A Solas Con Mi Miedo - Jesus Porteiro

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Novela.

Transcript of A Solas Con Mi Miedo - Jesus Porteiro

  • A SOLAS CON MI MIEDO

  • Jess Porteiro

  • Primera edicin, junio de 2015

    Jess Porteiro, 2015 Portada: Ezequiel Teodoro, 2015 Avant Editores, 2015

    Oficina central:Dante Aligheri, 12308032 Barcelona [email protected]

    Cualquier forma de reproduccin, distribucin,comunicacin pblica o transformacin de esta obra solopuede ser realizada con la autorizacin de sus titulares, salvoexcepcin prevista por la ley. Dirjase a CEDRO (CentroEspaol de Derechos Reprogrficos) si necesita fotocopiar oescanear algn fragmento de esta obra(www.conlicencia.com)

  • ISBN: 978-84-6068484-8

    IBIC: FA

  • Para Noelia, Jess y Gara,mis tres musas, las tres pginas del

    libro que todava me queda porcompletar.

  • NDICE

    NDICE1892AparienciasCena para veinteCita a ciegasCoincidenciasDebajo del colchn

  • DeseoEl balcn De la felicidadEl cruceroEs hora de irseJUNOLA MODELOLa mueca de porcelanaLa vieja mquina de escribirMientras exista el marPara nosotrosPigmalionSin miedoUn rodaje nefastoUn sueo tras la muerteUn trgico accidenteUna diosa en la tierra

  • 1892

    Ceuta, 1932. La lluvia aseteaba lostejados aquella noche de invierno. Unaanciana con sntomas de enfriamiento secubra para entrar en calor, mientras sunieta le preparaba un caldo de pollo.Tosi un par de veces y se arrebuj en

  • la manta. Desde la cama poda ver suviejo armario, tan viejo como ella, y lasdos vetustas mesitas de noche que laacompaaban desde haca ms decuarenta aos.

    Ceuta, 1892. La joven Carmenguardaba cama por culpa de la fiebre.Sus tos, Pedro y Asuncin, habansalido a hacer sus faenas. Si no llega aser por ellos se hubiera muerto dehambre cuando la muerte de sus padres.Sonri al recordar cmo lleg a aquellacasa de la Playilla, sucia y mojada comoun gato.

    En una silla su to haba dejado elperidico para que la entretuviera. Lotom y oje una de las principalesnoticias de aquel mes de octubre de

  • 1892.Por directa iniciativa de nuestro

    celoso Ayuntamiento, presidido por DonRicardo Cern Gonzlez, se inauguraren el da de hoy el busto esculpido enmrmol de Carrara del Teniente CoronelDon Jacinto Ruiz y Mendoza.

    No le llam la atencin la noticia y,tras un rato de vagabundear la miradapor el peridico, volvi a quedarsedormida.

    Al otro lado del pueblo, un

    muchacho que fabricaba pan lea muyinteresado la misma noticia que a ella nole haba despertado inters. Era Jos, elde los Tovar. En la villa era muyconocido porque reparta pan por las

  • maanas acompaado de una burra.Trabajaba para su abuelo, un hombreserio y respetado que le haba criadodesde que su padre abandon a sumadre, no mucho despus de que elladiese a luz.

    El poco dinero que reciba se loentregaba a su madre, guardndose sololo necesario para algn cigarrillo o uncaf. A pesar de que ya superaba losveintisiete aos, an no tena novia. Suabuelo le sola decir que buscara unabuena moza para criar al menos un parde hijos sanos y fuertes, pero Jos notena prisa.

    Carmen, ya ms recuperada,

    decidi levantarse y continuar con la

  • costura. Aunque viva lejos del centrode la villa, no pocos militares se dabanun buen paseo hasta la Playilla parallevarle sus trajes. Daba igual quenecesitaran arreglar un descosido osimplemente una plancha, Carmensiempre pareca dispuesta. En realidadlo hacan porque su abuelo fue un buenhombre, un pescador querido por todosy que nunca le negaba un favor a nadie.

    En la mesa no encontr el pan quesus tos solan dejarle para desayunar.Se puso la bata y sali fuera en busca desu ta, que estaba en la playa recogiendoagua de una fuente.

    Buenos das, ta. No ha venidoLucas a traer el pan?

    Pero, hija, qu haces aqu con

  • este fro?! A la cama ahora mismo!Me encuentro mejor. Pero tengo

    hambre y no hay pan.Lucas no vendr ms. Discuti

    con tu to y le dijo que nunca ms seacercara a esta casa. Pero tranquila, apartir de maana tendremos de nuevopan. Tu to se est encargando de eso.

    Carmen se conform a pesar de quesus tripas no dejaban de sonar.Mordisque una manzana y se visti.Haba pensando en acudir a lainauguracin que anunciaba elperidico.

    El to de Carmen entr en lapanadera de la calle Larga, en la deToms, un hombre simptico apreciadopor sus vecinos.

  • Buenos das, Toms.Buenos das... Hombre, cunto

    tiempo sin verte por aqu Pedro!El trabajo de pescador me tiene

    demasiado atado a la mar. Oye, necesitoque tu chico me lleve pan a casa por lasmaanas.

    Jos acababa de entrar en lapanadera y los dos hombres le miraron.

    Por supuesto, eso est hecho Se dirigi al joven que acababa deentrar. Jos, a partir de maanatambin le llevars el pan a mi amigoPedro. Vive por la Almadraba, en laPlayilla.

    Jos asinti de mala gana. No seatreva a decir que la casa de aquelhombre se encontraba demasiado lejos,

  • pero en lugar de protestar recogi elresto del pan para seguir repartiendo.

    Pas la maana y Carmen se

    encamin hacia la plaza donde secelebrara la inauguracin unas horasms tarde. Por el camino se encontrcon su amiga Mercedes, que se apunt alplan. Al llegar al centro de la villa, lasdos muchachas se dedicaron a mirarescaparates durante un buen rato, hastaque se cansaron y decidieron tomar unchocolate. Despus fueron a la plazadonde haban colocado el busto delTeniente Ruiz, que permaneca tapadocon la bandera nacional.

    All estaba tambin Jos,emocionado ante la posibilidad de

  • presenciar la inauguracin. Se detuvoante el busto mientras era observado porlas dos muchachas, que cuchicheabanentre ellas y se rean. Hasta que unmilitar las conmin a callarse.

    Cuando apartaron la bandera, Jossinti una intensa emocin. Saba quealgn da sus hijos y nietos tambintendran el placer de observar a aquelhombre orgullo de su pas. Era comoestar contemplando el futuro. Por elcontrario, Carmen ni siquiera le dirigiuna mirada, cogi de la mano a suamiga, y se alejaron calle abajo.

    Al llegar a casa, la muchacha setop con un militar que hablaba con suta. Perteneca al Regimiento Real deArtillera y desprenda ese aire de

  • autosuficiencia que algunos militaresmantienen ante los civiles. No le gust.l, sin embargo, qued cautivado por subelleza.

    Bien, seor dijo su taAsuncin, maana mismo traiga ustedsus trajes y los tendr muy bienplanchados cuando vuelva pararecogerlos, se lo aseguro.

    El militar se despidi mientras lelanzaba una fugaz mirada a Carmen, quese meti dentro de casa para huir deaquellos ojos insidiosos.

    A la maana siguiente llamaronmuy temprano a la puerta.

    Eh... el pan, seor... dijo Joscuando la puerta se empezaba a abrir.

    Y Carmen se encontr a un joven

  • despeinado que iba acompaado de unaburra.

    Seorita, si no te importa. Porqu has llamado a la puerta? Lucasdejaba el pan en la entrada.

    No soy Lucas, seorita, soy Jos.Y la humedad de este sitio puedeestropear este pan que viene recinhecho para ustedes.

    Jos no saba si era verdad suexcusa, pero era lo nico que se leocurra. Y al menos sirvi para queCarmen sonriera.

    La muchacha agarr el pan y semeti en casa sin decir nada, y Jos sealej con su burra. Hasta ese momentohaba maldecido a su abuelo y a aquelhombre que le haban hecho levantarse

  • tan temprano, pero el esfuerzo tena supremio: la chica ms guapa del mundoacababa de aparecer en su vida.

    Unas horas ms tarde apareci a lapuerta de casa de Carmen el militar consus trajes. Llam con dos golpes secos yesper impaciente. No era hombre deaguardar.

    Buenos das le saludCarmen.

    Buenos das, seorita. Le traigomis trajes.

    Gracias seor...Hctor Valbuena dijo el

    militar sacando pecho.Valbuena? Bien, los tendr

    listos esta tarde dijo la muchacha alquitarle los trajes de las manos sin

  • ninguna delicadeza. Deseaba acabarcuanto antes con aquella visita.

    Estupendo. Gurdamelos. Mepasar a lo largo de la semana. Perollmame Hctor. Debemos ser de lamisma edad, Carmen.

    Carmen sonri con desgana y semeti en casa. La sensacin que ya tuvoal verlo por primera vez no le habaabandonado en esta segunda ocasin.Aquel hombre le molestaba.

    Jos termin de repartir el pan y

    sali a dar una vuelta. En la calle todoel mundo hablaba de aquel bustoinaugurado un da antes. En lascafeteras era la comidilla, algunos lacriticaban pero a la inmensa mayora,

  • entre los que se inclua Jos, lesencantaba. Se estaba tomando un cafcon leche cuando entr un militar muyestirado, que se sent junto a doshombres.

    Es una chica guapsima dijoHctor Valbuena, creo que estoyenamorado, seores.

    T? El que ha tenido msmujeres que medallas de guerra?

    Calla hombre dijo el otro,y quin es?

    Vive por la Almadraba, en unacasa que da risa verla. Dentro de unosdas ir a verla para recoger mis trajes...y le propondr salir juntos.

    Y si te dice que no?Hctor dirigi una mirada

  • desafiante a su compaero. No saba sihablaba en serio. Tras unos tensossegundos sonri.

    Nadie le dice que no a HctorValbuena. Pero si lo hace dijomientras mostraba una pistola, habrque convencerla, no?

    Hctor sonri, pero a los otros dosno les agrad aquel comentario.Tampoco a Jos, que pag su caf ysali corriendo de la cafetera como sile fuera la vida en ello.

    Al llegar a casa de Carmen, Jos

    llam atropelladamente a la puerta. Elcorazn le lata deprisa, muy deprisa.Intent respirar con parsimonia y seestir la camisa. Quera estar

  • presentable pese al motivo que le haballevado hasta all.

    T otra vez?A Jos se le trab la lengua.

    Carmen estaba an ms guapa quecuando la vio en la plaza. Al fin, searranc a contarle lo que haba odo enaquella cafetera.

    Y qu puedo hacer? Vendr arecoger sus trajes dentro de poco.

    Vente conmigo a la panadera.No quiero que te pille aqu sola. Te... tequiero.

    Qu dices? Ests loco?Me he enamorado de ti... y solo

    te he trado el pan una vez. Imagnateque lo hago todos los das sin decirtenada, acabara enfermo.

  • No puedo irme. No te preocupespor m. Yo misma le explicar aValbuena que lo nuestro no puede llegara buen puerto y tras un momento deindecisin, le confes: yo tambin tequiero.

    Carmen alarg una manotemblorosa hacia las mejillas de Jos,que se ruboriz. El corazn le lata anms deprisa que tras la carrera. Pero eraun hombre que se vesta por los pies yno se iba a dejar llevar por la pasin,as que hizo acopio de fuerzas y semarch a la panadera.

    A la maana siguiente, cuando Josnuevamente le traa el pan, ella leesperaba ya levantada tras la puerta. Losdos se miraron a los ojos y sonrieron

  • con la complicidad de quienes se sabantesoreros de un secreto que solo a ellosataa.

    Pas un da ms y Jos apareci denuevo con su burra y su pan, pero conalgo extra, una flor que haba robado deun jardn y que haca que el amor deambos fuese ms intenso.

