20469882 Historia Antigua de La Peninsula Iberica Segundo Parcial

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HISTORIA ANTIGUA DE LA PENÍNSULA IBÉRICA de la antigüedad tardía al ocaso visigodo

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  • HISTORIA ANTIGUA DE LA PENNSULA IBRICA d e l a a n t i g e d a d t a r d a a l o c a s o v i s i g o d o

  • ndice

    Tema 1. La crisis del siglo III y sus componentes ................................................ pg. 3

    Tema 2. Los hechos histricos del siglo IV .......................................................... pg. 10

    Tema 3. La administracin civil en Hispania ........................................................ pg. 20

    Tema 4. Paisaje urbano y paisaje rural en la Hispania del siglo IV ..................... pg. 30

    Tema 5. La economa bajoimperial .................................................................... pg. 34

    Tema 6. La organizacin social .......................................................................... pg. 42

    Tema 7. Manifestaciones culturales .................................................................... pg. 50

    Tema 8. De la tormenta de las invasiones al ocaso del poder romano ............... pg. 54

    Tema 9. La configuracin del reino visigodo espaol .......................................... pg. 60

    Tema 10. El reino catlico de Toledo ..................................................................... pg. 65

    Tema 11. Manifestaciones culturales ..................................................................... pg. 70

    Tema 12. ltimos reyes visigodos ......................................................................... pg. 77

    Tema 13. Las instituciones del reino de Toledo ..................................................... pg. 82

    Tema 14. Actividades econmicas en el reino visigodo ......................................... pg. 88

    Tema 15. La sociedad en el reino visigodo ............................................................ pg. 97

  • HISTORIA ANTIGUA DE LA PENNSULA IBRICA. Segunda parte 3

    TEMA 1. LA CRISIS DEL SIGLO III VALORACIN Y CONCEPTO DE CRISIS.

    Bajo la expresin crisis del siglo III la historiografa moderna ha venido aludiendo a un supuesto deterioro general del Imperio durante el periodo que va desde los Severos (ao 193) hasta la toma del poder por Diocleciano. Este deterioro habra sido causado por un amplio abanico de fenmenos econmicos, sociales, polticos y culturales que emergen o se radicali-zan a lo largo de este siglo.

    Se tena, por tanto, la creencia implcita de que, con anterioridad a la crisis, se daba en el Imperio una estabilidad que supona la existencia de un equilibrio entre el campo y la ciudad, los gastos e ingresos estatales y municipales, los poderes del emperador y los encomendados al Senado y que en el terreno militar el ejercito imperial todava era capaz de salir airoso de situaciones comprometidas.

    Pero durante el siglo III este panorama cambi, el ejercito imperial, cada vez ms barba-rizado intervino en levantamientos y secesiones y fue incapaz de impedir las continuas incur-siones brbaras en suelo romano, adquiriendo sin embargo un nuevo y desmedido protago-nismo que inaugur una fase de anarqua militar (periodo de los emperadoressoldados). Esta situacin de inestabilidad poltica y militar ser el rasgo ms evidente de este periodo, y a la misma se aade, por parte de algunos historiadores modernos, la visin pesimista de una crisis econmica y social manifestada en aspectos como la baja productividad, el incremento de la presin fiscal, la depreciacin de la moneda, la alta inflacin, etc.

    Nueva visin de la supuesta crisis.

    Pero esta visin pesimista no es totalmente exacta, al menos no en todos los aspectos y matices, ya que, si bien es cierto que en este siglo III se consolida y toma cuerpo una vasta transformacin econmica, social y cultural, ms que ante una crisis general nos encontramos ante un conjunto de crisis coyunturales de las cuales algunas tienen operatividad general en tanto que otras afectan, sobre todo a determinados mbitos regionales en distinto grado e in-tensidad.

    En este sentido la historiografa reciente orienta sus esfuerzos a tratar de constatar el grado de incidencia de esos factores en las distintas provincias y en los diversos mbitos econmicos y sociales. Para ello los conceptos de cambio y de transformacin, resultan ms operativos desde el punto de vista metodolgico y se acomodan mejor a la evolucin estructu-ral de ndole econmica y social que desembocar luego en la sociedad del Bajo Imperio.

    En resumen la historiografa moderna tiende a considerar el siglo III como el marco cro-nolgico en el que se gestaron y produjeron algunos cambios y transformaciones de ndole poltica, social, econmica y cultural, que en cierta medida, suponen una respuesta conducente a paliar algunos de los males de la poca y en este sentido no parece oportuno proyectar una luz totalmente negativa sobre algunas de las iniciativas emprendidas por los emperadores de esta poca, ms bien se tratara de poder comprender si estas medidas (por ejemplo el aban-dono de tierras conquistadas) son el exponente de una coherente y oportuna decisin poltica o, por el contrario, una muestra de impotencia y debilidad del Imperio.

    CONSECUENCIAS EN HISPANIA DE LAS LUCHAS POR EL PODER ENTRE ALBI-NO Y SEPTIMIO SEVERO.

    No parece que Hispania resultara muy afectada por las luchas habidas por apoderarse del mando imperial, las consecuencias de estas luchas no acarrearon para Hispania ningn cambio en la orientacin poltica que el poder central tena reservado para ella. Ninguna fuente literaria registra la implicacin del ejercito hispano en la lucha entre Septimio Severo y Albino por el cetro imperial, si bien algunos indicios dejar entrever una imprecisa alineacin a favor de

  • HISTORIA ANTIGUA DE LA PENNSULA IBRICA. Segunda parte 4

    Septimio Severo por parte de la legin Sptima Gmina. Por otra parte y, aunque no se cono-cen muchos nombres, tanto Septimio Severo como Albino tuvieron partidarios en Hispania, y muchos de estos, tras su derrota fueron ejecutados, y sus bienes confiscados y transferidos al patrimonio imperial.

    Septimio Severo, segn Dion Casio, aumento a 33 el nmero de legiones en activo, elev la paga de los legionarios y la de los pretorianos y permiti a los soldados contraer justas nupcias, reconociendo la ciudadana romana a los hijos habidos entre ellos y las mujeres nati-vas.

    Sin embargo estas medidas de perfeccionamiento del sistema defensivo y de mejora de la condicin jurdica y material de los soldados tuvieron una repercusin muy limitada en His-pania debido a que las fuerzas militares aqu estacionadas eran ms bien escasas. Mayores consecuencias para las capas ms elevadas de la sociedad hispana y del Imperio tendrn el incremento de intervencionismo estatal en materia fiscal y su injerencia en la autonoma de las ciudades, al hacer responsables a los curiales, con sus bienes, del cobro de los impuestos.

    El intervencionismo de Septimio Severo.

    La Historia Augusta especifica que Septimio Severo declar propiedad imperial gran parte de los recursos aureos de Hispania, especialmente las minas del noroeste, ello parece indicar que en esta poca todava estaban en explotacin y la reparacin de las vas guardara relacin con este hecho. Tambin conocemos la confiscacin a favor de aerarium de las pro-piedades de muchos partidarios de Albino, algunas de estas propiedades pasaron a engrosar el patrimonio del emperador.

    Tambin intervino el circuito comercial del transporte de aceite hispano lo que le debi proporcionar abundantes ganancias y conocemos asimismo que varios fundos y alfareras de la Btica, dedicados a la produccin y exportacin del aceite quedaron en manos del emperador. Todo ello lleva a constatar el acaparamiento de una funcin, la del transporte de suministros annonarios con destino al ejercito y a Roma, que antes estaba en manos privadas, bien se hiciese ese transporte a travs del fisco y en beneficio del Estado, bien a travs de la ratio pri-vada en provecho del patrimonio del emperador.

    EL GOBIERNO DE CARACALLA (211-217) El Edicto de ciudadana romana.

    La concesin en 212 de la ciudadana romana a todos los habitantes libres del Imperio por parte de Caracalla constituye la decisin ms trascendental de este emperador, pero en Hispania haba sido la concesin de Vespasiano del ius Latii Universae Hispaniae la que ayud a homogeneizar en la prctica los usos jurdicos romanos y a que los habitantes de los municipios latinos fuesen adquiriendo progresivamente la ciudadana romana, por ello la con-cesin de ciudadana de Caracalla tuvo menguados efectos en las provincias hispanas, pues la inmensa mayora de los hispanos eran ya ciudadanos romanos.

    El aumento de ciudadanos romanos derivados de esta concesin de ciudadana est re-lacionado con una medida econmica de Caracalla, dictada para recaudar ms ingresos cual fue la elevacin en un 100% del impuesto sobre herencias que pagaban los ciudadanos roma-nos y que tuvo importantes repercusiones econmicas entre estos.

    Creacin por Caracalla de la Hispania Nova Citerior Antoniniana.

    Una inscripcin procedente de Regio (Len) y datada en 216/217 indica que durante el mando de este emperador C. Julio Cereal fue propretor de Augusto de la Provincia Hispania Nova Citerior Antoniniana, el primero enviado por el emperador tras la divisin de la provincia, segregada de la provincia Citerior que posiblemente abarcaba los conventos Lucense, Braca-raugustano y Asturiense. Esta provincia se caracterizaba por dos factores importantes, cual

  • HISTORIA ANTIGUA DE LA PENNSULA IBRICA. Segunda parte 5

    eran el estacionamiento en su territorio del contingente de tropas residente en Hispania y la existencia en la zona de minas de oro. Esta provincia tuvo una vida efmera, integrndose de nuevo a la Citerior, posiblemente en vida de Caracalla.

    Sin que las razones aportadas sean muy decisivas la creacin de esta provincia se ha puesto en relacin con la adquisicin de metales preciosos. El emperador puso en circulacin el antoninianus y es posible que el Estado tuviese inters en que las minas de oro del Noroeste mantuvieran su produccin a buen ritmo. De lo que no cabe duda es del inters de Caracalla por el buen estado de las vas del noroeste como demuestran un buen nmero de miliarios co-rrespondientes a esta poca.

    LOS LTIMOS SEVEROS (Alejandro Severo 222- 235) Durante este periodo las referencias literarias a Hispania son escasas, siendo los ep-

    grafes y los testimonios arqueolgicos los que proporcionan informacin. Sabemos de la repa-racin de algunas vas y monumentos, construcciones de envergadura y elementos como mo-saicos y sarcfagos que resaltan la prosperidad de algunos sectores hispanos, en medio de una economa que se va achicando.

    Alejandro Severo se preocup de los suministros de Roma, hizo concesiones a los mer-caderes, y elev la cuanta de las donaciones de aceite, lo que afect probablemente a la Bti-ca de donde procedan parte de esos suministros de aceite. Los fundos y alfarera bticas ca-dos en manos del emperador y que haban sido transferidas al Patrimonio del Estado fueron de nuevo convertidas en propiedades privadas al igual que el transporte de los suministros.

    Segn las fuentes literarias este emperador fue tolerante con judos y cristianos, en un periodo en el que se asiste al languidecer del culto al emperador y al crecimiento de las religio-nes orientales en Hispania.

