3. ANTECEDENTES TEORICOS 3.1.- Aspectos psicológicos ... · grupo en desventaja podrían evaluar...
Transcript of 3. ANTECEDENTES TEORICOS 3.1.- Aspectos psicológicos ... · grupo en desventaja podrían evaluar...
3. ANTECEDENTES TEORICOS
3.1.- Aspectos psicológicos implicados en la justificación del Ordenamiento Social,
3.1.1.- El Autoesterotipo como Elemento de Justificación del Sistema:
Introducción
Históricamente se han articulado un conjunto de teorías que han pretendido explicar las
diferencias de poder, estatus o ubicación de distintos grupos al interior de un
ordenamiento social particular (Sidanius & Pratto, 1999a; Major & Shmacher, 2001;
Sidanius, Levin , Federico, & Pratto, 2001). Generalmente se entiende que uno de estos
grupos, sostiene o vela, de acuerdo a su conveniencia, por la mantención de la relación
desigualitaria; ya sea por la vía del poder, la ideología, o incluso la fuerza (Sidanius, et al.
2001).
El desarrollo anterior centra la mirada o el foco de análisis, e incluso la etiogenia causal de
determinado ordenamiento social en el accionar de ciertos grupos: los que poseen el
poder, en el entendido que son estos quienes buscan la forma de mantener los privilegios
propios de su situación (Moscovici, 1996).
Ahora bien, resulta interesante analizar también cuál podría ser la eventual participación
de los propios sectores en situación de desventaja en la mantención, o incluso la
generación de esta relación desigualitaria; ello implica analizar cómo estos grupos
generan mecanismos complementarios o potenciadores a los de los grupos de poder, a fin
de validar y legitimar su propia situación de desventaja social.
Esta idea es recogida por Mayor y Shmacher (2001) quienes plantean la existencia de dos
posturas o perspectivas desde las cuales la situación de desventaja social es legitimada en
tanto también es sostenida, aceptada, e incluso construida (Major & Shmacher, 2001;
Sidanius et al. 2001; Ridgeway, 2001; Spears, Jetten, & Doosje, 2001; Devos & Banaji,
2003).
3.1.1.1.- Perspectiva de Defensa del Yo
Una primera postura corresponde a la perspectiva de defensa del yo, que toma como
argumento central a la Teoría de la Identidad Social (Tajfel, 1984) y la Teoría de la
categorización del Yo (Turner, 1990).
Lo que se plantea desde esta perspectiva es que las personas y los grupos legitiman el
ordenamiento social en la medida que generan estrategias para protegerse de eventuales
amenazas a su autoestima. Desde el punto de vista de la psicología grupal, la premisa es
que la valoración positiva de la autoestima se obtendría a través de la consecución de un
saldo positivo en la comparación con otros grupos; al modo como lo plantea la Identidad
Social; sin embargo ello no es siempre posible, o de ser posible no ocurre en todas las
dimensiones susceptibles de comparación.
Por tanto como método para mantener la valoración positiva, en caso de que ésta se
ponga en entredicho, se puede recurrir a estrategias para la superación de una autoestima
negativa, manipulando el nivel de comparación o por ejemplo devaluando el ámbito de
análisis en donde se realiza la comparación perjudicial (Major & Shmacher, 2001).
A modo de ejemplo y tomando el grupo objetivo de esta investigación: personas en
situación de pobreza, un integrante de este grupo podrá pensarse a sí mismo (a nivel
individual) como distinto de su grupo social, sus vecinos etc. manteniendo así su estima
positiva.
Cabe señalar que este ejercicio lleva de paso la validación del ordenamiento social, pues
su pretensión no estará en validar o mejorar su clase social, su barrio, grupo o población,
sino más bien en tener la capacidad y posibilidad de salirse del grupo, cambiarse de barrio,
incluso de apellido si lo considera necesario.
Si no resulta posible el análisis o la comparación positiva a nivel interindividual, la
estrategia puede ser devaluar el ámbito o la categoría en comparación; esto sería por
ejemplo, si se compara el éxito económico con un grupo de un estrato social más elevado,
podrían generarse ideas del tipo: “el dinero no es lo importante en la vida”, dando cuenta
que si lo son cualidades como los amigos, la familia o la solidaridad, elementos que el
grupo en desventaja podrían evaluar como propios, manteniendo de esa manera una
imagen positiva del grupo y del Yo en tanto miembro del grupo evaluado positivamente.
