INSTITUTO TECNOLÓGICO DE ROQUE CALCULO INTEGRAL Prof. FABIOLA HERRERA ENSISO
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2015/2016 Prof. Alberto Herrera Historia de la Filosofía. Unidad 8 143
VIII. FRIEDRICH NIETZSCHE (1844-1900)
En definitiva, importa siempre bien poco, cuando leemos su obra, lo que hoy podamos pensar de ella: lo que
de verdad importa es lo que en ella (y desde ella o contra ella) se piensa allí de nosotros.
(MOREY, Miguel. Nietzsche, una biografía)
1. VIDA Y OBRA. LA AFIRMACIÓN VITALISTA
Si tuviéramos que encontrar una palabra para definir la
relación entre la vida y la obra de Nietzsche, tendríamos que hablar
necesariamente de contraste, enfrentamiento, oposición. Estos
sustantivos reflejan la tensión que existe entre una persona que vive
marcada desde muy joven por la enfermedad, y que sin embargo
elabora su propia filosofía como una exaltación de la vida.
Discordancia tan llamativa como la que se produce en su
pensamiento: una de las inteligencias más profundas, claras y
desarrolladas de su tiempo es probablemente también responsable
del irracionalismo más radical que se ha formulado en la historia de
la filosofía. Nacido en Röcken, Alemania, Nietzsche fue hijo de un
pastor protestante, circunstancia por la cual el filósofo alemán
conocería profundamente los textos y tesis centrales del
protestantismo. Durante su etapa escolar, destacó tanto por sus excelentes resultados académicos
(especialmente en música y en lengua) como por su fuerte carácter, que le mantenía alejado del resto de
compañeros. Es en esta época donde comienzan ya las fuertes jaquecas que marcarán toda su vida y que
terminarán llevándolo a un serio trastorno y posterior colapso. En 1864 comienza estudios de Teología y
de Filología clásica en Bonn. Cuatro años después se siente fascinado por la música de Wagner, sobre
la que proyectó parte de sus expectativas sobre el arte. En 1869 es nombrado catedrático de griego en la Universidad de Basilea, lo que, debido a su juventud, despertará las envidias y recelos de buena parte
del mundo académico, que poco a poco le va arrinconando y despreciando. En esta época, publica una de
sus grandes obras: El nacimiento de la tragedia.
En 1878 se termina su amistad con Wagner, y al año siguiente la enfermedad le obliga a
abandonar la vida académica. Desde entonces se sucederán los viajes terapéuticos, y continuará con su
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labor creadora completamente al margen del mundo universitario oficial, mientras su madre y su
hermana comenzarán a dominar su vida, interfiriendo en muchas de sus decisiones. En 1882 conoció a Lou
Andreas Salomé, que significó un nuevo renacer en el ánimo de Nietzsche. Sin embargo, esta relación en
ningún momento se consolidad (a pesar de Nietzsche) y terminan alejándose por la influencia de su
hermana. En 1889 sufre un colapso en Turín, es internado en una clínica psiquiátrica, y se le diagnostica
una parálisis progresiva. Comienzan unos años de locura, de decadencia física y mental, pasando a
depender cada vez más de su familia, hasta su muerte en el año 1900. En este último período, su hermana
se encargará de editar las últimas obras escritas antes de enloquecer, tomando un control absoluto (no
exento en algunos casos de manipulación) sobre los escritos del filósofo alemán.
Su pensamiento puede dividirse en 4 etapas, pero no deben entenderse como períodos
separados y sin relación: hay una absoluta continuidad en el desarrollo de las ideas de Nietzsche. En
cierta forma, lo que hace Nietzsche en toda su filosofía es extraer las consecuencias filosóficas de la semilla
que sembrara en El nacimiento de la tragedia. Veamos cuáles son los periodos más importantes del
pensamiento nietzscheano:
a) Periodo romántico: Hasta 1876. Coincide con su estancia como docente en Basilea y
con la publicación de El nacimiento de la tragedia (1871). Se nota de un modo muy
marcado la influencia de Wagner y de Schopenhauer, cuya filosofía le cautivó ya en su
juventud. Durante estos primeros años estudia con profundidad el pensamiento de los
presocráticos. Sócrates es el objetivo constante de su crítica, y lo dionisíaco aparece
una y otra vez como trasfondo de su pensamiento. A esta misma época pertenecen las
Consideraciones intempestivas (1873-1876).
b) Período ilustrado: A partir de 1878 hasta 1882. Comienzan sus viajes y aunque
aparentemente trata de romper con su pensamiento anterior (sobre todo respecto a
Wagner y Schopenhauer) continúa con una auténtica inversión del pensamiento
tradicional, tomando como referencia a Voltaire y a otros ilustrados franceses. Desprecia
la metafísica, la religión y el arte, y emerge la figura del hombre libre. A esta etapa
pertenecen Humano, demasiado humano (1878), Aurora (1881) y La
ciencia jovial. La Gaya scienzia (1882).
c) Zaratustra como el nuevo profeta o la filosofía del mediodía: En este período la filosofía nietzscheana alcanza su
madurez y esplendor. La obra fundamental, aquella en la que nos
presenta a Zaratustra, su nuevo profeta que será símbolo del
superhombre, se llama Así habló Zaratustra. Un libro para todos
y para nadie (1883-1885). Zaratustra representará también a
Dioniso, y será el encargado de anunciar la muerte de Dios.
d) Período crítico: Desde 1886 al final de sus días. Esta vez el
punto de mira de la crítica nietzscheana se fijará en toda la
civilización occidental, particularmente en algunos de sus
productos culturales: la religión, la filosofía y la moral, pero también FriedrichNietzsche,deEdvardMUNCH(1906)
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la ciencia. Se recupera el carácter del segundo período, pero de un modo más agresivo,
obsesionado por denunciar el nihilismo y la decadencia occidentales. Nietzsche es ahora el filósofo
a martillazos, cuya crítica radical y visceral campa a sus anchas por obras como Más allá del bien y del
mal (1886), La genealogía de la moral (1887), Crepúsculo de los ídolos (1889. De esta obra se extrae
el texto para la PAU), El anticristo (1888) y Ecce homo (1888). Nietzsche no pudo publicar todas sus
notas y aforismos, a veces reunidas bajo un mismo proyecto. Así, por ejemplo, aparece La voluntad de
Poder (1906) compilada, a partir de diversas anotaciones inéditas, de manera más que discutible por
su hermana.
