9 hunters moonsong (1)
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Moonsong
Traducido por Krispipe
Corregido por Nikola
El mal nunca muere…
Después de escapar de los horrores de la Dimensión Oscura, Elena y sus
amigos no pueden esperar para asistir a la universidad de Dalcrest, el
hermoso campus cubierto de hiedra donde los padres de Elena se
conocieron. La vida con Stefan es mejor que nunca, y con sus amigos más
cercanos Bonnie, Meredith y Matt a su lado, Elena sabe que será su mejor
año. Incluso Damon parece haber cambiado realmente y se lleva bien con
todo el mundo.
Pero para Elena, alejarse de Fell´s Church no quiere decir que haya dejado
atrás su oscuro pasado. Cuando los estudiantes empiezan a desaparecer
del campus, cada nuevo amigo es de repente un potencial enemigo. El
pánico pronto se propaga y los amigos luchan para protegerse
mutuamente.
A continuación Elena descubre un secreto oculto durante mucho tiempo,
uno que la perturba hasta la médula, y se da cuenta de que la tragedia
puede ser inevitable. ¿Podrá Elena escapar de su destino? ¿Y será Stefan o
Damon el que la coja si se cae?
CAPITULO 1
Querido Diario:
Estoy muy asustada.
Mi corazón late con fuerza, mi boca está seca y mis manos están
temblando. He enfrentado mucho y sobrevivido: vampiros, hombres lobo,
fantasmas. Cosas que nunca imaginé que fueran reales. Y ahora estoy
aterrada. ¿Por qué?
Simplemente porque me voy de casa.
Y sé que todo esto es completa y locamente ridículo. Apenas me estoy
yendo de casa, realmente. Estoy yendo a la universidad, sólo a pocas horas
conduciendo de esta querida casa donde he vivido desde que era un bebé.
No, no voy a empezar a llorar otra vez. Voy a estar compartiendo
habitación con Bonnie y Meredith, mis dos mejores amigas en el mundo
entero. En la misma residencia, sólo a un par de pisos de distancia va a
estar mi amado Stefan. Mi otro mejor amigo, Matt, estará a sólo un paseo
por el campus. Incluso Damon estará en un apartamento en el pueblo
cercano.
Honestamente, no podía quedarme más cerca de casa a menos que no me
moviera en absoluto de esta casa. Estoy siendo un ejemplo de cobarde.
Pero parece que acabo de conseguir mi vuelta a casa, mi familia, mi vida,
después de estar exiliada durante tanto tiempo, y ahora de repente tengo
que salir de nuevo.
Supongo que estoy asustada en parte porque estas últimas semanas del
verano han sido maravillosas. Nos llenamos de todo el placer que
hubiéramos tenido estos últimos meses, si no hubiéramos estado luchando
contra los kitsune, viajando por la Dimensión Oscura, luchando con el
fantasma de los celos, y todos las demás cosas extremadamente no
divertidas que hemos hecho, en tres gloriosas semanas. Tuvimos picnics y
comidas campestres y fuimos a nadar y de compras. Hicimos un viaje a la
feria del condado, donde Matt ganó para Bonnie un tigre de peluche y se
volvió de color rojo brillante cuando ella chilló y saltó a sus brazos. Stefan
incluso me besó mientras estábamos sentados en la parte superior de la
noria, igual que cualquier chico normal podría besar a su novia en una
hermosa noche de verano.
Estábamos muy felices. Normales en una manera que pensaba que nunca
podría volver a serlo.
Eso es lo que me asusta, me imagino. Tengo miedo de que estas semanas
hayan sido un intermedio brillante y dorado y ahora que las cosas están
cambiando, regresemos de nuevo a la oscuridad y el horror. Es como dice
aquel poema que leímos en clase de inglés el otoño pasado: Nada dorado
puede permanecer. No para mí.
Incluso Damon…
El ruido de pies en el piso de abajo la distrajo, y la pluma de Elena Gilbert
se desaceleró. Ella levantó la vista hacia el último par de cajas esparcidas
por la habitación.
Stefan y Damon deben estar aquí para recogerla. Pero quería terminar su
pensamiento, expresar la última preocupación que la había estado
molestando durante estas semanas perfectas. Se volvió hacia su diario,
escribiendo más rápido para que pudiera recoger sus pensamientos antes
de tener que irse.
Damon ha cambiado. Desde que derrotamos al fantasma de los celos, él ha
estado… más amable. No sólo conmigo, no sólo con Bonnie, con quien
siempre ha tenido un punto suave, sino también con Matt y Meredith.
Todavía puede ser intensamente irritante e imprevisible, sino no sería
Damon, pero no tiene ese borde cruel. No como antes.
Él y Stefan parecen haber llegado a un entendimiento. Saben que los amo a
ambos, y sin embargo, no han permitido que los celos se interpongan entre
ellos.
Son cercanos, actuando como verdaderos hermanos de una manera que no
he visto antes. Hay un delicado equilibrio entre nosotros tres que ha
durado el final del verano. Y me preocupa que cualquier paso en falso de
mi parte lo haga derrumbarse y al igual que su primer amor, Katherine,
separe a los hermanos. Y entonces perderemos a Damon para siempre.
Tía Judith llamó en tono impaciente. —¡Elena!
—¡Voy! —respondió Elena. Rápidamente garabateó unas cuantas oraciones
más en su diario.
Aún así, es posible que esta nueva vida sea maravillosa. Tal vez encuentre
todo lo que he estado buscando. No puedo aferrarme a la escuela
secundaria, o a mi vida aquí en casa, para siempre. Y, ¿quién sabe? Tal vez
lo dorado pueda permanecer.
—¡Elena! ¡Tu transporte está esperando!
Tía Judith estaba sin duda estresándose ahora. Ella había querido conducir
a Elena hasta la escuela ella misma.
Pero Elena sabía que no sería capaz de despedirse de su familia sin llorar,
por lo que le había pedido a Stefan y Damon que la llevaran en su lugar.
Sería menos embarazoso ponerse emocional aquí en casa que llorar en
todo el campus de Dalcrest. Desde que Elena había decidido ir con los
hermanos Salvatore, tía Judith había estado trabajando en cada pequeño
detalle, ansiosa de que la carrera de Elena en la universidad podía no
comenzar perfectamente sin ella allí para supervisar. Todo era porque la tía
Judith la amaba, Elena lo sabía.
Elena cerró el diario azul cubierto de terciopelo y lo dejó caer en una caja
abierta. Se puso en pié y se dirigió a la puerta, pero antes de abrirla, se
volvió para mirar su habitación por última vez.
Estaba tan vacía, con sus posters favoritos desaparecidos de las paredes y
la mitad de sus libros sacados de su estantería. Sólo un poco de ropa se
mantenía en su cómoda y armario. El mobiliario estaba todavía en su lugar.
Pero ahora que la habitación estaba despojada de la mayor parte de sus
posesiones, se sentía más como una habitación de hotel impersonal que el
refugio acogedor de su infancia.
Habían pasado muchas cosas aquí. Elena podía recordar acurrucarse con su
padre en el asiento para leer de la ventana juntos cuando era una niña. Ella
y Bonnie y Meredith, y Caroline, que había sido su buena amiga, también,
una vez, habían pasado por lo menos cien noches contando secretos,
estudiando, vistiéndose para el baile y simplemente pasando el rato. Stefan
la había besado aquí, por la mañana temprano, y desapareció rápidamente
cuando la tía Judith llegó a despertarla. Elena recordó la sonrisa cruel,
triunfante de Damon cuando lo invitó la primera vez, lo que parecía hace
un millón de años. Y, no hace mucho tiempo, su alegría cuando había
aparecido aquí una oscura noche, después de que todos pensaban que
estaba muerto.
Se oyó un silencioso golpe en la puerta, y se abrió. Stefan estaba en el
umbral, mirándola.
—¿Lista? —dijo—. Tu tía está un poco preocupada. Piensa que no vas a
tener tiempo para desempacar antes de la orientación si no nos vamos.
Elena se levantó y se acercó a envolver sus brazos alrededor de él. Él olía a
limpio y madera, y puso la cabeza en su hombro.
—Ya voy —dijo—. Es difícil decir adiós, ¿sabes? Todo está cambiando.
Stefan se volvió hacia ella y atrapó su boca suavemente en un beso.
—Lo sé —dijo cuando terminó el beso, y pasó el dedo suavemente a lo
largo de la curva de su labio inferior—. Llevaré esas cajas abajo y te daré
unos minutos más. Tía Judith se sentirá mejor si ve el camión recibiendo
las maletas.
—Está bien. Enseguida bajo.
Stefan salió de la habitación con las cajas, y Elena suspiró, mirando a su
alrededor otra vez. Las azules y floreadas cortinas que su madre había
hecho para ella cuando Elena tenía nueve años todavía se cernían sobre las
ventanas. Recordó a su madre abrazándola, sus ojos un poco llorosos,
cuando su niñita le dijo que era demasiado grande para las cortinas de
Winnie Pooh.
Los propios ojos de Elena se llenaron de lágrimas, y se metió el cabello
detrás de las orejas, reflejando el gesto que su madre utilizaba cuando
estaba pensado mucho. Elena era muy joven cuando sus padres murieron.
Tal vez si hubieran vivido, ella y su madre serían amigas ahora, podrían
conocerse como iguales, no sólo como madre e hija.
Sus padres habían ido a la universidad de Dalcrest, también. Allí es donde
se habían conocido, en realidad. En la planta baja sentada en la parte
superior del piano había una imagen de ellos en sus trajes de graduación
sobre el césped soleado en frente de la biblioteca de Dalcrest, riendo,
increíblemente jóvenes.
Tal vez ir a Dalcrest llevaría a Elena más cerca de ellos. Tal vez aprendería
más sobre las personas que ellos habían sido, no sólo la mamá y el papá
que había conocido cuando era pequeña, y encontraría a su familia perdida
entre los edificios neoclásicos y los jardines verde profundo de la
universidad.
No se iba, en realidad no. Se movía hacia delante.
Elena apretó la mandíbula con firmeza y salió de su habitación, apagó la
luz cuando se fue.
En la planta baja, tía Judith, su marido, Robert y la hermana de Elena de
cinco años, Margaret, estaban reunidos en el pasillo, esperando, mirando a
Elena mientras bajaba las escaleras.
Tía Judith estaba inquieta, por supuesto. No podía evitarlo aún; sus manos
se estaban torciendo juntas, alisando su pelo o jugando con sus
pendientes.
—Elena —dijo—, ¿estás segura de que has empacado todo lo que
necesitas? Hay tantas cosas que recordar —frunció el ceño.
La ansiedad obvia de su tía hizo más fácil para Elena sonreír
tranquilizadora y abrazarla. Tía Judith la abrazó con fuerza, relajándose por
un momento, y sorbió por la nariz. —Te voy a echar de menos, cariño.
—Yo también te echaré de menos —dijo Elena, y apretó a tía Judith cerca,
sintiendo temblar sus propios labios. Dio una risa temblorosa—. Pero
volveré. Si me olvido de algo o si tengo nostalgia, volveré de vuelta para un
fin de semana. No tengo que esperar a acción de gracias.
Junto a ellas, Robert pasó de un pie al otro y se aclaró la garganta. Elena
soltó a la tía Judith y se volvió hacia él.
—Ahora, sé que los estudiantes universitarios tienen un montón de gastos
—dijo—. Y no queremos que tengas que preocuparte por el dinero, así que
tienes una cuenta en la tienda estudiantil, pero… —abrió su cartera y le
entregó a Elena un puñado de billetes—. Por si acaso.
—Oh —dijo Elena, conmovida y un poco nerviosa—. Gracias, Robert, pero
en realidad no tienes que hacerlo.
Él le dio una palmadita en el hombro torpemente. —Queremos que tengas
todo lo que necesites —dijo con firmeza. Elena le sonrió con gratitud,
dobló el dinero, y lo puso en su bolsillo.
Junto a Robert, Margaret fulminaba con la mirada obstinadamente hacia
sus zapatos. Elena se arrodilló ante ella y tomó las manos de su hermanita.
—¿Margaret? —solicitó.
Sus grandes ojos azules la miraron. Margaret frunció el ceño y sacudió la
cabeza, su boca en una delgada línea.
—Voy a echarte mucho de menos, Meggie —dijo Elena, atrayéndola hacia
sí, con los ojos llenos de lágrimas. El suave pelo de diente de león de su
hermana pequeña rozó la mejilla de Elena—. Pero voy a estar de vuelta
para acción de gracias, y tal vez puedas venir a visitarme al campus. Me
gustaría mostrar mi hermanita a todos mis nuevos amigos.
Margaret tragó saliva. —No quiero que te vayas —dijo en una pequeña voz
triste—. Siempre te estás yendo.
—Oh, cariño —dijo Elena impotente, abrazando a su hermana más cerca—.
Siempre vuelvo, ¿no?
Margaret recordaba lo que había sucedido realmente en Fell´s Church en el
último año. Los Guardianes se habían comprometido a cambiar los
recuerdos de cada uno de esos meses oscuros en que los vampiros,
hombres lobo, y kitsune casi habían destruido la ciudad, y cuando Elena
había muerto y resucitado, pero parecía haber excepciones. Caleb
Smallwood recordaba, y a veces la cara de inocencia de Margaret parecía
extrañamente saber.
—Elena —dijo tía Judith de nuevo, su voz espesa y llorosa—, es mejor que
te vayas.
Elena abrazó a su hermana una vez más antes de marchar. —Está bien —
dijo, poniéndose de pie y recogiendo su bolso.
—Llamaré esta noche y les haré saber cómo me estoy acomodando.
Tía Judith asintió con la cabeza, y Elena le dio otro rápido beso antes de
limpiarse los ojos y abrir la puerta principal.
Damon y Stefan estaban apoyados contra la camioneta que Stefan había
alquilado, sus cosas empaquetadas en la parte posterior. Mientras ella
daba un paso adelante, ambos levantaron la mirada y, al mismo tiempo, le
sonrieron.
Oh. Eran tan hermosos, ambos, que al verlos todavía se agitaba después de
tanto tiempo. Stefan, su amor Stefan, sus ojos verde hoja brillando al verla,
era precioso con su perfil clásico y esa dulce y besable pequeña curva en
su labio inferior.
Y Damon, todo piel pálida luminiscente, ojos de terciopelo negro, y pelo de
seda, era elegante y mortal a la vez.
La brillante sonrisa de Damon hacía algo en su interior que se extendía y
ronroneaba como una pantera reconociendo a su compañero.
Ambos pares de ojos la miraban con amor, posesivamente.
Los hermanos Salvatore eran suyos ahora. ¿Qué iba a hacer ella al respecto?
El pensamiento le hizo fruncir el ceño y la hizo tener una corazonada
nerviosamente. Luego, conscientemente alisó las arrugas de su frente,
relajándose, y les devolvió la sonrisa. Lo que vendría, vendría.
—Es hora de irnos —dijo, e inclinó su rostro hacia el sol.
CAPITULO 2
Traducido por Krispipe
Corregido por Nikola
Meredith sostuvo el medidor neumático firmemente contra la válvula de su
neumático trasero derecho mientras lo chequeaba. La presión estaba bien.
La presión de las cuatro ruedas estaba bien. El anticongelante, aceite, y
líquidos de transmisión estaban todos llenos, la batería del coche era
nueva, y el gato y la rueda de repuesto estaban en perfecta forma. Debería
haberlo sabido. Sus padres no eran del tipo de no ir a trabajar para verla
irse a la universidad. Ellos sabían que no necesitaba mimos, pero le habían
demostrado su amor asegurándose de que todos los preparativos
estuvieran hechos, que ella estaba a salvo y perfectamente preparada para
cualquier cosa que pudiera suceder. Por supuesto, no le dirían que lo
habían comprobado todo, sino que querrían que continuara protegiéndose
a sí misma.
No había nada que tuviera que hacer ahora excepto irse. Lo cual era lo
único que no quería hacer.
—Ven conmigo—dijo sin levantar la vista, menospreciando el débil temblor
que oía en su propia voz—. Sólo por un par de semanas.
—Sabes que no puedo—dijo Alaric mientras pasaba la mano ligeramente
por encima de su espalda—. No querría irme si voy contigo. Es mejor así.
Tendrás la oportunidad de disfrutar de las primeras semanas de
universidad igual que todos los demás estudiantes nuevos, sin nadie que te
entretenga. Después iré y te visitaré pronto.
Meredith se volvió hacia él y lo encontró mirándola. Su boca tensa, sólo la
más mínima contracción, y pudo ver que despedirse de nuevo, después de
sólo unas pocas semanas juntos, era tan difícil para él como para ella.
Se inclinó y lo besó suavemente.
—Mejor que hubiera ido a Harvard—murmuró—. Mucho más cerca.
A medida que el verano había terminado, ella y Matt se habían dado cuenta
que no podían dejar a sus amigos y dirigirse fuera del estado a la
universidad a la que habían planeado. Todos habían pasado por muchas
cosas juntos, y querían estar juntos, para protegerse entre sí, más de lo
que querían ir a cualquier otro lugar.
Su hogar había sido casi destruido más de una vez, y sólo el chantaje de
Elena a la Corte Celestial lo había restaurado y salvado a sus familias. No
podían irse. No mientras fueran los únicos en pie contra la oscuridad de
ahí fuera, la oscuridad que se establecería siempre por el Poder de las
líneas mágicas que cruzaban el área alrededor de Fell´s Church. Dalcrest
estaba lo suficientemente cerca para que fueran capaces de volver si el
peligro amenazaba de nuevo.
Tenían que proteger su casa.
Así que Stefan había ido a las oficinas administrativas en Dalcrest y
utilizado su mojo vampiro. De repente, Matt tenía la beca de fútbol para
Dalcrest que había convertido a favor de Kent State de vuelta en la
primavera, y Meredith estaba no simplemente en espera como un novato
entrante sino que estaba ubicada en el mejor dormitorio triple con Bonnie y
Elena. Lo sobrenatural los había salvado, para variar.
Sin embargo, ella había tenido que renunciar a un par de sueños para
llegar aquí. Harvard. Alaric a su lado.
Meredith movió la cabeza. Esos sueños eran incompatibles, de todos
modos. Alaric no podría haber ido a Harvard con ella. Alaric estaba aquí en
Fell´s Church investigando sobre los orígenes de todas las cosas
sobrenaturales que habían sucedido en la historia de la ciudad. Por suerte,
Duke le estaba permitiendo contar este hacia su disertación sobre lo
paranormal.
Y él sería capaz de controlar la ciudad del peligro al mismo tiempo. Ellos
tendrían que estar separados, por ahora, sin importar a dónde Meredith
optara por ir, pero al menos Dalcrest estaba a una distancia para ir
manejando.
La piel de Alaric tenía un bronceado suave, y una dispersión de pecas
doradas cruzaban sus pómulos. Sus rostros estaban tan cerca que ella
podía sentir el calor de su aliento.
—¿Qué estás pensando?—Su voz era un murmullo.
—Tus pecas—dijo—. Son magníficas. —Entonces ella respiró hondo y se
alejó—. Te amo—dijo Meredith, y luego se apresuró antes de que una ola
de nostalgia pudiera abrumarla—, me tengo que ir —tomó una de sus
maletas sentadas en el coche y la balanceó en el maletero.
—Yo también te amo—dijo Alaric, y cogió su mano y la apretó con fuerza
por un momento, mirándola a los ojos. Luego la soltó y puso la última
maleta en el maletero y cerró la puerta. Meredith lo besó, rápido y fuerte, y
se apresuró al asiento del conductor. Una vez que estuvo sentada a salvo,
el cinturón de seguridad puesto, el motor en marcha, se permitió mirarlo
de nuevo.
—Adiós—dijo a través de la ventanilla abierta—. Te llamaré esta noche.
Cada noche.
Alaric asintió con la cabeza. Sus ojos estaban tristes, pero él sonrió y
levantó una mano en señal de despedida.
Meredith se retiró del camino con cuidado. Sus manos estaban a las diez y
dos, y mantuvo los ojos en la carretera y la respiración constante. Sin ni
siquiera mirara, sabía que Alaric estaba de pie en el camino, mirando su
coche alejarse de su vista. Ella era una cazadora de vampiros, una
estudiante estrella, y totalmente sensata en todas las situaciones.
No necesitaba llorar, después de todo, iba a ver a Alaric de nuevo. Pronto.
Mientras tanto, iba a ser una verdadera Sulez: lista para cualquier cosa.
***
Dalcrest es hermoso, pensó Elena. Había estado aquí antes, por supuesto.
Ella, Bonnie y Meredith habían manejado todo el camino hasta llegar a la
Fiesta de la Fraternidad Junior un año, cuando Meredith había estado
saliendo con un chico universitario. Y recordaba vagamente a sus padres
trayéndola a un evento de la familia de ex-alumnos, cuando ella era
pequeña.
Pero ahora que era parte de la escuela, ahora que sería su hogar durante
los próximos cuatro años, todo se veía diferente.
—Muy elegante—comentó Damon cuando el coche pasó entre las grandes
puertas doradas en la entrada de la escuela y siguió conduciendo junto los
edificios de ladrillo de imitación Georgiana y mármol neoclásico—. Es decir,
para América.
—Bueno, no todos podemos crecer en palacios italianos—respondió Elena
distraídamente, muy consciente de la ligera presión del muslo de él junto
al de ella. Estaba sentada en la parte delantera de la camioneta entre Stefan
y Damon, y no había mucho espacio. Tener a ambos tan cerca era
tremendamente molesto.
Damon rodó sus ojos y le dijo a Stefan: —Bueno, si tienes que jugar a ser
humano y asistir a la universidad otra vez, hermanito, por lo menos no
elegiste un lugar demasiado horrible. Y, por supuesto, la compañía
compensará cada inconveniente—añadió galantemente con una mirada a
Elena—. Pero sigo pensando que es una pérdida de tiempo.
—Y sin embargo, aquí estás—dijo Elena.
—Sólo estoy aquí para mantenerte fuera de problemas—replicó Damon.
—Vas a tener que disculpar a Damon —dijo Stefan a Elena suavemente—.
No lo entiendo. Fue expulsado de la Universidad en los viejos tiempos.
Damon se rió. —Pero me divertí mucho mientras estuve allí—dijo—. Hubo
toda clase de placeres que un hombre podía tener en la universidad. Me
imagino que las cosas han cambiado un poco, sin embargo.
Ellos estaban pinchándose el uno al otro, Elena lo sabía, pero no había ese
borde duro y amargo que solían usar en sus peleas. Damon estaba
sonriendo por encima de su cabeza a Stefan con un afecto irónico, y los
dedos de Stefan estaban sueltos y relajados en el volante.
Puso una mano sobre la rodilla de Stefan y la apretó. Damon se puso tensó
al lado de ella, pero cuando lo miró, él estaba mirando a través del
parabrisas, su cara neutra. Elena quitó su mano de la rodilla de Stefan. Lo
último que quería hacer era alterar el delicado equilibrio entre ellos tres.
—Aquí estamos—dijo Stefan, arrancando una enredadera del edificio—. La
casa Pruitt.
La residencia se alzaba por encima de ellos, un edificio de ladrillo alto con
una torreta de un lado, las ventanas brillaban en el sol de la tarde.
—Se supone que es la mejor residencia en el campus—dijo Elena.
Damon abrió la puerta y salió rápidamente, luego se dio la vuelta y le dio a
Stefan una larga mirada—. La mejor residencia del campus, ¿verdad? ¿Has
estado usando tus poderes de persuasión para beneficio personal, joven
Stefan?—sacudió la cabeza—. Tu moral se está desintegrando.
Stefan salió por su propio lado y se giró para dar a Elena una mano cortés.
—Es posible que finalmente se me esté pegando—le dijo a Damon, sus
labios temblaban ligeramente con diversión—. Estoy en la torre en una
habitación simple. Hay balcón.
—Qué bueno para ti—dijo Damon, sus ojos moviéndose rápidamente entre
ellos—. ¿Este es un dormitorio para chicos y chicas, entonces? Los pecados
del mundo moderno. —Su cara se quedó pensativa por un momento y
luego dio una sonrisa brillante y empezó a sacar el equipaje del maletero.
Le había parecido casi solitario a Elena por un segundo, lo cual era ridículo,
Damon no estaba sólo nunca, pero esa fugaz impresión fue suficiente para
hacerle decir impetuosamente: —Puedes venir a la universidad con
nosotros, Damon. No es demasiado tarde. Podrías vivir en el campus con
nosotros.
Sintió a Stefan congelarse. Luego él tomo una respiración lenta y se deslizó
junto a Damon, alcanzando una pila de cajas. —Puedes —dijo
tranquilamente—. Podría ser más divertido de lo que piensas intentar la
universidad otra vez, Damon.
Damon sacudió la cabeza, burlándose. —No, gracias. Dejé la academia
hace varios siglos. Seré mucho más feliz en mi nuevo apartamento en la
ciudad, donde puedo mantener un ojo en ti sin tener que vivir a lo pobre
con los estudiantes.
Él y Stefan se sonrieron el uno al otro con lo que parecía perfecta
comprensión.Bien, pensó Elena, con una curiosa mezcla de alivio y
decepción. Ella no había visto el nuevo apartamento aún, pero Stefan le
había asegurado que Damon estaría, como siempre, viviendo en el regazo
del lujo, por lo menos tanto como la ciudad más cercana pudiera ofrecer.
—Vamos, chicos—dijo Damon, recogiendo varias maletas sin esfuerzo y
dirigiéndose hacia la residencia. Stefan alzó su torre de cajas y le siguió.
Elena cogió una de las cajas y los siguió, admirando su gracia natural, su
fuerza y elegancia. A medida que pasó unas cuantas puertas abiertas, oyó
a una chica simular un aullido, luego se rió con su compañera de cuarto.
Una caja enorme de la pila de Stefan se inclinó mientas él empezó a subir
las escaleras, y Damon la atrapó con facilidad a pesar de las maletas.
Stefan le dio un guiñó casual de agradecimiento.
Habían pasado siglos como enemigos. Se habían matado el uno al otro,
una vez. Cientos de años odiándose uno al otro, unidos por la miseria, los
celos y la tristeza. Katherine les había hecho eso, tratando de tenerlos a
ambos cuando cada uno la quería sólo a ella.
Todo era diferente ahora. Habían llegado muy lejos. Desde que Damon
había muerto y regresado, desde que habían luchado y derrotado al
fantasma de los celos, habían llegado a ser socios. Había un
reconocimiento implícito de que iban a trabajar juntos para proteger a un
pequeño grupo de seres humanos.
Más que eso, había un cauteloso, pero muy real, afecto entre ellos.
Confiaban el uno en el otro, sentirían perderse uno al otro de nuevo. No
hablaban de ello, pero ella sabía era verdad.
Elena cerró los ojos por un segundo. Sabía que ambos la amaban. Los dos
sabían que ella los amaba.Aunque, corrigió su mente
conscientemente, Stefan es mi verdadero amor. Pero algo más en ella, esa
pantera imaginaria, se estiró y sonrió. Pero Damon, mi Damon…
Sacudió la cabeza. No podía separarlos. No podía permitir que se pelearan
por ella. No haría lo que Katherine había hecho. Si llegara el momento de
elegir, elegiría a Stefan. Por supuesto.¿Lo harías? La pantera ronroneó con
pereza, Elena trató de impulsar el pensamiento fuera. Todo podía colapsar
tan fácilmente. Y dependía de ella asegurarse de que no volviera a suceder.
CAPITULO 3
Traducido por Mais020291
Corregido por Nikola
Bonnie arregló sus rulos rojos mientras se apuraba a través del enorme
césped de Dalcrest.
Era tan hermoso aquí. Pequeños caminos de laja bordeaban el céspeden
dirección a los varios tipos de dormitorios y salones de clase. Flores
brillantes y de colores,petunias, alegrías, margaritas, estaban creciendo por
todos lados, por los lados del camino y en frente de los edificios.
El escenario humano es bastante hermoso también, pensó Bonnie, mientras
miraba disimuladamente a un chico de bronce acostado en una toalla,
cerca del borde del césped. Aunque, no lo suficientemente disimulada, el
chico levantó su cabeza peluda y le guiñó. Bonnie se rió y caminó más
rápido, con sus mejillas sonrojadas. Honestamente, ¿él no debería estar
desempacando o estableciendo su habitación o algo parecido? No sólo
estar recostado medio desnudo y guiñando a cualquier chica como un
gran… coqueto.
La mochila con las cosas que Bonnie había comprado en la librería del
campus chocó gentilmente en su mano. Por supuesto, ella no había podido
comprar libros todavía, así cómo no se podían inscribir en las clases hasta
el día siguiente, pero resultó que la librería vendía de todo. Ella había
conseguido grandes cosas: una taza de Dalcrest, un oso de peluche
utilizando un polo con el logo de Dalcrest, y un par de cosas que serían
muy útiles, como un organizador eficiente para la ducha, para poner las
cosas de higiene, y una colección de lapiceros de cada color del arcoíris.
Tenía que admitir que estaba emocionada por empezar la universidad.
Bonnie movió la bolsa a su mano izquierda y flexionó sus dedos
acalambrados de la derecha. Emocionada o no, todas estas cosas que había
comprado eran pesadas.
Pero las necesitaba. Este era su plan: iba a convertirse en una nueva
persona en la universidad. No completamente nueva; se gustaba en sí, en
su mayoría. Pero se iba a convertir más en una líder, más madura, el tipo
de persona donde la gente decía: “Pregúntale a Bonnie”, o “Confía en
Bonnie”, en lugar de, “Oh, Bonnie”, que era completamente diferente.
Estaba determinada a salir de las sombras de Meredith y Elena. Ambas eran
estupendas, por supuesto, sus absolutas mejores amigas, pero ellas ni
siquiera se daban cuenta de lo terriblemente a cargo que estaban todo el
tiempo. Bonnie quería convertirse en una persona estupenda,
completamente a cargo, a su propia merced.
Además, tal vez conocería a un chico realmente especial. Que sea lindo.
Bonnie no podía culpar ni a Meredith ni a Elena por el hecho de que toda la
vida en la secundaria, habían tenido varias citas, pero ningún enamorado
serio. Pero, el simple hecho era que, incluso si todo el mundo creía que
eras linda, si tus mejores amigas eran hermosas, inteligentes y poderosas,
el tipo de chico que buscaba enamorarse, podía encontrarte en
comparación, menos… brillante.
Aunque tenía que admitir que estaba aliviada de que ella, Meredith y Elena
estuviesen viviendo juntas. No quería estancarse en sus sombras, pero
ellas aún eran sus mejores amigas. Y, después de todo…
Un ruido sordo. Alguien se golpeó contra Bonnie y perdió el hilo de sus
pensamientos completamente. Ella dio unos pasos hacia atrás. Un cuerpo
de hombre se tambaleó contra ella, de nuevo, y, en poco tiempo, golpeó su
rostro contra su pecho y ella tropezó, cayendo al lado de otra persona.
Había chicos por todos lados, empujándose entre ellos, bromeando y
argumentando, sin prestarle atención, como si ella estuviese metiéndose
entre ellos; hasta que de pronto una mano fuerte la sujetó en medio de la
confusión.
Cuando encontró sus pies, estos estaban moviéndose de nuevo, cinco o
seis cuerpos de hombre deslizándose y empujándose entre ellos, sin
detenerse para disculparse, como si no se hubiesen dado cuenta de ella,
como si fuera nada más que un obstáculo inanimado en su camino.
Excepto por uno de ellos. Bonnie se encontró observando una camisa azul
y un torso delgado con buenos brazos musculosos. Se enderezó y se
acomodó el cabello, y la mano que agarraba su brazo la soltó.
—¿Estás bien?—preguntó una voz suave.
Estaría mejor si casi no me hubieses lanzado al suelo, Bonnie estaba a
punto de decirlo. Se le había cortado la respiración, y su mochila estaba
pesada, y este chico y sus amigos seriamente necesitaban observar hacia
dónde estaban yendo. Luego, miró hacia arriba, y sus ojos se encontraron
con los de él.
¡Caray! El chico era hermoso. Sus ojos eran claros, realmente azules, el
azul del cielo en madrugada o en una mañana de verano. Sus facciones
eran pequeñas, las cejas arqueadas, los pómulos salientes, pero su boca
era suave y sensual. Y, ella nunca había visto ese color de cabello antes,
excepto en los niños pequeños, ese rubio blanquecino puro que hacía
pensar en playas tropicales debajo del cielo de verano…
—¿Estás bien? —repitió él más fuerte, un gesto de preocupación arrugando
su frente.
Bien. Bonnie podía sentir cómo se sonrojaba desde sus pies hasta las raíces
de su cabello. Acababa de estar mirándolo con la boca abierta.
—Estoy bien—dijo, intentando mantenerse de pie—. Supongo que no
estaba mirando hacia dónde iba.
Él sonrió, y un pequeño silbido corrió a través de Bonnie. Su sonrisa era
hermosa, también, y levantaba todo su rostro.
—Eso es lindo de tu parte—dijo él—, pero creo que tal vez nosotros
deberíamos haber estado mirando hacia dónde íbamos en lugar de
empujarnos entre nosotros por todo el camino. Mis amigos a veces se
ponen un poco… rudos.
Él miró más allá, y Bonnie miró por encima de su hombro. Sus amigos se
habían detenido y estaban esperándolo más abajo. Mientras Bonnie
observaba, uno de ellos, un chico alto y moreno, golpeó a uno de ellos en
la parte de atrás de la cabeza, y un momento después estaban
golpeándose y empujándose de nuevo.
—Sí, ya puedo ver eso—dijo Bonnie, y el chico hermoso rió. Su risa hizo
que Bonnie también sonriera y regresó su atención a esos ojos.
—Bueno, por favor, acepta mi disculpa —dijo él—. Estoy realmente
apenado. —Sostuvo su mano—. Mi nombre es Zander.
Su apretón era lindo y firme, su mano larga y cálida alrededor de la de ella.
Bonnie sintió que se sonrojaba de nuevo, y arrojó sus rulos rojos hacia
atrás y pegó la barbilla con valentía en el aire. No iba a actuar toda
nerviosa. ¿Y, qué importaba si él era hermoso? Ella era amiga, de alguna
manera, con Damon. Ella tenía que ser inmune a los chicos hermosos por
ahora.
—Soy Bonnie—dijo ella, sonriéndole—. Este es mi primer día aquí.
¿También eres estudiante de primer año?
—Bonnie—dijo pensativamente, diciendo su nombre como si lo estuviera
degustando—. No, ya estoy aquí hace un tiempo.
—Zander… Zander. —Los chicos empezaron a cantar, sus voces tornándose
más rápido y fuertes mientras repetían—. Zander… Zander… Zander.
Zander hizo una mueca, su atención regresando hacia sus amigos. —Lo
siento Bonnie, tengo que irme—dijo—. Tenemos una clase de…—Se
detuvo—. Una cosa del club. Pero, como dije, estoy muy apenado, casi te
golpeé. Espero pronto verte de nuevo, ¿está bien?
Él sacudió su mano una vez más, le dio una pequeña sonrisa y se fue,
caminando más rápido cuando se acercó a sus amigos. Bonnie lo observó
reunirse a su grupo de chicos. Justo antes de doblar, Zander volteó la vista
hacia ella, hizo esa hermosa sonrisa, y agitó su mano en señal de
despedida.
Bonnie alzó su mano para despedirse de vuelta, accidentalmente chocando
su pesada mochila contra su costado mientras él se alejaba de su vista.
Increíble, pensó, recordando el color de sus ojos. Puede que me esté
enamorando.
***
Matt se apoyó en la pila tambaleante de maletas que había agrupado en la
entrada de su habitación. —Maldita sea—dijo al tiempo que intentaba abrir
la puerta. ¿Le habían dado la llave correcta?
—¡Hola!—Una voz dijo detrás de él, y Matt se sacudió, dejando caer una
maleta en el suelo—. Ups, lo siento por eso. ¿Eres Matt?
—Sí—dijo Matt, intentando abrir una vez más la puerta, pero finalmente lo
consiguió. Él volteó, sonriendo—. ¿Tú eres Christopher?—La universidad le
había dicho el nombre de su compañero de cuarto y que él también estaba
en el equipo de fútbol, pero los dos no se habían visto.
Christopher se veía bien. Él era un chico grande con un buen cuerpo, una
sonrisa amigable y cabello corto. Él se pasó la mano por el cabello mientras
retrocedía para dar lugar a la pareja alegre que estaba detrás.
—Hola, tú debes ser Matt—dijo la mujer, que estaba llevando una alfombra
enrollada y un banderín de Dalcrest—. Soy Jennifer, la madre de
Christopher, y este es Mark, su padre. Es un placer conocerte. ¿Tus amigos
están por aquí?
—Eh, no, acabo de llegar por mi cuenta—dijo Matt—. Mi casa, en Fell’s
Church, no está lejos de aquí —cogió sus maletas y las colocó dentro de la
habitación, apurándose para alejarse de la familia de Christopher.
El cuarto era bastante pequeño. Había una litera por la pared, un pequeño
espacio en mitad de la habitación y dos mesas y roperos, uno al lado del
otro, en la otra pared.
Las chicas y Stefan, sin duda estaban viviendo con lujo, pero no se veía
muy bien que Stefan use su Poder para encontrar una vivienda digna para
Matt. Ya se veía lo suficientemente mal que Matt tome la vacante de otro
estudiante y el espacio de alguien más en el equipo de fútbol.
Stefan le había hablado sobre eso. —Mira, Matt. —Él había dicho, sus ojos
verdes serios—. Entiendo cómo te sientes. A mí tampoco me gusta
influenciar en las personas para obtener lo que quiero. Pero el hecho es
que, necesitábamos quedarnos juntos. Con las líneas de Poder que corren
por toda la parte del país, tenemos que estar en guardia. Nosotros somos
los únicos que sabemos.
Matt tuvo que estar de acuerdo cuando Stefan se lo puso de esa manera.
Tuvo que rechazar la habitación de la residencia lujosa que Stefan había
arreglado para él, y tomó lo que la oficina de vivienda le había asignado.
Tuvo que aferrarse, al menos, a una pizca de su honor. Además, si él
estaba en la misma habitación que los demás, hubiese sido difícil rechazar
el compartir cuarto con Stefan. Le caía bien Stefan, pero la idea de vivir con
él, de observarlo con Elena, la chica que Matt casi pierde y seguía amando
a pesar de lo que había pasado, era mucho. Y, sería divertido conocer
nuevas personas, expandir sus horizontes después de haber pasado toda
su vida en Fell’s Church.
Pero la habitación era horriblemente pequeña.
Y, parecía que Christopher tenía un montón de cosas. Él y sus padres
subían y bajaban las escaleras, transportando un sistema de sonido, una
pequeña refrigeradora, un televisor, una Wii. Matt empujó sus tres maletas
en la esquina y lo ayudó a traer todo.
—Por supuesto que compartiremos el refrigerador y las cosas de
entretenimiento —dijo Christopher, mirando las maletas de Matt, que
estaban llenas de nada más que ropa y tal vez algunas sábanas y toallas—.
Si llegamos a descubrir dónde podemos poner todo. —La mamá de
Christopher estaba rondando por todo el cuarto, ordenando a su padre en
dónde poner las cosas.
—Perfecto, gracias…—empezó a decir Matt, pero el papá de Christopher,
después que finalmente había colocado el televisor encima de los roperos,
se volteó a mirar a Matt.
—Oye—dijo—. Me acabo de dar cuenta, si eres de Fell’s Church, ustedes
fueron los campeones de estado el año pasado. Tú debes ser un jugador.
¿En qué posición juegas?
—Eh, gracias—dijo Matt—. Soy jugador de ataque.
—¿De la primera cadena?—preguntó el papá de Christopher.
Matt se sonrojó. —Sí.
Ahora todos lo estaban mirando.
—¡Caray!—dijo Christopher—. Sin ofender hombre pero, ¿por qué estás
viniendo a Dalcrest? Digo, estoy emocionado por jugar, pero podrías haber
ido por ejemplo a, División Uno.
Matt se encogió de hombros incómodo. —Eh, tuve que quedarme cerca a
casa.
Christopher abrió su boca para decir algo más, pero su madre le dio una
pequeña sacudida en la cabeza y él la cerró de nuevo. Genial, pensó
Matt.Probablemente piensan que tengo problemas familiares.
Tenía que admitir que le preocupada un poco el estar con personas que
conocían lo que él había dejado. Las chicas y Stefan realmente no
entendían el fútbol. Aunque Stefan había jugado en el equipo de
secundaria del colegio con él, su posición media era más que todo del tipo
aristocrático de la época Renacentista Europea: los deportes eran
pasatiempos divertidos que mantenían el cuerpo en forma. A Stefan
realmente no le importaba.
Pero Christopher y su familia entendían lo que significa dejar pasar la
oportunidad de jugar en un equipo universitario de fútbol de alto rango.
—Entonces—dijo Christopher de pronto, como si estuviera pensando cómo
cambiar de tema—, ¿qué cama quieres? A mí no me importa si me toca
arriba o abajo.
Todos miraron hacia la litera, y fue ahí cuando Matt lo vio por primera vez.
Debió de haber llegado cuando él estaba ayudando a Christopher con sus
maletas. Un sobre crema estaba encima de la litera inferior, hecha de un
papel grueso como si fuera una invitación a una boda. Al frente estaba
escrito en caligrafía: “Matthew Honeycutt”.
—¿Qué es eso, querido?—preguntó curiosa la madre de Christopher.
Matt se encogió de hombros, pero él empezaba a sentir un repiqueteo de
excitación en su pecho. Había escuchado algo sobre que ciertas personas
en Dalcrest recibían invitaciones, unas que recientemente habían aparecido
pero que él siempre pensó que eran un mito.
Moviendo el sobre hacia un lado, vio un sello azul de cera teniendo la
impresión de una decorada letra V.
Huh. Después de mirar el sobre por unos segundos, él lo dobló y lo metió
en su bolsillo trasero. Si es que pensaba lo que era, se supone que lo tenía
que abrir cuanto estuviera solo.
—Supongo que es el destino diciéndonos que la litera de abajo es tuya—
dijo Christopher amigablemente.
—Sí—dijo Matt distraído, su corazón latiendo rápido—. Discúlpenme por
un minuto, ¿está bien?
Salió hacia el pasillo, tomó un gran respiro y abrió el sobre. Adentro había
más de ese papel grueso con la caligrafía y una estrecha franja de tejido
negro. Él leyó:
Fortis Aeturnus
Por generaciones, los mejores y más inteligentes de la Universidad de
Dalcrest, han sido escogidos para unirse a la Sociedad Vitale. Este año, tú
has sido seleccionado.
Deseamos que aceptes este honor y te conviertas en uno de nosotros; ven
mañana por la noche, a las ocho en punto, a la entrada principal del
campus. Debes estar con los ojos vendados y vestido como si fuese una
ocasión seria.
No le digas a nadie.
El pequeño pulso de excitación en el pecho de Matt se incrementó hasta
que pudo escuchar el latido de su corazón en sus oídos. Se dejó caer a lo
largo de la pared y tomó un gran respiro.
Había escuchado historias de la Sociedad Vitale. Se decía que el grupo de
actores conocidos, escritores famosos, y generales de la Guerra Civil con
los que contaba Dalcrest dentro de sus alumnos, eran miembros. El
pertenecer a esta sociedad legendaria se supone que aseguraba tu éxito, te
relacionaba con una red secreta increíble que te ayudaba por toda tu vida.
Y, más que eso, se hablaba de hechos misteriosos, de secretos revelados
sólo a los miembros. Y, se supone que tenían fiestas impresionantes.
Pero sólo eran rumores, las historias de la Sociedad Vitale, y nadie se
atrevía a admitir que pertenecía ahí. Matt siempre pensó que la sociedad
secreta era un mito. La universidad en sí, rechazaba vehemente cualquier
conocimiento de esta Sociedad, y Matt creía que la gente que trabajaba en
admisión había inventado todo eso, intentando hacer parecer la
universidad un poco más exclusiva y misteriosa de lo que realmente era.
Pero ahora, él miró el papel crema entre sus manos, estaba la evidencia,
que todas esas historias podían ser verdad. Podía ser una broma, suponía,
un truco de alguien que estaba jugando con los recién llegados. Aunque,
no se sentía como un juego. El sello, la cera, el papel costoso; todo parecía
como un gran esfuerzo, no tenía sentido que todofuera una broma.
La sociedad más exclusiva, más secreta en Dalcrest, era real. Y ellos lo
querían a él.
CAPITULO 4
Traducido por Mais020291
Corregido por Nikola
—Confía en Bonnie en conocer a un chico en tu primer día de universidad
—dijo Elena. Ella, cuidadosamente, colocó el esmalte sobre las uñas de
Meredith, pintándolas de un rosa suave. Pasaron la tarde en la orientación
para ingresantes con el resto de compañeros de cuarto, y ahora todo lo
que querían era relajarse—. ¿Estás segura que este es el color que debe
ser?—preguntó Elena a Meredith—. No se ve como una puesta de sol de
verano para mí.
—Me gusta—dijo Meredith, moviendo los dedos de los pies.
—¡Cuidado! No quiero manchar mi nuevo cubrecama.—Le advirtió Elena.
—Zander es tan hermoso—dijo Bonnie, estrechándose lujosamente sobre
su propia cama al otro lado de la habitación—. Esperen a conocerlo.
Meredith le sonrió a Bonnie. —¿Acaso no es un sentimiento maravilloso?
¿Cuando acabas de conocer a alguien y sientes como si hay algo entre los
dos, pero no estás segura de lo que va a pasar?—dio un suspiro exagerado,
rodando sus ojos, simulando un desmayo—. Es todo acerca de la
anticipación, y te emocionas con sólo verlo. Me encanta esa primera parte.
—Su tono era ligero, pero había algo solitario en su rostro. Elena estaba
segura que, a pesar de lo compuesta y calmada que Meredith se veía, ella
ya estaba extrañando a Alaric.
—Seguro—dijo Bonnie, amigablemente—. Es increíble, pero quiero llegar a
la siguiente etapa de una vez. Quiero tener esa relación dónde nos
conocemos uno al otro muy bien, un enamorado serio en lugar de un
simple Cupido. Como ustedes tienen. ¿Eso es mejor, verdad?
—Eso creo—dijo Meredith—. Pero no deberías apurar esa etapa de nos-
acabamos-de-conocer, porque sólo tienes un tiempo limitado para
disfrutarlo. ¿Verdad, Elena?
Elena secó, con un poco de algodón, las esquinas de las uñas pintadas de
Meredith, y pensó en el tiempo en que conoció a Stefan. Con todo lo que
había pasado, era difícil creer que sólo había pasado un año.
Lo que más recordaba era su determinación a estar con Stefan. No
importaba lo que se interpusiese en su camino, ella sabía clara y
firmemente, que él sería de ella. Y luego, en esos días, una vez que él era
de ella, fue glorioso. Se sentía como si la pieza que le faltaba había
regresado a su lugar.
—Correcto—dijo finalmente, respondiéndole a Meredith—. Después, las
cosas se vuelven más complicadas.
Al principio, Stefan había sido un premio que Elena había querido ganar:
sofisticada y misteriosamente. Él era el precio que Caroline quería,
también, y Elena nunca dejó que ella le ganara. Pero luego Stefan había
dejado que Elena vea el dolor y la pasión, la integridad y la nobleza que él
tenía dentro y ella se había olvidado de la competencia y amó a Stefan con
todo su corazón.
¿Y, ahora? Ella aún amaba a Stefan con todo lo que tenía, y él la amaba a
ella. Pero ella amaba a Damon, también, y a veces ella lo entendía,
planeador, manipulador, y peligroso Damon, más que a Stefan. Damon era
como ella en algunas cosas: él también perseguía lo que quería. Ambos se
conectaban en un nivel básico de instinto, donde Stefan era demasiado
bueno y honorable para entender. ¿Cómo podías amar a dos personas al
mismo tiempo?
—Complicado.—Se burló Bonnie—. ¿Más complicado que nunca estar
segura si le gustas a alguien o no? ¿Más complicado que tener que esperar
al lado del teléfono a ver si tienes una cita el sábado por la noche o no?
Estoy lista para lo complicado. ¿Sabían que el cuarenta y nueve por ciento
de las mujeres estudiantes de universidad, conocen a sus futuros esposos
en el campus?
—Tú inventaste esa estadística—dijo Meredith, levantándose y acercándose
a su propia cama, con cuidado de no malograr sus uñas.
Bonnie se encogió de hombros. —Está bien, tal vez lo hice. Pero les
apuesto que es un porcentaje alto, de todos modos. ¿Elena, tus padres no
se conocieron aquí?
—Sí—dijo Elena—. Creo que tuvieron una clase juntos en segundo año.
—Qué romántico—dijo Bonnie feliz.
—Bueno, si te casas, tienes que conocer a tu futuro marido en algún lado—
dijo Meredith—. Y hay un montón de posibles y futuros conyugues en la
universidad. —Ella frunció el ceño ante la cubierta de seda en su cama—.
¿Ustedes creen que puedo secar mis uñas más rápido si uso la secadora de
pelo, o voy a malograr la pintura? Quiero irme a dormir.
Examinó la secadora de pelo como si fuera el punto focal de un
experimento de ciencias, su rostro rígido. Bonnie la estaba mirando de
arriba hacia abajo, su cabeza recostada al final de la cama y sus rulos rojos
sobando el piso, sus pies contra la pared. Elena sintió un gran amor por
ambas. Ella recordaba las incontables fiestas de pijamas que habían tenido
en el colegio, antes que sus vidas se volvieran… complicadas.
—Me encanta estar las tres juntas—dijo—. Espero que todo el año sea de
esta manera.
Ahí fue cuando escucharon las sirenas.
Meredith observó a través de las persianas, coleccionando hechos,
intentando analizar qué estaba sucediendo fuera de la Casa para
Estudiantes. Una ambulancia y varios carros policía estaban estacionados
en toda la calle, sus luces suavemente parpadeando rojo y azul. Las luces
encendieron la cuadra, y estaba lleno de oficiales.
—Creo que deberíamos ir afuera—dijo.
—¿Estás bromeando?—preguntó Bonnie, detrás de ella—. ¿Por qué
querríamos hacer eso? Estoy en pijama.
Meredith la miró. Bonnie estaba de pie, sus manos en su cadera, sus ojos
marrones indignados. Ella estaba usando un pijama muy dulce con un
estampado de un cono de helado.
—Bueno, rápido, ponte unos jeans—dijo Meredith.
—¿Pero, por qué? —preguntó Bonnie.
Los ojos de Meredith se encontraron con los de Elena, y ambas asintieron
enérgicamente.
—Bonnie—dijo Elena pacientemente—, tenemos la responsabilidad de
chequear todo lo que sucede aquí. Tal vez queramos ser alumnas normales
de universidad, pero sabemos la verdad sobre el mundo, la verdad que
otras personas no se dan cuenta, sobre los vampiros, hombres lobo y
monstruos, y necesitábamos asegurarnos de que lo que sucede ahí afuera
es parte de la verdad. Si es un problema humano, la policía podrá hacerse
cargo. Pero si es algo más, es nuestra responsabilidad.
—Honestamente —se quejó Bonnie, ya alcanzando su ropa—, ustedes
tienen un complejo de salvar a las personas o algo así. Después de llevar
psicología, voy a diagnosticarlas.
—Y después pediremos disculpas—dijo Meredith agradablemente.
En su camino hacia la puerta, Meredith cogió el estuche de terciopelo que
contenía sus estacas. Estas eran especiales, diseñadas para combatir tanto
a los adversarios humanos como sobrenaturales, y estaba hecha con
especificaciones que su familia había dado por generaciones. Solo una
Sulez podía tener algo como eso. Ella las acarició, sintiendo las púas
afiladas de los diferentes materiales que puntuaban al final: plata para los
hombres lobo, madera para los vampiros, fresno blanco para los Antiguos,
hierro para todas las criaturas misteriosas, agujas hipodérmicas para
llenarlas con pociones. Ella sabía que no podía sacar su estuche afuera, no
cuando estaba rodeado de policías y personas inocentes, pero ella se sintió
más fuerte cuando pudo sentir el peso en su mano.
Afuera, el bochorno del día de septiembre de Virginia, había dado una
noche fría, y las chicas caminaban rápido hacia el tumulto, alrededor de la
cuadra.
—No mires como si estuviéramos yendo hacia ahí—susurró Meredith—.
Pretende que estamos yendo hacia uno de los edificios. Como el centro de
estudiantes. —Ella se abrió un poco, como si se dirigiese más allá de la
cuadra, y luego se acercó de nuevo, mirando hacia la policía que estaba
alrededor del césped, pretendiendo estar sorprendidas por la actividad a su
lado. Elena y Bonnie la siguieron, mirando por todos lados con los ojos
abiertos.
—¿Chicas, las puedo ayudar en algo? —Uno de los hombres de seguridad
del campus preguntó, acercándose y bloqueándoles el paso.
Elena le sonrió suplicante. —Estábamos en camino hacia el centro de
estudiantes, y vimos a todos aquí. ¿Qué está pasando?
Meredith estiró su cabeza para ver más allá. Todo lo que pudo ver fue un
grupo de policías hablando uno con el otro y más hombres de seguridad.
Algunos oficiales estaban arrodillados, cuidadosamente revisando el
césped. Analistas de la escena del crimen, pensó vagamente, deseando
saber más sobre el procedimiento de lo que había visto en la televisión.
El oficial de seguridad dio un paso hacia un lado para bloquear su vista. —
Nada serio, sólo una chica que tuvo un pequeño problema por caminar por
aquí sola —dio una sonrisa tranquilizadora.
—¿Qué tipo de problema?—preguntó Meredith, intentando observar.
Él se desplazó, bloqueando la línea de visión de nuevo. —Nada para
preocuparse. Todos van a estar bien esta vez.
—¿Esta vez?—preguntó Bonnie, frunciendo el ceño.
Él se aclaró la garganta. —Ustedes simplemente quédense juntas por la
noche, ¿está bien? Asegúrense de caminar en pares o grupos cuando estén
fuera del campus, y estarán bien. Seguridad básica, ¿entendieron?
—¿Pero, qué le pasó a la chica? ¿Dónde está?—preguntó Meredith.
—Nada para preocuparse—dijo, más firme esta vez. Sus ojos se enfocaron
en el estuche negro de Meredith—. ¿Qué tienes ahí?
—Palos de billar—mintió—. Vamos a jugar billar en el centro de
estudiantes.
—Que se diviertan—dijo, en un tono de voz que claramente era un
despido.
—Lo haremos—dijo Elena dulcemente, su mano en el brazo de Meredith.
Esta abrió la boca para hacer otra pregunta, pero Elena ya la estaba
empujando lejos del oficial y hacia el centro de estudios.
—Oye.—Meredith se quejó silenciosamente, cuando estuvieron fuera de
vista—. No terminé de hacer preguntas.
—Él no nos iba a decir nada—dijo Elena. Su boca era una línea recta—. Te
apuesto que ha pasado más de alguien metiéndose en pequeños
problemas. ¿Viste la ambulancia?
—¿Realmente no vamos al centro de estudiantes, verdad?—preguntó
Bonnie—. Estoy muy cansada.
Meredith sacudió su cabeza. —Pero, deberíamos regresar a nuestra
habitación por atrás del edificio. Se verá sospechoso si regresamos por
donde vinimos.
—Eso fue espeluznante, ¿verdad?—dijo Bonnie—. ¿Ustedes creen… —hizo
una pausa, y Meredith pudo ver como tragaba—, ¿ustedes creen que algo
malo sucedió?
—No lo sé—dijo Meredith—. Él dijo que una chica se metió en un pequeño
problema. Eso puede significar muchas cosas.
—¿Ustedes creen que alguien la atacó?—preguntó Elena.
Meredith le dio una mirada significante. —Tal vez—dijo—. O tal vez algo lo
hizo.
—Esperemos que no—dijo Bonnie, temblando—. Tengo suficientes cosas
que me durarán para siempre. —Cruzaron detrás del edificio de ciencias,
por un pasillo oscuro, solitario y redondo, de regreso a sus habitaciones, la
entrada iluminaba como un faro delante de ellas. Las tres se apresuraron,
acercándose a la luz.
—Tengo mi llave—dijo Bonnie, sintiéndolas en el bolsillo de sus jeans.
Abrió la puerta, y ella y Elena ingresaron rápido a la habitación.
Meredith se detuvo y miró de nuevo hacia la cuadra, luego hacia el cielo
oscuro del campus. Cualquier “problema” que había pasado, y cualquiera
sea la causa humana o algo más, ella sabía que necesitaba estar en buenas
condiciones, lista para pelear.
Casi podía escuchar la voz de su padre, diciendo: “El tiempo de diversión
se ha terminado, Meredith”. Era momento de enfocarse en entrenar de
nuevo, tiempo para trabajar en su destino como protectora, como una
Sulez, para mantener a las personas inocentes a salvo de la oscuridad.
CAPITULO 5
Traducido por Corazona
Corregido por Nikola
El sol era demasiado brillante. Bonnie se cubrió los ojos con una mano y
miró a su alrededor con inquietud mientras caminaba a través de la plaza
hacia la librería. Le había tomado demasiado tiempo irse a dormir luego de
haber regresado a su cuarto la noche anterior. ¿Y si algún loco estaba
acechando el campus?
Es plena luz del día. Se dijo a sí misma. Hay personas en todas partes. No
tengo nada de quetemer.Pero, las cosas malas también pueden suceder
durante el día. Las chicas fueron llevadas a autos por horribles hombres, o
golpeadas en la cabeza y llevadas a lugares oscuros. Los monstruos no
sólo acechaban en la noche. Después de todo, ella conocía a varios
vampiros que daban paseos durante el día, todo el tiempo. Damon y Stefan
nunca la aterrorizaron, no más. Pero había otros monstruos diurnos. Tan
sólo quisiera sentirme a salvo por una vez, pensó melancólicamente.
Estaba llegando al área donde la policía había estado buscando la noche
anterior, todavíaestaba bloqueada con una cinta amarrilla. Los estudiantes
estaban cerca en grupos de dos o tres, hablando en voz baja. Bonnie
observo una mancha marrón cobriza sobre el pavimento, pensó que podría
ser sangre, así que caminómás rápido a medida que pasaba. Hubo un
crujido en los arbustos. Bonnie caminó aún más rápido, imaginando la
mirada de unos ojos salvajes ocultos entre la maleza, observó a su
alrededor nerviosamente. Nadie estaba mirando en su dirección. ¿Podrían
ayudarla si gritaba?
Corrió el riesgo de volver a mirar el arbusto, ¿debería tan sólo salir
corriendo?, y se detuvo, avergonzada por los furiosos latidos de su
corazón. Una pequeña y linda ardilla saltó tímidamente debajo de las
ramas. Olisqueó el aire, luego atravesó el pavimento y subió a un árbol
detrás de la cinta policial.
—Francamente, Bonnie McCullough, eres una idiota.—Bonnie murmuró
para sus adentros. Un chico que pasaba en otra dirección la escuchó y rió
disimuladamente, haciendo que Bonnie se ruborizara de ira.
En el momento enque llegó a lalibrería,su rubor estaba bajo control. Tener
latípica tez de una pelirroja era una lástima, todo lo que sentía era
transmitido por el rubor o la palidez de su piel.Sin embargo, con un poco
de suerte sería capaz de manejar un simple viaje para comprar libros sin
humillarse a sí misma.
Bonnie había comenzado a familiarizarse con la librería cuando había
tenido su día de compras ayer,pero no había investigado realmente la parte
de libros en la tienda. Hoy, sin embargo, tenía la lista de libros para las
clases que habíaregistrado, además necesitabaabastecerse de algunos
estudios serios. Jamás había sido una gran admiradora de la escuela,pero
tal vez la universidad sería diferente. Cuadrando sus hombros, se volvió
decididamente lejosde las cosas brillantes, hacia los libros de texto.
La lista era tediosamente larga.Encontró la introducción al libro de texto de
Psicología con cierta sensación de satisfacción: Sin duda, esto le daría la
terminología para diagnosticar a sus amigos. Los estudiantes de primer
año del seminario de Inglés, estaban asignados a una serie de novelas, por
lo que vagó a la sección de ficción, tirando a su paso“El rojo y
negro”,“Oliver Twist” y la “Edad de la Inocencia”.
Dio vuelta en la esquina en busca del resto de W´s, con la intención de
agregar“Al Faro” a su creciente pila de libros, se quedóestática.
Zander. El hermoso, hermoso Zander se escondía con gracia junto a una
estantería, su cabeza blanca y rubia se inclinaba sobre un libro. Él aun no
la había visto, por lo queBonniede inmediatose deslizó enel pasilloanterior.
Se recostó contra la pared, respirando con dificultad. Podía sentir que sus
mejillas volvían a encenderse, el horrible rubor que la delataba.
Cuidadosamente, se asomó en la esquina. Él no había reparado en ella,
seguía leyendo con atención.Hoy llevaba una camiseta gris, y su cabello de
aspecto suave, se curvaba ligeramente en su nuca. Su rostro parecía tener
una especie de tristeza con sus preciosos ojos azules escondidos bajo esas
largas pestañas y sin señal de su fabulosa sonrisa. Tenía grandes sombras
bajo sus ojos.
El primer instinto de Bonnie fue el de alejarse. Podía esperar y encontrara el
libro de Virginia Woolf mañana; no es como si fuera a leerlo hoy.
Realmente no quería que Zander pensara que ella estaba acosándolo. Sería
mejor que él la viera en algún sitio, cuando estaba distraída. Si se acercaba
ella sabría que él estaba interesado.
Después de todo, quizás no estaba interesado en Bonnie. Había sido una
especie de coqueteo cuando había corrido hacia ella, pero casi la había
hecho caer. ¿Y si él tan sólo estaba siendo amable? ¿Y si ni siquiera
recordaba a Bonnie?
Nop. Mejor dejar pasar este momento y esperar hasta cuando estuviera
mejor preparada. Ni siquiera estaba usando delineador, por Dios. Tomando
su decisión, Bonnie dio vuelta firmemente lejos.
Aunque, por otra parte…
Bonnie dudó. Había habido una conexión entre ellos, ¿verdad? Ella había
sentido algo cuando sus ojos se encontraron. Él le sonrió como si
realmente estuviera viéndola, más allá del error y la agitación.
¿Quéhabía pasado con la decisión que había tomadoel día
anterior,caminando de regreso a su dormitorio desde esta misma librería?
Si ellaiba a convertirse enuna persona magnífica, segura y abandonar las
sombras de sus amigas,no podía huircada vez queveía a unchico que le
gustaba.
Bonnie siempre había admirado la forma en que Elena lograba obtener todo
lo que quería. Ella simplemente iba por ello y nada podía interponerse en
su camino.Cuando Stefan había ido por primera vez a la Fell´s Church, él
no había querido tener nada que ver con Elena. Ciertamente, no cayó entre
sus brazos y comenzó un increíble y eterno romance. Pero eso no le había
importado a Elena. Ella iba a tener a Stefan incluso si eso la mataba.
Y, bueno, la había matado, ¿no?
Bonnie se estremeció. Sacudió ligeramente su cabeza. El punto era que si
querías encontrar el amor, no podías tener miedo de tratar, ¿verdad?
Levanto su barbilla con determinación en el aire. Por lo menos ya no estaba
sonrojada. Sus mejillas estaban tan frías, que seguramente su piel estaba
blanca como la de Blancanieves, pero definitivamente no estaba
ruborizada. Por lo que eso era algo.
Antes de que volviera a cambiar de idea, caminó rápidamente alrededor de
la esquina en el pasillo de atrás donde Zander se mantenía leyendo.
—¡Hola!—dijoella, con su voz un poco chillante—.Zander.
Él mirópara arriba, yesa sonrisaincreíble y hermosa se extendió por su
rostro.
—Bonnie—dijo con entusiasmo—. Hey, estoy muy contento de verte. Estaba
pensando en ti antes.
—¿En serio? —preguntó Bonnie, y de inmediato quiso golpearse a sí
misma por lo entusiasta que había sonado.
—Sí—dijo en voz baja—. Lo estaba.—Sus ojos azul cielo encontraron los de
ella—. Estuve deseando tener tunúmero de teléfono.
—¿En serio?—Bonnie preguntó de nuevo, y esta vez ni siquiera le importó la
forma en que había sonado.
—Claro—dijo.Frotando sus pies contra la alfombra, como si estuviera un
poco nervioso, un calor floreció en el interiorde Bonnie. ¡Estaba nervioso
por hablar con ella!—.Yo estaba pensando.—Zandercontinuó—, Tal vez
podríamos hacer algo alguna vez. Es decir, si quieres.
—Oh—dijo Bonnie—. Quiero decir,¡sí! me gustaría. Situquieres.
Zander volvió a sonreír, era como si su pequeño rincón de la sección de
ficción se iluminara con una luz brillante. Bonnie tuvo que obligarse a sí
misma a notambalearse hacia atrás, él era tan magnífico.
—¿Qué tal este fin de semana? —preguntó Zander, y Bonnie, de repente se
sintió como la luz y la dinámica, como si pudiera flotar en el aire, le
devolvió la sonrisa.
***
Meredith puso su pie izquierdo a un paso detrás de ella, levantó su talón
derecho, moviéndose en una posición trasera con sus manos levantadas
fuertemente, los puños juntos, en un movimiento de bloqueo.Luego
deslizó su piehacia los ladosen unaposición de frente y golpeó hacia
adelante con el puñode su mano izquierda. Le encantaba moverse en una
figura.Cada movimiento era coreografiado, y lo único que podía hacer era
practicar una y otra vez hasta quetoda la figurafluía enun modelo de
precisión, gracia y control. Las figuras de Taekwondo eran perfectas, y
Meredith disfrutaba de la perfección.
Lo más increíble era queuna vez que conocía bien las figuras, estas se
volvíantan naturales como respirar, podía estar listapara cualquier cosa.En
una pelea, ella sería capaz de sentirel próximo movimiento de su oponente
y contrarrestar con un bloque, o una patada o un puñetazo sin ni siquiera
pensarlo.
