(285)centimos de euro

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¿QUÉ PASARÁ SI DESAPARECEN LOS CENTIMOS DE EURO? Manfred Nolte Desde los albores de la humanidad los individuos utilizaron el trueque de mercancías para abastecerse de otros productos necesarios entregando a cambio sus sobrantes de uso no inmediato. Con el paso del tiempo este sistema tosco y poco divisible llevó a utilizar algunos bienes especiales como medios generales de pago para facilitar los intercambios, a medida que prosperaba la división del trabajo. Bienes de alto valor en relación a su volumen, suficientemente disponibles, fácilmente almacenables, transportables, divisibles, inalterables e imperecederos. De esta manera surgió el dinero, desde la obsidiana de Anatolia en 12.000 a.C. pasando por los metales preciosos en pepitas o lingotes, hasta la acuñación por troquelamiento, que se erige en el sistema moderno de funcionamiento, previo al actual. Hasta fechas relativamente recientes las monedas valían su valor intrínseco, esto es, el valor de mercado del metal precioso que contenían. Valor facial y valor intrínseco eran una misma cosa. En la actualidad son los gobiernos quienes establecen y controlan el dinero de curso legal, también llamado ‘fiduciario’, ya que los ciudadanos ‘tienen fe’ en un trozo de papel o a monedas fraccionarias sin 1

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¿QUÉ PASARÁ SI DESAPARECEN LOS CENTIMOS DE EURO?

Manfred Nolte

Desde los albores de la humanidad los individuos utilizaron el trueque de mercancías para abastecerse de otros productos necesarios entregando a cambio sus sobrantes de uso no inmediato. Con el paso del tiempo este sistema tosco y poco divisible llevó a utilizar algunos bienes especiales como medios generales de pago para facilitar los intercambios, a medida que prosperaba la división del trabajo. Bienes de alto valor en relación a su volumen, suficientemente disponibles, fácilmente almacenables, transportables, divisibles, inalterables e imperecederos. De esta manera surgió el dinero, desde la obsidiana de Anatolia en 12.000 a.C. pasando por los metales preciosos en pepitas o lingotes, hasta la acuñación por troquelamiento, que se erige en el sistema moderno de funcionamiento, previo al actual.

Hasta fechas relativamente recientes las monedas valían su valor intrínseco, esto es, el valor de mercado del metal precioso que contenían. Valor facial y valor intrínseco eran una misma cosa. En la actualidad son los gobiernos quienes establecen y controlan el dinero de curso legal, también llamado ‘fiduciario’, ya que los ciudadanos ‘tienen fe’ en un trozo de papel o a monedas fraccionarias sin valor intrínseco, por el aval del Gobierno y sus autoridades monetarias que regulan su emisión buscando el equilibrio del sistema de pagos y la economía del país. A este tipo de dinero (y solo a este tipo, con exclusión del dinero contable o escritural) hace relación el título de la columna, en particular a las monedas de uno y dos céntimos de euro actualmente en circulación en los 19 países que componen la Eurozona y algunos pequeños Estados más.

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Resulta que en el caso de las dos monedas alevines de la serie del euro el valor intrínseco es superior al valor facial o de cambio. Desde que se introdujera el euro en el año 2002, se han acuñado ya 46.000 millones de monedas de 1 y 2 céntimos equivalentes a un total de 137 monedas por persona. El material elegido para su producción fue el cobre. Desde entonces, este material ha visto  aumentado su precio en un 425%, lo que ha disparado el coste de fabricación de las monedas. Concretamente, el coste de acuñar una moneda de 1 céntimo es 1,65 céntimos, mientras que el de acuñar cada moneda de 2 céntimos es de 1,94 céntimos, según asegura la Comisión Europea. Para un valor de las monedas de aproximadamente 714 millones de euros los sobrecostes de producción ascienden a 1.400 millones de euros. Dadas las cifras que se manejan a nivel agregado de la Eurozona el despilfarro puede considerase calderilla(valga la redundancia), pero la tolerancia a una incongruencia manifiesta y el posible destino a otros fines productivos o sociales de las cantidades dilapidadas, aviva el debate de su continuidad en el seno de los países que la utilizan.

