20100125 la vanguardia[1]

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LUNES, 25 ENERO 2010 LA CONTRA V ivió en Haití? Siendo niña, sí. Por eso sé que en Europa vivimos de espaldas a los riesgos que allí amenazan las vidas: allí viven intensamen- te, aquí vivimos anestesiados. Pues bendita anestesia. Pero pagamos un precio: aquí la vida no la- te. Y, aburridos, llegamos a deprimirnos. Y nos afanamos en distraernos. ¿Y qué propone? Adiestrémonos en gestión emocional. La ciencia demuestra que todo –hasta un pen- samiento– arranca de una emoción: ¡somos animales más emocionales que racionales! Pobre Descartes, qué viejo se queda... Sí, pero ¡en las escuelas todavía no enseña- mos a nuestros niños a gestionar sus emocio- nes! ¡Qué atraso!: hacerlo reportaría fabulo- sas bendiciones para ellos y la humanidad. ¿Se puede enseñar a sentir? Nos enseñan a desconfiar, recelar, sospe- char, despreciar, odiar... ¡Que nos enseñen a amar! Nos enseñan que el mundo es peligro- so, pudiendo enseñarnos que es fabuloso. ¿Lo es? Hay sólo dos modos de relacionarse con el mundo: desde el miedo o desde el amor. Sen- tir curiosidad por el mundo es amarlo, es lo mismo. ¡Es lo que sienten los niños peque- ños! Esa inocencia radical, ese amor, curiosi- dad... es lo que luego nos enseñan a perder. ¿Por qué hacemos eso? La educación aún premia las emociones de- fensivas ante el mundo, en lugar de premiar las emociones amorosas hacia el mundo. Será por algo, ¿no? Porque seguimos anclados en lo que hace 100.000 años resultó útil para sobrevivir en entornos cuajados de peligros: herramien- tas –miedo, angustia, tristeza, ira...– que hoy quedan anticuadas y son ya un lastre. ¿Recibió usted de sus padres la educa- ción correcta? Me dieron las dos cosas que hoy se sabe que son los dos puntales de la felicidad. ¡Dígamelas, por favor! Una: afecto. Dos: sentido de control sobre tu vida. Explíqueme esto. Recibir afecto en la infancia infunde con- fianza y seguridad ante el mundo. Estudios sobre resiliencia –capacidad para remontar tremendos reveses– demuestran que niños tratados horriblemente que se agarraron a una mirada amorosa... pudieron remontar. Puntal uno: amor. Puntal dos… Soberanía sobre tu vida. Mis padres jamás hablaron de “la suerte”, sólo de cómo ac- tuar: eso te enseña a ser el piloto de tu vida. ¿Qué emociones premia usted al edu- car a sus hijas? Las ayudo a identificar cada una de sus emo- ciones: así entienden qué está pasándoles. ¿Hay emociones positivas y negativas? No. Hay emociones útiles e inútiles. Si un día están tristes, las entreno a no temer a la tristeza y a saber qué está mostrándoles. ¿Y qué muestra la tristeza? El temor por una pérdida: por una ausencia, una carencia, porque algo termina... Si com- prendes eso, ¡lo llevas mejor! Si no, esa tris- teza puede agobiarte, angustiarte... y hasta llevarte a medicarte sin necesidad. Eso se hace mucho por aquí. Porque no escuchamos lo bastante las voces de nuestras emociones. Habitúate a escu- charlas y entenderás tus pasiones. Y una vi- da con pasión y sentido es más feliz. ¿Cómo puedo descubrir mi sentido? Al levantarte, cuestiónate: “¿Qué me hace hoy levantarme?”. El psicólogo Viktor Frankl lo planteó más crudamente: “¿Qué impide que hoy me suicide?”. Lo que se es- conde tras la respuesta es tu sentido. ¿Y luego? Aliméntalo. De lo contrario, podrías matar- lo de hambre. Hazte regalos emocionales. Quizá sea apuntarte a una clase de baile... ¡Siembra tu vida de pequeños cambios! ¿Eso me hará más feliz? Conozco un estudio hecho sobre 5.000 per- sonas: un 10% declararon ser felices. Pues bien, se observó que esas 500 personas ha- bían seguido un patrón común... ¿Cuál? Cuente. Se habían marcado una meta. La habían puesto por escrito (o se la habían contado a conocidos), en una especie de compromiso público. Habían establecido metas volan- tes, etapas menores en el camino hacia su gran objetivo. Y cada vez que alcanzaban una meta volante, se gratificaban con algo. Tomo nota. Un amigo mío indio me dijo: “A vosotros os entierran a los 80 años, pero os morís a los 20”. Me hizo pensar... Hoy sabemos que nuestro cerebro es muy plástico: ¡podemos reinventarnos cada día durante 80 años! No lo hacemos. ¡Atrevámonos, pues es posible! Excitante: reinventarte cada día. Abrámonos a la realidad..., que incluye el misterio. Darle la espalda a lo inconsciente y a lo misterioso nos priva del 80% de la rea- lidad, ¡la convierte en plana y aburrida! ¿Cómo aconseja mirar la realidad? La ciencia nos habla de lo que sabe, pero no puede hablarnos de lo que no sabe. No pres- cindas de todo eso. ¡Permítete inventar pre- guntas y soñar respuestas! Es esa capacidad de inventar y soñar (y no sólo la de analizar) la que nos hace plenamente humanos. Gracias, maestra. ¡Los maestros son los niños! Ellos nacen li- bres, con esa inocencia radical abierta al misterio, a la confianza en la vida y al amor al mundo. Si la conservásemos..., ¡seríamos siempre creativos y felices! VÍCTOR-M. AMELA ÀLEX GARCIA “Ante el mundo hay sólo dos actitudes: o miedo o amor” VÍCTOR-M. AMELA IMA SANCHÍS LLUÍS AMIGUET Soy hija del ‘baby boom’ de los 60. Nací en Londres, me crié en EE.UU., Haití, Madrid... y vi- vo en Londres. Tengo dos hijas pequeñas. Máster en Humanidades por Oxford, me dedico a la pedagogía de la gestión emocional. Soy adogmática. Me permito sentir el misterio “Aspiro a ser la más lo- grada versión de mí mis- mo” (Merleau-Ponty), “Sueña sin que los sue- ños te esclavicen” (Rud- yard Kipling), “El ángel de mi nacimiento dijo: ‘Pequeña criatura hecha de alegría y júbilo, ¡co- rre y ama sin ayuda de nadie en la Tierra!’” (William Blake): son máximas citadas por El- sa Punset en su ensayo Inocencia radical (Agui- lar), que apela a los últi- mos hallazgos de las neu- rociencias y la psicolo- gía para ponerlos al servicio de “una vida con pasión y sentido”, dice ella. Hija de Eduard Punset, profundiza en la gestión de las emociones y aboga por enseñarla en las escuelas. Me des- pide con una frase de Jung: “La vida te hace una pregunta cuya única respuesta es tu vida”. Inocencia radical Elsa Punset, pedagoga de las emociones 46080