Ella se volvió con rapidez, bloqueando alto con la mano derecha y bajo con
la izquierda. Meredith sabía que era preparación. Si estaba tan preparado
para que su cuerpo pudiera sentir el movimiento que necesitaba hacer sin
que su cerebro se viera involucrado,entonces sería capaz de protegerse a sí
misma y a todos los demása su alrededor.
Hace un par de semanas, cuando ella y sus amigos habían sido atacados
por el fantasma,y ella había sufrido un esguince en su tobillo, sólo Stefan
había tenido el poder suficiente para proteger a Fell´s Church.
Stefan, un vampiro.
Los labios de Meredith se apretaron cuando automáticamente dio una
patada hacia delante con su pie derecho, deslizándose en la postura del
tigre, y bloqueando con su mano izquierda.
Le gustaba Stefan, y confiaba en él, en verdad lo hacía, pero aún… podía
seguir imaginando generación tras generación de Sulezes revolcándose en
sus tumbas, maldiciéndola,si supieranque había dejadoa ella y a
susamigostan vulnerable, con sólo un vampiro entre ellos y el peligro. Los
vampiros son el enemigo.
No Stefan, claro. Ella sabía que, a pesar de toda su formación, podría poner
su fe en Stefan. Damon, por otro lado… Sin importar lo útil que Damon
había sido en un par de batallas, sin importar, lo bastante agradable y,
franco, fuera-de-su-personaje como se había comportado durante las
últimas semanas, Meredith no se atrevía a confiar en él.
Pero si entrenaba duro, y se perfeccionaba como una guerrera, Meredith no
tendría que hacerlo. Se movió en una posición a su derecha y dio un
puñetazo afilado y limpio hacia delante con su mano derecha.
—Buen golpe —dijo una voz detrás de ella.
Meredith se dio vuelta para ver a una chica afroamericana de cabello corto
apoyarse contra la puerta del cuarto de práctica, observándola.
—Gracias—dijo Meredith, sorprendida.
La chica se adentró en lahabitación.—¿Qué eres?—preguntó—, ¿un cinturón
negro?
—Sí—dijo Meredith, y no pudo dejar de añadir con orgullo—, en taekwondo
y karate.
—Hmm—dijo la muchachacon los ojos brillantes—. Yo hago taekwondo y
aikido. Mi nombre es Samantha. He estado buscando una compañera de
entrenamiento. ¿Te interesa?
A pesar de laindiferenciade su tono, Samantha estaba saltando con
impaciencia sobre las puntas de sus pies,una sonrisa pícara amenazaba
con curvarse en las esquinas de su boca, los ojos de Meredith se
estrecharon.
—Claro—dijo ella, con una actitud radiante—. Muéstrame lo que tienes.
La sonrisa de Samantha se agrandó. Se quitó los zapatos y caminó sobre la
alfombra de práctica al lado de Meredith. Ellas se enfrentaron, evaluándose
la una a la otra. Era una cabeza más baja que Meredith y delgada, pero con
músculos fuertes y elegantes, además se movía con tanta gracia como la
de un gato.
La anticipación en los ojos de la chica mostraba su creencia sobre que
Meredith iba a ser fácil de superar. Ella pensaba que Meredith era una de
esas alumnas, que era sólo figuras y técnica sin instinto de lucha real.
Meredith conocía muy bien a ese tipo de luchadores, había conocido a
muchos en las competiciones. Si eso era lo que pensaba de Meredith, ella
estaba a punto de tener sorpresas.
—¿Lista?—preguntó Samantha. Meredith asintió, ella inmediatamente lanzó
un puñetazo mientras que su pie opuesto se movía intentando barrer los
pies de Meredith. Meredith reaccionó instintivamente, bloqueando el golpe,
esquivando los pies, y luego trato de barrer una patada, la cual ella evitó,
sonriendo abiertamente con simple placer.
Intercambiaron un par de golpes y patadas, y, a regañadientes, Meredith
tuvo que aceptar que estaba impresionada.Esta chicaera rápida, más rápida
que la mayoría de los oponentes con los que ella había combatido
antes,incluso en el nivelde cinturón negro, además de ser mucho más
fuertede lo que parecía.
Aunque, era demasiado arrogante, una luchadora agresiva en vez de
defensiva, la forma con la que se había precipitado a dar el primer golpe, lo
demostraba. Podría usar esa arrogancia en su contra.
Samanthacambió su peso, y Meredithse deslizó por debajo de sus
defensas, dando una patada mientras giraba su talón rápidamente,
golpeando firmemente enlaparte superior del muslo. Se tambaleóun poco,
y Meredith se alejó de ella rápidamente.
La cara de Samantha cambió de inmediato. Se estaba enojando ahora,
Meredith podía decir, que eso, también era un debilidad. Tenía el ceño
fruncido, los labios apretados, mientras que Meredith mantenía su propio
rostro deliberadamente en blanco. Los puños y los pies de Samantha se
movían con rapidez, pero perdió algo de precisión mientras se aceleraba.
Meredith fingió caer de nuevo bajo el asalto, haciendo fintas para mantener
a su oponente fuera de balance, apoyándose contra una esquina mientras
que bloqueaba los golpes de Samantha. Cuando prácticamente estuvo
acorralada, enrolló su brazo contra el puño de Samantha, deteniéndola
antes de que pudiera golpearla, y luego barrió su pie.
Samantha salió disparada, capturada por la patada baja de Meredith, y
cayendo pesadamente en la lona. Se quedó allí y simplemente miró a
Meredith por un momento, con su cara atontada mientras que Meredith se
inclinaba sobre ella, repentinamente dudosa. ¿Había herido a Samantha?¿La
chica estaría enojada y se marcharía enfadada?
Entonces el rostro de Samantha se transformó en una amplia y
brillante sonrisa.
—¡Eso fue increíble! —dijo—. ¿Me puedes mostrar ese movimiento?
CAPITULO 6
Traducido por Corazona
Corregido por Nikola
Cuidadoso, Matt tanteó con su pie a lo largo del camino hasta que
encontró el césped, luego avanzó a su propia manera, sosteniendo sus
manos en frente de él hasta que tocó la áspera corteza de un árbol.
Probablemente no habría mucha gente dando vueltas fuera de la puerta
principal del campus, pero quería no tener a nadie viéndolo, con los ojos
vendados, vestido con su traje y corbata de bodas y funerales, conociendo
que lucía como un idiota.
Por otro lado, quería que el que viniera por él fuera capaz de encontrarlo.
Sería mejor parecer un idiota al aire libre ahora y formar parte de la
Sociedad Vitale que esconderse y pasar el resto de la noche con los ojos
vendados entre los arbustos. Matt avanzó de regreso a donde creía que
estaba la puerta, tropezó. Agitando sus manos, se las arregló para
recuperar el equilibrio de nuevo.
De repente, deseó haberle dicho a alguien hacia dónde iba. ¿Qué pasaría si
alguien que no erade la Sociedad Vitale le había dejado la nota? ¿Qué
pasaría si este era un plan para atraparlo a él solo? ¿Algún tipo de trampa?
Matt pasó su dedo por debajo de su sudoso y demasiado apretado cuello.
Después de todas las cosas extrañas que habían sucedido en el último año,
no podía dejar de ser paranoico.
Si desaparecía ahora, sus amigos nunca sabrían lo que le había sucedido a
él. Pensó en los ojos azules y sonrientes de Elena, su clara y buscadora
mirada. Lo echaría de menos si desaparecía, lo sabía, aunque ella nunca lo
había amado de la manera que él había querido. La sonrisa de Bonnie
perdería su notadespreocupada si Matt se iba, y Meredith se haría más
tensa y dura, empujándose a sí misma hacia lo más difícil. Él les importaba.
Sin embargo, la invitación de la Sociedad Vitale era clara: no decirle a
nadie. Si quería entrar en el juego, tenía que jugar con sus reglas. Matt
entendió las reglas.
Sin previo aviso, dos extraños lo agarraron de los brazos, uno a cada lado.
Instintivamente, Matt luchó, y oyó un gruñido de exasperación de la
persona a su derecha.
—Fortis Aeturnus—susurró la persona a su izquierda como una contraseña,
su cálido aliento contra la oreja de Matt.
Dejó de luchar. Ese había sido el lema de la carta dela Sociedad Vitale,
¿verdad? Era en latín, estaba bastante seguro. Deseó haberse tomado el
tiempo para averiguarlo que significaba. Dejó que las personas
que agarraban sus brazos lo guiaran a través del césped y el pavimento.
—Sube—susurró la persona a su izquierda, y Matt avanzó con cuidado,
escalando lo que parecía ser la parte trasera de una furgoneta. Manos
firmes empujaron su cabeza hacia abajo para evitar que se golpeara con el
techo de la furgoneta, Matt se acordó de aquella época terrible del verano
pasado, cuando había sido arrestado, acusado de atacar a Caroline. La
policía había empujado, de esa misma forma, su cabeza cuando le
pusieron las esposas en la parte trasera de la patrulla. Su estómago se
hundió recordando el temor, pero lo sacudió. Los Guardianes habían
borrado a todos cualquier recuerdo de la falsa acusación de Caroline, justo
de la misma manera que ellos habían cambiado todo lo demás.
Las manos lo guiaron a un asiento y le ataron un cinturón de seguridad
alrededor. Parecía haber gente sentada a cada lado de él, abrió su boca
para hablar, ¿para decir qué?, no sabía.
—Quédate quieto—susurró la voz misteriosa, Matt cerró la boca
obedientemente. Forzó la vista para ver algo más allá de la venda en sus
ojos, incluso un toque de luz o sombra,pero todo estaba oscuro. Los pasos
resonaron en todo el piso de la furgoneta, luego las puertas se cerraron, y
escuchó el motor ponerse en marcha.
Mattse sentó. Trató de hacer un seguimiento de las vueltas de la
camioneta, pero perdió la cuenta de las derechas e izquierdas después de
unos pocos minutos y en su lugar se sentó en silencio, esperando a ver lo
que iba a pasar.
Después de unos quince minutos, la furgoneta se detuvo. Las personas a
ambos lados de Matt se enderezaron, y él se puso tenso. Escuchó que las
puertas delanteras se abrían y cerraban, luego los pasos rodearon la
furgoneta antes de quelas puertas traseras se abrieran.
—Recuerda el silencio—ordenóla voz que le había hablado antes—.Serás
guiado a la siguiente etapa de tu viaje.
La persona a su lado lo rozó mientras se levantaba, Matt le escuchó
tropezar en lo que sonaba como la grava bajo sus pies mientras se lo
llevaban lejos. Escuchó con atención, pero, una vez que esa persona se fue,
tan sólo escuchó los movimientos nerviosos de las otras personas sentadas
en la furgoneta. Saltó cuando las manos volvieron a agarrar sus brazos. De
alguna manera se había acercado de nuevo a él; ni siquiera lo había
escuchado.
Las manos le ayudaron a salir de la furgoneta, luego lo guiaron a través de
lo que parecía ser una acera o un patio, donde sus zapatos golpearon
primero contra la grava, después el pavimento. Sus guías procedieron a
hacerlo subir una serie de escalones, a través de una especie de pasillo, y
luego hacia abajo otra vez. Contó tres giros antes de volver a detenerse.
—Espera aquí—dijo la voz, luego sus guías se apartaron.
Matt trató de averiguar dónde se encontraba. Podía oír a la gente,
probablemente sus compañeros de la furgoneta, pasando en silencio, pero
nadie dijo nada. A juzgar por los ecos de sus ligeros movimientos, estaban
en un gran espacio: ¿Un gimnasio? ¿un sótano? Probablemente, un sótano,
después de bajar todas esas escaleras.
Detrás de él llegó el silencioso clic de una puerta cerrándose.
—Ahora pueden quitar sus vendas—dijo una nueva voz, profunda y
segura.
Matt desató su venda y miró a su alrededor, parpadeando mientras sus
ojos se acostumbraban ala luz. Era una luz tenue, indirecta, que apoyaba
su teoría del sótano, pero si se trataba de un sótano, este era el más lujoso
que jamás había visto.
La habitación era enorme, se extendía en la penumbra hasta el otro
extremo, el piso y las paredes eran paneles en madera oscura y pesada.
Los arcos y pilares sostenían el techo, a intervalos, y habían algunos tipos
de figuras en ellos: la cara astuta y retorcida de lo que podría ser un
duende le lanzó una mirada lasciva desde un pilar, la figura de un ciervo
corriendo atravesaba un arco. Sillas y mesas de terciopelo rojo arraigado y
de madera pesados se alineaban en las paredes. Matt y los otros se
enfrentan a un gran arco central, coronado por una gran letra “V”
ornamentada hecha de diferentes tipos de metales brillantes, altamente
pulidos, elaborados y soldados entre sí. Debajo de la“V”estaba el mismo
lema que había aparecido en la carta: Aeturnusfortis.
Echando un vistazo a las personas cercanas a él, Matt vio que no era el
único con sentimiento confuso y temeroso. Allí parecían haber otras quince
personas, provenientes dediferentes clases: no había manera de que el
hombre alto, encorvado, con la gran barba fuera un estudiante de primer
año.
Una chica pequeña con rostro redondo y rizos cortos de color castaño
llamó su atención. Ella arqueo sus cejas hacia él, ensanchando su boca en
una expresión exagerada de aturdimiento. Matt sonrió abiertamente tras
ella, su estado de ánimo se aligeró. Se movió más cerca de ella y acababa
de abrir la boca para susurrar una introducción, cuando fue interrumpido.
—Bienvenidos—dijo la voz profunda y autoritaria que había dado
instrucciones deque se quitaran las vendas, un joven se acercó al arco
central, directamente debajo de lagran“V”.Detrás de él veníaun círculode
los demás, al parecer una mezcla de chicos y chicas, todos vestidos de
negro y con máscaras. El efecto debería haber sido excesivo, pensó Matt,
pero en cambio las figuras enmascaradas parecían misteriosas y distantes,
retuvo un temblor.
El hombre bajo el arco era el único que no llevaba una máscara. Era un
poco más bajo que las figuras silenciosas a su alrededor,con el pelo oscuro
y rizado, sonrió cálidamente mientras estiraba sus manos hacia Matt y los
demás.
—Bienvenidos—dijo de nuevo—, a un secreto. Pueden haber oído rumores
de la Sociedad Vitale, la organización más antigua y más ilustre de
Dalcrest. Se trata de una sociedad que a menudo se habla en voz baja, pero
de la que nadie sabe la verdad. Nadie, excepto sus miembros. Soy Ethan
Crane, el actual presidente de la Sociedad Vitale, y estoy encantado de que
ustedes hayan aceptado nuestra invitación.
Hizo una pausa y miró a su alrededor. —Ustedes han sido invitados a
comprometerse, porque son lo mejor de lo mejor. Cada uno de ustedes
tiene diferentes fortalezas. —Él gesticulo hacia el chico alto y barbudo,
Matt lo había notado—.Stuart Covington aquí esla mente científica más
brillante de la clase de ultimo año, quizás una de las más prometedoras en
el país. Sus artículos sobre la biogenética ya han sido publicados en
numerosas revistas.
Ethan caminó entre la multitud y se detuvo junto aMatt. Tan cerca, que
pudo ver que los ojos de Ethan eran de un color avellana casi dorado, lleno
de calor. —Matt Honeycutt entra a Dalcrest como un jugador titular en el
equipo de fútbol después de haber dirigido a su escuela secundaria al
campeonato del estado el año pasado. Pudo elegir su programa
universitario de Futbol y eligió venir aDalcrest.—Matt bajó la cabeza con
modestia, y Ethan le apretó el hombro antes de caminar hasta detenerse en
la linda chica de rostro redondo.
—Junior Chloe Pascal es, como todos aquellos que asistieron a la feria de
arte del año pasado conocen, la artista más talentosa en el campus. Sus
esculturas dinámicas e interesantes le han ganado el Premio Gershner
durante dos años consecutivos. —Dio una palmadita en el brazo de Chloe
mientras que ella se sonrojaba.
Ethan fue pasando de un miembro a otro de su pequeño grupo,
enumerando los logros. Matt tan sólo escuchaba la mitadmientras miraba a
su alrededor hacia las expresiones absortas en los rostros de los otros
candidatos, dio la impresión de una amplia gama de talentos, y que se
trataba de una recopilación de lo mejor de lo mejor, un conjunto de
triunfadores del campus. Él parecía ser el único de primer año.
Sentía como si Ethan hubiera encendido una vela demasiado brillante en su
interior: él, Matt, quien había sido el menos especial en su grupo de
amigos, estaba sobresaliendo.
—Como pueden ver—dijo Ethan, regresando al frente del grupo—, cada
uno tiene habilidadesdiferentes. Los cerebros, la creatividad, el atletismo,
la capacidad de guiar a otros. Estas cualidades, cuando se unen, pueden
convertirlos en el grupo de más elite y poder, no sólo en el campus, si no
durante toda la vida. La Sociedad Vitale es una organización con una larga
historia, y una vez que son un miembro de la sociedad, son uno de por
vida. Siempre—levantó un dedo en advertencia, con el rostro serio—. Sin
embargo, esta reunión es tan sólo el primer paso en el camino de
convertirse en un Vitale. Y es un camino difícil.—Les sonrió de nuevo—.Yo
creo, nosotros creemos, que todos ustedes tienen lo que se necesita para
convertirse en unVitale. No habrían sido invitados a comprometerse si
nocreyéramos que son dignos.
Matt enderezólos hombros y puso la cabeza en alto. Miembro menos
notable de su grupo de amigoso no, él había salvado al mundo, o al menos
su ciudad natal, más de una vez. Incluso si hubiera sido uno de un equipo
en ese entonces, estaba bastante seguro de que podía manejar cualquier
cosa que la Sociedad Vitale le arrojara.
Ethan le sonrió directamente.—Si creen estar preparados para el
compromiso de la Sociedad Vitale, para guardar nuestros secretos y ganar
nuestra confianza, den un paso adelante ahora.
Sin vacilar, Matt dio un paso adelante. Chloe y el barbudo hombre, Stuart,
salió con él, mirando a su alrededor, vio que cada una de los candidatos se
habían movido hacia adelante juntos.
Ethan se acercó a Matt y se apoderó de la solapa de su traje. —Aquí—dijo,
rápidamente clavando algo en él y dejándolo ir—. Usa esto en todo
momento, pero discretamente. Debes mantener tu compromiso con
lasociedad secreta. Nos estaremos comunicando. Felicitaciones. —Le dio
una breve sonrisa, genuina, y se trasladó a Chloe, diciéndole lo mismo a
ella.
Matt se volvió la solapa y miró a la pequeña V de color azul oscuro que
Ethan había puesto en él. Nunca había pensado antes acerca de
fraternidades o sociedades secretas, o cualquier tipo de organización que
no fueran un equipo deportivo. Pero esto, siendo el único de primer año
que quería la legendaria Sociedad Vitale, era diferente. Ellos vieron algo en
él, algo especial.
7
Traducido por Krispipe
Corregido por Nikola
—Hubiera sido difícil encontrar un grupo de colonos menos adecuados
para construir una colonia completamente nueva que los ciento cinco
hombres que navegaban por el río desde la bahía de Chesapeake en 1605
y fundaron Jamestown—conferenció el profesor Campbell desde la parte
delantera de la clase de Elena—. Si bien había un par de carpinteros, un
albañil, un herrero, y tal vez una docena de trabajadores entre ellos, estos
estaban superados en número por los autoproclamados señores que
constituían casi la mitad del grupo.
Hizo una pausa y sonrió con ironía. —Señores en este caso significaba
hombres sin profesión u oficio. Muchos de ellos eran hombres perezosos y
ociosos hombres que se habían unido a la expedición de la London
Company con la esperanza de obtener un beneficio sin darse cuenta de la
cantidad de trabajo que iba a implicar realmente la fundación de una
colonia en el Nuevo Mundo. Los colonos desembarcaron en primavera, y
para finales de septiembre, la mitad de ellos habían muerto. En enero,
cuando el capitán Newport volvió con suministros y más colonos, sólo
permanecían treinta y ocho de los colonos originales.
Perezosos y despistados, escribió Elena claramente en su
cuaderno. Muertos en menos de un año.
Historia del Sur era su primera clase, y la Universidad estaba demostrando
ya ser una experiencia reveladora. Sus profesores de la escuela secundaria
siempre habían insistido en el valor y la iniciativa cuando hablaban de los
primeros colonos de Virginia, no en el infortunio.
—El jueves hablaremos sobre la leyenda de John Smith y Pocahontas.
Vamos a discutir los hechos y cómo se diferencian de la propia versión de
Smith, ya que tenía una tendencia hacia la autopromoción—anunció el
profesor Campbell.
—La tarea de lectura está en el plan de estudios, así que por favor vengan
preparados para un animado debate la próxima vez. —Él era un hombre
gordo, pequeño y enérgico, cuyos pequeños ojos negros barrieron la clase
y aterrizaron infaliblemente en Elena mientras que añadía—, ¿Elena Gilbert?
Por favor, quédese después de la clase un momento. Me gustaría hablar
con usted.
Ella tuvo tiempo para preguntarse, nerviosamente, cómo sabía él cuál de
sus estudiantes era ella mientras el resto de la clase se dispersaba fuera de
la sala, unos pocos parándose para hacerle preguntas a él. Ella no había
hablado durante su conferencia, y había cerca de cincuenta estudiantes en
la clase.
Cuando el último de sus compañeros desapareció por la puerta, ella se
acercó a su escritorio.
—Elena Gilbert—dijo paternalmente, sus brillantes ojos buscando los de
ella—. Pido disculpas por ocupar tu tiempo. Pero cuando me enteré de tu
nombre, tenía que preguntar.
Él hizo una pausa, y Elena respondió obedientemente: —¿Preguntar qué,
profesor?
—Conozco el nombre Gilbert, ya ves—dijo—, y cuanto más te miro, más
me recuerdas a alguien, dos alguien, quienes alguna vez fueron muy
queridos amigos míos. ¿Puedes ser la hija de Elizabeth Morrow y Thomas
Gilbert?
—Si, lo soy—dijo Elena lentamente. Tenía la esperanza de poder conocer a
alguien que conociera a sus padres aquí en Dalcrest, pero se sentía raro
escuchar sus nombres, de todos modos.
—¡Ah!—Él entrelazó sus dedos a través de su estómago y le dio a ella una
sonrisa de satisfacción—. Te pareces mucho a Elizabeth. Eso me
sorprendió mucho cuando entraste en la habitación. Pero hay un toque de
Thomas en ti, también, no nos engañemos. Algo en tu expresión, creo.
Verlo me devuelve a mis días como estudiante. Era una chica encantadora,
tu madre, simplemente encantadora.
—¿Usted fue a la Universidad aquí con mis padres?—preguntó Elena.
—Desde luego que sí. —Los pequeños ojos negros del profesor Campbell
se ampliaron—. Fueron dos de los mejores amigos que he tenido. Nos
hemos perdido la pista unos de los otros durante los años, me temo, pero
me enteré del accidente —desató los dedos y le tocó el brazo
tímidamente—. Lo siento mucho.
—Gracias. —Elena se mordió el labio—. Nunca hablaban mucho sobre sus
años de universidad. Tal vez al hacerse mayores, lo habrían hecho…—Su
voz se apagó, y se dio cuenta con espanto que sus ojos se habían llenado
de lágrimas.
—Oh, querida, no quería molestarte. —El profesor Campbell se palpó los
bolsillos de la chaqueta—. Y no tengo un pañuelo de papel cuando lo
necesito. Oh, por favor no llores.
Su expresión cómica de angustia hizo que Elena le dedicara una sonrisa
con los ojos llorosos, y él se relajó y le devolvió la sonrisa. —Ahí, eso está
mejor—dijo—. Ya sabes, si te gustaría saber más acerca de tus padres y
cómo eran en aquel entonces, estaría feliz de poder contarte sobre ellos.
Tengo todo tipo de historias.
—¿En serio? —dijo Elena esperanzada. Sintió un destello de emoción. Tía
Judith hablaba con Elena sobre su madre a veces, pero los recuerdos que
compartían eran en su mayoría de su infancia. Y Elena realmente no sabía
mucho sobre el pasado de su padre: había sido hijo único y sus padres
habían muerto.
—Claro, claro—dijo el profesor Campbell alegremente—. Ven a mis horas
de oficina, y te contaré todo sobre nuestras travesuras en los viejos
tiempos. Estoy allí todos los lunes y viernes, de tres a cinco, y pondré una
alfombra de bienvenida para ti. Hablando metafóricamente, por supuesto.
Te serviré algo del horrible café del departamento.
—Gracias, profesor Campbell—dijo Elena—. Me encantaría.
—Llámame James—dijo él—. No es nada en absoluto. Todo lo que pueda
hacer para hacerte sentir a gusto aquí en Dalcrest—ladeó la cabeza hacia
un costado y la miró con curiosidad, sus ojos tan brillantes y curiosos
como los de un pequeño animal—. Después de todo, como hija de
Elizabeth y Thomas, debes de ser una chica muy especial.
***
El gran cuervo negro fuera de la ventana de la sala de conferencias
caminaba de un lado al otro, cerrando y abriendo sus poderosas garras
alrededor de la rama a la que estaba encaramado.
Damon quería transformarse de nuevo en vampiro, subir a través de la
ventana, y tener una rápida pero eficaz sesión de interrogatorio con ese
profesor.
Pero a Elena no le gustaría eso.
Ella era tan ingenua, maldita sea.
Si, si, ella era su hermosa, brillante, inteligente princesa, pero era
ridículamente ingenua, también; todos lo eran. Damon con irritación
arregló sus erizadas plumas de vuelta a una elegancia iridiscente. Ellos
eran muy jóvenes. En ese punto, Damon era capaz de mirar atrás y decir
que nadie aprendía nada en la vida, no durante sus primeros cien años más
o menos. Tenías que ser inmortal, en realidad, para tener el tiempo para
aprender a mirar por uno mismo correctamente.
Elena continuaba mirando a su profesor con demasiada confianza. Después
de todo lo que había pasado, todo lo que había hecho, para ella era
demasiado fácil pausarse en la complacencia, todo lo que el hombre tenía
que hacer era colgar la promesa de la información sobre sus padres frente
a ella, y felizmente trotaría a reunirse con él en su oficina siempre que él lo
sugiriera. Boba sentimental. ¿Qué podía el hombre posiblemente contarle
que fuera de alguna importancia real?
Nada podía devolverle a sus padres.
El profesor no era un peligro, lo más probable. Damon lo había probado
con su Poder, sin sentir nada sino el parpadeo de una mente humana, sin
aumento de energía oscura respondiendo desde el pequeño hombre, sin
oleaje de emociones violentas o perturbadoras. Pero no podía estar seguro,
¿no? El poder de Damon no podía detectar todos los monstruos, no podía
predecir cada giro del corazón humano.
Pero el verdadero problema aquí era Elena. Ella había olvidado claramente,
que había perdido todo su Poder, que los guardianes la habían despojado
de vuelta a ser sólo una vulnerable, frágil chica mortal. Ella pensaba,
erróneamente, que podría protegerse a sí misma.
Todos ellos eran así. Damon se había enfurecido al principio al darse
cuenta lentamente de que estaba empezando a sentir que todos ellos eran
seres humanos. No sólo su hermosa Elena y el pequeño pájaro rojo, sino
todos ellos, la bruja Sra. Flowers y la cazadora y el cabeza cuadrada del
chico también. Los dos últimos ni siquiera le gustaban, pero se sentía
obligado a mantener un ojo en ellos, para evitar que se dañaran a sí
mismos a través de su estupidez innata.
Damon no era el que quería estar aquí. No, la “vamos todos unan sus
manos y bailen para promover nuestra educación juntos” idea no era suya,
y la había tratado con el debido desprecio. Él no era Stefan. No iba a perder
el tiempo haciéndose pasar por uno de los chicos mortales.
Pero se había encontrado, para su consternación, no queriendo perderlos,
tampoco.
Era embarazoso. Los vampiros no eran animales de carga, no como los
seres humanos. No se suponía que le importara lo que les sucediera. Estos
chicos deberían ser la presa, y nada más.
Sin embargo, estar muerto y volver, luchando contra el fantasma de los
celos y liberar la envidia enfermiza y la miseria que lo había mantenido
cautivo desde que era un ser humano, había cambiado a Damon. Con esa
bola dura de odio fuera de su pecho, donde había vivido durante tanto
tiempo, se encontraba más ligero. Casi como si le…importara.
Embarazoso o no, se sentía sorprendentemente cómodo, teniendo esta
conexión con el pequeño grupo de seres humanos. Él habría muerto, otra
vez, antes de admitirlo en voz alta, sin embargo.
Chascó su pico un par de veces mientras Elena le decía adiós a su profesor
y abandonaba el salón de clases. Luego Damon extendió sus alas y aleteó
hasta un árbol al lado de la entrada del edificio.
Cerca de allí, un hombre delgado y joven empezó a publicar un folleto con
la foto de una chica en otro árbol, y Damon voló a obtener una mirada más
cercana. Estudiante desaparecida, decía la parte superior del folleto, y
debajo de la imagen estaban los detalles de una desaparición nocturna: sin
pistas, sin pruebas, sin idea de dónde podía estar Taylor Harrison de
diecinueve años. La sospecha de algo sucio. La promesa de una
recompensa de su ansiosa familia a cambio de información que condujera
a su regreso a salvo.
Damon dejó escapar un graznido áspero. Había algo mal aquí. Había
sabido esto—había sentido algo un poco fuera de este campus tan pronto
como había llegado hace dos días, aunque no había sido capaz de poner su
dedo en ello. ¿Por qué si no iba a haber sido tan preocupado por su
princesa?
Elena salió del edificio y comenzó a cruzar el patio, metiendo su larga
cabellera dorada detrás de las orejas, ajena al cuervo negro que volaba de
árbol en árbol encima de ella. Damon iba a averiguar lo que estaba
pasando aquí, e iba a hacerlo antes de que lo que fuera tocara cualquiera
de sus seres humanos.
Especialmente a Elena.
8
Traducido por Mais020291
Corregido por Nikola
—Puf, no creo que haya algo en la barra de comida que quiera comer.—
Elena le dijo a Stefan—. No puedo ni identificar la mitad de las cosas.—
Stefan observó pacientemente mientras ella pasaba por la barra de
ensaladas.
—Esto no está nada mejor —dijo ella, levantando una cuchara grande con
requesón para luego dejarla caer de nuevo en el contenedor—. Pensé que
la comida de la universidad sería más comestible que la de la cafetería de
nuestro colegio, pero aparentemente, estaba equivocada.
Stefan hizo un sonido vago de asentimiento y observó alrededor para
buscar un lugar dónde sentarse. Él no comería. La comida humana no tenía
mucho sabor para él ahora, y había usado su Poder para llamar a una
paloma a su balcón esa misma mañana. Eso le había dado una cantidad
suficiente de sangre para poder sostenerlo hasta la tarde, dónde tendría
que volver a cazar.
Una vez que Elena se hizo su propia ensalada, él la llevó hacia la mesa
vacía que había visto.
Ella lo besó antes de sentarse y un estremecimiento de placer corrió a
través de él mientras sus mentes se tocaban. La relación familiar entre los
dos volvió a su lugar, y él sintió la alegría de Elena, contentade estar con él
en sus nuevas y normales vidas. Además, un entusiasmo la recorrió, y
Stefan envió un pensamiento interrogativo entre los dos, preguntándose
qué había pasado desde que se habían visto esa mañana.
Elena rompió el beso y le respondió su pregunta silenciosa.
—Mi profesor de historia, Campbell, conoció a mis padres cuando
estuvieron en la universidad —dijo. Su voz era calmada, pero sus ojos
estaban brillantes, y Stefan pudo sentir lo mucho que significaba esto para
ella—. Él era un muy buen amigo de ellos. Me puede contar historias,
partes de sus vidas que yo nunca conocí.
—Eso es genial —dijo Stefan, feliz por ella—. ¿Cómo estuvo la clase?
—Estuvo bien —dijo Elena, empezando a comer su ensalada—. Las
primeras semanas hablaremos sobre la época colonial —miró hacia arriba,
con su tenedor en el aire—. ¿Y, tú? ¿Cómo estuvo tu clase de filosofía?
—Bien. —Stefan hizo una pausa. Bien no era realmente lo que quiso decir.
Había sido extraño el estar sentado en una clase de universidad de nuevo.
Él había atendido a la universidad un par de veces durante su larga
historia, había visto los cambios en la educación. Al principio, sus
compañeros de clase habían sido un número selecto de jóvenes con dinero,
y ahora había una mayor diversidad de chicos y chicas. Pero, había una
similitud esencial entre todas estas experiencias. Los discursos largos del
profesor, los estudiantes aburridos o ansiosos. Una cierta superficialidad
de pensamiento, una persona tímida, esquivando exponer sentimientos
más profundos.
Damon tenía razón. Stefan no pertenecía aquí; él estaba haciendo un papel,
de nuevo. Matando un poco de su tiempo ilimitado. Pero Elena, la miró, sus
ojos azules brillantes se posaron en él, ella si pertenecía aquí. Ella merecía
la oportunidad de una vida normal, y él sabía que ella no hubiese venido a
la universidad sin él.
¿Le podía decir algo de esto? No quería apagar el entusiasmo en esos ojos
lapislázuli, pero se había prometido a sí mismo que siempre sería honesto
con ella, la trataría como una igual. Abrió su boca, esperando poder
explicar algo de lo que sentía.
—¿Has oído acerca de Daniel Greenwater? —preguntó una chica que estaba
cerca, su voz era alta, llena de curiosidad mientras ella y sus amigos se
sentaban en las sillas vacías al otro lado de la mesa. Stefan cerró su boca y
volteó su cabeza para escuchar.
—¿Quién es Daniel Greenwater? —preguntó alguien.
—Mira —dijo la primera chica, abriendo el periódico que sostenía en sus
manos. Observando, Stefan vio que era el periódico del campus—. Es un
estudiante de primer año y acaba de desaparecer. Dejó el centro de
estudiantes cuando cerró ayer por la noche, y su compañero de cuarto dice
que él nunca regresó a la habitación. Es realmente escalofriante.
Los ojos de Stefan se encontraron con los de Elena, y ella alzó una ceja,
pensativa. ¿Podría ser esto algo que deberían investigar?
Otra chica al final de la mesa se encogió de hombros. —Probablemente él
se sintió estresado y se fue a casa. O tal vez su compañero de cuarto lo
mató. Tú sabes que obtienes buenas notas si tu compañero de cuarto
muere.
—Eso es un mito —dijo Stefan, ausente, y las chicas lo miraron en
sorpresa—. ¿Podría ver el papel por un momento, por favor?
Se lo pasaron y Stefan estudió la figura del frente. Una foto del libro de fin
de año de la secundaria le sonreía, un chico flaco, con cabello lacio y ojos
amigables. Un rostro que reconocía. Él había pensado que el nombre le
sonaba familiar.
—Vive en nuestra residencia —dijo suavemente a Elena—. ¿Lo recuerdas de
la orientación? Él se veía feliz de estar aquí. No creo que se haya ido, no
por voluntad propia.
Elena lo miró, sus ojos abiertos, comprendiendo. —¿Crees que algo malo le
ha pasado? Algo raro estuvo pasando en la cuadra la primera noche que
llegamos —tragó—. Dijeron que una chica se había metido en un
problema, pero los policías realmente no nos querían decir nada. ¿Crees
que eso esté relacionado con la desaparición de Daniel Greenwater?
—No lo sé —dijo Stefan—, pero estoy preocupado. No me gusta nada que
esté fuera de lo común. —Se puso de pie—. ¿Estás lista para irte? —Elena
asintió, aunque la mitad de su almuerzo aún estaba pendiente. Stefan
devolvió educadamente el periódico a las chicas y siguió a Elena hacia
afuera.
—Tal vez estamos paranoicos porque estamos acostumbrados a que
sucedan cosas terribles —dijo Elena, una vez que estuvieron en el pasillo,
subiendo la colina hacia su residencia—. Pero las personas desaparecen
todo el tiempo. Chicas que son acosadas o atacadas algunas veces. Es
desafortunado, pero no significa que haya un tema siniestro detrás de
todo.
Stefan se detuvo, observando el volante pegado en el árbol por la
cafetería.Estudiante desaparecida, decía, con una foto de una chica debajo
de este. —Prométeme que vas a tener cuidado, Elena —dijo—. Diles a
Meredith y a Bonnie también. Y, a Matt. Ninguno de ustedes debería andar
solo por el campus. Al menos en la noche.
Elena asintió, su rostro pálido, observando la figura del volante. Stefan
sintió una punzada aguda de resentimiento, a pesar de su ansiedad. Ella
había estado tan entusiasmada cuando se encontraron para almorzar, y
ahora ese entusiasmo había desaparecido.
Enredó sus brazos alrededor de su cintura, deseando sostenerla,
mantenerla a salvo.—¿Por qué no salimos esta noche? —dijo—. Tengo un
grupo de estudio, pero no debe tardar mucho. Podemos salir del campus
para cenar. ¿Tal vez podrías quedarte conmigo esta noche? Me sentiría
mejor si sé que estás a salvo.
Elena lo miró, sus ojos brillando, resistiendo la risa. —Ay, mientras esa sea
la única razón por la que me quieres en tu habitación —dijo, sonriendo—.
No me gustaría pensar que tienes planes con mi virtud.
Stefan pensó en la piel crema de Elena y su cabello de seda de oro, en su
calidez, el rico vino de su sangre. La idea de tenerla de nuevo en sus
brazos, sin su tía Judith o la señora Flowers, era intoxicante.
—Claro que no—murmuró, inclinando su cabeza hacia ella—. No tengo
planes. Sólo vivo para servirte. —La besó de nuevo, mandándole todo su
amor y anhelo por ella.
Arriba de sus cabezas, Stefan escuchó un graznido estridente y
movimiento de unas alas y aún con sus labios sobre los de Elena, él frunció
el ceño. Elena se dio cuenta de su tensión repentina y se alejó de él,
siguiendo su mirada hacia el cuervo negro que lanzaba sus graznidos por
encima de ellos.
Damon. Observándolos, observando a Elena, como siempre.
***
—Excelencia. —La voz de Ethan se escuchó por todo el patio de baloncesto,
donde todas las personas estaban reunidas. Empezaba a amanecer, y no
había nadie alrededor excepto por Ethan y los chicos, muertos de sueño—.
Cómo sabrán desde nuestra primera reunión, cada uno de ustedes es un
ejemplo del máximo de uno o más tipos de éxito. Pero eso no es
suficiente. —Se detuvo, mirando rostro por rostro—. No es suficiente que
cada uno de ustedes tenga un pedazo de lo mejor. Ustedes pueden reunir
todos estos atributos en sí mismos. Durante este curso, descubrirán
mundos dentro de ustedes que nunca han imaginado.
Matt rozó sus zapatillas contra el asfalto e intentó mantener la expresión
escéptica en su rostro. Él sabía que, esperar lograr altas notas académicas
o artísticas, era un largo camino.
Él no era particularmente modesto, pero era realista, y podía listar sus
mejores cualidades: atleta, buen amigo, chico honorable. No era estúpido,
tampoco, pero si salir con honores en intelecto y creatividad eran pre-
requisitos para ser parte de la Sociedad Vitale, él podía rendirse ahora.
Rascando la parte trasera de su cuello, miró alrededor a los demás. Era
reconfortante ver que la mayoría de ellos estaban con expresiones de
pánico apenas contenidas: aparentemente “agrupando todos estos
atributos” no era algo con lo que habían contado. Chloe, la chica linda de
cara redonda que había visto en la primera reunión, lo miró y le guiñó, un
movimiento rápido de sus pestañas, y él le sonrió, sintiéndose
extrañamente feliz.
—Hoy día —anunció Ethan—, trabajaremos en atletismo. —Matt suspiró
con alivio. Podía hacerlo en atletismo.
A su alrededor, vio que todos se rendían. Los intelectuales, los líderes, los
genios creativos, ellos no buscaban ser evaluados en sus poderes atléticos.
Un murmuro rebelde suave se escuchó entre ellos.
—No se pongan de mal humor —dijoEthan, riendo—. Les prometo que,
para el momento en que se vuelvan miembros completos de la sociedad,
cada uno de ustedes alcanzará el pico de perfección física. Por primera vez,
sentirán qué es lo que significa estar verdaderamente vivo. —Sus ojos
brillaron con esperanza.
Ethan regresó a listar las tareas. Estaban por embarcarse a correr quince
millas, con varios obstáculos en el camino. —Prepárense para ensuciarse—
dijo, alegre—. Pero, estén atentos: si no completan la corrida en tres horas,
no serán invitados a continuar en el siguiente paso de este proceso —
sonrió—. Sólo los mejores pueden convertirse en miembros de la Sociedad
Vitale.
Matt miró alrededor y vio que todos los demás, incluso los que se veían
como si nunca hubiesen dejado el laboratorio de ciencias o la biblioteca,
estaban atándose de nuevo los cordones de sus zapatillas y estirándose,
con expresiones determinadas.
—Dios mío. —Una voz dijo, a su lado. Era una linda voz, con un timbre
especial, una voz que venía de algún lugar más profundo que Virginia, y
Matt estaba sonriendo antes de mirar alrededor y darse cuenta que era
Chloe—. Me imagino que eres la única persona aquí que no va a tener un
montón de problemas con esto —dijo.
Era tan linda. Pequeños hoyuelos se veían en sus mejillas cuando
sonreía, su cabello corto y oscuro caía en rulos detrás de sus orejas. —
Hola, soy Matt —dijo él, sonriéndole de vuelta.
—Ya lo sabía —dijo ella, alegre—. Tú eres nuestra estrella del fútbol.
—Y tú eresChloe, la artista increíble —dijo él.
—Ay. —Se ruborizó—. No sé sobre ello.
—Me encantaría ver tu trabajo algún día —dijo él, y la sonrisa de ella se
agrandó.
—¿Algún consejo para hoy día? —preguntó ella—. Nunca corro a menos
que esté por perder el bus y creo que estoy a punto de arrepentirme.
Su rostro era tan atractivo que por un momento Matt quiso abrazarla. En
lugar de eso, frunció el ceño y miró hacia el cielo. —En estas condiciones
—dijo—, lo mejor es inclinar tus brazos en un ángulo de cincuenta grados
hacia el suelo y correr con un paso ligeramente largo.
Chloe lo miró por un minuto y luego rió. —Te estás burlando de mí —dijo
ella—. Eso no es justo. No tengo idea sobre esto.
—Te ayudaré —dijo Matt, sintiéndose bien—. Podemos hacerlo juntos.
9
Traducido por Mais020291
Corregido por Nikola
¿Dónde estás? Elena escribió el mensaje impaciente. Se supone que Stefan
debería encontrarse con ella en su habitación hace más de veinte minutos.
¿Su grupo de estudio ya debería de haber terminado, verdad? Ella se moría
de hambre.
Caminó alrededor de la habitación, ocasionalmente mirando hacia los
árboles oscuros detrás de las ventanas. No era costumbre de Stefan el
llegar tarde.
Revisó su celular. Era muy rápido para intentar comunicarse de nuevo con
él.
Afuera, algo oscuro se movió, y ella jadeó.
Luego, observó por encima de su cabeza. Sólo eran las ramas del árbol,
moviéndose en la brisa. Se acercó, intentando ver más allá de las
reflexiones en el vidrio. Su habitación estaba en el tercer piso; no podía
haber nadie sentando tan arriba. Al menos nadie humano. Elena se
estremeció.
—Elena —dijo una voz fría y clara desde afuera.
Con un chirrido que sonó como un conejo asustado, Elena se echó hacia
atrás, presionando una mano en su corazón palpitante. Después de un
momento, se acercó a la ventana y la abrió.
—Damon —dijo—. Me asustaste horrible. ¿Qué estás haciendo aquí?
Había un brillo de dientes blancos en la oscuridad. Un tono burlón se sintió
en su respuesta. —Por supuesto que esperando a que me invites a tu
habitación.
—No necesitas una invitación —dijo Elena—. Tú me ayudaste a mudarme.
—Lo sé —dijo Damon, sonriendo—. Estoy siendo todo un caballero.
Elena dudó. Confiaba en Damon, claro que sí, pero esto se veía muy
íntimo. Damon afuera en la oscuridad, Elena sola en la habitación, ninguna
de sus compañeras de cuarto. Él había estado en su habitación en su casa,
pero la Tía Judith y Robert habían estado en el pasillo. Se preguntaba si a
Stefan le importaría que ella esté a solas con Damon, pero borró el
pensamiento. Él confiaba en ella, eso era lo que importaba.
—Elena.—La voz de Damon era suave pero insistente—, déjame entrar
antes que caiga.
Rodando sus ojos, ella dijo:—Nunca te caerías. Y, si lo hicieras, puedes
volar. Pero igual puedes entrar.
Con un suave movimiento, más rápido que lo que su ojo podía seguir,
Damon estaba de pronto a su lado. Ella tuvo que retroceder un paso. Ojos
y cabello oscuros como la noche, piel pálida y luminosa, sus características
perfectamente cortas. Incluso olía bien. Sus labios se veían tan suaves…
Elena se dio cuenta que se estaba inclinando hacia él, sus propios labios
separándose, y luego se alejó. —Detente —dijo.
—No estoy haciendo nada —dijo Damon, inocentemente. Cuando Elena
arqueó una ceja, él se encogió de hombros y le lanzó una corta y brillante
sonrisa. Ahí, pensó Elena. Esa es la razón por la que Stefan puede que le
moleste que Damon esté aquí—. Está bien. Sólo te estoy bromeando.
Él observó alrededor de la habitación y arqueó una ceja. —¿Por qué, Elena?
—dijo él—. Estoy casi decepcionado. Tú y tus amigas están siendo tan
fieles a sí mismas, que provoca escribir sobre ustedes.
Elena siguió sus ojos. El lado de la habitación de Bonnie era un desastre, un
tumulto de animales de peluche, objetos rechazados, y accesorios de
Dalcrest. En contraste, el área de Meredith estaba ordenada, los libros
alineados alfabéticamente, un sólo lapicero de plata en la mesa, al costado
de su laptop, su cama pulcramente envuelta en un edredón de seda con
estampado gris y blanco. Su ropero y su vestidor estaban cerrados, pero
Elena sabía que adentro la ropa de Meredith estaba organizada por tipo,
color y temporada. Damon tenía razón: con tan sólo mirar hacia las partes
del cuarto, podías decir que Meredith era racional, sofisticada,
cuidadosamente controlada y privada; mientras que Bonnie era
desordenada y amante de la diversión.
¿Y, con las cosas de Elena? ¿Qué decían de ella? Observó su parte de la
habitación con un ojo crítico. Pinturas de arte de sus exhibicionistas
favoritos, su cepillo de plata y su peine alineados en el vestidor, sábanas
azules que sabía que combinaban con sus ojos y cabello. ¿Era alguien que
estaba siempre preocupada por lo que era adecuado? No estaba segura.
Damon le sonrió de nuevo, sin el tono de burla esta vez. —Ni lo pienses
por segunda vez, princesa —dijo, afectivamente—. Tú eres más que tus
posesiones.
—Gracias —dijo Elena, secamente—. Así que, ¿acabas de caer en mi
ventana sólo para saludarme?
Él se acercó y colocó un mechón de pelo detrás de su oreja. Estaban de pie,
muy cerca, y Elena retrocedió un poco. —Pensé que, tal vez, ahora que eres
una chica universitaria, podíamos salir esta noche y divertirnos.
—¿Diversión? —dijo Elena, aún distraída por su boca—. ¿Qué clase de
diversión?
—Tú sabes —dijo él—, sólo un poco de comida, un par de bebidas. Cosa de
amigos. Nada para preocuparse.
—Claro. —Elena dijo, firmemente—. Suena bien. Pero no puedo esta noche.
Stefan y yo vamos a salir a cenar.
—Por supuesto —dijo Damon. Asintió apenas y se supone que era una
sonrisa de apoyo tan obvia, que ella tuvo que reprimir la risa. De apoyo,
amigable, y modesto no eran miradas naturales de Damon.
Él estaba intentando ser su amigo aunque todos sabían que había más que
eso entre los dos. Desde que él había muerto y resucitado, ella sabía que él
había intentando cambiar sus relaciones con Stefan y con ella, para estar
con ellos de una manera que él nunca había estado. No podía ser fácil para
el pobre Damon, intentando ser bueno. Estaba fuera de práctica.
El celular de Elena vibró. Ella leyó el mensaje de texto de Stefan: Lo siento.
El grupo de estudio sigue en pie. Parece que me demoraré una hora más.
¿Nos encontramos más tarde?
—¿Problemas? —Damon la estaba mirando, con la misma sonrisa inocente
y amigable, y el afecto por él recorrió el cuerpo de Elena. Damon era su
amigo. ¿Por qué no podía salir con él?
—Cambio de planes —dijo, enérgicamente—. Saldremos, pero sólo por un
rato. Tengo que regresar aquí para encontrarme con Stefan en una hora —
escribió rápidamente el mensaje de texto a Stefan para hacerle saber que
iba a agarrar un poco de comida. Luego miró hacia arriba para ver la
sonrisa triunfante de Damon mientras él se acercaba para agarrar su brazo.
***
Bonnie caminó a través del campus, prácticamente saltando al ritmo de la
melodía feliz en su cabeza. Una cita con Zander, la lalalala. Todo se daría
con el tiempo, también. Había estado esperando impaciente durante toda
la semana para ver a Zander de nuevo, y aunque habían hablado por
teléfono, ella no había posado sus ojos en él, aunque claro está que lo
había estado buscando.
Al menos estaba a punto de verlo. La lalalala. Amoroso y hermoso Zander.
Llevaba puesto unos jeans y una especie de top plateado que al menos la
hacía ver como si tuviera un poco de escote. Es un buen traje, pensó, un
poco subestimado para salir, pero también un poco especial. Sólo en caso
de que ellos decidieran ir a una discoteca o algo de último minuto. Zander
no le había dicho lo que planeaba, sólo le había dicho que se encontraban
afuera del edificio de ciencias. La lalalala, tarareó.
Bonnie disminuyó el paso, y el tono en su cabeza murió cuando vio las
luces parpadeantes iluminando a un grupo de personas más allá. Estaban
reunidas en el patio en frente de una de las residencias.
Acercándose, se dio cuenta que era un grupo de chicas sosteniendo velas.
La luz vacilante de las velas lanzaba sombras a través de sus serios rostros.
Apoyados contra la pared de la residencia había tres fotos, dos chicas y un
chico. A través del césped en frente de ella estaban amontonadas flores,
cartas y osos de peluche.
Sin saber si romper el silencio, Bonnie tocó uno de los brazos de una de las
chicas. —¿Qué está sucediendo aquí? —susurró.
—Es una vigilia candelaria por las personas desaparecidas —susurró la
chica de vuelta.
¿Personas desaparecidas? Bonnie escaneó los rostros de las fotografías.
Jóvenes, sonrientes, de su edad. —¿Todos fueron estudiantes aquí? —
preguntó, horrorizada—. ¿Qué les pasó?
—Nadie sabe —dijo una chica, su mirada seria—. Sólo desaparecieron. ¿No
oíste sobre esto?
El estómago de Bonnie dio un revuelto. Ella conocía a la chica que había
sido atacada, o algo, en la cuadra la primera noche, pero no sabía acerca
de ninguna persona desaparecida. Igual, su instinto le había advertido de
tener miedo al caminar por el campus la otra vez. Podría haber estado en
peligro.
—No —dijo suavemente—. No escuché nada —cerró sus ojos e inclinó su
cabeza, silenciosa mientras mandaba la esperanza de estas tres personas
que se veían felices pudiesen ser encontradas, sanas y salvas.
A la distancia, una sirena empezó a sonar.
—Algo ha pasado.
—¿Crees que alguien haya sido atacado?
Un murmullo de voces atemorizadas empezó a escucharse mientras las
sirenas se acercaban. Una chica cerca a Bonnie empezó a sollozar, un
sonido de miedo.
—¿Está bien, cuál es el problema aquí? —dijo una voz nueva y autoritaria, y
Bonnie miró hacia arriba y vio a dos oficiales del campus caminando hacia
la multitud.
—Nosotras… eh… —La chica que le había hablado a Bonnie señaló las
fotos y flores contra la pared—. Estamos teniendo una vigilia. Por las
personas desaparecidas.
—¿Para qué son esas sirenas? —Otra chica preguntó, su voz alzándose.
—Nada para preocuparse —dijo el oficial, pero su rostro de suavizó cuando
observó a la chica que sollozaba. Bonnie se dio cuenta que él no era tan
mayor que ella.
—¿Desaparecida? —dijo él a la chica—. Te ayudaremos a regresar a casa.
Su compañero miró alrededor de la multitud. —Es tiempo de dejar esto y
regresar adentro —dijo, seriamente—. Júntense y tengan cuidado.
—Pensé que dijo que no había nada por lo que preocuparse —dijo otra
chica, molesta—. ¿Por qué no nos dice nada?
—No hay nada que ustedes ya no sepan —dijo el hombre, pacientemente—
. Hay personas desaparecidas. Nunca puedes ser lo suficientemente
cuidadosa.
Si no hay nada de lo que preocuparse, ¿por qué tenemos que tener
cuidado? Bonnie se preguntaba aquello, pero guardó las palabras y se
apuró hacia el pasillo, hacia el edificio de ciencias dónde Zander le había
sugerido encontrarse.
La idea de intentar tener una visión, de ver si podía aprender algo sobre las
personas desaparecidas, pasó por la mente de Bonnie, pero lo alejó. Ella
odiaba eso. Odiaba la pérdida de control cuando se insertaba en una de
sus visiones.
De todas maneras, no funcionaba. Sus visiones siempre habían sido acerca
de personas que conocía, sobre problemas inmediatos que estaban
enfrentando. Ella no sabía nada acerca de las personas desaparecidas. Se
mordió el labio y caminó más rápido. El entusiasmo sobre su cita se había
ido y ya no se sentía segura ahora. Pero al menos si llegaba a Zander, no
estaría sola.
Sin embargo, cuando llegó al edificio de ciencias, Zander no estaba. Bonnie
dudó y miró alrededor, nerviosamente. La esquina del campus se veía
desértica.
Intentó abrir la puerta del edificio, pero estaba cerrada. Claro que lo
estaba, no habían clases tan tarde. Alcanzó su mochila, luego gruñó
cuando se dio cuenta que había dejado el teléfono en su habitación.
De pronto, se sintió muy expuesta. El policía del campus había dicho que
se tenían que quedar juntos, no caminar solas en la noche, pero ahí estaba
ella, completamente sola. Una briza fría removió su cabello y ella tembló.
Se estaba tornando horriblemente tarde.
—Bonnie. Psst, ¡Bonnie!
Era la voz de Zander. ¿Pero, dónde estaba?
Bonnie no veía nada más que la cuadra negra, las luces de la pista
lanzando pequeños círculos en los pasillos. Encima de ella, las hojas
sonaban con el viento.
—¡Bonnie! Aquí arriba.
Mirando hacia arriba, finalmente ella encontró a Zander en el techo,
mirando abajo hacia ella, su cabello pálido, casi brillando en la luna.
—¿Qué estás haciendo ahí arriba? —preguntó, confundida.
—Ven aquí —invitó, apuntando hacia la escalera de emergencia al lado del
edificio. Estaba unos pies más arriba del suelo.
—¿En serio? —Bonnie dijo dubitativa. Caminó hacia la escalera. Podía subir,
estaba casi segura, pero se vería ridícula e incómoda subiendo en ella. ¿Y
qué pasaba si la encontraban? Realmente no había leído las reglas del
campus profundamente, ¿pero el subir por la escalera de emergencia hacia
el techo de un edificio cerrado no estaría contra las reglas?
—Vamos, Bonnie —dijo Zander. Sus pies chocando contra el techo, él corrió
hacia el escape de emergencia, bajó por la escalera y cayó hacia el suelo,
cayendo en pose de gato al lado de Bonnie. Se arrodilló y cruzó sus
manos—. Te impulsaré hacia arriba, así puedes alcanzarla.
Bonnie tragó, luego puso su pie en las manos de Zander y se estiró hacia la
escalera. Una vez que puso su pierna en el peldaño inferior, lo demás fue
facilísimo, aunque el metal áspero arañó sus manos. Se tomó un momento
para agradecer a todos los poderes del universo por haber decidido usar
unos jeans en lugar de una falda esta noche.
Zander la siguió hacia arriba, hasta que los dos finalmente estuvieron
arriba en el techo.
—¿Está permitido estar aquí arriba? —preguntó Bonnie, nerviosa.
—Bueno—dijoZander, lentamente—, probablemente no. Pero siempre
vengo aquí, y nadie me ha dicho que no lo haga —sonrió con esa sonrisa
cálida y maravillosa y agregó—. Este es uno de mis lugares favoritos.
Bonnie tenía que admitir que era una linda vista. Debajo de ellos, el
campus se estiraba, boscoso, verde y misterioso.
Aunque, si alguien más la llevaba ahí arriba, ella se hubiese quejado sobre
el oxidado escape de emergencia y del techo de concreto, y hubiera
sugerido que tal vez una cita debería involucrar ir a algún lado. ¿Por qué
esta era una cita, verdad? Momentáneamente se congeló y entró en pánico,
intentando recordar lo que Zander le había dicho exactamente cuando le
sugirió encontrarse ahí. Ella no recordaba las palabras exactas, pero
definitivamente tenían un sentimiento e idea de cita: ella ya no era una
niña, sabía cuando alguien la estaba invitando a salir.
Y, Zander era tan lindo, sí que valía la pena un esfuerzo.
—Es hermoso aquí arriba —dijo, sin convicción, y luego, miró alrededor
hacia el cemento plano y sucio—. Digo, estando tan arriba.
—Estamos cerca a las estrellas —dijo Zander, y la sostuvo de la mano—.
Ven por aquí. —Su mano era cálida y fuerte, y Bonnie la agarró
estrechamente. Él tenía razón, las estrellas eran hermosas. Era divertido ser
capaz de mirarlas más de cerca, aquí, encima de los árboles.
La llevó hacia la esquina del techo, donde una sábana antigua y vieja
estaba colocada junto a una caja de pizza y un par de latas de gaseosa. —
Todas las comodidades de casa —dijo él. Luego, suavemente—. Sé que
esta no es una cita de lujo, Bonnie, pero quería compartir esto contigo.
Pensé que apreciarías lo especial que es estar aquí.
—Claro que sí —dijo Bonnie, halagada. Un ánimo pequeño y secreto la
llenó: ¡Hurra! ¡Zander definitivamente sabe que estamos en una cita!
Muy pronto, Bonnie se encontró recostada en el costado de Zander, su
brazo alrededor de sus hombros, comiendo una rica, caliente y grasosa
pizza, y mirando a las estrellas.
—Vengo solo por aquí muchas veces—le contó Zander—. Una vez, el año
pasado, me recosté aquí y observé una gran luna llena ser absorbida por la
sombra de la tierra en un eclipse. Era casi del tono negro sin la luz de la
luna llena, pero aún podía ver su forma roja oscura en el cielo.
—Los vikingos pensaban que los eclipses eran causados por dos lobos, uno
que quería comerse el sol, y otro que quería comerse la luna —dijo—. Me
he olvidado quién quería comerse la luna, pero así pasase un eclipse solar
o lunar, se suponía que las personas debían hacer un montón de ruido
para espantar al lobo.
Zander la miró. —Es un pedazo de información casual para saber. —Él
sonrió mientras lo dijo.
Bonnie se retorcía de placer bajo la fuerza de su sonrisa. —Estoy interesada
en mitología —dijo—. En Druidas y Celtas, principalmente, pero en mitos e
historias en general. Los Druidas estuvieron en la luna, también: ellos
tenían toda una astrología basada en el calendario lunar. —Se sentó,
disfrutando la mirada de admiración de Zander—. Como, ahora mismo,
desde finales de Agosto hasta finales de Septiembre, estamos en el mes de
la Luna Artística. Pero, en un par de semanas, estaremos en el mes de la
Luna Agonizante.
—¿Eso qué significa? —preguntó Zander. Él estaba muy cerca de ella,
mirándola fijamente a los ojos.
—Bueno, significa que es un tiempo de finales —dijo Bonnie—. Se trata de
la muerte y el sueño. El año Druida empieza de nuevo, después de
Halloween.
—Mmm… —Zanderla seguía mirando, atentamente—. ¿Cómo es que sabes
tanto, Bonnie McCullough? —Una pequeña sonrisa jugaba en su boca.
—Mm, mis ancestros fueron Druidas y Celtas —dijo Bonnie, sintiéndose
estúpida—. Mi abuela me contó que somos descendientes de las
sacerdotisas de Druidas, es por eso que a veces veo cosas. Mi abuela,
también.
—Interesante —dijoZander, suavemente. Su tono se volvió más ligero—.
¿Así que ves cosas, verdad?
—En serio —dijo Bonnie, seriamente, mirándolo de vuelta. Ella no quiso
contarle. Ella no quería verse rara, no en su primera cita, pero ella tampoco
quería mentirle.
Tan azul. Los ojos de Zander eran profundos como el mar, y ella se estaba
insertando cada vez más adentro. No había nada arriba de ella, nada abajo,
ella estaba cayendo suavemente.
Volteando rápidamente, Bonnie quitó sus ojos de los de Zander. —Lo
siento —dijo, sacudiendo su cabeza—. Eso fue extraño. Creo que casi me
quedo dormida por un minuto.
—No te preocupes por ello —dijo Zander, pero su rostro se veía rígido y
extraño. Luego él lanzó esa cálida y encantadora sonrisa de nuevo y se
puso de pie—. Vamos, quiero enseñarte algo.
Bonnie se puso de pie lentamente. Todavía se sentía un poco extraña, y
presionó su mano contra su cabeza por un instante.
—Por aquí —dijo Zander, tirando de ella por la otra mano. La llevó hacia la
esquina del techo y subió a la estrecha cornisa que estaba alrededor.
—Zander—dijo Bonnie, horrorizada—. ¡Baja! ¡Puedes caerte!
—No nos caeremos —dijo Zander, sonriéndole—. Sube.
—¿Estás loco? —dijo Bonnie. A ella nunca le habían gustado mucho las
alturas. Recordaba estar cruzando una vez un puente alto, junto con
Damon y Elena. Ellos tenían que hacerlo para salvar a Stefan, pero ella
nunca lo hubiera podido hacer si no fuera porque Damon había usado su
Poder y la había convencido de que ella era una acróbata, una
funambulista[1]donde las alturas no eran nada para ella. Cuando él la
liberó de su Poder, después de que habían cruzado el puente, su miedo
retroactivo había sido nauseabundo.
Aun así, había logrado cruzar el puente, ¿verdad? Y, ella se había
prometido a sí misma que tendría más confianza, sería más fuerte, ahora
que estaba en la universidad. Miró hacia arriba, a Zander, que le estaba
sonriendo; dulcemente y con entusiasmo, su mano se extendió. Ella la
tomó y se dejó ayudar a subir hacia la cornisa.
—Ay —dijo ella, cuando estuvo arriba. El suelo nadó vertiginosamente y
ella alejó sus ojos de ahí—. Ay. No, esta no es una buena idea.
—Confía en mí —dijo Zander, y tomó su mano así él la estaba sosteniendo
con seguridad—. No dejaré que te caigas.
Bonnie observó sus ojos azules de nuevo y se sintió confortada. Había algo
franco y sencillo en su mirada. —¿Qué debo hacer? —preguntó ella, y
estaba orgullosa cuando su voz sonó firme.
—Cierra tus ojos —dijoZander, cuando ella lo hizo—, y coloca tu pie
derecho arriba de la repisa.
—¿Qué? —preguntó Bonnie, y casi abre sus ojos de nuevo.
—Confía en mí—dijoZander de nuevo, y esta vez hubo un trasfondo de risa
en su voz. Dudando, Bonnie levantó su pie.
Justo ahí, el viento sopló y Bonnie sintió como si el viento estuviera a punto
de moverla y lanzarla hacia el cielo como una cometa cuya cuerda se había
roto. Ella agarró con más fuerza las manos de Zander.
—Está todo bien —dijo él con dulzura—. Es increíble, Bonnie, te lo
prometo. Sólo déjate ser. La vida no vale la pena si uno no toma riesgos.
Inhalando profundamente y luego soltando el aire, Bonnie se forzó a
relajarse. El viento estaba haciendo volar sus risos por todos lados,
sonando en sus oídos, chocando contra su ropa y con su pierna en alto.
Mientras se relajaba, ella se sintió casi como si fuese levantada,
gentilmente, hacia el cielo, el aire alrededor de ella, dándole apoyo. Era
como volar.
Bonnie se dio cuenta que se estaba riendo con verdadero placer y abrió los
ojos, mirando directamente hacia Zander. Él también estaba riendo, y
sosteniéndole estrechamente, anclándola a la tierra como si estuviera a
punto de volar. Nunca se había sentido tan consciente de su sangre
zumbando a través de sus venas, de cada nervio capturando las
sensaciones del aire de alrededor.
Ella nunca se había sentido tan viva.
10
Traducido por krispipe
Corregido por Nikola
El pub donde terminaron Elena y Damon estaba animado y lleno de gente,
pero por supuesto Damon se aseguró de no tener que esperar por una
mesa. Él descansaba sobre un lado de la cabina, viéndose arrogante y
relajado como un gran gato hermoso, y escuchaba tranquilamente como
Elena hablaba. Elena se encontró charlando alegremente, llenándolo de
todos los pequeños detalles de su vida universitaria hasta el momento, del
descubrimiento de que el profesor Campbell conocía a sus padres y de las
personalidades de los otros estudiantes que había conocido en sus clases.