3.1.1.2.- Perspectiva de Justificación del Sistema
La segunda perspectiva guarda relación con la idea de Justificación del Sistema, que
corresponde a una ampliación del enfoque anterior pues, ampliando el modelo, también
tiene su basamento tanto en la Teoría de la Identidad Social como en la Categorización del
Yo (Jost & Sidanius, 2003). Lo que se propone desde este enfoque es que bajo la operación
implícita, entiéndase no conciente, de ciertos estereotipos se tiende a percibir el statuo
quo, vale decir en definitiva el ordenamiento social, como algo dado, como justo o
legítimo, aún cuando esto implique estereotipos atentatorios contra la autoestima de los
sujetos (Major & Shmacher, 2001; Jost, Banaji, & Nosek, 2004).
El conjunto de estereotipos de operación implícita se articularía en una “falsa conciencia”
(Jost & Banaji, 1994), elemento que resulta de gran relevancia, ya que entrega la
posibilidad de que las dos perspectivas no resulten excluyentes entre sí, esto debido a que
podría ocurrir que mirado desde la perspectiva de justificación del Yo, un sujeto o un
grupo, posea un autoesterotipo positivo basado en determinada categoría y a la vez, de
modo implícito, no conciente, como parte de una falsa conciencia, posea un
autoestereotipo atentatorio contra sí mismo o su grupo, sin que ambas
autorrepresentaciones entren en conflicto explícito .
3.1.2.- El estereotipo y su operación a nivel de Sistema
La perspectiva de justificación del sistema plantea que una de las funciones del
estereotipo es justificar los propios estados internos de los sujetos en distintos niveles.
El concepto de justificación opera al modo como funcionan los mecanismos de reducción
de disonancias o de eliminación de angustia, esto es, implicado en la eliminación de
estados de tensión o incoherencias internas (estados internos) (Jost & Banaji, 1994), o sea
la Justificación del Sistema será la forma como se reducirán estados de incomodidad
psíquica derivados del funcionamiento social ya sea por su estructura u operación.
La aminoración de estados de tensión a través de “arreglos cognitivos”, ha hecho eco en
distintas corrientes de la psicología y, por ejemplo, tiene su expresión en los mecanismos
de defensa del Psicoanálisis, el Humanismo y la Gestalt, o bajo la idea de disonancia
cognitiva en el marco cognitivista y sociocognitivista (Jost & Banaji, 1994; Jost, Banaji, &
Nosek, 2004; Andersen, S. M., Moskowitz, G. B., Blair, I. V., & Nosek, B.; 2007).
Al interior de la psicología sociocognitiva, y en particular, al interior de la propuesta de la
teoría de la Identidad Social, la necesidad de justificar guarda relación con cuidar aspectos
de la identidad y la autoestima.
Según la teoría de la Identidad Social, parte de la identidad estará derivada de las
pertenencias grupales. Lo anterior en el marco de una comprensión que postula a la
identidad en equivalencia con el autoconcepto, entendido este como el conjunto de
representaciones del Yo. En base a este modelo la autoestima corresponderá a la
valoración de dichas representaciones (Turner, 1990; Greenwald, Banaji , Rudman,
Farnham, Nosek, & Mellot, 2002).
Al encontrase parte de la identidad ligada a los grupos de pertenencia, la autoestima
dependerá también entonces de la valoración de dichos grupos. Esta relación explicaría la
existencia del sesgo que da cuenta a su vez del “favoritismo endogrupal” descrito en el
paradigma de grupo mínimo. Este corresponde a la tendencia a evaluar en términos más
positivos al endogrupo, los que comparten categorías propias, en detrimento del
exogrupo, quienes no comparten las categorías propias, o al menos no las categorías que
se harán relevantes en un momento determinado (Tajfel & Turner, 1986).
La generación de categorías para la lectura del mundo, así como el sesgo y la búsqueda de
autoestima positiva otorgan al sujeto sociocognitivo su carácter “cognitivo motivacional”.
Esta característica reviste diversas implicancias siendo relevantes los alcances a niveles
epistemológicos y teleológicos.
