168.ESTADO AUTORITARIO-Max Horkheimer.Colección · Libro 26 EL SOCIALISMO COMO EJERCICIO DE LA...

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ESTADO AUTORITARIO Max Horkheimer

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Max Horkheimer

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Libro 168

Foto de tapa: grabado de Georg Alexander MatheyRevista Die Aktion, vól. 6, n.º 22-23.

Berlín, 3 de Junio de 1916

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Colección

SOCIALISMO y LIBERTADLibro 1 LA REVOLUCIÓN ALEMANAVíctor Serge - Karl Liebknecht - Rosa LuxemburgoLibro 2 DIALÉCTICA DE LO CONCRETOKarel KosikLibro 3 LAS IZQUIERDAS EN EL PROCESO POLÍTICO ARGENTINO Silvio FrondiziLibro 4 INTRODUCCIÓN A LA FILOSOFÍA DE LA PRAXISAntonio GramsciLibro 5 MAO Tse-tungJosé AricóLibro 6 VENCEREMOSErnesto GuevaraLibro 7 DE LO ABSTRACTO A LO CONCRETO - DIALÉCTICA DE LO IDEALEdwald IlienkovLibro 8 LA DIALÉCTICA COMO ARMA, MÉTODO, CONCEPCIÓN y ARTEIñaki Gil de San VicenteLibro 9 GUEVARISMO: UN MARXISMO BOLIVARIANONéstor KohanLibro 10 AMÉRICA NUESTRA. AMÉRICA MADREJulio Antonio MellaLibro 11 FLN. Dos meses con los patriotas de Vietnam del surMadeleine RiffaudLibro 12 MARX y ENGELS. Nueve conferencias en la Academia Socialista David RiazánovLibro 13 ANARQUISMO y COMUNISMOEvgueni PreobrazhenskiLibro 14 REFORMA o REVOLUCIÓN - LA CRISIS DE LA SOCIALDEMOCRACIARosa LuxemburgoLibro 15 ÉTICA y REVOLUCIÓNHerbert MarcuseLibro 16 EDUCACIÓN y LUCHA DE CLASESAníbal PonceLibro 17 LA MONTAÑA ES ALGO MÁS QUE UNA INMENSA ESTEPA VERDEOmar CabezasLibro 18 LA REVOLUCIÓN EN FRANCIA. Breve historia del movimiento obrero en Francia1789-1848. Selección de textos de Alberto J. PláLibro 19 MARX y ENGELSKarl Marx y Friedrich Engels. Selección de textosLibro 20 CLASES y PUEBLOS. Sobre el sujeto revolucionarioIñaki Gil de San VicenteLibro 21 LA FILOSOFÍA BURGUESA POSTCLÁSICARubén ZardoyaLibro 22 DIALÉCTICA Y CONSCIENCIA DE CLASEGyörgy LukácsLibro 23 EL MATERIALISMO HISTÓRICO ALEMÁNFranz MehringLibro 24 DIALÉCTICA PARA LA INDEPENDENCIA Ruy Mauro Marini

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Libro 25 MUJERES EN REVOLUCIÓNClara ZetkinLibro 26 EL SOCIALISMO COMO EJERCICIO DE LA LIBERTADAgustín Cueva - Daniel Bensaïd. Selección de textosLibro 27 LA DIALÉCTICA COMO FORMA DE PENSAMIENTO - DE ÍDOLOS E IDEALES Edwald Ilienkov. Selección de textosLibro 28 FETICHISMO y ALIENACIÓN-ENSAYOS SOBRE LA TEORÍA MARXISTA EL VALORIsaak Illich RubinLibro 29 DEMOCRACIA Y REVOLUCIÓN. El hombre y la DemocraciaGyörgy LukácsLibro 30 PEDAGOGÍA DEL OPRIMIDOPaulo FreireLibro 31 HISTORIA, TRADICIÓN Y CONSCIENCIA DE CLASEEdward P. Thompson. Selección de textosLibro 32 LENIN, LA REVOLUCIÓN Y AMÉRICA LATINARodney ArismendiLibro 33 MEMORIAS DE UN BOLCHEVIQUEOsip PiatninskyLibro 34 VLADIMIR ILICH Y LA EDUCACIÓNNadeshda KrupskayaLibro 35 LA SOLIDARIDAD DE LOS OPRIMIDOSJulius Fucik - Bertolt Brecht - Walter Benjamin. Selección de textosLibro 36 UN GRANO DE MAÍZTomás Borge y Fidel CastroLibro 37 FILOSOFÍA DE LA PRAXISAdolfo Sánchez VázquezLibro 38 ECONOMÍA DE LA SOCIEDAD COLONIALSergio BagúLibro 39 CAPITALISMO Y SUBDESARROLLO EN AMÉRICA LATINAAndré Gunder FrankLibro 40 MÉXICO INSURGENTEJohn Reed Libro 41 DIEZ DÍAS QUE CONMOVIERON AL MUNDOJohn ReedLibro 42 EL MATERIALISMO HISTÓRICOGeorgi PlekhanovLibro 43 MI GUERRA DE ESPAÑAMika EtchebéherèLibro 44 NACIONES Y NACIONALISMOSEric HobsbawmLibro 45 MARX DESCONOCIDONicolás Gonzáles Varela - Karl KorschLibro 46 MARX Y LA MODERNIDADEnrique DusselLibro 47 LÓGICA DIALÉCTICAEdwald IlienkovLibro 48 LOS INTELECTUALES Y LA ORGANIZACIÓN DE LA CULTURAAntonio GramsciLibro 49 KARL MARX. LEÓN TROTSKY, Y EL GUEVARISMO ARGENTINOTrotsky - Mariátegui - Masetti - Santucho y otros. Selección de TextosLibro 50 LA REALIDAD ARGENTINA - El Sistema CapitalistaSilvio Frondizi

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Libro 51 LA REALIDAD ARGENTINA - La Revolución SocialistaSilvio FrondiziLibro 52 POPULISMO Y DEPENDENCIA - De Yrigoyen a PerónMilcíades PeñaLibro 53 MARXISMO Y POLÍTICACarlos Nélson CoutinhoLibro 54 VISIÓN DE LOS VENCIDOSMiguel León-PortillaLibro 55 LOS ORÍGENES DE LA RELIGIÓNLucien HenryLibro 56 MARX Y LA POLÍTICAJorge Veraza UrtuzuásteguiLibro 57 LA UNIÓN OBRERAFlora TristánLibro 58 CAPITALISMO, MONOPOLIOS Y DEPENDENCIAIsmael ViñasLibro 59 LOS ORÍGENES DEL MOVIMIENTO OBREROJulio GodioLibro 60 HISTORIA SOCIAL DE NUESTRA AMÉRICA Luis VitaleLibro 61 LA INTERNACIONAL. Breve Historia de la Organización Obrera en Argentina. Selección de TextosLibro 62 IMPERIALISMO Y LUCHA ARMADAMarighella, Marulanda y la Escuela de las Américas Libro 63 LA VIDA DE MIGUEL ENRÍQUEZPedro Naranjo SandovalLibro 64 CLASISMO Y POPULISMO Michael Löwy - Agustín Tosco y otros. Selección de textosLibro 65 DIALÉCTICA DE LA LIBERTADHerbert MarcuseLibro 66 EPISTEMOLOGÍA Y CIENCIAS SOCIALESTheodor W. AdornoLibro 67 EL AÑO 1 DE LA REVOLUCIÓN RUSAVíctor SergeLibro 68 SOCIALISMO PARA ARMARLöwy -Thompson - Anderson - Meiksins Wood y otros. Selección de TextosLibro 69 ¿QUÉ ES LA CONCIENCIA DE CLASE?Wilhelm ReichLibro 70 HISTORIA DEL SIGLO XX - Primera ParteEric HobsbawmLibro 71 HISTORIA DEL SIGLO XX - Segunda ParteEric HobsbawmLibro 72 HISTORIA DEL SIGLO XX - Tercera ParteEric HobsbawmLibro 73 SOCIOLOGÍA DE LA VIDA COTIDIANAÁgnes HellerLibro 74 LA SOCIEDAD FEUDAL - Tomo IMarc BlochLibro 75 LA SOCIEDAD FEUDAL - Tomo 2Marc BlochLibro 76 KARL MARX. ENSAYO DE BIOGRAFÍA INTELECTUALMaximilien Rubel

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Libro 77 EL DERECHO A LA PEREZAPaul LafargueLibro 78 ¿PARA QUÉ SIRVE EL CAPITAL?Iñaki Gil de San VicenteLibro 79 DIALÉCTICA DE LA RESISTENCIAPablo González CasanovaLibro 80 HO CHI MINHSelección de textosLibro 81 RAZÓN Y REVOLUCIÓNHerbert MarcuseLibro 82 CULTURA Y POLÍTICA - Ensayos para una cultura de la resistenciaSantana - Pérez Lara - Acanda - Hard Dávalos - Alvarez Somoza y otrosLibro 83 LÓGICA Y DIALÉCTICAHenri LefebvreLibro 84 LAS VENAS ABIERTAS DE AMÉRICA LATINAEduardo GaleanoLibro 85 HUGO CHÁVEZJosé Vicente RangélLibro 86 LAS GUERRAS CIVILES ARGENTINASJuan ÁlvarezLibro 87 PEDAGOGÍA DIALÉCTICABetty Ciro - César Julio Hernández - León Vallejo OsorioLibro 88 COLONIALISMO Y LIBERACIÓNTruong Chinh - Patrice LumumbaLibro 89 LOS CONDENADOS DE LA TIERRAFrantz FanonLibro 90 HOMENAJE A CATALUÑAGeorge OrwellLibro 91 DISCURSOS Y PROCLAMASSimón BolívarLibro 92 VIOLENCIA Y PODER - Selección de textosVargas Lozano - Echeverría - Burawoy - Monsiváis - Védrine - Kaplan y otrosLibro 93 CRÍTICA DE LA RAZÓN DIALÉCTICAJean Paul SartreLibro 94 LA IDEA ANARQUISTABakunin - Kropotkin - Barret - Malatesta - Fabbri - Gilimón - GoldmanLibro 95 VERDAD Y LIBERTAD Martínez Heredia - Sánchez Vázquez - Luporini - Hobsbawn - Rozitchner - Del BarcoLibro 96 INTRODUCCIÓN GENERAL A LA CRÍTICA DE LA ECONOMÍA POLÍTICAKarl Marx y Friedrich EngelsLibro 97 EL AMIGO DEL PUEBLOLos amigos de DurrutiLibro 98 MARXISMO Y FILOSOFÍAKarl KorschLibro 99 LA RELIGIÓNLeszek KolakowskiLibro 100 AUTOGESTIÓN, ESTADO Y REVOLUCIÓNNoir et RougeLibro 101 COOPERATIVISMO, CONSEJISMO Y AUTOGESTIÓNIñaki Gil de San VicenteLibro 102 ROSA LUXEMBURGO Y EL ESPONTANEÍSMO REVOLUCIONARIOSelección de textos

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Libro 103 LA INSURRECCIÓN ARMADAA. NeubergLibro 104 ANTES DE MAYOMilcíades PeñaLibro 105 MARX LIBERTARIOMaximilien RubelLibro 106 DE LA POESÍA A LA REVOLUCIÓNManuel RojasLibro 107 ESTRUCTURA SOCIAL DE LA COLONIASergio BagúLibro 108 COMPENDIO DE HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESAAlbert SoboulLibro 109 DANTON, MARAT Y ROBESPIERRE. Historia de la Revolución FrancesaAlbert SoboulLibro 110 LOS JACOBINOS NEGROS. Toussaint L’Ouverture y la revolución de HaitCyril Lionel Robert JamesLibro 111 MARCUSE Y EL 68Selección de textosLibro 112 DIALÉCTICA DE LA CONCIENCIA – Realidad y EnajenaciónJosé RevueltasLibro 113 ¿QUÉ ES LA LIBERTAD? – Selección de textosGajo Petrović – Milán KangrgaLibro 114 GUERRA DEL PUEBLO – EJÉRCITO DEL PUEBLOVo Nguyen GiapLibro115 TIEMPO, REALIDAD SOCIAL Y CONOCIMIENTOSergio BagúLibro 116 MUJER, ECONOMÍA Y SOCIEDADAlexandra KollontayLibro 117 LOS JERARCAS SINDICALESJorge CorreaLibro 118 TOUSSAINT LOUVERTURE. La Revolución Francesa y el Problema ColonialAimé CésaireLibro 119 LA SITUACIÓN DE LA CLASE OBRERA EN INGLATERRAFederico EngelsLibro 120 POR LA SEGUNDA Y DEFINITIVA INDEPENDENCIAEstrella Roja – Ejército Revolucionario del PuebloLibro 121 LA LUCHA DE CLASES EN LA ANTIGUA ROMAEspartaquistasLibro 122 LA GUERRA EN ESPAÑAManuel AzañaLibro 123 LA IMAGINACIÓN SOCIOLÓGICACharles Wright MillsLibro 124 LA GRAN TRANSFORMACIÓN. Critica del Liberalismo Económico Karl PolanyiLibro 125 KAFKA. El Método Poético Ernst FischerLibro 126 PERIODISMO Y LUCHA DE CLASESCamilo TauficLibro 127 MUJERES, RAZA Y CLASE Angela DavisLibro 128 CONTRA LOS TECNÓCRATAS Henri Lefebvre

