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El Socialismo y su Reconstrucción comoContracultura (CUATRO TESIS)

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08/03/2008Política Nacional

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¿Un congreso ordinario?

En este mes el PS realizará su XXVIII Congreso General Ordinario.

Formalmente y en apariencia, este sería un congreso que no tendría

nada de particular ni del cual habría que esperar nada sustantivo.

Desde el punto de vista puramente normativo y estatutario es, como

su nombre lo indica, un congreso �ordinario�, o sea, que está dentro

de las rutinas institucionales y ritos ancestrales que rigen al PS.

Sin embargo, hay dos o tres cuestiones de índoles variadas que

anteceden y rodean tal evento que hacen pensar en un Congreso,

tal vez, no tan �ordinario�.

Una de ellas y la más evidente es que, por primera vez, en lo que

va transcurrido desde la recuperación de la democracia, está

públicamente abierta una competencia por candidaturas presidenciales

entre socialistas, competencia que, además, no se reduce al problema

de cuál es la mejor opción pensada en términos puramente electorales-

comunicacionales, sino que entraña disputas de orden ideológico,

político y programático �harto� relevantes, al menos si se considera

el lenguaje polémico y, a veces, agresivo, que se ha establecido

entre algunos promotores o agitadores de uno u otro presidenciable.

Una segunda cuestión que presiona por un Congreso con rasgos

especiales es que, también por primera vez, el PS se va a enfrentar

fraccionado en muy similares correlaciones de fuerzas entre lo que

se podría llamar el estatus dirigente hegemónico en los últimos

lustros y una �rebelión� más o menos unificada transversalmente y

motivada por un objetivo anti-estatus de poder partidario.

La tercera cuestión tiene que ver con un problema más sustantivo,

pero, a su vez, menos visible y que, en gran medida, se devela en

los señalamientos anteriores.

De renovar a reconstruir

Desde hace un largo tiempo y a través de múltiples vías y expresiones,

los más diversos universos socialistas dejan traslucir atmósferas de

inquietud, incomodidad e inconformismo por lo que � resumidamente

dicho- se considera la falta de un ethos consensuado e identificatorio

del ser y deber ser del PS en los tiempos modernos. Ethos que le

permita recuperar y reconocer una hegemonía cultural interna y que

resulte sintética y superadora de procesos de renovaciones que se

Informe N° 643

Antonio Cortés Terzi

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Novedades

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han prolongado en demasía y que empiezan a ser percibidos más como una �historia interminable�, libresca

y tramitadora que como procesos inspirados en la voluntad efectiva de reconstruir una personalidad

histórica para el socialismo criollo contemporáneo.

En dos Informes anteriores (639 y 641) hemos desarrollado lata � y, tal vez, lateramente- lo que han

sido y significado las extensas renovaciones en las culturas políticas de centro y de izquierda chilenas.

Ha propósito de esas reflexiones hemos sostenido que tales procesos han estado lleno de contradicciones,

que todavía permanecen en condición de inconclusos y que no han terminado en síntesis integradoras

de renovaciones políticas partidarias. Hemos sostenido también la hipótesis que las renovaciones han

producido situaciones desiguales en la asimilación y lecturas de las mismas y, por consiguiente, han

generado en los partidos efectos de diversificación político-ideológicas a un grado que no se condice con

la pluralidad tolerable a una instancia �el partido- que, por antonomasia, agrupa a partidarios de ideas

y proyectos acotados.

Lo que se visualiza en la conflictividad del PS es el paulatino agotamiento de la capacidad de coexistencia

de culturas o cosmovisiones políticas que, en momentos, llegan a ser casi francamente opositoras y que

hasta ahora, o hasta hace poco, pudieron coexistir en nombre de las renovaciones, de las transiciones,

de los temores ancestrales a las divisiones, etc.

En el PS �como en otras culturas políticas, particularmente la socialcristiana- se está llegando a un punto

en el que el reclamo pareciera ser �basta ya de renovar perenne e indiscriminadamente�. Ya no hay

tiempos y espacios para ejercicios de liberalismo o de libre competencia renovadora. Ahora, lo que se

está exigiendo son reconstrucciones sobre parámetros político-culturales delimitados y trascendentes.