    HISPANIA Y EL IMPERIUM GALICUM (260 274) El mal entendimiento entre Galieno y su hijo Valeriano con Pstumo, encargado de la

    defensa del frente renano cristalizaron en un pronunciamiento militar secesionista y en la crea-cin de un imperio organizado e independiente del que formaron parte Britania, las Galias, foco de la sublevacin e Hispania, en este ltimo caso seguramente por razones geopolticas ya que Hispania era la retaguardia de las Galias y mantena con ella una amplia frontera. Testimonios recogidos en Acci, Cartagena o Asturias avalan la adhesin de la provincia Citerior y de la Bti-ca al Imperium Gallicum.

    Tras la muerte de Pstumo, asesinado en Maguncia (269) la Narbonense y posiblemen-te tambin Hispania volvieron a la obediencia al poder legtimo de Roma, siendo Aureliano el que restableci definitivamente el dominio de Roma sobre el Imperio Galico.

    LAS INVASIONES DE HISPANIA DE FRANCOS Y ALAMANES. El tratamiento de estas invasiones es un tema controvertido en la historiografa hispana.

    As se ha especulado con dos invasiones en dos momentos diferentes: la del ao 262, mencio-nada por fuentes literarias y otra a partir de 275 ms problemtica de demostrar.

    Respecto de la primera, que tuvo lugar en tiempos de Galieno las fuentes literarias se-alan la destruccin casi total de Tarragona y el paso de un nmero importante de estos inva-sores a frica, sin embargo estos datos tan generales hacen difcil discernir la extensin ge-ogrfica de esta invasin y el volumen de destrucciones que ocasion. En el caso de la segun-da invasin, deducida nicamente a partir de datos arqueolgicos y numismticos, el grado de incertidumbre es todava mayor.

  • HISTORIA ANTIGUA DE LA PENNSULA IBRICA. Segunda parte 6

    En cualquier caso hay que sealar que el empleo de datos arqueolgicos y numismti-cos como prueba de hechos histricos debidos a protagonistas concretos requiere de una gran cautela, pues no siempre la arqueologa est en condiciones de proporcionar fechas concretas. Adems el ocultamiento de monedas no tiene por que tener como nica causa la presencia cercana de un invasor, otros motivos como una mayor exigencia fiscal o una situacin de inse-guridad general tambin pudieron influir, al menos en el caso de algunas ocultaciones.

    Por otra parte hay pocos indicios arqueolgicos de destruccin incluso en el caso de una ciudad como Tarraco, que segn las fuentes literarias sufri grandes estragos. En cual-quier caso desde el punto de vista de las destrucciones, las acciones de saqueo de estos inva-sores se circunscriben al Nordeste de la Pennsula; cuestin distinta es la amplitud y extensin que pudieron alcanzar y los efectos psicolgicos de las mismas en una zona como Hispania que llevaba siglos sin conocer una invasin. La invasin de francos y alamanes del siglo III fue una prueba palpable de la impotencia del Imperio para impedirlas.

    REPERCUSIN EN HISPANIA DE LOS FACTORES INTERNOS Y EXTERNOS QUE CONSTITUYEN LA SUPUESTA CRISIS DEL SIGLO III.

    Son varios los factores estructurales y coyunturales que contribuyen al deterioro social y econmico que sufre el Imperio durante el siglo III, sin embargo la determinacin de en qu manera y con qu intensidad actuaron estos factores es muy difcil debido a que la evidencia de que se dispone es muy fragmentaria y slo permite dibujar sntomas y tendencias impreci-sas.

    La actitud ante el poder

    La descomposicin del poder imperial (separatismos, pronunciamientos militares, rpida sucesin de emperadores) fueron minando el prestigio del poder imperial. El culto al empe-rador, expresin de la unidad y estabilidad del Estado fue decayendo paulatinamente durante el siglo III, y si bien se siguen haciendo dedicaciones a los emperadores no rezuman el espritu de lealtad de antao, sino que son frmulas protocolarias y laudatorias de los nuevos empera-dores.

    Las relaciones entre las provincias y ciudades hispanas y el poder imperial se enfriaron como consecuencia de factores coyunturales que actuaron durante ese tiempo. As no se tiene conocimiento de que ninguna unidad militar hiciera frente a la invasin de la pennsula por fran-cos y alamanes, si bien las consecuencias econmicas y humanas de esta invasin no fueron grandes, tampoco hubo en la Pennsula guerras civiles, pestes ni epidemias que tanto afecta-ron a otras partes del Imperio. Tampoco tuvo consecuencias polticas o econmicas la alinea-cin de las provincias hispanas con el Imperio autonomista galo, ya que se trat de una perte-nencia ms bien pasiva y testimonial. En definitiva, en Hispania la repercusin de los factores coyunturales, que tanto dao econmico y social produjeron en otras provincias, fue ms bien escasa.

    Repercusiones en la organizacin de la ciudad

    El modelo de ciudad del Alto Imperio inclua centros comerciales y de produccin arte-sanal, cuyo funcionamiento exiga las correspondientes inversiones que eran compensadas con los beneficios. Pero la ciudad requera tambin edificios civiles y religiosos, y una infraes-tructura urbana y de servicios costosa de crear y mantener. Salvo en el caso de algunas ciuda-des el balance entre los beneficios generados por la ciudad y los costos no era positivo.

    Durante el siglo III la consolidacin de los latifundios y la creacin de complejos indus-triales y artesanales en las villae repercuti negativamente en las finanzas, ya bastante des-equilibradas, de las ciudades; el descenso de la produccin de bienes de consumo hizo ms caro y difcil el aprovisionamiento de las ciudades, ello unido a la prdida de ingresos derivada de la falta de venta de aquellos productos que antes se producan en la ciudad y que comenza-

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    ron a elaborarse en los latifundios, dejaron cada vez ms exhaustas las arcas municipales ad-ministradas por los decuriones.

    Los decuriones eran los propietarios de los talleres metalrgicos y artesanales y de los centros comerciales, y de estos sectores obtenan sus beneficios pero entre fines del siglo II y durante el III estas actividades se contrajeron ya que en el mundo convulsionado de las guerras civiles e invasiones brbaras la seguridad de los caminos no estaba garantizada y era muy dif-cil el comercio. Los costos del sostenimiento de estas instalaciones y de la mano de obra que las atendan eran constantes, pero la colocacin de los productos era insegura, sufriendo adems la competencia de la produccin efectuada en los talleres de los latifundios.

    Este incremento de costos provoc a su vez un aumento de los precios, alza que ape-nas pudo restaar el deterioro econmico de los decuriones sobre los que descansaba la eco-noma de las ciudades y el sistema impositivo romano. Ya en el siglo II el Estado debi interve-nir ante el aumento de los gastos cvicos de las ciudades aprovisionamiento, baos, juego y espectculos, procediendo a su regulacin. Luego ante el retraimiento de los curiales a la hora de atender los costos derivados del mantenimiento de las infraestructuras de las ciudades el Estado, necesitado de ingresos, les obligo a responder colectivamente del pago de los im-puestos asignados a sus ciudades, sin tener en cuenta la difcil situacin por la que pasaban algunas ciudades.

    No obstante hubo ciudades y regiones que no fueron afectadas por esta crisis, debido a la intensificacin en ellas de las actividades comerciales y a la instalacin de talleres e indus-trias, ello es as particularmente en las zonas fronterizas, donde la necesidad de suministrar al ejrcito, unida al estado lamentable de la red viaria y de la seguridad de los caminos aconseja-ban el acercamiento de los centros de produccin a los lugares de consumo.

    De estos fenmenos socio-econmicos de carcter general apenas tenemos datos para Hispania; no obstante se aprecia que no todas las ciudades se precipitaron en un gran deterio-ro, ni los cambios contemplados en las ciudades es efecto exclusivo de la crisis, es tambin fruto de la lenta transformacin que durante los siglos III y IV se produce en el modelo de orga-nizacin urbana, que se ve perjudicado, como ya se ha sealado, por el auge y consolidacin de fuertes complejos rurales que limitan el desarrollo de la ciudad, sin provocar su total deca-dencia, de hecho se tiene constancia de levantamiento de circos y edificios en los siglos II y III en ciudades como Calagurris o Saguntum.

    Pero, en trminos generales, el desarrollo de la ciudad se resiente en diversos mbitos. As por ejemplo en Baelo se abandonan proyectos urbansticos, en Itlica se construye una muralla durante el siglo III, en Ampurias se abandona la plaza. Durante los siglos III y IV ms de una treintena de ciudades hispanas levantan o reconstruyen sus murallas, llegando incluso en algunas a reducirse el permetro de estas murallas, sin tener en cuenta las casas que amor-tizaba a su paso como ocurri en Termes. Pero no hay seguridad de que estos amurallamien-tos y reducciones del permetro se deban a las invasiones y a la crisis del siglo III ya que no se dispone de los pertinentes datos arqueolgicos que aclaren los motivos y fechas concretas de construccin.

    Las explotaciones mineras y la produccin artesanal:

    En este periodo se redujo la explotacin de plata y cobre en el sudeste y sudoeste pe-ninsular y la extraccin de oro en el noroeste prcticamente desaparece, circunstancia difcil de explicar debido a la necesidad de dinero que tena el Estado. Este hecho se ha intentado expli-car como una consecuencia del descenso de las disponibilidades de mano de obra, si bien no se dispone de datos que permitan corroborar esta afirmacin. En la Pennsula las invasiones no alcanzaron los distritos mineros ni tampoco hubo peste, ni epidemias ni guerras, por lo que no se entiende muy bien cmo no se pudo reclutar la misma cantidad de mano de obra que en pocas anteriores. Quizs la causa sean los elevados costes de explotacin y el pequeo vo-lumen de mineral obtenido pese a todos los esfuerzos.

  • HISTORIA ANTIGUA DE LA PENNSULA IBRICA. Segunda parte 8

    Hispania no tena fronteras con los brbaros y eran las tierras fronterizas las que de-mandaban una gran cantidad de productos de consumo y primera necesidad siendo all donde se instalaban talleres e industrias con el fin de abaratar los costos. Hispania, por tanto, no pudo compensar los efectos de la crisis que eventualmente le hubieran podido afectar con un au-mento de la produccin artesanal.

    La produccin agraria

    La crisis general del Imperio tuvo entre sus efectos ms visibles una elevada inflacin, consecuencia de la devaluacin de la moneda. Esta inflacin afecto tambin a la produccin agraria y aceler en Hispania la tendencia a disminuir el monto de las exportaciones de produc-tos alimenticios que haban sido la base del comercio exterior de la Pennsula y agiliz el con-sumo interior, acorde con el aumento de las grandes villae rsticas.

    El vino

    : Desde el siglo II apenas hay testimonios de aquel tipo de nforas con las que se llevaba el vino a Roma y a otros lugares, seal de que el vino se destinaba al consumo interior.

    El aceite

    : Con este producto ocurri algo similar, es poco probable que hubiera una disminucin de la produccin de aceite, al igual que es probable que disminuyera la produccin de vino, s cabe pensar en un descenso de la exportacin o, al menos en una reorientacin del destino de las exportaciones. Hasta el siglo III hay constancia del envo de aceite de oliva btico hacia Roma y a los campamentos legionarios de las fronteras (nforas Dressel 20), si bien desde el reinado de Galieno estas expor-taciones disminuyen como consecuencia de la competencia del aceite africano. Con todo el aceite btico se seguir exportando, si bien utilizando nforas ms peque-as. (Dressel 23).

