(2015) Mario Figueroa, Porqué Si Bloquean La UN Los Profesores Hacemos Clase Afuera, Las 2 Orillas

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¿Porqué si bloquean la UN losprofesores hacemos clase afuera?"Nota Ciudadana" es un espacio generado por nuestros lectores y no refleja o compromete el pensamiento ni la opinión de Las2Orillas.CO

Por: Mario Figueroa | abril 28, 2015

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Respuesta a un estudiante que ante el paro de los trabajadores de la universidad y los bloqueos(en la Universidad Nacional), me pregunta si yo voy a continuar mis clases “en algún lugarexterno a la universidad”:Estimado Carlos, muchas gracias por sus correos. La mayoría de los profesores y de losestudiantes nos aislamos más en estos momentos y pocos intentan hablar de lo que pasa. Lasasambleas o las reuniones amplias de profesores cada vez reciben más críticas y hasta suscorreos difundidos masivamente han molestado a muchos, algunos de los cuales hanmanifestado su deseo de que los borren de esas listas. Como verá, en el texto que sigue intento,muy rápida y coloquialmente, mostrar desde mi perspectiva personal, que esto es unamanifestación de un problema mucho más amplio y profundo.

Y con relación a lo que pasa en la Universidad, asunto al que me referí en la primera clase deeste semestre, cuando hablé de la crisis, le comento que viene pasando desde hace varios años,me refiero al proceso de privatización. No es difícil admitir que las reivindicaciones de lostrabajadores tienen origen en los grandes problemas de ese proceso: disminución radical de laplanta de empleados, tercerización, plantas paralelas, trabajadores contratados por ODSs perosin embargo laborando en horarios y jornadas continuas, fijas y con cargos específicos que losharían, según la legislación laboral, merecedores de contratos a término indefinido, de cargos deplanta; mientras por el otro lado ha habido un aumento exponencial del número de estudiantesen los últimos años y de la cantidad de programas, de actividades de investigación y deextensión, que requieren del apoyo y el trabajo de empleados no docentes, etc.Lo que tal vez sea más difícil de notar y mucho más, de admitir, es que la propuesta que ustedinsinúa y que han puesto en marcha algunos profesores, la de continuar las clases “en algúnlugar externo a la universidad”, es, desde mi punto de vista, un paliativo que profundiza laprivatización, es una expresión de ella. Seguro muchos tienen razones distintas paraimplementarla, pero me parece que en la mayoría de los casos la privatización ronda esta salida.De hecho me atrevo a afirmar que hoy en día, buena parte de la Universidad Nacional es,paradójicamente, “un lugar externo a la universidad”, aún cuando ese lugar o esas actividades sedesarrollen dentro del campus, o dentro de los planes de estudios de programas oficiales de launiversidad. Hemos permitido que nuestra universidad, pública y nacional se convierta en unlugar externo, privado y ajeno, en pasto del mercado.El sometimiento de la docencia, la investigación y la extensión a las demandas del mercado,hace “externos” esos trabajos, ajenos; es decir, ese sometimiento enajena el trabajo de launiversidad. El “sálvense quien pueda” que subyace a esta propuesta, o el “acá yo con mi trabajoy allá usted con el suyo” o “acá yo con mi deber y mi derecho, y allá usted con los suyos”,implica reproducir la indiferencia y la propagación de las “soluciones privadas” para losproblemas comunes, práctica que tanto mal le ha hecho al país y que contribuyó a laperpetuación del conflicto armado: que cada quien busque como continuar y hacer como si nadaestuviera pasando. Esta práctica se instauró hace mucho tiempo en la Universidad Nacional, y esuna de las expresiones de la forma más sutil, pero más efectiva de privatizarla.

No se trata ya de acciones burdas como congelar la planta docente (como lo ha estado porespacio de treinta años en los que no se ha aumentado ni medio cupo para un profesor, a pesardel crecimiento exponencial de alumnos y de programas), o de eliminar buena parte de loscargos de la planta de empleados no docentes, ni de cerrar cafeterías, residencias estudiantiles,servicio médico, atención psicológica, etc.. Todo eso se hizo, es cierto, pero esa no es la parte

