar de ello,persever. Cuando termin, descubr que las incorrecciones eran mas, nosuyas. Fue un hombre muy excntrico y, cuando no estaba escribiendolibros maestros de matemticas, escriba libros para demostrar queShakespeare no era otro que Bacon. Me envi uno de sus libros, con unainscripcin en la cubierta que rezaba: Veo que su lema es Kant o Cantor(... Kant or Cantor). Kant era su coco. En una carta le describa as:Lejano filisteo sofista que saba muy pocas matemticas. Fue unhombre muy belicoso y, estando trabado en gran controversia con elmatemtico francs Henry Poincar, me escribi: Yo no ser elvencido! Lo cual, verdederamente, result ser cierto. Siempre lamentarno haberle conocido personalmente. Precisamente en el momento en queiba a hacerlo, su hijo cay enfermo y tuvo que regresar a Alemania.La influencia que esos hombres ejercieron sobre mi obra data de los

    ltimos aos del siglo XIX. Al principio del xx, establec contacto con un

    hombre por quien tuve, y tengo, el mayor de los respetos, aunque, enaquella poca, era prcticamente desconocido. Me refiero a Frege. Resultadifcil comprender por qu el mrito de su obra no ha sido reconocido.Dedekind ha sido justamente aclamado, pero Frege, en la misma materia,fue mucho ms profundo. Mis relaciones con l fueron curiosas. Debieronhaberse iniciado cuando mi profesor de filosofa, James Ward, me entregel librito de Frege, Begriffsschrift, dicindome que no lo haba ledo y no

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    saba si tena algn valor. Para mi vergenza, tengo que confesar quetampoco lo le; no lo le hasta despus de elaborar por mi parte mucho delo que aquel libro contena. El libro se public en 1879 y yo lo le en 1901.Me inclino a sospechar que fui su primer lector. Lo que primero llam miatencin, por lo que se refiere a Frege, fue una crtica de Peano sobre unlibro posterior de aqul, en el que le acusaba de sutileza innecesaria.Como Peano era el lgico ms sutil con que haba tropezado hastaentonces, tuve la impresin de que Frege deba ser extraordinario. Adquirel primer volumen de su libro sobre la aritmtica (el segundo volumentodava no haba sido publicado). Le la introduccin con admiracinapasionada; pero me repeli el enmaraado simbolismo que Frege habainventado y slo fui capaz de comprender lo que haba escrito en el textoprincipal, despus de haber hecho yo mismo igual trabajo. Fue el primeroen exponer la concepcin que era y es la ma, de que la matemtica es

    una prolongacin de la lgica y fue el primero que dio una definicin de losnmeros en trminos lgicos. Hizo esto en 1884, pero nadie se dio cuentade que lo haba hecho.

    Frege pensaba, como yo pens durante algunos meses del nuevo siglo,que la reduccin de la matemtica a la lgica haba sido definitivamentecompletada. Pero, en junio de 1901, tropec con una contradiccin quedemostraba que algo era errneo. Escrib a Frege sobre ello, y secomport con un candor noble que no se puede encarecer lo bastante. Elsegundo volumen de su aritmtica estaba ya impreso, pero an no sehaba publicado. Aadi un apndice en el que deca que, en vista de lacontradiccin que yo le haba comunicado, die Arithmetik ist insSchwanken geraten (la aritmtica no est establecida slidamente).Comprendo que en aos posteriores, como los pitagricos cuando seenfrentaron con los irracionales, se refugiara en la elaboracin geomtricade la aritmtica. En esto no puedo seguirle, pero es interesante observar larepeticin de una antigua historia en un marco nuevo. Siempre lamentarel no haber conocido nunca personalmente a Frege, pero me satisfacehaber hecho cuanto estaba en mi poder para que se le concediese todo el

    reconocimiento que mereca.Un contacto filosfico todava ms importante fue con el filsofo austracoLudwig Wittgenstein, que empez como alumno mo y terminsustituyndome, tanto en Oxford como en Cambridge. Haba intentado seringeniero y fue a Manchester con ese propsito. La preparacin paraingeniero exiga matemticas. Pregunt en Manchester si exista tal cosa ysi alguien se ocupaba de ella. Le hablaron de m y, de este modo, lleg a

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    Cambridge. Era original y sus concepciones me parecieron raras; as que,durante un curso, no pude decidir si era un hombre de genio osimplemente un excntrico. Al terminar su primer curso en Cambridge, vinoa m y me dijo: Por favor, me quiere decir si soy un idiota completo, o nolo soy? Repliqu: Mi querido muchacho, no lo s. Por qu me lopregunta? Me respondi: Porque, si soy un idiota completo, meconvertir en aeronutico; pero, si no es as, ser filsofo. Le dije queescribiera algo, durante las vacaciones, acerca de algn tema filosfico, yque despus le dira si era un completo idiota o si no lo era. Al empezar elcurso siguiente, me trajo la realizacin de esa sugerencia. En cuanto leslo una proposicin, le dije: No, usted no debe hacerse aeronutico. Yno se hizo aeronutico. Sin embargo, en conjunto, no era fcil el trato conl. Sola venir a mis habitaciones, a medianoche, y durante horas sepaseaba de un lado para otro, como un tigre enjaulado. Al llegar,

