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    no despertis a los muertos

    acaso quieres dormir para siempre? no vas a despertar ms, amada ma, sino a

    descansar eternamente de tu breve peregrinacin por la tierra? o volvers otra vez, ytraers contigo el alba vivificadora de la esperanza a este desventurado cuya existencia,desde que te fuiste, han oscurecido las sombras ms tenebrosas? cmo! sigues callada?callada para siempre? llora tu amigo y no le escuchas? derrama amargas, abrasadoraslgrimas, y no haces caso de su afliccin? est desesperado, y no abres los brazos y dasrefugio a su dolor? entonces di, prefieres el plido sudario al velo de novia? es lasepultura un lecho ms clido que el tlamo del amor? acogen tus brazos mejor alespectro de la muerte que a tu esposo enamorado? ah!, vuelve, amada; vuelve otra vez aeste pecho ansioso y desconsolado.

    tales eran los lamentos que walter exhalaba por brunhilda, compaera de su amorapasionado y juvenil; as lloraba sobre su tumba en la hora de la medianoche, cuando el

    espritu que preside la atmsfera turbulenta enva sus legiones de monstruos a los airespara que sus sombras, al fluctuar con la luna sobre la tierra, enven locos, agitadospensamientos a desfilar frenticos en el pecho del pecador: as se lamentaba bajo los altostilos, junto a la sepultura de ella, con la cabeza apoyada en la fra lpida. era walter unseor poderoso de borgoa que en su temprana juventud se haba prendado de la bellezade brunhilda; belleza que sobrepasaba en encantos a la de todas sus rivales: porque sucabellera oscura como el rostro negro de la noche, derramada sobre sus hombros,realzaba sobremanera el esplendor de su esbelta figura, y el rico color de sus mejillas,cuyos matices eran como el cielo encendido y brillante de poniente. no semejaban susojos a esos orbes cuyo plido brillo adorna la bveda de la noche, y cuya distanciainmensurable nos llena el alma de profundos pensamientos de eternidad, sino ms bien a

    los sobrios rayos que alegran este mundo sublunar y que, a la vez que iluminan, inflamande alegra y de amor a los hijos de la tierra. brunhilda se convirti en la esposa de walter;y estando ambos igual de enamorados y prendados, se entregaron al goce de una pasinque les volvi indiferentes a cuanto los rodeaba, al tiempo que los suma en un sueofascinante. su nico temor era que algo los despertase de un delirio que rezaban por quedurase eternamente. pero qu vano es el deseo de detener los decretos del destino! igualpodramos pretender desviar de su rbita los planetas circundantes. poco dur esta pasinfrentica; no porque se fuera apagando poco a poco hasta sumirse en la apata, sinoporque la muerte arrebat a su lozana vctima, dejando viudo el lecho de walter. sinembargo, aunque tuvo al principio una impetuosa explosin de dolor, no se revelinconsolable; y antes de que pasara mucho tiempo, otra esposa se convirti en compaera

    del joven noble.swanhilda era hermosa tambin, si bien la naturaleza haba formado sus encantos conmolde muy distinto del de brunhilda. sus dorados rizos centelleaban como la luz de lamaana; slo cuando la excitaba alguna emocin de su alma, un matiz sonrosadoencenda la palidez de sus mejillas; sus miembros eran proporcionados y de la msexquisita simetra, aunque no posean esa plenitud exuberante de la vida animal. sus ojosbrillaban elocuentes, aunque era con la luz suave de la estrella; y, ms que despertarardor, transmitan una dulzura sosegada. as constituida, no poda devolver a walter su

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    antiguo delirio, aunque haca felices sus horas vigiles: tranquila y seria, aunque alegre,procurando en todas las cosas el placer de su marido, restableci el orden y el bienestaren su casa, donde su presencia irradiaba una influencia general. su dulce benevolenciatenda a moderar la disposicin impetuosa y ardiente de walter, mientras que, a la vez, sudiscrecin le arrancaba en cierto modo de sus vanos y turbulentos deseos, de su ansia de

    goces inalcanzables, reconducindolo a los deberes y placeres de la vida cotidiana.swanhilda dio a su marido dos hijos, un nio y una nia; sta dulce y paciente como sumadre, y contenta con sus juegos solitarios; incluso en estas distracciones mostraba lapropensin seria de su carcter. el chico posea el natural inquieto y apasionado de supadre, aunque atemperado por la firmeza de su madre. y ligado ms tiernamente a suesposa a causa de los hijos, walter vivi ahora varios aos muy dichoso. es verdad quesus pensamientos volvan con frecuencia a brunhilda, pero sin la antigua violencia, y slocomo nos demoramos en el recuerdo de un amigo de la infancia que la rpida corrientedel tiempo se ha llevado a una regin donde sabemos que es feliz.

    pero las nubes se disuelven en el aire, las flores se marchitan, la arena de nuestros relojesse escurre de manera imperceptible... y as mismo se disuelven, se marchitan y se

    desvanecen los humanos sentimientos; y con ellos, tambin la felicidad. el pechoinconstante de walter suspir otra vez por los sueos extticos de aquellos das pasadoscon su romntica, enamorada brunhilda; otra vez volvi a presentarse ella a su ardienteimaginacin con todo el esplendor de sus encantos de desposada, y walter empez atrazar un paralelo entre el pasado y el presente. y como suele suceder, no dej suimaginacin de adornar a la primera con los colores ms brillantes, al tiempo queoscureca los de la segunda, de manera que se representaba a la una mucho ms rica enplaceres, y a la otra mucho menos de lo que se ajustaba a la realidad. no le pas por alto aswanhilda este cambio de su marido; as que, doblando sus atenciones a l, y los cuidadosa sus hijos, esper por este medio volver a asegurar el nudo que se haba aflojado; sinembargo, cuanto ms se esforzaba en recuperar sus afectos, ms fro se volva l... y ms

    insoportables le parecan a ste sus caricias, y con ms insistencia le vena brunhilda alpensamiento. slo los nios, cuyas expresiones de afecto se le hacan ahoraindispensables, se encontraban entre uno y otra como genios preocupados por hacerposible la conciliacin; y, amados por ambos, constituan el nexo entre sus padres. perodel mismo modo que el mal no puede ser arrancado del corazn humano sino antes deque eche demasiada raz, ya que despus tiene sus uas demasiado firmementeafianzadas, as la imaginacin de walter estaba demasiado enferma para poder echar fuerasu enfermedad. y en breve tiempo alcanz un tirnico ascendente sobre l. a menudo, porlas noches, en vez de retirarse a la cmara de su esposa, visitaba la tumba de brunhilda,donde murmuraba su descontento, diciendo: es que quieres dormir para siempre?.

    una noche, estando tendido en la yerba, entregado a su habitual tristeza, entr en estecampo de la muerte un brujo de las montaas vecinas a recoger, para sus hechizosmisteriosos, ciertas yerbas que slo se cran en la tierra donde descansan los muertos, yque, como ltima produccin de la mortalidad, estn dotadas de poderoso y sobrenaturalinflujo. vio el brujo al doliente, y se acerc a donde yaca.

    por qu lloras as, infeliz devoto, lo que ya no es sino horrendo despojo de mortalidad:meros huesos, y nervios, y venas? naciones enteras han cado sin que se alzara un

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    lamento por ellas; incluso mundos, mucho antes de ser creado este globo nuestro, se handesmoronado sin que nadie los llorase; a qu abandonarte, entonces, a esa vana afliccinpor una criatura nacida del polvo, por un ser tan frgil como t mismo y, como t,criatura de un momento?