2. CONTEXTO
2.1 Contexto histórico
En apartados anteriores ya hemos comentado los importantes cambios que comportó la revolución
industrial, tanto en la vida cotidiana (por ejemplo la proliferación del ferrocarril) como en la conformación de
la organización política (reestructuración de las nuevas y viejas clases sociales y revoluciones sociales).
A mediados del siglo XIX, durante el desarrollo de las revueltas sociales, se culmina la transición
entre el absolutismo y el nuevo sistema político y social impulsado por el liberalismo. Asimismo, la Europa
de la segunda mitad del siglo XIX es la Europa de los nacionalismos. A partir del movimiento romántico,
que valoraba las tradiciones y leyendas populares y exaltaba la formación de los reinos de la Edad Media, el
espíritu nacionalista comenzó a germinar. Las diversas revoluciones del siglo ayudaron a hacer realidad
este espíritu. Pero, en gran parte, también es obra de la burguesía industrial que intentaba proteger los
mercados nacionales antes de lanzarse a la mayor empresa de los mercados coloniales. Las naciones que
recientemente habían sido constituidas como tales (Alemania e Italia) también participaron en la expansión
colonial, y ello dio lugar a nuevas guerras entre los estados europeos.
Alemania, Italia y Suiza fueron los países en los que Nietzsche pasó la mayor parte de su vida.
a) Alemania: Nietzsche fue uno de los adversarios de la Alemania unificada con el liderato
de Prusia; incluso rechazó la nacionalidad alemana y adoptó la suiza. El movimiento
nacionalista germánico culminó en 1871, gracias al impulso unificador de Bismarck, en la
proclamación de la nación alemana. Esta nueva Alemania, convertida en potencia militar,
desencadenará nuevos desequilibrios en Europa.
b) Italia: En este país la semilla nacionalista y revolucionaria se abrió paso durante la etapa
histórica llamada Risorgimento. El conservador conde de Cavour, aliado con Garibaldi,
trajo de la casa de Saboya a Víctor Manuel II, que fue proclamado primer rey de Italia. En
1870 Roma fue ocupada por los nacionalistas y pasó a ser capital del reino de Italia. El
hijo de Víctor Manuel, Humberto I (1878-1900), consolidó el nuevo reino favoreciendo al
mismo tiempo un acercamiento a la Alemania recientemente unificada. Italia fue siempre
uno de los lugares preferidos por Nietzsche.
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c) Suiza: Suiza fue uno de los lugares de residencia y de trabajo preferidos por
Nietzsche. Era un Estado cuya Constitución de 1848 (año de revoluciones en casi toda
Europa), establecía unas competencias confederales y otras para los cantones. En el
siglo XVI, los cantones alpinos, confederados desde el siglo XIII, ya habían consolidado
un reconocimiento mutuo de neutralidad. Cuando Napoleón invadió el territorio, transformó
la Confederación en la República Helvética, al tiempo que imponía un gobierno unitario y
centralizado, pero con el Congreso de Viena se restituyó la Confederación y fue
garantizada su neutralidad. A lo largo del siglo XIX, el eco revolucionario francés abrió el
camino hacia un ordenamiento político más liberal y democrático.
2.2 Contexto cultural
El siglo XIX en lo científico puede considerarse el siglo de la biología, e incluso la era de la
ciencia, con Charles Darwin y Charles Lyell (padre de la geología moderna) a la cabeza. El desarrollo
científico-tecnológico influye en la vida cotidiana (avances médicos, luz eléctrica, automóvil, ferrocarril,
paisajes de acero…). Ello da muestras de cómo la ciencia va poco a poco ampliando su campo de
aplicación. Así, comienza a abrirse paso la ciencia en el terreno más humanístico, desembocando a finales
del siglo en teorías como el darwinismo social, pasando antes por el positivismo o el comunismo científico.
En cuanto al arte, el romanticismo va a seguir
ofreciendo nuevas imágenes a lo largo del siglo,
cargadas de irracionalismo, emoción, admiración por la
naturaleza salvaje y los paisajes agrestes (recuérdese
lo apuntado en la unidad anterior). Bien entrados ya en
el siglo, estas ideas románticas sobre el arte van a dar
a parar en la aparición de nuevas corrientes: el
impresionismo y, posteriormente, las vanguardias
pictóricas. Estas corrientes se caracterizan por una
paulatina profundización tanto en el abandono del
realismo en pintura, como en la exaltación de la
innovación y la experimentación. Se puede decir que
supone un nuevo horizonte para la concepción del arte,
una nueva estética que poco a poco irá superando la
clasificación tradicional de las bellas artes. Pintores
impresionistas fueron: Monet, Renoir, Degas; senda
que siguieron Van Gogh, Cézanne, Rodin…
Por otro lado, en literatura, al igual que en filosofía, en esta segunda mitad del siglo proliferan las
novelas realistas y naturalistas. Ambas tienen como objetivo describir y explicar los comportamientos
del ser humano. El naturalismo además tenía una vocación social, y suelen situarse en entornos de clase
baja. Literatos característicos de esta época son: Flaubert, Melville, Dostoievski o Galdós.
DetalledeLePenseurenLesportsdel’enfer(1880-1917),deAugusteRODIN
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2.3 Contexto filosófico
La influencia de la era de la ciencia, como hemos dicho, avanza en las humanidades. Mucho
antes del darwinismo social surge el positivismo: filosofía de corte sociológico centrada tan sólo en los
hechos concretos y reales que puedan ser demostrados con el método científico. Se inspira en la Ilustración
y en la teoría fenómeno/noúmeno kantiana, pero rechazando los postulados de la razón práctica; de este
modo, perseguían un orden social y moral totalmente práctico, utilitario, pragmático o, en otras palabras,
puramente científico. En este sentido, dentro de la cientificación de las humanidades, hemos de incluir a
Marx, quien se propuso hacer de su pensamiento una obra científica. De hecho, su comunismo es
llamado científico, a diferencia de los socialismos anteriores, que son llamados utópicos.
Otra de las características filosóficas de la época será el de la actitud de sospecha y denuncia.
