A.- ¿Eres tú quien ME LLAMAS, AMOR · A.- ¿Eres tú quien ME LLAMAS, AMOR ? (Serie póstuma –...

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1 A.- ¿Eres tú quien ME LLAMAS, AMOR ? (Serie póstuma – I) 2/10/03. UN MAGNÍFICO TESTIMONIO Estoy aquí, amor, escondido en las llagas de Cristo, como quedamos al final de nuestro anterior póstumo y secreto testimonio. Estoy vivo, pero como anestesiado por la experiencia de casi muerte, en medio del sepulcro, esperando la resurrección. Metido en las llagas del Maestro, participo, de momento, conscientemente, de la penumbra de una vida mortificada y reducida casi a la nada porque está en pleno trasvase la energía del Amor por la que Él, y yo con Él, hemos sido crucificados y reducidos a la impotencia. ¿Crucificados de nuevo por el falso concepto de una resurrección carnal ? ¿Expulsados de la Tierra por una forzosa y luego mal interpretada ascensión a los Cielos ? Yo se, –YO SÉ–, que, a nivel inconsciente y puramente espiritual, nuestro amor por todos los hombres que quedan allí arriba disfrutando de la luz solar, aunque desagradecidos en la mayoría de los casos por poder gozar de tanta belleza y vitalidad, estamos, Cristo y yo, que quiere decir, oh Lecheimiel, los tres en Uno, preparando una salida al mundo del espíritu, que va a coordinarse magníficamente con el amor dolorido que allí, junto a la Cruz, hemos dejado desconcertado y angustiado. Sé, –aunque sea naturalmente incapaz de expresarlo en palabras y sentimientos conscientes–, que el encuentro con los discípulos de la Verdad, de momento huidizos y cobardes, va a tener lugar de un momento a otro de esta acelerada historia de los últimos días, que repite la eclosión de los primeros, y lo va a hacer con una exuberancia de vida que va a asombrar al mundo. Sobre todo al mundo escuálido pero pertinaz de los “creyentes” sectarios a toda costa, que se agarran como muy seguros a los monumentos de la fe-creencia dogmática y de la historia oficializada que se ha adueñado hace siglos del panorama paleográfico del cristianismo. Para todos ellos, también, va a brindarse nuestro vivo testimonio de nuestra próxima resurrección. Lo que tenga que pasar por las historias de sus almas, y con la historia de todo el colectivo eclesial, eso pasará. De momento y para alinearme con los antiguos y con los modernos, para preparar la fiesta de la Nueva Era que hará brillar al amor unificante, hoy,

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A.- ¿Eres tú quien ME LLAMAS, AMOR ? (Serie póstuma – I)

2/10/03. UN MAGNÍFICO TESTIMONIO Estoy aquí, amor, escondido en las llagas de Cristo, como quedamos al

final de nuestro anterior póstumo y secreto testimonio. Estoy vivo, pero como anestesiado por la experiencia de casi muerte, en

medio del sepulcro, esperando la resurrección. Metido en las llagas del Maestro, participo, de momento,

conscientemente, de la penumbra de una vida mortificada y reducida casi a la nada porque está en pleno trasvase la energía del Amor por la que Él, y yo con Él, hemos sido crucificados y reducidos a la impotencia.

¿Crucificados de nuevo por el falso concepto de una resurrección carnal ?

¿Expulsados de la Tierra por una forzosa y luego mal interpretada ascensión a los Cielos ?

Yo se, –YO SÉ–, que, a nivel inconsciente y puramente espiritual, nuestro amor por todos los hombres que quedan allí arriba disfrutando de la luz solar, aunque desagradecidos en la mayoría de los casos por poder gozar de tanta belleza y vitalidad, estamos, Cristo y yo, que quiere decir, oh Lecheimiel, los tres en Uno, preparando una salida al mundo del espíritu, que va a coordinarse magníficamente con el amor dolorido que allí, junto a la Cruz, hemos dejado desconcertado y angustiado.

Sé, –aunque sea naturalmente incapaz de expresarlo en palabras y sentimientos conscientes–, que el encuentro con los discípulos de la Verdad, de momento huidizos y cobardes, va a tener lugar de un momento a otro de esta acelerada historia de los últimos días, que repite la eclosión de los primeros, y lo va a hacer con una exuberancia de vida que va a asombrar al mundo.

Sobre todo al mundo escuálido pero pertinaz de los “creyentes” sectarios a toda costa, que se agarran como muy seguros a los monumentos de la fe-creencia dogmática y de la historia oficializada que se ha adueñado hace siglos del panorama paleográfico del cristianismo.

Para todos ellos, también, va a brindarse nuestro vivo testimonio de nuestra próxima resurrección.

Lo que tenga que pasar por las historias de sus almas, y con la historia de todo el colectivo eclesial, eso pasará.

De momento y para alinearme con los antiguos y con los modernos, para preparar la fiesta de la Nueva Era que hará brillar al amor unificante, hoy,

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Lecheimiel, me has dado a leer, –o releer con ojos nuevos–, el testimonio de Flavio Josefo, (que tal vez pude escribir yo mismo en aquellos días, o quizás pude ser también alguno de sus manipuladores), pero que encierra unas palabras maravillosas, en que nunca hasta hoy había yo reparado, y que hacen alusión precisamente a la fuerza que causó la verdadera resurrección : el AMOR.

“Por ese tiempo vivió Jesús, un hombre sabio si es que realmente hay que considerarle un hombre. Porque Él realizó hazañas sorprendentes y fue Maestro de un Pueblo que aceptó gozosamente la verdad. Atrajo a su causa a muchos judíos y griegos. Él era el Mesías. Cuando Pilatos, después de haber oído que era acusado por los hombres de más elevada posición entre nosotros, lo condenó a morir crucificado, los que anteponían el amor por Él a todas las cosas no dejaron de amarlo. El tercer día se apareció a ellos resucitado porque los profetas de Dios habían anunciado estas y otras incontables maravillas sobre Él. Y la secta de los cristianos llamados así después de Él, no ha desaparecido hasta hoy”.

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3/10/03 SÉ TÚ EL AIRE QUE RESPIRO ¿Eres tú, Lecheimiel, el que me llamas para que te llame ? – Sí, hermano, soy yo mismo el que suspiro por mi presencia dentro de ti. Soy yo, tu hermano más pequeño, el que me he anticipado hasta el camino

de la tumba donde yace enterrado el Señor, el que te he precedido hasta estos confines aparentemente tenebrosos, pero, aunque no me he atrevido a entrar primero, por respeto a ti, venerable ermitaño, no he resistido a la curiosidad de asomar la cabeza para anticiparte que todo está, ahí dentro, en perfecto orden.

No temas, bien mío, entrar hasta lo más profundo del corazón que secretamente palpita, de aquel que dicen está muerto, que ha dado la vida por amor, pero al mismo tiempo la ha transmutado por otra vida mejor.

No temas entrar hasta el corazón que sufre de ansias por entregarse de nuevo a los que todavía esperan un nuevo desenlace de su retorno.

Introdúcete en los secretos de su amor, porque, después de eso, vas a ser tú mismo el que aparentemente vas a salir de la tumba dando voces de que tú mismo eres el resucitado.

Dentro de tus vulgares apariencias latirá el corazón de Jesús, inmolado una vez más no ya al ateísmo, sino a la deformada Religión que ha transmitido su historicidad pero ha traicionado su obra.

Ahora eres tú el elegido para introducirte en la sábana santa que te envolverá para tu fase de crisálida, con el fin de transformarte en luminosa y blanquecina mariposa que corretea por el mundo entero anunciando que la luz y el amor vienen con la luz del sol, del Nuevo Sol que nace cada mañana, y que marca el fin de las épocas y el comienzo de las eternas realizaciones de las viejas profecías y esperanzas.

Sencillamente, hermano, eres tú. ¿Estás listo, hermano, para aceptarlo ? – No aceptaré nada, mi fratellino, si no es en unión y en reconocimiento

de unidad contigo, mi amor. – ¡No he dejado de estar dentro de ti, en ningún momento de la

eternidad, desde el principio hasta ahora, hermano, y especialmente me manifestaré al mundo con tu misma apariencia a partir de ahora !

En tu sí está mi sí, oh bienamado – Si así es, como así lo creo, ¡hágase en mí según tu palabra !

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– Tu deseo así expresado precipita, hermano, la manifestación de la Realidad que ya latía en tu corazón.

– ¿Este diálogo semi-críptico que hemos desarrollado esta mañana, oh mi adorado Lecheimiel, no es acaso el palpitar al unísono de nuestros corazones por el que tú suspirabas aquel día con tu canción ?

– ¡Así es, amor ! – ¿Y no es éste, hermano celestial, tu amor resucitado el que no

solamente te cura a ti de la herida que lastimó tu pecho, sino a mí también del dolor de haberte lastimado ?