    Tan intenso que por un momentoolvidaron que el militar HctorValbuena aparecera por all encualquier momento para proponer aCarmen que salieran juntos.

    No pasaron muchos das hasta queel militar se present en la Playilla.Carmen se encontraba sola, pero sehaba preparado para recibir aquellavisita que no le agradaba en absoluto.

  • Sus tos haban salido a comprar laleche para el desayuno. Pareca como sitodo se hubiese arreglado para queValbuena encontrase a la mujer quedeseaba sin compaa alguna.

    Carmen planchaba el resto de laropa que le haban trado durante lasemana. Los trajes del militar estaban yapreparados encima de una silla. Derepente se escuch un trueno y comenza llover.

    Valbuena llam a la puerta yCarmen, tras unos segundos, le abri.

    Hola Carmen, vengo a recogermis trajes.

    Hola. Ahora mismo se los traigo.Carmen fue a por la ropa y el

    militar aprovech para entrar en la casa

  • tras ella.Ests muy guapa dijo mientras

    la tomaba del brazo, no puedoimaginarme un da sin mirarte a los ojos.

    No s lo que pretende, seor,pero yo ya estoy prometida. Sulteme, selo pido por favor.

    A Valbuena no le gust laresistencia de quien crea ya en el bote.

    T sers mi novia. Nadie le diceque no a Hctor Valbuena.

    El militar agarr con mayor fuerzaa Carmen, que intentaba zafarse deaquellas manos rudas. Se resista cuantopoda empujando a su captor, yrevolvindose. Cuanto ms fuerzaopona ella, ms se rea l. Como pudo,Carmen mordi con fuerza el brazo de

  • aquel hombre que intentaba someterla, yeste la solt muy a su pesar. Luego tomla plancha caliente y le amenaz. Pero lsegua rindose. No la considerabacapaz de llevar a trmino sus amenazas,as que se acerc de nuevo a ella eintent que la dejara en el suelo. Con tanmala fortuna para l, que resbal y sequem un lado de la cara. Solt un gritode dolor y se tir al suelo.

    Te vas a enterar le gritaba.Carmen corri hacia la calle y se

    tropez con Jos en la puerta, que venaa traer el pan como cada da.

    Est ah, est ah gritllorando mientras corra a los brazos deljoven.

    Valbuena les encaon desde el

  • suelo.Sultala! Es ma.Ella no te pertenece. Te crees

    muy valiente con esa pistola en la mano,pero eres un cobarde y tienes ms miedoque nosotros dos, que estamosdesarmados.

    El militar amartill el arma yapunt a Jos, que se coloc anteCarmen.

    Eh! chill Pedro, el to deCarmen, que se acercaba con su mujerpor la carretera.

    Jos se abalanz sobre el militar yrodaron uno sobre el otro. Pedro corrahacia ellos... y se oy un disparo.

    Ceuta, 1932. No paraba de llover.

  • La anciana Carmen haba dado unacabezada, pero las gotas de lluvia sobrela ventana la despertaron. Se incorporpara levantarse cuando alguien abri lapuerta de la habitacin.

    Qu haces, Carmen? Te hadicho el mdico que no puedeslevantarte.

    Jos era ya un hombre mayor.Senta por Carmen lo mismo que elprimer da. Su mujer le hizo caso yvolvi a acostarse. l se tumb junto aella y la bes en la frente.

    Te acuerdas de Valbuena, Jos?Jos se toc el pecho, en el lugar

    que una vieja cicatriz, tan antigua comoellos dos, le recordaba da a da el pasode los aos.

  • A qu viene eso ahora?He tenido una pesadilla.Jos le acarici el pelo.Me acuerdo de l todos los das.Carmen asinti.Entre tu to y yo le dejamos

    medio muerto en la orilla de la playa aadi.

    Todava no s por qu decidicallarse y no contar nada. Puedesimaginarlo?

    No respondi Jos.Abandon la vida militar y desaparecide Ceuta, as de simple.

    Carmen volvi a asentirmeditabunda.

    Desde entonces cada vez quepaseo por la Playilla o me detengo ante

  • la estatua del Teniente Ruiz, doy graciaspor estar a tu lado un ao ms.

    Despus se quedaron dormidosmientra la lluvia iba perdiendointensidad y empezaba a amanecer.

  • APARIENCIAS

    Me levanto sin ganas como tantasmaanas, consciente de que me irconsumiendo poco a poco estaenfermedad que me obliga a caminarapoyado en dos muletas.

    Maite ya se ha levantado. A pesar

  • de sus sesenta aos, est tan guapa comoel primer da que la vi leyendo sentadaen un banco del parque.

    Seguro que sigue teniendo tantosadmiradores como a los veinte. Y eso esuna de las cosas que tambin me corroe,que algn miserable me la robe sinpoder hacer nada por evitarlo.

    Entra en la habitacin despus dehaberse dado una ducha. Apenas la oigocuando me pregunta.

    Qu te pasa? Tienes cara deenfadado.

    Nada. Acrcame las muletas, porfavor.

    Cuando se acerca para drmelas,rozo la piel de su mano y se me eriza elvello del cuerpo.

  • Sigo enamorado, pero me da lasensacin de que ella ya no lo est.

    Vstete me ordena, sonriendo. Vamos a dar un paseo fuera... haceun da demasiado precioso como paraestar encerrados en casa.

    Le hago caso sin muchas ganas.Cuando salimos a la calle, el sol megolpea en los ojos obligndome acerrarlos.

    Menos mal que estoy en todo.Toma me dice mientras me da misgafas de sol, las que me compr el aopasado.

    Paseamos y sigo dndole vueltas alasunto. Ella me lo nota, siempre hasabido cuando estoy de mal humor. Nopuedo evitar imaginar a mi mujer con

  • otro hombre, eso me matara mucho msque esta enfermedad.

    Me vas a decir qu te pasa?Llevas una cara... Ests enfadado oqu?

    No le respondo de un modoque le hace frenar el paso. Aprovechoque hay un banco y me siento paradescansar.

    Ella hace lo mismo y en esemomento suena su mvil. Al mirar quienes pone una cara muy rara, como si noesperase que la llamaran en esemomento. Tarda en contestar, perofinalmente lo hace.

    Buenos das. S. No s sipodr... eh, de acuerdo, en cuanto puedair. Chao.

  • Cuelga y guarda el telfono en subolso.

    Quin era?Mi jefe. Quiere convocar una

    reunin esta tarde. No hay nada que meguste menos que me fastidien los planes.

    Ibas a hace algo hoy? Conquin?

    Alberto, no me gusta ese tonitome dice mientras se levantarpidamente. Qudate aqu con tusmalos pensamientos. Cuando se te paseel mosqueo y cambies esa cara,hablamos.

    Se aleja enfadada. Hablar de qu?De m? Del otro? Hay un otro?

    Me voy a casa y a pocos metros delportal la encuentro abrazando a un

  • hombre que no conozco. Parece msjoven que ella. l le da una cajita comolas que suelen contener un anillo, unamedillita o cosas as. No s por qupienso en esto ahora. Qu ms da lacajita de los cojones!

    Vuelven a abrazarse y se alejan porcaminos distintos. Por qu? Por qume engaa de esa forma? De los nervioscasi me resbalo con las muletas. Lo quehe visto parece un mal sueo del que nopuedo despertar aunque quiera.

    Llego a casa diez minutos mstarde. Maite no est. Ha dejado elordenador encendido. Necesito saber laverdad. Tengo que mirar sus mensajes.Quizs haya alguno que aclare todo esto,porque no es posible que me engae as,

  • aqu mismo, delante de casa.Veo muchos mensajes del trabajo:

    reuniones, ficheros en pdf con cuentas...Tardo un poco, pero finalmenteencuentro un mensaje de mi mujer a untal Miguel Prez.

    Tenemos que hacerlo rpido. Noquiero que mi marido se d cuenta. Encuanto puedas llmame al mvil. Teimaginas la cara que pondra si se enterade algo? Besos.

    Enterarme de qu? Saba que iba aocurrir. Estos malditos aos dematrimonio no han servido paraabsolutamente nada. Cmo me haceesto?

    He vivido y sigo viviendo por ella.Su dolor era mi dolor; su alegra, la ma.

  • Y as me lo paga. Dejando estos brazosque le han abrazado por otros que no semerecen ni rozarla.

    Despus de mucho tiempo sinbeber alcohol, me sirvo un whisky solocon hielo, y decido esperarla en el sillncon los ojos fijos en la puerta. Quieroencontrarme con su falsa mirada,percibir sus nervios, contemplar su caracuando me explique, si se atreve aexplicar algo.

    Pasan dos horas. Ya empiezo aestar demasiado nervioso y borracho. Seme vienen pensamientos a la cabeza.Por qu no hemos tenido hijos? Porqu tengo que llevar estas estpidasmuletas en vez de tener unas piernasfuertes capaces de llevar a Maite a

  • donde ella desee?Suena estpido, pero a pesar de lo

    que ha hecho, la sigo queriendo. Haceunos aos ella tambin me quera, y eserecuerdo me est matando. Estampo elvaso contra el suelo. Si su amor es paraotro, vale la pena continuar viviendo?Quiero seguir en un mundo en el queella solo sea un borrn en mi memoria?

    Creo que en el dormitorio guardouna navaja de mis aos de militar. Cojolas muletas, pero al dar el primer pasocaigo al suelo. Demasiado alcohol ydemasiadas ganas de acabar de una vezcon todo esto.

    Me levanto tambalendome. Alagarrarme a la mesa siento vrtigo y mevienen arcadas, es como si el mundo se

  • alejara dando vueltas a mi alrededor.Cada paso es una odisea. El dormitoriono est muy lejos, pero a m se me esthaciendo eterno mientras escucho el tic-tac del reloj.

    Finalmente llego a mi destino.Abro los cajones de la mesita de noche,y en el ltimo encuentro la navaja, quesigue igual de afilada que aos atrs.

    Esta vez decido abandonar lasmuletas a su suerte y llegar al salnarrastrndome por el suelo. Las gotas desudor resbalan por mis mejillas y meprovocan picor en los ojos. Me siento enel silln con la camisa empapada y laboca seca.

    No me gusta la idea de dar undiscurso antes de quitarme la vida. Me

  • parece demasiado peliculero. Y muchomenos dejar una nota. Me cortar lasvenas, dejar que la sangre se derrame yque mis ojos se apaguen. Solo pido nover la cara de mi mujer en ese momento,no quiero arrepentirme cuando ya seatarde para ello.

    Me armo de valor, abro la navaja yla coloco a pocos centmetros de mimueca izquierda, pero oigo una llaveentrando en la cerradura de la puerta. Esmi mujer con alguien. Por la voz se tratade un hombre. Escondo la navaja y lesmuestro una extraa sonrisa fruto de miborrachera.

    Cario, qu haces? Mira, estees Miguel. Un compaero de trabajo.Me ha ayudado a encontrar tu regalo de

  • cumpleaos. No me he olvidado.Felicidades!

    Cojo la bolsa que me ofrece.Dentro hay algo envuelto en papel deregalo. Al desenvolverlo observo unacajita como las que suelen albergaranillos de compromiso para los recincasados. Pero esta vez en lugar de unanillo hay dos gemelos preciosos quehacen que vierta un par de lgrimas.

    Feliz cumpleaos! me diceMiguel con una sonrisa.

    Ms tarde nos sentamos a comer latarta que haba cocinado mi mujer un daantes. Al fin y al cabo, las aparienciasengaan.

  • CENA PARA VEINTE

    Ral tuvo que frenar de golpecuando se dio cuenta de que una personase le haba cruzado en mitad de lacarretera. Una luz brillante le cegdurante unos segundos, luego sinti elgolpe. Pero cuando sali del coche all

  • no haba nadie. Mir a su alrededor ysus ojos distinguieron una casa enorme,justo la que andaba buscando.

