25 años formando sacerdotes “verdaderamente diocesanos”...

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En primer plano l Colegio Ecle- siástico Interna- cional Bidasoa celebra su 25 aniversario. Conversamos con el Rector, don Miguel Ángel Marco, y escuchamos el testimonio de al- gunos de los seminaristas. —El seminario internacional Bi- dasoa cumple veinticinco años: un aniversario que indica juven- tud, pero también experiencia… —En efecto: este curso 2013- 2014, Bidasoa celebra su 25 ani- versario. Veinticinco años es poco tiempo para una institu- ción, pero los frutos, gracias a Dios, están ya ahí. Desde el co- mienzo hasta ahora han recibi- do la ordenación sacerdotal 560 alumnos, de más de 30 países y de 106 diócesis distintas; de en- tre ellos, ocho han recibido in- cluso la consagración episcopal. Por eso, para nosotros este año tiene un carácter bien marcado de acción de gracias a Dios. Cu- riosamente, y quizás no sin razón (los caminos de Dios son inescru- tables), este aniversario coincide con la beatificación del Siervo de Dios Álvaro del Portillo, por cuya iniciativa nació Bidasoa, y que con solicitud verdaderamen- te paternal siguió su desarrollo durante los primeros años de su andadura. —¿Por qué nació Bidasoa? —Hasta 1979, la Facultad de Teología de la Universidad de Navarra solamente impartía los ciclos segundo y tercero de los estudios teológicos. Pero en la Constitución Apostólica Sa- pientia Christiana Juan Pablo II estableció que todas las facul- tades eclesiásticas impartieran también el ciclo institucional, y la Facultad de Teología decidió incorporarlo a su docencia. Pocos años después, ante el incremento progresivo de se- minaristas que venían a estu- diar a Pamplona enviados por sus obispos, el entonces Gran Canciller de la Universidad de Navarra y próximo beato Mons. Álvaro del Portillo, de acuerdo con el arzobispo de Pamplona, solicitó a la Santa Sede la erec- ción de un Seminario Interna- cional o Colegio Eclesiástico In- ternacional. La Conferencia Episcopal Es- pañola concedió su visto bueno en 1988, y con fecha 14 de ju- lio de 1988 la Congregación de Educación Católica erigió el Co- legio Eclesiástico Internacional Bidasoa y se lo encomendó a la Prelatura Personal del Opus Dei. Bidasoa comenzó oficialmente el curso 1988-1989. E 6 | Palabra, Mayo 2014 Por Alfonso Riobó 25 años formando sacerdotes “verdaderamente diocesanos”

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l Colegio Ecle-siástico Interna-cional Bidasoa celebra su 25

aniversario. Conversamos con el Rector, don Miguel Ángel Marco, y escuchamos el testimonio de al-gunos de los seminaristas.

—El seminario internacional Bi-dasoa cumple veinticinco años: un aniversario que indica juven-tud, pero también experiencia…—En efecto: este curso 2013-2014, Bidasoa celebra su 25 ani-versario. Veinticinco años es poco tiempo para una institu-ción, pero los frutos, gracias a Dios, están ya ahí. Desde el co-mienzo hasta ahora han recibi-do la ordenación sacerdotal 560 alumnos, de más de 30 países y de 106 diócesis distintas; de en-tre ellos, ocho han recibido in-cluso la consagración episcopal.

Por eso, para nosotros este año tiene un carácter bien marcado de acción de gracias a Dios. Cu-riosamente, y quizás no sin razón (los caminos de Dios son inescru-tables), este aniversario coincide con la beatificación del Siervo de Dios Álvaro del Portillo, por cuya iniciativa nació Bidasoa, y que con solicitud verdaderamen-te paternal siguió su desarrollo durante los primeros años de su andadura.

—¿Por qué nació Bidasoa?—Hasta 1979, la Facultad de Teología de la Universidad de Navarra solamente impartía los ciclos segundo y tercero de los estudios teológicos. Pero en la Constitución Apostólica Sa-pientia Christiana Juan Pablo II estableció que todas las facul-tades eclesiásticas impartieran también el ciclo institucional, y

la Facultad de Teología decidió incorporarlo a su docencia.