    Productos pesqueros

    En general esta disminucin de las exportaciones de vino, aceite y garum acarrear una reduccin de la demanda y del volumen de recipientes destinados a su transporte.

    : Debido quizs a la competencia de la produccin africana, muchas de las factoras que elaboraban el garum se abandonaron.

    La agricultura, base fundamental de la economa hispana del siglo III se vi pues afec-tada de modo irremisible de males estructurales y coyunturales: inflacin general del Imperio, destrucciones ocasionadas por francos y alamanes, falta de mano de obra en algunos secto-res. Las grandes propiedades agrarias que se van consolidando e incrementando a lo largo del siglo III, se explotaban por lo general con esclavos, que comienzan a escasear, precisando una sustitucin mediante la implantacin del colonado.

    Pero al margen de las zonas y comarcas peninsulares en las que fueron usuales las grandes propiedades, lo que predomin en la mayor parte del territorio fue la pequea y me-diana propiedad, explotaciones familiares con pequeos costos de produccin, y aunque los impuestos y la inflacin suponan para ellos un quebranto, es posible que para ellos las condi-ciones no fueran ms duras que antao, pues los productos alimenticios de primera necesidad siempre gozaron de una demanda necesaria. En cierta medida puede pensarse que la inflacin no perjudic gravemente a los pequeos y medianos propietarios, que se encontraban en dis-posicin de pedir precios ms altos que lo que representaba la subida compensatoria de los costos de produccin. Quienes sufran, en realidad, con la inflacin era el sector ms empobre-cido, que deba comprar productos de primera necesidad a precios muy altos.

    Inflacin y crisis monetaria

    De una u otra manera la inflacin afect a todos los sectores econmicos, El Estado ne-cesitaba enormes cantidades de dinero a lo que se aada el elevado nmero de contribuyen-tes eliminados por guerras y epidemias, la desorganizacin de los negocios y la merma de en-tradas por la prdida de varias provincias.

  • HISTORIA ANTIGUA DE LA PENNSULA IBRICA. Segunda parte 9

    La alterada y continuamente variable situacin poltica ayudaba poco a estabilizar la moneda. Continuas emisiones monetarias de emperadores y usurpadores se suceden y coexis-ten, sumiendo a los usuarios en la incertidumbre sobre qu monedas utilizar. Todo quedaba al criterio del usuario, pues no se dispona de instrumentos eficientes que desplazasen de la co-rriente monetaria algunas monedas puestas en circulacin. El antoniniano de Caracalla fue perdiendo progresivamente peso y contenido de metal noble. En el 274 Aureliano creo un nuevo antoniniano, sin embargo durante el reinado de Claudio II el antoniniano slo tena ya un 1% de plata. Esta disminucin del contenido de plata de las monedas y la necesidad de po-ner en circulacin mayor cantidad de moneda es resultado de una manipulacin intencionada del sistema monetal con la que se intentaba dar respuesta a la inflacin galopante.

    Sin embargo la reaccin lgica fue una elevacin de los precios y posteriormente de los salarios. Pero la poltica monetaria del Estado no es la nica explicacin al alza de los precios, entran en juego otros elementos econmicos como pueden ser el descenso de la mano de obra disponible y la menor oferta de productos de consumo en cuya adquisicin se inverta una can-tidad mayor de moneda. Y por lo que hace a los sueldos, si exceptuamos relativamente los cobrados por los soldados, estuvieron muy por debajo del alza de los precios. En cualquier ca-so el nmero de soldados en Hispania y el de funcionarios de la administracin era muy exiguo, por lo que la repercusin econmica en Hispania de la elevacin de los sueldos para estos sec-tores sociales apenas se dej sentir.

    La prdida del valor intrnseco de las monedas, consecuencia de la disminucin del por-centaje de metal noble en las mismas, acentu la tendencia a la tesaurizacin, al ocultamiento de las monedas de mejor calidad. En el periodo desde el 253 al 285 las ocultaciones de mone-das en Hispania son muy numerosas. Muchas de estas ocultaciones coinciden con las invasio-nes de francos y alamanes, razn por lo que se consideran un efecto provocado por las mis-mas. Es una posibilidad, sin embargo es significativo que la mayora de las ocultaciones se realizaron en lugares no afectados por las invasiones por lo que la causa econmica de retener la moneda ms valiosa parece ms razonable.

    Como conclusin, a partir de los estudios parciales y regionales realizados hasta ahora, parece que los efectos de la invasin y de la crisis fueron muy limitados en Hispania. Contri-buy, no obstante, a acrecentar el clima general de dificultades y de inseguridad reinante en la Pennsula. Pero no fue la invasin, ni los factores coyunturales los que marcan el relativo decli-ve de Hispania durante el siglo III, sino ms bien el progresivo deterioro y el progresivo cambio de la estructura econmica imperante en el Alto Imperio, unido a la transformacin de la estruc-tura social que la sustentaba. Ellos son los que dibujan el marco de las dificultades generales de Hispania

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    TEMA 2. Los hechos histricos del siglo IV DIOCLECIANO Y LA TETRARQUA

    La situacin poltica y econmica del Imperio, pese a mejorar sensiblemente a finales del siglo III y a la existencia de un ansia generalizada de paz y estabilidad, segua siendo con-vulsa: tendencias separatistas, desrdenes locales, hiperinflacin y crisis econmica...

    Tras la muerte de Probo en 283 y el asesinato de su hijo Numeriano en 284 (a manos, supuestamente, del prefecto del Pretorio, Aper), Valerio Diocles (Diocleciano), tras ejecutar a Aper, fue proclamado Emperador por sus tropas. Tras una serie de batallas contra el otro Em-perador (a la sazn un hijo de Probo, Carino) y el asesinato de ste por sus tropas, Diocleciano qued como amo indiscutido del Imperio.

    Organizacin de la Tetrarqua

    Pese a que Diocleciano no fue un hombre genial ni original, supo llevar al imperio en la direccin precisa para garantizar su estabilidad y devolver la confianza a los sbditos. Acometi una serie de reformas dirigidas hacia tres objetivos prioritarios: refuerzo del poder del Estado, reforma de la administracin y reorganizacin del ejrcito.

    La Diarqua

    Para acabar con el caos interno (usurpaciones, revueltas, separatismos) y asegurar el limes, recuperando la unidad y estabilidad del Imperio, Diocleciano supo ver que la nica solu-cin era el reparto del poder (descentralizacin), ya que la delegacin del poder abra el camino a nuevas usurpaciones. As, en 285, para reprimir la bagaudia gala, nombr Csar a Maximino y, en 286, Augusto de la parte occidental del Imperio, estableciendo un rgimen dirquico (con Diocleciano gobernando el Oriente) forzado por las circunstancias: haban de hacer frente a Carausio, prefecto de la flota Britana, autoproclamado emperador1

    El 1-3-293, los dos augustos proclamaron csares simultneamente en Miln y en Nico-media, a Constancio Cloro (Prefecto del Pretorio) y a Galerio (un disciplinado general)

    en 286, y no se poda des-preciar a Maximino, cuyos xitos militares lo hacan tan insustituible como peligroso. Aunque el sistema funcion bien durante siete aos (286293), la inmensidad territorial y la magnitud de los problemas del Imperio hicieron oportuno la transformacin del sistema dirquico en tetrr-quico.

    La Tetrarqua

    2

    Para apuntalar el sistema sobre bases ideolgicas

    . Cada csar recibi el imperium y la tribunitia potestas subordinadas a su respectivo augusto, y Dio-cleciano se reserv auctoritas, la primaca como Augustus senior, con lo que la unidad del Im-perio quedaba garantizada.

    La nueva ideologa imperial y el reforzamiento de los lazos familiares

    3

    1 Lleg a emitir moneda proclamndose hermano de los otros dos augustos. 2 Con el encargo expreso de someter a Carausio. 3 Ya Aureliano, anteriormente, al considerarse descendiente del sol invictus y anunciarse como Domi-nus et Deus, facilit el camino de la transformacin de la monarqua en una institucin de derecho divi-no.

    , los tetrarcas idearon un refuerzo re-ligioso proclamando a Diocleciano descendiente de Jpiter (tomando, como su csar, Galerio, el ttulo de Iovius) y a Maximiano de Hrcules (tomando, como su csar, Constancio Cloro, el ttulo de Herculeus), de manera que el poder emanaba de los dioses y no de meros pronuncia-mientos militares. As, la designacin de un nuevo emperador se valoraba como un natalis im-

  • HISTORIA ANTIGUA DE LA PENNSULA IBRICA. Segunda parte 11

    perii (nacimiento en el orden divino), de manera que el nuevo designado extendera la gracia divina por el Imperio. Adems, la condicin de Dominus et Deus se exteriorizar mediante sig-nos como el uso de indumentaria suntuosa (diadema, sedas, perlas, etc.) y una etiqueta y ce-remonial rigurosos, incluyendo la proskynesis (genuflexin) y el beso en la orla inferior del ves-tido del Emperador.

    Adems, se reforzaron los lazos polticos mediante uniones matrimoniales: Galerio, tras repudiar a su esposa, se cas con Valeria, la hija de Diocleciano y Constancio Cloro, separado ya de Elena4

    Diocleciano se reserv Oriente, Egipto y Asia.

    , con Teodora, hijastra de Maximiano. Los vnculos familiares se potenciaban con la adopcin de Maximiano por Diocleciano y de los csares por sus respectivos augustos, forman-do as una gran familia que tomara el gentilicio Valerius.

    El reparto territorial y el esfuerzo pacificador

    Aunque los historiadores no se ponen de acuerdo sobre la esencia del reparto territorial (si fue una simple delegacin de funciones militares en un mbito de actuacin, una distribucin administrativa al modo de prefecturas, etc.), segn Lactancio y Aurelio Victor:

    Galerio, Grecia y las provincias danubianas. Maximiano, Italia y frica. Constancio Cloro, Galia y Britania. Los historiadores citados discrepan en la atribucin de Hispania: mientras Lactancio la

    atribuye a Maximiano5

    , Aurelio Victor lo hace a Constancio Cloro.

    La divisin territorial dio pronto sus frutos: en 296 Constancio, tras derrotar a Adleto, su-cesor de Carausio, recuper Britania. Diocleciano acab en Egipto con la usurpacin de Lucio Domicio Domiciano. Galerio combati a los godos en el Bajo Danubio (296) y concluy con los persas la Paz de Nisibis6

    LAS GRANDES REFORMAS DEL ESTADO

    (298). Y Maximiano, entre 297 y 298, pacific Hispania (luchando posi-blemente contra los francos) y frica (con los berberes).

    Los xitos militares hicieron posible acometer la reforma del Estado.