    anunciaba que, cuando dejase mis habitaciones, se iba a suicidar. Por esarazn, a pesar de que me estaba durmiendo, no quera echarle. Una nochede sas, despus de una o dos horas de mortal silencio, le dije:Wittgenstein, est pensando en la lgica o en sus pecados? En lasdos cosas, contest, y luego se sumi otra vez en el silencio. Pero noslo nos veamos por la noche. Sola dar largos paseos con l por elcampo de los alrededores de Cambridge. En una ocasin, le induje a queallansemos Madingley Wood, en donde, ante mi sorpresa, trep a unrbol. Ya llevaba un buen rato por las alturas, cuando apareci un guardacon una carabina, pidindome cuentas por el allanamiento. Llam aWittgenstein y le dije que el hombre haba prometido no disparar si, antesde un minuto, se bajaba de all. Me crey, y se baj. En la Primera GuerraMundial, combati en el ejrcito austraco y fue hecho prisionero por lositalianos, dos das despus del armisticio. Recib una carta suya, desdeMonte Casino, donde haba sido internado, dicindome que,afortunadamente, llevaba consigo su manuscrito cuando fue hechoprisionero. Aquel manuscrito, que fue publicado y se hizo famoso, habasido escrito mientras Wittgenstein estuvo en el frente. Hered una granfortuna de su padre, pero la cedi, porque crea que el dinero slo sirve de

    molestia a un filsofo. Para ganarse la vida se hizo maestro de escuela enun pueblo llamado Trattenbach, desde donde me escribi una cartadesconsolada, dicindome: Los hombres de Trattenbach sondepravados. Yo contest: Todos los hombres son depravados. Sucontrarrplica fue: Es verdad, pero los hombres de Trattenbach son msdepravados que los de otros sitios. En mi nueva contestacin, lemanifest que mi sentido lgico se rebelaba contra una afirmacin

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    semejante; y as sigui la cosa, hasta que un cambio de residencia amplisus opiniones sobre el predominio local del pecado. En sus ltimos aosfue profesor de filosofa en Cambridge y la mayor parte de los filsofos, deall y de Oxford, llegaron a ser discpulos suyos. Yo mismo fui muy influidopor sus primeras ideas, pero en los ltimos aos nuestras concepcionesfueron divergiendo cada vez ms. Le vi muy poco en esos ltimos aos,pero, en la poca en la que llegu a conocerle bien, era tremendamenteimpresionante, posea fuego y penetracin y pureza intelectual hasta unpunto completamente extraordinario.Un hombre que me impresion, no tanto por su capacidad como por su

    resuelta absorcin en la filosofa, incluso en las circunstancias msdifciles, fue el nico filsofo yugoslavo de nuestro tiempo, que se llamabaBranislav Petronievic. Nos vimos slo una vez, en el ao 1917. La nicalengua que conocamos en comn era el alemn, de modo que tuvimos

    que utilizarla, a pesar de que, por ello, la gente nos miraba suspicazmenteen la calle. Los servicios haban llevado a cabo recientemente su heroicaretirada en masa ante los invasores alemanes y yo estaba ansioso porobtener un relato de un testigo presencial gracias a mi amigo; pero l sloquera exponerme su teora de que el nmero de los puntos en el espacioes finito y que puede ser estimado por consideraciones derivadas de lateora de los nmeros. La consecuencia de esa diferencia de intereses fueuna conversacin bastante curiosa. Yo deca: Estuvo usted en la granretirada?, y l contestaba: S, pero yo creo que la manera de calcular elnmero de puntos en el espacio es... Yo preguntaba: La hizo usted apie?; y l contestaba: S. Vea usted: el nmero tiene que ser primo. Yo:No intent usted conseguir un caballo?; l: Empec a caballo, perome ca. Y no sera difcil saber qu numero primo. A pesar de todos misesfuerzos, no pude conseguir nada ms de l sobre algo tan trivial como laGran Guerra. Admiraba su capacidad para alejarse intelectualmente de losaccidentes de su existencia corprea, en lo cual me parece que pocosantiguos estoicos podan haber rivalizado con l. Despus de la PrimeraGuerra Mundial, el gobierno yugoslavo le encomend la realizacin de unaedicin magnfica del filsofo yugoslavo del siglo XVIII, Boscovic, pero no

    s lo que fue de l despus.Estos son slo unos cuantos de los hombres que han influido sobre m.Creo que hay dos que han influido an ms. El italiano Peano y mi amigoG. E. Moore.

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    3. Experiencias de un pacifista en la Primera Guerra Mundial

    Mi vida fue tajantemente dividida en dos perodos por el estallido de laPrimera Guerra Mundial, que me libr de muchos prejuicios y me hizopensar de nuevo en algunas cuestiones fundamentales.Como otros, haba observado con espanto el creciente peligro de guerra.

    La primera vez que o defender la poltica de la Entente, que no meagradaba nada, fue en 1902. Lo o de labios de sir Edward Grey, duranteuna discusin sin importancia, en un club del que yo era miembro. Poraquel entonces, la poltica no haba sido adoptada, ni sir Edward Grey eramiembro del gobierno, pero conoca las intenciones del gobierno y estabade acuerdo con ellas. Protest con vehemencia. No me agradaba que mehicieran aliado de la Rusia zarista, y no vea obstculos insuperables para

    un modus vivendi con la Alemania del kaiser. Prevea que una gran guerrasealara el fin de una poca y rebajara drsticamente el nivel general dela civilizacin. Por esas razones, hubiera deseado que Inglaterra hubierapermanecido neutral. La historia posterior me ha confirmado en estaopinin.En los calurosos das del final de aquel julio, estuve, en Cambridge,

    discutiendo la situacin con todo el mundo. Me pareca imposible creer queEuropa fuera tan loca como para lanzarse al conflicto, pero estabapersuadido de que, si haba guerra, Inglaterra se vera envuelta en ella.Recog las firmas de un gran nmero de profesores y agregados, en unmanifiesto a favor de la neutralidad, que apareci en el ManchesterGuardian. El da que la guerra fue declarada, casi todos ellos cambiaronde opinin. Recordando ese pasado, resulta extraordinario que no setuviera una percepcin ms clara de lo que iba a ocurrir.Pas la noche del 4 de agosto andando por las calles, principalmente por

