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Abdula y el genio Allí donde las arenas doradas del desierto lindan con el profundo mar azul vivía una vez un pobre pescador llamado Abdula. Pasaba horas y horas en la playa echando su red al agua. La mayor parte de los días tenía suerte y pescaba algo. Pero un día la suerte le volvió la espalda. La primera vez que lanzó su red recogió un paquete de algas verdes y viscosas. La segunda, un montón de fuentes y platos rotos. Y la tercera, una masa de pegajoso limo negro. "Un momento", pensó mientras miraba el fango que chorreaba de la red. "También hay una vieja botella. Me pregunto qué contendrá." Abdula intentó sacar el tapón. Al fin, después de tirar de él durante un rato, lo consiguió y una bocanada de polvo se escapó de la botella. El polvo se convirtió pronto en humo y tomó diversas coloraciones que empezaron a dibujar una forma: primero una cara, después un cuerpo... La figura creció y creció. En pocos segundos un enorme genio se elevó por encima del aterrado pescador. —¡Al fin libre! -rugió una voz más potente que el trueno-. ¡Libre después de tantos años! ¡Ahora voy a devorarte! Abdula apretó la cabeza entre sus manos y gritó: -¿Por qué? ¿Por qué? ¿Qué os he hecho? -¡Te cortaré en pedacitos! -exclamó el genio, al tiempo que mataba una bandada de pájaros que pasaba volando por encima de su hombro. -No lo hagáis, Señor Genio -suplicó Abdula. cayendo de rodillas- No quería molestaros. ¡Por favor, no me matéis! -¡Te haré trocitos y te arrojaré a los peces! -vociferó el genio, que desenfundó una enorme espada curvada con la que rozó la nariz del pescador. -¡Tened piedad! -lloró Abdula-¿Qué daño os he hecho yo? -¡Silencio! -tronó el genio. Gritó tan fuerte que el eco de su voz hizo entrar en erupción un volcán cercano-. ¡Cállate y te diré por qué voy a matarte! Y sin retirar su espada del rostro de Abdula, el genio comenzó su historia... -El Gran Sultán Soleimán me encerró en esa botella para castigarme por los maleficios que realizaba en su reino. Me comprimió en esa horrible carcel de vidrio como una ballena prensada en un huevo. Luego la arrojó al mar. He permanecido durante siglos en el oscuro fango. Lo único que oía era mi propia respiración. Lo único que sentía eran los latidos de mi corazón. Mi única esperanza era ser pescado y liberado por un pescador. Durante los primeros mil años grité: ¡Suéltenme! ¡Suéltenme! A quien me haga salir le otorgaré la realización de tres deseos. Pero nadie me oyó y nadie me liberó. Durante los mil años siguientes grité: ¡Suéltenme! ¡Suéltenme! Quien me haga salir recibirá Arabia entera como recompensa. Pero nadie me oyó y nadie me liberó. Durante los mil años siguientes quedé quieto y pensé para mis adentros: Si logro salir alguna vez de esta horrible botella, mataré al primer hombre a quien vea. ¡Y después de él a todos los que me encuentre! -¡Pero el Sultán Soleimán murió hace casi tres mil años! -gritó Abdula. -¡Exacto! -replicó con brusquedad el genio-. ¿Te sorprende que esté de tan pésimo humor?