    walter se incorpor:

    que se lloren los unos a los otros, a medida que perecen, esos mundos que brillan en elfirmamento replic. es cierto que, siendo de barro, lloro a mi compaera de barro; sinembargo, ste es un barro impregnado de un fuego, de una esencia, que ninguno de loselementos de la creacin posee: el amor. y esa pasin divina es la que senta yo por la queahora duerme bajo esta yerba.

    la van a despertar tus lamentos? y si pudieran despertarla, no te reprochara ella haberturbado ese reposo en el que ahora duerme serena?

    atrs, ser insensible y fro; t no sabes lo que es el amor! ah! ojal mis lgrimaspudieran barrer la colcha de tierra que la oculta de estos ojos, ojal mi gemido deafliccin pudiera despertarla de su sueo mortal! no, no volvera ella a buscar su lecho de

    tierra.insensato, acaso crees que podras mirar sin estremecerte a un ser vomitado por lasfauces de la tumba? y acaso eres t, tambin, el mismo que ella dej, y que ha pasado eltiempo sobre tu frente sin dejar huella ninguna? no se convertira tu amor en odio yrepugnancia?

    di que antes dejaran las estrellas ese firmamento, o se negara el sol a derramar susrayos desde el cielo. ah, ojal estuviese ella otra vez junto a m! ojal volviera adescansar sobre este pecho! qu pronto olvidaramos entonces que la muerte o el tiempose interpusieron una vez entre nosotros!

    delirios! meros delirios del cerebro, de la sangre fogosa, como los que emanan de los

    vapores del vino! no es mi deseo tentarte, devolverte a tu muerta; de lo contrario, notardaras en comprobar la verdad de lo que te digo.

    cmo! has dicho devolvrmela? exclam walter, arrojndose a los pies del brujo.ah! si verdaderamente eres capaz de hacer eso, s sensible a mi ms ferviente splica; sivibra en tu pecho un solo latido de humano sentimiento, deja que mis lgrimas teablanden: devulveme a mi amada. ms tarde bendecirs esa accin, y comprobars quefue una buena obra.

    una buena obra! bendecir esa accin! replic el brujo con una sonrisa de desprecio;para m no existen el bien ni el mal, puesto que siempre quiero lo mismo. slo t conocesel mal, cuando quieres lo que no querras. en mi poder est efectivamente devolvrtela:

    pero piensa bien si te conviene. considera, adems, qu profundo abismo se abre entre lavida y la muerte; mi poder puede tender un puente entre la una y la otra, pero no cegarese vaco espantoso.

    walter quiso hablar, tratar de convencer a este ser poderoso con nuevas splicas; pero elbrujo se lo impidi, diciendo:

    calla! pinsalo bien, y ven aqu maana a la medianoche. aunque te repito laadvertencia: no despiertes a los muertos.

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    tras estas palabras, el misterioso ser desapareci. embriagado con esa reciente esperanza,walter no logr conciliar el sueo en la cama; porque la imaginacin, con todas sus msricas reservas, despleg ante l una centelleante telaraa de posibilidades futuras; y susojos, hmedos con el roco del arrobamiento, revolotearon de una visin de felicidad aotra. durante el da siguiente vag por el bosque, para que los objetos cotidianos no

    turbasen, trayndole a la memoria tiempos ms recientes y menos dichosos, la idea felizde que poda verla otra vez, estrecharla de nuevo entre sus brazos, contemplar de da sufrente radiante y descansar de noche sobre su pecho. y, puesto que esta sola idea ocupabasu imaginacin, cmo iba a inquietarle ninguna duda, o a pensar en la advertencia delhombre misterioso?

    en cuanto vio que se acercaba la hora de la medianoche, se apresur a acudir alcementerio, donde el brujo se hallaba ya de pie junto a la sepultura de brunhilda.

    lo has meditado bien? pregunt.

    ah! devulveme el objeto de mi pasin exclam walter con impetuosa impaciencia.no demores tu accin generosa, no vaya a ser que muera yo esta misma noche

    consumido por el frustrado deseo, y no vea ms su rostro!bien; entonces contest el anciano vuelve aqu maana a la misma hora. pero una vezms te doy este consejo de amigo: no despiertes a los muertos.

    movido por la desesperacin de la impaciencia, walter se habra postrado a sus pies y lehabra suplicado que colmase al punto sus deseos, que ahora haban aumentado hasta laagona; pero el brujo ya haba desaparecido. deshacindose en lamentaciones con msdesconsuelo que nunca, se ech sobre la sepultura de su adorada, y as permaneci hastaque el alba traz una raya gris a oriente. durante ese da que le pareci el ms largo decuantos haba pasado, deambul de un lado para otro, impaciente, sin objeto al parecer,profundamente abismado en sus reflexiones, e inquieto como el asesino que maquina suprimera accin sangrienta: y las estrellas vespertinas volvieron a sorprenderle en el sitioconcertado. a la medianoche, el brujo se present all tambin.

    -lo has meditado bien? pregunt, como la noche anterior.

    bah!, a qu meditar? replic walter con impaciencia. yo no necesito meditar; lonico que te pido es lo que me has prometido... que ser mi felicidad. o acaso te estsburlando de m? si es as, vete de mi vista, no me venga la tentacin de ponerte la manoencima.

    una vez ms te prevengo contest el anciano con imperturbable serenidad. nodespiertes a los muertos... y djala descansar.

    descansar, pero no en la tumba fra: lo har sobre mi pecho, que arde en deseos de

    estrecharla.reflexiona: no podrs dejarla hasta la muerte, aun cuando la aversin y el horror

    aneguen tu alma. entonces, slo te quedar un remedio espantoso.

    viejo chocho! exclam walter interrumpindole, cmo voy a odiar a la que amocon tan intensa pasin? cmo voy a aborrecer a aqulla por la que arde cada gota de misangre?

    entonces, sea como quieres contest el brujo; hazte atrs.

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    el anciano traz ahora un crculo alrededor de la sepultura, a la vez que murmurabapalabras de encantamiento. acto seguido, la tormenta comenz a sacudir las copas de losrboles; los bhos agitaron las alas, y emitieron su canto bajo y ominoso; las estrellasocultaron su aspecto dulce y rutilante para no presenciar espectculo tan impo ysacrlego; rod entonces la lpida con cavernoso ruido, y dej libre acceso a la habitante

    de esta espantosa morada. el brujo esparci en las fauces de la tierra races y yerbas demgico poder y muy penetrante olor, de manera que los gusanos salieron reptando de latierra, se agruparon, y se alzaron en forma de llameante columna sobre la sepultura;entretanto, brot de dentro un viento violento que fue apartando la tierra, hasta quefinalmente qued al descubierto el atad. cay la luz de la luna sobre l, y salt la tapacon tremendo ruido. despus de lo cual, el brujo verti sangre de un crneo humano en suinterior, exclamando al mismo tiempo:

    bebe, durmiente, de este clido licor, para que tu corazn pueda latir de nuevo en tupecho y tras una breve pausa, derramando sobre ella otro lquido misterioso, grit con lavoz de un inspirado: s, otra vez late tu corazn con el fluido de la vida; tus ojos se hanabierto nuevamente a la visin. as pues, levanta, y sal de la tumba.

    igual que la isla emerge sbitamente de entre las olas oscuras del ocano, levantada delabismo por la fuerza de los fuegos subterrneos, as se levant brunhilda de su lechoterrenal, impulsada por un poder invisible. y cogindola de la mano, el brujo la llev awalter, que permaneca a cierta distancia, estupefacto, como si hubiese echado races enel suelo.

    recibe otra vez dijo a la que es objeto de tus apasionados suspiros: ojal no vuelvas anecesitar mi ayuda; pero si as fuese, me encontrars, en el periodo de la luna llena, en lasmontaas en ese lugar donde se juntan los tres caminos.