    los alrededores de Trafalgar Square, percibiendo la excitacin de lamultitud y dndome cuenta de las emociones de los transentes. Duranteese da y los siguientes, descubr con asombro que la mujer y el hombremedio estaban contentos ante la perspectiva de la guerra. Haba

    acariciado tiernamente la idea de que gobiernos despticos ymaquiavlicos imponan la guerra a pueblos que no la queran, como seimaginaron la mayora de los pacifistas.El patriotismo me tortur. Los xitos de los alemanes antes de la batalla

    del Marne fueron horribles para m. Dese la derrota de Alemania tanardientemente como un coronel retirado. Mi sentimiento ms intenso esprobablemente el amor a Inglaterra y, en aquellos momentos, significaba

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    una renuncia muy difcil mi aparente despego hacia ella. A pesar de todo,no dud ni un slo momento lo que deba hacer. A veces, el escepticismome ha paralizado; he sido cnico en ocasiones; otras veces, indiferente;pero, cuando lleg la guerra, actu como si oyese la voz de Dios. Sabaque mi cometido era protestar, por intil que la protesta pudiese ser. Todomi ser estaba comprometido en la empresa. Como amante de la verdad, lapropaganda nacional de todas las naciones beligerantes me enfermaba.Como amante de la civilizacin, la regresin a la barbarie me aterraba.Como hombre de sentimientos paternales frustrados, la matanza de la

    juventud atormentaba mi corazn. Apenas poda suponer lo que ganaraoponindome a la guerra, pero tena la impresin de que, por el honor dela naturaleza humana, los que no se haban derrumbado deban demostrarque se mantenan de pie. Despus de ver los trenes de tropas salir deWaterloo, solan asaltarme extraas visiones de Londres, en las que ste

    apareca como un lugar irreal. Sola ver, con la imaginacin, los puentesdesplomndose y hundindose, y toda la gran ciudad desvanecindosecomo la niebla de la maana. Sus habitantes empezaron a parecermealucinaciones, y me preguntaba si el mundo en el que pensaba que habavivido no era slo un producto de mis propias pesadillas febriles. Talesestados de nimo, sin embargo, fueron breves, y la necesidad de trabajartermin con ellos.Habl en muchos mtines pacifistas, por lo general sin incidentes, pero

    hubo uno, en apoyo de la revolucin de Kerensky, que fue ms violento.Tuvo lugar en la iglesia de la Fraternidad, en Southgate Road. Losperidicos patriticos repartieron octavillas por todas las tabernas de losalrededores (es un distrito muy pobre), en las que se poda leer queestbamos en comunicacin con los alemanes y que indicbamos a susaviones los lugares donde deban arrojar las bombas. Esto nos hizo algoimpopulares entre la vecindad y, muy pronto, una multitud tumultuosa sepuso a asediar la iglesia. La mayora de nosotros cremos que laresistencia sera inmoral, y, los que no, imprudente, puesto que algunosramos completamente contrarios a cualquier violencia, y otroscomprobaron que tenamos pocas fuerzas para resistir a toda la

    muchedumbre del suburbio que nos rodeaba. Algunos, entre ellos FrancisMeynell, intentaron enfrentarse con ella, y recuerdo cmo le vi volver de lapuerta con la cara llena de sangre. Nuestros asaltantes irrumpieron, enesto, conducidos por algunos militares; todos, menos los militares, estabanms o menos borrachos. Los ms fieros eran algunas viragos que llevabantablas con clavos oxidados. Los que dirigan intentaron inducir a lasmujeres que estaban en nuestras filas a que se retiraran para poder

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    tratarnos como crean que nos merecamos los hombres pacifistas, a todoslos cuales suponan cobardes. Mrs. Snowden se comport en aquellaocasin de una manera muy admirable. Rehus claramente abandonar lanave, si no se permita a los hombres abandonarla al mismo tiempo. Lasdems mujeres presentes estuvieron de acuerdo con ella. Estodesconcert bastante a los que dirigan a los bribones, pues no deseabanexpresamente atacar a mujeres. Pero, entretanto, la muchedumbre hervade indignacin y, de repente, se abri el pandemnium. Cada uno denosotros tuvo que escapar como pudo mientras la polica nos contemplabacalmosamente. Dos de las viragos borrachas empezaron a atacarme consus tablas con clavos. Mientras me preguntaba cmo haba quedefenderse de un ataque de ese tipo, una de las seoras que estaba connosotros acudi a los policas instndolos a que me defendieran. Pero lapolica se limit a encogerse de hombros. Tengan en cuenta que es un

    filsofo eminente, dijo la seora, y el polica sigui encogindose dehombros. Tenga en cuenta que es un profesor famoso en el mundoentero, aadi ella. El polica sigui inconmovible. Mire que es hermanode un conde, acab gritando ella. Entonces, la polica se precipit aauxiliarme. Sin embargo, era demasiado tarde para que sirvieran de algo, ydebo mi vida a una joven, a la que no conoca, que se interpuso entre lasviragos y yo, el tiempo suficiente para que pudiera escaparme. Me sientofeliz al decir que ella, gracias a la polica, no fue atacada. Pero un buennmero de personas, incluyendo a varias mujeres, llevaban desgarrada laparte posterior de sus vestidos, al dejar el edificio.El clrigo al que perteneca la iglesia de la Fraternidad era un pacifista de

    notable coraje. A pesar de esa experiencia, me invit en otra oportunidad ahacer un llamamiento en su iglesia. En esta ocasin, sin embargo, lamuchedumbre prendi fuego al pulpito y el llamamiento no tuvo lugar.Estas son las dos nicas veces en que he tropezado con la violenciapersonal; los restantes mtines en que particip se desarrollaron sindisturbios. Pero tal es el poder de la propaganda de la prensa, que misamigos no pacifistas vinieron a decirme: Por qu contina organizandomtines, si todos ellos son interrumpidos por la multitud?