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Libro 129 ROUSSEAU Y MARX Galvano della VolpeLibro 130 LAS GUERRAS CAMPESINAS - REVOLUCIÓN Y CONTRARREVOLUCIÓN EN ALEMANIAFederico EngelsLibro 131 EL COLONIALISMO EUROPEOCarlos Marx - Federico EngelsLibro 132 ESPAÑA. Las Revoluciones del Siglo XIXCarlos Marx - Federico EngelsLibro 133 LAS IDEAS REVOLUCIONARIOS DE KARL MARXAlex CallinicosLibro 134 KARL MARXKarl KorschLibro 135 LA CLASE OBRERA EN LA ERA DE LAS MULTINACIONALESPeters MertensLibro 136 EL ÚLTIMO COMBATE DE LENINMoshe LewinLibro 137 TEORÍAS DE LA AUTOGESTIÓNRoberto MassariLibro 138 ROSA LUXEMBURGTony CliffLibro 139 LOS ROJOS DE ULTRAMARJordi SolerLibro 140 INTRODUCCIÓN A LA ECONOMÍA POLÍTICARosa LuxemburgLibro 141 HISTORIA Y DIALÉCTICALeo KoflerLibro 142 BLANQUI Y LOS CONSEJISTAS Blanqui - Luxemburg - Gorter - Pannekoek - Pfemfert - Rühle - Wolffheim y OtrosLibro 143 EL MARXISMO - El MATERIALISMO DIALÉCTICOHenri LefebvreLibro 144 EL MARXISMOErnest MandelLibro 145 LA COMMUNE DE PARÍS Y LA REVOLUCIÓN ESPAÑOLAFederica MontsenyLibro 146 LENIN, SOBRE SUS PROPIOS PIES Rudi DutschkeLibro 147 BOLCHEVIQUE Larissa ReisnerLibro 148 TIEMPOS SALVAJES Pier Paolo Pasolini Libro 149 DIOS TE SALVE BURGUESÍA Paul Lafargue - Herman Gorter – Franz MehringLibro 150 EL FIN DE LA ESPERANZA Juan Hermanos Libro 151 MARXISMO Y ANTROPOLOGÍA György MarkusLibro 152 MARXISMO Y FEMINISMO Herbert MarcuseLibro 153 LA TRAGEDIA DEL PROLETARIADO ALEMÁN Juan Rústico

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Libro 154 LA PESTE PARDADaniel GuerinLibro 155 CIENCIA, POLÍTICA Y CIENTIFICISMO – LA IDEOLOGÍA DE LA NEUTRALIDAD IDEOLÓGICAOscar Varsavsky - Adolfo Sánchez VázquezLibro156 PRAXIS. Estrategia de supervivenciaIlienkov – Kosik - Adorno – Horkheimer - Sartre - Sacristán y OtrosLibro 157 KARL MARX. Historia de su vidaFranz MehringLibro 158 ¡NO PASARÁN!Upton SinclairLibro 159 LO QUE TODO REVOLUCIONARIO DEBE SABER SOBRE LA REPRESIÓNVíctor SergeLibro 160 ¿SEXO CONTRA SEXO O CLASE CONTRA CLASE?Evelyn ReedLibro 161 EL CAMARADATakiji KobayashiLibro 162 LA GUERRA POPULAR PROLONGADAMáo Zé dōngLibro 163 LA REVOLUCIÓN RUSAChristopher HillLibro 164 LA DIALÉCTICA DEL PROCESO HISTÓRICOGeorge NovackLibro 165 EJÉRCITO POPULAR – GUERRA DE TODO EL PUEBLOVo Nguyen GiapLibro 166 EL MATERIALISMO DIALÉCTICOAugust ThalheimerLibro 167 ¿QUÉ ES EL MARXISMO? Emile BurnsLibro 168 ESTADO AUTORITARIO Max Horkheimer

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“Ya lo sé, el poeta lírico hará su mejor mueca,el crítico alzará su latiguillo:- El alma, ¿dónde está? ¡Esto es simple retórica!¿Y dónde la poesía? ¡Es puro periodismo!“Capitalismo”: el vocablo no es nada gracioso.Mucho más grato se oye decir “ruiseñor”.Pero más de una vez volveré a aquella palabra...¡Que se eleve a consigna mi verso agitador!Voy a escribir sobre esto y aquello,pero no es momento para el amoroso deliquiopues toda mi sonora potencia de poetate la entrego, clase en impetuosa ofensiva.“Proletariado”: suena torpe, estrecho, el vocablopara quienes son ajenos al comunismo.¡Para nosotros es música poderosacapaz de levantar a los muertos para luchar!."

“Proletariado” Vladimir Maiakovski

https://elsudamericano.wordpress.com

La red mundial de los hijos de la revolución social

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"El partido dominante de una democracia burguesa sólo cede la defensa de la minoría a otro partido burgués, mientras que al proletariado, en todo problema serio, profundo y fundamental, en lugar de “defensa de la minoría” le tocan en suerte estados de guerra opogromos. En toda divergencia política peligrosa para la burguesía,cuanto más desarrollada está la democracia, tanto más se acerca al pogromo o a la guerra civil. El sabioseñor Kautsky podía haber advertido esta “ley” de la democracia burguesa en el caso Dreyfus en la Francia republicana, en el linchamiento de negros e internacionalistas en la democracia republicana de los Estados Unidos"

La revolución, proletaria y el renegado kautsky V. I. Lenin

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Max Horkheimer(1940)

ÍNDICE

PresentaciónTraducción y presentación de Bolívar Echeverría

El capitalismo de Estado es el Estado autoritario del presenteEl Estado autoritario es represivo en todas sus variantesDialéctica y desarrollo no son idénticos

APÉNDICECarta a modo de Prólogo al libro de Martin Jay: La imaginación dialéctica. Una historia de la Escuela de Frankfurt

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PRESENTACIÓN Traducción y presentación de Bolívar Echeverría

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Estado autoritario, de Max Horkheimer, es uno de esos textos a lavez famosos y secretos, cuya influencia efectiva en la discusión delos temas que tocan rebasa con mucho el conocimiento directo queel público tiene de ellos. Preparado desde 1939, escrito en 1940 ypublicado marginalmente, casi como “para ocultarlo”, en 1942,1esteensayo contiene algo así como el manifiesto político de la Escuelade Frankfurt, un manifiesto con el que –dada la “explosividadpolítica y el atrevimiento teórico” de sus tesis2– no todos losmiembros de ella estaban necesariamente de acuerdo, o al menosno con el entusiasmo que su autor hubiera esperado.

Horkheimer parte de la premisa, que resuena a lo largo de todo sutexto, de que el carácter crítico de la Escuela de Frankfurt sefundamenta en la suposición de que su discurso es un contrapuntoteórico del movimiento social y político encaminado a reconvertir elproceso histórico de la humanidad a partir de la instauración de una“sociedad sin clases”; es decir, en la convicción de que ella es una“compañera de ruta” de la revolución comunista. Los temas de sudiscurso, su sentido metodológico, su creación de conceptos,dependen del diálogo que mantiene con ese movimiento, undiálogo que no requiere ser explícito para ser determinante.

¿Pero en qué situación se encuentra este interlocutor de la teoríacrítica a comienzos de los años cuarenta en Europa, en la época dela consolidación del pseudosocialismo stalinista en la UniónSoviética, del ascenso de la contrarrevolución fascista en Italia,España, Alemania, y de la decadencia autista del establishmentpolítico en los demás países del continente? Según Horkheimer, enuna situación desastrosa.

1 En el volumen mimeografiado Walter Benjamin zum Gedáchtnis (En memoria de WalterBenjamin), publicado por el Instituto de Investigaciones Sociales de Frankfurt ya en elexilio, en Los Ángeles, y en el que se encuentran también las “Tesis” de W. Benjaminsobre la historia, así como otro ensayo de Horkheimer, “Vernunft und Selbsterhaltung”, yuno de Th. W. Adorno, “George und Hofmannstahl”.2 Rolf Wieggershaus, Die Frankfurter Schule, DTV, 1986, p. 314 y ss.

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El relato con el que Horkheimer intenta explicar esta situacióncuenta la historia de las posibilidades de actualización política queha tenido en la época moderna la emancipación o autoafirmaciónlibre de los individuos, descubierta en la vida social moderna entanto que organizada alrededor del mercado o “esfera de lacirculación mercantil simple de la riqueza social”. El primer capítulode esta historia cuenta el episodio de una Caída. Cautivada por lacapacidad socializadora que tiene el proceso de conversión de losbienes en mercancía y de los seres humanos en propietariosprivados, la “sociedad de mercado” permite y fomenta estaconversión, dejándola avanzar hasta los extremos absurdos a losque la lleva el capitalismo. Éste, en efecto, que desde antiguo sehabía servido del mercado “respetuosamente”, pasa en lamodernidad a utilizarlo de manera “autoritaria”. En lugar de entraren la “esfera de la circulación mercantil” y aprovecharla paracumplir con su “fórmula general” (D - M - D’: comprar barato paravender caro), dejándola estar con su legalidad autónoma, elcapitalismo pasa ahora a ocuparla plenamente y a imponerle sunecesidad particular –la de la acumulación a toda costa– como sifuera una ley general de ella misma. Esta hybris o desmesuracapitalista impulsa al principio de lo mercantil a mercantificar hastalo inmercantificable y a asegurar su eficiencia mediante recursosque lo contradicen esencialmente. La “sociedad de mercado” cierraun ojo cuando este principio, que corresponde propiamente alorden de los objetos, invade, en un afán ya innegablementecapitalista, el orden de la sujetidad humana y convierte en objetomercantil lo que esencialmente sólo puede ser sujeto: la fuerza detrabajo de los trabajadores. Al mostrar esta debilidad hacia elcapitalismo, la sociedad de mercado tolera el aparecimiento de unfenómeno que es mortal para ella misma, el monopolio. Se trata deun fenómeno que viene a atentar contra sus leyes más básicas, lasde la libertad en los intercambios y la igualdad de los participantesen ellos. En efecto, sólo el monopolio de la propiedad de los mediosde producción hace posible que los trabajadores se vean obligadosa convertir su fuerza de trabajo en mercancía; sólo él lleva a que la“sociedad civil” o sociedad de los propietarios privados se escindaen dos clases contrapuestas, la de los capitalistas y la de losproletarios.

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La caída de la sociedad de mercado en manos del capitalismoconvierte a ésta, de la sociedad de libertades que debía ser enprincipio, en una sociedad que cumple las órdenes emanadas de la“autoridad” del capital.

Los primeros estados que la sociedad moderna se da a sí mismaretoman y refuncionalizan a su manera el viejo aparato autoritariode los estados premodernos; su autoritarismo no es modernotodavía.

Según Horkheimer, el estado autoritario propiamente modernoaparece con la Revolución Francesa y lo hace, paradójicamente,como resultado de una resistencia contra el autoritarismo capitalistade la sociedad.

El remedio que los primeros revolucionarios modernos, los franceses,pretenden encontrar contra el bloqueo de las posibilidades de unafraternité revolucionaria, impuesto por el despliegue aparentementelibre de la propriété en el mercado, consiste simplemente en laanulación de ese juego. Intentan combatir la deformación que elcapitalismo introduce en la esfera de la circulación mercantil conuna deformación en el sentido contrario, con la intervención delestado en la vigencia misma de las leyes del mercado. Para ellos,sólo un “estado autoritario” está en capacidad de corregir a la“sociedad autoritaria”.

El movimiento social y político del comunismo, que en su manifiestode 1848 habla claramente de la sociedad por construir como una“asociación de hombres libres”, plantea en cambio que de lo que setrata no es de eliminar esa emancipación del individuo que apareciócon la mercantificación de la vida social, sino de rescatarladialécticamente, de trasladarla o traducirla a las condicioneshistóricas modernas. Bajo estas condiciones, mucho de lo queantes pertenecía al reino del azar, como, por ejemplo, ladistribución de la propiedad sobre la riqueza, ha dejado de ser unhecho aleatorio, un fruto de la casualidad, y ha pasado a ser elresultado de la intervención humana.

No es la buena fortuna sino la mejor técnica la que le asegura unamayor productividad a una empresa individual. Para abrirse pasoen estas nuevas condiciones sin arrollar las leyes del intercambiomercantil, la afirmación libre de esa empresa individual necesita

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desenvolverse no en hostilidad ciega sino en armonía conscientecon el desarrollo de la sociedad e, indirectamente, con el desarrollode cada una de las demás empresas individuales.

Horkheimer adelanta en este ensayo una idea que será decisiva enel esquema conceptual de Dialéctica de la Ilustración3, la obraclásica de la Escuela de Frankfurt, redactada conjuntamente por ély por su amigo Theodor W. Adorno, el otro inspirador principal deesa Escuela. Se trata de la idea de que, con el siglo XX, el mundo haentrado en una nueva fase de la época moderna, la que secaracteriza esencialmente por una alteración sustancial del modoen que la reproducción capitalista de la riqueza social afecta alconjunto de la vida humana; en efecto, según Horkheimer, laomnipotencia del capital ha dado al traste no sólo con el liberalismoeconómico sino “con toda la esfera de la circulación mercantil”,sobre la cual se levantaba el escenario de la política y del quedespegaba la ilusión del gobierno democrático.