La sospecha puede ser vista como la intuición de que las cosas no son tal como parecen. Así se emprende
el camino de búsqueda de la verdad, que permanece escondida tras esas propias cosas. Marx, Nietzsche
y Freud son llamados los filósofos de la sospecha. Marx y Engels prosiguieron una línea de pensadores y
movimientos políticos que protagonizaron una
sospecha de carácter económico o social. El
marxismo, como ya vimos, denunciará que el
capitalismo esplendoroso en realidad se basa en el
sufrimiento, la alienación y la explotación del
proletariado. Otro ejemplo será el de Feuerbach,
quien sospecha que la religión adormece al hombre
al crear a dios y proyectarse a sí mismo en aquella
figura irreal. Freud (1856-1939), en este sentido,
tiempo más tarde sospechará de nuestros ideas
nobles y nuestros buenos sentimientos, ya que
proceden en realidad de oscuras e irracionales fuerzas inconscientes. Nietzsche, por su parte,
sospecha de la mismísima cultura occidental,
denunciando que los valores de esta cultura ya no
sirven, porque están vacíos, son pura capa que no
protege nada.
Como ya hemos comentado, la filosofía contemporánea se caracteriza por la oposición parcial o
total al hegelianismo. Pero también en esta segunda mitad del XIX muchas de estas corrientes
comenzaban a oponerse al ambiente positivista dominante. Estas nuevas corrientes recibieron el nombre
de vitalismo e historicismo. Su máxima podría decirse que se resumen en que la vida no puede explicarse
a través tan sólo de los elementos racionales (caso de Hegel) o científicos (caso de los positivistas).
Por el contrario, siguen otra línea romántica que veía en el arte y el artista una capacidad para
entender la realidad de la que carece el científico. Esto ha de ser así porque la vida es historia, proceso,
cambio, irracionalidad… en definitiva, porque siendo como es (diferente a lo que hegelianos y positivistas
creían) no puede medirse matemáticamente. Los filósofos vitalistas más reseñables son Schopenhauer
Imagen de portada del libro Los maestros de lasospecha. Marx, Nietzsche, Freud, de FrancescTorralba (Fragmenta Editorial), con la silueta deestos tres pensadores. La expresión demaestrosdelassospecha enreferenciaa estos tresautores se ladebemosalfilósofofrancésPaulRicœur
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(el precursor directo), el mismo Nietzsche (el más importante), Bergson (generador del método intuitivo o
irracional) o el español Ortega y Gasset. Dentro de la corriente historicista quizá el pensador más
relevante sea Dilthey, que en cierto sentido fue una de las fuentes que bebió el mismo Ortega y Gasset.
Así, con todo, los filósofos más influyentes en el pensamiento nietzscheano serán los
presocráticos (sobre todo Heráclito) y Schopenhauer (a quien acogerá y rechazará a partes iguales). En
un segundo plano, hemos de destacar también la influencia de los trágicos griegos (caso de Esquilo), del
spinozismo o el bostoniano del siglo XIX Emerson, defensor del poder trascendental de la intuición y la
observación.
3. EL ARTE COMO EJE DE LA FILOSOFÍA
Sólo como fenómeno estético están eternamente justificados la existencia y el mundo.
(NIETZSCHE, Friedrich. El nacimiento de la tragedia)
Con esta contundente frase y todas las consecuencias que de ella se derivan podría resumirse la
primera etapa del pensamiento nietzscheano: La vida como arte.
3.1 Lo apolíneo y lo dionisiaco
En su obra El nacimiento de la tragedia presenta un profundo estudio filológico, artístico y
filosófico centrado en el nacimiento y evolución de la tragedia griega. Dos fuerzas esenciales están
presentes en estas obras teatrales: por un lado Apolo, el dios griego del sol y la luz, y, por otro lado,
Dionisos (o Dionisio), el dios del vino y la embriaguez. Ambos dioses son utilizados por Nietzsche de un
modo metafórico y simbólico, relacionándose con estos significados:
a) Dionisos es la voluntad, lo irracional, la noche, lo instintivo. En la tragedia se
correspondería con los momentos musicales y de danza, y aquellos en los que participa
el coro.
b) Apolo representaría la luz de la razón, la armonía, la alegría, la luminosidad del día, y
se corresponde con las palabras (logos, palabra-razón) y los personajes.
Evidentemente, sus valores son opuestos: Dionisos es lo común (aquella parte de la tragedia en
la que todos participan, fundiendo su conciencia en una fiesta colectiva) y Apolo es lo individual (el
personaje con ideas, pensamientos y principios morales propios, que no se identifica con lo colectivo).
3.2 La afirmación trágica de la vida
Nietzsche entiende así que el arte trágico, dominado por lo dionisíaco, representaba la
exaltación de la vida, una valiente y sublime aceptación de la vida, un sí a la vida, a pesar del dolor que
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ésta comporta. Al exponer esto, Nietzsche se está refiriendo a la tragedia griega en sus comienzos
históricos, más concretamente a las obras de Esquilo y Sófocles. En aquellos años la tragedia viene
marcada por lo dionisíaco: el espectador es parte activa de la representación, un personaje más, que
neutraliza su conciencia para convertirse en otro. La tragedia, desde este punto de vista, sería el arte total
en que el individuo deja de serlo, se funde en lo común, y se entrega a los valores dionisíacos. En
aquel momento, la tragedia muestra y mantiene la oposición inconciliable entre los dos órdenes de valores,
lo dionisiaco y lo apolíneo.
Esta preponderancia del coro, sin embargo, fue disminuyendo hasta dar paso a la tragedia griega
clásica. Los personajes individuales van centrando todo el protagonismo. La esencia dionisíaca y vital de la
tragedia se cubre con un manto apolíneo, aparentemente armonioso y equilibrado. El instinto es tapado y
anulado por el logos. El trágico Eurípides y el filósofo Sócrates (a la sazón, Platón también) son los
responsables de haber realizado este proceso de decadencia vital. Con Sócrates lo dionisíaco y la
dimensión vital de la vida desapa-
recen, para dejar paso a una visión
reflexiva y teórica de la misma. El
diálogo y la búsqueda de una verdad
universal dominan ahora sobre el
instinto y la embriaguez. La armónica y
equilibrada apariencia de Apolo oculta
el caos dionisíaco. Nietzsche llega a
relacionar este hecho con la muerte
que parece que Sócrates prefirió a la
lucha.
Por ello, la propuesta nietzscheana consiste precisamente en recuperar el sentido originario de
la tragedia griega: desenmascarar a Apolo para que Dionisos retome el protagonismo que le corresponde.
