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5.4. tCampesinos sin tierras o clientes del Fstadodel Bienestar? Semántica y semiótica del jornalero
5.4.1. Evolución de los signos que identificanal jornalero andaluz
El diccionario de la Real Academia de la lengua españoladefine al jornalero como persona que trabaja a jornal. Ahorabien, sociológicamente este término lleva además implícitouna serie de connotaciones específicas que se derivan tantode implicaciones históricas y políticas, como económicas e
ideológicas. A lo largo de este capítulo vamos a tratar de ana-lizar a qué responden estos significados y qué nuevos signifi-
cantes se están adoptando ante las nuevas circunstancias.La presencia de jornaleros en el campo andaluz se
remonta a siglos atrás. A. M. Bernal cita cómo se es^iecificancuantías y modalidades de los hombres «de soldada», de «cogedores
de aceituna», de «gañanes», ... etc. en la contabilidad de la Hacien-da de los Santillana. Las Ordenanzas de Alcalá dicen que pre-dominan en el campo los trabajadores a sueldo y, en 1913,aluden a que «parece que se ha intensificado la presencia de losobreros alquiladizos en el cultivo de las tierras». Desde tiempospretéritos la existencia de trabajadores asalariados ha estado
relacionada con el latifundio. Esta vinculación entre latifun-dio y jornalero da una carga histórica y simbólica a ambostérminos, atribuyendo a cada uno significados específicos y
paralelos, aunque sobre este punto no hay acuerdo entre losinvestigadores que se han ocupado en la delimitación exactadel significado de cada uno (34).
(34) En la década de los setenta el latifundio y la cuestión socialdio lugar a encendidos debates entre los que se alineaban en dos posi-ciones: por una parte los que defendían el concepto de latifundiocomo un sistema social cuyo producto era el jornalero (E. Sevilla,A. M. Bernal, J. Martínez Alier, etc.) y por otro laíio los que defendíanque desde antiguo existía una explotación capitalista avanzada, dondela figura del jornalero se estaba cambiando por la del obrero agrícola(J. M. Naredo, Camilleri, etc.).
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En los siglos x^1^-xv1, se alude a que la falta de poblaciónandaluza propició la formación de latifundios (grandes pro-
piedades) que, en los siglos x^x y xx, propiciaron la presen-cia de fuertes contingentes poblacionales, convertidos enejército de reserva, que trabajarían por un mínimo salario, lo
que posibilitó la permanencia y arraigo de los mismos en laépoca contemporánea (35).
Hay un punto de acuerdo entre los investigadores que seconcreta en considerar que la desamortización dio lugar a
una expulsión de los campesinos de las tierras de propios ycomunales y que este hecho incidió negativamente en lascondiciones de vida del campesinado andaluz, aumentando
la proletarización del mismo, la estacionalidad en el trabajo yel paro. A partir de ahí se identifica el término jornalero concampesino sin tierra, sujeto a estacionalidad y paro.
Las investigaciones históricas sobre qué se identificacomo latifundio, señalan que éste ha sido siempre un sistemadotado de una gran funcionalidad en razón de conseguir la
mayor rentabilidad al más bajo coste. Cada vez está más enrevisión el momento a partir del cual el latifundio deja de ser
equivalente a finca grande con un sistema de agriculturacapitalista tradicional, basado en el uso extensivo de manode obra, para convertirse en empresa capitalista moderna.
En lo que sí hay coincidencia es en reconocer las malas con-diciones de vida que este sistema acarrea a los jornaleros.Ahora bien, de ahí a plantear que todos los jornaleros fueran
enardecidos revolucionarios deseosos de recuperar la tierrade la que fueron desposeídos, hay una diferencia.
Los movimientos y luchas campesinas que terminaron plas-mándose en la segunda República en una Reforma Agraria,estaban liderados por la élite obrera anarquista y además de la
reivindicación de la tierra, nunca dejaron de reclamar medi-das que procurasen mejoras en las condiciones de trabajo y desalario. El colectivo de trabajadores del campo estaba ya dividi-
(35) Bernal, A. M. op. cit.
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do, existía el «obrero agrícola» o el «pccston>, además del jornale-ro, por no hablar de los puestos intermedios semiautónomos
como los arrieros o los pegujaleros. Desgraciadamente no hay
datos suficientes para establecer en qué medida estaban repre-
sentados unos y otros, pero el auge que alcanzó el lema «la ti^rra para el que la trabaja» y la generalización en algunosmomentos de las luchas, hacen pensar que los jornaleros en
determinadas etapas históricas fueron más numerosos.