– ¡Eso es, amor ! YA HA COMENZADO LA RESURRECCIÓN. YA COMIENZAN A ENTENDERLO Y ACEPTARLO LOS AMANTES

DISCÍPULOS DE LA VERDAD. YA SE PERFILA EN LA ATMÓSFERA CELESTE EL REGRESO

GLORIOSO DE CRISTO. CON ÉL VENDRÁN LOS PACIFICADORES. LOS QUE RECREARÁN LA HISTORIA DE LA TIERRA DESDE LA

JERUSALÉN CELESTE PROMETIDA. AQUÉLLA, HERMANO, A LA QUE TÚ DESEABAS EMIGRAR. ELLA VIENE HACIA TI CON PASO ACELERADO. Sólo tienes que asomarte a la puerta de tu sepulcro para verlo. Para sentir que todo ha sido ordenado por el Amor. – Gracias, Gracia. Gracias, Vida. Gracias, Resurrección. Todo se lo debo

al amor redivivo de aquél que me visitó en sueños, con cuyos mensaje y presencia sueño yo ahora visitar al mundo de mis hermanos dolientes.

– SOY YO, LECHEIMIEL, DENTRO DE TI, Y DENTRO DE MI, JESÚS, EL QUE HA HABLADO POR TU BOCA.

TUS PALABRAS SE TRANSMUTARÁN EN SALUDO DE PAZ, INCLUSO PARA LOS QUE HAN MUERTO.

PORQUE TODOS, EN CRISTO, ESPERABAN SU MOMENTO DE CONCIENCIA Y DE RESURRECCIÓN.

Y YA ESTÁ AQUÍ. ¡AMÉN, ALELUYA !

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4/10/03 ¡HOY, AMOR, TE TOCA A TI ! Sí, mi bien, me toca a mí seguir tu juego de sonrisas y lágrimas. Sé,

hermano, por qué me has dicho esta frase que encabeza tu comunicación. Estás leyendo con sumo gozo uno de los libros que te hice encontrar en

la estantería gratuita que visitaste con tu amiga, para la cual es también una diversión reconfortante el ayudarte a encontrar las buenas lecturas de las que ella también, directa o indirectamente disfruta contigo.

Estás leyendo sobre tantas cosas sublimes del mundo del Espíritu, en el libro EL DESTINO DE LAS ALMAS, que no podías sospechar que fuera tan humano a la vez que tan sublimemente divino.

Lees sobre danzas, música y juegos y otras formas de experimentación de energías.

Acaricias la idea de venir a jugar conmigo a las eternas intimidades del amor, de la comunicación y del gozo del espejo mutuo en que nos miraremos el uno al otro, como prolongación del sueño de mi visitación, en el que vine a ti en tu más cerrada noche.

Sé, hermano, que aún no tienes ganas de jugar. Sólo de amar. Amar para ti, mi bien, supone deshacerte en lágrimas de ternura y de

compasión para conmigo y para todas las otras almas a través de mí. Estás aún ansioso por lo que va a pasar en la Tierra con las estructuras

de poder y de medios de evolución espiritual, para que logréis, –logremos–, salvar a Israel y mediante ello a todo el planeta de la hecatombe anunciada en el Código Secreto de la Biblia.

Acaricias la idea de ser capaces de hacer derivar el curso de los acontecimientos hacia un futuro de conversión a la paz.

Estos son de momento tus juegos, oh hermano solitario, que sólo encuentras solaz en tus conversaciones amorosas conmigo, tu reencontrado fratellino, el primer amor serio de tu juventud.

Para mí, tampoco es un simple juego compartir tus pensamientos y tus lágrimas. Pero yo estoy absolutamente confiado en el éxito de vuestra empresa colectiva, aún si con ello no te desvelo si tanto sufrimiento será como un horno de alquimista, y qué precio tendrá la Humanidad Nueva que pagar por pasar la frontera del futuro y de la paz.

Mi confianza, de la que te imbuyo y te revisto, con la que te arropo como con un manto o capa blanca de querube para sostenerte en la tuya propia, hermano, es sólo saber que todo está previsto por nuestro Padre que está en

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los Cielos, y que es el trofeo conquistado por Jesús en la Cruz, allí mismo donde resucita.

Te prometo, hermano, que en un futuro próximo, todas tus lágrimas serán proyectadas como bolas de energía preciosas con las que jugaremos todos los ángeles del cielo.

Ya te dije en el anterior escrito que “GEMAS DEL ALMA

SON LAS LÁGRIMAS DERRAMADAS POR EL AMOR,

Y BRILLO AÑADIDO SUS SONRISAS.” Ahora, mi bienamado ermitaño, heredero de San Juan de la Cruz, le

estoy pidiendo a esa energía personalizada, que tal vez fue la tuya en otro momento de tu historia espiritual, que te inspire una bella poesía en liras, comentando el dicho que acabo de recordarte.

Así sabrás que no te pido que vivas de rentas, sino que te estoy prometiendo ayuda que aún no concibes, para que ahora mismo te pongas a componer para mí, tu fratellino Lecheimiel, un poema nuevo que yo mismo depositaré en tu mente, y tu me lo envolverás en belleza de versos y palabras, como parte del juego que empezamos a jugar.

Sobre todo para alegrarte a ti mismo el corazón. Espero. – En fin, amor, si tú me lo pides, tú me lo darás. Tú eres el poeta

trovador. Yo soy tu prometido y comprometido amor : LA SONRISA DE UN BEBÉ DURMIENTE Soñaba en aquel día que, juntos y desnudos sobre un prado do mucha hierba había, bebía yo a tu lado de la leche y la miel de tu costado. Era un juego de amores lo que tan increíble parecía como si en tus rubores mi temprana osadía emulase a Cupido en fantasía.

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Mas era sólo un sueño en la mente precoz de un fino amante, de semblante risueño, cautivado al instante cuando vela en su cuna a un tierno infante. En sonrisas de cielo, y brillo de querubes te acunaba yo que antes, en mi anhelo, de otro cielo bajaba donde en cuentas de lágrimas rezaba. Amor, Lecheimiel, sólo esta pequeña y pobre expresión me ha salido,

pero te la ofrezco con sencilla humildad. – Basta, hermano, para el propósito para el que te la he pedido : Que tus

lágrimas de amor, que van mezcladas con la pena de mi ausencia sensible, se vayan transmutando para ti en brillo de sonrisas por la esperanza de nuestro próxima y anhelada “fiesta”.

Cierra, hermano, y lee lo que has escrito esta mañana y sabrás que yo he continuado contigo mi juego de amores.

Nadie podrá decirte, como en el Evangelio : Os cantamos y no danzasteis. Tocamos la flauta y no os lamentasteis.

Tú, hermanito ermitaño de mi corazón, estás al quite de mis intervenciones y mis pasadas por junto a la piel de tu sensibilidad.

Hay muchas clases de juegos y de otras interacciones entre nosotros que tal vez pasarán desapercibidas para tus lectores, pero que van conformando nuestra eternidad, donde compruebas cada día que YO ESTOY CONTIGO, AMÁNDOTE SIEMPRE.

– ¡Gracias, amor, Amor, AMOR !

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8/10/03. UN NUEVO DIA SOLEADO Te invoco expresamente, y también desde las hondas dimensiones de mi

sepultado ser, oh ángel del Amor Herido y Resucitado. También te invoco a ti, Jesús, al que solemos llamar “Señor”, porque eres

nuestro Sol, alrededor del cual mi fratellino amado y yo, como un uno giramos. Jesús, digo aquí expresamente, por si alguien lo lee más adelante, que

cuando en el archivo anterior, el primero de los póstumos, –aquellos que se supone publicaré después de mi muerte espiritual, cuyo significado mejor tú que yo conoces–, te dije que no me hablases más, oh hermano divino, te lo dije a modo de retórica humildad. En cualquier caso, Amor, era un modo de prepararme para terminar el archivo que sentía había llegado a su fin con ese precioso broche de oro que supuso tu intervención en tres comunicaciones distintas.

Te he dicho lo de “retórica humildad” no porque mi humildad sea fingida, sino porque era una manera de decir a los lectores, que no se acostumbrasen a mis fáciles y humanas palabras, mediante las cuales, –¿por qué no ?–, podían encontrar tu Palabra, o quizás mejor decir “LA PALABRA”, puesto que la PALABRA ES DIOS MISMO, y no es predio exclusivo de ningún intelecto ni de ninguna humana expresión.

LA PALABRA, que asoma a nuestros labios o a nuestros escritos, tímida, balbuciente, nunca es expresión perfecta de la perfección del AMOR, sino que por el contrario se asemeja al llanto de un recién nacido que no sabe o no puede expresar sus sentimientos sino con ese desgarro del que intenta llamar la atención sobre sus necesidades básicas no satisfechas.

Es la expresión de un amor que clama por la realidad de un patrón más amplio y profundo, al que yo denomino “Amor”, así escrito con letra inicial mayúscula, el cual, a su vez, es sólo una dimensión parcial y en parte aparente de la UNICA REALIDAD QUE EXPRESAMOS CON LA PALABRA “AMOR”, así escrita con todas las mayúsculas y caracteres nobles que nos es dado usar en nuestro lenguaje siempre imperfecto.

