3º domingo pascua

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TERCER DOMINGO DE PASCUA 22 de abril de 2012

1. MONICIÓN DE ENTRADA

Bienvenidos a la Eucaristía. Celebramos este Tercer Domingo de Pascua con la alegría inmensa que nos da la Resurrección de Jesús. El Resucitado es quien llena nuestras vidas de esperanza, paz y alegría. Hoy veremos cómo todavía los discípulos tienen miedo. Hay muchos de nosotros que tenemos miedo, que nos angustia el futuro, en estos tiempos malos, de profunda crisis económica y moral. Pero el miedo no sirve para nada, ni responde a la realidad. Jesús responde a ese miedo preguntando: “¿Por qué surgen dudas en vuestro interior?” Es una pregunta que hizo, entonces, a sus discípulos y que nos hace, asimismo, ahora a todos nosotros. Y nos pide que le palpemos, que sintamos su presencia cercana, que no tengamos miedo. Debemos seguir el consejo de Cristo el Señor y no dejarnos vencer por esos temores sin sentido, al tener a Jesús cerca. Dispongámonos a celebrar nuestra Eucaristía con el júbilo que nos comunica la confianza total que tenemos en Dios Nuestro Señor.

2. ACTO PANITENCIAL

• Jesús, Señor resucitado, tú nos muestras tus manos y tus pies, pues estás cerca de nosotros. R/. Señor, ten piedad de nosotros.

• Cristo Jesús, Señor Resucitado, antes de resucitar sufriste y te entregaste a la muerte para traernos perdón y vida. R/. Cristo, ten piedad de nosotros.

• Jesús, Señor Resucitado, tú nos invitas a comer contigo para compartir con nosotros tu fuerza y tu vida. R/. Señor, ten piedad de nosotros.

3. ORACIÓN Oh Dios de los vivientes, ¿quién creerá que tu Hijo ha resucitado si Él no vive entre nosotros hoy? No permitas que la muerte del pecado nos atrape, ya que él nos ha hecho libres por su sangre. Que su vida se desborde en nosotros, de modo que fluya sobre los que nos rodean con obras de perdón compasivo y de generosidad sin medida. Nútrenos con esa vida en la eucaristía, banquete de Jesucristo tu Hijo, nuestro Señor.

DIOS NOS HABLA POR SU PALABRA

PRIMERA LECTURA

• Comentario Los Hechos de los Apóstoles nos narran los primeros momentos de la Iglesia, tras la Resurrección de Jesucristo. Pedro habla a la multitud de Jerusalén, sin rodeos, presentando la culpabilidad del pueblo y de

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las autoridades en la muerte de Jesús. Pero les invita, también, al arrepentimiento. Pedro expone con valentía como se ha llevado a cabo el principio de la Redención. LECTURA DEL LIBRO DE LOS HECHOS DE LOS APÓSTOLES 3, 13-15.17.19 En aquellos días, Pedro dijo a la gente: El Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, ha glorificado a su siervo Jesús, al que vosotros entregasteis ante Pilato, cuando había declarado soltarlo. Rechazasteis al santo, al justo y pedisteis el indulto de un asesino; matasteis al autor de la vida, pero Dios lo resucitó de entre los muertos y nosotros somos testigos. Sin embargo, hermanos, sé que lo hicisteis por ignorancia y vuestras autoridades lo mismo; pero Dios cumplió de esta manera lo que había dicho por los profetas: que su Mesías tenía que padecer. Por tanto arrepentíos y convertíos para que se borren vuestros pecados. Palabra de Dios SALMO RESPONSORIAL (SALMO 4) «EL SEÑOR HIZO MILAGROS EN MI FAVOR» (Salmo 4) El Señor me dio la vida, ¡qué poder! Él pronunció mi nombre antes de que fuera engendrado, y preparó mi existencia porque me amaba. El Señor me dio una familia, ¡qué regalo! Repitieron mi nombre con cariño, con paciencia y esperanza, y me hicieron crecer porque me amaban. El Señor me dio una fe y comunidad de hermanos. ¡Puro don! Me pusieron nombre nuevo y escuché palabras nuevas y ojos nuevos para ver la luz que permanece, que transforma, porque me amaban, nos amábamos. El Señor me dio su Espíritu en el regalo de su Hijo,

¡qué generosidad! Me llenó de vida nueva, anuncio de vida eterna, por amor. El Señor hizo milagros en mi favor: el milagro de la vida y de la fe, el milagro de la gracia y del Espíritu, el milagro del amor. Siempre que hay amor es un milagro, porque siempre que hay amor sonríe Dios. Salir de sí y acercarse al otro, es milagro. Olvidarse a sí y dedicarse al otro, es milagro. Perdonar y no vengarse, es milagro. Morir para que viva el otro, es milagro. La Vida, la Palabra, el Espíritu, el Amor, siempre son milagros de Dios