    Reformas del ejrcito

    Aunque el ejrcito recuper la disciplina, precisaba aumentar su efectivos. Las legiones pasaron de ser 39 a 60, aunque el nmero de legionarios pas de 6.000 a tener entre 3.000 y 1.000. El total de efectivos se situ entre 300.000 y 400.000 hombres. Adems, sus efectivos se reorganizaron. Para imposibilitar las apetencias de poder de los generales de las tropas del limes, se desplegaron las unidades militares en el mayor nmero de provincias, que dispusie-ron, generalmente, de dos legiones (apoyadas por auxilia) cada una. Los duces (oficiales del orden ecuestre) estaban al mando de las tropas provinciales o de un conjunto de ellas, mientras que la administracin civil la ejercan los gobernadores.

    Con gran esfuerzo econmico, el limes se reforz en sus tramos ms sensibles (en Si-ria, Numidia o el frente renanortico) con murallas, fortificaciones y castillos (defendidos por legionarios, auxilia o foederati) unidos entre s y articulados mediante la construccin de la strada Diocleciana, un sistema de lneas defensivas en profundidad unidas por una red militar de carreteras que facilitaba un rpido movimiento de tropas y pertrechos en caso de urgencia.

    4 Madre del futuro emperador Constantino. 5 Hecho probable que se apoyara en las inscripciones de las emisiones monetales. 6 Extendiendo la frontera del Imperio hasta el Kabur.

  • HISTORIA ANTIGUA DE LA PENNSULA IBRICA. Segunda parte 12

    Esta concepcin esttica de la defensa impide atribuir a Diocleciano la creacin del ejrcito bajo-imperial dividido en limitanei y comitatenses, si bien se dieron los primeros pasos en dicha direccin y en la necesidad de potenciar los cuerpos de reserva, sobre todo de caba-llera. Adems, progresivamente se usaron las tropas del comitatus para labores de proteccin personal de los tetrarcas, como disuasin ante rebeliones, o como apoyo urgente en puntos del limes.

    LA NUEVA REORGANIZACIN TERRITORIAL: SUBDIVISIN DE LAS PROVIN-CIAS Y CONSTITUCIN DE LAS DICESIS

    Por razones de eficacia y para imposibilitar la creacin de poderes regionales se proce-di, de forma progresiva, a la subdivisin de las provincias, sobre todo las fronterizas. Italia perda sus antiguos privilegios y desaparecan las provincias senatoriales, siendo designados ahora por los emperadores todos los gobernadores. Las provincias pasaban ahora a ser praesi-diales (gobernadas por un praeses, un vir perfectissimus, del ordo equestre) o consulares (go-bernadas por viri clarisimi, senadores). Algunas provincias estaban gobernadas por un correc-tor, que poda pertenecer indistintamente a uno u otro ordo.

    Excepto los gobernadores de Asia, Acaya y frica (llevaban el ttulo de procuratores y respondan directamente ante el Emperador) todos los gobernadores estaban sometidos a la autoridad intermedia del vicarius de su dicesis, resultantes de la agrupacin de varias provin-cias, con lo que stas quedaban integradas en la administracin central del prefecto del preto-rio, que delegaba en el vicarius en cada dicesis, que ascendan a de doce: Oriente, Mesia, Asia, Italia, Galia, Viennense, Ponto, Panonia, Tracia, Hispania, frica y Britania.

    REFORMAS ECONMICAS El objetivo de las reformas econmicas de Diocleciano lo encontramos en el intento de

    reactivar la vida econmica del Imperio resolviendo las cuestiones monetaria y tributaria, am-bas inseparables.

    Diocleciano fue, sin duda, el gran reformador del sistema fiscal romano, reforma que hizo girar en torno de dos impuestos tradicionales:

    Capitatio, impuesto de carcter personal, que pagaban los campesinos libres (pe-queos propietarios, empleados rurales, colonos y soldados del limes con asigna-ciones de tierra); y

    Iugatio, de carcter territorial, al que estaban sometidos los propietarios fondiarios. Estas tributaciones se convertan en la principal fuente de ingresos para mantener la

    maquinaria estatal; maquinaria que se basaba en dos sectores improductivos pero necesarios para el funcionamiento del estado: el ejrcito y la burocracia. Por ello a Diocleciano se le recri-mina que el nmero de personas sostenidas por los impuestos es mayor que el nmero de con-tribuyentes.

    La base del sistema impositivo de Diocleciano estaba en los censos de poblacin y en el registro de tierras que se actualizaban cada cinco aos. En la elaboracin de este censo ca-tastral se contemplaba, en primer lugar, el nmero de unidades territoriales, iuga, sometidas a impuesto. Un iugum vena a ser la extensin de tierra susceptible de ser trabajada por un hom-bre (caput) y suficiente para su sustento, por lo que no debe confundirse con la yugada como medida. El caput era, por definicin, el trabajador agrcola y la iugatiocapitatio era la base im-ponible que resultaba de la equivalencia entre la unidad de capitacin (caput) y la unidad territo-rial (iugum).

    En relacin con las cuestiones monetarias, Diocleciano trat restablecer el valor de las monedas, tanto de plata (que desde el 256 no eran sino de bronce plateado) como de oro. Las monedas de bronce (folles o nummus) siguieron circulando y dependan de la confianza de los consumidores y esta era ms bien escasa.

  • HISTORIA ANTIGUA DE LA PENNSULA IBRICA. Segunda parte 13

    Para evitar el encarecimiento de los productos y la devaluacin monetaria promulg, en el 301, el Edictum de pretiis rerum venalium, por el que se fijaban los precios de salarios y mer-cancas. Sus resultados, mientras estuvo en vigor, fueron mediocres, en contraste con los me-dios tanto humanos como de publicidad utilizados.

    PERSECUCIN DE LOS CRISTIANOS Las persecuciones contra los cristianos haban sido hasta la poca de Diocleciano de

    carcter limitado, y su mayor represin era coincidente con momentos de dificultades o cuando era necesario reforzar las tradiciones romanas. Sin embargo, cuando Diocleciano decreta la persecucin cristiana era un momento de calma social y econmica.

    Por ello los interrogantes que se hacen los especialistas son numerosos aunque todos giran en torno a la defensa de la romanidad en un momento en que los cristianos son reacios a admitir los fundamentos religiosos de la tetrarqua.

    Las fases de la persecucin la marcan una serie de edictos que se inician en el ao 303 con la prohibicin del culto cristiano, ordenando la destruccin de los templos y de los libros cristianos; con el segundo se encarcela al clero; el tercer edicto oblig a los cristianos encarce-lados a sacrificar a los dioses; el cuarto impuso a todos los ciudadanos hacer sacrificios a los dioses romanos y un quinto edicto recordaba a los gobernadores la exigencia de sus sbditos de realizar sacrificios. Al no padecer todas las provincias la misma intensidad de persecucin las cifras de victimas no se puede precisar.

    EL PROBLEMA DEL CRITERIO HEREDITARIO Y EL RELEVO DEL PODER De acuerdo con la teora de Augusto el sistema de Principado reposaba sobre el princi-

    pio de la delegacin de poder. Poder que perteneca al pueblo romano y que lo delegaba, con carcter vitalicio, en el imperator. Este poder, adems, no poda transmitirse ni por herencia ni por designacin personal, por lo que se recurri a la designacin y a la asociacin al poder.

    En el sistema ideado por Diocleciano el sistema de sucesin quedaba regulado de una manera artificial al descansar la Tetrarqua sobre el reparto del poder en dos emperadores a los que estaban asociados dos csares subordinados a sus respectivos augustos. Esta coparti-cipacin en el poder alejaba el fantasma de la ruptura de la unidad imperial una de las causas de las crisis de poder del siglo III y garantizaba, tericamente, una sucesin pacfica.

    Este procedimiento colegiado de gobierno, que se contemplaba como perdurable, su-pona que tras la abdicacin de los augustos, los csares pasaran a sustituirlos y designaran a su vez a otros dos csares. Este sistema sucesorio deba hacerse en vida de los augustos y as Diocleciano y Maximiano abdicaron en mayo de 305 en Nicomedia y Miln respectivamen-te. En ese momento Galerio y Constancio Cloro fueron proclamados Augustos, nombrando Csares a Maximino Daya y Severo.

    EL PROBLEMA DE LA SUCESIN Y LA LUCHA POR EL PODER La renuncia de los primeros tetrarcas llev consigo la creacin de una segunda Tetrar-

    qua y el nombramiento de nuevos dirigentes. Como estaba previsto los Cesres accedieron al rango de Augustos siendo la prueba del funcionamiento y de la autorreproduccin del sistema. El 1 de mayo de 305, a Galerio le corresponde Oriente y a Constancio occidente; aplicando el sistema de mritos son nombrados Maximiano y Severo como nuevos Csares.

    El gobierno de la dicesis de Hispania le correspondi, de acuerdo con Lactancio, a Constancio Cloro, ahora como Csar.

  • HISTORIA ANTIGUA DE LA PENNSULA IBRICA. Segunda parte 14

    Los conflictos de la Tercera Tetrarqua Tras la inesperada muerte de Constancio Cloro en 306 los soldados nombraron Augusto

    a su hijo Constantino, renaciendo as el viejo fantasma de la ingerencia militar en el nombra-miento de emperadores.

    El deterioro del sistema tetrrquico y la lucha entre Majencio y Constantino

    El mecanismo de sucesin tetrrquico se basaba en el principio de cooptacin (designar por eleccin a alguien y no por reglamento o mritos) y funcionaba siempre y cuando se acerta-ra en la designacin del sucesor como demuestra la crisis abierta en el sistema a partir de 306.

    Cuando ese ao su ejrcito proclam Augusto a Constantino, a fin de no cerrar la puerta al dialogo con Galerio, Constantino se conform inicialmente con el ttulo de Csar, mientras Severo pasaba a ser el segundo Augusto, en sustitucin de Constancio Cloro. La situacin hubiera podido mantenerse, pero en el otoo del mismo ao, Majencio (hijo del viejo empera-dor Maximiano) tom el ttulo de Princeps y proclamado augusto por los pretorianos en Roma. Su padre recuper el ttulo de Augusto del que como ya sabemos haba abdicado.

    La situacin se complic cuando entre ellos establecieron lazos de familia (boda de Constantino con Fausta, la hija de Maximiano). Constantino, a travs de esta unin, entr a formar parte de la familia Herclea.

    Estos enfrentamientos destruyeron los propsitos y la estabilidad lograda por Dioclecia-no, creando la mxima anarqua en el sistema tetrrquico. De momento haba 4 augustos (Ga-lerio, Maximiano, Majencio y Constantino) y un slo Cesar, Maximino Daya. El panorama no poda ser ms desolador y en 308, a la muerte de Severo, el imperio contaba con cuatro Au-gustos, un Cesar y un Augusto-usurpador. Galerio intenta buscar una salida convocando en Consejo a los Augustos jubilados y solicitando a Diocleciano que cogiera de nuevo el poder; Diocleciano rehsa y obliga a Maximiano a abdicar de nuevo. El complicado panorama quedar-a con Galerio como Augusto, nombrando nuevo augusto a Licinio (militar eficaz); Maximino Daya y Constantino son reconocidos como Csares y Majencio y Domiciano Alejandro (vicario de frica proclamado Augusto en 307 por sus tropas) usurpadores.