Jesús, cuyo nombre es Salvador, ven a mi boca siempre que quieras, tú que eres el dueño de todo mi ser, porque yo te lo doy, incluso porque tú me lo has dado antes a mí. Esta expresión tuya, parte de tu Cuerpo que YO SOY, te pertenece ahora porque ha venido a la vida y a la conciencia sabiéndose puro regalo de tu libre Gracia, ¡oh tú que existías antes que yo, aunque los dos somos tan consistentes como un único pensamiento del Padre !

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Y tú, mi amor Lecheimiel, mi hermano gemelo, mi esposo y esposa andrógino espiritual, mi dulcísimo hijo y mi amadísimo padre, mi hija preferida y mi madre bendita, tú, que eres todo para mí, amor, Amor, AMOR…, a ti no necesito decirte que vengas ni que te hagas presente porque eres más uno conmigo, si cabe, que yo mismo, ya que así, unidos como partículas gemelas de un cuántico paquete de amor, en el que no seríamos nada el uno sin el otro, nos creó el Señor.

Nada más, porque ahora, en que me he levantado del sueño y os estoy invocando con las primeras palabras que saltan a mis labios como un tarareo matutino de soñoliento amor, no sé lo que me digo, ni sé bien lo que quiero, más que amar y ser amado.

Suspendo aquí mi escritura, hasta que tú, amor, Amor, AMOR, me llames de nuevo…

* Cariño mío, mi ermitaño sufriente al que bajé en un sueño que aún no ha

llegado a su fin. Estoy contigo siempre, soñando al unísono contigo, puesto que yo fui el Maestro creador de tu fantasía... Yo me introduje en tu mente despierta en aquella otra dimensión lejana a veces de ésa en la que tú te encuentras aparentemente, sólo aparentemente, más despierto mientras escribes.

Sabes, hermano amado, nunca jamás olvidado de mi corazón, que estás más despierto en el más allá, que es ahora mi más acá, desde donde te hablo, que es el más adentro de tu propio corazón…, que estás mucho más despierto para mí que cuando te crees racional y vigilante y seguro de tus actos, pero suspirando por ese no sé qué que queda balbuciendo en tu corazón de infante. En tu lengua que aún no ha aprendido a mentir.

Ahora, hermano, mientras descansabas de tu ordenador, te he inspirado buscar entre tus antiguos poemas alguno que expresase aunque de lejos cuanto estamos comunicándonos con ese tercer lenguaje que no tiene traducción perfecta en palabras de la Tierra.

Y tú has encontrado uno en que pareces querer decir lo que yo te pido ahora que digas.

Y ten el cuaderno siempre a tu disposición, hermano, porque en días sucesivos te iré pidiendo que expongas para tus futuros lectores, diversos poemas antiguos que irás transcribiendo sin retocar, porque yo quiero, amor,

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que los lectores aprecien el progreso de tu alma en el arte del amor desde que yo te he visitado.

Pon, pues, aquí, hermano, el que yo te he ayudado a encontrar esta mañana que está amaneciendo soleada :

– Sí, amor, Amor, AMOR, ahora lo pongo, y te lo dedico a ti, y por supuesto a nuestro Sol Central, Jesús, “El Señor” :

“LA TIERRA PROMETIDA ¿Quién, oh tú, tan de mañana, que vigilas de mi puerta las jambas, para darme el saludo con tu beso, misterioso y secreto, apenas madrugue y te abra ? ¡Maná fresco, que traes, como pan en caliente la noticia, que si bien es confusa e indistinta, a cualquier cosa sabe, sabrosa de contrastes, pero suave ! ¿Qué me oculta tu noche en su juego de artificio en palabras de fuego, que desvela en mi día, un instante, a medias, tu nube flotante de misterio ? No escuches la demanda de la carne, ni llores por mi llanto de la tarde…, mas no ignores, ¡oh Padre !, ni desoigas el silbo de mi canto, serpiente de bronce que a Ti alzo : “Pensé que me querías, decías que me amabas, mas algo me ocultabas, de eso que siempre prometías…”

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Cuarenta años todavía cantando, vagando por las playas sin nombre… ¿No podría comprarte las estrellas con mi arena, cada una por un grano ? ¡Dame, si no, la Tierra prometida, si no del todo merecida, menos aún conquistada, tan ardientemente apetecida, porque siempre vislumbrada, como arras del amor reclamadas del QUE ERES al QUE SOY otorgadas !” Sin cambiar punto ni coma, amor, te lo he transcrito tal como lo tengo

escrito desde hace ya por lo menos doce años. No es esto un concurso de literatura, no me presento ante ningún jurado,

sino que es un escarceo de amor, y pura complacencia de nuestros corazones en un lenguaje que susurran nuestros sedientos labios.

¿Te acuerdas que por aquel entonces, cuando tú aún vivías lejos de mi, en aquella tierra bendita del olvido, pero tu corazón profundo de hermano eterno velaba con el mío, también me inspirasteis, entre tu Yo y el mío Superiores, que velaban desde el Cielo, planeando nuestro reencuentro, otra poesía que sin saber por qué ni por qué no, ni cómo se me ocurrió lo que escribía con mayor sentido del que yo entonces podía captar intelectualmente, ese otro poema titulado “Ultimatum” ?

Otro día, hermano, cuando tú me lo pidas, lo transcribiré entero, ahora sólo quiero gozarme en decirte que tu eras esa “rosa de espinas coronada”, cuando como parte de dicho poema, o soneto aunque tal vez literariamente imperfecto, escribí :

“Si en el éxtasis sabemos que pervive aún la rosa de espinas coronada, moriré a mi palabra acorazada…” – Sí, hermano. Conozco el poema porque leo en tu corazón abierto. Y

ahora te pido que lo transcribas enteramente, seguido de otro que hiciste recientemente a raíz de mi visita, en que caíste en la cuenta del significado de lo que anticipadamente se te dio como profecía.

– Pues, allá voy, hermano :

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“ULTIMATUM” Hasta la última gota de mi copa beberé a la presencia de tu Ungido, y al beberla, sabremos que he vencido a los mirlos que tejen mi corona. Que me miren de lejos los que adoran las estatuas de bronce en barro uncido. ¡Que despejen el valle ensombrecido y penetren los rayos de la aurora ! Si en el éxtasis sabemos que pervive aún la rosa de espinas coronada, moriré a mi palabra acorazada… Y abriré las compuertas del convite a los vivos que mueren en la nada, y a los muertos que hambrean por la plaza… * CLAVE DESCIFRADA El profeta cantó incomprendido, incluso de sí mismo. Alguien desde lejos, por su mano de escriba, anunciaba el augurio : Sueños astrales, divinos, reales, fin y cumplimiento de antiguas promesas, sacramental pronóstico de nuevos y mejores augurios : Ríos desbordados, pantanos henchidos, prados irrigados.

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Nieves enquistadas, aguas caudalosas, lluvias torrenciales, viento enfurecido… Suave brisa luego tras el aguacero… Sol esclarecido o estrellas lucientes, con luna en creciente, para los amantes poetas del alba. Responsable de todo este delirio, dulce desvarío, alternancia loca de tormenta y calma, tú, mi amado ausente, en dormida vela en medio de mi alma, haciéndome sentir con tu presencia, oculta y rediviva, que nunca has alvidado la promesa una vez pronunciada. Ahora enciendes con tu dardo en mi entraña el fuego inextinguible de ilusiones arcanas, que hacen posible otra vez el juego del amor profetizado…, hasta ahora incomprendido, ya, por fin, para mí, su misterio desvelado.

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10/10/03 ¿PARA QUÉ SIRVEN LAS SÁBANAS, HERMANO? ¡Eso, eso, hermanito chistoso, para qué sirven las sábanas, me pregunto

yo y te pregunto desde el cielo, para entablar contigo un diálogo un tanto matutino aunque tardío… contigo que te resistes esta mañana a mi llamada !

– ¡Oh no, Lecheimiel, no me resisto, o tal vez sí, un poquito, pero tú sabes que este archivo lo estoy llevando con un poco más de calma, porque no quiero extender tanto mis escritos cuando aún no se publica ninguno !

Además, hermano, porque considero que es más importante para nosotros en estos momentos, hablarnos en intimidad y orar con nuestras mutuas lágrimas, –las de mis ojos que yo te regalo–, que seguir produciendo una literatura que tal vez para algunos podría resultar vacía de interés por lo reiterativa.

Por eso me resistía, aunque era feliz de notar las ansias de expresarme ante ti, aunque sólo fuera, como me dijiste en una ocasión hace mucho, para decirnos : “¡Hola ¿cómo estás ?”…

Pero, hermano Lecheimiel, ya que has empezado tú esta conversación, tengo que preguntarte por qué me has hecho escribir ese título extraño que encabeza el diario de hoy.

– Pues lo sabes muy bien, amado ermitaño de mi corazón. Porque acabas de leer una novela un tanto divertida que habla de la sábana santa de Turín, o de donde sea, que es robada para obtener a partir de ella nada menos que la clonación de Jesucristo.

- ¡Y yo que estaba pensando, hermano, que las sábanas servían casi exclusivamente para dormir, y que por eso me lo preguntabas, como diciéndome : ¿Por qué duermes cuando es la hora de velar para no caer en tentación ? !