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LUNES, 25 ENERO 2010

LA CONTRA

V ivió en Haití?Siendo niña, sí. Por eso sé queen Europa vivimos de espaldasa los riesgos que allí amenazanlas vidas: allí viven intensamen-

te, aquí vivimos anestesiados.Pues bendita anestesia.

Pero pagamos un precio: aquí la vida no la-te. Y, aburridos, llegamos a deprimirnos. Ynos afanamos en distraernos.

¿Y qué propone?Adiestrémonos en gestión emocional. Laciencia demuestra que todo –hasta un pen-samiento– arranca de una emoción: ¡somosanimales más emocionales que racionales!

Pobre Descartes, qué viejo se queda...Sí, pero ¡en las escuelas todavía no enseña-mos a nuestros niños a gestionar sus emocio-nes! ¡Qué atraso!: hacerlo reportaría fabulo-sas bendiciones para ellos y la humanidad.

¿Se puede enseñar a sentir?Nos enseñan a desconfiar, recelar, sospe-char, despreciar, odiar... ¡Que nos enseñen aamar!Nos enseñan que elmundo es peligro-so, pudiendo enseñarnos que es fabuloso.

¿Lo es?Hay sólo dos modos de relacionarse con elmundo: desde elmiedo o desde el amor. Sen-tir curiosidad por el mundo es amarlo, es lomismo. ¡Es lo que sienten los niños peque-

ños! Esa inocencia radical, ese amor, curiosi-dad... es lo que luego nos enseñan a perder.

¿Por qué hacemos eso?La educación aún premia las emociones de-fensivas ante el mundo, en lugar de premiarlas emociones amorosas hacia el mundo.

Será por algo, ¿no?Porque seguimos anclados en lo que hace100.000 años resultó útil para sobrevivir enentornos cuajados de peligros: herramien-tas –miedo, angustia, tristeza, ira...– quehoy quedan anticuadas y son ya un lastre.

¿Recibió usted de sus padres la educa-ción correcta?Medieron las dos cosas que hoy se sabe queson los dos puntales de la felicidad.

¡Dígamelas, por favor!Una: afecto. Dos: sentido de control sobretu vida.

Explíqueme esto.Recibir afecto en la infancia infunde con-fianza y seguridad ante el mundo. Estudiossobre resiliencia –capacidad para remontartremendos reveses– demuestran que niñostratados horriblemente que se agarraron auna mirada amorosa... pudieron remontar.