    La designacin de Licinio meta en la lucha por el poder a un nuevo competidor, que adems no haba sido Csar. Evidentemente ninguno ni Maximino ni Constantino estaban con-formes con el nuevo reparto de poder, por lo que inevitables luchas civiles fueron eliminando candidatos al mando nico.

    En el 310 Galerio reconoci como Augustos a Constantino y a Maximino Daya. En el 311 proclama un edicto de tolerancia religiosa; Galerio fallece ese mismo ao y Maximino Daya le sustituye como Augusto, unificando bajo su mando todo Oriente desde el Asa Menor hasta Siria. Licinio aadi a Retia y Panonia las zonas de Tracia y Mesia. Constantino Augusto His-pania, Galia y Britania. Majencio controlaba Italia y frica.

    Los acercamientos tcticos eran inevitables y as Licinio se puso del lado de Constanti-no, mientras que Mximino se aproxim a Majencio. La guerra por el control era inevitable y Constantino se lanz contra Majencio, as en el 312, tras la derrota del Puente Mulvio, Cons-tantino se apoder de Roma.

    CONSTANTINO Y SU DINASTA La derrota de Puente Mulvio (312) convirti a Constantino en emperador de todo Occi-

    dente. En 313 Constantino y Licinio se renen en Miln para decidir una poltica comn y la que han de seguir con Maximino Daya; el resultado de aquella reunin fue la aprobacin del decre-to de tolerancia del cristianismo, el edicto de Miln, recibido de mala gana por Maximino.

    La ocupacin de Tracia por Maximino, llev a Licinio a darle muerte y unificar todo el imperio de Oriente bajo su mandato. Diferentes tensiones y concordias marcan las relaciones

  • HISTORIA ANTIGUA DE LA PENNSULA IBRICA. Segunda parte 15

    entre los Augustos de los aos 314326, fecha en la que son ejecutados Licinio y su hijo Lici-niano.

    De los acontecimientos de esos aos destaca el pacto de 317, cuando los Augustos asociaron al poder, con el ttulo de Csares, a tres de sus hijos, reforzando el principio dinsti-co. Desde este momento, de modo implcito y embrionario, el imperio qued dividido en dos partes, ya que cada uno legisla en su rea y para entrar en la otra zona ha de pedir permiso previo. A pesar de la separacin legal del Imperio las inscripciones, miliarios y numismtica halladas en Hispania honran a los dos Augustos.

    La dinasta constantiniana

    A la muerte de Constantino en el 337 el ejrcito aclam a sus hijos Constantino, Cons-tancio y Constante como Augustos. Constantino II Augusto senior recibi la parte occidental; Constancio II obtuvo el Oriente y Constante, bajo la tutela de su hermanos Constantino, los territorios de frica, Italia y Panonia. El control y tutela de Italia provoc el enfrentamiento entre los hermanos, saldndose con la derrota y muerte de Constantino II.

    El imperio, dividido en dos, se reparti quedndose Constante con la parte occidental (incluyendo Hispania) y Constancio con oriente ms los Balcanes. Durante 10 aos las nicas diferencias entre los hermanos fueron de tipo religioso Constante sostena el catolicismo y Constancio el arrianismo.

    LAS USURPACIONES. En enero de 350 Magnencio es proclamado Augusto por el ejrcito y el pueblo en Autun

    lo que provoca la huida de Constante hacia Hispania, siendo alcanzado en Elne y ejecutado, a esta rebelin le sigui la de Vetranio y Nepotiano que finalmente provocaron la intervencin del legtimo emperador Constancio. ste avanz desde la parte oriental del Imperio y acab con las distintas usurpaciones, derrotando a Magnencio en Mursa, y arrebatndole a continuacin el control de Italia y la Galia. Finalmente su suicidio en agosto de 353 dej a Constancio II co-mo nico dueo de todo el Imperio.

    Para ayudarse en las tareas de gobierno nombr a Gallo Cesar en Oriente, de quien se deshizo y derrot a Franco Silvano, proclamado Augusto por sus tropas. En noviembre de 355 nombrar Cesar a Juliano a quien el ejercito de las Galias amotinado proclamar Augusto en febrero de 360, finalmente la muerte de Constancio ese mismo ao, nombrando como su suce-sor a Juliano convertir a ste en el nico Augusto del Imperio.

    Juliano inici una poltica de restauracin del paganismo que se ver truncada por su temprano fallecimiento en junio de 363 durante la retirada de Ctesifonte.

    Repercusin en Hispania.

    No hay evidencia de que Constante huyera hacia Hispania porque esperar encontrar all apoyos, pero de lo que no hay duda es que Magnencio s que cont con algunos partida-rios como lo demuestran una serie de miliarios de Gallaecia y las monedas de Magnencio apa-recidas en tesorillos de Lusitania y la Btica. Uno de los miliarios de Magnencio hallado en Braga celebra su victoria por tierra y mar lo que pondra de manifiesto que se enfrent en el interior de Hispania a fuerzas hostiles, quizs piratas o bandidos.

    Tampoco hay evidencias suficientes de que la sublevacin y el posterior gobierno de Ju-liano tuvieran incidencia en Hispania, aunque parece que la dicesis de Hispania form parte del plan estratgico de Constancio para oponerse al levantamiento de Juliano, al enviar al se-cretario Gaudencio a frica con el objetivo de establecer un bloqueo sobre la Pennsula, lo que implicara que Juliano controlaba de una u otra forma Hispania.

  • HISTORIA ANTIGUA DE LA PENNSULA IBRICA. Segunda parte 16

    LA DINASTA VALENTINIANA A Juliano le sucedi efmeramente Joviano y a la muerte de este (364) fue elegido Au-

    gusto por el ejrcito y algunos funcionarios civiles Valentiniano, que design como segundo Augusto a su hermano Valente

    Ambos hermanos se repartieron el Imperio; Valentiniano Occidente y Valente en Orien-te, aunque formalmente el poder imperial era nico ya que ambos mantenan proyectos suce-sorios propios. En 367 Valentiniano proclamo Augusto a su hijo de 8 aos Graciano, casndolo con una hija de Constancio, para dar legitimidad a su gobierno. Este nombramiento no supuso, lgicamente ninguna transferencia de poder poltico ni militar ya que Graciano estuvo bajo la tutela paterna hasta el fallecimiento de Valentiniano en 375. En este momento Graciano, nico Augusto de la parte occidental del Imperio, y con slo 17 aos tuvo que aceptar la imposicin del nombramiento como Augusto de su medio hermano Valentiniano II, un nio de 4 aos.

    De este modo la parte oriental del Imperio estaba gobernada por Valente en tanto que Occidente dispona de dos Augustos, Graciano y Valentiniano II, si bien este ltimo era slo un emperador nominal. A Graciano le correspondi el gobierno de las tribus clticas, de toda Iberia y de la isla de Britania en tanto que Valentiniano II reciba el Ilrico, Italia y toda Libia. El gobier-no de Graciano estar muy influido por la iglesia, el ejrcito y la aristocracia.

    En Hispania no hay testimonios de Valentiniano II, no obstante si se conoce el nombre de algunos funcionarios que tuvieron cargos en Hispania durante esta poca, as como el pres-tigio que alcanzaron en la organizacin eclesistica y civil miembros de familias hispanas. De la Pennsula proceda la familia del Papa Dmaso y de Hispania proceda y tena propiedades la familia del general Teodosio el Viejo.

    LA FAMILIA DE TEODOSIO Y LA DINASTA TEODOSIANA. Valente cometi el error de permitir el asentamiento de los godos en la Tracia, las malas

    condiciones de vida de estos dar lugar a su sublevacin y a la muerte de Valente en Adrian-polis (368); Graciano quedaba en la prctica como dueo efectivo de todo el Imperio, pero la magnitud de la tarea le llev a nombrar al general Teodosio, un hispano, hijo de Teodosio el Viejo como Augusto de la parte oriental.

    La usurpacin de Magno Mximo.

    Oriente alcanzar la tranquilidad tras firmarse la paz con godos y persas, sin embargo la situacin de Occidente era muy delicada ya que la aristocracia pagana, mayoritaria en el sena-do de Roma, no vea con buenos ojos la poltica pro-cristiana de Graciano.

    A comienzos de 383 los soldados de Britania proclamaron Augusto a Magno Mximo, hispano de origen humilde, y quizs supuesto pariente de Teodosio, Mximo desembarc en junio de ese mismo ao en las Galias y persigui a Graciano hasta Lyon donde lo asesino, de este modo la Praefectura Galliarum, esto es Britania, Galia e Hispania quedaba en sus manos. A este respecto hay que resear la existencia en Sirena (Huesca) de una inscripcin que evoca la creacin en Hispania de una efmera y enigmtica provincia Nova Provincia Maxima -.

    Tras la victoria sobre Graciano Mximo busco apoyos para fundamentar su usurpacin y as para congraciarse con la ortodoxia catlica mando ejecutar a Prisciliano. Tambin trato de conseguir el reconocimiento de Teodosio, reconocimiento que obtuvo en el pacto de Verona (384). Teodosio mantena el dominio sobre Oriente y Valentiniano II gobernaba las prefecturas del Ilrico e Italia con el asentimiento de Teodosio.

    Esta solucin de compromiso dur poco, en el 387 las tropas de Mximo penetraron en Italia forzando la huida a Tesalnica de Valentiniano II y su madre. Mximo intent que Teodo-sio reconociera la nueva situacin, pero Teodosio, prendado de la hermana de Valentiniano II, con la que se cas apoyar a este ltimo.

  • HISTORIA ANTIGUA DE LA PENNSULA IBRICA. Segunda parte 17

    En 388 Valentiniano desembarca en Ostia mientras Teodosio marchaba por tierra con tropas brbaras, Mximo fue derrotado en Petovio y Siscia y morir a manos de la soldadesca en agosto del mismo ao.

    Valentiniano fue restablecido en sus dominios y obtuvo la parte occidental del Imperio, si bien bajo la tutela de Teodosio, quien le dejo a cargo del franco Arbogasto. Las divergencias entre este ltimo y Valentiniano dieron lugar al supuesto suicidio de ste en mayo de 392 y al nombramiento por Arbogasto como emperador de Eugenio, apoyado por la aristocracia pagana y por el prefecto del pretorio Nicmaco Flaviano. Eugenio extender su dominio por frica, Ita-lia y ser aceptado inicialmente por la prefectura de las Galias.

    Eugenio solicit sin xito el reconocimiento de Teodosio, quien pasar a la ofensiva y derrotar a Eugenio en septiembre de 394 en Flavius Frigidus, quedando de este modo resta-blecida la unidad del Imperio. Teodosio fallece en Miln el 17 de enero de 395.

    Los descendientes de Teodosio.

    Teodosio retardar la desintegracin del Imperio apoyndose en la savia nueva de brbaros romanizados aupados a puestos clave del ejrcito y la administracin.