Por consiguiente, el término «obrero agrécola» tiene un sig-nificado más alineado con los requerimientos de la empresa
capitalista moderna de proletariado o lumpenización, aunque
igualmente sujeto a la estacionalidad y al paro. Así pues en la
medida en que los investigadores plantean su posición respec-
to a la gran empresa agraria, paralelamente sitúan su posición
respecto al colectivo de los trabajadores eventuales agrarios.
Independientemente de la identificación o no con el
anhelo de cultivar la tierra, tanto el jornalero como el obrero
agrícola se reconocen en una serie de signos de identidad,
que tienen más o menos vigencia según la evolución socioeco-
nómica española y andaluza.
En los años sesenta, en pleno auge del exodo rural,
Siguan y Martínez Alier tratarán de la identidad de los trabaja-
dores del campo. El primero, entiende el proceso de emigra-
ción de la época, como base del reconocimiento de la con-
ciencia de su posición frente al empresario, lo que le permite
adoptar una posición más sólida. Martínez Alier señala que
existe entre los obreros de la Campiña cordobesa una identi-
dad común que se define por un fuerte sentimiento antilati-
fundista, basado en la ilegitimidad de un sistema que los con-
dena a ser estructuralmente fuerza de trabajo «de alquiler».
De ahí, dice, nace la reivindicación del reparto, como sistema
legítimo de devolución de la tierra a aquéllos con los que
realmente mantienen un vínculo. Este autor habla de que
existe una moral de clase que se manifiesta en una serie de
signos tales como el anhelo de «la unión» para conseguir los
objetivos marcados, «el cumplir», esto es, plantear unos nive-
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les de rendimiento y calidad del trabajo que sean justos (no sedebe trabajar por menos precio de lo que se considera quevale el trabajo), esté o no de acuerdo con el salario institucio-nalizado. También reconoce que se están produciendo algu-nos cambios que estan perturbando la identidad de clase.Entre los que señala la emigración que permite escapar de ladependencia del terrateniente y da la posibilidad de dejar deser jornalero. Apunta también la heterogeneidad existente enel grupo de los obreros (piconeros, rancheros, braceros ...),como elemento que desvirtúa la unión de los obreros, puesésta es instrumentada por las Hermandades de Labradores yGanaderos, representantes del poder latifudista.
En los setenta el avance del capitalismo en la agriculturaafecta a la identidad de los trabajadores del campo. A. Sán-chez señala la ruptura del modelo de agricultura tradicionaldisciplinario y se refiere a la emigración, el alza de los sala-rios, las huelgas, la mecanización, los convenios o el empleocomunitario, como elementos de ruptura de este modelo.Pasa a caracterizar la fuerza de trabajo, como FT simple, esdecir no cualificada; FI' estructuralmente eventual al servicio delsistema capitalista agrario-urbano-industrial, como ejércitode reserva para ser utilizada en la medida que el capital lanecesita. Contempla el nuevo modelo de uso de la FT dentrode una estructura que trasciende la identidad del colectivo,afirmando que el nuevo modelo de uso de la FT, es propiode economías subordinadas por el modelo de desarrolloseguido. Trata del ansia del «reparto» como signo de identi-dad de «los ex^rra[iiados de la tierra».
Será A. Ortí quien más de Ileno entre en el tema de laidentidad jornalera (36). Se refiere a la conciencia histórica dereivindicación antilatifundista, aludiendo a la relación dialécti-ca que guarda con el modelo de desarrollo seguido: repre-
(36) OrÚ, A.: «Crisis del modelo neocapitalista y reproducción delproletariado rural (represión, resurrección y agonía final de la concien-cia jornalera)». En Sobre agricultores y campesinos, a cargo de Sevilla Guz-mán, E. MAPA, Madrid. 1984.
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sión de la conciencia jornalera por el modelo de desarrollo
neocapitalista, resurrección con la llegada de la crisis econó-
mica y debilitamiento con la política del Estado del Bienestar.