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profunda ni más peligrosa de la privatización; ni siquiera la de comenzar a vender parte delcampus, hacia donde ya se avanzaba. La andanada más eficaz de la privatización es la que llamo“la privatización de los espíritus”. Para esto no fue necesaria prédica de dogma alguno o unprograma de “penetración ideológica”, un lavado de cerebro o algo así. Se trató de algo tansencillo como eficaz: modificar la práctica para transformar la ideología. Y para generar nuevasprácticas ni siquiera había que atacar los ideales. Estoy seguro de que la gran mayoría de losprofesores de la universidad están ciegamente convencidos de que defienden férreamente elideal de una universidad Nacional con carácter público, participativo, y con autonomíauniversitaria; aunque en sus prácticas cotidianas estén, hace tiempo y sin darse cuenta,cooptados por la privatización y con una clara actitud privatizadora que se expresa en ese“sálvese quien pueda”, o en ese “yo cumplo con mis responsabilidades y no soy responsable denada más”.Para transformar las prácticas solo había que intervenir sobre el objeto. Si se trataba de hacerde la universidad un pastel para el mercado, lo más fácil para transformarla silenciosamente, eraofrecer una parte de la torta, una parte del objeto, a los profesores: el dispositivo que se instalódesde entonces, se podría sintetizar en un enunciado de este tipo: «usted, profesor, salga abuscar mercado, diseñe y venda (proyectos, asesorías, investigaciones, cursos, documentos,servicio de equipos, de infraestructura, etc.) y, de esas ventas, un porcentaje grande quedarápara la institución (autofinanciación) y, otro porcentaje, profesor, será bonificación para usted».Instalado este dispositivo, lo demás, como modificar el Estatuto de Extensión para liberar lostopes de los pagos de bonificaciones a los profesores, fue pura carpintería. Participando así en elreparto del objeto, la independencia de los profesores quedó bastante menguada, por decir lomenos. Es cierto que no todos se han acogido a esta forma de trabajo y que quienes han vistoaumentados considerablemente sus ingresos por esta vía, seguramente no son la mayoría, perolas Unidades Académicas entraron también en esa lógica; la venta de las especializaciones,maestrías y doctorados es un hecho. Esa Universidad de postgrado es ya totalmente privada, demodo que por más que se quiera, ningún profesor puede quedar al margen de esa lógicaavasalladora. Uno tras otro se han sucedido los rectores con sus equipos y ninguno ha hechonada para modificar este drástico viraje que se profundiza día tras día. Al contrarío, acogieron elmodelo y lo han venido profundizando.

Si a los docentes se les calla llenándoles la boca con una tajada del reparto, la estrategia con losestudiantes fue la del endeudamiento: el sistema de créditos. La mejor manera de atrapar a unsujeto es hacerlo acreedor, que se trague el anzuelo de la deuda, que de allí no se podrá soltar.No bien acaban de pasar el umbral de la institución en la que supuestamente van a ser formadospara la “mayoría de edad”, en el sentido que Kant daba a esta expresión, y ya se les ha atrapadohaciéndolos deudores de un paquete de créditos. Así, en vez de que puedan “pensar por símismos”, que sería la principal tarea de la universidad ¡ni elegir carrera pueden ya, porque elOtro, encarnado en la institución decide por ellos!. Es una manera terrible de imponer susilencio, de pisotear sus derechos, de hacerles bajar la cabeza y obligarlos a plegarse hasta esepunto al deseo del Otro. ¿Cómo plantearme ante el Otro, si me descontará por cada palabradiferente que salga de mi boca, por cada repetición dislocada del saber oficial que me permitahacer … si el Otro da sus créditos, pero no da crédito a mi palabra?.

Como estudiante debo estar entonces ocupado en defender “mi crédito”, porque la ilusión haceque vea como “mío”, como “mí crédito”, como “mi bolsa”, lo que no es más que la acreditacióndel Otro ante la voz del mercado que la requiere, para exigir obediencia con ella. No en vano elprecio que pagaron las universidades para hacerse presa de la economía, de la “apertura

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económica” y de la globalización fue la acreditación. Para eso se impuso al son de los TLCs, paradarle al conocimiento el estatus de una mercancía transable. ¿Cómo tasar (¿habrá que escribirlacon “z”?) esos bienes otrora intangibles, invaluables? Este nuevo “patrón de medida” facilita lareducción a mercancía y la venta de esos bienes, el negocio. Programas, cursos, artículos,patentes, revistas, estudiantes, profesores y universidades… todos tienen adosado su código debarras que los “acredita”, que les fija un valor y que supuestamente facilita su circulación(acceso o no a las bases de datos, clasificaciones de indexación para revistas, índices decitaciones, sistemas de evaluación, ranking de uno y otro tipo, etc.). Ese “pase” para sucirculación, supuestamente libre, en el supuesto “libre mercado” va de la mano con la imposiciónde un modelo de ciencia que no admite sino lo universal, que niega y excluye las diferencias.

Así como se logró que el deseo de los estudiantes no cuente ni para elegir su carrera, a otronivel, en esta forma de venta privatizada de la universidad, los problemas del carácterestratégico o de la pertinencia de uno u otro saber, de uno u otro proyecto, de una u otrainvestigación, las necesidades de la sociedad más allá de las exigencias del mercado, no sontenidas en cuenta. Muchos saberes o prácticas importantes para la sociedad no son rentables, ono son “universales”, son “saberes locales” o “saberes inútiles” para el mercado. El carácterpúblico de la universidad permitía la protección de esos saberes más allá de los interesesprivados. Pero es claro que ese espacio de protección, de garantía mínima de supervivencia ycirculación se pierde al privatizar la universidad, así como desapareció una gran parte de lo queantaño se llamó “extensión solidaria”, esa que no producía dinero, por la que no se cobraba enpesos contantes y sonantes, esa que no paga. Y si no paga, no hay caso, porque hoy en día nose trata de ser pilo porque sea bueno ser pilo o porque simplemente se desee ser pilo, sino quehay que ser pilo porque “ser pilo… paga”; y como en la lógica mafiosa, en este nuevo modelo deeducación “todo el mundo tiene su precio”, cada uno tiene su acreditación.

