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Unidad 4 Relaci6n y diferencia etica como estructura, como actitud y co mo contenido 4.5.1 Somas inevitablemente morales Bibliografia: Cortina (1996). EI quehacer etico. Paginas (79-96) Espana: Santiliana. 5. SOMOS INEVITABLEMENTE MORALES Una tradi cion hispana Para empezar ]a tar ea de averiguar que es ser una persona moralmente educada resulta de gran utilidad recurrir a una tradi- ci6n espanola que , inici ada por XAVIER ZUBlRI Y proseguida por JOSE LUIS ARANGUREN, continua hoy su andadura en trabajos como los de los miembros del Seminario Xavi er Zubiri, y muy especial- mente en los de su director, DIEGO GRACIA. Entiende la menciona- da tradici6n que, para hablar de etica, es preciso acudir en princi- pio a la ant ropologia biol6gica con objeto de descubrir cuales sean las raices antropol6gicas de la moralidad, porque es imposi- ble dar raz6n del fen6meno moral sin preguntarse pOl' el modo de estar del ser humano en el mundo. A esta tarea declic6 ZUBlRI algunos de sus cursos OJ'ales (66) y ARANGUREN tuvo buen cuidado de aprovechar tales ensellan- zas en su Etica (67). POl' su parte, DIEGO GRACL' recoge y profLffi c li - za la «fundamentaci6n« zubiriana de 10 moral en lugares centrales (66) Z UBIRI , X. Sobre el hombre, Alianza, tvladlid, 1986, soore todo capitulos r y VII. (137) L OPEZ J. L. Etica, parte I, capitulo VII. 79

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Unidad 4 Relaci6n y diferencia etica como estructura, como actitud y como contenido 4.5.1 Somas inevitablemente morales

Bibliografia: Cortina (1996). EI quehacer etico. Paginas (79-96) Espana : Santiliana.

5. SOMOS INEVITABLEMENTE MORALES

Una tradicion hispana

Para empezar ]a tarea de averiguar que es ser una persona

moralmente educada resulta de gran utilidad recurrir a una tradi­

ci6n espanola que, iniciada por XAVIER ZUBlRI Y proseguida por

JOSE LUIS ARANGUREN, continua hoy su andadura en trabajos como

los de los miembros del Seminario Xavier Zubiri, y muy especial­

mente en los de su director, DIEGO GRACIA. Entiende la menciona­

da tradici6n que, para hablar de etica, es preciso acudir en princi­

pio a la antropologia biol6gica con objeto de descubrir cuales

sean las raices antropol6gicas de la moralidad, porque es imposi­

ble dar raz6n del fen6meno moral sin preguntarse pOl' el modo de

estar del ser humano en el mundo.

A esta tarea declic6 XA\~ER ZUBlRI algunos de sus cursos OJ'ales

(66) y ARANGUREN tuvo buen cuidado de aprovechar tales ensellan­

zas en su Etica (67). POl' su parte, DIEGO GRACL' recoge y profLfficli­

za la «fundamentaci6n« zubiriana de 10 moral en lugares centrales

(66) Z UBIRI , X. Sobre el hombre, Alianza, tvladlid, 1986, soore todo capitulos r y VII. (137) LOPEZ AR.-\.~GUREN, J. L. Etica, parte I, capitulo VII.

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de sus Fundamentos de Bioetica (68), y otros autores hispano­

hablantes e «hispanoescribientes» Ie han dedicado sustanciosos comentarios (69). A todos estos trabajos vamos a remitirnos con objeto de dilucidar si nuestra misma estructura biol6gica exige al­guna linea de educaci6n moral, linea cuyos trazos iremos dibujan­do a 10 largo del capitulo.

Atendiendo a esta tradici6n, pod em os decir que todo ser humano se ve obligado a conducirse moralmente , pOI·que

esta dotado de una «estructura mora]" 0, por decirlo con DIEGO GRACIA, de una "protomoral», que tiene que distinguirse de la «moral como contenido». Precisamente pOI·que todo ser humano posee esta estructura, podemos decir que somos constitu­

tivamente morales: podemos comportarnos de forma moral­mente COlTecta en relaci6n con determinadas concepciones del bien moral, es decir, en relaci6n con determinados contenidos morales, 0 bien de forma inmoral can respecto a ellas, pero,

estrucLuralmente hablando, no existe ninguna persona que se encuentre situada «m;is alia del bien y del mal». i,En que consis­te esa estructura moral?