Algunos ya han eliminado las monedas de uno y dos céntimos. Éste es el caso de Bélgica, Finlandia u Holanda (y en estos días Irlanda) donde no se acuñarán nuevas monedas de las denominaciones referidas, aunque continuarán siendo de curso legal y bajo un régimen voluntario y consensuado.

El principal recelo de la población se refiere al riesgo inflacionista que puede existir con la desaparición de los céntimos. Dado que los precios se redondearán a cero o cinco céntimos se teme que todos los redondeos se efectúen al alza con las consecuencias inflacionistas consiguientes. Sin embargo, los estudios realizados en España estiman casi despreciable el impacto, limitando la inflación inducida a una horquilla de entre el 0,1 y 0,11 por ciento, casi insignificante.

Dos argumentos principales sugieren que la eliminación de la pequeña calderilla no tendría efectos inflacionistas. En primer lugar la previsible reducción de los ‘precios sicológicos’ o precios reclamo, aquellos que tratan de evitar la unidad de euro superior. En ausencia de céntimos, lo más normal es que el precio sicológico de 4,99 se redondee por defecto a 4,95 antes que por exceso a 5 euros.

En segundo lugar, el efecto del ‘precio efectivo’. Aunque los comerciantes devuelven el cambio exacto a los clientes, estos apenas utilizan estas monedas para pagar sus gastos. Los ciudadanos las manejan como piezas sin valor y no las reintroducen en los canales de pago. Céntimo y dos céntimos acaban acumulándose a las propinas de los bares, se ingresan en la hucha del nieto o duermen en un cajón olvidado.

Adicionalmente alguno de los países arriba citados ha adoptado la supresión de céntimos mediante el “redondeo sueco”. Consiste este

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en que cualquier precio finalizado en 1, 2, 6 y 7 céntimos se redondea hacia abajo, por ejemplo. Y cualquier precio finalizado en 3, 4, 8 y 9 céntimos se redondea hacia arriba. Esta regla no se aplica sobre cada producto, sino sobre el total de la compra y solo si se paga con efectivo. Si el pago se realiza con tarjeta o cualquier otro medio telemático, se tendrá en cuenta el importe real, no el ajustado. Aparentemente este “redondeo sueco” apenas afectaría a los precios.

Entre dimes y diretes, desde Bruselas, (web Bruselas: http://ec.europa.eu/transparency/regdoc/rep/1/2013/ES/1-2013-281-ES-F1-1.Pdf ) que asiste sonrojada a una caso flagrante de dispendio e ineficacia se barajan cuatro posiciones alternativas, que tienen, cada una de ellas, sus partidarios y sus detractores. Son las siguientes. Consiste la primera en no introducir ningún cambio, lo que seguiría suponiendo un mini escandalo de gestión, grandes pérdidas económicas, a cambio de no alterar los hábitos de los consumidores. La segunda se refiere a ahorrar costes de producción, utilizando otros metales más baratos incurriendo en un proceso de fabricación mas eficiente. La tercera sería la más drástica: retirarla de golpe fijando unas reglas comunes de redondeo. La última consistiría en una transición gradual, de tal manera que los consumidores pudiesen habituarse paulatinamente a la supresión de estas monedas y modificar paulatinamente sus hábitos. Es el caso recientemente adoptado por Irlanda donde la iniciativa es voluntaria aunque las monedas de 1 y 2 céntimos seguirán siendo de curso legal y los consumidores tendrán el derecho de exigir la devolución del cambio exacto si lo desean.

Una anécdota final: Según el Centro Español de la Información del Cobre, retirarlas serviría para recuperar más de 7.000 toneladas de cobre con el que se podría equipar más de 260.000 viviendas con tuberías, colocar en más 230.000 hogares instalaciones eléctricas o poner 575.000 equipos de energía solar en casas. Claro que la Real Casa de la Moneda tendría la última palabra sobre su aplicación y destino.

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