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Tarragona Colonia Iulia Urbs Triumphalis Tarraco 78 | Escritura PÚBLICA | marzo-abril 2019 | AL ENCUENTRO A SÍ, como dice en el subtítulo, se llamó la importante –y triunfal, utique– capital mediterránea en la Hispania romana, que tan notables papeles jugó, tanto en tiempos de la república, como del imperio. Roma encumbró a Tarraco y eso se palpa aún en sus calles. Texto: JESÚS ORTIZ. Fotos cedidas por Tarragona Turisme. [email protected] @JesOrzAl Jesús Orz Acueducto de les Ferreres o Pont del Diable (s. I a. C.). Anfiteatro romano (s. II). © Alberich Fotògrafs © Manel Antolí (RV Edipress).

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TarragonaColonia Iulia Urbs Triumphalis Tarraco

78 | Escritura PÚBLICA | marzo-abril 2019 | AL ENCUENTRO

ASÍ, como dice en el subtítulo, se llamó la importante –y triunfal, utique– capital mediterránea en laHispania romana, que tan notables papeles jugó, tanto en tiempos de la república, como del

imperio. Roma encumbró a Tarraco y eso se palpa aún en sus calles.

Texto: JESÚS ORTIZ. Fotos cedidas por Tarragona Turisme.

[email protected] � @JesOrtizAl � Jesús Ortiz

Acueducto de les Ferreres o Pont del Diable (s. I a. C.).

Anfiteatro romano (s. II).

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Tras la reforma de Augusto (27 a. C.), la Tarraconense erala provincia más grande de la Península Ibérica, con unaextensión superior a la suma de las otras dos, Baetica yLusitania. Para que se dé una idea aproximada el lector, sitrazamos una línea imaginaria desde Mojácar (Almería)hasta la Sierra de Gredos (Ávila) y luego desde ahí hastaOporto (Portugal), podremos visualizar una región quecomprendía parte del norte de Portugal, además de lasComunidades de Galicia, Asturias, Cantabria, País Vasco,Navarra, Rioja, Castilla y León, Castilla-La Mancha, Ma-drid, Aragón, Murcia, Valencia y Cataluña, más un “pe-llizco” de Andalucía.

Tarraco era, pues, la capital de una provincia que proba-blemente fuese la mayor de todo el imperio hasta queDiocleciano la dividió en tres, Tarraconensis, Gaelecia yCarthaginensis, más de doscientos años más tarde. No es-taba muy poblada, es cierto, salvo en la costa mediterrá-nea. Y se consideraba “imperial”; es decir: aún no estaba‘pacificado’ todo su territorio o, si quieren verlo así, no to-dos los pueblos indígenas habían sido sometidos. De he-cho, la reforma antes citada se da durante las GuerrasCántabras (29 a 19 a. C.) en lasque estuvo directamente impli-cado el propio Augusto y cuyabase de operaciones era, preci-samente, Tarraco.

Pero la historia común de ro-manos y cissetanos, o habitantesde Cissis, colonia prerromanaque el historiador Tito Livio men-ciona en los alrededores de un“puerto de abastecimiento” delos cartagineses, comienza casi200 años antes, justo cuando unEscipión, un tío del más famoso de ellos, ‘El Africano’, lle-ga a Ampurias durante la Segunda Guerra Púnica (218 a.C.) para inmediatamente hacerse con el puerto cissetanoen el que desembarcaría un año más tarde su sobrino Pu-blio y, con él, el principio de la derrota de Cartago y de laconquista de Hispania de acuerdo con los intereses de laRepública Romana.

“Tarraco Scipionum opus” (“Tarragona es obra de Esci-pión”). Es una frase de Plinio el Viejo, en su faceta de histo-riador, que nació a principios del siglo I y que, por tanto, es-tudió –era un obseso del estudio– la historia de Hispania,y, más concretamente, de la Tarraconense, donde él llegó aser procurador. A partir de ahí, y aunque sea mucho resu-mir, toda la historia de la República, el Alto Imperio, el BajoImperio… tiene alguna reseña en la que Tarraco y la Tarra-conense tienen algún protagonismo.

Luego llegaron los bárbaros, cuando el Imperio deOccidente hizo aguas con el ineficaz Honorio al frente, yel visigodo Eurico se hizo cargo de la ciudad sin apenasresistencia de la misma, manteniendo las estructuras he-

Los propios romanosreciclaron parte del Circopara construir elAnfiteatro, que haquedado hoy comoincrustado en el centrourbano de la ciudad

Castells (Torres humanas).

