98 Naturaleza y Finalidad de La Teologia

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Naturaleza y finalidad de la Teología APUNTES DE FE Y CULTURA Prof. Luis Enrique Pérez Guevara - USAT Página 1 Cuestiones introductorias al estudio de la teología LA TEOLOGÍA: NATURALEZA Y FINALIDAD “También la teología, como ciencia, tiene un puesto legítimo en la Universidad junto a las otras disciplinas. Ella, como le corresponde, tiene principios y método propios que la definen precisamente como ciencia… puede proyectar luz sobre las cuestiones específicas, planteadas por la cultura actual” (Ex corde Ecclesiae, 29). Introducción Para algunos estudiantes existe la dificultad de comprender el por qué estudiar teología en la universidad, el por qué incluir asignaturas teológicas en una malla curricular que está orientada a desarrollar competencias profesionales. Para otros más, el estudio de la teología es propicio para afrontar las inquietudes de su fe, esperan encontrar las respuestas que les permita reforzar las profundas convicciones cristianas que ya poseen pero que los nuevos retos de esta cultura las ponen a prueba. Evidentemente nuestra universidad católica, apuesta por una formación de las personas y a este fin, dirige de modo particular, las asignaturas de esta índole. Esta es la misión de la Iglesia realizada de modo particular en la enseñanza superior: impartir el pensamiento cristiano en función de construir una sociedad con el aporte de hombres y profesionales de buen desempeño y preparados esmeradamente en el saber y en la fe (cfr. CONCILIO VATICANO II, Declaración sobre la Educación Católica Gravissimum educationis, n. 10). Sin embargo, el cómo concretizarlo en la vida cotidiana es una exigencia constante y necesaria a lo largo de todo el estudio. En consecuencia, es importante que antes de profundizar en los contenidos fundamentales de la teología, intentemos responder a unas primeras interrogantes para comprender su naturaleza y su finalidad: ¿qué es la teología? ¿podemos considerarla una ciencia o solo un cuerpo de doctrinas religiosas heredadas de nuestros padres o la Iglesia? ¿en qué se fundamenta para que sus contenidos sean aceptados como verdades y no sólo limitarse a ser expresión de quienes libremente así lo quieran?¿se puede afirmar que la teología tiene un carácter científico y una metodología?¿qué conocimientos pretende presentarnos y con qué fin? El porqué de la Teología en la universidad ¿Qué es? y ¿Cuál es su finalidad?

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Naturaleza y finalidad de la Teología

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Cuestiones introductorias al estudio de la teología

LA TEOLOGÍA: NATURALEZA Y FINALIDAD

“También la teología, como ciencia, tiene un

puesto legítimo en la Universidad junto a las otras

disciplinas. Ella, como le corresponde, tiene principios y

método propios que la definen precisamente como

ciencia… puede proyectar luz sobre las cuestiones

específicas, planteadas por la cultura actual” (Ex corde

Ecclesiae, 29).

Introducción

Para algunos estudiantes existe la dificultad de comprender el por qué

estudiar teología en la universidad, el por qué incluir asignaturas teológicas en

una malla curricular que está orientada a desarrollar competencias

profesionales. Para otros más, el estudio de la teología es propicio para

afrontar las inquietudes de su fe, esperan encontrar las respuestas que les

permita reforzar las profundas convicciones cristianas que ya poseen pero que

los nuevos retos de esta cultura las ponen a prueba. Evidentemente nuestra

universidad católica, apuesta por una formación de las personas y a este fin,

dirige de modo particular, las asignaturas de esta índole.

Esta es la misión de la Iglesia realizada de modo particular en la

enseñanza superior: impartir el pensamiento cristiano en función de construir

una sociedad con el aporte de hombres y profesionales de buen desempeño y

preparados esmeradamente en el saber y en la fe (cfr. CONCILIO VATICANO

II, Declaración sobre la Educación Católica Gravissimum educationis, n. 10).

Sin embargo, el cómo concretizarlo en la vida cotidiana es una exigencia

constante y necesaria a lo largo de todo el estudio.

En consecuencia, es importante que antes de profundizar en los

contenidos fundamentales de la teología, intentemos responder a unas

primeras interrogantes para comprender su naturaleza y su finalidad: ¿qué es

la teología? ¿podemos considerarla una ciencia o solo un cuerpo de doctrinas

religiosas heredadas de nuestros padres o la Iglesia? ¿en qué se fundamenta

para que sus contenidos sean aceptados como verdades y no sólo limitarse a

ser expresión de quienes libremente así lo quieran?¿se puede afirmar que la

teología tiene un carácter científico y una metodología?¿qué conocimientos

pretende presentarnos y con qué fin?

El porqué

de la Teología en la

universidad

¿Qué es? y

¿Cuál es su finalidad?

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1. LA TEOLOGÍA, CONOCIMIENTO SOBRENATURAL DE DIOS

“La teología busca la comprensión de la verdad revelada”

(Ex corde Ecclesiae, 29)

¿Qué es teología? De la etimología de sus vocablos griegos

theos y logos, obtenemos una noción primaria de la teología:

conocimiento de Dios. Sin embargo, esta simple noción no expresa

toda la riqueza y profundidad de la teología, que en nuestro caso, es la

teología cristiana y católica. Además que, en su desarrollo hace

referencia a otros elementos importantes: presupuestos, fuentes,

objeto, método.

“Llamamos teología a la actividad de los creyentes que tratan de

comprender más profundamente la Palabra de Dios y de exponerla de

manera ordenada y sistemática, en base a la Sagrada Escritura, la

Tradición de la Iglesia, y la razón humana iluminada por la fe”

(MORALES, 1998).

La teología, en su sentido estricto, es una actividad de una

persona concreta: el creyente, el hombre o mujer de fe. En tal sentido,

notamos dos aspectos fundamentales. Por un lado, se trata de una

reflexión o ejercicio de la razón humana y por otro, que esta actividad

no es meramente racional sino que se encuentra guiada por la fe. De

este modo, no podemos concebir la teología como un sistema de

contenidos o argumentos puramente elaborados por el hombre sino

que a partir de un conocimiento que le viene de afuera (y esto es la

Revelación), el creyente reflexiona guiado por quien le presenta dicho

conocimiento: Dios, su origen propio y específico. Tampoco podemos

considerar que procede de una simple curiosidad intelectual o que ella

se dedique a satisfacerla, sino que las verdades que presenta la teología

tienen repercusiones en la vida misma de cada persona, por la

confrontación que supone también el llamado a una conversión

auténtica.

En tal sentido, podemos decir que existe en la actividad

teológica la presencia de dos sujetos: Dios que da a conocer verdades al

hombre (Revelación) y el hombre que acogiéndolos (con acto de fe)

reflexiona sobre ellos (iluminados por la fe) y más aún, no de modo

espontáneo sino sistemático y ordenado (rigor teológico). El creyente

es quien realiza la actividad teológica teniendo como insumo todo

cuanto Dios le ha revelado. Además, como veremos más adelante, esta

actividad se encuentra enmarcada en un contexto eclesial.