La estructura moral del ser humano

NECESITAMOS SOBREVIVIR

En principia, recuerda ZUilIRI que cualquier organisll1o se ye enfrentada aJ reto de ser viable en relaci6n con su medio y para ello se ve obligado a responder a las provocacioncs que rccibe de el ajustandose para no perecer. La estructura basica de la rei a­ci6n entre cualquier organisIno y su meciio es entonces «suscita-

(68) GRACIA, D. F'ulldamcntos de Bioelica, F:uclema. f!.lacil'id, 1988, pp. 366 y 55.

(69) P!STOR H .. nlos. A. Verdad y Senlido, Universidacl Pontificia de SalamanC'a, 199:3. CO;.,iILL, J. «La €-lica de Zubiri», El Cicrw, numeros 507-509 (lfJ93), pp. lOy 11 Por!TIi parte, moclestamente me he pcrmitido ocupanne de esta etica en Erica sin moral, Tecnos. t-.ladrid, 1990, pp. 55 y S5.

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ci6n-afecci6n-respuesta» y es la que Ie permite adaptarse para

sabrevivir. Sin embargo, esta estructura se modula de forma bien diferente en el animal y en el ser humano.

En el allinlal, la suscitaci6n procede de un estimulo que pro­voca en el una respuesta perfectamente ajustada al medio, gracias a su dotaci6n biol6gica. A este ajustamiento se denomina «justeza» y se produce de fOlma automatica. En el ser humano, sin embargo, en virtud de su hiperformalizaci6n, la respuesta no se produce de

forma autom:itica, y en esta no determinaci6n de la respuesta se produce el prinler momenta basi co de libertad. Y no s610 porque la respuesta no viene ya biol6gicamente dada, sino tambien pOl·que, precisamente por esta raz6n, se ve obligado a justiJicarla.

EL MOMENTO BAsICO DE LIBERTAD

EI ser humane responde a la suscitaci6n que Ie viene dcl meclio a traves de un procesa en el que podriamos distinguir tres pasos:

1. En principio, se hace cargo, a traves de su inteligencia, de

que los cstimu10s son reales, es decir, que proceden de lma realidad estimulante por la que se siente afectado. El ser hu­mana no esta afectado, par tanto, POl' el «(medio», sino porIa

realidad, 10 cual supone un compromiso originario con ella que tcndra, como veremos, sus implicaciones morales.

2. La respuesta no Ie viene dada de forma automatica, sino que, a la hora de responder, crea 61 mismo un conjunto de posibilidades, entre las que ha de elcgir la que quiere rea­lizar. Si bien tales posibilidades enraizan en la realidad , elias mismas son irreales y es la persona quien tiene que elegir cual quiere realizar. De ahi qu e los representantes de la tradici6n que estamos comentando cOIl\"engan en afirmar que ya en ese nivel biol6gico basico se produce el primer mom en to de Jibertad: no estamos determinados por el estimulo real, sino que nos vemos forzados a elegit·.

No somos libres para dejar de ser Jibres.

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3. Para elegir una posibilidad, el ser humano ha de renun·

ciar a las demas y par eso su elecci6n ha de ser justificada; es decir, ha de hacer su ajustamiento a la realidad, porque no Ie viene dado naturalmente, justificandose. La que en el animal era justeza automatica, en el ser hu· mana es justificaci6n activa, y esta necesidad de justifi· carse Ie hace necesariamente moral. Par eso la exigencia

de apelar a un referente moral se encuentra inscrita en la estructura basica del ser humano, de donde se sigue que es constitutivamente moral.

EI «contenido» desde el cual una persona justificara sus elecciones no irnporta ahara, porque sin duda variara; 10 que inl­porta es recordar que se siente afectada par la realidad y para

sobrevivir ha de responder a ella, eligiendo entre posibilidades y justificando su elecci6n. "Que se sigue de todo ella para la eelu· caci6n moral?

Consecuencias para la educacion moral

En principia, si cualquier persona capta las casas como «rea­

lidades» y su modo de estar en el munclo es el cle estar en la reali· dad, necesitamos haeer pie en eUa para construir cuantas posibili·

dades seamos capaces de idear; posibilidades entre las cuales tenemos que elegir la que consideremos mas adecuada.

Este sencillo reconocimiento comportani un buen mimero de

implicaciones para quien desee ser una persona moralmente bien educaela, aunque para extraerlas emplearemos el termino «reali· dad» en un sentido un tanto heterodoxo en 10 que a la tradici6n zubiriana S8 refiere.

La primera de esas implicaciones consiste en reconocer que una persona inteligente trata de conocer la realidad.