Se refiere también a la articulación espontánea de la con-
ciencia jornalera en el discurso, en torno a una serie de ras-gos que se concretan en «Zca eventualidad» como autoidentifi-cación social. Esta eventualidad tiene una peculiaridad pro-
pia que consiste en la conciencia radical de la carencia de
puestos de trabajo y de derechos sociales, frente a la exclu-
sión de la propiedad rural y del sistema empresarial urbano.
A través de la autoidentificación como «braceros jornaleros»
se reconocen como clase para sí, sin ningún tipo de propie-
dad, ni estabilidad en el empleo, con seguros sociales infra-dotados o sin ellos, reduczdos a simpleFT.
La ambigiiedad ideológica y^olítica, en períodos de crisis es
otro de los rasgos de este colectivo: el núcleo motivacional y
estructurante de la conciencia jornalera no es homogénea
en sus reivindicaciones. Las posturas a este respecto pasan
por la sumisión o fatalismo en las áreas más deprimidas, la
pretensión pequeño-burguesa promocionista y regresiva del
cultivo directo mediante «reparto» en zonas latifundistas
desarrolladas y la colectivización de la tierra como radicalis-
mo proletario ruralista, continuador de las viejas luchas en
zonas con tradición reivindicativa.
Otros rasgos con los que este autor caracteriza a los jornale-ros pasan por la imagen negativa de la empresa agraria, ya seamoderna o tradicional, por explotadora y opuesta a la integra
ción del trabajador, considerando a partir de este hecho su fun-
ción dentro del sistema económico como clase social: perma-
necer a disposición de la conveniencia de los patronos. La posi-
ción ante la mecanización como medio de consolidar las viejas
estructuras económicas y sociales del latifundio, no como fruto
de racionalización de los cultivos, presentándose como legítimasi pasa antes por una Reforma Agraria. La identificación como
ejército de reserva al servicio del capital especulativo, que cons-
tituye su definitiva forma de existencia: trabajadores nómadas.
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Alude, por último, a la responsabilidad del Estado pordefender una serie de mecanismos, como el empleo comunita-rio, en su afán de consolidar las estructuras existentes. La histó-
rica clase de los jornaleros puede quedar definida como unestrato más en medio de la masa de desempleados crónicoscomponentes del ejército de reserva sostenido por el Estado
mediante instituciones asistenciales generalizadas, como uncaso más a integrar en un nuevo sistema de «gestión global capi-talista de la FT», mediante un nuevo impulso a la unificación
abstracta de todo tipo de trabajo asalariado con «una mínima
renta garantizada aplicable a cualquier situación social» (37) .
Llegados a este punto nos parece obligado preguntarnosqué ocurre con la identidad jornalera al principio de los años
noventa, si efectivamente la FT eventual agraria conserva unaidentidad propia, o si, por el contrario, como anunciabaA. Ortí, se ha disuelto en la masa de desempleados crónicos.
5.4.2. Vigencia en la actualidad de los signos de identidadtradicionales
Los investigadores que hasta ahora han venido ocupán-dose de la FTA (Fuerza de Trabajo Agrícola) se han referidoa ella como si se tratase de un todo único, aunque algunosapunten hacia una posible heterogeneidad en razón de ladetección de elementos de ruptura, tales como la emigra-ción, los convenios ... etc.
El trabajo empírico realizado sobre la FTA en Andalucía
en esta investigación, ha puesto de relieve, sin embargo, queexiste una diversidad manifiesta dentro de la FTA, que se va
acentuando en la medida que se produce el avance de estesistema de acumulación.
La desaparición de las faenas artesanales y de muchas delas cualificadas, ha venido seguida de la aparición de nuevas
(37) Ortí, A. op. cit.
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especialidades, que no siempre son susceptibles de ser apre-hendidas a la manera tradicional, es decir, por la mímesis delaprendizaje de hijos a padres. Por un lado, se demanda un
importante volumen de FTA simple, sobre todo para las reco-
lecciones, pero, también, de otro lado, se requieren especia-
listas que sepan manejar la maquinaria o realizar las faenascualificadas aún no mecanizadas.
Con el cierre de los canales de emigración al exterior,salvo situaciones coyunturales como la demanda de obreroseventuales para la construcción debido a las obras de 1992,
en la mayor parte de los casos, la única oportunidad que les
queda a los trabajadores agrícolas, para cambiar su posiciónsocial, es el acceso a la tierra o a un cargo público. Por lo
demás, siguen dependiendo de los empresarios para logrartrabajo y prestaciones sociales, lo que conduce a que sea elclientelismo o el «capital relacional» el factor más importan-te, tanto para conseguir trabajo como cualificación. Comoconsecuencia de ello, en la .medida en que es más importan-te el nivel relacional individual que la acción de clase para
conseguir trabajo, se produce un amplio abanico de interesesque resta fuerza a la organización obrera.