    Durante cuatro meses y medio, en 1918, estuve preso, por hacerpropaganda pacifista. Pero, gracias a la intervencin de Arthur Balfour,estuve en primera categora, as que, mientras permanec en la prisin,pude leer y escribir todo lo que quise, con tal de que no hiciesepropaganda pacifista. En muchos aspectos, encontr la prisin muyagradable. No tena compromisos, no tena que tomar decisiones difciles,no tena el temor a las visitas, ni interrupciones en mi trabajo. Le una

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    enormidad; escrib un libro, Introduccin a la filosofa de la matemtica, yempec a trabajar en el Anlisis de la mente. Mis compaeros de prisinme parecieron bastante interesantes y de ninguna manera inferioresmoralmente al resto de las personas, aunque estuviesen, en conjunto,ligeramente por debajo del nivel general de inteligencia, como lodemostraba el hecho de haber sido detenidos. Para cualquiera que no esten la primera categora, particularmente si est acostumbrado a leer yescribir, la crcel es un castigo terrible y severo; pero para m, gracias aArthur Balfour, no lo fue. A mi llegada me divert mucho con el guardin dela puerta, que tuvo que hacerme la ficha. Me pregunt la religin queprofesaba, y yo contest: agnstico. Entonces me pregunt cmo seescriba esa palabra, y coment, exhalando un suspiro: Bueno, haymuchas religiones, pero supongo que todas ellas adoran al mismo Dios.Esta observacin me regocij durante casi una semana.

    Sal de la crcel en septiembre de 1918, cuando estaba claro que laguerra iba a terminar. Durante las ltimas semanas, como la mayora de lagente, bas mis esperanzas en Wilson, en sus Catorce Puntos y en suSociedad de Naciones. El final de la guerra fue tan rpido y dramtico, quenadie tuvo tiempo de ajustar sus sentimientos al cambio de lascircunstancias. Supe, en la maana del 11 de noviembre, que el armisticioera inminente, algunas horas antes que la generalidad del pblico. Sal a lacalle y se lo anunci a un soldado belga, que dijo: Tiens, c'est chic!Entr en un estanco y se lo dije a la seora que me despach. Me alegrode ello me contest porque ahora conseguiremos desembarazarnosde los prisioneros alemanes. A las once en punto, cuando se anunci elarmisticio, estaba en Tottenham Court Road. En dos minutos, toda la gentesali a la calle, de las oficinas y de las tiendas. Conducan los autobuses ylos hacan ir a donde queran. Vi a un hombre y a una mujercompletamente extraos un momento antes, que, al encontrarse en mediode la calle, se besaron. La multitud se regocijaba y yo tambin me regocij.Pero permanec tan solitario como antes.Una dama que estuvo presente en la iglesia de la Fraternidad de

    Southgate en la ocasin descrita en la pgina 35 me ha informado que no

    fue la seora Snowden, sino Sylvia Pankhurst, quien se comport de laadmirable manera que he relatado!. Aunque mis recuerdos son diferentesen este punto, considero posible que yo est equivocado.

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    4. De la lgica a la poltica

    La primera guerra mundial me libr de mis prejuicios y me hizo pensar denuevo en algunas cuestiones fundamentales. Me proporcion tambin unanueva clase de actividad, ante la cual no senta la desgana que measaltaba cada vez que intentaba volver a la lgica matemtica. Por lotanto, he adquirido la costumbre de pensar que soy un Fausto nosobrenatural con quien la primera guerra mundial hizo de Mefistfeles.Aunque no abandon por completo la lgica y la filosofa abstracta, me

    absorb cada vez ms en las cuestiones sociales y, especialmente, en lascausas de la guerra y en las posibles maneras de evitarla. Considero quemi trabajo en tales materias ha sido mucho ms difcil y mucho menosfructfero que mi trabajo anterior en la lgica matemtica. Es difcil, porque

    su utilidad depende de la persuasin, y mi preparacin y experienciaprevias para nada me haban servido en lo que se refiere a la persuasin.Siempre me haba interesado por las cuestiones sociales y haba sentido

    un especial horror ante la crueldad, lo que hizo que sintiera repugnanciaante la guerra. Hubo un tiempo, en la dcada de 1890, en el que, bajo lainfluencia de los Webb, haba sido ms o menos imperialista, y al principioapoy la guerra contra los bers. Pero, al comienzo de 1901, tuve unaexperiencia parecida a lo que las personas religiosas llaman conversin.De un modo repentino y vivido me di cuenta de la soledad en que vive lamayora de la gente y llegu a estar apasionadamente deseoso deencontrar algunas forma de disminuir ese aislamiento trgico. En eltranscurso de unos minutos, cambi de opinin sobre la guerra contra losbers, sobre la rigidez en la educacin y en el derecho penal y sobre lahostilidad en las relaciones privadas. He expresado el resultado de estaexperiencia en The Free Man's Worship. Pero me absorb, con mi amigoWhitehead, en la herclea tarea de escribir los Principia Mathematica, unlibro en el que invertimos nuestras mejores energas durante diez aos.La terminacin de esta labor me concedi un grado superior de libertad

    mental y, por lo tanto, me permiti estar dispuesto, tanto intelectual como

    sentimentalmente, para la nueva orientacin que iban a tomar mispensamientos como resultado de la primera guerra mundial.Durante los primeros das de la guerra, qued impresionado por la

    importancia de la conexin entre la poltica y la psicologa individual. Loque las masas acuerdan hacer es el resultado de las pasiones que sientenen comn, y esas pasiones no son, como me vi obligado repentinamente acomprobar, las que haba visto sealadas por los tericos de la poltica. En