Las “decisiones” del capital parecen ahora no necesitar de lamediación del estado en el escenario de la actividad política sinosólo de la utilización del mismo como instrumento directo de supuesta en práctica. El estado ha sido despedido de su funcióninstauradora de un encuentro en el vaivén de presiones ejercidas,en un sentido, por el capital y, en otro, por la sociedad, y ha sidoencargado de imponer incuestionadamente las primeras sobre lassegundas, sea por las buenas, mediante una política demagógica,o por las malas, sirviéndose de la represión. El estado liberal hamadurado hasta convertirse en un “estado autoritario”, es decir,obediente hacia arriba, hacia el capital, e impositivo hacia abajo,hacia la sociedad.

Esta idea clave de Horkheimer –que desató una fuerte polémicadentro del Instituto4– se refiere a un hecho que resulta decisivo enel mundo social de la civilización moderna. En efecto, elencriptamiento del súper-yo en los meandros del yo, su accióndesde la “interioridad” de este último, de la que éste no logradistanciarse al ejercer la suya propia –un ocultamiento que es

3 Puede vérse el texto Dialéctica de la Ilustración, de Horkheimer y Adorno imcluído en ellibro n.º 156. “Praxis, el comunismo como estrategia de supervivencia”4 En la que destacan los trabajos de Friedrich Pollock, “State Capitalism” (en Studies inPhilosophy and Social Sciences, 1941, n°. 2) y de Franz Neumann, Behemoth: estructura ypraxis del nacional-socialismo, 1942.

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definitorio de la “authoritarian personality” estudiada por entoncesen el Instituto de Investigaciones Sociales de Frankfurt, repite laomnipresencia del capital cuando actúa incluso desde el más ínfimoacto de intercambio mercantil–, es un dispositivo que configura todoel comportamiento del hombre moderno, del mundo de la vidamoderna y de esa misma vida, como lo ejemplifica el famosocapítulo “Industria cultural” en Dialéctica de Ilustración.

La teoría de la sociedad y el estado autoritarios de Horkheimer esuna alternativa válida frente a la “teoría del totalitarismo” defendidapor Hannah Arendt;5 deja ver, por debajo de la autopresentaciónliberal y “democrática” de los estados “occidentales”, el autoritarismoestructural de la sociedad moderna, dominada por la monopolizacióncapitalista, y permite reconocer en el “estado totalitario”, “capitalismode estado” o “socialismo de estado” –sea en su versión parcial o“mixta”, como la nacional-socialista, o en su versión plena y pura,como la “socialista realista”6– una reacción contra ese autoritarismo,una impugnación que sin embargo se mantiene en el mismo planoque él y lo continúa, sin llegar nunca a atentar verdaderamentecontra su fundamento, que es el modo capitalista de reproducir lariqueza social.

“El Estado autoritario de nuestra época es el capitalismo deEstado”, afirma Horkheimer, abrumado por las noticias que le llegande Europa y que apuntan hacia el triunfo próximo de una de las dosversiones de ese Estado y a la casi segura claudicación del Estadoautoritario liberal o no estatista.7 El “capitalismo de Estado” muestra

5 Teoría que, dicho sea de paso, ha prestado tan buenos servicios a historiadores“comprensivos del nazismo alemán” como Ernst Nolte.6 O “revisionista”, como la llama Horkheimer sugiriendo que el stalinismo, al que nuncamenciona por su nombre, es el heredero de la socialdemocracia alemana, criticada porRosa Luxemburg debido precisamente a su “revisionismo”.7 Durante toda la segunda mitad del siglo XX se tuvo por evidente que este diagnóstico deHorkheimer estaba equivocado. El triunfo de las “democracias occidentales”, primero,sobre la versión nazi del capitalismo de Estado y, después, con la “guerra fría” (quecomenzó curiosamente con el fuego atómico de las explosiones en Hiroshima y Nagasaki yen la que no faltaron otros momentos de “alta temperatura”), sobre la versión soviética delmismo, pareció haber clausurado definitivamente esas vías posibles del estado autoritario.No obstante, tampoco el estado autoritario “liberal” salió propiamente indemne de lacontienda: varios rasgos esenciales combatidos en el autoritarismo totalitario pasaron a sersuyos, desfigurándolo sustancialmente. Corregida después de los sucesos, la proyecciónde Horkheimer puede resultar válida. Puede decirse que, en esta vuelta de siglo, despuésde la bancarrota catastrófica de la época “neoliberal” del capitalismo –cuando éste recobrósu antiliberalismo profundo, despidiéndose de la respuesta keynesiana que opuso aldesafío “socialista” después de la segunda guerra mundial–, la estructura demagógica del“estado popular” alemán durante el Tercer Reich ha sido superada en Occidente por otraque la perfecciona en la medida en que sustituye la opinión pública ciudadana con una

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que el capitalismo puede sobrevivir toda una época a la economíade mercado, todo el tiempo que le tome llevar a la sociedad a lacatástrofe. Lo que tiene lugar en esta fase del capitalismo, segúnHorkheimer, es una “supresión de la esfera de la circulaciónmercantil” que va más allá de la ejercida por el autoritarismomonopolista del capital, es decir, más allá de la “subsuncion real”del ámbito en que circulan las mercancías “genuinas” (medios deproducción y de consumo) bajo las exigencias monopolizadoras,emanadas de la implacable competencia intercapitalista. Se tratade una “supresión” más radical, debida a una monopolización que,ejercida en este caso a través del estado, afecta al otro ámbito deesa esfera circulatoria –el que contiene los intercambios entre lasmercancías “genuinas” y la “pseudo-mercancía” o mercancía fuerzade trabajo–, anulando el escenario en que se juega el valor real delsalario, esto es, el lugar en donde el valor capitalista realiza suautovalorización.

Es una supresión que resulta totalmente contraproducente entérminos capitalistas puesto que significa el retroceso de la“esclavitud moderna” a la esclavitud antigua, es decir, a unasituación de imposibilidad técnica de la explotación del plusvalor y,con ello, al suicidio, es decir, a la eliminación del capital en lo que éles esencialmente: plusvalor acumulado. Irónicamente, debió serprecisamente el “socialismo de estado” o “estatismo integral”conocido como “socialismo realmente existente” el que, en plenainconciencia, obedeciendo a su total inconsistencia teórica, pusieraen práctica este suicidio lento, pseudo-socialista, del capitalismo,esta “parodia de la sociedad sin clases”. En medio de lamodernidad, pero a la manera del esclavista antiguo, el capitalglobal estatizado en el “capitalismo de Estado”, no paga a sus“esclavos” por su trabajo sino que, siendo dueño monopólico detodo el trabajo social, los “mantiene” o subsidia.8

versión virtual de la misma, traductora y transmisora directa de la “voluntad” del capital alas masas; es innegable, por otro lado, que la imposición arbitraria de una diferenciacióndel “valor del trabajo" en el "mercado globalizado", en marcado detrimento de lostrabajadores “no civilizados”, se acerca a su manera a la "superación" del mercado detrabajo en el “estado de los trabajadores” soviético. Cada vez más autores coinciden en laidea expuesta por Carl Améry, en Hitler als Vorläufer (1998), de que Hitler, el vicario de laescasez, habrá sido el verdadero “precursor” del siglo XXI..8 Esta sería la razón de que, durante la llamada “guerra fría”, la presión productivistaejercida por la competencia armamentista sobre la economía de capitalismo estatal en elimperio soviético no haya redundado en una vitalización de esa economía sino, por elcontrario, en su implosión.

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El tema principal de este ensayo-proclama –que pudo ser ladefinición política de la Escuela de Frankfurt– alcanza una precisiónmayor cuando se plantea dentro de las condiciones ominosas detoda una “época autoritaria” como la que, según Horkheimer, estáalcanzando su culminación en la Segunda Guerra Mundial.

La época de la “actualidad de la revolución”, de la que hablabaLukács a comienzos de los años veinte, se ha esfumado: las masasproletarias, o están desmovilizadas por el autoritarismo pseudo-liberal de Occidente, o son movilizadas en contra de sí mismas porempresas estatales recalcitrantemente capitalistas, las unas“socialistas”, las otras nacionalistas, las dos demagógicas yrepresivas a la vez. Sin embargo las desastrosas condiciones enque se encuentra el interlocutor de la teoría crítica, el movimientocomunista, no eliminan la posibilidad de que, metamorfoseado enfiguras sólo lejanamente emparentadas con la de las grandesorganizaciones clasistas de finales del siglo XIX, que parecía ser sufigura natural –reducido tal vez, paradójicamente, a la nudaesperanza del sujeto aislado que detecta en otros ámbitos laposibilidad de la sociedad emancipada–, ese “movimiento” siga vivoy siga activo en su diálogo con la teoría crítica. La palabra, encualquiera de sus vías de manifestación, alcanza en ocasiones aser portadora de sentido, y todo sentido trae consigo inevitable-mente una referencia a la vida emancipada; cuando lo hace,abandona la impotencia en que la mantiene el estado autoritario, sesacude la condena a girar en blanco como verborrea inútil yabrumadora, y resulta para él “una amenaza mayor que lo quepudo ser la más impresionante manifestación del partido social-demócrata alemán bajo Guillermo II”.

En este momento argumentativo, el ensayo de Horkheimer llega aun punto en que se convierte en un claro homenaje a WalterBenjamin y en especial a sus “tesis sobre el materialismo histórico”publicadas por primera vez acompañadas de este ensayo.

El destino de las organizaciones proletarias anunciaba ya estaépoca de la sobrevivencia del capitalismo como capitalismo deestado, dice Horkheimer repitiendo a Benjamin. El sacrificio queellas hicieron de su “nervio revolucionario” a finales del siglo XIXcon el fin de contribuir a un “desarrollo de las fuerzas productivas”que podría llevar incluso por sí solo a que la sociedad pasara del

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capitalismo al socialismo de manera incruenta, casi imperceptible;su contribución al fortalecimiemto del Estado capitalista encargadode promover ese desarrollo, adelantaban lo que este Estadoexigiría de ellas sólo unos decenios más adelante, ya sin los“procedimientos engorrosos” de la democracia liberal. “No hay otracosa que haya corrompido más a la clase trabajadora alemana quela idea de que ella nada con la corriente” –se lee en la Tesis 11 deW. Benjamin sobre el materialismo histórico–, es decir, con lacorriente del progreso de las fuerzas productivas tal como estánorganizadas acualmente, es decir, de un modo capitalista. La críticabenjaminiana de la idea moderna del progreso que el socialismoadopta de manera suicida –con la aberrante concepción del tiempocomo un espacio homogéneo y vacío, exterior e indiferente respectode os acontecimientos que suceden o “tienen lugar” en él– es eltema en torno al cual Horkheimer elabora sus variaciones. Hablarde la revolución no es hablar de la culminación del continuum históricoestablecido sino de su interrupción, había escrito Benjamin, yHorkheimer amplía:

“El final de la explotación, la sociedad sin clases, elcomunismo entendido como socialismo democrático, nopueden venir de una aceleración del progreso sino de unsalto que se sale fuera del progreso.”

“En la época actual, –escribe Horkheimer refiriéndose a unaactualidad que perdura exacerbada hasta esta vuelta desiglo–, la marcha del progreso hace que a las víctimas lesparezca que para su bienestar da prácticamente lo mismo lalibertad que la falta de libertad”.

Hay en ellas un desfallecimiento de la capacidad utópica, undesinterés por el mundo emancipado que propone la utopía. Sólo eldiscurso crítico es capaz de detectar los puntos de quiebra o laszonas de fracaso de este conformismo que aparecen en las fisurasinsignificantes o las disfuncionalidades periféricas del gran aparato;sólo él puede rescatar la pervivencia del sentimiento dirigido hacia lalibertad.9

9 Temeroso de las interpretaciones equivocadas a las que puede dar lugar la positividado el "optimismo" excesivo de sus formulaciones.

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Horkheimer redescubre la incompatibilidad esencial del discursocrítico con lo establecido. Inservible para la “disposición a laobediencia”, es un discurso que “expresa lo que todos saben perose prohiben a sí mismos saber”: que “bajo los adoquines está laplaya”.

Bolívar Echeverría

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(1940)

Las predicciones históricas acerca del destino de la sociedadburguesa se han confirmado. En el sistema de la libre economía demercado –que ha conducido a los hombres a los inventosahorradores de trabajo y finalmente a la fórmula matemática delmundo–, sus productos específicos, las máquinas, se hanconvertido en medios de destrucción; y esto no solamente en elsentido literal pues en lugar de volver superfluo el trabajo hanvuelto superfluos a los trabajadores. La burguesía misma estádiezmada.

La mayoría de los burgueses ha perdido su independencia; los queno han sido expulsados hacia el proletariado o más bien hacia lamasa de los desempleados han caído en la dependencia de losgrandes trusts o del Estado. La esfera de la circulación mercantil,“El Dorado” de los aventureros burgueses, está siendo liquidada.Su función la cumplen, en parte, los trusts, que se financian a símismos sin ayuda de los bancos, eliminan el comercio intermedio ydominan las asambleas de accionistas. En parte, es el estado elque se ocupa del negocio. La alta burocracia industrial y estatal haquedado como caput mortuum del proceso de transformación de laburguesía.

