6- Eslingas, monigote y un cajón de nogal.

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  • 7/30/2019 6- Eslingas, monigote y un cajn de nogal.

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    Pablo EMILIODos de ellas, el rabihorcado y el zapallo en almbar

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    6- Eslingas, monigote y un cajn de nogal.

    Nuevamente despierto en la guardia de un hospital. Esta vez, sobre una camilla y

    con suero en un brazo. Siento sequedad en los labios y ahora s, la presencia de bar-

    ba rala en mi rostro. Intento incorporarme pero una puntada en el cuello hace que

    me repliegue. Muevo torpemente los brazos para tantear el terreno y accidentalmen-

    te arrojo al suelo una cubeta de acero inoxidable. A raz del ruido la puerta se abre.

    Un enfermero y Hamukuro entran en escena. El hombre le habla a ella pero me mira

    a m mientras Hamukuro oficia de intrprete.

    El hombre despliega una batera de sugerencias como si estuviera convencido de

    ellas.

    Al cabo de unos minutos me encuentro nuevamente caminando por la calle.

    _ Me llamaron, debe ser por el papelito que te di.Estuviste varias horas desparramado e inconsciente en el andn de Liniers.

    Vamos a casa, mi vieja1 no est.

    _ No quiero causarte inconvenientes.

    _ Ya los causaste, ahora intentemos resolverlos.

    _ Necesito hallar a ngela, corre peligro.

    _ Otra vez con eso? Al menos sabs su apellido?

    _ S dnde vive. S ir de memoria, es cerca de la estacin Morn.

    _ El sbado que viene vamos._ El sbado que viene puede ser muy tarde.

    Ya baj el agua?

    _ Qu agua?

    _ No importa, es mejor que no sepas. No quiero involucrarte en mis tribulaciones.

    Est a punto de ocurrir un incidente internacional grave y quiero que ests al res-

    guardo.

    _ Dnde? Bajo tierra? Con paredes de cuatro pulgadas de acero y plomo?

    _ El sitio debe ser estanco. Van a inundar Buenos Aires._ Quines?

    _ Ellos, los Marines. Quieren plantar una semilla, un virus y as controlar nuestras

    voluntades. Buscan formar lazos interamericanos en los que jugaremos el rol de la-

    cayos.

    _ Ah, ests peor de lo que cre.

    _ Nos observan. Yo soy una pieza clave y a raz de eso estoy monitoreado permanen-

    temente.

    1Madre.

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    Soy parte de la imagen del imperio. No slo yo, hay otros personajes. Soy una fa-

    chada de cartn pintado.

    Tengo la extraa capacidad de ver los hilos que mueven las ideas y las marionetas.

    Veo como se forman los acontecimientos futuros.

    _ Cmo los ves?_ Ahora mismo y en experiencias ms profundas. Sin ir ms lejos, veo tu rostro

    compuesto por puntos de cuatro colores: cyan, magenta, negro y amarillo.

    _ Como si estuviera impresa en offset?

    _ T lo has dicho.

    Los puntos se mueven y los planos de color vibran. Mi cerebro est sobreestimulado

    y colapsa. Adems se ha desarrollado en m una curiosa respiracin branquial.

    _ Dnde? Mostrame.

    _ No puedo revelarte ms informacin, podra ponerte en peligro._ Pretenden desestabilizarte? Quines, los US Marines?

    _ No me queda demasiado claro. Son monstruos submarinos.

    _ Monstruos que emergen y se toman un mnibus hasta la terminal de Liniers,

    compran chips2 y resuelven crucigramas?

    _ Tu escepticismo es razonable, pero te pido que me escuches. El mar est cerca,

    muy cerca. Puedo olerlo, lo vi en el futuro. Las balsas navegaban a tontas y a locas

    por Rivadavia hacia el Oeste: un cuadro catico.

    Proveete de salvavidas, botes inflables o lo que sea. El futuro es de los que poseeninformacin y saben aplicarla.

    Todo va a cubrirse de agua salada y provocar una horrenda devastacin. Hay que

    comunicarlo, poner al corriente a la poblacin.

    _ Eso dejmelo a m, vos no hables del tema con nadie.

    _ Con ngela s, ella me espera y necesita.

    _ El sbado, yo me encargo.

    _ Es mi deber.

    _ Va a mirarte como a un bicho raro._ Debo correr el riesgo.

    _ Vas a hablarle en ingls?

    _ Ya voy a encontrar un modo.