Sobre definiciones gruesas, pero que entrañen esencialidades conceptuales de proyección histórica.

Esto último va a estar en juego, necesariamente, en el Congreso del PS. Por supuesto que no de la manera

desnuda y abierta que se requiere cuando se trata de temas de esta naturaleza (1). Pero cualquier debate

sobre presidenciables, sobre mecanismos para definir presidenciables, sobre recambio direccional, sobre

relación PS-gobierno, en definitiva, sobre lo que sea, va a tener subyacente la discusión acerca del ser

y el deber ser del socialismo chileno hoy.

Reconstrucción político-cultural

En este Informe se busca dejar sentadas algunas ideas (o problemas) acerca de la reconstrucción intelectual

del socialismo, pero en virtud de algunos antecedentes analíticos preestablecidos en otros Informes. A

continuación se puntualizan los más importantes

a) Sin desmerecerlas, las renovaciones socialistas han sido superadas sin haber dejado un legado

reconstructivo completamente satisfactorio para los nuevos momentos históricos. Tales renovaciones

fueron funcionales y útiles para sobrepasar las derrotas, frustraciones y traumas del pasado y para

improvisar políticas progresistas coherentes a los escenarios inhibitorios generados por las circunstancias

transicionales.

b) Hoy, las carencias reconstructivas que afectan al socialismo fundamentalmente se refieren a las

necesidades de readecuación político-cultural al estadio de modernidad alcanzado por el capitalismo

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nacional e internacional y que introduce y seguirá introduciendo nuevos ejes sustantivos de conflictividad

política, socio-económica y cultural. En pocas palabras, estamos ante un evidente e inexorable desarrollo

de un �nuevo capitalismo� que, en tanto tal, provoca objetivamente la emergencia de un �nuevo socialismo�,

o si se quiere, de una nueva fuerza que represente la crítica social moderna.

c) En la experiencia chilena, las renovaciones socialistas no sólo no tuvieron como norte principal la

reposición de tal representación crítico-social moderna, sino que, por efecto de la transición y de las

funciones gubernamentales, sacrificó, en parte, el sentido mismo de la crítica estructural. Más aún, la

convivencia al seno del PS de renovaciones de distinta índole y de discursos renovados igualmente diversos,

devino de facto en una mecánica que desarticuló su personalidad crítico-sistémica.

d) Visto lo anterior, la fortaleza y expansión del �nuevo capitalismo� no puede encontrarse con una réplica

político cultural consistente desde el socialismo renovado, tal cual se fue configurando en el curso de la

transición. No obstante, el socialismo replica y está replicando. ¿Pero, desde dónde lo hace? Básicamente

desde sus baúles, desde sus lecturas más añejas o desde experiencias fracasadas. La crítica social que,

en general, practica hoy el socialismo chileno es crecientemente regresiva o involutiva. No es una crítica

social moderna y que se dirija a las esencialidades conflictivas de la modernidad.

Planteados estos cuatro puntos a modo de considerandos, podemos avanzar hacia algunas reflexiones

sobre la reconstrucción político-cultural del PS y/o sobre las problemáticas que esa finalidad engendra.

Por cuestiones de espacio, tales reflexiones se exponen emulando la fórmula de las �tesis� de las viejas

escuelas del pensamiento de izquierda.

1. La reconstrucción político-cultural del socialismo pasa por una primera y elemental discusión

y definición, a saber, la existencia o no de la convicción y voluntad de poder y querer ser

cultura-política de rango histórico.

Este planteo pudiera parecer de Perogrullo, pero lo cierto es que la modernidad acepta y promueve el

desarrollo de partidos sin improntas político-culturales categóricas e históricamente proyectivas. Un partido

político moderno puede ser simplemente el agrupamiento de una o más elites y cuyas políticas y aspectos

programáticos diferenciadores se amparen en una discursividad preferentemente político-técnica, a través

de la cual busca la cercanía o el respaldo del ciudadano-consumidor o �cliente� (electoralmente). Lo

estrictamente político-cultural queda relegado a ideas vagas (no conceptuales) sustraídas de lo que podría

llamarse el �discurso� o �ideología oficial� de la modernidad que comprende, entre otras cosas, un conjunto

de obviedades (y ambigüedades) sobre la democracia, el mercado, el Estado, la participación social, el

medioambiente, etc.