“De una manera o de otra, con o sin trust, el representanteoficial de la sociedad capitalista, el estado, debe finalmenteasumir la dirección de la producción... Todas las funcionessociales de los capitalistas son realizadas ahora porempleados a sueldo... y el estado moderno vuelve una vezmás a convertirse solamente en la organización que lasociedad burguesa se da a sí misma para mantener lascondiciones externas del modo de producción capitalistacontra los abusos provenientes lo mismo de los trabajadoresque de los capitalistas individuales...

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Cuanto más son las fuerzas de producción que pasan a serpropiedad suya, tanto más se convierte en el verdaderocapitalista total, tanto mayor es el número de ciudadanos aquienes explota. Los trabajadores no dejan de serasalariados, proletarios. La relación capitalista no quedasuprimida, sino que más bien es llevada a su extremo”.10

En la transición natural del capitalismo de los monopolios alcapitalismo de estado, lo último que puede ofrecer la sociedadburguesa es la “apropiación de los grandes organismos deproducción y de circulación, primero por parte de sociedadesanónimas, después por trusts y a continuación por parte delestado”.11

El capitalismo de Estado es el Estado autoritario del presente

Según la teoría, al desarrollo natural del orden mundial capitalista leestá reservado el destino de un fin no natural: los proletariosreunidos destruyen la última forma de la explotación, la esclavituddel capitalismo de estado. La competencia entre los asalariadoshabía garantizado la prosperidad de los empresarios privados. Eneso consistía la libertad de los pobres. La pobreza era al principioun estrato social, después se convirtió en pánico. Los pobresdebían correr y tropezar unos con otros como la muchedumbre enun edificio en llamas. La salida era la entrada en la fábrica, eltrabajar para el empresario. No podía haber suficientes pobres, sunúmero era una bendición para el capital. Sin embargo, en lamisma medida en que el capital concentra a los trabajadores en lagran empresa, cae él en la crisis y hace que la existencia de ellosse vuelva desesperada. Ya ni siquiera pueden cosificarse. Supropio interés los orienta hacia el socialismo. Cuando la clasedominante “tiene que alimentar al obrero, en vez de ser alimentadapor él” ha llegado el momento de la revolución. Esta teoría de lahora final tuvo su origen en una situación que era todavía equívoca,y ella misma tiene un doble sentido: o bien cuenta con el derrumbe

10 Friedrich Engels, Die Entwicklung des Sozialismus von der Utopie Zur Wissenschaft,Berlín, 1924, pp. 46-47; cfr. Herrn Eugen Dührings Umwalzung der Wissenschaft, 10aedición, Sttutgart, 1929, pp. 298 y ss.11 Friedrich Engels, op. cit., p. 55.

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a causa de la crisis económica, y entonces queda excluida laconsolidación por medio del estado autoritario prevista por Engels;o bien espera la victoria del estado autoritario, y entonces ya no sepuede contar con el derrumbe a causa de la crisis dado que ésta seha definido siempre en referencia a la economía de mercado. Peroel capitalismo de Estado, al eliminar el mercado, congela el peligrode la crisis para todo el tiempo que haya de durar la “Alemaniaeterna”. En su “inevitabilidad económica”, significa un progreso, unnuevo respiro para el dominio. Organiza el desempleo de la fuerzade trabajo. Tan sólo los sectores de la burguesía condenados adesaparecer están todavía verdaderamente interesados en elmercado. Hoy los grandes industriales sólo piden a voces elliberalismo allí donde la administración estatal es todavíademasiado liberal y no está totalmente bajo su control. Laeconomía planificada, más adecuada a la época, puede alimentarmejor a las masas y hacerse alimentar mejor por ellas que el restodel mercado. La libre economía ha cedido el lugar a una nuevaépoca, dotada de una estructura social propia. Y sus tendenciasespeciales se manifiestan a escala nacional e internacional.

Que el capitalismo puede sobrevivir a la economía de mercado eraalgo que estaba ya anunciado desde hacía tiempo en el destino delas organizaciones proletarias. La consigna de unirse en sindicatosy partidos fue seguida prolijamente, pero la medida en que éstosllevaron a cabo las tareas no naturales de los proletarios unidos –esdecir, la resistencia contra la sociedad de clases en general– fuemenor que la de su obediencia a las condiciones naturales de supropio desarrollo hacia organizaciones de masa. Se acomodaron alas conversiones de la economía. En el liberalismo, se habíanorientado hacia la obtención de mejoras. La influencia de losestratos obreros que estaban en cierta medida asegurados adquiriópronto un peso mayor en los sindicatos debido a su capacidad depago. El partido se interesó por la legislación social: había quehacer más fácil la vida para los obreros en el capitalismo. Con susluchas, el sindicato conquistaba ventajas para determinados gruposprofesionales. Se elaboraron, como justificiones ideológicas, frasessobre la democracia en la empresa y sobre el crecimiento naturalhacia el socialismo. El trabajo como profesión –como ese ejercicioagobiante conocido sólo en el pasado– dejó prácticamente de ser

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puesto en cuestión. De orgullo de los primeros burgueses, eltrabajo pasó a ser el anhelo de los desheredados. Las grandesorganizaciones fomentaban una idea de asociación que poco sedistinguía de las de estatización, nacionalización o socialización enel capitalismo de estado. La imagen revolucionaria de la liberaciónsólo pervivía en las calumnias de los contrarrevolucionarios. Sialguna vez la fantasía se apartaba del terreno firme de los hechos,ponía en lugar del aparato estatal existente las burocracias departido y sindicato, y en lugar del principio de la ganancia los planesanuales ideados por los funcionarios. Incluso la utopía estabarepleta de regulaciones. Los hombres eran pensados como objetos;en el mejor de los casos como objetos de sí mismos. Cuanto másgrandes se hacían los sindicatos, más debían su puesto losdirigentes a una selección de los más capacitados. Las cualidadeseran: una salud sólida, la suerte de resultar tolerable para el afiliadomedio y no intolerable para los poderes dominantes, el instintocertero contra la aventura, el don de manipular a la oposición, ladisposición a pregonar como virtudes los defectos de la multitud ylos suyos propios, el nihilismo y el desprecio por uno mismo.

Controlar y sustituir a estos dirigentes resulta cada vez más difícilpor razones técnicas, debido al crecimiento del aparato. Unaarmonía preestablecida reina entre la conveniencia objetiva de supermanencia en el cargo y su decisión personal de no moverse delmismo. El dirigente y su camarilla llegan a ser tan independientesdentro de la organización obrera como el directorio de la asambleageneral lo es en la otra, en la del monopolio industrial. Los mediosde poder –aquí las reservas de la industria, allá la caja del partido odel sindicato– están a disposición de los dirigentes en su luchacontra los perturbadores. Los descontentos están dispersos yobligados a depender de su propio bolsillo. En el caso extremo, a laFronda se la decapita; en la asamblea general mediante el soborno,en el congreso del partido mediante la expulsión. Todo aquello quequiere crecer a la sombra del poder se encuentra en peligro dereproducir el poder. Cuando la oposición proletaria en la Repúblicase Weimar no pereció como secta, sucumbió entonces al “espírituadministrativo”. La institucionalización de las cúpulas, lo mismo delcapital que del trabajo, tiene la misma causa: la modificación delmodo de producción.

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La misma industria monopolizada que convierte en víctimas yparásitos a la masa de los accionistas envía a la masa de lostrabajadores a subsistir en la espera y a vivir de apoyos. Lo queéstos esperan de su trabajo es menos que lo que esperan de laprotección y ayuda de los sindicatos. En las otras democracias, losdirigentes de las grandes organizaciones obreras se encuentran yahoy con respecto a sus afiliados en una relación similar a laestablecida entre los funcionarios y el conjunto de la sociedad en elestatismo integral: mantienen bajo estrecha vigilancia a la masaque está bajo su cuidado, la protegen herméticamente contra todainfluencia no controlada y sólo toleran la espontaneidad cuando esel resultado de su propia manipulación. Aspiran, incluso en ungrado mucho mayor que los estadistas prefascistas –que servíande intermediarios entre los monopolistas del trabajo y los de laindustria, y no querían renunciar a la utopía de una versiónhumanitaria del Estado autoritario–, a una “comunidad de todo elpueblo” hecha a su medida.

No han faltado rebeliones contra este desarrollo de las asociacionesobreras. Las protestas y el destino mismo de los grupos que sesepararon son parecidos. Se dirigen contra la política conformistade la dirigencia, contra el avance hacia el partido de masas, contrala disciplina intransigente. Descubren pronto que el objetivooriginario, el de abolir el dominio y la explotación en cualquierforma, se ha vuelto una mera frase de propaganda en boca de losfuncionarios. Critican en los sindicatos el acuerdo tarifario porquerestringe la huelga; en el partido, la colaboración con la legislacióncapitalista porque corrompe; en ambos, la política pragmática(realpolitik). Reconocen que la idea de la transformación socialradical se debilita más mientras mayor es la acción de los aparatosencargados de reclutar adeptos para ella. Pero, en virtud de sucargo, los burócratas en la cúspide son también los mejoresorganizadores, y si el partido ha de subsistir no puede prescindir deprofesionales experimentados. Los intentos de la oposición detomarse las asociaciones o desarrollar nuevas formas de resistenciahan fracasado en todas partes. Y allí donde, después de escindirse,los grupos de oposición alcanzaron mayor importancia, seconvirtieron a su vez en aparatos burocráticos. La adaptación es elprecio que los individuos y las asociaciones deben pagar si quieren

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florecer en el capitalismo. Con el aumento del número de susafiliados, incluso aquellos sindicatos cuyo programa se oponía atoda política de arreglos se ubicaron lejos de las extravagancias dela huelga general y de la acción directa. Su disposición a lacooperación pacífica quedó documentada ya en la Primera GuerraMundial cuando asumieron un ministerio de municiones. Despuésde la revolución, ni siquiera los maximalistas pudieron refutar lapesimista advertencia de la sociología de los partidos políticos. Sóloen el transcurso de los hechos se puede ver si los revolucionariostoman el poder o son tomados por él. En lugar de disolversefinalmente en la democracia de los consejos, el grupo puede fijarseen calidad de instancia superior. El trabajo, la disciplina y el ordenpueden salvar la república y al mismo tiempo eliminar la revolución.Aun cuando la abolición de los estados figuraba en sus banderas,aquel partido transformó su patria industrialmente retrasada en elmodelo secreto de aquellas potencias industriales cuyo parla-mentarismo las enfermaba y que no podían ya vivir sin el fascismo.El movimiento revolucionario refleja en negativo el estado de lasociedad a la que ataca. En él se compenetran la época monopolista,la capacidad privada y la estatal de disponer sobre el trabajo ajeno.La lucha socialista contra la anarquía en la economía de mercadoapuntaba contra el factor privado; la resistencia contra la últimaforma de la explotación apunta simultáneamente contra el factorprivado y el estatal. Puede llegar a superarse la contradicciónhistórica de postular al mismo tiempo la planificación racional y lalibertad, el desenfreno y la regulación. Sin embargo, entre losmaximalistas ha vencido finalmente la autoridad, y ésta ha hechode las suyas.

La oposición como partido político de masas sólo pudo existirpropiamente en la economía de mercado. El estado, que aconsecuencia de la falta de integración de la burguesía poseíaalguna autonomía, era dirigido por medio de los partidos. Éstosperseguían, en parte, el fin burgués general de rechazar a lasantiguas potencias feudales y, en parte, representaban a gruposparticulares. También la oposición proletaria aprovechó la mediacióndel poder por los partidos. La dispersión de la clase dominante, quecondicionó la separación de los poderes y la institución constitucionalde los derechos individuales, fue la condición previa de las

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asociaciones obreras. La libertad de asociación figuraba en Europaentre las concesiones necesarias de la clase al individuo, pero sóloen la medida en que los individuos de los que ella se componía nollegaban a toparse directamente con el estado y, por consiguiente,no tenían por qué temer una intervención estatal. Como es sabido,también en los comienzos se pisotearon el respeto a la persona, lasantidad de la paz hogareña, la inviolabilidad del detenido y otrosprincipios análogos: cuando no era necesaria la consideracióndebida a la propia clase. La crónica de las revueltas en lospresidios, así como de las insurrecciones políticas, y en especial lahistoria de las colonias son los documentos del humanismoburgués. En la medida en que favorecía a los proletarios, la libertadde coalición fue desde el principio como una hijastra entre losderechos del hombre.

“Ciertamente, el reunirse debe estar permitido a todos losciudadanos –dijo el relator para cuestiones laborales en laAsamblea Constituyente en 1791–, pero no se debe permitirque se reúnan ciudadanos de determinadas profesiones conel fin de sus supuestos intereses comunes.”12

En nombre de la abolición de los gremios y las corporaciones, losliberales dificultaron la asociación de los trabajadores, aunquefinalmente no pudieron impedirla. Aparte de las tareas de lospartidos burgueses, el programa de las asociaciones socialistascontenía también la revolución. Ésta aparecía como el procedimientomás corto para realizar el fin ideológico de la burguesía, elbienestar general. La supresión de la propiedad privada sobre losmedios de producción, la superación de la dilapidación de energía ymaterial por el sistema de mercado mediante una economíaplanificada, la abolición del derecho de sucesión, etcétera, eranexigencias racionales en los tiempos que corrían. Los socialistasrepresentaban, en contra de la burguesía, una fase más avanzadade ella misma y aspiraban finalmente a un gobierno mejor. Elestablecimiento de la libertad se consideraba entonces como unaconsecuencia mecánica, natural, de la conquista del poder; de otramanera era una utopía.