SEGUNDA LECTURA

• Comentario El Apóstol Juan nos presenta a Jesús como víctima por todos los pecados, por los nuestros, por los de aquellos hermanos del tiempo de Jesús y por los que tienen que venir todavía. El sacrificio de Jesús en la Cruz es la Redención total para todos los hombres y mujeres de todos los tiempos. LECTURA DE LA PRIMERA CARTA DEL APÓSTOL SAN JUAN 2, 1-5a Hijos míos: Os escribo esto para que no pequéis. Pero si alguno peca, tenemos a uno que abogue ante el Padre: a Jesucristo, el Justo. El es víctima de propiciación por nuestros pecados, no sólo por los nuestros, sino también por los del mundo entero. En esto sabemos que le conocemos: en que guardamos sus mandamientos. Quien dice: "Yo le conozco" y no guarda sus mandamientos, es un mentiroso y la verdad no está en él. Pero quien guarda su Palabra, ciertamente en él el amor de Dios ha llegado a su plenitud. En esto conocemos que estamos en El. Palabra de Dios EVANGELIO

• Comentario El texto del Evangelio de San Lucas es un compendio de las apariciones de Jesús en esos días posteriores a la Resurrección. Alude a la

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experiencia de los discípulos de Emaús y también a las presencias de Jesús Glorificado ante los apóstoles reunidos en el cenáculo. Les explica la futura misión predicar la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos de la tierra. LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS 23, 35-48 En aquel tiempo contaban los discípulos lo que les había acontecido en el camino y como reconocieron a Jesús en el partir el pan. Mientras hablaba; se presentó Jesús en medio de sus discípulos y les dijo: Paz a vosotros. Llenos de miedo por la sorpresa, creían ver un fantasma. El les dijo: ¿Por qué os alarmáis?, ¿por qué surgen dudas en vuestro interior? Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona. Palpadme y daos cuenta de que un fantasma no tiene carne y huesos, como veis que yo tengo. Dicho esto, les mostró las manos y los pies. Y como no acababan de creer por la alegría, y seguían atónitos, les dijo: ¿Tenéis ahí algo que comer? Ellos le ofrecieron un trozo de pez asado. El lo tomó y comió delante de ellos. Y les dijo: Esto es lo que os decía mientras estaba con vosotros: que todo lo escrito en la ley de Moisés y en los profetas y salmos acerca de mí tenía que cumplirse. Entonces les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras. Y añadió: Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día, y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto. Palabra del Señor

4. Reflexión Las lecturas de hoy vuelven a hacer hincapié en los mismos contenidos que las de la semana pasada.

Con todo, podemos resaltar que en todas ellas se establece un estrecho vínculo entre la experiencia pascual y la necesidad de dar testimonio de ella. Como creyentes reflexionaremos hoy sobre esta realidad de la presencia del Resucitado en nuestras vidas aquí en prisión. Nos preguntaremos si nuestra fe nos empuja a ser testigos del Señor en medio de este mundo. En el evangelio de hoy podemos distinguir dos escenas distintas. La primera parte de la escena (Lc. 24, 36-43) está centrada en el reconocimiento de Jesús que choca con ciertas dificultades. ¿Cómo reaccionan los discípulos ante la aparición del Resucitado? A pesar de ya se había aparecido a algunos de ellos, como se cuenta en los versículos precedentes (Lc. 24, 33-35), todavía les cuesta reconocerlo. Su actitud recuerda a la del incrédulo Tomás. La situación se desbloquea de nuevo gracias a la iniciativa del Resucitado. ¿A través de que signos se da Jesús a conocer a sus discípulos? A pesar de que la presencia del Resucitado entre los suyos no puede entenderse en un sentido físico, el evangelista quiere resaltar que se trata del mismo Jesús que ellos conocieron y trataron. Su presencia es nueva y diferente (por eso no lo reconocen al principio), pero es real. No es un fantasma. En la segunda escena (Lc. 24, 44-48), Jesús les ofrece una explicación de su pasión a partir de la interpretación de las Escrituras. De este modo les proporciona las claves para entender que la muerte del Mesías y sobre todo su resurrección son acontecimientos previstos en el proyecto de Dios. Y esa es la Buena Noticia que ellos, sus testigos, tendrán que anunciar a todos. Reconocer al Resucitado en nuestras vidas no siempre es tan fácil ni inmediato. A veces necesitamos de un largo proceso, en que vamos captando y entendiendo poco a poco los signos de su presencia entre nosotros. El evangelio de hoy nos muestra, además, que este encuentro no es un privilegio para nuestro disfrute personal, sino el inicio de una misión, de un testimonio acerca de él y de su proyecto reconciliador ante todo tipo de personas y en todas las circunstancias. TESTIGOS (Pagola) Lucas describe el encuentro del Resucitado con sus discípulos como una experiencia fundante. El deseo de Jesús es claro. Su tarea no ha terminado en la cruz. Resucitado por Dios después de su ejecución, toma contacto con los suyos para poner en marcha un movimiento de "testigos" capaces de contagiar a todos los pueblos su Buena Noticia: "Vosotros sois mis testigos". No es fácil convertir en testigos a aquellos hombres hundidos en el desconcierto y el miedo. A lo largo de toda la escena, los discípulos permanecen callados, en silencio total. El narrador solo describe su mundo interior: están llenos de terror; solo sienten turbación e incredulidad; todo aquello les parece demasiado hermoso para ser verdad. Es Jesús quien va a regenerar su fe. Lo más importante es que no se sientan solos. Lo han de sentir lleno de vida en medio de ellos. Estas son las primeras palabras que han de escuchar del Resucitado: "Paz a vosotros... ¿Por qué surgen dudas en vuestro interior?". Cuando olvidamos la presencia viva de Jesús en medio de nosotros; cuando lo hacemos opaco e invisible con nuestros protagonismos y conflictos; cuando la tristeza nos impide sentir todo menos su paz; cuando nos contagiamos unos a otros pesimismo e incredulidad... estamos pecando contra el Resucitado. No es posible una Iglesia de testigos.