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    aquella poca no saba nada del psicoanlisis, pero la observacin de lasmuchedumbres dispuestas a la guerra me inspir pensamientos que eranbastante afines a los de los psicoanalistas, como descubr ms tarde.Comprend que no se poda edificar un mundo pacfico sobre los cimientosde los pueblos que gozaban combatiendo y matando. Crea comprendertambin qu clase de frustraciones, ntimas y externas, impulsaban a lagente a la violencia y a la crueldad. Me pareci que no podra establecerseninguna reforma, si no se modificaban los sentimientos de los individuos.Los sentimientos de los individuos adultos son producidos por muchascausas: experiencias de la infancia; educacin; lucha econmica y xito ofrustracin en sus relaciones personales. Los hombres, por regla general,tendrn sentimientos amables u hostiles en relacin con sus semejantes,en la medida en que tengan la impresin de que sus vidas son dichosas odesdichadas. Naturalmente, esto no es cierto en todos los casos. Existen

    santos que pueden soportar la desgracia sin convertirse en amargados yhay hombres crueles a quienes ningn xito ablanda. Pero la polticadescansa principalmente sobre la masa media de la humanidad; y estamasa media ser cruel o bondadosa, de acuerdo con las circunstancias.Desde aquellos primeros das de agosto de 1914, siempre he estadofirmemente convencido de que las nicas mejoras consistentes quepueden hacerse en los asuntos humanos son las que aumentan lossentimientos benvolos y disminuyen la ferocidad.Cuando visit Rusia, en 1920, me encontr all con una filosofa muy

    diferente de la ma, una filosofa que se basaba en el odio, la fuerza y elpoder desptico. Mis concepciones sobre la guerra me aislaron de laopinin al uso; mi profundo horror por lo que se haca en Rusia, me aislde la opinin izquierdista. Permanec en soledad poltica hasta que, poco apoco, la opinin izquierdista de Occidente se fue dando cuenta de que loscomunistas rusos no estaban creando un paraso.En la filosofa marxista, tal y como se la interpretaba en Mosc,

    encontraba dos errores enormes: uno en la teora y otro en lossentimientos. El error en la teora consista en creer que la nica forma depoder indeseable sobre los seres humanos es el econmico y que ste es

    consustancial con la propiedad. En esta teora no se tienen en cuenta otrasformas de poder militar, poltico y propagandstico, y se olvida que elpoder de una gran organizacin econmica est concentrado en unpequeo Consejo de administracin y no repartido entre los propietariosnominales o accionistas. Se supuso, por lo tanto, que la explotacin y laopresin deban desaparecer si el Estado se converta en el nicocapitalista, y no se tuvo en cuenta que esto otorgara a los funcionarios del

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    Estado toda la capacidad de opresin, y ms an, que anteriormenteposean los capitalistas individuales. El otro error, que se refiere a lossentimientos, consista en suponer que puede salir algo bueno de unmovimiento cuya fuerza impulsora es el odio. Los que haban sidoinspirados, principalmente, por el odio a los capitalistas y a losterratenientes, adquirieron la costumbre de odiar, y, una vez conseguida lavictoria, se vieron obligados a buscar nuevos objetos de aborrecimiento.De aqu provinieron, por un mecanismo psicolgico natural, lasdepuraciones, la matanza de kulaks y los campos de trabajos forzados.Estoy persuadido de que Lenin y sus primeros colaboradores actuaron conel deseo de beneficiar a la humanidad, pero, como consecuencia deerrores en psicologa y en teora poltica, crearon un infierno en lugar de unparaso. Esto constituy una leccin objetiva de gran importancia para m,que me dije que, si se quera obtener algn resultado positivo en la

    organizacin de las relaciones humanas, era necesario pensarcorrectamente y sentir correctamente tambin.Despus de mi breve visita a Rusia pas cerca de un ao en China, en

    donde llegu a darme cuenta, ms vividamente que antes, de los ampliosproblemas que se refieren a Asia. En aquella poca, China se encontrabaen estado de anarqua; y, mientras que en Rusia haba gobierno conexceso, en China no haba el suficiente. Encontr, en la tradicin china,mucho que admirar, pero era evidente que nada de ello poda sobrevivir alas embestidas de la rapacidad occidental y japonesa. Estaba plenamenteconvencido de que China se transformara en un moderno Estadoindustrial, tan cruel y militarista como las potencias que se vea obligada aresistir. Estaba convencido de que, a su debido tiempo, habra solamentetres grandes potencias en el mundo Amrica, Rusia y China y de quela nueva China no poseera ninguna de las virtudes de la vieja. Dichasexpectativas estn ahora cumplindose plenamente.Nunca he sido capaz de creer sinceramente en ningn remedio universal

    que pudiera curar todas las enfermedades. Por el contrario, he llegado apensar que una de las principales causas del trastorno del mundo resideen la creencia dogmtica y fantica en alguna doctrina que carece de

    fundamento adecuado. El nacionalismo, el fascismo, el comunismo y, en laactualidad, el anticomunismo, sin excepcin, han dado lugar a celososfanticos dispuestos a cometer horrores indecibles en defensa de algnmezquino credo. Todos estos fanatismos tienen, en mayor o menor grado,el defecto que encontr en los marxistas de Mosc: que su fuerzadinmica se debe principalmente al odio.