12 Bouchez et Roux, Histoire Parlamentaire de la Révolution Française, t. X, París, 1934,p. 194.

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En la era burguesa, la dirección hacia el estado autoritario lesestaba trazada ya desde siempre a los partidos radicales. Lahistoria posterior se presenta condensada en la revoluciónfrancesa. Robespierre había centralizado la autoridad en el Comitéde Bienestar Público y había rebajado al parlamento a una cámarade registro de leyes. Había reunido en la dirección del partidojacobino las funciones de administración y gobierno. El estadoregulaba la economía. La comunidad popular se imponía en todaslas formas de vida por medio de la fraternidad y la delación. Lariqueza llegó a considerarse casi como ilegal. Robespierre y lossuyos planearon incluso expropiar al enemigo interno, y la irapopular bien dirigida formaba parte de la maquinaria política.

De acuerdo a su tendencia, la revolución francesa era totalitaria. Sulucha contra la Iglesia no se originaba en una antipatía hacia lareligión sino en la exigencia de que también la religión debíaincorporarse al orden patriótico y servirlo. Los cultos de la Razón ydel Ser Supremo se propagaron a causa de la reticencia del clero.“Jesús, el sansculotte” anuncia al Cristo nórdico. Bajo los jacobinos,el capitalismo de Estado no pasó de sus sangrientos comienzos.13

Pero el Thermidor no eliminó su necesidad, la cual vuelve amanifestarse repetidamente en las revoluciones del siglo XIX. EnFrancia, los gobiernos consecuentemente liberales sólo tuvieronuna vida efímera. La burguesía tuvo que llamar rápidamente albonapartismo de arriba con el fin de dominar las tendenciasestatales procedentes de abajo. Al régimen de Louis Blanc no le fuemejor que al Directorio. Y desde que, en la batalla de Junio, huboque aplastar los talleres nacionales y el derecho al trabajo con eldesenfreno de los generales, la economía de mercado se mostrócada vez más reaccionaria. Si la idea de Rousseau de que lasgrandes diferencias en la propiedad iban en contra del principio denación puso ya a su discípulo Robespierre en oposición alliberalismo, el posterior crecimiento de las fortunas capitalistas eraalgo que sólo en el círculo de los economistas podía compaginarsetodavía con el interés general. Bajo las condiciones de la granindustria, la lucha que entonces se libraba era para saber quién ibaa ser el heredero de la sociedad de la competencia.

13 Cfr. los trabajos de A. Mathiez, en especial La Réaction Thermidorienne, París, 1929,pp. 1 y ss., y Contributions a l’Histoire Religieuse de la Révolution Française, París,1907.

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Los clarividentes líderes del estado, al igual que las masas que sehallaban tras los partidos extremos, los trabajadores y los pequeñosburgueses arruinados, sabían que tal sociedad estaba liquidada. Laoscura relación entre Lasalle, el fundador del partido de masassocialista alemán, y Bismark, el padre del capitalismo de estadoalemán, era simbólica. Ambos estaban orientados hacia el controlpor parte del estado. Tanto los gobiernos como las burocracias delos partidos de oposición, de derecha y de izquierda, eran atraídospor alguna de las formas del estado autoritario según la posiciónque ocupaban en el proceso social. Y ciertamente para losindividuos resulta decisivo saber qué forma adopta finalmente. Es lavida o la muerte lo que les espera a los desempleados, losjubilados, los comerciantes, los intelectuales, según sea que triunfeel reformismo, el bolchevismo o el fascismo.

La forma más consecuente del estado autoritario, la que se haliberado de toda dependencia con respecto al capital privado, es elestatismo integral o socialismo de estado. Éste es capaz deincrementar la producción como sólo sucedió con el paso delmercantilismo al liberalismo. Los países fascistas constituyen encambio una forma mixta. También aquí, ciertamente, se extrae y sedistribuye el plusvalor bajo el control estatal, aunque sigue fluyendotodavía en grandes cantidades, bajo el antiguo nombre deganancia, hacia los magnates de la industria y los terratenientes. Lainfluencia de éstos perturba y desvía la organización. En elestatismo integral, la socialización está dada por decreto. Loscapitalistas privados son eliminados. Los cupones sólo se recortanya de los papeles del estado. Como consecuencia del pasadorevolucionario del régimen, la pequeña guerra de las instancias ylos departamentos no es tan complicada como en el fascismo,donde las diferencias de origen y conexión social dentro de losequipos burocráticos es causa de tantos conflictos. El estatismointegral no significa un retroceso sino un incremento de las fuerzas;puede vivir sin el odio racista. Pero los productores, a quienespertenece el capital jurídicamente, "siguen siendo asalariados,proletarios", por mucho que se haga por ellos. El régimen de laempresa se ha extendido por toda la sociedad. De no ser por lapobreza en medios técnicos de trabajo y por el contorno bélico, quevienen en ayuda de la burocracia, el estatismo aquí carecería ya de

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actualidad. Si se dejan de lado las complicaciones bélicas, elabsolutismo de las instancias en el estatismo integral, en apoyo delas cuales la policía invade hasta las últimas células de la vida, seenfrenta directamente a la organización libre de la sociedad. Parademocratizar la administración no se requieren medidas económicaso jurídicas adicionales sino la voluntad de los gobernados. El círculovicioso de pobreza, dominio, guerra y pobreza los tendrá atrapadoshasta que ellos mismos lleguen a romperlo. En otras partes deEuropa donde también existen tendencias en el sentido delestatismo integral se abre la oportunidad de que ellas no se veanatrapadas en la dominación burocrática. No es posible predecircuándo vaya a lograrse esto, ni tampoco, si llega más tarde arealizarse en la práctica, que lo logrado lo será de una vez y parasiempre. En la historia, sólo lo malo es irrevocable: las posibilidadesque no se realizaron, la felicidad que se dejó escapar, el asesinatocon o sin procedimiento judicial, aquello que el poder infiere a loshombres. Lo demás se halla siempre en peligro.

El Estado autoritario es represivo en todas sus variantes

El derroche desmesurado no se efectúa ya por medio demecanismos económicos a la manera clásica; se origina, encambio, en las desvergonzadas necesidades del aparato de podery en la destrucción de cualquier iniciativa que venga de losdominados: la obediencia es improductiva. A pesar de la llamadaausencia de crisis, no existe armonía alguna. Aunque el plusvalorhaya dejado de ser contabilizado como ganancia, de lo que se trataes de su apropiación. Se suprime la circulación, la explotación semodifica. La frase acuñada para la economía de mercado, de quela anarquía en la sociedad corresponde al rígido orden en lafábrica, significa hoy que el estado de naturaleza internacional, esdecir, la lucha por el mercado mundial, y el disciplinamiento fascistade los pueblos se condicionan mutuamente. Aun cuando ahora lasminorías dominantes estén unidas en la conjura contra sus pueblos,siempre están prontas a arrebatarse entre sí alguna pieza de suscotos de caza. Las conferencias sobre la economía y el desarmeaplazan los conflictos sólo por un momento; el principio del dominiose revela en el exterior como el de una movilización permanente. Elestado de cosas continúa siendo absurdo. Sólo que, en lo sucesivo,

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el refrenamiento de las fuerzas productivas se entiende como unacondición del dominio y es ejercido de manera conciente. Quedeban existir diferencias económicas entre los diversos estratos delos dominados –sea entre los trabajadores comunes y losespecializados o entre los sexos o entre las razas– y que debapracticarse sistemáticamente la separación de los individuos entresí, pese a todos los medios de transporte, al periódico, a la radio, alcine, son principios que forman parte del catecismo propio del artede gobernar autoritariamente.

Los dominados deben poder escuchar a todos los jerarcas, desdeel caudillo hasta el jefe de manzana, pero no deben escucharse losunos a los otros; deben estar orientados acerca de todo, desde lapolítica de paz nacional hasta la lámpara de oscurecimiento, perono deben orientarse a sí mismos; deben echar mano de todo, perono del poder. La humanidad está siendo al mismo tiempo cultivaday mutilada en todos los sentidos. Por más grande y poderoso quesea un país, unos Estados Unidos de Europa, por ejemplo, lamaquinaria de represión contra el enemigo interno debe encontrarun pretexto en la amenaza del enemigo exterior. Si el hambre y elpeligro de guerra eran consecuencias necesarias, incontroladas,involuntarias, de la economía libre, ahora, en el estado autoritario,tienden a ser medidas que se ponen en práctica constructivamente.

Por más inesperados que sean el tiempo y el lugar en que arribe elfin de la última fase, es poco probable que sea un partido de masasresucitado el que lo provoque; éste no haría más que relevar al quees ahora dominante. Es posible que la actividad de grupos eindividuos políticos sea la que contribuya decisivamente a lapreparación de la libertad; a los partidos de masa opositores elestado autoritario no necesita temerlos más que en calidad decontrincantes que le hacen competencia. Ellos no cuestionan elprincipio. En realidad, el enemigo interno está en todas partes y enninguna. Sólo al principio la mayoría de las víctimas del aparatopolicial viene del partido de masas sojuzgado. Más tarde, la sangrederramada fluye de todo el conjunto del pueblo. La selección queva a dar en los campos de concentración se vuelve cada vez másfortuita. Sea que la masa de prisioneros crezca o disminuya, seaincluso que por un tiempo puedan quedar vacíos los lugaresdejados por los asesinados, en verdad cualquiera podría ir a parar

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en el campo de concentración. El acto que conduce a él lo cometentodos y cada uno, todos los días, en su pensamiento. En elfascismo, aunque todos marchan en perfecto orden, todos sueñancon asesinar al caudillo. Si se someten es porque piensanfríamente: después del caudillo vendrá su sustituto. Si alguna vezlos hombres dejan de marchar, entonces podrán realizar sussueños. El tan mencionado cansancio político de las masas, tras elque se esconden no pocas veces los dignatarios del partido, es enrealidad sólo un escepticismo contra la dirección. Los obreros hanaprendido que de aquellos que una y otra vez los movilizaron paraenviarlos en seguida de retorno a casa, también después del triunfosólo podrá venir exactamente lo mismo. En la revolución francesa,las masas necesitaron cinco años para que les llegara a ser igualelegir entre Barras o Robespierre. De la apatía que esconde larepugnancia hacia toda la fachada política no se puede sacarninguna conclusión para el futuro.

La apatía de las masas desaparecerá con la experiencia de que suvoluntad política transforma realmente su propia existenciamediante la transformación de la sociedad. La apatía pertenece alcapitalismo, a todas sus fases. La sociología generalizadora tiene eldefecto de que es practicada a menudo por personas finas, a lasque les gusta diferenciar demasiado concienzudamente. Losmillones de abajo experimentan desde su infancia que las fases delcapitalismo pertenecen al mismo sistema. Hambre, controlpoliciaco, servicio militar existen tanto en lo liberal como en loautoritario. En el fascismo, las masas se interesan sobre todo enque no triunfe el extranjero porque la nación dependiente tiene quesoportar una mayor explotación. La esperanza se la ofrece apenasel estatismo integral, porque éste se encuentra en la frontera hacialo mejor, y la esperanza contradice la apatía. En el concepto de ladictadura revolucionaria como transición no se contaba en modoalguno con una renovación del monopolio de los medios deproducción por parte de alguna élite. Contra tal peligro sonsuficientes la energía y la vigilancia de los hombres. Latransformación radical que pone fin al dominio llega tan lejos comoalcanza la voluntad de los liberados. Toda resignación es ya unarecaída en la prehistoria. Si, tras la disolución de las antiguasposiciones de poder, la sociedad no administra sus asuntos sobre

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la base del libre consenso la explotación continuará. No puedeexcluirse en teoría la aparición de reacciones que destruyan una yotra vez el germen de libertad, y menos aún mientras exista unmundo circundante hostil. No es posible concebir sistemas queimpidan automáticamente los retrocesos. Las modalidades de lanueva sociedad aparecen sólo en el curso de la transformación. Elsistema de los consejos, la concepción teórica que, según susdefensores, debe señalar el camino a la nueva sociedad, procedede la práctica. Se remonta a los años 1871, 1905 y a otrosacontecimientos. La revolución tiene una tradición y la teoría estáremitida a continuarla.

Si la futura convivencia tiene probabilidades de durar no es porquevaya a basarse en una constitución refinada sino porque el podertermina de gastarse en el capitalismo de Estado. Gracias a supáctica, la dirección eficiente del aparato productivo, el intercambioentre la ciudad y el campo, el aprovisionamiento de la grandesurbes ya no presentan dificultades. La dirección de la economía,que antes resultaba de la ilusoria iniciativa de empresariosprivados, se disuelve finalmente en sencillas funciones que puedenaprenderse de la misma manera que se aprende la construcción yel manejo de las máquinas. A la disolución del genio empresarialsigue el de la sabiduría de los líderes. Sus funciones pueden sercumplidas por elementos dotados de una preparación promedio.Las cuestiones económicas se convierten cada vez más encuestiones técnicas.