    De repente empez a llover. Erauna lluvia infernal que calaba hasta loshuesos. Corri lo ms rpido que pudohacia la mansin, hasta que unrelmpago le asust y le hizo caer debruces en el suelo. Estabacompletamente empapado cuandoalcanz la puerta, que tena un llamadorde plata con la cara de un len.

    Golpe tres veces enrgicamente.Cuando ya crea que la casa estabavaca, abri una mujer entrada en aos ycon una sonrisa peculiar.

    Oh, mi querido joven! Estempapado. No se preocupe. Le traer

  • algo de ropa y unos zapatos de andar porcasa. Llega justo a tiempo, an no hemosempezado a cenar.

    Ral no dijo nada, prefiri entrar yaprovechar el agradable calor quedespeda el interior de aquella casa.

    Camin hacia el saln, presididopor una gran mesa de madera caobarodeada de veinte sillas. Un mantelblanco la cubra, y cuatro candelabros laterminaban de adornar. Los cubiertosestaban colocados sobre la mesa ysonaba msica clsica en un viejogramfono.

    La mujer le baj un traje negro, conuna corbata del mismo color que ola aalcanfor. Mientras se cambiaba, en unahabitacin contigua al saln, le cay del

  • bolsillo una nota. Aun en el suelo yarrugada, reconoca la letra pequea ymuy junta de su pobre madre. La recogicon mimo y la ley sin importarle que yase la supiera de memoria.

    Al verle as vestido, la seoramarquesa se acerc, toc sus mejillas ehizo el intento de besarle, pero Ralretir la cara. Entonces la mujer sacudila cabeza y se alej de l como si nohubiese pasado nada.

    Es uno de los trajes de mimarido. Apenas se lo pone, as que no leimportar que lo lleve usted.

    La mujer le invit a sentarse. Todopareca normal hasta que ella comenz ahablar como si en el resto de las sillashubiera personas sentadas.

  • Ral intent controlar sus nervios.Disculpe, dnde est el bao?

    pregunt en un intento de salir lo msrpido posible de all.

    Ella le seal la escalera del fondoy, sin mirarle siquiera, continuparloteando con uno de las asientosvacos.

    Mientras se levantaba, oy a suespalda un silbido. Era la criada desdela puerta de la cocina.

    Ral se dirigi entonces hacia allpara encontrarse con una mujer de frentearrugada y una delgadez extrema quepreparaba la cena.

    Ignoro para qu ha venido a estacasa, pero le aconsejo que se marche. Laseora marquesa no est en sus cabales.

  • Hace tiempo que la locura hizo mella ensu cabeza y silencio!

    La seora entr en la cocinatatareando una cancin. Cogi un sobrede fideos y los ech en el interior de lasopera.

    A mi marido le encanta estasopa. Es una receta familiar. Por esosolo yo puedo prepararla. Qu trajems bonito se ha puesto usted! Mimarido tiene uno igual, nunca se lo pone,pero hoy me ha prometido que lo har.Le sienta tan bien coma a usted. La cenade hoy es muy importante...terriblemente importante. No puedeperdrsela, amigo mo.

    La marquesa llen una jarra deagua del grifo y lo verti en la sopera.

  • Despus tom una cuchara grande demadera y removi los fideos con lamirada perdida. Ral se sorprendi alver que la sopera solo contena agua fray fideos crudos.

    Dentro de diez minutosempezaremos a cenar. Srvele primero ami marido le dijo a la criada, que semantena esperando instrucciones. Yasabes lo especial que es para estascosas. Le encanta la sopa. Esta noche vaa ser perfecta, mi querido joven. Porcierto, se me ha olvidado su nombre.

    No se lo haba dicho. RalVereira.

    Al or su nombre completo, laseora permaneci unos segundospensativa como si le resultara familiar.

  • Finalmente sonri antes de salir de lacocina. Y desde la puerta se diriginuevamente al sorprendido Ral.

    No se quede aqu, es usted elinvitado de Doa Mara Andjar, unaservidora, y su marido Alfonso deBaviera. Su lugar est en la mesa.

    Ir enseguida, seora.La mujer se gir hacia l, desvi la

    mirada a la criada, que le pona la tapa ala sopera llena de agua fra y fideoscrudos, y suspir. Despus regres alsaln.

    Esa mujer tiene unos ojos quedan miedo mirar.

    Imagnese lo que es verlos cadada.

    Ral cogi una silla y se sent.

  • Mir el reloj, faltaban unos minutos paralas once.

    Antes me pregunt usted por quhe venido a esta casa. Llevo dos dasbuscndola, desde que encontr esto enel diario de mi difunta madre.

    Extrajo del bolsillo del pantalnuna hoja doblada por la mitad ycomenz a leer su contenido:

    Siento mucho lo que te voy adecir. Pero no aguanto ms. No puedoseguir mirndote a la cara sabiendo todolo que me has hecho. El nio no tiene laculpa de nada, se merece disfrutar deesta vida de la que ya no tengo ganas deformar parte. Cuando leas esta nota, supadre estar muerto.

    Las ltimas palabras de mi

  • madre antes de morir fueron el nombrede este pueblo y una direccin, la deesta casa. Creo que quera decirme elltimo lugar donde estuvo mi padreantes de que se produjera su muerte.

    La criada permaneci calladadurante unos segundos. Su mente viajtreinta aos atrs, a una fatdica nochedonde la muerte hizo acto de presenciaen el mismo saln donde la seoraaguardaba.

    Hace treinta aos uno de losinvitados a una cena como la de estanoche dispar al seor marqus, ydespus se peg un tiro.

    Ral no entenda nada. Haba ido aaquella casa a averiguar por qu supadre se haba suicidado, y ahora otro

  • enigma haca su aparicin en laspalabras de aquella criada. Por qu lepeg un tiro al seor marqus? Qumotivos tendra?

    Lo que s estaba claro es que nosaldra de aquella casa sin averiguar laverdad.

    Vamos joven, ya estamos todos!grit la seora marquesa desde elsaln.

    Se sent a su lado. La criada pusola sopa en la mesa y, cogiendo uno a unolos veinte platos, empez a servir.Comenzando por donde supuestamenteestaba sentado el seor marqus.Cuando termin, mir a Ral y se metien la cocina.

    Comamos seores. Esta sopa la

  • he hecho yo personalmente, espero queles guste. Buen provecho.

    Ral meti la cuchara en el plato.Observ que la seora no le quitaba ojode encima y se dispuso a sorber laprimera cucharada, pero cuando elladej de mirar, la escupi al suelo.

    Al cabo de unos minutos y tras lasconversaciones consigo misma de lamarquesa, decidi levantarse para ir albao.

    No tarde le dijo la seora.El postre est a punto de salir, y se va aperder la interesante charla que estamosteniendo. Deca usted, doctor?

    Volvi a entrar en la cocina y lacriada le dio una llave.

    Si quiere respuestas para sus

  • preguntas, empiece por la habitacin dela seora. No se preocupe, la vigilarpara que no pueda sorprenderle. Suba laescalera, la primera puerta a la derecha.

    Ral le dio las gracias y sali de lacocina sin que la marquesa pudieraverle. Subi la lujosa escalera demrmol y cuando estaba frente a lapuerta de la habitacin, sus manosempezaron a temblar, su boca estabapastosa y un sudor fro se deslizaba porsu frente. Abri lentamente, encendi laluz y volvi a cerrar la puerta con sumocuidado.

    Una lujosa cama de madera con unacolcha adornada con elefantes y signoshindes, presida la estancia. Sobre ella,un cuadro del Taj Mahal con el cielo de

  • un color rojo anaranjado. Y junto a lacama, sobre la cmoda, haba dosbilletes de avin para la India, con fechade hace treinta aos y una nota escrita amano con una lista de invitados.Doctores, abogados, algn que otropoltico, entre todos ellos su padreEnrique Vereira, amigo personal delseor marqus.

    Ral se guard la llave en elbolsillo de la chaqueta y not que habaalgo dentro. Se trataba de un sobredoblado por la mitad de Alfonso deBaviera, y la destinataria de la carta eraDoa Ana Cuenca, la madre de Ral.

    La abri con curiosidad. Decidiechar la llave y dejarla por dentro paramayor seguridad. Entonces ley el

  • contenido del sobre:Querida Ana. Esta es la ltima

    carta que voy a escribirte. Lamentodecirte con todo el dolor de mi coraznque ya no podemos seguir en el mismocamino de la vida. Mi mujer empieza asospechar sobre mis continuos viajespara verte y disfrutar de tu amor y denuestro hijo Ral. Como diran algunos,el nio que ha nacido en el pecado, peroyo les digo que si ese pecado ha sidoquerernos, quiero seguir pecando hastael da que me vaya de este mundo. Dilea Ral que siento que la vida no le hayadado el padre que se hubiera merecido.Espero que algn da consigasperdonarme.

    Hoy tengo una cena importante. En

  • cuanto acabe entregar esta carta anuestra criada para que te la mande loantes posible. Maana mi mujer y yo nosvamos a la India, no s el tiempo quepasaremos all. Por favor, perdname eintenta olvidar lo que vivimos, aunquehaya sido nuestra razn para ser felices.

    Adis.Ral se sent en la cama e intent

    no llorar, ya lo hara ms adelante.Cuando iba a tumbarse, alguien llam ala puerta de la habitacin. Era la criada.

    La seora ha preguntado porusted dijo con voz temblorosa.

    Creo que ser mejor que mevaya. Finalmente mis preguntasobtuvieron respuesta dijo Ralmientras le daba la carta.

  • Ella ley despacio y no pudo evitarllorar, algo que Ral se resista a hacer.

    Cuando salan de la habitacin, laseora marquesa grit, y Ral y lacriada corrieron hacia el piso de abajo,donde encontraron a la mujer en elsuelo.

    Se acercaron a ella y tras unosminutos volvi en s. Pero al ver elrostor de Ral grit de nuevo.

    Por qu lo ha hecho, seorVereira?! Por qu ha matado a mimarido? Oh, Dios del Cielo! Deje lapistola! Qu va hacer?! No, no lohaga! Noooo! Guard silencio con elrostro contrito, y unos segundo ms tardevolvi a hablar. Usted est tambinmuerto le dice a Ral, yo le vi. Se

  • coloc la pistola en la frente y dispar.Pum. Ja ja ja y dispar.

    La marquesa se rea a carcajadashasta que aquella risa se convirti en unllanto de dolor, dolor que oblig a Rala liberar aquellas lgrimas que tantodeseaban salir. Finalmente, ella sedesmay de nuevo, la criada salicorriendo hacia la cocina y l se senten el suelo sin ms.

    Empez a sentir mucho sueo, tantoque acab vencindole. Tendido en elsuelo so con su madre, y con unaimagen borrosa de una persona que letenda las manos suplicando perdn.

    Le despert la criada con unostoquecitos en la cara.

    Seor, seor, la marquesa est

  • ya en su habitacin. Le he dado unsedante, dormir toda la noche.

    Ya no tengo nada que hacer enesta casa. Debo asimilar todo esto loms lejos posible de aqu, pero mealegro de haber venido y de saber quinfue mi verdadero padre. Cuide a esamujer.

    No se preocupe le dijo lacriada. Maana por la noche sercomo esta. Ella creer que vive treintaaos atrs, volver a recrear la cenapara veinte y el momento del disparo.Lo lleva haciendo desde que sumarido, su padre, muri. Solo esperovivir ms aos que ella, porque si elSeor me llama antes, no se qu ser dela seora marquesa.

  • Adis, seora se despidiRal, levantndose del suelo. Muchasgracias por todo.

    No tiene por qu darlas. Quiereesperar hasta maana? An no ha paradode llover.

    No se preocupe. Prefiero irmecuanto antes. Bueno, si mi cocheconsigue arrancar.

    La criada sonri y se march a lacocina. Ral volvi a ponerse su ropa ymir el traje de su padre. Querallevrselo, pero decidi dejarlo en elarmario; al fin y al cabo era parte de losrecuerdos de aquella pobre mujer que notena la culpa de su locura.

