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Abolicionismo y tráfico de esclavos en Montevideo tras la fundación republicana (1829 - 1853) Alex Borucki

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Abolicionismo y tráfico de esclavos en Montevideo tras la fundación republicana (1829 - 1853)

Alex Borucki

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Ministra de Educación y Cultura: Ing. María SimónDirector Biblioteca Nacional: Dr. Tomás De Mattos

Rector Universidad de la República: Dr. Rodrigo ArocenaDecano Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación: Dr. José Seoane

Coordinación Biblioteca Nacional (diseño e impresión): Rafael Varela

Ediciones de la Biblioteca: [email protected]

Diseño gráfico editorial: Adriana Cardoso ABC/D

Diseño de portada: Rodolfo Fuentes

Queda hecho el depósito que marca la ley.

Impreso en Uruguay, 2009.

Primera edición: noviembre de 2009 Montevideo, Uruguay

© Biblioteca Nacional (Ministerio de Educación y Cultura) y Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación (Universidad de la República)

Borucki, Alex, 1976- Abolicionismo y tráfico de esclavos en Montevideotras la fundación republicana (1829-1853) / AlexBorucki. – Montevideo : Biblioteca Nacional : Universidadde la Republica, Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación , 2009. 218 p. ; 22 cm.

ISBN 978-9974-550-55-1.

1. ESCLAVITUD EN MONTEVIDEO- HISTORIA, 1829-18532. AFRODESCENDIENTES- MONTEVIDEO- HISTORIA I. Título

. F2799.B7.A2

CDD 989.504

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Resolución de la Biblioteca Nacional y la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación

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Nota del autor y agradecimientos

El manuscrito que aquí se presenta fue terminado en el año 2003. Una beca del llamado “Jóvenes con Propuesta de Investigación 2002” de la Comisión Sectorial de Investigación Científica de la Universidad de la República (CSIC-UdelaR) hizo posible la realización de este estudio. El texto resultante fue galardonado con el Primer Premio en la categoría obra inédita Ensayo de Historia del Premio Anual de Literatura concedido por el Ministerio de Educación y Cultura en su edición 2004. Este preámbulo sirve para precisar que esta investigación fue realizada a partir de la labor académica de este autor en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, y no desde su posterior experiencia como doctorando en His-toria en Emory University, Atlanta, que fue iniciada en el año 2005.

Vale aclarar también que los resultados de investigación aquí presen-tados continúan siendo vigentes a pesar del tiempo trascurrido. El único cambio que he realizado a este trabajo ha sido la incorporación de fuentes británicas y brasileñas sobre los “colonos” africanos de Montevideo, que realicé durante mis primeros años de investigación en Emory.� Asimis-mo, he incorporado algunos apuntes bibliográficos sobre la finalización del tráfico de esclavos y la esclavitud en las Américas que no estaban en el manuscrito original. Desde 2003, año en que terminé la redacción de este trabajo, mucho se ha avanzado en el estudio de la historia de los afro-descendientes en Uruguay. Por ejemplo, existen tres libros y un par de artí-

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culos sobre Jacinto Ventura de Molina (�766-�84�), un negro libre nacido en Rio Grande, Brasil, que vivió en Montevideo hacia fines del período colonial, tras la independencia uruguaya, y que dejó un registro extenso sobre su vida y su tiempo.2 En este trabajo, las citas de los textos de Molina proceden directamente de la consulta de sus manuscritos, realizada antes o durante 2003, y no de las posteriores ediciones de sus escritos. También vale aclarar que he conservado la sintaxis y ortografía original en los do-cumentos que he reproducido, realizando sólo pequeñas modificaciones que ayudan a su comprensión por los lectores de hoy.

Aprovecho esta oportunidad para agradecer a Natalia Stalla y Karla Chagas, con quienes he compartido los últimos diez años de alegrías y tristezas. El trabajo en equipo y la realización de nuestros proyectos retri-buyeron en parte las horas robadas a nuestros cariños y afectos. También agradezco a quien fue el tutor de este trabajo, Prof. Carlos Zubillaga y a la Prof. Ana Frega, sin cuyo concurso nada de lo que se generó junto a Na-talia y Karla hubiera sido posible. Asimismo, agradezco al Prof. José Pedro Barrán por la lectura de este trabajo y sus valiosos comentarios. Su recien-te desaparición física nos deja huérfanos. Debo reconocer que los estudios de Óscar Montaño me brindaron firmes indicios sobre la existencia de las fuentes que buscaba. También agradezco a Wilson González Demuro por sus observaciones sobre la prensa del período luso-brasileño y por la bibliografía sobre el espacio público decimonónico en América Latina. Mi agradecimiento también está dirigido a los funcionarios del Archivo Ge-neral de la Nación y particularmente de la Biblioteca Nacional, de donde procede la mayoría de las fuentes que sustentan este estudio.

Quiero agradecer especialmente al Prof. David Eltis, mi orientador en Emory University. Es una pena que su obra aún no esté traducida al espa-ñol, lo cual constituye un enorme vacío para los investigadores de habla

2 ���EE��W�����m���J�������V����u������������������kLetrado����W����W���������-��������766-��84��”Latin American Research Review, 44��2(2009):37-58;���EE��W�����m��y��-�������������Jacinto Ventura de Molina y los caminos de la escritura negra en el Río de la Plata. ���������������������y�������2008��256pp��;G����Z�������j������(�������)��Jacinto Ventu-ra de Molina. Antología de Manuscritos (1817-1837). �������������FH�E-�S����2008����45pp��;G����Z���� ���j�������� El licenciado negro: Jacinto Ventura de Molina. ������������� ��������2007��86pp����y���m��m��u����D���u��������������u����V�����������������m���������������������”E��:��H�G����Hu����(�������)��Derechos de memoria. Nación e independencia en América Latina,�������������FH�E��2003��pp����89-263��

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castellana sobre el tráfico de esclavos y la esclavitud en las Américas. Eltis orientó mi mirada sobre la frondosa bibliografía inglesa y norteamericana sobre estos temas, y guió mi búsqueda de fuentes británicas sobre el trá-fico de esclavos hacia el Plata. Si bien no conocía a Eltis ni a sus trabajos antes de iniciar el doctorado, justamente por la falta de traducciones al castellano, no quiero creer que fue una casualidad que mis pasos se hayan dirigido hacia Emory. Asimismo, agradezco al Departamento de Historia y al Centro de Estudios Latinoamericanos y del Caribe, ambos de Emory University, por el apoyo para mi investigación en Montevideo y Rio de Janeiro sobre los “colonos” africanos.

Por último, quiero agradecer a Alex y Alicia, mis padres. El camino itinerante que inicié en el año 2005 me ha alejado en forma intermitente de ellos. Nunca hubiera soñado hablar con ellos desde mi computadora portátil, temporalmente en Londres, con su teléfono, siempre en La Blan-queada. Por fortuna, la investigación en los archivos históricos uruguayos me ha conducido a la casita de mis viejos en cada crudo invierno monte-videano. A ellos dedico este libro.

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Introducción

Este trabajo constituye la continuación natural de estudios previos so-bre la población de origen africano en el Uruguay independiente.3 Después de haber esclarecido las prácticas de reclutamiento militar que habían im-pulsado las disposiciones abolicionistas durante la Guerra Grande (�83�-�85�), y las estrategias individuales y colectivas de la población esclava ante esa coyuntura, restaba analizar el contexto político y cultural que había propiciado la abolición de la esclavitud. De igual modo, luego de ha-ber estudiado la participación de los esclavos en la economía de la frontera durante la década de �830, quedaba pendiente ampliar la investigación sobre la continuidad del tráfico de esclavos luego de su prohibición consti-tucional. En esta instancia, se establece una aproximación al discurso abo-licionista, desde el establecimiento del Estado Oriental del Uruguay hasta la promulgación de las leyes de abolición, así como analizar la continuidad de los argumentos que legitimaban la esclavitud. También se ofrece una mirada de conjunto sobre los variados procedimientos a través de los cua-les perduró la introducción de esclavos durante este período.

Si bien los argumentos contra el tráfico y a favor de la abolición se vin-cularon a los compromisos con la libertad e igualdad generados durante la revolución, la trata de esclavos resurgió activamente tras el establecimien-to de la soberanía republicana. Hacia los años treinta del siglo XIX, la li-beralidad de la sociedad “patricia” era puesta a prueba en los debates sobre esclavitud y abolición. Los discursos esclavistas y abolicionistas exponían

3 �������������;�H�G�S�������yS����������������Esclavitud y trabajo. Un estudio sobre los afrodescendientes en la frontera uruguaya (1835 – 1855).�������������Pu�mó����2004��

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los complejos procesos de continuidad y ruptura que ligaban al naciente Uruguay con el mundo colonial. En la nueva república, algunos líderes tenían cierta obsesión en torno a la inmigración europea y su aplicación a la creación de colonias agrícolas en el interior del país. Ambas cuestiones se vinculaban a la escasez de la mano de obra, su alto costo para los proce-sos productivos y su disciplinamiento luego de dos décadas de guerra casi continua. La reactivación del tráfico de esclavos fue en el corto plazo una de las soluciones ensayadas para traer brazos al Uruguay independiente.4

La prensa, los debates parlamentarios y algunos documentos político-administrativos ofrecieron las respuestas a las interrogantes planteadas en esta investigación. La prensa montevideana constituyó nuestra fuente prin-cipal, pues se relevaron los contenidos de varios periódicos a la búsqueda de los debates sobre la esclavitud y la situación de los afrodescendientes. No se pretendió realizar un estudio exhaustivo de la prensa entre �82� y �853, pues se investigaron sólo acontecimientos o períodos bien delimitados, que po-dían ofrecer respuestas más precisas sobre el abolicionismo y la continuidad del tráfico de esclavos.

El inicio del período analizado coincide con acontecimientos que fi-jaron el rumbo de la región, como la formación del Estado Oriental del Uruguay (�830) y el Pacto de la Confederación de las Provincias del Lito-ral (�83�), que otorgó carácter institucional provisorio a la Confederación Argentina hasta �853. En Brasil, la renuncia de Pedro I dio comienzo a la Regencia (�83�-�84�). En ese lapso se generaron varios levantamientos provinciales contra la Regencia imperial. La Guerra de los Farrapos (�835-�845) fue el más importante de ellos para el Río de la Plata, constituyendo la tentativa más seria de establecer un gobierno independiente y republi-cano en Rio Grande do Sul. El período se cierra al inicio de la década de �850, con el fin de la Guerra Grande en el territorio oriental (�85�) y el derrocamiento del primer gobierno de la posguerra (�853). Asimismo, con la derrota del ejército de la Confederación Argentina leal al Gobernador Juan Manuel de Rosas (�852) a partir de la alianza conformada por el

4 P���u��p������m���b�����p��y��������������z���ó�������p��í�����830-��860����������um������p�ó������Ju���E��P����D����������������������óm���-����������F����-����� ��uzá: P�VE� DEV����� Ju��� E���� �P�ó����” ���: ���ZÁ�� F����������� Estudios sociales y económicos. ��������������������ó����á�������u�u�y������972��

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Imperio del Brasil, el Gobierno de la Defensa (Montevideo), la Provincia de Entre Ríos y la Provincia de Corrientes.

Las estadísticas sobre población en este período son bastante variadas, pues si bien es posible obtener información precisa sobre jurisdicciones es-pecíficas, es difícil elaborar datos sobre el conjunto del país o incluso sobre un departamento. Se cree que hacia �82� vivían en el territorio oriental aproximadamente 74.000 habitantes, siendo la población de Montevideo de �4.000.5 No se poseen datos sobre la adscripción étnica o racial de esos totales. No obstante, en �830 El Caduceo publicó un padrón de los cuatro primeros cuarteles de la capital, que contabilizó a �.660 habitantes. La población esclava alcanzaba el 25%. De seguro la dimensión de la pobla-ción afrodescendiente era algo superior, pues no se detalló el “color” de los sujetos anotados como libres. Según estimaciones de Andrés Lamas, en �835 vivían en Montevideo 23.404 personas, representando la población de origen africano entre el 20% y el 25% de esa cifra.6 Se debe advertir que durante la década de �830 la dimensión de la población negra debió haber variado notablemente debido a la continuidad de la trata de esclavos, a través de los arribos de “colonos” africanos y de esclavos “de servicio”. Por último, la Guerra Grande generó la disminución de ese porcentaje, entre otros factores, a partir de la “militarización” forzada de los afrodescendien-tes. En �853, El Comercio del Plata publicó los datos del padrón levantado el año anterior, en donde se establecía que la población de Montevideo era de 33.��4 individuos y que los habitantes de origen africano eran el ��%.7 El último dato procede de cifras del gobierno publicadas por la prensa, y no del necesario estudio directo de las hojas de los padrones.

En esa época la participación política no sólo se definía por el sufragio en los recientes regímenes republicanos. Había mecanismos informales de participación que conferían cierta densidad social a la vida política riopla-tense, y que tampoco estaban limitados a las lealtades caudillescas. Hilda

5 V�����������y�E�D�VE��G��������La prensa y los constituyentes en el Uruguay de 1830.���������������b��������������������980��pp��85y��46��

6 ���ED��D���H��������������pu����������í�����������D��������é���m��”�p����������Revista del Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay. ���������������m�V����º������928��pp��25y56��

7 El Comercio del Plata, ��������������º2��65��5��m�y�����853���up��m�������p�������

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Sábato sugiere que hacia la década de �860 fue necesaria la definición de un espacio público ampliado en Argentina para quienes desde la sociedad pretendieran intervenir o influir en la esfera del poder. El espacio público a la vez se constituía como legitimación del poder, del soberano, en la inter-pretación contractualista de la vida política. En ese sentido, la transforma-ción de una sociedad de Antiguo Régimen a una moderna sociedad civil a imagen del sistema republicano, requería el desarrollo de la prensa, la vida asociativa y la cultura de la movilización. Es posible señalar algo similar para la década en que se estableció la soberanía republicana en el territo-rio oriental, con la creación del Estado Oriental del Uruguay. Durante los primeros años de vida republicana pudo haberse iniciado la formación de una esfera pública separada del Estado, que “privatizó” a la sociedad civil, apuntándose como protagonista de la misma al individuo. Los hombres que interactuaban en la esfera pública debían necesariamente ser iguales, pues sólo las partes iguales podían suscribir el “contrato social”, para lo cual era esencial reunir dos requisitos: propiedad y cultura. Eso definió la esfera pública como ámbito eminentemente burgués.8

La promoción de la prensa y su control eran temas cruciales tanto para la legitimación como para la estabilidad de los gobiernos republicanos. Sin embargo, como señaló Juan Pivel Devoto para el Uruguay de la década de �830: “Si se considera la indiferencia de las masas especialmente en materia electoral o el grado de impresionabilidad de las mismas, no puede hablarse de que existiera en la época lo que propiamente se llama opinión pública.”� En aquel período, las deficiencias de la producción (dependencia de materiales elaborados en el extranjero), así como de recepción (vacío demográfico, pocos centros urbanos, problemas de transporte, baja alfabe-tización), constituyeron las mayores limitaciones de la prensa local.�0

Aunque se conocen algunas referencias en torno a las prácticas de lec-tura, como la lectura en voz alta en las pulperías o en los campamentos militares, así como sobre la circulación de los diarios, hasta el momento

8 SÁ������H�������P������p���ó��p��í����y��p����púb��������u��������������860-��880”E��:El reformismo en contrapunto, ����������������EH-E������989��pp����6-��7��

9 P�VE�DEV�����Ju���E����Historia de los partidos políticos y de las ideas políticas en el Uru-guay. La definición de los bandos (1829-1838).�������������G���í�&�í�����942��p��233��

��0 V�����������y�E�D�VE��G���������p���������pp��56-92��

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existen pocos datos concretos sobre los tirajes de aquellos años. No obstante, es posible cuantificar la variedad de periódicos publicados en Buenos Aires y Montevideo. La visualización de esa dinámica, aunque imprecisa, es útil para identificar la conexión entre la política y los vaivenes de la prensa escrita en ambas márgenes del Plata.

Cuadro 1

Número de periódicos de Montevideo (1830-1852)

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2

4

6

8

10

12

14

16

1830

1831

1832

1833

1834

1835

1836

1837

1838

1839

1840

1841

1842

1843

1844

1845

1846

1847

1848

1849

1850

1851

1852

Fuente: ZINNY, Antonio, Historia de la prensa periódica de la República Oriental del Uruguay 1807-1852, Buenos Aires, Casavalle, 1883.

Los primeros años tras el establecimiento del Estado Oriental se ca-racterizaron por los conflictos entre los partidarios de Fructuoso Rivera y Juan A. Lavalleja. En ese período hubo gran variedad de “papeles públi-cos”, hasta que la insurrección lavallejista de �832 obligó al gobierno de Rivera a desplegar una política más estricta sobre la prensa. Los años de mayor variedad de periódicos en Montevideo fueron entre �838 y �842, que coincidieron con el período conocido como el “terror” rosista en Bue-nos Aires. Los emigrados argentinos en Montevideo emplearon la prensa contra el régimen de Juan Manuel de Rosas, haciendo circular clandestina-mente en Buenos Aires los diarios publicados en la capital oriental. Luego de haberse establecido el Sitio Grande en Montevideo (�843) una parte de los diaristas argentinos adoptaron otros destinos, como Chile o Europa. La cifra de publicaciones decayó, aunque con ciertas oscilaciones, hasta la década de �850. Por otra parte, el declive en la variedad de la prensa porteña se vinculó a las sucesivas leyes impuestas por el rosismo en �833

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y �834, para sujetarla a controles más estrictos. La disminución de perió-dicos se acentuó entre �838 y �840, durante el bloqueo naval francés a Buenos Aires.

Cuadro 2

Número de periódicos de Buenos Aires (1830-1852)

02468

101214161820222426283032343638404244

1830

1831

1832

1833

1834

1835

1836

1837

1838

1839

1840

1841

1842

1843

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1848

1849

1850

1851

1852

Fuente: MYERS, Jorge, Orden y Virtud. El discurso en el régimen rosista, Buenos Aires, Universidad Nacional de Quilmes, 1995.

Los editores de los “papeles públicos”�� en Montevideo tenían variada procedencia. Algunos estaban vinculados al espacio público generado du-rante la ocupación luso-brasileña.�2 Otros, ya fuesen argentinos, orientales

���� ����������b����p������m���������������������829y��852p����������:Z���Y�����-��������Historia de la prensa periódica de la República Oriental del Uruguay 1807-1852.�u�������������������������883��P��DE����������������Indice Cronológico de la prensa periódica del Uru-guay. 1807-1852.�������������F��u������Hum���������y���������-����������962��

��2 W������G���z�z��������b���z���p��������������u����������������p��������������8��8y��828���u��qu�u����p�����u�����pub�����������u���������������J�������y��-�����������G��Z��EZDE������W��������Prensa e ideas en la sociedad montevideana durante la

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o europeos, acompañaban a las tropas que habían combatido contra el ejército imperial entre �825 y �828. Una vez establecido el gobierno pro-visorio, éste requirió de un periódico para difundir las leyes y decretos de la naciente república. Durante varios años ese rol lo cumplió El Universal (�82�-�838) del español Antonio Díaz, que había sido editor previamente en el Montevideo de la ocupación brasileña y en Buenos Aires. El Univer-sal mantuvo una línea extremadamente oficialista, desde la asunción a la presidencia de Fructuoso Rivera hasta la caída del gobierno de Manuel Oribe (�838), a quien Díaz acompañó durante la Guerra Grande.

La mayoría de los periódicos de aquellos años tenían una duración que se limitaba a unos meses. Algunos alcanzaban un año o más de ti-raje, como El Indicador (�83�-�832), de los argentinos Bernardo Guerrero Torres y José Rivera Indarte, que tuvieron una prolífica labor editorial en Montevideo. Previamente, Guerrero Torres había publicado algunos periódicos en Buenos Aires junto al oriental Manuel de Araúcho. Según Antonio Zinny, Guerrero Torres fue responsable en Montevideo de más de una docena de publicaciones entre �830 y �847. Sus editoriales estuvieron alineados al bando de Fructuoso Rivera en los conflictos de facciones. Otro de los periódicos que redactó Guerrero Torres fue El Compás (�840-�842), que se opuso a la abolición general, prefiriendo la emancipación parcial de los esclavos.

Durante la primera presidencia de Fructuoso Rivera hubo gran varie-dad de periódicos de muy breve duración. Entre ellos se hallaba La Dia-blada o el robo de la bolsa (�832), editado por Bernardo P. Berro, Juan F. Giró, Francisco J. Muñoz y Miguel Barreiro. Ese “papel público” expresaba la oposición al gobierno de Rivera, siendo clausurado luego de la insurrec-ción de Lavalleja. En esos años, los debates estaban dominados por la opo-sición entre “imperiales” y “patriotas”, entre quienes habían colaborado con el régimen luso-brasileño (que ocuparían los principales ministerios de la nueva república) y quienes habían luchado contra el mismo. Durante el gobierno de Oribe, la voz oficialista fue ejercida primero por El Estan-darte Nacional (�835-�836), que se dedicó inicialmente a censurar a la administración anterior, y luego por El Defensor de las Leyes (�836-�838),

dominación luso-brasileña (1817-1828). P��y�������������������í����H����������p����������F��u������Hum���������y�������������E�u����ó��-��������2004��

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redactado por Pedro F. Cavia, Manuel de Araúcho, Manuel Errasquin, Carlos Villademoros y Avelino Lerena.

El espacio público local se ensanchó hasta adquirir verdadera di-mensión rioplatense, a partir de la intensa labor periodística del exilio argentino. En �835, El Moderador de Ángel Navarro, Julián S. de Agüe-ro, Francisco Pico, Valentín Alsina y Manuel B. Gallardo fue clausurado por el gobierno de Oribe, a causa de sus artículos contra Juan Manuel de Rosas. La prensa anti-rosista floreció durante la segunda presidencia de Rivera, y aún más tras el inicio de la Guerra Grande. El Nacional (�835-�836 y �838-�846), que estaba inicialmente ligado al gobierno a través de su editor Andrés Lamas, contó entre sus redactores con varias figuras del exilio unitario, como José Rivera Indarte, y con representantes de la “generación romántica” como Juan B. Alberdi, Miguel Cané, Félix Frías y José Mármol. Asimismo, contó con la colaboración de Bartolomé Mi-tre y Luís L. González.

Durante la Guerra Grande, los principales periódicos en el Monte-video de la Defensa fueron El Constitucional (�838-�847), de Isidoro de María, El Nacional y El Comercio del Plata (�845-�868), redactado por Flo-rencio Varela, que fue asesinado en �848 por orden del campo sitiador. La redacción de ese periódico quedó a cargo de Valentín Alsina, recibiendo en ocasiones la colaboración de Miguel Cané y Félix Frías, entre otros. En el campo sitiador se publicó El Defensor de la Independencia Americana (�844-�85�), que tuvo como redactores a Carlos Villademoros, Antonio Díaz y Eduardo Acevedo Maturana. Bernardo P. Berro también fue arti-culista en esa publicación del Gobierno del Cerrito.

¿Cómo era representada la población negra en la prensa de Montevi-deo? En primer lugar, los esclavos aparecían en forma cotidiana como “co-sas”, en los avisos de compra y venta, y de denuncias de huida y robo, que se concentraban en la primera o la última página. Asimismo, se publica-ban sentencias judiciales, en especial en los casos de asesinato, que tenían a los esclavos como víctimas o victimarios. Algunos redactores prestaron atención a las denuncias de malos tratos, iniciando campañas contra los amos que aplicaban crueles castigos. Las noticias internacionales también incluyeron referencias esporádicas a la situación de los esclavos en otras regiones del continente. Las rebeliones esclavas, principalmente en Ba-hía, merecieron el destaque de los diarios locales, así como las sucesivas

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prohibiciones contra el tráfico de esclavos en Brasil. La prensa también incluyó reseñas sobre los debates en torno a la esclavitud y su abolición en Estados Unidos, en especial sobre las acciones de los abolicionistas. Lo mismo ocurrió con los conflictos sobre jurisdicción marítima internacio-nal generados por los buques de la armada inglesa, que interceptaban a los navíos dedicados al tráfico de esclavos.