En un primer momento, Nietzsche trató de personificar esto en Schopenhauer y Wagner. En la medida en
que la voluntad (y no el pensamiento o la verdad, como en la mayoría de los filósofos anteriores) es uno de
los conceptos claves de Schopenhauer, Nietzsche espera que su pensamiento sea un punto de inflexión
que permita volver a los valores dionisíacos. Igualmente, proyecta sobre Wagner todas los presupuestos
artísticos que se derivan de El nacimiento de la tragedia. Aunque años más tarde se efectúe un
distanciamiento progresivo, que llega a ser radical, entre Nietzsche y Wagner, el protagonismo de Dionisos
4. CRÍTICA RADICAL A LA TRADICIÓN OCCIDENTAL
La crítica nietzscheana a la civilización occidental es radical: se dirige contra todo fundamento
de la misma, concretados en la moral, la religión, la filosofía y la ciencia. Esta crítica, parte negativa de la
filosofía de Nietzsche (negativa en el sentido de que desmonta), es desarrollada especialmente en la
segunda y cuarta etapas de su pensamiento. Los siguientes aspectos son comunes a todas sus críticas:
LajuventuddeBaco,porBouguereau(1884).BacoeselnombrequeseledioenRomaaldiosDionisos
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a) El método genealógico y psicológico: intenta ir al fondo instintivo que subyace a la
cultura humana. Podríamos decir que la cultura occidental es interpretada como la
continuación apolínea. Por ello será necesario desenmascarar la cultura (de ahí que se
considere a Nietzsche uno de los maestros de la sospecha). Será necesario desarrollar un
especial olfato para detectar por debajo de la cultura el impulso primigenio que hace
brotar la vida: la razón de la ciencia, la moral, la filosofía y la religión esconden la
sinrazón de la vida, el instinto que late en su fondo. Este método genealógico será una de
las aportaciones de Nietzsche a toda la filosofía del siglo XX (aplicado por autores como
Foucault, Deleuze o Derrida).
b) El nihilismo occidental: Todo procede de la raíz irracional de la vida, y sin embargo la
cultura se empeña en negarle ese origen, en camuflarlo con el manto de la racionalidad.
Por eso, en la medida en que niega la vida, occidente se dirige hacia la nada: el
nihilismo, término clave de esta crítica, es la destrucción de la vida, de lo vital, que
parece ser la meta de la civilización occidental.
c) Una razón con muchas caras: allá donde respira la razón se manifiesta la decadencia
propia de la negación de la vida. Da igual que hablemos de ciencia, arte, religión o
filosofía. Lo que niega la vida debe ser superado y abandonado, y, por ello, aunque se
adapte a diferentes disciplinas, las críticas de Nietzsche tienen una meta compartida: la
razón humana.
4.1 Crítica a la razón ilustrada
Los grandes referentes de la filosofía occidental han sido, para Nietzsche, unos grandes
traidores, responsables de la corrupción que provoca el predominio de la razón sobre la vida. Sus críticas
se dirigen sobre todo hacia Sócrates y Platón: Sócrates fue el encargado de que Apolo se impusiera sobre
Dionisos, con lo que la razón dominó sobre la vida. Su discípulo Platón despreció el mundo que nos
rodea, a la vez que se inventó uno nuevo, en el cual se encontraba la verdad y el bien. Ese idealismo
esconde o promueve, en realidad, la decadencia o un consuelo metafísico propio de la debilidad humana.
De entre todos los filósofos, sólo Heráclito se salva: muchos de sus fragmentos aparecen en las
obras de Nietzsche, y sus ideas están detrás de conceptos como el eterno retorno. El resto se ha dedicado
a conceptualizar, a negar la vida con conceptos como ser, yo, sustancia, cosa en sí, causa... Son estos
conceptos los responsables del desprecio a los sentidos y una valoración excesiva de la razón. Se
debe luchar contra este racionalismo con una aceptación contundente de lo único que nos es dado: los
datos de los sentidos, la apariencia. La filosofía debe regresar a las tesis heraclíteas. La metafísica se
equivoca al separar la apariencia y la esencia, el mundo aparente y el mundo verdadero. La única
verdad es la apariencia. Los conceptos metafísicos son obstáculos que nos separan de las cosas: para
pensar con libertad debe deshacerse de ellos, destruirlos, para retomar el contacto directo con la realidad.
A esta teoría fenomenista (en sentido kantiano) le añade Nietzsche un tono claramente
pragmático: la verdad va unida siempre al interés. Es verdadero para cada individuo lo que aumenta su
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voluntad de poder, lo que hace que la vida se expanda. Las consecuencias subjetivistas son inevitables,
pero no preocupan demasiado al filósofo alemán, que reconoce abiertamente que no hay hechos sino
interpretaciones. Todo es perspectiva, punto de vista ligado al interés propio. La verdad no existe, y su
lugar es ocupado por la verdad de cada uno, aquella que a cada uno le interesa.
A este respecto, hemos de subrayar un matiz clave. La concepción de la vida nietzscheana es
profundamente estética. Esto sería, por decirlo de algún modo, un límite dentro de su filosofía: las
interpretaciones, la generación de valores vitales o la expresión de la voluntad de poder han de tener en
cuenta que sus creaciones son creaciones en su acepción más simple: artísticas. En el arte se presentan
ficciones (apariencias o mentiras) que no se proclaman como verdad o realidad, sino que se enfundan en un
halo ficticio. Todo lo que sucede en el arte es ficción: nada sucede en realidad. Podríamos convenir en que
el arte presenta mentiras como mentiras. El nihilismo pasivo crea conceptos metafísicos, al contrario,
como si fueran verdad. De ahí que en realidad estén vacíos, que sean pura fachada: una nada engañosa.
5. LA FRASE DE NIETZSCHE DIOS HA MUERTO
Es en este sentido en el que
Nietzsche anuncia la muerte de dios. La
filosofía nietzscheana, propia y original,
alejada de cualquier teorización de tipo
metafísico, critica toda la filosofía anterior, y
el cristianismo representa una parte crucial
de ella. Zaratustra podría ser considerado
como el mensajero de la muerte de dios,
el anticristo (no en vano así se titula otra
obra de Nietzsche, El anticristo). De este
modo, Así habló Zaratustra, obra en la que
Nietzsche presenta el mensaje del nuevo
profeta, se convierte en una especie de
nueva biblia nietzscheana, donde las
referencias directas e indirectas a los textos
sagrados son constantes, aunque el
mensaje sea completamente opuesto.