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CONOCER LA REALIDAD

Si de la realidad tenemos que partir inevitablemente, parece aconsejable tratar de conocerla 10 mejor posible, porque otra cosa es, no s610 suicida, sino tambien «hornicida».

Es suicida ya que quien construye castillos en el aire, des co· nocienda el terreno que pisa, no tarda en caer en a!gun hoyo. La imaginaci6n pueril -como es sabido- es la que se pierde en en.

soiiaciones sin punto de apoyo en la realidad, y despues sucede que el nU1o, a fuerza de imagular sin fundamento, se crey6 Tarzan y se rompi6 el femur pensando que saltaba de liana en liana. La

imaginaei6n ereadora, por contra, la irnaginaci6n adulta, es la que se nutre de la realidad y trata de arnpliarla proyectando desde eUa.

Por otra parte, desconocer la realidad y construirse ]a vida de espaldas a ella es tambien «homicida»: el que vive siempre en las nubes es un peligro privado y publico, bien pOl'que propone pro.

yectos ilusorios, que acaban en la frustraci6n de quienes se alista. ron confiados, bien porque ignora si est, causancto dano 0 bien. Su ignoraneia resulta en cualquier caso peligrosa.

POl' eso conviene experimentar la realidad eotidiana, infor. marse, recurrir a las aportaciones de distintos saberes, yeeliar

mana de la experiencia ajena a traves de la literatura, el cine, las artes plasticas y lli10S medias de comunicaci6n «bien adlninis­

trados». Una mente abierta a los problemas y a las propuestas

de soluci6n ya existentes es esencial para una persona 11101'al­

mente educada.

TOMARLA EN SERIO

Ahora bien, precisamente quien se afane por conocer la reali. dad al maximo eaera en la cuenta de que can eUa no se pueden haeer rnangas y capirotes como a veces cree un «idealismo» Inal entendido. Y digo «un idealismo mal entendido» porque el termi. no «idealismo) tiene diversas acepciones, algunas de las cuales

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son imprescindibles para culminar con exito el proceso de huma­nizaci6n de la humanidad, mientras que otras resultan tota~nente contrainclicadas para !levar a cabo ese proceso.

Seria idealismo positivo considerar que la historia humana se construye tambien con ideas e icleales, y que es puro confor­mismo, dejacion de hlunaniclad , resignarse a pensar que no hay mas cera que la que arcle, aferrarse con una, y dientes a la vulgaridad y la ramploneria, tachando de ilusos a cuantos inten­tan abrir nuevos horizontes.

Es tambien positivo el idealismo filos6fico de corte kantiano, segdn el cual cuando haeemos ciencia somos nosotros los que construimos modelos y planteamos preguntas que despues for­mulamos a la experiencia. Una teo ria cientifica no es nunca un simple reflejo de la realiclad, sino que cuenta, como ingrecliente, con una buena dosis c1e imaginaci6n y raz6n ereadoras.

·Sin embargo, cuando extremamos estas posieiones y llega­mos a aIirn1ar que somos n050tros quienes consttllimos eJ mundo

a nuestro sabol', c1esde nueslras ideas, sin necesiclad siquiera cle hacer pie en la realiclad, hemos convertido el idealismo sano en till idealismo patol6gico. Y como sucecle que toclo conoci­miento viene movido por ill} interes, como ya recorclaron SCHELER, APEL 0 H ABER, IAS (70), las mas c1e las wees este icl ealis­mo enfermo esta manipulado desde intereses individuales 0

grupales: interesa creer que somos nosotros quienes construi­mos la realiclacl pOl'que asi poclemos manipularla a nuestro gusto.

Este es el caso ejemplar de la celebre «raz6n instrumental» moderna, que se viene empefwndo desde haee siglos en tratar como objelos de usar y tirar a la naturaleza y a eada uno de los

(70) SCHELER, ~1. Sociologia del sabel; Siglo XX. Duenos Aires, 1973, pp. 76·81. APEL, K.-O. La Il"clIlsjonnacion de la fllosoJia, I, p. 31; HABER~L\S, J, Ciencia y U'cnica como ideologia, Tecnos. r-.ladrid, 198-1; Conocimienlo e intenis, Taurus. Madrid, 1982. CORT[;\:\, A. Etica y Utopia: la Escuela de Frankfurt, pp. 115-119.

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seres humanos (71). Asi hemos llegado en nuestro momenta sin ir mas lejos, a una manipulaci6n total del medio ambiente, gr;Cias a la cual puede hablarse sin temor a errar de clesastre ecol6gico.