Las prácticas de sociabilidad de origen africano también figuraron en los periódicos, pero con una nota desaprobatoria. Es posible resumir con tres palabras las referencias a las fiestas de las “salas de nación” o “candom-bes” entre �830 y �853: crítica, reglamentación y prohibición. La mayoría de las reseñas señaló genéricamente como objeto de su diatriba a los “bai-les de negros” que tenían lugar todos los días festivos en Montevideo. Salvo durante el Sitio Grande (�843-�85�) casi una vez por año se mencionaron las celebraciones de los africanos con el objeto de movilizar el celo de la policía. De este modo, la población de origen africano también figuró en la prensa a través de los edictos policiales que restringían el tiempo y el espacio de sus festividades.�3

Los debates sobre la continuidad del tráfico de esclavos, la esclavitud, y su abolición también tuvieron lugar en la prensa, incluso en ocasiones a través de la publicación de las actas de las Cámaras Legislativas. No obstante no haber encontrado evidencias de la formación de asociaciones abolicionistas en Montevideo, se han hallado profusas manifestaciones de la prédica abolicionista entre �84� y �842. La riqueza de esos textos también radicó en su calidad más rioplatense que oriental, debido a la actividad pe-riodística —y política— de los exiliados argentinos. De entre los propulsores de la abolición, los más fervientes fueron los escritores de la “generación romántica” que redactaban El Nacional. Si bien la igualdad fue uno de los aspectos principales del ideario “socialista” de esos intelectuales, ese

��3 ���������m��������������b�j������uí�u����pí�u��������������salas de nación,����-���z��������é����������������������������������������������������í�������������������-����������u��b������������������������������������������b���p��������������p�b����ó�������é����b����y��mú�����u����������í����fi��������������p���������mb�é���������í�����������pí�u�����u�����pu�������b����p������p���ó����������������������������p��-�������u��������p��m���m������������X�X���������������������b�j���:����������������������������������������ju���������p����������ó������������������������������������u������ó����pub�������(��830-��840)”�����G��D�����Gu�������(�����)Cultura y Sociedad Afro-rioplatense. �������������P����������uz��2008��pp��243-270��

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Abolicionismo y Tráfico de Esclavos en Montevideo tras la Fundación Republicana (1829 - 1853)

concepto se empleaba en forma por demás imprecisa.�4 La lucha contra la trata africana y a favor de la abolición expresaba una sólida adhesión a la causa de la libertad y de la igualdad de los hombres ante la ley, pero ¿ese dogma también incluía a la igualdad política o social? Por otra parte, se debe advertir que esa corriente intelectual también estaba impregnada, en cierta forma, de la mirada “racialista” o “racista” que dominaría el pensa-miento europeo de la segunda mitad del siglo XIX. Esteban Echeverría ex-puso en su segunda lectura en el Salón Literario de Marcos Sastre (�837), el futuro venturoso que aguardaba a los argentinos a partir de pertenecer a una “raza privilegiada”:

Pertenecemos a una raza privilegiada, a la raza caucásica, mejor dotada que ninguna de las conocidas, de un cráneo ex-tenso y de facultades intelectuales y perceptivas. Dejamos atrás pocos recuerdos y ruinas, tenemos delante, como el joven ado-lescente, un mundo de esperanzas y una fuente inagotable de vida y marchamos a la vista de Dios en busca de un porvenir.�5

Una vertiente de pensamiento racial de corte más biológico-genéti-co, fue expuesta por Andrés Lamas en un manuscrito de �850 sobre la evolución demográfica de Uruguay. Los datos de la población que Lamas ofrecía provenían de las dos décadas anteriores. El autor consideró que las “razas blancas” poseían cierta superioridad sobre la “raza negra”, a par-tir de una relación de “fecundidad” muy elevada de las primeras sobre la segunda. Lamas llamaba “fecundidad” al cociente de dividir el número de nacimientos sobre la cifra de matrimonios legítimos, dejando fuera de la estadística a quienes habían nacido de uniones ilegítimas. Además, se preguntó si esa “superioridad” era causada por las condiciones de vida de la población negra en Uruguay o por factores biológicos:

¿Tan notable superioridad de fecundidad en las razas blan-cas, depende de un mejor vigor orgánico inherente a sus consti-tuciones físicas, ó es un resultado de las conveniencias materiales

��4 �YE�S��J��������������u��ó�������������:�����������ó����má����������837������u�-�u��y�����p��í����������������”E��:G��D��������mí��Nueva Historia Argentina. Revolución República, Confederación (1806-1852). �u������������Su��m������������998��pp��427-428��

��5 ���������:WE���E�G��Fé�����El Salón literario de 1837.�u������������H�����������977��p����76��

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de que ellas disfrutan, colocadas, como están, en una condición social más favorable á todos respectos que aquella en que se halla la raza negra? No se puede ciertamente desconocer el po-deroso influjo que ejerce en la fuerza generativa del individuo blanco el buen régimen alimenticio que le sustenta, las como-didades materiales de que disfruta, las fruiciones morales y los goces del alma que son consiguientes al ejercicio espontáneo de todas sus facultades. Pero es fácil apercibirse de que esa causa, por grande que sea la energía que se le suponga, no puede, p.r si sola, producir la notable diferencia que queda demostrada. En primer lugar, por que tal causa no obra sobre la totalidad de la población blanca, pues es un hecho que una parte de esta, bastante considerable para deber tomarse en cuenta, no disfru-ta aquí de mejores conveniencias materiales que la población negra. En segundo lugar, por que la condición servil á que está sujeta la mayoría de esta ultima no le impone, en este país de costumbres dulces y de instituciones protectoras, aquellas pri-vaciones ni aquellos trabajos que, en otros países menos propi-cios, menoscaban su físico, abaten su espíritu y postran todas sus facultades. Aquí el esclavo se alimenta con los mismos man-jares que él sirve a la mesa de su dueño; duerme bajo techo; su vestido le preserva de las impresiones penosas; y leyes tutelares le amparan y aun le vengan de los malos tratamientos. Fuera de todo esto hay una parte emancipada de la población negra, y no pequeña comparada con la totalidad, que, mas o menos, cuen-ta con los recursos y participa de las conveniencias de la clase acomodada. Todo ello, pues, parece concurrir a probar que la desigualdad de condición y posición sociales, no es la sola causa de esa inferioridad de rigor generativo que se nota en la raza negra; y que en la producción de este fenómeno, entra, como causa primordial, cierta debilidad radical, o sea una deficiencia de vitalidad en su constitución orgánica. El clima –¿insuficien-cia de Calor?�6

Al final Lamas se preguntó si la diferencia de clima podría haber cau-sado esa “deficiencia” de la población negra en Montevideo. No obstante, en otro pasaje se despachó sobre la “inferioridad” de la “raza negra” debido

��6 ���ED��D���H���������p���������p��55��

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a su mayor mortalidad. Como conclusión, el autor señaló que la inmigra-ción africana era inapropiada para el país. Otro tanto se extendió sobre los inmigrantes de las Islas Canarias, a quienes consideraba de la peor clase entre las “razas blancas”.

Luego de la abolición, Eduardo Acevedo Maturana (�8�5-�863) repre-sentó un caso excepcional para la prensa local, al plantear algunos de los problemas que afectaban a la población de origen africano. Su periódico, La Constitución (�852-�853), denunció la introducción de esclavos brasileños por parte de sus amos para trabajar en las estancias de la frontera, a través de una práctica conocida como los “contratos de peonaje”. También levantó una colecta para beneficiar a una familia “de color” cuyo rancho se había incendiado. El único sustento de esa familia era la mujer, que era lavandera, pues su marido había quedado lesionado en la guerra. Acevedo Maturana denunció la discriminación contra los niños afrodescendientes, pues se les negaba la entrada a las escuelas públicas de la capital, así como los edictos policiales dirigidos hacia las mujeres negras. Una vez eliminada la esclavi-tud, los vecinos de Montevideo reclamaron la creación de un reglamento policial para la servidumbre doméstica (�852), que inicialmente sólo afec-taba a las afrodescendientes.�7 En esa ocasión, la única opinión contraria al edicto en la prensa provino de La Constitución. En lo relativo a la edu-cación, el periódico promovió la fundación de una escuela para adultos “de color”, que se estableció en �852. Incluso en la sección de noticias internacionales Acevedo Maturana incluyó notas vinculadas a la pobla-ción negra, como historias edificantes sobre religiosos y artistas “de color” que sobresalían en Europa. Desde luego que los debates sobre esclavitud y abolición en Estados Unidos figuraron en La Constitución, en especial tras la publicación de La cabaña del Tío Tom de Harriet Beecher-Stowe, que se difundió en Montevideo como folletín por entregas en abril de �853.

No todos los simpatizantes de la abolición eran eminentes políticos o letrados, o ambas cosas a la vez, sino que también hubo diaristas de variada trayectoria, cuya vida es difícil de rastrear a través del Río de la Plata. Tal

��7 ����������������D��pué������b�����ó���������������m�������ó����b���������m�������yp����������E����������������852-��860”E��:�E������������u��;�������������yF�EG�������(��mp���)Seminario Estudios sobre la Cultura Afro-Rioplatense. Historia y Presente.������-�������D�p������Pub���������������FH�E��2004��

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el caso del español José María Márquez, que publicó algunos periódicos en Buenos Aires entre �826 y �828.�8 Al parecer, Márquez había desertado del ejército españolista de Chile, tras lo cual se dirigió a Buenos Aires. Allí se vinculó a Juan A. Gelly y Santiago Vázquez, que habrían de ocupar cargos de gran relevancia en el primer gobierno de Fructuoso Rivera. Luego de haber llegado a Montevideo, Márquez se desempeñó como Defensor de Menores y Esclavos, abandonando ese cargo el 23 de setiembre de �82�. Se ignora desde cuándo se encontraba en la capital oriental. Entre �82� y �830, los periódicos que Márquez redactó o editó en Montevideo fue-ron los únicos que mantuvieron un énfasis sostenido sobre la liquidación de la trata, la emancipación de los esclavos-soldados de la guerra contra Brasil y la denuncia de maltratos contra los esclavos. Asimismo, parecen haber sido los únicos en donde se especuló con la posibilidad de abolir la esclavitud hacia �830. Salvo por La Gaceta Mercantil (editada durante tres períodos entre �82� y �830), la duración de esas publicaciones fue muy limitada: Las Cuestiones o sean las Cartas Orientales (�8 números en �82�), El Clasificador (4 números en �82�), El Montevideano (8 números en �82�) El Observador Oriental (40 números entre �828 y �82�) y El Tribuno (�� números en �830).�� En �83� Márquez murió ejecutado en España, como lo informó la prensa de Buenos Aires.20 La figura de Márquez es representa-tiva, en cierto modo, de los letrados de segundo orden que empuñaron o bien un arma o una pluma, a favor de la revolución en el Río de la Plata. Como lo testimonia su final adverso, la persistencia en pos de establecer la soberanía republicana, la libertad de los pueblos, movilizó su accionar en el Viejo y el Nuevo Mundo.

��8 Z���Y�������������Efemeridografía Argirometropolitana hasta la caída de Rosas. �u�������������mp���������P��������869��pp��20��47y����0��

��9 Z���Y�������������Historia..., �p�����p��37���á�qu�z��mp����ó���������ó�������u����p���ó���������J��é���í���z����qu��u�u���fi�u���������������p������������ñ������������y����J��quí���u��b���yF���������Qu�j������qu�p��������í��������mp�ñí��������������p������

20 �á�qu�z�Fu��u�����������������������������������ú��u������p��������������b���-�������p�ñ�������������� y ���ú���������p��p���u�b�������������y juz����p����b�������b�z���u���������ó������p��b�����������������m���������u���������S������y�u��qu�������b�������u���������u���������u������m�����������y����������������u�����������fi���������������m�����b�������������������u�������” La Gaceta Mercantil ���u��������������7��������mb������83����y���������:Z���Y�������������Efemeridografía...���p���������p������0��

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Por último, resulta aún más difícil rastrear la participación de esclavos y negros libres en los debates de prensa sobre esclavitud y abolición. Letrados negros como Jacinto Ventura de Molina existieron en Montevideo durante la década de �830.2� También había un número no estimado de habitantes de origen africano que podía leer, escribir, o que al menos escuchaba la lec-tura de la prensa.22 Unos breves apuntes sobre ese problema, que parece estar lejos de resolverse, se realizaron al analizar las cartas de “Quindongo Can-dituyose”, y de los “Mozambiques, benguelas y congos”, así como el “Dialogo entre un moreno libre que se halla en la carcel y un libre blanco”, que fueron publicados por la prensa montevideana.

2�� S��ú���u��������J�������V����u����������������ó��b�������766�������������í�G����-��(������)������ó���������������mp�ñ������J��éEu��b�������������qu���bí�����G�b������������������í�G�������u����������������������up���ó����p�ñ�����E����������-�����J����������b�jó��m�z�p�����y�����������j�����u����mp�������í��m��������ó����m���u�������qu�������������mp�������up���ó���u��-b������ñ�y�����p��m�����������ñ�����p��í�����pub������������EEy����������p�������

22 E���9�������mb������852���u���óu������u�������u������������”���u���������������������u���ó��p��m���������u�����������m���������������D����������53��um��������bí����u����qu��������������������y�������u��y������u��������m���m�����p��p����������m��������������������u��������”���má������m�������b���������u����up����������-�����������������ñó�����y������b�����������u�����La Constitución, ��������������º��4����22�������mb������852��p��2��

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Capítulo 1

Derechos de propiedad vs.

derechos de libertad La fundación de la república

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Las guerras de independencia en la América continental española cuestionaron las bases de la esclavitud. La prédica revolucionaria y las prácticas impuestas por la guerra generaron espacios propicios para el dis-curso y la acción de la población de origen africano. La militarización de un sector numéricamente relevante de los hombres “de color”, generó un marco favorable para el planteamiento de sus reclamos de libertad ante los nuevos gobiernos republicanos. Sin embargo, la retórica libertaria e igualitarista que proclamó la emancipación de las colonias fue empleada tanto por esclavos como por amos para defender sus situaciones. Amos y esclavos compartieron un conjunto de referencias vinculadas a la revolu-ción, que utilizaron o bien para fundamentar sus derechos de libertad o de propiedad. Algunos esclavos relacionaron la fractura de las relaciones de dependencia colonial con la ruptura de sus propias las cadenas. El discur-so de las elites criollas habría de proclamar la libertad, e incluso su firme disposición a liquidar el tráfico transatlántico de esclavos, pero al mismo tiempo defendió el derecho de propiedad sobre los esclavos. A pesar de los compromisos con la libertad e igualdad proclamados, ninguna de las re-voluciones del Nuevo Mundo —salvo la haitiana— devino en la abolición de la esclavitud. La presión de los amos de esclavos y los compromisos de la dirigencia de los recientes estados a favor de los derechos de propiedad, contribuyeron a que la emancipación absoluta no se planteara como un tema que requería definición inmediata.23

23 �����H��D�� P������ ���� �����u��� �� ��b��������: S����� V����� ��� ��� W��� �� �����-�����H��D��P���������������u�������b��������:S�����V�����������W����������-p�����������”Hispanic American Historical Review82��3(2002):499-523��

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No obstante, las guerras de independencia y los conflictos civiles re-presentaron oportunidades inéditas para los esclavos, pues se debilitó el control de los amos, aumentando las ocasiones propicias para la huída. La militarización forzada (y voluntaria) de miles de esclavos implicó su libe-ración. Su participación en las guerras también generó cierto compromiso de los gobiernos revolucionarios hacia los esclavos, lo cual devino en la aplicación de programas graduales de emancipación general.24

La independencia de Haití (�804) representó un caso paradigmático, pues la constitución de una “república de esclavos” que había expulsado a la población blanca, fue uno de los mayores temores de las elites crio-llas durante la revolución, contribuyendo a frenar el proceso abolicionista en las nuevas repúblicas. Las fuerzas españolistas, más que las rebeldes, emplearon los sucesos de Haití (levantamiento de esclavos e inversión del orden social) como argumento para apartar a las elites criollas de los proyectos independentistas. La revolución haitiana (�7��-�804) tuvo gran impacto en Hispanoamérica,25 particularmente en sociedades esclavistas como Cuba, Puerto Rico y Brasil, que se mantuvieron apartadas de las guerras independentistas en la primera mitad del siglo XIX. Conspiracio-nes y revueltas de esclavos surgieron en varias localidades de Cuba (�7�5-�7��), Coro (�7�5), Luisiana (�7�5), Bahía (�7�8) y Cartagena (�7��). Andrews señaló: “Las enseñanzas que las clases dominantes de todo el hemisferio extrajeron del caso haitiano eran obvias: en cualquier parte en donde grandes poblaciones no blancas vivieran bajo condiciones de trabajo

24 ��D�EWS�� G����� �������D�EWS�� G����� ����� Afro-Latin America 1800-2000. ���� Y��k�� ������ ����������yP������2004��p��57��

25 �����������ó��������p���������������������H��p�����mé������mb�é����������uyóu�������������������mp�������������u��ó��F�������������p�������������p�������������mé�����������������ú����������p�������������fi������������á����m�����������y�������������������������[��������u��ó��F�����������H��p�����mé����]�u�������������������������-���������������ju������������������m����������qu����u��������mp���������������p������������b�����������������������������b��������������u���������������y����u������������m���������mú�����������������b���yp�����y��������������b�������p�b�����E����m���m��������������p������������m��������������y�qu����������������������m�y���-�����m���������������������������������������������u�������m����S�����D�m�������Sup������p�� �������u������ ���á �� ����� p�u������� �� ��� é����� ������� �u����� �� ��������p����������u����p������p�����”G�E�����F����ç���-X�������Modernidad e independencia. Ensayos sobre las revoluciones hispánicas. ����������PF�E����992��p��4����

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forzado, una revolución política podía muy fácilmente convertirse en una revolución social.”26 En �7�0 se prohibió la introducción en el Virreinato del Río de la Plata de todo esclavo o “persona de casta” procedente de las colonias francesas, para evitar la difusión de las medidas sobre la escla-vitud emanadas de la Asamblea Nacional de Francia. En �803 hubo una insurrección de esclavos en Montevideo, cuyo objetivo era fugar de la villa para formar una comunidad independiente en el medio rural (quilombo). Luego del incidente, el Cabildo señaló con preocupación el contacto que los esclavos locales mantenían con los esclavos y negros libres embarcados en las naves francesas surtas en el puerto.27

En el período de independencia también emergió el discurso del es-tado, que defendió la causa de los esclavos en tanto ellos sirvieran a su defensa armada. En Buenos Aires, la Revolución de Mayo planteó la ex-tinción de la esclavitud mediante la paulatina transformación de la pobla-ción esclava en libre. Pero en los cuarenta años que mediaron entre �8�3 y �853 no sólo desaparecieron lentamente los esclavos, sino que también disminuyó notoriamente la población de origen africano.28 Es necesario resaltar la coyuntura bélica que abarcó casi todo este período para en-tender la progresión de medidas contra la esclavitud. En �8�2 el gobierno de Buenos Aires prohibió el tráfico de esclavos, declarando libres a todos los esclavos de amos extranjeros que arribaran al país. Esta disposición se promulgó al año siguiente de la invasión portuguesa a la Banda Oriental, que iba en auxilio de los españolistas de Montevideo. Las autoridades lu-sitanas condenaron esta medida, pues amparaba la huida de los esclavos de Río Grande do Sul hacia las Provincias Unidas del Río de la Plata. De este modo, la corona portuguesa solicitó la mediación inglesa para torcer la voluntad del gobierno de Buenos Aires. Finalmente, la prohibición del tráfico se enmendó, exceptuándose a los esclavos fugados del territorio

26 ��D�EWS��G����������Afro-Latin America, �p���������pp��37-38y54-55��

27 ������EZ����E����H�m��������E�������u��������u�u�y�������bu��ó����u���u-�������ó����-��������”E��:Revista Nacional,�ñ��V����m�XV����úm���45��pp��398-400��

28 ������p���������������b��������pub�����������������m������������b�������������������������u�����������������853�����u��������p�����u����������������������86������D�EWS��G����������Los afroargentinos de Buenos Aires.�u������������E�������F�������989��pp��58-69��

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portugués, quienes serían extraditados, así como a los que arribaran con sus amos en calidad de sirvientes.2�

En �8�3, la ley de libertad de vientres (con el reglamento de los liber-tos) y el comienzo de las levas de esclavos complementaron las medidas orientadas a extinguir la esclavitud en los territorios del gobierno revo-lucionario. Como resultado, hacia �827 el 60% de la población negra de Buenos Aires era libre,30 pero el 43,2% de la misma estaba constituido por menores de �4 años, quienes eran libertos y no libres, y que continuaban bajo el control de sus antiguos amos mediante el sistema de patronato. Su situación fue regulada por el Reglamento de la Educación y ejercicio de libertos, que estableció que los menores debían trabajar para sus patrones, a cambio de su completa emancipación, hasta cumplir los dieciséis años de edad las mujeres y los veinte los hombres. El patronato también fina-lizaba si el pupilo contraía matrimonio. El liberto no podía ser separado de su madre antes de cumplir dos años de edad, prohibiéndose el traspaso o venta de los derechos de patronato durante el período de lactancia. El tutor debía asegurar alimento, vivienda y educación al pupilo, así como un peso de salario mensual a partir de los catorce años de edad para las muje-res y de los quince para los varones. El reglamento dispuso otras medidas de protección y de sostén económico para los libertos, como el otorga-miento de un predio de labranza. Por otra parte, según Andrews, las levas de esclavos liberaron a dos mil hombres mediante su incorporación a los ejércitos entre �8�3 y �8�8. A pesar de estas medidas, la abolición de la es-clavitud estaba fuera de discusión, lo cual se plasmó en los periódicos. En �8�2, un artículo de prensa sostuvo que la abolición no era posible debido a la defensa de los derechos de propiedad de los amos, así como a la inca-pacidad de los esclavos para hacerse cargo de su libertad. Se decía que una vez liberados, los esclavos habrían de transgredir los derechos de los otros ciudadanos. Si bien la revolución terminó de barrer el poder español de la región, no aniquiló los prejuicios vinculados al sistema de “castas”.

29 F�EG������������m���������b�����������mp���������u��ó��������������������P��-���������������������u��������8��5-��820”E��:�E������������u��;�������������yF�EG�������(��mp���)Seminario Estudios sobre la Cultura Afro-Rioplatense. Historia y Presente.��������-�����D�p������Pub���������������FH�E��2004��p��46��

30 ��D�EWS��G����������Los afroargentinos,�p���������pp��58-6����

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El gobierno artiguista aplicó la ley de libertad de vientres y las levas de esclavos en la Banda Oriental. Ana Frega analizó la extensión de estas medidas durante la segunda fase de la revolución artiguista, entre �8�5 y �820.3� La situación excepcional del territorio oriental, a causa del domi-nio simultáneo y a veces superpuesto de diferentes jurisdicciones (espa-ñola, porteña, oriental y portuguesa) generó mayores oportunidades de fuga para los esclavos durante la coyuntura bélica. La ley de libertad de vientres fue aplicada en el territorio oriental, no obstante continuar la venta de niños esclavos. Las madres debieron recurrir con frecuencia a los tribunales para reclamar la libertad de sus hijos esclavizados. Algunos amos emplearon a su favor la autonomía política de la Provincia Oriental con relación al gobierno porteño, para argumentar en contra de la libertad de vientres en los tribunales. Sin embargo, la libertad de vientres fue am-pliamente aplicada por el gobierno artiguista hasta el advenimiento de la ocupación luso-brasileña.

El Directorio de las Provincias Unidas dispuso en �8�5 una leva de esclavos en Montevideo, ante los tropiezos de la guerra contra los espa-ñolistas en las provincias del norte y el avance de las tropas artiguistas en la Banda Oriental. Una medida similar fue ejecutada por el gobierno artiguista ante las invasiones portuguesas (�8�6), cuando formó un nuevo Batallón de Morenos a través del reclutamiento de una parte de los es-clavos de Montevideo. En ese año, las tropas integradas por ex-esclavos fueron leales al gobierno artiguista, derrotando la revuelta que algunos notables de la ciudad organizaron en contra del Delegado Miguel Barrei-ro.32 No obstante, en �8�7 buena parte de ese batallón se plegó a la oferta de libertad del comandante portugués Carlos Lecor. Paradójicamente, el mismo régimen que había atacado las disposiciones de Buenos Aires para alentar la fuga de esclavos, ahora empleaba esa misma herramienta para debilitar al ejército artiguista. Entre otras conclusiones, Frega consideró que por el momento es imposible establecer si las autoridades artiguistas tenían mayores miramientos hacia los reclamos de libertad de los esclavos, en comparación con las coloniales o con las portuguesas. El Reglamento

3�� F�EG����������p�������

32 ��mb���ub����u��������u��������������������������������������u�m����������u��������u���������������8��7���b�m��p��54��

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de Tierras (�8�5) ofreció posibilidades de beneficiar a “los más infelices” mediante el otorgamiento de predios de buena calidad entre la población libre de origen africano. En síntesis, la revolución fue percibida por los esclavos como una oportunidad excepcional para obtener la libertad.33

En lo concerniente a la esclavitud, la ocupación luso-brasileña (�8�7-�82�) se encaminó hacia una dirección distinta a los planteos de la revo-lución. No se reconoció la libertad de vientres, se reactivó la introducción de esclavos africanos en Montevideo y aumentó la población esclava en la frontera debido al establecimiento de estancieros brasileños.34 Si bien la administración luso-brasileña respetó las leyes referentes a la relación amo-esclavo, atendiendo a algunos reclamos de los últimos, la continui-dad de ese gobierno implicaba la perpetuación del sistema esclavista en el territorio oriental.35 La reanudación de las operaciones militares contra la ocupación brasileña brindaría nuevas oportunidades de libertad. En di-ciembre de �825, Juan A. Lavalleja recibió una carta firmada por diez mo-renos y pardos que se comprometían a luchar contra la tropa invasora. De esa nota, reproducida en forma fragmentaria por publicaciones sobre este tema, en general se cita sólo el inicio: “Comprometidos nosotros los del

33 �����yu���u�������u���������p���b����óqu��������������������������u����p��������b�����y����������m��������pu��������������������u���p����������mp����p����ó��y���-���m������ó����P����������������������m������������������������b����������������������p���������qu�p�����m�b��������u��ó��p���������b������má�������������y��í�u�������p��-����p����������������u��qu��up������qu������p�����u��b������b����p�����������u��z�qu���������u������������m������u�������p����������������”�bí��m��p��58��

34 E����825�����ó���u������é��������������������zóu���������p��ó����b����p�b����ó�������������������u�������uyó�����������������í��p����b����p����ó����qu��������u��ó����b�í�p��m���������������p����������ú���m��:�D������������������qu��u�����muy��um������ ������ �� �� �u���� �����u����������� p��� ��m� �� P����� ����������b� ��� �����u����á���y�����óm���m�������� ������������p���������í� ��m���um���ó����qu�������-������qu���m����������m��;�������u�í���muyb����y�u�������ú���������������í�����P�������Su��úm������m���uyó����������b��m�����p�������m�����������p��p���������u�-�������z���������j���������p�������y������������u�������������������yp���z����qu����pu���������mp����������b�j����u��qu�u���p���������b����H���b���u��p�qu�ñ�������m�����p�����mp������ó��������í���J���������y����������������������ñ����p���������mp�����������”����Á���J��éP��;F�EG�������y������E������ó�������El cónsul británico en Montevideo y la independencia del Uruguay. Selección de informes de Thomas Samuel Hood. �������������D�p������Pub�������������������������998��p��67��

35 S�b������p��í�������P��������F���������y�E������������u����Amos y esclavos en el Río de la Plata. �����������:P���������2007��

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color bajo a tomar armas para defender nuestra Patria [...]”.36 Sin embargo, en pocas ocasiones se ha analizado el plan de los patriotas montevideanos de origen africano:

“[...] se pone de dho color bajo, 400 a 500 hombres solamen-te para defender el Pabellón de nuestra Patria: y con el mayor silencio sorprendiendo las dos Guardias princip.s q.e que son la del Muelle y del Portón, y en el mismo instante, presentado V. E. las tropas q.e le paresca sean bastantes p.a asaltar la Plaza, con lo q.e creemos sera suficiente para romper las cadenas de nues-tra esclavitud, y así suplicamos a V.E. sea servido mandarnos un guiador por el cual podremos ser dirigidos a la gran empresa. V.E. podrá discurrir un modo por, el cual pueda mandarnos ar-mas y municiones, para librar la plaza de los tiranos. Tambien tenem.s los Libertos preparados, y solo esperan el más minimo mov.to p.a declararse contra el tirano Emperador [...]”