    al punto reconoci walter en la figura que tena ante s a la que tan ardientemente habaamado, y un sbito calor inund su cuerpo al verla restituida: pero senta fro en los

    miembros, a causa de la noche, y paralizada la lengua. la estuvo contemplando un rato sinmoverse ni decir palabra; y durante ese tiempo, volvieron a callar y a serenarse losruidos, y a centellear esplendorosas las estrellas en el cielo.

    walter! exclam la figura; y esta voz familiar, estremecindole el corazn, rompi elsortilegio que lo tena inmovilizado.

    es realidad? es verdad esto exclam l, o se trata de una mera ilusin engaosa?

    no; no es impostura: estoy verdaderamente viva. llvame en seguida a tu castillo de lasmontaas.

    walter mir a su alrededor. haba desaparecido el anciano; pero descubri a su lado uncorcel negro de ojos llameantes, aparejado para transportarle all; y sobre su lomoencontr lo necesario para vestirse brunhilda, quien no perdi tiempo en hacerlo. hechoesto, exclam:

    deprisa, vaymonos antes de que amanezca, ya que mis ojos estn demasiado dbilespara soportar la luz del da.

    recobrado de su estupor, walter salt sobre su silla; y cogiendo con una mezcla de placery temor a su amada, tan misteriosamente rescatada del poder de la tumba, emprendi elgalope por la desierta regin, hacia las montaas, con tanta furia como si le persiguieran

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    las sombras de los muertos ansiosas por arrebatarle a su hermana.

    el castillo al que walter llevaba a su brunhilda se hallaba en lo alto de una roca, entreotros picos que se alzaban por encima de l. aqu llegaron sin que nadie los viese, salvoun viejo criado, al que walter orden que guardase secreto bajo las ms severasamenazas.

    aqu nos quedaremos dijo brunhilda, hasta que pueda yo soportar la luz, y t mirarmesin temblar como si tuvieses fro.

    as que procedieron a hacer de ese lugar su residencia; aunque nadie saba que brunhildaviva, salvo el viejo criado que les traa la comida. durante siete das enteros, no tuvieronotra luz que la de las velas. en los siete das siguientes, dejaron entrar la luz a travs delas altas ventanas slo cuando el amanecer o el crepsculo baaba las cimas de losmontes, y el valle an permaneca envuelto en sombras.

    rara vez se apartaba walter de brunhilda: un hechizo desconocido pareca retenerle junto aella; incluso el temor que senta en su presencia, y que le impeda tocarla, tena su mezclade placer; era como la emocin estremecida que experimentaba cuando le envolvan losacordes de una msica sacra bajo la bveda de algn templo. as que, ms que tratar deevitar esa sensacin, la buscaba. a menudo, al intentar evocar los encantos de brunhilda,le pareca que su imaginacin jams se la haba presentado tan hermosa, tan fascinadora,tan admirable, como la vea ahora realmente. jams hasta ahora haba sonado su voz conacento tan dulce, jams haba posedo su discurso tanta elocuencia como ahora, cuandoconversaba con l sobre el pasado; y sa era la mgica regin a la que sus palabras leconducan de continuo. hablaba sin parar de los das de su primer amor, de aquellas horasde deleite que haban compartido, en las que el uno sacaba todo su goce del otro; y tangozoso, tan encantador, tan lleno de vida evocaba brunhilda ese periodo en laimaginacin de walter, que ste dudaba haber experimentado nunca con ella tantafelicidad, o haber sido tan absolutamente dichoso. y a la vez que le pintaba aquellas horasde pasadas delicias, describa con colores an ms vivos y encantadores los momentos deinminente dicha que ahora les esperaban, ms ricos en placer que ninguno de losanteriores. de este modo cautivaba a su rendido oyente con arrobadoras esperanzasfuturas, y lo suma en sueos de xtasis por encima de lo mortal, de manera que, mientrasescuchaba este canto de sirena, olvidaba por completo lo poco feliz que fue el ltimoperiodo de su unin, en que a menudo le hicieron suspirar los modales autoritarios deella, y su aspereza con l y con toda la servidumbre. pero, de haber recordado todo esto,le habra inquietado en su actual estado de arrobamiento? acaso no haba dejado en latumba todas las fragilidades de la condicin mortal? no se haba refinado y purificado suser con este largo sueo en el que ni la pasin ni el pecado la asaltaron siquiera en

    sueos? qu diferente era ahora el tema de su discurso! slo cuando hablaba de su afectohacia l delataba algo de los sentimientos terrenos: otras veces, se extenda de maneramonocorde en cuestiones sobre el mundo invisible y futuro; cuando perorabadescribiendo los misterios de la eternidad, un torrente de proftica elocuencia brotaba desus labios.

    de este modo haban transcurrido dos veces siete das, y ahora vio walter por primera vezal ser ms caro para l a plena luz del da. haba desaparecido de su rostro toda huella de

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    la tumba; un matiz sonrosado como los rubores del alba encenda ahora sus plidasmejillas; el dbil husmo de la corrupcin se haba convertido en deliciosa fragancia devioletas, nico signo terreno que no le desapareci nunca. ya no senta walter recelo nitemor: la contemplaba a plena luz del da. hasta ahora, no le pareci haberla recuperadodel todo; e inflamado de su antigua pasin por ella, quiso estrecharla contra su pecho.

    pero brunhilda lo rechaz suavemente, diciendo:an no; guarda tus caricias hasta que la luna vuelva a llenar el espacio entre sus cuernos.

    a pesar de su impaciencia, walter se vio obligado a esperar otros siete das. pero la nocheen que la luna alcanz su plenitud, fue a brunhilda, y la encontr ms adorable que nunca.no temiendo topar ahora con impedimento alguno a sus transportes, la abraz con elfervor de un rendido y venturoso enamorado. brunhilda, no obstante, se neg otra vez arendirse a su pasin.

    cmo! exclam, es justo que yo, que he sido purificada por la muerte de todafragilidad mortal, me convierta en tu concubina, mientras una hija de la tierra ostenta elttulo de esposa tuya? no; no lo consentir: ha de ser entre los muros de tu palacio, en la

    cmara donde en otro tiempo gobern como reina, donde obtendrs el ltimo de tusdeseos y mo tambin aadi, posando un beso encendido en sus labios; y desapareci acontinuacin.

    ardiendo de pasin, y dispuesto a sacrificarlo todo para satisfacer su deseo, walterabandon inmediatamente el aposento, y el castillo unos momentos despus. cruzmontaas y pramos con la rapidez de una tormenta, de manera que las pezuas de sucaballo hacan saltar la yerba. ni una vez se detuvo hasta que lleg a casa.

    aqu, no obstante, ni las caricias afectuosas de swanhilda, ni las de sus hijos, consiguieronablandar su corazn o inducirle a reprimir sus ansias furiosas. ay! pueden detener el

    curso impetuoso del torrente las flores hermosas sobre las que ste se precipita, cuandoexclaman: destructor, ten piedad de nuestra desvalida inocencia y belleza, y no nosaniquiles? el agua las barre sin miramiento, y en slo un instante arrasa el orgullo detodo un verano.

