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--a-- NOSTALGIA DE OVIEDO Y DE «CLARIN» Pedro Sáz Rodríguez A provecho gustoso la ocasión que se me oece de recordar lo que significaron en mi vida la oposición a la cátedra de Literatura de la Universidad de Ovie- do y el discurso de apertura del año 21, del curso 21/22. La oposición era a las cátedras de Literatura Española de las universidades de Murcia y Oviedo; yo la firmé pensdo en obtener la cáte- dra de Oviedo. En primer lugar, por la cercanía de Santander, donde yo tenía casa y familiares y donde está situada la Biblioteca Menéndez Pe- layo, que en todos estos años era un instrumento imprescindible de trabajo para mí. La Universidad de Oviedo tenía un prestigio singular y especial entre las universidades de pro- vincias. Casi todos los jóvenes prosores aspira- ban a venir a Madrid. Esta tendencia era una de las cosas que irritaban a Menéndez Pelayo, que siempre aba a aquellos que, cudo gan una oposición, se quedaban en su provincia natal: así Milá y Fontanals en Barcelona, Fernández Es- pino en Sevilla, etc. El prestigio de la Universidad de Oviedo ema- naba principalmente del gran vie que hizo don Rafael Altamira por Hispanoamérica, que e un acto de convivencia intelectual con el mundo his- poamerico, el pmero celebrado -según creo- por la intelectualidad española moderna. Además, la Universidad de Oviedo tenía métodos pedagó- gicos singulares que restaban en la monotonía de las demás universidades. Practicaba lo que llama- ban la extensión universitaria y no se conformaba con ser un centro expedidor de títulos, sino que procuraba tener un influjo social en el ambiente en que vivía y del que se rodeaba. También influyó en el prestigio de esta Universidad la gran popula- ridad de «Clarín» que, desde su cátedra de Oviedo, removía tantas ideas -según dijo Cam- poamor- como Feijóo desde su c elda conventual. Firmamos las oposiciones tres o cuatro oposito- res, pero la verdade lucha se planteó ene don José Ramón Lomba y yo. Lomba era una persona- lidad destacada del grupo de estudiosos que reci- bieron su formación en la Biblioteca y en la ense- ñanza de Menéndez Pelayo. Había publicado va- 94 rios libros importantes sobre El Rey don Pedro en el Teatro, sobre Larra, sobre el padre Arolas... En un ps donde existiese otro método de selección de los prosores hubiera parecido inverosímil que un muchacho de veintitrés años, que no había publicado más que su tesis sobre Bartolomé José Gallardo y la crica literaria de su tiempo, en la «Revue Hispanique», pudiese competir con un hombre de la edad, del prestigio y de la obra de Lomba. En realidad la oposición no lo e tanto, porque éramos muy amigos y ocurría que en los ejercicios escritos, como Lomba ya por su edad no tenía la memoria mía, que en aquellos años era verdaderamente extraordinaria, yo le cilitaba da- tos para la redacción de su trabajo; de manera que, aunque éramos opositores, en el acto de es- cribir nos ayudábamos y nos comunicábamos lo que se nos ocurría. Esto demuestra en qué térmi- nos de cordialidad se desarrolló esta oposición. Obtuve yo el número uno, lo que me daba dere- cho a elegir la cátedra, y elegí Oviedo. Ya creo haber relatado en otro lugar la anécdota de los argumentos de don José Ramón Lomba para con- vencerme de que le cediese la cátedra de Oviedo. Decía: « Usted no va a estar en la cátedra, estará en Madrid la mayor parte del tiempo, y en ese caso, ¿qué más le da no estar en Murcia que no est en Oviedo?». Pero yo le expliqué: «Eso es una idea suya, pero yo necesito estar en la cátedra de Oviedo porque, si falto de Oviedo, no será para Dib dé Clarín, en la portada del libro de Adoo Posa dedicado al esctor.

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--a--NOSTALGIA DE

OVIEDO

Y DE «CLARIN»

Pedro Sáinz Rodríguez

A provecho gustoso la ocasión que se me ofrece de recordar lo que significaron en mi vida la oposición a la cátedra de Literatura de la Universidad de Ovie­

do y el discurso de apertura del año 21, del curso 21/22.

La oposición era a las cátedras de Literatura Española de las universidades de Murcia y Oviedo; yo la firmé pensando en obtener la cáte­dra de Oviedo. En primer lugar, por la cercanía de Santander, donde yo tenía casa y familiares y donde está situada la Biblioteca Menéndez Pe­layo, que en todos estos años era un instrumento imprescindible de trabajo para mí.