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    Durante toda mi vida he deseado, con vehemencia, sentirme identificadocon los grandes conjuntos de seres humanos, experimentar lo queexperimentan los miembros de las multitudes entusiastas. El deseo hasido, con frecuencia, tan intenso como para hacer que me engaase a mmismo. Me he imaginado que era, en cada ocasin, liberal, socialista opacifista; pero nunca he sido ninguna de esas cosas en un sentidoprofundo. Siempre el intelecto escptico me ha susurrado sus dudas,cuando yo ms deseaba que se mantuviese en silencio; me ha separadodel fcil entusiasmo de los otros y me ha llevado a una soledad desolada.Durante la primera guerra mundial, mientras colaboraba con loscuqueros, con los partidarios de la no violencia y con los socialistas;mientras aceptaba de buen grado la impopularidad y los inconvenientesque se derivaban de sostener opiniones impopulares, hubiera dicho a loscuqueros que crea que muchas guerras haban estado justificadas en la

    historia, y a los socialistas, que tema la tirana del Estado. Me hubieranmirado de reojo y, a pesar de que habran continuado aceptando mi ayuda,hubiesen tenido la impresin de que yo no era uno de ellos. Latiendo entodas mis ocupaciones y en todos mis placeres, he sentido, desde muy

    joven, la pesadumbre de la soledad. Sin embargo, este sentimiento desoledad ha sido mucho menos intenso a partir de 1939, pues durante losltimos quince aos he estado ampliamente de acuerdo con la mayora demis compatriotas en los asuntos importantes.El mundo, desde 1914, se ha desarrollado de manera muy diferente a

    como hubiera yo deseado que lo hiciese. El nacionalismo ha aumentado;el militarismo ha aumentado; la libertad ha disminuido. Extensas partes delmundo son menos civilizadas de lo que eran. La victoria en dos grandesguerras ha disminuido considerablemente las cosas valiosas por las queluchamos. Todos los pensamientos y los sentimientos estnensombrecidos por el miedo a una nueva guerra, peor que cualquiera delas anteriores. No puede verse ningn lmite para las posibilidades de ladestruccin cientfica. Pero, a pesar de estos motivos de aprensin,existen razones, aunque menos evidentes, para poder concebir unaprudente esperanza. Sera ahora tcnicamente posible unificar al mundo y

    abolir la guerra para siempre. Tambin sera tcnicamente posible abolircompletamente la pobreza. Todo esto podra llevarse a cabo si loshombres deseasen ms su propia felicidad que la miseria de susenemigos. En el pasado haba obstculos fsicos para el bienestarhumano. Los nicos que existen ahora estn en las almas de los hombres.El odio, la locura y las falsas creencias es lo nico que nos separa delmilenio. En tanto que persistan, estaremos amenazados por un desastre

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    sin precedentes. Pero es posible que la misma magnitud del peligro puedeespantar al mundo y obligarle a tener sentido comn.

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    5. Creencias desechadas y creencias mantenidas

    Empec a desarrollar mi propia filosofa en el transcurso del ao 1898,cuando, alentado por mi amigo G. E. Moore, abandon las ideas de Hegel.Si, en medio de una mala niebla londinense, se observa aproximarse a unautobs, lo primero que se percibe es una sombra borrosa de oscuridadmayor, y solo gradualmente llega uno a darse cuenta de que se trata de unvehculo con sus pasajeros y sus elementos. Segn Hegel, la primeravisin de la mancha borrosa es ms correcta que la impresin posterior,que est inspirada por los impulsos engaosos del intelecto analtico. Estepunto de vista me desagrad por razones de temperamento. Como losfilsofos de la antigua Grecia, prefiero los limpios perfiles y lasseparaciones definidas que pueden verse en los paisajes griegos. En

    cuanto abandon a Hegel, me deleit poder creer en la multiplicidadcaprichosa del mundo. Me deca a m mismo: Hegel aseguraba quesolamente existe lo nico; pero, realmente, hay doce categoras en lafilosofa de Kant. Puede parecer raro que fuera ste el caso de pluralidadque ms me impresionara, pero me limito a relatar los hechos sindesfigurarlos.Despus de abandonar a Hegel, por espacio de algunos aos tuve un

    torrente optimista de creencias opuestas a l. Pensaba que todo lo queHegel haba negado deba ser cierto. Hegel haba mantenido que no hayuna verdad absoluta. Lo ms aproximado a la verdad absoluta (esto era loque mantena) es la verdad acerca de lo Absoluto; pero, ni siquiera esto esverdad, por completo, porque separa, indebidamente, el sujeto y el objeto.Yo, consecuentemente, mantuve, rebelndome, que existen innumerablesverdades absolutas, especialmente en matemticas. Hegel habamantenido que toda separacin es ilusoria y que el universo es msparecido a un frasco de melaza que a un montn de perdigones. Porconsiguiente, afirm: El universo es, exactamente, como un montn deperdigones. Cada perdign aislado tena, segn las creencias que enaquella poca mantena, lmites firmes y precisos y era tan absoluto como

    el Absoluto de Hegel. Hegel haba pretendido demostrar lgicamente queel nmero, el espacio, el tiempo y la materia eran ilusiones, pero yoelabor una nueva lgica que me permita pensar que todas esas cosaseran tan reales como cualquier matemtico pudiese desear. Le unaponencia en un congreso filosfico celebrado en Pars, en 1900, en la quesostena que existen realmente puntos e instantes. Hablando en general,adopt la concepcin de que, siempre que la demostracin hegeliana de

