4. Paleoindio Cap III Dolmatoff

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ARQUEOLOGIA DE COLOMBIA: Un texto Introductorio. Gerardo Reichel-Dolmatoff. Capítulo III LA ETAPA PALEO-INDIA La población indígena de América no es autóctona. Hace muchos miles de años llegaron las primeras oleadas de pueblos asiáticos; ellos entraron al Conti-nente Americano por el Estrecho de Bering y luego pe-netraron hacia el sur, hasta que cubrieron toda la ex-tensión entre Alaska y Patagonia 1 . Fue aproximadamente hace 70.000 años cuando comenzó la glaciación de Wisconsin, último gran en-friamiento del Cuaternario. Hace unos 20.000 años que la glaciación llegó a su máximo desarrollo. Durante aquellos milenios se operaban muchos cambios en el mundo entero. Las grandes masas de hielo se movían; a 1 Sobre los primeros pobladores de América, véanse: Bryan, Alan L. "Paleoenvironments and Cultural Diversity in Late Pleistocene South America" Quaternary Research, 3.2, pp. 237-256,1.973; Hopkins, David H. Beringia. Stanford University Press, Palo Alto, 1.973; Jen-nings, Jesse D. & Edward Norbeck (editores). Prehistoric Man in the New World. University of Chicago Press, Chicago, 1.964; Jennings, Jesse D. (Editor). Ancient South Americans. San Francisco. 1.983; Lanning, Edward P. & Thomas Patterson "Early Man in South Ame- rica" en: Early Man in America: Readings from Scientiphic American, pp. 62-68. 1.973; Lynch. Thomas F. "The Antiquity of Man in South America", Quaternary Research, 4, pp. 356-377, 1.974; Lynch, Tho-mas F. (Editor). Early Man in the Andes. Academic Press. New York. 1.980; MacNeish, Richard S. "The Origins of New World Civilisation" Scientific American, 211, 5, pp. 29-37; 1.964; id. "Early Man in the Andes" ibid. Readings, pp. 69- 79, 1.973; Schobinger, Juan. Pre-historia de Suramérica. Nueva Colección Labor, Barcelona, 1.969; Wormington, H. M.Ancient Man in North America. Popular Series N° 4, Denver Museum of Natural History, Denver, 1.957. veces avanzaban, otras veces re- trocedían hacia los polos, y de acuerdo con estos mo-vimientos se modificaban las condiciones climáticas y el nivel de los mares. La enorme cantidad de agua que se acumulaba durante el avance de los glaciares ha-cía que el nivel de los mares bajara, pero cuando los casquetes de hielo se derretían y retrocedían, durante las épocas templadas o interglaciares, el nivel subía nuevamente. De esta manera se modificaban las líne-as costaneras; islas o puentes terrestres se sumergían o salían de las aguas, y estos cambios en la superficie terrestre influían naturalmente sobre los desplazami-entos de fauna, flora y grupos humanos. En varias é-pocas se formó un ancho puente terrestre en la región de Beringia, uniendo Asia con América, y fue así, prin-cipalmente durante estas épocas, hace aproximada-mente 40.000 años, como grupos migratorios más o menos numerosos, encontraron el camino hacia el Continente Americano, que hasta entonces no había sido poblado por seres humanos. En aquellas épocas, la humanidad aún no conocía la navegación marítima, de manera que todos los prime-ros pobladores de Suramérica tuvieron que pasar por el Istmo de Panamá que, entonces, probablemente era más ancho que en la actualidad. Fueron pues tie- rras hoy colombianas, las primeras de Suramérica, que estos asiáticos, los llamados Paleo-indios, atrave-saron en 1

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ARQUEOLOGIA DE COLOMBIA:

ARQUEOLOGIA DE COLOMBIA:

Un texto Introductorio.Gerardo Reichel-Dolmatoff.Captulo IIILA ETAPA PALEO-INDIALa poblacin indgena de Amrica no es autctona. Hace muchos miles de aos llegaron las primeras oleadas de pueblos asiticos; ellos entraron al Conti-nente Americano por el Estrecho de Bering y luego pe-netraron hacia el sur, hasta que cubrieron toda la ex-tensin entre Alaska y Patagonia. Fue aproximadamente hace 70.000 aos cuando comenz la glaciacin de Wisconsin, ltimo gran en-friamiento del Cuaternario. Hace unos 20.000 aos que la glaciacin lleg a su mximo desarrollo.