Pocos años después, ante el incremento progresivo de se-minaristas que venían a estu-diar a Pamplona enviados por sus obispos, el entonces Gran Canciller de la Universidad de Navarra y próximo beato Mons. Álvaro del Portillo, de acuerdo con el arzobispo de Pamplona, solicitó a la Santa Sede la erec-ción de un Seminario Interna-cional o Colegio Eclesiástico In-ternacional.

La Conferencia Episcopal Es-pañola concedió su visto bueno en 1988, y con fecha 14 de ju-lio de 1988 la Congregación de Educación Católica erigió el Co-legio Eclesiástico Internacional Bidasoa y se lo encomendó a la Prelatura Personal del Opus Dei. Bidasoa comenzó oficialmente el curso 1988-1989.

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Por Alfonso Riobó

25 años formando sacerdotes “verdaderamente diocesanos”

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En Pamplona, en el norte de España, cumple sus primeros 25 años un seminario dedicado a la formación de sacerdotes diocesanos caracterizado por su internacionalidad. Creado por la Santa Sede en 1988, complementa el servicio que prestan las diócesis de España y de otros países los demás seminarios diocesanos o interdiocesanos existentes; en lo académico, la formación se apoya en las Facultades de estudios eclesiásticos de la Universidad de Navarra

Formadores y alumnos, ante el moderno edificio donde tiene su sede Bidasoa

—¿Cómo se orienta la forma-ción que los seminaristas reci-ben en Bidasoa?—Toda la actividad del Colegio se orienta a formar sacerdotes verdaderamente diocesanos, pas-tores de almas que, a ejemplo de Nuestro Señor Jesucristo, se pre-paren para servir al pueblo de Dios con caridad y plena disponi-bilidad.

Obviamente, el aspecto más importante en la formación de los seminaristas es la dimensión espiritual, entendida como ad-hesión personal a Jesucristo que llama. Es este sentido de relación amistosa con Cristo la que acaba conformando un “estilo de vida”: el estilo de vida de Jesús, el modo de vida de los discípulos y ami-gos del Señor, en el que ocupan el lugar preponderante la ora-ción, la caridad, el papel central de la Eucaristía, el amor filial a la Santísima Virgen, etcétera. Ya de-cía el Maestro Ávila, con gracia y cierta sorna, que los candidatos al sacerdocio han de aprender “pri-meramente bondad y después letras”. Naturalmente las dos cosas son compatibles, y es deseable que en lo posible anden juntas.

—¿Y en cuanto a las otras di-mensiones de la formación sa-cerdotal?—Uno de los muchos méritos de la Exhortación Apostólica postsi-nodal Pastores dabo vobis fue, a mi juicio, enfatizar la importancia de este aspecto, quizás un tanto descuidado hasta entonces: “Sin una adecuada formación humana, toda la formación sacerdotal estaría privada de su fundamento necesa-rio” (número 43). De todas for-mas, es justo reconocer que, en nuestro caso, esa atención cui-dadosa de la formación humana tiene una procedencia anterior en el tiempo: la tradición forma-tiva que tiene su origen en san Josemaría Escrivá, de la que la

formación en Bidasoa es clara-mente deudora.

La personalidad humana del sacerdote es el cimiento sobre el que Dios, con su gracia, construye en él su imagen de Buen Pastor. A veces me gusta ilustrarlo con la imagen de Cristo montado en el borrico, en aquel primer Domin-go de Ramos. El sacerdote debe ser otro Cristo, el mismo Cristo; pero también es el borrico sobre el que el Señor montó, y es nece-sario que se ponga en condiciones de aguantar el peso de Cristo y de obedecer sus indicaciones, en lu-gar de venirse abajo por la carga que lleva sobre sus espaldas.