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    que alguna cosa no existe se manifestase sin validez, uno poda afirmarque la cosa en cuestin existe verdaderamente, en todo caso, cuando laafirmacin es conveniente para las matemticas. Pitgoras y Platn habanpermitido que sus concepciones del universo fueran configuradas por lasmatemticas, y yo les imit alegremente.Whitehead desempe el papel de serpiente en este paraso de claridad

    mediterrnea. En una ocasin, me dijo: Usted cree que el mundo escomo aparece en un medioda esplendoroso; yo creo que es comoaparece en la madrugada, cuando uno se acaba de despertar de un sueoprofundo. Pens que esta observacin era horrible, pero no encontraba elmodo de demostrar que mi actitud era algo mejor que la suya. Por ltimo,me demostr cmo se poda aplicar la tcnica de la lgica matemtica a sumundo vago y confuso, y lo adorn de tal modo que el matemtico podaexaminarlo sin que le resultara chocante. Esta tcnica, que aprend de l,

    me gust mucho, y ya no exig que la verdad desnuda fuera tan buenacomo la verdad adornada con su ropaje matemtico dominical.Aunque todava creo que se es el modo cientficamente correcto de

    enfocar el mundo, he llegado a pensar que las envolturas matemticas ylgicas, con las que se recubre la verdad desnuda, alcanzan capas msprofundas que las que yo haba supuesto, y que cosas que haba tomadopor piel son, en realidad, vestiduras muy bien hechas. Tomemos, comoejemplo, los nmeros: cuando se cuenta, se cuentan cosas, pero lascosas han sido inventadas por los seres humanos para su propiaconveniencia. Esto no es evidente en la superficie de la Tierra porque,debido a la baja temperatura, existe cierto grado de estabilidad aparente.Pero, si se pudiese vivir en el Sol, donde no hay nada ms que torbellinosgaseosos en perpetuo cambio, se hara completamente evidente. Si seviviese en el Sol, nunca se hubiera llegado a la idea de cosas, y nuncase habra pensado en contar, puesto que no hubiera habido nada quecontar. En un contorno semejante, la filosofa de Hegel aparecera comosentido comn, y lo que consideramos sentido comn aparecera comofantstica especulacin metafsica.Tales reflexiones me han hecho pensar que la exactitud matemtica es un

    sueo humano, y no un atributo de una realidad aproximadamentecognoscible. Sola creer, como algo natural, que haba una verdad exactareferente a toda cosa, aunque pudiera ser difcil, y quiz imposible, llegarhasta ella. Supongamos, por ejemplo, que usted tiene una vara cuyamedida sabemos que viene a ser aproximadamente una yarda. En los dasfelices en que conservaba mi fe matemtica, hubiera dicho que su vara es,con toda certeza, ms larga que una yarda, ms corta que una yarda y

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    exactamente equivalente a una yarda. En la actualidad, tengo que admitirque puede saberse que algunas varas son mayores que una yarda, queotras son ms cortas; pero que no puede saberse que hay alguna quemida exactamente una yarda, y, en realidad, la frase exactamente unayarda no tiene ningn significado determinado. De hecho, la exactitud fueun mito helnico que Platn localiz en el cielo. Tena razn Platn alpensar que no la encontrara ningn hombre en la Tierra. Para mi almamatemtica, que armoniza por naturaleza con las visiones de Pitgoras yPlatn, esto es triste. Intento consolarme con la seguridad de que lasmatemticas son an el instrumento necesario para manipular lanaturaleza. Si se quiere construir un barco de guerra o una bomba, si sequiere elaborar una clase de trigo que madure mucho ms al norte quecualquier otra variedad anterior, es a las matemticas a las que habr querecurrir. Se puede matar a un hombre con un hacha de combate o con un

    bistur quirrgico: cualquiera de las dos cosas es igualmente eficaz. Lasmatemticas, que parecan ser como el instrumento quirrgico, son, msbien, como el hacha de combate. Pero es slo aplicndolas al mundo realcuando las matemticas poseen la crudeza del hacha de combate. Dentrode su propia esfera, conservan la limpia exactitud del bistur del cirujano. Elmundo de las matemticas y de la lgica sigue siendo, en su propiodominio, delicioso; pero su dominio es el de la imaginacin. Lasmatemticas deben vivir, con la msica y la poesa, en la regin de labelleza creada por el hombre; no, entre el polvo y la mugre del mundo.Hace poco he dicho que, en rebelin contra Hegel, llegu a pensar que el

    mundo es ms parecido a un montn de perdigones que a un frasco demelaza. Todava creo que, en conjunto, esta opinin es correcta; pero heido descubriendo, gradualmente, que algunas cosas que haba tomado porperdigones slidos en el montn, no merecen esa dignidad. En el primerauge de mi creencia en tomos aislados, crea que toda palabra quepuede utilizarse significativamente deba significar algo, e interpretaba queesto quera decir que la palabra deba significar alguna COSA. Pero laspalabras que ms interesan a los lgicos son difciles, desde ese punto devista. Existen palabras como s, o y no. Me esforzaba en creer que,

    en algn limbo lgico, existiran las cosas que esas palabras significaban yque, quiz, virtuosos de la lgica pudieran encontrarlas en lo venidero, enun cosmos ms lgico. Con ello, me senta bastante satisfecho, por lo quese refiere a o, s y no; pero titubeaba ante palabras comoempero. Mi raro parque zoolgico inclua a monstruos muy extraos como la montaa de oro y el actual rey de Francia, monstruos que,aunque recorran mi zoo a su sabor, posean la propiedad singular de su