La Universidad de Oviedo tenía un prestigio singular y especial entre las universidades de pro­vincias. Casi todos los jóvenes profesores aspira­ban a venir a Madrid. Esta tendencia era una de las cosas que irritaban a Menéndez Pelayo, que siempre alababa a aquellos que, cuando ganaban una oposición, se quedaban en su provincia natal: así Milá y Fontanals en Barcelona, Fernández Es­pino en Sevilla, etc.

El prestigio de la Universidad de Oviedo ema­naba principalmente del gran viaje que hizo don Rafael Altamira por Hispanoamérica, que fue un acto de convivencia intelectual con el mundo his-panoamericano, el primero celebrado -según creo-por la intelectualidad española moderna. Además, la Universidad de Oviedo tenía métodos pedagó­gicos singulares que resaltaban en la monotonía de las demás universidades. Practicaba lo que llama­ban la extensión universitaria y no se conformaba con ser un centro expedidor de títulos, sino que procuraba tener un influjo social en el ambiente en que vivía y del que se rodeaba. También influyó en el prestigio de esta Universidad la gran popula­ridad de «Clarín» que, desde su cátedra de Oviedo, removía tantas ideas -según dijo Cam­poamor- como Feijóo desde su celda conventual.

Firmamos las oposiciones tres o cuatro oposito­res, pero la verdadera lucha se planteó entre don José Ramón Lomba y yo. Lomba era una persona­lidad destacada del grupo de estudiosos que reci­bieron su formación en la Biblioteca y en la ense­ñanza de Menéndez Pelayo. Había publicado va-

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rios libros importantes sobre El Rey don Pedro en el Teatro, sobre Larra, sobre el padre Arolas ... En un país donde existiese otro método de selección de los profesores hubiera parecido inverosímil que un muchacho de veintitrés años, que no había publicado más que su tesis sobre Bartolomé José Gallardo y la crítica literaria de su tiempo, en la «Revue Hispanique», pudiese competir con un hombre de la edad, del prestigio y de la obra de Lomba. En realidad la oposición no lo fue tanto, porque éramos muy amigos y ocurría que en los ejercicios escritos, como Lomba ya por su edad no tenía la memoria mía, que en aquellos años era verdaderamente extraordinaria, yo le facilitaba da­tos para la redacción de su trabajo; de manera que, aunque éramos opositores, en el acto de es­cribir nos ayudábamos y nos comunicábamos lo que se nos ocurría. Esto demuestra en qué térmi­nos de cordialidad se desarrolló esta oposición.

Obtuve yo el número uno, lo que me daba dere­cho a elegir la cátedra, y elegí Oviedo. Ya creo haber relatado en otro lugar la anécdota de los argumentos de don José Ramón Lomba para con­vencerme de que le cediese la cátedra de Oviedo. Decía: « Usted no va a estar en la cátedra, estará en Madrid la mayor parte del tiempo, y en ese caso, ¿qué más le da no estar en Murcia que no estar en Oviedo?». Pero yo le expliqué: «Eso es una idea suya, pero yo necesito estar en la cátedra de Oviedo porque, si falto de Oviedo, no será para

Dibujo dé Clarín, en la portada del libro de Adolfo Posada dedicado al escritor.

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venirme a Madrid, sino para ir a Santander a la Biblioteca de Menéndez Pelayo y me es mucho más fácil y cómodo hacerlo desde Oviedo que desde Murcia».

Incorporado a la Universidad, cuando me de­signó el Rector para pronunciar el discurso de apertura del curso, no vacilé mucho en la elección del tema y me decidí a hacer un trabajo de con­junto sobre la personalidad y la obra de Leopoldo Alas: «Clarín». Con anterioridad a este estudio mío sólo se habían publicado sobre «Clarín» algu­nos pequeños trabajos de índole biográfica, re­memorando la convivencia con Alas, publicados por Alvarez Buylla, por Altamira ... También se contaba con una pequeña Antolog{a seleccionada por «Azorín» pero, en realidad, la personalidad, la obra de «Clarín», estaba completamente virgen como temas de investigación y crítica.