No hay necesidad de suponer que esta estrategia de privatización requirió de un ideólogo o dealguna especie de “complot” (aunque obviamente tiene destacados defensores aquí y allá),sinoque va de suyo, va en el espíritu de la época y en las formas del mercado: es un sistema, omejor, un discurso, como lo llama el psicoanálisis, es decir una forma particular de hacer lazo, derelacionarse con los otros y con el objeto en disputa. Parte de la eficacia de esa forma de echar ellazo al sujeto se basa en darle de comer al monstruo de nuestro narcisismo. Mientras que laautonomía universitaria (o incluso aquella según la cual podríamos elegir libremente y demanera ilustrada), es atropellada con la privatización, sin embargo la ilusión es la contraria: eneste sistema privatizado creemos que somos absolutamente autónomos, independientes, libres ypoderosos en nuestra soledad. La paradoja es que el discurso imperante, a pesar de ser discursono hace lazo, sino que lo interfiere; entonces, el individualismo campea: cada uno aislado,refugiado en una ilusoria omnipotencia, buscando su paga por ser pilo, cada profesor escribiendopara generar puntos que se traduzcan en bonificaciones y acreditaciones o velando por susproyectos, de espaldas al proyecto global y colectivo que es la misma universidad en suconjunto. La indiferencia se pavonea.

Los paros y los bloqueos resultan tan molestos para los habitantes de nuestras urbes de hoyporque nos confrontan, cuestionan la ilusión de independencia que constituye nuestro yo, nosmuestran que algo no opera en el dispositivo, y, más doloroso aún, que no somosautosuficientes, que necesitamos a los otros, que nuestras “soluciones privadas”, no siempreoperan… que la privatización en la que aparentemente estábamos tan cómodos, puede haceragua. Nos refugiamos entonces en una particular mirada del deber, de los derechos y de la

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responsabilidad. Ahí sí salimos a invocar los derechos: a la salud, a la educación, a la justicia, altrabajo, etc., dependiendo del sector en paro. Los trabajadores que han parado nos estánimpidiendo el disfrute de nuestros derechos. En últimas el “derecho” que más atropellado resultaahí y el que pedimos que nos restituyan en primer lugar es el “derecho” a la ilusión de laomnipotencia de nuestro yo. Ver desportillado nuestro narcisismo es insoportable. O el “derecho”a creer todavía, como creíamos en nuestra infancia, que hay un padre omnipotente que aunqueno respete la ley pueda venir a poner orden, y a salvarnos. Al respecto las voces desesperadasque en estas circunstancias llaman a la intervención del procurador son un claro ejemplo.

Sale a flote entonces un sentido del deber que excluye la relación con los otros (“yo estoycumpliendo con mi deber”), que no puede comprender que si bien los derechos y los deberes seasumen individualmente, más allá de esto constituyen una red, un entramado en el cual nosencontramos inexorablemente con los demás, que no se adquieren ni se sostienen de maneranatural, ni individual, sino que se deben al colectivo, al que entre otras cosas, regulan. Por esono hay derecho sin la dimensión colectiva, no hay derecho ni deber sin los otros, aun cuando seami derecho o mi deber, se lo debo a los demás y por eso mismo, permitir que se viole el derechode otro es permitir que en él, se viole mi derecho y el de todos los demás. Por eso, aun con miindiferencia, que aparentemente me deja por fuera de lo que pasa con los demás, participo ytomo partido en favor del atropello.

Los bloqueos son eso, el sistema se traba, el flujo se detiene y aunque ahora más que nuncaquiera refugiarme en el cumplimiento de mi deber y en mi responsabilidad, sin preocuparme porel malestar que se manifiesta en el sector que para, y en qué eso me concierne; me doy cuentade que mi individualismo tiene su límite, de que algo no funciona, aunque en mi mundo privadome empeñe en creer que sí; y noto también, aunque no lo acepte, que muy probablementetengo una responsabilidad en eso, aun cuando creo que no he hecho más que estar cumpliendocon mis deberes y mis responsabilidades. «¿Por qué se meten conmigo si yo no me meto conellos?, ¿por qué interfieren mi trabajo si yo no interfiero el de ellos? Dejémoslos a ellos con susluchas y sus derechos, que las directivas solucionen sus problemas, es su responsabilidad y no lamía. Yo mientras busco un lugar externo a la Universidad, para seguir externo a la universidad,con mi práctica privada… privada de Universidad Nacional».Por las razones anteriores, estimado estudiante, no voy a buscar ese lugar.

Cordialmente,

Mario Figueroa

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