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Abdula y el genioAllí donde las arenas doradas del desierto lindan con el profundo mar azul vivía una vez un pobre pescador llamado Abdula. Pasaba horas y horas en la playa echando su red al agua.La mayor parte de los días tenía suerte y pescaba algo. Pero un día la suerte le volvió la espalda. La primera vez que lanzó su red recogió un paquete de algas verdes y viscosas. La segunda, un montón de fuentes y platos rotos. Y la tercera, una masa de pegajoso limo negro."Un momento", pensó mientras miraba el fango que chorreaba de la red. "También hay una vieja botella. Me pregunto qué contendrá."Abdula intentó sacar el tapón. Al fin, después de tirar de él durante un rato, lo consiguió y una bocanada de polvo se escapó de la botella. El polvo se convirtió pronto en humo y tomó diversas coloraciones que empezaron a dibujar una forma: primero una cara, después un cuerpo... La figura creció y creció. En pocos segundos un enorme genio se elevó por encima del aterrado pescador.—¡Al fin libre! -rugió una voz más potente que el trueno-. ¡Libre después de tantos años! ¡Ahora voy a devorarte!Abdula apretó la cabeza entre sus manos y gritó:-¿Por qué? ¿Por qué? ¿Qué os he hecho?-¡Te cortaré en pedacitos! -exclamó el genio, al tiempo que mataba una bandada de pájaros que pasaba volando por encima de su hombro.-No lo hagáis, Señor Genio -suplicó Abdula. cayendo de rodillas- No quería molestaros. ¡Por favor, no me matéis!-¡Te haré trocitos y te arrojaré a los peces! -vociferó el genio, que desenfundó una enorme espada curvada con la que rozó la nariz del pescador.-¡Tened piedad! -lloró Abdula-¿Qué daño os he hecho yo?-¡Silencio! -tronó el genio. Gritó tan fuerte que el eco de su voz hizo entrar en erupción un volcán cercano-. ¡Cállate y te diré por qué voy a matarte!Y sin retirar su espada del rostro de Abdula, el genio comenzó su historia...-El Gran Sultán Soleimán me encerró en esa botella para castigarme por los maleficios que realizaba en su reino. Me comprimió en esa horrible carcel de vidrio como una ballena prensada en un huevo. Luego la arrojó al mar. He permanecido durante siglos en el oscuro fango. Lo único que oía era mi propia respiración. Lo único que sentía eran los latidos de mi corazón. Mi única esperanza era ser pescado y liberado por un pescador.Durante los primeros mil años grité: ¡Suéltenme! ¡Suéltenme! A quien me haga salir le otorgaré la realización de tres deseos. Pero nadie me oyó y nadie me liberó.Durante los mil años siguientes grité: ¡Suéltenme! ¡Suéltenme! Quien me haga salir recibirá Arabia entera como recompensa. Pero nadie me oyó y nadie me liberó.Durante los mil años siguientes quedé quieto y pensé para mis adentros: Si logro salir alguna vez de esta horrible botella, mataré al primer hombre a quien vea. ¡Y después de él a todos los que me encuentre!-¡Pero el Sultán Soleimán murió hace casi tres mil años! -gritó Abdula.-¡Exacto! -replicó con brusquedad el genio-. ¿Te sorprende que esté de tan pésimo humor?Profirió un gran grito y el agua se puso a hervir en torno a sus tobillos. Levantó su gigantesca espada, que centelleó al sol, y cortó una nube en tiras encima de su cabeza. Luego miró hacia abajo para disfrutar por última vez del espectáculo del rostro aterrado del pescador.Pero Abdula no sólo no estaba asustado sino que permanecía de pie, con los brazos en jarras, la cabeza ladeada y la cara iluminada por una sonrisa.-Vamos, vamos, genio -dijo tranquilamente- Deja de tomarme el pelo y dime, de verdad, de dónde has salido.El suelo tembló cuando el genio inspiró profundamente.-¿Qué? ¡Tú, gusano! ¡Tú, inmundo bicharraco! ¡Prepárate a morir!-¡Oh, vamos! Tú bromeas. Menudo cuento. Dime la verdad. Yo estaba distraído vaciando esa vieja botella y no te he visto acercarte.-¿Qué? ¡Tú, hormiga! ¡Tú, tijereta! ¡Yo he salido de esa botella! ¡Y voy a matar a todo el mundo!-Pero amigo mío, amigo mío -suspiró Abdula- Tu madre nunca te enseñó a decir mentiras, sobre todo gordas. Basta ver el tamaño de esa botella y las dimensiones de tu cuerpo: tú has salido de esa botella tanto como yo.Entonces, Abdula, con grandes aspavientos, hizo como que intentaba meter el pie por el estrecho cuello de la botella.-¡Tú, cucaracha! Tú... tú...El labio inferior del genio empezó a temblar.-¡Te digo que he salido de esa botella!