La desertizaci6n del planeta Tierra es ya un hecho, y al me­nos cincuenta millones de «ecorrefugiados» estan abandonando sus paises de origen, totalmente expoliados por intereses econ6-micos, y buscan donde vivir. Es dificil calcular el nlllnero de muertes que se producen por el camino. Es dificil preveT que oeu­rrini cuando lleguen a las puertas de los «paises ricos». Y no es mucho mas sencillo predecir que suceclera con los que logren en­trar en ellos: marginaci6n, busca de permiso de trabajo, descon­fianza y recelos por parte de los eiudadanos de toda la vida.

Por contra, 10 que si es evidente es que la realidad empieza a «vengarse» con el agotamiento de las materias primas, la deserti­zacion y la progresiva destrucci6n de la ecosfera, pOl'que la reali­clad, al cabo, termina «vengandose» de alguna manera. Termina presentando repleto su libro de reclamaciones a illla humanidad que ha perdido el norte.

Frentc a esta idea en'ada de que podemos tomar la realidad a beneficio de invcntario, puede extracrse una segunda cOllsecuen­cia del reismo zubi riano: no podemos organizar nuestra vicla de espaldas a la rcalidacl, sino que hemos de tomarla en serio .

LA IMAGINACI6N AL PODER

Pero t.omarla en serio significa, entre otras cosas, saber que puede ser ampJiada de una forma prodigiosa, siempre que no dej e-

(71) Como drcia 1\1. I-I ORI\HEI'IIER, criticallcio que la raz6n instrumental se haya converticio para Occiclente en "Ia" raz6n: «Hoy se considera que la tarea, e incluso la vel'ciadera esencia de la raz6n, consis te en halJar m('ciios para 10-grar los objeti\'os propuestos en cada caso. Los objetivos que, lIna vez al­canzados, no sc (;onvierten ell os mismos en medios, son considerados co­mo sllpersticiones». Vel' C?'ilica de La 1'Gzon inSlntmental, Sur. Buenos Aires, 1969, p. 7.

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mos de hacer pie en ella y mientras agudicemos al maximo la ca­pacidad creadora para lmaginar posibilidades sin cuento.

Como antes hemos comentado, es un habil recurso de los conformistas -de los «realistas» de pacotilla- frenar cualquier propuesta innovadora alegando que no hay mas cera que la que arde, que no hay que estirar el brazo mas que la manga, y otros refranes disuasorios. Sin embargo, 10 humalLo, 10 realmente hu ­mano, consiste en la capacidad de crear mas cera y alargar las

mangas, para conseguir la luz que deseamos y tener el brazo a

cubierto.

Las mas de las veces, las depresiones, los malos humores vienen motivados POl' el agobio que produce no vislumbrar sa­lid as para nuestros problemas. POI' eso, la piedra filosofal para salir del mal paso, para cQnvertir en serenidad la amargura,

consiste en idear alternativas viables. Una cosa es sonar utopias cuyo fracaso conduce a la frustraci6n de los ideales por los que nacieron, otra bien distinta amp liar el ambito de la realidad posible, para encontrar siempre ante cualquier pro­blema una salida.

Los enigmas excitan la imaginaci6n y la raz6n creadoras; las aporias, los callejones sin salida bloquean las capacidades huma­nas y acaban matando ellmpulso vital.

SER REALISTAS

Actual' en el sentitlo que \'enimos comentando es, en definiti­va, ser realista de un modo plenamentc humano: ser realista en el sentido en que 10 entendi6 un zubiriano como IGNACIO

ELLACURIA, cuyo planteamicnto moral y etico tuvo un agudo sen­tido de la realidad (72).

(72) ELLACURlA, L «Etica fundamental», curso inedito, San Salvador, 1978; «La fWl­

ci6n liberadora de la Filosofia .. . en Escritos politicos, I, San Salvador, 1991.

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Por «ser realista» suele entenderse en principio ser pragma­tico, ser egoista, no comprometer demasiado para no tener sinsa­bores. Pero esto no es realismo, sino cinismo.

Tambien puede entenderse por «realismo» atenerse a la rea­lidad tal como es, a los hechos tal como son. Pero sucede que «10 que es, no es todo», sino que puede ser muchisimo mas, depen­diendo de nuestra «ambicicn».

Por eso consideramos aqui autentico realismo el que, al formular las grandes preguntas eticas, trata de ampliar 10 real

desde 10 que ya es. Y hoy en dia - fuerza es reconocerlo- no es realista preguntarse «i,que hacer?» s610 desde el Primer 0 el Segundo Mundo, prescindiendo del Tercero, porque no existe ya ningun mundo que sea independiente de los restantes.

