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“A TRAVÉS DEL ESPEJO: CUERPO, ARTE Y REFLEJO”
Maria Carolina Sanchez Thorin
Eje temático: Cuerpo en la teoría
Descriptores: Cuerpo, espejo, reflejo, identidad, Self, empatía, cohesión, simbolización,
arte
Resumen
El siguiente trabajo es un acercamiento desde el psicoanálisis al cuerpo desde el reflejo en
el arte. Seis obras maestras de la pintura arrojadas desde diferentes momentos históricos,
nos darán luz sobre el cuerpo, el reflejo y su impacto en la comprensión del delineamiento
de lo real y lo virtual, de ver y ser visto, de lo visible y lo invisible. Se exploran de forma
detallada facultades psíquicas esenciales como la identificación, la empatía en relación al
cuerpo y su reflejo. Es éste un recorrido por la estética a través del uso del espejo en el
arte y su interpretación psicoanalítica del cuerpo.
Desarrollo
“Estoy solo y no hay nadie en el espejo”
Jorge Luis Borges
Organiza Federación Psicoanalítica de América Latina
Septiembre 13 al 17 de 2016 Cartagena, Colombia
Envueltos de misterio y fascinación, la historia del arte, la literatura y la psicología, han
hecho de los espejos, esas superficies que nos sumergen en la posibilidad de lo virtual y en
lo inevitable de lo real. El cuerpo, como el receptáculo del devenir del Yo, invade frente a
nuestros ojos estas superficies milagrosas, convirtiendo lo aparente en posible y lo posible
en lo real. La sublime posibilidad del reflejo, rasga nuestro entender del cuerpo, lo plasma
en luz y le da una fuerza única de supervivencia. La luz y vida prestadas por los reflejos,
nos evocan el destello, el brillo, el lustre y la incandescencia de nuestro cuerpo, convirtiendo
la óptica en el haz que proyectará la plausible posibilidad de cobijar al Self y darle un
sentido en el espacio como ente tridimensional, como cuerpo.
La presencia de los reflejos en el arte no es fortuita. La presencia de espejos y de
superficies brillantes en la expresión pictórica además de ser una técnica maestra de
capturar la luz, nos ofrece como espectadores la posibilidad de ver a través del cuerpo y de
sentir a través de la visión. Se hace evidente la diferencia entre mirar y observar y nos
ofrece una vivencia de lo infinito desde la corporeidad. El espejo como metáfora, ha sido
herramienta mástil en el desarrollo del psicoanálisis, específicamente para los teóricos de
las relaciones objetales. Como metáfora y como símbolo, ha permitido comprender los
procesos de estructuración del Yo y la trascendencia del objeto madre (y el objeto
terapeuta), como las pantallas indispensables para el devenir de la energía psíquica y la
configuración del Self.
El espejo, aquel objeto pulido, perfecto, puro, más allá de ser el símbolo que ha
acompañado la posibilidad de los duplos y de la dualidad, se presenta ante nosotros como
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un ente real estático que captura la elocuencia de la luz y la arroja a nosotros para darnos la
impresión de otro espacio, otro ser, otra forma, otra posibilidad. El espejo en el arte juega
con nuestras impresiones, dando sensación de profundidad. El espejo arroja otro punto de
vista, otra realidad. El espejo como objeto y no como símbolo es lo que Freud evocando a
Kant, llamaría “la cosa en sí” (Freud, 1895) y aporta la mirada de lo subjetivo, una
experiencia real de refracción y reflexión física, capturada esencialmente por el sentido de la
visión como puente a la integración de las demás categorías sensoriales y finalmente a la
cohesión del Yo.
Varias obras de arte muestran la disyuntiva en donde el cuerpo es aquello que limita mi
existencia de los objetos y experiencias externas, pero además puede ser reproducido y
auto contemplado. El cuerpo humano tiene aspectos reconocibles y anticipados por el
inconsciente, pero el espejo proporciona la dualidad como la posibilidad de existencia doble
en otro espacio, en otro tiempo. Es éste pues, el inconsciente, ese universo paralelo,
amorfo, a-lógico, atemporal donde ya no rigen las leyes de la física. El espejo arroja el
drama de lo más profundo y antagónico de la existencia, del inconsciente. Alicia, en la obra
de Lewis Carroll (1871), en su búsqueda ingenua y plausible por un mundo oculto, se
encuentra no sólo con una reproducción de sí misma, sino con un espacio que la rodea, del
cual ella no habría sido consciente, el espacio del atrás, aquel que nunca, sin el reflejo,
pudiese abarcar. Pero la imagen, a diferencia de Alicia nos traiciona, nos seduce y nos
paraliza. La comprensión de éste mundo invisible pero existente y evidente ante el espejo,
estructura la posibilidad de empatía. Aquello que no vemos pero en lo que creemos, lo que
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comprendemos lo que podemos experimentar a pesar de su aparente ausencia. El reflejo
en el arte hace inmediata alusión a esta otra realidad.