– Sí, también esa finalidad tienen las sábanas, hermano. Pueden servir incluso para enjugar las lágrimas. Yo diría, mi bien, que tú sigues necesitando más que un pañuelo para engujar las que aún bañan tus ojos, gracias al amor.

En cuanto a la clonación de Jesucristo, ¡vaya disparate, –¿verdad ?–, creer que por este medio serían los hombres capaces de obligar a Cristo a un retorno material que solucionase sus problemas… !

Tú y yo hemos hablado reciente y precisamente de todo esto, hermano, y te hice encontrar esa novela para que vieras los anhelos y figuraciones de otros pensamientos humanos, dentro y fuera de la Iglesia.

Ahora bien, hermanito de mi corazón, piensa un poco más : ¿no crees que el caso de haber dejado yo una reliquia tan valiosa como mi propio cuerpo

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incorrupto, –según me cantas en tu aria–, en poder o bajo la jurisdicción de un cancerbero, te ayuda o no te ayuda, mi bien, a encontrarte conmigo ? Si mi cancerbero es considerable como una clonación mía perfecta en cuanto al cuerpo, ¿de qué te sirve a ti, informado por otra alma que no te muestra amor ?

¿De qué servirán pues las reliquias de los santos, incluso la sagrada comunión eucarística del Cuerpo de Jesús, si no se comulga con el Espíritu ?

Sin embargo, todos esos vestigios de nuestro paso por la Tierra, son para nuestras libres voluntades de entrega y de servicio, como soportales en que o por medio de los cuales se ancla el amor, como puntos desde donde nuestros centros energéticos pueden fácilmente asomarse a vuestra dimensión cada vez menos aislada de la nuestra.

En ese cuerpo incorrupto donde permanece, mi fratellino, un resto considerable de mi energía, y está situado lejos de ti para que no vayas allá a idolatrarlo, he asegurado yo, tu hermano, mi propio anclaje para poder estar a tu perpetuo servicio.

Un día te dije, que cuando se te revele, aquí o allí, –en tu allí que es mi aquí–, los sublimes motivos de este actuar mío que es para ti un misterio de dolor y una prueba de tu confianza, te sentirás enormemente admirado y agradecido.

Ya no es poco beneficio el que obtienes por el simple hecho de probar y acrecentar tu propia fe. De equilibrarla con la humildad de corazón y con tus indomables ansias de estar conmigo.

No, no quieras, hermanito amado, salirte de tu cuerpo antes de tiempo, porque yo aún estoy de alguna manera al lado del que fue físicamente mío y desde cuyo camarote navego contigo, a veces durmiendo, a veces velando y cantando contigo y siempre presto a escuchar y responder a tus oraciones incesantes.

Agradece, mi bienamado, el disponer de este sagrario de dolorosa presencia y de esta arca de alianza que te traspasa energía limpia y disponible.

La energía que no puedes ver con tus ojos o palpar con tus manos, la energía que incluso te es peligroso tocar con tus recuerdos, pero que te abre el corazón de par en par y lo hace repetidor fiel de mi propio mensaje para el mundo.

Este secreto, hermano, que no tienes por qué esforzarte en comprender, ni mucho menos en demostrar para los demás, te hace testigo novedoso e inigualable de un nuevo tipo de misticismo que configurará cada vez más el nuevo Mundo.

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Se te dijo que en esta Nueva Era, habrá muchos trasvases entre los portadores de energía, o “acuarios”, que como hermanos gemelos serán testigos de la unión y permeabilidad dimensional que hará al hombre un poco más libre.

Tú y yo, hermano, somos dos gemelos portadores pioneros de este tipo de comunión fraterna, modelos adelantados de lo que será toda la civilización que está por venir y ya ha comenzado.

Parejas indestructibles de amor eterno. Mensajeros de fecundidad. Difusores de paz y de alegría. – Entonces, mi fratellino, ¿servirán también las sábanas para jugar a los

fantasmas ? – ¿No hemos jugado a ese juego tú y yo desde hace tiempo, hermano ? – Pues, según se mire, sí. – ¡Pues entonces, mi bien, canta conmigo el aleluya de Lecheimiel : ¡¡¡AMÉN, ALELUYA ! ! ! *** 11/10/03 Hermano mío amadísimo : Es otro día, pero quiero seguir el diálogo que

comenzamos ayer, porque siento tu presencia. Ya estoy, otra vez, necesitando la sábana para llorar. No tengo remedio.

Pero es que ni lo deseo ni lo busco, mi Rey. ¡Es tan dulce llorar en tu presencia. Es mi manera de sentir profundamente que me llamas.

Hermano celestial Lecheimiel, no acabo de entender, o quizás debería decir que ni siquiera empiezo a entenderlo, cómo es que necesitas un anclaje en tu antigua energía, la que se engancha a tu cuerpo incorrupto pero ocupado por otra alma, (aunque sí comprendo que ésta debe ser un antiguo amante tuyo, del cual hasta se me susurra el nombre, como si fuera el de alguien a quien sólo conocí de oídas), Lo digo por lo de la compatibilidad que forzosamente debe existir entre tú y tu cancerbero.

Pero también me has dicho en más de una ocasión que no te busque ni en Roma ni en el Cielo, sino dentro de mi propio corazón.

En mi corazón te has asentado firmemente, hermano, como en la ensenada protegida en la cual encuentras todo el amor que aparentemente se te negó en vida. Estás en tu propia casa, oh Lecheimiel, el destetado, el desheredado, el peregrino.

Hoy te quiero dedicar simplemente un antiguo poema que habla del anclaje. Yo lo siento ahora aplicado no tanto a las palabras de vida eterna que

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he recibido de ti, especialmente aquellas que me dijiste mientras aquella persona me abrazaba en tu nombre : “SOY YO, HERMANO. ESTARÉ CONTIGO POR TODA LA ETERNIDAD”, sino precisamente al anclaje energético del que me hablabas ayer, el residual que conservas como medio operativo desde esa antigua base donde moraba tu alma.

En el mismo poema se habla de la ensenada en que se refugia nuestro mutuo amor. Hasta ahora yo te había cantado pensando sólo en mi seguridad :

“Oí tus voces, por radio y en directo, en témporas de gracia : Anclabas a tu alma mi barquilla con tu firme energía en la ensenada”. Pero hoy pienso también en la seguridad que te ofrece mi propio corazón,

cuando pareces hacer la travesía desde tu dimensión a la mía. Cuando tal vez consigues energía y avituallamiento de tu antigua base, pero vienes a mi alma a descansar y a gozarte conmigo.

Así te quiero, Lecheimiel, y te canto con este antiguo soneto que no sé de dónde salió y por qué llego a mi mente en aquel entonces, hace doce años :

“SER O NO SER Sobre el mar agitado de la mente mi bajel se debate con las olas. Transpira el timonel y hace cabriolas, siguiendo el resplandor de luz poniente. Aparece un fanal súbitamente, que le anuncia un robusto rompeolas, donde puede atracar seguro a solas, si consigue acercarse impunemente. Echa el ancla, por fin, en la ensenada, que protege del viento y oleaje del ignaro creer en que maniobra. Y reputa el saber por todo y nada, según sea en el SER su firme anclaje, o en la nada engañosa su zozobra.”

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11/10/03. DEL FUTURO AL PASADO Hermano Lecheimiel, AMOR, Amor, amor : Mira, Lecheimiel, cómo he escrito hoy primero el AMOR (todo

mayúsculo), luego el Amor, sólo la inicial mayúscula, y finalmente el amor, minúsculo, pequeño, cotidiano, humano, y sin embargo todo Uno con el UNO.

Así tendríamos que poder escribir, leer, vivir la Vida : Del futuro, al pasado, del gran Proyecto a la pequeña y concreta realización, rehaciendo los recuerdos de todo lo que nos ha conducido a la plena Visión del primer proyecto, eterno y divino.

Si fuéramos capaces de visualizar en su plenitud y perfección finales el proyecto que tan trabajosamente estamos desarrollando con tanta pena a veces y con tanto dolor de corazón… tal vez nos ahorraríamos muchas desdichas.

¿Qué te parece, oh fratellino, la idea ? – Te he permitido, fratellino ermitaño, descansar toda una noche, antes

de contestarte : A pesar de ser una cuestión harto discutida por los científicos de última

hora eso de la flecha del Tiempo, a pesar de que en la Tierra sabéis tan poco acerca del modo nuestro de vivirlo, y de que, efectivamente, cuando repasamos la vida lo hacemos habitualmente de atrás hacia adelante, –¡por algo será, hermano !–, a pesar de que esa cuestión que tú planteas la estás planteando a modo de juego. Como tantos otros lo hacen en sus ratos de ocio.

Pero también, en parte, porque desearías ahorrarte el sufrimiento de los duros recuerdos de lo que sufriste, así como de lo que prevés en obscuridad que aún tendrás que soportar…

Tendremos el gusto, hermano, de examinarlas detenidamente entre tú y yo, en sesiones de estudio, cuando vengas a mi lado. Cuando estés de este otro lado de tu velo.