—El ascensor estaba realmente lleno, y lento, y mi compañera de
laboratorio estaba contra los botones. De alguna manera ella empujó el
botón de alarma, y la alarma empezó a sonar. —Elena tomó un sorbo de su
refresco—. De repente, una voz salió de la nada y preguntó: “¿Tienen una
emergencia?” Y ella dijo: “No, fue un accidente”, Y la voz dijo, “¿Qué? No
puedo oír”. Fue así, de un lado al otro, hasta que ella empezó a gritar:
“¡Accidente! ¡Accidente!”
Damon dejó de dibujar patrones en la condensación de su vaso con un
dedo y la miró a través de sus pestañas, sus labios torcidos en una sonrisa.
—Cuando se abrieron las puertas en la planta baja, había cuatro hombres
de seguridad parados allí con un botiquín médico —terminó Elena—. No
sabíamos qué hacer, así que simplemente caminamos más allá de ellos.
Cuando salimos del edificio empezamos a reírnos. Fue tan vergonzoso,
pero no podíamos dejar de reír.
Damon dejó que su leve sonrisa se ampliara en una mueca, no su habitual
y fresca torcedura de labios o su breve, brillante y enigmática sonrisa
existe-entonces-se ha ido, sino una sonrisa honesta-a-Dios mejilla-
resoplando, ojos-entrecerrados. —Me gustas así —dijo él de pronto.
—¿Así cómo? —preguntó Elena.
—Relajada, supongo. Desde que nos conocimos, has estado en medio de
una crisis u otra. —Él levantó su mano y apartó un rizo de la cara de ella,
tocando suavemente su mejilla.
Elena era vagamente consciente del camarero parado al lado de la mesa,
esperando a que miraran hacia arriba, y le contestó con un toque de
coquetería: —Ah, ¿y supongo que tú no tienes nada que ver con esto?
—Yo no diría que soy el que ha tenido la mayor parte de la culpa, no —dijo
Damon con frialdad, su sonrisa desvaneciéndose. Miró hacia arriba, sus
ojos penetrantes y cómplices—. Hola, Stefan.
Elena se congeló por la sorpresa. No era el camarero, entonces. Stefan. Una
mirada hacia él y se estremeció, su estómago cayó. Su cara podía haber
estado tallada en piedra. Estaba mirando la mano de Damon, todavía
extendida sobre la mesa hacia Elena.
—Hey —dijo ella tímidamente—. ¿Cómo fue tu grupo de estudio?
Stefan la miró fijamente. —Elena, he estado buscándote por todas partes.
¿Por qué no contestas al teléfono?
Sacando su teléfono, Elena vio que había varios mensajes y textos de
Stefan. —Oh, no, lo siento mucho —dijo—. No lo escuché sonar.
—Se suponía que nos encontraríamos —dijo Stefan rígidamente—. Llegué a
tu habitación y habías desaparecido. Elena, la gente ha estado
desapareciendo en todo el campus.
Él había estado asustado, asustado de que algo terrible le hubiera pasado a
ella. Sus ojos estaban aún ansiosos. Comenzó a acercarse a consolarlo. El
hecho de que ella hubiera perdido el Poder que había tenido tan
brevemente era difícil de aceptar para Stefan, lo sabía. Pensaba que su
condición de mortal la hacía frágil, y tenía miedo de perderla. Tendría que
haberlo pensado, debería haberle dejado más que un mensaje de texto
rápido diciendo que volvería pronto.
Antes de que pudiera tocarlo, la mirada de Stefan giró hacia Damon. —
¿Qué está pasando? —preguntó a su hermano, su voz llena de frustración—
. ¿Es por eso que nos seguiste a la universidad? ¿Para concentrarte en
Elena?
La mirada de dolor que cruzó el rostro de Damon fue sólo una sombra sutil
y se fue tan rápido que Elena no estaba del todo segura de si la había visto
realmente. Sus rasgos se establecieron en una expresión de perezoso
desprecio, y Elena se uso tensa. La paz entre los hermanos era muy frágil,
lo sabía, y sin embargo le había permitido a Damon coquetear con ella.
Había sido muy estúpida.
—Alguien debe mantenerla a salvo, Stefan —dijo Damon arrastrando las
palabras—. Estás demasiado ocupado jugando a ser humano otra vez, ¿no?
Grupos de estudio —levantó una ceja con desdén—. Estoy sorprendido de
que te hayas dado cuenta de que algo está pasando en torno a este
campus. ¿Preferirías a Elena sola y en peligro que pasando tiempo
conmigo?
Líneas de tensión se estaban formando alrededor de la boca de Stefan. —
¿Estás diciendo que no tienes una segunda intención aquí? —preguntó.
Damon hizo un gesto con la mano despectivamente. —Tú sabes lo que
siento por Elena. Elena sabe lo que siento por Elena. Incluso el amante de
los deportes Mutt sabe cómo son las cosas entre nosotros. Pero el
problema no soy yo, hermanito, eres tú y tus celos. Tu deseo de ser un
humano ordinario. —Damon hizo entre comillas con los dedos—, y aún
continuar con Elena, quien apenas es ordinaria. Quieres tener tu torta y
comerla, también. No he hecho nada malo. Elena no habría venido conmigo
si ella no quisiera.
Elena se estremeció de nuevo. ¿Era esta la manera en que iba a ser
siempre? ¿Cualquier pequeño paso en falso por su parte iba a fijar a Damon
y Stefan en el cuello de uno en el otro? —Stefan… Damon —imploró, pero
no le hicieron caso.
Estaban mirándose el uno al otro. Stefan se acercó, flexionando sus puños,
y Damon apretó la mandíbula, incitando silenciosamente a Stefan a hacer
un movimiento. Por primera vez, Elena vio un parecido entre ellos.
—No puedo hacer esto —dijo. Su voz sonaba pequeña y suave para sus
propios oídos, pero los dos hermanos Salvatore la oyeron y giraron sus
cabezas hacia ella con una velocidad inhumana.
—No puedo hacer esto —dijo de nuevo, más fuerte y más firme esta vez—.
No puedo ser Katherine.
Damon frunció el ceño. —¿Katherine? Créeme, cariño, aquí nadie quiere
que seas Katherine.
Stefan, su cara debilitándose, dijo: —Elena, cariño…
Elena lo interrumpió. —Escúchame. —Ella limpió sus ojos—. He estado
caminando sobre cáscaras de huevo, tratando de mantener esta, esta cosa
que hay entre nosotros tres triturándonos. Si algo bueno ha salido de todo
lo que ha pasado, es que se han encontrado el uno al otro, que
comenzaron a ser hermanos de nuevo. No puedo… —respiró hondo y trató
de encontrar una voz realista en algún lugar dentro de sí misma.
—Creo que debemos tomarnos un descanso —dijo rotundamente—. Stefan,
te quiero mucho. Eres mi alma gemela, lo eres todo para mí. Lo sabes. —Lo
miró suplicante, rogándole silenciosamente que entendiera. Luego sus ojos
se movieron de él a Damon, que estaba mirándola con el ceño fruncido—.
Y Damon, tú eres parte de mí ahora. Yo… siento por ti. —Ella miró de uno
al otro, sus manos apretadas entre sí—. No puedo perder a ninguno de los
dos. Pero tengo que averiguar quién soy ahora, después de todo lo que ha
pasado, y tengo que hacerlo sin preocuparme por destruir la relación entre
ustedes dos. Y tienen que averiguar cómo pueden ser amigos entre sí,
incluso si estoy en la vida de ambos.
Damon dejó escapar un ruido escéptico, pero Elena continuó hablando.
—Lo entenderé —tragó saliva—, si no pueden esperar por mí. Pero
siempre, siempre los amaré. A los dos. En formas diferentes. Pero por
ahora, no puedo estar con ustedes. Con ninguno de ustedes.
Ella se estaba rompiendo de nuevo, y sus manos temblaron cuando se secó
los ojos.
Damon se inclinó sobre lo mesa, una pequeña sonrisa torcida flotando en
sus labios. —Elena, ¿acabas de romper con nosotros dos?
Las lágrimas se secaron al instante. —Damon, nunca estuve saliendo
contigo —dijo con enojo.
—Lo sé —respondió él, y se encogió de hombros—. Pero no tengo duda de
que acabo de ser abandonado. —Él miró a Stefan, luego rápidamente lejos,
con una expresión cerrada.
Stefan se veía desolado. Por un momento, su rostro estaba tan sombrío
que no era difícil creer que tenía más de quinientos años de edad. —Lo que
tú quieras, Elena —dijo. Comenzó a acercarse a ella, luego puso su mano
de nuevo a su lado—. No importa nada, yo siempre te amaré. Mis
sentimientos no van a cambiar. Tómate el tiempo que necesites.
—Está bien —dijo Elena. Se puso de pie temblando. Sentía como si se fuera
a poner enferma. La mitad de ella quería tirar de Stefan hacia ella, besarlo
hasta que la expresión rota en su cara se fuera. Pero Damon la estaba
mirado, su propio rostro inescrutable, y tocando a cualquiera de ellos se
sentía… mal—. Necesito estar sola por un tiempo —les dijo.
En cualquier otro momento, sabía, ambos se habrían opuesto a la idea de
ella caminando por el campus sola. Habrían discutido, la habrían seguido si
no volvía caminando con ellos, todo para mantenerla segura bajo su
protección.
Ahora, sin embargo, Stefan se apartó para dejarla salir de la cabina, su
cabeza gacha. Damon se quedó muy quieto y miró cómo se iba, sus ojos
encapuchados.
Elena no miró atrás mientras cruzó la puerta del pub. Sus manos
temblaban y sus ojos estaban llenos de lágrimas una vez más. Pero
también se sentía como si hubiera llevado algo muy pesado por un tiempo
y se lo hubiera quitado finalmente.
Esta podría ser la mejor elección que he tomado en mucho tiempo, pensó.
***
Querido Diario:
Cada vez que recuerdo la expresión en la cara de Stefan cuando le dije que
necesitaba espacio, mi pecho duele. Es como si no pudiera respirar.
Nunca quise hacerle daño a Stefan. Nunca. ¿Cómo podría? Estamos tan
cerca, tan inmersos el uno en el otro que es como un pedazo de mi alma,
sin él, no estoy completa.
Pero… amo a Damon, también. Es mi amigo, mi oscura imagen en el
espejo, el inteligente, conspirador que hace lo que sea para conseguir lo
que quiere pero tiene una profunda bondad en su interior que no todo el
mundo ve. No puedo imaginar mi vida sin Damon, tampoco.
Stefan quiere aferrarse a mí con tanta fuerza. Él cuida de su hermano, lo
hace, y Damon se preocupa por él, también, y teniéndome entre ellos se
estropea eso.
Los tres nos hemos mantenido tan juntos por las crisis con las que hemos
tenido que lidiar recientemente, mi muerte y renacimiento, el ataque de
Klaus, el retorno de Damon desde el borde de la muerte, el ataque del
fantasma, que cada movimiento que hemos hecho, cada pensamiento que
hemos tenido, se ha envuelto con los otros dos. No podemos seguir así. Sé
que he hecho lo correcto. Sin mí entre ellos, pueden llegar a ser hermanos
de nuevo. Y entonces podré separar los hilos enredados de mi relación con
ellos sin tener que temer que cualquier movimiento que haga romperá el
tenue vínculo entre nosotros.
Es la decisión correcta. Pero aún así, me siento como si estuviera muriendo
lentamente. ¿Cómo puedo vivir aunque sea un poco de tiempo sin Stefan?
Todo lo que puedo hacer es tratar de ser fuerte. Si simplemente aguanto, lo
conseguiré esta vez. Y al final, todo será maravilloso. Tiene que serlo.
11
Traducido por Krispipe
Corregido por Nikola
—¿Café, querida? —El profesor Campbell. James, se recordó Elena a sí
misma, le preguntó. Ante su movimiento de cabeza, él fue dando tumbos a
sus pies y trajinó con la pequeña cafetera posada encima de una pila
tambaleante de papeles.
Le trajo una taza de café, con crema y azúcar, y se sentó feliz en su silla,
mirando a través de su abarrotado escritorio hacia ella con una expresión
de inocente disfrute. —Creo que tengo algunas galletas —ofreció—. No es
casero, pero es bastante sabroso ¿no?
Elena sacudió la cabeza cortésmente y tomó un sobro de café. —Está muy
bueno —dijo, y le sonrió. Hacía unos días que desde que le había dicho a
Stefan y Damon que tenía que tomar un descanso de ellos. Después de una
muy necesaria sesión de llantos con Bonnie y Meredith, había hecho todo
lo posible para ser normal, ir a clase, almorzar con sus amigos, mantener
una máscara valiente. Parte de este intento de normalidad era llegar a las
horas de oficina de James, para poder escuchar sobre sus padres, incluso a
pesar de que no podían estar allí para consolarla, hablar sobre ellos le
ofrecía un poco de consuelo.
—¡Dios mío! —exclamó James—. Tienes el rostro de Elizabeth, y luego,
cuando sonríes, el hoyuelo de Thomas aparece. Justo el mismo que el suyo,
en un solo lado. Le daba cierto encanto desaliñado.
Elena se preguntó si debía agradecer a James. La estaba felicitando, en
cierto modo, pero eran elogios realmente dirigidos a sus padres, y se sentí
un poco presuntuoso estar agradecida por ellos.
Ella se conformó con decir: —Me alegro de que pienses que me parezco a
mis padres. Recuerdo que cuando era pequeña pensaba que eran muy
elegantes. —Se encogió de hombros—. Creo que todos los niños pequeños
piensan que sus padres son hermosos.
—Bueno, tu madre ciertamente lo era —dijo James—. Pero no es sólo tu
apariencia. Tu voz suena como la suya, y los comentarios que hiciste en
clase esta semana me recordaron cosas que tu padre habría dicho. Él era
muy atento. —Se adentró en los cajones de su escritorio y, después de un
rato hurgando, sacó una lata de galletas de mantequilla—. ¿Seguro que no
quieres una? Ah, bueno —escogió una para él y le dio un mordisco—. Sí,
como te decía, Elizabeth era extremadamente encantadora. No llamaría a
Thomas encantador, pero tenía encanto. Tal vez así es como se las arregló
para ganar el corazón de Elizabeth al final.
—Oh. —Elena agitó su taza de café con aire ausente—. ¿Ella salió con otros
chicos, entonces? —Era ridículo, pero había imaginado a sus padres
siempre estando juntos.
James se echó a reír. —Ella era toda una rompecorazones. Imagino que tú
también lo eres, querida.
Elena pensó con tristeza en los consternados suaves ojos verdes de Stefan.
Ella nunca había querido hacerle daño. Y Matt, con quién había salido en la
escuela secundaria y que había estado silenciosamente enamorado de ella.
No se había enamorado, o incluso estado realmente interesado, en nadie
más desde entonces. Rompecorazones, sí.
James la estaba mirando con ojos brillantes y curiosos. —¿No una
rompecorazones feliz, entonces? —dijo él en voz baja. Elena lo miró con
sorpresa, y colocó su taza de café con un pequeño tintineo. Él se
enderezó—. Elizabeth Morrow —dijo con seria voz enérgica—, era una
estudiante de primer año cuando la conocí. Ella siempre estaba haciendo
cosas, sobre todo conjuntos increíbles y diseñó el vestuario para el grupo
de teatro. Tu padre y yo éramos estudiantes de segundo año en ese
tiempo, estábamos en la misma fraternidad, y éramos amigos cercanos, y
él no podía dejar de hablar de esta chica increíble. Una vez que la conocí,
fui arrastrado hacia su órbita, también.
Él sonrió. —Thomas y yo teníamos algo especial cada uno sobre nosotros:
yo estaba dotado académicamente, y Thomas podía hablar con cualquier
persona de cualquier cosa. Pero ambos éramos bárbaros culturales.
Elizabeth nos enseñó sobre arte, sobre teatro, sobre el mundo más allá de
los pequeños pueblos del sur, donde habíamos crecido. —James se comió
otra galleta, lamiendo el azúcar de sus dedos distraídamente y suspiró
profundamente—. Pensé que seríamos amigos para siempre —dijo—. Pero
fuimos en direcciones diferentes al final.
—¿Por qué? —preguntó Elena—. ¿Pasó algo?
Sus brillantes ojos se alejaron de los de ella. —Por supuesto que no —dijo
él con desdén—. Sólo la vida, supongo. Pero cada vez que camino por el
pasillo del tercer piso, no puedo dejar de detenerme a ver nuestra
fotografía”. Dio una risa medio consciente, acariciando su estómago—.
Mayormente vanidad, supongo. Me reconozco joven con más facilidad que
al viejo hombre gordo que veo en el espejo ahora.
—¿De qué estás hablando? —preguntó Elena, confundida—. ¿El pasillo del
tercer piso?
La boca de James hizo una “O” redonda de sorpresa. —Por supuesto, no
sabes todas las tradiciones de la universidad todavía. El largo corredor en
la tercera planta de este edificio tiene imágenes de todos los diferentes
períodos de la historia de Dalcrest. Incluida una bonita foto de tus padres y
un servidor.
—Voy a tener que echarle un vistazo —dijo Elena sintiéndose un poco
emocionada. Ella no había visto muchas fotos de sus padres antes de
casarse.
Hubo un golpe en la puerta, y una pequeña chica con gafas se asomó. —
Oh, lo siento —dijo, y empezó a retirarse.
—No, no, querida —dijo James jovialmente, llegando a sus pies—. Elena y
yo estábamos conversando sobre viejos amigos. Usted y yo tenemos que
tener una conversación seria sobre su tesis de grado tan pronto como sea
posible. Ven, pasa. —Le dio a Elena una absurda pequeña media
reverencia—. Elena, vamos a tener que continuar esta conversación más
adelante.
—Por supuesto —dijo Elena, y se levantó, estrechando la mano que James
le ofreció.
—Hablando de viejos amigos —dijo él tranquilamente mientras ella se
volvía para irse—, conocí a una amiga tuya, la Dra. Celia Connor, justo
antes de iniciar el semestre. Ella mencionó que estabas viniendo para aquí.
Elena se dio la vuelta, mirándolo fijamente. ¿Él había conocido a Celia?
Imágenes llenaron la mente de Elena: Celia sostenida en los brazos de
Stefan mientras viajaba más rápido que cualquier humano, desesperado
por salvar su vida, Celia esquivando el fantasma en una habitación llena de
llamas. ¿Cuánto sabía James? ¿Qué le había contado Celia?
James le sonrió son suavidad. —Pero hablaremos más tarde —dijo.
Después de un momento, Elena asintió y salió a trompicones de su oficina,
su mente acelerada. La chica que estaba esperando sostuvo la puerta
abierta para ella.
En el pasillo externo, Elena se apoyó contra la pared e hizo balance por un
momento. ¿Le habría dicho Celia a James que Stefan y Damon eran
vampiros, o cualquier cosa sobre la propia Elena? Probablemente no. Celia
se había convertido en una amiga al final de su batalla con el fantasma. Ella
habría mantenido sus secretos. Además, Celia era una académica muy
inteligente. No les habría contado nada a sus colegas que pudiera hacerles
pensar que estaba loca, incluido el que había conocido vampiros reales.
Elena sacudió la inquietud que sentía desde el final de su conversación con
James y enseguida pensó en la imagen que él le había dicho. Subió las
escaleras hasta el tercer piso para ver si podía encontrarla ahora.
Resultó que el “corredor del tercer piso” no era un problema de encontrar.
Mientras que el segundo piso era un laberinto de pasillos y oficinas de
profesores subdivididas unas en otras, cuando salió de la escalera en el
tercer piso descubrió que era un largo pasillo que iba desde un extremo
del edificio al otro.
En contraste con el parloteo de la gente trabajando en el segundo piso, el
tercer piso parecía abandonado, silencioso y tenue. Puertas cerradas se
sentaban a intervalos regulares a lo largo de la sala vacía.
Por todo el pasillo, entre las puertas, colgaban grandes fotografías. Cerca
de la escalera, donde empezó a buscar, parecían como si fueran de tal vez
el cambio de siglo: los chicos peinados de lado y con trajes sonriendo
rígidamente, las chicas en blusas de cuello alto y faldas largas con el pelo
recogido en lo alto de sus cabezas. En una, una fila de chicas llevaban
guirnaldas de flores por alguna olvidada ocasión del campus.
Había fotos de carreras de barcos y picnics, parejas vestidas para bailes,
fotos de equipo. En una foto, el reparto de algún juego de estudiantes,
quizás de los años mil novecientos veinte o los años treinta, las chicas con
tablillas de lengüeta cortas, los chicos con divertidas cubiertas sobre sus
zapatos, se reían divertidos en el escenario, sus bocas congeladas abiertas,
sus manos en el aire. Un poco más adelante, un grupo de hombres jóvenes
con uniformes del ejército miraban hacia ellos seriamente. Sus mandíbulas
firmemente establecidas, sus ojos determinados.
Al moverse por el pasillo, las fotos cambiaron del blanco y negro al color,
la ropa era menos formal; los peinados se hicieron más largos, a
continuación más cortos, más desordenados, después más elegantes. A
pesar de que la mayoría de las personas en las fotografías se veían felices,
algo acerca de ellos hizo que Elena se sintiese triste. Tal vez fue lo rápido
que el tiempo parecía pasar en ellas: toda esa gente había sido de la edad
de Elena, estudiantes como ella, con sus propios miedos y alegrías y
sufrimientos, y ahora habían desaparecido, envejecido o muerto.
Pensó brevemente en una botella metida profundamente en su armario en
casa, conteniendo el agua de la vida eterna que ella había robado
accidentalmente a los Guardianes. ¿Era esa la respuesta? Empujó el
pensamiento fuera. Esa no era la respuesta aún, sabía eso, y había tomado
la muy clara decisión de no pensar en esa botella, no decidir nada, no
ahora. Tenía tiempo, tenía más vida que vivir naturalmente, antes de
querer preguntarse esa pregunta.
La imagen de la que James había hablado estaba cerca del extremo de la
sala. En ella, su padre, su madre, y James estaban sentados en la hierba
debajo de un árbol en el patio. Sus padres se inclinaban hacia adelante en
animada conversación, y James, una versión mucho más delgada, con el
rosto casi irreconocible debajo de una desordenada barba, estaba sentado
hacia atrás y los miraba, su expresión aguda y divertida.
Su madre parecía increíblemente joven, su cara suave, sus ojos muy
abiertos, su sonrisa grande y brillante, pero también era de alguna manera
exactamente la madre que Elena recordaba. El corazón de Elena dio un
latido doloroso pero feliz al verla. Su padre estaba más embobado que el
distinguido padre que Elena había conocido, y su estampada camisa color
pastel era un desastre fashion de proporciones épicas, pero había un
elemento esencial de su padre en él que hizo a Elena sonreír.
Se dio cuenta del pin en su horrible camisa de color pastel al principio.
Pensó que era una mancha, pero luego, inclinándose hacia adelante, hizo la
forma de una pequeña “V” azul oscuro. Mirando las otras figuras, se dio
cuenta de su madre y James estaban usando los mismos pines, su madre
medio oculto por unos largos rizos dorados cayendo a través de él.
Extraño. Dio unos golpecitos con el dedo lentamente contra el cristal sobre
la fotografía, tocando una V y después las demás. Le preguntaría a James
sobre los pines. ¿Acaso no había mencionado que él y su padre habían
estado en una fraternidad? Tal vez tenía algo que ver con eso. ¿No les
daban los chicos de las fraternidades pines a sus novias?
Algo dio un codazo en los bordes de su mente. Había visto uno de estos
pines en alguna parte. Pero no podía recordar dónde, así que se encogió de
hombros. Por lo que quiera que fuera que estaba ahí, era algo que ella no
sabía sobre sus padres, otra faceta de su vida para descubrir aquí. No
podía esperar para saber más.
12
Traducido por Krispipe
Corregido por Nikola
—Buena práctica —dijo Christopher, deteniéndose junto a Matt cuando
salió de los vestuarios—. Tienes algunos buenos movimientos, hombre.
—Gracias —dijo Matt, tratando de calzar sus zapatos—. Tú también te ves
bastante bien.
Se dio cuenta de que Christopher iba a ser un compañero de equipo sólido,
el tipo de persona que hacía su trabajo y se centraba en el panorama
general, trabajando para ayudar al resto del equipo. Él era un buen
compañero de cuarto, también, generoso y tranquilo. Ni siquiera roncaba.
—¿Quieres saltarte el comedor y pedir una pizza? —preguntó Christopher—
. Esta es mi noche para vencerte al Guitar Hero, lo siento.
Matt se rió. En el par de semanas que habían estado viviendo juntos, él y
Christopher habían estado trabajando a su manera a través de todos los
juegos de la Wii que Christopher había traído con él a la escuela. —Está
bien, te veré de vuelta en la habitación.
Christopher le dio una palmada en la espalda, sonriendo ampliamente.
Después de que Christopher se fuera, Matt tomó tiempo para juntar sus
cosas, dejando que los otros chicos salieran del vestuario antes que él.
Tenía ganas de caminar de regreso al dormitorio solo esta noche. Eran un
buen grupo de chicos, pero estaba dolorido y cansado. Entre las prácticas
de fútbol y las actividades comprometidas de la Sociedad Vitale, nunca
había trabajado su cuerpo tan duro. Se sentía bien.
Él se sentía bien. Incluso la más estúpida de las actividades Vitale, y
algunas de ellas eran bastante estúpidas: habían tenido que trabajar en
equipos para construir viviendas de papel de periódico la otra noche, eran
un tipo de diversión, porque estaba empezando a conocer alguna gente
maravillosa. Ethan había tenido razón. Como grupo, las promesas eran
inteligentes, decididas, con talento, todo lo que cabía esperar. Y él era uno
de ellos.
Sus clases eran interesantes, también. De vuelta en la escuela secundaria
había obtenido los grados bien, pero había hecho mayormente lo que tenía
que hacer para pasar. La guerra civil, geometría, química, matar a un
ruiseñor: todos sus trabajos escolares tenían una especie de mezcla de su
vida real de amigos y deporte. Algo de lo que estaba haciendo en Dalcrest
era así, también, pero en la mayoría de sus clases, estaba empezando a ver
conexiones entre las cosas. Se estaba haciendo la idea de que historia,
lenguaje, ciencia, y literatura eran todas partes de la misma cosa, la
manera en que la gente pensaba y las historias que contaban, y era
realmente interesante.
Es posible, pensó Matt, con una sonrisa burlona, que esté “floreciendo” en
la Universidad, como había predicho el consejero de la escuela secundaria.
No estaba totalmente oscuro aún, pero ya era tarde. Matt aceleró el paso,
pensando en la pizza.
No había mucha gente vagando por el campus. Matt supuso que estaban
en la cafetería o encerrados en sus habitaciones, asustados. Él no estaba
preocupado, sin embargo. Pensó que había un montón de objetivos más
vulnerables que un jugador de fútbol.
Una brisa se inició, agitando las ramas de los árboles en el patio y
acercando a Matt el olor de la hierba. Todavía parecía verano. En los
arbustos, algunas luciérnagas tempranas se encendían y se apagaban. Él
rodó los hombros disfrutando los estiramientos después de una larga
práctica.
Más adelante, alguien gritó. Un chico, pensó Matt. El grito se cortó de
repente.
Antes de que pudiera incluso pensar, Matt estaba corriendo hacia el
sonido. Su corazón latía con fuerza, y trató de obligar a sus cansadas
piernas a moverse más rápido. Ese es un sonido de puro pánico, pensó
Matt. Aguzó el oído, pero no oyó nada excepto sus propias respiraciones
irregulares.
Cuando llegó alrededor del edificio de negocios, una figura oscura que
había estado inclinada sobre algo en la hierba se quitó, sus piernas largas y
flacas volando. Se movió rápido, y su cara estaba completamente oculta
por una capucha. Matt no pudo ver si era un chico o una chica.
Él inclinó su propio paso a la carrera detrás de la figura de negro pero llegó
un alto repentino por la forma en la hierba. No era sólo una forma. Por un
momento, la mente de Matt se negó a procesar lo que estaba viendo. El
rojo y dorado de un jersey de fútbol. Líquido húmedo y espeso se extendía
a través de él. Una cara familiar.
Entonces, todo encajó en su enfoque. Se dejó caer de rodillas. —
Christopher, oh no, Christopher.
Había sangre por todas partes. Matt frenéticamente palpó el pecho de
Christopher, tratando de averiguar dónde podía poner presión para tratar
de detener la hemorragia. En todas partes, en todas partes, viene de todas
partes.Todo el cuerpo de Christopher estaba temblando, y Matt presionó
sus manos contra la remojada camiseta de fútbol para tratar de mantenerlo
quieto.
Sangre fresca corría en gruesas corrientes de color carmesí en contra del
color rojo brillante del material del jersey.
—Christopher, hombre, aguanta, vas a estar bien. Vas a estar bien —dijo
Matt, y sacó su teléfono para marcar el 911. Sus manos estaban cubiertas
de sangre ahora, y el teléfono era un horrible desastre mientras lo llevaba a
la oreja.
—Por favor —dijo con voz temblorosa—, estoy en la Universidad de
Dalcrest, cerca del edificio de negocios. Mi compañero de cuarto, alguien
atacó a mi compañero de cuarto. Está sangrando mucho. Está inconsciente.
—El operador de 911 comenzó a hacerle algunas preguntas y Matt trató de
concentrarse.
De repente, Christopher abrió los ojos, tomando una profunda bocanada
de aire.
—Christopher —dijo Matt, dejando caer su teléfono—. Chris, van a enviar
una ambulancia, aguanta.
El temblor empeoró, los brazos y las piernas de Christopher vibraron a un
ritmo rápido. Sus ojos se posaron en la cara de Matt y su boca se abrió.
—Chris —dijo Matt, tratando de sujetarlo, tratando de ser suave—, ¿quién
te hizo esto? ¿Quién te atacó?
Christopher jadeó de nuevo, un sonido ronco tragando saliva.
Entonces el temblor se detuvo, y se quedó inmóvil. Sus párpados se
deslizaron por encima de sus ojos.
—Chris, por favor aguanta —rogó Matt—. Ya vienen. Te van a ayudar. —Se
agarró a Christopher, lo sacudió un poco, pero Christopher no se movió,
no respiraba. Las sirenas sonaron en la distancia, pero Matt sabía que la
ambulancia llegaba demasiado tarde.
13
Traducido por Krispipe
Corregido por Nikola
Bonnie agarró el muffin de plátano y nuez junto a su pecho como si fuera
una especie de ofrenda sagrada. Simplemente no podía llevarse a sí misma
a tocar en la puerta de Matt. En su lugar, puso sus grandes y suplicantes
ojos marrones sobre Meredith y Elena.
—Oh, Bonnie —murmuró Meredith, llegando más allá de ella, desplazando
la pila de rosquillas y el cartón de zumo de naranja que llevaba golpeando
con fuerza la puerta.
—No sé que decir —susurró Bonnie, angustiada.
Entonces la puerta se abrió y apareció Matt, con los ojos rojos y pálido.
Parecía de alguna manera más pequeño y encorvado en sí mismo de lo que
Bonnie lo había visto nunca. Abrumado con pena, ella olvidó sus nervios y
se lanzó en sus brazos, dejando caer el muffin en el proceso.
—Lo siento mucho —dijo ella atragantándose, lágrimas corrían por su cara.
Matt se aferró a ella con fuerza, inclinándose y enterrando la cabeza en su
hombro—. Está bien —dijo ella finalmente, desesperadamente, acariciando
la parte posterior de su cabeza—. Quiero decir, no, no está… por supuesto
que no está… pero te queremos, estamos aquí.
—No pude ayudarle —dijo Matt débilmente, su cara todavía presionada
contra el cuello de Bonnie—. Hice mi mejor esfuerzo, pero murió de todos
modos.
Elena y Meredith se unieron a ellos, envolviendo sus brazos en torno a Matt
desde ambos lados.
—Lo sabemos —dijo Elena, frotándole la espalda—. Hiciste todo lo que
pudiste por él.
Matt retiró sus brazos finalmente y gesticuló alrededor de la habitación. —
Todo esto es suyo —dijo—. Sus padres no se sienten listos para limpiar sus
cosas todavía, le dijeron a la policía. Me está matando verlo todo aquí
cuando él no está. Pensé en embalarlo para sus padres, pero hay una
posibilidad de que la policía pueda querer mirar entre sus cosas.
Bonnie se estremeció ante la idea de lo que los padres de Christopher
debían estar pasando.
—Te traemos algo para comer —dijo Meredith—. Apuesto a que no has
comido desde hace siglos. Tal vez te ayude a sentirte mejor.
Las chicas fueron de aquí para allá, guardando el desayuno que habían
traído para Matt, después lo convencieron para que probara algo, cualquier
cosa. Él bebió un poco de zumo y tomó una rosquilla, con su cabeza baja.
—Estuve en la comisaría toda la noche —dijo—. Tuve que contar una y otra
vez lo que pasó.
—¿Qué pasó? —preguntó Bonnie tentativamente.
Matt suspiró. —Realmente me gustaría saberlo. Sólo vi a alguien vestido de
negro huyendo de Christopher. Quise perseguirlo, pero Chris necesitaba mi
ayuda. Y luego murió. Lo intenté, pero no pude hacer nada. —Su frente se
arrugó en un ceño fruncido—. Lo realmente extraño, sin embargo —dijo
lentamente—, es que, a pesar de que vi a una persona huyendo, la policía
cree que Christopher fue atacado por algún tipo de animal. Él estaba…
bastante rasgado.
Elena y Meredith intercambiaron una mirada de alerta. —¿Un vampiro? —
dijo Meredith—. ¿O un hombre lobo, quizá?
—Estaba pensando en eso —admitió Matt—. Tiene sentido. —Sin que
pareciera darse cuenta terminó su rosquilla, y Elena aprovechó su
distracción para deslizar alguna fruta en su plato.
Bonnie se abrazó a sí misma. —¿Por qué? —preguntó—. ¿Por qué es que,
donde quiera que vayamos, cosas extrañas y temibles suceden a nuestro
alrededor? Pensé que una vez que dejáramos Fell Church las cosas serían
diferentes.
Nadie discutió con ella. Por un rato, todos se sentaron en silencio, y Bonnie
sentía como si se estuvieran apretujando, tratando de protegerse de algo
frío y horrible.
Finalmente, Meredith alargó la mano y tomó una rodaja de naranja del
plato de Matt. —Lo primero que tenemos que hacer, entonces, es
investigar y tratar de averiguar si estos ataques y desapariciones son
sobrenaturales —masticó pensativamente—. Por mucho que me duela decir
esto, quizá deberíamos contarle a Damon esto. Él es bueno en este tipo de
cosas. Y Stefan debe saber lo que está pasando, también —miró a Elena, su
voz suave—. Voy a hablar con ellos, ¿está bien Elena?
Elena se encogió de hombros. Bonnie podía decir que estaba tratando de
mantener su expresión en blanco, pero sus labios temblaban. —Por
supuesto —dijo después de un minuto—. Estoy segura de que ambos
comprobarán las cosas de todos modos. Ya sabes lo paranoicos que son.
—No sin razón —dijo Meredith con sequedad.
Los ojos de Matt estaban mojados. —Pase lo que pase, necesito que me
prometan algo —dijo—. Por favor, tengan cuidado. No puedo… perder a
nadie más, ¿vale?
Bonnie se acurrucó más cerca de él, poniendo una mano sobre la suya.
Meredith se acercó y puso su mano sobre las de ambos, y Elena agregó la
suya a la pila. —Nosotros cuidamos unos de otros —dijo Elena.
—Una promesa —dijo Bonnie, tratando de sonreír—. Siempre miraremos
unos por los otros. Haremos que todos estemos seguros.
En ese momento, mientras murmuraban en acuerdo, ella estuvo segura de
que podrían hacerlo.
***
Meredith se volvió y dio un paso adelante, balanceando su bastón hacia
abajo para golpear en las rodillas muy acolchadas de Samantha.
Samantha esquivó el golpe, y luego señaló con su propio bastón en línea
recta hacia la cabeza de Meredith. Meredith bloqueó el golpe, y luego
metió su bastón en el pecho de Samantha.
Samantha se tambaleó hacia atrás y perdió el equilibrio.
—Wow —dijo, frotándose la clavícula y mirando a Meredith con una mezcla
de resentimiento y aprecio—. Eso dolió, incluso con el relleno. Nunca he
entrenado con alguien tan fuerte antes.
—Oh, bueno —dijo Meredith con modestia, sintiéndose absurdamente
satisfecha—, practico mucho.
—Uh-huh —dijo Samantha, mirándola—. Vamos a tomar un descanso. —Se
dejó caer en la esterilla, y Meredith, su bastón equilibrado en una mano, se
sentó a su lado.
No era su bastón, por supuesto, no el de la caza especial. No podía llevar
su bastón de asesina, herencia de la familia, al gimnasio, era claramente un
arma mortal personalizada. Pero habría estado encantada de poder
enseñarle a Samantha que podía luchar con un bastón de cuatro metros de
largo y que tenía un extra.
Samantha era rápida, inteligente y feroz, una de las mejores compañeras
de guanteo que jamás había tenido. Luchando, Meredith había sido capaz
de bloquear la sensación de impotencia que había tenido en la habitación
de Matt esta mañana. Había algo muy patético en ver todas las cosas de
Christopher sentadas ahí listas para él, cuando él nunca iba a volver. Tenía
uno de esos pequeños jardines Zen falsos sobre su escritorio, la arena
perfectamente arreglada. Tal vez el día anterior, Christopher, había cogido
el pequeño rastrillo en la mano y alisado la arena, y ahora él no volvería a
tocar nada de nuevo.
Y era su culpa. Meredith apretó su bastón, sus nudillos se blanquearon.
Tenía que aceptarlo. Si tenía el poder de ser una fuerza potente contra la
oscuridad, una cazadora y asesina de monstruos, tenía la responsabilidad,
también.
Todo lo que había conseguido a través y matando a alguien en su territorio
había sido un fracaso y su vergüenza.
Tenía que trabajar más duro. Practicar más, patrullar el campus, proteger a
la gente.
—¿Estás bien? —rompió la voz de Samantha a través de los pensamientos
de Meredith. Sorprendida, Meredith vio a Samantha mirándola con sus
grandes y solemnes ojos oscuros, hacia los dientes y los puños apretados
de Meredith.
—No del todo —dijo Meredith con sequedad—. Um. —Se sentía como si
tuviera que explicar su severidad—. ¿Has oído acerca de lo que pasó
anoche, el chico que fue asesinado? —Samantha asintió con la cabeza
lentamente, con una expresión indescifrable—. Bueno, él era el compañero
de habitación de un buen amigo mío. Y estuve con mi amigo hoy, tratando
de ayudarlo. Fue… inquietante.
La cara de Samantha pareció endurecerse, y trepó sobre sus rodillas. —
Escucha, Meredith —dijo—, te prometo que no va a suceder de nuevo. No a
mi vista.
—¿A tu vista? —preguntó Meredith suavemente. De repente, sintió
dificultades para respirar.
—Tengo responsabilidades —dijo Samantha. Bajó la mirada a sus manos—.
Voy a atrapar a este asesino.
—Es un gran trabajo —dijo Meredith. No era posible, ¿verdad? Pero
Samantha era una buena luchadora, y lo que estaba diciendo… ¿por qué
creía que era la responsable de detener al asesino?— ¿Qué te hace pensar
que puedes hacerlo? —preguntó.
—Sé que es difícil de creer, y no debería estar contándotelo, pero necesito
tu ayuda. —Samantha estaba mirándola directamente a los ojos,
prácticamente vibrando con seriedad—. Soy una cazadora. Me criaron
para… tengo un deber sagrado. Toda mi familia por generaciones, hemos
luchado contra el mal. Soy la última de nosotros. Mis padres murieron
cuando yo tenía trece años.
Meredith abrió la boca, sorprendida, pero Samantha negó con la cabeza
con fuerza, empujando la simpatía que Meredith fuera. —Ellos no habían
terminado de formarme —continuó—, y necesito que me ayudes a mejorar,
más rápido. No soy lo suficientemente fuerte todavía.
Meredith la miró.
—Por favor, Meredith —dijo Samantha—. Sé que suena loco, pero es
verdad. La gente depende de mí.
Incapaz de contenerse, Meredith se echó a reír.
—No es una broma —dijo Samantha, saltando sobre sus pies, con los
puños apretados—. Esto es… no debería haber dicho nada. —Se dirigió
hacia la puerta, con la espalda tan recta como un soldado.
—Samantha, espera —llamó Meredith. Samantha se volvió hacia ella con un
rostro lleno de furia. Meredith dio una respiración rápida y trató
desesperadamente de recordar algo que había aprendido cuando era niña,
pero nunca tuvo la oportunidad de utilizar. Doblando sus dedos meñiques
juntos, elaboró sus pulgares para hacer un triángulo, el signo secreto de
saludo entre los cazadores.
Samantha se la quedó mirando, su rostro perfectamente blanco. Meredith
se preguntó si se acordaba de la señal correctamente. ¿Se la habría la
familia de Samantha incluso enseñado? Meredith sabía que había otras
familias por ahí, pero nunca había conocido a ninguna antes. Sus padres
habían dejado la comunidad de cazadores antes de que ella naciera.
A continuación Samantha, moviéndose tan rápido como lo había hecho
cuando habían luchado, estaba ante ella, sujetando sus brazos.
—¿En serio? —dijo Samantha—. ¿En serio?
Meredith asintió con la cabeza, y Samantha echó los brazos a su alrededor
y la agarró con fuerza. El corazón le latía tan fuerte que Meredith podía
sentirlo. Meredith se puso rígida en un primer momento, ella no era del
tipo sensiblero, a pesar de tener mejores amigas con violento afecto como
Bonnie durante años, pero luego se relajó en el abrazo, sintiendo el
delgado y muscular cuerpo de Samantha bajo sus brazos, así como el suyo.
Tenía la extraña sensación de familiaridad, como si hubiera estado perdida
y hubiera encontrado a su verdadera familia al fin. Meredith sabía que no
podía contar nada de aquello, y parte de ella sentía que estaba
traicionando a Elena y Bonnie sólo por pensar de esa manera, pero no
podía evitarlo. Samantha se retiró, sonriente y llorosa, enjugándose los
ojos y la nariz.
—Estoy actuando estúpida —dijo—. Pero esto es lo mejor que me ha
pasado. Juntas, podemos luchar contra esto —dio un resoplido medio
histérico y miró a Meredith con grandes ojos brillantes—. Siento que he
hecho una nueva mejor amiga —dijo.
—Sí —dijo Meredith, sin llorar, sin reír, fría como siempre en el exterior
pero, en el interior, sintiendo como si se estuviera rompiendo en felices
pedazos—. Sí, creo que tienes razón.
14
Traducido por Krispipe
Corregido por Nikola
Matt se encogió de hombros miserablemente. Había venido a la reunión de
promesas porque no quería quedarse en su cuarto solo, pero ahora
deseaba no haberlo hecho. Había estado evitando a Elena, Meredith y
Bonnie, esto no era culpa de ellas, pero demasiada violencia había
sucedido alrededor de ellos cuatro el año pasado, demasiada muerte.
Había pensado que podría ser mejor estar con otras personas, personas
que no habían visto la cantidad de oscuridad que había en el mundo, pero
no era así. Sentía casi como si estuviera envuelto en plástico de burbujas,
espeso y nublado. Mientras las otras promesas se movían y hablaban,
podía verlos y oírlos, pero se sentía separado de ellos, todo parecía sordo y
tenue. Se sentía frágil, también, como si eliminar la capa protectora
pudiera hacerle caer aparte.
Mientras él permanecía de pie entre la multitud de promesas, Chloe se
acercó y se detuvo junto a él, tocándole el brazo tranquilizadoramente con
su pequeña y fuerte mano. Una brecha apareció en el plástico de burbujas,
y pudo sentirla realmente con él. Puso su mano sobre la de ella y la apretó
con gratitud.
La reunión de promesas era en el cuarto con paneles de madera donde se
habían reunido la primera vez. Ethan aseguró que este era sólo uno de los
muchos escondites secretos, los demás sólo estaban abiertos a los
miembros completamente iniciados. Matt había descubierto a estas alturas
que incluso esta sala de promesas tenía varias entradas: una a través de
una vieja casa en las afueras del campus, que debía haber sido a través de
la cual los habían traído la primera vez, una a través de un cobertizo cerca
de las canchas, y una a través de sótano de la biblioteca. El suelo por
debajo de la escuela debe ser un laberinto de túneles para que tantas
entradas terminen en un sólo lugar, pensó, y tuvo una visión inquietante
de los estudiantes caminando a través de la hierba caliente por el sol
mientras, unos cuantos centímetros más abajo, infinitos túneles oscuros se
abrían debajo de ellos.
Ethan estaba hablando, y Matt sabía que normalmente estaría colgado de
sus palabras. Hoy, la voz de Ethan inundaba a un Matt casi desconocido, y
Matt dejó que sus ojos siguieran las figuras enmascaradas vestidas de
negro de los miembros Vitale que paseaban por la habitación detrás de
Ethan. Torpemente, se preguntó sobre ellos, sobre cómo las máscaras los
disfrazaban lo suficientemente bien que él nunca estaba seguro de si
reconocía a cualquiera de ellos en el campus. Cualquiera de ellos, salvo
Ethan. Matt se preguntó con curiosidad qué hacía al líder inmune a tales
restricciones. Igual que los túneles debajo del campus, el anonimato de los
Vitale era un poco inquietante.
Finalmente, la reunión terminó, y las promesas empezaron a gotear fuera
de la habitación. Algunos le dieron unas palmaditas en la espalda a Matt o
le murmuraron palabras simpatizantes, y él entró en calor al darse cuenta
de que les importaba, que de alguna manera se habían llegado a sentir
como amigos a través de todas las tontas actividades de vinculación de
promesas.
—¿Esperas un minuto, Matt? —Ethan estuvo a su lado repentinamente. Ante
la mirada de Ethan, Chloe apretó el brazo de Matt y lo soltó.
—Nos vemos más tarde —murmuró. Matt la observó mientras ella cruzó la
habitación y salió por la puerta, su cabello rebotando contra la parte
posterior de su cuello.
Cuando volvió a mirar a Ethan, la cabeza de él estaba inclinada hacia un
lado, sus ojos dorados considerando. —Es bueno ver que tú y Chloe son
tan cercanos —declaró Ethan, y Matt se encogió de hombros torpemente.
—Sí, bueno… —dijo.
—Encontrarás que los otros Vitale son quienes te pueden entender mejor
—dijo Ethan—. Serán los que estarán junto a ti durante la Universidad, y
para el resto de tu vida —sonrió—. Al menos, eso es lo que me sucedió a
mí. Te he estado observando, Matt —prosiguió.
Matt se tensó. Algo acerca de Ethan cortó a través de la sensación de
burbuja, pero no de la forma reconfortante en que Chloe lo hizo. Ahora
Matt se sintió expuesto en lugar de protegido. La agudeza de su mirada,
tal vez, o la manera en que Ethan siempre parecía creer firmemente en
todo lo que estaba diciendo.
—¿Si? —dijo Matt con cautela.
Ethan sonrió. —No seas tan paranoico. Es una cosa buena. Cada promesa
Vitale es especial, es por eso que son elegidos, pero cada año hay uno que
es aún más especia, que es un líder entre los líderes. Puedo ver que, en
este grupo, eres tú, Matt.
Matt se aclaró la garganta. —¿En serio? —dijo, halagado, sin saber muy
bien qué decir. Nadie le había llamado líder antes.
—Tengo grandes planes para la Sociedad Vitale este año —dijo Ethan, sus
ojos brillantes—. Vamos a pasar a la historia. Vamos a ser más poderosos
de lo que jamás hayamos sido. Nuestro futuro es brillante.
Matt dio una media sonrisa y asintió con la cabeza. Cuando Ethan hablaba,
su voz cálida y persuasiva, esos ojos dorados constantes sobre Matt, Matt
lo podía ver, también. Los Vitale lideraban no sólo el campus, sino, algún
día, el mundo. Matt se transformaría del chico común que sabía que
siempre había sido en alguien seguro y de ojos claros, un líder entre
líderes, como Ethan decía. Podía imaginarlo todo.
—Quiero que seas mi mano derecha aquí, Matt —dijo Ethan—. Tú me
puedes ayudar a dirigir a estas promesas a la grandeza.
Matt asintió con la cabeza una y otra vez, los ojos de Ethan en los suyos,
sentía un rubor de orgullo, la primera cosa buena que había sentido desde
la muerte de Chris. Él lideraría los Vitale, de pie al lado de Ethan. Todo
sería mejor. El camino estaba libre a proa.
***
De hecho, Keynes postuló que la actividad económica fue determinada por
la demanda agregada. Por decimoquinta vez en media hora, Stefan leyó la
sentencia sin entrar a comprenderla.
Todo parecía tan inútil. Había tratado de distraerse con investigación de
asesinato del campus, pero sólo lo había puesto más ansioso por no poder
estar al lado de Elena, viendo por sí mismo que ella estaba a salvo. Cerró el
libro y dejó caer la cabeza entre las manos.
Sin Elena, ¿qué estaba haciendo aquí?
La habría seguido a cualquier parte. Era tan hermosa que a veces le dolía
mirarla, como duele mirar hacia el sol. Ella brillaba como el sol con su
cabello dorado y sus ojos de lapislázuli, su delicada piel que contenía justo
el menor toque de rosa.
Pero había más en Elena que la belleza. Su belleza por sí sola no habría
mantenido la atención de Stefan mucho tiempo. De hecho, su parecido con
Katherine casi lo había ahuyentado. Sin embargo, bajo su exterior
fríamente hermoso había una mente rápida que siempre estaba trabajando,
haciendo planes, y un corazón que era muy protector con todos los que
amaba.
Stefan había pasado siglos buscando algo que lo hiciera sentirse vivo otra
vez y nunca se había sentido tan seguro de nada como lo había estado de
Elena. Era ella, la única para él. ¿Por qué no podía ella estar segura de él?
No importa lo que Elena decía sobre Stefan siendo el único, el hecho era:
las dos únicas chicas que había amado en su larga, larga vida, ambas
habían amado no sólo a Stefan sino también a su hermano.
Stefan cerró sus ojos, frotó el puente de su nariz entre los dedos, luego se
apartó del escritorio. Quizá estaba hambriento. En unos pocos pasos
rápidos, cruzó la sala pintada de blanco, a través de sus propias
posesiones y los elegantes muebles baratos que la escuela había expedido,
y estaba en el balcón. Fuera, la noche olía a jazmín y al escape de los
automóviles. Stefan extendió los tentáculos de Poder suavemente en la
noche, preguntando, buscando… algo… allí. Una pequeña mente se aceleró
en respuesta a la suya. Su oído, más cortante que el de un ser humano,
recogió las débiles quejas de sonar, y un murciélago pequeño y peludo
aterrizó en la barandilla del balcón atraído por su Poder. Stefan lo recogió,
manteniendo un repiqueteo suave de Poder entre su mente y la del
murciélago, y lo miró pensativamente, lo miró mansamente, su pequeña
carita de zorro en alerta. Stefan bajó la cabeza y bebió, con cuidado de no
tomar demasiado de la pequeña criatura. Hizo una mueca ante el sabor y
luego liberó el murciélago, quién aleteó tentativamente, un poco aturdido,
cogió velocidad y se perdió de nuevo en la noche.
No había estado terriblemente hambriento, pero la sangre despejaba su
mente. Elena era muy joven. Tenía que recordar eso. Ella aún era más joven
de lo que él había sido cuando se convirtió en vampiro, y necesitaba
tiempo para experimentar la vida, para que su camino la llevara de vuelta a
Stefan. Él podía esperar. Tenía todo el tiempo del mundo.
Pero la echaba tanto de menos.
Reuniendo sus fuerzas, saltó desde el balcón y aterrizó suavemente en el
suelo. Había una cama de flores allí, y metió la mano en ella, sintiendo
pétalos tan suaves como la seda. Una margarita, fresca e inocente. La cogió
y volvió al interior de la residencia, utilizando la entrada principal en esta
ocasión.
Fuera de la puerta de Elena dudó. Podía oír los sonidos ligeros de su
movimiento por ahí, su distintivo olor, embriagador olor. Ella estaba sola, y
él tuvo la tentación de simplemente tocar. Quizá ella lo estaba anhelando,
justo como como él la anhelaba a ella. Si estuvieran solos, ¿se fundiría en
sus brazos a pesar de sí misma?
Stefan sacudió la cabeza, su boca apretada. Tenía que respetar los deseos
de Elena. Si ella necesitaba tiempo separados, él podía darle eso. Mirando
la margarita blanca, suavemente la equilibró en la parte superior del pomo
de la puerta de Elena. Ella encontraría la flor y sabría que era de él. Stefan
quería que Elena supiera que podía esperar por ella, si eso era lo que
necesitaba, pero que él estaba pensando en ella, siempre.
15
Traducido por Krispipe
Corregido por Nikola
Mientras se dirigía a la puerta de su dormitorio, Elena rebuscó en su bolso,
chequeando una lista mental: billetera, llaves, teléfono, brillo de labios,
delineador de ojos, cepillo para el pelo, ID de estudiante. Cuando abrió la
puerta, algo cayó al suelo.
Una perfecta margarita blanca se había caído al suelo. Elena se agachó y la
recogió. Girándola en la mano, sintió un dolor repentino y agudo en el
pecho.Dios, me olvidé de Stefan. No tenía dudas de que la margarita era de
él. Esto era él haciéndole saber que estaba pensando en ella sin dejar de
respetar su espacio.
El dolor en su pecho fue sustituido poco a poco por un dulce y brillante
sentimiento. Parecía tan tonto y artificial evitar hablar con Stefan. Ella lo
amaba. Y, más allá de eso, era uno de sus mejores amigos. Elena sacó su
teléfono para llamarlo. Y entonces se detuvo. Tomando una respiración
profunda, puso el teléfono de vuelta en el bolso.
Si hablaba con Stefan, querría verlo. Si lo veía, querría tocarlo. Si lo tocaba,
todo habría terminado. Se encontraría a sí misma cayendo en él, enredada
en amor. Y entonces levantaría la vista y vería los oscuros ojos
inescrutables de Damon mirándolos y sentiría que tiraban de ella hacia él.
Y entonces los hermanos se encontrarían uno al otro, y el amor, el dolor y
la furia pasarían por sus rostros, y todo se pondría en marcha otra vez.
Se había sentido bien alejarse de ellos por un tiempo, incluso aunque
estaba desgarradora, espantosa y terriblemente sola, también. Pero, desde
entonces, Elena había sentido una calma asentarse sobre ella. No era feliz,
exactamente, era como si estuviera cubierta con moretones, y si no tenía
cuidado, el dolor la inundaría al recordar lo que había hecho. Pero también
se sentía como si hubiera estado conteniendo el aliento por semanas y
ahora fuera capaz de exhalar.
Sabía que Stefan la estaría esperando cuando estuviera lista para
enfrentarse a él de nuevo. ¿No era eso lo que la margarita quería decir?
Metió la flor dentro de su bolso y se alejó por el pasillo, taconeando con
firmeza. Elena iba a salir con sus amigos, iba a pasarlo bien, y no iba a
pensar en Stefan, o Damon. O incluso en las desapariciones o la muerte de
Christopher. Elena suspiró bajo el peso de todo. Durante varios días,
habían estado en duelo, y ahora Elena y sus amigos necesitaban abrazar la
vida de nuevo. Se merecían una noche de libertad. Necesitaban recordar
por qué estaban luchando.
***
—Ahí está —escuchó Elena decir a Bonnie al entrar en el bar lleno de
gente—. ¡Elena! ¡Por aquí!
Bonnie, Meredith y una chica que Elena no conocía estaban sentadas en
una mesita junto a la pista de baile. Habían invitado a Matt a venir con
ellas, pero había dicho que tenía que estudiar, su cara educadamente
cerrada, y ellas supieron que no estaba listo todavía y que necesitaba un
tiempo a solas.
Meredith, elegante y relajada, le dio una fría sonrisa a Elena en señal de
saludo y le presentó a su amiga Samantha. Samantha era delgada, de ojos
brillantes y alerta. Parecía como si tuviera energía de sobra, pasando de un
lado a otro, charlando sin parar.
Bonnie también parecía estar claramente enérgica esta noche y empezó a
hablar tan pronto como Elena llegó a la mesa. Bonnie es valiente, pensó
Elena. La muerte de Christopher le había sorprendido, y estaba tan
preocupada por Matt como cualquiera de ellos, pero ella sacaba la barbilla
y sonreía, cotilleaba y seguía adelante con la vida tan fuerte como podía,
porque ellas habían decidido que así era como sería esa noche.
—Te pedí una Coca Cola —dijo Bonnie—. Me pidieron el carnet de
identidad así que no pude conseguir nada más. ¿Sabes una cosa? —Se
pausó dramáticamente—. Llamé a Zander y me dijo que definitivamente iba
a tratar de llegar aquí esta noche. ¡No puedo esperar a que lo conozcan! —
Bonnie estaba casi saltando de su asiento con emoción, sus rizos rojos
moviéndose por todas partes.
—¿Quién es Zander? —preguntó Samantha inocentemente.
Meredith le dio a Elena una mirada astuta. —Ya sabes, no estoy segura —
dijo con fingida confusión—. Bonnie nos habló de él.
—Sí —agregó Elena, sonriendo—. No creo que lo mencionaras en absoluto,
¿verdad?
—Cierren la boca, chicas —dijo Bonnie amablemente, y apoyándose sobre
la mesa hacia Samantha, comenzó a alabar todas las virtudes de Zander a
su nueva audiencia. Elena dejó que su mente vagara. Ella lo había oído
todo, noche tras noche en su dormitorio últimamente: los ojos de Zander,
la sonrisa de Zander, el tímido encanto de Zander, el cuerpo muy caliente
de Zander, palabras de Bonnie. Como Zander y Bonnie estudiaba juntos en
un rincón escondido y alejado de la biblioteca y Zander traía a Bonnie
aperitivos secretos, incluso a pesar de que iba totalmente en contra de las
reglas de la biblioteca. La forma en que hablaban por teléfono todas las
noches, las largas pausas aterciopeladas cuando parecía que Zander estaba
a punto de susurrar algo íntimo, algo que nadie sino Bonnie podía saber,
pero entonces en lugar de eso hacía una broma que hacía a Bonnie reír
como una loca. Había algo muy dulce sobre Bonnie con un flechazo. Elena
realmente esperaba que este tipo fuera digno de ella.
—Aún no me ha besado —agregó Bonnie con los ojos muy abiertos—.
Pronto, sin embargo. Espero.
—El primer beso —dijo Samantha, y movió las cejas—. ¿Tal vez esta noche?
Bonnie simplemente se rió en respuesta.
Ese dolor estaba de vuelta en el pecho de Elena, y presionó su mano contra
el esternón. Durante su primer beso con Stefan, el mundo se había
derrumbado y habían sido sólo ellos dos, labios y almas tocándose. Todo
había parecido tan claro entonces.
Ella tomó una respiración profunda y reprimió las lágrimas. No iba a
recordar nada esta noche; sólo iba a pasar un buen rato con sus amigas.
Tener a Samantha allí, Elena pronto se dio cuenta, iba a ser una gran ayuda
con eso. Si hubieran estado sólo Elena, Meredith y Bonnie, habrían
terminado discutiendo el asesinato de Christopher y las desapariciones en
el campus, peinando obsesivamente sobre las muy pocas cosas que sabían
y teorizando sobre todo lo que no. Pero con Samantha allí, tenían que
mantener la conversación ligera.
De alguna manera Bonnie dejó el tema del maravilloso Zander y empezó a
leerle la mano. —Mira —dijo a Samantha—. ¿Ves la línea que cruza la palma
hacia abajo, a través de las otras tres líneas? Esa es la línea de la fortuna,
no todo el mundo tiene eso.
—¿Qué quiere decir? —dijo Samantha, mirando la palma de su mano con
gran interés.
—Pues —dijo Bonnie, frunciendo el ceño—, cambia de dirección mucho,
¿ves aquí? ¿y aquí?, lo que significa que tu destino va a cambiar debido a
fuerzas externas influyendo en ti.
—Hmm —dijo Samanta—. ¿Sobre amor? ¿Voy a encontrar a alguien
increíble esta noche?
—No —dijo Bonnie despacio, y su voz cambió, tomando un tono superficial
casi plano. Elena miró rápidamente para ver que las pupilas de Bonnie
estaban dilatadas, sus ojos miraban lejos de la palma de la mano de
Samantha en la distancia—. No esta noche. Pero hay alguien esperando por
ti que lo va a cambiar todo. Te encontrarás con él pronto.
—Bonnie —dijo Meredith bruscamente—. ¿Estás bien?
Bonnie pestañeó, y sus ojos se focalizaron de nuevo.
—Por supuesto —dijo ella, sonando confundida—. ¿Qué quieres decir?
Elena y Meredith intercambiaron una mirada, ¿Bonnie se había deslizado en
una visión? Antes de que pudieran preguntarle, un grupo de chicos estaban
de repente en su mesa, riendo, gritando, maldiciendo. Elena frunció el ceño
hacia ellos.
—Hola, preciosa —dijo uno, mirando fijamente a Elena—. ¿Quieres bailar?
Elena empezó a sacudir la cabeza, pero otro de los chicos se dejó caer en
el asiento junto a Bonnie y le echó el brazo alrededor. —Hola —dijo—. ¿Me
extrañaste?
—Zander —exclamó Bonnie, sus mejillas se pusieron rosadas con deleite.
Así que este es Zander, pensó Elena, y lo miró secretamente, mientras sus
tres amigos se establecían en la mesa, también, presentándose
alegremente, pareciendo hacer el máximo ruido al arrastrar las sillas
maniobrando para sentarse al lado de las chicas. Zander era lindo, claro,
tenía que admitir eso. Pelo rubio claro y una sonrisa preciosa. No le
gustaba mucho la forma en que estaba tirando de Bonnie cerca, volviendo
la cabeza hacia él, con las manos corriendo sin descanso sobre sus
hombros, incluso mientras hablaba sobre su cabeza hacia sus amigos.
Parecía ser muy posesivo para un tipo que ni siquiera la había besado.
Elena miró a Meredith para ver si ella estaba pensando lo mismo. Meredith
estaba escuchando, con una sonrisa divertida, al chico junto a ella, Marcus,
creía que se llamaba, el amigo de Zander con el pelo marrón, explicando su
rutina de levantamiento de pesas.
—Vamos —dijo otro amigo de Marcus de forma sucinta, uniéndolos con
una bandeja llena de vasos de chupito—. Vamos a jugar a cuartos.
Bonnie rió. —No les permiten servirnos aquí. Somos menores de edad.
El chico sonrió. —Está bien. Yo he pagado por ellos, no tú.
—¿Quieres bailar? —Spencer, el que se lo había pedido a Elena un minuto
antes, dijo de nuevo, pidiéndoselo a Samantha esta vez.
—¡Claro! —dijo ella, y se puso de pie. Los dos se perdieron rápidamente
entre la multitud en la pista de baile.
—Dios, estaba tan borracho la noche anterior. —El chico junto a Elena,
Jared, dijo, inclinando su silla hacia atrás sobre dos patas y considerando
su alegría. Su amigo a su lado le lanzó una mirada durante un minuto,
luego sirvió un trago en su regazo.
—¡Hey! —En un momento, se pusieron de pie y empujaron entre ellos, el
chico que había servido la bebida riendo, la cara roja y enfadada de Jared.
—Ya basta, ustedes —dijo Zander—. No quiero que me expulsen de aquí
también.
¿También? Elena levantó las cejas. Este chico y sus amigos eran sin duda
demasiado salvajes para la inocente Bonnie. Elena miró a Meredith de
nuevo para confirmar, pero ella seguí perdida en el mundo del deporte,
ahora dando su opinión sobre el mejor entrenamiento con pesas para artes
marciales.
Bonnie chilló de risa y rebotó cuarto directamente en uno de los vasos.
Todos los chicos aplaudieron.
—¿Y ahora qué? —dijo sin aliento, sus ojos brillando.
—Ahora tú eliges a alguien para que beba —dijo el chico que tenía las
bebidas.
—Zander, por supuesto —dijo Bonnie, y Zander le dio una sonrisa larga y
lenta que incluso Elena tuvo que admitir que era devastadora y bebió,
entonces le guiñó un ojo mientras se reía de nuevo.
Bonnie parecía… realmente feliz. Elena no podía recordar la última vez que
la había visto reír así. Debía haber sido al menos hace un año, antes de que
las cosas se hubieran vuelto locas en Fell´s Church.
Elena suspiró y miró alrededor de la mesa. Estos chicos eran ruidosos,
forcejeando y empujándose unos a otros, pero eran lo suficientemente
amables. Y este era el tipo de cosa que la gente tenía en la universidad,
¿no? Si esto hacía a Bonnie feliz, Elena debía al menos tratar de llevarse
bien con ellos.
Samantha y Spencer regresaron a la mesa, ambos riendo, y Samantha se
desplomó en su asiento. —No más —dijo, alzando las manos para
defenderse de él—. Necesito un descanso. Eres un loco, ¿lo sabías?
—¿Vendrás tú a bailar conmigo, entonces? —dijo Spencer suplicante a
Elena, ampliando sus grandes ojos marrones de cachorrito hacia ella.
—Va intentar recogerte —advirtió Samantha—. Y sumergirte. Y hacerte
girar. Pero no te preocupes, voy a estar en ese suelo en muy poco tiempo.
—Bastante, ¿por favor? —dijo Spencer, haciendo su cara aún más patética.
Bonnie se rió triunfante mientras rebotaba otro cuarto en el vaso.
Bailando con un grupo de amigos no estoy traicionando a nadie, pensó
Elena. Además, ella era soltera ahora. Más o menos, de todos modos.
Debía divertirse en la universidad, abrazar la vida. ¿No era ese el punto
central de esta noche? Se encogió de hombros. —Claro, ¿por qué no?