Puntal uno: amor. Puntal dos…Soberanía sobre tu vida. Mis padres jamáshablaron de “la suerte”, sólo de cómo ac-tuar: eso te enseña a ser el piloto de tu vida.

¿Qué emociones premia usted al edu-car a sus hijas?Las ayudo a identificar cada una de sus emo-ciones: así entienden qué está pasándoles.

¿Hay emociones positivas y negativas?No. Hay emociones útiles e inútiles. Si undía están tristes, las entreno a no temer a latristeza y a saber qué está mostrándoles.

¿Y qué muestra la tristeza?El temor por una pérdida: por una ausencia,una carencia, porque algo termina... Si com-prendes eso, ¡lo llevas mejor! Si no, esa tris-teza puede agobiarte, angustiarte... y hastallevarte a medicarte sin necesidad.

Eso se hace mucho por aquí.Porque no escuchamos lo bastante las vocesde nuestras emociones. Habitúate a escu-charlas y entenderás tus pasiones. Y una vi-da con pasión y sentido es más feliz.

¿Cómo puedo descubrir mi sentido?Al levantarte, cuestiónate: “¿Qué me hacehoy levantarme?”. El psicólogo ViktorFrankl lo planteó más crudamente: “¿Quéimpide que hoy me suicide?”. Lo que se es-conde tras la respuesta es tu sentido.

¿Y luego?Aliméntalo. De lo contrario, podrías matar-lo de hambre. Hazte regalos emocionales.Quizá sea apuntarte a una clase de baile...¡Siembra tu vida de pequeños cambios!

¿Eso me hará más feliz?Conozco un estudio hecho sobre 5.000 per-sonas: un 10% declararon ser felices. Puesbien, se observó que esas 500 personas ha-bían seguido un patrón común...

¿Cuál? Cuente.Se habían marcado una meta. La habíanpuesto por escrito (o se la habían contado aconocidos), en una especie de compromisopúblico. Habían establecido metas volan-tes, etapas menores en el camino hacia sugran objetivo. Y cada vez que alcanzabanuna meta volante, se gratificaban con algo.

Tomo nota.Un amigo mío indio me dijo: “A vosotros osentierran a los 80 años, pero os morís a los20”. Me hizo pensar... Hoy sabemos quenuestro cerebro es muy plástico: ¡podemosreinventarnos cada día durante 80 años! Nolo hacemos. ¡Atrevámonos, pues es posible!

Excitante: reinventarte cada día.Abrámonos a la realidad..., que incluye elmisterio. Darle la espalda a lo inconscientey a lomisterioso nos priva del 80%de la rea-lidad, ¡la convierte en plana y aburrida!

¿Cómo aconseja mirar la realidad?La ciencia nos habla de lo que sabe, pero nopuede hablarnos de lo que no sabe. No pres-cindas de todo eso. ¡Permítete inventar pre-guntas y soñar respuestas! Es esa capacidadde inventar y soñar (y no sólo la de analizar)la que nos hace plenamente humanos.

Gracias, maestra.¡Los maestros son los niños! Ellos nacen li-bres, con esa inocencia radical abierta almisterio, a la confianza en la vida y al amoral mundo. Si la conservásemos..., ¡seríamossiempre creativos y felices!

VÍCTOR-M. AMELA

ÀLEX GARCIA

“Anteelmundohaysólodosactitudes:omiedooamor”

VÍCTOR-M. AMELA IMA SANCHÍS LLUÍS AMIGUET

Soy hija del ‘baby boom’ de los 60. Nací en Londres, me crié en EE.UU., Haití, Madrid... y vi-vo en Londres. Tengo dos hijas pequeñas. Máster en Humanidades por Oxford, me dedico ala pedagogía de la gestión emocional. Soy adogmática. Me permito sentir el misterio

“Aspiro a ser la más lo-grada versión de mí mis-mo” (Merleau-Ponty),“Sueña sin que los sue-ños te esclavicen” (Rud-yard Kipling), “El ángelde mi nacimiento dijo:‘Pequeña criatura hechade alegría y júbilo, ¡co-rre y ama sin ayuda denadie en la Tierra!’”(William Blake): sonmáximas citadas por El-sa Punset en su ensayoInocencia radical (Agui-lar), que apela a los últi-mos hallazgos de las neu-rociencias y la psicolo-gía para ponerlos alservicio de “una vidacon pasión y sentido”,dice ella. Hija de EduardPunset, profundiza en lagestión de las emocionesy aboga por enseñarlaen las escuelas. Me des-pide con una frase deJung: “La vida te haceuna pregunta cuya únicarespuesta es tu vida”.

Inocencia radical

ElsaPunset,pedagoga de las emociones

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