Alas presentaba ante los lectores y los intelec­tuales de la época una fisonomía especial, bas­tante confusa. Se le consideraba un anticlerical por sus polémicas, en las cuales había chocado, entre otras figuras literarias, con algunos religio­sos. Por ejemplo, el padre Muiños, agustino; el padre Blanco García. Todos recordaban también el injustísimo y violento juicio que este agustino en su Historia de la literatura Española en el siglo XIX, mantenía sobre La Regenta, denominándola «inmunda pelota de escarabajo». Todo esto hacía pensar en un «Clarín» agresivo, violento, anticle­rical, con las modalidades normales del anticleri­calismo español. También se hablaba de sus con­tactos y polémicas con los krausistas. En fin, cuando yo me asomé a la obra de «Clarín» era un panorama muy confuso el que se me ofrecía y lo primero que decidí fue poner orden y claridad en todas estas cuestiones tan discutibles y tan oscu­ras. Para ·e]lo me decidí a leerme íntegra su obra y así lo llevé a cabo. En esa lectura tomé infinidad de notas de textos que esclarecían todas las cues­tiones discutibles, tanto sobre su formación cientí­fica como sobre sus evoluciones ideológicas. He de decir que esta lectura panorámica de su obra me descubrió que el propio «Clarin», en sus confe­siones constantes, era el que nos señalaba los hitos de sus evoluciones, tanto en sus métodos de crítica, erí sus convicciones literarias, como en sus ideologías: religiosa y política.

Creo que la utilidad que todos reconocen tuvo mi discurso para los posteriores investigadores de la obra y de la personalidad de «Clarín», consiste precisamente en este método que empleé de no hacer muchas consideraciones intuitivas y perso­nales, sino expresarme siempre basándome en textos literales del propio «Clarín». Mi discurso

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UNIVERSIDAD LITF:RARIA DE OVIEDO

DISCURSO LEIDO EN LA SOLEMNE

APERTURA DEL CuRso AcADÉMJCO Di,; 1921-1922

D. PEDRO SRINZ Y RODRIGUEZ

1ttu1 tt 1, StuU1 H n1ts1U1 , lltm

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MADRID

''GRÁFICA AMBOS MUNDOS' !>t'rinol'utót, 1<'1. Te..l.J.1U·S1

1921

está plagado de citas; unas las transcribo y otras muchas las enumero para que las tenga en cuenta un futuro trabajador sobre el mismo tema.

Existía la idea de que «Clarín» había tenido una crisis religiosa que había cambiado su mentalidad, y siempre se hablaba de las dos épocas de «Cla­rín». Estas evoluciones había que analizarlas y unas eran de índole religiosa, otras de índole polí­tica y muchas de doctrina literaria crítica. A todo esto ha,bía que añadir las polémicas sobre el natu­ralismo, que fueron tan interesantes y apasionadas en la historia literaria española del siglo XIX. Ha­bía que coordinar las ideologías religiosas y las doctrinas de «Clarín» con la práctica de la novela naturalista y, creo poder afirmar, que en mi dis­curso quedó todo esto· suficientemente estudiado. Valoré también con bastante exactitud y justicia -creo- la calidad de la crítica de «Clarín». Poste­riormente se le ha acusado de benevolencia conlos consagrados de su tiempo. Esa benevolenciacreo que nacía de la superioridad efectiva d� mu­chos de esos consagrados en el ambiente literariode la época y no se le puede acusar por no haberrealizado una superación inverosímil del ambienteliterario en que vivía. Esto no obstante, uno de losgrandes valores de «Clarín», como crítico, es elhaberse anticipado a futuras valoraciones litera­rias y haber comprendido con claridad lo que ha­bían de representar ante la crítica figuras comoIbsen y Baudelaire.

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En mi estudio sobre la evolución de las ideas de «Clarín» quedaron claros tres períodos fundamen­tales y quedó clara también la evolución respecto del krausismo. Precisamente este discurso me va­lió la gran amistad que desde entonces me unió con Pérez de Ayala. Porque Pérez de Ayala, cuando lo leyó, me vino a ver y me pidió que se lo dedicase haciéndome un gran elogio, diciendo que él, que era un gran admirador de «Clarín» , por vez primera veía con claridad y con exactitud todo el confuso panorama que era la obra de Leopoldo Alas.

Ilustración de «La Regenta»: La marquesa de Vegallana ante el caserón de los Ozores.

La afirmación de un profundo sentido religioso en el espíritu de «Clarín» fue lo que motivó luego estudios en este sentido, iniciados por el padre Arboleya en un trabajo de 1926 sobre El alma religiosa de «Clar1n». Resultaba finalmente que en la obra de «Clarín» aparecían textos que se habían olvidado y no se habían tenido presentes para enjuiciarle.