Como muestra la globalizaci6n de los problemas econ6micos o ecol6gicos, la interdependencia entre todos los lugares de la tie­

rra es un hecho, y para ser realista, para actual' con sentido de la realidad, es preciso preguntarse que hacer desde el contexto de la humanidacl en su conjunto (73).

Por eso, los planteamientos eli cos que parten d~ la psicologia de cada individuo y tratan de llegar a partir de ella a la convenien­cia para cad a uno de aceptar determinadas propuestas morales carccen de realismo, porque no existen individuos abstractos, in­dcpcndientes de los pueblos, las culturas y las epocas. Cad a uno de nosotros es hijo de su tiempo y de su lugar, sencillamente por­que devenimos personas a traves de un proceso de socializacion,

en el que recibimos ellegado de tradiciones de nuestra sociedad concreta.

Por 10 tanto, el punto de partida de la moralidad no es nunca un individuo cualquiera, sino este individuo en este grupo so­cial, en esta epoca y en este lugar.

(73) TORTOSA, J. r.,.1.1 Sociologia del siste-ma mundial, re~nos. l\ladrid, 1992.

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Recordar que la pregunta por el haeer humano siempre se formula desde una situacion fue una de las claves de la Hica rea­

lista de la liberaci6n de IGNACIO ELLACURIA.

UN IMPERATIVO ETICO

Una simple mirada a la globalidad -recuerda ELLACURIA­

nos muestra que existen «pueblos enteros crucificados», al me­nos dos tercios de la humanidad, 10 cual significa que partimos ya de una situaci6n de «des-humanidad». Un proyecto etico

no puede eludir este punto de partida, sino intentar que el pro­ceso evolutivo de hominizacion, por el que fue surgiendo paula­tinamente el ser humano, se pro longue en un proceso de huma­

nizaci6n.

Para lograr llevar a cabo ese proceso de hlUnanizacion, quien quiera ser libre ha de aswnir ill1 «imperativo ctico» que se articu­la en tres momentos: hacerse cargo de la realidad, cargar con ella y encargarse de ella para que sea como debe ser.

«Hagase usted cargo» --<:Iecimos cuando pretend em os que alguien comprenda bien una situacion antes de decidir, no sea co­sa que tome una decision de la que despues podrfa arrepentirse.

«(Cargue usted con las consecuencias» -decimos cuando

Queremos mostrar a alguien que es a 61 a quicn van a pedirsc responsabilidades de 10 que sucede, pOl'que es quien toma la de­cision, por mucho que quiera escabullir el bulto.

«En definitiva es usted el encargacio» -deci.mos cuando el responsable se esfuerza por pasar la pelota al superior, al inferior,

o al sistema en su conjunto.

ASlmlir estas tres obligaciones con la realidad social en la que ya estamos implantados es 10 contrario de encogerse de hom bros aleganclo que, a fin de cuentas, «no soy guardian de mi hermano». Pero en este caso no serfa Yahve qui en pedirfa responsabilidades, sino la realidad de un ingente numero de seres humanos despoja-

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dos de sus derechos, ante el que es preciso haber perdido mucha humanidad para no sentirse conmovido, es preciso haber perdido mucha inteligencia para no comprender que las cosas deben ser de otro modo y que son tanlbien responsabilidad nuestra.

Curiosamente, Occidente se vanagloria de tener por justas las leyes que enunciamos poruendonos en el lugar de cualquier

otro. «Pongase usted en nli lugar» -decimos al administrativo que nos pide 10 imposible. «Pongase us ted en mi lugar» -repeti­mos en situaciones de desesperacion. Ponerse en el lugar del

dominicano agredido 0 del turco hunlillado es un buen comienzo para juzgar despues si el racismo es humanamente aceptable.

SER RESPONSABLES

Desde esta perspectiva se abre paso 10 que llamariamos una «moral de la responsabilidad», entendida ahora no tanto

en sentido weberiano como contraposici6n a la moral de la convicci6n (74), sino como contrapartida de la «moral de la irresponsaoilidad». POI'que el que intenta eludir la realidad y

no responder de ella, como si no presentara sus exigencias ni tuviera relaci6n con <'I, practica una moral de la irresponsabili­dad, que a la larga acaba pagandose. Y digo el impersonal <>se» con plena conciencia, porque, lamentablemente, no siempre es

el irresponsable quien paga las malas cOllsecuencias, sino otros mas dcbiles que el.