- Epistemológicos: se propone un sujeto que se acerca al mundo a través de categorías, de
allí el carácter cognitivo; pero estas categorías, que se constituyen en simplificaciones y
generalizaciones de la realidad, no son neutras ni individuales, sino que están construidas
socialmente. De lo anterior se desprende cómo se verá más adelante que puedan operar
como “justificadores” en niveles más abarcativos que el individual.
El ejercicio de generación de categorías, esto es de la estereotipia perceptiva, resulta
literalmente vital para los sujetos de momento que es la única manera de ordenar todos
los datos, las informaciones, los estímulos que produce el medio. Sin la capacidad de
categorizar y de estereotipar habría que recodificar el mundo a cada instante, lo cual
comprometería seriamente la posibilidad de supervivencia, esta necesidad/capacidad, le
da al sociocognitivismo el carácter cognitivo. (Hogg & Abrams, 1988).
Se entiende además, al extender el argumento anterior, que implicancias del estereotipo,
como por ejemplo: la exclusión social, el prejuicio o la propia Justificación del Sstema,
tendrían su raigambre última en un proceso básico y necesario (Valdivieso, Cavieres, &
Antivilo, 2005).
- Las implicancias teleológicas: están en definitiva derivadas de lo anterior e
insoslayablemente unidas a la idea de categorías y por tanto al proceso de categorización.
Dan cuenta de que el sujeto “se mueve en el mundo” para la consecución de una
autoestima positiva, lo que da a las teorías sociocognitivas su carácter motivacional. En
este proceso los sujetos dan a las categorías propias una connotación más positiva que a
las no propias, lo que implica que el mundo aparece en su comprensión inevitablemente
sesgado, a favor del endogrupo.
Por esta búsqueda de autoestima positiva, y por la raigambre que ésta tiene en el grupo,
resultará necesario que el sujeto genere también mecanismos para justificar no sólo su
accionar individual, sino también el de los grupos de pertenencia o referencia.
Un desarrollo a partir de la Teoría de la Identidad Social, que resulta complementario con
el argumento expuesto, corresponde a la Teoría de la Categorización del Yo desarrollada
por Turner (1990). Esta plantea que el Yo podrá operar en distintos niveles.
Siguiendo a Turner es posible decir que el nivel de operación de la Teoría de la Identidad
Social corresponde a un nivel intergrupal, en donde el Yo opera al interior de un grupo
buscando compararse con otros grupos pretendiendo un saldo positivo en dicha
comparación. Sin embargo habrían dos niveles más, un nivel al interior del grupo o nivel
interindividual, que implicaría la diferenciación personal en relación a los miembros del
endogrupo, y un nivel más abarcativo, más amplio que denominó nivel supraordenado, o
nivel de lo humano como “especie”, haciendo referencia a la categoría social más amplia
que es posible de compartir en un momento dado (Turner, 1990). Resulta relevante dar
cuenta de la existencia de estos estadios pues ellos corresponderían a distintos niveles de
operación del Yo; en donde mientras más abarcativo el nivel mayor despersonalización.
Este concepto, de despersonalización, alude a que en la operación de la autodefinición
categorial, mientras más abarcativo el nivel, ésta se realiza en base a categorías cada vez
más amplias, y por tanto más compartidas socialmente, o sea funciona relegando
aspectos idiosincráticos propios de la categorización interindividual. Lo anterior implica
que el Yo no se anula como proponían algunos modelos teóricos de análisis de conducta
de masas (Le Bon, 1983; Freud, 1976), sino que más bien a medida que se despersonaliza
opera con mayor basamento en categorías más ampliamente compartidas.
Esta línea argumentativa resulta relevante pues plantea la idea de que el Yo está siempre
en juego en alguna medida, por lo cual puede postularse que aspectos de la autoestima e
identitarios constituyentes del Yo, estarán siempre en participación todo vez que el Yo lo
esté, aún si el nivel categorial es el más amplio posible (como ocurre por ejemplo en el
nivel de sistema).
Otro elemento relevante, a fin de comprender los antecedentes de la Teoría de la
Justificación del Sistema, es la relación que pueden establecer entre sí los distintos niveles
de operación del Yo, esto es importante ya que para la existencia de una relación de
inclusión en una categoría en un determinado nivel los elementos en relación deberán
pertenecer a la misma categoría en el nivel inmediatamente superior (Turner, 1990).