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    no existencia. Hay todava cierto nmero de filsofos que creen en estaclase de cosas, y sus creencias son las que constituyen la base filosficadel existencialismo. Pero, en lo que a m respecta, he llegado a pensar quemuchas palabras y frases no significan nada aisladamente, sino quecontribuyen slo a asignar significado a proposiciones completas. Por lotanto, he abandonado la esperanza de encontrar s, o y no en elcielo. De hecho, fui capaz de volver, por el rodeo de una tcnicacomplicada, a opiniones ms prximas a las del sentido comn de lo quelo estaban mis anteriores especulaciones.A pesar de esos cambios, he conservado una gran parte de las opiniones

    lgicas que tena hace cincuenta y cinco aos. Estoy persuadido de que elmundo est hecho de un nmero inmenso de fragmentos y de que, en lamedida en que la lgica pueda demostrarlo, cada fragmento puede serexactamente como es, aunque otros fragmentos no existiesen. Rechazo

    completamente el argumento hegeliano de que toda realidad tiene que sermental. No creo que se puedarazonar sobre lo que la realidad tenga queser. Cuando Whitehead me convenci de que el tiempo y el espaciomatemticos son bruidos instrumentos hechos por el hombre, no meconvenci, ni creo que l mismo lo pensara as, de que no existe en lanaturaleza la materia prima con que se hicieron esos instrumentos. Creo,todava, que lo que podemos saber acerca del mundo, dejados aparte lospensamientos y sentimientos de los seres vivos, nicamente podemosconocerlo a travs de las ciencias fsicas. Todava creo que lo quepodamos conocer del mundo, lo conoceremos solamente por laobservacin, y no por argumentos complicados acerca de cmo deba ser.Durante toda esa poca en la que mi principal preocupacin fue la lgica

    matemtica, estuve, sin embargo, vivamente interesado por las cuestionessociales y me ocup de ellas en mi tiempo libre. Particip en el movimientocontra la reforma aduanera y en el de la concesin del voto la mujer. Mepresent como candidato al Parlamento y trabaj en las eleccionesgenerales. Pero, hasta 1914, las cuestiones sociales no se convirtieron enmi principal preocupacin.

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    6. Esperanzas colmadas y desengaos

    En el transcurso de los ochenta y dos aos de mi vida, el mundo hacambiado tanto como en cualquier otro perodo equivalente de la historiahumana, si no ms. Cuando yo era joven, el mundo tena una estructuraaparentemente estable, y se confiaba en que dicha estructura noexperimentara alteraciones fundamentales, sino, slo, el tipo de evolucingradual que haba tenido lugar en Inglaterra. Existan las grandespotencias, que eran europeas. (La mayora de la gente se olvidaba de losEstados Unidos, que se encontraban todava recobrndose de la guerracivil.) Todas las grandes potencias, excepto Francia, eran monarquas, yFrancia haba dejado de serlo dos aos antes de que yo naciera. Cuandopor primera vez tuve conciencia poltica, Disraeli era primer ministro y el

    pas estaba entregado a una luna de miel imperialista. Era la poca en quela reina Victoria se convirti en emperatriz de la India y el primer ministrose jactaba de haber asegurado la paz con honor. La paz consista en nollegar a la guerra con Rusia; el honor consista en la isla de Chipre, queahora nos ocasiona molestias de primera categora. Fue en aquellos dascuando se acu la palabra Jingo2. El poder de largo alcance de la GranBretaa se desplegaba en la guerra afgana, en la guerra zul y en laprimera guerra ber. Me ensearon a desaprobar todo aquello y fuieducado en el credo del Pequeo Ingls3. Pero este credo nunca fuecompletamente sincero. El ms pequeo de los Pequeos Ingleses sealegraba de las proezas de Inglaterra. El poder y el dominio de laaristocracia y los terratenientes eran incomparables. Cuando mi to se cascon la hija de un magnate de la gran industria, mi abuela estaba tanorgullosa de ser liberal que no se haba opuesto a ese matrimonio con loque ella llamaba el comercio. Adems de la Gran Bretaa, dominaban elmundo los imperios orientales de Alemania, Austria y Rusia. Nadie loscrea transitorios, a pesar de que el imperio alemn se haba constituidosolamente un ao antes de que yo naciera, y de que el imperio ruso llegara

    2 Jingo se denominaba al partidario de una poltica internacional fuerte,especialmente, al partidario de la causa de los turcos, durante la guerraruso-turca de 1877-78. La palabra se deriv, en este sentido, del estribillode una cancin popular de la poca. (N. del T.)

    3Little-Englander: antiimperialista.

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    (as pensaban los liberales occidentales) a adoptar, ms pronto o mstarde, una constitucin parlamentaria.Me eduqu como un ardiente creyente en el liberalismo optimista.

    Esperaba y confiaba ver la extensin gradual por todo el mundo de lademocracia parlamentaria, de la libertad personal y la libertad de lospases que, en aquel tiempo, estaban sometidos a las potencias europeas,incluyendo a la Gran Bretaa. Esperaba que todo el mundo admitira, a sudebido tiempo, la sabidura de los argumentos de Cobden en favor de lalibertad de comercio y que el nacionalismo pudiera disolversegradualmente en un humanismo universal. Mis padres, como discpulos deJohn Stuart Mill, eran contrarios al sometimiento de la mujer, y yo lessecund de todo corazn a este respecto. Aunque en los aos anteriores a1914 nubes amenazadoras aparecieron en el horizonte, todava eraposible seguir siendo optimista y confiar en que los acuerdos diplomticos

    evitaran la catstrofe.Lo que crea bueno en aquellos tiempos, todava lo creo bueno. Pero,aunque algo de lo que esperaba ha sucedido, el resto parece muchsimoms improbable de lo que pareca en aquella poca feliz. En general, losacontecimientos internos en Gran Bretaa se han desarrollado conforme amis deseos. La democracia se ha completado concediendo el voto a lamujer. Se ha adoptado un socialismo moderado, de tal modo restringido,que no resulta fatal para la libertad individual. En la esfera de la moralidadprivada, hay mucha ms tolerancia de la que exista en la poca victoriana.El nivel de vida de los asalariados se ha incrementa