No es extraiio, en este orden de cosas, que IGNACIO ELLACURL,

lliciera suya esa moral de la responsabilidad de que vengo hablando -dejarse afectar por la realidad, hacerse cargo de ella y responder de ella-, hasta el PlUlto de illtroducir en el Plan de Estudios de la Universiclad Centroamericana «Jose SiIneon Cailas) Wla asignatura

llamada «Realidad Nacional». Ni resulla extraiio tampoco que el

(74) \\'EI3ER, lIl. (,Poiftica como vocaci6n», en El politico y el cienlijico, pp.81·]79.

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fil6sofo HANs JONAS propusiera haee bien poco sustituir el «Principio Esperanza» del marxista utopico ERNST BWCH por un «Principio Responsabilidad» con respeclo a la naturaleza (75).

SER INTELIGENTES

Si, como hemos dicho, vamos a vernos obligados constante­mente a elegir entr 'lidades para apropiarnos unas, renun­ciando a otras, yater"" (jue justificar nuestras elecciones, mas nos vale intentar ir aclarandonos a nosotros mismos desde d6nde hacerlo para lograr buenas eleeciones. Sin duda, nuestra raz6n tiene una funcion calculadora, pero nos conviene que esos calcu­los sean prudentes (76). Es decir, nos conviene tener criterios fundados desde los que tomar las decisiones, no sea que elijamos las opciones menos acertadas.

En este sentido, la historia de la etica ha sido en buena medi­da la historia de la sabiduria moral, el intento de perlrechar a las personas de los criterios necesarios para hacer buenos juicios y, consiguientcmente, buenas elecciones.

Ejercitar la capacidad de juzgar para tomar decisiones pru­dentes es, pues, otro de los rasgos imprescindibles en la educa­ci6n moral. cDesde d6nde pueden hacerse las elecciones?

;,Desde donde tomar las decisiones?

La respuesta de ZUBIRI ante esta cuestion es basicamente la siguiente: en principio, cada hombre esta dotado de unas ten­dencias inconclusas que Ie llevan a preferir unas posibilidades, a considerarlas deseables, y son esas tendencias las que justifi­can sus preferencias y, por tanto, sus elecciones. Tales tendencias

(75) JONAS, H. El principia de responsabilidad. Ensayo de una eUca para la civilizaci6n tecnol6gica, Cffculo de Lectores. Barcelona, 1 99~.

(76) R~S(,!-!F.R, N. La racionalidad, Tccnos. Madrid, 1993.

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proceden fundamentalmente de la constitucion temperamental de cada persona, que Ie viene dada por nacimiento; de los ideales de hombre y los codigos morales vigentes en la sociedad de su epoca, y del nivel de desarrollo moral alcanzado tanto por la per­sona como por la sociedad en la que vive. Es decir, ante todo, de factores temperamentales y sociales, que son sin duda variables.

Todos estos rasgos pertenecen todavia a una protornoral, pero de ellos podemos extraer lam bien consecuencias para la educacion moral, porque una persona moralmente bien educada tiene que sel' consciente de la variabilidad de los contenidos mo­rales y superar, ya desde esta perspectiva, cualquiel' tipo de dogmatismo.

EL DOGMATISMO ES IRRACIONAL

La conviccion de que en el terreno moral existen unos conle­nidos incontrovertibles, validos para todo tiempo, y que sobre eUos no se puecle discutir siquiera, es dcsafortunada. Y no solo pOl'que' tiene malas consecuencias, claclo que el dogmatico se convierte fre­cuentemente en fanatico. Como clecia ORTEGA, «Ia clcflIlicion de la verclad por la lltilidacl es la cleflIlici6n cle la mentira» y, POI' tanto, no se trata cle descartar el dogmatismo s610 por sus posibles conse­cuencias funestas, sino sobre todo porque se cierra a la cliscusi6n.

Cllalquier persona con un minimo de sentido comlm recono­ce, POI' el contra rio, que los conteniclos morales han iclo cambian­clo histori camente y que tampoco ahora mismo los cliversos grupos human os lienen por morales los mismos conteniclos. POI' eso es importante estar abierto a cliscutir las propias posiciones; 10 cllal no significa que de la cliscusion vaya a seguirse cambial' de conte­nidos, sino, en muchas ocasiones, confirmar aquellos que se tenian POI' morales.

POI' eso, 10 que resulta mas clesafortunado en el caso clel clogm,Hico es su negativa a entrar en un dialogo. La clisposici6n a

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dialogar es, por contra, la que nos permite superar el dogmatis­mo, pero tambien el particularismo y el relativismo, igualmente

insostenibles.