Centrando el análisis en el nivel intergrupal lo anterior implica que los grupos que
establecen la relación deben pertenecer a la misma categoría en el nivel superior
supraordenado, o nivel de especie. O sea en el nivel superior más inclusivo. Ahora bien en
este punto parece presentarse una brecha entre el nivel intergrupal y el nivel de especie,
pues podría pensarse que previo a la categoría de especie existirán múltiples categorías
supraordenadas que posiblemente logren incluir a las categorías en nivel intergrupal. Para
salvaguardar este punto es de sumo pertinente señalar el carácter situacional de la idea
de grupo; esto quiere decir que el grupo no es una instancia estática sino más bien
situacional, y que teniendo como base el proceso de categorización social, surgirá en la
medida que se haga relevante una categoría compartida en un momento determinado.
En cualquier análisis puede quedar claro que existirán niveles intermedios entre el nivel
intergrupal y el nivel supraordenado propuesto por Turner (1990), pues entre estos dos
podrán surgir categorías inmediatamente más inclusivas que la intergrupal sin que sea
necesario que se correspondan con el nivel de máxima abstracción que implica la
comparación interespecífica del nivel de especie propuesto por el autor.
Particularmente importante para los efectos de pensar en la justificación de un sistema, es
clarificar desde esta perspectiva a qué nivel de operación del Yo correspondería la
categoría social que se podría denominar “sistema”.
Según el desarrollo teórico expuesto y para efectos de este trabajo de investigación
entenderemos un Sistema como: la categoría supraordenada donde coexisten categorías
intergrupales con implicancias en el ordenamiento social; esto es, que regulan las
actividades, los intercambios y la posición social de las personas.
A modo de síntesis a los niveles intermedios entre lo intergrupal y lo supraordenado
podremos entenderlos como niveles intergrupal-supraordenado, y se caracterizarán por
corresponder situacionalmente a los niveles inmediatamente superiores en donde los
grupos, que en un momento dado establecen una relación intergrupal, pueden ser
incluidos en la misma categoría.
Como ejemplo de lo anterior se puede pensar en categorías intergrupales que cumplan
dicho requisito, estas serían por ejemplo género, nivel socioeconómico, edad, religión,
cultura, historia o vinculación política, y si contextualizamos estas categorías en un nivel
supraordendo inmediatamente más abarcativo, o sea en el cual estas categorías coexisten
siendo parte del mismo nivel categorial podría reconocerse lo que habitualmente se
identifica como un ordenamiento social acotado a un país, lo que coloquialmente se
entiende como sociedad.
Para el caso del tipo de grupos y de relaciones intergrupales de interés en este estudio,
correspondiente a la pobreza, si ésta se dispone en un continuo, el nivel donde los grupos
polares de dicho continuo pertenecerán a la misma categoría sería el Sistema Social del
cual ambos forman parte; y que conocemos como sociedad, y que en este caso puede ser
reconocido como el nivel intergrupal-supraordenado que se entenderá como sistema.
3.1.3.- Teoría de la Justificación del Sistema
La Teoría de la Justificación habla de las funciones del estereotipo como “justificador” en
distintos niveles. Estos niveles son equivalentes a los planteados en la Teoría de la
Categorización del Yo, y se articulan como tres niveles de operación:
- Nivel de Justificación del Yo:
El estereotipo defiende el lugar en la sociedad, justificando el status o la conducta
relacional con otros. Se corresponde con el nivel interindividual descrito por Turner, en
este nivel operarían por ejemplo los mecanismos de defensa o la disonancia cognitiva
(Jost & Banaji, 1994).
- Nivel de Justificación Grupal:
Lo que se justifica es el tratamiento, conductas, de grupos hacia otros grupos, o sea las
relaciones intergrupales, es el nivel intergrupal en Turner. En este nivel por ejemplo se
pueden ubicar teorías, o desarrollos teóricos a partir de la Teoría de la Identidad Social,
que ponen la causa del prejuicio o la exclusión social en el entendido que éstas en el
fondo consisten en relaciones estereotipadas, de grupos, hacia y con otros grupos
(Bourhis, Gagnon, & Moise, 1996).
