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- +,,5ffi-,.:*ffi 4ffi ffi Carmen Lugo Filippi (n. 1940) Nació en Ponce. Ha enseñado Literatura y Francés en el Departa- mento de Lenguas y Literatura del Recinto de Río Piedras de la Uni- versidad de Puerto Rico. Es una de las voces femeninas que se han abierto paso en la narrativa puerto- rriqueña. También es co-autora, junto con Ana Lydia Vega, del libro de cuentos Yírgenes y rndrtires. Su prosa revela buen humor y perfila la psique femenina con acierto. En Recetario de incautos conocerás la capacidad descriptiva que la au- tora exhibe aun en el relato de [o cotidiano. incautos: quienes no tienen cautela o curdado: ingenuos. proliferantes: que se multiplican o re- producen en forma similar. Recetario de incautos* Escribo: Mds que cantar, cuento cosas Cloria Fuertes Cuando comenzó a revoiver la pila de recortes, cinco cucarachas des- comunales se precipitaron despavoridas por los bordes de las tablillas polvorientas. ¡Oué asco!, habría que fumigar pronto aquel rincón de al- macenaje, si no quería verse devorada por aquellos elércitos proliferan- tes*. De buena gana hubiera comenzado el exterminio en esos mismos instantes, pero lo apremiante de la situación la hizo reconsiderar su im- pulso' tenía que conseguir una receta exótica y al mismo tiempo de fáci1 preparación. Estaba segura de que si examinaba con calma los recortes y 1as revistas, encontraría lo que buscaba, sólo tenía que revestirse de pa- ciencia y dominar su ansiedad creciente pues al fin y al cabo no se tra- taba esta noche de una visita tan importante como para alterarse en tal forma... ¿o 1o era? No quería engañarse, 1o sabía perfectamente bien: se proponía impresionarlos aunque fuera lo último que hiciera en su vida. No podía tolerar la idea de que la encontraran no sola- mente recién divorciada, gorda, algo envejecida y, para colmo de males, con tantos apuros. Era, después de todo, tan humillante te- ner que enfrentarse nada menos que a su hermana y a Paco en aque- llas condiciones. Habría que hacer de tripas corazón y lucir feliz, reidora como antes, disimular su obesidad con una faia Playtex y co- rregir con Maybelline las arrugas más obvias. Seguiría el conseio de Yanídad.es para ojos y párpados caídos, sombra clara hacia arriba y hacia afuera, luego una línea firme que rodeara la cuenca del oio con angulación ligeramente levantada, las ceias bien arqueadas y, claro está, el toque mágico de un poco de rimmel sólo en el borde. Total, a Paco también se le notarían las arrugas y la barriga -once años no pasan en balde-, y muy bien recuerdas que a Doris le encan- taba cocinar abundantes pastas con queso parmesano (dieta perfecta, según Cosmopolitan, para hacer engordar hasta una cola de bacalao). \t *,ff! 48 Santill¿n¿

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Carmen Lugo Filippi(n. 1940)

Nació en Ponce. Ha enseñado

Literatura y Francés en el Departa-

mento de Lenguas y Literatura delRecinto de Río Piedras de la Uni-versidad de Puerto Rico. Es una de

las voces femeninas que se han

abierto paso en la narrativa puerto-

rriqueña. También es co-autora,junto con Ana Lydia Vega, del librode cuentos Yírgenes y rndrtires. Su

prosa revela buen humor y perfila

la psique femenina con acierto.

En Recetario de incautos conocerás

la capacidad descriptiva que la au-

tora exhibe aun en el relato de [ocotidiano.

incautos: quienes no tienen cautela o

curdado: ingenuos.

proliferantes: que se multiplican o re-

producen en forma similar.

Recetario de incautos*Escribo: Mds que cantar, cuento cosas

Cloria Fuertes

Cuando comenzó a revoiver la pila de recortes, cinco cucarachas des-

comunales se precipitaron despavoridas por los bordes de las tablillaspolvorientas. ¡Oué asco!, habría que fumigar pronto aquel rincón de al-

macenaje, si no quería verse devorada por aquellos elércitos proliferan-

tes*. De buena gana hubiera comenzado el exterminio en esos mismos

instantes, pero lo apremiante de la situación la hizo reconsiderar su im-pulso' tenía que conseguir una receta exótica y al mismo tiempo de fáci1

preparación. Estaba segura de que si examinaba con calma los recortes

y 1as revistas, encontraría lo que buscaba, sólo tenía que revestirse de pa-

ciencia y dominar su ansiedad creciente pues al fin y al cabo no se tra-taba esta noche de una visita tan importante como para alterarse en