Los énfasis que se pongan y las conjugaciones que se haga en torno a estas �obviedades� (y �ambigüedades�)

darían lugar a la distinción entre partidos y al conflicto político dominante en cada escenario.

La teoría de los �finalismos�

En el fondo, la emergencia �o potencialidad de emergencia- de esa noción �moderna� de partido � que

en Chile está mucho más difundida de lo que se piensa-, tiene asidero y estímulo en concepciones sobre

la modernidad que han alcanzado altos grados de difusión y hegemonía y que aluden, principalmente, a

la proclamación de un montón de �finalismos�, empezando por el �fin de la historia�, pero seguido por

varios otros: el fin del capitalismo, el fin de las utopías, el fin de los paradigmas, el fin del trabajo

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estructurado, el fin de izquierdas y derechas, etc.

Concebida la sociedad moderna de esa forma es natural que la dimensión histórico-cultural de la política

y de los partidos, pierda significados y valoraciones. Primero, y lisa y llanamente, porque la conflictividad

política no tendría connotaciones históricas sustantivas, no pondría en juego cosmovisiones o imaginarios

de sociedad antagónicos o, al menos, confrontados en áreas claves. Ergo, la política no requeriría de una

conflictividad cultural elevada entre conservadurismo y cambio social ni de una pugna potente en el campo

de la hegemonía político-cultural.

Y, segundo, porque aceptada la �teoría� de los �finalismos� poco o nada queda por indagar sobre la historia

futura, salvo especular hacia dónde conduce la dinámica transformadora de la tecnología, o sea, la

�verdadera� propietaria del cambio social.

Ahora bien, dentro del PS hay visiones del corte reseñado. Las hay explícitamente aunque no se expliciten.

Pero las hay también de forma implícita o inconciente y contradictoria.

Contradictoria, porque, si bien mayoritariamente los socialistas resisten la �teoría� de los �finalismos�,

no han encontrado el camino intelectual y político �probablemente ni siquiera lo visualizan como conjunto-

para romper las secuelas paralizantes y escépticas que derivan de tal ideología. De ahí que, como ya

se dijo, sectores socialistas recurran a discursividades y propuestas regresivas en pos de una salida al

quietismo político-cultural en el que se halla el PS. El drama está en que esa suerte de reivindicación del

tradicionalismo es impotente ante la consistencia empírica y político-cultural de los �finalismos�. Contra

misiles no se puede guerrear con machetes. Y es esa impotencia intelectual y práctica, precisamente, la

que inconcientemente coadyuva al fortalecimiento de la noción light de partido, pues la torna más

elocuentemente funcional a la modernidad.

Concluyendo, El PS no debería dar por sentado que su reconstrucción político-cultural es un propósito

en el que todos coinciden y sobre el cual todos tienen una misma o muy cercana mirada. Sin ningún lugar

a dudas que para iniciar un proceso que apunte a ese propósito es imprescindible instalarlo como propósito.

2. Para reconstruirse como cultura-política el PS debe asumir o reasumir que ello implica

desarrollarse como anti o contra cultura de la cultura capitalista (o neocapitalista o de la

modernidad capitalista o como quiera llamársele). En la realpolitik, en la política práctica el socialismo

�como toda fuerza política- puede y debe negociar, transar, concordar, etc. dentro de los parámetros que

establece un estatus democrático. Pero en el plano del pensamiento y de lo político-cultural el socialismo

no puede sino representar la antitesis de los pensamientos y discursos ideológicos que reproducen y

protegen las irracionalidades e injusticias del sistema capitalista moderno.

Por cierto que lo anterior es una apreciación debatible, entre otras, acerca del ser y el deber ser del

socialismo. De hecho, tanto en Chile como en otros países, en los últimos años la política y la discursividad

socialista no han estado regidas, en lo medular, por una impronta de esa naturaleza. Frente a la expansión

del �nuevo� capitalismo �modernizador y globalizador- en la mayoría de los casos el socialismo ha optado

por comportarse como movimiento corrector del estatus o de oposición al mismo, pero sólo en cuanto a

situaciones extremas de irracionalidades e injusticias.