Para esto es necesario cultivar las virtudes humanas. Las virtu-des humanas son esas destrezas o aptitudes que es necesario provo-car y cultivar dentro de nosotros para conseguir en libertad, sin miedos, una vida humana logra-da, una personalidad consistente. Cuesta, pero el resultado vale la pena: el hombre formado, el hom-bre virtuoso, no es un ser apoca-

Miguel Ángel Marco responde a las preguntas de Palabra

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do o encogido, sino al contrario, un espíritu grande, alguien con quien da gusto vivir y a quien da gusto tener como amigo. Las vir-tudes forman parte de la riqueza y el esplendor de la vida humana valiosa, amplia, conseguida.

Formarse en las virtudes hu-manas es aprender a vivir con garantías de salir adelante, de vencer la hostilidad del medio, de no rendirse frente a los depreda-dores de la vida lograda: la medio-cridad, el miedo, el aburrimiento, la desidia, la desesperanza, como con agudeza ha expuesto el Papa Francisco en Evangelii Gaudium.

—-¿Es fácil combinar la inter-nacionalidad con la convivencia fraterna?—En su cuarto de siglo de exis-tencia, Bidasoa posee ya una rica tradición que genera un clima fraterno de alegría, confianza, sinceridad y lealtad entre forma-dores y alumnos. La conviven-cia con personas de tan diversas procedencias, facilita conocer la realidad de la Iglesia en otros lugares, consolida una gran am-plitud de miras, enseña a vivir la

unidad y favorece la fraternidad sacerdotal con todos, sin hacer distinción de personas por dife-rencias de carácter o de cultura. Un dato significativo es que, ac-tualmente, hay en Bidasoa 98 se-minaristas, de 51 diócesis y de 15 países diferentes.

Pastores dabo vobis, al hablar del ambiente de la vida del seminario habla de “un clima hecho de convi-vencia fraterna y familiar” (número 60). Esto en Bidasoa debe de ser muy evidente, porque es lo que resaltan y me comentan todos los que pasan por aquí. Natural-mente se trata de un ambiente cordial, pero es compatible a la vez con un evidente sentido del orden, con observar un horario básico, un ambiente exigente de trabajo y de piedad, donde tengan cabida los momentos de descanso y de distensión amistosa, unas ac-tividades formativas comunes, el rezo en común de la Liturgia de las Horas…

Sí, la vida en el seminario es variada, interesante, divertida a veces y a veces cansada. Cada cosa en su momento; pero sí, nos reímos bastante.

—-¿Ha de ponerse énfasis en al-gún aspecto?—Evidentemente, en la confian-za. Esto complica la labor del for-mador, porque la confianza no puede imponerse, sino que hay que ganársela. Y esto no es fácil. La confianza deja intacta la liber-tad. No hay imposición de ningún tipo –menos aún coacción–, tan sólo una propuesta, que para la li-bertad adquiere el aire de una in-vitación que el corazón se siente propenso a aceptar.

La confianza es una de las for-mas básicas en que se expresa el amor de amistad; sólo se confía en el amigo, sólo la amistad ofre-ce garantías para la confianza y, por tanto, para la formación. El Seminario mayor, comunidad esencialmente formativa, debería ser –ha de ser– un ámbito privile-giado para la confianza, tanto por parte de los formadores como de los seminaristas. En la vida de un Formador de seminario no hay alegría comparable al hecho de que alguien –en este caso un se-minarista– te franquee sincera y libremente la puerta de su inti-midad personal. Lo hace con el convencimiento de que, aunque sea grave lo que tiene que decir, le van a comprender y le van a ayudar, en lugar de limitarse a reconvenirlo más o menos áspe-ramente, o incluso más.

—-¿No es negativo ese aleja-miento de la diócesis en el perío-do de formación?—Un alumno de Bidasoa puede estar lejos físicamente de su dió-cesis, pero no está separado de ella. En la era de la comunicación esa separación no sólo es indesea-ble, sino también imposible.

Por parte de los formadores es una insistencia la recomen-dación de mantener el contacto con sus obispos, con los forma-dores de su seminario diocesano y con sus compañeros semina-ristas. En muchos casos, por me-dio de las redes sociales acaban sabiendo más acerca de la dió-cesis que cuando estaban allí.