    Al salir de casa, camin lentamentebajo la lluvia. Su ropa estaba an

  • manchada de barro. Se mont en elcoche y consigui arrancarlo a laprimera. De repente, volvi a aparecerla luz brillante. Como ocurri un par dehoras antes, una persona se le cruzabanuevamente en su camino y, aunque ledio tiempo a frenar, no pudo evitarembestirla. Asustado, Ral se ape delcoche.

    La lluvia se recrudeci. El jovenapenas vea a dos palmos. Quien quieraque fuese aquella persona, habadesaparecido, como ocurri antes.

    Cuando se meti de nuevo en elcoche, vio a un hombre que se dirigahacia la casa. Llevaba un traje negro,el mismo que Ral se haba puesto parala cena. Desapareci traspasando la

  • puerta. Sin duda era el marqus. A lospocos segundos una nueva luz aparecidejando ver a otro hombre. Aquel quecrey ser el nico amor de Ana Cuenca.Pese a la distancia, Ral pudo distinguirque se guardaba una pistola en lachaqueta.

    Dos espritus que seguiranentrando en la casa sin descanso por suserrores cometidos.

  • CITA A CIEGAS

    Julio est nervioso. Y tiene un buenmotivo para estarlo. Ha quedado en elmejor restaurante de la ciudad con unachica que no conoce. Se pone su mejortraje, su mejor corbata, y despus de unbao se echa su mejor perfume. Solo

  • sabe de ella que se llama Mara. Antesde irse se pone sus gafas de cristal negroy agarra su bastn, y sale de casa ancon los nervios recorriendo su cuerpo.

    Al llegar al restaurante, uncamarero le est esperando en la puertay le acompaa hasta su mesa. Se oyemsica clsica, que a Julio tanto leencanta. Todas las mesas estnocupadas, hizo bien en reservar conantelacin.

    Desea tomar algo el seormientras espera? le pregunta elcamarero.

    No, muchas gracias. Esperar ami acompaante.

    Al cabo de pocos minutos llega unamujer agarrada al brazo de otro

  • camarero, que la ayuda a sentarse. Ellatambin lleva gafas de sol, es muyhermosa y su pelo es largo y moreno.

    Siento llegar tarde, no ha sidofcil encontrar este restaurante.

    No te preocupes, qu tal ests,Mara?

    Muy bien Julio respondemientras esboza una sonrisa. Algonerviosa, es la primera cita que tengo enaos.

    Igual que yo. Hay chicas que porel hecho de ser ciego no quieren nadaconmigo, me consideran una carga. Peros valerme por m mismo aunque no locrean.

    Te entiendo perfectamente... yotambin soy ciega.

  • Julio se queda un rato callado,inmvil, sin ninguna expresin en lacara, unos segundos que a ambos se lehacen eternos.

    Camarero!Se acerca a la mesa. Ambos piden

    lo mismo: una ensalada y una botella devino.

    Espero que no te moleste lo quete voy a preguntar, yo soy ciego denacimiento, desde cuando eresinvidente?

    Desde hace un ao, cuando tuveun accidente de coche. Una amigaconduca, muri en el acto, y yo mequed ciega.

    Lo siento dice Julio.El camarero les trae la comida y

  • deja la botella abierta en medio de lamesa.

    Champn? preguntan los dosal mismo tiempo, acercando las manoshacia la botella, que se rozan porprimera vez.

    Hazlo t dice Mara.Julio coge la botella y con la otra

    mano busca las copas y sirve elchampn, luego los dos brindan con unasonrisa en sus rostros.

    Conversan durante la cena, de vezen cuando vuelven a darse las manos, yparece que son las nicas personas enaquel restaurante y posiblemente en elmundo.

    No s si esto funcionara diceella en tono triste.

  • Julio deja de sonrer al escucharla.Qu quieres decir? Ni siquiera s por qu lo digo,

    somos dos...Ciegos? le interrumpe Julio

    , y qu importa? Esta noche estsiendo la mejor de mi vida, por qu nopodemos seguir compartiendo momentoscomo este?

    No lo s responde Mara casial borde del llanto.

    Julio se levanta, se coloca junto aella y la besa.

    Los besos se sienten, las cariciasse sienten, no hace falta ver las cosaspara disfrutar de ellas. No hace falta quenos veamos los rostros si podemostocarlos y sentirlos, no hace falta

  • llamarnos invidentes si a ninguno de losdos nos importa. O a ti s te importa?

    Mara llora, y Julio espera.No... no me importa dice

    finalmente.La respuesta tranquiliza a Julio,

    que pide otra botella de champn.Cuando mi amigo me dijo que

    iba a cenar con una chica, me puse muynervioso se sincera Julio mientraspalpa cada una de las copas parallenarlas. Tengo que reconocer queme ha sorprendido que t tambin seasciega. Daniel no me dijo nada, pero noimporta.

    Julio la coge de la mano y sonre,ella tambin lo hace. Una pareja queest a su lado los mira y sonre.

  • Terminan de cenar y tras pagar semarchan juntos de la mano.

    Vivo muy cerca de aqu diceMara, podemos ir andando siquieres... hasta mi casa.

    Ser un placer dice Juliomientras siente el olor de su perfume.

    Llegan a un portn y Mara le avisadel escaln que tienen que subir. Semontan en el ascensor y suben hasta elquinto piso. Ella saca de su bolso lallave y se le cae debido a los nervios,que ha intentado disimular durante elcamino.

    Julio se agacha y se las da. Maraabre la puerta y cuando se cierra, sebesan apasionadamente; y ella lo guahasta la habitacin sin tropezar con

  • nada. Se sientan en la cama.Nos acabamos de conocer, pero

    estoy desendolo le dice Maraquitndose las gafas.

    Julio hace lo mismo y vuelven abesarse. La luna les ilumina, radiante enel cielo. No pueden verla pero se laimaginan tal y como est, testigo delamor de aquella noche.

    Las lgrimas comienzan a correr denuevo por las mejillas de Mara. Llorade alegra pero con cierto miedo aseguir adelante, aunque est deseandocontinuar.

    Son las dos de la madrugada y dosalmas que se han encontrado, dndosecuenta que estn hechas la una para laotra, se mantienen abrazadas tras un

  • momento de amor y pasin sin lmites.Crees que seremos felices en

    este mundo de oscuridad, Mara?No hace falta verlo todo para

    seguir viviendo.

  • COINCIDENCIAS

    1. El ClienteMe llam la atencin aquel hombre

    de barba larga y descuidada, camisa decuadros roja y pantalones marrones.

    Entr en la cafetera dondedesayuno a diario y pidi el peridico y

  • un caf. Se sent en la mesa contiguapara leer; a los pocos segundos lepusieron en la mesa un caf humeante.

    Daba sorbos lentos; de vez encuando miraba hacia la calle, como siesperase a alguien. Comprob el reloj ysigui leyendo con sumo inters.

    Me dispona a pagar cuando vicmo se levantaba, con la expresin dehaber visto a la persona que parecaaguardar. Sac un mvil del bolsillo delpantaln y esper con ciertonerviosismo.

    Es la hora dijo, colgandorpidamente. Pag el caf y se marchcorriendo.

    Yo tambin abon mi desayuno ysal del bar con la curiosidad de

  • conocer adnde se diriga aquel hombre. Esa misma tarde haba mucho jaleo

    en la calle. Unos policas alejaban a lagente del cuerpo de un hombre sin vida.Consegu acercarme unos metros y, antesde que lo tapasen, pude distinguir quienera. La misma persona que haba vistoen el bar por la maana.

    Al da siguiente me enter de losdetalles por el peridico.

    2. El CamareroMe llam la atencin aquel hombre

    de barba larga y descuidada, camisa decuadros roja y pantalones marrones.

  • Entr en el bar, me pidi elperidico y un caf. Se sent y se puso aleer mirando de vez en cuando por laventana. Me acerqu a su mesa y le pusefrente a l la taza. No me dio ni lasgracias, miraba el reloj impaciente.Unos minutos despus habl con alguienpor el mvil.

    Es la hora.Se vino haca m corriendo, me

    pag y se march. Por la tarde sal un momento a la

    calle y lo volv a ver. Paseaba. Derepente se escuch un disparo. Meescond en un portal por miedo a quefuese un atentado.

    Tras pensrmelo un instante, decid

  • asomarme y all en el suelo, junto a uncharco de sangre, yaca el cuerpo deaquel hombre.

    A la maana siguiente todoscomentaban la noticia del peridico:Haban matado a una persona de undisparo en la cabeza.

    3. El AsesinadoMe di cuenta de cmo me

    observaban, desde el camarero cuandome puso el caf hasta el tipo que estabasentado en la mesa contigua a la ma. Seretrasaba, nunca me gust tener queesperar. Me puse la ropa que me habandicho, camisa de cuadros roja ypantalones marrones.

    No dej de mirar la calle todo el

  • tiempo, fijando la vista de vez en cuandoen el peridico. No pas ni cincominutos cuando la vi. Llamrpidamente.

    Es la hora le dije sin ms.Sal del bar tras pagar aquella

    porquera de caf, y segu a aquellamujer. Caminaba despacio y a los pocosminutos se sent en la silla de unaterraza cercana. Llevaba gafas de solnegras. Era muy atractiva.

    Ella tambin me vio y me hizo ungesto para que me sentase a su lado.Not un escalofro que me erizaba lapiel.

    S por qu ests aqu me dijo. Te han enviado para matarme.Hueles a novato a kilmetros. Eso lo

  • sabemos los dos, pero lo que ignoraspor completo es que a ti tambin quierenmatarte.

    4. La chicaSiempre me ha gustado pasear,

    incluso sabiendo que queran vermemuerta. Tena a mi favor que el asesinoera un novato. No saba disimular comoes debido. Lo estaba viendo tras elcristal del bar, haciendo como que leael peridico; me hizo gracia suingenuidad.

    Dej que me siguiera hasta unaterraza. Le invit a sentarse junto a m,estaba nervioso. Su barba estabadescuidada, y sudaba a chorros.

    S por qu ests aqu le dije.

  • Te han enviado para matarme. Hueles anovato a kilmetros. Eso lo sabemos losdos, pero lo que ignoras por completo esque a ti tambin quieren matarte.

    Palideci y sin decir nada salicorriendo, sin darse cuenta de que habaperdido la pistola.

    Captulo 1/3MuerteLas gotas de agua resbalan por el

    cuerpo de ella lentamente. El vaporempaa los cristales del cuarto de baodel hotel ms caro de la ciudad. En laradio, una vieja cancin de los aosochenta. Al terminar se va secandomientras camina haca el saln. Son lasdiez de la noche.

  • Un da antes, en la terraza de unbar, un hombre haba sido enviado paramatarla y al final cambiaron sus papeles;ella fue la asesina y l la vctima.

    Llaman a la puerta. Ella abre con latoalla cubrindole su cuerpo desnudo yhmedo. La visita no le agradademasiado y sin ganas, pero sin poderloevitar, deja pasar a una de las personasque ms odia: un hombre de unoscuarenta aos, de pelo canoso y unaexpresin que provoca temor.

    Le invita a sentarse. l la mira deun modo lascivo, una mirada quetraspasa aquella toalla y la hace sentirincmoda.

    Ests muy guapa, mi queridamuchacha. Al mirarte me arrepiento de

  • estar casado.Qu quieres? No tengo todo el

    da.Ha muerto?Ella le mira como si la pregunta

    fuera la ms absurda que pudiese hacer.No has ledo el peridico?

    Muerto de un disparo en la cabeza.El hombre calla y sonre mientras

    saca un paquete de cigarros. A ellaaquellos segundos de silencio leempiezan a alterar los nervios.

    No suelo leer la prensa, cario.Ya lo sabes.

    Lo que quiero saber ahora esquien fue el que mand a aquel infelizpara matarme.

    Djalo correr, eso ya no tiene

  • importancia.Ella se levanta y se dirige al bao

    pensando en esa duda que invade sucabeza.

