A Quién No Le Gusta Que Le Cuenten Un Cuento

4
¿A quién no le gusta que le cuenten un cuento? Reportaje a Ana Padovani Se bajan las luces. Una mujer pequeña de pelo rojizo se adueña de la palabra. Una cascada de historias empiezan a fluir de la voz de esta contadora profesional de narraciones. De pronto se convierte en un psicoanalista, temeroso de su paciente que viene a asesinarlo. Y ella es a la vez el paciente. El público estalla en carcajadas con un relato de Niní Marshall y al rato humedece sus ojos al escuchar un poético cuento de Cortázar. Vuelven las risas cuando la artista menuda interpreta en gramlot - un idioma basado en la jerga y la música de la palabra- a una francesa, su amante italiano y el marido norteamericano. Todos los personajes, los acentos y las voces salen de esa única mujer, Ana Padovani, que ríe, sufre, y goza apasionadamente cada uno de los relatos frente a los espectadores. - Siempre fui una gran lectora y estuve muy conectada con las actividades artísticas de todo tipo. Cuando trabajaba como maestra descubrí cómo se fascinaban los chicos al contarles cuentos; pero el verdadero enganche se produjo a partir de las clases de teatro que tomé con Augusto Fernández, que me orientó en el tema. Después pude legalizar el impulso y comencé a narrar en público. El trato con los adultos fue mucho más sencillo de lo que pensaba. La primera vez tuve miedo, pero de a poco descubrí que se divertían incluso más que los chicos. A partir de ahí presenté mis espectáculos en distintos espacios culturales como Liberarte, la Fundación Banco Patricios, el Teatro San Martín y el Teatro Cervantes. LAMAGA.com.ar - ¿Cómo se arma un repertorio? A.P - Es una tarea que lleva muchos años de trabajo. Yo creo que el camino es muy relativo y cada narrador debe recorrerlo a su manera; es muy importante poder definir un estilo propio,

description

Reportaje a Ana Padovani

Transcript of A Quién No Le Gusta Que Le Cuenten Un Cuento

Page 1: A Quién No Le Gusta Que Le Cuenten Un Cuento

¿A quién no le gusta que le cuenten un cuento?

Reportaje a Ana Padovani

Se bajan las luces. Una mujer pequeña de pelo rojizo se adueña de la palabra. Una cascada de

historias empiezan a fluir de la voz de esta contadora profesional de narraciones. De pronto se

convierte en un psicoanalista, temeroso de su paciente que viene a asesinarlo. Y ella es a la vez el

paciente. El público estalla en carcajadas con un relato de Niní Marshall y al rato humedece sus

ojos al escuchar un poético cuento de Cortázar. Vuelven las risas cuando la artista menuda

interpreta en gramlot - un idioma basado en la jerga y la música de la palabra- a una francesa, su

amante italiano y el marido norteamericano. Todos los personajes, los acentos y las voces salen

de esa única mujer, Ana Padovani, que ríe, sufre, y goza apasionadamente cada uno de los relatos

frente a los espectadores.

- Siempre fui una gran lectora y estuve muy conectada con las actividades artísticas de todo tipo.

Cuando trabajaba como maestra descubrí cómo se fascinaban los chicos al contarles cuentos;

pero el verdadero enganche se produjo a partir de las clases de teatro que tomé con Augusto

Fernández, que me orientó en el tema. Después pude legalizar el impulso y comencé a narrar en

público. El trato con los adultos fue mucho más sencillo de lo que pensaba. La primera vez tuve

miedo, pero de a poco descubrí que se divertían incluso más que los chicos. A partir de ahí

presenté mis espectáculos en distintos espacios culturales como Liberarte, la Fundación Banco

Patricios, el Teatro San Martín y el Teatro Cervantes.

LAMAGA.com.ar - ¿Cómo se arma un repertorio?

A.P - Es una tarea que lleva muchos años de trabajo. Yo creo que el camino es muy relativo y

cada narrador debe recorrerlo a su manera; es muy importante poder definir un estilo propio,

personal. En mi caso, lo armo con mucha búsqueda, sobre todo en la literatura. En mi recorrida

por algunos países europeos me encontré con un gran dominio de la tradición oral. Buenos Aires

es una ciudad que en ese sentido se diferencia, creo que porque es muy nueva. Es un pueblo

joven formado por muchas culturas, que mira mucho a Europa, que tiene otras raíces. Por lo

menos para mí –y creo que para la mayoría de los integrantes del movimiento que se produce acá

también- el teatro y la literatura son fuentes insoslayables.