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redadas. Por fin, solo dos o tres añosdespués de que las huestes de Tarikentrasen en la Penísula se hicieroncon Tarragona tras un largo asedio,según algunos historiadores, o sin ti-rar una flecha, porque no había na-die para organizar la defensa, segúnotros.

Los vestigios del esplendor romano,pese a invasiones, batallas y guerrasposteriores a la presencia de los hijosde Roma allí, siguen vivos en la ciudadmediterránea. Y siguen, también,siendo motivo de estudio y discusión.Por ejemplo, las piedras ciclópeas enque se basa una parte de las murallas.Hay unos arqueólogos que niegan elorigen latino de dichos bloques, expli-cando que sus constructores militaresno usaban piezas tan grandes; otros,que inscripciones fenicias y celtíberasdemuestran que estaban allí los pe-druscos cuando llegaron los Escipio-nes; y otro grupo, en fin, para quienlos romanos son los indudables auto-res de todo el inmenso y grandiosopatrimonio.

El conjunto arqueológico de Tarra-gona obtuvo en el año 2000 la decla-ración de la UNESCO como Patrimo-nio de la Humanidad. Había muchas

razones para ello, pero seguramente pesó el buen estadode conservación de algunos restos, siendo como fue el pri-mer lugar donde “el Africano” mandó construir edificios ymonumentos públicos tras hacer de la ciudad portuaria sucuartel general durante la Segunda Guerra Púnica. Y así si-guieron sus sucesores durante más de quinientos años.Roma, digámoslo así, entró en Hispania por tierras tarra-conenses.

La Cantera del Médol a unos 10 kilómetros de la ciudad,suministró la piedra para circo, anfiteatro, foro, palacios…Y luego muchos de estos elementos arquitectónicos cons-tituyeron a su vez, “cantera” de otros edificios que fueronconformando la Tarragona que hoy conocemos. Sin irmás lejos, los propios romanos reciclaron parte del Circopara construir el Anfiteatro, que ha quedado hoy comoincrustado en el centro urbano de la ciudad, aunque su si-tuación con vistas al mar le haga seguir siendo especial-mente hermoso.

La lista de lugares imprescindibles, si se visita Tarra-gona con “espíritu romano”, es casi interminable. Desdelas ya citadas murallas, los mencionados Circo y Anfitea-tro y la propia Cantera del Médol, que es la mayor y mássorprendente de las explotadas por los romanos que seencuentran por la zona, hasta el Foro, la Torre de los Es-cipiones, el Teatro o el Pretorio, también llamado Palaciode Augusto o Castillo de Pilatos y protagonista de algunaLeyenda.

El Acueducto de les Ferreres, hablando de leyendas, se co-noce también como Puente del Diablo. A nada que busqueel lector, encontrará más de una veintena de fantasías que

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No dejen de ir a picar algo a El Serrallo, que mantiene suesencia de genuino barrio de pescadores; o de hacerse la rutamedieval

Catedral (s. XII).Cala Jovera y Castillode Tamarit (s. XI).

Canteradel Mèdol.INFORMACIÓN

Oficina Municipal de TurismoMajor, 37

Tel.: 977 250 [email protected]

https://www.tarragonaturisme.cat/cam

Oficina Tarraco Viva - Casa SefusPlaça del Pallol, s/nTel.: 977 29 61 37

[email protected]/

ALOJAMIENTOHotel Astari ***

Via Augusta, 95-97Tel.: 977 236 900

[email protected]

RESTAURANTES Y TAPEO

XalocCarrer de Gravina, 65

Tel.: 977 242 195

Lola TapesPlaza de la Font 47Tel.: 977 212 579

L'AnapTrafalgar, 29

Tel.: 977 24 37 32

Els ArcsCarrer Misser Sitges, 13

Tel.: 977 21 80 [email protected]://restaurantarcs.com

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relacionan la construcción del magnífico canal de suminis-tro de agua con una interesada actuación del infernal per-sonaje, felizmente trampeado por doncellas, ancianos oarquitectos. La realidad es que se trata de la clásica arque-ría hecha sin argamasa, del siglo I a. de C., que llevaba elagua a la ciudad desde el río Francolí. Conserva 217 me-tros de los 25 Km originales y el tramo se sitúa a 27 metrosde altura con dos filas de arcos superpuestos.