    Durante su gobierno Teodosio nombr Augustos a sus hijos Arcadio y Honorio, quien a la muerte de su padre, cuando contaban 17 y 11 aos, se repartieron el Imperio, Arcadio Orien-te y Honorio Occidente, quienes gobernarn tutelados por grandes personajes; as Rufino aconsejar a Arcadio en el gobierno de Oriente y Estilicn ser el tutor y mentor de Honorio.

    Estilicn adems de regente del Imperio era jefe supremo de las dos partes del Imperio, lo que choc con las ambiciones de Rufino. Estilicn acudir a combatir a los godos de Alarico pero no podr contar con el ejrcito de Oriente al que Rufino ordenar volver y deber resig-narse a ser nicamente regente de Honorio. Ambas partes del Imperio quedaban unidas por cultura y civilizacin, pero ya nunca ms volvern a estar unidas polticamente.

    Estilicn llegar a un acuerdo con Eutropio, sucesor de Rufino, sobre el reparto de los territorios del Ilrico, reprimi la revuelta africana del comes Gildn (397-8) y contuvo moment-neamente a los godos de Alarico que asolaban Italia (401-403). Pero no pudo evitar el cruce del Rhin el 31 de diciembre de 406 por las bandas de alanos, vndalos, suevos y burgundios que devastarn la Galia, llegarn a los Pirineos y finalmente conseguirn rebasarlos en el 409, despus de varios intentos.

    EL CRISTIANISMO PRIMITIVO EN HISPANIA El posible viaje de San Pablo y primeros testimonios del cristianismo en Hispania

    En Hispania se dieron una serie de condiciones que, como en otras partes del imperio, favorecieron un temprano arraigo del cristianismo, como la existencia de comunidades judas y orientales en general.

    En poca medieval se elaboraron leyendas sobre una evangelizacin de la Pennsula por parte del apstol Santiago y los 7 varones apostlicos enviados por San Pedro y San Pa-blo. Pero esta posibilidad no la corrobora ninguna fuente bajo imperial o visigoda.

    La llegada de San Pablo a Hispania si parece ms posible. Por una parte, se basa en textos ms fiables (la Carta a los Romanos de San Pablo, Epstola a los Corintios del papa Clemente Romano, etc.). Adems, entre su puesta en libertad en Roma (ao 63) y su encarce-lamiento en 64, San Pablo tuvo tiempo de visitar Hispania. De todas maneras, el que no se hayan conservado recuerdos de comunidades cristianas fundadas por San Pablo resultara extrao dada la relevancia que habra tenido.

    En cualquier caso, es a finales del siglo II y principios del siglo III cuando se registran datos de ms peso. Estos nos muestran que a principios del siglo III el cristianismo estaba ya considerablemente extendido en la Pennsula. Esta expansin fue el resultado de la accin de

  • HISTORIA ANTIGUA DE LA PENNSULA IBRICA. Segunda parte 18

    gentes de diferentes procedencias y estrato social, que difundieron su fe en crculos cercanos (familia, vecinos, amigos, etc.). As pues, el cristianismo primitivo de Hispania era de pequeas comunidades, a menudo en torno a una familia o a un grupo de familias conocidas o vecinas.

    De todas maneras, se desconoce exactamente la procedencia de estos primeros porta-dores del cristianismo. Hay quien propone una procedencia africana, dado el origen de buen nmero de mrtires africanos del momento en Hispania. Tambin la apelacin que se hace a la iglesia africana induce a pensar as, aunque el cristianismo hispano primitivo recibi influencias de diferentes partes.

    Las primeras persecuciones anticristianas en Hispania

    Las creencias cristianas se oponan frontalmente al politesmo greco-romano. Las prcticas religioso-culturales romanas (festivales paganos, veneracin de los dioses, culto al emperador, etc.) eran rechazadas por los cristianos y este rechazo tenan tambin derivaciones econmicas. Por tanto, el cristianismo no slo rechazaba algunos de los pilares de la autoridad imperial, sino que adems provocaba situaciones nocivas para la economa romana. Esto acab provocando diversas persecuciones.

    La persecucin de Decio (249 d.C. o comienzos del 250) fue la primera atestiguada en la Pennsula Ibrica. Decio emiti un edicto obligando al cumplimiento de los sacrificios oficia-les. Hubo cristianos que se negaron a sacrificar y sufrieron las consecuencias. Tambin hubo quienes sacrificaron y quienes, sin llegar a sacrificar, obtuvieron los certificados (libelo) de ma-nera fraudulenta. Tras las persecuciones estos ltimos tenan en contra a buena parte de sus comunidades. Aunque en general se concedi el perdn a aquellos que se haban arrepentido, los pastores que obtuvieron esos certificados fueron apartados de sus sedes. Esto provoc numerosas querellas.

    Los primeros mrtires

    El sucesor de Decio, Valerio, inici una nueva persecucin. Esta fue de carcter ms selectivo y se llev a cabo de manera gradual mediante decretos:

    Primer decreto: prohibicin de reuniones de cristianos, cierre de cementerios y des-tierro de pastores que no sacrificasen.

    Segundo decreto: endurecimiento de las penas, yendo estas desde la prdida de bienes hasta incluso la muerte.

    Tambin durante la persecucin de Diocleciano (que dur entre el 303 y el 311) perdie-ron la vida buen nmero de cristianos (mrtires).

    Los primeros concilios de Hispania

    El concilio de Elvira (Granada) se debi realizar entre el 300 y el 313 y sus Actas con-tienen buen nmero de datos clarificadores:

    El nmero de sedes presentes da idea de la expansin alcanzada por el cristianismo en Hispania. De todas maneras, por proximidad geogrfica, la gran mayora son de la Btica.

    Los destinatarios de algunas de las disposiciones permiten analizar en qu estratos sociales ha calado el cristianismo (flmines, grandes propietarios de tierras, dueos de esclavos e incluso aurigas, cmicos o esclavos).

    Se intenta encauzar la conducta de los cristianos al tener que vivir estos en una so-ciedad pagana (prohibicin de matrimonio con no cristianos, etc.) y con otras religio-nes presentes (prohibicin de comer junto a judos, etc.). En especial se castiga la relacin con los judos, probablemente por su ms acusado proselitismo.

  • HISTORIA ANTIGUA DE LA PENNSULA IBRICA. Segunda parte 19

    Priscilianismo Pasadas las persecuciones y con un cristianismo ya muy extendido en toda la Pennsu-

    la, las jerarquas eclesisticas se tornaron poderosas, vivan en condiciones muy cmodas comparados con el resto de la poblacin y guardaron celosamente su derecho de velar por la doctrina.

    Ante esta situacin, surgieron movimientos asctico-sociales que buscaban liberar a los creyentes de la materialidad y prepararlos realmente para la consecucin del Reino de Cristo. Uno de estos movimientos fue el fundado por Prisciliano (procedente de la Lusitania). Este y su maestro se retiraron a Galicia, donde creci rpidamente el nmero de ascetas priscilianistas. Hacia el 379 el movimiento haba cuajado fuertemente.

    Varios obispos (como Instancio y Salviano) y personas pertenecientes a la intelectuali-dad se adhirieron tambin al movimiento. A la vez, al prisicilianismo le surgieron enemigos. La situacin de enfrentamiento se agrav al ser consagrado obispo de vila Prisciliano (hasta en-tonces un simple laico) por varios obispos partidarios suyos. El enfrentamiento fue especial-mente duro con el obispo de Mrida Hidacio. Este y otros acusaron a Prisciliano de practicar la magia, de haber sido ordenado invlidamente, etc. Finalmente, el emperador Graciano desterr a los priscilianistas de la provincia, instalndose Prisciliano, Instancio y Salviano en Aquitania.

    No obteniendo ayudas desde Italia, finalmente Prisciliano y sus seguidores consiguen mediante sobornos ser repuestos en sus dicesis, lo que agudiza los enfrentamientos. Tras ser asesinado Graciano (383) y el cargo usurpado por Magno Mximo, este decide que se juzgue a Prisciliano y a sus seguidores en Burdigalia. Prisciliano recurri para ser juzgado por un tribunal civil (Treveris). En el juicio Prisciliano y sus seguidores fueron finalmente acusados de magia, hereja y maniquesmo. Prisciliano fue ejecutado en 385 d.C. El priscilianismo se sigui des-arrollando de todas maneras en la Pennsula (sobre todo en Galicia) hasta ms o menos el ao 600.

  • HISTORIA ANTIGUA DE LA PENNSULA IBRICA. Segunda parte 20

    Tema 3: La Administracin Civil en Hispania REFORMAS TERRITORIALES

    Desde tiempos de Augusto, la estructura provincial de Hispania apenas haba variado. Hasta la llegada de la reforma de Diocleciano, Hispania se divida en provincias senatoriales Btica- e imperiales Lusitania y Tarraconense-.

    Los gobernadores de las provincias senatoriales eran elegidos por el Senado, para un ao de mandato, por lo general, entre miembros de la jerarqua senatorial, pretoriana y consu-lar.

    Los gobernadores de las provincias imperiales eran elegidos por el emperador. Para aspirar a uno de estos cargos, el aspirante a la Tarraconense deba de haber sido, con anterio-ridad, cnsul; mientras que el aspirante a gobernador de la Lusitania tendra que haber sido pretor, tambin con anterioridad al puesto solicitado.

    Ambos gobernadores, senatoriales e imperiales, tenan muchos rasgos en comn, pero tambin diferencias. Entre ellas, el gobernante senatorial no tena funciones militares, cosa que su homnimo imperial s.

    Con Diocleciano, toda esta organizacin cambi. A partir de ahora todos los gobernado-res seran elegidos por el emperador. Con ello, el Senado perda el control de los impuestos que llegaban de sus provincias e Italia dejaba de tener exencin fiscal, ya que tambin sufri una reorganizacin territorial (a partir de ahora sern los correctores los encargados de dirigir la administracin italiana. Eran una especie de gobernadores con funciones similares a la del re-sto de gobernadores del Imperio)

    Las reformas administrativas de Diocleciano tuvieron muchos enemigos. El Senado perda con ellas gran parte de su poder, a la vez que el emperador ganaba mucho de ste. Lo cierto es que Diocleciano no realiz estas reformas buscando su propio beneficio personal, sino que lo hizo como medio de reafirmar el poder central y evitar con ello que surgieran poderes fuertes en provincias de gran extensin territorial (con las consecuencias que ello acarreara)

    As, Diocleciano divide las provincias imperiales en pequeas provincias; por lo que en el caso de Hispania se olvidar la divisin en tres provincias echa por Augusto.

    La dicesis de Hispania

    Para evitar problemas de coordinacin entre la administracin central y los gobiernos provinciales (y sobre todo poder controlar mejor las reas provinciales), Diocleciano reagrup las provincias en circunscripciones ms amplias: las dicesis.

    Al frente de stas se encontraba un vicario o viceprefecto del pretorio. En sus inicios, estos cargos correspondan a miembros del orden ecuestre, pero bajo el mandato de Constan-tino pasaron a desempearlos miembros del Senado.

    As que siguiendo los planes de esta reforma, las provincias de Hispania fueron agrupa-das en una circunscripcin ms amplia: la dicesis Hispaniarum, bajo el mandato de un vicario. De todas las dicesis, la de Hispania era de las que menos provincias agrupaba, en total 6.