«¡Estoy buscando a Dios!, ¡estoy buscando a Dios!» […] ¿Acaso se te ha extraviado?, dijo uno. ¿Se ha
perdido como un niño?, dijo otro. ¿O es que se ha escondido? ¿Tiene miedo de nosotros? ¿Se ha
embarcado?, ¿habrá emigrado?: así gritaban y se reían todos a la vez. El hombre loco se puso de un salto en
medio de ellos y los taladró con sus miradas. «¿Adónde se ha marchado Dios?», exclamó, «¡os lo voy a
decir! Lo hemos matado, ¡vosotros y yo! ¡Todos nosotros somos sus asesinos! […] ¡También los dioses se
pudren! ¡Dios ha muerto! ¡Dios seguirá muerto! ¡Y nosotros lo hemos matado! […] No ha habido nunca
hazaña mayor, ¡y todo aquel que nazca después de nosotros formará parte, por causa de esta hazaña, de
Paisajenocturnoconmonasterioenruinas,deLluisRIGALT(1850aprox.)
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una historia superior a toda la transcurrida hasta ahora!». […] Finalmente tiró su farol al suelo, de modo que
se hizo pedazos y se apagó. «He venido demasiado pronto», dijo después, «no es todavía mi momento». […]
Ese mismo día el hombre loco se metió en diferentes iglesias y en ellas entonó su requiem aeternam deo.
Llevado fuera e interrogado, se dice que sólo repuso esto: «¿Qué otra cosa son aún estas iglesias sino
tumbas y estelas funerarias de Dios?».
(NIETZSCHE, Friedrich. La ciencia jovial. La Gaya scienzia )
La expresión dios ha muerto significa mucho más que la afirmación de algún tipo de ateísmo; es la
gran metáfora que expresa la muerte de las verdades absolutas y de las ideas inmutables, o sea, es la
muerte de los ideales que guiaban la vida humana en la cultura decadente de occidente. Podemos
seguir esos ideales que se han descubierto vacíos o falsos (nihilismo pasivo) o podemos alejarnos de ellos
para acercarnos a lo vital (nihilismo activo). Dios representaba todo aquello que es suprasensible, todo
aquello que se basaba en el más allá, y que va desde Sócrates-Platón hasta Kant, pasando por el
cristianismo.
Nietzsche no percibe otra cosa que el hecho de que la idea del dios cristiano ha perdido su fuerza
creativa. En dios se sostenían todos los valores nihilistas de nuestra civilización. Nietzsche entiende que
dios es la expresión de esos valores que niegan esta vida, ya que se apoyan en otra vida. El sentido
del mundo, entonces, no ha de buscarse fuera de este mundo.
6. NIHILISMO Y VOLUNTAD DE PODER
Nihilismo deriva del latín, nihil, que significa nada o negación absoluta. Dentro de la filosofía
nietzscheana, el término nihilismo tiene al menos dos significados:
a) Nihilismo activo: signo de la voluntad de poder, de la persona que supera la angustia
inicial que provoca el desenmascaramiento de los valores negadores de lo vital.
b) Nihilismo pasivo: la décadence propia de la persona que se hunde ante la falta
de referentes, y que vive desfondado, sin llegar a abrazar los valores de la vida.
La clave para diferenciarlos reside en la voluntad de poder. Para Nietzsche la vida es voluntad de poder, voluntad de ser más, de expandirse y de afirmarse. No debe confundirse con la simple voluntad
humana, o con el concepto que utiliza Schopenhauer. Es voluntad de vivir, es vida en sí misma, tratando de
imponerse y extenderse, de realizar todos sus deseos, mostrando su fuerza creadora. Si interpretamos
esto desde la metáfora de la vida como obra de arte, podríamos concluir que es voluntad de crear. Esta
voluntad es una amalgama de fuerzas: deseos, instintos, pasiones, impulsos que llevan al hombre a
imponerse sobre los demás, a dominar su entorno, a realizar su voluntad.
La interpretación adecuada, por tanto, debe escapar de la pura biología (no se ejemplifica la
voluntad de poder en una especie que se impone sobre otra), pero también de la política y las tesis racistas:
Este misterio me ha confiado la vida misma. «Mira, yo soy lo que tiene que superarse siempre a sí mismo».
(NIETZSCHE, Friedrich. Así habló Zaratustra)
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La voluntad de poder tiene una dimensión individual, que impide cualquier interpretación de las
anteriormente citadas: no es la dominación de un pueblo sobre otro, ni la mera victoria en cualquier terreno.
Es una voluntad creadora de valores, que despliega toda la fuerza (no entendida pobremente en un
sentido físico) y capacidades del individuo. El mundo, pues, se comprende en tanto que voluntad de poder,
vida desbordada y desbordándose permanentemente, en pugna por expandirse más y más.
Entonces, si la voluntad de poder se reduce, aparece el nihilismo pasivo, que es la forma de
vida derivada de la pérdida de todo tipo de referentes (o de la entrega a referentes vacíos de vida).
Nietzsche piensa que está a punto de surgir en occidente: todos los valores que ha creado occidente son
falsos, decadentes, negadores de la vida, hijos de la voluntad de la nada. Cuando todos estos valores
supremos muestran sus debilidades surge la angustia y la inquietud propia del nihilismo pasivo. Dios, la
verdad, el bien y el mal se convierten en palabras vacías, y el hombre reflexivo potenciado por Sócrates,
Platón, Descartes o Kant no encuentra una piedra segura sobre la que levantar su reflexión y su vida.
Pero existe una respuesta a esta crisis de valores, y viene proporcionada por el nihilismo activo:
es la fuerza capaz de sobreponerse a la crisis del nihilismo pasivo, y está potenciada por una enérgica
voluntad de poder. El nihilista activo no espera a que los valores se derrumben: los destruye el mismo,
siendo capaz de sustituirlos por sus propios valores. La voluntad de poder crea destruyendo, y destruye
en su acto de creación, pero por amor a la vida, amor fati.
7. ÚLTIMO HOMBRE Y SUPERHOMBRE
Ante este panorama nihilista que
destapa Nietzsche, hay, como hemos visto,
dos actitudes: el nihilismo pasivo y el activo.
Ambos están representados por nuevas
figuras cargadas de simbolismo: respec-
tivamente, el último hombre, que vive el
fin de la civilización, y el superhombre,
una especie de nuevo dios terrenal que
dice sí a la vida.
Nietzsche ve que su propio tiempo
es heredero de la voluntad de la nada; en
su propio tiempo predomina el reino del
último hombre. Los valores de la civili-
zación en que ha crecido ese hombre, están ahora muertos; o sea, descubre que aquellos valores eran
falsos. Este tipo de hombre se deja vencer por un desfondamiento y vive angustiado, temeroso, deprimido
ante la tristeza de un mundo ilusorio que se derrumba ante su mirada. El último hombre, atravesado por
el nihilismo pasivo, se entristece ante la total falta de sentido, y se precipita al nihilismo. Este hombre
vivirá en adelante sin objetivos por los que merezca luchar. Este hombre se contentará con buscar la
comodidad y el placer cotidianos, vivirá sin metas.