EL RELATMSMO ES INHUMANO

De la diversidad de contenidos morales en el tiempo y en el

espacio no cabe extraer como consecuencia la bondad del par­ticularismo Y del relativismo. La ley del pendulo es una ley que funciona hist6ricamente, pero las mas de las veces resulta ina­

decuada.

Consistiria el particularismo en creer que entre las distin­

tas formas de vida de los diferentes pueblos no existe ninguna sintonia, de suerte que «diversidad de contenidos morales» sig­nificarfa «(separaci6n tajante» entre lInas formas de vida y otras, c imposihilidad de hallar algunos elementos comunes a todas elias. A un particularismo semejante podrfa acabar concluciendo­nos un comunitarismo que, llevado por su entusiasmo poria co­munidad, tuviera POl' nOI'mas de justicia uni camenle las vigentes

en ella (77).

Si el particularismo se toma en serio, entonces resulta imposi­

ble establecer un di<ilogo sobre cuestiones morales enlre cliferen­les culturas, pOI'que entre dos interlocutores que no tienen nada en com un, no puede haber un dialogo. Y, sin embargo, vemos c6-

mo uno de los rasgos peculiares de nuestro liempo es el dialogo in­tercultural, que esta resullando bien fructffero, pOI' cierto.

Por su parte, el relativismo no pone en duda que existan va­lares «valiosos»), normas validas 0 icleales atractivos, s6lo que de­

clara que la calificaci6n moral de una acci6n como buena 0 mala depende de cad a cultura 0 de cada grupo. En el ambito moral

(77) MACiNTYRE, A. Is patriotism a Vi~·tue?, The Lindley Lecture, the Universily

of Kansas, 1984.

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-segUn el relativista- no hay nada universal, sino que el recono­cimiento de una acci6n como buena 0 mala, 0 de un valor como valioso 0 anodino, es relativo a cada cultura concreta y a cada grupo determinado.

La verdad es que el relativismo es humanamente ins os­tenible, como se echa de ver en nuestras sociedades que solo de palabra son relativistas.

Abochornados por nuestro inveterado etnocentrismo, nos parece a los europeos de mala educacion, autoritario y dogma­tico, decir que no todas las opiniones son igualmente respeta­bles y afinnamos que tan'racional es cualquier cultura como la

nuestra, e incluso mucho mas. Pero, en realidad, si recordamos el caso de Salman Rusdhie, nos parece in'acional que una cultu­ra condene a muerte a un ciudadano POl' escribir un libro, por muy blasfemo que sea; nos indigna el trato dado a las mujeres en esa misma cultura; desaprobamos el sistema de castas de la India, e incluso afinnamos que los fundamentalistas clel FIS «todavia» andan por la Edad Media y «aLin" no han lIegado a la

Modernidad, como si todos tuvieran que seguir nuestro mismo proeesa.

Y es que a la hora de la verdad, el relativismo no se 10 cree nadie. Quien tiene POl' irracional quitar la \icla, dat\ar ffsica y mo­ralmente, privar de libertades 0 no aportar los minim as materia­les y culturales para que las personas desarrallemos una vida dig­na, no 10 cree s610 para su sociedacl, sino para cualquiera. Y, la cliga 0 no, considera que una cultura indiferente al respeto a esos minimas esta ella misma bajo minimos de racionaliclacl 0, 10 que es ictentico, de moralidacl.

Podemos decir, por tanto, que entre la Scila del dogma­tismo y la Caribdis del relativismo, entre el rechazo del dia­logo pOl' innecesario (dogmatismo) y el rechazo POl' imposible (relativismo), se situa el justo meclio, el quicio de una buena

ed ucaci6n.

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Moral de actitudes

Es bien sabido que en la educaci6n moral la formacion de

actitudes es una tarea tan basica al menos como la t ransmision de contenidos (78); y no tanto por aquella exlrat'ia y grotesca idea

de que al cabo los contenidos se olvidan mienlras que la inteligen­cia permanece, como si pudiera haber desarrollo de la inteligencia sin el de la memoria, sino parque en 10 moral la actilud, la pre­

dis posicion del que obra siguen siemlo una pieza clave.

Podemos entender par «actitudes", can Jost lvI' PU1G R OVlHA,

«aquellas tenclencias y predisposieiones aprendidas y relativa­mente fijas que orientan la conducta que previsiblemente se ma­nifestara antI? una situaci6n U objeto cletcnninacio» ; la actituci es,

plies, Ulla prcdisposici6n conductuai, que no consideramos illlla­

ta, sino como algo que la persona aclquiere (79).