    Voy a vestirme, dame unosminutos.

    Los que quieras, no tengo prisale dice cogiendo la pistola de la mesay apuntando con ella a la puerta delcuarto de bao.

    Lejos de aquella mirada, lahermosa mujer mete la mano bajo unmontn de toallas limpias y saca unrevlver con silenciador.

    Se viste y sale del bao con elarma en la mano. El hombre sonre ybaja la suya.

    Cario, eres tan inteligente...

  • tanto que a veces me da miedo. Por quno dejas el arma en la mesa y hablamos?

    Ella se mantiene atenta a susmovimientos. Aquel hombre repugnantedeja la pistola sobre la mesa, para cogerun nuevo cigarro del bolsillo de lachaqueta. Finalmente se sienta a su lado.

    Est bien, hablemos. Empieza.Ella no suelta el arma, sino que la

    sujeta ms fuerte. l se da cuenta y lamira intentando transmitirletranquilidad.

    Confa en m, djala en la mesa.No, estoy ms segura as.Siempre supe que eras la mejor,

    pero tena que cerciorarme. Matar a unhombre puede ser fcil, pero no lo escuando al mismo tiempo tu pellejo est

  • tambin en peligro.Ella empieza a entender.Aquel tipo era un incompetente

    continua l.A ella le repugna su suficiencia.Lo supe desde el primer da,

    pero me pidi una oportunidad. Yasabes que no s decir que no. Su misinera simplemente encontrarte, llamarmepor telfono y pegarte un tiro, pero suincompetencia le hizo flaquear. Hubierasido una pena no ver ms tu lindocuerpo.

    Ella no se lo piensa ms y ledescerraja un tiro en el pecho.

    Registrarse con un nombre en clavehaba sido una buena decisin, comotambin lo fue comprar una peluca

  • negra. Desviste al cadver y se disfraza.Se monta en el ascensor,

    escondiendo su hermoso cuerpo bajo untraje de quinientos euros. En la calle, uncoche esperaba en la puerta. El chfer,que no se percata de su presencia, lee unlibro esperando a un hombre que habadejado de respirar unos minutos antes.Ella se aleja de all caminando, sinlevantar ninguna sospecha.

    Ve un taxi y silba. Se sube en l yparten. El taxista la mira sin disimulo, yse sorprende cuando ella se quita lapeluca y las gafas de sol.

    No haga preguntas le dicemientras mira por la ventana.

    No, no. Le iba a preguntar si haledo la noticia en el peridico de ayer.

  • Le pegaron un tiro a un hombre.Algo he odo.Fue horrible, me pill justo all.

    No s quin pudo disparar, pero nopuedo dejar de pensar que el muertohubiera podido ser yo.

    Piense que al menos est ustedvivo, aunque nunca se sabe hastacundo...

    Agarra de nuevo el revolver yvuelve a mirar a travs de la ventana.De repente, el taxi frena de golpe, y unhombre borracho cae al suelo tras serarrollado por el coche.

    Captulo 2/3Un mal da.

  • No poda dejar de pensar en aquelhombre que vi en el suelo. La muerte meha dado un miedo atroz desde lainfancia. Para ms inri hoy me handespedido. Simplemente por tener lacabeza en otro lugar, en la calle, dondeuna persona haba dejado de existir,termina de escribir el cliente de aquelbar.

    Cierra el cuaderno de notas y sesirve un whisky con hielo. La botellaest llena, queda mucho alcohol ymuchas horas por delante.

    Solo pasa una hora y ya estcompletamente borracho. Piensa en suvida de soltero; si se hubiese casadosera un psimo marido, y si hubiesetenido hijos, estos se avergonzaran de

  • un padre que est volviendo al caminoque consigui abandonar aos atrs.

    Se levanta del viejo silln que leregalaron sus padres y coge una pistolaque guarda junto a las botellas dewhisky. Juega con ella mientras re,juega con la muerte que tanto temecuando coloca el can de la pistola ensu sien.

    Es la hora dice. En esemomento recuerda a aquel hombre. Lamisma frase que haba dicho segundosantes de salir del bar. Se vuelve a echarotra copa; en ese momento le llaman almvil.

    Quin es?Hola... eh... soy yo, Megan.La voz de la mujer que meses atrs

  • haba sido el amor de su vida le hacedetenerse. Se mantiene unos segundoscallado; no est dispuesto a iniciarninguna conversacin.

    Quiero hablar contigo. Puedo ira tu apartamento?

    Como quieras le responde.Me rompiste el corazn una vez y ya noespero nada ms de ti, o s?

    Si no te apetece, dmelo y punto.Dentro de media hora.Cuelga sin decir nada ms. Se bebe

    otro whisky, guarda la pistola y se dauna ducha.

    Media hora despus llaman a lapuerta. La llamada le sorprende, Megannunca era tan puntual, al menos cuandoestaban juntos; pero muchas cosas

  • haban cambiado desde entonces.Est muy guapa con la cara

    maquillada y el pelo lacio cayendosobre sus hombros. Lleva un bolso ajuego con el vestido y una sonrisa tanfalsa como el amor que deca sentir porl.

    Puedo pasar?Asiente. Megan va directa al silln.

    A l no le agrada demasiado, pero noobstante se lo permite. Se sienta en elotro sof, a poca distancia de laespectacular mujer, y espera que hable.

    No tienes buen aspecto.A qu has venido? Estaba

    ocupado.Megan observa la botella casi

    vaca y le vuelve a mirar.

  • Me he enterado de tu despido.No te puedo negar que saba que tarde otemprano te mandaran a la calle.

    Qu lista eres, Megan.Ir al grano, quiero largarme

    cuanto antes de esta pocilga Has ledoel peridico? El hombre que hanmatado.

    S, qu pasa? Tambin te lotiraste? le pregunta en tono sarcstico.

    Eres idiota. Ese hombretrabajaba para mi padre. Desde que supela noticia, he intentado ponerme encontacto con l, pero no coge eltelfono. Me da miedo que le hayapodido suceder algo.

    Se vuelve a echar una copa y lamira. Le importa un comino todo lo que

  • le est diciendo. Solo puede pensar encunto la am y en cmo ese amor seconvirti en odio de la noche a lamaana.

    Y qu quieres?He llamado a su chfer y me ha

    dicho que lleva un buen rato dentro delhotel Julianne. Me da mala espina.Acompame a buscarle, por favor.

    Su mente viaj un instante hacia elpasado, a das felices donde eran dos enun mundo creado solo para ellos, y entodos los besos y abrazos que seregalaron. Pero su mente no era tonta ysaba que todo eso eran episodiosvividos y que, aunque no se habanborrado del todo, deban dejarse a unlado.

  • Est bien, lo har. Pero quieropedirte algo a cambio.

    Ella asiente con precaucin.Tmate un whisky conmigo.Acepta la invitacin, sirve dos

    vasos sin dejar de mirarla. Para bien opara mal, aquellos vasos se convirtieronen cuatro. Por unos minutos era como sisiguiesen juntos, compartindolo todo.

    Bien dice l intentando aduras penas levantarse del asiento. Yanos podemos ir.

    Ests muy borracho, creo que noes buena idea. Mejor voy sola, al fin y alcabo es mi padre.

    No, no... yo tambin voy. Cuandodescubra donde he dejado las llaves nosvamos.

  • Al cabo de unos minutos, encuentrael manojo de llaves y salen. No puedeseguir su ritmo, ella camina deprisa.Cruza el paso de peatones dandotumbos. Megan grita, pero l ya no laoye: un taxi le ha atropellado, acabandocon su vida.

    Captulo 3/3El planMegan est aterrada, no sabe qu

    hacer. Quiere acercarse al paso depeatones, pero sale corriendo endireccin contraria. Cuando suspulmones le avisan de que ya no puedems, se para delante del hotel Julianne.Justo enfrente ve el coche de su padre,pero el chfer no est dentro.

  • Piensa que quiz debi ir en buscade su jefe. Y as era. El chfer acabpor asumir que tardaba demasiado y queaquello no significaba nada bueno.

    Saba en qu planta se habahospedado aquella mujer. Subi en elascensor, sali al pasillo y busc lahabitacin. Fue algo sencillo, era lanica puerta abierta.

    Y en ese preciso instante en el queMegan se encuentra junto al coche, elchfer est entrando en la habitacinpara encontrarse con su jefe en paosmenores y un tiro en la cabeza.

    Se acerca a l, ve la pistola en lamesa y la coge mientras reza una oracinpor su alma. Las lgrimas ruedan por susmejillas.

  • Megan entra en el hotel y se dirigea la recepcin. Pregunta por su padrepero no hay nadie registrado con sunombre. Le da una descripcin alrecepcionista, y este recuerda a aquelhombre que pregunt por una chica quese hospedaba en la cuarta planta.

    Al llegar a la habitacin seencuentra a su padre muerto en el sof yal chfer con un arma en la mano.

    No lo puedo creer, le hasmatado!

    Yo? No, no fui yo. Esta es lapistola de tu padre, estaba aqu en lamesa.

    Lo pagars caro, te pudrirs enla crcel, asesino!

    El chfer se empieza a poner

  • nervioso y apunta a Megan.Cierra la puerta y ven aqu!Ella obedece y camina unos pasos.

    l le indica que se siente al lado de supadre. Megan obedece sin pronunciarpalabra.

    Tu padre era un cabrn, sabes?El jefe ms cabrn que he tenido estosltimos cinco aos, pero ni se mehubiera pasado por la cabeza pegarle untiro, joder.

    Tampoco fue un buen padre.Bueno, no empecemos a irnos

    del tema, ahora lo que tenemos quepensar es como sacarlo de aqu.

    No muy lejos de all, la chica pagaal taxista y sale del coche. La genteempieza a acercarse al cuerpo mientras

  • se oye la sirena de la ambulancia.Se mete la mano en el bolsillo para

    coger el mvil pero no lo tiene. Se lo hadejado en la habitacin.

    Camina a paso ligero hasta llegar ala puerta del hotel. Se queda unossegundos pensando si entrar. Unosminutos antes ha conseguido salir sinlevantar sospecha, pero volver es unriesgo demasiado alto. Mientras lopiensa observa el coche de su jefe. Elchfer no est.

    Dentro de la habitacin dospersonas no saben qu hacer con elcuerpo.

    Ya lo tengo! exclama elchfer lo tiramos por la ventana. Lagente creer que se ha suicidado.

  • En ropa interior? preguntaella intentando no mirar demasiado a supadre.

    Y eso qu ms da?Prefiere callarse y asentir con la

    cabeza pensando en lo idiota que es esehombre. La polica no es tonta y se darcuenta de cmo ha muerto cuando levean la herida de bala.

    El chfer deja el arma en la mesa eintenta levantar el cuerpo.

    Vas a ayudarme o no?Por supuesto que no, es mi

    padre. No pienso hacerlo.l suspira y sigue intentndolo. Al

    final opta por arrastrarlo hasta laventana, momento que aprovecha Meganpara coger la pistola.

  • La ventana ya est abierta, as quecoge el cuerpo para tirarlo. Se frena uninstante cuando ve a la chicaapuntndole.

    No lo hagas.El chfer no le hace caso y sigue

    con la intencin de tirar por la ventana asu jefe. Megan le dispara en la espalda.El cuerpo inerte de su padre cae.

    El cadver se estrella contra el

    techo del coche. A la chica que estabajo casi le da un infarto. No dacrdito a lo que ven sus ojos y subecorriendo hacia la habitacin. Al llegar,encuentra a una mujer armada y al chferen el suelo. Ella tambin saca surevlver.

  • Quin eres t? preguntaMegan sin dejar de mirar a aquella chicavestida de hombre y con una patticapeluca.

    Eso no te interesa. Qu hashecho, puta?

    Ha sido l dice sealando alchfer, no he podido impedirlo.

    Y pretendes que me crea esapatraa?

    Es cierto. Yo soy incapaz dehacerle eso a una persona y muchomenos a mi padre.