El primer nivel entonces explica el accionar individual y el segundo nivel el accionar del
sujeto a nivel de conducta intergrupal. Sin embargo estos niveles no son capaces de
explicar todas las relaciones intergrupales, pues por ejemplo no logran dar cuenta de
cómo ciertos prejuicios van más allá de la contingencia intergrupal y resultan transversales
a distintas sociedades para categorías que tienen el mismo tipo de relación de status; esto
es visible por ejemplo en distintos países con la relación hacia el grupo de inmigrantes que
son blanco de conductas o de descripciones peyorativas y discriminatorias.
El nivel intergrupal de la Teoría de la Justificación del Sistema opera desde la lógica
sociocognitiva derivada desde los basamentos teóricos de la teoría de la Identidad Social.
Esto quiere decir que la relación intergrupal estereotipada está regida por el
planteamiento del favoritismo endogrupal y en definitiva por la búsqueda de autoestima
positiva a través de la valoración positiva del grupo de pertenencia (Tajfel, 1984).
Hasta el nivel intergrupal no resulta posible explicar el funcionamiento del
autoestereotipo cuando la situación de un grupo en cuestión es francamente
desventajosa en el ordenamiento social. Ejemplos de esto son sectores de extrema
pobreza o grupos marginados socialmente que, contrario a lo lógica de la Identidad Social,
se ven obligados a generar alter centrismos, o sea valoraciones exogrupales positivas.
Esta situación que se da en grupos extremos hace necesario agregar un nivel más amplio
de análisis que incluya los niveles anteriores; este nivel es el nivel de Justificación del
Sistema.
- Nivel de Justificación del Sistema:
Este nivel explica cómo ciertos arreglos sociales son legitimizados, y operan a nivel del
ordenamiento social, aún a expensas de los intereses particulares mirados desde el nivel
del grupo, o de los sujetos individuales.
El nivel de Justificación del Sistema explica aspectos sociales, económicos, de distribución
de recursos, de roles, riquezas, estatus y poder (Jost & Banaji, 1994).
El prejuicio según los autores, en este nivel, no sólo regula relaciones intergrupales
concretas, sino que también opera y sirve a funciones ideológicas, y muchas veces opera
en oposición a la propia estima personal o del grupo. Esto ocurre, no anulando a los
niveles anteriores, sino operando, más bien como un agregado ante la situación
desventajosa de la cual el sujeto es parte y que, necesariamente también necesita
justificar, en este caso a través del ordenamiento social.
Tratando de hacer un símil con la idea de exclusión social ofrecida desde la psicología
sociocognitiva, en particular con la lógica intergrupal, si la exclusión social corresponde al
anquilosamiento de relaciones de discriminación desde el punto de vista conductual al
punto que operan con implicancias en el ordenamiento social, la Teoría de la Justificación
del Sistema ofrece similar funcionamiento pero desde el componente cognitivo, esto es:
cómo a través de estereotipos se justifica y se autojustifica la posición de desventaja de
ciertos grupos (Valdivieso, Cavieres , & Antivilo, 2005).
Como se señala, el estereotipo en este nivel sirve entonces a funciones ideológicas, así lo
plantean los autores y puede verse en la siguiente cita:
"nosotros buscamos desarrollar el argumento de que los estereotipos sirven a funciones
ideológicas, en particular de que ellos justifican la explotación de ciertos grupos sobre
otros, y que ellos explican la pobreza o la falta de poder de algunos grupos, y el éxito de
otros en modos que hacen que esas diferencias sean legitimadas, uniformes y naturales”
(Jost & Banaji, 1994, pág. 6.)
La ideología en este marco es entendida en un carácter relacional, esto es como ideas que
justifican la explotación de ciertos grupos por otros con mayor status o poder.
A través de la ideología entonces, por ejemplo, podrían explicarse situaciones como la
pobreza, en el entendido que correspondería a una relación entre sectores acomodados y
sectores en desventaja se naturaliza.
La ideología funciona como elemento legitimador, esto es como propone Zeldith (2001)
“en acuerdo con las normas, valores, creencias, prácticas y procedimientos aceptados por
un grupo” (Zelditch, en Jost & Major, 2001, pág. 33).