Durante aquellos milenios se operaban muchos cambios en el mundo entero. Las grandes masas de hielo se movan; a veces avanzaban, otras veces re-trocedan hacia los polos, y de acuerdo con estos mo-vimientos se modificaban las condiciones climticas y el nivel de los mares. La enorme cantidad de agua que se acumulaba durante el avance de los glaciares ha-ca que el nivel de los mares bajara, pero cuando los casquetes de hielo se derretan y retrocedan, durante las pocas templadas o interglaciares, el nivel suba nuevamente. De esta manera se modificaban las lne-as costaneras; islas o puentes terrestres se sumergan o salan de las aguas, y estos cambios en la superficie terrestre influan naturalmente sobre los desplazami-entos de fauna, flora y grupos humanos. En varias -pocas se form un ancho puente terrestre en la regin de Beringia, uniendo Asia con Amrica, y fue as, prin-cipalmente durante estas pocas, hace aproximada-mente 40.000 aos, como grupos migratorios ms o menos numerosos, encontraron el camino hacia el Continente Americano, que hasta entonces no haba sido poblado por seres humanos.

En aquellas pocas, la humanidad an no conoca la navegacin martima, de manera que todos los prime-ros pobladores de Suramrica tuvieron que pasar por el Istmo de Panam que, entonces, probablemente era ms ancho que en la actualidad. Fueron pues tie-rras hoy colombianas, las primeras de Suramrica, que estos asiticos, los llamados Paleo-indios, atrave-saron en su largo camino hacia el sur. Hace unos 20.000 aos ellos tenan asentamientos en Pikima-chay, regin de Ayacucho, en el Per. En Taima-Tai-ma, en Venezuela, se hall una punta de lanza de pie-dra incrustada en el hueso plvico de un mastodonte; hallazgo al que se atribuye una edad de unos 13.000 aos. En el sur de Argentina, en el sitio de Los Toldos, tambin ya haba asentamientos indgenas hace unos 13.000 aos. Tambin hay otra serie de datos en otros pases que coinciden con la antigedad de los Paleo-indios en Sur Amrica.

En Colombia, el problema de los primeros poblado-res comenz a investigarse slo a partir de la dcada de los sesenta de este siglo. Con anterioridad, ape-nas se conocan algunas puntas de proyectil, raspa-dores, golpeadores y otros utensilios, hallados en la superficie del terreno o en excavaciones casuales he-chas sin control estratigrfico. Estos hallazgos superfi-ciales, sin embargo, no carecen de inters. En El Espi-nal, departamento del Tolima, se hall una punta ltica de forma lanceolada, bifacialmente tallada por percu-sin y retocada por presin. Otras puntas se encontra-ron en Ibagu, departamento del Tolima; La Tebaida, departamento del Quindo, y Manizales, departamento de Caldas, esta ltima provista de un pednculo alar-gado, con base bifurcada; la talla es bifacial y muy tos-ca. Varias puntas de proyectil se han descubierto en la Costa Caribe: Santa Marta, Mahates, Laguna de Be-tanc, Golfo de Urab (Correal, 1.983; Reichel-Dolma-toff, 1.965, y otros). El problema que plantean los arte-factos mencionados es que todos carecen de un con-texto estratigrfico y cultural. Aun su tipologa formal y tecnolgica vara fuertemente y es imposible atribuir-los a cierta etapa cronolgica o a cierta fase de desa-rrollo cultural.