Especificidad

de la Teología que

estudiaremos

Definición

Aspecto fundamental:

Ejercicio de la razón

humana guiada por la fe

Presencia de dos sujetos

y actividad propia del

creyente

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Dicho lo anterior, podemos notar que la teología es considerada

esencialmente como conocimiento sobrenatural ya que se basa en lo

que Dios ha revelado a los hombres y por medio de Jesucristo. Aquí

tiene su punto de partida. Esta es la garantía de su ser conocimiento

válido y de proveernos verdades de carácter sobrenatural,

precisamente porque procede de la autoridad de quien revela: Dios,

que no puede engañarse a sí mismo y no puede engañarnos

(Constitución Dogmática sobre la fe católica, capítulo 3). Es intención

de Dios que lleguemos a un conocimiento pleno de la verdad como lo

dice la Escritura: “Dios, nuestro Salvador… quiere que todos los hombres

se salven y lleguen al conocimiento pleno de la verdad” (1 Tim 2,3-4). De

este modo, con la ayuda de la razón iluminada por la fe, el creyente o el

teólogo está pronto a dar las razones necesarias de lo que creemos.

Finalmente, es conocimiento sobrenatural dado que es un tipo

de conocimiento que el hombre no puede alcanzar con sus solas

fuerzas de la razón sino gracias a la Revelación divina de Dios

(Catecismo, 50). El hombre obtiene este conocimiento gracias a la

bondad amorosa de Dios.

Conocimiento natural

El conocimiento sobrenatural que podemos tener de Dios con

la ayuda de la fe y la Teología, la distinguimos de lo que llamamos

conocimiento natural. Es decir, al conocimiento que el hombre posee o

adquiere con el solo uso de su razón sin una intervención sobrenatural

de Dios como es propiamente la Revelación. Se parte de los efectos

para llegar a una causa. Así por ejemplo, el hombre tras mirar la

naturaleza o creación, piensa sobre el por qué de ello y descubre que el

sentido de todo solo se explicaría con la presencia de un ser

inteligente.

El hombre se pregunta sobre Dios y se abre a la trascendencia

esperando encontrar en ella las respuestas. De muchas maneras el

hombre de todos los tiempos ha expresado esta búsqueda mediante

creencias o en una serie de prácticas que brotan de una espiritualidad,

un culto o una filosofía. Esta experiencia humana en toda su variedad

demuestra que el hombre es por naturaleza un ser religioso.

Podemos distinguir, un conocimiento pre filosófico o

espontáneo. Éste brota en todo hombre, que sin especulaciones

intelectuales o complejas reflexiones científicas o filosóficas, percibe o

manifiesta la creencia en un ser superior al que puede darle

atribuciones exclusivas. Este tipo de conocimiento, además, no

presenta rigurosidad en su elaboración, es incipiente y puede ser muy

La naturaleza

propia de la Teología

Don de Dios

Conocimiento adquirido

por la razón humana

La apertura a la

trascendencia señala su

naturaleza religiosa

Tipos

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subjetivo. En cambio, la búsqueda de respuestas que satisfagan al

intelecto humano, basado en argumentaciones racionales desde

simples hasta muy complejas da lugar a distinguir un segundo tipo de

conocimiento natural, pero al que en un sentido más estricto y

específico consideramos propiamente como conocimiento natural: es

el científico o filosófico. Aquí se llega a afirmar la existencia de Dios y

darle algunas atribuciones partiendo de la observación y la reflexión de

la realidad siguiendo un análisis rigoroso que pretende

argumentaciones válidas para demostrarlo o por el contrario, para

negarlo tal como lo hace el ateísmo. Este tipo de conocimiento acerca

de Dios, se ampliará en el siguiente tema.

Luego de haber mencionado que la Teología es conocimiento

sobrenatural de Dios, es importante que tengamos en cuenta algunos

presupuestos necesarios para realizar la actividad teológica; es decir,

para profundizar en todo aquello que Dios nos ha revelado, hay que

tenerlos en cuenta.

2. PRESUPUESTOS DE LA TEOLOGÍA

La fe “La fe es la respuesta del hombre a Dios que se revela y se entrega a él,

dando al mismo tiempo una luz sobreabundante al hombre que busca el sentido

último de su vida” (Catecismo, 26).

Precisamente por ser propiamente un conocimiento

sobrenatural, la teología hace que la fe sea considerada su presupuesto

absoluto. Es la base y la raíz de la teología. Quiere decir, que es

imprescindible que toda persona como afirmó San Agustín, “crea para

entender”1. La teología presupone la fe en el Dios vivo de la Revelación

judeo-cristiana que hemos heredado los cristianos. Una buena teología,

por tanto, se hace desde dentro de esta misma fe centrada en Cristo.

Vista así la fe y, sin dejar de ser también un acto sencillo del creyente,

la teología desarrolla esa dimensión intelectual del mismo acto de fe

ayudada de la razón iluminada y sostenida por la misma fe. De modo

que se enriquece de lo que descubre en la Revelación mediante las

fuentes de la teología. Se trata, por tanto, de una fe reflexiva, fe que

piensa, que comprende, pregunta y busca.

Con este primer presupuesto, podemos decir que la teología se

convierte en una teología arrodillada debido a su naturaleza

sobrenatural y, en consecuencia, nunca podrá desprenderse del todo

de su aspecto contemplativo y no deberá hacerlo para no perder su

propia naturaleza y origen específico. Por esta razón, la fe se convierte

en el distintivo de quien hace o estudia teología, como lo afirma Juan

Conocimiento científico

filosófico

La fe en la Revelación

Sobrenatural de Dios, es

el presupuesto absoluto

Dimensión intelectual de

la fe

Aspecto contemplativo

de la Teología

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Pablo II: “Hacer teología es una tarea exclusivamente propia del

creyente en cuanto creyente, una tarea vitalmente suscitada y en todo

momento sostenida por la fe”. Sin olvidar que está puesto frente a los

misterios divinos de Dios, el que hace teología, recibe los misterios

revelados de Dios con adoración, los profundiza con veneración y los

adhiere con confianza filial. Esta ha de ser su actitud primera y

permanente y no la de simplemente escrutar o analizar de un modo

puramente intelectual y mucho menos la de cuestionar maliciosa o

infundadamente lo que la teología le presenta.

La fe, por tanto, es necesaria para hacer teología y sin ella se

reduciría a puras especulaciones acerca de Dios y de lo que ha

comunicado a los hombres. Sin la fe, en consecuencia, las conclusiones

a las que podríamos llegar pueden ser reducidas, tergiversadas y

erróneas, cuanto menos inverosímiles o absurdas. Con la fe, la teología

puede comprender los misterios de Dios y de su voluntad comunicada

en la Revelación, aunque como veremos luego, no se puede agotar

completamente el conocimiento de la esencia y la acción divina de

Dios con la comprensión del intelecto humano aun cuando éste es

iluminado por la fe. En tal sentido, la fe es asentimiento al misterio de

Dios aún cuando supere los límites de la razón humana. Esto no

significa irracionalidad o pasividad del ejercicio intelectual ante un

dato revelado por Dios o verdad de fe sino, todo lo contrario, es

reconocer el límite de la razón humana ante la inmensidad de Dios.