    _ As vas a causar espanto. Ven a casa, baate y limpiate la cabeza de ideas para-

    noicas.

    En mi trabajo te consegu unas remeras de descarte y un pantaln en buen estado.

    Pods pasar la noche en la baulera que pertenece a mi departamento. Maana, reno-

    vado, vas a visitarla. Haceme caso.

    2Pan pequeo de almidon de mandioca y queso.

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    Al da siguiente, Hookson toma coraje y va a encontrarse con la mujer.

    Toca el timbre y lo recibe otra mujer, de unos setenta aos. Lo nico que obtiene es

    un que hacs ac? ngela no est. No vuelvas. Es por el bien de todos. Al no enten-

    der las palabras, Hookson se queda perplejo frente a la puerta.Al cabo de unos minutos aparece un hombre canoso y gordo en medias y ojotas.

    Hookson sigue sin entender y se golpea la oreja con el dedo mayor, intentando sea-

    lar que no comprende. El hombre interpreta que no escucha, se compadece y al poco

    tiempo regresa con una nota que dice:ngela tiene marido. Viven ac con nosotros

    pero ahora no estn. Hay que aguantarse.

    Hookson desperdici el resto del da intentando descifrar el texto.

    Busc a su alrededor concordancias para intentar efectuar una traduccin aceptable

    que slo consigui esa misma noche, gracias a Hamukuro.Entonces, lo invadi una profunda desazn e impotencia.

    Mont guardia durante los siguientes cuatro das. Hamukuro se haba ofrecido a

    acompaarlo el sbado, pero la ansiedad no le permiti mantenerse al margen.

    El siguiente viernes a la tarde, entre planos de color y gitanas aparece ngela. Se ve

    diferente, con el cabello ms claro y algo ms gorda y deteriorada.

    ngela posee rasgos incaicos. Su familia es oriunda de la provincia de Jujuy pero ella

    siempre quiso disimular sus facciones alterando el color de sus ojos, su cabello y su

    modo de vestir._ ngela! _ Exclama Hookson.

    _ Oliver? Me dijeron que estabas sordo.

    Me escuchs? _ Hookson asiente con la cabeza.

    _ Me dijeron que estabas sordo! No puedo creerlo. Para qu mentiste? No se juega

    con algo as.

    _ ngela, I you. _ Ella, obnubilada por la furia, no se preocupa por comprender.

    Piensa que Hookson le toma el pelo y retoma su camino.

    Hookson, para evitarlo, intenta interponerse y agita sus brazos repitiendo please,please.

    _ Correte, imbcil. No seas pelotudo, das pena. No quieras cagarme la vida. _ Hook-

    son toma una libretita y se la ofrece a su antigua amante.

    Ella la acepta y escribe nerviosamente:

    Quiero estar tranquila, no me molestes ms. Ya te lo dije mil veces, forma parte del

    pasado. Prefiero estar como estoy. Entendeme.

    Oliver arranca de la libretita una nota previamente escrita, en ingls, por l. La dobla

    en cuatro y la deposita en la palma spera de la mano derecha de la jujea. Ella

    apoya su mano izquierda sobre la de l y con ojos hmedos desliza un cuidate.

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    Hookson comprende ahora.

    Suelta pesadamente la mano y se va.

    Lo hace rpidamente y sin mirar para no verla devorada por manchas de cuatricrom-

    a.

    Camina mil metros hacia el Este, cruza Pueyrredn y se detiene.All lo esperan otra vez un rollo de ruberoid y una gitana.

    Ahora no llora y repite la frase:

    _ Era inevitable, no quiso escuchar, hicimos todo a nuestro alcance. _ ngela yace

    con la misma ropa que vesta hace un rato pero con el cuerpo extremadamente pli-

    do e hinchado. Los diarios que la cubren se le pegotean a causa de la abundante

    humedad.

    _ La encontraron flotando, pobrecita! Qu paradoja. Branquias y poderes malgasta-

    dos._ No seas nihilista. _ Replica Hookson.

    _ Creo en lo que veo y punto. _ Asiente la gitana.

    Hookson voltea el cuerpo inerte con su empeine, como si se tratara de un tronco se-

    co. No lo hace con desprecio, pero si con apata.

    Luego de unos minutos, en plena calle, dos empleados de una funeraria comienzan la

    rutina del amortajamiento.

    El velatorio se efecta ah mismo.