    poco despus, empez walter a insinuar a swanhilda que no congeniaban; que l ansiabaprobar esa vida frentica y tumultuosa que tan acorde estaba con el espritu de su sexo,mientras que ella se senta satisfecha con la esfera reducida de los placeres domsticos;que l miraba con avidez cualquier novedad prometedora, mientras que ella se mostrabaapegada a lo que el hbito le haba hecho familiar; y por ltimo, que la fra disposicin deella, rayana en la indiferencia, se conjugaba mal con el ardiente temperamento de l. portodo lo cual, era lo ms prudente que viviesen separados, dado que juntos no podan

    encontrar la felicidad. un suspiro, y una breve aquiescencia a los deseos de l, fue toda larespuesta de swanhilda. y a la maana siguiente, al presentarle walter el documento de laseparacin, informndole que estaba en libertad para regresar a la casa de su padre, locogi con toda sumisin. no obstante, antes de partir, le hizo la siguiente advertencia:

    demasiado bien adivino a quin debo nuestra separacin. muchas veces te he visto en latumba de brunhilda, y all te descubr la noche en que el cielo ocult de pronto su rostrocon un manto de nubes. acaso has osado rasgar temerariamente el velo espantoso quesepara a la mortalidad que suea de la que no puede soar? porque entonces, hombre

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    desdichado, habrs ligado a tu persona lo que puede traerte destruccin.

    call, y walter no hizo intento alguno de replicar; porque le vino a la memoria laadvertencia similar del brujo hasta ahora oscurecida por su pasin como un relmpagofugaz en la negrura de la noche, que no logra disipar su oscuridad.

    as pues, sali swanhilda a despedirse de sus hijos, dado que, segn la costumbrenacional, stos pertenecan al padre. y tras baarlos con sus lgrimas y consagrarlos conel agua bendita del amor maternal, abandon la residencia de su marido, y emprendi elregreso a casa de su padre.

    de este modo fue obligada la dulce y bondadosa swanhilda a exiliarse de las salas dondehaba gobernado con gran tacto..., salas que ahora fueron nuevamente decoradas paraacoger a otra seora. por fin lleg el da en que walter condujo por segunda vez abrunhilda a casa como nueva esposa; e hizo saber a la servidumbre que su nueva consortehaba ganado su afecto por el extraordinario parecido con brunhilda, su primera ama.cun indeciblemente feliz se consider, al llevar una vez ms a su amada a la cmara quetantas veces haba sido testigo de sus antiguos goces, dorada y adornada ahora en el ms

    costoso estilo! y entre otros ornamentos haba figuras de ngeles esparciendo rosas, loscuales sostenan las colgaduras prpura cuyos amplios pliegues ocultaban el lechonupcial. con qu impaciencia esper walter la hora en que deba tomar posesin deaquellos encantos por los que haba pagado ya tan alto precio, y cuyo goce iba a costarlems an! pobre walter! inmerso en el placer, no ves el abismo que se abre a tus pies;embriagado con el perfume voluptuoso de la flor que has arrancado, no imaginas cunmortal es el veneno de que est llena, pues en breve tiempo, su poderosa fraganciaconfiere nueva energa a todos tus sentimientos.

    sin embargo, aunque ahora walter era dichoso, sus criados estaban muy lejos de serloigualmente. el singular parecido entre la nueva seora y la difunta brunhilda los llenabade secreto recelo e indefinible horror; porque no apreciaban ni una sola diferencia en sus

    facciones, ni en su gesto, ni en el tono de la voz. adems de estas misteriosascircunstancias, sus doncellas descubrieron una marca peculiar en su espalda, exactamenteigual a la que haba tenido brunhilda. no tard en circular el rumor de que su ama no eraotra que la propia brunhilda, devuelta a la vida por medio de poderes nigromnticos. quhorrible se les haca la idea de vivir bajo el mismo techo que la que haba sido moradorade la tumba, y verse obligadas a asistirla y reconocerla como su seora! notaronasimismo en brunhilda, cosa que aument la aversin de todas y favoreci susupersticin que no usaba adornos de oro, como antes engalanaron siempre su persona.todo lo que antes haba solido llevar de este metal lo mand hacer ahora de plata: ningunajoya de ricos y centelleantes colores brillaba sobre ella; slo las perlas prestaban su plidobrillo al adorno de su pecho. y tambin evitaba siempre con gran cuidado la luz radiante

    del sol, y acostumbraba pasar los das ms luminosos en los aposentos ms retirados yoscuros: slo sala a pasear en el crepsculo del comienzo y el final del da, aunque suhora preferida era cuando la luz fantasmal de la luna daba a todos los objetos unaapariencia vaga y un color sombro. adems, se observaba siempre que con el canto delgallo, sus miembros sufran un estremecimiento involuntario. autoritaria como antes desu muerte, no tard en imponer su yugo de hierro a cuantos la rodeaban, si bien parecams terrible que nunca, dado que la acompaaba el temor de algn poder sobrenatural, yaterraba a cuantos se acercaban a ella. sus ojos parecan dirigir una mirada maligna y

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    feroz al objeto de su ira; como si quisiera fulminar a su vctima. en suma, aquellas salasque en tiempos de swanhilda fueron morada de risas y alegra parecan ahora laprolongacin de una tumba desierta. los criados se deslizaban sigilosos por las salas delcastillo con el temor impreso en sus plidos semblantes. y en esta mansin de terror, elcanto del gallo haca temblar a los vivos como si fuesen espritus de fallecidos; porque

    ese canto les recordaba siempre a su ama misteriosa. no haba nadie que no seestremeciera al cruzarse con ella en algn lugar solitario, en la penumbra del atardecer o ala luz de la luna, circunstancia que consideraban presagiosa de algn mal; y tan grandeera la aprensin de sus doncellas, que empezaron a languidecer a causa del continuodesasosiego; de manera que, poco a poco, la fueron abandonando todas. en el transcursodel tiempo, se marcharon otros criados tambin, dominados por un horror insoportable.

    las artes del brujo haban concedido a brunhilda, efectivamente, una vida artificial, y elalimento que tomaba mantena su cuerpo restituido. sin embargo, este cuerpo no eracapaz de conservar el calor vivificante de la vitalidad y la llama de la que emanan losafectos y las pasiones, sean de amor o de odio, porque la muerte la haba apagado yextinguido para siempre. todo lo que brunhilda posea ahora era una existencia insensible,ms fra que la de una serpiente. no obstante, se vea obligada a amar, y a devolver conigual ardor las caricias encendidas de su cautivado esposo, a cuya pasin debanicamente su existencia renovada. necesitaba un licor mgico que animase el apagadocaudal de sus venas y la despertase al calor de la vida y a la llama del amor, una pocinabominable que no puede nombrarse sin una maldicin: sangre humana, que beba,mientras an estaba caliente, de unas venas jvenes. ste era el lquido infernal del quebrunhilda tena sed; pues, al no participar de los sentimientos ms puros de la humanidad,ni hallar gozo alguno en nada de cuanto interesa a la vida y ocupa sus diversas horas, suexistencia era un mero vaco, salvo cuando estaba en brazos de su esposo y amante; y saera la razn por la que ansiaba sin cesar la horrible bebida. con supremo esfuerzo, lograba

    reprimirse de chuparle la sangre al propio walter cuando descansaba junto a ella. perocada vez que vea a un nio inocente, cuya preciosa carita denotaba la exuberanciainfantil de su salud y su vigor, lo atraa a su aposento ms secreto con palabras dulces ycaricias afectuosas; all lo dorma en sus brazos, y chupaba de su pecho el flujo clido yprpura de la vida. tampoco los jvenes de ambos sexos se vean libres de sus horriblesataques: tras exhalar su aliento sobre la desventurada vctima, que inevitablemente sesuma en profundo letargo, extraa de sus venas, de manera parecida, el jugo vital. as, losnios, los jvenes y las doncellas se consuman rpidamente como flores rodas por elgusano: la plenitud desapareca de sus miembros; un tinte cetrino suceda a la sonrosadafrescura de sus mejillas, se les empaaba el brillo lquido de los ojos igual que el rocentelleante bajo el roce de la helada, y sus rizos se volvan lacios y grises, como

    azotados por la tormenta de la vida. los padres observaban con horror esta pestilenciadesoladora que devoraba a su progenie, contra la cual nada poda un simple hechizo,pocin o amuleto. la tumba se iba tragando a uno tras otro; o, si la desventurada vctimalograba sobrevivir, se volva cadavrica y arrugada en los mismos albores de la vida. lospadres presenciaban horrorizados cmo esta devastadora pestilencia se llevaba a sushijos... pestilencia que no haba yerba por poderosa que fuera, ni hechizo, ni vela sagrada,ni exorcismo, capaces de conjurar. vean cmo se les iban a la tumba un hijo tras otro, ocmo sus cuerpos jvenes, consumidos por el infernal y vampiresco abrazo de brunhilda,