Tampoco significa imposibilidad de alcanzar certezas sino que

efectivamente las alcanzamos porque vienen de Dios. Conviene

recordar que la teología estudia un conocimiento de naturaleza y

origen sobrenaturales.

No se puede hacer teología o reflexionar teológicamente si no

se tiene fe. En otras palabras, no podremos comprender lo que ha

revelado, sus palabras o sus hechos, el modo de ser de Dios o iluminar

situaciones humanas a la luz de la voluntad divina de Dios, si no

llevamos con nosotros el necesario acto de la fe. Es decir, la confianza

de parte del hombre en todo lo que Dios ha revelado. La fe es por tanto

no sólo necesaria, sino esencial para la teología y en quienes inician su

estudio.

En una audiencia general tenida por Juan Pablo II en Roma

(27.III.1985), dijo a los asistentes: “en el conocimiento mediante la fe, el

hombre acepta como verdad todo el contenido sobrenatural y salvífico de

la revelación”. En este tipo de conocimiento que nos ofrece la teología

podemos tener la plena certeza de estar en la verdad sobre todo

aquello que Dios nos ha dado a conocer mediante la Revelación en

Jesucristo.

Actitud

primera y permanente

Con la fe, la Teología

puede comprender los

misterios de Dios de

modo cierto aunque

limitado

Fe es confianza en lo que

Dios ha revelado al

hombre

En la Teología tenemos

certezas sobre Dios, a las

que asentimos

plenamente

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El acto de fe a la luz de las Escrituras

La fe no designa una descripción abstracta o meramente

conceptual o resultado de un puro sentimiento, sino la expresión del

que cree, a ejemplo de los grandes creyentes que encontramos en la

Escritura como Abraham a quien llamamos nuestro padre en la fe (cfr.

Rm 4; Heb 11,8). En Gen 12,1-9 Dios pide a Abraham, dejar su tierra y

marchar hacia el lugar que Dios le mostraría, donde lo bendeciría con

una grande muchedumbre. La fe como presupuesto de la teología,

tiene este primer sentido, a lo que llamamos acto de fe (del segundo

sentido de este vocablo se hablará en otro apartado).

En las distintas experiencias bíblicas de hombres y mujeres

creyentes, el acto de fe nos indica un dinamismo interior cuyos algunos

aspectos son: 1) la escucha de lo que Dios comunica, 2) se percibe la

autoridad divina de Dios que habla, 3) consecuentemente el creyente

obedece para finalmente, 4) ponerse en camino y arrastrar la

incertidumbre humana. Notamos que el acto de fe es algo puntual

porque se inicia en la escucha del sujeto pero también indica un

camino progresivo porque dispone el ser de todo el hombre a Dios

(inteligencia, voluntad, libertad), impulsa a obedecerle y a marchar

incluso cuando la incertidumbre le muestre al hombre que está lejos de

la meta final o sin que conozca aún todas las etapas que deberá

recorrer para llegar a ella. Pero también vislumbramos en el acto de fe,

una seguridad en Dios y en lo que ha revelado.

A la luz de los evangelios, el acto de fe consiste en la respuesta

al llamado de Jesucristo que hace el discípulo, es decir, el que le sigue

más de cerca abandonando la masa de los espectadores. Aquí el acto de

fe incluye conversión interior, el cambio de mentalidad y la apertura de

la inteligencia humana a los misterios revelados por Jesucristo, el Hijo

de Dios como también la entrega de la vida del discípulo en las manos

del Maestro. La fe está enmarcada en un encuentro personal con Jesús

(Mc 1,17; 10,21; etc.) y en la certeza que El es el Camino, la Verdad y

Vida. Es seguridad en el poder de Jesús que puede ayudar a los

hombres y mujeres en toda situación humana (Mc 2,5; 5,34; 10,52; Mt

8,13; 15,28). Por tanto, la fe es aquí un acto interior de confianza plena

en el poder de Jesús y son sus acciones como sus palabras las que

favorecen la disposición a la fe en sus oyentes y más aún, en sus

discípulos.

San Pablo destaca el hecho de que por la fe en Dios se acepta

un mensaje de vida acerca de Jesucristo, muerto y resucitado por

nosotros (Rm 4,25); la fe que puede parecer no evidente y ser necedad

La fe como

acto es expresión del

que cree

Aspectos del acto de fe

El acto de fe es respuesta

personal a Cristo y

favorece la buena

disposición para

comprender su Palabra

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para algunos (1 Cor 1,22) pero es interior y tiende a expresarse en una

confesión o lo que llamamos también profesión externa como, de suyo

lo es, el Credo Apostólico o Fe de la Iglesia, es decir, fe expresa el

conjunto de todas las verdades reveladas, el contenido de la Revelación

creído y proclamado por la Iglesia. Este es el segundo sentido del

vocablo fe.

San Juan, además de señalar la fe como un impulso interior que

lleva al hombre a reconocer libremente la divinidad de Jesús, la vincula

al oír (Jn 4,42; 20,8) pero especialmente al conocer. Creer y conocer, en

los escritos del Apóstol Juan, tiene la misma connotación: “Creemos y

sabemos que Tú eres el Santo de Dios” (Jn 6,67). Creer y conocer son

intercambiables (Cfr. 1 Jn, 4,16) y existe un dinamismo entre estos dos

matices del mismo acto de fe: “Creed las obras para que lleguéis a

conocer” (Jn 10,38). En consecuencia, la fe es participación en el

conocimiento que Jesús como Hijo tiene de Dios, Padre suyo y Padre

nuestro. Por otro lado, podemos ver que Juan lleva el acto de la fe a

una esfera cognoscitiva de la misma, pero no la convierte en mera

iluminación de la mente o enriquecimiento intelectual de Dios sino

que, la fe es siempre principio y raíz de una vida nueva en Jesucristo

que lleva al cambio de mentalidad y del corazón.

Características del acto de fe

Dicho todo lo anterior, podemos finalmente señalar unas

características fundamentales del acto de fe: 1) implica un asentimiento

de toda la persona; 2) es libre e incondicionada y por tanto, contiene

rasgos intensamente personales; 3) es razonable; 4) es un don gratuito

y sobrenatural porque viene de Dios y, 5) lleva consigo un modo de

vivir que pasa por la conversión interior.

Con el acto de la fe, el creyente acepta verdades y misterios que

no son evidentes para la razón como lo afirma el Concilio Vaticano II:

“Por la fe creemos ser verdadero lo que nos ha sido revelado por Dios, y

lo creemos no por la intrínseca verdad de las cosas, percibida por la luz

natural de la razón, sino por la autoridad del mismo Dios que se revela,

que no puede engañarse ni engañarnos” (Constitución Dogmática sobre

la fe católica, capítulo 3).

Dado que la razón humana necesita de evidencias, el acto de fe

se convierte en un obsequio intelectual, es decir, cree y acepta como

verdadero y real lo que no ve con absoluta claridad ni puede

fundamentar racionalmente con una demostración como lo hacen las

ciencias fácticas. La razón se fía de Dios.