    A la chica le sorprende aquellacontestacin, pero al mismo tiempo lepodra permitir un cambio de planes.Deja de apuntarla y cierra la puerta.

    Tu eres Megan, el ojito derecho

  • de pap? Pelusita, verdad? Por fin teconozco.

    Megan no contesta. Aquelladesconocida saba su nombre y cmo lellamaba su padre.

    Baja el arma, Megan. Ya hahabido demasiadas muertes. Yo no tengointencin de pegarte un tiro.

    Mientras habla, se acerca a laventana y deja caer el revlver.

    Quin eres? Habla! Estoyempezando a perder los nervios lepregunta a Anna con voz temblorosa.

    Una vieja amiga de tu padre,Anna. Su putita para hablar conclaridad. Pero no te preocupes, no todoera placer.

    Anna intenta ganar tiempo mientras

  • un coche patrulla se dirige hacia elhotel.

    Ahora mismo, Pelusita, no estsen una buena posicin. Quien entre porla puerta te encontrar con una pistola enla mano y un hombre muerto en el sueloen la misma habitacin desde donde hacado tu querido padre.

    Megan se sienta en el sofintentando pensar cmo salir delatolladero en el que se haba vistoenvuelta a la fuerza. Se va acercando elsonido de la sirena de la polica. Annase asoma por la ventana y sonre.

    Ya han llegado. Queda pocotiempo. Ser mejor que nos larguemos.

    Megan se levanta y golpea a Annacon la culata del arma, la mira con terror

  • y sale corriendo de all.Consigue llegar a la planta baja y

    sale a la calle esquivando alrecepcionista. Justo en ese momentoentran los agentes de polica corriendo yarmados. Por suerte no han visto el armaque Megan haba tirado en una papelerasegundos antes.

    Ve un taxi y lo llama con unsilbido, se sube en l, y el coche arrancaalejndose de all.

    Hay un hombre en el techo deese coche. Qu ha ocurrido? Unsuicida?

    Supongo. Ms deprisa por favor,y pare en seis manzanas.

    Se mantiene callada. El taxi sedetiene frente al semforo que acaba de

  • ponerse en rojo.Anna despierta. Cuando consigue

    ver con claridad, un hombre que saca suplaca de polica se acerca a ella. Sucara le resulta familiar, es elrecepcionista del hotel.

    Seorita, s que est dolorida yconfusa, pero yo cumplo con mi deber.Dos hombres han muerto, hemosencontrado un arma en la calle junto alcoche donde cay una de las vctimas.La bala que le mat fue disparada conese arma y sus huellas dactilares seencuentran en ella. Ahora voy a leerlesus derechos.

    Anna escucha al polica an algoaturdida, logra ponerse de pie y empiezaa llorar.

  • En el otro lado de la ciudad, el taxiarranca y se desva a la izquierda, justodonde est la comisara. El taxista se dala vuelta mientras saca su placa y supistola.

    Queda detenida seorita. Salgadel coche.

    En la puerta le esperan dospolicas. Sale del taxi y comienza allorar.

    La sientan frente a un comisario depoblado bigote y cara de pocos amigos.La oficina tiene poca luz, apenas unflexo ilumina la estancia. Ella esperanerviosa.

    Seorita, hemos encontrado estearma en una papelera cerca del hotel ytenemos el testimonio del recepcionista,

  • que ha visto cmo la tir. Por otro lado,tambin tenemos a un hombre queasegura que usted le dispar por laespalda. Tras las correspondientescomprobaciones, hemos llegado a laconclusin de que efectivamente esabala sali del mismo arma que ustedportaba. Por lo tanto, queda detenida porintento de homicidio y ocultacin depruebas.

    Qu? Megan oye unos pasosa su espalda, se da la vuelta y cree verun fantasma. Es el chfer el que haentrado en la sala.

    Hola preciosa. No pongas esacara, todo tiene su explicacin.

    Mientras habla se vadesabrochando la chaqueta para dejar

  • ver un chaleco antibalas.No s si sabrs que tu padre no

    era lo que podramos calificar como unto legal contina. Cuando empeca trabajar para l, vi demasiadas cosasque no me agradaban: dinero negro,paquetes misteriosos, muertes...demasiadas muertes. As que decidacudir a la polica. El comisario mepropuso vigilar cada uno de losmovimientos de mi jefe e informarles detodo, no sin antes facilitarme estechaleco para mayor seguridad.

    Megan se revolvi en su asiento.Cuando tu padre me dijo que nos

    dirigamos al hotel Julianne, supuse quealgo tena entre manos, alguna entrega oalguna boca que deba quedar cerrada

  • para siempre. Llam al comisario ytodas las patrullas estaban atentas arecibir mi aviso para entrar en accin.

    Y lo mataste.No, yo no lo mat. Al ver que tu

    padre tardaba, entr en el hotel. All leencontr muerto. Ya sabes lo que pasdespus. El chaleco antibalas me salvde la muerte, pero t debas ignorarlo.Me disparaste y me tir al suelo, puroteatro. Preciosa. Cuando lleg tuamiguita, aprovech que Anna estaba enel suelo y t te habas largado paraavisar a la polica a travs de estemicrfono oculto se seal el ojal dela chaqueta.

    En cuanto recibimos el aviso sigue el comisario encendindose un

  • cigarrillo, todos mis hombrespermanecan atentos vigilando el hotel,desde el recepcionista hasta el taxistaque te trajo hasta aqu.

    Todo esto estaba preparado paratrincar a tu padre contina el chfer, pero al final el plan sufri un giroinesperado. Lo siento.

    Megan no puede ms y rompe allorar de nuevo. Su prximo destino, lacelda de una fra crcel.

    El autobs que la llevaba a prisin

    estaba lleno de mujeres, cada una conms de un delito a sus espaldas. Al bajara la calle llova. Una vez dentro, trasdejar su ropa y sus pertenencias, unafuncionaria le proporciona el traje que

  • vestir durante una buena temporada yun par de toallas.

    Entra en su celda, donde hay uninodoro que da asco ver y una litera. Enla parte de arriba una mujer que seacaba de despertar. Se levanta saltandoal suelo, colocndose frente a Megan. Lamujer no es otra que Anna.

    Hola Pelusita. Sintate. Pontecmoda, tenemos mucho tiempo parahablar.

  • DEBAJO DEL COLCHN

    Estados Unidos. Hotel Doverhook.Una pareja de recin casados entra en larecepcin del hotel. Tienen reservada lahabitacin 236. Camino del ascensor sebesuquean sin miramientos,escandalizando a una anciana de aspecto

  • recatado.Veinte minutos despus llega un

    hombre que, a simple vista, parece unejecutivo. Pero la barba de tres dasdesentona con su traje azulperfectamente planchado. Se dirige alrecepcionista.

    En qu puedo ayudarle, seor?Quisiera una habitacin.El recepcionista, que por sus

    titubeos ante el ordenador pareceinexperto, revisa la pantalla durante untiempo que al hombre se le antojaeterno.

    Tiene suerte seor. La habitacin235 est libre.

    Si viene una chica morena con unlibro en la mano le dice que suba

  • inmediatamente.El recepcionista le da la llave y

    asiente. La peticin es extraa, perosupone que en el hotel es normalencontrarse de vez en cuando conpeticiones extraas.

    Un hombre delgado y rubio, conunos ojos verdes que no pasandesapercibidos, atraviesa la puerta delhotel. Lleva una maleta pequea en lamano.

    Buenas noches. Me llamo JacobHeins. Tengo una habitacin reservada,Sean dice leyendo el nombre en lachaqueta del recepcionista.

    S, seor. Habitacin 234,efectivamente. Aqu tiene la llave.

    Jacob va camino del ascensor

  • cuando entra una mujer morena de pelorizado y gafas de sol, con un vestidorojo donde destaca un excitante escoteque deja ver, no del todo pero s losuficiente, sus voluptuosos pechos. En lamano, un bolso a juego con el vestido yun libro.

    Hola guapo. He quedado con unamigo mo. Me dices en qu habitacinse hospeda? le pregunta la chica aSean con un guio.

    El recepcionista se pone msnervioso y no consigue articular palabrahasta que se relaja un par de segundos yle da el nmero de habitacin a la chica.

    La 234, s... la 234.La chica le lanza un beso,

    ruborizando a Sean, y entra en el

  • ascensor mientras se quita las gafas,dejando ver unos enormes ojos negros.

    Sean ve cmo las puertas delascensor se cierran llevndose a aquelladiosa, hasta que se da cuenta del errorque ha cometido.

    HABITACIN 236

    Peter y Helen son la pareja denovios que ahora mismo estnextasiados, tras demostrarse mutuo amorentre las sbanas de la inmensa cama. Yen una habitacin desde cuya ventanadisfrutan de unas impresionantes vistas.

    Peter se levanta y va al bao paradarse una ducha. Helen cierra los ojos

  • hasta que le sobresalta el sonido de sutelfono mvil.

    Te he dicho que no me llames responde en voz baja, es mi noche debodas. Te pido por favor que meolvides, es lo mejor para los dos. Lonuestro fue una imprudencia que no sevolver a repetir, nos equivocamos ypunto... no quiero seguir hablando.Adis.

    Helen cuelga y los pensamientosempiezan a girar en su cabeza. Das antede la boda con Peter se haba acostadocon otro hombre, y eso le remorda laconciencia. No saba si contrselo a sumarido.

  • HABITACIN 234

    La chica atractiva llama a la puertade la habitacin y Jacob recibe un golpede perfume cuando la abre. Ella entrasin esperar que l se lo ofrezca, sesienta en la cama y mira a Jacob, que seha quedado sin palabras.

    Guapo, te vas a quedar en lapuerta?

    Seorita, creo que se equivoca.Ya lo s, cario. Todo esto es

    una equivocacin, no eres el primerhombre casado con el que me acuesto.Ven guapetn.

    Se acerca a l y lo lleva hasta lacama, y dejndose llevar por la pasinse acuesta con aquella diosa. Das antes

  • haba tenido una crisis de fe al acostarsecon una chica. Jacob es seminarista y seestaba planteando abandonar suvocacin. Y aquella seorita no se loestaba poniendo fcil.

    HABITACIN 235

    John no es para nada un ejecutivode ninguna empresa, aunque lo parezca asimple vista. Le han despedido hace unasemana y ha decidido gastarse elfiniquito en toda clase de diversiones yvicios. Espera impaciente a su visita,que ya llega tarde. Se tumba en la cama,encendindose un pitillo.

  • HABITACIN 236

    Peter ha salido de la ducha, y ahoraes Helen la que se va a preparar unbao. Sigue con la mirada a su mujer,pensando en lo afortunado que ha sidopor encontrar a alguien como ella. Perono le quiere tanto como l. Desde haceunos das tiene ligeras sospechas de quehay otro hombre. Observa el mvil queest en la cama, y sin pensarlo empiezaa buscar las ltimas llamadas. Ydescubre que la ltima de ellas ha sidounos minutos despus de irse a la ducha.

    Va a llamar. Tiene que saber si hayotro hombre para quedarse tranquilo,para saber si vali la pena casarse conla supuesta mujer de su vida.

  • HABITACIN 234

    Jacob, el seminarista, estextasiado al lado de aquella mujer tanimpresionante. Se levanta con el sudorrecorriendo su cuerpo, se pone unacamiseta y un pantaln corto y bebe dela botella de agua que saca de su maleta.

    Ella se levanta y empieza a vestirselentamente mientras observa lasimpresionantes vistas desde la ventanadel hotel.

    Bueno, guapetn. Son trescientoseuros.

    Jacob casi se atraganta, y sus

  • mejillas se ruborizan.Cmo dices? Eres una....Puta. O, como se dice, chica de

    compaa. Ya lo sabas cuando llamastea mi jefe, corazn.

    Perdona, pero creo que te hasequivocado. Yo no he contratado tusservicios.

    La chica mira con semblante serioa Jacob y acto seguido se empieza a rera carcajadas.