Los alumnos suelen perma-necer en Bidasoa entre tres y cinco años (la mayor parte per-

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Colegio eclesiástico internacional Bidasoa

La formación se basa en la confianza, y se enriquece por la variedad de procedencias de los alumnos

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manecen cuatro años), y luego regresan a sus diócesis. Algunos de ellos reciben el diaconado aquí, al final del último año. Los demás lo reciben al volver a su país. Y todos reciben el presbi-terado en sus respectivas dióce-sis.

Procuramos que los obispos hagan lo posible para que los se-

minaristas pasen en la diócesis al menos uno de los veranos que están aquí, pero a veces no es posible por falta de medios eco-nómicos. No sé qué ocurrirá en otros lugares, pero mi experien-cia en esta cuestión como rector de Bidasoa es buena; y la de los obispos que han tenido aquí se-minaristas, también. Los alum-

nos, al terminar, aun sintiendo que toca a su fin su estancia feliz en el Seminario, están deseando regresar a sus diócesis, ponerse en marcha. Y no tienen que rea-daptarse a su tierra y a su gente, porque nunca se han separado de ellos. Siempre han sabido que su servicio y su misión estaban allí, no aquí. n

Los abuelos de Álex Okiror eran católicos. Sus padres también lo son. Viven en

la diócesis de Soroti, al este de Uganda. Tuvieron 10 hijos. Álex es el segundo. Su casa está muy cerca de la Iglesia, por lo que los sacerdotes que la atienden siempre han entrado y salido de ella con toda naturalidad. A los 7 años Álex comunicó a sus padres que quería ser sacerdo-te, pero ellos se opusieron ar-gumentándole que tenía que madurar más.

Cuando cumplió los 14 lo in-tentó de nuevo. Y sus padres ac-cedieron: “Nos han enseñado que en la vida tenemos que hacer lo que realmente queramos, siempre que sea bueno, claro”, explica Álex. Empezó sus estudios en el año 2.000, y pasados seis años solici-tó entrar en el seminario mayor. Allí cursó tres años de Filosofía y estuvo otro año entero adqui-riendo experiencia pastoral.

En Uganda no hay posibilida-des económicas para que un se-

minarista estudie fuera del país: el billete del viaje, la matrícula, la manutención son gastos de-masiado grandes para que una parroquia pueda subsanarlos. Pero un día Mons. Emmanuel Obbo, obispo de Soroti, le dijo que había conseguido una beca a través de una Fundación. Álex Okiror fue el primer estudiante que se marchó a Europa. “En la Universidad de Navarra la gente trabaja mucho y estudia también mucho”, le comentó el obispo; “tienes que ir allí para después vol-ver y ayudarnos a sacar adelante la Iglesia aquí”, recuerda Álex.

Llegó a Pamplona el 27 de julio del año 2010. “No sabía ni una palabra de español. Aquí he encontrado lo que es la verdadera amistad. El ambiente en el que vivo, tanto en la Universidad como en el Colegio Eclesiástico Internacional Bidasoa, es puro cristianismo: el de acoger a la gente sin saber ni si-quiera quién es. Es un hijo de Dios, y eso basta. Poder estudiar en la Uni-versidad de Navarra me ha supues-

to una ayuda extraordinaria. Los profesores que dan clase aquí no solo se dedican a enseñar, sino que también nos forman para que esos conocimientos los hagamos vida”, declara. “Después de estos estudios me siento capacitado para volver a Soroti”, concluye.

Álex Okiror fue ordenado diá-cono el 22 de marzo en la iglesia de San Nicolás, de Pamplona, jun-to con otros 13 compañeros de promoción de la Facultad de Teo-logía de la Universidad de Nava-rra. Espera con emoción el día en que su obispo le ordene sacerdote en Soroti, donde le esperan con los brazos abiertos el 3 de junio. nFina Trèmols

Ronald Antonio Cerda Meza, sintió por primera vez el de-seo de ser sacerdote a los 7

años, siendo monaguillo. Aunque pronto se le olvidó, al empezar los estudios de secundaria “saltó de nuevo la chispa de su vocación”.