La fe como

conjunto de las verdades

reveladas o Fe de la

Iglesia

Creer es conocer a Dios a

través de Cristo

Características del acto de fe

El acto de fe es obsequio intelectual

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Es también eclesial (6). En otras palabras, el creyente no cree en

general ni tampoco la fe es simple opinión o se construye

arbitrariamente basándose en una percepción subjetiva o colectiva, un

sentimiento, un hecho aislado de toda la unidad de la fe en la

Revelación de Dios como se ha dado en la historia o al margen de lo

dispuesto por la voluntad divina de Dios. El acto de fe es eclesial,

porque sin dejar de ser acto de una persona en singular, ésta la recibe

de parte de Jesucristo en el seno de la Iglesia fundada por él, su Cuerpo

Místico y continuadora de los designios salvíficos de Dios.

La razón

Pero en la teología, la fe – como actitud o impulso - no es

únicamente fe creída o fe vivida sino una fe pensada porque interviene

la razón humana para darle fundamento. Es decir, a la hora de hacer

teología o reflexionar teológicamente, es necesario tener en cuenta

también el uso de la razón que ayude a la comprensión de los misterios

que Dios ha revelado. Su función es hacer que la fe sea razonada

aunque, como ya habíamos dicho, queda abierta al misterio que la

sobrepasa.

Una breve historia de las diversas concepciones de la razón

Deteniéndonos en nuestro discurso de la razón como

presupuesto de la teología, resulta útil tener en cuenta algunas

anotaciones breves e históricas al respecto. A lo largo de la historia el

término razón ha recibido distintas definiciones que ha dado forma a

nuestro actual concepto. El término latino ratio significa cálculo y es la

traducción del término griego logos. En este sentido, razón designa la

explicación, justificación, argumentación, teoría o ciencia. Con

Aristóteles (383/382 – 322 a.C.), se indica la característica definitoria

que distingue al hombre de los demás seres vivientes: animal que da

razón de las cosas. Esto, por otro lado, alude al lenguaje que posee y

con el que puede comunicarse dentro de un contexto social, lo que lo

identifica también como animal social.

El poder dar cuentas de las cosas que comprende y mediante las

palabras que posee para expresarlas señalan la naturaleza racional del

hombre y la característica interna que posee la razón humana, según la

concepción original del término. Ella comprende algo que está más allá

del conocer inmediato de lo sensible, para llegar a saber de todo ello a

través de los conceptos, las ideas y los razonamientos, es decir, a través

del pensamiento.

El acto de fe es

eclesial porque la Fe es

de la Iglesia

La ayuda de la razón

para comprender

Concepciones históricas de la razón

La razón conoce algo que está más allá de lo

sensible

El acto de fe es obsequio intelectual

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Vemos entonces que, en sentido original y amplio, designamos

con el término razón, lo que caracteriza singularmente al ser humano

distinguiéndolo de los seres irracionales. Es lo que posee de modo

natural, lo que de suyo le es propio. En el lenguaje coloquial, lo usamos

para indicar el sentido común frente a una situación concreta. Es el ser

razonable, es decir, poner orden dentro de sí mismos o en el mundo

que nos rodea y que depende de nosotros. Es también la potencia

principal que posee la humanidad y de la que dispone para su

supervivencia y más aún, la que le ha permitido su gran desarrollo.

De igual modo, observamos que la razón se diferencia de la

sensibilidad, del sentimiento, de la experiencia y de la voluntad. No se

opone a ellas sino se complementa con ellas en la medida que el

hombre conoce y actúa. Esto quiere decir que, el hombre en su modo

de pensar, actuar y, finalmente, en su modo de vivir, utiliza esta

facultad cognoscitiva intelectual, puesto que procede discursiva y

conceptualmente al captar una realidad externa a él o provocada

dentro de él como puede ser una experiencia de tipo moral o religioso.

Con la Ilustración, Idealismo y el Modernismo, el término

razón, asume nuevas concepciones que imperan hasta el día de hoy en

nuestra cultura. Por este motivo, es importante mencionarlas aquí.

Para la Ilustración, la llamada razón ilustrada, es constitutiva

del hombre y con la que puede y debe atreverse a saber. Es el medio

innato de progreso y signo expresivo de la dignidad humana que debe

estar libre de oscurantismo y de la ignorancia. Consecuentemente se

encuentra segura de sí misma y de su capacidad de saber por sí misma.

De este modo se muestra también crítica de todo saber tradicional

incluyendo lo religioso a la que se le irá negando un rango propio de

saber. La razón crítica de Kant (1724-1804) declara que, en efecto, la

razón es incapaz de conocer las esencias de las cosas y de abrirse a toda

la realidad. Para él, hay una razón pura (expuesta en su obra Crítica de

la razón pura, 1781), la que se halla epistemológicamente separada de

Dios, del mundo y del alma, que son en ella meras ideas o ficciones

mentales. Existe también una razón práctica (expuesta en su obra

Crítica de la razón práctica, en 1788) que se limita a determinar la

voluntad por una ley moral, excluyendo de este modo, que exista una

ley de índole divina que tenga que regir la vida humana.

Con el Idealismo se da un paso adelante. La razón apunta al

ideal de la ciencia o saber absolutos teniendo por sujeto último a la

humanidad, es la proclamación de una super razón, que trasciende y

absolutiza todo, porque se siente capaz de deducir y captar también las

realidades metafísicas supremas e indeducibles. Por último, la razón

científica moderna, llamada también razón instrumental, es la versión

Lo que

caracteriza el conocer y

el conocimiento

propiamente humanos

Lo razonable se

diferencia de lo

experimental, no se

opone a ello, lo

complementa

La razón ilustrada

La razón científica moderna

El acto de fe es

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más reciente de la razón ilustrada. Ésta sin contenido propio y sin

principios, está muy vinculada a una racionalidad de la técnica. Aquí la

razón es únicamente el instrumento intelectual humano para un

procedimiento o método al servicio del progreso científico o es la

fundamentación normativa del conocimiento y de los actos humanos.

Este último, prevalece en muchos ámbitos de la cultura de hoy y se

encuentra desacreditada por su incapacidad de hacer un mundo más

justo, porque ha acarreado una deshumanización del hombre mismo.

La razón en el lenguaje de la teología: razón teológica

De los múltiples y variados textos que forman parte de las

enseñanzas de la Iglesia, los referidos a la razón, en el sentido en que lo

abordamos aquí, señalan dos matices que definen a la razón humana.

Se reafirma que originalmente la razón es la facultad intelectual

de conocer, que posee el hombre como criatura que participa de la

correspondiente perfección increada. De este modo, la razón engloba

también a la fe. Es también la facultad creada de conocer el nexo

intrínseco de las cosas, procediendo de lo sensible a lo inteligible con

las fuerzas naturales que posee el hombre. En este último sentido, la

razón se distingue de la fe. Por tanto, tenemos un doble orden del

conocimiento (cfr. Constitución Dogmática Gaudium et Spes, 59). La

razón humana es “una luz natural” (cfr. Constitución Dogmática Dei

Verbum, 6). “La fe y la razón convergen en una sola verdad” (cfr.

Gravissimum educationis, 10).

La concepción teológica de la razón admite que exista un cierto

oscurecimiento de esta facultad humana como consecuencia del

pecado, no tanto en sí misma sino por la defectuosa inclinación de la

voluntad del hombre. Consecuentemente, la razón humana encontrará

dificultades en su ejercicio, aún mayores en cuestiones morales y en las

que se relacionan con el fin último de la misma vida humana.