Ante este estado de cosas, ^puede afirmarse que los que
ofrecen su FT en el MTA forman una clase social, como handefendido algunos de los autores reseñados?
T. Shanin (38) recogiendo la principal tradición europeade origen marxista, define la clase social como:
«una unidad de interés que se refleja en subculturas,
conciencia y acczón de grupo, configurados, a su vez, por
relaciones de conflicto con otras clases. La sociedad viene
estructurada ^or la dominación de clase y por el resulta-
do de la dialéctica del conflicto y unidad inter-clases».
(38) Shanin, T.: «La clase incómoda. Sociología política del campe-sinado en una sociedad en desarrollo (Rusia 1910-1925)», Publ. AlianzaUniversidad. Madrid, 1983. p. 288.
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Puede decirse a este respecto que sí existe una unidad de
interés y una subcultura propia en el segmento estructurante
de los que participan en el MTA. Sin embargo, hay una franja
de trabajadores entre los que resulta bastante difícil distinguir
elementos culturales específicos del trabajador agrario en
oposición al trabajador rural. En esta franja se sitúan por un
lado, los que han adquirido un oficio (mecánico, pintor, ...) y
participan tanto en el MTA como en el MT rural. En la medi-
da que la coyuntura les permita encontrar más estabilidad en
el empleo no agrario, estos trabajadores irán abandonando
el MTA, pasando a engrosar las filas de los trabajadores rura-
les. Por otro lado, están los jóvenes y las mujeres antes de
casarse o con hijos pequeños, que, o bien, no han trabajado
nunca, o sólo han participado en alguna recolección con la
familia. Entre estos trabajadores/as no hay una clara identifi-
cación con el sector agrario, su posición en el MTA viene
marcada por la coyuntura familiar, se sienten más como tra-
bajadores «de lo que sale» y en las zonas rurales «lo que sale»
suele ser «del campo», es decir, son FT simple, sin cualificar
ni estar adscrita a ningún sector u ocupación.Aunque peor situados en el MTA que el núcleo estructu-
rante de la oferta de FI'A, participan de la misma cultura y
modo de vida que aquéllos. La actitud reivindicativa es escasa
o nula, salvo en zonas con un grado alto de radicalismo obre-
ro. La principal motivación es encontrar un empleo y/o
cobrar las prestaciones del Régimen Especial Agrario de la
Seguridad Social. Sus perspectivas se sitúan entre engrosar el
grupo de los trabajadores eventuales agrarios o incrementar
las filas del paro rural.El grupo estructurante de la FTA eventual está formado
por aquellos trabajadores eventuales que están disponibles
para trabajar durante todo el año en la agricultura. Sus signos
de identidad se manifiestan en la eventualidad y la estacionali-
dad a la que está sujeta su ocupación, es decir, en la precarie-
dad en el empleo, el paro y la dependencia del empresariado
y de las prestaciones del Estado, aunque estos signos pueden
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estar más o menos acentuados dependiendo de la correlación
de fuerzas existente entre la oferta y la demanda de la FT.
La conciencia y acción de grupo de la FTA se halla dividi-
da en razón de su posición ideológica, que deriva en un plan-
teamiento de su situación y en actitudes reivindicativas distin-
tas. Se ha podido comprobar como la terminología utilizada
por los trabajadores para definir su oficio, es significativa a
este respecto y refleja contenidos simbólicos sobre su posi-
ción ideológica y la actitud reivindicativa.
Más de la mitad de los cabezas de familia entrevistados, se
definen como «del campo». ^Qué significa esto? A1 definirse
de tal forma en realidad no se están catalogando per se, sino
en relación a un colectivo que participa de un modo común
de vida y trabajo, que se diferencia peculiarmente de los tra-
bajadores urbanos y de otros trabajadores rurales: dependen-
cia diaria de los empleadores para una contratación eventual
y estacional, un trabajo físico duro, una economía familiar
basada en el día a día, la conciencia resignada de una forma-
ción y cualificación escasa, el sentimiento de no estar «bien
mirao» y no tener los mismos derechos y prestaciones socia-
les que el resto de los obreros.