16
Traducido por Krispipe
Corregido por Nikola
Cuando Stefan caminó por la residencia de Elena de nuevo, la margarita
había desaparecido, y el sutil aroma de su champú cítrico permanecía en el
pasillo.
No había duda de que ella estaba con Meredith y Bonnie, y podía depender
de Meredith para protegerla. Se preguntó si Damon estaría observándolas,
si se habría acercado a Elena. Una amaga cadena de envidia se enroscó en
el estómago de Stefan. Era difícil ser el bueno a veces, el que iba a cumplir
con las reglas, mientras que Damon hacía lo que quería.
Se recostó contra la puerta del cuarto de Elena. Había una ventana a través
del pasillo y mientras observaba la fría media luna alta en el cielo, pensó en
su silenciosa habitación, en los libros de economía y filosofía que lo
esperaban.
No. No iba a volver allí. No podía estar con Elena, pero no tenía que estar
solo.
En el exterior, hubo un enfriamiento en el aire por primera vez desde que
la universidad había empezado, y el calor sofocante de un verano de
Virginia estaba finalmente dando paso al otoño. Stefan encorvó sus
hombros y metió las manos en los bolsillos de los pantalones vaqueros.
Sin saber realmente dónde iba, Stefan se dirigió fuera del campus. Una
vaga idea de cazar en los bosques cruzó por su mente, pero no tenía
hambre, sólo inquietud, y se alejó de la pista que conducía a ese camino.
En su lugar, vagó por las calles de la pequeña ciudad alrededor de la
universidad.
No había mucho que hacer. Había unos cuantos bares con estudiantes
universitarios y un par de restaurantes, ya cerrados. Stefan no podía
imaginar querer presionarse en un bar lleno de gente caliente ahora.
Quería estar rodeado de gente, quizá, pero no demasiada, no demasiado
cerca, no lo suficientemente cerca para sentir el repiqueteo de la sangre
por debajo de sus pieles. Cuando era infeliz, como esta noche, podía sentir
algo duro y peligroso aumentando en su interior, y sabía que tenía que
tener cuidado con el monstruo que llevaba dentro.
Dobló otra manzana, escuchando la suave huella de sus propios pasos en
contra de la acera. Cerca del final de la calle, un débil ruido de música vino
de un edificio en mal estado cuya parpadeante señal de neón decía BILLAR
EDDIE. Ninguno de los pocos coches en el estacionamiento tenía la etiqueta
del parking de Dalcrest. Era evidente que era un lugar de pueblerinos, no
de estudiantes.
Si Stefan no hubiera tenido esa llameante y enojada soledad en su interior,
no habría entrado. Él se veía como un estudiante, era un estudiante, y esto
no parecía un lugar dónde le dieran la bienvenida a los estudiantes. Pero la
cosa horrible en su interior se agitaba con la idea de tal vez tener una
razón para lanzar un golpe o dos. En el interior, que estaba bien iluminado
pero sucio, el aire era espeso y azul con humo de tabaco. Una vieja canción
de rock estaba sonando en una máquina de discos en la esquina. Seis
mesas de billar estaban en el centro de la habitación, con pequeñas mesas
redondas a sus lados, y una barra en el extremo final. Dos de las mesas de
billar y algunas de las mesas redondas estaban ocupadas por población
local, quienes pasaron sus ojos a la deriva por encima de él de manera
neutra y luego se alejaron.
En la barra, Stefan vio una espalda familiar, una oscura y elegante cabeza.
A pesar de que había estado seguro de que Damon estaría siguiendo a
Elena, no estaba sorprendido de verlo. Stefan tenía detenido su Poder,
concentrado en su propia miseria, pero siempre había sido capaz de sentir
a su hermano. Si hubiera pensado en él, habría sabido que su hermano
estaba allí.
Damon, igualmente sorprendido, dio media vuelta y ladeó el vaso a Stefan
con una sonrisita irónica. Stefan se acercó a él.
—Hola, hermanito —dijo Damon en voz baja cuando Stefan se sentó—. ¿No
deberías estar escondido en alguna parte, llorando la pérdida de la bella
Elena?
Stefan suspiró y se dejó caer en el taburete. Poniendo los codos en la
barra, apoyó la cabeza en sus manos. De repente, estaba terriblemente
cansado. —Vamos a no hablar de Elena —dijo—. No quiero pelear contigo,
Damon.
—Entonces no lo hagas —dándole una palmada en el hombro, Damon se
levantó de su asiento—. Vamos a jugar al billar.
Una cosa sobre vivir cientos de años, sabía Stefan, era que tenía tiempo
para conseguir ser realmente bueno en las cosas. Versiones de billar
habían estado alrededor tanto tiempo como él y Damon, aunque a él le
gustaba más la versión moderna, le gustaba el olor de la tiza y el chirrido
de la punta de cuero en el momento justo.
Los pensamientos de Damon parecían estar corriendo en el mismo camino.
—¿Recuerdas cuando éramos niños y jugábamos billar en los jardines del
palacio de padre? —preguntó mientras acumulaba las bolas.
—Juego diferente, sin embargo, en ese entonces —dijo Stefan—. Ve delante
y rompe.
Podía imaginarlo claramente, los dos haciendo el tonto cuando todos los
adultos estaban en el interior, empujando las bolas por la hierba hacia sus
objetivos con las pesadas mazas, en un juego que era un cruce entre el
billar moderno y el croquet. En aquellos días, Damon era salvaje, propenso
a las peleas con los mozos de cuadra y las noches merodeando por las
calles, pero aún no tan enojado como lo sería cuando crecieron hasta
convertirse en adolescentes. En aquel entonces, dejaba que su adorado
más tímido hermano menor lo siguiera y tuviera una cuota en sus
aventuras.
Elena tenía razón en una cosa, se confesó a si mismo. Le gustaba salir con
Damon, ser hermanos de nuevo. Cuando había encontrado a Damon en el
bar hace un momento, había sentido un pequeño rayo en la soledad que
portaba con él. Damon era la única persona que lo recordaba como un
niño, la única persona que lo recordaba con vida.
Quizá podían ser amigos, sin Katherine o Elena entre ellos por un tiempo.
Tal vez algo bueno podía salir de esto.
Billiart, billar, o pool, a Damon siempre le había gustado jugar. Era mejor
que Stefan, y después de cientos años de práctica, Stefan era bastante
bueno.
¿Cuál era la razón por la que Stefan estaba tan sorprendido cuando Damon
rompió las bolas girando alegremente por toda la mesa, pero ninguna en
los huecos?
—¿Qué pasa? —preguntó, levantando una ceja a Damon mientras daba tiza
a su propio taco.
He estado observando a los lugareños, dijo Damon silenciosamente. Hay
un par de pulidos estafadores aquí. Quiero llamar su atención hacia
nosotros. Empujarlos para variar.
Vamos, añadió Damon rápidamente mientras Stefan vacilaba. No es malo
empujar a los estafadores. Es como matar asesinos, un servicio público.
Tu brújula moral está muy sesgada, le disparó Stefan, pero no podía dejar
de sonreír. ¿Cuál era el daño, realmente? —Dos bolas en el agujero de la
esquina —añadió en voz alta. Hizo el disparo y hundió dos bolas más antes
de que intencionalmente raspara la superficie y dio un paso atrás para
dejar a Damon tomar su turno.
Siguieron así, jugando bastante bien pero no demasiado para parecer un
par de chicos engreídos de la universidad que conocían su camino
alrededor de un taco de billar, pero sin ser ningún reto para un estafador
profesional. Damon simuló frustración cuando falló un tiro divertido a
Stefan. Stefan había olvidado que era muy divertido formar parte de las
conspiraciones de Damon. Stefan ganó por un par de bolas, y Damon sacó
una billetera llena de dinero.
—Me has pillado, hombre —dijo con una voz ligeramente ebria que no
sonaba como la suya y le tendió un billete de veinte. Stefan parpadeó.
Cógelo, pensó Damon hacia él. Algo sobre el conjunto de su mandíbula le
recordó a Stefan de nuevo la manera en que Damon era cuando eran niños,
la manera en que mentía a su padre sobre sus desventuras, confiando en
que Stefan lo respaldaría. Damon estaba confiando en él sin ni siquiera
pensar en ello, se dio cuenta Stefan.
Stefan sonrió y lo guardó en el bolsillo trasero del pantalón. —¿Coloco las
bolas de nuevo? —sugirió, y se dio cuenta de que estaba también haciendo
sonar su voz un poco más joven, un poco más borracha, de lo que
normalmente lo haría.
Jugaron otra partida, y Stefan le entregó el billete de veinte de vuelta. —
¿Otro? —preguntó.
Damon comenzó a juntar las bolas, y luego sus manos fueron más
despacio. Lanzó una mirada a Stefan y luego de vuelta a las bolas. —
Escucha —dijo, tomando una respiración profunda—, siento todo lo que
está pasando con Elena. Si yo —vaciló—. No puedo dejar de sentir lo que
siento por ella, pero no tenía la intención de hacer las cosas más difíciles
para ti. O para ella.
Stefan se le quedó mirando. Damon nunca se disculpaba. ¿Era él en serio?
—G-Gracias —dijo.
Damon se quedó mirando más allá de él y su boca se torció en su
repentina y brillante sonrisa. Carnada, dijo en silencio. Demasiada para el
momento de sinceridad de hermanos.
Dos chicos estaban acercándose hacia ellos. Uno de ellos era bajito y ligero
con pelo rubio, el otro grueso, grande y oscuro.
—Hola —dijo el más bajo—. Nos preguntamos si querrías jugar en equipos,
mezclarnos un poco. —Su sonrisa era brillante y fácil, pero sus ojos eran
astutos y vigilantes. Los ojos de un depredador.
Sus nombres eran Jimmy y David, y eran verdaderos profesionales.
Mantuvieron el juego cerrado, esperando hasta después del tercer juego
para sugerir elevar la apuesta para hacer las cosas un poco más
interesantes.
—¿Cien? —sugirió Jimmy casualmente—. Yo puedo hacerlo, si quieres.
—¿Qué tal más? —dijo Damon, sonando borracho otra vez—. ¿Stefan,
todavía tienes quinientos en su billetera?
Stefan no los tenía, en ninguna parte cerca de él, pero no creía que fuera a
necesitar pagar. Asintió con la cabeza pero, con un vistazo a Damon, jugó
reacio. —No sé, Damon… —dijo.
—No te preocupes por eso —dijo Damon expansivamente—. Dinero fácil,
¿verdad?
Jimmy estaba observándolos, con los ojos alerta. —Quinientos entonces —
estuvo de acuerdo con una sonrisa.
—Voy a romper —dijo Damon, y entró en acción. Después de un momento,
Stefan apoyó su palo de billar contra la pared. No iba a tener oportunidad
de disparar, ninguno de ellos la tenía; Damon movía con la precisión de un
reloj de bolsillo una bola después de otra.
No estaba haciendo ningún esfuerzo por ocultar que él y Stefan estaban
dirigiendo una estafa, y las caras de Jimmy y David se oscurecieron
peligrosamente mientras las últimas bolas se sacudían en sus agujeros.
—Paga —exigió Damon drásticamente, dejando su taco. Jimmy y David se
dirigieron hacia ellos con el ceño fruncido.
—¿Ustedes se creen muy listos, ¿no? —gruñó David.
Stefan se equilibró sobre ambos pies, listo para luchar o huir, lo que
Damon quisiera. No tendría ningún problema en ahuyentar a estos chicos,
pero con las desapariciones y ataques en el campus, prefería no llamar la
atención sobre ellos mismos.
Damon, fresco y relajado, miró a Jimmy y David, sus manos abiertas. —
Creo que quieren pagar el dinero que nos deben —dijo con calma.
—Oh, eso es lo que piensas, ¿verdad? —dijo Jimmy con sarcasmo. Cambió
el agarre de su taco de billar, y ahora lo estaba reteniendo más como un
arma.
Damon sonrió y se desató una ola de Poder en la habitación. Incluso
Stefan, que medio se lo esperaba, se enfrió cuando Damon levantó la
máscara humana por un momento, sus negros ojos fríos y mortales. Jimmy
y David se tambalearon hacia atrás como si hubieran sido empujados por
manos invisibles.
—Está bien, no te enojes —dijo Jimmy, su voz temblando. David estaba
parpadeando, como si hubiera sido golpeado por una toalla húmeda,
claramente no estaba seguro de lo que acababa de suceder. Jimmy abrió la
cartera y contó quinientos dólares en billetes de cincuenta en la mano de
Damon.
—Ahora es hora de que vuelvan a casa —dijo Damon en voz baja—. Tal vez
no quieran jugar al billar por un tiempo.
Jimmy asintió con la cabeza y no parecía ser capaz de parar de asentir. Él y
David se alejaron, moviéndose rápidamente hacia la puerta.
—Horripilante —comentó Stefan. Había un lugar vacío en su pecho aún, un
doloroso vacío de la falta de Elena, pero se sentía mejor de lo que lo había
hecho cuando ella salió por la puerta sola. Esta noche, se dio cuenta con un
leve shock, se había divertido con Damon.
—Oh, soy terrorífico —coincidió Damon ligeramente, metiendo el dinero en
los bolsillos. Stefan levantó una ceja. No le importaba el dinero, pero era
típico de Damon asumir que era suyo. Damon sonrió—. Vamos hermanito,
voy a comprarte una bebida.
17
Traducido por Sprinkling
Corregido por Nikola
—¡Eso fue asombroso! Seriamente. —Bonnie dijo feliz, saltando con sus
manos en Zander—. Soy, como, la Reina de los Cuartos. ¿Quién sabia que
tenia este talento escondido?
Riendo, Zander arrojo sus brazos alrededor de sus hombros y la acerco. —
Eres muy impresionante —estuvo de acuerdo—. Juegos de beber, visiones,
astrología. ¿Algunas otras habilidades que debería saber?
Acurrucándose contra el, Bonnie frunció el ceño simulando concentración.
—No algo en lo que pueda pensar. Sólo ten cuidado de lo asombrosa que
soy en general. —Su remera era suave y usada, y Bonnie inclino su cabeza
un poco para descansar su mejilla contra el—. Estoy contenta de que
tengamos a nuestros amigos juntos —dijo—. Pienso que Marcus y Meredith
realmente congenian, ¿no lo crees? No románticamente, del todo, lo que es
bueno desde que Meredith tiene un súper serio novio, pero es como que
ellos comparten el mismo lenguaje secreto de deportista. Tal vez podamos
pasar el rato todos juntos en un grupo de nuevo alguna vez.
—Si, Meredith y Marcus realmente están unidos a sus entrenamientos. —
Zander estuvo de acuerdo, pero había una vacilación en su voz que hizo a
Bonnie parar de caminar y lo miro bruscamente.
—¿No te gustan mis amigas? —pregunto, herida. Ella, Meredith y Elena
siempre habían tenido lo que en privado llamaban una “Hermandad
Velociraptor”. Cruza una de ellas y las otras dos se acercaran a protegerla.
A Zander tenían que gustarle.
—No, me gustan mucho. —Zander le aseguro. Vacilo, luego añadió—, Elena
parece como… incomoda, quizás. ¿Tal vez no seamos el tipo de gente que
le agrada?
Bonnie se puso rígida. —¿Estas llamando a mi mejor amiga una snob? —
preguntó.
Zander le acaricio la espalda apaciguadoramente. —Algo así, supongo.
Quiero decir, bien, pero sólo un poco snob. El más agradable tipo de snob.
Sólo quiero agradarle.
—Ella no es una snob. —Bonnie dijo indignada—. Y aun si lo fuera, ella
tiene mucho para ser una snob. Ella es hermosa e inteligente y una de las
mejores amigas que tuve jamás. No le hice nada. Y ella no me hizo nada,
tampoco. Así que no hay problema si es una snob —concluyó, mirándolo.
—Ven aquí. —Zander dijo. Estaban cerca del edificio de música, y él la
empujo dentro de un rincón iluminado por la puerta de entrada—. ¿Te
sientas conmigo? —preguntó, instalándose en los escalones de ladrillo y
tirando de su mano.
Bonnie se sentó, pero estaba determinada a no acurrucarse con él de
nuevo. En su lugar, ella mantuvo distancia entre ellos y se quedó
obstinadamente al cabo de la noche, su mandíbula firmemente quieta.
—Escucha, Bonnie. —Zander dijo, poniendo un largo rizo rubio fresa fuera
de sus ojos—. Conoceré mejor a Elena, y estoy seguro de que le gustaré. La
conoceré y me gustará, también. ¿Sabes porque voy a conocerla mejor?
—No, ¿por qué? —dijo Bonnie, mirándolo de mala gana.
—Porque quiero conocerte mejor. Estoy planeando gastar un montón de
tiempo contigo, Bonnie McCullough. —La empujo gentilmente con su
hombro, y Bonnie se derritió.
Los ojos de Zander eran tan azules, azules como la mañana del primer día
de las vacaciones de verano. Allí había inteligencia y risa con sólo un toque
de ansia salvaje. Él se inclino más cerca, y Bonnie estaba segura de que
estaba por besarla, su primer beso por fin.
Ella inclino su cabeza hacia atrás para encontrar sus labios, sus pestañas
aleteando cerradas. Después de un momento de esperar por un beso que
no llegó, ella se incorporó de nuevo y abrió sus ojos. Zander estaba parado
mas allá de ella, fuera en la oscuridad del campus, ceñudo.
Bonnie se aclaró la garganta.
—Oh —dijo—, lo siento, Bonnie, me distraje por un minuto.
—¿Distraído? —Bonnie haciéndose eco indignadamente—. ¿Qué significa
que tu…?
—Espera un segundo. —Zander puso un dedo en los labios de ella,
callándola.
—¿Escuchaste algo? —Bonnie preguntó, inquietantes hormigueos subiendo
por su espalda.
Zander se puso de pie. —Lo siento, sólo me acorde de algo que tenia que
hacer. Te alcanzo luego, ¿ok?
Con una ondulación a medias, sin siquiera mirar a Bonnie, galopó fuera en
la oscuridad.
La boca de Bonnie cayó abierta. —¡Espera! —dijo, poniéndose de pie—.
¿Sólo te estas yendo dejándome aquí? —Zander se había ido—. ¿Sola? —
finalizó con una diminuta voz.
Genial. Bonnie camino hacia la mitad del camino, mirando alrededor, y
esperó un minuto para ver si allí había alguna señal de Zander volviendo.
Pero no había ni una a la vista. Ella no podía escuchar más sus pisadas.
Allí había piscinas de luz bajo las lámparas de la calle en el camino, pero
no llegaba muy lejos. La brisa hizo crujir las hojas de los árboles en el
patio, y Bonnie se estremeció. No había sentido en quedarme allí, Bonnie
pensó, y comenzó a caminar.
Por los primeros pocos escalones hacia abajo del camino hacia su
dormitorio, Bonnie estaba realmente caliente y humillada. ¿Cómo pudo
Zander haber sido tal escama? ¿Cómo pudo dejarla sola en mitad de la
noche, especialmente después de todos los ataques y desapariciones en el
campus? Ella pateo viciosamente un guijarro en su camino.
Algunos pasos más lejos, Bonnie paro de estar tan enojada.
Estaba muy asustada; el miedo estaba presionando el enojo fuera de ella.
Debería haberse dirigido de nuevo a su dormitorio cuando Meredith y Elena
lo hicieron, pero les aseguro, alegremente, que Zander caminaría con ella
de vuelta. ¿Cómo sólo la había dejado? Ella envolvió sus brazos alrededor
de si misma estrechamente y se fue tan rápido como podía sin realmente
correr, sus estúpidos zapatos de tacones para salir a bailar pellizcando y
haciendo las bolas de sus pies doler.
Era realmente tarde; la mayoría de las otras personas que vivían en el
campus debían estar metidos en sus camas ya. El silencio era inquietante.
Cuando los pasos comenzaron detrás de ella, fue aun peor.
No estaba segura de que estaba realmente escuchándolos al principio.
Gradualmente, comenzó a ser consciente de su debilidad, y rápido camino
en la distancia, alguien moviéndose ligeramente y rápido. Ella hizo una
pausa y escucho, y los pasos crecieron más sonoros y rápidos todavía.
Alguien estaba corriendo hacia ella.
Bonnie aceleró, tropezando con sus pies por la prisa.
Sus zapatos patinaron en una piedra suelta en el camino y cayo,
protegiéndose con sus manos y una rodilla. El impacto pico lo suficiente
como para traer lágrimas a sus ojos, pero ella pateó sus zapatos, sin
preocuparse de dejarlos atrás. Trepó levantándose y corrió más rápido.
Los pasos de su persecutor eran más sonoros ahora, empezando a
alcanzarla. Su ritmo era extraño: fuertes pisadas periódicas con rápidos,
ligeros golpes en el medio. Bonnie notó con horror que había más de una
persona persiguiéndola.
Sus pies patinaron de nuevo, y apenas pudo recuperar el equilibrio,
tambaleándose hacia los lados algunos pasos para mantenerse y no caerse,
perdiendo más terreno.
Una pesada mano callo en el hombro de Bonnie, gritó y dio media vuelta,
su puño levantado en un desesperado intento de defenderse.
—¡Bonnie! —Meredith exclamó, atrapando los hombros de Bonnie—. ¿Qué
estas haciendo aquí afuera tu sola?
Samantha se acercó desde detrás de ella, llevando los zapatos de Bonnie, y
se dobló, jadeando por aire.
—Eres demasiado rápida para mi, Meredith —dijo.
Bonnie se tragó un sollozo de alivio. Ahora que estaba a salvo, se sentía
como para sentarse y ponerse histérica. —Me asustaste —dijo.
Meredith la miro furiosa. —¿Recuerdas como prometimos mantenernos
juntas? —Los ojos grises de Meredith eran tempestuosos—. Se suponía que
estarías con Zander hasta que fueras segura a casa.
Bonnie, a punto de responder acaloradamente que no había sido su
elección estar allí fuera sola, de repente cerró su boca y asintió.
Si Meredith sabia que Zander había dejado sola a Bonnie aquí afuera, ella
nunca, nunca lo perdonaría. Y Bonnie estaba enojada con Zander por
dejarla, pero no estaba tan enojada, no tan enojada como para poner a
Meredith contra él. Tal vez tenía una explicación. Y ella aun esperaba ese
beso.
—Lo siento. —Bonnie dijo abyectamente, manteniéndose en sus pies—.
Tienes razón, debería haberlo sabido mejor.
Apaciguada, Meredith balanceó un brazo sobre los hombros de Bonnie.
Samantha silenciosamente le tendió a Bonnie sus zapatos, y Bonnie se los
puso de nuevo. —Vamos a caminar con Samantha de vuelta a su
dormitorio, y luego vamos a casa juntas —dijo indulgentemente—. Estarás
bien con nosotras.
Al doblar la esquina de la habitación, Elena se hundió y se inclino contra el
corredor por un momento. Esta había sido una larga, larga noche. Había
habido bebidas, y baile con el enorme peludo Spencer quien, como
Samantha le había advertido, trato de atrapar a Elena y andar alrededor
suyo.
Las cosas se pusieron fuertes y se agravaron, y al mismo tiempo, su
corazón se hirió. No estaba segura que quería navegar el mundo sin
Stefan. Es sólo por ahora, se dijo a si misma, enderezándose y
perseverando alrededor de la esquina.
—Hola, princesa —dijo Damon. Elena se puso rígida por la sorpresa.
Descansando en el suelo en frente de su puerta, Damon de alguna manera
se las arreglo para verse elegante y perfectamente sereno en lo que habría
sido una posición difícil para cualquier otro. Mientras ella se recuperaba
del asombro de que él estuviese allí, Elena estaba sorprendida por el
estallo de alegría que ascendió en su pecho ante la vista de él.
Tratando de ignorar el feliz pequeño salto dentro de ella, dijo
categóricamente: —Te dije que no quería verte por un momento, Damon.
Damon se encogió de hombros y se levanto graciosamente.
—Querida, no vine aquí a suplicar por tu mano. —Sus ojos se quedaron en
su boca por un momento, pero luego siguió en un seco y desprendido
tono—. Sólo estoy chequeándote a ti y al pequeño cardenal, asegurándome
de que no hayas desaparecido con cualquier echado a perder en este
campus.
—Estamos bien. —Elena dijo secamente—. Aquí estoy, y Bonnie está
caminando a casa con su nuevo novio.
—¿Nuevo novio? —Damon preguntó, levantando una ceja.
Él siempre había tenido algo, una conexión con Bonnie, Elena sabia, y
adivinó que su ego no podría estar encantado de que ella hubiese pasado
del pequeño enamoramiento que tenia por el. —¿Y como volviste a casa? —
Damon pregunto ácidamente—. Note que no encontraste un nuevo novio
que te proteja. No aun, de todos modos.
Elena enrojeció y mordió su labio pero rechazo morder el anzuelo. —
Meredith justo dejo de patrullar alrededor del campus. Note que no
preguntaste por ella. ¿No quieres asegurarte de que ella este a salvo?
Damon resoplo. —Compadezco al vampiro por el que ella va —dijo,
sonando mas admirado que nada mas. ¿Puedo entrar? Ten en cuenta que
estoy siendo amable de nuevo, esperando por ti aquí en este sucio pasillo
en lugar de mi confortable cama.
—Puedes entrar por un minuto. —Elena dijo a regañadientes, y abrió su
bolso para hurgar por las llaves.
Oh. Sintió una punzada repentina de dolor. En la parte superior de su
bolso, más aplastada y marchita ahora, estaba la margarita que había
encontrado fuera de su dormitorio al principio de la noche. La toco
gentilmente, renuente a ponerla a un lado en la caza de sus llaves.
—Una margarita —dijo Damon secamente—. Muy dulce. No pareces estar
cuidándola mucho, de todas formas.
Intencionalmente ignorándolo, Elena agarro sus llaves y cerro el bolso. —
¿Así que piensas que las desapariciones y ataques son debido a vampiros?
¿Te refieres a algo sobrenatural? —pregunto, desbloqueando la puerta—.
¿Qué descubriste, Damon?
Encogiéndose de hombros, Damon la siguió hacia la habitación.
—Nada —respondió sombríamente—, pero ciertamente no pienso que los
chicos perdidos sólo se asustaran y se fueran a casa o a Daytona Beach o
algo. Pienso que necesitas ser cuidadosa.
Elena se sentó en su cama, levantando sus rodillas, y descansó su pecho en
ellas. —¿Has usado tu Poder para tratar de ver que esta sucediendo? —
preguntó—. Meredith dijo que te preguntaría.
Damon se sentó junto a ella y suspiro. —Querida, tan poco como me gusta
admitirlo, aun mi Poder tiene limites —dijo—. Si alguien es mucho mas
fuerte que yo, como Klaus era, se puede esconder. Si alguien es mucho
más débil, usualmente no hace una impresión suficiente para que lo
encuentre a menos que ya lo conozca. Y por alguna ridícula razón —
frunció el ceño—, nunca puedo sentir a los hombres lobos del todo.
—¿Así que no puedes ayudar? —Elena dijo, consternada.
—Oh, no dije esto. —Damon dijo. Tomó una perdida hebra del dorado
cabello de Elena con un largo dedo—. Bonito —dijo distraídamente—, me
gusta tu cabello hacia atrás, así. —Ella tembló alejándose de él, y él bajo su
mano—. Sigo buscando —continuó, sus ojos brillando—, no he tenido una
buena caza en mucho tiempo.
Elena no estaba segura que debería de encontrar esto reconfortante, pero
lo hizo, de un temeroso modo. —¿Serás implacable, luego? —preguntó, un
pequeño escalofrió yendo a través de ella, y él asintió, sus largas y negras
pestañas medio velando sus ojos.
Ella estaba un poco soñolienta y se sentía más feliz ahora que había visto a
Damon, aunque sabía que no debería haberlo dejado entrar.
Ella lo extrañaba, también. —Sería mejor que te fueras —dijo,
bostezando—. Déjame saber lo que descubras.
Damon se paró, vacilando al final de la cama. —No me gusta dejarte aquí
sola —dijo—. No con todo lo que estuvo pasando. ¿Dónde están esos
amigos tuyos?
—Estarán aquí. —Elena dijo. Algo generoso en ella la hizo añadir—. Pero si
estás preocupado, puedes dormir aquí si quieres. —Ella lo había extrañado,
lo había hecho, y él estaba siendo un perfecto caballero. Y tenia que
admitir, ella se sentiría más a salvo con él allí.
—¿Puedo? —Damon arqueo una malvada ceja.
—En el piso. —Elena dijo firmemente—. Estoy segura de que Bonnie y
Meredith estarán contentas por tu protección, también. —Esto era una
mentira.
Mientras Bonnie podría estar emocionada de verlo, había una decente
oportunidad de que Meredith pudiera patearlo a propósito cuando cruce la
habitación. Quizás aun se pusiera unas botas especiales con punta afilada
para hacerlo.
Elena se levanto y saco una manta de repuesto del armario para él, luego
se dirigió a cepillarse los dientes y cambiarse. Cuando volvió, lista para la
cama, él estaba acostado en el piso, envuelto en la manta. Sus ojos se
demoraron por un minuto en la curva de su cuello que llega hasta el
camisón de encaje blanco, pero no dijo nada.
Elena se subió a su cama y apago la luz. —Buenas noches, Damon —dijo.
Hubo una suave corriente de aire. Luego de repente susurro suavemente en
su oído. —Buenas noches, princesa. —Fríos labios barrieron su mejilla y
luego se fueron.
18
Traducido por Krispipe
Corregido por Nikola
A la mañana siguiente, Elena se despertó y se encontró con que Damon se
había ido, su manta doblada a los pies de la cama. Meredith estaba
vistiéndose para un entrenamiento de mañana, con los ojos soñolientos y
en silencio, sólo asintió con la cabeza cuando Elena pasó por su lado. Elena
había aprendido hace mucho tiempo que era inútil conversar con Meredith
antes de que tomara su primera taza de café. Bonnie, que no tenía clases
hasta esa tarde, era sólo un bulto bajo las sábanas.
Sin duda, Meredith hubiera dicho algo si hubiera notado a Damon en el
suelo, pensó Elena mientras se dejaba caer en la cafetería para tomar un
bollo antes de la clase. Tal vez Damon no se había quedado. Elena se
mordió el labio, pensando en eso, pateando piedritas en su camino a clase.
Había pensado que se quedaría, que quería tratar de mantenerla a salvo.
¿Era justo que le gustara eso y que sintiera más de una punzada de dolor
ante la idea de que él se había ido?
No quería que Damon estuviera enamorado de ella, ¿verdad? ¿no era parte
de la razón por la que puso su romance con Stefan en espera de modo que
ella y Damon pudieran desahogarse? Pero…
Soy una persona horrible, se dio cuenta.
Reflexionar sobre su propia fatalidad tomó a Elena todo el camino a su
clase de Historia del Sur, donde estaba garabateando tristemente en su
cuaderno cuando el Profesor Campbell, James, entró. Aclarándose la
garganta ruidosamente, se dirigió a la parte delantera de la clase, y Elena a
regañadientes atrajo la atención de sus propios problemas para prestarle
atención a él.
James se veía diferente. Inseguro de sí mismo, notó Elena. Sus ojos no
parecían tan brillantes como de costumbre, y parecía ser de alguna manera
más pequeño.
—Ha habido otra desaparición —dijo en voz baja. Un ansioso murmullo se
alzó en el resto de la clase, y él levantó la mano—. La víctima esta vez, y
pensamos que podemos decir en este punto que estamos hablando sobre
víctimas, no simples estudiantes dejando el campus, es, por desgracia, una
estudiante de esta clase. Courtney Brooks está desaparecida; fue vista por
última vez caminando de regreso a su dormitorio desde una fiesta anoche.
Escaneando la clase, Elena trató de recordar a Courtney Brooks. Una chica
alta y tranquila, con el cabello color caramelo, pensó, y vio el asiento vacío
de la chica.
James levantó la mano otra vez para calmar el creciente clamor de las
asustadas y emocionadas voces. —A causa de esto —dijo lentamente—,
creo que tenemos que posponer nuestra permanente discusión de la época
colonial para que pueda contarles un poco sobre la historia de la
Universidad de Dalcrest —miró alrededor a las caras confusas de la clase—.
Esto no es, ya ven, la primera vez que cosas inusuales ocurren en este
campus. —Elena frunció el ceño, mirando a sus compañeros de clase, vio la
confusión reflejada en sus rostros.
—Dalcrest, como muchos de ustedes sin duda saben, fue fundada en 1889
por Simon Dalcrest con el objetivo de educar a los hijos ricos de la
postguerra de la aristocracia del Sur. Él dijo que quería que Dalcrest fuera
considerada como el “Harvard del Sur” y que él y su familia estuvieran a la
vanguardia de la intelectualidad y el mundo académico en el siglo que
pronto empezaría. Esto está muy frecuentemente destacado en las
historias oficiales del campus.
—Es menos conocido que las esperanzas de Simon fueron estrelladas en
1895, cuando su hijo natural de veinte años, William Dalcrest, fue
encontrado muerto con otras tres personas en los túneles debajo de la
escuela. Era lo que parecía ser un pacto suicida. Ciertos materiales y
símbolos se encontraron en los túneles con los cuerpos que sugerían
algunos vínculos a la magia negra. Dos años después la esposa de Simon,
Julia Dalcrest, fue brutalmente asesinada en lo que hoy es el edificio de
administración, el misterio que rodea su muerte nunca fue resuelto.
Elena miró alrededor a sus compañeros de clase. ¿Habían sabido eso? Los
folletos de la universidad mencionaban cuando fue fundada la escuela y
por quien, pero nada sobre suicidios y asesinatos. ¿Túneles bajo la escuela?
—Julia Dalcrest es una de los al menos tres fantasmas que se rumorea que
frecuentan la escuela. Los otros fantasmas son una chica de diecisiete años
que se ahogó, una vez más en circunstancias misteriosas, cuando visitó un
fin de semana de danza en 1929. Se dice que vaga llorando a través de los
pasillos de la Casa McClellan, dejando gotear charcos de agua detrás de
ella. El tercero es un chico de veintiún años que desapareció en 1953 y
cuyo cuerpo fue encontrado tres años más tarde en el sótano de la
biblioteca. Su fantasma se ha visto entrar y salir de las oficinas en la
biblioteca, corriendo y mirando hacia atrás con terror, como si lo
estuvieran persiguiendo.
—También hay rumores de algunos otros sucesos misteriosos: un
estudiante desapareció en 1963 durante cuatro días y volvió a aparecer,
diciendo que había sido secuestrado por duendes.
Una risita nerviosa corrió a través de la clase, y James hizo un gesto con el
dedo para reprender a su audiencia. Parecía estar animándose, creciendo
de nuevo en su habitual bajo la atención de la clase.
—El punto es —dijo—, que Dalcrest es un lugar inusual. Más allá de los
duendes y fantasmas, se han producido una gran cantidad de
acontecimientos inusuales documentados, rumores y leyendas de mucho
más que las surgidas en todo el campus cada año. Muertes misteriosas.
Sociedades secretas. Cuentos de monstruos.
Hizo una dramática pausa en torno a ellos. —Les pido, que no se
conviertan en parte de la leyenda. Sean inteligentes, estén a salvo, y
permanezcan juntos. Pueden retirarse.
Los alumnos se miraron con inquietud, asustados por esa abrupta
despedida, con aún más de la mitad de una hora aún de clase. En cualquier
caso, empezaron a recoger sus posesiones juntos y goteando fuera de la
habitación de dos en dos y tres en tres.
Elena cogió su bola y corrió hacia la parte delantera de la clase.
—Profesor —dijo—. James.
—Ah, Elena —dijo James—. Espero que estuvieras prestando atención hoy.
Es importante que las chicas jóvenes estén en guardia. Los chicos jóvenes,
también, realmente. Lo que sea que afecta a este campus no parece
discriminar. —De cerca, estaba pálido y preocupado, mayor de lo que había
estado al principio del semestre.
—Estaba muy interesada en lo que dijiste acerca de la historia de Dalcrest
—dijo Elena—. Pero no estabas hablando de lo que está sucediendo ahora.
¿Qué crees que está pasando aquí?
La cara del profesor Campbell se arrugó en líneas aún más sombrías, y sus
brillantes ojos miraron más allá de ella. —Bueno, querida —dijo—, es difícil
de decir. Sí, muy difícil. —Se pasó la lengua por los labios nerviosamente—.
He pasado mucho tiempo en esta escuela, ya sabes, años y años. No hay
muchas cosas que no creería en este punto. Pero simplemente no lo sé —
dijo en voz baja, como si estuviera hablando consigo mismo.
—Había una cosa que quería preguntarte —dijo Elena, y él la miró con
atención—. Fui a ver la imagen que me contó. La tuya con mis padres
cuando eran estudiantes de aquí. Todos llevaban el mismo pin en la
imagen. Era azul y en forma de una V. —Estaba lo suficientemente cerca de
James para sentir todo su cuerpo sacudido por la sorpresa.
Su rostro perdió su lúgubre seriedad y se quedó en blanco. —Ah, ¿sí? —
dijo—. No puedo imaginar lo que era, me temo. Probablemente algo que
Elizabeth hizo. Ella siempre fue muy creativa. Ahora, querida, realmente
debo apurarme.
Él se deslizó más allá de Elena y se escapó, corriendo fuera del salón de
clases a pesar de algunos estudiantes tratando de detenerle con preguntas.
Elena lo miró alejarse, sintiendo sus propias cejas subiendo con sorpresa.
James sabía más de lo que estaba diciendo, estaba segura. Si no le decía
nada, y no estaba dándose por vencida por el momento, tendría que buscar
en otro lugar. Aquellos pins eran significativos, su reacción lo demostraba.
¿Qué clase de misterio podía estar vinculado a un pin? ¿Había James dicho
algo sobre sociedades secretas?
***
—Después de que mis padres murieran —dijo Samantha a Meredith—, fui a
vivir con mi tía. Ella viene de una familia de cazadores, también, pero no
sabía nada al respecto. No parecía querer saber. Continué haciendo artes
marciales y todo lo que pude aprender por mí misma, pero no tenía a nadie
que me entrenara”.
Meredith dirigió su linterna hacia los oscuros arbustos sobre el edificio de
música y agitó el haz de luz alrededor. Nada que ver excepto plantas.
—Hiciste un buen trabajo enseñándote a ti misma —dijo a Samantha—.
Eres inteligente, fuerte y cuidadosa. Sólo necesitas seguir confiando en tus
instintos.
Había sido idea de Samantha patrullar el campus juntas después de la
puesta de sol, echar un vistazo a los lugares donde la chica desaparecida,
Courtney, había estado ayer por la noche, para ver si podían encontrar
algo.
Meredith se había sentido poderosa en el comienzo de la noche, a punto
de pelear, con su hermana cazadora a su lado. Pero ahora, a pesar de que
era interesante patrullar con Samantha, ver la vida de cazadora a través de
sus ojos, estaba empezando a sentir como si estuvieran deambulando por
ahí aleatoriamente.
—La policía encontró el suéter en alguna parte por aquí —dijo Samantha—.
Tenemos que mirar alrededor en busca de pistas.
—Está bien. —Meredith se contuvo de decir que la policía ya había pasado
por aquí con perros, en busca de pistas, y había una buena posibilidad de
que ellos hubieran encontrado cualquier cosa que hubiera que encontrar.
Recorrió la linterna sobre la hierba y el camino—. Tal vez sería mejor hacer
esto durante el día, cuando podamos ver mejor.
—Supongo que tienes razón —dijo Samantha, agitando su propia linterna—
. Es bueno que estemos aquí por la noche, sin embargo, ¿no te parece? Si
estamos patrullando, podemos proteger gente. Mantener las cosas bajo
control. Caminamos con Bonnie a casa anoche y la mantuvimos a salvo.
Meredith sintió un atisbo de ansiedad. ¿Qué pasa si no lo hubieran hecho ir
con ellas? ¿Podría haber sido Bonnie la desaparecida, en vez de Courtney?
Samantha miró a Meredith, una pequeña sonrisa acurrucándose en la
comisura de su boca. —Es nuestro destino, ¿verdad? Para lo que hemos
nacido.
Meredith le devolvió la sonrisa, olvidando su momentánea ansiedad. Le
encantaba el entusiasmo de Samantha para la caza, su esfuerzo constante
para mejorar, para luchar contra la oscuridad. —Nuestro destino —estuvo
de acuerdo.
En el patio, alguien gritó.
Entrando en acción sin siquiera pensar en ello, Meredith empezó a correr.
Samantha estaba a unos pasos detrás de ella, ya luchando para seguirle el
ritmo. Necesitaba trabajar su velocidad, comentó fríamente la parte de
Meredith que estaba siempre tomando notas.
El grito, agudo y asustado, llegó de nuevo, un poco a la izquierda. Meredith
cambió de dirección y corrió hacia él.
¿Dónde? Estaba cerca, pero no podía ver nada. Dirigió su linterna sobre el
suelo, buscando.
Ahí. En el terreno cercano, yacían dos figuras oscuras, una fijando a otra en
el suelo.
Todo se congeló por un momento, y entonces Meredith corrió hacia ellas,
gritando: —¡Basta! ¡Fuera! ¡Fuera! —Y un segundo después, la figura que
había depositado a la otra en el suelo estaba en marcha y corriendo en la
oscuridad.
Sudadera negra, jeans oscuros, la tomadora de notas dijo con calma. No se
puede saber si se trata de un chico o una chica.
La persona que había sido acorralada era una chica, y se estremeció y gritó
cuando Meredith pasó corriendo junto a ella, pero Meredith no podía
detenerse. Samantha estaba detrás de ella para poder ayudar a la chica.
Meredith tenía que coger a la figura que huía. Sus largas zancadas
devoraron el suelo, pero no fue lo suficientemente rápida.
A pesar de que iba tan rápida como podía, la persona de negro era más
rápida. Hubo un atisbo de palidez cuando la persona miró atrás hacia ella y
se fundieron en la oscuridad. Meredith corrió, buscando, pero no había
nada que encontrar.
Por último, se detuvo. Jadeando, tratando de recobrar el aliento, barrió el
haz de luz de la linterna sobre el suelo, buscando alguna pista. No podía
creer que hubiera fracasado, que había dejado al atacante escapar.
Nada. No había rastro. Habían llegado tan cerca, y aun así, todo lo que
sabían era que la persona que había atacado a esta chica llevaba ropa de
color negro y era un corredor increíblemente rápido. Meredith maldijo y dio
patadas al suelo, luego se dirigió de vuelta atrás.
Aproximándose con calma, se dirigió hacia la víctima. Mientras Meredith
estaba persiguiendo al atacante, Samantha había ayudado a la chica a sus
pies, y ahora la chica estaba acurrucada cerca del lado de Samantha,
secándose los ojos con un pañuelo desechable.
Moviendo la cabeza a Meredith, Samantha dijo: —No vio nada. Piensa que
fue un hombre, pero no vio su cara.
Meredith apretó los puños. —Maldita sea. No he visto nada. Fue tan
rápido… —Su voz se apagó mientras un pensamiento la golpeaba.
—¿Qué es? —preguntó Samantha.
—Nada —dijo Meredith—. Se escapó. —En su mente, repitió la visión
momentánea del pelo pálido que había visto cuando el atacante le devolvió
la mirada. Esa pálida sombra, la había visto en alguna parte hace poco
tiempo.
Recordó a Zander, el rostro hacia Bonnie. Su pelo rubio era el mismo
inusual de la sombra. No era suficiente para continuar, no lo suficiente
como para decirle a nadie. Una impresión momentánea de un color no
significaba nada. Meredith empujó el pensamiento fuera, pero, mientras
miraba a la oscuridad de nuevo, rodeó sus brazos a su alrededor, de
repente con frío.
19
Traducido por Krispipe
Corregido por Nikola
Nadie iba a mentir a Elena Gilbert y salirse con la suya.
Elena marchó a lo largo de la ruta a la biblioteca, la indignación
manteniendo su cabeza alta y con fuertes pasos. ¿Así que James pensaba
que podía fingir que no recordaba nada sobre los pines en forma de V? La
forma en que sus ojos habían saltado fuera de los suyos, el leve rubor rosa
en sus mejillas regordetas, todo en él había gritado que había algo allí,
algún secreto sobre él y sus padres que no quería contarle.
Si él no iba a decírselo, ella iba a descubrirlo por sí misma. La biblioteca
parecía un lugar lógico para empezar.
—Elena —gritó una voz, y ella se detuvo. Había estado tan concentrada en
su misión que había caminado casi junto a Damon, apoyado en un árbol
fuera de la biblioteca. Él le sonrió con una inocente expresión interrogante,
sus largas piernas estiradas frente a él.
—¿Qué estás haciendo aquí? —dijo ella bruscamente. Era muy extraño,
simplemente verlo aquí en la luz del día en el campus, como si fuera parte
de una imagen superpuesta sobre otra. Él no pertenecía a esta parte de su
vida, no a menos que ella lo trajera consigo.
—Disfrutar de la luz del sol —dijo Damon con sequedad—, y del paisaje. —
El gesto de su mano abarcó los árboles y los edificios del campus, así como
una bandada de chicas guapas riendo en el otro lado de la trayectoria—.
¿Qué estás haciendo tú aquí?
—Yo voy a esta universidad —dijo Elena—. Así que no es raro para mí
rondar cerca de la biblioteca. ¿Ves mi punto?
Damon se rio. —Has descubierto mi secreto, Elena —dijo poniéndose de
pie—. Estaba aquí con la esperanza de verte. O alguno de tus amiguitos.
Me siento tan solo, ya sabes, incluso Mutt sería una distracción bienvenida.
—¿En serio? —preguntó.
Él le dirigió una mirada, sus oscuros ojos divertidos. —Por supuesto que
siempre quiero verte, princesa. Pero estoy aquí por otra razón. Se supone
que debo estar investigando las desapariciones, ¿recuerdas? Así que tengo
que pasar algún tiempo en el campus.
—Oh. De acuerdo. —Elena consideró sus opciones. Oficialmente, no debía
estar rondando a Damon en absoluto. Los términos de su paréntesis, o
simplemente ruptura, se corrigió a sí misma, con Stefan eran que no vería a
ninguno de los hermanos Salvatore, no hasta que ellos trabajaran en sus
propios problemas y las cosas entre ellos tres tuvieran tiempo para
enfriarse. Pero ya había violado esto dejando a Damon dormir en el suelo
de su habitación, mucho más importante que ir a la biblioteca juntos.
—¿Y qué vas a hacer? —le preguntó Damon—. ¿Algo con lo que te pueda
ayudar?
En definitiva, un viaje a la biblioteca debía ser lo suficientemente inocente.
Elena tomó una decisión. Ella y Damon eran supuestamente amigos,
después de todo. —Estoy tratando de encontrar alguna información sobre
mis padres —dijo—. ¿Quieres ayudarme?
—Ciertamente, querida —dijo Damon, y tomó su mano. Elena sintió un leve
escalofrío de inquietud. Pero sus dedos eran tranquilizadoramente firmes
en los de ella, y empujó las dudas lejos.
La antigua bibliotecaria a cargo de la sala de archivos les explicó cómo
buscar en la base de datos de registros escolares y Elena y Damon se
establecieron en un ordenador de la esquina.
—Uf —dijo Damon, hurgando con desdén en una tecla—. No me molestan
los ordenadores, pero los libros y las imágenes deben ser reales, no en una
máquina.
—Pero de esta manera todos pueden verlos —dijo Elena pacientemente.
Había tenido este tipo de conversación con Stefan antes. Los hermanos
Salvatore podían ser de edad universitaria, pero había algunas cosas sobre
el mundo moderno, que simplemente no entraban en sus cabezas.
Elena hizo click en la sección de fotos de la base de datos y tipeó el
nombre de su madre, Elizabeth Morrow.
—Mira, hay un montón de fotos —escaneó a través de ellas, buscando la
que había visto colgada en el pasillo. Vio un montón de actores y fotos de
varias producciones teatrales. James le había dicho que su madre era una
estrella en el diseño, pero parecía que ella estaba en algunas producciones,
también. En una, la madre de Elena estaba bailando, con la cabeza echada
hacia atrás, su pelo yendo a todas partes.
—Se parece a ti. —Damon estaba contemplando la imagen, su cabeza
inclinada hacia un lado, sus ojos oscuros fijos—. Más suave aquí, sin
embargo, alrededor de la boca —señaló con un dedo largo—, y su cara es
más inocente que la tuya. —Su boca se torció burlona, y lanzó una mirada
de reojo a Elena—. Una chica más agradable que tú, supongo.
—Soy agradable —dijo Elena, herida, y clickeó rápidamente para encontrar
la imagen que estaba buscando.
—Eres demasiado inteligente para ser agradable, Elena —dijo Damon, pero
Elena apenas estaba escuchando.
—Aquí estamos —dijo. La fotografía era justo como la recordaba: James y
sus padres bajo un árbol, ansiosos e imposiblemente jóvenes. Elena amplió
la imagen, centrándose en el pin en la camiseta de su padre. Sin duda una
V. Era azul, un azul oscuro y profundo, podía ver eso ahora, el mismo tono
que los anillos de lapislázuli que Damon y Stefan llevaban para protegerse
del sol.
—He visto uno de esos pins antes —dijo Damon abruptamente. Frunció el
ceño—. No me acuerdo donde, sin embargo. Lo siento.
—¿Lo has visto recientemente? —preguntó Elena, pero Damon simplemente
se encogió de hombros—. James me dijo que mi madre hizo los pins para
todos ellos —dijo, acercando el zoom tanto que lo único que podía ver en
la pantalla era la imagen granulada de la V—. No le creo, sin embargo. Ella
no hacía joyería, no era su tipo de cosas. Y no parece hecho a mano, a no
ser que fuera hecho por alguien con un estudio de joyería actual. Eso es
una especie de esmaltado en la V, creo —tipeó V en el motor de búsqueda,
pero regresó sin nada—. Ojalá supiera qué significaba.
Con otro gracioso encogimiento de hombros, Damon alcanzó el ratón y
acercó el zoom dentro y fuera de diferentes partes de la imagen. Detrás de
ellos, la bibliotecaria hizo ruido con un libro, y Elena miró atrás hacia ella
para encontrar los ojos de la mujer fijados en ellos con una intensidad
desconcertante.
Su boca se apretó cuando sus ojos se encontraron con los de Elena, y
apartó la mirada, caminando un poco más lejos a lo largo del pasillo. Elena
se quedó con la horrible sensación de la bibliotecaria estaba aún
mirándolos y escuchándolos.
Se volvió para susurrar algo al respecto a Damon pero fue capturada de
nuevo por el simple imprevisto de él, de él aquí. Simplemente no encajaba
en la monótona y ordinaria estación de computadoras de la biblioteca, era
como encontrar un animal salvaje acurrucado en tu escritorio. Como un
ángel oscuro preparando gachas en tu cocina.
¿Lo había visto bajo las luces fluorescentes antes? Algo sobre la
iluminación traía limpia palidez a su piel, proyectaba largas sombras sobre
sus pómulos, y caía sin un reflejo en el terciopelo negro de su cabello y
ojos. Un par de botones del cuello de su camisa estaban abiertos, y Elena
se encontró a sí misma hipnotizada por los cambios sutiles de los largos
músculos de su cuello y hombros.
—¿Qué será la Sociedad Vitale? —preguntó él de repente, haciéndola salir
de su ensimismamiento.
—¿Qué? —preguntó ella, confusa—. ¿De qué estás hablando?
Damon hizo click en el ratón y desplazó el zoom, centrado esta vez en el
cuaderno en el regazo de su madre. Las manos de su madre, bonitas
manos, notó Elena, más bonitas que las suyas, que tenía un poco torcidos
los dedos meñiques, estaban extendidas sobre el libro abierto, pero entre
los dedos, Elena pudo leer: Vit l Soci d.
—Supongo que eso es lo que dice —dijo Damon, encogiéndose de
hombros.
—Puesto que estás buscando algo que empieza con V. Podría decir algo
más, por supuesto. ¿Vital Socialmente, tal vez? ¿Era tu madre una abeja
reina social como tú?
Elena ignoró la pregunta. —La Sociedad Vitale —dijo lentamente—. Siempre
pensé que era un mito.
—Dejen la Sociedad Vitale en paz. —El silbido llegó de detrás de ellos, y
Elena se dio la vuelta.
La bibliotecaria se encontraba curiosamente imponente enmarcado en
contra de las estanterías, a pesar de sus zapatos de tenis y suéter de color
pastel. Su rostro estaba tensó y centrado en Elena, su cuerpo alto. Elena
sintió instintivamente una amenaza.
—¿Qué quiere decir? —preguntó Elena—. ¿Sabe algo al respecto?
Frente a una pregunta directa, la mujer pareció reducir el tamaño de la
figura amenazante que había sido un segundo antes por el de una mujer
ordinaria, ligeramente difuminada, de edad. —Yo no sé nada —murmuró,
frunciendo el ceño—. Todo lo que puedo decir es que no es seguro
meterse con los Vitales. Cosas suceden alrededor de ellos. Incluso si tienes
cuidado. —Ella comenzó a deshacerse de su libro.
—¡Espera! —dijo Elena, medio levantándose—. ¿Qué tipo de cosas?
¿En qué tipo de cosas habían participado sus padres? Ellos no habrían
hecho nada malo, ¿verdad? No los padres de Elena. Pero la bibliotecaria
sólo caminó más rápido, las ruedas de su carro chillando cuando dobló la
esquina en otro pasillo.
Damon dio una risa baja. —No te dirá nada —dijo, y Elena lo miró—. Ella no
sabe nada, o está demasiado asustada para decir lo que sabe.
—Eso no es útil, Damon —dijo Elena con fuerza. Presionó sus dedos contra
las sienes—. ¿Qué hacemos ahora?
—Investigar la Sociedad Vitale, por supuesto —dijo Damon. Elena abrió la
boca para oponerse, y Damon la hizo callar, dibujando un frío dedo sobre
su boca. Su toque fue suave en los labios, y ella medio levantó la mano
hacia él—. No te preocupes por lo que una vieja tonta tiene que decir —le
dijo—. Pero si realmente queremos conocer los secretos de esta sociedad,
probablemente necesitamos mirar en un lugar distinto a la biblioteca.
Él se puso de pie y le tendió la mano. —¿De acuerdo? —preguntó. Elena
asintió con la cabeza y tomó su mano entre las de ella. Cuando se trataba
de descubrir secretos, excavar en lo que la gente quería mantener oculto,
sabía que podía poner su fe en Damon.
—Cógelo, Zander —murmuró Bonnie en el teléfono.
El teléfono dejó de sonar, y una precisa voz mecánica le informó que era
bienvenida a dejar un mensaje en el buzón de voz. Bonnie colgó. Ya había
dejado un par de mensajes de voz, y no quería que Zander pensara que
estaba loca o más despistada de lo que inevitablemente haría cuando viera
su lista de llamadas perdidas.
Bonnie estaba bastante segura de que ella estaba pasando por las “cinco
etapas de ser abandonada”. Casi había llevado a cabo la “negación”, donde
estaba convencida de que algo tenía que haberle sucedido, y se movió
rápidamente a la “ira”. Más tarde, sabía, iba a caer la “negociación”, la
“depresión”, y finalmente, esperaba, la “aceptación”.
Aparentemente, su clase de psicología ya le estaba siendo útil.
Hacía días que él había huido precipitadamente, dejándola sola frente al
edificio de música. Cuando se enteró de que una chica desapareció esa
misma noche, al principio Bonnie estaba enojada y asustada por ella
misma. Zander la había dejado sola. ¿Qué pasaba si hubiera sido Bonnie la
desaparecida? Luego comenzó a preocuparse por Zander, temiendo que
estuviera en problemas. Parecía tan dulce, y en consecuencia dentro de
ella, que era casi imposible para ella creer que Zander simplemente estaría
evitándola de repente.
¿No darían sus amigos la voz de alarma en el caso de que Zander
desapareciera, sin embargo? Y cuando pensó eso, Bonnie se dio cuenta de
que no sabía cómo ponerse en contacto con cualquiera de los chicos, que
no había visto a ninguno de ellos en el campus desde esa noche.
Bonnie se quedó mirando el teléfono mientras frescos zarcillos de
preocupación crecían y se retorcían en su interior. En realidad, ella estaba
teniendo un momento difícil para moverse a la “ira” cuando todavía no
estaba del todo segura de que Zander estaba a salvo.
El teléfono sonó.
Zander. Era Zander.
Bonnie agarró su teléfono. —¿Dónde has estado? —exigió, con voz
temblorosa.
Hubo una larga pausa en el otro extremo de la línea. Bonnie estaba a punto
de colgar cuando Zander finalmente habló. —Lo siento mucho —dijo—. No
tenía la intención de asustarte. Algunas cosas de familia surgieron
inesperadamente, y he tenido que estar fuera de contacto. Ya estoy de
vuelta ahora.
Bonnie sabía que Elena o Meredith habrían dicho algo conciso y cortante
aquí, algo para dejar que Zander supiera exactamente lo poco que
apreciaba ser olvidada, pero no se atrevía. Zander sonaba duro y cansado,
y hubo una ruptura en su voz cuando dijo que lo sentía que le hizo desear
perdonarlo.
—Me dejaste fuera sola —dijo en voz baja—. Una chica desapareció esa
noche.
Zander suspiró, un largo sonido triste. —Lo siento —dijo de nuevo—. Fue
una cosa terrible hacerlo. Pero sabía que estarías bien. Tienes que creer
eso. No te hubiera dejado en peligro.
—¿Cómo? —preguntó Bonnie—. ¿Cómo lo sabes?
—Sólo confía en mí, Bonnie —dijo Zander—. No te lo puedo explicar ahora,
pero no estabas en peligro esa noche. Te hablaré de eso cuando pueda, ¿de
acuerdo?
Bonnie cerró los ojos y se mordió el labio. Elena y Meredith nunca habrían
aceptado este tipo de explicación a medias, lo sabía. Ni media explicación,
sólo una disculpa y una evasión. Pero ella no era como ellas, y Zander
sonaba sincero, desesperado porque le creyera. Era su elección, lo sabía:
confiar en él, o dejarlo ir.
—Está bien —dijo—. Está bien, te creo.
Zander dejó escapar otro suspiro, pero sonaba como uno de alivio esta vez.
—Déjame compensarte —dijo—. ¿Por favor? ¿Qué tal si te llevo a algún
lugar este fin de semana, a cualquiera que quieras ir?
Bonnie dudó, pero estaba empezando a sonreír para sí misma. —Hay una
fiesta en la residencia de Samantha el sábado —dijo—. ¿Nos encontramos a
las nueve?
***
—Hay algo raro pasando en la biblioteca —dijo Damon, y Stefan se movió
con sorpresa ante su repentina aparición.
—No te había visto —dijo suavemente, mirando a la oscuridad del balcón,
donde Damon estaba apoyado en la barandilla.
—Acabo de aterrizar —dijo Damon, y sonrió—. Literalmente. He estado
volando alrededor del campus, comprobando las cosas. Es una sensación
maravillosa, cabalgando la brisa mientras el sol se pone. Deberías probarlo.
Stefan asintió con la cabeza, manteniendo su rostro neutro. Ambos sabían
que una de las pocas cosas que Stefan envidiaba de Damon era su
capacidad para transformarse en un pájaro. No valía la pena, sin embargo,
tendría que beber sangre humana con regularidad para tener un Poder tan
fuerte como el de Damon.
El rostro de Elena se alzó en el ojo de su mente, y él empujó su imagen
fuera. Ella era su salvación, la que lo conectaba con el mundo de los seres
humanos, la que lo impedía hundirse en la oscuridad. Creer que su
separación era sólo temporal era lo que lo mantenía en marcha.
—¿No extrañas a Elena? —preguntó Stefan, y la cara de Damon se clausuró
de inmediato, poniéndose dura y en blanco. Stefan suspiró para sus
adentros. Por supuesto que Damon no extrañaba a Elena, porque él sin
duda estaba yendo a verla todo el tiempo. Él había sabido que Damon no
cumpliría las normas.
—¿Qué te pasa? —le preguntó Damon. Su voz estaba casi preocupada, y
Stefan se preguntó lo que parecería su propia cara para obtener este tipo
de reacción en Damon. Damon quién probablemente sólo había visto a
Elena.
—A veces soy un idiota —le dijo secamente Stefan—. ¿Qué quieres Damon?
Damon sonrió. —Quiero que vengas a hacer un trabajo de detective
conmigo, hermano. En realidad, nada es mejor que verte de mal humor, la
frente, las arrugas de expresión melancólica en tu cara.
Stefan se encogió de hombros. —¿Por qué no? —Stefan saltó abajo por el
balcón con perfecta gracia, y Damon lo siguió rápidamente.
Mientras Damon lideraba el camino a su destino, le contó a Stefan los
detalles. O más bien, el vago escenario que Stefan podía deducir por la
explicación de Damon. Damon nunca fue de una revelación completa. Todo
Stefan sabía era que algunas investigaciones en la biblioteca habían
provocado una vaga advertencia de una vieja bibliotecaria. El interior de
Stefan se rió ante la idea de una frágil anciana cuadrándose contra Damon
sobre multas de biblioteca.
—¿Qué estabas buscando? —preguntó Stefan, tratando de obtener
cualquier información más sustancial—. ¿De qué es de lo que ella quería
mantenerte alejado? —Se movió en la áspera rama de la encina en la que
los dos estaban sentados, tratando de ponerse cómodo. Damon tiene la
costumbre de sentarse en los árboles, notó Stefan. Esto debe ser un efecto
secundario de pasar tanto tiempo como un pájaro. Estaban en una misión
de vigilancia fuera de la casa de la bibliotecaria, pero lo que exactamente
estaban buscando, Stefan no estaba seguro.
—Sólo algunas viejas fotografías de la historia de la escuela —dijo
Damon—. No importa. Sólo quiero asegurarme de que ella es humana. —Él
miró por la ventana más cercana a su árbol, donde una anciana estaba
bebiendo té y viendo la televisión.
Stefan observó con irritación que Damon parecía mucho más a gusto en el
árbol de lo que lo hacía Stefan. Estaba inclinado hacia adelante, apoyado
sin problemas en una rodilla, y Stefan podía sentir sus inquisitivos envíos
de Poder hacia la mujer, tratando de averiguar si había algo inusual en ella.
Su equilibrio parecía muy precario, y estaba completamente centrado en la
anciana. Stefan avanzó hacia Damon en la rama, extendió una mano, y de
repente le dio un empujón.
Fue muy satisfactorio. Damon, su compostura sacudida por una vez, él
dejó escapar un grito ahogado y se cayó del árbol. En el aire, se convirtió
en un cuerpo y voló de nuevo hacia arriba, sentándose en una rama por
encima de Stefan y mirándolo con un siniestro resplandor. Damon graznó
su disgusto por Stefan en voz alta.
Stefan miró por la ventana otra vez. La mujer no parecía que hubiera
escuchado los gritos de Damon o el graznido del cuervo, ella simplemente
estaba cambiando canales. Cuando volvió a mirar a Damon, su hermano
había recuperado su forma habitual.
—Creía que jugar una mala pasada iría en contra de tu precioso código
moral —dijo Damon, fastidiosamente alisándose el pelo.
—No realmente —dijo Stefan, con una sonrisa—. No pude contenerme.
Damon se encogió de hombros, pareciendo aceptar los juegos de Stefan
con buen carácter, y miró a través de la ventana de la bibliotecaria de
nuevo. Ella se había levantado para hacerse otra taza de té.
—¿Sentiste algo de ella? —preguntó Stefan.
Damon sacudió la cabeza. —O ella está ocultándonos brillantemente su
verdadera naturaleza o sólo es una bibliotecaria peculiar. —Se empujó de
la rama y saltó, cayendo ligeramente en la hierba mucho más abajo. De
cualquier manera, he tenido suficiente, añadió silenciosamente.
Stefan le siguió, aterrizando al lado de Damon en la parte inferior del árbol.
—No me necesitas para nada de esto, Damon —dijo—. ¿Por qué me pides
que te acompañe?
La sonrisa de Damon fue brillante en la oscuridad. —Sólo pensé que
vendría bien algo de ánimo —dijo simplemente. Era evidente que no era la
bibliotecaria por lo que Stefan debía estar preocupado sobre la actuación
peculiar.
20
Traducido por Sprinkling
Corregido por Nikola
Este camino era peor que una pista de obstáculos, pensó Matt. Y armar
una casa de periódico. Y un paseo en el fuego. Esta era definitivamente la
peor promesa que había hecho hasta ahora.
Él giró el cepillo de dientes en su mano para realmente entrar en el
pequeño nicho que recorre la parte inferior de las paredes de empeño de la
Vitale Society. El cepillo de dientes se puso negro con la antigua suciedad y
las colgantes telarañas, y Matt torció el gesto con disgusto. Su espalda ya
estaba dolorida por doblarla.
—¿Cómo te esta yendo, soldado? —Chloe preguntó, en cuclillas junto a él,
una goteante esponja en una mano.
—Honestamente, no estoy seguro de como fregar esta habitación va a
ayudarnos a desarrollar honor y liderazgo y todas las cosas de las que
Ethan estuvo hablando. —Matt dijo—. Pienso que este tan sólo era un
modo de ahorrar un par de dólares en un servicio de limpieza.
—Bien, dicen que limpieza esta junto a devoción. —Ella le recordó. Chloe
rió. A él realmente le gustaba su risa. Era de un modo burbujeante y
plateado.
Internamente, se rodó los ojos. Burbujeante y plateada. Ella tenía una linda
risa, y eso era todo.
Ellos habían pasado un montón de tiempo juntos desde la muerte de
Christopher. Matt sentía que nada podía ser tan malo como vivir con todas
la cosas de Christopher cuando se había ido, pero los padres de Chris
vinieron e hicieron las maletas, gentilmente dándole una palmaditas en la
espalda a Matt como si mereciera algún tipo de simpatía cuando ellos
había perdido a su único hijo. Y con sólo el vació espacio donde las cosas
de él habían estado, todo era un millón de veces peor.