La Iglesia, ha afirmado y mantenido siempre que la razón

humana, apoyada en los datos que le provee la experiencia, puede

llegar a descubrir la existencia de un Dios Creador, así como los

deberes éticos que vinculan la conciencia. Esto forma parte de un

conocimiento natural. Lo que añade la acogida de la Revelación - por la

fe - se llama, como hemos dicho, conocimiento sobrenatural, el

conocimiento que profundiza propiamente la teología. Los

fundamentos de este conocimiento también puede demostrarlos la

razón humana y la razón puede alcanzar un mayor conocimiento

iluminada por la fe. En definitiva, la posición de la Iglesia frente a la

función de la razón en la comprensión de las verdades reveladas por

Existe un doble orden

del conocimiento: la

razón y la fe

Existe un cierto oscurecimiento en la

razón humana

La razón apoyada en datos de la experiencia

puede descubrir que Dios existe

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Dios no ha sido de desprecio o rechazo, cuanto más, como es lógico,

aprecia la razón porque puede ofrecerle al hombre verdaderos

conocimientos, particularmente en lo moral, que le ayuden a

comprender la misma realidad de modo natural o racional. Como

veremos luego, las pruebas racionales de la existencia de Dios son una

preparación para que el hombre acoja la Revelación por la fe.

La razón, inseparable de la fe

Su presencia, particularmente en la Teología, es inseparable,

intensa y necesaria. Evidenciamos que el hombre - ser racional, que

piensa – ha alcanzado no sólo grandes conocimientos de todo lo creado

expuestos de modo sistemático en las distintas ciencias sino que, con

ello, ha alcanzado un cierto dominio sobre ella. En la Teología, el uso

adecuado de la razón humana, permite al hombre acercarse a los

misterios revelados por Dios, el Dios de Jesucristo, con el fin de

contemplarlos y exponerlos con el máximo rigor que sea posible y con

la veneración merecida por su naturaleza sobrenatural. Pero también,

con el estudio teológico de cuanto Dios le ha revelado, consigue

iluminar estos conocimientos que adquiere por las ciencias y, descubrir

el auténtico sentido de la vida del hombre, de la ciencia y la finalidad

de su dominio de la creación.

La razón recibe la luz de la fe. En la medida que el creyente usa

adecuadamente la razón, es decir, de modo respetuoso, ordenado y

metódico en asuntos de fe, hace que la teología como ciencia sobre

Dios, sea verdadero y sólido conocimiento, y se proteja de peligros y

deformaciones, como pueden ser el fideísmo, el racionalismo, la

superstición, la magia y otras prácticas o actitudes irracionales. En

cambio, como sucede normalmente, los misterios de Dios contenidos

en la Escrituras y la Tradición, mueven a la reflexión y el estudio de los

mismos. De este modo tendremos una fe perfecta y sabremos dar

razones a otros de lo que creemos. Así lo afirmaban San Hilario:

“leamos lo que está escrito y entendamos lo que leemos. Así

cumpliremos con la obligación de tener una fe perfecta” (De Trinitate,

8,14). En San Agustín, podemos notar que formaba parte de un

programa de vida que planteaba a los fieles: “Oíd, reflexionad, creed y

comprended” (Sermón 118,2).

Con el uso de la razón, particularmente de la filosofía, podemos

contar con el sentido crítico necesario y las comprobaciones necesarias

que permitan al entendimiento humano la claridad cada vez mayor de

su fe. Este uso de la razón en la Teología sigue también el estilo propio

de la inteligencia y las leyes comunes a todo saber. Intenta, por tanto,

La razón ofrece

verdaderos

conocimientos a la fe y la

moral

Es inseparable de la fe

Con la razón, podemos dar argumentos de lo

que creemos por fe evitando el fideísmo y el

racionalismo

El uso de la razón le da rigor científico a la

Teología

Naturaleza y finalidad de la Teología

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Página 12

analizar datos, comprobar su valor, descubrir relaciones y definir

objetos delimitando sus propiedades y elementos constitutivos.

En los contenidos de la Revelación, hay verdades que pueden

demostrarse por la razón humana o cuyos fundamentos se pueden

conocer racionalmente como por ejemplo: Dios existe, la dignidad

humana, la conciencia y la ley moral inscrita en la naturaleza humana,

etc. Pero hay otras verdades que exceden las capacidades ordinarias de

la razón humana. Éstos son indemostrables por definición pero se dan

razones del por qué creer en ellos. En otras palabras, se busca mediante

la reflexión o actividad teológica, una iluminación del misterio

revelado pero no pretende comprobarlo. En éstas, la fe no entra en

conflicto con la razón ni la cancela, sino que la eleva y perfecciona

mediante un acto libre y meritorio. La razón, por ejemplo, no puede

demostrar el misterio propiamente dicho de la Trinidad o de la

encarnación del Hijo de Dios, pero puede con su capacidad aducir

pruebas a favor de este misterio revelado por Dios y creído por la fe.

Debemos constatar que muchas de las dudas de fe que se

suscitan radican precisamente en esta frontera de lo indemostrable y,

que ponen al hombre entre el creer o reafirmar su fe o el distanciarse o

más aún, alejarse definitivamente. Un consciente acto de fe ante este

dilema resulta necesario y salvador.

Por último, la real armonía existente entre la razón y la fe

rechaza la teoría de la doble verdad, la que sostiene que habría una

verdad según la razón, y otra verdad según la fe. Esta teoría no es

válida puesto que dejaría abierta la posibilidad que lo que es verdadero

en un ámbito podría no serlo en el otro. Esta teoría subyace muchas

veces en algunas confrontaciones suscitadas entre un descubrimiento

científico y lo que la Escritura enseña, por ejemplo, respecto al origen

del universo o del hombre, entre otros.

Objetivos de la razón teológica

Además de las características que hemos señalado de la razón y

de la fe como de la relación de ambas, aquí queremos referir cuáles

serían los objetivos o cometidos de la razón teológica (cfr. MORALES,

1998:88-90), término con el que identificamos la relación entre ambas:

Trata de fundamentar hermenéuticamente los preámbulos de la

fe, y hacer ver que la Palabra de Dios merece ser aceptada y creída por

una persona normal y porque éste tiene razones para aceptarla y

creerla. La fe no es, por tanto, un salto a la oscuridad de lo irracional.

Hay verdades

reveladas demostradas

por solo la razón y otras

verdades que la exceden.

En estas últimas la razón

es elevada y

perfeccionada

El acto de fe ante la

frontera de lo indemostrable

Se rechaza la teoría de la doble verdad

Objetivos de la razón teológica o del uso de la

razón en la teología

Naturaleza y finalidad de la Teología

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La teología procura entender cada vez mejor las verdades de la

fe, advirtiendo su sentido y profunda unidad. Las verdades de fe no

están desarticuladas ni se opone alguna de ellas a las demás sino que

todas se encuentran perfectamente unidas por proceder de una misma

y única fuente: Dios.