ACTITUDES DE LA PERSONA

MORALMENTE EDUCADA

Para concillir este capitulo , y tamando como punta de parti­cia la descripcion cle 13 cstructura biologica de los seres humanos realizaoa poria traciicion zubiriana, podemos extraer las siguiC'IlI('S

(-leti! IId es como propias de una persona morairnent c ecl ucacia:

J. Respollsabilidad ante la rcalidacl natural pero, sabrc todo, ante Ja realidad social; ]a responsabiliclad de quien sauE' qlle se haee hombre (varon () mujer) en contacta con 18

realiclacl. )' que intentar desentenderse de ella eOlllo si no

(78) Como bien Imv'stra Jus£ ~I.a PnG Rm'lR.l" los mntenidos que dcilf'lllransm.ili.rsf' ('11 la eciuc(lcit''in no son los quI" dibujan mxlelos de 1X'l'sona, IIi tampoco los que conduc(''11 a lm<.l simpi€' reproducci6n de b socicfiad (>xisIPllte, sino los que s(' Qutit·nen dcsd(' lUI criteria Que nos penn.ite cliticar tJ.ml)ien las realizacioncs c\r In sociedad \','1' La edllcacioll moml (''Ilia PIIS(,llllllZ(1 obligat01'l(l, parte II.

(79) PrIG RO\'lf~_-\.J. :-'La Ibid. p. 125. V(,[ laInbien COIlO, J. M. Educarion elico. E!ld~'mion_ :-'ladrici, 199:~, p. 186.

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fuera con el sup one incurrir en una «falacia abstractiva», que acaba pagandose. Porque la realidad tiene un grueso libra de reclamaciones y aeaba presentandolo.

A Ia persona, la realidad «Ie va" en su modo de eslar en el mundo y es irresponsable - inmoral- intentar de­sembarazarse de ella. Por eso, el frivolo podra ser so­cialmente muy bien educado, pero moralmente hablan­do es un maleclucado.

Y 10 mismo ocurre con el cinko (80) . EI cinico -como clecia en genial expresi6n OSCAH WILDE- es el que conoce el precio de toclas las cosas y el valor de ninguna. EI €inico - podriamos aiiaclir- es el que cree posible adjudicar a las

casas el precio que bien Ie parezea, como si pudieramos or­denar el universo desde nuestra inventacla ley del inter­cambia. Es, en consecuencia, ciego ante el \'alor que las cosas y las personas de suyo posecn, impotente para clegus­

tar 10 valioso. La actitlld elaiea cs (>Iltonees la de un ignoran­

te (ignorante clel valor), impotente para gozar de 10 valioso y, par tanto, es la actitucl de alguipn moraimente maleducaclo.

2. De todo ello se sigue que una <)clilUci de seriedad ante 13

realidacl es la propia e1e la persona que hace pie en ella. Y «$criedad) no significa aqui -cntirndase hien- abominar

del clisfrute, la ironia 0 el juego, optanclo POl' una visi611 cle

la \ida pro pia de aguafiestas " cenizos. «Seriedad" Sigllifi­ca aquf asulllir la profllndidacl, cl caiado, de quien sabe que

\"i\"ir en ia superfieie Hcaba siendo de tantos. Y que los ton­

tos, en definilh"a, siempre resultaIl t'lliles a aiguicn.

3. La moral de la serieclacl constituye la base de una moral

de la buena vol un tad , aunque no tengalllos pOl' qlle en­

tenclerla inmecliatamente como relacionacla con el impe-

(80) Aunqur aqui entraliamos ya en el nivel d(' 13 ciistinci61l cit"' \"3IorE's qlli' ZI'BIRI

conskl('1(l propio dt'llogos, no ya de la illtC'iigc'n<"ia, y que st'- f'xpres,,"1. ell ('I ju.icio.

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rati\'o categorico kantiano. La buena voluntad es, a fin de cuentas, la buena aclitud, la predisposicion a tomarse en

serio 10 serio y en broma 10 jocoso. Y sin esta capaciclad de discernir y sin la predisposici6n a \'ivi r en serio 10 que en

serio merezca ser vivido, en broma 10 que requiere broma, no hay moral posible,

4. Por lHtimo, podemos extraer de esta primera parle la con­

clusion cle que pensar positivamente resulta esenciaL Es clecir, afrontar las decisiones que inevitablemente tene­mos que tomar desde una cleciclida actilud cle tomar In me­jor posible, la que abra mas caminos de fuluro. Pensar posi­

tiva y resolulil'amenle es una buena aClilud 1Il0raL