    En cuanto a la cronologa acerca de la divisin de las provincias hispanas no existe una uniformidad al respecto. Se barajan datos entre el 284 y el 297 atendiendo a distintas situacio-nes de ndole poltica; eso s, al parecer la separacin provincial y la creacin del cargo de vica-rio corresponden a momentos distintos.

    Para conocer mejor acerca de estos hechos, nos encontramos con distintas fuentes es-critas.

    La Lista de Verona (Laterculus Veronensis) cronologa entre el 303/314- nos habla de las provincias que formen la dicesis hispana: Baetica, Lusitania, Carthaginensis, Gallaecia,

  • HISTORIA ANTIGUA DE LA PENNSULA IBRICA. Segunda parte 21

    Tarraconensis, Mauritania Tingitana. Llama la atencin que el texto mencione a siete provincias y que realmente nombra a seis, sin duda un error de copista puesto que debieron pensar que Mauritania y Tingitana eran dos provincias en lugar de una sola.

    Es el texto que ms informacin arroja sobre las reformas provinciales.

    El Breviarium de R. Festus, redactado entre el ao 36970, nos muestra el rango de cada una de las provincias.

    El Laterculus Provinciarum o Lista de Polemius Silvus ao 449- nos ofrece la aparicin de las islas Baleares como provincia, adems de la aparicin de la capitalidad de la Lusitania y de un tercer dato de difcil comprensin.

    La Notitia Dignitatum nos ofrece la organizacin de la prefectura, la de la dicesis y la de las provincias. Tambin nos indica los rangos especficos que tenan las provincias hispa-nas: Baetica y Lusitania, consular; Carthaginensis, Gallaecia, Tarraconensis, Mauritania Tingi-tana e islas Baleares, presidial.

    En cuanto a la cronologa de estos datos, no existe uniformidad al respecto; para unos estn situado en el ao 395, para otros en el 42830.

    ALTERACIN DEL TERRITORIO DE LAS PROVINCIAS La creacin de nuevas provincias supuso la amputacin territorial de las ya existentes y

    con ello un reajuste fronterizo.

    En tiempos de Diocleciano, la Btica y Lusitania conservan los mismos territorios. En cambio la provincia Citerior es la que sufre la remodelacin; remodelacin que seguramente buscaba igualar, territorialmente, a todas las provincias hispanas.

    La Citerior era una provincia de enormes dimensiones, con un conglomerado de pue-blos de distinta etnia y distinto grado de romanizacin y de desarrollo econmico.

    As, la Citerior es dividida en tres provincias: Cartaginensis, Tarraconensis y Gallaecia.

    Delimitacin territorial de las provincias

    nicamente afecta a la Citerior puesto que las dems provincias, Btica y Lusitania, no cambia prcticamente en nada.

    Gallaecia

    El nombre de Gallaecia ya tena precedentes en el s. III como denominacin de una provincia, elegido como tal definitivamente en tiempos de Caracalla. En cuanto a la delimitacin de la nueva provincia, sta corresponde con los antiguos conventus Bracaraugustustanus, Lu-censis y Asturum.

    Los lmites de esta provincia son ms difciles de precisar. En distintas fuentes se ofrece una variacin al respecto, para muchos obtiene parte de la Lusitania, para otros llegara hasta la provincia de Segovia, incluso afirman que astures y cntabros forman parte de ella. De lo nico que estamos seguros es que el ncleo de esta provincia lo constituan los tres conventus anteriormente citados.

    Carthaginensis

    Recibe el nombre del antiguo conventus Carthaginensis. Tambin en este caso resulta difcil trazar los lmites provinciales, a tenor de las distintas informaciones que arroja cada au-tor.

    Teniendo en cuenta de que los lmites de las provincias eclesisticas coinciden, en gran medida, con las provincias poltico-administrativas; podemos hacer conocer la formacin de

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    esta provincia (eso s, con ciertas dudas al respecto). Segn datos de la nmina Ovetensis el documento que mejor refleja la situacin de la iglesia visigoda en el s. III, las sedes episcopa-les son: Toleto, Oreto, Biatia, Mentesa, Acci, Basti, Urci, Begastra, Iliorci, Ilici, Setabi, Dianio, Valentia, Valeria, Segobia, Segobriga, Arcobica, Compluto, Segontia, Oxuma, Palentia.

    Por lo que podemos deducir que la provincia Carthaginensis estaba formada por el anti-guo conventus carthaginiensis y porciones territoriales del Tarraconensis (obispado de Valen-tia),del caesarugustanus (sedes de Ercavica, Complutum y Segontia) y del Cluniensis (sedes de Oxuma, Palentia y Segobia). Mauritania Tingitana

    La relacin entre ambas orillas del Mediterrneo en esta zona eran muy fluidas. Baste recordar que en tiempos de Marco Aurelio la poblacin de esta zona caus problemas en His-pania (invasiones de mauri). Por ello se opt por incluir a la provincia de Tingitana en la misma rea que la Hispania, para con ello evitar nuevos problemas. Desde entonces, la provincia de Tingitana pasa a denominarse Nova Hispania Ulterior Tingitana (denominacin que pronto des-aparecera)

    Entre al 295 y el 305 tiene lugar la reorganizacin de las provincias africanas mediante la cual la provincia de Mauritania Tingitana pasa a depender administrativamente de la diocesis Hispaniarum. Todo ello movido por decisiones estratgicas: ante posibles dificultades polticas y militares les seran ms fcil pedir ayuda y socorro desde la Btica que desde las provincias limtrofes, a las que permaneca unida mediante tortuosos y peligrosos caminos.

    Mauritania Tingitana, atendiendo tambin a motivos estratgicos, perdi parte de su te-rritorio, en concreto las tierras meridionales, quedando establecido el limes romano en la zona en el ro Loukkos. La cuestin de la Nova Provincia Maxima

    Segn una inscripcin (CIL.II, 4911) hallada en la iglesia de Siresa (Huesca) que alude a una reparacin viaria quizs la va que conduca desde Caesaraugusta hasta el puerto de Pau- pudo existir una provincia nueva. Esta inscripcin, situada cronolgicamente entre los aos 383388, est dedicada al usurpador hispano Magno Mximo; y en ella se recoge la alu-sin de una provincia: Nova Provincia Maxima, la cual estara constituida en poca de Mximo.

    Segn el anlisis de dicho texto efectuado por A. Chastagnol, se trata de la creacin con parte del territorio de la Tarraconense de una nueva y efmera provincia, de situacin y lmites desconocidos.

    La provincia de las Islas Baleares

    En un principio, las Baleares estaban englobadas dentro de la provincia Carthaginensis. Pero a medida que crece su importancia econmica, al estar situada en medio de la encrucija-da comercial del Mediterrneo, junto a la dificultad que entraaba el dirigir la zona desde el continente; hacen que se determine por la creacin de la zona en provincia, independiente de la Carthaginensis.

    A ello contribuy la asignacin, en las Baleares, de talleres estatales cuya principal mi-sin era la de elaborar el color prpura, color destinado al vestido de los emperadores y que era exponente de su mxima autoridad.

    CAPITALES DE LAS PROVINCIAS Y DE LAS DICESIS Ninguna fuente nos habla directamente de cules eran las capitales de las provincias y

    de las dicesis. Probablemente, las provincias que conservaron intactos sus territorios o que retuvieron en el mismo su capital, siguiesen con la misma tras la reforma. Tal es el caso de

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    Corduba para la Btica, Emerita Augusta en el caso de Lusitania y Tarraco para la Tarraconen-sis.

    En el caso de la provincia de Carthaginensis, la capital cay en la ciudad de Carthago Nova, algo lgico teniendo en cuenta que esta ciudad ya haba sido capital eventual y centro econmico de gran importancia. Para la provincia de Mauritania Tingitana se escogi la ciudad de Tingis.

    En el caso de Gallaecia, la eleccin result ms difcil. Bracara Augusta (Braga) fue es-cogida finalmente como capital, tras un disputar el puesto con Asturica Augusta (Astorga) ya que ambos centros haban sido capitales conceptuales de importancia.

    En cuanto a la ubicacin de la capital de la dicesis Hispaniarum, el asunto es ms complicado. Para muchos historiadores, la capitalidad recay en la ciudad de Tingis (para ello se basan en las Actas del martirio de Marcelo, fuente hagiogrfica con contenido histrico pero con numerosos puntos oscuros e inseguros); para otros la capital de la dicesis se encontraba en Mrida.

    LOS RANGOS DE LAS PROVINCIAS DE LA DICESIS HISPANIARUM Durante el Bajo Imperio, los procnsules eran los gobernadores de Asia y frica; los co-

    rrectores funcionarios regulares y permanentes- eran los encargados de administrar las pro-vincias de Italia.

    En la reforma de Diocleciano, los gobernadores presidiales y los correctores precedan del orden ecuestre y como ttulo llevaba el de prefectissimi; tras esta reforma, todos los correc-tores y algunos presidiales alcanzaban el rango de clarissimi, signo indicativo de pertenencia al orden senatorial.

    Los gobernadores de las provincias hispanas, tenan el ttulo de praeses y consularis, el de procnsul y corrector era utilizado nicamente con carcter espordico (de hecho tan slo se utiliz dos veces: con Volventius, procnsul de la Lusitania entre 382-383 y con Paulino, corrector

    Qu rango asumieron las provincias hispanas en la reforma de Diocleciano?

    de Tarraconensis entre 376-383)

    Segn datos extrados de fuentes literarias y epigrficas (Brevario de Festo, 36970), la Btica y la Lusitania eran provincias consulares, mientras que la Tarraconensis, Cartaginense, Gallaecia y Mauritania Tingitana eran presidiales. De ello se deduce que en la reforma de Dio-cleciano ninguna provincia hispana alcanz el rango de consularis, llegando ste en fechas anteriores. As, la Btica pudo alcanzar el rango consular entre al 337361, mientras que la Lusitania lo alcanzara entre el 338360. En el caso de Gallaecia, que tambin alcanz dicho rango, existe cierta contradiccin al respecto. Si Gallaecia era en realidad la Nova Provincia Mxima, su promocin a consularis lleg durante la usurpacin de Magno Mximo (383388)

    Situacin administrativa tras las invasiones

    Desde el ao 409 la Pennsula vive las invasiones de suevos (que se ubican en el occi-dente de Galicia), alanos (Lusitania), y vndalos, en sus dos ramas: asdingos (en el interior gallego) y silingos (Btica). Tan slo la Tarraconense queda bajo dominio romano.

    Roma tuvo que emplearse a fondo para poder expulsar de la pennsula a estos pueblos brbaros, ayudndose para ello de los visigodos. Consiguen expulsar a los silingos y a los ala-nos, pero son muchos otros los que deciden quedarse en nuestras tierras; variando con ello la estructura administrativa romana.

    El dominio romano sobre la Pennsula comienza a desmoronarse con estas invasiones, llega un punto en el cual Roma es plenamente consciente de que sin la ayuda visigoda les es imposible poder controlar la nica provincia que les queda: la Tarraconensis.