Este segmento de la FTA se caracteriza por tener una acti-
tud resignada, sumisa y regresiva, carente de alternativa pro-
pia de grupo. Su discurso no se basa en plantear transforma-
ciones socioeconómicas de clase, sino en la necesidad de
conseguir individualmente más trabajo para la familia y reci-
bir subsidios y trabajo público. La actitud pasiva o regresiva
de este segmento de la FTA, tiene un componente fuerte de
lumpenización. Se localiza en todas las zonas estudiadas,
pero tiene mayor presencia en las zonas con menos tradición
de lucha obrera: Almonte, Cazalla ...
Otra definición que se corresponde con un significado ideo-
lógico distinto es la de «obrero agrícola». El 13% de los cabezas
de familias entrevistados se autoidentifican como tales. Esta ter-
minología está asociada con la que se usaba en tiempos del sin-
dicalismo vertical por los representantes obreros en las Her-
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mandades de Labradores y Ganaderos, guarda cierto paralelis-
mo con la terminología obrera de la época, vinculada a plan-
teamientos industriales, y su contenido se asocia con los plan-
teamientos ideológicos defendidos por las Comisiones Obreras.
Este segmento participa de las mismas condiciones de
vida y trabajo que el anterior y reconoce la especificidad que
supone ser obrero agrícola, pero se diferencia del grupo
autodefinido como «del campo» porque tienen una mayor
conciencia de su posición en la estructura socioeconómica y
una actitud más reivindicativa ante la misma. Conscientes de
la explotación de que son objeto, defienden su derecho a
mejores condiciones de vida y trabajo y a la tierra, ya sea de
formá individual o colectiva. Reivindican una Reforma Agra-
ria que les permita acceder a la tierra y, en tanto no se hace,
trabajo público para paliar el paro, además del subsidio.
Un tercer significante de la autoidentificación profesio-
nal es «jornalero», es utilizado por un 10% de los cabezas de
familia entrevistados. Este segmento está caracterizado por
un mayor radicalismo en sus planteamientos ideológicos de
clase. Herederos de la tradición de lucha en el campo,
defienden la «dignidad» y la «cultura» del jornalero siempre
explotado. Así, aunque comparten con los grupos anteriores
la precariedad en el trabajo y el paro consecuente, plantean
la necesidad de cambios en el sistema productivo para que la
dignidad del hombre quede a salvo. Su reivindicación esen-
cial es la tierra y los medios de producción y comercializa-
ción para el que los trabaja. El modelo de explotación defen-
dido es el colectivo. La autodefinición de jornalero es más
frecuente en las zonas de tradición de lucha obrera: El Coro-
nil, Sanlúcar de Barrameda, Lebrija.
Otras definiciones profesionales aluden a la especializa-
ción, como signo de identidad social. Es significativo a este
nivel, el caso de los que se definen como «viticultor», «aserrador»
o«podadon>. Los primeros forman parte de cierta élite obrera,
con un sentido muy desarrollado de la lucha, generalmente
por pertenecer a zonas en las que jugaron un papel importan-
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te. Las otras definiciones corresponden a grupos tambiénsituados en una posición más privilegiada porque poseen unacualificación, que les permite tener más oportunidades de
empleo y un nivel de salario más alto, sin embargo, no tienendesarrollado un interés de grupo, son más bien un ejemplo de
interiorización de la división obrera en sentido corporativista.La semiología de esta terminología se alinea en cierta
medida con los contenidos semánticos que en cada zona ha
tenido la lucha obrera liderada por los sindicatos, en caso deque ésta haya existido. Sin embargo, aún entre los que plan-tean las posiciones más reivindicativas, salvo un pequeño
grupo de élite, coincidente normalmente con un ciertogrado de cualificación o formación, no se llega a interiorizaruna construcción ideológica sólida.' Los trabajadores agríco-
las asumen los símbolos e incluso la lucha, llevados más porun sentimiento de confianza en los líderes locales, que poruna comprehensión ideológica, que les permita en un
momento dado exponer o elaborar alternativas propias parael grupo. Esto hace que, cuando por alguna razón faltan ofallan los líderes, no continúe el movimiento reivindicativo.