La teología descubre la importancia y las conveniencias de

cuanto Dios ha revelado para la existencia humana y para interpretar

correctamente los afanes del mundo. Para hacerlo no se apoya en

meras abstracciones sino que tiene en cuenta el sendero marcado por

la intervención histórica del Dios revelado. Recoge las distintas

objeciones contra la fe y muestra que ésta tiene mucho que decir a

favor de sí misma. Analiza los ataques contra las creencias cristianas

dándoles sólidos fundamentos, corrige malos entendidos, exposiciones

insuficientes o parciales de la doctrina cristiana. Hace pasar el

contenido de la fe desde una percepción personal – también eclesial –

de la Revelación a una expresión universal y pública, que pueda ser

comunicada y enseñada a otros.

Cabe mencionar, por último, que mediante un constante y

renovado lenguaje teológico en fidelidad con el Depósito de la fe,

dialoga con cada cultura. Ella le presenta el mismo y único mensaje

salvífico a cada cultura y toma de ella nuevos caminos y formas que le

permitan llegan a todos.

El lenguaje humano

Dado que la Revelación no trae su propio lenguaje sino que se

expresa a través del lenguaje humano, éste último se convierte en

condición imprescindible de la ciencia teológica. Esta acción divina de

Dios para comunicarse con nosotros, lo notamos aún con mayor

claridad en las Escrituras. En el Antiguo Testamento, Dios habla a

través de los profetas. Por excelencia nos ha hablado a través de

Jesucristo. Vemos a Jesús, el Hijo de Dios, que para darnos a conocer

los misterios de su Padre, recurre constantemente a las parábolas, lo

que permitía comprenderlos. Pero no solo son palabras puesto que

existen otros medios con que, humanamente hablando, comunicamos

un mensaje como son los gestos y las acciones: los milagros y otros

hechos asombrosos por Jesús nos revela quien es él y quien es su Padre.

Otros hechos y símbolos también comunican: la cruz, el vino, el pan,

etc.

El uso del lenguaje es la actividad racional por excelencia.

Dicho de otro modo, lo comunicado a través del lenguaje humano

deriva de la razón y se constituye en ella. Además, debido a la

Comprensión

cada vez mayor dentro

de la unidad de las

verdades de fe

En la comprensión de lo

revelado por Dios, la

historia es importante

El diálogo con cada cultura

Dios para comunicarse asume la condición humana. Este es el fundamento para

afirmar que podemos hablar de Dios

Naturaleza y finalidad de la Teología

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singularidad del ser humano, el lenguaje no es instintivo puesto que no

tiene una base exclusivamente biológica o morfológica sino que se

encuentra en conexión con la esencia racional del ser humano, es el

rango propiamente de la condición humana. Jesucristo, el Hijo de Dios,

ha asumido la misma condición humana y con ello, de modo excelso,

también la Palabra de Dios se ha hecho palabra humana. Él mismo es

la Palabra que Dios comunica. En consecuencia, todo misterio de fe, se

hace accesible al hombre y por tanto, puede conocerle con certeza. A la

luz de la historia, vemos que Dios para manifestarse al ser humano

asume una cultura determinada, el pueblo de Israel. Esta acción de

Dios en la historia resalta aún más su iniciativa de, no solo acercarse al

hombre lo más posible y comunicarse con él sino que éste también

puede acceder a él y a sus misterios.

Sabemos que todo lenguaje contiene signos, significado y

referencia. Los signos son las palabras, gestos e imágenes, que forman

el aspecto exterior o simbólico del lenguaje. El significado (sentido)

constituye el aspecto semántico del lenguaje y es el mensaje (la cosa

significada) que contiene. La referencia es el valor o realidad hacia los

que se orienta el sujeto con los signos que emplea. Este último puede

ser un objeto, una persona, un hecho histórico. De este modo, en la

teología, el sistema lingüístico humano se ha convertido en el cauce

para acceder, profundizar, comprender, explicar, fundamentar y

trasmitir todo cuanto Dios ha dado a conocer en la Revelación.

No obstante que el lenguaje humano es realmente muy rico,

para hablar de Dios presenta límites. Para superarlos al hablar de Dios

y de sus misterios revelados, la Teología recurre a la analogía. Con ella,

purifica y refina nuestro lenguaje limitado y convencional, haciendo

capaz, en alguna medida, para significar lo que de por sí es infinito:

Dios. La analogía, es un modo de utilizar las palabras, de modo que,

bajo determinadas condiciones, digamos algo acerca de lo que Dios es

y hace. En tal sentido, la analogía cumple un rol importantísimo en la

teología especulativa, porque ayuda al lenguaje a tener sentido y no sea

meramente ficticio o vacío de significados.

Ayuda a evitar dos extremos en los que no hay de caer el

lenguaje teológico. Un error es afirmar que nada podemos decir de

Dios, porque como ser divino e infinito, está por encima de la

capacidad del lenguaje humano para hablar de algo. En consecuencia,

este extremo afirma que, los nombres atribuidos a Dios no significan

nada puesto no son inteligibles para nosotros. Serían, en cambio,

metáforas, imágenes, símbolos, con una finalidad práctica ya que

sugieren un comportamiento o una respuesta adecuada al misterio

divino del cual hablamos.

En la Teología

todo misterio de Dios se

hace accesible a la

comprensión humana,

de modo que podemos

tener certezas sobre

Dios

El uso de la analogía

Uno de los errores es afirmar que nada

podemos decir de Dios

Naturaleza y finalidad de la Teología

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El otro error o extremo acerca de la analogía consiste en afirmar

que los términos teológicos pueden emplearse unívocamente tanto

para hablar de Dios como para hablar del hombre. Es decir, tendrían el

mismo sentido o significado tanto en Dios como en el hombre o en la

realidad usada en la analogía. Consecuentemente, estaríamos

afirmando que significan básicamente lo mismo.

El fundamento de la analogía y del uso que hacemos de él en la

Teología está en la misma Creación porque “Si el hombre es criatura de

Dios posee una inteligencia que le permite conocer su principio, y

entonces usa palabras humanas que reflejan en alguna medida nombre

de Dios. Pero como Dios no es un ser humano, no puede ser nombrado

como el hombre se nombra a sí mismo y a los objetos de su mundo”

(MORALES, 1998:116). Presupone, entonces que, entre lo creado y su

Creador existe una cierta semejanza, la que nos permite dentro de sus

propios límites, un lenguaje común a ambos.

A este punto, conviene distinguir un lenguaje positivo y otro

negativo. Cuando decimos, por ejemplo, Dios es bueno, estamos

afirmando lo mismo que cuando digo que un hombre es bueno, esto es

la vía positiva. Pero, lo afirmo en sentido algo diferente, lo que se

conoce como vía negativa. Puede afirmarlo también en el sentido

máximo del mismo término, esto es la vía de eminencia. Mediante el

lenguaje, los términos pueden indicar explícitamente la vía que

utilizamos cuando afirmamos algo de Dios, sea la positiva, negativa o

la eminencia. En la primera, atribuimos a Dios determinadas

perfecciones como la bondad, justicia, amor, etc. En la segunda vía,

eliminamos en Dios todas las cualidades que resultan incompatibles

con su naturaleza como la corporeidad, temporalidad, materia, etc., y

otras, como la vida, bondad, etc., que en cuanto a su modalidad o

modus operandi difieren de nosotros y que no podemos comprender

en sí mismas por su naturaleza divina. La última, las atribuciones

dadas a Dios son en grado sumo, en tal sentido, son propias de su ser

divino. Es importante tener en cuenta lo que enseñó el IV Concilio de

Letrán: “entre el Creador y la criatura no puede afirmarse tanta

semejanza, sin que haya de afirmarse una desemejanza aún mayor” (DS

806).