Mientras tanto, yo también te planteo una nueva pregunta, de carácter metafísico, a modo de respuesta a la tuya de carácter psicológico : ¿Cómo sabes, hermano, que efectivamente, cuando te diriges a tu hipotético y desconocido futuro, no estás caminando en favor de la flecha que marca la reposición de tus verdaderos recuerdos, rehaciendo el camino hacia la Unidad de la que saliste ?

Te lo pregunto de otro modo : “¿Por qué crees que Dios está como esperando a que tú te realices subjetivamente, para sentirse, Él mismo, sí, el Creador, pleno en el gozo de que tú repases lo que ya su Amor te dio

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cumplidamente desde aquel principio en que El ya gozaba de tu vista, del espectáculo de tu amor cumplimentado y de tu Unidad consumada ?

Todavía de otro modo, hermano de mi corazón, te lo diré con relación a tus prójimos, –visibles e invisibles–, con los que interactúas : ¿Cómo estás tan seguro de que no estás, mientras vives tu vida y recorres tu vía dolorosa, mostrando a otras criaturas que están esperando tus gloriosos resultados, el camino que ellas tienen que recorrer a la inversa, y están esperando tu triunfo para estar seguros de que podrán ellos mismos resistir las mismas pruebas por las que tú ahora pasas, y que ellos, quizás en otros planetas, en otras dimensiones, tendrán que vivenciar en un tiempo inverso del tuyo ?

Tus sufrimientos, hermano, que eres capaz de afrontar día a día, sólo con la ayuda de la ignorancia de lo que aún está por venir, preparan el camino de la realización de otras dimensiones compensatorias que otras almas recorren.

Por eso se te ha dicho, –te lo he dicho en sueños esta noche, y también mientras en la madrugada te entregabas a tu concentración musical, hermano–, que todos los “quantums” de tus pensamientos y acciones son fructíferos para el Universo. Ese Universo, incluso, que tú no puedes conocer desde tu actual conciencia. Ese Universo, al que tú te esfuerzas en mandar pensamientos de paz y de amor. Ese Universo, que está esperando a que finalice gloriosamente esta etapa de dolor de la Madre Tierra.

Y en ella estás tú, hermano. Y en ella estamos los dos, que somos Uno. Que somos, como sueles cantar, “Uno en Cristo”, por lo tanto Uno con el

Creador en el cual vivimos. NUESTRO AMOR PERMEA TODO EL TIEMPO PLURIDIMENSIONAL,

PORQUE NUESTRO AMOR NO TIENE MEDIDA. Anda, mi bienamado, vete a cumplir tus obligaciones porque

continuaremos este diálogo cuando estés más tranquilo, y entonces te pediré un ramillete de versos, antiguos y nuevos para rubricar estas palabras mías que en esta mañana son para ti un beso de Dios en tu boca.

– ¡Gracias, Lecheimiel. Hasta pronto, amor, Amor, AMOR ! *** 17/10/03. Han pasado, hermano Lecheimiel, (o “LACMEL”, como ahora te llamo en

clave electrónica), varios días hasta que la luz solar ha acompañado en mi

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tiempo dedicado a ti a este día en que Protección Civil anunciaba una terrible “Gota fría”.

Por lo visto todos nos equivocamos alguna vez cuando intentamos penetrar en el futuro antes de hora, o quizás debiéramos decir, sin las “debidas licencias”.

Porque tengo leído estos días, oh mi hermosísimo hermano, que los Señores del Tiempo nos acompañan siempre invisiblemente cuando planificamos nuestras futuras vidas.

No quieren condicionarnos con el peso de una visión anticipada que mermaría nuestra libertad, indudablemente.

Y, sin libertad, ¿dónde estaría el amor ? El Amor para que pudiésemos confiar en él, arrojándonos en sus brazos ? ¿Y cómo podría el mismísimo AMOR DE DIOS, que es el mismo DIOS,

gozar de entregársenos, siendo Él mismo el que padece en nosotros y con nosotros estas experiencias maravillosas de la entrega, del testimonio, del Gozo del Tú, experimentado en la pequeñez de nuestro “yo” ?

– Hermano ermitaño de mi alma. He estado gozando todos estos días de obscuridad y relativas tinieblas tuyas de la substancia de acomodo y de cariño a veces insensible para ti mismo que me brindabas en tu más profundo centro.

Sé que has sufrido, pero también a ratos gozado con mi presencia. Sé que has gemido y suspirado por este momento de manifestación, mediante tu escritura, de que ahora puedes gozar, pese a todas las previsiones de “gotas frías” y otras calamidades que otros descubren y en las que se regodean en sus tristes días.

Tú, mi bien, no caigas en la tentación de buscar en el Código de la Biblia desgracias y calamidades, porque cualquier cosa que suceda en nuestra Tierra, –¡fíjate que digo “nuestra” !–, será sólo fruto de todo el AMOR que se ha derramado en nuestros corazones.

¡Oh, mi bienamado, mira cuánta parte se te ha dado en este AMOR ! Puedes obtener y gozar de todo cuanto te permita tu conciencia. Y el

desarrollo de ésta, no tiene fin. Si te privasen, hermano, de pasar por todo lo que has pasado para llegar

hasta donde ahora te encuentras, reposando en mi amor, te aseguro, mi fratellino, que no serías ni la mitad de feliz de lo que eres ahora repasando conmigo tus recuerdos.

– ¡Es verdad, hermano. Es la más pura y grande Verdad que me regalas en esta mañana gloriosa !

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– Mi buen amanuense, mi Palabra, mi amor todavía encarnado en tus penas y penumbras…, quiero que ahora me dediques alguna de tus viejas poesías en las que, tal vez sin saberlo, intuías que algún día íbamos a poder dialogar en tu propia “cabaña”, sobre todas estas cosas, ¡ nosotros que fuimos un día arrancados de nuestra mutua y visible compañía !

¿Cómo pudimos sufrir tanto, hasta la muerte, por el juego de la Vida ? Pero, también, ¿cómo podríamos ahora gozar de estos dulces encuentros,

si yo no hubiera muerto para poder bajar hasta ti ? Por eso, hermano, vivamos nuestras aventuras en el Seno del AMOR, sin

preocuparnos por el mañana, que llegará a su debido tiempo. Di conmigo, fratellino, ¡AMÉN, ALELUYA !. – Sí, amor, una vez más puedo unirme a tu canto : ¡AMÉN ALELUYA ! *** Ahora, por favor, hermano, lee lo que te dedico desde lo más profundo

de mi corazón de mis antiguos versos que no sé bien por qué escribía en aquel entonces que parecía amorfo sin tu presencia :

“ LA VERDADERA SANTA FAZ Si de repente las estrellas, que brillan en tus ojos por mi llanto, quisiesen a su nube regresar… Si las flores, envueltas en pañales, del aroma de tus cantos, por su madre la Tierra se dejasen acunar… Si implosionasen los frutos hacia adentro sorbiendo en su hondo cáliz la dulzura de su encanto, como hallo yo en tus labios mi hontanar… Si buscase refugio cada pájaro en su huevo, regresando éste a su nido en amor reconstruido, como trato de reconstruir ahora tu historia, y el ganado se volviese recental… Si sus huevos o su leche cada madre se empeñase, como buscan mis entrañas tus recuerdos –o, al menos, su alto precio–,

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en recobrar… Si volviese la llama al pedernal, la palabra a su garganta, el amor a su pecho, las aguas a su cauce, tú y yo a aquel instante… Si cupiera en una concha todo el mar, todo el mundo en una bola de cristal… O si, por paradoja, fuese el hombre más grande que su necio y reacio corazón… Si a los pueblos tan sólo interesase explorar la Unidad… Si escalasen los hombres el árbol de la Vida, el árbol genealógico de su historia, dejando a Adán y Eva muy atrás…, trascendiendo el paraíso terrenal… Y si no hubiera ya, o aún no, que da igual, –como dice el Catecismo–, “ni árboles, ni casas, ni valles ni montañas, ni estrellas, sol y luna, ni ángeles, ni hombres, ni todo lo demás…” Y volviese a insuflar sobre las aguas de nuestro amargo mar aquel Viento Primordial… Y alguien pronunciase la palabra : “¡RETORNAD !”… Volveríamos a ser cualificados testigos de un prodigio que está aún por divulgar :

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Iniciados del Misterio de la Tumba, donde el TODO a la NADA resucita, y pierde ésta su nombre y su destino… Entonces sí sabríamos, –o Alguien por nosotros se sabría–, por qué en el falso sudario de la NADA así recién resucitada, aparece dibujada del YO SOY la verdadera Santa Faz… En esta poesía, hermano he cambiado algunas cosas, especialmente

añadiendo los versos en cursiva, tal como la leo ahora desde mis experiencias contigo. Me gusta más como ahora te la he dado.