Punta de proyectil; alto ro CalimaPunta de Proyectil, Cinaga de TrapoVista del otro lado.Esta ltima observacin la referente al contexto cultural es de especial importancia. La primera gran etapa de la prehistoria americana se denomina Etapa Paleo-india, y se sabe, debido al resultado de muchas excavaciones hechas en el Nuevo Mundo, que estos seres humanos eran predominantemente cazadores. Ya que en aquella etapa exista an la megafauna de mastodontes, caballos y otros mamferos de gran ta-mao, nuestra imagen del Paleoindio es la de un ca-zador intrpido, quien armado slo con una lanza con punta de piedra, se enfrentaba a fieras temibles. Fcil-mente olvidamos entonces que muchos grupos huma-nos, de acuerdo con las condiciones ambientales, es-tacionales y tecnolgicas, eligieron otro modo de vida y se dedicaron con preferencia a la recoleccin, la ca-cera de presas menores y la pesca. Moluscos, repti-les, insectos y frutas silvestres constituyen obviamente una base alimenticia muy importante. En la adaptacin ecolgica humana siempre ha habido un elemento de seleccin, de preferencias situacionales que, desde nuestra perspectiva moderna, a veces son difciles de comprender. As puede haber habido casos en que un grupo indgena menospreciara una fuente abundante de alimentos, en cambio de otra, tal vez menos prove-chosa. Este fenmeno de especializacin y adaptacin diferencial explica tal vez el hecho de que, en Colom-bia, las puntas de proyectil, de la Etapa Paleoindia, sean ms bien escasas. En otros pases, notablemen-te los Estados Unidos, Mesoamrica y el Cono Sur, las puntas lticas abundan y forman un ndice valioso para conocer los modos de cacera y los cambios tec-nolgicos en la talla ltica, pero en Colombia se carece an de hallazgos numerosos de este tipo de artefac-tos. Por cierto, tambin hay el hecho de que muchas y extensas regiones han quedado an inexploradas y que todava nos esperan grandes sorpresas en este campo tan prioritario de las investigaciones arqueol-gicas del pas.En Colombia, un plan coherente de investigaciones Paleoindias, se inici con un proyecto originalmente diseado y puesto en marcha por el presente autor y Thomas van der Hammen, gelogo holands quien, desde los aos cincuenta, se haba dedicado a la in-vestigacin de las condiciones paleoclimticas y pale-obotnicas durante el Pleistoceno y el Holoceno de la Cordillera Oriental y otras regiones del pas. En 1.967, el arquelogo Gonzalo Correal Urrego, entonces del Instituto Colombiano de Antropologa, excav en com-paa de van der Hammen y del norteamericano Wes-ley Hurt, los abrigos rocosos de la regin de El Abra, cerca de Zipaquir, en el extremo norte de la Sabana de Bogot. Estas excavaciones constituyeron un paso fundamental en el conocimiento de la Etapa Paleo-india de Colombia.

El sitio de El Abra est localizado a 2.570 metros so-bre el nivel del mar. En el curso de la excavacin en-contraron abundantes vestigios de campamentos de antiguos cazadores, junto con gran nmero de artefac-tos lticos que permitieron establecer una secuencia estratigrfica. La estrecha colaboracin entre arque-logos, gelogos, palinlogos y zologos, hizo posible el anlisis de estos hallazgos, dentro del contexto pa-leoclimatolgico y paleoecolgico, circunstancia que aument la importancia de sta y de subsecuentes ex-cavaciones en el altiplano. En efecto, result posible correlacionar las fechas de radiocarbono, los anlisis de polen y las capas de ceniza volcnica, con las lar-gas secuencias paleoclimticas que van der Hammen haba elaborado para otras partes de la Sabana de Bogot. Prosiguiendo sus investigaciones en 1.970, Correal y van der Hammen descubrieron, cerca del Salto de Tequendama, un grupo de abrigos rocosos, cuya ex-cavacin result en el hallazgo de vestigios de antiqu-simos campamentos y entierros. Este sitio estaba lo-calizado en el borde suroccidental del antiguo lago pleistocnico, que antao cubra lo que es hoy la Sa-bana de Bogot, muy cerca de la vertiente que des-ciende hacia el valle del ro Magdalena. Estos dos si-tios El Abra y El Tequendama produjeron abun-dantes testimonios de la presencia humana en el Ple-istoceno Tardo.