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Para despertar su fe, Jesús no les pide que miren su rostro, sino sus manos y sus pies. Que vean sus heridas de crucificado. Que tengan siempre ante sus ojos su amor entregado hasta la muerte. No es un fantasma: "Soy yo en persona". El mismo que han conocido y amado por los caminos de Galilea. Siempre que pretendemos fundamentar la fe en el Resucitado con nuestras elucubraciones, lo convertimos en un fantasma. Para encontrarnos con él, hemos de recorrer el relato de los evangelios: descubrir esas manos que bendecían a los enfermos y acariciaban a los niños, esos pies cansados de caminar al encuentro de los más olvidados; descubrir sus heridas y su pasión. Es ese Jesús el que ahora vive resucitado por el Padre. A pesar de verlos llenos de miedo y de dudas, Jesús confía en sus discípulos. Él mismo les enviará el Espíritu que los sostendrá. Por eso les encomienda que prolonguen su presencia en el mundo: "Vosotros sois testigos de esto". No han de enseñar doctrinas sublimes, sino contagiar su experiencia. No han de predicar grandes teorías sobre Cristo sino irradiar su Espíritu. Han de hacerlo creíble con la vida, no solo con palabras. Este es siempre el verdadero problema de la Iglesia: la falta de testigos. 5. ORACIÓN FINAL

ERES NUESTRA ALEGRIA, SEÑOR En la oscuridad, nos aportas luz En las dudas, nos ofreces verdades En la violencia, eres paz ERES NUESTRA ALEGRIA, SEÑOR Cuando llegue la muerte, serás vida Cuando llegue el final, serás principio Cuando se apaguen las luces del mundo, nos encenderás otras eternas en el cielo ERES NUESTRA ALEGRIA, SEÑOR Apareces cuando más te necesitamos

Apareces cuando otros amigos nos fallan Apareces y, a veces, no te reconocemos Apareces y, con tu pan, nos alimentas ERES NUESTRA ALEGRIA, SEÑOR Nos defiendes a pesar de nuestros errores Nos amas a pesar de nuestros olvidos Resucitas para que, un día, también nosotros contigo lo hagamos ERES NUESTRA ALEGRIA, SEÑOR

«MANOS DEL RESUCITADO»

Y en esto entró Jesús, se puso en medio, soy yo, dijo a los suyos, ved mis manos; serán siempre señal para creer, la verdad del Señor resucitado. Las manos de la Pascua lucirán las joyas de la sangre y de los clavos, alianzas de amistad inigualable, quilates de un amor que se ha entregado.

Esas manos pascuales lucharán para dar libertad a los esclavos, proteger a los débiles, caídos, construir la ciudad de los hermanos. Manos libres, humildes, serviciales, gastadas en la lucha y el trabajo; son las más disponibles, las primeras en prestar el esfuerzo necesario.

Manos resucitadas han de ser

las manos de la gracia y del regalo, no aprenderán jamás lo de cerrarse, siempre abiertas al pobre, siempre dando.

Las manos amistosas, siempre unidas, y que nunca serán puños armados, no amenazan altivas y violentas, amigas de la paz y del diálogo. Manos agradecidas, suplicantes, que bendicen a todos como a hermanos, que protegen a débiles, a niños, que se alzan fervorosas suplicando. Oh Señor de las manos traspasadas, oh Señor del dolor resucitado, pon tus manos heridas en las mías, que te cure del dolor en otras manos.