Meredith, Bonnie, y Elena habían tratado de confortarlo.
Ellas deseaban tanto que él estuviera bien de nuevo que se sentía culpable
de no estarlo, haciéndole más difícil estar alrededor de ellas.
Chloe había empezado a ir a la sala, pasando el rato con él o llevándolo a
la cafetería o donde sea con ella, poniéndolo en contacto con el mundo
cuando se sentía como bloqueándose lejos. Había algo muy simple sobre
ella. Elena, la única chica que había amado, hasta ahora, una parte de el
susurró, era mucho más trabajoso estar cerca.
Por dentro, se estremeció por su propia deslealtad a Elena, pero era
verdad. Ahora estaba empezando a levantarse y tomar interés por las cosas
de nuevo. Y fue notando con fresca sorpresa el lindo hoyuelo que Chloe
tenía en su mejilla derecha, o cuan brillante era su rizado cabello oscuro, o
cuan elegantes y bonitas eran sus manos a pesar del hecho de que
generalmente estén manchadas con pintura.
Hasta ahora, aunque, ellos eran solamente amigos. Tal vez… tal vez era
hora de cambiar esto.
Chloe chasqueó sus dedos frente a su rostro, y Matt se dio cuenta de que
había estado mirándola. —Estas bien, ¿no? —preguntó, un pequeño
fruncimiento de ceño arrugando su frente, y Matt tuvo que contenerse para
no besarla justo en ese momento.
—Sí, sólo haciendo espacio —dijo, sintiendo un rubor arrastrándose sobre
sus mejillas. Estaba sonriendo como un bobo, él lo sabía—. ¿Quieres
ayudar con estas paredes?
—Seguro, ¿por qué no? —Chloe respondió—. Mojaré la parte de debajo de
la pared, y tu continua haciendo lo que sea que estabas haciendo con el
pequeño cepillo de dientes.
Trabajaron sociablemente juntos por un momento, Chloe de vez en cuanto
“por accidente”, a propósito tiraba agua jabonosa a la cabeza de Matt.
Mientras trabajaban rápidamente a lo largo del panel de madera, el nicho
bajo el zócalo se hizo más profundo, hasta que no hubo mucho más nicho
que una brecha. Matt deslizó el cepillo de dientes hacia abajo para fregar,
hombre, pero estaba sucio allí abajo, y sintió que algo cambiaba.
—Hay algo aquí abajo —le dijo a Chloe, presionando su mano lisa contra el
piso y trabajó con sus dedos en la brecha. Deslizó sus manos y el cepillo
de dientes alrededor, tratando de desplazar lo que estaba abajo hacia ellos,
pero no pudo controlarlo.
—Mira —dijo Chloe después de un momento—, pienso que el panel se
desliza hacia arriba desde aquí. —Ella movió la sección de madera hasta
que esta hizo un chirrido estridente y ella fue capaz de levantarla—. Huh —
dijo, perpleja—. Wow, es como un compartimiento secreto. Parece como si
no hubiese sido abierto por un tiempo, pienso.
Una vez que manejó fácilmente el levantar el panel, pudieron ver que el
espacio detrás de este era pequeño, sólo un pie más o menos de ancho y
alto y unos centímetros de profundidad. Estaba lleno de telarañas. Dentro
había algo rectangular, envuelto en tela que probablemente una vez había
sido blanco pero ahora era gris por la suciedad.
—Es un libro. —Matt dijo, levantándolo. La mugre en la parte de afuera de
la tela estaba abultada y suave, y salió de sus manos. Desenvolviéndolo,
encontró que el libro adentro estaba limpio.
—Wow. —Chloe dijo suavemente.
Se veía viejo, realmente viejo. La cubierta era de escamas de oscuro cuero,
y los bordes de las páginas estaban ásperas como si hubiesen sido
cortados a mano en lugar de con una maquina. Inclinando el libro un poco,
Matt pudo ver los restos de dorado que debían haber sido una vez el título,
pero estaba desgastado ahora.
Matt lo abrió por la mitad. Adentro, estaba escrito a mano, negra tinta
inscribiendo ordenadamente en fuertes trazos. Y totalmente indescifrable.
—Pienso que es latín ¿tal vez? —dijo Matt—. ¿Sabes algo de latín?
Chloe sacudió la cabeza. Matt retrocedió a la primera página, y una palabra
salió hacia él. Vitale.
—Tal vez es una historia de la Vitale Society. —Chloe dijo—. O antiguos
secretos de los fundadores. ¡Genial! Debemos dárselo a Ethan.
—Sí, seguro. —Matt dijo, distraído. Giró un par de páginas más, y la tinta
cambió de negra a marrón oscuro. Se ve como sangre seca, pensó, y se
estremeció, luego apartó la imagen. Era sólo algún tipo de vieja tinta,
descolorida que se volvió marrón con el tiempo.
Reconoció una palabra, escrita tres, no, cuatro veces en la página: Mort.
Significaba muerte, ¿no? Matt trazó la palabra con sus dedos, frunciendo el
ceño. Espeluznante.
—Se lo mostrare a Ethan. —Chloe dijo, saltando y sacándole el libro. Cruzó
la habitación e interrumpió la conversación de Ethan con otra chica. Del
otro lado de la habitación, Matt vio el rostro de Ethan romperse en una
lenta sonrisa mientras tomaba el libro.
Después de unos minutos, Chloe volvió, sonriendo. —Ethan estaba
realmente emocionado —dijo—. Él dijo que nos contará sobre el después
de conseguir a alguien que traduzca el libro.
Matt asintió. —Es estupendo —dijo, empujando lejos lo último de su
inquietud. Esta era Chloe, animada, riéndose, y trataría de no pensar sobre
muerte o sangre o nada morboso alrededor de ella—. Hey —dijo, alejando
los pensamientos oscuros, enfocándose en los reflejos dorados en su
negro cabello—. ¿Vas a ir a la fiesta en la casa de los McAllister esta noche?
***
Tal vez no había vuelta atrás, Elena pensó, mirándose críticamente en el
espejo. Tiró el pasador fuera de su cabello y dejo cerrados los abrojos
dorados, liso y planchado, abajo alrededor de sus hombros. Mucho mejor.
Se veía bien, notó, recorriendo con sus ojos desapasionadamente sobre su
reflejo. Su corto vestido negro con tiras acentuaba su piel rosa pétalo y
pálido cabello, y sus ojos azul oscuro parecían enormes.
Sin Stefan, pensó, ¿qué importa como me vea?
Miró su propia boca apretada en el espejo como si alejara el pensamiento.
Por mucho que extrañara la sensación de las manos de Stefan en las suyas,
sus labios en los suyos, por mucho que quisiera estar con él, era imposible
ahora.
Ella no podía ser Katherine. Y su orgullo no la dejaría sólo estar abatida,
tampoco. No es para siempre, se dijo a si misma sombríamente.
Bonnie llegó y arrojó sus brazos alrededor de los hombros de Elena, con
respecto a ambas en el espejo. —Lucimos bastante lindas, ¿no? —preguntó
alegremente—. ¿Lista para ir?
—Te vez increíble —dijo Elena, mirando a Bonnie con afecto. Su amiga
menor estaba prácticamente brillando con entusiasmo, ojos centelleando,
sonrisa brillante, mejillas sonrojadas, melena de rojo cabello volando como
si tuviera vida propia, y su corto vestido azul y zapatos de tacones con tiras
eran adorables. La sonrisa de Bonnie grande.
—Vamos. —Meredith dijo, todo negocios. Estaba elegante y practica con
jeans y una suave y equipada remera gris que combinaba con sus ojos. Era
difícil saber en que estaba pensando Meredith, pero Elena la había
escuchado murmurando a Alaric en el teléfono tarde a la noche. Supuso
que Meredith, de corazón, tal vez no iba a estar en la fiesta de cualquier
forma.
Afuera, la gente caminaba rápido en largos, silenciosos grupos, mirando
alrededor nerviosamente mientras iban. Nadie se demoraba, nadie estaba
solo.
Meredith se detuvo a mitad de camino y se puso rígida, de repente
preocupada por una amenaza potencial. Elena siguió su mirada. Estaba
equivocada: una persona permanecía sola. Damon estaba sentado en un
banco fuera de su dormitorio, su cara inclinada hacia el cielo como si
estuviese disfrutando del sol a pesar de la oscuridad de la tarde.
—¿Qué quieres, Damon? —Meredith dijo, cautelosamente. Su voz no era
realmente ruda, habían pasado esto, trabajando juntos ese verano, pero no
era amigable, y Elena sentía erizarse detrás.
—Elena, por supuesto. —Damon dijo perezosamente, alzándose y
suavemente tomando el brazo de Elena.
Bonnie miró hacia atrás y adelante entre ellos, perpleja. —Pensé que no
ibas a estar con ninguno de ellos por un tiempo —le dijo a Elena.
Damon habló rápidamente en el oído de Elena. —Es sobre la Vitale Society.
Tengo una pista.
Elena vaciló. No les había contado a sus amigas sobre los indicios que ella
y Damon habían encontrado de que la Vitale Society pueda ser más que un
mito, o que tal vez estén conectados con sus padres de algún modo. No
había realmente mucho para continuar aun, y no se sintió lista para hablar
sobre la posibilidad de que sus padres tal vez habían estado mezclados
con algún tipo de secreto oscuro o como se sentía, viendo las imágenes de
ellos cuando eran jóvenes.
Decidiéndose, se giró hacia Meredith y Bonnie. —Tengo que ir con Damon
por un minuto. Es importante. Se los explicare después. Las veo en la fiesta
en un ratito.
Meredith frunció el ceño pero asintió, y dirigió a Bonnie hacia la casa de los
McAllister. Mientras se iban, Elena podía escuchar a Bonnie diciendo: —
Pero no era el punto central…
Manteniendo su mano firmemente metida bajo el brazo de Elena, Damon la
llevó en la dirección opuesta. —¿Dónde estamos yendo? —preguntó ella,
sintiéndose muy cautelosa de la suavidad de la piel de Damon y de la
fuerza de su agarre.
—Vi a una chica vistiendo uno de esos prendedores de la foto. —Damon
respondió—. La seguí a la biblioteca, pero una vez que estuvo adentro,
sólo desapareció. La busque por todos lados. Luego, una hora después,
salió por las puertas de la librería de nuevo. ¿Recuerdas cuando te dije que
necesitábamos buscar respuestas en algún otro lugar que la biblioteca? —
sonrió él—. Estaba equivocado. Algo esta sucediendo allí.
—¿Tal vez sólo no la viste? —preguntó Elena en voz alta—. Es una
biblioteca grande, ella pudo haberse escondido en un cubículo de estudio o
algo.
—La hubiese encontrado —dijo Damon brevemente—, soy bueno
encontrando gente. —Sus dientes se mostraron blancos por un momento
debajo de las luces de la calle.
El problema era que la biblioteca era demasiado normal. Una vez dentro,
Elena miro alrededor a los pisos alfombrados de gris, las sillas beige, las
filas y filas de estantes de libros, zumbantes luces fluorescentes. Este era
un lugar para estudiar. No se veía como si algún secreto estuviese allí
escondido.
—¿Subiendo las escaleras? —sugirió ella.
Tomaron las escaleras en lugar del elevador y empezaron su camino hacia
abajo desde lo más alto de las escaleras. Yendo de piso en piso,
encontraron… nada. Gente leyendo y tomando notas.
Libros, libros, y más libros. En el sótano, había una habitación con
maquinas expendedoras y pequeñas mesas para recreos de estudio. Nada
inesperado.
Elena hizo una pausa en el corredor de las oficinas de administración cerca
de la maquina expendedora. —No vamos a encontrar nada —le dijo a
Damon. Su rostro se torno en frustración, y ella añadió—, te creo que algo
esta sucediendo aquí, lo hago, pero sin pistas, no sabemos aun que
estamos buscando.
La puerta detrás de ella, marcada con Oficina de Investigación, se abrió, y
Matt salió.
Se veía cansado, y Elena sintió un rápido fogonazo de culpa. Después de la
muerte de Christopher, ella y Meredith y Bonnie tenían la intención de
quedarse cerca de Matt. Pero él estaba siempre ocupado con fútbol o
clases y no parecía querer tenerlas alrededor.
Ella notó con sorpresa que no le había hablado en días.
—Oh, hey, Elena —dijo Matt, viéndose sorprendido—. ¿Vas a la fiesta esta
noche? —saludo a Damon con un torpe cabeceo.
—Mutt. —Damon reconoció, dándole una media sonrisa, y Matt rodó los
ojos.
Mientras hablaban sobre la fiesta y clases y el nuevo seminovio de Bonnie,
Elena catalogó su impresión de Matt. Cansado, sí, sus ojos estaban un
poco rojos, y había crudeza en sus labios que no había estado unas
semanas antes. Pero ¿por qué olía tan fuerte a jabón? No era como si
estuviese particularmente limpio, ella pensó, inspeccionando la línea de
suciedad bajando en la mejilla de Matt. Se veía como si algo hubiese caído
en su cabeza. Era casi como si hubiese estado limpiando algo. Algo
realmente sucio.
Golpeada por un nuevo pensamiento, miró su pecho.
¿Seguramente no estaría vistiendo una de los pins V? Como si fuera
consiente de lo que ella se estaba preguntando, Matt presionó su chaqueta
más estrechamente alrededor suyo.
—¿Qué estas haciendo en esta oficina? —le preguntó abruptamente.
—Uh. —El rostro de Matt estaba en blanco por un segundo, y luego levantó
la mirada hacia la puerta, al cartel diciendo Oficina de Investigación—.
Investigando, por supuesto —dijo—. Me tengo que ir —añadió—. Te veré
en la fiesta mas tarde, ¿si, Elena?
Se había medio dado vuelta, cuando Elena impulsivamente lanzo su mano
para atrapar su brazo.
—¿Dónde has estado, Matt? —preguntó—. Raramente te he visto.
Matt sonrió, pero no se encontró con sus ojos.
—Fútbol —dijo—. El balón del colegio es una gran cosa. —Gentilmente se
alejó de su restrictiva mano—. Más tarde, Elena. Damon.
Lo vieron marcharse, y luego Damon asintió hacia la puerta de la que Matt
había salido. —¿Podemos?
—¿Podemos qué? —Elena preguntó, perpleja.
—Oh, como que esto no era sospechoso —dijo Damon. Puso su mano en la
perilla, y Elena escuchó el cierre a presión mientras la forzaba para que se
abriera.
Adentro era una habitación muy aburrida. Un escritorio, una silla, una
pequeña alfombra en el suelo. ¿Tal vez demasiado aburrido?
—¿Una oficina de investigación sin libros? ¿O incluso sin una computadora?
—preguntó Elena. Damon inclinó su cabeza hacia un lado, considerándolo,
luego, con un movimiento rápido, puso a un lado la manta.
Debajo de esta, estaba la clara línea de una puerta-trampa. —Bingo —
murmuró Elena. Caminó hacia allí, casi agachándose para tratar y hacer
palanca para abrirla, pero Damon la tiró hacia atrás.
—Quien sea que este usándola puede aun estar ahí abajo —dijo—. Matt se
acaba de ir, y dudo que estuviese solo.
Matt. Lo que sea que estaba sucediendo, Matt lo sabía.
—Tal vez debería hablar con él —dijo Elena.
Damon frunció el ceño. —Vamos a esperar hasta que sepamos que esta
sucediendo con él —dijo—. No sabemos en qué esta envuelto. Esto puede
ser peligroso para ti. —Él había tomado su brazo de nuevo y la estaba
empujando gentilmente, llevándola fuera de la habitación.
—Volveremos más tarde.
Elena lo dejo sacarla de allí, pensado en lo que él había dicho. ¿Peligroso?
pensó. ¿Seguramente Matt no haría nada que pudiese ser peligroso para
Elena?
21
Traducido por Krispipe
Corregido por Nikola
—¿Qué te está tomando tanto tiempo? —preguntó Bonnie, rebotando en las
pelotas a sus pies.
—Deja de ser tan hiperactiva —dijo Meredith ausente, estirando el cuello
para ver por encima de la multitud fuera de McAllister. Había algún tipo de
cuello de botella por la entrada de la residencia que estaba desacelerando
a todo el mundo. Ella se estremeció en su delgado top; estaba empezando
a enfriarse la noche.
—La seguridad está en la puerta —dijo Bonnie mientras se acercaba a la
entrada—. ¿Están pidiendo los carnés a la gente para entrar? —Su voz era
chillona con indignación.
—Están comprobando que disponen de un carné de estudiante —dijo
alguien en la multitud—, para asegurarse de que no eres un asesino
enloquecido de fuera del campus.
—Sí —dijo su amigo—. Sólo se permiten asesinos del campus.
Un par de personas se echaron a reír nerviosamente. Bonnie se quedó en
silencio, mordiéndose el labio, y Meredith se estremeció de nuevo, esta vez
por razones que no tenían nada que ver con el frío.
Cuando finalmente llegaron a la parte delantera de la línea, los guardias de
seguridad dieron una rápida mirada a sus documentos de identidad y los
agitaron. En el interior, estaba lleno y música estaba bombeando, pero
nadie parecía estar en un estado de ánimo de fiesta. Gente estaba de pie
en pequeños grupos, hablando en voz baja y mirando nerviosamente a su
alrededor. La presencia de los guardias de seguridad había hecho que todo
el mundo recordara el peligro que acechaba oculto en el campus. Cualquier
persona podía ser responsable, incluso alguien en la sala en ese momento.
Mientras pensaba en esto, Meredith dio un vistazo a la habitación, los otros
estudiantes a su alrededor cambiaron de inocentes a siniestros. Ese chico
de pelo rizado de le fraternidad en la esquina, ¿estaba mirando a su guapa
compañera con algo más que simple deseo? Las caras de extraños se
torcían viciosamente, y Meredith respiró hondo, calmándose a sí misma
hasta que cada uno parecía normal de nuevo.
Samantha se estaba acercando a ella, un vaso de plástico rojo en su mano.
—Aquí —dijo ella, entregándole a Meredith una soda—. Todo el mundo
está en el borde esta noche, es escalofriante. Mejor que estemos alerta y
no bebamos —dijo, ya en la misma longitud de onda que Meredith.
Bonnie apretó el brazo de Meredith en señal de despedida y se fue al
interior de la multitud en busca de Zander. Meredith dio un sorbo a su
bebida y miró con recelo a los extraños que la rodeaban.
A pesar del malestar general que pesaba sobre la fiesta, algunas personas
estaban tan envueltas unas en otras que iban a pasar un buen rato de
todos modos. Vio a una pareja besarse, totalmente centrados el uno en el
otro como si no hubiera nadie más en el mundo que les importara. No
estaban preocupándose por los atentados y desapariciones en la escuela, y
Meredith se encontró sintiendo una punzada de envidia. Echaba de menos
a Alaric, lo extrañaba con un profundo anhelo que se quedaba con ella,
incluso cuando no estaba conscientemente pensando en él.
—El asesino podría estar aquí mismo, en esta fiesta —dijo Samantha con
tristeza—. ¿No deberíamos ser capaces de sentir algo? ¿Cómo podemos
proteger a cualquiera si no sabemos a quien nos estamos enfrentando?
—Lo sé —dijo Meredith. La multitud se apartó, y vio un rostro que no
esperaba: Stefan, apoyado en la pared. Sus ojos se iluminaron cuando la
vio, y miró más allá de ella con una media sonrisa esperanzadora ya
formándose en sus labios.
Pobre chico. No importaba lo que pensara Meredith sobre la decisión que
Elena tomó de tomar un descanso, y para que conste, Meredith pensaba
que Elena estaba haciendo lo correcto, su enredo con los dos hermanos
Salvatore significaba que había estado rumbo a problemas, ella no podía
compadecerse de él. Stefan tenía el aspecto de alguien que estaba
experimentando la misma punzada aguda de soledad y deseo que
experimentaba Meredith cuando pensaba en Alaric. Debía ser peor para él,
porque Elena estaba tan cerca y porque decidió separarse de él contra su
voluntad.
—Discúlpame un segundo —le dijo a Samantha, y se dirigió a Stefan.
Él la saludó amablemente y le preguntó sobre sus clases y su
entrenamiento de cazadora, aunque ella sabía que él estaba deseando
hablar de Elena. Tenía tan buenos modales, siempre.
—Ella no está aquí todavía, pero está definitivamente viniendo —le dijo,
interrumpiendo una de sus bromas—. Ella tenía que ver algo primero. —Su
rostro floreció en una sonrisa de alivio agradecido, y luego frunció el ceño.
—¿Elena viene aquí sola? —preguntó—. ¿Después de todos los ataques?
—No —le aseguró Meredith. Ella no había pensado en eso y no creía que le
debiera contar que Elena estaba con Damon—. Ella está con otras personas
—resolvió para decirle y se alegró de que su respuesta pareció satisfacerle.
Meredith dio un sorbo a su bebida y confió sombríamente en que Elena
tuviera el sentido de no traer a Damon a la fiesta.
***
Matt vio a Chloe a través del cuarto. Esta noche era la noche. Basta de
jugar, suficiente de intercambio de miradas y abrazos suaves y platónicos,
y apretones de manos. Quería saber si ella sentía lo mismo que él, si ella
sentía que había algo entre ellos que valía la pena explorar.
Ella estaba hablando con alguien, un chico que él reconoció de Vitale, y su
pelo castaño rizado brillaba suavemente en la luz de arriba. Había tanta
vida en Chloe: la forma en que se reía, la forma en que escuchaba lo que el
chico estaba diciendo, atenta y comprometida, su rostro concentrado.
Matt quería besarla, más que nada.
Así que empezó a trabajar su camino a través de la habitación hacia ella
asintiendo con la cabeza a la gente que conocía, mientras pasaba a su
lado. No quería parecer demasiado fuera de onda y ansioso, no como si
fuera haciendo una línea recta hacia ella, pero no quería detenerse y
perderla entre la multitud, tampoco.
Matt.
Matt se sacudió como si hubiera sido picado, como si el saludo silencioso
lo hubiera golpeado. Se giró a ver de dónde venía, encontró a Stefan justo
detrás de él y frunció el ceño irritablemente hacia él. Odiaba cuando Stefan
se metía en su cabeza, como ahora.
—Podrías haber dicho hola —le dijo a Stefan, tan suavemente como pudo—
. Ya sabes, en voz alta.
Stefan agachó la cabeza en tono de disculpa, sus mejillas ruborizándose.
—Lo siento —dijo—. Eso fue grosero por mi parte, pero sólo quería llamar
tu atención. Hay mucho ruido aquí. —Él hizo un gesto señalando alrededor,
y Matt se preguntó, como a veces hacía antes, cómo la vida de un
adolescente moderno le parecía al vampiro. Stefan había experimentado
más de lo que Matt probablemente haría jamás, pero la música rock a alto
volumen y la prensa de cuerpos a su alrededor parecía hacerle sentir
incómodo, mostrando grietas en su disfraz de persona joven. Él se
esforzaba, por el amor de Elena, Matt lo sabía.
—Estoy esperando a Elena —dijo Stefan—. ¿La has visto? —Las líneas de su
rostro estaban ansiosas, e igual que eso, la imagen que Matt tenía de
Stefan como alguien demasiado viejo, demasiado fuera de lugar aquí, se
rompió. Stefan se veía dolorosamente joven, deseoso y preocupado.
—Sí —dijo Matt—. La vi en la biblioteca. Dijo que vendría más tarde. —Se
mordió la lengua para no agregar que la había visto allí con Damon, de
todas las personas. Matt no estaba muy seguro de lo que había pasado
entre Elena y los hermanos, pero pensaba que Stefan no necesitaba saber
que Elena y Damon estaban juntos.
—Se supone que debo mantenerme alejado de ella —confesó Stefan con
tristeza—. Ella siente que se está metiendo entre Damon y yo, y quiere un
poco de tiempo para que todos trabajemos las cosas antes de que
podamos estar juntos de nuevo —miró a Matt, casi suplicante—. Pero
pensé que ya que hay tanta gente aquí, no es como si fuéramos a estar
solos.
Matt tomó un trago de su cerveza, su mente trabajando furiosamente.
Ahora sabía que había hecho bien en no mencionar que Damon y Elena
habían estado juntos. ¿A qué juego estaba jugando Elena ahora?
Fue un shock, también, darse cuenta de hasta qué punto había conseguido
estar fuera del círculo. ¿Cuándo había sucedido todo esto? Desde la muerte
de Christopher, había estado evitando a sus amigos, gastando tanto
tiempo centrado en la Sociedad Vitale que se había perdido este gran
desarrollo de sus vidas. ¿Qué más se había perdido?
Stefan seguía mirándolo como si estuviera esperando algún tipo de
aprobación, y Matt se frotó la parte de atrás de su cuello, pensativo, luego
ofreció: —Debes hablar con ella. Dejar que sepa lo infeliz que eres sin ella.
El amor vale la pena correr el riesgo.
Mientras Stefan asentía con la cabeza, considerándolo, los ojos de Matt
buscaron a Chloe entre la multitud una vez más. El chico que había estado
hablando con ella se había ido, y ella estaba sola, por el momento,
mordiéndose el labio mientras miraba a su alrededor. Matt estaba a punto
de justificarse y dirigirse hacia ella cuando otra voz habló en su oreja.
—Hola, Matt, ¿cómo te va? —Ethan llegó a su lado, sus ojos marrones
dorados centrados en Matt. Matt se sintió enderezarse y tirar hacia atrás
los hombros, tratando de verse leal y honorable, un candidato prometedor,
todo lo que la Vitale quería que fuera. Matt vio esta reacción a Ethan en
otras promesas así: lo que fuera que Ethan quería ser o hacer, ellos
también lo querían. Algunas personas eran líderes naturales, supuso.
Charlaron durante un minuto, no sobre la Sociedad Vitale, por supuesto, no
delante de Stefan, sino simples cosas de amigos sobre fútbol y clases y la
música que estaba sonando, y después Ethan volvió el calor de su sonrisa
en Stefan.
—Oh, eh, Ethan Crane, Stefan Salvatore. —Matt los presentó, y agregó: —
Stefan y yo fuimos juntos a la secundaria.
Stefan y Ethan empezaron a charlar, y Matt miró a Chloe otra vez. Ella no
estaba en el último lugar donde él la había visto, y comenzó a entrar en
pánico, hasta que la encontró de nuevo en la multitud, moviéndose al ritmo
de la música.
—No puedo no notar simplemente un ligero acento, Stefan. —Estaba
diciendo Ethan—. ¿Eres originario de Italia?
Stefan sonrió con timidez. —La mayoría de la gente no lo escucha ya —
dijo—. Mi hermano y yo, nosotros dejamos Italia hace mucho tiempo.
—Oh, ¿tu hermano viene aquí también? —preguntó Ethan, y Matt decidió
que ambos parecían lo bastante felices juntos y que estaba bien que se
fuera ahora.
—Me pondré al día con ustedes más tarde —dijo. Tomando otro trago de
cerveza, Matt se dirigió entre la multitud, derecho hacia Chloe. Sus ojos
brillaban, sus hoyuelos se estaban mostrando, y supo que era el momento
adecuado. Como le había dicho a Stefan, por amor valía la pena correr el
riesgo.
22
Traducido por Krispipe
Corregido por Nikola
Bonnie supo el momento en que Zander y sus amigos llegaron a la fiesta,
porque el nivel del ruido se fue hacia arriba. Honestamente, Zander era
más tranquilo que sus amigos, más o menos, por lo menos alrededor de
Bonnie, pero como grupo, eran definitivamente salvajes.
Era un poco irritante, en realidad.
Pero cuando Zander apareció a su lado, golpeando a Marcus con la cadera
en una pared en su camino, y le dio su larga, lenta sonrisa, sus dedos de
los pies se acurrucaron en el interior de sus zapatos de tacón alto y se
olvidó de lo que le estaba molestando.
—¡Hola! —dijo ella—. ¿Está todo bien? —Él ladeó una ceja
inquisitivamente—. Quiero decir, dijiste que algo ocurría con tu familia, y
por eso habías estado… ocupado.
—Oh, sí. —Zander inclinó la cabeza hacia abajo para hablar con ella, y su
cálido aliento acarició a través del cuello de Bonnie mientras él suspiraba—.
Mi familia es bastante complicada —dijo—. A veces me gustaría que las
cosas fueran más fáciles. —Se le veía triste, y Bonnie impulsivamente tomó
su mano, entrelazando sus dedos a través de la de él.
—Bueno, ¿qué pasó? —preguntó ella, buscando un tono de comprensión y
fiabilidad. Un tono de novia confiable—. Tal vez yo pueda ayudar. Ya sabes,
una oreja fresca y todo eso.
Zander frunció el ceño y se mordió el labio. —Supongo que es como que…
no tengo responsabilidades. Mi familia entera está en una posición donde
hay promesas que hemos hecho y tipos de cosas que tenemos que cuidar.
Y a veces lo que quiero hacer y lo que tengo que hacer no se alinean.
—¿Podrías ser más impreciso? —preguntó Bonnie en broma, y Zander
resopló una media risa—. En serio, ¿a qué te refieres? ¿Qué tengo que
hacer? ¿Qué quieres que haga?
Zander la miró por un momento y luego su sonrisa se ensanchó. —Vamos
—dijo, tirando de su mano. Bonnie fue con él, abriéndose paso a través de
la fiesta y subiendo las escaleras. Zander parecía saber donde estaba
yendo; giró un par de esquinas, entonces empujó una puerta.
En el interior había un dormitorio común: un par de sofás raídos, una mesa
golpeada. El proyecto de arte de alguien, un gran lienzo cubierto de
manchas de pintura, se inclinaba contra la pared.
—¿Vives en este dormitorio? —le preguntó a Zander.
—No —dijo, sus ojos fijos en su boca. Tiró de ella hacia él y puso las
manos en sus caderas. Y entonces él la besó.
Fue el beso más increíble que Bonnie había experimentado nunca. Los
labios de Zander eran tan suaves, pero firmes, y hubo pequeños fuegos
artificiales yendo a través de todo el cuerpo de Bonnie. Ella levantó la mano
y la ahuecó contra la mejilla de él, sintiendo los fuertes huesos de su rostro
y los leves rasguños de barba contra la palma de su mano.
Una vez más, se sentía como lo había hecho durante su primera cita, de pie
sobre el techo, cuando había sentido como si estuviera volando. Por lo
tanto libre, y con un tipo de alegría salvaje zumbando a través de ella.
Deslizó su mano en la parte posterior de su cuello, sintiendo el fino y
pálido cabello rubio suavemente contra sus dedos.
Cuando el beso terminó, ninguno de los dos habló durante un momento,
sólo se inclinaron uno contra el otro, respirando fuerte. Sus rostros
estaban tan cerca, y los ojos azules brillantes de Zander estaban fijos en
ella, cálida e intencionadamente.
—De todos modos, eso es lo que quiero hacer, ya que preguntas. Deseas…
—Su voz se quebró—. ¿Deseas volver a la fiesta ahora?
—No —dijo Bonnie—, todavía no. —Y esta vez, ella lo besó a él.
***
—Oh, gracias a Dios —dijo Chloe cuando Matt se acercó a ella—. Estaba
empezando a sentirme como el más grande florero.
Ella arrugó la nariz suplicante hacia él. Su nariz, que se inclinaba sólo un
poco, estaba salpicada de pecas, y tenía un bonito arco de cupido en la
boca. Él quería tirar suavemente sobre los suaves tirabuzones marrones de
sus rizos, sólo para enderezarlos y luego soltarlos de nuevo en su forma.
—¿Qué quieres decir? —dijo él, tirando de vuelta juntos, aunque fue
dolorosamente consciente de que su voz sonaba medio tonta—. ¿Un
florero?
—Oh, simplemente… —agitó una mano vagamente hacia la multitud.
—No hay casi nadie que conozca aquí a parte de ti y Ethan. Esta fiesta está
completamente llena de estudiantes de primer año.
El corazón de Matt dio un vuelco. Se había olvidado de que Chloe era una
junior. Eso no debería ser un gran problema, en realidad, ¿no? Pero ella
sonaba como si pensara que los estudiantes de primer año estaban por
debajo de ella, o algo. Desdeñosa, era la palabra que estaba buscando para
describir el tono de su voz.
—Pensé que la fiesta parecía estar bien —dijo él con voz débil.
Chloe frunció los labios en broma, entonces le dio un suave puñetazo en el
brazo. —Bueno —dijo ella en voz baja—, no hay más que el espacio
suficiente para un estudiante de primer año en mi vida. ¿Cierto, Matt?
Eso fue más una señal esperanzadora. El problema es que Matt se dio
cuenta de que su única experiencia de citas había estado en preguntar a
chicas sobre las que no se preocupaba realmente, sino que sólo estaba
pensando como posibles citas para bailes o lo que sea, o estaba en Elena.
Quien, sí, le importaba muchísimo, pero que sabía durante el tiempo
suficiente y lo suficientemente bien que podía contar con que le dijera que
sí.
Sin embargo, pensó que podía ver una apertura aquí.
—Chloe —dijo—, me preguntaba si…
Matt se interrumpió cuando Ethan se unió a ellos, sonriendo ampliamente.
Por primera vez, Matt sintió un destello de irritación hacia él. Ethan era tan
inteligente con la gente. ¿No podía ver que interrumpía un momento aquí?
—Me gustó tu amigo Stefan —le dijo Ethan a Matt—. Parecía muy
sofisticado para un estudiante de primer año, muy bien hablado. ¿Piensas
que es porque es europeo?
Matt se encogió de hombros como respuesta, y Ethan se volvió hacia
Chloe.
—Hola, cariño —dijo, poniendo un brazo alrededor de ella y besándola
suavemente en los labios.
Y sí, wow, tal vez Ethan se había dado cuenta de que estaba
interrumpiendo un momento. No fue un beso largo, pero estaba allí sobre
los hombros de Chloe. Cuando terminó, Chloe le sonrió a Ethan, sin
aliento, y los ojos de Ethan se movieron hacia Matt, sólo por un segundo.
Matt quería doblarse de forma correcta y hundirse en el pegajoso suelo
teñido de cerveza bajo sus pies. Pero en lugar de eso forzó una sonrisa e
inclinó su cerveza a Ethan.
Porque Chloe, la adorable, dulce, divertida, fácil de llevar Chloe, tenía
novio. Tendría que haber previsto que no sería el único que veía lo
increíble que era ella. Y Matt habría retrocedido sin importar quien fuera el
novio de Chloe. Él no quería ser del tipo qué se metía en las relaciones de
otras personas, nunca lo había sido.
¿Pero siendo Ethan el novio de Chloe? ¿Ethan, el líder de la Sociedad Vitale,
el que le había hecho sentir a Matt como si fuera especial, como si fuera el
mejor? Puesto que era Ethan, Matt sólo iba a tener que apretar los dientes e
ignorar la sensación de vacío en el pecho. Iba a ser fuerte y mantenerse
incluso de pensar en lo que podría haber sido con Chloe.
Había algunas líneas que no podía cruzar. Nunca.
23
Traducido por Krispipe
Corregido por Nikola
—No sé cómo se hizo tan tarde —dijo Elena por tercera vez mientras corría
por el camino del patio—. Bonnie y Meredith probablemente estarán
preocupadas por mí.
—Ellas saben que estás conmigo —dijo Damon, siguiendo un ritmo
imperturbable a su lado.
—No creo que encuentren eso reconfortante —dijo Elena, y se mordió la
lengua cuando Damon le disparó una expresiva mirada.
—Después de todo el tiempo que hemos estado luchando codo con codo,
¿aún no confían en mí? —dijo él con voz sedosa—. Estaría terriblemente
herido. Si me importara lo que ellos pensaran.
—No quiero decir que ellos piensen que me harás daño —dijo Elena—. Ya
no. O que no me protegerás. Supongo que se preocupan por que podrías…
podrías propasarte conmigo. O algo.
Damon se detuvo y la miró. Luego cogió su mano y la sostuvo, corriendo
un dedo por el interior de su brazo, trazando la vena que conduce desde la
muñeca de Elena hasta su codo. —¿Y tú que piensas? —preguntó él,
sonriendo suavemente.
Elena retiró la mano, mirándolo. —Es evidente que ellos tienen un punto —
dijo—. Ya basta. Sólo amigos, ¿recuerdas?
Suspirando profundamente, Damon empezó a caminar de nuevo, y Elena se
apresuró para alcanzarlo.
—Me alegro de que decidieras venir a la fiesta conmigo —dijo ella
finalmente—. Será divertido. —Damon le lanzó una mirada de terciopelo
negro a través de sus pestañas, pero no dijo nada.
Siempre es divertido estar con Damon, pensó Elena, escuchando el sonido
de sus propios tacones y viendo su sombra crecer y desaparecer mientras
caminaban debajo del alumbrado público. O por lo menos, siempre era
divertido cuando Damon estaba de buen humor y nada estaba tratando de
matarlos, dos circunstancias que deseaba que coincidieran con más
frecuencia.
Stefan, el dulce y querido Stefan, era el amor de su vida. No tenía ninguna
duda sobre eso. Pero Damon la hacía sentir sin aliento y excitada,
arrastrada por algo más grande que sí misma. Damon la hacía sentir como
si fuera especial.
Y él estaba más tolerante de lo normal esta noche. Después de que Matt se
fuera, habían buscado en la biblioteca un poco más, y luego Damon sacó
chips y sodas de las máquinas expendedoras del sótano. Se sentaron en
una de las mesitas y hablaron y se rieron. No era nada lujoso o elegante,
nada que ver con las fiestas en las que lo había acompañado en la
Dimensión Oscura, pero era cómodo y divertido, y cuando miró su
teléfono, se sorprendió al ver que había pasado una hora.
Y ahora Damon se ofreció para ir a una fiesta de barril de colegio. Tal vez
estaba tratando de llevarse bien con sus amigos. Tal vez podrían ser
realmente amigos, una vez que las cosas de alguna manera funcionaran
entre Stefan y él.
Elena había llegado a este punto en sus cavilaciones cuando de pronto
sintió la inconfundible sensación de desagradable hormigueo de que
estaba siendo observada. Los pequeños pelos en la parte posterior de su
cuello se levantaron.
—Damon —dijo en voz baja—. Hay alguien mirándonos.
Las pupilas de Damon se dilataron mientras olfateaba el aire. Elena podría
decir que él estaba lanzando inquisitivos zarcillos de Poder, buscando un
incremento en respuesta, por alguien centrándose en ellos.
—Nada —dijo él después de un momento. Metió la mano bajo su brazo,
tirando de ella más cerca—. Podría ser sólo tu imaginación, princesa, pero
tendremos cuidado.
El cuero de la chaqueta de Damon era suave en el lado de Elena, y se
abrazó con fuerza a él mientras daban un paso para salir a la carretera que
dividía el campus.
Justo en frente de ellos, un choche que había estado al ralentí aceleró su
motor. Sus faros ardieron, cegando a Elena. Los brazos de Damon se
cerraron alrededor de su cintura, apretando el aliento de ella.
Los neumáticos del coche chirriaron y salió disparado hacia ellos. Elena
entró en pánico, oh Dios, oh Dios, pensó sin poder hacer nada, y se
congeló. Entonces estaba navegando por el aire, Damon agarrándola con
tanta fuera que le hacía daño.
Cuando llegaron a la hierba en el otro lado de la carretera, Damon hizo una
breve pausa, ajustando su control sobre Elena, y Elena miró hacia el coche,
que había pasado por donde ellos se encontraban un momento antes y se
deslizó de nuevo de vuelta alrededor de un cambio de sentido. Ella no
podía ver nada, ni qué tipo de coche era ni nada sobre el conductor; detrás
de las luces brillantes, era sólo una descomunal forma oscura.
Una descomunal forma oscura que estaba girando en la hierba y
regresando tras ellos. Damon maldijo y tiró de ella adelante, corriendo en
lugar de volar ahora, los pies de Elena casi no tocaban el suelo. Su corazón
latía con fuerza. Se dio cuenta de que Damon veía obstaculizada su
máxima velocidad, manteniendo a Elena agarrada. Esquivaron alrededor de
la esquina de un edificio y se apoyaron en la pared, rodeados por arbustos.
El coche se precipitó, luego giró, dejando largas marcas de ruedas, y
avanzó pesadamente de nuevo a la carretera.
—Lo hemos perdido —susurró Elena, jadeando.
—¿Molestaste a alguien últimamente, princesa? —preguntó Damon, sus
ojos agudos.
—Yo debería estar preguntándote eso —respondió Elena. Luego se abrazó
a sí misma. De repente tenía mucho frío—. ¿Crees que podría ser por la
Sociedad Vitale? —preguntó, con voz temblorosa—. ¿Algo sobre ellos y mis
padres?
—No sabemos quién o qué pudo haber estado al otro lado de la trampilla
—contestó Damon sombríamente—. O quizá Matt…
—Matt no —dijo Elena con firmeza—. Matt nunca me haría daño.
Damon asintió con la cabeza. —Es verdad. Él es ridículamente honorable,
tu Matt. —Le dio una pequeña sonrisa torcida—. Y te ama. Todo el mundo
te ama, Elena. —Se quitó la chaqueta y la colocó sobre los hombros de
ella—. Una cosa es cierta, sin embargo. Si el conductor de ese coche
pensaba que yo era humano, ahora sabe que soy diferente.
Elena tiró de la chaqueta más fuerte a su alrededor. —Me salvaste —dijo en
un hilo de voz—. Gracias.
Los ojos de Damon eran suaves mientras él puso sus brazos alrededor de
ella.
—Siempre te salvaré, Elena —prometió—. ¿No lo sabes a estas alturas? —
Sus pupilas se dilataron y tiró de ella más cerca—. No puedo perderte —
murmuró.
Elena sintió que estaba cayendo. El mundo estaba siendo tragado en los
ojos de medianoche de Damon, y ella estaba cayendo con él, en la
oscuridad. Una pequeña parte de ella decía no, pero a pesar de esto se
inclinó hacia él y reunió su boca con la de él.
***
Stefan tamborileó con los dedos contra la pared detrás de él, miró a su
alrededor a todas las personas atascadas demasiado juntas: hablando,
riendo, discutiendo, bebiendo, bailando. Su piel estaba repleta de
ansiedad. ¿Dónde estaba ella? Matt dijo que la había visto en la biblioteca
hace más de una hora, que ella había estado pensando en venir a la fiesta a
continuación.
Componiendo su mente, Stefan comenzó a abrirse paso hacia la salida. Tal
vez Elena no lo quería en contacto con ella ahora mismo, pero la gente
estaba muriendo y desapareciendo. Valdría la pena tenerla enojada con él,
siempre y cuando supiera que ella estaba bien.
Pasó a Meredith, enfrascada en una conversación con su amiga, y dijo: —
Voy a buscar a Elena. —Tuvo la rápida impresión de que vaciló,
comenzando a tender una mano para detenerlo, pero la dejó detrás. Abrió
la puerta y salió al aire fresco de la noche. La seguridad del campus estaba
aún en la puerta revisando documentos, pero lo dejaron pasar sin
comentarios, sólo estaban interesados en la gente que trataba de entrar a
la fiesta.
Afuera, el viento corría entre los árboles sobre su cabeza y una media luna
cabalgaba alta y blanca por encima de los edificios que lo rodeaban. Stefan
envió su Poder en torno a él, sintiendo las distintivas huellas de Elena.
No pudo sentir nada, aún no. Había también mucha gente junta allí, y
Stefan sólo podía sentir huellas enredadas de miles de seres humanos, sus
emociones y fuerza vital se mezclaban juntas en un gran rumor subyacente
que era imposible para él, a esta distancia, elegir un individuo en
particular, aunque fuera tan singular como Elena.
Si se hubiera alimentado de sangre humana recientemente, esto habría
sido fácil. Stefan no podía dejar de pensar con nostalgia de que manera el
Poder había aumentado a través de él cuando había bebido regularmente
de sus amigos. Pero eso fue cuando Fell’s Church necesitaba su mejor
defensa contra el kitsune. Él no bebería sangre humana sólo por placer o
conveniencia.
Stefan comenzó a caminar rápidamente por el patio, todavía enviando
inquisitivos dedos de Poder alrededor y por delante de sí mismo. Si no
podía localizar a Elena de esa manera, se dirigiría a donde fue vista por
última vez. Esperaba que, mientras se acercaba a la biblioteca, su Poder
recogiera algún atisbo de ella.
Todo su cuerpo estaba repiqueteando ansiosamente. ¿Qué pasa si Elena
había sido atacada, si había desaparecido misteriosamente y nunca
regresaba, dejándole esta extraña distancia entre ellos como su último
recuerdo del uno con el otro? Stefan caminó más rápido.
Estaba a medio camino a la biblioteca cuando el distintivo sentido de Elena
lo golpeó como un puñetazo. En algún lugar cercano.
Echó un vistazo a izquierda y derecha y entonces la vio. Un horrible dolor
le atravesó el pecho, como si realmente pudiera sentir su corazón
rompiéndose. Ella estaba besando a Damon. Estaban medio escondidos en
las sombras, pero sus pálidas pieles y el pelo rubio de Elena brillaban.
Estaban centrados sólo el uno en el otro, de modo que, a pesar de su
Poder, Damon no estaba al tanto de la presencia de Stefan, ni siquiera
cuando caminó hacia ellos.
—¿Es por esto que querías tomar un tiempo aparte, Elena? —preguntó
Stefan, su voz sonaba hueca y distante. Finalmente lo notaron, alejándose
uno del otro, la pálida cara de Elena en shock.
—Stefan —dijo—. Por favor, Stefan, no, no es lo que parece. —Ella tendió
una mano hacia él, luego la retiró vacilante.
Todo parecía tan lejano para Stefan; era consciente de que estaba
temblando, tenía la boca seca, pero sentía casi como si estuviera mirando a
alguien más dolorido. —No puedo hacer esto —dijo—. No de nuevo. Si
lucho por ti, voy a acabar destruyéndonos a todos. Igual que con Katherine.
Elena estaba negando con la cabeza hacia atrás y hacia delante, con las
manos extendidas hacia él implorando una vez más. —Por favor, Stefan —
dijo.
—No puedo —dijo Stefan de nuevo, alejándose, su voz delgada y
desesperada.
Entonces, por primera vez, miró a Damon, y una furia candente se estrelló
contra él, ignorando el entumecimiento alejado de inmediato. —Todo lo
que haces es tomar —le dijo Stefan amargamente—. Esta es la última vez.
No somos hermanos más.
La cara de Damon se abrió una fracción de segundo con consternación, sus
ojos muy abiertos, como si estuviera a punto de hablar, y luego se
endureció de nuevo, su boca girando con desprecio, y sacudió su cabeza
hacia Stefan. Muy bien, ese gesto indicaba, entonces piérdete.
Stefan se tambaleó hacia atrás, y luego se giró y corrió, moviéndose con
toda la gracia sobrenatural y velocidad a su mando, dejándolos muy por
detrás, incluso mientras Elena gritaba: —¡Stefan!
24
Traducido por Jessie_Maddox
Corregido por Nikola
Riéndose, Bonnie se tropezó bajando las escaleras, su pies se salían de su
zapato de tacón alto.
—Aquí tienes, Cenicienta —dijo Zander, cogiendo el zapato y
arrodillándose en frente de ella. Él la ayudó a deslizar el zapato en su pie,
sus dedos cálidos y firmes contra su empeine.
Bonnie le dio una burlona reverencia, intentando aguantar la risa. —
Gracias, mi lord —dijo ella coqueteando.
Se sentía fabulosa, tan ridícula y feliz. Era casi como si estuviera borracha,
pero ella sólo se tomó unos sorbos de cerveza. No, ella estaba borracha.
Borracha de Zander, de sus besos, de sus suaves manos y sus grandes ojos
azules. Ella alcanzó su mano, y él le sonrió, esa sonrisa larga y lenta, y
Bonnie absolutamente se estremeció.
—Parece que la fiesta está terminando —dijo ella nada más llegaron a la
segunda planta. Era bastante tarde, casi las dos en punto. Había sólo unos
pocos grupos de hardcore fiesteros a la izquierda; un grupo de muchachos
de fraternidad junto al barril, chicas del departamento de teatro bailando
con fuertes balanceos de sus manos, una pareja sentada cogidos de la
manos en la parte superior de las escaleras metidos en una profunda
conversación. Meredith, Stephan, Samantha y Matt se han ido, y si Elena
llegó, también se ha ido. Los amigos de Zander también se han ido o han
sido echados.
—Adiós, adiós. —Bonnie dijo a las pocas personas que se quedaron. Ella no
ha tenido la posibilidad de hablar con alguno de ellos, pero ellos parecían
agradables. Quizás la próxima vez que ella fuera a una fiesta, ella se
quedaría más tiempo y hablaría con las personas que no ha conocido
antes.
Mirando a todos sus nuevos amigos, amigos que ha hecho en el campus.
Bonnie dio una especial despedida a la pareja que había visto últimamente
con Matt, un chico deportista cuyo nombre ella pensaba que era Ethan y
esa chica con rizos oscuros y con hoyuelos. No eran de primer año. Ella
amaba esta noche a todos, pero ellos se lo merecían más, porque ellos
habían visto el estupendo chico que era Matt. Ellos le devolvieron la
despedida, un poco dudosos, y la chica le sonrió, mostrando sus profundos
hoyuelos.
—Ellos parecen agradables. —Bonnie dijo a Zander, y él le echó un vistazo
mientras abría la puerta.
—Hmmm —dijo él sin comprometerse, y lo que vio en sus ojos, sólo por un
minuto, hizo temblar a Bonnie.
—¿No lo son? —dijo ella nerviosamente. Zander miró de vuelta a ella, y su
brillante cálida sonrisa se deslizó en su cara. Bonnie se relajó; la frialdad
que ella había visto en los ojos de Zander debe haber sido sólo un truco de
la luz.
—Desde luego que lo son, Bonnie —dijo él—. Sólo me he distraído por un
segundo. —Él envolvió su brazo sobre sus hombros, acercándola, y dejó
caer un beso en su frente. Ella suspiró, acurrucándose a él.
Caminaron juntos por un momento. —Mira las estrellas —dijo Bonnie
suavemente. La noche era clara y las estrellas lucían brillantes en el cielo—.
Es porque está empezando a hacer frío por la noche por lo que podemos
verlas tan bien.
Zander no contestó, sólo hizo un sonido profundo en su garganta de
nuevo, y Bonnie le echó una mirada a través de sus pestañas—. ¿Quieres ir
a desayunar conmigo por la mañana? —preguntó ella—. Los domingos, la
cafetería hace una especie de “haz-tu-propio-waffle”, con un montón de
diferentes aderezos. Están deliciosos.
Zander estaba miraba fijamente a la distancia con la misma expresión de
medio-escuchando que él había tenido la última vez que caminaron a
través del campus juntos. —¿Zander? —Bonnie preguntó con cautela, y él
frunciéndole el ceño, mordiendo su labio pensativo.
—Lo siento —dijo. Él quitó su brazo de los hombros de Bonnie y
retrocediendo unos pocos pasos, sonrió forzadamente. Su cuerpo entero
estaba tenso, como si él estuviera a punto de echar a correr.
—¿Zander? —preguntó ella de nuevo, confusa.
—Olvidé algo —dijo Zander, esquivando la mirada de ella—. Tengo que
volver a la fiesta.
—Oh, iré contigo —se ofreció Bonnie.
—No, está bien. —Zander estaba apoyándose en una pierna y luego en
otra, mirando a los hombros de Bonnie como si, de repente, él quisiera
estar en cualquier lugar menos con ella. De repente, él se adelantó hacia
ella y la besó con torpeza, golpeando sus dientes, y luego dio un paso
atrás y se volvió, caminando en la otra dirección. Sus pasos alargados,
pronto él estaba corriendo lejos de ella, desapareciendo en la noche. Una
vez más. Él no volvió a mirar atrás.
Bonnie, de repente sola, se estremeció y miró alrededor, a la oscuridad en
todos lados. Ella se sentía tan feliz hace un minuto, y ahora se sentía fría y
consternada, como si le hubieran echado un cubo lleno de agua fría.
—Tienes que estas bromeando —dijo en voz alta.
***
Elena estaba temblando tanto que Damon tenía miedo de que ella se
deshiciera en pedazos. Él envolvió sus brazos alrededor de ella para
reconfortarla y ella lo miró sin llegarlo a ver realmente, con sus ojos
vidriosos.
—Stefan… —gimió suavemente, y Damon tuvo que luchar contra una
punzada de irritación. Así que Stefan estaba sobreactuando.
¿Qué más era nuevo? Damon estaba aquí, estaba con ella y apoyándola, y
Elena necesitaba darse cuenta de ello.
Él sintió la tentación de agarrar a Elena por la barbilla con firmeza y hacer
que ella le mirara.
En los viejos tiempos, habría hecho precisamente eso. Diablos, en los
viejos tiempos, habría enviado una ráfaga de energía a Elena hasta que
fuera dócil en sus manos, hasta que ella ni siquiera recordara el nombre de
Stefan. Sus caninos picaban con nostalgia pensándolo. Su sangre era como
el vino.
No es que esperara que Elena cediera sumisamente ante su energía,
aunque hubiera funcionado, él admitió a sí mismo, su boca curvándose
ante una sonrisa.
Pero él ya no era así. Y él no la quería de esa manera. Él estaba tratando
tan duro, a pesar de que él odiaba incluso admitirlo a sí mismo, de ser
digno de Elena. Para ser digno de Stefan, incluso si se llegara a eso.
Había sido reconfortante finalmente tener a su hermano pequeño
mirándole con algo más que con odio y repugnancia. Bueno, eso se acabó.
La tregua provisional, los comienzos de la amistad, la fraternidad, lo que
había entre Stefan y él, se había ido.
—Vamos, princesa —murmuró a Elena, ayudándola a subir las escaleras
hacia su puerta—. Sólo un poco más.
No podía sentir que se besaron. Ella era tan hermosa, estaba tan viva y tan
vibrante en sus brazos. Y ella sabía tan bien. Y la amaba, lo hacía, tanto
como su corazón era capaz. Su boca se curvó de nuevo, y él podía probar
su propia amargura. Elena nunca iba a ser suya, ¿lo era? Incluso cuando
Stefan le dio la espalda a Elena, el tremendo idiota, era en todo lo que ella
pensaba. La mano libre de Damon, la que no estaba en el hombro de Elena
protegiéndola, se curvó en un puño.
Ellos alcanzaron la habitación de Elena y Damon buscó en el bolso de Elena
sus llaves para abrirle la puerta.
—Damon —dijo ella, volviéndose en el umbral de su puerta para mirarlo
directamente a los ojos por primera vez desde que Stefan los cogiera
besándose. Se le veía pálida todavía, pero decidida, su boca formando una
línea recta—. Damon, fue un error.
El corazón de Damon empezó a pesar como una piedra, pero él contempló
su mirada fija en él. —Lo sé —dijo, su voz salió firme—. Todo se
solucionará al final, princesa, ya verás —obligó a sus labios a sacar una
sonrisa tranquilizadora, de apoyo. La sonrisa de un amigo.
Después Elena se había ido, la puerta de su habitación cerrándose
firmemente detrás de ella. Damon se giró sobre sus pasos, maldiciendo y
dando patadas a la pared detrás de él. Se rompió, y él la pateó de nuevo
con satisfacción en el sentimiento amargo de ver cómo se rompía el yeso.
Hubo un refunfuñado silencio viniendo desde detrás de las puertas en el
piso y Damon podía oír los pasos de alguien que se acercaba para
investigar de donde procedía el ruido. Si tuviera que lidiar con alguien
ahora, seguramente lo mataría. Eso no sería una buena idea, no importa lo
mucho que podría disfrutar de eso, no con Elena justo aquí.
Lanzándose hacia una ventana de la sala abierta, Damon sin problemas se
transformó en un cuervo en el aire. Fue un alivio estirar sus alas y coger el
ritmo para volar y sentir la brisa contra sus plumas, levantándole y
sosteniéndole. Voló a través de la ventana con un par de compases fuertes
de sus alas y se lanzó en la noche. Cogiendo aire, planeó imprudentemente
alto a pesar de la oscuridad de la noche. Él necesitaba una ráfaga de aire
contra su cuerpo, necesitaba distracción.
25
Traducido por Isane33✰
Corregido por Nikola
Querido Diario:
No puedo creer lo tonta, infiel y despreciable idiota que soy.
Nunca debí haber besado a Damon, o dejar que él me besara.
La mirada en el rostro de Stefan cuando nos encontró fue desgarradora.
Sus rasgos estaban tan rígidos y pálidos, como si estuviera hecho de hielo,
y sus ojos brillaban con lágrimas. Y luego pareció que una luz se apagó en
su interior, y me miró como si me odiara. Como si fuera Katherine. Sin
importar lo que haya pasado entre nosotros, Stefan nunca me miró así
antes.
No lo creeré. Stefan nunca podría odiarme. Cada latido de mi corazón me
dice que nuestro destino es estar juntos, que nada puede separarnos.
He sido tan estúpida, y le he hecho daño a Stefan, a pesar de que era la
única cosa que nunca quise hacer. Pero este no es el fin para nosotros.
Una vez que le pida disculpas y le explique que fue testigo de un momento
de locura, me va a perdonar. Una vez que lo pueda tocar de nuevo, él verá
cuanto lo lamento.
Fue sólo la adrenalina por haber estado tan cerca de la muerte, por ese
coche que nos perseguía. Ni Damon ni yo realmente deseábamos al otro,
ese beso fue simplemente nosotros aferrándonos fuertemente a la vida.
No, no puedo mentir. No aquí. Tengo que ser honesta conmigo misma,
aunque finja con los demás. Quería besar a Damon. Quería tocar a Damon.
Siempre he querido hacerlo.
Pero no tengo que hacerlo. Soy capaz de detenerme, y lo haré. No le quiero
causar más dolor a Stefan.
Stefan lo entenderá, comprenderá que voy a hacer todo lo posible para
hacerlo feliz otra vez, y entonces me perdonará.
Este no puede ser el fin. No voy a dejar que lo sea.
Elena cerró su diario y marcó el número de Stefan, una vez más, dejando
sonar el teléfono hasta que se fue al buzón de voz y luego colgó. Ella lo
había llamado varias veces la noche anterior, y luego, una y otra vez esta
mañana. Stefan podía ver sus llamadas, ella lo sabía. Él siempre llevaba su
teléfono. También siempre respondía; parecía sentir cierta obligación de
estar disponible puesto que tenía el teléfono con él.
El hecho de que no estaba respondiendo significaba que la estaba evitando
a propósito.
Elena sacudió su cabeza con fuerza y marcó de nuevo. Stefan iba a
escucharla. No iba a dejar que la rechazara. Una vez que le explicara y él la
perdonara todo podría volver a la normalidad. Ellos podrían poner fin a
esta separación que los estaba haciendo tan infelices a ambos,
evidentemente, esto no había resultado como ella pretendía.
Pero, ¿qué es exactamente lo que iba a decir? Elena suspiró y se dejó caer
de espaldas sobre su cama, su corazón hundiéndose. A parte de la
adrenalina de la persecución del coche, todo lo que realmente podía decir
es que no había querido que el beso con Damon ocurriera, que no lo
quería, no sinceramente. Ella quería a Stefan. Lo único que podía decirle
era que eso no fue algo que había esperado o planificado. Que Damon no
era al que ella quería. No realmente. Que ella siempre elegiría a Stefan.
Esto tendría que ser suficiente. Elena marcó de nuevo.
Esta vez, Stefan contestó su llamada.
—Elena —dijo secamente.
—Stefan, por favor, escúchame —dijo Elena rápidamente—. Lo siento
mucho. Yo nunca…
—No quiero hablar sobre eso —dijo Stefan, interrumpiéndola—. Por favor,
deja de llamarme.
—Pero, por favor, Stefan…
—Te quiero, pero… —La voz de Stefan era suave pero fría—. No creo que
podamos estar juntos. No si yo no puedo confiar en ti.
La comunicación se cortó. Elena alejó el teléfono de su oreja y lo miró por
un momento, perpleja, antes de darse cuenta de lo que había sucedido.
Stefan, su querido, querido Stefan, que siempre había estado allí para ella,
que la amaba sin importar lo que hacía, le había colgado el teléfono.
***
Meredith levantó un pie detrás de su espalda, lo agarró con ambas manos,
respiró profundo, y poco a poco levantó el pie más alto, estirando sus
músculos cuádriceps.
Se sentía bien estirar, para que la sangre circule después de su larga
noche. Ella tenía muchas ganas de entrenar con Samantha. Había un nuevo
movimiento que Meredith había descubierto, un poco inspirado en el
kickboxing, que pensaba que a Sam le iba a encantar, una vez que
superara el shock de haber sido derribada por Meredith, una vez más.
Samantha se había estado volviendo cada vez más rápida y más segura de
sí misma a medida que ellas seguían ejercitándose juntas, y Meredith
definitivamente quería mantenerla alerta.
Eso era, sería estupendo entrenar con Samantha, si Samantha de hecho
llegara. Meredith miró su reloj. Sam tenía casi veinte minutos de retraso.
Por supuesto, que la noche anterior habían estado fuera hasta tarde. Pero
aun así, no era como si Samantha no se presentara cuando decía que iba a
hacerlo. Meredith se volvió hacia su teléfono para ver si tenía un mensaje,
después llamó a Samantha. No contestó.
Meredith dejó un rápido mensaje de voz, luego colgó y volvió al
estiramiento, tratando de ignorar el leve estremecimiento de desasosiego
que la atravesaba. Movió sus hombros en círculos, estiró los brazos por
detrás de su espalda.
Quizás Samantha simplemente lo olvidó y había apagado su teléfono. Tal
vez se quedó dormida. Samantha era un cazador, ella no estaba en peligro
de quien sea o lo que sea, que estaba al acecho en el campus.
Suspirando, Meredith dejó su rutina de ejercicios. No iba a ser capaz de
enfocarse hasta ver como estaba Samantha, a pesar de que la otra chica
probablemente estaba muy bien.
Indudablemente bien. Recogiendo su mochila, se dirigió hacia la puerta.
Podía ponerse a correr de camino hacia allá.
El sol brillaba, el aire era fresco, y los pies de Meredith golpearon los
senderos a un ritmo regular mientras serpenteaba entre las personas que
vagaban por el campus. En el momento en que llegó a la residencia de
Samantha, estaba pensando que tal vez a Sam le gustaría ir por una
agradable carrera de larga distancia con ella en lugar de entrenarse hoy.
Ella llamó a la puerta de Samantha, diciendo: —¡Levántate y brilla,
dormilona! —La puerta, sin el seguro, estaba un poco abierta por el viento.
—¿Samantha? —dijo Meredith, empujando la puerta para abrirla más.
El olor le pegó primero. Como óxido y sal, con un profundo olor a
descomposición, era tan fuerte, que Meredith se tambaleó hacia atrás,
tapando con una mano su nariz y su boca.
A pesar del olor, Meredith al principio no pudo entender lo que estaba
sobre las paredes. ¿Pintura? , se preguntó, su cerebro sintiéndose débil y
lento. ¿Por qué estaría Samantha pintando? Era tan rojo. Ella entró por la
puerta lentamente, aunque algo dentro de ella estaba empezando a gritar.
No, no, escapa.
Sangre. Sangresangresangresangre. Meredith ya no se sentía lenta y
perezosa: su corazón latía con fuerza, su cabeza le daba vueltas, su
respiración era fuerte y rápida.
La muerte estaba en esta sala.
Tenía que ver. Tenía que ver a Samantha. A pesar de todos los nervios de
su cuerpo instándola a correr, a oponerse, Meredith siguió avanzando.
Samantha boca arriba, debajo de ella la cama empapada de rojo sangre.
Parecía que ella había sido destrozada. Tenía los ojos abiertos mirando
fijamente hacia el techo, sin pestañear.
Ella estaba muerta.
26
Traducido por Sprinkling
Corregido por Nikola
—¿Esta segura de que no quiere que llamemos a sus padres, señorita? —La
voz del oficial de seguridad del campus era brusca pero delicada, y sus
ojos estaban preocupados.
Por un segundo, Meredith se permitió tener la imagen de tener la clase de
padres que el debería estar imaginando: unos que se precipitarían para
rescatar a su hija, abrigándola y llevándola a casa hasta que las horribles
imágenes de la muerte de su amiga se desvanecieran. Sus padres sólo
dirían que continúe con el trabajo. Le dirían que cualquier otra reacción era
una falla.Si se dejaba ser débil, más gente moriría. Más aún porque
Samantha había sido una cazadora, de una familia de cazadores, como
Meredith. Meredith sabía exactamente lo que diría su padre si ella lo
llamara. “Esto será una lección para ti. Nunca estás segura.”
—Estaré bien —le dijo al guardia de seguridad—. Mis compañeras de
habitación están arriba.
La dejo ir, mirándola subir las escaleras con una angustiada expresión. —
No se preocupe, señorita —la llamó—. La policía atrapará a este chico.
Meredith se mordió una réplica, como que estaba poniendo mucha fe en la
policía, tenían que encontrar pistas sobre qué pasó con la gente perdida o
resolver la muerte de Christopher. Él estaba sólo tratando de reconfortarla.
Ella asintió hacia él y dio una pequeña ondulación.
Ella no había sido más exitosa que la policía, ni siquiera con la ayuda de
Samantha. No había estado tratando lo suficientemente duro, había estado
demasiado distraída con el nuevo lugar, la nueva gente.
¿Por qué ahora? Meredith se preguntó de repente. No había ocurrido antes,
pero esta era la primera muerte, ataque, o desaparición que tomaba lugar
en un dormitorio en lugar de afuera en el patio o en los caminos del
campus. Lo que esto sea, vino específicamente detrás de Samantha.
Meredith recordó la negra figura que ella había ahuyentado después de que
atacó a una chica, una chica que dijo que no recordaba nada. Meredith
recordó el flash de cabello pálido mientras la figura se daba la vuelta.