De acuerdo con van der Hammen, el clima del alti-plano era fro durante todo el Pleniglacial (ca. 55.000 a ca. 14.000 antes de presente) y la regin estaba cu-bierta por una vegetacin tpica de los pramos. Des-pus de 14.000 antes de presente, el clima se volvi ms templado, culminando en el llamado Interstadial de Guantiv (ca. 12.500 a ca. 11.000 antes de presen-te), cuando extensos bosques invadieron el altiplano. Este intervalo ms caliente corresponde a los artefac-tos humanos de mayor antigedad encontrados en El Abra. La fecha ms antigua, obtenida por el anlisis de radiocarbono, es de 12.460 aos antes de presen-te. Los restos faunsticos indican la presencia de vena-dos, roedores y armadillos, pero no se hallaron vesti-gios de la megafauna del Pleistoceno. Los abrigos del Tequendama y otros sitios del altiplano excavados por Correal y sus colaboradores tambin arrojan fechas que colocan los vestigios culturales dentro de la Etapa Paleo-india.

Es importante observar que la mayora de los arte-factos lticos de los sitios excavados consisten en pie-dras que muestran un filo cortante, mientras que las puntas de proyectil estn prcticamente ausentes. Los armadillos y venados, tan abundantes en el sitio del Tequendama, por cierto son indicios de una dieta rica en protenas.

Despus del Holoceno Temprano y Medio (ca. 10.000 a 2.500 antes de presente), la temperatura me-dia anual subi y, junto con este cambio, se observan ciertas modificaciones en la cultura de los Paleoindios. En El Abra, en aquella poca, se utilizaban muchos ar-tefactos en forma de raspadores y cuchillos. Ya con anterioridad a los 7.000 aos antes de presente, los restos faunsticos contienen un 50% de huesos de ve-nado y otros 50% de cur; en cambio, en el Tequenda-ma los vestigios culturales del Holoceno Temprano contienen un 75% de roedores y slo un 15% de vena-dos. Parece pues tratarse de una tendencia gradual de abandonar la caza especializada y de dedicarse los Paleoindios a una economa mixta, de cacera de pre-sas variadas y de recoleccin.

Entre 1.979 y 1.980, Correal excav otro sitio Paleo-indio donde, por fin, se comprob la contemporanei-dad entre artefactos humanos y la megafauna del Ple-istoceno Tardo. El lugar, denominado Tibit, se en-cuentra cerca de El Abra, pero en la parte plana de la Sabana. Apenas a un metro debajo de la superficie descubrieron huesos de mastodontes, caballos y ve-nados, junto con artefactos de piedra. Una muestra de radiocarbono arroj una fecha de 11.740 aos antes de presente.

Hoy en da es difcil para nosotros imaginarnos el ambiente de la Sabana de Bogot, en aquella poca de los cazadores Paleoindios. Entonces subsistan grandes lagunas y zonas pantanosas; la vegetacin consista en bosques de robles y alisos, interrumpidos por zonas de monte bajo y rastrojos. No haba enton-ces los rboles de eucalipto que, hoy da, son tan ca-ractersticos para este paisaje. En cambio, haba gru-pos de mastodontes, rebaos de pequeos caballos salvajes y, tal vez, camlidos parecidos a llamas. Fue una tierra de un clima sano y de recursos abundantes, y con base en ellos los Paleoindios pudieron lenta-mente extender su modo de vida sobre extensas zo-nas del altiplano.

Ya en 1.974, y aun antes, las investigaciones se ha-ban ampliado sobre algunas zonas ms all del alti-plano y explorado ciertos valles de la vertiente oriental de la Cordillera Oriental. Un sitio cerca de Nemocn, an al borde de la Sabana, y varios sitios en la parte alta del ro Guavio, contenan artefactos lticos cuyas fechas se alinean entre los 9.300 y 6.300 aos antes de presente.

Tambin se han explorado algunos sitios superficia-les en las tierras bajas tropicales, especialmente en la Costa Caribe, en el Sur Interandino y en la Costa Pa-cfica. En San Nicols, sobre una colina erosionada en el bajo ro Sin, los Reichel-Dolmatoff encontraron un complejo de artefactos lticos que consiste en un gran nmero de raspadores de chert, algunas hojas cortan-tes y muchas piedras que muestran modificaciones di-versas por golpes antropognicos. Algunos ncleos, con plataforma de choque preparada, tambin perte-necen a este complejo. El material de San Nicols contiene slo artefactos unifaciales, tallados por per-cusin y en raras ocasiones se ve un desconchamien-to secundario por presin. Un complejo similar encon-tramos en la regin de la Hacienda Pomares, sobre el Canal del Dique, en el departamento de Bolvar. All, sobre unas antiguas terrazas aluviales, hallamos un centenar de artefactos de sfiex, todos erosionados en la superficie. Tambin este complejo consiste princi-palmente en raspadores tallados con una tcnica de percusin.