BalaumoulindelaGallette,dePierre-AugusteRENOIR(1876)
2015/2016 Prof. Alberto Herrera Historia de la Filosofía. Unidad 8 154
Sin embargo, habrá otro tipo de actitud que vea la oportunidad abierta de afirmar valores
totalmente nuevos. Es la actitud del nuevo hombre que debe sustituir al último hombre. Este hombre
nuevo, este superhombre, encarnará el nihilismo activo. Él insuflará un nuevo sentido a la realidad,
creará los nuevos valores de la vida, no fundamentándose en el más allá, sino en este mundo. Creará el
sentido de la tierra, será él mismo el sentido de la tierra. El superhombre es la encarnación de todos los
valores nietzscheanos, además de ser la aparición natural que sigue a la muerte o desaparición absoluta
de dios, que es la negación de la vida. El que sirve a dios o vive pensando en él, niega la vida, deja de
vivirla. Por eso el superhombre es aquel capaz de superar la destrucción de dios, el hundimiento del
cristianismo, que será uno de los temas característicos de la crítica nietzscheana a la civilización occidental.
7.1 Las tres transformaciones
La caracterización del superhombre no es precisa en la obra de Nietzsche. Sin embargo sí que
deja claro que será un espíritu libre, inocente y espontáneo como un niño. El superhombre no vive
apesadumbrado por tantos y tantos siglos de filosofía, reflexión, religión, ciencia... Juega con la vida, tal y
como nos es presentado en uno de los pasajes más famosos de Así habló Zaratustra. En él nos describe
las tres transformaciones que se dan en el hombre de camino al superhombre:
a) El camello: es aquella persona humilde y sumisa, que vive pendiente de obedecer. El
camello sufre una pesada carga: la moral y la religión le convierten en un esclavo que
vive pendiente de las normas, del ¡tú debes! Es el hombre kantiano.
b) El león: se niega a seguir obedeciendo y se deshace de cargas opresoras. Lucha contra
dios, pero sigue necesitado de la moral y los valores tradicionales. Es el momento de la
negación liberadora y, posteriormente, del ¡yo quiero! Podría verse en el león al ilustrado.
c) El niño: El león se calma, ya no necesita construir su libertad reaccionando contra nada.
Con el olvido llega la liberación real, sin resentimiento alguno. El niño representa el
natural y sincero decir sí a la vida. Él se libra de la seriedad y del rigor racionalista del
león, y convierte la inconsciencia y la inocencia en su mejor virtud. Ejemplo perfecto del
superhombre, el niño imagina, crea, inventa, juega con la vida. Es el verdadero
creador de valores. El niño ama la vida, la vive sin pensar sobre ella. Nietzsche se refiere
una y otra vez a uno de los fragmentos de Heráclito:
El tiempo es un niño que mueve las piezas del juego: ¡gobierno de un niño!
8. EL ETERNO RETORNO
Planteada toda esta crítica implacable a la cultura occidental, Nietzsche, al igual que ocurriera con
lo dionisíaco, busca inspiración en la mitología griega y en los presocráticos. Allí encuentra una idea clave:
el eterno retorno. Éste ha de interpretarse como repetición, ciclo que se ejecuta una y otra vez, sin que
nada apunte hacia un estado final, o sin que haya posibilidad de ningún tipo de progreso o evolución lineal.
2015/2016 Prof. Alberto Herrera Historia de la Filosofía. Unidad 8 155
La teleología aristotélica, el mundo platónico de las ideas o el cielo prometido por los cristianos para
Nietzsche son creaciones conceptuales absurdas.
El eterno retorno incluye de este modo connotaciones materialistas, con una clara consecuencia
temporal: no existe más que el presente, el aquí y el ahora, el mundo que vivimos hoy. El hombre debe
ser fiel al presente que vive, única realidad que podemos vivir realmente. Un presente eternamente repetido,
una tierra con procesos que comienzan y terminan sin cesar: éste es el eterno retorno que nos invita a
permanecer fieles a nuestro tiempo, fieles a la tierra.
¡Yo os conjuro, hermanos míos: permaneced fieles a la tierra, y no
creáis a quienes os hablan de esperanzas supraterrenales! Son
envenenadores, sépanlo o no.
(NIETZSCHE, Friedrich. Así habló Zaratustra)
Pero Nietzsche va más allá del significado puramente
cosmológico. El eterno retorno se termina convirtiendo en valor: es el camino para afirmar la vida, es la expresión de la
voluntad de poder que se libera del lastre del pasado y del
temor respecto al futuro. El eterno retorno es el lugar y el tiempo
propio de la voluntad de poder. Así se eleva la visión griega de la
naturaleza a la categoría de valor moral. Aprecia Nietzsche dos
aspectos de esta idea:
a) La inocencia y la carencia de sentido del cambio, fijándose especialmente en los
fragmentos heraclíteos. El cambio es sólo eso: cambio, sin más valoraciones morales o
metafísicas que realizar al respecto.
b) La afirmación de la vida que se contrapone a toda clase de pesimismo. El eterno retorno
nos garantiza que hay sólo una realidad (la presente) y que no hay un desarrollo hacia
otro mundo, sea esto interpretado en un sentido religioso (el cielo cristiano) o político (una
utopía o una sociedad mejor que construir). Como consecuencia de esto, todo es bueno y
justificable, puesto que todo se repite. El mundo es giro, juego (no como deporte, sino
sin reglas establecidas. Juego con una constante carga de inventiva, como lo entienden
los niños): la danza del mundo alrededor de sí mismo.
El eterno retorno es un reflejo del deseo de eternidad del presente, de la voluntad de que todo
permanezca. Es el sí infinito, eterno y absoluto al presente vivido, a la vida misma y a la existencia. La
afirmación del eterno retorno, que diviniza toda la existencia, hasta en sus aspectos más dolorosos, nada
tiene que ver con una aceptación servil de lo real. Afirmar el ser en su eterno retornar no es postrarse ante
la necesidad y adorarla por impotencia para cambiarla, sino instalarse belicosamente en la existencia
proclamando a la vez su eterna inocencia, sin buscar refugios, más allá del mundo, adonde escapar.