Sr. J. Tenniel
La posibilidad de recorrer visualmente los contornos y límites mortales, producen
fascinación y a la vez angustia. La fascinación y la angustia de funden en aquello
identificado por Kohut (Citado por Banai y Shaver, 2005), como la integración del Yo, su
cohesión. La fusión de Alicia con sí misma en lo virtual, no es la manifestación de la
oscuridad de la psicosis, es precisamente el opuesto, la luz de aquello que ha sido
integrado, reconocido, pensado y simbolizado.
1. Identidad, reconocimiento, cuerpo y reflejo
“Adolescence” (Brockhurst, 1932)
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En la obra “Adolesence ” (Brockhurst, 1932), da la sensación de que la niña reconoce en su
reflejo una totalidad constituida desde su Self infantil a través de la internalización y la
constitución del núcleo de éste Self. “La base de nuestra sensación de ser un centro
independiente de iniciativa y percepción, integrado con nuestras ambiciones e ideales más
básicos y con nuestra experiencia de que el cuerpo y la mente constituyen una unidad en el
espacio y un continuo en el tiempo” (Kohut, citado por Lerner, 2015,Pg.5) Aquel momento
de ilusión que Winnicott (1958) describe como la asimetría, es un estado de expectativa
donde se percibe mediante la anticipación, la ilusión de ser otro, de duplicarse en el seno
de la madre y luego devorar el reflejo para reconocerse como diferente. Al identificar un
espacio virtual, la ilusión de otro yo proyectado, el bebé sospecha su yo virtual y puede ir
más allá del mismo. Nos muestra esta obra de arte, que en la adolescencia éste fenómeno
se reactiva nuevamente y la transacción con el mundo externo y con los objetos, es
nuevamente un reto del Yo frente al Sí mismo y al otro. Se observa el rostro de la niña
sombreado y la otra mitad pincelada por la luz. La cara iluminada simboliza el Self
cohesionado y sólido infantil, ese Self conocido en la latencia. La sombra, representa por lo
contrario, aquello que se desconoce, que se oculta del cuerpo, pero que se insinúa con el
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devenir de la consolidación de la futura identidad. La cohesión y la integración de el cuerpo
capturados en la imagen del espejo, son encubiertos a los espectadores, mientras que a la
niña se los ofrece escuetos y delineados.
Las complejas indagaciones de Lacan acerca de la función del espejo como objeto y como
símbolo, han dado un marco conceptual sólido para comprender la consolidación de la
identidad a partir del reconocimiento del sí mismo frente a la propia imagen. El
reconocimiento del sujeto en el espejo, es para Lacan la “transformación que se produce en
el individuo cuando asume una imagen, imagen que nos es cualquiera sino la de la totalidad
de sí mismo como semejante a su misma especie” (Lacan,1966. Pag12.). La niña
adolescente reconoce su cuerpo de mujer desde sus ojos infantiles, predice la integración
mental de éste futuro. Más allá de la fase del espejo lacaniana, la confrontación con el
espejo predice la captura del Yo y de los elementos de identificación que van a hacer
posible el reconocimiento. En la obra “Adolescence”, el espejo provee un elemento que nos
da otra posibilidad sensorial, la totalidad. La totalidad que vio el bebé cuando comprendió
su existencia independiente. Para la niña supone una regresión en donde el temor a la
fragmentación y a la pérdida de la cohesión, predicen la ansiedad que cobija la bienvenida
de la confusión que subyace a enterrar su cuerpo niño, suave y ligero. Es un nuevo
“momento de ilusión”, como lo plantea Winnicott (1958, Pag.231), que con la mirada,
absorbe toda la posibilidad de ser frente al reflejo. La veracidad de sí misma se desprende
de la consciencia de la totalidad del cuerpo, un cuerpo integrado y cohesionado gracias a la
misma imagen. La consciencia de la niña frente a su cuerpo púber desnudo, es la
consciencia de un Yo agente y un Yo creyente: Un Yo agente que verifica su posibilidad de
movimiento y un Yo creyente que frente a la capacidad de mirar, desarrolla la fe de existir
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en otros espacios, en otras mentes, en otros tiempos. Un Yo que desprende de sí la
posibilidad de otro como agente y otro como creyente.
2. Reflejo, cuerpo y cohesión
“La Reproduction Interdite” René Magritte (1937)
En la “Reproduction Interdite” (Magritte,1937), se encuentra una posible contradicción.
Posible es pensar en el psicoanálisis como un intento para reconocer las imagos del
sujeto y el efecto deformante de las mismas desde las relaciones objetales del mismo.