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-¡Puafl -se burló Abdula- Entonces demuéstramelo.Los pelos del pecho sucio del genio empezaron a erizarse y levantó el puño hacia el cielo con rabia. Luego, tras quedarse unos instantes pensativo, se fundió como un pedazo de mantequilla, en todos los colores del arco iris. Después los colores se diluyeron y un chaparrón de humo y ceniza se desplomó sobre la botellita y se quedó encerrado dentro.-¿Lo ves? -dijo una extraña voz cavernosa desde el interior-¿No te lo había dicho?Rápido como un relámpago, Abdula sacó el tapón de su bolsillo y lo introdujo en el cuello de la botella. Lo enroscó y lo apretó hasta que quedó bien ajustado.-¡Eh! ¡Tú, gusano, déjame salir! ¡Déjame salir inmediatamente!-¡Oh, no!- dijo Abdula con una sonrisa- Ahí te puedes quedar otros mil años si vas a ser tan desagradable.-¡No! ¡Por favor, no! Te prometo realizar tres de tus deseos si me dejas salir otra vez. ¡Abre esta botella ahora mismo, hormiga!Abdula tomó impulso y con todas sus fuerzas arrojó la botella al mar tan lejos como pudo.-¡Te regalaré Arabia entera! -chilló el genio mientras la botella volaba por los aires.Hizo "plop" al caer al agua. No se oyó nada más, salvo el ruido de las olas que llegaban suavemente a la orilla.Más tarde, aquel mismo día, Abdula regresó a la playa y colocó un letrero que decía: "Cuidado con el genio de la botella. No pescar." Y se fue con su red bajo el brazo a instalarse en otro lugar de la playa.

Alibaba y los 40 ladronesAlí Babá era un pobre leñador que vivía con su esposa en un pequeño pueblecito dentro de las montañas, allí trabajaba muy duro cortando gigantescos árboles para vender la leña en el mercado del pueblo.Un día que Alí Babá se disponía a adentrarse en el bosque escuchó a lo lejos el relinchar de unos caballos, y temiendo que fueran leñadores de otro poblado que se introducían en el bosque para cortar la leña, cruzó la arboleda hasta llegar a la parte más alta de la colina.Una vez allí Alí Babá dejó de escuchar a los caballos y cuando vio como el sol se estaba ocultando ya bajo las montañas, se acordó de que tenía que cortar suficientes árboles para llevarlos al centro del poblado. Así que afiló su enorme hacha y se dispuso a cortar el árbol más grande que había, cuando este empezó a tambalearse por el viento, el leñador se apartó para que no le cayera encima, descuidando que estaba al borde de un precipicio dio un traspiés y resbaló ochenta metros colina abajo hasta que fue a golpearse con unas rocas y perdió el conocimiento.Cuando se despertó estaba amaneciendo, Alí Babá estaba tan mareado que no sabía ni donde estaba, se levantó como pudo y vio el enorme tronco del árbol hecho pedazos entre unas rocas, justo donde terminaba el sendero que atravesaba toda la colina, así que buscó su cesto y se fue a recoger los trozos de leña.

Cuando tenía el fardo casi lleno, escuchó como una multitud de caballos galopaban justo hacia donde él se encontraba ¡Los leñadores! - pensó y se escondió entre las rocas.Al cabo de unos minutos, cuarenta hombres a caballo pasaron a galope frente a Alí Babá, pero no le vieron, pues este se había asegurado de esconderse muy bien, para poder observarlos. Oculto entre las piedras y los restos del tronco del árbol, pudo ver como a unos solos pies de distancia, uno de los hombres se bajaba del caballo y gritaba: ¡Ábrete, Sésamo!- acto seguido, la colina empezaba a temblar y entre los grandes bloques de piedra que se encontraban bordeando el acantilado, uno de ellos era absorbido por la colina, dejando un hueco oscuro y de grandes dimensiones por el que se introducían los demás hombres, con el primero a la cabeza.Al cabo de un rato, Alí Babá se acercó al hueco en la montaña pero cuando se disponía a entrar escuchó