En la Costa Pacfica encontramos gran nmero de artefactos lticos en el alto ro Baud, en los ros Juru-vid y Chor, y en la Baha de Utra. En el interior, el sitio de Bocas de Cazare, tambin descubierto por no-sotros, en la desembocadura del ro Cazare en el Magdalena, merece ser mencionado. A estos hallaz-gos se aaden otros, efectuados por Gonzalo Correal, quien recorri gran parte de la Costa Caribe entre la Pennsula de La Guajira y el Golfo de Urab, en bs-queda de vestigios de los primeros pobladores.

Por cierto, estas industrias lticas tienen algunos ras-gos en comn: todas se hallaron sobre lomas o coli-nas erosionadas, sobre antiguas terrazas aluviales o en estratos de cascajo acarreado por una corriente de agua.

En ningn caso se observaron asociaciones con ce-rmica y estaban notoriamente ausentes los artefactos de piedra pulida o amolada. El total de los complejos de artefactos lticos consiste principalmente en raspa-dores unifaciales, hojas, algunos choppers y algunos perforadores. Se encontraron slo muy pocas puntas de proyectil. Es predominante una burda tcnica de percusin y son raros los casos de retoques secunda-rios por percusin controlada o por desconchamiento por presin. La naturaleza de los utensilios, as como el medio ambiente lacustre o ribereo sugieren la exis-tencia de bandas que en buena parte derivaban su subsistencia de la recoleccin, pesca y caza. El nfa-sis en raspadores y piedras con un filo cortante bien podra estar conectado con la tarea de escamar y lim-piar pescado y de despresar animales de caza; tam-bin podran servir los artefactos para la manufactura del equipo de pesca y de otros artefactos de madera.

Estos hallazgos plantean un problema que todava no ha sido aclarado satisfactoriamente. La etapa en A-mrica, que generalmente sigue cronolgica y evoluti-vamente a la Paleoindia, ha sido denominada Etapa Arcaica, la cual se caracteriza por una vida menos n-mada que la de los cazadores, y ms dependiente de ciertos ambientes propicios para la recoleccin y la pesca. El equipo tecnolgico de la Etapa Arcaica se li-mita por lo general a arco y flecha, propulsores, lan-zas, canastos, pero faltan an la cermica y, desde lu-ego, la agricultura. No obstante estas limitaciones, es posible que, en algunos casos, los indgenas de la E-tapa Arcaica ya se hayan establecido en campamen-tos semisedentarios y a veces con ciertos indicios de una horticultura incipiente. Por ejemplo, al encontrarse una fuente perenne o, por lo menos, estacional, de re-cursos alimenticios, tales como una gran biomasa de roedores o armadillos, de moluscos marinos, de peces y reptiles, o de frutos silvestres, sera apenas natural que las gentes construyeran abrigos y chozas ms permanentes, lo que llevara a nuevos desarrollos tec-nolgicos y de adaptacin.

Sera muy difcil querer atribuir con certeza los com-plejos lticos que se acaban de mencionar, a la Etapa Paleoindia, pero su comn nivel tecnolgico tan rudi-mentario, comparado con los desarrollos semejantes, dentro y fuera de Colombia, sugieren una fase tem-prana.

En Colombia el Arcaico, pues, es una etapa impor-tante, de transicin entre la vida nmada del cazador, y la del recolector semisedentario, que lentamente co-mienza a desarrollar una horticultura elemental, paso que lleva a una dependencia, cada vez ms marcada, de recursos vegetales.