Quizás, la explicación por esa opción preferencial del socialismo en años recientes se encuentre en la

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complicidad de tres causas. Ante que todo, a la debacle intelectual y política que inicialmente implicó el

fracaso de los socialismos reales. En segundo lugar, a los naturales desconciertos que provocó la asunción

mental del surgimiento de un �nuevo� capitalismo. Y en tercer lugar, al formidable despliegue hegemónico

que tuvo, tanto por razones �materiales� como comunicacionales, el devenir de ese �nuevo� capitalismo.

Ahora bien, todas esas causas se han ido extinguiendo o sobreviven con dificultades. Hoy lo real es que

los procesos modernizadores, los reordenamientos socio-estructurales que se reconocieron como de

�cambio epocal� han desembocado en la consolidación de las esencias del capitalismo, reformuladas tras

la figura del �nuevo� capitalismo. Y en este escrito se entiende que en cualquier lugar y tiempo en donde

imperen las esencialidades del orden capitalista, el socialismo no puede ser sino una contra cultura política

y valórica. Claro está que si se trata de un �nuevo� capitalismo, se tratara también de una �nueva� contra

cultura.

3. En la base de una contra cultura socialista se hallan dos componentes claves: la reflexión

crítica y la crítica social. Ninguna duda cabe que el debilitamiento de ambos componentes ha sido

determinante en el desdibujamiento del PS como cultura política.

La reconstrucción de la capacidad de reflexión crítica, dicho resumida y esquemáticamente, plantea

demandas como las que siguen:

a) La revalorización del trabajo intelectual, de la producción y discusión de ideas en el plano político-

histórico.

La desvalorización que aqueja al trabajo intelectual en el PS (y en el progresismo, en general) es bastante

mayor a la que se observa con una primera mirada. Podría recurrirse a varios indicadores demostrativo

de aquello, pero conviene resaltar uno: en Chile existe una producción de rango crítico reflexivo que no

es menor ni en calidad ni en cantidad y buena parte de ella apunta a asuntos medulares para las políticas

socialistas, tanto contingentes como de orden histórico. Sin embargo, si se estudiara, someramente, el

nivel del debate partidario, sus documentos, sus discursividades, sus propuestas, etc. se arribaría fácilmente

a la conclusión que, en lo general, no recogen esos antecedentes intelectuales.

El PS no ha escapado a la tendencia gruesa y modal de la política nacional en cuanto a suponer que las

necesidades intelectuales de la política se agotan en el conocimiento tecnocrático, en las lecturas y técnicas

comunicacionales y en la acuciosa revisión de encuestas.

En el fondo, nos encontramos aquí con un círculo vicioso: los renunciamientos factuales del socialismo a

su cualidad de cultura política histórica, conllevan a la depreciación de la reflexión crítica, depreciación

que, a su vez, le dificulta el retorno a conductas que reflejen esa cualidad.

b) La recuperación de los métodos e instrumentos analíticos que históricamente han ido forjando las

escuelas identificables dentro de la tradición crítico-reflexiva.

El socialismo universal tiene una larga historia de construcción de contra cultura, construcción que se

inicia, precisamente, con rupturas metodológicas con la esfera del pensar capitalista y con la creación

de instrumentales propios, incluidos conceptos y lenguajes.

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El PS hoy, y como colectivo político-cultural, no sólo no trasluce una identificación clara con métodos e

instrumentos analíticos de cuño crítico-reflexivo y contra-cultural, sino que tampoco fomenta una

reculturización orientada a reponer una identidad de ese tipo.

�Nueva� contracultura socialista

El punto crucial radica en que, casi por antonomasia, una contracultura implica formas de razonamientos

distintivos y alternativos a las de la cultura oficial.