La vinculación con el líder (39), se basa en la proximidadal mismo, al comportamiento solidario de éste respecto a lostrabajadores, que se consolida en resultados concretos: mástrabajo, más salario, evita despidos, ... etc. Esta vinculación leda al líder un enorme poder, de él dependerá la formulación
de las reivindicaciones obreras, será el transmisor de quévalores son positivos y cuáles no, de la organización de lalucha ... etc. En definitiva, la responsabilidad es enorme,
hasta el punto de que, cuando por circunstancias externas algrupo (acceso a tierras o a un cargo político), el líder se ali-nea con otro colectivo social o cambia de status, se produce
una involución en el colectivo de trabajadores que resultamuy difícil subsanar, pues se llega incluso a la división oenfrentamiento interno del movimiento de lucha local.
(39) Ver capítulo 2.2.5 de esta investigación.
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Normalmente los líderes obreros suelen ser responsables
sindicales y los valores que transmiten se identifican con los delsindicato al que pertenecen. El conflicto de clase tradicional-mente se ha planteado frente los grandes empresarios, moder-nizados o no, pues, para la mayoria de los trabajadores, el serpropietario de grandes extensiones de tierra, y no trabajarlasdirectamente, sigue teniendo un significado negativo, fruto de
su herencia cultural. Con los pequeños agricultores que «traba-
jan a la vez» que ellos, la posición no es de confrontación, aun-que tampoco hay una alianza clara. Sin embargo, el papel queha venido jugando el Estado del Bienestar respecto al colecti-vo, la evolución a la democracia y la integración en la CEE queha introducido la idea de la necesidad de tener una agricultu-ra competitiva, ha legitimado, mediante una racionalidadweberiana, el sentido moderno de la productividad, lo que hallevado a desplazar el papel del empresario como enemigo de
clase al Estado, trasvasando a cargo de este último la responsa-bilidad de una asistencia que garantice la subsistencia.
A modo de conclusión de este apartado del capítulo,podríamos decir que los signos de identidad que perviven en
la actualidad entre los trabajadores agrícolas son:
- La eventualidad y el paro, que son signos que siemprehan caracterizado al latifundio y que también hoyacompañan a la empresa capitalista moderna.
- El constituir un ejército de reserva de FT simple al ser-
vicio del capital.
- Estar caracterizados por una ambigúedad ideológica y
política que les resta fuerza como colectivo.
Además de estos rasgos históricos, se dan también en la
actualidad otros rasgos de identidad, que fueron reseñadospor los investigadores que se han ocupado del tema, peroque hoy sólo están vigentes en el segmento de trabajadoresmás radicalizado. Entre ellos se pueden citar:
- La conciencia de su posición en la estructura socioeco-
nómica.
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- La carga histórica como movimiento de vanguardia dela lucha obrera.
- La existencia de una «moral de clase» que se refleja enla creencia en la unidad para conseguir sus objetivos y
en el «cumplir» con una cantidad de trabajo dado acambio de un salario que consideran justo.
- La necesidad del reparto de la tierra, aunque planteanla explotación colectiva de la misma.
- Oposición a la mecanización.
Por último, han aparecido nuevos rasgos de identidad
que se constatan en la actualidad:
- Clientelismo como factor determinante de la posiciónen el MT.
- Legitimación del carácter estructural del paro de lostrabajadores agrícolas por parte del Estado.
- División institucionalizada del colectivo que los margina ylos condena a ser trabajadores con derechos totales o parcia-
les a los seguros sociales según la edad y las cargas familiares.
En definitiva, podemos decir que se está dando un proce-
so de disolución progresiva de la identidad de clase de lostrabajadores eventuales agrícolas, favorecida de un lado, por
el papel preponderante del mercado en el sector y en rela-ción a la economía en general, y, por otro, como resultado
de la gestión del paro que se está llevando a cabo por parte
del Estado, a veces, con el beneplácito de los sindicatosmayoritarios. Por todo ello, se está consolidando la división
interna de la clase obrera, en la que cada vez tienen menos
peso los segmentos de FT que se sienten identificados conlos valores tradicionales que este movimiento tuvo.
Esta situación hace que en la actualidad coexistan jornaleros
o campesinos sin tierra, obreros agrícolas trabajadores en las
grandes empresas capitalistas proletarizados, obreros del campo
con un fuerte componente de lumpenización, trabajadores rurales sin adscripción ideológica y clientes del Estado del Bienestar.
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