La posición de privilegio de los funcionarios de la administración,ingenieros, lo mismo técnicos que de planificación económica,pierde su base racional en el futuro; su único argumento sería el delpuro poder. El verdadero fundamento de la identidad entre Estadoautoritario y terrorismo está en el hecho de que la base racional deldominio se encuentra ya en proceso de desaparecer cuando eseestado se hace cargo de la sociedad; hecho en que se basatambién la teoría de Engels de que con el estado autoritario toca asu fin la prehistoria. Antes de que se extinguiera en los paísesfascistas, la constitución fue un instrumento del dominio. Por mediode ella, desde la revolución inglesa y la francesa, la burguesíaeuropea había puesto un límite al gobierno y había asegurado supropiedad.

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El que negara que los derechos del individuo deban reservarse aun grupo y que postulara una universalidad formal, la convierte hoyen el anhelo de las minorías. En una nueva sociedad, ella noaspirará a tener más importancia que la que tienen los itinerarios detrenes y los reglamentos de circulación en la sociedad actual.

“Con qué frecuencia –se lamenta Dante acerca de lainconstancia de la constitución en Florencia– se han proscritoleyes, monedas, cargos, costumbres, y tu ciudadanía hareconocido nuevos miembros.”14

Lo que para el decadente dominio de los patricios resultabapeligroso sería lo propio de la sociedad sin clases. Las formas de laasociación libre no se fusionan en un sistema.

Así como no puede por sí mismo proyectar el futuro, elpensamiento tampoco puede determinar el momento preciso.Según Hegel, las etapas del espíritu del mundo se suceden unas aotras con una necesidad lógica; no es posible saltar ninguna deellas. En esto, Marx le fue fiel. La historia aparece como undesarrollo sin solución de continuidad. Lo nuevo no puede empezarantes de que haya llegado su tiempo. Pero –cosa curiosa– elfatalismo de ambos pensadores se refiere únicamente al pasado.Su error metafísico: pensar que la historia obedece a una leyinmutable, es compensado por su error histórico: pensar que es ensu época cuando esta ley se cumple y se agota. El presente y elporvenir no se encuentran bajo esa misma ley, y lo que empieza noes una época social más. El progreso existe, pero en la prehistoria,y domina todas las épocas hasta ahora. Es de las empresashistóricas del pasado de las que cabe decir que su tiempo noestaba maduro para ellas. Hoy, quien habla de una madurezinsuficiente no hace otra cosa que disfrazar con explicaciones elacuerdo con lo malo. Para el revolucionario, el mundo ha estado yasiempre maduro. Lo que a la mirada retrospectiva le parece unaetapa previa, una situación inmadura, fue para él, en su momento,la última oportunidad que había para la transformación. Él está conlos desesperados que se dirigen al patíbulo a cumplir una condena,no con aquellos que tienen tiempo.

14 Dante, La divina comedia, El Purgatorio, versos 145-148.

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En el momento preciso, la invocación de un esquema de etapassociales capaz de demostrar post festum la impotencia de una épocapretérita resulta tergiversadora en la teoría y vil en la política. Laépoca en que aparece una teoría pertenece al sentido de la misma.La teoría acerca del crecimiento de las fuerzas productivas, de lasucesión de los modos de producción y de la misión delproletariado no entrega un cuadro histórico para ser contemplado nitampoco una fórmula científica para calcular de antemano loshechos venideros. Ella formula la conciencia adecuada en una fasedeterminada de la lucha, y se la puede reconocer como talnuevamente en conflictos posteriores. La verdad experimentadacomo apropiación se convierte en su contrario; sobre ella incide elrelativismo, cuyo rasgo crítico procede del mismo ideal deseguridad que la filosofía absoluta. La teoría crítica es de otro li-naje. Se vuelve contra el saber que sirve de apoyo indubitable.Confronta la historia con la posibilidad que se hace visible en ellasiempre de un modo concreto. La madurez es el tema probandum yprobatum. Aun cuando el posterior curso de la historia dio la razóna la Gironda en contra de La Montaña, a Lutero contra Münzer, latraición a la humanidad no estuvo en las empresas de losrevolucionarios, inadecuadas para la época, sino en la sabiduría delos realistas, adecuada a su época.

Tal vez realmente el perfeccionamiento de los métodos deproducción no haya perfeccionado sólo las probabilidades de laopresión sino también las de su abolición. Pero la conclusión quehoy puede extraerse del materialismo histórico, como antes deRousseau o de la Biblia, a saber, la idea de que el horrorencontrará un término “ahora, o si no sólo dentro de cien años”, hasido actual en todo momento.

Los levantamientos burgueses dependían, en efecto, de lamadurez. Su éxito, desde el de los Reformadores hasta el de larevolución legal del fascismo, estuvo vinculado a los logros técnicosy económicos que caracterizan el progreso del capitalismo. Sonlevantamientos que vienen a abreviar un desarrollo predeterminado.La idea de la revolución como partera de la historia correspondeexactamente a la historia de la burguesía. Sus formas materiales deexistencia estaban ya desarrolladas antes de la conquista del poderpolítico. La teoría sobre cómo adelantar el momento preciso domina

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la politique scientifique desde los tiempos de la Revolución Francesa.Comte, con el imprimatur de Saint-Simon, formula como principiopolítico la siguiente idea:

“Es muy diferente si se sigue simplemente el curso de lahistoria, sin darse cuenta de ello, o si se lo sigue con elpensamiento puesto en las causas. Los cambios históricostienen lugar no sólo en el segundo caso sino también en elprimero, pero entonces se hacen esperar por más tiempo yúnicamente acontecen después de que, conforme a suíndole e importancia, han sacudido a la sociedad de manerafunesta.”15

El conocimiento de las leyes históricas que rigen el desarrollo delas formas sociales debe, según los saintsimonistas, mitigar larevolución; según los marxistas debe reforzarla. Unos y otros leatribuyen la función de abreviar un proceso que se desarrollaautomáticamente, de un modo natural.

“La transformación revolucionaria –dice Bebel–, que cambiaradicalmente todas las relaciones vitales de las personas yque en especial modifica también la posición de la mujer,está realizándose ya ante nuestros ojos. Sólo es cuestión detiempo el que la sociedad tome en sus manos a la mayorescala posible esta transformación, acelere y generalice elproceso de transformación y permita con ello a todos sinexcepción participar de sus numerosas y multifacéticasventajas.”16

De esta manera, la revolución se reducía a una transición másrápida hacia el capitalismo de estado que ya entonces seanunciaba. A pesar de la adopción de la lógica hegeliana, que habladel cambio como de un salto o una revolución, la transformaciónaparecía esencialmente como un incremento de escalascuantitativo: los gérmenes de la planificación debían reforzarse, ladistribución configurarse de una manera más racional. La teoríaacerca de la partera de la historia rebaja la revolución a un meroprogreso.

15 Auguste Comte, Systéme de politique positive, publicado como fascículo 3 en Saint-Simon, Catéchisme des industriels, Oeuvres de Saint-Simon, t. 9, París, 1873, p. 115.16 August Bebel, Die Frau und der Sozialismus, Stuttgart, 1919, p. 474.

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Dialéctica y desarrollo no son idénticos

Dos factores contrapuestos, el tránsito hacia el control estatal y laliberación de este control, se incluyen como una misma cosa eneste concepto de la transformación social. El desarrollo hace quellegue lo que llegará aun sin la espontaneidad: la socialización delos medios de producción, la dirección planificada de la producción,el dominio de la naturaleza hasta extremos inconcebibles. Y haceque llegue lo que nunca llega si no se realiza mediante laresistencia activa y el esfuerzo continuamente renovado de lalibertad: el final de la explotación. Pero semejante final ya no es unaaceleración del progreso sino el salto que se sale del progreso. Loracional nunca es completamente predecible. Se encuentrainstalado por doquier en la dialéctica histórica; es la ruptura con lasociedad de clases. Los argumentos teóricos que sustentan laafirmación de que el capitalismo de estado constituye la últimaetapa de esa sociedad de clases se refieren al hecho de que lascircunstancias materiales actuales hacen posible el salto, y loexigen. La teoría de la que provienen indica a la voluntad concientecuáles son las posibilidades objetivas de tal salto. Si bien estateoría presenta las fases de la economía burguesa –florecimiento ydecadencia– como una ley de desarrollo inmanente, al hablar deltrásito a la libertad rompe con el movimiento automático. Hoy esposible determinar lo que los líderes de las masas seguiránhaciendo con ellas si unos y otras siguen sin ser suprimidos. Esalgo que pertenece a la ley del desarrollo inmanente. Lo que no sepuede determinar es lo que una sociedad libre hará o dejará dehacer. El automovimiento del concepto de mercancía conduce alconcepto de capitalismo de estado como en Hegel la “certezasensible” conduce al Saber absoluto. Pero si bien en Hegel lasgradaciones del concepto deben corresponder sin mayorescomplicaciones a la naturaleza física y social –porque concepto yrealidad, tanto en su fundamento como al final, no sólo no sediferencian sino que son lo mismo–, el pensamiento materialista nodebe tener por segura esta identidad. El aparecimiento de estadosde cosas que confirman lo planteado por el Concepto lleva alidealista a sentirse satisfecho; al materialista histórico, en cambio,le produce indignación. El hecho de que la sociedad humanarecorra realmente todas las fases que según el propio concepto de

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intercambio deben caracterizar el tránsito del intercambio libre yjusto a la falta de libertad y a la injusticia es algo que le decepcionacuando realmente se produce. La dialéctica idealista conserva losublime, lo bueno, lo eterno; el ideal estaría contenido en todasituación histórica aunque no explícitamente. La identidad entreideal y realidad es considerada como condición previa y como metade la historia. La dialéctica materialista apunta hacia lo bajo, lomalo, lo adecuado a la época; el ideal está refutado en todasituación histórica pero no explícitamente. La identidad de ideal yrealidad es la explotación universal. Por esta razón la ciencia deMarx consiste en la crítica de la economía burguesa y no en elbosquejo de la economía socialista: esto último lo dejó para Bebel.Marx, por su parte, explica la realidad a partir de la ideología quehay en ella: en el desarrollo de la ciencia económica oficialdescubre el misterio de la realidad económica. Al discutir a Smith yRicardo, a quien pone en el banquillo de los acusados es a lasociedad.

La deducción de las fases capitalistas desde la producciónmercantil simple hasta el monopolio y el capitalismo de estado noes ciertamente ningún experimento mental. El principio delintercambio no ha sido solamente ideado sino que ha dominado larealidad. Las contradicciones que la crítica descubre en él se hanhecho drásticamente perceptibles en la historia. En el intercambiode la mercancía fuerza de trabajo, el obrero es indemnizado yengañado al mismo tiempo. La igualdad de los propietarios demercancías es una apariencia ideológica que se desvanece en elsistema industrial y que, en el Estado autoritario, cede el lugar a ladominación abierta. El desarrollo de la sociedad burguesa se dadentro de los límites de su modo de producción, el que a su vez secaracteriza por dicho principio económico del intercambio. Noobstante, a pesar de la validez real de éste, jamás la coincidenciaentre su exposición crítica y su desarrollo histórico llegó a ser tancompleta como para no haber podido ser quebrantada. Es ladiferencia entre concepto y realidad, y no únicamente el concepto,lo que sienta la base de la posibilidad de la práctica revolucionaria.Entre las modificaciones del modo de producción y el curso de laideología existe en la sociedad de clases una necesaria coherenciaque puede deducirse conceptualmente. Pero la ineluctabilidad del

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pasado no maniata la voluntad de libertad; ni la que se pone demanifiesto en él ni la del futuro. Para toda conclusión sacada de lacreencia en que la historia seguirá una línea ascendente –indepen-dientemente de que se la imagine recta, en zigzag o en espiral–existe un contra –argumento cuya validez no es menor. En loesencial, la teoría explica la marcha de la fatalidad. A través de loconsecuente del desarrollo que ella puede captar, a través de todala lógica de la sucesión de las distintas épocas sociales, a través detodo el perfeccionamiento de las fuerzas materiales de producción,de los métodos y de las habilidades, el hecho es que losantagonismos del capitalismo han crecido. Y son ellos, a fin decuentas, los que terminan por definir a los hombres. Éstos no sóloson hoy más capaces de libertad sino también más incapaces deella. No sólo la libertad es posible; también futuras formas deopresión son posibles. Se las puede calcular, en teoría, como unretroceso o como un aparato nuevo e ingenioso. El poder está encapacidad de consolidarse de nuevo con el capitalismo de estado.Pero éste también es una forma perecedera que encierraantagonismos. La ley de su derrumbe puede advertirse en élfácilmente: se basa en la represión de la productividad debido a laexistencia de las burocracias. Aunque la expansión de las formasautoritarias tiene todavía mucho ante sí, y no sería la primera vezque a un periodo de mayor independencia de los dependientessucediese un largo periodo de opresión intensificada. Cuando lostrabajadores libres se volvieron más exigentes y caros, losindustriales atenienses y los terratenientes romanos introdujeron laesclavitud a gran escala. Al final de la Edad Media, a loscampesinos se les volvió a quitar la libertad que habían conseguidoa causa de su retroceso numérico hasta el siglo XIV. La indignaciónque suscita la idea de que también la limitada libertad del siglo XIXpueda a la larga ser sustituida por el capitalismo de Estado, por la“socialización de la pobreza”, debe atribuirse al reconocimiento deque a la riqueza social ya no se le puede poner límites. Pero lascondiciones de la riqueza social dan lugar a la oportunidad no sólode la demolición sino también de la supervivencia de la esclavitudmoderna. El espíritu objetivo es siempre el producto de laadaptación del poder a sus condiciones de existencia. A pesar de laabierta oposición entre la Iglesia y el Estado en la Edad Media oentre los cárteles de alcance mundial en el presente, nunca llegan a