    No me digas ms.... jajaja. Mevas a venir ahora con ese cuento. Tquieres que me vaya sin soltar un duro.Y no mi nio, a otra con ese cuento.Anda, pgame y si quieres que nosvolvamos a ver, me encantar repetir. Sitienes pasta, por supuesto.

  • Jacob se pone nervioso. Maldice elmomento que tuvo la crisis de fe ydecidi ir a aquel hotel.

    Seorita, se lo digo en serio, esun error.

    Ella se levanta tras terminar devestirse y saca de su bolso un telfonomvil. Mantiene una conversacin conun tal Jack y cuelga.

    Bueno cario. Si no me quierespagar, no lo hagas. Pero a mismuchachos no les va a gustar. Vienenpara ac, y si no les agradan tusargumentos, no sern tan comprensivosni dulces como yo.

    El seminarista sale entoncescorriendo de la habitacin.

    Espera!

  • Ella corre tras Jacob, que decidebajar por la escalera en vez de usar elascensor. La chica le agarra por lacamiseta. Se intenta zafar como puede,hasta que ella pierde el equilibrio y caeal suelo.

    HABITACIN 235

    John cree haber escuchado algo, ungrito de mujer. Se levanta y sale de suhabitacin. Oye una voz de hombre queparece que est rezando, y se acerca alas escaleras donde encuentra a un jovenjunto a una mujer en un reguero desangre.

    Dios mo!

  • Por favor, seor! suplicaJacobHa sido un accidente! Se caypor la escalera!

    Junta a ella, un bolso abierto contodo desparramado: compresas,preservativos, documentacin y unatarjeta de colorines con el nombre de unclub y un nmero de telfono.

    Club Deseo. Esta chica es...John era quien haba llamado a

    aquel club. Decide no decir nada ycalmar a Jacob, que no para de temblar.

    Mientras tanto Peter ha salido alpasillo con el mvil de su mujer en lamano, para realizar la llamada que leaclarar muchas cosas. Escucha elprimer tono y se da cuenta de que lapuerta de la habitacin 234 permanece

  • abierta. Entra en ella y ve que otrotelfono est en la mesita de nochesonando al mismo tiempo que los tonosdel mvil de su mujer.

    Es la habitacin del amante de sumujer, piensa mientras tira el mvil alsuelo. Justo en ese momento doshombres corpulentos entran en lahabitacin.

    Quines son ustedes? pregunta Peter intentando calmarse.

    El dinero dice uno de ellos sinmover apenas los labios.

    Qu dinero? De qu hablan?Ya nos coment nuestra amiga

    que tienes mala memoria. Pero anosotros eso no nos vale.

    Los dos hombres cierran la puerta y

  • golpean a Peter hasta matarlo.Nos hemos pasado. Al jefe no le

    gusta que haya muertos.Lo esconderemos dentro del

    canap, bajo el colchn. Aydame.Escondieron el cuerpo de Peter,

    limpiaron la sangre del suelo y semarcharon como si nada hubieseocurrido.

    Se montaron en el ascensor y en elmomento que las puertas se cerraron,Jacob y John arrastraron el cadver dela chica hasta la habitacin de esteltimo.

    Ests ms tranquilo Jacob? pregunta John despus de colocar elcadver de la chica encima de la cama,y cerrar la puerta tras ellos.

  • Tranquilo? Hay un cadverencima de la cama.

    Tenemos que esconderlo y solose me ocurre un sitio. Debajo delcolchn.

    A Jacob no le parece una buenaidea, pero tampoco tiene ninguna otra,as que entre los dos meten a la chicadentro del canap, bajo el colchn.

    Acuerdan marcharse del hotel, peropor separado. John se va, y pocodespus el seminarista Jacob abre lapuerta, y se encuentra con Susan, quesale de su habitacin a buscar a sumarido. Los dos se abrazan, y seencierran en la habitacin 234 parahacer el amor con un nico testigo: elcuerpo sin vida del marido de Susan.

  • Al da siguiente todos abandonan elhotel. Jacob de la mano de Susan, quecree que su marido no ha podidoasimilar su condicin de casado. DeJohn se desconoce donde dirigi suspasos tras lo acontecido en aquel lugar.Dos semanas despus los nuevosclientes se percatan del olor ftido queles golpea en la nariz, concretamente endos habitaciones, y tras unos minutos dedudas aparecen dos cadveres bajo elcolchn.

  • DESEO

    Me llamo Tom, soy polica desdehace dos aos, y tengo una noviapreciosa que no me la merezco, y que nos si acabar perdiendo. Estoy en lacama con otra mujer, hay dos copasvacas en la mesilla de noche y su ropa

  • est tirada por toda la habitacin.La noche anterior fue la fiesta de la

    academia en la mejor discoteca de laciudad. Haba demasiado alcohol,demasiadas ganas de beber ydemasiadas chicas guapas, como la queahora duerme a mi lado.

    Abre los ojos, que son de un verdeintenso, y me mira imagino quepreguntndose qu hace all conmigo. Setoca la cabeza y en su cara se dibuja unaexpresin de dolor. La resaca nosinvade como el olor de una noche defrenes. Se levanta y empieza a buscar suropa, no hablamos, empieza a vestirse.Yo no puedo evitar contemplarla conesa cara que se te queda cuando sabesque has hecho algo que no deberas.

  • En ese momento solo se me ocurrepreguntar una cosa.

    Cmo te llamas?Helen me responde.Se llama Helen.Una palabra y de nuevo el silencio.

    Ya est vestida, se coloca el bolso, sezarandea el pelo y me dice adis.Quiero decirle mi nombre, pero semarcha sin escucharlo.

    Cojo el mvil y veo muchasllamadas perdidas de Melinda, minovia. Seguramente estar furiosa y conrazn, le promet llegar a casa tempranoy llamarla enseguida. Lo olvid porcompleto. Helen me lo hizo olvidar porcompleto.

    Me visto lo ms rpido que puedo.

  • Voy a ver a Melinda, aunque no s sipodr mirarle a la cara. Es como si enmi frente llevase escrito: te heengaado.

    Salgo a la calle, subo al coche ypienso seriamente si debo arrancar.Qu voy a decirle? No se me ocurrenada. Cualquier cosa que le diga sonara mentira; todo menos la verdad.

    Finalmente me pongo en marcha,enciendo la radio y suena una cancinestpida que habla del amor acabado yde la esperanza. Siento asco, y la quitosin ms.

    Aparco frente a su casa. Decidoquedarme un rato sentado, pensandounos minutos, por si se me ocurre quhacer, no quiero perderla por haber

  • cometido un error. Me armo de valor ysalgo del coche. Unos pocos metros meseparan de la puerta, estoy cerca, ya nohay vuelta atrs, dos pasos, un paso...Pulso el timbre.

    Melinda abre, y sin dejarmearticular palabra se lanza a mis brazoscomo si llevase aos sin verme. Mebesa efusivamente y me arrastra.

    Melinda espera... tengo quecontarte algo.

    Entro al saln y all sentada en elsof est Helen, que me mira sonriendo.

    Cario me dice Melindaesta es Helen, mi mejor amiga de launiversidad. Helen este es Tom, lomejor que me ha pasado en la vida, peroayer se port algo mal.

  • Ella quiso rer, pero lo disimulperfectamente.

    Encantada de conocerte Tom. Tunovia me ha hablado muy bien de ti.

    Me da dos besos y huelo superfume, el mismo que impregn micama.

    Anoche no me llamaste interrumpe Melinda. Sabes que no megusta que vayas a esas fiestas. Es ungolfo dice mientras se gira haciaHelen, muchas chicas se lo rifan, perofui yo quien lo consegu y no piensodejarlo.

    Finalmente decido escapar deaquella escena.

    Melinda, tengo que ir acomisara. Podemos hablar ms tarde,

  • luego te llamo.Tom, qu te pasa? Ests plido.Nada, no te preocupes. Me he

    levantado con el estmago revuelto, yase me pasar. Un placer conocerte Helenme despido.

    Cierro sin mirar atrs. Malditacasualidad, engao a mi novia con sumejor amiga. Soy un cabrn, y estoyperdido si ella se entera de todo.

    Me voy a comisara. Espero que eltrabajo me haga olvidar. Al llegar todosme miran y sonren; lo saben, saben queme fui con una chica a la cama, y minovia mientras tanto dorma pensando enm. Me siento sucio.

    El da no fue mal del todo. Me voycasa, quiero dormir, ya hablar con

  • Melinda maana. Pero alguien meespera en el portal de mi casa: esHelen!

    Hola, Tom. Ests mejor delestmago?

    Aparco el coche lo ms rpido quepuedo y salgo preso de los nervios.

    Qu haces aqu? le preguntoaterrado. Ests loca, si mi novia seentera...

    Calla me interrumpe,Melinda no sabe nada. No soy tanrastrera, he venido porque me dej elbolso en tu casa.

    La miro y su sonrisa me hacerecordar por qu me acost con ella.Qu guapa es, pero no puedo caer en sujuego.

  • Est bien, esprame aqu ledigo, te lo bajo enseguida.

    Abro la puerta del portal y subo,dejndola all esperando. Entro en micasa y busco el maldito bolso, para quese largue de una vez. Despus de unosminutos lo veo junto a mi cama, lo cojo,est abierto, con las prisas se me cae alsuelo. Una pistola, lleva una jodidapistola!

    Soy polica, los nervios no podrnconmigo, debo controlarme. Tengo quedetenerla, pero ella podra contarle a minovia toda la verdad. Maldita sea!

    Aqu estoy con el arma en la mano.Llaman a la puerta, y la guardo de nuevoen el bolso. Al abrir me vuelvo aencontrar con ella.

  • No te he dicho que esperasesabajo?

    No me responde, sus labios seencuentran con los mos. Olvido todo,olvido el bolso, la pistola, a Melinda.

    Despierto, tengo fro. Intento moverlos brazos, pero no puedo, estoy sujeto ala cama con unas esposas, en ropainterior, y un pauelo me amordaza laboca.

    Las persianas estn bajadas, Helense encuentra frente a m sonriendo. Nopuedo articular palabra, no puedodecirle que su rostro ser el ms bellode la prisin. Pero acabar all antes odespus.

    Lleva la pistola en una mano y unmvil en la otra.

  • Tom, parece mentira que seaspolica y hayas cado en una trampa tanabsurda me ensea el mvil. Acabode llamar a Melinda, viene para ac, yatengo montada la escena: t en la cama,y yo encima. Te imaginas la cara quepondr? Yo ardo en deseos de verla.

    Re a carcajadas, tiene la risapropia de una loca. Empiezo a sudar,Melinda lo ver todo, por qu haceesto? Qu intenta conseguir?

    Nunca me gust Melinda contina, demasiado lista, demasiadosimptica. Solo le faltaba encontrar alhombre de su vida para ser perfecta deltodo, y lo ha conseguido antes que yo.T eres la prueba.

    Yo no dejo de mirar la pistola.

  • Tranquilo, no voy a matarte. Nosoy una asesina, Tom.

    Se va acercando poco a poco a m.Se quita la ropa mostrando sumaravilloso cuerpo desnudo. Sostiene elarma con firmeza. Se tumba en la cama yel calor me invade.

    Me quita la mordaza y las esposas,y se coloca sobre m. Sus labios rozanlos mos. Deja la pistola sobre lamesilla, cierro los ojos y la habitacinse convierte en mi paraso particular. Sucara es la de un ngel, pero en realidades un demonio. Oigo la puerta del salnque se abre, ya no hay vuelta atrs.Helen se saldr con la suya.

    Oigo los pasos de mi novia.Melinda entra en la habitacin, su

  • mirada lo dice todo; intento seguirsujetando esa mirada, pero no puedo.Helen sigue sobre m, parece que eltiempo se haya parado. Melinda siguesin hablar, observo una lgrima que seescapa cayendo por su mejilla, se da lavuelta y se marcha. Siento su dolor.