Morenos y pardos, tanto esclavos como libres, se proponían dar pelea a las tropas brasileñas acantonadas en la ciudad. En forma coordinada La-valleja debía atacar la plaza, que se sometería debido a la combinación de la revuelta interna y del asalto exterior. Desde mayo de �825 las fuerzas al mando de Manuel Oribe ocupaban el Cerrito, emplazando su base a poca distancia de Montevideo. Asimismo, luego de las victorias de Rincón y Sarandí, los habitantes de la plaza especulaban sobre el avance final hacia la ciudad. Al parecer fue imposible armar a los efectivos que pretendían organizar la revuelta o incluso enviarles un jefe. Tal vez se desestimó la propuesta por su peligrosidad, pues momentáneamente la capital quedaría bajo control de los esclavos. Es posible que los revolucionarios de �825 temieran que se los vinculara con vertientes de radicalismo social, lo cual desprestigiaría su causa ante la elite montevideana.37

El discurso de los esclavos nuevamente superpuso la concreción de la libertad política a su propia emancipación, pues solicitaron a Lavalleja el

36 �������G�����Ju�������������������j�����0�������mb������825����������u���p���u��-����������u��������ó�����:PE�ED�V��DES��������������Línea de Color. S�����������������E���E����������938��p��243��

37 E������� �u��u������p����P����� J��éP������á���������������y�������� �u����� ���ú���m�����u����������up���ó��b������ñ���E���b������p��������������ó�����p��������º��m�y�����829��p������pué������������������ú���m�����p���mp���������

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Abolicionismo y Tráfico de Esclavos en Montevideo tras la Fundación Republicana (1829 - 1853)

asalto a la ciudad para “romper las cadenas de nuestra esclavitud”. Desde su inicio, la guerra contra Brasil tuvo la participación de los morenos y pardos, reconociéndose dos criados de Pantaleón Artigas y Manuel Oribe en la nómina de los “Treinta y Tres Orientales”.38 En noviembre de �825 el Batallón Libertos Orientales, que había sido creado reclutando libres y esclavos, poseía 300 efectivos de tropa y �0 oficiales.3� Los esclavos en-rolados en ese cuerpo obtenían una oportunidad para liberarse. Una vez que las tropas orientales se acercaron a Montevideo y luego de las sucesi-vas victorias contra las fuerzas imperiales, algunos esclavos de la capital pudieron percibir que se estaba generando una coyuntura favorable para emanciparse a través de las armas. El plan para la toma de Montevideo tenía por objetivo final hacerlos merecedores de la libertad.

1.1. La emancipación de los soldados de la independencia.

Las levas raciales de las tropas orientales se reanudaron en febrero de �82�, ordenándose la reunión de los “morenos que se hallan diseminados por los pueblos y campaña”40 para su remisión a la villa de Durazno. El decreto del �8 de mayo de ese año y su complemento del �0 de junio regu-larizaron la situación de los esclavos alistados. Se dispuso la emancipación de los esclavos que habían participado en la guerra con Brasil y que habían servido al menos tres años. El gobierno provisorio pagaría el valor de su rescate a sus amos. Quienes no hubieran alcanzado ese plazo de servicio debían retornar a la esclavitud, a excepción de los soldados cuya foja de servicio tuviese “algún acto distinguido o de mérito particular”. Esta cláu-sula facilitó la emancipación de quienes no habían cumplido los tres años de servicio. El introito del decreto señaló la predisposición de la nueva república hacia la liquidación de la esclavitud: “[...] [el gobierno] propen-derá [a] la emancipación de todos los hombres sujetos a aquella condición

38 ������EZ����E����H�m������p���������Revista Nacional. ��������������ñ��V����m�XV����úm���45��p��42����

39 E�������ó������b�����������������u�����ó����p��������������u�����������b���-�����������ó��yS������í� ���������������p����������������� ���p����������b������ñ���������������S����m����������m��m���u���p����������u��p������zó�����826�����������b������ñ�����up�����������S����������bí���

40 �b�m��p��422��

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[esclavitud] y muy particularmente a los que se hayan hecho merecedores por sus servicios a la Causa Publica [...]”. Sin embargo, en aquel momento sólo se liberó a algunos esclavos que habían participado directamente en la guerra.

El gobierno provisional también atendió las solicitudes de los amos que pretendían obtener una retribución o gestionar la restitución del es-clavo fugado. Entre setiembre de �82� y febrero del año siguiente se tra-mitaron favorablemente varios reclamos, pagándose entre 250 y 300 pesos por el rescate de cada esclavo.4� No todos los pedidos fueron resueltos. En algunos casos, las autoridades aguardaron una resolución de la Asamblea General del Estado Oriental. En junio de �833, Pedro Gonzales reclamó el pago por un esclavo suyo, quien a pesar de no haber cumplido los tres años de servicio continuaba en la tropa.42 Una investigación posterior fundamentó la emancipación del esclavo debido a su foja de servicios. Se liquidaron 250 pesos a González, procediéndose a pagar una tercera parte al contado, el otro tercio a los dos meses y el saldo restante a los cuatro meses. Esa misma fórmula de pago se aplicó a otros casos.

Algunos esclavos cambiaron de nombre después de fugarse para in-corporarse a la tropa. El esclavo de Manuel Fernández, Juan Marcos, pasó a llamarse Juan Correa al incorporarse al Batallón Nº� de infantería en �825.43 Fernández había iniciado su reclamo en �830, pero luego de la pérdida de algunos documentos probatorios sobre la condición de su ex-esclavo, debió aguardar hasta �833 para obtener una retribución.

Otras solicitudes fueron más complejas, pues se vinculaban —o ha-brían de hacerlo— a levas raciales del pasado y del futuro. No sólo los amos se dirigieron a las autoridades, sino también algunos esclavos que reclamaban su libertad. El Defensor de Menores y Esclavos presentó el caso del pardo Andrés Saturnino Piris para su resolución por el Ministro

4�� PE�F�����J������Abolición de la esclavitud en el Uruguay,�������������E�������P��z�����996��pp����35-��39��

42 �������G�����������������F�����E��������G���������m���������������������������Gu����(�������������G�-�G������Gu�)����j���2��6�� ju��������833��[E�p����������P����G���z����]����9��ju��������833��

43 �G�-�G������Gu�����j���2��9�������mb������833��[E�p�������������F�������z]��23������������833��

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Abolicionismo y Tráfico de Esclavos en Montevideo tras la Fundación Republicana (1829 - 1853)

de Guerra en �833.44 Piris había sido enrolado por el gobierno artiguista, participando en la batalla de India Muerta, Paso del Cuello y en otros en-cuentros menores con los portugueses en �8�7. Los amos de Piris le habían prometido su libertad pero no cumplieron su palabra. Por tanto, Piris quiso ampararse en la ley que emancipaba a los soldados de la independencia. El Defensor de esclavos argumentó: “[...] aunq.e dha ley no escluye se crea dictada solo p.a los de la ult.a grra p.a arrojar la dominacion extranjera, como no excluye a los q.e pelearon contra esta cuando invadia deben estos gozar igual beneficio.” Asimismo, adjuntó el testimonio de oficiales que recordaban la participación de Piris. El Fiscal General falló a favor del pedido pues: “[...] consta q.e los soldados q.e sirvieron contra la invasion portuguesa nunca fueron pagados con regularidad [...]”. Los amos de escla-vos afectados por las levas del gobierno artiguista también se beneficiaron de las medidas emancipadoras de la naciente república. Antonio Arraga constituye un caso extremo, pues en �833 acreditó una deuda de 6500 pesos contra la Contaduría General, que le reconoció los derechos de re-tribución sobre 26 esclavos, casi todos alistados por la revolución oriental. Arraga inició sus reclamos en �826 ante el gobierno de Buenos Aires —lo cual explicaría la pérdida de una parte de la documentación— continuan-do sus demandas en Montevideo en �82�, a partir de la ley de emancipa-ción de los soldados-esclavos.45 Arraga no documentó la situación de todos los esclavos que imputó como soldados. Por tanto, recurrió a Rufino Bauzá, que había sido jefe de uno de los regimientos de libertos de aquel tiempo. Bauzá sostuvo que: “no p[odía] recordar el nume.o de criados pertenec.s a este interesado q.e servian en el Bat.on en el año 8�5: p.o le consta[ba] de un modo indudable q.e habia porcion de ellos con su apellido.” Por otra parte, es probable que detrás de este expediente se encuentre otro tipo de negocio, vinculado a los papeles de crédito del Estado.

Algunas situaciones no habrían de resolverse en forma concluyente sino hasta la abolición de la esclavitud. El esclavo Tomás Pereira había fugado con su familia desde Brasil al territorio oriental en �825. Su inten-ción había sido alistarse en las tropas orientales, “[...] a efecto de obtener

44 �G�-�G������Gu�����j���2��9�������mb������833��[E�p���������������é�S��u�������P����]��3��������������833��

45 �G�-�G������Gu�����j���2��9�������mb������833��[E�p�������������������������]��23��m�y�����833��

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por ese medio la libertad que una Ley Patria habia ofrecido, a los que de su condicion y pertenecientes a Brasileros, se amparasen en las banderas del Ejercito.”46 De este modo, participó en el asedio de Colonia del Sacramen-to, continuando en campaña hasta que su condición física le impidió per-manecer en la infantería. Como hombre libre se estableció con su familia en San José, hasta que fue esclavizado nuevamente en �836, por un sujeto que se presentó como el nieto de su antiguo amo. Luego Pereira y su fami-lia fueron vendidos a cambio de un rodeo vacuno a Pedro Echart. La ley de abolición de �842 terminó por liberar a Pereira y a su mujer. Sin embar-go, sus hijos continuaron bajo el patronato de Echart. Por tanto, Pereira reclamó —exitosamente— la devolución de sus hijos al año siguiente.

El �� de marzo de �830 la Asamblea General Constituyente declaró la libertad de los esclavos brasileños que durante la guerra hubiesen fugado del territorio imperial y de quienes en ese período hubiesen sido confis-cados por las autoridades orientales.47 En �833, el brasileño Juan Quirino Viñas solicitó la devolución de un esclavo que se había fugado en �82�. El esclavo no había huido durante la guerra aunque se encontraba en ese mo-mento sirviendo en el ejército. El Defensor de Menores y Esclavos sostuvo que Francisco —así se llamaba el fugado— no necesitaba: “[...] apoiarse, aunque podia hacerlo, en haberse hallado...en la gloriosa jornada de Itu-zaingo al servicio del Gral en Gefe D Carlos Alvear, a quien se presento al otro lado de Bayes”48 pues bastaba aplicar la medida del �� de marzo. Por tanto, el antiguo esclavo mantuvo su libertad sin disponerse una retribu-ción a su amo.

La situación de los esclavos huidos del Brasil no se resolvió fácilmente. La Asamblea Constituyente consideró incluir a los esclavos en los casos en los que se había pactado restituir los bienes de los súbditos imperiales. Finalmente, se optó por saldar esa cuenta defendiendo tanto la propiedad como la libertad. El Estado pagaría por la libertad de esos esclavos

46 �������G�����������������F�����E��������G���������m���������������������������G�b������(�������������G�-�G������G�b)����j�946������������843��[E�p������������m��P������]��26������������843��

47 El Fanal,�������������3���b�������830��p��2��

48 �G�-�G������Gu�����j���220�����ub������833��[E�p����������Ju���Qu������V�ñ��]����6�����ub������833��

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Abolicionismo y Tráfico de Esclavos en Montevideo tras la Fundación Republicana (1829 - 1853)

(no de todos los esclavos brasileños fugados) cuya condición de libre no sería objetada. Asimismo, se habría de devolver en dinero su valor al pro-pietario brasileño, cuyos bienes debían ser reparados. También se debatió sobre los efectos de la confiscación de esclavos brasileños por parte de los jefes orientales. Algunos esclavos fugados o confiscados por oficiales de tropa no habían sido emancipados, sino que fueron integrados a su servi-cio personal.4� Tomás Diago sostuvo que le “[...] consta[ba] que varios Jefes militares tienen como esclavos a varios que han tomado durante la guerra y para evitar tamaño abuso creo que debe tomarse una medida pronta.”50 Los esclavos confiscados incluso eran utilizados como valor de cambio por los jefes militares, quienes así pagaban deudas pendientes. El fondo del debate consistía en que el Estado no podía participar ni aprobar el esclavi-zamiento de seres humanos, pues era contrario a los principios republicanos. No obstante, debía respetar las prerrogativas militares vinculadas al derecho de confiscación durante la guerra. Se resolvió que los esclavos confiscados y empleados por los militares como forma de pago, serían emancipados por la república, que solventaría el costo de esa operación.

No sólo los esclavos-soldados se beneficiaron del escenario patriótico que estableció la fundación republicana, sino también algunas mujeres. Las celebraciones vinculadas al poder desde el período colonial y durante la revolución, habían generado modalidades de festejos tales como liberar presos, emancipar esclavos o montar representaciones teatrales. El �7 de julio de �830 dos esclavas fueron entregadas a disposición del Cabildo, pues habían sido puestas como premio de una rifa y el ganador no se había presentado. Las esclavas peticionaron al Cabildo que: “... como es proximo el dia en que nuestra Rep.ca sera libre a V.E. pedimos nos de tambien liber-tad a nosotras.”5� Las esclavas intentaron beneficiarse del clima de fiesta cívica por la Jura de la Constitución, para obtener su libertad. Se ignora cuál fue la respuesta a su pedido.

49 ��������������� Yeninyanya. Historia de los afrouruguayos,��������������u����������200����p����30��

50 Actas de la Asamblea General Constituyente y Legislativa del Estado,���������������p�-��áfi������E��u�������������������y�fi��������897����m�3��p��248������ó�������0��m��z�����830��

5�� ������EZ����E����H�m������p���������Revista Nacional, ��������������ñ��V����m�XV����úm���45��p��408��

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4�

A pesar de la coyuntura festiva, no todos los soldados de la indepen-dencia fueron emancipados. Eduardo Acevedo señaló que las limitaciones del erario público impidieron extender ese beneficio a todos los esclavos alistados.52 De este modo, los amos hicieron retornar a la esclavitud a al-gunos antiguos soldados. Un sector de la prensa denunció la indefensión en que había dejado la república a sus antiguos defensores. Las Cuestio-nes o sean las Cartas Orientales y El Tribuno, redactados por Juan María Márquez, intentaron movilizar los sentimientos de la población hacia la situación de los esclavos-soldados. La prensa hizo referencia al levanta-miento de una suscripción para emancipar un esclavo.53 Es posible que se organizaran otras colectas con el mismo cometido.

En sintonía con esos reclamos, Juan María Márquez sostuvo que la Asamblea General y el gobierno debían garantizar la libertad de los sol-dados-esclavos con nuevas medidas, a costa de emitir papeles de crédi-to público, pues las autoridades orientales no debían ser ingratas con quienes habían defendido la independencia.54 Algunos soldados-esclavos debido a las heridas recibidas fueron parcialmente incapacitados para trabajar, disminuyendo su capacidad para emanciparse a través del con-chabo.55 Márquez destacó la conducta de los oficiales Bernabé Magari-ños y Rufino Bauzá, quienes no habían reclamado la restitución de sus esclavos a su propiedad: “[...] vemos que de las casas de los SS Magari-ños, y Bauza que era, uno gefe del cuerpo, y el otro oficial, hay porcion de soldados, y que andan libres sin que se les molesten, reservando sus acciones para reclamarlas en oportunidad [...]” Al parecer, ambos mili-tares aguardaban una mejor ocasión para iniciar sus reclamos contra el erario público. Mientras tanto, sus antiguos esclavos permanecían libres pero bajo su mando en la tropa.

52 ��EVED���E�u������Anales Históricos del Uruguay,���������������������y��m������933��������pp��35��-352��

53 �S�����u����pu������200p����p�����b��������u��������������qu�����������-��������b��������p���[������]”��Las Cuestiones o Sean las Cartas Orientales,�������������5�������mb������829��p����03[p�����������������u���������]��

54 El Tribuno,���������������0���b�������830��p��2��

55 �����������p�������b�j��p����������������������p������������p���u��m����S�������������b�j�b������m�����������������p����b�p������p�����������p�����p����qu����b��������y���pu�����������mp�����mp����u��b�������

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Abolicionismo y Tráfico de Esclavos en Montevideo tras la Fundación Republicana (1829 - 1853)

La Gaceta Mercantil —también redactada por Márquez— publicó una nota sobre el esclavo Santiago Casavalle, quien en �827 tras haber heri-do a otro esclavo fugó a Cerro Largo, en donde se incorporó al ejército oriental. Al retornar a Montevideo fue encarcelado y entregado a su amo. Santiago no había cumplido tres años de servicio ni tampoco tenía hechos excepcionales en su foja de servicio. Según se anotó en el periódico:

Santiago expuso con toda la veemencia de que es capaz un oprimido, que él habia servido a la Patria, en concepto, de ser libre, que sino se habia hallado en acciones, fue por accidente, que entre tanto desde el momento de entrar a ser uno de los que componian las filas de las tropas libertadoras del Estado estubo expuesto a morir en accion, o ser prisionero de guerra, que por este principio y el del tácito consentimiento de su amo en permitirle sirviera durante la guerra y aun despues de ella habia adquirido su libertad de hecho [...]56

Finalmente se estableció que Santiago entregara 200 pesos a su anti-guo amo a cambio de su libertad, dando cuatro pesos mensuales. La suma que debía pagar Santiago era menor que el valor de un esclavo adulto (entre 300 y 400 pesos), así como que el monto que debía entregar por mes constituía entre la mitad y un tercio del conchabo mensual de un peón de estancia o labranza. En el momento del acuerdo, Santiago entregó una suma a cuenta del total, comprometiéndose a pagar el resto a razón de cua-tro pesos mensuales. Esta fórmula fue celebrada por el autor del artículo, que sostuvo que podía aplicarse para establecer un sistema de patronato que concluyera en la abolición de la esclavitud.

Márquez fue Defensor de Menores y Esclavos en Montevideo durante �82�.57 Su labor como defensor y “publicista” se manifiesta en el “Diálogo entre un moreno libre que se hallo en la carcel, y un libre blanco”.58 El diálogo, que fue publicado en dos números consecutivos de El Tribuno, evidenció las injusticias que sufrían los soldados de la independencia vuel-tos a la esclavitud. Uno de los participantes fue el moreno Lora, que estaba

56 La Gaceta Mercantil,��������������º83��26������������830��p��2��

57 Z���Y�������������Historia...,�p�������p��37��

58 El Tribuno,�������������5���b���y��0���b�������830��

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en prisión. El interlocutor de Lora de seguro fue el propio Márquez en su condición de Defensor de esclavos. Al parecer, Márquez se interesó por este caso al iniciar su labor judicial. De nuevo se recrearon las pa-labras de la víctima a través de la escritura del redactor. Así describió Lora su situación:

[...] antes que se formase el regimiento de Libertos Orienta-les, ya servía yo a las banderas patrias. Formado aquel, serví en el hasta la accion del Paso de la Arena o Cuello, en la que fui herido y prisionero ultimamente: conducido en clace de tal, los portugueses me pasaron a su escuadra en la que permanesi año y medio: al cabo de este tiempo me arrojaron, como inutil, di-ciendome que fuera libremente donde quisiera. Venido a tierra me toman por la fuerza y D. L...de las C...me vendio por 55 o 60 pesos al señor M... ¡el infeliz nunca halla o pocas veces amparo, ni en los encargados de ejercer justicia! Asi fue que yo liberta-do vajo la oferta del gobierno patrio, inutilizado por defender el pais, y suelto libremente, despues de mi infortunio de año y medio de prision, volvi a la esclavitud.[...]”

Lora permaneció con grillete y cadenas en la panadería de su nuevo amo hasta la entrada del gobierno provisorio a Montevideo en mayo de �82�. En ese momento le fueron quitados los hierros, ante lo cual escapó para presentarse ante su antiguo oficial para reincorporarse al ejército oriental. Su jefe le recomendó presentarse al Defensor de Menores y Esclavos para tramitar su libertad, pero la solicitud generó los efectos contrarios a los esperados. Una vez citado judicialmente, el amo pidió que se remitiera a Lora a la cárcel debido a que había fugado. El moreno tampoco obtuvo auxilio del defensor que ejercía en ese momento, quien argumentó que el monto o valor de la causa no lo ameritaba. De este modo, Lora fue encarcelado por la voluntad de su antiguo amo. Al final, el interlocutor de Lora pagó la fianza para sacarlo de la prisión, mientras intentaba reunir elementos probatorios, como informes de jefes milita-res, para emanciparlo completamente.

El diálogo también manifiesta que la capacidad de ejercer justicia del naciente estado, se agotaba en la voluntad de sus funcionarios. El anterior defensor no se había preocupado por la causa de Lora, como tampoco lo habían hecho las autoridades judiciales ante las cuales Lora se había

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presentado. Al final del diálogo Lora preguntó cómo podía retribuir a su interlocutor por haber defendido su causa, quien respondió:

Estoy mas que recompensado por el placer que experimenta mi alma al ver que he contribuido a ver libre tu persona, termi-nada tu condicion de esclavo, y remunerada, en parte, la sangre que has derramado por la defensa de la patria. Ahora ocurrire-mos al gobierno para que, ya que no puedes ganar tu vida de un modo suficiente por la pérdida de tu brazo derecho, te conceda una recompensa que asegure tu subsistencia. Aun eres joven, y esclamarás entre tus amigos. ‘Yo me inutilicé sirviendo a este Estado, pero él rompió la cadena de mi esclavitud, me sostiene y soy libre e independiente.

El texto también ofrece cierta aproximación a la defensa de la virtud republicana, pues se concebía la emancipación de individuo y del colectivo como un deber moral. En esa dirección, el discurso abolicionista encontró mejores fundamentos en la retórica republicana que en los principios del liberalismo clásico, pues entre los últimos la defensa de la propiedad cons-tituía una roca en donde naufragaban las propuestas emancipadoras. La exaltación patriótica constituyó otro recurso de quienes, como Márquez, defendieron la libertad de los esclavos-soldados. Mover la compasión de los lectores sobre situaciones concretas, aproximándolos a los padecimien-tos de quienes habían defendido la independencia, parece haber sido la estrategia del diarista. En lugar de emplear discursos abstractos sobre la libertad, se denunciaban casos específicos. Márquez anunció en el mismo ejemplar en el que concluyó el caso de Lora que: “En el siguiente num. nos ocuparemos en defender la libertad del moreno Manuel Velazco, soldado que fue del batallon de Libertos Orientales, herido en India Muerta y es-clavizado actualmente [...]”.5� No obstante, esta práctica fue interrumpida, no publicándose noticias de nuevos casos.60

Los soldados-esclavos tuvieron que documentar su participación en la guerra, mediante listas de revista o testimonios de sus jefes, así como la

59 El Tribuno,���������������0���b�������830��p��4��

60 S����������m���������������������������ñ�������buy��“una lluvia de críticas” qu���b�í�����b�����p���ó�����������Ñ���Ó������Yeninyanya, �p���������p����30���á�qu�zp��-m������ó����������������m����������ju�������830��

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duración de su servicio en las armas. De otra forma, podían retornar a la esclavitud. La capacidad de apelación ejercida por los antiguos esclavos, al emplear argumentos republicanos y patrióticos, fue una herramienta eficaz cuando coincidía con la actuación de funcionarios que atendían favora-blemente sus reclamos. Al agotarse las instancias judiciales, sólo quedaron las suscripciones patrióticas como salida legal para obtener la libertad. En la prensa no surgieron voces contrarias a emancipar los soldados de la patria. Sin embargo, los amos persiguieron activamente la retribución mo-netaria prescripta por el Estado, o la devolución del soldado a su antigua condición de esclavo.

1.2. El debate constitucional: libertad de vientres y prohibición del tráfico

Como señala Andrews, la guerras de independencia en Hispanoamé-rica fueron, en buena medida, conducidas por los amos de esclavos y diri-midas en el campo de batalla por los esclavos-soldados, que formaban una porción importante (en ocasiones central) de las fuerzas revolucionarias.6� A la hora de las recompensas ambos sectores esperaban ser considerados. Los intereses de los amos fueron casi absolutamente resguardados por el régimen republicano. Sin embargo, el compromiso con la libertad de los esclavos se plasmó en las leyes de libertad de vientres y en la liquidación del tráfico africano, que proclamaban la libertad de las próximas genera-ciones de afrodescendientes que nacieran en el continente americano. A pesar de que la inmediata abolición general fue invariablemente denegada, la liquidación de la esclavitud estaba en el horizonte político de los nuevos gobiernos republicanos.

La disposición simultánea de prohibir la introducción de esclavos y declarar la libertad de quienes nacieran de madre esclava, implicaba a largo plazo la abolición. Se impedía la introducción de nuevos esclavos y se proclamaba que los hijos de madres esclavas nacerían como libertos. Con ese objetivo la Revolución de Mayo, luego de prohibir el tráfico, promulgó la ley de libertad de vientres (�8�3), que fue aplicada en la Banda Oriental durante el gobierno artiguista. En ese plano, la ocupación luso-brasileña

6�� ��D�EWS�� G����� �������D�EWS��G����������Afro-Latin America, �p���������p��64��

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hizo retroceder la situación de los esclavos al período colonial. La guerra para liberar al territorio oriental del Imperio del Brasil también generó la reanudación de medidas contra la esclavitud.

El 2 de setiembre de �825 Luís E. Pérez propuso en la Sala de Repre-sentantes de la Provincia Oriental la prohibición del tráfico de esclavos y la declaración de libertad de vientres “[...] a imitacion de lo practicado en todos los payses libres de la America [...]”.62 Además de apelar a la genera-lidad de esta medida en las repúblicas hispanoamericanas, Pérez sostuvo que la misma se correspondía a los cánones de libertad y humanidad que predominaban en el mundo civilizado, “[...] y desterraria del pays con el tiempo el menor vestigio de tan ominosa servidumbre a que la desmedida ambicion de los hombres habia conducido a sus semejantes [...]”. Se sostu-vo que ambas disposiciones habrían de liquidar la esclavitud en el futuro. Luego de la discusión, la Sala encomendó a Luís E. Pérez y Gabriel Pereira la presentación de un proyecto de decreto que incluyera ambas medidas. La Sala sancionó el 5 de setiembre la ley que prohibía el tráfico de es-clavos, declarando simultáneamente la libertad de vientres. Además, se señaló que: “Se reserva la Sala formar un reglamento sobre los objetos de esta ley, luego que las circunstancias lo permitan.” La reglamentación de esta medida tardaría varios años, lo cual contribuyó a su incumplimiento. Esta disposición fue casi exclusivamente declarativa, pues unos pocos años después se debatió su aplicación en Montevideo y Colonia, que continua-ban bajo dominio brasileño cuando la Sala había sancionado estas leyes. Hasta la abolición, en general se consideró la Jura de la Constitución de �830 como fecha de prohibición del tráfico y punto de partida para la libertad de vientres.63

La inclusión de estas medidas en la Carta Magna fue debatida por la Asamblea General Constituyente. Luego de haberse presentado a estudio

62 Actas de la Honorable Junta de Representantes de la Provincia Oriental (Años 1825-26-27).��������������mp������E�S������u����������920��p��88��V����mb�é��:�����Ñ���Ó������Yenin-yanya, �p���������pp��75-77��

63 ����y���b�����ó������842m��������ó��m�������������������y����8��3�����P��-�������������������í�����P����y��Ju��������������u��ó������830��E�����������b���-��ó������846�����z�������������������u������p�����ó��p�����������y����837�����m�������-�����������3��������������u��ó����b�����������u���ó���������������������ó��m�ú����������������������������������

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el proyecto de constitución en marzo de �82�, se analizó la inclusión de la libertad de vientres y la prohibición del tráfico el �� de agosto. A pesar de la voluntad general de aprobar estas medidas, se originaron algunos repa-ros.64 Lázaro Gadea advirtió la diferencia entre libertad e independencia en el caso de la esclavitud, pues las nuevas generaciones que nacían de madres esclavas serían libres pero no independientes. Consideró que se de-bía detallar el modo de su dependencia, estableciendo un reglamento en el futuro, cuya mención al menos debía incorporarse al texto constitucional. José Ellauri agregó: “[...] que es muy distinto ser libre a ser independiente: que por lo primero no podrá enajenar a aquel infante, el dueño de su ma-dre, pero si ejercer para con él una autoridad paternal, lo mismo que un patrono con su pupilo.” Ante la posibilidad de que los amos separasen a los hijos de las madres esclavas, Miguel Barreiro propuso incorporar en el texto el derecho de aquéllas sobre la crianza de sus hijos. Esto fue objetado por Ellauri, que sostuvo que debía disponerse una ley reglamentaria y que el tema no podía figurar en el texto constitucional. Julián Álvarez apoyó la opinión de Ellauri, exponiendo la situación en Buenos Aires, en donde el Reglamento de Libertos frenó los abusos que podían generarse tras la ley de libertad de vientres. La opinión de Ellauri de posponer la regulación de la condición de los libertos y la liquidación del tráfico, primó en la ma-yoría de los debates. En el Uruguay independiente no se estableció ningún reglamento sobre los derechos de los libertos, al estilo de Buenos Aires, lo cual fue solicitado por la prensa.65

La discusión prosiguió el 2 de setiembre de �82�, cuando Ramón Ma-sini objetó el intento de incorporar una referencia a la legislación previa sobre el tema.66 Eso podría haber causado efectos retroactivos, estable-ciendo como fecha de corte del tráfico el 7 setiembre de �825, cuando aún continuaba la introducción de esclavos en el Montevideo ocupado por las tropas brasileñas. Ese problema fue resuelto eliminando la mención a la legislación previa. De este modo, el texto propuesto por José Ellauri se transformó en el artículo �3� de la Constitución uruguaya, que estableció:

64 Actas de la Asamblea General Constituyente y Legislativa del Estado���p���������m�����pp����8��-��82��

65 El Patriota,��������������º40����0���b�������832��p�����������������

66 Actas de la Asamblea General Constituyente y Legislativa del Estado���p�����������m�����pp��252-253��

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“En el territorio del Estado nadie nacerá ya esclavo, queda prohibido para siempre su tráfico e introducción en la República.”

