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Después de la muerte violenta del fundador y de algunos de sus seguidores en Tréveris (385), el movimiento los elevó a la condición de mártires y fue entonces cuando la segun- da y tercera generación de priscilianistas extremaron sus prácticas ascéticas, adoptaron las correspondientes justificaciones teoricoteológicas y se atribuyeron prerrogativas doctrina- les que en el siglo V eran privativas de los clérigos, lo que llevó a que el priscilianismo fuera calificado de herejía por vez primera, en el año 412, en una carta de san Jerónimo, y pro- gresivamente se le fueran atribuyendo rasgos de maniqueísmo. Pero tras el análisis de los primeros tratados priscilianistas, el autor concluye que fue un movimiento reformista pro- fundamente religioso y ascético, de inspiración paulina en su concepción del modelo de hombre e inmune a las desviaciones de los siglos V y VI —aunque sus aproximaciones a los Apócrifos pusieran a sus miembros permanentemente bajo sospecha—, que quiso man- tenerse fiel a la ortodoxia y que aceptó una comunidad eclesial jerarquizada empezando por su fundador, que fue obispo de la nueva diócesis de Ávila Era lógico que terminara refugiándose en una provincia con una red urbana poco densa como era Gallaecia, lo que favorecía el desarrollo de comunidades rurales agrupa- das en torno a un obispo elegido por ellas y que, además, desde el año 411 quedó bajo la soberanía de los suevos, que no eran cristianos y que se habituaron a pactar con los líde- res locales. En mi opinión, un libro de la categoría de éste hubiera merecido de su editora una corrección de erratas hecha con la misma minuciosidad que el autor ha puesto en su con- fección. Ana María Jiménez Garnica AMENGUAL I BATLE, Josep, Judíos, católicos y herejes: el microcosmos balear y tarraconense de Seuerus de Menorca, Consentius y Orosius (413-421), Biblioteca de Humanidades / Chronica Nova de Estudios Históricos 112, Universidad de Granada – Universitat de les Illes Balears – Institut Menorquí d’Estudis, Editorial Universidad de Granada, Granada, 2008, 663 p., ISBN: 978-84-338-4855-0 y 978-84-8384-075-7, Depósito legal: GR./1.364-2008. Lo que en un principio se proyectó como una publicación del texto crítico de la Circular de Severus de Menorca, acompañada de su traducción al castellano y precedida de la corres- pondiente introducción y ambientación, afortunadamente se ha convertido en eso y mucho más. En este excelente libro que comentamos se publica el texto crítico latino de la Circular de Severus y su traducción al castellano, y se añade, además, texto latino y traducción al cas- tellano de las tres cartas de Consentius a san Agustín, Ep. 119, Ep. 11* y Ep. 12* (pp. 405- 528). Y lo que hubiera podido ser una mera introducción y ambientación de los docu- Ressenyes 206 PYRENAE, núm. 40, vol. 2 (2009) ISSN: 0079-8215 (p. 195-232) Pyrenae 40-2 001-187_Pyrenae 28/12/09 16:38 Página 206

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Después de la muerte violenta del fundador y de algunos de sus seguidores en Tréveris(385), el movimiento los elevó a la condición de mártires y fue entonces cuando la segun-da y tercera generación de priscilianistas extremaron sus prácticas ascéticas, adoptaron lascorrespondientes justificaciones teoricoteológicas y se atribuyeron prerrogativas doctrina-les que en el siglo V eran privativas de los clérigos, lo que llevó a que el priscilianismo fueracalificado de herejía por vez primera, en el año 412, en una carta de san Jerónimo, y pro-gresivamente se le fueran atribuyendo rasgos de maniqueísmo. Pero tras el análisis de losprimeros tratados priscilianistas, el autor concluye que fue un movimiento reformista pro-fundamente religioso y ascético, de inspiración paulina en su concepción del modelo dehombre e inmune a las desviaciones de los siglos V y VI —aunque sus aproximaciones alos Apócrifos pusieran a sus miembros permanentemente bajo sospecha—, que quiso man-tenerse fiel a la ortodoxia y que aceptó una comunidad eclesial jerarquizada empezandopor su fundador, que fue obispo de la nueva diócesis de Ávila

Era lógico que terminara refugiándose en una provincia con una red urbana pocodensa como era Gallaecia, lo que favorecía el desarrollo de comunidades rurales agrupa-das en torno a un obispo elegido por ellas y que, además, desde el año 411 quedó bajo lasoberanía de los suevos, que no eran cristianos y que se habituaron a pactar con los líde-res locales.

En mi opinión, un libro de la categoría de éste hubiera merecido de su editora unacorrección de erratas hecha con la misma minuciosidad que el autor ha puesto en su con-fección.

Ana María Jiménez Garnica

AMENGUAL I BATLE, Josep, Judíos, católicos y herejes: el microcosmos balear y tarraconensede Seuerus de Menorca, Consentius y Orosius (413-421), Biblioteca de Humanidades / ChronicaNova de Estudios Históricos 112, Universidad de Granada – Universitat de les Illes Balears– Institut Menorquí d’Estudis, Editorial Universidad de Granada, Granada, 2008, 663 p.,ISBN: 978-84-338-4855-0 y 978-84-8384-075-7, Depósito legal: GR./1.364-2008.