Si en vez de ir hacia el interior desde el centro de Ta-rragona, donde a unos cinco kilómetros está el Acueduc-to, marchamos 40 kilómetros por la línea de costa hastaRoa de Bará, veremos el Arco de Bará (año 13 a. C.), cons-truido por testamento del militar y político Lucio Licinio Su-ra para marcar el límite de los territorios de dos de los másde una decena de pueblos indígenas que habitaban la zo-na. Un ejemplo de cómo –de bien– construían los roma-nos es el fracaso del intento de voladura del Arco en 1936por parte de milicianos anarquistas. Dañaron una de lasdos columnas, que fue rehabilitada posteriormente, peroahí sigue, como si no hubieran pasado por él 2.032 años.

La Tarragona romana en fin, merece algunos días en losque no puede faltar, entre tanta maravilla al aire libre,

una visita al Museo Arqueológico Nacional de Tarragona(MNAT) que, como sus responsables dicen, “custodia unaexcepcional colección de época romana, reflejo de la im-portancia histórica y monumental de la ciudad romana deTarraco y de los yacimientos arqueológicos de las cerca-nías”, en la que se pueden encontrarmosaicos, pinturas murales y escul-turas singulares.

Y, bueno, ya que visitan esta his-tórica ciudad catalana, no dejen deir a picar algo a El Serrallo, que man-tiene su esencia de genuino barriode pescadores; o de hacerse la rutamedieval, cuyos emblemas son laCatedral (S. XII) y su plaza (Pla de laSeu); o de asistir a alguna exhibiciónde castellers en casi cada rincón delcasco urbano. Si ya sacan un tiempecito para darse ungustazo en alguna de las playas de sus quince kilómetrosde costa o un garbeo por alguno de los caminos que co-rren paralelos a Río Gayà, cuando va a encontrarse conel mar en la Playa de Tamarit, la experiencia es comple-ta y memorable. l

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Un ejemplo de cómo –de bien– construían los romanos es el fracaso del intentode voladura del Arco de Barà en 1936

La historia romana de Tarragona empiezacuando un Escipión, untío de ‘El Africano’, llegaa Ampurias durante laSegunda Guerra Púnica(218 a. C.)

Arco de Bará.

Muralla y Paseo Arqueológico.

Balcón del Mediterráneo.

Para no perderse� Historia Natural. Plinio “El Viejo” (S. I).Traducción de Gerónimo de Huerta(tomo 1, 1624; tomo 2, 1629). https://bit.ly/2T5c3Qchttps://bit.ly/2VaQ1Jk

� Tarraco: arquitectura y urbanismo deuna capital provincial romana. Vol II: Laciudad Imperial. Ricardo Mar JoaquínRuiz de Arbulo, David Vivó, José Alejan-dro Beltrán–Caballero y Ferran Gris.Universidad Rovira i Virgili (2015).http://cort.as/-F2kV

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Cuando en 1999 Tarragona buscaba el apoyo ciudadanopara potenciar la candidatura de la ciudad a ser designa-da por la Unesco como Patrimonio Mundial, se organiza-ron unas jornadas en las que se buscaba vivir en las ca-lles el ambiente romano que se había visto en éstas2.000 años antes. El éxito fue tal que desde entonces, yya han pasado veintiuna primaveras, todos los meses demayo legionarios, gladiadores, patricios, senadores, pre-fectos, legados, ciudadanos, hombres libres, libertos yhasta algún esclavo vuelven a pisar el Anfiteatro, reunir-se en el Foro o comprar y vender mercancías en el mer-cado al pie de la Murallas.

El criterio de la programación de actividades, a pesarde lo que pueda parecer, sigue siendo cultural y didácti-co. De eso no se mueven ni un ápice los organizadores,ni tan siquiera para “decorar” los espacios históricos quetienen que jugar su papel tal y como están en la actuali-dad. Algo parecido a “esto no es Hollywood”.

Y es que uno de los fuertes de Tarraco Viva son la re-creaciones históricas. En total, hay más de una veintenade ellas en los dieciséis días del festival. Las más popula-res son las luchas de gladiadores en el Anfiteatro o la de-mostración de tácticas militares por parte de compañíasde legionarios que realizan maniobras de entrenamientoformando “tortugas” (avanzar en formación totalmenteprotegidos por los escudos) o manejando el pilum (lanza).

Pero también hay conciertos, lecturas públicas, de-bates, visitas guiadas, talleres para mayores y pequeños,audiovisuales, juegos, actividades escolares, exposicio-nes, jornadas gastronómicas en las que no falta el tradi-cional garum… En fin: ¡salve, forastero! l

Hay más de una veintena de recreacioneshistóricas en los dieciséis días que dura el festival

XXI Edición de Tarraco VivaTarragona, del 4 a 19 de mayo de 2019

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