Y en este aspecto el socialismo chileno, o sectores de él, han cometido un error mayúsculo. Quizás por

legítimos temores a los negativos efectos que produjo y que produce el �marxismo vulgar�, lo real es que

el socialismo ha renunciado a la aceptación de las escuelas del racionalismo estructural y crítico reflexivo

que se originan, principalmente, en la obra de Marx. Ha renunciado en el sentido de que Marx y el amplio

espectro de autores o escuelas clásicas del racionalismo estructural ya no son antecedentes sólidos y

promovidos en y por la cultura socialista.

Vindicar la recuperación de esos pasados intelectuales no es un asunto de fidelidades, consecuencias o

nostalgias. Simplemente se trata de vindicar los momentos �y legados- intelectuales que con mayor

radicalidad marcaron rupturas teóricas y metodológicas con el pensar �oficial� de las sociedades capitalistas.

En otras palabras, aquí se tiene la opinión de que, en lo que respecta a la construcción de una contracultura

socialista a la ideología capitalista, hay un período fundante de las bases más esenciales, significativas

y trascendentes de esa contracultura y que ese período comienza con Marx y luego continúa con otros

intelectuales y corrientes. De ahí que sea en el clasicismo del racionalismo estructural donde siguen

hallándose los pilares y los ancestros para el desarrollo de una �nueva� contracultura del socialismo.

c) Recuperación historicista de los estudios, análisis y discursos �clásicos� sobre el capitalismo y su devenir.

Es obvio que reconstruirse como contracultura al �nuevo� capitalismo implica actualizar análisis y diagnósticos

para identificar los nuevos rasgos conflictivos y las nuevas dinámicas que entraña ese �nuevo� capitalismo.

Sin embargo, también se requiere un ejercicio previo, a saber, retomar el conocimiento ya existente sobre

la �anatomía� del capitalismo, puesto que todo lo nuevo de él se yergue sobre su vieja anatomía. La

globalización, por ejemplo, no es un acto de �generación espontánea�, que no tiene pasado ni nexos

orgánicos con el �viejo� capitalismo�. Los albores de la globalización están ya en las �inocentes� tendencias

intrínsecas a la concentración de capitales y a la expansión de los mercados.

Los �compromisos� intelectuales y políticos adquiridos �por diversas razones- por el socialismo contemporáneo

con el �nuevo� capitalismo ha estado acompañado de ciertos grados de soslayamientos de las críticas al

capitalismo �puro�. Así, por ejemplo, se ha hecho uso y abuso del concepto de �neoliberalismo� cuando

se atacan situaciones elocuentemente injustas o irracionales. Pero en tales casos, el vocablo �neoliberalismo�

aparece identificando un estado de cosas que poco o nada tendría que ver que ver con la estructura

capitalista en sí ni con su funcionamiento �natural�.

En tanto parte sustantiva de una contracultura a la cultura capitalista, la crítica reflexiva debe dar cuenta,

por cierto, de la actualidad sistémica, pero también debe dar cuenta de la estructura sistémica histórica,

fraguada, en lo esencial, en el siglo XIX. Y la importancia de esto último radica en que, de lo contrario,

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la reflexión crítica se auto sesga, deja de ser totalizadora, ergo, pierde calidad reflexiva y coherencia

crítica en lo que respecta a infinidad de fenómenos.

d) Reformulaciones o reconstrucciones del pensamiento y del instrumental crítico-reflexivo a la luz de

las modalidades que reviste el �nuevo� capitalismo.

Lo dicho hasta aquí en este acápite está sujeto a una hipótesis matriz: el socialismo ha experimentado

históricamente su condición de contracultura. Esa experiencia comprende, sin duda, la acumulación de

antecedentes y prácticas crítico-reflexivas que configuran, a su vez, un primer marco conceptual para el

desenvolvimiento socialista actual como contracultura en el plano de la reflexión crítica. Puesto que, según

lo señalado en párrafos anteriores, el socialismo, durante un largo tiempo, dejó de lado sus conductas

contraculturales, también perdió o debilitó sus condiciones para el ejercicio de la reflexión crítica.

En consecuencia, el retorno a una definición contracultural requiere de la recuperación de sus antecedentes

teóricos y experiencias en lo que respecta a reflexión crítica.