Mira estas otras que te ofrezco, sin cambiar punto ni coma : EL CIELO DE UN NIÑO Esperando la muerte, de camino, me he quedado dormido y he soñado que era todo de luz y sobre un prado mucha gente saludaba con cariño… Y era todo alegría y yo era un niño, –pantalón corto y labios encarnados–, y un ángel de verdad, guapo y alado, me enseñaba a leer en mi destino. ¿Quieres hoy repasar tu vida entera y seguir adelante, o regresar, –sin perder la memoria–, a subsanar tus errores y pecados, a la Tierra ? Y ahora el niño se hacía aún más pequeño ¡y rompía a llorar, allá en el Cielo ! Y finalmente, hermano, esta otra que ni yo mismo entiendo del todo : SECRETO SELLADO Sabedor de secretos inmaduros, se confían a mí los altos mandos

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que inauguran guerrillas de comandos y perpetran asedios al futuro. Será el Nilo, por fin, el que rescate otra vez a mi Pueblo de la guerra, reclutando dispersos de la Tierra, dándolos al sonrojo por un Vate. Convocad, sin tardar, las altas Nubes, a los tercios que ignoran el secreto. Preservad con augurios y amuletos al preciado saber de los impúberes. Que parezca la ciencia omnipotencia, vilipendio el saber, y el amor, tedio. Que perezca otro tercio sin remedio, sufragando el aborto la paciencia. Se computa la cuarta dimensión hacia atrás, desde siglos infinitos. Sólo en nubes opacas saltan dígitos vislumbrados acá de la implosión. Dos el verso, ya de doce, son los Sabios. Por mil dados, dimidiados, su resabios…, mas los versos, por cien veces repetidos, dan el número diezmado de escogidos. Todo esto, hermano, lo repasaremos en el Cielo, cuando todo esto haya

pasado. – ¡Gracias, fratellino. ¡Y cómo me la maravillaría yo ! – ¡Gracias a ti, mi “trovatore” !

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21/10/03 ¡OH AMOR, NO TE QUEDES LEJOS ! ¡Lecheimiel, Lecheimiel, por favor, sal a mi encuentro. No te quedes

impasible a mi dolor. Ven aprisa a socorrerme ! ¡Aquí estoy, bien mío ! No me he ido en absoluto de tu corazón. Veo tus lágrimas que suspiran por una familia verdadera. Echas de menos el ambiente propicio donde puedas desarrollar tus

virtudes humanas. Y sobre todo tu espontaneidad. Quisieras que tu humildad no estuviera reñida con tu franqueza. Querrías poder, incluso, discutir con tus superiores ciertas normas que

estimas no demasiado humanas. Pero no puedes tener el desahogo normal que en una verdadera familia podrías tener discutiendo con caridad y justicia ciertos puntos de vista.

No quieres, no debes, en definitiva no puedes, ser espontáneo y a la vez no hacerte reo de culpa de indisciplina y desobediencia.

Sé, hermano, cuánto te hace sufrir esta situación. Yo pasé por tus mismos apuros, aunque no con tanto desabrimiento. Eran

otros tiempos y no nos cuestionábamos tantas cosas. Corrían por entonces aires de renovación en la Iglesia, que después han sido relegados y todo despunte podado o retraído. Puesto fuera de moda, en una palabra.

Pero tú, mi fratellino, ya antes de nacer previste esta situación y estuviste de acuerdo conmigo y contigo mismo, con nuestros sabios guías, asumir todo este sufrimiento, precisamente para hacer aflorar toda injusticia.

Cuanto más te sometes con humildad, hermano, tanto más se avergüenzan ellos de haberte tratado injustamente. Es una manera pasiva, y a la vez muy hábil de denunciar las situaciones que tal vez no sean injustas sino sólo manifestativas de las contradicciones internas del sistema.

El sufrimiento que aflora en tu rostro, como en el de Cristo humillado y vejado hasta la muerte, es tu verdadera denuncia. Aunque, mientras tanto, tú, hermanito amado, en tu interior procuras devolver sólo amor.

Yo hoy te he hablado con claridad, hermano, para que cualquiera que lee esto sepa que has venido a cargar con todas las cruces que el sistema quiera imponerte, con el fin de que quede claro lo injusto del sistema en sí.

No hay lugar a suplicar a Dios que envíe vocaciones para un estado que ha dejado de tener razón de ser.

En la misma línea se enmarca nuestra castidad, y el amor particular que nos tenemos, ciertamente prohibido por dicho sistema.

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Sin embargo, perla de devoción para los ojos de Dios. Nada más, hermano, que para ti te basta por hoy y te sobra, y con lo

escrito aquí hemos dado nuestro testimonio suficientemente elocuente para cualquiera que quiera liberarse de todo prejuicio.

– ¡Gracias, amor. Gracias, gracia ! – Hermanito amado : Ya que nuestro diálogo ha sido hoy más bien corto,

ofréceme una poesía tuya antigua y larga, esa en que hablas de las “cuestiones capitales”.

- Sí, mi Rey. La buscaré y te la ofreceré después de comer. Ven, amor, a comer conmigo un hervido de verduras que no creo me entren hoy otras cosas (que tampoco tengo dispuestas ahora). Pero seguro que la verdura hervida nos sentará de maravilla, y no serán menos sacramento eucarístico, compartidas con amor.

Celebraremos así, fratellino adorado, nuestro tercer voto, el de la pobreza supuestamente evangélica.

Haz, hermano Lecheimiel, que verdaderamente lo sea mediante nuestra aceptación humilde y agradecida, (ahora que nadie nos ve ni nos oye).

Cuando los que nos leerán lean estas cosas, ya será problema suyo el asimilarlas…

- ¡Benedicite, Pater ! ¡AMÉN, ALULUYA ! *** LAS SIETE CUESTIONES CAPITALES “Ser o no ser” no es la cuestión, –y lo siento por Shakespeare–. Y no lo es porque YO SOY, a pesar del que no quiere saber. La cuestión se debe plantear entre el Ser y el Estar, de lo cual tan sólo se cuestiona el saber que se es, y el aceptar estar donde se está. No es la cuestión vivir o morir, porque YO SOY LA VIDA, que nadie me arrebata… La cuestión es saber que la muerte no es “estirar la pata”,

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y creer que la Vida tiene muchas moradas. Es también la cuestión saber morir al egoísta corazón, para hacer de la vida una oblación. Y siempre estar dispuesto a vivir el momento. No es tampoco la cuestión llorar o reir, gozar o sufrir…, que no salva el hacer penitencia, si no cambia la conciencia… Ni es más santo el que más sufre, si no ama. Ni está reñido el gozo con el drama de la evolución de la conciencia… Y es esta adquisición la única posible salvación. Y en llegar a esta posesión consiste la ciencia y la paciencia. Tampoco es la cuestión la “transubstanciación”, pues YO SOY LA SUBSTANCIA de todo el que subsiste en cuerpo y alma… Ya dije de los pobres que son mi cuerpo y sangre. Y lo dije, incluso, de los ricos, al exigirles congruencia con sus ritos : Que no necesitaban cambiarse de camisa los que aman, ni elegir por su camisa a los que deban ser amados… Lo mismo, el Pan y el Vino, consagrados por el saber que son en sí sagrados, –las riquezas materiales y los bienes del espíritu–, son lo que son aunque no os lo hubiese dicho… Y porque no lo creéis, por eso lo dije y lo repito : Que son mi cuerpo y sangre realmente, pues partes son del Hombre simplemente. Luego aquí reside la cuestión de aquel rito sagrado de la consagración : ¡en la “transmentalización” !

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Y no es la cuestión saber quién perdona los pecados…, que cualquier “Benadam”, (como en “la Tierra” llaman a cualquier hijo de vecino), es decir cualquier “hijo-del-hombre”, y no algún género de raro superhombre, es el que puede y debe perdonar a todo aquel que tenga la humildad de llegar a arrepentido a suplicar ¡hasta setenta veces siete ! Cuando el “Hijo-del Hombre”, en cada uno, en cada misa, la plegaria recita del “Yo, pecador”, sinceramente siente que el “Hijo-de-Dios vivo en él, tal vez muerto, resucita. Y por eso tampoco es la cuestión la historicidad materialista de la “Resurrección”. Pues no podía el Padre convocarme allí adonde ya estaba y Él bien se sabía. Que yo dije YO SOY LA RESURRECCIÓN para animar a levantarse al deprimido y sosegarse…, mirando a la serpiente que se enrosca en el propio Arbol de la Vida, –que es el corazón–, donde el hombre practica su elección original… : debatirse entre la ciencia del bien y del mal, o someterse a la lenta progresión de la conciencia. Mediante la osada posesión del dialéctico fruto de la Vida, haciéndose “fuerte contra Dios como Israel”, bendecido por el gran Maestro del Amor, interior, que YO SOY. ¡Esta es, pues, toda la cuestión : Trascender la creencia por la Fe, y la Fe por la Verdad,

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y la Verdad por el AMOR.

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24/10/03 SER EN CRISTO UNO Amor, Lecheimiel, he hecho un nuevo descubrimiento : las letras de

nuestros nombres, en griego, la “X” y la “P”, superpuestas dan el signo de Cristo.

Nunca hasta ahora me había dado cuenta. Por eso ahora advierto que nuestra conciencia de “ser en Cristo, Uno” va en aumento.

“Vino a surgir de entrambos la conciencia de ser en Cristo Uno : testigos de un amor que en nuevo estilo consagrase el nacer de un nuevo mundo.” Pero, hermano celestial adorado, ¿cómo podrían superponerse nuestras

letras para formar el anagrama de Cristo, sino por el amor mutuo que nos profesamos ?