¿Murió Samantha porque estuvieron muy cerca del asesino?
Sus padres estaban en lo correcto. Nadie estaba nunca seguro. Tenía que
trabajar más duro, necesitaba continuar con el trabajo y seguir todas las
pistas.
Arriba, la cama de Bonnie estaba vacía. Elena levantó la vista de donde ella
estaba tendida, acurrucada en su cama. Parte de Meredith notó que el
rostro de Elena estaba húmedo con lágrimas y sabía que usualmente
tendría que reducir todo para reconfortar a su amiga, pero ahora tenía que
enfocarse en encontrar al asesino de Samantha.
Meredith cruzó hacia su closet, abriéndolo, y sacó una pesada cartera
negra y el estuche para el bastón de cazador.
—¿Dónde está Bonnie? —preguntó, lanzando la cartera en su cama y
desabrochándola.
—Se fue antes de que me levantara —respondió Elena, su voz vacilante—.
Pienso que tenía un grupo de estudio esta mañana. Meredith, ¿qué esta
sucediendo?
Meredith volteó la cartera abierta y comenzó a sacar sus cuchillos y a
arrojar estrellas.
—¿Qué esta sucediendo? —Elena preguntó de nuevo, más insistentemente,
sus ojos amplios.
—La muerte de Samantha —dijo Meredith, revisando los bordes de su
cuchillo contra su pulgar—. Fue asesinada en su cama por quien sea que
este acechando en el campus, y tenemos que detenerlo. —El cuchillo podía
ser más afilado, Meredith había estado dejando correr el mantenimiento de
sus armas, y buscó en el bolso por una piedra para afilar.
—¿Qué? —Elena dijo—. Oh, no, oh, Meredith, lo siento. —Lágrimas
comenzaron a correr por su rostro de nuevo, y Meredith la miró,
sosteniendo el bolso con el bastón en el.
—Hay una pequeña caja negra en mi escritorio con pequeñas botellas de
diferentes extractos de pociones dentro —dijo—. Acónito, verbena, veneno
de serpiente. No sabemos con que estamos tratando exactamente, así que
mejor llena las hipodérmicas con una variedad de cosas. Ten cuidado —
añadió.
La boca de Elena cayó abierta, y luego, después de algunos segundos, la
cerró firmemente y asintió, secándose las mejillas con las palmas de sus
manos. Meredith sabia que su mensaje: “llora luego, actúa ahora”, había
sido recibido y que Elena, como siempre, trabajaría con ella.
Elena puso el bastón en su cama y encontró la caja de pociones en el
escritorio de Meredith. Meredith miró mientras Elena entendía como llenar
las pequeñas hipodérmicas insertándolas en el palote de hierro del bastón,
sus firmes dedos sacándolas y trabajándolas cuidadosamente abiertas. Una
vez que estaba segura de que Elena sabía que estaba haciendo, Meredith
volvió a afilar su cuchillo.
—Deben haber venido por Samantha con un propósito. No fue una víctima
de oportunidad —dijo Meredith, sus ojos en el cuchillo mientras señalaba
rítmicamente contra la piedra para afilar—. Pienso que necesitamos asumir
que quien sea, sabe que lo estamos buscando, y esto es por lo tanto por
qué estamos en peligro. —Se estremeció, recordando el cuerpo de su
amiga—. La muerte de Samantha fue brutal.
—Un auto trató de chocar a mí y a Damon anoche —dijo Elena—. Hemos
estado tratando de investigar algo extraño en la biblioteca, pero no se si es
el por qué. No pude echarle un vistazo al conductor.
Meredith hizo una pausa en afilar su cuchillo. —Te dije que Samantha y yo
ahuyentamos a alguien atacando a una chica en el campus —dijo
pensativamente—, pero no te dije una cosa, porque no estaba segura. Y
aun no estoy segura. —Le dijo a Elena sobre su impresión de la figura
vestida de negro, incluyendo la momentánea expresión de palidez sobre la
sudadera, casi blanco cabello.
Elena frunció el ceño, sus dedos titubeando en el bastón. —¿Zander? —
preguntó.
Ambas miraron a la desecha cama de Bonnie.
—A ella realmente le gusta. —Meredith dijo lentamente—. ¿No sabría si
sucediera algo mal con el? tu sabes… —hizo un vago gesto alrededor de su
cabeza, tratando de indicar la historia de visiones de Bonnie.
—No podemos contar con ello —dijo Elena, frunciendo el ceño—. Y ella no
recuerda las cosas que ve. No pienso que él sea correcto para Bonnie —
continuó—. Él es algo, quiero decir, es lindo, y amigable, pero parece
apagado de alguna manera, ¿no? Y sus amigos son idiotas. Sé que es un
largo camino de tener terribles amigos a ser suficientemente peligroso
para hacer algo así, pero no confío en el.
—¿Puedes hablarle a Stefan para que lo mire? —Meredith preguntó—. Sé
que están teniendo un tiempo de no salir, pero esto es importante, y un
vampiro sería el mejor para mantener un ojo en él. —Stefan se veía tan
triste la otra noche, pensó distante. ¿Por qué Elena no debía llamarlo? La
vida era corta. Sintió la hoja del cuchillo contra su garganta de nuevo.
Mejor. Poniendo el afilado cuchillo abajo, buscó otro.
Elena no estaba respondiendo, y Meredith levanto la vista para verla
mirando fijamente al bastón, su boca temblando. —Yo… Stefan no esta
hablándome —dijo en una pequeña explosión—. No pienso… no sé si nos
ayudaría —cerró su boca firmemente, claramente no queriendo hablar de
esto.
—Oh —dijo Meredith. Era duro imaginar a Stefan no haciendo lo que Elena
quería, pero era también claro que Elena no quería hablarle de eso—.
¿Debería llamar a Damon? —sugirió a regañadientes. El vampiro más viejo
era un dolor, y ella realmente no confiaba en él, pero era ciertamente
bueno siendo sigiloso.
Elena tomó aire y luego asintió enérgicamente. —No, yo lo llamo —dijo—.
Le pediré a Damon que investigue a Zander.
Meredith suspiró y se inclinó contra la pared, dejando caer el cuchillo en su
cama. De repente, estaba terriblemente cansada. Esperar por Samantha en
el gimnasio esta mañana pareció como un millón de años atrás, pero
todavía no era la hora del almuerzo. Ella y Elena miraron la cama de Bonnie
de nuevo.
—Tenemos que hablarle de Zander, ¿no? —Elena preguntó
tranquilamente—. Le tenemos que preguntar con quien estuvo toda la
noche. Y tenemos que protegerla.
Meredith asintió y cerró sus ojos, dejando a su cabeza descansar contra la
frialdad de la pared, luego abrió los ojos de nuevo. Cansada como estaba,
sabía que las imágenes de la muerte de Samantha volverían a ella si se
dejaba descansar por un momento. No tenía tiempo para descansar, no
mientras el asesino estaba fuera. —Ella no va a estar feliz por esto.
27
Traducido por Krispipe
Corregido por Paola Salvatore
Rebotar.
Rebotar.
Rebotar.
Agitar.
Atrapar.
Rebotar.
Rebotar.
Agitar.
Atrapar.
Stefan estaba en la línea de tiro libre en la cancha de baloncesto vacía,
driblando y tirando mecánicamente la pelota a través de la red. Se sentía
vacío por dentro, un autómata haciendo perfectos disparos idénticos.
Realmente no le gustaba el baloncesto. Para él, carecía del contacto
satisfactorio del fútbol y la precisión matemática del billar. Pero era algo
que hacer. Había pasado toda la noche y toda la mañana, y no podía
soportar el interminable ritmo de sus propios pies en el campus, o la visión
de las cuatro paredes de su habitación.
¿Qué iba a hacer ahora? No parecía tener mucho sentido ir a la escuela sin
Elena a su lado. Trató de bloquear sus recuerdos de los siglos vagando
solo por el mundo, sin ella, sin Damon, que precedían su llegada a Fell´s
Church. Echó el cierre a sus emociones, lo más fuerte que pudo,
obligándose a sí mismo a anestesiarse, pero no pudo evitar preguntarse
vagamente si siglos de soledad estaban reservados para él de nuevo.
—Tienes un gran talento —dijo una sombra, dando un paso fuera de las
gradas—. Tenemos que reclutarte para el equipo de baloncesto, también.
Matt, reconoció Stefan, anotando otra canasta. A continuación le lanzó la
pelota a él. Matt se alineó con cuidado a la canasta y tiró, la pelota rodeó el
aro antes de caer a través.
Stefan esperó a que Matt corriera a buscar la pelota, luego se volvió hacia
él.
—¿Estabas buscándome? —preguntó, con cuidado de no preguntar si Elena
lo había enviado.
Pareciendo sorprendido, Matt negó con la cabeza. —Nah. Me gusta tirar
canastas cuando tengo que pensar que hacer. Ya sabes.
—¿Qué pasa? —preguntó Stefan.
Matt se frotó la nuca, avergonzado. —Había esta chica que me gustaba,
sobre la que he pensado un tiempo, con ganas de invitarla a salir. Y, eh…
resulta que ella ya tiene novio.
—Oh. —Después de unos minutos, Stefan se dio cuenta de que debía
responder con algo más—. Lamento escuchar eso.
—Sí —suspiró Matt—. Ella es muy especial. Pensé… no lo sé, sería bueno
tener algo parecido a lo que tú y Elena tienen. Alguien a quien amar.
Stefan hizo una mueca. Sentía como si Matt hubiera torcido un cuchillo en
su intestino. Lanzó el balón en la canasta, sin apuntar esta vez, y rebotó
con fuerza contra el tablero. Matt saltó para atraparlo, y luego se acercó a
él, ofreciéndole una mano.
—Hey, hey, Stefan. Tómatelo con calma. ¿Qué pasa?
—Elena y yo no nos estamos viendo más —dijo Stefan rotundamente,
tratando de ignorar la punzada de dolor al decir las palabras—. La… la vi
besando a Damon.
Matt miró a Stefan en silencio por lo que pareció un largo tiempo, sus ojos
azul pálido constante y compasivo. Stefan fue golpeado fuertemente por el
recuerdo de que Matt había amado a Elena, también, y que habían estado
juntos antes de que Stefan entrara en escena.
—Mira —dijo Matt finalmente—. Tú no puedes controlar a Elena. Si hay una
cosa que sé de ella, y la he conocido por nuestras vidas enteras, es que ella
siempre va a hacer lo que quiera hacer, sin importar lo que se interponga
en su camino. No se le puede detener. —Stefan comenzó a asentir con la
cabeza, lágrimas calientes ardiendo detrás de sus ojos—. Pero —añadió
Matt—, también sé que, al final, tú eres el indicado para ella. Ella nunca se
ha sentido de la forma que lo hace por ti por nadie más. Y ya sabes, estoy
empezando a descubrir que hay otras chicas por ahí, pero no creo que tú
lo vayas a hacer. Lo que sea que está pasando con Damon, Elena volverá
contigo. Y serías un idiota si no la dejaras, porque ella es la única para ti.
Stefan se frotó el puente de la nariz. Se sentía frágil, como si sus huesos
fueran de cristal. —No lo sé, Matt —dijo con voz cansada.
Matt sonrió con simpatía. —Sí, pero yo sí —le lanzó el balón a Stefan y éste
lo cogió de forma automática—. ¿Quieres jugar a Caballo?
Él estaba cansado y dolorido, pero, mientras regateaba el balón, pensando
que tendría que ir un poco fácil para dar a Matt una oportunidad, Stefan
sintió una agitación de esperanza. Tal vez Matt tenía razón.
***
—¿Están locas? —gritó Bonnie. Ella siempre había pensado que “verse rojo”
era sólo una metáfora, pero estaba tan enojada que en realidad estaba
viendo el más toque de color escarlata en todo, como si toda la habitación
se hubiera sumergido en agua teñida de sangre.
Meredith y Elena intercambiaron una mirada. —No estamos diciendo que
haya nada malo con Zander —dijo Meredith suavemente—. Es sólo que
queremos que tengas cuidado.
—¿Cuidado? —Bonnie dio una medio risa, un poco amarga y empujó más
allá de ellas para tomar una bolsa de lona de su armario.
—Están celosas —dijo sin mirarlas. Descomprimió la bolsa y comenzó a
volcar la ropa.
—¿Celosas de qué, Bonnie? —preguntó Elena—. Yo no quiero a Zander.
—Celosas porque yo soy finalmente la que tiene un novio —replicó Bonnie.
—Alaric está de vuelta en Fell´s Church y tú rompiste con tus dos novios, y
no les gusta verme feliz cuando ustedes son miserables.
Elena cerró la boca con fuerza, con manchas blancas mostrándose en sus
pómulos, y se alejó. Mirando a Bonnie atentamente, Meredith dijo: —Te
dije lo que vi, Bonnie. Nada está definido, pero me temo que la persona
que atacó a la chica podría haber sido Zander. ¿Puedes decirme dónde
estaban después de que nos dejaron en la fiesta anoche?
Centrándose en rellenar con sus jeans favoritos en lo que ya estaba
empezando a parecer una bolsa de hacinamiento, Bonnie no contestó.
Podía sentir un molesto rubor delator expandiéndose por su cuello y su
rostro. Ella podía agarrar su cepillo de dientes y una crema hidratante del
cuarto de baño en su camino al pasillo.
Meredith se acercó a ella, sus manos abiertas y extendidas
conciliadoramente.
—Bonnie —dijo suavemente—. Queremos que seas feliz. Realmente lo
queremos. Pero queremos que estés segura, también, y nos preocupa que
Zander podría no ser todo lo que crees que es. ¿Tal vez podrías mantenerte
alejada de él, sólo por un ratito? ¿Mientras comprobamos las cosas?
Bonnie subió la cremallera de su bolso, lo tiró por encima del hombro, y se
dirigió a la puerta, pasando junto a Meredith sin mirarla. Tenía la intención
de salir pero, en el último minuto, dio la vuelta en la puerta para
enfrentarlas de nuevo, incapaz de callarse lo que estaba pensando.
—Lo que me está matando aquí —dijo—, es lo hipócritas que son ustedes
dos. ¿No se acuerdan cuando el Sr. Tanner fue asesinado? ¿O el vagabundo
que casi murió en el Puente Wickery? —Ella realmente estaba temblando de
furia—. Todo el mundo en el pueblo pensó que Stefan era responsable.
Todas las evidencias apuntaban a él. Pero Meredith y yo no lo creímos,
porque Elena nos dijo que ella sabía que Stefan no podía haberlo hecho,
que él no lo habría hecho. Y le creímos, a pesar que no tenía ninguna
prueba que darnos —señaló, mirando fijamente a Elena, que bajó sus ojos
al suelo—. Yo había pensado que podían confiar en mí de la misma manera
—miró hacia atrás y adelante entre ellas—. El hecho de que estén
sospechando de Zander a pesar de que estoy aquí de pie, diciendo que él
no le haría daño a nadie, deja claro que no me respetan —dijo con
frialdad—. Tal vez nunca lo hicieron. —Bonnie salió de la habitación,
enganchando la correa de la bolsa de lona más alta en el hombro.
—Bonnie —oyó detrás de ella y se volvió a mirar una vez más. Meredith y
Elena estaban tras ella, con idénticas expresiones de frustración en sus
rostros.
—Voy con Zander —dijo Bonnie secamente. Eso les mostraría lo que
pensaba sobre sus sospechas de él.
Cerró la puerta tras ella.
28
Traducido por krispipe
Corregido por LadyPandora
—Por supuesto que Bonnie está molesta —dijo Alaric—. Este es su primer
novio de verdad. Pero vosotras tres habéis pasado por muchas cosas
juntas. Ella regresará a ti, y te escuchará, una vez que tenga la oportunidad
de calmarse.
Su voz era profunda y amorosa, y Meredith cerró los ojos y sostuvo el
teléfono con más fuerza junto a su oído, imaginando su apartamento de
alumno de postgrado con el cómodo sofá de color marrón y las estanterías
de cajas de leche. Nunca había deseado con tanta fuerza estar allí.
—¿De todos modos, qué pasa si le sucede algo? —dijo Meredith—. No
puedo esperar a que Bonnie supere su enfado conmigo si está en peligro.
Alaric hizo un ruido pensativo en el teléfono, y Meredith podía imaginarlo
arrugando la frente como lo hacía cuando estaba analizando un problema
desde diferentes ángulos.
—Bueno —dijo al fin—. Bonnie ha estado pasando un montón de tiempo
con Zander, ¿verdad? ¿Un montón de tiempo a solas? Y ha estado bien
hasta el momento. Creo que podemos concluir que, aunque Zander sea el
que está detrás de los ataques en el campus, no tiene planeado hacerle
daño a Bonnie.
—Creo que tu razonamiento tiene algo engañoso—dijo Meredith, sin
embargo, se sintió extrañamente reconfortada por sus palabras.
Alaric dio un pequeño resoplido de risa y sorpresa.
—No me llames fanfarrón —dijo—. Tengo la reputación de ser lógico.
Meredith escuchó el crujido de la silla del escritorio de Alaric al otro lado
de la línea y se lo imaginó recostado, el teléfono metido en sus hombros,
las manos detrás de su cabeza.
—Siento mucho lo de Samantha —dijo con la voz sobria.
Meredith se metió más en su cama, apretando la cara contra la almohada.
—No puedo hablar de eso todavía —dijo ella, cerrando sus ojos—. Sólo
tengo que averiguar quién la mató.
—No sé si eso va a ser útil —dijo Alaric—. Pero he estado haciendo algunas
investigaciones sobre la historia de Dalcrest.
—¿Como los fantasmas y los extraños misterios en todo el campus de los
que habló el profesor de Elena en la clase?
—Bueno, aún hay más en la historia de la universidad que lo que él les
contó —dijo Alaric.
Meredith pudo oírlo revolver los papeles, probablemente hojeando las
páginas de uno de sus cuadernos de investigación.
—Dalcrest parece ser algo así como un punto de acceso paranormal. Ha
habido incidentes que suenan como ataques de vampiros y hombres lobo a
lo largo de su historia, y esta no es la primera vez que ha habido una serie
de misteriosas desapariciones en el campus.
—¿En serio? —Meredith se sentó—. ¿Cómo puede mantenerse la
universidad abierta si la gente desaparece todo el tiempo?
—No es todo el tiempo —dijo Alaric—. La última gran ola de desapariciones
fue durante la Segunda Guerra Mundial. Hubo un montón de movilidad
demográfica en ese momento, y aunque los estudiantes desaparecidos
dejaban amigos y familiares atrás, la policía asumió que los jóvenes
desaparecidos se habían escapado para alistarse y las mujeres para casarse
con soldados o para trabajar en fábricas de municiones. El hecho de que
los estudiantes nunca volvieron de nuevo parece haber sido ignorado, y los
casos no fueron relacionados.
—Un trabajo estupendo por parte del departamento de policía —dijo
Meredith con acritud.
—También hay un montón de comportamientos extraños en el campus —
dijo Alaric—. Hermandades de mujeres en los años setenta practicando
magia negra, ese tipo de cosas.
—¿Alguna de esas hermandades siguen activas? —preguntó Meredith.
—No esas específicamente —dijo Alaric—. Pero es algo a tener en cuenta.
Puede que haya algo en el campus que haga a las personas más propensas
a experimentar con lo sobrenatural.
—¿Y qué es eso? —preguntó Meredith, dejándose caer en su espalda de
nuevo—. ¿Cuál es su teoría, profesor?
—Bueno, no es mi teoría —dijo Alaric—. Pero encontré a alguien online que
sugiere que puede ser que Dalcrest esté en algún lugar con una gran
concentración de cruce de líneas de ley, del mismo modo que en Fell´s
Church. Esta parte de Virginia tiene un gran poder sobrenatural, pero
algunas partes incluso más que otras.
Meredith frunció el ceño. Las líneas de ley, las líneas fuertes de Poder
corriendo por debajo de la superficie de la tierra, brillaban como balizas en
el mundo sobrenatural.
—Y alguna gente teoriza que, donde hay líneas de ley, las barreras entre
nuestro mundo y las Dimensiones Oscuras son más delgadas —continuó
Alaric.
Haciendo una mueca, Meredith recordó las criaturas a las que Bonnie, Elena
y ella se habían enfrentado en la Dimensión Oscura. Si fueran capaces de
cruzar, llegar a Dalcrest como el kitsune había llegado a Fell´s Church,
todo el mundo estaba en peligro.
—Sin embargo, no tenemos ninguna prueba de esto —dijo Alaric
tranquilizadoramente, apresurándose a llenar el silencio entre ellos—.
Todo lo que sabemos es que Dalcrest tiene una historia de actividad
sobrenatural. Ni siquiera sabemos con certeza si eso es a lo que nos
estamos enfrentando ahora.
Una imagen de los muertos ojos en blanco de Samantha llenó la mente de
Meredith. Había habido una mancha de sangre a través de su mejilla por
debajo de su ojo derecho. La escena del crimen había sido tan espantosa, y
Samantha había sido asesinada tan horriblemente.
Meredith creyó en su corazón que la teoría de Alaric podía ser correcta: no
había manera de que Samantha hubiera sido asesinada por un ser humano.
29
Traducido por Jessie_Maddox
Corregido por LadyPandora
—Deberíais estar orgullosos.
Los componentes de la Sociedad Vitale estaban alineados en el salón bajo
tierra, justo como habían estado el primer día cuándo se quitaron las
vendas. Enfrente de ellos, bajo del arco, los “Vitales” con máscaras negras
les miraban sin hacer ruido.
Ethan caminaba entre los componentes, con los ojos llenos de vida.
—Deberíais estar orgullosos —repitió—. La Sociedad Vitale os ha ofrecido
una oportunidad. La oportunidad de convertiros en uno de nosotros, de
uniros a una organización que puede daros un gran poder, que puede
ayudaros en vuestro camino al éxito. Ethan paró y les miró.
—No todos vosotros valíais la pena —dijo seriamente—. Os hemos visto, lo
sabéis. No solo cuándo estáis aquí o haciendo uno de los eventos de
promesa, sino todo el tiempo. Los candidatos que no pudieron hacerlo,
quiénes no se merecían unirse a nosotros, fueron eliminados.
Matt miró alrededor. Era verdad, había unos pocos de los que habían
estado en la primera quedada. Ese señor, alto y barbudo que era una
especie de genio de la biogenética, no estaba. Esa chica rubia delgada,
quién Matt recordaba obstinadamente de la carrera, tampoco estaba allí.
Solo habían quedado diez.
Ethan levantó sus manos como si estuviera dándoles una especie de
bendición.
—Por último es hora de que seáis iniciados, de convertiros en miembros de
la Sociedad Vitale, de enseñar nuestros secretos y caminar a nuestro lado.
Matt sintió una oleada de orgullo cuando Ethan les sonrió a todos. Sintió
como los ojos de Ethan se clavaban durante un momento más largo en él
que en los demás, y como su sonrisa era más cálida para Matt. Como si
Matt fuera, entre estos componentes excepcionales, especial.
Ethan empezó a caminar a través de la multitud y habló de nuevo, esta vez
sobre las preparaciones que necesitaban ser hechas para sus iniciaciones.
Le pidió a un par de los “componentes” que trajeran rosas y lilas para
decorar la habitación, sonaba como si esperase que fueran a comprarlas en
una floristería, y a otros a encontrar velas. Francamente, se acordó de Elena
y las otras chicas planeando el baile del instituto.
—Está bien —dijo Ethan, señalando a Cloe y a una chica de cabello largo
cuyo nombre era Anna—. Me gustaría que vosotras dos fuerais a la
herboristería y comprarais hierba mate, guaraná, espino, ginseng,
camomila y danshen[1]. ¿Queréis escribirlo?
Matt se animó un poco. Las hierbas eran místicas y misteriosas, como
corresponde a una sociedad secreta, aunque el ginseng y la manzanilla
sólo le recordaron el té que su madre bebía cuando tenía un resfriado.
Ethan se movió hacia Matt, y este esperó preparado para ser enviado en
busca de un poche. Pero Ethan, bloqueándole los ojos a Matt, inclinó la
cabeza un poco, lo que le indicó a Matt que debería reunirse con él aparte
del resto del grupo. Matt corrió a reunirse con Ethan un poco
intrigado. ¿Qué es lo que Ethan no podía decir delante de los demás?
—Tengo un trabajo especial para ti, Matt —dijo Ethan, frotando sus manos
juntas en un placer evidente ante la perspectiva—. Quiero invitar a tu
amigo Stefan Salvatore a unirse a nosotros.
—¿Perdona? —dijo Matt, confundido.
—Para ser un miembro de la Sociedad Vitale —explicó Ethan—. Le echamos
de menos cuándo seleccionamos al principio de año a los candidatos, pero
ahora que me he reunido con él, creo que… pensamos… —E hizo un gesto
con la mano en el silencio mirando a las figuras enmascaradas del otro
lado de la habitación—, que sería un complemento ideal para nosotros.
Matt frunció el ceño, no quería quedar como un idiota en frente de Ethan,
pero algo le parecía fuera de lo normal.
—Pero no ha hecho ninguna de las cosas de las promesas, ¿no es
demasiado tarde para que él forme parte de este año?
Ethan sonrió un poco, sólo una inclinación final de sus labios.
—Creo que podemos hacer una excepción para Stefan.
—Pero… — comenzó Matt a protestar, pero en vez de eso le devolvió
la sonrisa a Ethan—. Lo voy a llamar y veré si está interesado —prometió.
Ethan le dio una palmada en la espalda a la ligera.
—Gracias Matt, eres un natural de Vitale, lo sabes. Estoy seguro de que
puedes convencerle.
Ethan se alejó, y Matt le miró preguntándose porqué la alabanza se sentía
amarga en este momento.
Fue porque no tenía sentido, decidió Matt, caminando de regreso a su
dormitorio después de la reunión promesa. ¿Que tenía tan especial Stefan
para que Ethan hubiera decidido que tenía que tenerlo ahora y no esperar
al próximo año? Bueno sí; vampiro, era lo que tenía de especial Stefan,
pero nadie lo sabía. Y era guapo y sofisticado, siempre tenía una imagen
europea que tenía a todas las chicas de la secundaria cayendo a sus pies,
pero él no era tan guapo, y había un montón de estudiantes extranjeros en
el campus.
Matt se quedó inmóvil. ¿Estaba celoso? Quizás no era justo que a Stefan le
ofrecieran inmediatamente algo por lo que Matt se había esforzado, algo
que Matt pensaba que era sólo suyo.
Pero, y ¿qué? No era culpa de Stefan si Ethan quería darle un tratamiento
especial. Stefan estaba sufriendo tras la ruptura con Elena, tal vez le haría
bien unirse a la Sociedad Vitale. Y sería divertido tener a uno de sus amigos
en la sociedad. Stefan se lo merecía, la verdad: era valiente y noble, un
líder, aunque no había manera de que Ethan y los demás se pudieran
enterar.
Tirando firmemente a la basura cualquier pensamiento de si era justo o no,
Matt sacó su móvil y llamó a Stefan
—Oye —dijo—. ¿Te acuerdas de ese tipo Ethan?
***
—Supongo que no lo entiendo —dijo Zander. Su brazo alrededor del
hombro de Bonnie se sentía fuerte y sólidamente tranquilizador y su
camiseta, donde había enterrado su cara contra él, olía a algodón limpio y
suavizante—. ¿Que era por lo que tú y tus amigas estabais peleando?
—El punto es que no confían en mi juicio —dijo Bonnie, secándose los
ojos—. Si hubiera sido cualquiera de ellos, no habrían sido tan rápido en
sacar conclusiones.
—¿Conclusiones acerca de que? —preguntó Zander, pero Bonnie no
respondió. Después de un momento, Zander extendió la mano y recorrió
suavemente con el dedo lo largo de la línea de su mandíbula y otra vez por
sus labios, con sus ojos fijos en su rostro—. Por supuesto que puedes
quedarte aquí cuanto quieras, Bonnie. Estoy a tu servicio —dijo en un tono
extrañamente formal.
Bonnie miró alrededor de la habitación de Zander con interés, nunca había
estado antes aquí, de hecho, ella había tenido que llamarle para averiguar
en qué residencia dormía, y cómo era de extraño que una novia no lo
supiera, pero si hubiera tratado de imaginar como sería su habitación,
habría asumido que estaría desordenada y típica de chico: viejas cajas de
pizzas en el suelo, ropa sucia, olores extraños, tal vez un cartel de una
chica medio desnuda en la pared… Pero, de hecho, era justo lo contrario.
Era muy básica y sin complicaciones; nada en la parte superior del
escritorio, sin cuadros en las paredes o alfombras en el suelo. La cama
estaba hecha con pulcritud.
Una cama individual. En la que estaban los dos sentados. Ella y su novio.
Bonnie sintió un aumento de calor a lo largo de su cara. En silencio maldijo
a su costumbre de ruborizarse, estaba segura de que incluso sus orejas
eran de un color rojo brillante. Sólo había pedido a su novio si ella podría
pasar a su habitación. Y, por supuesto, que era precioso y encantador
besarlo, era probablemente la experiencia más impresionante de su vida
hasta ahora, pero ella había empezado a besarle la noche anterior. ¿Qué
pasa si él creía que estaba sugiriendo algo más?
Zander se quedó mirándola pensativamente mientras Bonnie se ruborizaba.
—¿Sabes? —dijo Zander—. Puedo dormir en el suelo, no estaba
esperando… —Se interrumpió y ahora se sonrojaba también. La vista de
Zander nervioso inmediatamente hizo que Bonnie se sintiera mejor. Ella le
dio una palmada en el brazo.
—Lo sé —dijo—. Le he dicho a Meredith y a Elena que eras un buen tipo.
Zander frunció el ceño.
—¿Que? ¿Creen que no lo soy?
Cuando Bonnie no respondió, el la soltó lentamente, inclinándose hacia
atrás para echar un vistazo de cerca a su cara.
—Bonnie, cuándo estabas teniendo esa gran pelea, ¿era por mi?
Bonnie se encogió de hombros, envolviendo sus brazos alrededor de ella
misma.
—Está bien, guau.
Zander se pasó la mano por el pelo
—Lo siento, sé que Elena y yo en realidad no nos caemos bien, pero estoy
seguro de que nos llevaremos mejor cuando nos conozcamos. No vale la
pena dejar de ser amigas de ellas.
—No es…
Las lágrimas brotaron en los ojos de Bonnie. Zander estaba siendo tan
dulce, y no tenía ni idea de cómo Elena y Meredith le habían hecho daño
—No te lo puedo contar —dijo.
—¿Bonnie? —Zander la acercó—. No llores, no puede ser tan malo.
Bonnie empezó a llorar más fuerte, con las lágrimas por sus mejillas, se
aferró a ella.
—Cuéntamelo.
—No es que simplemente no les gustes, Zander —dijo entre sollozos—.
Piensan que podrías ser el asesino.
—¿Qué? ¿Por qué?
Zander retrocedió, casi saltando a través de la cama, con el rostro blanco y
en shock. Bonnie le explicó lo que Meredith creyó ver, su impresión de que
el pelo bajo la capucha de la sudadera del atacante era de Zander.
—Lo cual es tan injusto —concluyó ella—. Porque aun cuando ella vio lo
que pareció ver, no es como si fueras la única persona con el pelo rubio en
el campus. Están haciendo el ridículo.
Zander contuvo el aliento, con los ojos muy abiertos, se sentó, quieto y en
silencio durante unos segundos. Luego extendió la mano y la puso bajo la
barbilla de Bonnie, volviendo la cara para que ellos se miraran directamente
a los ojos.
—Nunca te haría daño, Bonnie —dijo lentamente—. Me conoces, me
observas, ¿crees que soy un asesino?
—No —dijo Bonnie, con los ojos llenos de lágrimas—. No lo pienso, nunca
lo hice.
Zander se inclinó y la besó, sus labios suaves contra los de ella, como si
estuvieran sellando algún tipo de pacto.
Bonnie cerró los ojos y se apoyó en el beso. Se estaba enamorando de
Zander, lo sabía. Y, a pesar del hecho de que él se había escapado la otra
noche, justo antes del asesinato de Samantha, ella estaba segura de que él
no era el asesino.
[1]Danshen: es una sustancia utilizada en Medicina China para promover la
circulación de sangre y tratar la enfermedad vascular.
30
Traducido por Krispipe
Corregido por Nikola
—¿Cappuccino y un croissant? —dijo la camarera, y, ante el asentimiento
de Elena, los puso sobre la mesa. Elena colocó sus cuadernos a un lado
para dejar espacio. Los exámenes parciales se acercaban, encima de todo
lo que estaba sucediendo. Elena había intentado estudiar en su habitación,
pero estaba demasiado distraída por la cama vacía de Bonnie. Ella y
Meredith estaban mal sin Bonnie.
No había mejorado mucho aquí en el café, tampoco, a pesar de conseguir
una de las principales mesas grandes al aire libre sobre la que podía
extender sus libros. Había intentado, pero su mente se mantuvo de regreso
a la muerte de Samantha.
Samantha era una buena chica, pensó Elena. Elena recordó cómo sus ojos
se iluminaban cuando se echaba a reír y la forma en que rebotaba en la
punta de sus pies como si estuviera explotando por moverse, correr, bailar,
demasiado llena de energía para quedarse quieta.
Meredith no hacía nuevos amigos tan fácilmente, pero la cuidada frialdad
que usualmente llevaba con los extraños se había relajado en torno a
Samantha.
Cuando Elena había dejado el dormitorio, Meredith estaba al teléfono con
Alaric. Tal vez él sabría qué decir, cómo consolarla. No queriendo
interrumpir la conversación, Elena le dejó una nota indicando donde
estaría, si Meredith la necesitaba.
Revolviendo el café, Elena levantó la vista para ver a Meredith acercándose
a ella. La chica más alta se sentó frente a Elena y le clavó sus graves ojos
grises. —Alaric dice que Dalcrest es un punto caliente para la actividad
paranormal —dijo—. Magia negra, vampiros, hombres lobo, el paquete
completo.
Elena asintió con la cabeza y añadió más azúcar a la taza. —Justo como el
profesor Campbell dio a entender —dijo, pensativa—. Tengo la sensación
de que sabe más de lo que está diciendo.
—Tienes que presionarlo —dijo Meredith con fuerza—. Si a él le gustaban
tus padres tanto, se va a sentir como que te tiene que contar la verdad. No
tenemos tiempo que perder. —Ella extendió la mano y partió un trozo del
croissant de Elena—. ¿Puedo coger esto? No he tenido nada para comer
hoy, y estoy empezando a sentirme mareada.
Mirando las líneas tensas en el rostro de Meredith, las sombras oscuras
bajo sus ojos, Elena sintió una punzada de simpatía. —Por supuesto —dijo,
empujando el plato hacia ella—. Acabo de llamar a Damon para reunirse
conmigo —miró como Meredith diezmaba el croissant, revolviendo aún
más el azúcar en su café. Elena sintió necesitad de comodidad.
No pasó mucho tiempo antes de que vieran a Damon caminar por la calle
hacia ellas, con su pelo liso y perfecto, su toda negra ropa casual elegante,
gafas de sol. Cabezas giraban mientras él caminaba, y Elena vio claramente
a una chica perder el equilibro y caerse de la acera.
—Eso fue rápido —dijo Elena, mientras Damon sacaba una silla y se
sentaba.
—Soy rápido —contestó Damon—, y dijiste que era importante.
—Lo es —dijo Elena—. Nuestra amiga Samantha está muerta.
Damon hizo un gesto con la cabeza en reconocimiento. —Lo sé. La policía
está por todo el campus. Como si fueran a ser capaces de hacer algo.
—¿Qué quieres decir? —preguntó Meredith, mirando hacia él.
—Bueno, estos asesinatos no caen exactamente bajo la agencia de policía,
¿verdad? —Damon estiró el brazo y le arrancó a Elena la taza de café de su
mano. Tomó un sorbo, y luego hizo una pequeña mueca de disgusto—.
Cariño, esto es demasiado dulce.
Las manos de Meredith eran bolas en sus puños, y Elena pensó que tenía
que acelerar las cosas. —Damon, si sabes algo sobre esto, por favor
cuéntanos.
Damon le devolvió su capuccino y señaló a la camarera que le trajera uno
para él. —Si te digo la verdad, querida, no sé mucho sobre la muerte de
Samantha, o la del compañero de habitación de Mutt, cualquiera que fuera
su nombre. No pude acercarme lo suficiente a los cuerpos para tener
alguna verdadera información. Pero he encontrado evidencias definitivas de
que hay otros vampiros en el campus. Unos descuidados —torció la cara en
la misma expresión que había hecho después de la degustación del café de
Elena—. Probablemente recién convertidos, supongo. Sin ninguna técnica.
—¿Qué tipo de evidencias? —preguntó Meredith.
Damon la miró sorprendido. —Los cuerpos por supuesto. Se deshicieron
muy mal de los cadáveres. Tumbas poco profundas, hogueras, ese tipo de
cosas.
Elena frunció el ceño. —¿Así que las personas que han desaparecido fueron
asesinadas por vampiros?
Damon agitó un dedo hacia ella burlonamente. —Yo no he dicho eso. Los
cuerpos que examiné, y déjenme decirles, excavar una tumba poco
profunda era realmente la primera vez para mí, no eran los mismos que
desaparecieron del campus. No sé si los otros estudiantes que
desaparecieron fueron asesinados por vampiros o no, pero alguien fue.
Varios alguienes. He estado tratando de encontrar a estos vampiros, pero
no he tenido suerte. Aún.
Meredith, que normalmente se habría sumado a Damon comentando sobre
ésta siendo la primera vez que excavaba una tumba, se quedó pensativa.
—Vi el cuerpo de Samantha —dijo vacilante—. No me pareció un típico
ataque de vampiros. Y de la manera en que Matt describió el cuerpo de
Chirstopher, no creo que lo hiciera, tampoco. Estaban… —Ella tomó una
respiración profunda—, mutilados. Desgarrados.
—Podría ser una manada de vampiros realmente enojados, o descuidados
—dijo Damon—. O podrían ser hombres lobo feroces. Es más su estilo. —
La camarera apareció con su capuccino, y él le dio las gracias
amablemente. Ella se retiró, ruborizándose.
—Hay otra cosa —dijo Elena una vez que la camarera estaba fuera del
alcance de audición. Miró inquisitivamente a Meredith, quién asintió con la
cabeza hacia ella—. Estamos preocupadas por Bonnie y su nuevo novio. —
Rápidamente, esbozó las razones que tenían para sospechar de Zander y
de la reacción de Bonnie a sus preocupaciones.
Damon levantó una ceja cuando terminó su bebida. —¿Así que piensas que
el pequeño cardenal podría estar en peligro? —sonrió—. Me ocuparé de
ella, princesa. No te preocupes.
Dejando caer unos cuantos dólares en la mesa, se levantó y caminó por la
calle, desapareciendo en un bosque de areces. Unos minutos más tarde, un
gran cuervo negro con brillantes plumas iridiscentes se elevó por encima
de los árboles, agitando sus alas con fuerza. Dio un graznido estridente y
se fue volando.
—Eso fue sorprendentemente amable de su parte —dijo Meredith. Su cara
todavía estaba cansada y demacrada, pero su voz estaba interesada.
Elena no tenía que mirar para saber que su amiga estaba mirándola
especulativamente. Ojos recatadamente bajos, sintiendo sus mejillas color
rosa, tomó otro sorbo de su capuccino. Damon estaba en lo cierto. Era
demasiado dulce.
31
Traducido por Krispipe
Corregido por Nikola
¿Por qué siempre quieren estar en la cima de los edificios? Pensó Bonnie
irritada. En el interior. En el interior se está muy bien. Nadie se cae y muere
si están en el interior de un edificio. Pero aquí estamos.
Mirar las estrellas desde lo alto del edificio de ciencias durante una cita con
Zander era romántico. Bonnie estaría en otro pequeño picnic durante la
noche, ellos dos. Pero una fiesta en un techo diferente, con un grupo de
amigos de Zander no era romántico, ni siquiera un poco.
Ella tomó un sorbo de su bebida y se trasladó fuera del camino sin mirar
siquiera al oír el topetazo de los cuerpos goleando el suelo y los gruñidos
de la lucha de los chicos. Después de dos días viviendo con Zander, estaba
empezando a obtener el nombre de sus amigos: Tristan y Marcus eran los
que estaban rodando por el suelo con Zander. Jonah, Camden, y Spencer
estaban haciendo algo que ellos llamaban parkour, que mayormente
parecía implicar correr como idiotas y casi caerse de la azotea. Enrique,
Jared, Daniel, y Chad estaban todos jugando un elaborado juego de
bebidas en la esquina. Había un par de tipos más que merodeaban
alrededor a veces, pero éste era el grupo principal.
A ella le gustaban, realmente. La mayor parte del tiempo. Ellos eran
bulliciosos, claro, pero siempre eran muy agradables con ella:
consiguiendo sus bebidas, inmediatamente tendiéndole sus chaquetas si
tenía frío, diciéndole que no tenían idea de que veía ella en un perdedor
como Zander, lo que era claramente su forma de declarar lo mucho que lo
amaban y que estaban felices de que él tuviera una novia.
Miró a Zander, que estaba riendo mientras realizaba una llave a Tristan y le
frotaba los nudillos sobre la parte superior de la cabeza. —¿Te rindes? —
dijo, y gruñó sorprendido cuando Marcus, gritando con alegría, los abordó
a ambos.
Habría sido más fácil si hubiera otras chicas alrededor a las que pudiera
llegar a conocer. Si Marcus, que era muy lindo al estilo melenudo de
Bigfood, o Spencer, que tenía el tipo de elegancia de niño rico de muy buen
gusto que algunas muchachas encuentran muy atractivo, tuvieran una
novia habitual, Bonnie tendría a alguien para intercambiar una mirada
irónica mientras los chicos actuaban como necios.
Pero, a pesar de que alguna chica aparecía ocasionalmente aferrándose al
brazo de alguno de los chicos, Bonnie nunca volvía a verla después de
aquella noche. A excepción de Bonnie, Zander parecía viajar en un mundo
casi exclusivamente masculino. Y, tras dos días siguiendo el desfile de
machos por la ciudad, Bonnie estaba empezando a cansarse de eso. Echaba
de menos tener chicas para hablar. Echaba de menos a Elena y a Meredith,
en concreto, a pesar de que todavía estaba enojada con ellas.
—Hey —dijo ella, haciendo su camino a Zander—. ¿Quieres salir de aquí un
rato?
Zander envolvió su brazo alrededor de sus hombros. —Um. ¿Por qué? —
preguntó, inclinándose para besar su cuello.
Bonnie rodó los ojos. —Esto es un poco fuerte, ¿no te parece? Podríamos ir
a dar un paseo agradable y tranquilo o algo así.
Zander pareció sorprendido pero asintió con la cabeza. —Por supuesto, lo
que quieras.
Ellos hicieron su camino hasta la escalera de incendios, seguidos por unos
cuantos gritos de los amigos de Zander, que parecían creer que él estaba
yendo por comida y que en breve volvería con alitas calientes y tacos.
Una vez que estaban a una cuadra de distancia de la fiesta en la azotea, el
ruido se desvaneció y esto fue apacible, excepto por el sonido distante de
un coche de vez en cuando en las carreteras cercanas. Bonnie sabía que
debería sentirse con los pelos de punta, caminando por la noche por el
campus, pero no lo hacía. No con la mano de Zander en al suya. —Esto es
agradable, ¿verdad? —dijo Bonnie feliz, contemplando la media luna sobre
sus cabezas.
—Sí —dijo Zander, balanceando su mano entre ellos—. Ya sabes, yo solía ir
en largas caminatas, carreras, realmente, con mi padre por la noche. Muy
lejos del país, bajo la luz de la luna. Me encanta estar fuera en la noche.
—Oh, eso es dulce —dijo Bonnie—. ¿Ustedes siguen haciendo eso cuando
estás en casa?
—No. —Zander vaciló y se encogió de hombros, su pelo colgando en su
rostro. Bonnie no podía leer su expresión—. Mi papá… él murió. Hace
tiempo.
—Lo siento mucho —dijo Bonnie sinceramente, apretando su mano.
—Estoy bien —dijo Zander sin dejar de mirar sus zapatos—. Pero ya sabes,
no tengo hermanos o hermanas, y los chicos se han convertido en una
especie de familia para mí. Sé que pueden ser un dolor a veces, pero son
realmente buenos. Y son importantes para mí —miró a Bonnie por el rabillo
de sus ojos.
Él se veía tan aprensivo, Bonnie sintió una aguda punzada de afecto para
él. Era dulce que Zander y sus amigos fueran tan cercanos, esto debía
haber sido las cosas de familia que él tenía que enfrentar la otra noche. Él
era leal, mucho más de lo que ella sabía. —Zander —dijo—. Sé que son
importantes para ti. No quiero alejarte de tus amigos, tonto. —Ella levantó
la mano para envolver sus brazos alrededor de su cuello y lo besó
suavemente en la boca—. Tal vez sólo por una hora o dos a veces, pero no
por mucho tiempo, te lo prometo.
Zander le devolvió el beso con entusiasmo, y Bonnie se estremeció toda
hasta sus pies.
Aferrándose el uno al otro, se dirigieron a un banco por el lado del camino
y se sentaron a besarse un poco más. Zander se sentía tan bien bajo sus
manos, todo elegantes músculos y piel suave, y Bonnie pasó las manos por
sus hombros, a lo largo de sus brazos, por sus costados.
A su contacto, Zander de repente hizo una mueca.
—¿Qué te pasa? —dijo ella, levantando su cabeza hacia el lado de la de él.
—Nada —dijo Zander, alcanzándola—. Estuve jugando un poco con los
chicos, ya sabes. Ellos juegan duro.
—Déjame ver —dijo Bonnie, agarrando el borde de su camiseta, medio
preocupada y medio queriendo simplemente verificar los abdominales de
Zander. Él había resultado ser sorprendentemente modesto, teniendo en
cuenta que estaban compartiendo habitación.
Haciendo una mueca de nuevo, él aspiró aire a través de sus dientes
mientras Bonnie levantaba su camiseta. Ella abrió la boca. Todo el costado
de Zander estaba cubierto de feos moretones negros-púrpura.
—Zander —dijo Bonnie horrorizada—, éstos se ven realmente mal. No
recibes golpes como estos sólo jugando un poco. —Ellos parecen como si
estuvieras luchando por tu vida, o alguna otra persona lo estuviera, pensó,
y apartó esas palabras.
—No son nada. No te preocupes —dijo Zander, tirando de la camiseta hacia
abajo. Comenzó a rodear con sus brazos alrededor de ella de nuevo, pero
Bonnie se alejó, sintiéndose vagamente enferma.
—Me gustaría que me cuentes qué pasó —dijo.
—Lo hice —dijo Zander confortablemente—. Ya sabes lo locos que se
ponen estos chicos.
Eso era cierto, ella nunca había conocido a chicos tan alborotadores.
Zander la alcanzó de nuevo, y esta vez Bonnie se acercó a él, volviendo la
cara hacia arriba para que la besara. A medida que sus labios se
encontraron, recordó a Zander diciéndole: “Tú me conoces. Tú me ves”.
Lo conocía, se dijo Bonnie a sí misma. Podía confiar en Zander.
***
Cruzando la calle, Damon se paró a la sombra de un árbol, viendo a Bonnie
besar a Zander.
Tenía que admitir que sentía una pequeña punzada, viéndola en los brazos
de otra persona. Había algo tan dulce en Bonnie, y ella era valiente e
inteligente bajo ese exterior de algodón de azúcar. El ángulo de la brujita
le añadía un toque de sabor, también. Siempre había pensado en ella como
suya.
Por otra parte, ¿el pequeño cardenal no se merecía a alguien propio? Por
mucho que a Damon le gustara, no la amaba, él sabía eso. Viendo
iluminarse la cara del chico larguirucho en respuesta a su sonrisa, pensó
que tal vez este lo haría.
Después de besarse durante unos pocos minutos más, Bonnie y Zander se
pusieron en pie y caminaron de la mano, hacia lo que Damon sabía que era
la residencia de Zander. Damon los siguió, manteniéndose en las sombras.
Resopló un aliento de burlona risa. Estoy ablandándome en mi
vejez, pensó. De vuelta en los viejos tiempos se habría alimentado de
Bonnie sin pensárselo dos veces, y aquí estaba, preocupado por su vida
amorosa.
Aun así, sería bueno que la pelirroja pudiera ser feliz. Si su novio no era
una amenaza.
Damon esperaba que la feliz pareja desapareciera en el dormitorio juntos.
En su lugar, Zander besó a Bonnie y la vio entrar, luego se dirigió atrás.
Damon le siguió, manteniéndose oculto, mientras él volvía a la fiesta donde
habían estado antes. Unos pocos minutos más tarde, Zander volvió a bajar,
seguido por su manada de ruidosos chicos.
Damon se contrajo en irritación. Dios me libre de los chicos universitarios,
pensó. Ellos iban probablemente a atiborrarse en un bar de alimentos
grasosos. Después de un par de días vigilando a Zander, estaba listo para
volver con Elena e informar de que el muchacho no era culpable de nada
más que de ser ordinario.
En vez de dirigirse hacia el bar más cercano, sin embargo, los chicos
corrieron por todo el campus, rápidos y decididos, como si tuvieran un
importante destino en mente. Llegando al borde del campus, se dirigieron
hacia el bosque.
Damon les dio unos segundos y a continuación los siguió.
Él era bueno en esto, era un depredador, un cazador natural, por lo que le
llevó unos minutos de escucha, de enviar su Poder fuera, de finalmente
correr a través del bosque, negras ramas chasqueando delante de él, para
darse cuenta de que Zander y sus chicos habían desaparecido.
Finalmente, Damon se detuvo y se apoyó contra un árbol para recuperar el
aliento. El bosque estaba en silencio excepto por el sonido inocente de
diversas criaturas del bosque ocupadas en sus actividades y su propio
jadeo irregular. Esa manada de chicos ruidosos y molestos se le habían
escapado, desapareciendo sin el menor rastro. Apretó los dientes y apisonó
su ira por haber sido evitado, hasta que fue mayormente curiosidad sobre
cómo lo habían hecho.
Pobre Bonnie, pensó Damon mientras fastidiosamente alisaba y ajustaba su
ropa. Una cosa estaba muy clara: Zander y sus amigos no eran del todo
humanos.
***
Stefan se estremeció. Todo esto era un poco extraño.
Estaba sentado en un sillón de terciopelo con respaldo en un enorme
cuarto subterráneo, mientras estudiantes universitarios vagaban alrededor
arreglando flores y velas. La habitación era impresionante, Stefan les daría
lo siguiente: cavernosa pero elegante. Pero los pequeños arreglos de flores
parecían presuntuosos y falsos de alguna manera, como un escenario
montado en el Vaticano. Y las figuras con máscaras negras que estaban al
acecho en el fondo de la sala, observando, lo ponían nervioso.
Matt lo había llamado para contarle sobre algún tipo de sociedad secreta a
la que se había unido, y que el líder quería que Stefan se uniera también.
Stefan acordó reunirse con él y hablar de ello. Nunca fue mucho de unirse,
pero le gustaba Matt, y esto era algo que hacer.
Esto alejaría su mente de Elena, había pensado. Acechando el campus, y se
sentía como acechando, cuando vio a Elena, con la forma en que sus ojos
fueron atraídos irresistiblemente hacia ella mientras se apresuró a salir de
la vista, la había visto. A veces ella estaba con Damon. Las uñas de Stefan
se clavaron en sus manos. Conscientemente relajándose, volvió su atención
de nuevo a Ethan, que estaba sentado en una pequeña mesa de él.
—Los miembros de la Sociedad Vitale tienen un lugar muy especial en el
mundo —decía, inclinándose hacia adelante, sonriendo—. Sólo lo mejor de
lo mejor puede aspirar a ser escogidos, y las cualidades que buscamos
creo que están muy bien ejemplificadas en ti, Stefan.
Stefan asintió cortésmente y dejó vagar su mente otra vez. Las sociedades
secretas eran algo sobre lo que en realidad sabía poco. La escuela de
noche de Sir Walter Raleigh en la Inglaterra Isabelina luchó con lo que
entonces era el conocimiento prohibido: la ciencia y la filosofía que la
iglesia declaró fuera de límites. II Carbonari de regreso a casa en Italia
trabajó para alentar a la rebelión contra el gobierno de las distintas
ciudades-estado, con el objetivo de la unificación de toda Italia. Damon,
Stefan sabía, jugueteó con los miembros del Club Fuego Infernal en
Londres unos pocos meses en la década de 1700, hasta que se aburrió con
su postura y la blasfemia.
Todas esas sociedades secretas, sin embargo, tenían algún tipo de
propósito. Rebelarse contra la moral convencional, perseguir la verdad, la
revolución.
Stefan se inclinó hacia delante. —Perdóname —dijo cortésmente—, pero
¿cuál es el punto de la Sociedad Vitale?
Ethan pausó su medio discurso para mirarlo, y luego mojó sus labios. —
Bueno —dijo lentamente—, los verdaderos secretos y rituales de la
Sociedad no pueden ser revelados a los forasteros. Ninguna de las
promesas conoce nuestras verdaderas prácticas y propósitos, todavía no.
Pero les puedo decir que hay innumerables beneficios en ser uno de
nosotros. Viajes, aventuras, poder.
—¿Ninguna de las promesas conoce su verdadero propósito? —preguntó
Stefan. Su inclinación natural a mantenerse alejado se estaba convirtiendo
en más decidida—. ¿Por qué no te poner una máscara como los demás?
Ethan lo miró sorprendido. —Yo soy la cara de la Vitale para las promesas
—dijo simplemente—. Ellos necesitan a alguien conocido para guiarlos.
Stefan tomó su decisión. No quería ser guiado.
—Disculpa, Ethan —dijo formalmente—, pero creo que yo no sería un
candidato apropiado para su organización. Agradezco la invitación. —
Empezó a levantarse.
—Espera —dijo Ethan. Sus ojos eran grandes y dorados y había una
expresión hambrienta en ellos—. Espera —dijo lamiéndose los labios de
nuevo—. Nosotros… tenemos una copia de Hominis Dignitate de Pico della
Mirandola. —Él tropezó con las palabras como si no supiera muy bien lo
que eran—. Uno viejo, de Florencia, una primera edición. Conseguirías
leerlo. Podrías tenerlo si quieres.
Stefan se puso tenso. Había estudiado el trabajo de Mirandola en razón y
filosofía con entusiasmo cuando estaba vivo, cuando era un joven que se
preparaba para la universidad. Tuvo un repentino deseo visceral de sentir
el cuero viejo y el pergamino, ver el tipiado de los primeros días de la
imprenta, mucho mejor de alguna manera que los modernos libros
configurados por ordenador. No había manera de que Ethan supiera que
debería ofrecerle ese libro específico. Sus ojos se estrecharon.
—¿Qué te hace pensar que eso me gustaría? —susurró, inclinándose sobre
la mesa hacia Ethan. Podía sentir el poder surgiendo a través de él,
alimentado por su furia, pero Ethan no se encontró con sus ojos.
—Yo… me dijiste que te gustan los libros antiguos, Stefan —dijo, y dio una
pequeña risa falsa, mirando a la mesa—. Pensé que estarías interesado.
—No, gracias —dijo Stefan, bajo y con rabia. No podía forzar a Ethan a
mirarlo a los ojos, no con todas esas personas alrededor, así que después
de un momento, se puso de pie—. Rechazo tu oferta —le dijo a Ethan
brevemente—. Adiós.
Se acercó a la puerta sin mirar atrás, manteniéndose derecho y alto. Miró a
Matt, que estaba hablando con otro estudiante, mientras llegaba a la
puerta y, cuando Matt lo miró a los ojos, le hizo un gesto y un movimiento
de cabeza, tratando de telegrafiar una disculpa. Matt asintió con la cabeza,
decepcionado pero sin discutir.
Nadie trató de detener a Stefan mientras salía de la habitación. Pero él
tenía la sensación de nervios en la boca del estómago. Había algo mal aquí.
No sabía lo suficiente como para disuadir a Matt de unirse, pero decidió
vigilar la Sociedad Vitale. Mientras cerraba la puerta detrás de él, pudo
sentir a Ethan observándolo
32
Traducido por Krispipe
Corregido por Paola Salvatore
La luz de la luna brillaba en la ventana, iluminando una larga franja de la
cama de Elena.
Meredith había estado dado vueltas un tiempo, pero ahora Elena podía oír
su respiración constante. Era bueno que Meredith estuviera durmiendo,
pues se estaba agotando trabajando de manera constante, patrullando
todas las noches, asegurándose de que todas sus armas estaban en
óptimas condiciones, salvaje de frustración por no ser capaz de encontrar
ninguna pista sólida sobre la identidad del asesino.
Elena estiró las piernas bajo las sábanas y giró su almohada para descansar
su cabeza sobre el lado más fresco. Ramas golpearon su ventana, y Elena
movió sus hombros contra el colchón, tratando de calmar su ocupada
mente. Deseaba que Bonnie llegara a casa.
El golpeteo en la ventana volvió, de nuevo, con fuertes golpes autoritarios.
Poco a poco, Elena cayó en la cuenta, un poco tarde, que no eran los
árboles cuyas ramas tocaban la ventana. Con el corazón latiendo con
fuerza, se sentó con un suspiro.
Ojos negros como la noche se asomaron a la ventana, piel tan pálida como
la luz de la luna. Al cerebro de Elena le tomó un minuto para comenzar a
trabajar de nuevo, para entonces estaba fuera de la cama y abriendo la
ventana.
Él fue tan rápido y elegante que en el momento en que cerró la ventana y
se dio la vuelta, Damon estaba sentado en su cama, recostado sobre sus
codos y pareciendo totalmente relajado.
—Vaya cazadora de vampiros que es —dijo con frialdad, mirando a
Meredith mientras ella hacía un suave sonido en su almohada. Su mirada,
sin embargo, era casi cariñosa.
—Eso no es justo —dijo Elena—. Está agotada.
—Algún día su vida puede depender de que se mantenga despierta incluso
cuando está agotada —dijo Damon deliberadamente.
—Está bien, pero hoy no es ese día —dijo Elena—. Deja a Meredith
tranquila y dime lo que has descubierto sobre Zander. —Sentándose con
las piernas cruzadas en la cama junto a él, se inclinó hacia delante para
darle a Damon toda su atención.
Damon tomó su mano, suavemente entrelazando sus dedos con los de ella.
—No he descubierto nada definitivo —dijo—, pero tengo sospechas.
—¿Qué quieres decir? —dijo Elena, distraída. Damon le acariciaba el brazo
ligeramente con la otra mano, toques de pluma, y ella se dio cuenta de que
él la observaba con atención. Interiormente, se encogió de hombros un
poco.
¿Qué importaba, después de todo? Stefan la había dejado, no había ninguna
razón ahora para alejar a Damon. Echó un vistazo más a Meredith, pero la
chica de cabello oscuro estaba aun profundamente dormida.
Los ojos oscuros de Damon brillaban en la luz de la luna. Él pareció darse
cuenta de lo que estaba pensando, porque se acercó más a ella en la cama,
atrayéndola firmemente hacia él.
—Tengo que investigar un poco más —dijo Damon—. Definitivamente hay
algo extraño en él y en los chicos con los que corre por ahí. Son
demasiado rápidos, por una cosa. Pero no creo que Bonnie esté en peligro
inmediato.
Elena se puso rígida en sus brazos.
—¿Qué pruebas tienes de eso? —preguntó—. Y no se trata sólo de Bonnie.
Si alguien está en peligro, tiene que ser nuestra principal prioridad.
—Los vigilaré, no te preocupes. —Él se rió entre dientes, un seco sonido
íntimo—. Él y Bonnie están sin duda acercándose. Parecen embobados.
Elena dobló y separó sus cuidadosas manos, sintiéndose ansiosa.
—Si él puede ser peligroso, si hay algo malo en él como has dicho,
tenemos que advertirle sobre él. No podemos quedarnos sentados mirando
y esperando a que haga algo mal. Para entonces, podría ser demasiado
tarde.
Damon tiró de su espalda hacia él, su mano plana y firme contra su lado.
—Ya has intentado advertir a Bonnie, y no funcionó, ¿verdad? ¿Por qué te
escucharía ahora que ha pasado más tiempo con él, uniéndose con él, y
nada malo ha pasado? —Él negó con la cabeza—. No va a funcionar,
princesa.
—Ojalá pudiéramos hacer algo —dijo Elena miserablemente.
—Si hubiera conseguido echar un vistazo a los cuerpos —dijo Damon
pensativo—, podría tener más de una idea de lo que podría estar detrás de
esto. ¿Supongo que irrumpir en la morgue está fuera de cuestión?
Elena consideró esto.
—Creo que probablemente se habrán deshecho de los cuerpos ya —dijo
dubitativa—, y no estoy segura de donde los llevarían a continuación.
¡Espera! —Ella se sentó con la espalda recta.
—La oficina de seguridad del campus podría tener algo, ¿no? ¿Registros, o
tal vez incluso imágenes de los cuerpos de Christopher y Samantha? Los
funcionarios del campus estaban por todas las escenas del crimen antes de
que la policía llegara allí.
—Podemos chequear eso mañana, sin duda —dijo Damon casualmente—.
Si eso te hace sentir mejor.
Su voz y su expresión eran casi desinteresadas, provocadoramente, y una
vez más, Elena sintió la extraña mezcla de deseo e irritación que con
frecuencia le provocaba Damon. Quería empujarlo lejos y tirar de él más
cerca al mismo tiempo.
Ella había casi decidido empujarlo lejos cuando él se volvió a mirar toda su
cara.
—Mi pobre Elena —dijo en un suave murmullo, sus ojos brillando en la luz
de la luna. Pasó una mano suave por el brazo de ella, el hombro y el cuello,
llegando a apoyarlo gentilmente en la línea de su mandíbula—. No puedes
escapar de las criaturas oscuras, ¿verdad, Elena? No importa cómo lo
intentes. Vienes a un nuevo lugar, encuentras un nuevo monstruo. —Le
acarició la cara con un dedo. Sus palabras estaban casi burlándose, pero su
voz era suave y sus ojos brillaban de emoción.
Elena apoyó la mejilla contra su mano. Damon era elegante e inteligente, y
algo en él le hablaba a la parte oscura, secreta de ella. No podía negar que
estaba atraída por él, que siempre había estado atraída por él, incluso
cuando se conocieron y le daba miedo. Y Elena lo había amado desde
aquella noche de invierno cuando se despertó como vampira y él se
preocupó por ella, la protegió y le enseñó lo que necesitaba saber.
Stefan la había dejado. No había ninguna razón por la que no debiera
hacer esto.
—Siempre quiero alejarme de las criaturas oscuras, Damon —dijo.
Él se quedó en silencio un momento, su mano acariciando su mejilla
automáticamente, y luego la besó. Sus labios eran como la seda fría contra
los de ella, y Elena se sintió como si hubiera estado vagando durante horas
por un desierto y había dado finalmente con una bebida fría.
Ella lo besó más duro, dejando ir su mano para enredar sus dedos en su
suave cabello.
Apartándose de su boca, Damon besó su cuello con suavidad, esperando el
permiso. Elena dejó caer la cabeza atrás para darle un mejor acceso. Oyó la
respiración de Damon silbar a través de sus dientes, y él la miró a los ojos
un momento, su cara suave y más abierta de lo que nunca la había visto,
antes de bajar la cabeza hasta su cuello de nuevo.
Las picaduras de avispa gemelas de sus colmillos dolieron un momento, y
entonces ella se deslizó en la oscuridad, siguiendo una cinta de doloroso
placer que la llevó a través de la noche, la llevó a Damon. Elena sintió su
alegría y asombro al tenerla a ella en sus brazos sin culpa, sin reservas. A
cambió ella dejó que él sintiera su felicidad y su confusión sobre quererlo a
él y aún amar a Stefan, su dolor por la ausencia de Stefan. No había culpa,
ahora no, pero había un gran agujero en forma de Stefan en su corazón, y
ella dejó que Damon lo viera.
Está todo bien, sintió Elena de él, no completamente en palabras, sino en
una satisfacción sólida como una roca, como el ronroneo de un gato. Todo
lo que quiero es esto.
33
Traducido por Isane33✰
Corregido por Nikola
Ethan había, se percató Matt, totalmente perdido los papeles. La habitual
compostura alegre del tipo había desaparecido, y él estaba supervisando
los preparativos para la iniciación con la intensidad de un sargento.
—¡No! —gruñó desde el otro lado de la habitación. Se precipitó y dio una
palmada en la pierna de una chica que estaba de pie sobre una silla
entretejiendo rosas en la V de metal soldada en la parte superior del arco
central.
—¡Ay! —gritó ella, dejando caer las rosas en el suelo—. Ethan, ¿cuál es tu
problema?
—Nosotros no ponemos nada en la V, Lorelai —dijo con frialdad, y se
inclinó para recoger las flores—. Debes respetar los símbolos de la
Sociedad Vitale. Es una cuestión de honor. Cuando nuestro líder,
finalmente se una a nosotros, tenemos que demostrarle que somos
disciplinados, que somos capaces —empujó las rosas de regreso a sus
manos—. Nosotros no hacemos eso de cubrir con basura por completo el
símbolo de nuestra organización.
Lorelai lo miró fijamente. —Lo siento. Pero pensé que eras el líder de la
Sociedad Vitale, Ethan.
Todo el mundo había dejado de trabajar para ver la crisis de Ethan.
Al darse cuenta de que él era el centro de atención, Ethan respiró
profundamente, claramente tratando de recuperar su compostura.
Finalmente se dirigió a todos, desquitándose bruscamente con sus
palabras. —Estoy tratando de prepararlos, y de preparar esta cámara, para
la ceremonia de iniciación. Para ustedes. —Su voz fue aumentando
constantemente mientras miraba en torno a ellos—. Y es cuando me entero
de que, a pesar de todas sus promesas, son un grupo de incompetentes. Ni
siquiera pueden colocar una vela o mezclar algunas hierbas sin mi ayuda.