El terapeuta no es simplemente un espejo, sino aquella función especular que devuelve
la cohesión de aquello que se percibía desintegrado. El espejo restituye aquel decir del
sujeto como objeto, es decir en términos de Foucault (1999), aquello que conforma una
ideología, un sustento de la identidad frente al mundo.
El espejo es entonces transformación, transportación y comunicación. Para Jacques
Derridá (1987), el espejo es también esa posibilidad de no ser siendo: la contradicción
basada en que aquello que se refleja no es aquello reflejado, sino la transformación del
sí mismo gracias a la contradicción misma de la imagen. De alguna manera, el espejo
en el arte se presenta como la supremacía del surrealismo frente a la posibilidad del Self
de doblegarse. En la “Reproduction Interdite ”, Magritte muestra la imposibilidad de
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abarcar el cuerpo (el Self), enteramente con la percepción, con la mirada. La
contradicción semántica que se presenta al observador al ver la imposibilidad del atrás
de quien se mira, se convierte en una utopía del Yo: ahí estoy donde no estoy . El
cuerpo se convierte pues en una ilusión del Self, permitiendo a éste volcarse en la
contradicción de ser y no ser, de estar y no estar, de eros y tánatos, de consciente e
inconsciente. Quizás es aquí cuando la contradicción lógica de “La Reproduction
Interdite” sugiere que la corporeidad no es más que la percepción sensorial del terror de
percibir al Self como el otro. Silberman señala: “este es un hombre descubriendo no
sólo un espejo pero su cuerpo y su Self en el espejo” (Silberman,2007.Pag.52.). El
cuerpo es la revelación no sólo del Yo, sino de la dualidad Yo-Objeto, Objeto-Yo y sus
límites difusos correspondientes. El cuerpo visto afuera, traduce las pulsiones pero
también las disfraza y las oculta. El espejo como prótesis del Yo, no es en Magritte de
uso sustitutivo sino más bien extensivo. “El espejo es pues el reverso de los dados, las
direcciones y el tiempo; prolonga la visibilidad reflejando el cuerpo en el tiempo y
obstruyendo el reflejo usual encontrado en un espejo común” (Silberman, ib. Pag56.).
En términos de Derridá (1987), el “mirar la luz para poder ver la oscuridad”, es decir,
asumir el cuerpo (su presencia, su ausencia y su otredad), para poder abrazar las
estructuras inconscientes que lo definen. Opuesto a Narciso que no tiene ojos sino
para sí mismo, el hombre en la “Reporduction Interdite” , es ciego sólo hacia sí mismo,
hacia su inconsciente representado por su cuerpo que no ve y nunca verá. Sin
embargo, Magritte da una luz de esperanza, la simbolización. La imposibilidad de esta
corporeidad es rescatada por aquello que representa al cuerpo pero que no lo es: la
imagen, el nombre, la forma y la palabra. Este cuerpo, destinado a no existir, será
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resucitado en el símbolo y la trascendencia de su valor inconsciente, en su
representación. El espejo es entonces una “prótesis y un quiasma” del inconsciente
(Silberman,ib.).
3. Cuerpo, reflejo y empatía
“Conversation in the landing” (Blaming, 1977)
“Clementina and Isabella facing one another” (Lady Hawarden Siglo XIX)
“Mujer frente al espejo” (Picasso 1932)
Blaming Hawarden Picasso
La relación del sujeto con su reflejo en estas tres obras de arte, es una imitación del
enfrentamiento de dos sujetos. La reciprocidad no solo confunde a los espectadores, sino
que es una ambigüedad que viven los personajes representados. El cuerpo humano es
simétrico bilateralmente, esto significa que el cuerpo es el reflejo en el límite del encuentro
que coincide con el movimiento y la forma, más no con la lateralidad. El reflejo nos arroja la
imagen entonces del otro al que debo reconocer en sus extrañas diferencias del mundo a
través del espejo. Las imágenes que se ven, se confunden en el halo de aquello que es
sujeto y aquello que es objeto, los límites entre ambos son difusos. Como se ve en
“Clementina e Isabella” (Siglo XIX), el primer momento de la especularidad es un momento
narcisista, pero necesariamente se transforma en la posibilidad de verse a sí mismo en el
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otro y viceversa. Esta función de reconocimiento, indispensable para el desarrollo
psico-afectivo, no es otra que la empatía.