Respecto de la naturalización o legitimación de estas relaciones resulta relevante un
aspecto de la teoría que corresponde a la idea de "falsa conciencia" que se constituye en
un concepto central y estructural. La falsa conciencia articula el conjunto de creencias que
son contrarias a los intereses del grupo y que contribuyen a la mantención de la posición
desventajosa de un sujeto por estar en ese grupo, lo anterior quiere decir que en este
nivel, en mayor medida que en los otros, los estereotipos operarían con independencia de
la conciencia, o sea operarían de manera no consciente o implícita (Jost & Banaji, 1994).
La idea de estereotipo que funciona de manera implícita y que opera como una falsa
conciencia muestra cómo los grupos en desventaja generan un conjunto de
autoesterotipos negativos que justifican su propia situación de desmedro, estereotipos
con los cuales operan en concreto, que sirven como categorías para leer, decodificar el
mundo, pero que no son concientes de poseer, pues si así fuera, ello sería directamente
atentatorio contra la autoestima. Este funcionamiento, a expensas del propio Yo,
resultaría contradictorio con acaso la premisa básica de los desarrollos sociocognitivos
que es la idea de un sujeto “cognitivo motivacional”, es por ello que resulta pertinente
este carácter no consciente (Uhlmann, E. L., Poehlman, T. A., & Nosek, B; 2010, in press)
Como se señalaba anteriormente es posible pensar que también hay aspectos de la
autoestima ligados al Sistema Social, (nivel de sistema, supraordenado o intergrupal-
supraordenado según lo propuesto) lo cual implicaría que la parte de la autoestima ligada
al ordenamiento social peligraría de momento que ese ordenamiento social se pusiera en
cuestionamiento. Ahora bien si además del nivel de sistema, el nivel intergrupal tiende a
operar también atentatoriamente contra el Yo y por tanto contra la autoestima, como
ocurre en los sectores de desventaja social, para evitar la contradicción, que implicaría la
evaluación positiva de un sistema que los margina, la idea de falsa conciencia resulta ad-
hoc, en tanto opera de manera no conciente y además no cuestiona el sistema, sino que
más bien lo acepta a través de estereotipos auto denigratorios o alter centristas que en la
práctica, en la cotidianeidad, justifican el ordenamiento social que los desfavorece.
De lo anterior puede desprenderse teóricamente una implicancia no menor para el
análisis en base a esta teoría, ello es que quienes presenten mayor dificultad en obtener
saldos positivos tanto de la comparación interpersonal como en la intergrupal, deberían
ser quienes más busquen la validación en niveles supraordenados, generando de paso
Justificación del Sistema, validación del ordenamiento social que los discrimina. Dicho de
modo más simple, esta lógica de justificación del ordenamiento social, contraria a las
premisas sociológicas, operaría con mayor potencia desde los sectores en desventaja
social.
3.1.4.- El Estereotipo en su función legitimadora y La Teoría de la Dominancia Social
Al profundizar en la idea del estereotipo como elemento legitimador, la Teoría de
Dominancia Social resulta ser un argumento complementario a la lógica de la Justificación
del Sistema. Según esta teoría existe una necesidad por legitimar el ordenamiento social,
esto es de justificar la jerarquización de los grupos al interior de una sociedad; la Teoría de
la Dominancia Social pretende en definitiva identificar cuáles son los procesos de creación,
mantención y recreación de las jerarquizaciones sociales, además de investigar de qué
manera esto afecta a las personas (Sidanius & Pratto, 1999; Sidanius, et al. 2001; Jost,
Banaji, & Nosek, 2004).
Históricamente la legimitización del ordenamiento social ha sido estudiada por múltiples
autores, se encuentra en el concepto de “ideología” de Marx, de “fórmula política” de
Gaetano Moska, o por ejemplo de “cultura hegemónica” de Gramsci (En Sidanius, et al.
2001, pág. 309). Todos estos desarrollos teóricos tienen en común la idea de que la
ideología se usa para justificar la posición de privilegio de los grupos dominantes sobre los
grupos en desventaja. Esto se entiende desde vertientes de psicología política derivadas
de esquemas sociocognitivos como “legitimación de ideología”, en donde la ideología y su
legitimación se postula al modo de la siguiente cita:
“Aproximaciones modernas en psicología social definen legitimación de ideología como
cualquier set de creencias, actitudes, valores o estereotipos grupales que proveen de
soporte moral o intelectual a las inequidades grupales de base” (Sidanius, et al. 2001, pág.
310).