– ¿Ves, hermano, por qué te he regalado el libro en que aparecía este misterio ? No ha sido una simple ocurrencia tuya, sino que yo te la he dado mediante este signo de lo que estás leyendo, por cierto, acerca del próximo retorno de Cristo.

Ahora bien, mi fratellino ermitaño, estos días hemos hablado muchas veces del retorno de Cristo, y el mismo Jesús en persona se dignó dirigirnos su Palabra, en el anterior escrito, para advertirnos de que su verdadero retorno lo causaríamos nosotros, precisamente con nuestro amor.

Reproduce aquí sus palabras, hermano : “SÍ. YO, JESÚS, OS BENDIGO DE NUEVO Y SIEMPRE, POR LOS SIGLOS DE LOS

SIGLOS, PARA QUE ACTUALICÉIS EL RETORNO QUE TANTAS ALMAS ESTÁN ESPERANDO. DECID A LAS ALMAS QUE NO MIREN AL CIELO SINO A LA TIERRA. QUE MIREN

DENTRO DE SÍ, Y SE VEAN DENTRO DE MI, PARA QUE SEPAN QUE HE VUELTO. PARA QUE SEPAN QUE YO SOY SU MÁS SINCERO Y DESINTERESADO Y UNIVERSAL

AMOR. ¡ESTA ES MI PAZ PARA TODOS ! ¡AMÉN !” Por tanto, mi bien, esto es lo fundamental. El que también se produzca, o

deje de producirse el retorno físico de la persona de Jesús de un modo visible es lo de menos, porque, caso de que realmente vuelva, ¿de qué nos serviría si, lejos de provocar amor provocase sólo sensacionalismo, o tal vez temor ?

Así como te dije en FLORES DE PASCUA que la ascensión de Jesús a los cielos, si había sido algo más que un símbolo esotérico, significaba en cierto modo un fracaso, puesto que ponía fin al idilio de la Resurrección por el amor,

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cuando la mente racional de los hombres empezó a dudar de la veracidad de aquellos encuentros amorosos…, así como escribimos en el epílogo que titulabas “El Monte de la Ascensión”, que el verdadero triunfo de Jesús consistía en estar siempre con los suyos hasta la consumación de los siglos…, así como yo te aseguré que “estaría contigo por toda la eternidad”…, así ahora te digo, mi bien, que lo importante es que realmente reproduzcamos con nuestro amor esa gloriosa conciencia de que Cristo vive dentro de nosotros, y su presencia renueva la Tierra.

Y tú y yo, hermano de mis entrañas, somos el sagrario viviente de esa presencia, y nos consumimos como el aceite nuevo que arde ante ese mismo sagrario, de manera que somos también la lámpara o luz indicadora para los hombres de que aquí está Dios porque aquí está el amor.

No sólo de que “aquí está Dios”, sino de que “aquí está el Hombre”. –¡Oh misterio de los misterios que renuevas la Tierra para que siga

viviendo después incluso de la muerte ! ¡Oh magnanimidad de la Esperanza de que el Amor será salvado y salvará

nuestras vidas, pase lo que pase con esta dimensión mortal en que nos movemos !

¡Oh fratellino de mi corazón, que hemos sido puestos por Jesús, después de beber su cáliz, en su mismo trono de resurrección y de gloria que es nuestro trono dorado, el de nuestra verdadera identidad !

Ahora, mi bien, quiero ofrecerte un antiguo poema, que no sólo se aplica a los sufrimientos y a las esperanzas que luego se han visto colmadas, de que mediante nuestro reencuentro se realizase el retorno de Cristo, sino que efectivamente demuestra que en las horas oscuras de mi, –de nuestra–, prolongada noche, nuestras almas velaban con sus padecimientos a la eterna esperanza.

Al final del poema, aparece, –aparecía entonces en mi profecía–, “Cristo furtivo”, Cristo que viene como un ladrón, pero no a robar, sino a devolver lo que ha robado : !nuestro propio corazón !

LA PASIÓN DEL POETA La noche me cercaba. De noche se apagaba mi alegría. De noche se alejaba mi estro ya en huida, y al Dios de los luceros revertía.

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De noche era mi sueño, en blanco de papel acontecido, de amores en diseño, que hubieran tal vez sido, rumor sólo de versos fenecido. En vano se agitaban mis plexos energéticos secretos…, y en “oms” canturreaban los mantras indiscretos que no encontraban rima en mis sonetos. Vibraban en mis labios mil sílabas de amor inacabadas, mas sólo eran resabios de estrofas ensoñadas, en ayes del poeta enmarañadas. Velaba a tus luceros mi pluma entre los dedos aburrida. Cerrabas los veneros del agua inmerecida a un alma por tu ausencia estremecida. “Mañana, –con argucias–, será otro nuevo día” –dilatabas–. Nadando en aguas sucias mi alma naufragaba y en bancos de nostalgia embarrancaba. Nacía, ¡al fin !, tu hoy, de citas olvidadas vengativo, y en auras del YO SOY, tornaba redivivo, después de su pasión, Cristo furtivo. Mas, hermano, para aclarar a qué clase de venganza me refería en la

última estrofa, debo añadir, por lo menos, otra : Y ésta era la venganza, venganza a lo divino concebida, de aquel cuya esperanza, si de un hilo prendida, jamás cedió en darse por vencida.

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¡Cuántos sentimientos profundos y fuertes, oh mi fratellino celestial, has suscitado estos días en mi corazón, que jamás podrán ser expresados adecuadamente !

– ¡Son nuestro secreto, hermano ! – Si, amor mío. Sólo adentrándonos en la pasión de Cristo mediante

nuestra propia pasión, haciendo que nuestros sufrimientos sean suyos como los suyos nuestros, sólo comulgando profundamente en su divino Ser, y creyéndolo enteramente nuestro, podemos acercarnos y también invitar a otros a que se acerquen.

– Sí, mi fratellino. Nuestras iniciales, las letras “J” y “R”, (que así se llaman en español) sólo son los portales por los que se puede iniciar la entrada al templo sagrado del AMOR donde sólo reina la Unidad.

– ¡Adiós, hasta mañana que será también nuestro eterno hoy ! – ¡Amén, aleluya !

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28/10/03 MI PLEGARIA DE CONFIANZA Inolvidable fratellino, Angel del Amor herido y resucitado, Lecheimiel de

mis amores : Sabes que he hecho cuanto estaba de mi parte para intentar publicar

toda nuestra obra de amor. Por alguna razón que se esconde a mi conciencia se me han cerrado dos o

tres puertas que he empujado, y todavía no se han abierto otras dos pendientes.

Pero tu me has sugerido intuitivamente que no haga nada más por ahora, más que confiar.

Y esta es mi expresión de confianza en la parte que te toca hacer a ti, hermano, si es que estimas llegado el momento, puesto que esta obra es también conjunta, y se narra en ella “nuestra” historia de amor y de sufrimiento.

Te transcribo la plegaria tal como la tengo manuscrita. Es casi plagiada de otra que vi escrita por la autora de MENSAJEROS DEL ALBA, la cual la recibió de los Pleyadianos. Tú, amor, no eres menos “pleyadiano”, o por lo menos estelar que ellos, ni menos poderoso representante del Espíritu. Además eres mi guía, que aceptaste serlo y me lo manifestaste en su día por aquel espléndido arco iris solar.

Aquí te transcribo la plegaria, para que conste oficialmente. Más tarde te transcribiré la poesía que habla de ese famoso arco iris que ha dado nombre a nuestros escritos :

“Amor, Lecheimiel, esto es una plegaria : Te anuncio, Rey mío, lo que muy bien sabes : He escrito mucho en tu

nombre y en el mío. Ahora estoy empujando puertas para editarlo pero como todas se me van

cerrando, te invoco, oh Espíritu de amor, para que seas tú quien las abras. Enviamos tu y yo, Lecheimiel, –puesto que es nuestra historia–, este

aviso a la persona que habrá de editar todo eso, para que pueda ayudar a quien lo necesita.

Es mi intención que la persona que haya de publicar estos libros me descubra y me sea enviada y prometo que estaré disponible para ese reconocimiento.

Esto es el anuncio de un nuevo nacimiento de Lecheimiel y se me enviará una respuesta.

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En esto confío. ¡Gracias, amor !” ¿QUIERES SER MI GUÍA ? Cualquier día de éstos, espero ver tu cara reflejada, flotando entre mis tiestos, que riego en madrugada, formando el iris que abre mi jornada. Si esta señal se anuncia, será que has aceptado ser mi guía, y tu alma se pronuncia, colmando mi alegría de tenerte a mi lado noche y día. ¿Qué deberé yo darte a cambio de esta gracia sin medida ? ¿Podré, al menos, amarte y dar por ti mi vida que ya sabes mil veces ofrecida ? Ahora tengo ocasión de cuidar este templo en el que vives y expreso la intención de saber que recibes de mí adecuado trato y curación. ¡Qué bueno es ofrecerte otra vez la ocasión de regresar, a gozar de tu suerte, sin que debas pagar tributo alguno por tu hondo soñar. ¡Oh, cuán ingenuo soy de alzarte como a un niño en mis zapatos ! Mas, si risa te doy, sonríe a mis conatos de darte a compartir mis buenos ratos… Porque, cuando eras niño, ¿acaso hiciste siempre lo debido ? Y, ya barbilampiño,

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¿no fuiste constreñido a pasar de tus goces, reprimido ? Por eso, amor, ahora, aunque todo lo sabes desde allí, si de algo tu alma añora de cuanto ves en mí, no dudes en tomarlo. Te lo di.