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#. MUNDO VERDADERO Y MUNDO APARENTE SEGÚN NIETZSCHE
A continuación un texto donde Nietzsche nos relata con cierta ironía cuál es, a su modo de ver, la
historia de la concepción del mundo desde Platón, quien divide el mundo en verdadero y aparente. El texto
pertenece a El ocaso de los ídolos.
Historia de un error
1. El mundo verdadero es asequible al sabio, al virtuoso; él es quien vive en ese mundo, quien es ese mundo.
(Esta es la forma más antigua de la Idea, relativamente, simple y convincente. Se trata de una trascripción de
la tesis: «yo, Platón soy la verdad»).
2. El mundo verdadero no es asequible por ahora, pero ha sido prometido al sabio, al piadoso, al virtuoso («al
pecador que hace penitencia»).
(La Idea ha progresado, se ha hecho más sutil, más capciosa, más difícil de entender, y se ha afeminado , se
ha hecho cristiana...).
3. El mundo verdadero no es asequible ni demostrable ni puede ser prometido, pero, por el hecho de que se
pueda pensar, constituye un consuelo, una obligación, un imperativo.
(El antiguo sol sigue alumbrando al fondo, aunque se le ve a través de la neblina y del escepticismo; la Idea
ha sido sublimada, se ha vuelto pálida, nórdica, königsburguense1).
4. ¿Es inasequible el mundo verdadero? En cualquier caso, no lo hemos alcanzado, y por ello nos es también
desconocido. En consecuencia no puede servirnos de consuelo, ni de redención, ni de obligación. ¿A qué
nos podría obligar algo desconocido?
(Mañana gris. Primer bostezo de la razón. Canto del gallo del positivismo).
5. El mundo verdadero es una Idea que ya no sirve para nada, que ya ni siquiera obliga, una Idea que se ha
vuelto inútil, superflua; en consecuencia es una Idea que ha sido refutada: eliminémosla.
(Día claro; desayuno, vuelta del sentido común y de la serenidad alegre; Platón se pone rojo de vergüenza y
todos los espíritus libres arman un ruido de mil demonios).
6. Hemos eliminado el mundo verdadero: ¿qué mundo ha quedado? ¿el aparente...? ¡no!, al eliminar el
mundo verdadero hemos eliminado también el aparente.
(Mediodía; instante de la más breve sombra; fin del más largo error; punto culminante de la humanidad;
comienza Zaratustra).
1 Se refiere a Kant, quien nació en Königsber.
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ANEXO I
Texto Para la P.A.U.
— FRIEDRICH NIETZSCHE
EL CREPÚSCULO DE LOS ÍDOLOS. La
razón en la filosofía
1
Me pregunta usted qué cosas son idiosincrasia en
los filósofos... Por ejemplo, su falta de sentido
histórico, su odio a la noción misma de devenir,
su egipticismo. Ellos creen otorgar un honor a una
cosa cuando la deshistorizan, sub specie aeterni
[desde la perspectiva de lo eterno], cuando hacen
de ella una momia. Todo lo que los filósofos han
venido manejando desde hace milenios fueron
momias conceptuales; de sus manos no salió vivo
nada real. Matan, rellenan de paja, esos señores
idólatras de los conceptos, cuando adoran; se
vuelven mortalmente peligrosos para todo,
cuando adoran. La muerte, el cambio, la vejez,
así como la procreación y el crecimiento son para
ellos objeciones, incluso refutaciones. Lo que es
no deviene; lo que deviene no es... Ahora bien,
todos ellos creen, incluso con desesperación, en
lo que es. Mas como no pueden apoderarse de
ello, buscan razones de por qué se les retiene.
«Tiene que haber una ilusión, un engaño en el
hecho de que no percibamos lo que es: ¿dónde
se esconde el engañador? —Lo tenemos, gritan
dichosos, ¡es la sensibilidad! Estos sentidos, que
también en otros aspectos son tan inmorales, nos
engañan acerca del mundo verdadero. Moraleja:
deshacerse del engaño de los sentidos, del
devenir, de la historia [Historie], de la mentira, la
historia no es más que fe en los sentidos, fe en la
mentira. Moraleja: decir no a todo lo que otorga fe
a los sentidos, a todo el resto de la humanidad:
todo él es pueblo. ¡Ser filósofo, ser momia,
representar el monótono-teísmo con una mímica
de sepulturero! ¡Y, sobre todo, fuera el cuerpo,
esa lamentable idée fixe [idea fija] de los
sentidos!, ¡sujeto a todos los errores de la lógica
que existen, refutado, incluso imposible, aun
cuando es lo bastante insolente para comportarse
como si fuera real!...».
2
Pongo a un lado, con gran reverencia, el nombre
de Heráclito. Mientras que el resto de la
comunidad de los filósofos rechazaba el
testimonio de los sentidos porque éstos
mostraban pluralidad y modificación, él rechazó
su testimonio porque mostraban las cosas como
si tuviesen duración y unidad. También Heráclito
fue injusto con los sentidos. Estos no mienten ni
del modo como creen los eléatas ni del modo
como creía él, no mienten de ninguna manera. Lo
que nosotros hacemos de su testimonio, eso es lo
que introduce la mentira, por ejemplo la mentira
de la unidad, la mentira de la coseidad, de la
sustancia, de la duración... La razón es la causa
de que nosotros falseemos el testimonio de los
sentidos. Mostrando el devenir, el perecer, el
cambio, los sentidos no mienten... Pero Heráclito
tendrá eternamente razón al decir que el ser es
una ficción vacía. El mundo aparente es el único:
el mundo verdadero no es más que un añadido
mentiroso...
3
¡Y qué sutiles instrumentos de observación
tenemos en nuestros sentidos! Esa nariz, por
ejemplo, de la que ningún filósofo ha hablado
2015/2016 Prof. Alberto Herrera Historia de la Filosofía. Unidad 8 158
todavía con veneración y gratitud, es hasta este
momento incluso el más delicado de los
instrumentos que están a nuestra disposición: es
capaz de registrar incluso diferencias mínimas de
movimiento que ni siquiera el espectroscopio
registra. Hoy nosotros poseemos ciencia
exactamente en la medida en que nos hemos
decidido a aceptar el testimonio de los sentidos,
en que hemos aprendido a seguir aguzándolos,
armándolos, pensándolos hasta el final. El resto
es un aborto y todavía no ciencia: quiero decir,
metafísica, teología, psicología, teoría del
conocimiento, ciencia formal, teoría de los signos:
como la lógica, y esa lógica aplicada, la
matemática. En ellas la realidad no llega a
aparecer, ni siquiera como problema; y tampoco
como la cuestión de qué valor tiene en general
ese convencionalismo de signos que es la lógica.