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voces en el interior y tuvo que esconderse de nuevo entre las ramas de unos arbustos. Los cuarenta hombres salieron del interior de la colina y empezaron a descargar los sacos que llevaban a los lomos de sus caballos, uno a uno fueron entrando de nuevo en la colina, mientras Alí Babá observaba extrañado.El hombre que entraba el último, era el más alto de todos y llevaba un saco gigante atado con cuerdas a los hombros, al pasar junto a las piedras que se encontraban en la entrada, una de ellas hizo tropezar al misterioso hombre que resbaló y su fardo se abrió en el suelo, pudiendo Alí Babá descubrir su contenido: Miles de monedas de oro que relucían como estrellas, joyas de todos los colores, estatuas de plata y algún que otro collar... ¡Era un botín de ladrón! Ni más ni menos que ¡Cuarenta ladrones!.El hombre recogió todo lo que se había desperdigado por el suelo y entró apresurado a la cueva, pasado el tiempo, todos habían salido, y uno de ellos dijo ¡Ciérrate Sésamo!Alí Babá no lo pensó dos veces, aún se respiraba el polvo que habían levantado los caballos de los ladrones al galopar cuando este se encontraba frente a la entrada oculta de la guarida de los ladrones. ¡Ábrete Sésamo! Dijo impaciente, una y otra vez hasta que la grieta se vio ante los ojos del leñador, que tenía el cesto de la leña en la mano y se imaginaba ya tocando el oro del interior con sus manosUna vez dentro, Alí Babá tanteó como pudo el interior de la cueva, pues a medida que se adentraba en el orificio, la luz del exterior disminuía y avanzar suponía un gran esfuerzo.Tras un buen rato caminando a oscuras, con mucha calma pues al andar sus piernas se enterraban hasta las rodillas entre la grava del suelo, de pronto Alí Babá llegó al final de la cueva, tocando las paredes, se dio cuenta que había perdido la orientación y no sabía escapar de allí.Se sentó en una de las piedras decidido a esperar a los ladrones, para poder conocer el camino de regreso, decepcionado porque no había encontrado nada de oro, se acomodó tras las rocas y se quedó adormilado.Mientras tanto, uno de los ladrones entraba a la cueva refunfuñando y malhumorado, pues cuando había partido a robar un nuevo botín se dio cuenta de que había olvidando su saco y tuvo que galopar de vuelta para recuperarlo, en poco tiempo se encontró al final de la sala, pues además de conocer al dedillo el terreno, el ladón llevaba una antorcha que iluminaba toda la cueva.Cuando llegó al lugar en el que Alí Babá dormía, el ladrón se puso a rebuscar entre las montañas de oro algún saco para llevarse, y con el ruido Alí Babá se despertó.Tuvo que restregarse varias veces los ojos ya que no cabía en el asombro al ver las grandes montañas de oro que allí se encontraban, no era gravilla lo que había estado pisando sino piezas de oro, rubíes, diamantes y otros tipos de piedras de gran valor. Se mantuvo escondido un rato mientras el ladrón rebuscaba su saco y cuando lo encontró, con mucho cuidado de no hacer ruido se pegó a este para salir detrás de él sin que se enterase, dejando una buena distancia para que no fuera descubierto, pudiendo así aprovechar la luz de la antorcha del bandido.Cuando se aproximaban a la salida, el ladrón se detuvo, escuchó nervioso el jaleo que venía de la parte exterior de la cueva y apagó la antorcha. Entonces Alí Babá se quedó inmóvil sin saber qué hacer, quería ir a su casa a por cestos para llenarlos de oro antes de que los ladrones volvieran, pero no se atrevía a salir de la cueva ya que fuera se escuchaba una enorme discusión, así que se escondió y esperó a que se hiciera de noche. No habían pasado ni unas horas cuando escuchó unas voces que venían desde fuera "¡Aquí la guardia!" - ¡Era la guardia del reino! Estaban fuera arrestando a los ladrones, y al parecer lo habían conseguido, porque se escucharon los galopes de los caballos que se alejaban en dirección a la ciudad.Pero Alí babá se preguntaba si el ladrón que estaba con él había sido también arrestado ya que aunque la entrada de la cueva había permanecido cerrada, no había escuchado moverse al bandido en ningún momento. Con mucha calma, fue caminando hacia la salida y susurró ¡Ábrete Sésamo! Y escapó de allí.Cuando se encontró en su casa, su mujer estaba muy preocupada, Alí Babá llevaba dos días sin aparecer por casa y en todo el poblado corría el rumor de una banda de ladrones muy peligrosos que asaltaban los pueblos de la zona, temiendo por Alí Babá, su mujer había ido a buscar al hermano de Alí Babá, un hombre poderoso, muy rico y malvado que vivía en las afueras del poblado en una granja que ocupaba el doble que el poblado de Alí Babá. El hermano, que se llamaba Semes, estaba enamorado de la mujer de Alí Babá y había visto la oportunidad de llevarla a su granja ya que este aunque rico, era muy antipático y no había encontrado en el reino mujer que le quisiera.Cuando Alí Babá apareció, el hermano, viendo en peligro su oportunidad de casarse con la mujer de este, agarró a su hermano del chaleco y lo encerró en el almacén que tenían en la entrada de la vivienda, donde guardaban la leña. Allí Alí Babá le contó lo que había sucedido, y el hermano, aunque ya era rico, no podía perder la oportunidad de aumentar su fortuna, así que partió en su calesa a la montaña que Alí Babá le había indicado, sin saber, que la guardia real estaba al acecho en esa colina, pues les faltaba un ladrón aún por arrestar y esperaban que saliese de la cueva para capturarlo.Sin detenerse un instante, Semes se colocó frente a la cueva y dijo las palabras que Alí Babá le había contado, al instante, mientras la puerta se abría, la guardia se abalanzó sobre Semes gritando "¡Al ladrón!" y lo capturó sin contemplaciones, aunque Semes intentó explicarles porque estaba allí, estos no