Nos estamos quedando sin tiempo, podría simplemente estar haciéndolo
todo por mí cuenta.
Matt miró a su alrededor a las otras promesas. Sus rostros estaban
sorprendidos y cautelosos. Al igual que él, todo el tiempo todos habían
estado mejorando por Ethan y se sentían halagados y animados por sus
elogios. Ahora su modelo a seguir se había convertido en ellos, y nadie
parecía saber cómo reaccionar. Chloe, colocando las velas en el arco,
estaba ansiosa, sus labios estaban apretados con fuerza. Miró rápidamente
a Matt y luego apartó su mirada, hacia Ethan.
—Sólo dinos que quieres que hagamos, Ethan —dijo Matt, dando un paso
hacia adelante. Trató de mantener su nivel de voz tranquilizador—.
Daremos nuestro mejor esfuerzo para que todo sea perfecto.
Ethan lo fulminó con la mirada. —Ni siquiera pudiste conseguir que tu
amigo Stefan se uniera a nosotros —dijo con amargura—. Una simple
tarea, y fracasaste.
—Oye —dijo Matt, ofendido—. Eso no es justo. Traje a Stefan a hablar
contigo. Si él no está interesado, es su decisión. No tiene que unirse a
nosotros.
—Pongo en duda tu compromiso con la Sociedad Vitale, Matt —dijo Ethan
rotundamente—. Y la conversación con Stefan Salvatore no ha terminado.
—Él pasó junto a Matt, mirando brevemente al resto de las promesas
reunidas alrededor de él—. No hay mucho tiempo, todo el mundo. Vuelvan
al trabajo.
Matt podía sentir el inicio de un dolor de cabeza comenzando en sus
sienes. Por primera vez, se preguntó si tal vez él no quería unirse a la
Sociedad Vitale después de todo.
***
—Podría tener esta puerta abierta en un solo segundo —dijo Damon,
irritado—. En lugar de eso aquí estamos, esperando.
Meredith suspiró y movió con cuidado la horquilla en la cerradura. —Si
fuerzas la puerta, Damon, sabrán de inmediato que alguien entró en la
oficina de seguridad del campus. En lugar de forzar la cerradura, podemos
pasar desapercibidos, ¿vale? —La horquilla se enganchó en algo, y ella
la deslizó hacia arriba con cuidado, tratando de girarla para atrapar el
pasador de la cerradura para poder mover el interruptor. Entonces, la
horquilla se dobló, y ella perdió el ángulo. Gimió y buscó otra horquilla en
su bolsa. —Veintisiete armas —se quejó—. Traje veintisiete armas
diferentes a la universidad y ni una sola forzó la cerradura.
—Bueno, no puedes estar preparada para todo —dijo Elena—. ¿Qué tal si
utilizas una tarjeta de crédito?
—Estar preparada para todo es una especie de descripción de mi trabajo —
murmuró Meredith. Se sentó sobre sus talones y se quedó mirando la
puerta. El cierre era bastante débil: no sólo Damon, sino que ella o Elena
fácilmente podrían haberla forzado. Y sí, una tarjeta de crédito o algo
similar, probablemente funcionaría muy bien. Dejó caer la horquilla en su
bolso abierto, en su lugar sacó su billetera y encontró su identificación de
estudiante.
El ID se deslizó directamente en la rendija entre la puerta y el marco de la
puerta, ella lo movió un poco con cuidado, y, bingo, fue capaz de deslizar
fácilmente la cerradura hacia atrás y abrir la puerta.
Meredith sonrió por encima del hombro a Elena, arqueando una ceja. —Eso
fue extrañamente satisfactorio —dijo.
Una vez estuvieron dentro y la puerta fue cerrada con llave una vez más
detrás de ellos, Meredith comprobó para asegurarse que las ventanas
estaban cubiertas, y luego encendió las luces. La oficina de seguridad
estaba amueblada sencillamente: paredes blancas, dos escritorios, cada
uno con un ordenador, una con una taza de café mediana olvidada encima,
y un archivador. Había una planta marchitándose en la ventana, sus hojas
estaban secas y oscurecidas.
—¿Estamos seguros de que ninguno de los oficiales va a aparecer y
atraparnos? —preguntó Elena con nerviosismo.
—Te lo dije, he comprobado sus rutinas —respondió Meredith.
—Después de las ocho, todos salvo uno de los guardias de seguridad en
servicio están patrullando el campus. El que no está patrullando está
sentado en el vestíbulo de la planta baja del edificio de administración,
manteniéndose en contacto por radio con los demás y ayudando a los
estudiantes que dejan las llaves dentro de sus dormitorios y esas cosas.
—Bueno, vamos a acabar con esto —dijo Damon—. Particularmente no me
entusiasma la idea de pasar toda la noche en este pequeño agujero
deprimente.
Su voz sonaba tanto bien educada como aburrida, como siempre, pero
había algo diferente en él. Estaba de pie muy cerca de Elena, tan cerca que
su brazo estaba rozando el de ella, y, mientras Meredith observaba, su
mano se acercó a tocar la espalda de Elena muy ligeramente, sólo con la
punta de sus dedos. Había una curvatura ligera y discreta en su boca, casi
como si Damon estuviera aún más satisfecho de sí mismo que de
costumbre.
—Bueno —preguntó él, echando un vistazo a Meredith—. ¿Y ahora qué,
cazadora?
Elena se apartó de él y se arrodilló frente al archivador antes de que
Meredith pudiera responder, abriendo el cajón superior. —¿Cuál era el
apellido de Samantha? Probablemente su archivo está de acuerdo con eso.
—Dixon —dijo Meredith, apartando el pequeño impacto que tenía cada vez
que alguien se refería a Samantha en tiempo pasado. Era sólo que… había
estado tan llena de vida—. Y Christopher era Nowicki.
Elena hojeó los archivos de los dos cajones, sacando primero una gruesa
carpeta y luego una segunda. —Los tengo. —Abrió la carpeta de Samantha
y su garganta emitió un sonido un poco enfermo—. Son… peor de lo que
pensaba —dijo, con voz temblorosa, mientras miraba las imágenes de la
escena del crimen. Pasó unas cuantas páginas—. Y aquí está el informe del
forense. Dice que murió a causa de la pérdida de sangre.
—Déjame ver —dijo Meredith. Tomó el archivo y se obligó a estudiar las
imágenes de la escena del crimen para ver si había dejado pasar algo
cuando había estado allí. Sus ojos se mantenían alejados del pobre cuerpo
indefenso de Sam, así que tragó saliva y se centró en las áreas alejadas del
cuerpo, el suelo y las paredes del cuarto de Samantha—. ¿Pérdida de
sangre debido a que fue asesinada por un vampiro? ó ¿porque hay mucha
sangre en todas partes? —Estaba orgullosa de cuan estable estaba su voz,
de cualquier forma era más estable que la de Elena.
Ella tendió la carpeta hacia Damon. —¿Qué piensas? —preguntó.
Damon tomó la carpeta y estudió las fotos desapasionadamente, movió de
un tirón unas cuantas páginas para leer el informe del médico forense.
Luego tendió la mano hacia Elena para tener el archivo de Christopher y
también lo hojeó.
—No puedo decir nada con certeza —dijo después de unos minutos—. Al
igual que con los cuerpos que he encontrado, podrían haber sido
asesinados por hombres lobo, que son primitivos como este. O podría
haber sido vampiros descuidados. Demonios, fácilmente. Incluso los seres
humanos podrían hacer esto, si fueron motivados lo suficiente.
Elena hizo un suave sonido de negación, y Damon de repente le mostró su
brillante sonrisa.
—Ah, no olvidemos que los seres humanos pueden idear formas de
violencia mucho más creativas que lo que algunos simples monstruos
hambrientos pueden hacer, cariño. —Nuevamente serio, él miró las
fotografías una vez más—. Sin embargo, puedo decirles que más de una
criatura o persona fue responsable.
Su dedo trazó una línea en una de las imágenes, y Meredith se obligó a
mirar. Manchas de sangre salpicaban en forma de amplios arcos por la
habitación, más allá de los brazos extendidos de Samantha.
—¿Ven la forma en la sangre rociada aquí? —preguntó Damon—. Alguien
sostenías sus manos y otra persona sostenía sus pies, y al menos otro, tal
vez más, la mató. —Hojeó la carpeta abierta de Christopher de nuevo—. Es
lo mismo. Esto podría ser evidencia de que los hombres lobo son los
culpables, ya que les gusta viajar en manadas, pero no es una prueba
sólida. Pueden conseguir grupos de casi cualquier cosa. Incluso de
vampiros: no todos son tan autosuficiente como lo soy yo.
—Aunque Matt vio a una sola persona, o lo que sea, cerca del cuerpo de
Chris —señaló Elena—. Y él llegó hasta allí realmente pronto después de
que Christopher gritara.
Damon hizo un gesto despectivo con la mano. —Así que fueron rápidos —
dijo—. Un vampiro podría hacerlo antes de que un ser humano tuviera
tiempo de reaccionar hasta incluso de gritar. Casi cualquier cosa
sobrenatural podría. La velocidad viene en el paquete.
Meredith se estremeció. —Un paquete entero de algo —dijo, aturdida—.
Uno que podría haber sido lo suficientemente malo.
—Un paquete que es mucho peor —coincidió Damon—. ¿Están listas para
irnos ahora?
—Mejor comprobamos y verificamos si hay algo más y luego limpiarnos —
dijo Elena—. ¿Quieres hacer guardia afuera? Siento como que estamos
realmente tentando a la suerte por estar aquí tanto tiempo. Podría dar
algún tipo de señal si ves que alguien se acercaba o usar tu poder para
deshacerte de ellos. ¿Por favor?
Damon sonrió con coquetería. —Voy a ser tu perro guardián, princesa,
pero sólo porque eres tú.
Meredith esperó hasta que salió para decir secamente: —Hablando de
perros, ¿recuerdas cuando Damon mató al perro faldero de Bonnie?
Elena abrió el primer cajón del archivador de nuevo y empezó a revisarlo
metódicamente. —No quiero hablar de esto, Meredith. De todos modos fue
Katherine quien mató a Yangtze.
—Simplemente no creo que te des cuenta en lo que te estás metiendo aquí
—dijo Meredith—. La no excelente relación de Damon con el material.
Las manos de Elena vacilaron en su avance eficiente. —Yo no… no es así —
dijo—. No es una relación, no quiero una relación con alguien, salvo Stefan.
Meredith frunció el ceño, confundida. —Bueno, entonces, que…
—Es complicado —dijo Elena—. Me preocupo por Damon, lo sabes. Estoy
viendo hacia donde las cosas podrían ir con él. Hay algo entre nosotros,
siempre lo ha habido. Con Stefan desaparecido… —Su voz se quebró—.
Tengo que darle una oportunidad. Sólo… sólo dejémoslo en paz por ahora,
¿de acuerdo? —Ella cogió la carpeta de Samantha para ponerla de nuevo en
el cajón. Los labios le temblaban, y Meredith estaba a punto de profundizar
en el tema: no lo iba a dejar en paz. No cuando Elena estaba molesta e
involucrada, más involucrada de lo que había estado antes, con el
peligroso vampiro Damon. Pero Elena la interrumpió. —Uh —dijo—. ¿Qué
crees que significa esto?
Meredith estiró el cuello para ver de lo que ella estaba hablando, y Elena
señaló. En la parte frontal del interior del archivo de Samantha estaba
escrita una V grande en color negro. Tomó el archivo de Christopher. —
Éste, también —dijo, mostrándolo a Elena.
—¿Vampiros? —preguntó Elena—. ¿La Sociedad Vitale? ¿Qué más comienza
con V y podría tener que ver con estos asesinatos?
—No sé —empezó a decir Meredith, cuando de repente escuchó el ruido de
un motor de un coche deteniéndose fuera del edificio. Un graznido
estridente llegó a través de la ventana.
—Ese es Damon —dijo Elena, empujando el archivo de Christopher de
nuevo en el gabinete—. Si no queremos que él tenga que forzar a todas las
fuerzas de seguridad, es mejor salir de aquí rápido.
34
Traducido por Krispipe
Corregido por Nikola
—Me gusta tu lugar —le dijo Elena a Damon, mirando alrededor.
Se había sorprendido cuando la invitó a cenar. Una cita convencional era
algo que ella jamás asociaría con Damon, pero en su camino ella había
sentido un hormigueo de emoción y curiosidad. A pesar de haber vivido en
el mismo palacio que Damon en la Dimensión Oscura, nunca había visto
una casa que él hubiera hecho por sí mismo. Pese a su insolencia, se dio
cuenta, Damon era extrañamente privado.
Habría esperado que su departamento estuviera góticamente decorado en
negros y rojos, como las mansiones de vampiros que había visitado en la
Dimensión Oscura. Pero no era así en absoluto. En cambio, era
minimalista, pulcro y elegante en su sencillez, con paredes pálidas, un
montón de ventanas, muebles en vidrio y metal, y colores suaves y frescos.
Esto le convenía de alguna manera. Si no mirabas muy profundamente en
sus ojos oscuros y antiguos, él podría haber sido un hermoso joven
modelo o arquitecto, vestido de negro a la moda, firmemente arraigado en
el mundo moderno.
Pero no del todo moderno. Elena se detuvo en la sala de estar para admirar
la vista sobre la ciudad: las estrellas brillaban en el cielo por encima de las
tenues luces de las casas y los faros de los coches en las carreteras. En una
mesa de vidrio y cromo debajo de la ventana, algo brillaba intensamente.
—¿Qué es esto? —preguntó, cogiéndolo. Parecía como un balón dorado
revestido con una tracería de diamantes, justo el tamaño adecuado para
caber cómodamente en la palma de su mano.
—Un tesoro —dijo Damon, sonriendo—. A ver si puedes encontrar el cierre
en el lado.
Elena sintió la esfera con dedos cuidadosos, finalmente encontrando un
pasador ingeniosamente oculto y presionándolo. La pelota se desarrolló en
sus manos, dejando al descubierto una pequeña figura dorada. Un colibrí,
vio Elena, sosteniéndolo para inspeccionarlo, el oro perseguido con rubíes,
esmeraldas y zafiros.
—Gira la llave —dijo Damon, llegando detrás de ella, una mano fría en cada
uno de sus costados. Elena encontró la pequeña tecla debajo del ave y la
presionó. El pájaro arqueó el cuello y extendió sus alas, moviéndose lenta y
suavemente, mientras una delicada melodía comenzó a sonar.
—Es hermoso —dijo ella.
—Hecho para una princesa —le dijo Damon, sus ojos fijos en el ave—. Un
pequeño y delicado juguete, de Rusia antes de la revolución. Ellos tenían
artesanos allí en aquellos días. Un lugar divertido para estar, también, si no
eras un campesino. Palacios, fiestas, y cabalgar a través de la nieve en
trineos cargados de pieles.
—¿Estuviste en Rusia durante la revolución? —preguntó Elena.
Damon rió, un sonido seco, poco agudo. —Estuve allí antes de la
revolución, querida. ”Salir antes de que las cosas vayan mal”, ese siempre
ha sido mi lema. Nunca me importó lo suficiente como para quedarme y
ver las cosas a través hasta el final. Antes de conocerte, de todos modos.
Cuando la música dejó de sonar, Elena se medio giró, con ganas de ver la
cara de Damon. Él le sonrió y llegó a tomarle la mano, cerrando el pájaro
de nuevo en su esfera. —Quédatelo —dijo. Elena trató de protestar, este
sin duda no tenía precio, pero Damon se encogió de hombros—. Quiero
que lo tengas —dijo—. Además, tengo un montón de tesoros, tiendes a
acumular cosas cuando vives varias vidas.
La hizo pasar al comedor, donde la mesa estaba puesta para uno. —
¿Tienes hambre, princesa? —preguntó—. He traído comida para ti.
Le sirvió una sopa increíble, algo que no reconoció, era suave y
aterciopelado en su lengua, con un toque de especias, seguida por una
pequeña ave asada, que Elena diseccionó cuidadosamente con el tenedor,
sus pequeños huesos resquebrajándose. Damon no comió, él nunca comía,
pero bebió una copa de vino y miró a Elena, sonriendo mientras ella le
contaba sobre sus clases, asintiendo con la cabeza seriamente cuando le
contó la factura que le estaba pasando a Meredith el patrullar cada noche.
—Esto estaba maravilloso —dijo al fin, aun picoteando la rica tarta de
chocolate sin harina que había tomado de postre—. Creo que es la mejor
comida que he tenido.
Damon sonrió. —Quiero darte lo mejor de todo —dijo—. Debes tener el
mundo a tus pies, ya sabes.
Algo en Elena se agitó. Dejó el tenedor y se levantó, acercándose a la
ventana para contemplar las estrellas de nuevo. —Has estado en todas
partes, ¿no es así, Damon? —preguntó. Apretó la palma de la mano contra
el vidrio.
Damon se acercó detrás de ella y la atrajo frente a él, acariciando
suavemente su cabello. —Oh, Elena —dijo—. He estado en todas partes,
pero lo que pasa con el mundo es que no deja de cambiar, así que siempre
es nuevo y excitante. Hay tantos lugares que quiero mostrarte, verlos a
través de tus ojos.
La besó en el cuello, sus caninos presionando suavemente contra la vena
en el lado de su garganta, a continuación puso las manos sobre sus
caderas, girándola de nuevo hacia la ventana, donde una extensión de
estrellas brillaban contra la noche. —La mayoría de las personas nunca ven
una décima parte de lo que el mundo humano tiene —murmuró en su
oído—. Sé extraordinaria conmigo, Elena. —Su aliento era caliente en su
garganta—. Sé mi princesa oscura.
Elena se apoyó en él temblando.
***
Querido Diario:
Ya no sé quién soy.
Esta noche, con Damon, casi podía imaginar mi vida si tomara lo que él me
ofrecía, convirtiéndome en su “princesa oscura”. Nosotros dos, de la mano,
fuerte, hermosa y libre. Todo lo que quisiera sin tener que levantar un
dedo, desde joyas a ropa y comida maravillosa. Una vida por encima de las
preocupaciones que suelo tener, en algún lugar lejano. Experimentando y
viendo maravillas que ni siquiera puedo imaginar.
Tendría que ser un mundo sin Stefan, sin embargo. Él me ha excluido, por
completo. Pero viéndome con Damon, no sólo besándonos, sino siendo
quién Damon quiere que sea, le haría daño, lo sé.
Y no puedo soportar hacer eso.
Es como si hubiera dos caminos delante de mí. Uno en la luz del día, y
siendo la chica normal que pensé que quería ser: fiestas y clases y
finalmente, un trabajo y una casa y una vida normal. Stefan quiere darme
eso. El otro es en la oscuridad, con Damon, y estoy empezando a darme
cuenta de lo mucho que el mundo tiene para ofrecer, y cuánto quiero
experimentar todo lo que contiene.
Siempre he pensado que Stefan estaría conmigo en el camino iluminado.
Pero ahora lo he perdido, y ese camino parece tan solitario. Tal vez el
camino oscuro es realmente mi futuro. Tal vez Damon tiene razón, y le
pertenezco a él, en la noche.
***
—No puedo esperar para ver si sorpresa —rió Bonnie cuando ella y Zander
cruzaron el césped de la mano en el edificio de ciencias—. Eres tan
romántico. Espera que se lo cuente a los muchachos.
Zander le dio un beso ligero como una pluma en la mejilla, sus labios
cálidos. —Ya sé que he perdido todos mis puntos de tío guay por ti. Canté
karaoke contigo ayer por la noche.
Bonnie soltó una risita. —Bueno, después de que te introduje en Dirty
Dancing, teníamos que cantar el gran dúo, ¿verdad? No puedo creer que
nunca hubieras visto esa película antes.
—Eso es porque yo solía ser viril —admitió Zander—. Pero ahora he visto el
error en mi camino. —Él le dio una de sus sonrisas lentas, y las rodillas de
Bonnie casi se doblaron—. Fue una película linda.
Llegaron a la parte inferior de la escalera de incendios, y Zander la impulsó
y luego subió detrás de ella. Cuando llegaron al techo, Zander hizo un
gesto expansivo en el lugar delante de ellos. —Para nuestro aniversario de
seis semanas, Bonnie, una recreación de nuestra primera cita.
—¡Oh! ¡Es tan dulce! —Bonnie miró alrededor. Había una harapienta manta
del ejército, cubierta con una caja de pizza y refrescos. Las estrellas
brillaban arriba, como lo habían hecho seis semanas antes. Esto era dulce,
una idea romántica, aunque su primera cita no había sido tan
sorprendente. Luego se corrigió a sí misma: en realidad había sido una
cita muy sorprendente, a pesar de que había sido sencilla.
Ella se sentó en la manta, y luego se asomó a la caja de pizza y sonrió
voluntariamente. Olivas, embutidos y setas. Su favorita. —Al menos una
mejora en la recreación, sin embargo, veo.
Zander se sentó junto a ella y le pasó el brazo alrededor de los hombros.
—Por supuesto sé lo que te gusta en tu pizza ahora —dijo—. Tengo que
prestarle atención a mi chica.
Bonnie se acurrucó bajo su brazo, y compartieron la pizza, mirando las
estrellas y hablando cómodamente sobre esto y aquello. Cuando la pizza
había desaparecido, Zander limpió cuidadosamente la grasa de sus manos
con una servilleta, y luego llevó ambas manos de Bonnie en las suyas. —
Necesito hablar contigo —dijo seriamente, sus ojos de color azul celeste
fijos en los de ella.
—Está bien —dijo Bonnie, nerviosa, un destello de pánico se inició en su
estómago. Sin duda, Zander no la habría traído todo el camino hasta aquí y
recreando su primera cita si tuviera planificado romper con ella, ¿verdad?
No, esto era una idea ridícula. Pero parecía tan solemne y preocupado—.
No estás enfermo, ¿verdad? —preguntó, horrorizada por la idea.
La comisura de la boca de Zander se contrajo en una sonrisa. —Eres tan
divertida, Bonnie —dijo—. Simplemente dices lo que pasa por tu cabeza.
Esa es una de las razones por las que te amo. —El corazón de Bonnie saltó
en su garganta, y sintió que sus mejillas se sonrojaban. ¿Zander la amaba?
Zander se puso serio otra vez. —Hablo en serio —dijo—. Sé que es muy
pronto, y no tienes que sentir como si necesitaras decir algo nuevo, pero
quería que sepas que me estoy enamorando de ti. Eres increíble. Nunca me
he sentido así antes. Nunca.
Lágrimas de feliz sorpresa saltaron en los ojos de Bonnie, y sorbió por la
nariz, apretando las manos de Zander firmemente. —Yo siento eso,
también —dijo con un hilo de voz—. Estas últimas semanas han sido
increíbles. Quiero decir, no creo que jamás me haya divertido tanto como
contigo. Nos tenemos el uno al otro, ¿sabes?
Se besaron, un beso largo, lento y dulce. Bonnie se inclinó contra Zander y
suspiró con satisfacción. Nunca había estado tan a gusto. A continuación
Zander se apartó.
Bonnie se acercó a él, pero Zander le cogió las manos de nuevo y la miró a
los ojos. —Es porque me estoy enamorando de ti —dijo lentamente—, que
tengo que decirte algo. Tienes derecho a saberlo. —Él apretó sus ojos
fuertemente por un momento, luego los volvió a abrir, mirando a Bonnie
como si quisiera saltar a su cabeza y saber cómo iba a reaccionar ella a lo
siguiente que dijo—. Soy un hombre lobo —dijo rotundamente.
Bonnie se sentó congelada por un momento, su mente luchando por
entender. Entonces lanzó un grito y apartó las manos de él, poniéndose de
pie. —Oh no —jadeó—. ¡Oh Dios mio! —Imágenes estaban corriendo a
través de su mente: la cara retorcida de Tyler Smallwood, grotescamente
prolongándose en un hocico, sus ojos amarillos y sus nuevos ojos de
pupilas hundidas mirándola con un odio feroz, sediento de sangre.
Meredith desplomándose en su cama como una muñeca abandonada, sus
ojos en blanco, mientras les contaba cómo el cuerpo de Samantha había
sido mutilado. El flash de pelo rubio que Meredith había visto cuando
persiguió a una figura vestida de oscuro lejos de una chica gritando. Los
negros hematomas en el costado de Zander.
—Meredith y Elena estaban en lo cierto —dijo, apartándose de él.
—¡No! No, no es así, Bonnie, por favor —dijo Zander, luchando con sus pies
de modo que se quedaron frente a frente. Su rostro estaba pálido y tenso—
. Soy un buen hombre lobo, lo juro, yo no… no lastimo a la gente.
—¡Mentiroso! —gritó Bonnie, furiosa—. He conocido hombres lobo, Zander.
¡Para convertirte en uno tienes que ser un asesino! —Con esto, ella estaba
fuera, descendiendo por la escalera de incendios a la relativa seguridad de
la tierra.No mires atrás, no mires atrás, golpeando en su cabeza. Vete,
aléjate.
—¡Bonnie! —Zander llamó desde lo alto de la escalera de incendios, y ella
le oyó bajar ruidosamente detrás de ella.
Bonnie saltó los últimos metros desde el final de la escalera de incendios y
aterrizó, tropezando. Se enderezó y comenzó a correr inmediatamente.
Tenía que entrar, tenía que encontrar algún lugar en el que no estuviera
sola.
Por el rabillo del ojo, vislumbró movimiento en las sombras del edificio.
Jared y Tristan y, oh no, el gran y musculoso Marcus. Hombres lobo, se dio
cuenta, igual que Zander, parte de su manada. Bonnie pensó que se estaba
moviendo tan rápidamente como podía, pero, a medida que ellos entraron
en la luz, ella encontró un chorro fresco de velocidad.
—¡Bonnie! —llamó Jared con la voz ronca, y ellos fueron detrás de ella.
Ella estaba corriendo más rápido de lo que nunca lo había hecho, sollozos
jadeantes se arrancaban de su pecho, pero no era lo suficientemente
rápido. Estaban cerca de ella; podía escuchar sus fuertes pasos
alcanzándola.
—Sólo queremos hablar contigo, Bonnie —llamó Tristan, su voz nivelada y
calmada. Ni siquiera sonaba sin aliento.
—Detente —dijo Marcus—. Espera por nosotros.
Y oh Dios, él estaba llegando a su lado ahora, y Tristan a su otro lado,
interrumpiéndola. Se movieron más cerca, encerrándola.
Bonnie se detuvo, las manos en sus rodillas, tratando de recuperar la
respiración. Ardientes lágrimas corrían por su cara y goteaban de su
barbilla. La habían capturado. Había corrido y corrido, tan rápido como
pudo, pero no había sido capaz de conseguirlo. Los tres chicos paseaban a
su alrededor, encerrándola, sus rostros cautelosos.
Habían fingido ser sus amigos, pero ahora parecían cazadores, rodeándola.
Habían mentido, todos ellos.
—Monstruos —murmuró ella como una maldición, y se puso derecha,
todavía jadeando. La habían atrapado, pero no la habían derrotado todavía.
Ella era una bruja, ¿no? Apretó los puños y comenzó a entonar bajo su
respiración los hechizos de protección que la Sra. Flowers le había
enseñado para protección y defensa. No creía que pudiera vencer a tres
hombres lobo, no sin el tiempo para hacer un círculo mágico, sin ningún
tipo de suministros, pero tal vez podría herirlos.
—Chicos, esperen. Deténganse. —Zander estaba viniendo ahora, corriendo
a través de los jardines de la universidad hacia ellos. Incluso a través de las
lágrimas calientes nublando su visión, Bonnie pudo ver lo hermoso que era,
lo elegante y natural corredor, sus largas piernas devorando la distancia, y
su corazón le dolió un poco más. Lo había amado tanto. Siguió entonando,
sintiendo el poder construyéndose en su interior como la presión de una
lata de soda sacudida, a punto de explotar.
Zander se detuvo cuando los alcanzó, apretando el hombro de Marcus con
una mano. Los otros tres le miraron.
—Ella se escapó de nosotros —dijo Tristan, y sonaba desconcertado y
resentido.
—Sí —dijo Zander—. Lo sé. —Lágrimas corrían por la cara de Zander,
también, notó Bonnie, y él no hacía ningún movimiento para borrarlas. Se
limitó a mirarla, sus hermosos ojos azules muy abiertos,
desgarradoramente triste. —Retrocedan, chicos —dijo sin apartar la vista
de Bonnie. Entonces, le agregó a ella—, haz lo que tengas que hacer.
Bonnie dejó de entonar, dejando que la energía acumulada se drenara. Dio
un áspero jadeo de aire, y luego, rápida como una flecha, su corazón
latiendo como si fuera a estallar fuera de su pecho, se echó a correr.
35
Traducido por Eva Medina
Corregido por Nikola
La noche de la iniciación para los nuevos miembros de la Sociedad Vitale
finalmente llegó. La tenebrosa sala estaba iluminada sólo por la dorada luz
de las velas colocadas alrededor y por el fuego de las antorchas que
estaban en las paredes. En la parpadeante luz, los animales tallados en la
madera de los pilares y los arcos parecían casi moverse. Matt, vestido con
una toga oscura como los otros iniciados, miraba a sus alrededores con
orgullo. Ellos habían trabajado duro y la sala lucía asombrosa.
En frente de la sala, bajo del arco más grande, había una larga mesa
cubierta por una tela roja oscura, haciéndola parecer un altar. En el centro
de la mesa había un enorme cuenco de piedra, casi como una fuente
bautismal, y alrededor de ella había rosas y orquídeas. Muchas flores
estaban dispersas en el suelo y la fragancia de las flores pisoteadas era tan
fuerte que era mareante. Las promesas se pusieron en fila, igualmente
distanciados, ante el altar.
Como si pudiera percibir su orgullo en cómo había salido todo, Chloe puso
su oscura capucha hacia atrás un poco y se inclinó hacia él para murmurar:
—Fabuloso, ¿eh?.
Matt le sonrió. ¿Y qué si ella está saliendo con otra persona? A él aún le
gustaba. Él quería que fueran amigos, incluso si eso es lo único que podía
haber entre ellos.
Él tiró de su toga avergonzado, la tela era pesada y no le gustaba la manera
en la que ésta bloqueaba su visión periférica.
Los miembros de la Sociedad Vitale enmascarados zigzaguearon
silenciosamente entre las promesas, repartiendo copas llenas de alguna
clase de líquido. Matt lo olfateó y olía a jengibre y camomila y a algún otro
perfume familiar, así que para eso usaron las hierbas.
Él sonrió a la chica que se lo dio a él, pero no obtuvo respuesta. Los ojos
de detrás de la máscara se deslizaron neutralmente sobre él y ella siguió
adelante. Una vez que él fuese un miembro de la Sociedad Vitale, él sabría
quienes son los actuales miembros, los podría ver sin sus máscaras. Él le
dio un sorbo a su copa e hizo una mueca: esto sabía raro y amargo.
El tenue crujido de las capas moviéndose por el suelo se silenciaron
cuando la última copa se repartió y los enmascarados se retiraron bajo el
arco de detrás del altar para mirar. Ethan dio un paso adelante, subió al
altar y se echó hacia atrás su capucha.
—Bienvenidos —dijo él, levantando sus manos hacia la asamblea de
promesas—. Bienvenidos al verdadero poder, finalmente. —La luz de la
vela osciló por encima de su rostro, transformándolo en algo desconocido
y casi siniestro. Matt se movió nerviosamente y tomó otro poco de la
amarga mezcla herbal.
—¡Brindemos! —dijo Ethan. Él elevó su propia copa y las promesas elevaron
las suyas. Él dudó por un momento, y entonces dijo—, para ir más allá del
velo y descubrir la verdad.
Matt levantó su copa y la vació como las otras promesas. La mezcla dejó
una sensación arenosa en su lengua y él la raspó contra sus dientes.
Ethan miró a las promesas y sonrió, manteniendo las miradas con uno
después de otro. —Todos ustedes han trabajado tan duro —dijo él
cariñosamente—. Cada uno de ustedes ha alcanzado la cumbre de
inteligencia, fuerza y habilidad de liderazgo. Juntos serán una fuerza a
tener en cuenta. Han estado perfectos.
Matt se las arregló para contenerse de rodar los ojos. Era agradable ser
alabado, por supuesto, pero a veces Ethan era un poco demasiado
¿perfecto? Matt dudó de que eso fuera incluso posible. A él le parecía que
siempre podías esforzarte en ser un poco más, o un poco menos, algo. Tú
puedes desear siempre ser un poco mejor. Pero incluso si él puede,
después de todo, ser perfecto, sospechaba que eso tomaría más que
algunos recorridos de obstáculos y algunos ejercicios de problemas a
resolver en grupo para hacerlo.
—Y ahora es tiempo finalmente de descubrir su intención. —Ethan
continuó—. Es hora de completar la última etapa en su transformación de
alumnos ordinarios a verdaderos avatares del poder. —Él tomó una
plateada taza limpia y brillante del altar y la metió en el cuenco de piedra
en frente de él—. Con cada paso que den en la evolución, habrá que hacer
sacrificios. Lamento cualquier dolor que esto pueda causarles.
Confórmense con saber que el dolor será temporal. Anna, camina hacia
delante.
Hubo una leve agitación entre las promesas. La charla sobre sufrimientos y
sacrificios era diferente al usual énfasis que Ethan le daba a horror y poder.
Matt frunció el entrecejo. Algo iba mal.
Pero Anna, que parecía pequeña en su gran toga, caminó sin dudarlo hacia
el altar y se sacó la capucha.
—Bebe —dijo Ethan tendiéndole la taza plateada. Anna parpadeó indecisa y
luego, con sus ojos fijos en Ethan, vació la taza. A medida que ella le
devolvía la taza a Ethan, ella se lamía los labios automáticamente, y Matt la
miró más atentamente. En la parpadeante luz de la vela, sus labios
parecían anormalmente rojos y resbaladizos.
Entonces Ethan la guió alrededor del altar y la abrazó. Él sonrió y su rostro
cambió, sus ojos se dilataron y sus labios retrocedieron en un gruñido. Sus
dientes parecían tan largos, tan afilados. Matt trató de gritar una
advertencia, pero se dio cuenta con horror que él no podía mover sus
labios, no podía dibujar el aliento para gritar.
Él supo, de repente, que había sido un tonto.
Ethan clavó sus colmillos hasta el fondo en el cuello de Anna. Matt se
tensó, intentando correr hacia ellos, para atacar a Ethan y mandarlo lejos
de Anna. Pero no se podía mover nada. Debía estar bajo algún tipo de
compulsión. O quizá algo en la bebida, algún ingrediente mágico, los hizo
a todos dóciles y tranquilos. Vio impotente como Anna luchó por unos
momentos, luego se relajó, con sus ojos rodando hacia su cabeza.
Bruscamente, Ethan dejó caer su cuerpo al suelo. —No se asusten —dijo él
amablemente, mirando a las horrorizadas y congeladas promesas—. Todos
nosotros. —Él hizo un gesto hacia los silenciosos enmascarados Vitale
detrás de él—, pasamos por esta iniciación recientemente. Deben
prepararse a ustedes mismos para sufrir lo que es sólo una muerte
pequeña y temporal, y entonces serán uno de nosotros, un verdadero
Vitale. Nunca envejecerán, nunca morirán. Poderosos para siempre.
Los afilados y blancos dientes y dorados ojos brillaban a la luz de la vela,
Ethan estiró el brazo hacia la siguiente promesa y Matt se tensó otra vez
preparado para gritar, para luchar. Ethan continuó: —Stuart, camina hacia
delante.
***
Elena olía tan bien, rico y dulce como una madura fruta exótica. Damon
quería simplemente enterrar su cabeza en la suave piel de la curva de su
cuello e inhalarla durante una década o dos. Enlazando su brazo con el de
ella, él la acercó a él.
—Tú no puedes entrar conmigo —le dijo ella por segunda vez—. Soy capaz
de hacer hablar a James sobre mis padres, pero no creo que él hable si hay
alguien más ahí. Sea cual sea la verdad sobre la Sociedad Vitale y sobre mis
padres, estoy segura de que él se avergüenza de ello. O se asusta o… algo.
—Sin prestar atención a lo que ella estaba haciendo, Elena se agarró al
brazo de Damon más firmemente.
—Bien —dijo Damon testarudamente—. Esperaré fuera. No dejaré que él
me vea. Pero no vas a caminar por el campus en la noche tú sola. No es
seguro.
—Sí, Damon —dijo Elena en un tono convincente de mansedumbre y
descansó su cabeza en su hombro. La esencia alimonada de su champú se
mezclaba con la esencia de Elena. Damon suspiró con satisfacción.
Ella se preocupaba por él, él sabía eso, y Stefan se borró a sí mismo del
cuadro. Ella es todavía joven, su princesa, y un corazón humano puede
curarse. Tal vez, sin Stefan, ella podría finalmente ver cuan cerca estaba
ella, en mente y alma, a Damon, cuan perfectamente encajaban ellos
juntos.
En cualquier caso, ella era de él ahora. Él levantó su mano libre y acarició
su cabello, su sedoso cabello se moldeaba bajo sus dedos y sonrió.
La casa del profesor estaba apenas fuera del campus, justo al otro lado de
la calle. Ellos habían llegado al final del campus cuando la presencia
familiar que los había estado acechando en los últimos tiempos se
aproximó.
Damon se dio la vuelta para observar las sombras, llevando a Elena con él.
—¿Qué pasa? —preguntó Elena alarmada.
Sal, pensó Damon con exasperación, mandando su silencioso mensaje
hacia la espesa sombra del montón de robles. Sabes que no puedes
esconderte de mí.
Una oscura sombra se separó del resto, caminando hacia el sendero. Stefan
miraba al suelo, con los hombros hundidos y sus manos a los lados. Elena
lanzó un grito ahogado, un pequeño sonido herido.
Stefan se ve terrible, pensó Damon, con lástima. Su rostro parecía hundido
y tenso, con sus pómulos más prominentes de lo usual, y Damon apostaría
a que no había comido apropiadamente. Damon sintió una punzada de
desasosiego. Él no encontraba placer en causar dolor a su hermano. Ya no.
—¿Bueno? —dijo Damon elevando sus cejas.
Stefan lo miró. No quiero pelear contigo, Damon, dijo él silenciosamente.
Entonces no lo hagas, Damon le respondió y la boca de Stefan se retorció
en una media sonrisa de reconocimiento.
—Stefan —dijo Elena de repente, sonando como si la palabra se hubiese
sacudido fuera de ella—. Por favor, Stefan.
Stefan miró hacia el sendero bajo sus pies, no encontrándose con sus ojos.
—Te sentí cerca, Elena, y yo sentí tu ansiedad —dijo él con cansancio—.
Pensé que estabas en problemas. Lo siento, estaba equivocado. No debí
haber venido.
Elena se puso rígida y sus largas y oscuras pestañas cayeron sobre sus
ojos, escondiendo, Damon casi podía asegurar, el principio de lágrimas.
Un largo silencio se extendió entre ellos. Finalmente, irritado por la
tensión, Damon hizo un esfuerzo por romperlo. —Así que —dijo él con
indiferencia—, entramos en la oficina de seguridad del campo anoche.
Stefan miró hacia arriba con un parpadeo de interés. —Oh, ¿encontraron
algo útil?
—Fotografías de las escenas de los crímenes, pero no fueron de mucha
ayuda —dijo Damon encogiéndose de hombros—. Los archivos estaban
marcados con una V negra, así que estamos tratando de encontrar su
significado. Elena está yendo a hablar con su profesor sobre la Sociedad
Vitale, para ver si esto puede tener algo que ver con ellos.
—La… ¿Sociedad Vitale? —dijo Stefan dudoso.
Damon movió su mano desdeñosamente. —Una sociedad secreta en la que
los padres de Elena estuvieron —dijo él—. ¿Quién sabe? Quizá no sea nada.
Pasando una mano sobre su rostro, Stefan parecía estar pensando mucho.
—Oh, no —murmuró él. Entonces, mirando a Elena por primera vez, él
preguntó—. ¿Dónde está Matt?
—¿Matt? —repitió Elena sobresaltada en su nostalgiosa contemplación de
Stefan—. Um, creo que tiene algún tipo de encuentro esta noche. Quizá
algún asunto del futbol.
—Me tengo que ir —dijo Stefan e inmediatamente se había ido. Con sus
capacidades aumentadas, Damon pudo escuchar los pasos de Stefan
alejándose. Pero para Elena, él sabía, Stefan no era nada más que una
silenciosa imagen borrosa.
Elena se volvió hacia Damon, con su rostro arrugándose en lo que él
reconoció como el preludio de más lágrimas. —¿Por qué me seguía si no
quería hablar conmigo? —dijo ella con la voz ronca por el pesar.
Damon apretó los dientes. Él estaba tratando duramente de ser paciente,
de esperar para que Elena le diera su corazón, pero ella seguía pensando
en Stefan. —Él te dijo —dijo él, manteniendo su voz uniforme—. Él quiere
asegurarse de que estás segura, pero él no quiere estar contigo. Pero yo sí.
—Renganchando su brazo firmemente con el suyo, él tiró de ella hacia
adelante—. ¿Vamos?
36
Traducido por Jessie_Maddox
Corregido por Nikola
Cuando abrió la puerta y vio a Elena, el rostro de James se arrugó, sólo por
una fracción de segundo, y se echó atrás como si estuviera considerando
cerrarle la puerta en la cara. Entonces pareció pensarlo mejor y la abrió
más, su cara plegándose en su sonrisa familiar.
—¿Por qué Elena? —dijo él—. Querida, no esperaba visita a esta hora. Me
temo que no sea el mejor momento. —Él se tocó el cuello—. Estaría
encantado de verte en la escuela, durante las horas de tutoría. Lunes y
viernes, ¿recuerdas?, ahora si me disculpas. —Y, todavía sonriendo, se echó
hacia atrás e intentó cerrar la puerta en su cara.
Pero Elena balanceó su mano y le paró. —Espera —dijo rotundamente—.
James, sé que no querías hablar conmigo sobre pins, pero es importante.
Necesito saber más sobre la Sociedad Vitale.
Sus negros ojos brillantes se desviaron de ella hacia otro lugar, como si se
avergonzara. —Si, bien —dijo él—. El problema es desde luego que sin
vigilancia un alumno, cualquier alumno, entiendes, querida, no
estrictamente tú, esté en casa de su profesor. El malvado mundo en el que
vivimos, ya sabes. —Y con una suave sonrisa, él se colocó firmemente
contra la puerta—. Hay lugares y momentos.
Elena se echó atrás. —No creo ni por un minuto que estás intentando que
me vaya porque mi visita sea inapropiada —dijo ella—. No puedes
deshacerte de mi tan fácilmente, muchas personas corren peligro.
—Sé que tu y mis padres formaban parte de la Sociedad —continuó Elena—
. Necesito que me digas lo que sea que has estado callando estos días,
creo que Vitale está relacionada con las muertes y desapariciones del
campus, y tenemos que pararlo. Eres mi único enlace en este punto, James.
—Él vaciló, sus ojos llenos de emoción, y Elena lo convenció con su
mirada—. Más personas van a morir, pero tú puedes salvarlos, ¿lo harás?
James vaciló visiblemente y luego pareció rendirse por una vez, dejando
caer sus hombros. —No sé si algo que te cuente podrá ayudar —dijo, y le
dejó el camino libre a través del pasillo y su casa. La cocina estaba luciendo
limpia, con las superficies blancas impolutas, ollas de cobre, cestas llenas y
alegres paños de cocina y toallas colgadas de ganchos estaban
organizados en la parte superior de los armarios. Impresiones enmarcadas
de frutas y verduras colgadas en las paredes a intervalos. James le sentó en
la mesa y él se entretuvo haciendo una taza de té para ella.
Elena esperó pacientemente hasta que finalmente se detuvo junto a ella
con dos tazas de té. —¿Leche? —preguntó y le entregó la jarra sin mirarla a
los ojos—. ¿Azúcar?
—Gracias —dijo Elena, luego se inclinó sobre la mesa y puso su mano
sobre la de él manteniéndola así hasta que él alzó sus ojos para mirarla—.
Dime —dijo Elena.
—No sé nada acerca de los asesinatos —dijo James de nuevo—. Créeme, no
me habría guardado este secreto si pensara que alguien corría peligro.
Elena asintió con la cabeza. —Yo sé que no lo harías —dijo—. Incluso si no
hay una conexión con mis padres, tengo derecho a saber —le dijo Elena.
James suspiró, un largo sonido susurrante. —Esto fue hace mucho tiempo,
te entiendo —dijo—. Éramos jóvenes y un poco ingenuos. La sociedad
Vitale era una fuerza del bien, en aquel entonces. Adorábamos a espíritus
naturales y nos llamaba la energía de la tierra sagrada. Éramos una fuerza
positiva en la sociedad, interesados principalmente en el amor, la paz y la
creatividad. Hemos servido a otros. He oído decir que la Sociedad Vitale ha
cambiado desde aquellos días, que tiene elementos más oscuros tomados
sobre él. Pero yo no sé mucho sobre ellos ahora. Yo no me he involucrado
con la Vitale durante años, no desde los acontecimientos que te voy a
contar.
Elena tomó un sorbo de té y esperó. Los ojos de James viajaron a su cara,
casi con timidez, luego se fijaron en la mesa. —Un día —dijo lentamente—,
un extraño hombre llegó a una de nuestras reuniones secretas. Él era… —
James cerró los ojos y se estremeció—. Nunca había visto a un ser de tanto
poder, o que irradiara una sensación de paz y amor. Todos nosotros no
teníamos ninguna duda de que estábamos en presencia de un ángel. Se
llamaba así mismo El Guardián. —Involuntariamente, Elena aspiró una
bocanada a través de sus dientes, silbando. Los ojos de James se abrieron
de golpe y él le dirigió una larga mirada—. ¿Los conoces? —En su
movimiento de cabeza, se encogió de hombros un poco—. Bueno, te
puedes imaginar como nos afectó.
—¿Qué quería El Guardián? —preguntó Elena, su estomago
estremeciéndose. Había conocido a Los Guardianes y a ella no le gustaban.
Fueron Los Guardianes, con frialdad y eficiencia, los que se negaron a traer
a Damon de vuelta cuando murió en la Dimensión Oscura. Y fueron Los
Guardianes quienes causaron el accidente que mató a sus padres al
intentar matar a Elena. Todos Los Guardianes que había conocido eran de
sexo femenino, sin embargo; ella ni siquiera sabía que había guardianes
varones también.
Elena sabía que, hermosas como los guardianes parecían ser, ellos no eran
ángeles, no estaban en el lado del bien, o para el caso, el lado del mal. Sólo
creía en la Orden. Podían ser muy peligrosos.
James miró brevemente, a continuación, jugueteó con el vaso de té y la
servilleta delante de él. —¿Quieres un bollo? —preguntó. Ella sacudió la
cabeza y lo miró fijamente y él suspiró de nuevo—. Tienes que entender
que tus padres eran muy jóvenes. Idealistas.
Elena tenía la sensación de hundimiento de que se iba a encontrar algo
profundamente desagradable. —Sigue —dijo.
En vez de continuar, sin embargo, James dobló la servilleta en cuadrados
pequeños y precisos, más y más pequeños, hasta que Elena se aclaró la
garganta. Entonces empezó otra vez. —El guardián nos dijo que había una
necesidad de un nuevo tipo de Guardián. Uno que sería mortal, en la
Tierra, y quién poseería poderes especiales que se necesitan para mantener
el equilibrio entre las fuerzas sobrenaturales buenas y malas en la Tierra.
En el transcurso de su visita, Elizabeth y Thomas, que eran jóvenes y
brillantes, buenos y profundamente enamorados, y que tenían un futuro
brillante por delante de ellos, fueron elegidos para ser los padres de este
Guardián mortal.
Dejó la servilleta desenvolverse en sus manos y miró a Elena significativa.
Le tomó un momento para recuperar el aliento.
—¿Yo?, ¿estás bromeando? yo no… —cerró la boca—. Tengo bastantes
problemas —dijo rotundamente. Hizo una pausa—. Espera, ¿por qué crees
que mis padres estaban siendo ingenuos? —le preguntó bruscamente—.
¿Qué hicieron?
James bebió un sorbo de té. —Francamente, creo que necesito un poco
más antes de continuar —dijo—. He mantenido este secreto durante mucho
tiempo y todavía tengo que decirte la peor parte. —Se puso de pie y hurgó
en uno de los armarios, con el tiempo sacando una botella pequeña llena
de ámbar líquido. Se lo ofreció a Elena interrogante, pero ella negó con la
cabeza. Estaba bastante segura de que iba a necesitar la cabeza clara para
el resto de esta conversación. Se sirvió una cantidad generosa en su propia
taza.
—Por lo tanto —dijo él, sentándose de nuevo. Elena se dio cuenta de que él
todavía estaba ansioso, pero también que estaba empezando a disfrutar de
contar la historia. Era un chismoso natural y esto era aún más familiar para
él, porque era un chisme sobre los padres de Elena, la gente que tanto
conoció—. Thomas y Elisabeth estaban tremendamente halagados, por
supuesto.
—Y… —Elena le solicitó.
James entrelazó los dedos a través de su estómago y la miró, sus ojos
ensombrecidos. —Estuvieron de acuerdo en que, cuando la niña tuviera
doce años, los Guardianes se la llevarían, y que nunca volverían a verla otra
vez.
Elena de repente se sintió fría. ¿Sus padres se habían planteado la intención
de regalarla? Sentía como todos los recuerdos de su infancia se fueron
rompiendo. En un instante, James estaba a su lado. —Respira —dijo
suavemente. Jadeando, Elena cerró los ojos y se concentró en inhalar y
exhalar respiraciones profundas. Que sus padres, sus queridos padres, la
habían asumido como un proyecto temporal, era devastador. Ella nunca
había dudado de su amor hasta el momento.
Ella tenía que saber toda la verdad. —Sigue.
—Honestamente, ese fue el final de mi amistad con tus padres, y el final en
la Sociedad Vitale —dijo James, tomando otro largo trago de su whisky con
té—. No podía creer que nadie más en la sociedad Vitale vio el problema
con la crianza de un niño a la cúspide de la adolescencia y luego de su
renuncia por siempre, y no podía creer que tus padres, que yo sabía que
eran agradables y personas inteligentes estuvieran de acuerdo a ese plan.
Nos graduamos y cada uno se fue por caminos separados y no escuché de
tus padres hasta pasados unos doce años.
—¿Has oído algo de ellos, entonces? —preguntó Elena en voz baja.
—Tu padre me llamó. Los Guardianes se habían puesto en contacto con
ellos, listos para llevarte. Sin embargo, Thomas y Elisabeth no te dejarían
ir. —James sonrió con tristeza—. Ellos te querían demasiado, pensaban que
no estabas lista para salir de casa, eras solo una niña. Se habían dado
cuenta de que habían aceptado demasiado pronto el plan de Los
Guardianes, que no se dieron cuenta de lo que te esperaba, y que no
podían dejar ir a su hija sin saber a ciencia cierta que era lo mejor para
ella. Así que Thomas me pidió ayuda para protegerte. Ellos sabían que yo
me había incursionado en la brujería, cuando estaba en la universidad —
agitó la mano con modestia cuándo Elena miró hacia él—. Sólo pequeña
magia, pero él y Elisabeth estaban desesperados. Así que reuní todo el
conocimiento que pude con la intención de ayudarlos.
Hizo una pausa, y una sombra se posó sobre su rostro. —Por desgracia,
era demasiado tarde, pocos días después de nuestra conversación, antes
de que incluso fuera a Fell’s Church, tus padres murieron en un accidente
de coche. He comprobado en los últimos años, pero no me pareció que los
Guardianes hubieran puesto sus manos sobre ti. Y ahora que estás aquí, no
creo que sea una coincidencia.
—Los Guardianes mataron a mis padres —dijo Elena con voz apagada—. Yo
lo sabía, pero no lo sabía… pensé que fue un accidente. —Ella estaba
luchando para envolver su mente alrededor de los secretos de su infancia.
Al menos en el extremo que sus padres no habían sido capaz de alejarla de
ellos. La habían querido, como ella pensaba que habían hecho.
—Ellos tienden a conseguir lo que quieren —dijo James.
—¿Porqué no me llevaron, entonces? —preguntó Elena.
James negó con la cabeza. —No lo sé, pero creo que hay una razón por la
que estás en Dalcrest ahora, donde comenzó para ti y para tus padres.
Creo que algún tipo de tarea se realizará aquí, y vienen a por tus poderes.
—¿Tareas? —preguntó Elena—. Pero yo tenía poderes una vez pero los
Guardianes se los llevaron. —Le habían quitado sin piedad sus alas y todas
sus habilidades. ¿Iban a devolvérselas cuando fuera el momento adecuado?
James suspiró y se encogió de hombros. —Los planes a veces tienen
formas curiosas de presentarse, incluso aquellos que están condenados
desde el principio —dijo—. Tal vez estas desapariciones son el primer
signo de ello, no sé, sin embargo, como dije en clase, Dalcrest es el centro
de una gran cantidad de actividad paranormal. Tiendo a pensar que,
cuando tu tarea se presente, lo sabrás.
—Pero yo no soy… —Elena tragó saliva—. No entiendo lo que todo esto
significa, yo sólo quiero ser una chica normal, ahora podría. Aquí.
James se inclinó sobre la mesa y le acarició la mano, sus ojos profundos
pozos de simpatía. —Lo siento, querida —le dijo—. Yo no querría ser el
que cargara con esto, pero te daré cualquier ayuda que pueda. Thomas y
Elisabeth querrían eso.
Elena sintió que no podía respirar. Tenía que salir de esta acogedora
cocina, lejos de los ávidos ojos de James. —Gracias —dijo, se apresuró a
empujar la silla fuera de la mesa y levantarse—. Me tengo que ir ahora, sin
embargo. Te agradezco que me contaras todo esto, pero tengo que pensar.
Le prestó atención a su alrededor todo el camino hasta la puerta de
entrada, claramente no estando seguro de si debía dejarla ir, y Elena estaba
a punto de gritar cuando llegó a la galería.
—Gracias —dijo otra vez—. Adiós. —Ella caminaba rápidamente sin mirar
hacia atrás, chasqueando sus zapatos contra el cemento de la acera.
Cuando ella estaba fuera de la vista de la casa de James, Damon se deslizó
entre las sombras uniéndose a ella. Elena mantenía la cabeza erguida,
parpadeando para alejar las lágrimas que se habían acumulado en sus ojos.
Por ahora este secreto sería de ella.
37
Traducido por Sprinkling
Corregido por Nikola
Ethan tenía a Chloe, la estaba sosteniendo estrechamente en sus brazos
como una parodia de un abrazo de amor. Matt gimió más profundo en su
garganta y se tensó hacia ella, pero no pudo moverse, no pudo ni siquiera
abrir la boca para gritar. Los grandes ojos marrones de Chloe estaban fijos
en él, y estaban llenos de terror. Mientras Ethan inclinaba la cabeza en su
cuello, Matt mantenía su mirada y trataba de enviar a Chloe un mensaje
reconfortante con sus ojos.
Está bien, Chloe, pensó. Por favor, no dolerá mucho tiempo. Se
fuerte. Chloe gimió, congelada, sus ojos en los de Matt como si su mirada
firme fuera la única cosa manteniéndola de caerse en pedazos.
Manteniendo sus ojos en los suyos y su respiración lenta, Matt trató de
emanar calma, trató de tranquilizar a Chloe, mientras su mente trabajaba
frenéticamente. Incluyendo a Ethan, había quince Vitales. Todos vampiros.
Los otros Vitales estaban mirando tranquilamente desde detrás del altar,
dejando a Ethan tomar la dirección y engendrar las promesas.
Los cuerpos de cuatro de las promesas yacían a los pies de Ethan ahora.
Habían estado fuera de la escena por muchas horas al menos, sus cuerpos
pasando de la transición que los llevaría de cadáveres a vampiros.
Incluyendo a Matt y a Chloe, había seis promesas dejadas. Mientras más
esperara Matt para luchar, las peores posibilidades podrían pasar.
Pero, ¿qué podía hacer Matt? Si sólo pudiera romper esta involuntaria
quietud, si sólo no fuera un prisionero impotente. Trató de moverse de
nuevo, esta vez enfocando toda la fuerza en levantar su brazo derecho. Sus
músculos se tensaron con esfuerzo, pero después de casi treinta segundos
de tratar, se detuvo con disgusto. Se estaba agotando, y no se estaba
moviendo una pulgada. Lo que sea que lo sostenía era fuerte.
Pero podía descubrir un modo de liberarse, luego seria capaz de agarrar
una antorcha de la pared, tal vez. Debajo de su túnica, su cuchillo de
bolsillo pesaba en el bolsillo de sus pantalones. Los vampiros se
quemaban. Cortar sus cabezas los mataba. Si pudiera sólo contener a los
vampiros lo suficiente para empujar a Chloe y cualquiera otra promesa que
pudiese agarrar fuera de la habitación, luego podría volver más tarde con
refuerzos y luchar con una oportunidad de ganar.
Pero si no podía romper este hechizo o compulsión que estaba
manteniéndolo en su lugar, cualquier plan que se le ocurriera seria inútil.
Ethan levantó su cabeza del cuello de Chloe, sus afilados y largos dientes
saliendo de su garganta, y lamió con gentileza la roja sangre que goteaba
de la herida de su cuello. —Lo se, cariño —murmuró—, pero es sólo por un
momento. Y luego viviremos por siempre.
Los ojos de Chloe se nublaron y aletearon cerrados, pero aún estaba
respirando, aún viva. Había aún una oportunidad para ella.
A los pies de Ethan, Anna se agitó y gimió. Mientras Matt la miraba con
horror, sus ojos se abrieron de golpe, y levantó la vista a Ethan, su
expresión confusa pero adoradora.
¡No! Matt pensó. ¡Es demasiado pronto!
Como si hubiese atrapado el pensamiento, Ethan se giró a Matt y le guiñó
un ojo. —Las hierbas en la mezcla que bebieron trabajaba para diluir tu
sangre y acelerar tu metabolismo —dijo, su voz tan casual y amigable
como si estuviesen hablando en la cafetería—. No estaba seguro si
funcionaría, pero parece como que si. Hace que la transición vaya mucho
más rápido. —Su sonrisa se amplió—. Soy un importante bioquímico, tú
sabes. —La boca de Ethan se manchó con sangre, y Matt se encogió pero
no pudo mirar lejos de los dorados ojos que lo sostenían.
Es posible, Matt pensó por primera vez, que tal vez no sobreviva a esto. Su
estomago rodó con nauseas. Realmente no queria convertirse en un
vampiro.
Si las nuevamente transformadas promesas se estaban levantando tan
pronto, las ya escasas probabilidades serían rápidamente imposibles.
Nuevos vampiros, recordó la transformación de Elena de nuevo en el
invierno, despertaban viciosos, irracionales, hambrientos, y fanáticamente
comprometidos con el vampiro que lo había transformado.
Ethan bajó la cabeza para morder el cuello de Chloe de nuevo, mientras
Anna se ponía en pie con una fluida, inhumana gracia. En el otro lado del
altar, Stuart estaba ahora comenzando a removerse, una larga pierna
cambiando sin cesar contra la negra madera del suelo. Su garganta
quemaba con sollozos de frustración sin voz, y Matt sintió su ultima llama
de esperanza comenzar a flaquear y morir. No había escapatoria.
De repente, la puerta en el extremo más lejano de la cámara explotó hacia
adentro, y Stefan barrió dentro.
Ethan levantó la vista con sorpresa, pero antes que él o los otros vampiros
pudieran moverse, Stefan voló a través de la cámara y arrancó a Chloe de
los brazos de Ethan. Ella cayó de plano frente al altar, sangre corriendo
bajo su cuello. Matt no podía decir si aún estaba respirando, aún se
aferraba a la vida como un humano, o no.
Stefan agarró a Ethan de su larga túnica y lo estrelló contra la pared.
Sacudió al vampiro de cabello rizado tan fácilmente como un perro podría
sacudir a una rata.
Por un momento, el terrible miedo que mantenía a Matt en este agarre se
aflojó. Stefan sabia que esto estaba sucediendo, Stefan lo había
encontrado. Stefan los salvaría.
Los otros Vitales estaban acelerando hacia Stefan ahora mientras él luchaba
con Ethan, sus largas túnicas flotando detrás mientras suavemente se
adelantaban, moviéndose como uno.
Stefan era sin duda mucho más fuerte que cualquiera de ellos. Arrojó a una
vampira vestida de negro, la que le había tendido la copa, Matt pensó, lejos
de él fácilmente, y navegó a través de la cámara como si no fuese más
pesada que una muñeca de trapo, aterrizando en un arrugado montón
contra la pared opuesta. Sonriendo viciosamente, Stefan arrancó la
garganta de otro con sus dientes, y ella cayó en el suelo y se quedó quieta.
Pero había muchos de ellos, y sólo un Stefan.
Después de algunos minutos de mirar la pelea, Matt podía ver que esto era
inútil, y su corazón se hundió. Stefan era mucho más antiguo, y mucho
más fuerte, que ningún otro vampiro en la habitación, pero juntos lo
superaban. La marea de la batalla estaba girando, y lo estaban abrumando
a través de la pura fuerza de su número. Ethan estaba libre de él ahora,
enderezando su túnica, y cuatro de los vampiros Vitale, trabajando juntos,
fijaron los brazos de Stefan detrás suyo. Anna, sus ojos brillando,
chasqueó hacia él viciosamente.
Ethan agarró una antorcha de la pared de detrás suyo y miró a Stefan
especulativamente, ausentemente lamiendo la sangre del torso de su
mano. —Tuviste tu oportunidad, Stefan —dijo, sonriendo.
Stefan paro de luchar y colgó inerte entre los vampiros que sostenían sus
brazos.
—Espera —dijo, levantando la vista a Ethan—. Quieres que me una a ti. Me
pediste que me una a ti. ¿Aún me quieres?
Ethan inclinó su cabeza pensativamente, sus dorados ojos brillando.
—Lo hago —dijo—. Pero, ¿qué me dirás para hacerme creer que quieres
unirte a nosotros?
Stefan lamió sus labios. —Deja ir a Matt. Si lo dejas ir a salvo, me quedaré
en su lugar —hizo una pausa—. Palabra de Honor.
—Hecho. —Ethan dijo inmediatamente. Movió sus dedos en el aire sin sacar
sus ojos de Stefan, y Matt se tambaleó, de repente liberado de la
compulsión que lo había mantenido en su lugar.
Matt aspiró un largo suspiro y luego corrió estrechamente hacia el altar y
Chloe. Tal vez no era demasiado tarde. Aún podía salvarla.
—Detente. —La voz de Ethan agrietada imperativamente a través de la
habitación. Matt se congeló en el lugar, un vez más incapaz de moverse.
Ethan lo miró—. No ayudas. No peleas —dijo fríamente—. Te vas.
Matt miró implorantemente a Stefan. Seguramente no suponía que sólo se
fuera, que abandonara a Chloe y a Stefan y los otros vampiros Vitale.
Stefan lo miró de vuelta, sus rasgos rígidos. —Lo siento, Matt —dijo
categóricamente—. La única cosa que aprendí sobre estos años es que a
veces tienes que rendirte. La mejor cosa que puedes hacer justo ahora es
irte. Estaré bien.
Y luego, discordantemente intrusita y repentina estaba la voz de Stefan en
la cabeza de Matt. Damon, dijo ferozmente.Trae a Damon.
Matt tragó saliva y, mientras la compulsión de Ethan lo liberaba una vez
mas, asintió lentamente, tratando de verse derrotado mientras aún
señalaba a Stefan con sus ojos que el mensaje había sido recibido.
No podía mirar a las promesas. No importaba cuan apresurado estaba, algo
o todo de ellos moriría antes de que regresara. Tal vez Stefan sería capaz
de salvar a algunos de ellos. Tal vez. Tal vez sería capaz de salvar a Chloe.
Su corazón golpeteaba con terror, su cabeza giraba con miedo, Matt corrió
por la salida y por ayuda. No miró atrás.
38
Traducido por Lauriplin
Corregido por Nikola
Bonnie no tenía sus llaves. Sabía exactamente donde estaban, pero eso no
le servía de mucha ayuda. Estaban encima de la mesita de noche que había
al lado de la limpia y sencilla cama individual de Zander.
Maldijo y dio patadas a la puerta, las lágrimas le corrían por la cara, ¿cómo
iba a coger sus cosas?
Un chico le abrió la puerta de su edificio.
—Jesús, relájate —le dijo.
Pero Bonnie ya le había empujado y estaba corriendo escaleras arriba hacia
su habitación.
Por favor, que estén aquí, pensó, aferrándose a la barandilla, por favor. No
tenía ninguna duda de que Elena y Meredith la consolarían, la ayudarían,
sin importar lo que ella les había dicho mientras discutían. Ellas ayudarían
a Bonnie a averiguar qué hacer.
Pero quizá estaban fuera. Y ella no tenía ni idea de donde encontrarlas, no
tenía ni idea de donde pasaban el tiempo libre estos días. ¿Cómo se había
distanciado tanto de sus mejores amigas? Se preguntó, pasándose las
manos por las mejillas, esparciendo sus lágrimas y mocos. ¿Por qué las
había tratado tan mal? Ellas sólo intentaban protegerla. Y tenían razón
sobre Zander; tenían tanta razón. Suspiró miserablemente.
Cuando llegó al final de las escaleras, Bonnie llamó a la puerta de su
habitación con el puño, oyendo rápidamente movimiento dentro. Estaban
en casa. Gracias a Dios.
—¿Bonnie? —dijo Meredith sorprendida al abrir la puerta—. ¡Oh, Bonnie!
Cuando Bonnie se lanzó, sollozando, a los brazos de Meredith. Esta la
abrazó fuerte e intensamente, y, por primera vez desde que se había
alejado de Zander y había corrido por la escalera de incendios, Bonnie se
sintió a salvo.