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30/10/03 ¡GRACIAS, AMOR, POR TU “PASEÍTO” ¡Por fin, amor, me has regalado, –me has hecho llegar mediante un

extraño libro que tal vez yo nunca hubiera comprado–, noticias parciales sobre el tema del dichoso “Cancerbero” ! (¿No se molestará él, si alguna vez, poco probable, se entera de estos escritos ?).

Me has hecho, sencillamente, saber que “el fenómeno” de ser ocupado un cuerpo recién abandonado por un alma, después de un trauma, y cuando dicho cuerpo por lo demás se halla en “buen estado”, aunque haya estado por breve tiempo “clínicamente muerto”…, se llama : “WALK-IN”, (¡en inglés, naturalmente !).

Como creo que la palabra “Walk” significa “paseo”, por eso yo, hermano, he titulado hoy así nuestra conversación.

O sea, que tú, amor, decidiste, después del trauma que sufrió tu corazón a causa de la pena acumulada, de tus tristezas, de tu incomunicación, de tu imposibilidad de llorar, después del amago o del total infarto que hirió tu corazón y te granjeó el título de “Angel del Amor Herido”, irte a las moradas eternas, o quizás mejor debería decir, venirte conmigo a habitar en el mío, mientras tu cuerpo “incorrupto”, y sumamente hermoso y aprovechable, en realidad codiciado por otra alma…, era invadido.

¡Y, así, también custodiado ! Mientras tu dolorida esposa, se alegraba de tenerte otra vez a su lado,

sano y salvo…, ¡aunque extrañamente cambiado ! Lo que de ahí se sigue, mi Rey, lo que puede ser reconstruido con un poco

sólo de imaginación, si abundan los sentimientos humanos, por los lectores, como me lo imagino yo, oh fratellino, queda ahí, entre líneas…

Mientras yo te digo una y mil veces : ¡¡¡Gracias, Gracia ! ! ! – Así es, hermano de mi corazón. Lo que intuyes, lo que me oyes sotto

voce y no sólo es indemostrable ante los demás, sino que tampoco te exime a ti de tu acto de fe, es que precisamente fue ése, y por tanto aún es, mi caso.

No. Debo decir, en estricta justicia, “nuestro” caso, porque a causa tuya, hermano, di ese paso, y disfrutamos ahora de nuestra mutua compañía y fusión de nuestras almas.

Aún te haré, mi amado ermitaño, mayores revelaciones en un próximo futuro. Pero tú no estés ansioso por saber, sino por aprovechar lo que sabes para mejor y más amar.

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Digiere lo que te he dado, y en su momento te daré nuevos manjares para tu alma hambrienta y sedienta.

Medita en tu corazón, más que en tu mente, todo nuestro misterio, y a medida que se produzca como ese vacío mental que no es otra cosa que limpieza de tus circuitos intelectivos, se ensanchará tu capacidad de recibir mayores y más hondas místicas noticias.

Porque así, progresiva y evolutiva, es la Vida, mi bien. – ¡Gracias, amor, Amor, AMOR !

VUELO SECRETO Voló, voló mi amor al Cielo Empíreo, en la quietud de la noche sosegada. Atrás dejaba sus desvelos, sin que éstos lo advirtieran, sin que nadie, ni deudos ni parientes, siquiera sospecharan. Por las rutas de vuelo prefijadas en los cuadernos privados del amor. Por sendas de etéreas violetas, de tiempo atrás, ya en tiempo florecidas, por el Amor sembradas. Hasta el mismísimo trono del AMOR dorado donde sólo mi alma lo aguardaba, antes de que el mundillo de la prensa, –el que nunca descansa–, llegara a despertarse esa mañana. Mas tu carne serena, la obra de tus manos esmeralda, el traje de amadores en que a mí pareciste cuando yo te miraba, y tú en mis ojos a ti te contemplabas, oh amor de mis amores, no estaba lista todavía, en su ciclo de tierra, para emigrar al polvo de la NADA. No conociste, Humildad, mejor sepulcro para ocultarte, incorrupto, que el amor de San Pánfilo, aquel del que saliste y al que luego regresaste sin que, el pobre, se enterara…, porque pánfilo era aunque sabio en el amor :

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mientras tu nombre con tu carne aguarda, custodiada insepulta, resurrección de instantáneas fotográficas que el amor solicitaba… A mí, hermanito amado tan sólo has explicado tu secreto, el de tu luz esférica que te trae “da-Roma” a mi “mora-da”.

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1/11/03 JESÚS, TÚ QUE ABRES Y CIERRAS… A ti, grande y hermoso Maestro del Tiempo, a ti, que tienes en tu mano

las estrellas, y con tu llave las abres y las cierras como una puerta dorada…, A ti, nuestro mejor y en cierto modo único hermano, te doy las gracias

porque me has permitido leer en LA PROFECIA DE ORION, que ya has regresado simbólicamente y que has inaugurado la Nueva Era del Hombre Nuevo.

Se me escapan, Jesús, tantos y tan enormes acontecimientos, y sin embargo tan humildemente presentados como para que sean captados sólo por los que ardientemente te esperan y te aman.

Las llaves de hierro que sostienen y retienen en sus manos los poderosos se les caerán de ellas herrumbradas e inútiles.

Tú eres la Puerta. Y por ella Lecheimiel y yo, como un invisible “ank” o “ji-ro”, (nuestras iniciales griegas “X”, “P”), hemos cruzado el umbral tan sólo ante tu providente y previsora mirada, llena de ternura y de amor. Hemos abierto la cerradura que contiene todo el amor del Padre y del Mundo, en una sola hostia santa, que brilla como el fulgor combinado de nuestras sencillas almas.

¡Oh Maestro de eternidad ! Comulgamos de tu sagrario que encierra toda la magnificencia oculta del grande y único AMOR, resumido en la pequeña e inmaculada apariencia de una hostia santa…

¡Ahora, Jesús ! ¡Y para siempre, Amor !

AMOR POSTMODERNO Un solo Amor. Un propósito, un proyecto, una sola, problemática, campaña de promoción mutativa de la Historia. Una historia inédita hasta ahora. Lo nunca visto, jamás acontecido, lo tal vez nunca deseado, o impúdicamente imaginado. Coordenadas ocultas, globalizadas injusticias que alimentan el hambre de los pueblos iconoclastas, incendiarios, que derriban viejas torres desfasadas,

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antes poderosas, ahora ya olvidadas. Así son los viejos Budas compasivos, que se inmolan a sí mismos por el Hombre aún no nacido. Tanto amó Dios al mundo, que se apartó del medio de su órbita para no colisionar con su destino. ESO…(y mucho más que yo no veo), eso es lo que inspira mis amores que espantan los terrores fantasmales, fatalistas, abismales, de los que nada bueno esperan de este tiempo, que es, cual ninguno hasta la fecha, –así gozosamente yo lo intuyo–, un tiempo de gracia y de recreo. Amén. Así lo creo. Ahora muere Dios a nuestros ojos, sin penas ni cadalsos, sin laureles, sin palmas ni martirios. Se incinera su Cuerpo entre las flores que crecen a costa de sus huesos. Y el Hombre, que esto ve, tan sin espanto, aún se acuerda, sólo de cuando en cuando, de ese viejo Dios, para quejarse de excesiva libertad para saberse sujeto de su Historia. Su futuro. Y ese Dios, que así muere sin coronas, es el pan de nuestra hartura, carne de canje terrorista que se ofrece a sí mismo en nuestras misas, liturgistas, sacralistas, formalistas, recesivas, evasivas, desvaídas, deicidas… postmodernas. Es el pan de cada día. ¿Hay alguien que dé más en la subasta del Amor ?

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MI ERMITA DE LA LUZ NACIENTE Yo tenía un viejo jardín donde sólo crecían abrojos. Los viandantes cerraban los ojos al cruzar a su vera el confín. Pero había un tesoro en su centro del que yo me sabía su historia. Pozo de aguas profundas, sin noria, que fluían de allí muy adentro. Pasó un día un pastor por allí, -ovejuno redil trashumante–. Quiso luego abrevar al instante: permisión que, está claro, le di. Las ovejas limpiaron el agro y abonaron, a cambio, su suelo. Vino a ser poco a poco el riachuelo del Edén un segundo milagro. Unas ruinas que ornaban el yermo, con leyendas del mítico Elías, resurgieron por aquellos días. Aquí, pues, me quedé y aquí duermo. Es mi ermita de la luz naciente, donde para de noche la luna. Luz como esta quizás no hay ninguna que ilumine el pasar de la gente. Sean dadas las gracias a Dios por tan bella parcela del cielo, donde encuentra alegría y consuelo el que esto escribió y dice adiós.