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    La estructura provincia-dicesis-prefectura desaparece, dejando paso a un momento de caos; con innumerables variaciones dependiendo de quien ostente el poder en ese momento y de las circunstancias que lo rodeen. La unidad administrativa lograda bajo Roma comienza a desaparecer, no slo en las provincias bajo dominio brbaro, sino tambin en la misma Tarra-conensis. De ahora en adelante, el saqueo y la extorsin sern las formas utilizadas para hacerse con el control administrativo de Hispania.

    ORGANIGRAMA DE LOS CARGOS ADMINISTRATIVOS Y DE LAS FUNCIONES Tras las reformas administrativas de Diocleciano se hace necesaria la multiplicacin del

    nmero de funcionarios y con ello una reorganizacin de sus funciones.

    El sistema romano se mantena gracias a una extensa burocracia la cual generaba mu-chos gastos pero era absolutamente necesaria para poder mantener en pie tan vasto imperio.

    El Estado romano necesita controlar cada uno de los aspectos de la vida cotidiana y pa-ra ello se valen de tan alto nmero de funcionarios.

    No todos los vicariatos ni provincias tenan el mismo nmero de funcionarios, ello de-penda de la importancia poltica, de la envergadura econmica, del volumen de funciones a desempear y de los objetivos a cumplir en cada provincia.

    Se calcula que en el caso concreto de Hispania el nmero de funcionarios lleg hasta los 1500.

    Obviamente para tan beneficiosos puestos no faltan candidatos. El puesto de funciona-rio traa consigo seguridad, privilegios, influencias y esperanza de futuras promociones que derivaran en un cursus honorum envidiable.

    Los altos funcionarios contaban adems con exenciones fiscales, donaciones extraordi-narias y aportaciones gratuitas de suministros.

    Los funcionarios tenan tanto poder que incluso podan conseguir otros beneficios me-diante la extorsin, la manipulacin o la presin. Muchos eran los que elegan este camino para enriquecerse, pero muchos eran tambin los que decidan llevar por buen camino su trabajo.

    JERARQUIZACIN, COHESIN ADMINISTRATIVA Y REORGANIZACIN DE FUN-CIONES.

    La reforma de Diocleciano trajo consigo dos puntos de inters: el diseo de la adminis-tracin que adquirir una estructura piramidal- y la redefinicin de las funciones.

    Constantino fue el que perfeccion el esquema administrativo, separando las funciones militares y civiles y alejando de Roma a los prefectos del pretorio, a quienes arrebat sus co-metidos militares.

    As, el esquema administrativo quedara de la siguiente forma: las ciudades y sus te-rritorios forman una provincia, las provincias quedan integradas en una dicesis y sta a su vez en una prefectura.

    Por encima de toda esta distribucin se encuentra el emperador, quien poda ejercer su jurisdiccin de forma directa o indirecta (por delegacin).

    La diocesis Hispaniarum, junto a la dicesis de Britania y la de las Galias, forma la Praefectura Galliarum

    Por encima de todo se sita el Emperador

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    El prefecto tena jurisdiccin sobre los vicarios de las dicesis de su prefectura y el vica-rio sobre los diversos gobernadores de la dicesis.

    Lo cierto es que esta organizacin tan minuciosa no cubra todos los cargos de la admi-nistracin civil en Hispania, existiendo para ello otras dependencias.

    El Prefecto del Pretorio

    Bajo el mandato de Augusto es cuando aparece por primera vez la figura del prefecto del pretorio, los cuales pertenecan al orden ecuestre y tenan funciones militares, econmicas y judiciales.

    Constantino separ las funciones civiles y militares, redefiniendo las funciones del pre-fecto a los que convierte en funcionarios civiles con mando sobre circunscripciones territoriales ms amplias que las dicesis: las prefecturas.

    Los prefectos del pretorio eran altos funcionarios del Imperio, que solan acompaar a los emperadores en sus continuos desplazamientos.

    Los cometidos poltico-administrativos de los prefectos eran: el servicio estatal de postas de su circunscripcin, vigilancia de los precios establecidos en los mercados, educacin superior, marcha de las corporaciones profesionales, construccin, conservacin y manteni-miento de los edificios pblicos y regulacin de los juegos pblicos.

    Junto a estos cometidos, tenan otros de ndole judicial; ya que el prefecto tena com-petencia jurdica en toda su prefectura. Constantino dispuso que las sentencias de los prefec-tos no fueran objeto de recurso ante el emperador.

    Pero el principal cometido del prefecto era de ndole econmica. Era el encargado de recaudar los impuestos, as como de la distribucin de las contribuciones destinadas al mante-nimiento de los funcionarios civiles (annona cvica) y del ejrcito (annona militaris). Tambin era el encargado de realizar el presupuesto que deba de pagar la dicesis en calidad de im-puestos.

    Para llevar a cabo tan complejas tareas, el prefecto se ayudaba de una plantilla de fun-cionarios que deban de estar especializados en asuntos jurdicos, financieros y administrativos (officia)

    El vicario de la dicesis

    El cargo de vicario se crea en el ao 297 al mismo tiempo que se crea la dicesis de Hispania.

    El primer vicario de Hispania llevaba como ttulo vir perfectissimus, perteneciendo al or-den ecuestre. Los siguientes vicarios eran miembros de familias senatoriales (rango de clasisi-mado), mientras que de los dems vicarios se desconoce su categora social (perfectissimus o clarissimus).

    La funcin poltica del vicario consista en realizar visitas y viajes espordicos a las pro-vincias, reciban comunicados y solicitaban informes a los gobernadores provinciales con el

    Todas las ciudades y tierras de Hispania se engloban en estas provincias: Btica, Lusitania, Cartaginense, Gallaecia, Tarraconense, Mauritania Tingitana y Baleares.

    Todas las provincias de Hispania forman la diocesis Hispaniarum

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    propsito de elaborar un informe sobre la situacin general de la dicesis que posteriormente sera remitido al prefecto del pretorio o al emperador.

    Eran los responsables directos ante el prefecto de la recogida y transporte de los im-puestos a pagar por la dicesis. El vicario actuaba en los conflictos religiosos, reprimiendo las actividades religiosas no aceptadas y condenadas por el Estado. Tambin tenan funciones judiciales en materia de los civil y lo criminal, aunque su sentencia era apelable ante el empe-rador (diferencia en este aspecto con las sentencias del prefecto)

    Inspeccionaban y controlaban los asuntos administrativos y econmicos pertenecientes a otros organismos de la administracin central, aquellos de los que el prefecto no se ocupaba.

    Tambin contaba con una serie de funcionarios a su servicio (officia) cuyo nmero pod-a rondar los 300 miembros (segn datos de poca de Valentiniano)

    Gobernadores provinciales

    Los gobernadores de las provincias presidiales o consulares tenan el rango de vir per-fectissimus y clarissimus respectivamente. Esto era lo habitual pero lo cierto es que no siempre tena que haber coincidencia entre el rango de la provincia y el de su gobernador. De la misma manera una provincia poda descender o ascender de rango administrativo, tal es el caso de la Gallaecia quien pas de presidial a consularis.

    El gobernador era el responsable del orden de la provincia. Posea capacidad jurdica en determinados aspectos administrativos y econmicos, sobre todo en aquellos relacionados con la recogida de impuestos. Actuaba en causas civiles y criminales, como juez ordinario. Las penas podan ser de pena de muerte o confiscacin de bienes, todo ello bajo aprobacin del emperador.

    Al igual que en los cargos anteriores, el gobernador se vala de un officium; es decir de un grupo de funcionarios a su servicio, con pequeas diferencias entre las provincias del Impe-rio.

    La administracin de las ciudades

    Conocemos muy poco de este campo, por lo que es necesario recurrir a fuentes que nos sirvan de orientacin al respecto. Las disposiciones legales y lo conocido en otros lugares nos sirven de orientacin para ello.

    Con ello, se tiene claro que el papel de las ciudades comienza a decaer hacia el s. III, aunque, en lneas generales, mantienen el mismo sistema administrativo de pocas anteriores. La civitas ha ido perdiendo autonoma, pasando a estar vigiladas y tuteladas por el Estado. nicamente les queda reservado el papel de centros recaudadores de impuestos.

    Lo mismo sucede con el nmero de magistrados de las ciudades, los cuales han ido disminuyendo a lo largo del s. IV con motivo de la creacin de un nuevo puesto: curatores civi-tatis, el cual acta siguiendo rdenes estatales y abarca prcticamente todas las competencias de ediles y cuestores.

    Los duoviri, importante magistrado que tena amplias funciones y gran poder dentro de la vida administrativa de la ciudad, tambin desparece con los nuevos tiempos.

    Otros cargos en la dicesis Hispaniarum

    Existan otros cargos que dependan de otros organismos de la administracin central que no tenan que ver con la prefectura, ni la dicesis ni las provincias.

    Tal era el caso del comes Hispaniarum, el cual pervivi hasta poca de Constantino II o Constante. Este cargo se cre para colocarlo al lado del de vicario en tiempos de Constantino, hacia 313- y sabemos que todos los que lo desempearon pertenecan al orden senatorial (por lo que tenan el ttulo de vir clarissimus)

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    No tena un carcter exclusivamente militar (como ocurrir ms tarde), colaborando con el vicario en el control de los gobernadores y cumpliendo con misiones de ndole civil y jurdicas especficas.

    El aerarium sacrum y el aerarium privatum eran entidades de la administracin central que tenan intereses econmicos o propiedades en las distintas provincias de las dicesis de Hispania. Estos intereses quedaban atendidos por sus representantes.

    LA ORGANIZACIN DEL EJRCITO DE LA DIOCESIS HISPANIARUM Y LA DE-FENSA TERRITORIAL

    Exceptuando algn que otro sobresalto en tierras hispanas (invasin de mauris, 171172) el ejrcito asentado de forma permanente en Hispania tena poco trabajo para hacer, so-bretodo tras la progresiva incorporacin al mundo romano de los distintos pueblos de Hispania.

    Realmente el ejrcito asentado en Hispania no estaba preparado para defenderla de posibles enemigos exteriores. As, cuando suceden problemas en suelo peninsular (Materno, francos y alamanes) los encargados de apaciguar la zona es el ejrcito asentado en las Galias.

    La defensa ciudadana

    La muralla era el elemento principal de defensa de la urbe. La mayora de las murallas de las ciudades hispanas son de poca de Augusto, por lo que cabe deducir que nacen como elemento decorativo ms que como mtodo de defensa (recordar que la poca de Augusto fue una poca de paz y prosperidad en todo el Imperio)

    Sin embargo, conforme avanza el Bajo Imperio a esta funcin decorativa se une la de-fensiva, todo ello motivado por los continuos cambios que vive el Imperio, cambios acusados con ms fuerza tras la invasin brbara.

    Desde el s. III, con motivo de invasiones de francos y alamanes, la construccin de mu-rallas se acelera. Desde las ciudades amuralladas les ser fcil repeler, en la medida de lo po-sible, los ataques de estos pueblos brbaros y t