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    adquiran la decrepitud de una sbita vejez.

    finalmente, empezaron a circular extraos rumores y noticias; se deca que la causa detodos estos horrores era la propia brunhilda; aunque nadie saba de qu manera destrua asus vctimas, dado que no encontraban en ellas seales de violencia. no obstante, cuandolos nios confesaron que los acunaba y los dorma en sus brazos, y los ms mayores

    contaron que les venca un sueo sbito cada vez que se ponan a hablar con ella, lasospecha se convirti en certidumbre. y aquellos cuyos hijos haban escapado hasta ahoraa ese dao, abandonaron sus hogares y sus casas morada de sus padres y herencia de sushijos, con unos pocos enseres, a fin de salvar de tan horrible destino a lo ms caro a susafectos sencillos de cuanto el mundo les poda dar.

    y as, da tras da, el castillo fue adquiriendo un aspecto ms desolado y, da tras da, susalrededores se fueron quedando desiertos: slo permanecieron unas cuantas viejasdecrpitas y algn criado de cabellos grises, de la en otro tiempo numerosa servidumbre.igual que ocurrir, en los ltimos das de la tierra, a la ltima generacin de mortalescuando dejen de procrear, cuando no se vean ya ms jvenes, ni venga nadie a reemplazara los que esperen en silencio su ltima hora.

    walter era el nico que no se daba cuenta o no haca caso de la desolacin que lerodeaba; no perciba la muerte, sumergido como estaba en un encendido elseo de amor.mucho ms feliz que antes pareca ahora con la posesin de brunhilda. todos loscaprichos y contrariedades que a menudo ensombrecieron sus antiguas relaciones habandesaparecido ahora por completo. incluso pareca que brunhilda senta por l una pasincomo jams lleg a mostrar en la poca feliz de recin casada; porque en sus venas ardaesa llama de sangre joven que extraa de las venas de otros. por la noche, en cuantowalter cerraba los ojos, exhalaba su aliento sobre l, infundindole un sueo delicioso delque despertaba slo para experimentar goces ms embriagadores. durante el da, le

    hablaba continuamente de la dicha que los espritus felices experimentaban al otro ladode la sepultura, asegurndole que, como su afecto la haba sacado de la tumba, ahoraestaban irrevocablemente unidos. as fascinado por este hechizo perpetuo, le eraimposible notar lo que ocurra a su alrededor. brunhilda, no obstante, vea con rabiosopesar que la fuente de su ardor juvenil disminua de da en da, ya que en breve tiempo noqued nadie dotado de juventud, excepto walter y sus hijos. y decidi que fueran stossus siguientes vctimas.

    al principio, al regresar al castillo, haba sentido aversin hacia los hijos de otra; as quelos dej enteramente en manos de las criadas designadas por swanhilda. pero ahoraempez a fijarse en ellos, haciendo que los llevasen a menudo a su presencia. lascuidadoras, mujeres de edad, se asustaron al notar estas muestras de inters por los nios

    a su cargo, aunque no se atrevieron a oponerse a la voluntad de su terrible y autoritariaama. no tard brunhilda en ganarse el afecto de los nios, demasiado ignorantes de lo queera la astucia para percibir peligro alguno en ella; al contrario, sus caricias los ganaronpor completo. en vez de reprimir constantemente sus alegres retozos, brunhilda lesenseaba ahora nuevos juegos; a menudo les recitaba historias de extraos e insensatosintereses que excedan en todo a los cuentos de sus nieras. cuando se cansaban de jugaro de escuchar sus narraciones, los sentaba sobre sus rodillas y los arrullaba hasta que sedorman. entonces, los sueos de los nios se poblaban de visiones de la ms esplndida

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    magnificencia: imaginaban estar en un jardn donde haba flores de todos los colores, enhileras, una sobre otra, desde las humildes violetas a los altos girasoles, trazando unbordado multicolor que ascenda hacia las nubes doradas, de las que bajaban unosangelitos, con alas de reflejos azul y oro, a llevarles alimentos deliciosos o joyasesplndidas, o a cantarles canciones melodiosas. tan paradisacos se hicieron estos sueos

    para los nios en poco tiempo, que no anhelaban otra cosa que dormir en el regazo debrunhilda, ya que de otro modo no tenan visiones de seres celestiales. y as, no hacansino ansiar lo que iba a ser su destruccin. pero no suspiramos todos por lo que nosconduce a la tumba: el goce de la vida? los inocentes tendan sus brazos a la muerte queles iba al encuentro, la cual haba adoptado la mscara del placer. porque, mientras ellosse suman en esos sueos extticos, brunhilda chupaba de sus pechos el fluido vital. esverdad que al despertar se sentan dbiles y agotados; sin embargo, ningn dolor, ningunaseal delataba la causa. al poco tiempo, empero, las fuerzas les abandonaron porcompleto, lo mismo que el arroyo se seca poco a poco en verano; sus juegos se fueronvolviendo menos bulliciosos, sus risas ruidosas y alegres se convirtieron en sonrisas, elacento vigoroso de sus voces se apag hasta volverse mero susurro. sus cuidadoras

    estaban aterradas y llenas de desesperacin; demasiado bien saban la espantosa verdad,aunque no se atrevan a denunciar sus sospechas a walter, tan devotamente unido a suhorrible compaera. la muerte haba herido ya a su presa: los nios no eran sino merasombra de s mismos. y en poco tiempo, incluso esta sombra desapareci.

    el acongojado padre llor amargamente su prdida. porque, a pesar de su evidenteabandono, estaba muy unido a ellos; y hasta que no los perdi, no se dio cuenta de lomucho que los quera. su afliccin no pudo por menos de causar disgusto a brunhilda:

    por qu esas tiernas lamentaciones dijo por dos pequeos? qu satisfaccin podandarte esos seres sin formar? acaso guardas an algn afecto por su madre, y es todavaduea de tu corazn? o es que echas de menos a los tres porque ests hastiado de miamor y cansado de mis caricias? de haber crecido esos nios, no habran atado ms

    estrechamente tu espritu y tus afectos a este mundo de barro, a este polvo, y te habranapartado de la esfera a la que yo, que he cruzado la sepultura, me estoy esforzando enelevarte? di, es tu espritu tan pesado, o tu amor tan flojo, o tu fe tan tibia, que noconsigue conmoverte la esperanza de ser mo para siempre?

    as expres brunhilda su indignacin ante el dolor de su consorte; y le priv de supresencia. el miedo a ofenderla de manera irreparable, y su deseo de aplacarla, secaronmuy pronto sus lgrimas. y otra vez se abandon a su pasin fatal, hasta que, finalmente,la inminencia de su propia destruccin le despert de la quimera en que viva.