Pero, obviamente eso no basta para situarse como una �nueva� contracultura. Es imprescindible, pero

insuficiente. Es menester también un trabajo de revisión de los pasados culturales y de una práctica

teórica que indague sobre la realidad presente y sobre los diversos pensamientos que la han estado

interpretando.

En escuelas y autores contemporáneos, que caen dentro del estructuralismo racional, hay aportes

valiosísimos para las finalidades reconstructivas del socialismo. Incluso, en la propia producción intelectual

chilena de los últimos tiempos se encuentra material relevante para la recreación de una contracultura

socialista. No obstante, es probable que el proceso culturalmente reconstructivo del socialismo �en la

dimensión que aquí se postula- requiera de esfuerzos todavía mayores en cuanto a la identificación más

acuciosa de nuevos fenómenos, al mejoramiento de instrumental analítico, al afinamiento de cosmovisiones

sobre el �nuevo� capitalismo, etc. Esfuerzos tanto más demandados en naciones como la chilena en donde

el �nuevo� capitalismo se expresa y desarrolla contextualizado y peculiarizado por un pretérito capitalista

también singular.

En el punto que sigue se abordan con más precisión algunas de estas ideas.

4. Desde un punto de vista conceptual e históricamente comparativo, resulta inconcebible una

cultura y contracultura socialista que no tenga como uno de sus rasgos más destacables la

crítica social.

Observando la realidad del socialismo chileno, lo que se devela es que la crítica social que practica es

de poca profundidad histórica, escasamente integral y con relaciones febles respecto de las dinámicas

reculturizadoras que acompañan al �nuevo� capitalismo.

La poca fuerza y visibilidad de la crítica social y contracultural del socialismo chileno se debe, principalmente,

a las siguientes causas.

a) Ante que todo por deterioro o abandono de la reflexión crítica y del sentido de ser contracultura. La

desvalorización de ambas cualidades por cierto que tienden a morigerar y a distorsionar el contenido de

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la crítica socialista.

b) Los �compromisos� con la estructura capitalista histórica se han amplificado por su largo ejercitar de

funciones gubernamentales, lo que natural e inevitable conlleva a �complicidades� con el �estatus� y a

auto inhibiciones reflexivas y discursivas.

c) El �nuevo� capitalismo comprende el surgimiento y la expresión de una �crítica social� que le es propia

y cuya razón de ser es la superación de los atavismos culturales pre-modernos del propio capitalismo para

cimentar una cultura nueva ad hoc a la nueva etapa en desarrollo. Es decir, el socialismo y el progresismo,

en general, ya no poseen el monopolio de la crítica social, ergo, su discursividad crítica compite y, en

momentos, se confunde con las que levantan las corrientes de las derechas modernizadoras.

d) La crítica social del socialismo criollo ha asimilado mucho de los precedentes y lógicas en que se funda

una crítica social de orden dominantemente moral o ético y que tiene dos características contrarias o, al

menos, ajenas a la crítica socialista: es sesgada y corporativa y/o se sustenta en una matriz conservadora

o tradicionalista.

Sin pretender agotar el tema, la crítica social del socialismo, entendida como parte de su cualidad de

contracultura y enfrentada a los procesos de recreación cultural que promueve el �nuevo� capitalismo,

puede ser reconstruida a partir de considerandos como los que siguen:

- Es una crítica que se afirma en la reflexión crítica del racionalismo estructural, es decir, su racionamiento

�inmediato� y su fuente argumental no es prioritariamente moral o ética, sino racional y reflexiva. Sin

duda que en ella hay un ingrediente ético y moral, pero ese ingrediente es estímulo para -y está incorporado

en- el razonamiento estructural.

- Es una crítica que se despliega en cada circunstancia teniendo en cuenta la preexistencia de una

cosmovisión crítica del sistema y no sólo las causales específicas del momento o proceso criticado. No

se trata � a la manera de las izquierdas tradicionales- de una crítica que vive y se nutre de una generalidad

�la a crítica sistémica, que desprecia las particularidades. Lo que la cosmovisión crítica permite es: primero,

el conocimiento y la comprensión rigurosa de los fenómenos que, caso a caso, impelen a la crítica, y

segundo, el develamiento, a través de la crítica, del funcionamiento de lo sistémico en cada una de sus

partes.

c) En tanto sistémica, la crítica social es totalizadora, es decir, con capacidad de integrar y concadenar

hechos, fenómenos y procesos que, en otro tipo de críticas, aparecen desarticulados y sin responsabilidades

en los problemas y conflictos criticados.

d) El punto anterior es crucial para los efectos de la reconstrucción del socialismo como contracultura.