El estereotipo en su nivel de Justificación del Sistema operaría entonces como un
legitimador de ideología, vale decir justificando las diferencias de status, poder y
valoración entre distintos grupos.
Un primer elemento que plantea la Teoría de la Dominancia Social es que las sociedades
humanas se estructuran en base a jerarquizaciones de grupos y que ello implica una
desproporción de la valoración social de dichos grupos. Esta valorización refiere al poder,
prestigio y privilegios que los individuos poseerán por ser miembros de una categoría
social particular como por ejemplo una determinada religión, tribu, raza, estrato
socioeconómico, etc.
La jerarquización se realiza en relación a tres tipos básicos de diferenciaciones que se
denominan “estructura trimórfica de la jerarquización social”, estas diferenciaciones
servirían de base para generar las categorizaciones y estereotipos que operan en el nivel
de justificación. Estos sistemas son (Sidanius & Pratto, 1999b):
- Sistema etario: en donde los adultos poseen el poder en una relación desproporcionada
frente a los jóvenes, los niños, e incluso los ancianos.
- Sistema de género: en donde en relación a lo económico y político el poder está
mayormente concentrado en los hombres.
- Sistema arbitrario: consiste en jerarquizaciones sociales basadas en elementos como la
raza, clase social, estado civil, religión o en definitiva cualquier categoría social relevante
para una sociedad particular que genere distinciones de ubicación en la estructura social.
Este último sistema es particularmente interesante para los efectos de esta investigación
pues resulta ser más flexible al contexto situacional e histórico y por tanto a las categorías
o distinciones que se hagan salientes en un momento determinado. Estas distinciones
tienen gran parte de su arraigo a partir de diferencias económicas en las cuales cierto
sector social no es capaz de generar excedentes, lo que determina o marca una relación
de dependencia con el grupo de poder, lo anterior hace que sea de especial interés
observar los alcances de estos postulados teóricos en un grupo en desventaja social de
hondas implicancias no sólo económicas, políticas sino también éticas como lo es la
pobreza.
En este marco resulta relevante revisar la asunciones básicas de la Teoría de la
Dominancia social (Sidanius & Pratto, 1999b).
- Las diferencias basadas en sistemas arbitrarios están asociadas a condiciones
económicas particulares que favorecen relaciones de dependencia entre distintos grupos.
- Las formas de conflicto u opresión pueden ser miradas como manifestaciones de la
predisposición a conformar jerarquizaciones sociales. Lo que implica que elementos como
la identidad social, la exclusión o el prejuicio pueden ser mirados desde este marco.
- Los sistemas humanos se articulan en el balance entre “fuerzas incrementadoras de la
jerarquía” y “fuerzas atenuadoras” de las mismas. Estas últimas buscan la equidad social, y
por ejemplo el discurso cristiano o democrático serían propias de ellas.
Por último la teoría de la dominancia social describe tres procesos que instalan en el
sistema la dominancia (Sidanius & Pratto, 1999):
- Discriminación individual: actos individuales de discriminación de individuos sobre otros,
por el hecho de que al momento de relacionarse se encuentren las personas en una
diferenciación de categorías jerárquicas.
- Discriminación institucional: es la discriminación pero instalada institucionalmente, a
través de por ejemplo, procedimientos diferenciados para los grupos, podría pensarse por
ejemplo en la existencia de colegios diferentes, hospitales o cualquier tipo de institución
destinada de manera explícita o implícita a cierto sector social.
- Asimetría conductual: da cuenta de que ciertas conductas tanto de los grupos en
desventaja como de los grupos mejor valorados acentúan la relación de desigualdad. Se
describen cuatro tipos:
- Valoración intragrupal asimétrica: si bien en general los grupos buscan o poseen
una evaluación positiva de sí mismos, en el caso de los grupos con mayor estatus
poseen una evaluación positiva aun más marcada.
- Valoración exogrupal asimétrica: Opera al inverso de lo anterior, los grupos en
desventaja social operan con mayores niveles de valoración exogrupal positiva.
- Debilitación personal: en los grupos subordinados es posible apreciar mayores
niveles de conductas autodestructivas, o de profecías auto cumplidas.
- Asimetría ideológica: el grado en el cual los valores que son regulados y
supervisados por la institucionalidad son puestos, dirigidos o determinados por los
grupos de poder.