Lo que en un principio se proyectó como una publicación del texto crítico de la Circularde Severus de Menorca, acompañada de su traducción al castellano y precedida de la corres-pondiente introducción y ambientación, afortunadamente se ha convertido en eso y muchomás. En este excelente libro que comentamos se publica el texto crítico latino de la Circularde Severus y su traducción al castellano, y se añade, además, texto latino y traducción al cas-tellano de las tres cartas de Consentius a san Agustín, Ep. 119, Ep. 11* y Ep. 12* (pp. 405-528). Y lo que hubiera podido ser una mera introducción y ambientación de los docu-

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mentos publicados se ha convertido en una síntesis muy bien estructurada de cuanto fun-dadamente podemos saber sobre la historia del «microcosmos balear y tarraconense deSeverus de Menorca, Consentius y Orosius (413-421)». Para ello, el autor ha tenido en cuen-ta principalmente su conocida obra en dos tomos Els Orígens del Cristianisme a les Balears(Mallorca, 1991-1992), pero, como él mismo señala, también muchos otros trabajos aje-nos y propios, más nuevas aportaciones debidas a nuevos enfoques en el estudio.

La primera parte es introductoria: A. Los orígenes del cristianismo en las Baleares: elcapítulo I trata de la romanización de las islas y la milenaria historia de los judíos en ellas;en el capítulo II se somete a un examen casi exhaustivo la debatida cuestión sobre la veni-da a Hispania de san Pablo, para concluir que «con los elementos documentales disponi-bles no es posible afirmar ni descartar el viaje de Pablo a Hispania y, de paso, la visita aBaleares» (p. 54); el capítulo III trata de los inicios históricos del cristianismo en las Baleares.Con respecto a la procedencia, el autor señala que ni para el cristianismo hispánico ni parael balear se puede postular un origen único ni doble, sino múltiple; aunque, en el caso delas Baleares, un mayor contacto de estas islas con África permite suponer un cristianismooriginario más africanizado que romanizado. Con respecto a las fechas de los inicios deuna presencia estable del cristianismo en las islas, propone la segunda mitad del s. III, dadaslas muestras de plena organización con que aparece ya caracterizada la Iglesia menorqui-na en los principios del siglo V.

El núcleo fundamental del libro consiste en la presentación, análisis, valoración y uti-lización, como fuentes históricas, de los cuatro documentos ya citados, cuyos textos y tra-ducción al castellano se publican al final, a modo de apéndice.

Todos los capítulos de esta segunda parte encajan perfectamente en el epígrafe: B. Losescritores baleares de la Antigüedad, con una sección I dedicada a Severus, y otra sección II,a Consentius, aunque, por un error tipográfico, esta segunda sección no aparece precedidadel II como le correspondería tras el I asignado a Severus, sino que se presenta como ter-cera parte: C. Consentius y, por consiguiente, fuera del epígrafe general «Los escritoresbaleares de la Antigüedad». Error tipográfico que poco o nada perturbará al lector, quien,en cambio, podrá apreciar fácilmente la buena arquitectura de ambas secciones.

I. SeverusEn el capítulo I de la primera sección se exponen los datos sobre Severus y su Circular, espe-cialmente sobre su autenticidad y su datación. En el capítulo II se dan las pautas para lainterpretación de la Circular: objetivo de la misma y objetivo último de la campaña quenarra (la salvación eterna de los judíos), coherencia de la narración y recursos literariosde inclusión. En el capítulo III, «Aportación histórica de la Circular», se analizan y valo-ran los acontecimientos de Magona, cuyo calendario se expone detalladamente. Severushabla de una presencia mayoritaria de católicos en Iamona (y no en Magona, errata p. 118),del conflicto con la comunidad judía mayoritaria en Magona, del incendio de la Sinagogay de la conversión de los judíos al cristianismo. Tras estos análisis y valoraciones, Amengualpasa a exponer la situación de la comunidad judía de Menorca, tal como se deduce de los

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datos aportados por la Circular. Así se hace en los capítulos IV y V. En el IV: organizaciónde la aljama, integración sociocultural, poder económico y social de los judíos de Magona,romanidad de la comunidad judía, los judíos al frente de las instituciones políticas roma-nas, ruptura entre los cristianos y judíos de Menorca, etc. En el capítulo V se tratan diver-sas cuestiones relacionadas con la pervivencia de los judíos en las Baleares.

Por último, el capítulo VI se ocupa de la Iglesia en Menorca: una iglesia que integralos estamentos altos de la sociedad menorquina; incorporación a la Iglesia (la de los judí-os, sin proceso catecumenal previo), celebración de la eucaristía, estructura ministerial dela Iglesia de Menorca, monacato y estatuto de vírgenes, la iglesia como comunidad y comoedificio de culto.