    Al cuadro lo componen el pedestal que sostiene al fretro, cuatro candelabros de pie,Hookson, los padres de ngela y algunas personas cuya identidad desconozco. Cada

    tanto, una empleada de camisa blanca y pollera azul ofrece caf y uvas chinche a los

    invitados. Guirnaldas de papel crepe negro y verde ingls circunscriben el cuadrilte-

    ro. Penden de un hilo de tanza interminable que cuelga desde el infinito superior.

    Un intenso movimiento telrico eleva la zona cuarenta centmetros por encima del

    nivel habitual y conforma una meseta asfltica irregular.

    El repentino movimiento hace que los candelabros tambaleen y se apaguen y que un

    porta corona recientemente integrado a la escena se tumbe y caiga en la zona baja.El sitio se inunda y la corona se aleja flotando. El anillo floral lleva una faja de polieti-

    leno lila, cruzada diametralmente e inscripta con la frase:

    U.S. Marines se hacen presentes en este momento de inconmensurable dolor.

    El agua avanza y obliga a los ocupantes del islote a apretujarse en busca de un sec-

    tor seco.

    La empleada de la funeraria escurre las puntas de su pollera, azul ahora ms oscuro,

    y anuncia la finalizacin precipitada de la ceremonia aludiendo causas de fuerza ma-

    yor. A pesar de la aparente premura, procede al cierre del cajn con exasperante

    parsimonia.

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    Los presentes, excepto Hookson, toman el atad de las asas laterales y lo depositan

    en el agua. Flota a la deriva hasta que otro empleado de la casa velatoria lo detiene

    con una rodilla y lo rodea con dos eslingas3 de tela. Toma los dos cabos y los coloca

    en el gancho de una gigantesca gra fija, que sorpresivamente entra en escena des-

    de el Sur.Las eslingas se enredan por el movimiento oscilante del fretro, causado por la com-

    binacin entre la elevacin y el intenso viento reinante.

    El lustre y la humedad hacen que finalmente la tela ceda y el cajn de nogal caiga al

    vaco desde una altura de aproximadamente quince metros. Al impactar contra el

    suelo mojado se desintegra. En ese momento suena una fanfarria y ngela, como por

    arte de magia, desciende semidesnuda, portando un espaldar plumfero de vedette y

    rodeada de flashes de fotgrafos excitados. Su pie derecho se posa en el gancho y el

    izquierdo en su muslo rechoncho.Hookson observa y piensa:

    _ Me miran como diciendo caste!, al tiempo que aguardan alguna manifestacin de

    asombro de m parte.

    Yo me siento anestesiado, incrdulo, impvido entre las guirnaldas de papel.

    Al parecer todo fue orquestado por los aclitos del Capitn Morris, quien recin ahora

    entra en escena con una galera blanca, un monculo y un bastn con incrustaciones

    de ncar.

    A lo lejos, unos tmidos fuegos artificiales anuncian un tratado de alianza asistencialentre Argentina y Estados Unidos.

    El padre de ngela extrae una corona de laureles desde la cabina de su Rastrojero y

    me la coloca en la sien. Luego me mira, sonre y dice:

    _ Felicidades campen, sos el autntico ganador. _ Del espejo de la camioneta pende

    el mismo mueco oscilante que me llamara la atencin hace unos das.

    ngela reproduce ahora tal movimiento. Se mece lateralmente y rigidiza su cuerpo

    en un intento por imitar al juguete colgante.

    Un soldado enano me rodea el torso con un arns amarillo. ngela desciende, seacerca, me besa la mejilla y me engancha al mosquetn de la pluma mecnica.

    Comienzo a elevarme mientras me aclaman y vivan exageradamente.

    La curvatura de la tierra se ve muy pronunciada, como si el planeta se hubiera redu-

    cido a unos pocos kilmetros de dimetro. Cuando llego al tope de elevacin del ma-

    lacate, los fuegos artificiales cesan y el pblico se retira.

    Quedo horas varado ah, completamente solo.

    El nivel de agua no es el suficiente para intentar una zambullida desde tamaa altu-

    ra.

    3Elmento intermedio que permite enganchar una carga a un gancho de izado o de traccin

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    Me contorneo enrgicamente y logro liberarme del arns. Me encaramo al cable de

    acero hasta aferrarme al brazo estructural amarillo.

    El vrtigo me provoca nuseas y altera mis reflejos. Asimismo genera temblores que

    menguan mi capacidad de asirme a la viga de acero. Intento columpiarme para poder

    alcanzar el brazo con las piernas, pero calculo mal y caigo al vaco.Aqu estoy, en plena calle, con los huesos rotos y sin poder moverme.