La empatía se define como aquella “capacidad cognitiva de percibir, en un contexto común,
lo que otro ser puede sentir” (Titchener, 1909). También es descrita como un sentimiento de
participación afectiva de una persona en la realidad que afecta a otros (Bateman y Fonagy,
2004). Para Fonagy (2002), la empatía supone uno de los pilares de la estructura psíquica
que no sólo permite el equilibrio emocional en la relaciones objetales, sino la posibilidad de
introyectar y mantener una capacidad analítica frente a las diferentes vivencias
psico-sociales. En otras palabras, la empatía como la facultad de percibir y comprender un
estado emocional ajeno, nos adentra a un espacio contundente en la experiencia del otro,
fundamentando cualquier dinámica de solución de conflictos y de negociaciones dentro de
la divergencia. Se ha descrito dentro de este marco, que aquellos niños cuya crianza está
basada en el descrito por Bowlby (1950) como “apego seguro”, a través de una relación
serena, presente, coherente emocionalmente con sus figuras primordiales, desarrollará la
capacidad empática. En términos de Winnicott (1973), la “madre suficientemente buena”
que contiene, abraza, y comprende los estados emocionales de su bebé y frente a ellos
refleja la comprensión y la serenidad de la certeza del estar ahí. Según Kohut, la madre no
sólo refleja el estado emocional del bebé, sino que también lo modifica como
representación, como simbolización (Kohut citado por Lerner, 2015). El reflejo emocional de
la madre convierte una experiencia sensorial en una consciencia contenida mentalmente.
Esta experiencia posibilita la conformación de los contornos de la identidad y por ende del
Self. En psicoanálisis este hecho se equipara al concepto de “insight”, a través del cual se
puede apreciar el significado simbólico de las emociones propias y ajenas (Rycorft, 1968).
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Para Fonagy la mentalización y por ende la empatía, promueven fundamentalmente la
equivalencia psíquica y los modos “como si” y “teleológico” (Fonagy y Bateman, 2004).
Estos tres modos suponen la expansión del Yo más allá de sus barreras céntricas hacia el
pensamiento evocado al mundo externo, específicamente a los otros y sus estados
afectivos.
La apuesta de estos tres artistas en sus obras es la de intencionalmente delinear la
diferencia del sujeto y su reflejo. La duplicación no es tal, en tanto que mirarse a sí mismo
implica mirar al otro
en la diferencia, manteniendo la unicidad de cada cuerpo y su identidad. El duplo en estas
obras es intencionalmente basado en la diferencia. El reconocimiento de la propia imagen
es en sí mismo el reconocimiento del otro. La imagen idéntica del cuerpo puede generar
una experiencia existencial de ansiedad frente a “Cuál de los dos es mi verdadero Yo?”
(Miller, 1998, pg.199). Esta ansiedad en Narciso, disfrazada de una sobre-catexia en el
Ego, lo lleva a la muerte. En cuanto a las obras en cuestión, la ansiedad que surge ante la
duplicidad, es reemplazada por la introyección y aceptación interna del otro, es
reemplazada por la empatía.
Fonagy (ib.) propone que la empatía o mentalización, tiene tres dimensiones duales: El Self
y el Otro; lo explícito y lo Implícito; lo cognitivo y lo afectivo. En la obra de Picasso, “Mujer
frente al Espejo”, vemos que el cuerpo es el continente de la identidad de la mujer que
abraza el artilugio que proyecta su imagen que es a su vez duplo y símil. El cuerpo que
arroja el espejo es el Otro, el no-Yo y al que se puede acceder a través de la superficie
especular. En la obra de Blamey (1977), la confrontación de los dos cuerpos nos pone en
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evidencia la ambigüedad de aquello que como espectadores resulta lógico y lo que no. Los
dos cuerpos se miran pronunciando su relación de similitud y simetría y el espectador se
percata que aquellos dos son uno y que el cuerpo de espaldas no es más que el continente
de las motivaciones inconscientes, posiblemente de origen edípico, del cuerpo que se
presenta de frente. El reflejo, el duplo tiene pues una expresión explícita (consciente) y una
implícita (inconsciente). Finalmente en la fotografía de Hawarden, el vidrio que separa los
dos cuerpos que se miran, ofrece a los espectadores la posibilidad de reconocer los
procesos psíquicos de empatía desde la percepción consciente y racional del encuentro de
estas dos mujeres y a la vez del pronunciamiento afectivo de su relación. Sin el intermedio
de la superficie de cristal, sería imposible capturar la génesis de ésta relación.
Conclusión
En 1998 la National Gallery of Art de Londres, hizo una exhibición de más de quinientas
obras cuyo propósito era mostrar a través de los reflejos, las complejas y contradictorias
percepciones de nuestro sí mismo reflejado. La percepción del reflejo del cuerpo en el arte
nos da a teóricos y clínicos del psicoanálisis, una oportunidad para comprender el
psiquismo desde la complejidad de lo aparente, lo sutil, lo oculto, lo bello. Una gran
proporción de la cultura humana está basada en el reflejo visible del propio cuerpo, del
propio Self y la historia del arte nos regala de forma infinita, la posibilidad de integrarlo en
nuestro pensar y observar desde el psicoanálisis.
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