Lo comentó con sus padres y, cuando años después tuvo oca-

sión de encontrarse con el obispo Sócrates René Sándigo unos días antes de que fuera de visita pas-toral a la parroquia, “sin haberlo comentado antes con nadie, solo con mis padres, le dije directamente al Obispo que quería ser sacerdote”. Ni qué decir tiene que para el obispo fue una grata sorpresa.

Álex Okiror, ugandés

Ronald Cerda Meza, nicaragüense

“Tienes que ir y después ayudarnos a sacar adelante la Iglesia aquí”

“Si ustedes me dan un seminarista, yo les daré un sacerdote”

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Colegio eclesiástico internacional Bidasoa

Llegado el día de la visita pas-toral, Ronald hacía de monagui-llo en la parroquia. En la homilía, el obispo dijo a los feligreses: “Si ustedes me dan un seminarista, yo les daré un sacerdote”. Y Ronald, delante de todo el mundo, levan-tó la mano: fue la manera más rápida de que se enterara todo el pueblo. “Soy el primer seminarista de El Coral Chontales”, dice orgu-lloso.

En 2006 entró en el semina-rio menor y al año siguiente pasó al Seminario Propedéuti-

co. Después se fue al Seminario Mayor Interdiocesano en Mana-gua. Cuenta Ronald que todos los años, estando de vacaciones, el día antes de que iniciara un nuevo curso, su padre le decía: “Tengo que hablar contigo”. E inva-riablemente, año tras año, le re-petía: “Tener un hijo en el seminario es el mayor regalo, pero si no es lo tuyo y vas a hacerle daño a la Iglesia y a ti mismo, déjalo y no te preocupes por el qué dirán, porque nosotros te apoyaremos siempre en todo”. Esa advertencia le reafirmaba en su

vocación y le llenaba de alegría y de ánimo.

Mons. René ordenó diácono a Ronald el viernes 4 de abril, en el oratorio de Colegio Eclesiásti-co Internacional Bidasoa, donde se ha formado durante los cuatro años que ha estudiado en la Facul-tad de Teología de la Universidad de Navarra. En la víspera de la or-denación recibió la llamada de su padre, preguntándole de nuevo si realmente quería ser sacerdote, y Ronald le dijo: “Con la gracia de Dios, le volví a decir que sí”. n

Un momento de conversación al regreso de la Facultad de Teología

- Con motivo de su nombramiento como doctor honoris causa por la Universidad de Navarra, el entonces Carde-nal Ratzinger dejó escritas estas palabras:El Señor conserve siempre la alegría de la fe, el entusiasmo del Evangelio, que he encontrado en este maravilloso seminario, que da tanta esperanza para la Iglesia de hoy y de mañana. + Joseph Card. Ratzinger. En la fiesta de la Candelaria, 2 de fe-brero de 1998.

- El actual Cardenal de Bogotá dejó escrito:Compartir, aunque brevemente, la vida de Bidasoa y conocer el excelente trabajo de la Universidad de Navarra han sido para mí una experiencia enriquecedora humana y espiritual. Agradezco la magnífica hospitalidad que me han brindado e imploro la abundancia de las bendiciones divinas sobre estas

instituciones que prestan tan invaluable servicio a la Iglesia. + Rubén Salazar Gómez. Arzobispo de Barranquilla (Colombia).

- El actual arzobispo de San Salvador de Bahía (Brasil) dejó escrito:En las horas pasadas en este Colegio-Seminario Internacio-nal Bidasoa, tuve varias experiencias: de acogida cristiana (“Quien a vosotros recibe…”), de amor a la Iglesia (“Quien a vosotros escucha…”), de la presencia de Cristo y de su alegría (“Que mi alegría esté con vosotros…”), etc. Alabo a Dios por-que este seminario tiene las dimensiones del mundo, inclu-yendo la Arquidiócesis de Florianópolis (Brasil). Dios bendiga a los Formadores y a los seminaristas, para que la Iglesia pue-da continuar siendo servida por amor de Cristo, que aquí es vivido intensamente. Que Nuestra Señora Aparecida proteja este Seminario. + Murillo S. R. Krieger, SCI. Arzobispo de Flo-rianópolis (Brasil). n

Algunas frases del libro de invitados