    Un rabihorcado se posa en mi pecho y comienza a acicalarme. Cada picotazo reper-

    cute en mi columna vertebral en forma de dolor agudo y penetrante.

    Las pequeas olas hacen que permanezca sumergido en forma intermitente. De no

    ser por la capacidad de respirar bajo el agua, este ciclo me habra ocasionado una

    muerte espantosa.

    Mi cuerpo yace abandonado a su suerte.

    El hecho de no depender de m mismo me apacigua. Al menos, no siento culpa poractuar o no de un modo u otro.

    Recuesto una de mis mejillas contra el asfalto hmedo y entro en sueo profundo.

    Cuando despierto, mi cuerpo tiene apenas algunos magullones. Acurrucado en la en-

    trada de una gomera logro conciliar el sueo en forma intermitente una vez ms.

    A las tres de la maana me incorporo y retomo la marcha. Pocos minutos despus

    reaparecen los planos, trazos y pastiches de cuatricroma.

    Me desplazo a los tumbos y con considerable dificultad.

    Al llegar a la esquina de Estrada y Rivadavia me detengo.Mi cuerpo ahora es el de un nio de doce o trece aos.

    En algn sector de la cuadra que media entre la estacin de servicio y la va, se es-

    cucha algo de revuelo.

    Cruzo la calle hasta la imprenta para poder identificar el foco sonoro. Identifico gritos

    y golpes provenientes de la casa de enfrente. Vidrios que estallan, chirridos de obje-

    tos contra el piso, voces de mando y voces contrariadas. Con la escueta informacin

    que poseo intento descifrar que es lo que ocurre all. Interpreto que se trata de un

    robo o un intento de secuestro.Un hombre con guantes fuma al costado de un auto. Tiene extremidades de madera

    y un copioso mostacho de camo. Viste ropa azul y, cada tanto, se lleva la mano a

    la cintura para establecer un reconocimiento tctil con la culata de su pistola.

    El monigote advierte mi presencia y me llama. Por ojos lleva dos botones negros,

    cosidos a su rostro con hilo bermelln.

    Al acercarme inicia un interrogatorio en idioma de monigote, similar al de El Palomo

    Mensajero perseguido por El Escuadrn Diablico.

    Aparentemente est burlndose de m, quizs de mi atuendo o de mi imposibilidad

    para comprender lo que dice.

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    Me coloco frente al pasillo de la casa de los gritos y diviso un gordo encapuchado con

    pasamontaas arrastrando del cabello a una joven que reconozco. El monigote, al

    advertir mi sorpresa, cambia su semblante. Adopta facciones humanas, se trona los

    dedos en seal de nerviosismo y me grita. Interpreto que quiere que me esfume sin

    levantar polvareda, pero quedo perplejo y dubitativo. La chica del pasillo avanza en-capuchada hacia mi posicin, arrastrada de los brazos por dos hombres de los cuales

    uno es el gordo.

    Mi pulso se acelera.

    Trago saliva.

    Corro lo ms deprisa que puedo. El monigote va detrs de m, grita y jadea. Yo, a

    pesar de mis magullones, me muevo ms velozmente que l.

    Cruzo la va y doblo hacia la izquierda, en Vignes.

    La visin se complejiza a cada paso.Montada en una bicicleta, la gitana de siempre, la del ruberoid, no la del vitiligo, me

    arenga para que me apure. Sugiere que rumbe para el lado de la Cantbrica y que

    me esconda por all.

    Escucho un estruendo y la mujer cae. Un balazo certero le perfor el cuello.

    En vano intento socorrerla.

    A veinte metros el bigotudo se detiene a recargar su pistola.

    Tomo presurosamente la bicicleta. El nerviosismo y la altura del asiento hacen que

    demore unos segundos en estabilizarme y emprender la marcha.El hombre toma el pulso de la gitana, se incorpora, me apunta y dispara. Estas lti-

    mas dos instancias no las veo. Percibo el silbido de la bala cerca de mi oreja y una

    leve quemazn.

    Pierdo de vista al monigote.

    A bordo del rodado me adentro en la oscuridad.

    Las luces de Vignes menguan al llegar a la va. El asfalto desaparece abruptamente y

    me desequilibro.

    Un Siam di Tella

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    me encandila y se aproxima lnguidamente. Su presencia me obli-ga a forzar una decisin. Si intento huir de l me acerco a la supuesta posicin del

    monigote y si me quedo quieto me entrego a mi suerte.