    no volvieron a verse doncellas ni nios dentro de los lgubres muros del castillo ni en las

    tierras contiguas: todos haban desaparecido; porque aquellos a los que la sepultura no sehaba tragado haban huido de esta regin de muerte. as que, quin quedaba ahora paraapagar la sed espantosa de la mujer vampiro, sino el propio walter? impasible, se atrevia pensar en su muerte; porque su pecho desconoca ese divino sentimiento que une a dosseres en un nico gozo y un nico dolor. cuando walter estuviera en la tumba, sera ellalibre de buscar otras vctimas y saciarse interminablemente con la destruccin, hasta que,el ltimo da, se consumiera con la misma tierra, como dicta la ley fatal a la que estnsujetos los muertos a los que las artes de la necromancia han despertado del sueo de la

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    sepultura.

    ahora empez a posar sus labios sedientos en el pecho de walter cuando, sumido enprofundo sueo por el olor a violetas de su aliento, descansaba junto a ella ajeno a lainminencia de su muerte. y as, no tardaron sus fuerzas vitales en empezar a languidecer,y en asomar numerosas canas entre sus negros cabellos. y con sus fuerzas, languideci

    tambin su pasin: ahora walter dejaba a menudo a su compaera para pasar el daentregado al deporte de la caza, esperando recuperar de este modo su acostumbradovigor. y estaba un da descansando en el bosque, a la sombra de un roble, cuando vio enla copa de un rbol un pjaro extrao, totalmente desconocido para l; pero antes de quepudiese apuntarle con su arco, ech a volar y se perdi en las nubes, al tiempo que dejabacaer una raz roscea, la cual fue a parar a sus pies. la recogi inmediatamente. y aunqueconoca las plantas bastante bien, no recordaba haber visto nunca una como sta. sudeliciosa fragancia le indujo a probar su sabor; pero era diez veces ms amargo que elajenjo: pareca como si se hubiese llevado hiel a la boca; as que, disgustado con elexperimento, la arroj con impaciencia. sin embargo, de haber conocido su milagrosacualidad, y que actuaba como antdoto contra el hipntico perfume de brunhilda, la habra

    bendecido pese a su sabor tan amargo: as arrojan a menudo los mortales con impacienciael remedio desagradable que podra devolverles el bienestar.

    cuando walter regres por la noche, y se acost como siempre junto a brunhilda, el podermgico del pecho de sta no hizo efecto en l; y por primera vez en muchos meses, waltercerr los ojos vencido por un sueo natural. sin embargo, apenas se durmi, un doloragudo, punzante, le sac de su descanso; y al abrir los ojos, descubri, a la luzmelanclica de una lmpara que brillaba en el aposento, algo que por unos instantes ledej petrificado. porque era brunhilda, que le estaba extrayendo sangre del pecho con suslabios. el grito de horror que finalmente se le escap aterr a brunhilda, que tena la bocamanchada de sangre caliente.

    monstruo! exclam walter, saltando de su lecho. es as como me amas?s; as es el amor de los muertos replic ella con malvada frialdad.

    criatura bebedora de sangre! prosigui walter: ha terminado el delirio que hasta aqume ha tenido ciego. t eres el demonio que ha destruido a mis hijos... que ha dado muertea los hijos de mis vasallos.

    se levant brunhilda, y lanzndole una mirada que le dej paralizado, contest:

    no soy yo quien los ha matado; yo me veo obligada a saciarme con sangre caliente dejvenes para poder satisfacer tu deseo frentico; eres t el asesino!

    estas palabras terribles evocaron ante la aterrada conciencia de walter las sombrasamenazadoras de todos los que haban perecido de ese modo, mientras la desesperacin leahogaba la voz.

    por qu prosigui ella, en un tono que aumentaba el horror de l, por qu meatribuyes palabras como si fuese yo un ttere? t, que tienes el valor de amar a losmuertos, de llevar a tu lecho a la que dorma en la sepultura, a la que fue compaera decama de los gusanos, t que has estrechado en tus brazos la corrupcin de la tumba, t,profanador, te atreves a elevar ese llanto espantoso por el sacrificio de unas pocas vidas?esas vidas no son ms que hojas arrancadas por la tormenta. vamos, desecha esas

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    figuraciones idiotas, y saborea la dicha que tan cara has comprado.

    y diciendo esto, tendi los brazos hacia l. pero este gesto slo hizo que aumentase elterror de walter, el cual, exclamando: criatura maldita!, sali precipitadamente delaposento.

    ahora que haba despertado del delirio de sus placeres impos, todos los horrores de unaconciencia culpable y recriminadora se volvieron sus compaeros. a menudo maldeca suceguera obstinada, por no haber hecho caso de las advertencias y amonestaciones de lasmujeres que haban estado al cargo de sus hijos, y haber tomado sus palabras por vilescalumnias. pero su pesar llegaba demasiado tarde; porque, si bien el arrepentimientopuede conseguir el perdn del pecador, sin embargo, no puede alterar las sentenciasinmutables del destino: no puede hacer volver de la tumba a los asesinados. tan prontocomo apunt la primera claridad del alba, sali hacia su castillo solitario de las montaas,decidido a no permanecer ms tiempo bajo el mismo techo de tan terrible ser. pero fueintil esta huida; porque, al despertar a la maana siguiente, descubri que se hallaba en

    brazos de brunhilda, y enredado en sus largos cabellos, que parecan envolverle, yaprisionarle con los hierros de su destino; la poderosa fascinacin de su aliento le habacautivado una vez ms, de manera que, olvidando cuanto haba sucedido, volvi a suscaricias; hasta que, despertando como de un sueo, huy horrorizado de su abrazo.durante el da vag por las soledades de las montaas como el criminal que trata deocultarse de sus perseguidores; y por la noche busc refugio en una cueva, ya que temamenos acostarse en tan sombro lugar que exponerse al horror de un nuevo encuentro conbrunhilda. pero, ay!, en vano se esforzaba por huir de ella. al despertar, la descubri otravez compartiendo su msera yacija. pero, de haberse ocultado en el mismo centro de latierra, de haberse empotrado bajo una roca, de haber hecho su alcoba en lo ms profundodel ocano, la habra encontrado puntualmente junto a l: porque al llamarla de nuevo a la

    existencia, la haba convertido en su compaera inseparable; tan inexorable era el vnculoque ahora los una.

    luchando con la locura que empezaba a dominarle, y dndole vueltas sin cesar a lasespantosas visiones que se presentaban a su mente horrorizada, permaneca inmvil,tumbado en los rincones ms oscuros del bosque, desde que sala el sol hasta quellegaban las sombras del crepsculo. pero tan pronto como la luz del da se apagaba aponiente y el bosque se inundaba de negrura impenetrable, el temor a que el sueo levenciera le empujaba a vagar por las montaas. la tormenta jugaba furiosa con las nubesfantsticas, y con las hojas de los rboles que el viento haca golpetear como si algnespritu del terror se divirtiese con estas imgenes de la transitoriedad y la desintegracin:ruga entre las copas de los robles como profiriendo gritos de furia, mientras su eco

    cavernoso, rebotando en las laderas distantes, pareca el gemido de un pecador en laagona o el alarido dbil de algn desdichado al caer bajo la mano de su asesino. el bho,tambin, profera gritos guturales como augurando la devastacin de la naturaleza. elviento sacuda los cabellos de walter, cuyos mechones se agitaban en sus sienes y sushombros como negras serpientes, mientras cada uno de sus sentidos estaba atento a captarun nuevo horror. en las nubes crea ver las figuras de los asesinados; en el ulular delviento oa sus lamentos y gemidos; en las fras rfagas senta el beso de brunhilda; en elgrito de las aves escuchaba la voz de ella; en las hojas descompuestas ola el lecho