4
La otra idiosincrasia de los filósofos no es menos
peligrosa: consiste en confundir lo último y lo
primero. Ponen al comienzo, como comienzo, lo
que viene al final —¡por desgracia!, ¡pues no
debería siquiera venir!: los conceptos supremos,
es decir, los conceptos más generales, los más
vacíos, el último humo de la realidad que se
evapora. Esto es, una vez más, sólo expresión de
su modo de venerar: a lo superior no le es lícito
provenir de lo inferior, no le es lícito provenir de
nada... Moraleja: todo lo que es de primer rango
tiene que ser causa sui [causa de sí mismo]. El
proceder de algo distinto es considerado como
una objeción, como algo que pone en entredicho
el valor. Todos los valores supremos son de
primer rango, ninguno de los conceptos
supremos, lo existente, lo incondicionado, lo
bueno, lo verdadero, lo perfecto… ninguno de
ellos puede haber devenido, por consiguiente
tiene que ser causa sui. Mas ninguna de esas
cosas puede ser tampoco desigual una de otra,
no puede estar en contradicción consigo misma...
Con esto tienen los filósofos su estupendo
concepto de dios... Lo último, lo más tenue, lo
más vacío es puesto como lo primero, como
causa en sí, como ens realissimum [ente
realísimo]... ¡Que la humanidad haya tenido que
tomar en serio las dolencias cerebrales de unos
enfermos tejedores de telarañas! ¡Y lo ha pagado
caro!...
5
Contrapongamos a esto, por fin, el modo tan
distinto como nosotros (digo nosotros por
cortesía...) vemos el problema del error y de la
apariencia. En otro tiempo se tomaba la
modificación, el cambio, el devenir en general
como prueba de apariencia, como signo de que
ahí tiene que haber algo que nos induce a error.
Hoy, a la inversa, en la exacta medida en que el
prejuicio de la razón nos fuerza a asignar unidad,
identidad, duración, sustancia, causa, coseidad,
ser, nos vemos en cierto modo cogidos en el
error, necesitamos el error; aun cuando,
basándonos en una verificación rigurosa, dentro
de nosotros estemos muy seguros de que es ahí
donde está el error. Ocurre con esto lo mismo que
con los movimientos de una gran constelación: en
éstos el error tiene como abogado permanente a
nuestro ojo; allí [en lo otro] a nuestro lenguaje.
Por su génesis el lenguaje pertenece a la época
de la forma más rudimentaria de psicología:
penetramos en un fetichismo grosero cuando
adquirimos consciencia de los presupuestos
básicos de la metafísica del lenguaje, dicho con
claridad: de la razón. Ese fetichismo ve en todas
partes agentes y acciones: cree que la voluntad
es la causa en general, cree en el yo, cree que el
yo es un ser, que el yo es una sustancia, y
proyecta sobre todas las cosas la creencia en la
sustancia yo; así es como crea el concepto
cosa... El ser es añadido con el pensamiento, es
2015/2016 Prof. Alberto Herrera Historia de la Filosofía. Unidad 8 159
introducido subrepticiamente en todas partes
como causa; del concepto yo es del que se sigue,
como derivado, el concepto ser... Al comienzo
está ese grande y funesto error de que la
voluntad es algo que produce efectos, de que la
voluntad es una facultad... Hoy sabemos que no
es más que una palabra... Mucho más tarde, en
un mundo mil veces más ilustrado, llegó a la
consciencia de los filósofos, para su sorpresa, la
seguridad, la certeza subjetiva en el manejo de
las categorías de la razón: ellos sacaron la
conclusión de que esas categorías no podían
proceder de la empiria, la empiria entera, decían,
está, en efecto, en contradicción con ellas.
¿De dónde proceden, pues? Y tanto en India
como en Grecia se cometió el mismo error:
«nosotros tenemos que haber habitado ya alguna
vez en un mundo más alto (en lugar de en un
mundo mucho más bajo: ¡lo cual habría sido la
verdad!), nosotros tenemos que haber sido
divinos, ¡pues poseemos la razón!»... De hecho,
hasta ahora nada ha tenido una fuerza persuasiva
más ingenua que el error acerca del ser, tal como
fue formulado, por ejemplo, por los eléatas: ¡ese
error tiene en favor suyo, en efecto, cada palabra,
cada frase que nosotros pronunciamos! También
los adversarios de los eléatas sucumbieron a la
seducción de su concepto de ser: entre otros
Demócrito, cuando inventó su átomo... La razón
en el lenguaje: ¡Oh, qué vieja hembra
engañadora! Temo que no vamos a
desembarazarnos de dios porque continuamos
creyendo en la gramática...
6
Se me estará agradecido si condenso un
conocimiento tan esencial, tan nuevo, en cuatro
tesis: así facilito la comprensión, así provoco la
contradicción.
Primera tesis. Las razones por las que este
mundo ha sido calificado de aparente
fundamentan, antes bien, su realidad, otra
especie distinta de realidad es absolutamente
indemostrable.
Segunda tesis. Los signos distintivos que han
sido asignados al ser verdadero de las cosas son
los signos distintivos del no ser, de la nada; a
base de ponerlo en contradicción con el mundo
real es como se ha construido el mundo
verdadero: un mundo aparente de hecho, en
cuanto es meramente una ilusión óptico moral.
Tercera tesis. Inventar fábulas acerca de otro
mundo distinto de éste no tiene sentido,
presuponiendo que no domine en nosotros un
instinto de calumnia, de empequeñecimiento, de
recelo frente a la vida: en este último caso
tomamos venganza de la vida con la
fantasmagoría de otra vida distinta de ésta, mejor
que ésta.
Cuarta tesis. Dividir el mundo en un mundo
verdadero y en un mundo aparente, ya sea al
modo del cristianismo, ya sea al modo de Kant
(en última instancia, un cristiano alevoso), es
únicamente una sugestión de la décadence, un
síntoma de vida descendente... El hecho de que
el artista estime más la apariencia que la realidad
no constituye una objeción contra esta tesis, pues
la apariencia significa aquí la realidad una vez
más, sólo que seleccionada, reforzada,
corregida... El artista trágico no es un
pesimista; dice precisamente sí incluso a todo lo
problemático y terrible; es dionisíaco...
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ANEXO II
Modelo de P.A.U. Hª de la Filosofía: Marx y Nietzsche (2014-2015)