tal forma... ¿o sí 1o era? No quería engañarse, 1o sabía perfectamente

bien: se proponía impresionarlos aunque fuera lo último que hicieraen su vida. No podía tolerar la idea de que la encontraran no sola-mente recién divorciada, gorda, algo envejecida y, para colmo de

males, con tantos apuros. Era, después de todo, tan humillante te-ner que enfrentarse nada menos que a su hermana y a Paco en aque-llas condiciones. Habría que hacer de tripas corazón y lucir feliz,reidora como antes, disimular su obesidad con una faia Playtex y co-

rregir con Maybelline las arrugas más obvias. Seguiría el conseio de

Yanídad.es para ojos y párpados caídos, sombra clara hacia arriba y

hacia afuera, luego una línea firme que rodeara la cuenca del oio conangulación ligeramente levantada, las ceias bien arqueadas y, claroestá, el toque mágico de un poco de rimmel sólo en el borde.

Total, a Paco también se le notarían las arrugas y la barriga -onceaños no pasan en balde-, y tú muy bien recuerdas que a Doris le encan-taba cocinar abundantes pastas con queso parmesano (dieta perfecta,

según Cosmopolitan, para hacer engordar hasta una cola de bacalao).

\t*,ff!48

Santill¿n¿

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.::i: = tri,-i

dü*

Te sonríes al imaginar a Doris cachetuda y con papada y eso te causa

un gran alivio y te hace volver entusiasmada a las recetas que has colec-

cionado durante años, previendo ocasiones como éstas o imaginando in-

vitados importantes a quienes fascinar con tu cocina exquisita, tu mesa

impecable y tus "Milviolines de amor" punzando suavemente 1a penum-

bra de la pequeña sala-comedor iluminada por tan sólo dos candelabros.

Ahí está Paco, nostálgicamente sonreído, mirándote a través de las 11ami-

tas vacilantes, frotándose con suavidad el bigote: "¡No sabía que cocina-

ras tan bien!, ¿por qué no me 1o habías dicho?" En ese instante habría

que arquear aún más 1as ceias, levantar la barbilla, ladearse* levemente

y responder algo verdaderamente ingenioso: "Fui, soy y seré un cofre de

sorpresas". Pero no. ouizás conviniera sonreír enigmáticamente, sosla-

yando* la mirada de é1, no es prudente ahora arrepentirse de lo que

pudo haber sido y no fue, Moneró* tenía gangosamente* \a razón, y

menos cuando Doris estaría como un alacrán, presta para enterrar Su

ponzoña al menor movimiento en falso. No. Tenía que impresionar a

Doris, demostrarle que no sólo de lasaña vive el hombre, quien durante

sus años en New Jersey no había aprendido a hacer una comida de pelí-

cula, que 1os spaguettis y los canelones eran vulgares comparados con

su cena de telenovela crepuscular.

¿un cocktail de camarones para empezar? Era de fáci1 preparación,

si seguía la receta de aquel BuenHogar que ofrecía "platos fáciles para

una comida buffet". Buscó afanosamente entre las revistas: las porta-

das desparramadas ofrecían un portento de variedad uniformada. Ros-

tros, rostros y más rostros en primeros planos; perfectas caras

ovaladas con inmensos oios azules, verdiazules, verde intenso, amari-

llos o ligeramente violetas.

¿ES USTED INOLVIDABLE?

UNA FÓRMULA MÁGICA PARAADELGMAR SIN DE]AR DE COMER

TRIUNFADORA SEXUALMENTE CON SU ESPOSO

EL COMEDOR PERFECTO DE LA PRINCESA LEE RADZIWILL

ASí VIVEN LOS DUOUES DE ALBA

%E*

ladearse: inclinarse de lado.

soslayando: deiando a un lado

Moneró: José Luis Moneró, importante can-

tante de boleros puertorriqueño.

gangosamente: con sonido nasal.

49iantlllana

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marquetería: trabalo con maderas finas, eba-

nistería.

albenda: lienzo blanco decorativo

afelpado: semeiante a la felpa, tela parecida

a terciopelo, pero de pelo más largo (puede

ser de seda, lana u otra fibra),

espeios de alinde: espejos que agrandan la

imagen.

biseladas: cortadas a la mitad

solazado: solazar, dar consuelo, placer,

esparcimiento, alivio de los trabaios.

acuciosa: esmerada.

alfinges: buñuelo u otra fritura.

trufados: rellenos de trufas (hongo aromático

utilizado para condimentar rellenos).

aierezados: que tiene vino de ierez.

califas: títulos de príncipes musulmanes so-

beranos de algunos países de la lndia.

maraiás: quienes tienen cierto título real árabe.