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    sepulcral del que la haba despertado. asesino de tu propia descendencia serecriminaba walter a s mismo con una voz que haca an ms espantosa la noche y elfragor de los elementos, amante de un vampiro sediento de sangre, libertino que serefocila con la corrupcin de la tumba!, mientras, desesperado, se mesaba los cabellos.justo en ese momento surgi la luna de detrs de las nubes tempestuosas; y esta visin

    trajo a su memoria el consejo del brujo, cuando lo vio estremecerse ante la primeraaparicin de brunhilda tras despertar de su sueo mortal; a saber: que le buscase cuandofuese la luna llena, en las montaas, en el punto donde se encontraban los tres caminos.no bien irrumpi este destello de esperanza en su mente aturdida, ech a correr hacia ellugar designado.

    al llegar, encontr al anciano sentado sobre una piedra, con la placidez del que disfruta deun da soleado, indiferente a los truenos que rugan a su alrededor.

    as que has venido exclam al ver al jadeante desdichado que, arrojndose a sus pies,grit en tono angustiado:

    ah, slvame... socrreme... resctame del monstruo que siembra la muerte y la

    desolacin a mi alrededor!cmo!, no te diste cuenta de cun saludable era el consejo: no despiertes a losmuertos?

    por qu hiciste tu advertencia tan misteriosa? por qu, en vez de eso, no me revelasteal punto todo el horror que aguardaba a mi sacrlega profanacin de la sepultura?

    acaso podas t escuchar otra voz que la de tu pasin desenfrenada? no me tapaba laboca tu ansiosa impaciencia cada vez que quera advertirte?

    s, es verdad: tu reproche es justo. pero de nada sirve ahora. lo que yo necesito es ayudainmediata.

    bien replic el anciano; an hay un medio de salvarte. pero est lleno de horror, yrequiere toda tu resolucin.

    entonces explica cul es dijo. porque qu puede haber ms espantoso, ms horrible,que la desdicha que ahora soporto?

    sabe, pues prosigui el brujo, que slo en la noche de luna nueva duerme ella el sueode los mortales. entonces la abandona del todo el poder sobrenatural que recibe de latumba. en ese momento es cuando debers matarla.

    cmo! matarla? repiti walter.

    s replic el anciano con serenidad; le atravesars el pecho con una daga afilada queyo te dar. al mismo tiempo, habrs de renunciar a su memoria para siempre, jurando no

    volver a pensar en ella de manera intencionada. y si lo hicieras involuntariamente,debers repetir la maldicin.

    horrible! sin embargo, qu puede haber ms horrible que ella misma?

    entonces, conserva esa resolucin hasta el prximo novilunio.

    cmo!, tengo que esperar tanto? exclam walter. ah, antes de ese plazo, su rabiosased de sangre me habr conducido a la noche de la tumba, o el horror a la noche de lalocura!

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    no replic el brujo; eso lo puedo evitar y a continuacin le llev a una caverna de lamontaa. permanece aqu dos veces siete das dijo. durante ese tiempo, podrprotegerte de sus caricias mortales. aqu encontrars las provisiones que vas a necesitar;pero cuida que nada te tiente a abandonar este lugar. adis; cuando la luna se renueve,entonces volver dicho esto, el brujo traz un crculo mgico alrededor de la cueva, e

    inmediatamente desapareci.

    dos veces siete das permaneci walter en esa soledad, sin otra compaa que su amargoarrepentimiento y sus aterradas obsesiones. el presente era todo miedo y desolacin; elfuturo mostraba la imagen de una accin horrible que deba llevar a cabo sin remedio,mientras que el pasado se lo envenenaba el recuerdo de su culpa. si pensaba en su antiguay feliz unin con brunhilda, surga ante su imaginacin la figura horrenda de ella con loslabios goteantes de sangre; si evocaba los das apacibles pasados con swanhilda, vea suespritu afligido, con las sombras de sus hijos asesinados. tales eran los horrores que leacompaaban de da. en cuanto a los de la noche, eran an ms espantosos; porqueentonces vea a la propia brunhilda que, vagando alrededor del crculo mgico que nopoda traspasar, le llamaba por su nombre hasta que la caverna resonaba entera con el ecode sus voces estremecedoras. walter, amado mo gritaba; por qu me huyes? acasono eres mo? mo para siempre... aqu, y en el ms all? acaso ests pensando matarme?ah, no cometas ese acto que nos arrojara a la perdicin... a ti lo mismo que a m! deeste modo le atormentaba su horrible visitante cada noche; y cuando se iba, an learrebataba todo descanso.

    al fin lleg la luna nueva, negra como la accin que estaba condenado a cometer. el brujoentr en la caverna.

    venga dijo a walter, vmonos de aqu; ha llegado la hora.

    y se lo llev de la cueva a lomos de un corcel negro, cuya visin trajo a walter el recuerdode la noche fatal. entonces refiri al anciano las visitas nocturnas de brunhilda, y lepregunt ansioso si se cumpliran los temores de perdicin eterna que ella le habaaugurado.

    no pueden los ojos mortales exclam el brujo penetrar los secretos oscuros de otromundo, ni el abismo profundo que separa la tierra del cielo.

    walter vacil en montar sobre el corcel.

    s decidido exclam su compaero; por esta vez se te concede afrontar la prueba. siahora fallas, nada podr rescatarte de su poder.

    qu puede haber ms horrible que ella misma? estoy decidido y salt sobre el caballo,y el brujo mont detrs.

    transportados con la rapidez de la tormenta que barre la llanura, llegaron en breve espacioal castillo de walter. todas las puertas se abrieron de golpe a una voz de su compaero; uninstante despus estaban en la cmara de brunhilda. se detuvieron junto a su lecho.sumida en un sueo sosegado, descansaba con toda la belleza que le era innata, limpio susemblante de toda huella de horror. pareca tan pura, tan dcil e inocente, que en la

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    memoria de walter se agolparon las dulces horas de sus caricias como ngelesintercesores suplicando clemencia para ella. la turbada mano de walter era incapaz decoger la daga que el brujo le presentaba.

    has de dar el golpe ahora mismo dijo ste; si te retrasas una hora tan slo, al amanecerla tendrs sobre tu pecho, sorbindote las gotas vitales del corazn.

    horrible! horrible! balbuce walter temblando; y apartando la cara, hundi la daga enel pecho de ella a la vez que exclamaba: yo te maldigo para siempre! y brot fra lasangre, manchndole la mano. brunhilda abri los ojos una vez ms; lanz una mirada deindecible horror a su esposo y, con voz cavernosa y agnica, dijo:

    t tambin ests condenado a la perdicin.

    pon ahora la mano sobre su cadver dijo el brujo, y pronuncia el juramento.

    walter hizo lo que se le ordenaba, diciendo:

    jams pensar en ella con amor, jams la evocar deliberadamente; y si su imagen acudea mi cerebro, la expulsar gritndole: maldita seas.

    ya has cumplido todos los requisitos declar el brujo. ahora devulvela a la tierra, dela que no debiste llamarla insensatamente. y procura recordar tu juramento; porque si loolvidas una sola vez, regresar, y estars perdido sin remedio. adis... no nos volveremosa ver nunca ms y dichas estas palabras, abandon el aposento; y walter huy tambinde esta morada de horror, tras dar primero instrucciones para que el cadver fueseenterrado sin tardanza.