    La disyuntiva acelera an ms mi ritmo cardaco y me seca la garganta.

    Una nia observa el cuadro desde una casilla de madera. Me seala un escape posi-

    ble por la va.

    El Siam di Tella avanza pesadamente debido a la tortuosidad del camino.

    La nia despliega una tranquera precaria sostenida por un manojo de alambres.

    Ingreso a pie.

    4Automvil.

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    Ella se lleva el dedo a la boca indicando que procure mantenerme en silencio.

    Apoyo la bicicleta contra el suelo de tierra. Al hacerlo, la rueda gira y se produce el

    sonido caracterstico de la rodadura en el vaco, resonando en la quietud de la noche

    como una matraca.

    A lo lejos se escuchan grillos y perros.La casa est construida en terrenos del ferrocarril, de espaldas a la va, entre mato-

    rrales y rboles frutales. Un aura de misterio la embebe y me embriaga.

    Escapo a travs de la pared del fondo y me tuerzo el tobillo al caer del otro lado.

    Recostado unos segundos contra la pared consigo recuperar el aire.

    El padre de la nia la reprende por haber permitido que un extrao ingrese a su do-

    micilio. Tanteo mi oreja y me encuentro con un pequeo resto de sangre evidencian-

    do que la bala apenas me roz.

    Me pongo de pie y escapo hacia el Oeste.Me invaden vvidos recuerdos del pasado. Aunque no puedo precisar exactamente mi

    edad en este contexto, presumo que me encuentro a fines de la dcada del setenta.

    Mi registro tctil se encuentra levemente desfasado con el visual, hecho que dificulta

    notoriamente mi percepcin del espacio. A la imagen real se le superpone otra, des-

    contextualizada e independiente del resto de mis sentidos. Posee puntos de fuga di-

    ferentes y alcanza un nivel de nitidez tan alto que hace que me cueste identificar un

    plano del otro.

    Los dos escenarios (a los que llamare Uno y Dos), transcurren en vas diferentes. ElUno es entre Haedo y Morn, en la zona de talleres. Este es el plano que tiene rela-

    cin intrnseca con el resto de mis sentidos. El Dos est ambientado a ochocientos o

    novecientos metros de aqu, sobre la va, entre Haedo e Ingeniero Brian.

    Paulatinamente comienzo a rememorar quin soy, o al menos quien fui en un punto

    concreto de mi infancia. Me recuerdo zarandeando el alambrado del costado de la va

    para poder tumbarlo y atravesarlo, sacrificando monedas para que sean aplastadas

    por las ruedas del tren, jugando al ftbol con mis amigos, sujeto a privaciones de

    vida humilde o diagramando pretensiosas travesas de exploracin.Me veo con ropa enorme cedida por alguien que la descart luego de mucho uso y

    rodeado de un cable de plancha que utilizaba como cinturn. El temido cinturn elc-

    trico con el que lograba amedrentar y poner en su sitio a algn nio jactancioso. El

    lazo conductor me ofreca la posibilidad de tele transportarme a donde yo quisiera.

    Con l hice apoteticos viajes imaginarios que me dieron gran reputacin, incluso

    entre mis amigos ms taimados.

    Recuerdo las burlas de los nios por mi marcado acento anglosajn, por la anarqua

    en el modo de empleo de los tiempos verbales y la combinacin inaudita de las pala-

    bras.

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    Ah adelante veo a mis amigos haciendo equilibrio sobre el riel. Realmente los veo,

    no es una estratagema de un infame mecanismo del recuerdo.

    Intento seguirlos pero ellos se mueven en el plano Dos, que slo es visual.

    El constante avance y retroceso de los planos produce diferencias lumnicas y focales.

    Sin embargo, y a pesar de la impotencia que me genera la confusin sensorial, mesiento libre. Creo al menos saber quien fui y eso me despoja de una parte de la an-

    gustia de los ltimos das. Saber quien fui me otorga recursos para intentar descifrar

    quien soy y que me ocurri para llegar a este estado alienante.

    El plano Dos es diurno. Al tener mayor nivel lumnico prevalece frente al otro. Eso

    hace que prcticamente me encuentre ciego para el plano Uno, como si caminara con

    un antifaz sin agujeros que me proyecta una imagen que no tiene correlato alguno

    con el tacto, el gusto, el olfato y el odo.