La fijación de una fecha límite del tráfico en Montevideo produjo otro debate, pues aunque los brasileños se habían retirado a fines de abril de �82�, prosiguió la introducción de esclavos. El 20 de enero de �830 la Asamblea se propuso resolver la situación, presentándose una minuta que disponía la extensión de la libertad de vientres y la prohibición del tráfico a los puntos del país en donde no había tenido ejecución.67 Lázaro Gadea sostuvo que el texto original podía generar confusiones, pues dejaba en-tender que la ley tenía efectos retroactivos a �825. Argumentó que las leyes constituían expresión de la voluntad general de la población y que la ley de libertad de vientres y contra el tráfico no podía ser aplicada a Montevideo y Colonia pues no había sido generada por la “expresión de la voluntad de los habitantes”. No habían participado representantes de esos lugares en la Sala de �825. Esa medida podía extenderse a ambos Departamentos desde una fecha determinada, lo cual era el objeto de esa sesión, pero asimismo era imposible darle carácter retroactivo. En cambio, Tomás Diago señaló que el debate radicaba en fijar cuanto antes la fecha en que se adoptaban como válidas las medidas de la Sala de Representantes contra la esclavi-tud. Diago advirtió que esa decisión tenía efectos inmediatos:

“El Bergantín Goleta Santo Domingo Eneas introdujo me-ses anteriores veintitantos esclavos y el Bergantín Río de la Pla-ta introdujo el 22 de Diciembre del año pasado veintidós [...] yo pregunto al Honorable Representante miembro de la Comisión si adoptando la Minuta cuyo sentido tan ambiguo equivale en mi concepto a dar efecto retroactivo a la ley, preguntaba, repi-to si los esclavos introducidos en estos dos Bergantines queda libres o ¿no? Mi opinión esta formada a este respecto, me incli-no a la piedad; la filosofía y la ilustración abran el grito contra el tráfico de seres desgraciados y envilecidos por el interés y el egoísmo, mis principios son que sufra un pequeño ataque la propiedad y que triunfe la humanidad oprimida; [...] el pueblo de Montevideo y Colonia han sido y son esencialmente libe-rales, permanecieron sujetos al carro de la ignominia porque no tuvieron la dicha de salvarse y sino concurrieron con sus

67 �b�m����m������p��4����

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representantes a la sansión de las leyes que se dictaban en el territorio libre de la influencia y el poder enemigo, fue porque los invasores de nuestra tierra no les dejaron libertad para ello; en el fondo de sus corazones aprobaron cuando hicieron los Representantes del territorio libre, porque es constante que un pueblo esclavo no puede dejar aprobar los esfuerzos que el resto del país hubiese hecho por salvarlo de la esclavitud; el país alzó el grito de libertad y consiguientemente proscribió esa bárbara costumbre que afrenta los pueblos Modernos por que el saber y la filosofía reprueban el comercio de carne humana, fuera de que juzgo que es caer en una estraña contradicción consentir que en un país donde morían los hombres por ser libres naciesen al mismo tiempo hombres esclavos.”68 [subrayado A.B.]

En la disputa entre los derechos de propiedad y libertad, Tomás Diago optó por los últimos. Su opinión no predominó en la Asamblea. Diago denunció la introducción de esclavos en Montevideo, que debía frenarse, sosteniendo que también era necesario liberar a los africanos introducidos desde �825. Adujo que si bien no habían participado representantes de Montevideo y Colonia en la Sala de Representantes, eso no invalidaba a las decisiones de ese cuerpo. El argumento de la falta de representantes constituía una cuestión de forma que enmascaraba, suprimiendo, el fondo republicano de la medida. Diago extendió el ámbito de aplicación de los términos libertad y esclavitud, desde la situación política de la naciente república a la condición de los africanos esclavizados. Las contradicciones entre el régimen republicano y la esclavitud se hacían más notorias duran-te la guerra, la cual forzaba la muerte de quienes pretendían asegurar la libertad. No obstante, continuaban naciendo generaciones de esclavos en el territorio de la república.

A la sugerencia de Diago se opusieron Francisco Llambí, Miguel Barrei-ro y Luís Lamas. El primero sostuvo que se había preferido evitar la discusión sobre la retroactividad. Aseguró que luego de aprobada la medida, que sólo pretendía “[...] que los hijos de los esclavos que nazcan mañana sean libres y privar que se introduzcan ningunos en esta Capital y la Colonia [...]”, se podía proponer un proyecto que elucidara los casos del período �825-�830.

68 �b�m����m������p��43��

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Barreiro señaló que luego de haber sancionado el artículo �3� (referido a la libertad de vientres y prohibición del tráfico), la Asamblea se había com-prometido a no ocuparse de ese asunto hasta la Jura de la Constitución. El tema debía ser resuelto por la legislatura del Estado Oriental, una vez que ésta se estableciera, quedando fuera de la competencia de la Asamblea General Constituyente. Lamas agregó argumentos decididamente a favor de la propiedad: “[...] el mejor medio de evitar todos estos inconvenientes y privar ese tráfico escandaloso de esclavos que se hace, será el de declarar vigente desde esta fecha la ley de la Legislatura de la Provincia para el efecto, en este concepto es que hice yo esta moción, pues de otro modo sería un ataque a la propiedad.” Finalmente esta opción predominó. Sin embargó, quedó una puerta abierta para una futura resolución sobre los casos del período �825-�830.6� A ese respecto, José Ellauri sostuvo que “[...] era lo más acertado dejar al Cuerpo Legislativo tomar las medidas que creyese convenientes sobre la libertad de los esclavos, tanto más pre-cisa por cuanto había dos consultas de las Justicias de la campaña para el efecto [...]” El debate confirma que había situaciones judiciales pendientes, cuya resolución había quedado a la espera de las decisiones del cuerpo legislativo. Asimismo, se relegó nuevamente la reglamentación de la pro-hibición del tráfico de esclavos. Ellauri propuso agregar al texto de la ley de ampliación: “que esta resolución era sin perjuicio de resolver sobre los casos anteriores.” Este agregado dejaba cierto intersticio para que en el futuro se resolvieran los casos previos a �830. Sin embargo, el pasaje no fue incluido en la redacción final de la Constitución.70

Otras cuestiones vinculadas a la esclavitud tampoco fueron resueltas por la Asamblea. El gobierno de Buenos Aires había concedido patentes de corso contra los buques del Imperio de Brasil durante la última guerra (�826-�828). Los corsarios capturaron más de �700 esclavos que fueron

69 ���u������������uy���������������m����������y�������mb���G�����������P��-�����������������������P����(��8��3)��m�u���������������������b������������������

70 �����y�� ��Ju��������p��������������� ��P�������������������������� �����mb�������F�������5�������mb������825��qu�����������������qu����������������E�����yp����b�����áfi������������y�u�������u���ó�������������������������������������������pu���������������������qu�������������ú������b����������������p��ju�����������������p���u���m������������qu���y��������������y��qu���b��������m��������”La Gaceta Mercantil,��������������º82��25������������830��p������

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convertidos en libertos. En Buenos Aires los libertos eran vendidos a su-jetos que desde ese momento poseían los derechos de patronato sobre los primeros. La operación fue una forma de introducir mano de obra forza-da, pues los antiguos esclavos eran obligados a trabajar entre 4 y 20 años para emanciparse de sus patronos. La situación se degeneró hasta aseme-jarse al tráfico de esclavos, que estaba prohibido en Buenos Aires desde �8�2. Díaz de Guerra señaló que la venta de esclavos de buques brasileros apresados se extendió a la costa oriental. En �828, el corsario argentino Libertador Bolívar arribó a Maldonado, en donde vendió los derechos de patronato de los esclavos capturados en el bergantín brasileño Adamantor. Según Liliana Crespi, en �828 el Libertador Bolívar desembarcó en Salado (Buenos Aires) 357 esclavos del Adamantor. ¿Es posible que ese corsario haya vendido parte de su “botín” en Maldonado, antes de arribar al Sa-lado, para evadir el control de las autoridades de Buenos Aires? ¿Cuántos corsarios pudieron haber vendido parte de los contingentes de esclavos en las costas orientales? La acción de los corsarios argentinos se extendía desde el Río de la Plata hasta las aguas próximas a Río de Janeiro. Su ruta de retorno al puerto de Salado pasaba bastante cerca de las costas orien-tales. Se debe advertir que durante la guerra entre Argentina y Brasil, el territorio oriental bajo control de los ejércitos argentino-orientales era jurisdicción de las Provincias Unidas del Río de la Plata. Por último, cabe preguntarse cuál fue la situación en que quedaron los africanos del Ada-mantor en Maldonado, si como libertos o como esclavos. La última opción parece la más probable.7�

La prensa montevideana acompañó el debate sobre la ampliación de la libertad de vientres y de la prohibición del tráfico en la Asamblea Cons-tituyente. Un editorial de La Gaceta Mercantil, dirigido al Defensor de Menores y Esclavos, señaló los abusos cometidos contra la población de origen africano. Se denunció la publicación de un aviso de venta de una esclava, en el cual se incluía en el precio a su hijo recién nacido.72 El hijo

7�� DÍ�ZDEG�E��������í������ Documentación relativa a esclavos del Departamento de Maldonado, ������������� ������ ��983�� pp�� 77-39�� ��ESP��� ���������� ������� �p������� ����p������������������u���������u����������������(��825-��828)”. Temas de África y Asia 2, ��994��p������9��

72 �S���H�����í�����������ú���m������qu�����������G��������y����b������������u�����������m���20�ñ��������u����j���2m������¡Qué��m�������������bá�b���y���á�������

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de esa esclava seguramente había nacido en Montevideo antes de sancio-narse la ampliación de la ley de libertad de vientres (20 de enero), por lo que fue bautizado como esclavo y no como liberto. Este inconveniente no impidió que las madres o padres de libertos esclavizados llevaran sus casos ante los tribunales, en donde se aguardó infructuosamente una resolución del cuerpo legislativo a ese respecto. El editorial de La Gaceta también evi-denció la indolencia de los representantes nacionales, así como de los tribu-nales, sobre la reciente introducción de nuevos contingentes de esclavos.

Estamos seguros, Sr. Que ya que nuestra representación mira con tanta calma la reproducción de la esclavitud en nues-tro suelo, ya con estos anuncios tan escandalosos, como por la indiferencia a las introducciones que nos hacen los bárbaros ex-tranjeros que comercian haciendo su fortuna con la venta de la especie humana [...] no hemos de ceder en esta materia, y otras muchas de igual trascendencia, mientras podamos escribir, y hablar aunque sea en un patíbulo a donde nos arrastre nuestro celo por dignidad, libertades y defensa de los derechos todos los hombres habitantes del pais [...]”

El editorialista señaló que debían establecerse penas severas contra los traficantes de esclavos que aún operaban en la capital, ofreciendo las pági-nas de La Gaceta para denunciar cualquier infracción relativa a la libertad de vientres o a la trata de esclavos. Una solución al caso antes citado, hubiera sido confirmar la validez de las medidas sancionadas por la Sala de Representantes a ese respecto. Con el objetivo de cortar tales abusos, el editorialista de La Gaceta celebró que la Asamblea General Constituyente analizara el tema.

Los infelices que hoy disfrutan de los beneficios que espe-ramos les otorgue la ley, y sus generaciones venideras, sabrán, elevando sus bendiciones al cielo, remunerar las fatigas de un pueblo heroico, y el celo de sus nobles R.R., si como creemos, sobreponiéndose a sus mismos intereses particulares aseguran

���á ��qu�qu�������qu�p�����������u��pu�b��qu��������������������m���p���u��b�������y�������b������������qu�������������E���������qu��������������ó������������������m��m�pu�b��qu������������������í�������u��������������m�b�������u�����-��������m������qu������������������m����b�j���p�������ó������u�����p�b���ó����������u�������!!”La Gaceta Mercantil,��������������º78��20������������830��p������

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la libertad de una masa de hombres que no tienen más delito que haber nacido en una zona diferente a la nuestra, para que a efecto del color, originado de un clima, y la bárbara ambición de sus remotos semejantes, e ideas atrasadas, e incultas, se les considere como destinados a la cruel situación de bestias y a no gozar de libertad ni pensamiento propio.73

Más allá del tema en debate, es posible advertir cierta “ingenuidad” sobre los fundamentos de la esclavitud, vinculada a cuestiones de “color”.74 Por otra parte, el editorialista señaló ciertos intereses particulares, tal vez vinculados a la defensa de la propiedad privada, que obstaculizarían la ampliación de la libertad de vientres y la prohibición de la trata de escla-vos. La crítica a la forma mezquina en que se ampliaron ambas medidas a Montevideo, nuevamente unió el discurso patrio sobre la independencia a la situación de la población esclava. Tiranía y libertad constituían opues-tos que definían la situación política reciente tanto como la lucha contra la reproducción de la esclavitud. Se argumentó que la libertad de vientres y la lucha contra la trata habían sido estandartes de la guerra contra Bra-sil. Tales consignas, defendidas por los combatientes, no fueron de igual modo resguardadas por los representantes en la Asamblea.

73 La Gaceta Mercantil, ��������������º80��22������������830��p������

74 S��ú�����u��������������������������u��������í���������m���qu���b�í����������������������������������y������������u��u������������������������������E�����p�����-���m�����m������áfi���u�����u���í����������fl���ó����u��������b������í���u��������������m������������í�y��������������um���������������u��������������p�������z�”������������������u���y�up�����������u������z����b���������qu���b�í������������z����p�����m�������������������u��p���������u����m������������X�X��pu�����������������������p������������u�����������ú�������bí�����������������á�������������������E������m��u��p�������má���p����������u���m����z�������������u������������������u�ó�����������������b������m���������m��������y���mp���������p������������u����������:�E������������������u��������������u���������qu�����������ó���������fi������������X�X���������u��������u��������z�����u������m�����������u�������u�������é�m�������-���b���ó����������������m���������fi����������������u���m�������y����m�����������u����������� �� ��m������ó�� ����������� [������] S� ����� ��u�� �����m� qu� �� ���������z� p�� �� ��-�u������:����m������u��������ó����—�����u�b�������y�u����������������u���qu������u����������y��������—���u����u���p������m�b���ó������p��-����u����������������u���p������������b�ámá�b�������������������u��������������u��������������b���ó����:��-�����������ó���������p��������������ó�����má��u�����������������ó���������z��m�j������”F�����������������Genealogía del racismo, �u������������������������995��pp��59��70-73��

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Abolicionismo y Tráfico de Esclavos en Montevideo tras la Fundación Republicana (1829 - 1853)

[...] este decreto es poco generoso, es mezquino, es depresi-vo de los derechos imprescriptibles de la naturaleza, obligando violenta y forzadamente a la esclavitud a una multitud de hom-bres que han nacido libres bajo el pabellón de la libertad que conducía en pos las leyes de ella: conquistada por los comitentes que les dieron aquella investidura a los que les representan; y que tenían entre ellas la de la libertad de vientres y la prohi-bición de introducción de esclavos, que nadie, nadie a podido hacer derogar sin transgredir los sentimientos, votos y deseos del pueblo soberano, y del cual es una parte muy pequeña Mon-tevideo y la Colonia [...]75

El debate se instaló en la prensa, pues el editorialista de El Universal criticó la opinión de La Gaceta. Antonio Díaz, redactor de El Universal, se cuidó de no emplear argumentos a favor de la esclavitud, sino que denun-ció “el lenguaje chocante” utilizado por La Gaceta para criticar las medi-das del cuerpo legislativo.76 Por último, si bien se fijó la fecha de la libertad de vientres (�8 de julio de �830), no ocurrió lo mismo con la liquidación de la trata. Entre �83� y �84� se reiteraron denuncias sobre la persistencia del tráfico. Tales acontecimientos impidieron la extinción “natural” de la esclavitud ideada por la Sala de Representantes y la Asamblea Cons-tituyente. La introducción de esclavos no cesó, sino que se incrementó durante ese período.

75 La Gaceta Mercantil,��������������º82��25������������830��p������

76 El Universal,��������������º��83��27������������830��p��2��

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Capítulo 2

La persistencia del tráfico de esclavos

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La prohibición constitucional de la trata de esclavos no se practicó en Uruguay durante la mayor parte de la década de �830. La introducción ilegal de pequeños grupos de africanos persistió y se idearon modalidades para permitir el arribo de grandes contingentes, que reactivaron en par-te la dinámica esclavista del período colonial. Como se ha señalado, la esclavitud no concluyó en Uruguay debido a su declive económico, pues tanto la trata como la participación de la mano de obra esclava en el co-mercio y la producción, continuaron siendo redituables para traficantes y propietarios.77 Luego de la fundación republicana se dinamizó la actividad comercial y de la construcción en Montevideo, así como se reactivó el complejo ganadero debido al acceso a la pradera oriental tras la guerra. La economía rural y urbana requirió la participación de un número mayor de trabajadores. Las fuentes de la época consideraban que el trabajo remune-rado era caro, lo cual sumado al virtual vacío demográfico de la campaña, acrecentaba el beneficio de los traficantes de esclavos. La reactivación de la trata se superpuso y restó efectividad al proceso de abolición a largo plazo, que los sectores dirigentes habían pretendido iniciar en �825 y �830. La situación local sólo se volvió decididamente hacia la liquidación del tráfico y la abolición luego de �83�. La Guerra Grande, iniciada ese año, generó nuevas levas de esclavos, que en esta ocasión devinieron en la abo-lición de la esclavitud. Por otra parte, ese año se firmó un tratado entre el gobierno uruguayo y el de Gran Bretaña para prohibir la trata. El tratado fue ratificado en Montevideo hacia fines de �84�, tan sólo un año antes de declararse la abolición de la esclavitud.

77 �������������;�H�G�S�������yS�����������������p���������pp������-28��

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Abolicionismo y Tráfico de Esclavos en Montevideo tras la Fundación Republicana (1829 - 1853)

Las restricciones del gobierno británico dejaron su impronta sobre la trata de esclavos del siglo XIX. Luego de las guerras napoleónicas una par-te de la marina inglesa fue destinada a luchar contra el tráfico, vigilando la costa africana a la búsqueda de factorías esclavistas, así como capturan-do barcos esclavistas. Al tornarse completamente ilegal, la operativa escla-vista se tornó cada vez más compleja para sortear la vigilancia británica. En ocasiones se embarcaban a los cautivos en buques que hacían amarras en factorías esclavistas portuguesas de África. Esos navíos cruzaban el At-lántico, tras lo cual trasbordaban parte de los africanos a naves de menor calado, que no despertaban las sospechas inglesas, siendo éstas las que finalmente llegaban a los puertos americanos.

Los límites impuestos al tráfico esclavista suscitaron nuevas estrate-gias al promediar el siglo XIX. La práctica de trasbordos era conocida en Montevideo, pues en �832 la prensa denunció que los traficantes se valían de ella para introducir esclavos. El Recopilador señaló que: “[...] la ley se ha hecho ilusoria y según vemos, pueden los que se empleen en este vil y escandaloso tráfico continuarlo, transbordando los infelices negros de los buques en que los conducen desde África a aquellos en que vienen sus dueños a nuestros puertos, e introducirlos como esclavos destinados a su servicio [...]”78 De este modo, los esclavos aparecían introducidos por sus amos, lo cual no estaba prohibido. También se sospechó que el arribo de ocho o diez barcos portugueses a Montevideo en enero de �835, en-cubría una operación de tráfico de esclavos. Los navíos, que provenían de Angola, sólo trasportaban lastre.7� Esas naves habían llevado africa-nos esclavizados a Brasil, como lo detallamos en el apartado dedicado a los “colonos” africanos de Montevideo. En enero de �84� se descubrieron cinco operaciones de tráfico que manifiestan que el reembarque de africa-nos se empleó para introducirlos a Montevideo.80 Es probable que la costa atlántica del Estado Oriental, así como la del sur de Brasil, fuesen utili-zadas como zonas de reembarque de esclavos desde buques provenientes de África, hacia Montevideo, Maldonado, Porto Alegre, Santa Catalina o

78 El Recopilador,��������������º36��2������b��������832��p��3��������p�����������E��u��”��

79 El Universal, ��������������º��6��4��23����������835��p��2��

80 �������������;�H�G�S�������yS�����������������p���������pp��24-27��

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incluso Río de Janeiro. Aún en �853 los diplomáticos ingleses residentes en Brasil y Uruguay sospechaban que en la costa de Rocha se reembarcaban africanos hacia Brasil. Ese año, el gobierno oriental a instancias de una petición inglesa, promulgó una ley declarando que el tráfico de esclavos se asimilaba al delito de piratería.

El carácter clandestino también empeoró las condiciones de transpor-te de los africanos. Durante el período de auge de la trata transatlántica, se asignaba a los esclavos la mitad del espacio destinado a los viajeros europeos de clase baja. Ambos estaban afectados por las pésimas condi-ciones sanitarias de las naves. Con relación a la mortalidad, Herbert Klein señaló: “Aunque la mortalidad de estos pasajeros de clase baja fue a veces tan alta como la de los africanos, sus tasas cayeron, entre fines del siglo XVIII y principios del XIX, por debajo del � por �00, índice que nunca consiguieron los negreros para su cargamento.”8� Las epidemias causaban las bajas más importantes entre los esclavos embarcados, siendo la viruela la más mortífera. En el siglo XIX los marineros eran vacunados contra esa afección, no así los esclavos. La prensa de la época señaló que las medidas contra el tráfico habían empeorado las condiciones del traslado y desembarque de los africanos, aumentando su mortalidad. En �84�, El Compás expuso que las trabas al tráfico terminaban pesando sobre los africanos esclavizados.

El comercio de negros se hizo mucho mas atroz, desde que le pusieron trabas con prohibiciones ineficaces. Cuando se permitía, la autoridad que lo toleraba ejercia una vigilancia sobre las embarcaciones negreras y sobre los infelices asesina-dos en los funestos almacenes, lo mismo que en la salubridad de los alimentos destinados a prolongar la triste existencia, y aun conocían tambien de los castigos que les infligían sus bárbaros verdugos. Pero desde que se prohibió el comercio de carne humana, los buques empleados en este trafico indigno, son construidos para substraerse a las más prolijas investiga-ciones: y aunque estrechos, encierran mayor numero de cau-tivos que los que antes conducían. Tambien los encierran en

8�� ��E����H��b���S����La esclavitud africana en América Latina y el Caribe,��������������z�����986��p��95��

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cajas o toneles para arrojarlos al agua con las victimas cuanto temen que una visita rigurosa los descubra.82

Las medidas anti-tráfico también afectaron las características de los buques esclavistas, pues se construyeron navíos de menor capacidad y más veloces —la mayoría de fabricación norteamericana— que permitían una rápida huida. Asimismo, se utilizaban variedad de procedimientos para evadir el control de la armada británica. El tráfico del siglo XIX empleó principalmente buques de bandera de Estados Unidos, Hamburgo, Francia o Cerdeña.83 Los navíos ingleses solían capturar embarcaciones, aunque no transportasen esclavos, bajo la sospecha de haberlo realizado. La exis-tencia de escotillas removibles o de una excesiva reserva de agua e imple-mentos de comida con relación al número de tripulantes, evidenciaba la condición de un barco esclavista.

La situación de los mercados africanos de esclavos también varió du-rante el siglo XIX. En el período de auge de la trata arribaban más esclavos del sexo masculino que del femenino. Esto no lo determinaba la demanda americana sino la situación africana. Klein señaló que: “Aunque el precio variara con el sexo, la diferencia no explica por qué la proporción fue de dos hombres por mujeres[...]. Las mujeres, libres o esclavas, eran en verdad muy solicitadas en África. En ciertas sociedades africanas, se tenía a la mujer en alta estima porque por ella se adquirían posiciones y relacio-nes familiares.”84 William Phillips señaló que la demanda de esclavos del norte de África musulmán requirió principalmente de mujeres, quienes eran empleadas como sirvientas y concubinas.85 En el Montevideo de la década de �830 se practicó una modalidad de tráfico singular. Los “colo-nos” africanos que arribaron en contingentes de 200 a 300, no podían superar los �6 años de edad según los contratos entre los introductores y el Estado Oriental. Más abajo se describen las características de esa

82 El Compás,��������������º��43����6�����ub������84����pp����-2��

83 ��E�E�����H�b���La abolición de la esclavitud en América Latina,�u��������������P�é-y�������974��pp����38-��39��

84 ��E����H��b���S�����p���������p��98��

85 PH����PS�� W�����m�� La esclavitud desde la época romana hasta los inicios del comercio atlántico, ��������S����V������u�������989��p����85��

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forma de tráfico. Al parecer, el requisito sobre la edad de los “colonos” se correspondía a la situación de la oferta africana. Por otra parte, se debe advertir que algunos navíos que habían trasladado esclavos a Montevideo en los últimos años de la ocupación brasileña y durante el gobierno provi-sorio, como el bergantín Río de la Plata, lo continuaron haciendo al menos hasta �835.