    de nuevo descans la terrible brunhilda en su sepultura. pero su imagen acosaba sintregua el cerebro de walter, de manera que su existencia era un continuo suplicio, en elque luchaba por expulsar de su memoria los fantasmas horrendos del pasado. sin

    embargo, cuanto ms grandes eran sus esfuerzos por desterrarlos, ms intensos y vvidosse volvan; como el noctmbulo que, atrado por un fuego fatuo a una cinaga o unpantano, se hunde cada vez ms en su hmeda sepultura cuanto ms se esfuerza enescapar. su imaginacin pareca incapaz de admitir otra imagen que la de brunhilda: unavez imaginaba que la vea expirar, con la sangre manndole de su hermoso pecho; otra, lahermosa desposada de su juventud le reprochaba haber turbado el sueo de la tumba; y enambas, se vea obligado a proferir las palabras espantosas: yo te maldigo para siempre.continuamente brotaba de sus labios la terrible imprecacin; sin embargo, viva en elterror incesante de que se le olvidara, o de pensar en ella y no ser capaz de repetirla; yluego, al despertar, de descubrir que estaba en sus brazos. o bien recordaba las palabrasde ella al expirar; y espantado ante su terrible significado, imaginaba que se haba

    pronunciado irrevocablemente la sentencia de su perdicin. adnde huir de s mismo? ocmo borrar de su cerebro estas imgenes y formas espantosas? en el clamor delcombate, en el tumulto de la guerra, en su incesante oscilar de la victoria al desastre y delgrito de angustia al jbilo de la victoria... en estas cosas esper hallar al menos el aliviodel aturdimiento. pero tambin aqu vio frustrada su esperanza. los dientes gigantescosdel recelo atenazaban ahora al que nunca haba conocido el miedo: cada gota de sangreque le salpicaba pareca ser de la fra sangre que brot de la herida de brunhilda; cadadesdichado moribundo que caa junto a l, le pareca que era ella, cuando exclam en la

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    agona: t tambin ests condenado a la perdicin!; de manera que el aspecto de lamuerte le pareca ms aterrador que nada de cuanto le rodeaba, y este terror insuperablele empujaba a abandonar el campo de batalla. por ltimo, tras vagar sin rumbo durantemucho tiempo, regres a su castillo. aqu, todo estaba desierto y silencioso, como si laespada, o una pestilencia an ms mortal, hubiera arrasado la regin. porque los pocos

    habitantes que an quedaban, y hasta los criados que en otro tiempo se mostraron msfieles, haban huido ahora de l, como si llevase en la frente el estigma de can. se dabacuenta con horror de que, al haberse unido a los muertos, se haba separado de los vivos,quienes no queran tener relacin alguna con l. a menudo, cuando se detena junto a lasalmenas de su castillo y miraba los campos desiertos, comparaba su actual desolacin conel animado movimiento que solan mostrar bajo la estricta pero benvola disciplina deswanhilda. ahora se daba cuenta de que slo ella poda reconciliarle con la vida. peropoda esperar que le perdonase, y volviese a recibirle aquella a la que tan profundamentehaba agraviado? por ltimo, su impaciencia se impuso a su temor: fue en busca deswanhilda y, con la ms intensa contricin, reconoci su complicada culpa. y abrazado asus rodillas, le implor perdn, suplicndole que regresase a su castillo desolado, a fin de

    hacerlo otra vez morada de la alegra y de la paz. swanhilda se conmovi al ver a sus piesla plida figura, apenas una sombra del otrora gallardo esposo.

    la locura dijo con mansedumbre, aunque me ha causado mucho dolor, jams ha hechonacer en m el resentimiento ni la clera. pero, dime, dnde estn mis hijos? durante unrato, el desesperado padre no tuvo fuerzas para contestar a esta pregunta espantosa; porltimo, tuvo que confesar la horrible verdad. entonces nos hemos dividido para siemprereplic swanhilda; y todas las lgrimas y splicas de walter no le hicieron revocar susentencia.

    despojado de su ltima esperanza terrena, privado de su ltimo consuelo, hundido en la

    ms grande desgracia en que un mortal puede caer a este lado de la tumba, walteremprendi el regreso. y cabalgaba absorto en lgubres meditaciones por el bosque vecinoa su castillo, cuando el sbito sonido de un cuerno le sac de su ensimismamiento. pocodespus vio aparecer a una dama vestida de negro, montada sobre un corcel del mismocolor; su traje era como el de una cazadora; pero en vez de halcn, llevaba en la mano uncuervo, e iba asistida por un alegre tropel de caballeros y damas. cumplidos los primerossaludos, walter averigu que llevaban el mismo camino que l; y cuando supo ella queestaba cerca el castillo de walter, solicit alojamiento por una noche, dado que la tardeestaba muy avanzada. de muy buen grado accedi walter a esta peticin, ya que laaparicin de la hermosa desconocida le haba sorprendido gratamente: tena un parecidoprodigioso con swanhilda, salvo que su cabello era castao, y sus ojos oscuros y

    centelleantes. agasaj con un suntuoso banquete a sus invitados, cuyas risas y cancionesllenaron de animacin las salas hasta ahora silenciosas. el banquete se prolong tres das;y tan estimulante result para walter que pareca haber olvidado todos sus miedos ytristezas. y no se decida a despedir a sus visitantes por temor a que, al irse, el castillopareciera cien veces ms desolado que antes, aumentando su pesar en la mismaproporcin. a ruegos fervientes de l, la desconocida accedi a alargar su estancia sietedas, que luego prolong con otros siete. sin serle solicitado, asumi la direccin de lacasa; y empez a gobernarla con tanta discrecin y alegra como haba hecho swanhilda,

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    de manera que el castillo, que hasta ahora haba sido morada de la melancola y el horror,se convirti en residencia de la fiesta y el placer; y la afliccin de walter se disip porcompleto en medio de tanto alborozo. su afecto hacia la hermosa desconocida aumentabade da en da; incluso la hizo su confidente; y una noche en que paseaban juntos lejos delsquito de ella, le cont su espantosa historia.

    mi querido amigo replic la desconocida cuando l hubo acabado de hablar, mal seacomoda a un hombre de tu discrecin afligirse por todo eso. has despertado a un cadverdel sueo de la sepultura, y has descubierto... lo que era de prever: que los muertos nosimpatizan con la vida. y ahora qu? no quieres cometer ese error por segunda vez. sinembargo, has matado al ser al que habas llamado de nuevo a la vida; aunque lo hashecho slo en apariencia: no podas quitarle la vida propiamente, puesto que ningunatena. adems, has perdido una esposa y dos hijos; aunque, a tus aos, tal prdida puederepararse fcilmente. hay bellezas que de grado compartiran tu lecho y te haran padreotra vez. pero temes la cuenta despus: ir, abrir las sepulturas y preguntar a losdurmientes si eso los turbar.

    y as, la desconocida lo exhortaba a menudo a que se alegrase, de manera que, en brevetiempo, su tristeza haba desaparecido por completo. entonces se arriesg walter adeclararle la pasin que le haba inspirado, y ella no le neg su mano. siete das mstarde, se celebraron las nupcias, y los mismos cimientos del castillo parecieronestremecerse con el tumulto del festn. el vino corra en abundancia; las copas circulabansin cesar; el desenfreno alcanzaba los ltimos extremos, en tanto estallaban sonorasrisotadas, rayanas en la locura, entre el squito numeroso de la desconocida. por ltimowalter, enardecido por el vino y el amor, llev a su desposada a la cmara nupcial. pero,horror!, apenas la tuvo en sus brazos, la vio transformarse en una serpiente monstruosaque le abraz con sus anillos horribles, y le estruj hasta hacerle morir. el fuego comenza crepitar en todos los rincones de la alcoba. pocos minutos despus, las llamasenvolvieron el castillo, y lo consumieron enteramente. y mientras los muros se

    derrumbaban con estrpito tremendo, una voz exclam muy alto: no despertis a losmuertos!.

    johann ludwig tieck

    fin