    All se desata una tormenta de viento que arrastra tierra, csped cortado y hojas derbol. Intuitivamente y en vano entrecierro mis ojos para evitar una colisin de obje-

    tos que no impactarn jams. Entre la nube de tierra que vuela distingo la luz dimi-

    nuta de una locomotora que lentamente se dilata. Mis amigos, ya adelantados con

    respecto a mi posicin, le arrojan piedras y corren. El tren se acerca y yo me quedo

    parado en la va virtual. En cuestin de segundos me atraviesa y se aleja hasta per-

    derse en la polvareda.

    Intento concentrarme en las imgenes reales y no en las intangibles. Camino con los

    ojos cerrados, aferrndome al alambrado y los abro intermitentemente para determi-nar mi posicin. El cerco metlico est cubierto por una enredadera densamente po-

    blada por flores violetas acampanadas. Tomo una hoja de csped y la mastico. Noto

    que el sentido del gusto est sincronizado con el del tacto y presumiblemente con el

    del olfato.

    Percuto mis manos contra mis muslos. Odo y tacto estn alineados.

    El sincronismo de la vista aplica slo a m mismo. Al intentar golpear un objeto ex-

    terno se descalabra. Arrojo una piedra contra una lata y el sonido me llega antes que

    la imagen. Me distraigo haciendo ensayos sobre esta particularidad sensorial y esta-bleciendo la interrelacin de a pares de todos los sentidos entre s. Escucho una

    puerta que se abre y la veo con unas dcimas de segundo de retraso. Tambin oigo

    la frase and a arreglar la cagada que te mandaste, una puerta de auto que se cierra

    y unos pasos que se acercan.

    Entre las mltiples formas que se cruzan en ambos planos distingo al bigotudo que

    fuera monigote, atravesando en forma oblicua objetos que slo yo puedo ver.

    Intento correr pero apenas troto. Sera intil hacerlo ante tamaa confusin senso-

    rial.

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    Con mi empeine impacto de lleno en el lateral de un durmiente que reposa oculto

    entre los yuyos con un enorme clavo de hierro en su cara superior. Vuelo por el aire

    y caigo en un zanjn seco.

    Otra vez el pulso aciago. Otra vez esa voz de pito que nunca olvidar.

    El tipo toma un cigarrillo y lo enciende. Al pitar entrecierra su ojo izquierdo y ponecara de recio.

    Retrocedo, a la rastra, valindome de mis manos.

    El tipo ensaya anillos de humo y, cada tanto, envenena el aire con sus justificaciones

    y agresiones.

    Caliento mis manos entumecidas con el vapor que emana de mi boca en cada ex-

    halacin. Recuerdo y anso el cable tele transportador aunque nunca haya funciona-

    do. La evocacin me provoca una sonrisa entre lgrimas y me da fortaleza para

    afrontar la coyuntura.Me incorporo con determinacin y enfrento al gordito que apura la ltima ingestin

    de nicotina. Lo miro y escupo al suelo cerca de sus botas. Evidentemente el pistolero

    no esperaba semejante irreverencia surgida de un preadolescente.

    Giro y comienzo a caminar como si el peligro no existiera.

    Al rato oigo un corte de cartuchos, una explosin y una fuerte quemazn en mi es-

    palda. Caigo de bruces contra el alambrado arrastrando a mi paso hojas, flores y

    zarcillos.

    _ No quise que terminara as pibe, perdname. Me parts el corazn. Te tir a la cin-tura para no comprometer rganos vitales. Si te salvs, te pido que me entiendas y

    consideres que no quise matarte. Desobedec rdenes y me expongo a un enorme

    riesgo para poder darte una chance de sobrevida. _ Dicho esto, el monigote se aleja

    y desaparece del cuadro.

    Me quedo inmvil jugueteando con una de las flores.

    Me zumban los odos y la visin sigue confusa.

    En el plano Dos una madre cruza la va con su hijo en brazos.

    Hago enormes esfuerzos por mantenerme consciente para poder reabsorber gironesde mi niez y quizs los ltimos suspiros de una vida que ya no me pertenece. No

    quiero perder la sensacin de ser pequeo otra vez y me aferro a ella con vehemen-

    cia.

    Me sumerjo en un mar de flores violetas y navego hasta desintegrarme en partculas

    y regenerarme en diversas formas. Atravieso el miedo con una sonrisa y me doblo en

    ocho hasta entrar en uno de mis bolsillos. All espero lo que los caprichos de mi cir-

    cunstancia me deparen, dentro de m mismo, en un parntesis esquivo de mi lnea de

    tiempo y sobre una zanja abierta en algn paraje oscuro de Haedo Norte.