Escenografías de sueños comenzaron a asomarse entre laS esplen-

dorosas fotografías. Una debilidad creciente la hizo tenderse en el sofá de

tonos desvaídos. Abruptamente invadió los interiores de aquella casa de

maravillas y poco a poco sintió una inesperada transformación al hallar

más anchos los espacios, más claras las luces, al descubrir -iqué por-

tento!- la mullida hondura de una butaca, la fina marquetería* de un

aparador, la pulcra blancura de una albenda*, los cálidos matices de

un afelpado*. . . Iba de una estancia a otra escuchando arrobada los acor'

des de aquel regio vals que impetuosamente crecÍa; soñándose duquesa

en aquel Su nuevo bosque de tapices habitados por ninfas perseguidas

por Áachos cabríos, caballos alados y unicornios; contemplándose en

Lspeios de alinde* que colocados frente a frente, multiplicaban hasta el

cansancio los iarrones neblinosos, casi a punto de estallar con tantas

azaleas, lirios, hortensias, heliotropos y rosas.

iAh!, cuánto hubiera querido prolongar indefinidamente su ir y ve-

nir vertiginoso entre las procelanas de Limoges, apiiadas locamente

en pesados aparadores de caoba, voltear graciosamente aquel piano

crepuscular que se refleiaba en melancólicas lunas biseladas*, palpar

los cojines de terciopelo, las cristalerías y los argenteados cubiertos,

admirar los bodegones embetunados, colmados de faisanes y Codorni-

ces... sí, hubiera querido regresar al comedor, pasando primero por el

vestíbulo de las pinturas, donde hermosos arlequines 1ucían sus ropas

carnavalescas e intemporales naturalezas muertas dormían su apaci-

ble siesta. ¡Ah!, iquién hubiera podido llegar hasta la mesa de corte

victoriano sin alterar en 10 más mínimo aquel momento redondamente

perfecto! Se hubiera Sentado discretamente a la mesa, mostrando la

condescendiente amabilidad de una modelo parisina, esa deferencia

distante, plagada de una leve melancolía que Se hace resaltar aún más

con la ropa oscura y el peinado aparentemente descuidado' Se hubiera

solazado* en la contemplación de aquel derroche de candelabros y vaii-

llas de plata; hubiera sido testigo del ceremonioso desfile de bandeias

colmadas de aves espléndidamente aderezadas con salsas de acuciosa*

elaboración; hubiera paladeado visualmente los alfinges*, las hoiuelas,

los rellenos trufados* y aierezados*. ..

Pero nunca llegó hasta la mesa... La pésima ventilacion la obligó a

ponerse de pie: se desperezó sin ganas, recogió su paquete de revistas y

recortes y se dirigió a la cocina. Una vez allÍ extendió sobre el mostrador

de formica rosada las recetas más llamativas. Afanosamente se dio a la

tarea de leer la lista de ingredientes de suculentas salsas y fue Como

pescar en un río revuelto millares de palabras de todas tallas y colores,

exóticas especias que se deslizaban igual que anguilas entre el ir y ve-

nir de sus dedos afanosos, fragantes yerbas que le recordaban, no sa-

bía por qué, extrañas botánicas costeras, Sensuales condimentos a

cuyo Só1o nombre Se excitaban califas* y mara¡ás* soñolientos. Y ante

aquel luiurioso derroche de nombres -tarragonsalsifiperfoliadazafran-pereiil- que apretadamente luchaban por asirse a su memoria, se sin-

tió cohibida, con la terrible sensacion de poquedad tantas veces

50Santrllana

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experimentada a 1o largo de sus treinta y seis años' Pero no' Tenía que

vencer su tontuna timidez y atreverse a explorar aquellos aromas ex-

tranieros, tenía que ,""upá' de lograr las sutilezas del unto*' las alea-

ciones mágicas y de yerüas y especias' el feliz parto de las carnes

chorreantes de néctarás voluptuosos. y ya con el firme propósito de

hacer un inventario de sus provisiones, abrió las puertas de la alacena'

Su mirada resbaló en infructuosa peregrinación por las latas Camp-

bell,s alineadas simátricamente, para luego deslizarse entre salsas de

tomate y habichuelas cocidas en agua y sal' Dio media vuelta' recogió

rápidamente las revistas y, al cerrar sus oios unos instantes' vio a Do-

ris, cachetuda y con papada' inspeccionando con franca alevosía la

mesa recién puesta, v plto que ahora se inclina hacia ti' frotándose

con suavidad los bigáte', g"'to de Arturo de Córdoba que aún te fas-

cina, más todavía cuando te susurra: ,,ioué habichuelas salsudas tan

ártup"n¿ur!" Y súbitamente estallas en una iubilosa carcalada mien-

tras lanzas sin vacilaciones' una a una' las revistas a la basura' repi-

tiéndoteelreciéndescubiertoestribillo:,,Pendeia,eresunagrandísimapendeia".

unto: materia que sirve para untar '"t "",1)rliri]llifÁ

'4fi