—¿Qué te pasa Bonnie? ¿Qué ha pasado? —Elena estaba al lado de
Meredith, mirándola con preocupación, y parte de Bonnie se dio cuenta de
que la cara asustada y blanca de Elena estaba marcada por las lágrimas.
Ella había interrumpido algo, pero no podía pensar en eso ahora.
Más allá de Elena, se vio a sí misma en el espejo. Su pelo sobresalía
alrededor de su cara en una nube roja salvaje, tenía los ojos vidriosos y su
pálido rostro estaba cubierto de suciedad y lágrimas. Estoy, pensó en una
silenciosa semis-histérica risa, como si me hubieran perseguido hombres
lobo.
—Hombres lobo —se lamentó mientras Meredith tiraba de ella dentro de la
habitación—. Son todos hombres lobo.
—¿Qué quieres…? —Meredith se interrumpió—. Bonnie, ¿te refieres a
Zander y sus amigos? ¿Son hombres lobo?
Bonnie asintió con la cabeza, enterrando su cara en el hombro de Meredith.
Meredith la echó hacia atrás y la miró a los ojos.
—¿Estás segura, Bonnie? —le preguntó suavemente.
Ella miró a Elena y ambas miraron el cielo a través de la ventana.
—¿Los has visto cambiar? No es luna llena todavía.
—No —dijo Bonnie intentando recuperar el aliento tomando bocanadas de
aire entre sollozos—. Me lo dijo Zander. Y entonces, ¡oh, Meredith! Era tan
horrible, corrí y ellos me persiguieron. —Ella les explicó lo que había
pasado en el tejado y los jardines del colegio.
Meredith y Elena se miraban entre sí con curiosidad y luego miraban de
nuevo a Bonnie.
—¿Por qué te lo contó? —preguntó Elena—. No podía esperar que tuvieras
una buena reacción ante la noticia, habría sido más fácil mantenerlo en
secreto.
Bonnie sacudió la cabeza impotente. Meredith arqueó una ceja hacia ella.
—Hasta los monstruos se enamoran —dijo—. Pensé que sabías eso, Elena.
—Echó un vistazo a su bastón de caza, apoyándose a los pies de su cama—
. Bueno, se acerca luna llena. Ahora sabré que buscar.
Bonnie la miró con horror.
—¿No vas a cazarlos, verdad? —Era una pregunta estúpida, lo sabía.
Si Zander y sus amigos estuvieran detrás de los asesinatos y las
desapariciones del campus, Meredith tendría que cazarlos. Era su
responsabilidad. Era responsabilidad de todas, realmente, porque eran las
únicas que sabían la verdad, eran las únicas que podían mantener a todo el
mundo a salvo.
Pero Zander, algo dentro de ella aullaba de dolor. Zander no…
—Ninguno de los ataques ocurrieron durante luna llena —dijo Elena
pensativamente. Meredith y Bonnie parpadearon hacia ella.
—Eso es verdad —coincidió Bonnie, frunciendo el ceño mientras recordaba.
—No sé cómo no nos dimos cuenta de eso antes, Bonnie —dijo—. Piensa
bien antes de responder. Tú has pasado mucho tiempo con Zander y sus
amigos. ¿Hubo algo en ellos que te haga pensar que podrían hacer daño a
alguien, daño de verdad, mientras no están en forma de lobo?
—¡No! —dijo Bonnie automáticamente. Entonces se detuvo, pensó y dijo
más despacio—. No, no lo creo. Zander es muy amable, y no creo que él
pudiera esconder eso. No todo el tiempo. Ellos hacen el bruto, pero nunca
les he visto pegarse, excepto entre ellos. E incluso cuando es entre ellos, ni
siquiera se pegan realmente, sólo juegan.
—Sabemos que quieres decir —dijo Meredith secamente—. Lo hemos visto.
Elena se colocó un mechón de pelo detrás de la oreja.
—Las desapariciones tampoco fueron en luna llena —dijo,
pensativamente—. Aunque supongo que podrían haber estado
secuestrando a gente y mantenerla prisionera, planeando matarla cuando
se convirtieran en hombres lobo. Pero eso… quiero decir, no he tenido
mucha experiencia con hombres lobo, a parte de Tyler, pero no me suena
mucho a hombre lobo. Demasiado estéril.
—Pero… —Bonnie se sentó en su cama—. ¿Crees que hay una posibilidad
de que Zander y sus amigos podrían no ser los asesinos? Entonces,
¿quienes son los asesinos? —se sintió desconcertada.
Meredith y Elena intercambiaron una mirada sombría.
—No te creerías las cosas que pasan en este campus —dijo Elena—. Vamos
a ponerte al día.
Bonnie se frotó la cara con las manos.
—Zander me dijo que él era un buen hombre lobo —dijo—. Que no hacía
daño a la gente. ¿Eso es posible? ¿Existen de verdad hombres lobo buenos?
Meredith y Elena se sentaron junto a ella, cada una a un lado y la
envolvieron con sus brazos.
—¿Tal vez? —dijo Elena—. Eso espero, Bonnie. Por ti.
Bonnie suspiró y se acurrucó más cerca de ellos, apoyando la cabeza en el
hombro de Meredith.
—Al menos no estoy sola. Estoy tan contenta de tenerlas chicas. Siento que
nos peleáramos.
Elena y Meredith la abrazaron más fuerte.
—Siempre nos vas a tener —le prometió Elena.
Un martilleo salvaje llegó de la puerta. Elena miró a Bonnie, que se tensó
visiblemente en la cama, pero mantuvo las manos en la cara, y luego a
Meredith, que asintió firmemente y alcanzó su bastón. Se les había
ocurrido a ambas, que si Zander quería hablar con Bonnie, sabía
exactamente donde vivía. Elena abrió la puerta y Matt se desplomó dentro.
Él vestía una larga túnica con capucha negra y sus ojos estaban
desesperados mientras jadeaba por recuperar el aliento.
—¿Matt? —dijo con sorpresa, y miró a Meredith que se encogió de hombros
y bajó el bastón que tenía.
—¿Qué pasa? ¿Qué llevas puesto?
Él agarró a Elena por los hombros, sujetándola demasiado fuerte.
—Stefan está en peligro —dijo, y ella se congeló—. La Sociedad Vitale, son
vampiros. Stefan me salvó, pero él no puede luchar contra todos —les
explicó rápidamente lo sucedido en la cámara secreta de debajo de la
biblioteca, cómo había llegado Stefan a rescatarle y le había mandado a
pedir ayuda—. Están matando. Están cambiando a todos los novatos en
vampiros. Ni siquiera sé que tiene planeado Ethan para Stefan. Tenemos
que volver. Y necesitamos a Damon.
Meredith cogió su bastón de nuevo y, con cara sombría, recogió el bolso de
las armas que tenía en el armario. Bonnie se puso de pie, también,
apretando los puños y con la mandíbula firme.
—Voy a llamar Damon —dijo Elena, cogiendo el teléfono.
Damon la había dejado en su habitación después de acompañarla desde la
casa de James, pero probablemente seguía cerca. Stefan en peligro. Si él…
Si algo le sucedía, si algo le pasaba mientras estaban separados, mientras
ella seguía dolida y era su culpa, Elena nunca se lo perdonaría. La culpa era
como un cuchillo en el estómago. ¿Cómo podía haberle hecho daño a
Stefan así? Ella se sentía atraída por Damon, es cierto, le amaba, pero no
tenía ninguna duda de que Stefan era su amor verdadero. Y ella le había
roto el corazón. Haría cualquier cosa para salvar a Stefan. Moriría por él si
hacía falta.
Y, mientras escuchaba el sonido del otro lado de la línea, se dio cuenta de
que sin lugar a dudas, Damon también haría cualquier cosa por salvar a
Stefan.
39
Traducido por Krispipe
Corregido por Nikola
Stefan no había tenido un plan cuando accedió a permanecer en el lugar de
Matt. Sólo sabía que tenía que salvar a Matt, y ahora esperaba que Damon
viniera por él. Las muñecas de Stefan le dolían con un sordo, palpitante
dolor insistente que era casi imposible ignorar. Intentó una vez más estirar
las cuerdas que los sujetaban a la silla, girando las muñecas de izquierda a
derecha en la medida de lo que podía para tratar de aflojar sus
restricciones, pero era inútil. No podía quitarlas.
Miró a su alrededor aturdido. La habitación parecía serena y misteriosa de
nuevo ahora, como lo había hecho la primera vez que dio una patada en la
puerta. Un buen lugar para una sociedad secreta. Antorchas ardían
intensamente, flores estaban dispuestas alrededor del improvisado altar.
Los Vitale se habían tomado el tiempo para limpiar después de unirse a él y
matar a las promesas.
Las cuerdas estaban cruzadas sobre su pecho y su estómago y terminaban
alrededor de su espalda; sus tobillos y rodillas estaban atados a las patas
de la silla, los codos y las muñecas a los brazos de la silla. Estaba bien
atado, pero era alrededor de las muñecas donde más dolían, porque
estaban puestas sobre su piel desnuda. Y quemaban.
—Están empapadas en verbena de modo que estarás demasiado débil para
liberarte, pero me temo que debe picar un poco —dijo Ethan
agradablemente, como si estuviera explicando un elemento interesante de
la cámara secreta de la arquitectura a su huésped—. Mira, puedo ser nuevo
en esto, pero sé todos los trucos.
Stefan apoyo la cabeza contra el respaldo de la silla y miró a Ethan con
ferviente disgusto. —No todos los trucos, sospecho.
Ethan era arrogante, pero Stefan estaba bastante seguro de que no había
sido un vampiro durante mucho tiempo. Si Ethan fuera aún humano, si
nunca se hubiera convertido en vampiro, Stefan adivinó que tendría un
aspecto más o menos igual que el de ahora.
Ethan se agachó delante de la silla de Stefan alzando la vista a su cara,
llevando la misma sonrisa cálida y amistosa, como cuando había tratado de
convencer a Stefan de que se uniera a ellos. Parecía un tipo agradable,
alguien con quien querrías relajarte y confiar en él, y Stefan lo miró. La
sonrisa era una mentira. Ethan era un asesino cuya máscara era menos
evidente que las de los otros vampiros Vitale, eso era todo.
—Probablemente tienes razón sobre eso —dijo Ethan pensativo—. Me
imagino que hay todo tipo de trucos que has aprendido en, ¿cuánto es?,
¿quinientos años? Trucos que yo no sé todavía. Podrías ser muy útil para mí
en ese sentido, si decides unirte a nosotros después de todo. Hay un
montón de cosas que puedes enseñarnos sobre todas estas cosas de
vampiros. —Él destelló una atractiva sonrisa de nuevo—. Siempre he sido
un buen estudiante.
Cosas de vampiro.
—¿Qué quieres de mí, Ethan? —preguntó Stefan con cansancio. Había sido
una noche larga, unas semanas largas, y las cuerdas empapadas en
verbena estaban perjudicando sus brazos, enturbiando sus pensamientos.
Ethan sabía cuántos años tenía. Ethan sabía qué ofrecerle cuando le habló
por primera vez de la Sociedad Vitale. No era una coincidencia que fuera él
el que estaba en esta sala, entonces, Ethan no estaba buscando a cualquier
vampiro. —¿Cuál es tu plan aquí? —preguntó Stefan.
La sonrisa de Ethan se ensanchó. —Estoy construyendo un ejército de
vampiros invencible, por supuesto —dijo alegremente—. Sé que suena un
poco ridículo, pero todo es cuestión de poder. Y el poder nunca es ridículo
—se lamió los labios nerviosamente, mostrando un destello de delgada
lengua rosada—. Mira, yo solía ser sólo una de las personas comunes. Era
igual que todos los otros en el campus. Mis mayores logros eran buenas
calificaciones en los exámenes o el hecho de tener el liderazgo de algún
club secreto de la universidad. No creerás lo floja que solía ser la Sociedad
Vitale. Sólo magia blanca y culto a la naturaleza. —Hizo una pequeña
mueca de autocrítica: Mira lo tonto que fui una vez. Te estoy contando algo
de lo que me avergüenzo de mí mismo, así que confía en mí—. Pero luego
descubrí cómo conseguir un poder real.
Después de atar a Stefan, Ethan se había ido eficientemente de regreso a
drenar a las promesas, uno tras otro, dejando caer los cuerpos tan pronto
como terminaba con ellos. Se habían ido todos a través de sus transiciones
ahora y estaban de vuelta en sus pies. Parecían irritables y desorientados,
gruñendo y hablándose bruscamente unos a otros y mirando a Ethan con
indisimulada adoración.
Típicos nuevos vampiros. Stefan los miró con recelo. Hasta que se hubieran
alimentado bien, se cernerían sobre el borde de la locura, y sería fácil para
Ethan perder el control de ellos. Luego, sería aún más peligroso.
—Las promesas necesitan comer —dijo Ethan con calma a una mujer con
túnica detrás de él—. Cinco de ustedes llévenlos fuera y enséñenles a
cazar. Tú lidera la partida de caza y elige a quien quieras que vaya contigo.
El resto se quedará aquí y ayudará a vigilar a nuestro invitado.
Stefan vio a las promesas prepararse.
Ocho de los seguidores de Ethan se quedaron, situándose a los lados de la
habitación. Stefan había logrado matar a otro durante la pelea, rasgando su
garganta, pero el cuerpo recogido en alguna parte.
Stefan dio un pequeño gemido involuntario. Era difícil pensar aturdido,
estaba demasiado cansado, y la verbena estaba empezando a herirle todo
el cuerpo, no sólo en sus doloridas muñecas, sino en cualquier lugar que
las cuerdas tocaban a través de su ropa. Damon, por favor, ven rápido. Por
favor, Damon, pensó.
—¿Vas a liberar a nueve vampiros recién creados en el campus? —le
preguntó a Ethan, su mente reaccionando contra el asunto en cuestión—.
Ethan, ellos matarán gente. Personas que fueron tus amigos, quizá. Vas a
llamar la atención sobre ustedes mismos. Ya hay policía en todo el campus.
Por favor, llévalos al bosque a cazar animales. Pueden vivir con la sangre
de animales —escuchó una nota suplicante entre su propia voz mientras
Ethan se limitó a sonreír con aire ausente, como si fuera un niño pidiendo
ir a Disneyland—. Vamos, Ethan, no ha pasado mucho desde que eras
humano, también. No puedes mantenerte al margen y tener estudiantes
inocentes asesinados.
Ethan se encogió de hombros, dándole palmaditas ligeramente a Stefan en
el hombro mientras empezó a aproximarse para hablar con otro de sus
secuaces. —Tienen que estar fuertes, Stefan. Los quiero en su punto más
alto para el próximo equinoccio. Y hemos matados a un montón de
estudiantes inocentes ya —dijo sobre su hombro.
—¿Equinoccio, Ethan? —Stefan gritó con frustración. Miró frenéticamente a
la puerta por la cual las promesas y sus escoltas se habían ido. Les llevará
un tiempo seleccionar víctimas. No tantos estudiantes estaban caminando
por el campus solos por la noche en estos días. Si él pudiera liberarse, si
Damon llegara ahora mismo y lo liberara, todavía podrían detener la
masacre. Si todos estos vampiros, nuevos vampiros no estuvieran sueltos
en el campus, no habría una masacre.
Ethan no podría haber convertido al resto de la Sociedad Vitale todos a la
vez, se dio cuenta. El número de asesinatos que habrían cometido los
recién convertidos como grupo, habría sido imposible de disfrazar como
algunas desapariciones. Esta debe haber sido la primera ceremonia de
iniciación. ¿Y quién había convertido a Ethan? Se preguntó. ¿Había un
vampiro más viejo en algún lugar del campus?
Damon, ¿dónde estás? No tenía ninguna duda de que Damon vendría si
podía.
A pesar de sus sentimientos por Elena, las cosas habían cambiado lo
suficiente entre él y Damon para saber que podía confiar en su hermano
para rescatarlo. Había una roca sólida entre ellos ahora, algo que no estaba
allí hace un año, o en los cientos de años anteriores. Cerró los ojos y se
oyó a sí mismo dar una risa seca y dolorosa. Parecía un momento
inoportuno para comenzar a tener revelaciones sobre sus propias
cuestiones de familia.
—Así que —dijo Ethan informalmente, volviendo a su lado y acercando una
silla—, estábamos hablando sobre el equinoccio.
—Sí —dijo Stefan, una ácida picadura en su tono.
No iba a dejar que Ethan viera cómo estaba anhelando hacia la puerta,
expectante. Tenía que mantener la calma, para que Damon pudiera tener el
elemento sorpresa de su lado. Debía de mantener a Ethan hablando,
mantenerlo distraído en el caso de que Damon llegara, por lo que fijó una
expresión de interés en su cara y miró a Ethan con atención.
—En el momento del equinoccio, cuando el día y la noche están
perfectamente equilibrados, la línea entre la vida y la muerte se encuentra
en su momento más débil y permeable. Este es el momento en que los
espíritus pueden cruzar entre los mundos. —Ethan comenzó
dramáticamente, moviendo una mano en una amplia extensión.
Stefan suspiró. —Ya sé eso, Ethan —dijo impacientemente—. Simplemente
ve al grano. —Él podría tener que mantener a Ethan distraído, pero no tenía
que alimentar su ego.
Ethan bajó la mano. —Recuerdas a Klaus, ¿verdad? —preguntó—. ¿El autor
de tu linaje? Estamos resucitándolo. Con él al frente de nuestras filas,
seremos invencibles.
Todo se quedó inmóvil por un momento, como si el corazón de latido lento
de Stefan se hubiera detenido finalmente. Luego inhaló una respiración.
Sentía como si Ethan le hubiera golpeado en la cara. No pudo hablar por un
momento. Cuando pudo, exclamó: —¿Klaus? Klaus el vampiro que… —Ni
siquiera pudo terminar la frase. Su mente estaba llena de Klaus: el Antiguo,
el vampiro Original, el loco. El vampiro que había controlado los
relámpagos, que se había jactado de no haber sido convertido, que
simplemente era. En los primeros recuerdos de Klaus, él le había contado a
Stefan, que llevaba un hacha de bronce; él fue un bárbaro en la puerta,
entre los que los que destruyeron el Imperio Romano. Afirmaba que él
comenzó la raza de los vampiros.
Klaus había secuestrado el espíritu de Elena y había torturado a la inocente
Vickie Bennet hasta la muerte por diversión. Había convertido a Katherine,
primero en vampiro, después en una muñeca cruel en lugar de una
persona, la cambió hasta que ella fue cruel e insensata, deseosa sólo de
atormentar a los que una vez amó. Stefan, Damon y Elena lo mataron en el
pasado, pero fue casi imposible, hubiera sido imposible sin los espíritus de
un batallón de inquietos fantasmas de la Guerra Civil vinculados a los
campos de batalla empapados en sangre de Fell´s Church.
—Klaus el que convirtió al vampiro que te convirtió a ti —dijo Ethan
alegremente—. Fue otro de sus descendientes quién me encontró en
Europa este verano en mi viaje al extranjero. La convencí para que me
convirtiera en vampiro. Me enseñó algunos trucos, también, cómo usar la
verbena, y cómo el lapislázuli puede protegerte del sol. Puse lapislázuli en
los pines que usamos ahora, así que todos los miembros lo tienen sobre
ellos en todo momento. Ella fue muy útil, esta vampira que me convirtió. Y
me lo contó todo sobre Klaus. —Él sonrió cálidamente a Stefan de nuevo—.
Ya ves, yo debería gustarte, Stefan. Somos casi primos.
Stefan cerró sus ojos por un momento. —Klaus estaba loco —trató de
explicar—. No trabajará contigo, te destruirá.
Ethan suspiró. —Reamente creo que puedo trabajar con él, sin embargo —
dijo—. Soy muy persuasivo. Y le estoy ofreciendo soldados. Me han dicho
que le gusta la guerra. No hay ninguna razón para que nos rechace,
queremos darle todo lo que quiere —hizo una pausa y miró a Stefan, sin
dejar de sonreír, pero había una nota ahora en esa amplia sonrisa que a
Stefan no le gustaba, una falsa inocencia. Lo que fuera que Ethan le iba a
pedir a Stefan ahora, él ya sabía la respuesta—. ¿Significa eso que no estás
interesado en unirte a nuestro ejército, primo? —preguntó con fingida
sorpresa.
Apretando los dientes, Stefan tiró contra las cuerdas una vez más, pero no
se movieron. Miró arriba a Ethan. —No te ayudaré —dijo—. Nunca.
Ethan se acercó, inclinando su rostro hasta el nivel del de Stefan. —Pero
ayudarás —dijo ligeramente, un rastro de autosatisfacción en sus ojos—.
Quieras o no. Ya ves, lo que necesito sobre todo para traer de vuelta a
Klaus es sangre —pasó las manos por sus rizos, sacudiendo la cabeza—. Es
siempre sangre para este tipo de cosas, ¿te has dado cuenta? —añadió.
—¿Sangre? —preguntó Stefan inquietamente. Los vampiros jóvenes no
estaban nunca cuerdos, en su opinión, la primera oleada de nuevos
sentidos y poderes eran suficientes para desconcertar a alguien. Estaba
empezando a pensar, sin embargo, que el dominio de Ethan sobre la
cordura podría no haber sido tan fuerte para empezar. ¿Había convencido a
alguien para que lo convirtiera en vampiro?
—La sangre de sus descendientes, específicamente. —Ethan asintió con la
cabeza con aire de suficiencia—. Es por eso que estaba tan encantado de
encontrarte aquí en el campus. Hice un seguimiento de los descendientes
de Klaus este verano, después de que hablé con el primero que me
convirtió en lo que ella era. Algunos de ellos me dieron la sangre de buena
gana, cuando se enteraron de lo que yo quería hacer. No todos los
descendientes de Klaus son ingratos como tú. Sólo necesito un poco más, y
después tendré suficiente. Tuya, por supuesto. —Y sus ojos se movieron
arriba hacia la puerta que Stefan había observado disimuladamente todo
este tiempo, esperando a Damon—, y la de tu hermano. ¿Supongo que
estará aquí en cualquier momento?
El corazón de Stefan se desplomó, y se quedó mirando abiertamente la
puerta. Damon, por favor, mantente alejado,pensó desesperadamente.
40
Traducido por Krispipe
Corregido por Nikola
Damon se movía rápido, y Elena y los otros tuvieron casi que correr para
mantenerse al día con él mientras se dirigían a la biblioteca.
—Típico de Stefan, sacrificarse a sí mismo —murmuró con rabia—. Podría
haber pedido ayuda cuando se dio cuenta de que algo estaba pasando. —
Se detuvo un segundo para que los demás se pusieran al día y los miró—.
Si Stefan no puede manejar a algunos vampiros recién creados por él
mismo, me avergüenzo de él —dijo—. Tal vez deberíamos dejarlo después
de todo. La supervivencia del más apto.
Elena tocó su mano suavemente, y, después de un momento, Damon se
apresuró hacia la biblioteca. Ella no creyó por un instante que él fuera a
dejar a Stefan cautivo. Ninguno de ellos lo hacía. Las líneas tensas y
tirantes de su rostro mostraban que Damon estaba exclusivamente
centrado en el peligro en el que su hermano estaba, su rivalidad olvidada
temporalmente.
—No son sólo unos pocos vampiros —dijo Matt—. Hay alrededor de
veinticinco de ellos. Lo siento, chicos, he sido un idiota —movió el bastón
que Meredith le había dado, el bastón de Samantha, con determinación en
una mano.
—No es tu culpa —dijo Bonnie—. No podías saber que tu fraternidad, o lo
que sea, era maligna, ¿no?
Si alguien los hubiera visto cruzar el campus, Elena estaba segura que
habría sido una vista alarmante: ella y Bonnie aferradas a unos fuertes y
grandes cuchillos de caza que Meredith les había dado, sólo la mitad oculta
bajo sus chaquetas. Matt sosteniendo el bastón, y Meredith tenía su propio
bastón en una mano. Pero era pasada la medianoche, y el camino que
seguían estaba desierto.
Sólo Damon no llevaba un arma, y él era claramente un arma.
Su fachada humana parecía haberse levantado, y su expresión enojada
podría haber estado tallada en piedra, excepto por la visión de afilados
dientes blancos entre sus labios y la oscuridad aparentemente insondable
de sus ojos.
Cuando llegaron a la biblioteca cerrada, Damon no se pausó, obligando a
las puertas de metal a abrirse con el chirrido de la separación del metal.
Elena miró a su alrededor con nerviosismo. Lo último que necesitaban era
que apareciera la seguridad del campus, pero los caminos cerca de la
biblioteca estaban a oscuras y vacíos.
Todos siguieron a Damon hasta el sótano y al interior de los pasillos de las
oficinas administrativas. Finalmente, él se detuvo fuera de la puerta
marcada como Oficina de Investigación donde él y Elena se habían
encontrado a Matt una vez. —¿Esta es la entrada? —le preguntó a Matt y,
ante su asentimiento de cabeza, rompió eficientemente la cerradura de la
puerta—. Todos ustedes permanezcan aquí. Sólo Meredith y yo vamos a
bajar —miró a Meredith—. ¿Quieres matar algunos vampiros, cazadora?
Vamos a cumplir con tu destino, ¿de acuerdo?
Meredith recortó su bastón en el aire, y una lenta sonrisa tiró de las
comisuras de su boca. —Estoy lista —dijo al fin.
—Yo también voy —dijo Elena, manteniendo su voz firme—. No voy a
esperar aquí mientras Stefan está en peligro. —Damon aspiró, y ella pensó
que iba a discutir con ella, pero en su lugar suspiró.
—Todo derecho, princesa —dijo, su voz lo más suave de lo que había
estado desde que Matt les contó lo que le había ocurrido a Stefan—. Pero
haz lo que yo, o Meredith, te digamos.
—Yo no voy a esperar aquí —dijo Matt obstinadamente—. Esto es mi culpa.
Damon se volvió hacia él, torciendo la boca en una mueca de desprecio. —
Sí, es tu culpa. Y nos contaste que Ethan te puede controlar. No quiero
conseguir tu cuchillo en la espalda mientras estamos luchando contra tus
enemigos.
Matt bajó la cabeza, derrotado. —Está bien —dijo—. Bajen dos tramos de
escaleras, y verás las puertas a la habitación en la que están. —Damon
asintió con la cabeza bruscamente y retiró la trampilla.
Meredith lo siguió por las escaleras, pero Matt atrapó el brazo de Elena se
dirigía detrás de ellos. —Por favor —dijo rápidamente—. Si alguna de las
promesas aún parece racional, incluso si son vampiros, tratar de sacarlos.
Tal vez podamos ayudarlos. Mi amiga Chloe… —En las líneas severas de su
rostro, sus pálidos ojos azules estaban asustados.
—Lo intentaré —dijo Elena, y apretó su mano. Intercambió una mirada con
Bonnie, luego siguió a Meredith a través de la trampilla.
Cuando llegaron a la entrada de la cámara de la Sociedad Vitale, Meredith y
Damon presionaron sus espaldas contra las puertas talladas de madera.
Observando, Elena pudo ver una similitud por primera vez entre ellos.
Ahora que se enfrentaban a una batalla, Meredith y Damon ambos tenían
sonrisas ansiosas.
Uno… dos… contó Damon en silencio… tres.
Ellos se juntaron. Las puertas dobles volaron hacia el interior, y las cadenas
que las habían mantenido cerradas salieron disparadas. Damon acechó el
interior, sin dejar de sonreír con una reluciente sonrisa viciosa, Meredith
erguida y alerta tras él, su bastón a punto.
Figuras oscuras se abalanzaron sobre ellos, pero Elena estaba mirando más
allá, buscando a Stefan.
Entonces sus ojos lo encontraron, y todo el aliento salió precipitadamente
de ella. Él estaba herido. Atado firmemente a una silla, él levantó una
pálida cara para saludarla, sus ojos verdes agonizaban. Desde su brazo,
sangre roja oscuro goteaba constantemente, agrupándose en el suelo bajo
su silla.
Elena se volvió un poco loca.
Cargando a través de la habitación hacia Stefan, fue sólo medio consciente
de uno de los encapuchados saltando hacia ella, y de Damon capturándolo
a mitad del camino, rompiendo casualmente su cuello y dejando el cuerpo
caer al suelo. Distraída, registró el golpe de la madera contra la carne
cuando Meredith capturó otro atacante con su bastón de modo que cayó
con convulsiones cuando la esencia concentrada de la verbena de las púas
del bastón llegó a su torrente sanguíneo.
Y entonces ella estaba en cuclillas junto a Stefan, y, por un momento al
menos, nada más importaba. Él estaba temblando un poco, sólo los más
débiles temblores, y ella le acarició la mano, cuidadosa de la herida en el
antebrazo. Elevadas crestas rojas corrían alrededor de sus muñecas por
debajo de las cuerdas, manchas de sangre en su superficie.
—Verbena en las cuerdas —murmuró él—. Estoy bien, sólo date prisa. —Y
entonces—, ¿Elena? —Bajo el dolor de su voz, una incipiente nota de
alegría.
Ella esperaba que él pudiera leer todo el amor que sentía en sus ojos
mientras le devolvía la mirada. —Estoy aquí, Stefan. Lo siento mucho. —
Sacó el cuchillo que Meredith le había dado y comenzó a ver las cuerdas
que lo sujetaban, con cuidado de no cortarlo, tratando de no tirar de las
cuerdas más apretadas. Él hizo una mueca de dolor, y luego las cuerdas
alrededor de sus muñecas se rompieron.
— Tus pobres brazos —dijo ella, y buscó en sus bolsillos algo para detener
la sangre, finalmente, acaba quitándose la chaqueta y sosteniéndola contra
el corte. Stefan tomó la chaqueta.
—Vas a tener que cortar el resto de las cuerdas, también —dijo, su voz
tensa—. No puedo tocarlas por la verbena.
Ella asintió y se puso a trabajar en las cuerdas que sostenían sus piernas.
—Te amo —le dijo, concentrándose en su trabajo, sin levantar la vista—. Te
amo tanto. Te he hecho daño, y nunca quise. Nunca, Stefan. Por favor
créeme. —Terminó de cortar a través de las cuerdas alrededor de sus
rodillas y tobillos y miró casualmente a la cara de Stefan. Lágrimas, se dio
cuenta, corrían por su rostro, y las enjuagó lejos.
El ruido sordo de otro cuerpo contra el suelo y un grito de rabia salió de
detrás de ellos. Pero los ojos de Stefan mantenían los de ella sin vacilar. —
Elena, yo… —suspiró—. Te quiero más que nada en el mundo —dijo
simplemente—. Ya lo sabes. Sin condiciones.
Ella tomó una honda y estremecedora respiración y se limpió las lágrimas
de nuevo. Tenía que ser capaz de ver, tenía que mantener sus manos sin
temblar. Las cuerdas alrededor de su torso estaban enlazadas y trenzadas.
Tiró de ellas, buscando donde había lo suficiente para empezar a cortar, y
Stefan siseó de dolor.
—Lo siento, lo siento —dijo ella rápidamente, y empezó a cortar a través de
la cuerda tan rápidamente como se atrevió—. Stefan —comenzó de
nuevo—, el beso con Damon, bueno, no puedo mentir y decir que no siento
nada por él, pero el beso no fue algo que había planeado. Quiero decir, ni
siquiera estar con él esa noche, simplemente sucedió. Y cuando nos viste,
ese beso, él acababa de salvarme la vida… —Ella estaba tropezando con
sus palabras ahora, y se fue apagando—. No tengo ninguna excusa real,
Stefan —dijo rotundamente—. Sólo quiero que me perdones. No creo que
pueda vivir sin ti.
La última de las cuerdas se rompió, y las aligeró de su alrededor antes de
levantar la vista, asustada y llena de esperanza. Stefan la estaba mirando,
sus labios esculpidos torciéndose en una media sonrisa. —Elena —dijo y la
atrajo hacia sí en un breve y tierno beso. Luego la empujó contra la pared—
. Quédate fuera de esto, por favor —dijo, y salió cojeando hacia la lucha,
todavía débil por la verbena, pero llegando a sacar un vampiro fuera de
Meredith y hundiendo sus propios colmillos en su cuello. No es que ella
necesitara su ayuda. Meredith era increíble. ¿Cuándo había llegado a ser
tan buena? Elena la había visto luchar antes, por supuesto, y ella había sido
fuerte y rápida, pero ahora la chica alta era tan graciosa como una bailarina
y mortal como un asesino.
Estaba luchando contra tres vampiros, quienes la rodeaban con rabia.
Girando y pateando, moviéndose casi tan rápido como los monstruos
contra los que estaba luchando, a pesar de que su velocidad era
sobrenatural, lanzó uno de sus pies, enviándolo volando, y, en un siguiente
movimiento suave, golpeó a otro en la cara, dejando al vampiro
tambaleándose hacia atrás con las manos en alto, medio ciego.
Había cuerpos esparcidos por el suelo, evidencia de la habilidad de
Meredith y la rabia feroz de Damon. Mientras Elena observaba, Stefan
arrojó el cuerpo drenado del vampiro con quien había estado luchando, y
miró a su alrededor. Sólo Ethan y los tres vampiros que rodeaban a
Meredith se mantenían en pie.
Damon cogió a Ethan en la carrera, retrocediendo nerviosamente fuera
mientras Damon iba hacia él, acribillándole con fuertes golpes con la mano
abierta. —…Mi hermano —escuchó a Damon murmurar—. Insolente
cachorro. ¿Crees que sabes algo, niño, crees que quieres poder? —Con un
súbito movimiento violento, agarró el brazo de Ethan y tiró. Elena pudo oír
el chasquido del hueso.
Stefan pasó a Elena, dirigiéndose a Meredith de nuevo, y se detuvo por un
momento. —Ethan estaba tendiendo una trampa para Damon —dijo
secamente—. No sé por qué me preocupé. Claramente, él no sabía a quién
estaba tratando de atrapar. —Elena volvió a asentir, reprimiendo una
sonrisa. La idea de cualquier nuevo vampiro sacando lo mejor de Damon,
con toda su experiencia y astucia, parecía ridículo.
A continuación la marea de la batalla giró de repente. Uno de los vampiros
con los que Meredith estaba luchando esquivó su golpe y, medio se inclinó,
se arrojó contra ella, golpeando a la delgada muchacha en el aire. Hubo un
momento interminable donde Meredith parecía que estaba volando, con los
brazos en jarras, y luego se estrelló de cabeza en la pesada mesa a modo
de altar en la parte delantera de la habitación.
La mesa se tambaleó y cayó con un ruido sordo. Meredith se quedó
inmóvil, sus ojos cerrados, inconsciente. Elena corrió junto a ella y se
arrodilló, sosteniendo su cabeza en su regazo. Los tres vampiros con los
que Meredith había estado luchando estaban peor parados. Uno de ellos
tenía sangre constantemente corriendo por su rostro, otro cojeaba, y el
último estaba doblado de nuevo como si algo hubiera sido herido en su
interior, pero aún podían moverse. En un instante, habían rodeado a
Stefan.
Mientras Damon gruñía y se volvía, cambiando su postura para ayudar a su
hermano, Ethan vio su oportunidad y se lanzó contra Damon. Más rápido
de lo que el ojo de Elena podía seguir, sus dientes estaban excavando la
garganta de Damon, chorros brillantes de sangre volando. Tenía un
cuchillo en una mano y estaba tratando de cortar a Damon al mismo
tiempo que lo mordía. Con un grito de dolor y conmoción, Damon arañó a
Ethan, tratando de arrojarlo lejos. Elena cogió su cuchillo de nuevo y corrió
hacia ellos.
Pero dos de los vampiros restantes estaban sobre Damon en una fracción
de segundo, tirando de sus brazos hacia atrás. Una atrapando el oscuro
pelo de medianoche de Damon en la mano, tirando de la cabeza del viejo
vampiro hacia atrás para exponer su garganta más completamente a los
dientes de Ethan.
Desequilibrado, Damon se tambaleó hacia atrás y por un momento, captó
la mirada de Elena, su suave rostro con consternación. Aterrorizada, Elena
agarró la parte posterior de uno de los vampiros, y lo tiró al suelo sin ni
siquiera mirarlo. Stefan, por su parte, estaba atrapado en una lucha con
otro vampiro, desesperado por llegar a su hermano.
Damon era un guerrero mejor y de más experiencia que cualquiera de los
vampiros que lo estaban atacando. Pero si ellos empujaban su ventaja
momentánea, usando su superioridad numérica, podrían derribarlo antes
de que pudiera recuperarse. Ella aferró con más fuerza el cuchillo y se puso
en pie otra vez, sabiendo en su corazón que sería demasiado tarde para
salvarlo pero que tenía que intentarlo.
Un borrón gruñendo salió disparado más allá de ella, y Stefan, libre de su
adversario, se estrelló contra Ethan, lanzándolo a través del cuarto,
enviando su cuchillo volando. Sin detenerse, arrancó uno de los otros
vampiros del brazo de Damon y rompió su cuello. En el momento en el que
el cuerpo cayó al suelo, Damon había despachado perfectamente al otro.
Los hermanos, ambos jadeantes, intercambiaron una larga mirada que
parecía llevar un gran cantidad de comunicación tácita. Damon se limpió
una mancha de sangre carmesí de su boca con el dorso de su mano.
De repente, un brazo estaba alrededor del cuello de Elena, y el cuchillo fue
arrancado de su mano. Ella estaba siendo arrastrada hacia arriba. Algo
afilado se estaba metiendo en el tierno hueco en la parte inferior de su
cuello. —Puedo matarla antes de que incluso puedan llegar hasta aquí —
dijo la voz de Ethan, demasiado fuerte en su oído. Elena sacudió un brazo
hacia atrás, tratando de agarrar su pelo o su cara, y él pateó con saña sus
piernas, dejándola desequilibrada, y poniéndola más cerca—. Puedo
romperle el cuello con un brazo. Puedo apuñalarla con su propio cuchillo y
dejar que se desangre. Sería divertido.
Él estaba sosteniendo su cuchillo, notó Elena, presionado contra su
garganta. Su otro brazo colgaba suelto, y curiosamente doblado. Damon lo
había roto, recordó Elena. Stefan y Damon se congelaron y luego se giraron
muy lentamente hacia Elena y Ethan, la cara de ambos cerradas y
cautelosas. Luego la de Damon rompió en un rictus de rabia. —Deja que se
vaya —gruñó—. Te mataremos en el segundo en que ella golpeé el suelo.
Ethan se echó a reír, una risa muy genuina para alguien en un
enfrentamiento de vida o muerte. —Ella todavía estará muerta, sin
embargo, así que creo que podría valer la pena. No están pensando en
dejarme salir de aquí de todos modos, ¿no? —Se giró hacia Stefan, su voz
burlona—. Sabes, he oído todo sobre los hermanos Salvatore de algunos de
los otros descendientes de Klaus. Dijeron que tú eras aristocrático y
hermoso, y con un temperamento terriblemente caliente. Que Stefan era
moral, y Damon era implacable. Pero también dijeron que estaban ambos
locos de amor, siempre de amor. Es su error fatal. Así que, sí, creo que mis
posibilidades son mucho mejores cuando tengo a la novia en mi poder. ¿De
quién es novia, en realidad? No puedo decirlo.
Elena se estremeció.
—Espera un segundo, Ethan. —Stefan extendió su mano
reconciliadoramente—. Aguanta. Si te comprometes a no traer de vuelta a
Klaus y dejar a Elena ir a salvo, te daremos lo que quieras. Saldrás de la
ciudad y no te seguiremos. Estarás seguro. Si sabes sobre nosotros, sabes
que cumpliremos nuestra palabra.
Detrás de él, Damon asintió de mala gana, sus ojos fijos en el rostro de
Elena.
Ethan volvió a reír. —No creo que tengas nada que yo quiera más, Stefan —
dijo—. El resto de la Sociedad Vitale, incluyendo los nuevos iniciados,
volverán pronto, y creo que van a inclinar la balanza de vuelta a mi favor.
—Él apretó su brazo alrededor del cuello de Elena—. Hemos matado a
muchos estudiantes en este campus. Seguramente uno más no se notará.
Damon siseó con rabia y empezó a avanzar, pero Ethan gritó: —¡Alto ahí,
o…
De repente, él se sacudió, y Elena sintió un agudo y punzante dolor en la
garganta. Chilló horrorizada y se agarró a su cuello. Pero era sólo un
rasguño de la navaja. Mientras Stefan y Damon estaban impotentes y
furiosos, el brazo de Ethan soltó su cuello. Él hizo un repugnante sonido de
gorgoteo. Elena saltó lejos tan pronto como su agarre se debilitó.
Sangre estaba corriendo en largos regueros espesos desde el torso de
Ethan, y su boca se abrió en estado de shock cuando se aferró a sí mismo y
lentamente cayó hacia delante, un agujero en su pecho llenándose de
sangre.
Detrás de él, Meredith se levantó, pelo al viento, sus generalmente frescos
ojos grises ardiendo como brasas oscuras en su cara. Su bastón estaba
bañado en sangre de Ethan.
—Le di en el corazón —dijo, su voz feroz.
—Gracias —murmuró Elena cortésmente. Ella se sentía… realmente… muy
rara, y no fue hasta que empezó a caer que pensó, Oh, no, creo que me voy
a desmayar. Borrosamente, vio tanto a Damon como a Stefan corriendo
hacia adelante para cogerla, y cuando llegó un momento más tarde, la
sostenían con fuerza dos pares de brazos.
—Estoy bien —dijo—. Fue sólo… por un segundo, estaba… —Sintió un par
de brazos tirar de ella más cerca por un momento, y luego soltarla,
cambiando al otro par. Cuando levantó la vista, Stefan estaba apretándola
con fuerza a él. Damon estaba parado a unos metros de distancia, su
rostro ilegible.
—Sabía que vendrías a salvarme —dijo Stefan, sosteniendo a Elena, pero
mirando a Damon.
Los labios de Damon se contrajeron en una pequeña sonrisa a
regañadientes. —Por supuesto que sí, idiota —dijo con voz ronca—. Soy tu
hermano. —Se miraron el uno al otro durante un buen rato, y luego los
ojos de Damon se movieron a Elena, aún en los brazos de Stefan, y lejos—.
Vamos a apagar las antorchas e irnos —dijo enérgicamente—. Todavía
tenemos unos catorce vampiros que encontrar.
41
Traducido por °Torto°
Corregido por Nikola
Matt pensó que hacía una eternidad que él y Bonnie esperaban en la
pequeña y oscura oficina de la librería. Se habían esforzado en escuchar
algún sonido para tratar de comprender lo que estaba ocurriendo ahí
abajo. Bonnie caminó, apretando sus manos y mordiendo sus labios. Él se
apoyó contra la pared con su cabeza baja y por las dudas mantuvo un buen
control del bastón de Samantha.
El sabía de todas las puertas, pasajes y túneles de ahí abajo, muchos de los
cuales no sabía a donde conducían, pero no se había dado cuenta que su
sistema a prueba de sonido fuera tan bueno. No habían escuchado nada.
De repente la trampilla se elevó y Matt se tensó, elevando el bastón, hasta
que vio la cara de Elena.
Meredith, Elena, Stefan, y Damon salieron cubiertos de sangre, pero
básicamente bien, si la forma entusiasta en la que Elena y Meredith le
estaban contando a Bonnie lo que había pasado, con sus palabras
superpuestas es una indicación de ello.
—Ethan está muerto. —Stefan le contó a Matt—. Había algunos de los otros
Vitales allá abajo en la lucha, pero ninguna de las promesas. Él los mandó
afuera a cazar.
Matt se sintió triste y extrañamente feliz al mismo tiempo. Él había
imaginado a Chloe y a todos sus amigos de compromiso, muertos bajo las
manos de Damon y Stefan. Pero no lo estaban. No muertos, no realmente.
Pero si transformados, vampiros ahora.
—Van a ir a cazarlos —dijo él, apuntando sus palabras a Stefan y Damon, y
a Meredith también. Ella asintió, su cara resuelta, Damon miró hacia otro
lado.
—Tenemos que hacerlo —le dijo Stefan—, tú sabes eso.
Matt miraba fijamente sus zapatos. —Sí —dijo—, lo sé. ¿Pero si tienen una
oportunidad podrían hablar con algunos de ellos? Si pueden, si son
razonables y nadie está en peligro. Por ahí podrían aprender a vivir sin
matar gente, si ustedes les muestran como, Stefan. —Frotó la parte de
atrás de su cuello—. Chloe era… especial. Y las otras promesas eran
buenas personas. Ellos no sabían en lo que se estaban metiendo. Merecen
una oportunidad.
Todos estaban en silencio. Después de un tiempo, Matt levantó la vista y
encontró a Stefan mirándolo, sus ojos verdes oscuro con simpatía y su
boca trazando una línea tirante con dolor. —Voy a hacer todo lo que pueda
—dijo amablemente—. Te puedo prometer eso. Pero nuevos vampiros, en
realidad, los vampiros en general, pueden ser muy impredecibles. Puede
que no seamos capaces de salvar a ninguno de ellos y nuestra prioridad
deben ser los inocentes. Igualmente vamos a tratar.
Matt asintió. Su boca sabia agria y sus ojos quemaban. Se percató de lo
cansado que se encontraba. —Eso es todo lo que puedo esperar —dijo
ásperamente—. Gracias.
—¿Entonces hay todo un cuarto lleno de vampiros muertos ahí abajo? —
Bonnie preguntó, arrugando su nariz con disgusto.
—Exactamente —dijo Elena—. Encadenamos nuevamente las puertas, pero
desearía poder cerrar la cámara permanentemente. Eventualmente alguien
va a bajar y la última cosa que este campus necesita es otra investigación
por asesinato, u otra horrible leyenda.
—¡Ta-da! —dijo Bonnie, sonriendo ampliamente y sacando una pequeña
bolsa de su bolsillo—. Por fin algo que puedo hacer. —Ella levantó la
bolsa—. ¿Recuerdan todas las horas quela Sra. Flowersme hizo pasar
estudiando hiervas? Bien, conozco hechizos para cerrar y guardar, y tengo
las hierbas que necesito justo aquí. Pensé que iban a servirnos tan pronto
como Matt nos dijo que íbamos a una cámara secreta subterránea.
Se veía tan feliz con ella misma que Matt tuvo que sonreír un poco a pesar
de la pesadez en su interior al pensar en Chloe y los demás afuera en la
noche.
—Puede que no funcionen por más de un día o dos —ella añadió
modestamente—, pero definitivamente van a disuadir a las personas de
investigar la trampilla por ese tiempo.
—Eres maravillosa Bonnie —dijo Elena y espontáneamente la abrazó.
Stefan asintió. —Podemos deshacernos de los cuerpos mañana —dijo él—.
El amanecer está demasiado cerca como para hacerlo ahora.
Bonnie se puso inmediatamente a trabajar, rociando plantas secas a lo
largo de la trampilla. —Hisopo, sello de Salomón, y hojas de Damiana —
dijo ella cuando vio a Matt observándola—. Son para fortalecer las
cerraduras, proteger del mal, y protección en general.La Sra.Flowersinsistió
tanto con estas cosas que finalmente terminé aprendiéndolas. Es una pena
no haberla tenido ayudándome con mi tarea en la secundaria. Podría haber
aprendido algunos de esos verbos en francés.
Damon los observaba, sus ojos entreabiertos. —Nosotros también
deberíamos buscar nuevos vampiros —dijo—. Los vampiros no son
animales de manada. No van a cazar juntos por mucho tiempo. Una vez
que se separen podremos agarrarlos —le dijo a Stephan.
—Yo también voy —dijo Meredith. Miró a Damon desafiándolo—. Voy a
acompañar a Matt a la casa y después me encontrare con ambos.
Damon sonrió, una peculiar cálida sonrisa, que Matt nunca había visto,
dirigida a Meredith. —Te estaba hablando a ti también cazadora —dijo él—.
Te has vuelto mejor.
Después de un segundo, ella le sonrió de vuelta, con una pizca de humor
en sus labios. Matt pensó que estaba viendo algo que podría llegar a ser el
principio de una amistad entre ellos.
—¿Entonces los Vitales estaban definitivamente detrás de todas las muertes
y desapariciones? —Matt le preguntó a Stefan, sintiéndose un poco
enfermo. ¿Cómo pudo haber pasado tanto tiempo con Ethan y no haberse
dado cuenta que era un asesino?
La cara de Bonnie se puso tan blanca que las pocas pecas se veían como
pequeños puntos negros en un papel. Luego su color vino flotando de
vuelta, sus orejas y cachetes tornándose de un rojo brillante. Se paró
inestablemente. —Debería ir a ver a Zander —dijo ella.
—Hey —dijo Matt alarmado, y se movió para bloquear la puerta—. Todavía
hay un montón de vampiros afuera, Bonnie. Espera a que alguien te
acompañe.
—Sin mencionar que tienes otros compromisos —dijo Damon secamente,
mirando las hierbas dispersas en frente de la trampilla—. Después de que
hagas tu brujería mojo, puedes ir a ver a tu mascota.
—Lo sentimos, Bonnie —dijo Meredith, cambiando su peso incómodamente
de un pie al otro—. Deberíamos haber confiado en que tu reconocerías un
buen hombre cuando lo vieras.
—¡Correcto! Todo esta perdonado. —Bonnie dijo alegremente, y se dejó
caer nuevamente en frente de las trampillas—. Sólo necesito decir un
hechizo —pasó sus manos por las hiervas—. Existo sigmun —murmuró—.
Servo quis est intus.
Mientras guardaba algunas de las hierbas en su bolsa, Bonnie seguía
sonriendo, parando, mirando al espacio, y luego saltando un poco. Matt le
sonrió cansadamente. Bien por Bonnie. Alguien debía tener un final feliz.
Él sintió como una fuerte y fina mano tomaba la suya. Al darse vuelta
descubrió a Meredith a su lado. Ella le sonrió con simpatía. Cerca de ellos,
Elena apoyaba su mano tentativamente en el brazo de Stefan. Ambos
tenían sus ojos fijos en Bonnie. Damon estaba parado quieto mirándolos a
todos con casi una cariñosa mirada.
Matt se apoyó contra Meredith, consolado. Sin importar lo que había
pasado, por lo menos estaban todos juntos. Sus verdaderos amigos
estaban con él. Por fin había llegado a casa, a ellos.
***
El sol estaba bajo en el este cuando Bonnie subió por la escalera de
incendios, sus pies golpeando con cada paso. Mientras caminaba por el
lado del edificio, vio a Zander sentado con su espalda contra la dura pared
de concreto, al borde del techo. El volteó a mirarla mientras ella se
acercaba.
—Hola —dijo ella. Estaba tan excitada de verlo en su camino hacia allí, que
Elena y Meredith dejaron de lado su culpa y se rieron de ella, pero ahora se
sentía demasiado extraña e incomoda, como si su cabeza fuera demasiado
grande. Ella sabía que era muy probable que él no quisiera hablar con ella.
Después de todo ella lo había acusado de ser un asesino, lo cual era un
enorme error para que una novia cometa.
—Hola —dijo él lentamente. Hubo una gran pausa y luego palmeó el
concreto a su lado—. ¿Quieres sentarte? —preguntó—. Sólo estoy mirando
el cielo. —Él dudó luego—. Habrá luna llena en un par de días.
Mencionar la luna llena se sintió como un desafío. Bonnie se sentó a su
lado y se metió de lleno en el tema. —Siento haberte llamado asesino —
dijo—. Ahora sé que estaba equivocada al acusarte de las muertes en el
campus. Debí haber confiado más en ti. Por favor acepta mis disculpas —
terminó ella apresuradamente—. Porque te extraño.
—Yo también te extraño —dijo Zander—. Y comprendo que fue un shock.
—En serio Zander —dijo Bonnie, y lo empujó un poco con su cadera—.
¿Simplemente me dices que eres un hombre lobo? ¿Te mordieron cuando
eras un niño? Porque sé que ser mordido es la única forma de convertirse
en hombre lobo sin matar a alguien. Esta bien, ahora sé que no eres
asesino, pero Meredith te vio con una chica que recién había sido atacada.
Y… tenías moretones, muy feos moretones por todas partes. Creo que
tenía todo el derecho de pensar que algo era extraño en ti.
—¿Extraño? —Zander rió un poco, pero con un dejo de tristeza—. Supongo
que es un poco extraño si lo miras de esa manera.
—¿Me lo puedes explicar? —preguntó Bonnie.
—Esta bien, lo voy a intentar —dijo Zander reflexivamente. Se estiró y
alcanzó su mano, dándola vuelta y jugando con sus dedos—. Como
aparentemente sabes, la mayoría de los hombres lobos son creados al ser
mordidos o por tener el virus de los hombres lobos en su familia y activarlo
matando a alguien en un ritual especial, o un terrible ataque, que
generalmente daña permanente a la persona, o un intencionado acto de
maldad para sacar el poder del lobo. —Él hizo una mueca—. Explica en
parte porque los lobos tenemos tan mala reputación. Pero hay otro tipo de
hombre lobo.
Miró a Bonnie con una especie de tímido orgullo. —Vengo de la manada
original de hombres lobo.
Original. La mente de Bonnie corría a mil. Inmortal, ella pensó, recordó a
Klaus, que nunca fue humano. —Entonces… ¿eres extremadamente viejo?
—preguntó dudosamente.
Ella suponía que estaba bien para Elena salir con chicos que vieron pasar
los siglos. Incluso podía llegar a ser romántico. Un poco.
A pesar del enamoramiento que había tenido por Damon, Bonnie siempre
se había imaginado saliendo con alguien cercano a su edad. Incluso el
inteligente y lindo Alaric de Meredith parece algo viejo para ella, y él sólo
está en sus veintes.
Zander se rió súbitamente y apretó fuertemente su mano. —¡No! —dijo él—
. ¡Recién cumplí los veinte el mes pasado! Los hombres lobo no son así,
estamos vivos. Vivimos, morimos. Somos como todos los demás. Nosotros
sólo…
—Se transforman en lobos súper fuertes y súper rápidos —dijo Bonnie con
aspereza.
—O.K., esta bien —dijo Zander—. Entendí el punto. Sin embargo, la
manada Original es como la familia original de hombres lobos. La mayoría
de los hombres lobo son infectados por algún tipo de virus místico. Puede
ser heredado, pero está latente. La manada Original desciende del primer
hombre lobo, los que eran cavernícolas excepto en la luna llena. Está en
nuestros genes. Somos diferentes a los hombres lobo regulares. Podemos
impedirnos cambiar si lo necesitamos. Podemos aprender a cambiar
cuando no hay luna llena, aunque es difícil.
—Si puedes impedir cambiar, ¿alguno de ustedes dejó de ser hombre lobo?
—Bonnie preguntó.
Zander la acercó. —Nunca dejaremos de ser hombres lobo, incluso si
nunca cambiamos. Es lo que somos. Duele no cambiar cuando hay luna
llena. Es como si cantara para nosotros, y la canción se vuelve más fuerte y
clara cuanto más se acerca a estar llena. Estamos ansiando cambiar cuando
eso pasa.
—Wow —dijo Bonnie. Entonces sus ojos se ampliaron—. ¿Entonces todos
tus amigos también son miembros de la manada Original? ¿Están todos
emparentados?
—Um —dijo Zander—. Supongo. Pero el parentesco puede estar montado
muy atrás. No es como si todos fuéramos primos hermanos ni nada por el
estilo.
—Que extraño —dijo Bonnie—. O.K., manada Original, lo entendí —
acurrucó su cabeza en el hombro de Zander—. Cuéntame el resto.
—O.K. —dijo Zander nuevamente. Corrió su pelo fuera de sus ojos y pasó
un brazo por los hombros de Bonnie. Se estaba volviendo un poco frío al
estar sentados en el concreto, y ella descansó su cabeza contra la calidez
de su costado—. Entonces, Dalcrest es una zona roja para las actividades
paranormales. Verás, están estas cosas llamadas líneas de poder…
—Ya lo sé —dijo Bonnie enérgicamente—. Sigue con tu parte.
Zander la miró. —O… K —dijo el lentamente—. De todas formas, el
Consejo Superior de Hombres Lobo manda a algunos de nosotros a
Dalcrest todos los años como estudiantes. Para que podamos monitorizar
cualquier peligro. Supongo que somos como perros guardianes. Perros
guardianes Originales.
Bonnie se rió. —El Consejo Superior de Hombres Lobo.
Zander la empujó en las costillas. —Cállate, no es gracioso —dijo—. Son
muy importantes. —Bonnie rió de nuevo, y él la codeó gentilmente—. Con
todas las desapariciones y ataques, las cosas no han sido buenas este año
en el campus —continuó él—. Mucho peor de lo que son normalmente.
Estuvimos investigando. Un grupo de vampiros en una sociedad secreta en
el campus está detrás de todo esto. Estuvimos combatiéndolos y
protegiendo a la gente cada vez que podemos. Pero no somos tan fuertes
como ellos, excepto en la luna llena. Por eso los moretones y el por qué tu
amiga me vio protegiendo a una chica que recién había sido atacada.
—No te preocupes. Esta noche nos ocupamos dela SociedadVitale —dijo
Bonnie con aires de suficiencia—. Bueno, con el líder por lo menos, y
algunos de los otros —modificó ella—. Todavía hay un montón de
vampiros en el campus, pero nos vamos a deshacer de ellos.
Zander se volteó y la miro por un largo rato antes de hablar. —Creo —dijo
por fin en un tono de voz neutral—, que es tu turno de explicarte.
Bonnie no era muy buena organizando apropiadamente explicaciones
lógicas, pero hizo su mejor esfuerzo, yendo y viniendo en el tiempo,
agregando notas al margen y recordando cosas a medida que avanzaba. Le
contó de Stefan y Damon, y como todo había cambiado desde que los
hermanos vampiros habían llegado a Fell’s Church el año pasado, y Elena
se había enamorado de ellos. Le contó del trabajo sagrado de Meredith
como cazadora de vampiros, sus propios dones como psíquica y su
entrenamiento como bruja.
Dejó un montón de cosas afuera, todo sobrela Dimensión Oscura, la
negociación de Elena con los Guardianes, porque era realmente confuso.
Quizás le diría luego para que no fuera sobrecargado con información.
Igualmente contar las cosas llevó mucho tiempo.
—Huh —dijo Zander cuando ella terminó, y luego rió.
—¿Qué? —preguntó Bonnie.
—Eres una chica extraña —dijo Zander—. Aunque bastante heroica.
Bonnie llevó su cara al cuello de él, respirando felizmente el olor particular
de Zander: suavizante de telas, algodón desgastado, y hombre limpio.
—Eres extraño —dijo ella y luego añadió admirativamente—, y un héroe
real. Estuviste luchando contra los ataques de vampiros por semanas para
proteger a todo el mundo.
—Somos toda una pareja —dijo Zander.
—Sí —dijo Bonnie. Se sentó derecha y lo miró, luego alargó una mano y
pasó sus dedos por su suave y pálido pelo, acercando su cara más cerca de
la de ella—. A pesar de todo —dijo ella, justo antes de que sus labios se
tocaran—, lo normal está sobrevalorado.
42
Traducido por Krispipe
Corregido por Nikola
Elena, Stefan y Damon se dirigieron hacia la residencia de Elena juntos, y la
tensión vibraba fuertemente entre ellos.
Elena había tomado la mano de Stefan automáticamente mientras
caminaban, y él se había puesto rígido y luego gradualmente relajado, por
lo que ahora su mano se sentía natural en la de ella.
Las cosas no eran como habían sido entre ellos, todavía no. Pero los ojos
verdes de Stefan estaban llenos de un tímido afecto cuando la miraba, y
Elena sabía que podía hacer las cosas bien. Algo había cambiado en Stefan
cuando Damon vino a rescatarlo, cuando Elena lo desató y le dijo cuánto lo
sentía. Tal vez Stefan sólo necesitaba saber que lo que fuera que había
entre ella y Damon, él era el primero para ella. Nadie lo estaba dejando
fuera.
Elena abrió la puerta y todos entraron. Habían pasado sólo unas pocas
horas desde la última vez que había estado allí, pero también habían
ocurrido muchas cosas que parecían como algún lugar de hace mucho
tiempo, los posters, la ropa y el osito de peluche de Bonnie, todas reliquias
de una civilización perdida.
—Oh, Stefan —dijo Elena—, estoy tan contenta de que estés a salvo —
alargó la mano y se abrazó a él y, igual que cuando tomó su mano, él se
tensó por un momento antes de devolverle el abrazo.
—Me alegro de que ambos estén a salvo —se corrigió, y miró a Damon. Sus
ojos negros se encontraron con los de ella con frialdad, y ella supo que, sin
tener que hablar de ello, él entendía que las cosas no iban a ir en el camino
que habían ido. Ella amaba a Stefan. Ella había elegido.
Cuando Stefan les contó el plan de Ethan de tomar la sangre de ambos
hermanos y utilizarla para resucitar a Klaus, ella se horrorizó. No sólo por
el peligro en el que Stefan había estado, o por la idea aterradora de Klaus
vivo de nuevo, y sin duda vengativo contra ellos, sino debido a la trampa
que Ethan le había tendido a Damon. Había planeado tomar lo mejor de
Damon, el reticente, a menudo desfigurado, pero aun así fuerte amor que
tenía por su hermano, y usarlo para acabar con él.
—Estoy eternamente contenta de que estén ambos bien —dijo otra vez, y
se acercó a abrazar a Damon, también.
Damon entró en sus brazos de buen grado, pero, mientras ella lo abrazaba
con fuerza, él hizo una mueca.
—¿Qué está mal? —preguntó Elena, desconcertada, y Damon frunció el
ceño.
—Ethan me cortó —dijo, el ceño convirtiéndose en un gesto de dolor—.
Estoy un poco dolorido. —Tiró de su camisa, acariciando el borde roto, y la
puso hacia arriba, exponiendo una franja de pálida piel tensa. Contra la
blanca piel Elena vio el largo corte ya sanando.
—No es nada —dijo Damon. Le disparó a Elena una malvada sonrisa—. Una
pequeña bebida de un donante dispuesto y voy a estar tan bien como
nuevo, lo prometo.
Ella negó con la cabeza hacia él en tono de reproche, pero no le contestó.
—Buenas noches, Elena —dijo Stefan, y rozó su mejilla suavemente con la
palma de su mano—. Buenos días, en realidad, supongo, pero trata de
dormir un poco.
—¿Van a ir tras los vampiros? —preguntó ella con ansiedad—. Tengan
cuidado.
Damon rió. —Me aseguraré de él se ocupe de los vampiros más
repugnantes —dijo—. Pobre Elena. La vida normal no va tan bien, ¿verdad?
Elena suspiró. Ese era el problema, ¿no? Damon nunca entendería por qué
ella quería ser una persona normal. Él pensaba en ella como su princesa
oscura, quería que fuera como él, ser mejor que la gente normal. Stefan no
pensaba que ella era una princesa oscura; él pensaba que era un ser
humano.
¿Pero lo era? Pensó brevemente en contarles sobre los Guardianes y los
secretos de su nacimiento, pero simplemente no podía. No en este
momento. Todavía no. Damon no sabría por qué esto le molestaba. Y
Stefan estaba tan pálido y cansado después de su terrible experiencia con
las cuerdas empapadas de verbena que no podía hacerlo cargar a él con
sus temores sobre los Guardianes.
Mientras pensaba esto, Stefan se tambaleó, sólo una fracción, y Damon lo
alcanzó de forma automática para estabilizarlo.
—Gracias —dijo Stefan—, por venir a salvarme. A ambos.
—Siempre te salvaré, hermanito —dijo Damon, pero estaba mirando a
Elena, y ella oyó el eco de cuando le había dicho las mismas palabras a
ella—. A pesa de que podría estar mejor sin ti —agregó Damon.
Stefan le dio una sonrisa cansada. —Es hora de irnos —dijo.
—Te amo, Stefan. —Elena rozó sus labios contra los de él suavemente.
Damon le dio una breve inclinación de cabeza, su rostro neutro. —Duerme
bien —dijo.
Entonces la puerta se cerró detrás de ella, y Elena estaba sola. Su cama
nunca había parecido más cómoda o tentadora, y se acostó con un suspiro,
mirando la suave luz que empezaba a romper a través de la ventana.
La Sociedad Vitale había desaparecido. El plan de Ethan se había detenido.
El campus era más seguro, y un nuevo día estaba amaneciendo. Stefan la
había perdonado, y Damon no se había ido, no se había vuelto contra ellos.
Esto era, por ahora, lo mejor que podía esperar. Elena cerró los ojos y se
quedó dormida de buena gana finalmente. Mañana sería otro día.
Epílogo
Traducido por Sprinkling
Corregido por Nikola
Ethan jadeó, tomando una larga bocanada de aire, y tosió al despertar,
todo su cuerpo sacudiéndose. Todo dolía.
Cautelosamente, se dio una palmaditas, encontrando que estaba pegajoso
con sangre medio seca, cubierto con una veintena de pequeñas lesiones.
Levantándose, ya sintió curándose el sangrado en la espalda con delicados
dedos. El bastón que le había metido la niña había rozado su corazón, pero
no lo había traspasado. Medio centímetro hacia un lado, y habría estado
muerto. Realmente muerto, esta vez, no no-muerto.
Agarrándose de una silla tapizada de terciopelo con una mano, Ethan se
impulsó para ponerse de pie y miró a su alrededor. Sus tenientes en la
Sociedad Vitale, sus amigos, yacían muertos en el suelo. Los hermanos
Salvatore, y las chicas que estaban con ellos, habían escapado.
Nerviosamente, tanteó en un bolsillo y suspiró con alivio mientras su mano
se cerraba en un pequeño frasco. Sacándolo, miró el espeso líquido rojo
dentro. La sangre de Stefan Salvatore. Buscó en el mismo bolsillo y sacó
una tela en la que había una larga mancha de color marrón rojiza. La
sangre de Damon Salvatore.
Tenía lo que necesitaba.
Klaus se elevaría de nuevo.