La Etapa Arcaica debi durar miles de aos pero si-gue siendo poco estudiada en Colombia. Una excep-cin constituye el valioso trabajo de Gerardo Ardua (1.984), quien pudo reconstruir, en sus excavaciones al pie de grandes rocas, cerca de Bogot, una secuen-cia que abarca aproximadamente desde 5000 a. d. C. hasta la poca histrica. La secuencia se inicia con u-na industria ltica (precermica) relacionada con El A-bra y El Tequendama, seguida por un complejo cul-tural nuevo, ya con algunos indicios de horticultura. La parte que luego sigue en la secuencia, fechada alrede-dor de los primeros aos de la Era Cristiana, contiene cermica del Perodo Herrera, es decir un complejo de la Etapa Formativa de la Sabana de Bogot. Este tra-bajo es un buen comienzo que augura hallazgos muy importantes para la comprensin de esta fase de tran-sicin cultural tan importante. En resumen, hasta la presente, las investigaciones sobre los paleoindios y sus sucesores inmediatos han abierto un cambio muy prometedor, y esto ante todo en la ltima dcada, gracias a los esfuerzos de un pe-queo pero muy dedicado grupo de investigadores en-cabezados por Gonzalo Correal Urrego. Ellos han sido muy cautelosos en sugerir relaciones externas y an no han propuesto una secuencia detallada de comple-jos sucesivos, pero esta posicin prudente es encomi-able en el estado actual de los conocimientos. Se trata de desarrollos que abarcan milenios, y los pocos sitios excavados an no permiten formulaciones tericas ms amplias. Hay muchas regiones en Colombia que son alta-mente prometedoras para investigaciones futuras. Las terrazas aluviales del alto ro Magdalena, los alrededo-res de los antiguos lagos pleistocnicos de Cundina-marca y Boyac, los depsitos de obsidiana en la Cor-dillera Central, las cuevas y cavernas en el altiplano al norte de Bogot, stos y muchos otros son lugares donde probablemente se descubrirn ms vestigios Paleoindios. Los reconocimientos sistemticos en es-tas zonas son prioritarios, si deseamos saber algo ms concreto sobre los primeros pobladores del pas, y su lento ascenso hacia la vida sedentaria.Gerardo Reichel-Dolmatoff

ARQUEOLOGIA DE COLOMBIA

Un texto IntroductorioPresidencia de la repblica.

Fundacin Segunda Expedicin Botnica.

Editorial Arco

Bogot 1.986

Sobre los primeros pobladores de Amrica, vanse: Bryan, Alan L. "Paleoenvironments and Cultural Diversity in Late Pleistocene South America" Quaternary Research, 3.2, pp. 237-256,1.973; Hopkins, David H. Beringia. Stanford University Press, Palo Alto, 1.973; Jen-nings, Jesse D. & Edward Norbeck (editores). Prehistoric Man in the New World. University of Chicago Press, Chicago, 1.964; Jennings, Jesse D. (Editor). Ancient South Americans. San Francisco. 1.983; Lanning, Edward P. & Thomas Patterson "Early Man in South Ame-rica" en: Early Man in America: Readings from Scientiphic American, pp. 62-68. 1.973; Lynch. Thomas F. "The Antiquity of Man in South America", Quaternary Research, 4, pp. 356-377, 1.974; Lynch, Tho-mas F. (Editor). Early Man in the Andes. Academic Press. New York. 1.980; MacNeish, Richard S. "The Origins of New World Civilisation" Scientific American, 211, 5, pp. 29-37; 1.964; id. "Early Man in the Andes" ibid. Readings, pp. 69-79, 1.973; Schobinger, Juan. Pre-historia de Suramrica. Nueva Coleccin Labor, Barcelona, 1.969; Wormington, H. M.Ancient Man in North America. Popular Series N 4, Denver Museum of Natural History, Denver, 1.957.