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eliminarse mutuamente, pero tampoco a fusionarse por completo.Tanto lo uno como lo otro traería el fin del dominio; éste debemantener el antagonismo dentro de sí mismo para poder subsistiren el antagonismo con los dominados. El cártel universal esimposible pues conduciría inmediatamente a la libertad. El escasonumero de grandes monopolios que mantienen la competenciaentre sí, pese a utilizar los mismos métodos de fabricación y ofrecerlos mismos productos, propone el modelo de futuras constelacionesde política internacional. Dos bloques estatales amistoso –hostilesde composición cambiante podrían dominar el mundo entero y,junto al Fascio, ofrecer a sus seguidores un bienestar mayor –acosta de las masas coloniales y semicoloniales – encontrando,gracias a su amenaza recíproca, siempre nuevas razones paracontinuar el armamentismo. La ampliación de la producción, quefue primero acelerada y después suspendida por las relaciones depropiedad burguesas, no corresponde aún en modo alguno a lasnecesidades humanas. Actualmente es dirigida en favor deldominio. Los árboles no deben crecer hacia el cielo. Mientras en elmundo subsista la escasez de lo necesario e incluso de artículos delujo, los dominantes aprovecharán la ocasión para aislar unos deotros a personas y grupos, a capas nacionales y sociales, y parareproducir su propia función dirigente. La burocracia vuelve aadueñarse del mecanismo económico que se le había escapado delas manos durante el dominio del principio burgués puro de laganancia.

La concepción de la economía como ciencia especializada que, adiferencia de su crítica, está desapareciendo junto con el mercado,no contiene contra la capacidad de existencia del capitalismo deestado más objeciones que las que Mises y los suyos levantaroncontra el socialismo. Son objeciones que actualmente viven apenasgracias a la lucha contra las reformas sociales en los paísesdemocráticos y que han perdido completamente su importancia. Elnúcleo de las objeciones liberales consistía en reparos de índoleeconómico-técnica. De no existir un funcionamiento más o menoscarente de obstáculos de los viejos mecanismos de oferta ydemanda, es imposible, se decía, distinguir los procesosindustriales productivos de los improductivos.

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La perspicacia limitada que se obstina contra la historia con talesargumentos dependía a tal punto de lo establecido que ni cuenta sedio de que éste había triunfado con el fascismo. El capitalismo tieneun plazo que cumplir, incluso después de que ha pasado su faseliberal. Y la fase fascista, por su parte, está dominada también porlas mismas tendencias económicas que ya han destruido elmercado. No es la imposibilidad de exigir cuentas sino la crisisinternacional, perpetuada por el estado autoritario, la que no dejaninguna posibilidad de elección a la humanidad deteriorada bajo lasformas de este estado. Por más terrible que sea una amenaza deperpetuación del sistema de estado autoritario, no es más real quela armonía perpetua de la economía de mercado. Si el intercambiode equivalentes era todavía un velo para la desigualdad, laplanificación fascista es ya el robo declarado.

La posibilidad no es menor hoy que la desesperación. El capitalismode estado, como la fase última o más reciente, contiene en sí másfuerzas para organizar los territorios del mundo económicamenterezagados que la fase precedente. Los representantes oficiales deésta exhiben lo disminuido de su fuerza e iniciativa; estáncondicionados por el miedo a perder su provechosa posición social.Hicieron todo lo posible por no perder a la larga la ayuda delfascismo que venía. En él se les presenta la figura regenerada deldominio; presienten en él la fuerza que en ellas se está agotando.La riqueza acumulada desde siglos y su correspondienteexperiencia diplomática se emplea para que los legítimos amos deEuropa controlen ellos mismos su unión y mantengan una vez másfuera de sus territorios al estatismo integral. La era del Estadoautoritario puede verse interrumpida tanto por tales retrocesoscomo por determinadas tentativas de crear una verdadera libertad.Estas tentativas, que por su índole no toleran ninguna burocracia,sólo pueden venir de sujetos aislados. Y aislados están todos. Elanhelo descontento de las masas atomizadas y la voluntadconsciente de los ilegales apuntan en la misma dirección.

También en revoluciones anteriores la resistencia colectiva llegóexactamente tan lejos como su firmeza; lo demás fue fidelidad alcaudillo. Hay una línea que va desde los adversarios izquierdistasdel estatismo de Robespierre hasta la Conspiración de los igualesbajo el Directorio.

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Mientras el partido es todavía un grupo y no se ha vuelto ajeno asus fines antiautoritarios; mientras la solidaridad no ha sidosustituida aún por la obediencia; mientras la dictadura delproletariado no se confunde aún con el dominio del estratega másastuto del partido, su línea general es determinada precisamentepor aquellas disidencias de las que, una vez convertido en camarilladominante, sabrá desembarazarse con presteza. Mientras lavanguardia es capaz de actuar sin depuraciones periódicas vivecon ella la esperanza de la sociedad sin clases. Las dos fases enlas que, conforme al sentido de la tradición, debe realizarse talsociedad sin clases, tienen poco que ver con la ideología que hoysirve a la eternización del estatismo integral. Al dominio, que estabadestinado a extinguirse en la primera fase, le está permitidovolverse aun más rígido debido a que la cantidad ilimitada demedios de consumo y de lujo parece ser todavía un sueño. Con laseguridad que confieren las malas cosechas y la escasez deviviendas, se anuncia que el gobierno de la policía secretadesaparecerá cuando se haya hecho realidad el País de Jauja.Frente a esto, Engels es un utópico ya que pone a la socialización yal final del dominio como una misma cosa:

“El primer acto en que el estado entra en escena realmentecomo representante de toda la sociedad –la incautación delos medios de producción en nombre de la sociedad– es almismo tiempo su último acto autónomo como estado. Laintervención de un poder estatal en el ordenamiento socialllega a ser superflua en un ámbito tras otro, y se duermeluego por sí sola.”17

No tenía en mente la idea de que el aumento ilimitado de laproducción material debe ser la condición previa de una sociedadhumana y que la democracia sin clases sólo se alcanzará cuandotoda la Tierra esté repleta de radios y tractores. Es cierto que lapráctica no ha refutado a la teoría, pero sí la ha interpretado. Losenemigos de la autoridad estatal se han dormido, pero no por sísolos. Originalmente, con cada porción de planificación realizada,una porción de represión debía resultar superflua. En vez de ello, el

17Friedrich Engels, op. cit., p. 302.

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control de los planes ha cristalizado en una cantidad de represióncada vez mayor. Si el incremento de la producción va a realizar o aliquidar el socialismo, es algo que no puede decidirse en abstracto.

El horror ante la expectativa de una época autoritaria del mundo noimpide la resistencia. Después de la abolición de todo privilegio, elejercicio de las funciones administrativas por parte de una clase opartido puede sustituirse por formas de una democracia sin clasesque pueden impedir la elevación de posiciones administrativas aposiciones de poder. Si en otros tiempos la burguesía supomantener en regla a sus gobiernos haciendo uso de la propiedad,en una nueva sociedad sólo se podrá impedir que la administraciónse convierta en dominio gracias a la firme independencia de los nodelegados. Las masas de seguidores representan ya hoy para elestado autoritario un peligro no menor que el de los trabajadoreslibres para el liberalismo. Creer que se tiene el apoyo de losseguidores es ya la antesala del fracaso. Y esta creencia escompartida por no pocos marxistas. El socialismo no ha funcionadosin la sensación de contar con un gran partido, con un lídervenerado por todos, con la historia mundial o al menos con unateoría infalible. La entrega a las masas que avanzan, la inserciónanimosa en la colectividad, todo el sueño de los filisteos que tantodespreciaba Nietzsche resucita alegremente en las asociacionesjuveniles del estado autoritario. La revolución, que era unaprofesión como la ciencia, ha conducido aquí a la cárcel, allá aSiberia. Pero una carrera se vislumbra después de la victoria, si noen otra parte, al menos en las jerarquías del partido. No sólo hayprofesores eminentes sino también revolucionarios eminentes. Laempresa de la publicidad asimila la revolución al poner a susfiguras principales en la lista de los nombres ilustres, y el individuoaislado, que no ha sido llamado ni está protegido por ningún poder,no puede tampoco esperar ninguna gloria. Él mismo es un poder,sin embargo, porque todos están aislados. No tienen más arma quela palabra. Y ésta recobra con mayor fuerza su dignidad cuantomás la mercantifican los bárbaros de adentro y los “amigos de lacultura” de afuera. Dentro del estado totalitario, la amenaza queimplica una expresión carente de poder es mayor que la quesignificaba la más impresionante manifestación del partidosocialdemócrata bajo Guillermo II.

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El hecho de que los hombres alemanes de espíritu, no necesitenmucho tiempo para aprender a manejar la lengua extraña de lamisma manera que la propia, cuando ésta aparta de ellos a loslectores que pagan, proviene del hecho de que a ellos el idioma lessirvió siempre más para la lucha por la existencia que para laexpresión de la verdad. Pero al traicionar a la lengua e irse con ladistribución su seriedad se anuncia de nuevo. Es como si temiesenque la lengua alemana pudiera arrastrarles finalmente más lejos delo que creen que es conciliable con su existencia tolerada y con lasjustificadas pretensiones de sus mecenas. Los representantes de laIlustración tenían mucho menos que perder. Su oposición armonizabacon los intereses de la burguesía, que ya entonces poseía noescaso poder. Voltaire y los Enciclopedistas tenían sus protectores.Sólo más allá de esa armonía los ministros dejaban de colaborar.Jean Meslier tuvo que callar durante toda su vida, y el Marqués deSade pasó la suya en diversas cárceles. Pero si bien la palabrapuede convertirse en una chispa por ahora no ha incendiado nadatodavía. No tiene en absoluto el sentido de una propaganda yapenas sí el de una proclama. Pretende expresar lo que todossaben y se prohíben a sí mismos saber, no quiere impresionar consutiles descubrimientos de conexiones que sólo los poderososconocen. En cambio el político del partido de masas, ahoradesocupado, cuyo pathos retórico que hablaba del “brazo fuerte” seha extinguido, se dedica hoy a la estadística, a la economía políticay a las inside stories. Su discurso se ha vuelto sobrio y bieninformado. Mantiene un supuesto contacto con los trabajadores yse expresa en cifras de exportación y en materiales sucedáneos.Sabe siempre más que el fascismo y se embriaga masoquista-mente con los hechos que, sin embargo, le han abandonado.Cuando no se puede ya apelar a ningún poder enorme la que debeacudir en su lugar es la ciencia.

Quien se preocupe por una organización humana del mundo nopuede recurrir a ninguna instancia de apelación: ni al poderexistente ni al poder futuro. La pregunta acerca de lo que haría“uno” con el poder, si lo tuviera, una pregunta que tenía muchosentido para los burócratas del partido de masas, pierde significadoen la lucha contra ese poder. Presupone la continuación de aquelloque debe desaparecer: el poder de disponer sobre el trabajo ajeno.

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Si en realidad la sociedad del futuro no ha de funcionar ya pormedio de la coacción, sea indirecta o directa, sino que seautodeterminará por consenso, los resultados de éste no puedenanticiparse teóricamente. Los bosquejos para atender la economíamás allá de lo que existe ya en el capitalismo de estado pueden serde utilidad alguna vez. Sin embargo, la reflexión de hoy que ha deservir para la sociedad transformada no debe pasar por alto elhecho de que, en la democracia sin clases, lo que se haya pensadono puede imponerse de antemano por la fuerza ni por la rutina sinoque, por su misma esencia, debe reservarse para la formación delconsenso.

La conciencia de esto no impedirá que alguien que se comprometecon la posibilidad de un mundo transformado reflexione sobre lamanera más rápida en que los hombres pueden llegar a vivir sinpolítica de población ni justicia penal, sin empresas modelo niminorías oprimidas. Resulta problemático para un alemánneohumanista contar con que es posible que la destitución de lasburocracias autoritarias implique una fiesta popular de venganza.Pero si arrebatar el poder a los ahora dominantes es algo que seconsuma nuevamente mediante actos de terror, los sujetos aisladosinsistirán apasionadamente en que esa desposesión del poder noredunde en restaurarlo. Nada en la Tierra puede justificar laviolencia por más tiempo que el necesario para poner fin a laviolencia. Si los adversarios tienen razón cuando afirman quedespués de la caída del aparato de terror fascista se desatará elcaos, y no sólo por un momento sino indefinidamente, hasta que ensu lugar aparezca otro nuevo aparato de terror, entonces lahumanidad está perdida. Es un pretexto su afirmación de que sinuna burocracia autoritaria quedarían destruidas las máquinas, laciencia, los métodos técnicos y administrativos, toda la satisfacciónde necesidades a la que se ha llegado en el estado autoritario. Laprimera preocupación de los adversarios cuando piensan en lalibertad es la nueva justicia penal, no la abolición de la misma.