L.M - Por ahí no se rescatan tanto los mitos y leyendas autóctonas...

A.P - Creo que no se da muy seguido, por lo menos entre los narradores que trabajamos en

Buenos Aires, aunque considero que son necesarios para la identidad del pueblo. Uno de los

objetivos del pueblo es el rescate de sus tradiciones, de sus propias historias. Yo incluso cuando

viajo por el interior para hacer espectáculos pregunto por los narradores locales, pero la gente en

general no los aprecia. A lo sumo te dicen "Sí, Fulano, el que cuenta en los velorios. ..". Es muy

difícil dar con ellos, lograr que acepten exponerse. Ese es un importante trabajo por realizar. No

Page 2: A Quién No Le Gusta Que Le Cuenten Un Cuento

es que no se haya hecho nada; hay investigaciones de antropólogos, recopilaciones. Pero nuestro

público no está tan habituado a eso. Yo tengo que admitir que mis raíces no son ésas, no podría

hacer algo que no es mío. Si bien valoro y propugno que esta difusión crezca, no podría ponerme

a hacerlo yo en un escenario. Sería absurdo.

L.M - Debe implicar un gran trabajo de búsqueda el armado de un repertorio.

A.P - Ese es uno de los trabajos más arduos que tenemos los narradores. Cómo pasar la literatura

a la oralidad, sin que sea teatral en el mal sentido. Siempre la interpretación implica alguna

traición; el tema es hasta dónde uno respeta el texto original. Se trabaja con los dos bordes: con el

respeto y la apropiación. Creo que se trata de encontrar el equilibrio, de intentar que el escritor

siga presente. Hay textos maravillosos que son definitivamente para leer, a los que habría que

traicionar mucho para poder pasarlos a la oralidad. El lenguaje de Borges, por ejemplo, es un

lenguaje muy culto, muy literario. La transposición de códigos sin traición es algo que a mí me

interesa mucho. Lo tomo como un gran desafío.

L.M - ¿Cuáles son los ingredientes básicos que debe tener un texto para poder ser narrado?

A.P - Por un lado se debe poder ubicar dentro del imaginario y las posibilidades expresivas del

narrador. Eso ocurre con algunos narradores y con otros no. A mí, por ejemplo, me gustan mucho

y me encuentro muy cómoda con los textos de Cortázar; a veces digo que escribió especialmente

para mí. Después, el cuento en sí, tiene que ver con el estilo de cada narrador. Personalmente, me

interesa que la anécdota sea fuerte, potente. Si tiene personajes, mejor. Además, me fijo si está

escrito en estilo directo, o por lo menos si permite ser pasado del indirecto al directo con fluidez.

Debe ser una historia que valga le pena ser escuchada, que movilice emociones. También trato de

elegir las que por algún lado me tocan y me llegan a través de los sentidos.

L.P - ¿En qué se diferencian el espectador de una narración oral y el lector que elige un libro de

la biblioteca?

A.P - Es muy distinta la lectura de la escucha. Un cuento puede servir para ser leído y no para ser

escuchado. Yo hago una selección del material según el público que va a escucharlos. Creo que

es un punto a tener en cuenta. No todos los espectadores tienen los mismos intereses, ni la misma

posibilidad de entender los textos. En algunas ocasiones, por ejemplo, me tocó contar sólo para

mujeres. Para esos casos usé textos de autores específicos, como Angeles Mastretta, Marco

Denevi o Isabel Allende.

L.M - ¿Son elitistas los espectáculos de narración oral?

Page 3: A Quién No Le Gusta Que Le Cuenten Un Cuento

A.P – Resultan elitistas, aunque yo creo que no lo son. Las propuestas como éstas se reconocen

sólo en ciertos ámbitos culturales y se manejan con un tipo de público determinado, que tiene

acceso a la difusión de la cultura. Porque la verdad es que lo que no pasa por los medios masivos

no se ve; si no está en la televisión no existe. Es inevitable caer en un público reducido, pero

porque las cosas se dan así, no porque nosotros apuntemos a eso. Yo no pienso que mis

espectáculos sean para entendidos o personas inteligentes. Cuando se trabaja con las emociones,

que son universales, le puede llegar a cualquiera. El público de la cárcel de Ezeiza, así como el de

las clases muy altas, puede ser muy inexpresivo, pero no por eso menos receptivo. Al fin...¿a

quién no le gusta que le cuenten un cuento?

LAMAGA.com.ar