II. ConsentiusA la carta 119 de Consentius a san Agustín, ya conocida con anterioridad, se han añadidorecientemente dos nuevas cartas de Consentius al mismo destinatario, descubiertas hacia1975 y publicadas por el Prof. Johannes Divjak en 1981 (CSEL 88). Estas dos cartas (Ep 11*y Ep 12*) han aportado nueva luz sobre cuestiones poco claras hasta ahora o, algunas,incluso desconocidas. Gracias a ellas sabemos que Consentius era laico y que escribía desdeMenorca y cerca del obispo Severus, con el que colaboró. Conocemos más de su mentali-dad y su capacidad de maquinación, pero, sobre todo, hemos adquirido importantes cono-cimientos sobre el priscilianismo en la Tarraconense y sobre la Iglesia en esa provincia, dela que ahora conocemos al obispo Tatianus, primer obispo hispánico calificado de metro-politano, y otros obispos, como Sagittius de Hilerda y Syagrius de Osca. El autor aprovechaejemplarmente los datos aportados por estos documentos para afinar en la identificaciónde Consentius (cap. I), tratar de sus escritos y su relación con san Agustín (cap. II), trazarlas líneas de su intervención en las controversias teológicas (cap. III), exponer la situaciónde la Iglesia en la Tarraconense a principios del s. V (cap. IV) y de la cultura clásica en laBaleárica y en la Tarraconense durante la romanidad tardía.

Esta segunda parte dedicada a los escritores baleares de la Antigüedad se cierra condos capítulos. Capítulo VI: Prosopografía a partir de los escritos de Severus de Menorca yde Consentius; capítulo VII: Movimientos de personas y de escritos, según Severus y Consentius.

La tercera parte consta solamente de un breve capítulo: D. Orosius y sus relaciones conSeverus, Consentius y san Agustín.

A lo largo de todo el libro se percibe la autoría de un historiador que apoya su laborcomo tal en la única base posible de toda verdadera historia: el documento y, éste, toma-do en serio. No en vano escribe: «Desde el horizonte historiográfico está fuera de lugardesconfiar por sistema de los datos de nuestras fuentes» (p. 165). Gracias a la aceptacióny puesta en práctica de tan sano principio, la obra que comentamos está exenta de todacontaminación entre el método propio de la historiografía y el que lo es de la creación lite-raria, contaminación no totalmente inexistente en la historiografía actual, que, además,conduce con cierta frecuencia al anacronismo de atribuir a los protagonistas de la historiaantigua mentalidades de nuestro propio siglo.

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Obras como la presente son las que contribuyen a un avance firme en nuestro cono-cimiento del pasado. Además de ser de fácil lectura, es un libro de consulta, enriquecidocon una amplia lista de fuentes griegas y latinas, bibliografía general y útiles índices decitas bíblicas, de nombres, cosas y expresiones latinas singulares, y de autores antiguos ymodernos.

Manuel Sotomayor

GARCIA I LLINARES, Gemma, MORO GARCÍA, Antonio y TUSET BERTRÁN,Francesc, La seu episcopal d’Ègara. Arqueologia d’un conjunt cristià del segle IV al IX, SerieDocumenta, 8, Institut Català d’Arqueologia Clàssica, Tarragona, 2009, 214 p., 424 fig.,ISBN: 978-84-936809-1-6.

La espera tuvo su recompensa y es que enfrentarse a uno de los conjuntos arquitectóni-cos más singulares y difíciles de toda la alta edad media europea debe dar más de una malanoche. Las iglesias de Terrassa eran uno de los grandes desconocidos de nuestra culturaarquitectónica, a pesar de contar con varias monografías y hasta un simposio monográfi-co en el que se insistió denodadamente en su singularidad. Por fin, un plan integral de res-tauración, que incluía la exploración arqueológica de su entorno y la excavación comple-ta del atrio todavía conservado, ha permitido la revisión de lo que, a todas luces, era unacolección de iglesias y, también, de lugares comunes. En primer lugar, Terrassa materiali-zaba de la mejor manera posible la idea de conjunto de iglesias en territorio peninsular,con tres edificios de culto dedicados a la Virgen al sur; Sant Miquel, en el centro, y SantPere, al norte, circundados por un muro que venía a representar —con la excepción dealgunas zonas segregadas al norte y el oeste por la evolución histórica del solar— la super-ficie de un dextro eclesiástico en toda regla. En segundo lugar, históricamente, el obispa-do se desarrolló entre los siglos V y VIII. El problema aquí era determinar qué restos eranadscribibles a la época previa a su transformación en obispado, qué de las iglesias conser-vadas había pertenecido al período anterior a la llegada de los musulmanes y qué era obrade su posterior restablecimiento.

Lógicamente, Terrassa había interesado muy especialmente a los investigadores quecomenzaron a definir una teoría de la arquitectura altomedieval catalana, así como a losque intentaron aplicar una metodología sólida y fundada en la restauración del patrimo-nio edificado. Singularmente, para las iglesias de Egara ambas cuestiones se vieron reuni-das en la figura de Puig i Cadafalch, quien no sólo teorizó sobre la temprana cronologíade las iglesias, sino que también las restauró. Y aquí comienza uno de los errores de inter-pretación más sorprendentes, que se mantuvo en las obras que continuaron tras la Guerra

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