2.1. ¿Esclavos de servicio o esclavos de peculio? (1831-1837)

Las disposiciones constitucionales contra el tráfico de esclavos reque-rían la sanción legislativa de un reglamento que resolviera las situaciones no previstas, y que fijara los procedimientos para combatir la introduc-ción. Quedaba por definirse una solución legal para aplicar a los esclavos que arribaban al país con sus amos, quienes no se ajustaban a la aplicación de la ley contra la trata. Los traficantes podían aprovecharse de ciertas irregularidades, de “arreglarse” con los funcionarios del puerto o la poli-cía, haciendo pasar esclavos recién sacados de África como sirvientes de los pasajeros. Al año siguiente de la Jura de la Constitución, se generó una polémica sobre la diferenciación entre esclavos de “servicio” (cuya propiedad generaba lucro a su amo debido a su trabajo) o de “peculio” (introducidos para la venta). El fondo del debate radicaba en cuánto más se podían aflojar los derechos de libertad proclamados en la Constitu-ción, a favor de los derechos de propiedad de los particulares, también expresados en la Carta Magna.

El arribo frecuente de argentinos y brasileños debido a la coyuntura regional favoreció esta modalidad de tráfico clandestino. Luego del as-censo de Juan Manuel de Rosas (�82�), sucesivas oleadas de opositores al régimen se refugiaron en Montevideo. Por otra parte, el 7 de abril de �83� una revuelta se levantó contra Pedro I de Brasil. El Empera-dor abdicó ese año, quedando el gobierno en manos de una regencia de tendencia liberal hasta �84�, cuando fue coronado Pedro II. Tanto los sucesos de �83�, como la Guerra de los Farrapos (�835-�845) impulsaron a algunos riograndenses a establecerse en Montevideo. Esos inmigrantes en varias ocasiones traían a sus esclavos. La originalidad de una de las primeras denuncias contra esa situación, radicó en que fue redactada en lengua bozal, una modalidad que reproducía el español hablado de los

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africanos. La nota, firmada por “Quindongo Candituyose”, fue incluida en El Indicador en octubre de �83�.

Mi quexa, señolo litole, min quexa, siñolo pueba di Motive-dio contla ele plocedimiento dele cangadole o pulipietalio dele bligantino argentino Esperanza vinida din Janeilo ne dia dele ��, ne quale viene teleinta neglo seclavo uno sebolase e otlo ladino no ene calilale de silivientes de difelente samo, segun se secula nene papeleta, sino como seclavo veldadelo pala come-cia, como se comecia con le bueye ye eli canelo: pala cuyo ifeto, ya lo encarregado de elles, tene tlatado con uno sujeto fidelino pala li compla quanto se quielo.

Yo so uno polobe neglo monyolo qui goza din libetade nesta tiela, polque aigo tlabajando tambien po libetala a ello: e mi caigo la cala de vingueza de vea utalajado polete foma contitu-cione quie julemo con tanto lintusiamo, ata le setlemo de intro-ducile de uno solo vece teleinte poble seclavo.86

El texto señaló cierta connivencia de algunos funcionarios y la exis-tencia de un comerciante local que se encargaba de la venta de los escla-vos. El tenor de la carta denota que su autor consideraba a la prensa como ámbito “superior” de representación y debate, el cual era excluyente de los letrados. Esta impresión se evidencia al cierre: “Yo non puele facé ma, que apuntá, pala U. Que forme uno selmon bonita, que face llolá len pecalole, e qui tiengo mase rispeto á la leye e ale humanitá. Li pido min pidona mi safalulia, e qui manda á ese su malungo quiliano e sinvidole. [Firma]”87

86 ���qu�j�����ñ������������m�qu�j�����ñ��p�u�b������������������������p������-m�����������������������p��p�����������b�������í�������������E�p�����z�����������J����������í�������������u���������������������������������u����b�z����y����������������������������������������������������m�������ú��������u�������p�p��������������m�������������������p�����m���������m�����m������������bu�y��y������������:p����uy���������y�����������������������������������������u���uj���fi��������p�����m-p����u�����qu������Y���yu��p�b��������m���y���qu���z�����b��������������������p��qu������b�j�����mb�é��p����b������������:y��m����������������ü���z������u����j������������m�����������u��ó��qu�ju��m����������������u����m���������������m����������u�����u���������z��������p�b�������������”El Indicador,��������������º98����3�����ub������83����p��3��������p�����������Qu����������������uy���”��

87 �Y����pu��������má���qu��pu�������p���qu�����qu����m�u�����mó��b��������qu���������������p����������yqu���������má����p���������y�����um�����������p���m�p�������m�z����u�í���yqu�m����������u�m���qu�����y��������”

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“Quindongo” había participado en las guerras de independencia, razón por la cual era libre. Su condición de antiguo soldado también lo autoriza-ba a dirigirse al editor, para participar en el debate letrado.

El editor de El Indicador, Bernabé Guerrero Torres, si bien condenó la trata, también defendió el derecho de los emigrados a conservar sus esclavos. De este modo, expuso su opinión en una serie de artículos que se prolongó hasta mayo de �832. En el editorial que acompañó la carta de “Quindongo”, se limitó a señalar las sospechas generadas en torno a la situación del bergantín Esperanza y su cargamento humano, advirtiendo la reiteración de estos sucesos, luego de pocos meses de haberse jurado la Constitución, así como la ineficacia de las autoridades para reprimirlos: “La repetición de estos actos debían haber hecho más cautos a los que deben prohibirlos. En estos ultimos tiempos han sido mas comunes y por informaciones que no han dado, pueden acender a mas de cincuenta los esclavos que se han introducido [...]”88 Pocos días después Guerrero desa-rrolló su opinión sobre el resguardo de la propiedad de quienes migraban hacia Montevideo.8� El editorial consideraba que se podía favorecer el pro-greso de la industria con el aumento de los capitales y los esclavos que traían consigo los brasileños.

El Estado limitrofe convulsionado por tantos motivos que no es el caso analizar va a obligar a huir de él a muchos propie-tarios y capitalistas. El habito o la necesidad de brazos hizo au-mentar en ese pais los capitales productores con esos infelices: Precisados a dejarlos sus amos y a no separarse mucho de donde tienen tantos bienes raices, es presumible que busquen protec-cion y acogida donde las leyes y la tranquilidad las ofrezcan. Nuestra Republica parece indicada para fomentar esta emigra-cion pues que nos traerá brazos e industria; y como ellos han de traer el principal elemento que la constituye nos parece que seria preciso no confundir esta propiedad con los esclavos que se introduzcan por conservar ese jiro barbaro.

Se planteó la necesidad de no obstaculizar la migración brasileña, que traería progreso, a partir de no levantar trabas contra la introducción de

88 El Indicador,��������������º98����3�����ub������83����p��2��

89 El Indicador,��������������º��02����8�����ub������83����p��3��

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los esclavos conducidos por sus amos. El editorialista estimó que se debía aprovechar la coyuntura en Río Grande, para incrementar la afluencia de capitales y mano de obra, factores indispensables para la expansión del país. En cierta forma, se debía permitir un mal menor (la introducción de esclavos) para subsanar un mal mayor (el atraso de la economía nacional). El Indicador también denunció que la educación que habían recibido los hombres ilustrados menospreciaba el trabajo y el capital, cuando era vital para el país la afluencia de hombres de industria. No era prudente colocar obstáculos a esa corriente migratoria, tales como la ley contra la introduc-ción de esclavos.�0 El editorialista también analizó los beneficios y perjui-cios generados por la prohibición de introducir esclavos, advirtiendo que los únicos inconvenientes se vinculaban a las trabas a la inmigración. “Los esclavos que forman una parte de ellas [de las riquezas de los inmigrantes] marcharán con sus amos, no seguramente como objetos de especulacion mercantiles, ni manofacturas, sino como una parte de las cosas y capitales que constituyen su riqueza.”�� A pesar del establecimiento de la soberanía republicana, los esclavos continuaban siendo conceptuados como “cosas”. Un mismo editorial de prensa denunciaba a la trata africana como afrenta a la humanidad y “cosificaba” a los esclavos, reputándolos como el rubro más importante entre los activos de los emigrados brasileños. En ese país no había: “[...] un solo capitalista que su riqueza y opulencia no la mani-fieste en el aparato de una reunion crecida de esclavos.” Guerrero Torres no dejó de señalar que los esclavos en el Imperio eran “[...] víctimas de la barbarie y la codicia.” También se reiteraron las denuncias contra la introducción de africanos como “esclavos de servicio”. En El Indicador, un corresponsal señaló que:

[...] esta para llegar un buque de Brasil que conduce de 20 a 25 de estos desgraciados bajo el pretesto consabido. Siendo asi que a mi me consta que los traen por especulacion lo mismo que cualquier clase de manofactura [...] El objeto que me he propuesto [al] dar aviso del arribo de este buque, es el de que

90 ����m������ó�������������mp�z���y�������u�����������u�����pu������mb�é����������y�������b��á�u��������������u�����������������������y����u��pí���u����m���������������m����y�������mb���qu�p������ym�zqu���������p�����������b��u��b����qu�����p�����������������u�����������[������]”�� El Indicador,��������������º��06��22�����ub������83����p��2��

9�� El Indicador,��������������º����0��27�����ub������83����p������

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los encargados de velar esta clase de introducciones, sean mas cautos y no se dejen alucinar con pretesto alguno.�2

El autor de esta denuncia no atacó la opinión de El Indicador, sino que se limitó a apoyar su punto de vista sobre la liquidación del tráfico de esclavos. Al parecer, otros acometieron contra la introducción de esclavos de los brasileños, intentando publicar —sin éxito— algunas líneas en ese periódico.�3 El Universal publicó ataques más directos a la opinión de El Indicador, que señalaban la actitud esquiva de Guerrero Torres ante las críticas: “Hemos visto la evasión con que el SR. Indicador en su nº ��2, ha querido eximirse a las preguntas de dos enemigos de la infracción de la ley sobre la esclavitud, que se nos está introduciendo desde el Brasil a pretesto de la inmigración.”�4 El autor dudó sobre la condición de esos inmigrantes, quienes se establecían en Uruguay sólo para mejorar su fortuna, pues “[...] no serán tan emigrados cuando hasta pueden emigrar sus esclavos.” El editor de El Indicador respondió a estas críticas, señalando que su opinión se limitaba a la defensa de la propiedad y el progreso del país, no constitu-yendo un alegato a favor de la esclavitud.�5

Algunos han creido que somos afectos a la esclavitud, por que respetamos el derecho a la propiedad, queremos restringir una ley, que seria buena y util en otro caso, cuanto en el pre-sente perjudicial [...] Nacidos en un país libre y republicano, la idea de esclavitud no es tal vez mas alarmante que el mismo que nos [la] atribuye. No protegemos esa reliquia de los delirios de nuestros padres. No Sr. deseamos que la ley que prohibe la introducción de esclavos no prohiba tambien la de capitales, industria y brazos.”

92 El Indicador,��������������º��06��22�����ub������83����p��3��������p���������������m�������ump��m�������������y��”��

93 E���������ñ��óqu�:�E���mu�������fi�m���p��u��������������u�u�����������u�p�-�á��������������m����u��������������á�����������u������p�j�������Su��������������������m�������������������u����p��������[������]” El Indicador,��������������º��09��26����-�ub������83����p��2��

94 El Universal,��������������º686��28�����ub������83����p��3��������p�����������D������m�����������������ó��������y”��

95 El Indicador,��������������º����2��29�����ub������83����p������

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Los argumentos antiesclavistas provenían del discurso republicano, mientras que los más “dudosos” sobre la libertad de los esclavos se gene-raron en la periferia del discurso del liberalismo clásico. Al parecer, los contemporáneos no advertían esta cesura entre principios republicanos y liberales. El editorialista de El Indicador no respondió directamente a las críticas, pues consideró que él no había defendido el tráfico de esclavos. En el número siguiente Guerrero Torres dedicó un extenso párrafo a diferen-ciar el comercio de esclavos realizado por traficantes, condenándolo, de la introducción efectuada por sus amos. Al comprar un esclavo en forma legal, su amo adquiría el imprescriptible derecho de propiedad sobre él, lo cual debía ser respetado por el Estado Oriental.�6 Por otra parte, despejó el temor de quienes consideraban que permitiendo a los emigrados traer sus esclavos, la población negra aumentaría peligrosamente: “[...] A los que se asustan de las sombras, les parecerá ver ejércitos de esclavos, y transfor-mada la patria en otro Brasil o otro Santo Domingo, pero una presunción tal no pasará de un sueño, de un temor fingido [...]” También dedicó un párrafo a alabar la migración, considerándola palanca del progreso. Por último, señaló que las zonas de América de mayor despliegue industrial, eran las regiones en donde más intensamente se había empleado la mano de obra esclava. Industria y esclavitud parecían tomarse de la mano para sacar a los pueblos del estancamiento económico.

Así es que en los puntos de América en donde ha hecho más progresos la industria, en esos precisamente han concu-rrido más esclavos. Las islas del Atlántico, el Brasil, algunos estados del norte, y aún el Bajo Perú, sus mercados han tenido mayor concurrencia de esa manofactura de hombres africanos, mas no ha sucedido lo mismo en las Provincias Unidas a que perteneció este Estado, porque sus trabajos fueron naturalmen-te el pastoreo y la agricultura que no es propia de los africanos. Si en los progresos del giro, no se conoció un exceso en esta parte de la América, a su término ¿Por qué razón deberá te-merse que reciba un impulso después de haber mejorado nues-tra condición, corregido las ideas, y empezado a gustar de la libertad? [...] Si ellos vienen a servir a sus amos, aumentarán los productos porque multiplican los brazos, el comercio, por-que habrá más capitales y por consiguiente el poder y la riqueza

96 El Indicador,��������������º����3��3�������ub������83����p������

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pública. Pero aún hay más, esa clase mejorará de suerte, porque sus amos corregirán la costumbre de oprimir, si [se] uniforman con los habitos del pais, con el carácter dulce de sus hijos, y las leyes podrán protegerlos a ellos, lo mismo que ofrecer garantías y goce a sus amos.

El autor argumentó que la situación resultante de la revolución en el Río de la Plata era un freno a la reproducción de la esclavitud. Este factor impediría que el escenario local, tras el arribo de los inmigrantes con sus esclavos, terminara pareciéndose a Brasil. Esa misma condición habría de “mejorar” la situación de los esclavos brasileños traídos al Uruguay, pues sus amos se “contagiarían” de las costumbres locales, “mejorando” el trato hacia sus esclavos. En el texto emerge la creencia de que los esclavos en Brasil eran peor tratados que en Uruguay, lo cual en general se empleaba como argumento para realzar el buen trato que aquí gozaban los esclavos. Por tanto, las leyes republicanas podrían amparar a los esclavos brasileños una vez que arribaran junto a sus amos al territorio oriental. De esta si-tuación todos habrían de resultar favorecidos. Se aseguraba el derecho de los amos brasileños sobre su propiedad, se mejorarían las condiciones de vida de los esclavos, y se reactivaría la economía uruguaya. Luego de este extenso editorial, El Indicador publicó otros dieciocho artículos sobre el mismo tema hasta mayo del año siguiente. Para reforzar la exposición de Guerrero Torres, un representante nacional escribió una nota a ese diario. Allí reconoció el incremento de la población esclava desde �830, así como el beneficio que esto constituía, pues la actividad económica de Montevi-deo y la frontera habían florecido.

Desde que se ha publicado la Constitución, han ingresado a nuestro territorio por mar y tierra centenares de esclavos. A nadie se le oculta que todos los barcos que llegan de la costa del Brasil consiguen introducirlos sin riesgos: así como no se le oculta que el gobierno ha concedido permiso para el efecto. ¿Resulta un mal positivo y trascendental tolerar la introduc-ción de esclavos? Cuestión es esta que no pretendo delucidarla hoy, pero si lo haremos en la próxima reunión de la Asamblea. Por ahora, consideradas, como de las presentes circunstan-cias, opinamos que tolerando la introducción de esclavos a los que migran del Brasil, elegirán nuestro territorio como patria adoptiva y emplearán sus capitales y brazos esclavos en una

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ocupación productiva. Montevideo y nuestros puntos limítro-fes al Brasil suministran ejemplos numerosos de esta verdad y conveniencia.�7

Al argumento económico se agregó el ataque a las probables acciones judiciales contra los introductores de africanos. El autor consideró injusta la apertura de procesos judiciales contra quienes habían introducido escla-vos, pues no había reglamentos sobre esa materia, y además, porque varias familias montevideanas se habían beneficiado de la compra de esclavos introducidos ilegalmente. De acuerdo a esta opinión, un crimen realizado por la comunidad entera podía ser tolerado por los jueces.

Si se abre la puerta a la acusación de los introductores, si a los centenares de esclavos introducidos se les concede su manu-misión, ¿NO será una calamidad lamentable causada por evitar un mal menor? ¿No veríamos perecer familias enteras al verse privadas de una propiedad en la que tiene cifrada su existencia? [...] hay algunos reclamos pendientes en consecuencia a la in-troducción de esclavos. V. lo asegura y debemos creerlo; hemos oido decir, es verdad, que en el Juzgado del Crimen se sigue una causa a este respecto; pero podemos asegurar moralmente que ni el Sr. Juez del Crimen ni la Exma Cámara fallarán contra ningún introductor [...]”

De todos modos, hubo algunos jueces que no toleraron la corrupción sobre este tema. La nota anterior se había vinculado a dos situaciones concretas: al decomiso de esclavos que había realizado el Juez del Crimen Domingo A. Costa y a la discusión en las Cámaras Legislativas de un reglamento para prohibir el tráfico. A partir de un caso comprobado y de los rumores que circulaban entre la población, Domingo A. Costa le exigió al Fiscal General mayor dedicación en la defensa de los esclavos in-troducidos.�8 La situación colocó en bandos opuestos al juez —que quería cortar los abusos— y a algunos miembros de la legislatura que se oponían a sancionar a los introductores. El debate parlamentario iniciado en �832

97 El Indicador, ������������� �º ��69�� ���� �� ������ �� ��832�� p�� 3�� ������p���������� ����Du�����”��

98 El Indicador,��������������º��52��20�������mb������83����p��3���������

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recién concluyó cinco años después. Los únicos perjudicados con esa pos-tergación fueron los africanos traídos al país durante ese interregno.

Otros también se opusieron a la introducción de los esclavos brasi-leños declarados de “servicio”. No obstante, su opinión se fundaba tan-to en ideales humanitarios como en el miedo racista. “Los amigos de la Humanidad y la Ley” luego de una extensa introducción condenando la esclavitud, consideraron que: “En nuestro tiempo en que la Ilustración ha suavizado esas bárbaras costumbres haciendolas más justas, mas acomo-dadas al interés común [...] ¿Por qué atendemos más a las ideas ficticias de bien y utilidad del país que a la justicia que se debe a esos miserables?” �� La utilidad y el beneficio no podían servir como fundamentos para reproducir la esclavitud en el Estado Oriental, lo cual se dirigía contra el discurso de El Indicador de progreso económico. Además, se atendió la situación de las recientes revueltas de esclavos en Brasil.

Nosotros no hallamos las ventajas que pueda reportar el país con la introducción del Brasil, antes por el contrario, la juz-gamos perjudicial, porque las continuas rebeliones que no hace mucho tiempo se han experimentando allá causando mayores desastres, esos sucesos tan repetidos como fáciles de hacerse sentir nuevamente, nos advierten que debemos alejar de no-sotros esos males. Nada hay más verosimil, que los blancos del Janeiro, ya sean emigrados o comerciantes, se hayan propues-to la especulación de trasportar todos los negros sublevados a nuestra República [...]”

El temor a una sublevación de esclavos parecía estar latente. El “con-tagio” de la violencia de los esclavos brasileños hacia la esclavatura local, habría de producir estragos en Montevideo. El articulista denunció algu-nos casos, señalando la venta de esclavos sublevados. También se eviden-ció que la venta de esclavos en lugares públicos no constituía un evento excepcional, sino más bien cotidiano.

“[...] muchos de esos negros principalmente de los suble-vados en el campo de Santa Ana se han introducido en esta ciudad, y aun se han puesto en venta en lugares públicos, con la mayor desvergüenza. ¿Y podrá resultar algún bien al pais

99 El Universal,��������������º747����4������������832��pp��2-3��

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tolerando este comercio? ¿No se perdería nuestra esclavatura con el contacto de esos negros? ¿No acabaría de desmoralizarse la multitud que hay entre nosotros, y que esta siempre animada de un odio temible contra todo el que no se iguala en color? ¿Podremos creernos seguros en medio de esa clase de gente?”

Estos párrafos fueron escritos un año antes de la conspiración de es-clavos de �833.�00 La percepción negativa sobre la inmigración forzada de

��00 �����������25��m�y�����833�����m���������b���y���������u�������������-���������u������������p����p�����������u������u����������������E�������� �mp���������mb�é���������b�u�����má�������mb��Gu�����m�Gu������������qu���p����������u��-����������pu���������������������������í�����������m���m������������������������������í�u�z�����Duplessis �u���p��������u������������E�������Fé����������������Santo Colomba, qu������b�����u�pu�������p����ó������������������ó��������mb��u������u���������p���������������m����u��������ú���m�������������������u���������������mu��������8�����ub������833��E��p��������m�y��������u����pu���ú����������������������G���������j����u��������������������������u��������������G���������������ó����F�����E��������y�u���H���ó�������������(�������������G�-�y�H�)����j�26��[������J��é�������j���F�u��u���������]��27��ju��������833���G�-�G������G�b����j�842��[������m����J���P��í����y��P����í��������������]��28��m�y�����833���G�-�G������Gu�����j���220�� [������ó�����������j����u����������� ����ub��������� ���á����púb����]��8y��8�����ub������833�����b���������qu������u�����qu�����������y������j��u�����������������pu����������b���p�����������p������u��������������u������������u������b�����������������u���������������9�������mb������836���G�-�G�����b��949��[��9�������mb������836]�����m��m������������b����p����������������ó����p�u�������������������u�z����������p�����Duplessis, ��3�������ub������835���G�-�G�����b��945�� [3�������ub������835]��E���u������������������ �����uyó���p����������833��pu���u����������������������������Gu����é��������ó�u���p���u�����������b���-���:��uy�p������p������qu���ñ�����mb��óF�������umb��u���Ju���������G������������ó��������������������Gu����[…]��u���ó������F���z���umb�����pu����yp����������b�����ó����Ju���S���:G�������Ju�����óm���j�������������qu������b�F���zyy���pu���é�����m�[���]u��������qu�m�������������[…]p����������Ju�����óqu����p���í��m����������á����m������p�qu�ñ�p��z�����p����������������������mb�������yF���zy����pu��������S����������������p��S�������p���óqu�����mu������������p��-p�����ó��������b��yb�j�:������������4000p���p���������u��ó��y��������m���������������p���������qu������p���u��b�z�����qu����������é��������m����í������m���������������������y��������������������”E���y�������������u��������ó���p�y�����������pu��:��������������������m����m�����������u���y������m��������������������p��������qu�����p���������”E��������� J�������V����u������������� �������u����� �������������������������m�������E��������������”[��834]��������Fé�����������(Santo Colomba)��m����-����������í�u�z(Duplessis)��������u������������¿P��qué�������p����ñ��p�������í����ub�����������������������������������833?¿Y���ó���������í���4000p����p���p������������������?�����pu����������á�����¿E�p���b��qu�����b���������u�����

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origen africano queda en evidencia. Argumentos similares fueron emplea-dos para denunciar los males que traía aparejada la introducción de los “colonos africanos” en �835.

Hacia fines de �83�, durante el primer gobierno de Juan M. de Rosas, se liberalizó la introducción y venta de esclavos “de servicio” en Buenos Aires.�0� Esto iba a contrapelo de las disposiciones de la Revolución de Mayo, siendo restituida la prohibición del tráfico en �833. Esto alimentó el debate montevideano. El Indicador consideró que esa medida contri-buiría a la especulación vinculada a la trata. No recomendaba su aplica-ción al Estado Oriental, pues podía ocurrir que “[...] se llenase el país de esclavos sin venir esa industria y capitales [...]”.�02 Asimismo, se señaló que las autoridades brasileñas podían tomar ventaja, deportando a los esclavos “indisciplinados”. Por último, consideró que la liberalización de la venta constituía un freno para la disminución de la población esclava a partir de su emancipación. Ante esta situación el editorialista también advirtió que el tema iba a tratarlo la legislatura uruguaya en �832. En ese año El Indicador publicó nuevos y extensos editoriales a favor de la introducción de esclavos que venían con los brasileños, lo cual era repu-tado como progreso.

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Abolicionismo y Tráfico de Esclavos en Montevideo tras la Fundación Republicana (1829 - 1853)

En muchos puntos de América (y en más que todos en el Im-perio del Brasil) es innumerable la porción de esclavos, con que se hace toda clase de servicio. En aquel Imperio de grandísima riqueza, las fábricas de azúcar, yerba, lienzo, aguardiente, etc. etc. son servidas por esclavatura instruida completamente. La explo-tación de minas se hace con negros; y por último, puede decirse sin exageración, que el valor que encierra Brasil en esclavatura y el que con su trabajo produce en la industria y el comercio es por lo menos de $200.000.000 anuales. Y pregunto yo ahora, si una parte de esa riqueza se traslada a esta República, ya por la paz que gozamos y sostenemos, ya por la vecindad, o ya por los sacudimien-tos políticos siempre horribles, a que se ve puesto aquel Imperio. ¿Sería para nosotros un bien o un mal? ¿Un gran comerciante que se vea precisado a abandonar su país, sacrificará una parte de su fortuna para dirigirse al nuestro, cuando sin tan sacrificio puede hacerlo a otro? Un fabricante, un agricultor, un estanciero, cuyos brazos para el trabajo son por lo general esclavos propios, ¿le sería fácil en un caso urgente o conveniente aumentar nuestra riqueza, nuestra población? Es muy difícil. Siendo sus siervos el alma de sus faenas, y no pudiendo ellos entrar en puertos nacionales, una necesidad aún más imperiosa que aquella por la que se separaría de su patria, los dirigiría a puertos más dichosos.�03

El autor parecía haber estado más admirado por la prosperidad econó-mica brasileña, que dolido por la base del trabajo coactivo que la había de-sarrollado. La discusión parlamentaria sobre la introducción de esclavos fue seguida por El Indicador, incluso a través de la publicación de propuestas de proyectos de ley. La introducción de esclavos no cesó durante los días en que la Cámara de Representantes discutió ese tema, lo cual fue denunciado:

Acaban de llegar del Janeiro dos bergantines brasileros, en-tre los dos traen 6� esclavos bozales y ladinos, de ambos sexos, so la capa que son de pasajeros portugueses, que por su utilidad, y por comercio los introducen, y no viene barco del Brasil que no los traiga. [...] Los 6� esclavos bajo este título parece que ni un solo real pagan de derechos.�04

��03 El Indicador,��������������º239��6���b�������832��p��2��

��04 El Recopilador, ������������� �º 35�� ��8 �� ��b���� �� ��832�� p�� 3�� ������p����������������������qu��b��������u��������u��ó��”��

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Otra particularidad de la trata clandestina es que no realizaba ningún aporte a las arcas del Estado, pues estaba prohibida. La tradicional alcaba-la pagada por la transferencia de la propiedad de esclavos, no se tributa-ba debido a la prohibición constitucional. Nuevamente la clandestinidad constituía un factor que incrementaba las ganancias de los traficantes. El fragmento también evidencia que esta modalidad de introducción no sólo se practicaba con pequeños contingentes humanos.