La crítica social del socialismo necesariamente incluye críticas a conductas y valores que la sociedad o

grupos de la sociedad practican consensualmente, aunque sean atentatorios o frenos para su propio

desarrollo. Si así no fuera, se estaría renunciando a la pugna por influir en la construcción de hegemonías

culturales y socio-políticas dentro de la sociedad.

e) La crítica social del socialismo �y he ahí su positividad- se inspira en la búsqueda, descubrimiento y

revelación de los conflictos y contradicciones que al seno del estatus entrañan la dialéctica entre conservación

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y cambio. En tal sentido, siempre tiene una intencionalidad histórica. Es decir, no se restringe a ser una

contracultura contestataria, sino que postula, a su vez, el asentamiento de elementos culturales y

conductuales socialmente extendidos y que contribuyan a reformulaciones del orden establecido.

f) La crítica social del socialismo se confronta hoy con los ímpetus reculturizadores del �nuevo� capitalismo

y con la figura de modernidad que éste impulsa. Por lo mismo, es una crítica social cuyo desafío fundamental

es competir con las conceptualizaciones que al respecto va creando y difundiendo el �nuevo� capitalismo

y con el �sentido común� o �cultura popular� que emerge de la modernidad

Comentarios finales

Como se dijo más arriba, no escapa aquí que el próximo Congreso del PS no contempla áreas de debates

en el que tengan cabida natural temas como los sugeridos en las tesis precedentes. Pero nunca está

demás aprovechar los climas congresales para intentar esparcir gérmenes de inquietudes político-históricas.

La preocupación mayor que subyace en este Informe son dos riesgos que ya se aprecian en algunos

indicadores. El primer riesgo es que, con el pasar de los tiempos y sin reacciones político-culturales de

la izquierda, del socialismo, del progresismo, el �nuevo� capitalismo quede con el camino libre para

reconstruir sociedad a su antojo y, además, con respaldo en hegemonía cultural masiva. Y ello, principalmente

por la tardanza (o indiferencia) en oponerle una �nueva� contracultura significativa y eficiente.

Y el otro riesgo, complementario al anterior, es que el vacío dejado por la carencia de un contracultura

moderna, sea ocupado �por la simple espontaneidad del acontecer histórico- por una contracultura

tradicional, conservadora y atávica y que, por esas mismas características, sería bulliciosa, pero impotente

ante la capacidad hegemónica del �nuevo� capitalismo.

Tal vez la apatía o despreocupaciones de la dirigencia concertacionista y socialista, en particular, por los

asuntos de las hegemonías y contracultura provenga de una idea equívoca y que Gramsci denominaba

�estadolatría�, que, en este caso, aludiría a la confianza sublimada en el Estado como factor de contención

de la arrolladora fuerza del �nuevo� capitalismo. El error radica en que en una sociedad democrática y

de masas ningún Estado puede resistir o contrarrestar la fuerza de un movimiento político que suma a

la facticidad de sus poderes una hegemonía político-cultural sobre las masas.

Dicho con peras y manzanas, un gobierno de derecha en Chile, con un proyecto orientado por el

fortalecimiento del �nuevo� capitalismo y con un amplio campo de hegemonía ganado por la inexistencia

de contraculturas, no sólo podría implementar �ortodoxamente� sus políticas sino, incluso, revertir los

legados institucionales de carácter centro-izquierdista.

Antonio Cortés Terzi : sociólogo y Director del Centro de Estudios Avance

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(1) No escapa aquí que el Congreso de marras no está previsto para abordar específicamente este tipo de temas.Y tampoco escapa que el cuadro polít ico en el que se da no se presta para trabajar concienzudamente estosasuntos.

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