La asimetría conductual por si sola es un elemento de gran relevancia pues es en este
nivel en donde el propio grupo en desventaja tiene mayor grado de participación en la
mantención de su situación. Es de alguna manera la operacionalización, “la expresión más
cotidiana” de la Dominancia Social y de la Justificación del Sistema.
Asimetría grupal conductual (Sidanius & Pratto, 1999b)
La idea de asimetría conductual grupal habla de que en definitiva la diferencia entre los
grupos dominantes y subordinados se traduce en diferencias profundas en la vivencia
concreta de los distintos grupos, estas diferencias no sólo guardan relación con las
condiciones materiales como refiere la siguiente cita:
“Dominantes y subordinados pueden sentir, creer y comportarse diferente” (Sidanius &
Pratto, 1999b, pág. 228).
Tomando los planteamientos de la Teoría de la Identidad Social, esta traducción
conductual de la desigualdad, ocurriría pues, aparte del favoritismo endogrupal, se
generaría un favoritismo exogrupal de parte de los grupos subordinados, que sumado al
favoritismo endogrupal del grupo dominante, y la ausencia de favoritismo exogrupal en él,
potenciaría la mantención y legitimación de las relaciones de desigualdad.
Esta idea es relevante pues en el caso de los sectores en desventaja social, la Justificación
del Sistema no implica que ellos sean “ciegos” a su situación de desventaja o que siempre
se evalúen a sí mismos de peor manera que a los sujetos pertenecientes a sectores más
acomodados, de hecho no es aquello lo que aparece a simple vista, analizando sólo en
base al sentido común el discurso de estos grupos. Como lo trata la teoría de la identidad
social, y conforme a la idea de mantención de una autoestima positiva, la primera
estrategia ante una situación de comparación grupal es evaluar al grupo propio en las
categorías o dimensiones que le resulten beneficiosas en la situación de comparación. Sin
embargo, producto de la jerarquización social surgirán categorías socialmente y
transversalmente valoradas por todos los sectores, y serán aquellas donde se instalará la
valoración exogrupal positiva desde los grupos en desventaja.
3.1.5.- Síntesis: el autoestereotipo implícito como elemento a considerar en la
mantención del ordenamiento social
A modo de resumen de este acápite es posible señalar que se establecerá una relación
intergrupal supraordenada entre los grupos favorecidos socialmente y los grupos en
desventaja. En el marco de esta relación desde los grupos en desventaja será necesario
explicar esta situación pero, conforme a los planteamientos básicos del sociocognitivismo,
esto deberá realizarse sin atentar contra la propia estima, ello implica la necesidad de que
los estereotipos tanto exogrupales como endogrupales que justifiquen tal situación de
desventaja, operen de modo no conciente para que no entren en contradicción explícita
con los autoestereotipos positivos de los niveles intergrupal e interindividual.
Contextualizando el tema para el análisis del fenómeno de la pobreza al interior de
cualquier sistema social, resulta relevante tomar en cuenta los aspectos señalados en las
teorías brevemente presentadas. Es entonces importante analizar las situaciones de
desventaja social también desde un prisma psicológico, ya que la desventaja social y en
particular la pobreza no corresponden sólo a distinciones económicas o materiales, sino
también a la articulación implícita de estereotipos y autopercepciones negativas del
propio grupo que justifica su situación.
Es posible entonces que algunas veces estas articulaciones operen con relativos grados de
independencia de las condiciones materiales, y que, por ejemplo, aún modificándose o
mejorando las condiciones materiales las personas sigan manteniendo los mismos
estereotipos que justificaban su situación de desventaja y en resumidas cuentas el cambio
social no sea más que aparente.
De ser así, aspectos teóricos como los presentados debiesen tomarse en cuenta, al
analizar u orientar políticas en torno a pobreza, de modo de pensar en estrategias que
posibiliten un abordaje integral al fenómeno. En especial cuando al parecer son
precisamente estos grupos los que dada la dificultad de obtención de valoración positiva
en otros niveles, generarán mayores posibilidades de identificación positiva con aquel
sistema que en la práctica los excluye.
*Extraido de : Héctor Cavieres H (2010) “la teoría de justificación del sistema de cómo la desventaja social facilita su propia reproducción”. Tesis para optar al grado académico de Doctor, Doctorado en Psicología Universidad de Chile