El caso del bergantín toscano Triunfante devela, más allá de los dis-cursos, la política seguida por el gobierno con los esclavos de “servicio”. El 30 de junio de �833 ese navío, anclado en Montevideo, fue inspeccio-nado por el Capitán interino de Puerto “...por creerse que conducía Ne-gros...”�05 Preguntado el capitán del buque si existían africanos a bordo, contestó que no tenía ninguno, pero: “...hubo nuevos registros después de alguna resistencia por el Piloto, en el rancho de proa se hallaron � negros, 8 mayores y � jovencito.” Todos fueron decomisados por la Capitanía de Puerto. No obstante, el menor y la única mujer del grupo lograron sustraerse del control de las autoridades, siendo devueltos dos días después por Lázaro Luís de María, que era el consignatario local del buque. El capitán Juan Bautista Parodi expuso que había partido de Ba-hía para cargar carne en Montevideo, con el objeto de venderla en Santa Catalina y otros puertos brasileños. Tenía a bordo diez esclavos, unos iban destinados como marineros de un buque, y otros para ser vendidos. Con relación a su introducción sostuvo: “Que se le habia informado de la prohibición que habia aquí, pero q.e tambien se le habia dicho q.e este gobierno en atención a los pocos brazos del Pais, miraba aun remota aq.a

epoca. Que en esta confianza arribó aquí [...]”�06 Parodi expuso que en casos similares se había permitido a los capitanes de buques que condu-cían esclavos, reembarcarlos para otros puertos, si se impedía su arribo a Montevideo. Esto le había ocurrido al bergantín 28 de Noviembre, siendo los esclavos que trasportaba reembarcados hacia Buenos Aires. Pero esa no era la situación del Triunfante. Parodi no había declarado a los afri-canos a las autoridades del puerto. Por tanto, le correspondía al Capitán

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Abolicionismo y Tráfico de Esclavos en Montevideo tras la Fundación Republicana (1829 - 1853)

de Puerto una recompensa por el hallazgo de bienes no declarados. La situación era excepcional, pues se había intentado introducir esclavos, lo cual estaba prohibido. Así lo reconoció el Ministro de Hacienda en su informe:

[...] convendría tener presente al resolver este asunto q.e el Gob.no en todos los casos semejantes ha procurado conciliar la ley con la necesidad que el pais tiene de brazos. Que el 30 de noviembre de �83� permitió a Dn F.co Mello da Gama desem-barcar 5 esc.s que traía en el Bergantín Sto Domingo Eneas, y el �6 de feb.o del año pp.o se previno al Colector q.e permitie-ra la introducción de esclav.s de los pasageros, p.a promover la emigración & q.e p.a evitar abusos se dio interv.n a la Policia fijando las reglas p.a la transferencia del Patronato. Pero q.e en el caso q.e nos ocupa seg.n la cond.ta del Cap.n del buque no se debe perjudicar al aprensor de la parte que le toca, conforme al Reglamento de Resg.o.�07

La opinión del Ministro de Hacienda aclara, por si quedaban dudas, que todos los esclavos declarados de “servicio” fueron introducidos sin problemas al país por sus amos. El Capitán interino del Puerto obtuvo su prima y el caso pasó al Juzgado del Crimen. Recién en �835 la situación de los negros del Triunfante fue resuelta. En el ínterin, uno de ellos apareció muerto en la playa, ahogado posiblemente al intentar huir del barco.�08 El examen del cadáver evidenció que sus manos habían estado atadas duran-te largo tiempo. Sus pies continuaban sujetos con cordajes alquitranados. El Triunfante también había introducido cinco esclavos en Maldonado an-tes de arribar a Montevideo. Uno de ellos fue confiscado por la policía en setiembre de �833, cuando un sujeto intentó venderlo en la capital. El africano declaró haber sido esclavo en Bahía, embarcándose junto a otros, a quienes se les había prometido su libertad. No obstante, fueron conducidos a Uruguay para volverlos a esclavizar.�0� Estos casos no eran

��07 �G�-�G������Gu�����j���8��8��ju�������833[E�p�����������b�������í��Triunfante]����º��ju�������833��

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inusuales, pues en ocasiones se capturaban esclavos en forma individual para venderlos en otros puertos.��0

Al parecer, los esclavos del Triunfante fueron defendidos por un par-ticular, quien publicitó algunas características del caso. Bajo el seudóni-mo de “Un amigo de sus semejantes” el defensor se quejó de la lentitud del proceso: “[...] su expediente corriendo los trámites duerme en el Juz-gado del Crimen, así como estamos informados, cuyo consignatario es D. Lázaro de María y por cuyo negocio estoy presentando y he reclamado en favor de esos esclavos, pidiendo que quedaran libres sin perjuicio de declarar el decomiso.”��� Cabe preguntarse si el defensor pleiteaba a favor de los esclavos para obtener su patronato y después traspasar ese dere-cho, o si en verdad defendía su liberación. La resolución del caso tardó otros dos años. El �7 de noviembre de �834 la Cámara de Justicia resol-vió que los esclavos del Triunfante (de los cuales cuatro permanecían en Maldonado) debían ser puestos a disposición del gobierno, para que éste vendiera sus derechos de patronato. El importe de la venta quedaría como depósito, previéndose que alguno de sus antiguos amos reclamase su propiedad.��2 En �835, se intentó ubicar a los esclavos restantes en Maldonado. De los cuatro, uno había sido retenido por un sujeto que se negaba a entregarlo, pues el capitán del Triunfante se lo había dado como prenda de un préstamo.��3

Un registro policial expone la suerte de los ocho cautivos del Triunfan-te que quedaron en Montevideo.��4 Sus edades iban de �� a 35 años. Siete de los ocho fueron entregados en patronato de ocho años a cambio de 250 pesos. El restante fue directamente liberado, pero se ignora el nombre de

����0 E����832u�����������”�������ñ��qu��ó����������������m��é��������������p������pu�����í���b���������í��������í���J�������m�������������ñ����El Universal,������-��������º754��23������������832��p������

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quien pagó por su libertad. Es sorprendente advertir que en cuatro de siete casos, fueron otros morenos libres quienes adquirieron los derechos de patronato de los esclavos del Triunfante. Tal vez esto se vinculó a las formas de manumisión dispuestas por las salas de nación, que en ocasio-nes compraban la libertad de alguno de sus miembros.��5 Por otra parte, se debe señalar que aunque inusual, algunos negros libres de la capital poseían esclavos. Otro detalle singular fue que ninguno de los esclavos conservó el apellido de su antiguo amo, sino que se identificaron como: Benito Ahuza, Antonio Congo, Cayetano Mina, Francisco Ahuza, Fe-lisberto, Manuel Mollambi, Domingo Mina y Ventura Carabaro. Salvo en el caso del esclavo liberado, cada apellido constituía una designación africana de origen. Tal vez los africanos, luego de haberse desligado de sus amos brasileños, optaron por identificarse de acuerdo a su origen. En algunos saladeros de Montevideo los esclavos no se apellidaban como su amo, sino de acuerdo a una región africana. Lamentablemente no poseemos los datos necesarios para resolver las incógnitas que presenta este caso.

Los últimos debates sobre la diferencia entre esclavos de “servicio” y de “peculio”, se vincularon al arribo de propietarios riograndenses al Uru-guay durante la Guerra de los Farrapos. Este conflicto generó el aumento de la población esclava en la capital y en el espacio fronterizo, lo cual es-taba en contra de la política anti-tráfico del gobierno de Manuel Oribe. El Fiscal General Francisco Solano Antuña envió una consulta al Ministro de Gobierno en junio de �837 sobre ese tema.��6 Antuña señaló que debía reglamentarse la prohibición de introducir esclavos de una forma que be-neficiara al país y que al mismo tiempo contribuyera a la emancipación de la población esclava.

Conmovida enteramente la Provincia limítrofe del Rio Grande por efecto de la guerra civil en que se encuentra: sus-pendieron por consecuencia sus trabajos todos los mas de los saladeristas, y por lo pronto condujeron algunos de ellos sus esclavos a nuestro Estado. El Fiscal no sabe, si para tolerar las Autoridades de la Frontera esta introducción han consultado

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����6 El Universal,��������������º2308��5��ju��������837��p2�����um�������fi��������

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y recibido instrucciones de V. E. y observa que en el caso de haberse permitido al amparo de una resolución del Gobierno (no publicada en el Registro Nacional) para que se consienta a los transeúntes la introducción de los esclavos de su servicio, ha sido arbitraria la interpretación: en razon de que tal disposi-ción se refiere a los esclavos de servicio doméstico, y de ningun modo a aquellos que son peones o maestros de fabricas y en gran número.

Nuevamente la distinción entre esclavos de “servicio” y de “peculio” se empleaba como argumento para introducir esclavos. Esa categoría sólo se aplicaba al servicio doméstico que acompañaba a los viajeros. Con la inmi-gración riograndense fueron introducidos en Montevideo y en Arredon-do (Cerro Largo) decenas —tal vez cientos— de esclavos que trabajaban como operarios y maestros saladeristas. Algunos amos habían conchabado a sus esclavos en los saladeros de la capital, los cuales fueron finalmente vendidos a los compradores locales. Otros establecieron sus propios sa-laderos, transportando esclavos, ganados y herramientas a Montevideo. Según Antuña, la instalación de esos saladeros esclavistas perjudicaría a los saladeristas uruguayos, por el tipo de elaboración que hacían los escla-vos con la carne y por los costos comparativamente menores de la mano de obra esclava.��7

La complejidad del problema nuevamente radicó en la supuesta contradicción entre las disposiciones constitucionales que resguarda-ban la libertad y la propiedad. Se entendía que una prohibición ter-minante no resolvería la situación, pues no eliminaría la introducción clandestina ni contribuiría a emancipar a los esclavos de los brasileños. El fiscal propuso que se permitiera la introducción de los esclavos de los riograndenses, con la salvedad de que debían ser liberados después

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Abolicionismo y Tráfico de Esclavos en Montevideo tras la Fundación Republicana (1829 - 1853)

de trabajar ochos años para sus amos. Antuña enumeró los beneficios de esta medida:

�º La observancia del espíritu de la Constitución asegu-rando la libertad de aquellos infelices. 2º La observancia de la letra y espíritu del artículo �47 citado. 3º La seguridad de que los Brasileros diesen un trato más humano a sus esclavos; pues que en otro caso tendrían estos el derecho de exigir que los vendieran sus dueños por tasación judicial, arreglada al tiempo que debiesen de servicio. 4º La oportunidad de que en los casos preindicados adquiriesen los saladeristas del pais peones perma-nentes y maestros en la salazón, con cuyo auxilio se pondrian con el tiempo al nivel de los saladores brasileros en todo respec-to y 5º la adquisición para la Republica de estos brazos útiles y completamente subordinados.

El fiscal anticipó que la ejecución de esta medida traería inconve-nientes pues afectaba a la propiedad. La policía debía investigar las cifras de esclavos introducidos y asegurarse de que los amos concedieran las escrituras de libertad con el plazo de ocho años. El Ministro de Gobierno elevó la propuesta de Antuña a la Cámara de Representantes para su estudio. Mientras se establecía un reglamento definitivo, el Poder Ejecu-tivo prohibió la venta de los esclavos recientemente introducidos de Bra-sil, bajo la pena de emanciparlos. También dispuso el levantamiento de padrones para recabar la información sobre los esclavos. La propuesta de Antuña fue el detonante de la discusión legislativa que concluyó con la creación de la reglamentación definitiva de la prohibición del tráfico de �4 de julio de �837. Sus sugerencias fueron rechazadas y generaron duras críticas, adjudicándose a Antuña una opinión favorable a la esclavitud. Debemos señalar que en el discurso del fiscal los términos utilidad y libertad parecen haberse confluido. Unos pocos años antes esos mismos conceptos habían sido empleados para fundamentar la mayor empresa de traslado forzado de africanos hacia el Uruguay independiente, la cual se había generado para saldar las cuentas de caja y de crédito del primer gobierno legal de la república.

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2.2. El Estado Oriental participa del tráfico: los “colonos” africanos (1832-1842)

Una de las disposiciones más importantes para finalizar el tráfico transatlántico de esclavos ocurrió en �830, cuando Brasil y Gran Bretaña implementaron un tratado para finalizar el vasto tráfico de esclavos bra-sileño.��8 Poco después, entre �832 y �838, misteriosos barcos portugueses arribaron a Montevideo desde África, teniendo lastre como única carga. La prensa local sospechó que estos navíos habían desembarcado esclavos en Río de Janeiro antes de llegar a Montevideo, y que estas actividades violaban de alguna manera la prohibición del tráfico de esclavos en Uru-guay, en donde la trata se había ilegalizado sucesivamente en �825 y �830. El cónsul británico en Montevideo tomó nota de alguno de estos barcos y los denunció como navíos esclavistas vacíos que estaban en ruta desde o hacia Brasil. No obstante, la bien conocida lista de viajes esclavistas publicada por la cancillería británica en �845 registró a estos barcos como desembarcando esclavos en Montevideo en lugar de en Rio de Janeiro.��� De hecho, estos navíos eran parte de una operación que trajo esclavos a Brasil y también disfrazó el envío de africanos a Montevideo bajo el título de “colonos” para evadir la legislación antiesclavista uruguaya.

Antes de la liquidación formal de la trata en Brasil (�830), los trafican-tes de esclavos brasileños se apuraron a traer tantos esclavos como fuera posible al Imperio. Estos mercaderes también comenzaron a desarrollar nuevas estrategias para evadir las patrullas británicas en el Atlántico. Al-gunos traficantes planearon introducir “colonos africanos libres” al Brasil inmediatamente después el final de la trata establecido para �830. Estos comerciantes se proponían comprar esclavos en África, luego liberarlos, y embarcarlos hacia Brasil, en donde los africanos tendrían que trabajar para pagar su manumisión y el costo del pasaje transatlántico. El término “colono” designaba una especie de inmigrante contratado que trabajaba en su lugar de destino para pagar su trasporte. A través de esta operación,

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����9 G�E�� ���������G�E�����������Parliamentary Papers, ��845��X��X��P����pD���u��������p�������������m�p�u�b�����u����������b�������������������������������������P����pD����The Atlan-tic Slave trade: A Census. ��������:���������W����������P��������969��p��249��

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los traficantes anticiparon poder eludir las patrullas navales británicas ya que los africanos en teoría viajarían por su propia voluntad.�20 Los repre-sentantes británicos en Brasil señalaron al gobierno británico que sería difícil impedir este tráfico de esclavos disfrazado.�2� El canciller británico Lord Aberdeen consideró esta cuestión simplemente como un subterfugio para la continuación del tráfico esclavista, y advirtió al gobierno brasileño que todas las naves brasileñas que llevaran grupos de africanos a Brasil, ya fueran esclavos o colonos, serían consideradas como una violación al tratado de �826 contra la trata.�22 No obstante, los comerciantes brasi-leños de esclavos aplicaron el esquema de “colonos” africanos al vecino Uruguay, que había logrado su independencia tras la guerra Argentino-Brasileña (�825-�828).

En Uruguay, el gobierno local contrató con mercaderes brasileños la introducción de “colonos” africanos en �832-�834. Los traficantes pagaron una enorme suma al gobierno para obtener la licencia para introducir es-tos “colonos,” que tenían que ser menores de �6 años. Una vez en Uruguay, los mercaderes vendían el derecho sobre el trabajo de estos “colonos” para cubrir los gastos de su transporte más los dividendos. Este operativo per-mitió el desembarco de niños africanos en Montevideo para servir como esclavos. En Montevideo, las contradicciones entre la edad de estos colo-nos, la mayoría niños, y la condición de colonos libres, dejaba en evidencia a la empresa esclavista. Asimismo, los traficantes brasileños utilizaron el subterfugio de los “colonos” africanos para defenderse en los casos en que sus naves fueran capturadas y enviadas a la Corte de Comisión Mixta An-glo-Brasileña, y de este modo recuperar los navíos esclavistas capturados por la armada británica.

Este apartado explora los eventos que durante y después de la inde-pendencia de Uruguay influenciaron en el arribo de esclavos hacia Río de Janeiro y Montevideo. En los años �830s, varios barcos esclavistas llegaron a Montevideo, pero pocos desembarcaron esclavos allí. La mayor parte de

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estos navíos ocultaban su participación en el tráfico de esclavos hacia Río de Janeiro, ya fuera recalando en Montevideo luego de desembarcar los esclavos en la costa brasileña o antes de dirigirse a África para continuar con la trata. Este patrón de tráfico de esclavos surgió luego de la inde-pendencia de Uruguay y tras la negociación del único y posteriormente incumplido tratado anglo-brasileño contra la trata (�826), que tomó efecto en �830. Tanto la independencia de Uruguay como el tratado contra el tráfico de esclavos eran cuestiones centrales para las relaciones diplomá-ticas anglo-brasileñas. De hecho, las negociaciones que dieron lugar al tratado anglo-brasileño contra la trata y las que llevaron a la creación de Uruguay como estado independiente generaron el escenario que hizo posible la ruta esclavista entre Montevideo y Río de Janeiro durante la década de �830.

El esquema de estos barcos esclavistas de mediados de la década de �830 evidencia el dinamismo de la trata hacia Río de Janeiro con escala en Montevideo y en segundo término, la introducción de esclavos africanos a Montevideo bajo el título de “colonos.” Ambas operaciones estaban vin-culadas a la hegemonía comercial brasileña en Montevideo. En Uruguay, el fracaso del gobierno local para aplicar las leyes vigentes contra la trata permitió el arribo de esclavos bajo el nombre de “colonos.”

La política exterior británica contra el tráfico de esclavos —iniciada en �808 al terminar Inglaterra su propia trata— enmarcó estos eventos. Inglaterra había sido el imperio atlántico que había trasladado el mayor número de esclavos en el siglo XVIII, y sólo fue superado por los luso-brasileños en la historia del tráfico de esclavos transatlántico. No obs-tante, desde �808 Inglaterra promovió la abolición internacional de la trata a través de la firma de tratados con otros países y de destinar un escuadrón de la marina a la persecución de barcos esclavistas. Este nuevo arribo de africanos esclavizados también complicó las primeras relaciones diplomáticas entre Gran Bretaña y Uruguay. Mientras que la llegada de los “colonos” africanos benefició económicamente al primer gobierno del Uruguay independiente, este factor impidió al segundo gobierno uruguayo la obtención de un préstamo de Londres que era central para su propia subsistencia.

Desde el siglo XVII, Brasil y el Río de la Plata tuvieron relaciones basadas en el comercio y el contrabando, en donde uno de los rubros más

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Abolicionismo y Tráfico de Esclavos en Montevideo tras la Fundación Republicana (1829 - 1853)

lucrativos fue justamente el tráfico de esclavos.�23 Entre �777 y �8�2, el Río de la Plata recibió al menos 60.000 esclavos desde Brasil y África.�24 Este comercio no solo fue importante para los rioplatenses, sino también para los brasileños y portugueses a ambos lados del Atlántico sur.�25 El movi-miento de independencia rioplatense interrumpió el tráfico de esclavos hacia Montevideo y Buenos Aires. Después de �8�0, lo que se convertiría en Uruguay se mantuvo bajo el dominio consecutivo y a veces superpues-to del régimen español, del gobierno revolucionario de Buenos Aires, del líder oriental José Artigas, y de la ocupación luso-brasileña. Este territorio experimento la guerra casi en forma continua entre �8�0 y �830, cuando se promulgó la primera constitución uruguaya. Luego de la independen-cia de Uruguay, las relaciones entre Montevideo y los traficantes cariocas de esclavos se continuaron bajo una nueva estructura. En este apartado analizamos cómo luego de la prohibición del tráfico esclavista en Brasil, tras �830, los traficantes brasileños crearon una nueva ruta esclavista en coordinación con sus vecinos rioplatenses.

Dado que Rio de Janeiro era el puerto esclavista más importante en América, la política inglesa se centró primero en Brasil. Las discusiones entre Gran Bretaña y Brasil comenzaron desde la independencia del úl-timo en �822, y terminaron sólo en �850 cuando Brasil suprimió defini-tivamente la trata.�26 Entre las medidas del tratado de �826, se encontra-ba la creación de una Comisión Mixta anglo-brasileña, situada en Río de Janeiro, que juzgaría el destino de los barcos esclavistas capturados por la armada inglesa y brasileña. Los dueños de seis barcos portugue-ses, capturados en �834 y �835, declararon en esa comisión que sus naves trasladaban “colonos” africanos a Montevideo, y no esclavos hacia Brasil.

��23 ���������S�� Z�k��í���� Contrabando y control en el siglo XVII, �u����� �����: �E������988;J������F�����������Le Commerce atlantique au Río de la Plata 1680-1778, P����:������������������É�������H�u���É�u������S��������S���������2000;P��D���F�b�í�����A Colô-nia do Sacramento: o extremo sul da América Portuguesa, P����������:Fump��������2002��

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��25 ����E��� J���p�������E���J���p���Way of Death. Merchant Capitalism and the Angolan Slave Trade 1730-1830,��������:���������W����������P��������988,pp��486y493-6��

��26 �E�HE���� ���������E�HE���� �������� The Abolition of the Brazilian Slave Trade, ���������� ��mb����� �������P��������970��

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Las naves Dois de Março, Santo Antonio, Duquesa de Bragança, Aventura, Amizade Feliz, y Angelica ofrecieron esta misma explicación.�27 En verdad, esas naves eran parte de una operación que envolvía a Montevideo en el tráfico de esclavos.

El cónsul británico en Uruguay Thomas S. Hood, anotó el arribo de dos navíos portugueses en �832 y �833 que habían desembarcado esclavos en Brasil y llegaron sólo con lastre a Montevideo.�28 Luego, Hood anotó el arribo de otras dieciséis naves entre julio de �834 y marzo del �835. Hood identificó estas naves como esclavistas pues habían llegado en lastre desde África, luego de haber desembarcado los esclavos en la costa brasileña. Estas naves tenían bandera portuguesa, pero Hood sostenía que eran bra-sileñas y que estaban disfrazadas para evadir la patrulla naval británica. En la tabla � (ver en la página siguiente) se emplean los reportes de Hood, los libros de entrada y salida del puerto de Montevideo, así como la base de datos sobre el tráfico trasatlántico de esclavos,�2� para ilustrar el desarrollo de esta ruta. Los cálculos sugieren que entre �83� y �83� doce por ciento de los esclavos que arribaron a Rio de Janeiro fueron conducidos a través de una ruta que empleó a Montevideo como escala. Hasta �835, tanto la armada brasileña como la británica vigilaban la costa brasileña para cap-turar barcos esclavistas, pero durante los dos años siguientes el gobierno brasileño gradualmente dejó de acosar a los traficantes de esclavos, lo cual permitió el crecimiento enorme de la trata desde �837.

La ruta principal de los 4� viajes esclavistas detallados en la Tabla � partía de Angola o Mozambique para luego desembarcar clandestinamen-te esclavos en la costa cercana a Rio de Janeiro pero sin entrar a ese puer-to. Luego, la nave salía en lastre a Montevideo para allí ser reparada, le-vantar carga, y salir hacia el puerto de Río de Janeiro, en donde declaraba como origen Montevideo y no África. En Montevideo, las naves “lavaban” su participación en la trata al levantar carga y documentación uruguaya. Esta ruta fue diseñada para ocultar el origen africano del viaje anterior a

��27 Irish University Press Series of British Parliamentary Papers. Slave Trade.Slave Trade.S���������:������������P��������969��V������4��S����835������������43-��44����48-��49����55-��57��S����835����������268��y288��

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Abolicionismo y Tráfico de Esclavos en Montevideo tras la Fundación Republicana (1829 - 1853)

la entrada oficial de la nave al puerto de Rio de Janeiro. De entre estos 4� casos hay seis excepciones: tres barcos que partieron de Río de Janeiro, recalaron en Montevideo y siguieron rumbo a África, y otras tres naves que llegaron a Montevideo después de desembarcar los esclavos en Brasil, y luego siguieron hacia África en lugar de retornar a Rio de Janeiro.

De estos 4� viajes esclavistas que se detuvieron en Montevideo, 40 salieron de Angola (principalmente de Luanda) y 5 de Mozambique (in-cluyendo a Quelimane y Lourenço Marques). Un barco declaró São Tome como puerto de origen, otros dos Cabo Verde (en donde el tráfico esclavis-ta estaba prohibido) y otro barco no tenía procedencia africana conocida. La relación de 8 a � entre África Centro-Occidental y el África del Su-reste en estos 4� viajes muestra un vínculo más fuerte con Angola que en los viajes que navegaban directamente entre África y Rio de Janeiro. En el tráfico directo, la relación de navíos de África Centro-Occidental con la de África del sureste llegó a un máximo de 6 a � en �826, pero durante el

Tabla 1

Comparación de viajes esclavistas y del estimativo de esclavos llegados a Rio de Janeiro a través de la ruta de Montevideo

y directamente desde África

AñoArribos a Rio de Janeiro

vía MontevideoArribos a Rio de Janeiro

desde África directoTotal de arribos a Rio de Janeiro

Esclavos Viajes Esclavos Viajes Esclavos Viajes

1831 - - 565 (1) 565 (1)

1832 720 (2) 116 (2) 836 (4)

1833 444 (1) 1.121 (3) 1.565 (4)

1834 4.102 (11) 471 (4) 4.573 (15)

1835 5.656 (14) 2.328 (10) 7.984 (24)

1836 4.749 (12) 11.319 (32) 16.068 (44)

1837 2.829 (7) 34.851 (77) 37.680 (85)

1838 904 (2) 40.899 (94) 41.803 (96)

1839 - - 46.914 (111) 46.914 (111)

Total 19.404 (49) 138.584 (334) 157.988 (383)

Fuentes: Voyages: The Transatlantic Slave Trade Database, www.slavevoyages.org; Archivo General de la Nación, Fondo Ex–Archivo General Administrativo (en adelante AGN-AGA), Libro 346, 1829-1835; Libro 103, 1835-1838; Libro 555, 1835-1840; Libro 373, 1841-1843.