“Las masas –se lee en un panfleto con "material deinstrucción”– encerrarán en las cárceles a los opresores, enel lugar que ocuparon los presos políticos”.

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En todo caso, la oferta de especialistas en represión serámultitudinaria. Si ella se consolida o no nuevamente depende de losno especialistas. El papel de los especialistas puede ser másmodesto por cuanto el modo de producción no debe proseguir demanera muy diferente a la que se desarrolló ya en el estatismointegral. El capitalismo de estado parece a veces casi una parodiade la sociedad sin clases. Y no son pocos los indicios de que,incluso por razones técnicas, su modo de producción centralizadoresulta obsoleto. Cuando ciertas unidades pequeñas aumentan enimportancia frente a la instancia central en la producción y en laestrategia industriales modernas, de suerte que la cúpula centralistadebe alimentar cada vez mejor a los trabajadores de élite, estamosante la manifestación visible de una transformación económicageneral. La degradación de los individuos a meros centros dereacción capaces de responder a todo prepara al mismo tiempo suemancipación del comando central.

Ni siquiera las armas perfectas de que dispone la burocracia seríancapaces de impedir constantemente la transformación si notuviesen una fuerza que no es simplemente inmediata. El individuose ha constituido históricamente en el miedo. Y hay una exacerbacióndel miedo más allá del miedo a la muerte ante la cual ese individuose disuelve.

El perfeccionamiento de la centralización en la sociedad y en elestado impulsa al sujeto a su descentralización. La centralizacióncontinúa el proceso de parálisis en el que el hombre había caído yadesde la época de la gran industria debido a su crecienteprescindibilidad, a su separación del trabajo productivo, a laconstante preocupación por la ayuda de emergencia. La marcha delprogreso hace que a las víctimas les parezca que para su bienestarda prácticamente lo mismo la libertad que la falta de libertad. A lalibertad le sucede lo mismo que a la virtud, según Valéry. No se ladiscute sino que se la olvida y, en el mejor de los casos, se laembalsama como a la consigna de la democracia después de laúltima guerra. La gente está de acuerdo en que la palabra libertadya sólo debe emplearse como una mera frase; tomarla en seriosería utópico. La crítica de la utopía contribuyó una vez a que laidea de libertad fuera la de su realización.

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En la actualidad, la utopía es difamada porque, bien a bien, yanadie quiere su realización. Estrangulan la fantasía, a la que yaBebel no era muy afecto.18 Si el terror dentro del campo de acciónde la Gestapo provoca también al menos tendencias subversivas,fuera de las fronteras es capaz de inducir un funesto respeto por laperpetuidad de la coacción. En lugar del capitalismo de estadoantisemita, inflexible y agresivo, la gente llega a soñar a duraspenas en otro que administre al pueblo por la gracia de laspotencias mundiales tradicionales. “No hay un socialismo quepueda realizarse por medios que no sean autoritarios” es laconclusión a la que llega el economista Pirou.19

“En nuestra época, la autoridad es ejercida por el Estado enel marco de la nación. Con ello, aun cuando esté orientadointernacionalmente en su programa de acción, el socialismohoy sólo puede ser nacional”.

Y los interesados directamente en el asunto piensan de la mismamanera que este observador. Por muy sinceros que sean al pensaren la “democracia obrera”, las medidas dictatoriales destinadas aasegurarla, la “sustitución” del aparato actual por el futuro, la fe enla “calidad de líder” del partido, en suma, las categorías de larepresión probablemente necesaria cubren con tanta precisión elplano realista más cercano que la imagen que aparece en elhorizonte y hacia la que señalaban los políticos socialistas resultasospechosa de ser sólo un espejismo. Al igual que aquellos críticosliberales de los procedimientos penales a los que una revoluciónburguesa llama al Ministerio de Justicia se sienten de ordinariocansados al cabo de dos años porque sus fuerzas se les agotan enel forcejeo con el poder de los funcionarios provinciales, asítambién los políticos e intelectuales parecen quedar desalentadospor la tenacidad de lo existente. Del fascismo, y aún más delbolchevismo, habría debido aprenderse que lo que al conocedorimparcial le parece una locura es a veces precisamente lo queexiste, y que la política, según una frase hitleriana, no es el arte delo posible sino de lo imposible. Además, lo que acontece no es deninguna manera, como se quiso hacer creer, algo que no hubierasido de esperarse. Para que un día los hombres arreglen sus

18 Cfr. Bebel, op. cit., pp. 141 y 55.19 Gaétan Pirou, Neo-Liberalism, Neo-Corporatism, Neo-Socialism, París, 1939, p. 173.

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asuntos de manera solidaria deberán cambiar mucho menos de loque les ha cambiado el fascismo. Se mostrará entonces que losseres limitados y taimados que hoy llevan nombres humanos noeran sino figuras grotescas, malignas máscaras animadas detrásde las cuales se malograba una posibilidad mejor. Para llegar apercibir esta posibilidad, la imaginación debe poseer una fuerza queciertamente el fascismo le arrebató. La imaginación está absorbidapor el esfuerzo que cada individuo tiene que hacer para poderseguir colaborando.

Pero las condiciones materiales están cumplidas. Frente a lanecesidad que tienen la transición, la dictadura, el terrorismo, eltrabajo y el sacrificio, el advenimiento de lo otro dependeúnicamente de la voluntad de los hombres. Como todos puedenverlo, la que hace unos pocos decenios se anunciaba oficialmentecomo una barrera técnica y organizativa insuperable, ha sido rota.Por esto, las teorías económicas simplistas, que tenían piernasdemasiado cortas, han sido sustituidas por antropologías filosóficas.Si se ha hecho posible manufacturar medias con el aire, hayentonces que recurrir a lo eterno en el hombre, es decir, declararinvariantes las esencias psicológicas para presentar al dominiocomo eterno.

El hecho de que ni siquiera los enemigos del estado autoritariosean capaces de concebir la libertad destruye toda comunicación.Extraña es la lengua en la que uno no reconoce su propio impulso oque no lo inflama. Por ello hoy la literatura “no conformista” de laburguesía no llega ni siquiera a molestarla; a ella, que ha sabidollevar a Tolstoi al cine sonoro y a Maupassant al drugstore. No sólose han vuelto ideológicas las categorías concebidas pararepresentarse el futuro sino también aquellas criadas para darcuenta del presente. Ya ahora la realización es tan directamentedecible que no se puede hablar. Es explicable que una idea queresulta difícil de utilizar y de etiquetar suscite un mayor recelo enlas instancias encargadas de la ciencia y la literatura que incluso laadhesión a una doctrina marxista. Las tomas de posición a las quetal idea podía ser inducida bajo el prefascismo mediante palabraspersuasivas, para luego deshacerse de ella de una vez y parasiempre –“¡habla, si es lo que quieres!”–, serían hoy inútiles inclusopara los dominados.

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La teoría no cuenta con un programa para la próxima campañaelectoral, y ni siquiera para la reconstrucción de Europa, de la queya se ocuparán los especialistas. No es capaz de ponerse alservicio de la disposición a la obediencia que ya hoy se apoderatambién del pensamiento. A pesar de todo el empeño con queintenta seguir la marcha del conjunto social hasta en las más sutilesdiferencias, no puede prescribir a los individuos la forma de suresistencia frente a la injusticia. El pensar mismo es ya una señalde resistencia, el esfuerzo para no dejarse engañar una vez más. Elpensar no se opone sin más a toda orden y toda obediencia sinoque las pone siempre y en cada caso en referencia a la realizaciónde la libertad. Lo que está en peligro es esta referencia. Losconceptos sociológicos y psicológicos son demasiado superficialespara expresar lo que en los últimos decenios: les ha sucedido a losrevolucionarios: la intención dirigida hacia la libertad ha quedadodañada, y sin ella no puede concebirse ni el conocimiento ni lasolidaridad, tampoco una verdadera relación entre el grupo y eldirigente.

Si un retorno al liberalismo es imposible, la forma de actividad másadecuada parece ser entonces la que fomente el capitalismo deEstado. Cooperar con él, extenderlo y llevarlo en todas partes hastasus formas más avanzadas ofrecería la ventaja de estar con elprogreso y tener todas las garantías de éxito que puedan desearsepara la politique scientifique. Puesto que el proletariado ya no tienenada que esperar de las viejas potencias no le quedaría otroremedio que aliarse con las nuevas. El hecho de que la economíaplanificada, puesta en práctica por los Caudillos y los Padres de lasnaciones, esté menos lejos de la economía socialista que elliberalismo debería ser la base de la alianza entre los dirigentes ylos proletarios. Es sentimental, se dice, colocarse siempre, porsimpatía con los derrotados, en una actitud negativa con respectoal capitalismo de estado. Después de todo, los judíos habrían sidocasi siempre capitalistas; por otro lado, las naciones pequeñas notendrían ya razón de existir. El capitalismo de estado sería hoy lorealmente posible. Mientras el proletariado no haga su propiarevolución, ni él ni sus teóricos tendrían otra opción más que la deseguir al Espíritu del mundo por el camino que ha tenido a bienelegir.

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Tales voces, que no son pocas, no son las menos inteligentes, nisiquiera las menos honradas. Y es verdad que, con una recaída enla antigua economía privada, comenzaría de nuevo todo el terrorbajo una denominación diferente. Pero el esquema histórico detales razonamientos sólo reconoce la dimensión en la queintervienen el progreso y el retroceso; es un esquema queprescinde de la intervención de los hombres. Sólo los estima comolo que son dentro del capitalismo: como magnitudes sociales, comocosas. Mientras la historia del mundo siga su curso lógico, dejaráde cumplir su destino humano.

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APÉNDICE

Carta a modo de Prólogo al libro de Martin Jay: La imaginación dialéctica. Una historia de la Escuela

de Frankfurt

Max Horkheimer:

Diciembre de 1971

Se me ha pedido que escriba un prólogo para su libro sobre lahistoria del Instituto de Investigación Social de Francfort. La lecturade su interesante obra no me permite rechazar esta solicitud; noobstante, el estado de mi salud me limita a la forma de una brevecarta, que debiera ahora servir como prólogo. En primer lugar, debodarle las gracias por el cuidado que demuestra en todos loscapítulos de su obra. Se conservarán muchas cosas que sin sudescripción hubieran sido olvidadas.

La obra a que se consagró el Instituto antes de su emigración deAlemania –uno piensa en el libro de Friedrick Pollock Experimentosde planificación económica en la Unión Soviética, 1917-1927, o laobra colectiva publicada a continuación, Autoridad y familia–significó algo nuevo en comparación con el sistema educacionaloficial de entonces. Significó poder desarrollar una investigaciónpara la cual la universidad todavía no ofrecía oportunidades. Laempresa tuvo éxito sólo porque, gracias al apoyo de Hermann Weily a la intervención de su hijo, Félix, un grupo de hombres,interesados en teoría social y formados en escuelas difeientes, seagruparon en torno a la convicción de que la formulación de lonegativo en la época de transición era más importante que lascarreras académicas. Lo que los unió fue la aproximación crítica ala sociedad existente.

Hacia el final de la década del veinte, y ciertamente al comenzar ladécada del treinta, estábamos convencidos de la probabilidad deuna victoria nacionalsocialista, como también del hecho de quepodría combatírsela sólo mediante acciones revolucionarias. Nocreíamos en aquel tiempo qué fuera a producirse una guerramundial. Pensamos que habría un levantamiento en nuestro propio

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Max Horkheimer

país, y ésta fue la causa de que el marxismo cobrara unasignificación decisiva para nuestro pensamiento. Después de nuestraemigración a Estados Unidos, vía Ginebra, la interpretación marxistade los acontecimientos sociales continuó siendo seguramentedominante, lo cual empero no significó de ningún modo que unmaterialismo dogmático se hubiera convertido en el aspectofundamental de nuestra posición. La reflexión sobre los sistemaspolíticos nos enseñó más bien que era necesario, como haexpresado Adorno,

“no pensar en las apelaciones a lo Absoluto comoverdaderas y no obstante no deducir nada de la apelación alconcepto enfático de la verdad”.

La apelación a un mundo completamente otro (einganz Anderes),distinto a éste, tenía primariamente un ímpetu filosófico social.Finalmente condujo a una evaluación más positiva de ciertastendencias metafísicas, porque el “todo (empírico) es lo noverdadero” (Adorno). La esperanza de que el horror terrenal noposea la última palabra es seguramente un deseo no científico.

Aquellos que estuvieron alguna vez asociados con el Instituto, yque vivan todavía, ciertamente se sentirán agradecidos hacia ustedal descubrir en su libro una historia de sus propias ideas. Me sientoobligado también en nombre de los muertos, como Fred Pollock,Theodor W. Adorno, Walter Benjamin, Franz Neumann y OttoKirchheimer, a expresarle, querido Mr. Jay, reconocimiento ygratitud por su obra.

Cordialmente,

Max Horkheimer

Montagnola, Suiza

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