Siendo así, podemos concluir que, no obstante las limitaciones

mencionadas del lenguaje para hablar de Dios, existe la confianza de

hablar de Dios a todos los hombres. Con el lenguaje expresar lo que

creemos, dirigirnos a Dios, rendirle el culto merecido, etc. Y esto es

posible debido a la capacidad de la razón para conocer a Dios, tal como

lo manifiesta el Magisterio de la Iglesia (Cfr. Catecismo, 39). El lenguaje

humano, por tanto, es el modo ordinario de expresar la Revelación y

Un segundo

error es aplicar a Dios un

concepto humano de

modo unívoco

El fundamento del uso

de la analogía en la

Teología

Vías positiva, negativa y

de la eminencia

El lenguaje humana es el modo ordinario de

expresar la Revelación

La razón conoce algo que

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para el quehacer y el desarrollo de la Teología, particularmente,

mediante la analogía.

3. CARÁCTER CIENTÍFICO Y METODOLOGÍA

Resulta necesario hablar del carácter científico de la teología

debido a las críticas u objeciones que ha recibido de otros ámbitos

científicos pero que estos se inician con el modernismo y provienen de

algunas filosofías. Cabe mencionar, además, que el carácter científico

ha sido puesto también a una observación profunda por parte de

algunos teólogos católicos y de la reforma protestante. La cuestión de

la cientificidad de la teología es un planteamiento que nos lleva al

Medievo si bien será en el Modernismo de inicios del siglo XX cuando

recibirá los más grandes cuestionamientos.

Para discernir si es o no una ciencia seguiremos un método

sencillo: confrontar la actividad teológica con lo que entendemos por

ciencia. Si reúne los requisitos exigidos por la ciencia, será ciencia. De

lo contrario, habría que negar su carácter científico. En tal sentido, no

es menos importante, tener presente que, a lo largo de la historia del

pensamiento humano se ha entendido de modos diversos la ciencia y

en función de la visión del mundo y la capacidad del hombre para

conocerlo. Paralelamente, el concepto de verdad o de verdadero

conocimiento dependerá de un nuevo concepto de ciencia ya que

ciencia y verdad se identifican.

Reúne las características que la definen como ciencia

Citaré aquí un texto tomado del artículo de Benjamín Monroy,

profesor de la Universidad Gregoriana de Roma, titulado Teología,

ciencia y sabiduría.

“Cuando santo Tomás defendió que la teología era una ciencia

lo hizo de cara al aristotelismo. ¿Cómo definía Aristóteles la ciencia?

Según él, la ciencia “es un conocimiento cierto y siempre válido,

resultado de la deducción lógica. Es ‘cierto’ porque procede de

evidencias primarias e indemostrables. Es ‘deductivo’ porque es capaz

de unir sus conclusiones, mediante los necesarios razonamientos, a

principios universalmente válidos”2. En algunos de sus elementos, esta

definición de ciencia choca frontalmente con la esencia del trabajo

teológico. En efecto, podemos admitir que la teología es un

conocimientos cierto y siempre válido; sin embargo, la manera como

llega a este conocimiento no es, básicamente, por deducciones lógicas

(no es teodicea), sino porque Dios mismo se lo ha dado a conocer

(Revelación). Según R. LATOURELLE, la definición de Aristóteles

Planteadas sobre todo

por el modernismo de

inicio del siglo XX

Confrontaremos la

actividad teológica con

la actual definición de

ciencia

Concepto aristotélico de ciencia

El acto de fe es

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difícilmente se aplica a la teología por dos cosas: 1) la verdad revelada

no es vista, sino creída; 2) los misterios cristianos no son objeto de

experiencia o de evidencia, sino de testimonio y de fe. Por eso, Juan

DUNS ESCOTO decía, con razón, que “el concepto de ciencia, para ser

atribuido a la teología, debería sufrir un cambio de tal magnitud que

terminaría por conservar muy poco de su primer significado”3. Aún así,

santo Tomás aceptó el concepto aristotélico de ciencia pero

ampliándolo. El prototipo de la ciencia, dice SANTO TOMÁS, no es la

ciencia humana sino la ciencia divina. La ciencia divina se prolonga y

vive en las ciencias humanas. Por tal motivo, la teología se

consideraba la ciencia por excelencia.

A lo largo de la Edad Medía predominó esta concepción

escolástica según la cual la teología era la ciencia de las ciencias. Pero

los errores de una teología arrogante que se consideraba “la reina de

las ciencias” -por ejemplo, la condenación de las teorías de Galileo-

hicieron que se cuestionara seriamente su carácter científico. Es

comprensible que vinieran los ataques positivistas. Durante algunos

siglos existió un choque entre las ciencias positivas y la teología.

Afortunadamente, ahora hay un acercamiento entre ambas. La

teología reconoce la autonomía de las ciencias humanas y las ciencias

humanas reconocen el valor de la teología.

¿Cuál es el concepto actual de ciencia? Ya no es el concepto

de Aristóteles. Nuestro concepto de ciencia es más elástico. En efecto,

si preguntamos a los filósofos y científicos ¿qué es la ciencia?, nos

daremos cuenta que no responden siempre de la misma manera. El

filósofo GUSTAVO BUENO cree que esta pregunta sólo puede ser

respondida en profundidad por la filosofía. Distingue cuatro

significados de ciencia: “En primer lugar, el concepto de ciencia como

«saber hacer», un concepto según el cual la ciencia se mantiene aun

muy próxima a lo que entendemos por «arte», en su sentido técnico...

En segundo lugar reseñaremos el concepto de ciencia como «sistema

ordenado de proposiciones derivadas de principios»... La tercera

acepción de ciencia, la que tiene como denotación a las llamadas

«ciencias positivas» o ciencias en el sentido estricto, corresponde al

«estado del Mundo» característico de la época moderna europea, la

época de los principios de la revolución industrial... La cuarta

acepción de ciencia es una extensión de la anterior a otros campos

tradicionalmente reservados a los informes de los anticuarios, de los

cronistas, a los relatos de viajes, a las descripciones geográficas o

históricas, a la novela psicológica o a las experiencias místicas.