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tráfico masivo hacia Rio de Janeiro en los cuatro años siguientes esa rela-ción se acortó a 2 a � en �830.�30 Tal vez, la gran participación de Angola en la ruta esclavista carioca que empleaba a Montevideo como escala in-dica que los traficantes brasileños que operaban en Luanda fueron los res-ponsables de la creación de este subterfugio a la legislación anti-tráfico.

La escasa información que poseemos sobre las redes comerciales de-trás de estos viajes esclavistas apunta a algunos traficantes que operaban en Rio de Janeiro y a comerciantes brasileños de la plaza de Montevideo. Sólo tres capitanes aparecen en dos ocasiones en la lista de naves esclavis-tas que usaban a Montevideo como escala. Sólo conocemos la identidad de 27 propietarios de los barcos esclavistas, tres de los cuales eran dueños de más de un navío. Esto se corresponde con algunas características del tráfico de esclavos hacia Rio de Janeiro, en donde muchos propietarios conducían ocasionalmente viajes esclavistas, y sólo unos pocos tenían una presencia dominante en la trata antes de �830.�3� La información sobre los consignatarios también aporta algunas conexiones con Rio de Janeiro y con el anterior tráfico interno entre esa plaza y Montevideo durante la dominación luso-brasileña. Conocemos la identidad del consignatario en �8 de estos viajes esclavistas, diez de los cuales fue Manuel da Costa Guimarães. Al menos �6 individuos con el apellido Guimarães estuvieron involucrados en el tráfico de esclavos hacia Rio de Janeiro entre �8�� y �830.�32 Manuel da Costa Guimarães contrató con el gobierno uruguayo la introducción de “colonos” africanos a Uruguay en �832. Otro consig-natario en Montevideo, Antônio Castro de Queirós, envío �4� esclavos desde Río de Janeiro hacia Montevideo durante la ocupación brasileña a ese puerto, a mediados de los �820s.�33 Manuel Gonçalves da Costa, otro consignatario, introdujo 73 esclavos a Montevideo en �826-7. Estos datos fragmentarios, por tanto, relacionan algunos consignatarios de los navíos de la década de �830 con la comunidad comercial brasileña en Montevideo.

��30 ���������������y���������

��3�� F���E����������������Em costas negras. Uma historia do tráfico de escravos entre a Áfri-Uma historia do tráfico de escravos entre a Áfri-ca e o Rio de Janeiro (séculos XVIII e XIX), �����J�������:��mp�����������������2002�� p����5����

��32 �b������ 205 y 255�� E���S�� D�������b������205y255�� E���S�� D��������E���S�� D������D������D������Economic Growth and the Ending of the Transatlantic Slave Trade, ����Y��k:�������������P��������987��p����5������5����

��33 F��G�S��� J��� y FE��E��� G�EDES�� ��b������F��G�S���J���yFE��E���G�EDES����b������Tráfico de escravos e relações comerciais no Sudeste do Brasil: primeira metade do século XIX,(�����J�������:���������P��qu���E����ô-m����p������-�������F�������������J���������2000)[D���b���]��

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Abolicionismo y Tráfico de Esclavos en Montevideo tras la Fundación Republicana (1829 - 1853)

Razones geopolíticas habían llevado a los traficantes brasileños a ele-gir Montevideo como puerto de escala. La independencia uruguaya trans-formó a Montevideo en el puerto extranjero más cercano a Río de Janeiro. En cambio, Buenos Aires no podía proveer la misma seguridad a los trafi-cantes brasileños dada la ascendencia británica allí y la acción más energé-tica del gobierno porteño. En marzo de �837, el gobierno de Buenos Aires confiscó la nave brasileña Eloísa antes de su partida hacia Montevideo y África.�34 Su consignatario en Montevideo era Manuel Gonçalves da Cos-ta. Luego de su arribo desde Rio de Janeiro, este barco había procedido a la construcción de escotillas adicionales. Hacia el tiempo de su partida, el Eloísa cargaba cadenas y grillos, 80 a �0 cascos vacíos para agua, pólvora, medicinas, textiles, dinero, y grandes cantidades de arroz, porotos y fariña, todo lo cual implicaba a este barco en el tráfico de esclavos. El gobierno porteño no solo confiscó a la nave, sino que prohibió a su capitán y piloto servir a bordo en naves que arribaran o partieran de Buenos Aires. Estas sanciones jamás fueron aplicadas en Montevideo a los barcos portugueses esclavistas que llegaban en lastre.

La coyuntura de los inicios de los años �830s, cuando del gobierno brasileño aplicó una política efectiva contra la trata, permitió la crea-ción de la ruta Montevideo-Rio de Janeiro. Una vez que las autoridades brasileñas dejaron de perseguir el tráfico, luego de �837, esta ruta perdió razón de ser y desapareció. En �832, el gobierno de Fructuoso Rivera fir-mó contratos con traficantes brasileños para trasladar a Uruguay “colo-nos africanos”. Seis naves esclavistas capturadas por la armada británica y brasileña emplearon documentos emitidos por el gobierno uruguayo como defensa ante la Comisión Mixta de Rio de Janeiro en �834 y �835, por lo cual este artilugio fue efectivamente empleado por los traficantes esclavistas. El gobierno de Manuel Oribe, segundo presidente urugua-yo, repudió esos contratos y prohibió el arribo de “colonos africanos” a Uruguay en �835, pero nunca detuvo el arribo de barcos esclavistas en lastre a Montevideo entre �835 y �838. Estos hechos despertaron la preocupación británica e integraron la agenda (�833-�842) que terminó con la firma y ratificación del tratado anglo-uruguayo contra el tráfico de esclavos.

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En otra oportunidad hemos realizado apuntes sobre la demanda y aplicación de trabajo coactivo (esclavos, inmigrantes contratados, cauti-vos indígenas) en Buenos Aires, Montevideo y Porto Alegre en la década de �830.�35 La dinamización de las economías de las ciudades-puerto y su entorno rural requirieron mayores contingentes de mano de obra, así como la fijación de un núcleo estable de trabajadores. En �825, la Provin-cia Oriental prohibió el tráfico de esclavos y aprobó una ley que declaraba libres a los niños nacidos de madre esclava. Ambas medidas fueron inclui-das en la constitución uruguaya de �830. No obstante, la prohibición de la trata era sólo declarativa, pues el gobierno debía crear procedimientos para regular casos especiales como la introducción de esclavos juntos a sus amos. Los registros de Río de Janeiro muestran que al menos 20� esclavos fueron embarcados desde ese puerto hacia Montevideo entre �830 y �833, luego de la prohibición constitucional de la trata.�36 Aparte de una docena de casos en los cuales las autoridades uruguayas actuaron, no hay registros sistemáticos del arribo de esclavos en pequeños grupos entre �830 y �84�, sólo un año antes de la abolición de la esclavitud en Montevideo.�37 Por otra parte, existen datos específicos sobre grandes arribos de esclavos afri-canos introducidos con el nombre de “colonos.”

Redes políticas y comerciales entre brasileños y uruguayos facilitaron la continuidad de la trata hacia Montevideo. El primer presidente urugua-yo, Fructuoso Rivera (�830-�834), había sido Comandante Militar de la campaña durante buena parte del régimen luso-brasileño. Otras figuras prominentes de ese gobierno habían sido imperiales, personalidades que habían apoyado al dominio brasileño. Tal fue el caso de Nicolás Herre-ra, José Ellauri, Julián Álvarez y Juan Gelly, quienes estaban casados con cuatro hijas de Lucas Obes, el Ministro de Gobierno de la administración Rivera. Estos lazos facilitaron el entendiendo entre el gobierno uruguayo y los comerciantes brasileños que introdujeron a los “colonos” africanos.

En el período colonial el tráfico de esclavos había generado ganancias a los comerciantes y entradas al fisco, lo cual era conocido por la primera administración uruguaya y sus prestamistas. Domingo Vázquez y Teodoro

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��36 F��G�S� y FE��E��� G�EDES�� �p�� �����F��G�S�yFE��E���G�EDES���p�������

��37 ����������H�G�S��S��������p���������pp��22-28��

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Abolicionismo y Tráfico de Esclavos en Montevideo tras la Fundación Republicana (1829 - 1853)

Vilaça realizaron préstamos al gobierno uruguayo y fueron los primeros contratistas responsables por el arribo de los “colonos africanos.” Vázquez y Vilaça pagaron 30.000 pesos al gobierno a cambio de introducir 650 “colonos africanos.” Los traficantes estaban autorizados a embarcar �50 africanos sobre la cuota permitida debido a la mortalidad prevista en el viaje. Los “colonos” debían trabajar �2 años para la persona que había comprado el derecho sobre su trabajo. Este tipo de contratos se asemeja-ba al arreglo establecido entre comerciantes locales y colonos canarios y vascos traídos a Uruguay en esos mismos años. No obstante, los precios pagados por los “colonos africanos” se asemejaban al valor de un esclavo adulto, entre 300 y 400 pesos, lo cual evidencia el fondo esclavista del asunto.�38 En �834, Manuel da Costa Guimarães firmó otro contrato con el gobierno por el cual se ofrecía a pagar 42 pesos a las arcas fiscales por cada esclavo introducido.�3� La tabla 2 detalla los cinco desembarcos de “colonos” africanos en Uruguay, así como los otros dos que fueron impe-didos de finalizar su viaje.

Esta operación disfrazó la introducción de esclavos africanos como colonos para evadir la prohibición constitucional contra la trata y a las patrullas navales británicas. En Montevideo, la Policía abrió un registro con el nombre de cada “colono” y su patrón. Este era el único documento oficial que refería a los africanos en su condición de “colonos”. En ese registro sólo se anotaron 220 individuos, pues la mayoría de los africanos fueron simplemente vendidos como esclavos.�40 Menos de la quinta parte de los africanos desembarcados fueron sujetos al sistema de colonato, lo cual demuestra el carácter esclavista de la operación.

El viaje de Montevideo a la costa africana, incluyendo la provisión de africanos y el retorno, podía llevar 7 meses. El 3 de agosto de �833 partió hacia Angola el bergantín Río de la Plata, sólo con lastre.�4� Aunque debía desem-barcar en la capital uruguaya, el navío arribó a Maldonado el �4 de febrero

��38 El Estandarte Nacional,��������������º��4��������26����835��p��3��

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de �834. Trasladaba al menos 336 “colonos”, 40 libras de carey y 200 cocos de bálsamo.�42 La escala en Maldonado se debió al aprovisionamiento de víveres, pero también fue provocada por la revuelta de algunos marineros. La insurrec-ción fue reprimida, tras lo cual los africanos fueron desembarcados.

En Maldonado fueron vendidos los derechos de patronato de 20� afri-canos del patacho Delfina, otros cinco fueron entregados a los oficiales encargados del operativo. Por último, 37 fallecieron de enfermedades y por

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Tabla 2

Navíos dirigidos hacia Uruguay con “colonos africanos”, 1833-1835

Fecha Nave Lugar de desembarcoNúmero

de africanos desembarcados

Agentes

25/10/1833 Aguila I Montevideo (Santa Lucía) 239 Platero

14/02/1834 Rio de la Plata Maldonado *450 Vázquez

y Vilaça

04/04/1834 Porfia Montevideo *300 Vázquez y Vilaça

28/12/1834 Río de la Plata

Capturado por la armada británica y llevado a Río de Janeiro

- Vázquez y Vilaça

30/01/1835 Esperanza Oriental Montevideo (Buceo) 350 Guimarães

16/03/1835 Delfina Maldonado 251 Vázquez y Vilaça

13/06/1835

Paquete Africano(a)

Cesar Augusto

El gobierno no permitió desembarco, salió al Brasil

- Guimarães

Total 1.590

Notas: *Hood señaló que 450 y 300 africanos fueron desembarcados por el Río de la Plata y por el Porfia, mientras que los registros de la policía muestran sólo 336 y 164. IUP, Vol. 14, S. 1836, Class B, 82-83, 149.

Fuentes: DÍAZ DE GUERRA, pp. 40-44; AGN-AGA, Libro 938, Policía de Montevideo, Libro de Africanos introducidos en el país 1833-1835; El Universal, Montevideo, Nº 1260, Noviembre 2 de 1833, 3; El Estandarte Nacional, Montevideo, Nº 21, Febrero 4 de 1835, 3; El Nacional, Montevideo, Junio 13 de 1835, 2

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Abolicionismo y Tráfico de Esclavos en Montevideo tras la Fundación Republicana (1829 - 1853)

efecto del clima tras el desembarco.�43 Sobre las condiciones en que viaja-ban los africanos del Esperanza Oriental la prensa advirtió que: “[...] han llegado a nuestras playas cargados de cadenas, que ocho ú diez han muerto en el viaje y que sesenta se han ahogado al desembarcarlos por causa del mal tiempo y sobre todo de la torpeza de sus conductores.”�44

Es posible hallar referencias consistentes sobre las edades de los “colo-nos” africanos de Montevideo. El primer embarque consistía en 23� niños y jóvenes, habiendo sido contabilizados por la policía sólo �4�. El resto había sido vendido antes de la llegada de las autoridades. Casi el �0% de los africanos registrados por la policía no alcanzaba los �0 años de edad. El 56% era de sexo masculino y el 44% del femenino. Las tablas 3 y 4 eviden-cian la presencia abrumadora de niños en dos de estos navíos esclavistas.

Tabla 3

Edad y sexo de 141 africanos desembarcados por el Águila I (1833)

SexoEdad

8 a 9 años 14 a 18 años

Femenino 56 6

Masculino 68 11

Nota: Uno de los africanos de mayor edad murió luego del desembarque Fuente: AGN-AGA, Ministerio de Gobierno, Caja 848, Noviembre de 1833, [Relación de 141 de los 239 africanos desembarcados en Santa Lucía] 2 de noviembre de 1833.

Tabla 4

Edad y sexo de 194 africanos desembarcados por el Delfina (1835)

Sexo Edad

4 a 7 años 8 a 11 años Mayores de 12 años

Femenino 18 25 12

Masculino 76 58 5

Fuente: DÍAZ DE GUERRA, María, op. cit., p. 44.

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��44 El Estandarte Nacional,�������������3����b��������835��p��2��

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Los recibos de traspaso del patronato que transcribió Díaz de Gue-rra de los africanos llevados por el Río de la Plata a Maldonado en �834, corresponden a menores de � años, e incluso a un “colono” que tenía 5 años.�45 En el caso del Delfina, el 72% de los africanos eran del sexo mascu-lino y el 28% del femenino, lo cual superaba la cuota máxima de varones estipulada. No obstante, se debe advertir que este grupo constituía sólo el 77% del total de africanos desembarcados en esa ocasión.

Las fuentes británicas confirman la enorme presencia de africanos muy jóvenes entre los africanos embarcados como “colonos” hacia Monte-video. En �834, Thomas S. Hood reportó sobre el desembarque del navío Porfia que: “Estos esclavos, principalmente niños, fueron abiertamente llevados a tierra, y ahora están en exhibición pública para la venta en un mercado establecido a las puertas de la ciudad.”�46 Al año siguiente, Hood describió a los africanos traídos por el navío Esperanza Oriental como: “principalmente niños de ocho a doce años de edad”.�47 Los africanos del último viaje del Río de la Plata, capturado por la marina inglesa, eran ma-yoritariamente niños: 26� niños y �7� niñas, o el 85 por ciento de los 522 africanos sobrevivientes.�48 La alta proporción de niños en estos navíos esclavistas corresponde con la tendencia del último período del tráfico esclavos hacia Cuba y Brasil, cuando los niños y los hombres adultos pre-dominaban. Los niños africanos estuvieron más involucrados en el último periodo —e ilegal— del tráfico de esclavos hacia Rio de Janeiro que hacia cualquier otra región del mundo atlántico, y el caso de los “colonos” afri-canos de Montevideo es consistente con esta tendencia.�4�

Este ensayo no intenta esclarecer los debates sobre la significativa par-ticipación de niños en los navíos esclavistas durante el siglo XIX, pero la

��45 D�ZDEG�E������p���������pp��42-43��

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Abolicionismo y Tráfico de Esclavos en Montevideo tras la Fundación Republicana (1829 - 1853)

evidencia de los “colonos” africanos de Montevideo puede ayudarnos a ilustrar algunos puntos. �50�50 Parte del debate se centra en dilucidar si fueron causas originadas en África o en las Américas las que llevaron a este in-cremento en niños esclavizados embarcados. Si el tráfico transatlántico de esclavos tenía una correspondencia directa con el tráfico interno af-ricano de esclavos, entonces debemos buscar las razones de este cambio en África. No obstante, eventos en el Nuevo Mundo tales como la pro-hibición y continuación ilegal del tráfico, pudieron haber contribuido a este aumento de niños embarcados hacia las Américas.

Paul Lovejoy recientemente ha revisado la literatura sobre los niños y el tráfico de esclavos, centrándose en el Golfo de Benín.�5� Lovejoy revela algunos casos en que naves esclavistas embarcaron únicamente mujeres y niños justo antes del inicio del siglo XIX. Sobre esa centuria, Lovejoy espe-cula que el trabajo en las plantaciones cafetaleras brasileñas puede haber llevado a este incremento de niños en el tráfico transatlántico pues los niños podían ser empleados para recoger granos de café. Asimismo, even-tos en el Nuevo Mundo pudieron haber ocurrido justo al mismo tiempo que causas en África llevaron a este aumento de la presencia de niños en las embarcaciones esclavistas. Las patrullas británicas anti-esclavistas en el Atlántico llevaron a los traficantes de esclavos a probar nuevas tácticas vinculadas a la compra, el crédito y la venta de esclavos. Lovejoy sugiere que embarcar más niños en la nave esclavista permitía una mayor carga de esclavos dentro de la nave y disminuía los costos de controlar los escla-vos a bordo.�52 Debemos señalar que esta estrategia de comprar todos los esclavos que se pudiera en el menor tiempo posible puede haber llevado al incremento de niños en estos navíos esclavistas en tanto hubiera mercados disponibles en la costa africana que permitieran esta escala y rapidez en la operativa de carga de esclavos.

Los registros de una de las naves que embarcó “colonos” africanos ilustran los procedimientos y tiempo de la compra de esclavos en la costa

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angolana. Antes de su captura por la marina inglesa, el bergantín Río de la Plata había embarcado 552 africanos esclavizados. Los traficantes brasile-ños a cargo de esa operación habían comprado 74 esclavos en Benguela, 35 en Novo Redondo, �00 en Luanda, y 343 en Ambriz. Estos traficantes co-menzaron la compra de esclavos hacia fines de agosto de �834, y la termi-naron sólo hacia fines de noviembre de ese año.�53 Las actividades de estos traficantes no presentan apuro alguno, pues ellos se detuvieron en cuatro puertos de la Angola portuguesa para embarcar en el bergantín una carga muy grande de africanos esclavizados. No resulta claro si el ritmo lento de compras de esclavos fue una característica o una anomalía del tráfico angolano de esclavos en este período. David Eltis y Stanley Engerman señalan que el aumento de la presencia de niños en las naves esclavistas fue particularmente pronunciado en África Centro-Occidental, que fue la región principal que suministraba esclavos a Rio de Janeiro y sus puertos de cercanías.�54 Una muestra mayor de estudios de caso sobre el tráfico angolano del siglo XIX es esencial para poder resolver este dilema.

Tanto la participación británica como la iniciativa uruguaya termina-ron con este breve resurgimiento del tráfico de esclavos a gran escala. Las dos últimas naves que intentaron desembarcar esclavos no tuvieron éxito. Mientras que la armada británica detuvo al bergantín Río de la Plata y lo envió ante la Comisión Mixta de Rio de Janeiro, el gobierno de Oribe no permitió el desembarco de los africanos arribados en el Paquete Africa-no (a) Cesar Augusto. Luego de unos días, este barco partió hacia Brasil debido a la imposibilidad de vender sus esclavos en Montevideo y ante noticias de que una nave inglesa había sido enviada desde Buenos Aires para detenerla.�55 Aunque en �835 el gobierno detuvo definitivamente el desembarco de esclavos africanos como “colonos”, la cuestión del tráfico de esclavos estaría en la agenda de Uruguay y Gran Bretaña durante los próximos siete años.

Las fuentes inglesas evidencian la resistencia de las autoridades uru-guayas a firmar un tratado con Gran Bretaña contra la trata desde �835

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en adelante.�56 Ese tratado fue firmado en �83� y ratificado en �84�. En ambas instancias una coyuntura apremiante en el Río de la Plata obligó al gobierno de Rivera a ceder ante la presión británica. Entre �835 y �84�, tanto el gobierno de Oribe como el de Rivera intentaron obtener una compensación económica a cambio de la firma del tratado y su ratifi-cación. Esto no era excepcional, dado que Gran Bretaña había pagado �2 millones de libras a los propietarios de esclavos tras la abolición de la esclavitud en sus colonias del Caribe en �837. Asimismo, algunas de las primeras notas sobre el Uruguay independiente en el Times de Lon-dres versaron sobre la continuidad del tráfico de esclavos en ese país.�57 El tratado anti-tráfico era esencial para la política comercial británica dado que Inglaterra, por su propia legislación, estaba imposibilitada para firmar un tratado comercial con un país que previamente no hubiese firmado un tratado bilateral contra la trata. En �842, se firmó el primer tratado anglo-uruguayo de comercio, pocos meses después de que el tra-tado anti-tráfico de esclavos entre Uruguay e Inglaterra fuera ratificado por las cámaras uruguayas.

En Montevideo, las primeras noticias sobre los “colonos” africanos se conocieron en noviembre de �833, pero los debates sobre su situación re-cién habrían de surgir en �835. El 25 octubre de �833 a la medianoche fueron desembarcados los africanos del Águila I en la barra del Río Santa Lucía. El comisario Pablo Ordóñez tomó conocimiento el día 30, sorpren-diendo esa misma jornada a Francisco Ylla, que los estaba vendiendo en las cercanías del Arroyo Pantanoso. Allí el comisario decomisó a �36 afri-canos.�58 Ordóñez afirmó que: “Los �03 esclavos restantes han sido vendi-dos, como tales, a varios; uno de los compradores ha sido D. José Lapuen-te, que tiene un matadero en el Pantanoso, el cual ha comprado 8 a 200

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��57 The Times,�����������º��593�������ub��27����835��p��2;�º��5935�����ub��3������835��p������

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pesos cada uno. Nada hay de patronato.”�5� El comisario, luego de pasar el caso al Juez del Crimen, envió una nota a El Universal. Otras denuncias se publicaron hasta que el gobierno ofreció una explicación.

El contrato entre el Estado y los particulares no fue publicado, pues aún estaba a estudio de la Asamblea General. Ese pretexto fue empleado por el gobierno para mantenerlo en reserva. A pesar de carecer de rati-ficación legislativa, los efectos del contrato fueron cumplidos. La policía debía tomar razón de los africanos del Águila I como procedentes de ese contrato, interviniendo en el traspaso de los derechos de patronato. El documento de “venta” expresaría los años de servicio que debía prestar el “colono”, así como que su situación y la de su tutor quedaban sujetas a una resolución, que habría de sancionar el Poder Legislativo. De este modo, la policía debía formar un registro de los traspasos de patrona-to, especificando el nombre y vecindario de cada tutor. Toda acción de compra en la que no interviniese la policía sería anulada.�60 El libro de “colonos africanos” de la Jefatura Política y de Policía de Montevideo sólo registra 220 asientos, habiendo sido fechado el último el �� de marzo de �835.�6� A la capital arribaron al menos 753 africanos bajo este sis-tema, lo cual demuestra la dimensión de la evasión, como lo señalamos más arriba.�62

En enero de �835 comenzó una campaña del periódico El Estandarte Nacional contra de la introducción de los “colonos” africanos. Algunos lectores se identificaron como “Los secretarios de los reyes africanos” o “El Rey negro Constitucional” al enviar cartas denunciando esta situación. Detrás de esos seudónimos estaba el grupo vinculado a Bernardo P. Berro y Carlos Villademoros, quienes ejercerían cargos de importancia durante el gobierno de Oribe. Un corresponsal denominado “Un ciudadano” ex-presó sobre el contrato de “colonos” que:

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Es ciertamente doloroso que no se haya elevado del seno de nuestra Representación ninguna voz contra ese escanda-loso convenio. Centenares de negros y aun pudiéramos decir millares, se han introducido desde entonces y se han vendido públicamente. Pero lo mas odioso de este asunto es la aparien-cia de legalidad y filantropía que los interesados en este tráfico quieren darle ¿a quien engaña ese título de colonos con que se introducen? Pues que ¿no se sabe que a pesar del zelo de la poli-cia los mas de ellos son vendidos absoluta y perpetuamente?�63

Al autor le sorprendió el manto de legalidad con que se pretendía cu-brir la operación. Al día siguiente “El Rey negro Constitucional” denunció que los “colonos” eran vendidos por sumas de entre 300 y 450 pesos, lo cual constituía un doble engaño, pues se vendían los “colonos” como es-clavos y por un precio mucho mayor que el declarado en el documento de venta, que era de 200 pesos. Algunos notarios suministraban papel sellado de años anteriores, con lo cual la operación de venta parecía haberse reali-zado en tiempos en que la introducción de esclavos era legal, bajo el domi-nio brasileño, quedando el fraude completado.�64 En su siguiente nota, “Un Ciudadano” señaló que el bergantín Río de la Plata había sido interceptado por la marina inglesa. El buque poseía una tripulación que poco más de una docena de hombres, pero trasladaba 500 niños africanos a Montevi-deo.�65 De haber llegado a su destino, ese habría sido el mayor contingente de africanos traídos forzadamente durante la década de �830.