    Preso de la ira cojo la pistola,apunto a su cara, a sus lindos ojosverdes. Ella ni se inmuta. Mis manos yano tiemblan, no s si me atrever adisparar. Soy polica y eso ya es unmotivo para apartar el arma.

    Bajo un instante la pistola, pero nopuede salirse con la suya; se vaacercando a m. Ninguno de los doshabla, de nuevo intenta ganarme con suseduccin. Pero esta vez gano la batalla

  • y la empujo con la fuerza que da la ira,se cae, y su cabeza se golpea contra unmueble, no se mueve.

    Sangre, hay sangre, no respira, notiene pulso, est muerta. Me pongo lapistola en la boca, aprieto el gatillo y nodispara; la miro y compruebo al sacar elcargador que no tiene balas. Cmo note has dado cuenta, idiota?

    Me siento sin dejar de mirar susojos, que an siguen abiertos, sus ojosverdes. Amanece.

    Cojo el telfono.Bob, soy Tom, venid rpido.

    Hay un cadver en mi casa, y heatrapado al asesino. Ests hablando conl.

    Ignoro qu ser de m ahora. He

  • explicado todo lo ocurrido sin omitirdetalles. Melinda no est en casa. Por loque me han dicho mis amigos, se hamarchado con su hermana.

    Sentado frente a una fra mesa, soyinterrogado por mis antiguoscompaeros. Repiten sin cesar palabrascomo vctima y homicidio, yo asiento yno s qu decir. Todo empez una nocheen la fiesta de la academia.

  • EL BALCN DE LAFELICIDAD

    Valerio estaba sentado comosiempre en su balcn, mirando hacia lacalle. Se encontraba en su sala delectura, que contaba con una enorme

  • biblioteca y una mesa llena de papelesdonde descansaba una vieja pluma.

    Le entusiasmaba leer. Leproporcionaba una especial sensacinhojear los libros de filosofa que us alo largo de cuarenta aos, durante lapoca en que imparta clases en launiversidad. Su aula siempre estaballena. Los alumnos se maravillaban porsus ancdotas, y envidiaban susconocimientos acerca de los filsofos, ysu forma de ver el mundo.

    El da que se jubil le habanquitado parte de su vida. Le sustituyeronpor un profesor ms joven pero con unaidea de la filosofa bastante moderna.

    Desde aquel da se dedic solo yexclusivamente a sentarse en su silln,

  • que estaba forrado con una tela de colornegro, para observar la vida de la genteque le rodeaba. Y nicamenteabandonaba tan confortable tarea parasumergirse en los pensamientos dePlatn o Descartes.

    Sus libros, que se sabaprcticamente de memoria, estabanviejos pero llenos de una sabiduraejemplar que solo l saba transmitir.

    Das antes de su ingreso en launiversidad como profesor, conoci a sunico amor, una chica llamadaMercedes, que trabajaba como becaria.Empezaron a conocerse poco a poco yentre ellos se encendi la chispanecesaria para saber que estabandestinados a compartir sus vidas.

  • Desgraciadamente, a los dos aos decasados, la muerte de ella sumi aValerio en una amarga tristeza, con laque ha continuado viviendo.

    No les dio tiempo a tener hijos, poreso le gustaba observar desde su balcna los pequeos que iban camino delcolegio o jugueteaban por los jardines.Los observaba con ojos de padre,orgullosos, casi llorosos, vindolescrecer cada da, como si fueran suyos;una dulce mentira que le ayudaba asonrer.

    Sobre las dos de la tarde llegaba laasistenta que le serva la comida. lapenas hablaba con ella, suconversacin se limitaba a un simples cuando le preguntaba si deba

  • colocar la bandeja en la mesa.Solo quera mirar la calle.

    Observar el ir y venir de personas queno conoca en absoluto, pero que veatodos los das, y que le ayudaban aesquivar la soledad.

    Tena un televisor, pero casisiempre permaneca apagado. Loencenda cuando ya se iba el sol paraver lo que ocurra en el mundo. Despuslo apagaba de nuevo y se acostabadando las buenas noches a todos los queen ese momento pasaban bajo su balcn.

    Una maana se levant pronto y sesent de nuevo en su silln. Apenashaba gente en la calle: unos barrenderoshaciendo su trabajo y adolescentesvolviendo a sus casas despus de una

  • noche invadida por el alcohol.Fue el alcohol precisamente el que

    ahog sus penas durante un ao. l sabaque se estaba haciendo dao, que nollegara a ninguna parte, pero noescuchaba.

    En el hospital se dio cuenta de suerror al ver como se le escapaba lavida.

    A partir de ese instante jamsvolvera a beber.

    Aquellos adolescentes sedetuvieron y miraron a Valerio, y lesaludaron. Y este simple gesto lereconfort. Luego cogi un libro al azary se dispuso a leer. Trataba sobre lasguerras y los efectos que caus en lossoldados que las vivieron en primera

  • persona. A su memoria vinieron losaos que pas en el servicio militar enAlicante. Aquellos fueron tiemposinolvidables, all conoci a sus mejoresamigos, con los que comparta guardias,arrestos y ms de una botella de whiskyen la cantina, amigos que ya no estabancon l, pero s permanecan en susrecuerdos.

    Con lgrimas en los ojos, levantla vista hacia el cuartel de infantera queestaba frente a su casa. Vio salir a dossoldados que, antes de doblar laesquina, le dedicaron un nuevo saludo.

    Valerio se puso de pie y cogi unalibreta de anillas y la pluma, que tenatantos aos como l, y decidi escribirtodo lo que le estaba ocurriendo. Lo

  • plasmara en cada una de las hojas enblanco en forma de poemas, como aquelque le dedic a su mujer das despus defallecer.

    Te fuiste,pero s que me quisiste.Se fue mi mejor rosapor culpa de la muerte caprichosa. Te fuiste,pero s que me quisiste,qu voy a hacer ahora entre estas

    cuatro paredes?Pensar en ti, solo en ti, Mercedes. Aquel da escribi un par de

    pginas. Cerr la libreta y encendi latelevisin. Mientras la miraba, sin

  • prestarle la ms mnima atencin, sequed dormido. So con su esposaMercedes, con sus amigos, con susalumnos de la universidad, con laspersonas que le saludaban con un ampliasonrisa.

    Lo que no se poda imaginar eraencontrarse con aquella muerte tancaprichosa. A partir de ah no s lo quepudo ocurrir, slo s que Valerio nodespert.

    Muchos aos despus volv aGranada, la ciudad donde naci y vivi.El balcn de su casa estaba intacto, tal ycomo me explicaron los que vivan porlos alrededores. Todos me contaban loque antao les contaron sus padres y susabuelos.

  • La historia de Valerio, el hombreque fue feliz simplemente mirando desdesu balcn a la gente de la calle ysintindose parte de ellos. Desde sumuerte nadie poda asimilar que ya noestuviese all saludando con su enormesonrisa. Aquello formaba parte de surutina diaria.

    Visit su casa, que perteneca a unsobrino, la biblioteca y su silln de telanegra. Le ech un ojo a la libreta, quesegua en la mesa, culpable en parte deque les est relatando esta historia.

    Me asom por el balcn y vi lo quel estuvo mirando durante muchotiempo. Los paseos de multitud depersonas, el cuartel, los jardines y, justoantes de marcharme, la gente de la calle

  • me empez a saludar con una sonrisa ensus rostros. Entonces no se por qu mesent feliz, como se sinti siempreValerio.

  • EL CRUCERO

    Michael odiaba a su mujer, pensque llevrsela a un crucero servira paraalgo, pero se equivoc. La seguaodiando como siempre. Los daspasaban muy lentos, y Michael intentabapasarlos como mejor saba: bebiendo.

  • Su mujer, Ana, tomaba el sol por el day lea novelas de amor por la noche, devez en cuando rompan esa insoportablerutina y hacan el amor, pero como dosseres carentes de todo sentimiento.

    Una noche Ana no tena ganas desalir de su camarote, Michael decidisalir, ms que nada para llevarle lacontraria. Camino de la discoteca cruzsu mirada con la de una bella seoritaque le sonri mientras peda una copa.

    Michael pidi otra y se sentmientras observaba a todo el mundobailando y riendo. l no tena ganas denada, ni siquiera saba cul era elprximo pas que iban a visitar, no leimportaba. Mientras pensaba en todoaquello, la bella seorita pas por

  • delante de l golpendole con superfume, volvi a mirarle, luego se pusoa bailar entre el resto de la gente.

    Despus de dos canciones, ellapar de bailar y se sent al lado deMichael, que se haba tomado ya trescopas de whisky.

    Uf, qu calor, t no bailas? lepregunt ella mientras apuraba su copa.

    No s bailar le responde sinmirarla.

    Ella sonre, se mantienen ensilencio un buen rato, de vez en cuandose miran de reojo.

    Perdone seorita, pero no tengomuchas ganas de conversar, seguro quealguien la est esperando.

    Se equivoca. Viajo sola. Me

  • apasionan estos viajes, conocer gente,pases. Desgraciadamente nadie mepuede acompaar. No aguantan mi ritmo,jeje. Y usted?

    Qu?Viaja solo?He venido con mi mujer, ella

    est ahora leyendo en la cama.Me llamo Susan se presenta.Michael le dice sin cambiar

    de expresin.Llevis mucho tiempo casados?

    pregunta la chica.Ocho malditos aos.La respuesta le deja sorprendida,

    consciente de que ese es un tema que noha debido sacar.

    Yo estoy soltera, tuve un novio

  • hace aos pero....Seorita le corta Michael de

    repente, tengo cara de estarinteresado en lo que dice?

    A Susan se le cambia la cara, selevanta y se aleja sin decir nada.Aquella expresin se le queda a Michaelgrabada, un odio superior al que lsiente.

    No volvi a ver a esa seorita endos das, hasta que una nochecoincidieron en la misma mesa durantela cena. Michael no tena intencin deabrir la boca, pero su mujer tuvo quefastidiarle los planes.

    Usted viaja sola? le preguntaAna a Susan.

    S, suelo viajar sola. No todas

  • las compaas son agradables dicemientras mira a Michael que le mantienela mirada aunque sin desearlo.

    Estoy de acuerdo comentaMichael bajando los ojos.

    El resto de la conversacin gir entorno a datos personales y demsasuntos que no tenan ningn inters, almenos para Michael.

    Otro hombre, que se mantena ensilencio en la mesa, escuchaba laconversacin. Al terminar el postre seencendi un cigarrillo.

    Y usted seor? Cul es sunombre? le pregunto Ana muyinteresada.

    Me llamo Mijail, soy de Rusia.He venido con mi esposa.

  • Dnde est ella? No ha venidoa cenar dijo Susan intentando olvidarpor un instante a Michael.

    Aqu dice cogiendo una urnaque tena en el suelo, nunca nosseparamos... Es normal que pongan esascaras, no es normal ver a un hombre conlas cenizas de su mujer en un crucerocomo este, pero uno de los deseos deella era viajar en barco.

    Se ha quedado buena noche dice Michael cambiando deconversacin tras un largo silencio.

    Si me disculpan, me retiro adormir, estoy agotado. Buenas noches se despide Mijail. Cuando se aleja, Anase echa un poco de vino en la copa, se lobebe de un trago y se levanta.

  • Que mal cuerpo se me haquedado, yo tambin me voy a la cama,una nueva novela me espera, vienesMichael?

    Michael mira a Susan, que sonrede nuevo.

    No Ana, voy a tomar un caf,luego nos vemos.

    Ana se va, dejando a los dos en lamesa.

    No has estado muy hablador,Michael? Incomodidad, tal vez?

    Es la compaa, no esespecialmente agradable que digamos.

    Se te nota a la legua que no eresfeliz, y es por culpa de tu esposa.

    A ti qu te importa le contestamalhumorado Michael.

  • No eres feliz, solo hay quemirarte, ests amargado. Te he vistosonrer por primera vez cuando Mijailha sacado las cenizas de su m