Sobre los primeros pobladores de Colombia, vanse: Bruhns, Karen Olsen, Oscar Osorio Gmez & Ole Christiansen "A Projectile Point from the Department of Quindo, Colombia" awpa Pacha, N 14, pp. 69-72. lnstitute of Andean Studies. University of California, Berkeley. 1.976: Brgl, H. "Artefactos paleolticos de una tumba en Garzn (Huila)" Revista Colombiana de Antropologa. Vol. VI, pp 7-24 Bogot, 1.957; Correal Urrego, Gonzalo "Artefactos lticos en la Hacienda Boulder, Municipio de Palermo, departamento del Huila" Revista Colombiana de Antropologa. Vol. XVI. pp. 195-222, Bogot, 1.974; d. "Exploraciones arqueolgicas en la Costa Atlntica y el Valle del Magdalena: Sitios Precermicos y Tipologas lticas" Cal-dasia, Vol. XI, N 55, pp. 33-128, Universidad Nacional de Colom-bia, Facultad de Ciencias, Bogot, 1.977. id. "Apuntes sobre el Pale-oltico en Colombia", Boletn de Historia y Antigedades, Vol. XLV, N 722, pp.33 1-356, Academia Colombiana de Historia, Bogot, 1.978; id "El sitio arqueolgico Tibit 1", Micronoticias Antropolgi-cas,N 64, pp. 7-8, Sociedad Antropolgica de Colombia, Bogot, 1.980: id. Evidencias culturales y megafana pleistocnica en Co-lombia. Fundacin de Investigaciones Arqueolgicas Nacionales, Banco de la Repblica. Bogot, 1.981; id. "Evidencia de cazadores especializados en el sitio de La Gloria. Golfo de Urab", Revista de la Academia Colombiana de Ciencias Exactas, Fsicas y Naturales, Vol. XV, N 58, pp. 77-82, Correal Urrego, Gonzalo & Thomas van der Hammen. Investigaciones arqueolgicas en los abrigos rocosos del Tequendana. Banco Popular, Bogot, 1.977; id. Investigaciones arqueolgicas en abrigos rocosos de Nemocn y Sueva. Fundacin de Investigaciones Arqueolgicas Nacionales, Banco de la Repbli-ca. Bogot. 1.979; Correal. Gonzalo, 1. Van der Hammen y J. Ler-man "Artefactos lticos de abrigos rocosos en: El Abra. Colombia" Revista Colombiana de Antropologa, Vol. XIV, pp. 9-52, Bogot, 1.969: Correal Urrego, Gonzalo & Mara Pinto Molla. Investigacin arqueolgica en el Municipio de Zipacn, Cundinamarca. Fundacin de Investigaciones Arqueolgicas Nacionales, Banco de la Repbli-ca, Bogot, 1.983; Reichel-Dolmatoff. G. Colombia: Ancient Peoples and Places. Thames & Hudson, London 1.965 (Cf. Figs. 6-8); Van der Hammen. Thomas & Gonzalo Correal Urrego "Prehistoric Man on the Sabana de Bogot: Data for an Ecological Prehistory" Palae-ogeography, Palaeoclimatology, Palaeoecology, 25, pp. 179-190, Amsterdam, 1.978.

Acerca de cambios climticos, vanse: Maarleveld, O. E. & Tho-mas van der Hammen "The Correlation between Upper Pleistocene Pluvial and Glacial Stages" Geologie en Mijnbouw, 21 pp. 40-45, Leyden, 1.959; van der Hammen, Thomas & E. Gonzlez "Upper Pleistocene and Holocene Climate and Vegetation of the Sabana de Bogot, Colombia, South America", Leidse Geologische Medede-lingen, 25, pp.261-31 5, Leyden, 1.960; van der Hammen, Thomas "The Quaternary Climatic Changes in Northern South America" An-nals of the New York Academy of Sciences, 95, pp. 676-683, New York, 1.961; d. "Climatic and Vegetational Succession in the Equa-torial Andes of Colombia" Colloquium Geographicum, 9, pp. 187-194, 1.968; d. "The Quaternary in Colombia: Introduction to a Re-search Project and a Series of Publications" Palaeogeography, Pala-eoclimatology, Palaeoecology, 14, pp. 1-7, Amsterdam, 1.973; id. "Stratigraphy and Environments of the Upper Quaternary of the El Abra Corridor and Rock Shelters (Colombia)" Palaeogeography, Pa-laeoclimatology, Palaeoecology, 25, pp. 111-162, Amsterdam, 1.978; van der Hammen, Hernando Dueas & Jean Claude Thouret. Gua de Excursin - Sabana de Bogot. Primer Seminario sobre el Cuaternario de Colombia, Bogot, 1.980; Viulleumier, B. Simpson "Pleistocene Changes in the Fana and Flora of South America" Science, 173, pp. 771-780, Washington, 1971.

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