Inició Leopoldo Alas estas declaraciones sobre w intimidad religiosa en un estudio de la obra de Díaz Ordóñez: La Unidad Católica. Pero donde culmina esta actitud es en el «Palique» sobre la educación religiosa de Renán. Allí podemos leer un texto que es representativo de toda esta evolu­ción:

«En ninguna parte como en España importa que sepan mucho y conozcan la teología, la antigüedad clásica, la filosofía tradicional y la moderna, los que hayan de combatir lo que se llama, con estúpido desprecio, las «antigua­llas» . No basta llamar neos, más o menos Iíricamente, a los que se agarran a la tradi­ción, al fin sagrada por muchos conceptos. »

«En la patria de Melchor Cano, de San Ignacio y de Santa Teresa, se necesita «mu­cho lastre» para decir cosas nuevas, cosas

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Retrato tópico de D. Leopoldo.

contrarias a las consagradas por la pátina del tiempo y por los resplandores del genio. »

«Y lo primero que hace falta para decir lo nuevo es conocer bien lo viejo, penetrar su valor, saber sentirlo y hasta amarlo, en lo que tiene de amable. »

También al leer la obra de «Clarín» sorprende a muchos su entusiasmo por la personalidad de Me­néndez Pelayo. Son repetidos los elogios del crí-

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).

tico montañés y no sólo por coincidencias en una actitud religiosa. sino porque él valora la indepen­dencia de la crítica de Menéndez Pelayo. que le hace reconocer los valores excelsos de una perso­nalidad tan discutible. desde el punto moral y reli­gioso. como la de Byron. Entusiasma a «Clarín» el juicio en que Menéndez Pelayo dice hablando de Byron: «Espíritus de tal energía, sea cual fuere el cauce por donde la han hecho correr. tienen en

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su propia fuerza inicial un título aristocrático que se impone a todo respeto». Y «Clarín» comenta esto diciendo: «Para mí esta frase es sublime. de un sublime crítico. fecundo en enseñanzas; encie­rra el principio más exquisito de la crítica mo­derna».

Como se ve. el elogio a Menéndez Pelayo no se refiere a cuestiones religiosas. pero no obstante hemos de recordar que don Marcelino hizo unos discursos oponiéndose al laicismo en la enseñanza y que en esto coincidió con él «Clarín». pues la diatriba más violenta. más profunda. que se ha escrito contra el laicismo en la enseñanza ha sa­lido de la pluma de «Cla1ín» .

En mi labor personal. en mi formación como crítico y como historiador de la crítica literaria. marcó una honda huella este esfuerzo que tuve que hacer de lector y comentador de toda la obra de «Clarín». Chocará a muchos que el discurso esté impreso en Madrid en 1921. La razón fue que yo solicité permiso del Rector para imprimir este trabajo en Madrid para poder ganar tiempo. por­que desde que me designó para la apertura de curso, dediqué todas mis horas absolutamente a la lectura de la obra de «Clarín» y a la elaboración de esta pequeña síntesis de mis lecturas que su­pone el discurso. Para la continuidad de este es­fuerzo conseguí que se imprimiese en Madrid y así estuve hasta el último momento trabajando en su redacción y no tuve las dificultades de enviar y recibir pruebas desde Oviedo a Madrid. donde yo residía en aquellos momentos.

No sólo ha dejado huella científica en mi obra este trabajo sobre «Clarín». sino también en mi espíritu la convivencia con la Universidad de Oviedo. Hoy veo con verdadero placer cómo un grupo de estudiosos cultivan la literatura y la crí­tica desde un punto de vista asturiano. Y siendo esto así. no podía faltar el culto a «Clarín». Su figura y su obra son estudiadas y respetadas en este renacimiento asturiano que representan los trabajos de Martínez Cachero. Alarcos Llorach, Baquero Goyanes. Pérez de Castro, Gómez San­tos. Fernández Avello. Cueto Alas. Jaime Alberti y tantos otros que han contribuido a afirmar de un modo definitivo lo que significa la personalidad de «Clarín» en la historia literaria y en la cultura de su tiempo. Esta huella quedó en mi espíritu de tal modo que. después de mi larga emigración portu­guesa de más de treinta años. cuando regresé a España, uno de los primeros trabajos que realicé fue volver a Oviedo para dar una o conferencia en mi vieja y querida Univer-sidad.