Si buscamos la definición de ciencia en obras de divulgación

no encontraremos una definición unívoca. Es interesante la

descripción de la naturaleza de la ciencia hecho por el científico y

teólogo J. POLKINGHORNE. Nos pone en guardia frente a una

concepción demasiada elevada de la ciencia: “la imagen que mucha

gente tiene en su mente acerca de cómo procede la ciencia es,

excesivamente simple. Esta engañosa caricatura describe los

Teología

ciencia por excelencia

Ciencia de las ciencias

Actual concepto de ciencia, “saber hacer”

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descubrimientos científicos como el producto de confrontar

predicciones teóricas claras e indefectibles con los resultados de

experimentos inequívocos y determinantes. La perfecta

correspondencia entre ambos vendría entonces a establecer una verdad

científica incuestionable. Pero de hecho, una vez más, la realidad es

más compleja e interesante que todo eso”. Deshecho el mal entendido,

reportó algunas definiciones de ciencia: “En su sentido más amplio se

emplea para referirse al conocimiento sistematizado en cualquier

campo”. O también: “conjunto de conocimientos socialmente

adquiridos o producidos, históricamente acumulados, dotados de

universalidad y objetividad que permiten su transmisión, y

estructurados con métodos, teorías y lenguaje propios, que apuntan a

comprender y posibilitan orientar la naturaleza y las actividades

humanas”. En fin, R. LATOURELLE afirma que por ciencia se entiende

hoy “toda disciplina que posea un objeto y un método propio y lleve a

una síntesis comunicable”4. Y justamente esto lo tiene la teología. Por

eso, podemos decir sin dudas ni temores que la teología es una

ciencia.

Ahora bien, en nuestro actual concepto de ciencia van unidas

las dos fuentes principales del conocimiento: la experiencia y la razón.

Algunas ciencias enfatizan la experiencia (las ciencias positiva) y otras

la razón (ciencias racionales). ¿A cuál de las dos pertenece la teología?

Algunos la consideran una ciencia especulativa. Otros la colocan entre

las ciencia experimentales. SANTO TOMÁS creía que la ciencia

teológica es especulativa porque debe empezar mostrando la

existencia de Dios. En cambio, K. BARTH sostiene que una ciencia

debe empezar con determinados supuestos y que el supuesto de un

Dios que se comunica a sí mismo (Revelación) es el punto de partida

más adecuado para la teología. La teología trabaja, pues, sobre la

experiencia. Dios se ha revelado en la historia. Este es el punto de

partida y la fuente principal de toda la teología”.

La Teología, como hemos visto, reúne todas las características

que definen una ciencia. La actividad teológica es esencialmente una

actividad intelectualmente rigurosa, crítica que se realiza con sentido

creyente, puesto que mientras se analiza se procura fidelidad a la

Revelación y al sentido eclesial de la fe. Su finalidad, no es la de ser

mera especulación sino responder a las preguntas de los hombres y

mujeres de hoy, de cada cultura a partir de la Revelación como un

hecho realmente sucedido. En consecuencia, la teología busca estar en

permanente diálogo con las otras ciencias y aportar luces para que todo

ámbito científico realice su pleno sentido y cumpla responsablemente

cada una de sus acciones. Recobra aún un mayor aporte la labor

teológica y pastoral de la Iglesia, a favor de la vida humana frente a

toda práctica científica experimental que atente contra ella.

Como toda ciencia, la teología posee un objeto determinado de

estudio, una metodología definida y los conocimientos están

Toda ciencia cuenta con

un objeto y método

propio, lleva a una

síntesis comunicable

El punto de partida y fuente principal de la

Teología es la experiencia de Dios que

se ha revelado

Aporte de la Teología a las demás ciencias en

fidelidad a lo revelado por Dios

Naturaleza y finalidad de la Teología

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sistematizados. La ciencia teológica “es una exposición racional y

coherente de un objeto bien preciso como son los mismos misterios

revelados, examinados a la luz de principios bien definidos, que termina

en una comprensión más honda de esos misterios”(ibid, pág. 221).

Críticas al carácter científico de la teología

Se considera una pretensión científica de la teología ya que

propone aceptar necesariamente la Revelación divina

incondicionadamente, puesto que – afirman - no se pueden hacer

preguntas y que esto contradice a la misma concepción de toda ciencia.

La falta de evidencias de los principios teológicos y la verificación de

sus conclusiones, son otras de las críticas. En tal sentido, la teología

sería solo una ayuda espiritual y no se le consideraría una ciencia

puesto que toda ciencia tiene principios que se evidencian y

conclusiones debidamente comprobadas.

Para muchos autores modernos, la teología no puede ser

ciencia, sencillamente porque los objetos de fe se consideran a priori

como irreales y no aptos para un tratamiento intelectual riguroso y

objetivo. Esta acusación proviene de una concepción positivista de la

ciencia que se remonta a la Ilustración, cuando la construcción de

nuevos modelos científicos se hacía ya no a partir de lo teológico sino

de la autonomía racionalista y sectorial de cada ciencia y la

enciclopedia comenzó a ocupar un lugar cada vez más preponderante,

lo que desplazó la visión unitaria de todas las ciencias como lo era las

sumas (sumae).

Ya no se busca conocer la esencia de las cosas o sus causas (el

qué, el por qué) y a partir de esto, el sentido de todo conocimiento (la

finalidad última). Se busca entender cómo son las cosas, lo medible (el

cómo) y la manera de utilizarlas o instrumentalizarlas (el para qué).

Importa, ante todo, la utilidad de reunir y procesar datos mensurables

y numerables. Se impone lo empírico, experimentable en lugar de lo

pensable o razonado. Se pierde por tanto la búsqueda del fundamento

de todo saber, su sentido último. A juicio de Ratzinger, en su obra

Introducción al Cristianismo, será el italiano Giambattista Vico (1668-

1744) y su fórmula Verum ipsum factum, lo verdadero es lo hecho, lo

que da inicio a concebir como ciencia o conocimiento verdadero lo que

nosotros mismos hemos hecho (factum). El hombre sabe en la medida

que es constructor o hacedor; por lo mismo, sólo conoce aquello que él

mismo hace, el resto sólo lo piensa. Ciencia sería lo construido por la

mente humana.

A este punto, podemos responder señalando que la teología se

apoya en hechos históricamente demostrables, en una experiencia

Objeto y

método de la Teología

Crítica de la pretensión

científica y la falta de

evidencias o verificación

Crítica de ser una ciencia a priori

Predominio de lo empírico, lo factum y no

lo pensable o razonado

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creyente a partir de tales hechos, mediante el que descubre una

persona que se ha revelado: Dios en Jesucristo. Sobre la base de este

anuncio, la teología encuentra su principal fundamento de su ser y con

ello la existencia de misterios invisibles para los sentidos, son

intensamente reales y profundamente comprensibles para la mente

humana iluminada por la fe. De este modo, el lenguaje de la teología

no es ficticio, un conjunto de términos vacíos o que representen

simples proyecciones de una religión o ideología sino la exposición de

verdades conocidas por la fe, conocimientos verdaderos creíbles.

Tampoco puede decirse que es sólo para orientar espiritualmente a las

personas sino verdades que repercuten directamente sobre la misma

existencia humana. Es un conocimiento que busca no sólo orientar al

hombre a manera de un modo de pensar o actuar, sino la de darle el

auténtico sentido de la vida, salvarlo y hacerlo partícipe de una

comunión con Dios. Por estas últimas razones, la teología es mucho

más que una ciencia.

Anotación importante:

Sobre las fuentes de la Teología, se hablará en la segunda unidad

de nuestra asignatura.

La Teología

parte de un hecho

histórico