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le creyeron porque estaban convencidos de que el último ladrón sabiendo que sus compañeros estaban presos, inventaría cualquier cosa para poder disfrutar él solo del botín, así que se lo llevaron al reino para meterle en la celda con el resto de ladrones.Al día siguiente Alí Babá consiguió salir de su encierro, y fue en busca de su mujer, le contó toda la historia y esta entusiasmada por el oro pero a la vez asustada acompañó a Alí Babá a la cueva, cogieron un buen puñado de oro, con el que compraron un centenar de caballos, y los llevaron a la casa de su hermano, allí durante varios días se dedicaron a trasladar el oro de la cueva al interior de la casa, y una vez habían vaciado casi por completo el contenido de la cueva, teniendo en cuenta que su hermano estaba preso y que uno de los ladrones estaba aún libre se pusieron a buscarlo. Tardaron varios días en dar con él, ya que se había escondido en el bosque para que no le encontraran los guardias, pero Alí Babá conocía muy bien el bosque, y le tendió una trampa para cogerle. Así que lo ató al caballo y lo llevo al reino, donde lo entregó a cambio de que soltaran a su hermano, este, enfadado con Alí Babá por haberle vencido cogió un caballo y se marchó del reino.Alí Babá ahora estaba en una casa con cien caballos, que le servirán para vivir felizmente con su mujer, y decidió asegurarse de que los ladrones jamás intentasen robarle su tesoro, así que repartió su fortuna en muchos sacos pequeños y le dio un saquito a cada uno de los habitantes del pueblo, que se lo agradecieron enormemente porque así iban a poder mejorar sus casas, comprar animales y comer en abundancia.Así fue como Alí Babá le robó el oro a un grupo de ladrones que atemorizaban su poblado, repartió sus riquezas con el resto de habitantes y echó a su malvado hermano del pueblo, pudiendo dedicarse por entero a sus caballos y no teniendo que trabajar más vendiendo leña.Se dice hoy que cuando Alí Babá sacó todo el oro de la cueva, esta se cerró y no se pudo volver a abrir.

La zorra y el cuervoUn gran cuervo negro volaba sobre un campo de maíz dorado, cuando vio a un grupo de personas merendando a la sombra de un castaño."Qué suerte , pensó. "Seguramente, esta gente me dejará algún bocado sabroso."Con esta ¡dea se instaló en una rama, justo encima de ellos.Esperó y esperó, hasta que su paciencia se vio recompensada. Al irse, los excursionistas dejaron un gran trozo de queso."Hice bien en esperar", pensó el cuervo, lanzándose a recoger el queso con el pico. "¡Qué listo soy!"Casi sin tocar el suelo se volvió a su rama del árbol. Estaba a punto de empezar a comer cuando una zorra salió del campo de maíz.

-¡Qué olor más bueno! -dijo, relamiéndose el hocico. Se le hacía la boca agua con aquel tufillo que venía de las alturas. Entonces vio al cuervo con su hermoso trozo de queso en el pico.A la zorra le gustaba mucho el queso y era muy astuta. Así que le dijo:-¡Qué pájaro tan bonito eres, cuervo! ¡Con tus plumas tan brillantes, tu pico tan afilado y tus ojos tan redondos!Al cuervo le encantaron estos halagos. Con la cabeza muy erguida, se pavoneó por la rama, esperando recibir nuevos cumplidos. Y así fue.-Un pájaro tan bonito como tú debe tener una voz maravillosa -le dijo la zorra astutamente-. Si quisieras cantar para mí, me harías muy feliz.Al escuchar esto, el cuervo sacó pecho, abrió el pico y lanzó un fuerte graznido.El pedazo de queso se le cayó de la boca, yendo a parar a las fauces de la zorra, que aguardaba debajo este momento.

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-Gracias, querido -exclamó-. Ahora sabrás cuál es el precio de la vanidad.Y riéndose, se zampó el queso.