El 3 de febrero de �835 El Estandarte Nacional inició la publicación de una serie de artículos editoriales sobre los “colonos” africanos, que se ex-tendió hasta marzo debido al arribo del patacho Delfina. El primer artículo atendió a la polémica sobre la liquidación del tráfico en el hemisferio norte. En particular, se detuvo en la situación de la revolución norteamericana, que si bien había proclamado la independencia fue omisa ante la libertad de los esclavos. El editor citó un texto del inglés Edward Ruston sobre esa circunstancia: “[...] justificais vuestra revolucion por el derecho natural de la libertad, pero los esclavos negros os oponen el mismo argumento y este

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es sin réplica: ¿tan quisquillosos en puntos de vuestros derechos, como po-deis olvidaros de los suyos.”�66 Cabía a los lectores extrapolar esa situación a Uruguay, en donde se estimaba a Estados Unidos como modelo de liber-tad republicana. En este debate se señaló la situación norteamericana en varias ocasiones, tanto por quienes denunciaban la corrupción local como por quienes defendían la legalidad del arribo de “colonos” africanos.�67

El contrato entre el Estado y los primeros introductores fue inicial-mente publicado por El Estandarte Nacional. El redactor señaló que los africanos que había traído Costa Guimaraens no estaban amparados por ese acuerdo, siendo su situación completamente ilegal. Por otra parte, se presentó un extracto de la vista fiscal de Lucas Obes favorable al contrato con Vázquez y Vilaça. Allí figuró una frase —que habría de hacerse céle-bre— sobre la utilidad y la legalidad:

[...] no habiendo ley que se oponga a la propuesta y si razo-nes de interes político que abogan por su aprobación, el fiscal tiene por inútil detenerse en enumerar todas las ventajas que promete al exausto Erario de la República el pronto y seguro percivo de treinta mil pesos, aunque la historia de todos los tiempos nos enseñe que la UTILIDAD para las naciones cul-tas, es un sinónimo de lo LICITO, y que a no ser apoyadas en esta regla jamas hubieran pensado en comerciar hombres negros cuando tenian Colonias. �68

Lucas Obes no percibió que la Constitución fuera un impedimento para la celebración de un contrato que habilitaba veladamente la trata. Igualmente, consideró que el beneficio económico había impulsado a Gran Bretaña a perseguir la trata transoceánica. Sala y Alonso señalaron que en Lucas Obes se combinaban sin contradicciones aparentes la impronta del progresismo ilustrado con la mentalidad esclavista, lo cual era representa-tivo de la elite montevideana.�6� Se debe advertir que la moral utilitarista

��66 El Estandarte Nacional,��������������º20��3����b��������835��p��2��

��67 V����������������í�u���:El Estandarte Nacional,��������������º24��7����b������835��p��3��

��68 El Estandarte Nacional,��������������º2����4����b������835��p��2��

��69 S������u�í�y����S���������El Uruguay comercial, pastoril y caudillesco,�������������E������������989���������p����7����

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del enciclopedismo impregnó a un sector importante de las clases letradas durante el proceso revolucionario.�70 Luego de la independencia urugua-ya, la prédica liberal de los sectores altos no tenía mayores perplejidades en incluir a la esclavitud entre las propuestas para impulsar la actividad económica, lo cual se enfrentaba al discurso republicano emergente de la última guerra. Pero aún quienes defendían los derechos de los africanos estaban impregnados de una actitud discriminatoria hacia ellos. El mismo editorial que había denunciado la situación de los “colonos” del Esperanza Oriental, su encierro a las afueras de la ciudad y sus padecimientos, tam-bién ironizó sobre la propuesta de un diario de Buenos Aires, de llamar al Cerro de Montevideo “Villa Angola”, sosteniendo que Uruguay debía cambiar su nombre por “República de Angola”:

...porque a la verdad tal afluencia de colonos negros que aborda todos los dias nuestras playas, y se difunde por todos los angulos de nuestro territorio, que dentro de poco la población será casi del todo negra, y el extranjero que desembarque gozará del gracioso espectáculo que presentara nuestra ilustrada capi-tal con tanta cara negra contrastando con la blancura esterior de sus edificios.�7�

El temor racista fue empleado por quienes se oponían a la introducción de africanos, quienes no obstante se interesaban por mejorar la situación de los africanos en Uruguay, tratando de aliviar una circunstancia nega-tiva. El Estandarte Nacional se concentró en los días siguientes en despejar los problemas legales en torno a la situación de los “colonos” africanos y de su arribo. Este diario evidenció la diferencia entre la condición de colono y la de esclavo, sosteniendo que los africanos no habían partido voluntariamente de

��70 �H��������E�� J��é ����� La crítica ilustrada de la realidad. Economía y sociedad en el pensamiento argentino e iberoamericano del siglo XVIII,�u�������������E������994��pp��94-95��E��������u����b���������p���������pu�������82����bí�����������������������qu���bí�������mu������u�m���E�����������������W�����bí�����m�����������b�����-����������������������������������������í���m�������u�����qu��j���í���b���u���-��������y���������qu�é�������ub������������������������SP����S�����íb�����H��������p�������������������u�”E��:J��éP������á����G��������������y������P��z������k���(������)Historias de la vida privada en el Uruguay. Entre la honra y el desorden 1780-1870, ���������������u�u�����996���������p����84��

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su tierra, sino que habían sido esclavizados por sus congéneres y compra-dos por negociantes.�72 La libertad era requisito para suscribir un contrato y los africanos traídos al Uruguay indudablemente carecían de ella. De este modo, los contratos de “colonos” que hipotéticamente se rubricaron eran totalmente ilegales.

La prensa también señaló que la infracción del gobierno uruguayo a las disposiciones de la Constitución contra la trata, podían ser utilizadas por los países garantes de la independencia (Argentina, Brasil e Inglate-rra) para negar su reconocimiento definitivo. Luego de haber pasado cinco años de la Jura de la Constitución esos países debían proceder al recono-cimiento definitivo de Uruguay.�73 Esta situación no carecía de verosimili-tud. En esos días la prensa difundió que el Ministerio de Negocios Extran-jeros de Brasil había pasado una nota a su consulado en Montevideo, para recabar información sobre el tráfico de esclavos, demandando que si eran ciertas las noticias que habían llegado a Río de Janeiro, se protestase ante el gobierno uruguayo y se exigiese la firma de un tratado para prohibir la trata.�74 La temida intervención brasileña también sobrevoló este asunto. Asimismo, se advirtió que Uruguay era la única república en el continente que aún continuaba practicando el tráfico africano.

La prensa también publicó en sucesivas entregas la propuesta que Váz-quez y Vilaça habían realizado al gobierno, así como la vista de Lucas Obes. Los editores criticaron ambos escritos. Obes señaló que: “Es preci-so...que la población se multiplique, que los consumos se agranden, que las necesidades adquieran todo su imperio, que la falsa caridad desaparezca y que el orgullo heredado pierda su fuerza, para que la clase proletaria entre sin violencia a ocupar el puesto de los esclavos.”�75 Sin embargo, la inmigración no arribaba en las cifras deseadas, la población del Uruguay no era numerosa y no se sujetaba fácilmente al trabajo. A partir de esos supuestos era conveniente el ingreso de “colonos” africanos. En el pasado reciente se habían firmado contratos para el arribo de pobladores vascos

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y canarios, ¿qué impedía aceptar contratos de inmigración con “colonos” africanos? El fiscal también opinó sobre el origen del tráfico de esclavos y la continuidad de la esclavitud en las repúblicas latinoamericanas:

Aquel comercio justamente proscripto por las naciones mas ilustradas puede considerarse como una plaga con que ellas mismas infectaron la América en un principio, y que perpe-tuada por la activa codicia de todos los pueblos comerciantes, llegó a ser para nosotros lo que ciertos males que la medicina se ve obligada a respetar temerosa de causar otros mayores con su improvisada curación.

Según el fiscal, la esclavitud constituía un resabio del período colonial que había sido introducido por las potencias europeas cuando a éstas les reportaba utilidad. Al alterarse la situación del continente, tras la inde-pendencia de los Estados Unidos, Inglaterra persiguió el tráfico de esclavos pues ya no le causaba ningún beneficio. Lucas Obes vinculó su discurso sobre el progreso económico y la soberanía nacional a la vista favorable a la introducción de africanos.

Tendremos lo que gozamos y seremos contribuyentes perpe-tuos de aquella potencia que nos suministra desde la legumbre y los laticinios para la mesa, hasta el tejido que ha de cubrir nuestra cama; y desde la azada que ha de romper la tierra hasta el alfiler que ha de clavarse en el tocado de nuestras damas. ¿Por ventura es independiente el pueblo que en tantas y tan variadas necesidades no depende de si mismo y de sus brazos? El Fiscal General, así discurriendo, ha llegado a persuadirse que entre los grandes absurdos a que hemos sido arrastrados por el espiritu de imitación servil y vestigio revolucionario, uno sin medida fue esa ley que cerró la entrada al comercio de esclavos; pero una vez existente la prohibición, nada mas grato que respetarla.

Obes consideró que el cese del tráfico esclavista fue una acción per-judicial para el país, no teniendo reparo en sostener esa opinión. Se hace difícil pensar en un bando de tono nacionalista-esclavista contra uno abolicionista-extranjerizante en Uruguay. No obstante, ese escenario fue instalado por quienes defendían la perpetuación de la esclavitud en las repúblicas de América Latina. La prédica de Obes no sólo manifiesta la

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capacidad de mutación de los argumentos esclavistas en el siglo XIX, sino también la importancia que las elites aún asignaban a la esclavitud como práctica generadora de riqueza. Contra esos asertos el editorialista de El Estandarte Nacional consideró que: “No es solo la supresión del comercio de esclavos [lo] que vitupera el Sr. Fiscal, este acto de liberalismo de los hombres de la revolución no sea tal vez, el que mas ha dolido ha nuestro aristocrático magistrado.” El apunte estaba dirigido a la activa colabora-ción de Obes con el régimen luso-brasileño, hacía referencia a la división entre los “imperiales” y “patriotas” durante el inicio de vida independiente de Uruguay.

En febrero de �835, la Comisión Permanente del Poder Legislativo exigió al gobierno la suspensión de la venta de los “colonos”, lo cual no fue acatado. En marzo, tras la asunción del nuevo gobierno, se inició el trámite legislativo del tema. El diputado Alejandro Chucarro no creía que los africanos introducidos fueran esclavos, pues consideró legítima su con-dición de “colonos”. Bernardo P. Berro escribió una extensa nota con el seudónimo “Un imparcial” en El Estandarte Nacional, ironizando sobre la opinión de Chucarro.

Supongamos que el honorable Sr. diputado, llevado de su selo patriótico por el fomento de nuestra industria [e] imposibi-litado de tomar creces a falta de población proletaria se marcha a Londres, y allá compra a los ladrones centenares de inglesitos y vuelve con ellos al puerto de Montevideo diciendo que son colonos por que el Gobierno ha estipulado con él que les de li-bertad después que los introduzca. No hay que arquear las cejas y escandalizarse [...] ¿Qué tiene que ver el color o la barbarie con los derechos de naturaleza y con las determinaciones de justicia?�76

Este fragmento es uno de los pocos en el que se denunció la edad de los “colonos” como otro rasgo de la iniquidad de la operación. Berro ex-presó que no se podía fundamentar en cuestiones de “color” o cultura la sujeción de los africanos a la condición de “colonos”, pues era tan criminal

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el secuestro de niños ingleses como el de africanos. En varias ocasiones los defensores de esta operación señalaron que los “colonos” vivirían más a gus-to en una cultura civilizada como en Uruguay que en sus sociedades nativas. Esta nota le valió a Berro un juicio de imprenta iniciado por Chucarro.

Otras expresiones, como la poesía, fueron empleadas para denunciar la trata. El propio Bernardo P. Berro remitió una composición a El Es-tandarte Nacional, con el seudónimo “Un republicano escandalizado”.�77 En esa línea se situó La madre africana, de Francisco Acuña de Figueroa, publicada en El Universal. Esta pieza se difundió en forma simultánea al debate sobre los “colonos” africanos, durante el gobierno de Oribe, y al día siguiente de haberse conocido en Montevideo el arribo del Delfina. Si bien Acuña de Figueroa aprovechó esta oportunidad, se debe advertir que en otras ocasiones denunció situaciones vinculadas al tráfico y a la población negra, lo cual era inusual para los escritores de esa época.�78 La introduc-ción de La madre africana situaba a la poesía en el debate:

Mi intención es solo pintar con los colores de la poesía (si tal modo me es dado) los efectos, la desolación y los sentimien-tos que la practica de aquel comercio debe causar en el corazon

��77 El Estandarte Nacional, ��������������º22��5����b��������835��p��3��������p��������������p�����������������z���”����SS�G�D�����������D������������P�������p������D��p��-�í���������������y�������m���������”Revista Nacional, ��������������ñ�V������m�XXV����º73������������944��

��78 E������m��������������m�p����uñ���F��u����m�����u�����u����p���������-Ñ� DE F�G�E����� F����������� Nuevo Mosaico Poético, ������������� ���u��� G���í��� ��944��pp��33��90y����3��������������� ���má���La madre africana,��p������mpu��A la negrita Remediosy����uj������m�Super Flumina Babilonis,�������������������u������ju�í�������b���������qu�p��í������p�����������������ó������������������������������������u�����������E�����p���í��A Juan Copete y Los decretos pilatunos,��uñ���F��u�������-��uyó����u�����������������áfi������������y������u����qu����b������ñ�����í������u����������u�������������������Gu����G��������E��Sáficos y adónicos. A la memoria de la excelente niña dona Mercedes Antuña y del joven poeta don Adolfo Berro,��uñ���F��u������ñ��ó��������ó�������������������������ó�������b����������������������mb�é�����u�u���í�����Canto patriótico de los negros(��834)��qu��u����������������u�b�z������������u-y�u����m����j������y����b������������������������������������p������������j������� ��b��������������p����u���j���� ���ífi�u�óp��p��m�����z��� ��p������������b��“candombe.”P���u�����á������������mp�����ó����m���mu����������b�����������������G���ÁZ�����D���u��������������u����V�����������������m�������������������”�p���������pp��22��-225��G���áz�� ����ó��p��z������830��p����up��m���pub������ó���u���27��������mb������834���El Universal.

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de una infeliz africana, a quien le hayan arrebatado sus hijos y su esposo, con el pretesto (aunque fuese plausible para no-sotros) de hacerlos Colonos involuntarios de un pais que no conocen.�7�

El �3 de marzo de �835 se difundieron en la capital las primeras noticias sobre el desembarco del patacho portugués Delfina en Maldonado.�80 Los introductores habían escondido a 67 africanos en la Isla de Gorriti, des-embarcando al resto en Maldonado para presentarlos ante las autoridades. Posteriormente, intentaron conducir en carretas a los africanos dejados en Gorriti hacia Montevideo, pero esa operación fue descubierta por la policía. Ante esto, se confiscaron los “colonos” para sujetarlos a un patronato que administraría el gobierno.�8� Los derechos de patronato se traspasarían a los vecinos de Maldonado, a razón de 200 pesos por “colono”, prolongándose el plazo de servicio hasta los 25 años de edad para los menores y durante 3 años para los mayores. El gobierno de Oribe obtuvo 4�.230 pesos por la venta de derechos de patronato. Se dispuso que ese dinero fuera entregado a los africanos una vez que cada uno hubiera terminado el plazo de servicio, pero es difícil que esto último se haya practicado.

Las autoridades no pudieron evitar el desembarco de los “colonos” del Delfina. A causa de las prácticas ilegales de los introductores, el gobierno tomó control sobre los africanos, sujetándolos a un patronato —ahora sí— garantido por la policía. Tampoco se los podía dejar en plena libertad pues eran niños y jóvenes. El Uruguay no poseía los medios como para reem-barcar a los “colonos” hacia África, ni tampoco podía dejarlos a merced de sus conductores, quienes intentarían venderlos en otros puertos. En cierta forma, la presidencia de Oribe representó un cambio sustancial en la polí-tica sobre los “colonos” africanos. El nuevo gobierno intentó reencauzar al país en el camino de la abolición, restringiendo casi totalmente el arribo de nuevos esclavos. La nueva administración intentó hacer cumplir más eficazmente la constitución uruguaya, desplegando mayores contralores

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��80 El Estandarte Nacional,��������������º48����3��m��z�����835��p��2��

��8�� El Estandarte Nacional, �������������20��m��z�����835��p��2�����um�������fi��������

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Abolicionismo y Tráfico de Esclavos en Montevideo tras la Fundación Republicana (1829 - 1853)

políticos y económicos sobre la cosa pública.�82 Como resultado, este go-bierno reglamentó la prohibición constitucional del tráfico de esclavos.

El �3 de marzo de �835 se prohibió que la patente de navegación expe-dida por el gobierno uruguayo fuera utilizada para traficar africanos.�83 El �3 de octubre de ese año el gobierno decretó la anulación de toda patente de navegación que permitiera a un buque, ya fuera nacional o extran-jero, el tráfico de africanos bajo cualquier denominación.�84 Al parecer, el último barco esclavista arribó a Montevideo el �� de junio de �835. El bergantín portugués César Augusto traía “colonos” africanos en ra-zón de un contrato de la administración anterior con Domingo Vázquez. Sus consignatarios no pudieron comunicarse con la nave para cambiar su rumbo hacia otro puerto.�85 Se prohibió el desembarque de los africanos, estableciéndose que el barco podía permanecer un mes como máximo en el puerto, sólo para cargar provisiones. Se realizaría un recuento de los africanos. Si alguno de ellos era desembarcado sin permiso de las auto-ridades, se procedería a embargar a todo el contingente. Igualmente, si fallecía alguno de los africanos a bordo, no se podía bajar el cuerpo sin el consentimiento de la policía. El César Augusto partió de Montevideo sin desembarcar a sus cautivos, pero se ignora qué rumbo siguió. Ante la posibilidad de que los africanos fueran dejados, y vendidos como esclavos en otras zonas de la costa uruguaya, el Ministro de Gobierno Francisco Llambí envió oficios a los jefes políticos de Maldonado, Canelones, Soria-no y Colonia, para impedirlo.�86

La opinión de la sociedad local hacia los “colonos” africanos fue en general negativa. Como caso extremo, se los inculpó de haber introducido enfermedades, especialmente en Montevideo y Maldonado.�87 Paradójica-mente, la vacuna contra la viruela llegó a Montevideo a comienzos del siglo XIX en los brazos de esclavos que habían sido inoculados en Río de

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��87 El Nacional,��������������º35����4��m�y�����835��p��2��

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Janeiro, práctica que se habría de reiterar en otras ocasiones.�88 Por otra parte, el contagio debido a la comunicación de “castas” constituía uno de los debates sobre el empleo de nodrizas negras por los sectores altos. Más allá de estas consideraciones, la prensa consideraba perjudicial la prolife-ración de los habitantes de origen africano para la sociedad.

El periódico El Moderador, fundado por un grupo de argentinos exilia-dos en Montevideo,�8� condenó la introducción de esclavos y se pronunció a favor de la humanidad y la civilización.��0 Pero más que oponerse a la esclavitud, sus editoriales parecían haber estado escritos contra la prolife-ración de la población negra en Uruguay. Refiriéndose al africano recién arribado, señaló: “Lo que él trae al pais cuando no sea el jermen de los contagios inherentes al clima que habita, es nada mas que una fuerza cor-poral pero inepta como la de cualquiera potencia física que no se mueve sino por el arte.” Además sentenció: “El negro nada sabe, todo es preciso enseñarle y lo que llega a aprender siempre carece de la perfección que da la capacidad propia cultivada por una educación que sigue al hombre en sociedad desde la infancia”. Por último, advirtió que si los africanos se integraban a la sociedad “adoptiva” y alcanzaban cierta complejidad de pensamiento, se generaban los excesos cometidos por el abolicionis-mo norteamericano. Por el contrario, si los dominaba la brutalidad y la violencia, habrían de desatarse sangrientas revueltas, como la ocurrida en Pará en �835. El editor señaló que las diferencias de color constituían barreras objetivas insalvables, cuidándose de no emitir un juicio de valor sobre ellas.

Con razón o sin ella, la diferencia sola del color pone a gran distancia a un blanco de un negro: nadie sin creerse envilecido lo sentaría a su mesa por ejemplo; y se sublevaría la sociedad entera, si a la hija del último proletario blanco se le ocurrie-ra dar la mano a un negro. Esto es practico: y de acuerdo con tales ideas la educación que reciben a los hijos de aquellos ya libres, no pasa mucho más allá de la que se da al servicio mismo.

��88 ����Í�EZ����E����H�m��������E�������u��������u�u�y�������bu��ó����u���u-�������ó����-��������”Revista Nacional, ��������������ñ��V����m�XV����úm���45��p��406��

��89 Z���Y��Historia de la prensa periódica de la República Oriental del Uruguay 1807-1852,�p���������p��22����

��90 El Moderador,��������������º4��26��������mb������835��p��3��

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¿Qué es, pues lo que se hace con multiplicar imprudentemente los hombres de color? Aumentar una población enteramente eterojenea, y que hemos de tener deprimida sin remedio: una población, cuyos derechos, aspiraciones y goces sociales han de desmentir siempre la liberalidad de nuestras instituciones y principios [...].���

El autor comparó el desempeño de la inmigración vasca con los “co-lonos” africanos, realzando a los primeros y anotando las complicaciones de los segundos. Pronosticó que los “colonos” no podrían superar la infe-rioridad de condiciones que provenía de su arribo forzado desde África, lo cual tampoco sería logrado por su progenie: “[...] pero no serán sus hijos ciudadanos útiles, sino jornaleros con la degradación de sus padres y que participarán muy luego de la indolencia comun del paisanaje pobre.” Ante estas apreciaciones, se percibe cuán difícil pudo ser la integración de los “colonos” africanos en la sociedad uruguaya.

El caso de los “colonos” africanos ilustra tanto la continuidad como la renovación de las redes comerciales entre los imperios portugués y español en el Atlántico sur. Estas redes, que habían canalizado la llegada legal e ilegal de bienes y esclavos al Río de la Plata colonial, habrían de continuar vigentes hacia los años �830 y facilitaron el arribo de esclavos a Rio de Janeiro justo cuando la política anti-esclavista británica y el gobierno bra-sileño estaban tratando de cortar este tráfico. Los comerciantes esclavistas canalizaron sus viajes a través del Río de la Plata para llevar ilegalmente esclavos a Rio de Janeiro. No obstante, ellos también enviaron africanos esclavizados a Uruguay. De este modo, algunos traficantes brasileños crea-ron una operación coordinada de tráfico de esclavos, bajo el nombre de “colonos africanos,” que involucró a comerciantes de Luanda, Mozambi-que, Rio de Janeiro y Montevideo hacia mediados de la década de �830.

El arribo de los “colonos” africanos iba a contramano de la tendencia anti-esclavista establecida en el Río de la Plata postrevolucionario. Prime-ro, las guerras de independencia y las posteriores guerras civiles llevaron a los gobiernos locales a enrolar a cierto número de esclavos, y eventual-mente a prometer la libertad de los esclavos que forzadamente tomaban

��9�� El Moderador,��������������º5��27��������mb������835��p��3��

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las armas. Segundo, la presión británica sobre estas nacientes repúblicas era significativa en tanto ellas necesitaban reconocimiento internacional y apoyo financiero. Tercero, la retórica de la revolución y la participación de los esclavos en la guerra contribuyeron a crear un ambiente propicio a la liquidación de la esclavitud. No resulta extraño que no hubiera opi-niones abiertamente pro-esclavistas en la prensa montevideana durante este período. Tanto el tráfico de esclavos como la esclavitud se habían vuelto ideológicamente inaceptables debido a factores locales como in-ternacionales en la América española continental. Debemos señalar que los “colonos” africanos de Montevideo fueron los últimos esclavos traídos directamente de África a alguna de las repúblicas de la América española continental.

La existencia de estos “colonos” africanos de Montevideo simbolizaba la debilidad de Uruguay como estado de derecho y la corrupción de sus autoridades. Asimismo, constituye la muestra más brutal de una ideolo-gía utilitarista que insistía en llenar el vacío demográfico a toda costa, incluso a través de la compra de niños africanos. También representaba la continuidad de viejos negocios, como el tráfico de esclavos, para salvar las exhaustas arcas públicas y atraer financistas. Para impedir el ingreso de nuevos africanos esclavizados se libró durante la década de �830 una batalla en los ámbitos de representación política, las Cámaras Legislativas del Estado Oriental.

2.3. La reglamentación de la prohibición constitucional del tráfico (1832-1837)

La introducción de esclavos en �83� y el amplio tratamiento de esa cuestión por la prensa montevideana exigieron el pronunciamiento de la primera legislatura uruguaya. Aún estaba pendiente la creación de los pro-cedimientos que regularían la prohibición constitucional de la trata. El debate parlamentario iniciado en �832 concluyó cinco años después. Cabe preguntarse si esa dilación se debió a la indolencia de los representantes o a los intereses en juego, pues varios se beneficiaban de esa brecha en la legislación anti-esclavista. De haberse resuelto este asunto en �832, difí-cilmente se hubiera llevado a cabo la operación de los “colonos” africanos. Una vez frenado el arribo de los “colonos” africanos, fueron necesarios

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otros dos años para arribar a un acuerdo sobre la reglamentación de la prohibición anti-tráfico.

En marzo de �832 una comisión de la Cámara de Representantes presentó el primer proyecto articulado sobre la prohibición de introdu-cir esclavos al Estado Oriental. Su intención era “[...] conciliar el rigu-roso cumplimiento del artículo constitucional con lo que dicta la equi-dad respecto de los esclavos introducidos hasta cierto punto con buena fe, y con lo que puede redundar en beneficio del país y de los mismos esclavos.” ��2 Si bien la comisión mencionó la defensa de la libertad de los africanos, consideró ciertas estrategias que podrían, en su opinión, beneficiar al país a partir de la introducción de esclavos. El proyec-to establecía que los esclavos introducidos luego de haber trascurrido tres meses de promulgada la ley se convertirían en libertos, quedando sujetos a servir a sus antiguos amos por seis años, tras lo cual serían libres. El patronato sobre esos libertos podía ser traspasado, de igual modo que se practicaba la venta de esclavos, pero sin pagar derechos de alcabala al erario público. Quienes hubiesen introducido esclavos luego de la Jura de la Constitución tenían un plazo de tres meses para sacarlos del país, si querían evitar que sus esclavos se transformasen en libertos. Esa misma alternativa poseían los amos que introdujesen sus esclavos en los tres meses posteriores a la publicación de la ley. Los esclavos de los viajeros que permaneciesen en forma transitoria y los esclavos del país, que luego de viajar al exterior retornaban con sus amos, continuarían como esclavos. Por último, la adulteración de la documentación vinculada a los esclavos introducidos generaría su liberación como forma de castigo a los introductores.

En la práctica, el proyecto contribuía a liberalizar la introducción y venta de esclavos. La única medida dispuesta para frenar su introduc-ción era el establecimiento de un patronato de seis años. Hacia fines del año anterior, Juan Manuel de Rosas había liberalizado la introducción y venta de esclavos “de servicio” en Buenos Aires.��3 Los impulsores del proyecto debieron haber considerado las acciones del gobierno porteño.

��92 Actas de la Honorable Cámara de Representantes de la República Oriental del Uruguay. ��������������mp������E�S������u����������905������������ó�������3��m��z�����832��p��356��

��93 El Indicador,��������������º����4��2��������mb������83����p����������������u������������

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El proyecto también se avenía a la línea editorial de El Indicador, que propugnaba la libre entrada de esclavos de “servicio”.

Francisco Llambí rechazó el proyecto durante su discusión en la Cá-mara. Señaló que la comisión había evaluado los beneficios de permitir cierta introducción de esclavos debido a la necesidad de mano de obra, pero advirtió que la llegada de nuevos esclavos de “servicio” frenaría la venida de inmigrantes europeos, así como alborotaría a los esclavos del país.��4 En ese período, se impulsaba la radicación de inmigrantes vascos y canarios bajo contratos de colonización de carácter semi-coactivo. Por otra parte, se habían difundido noticias alarmantes sobre las revueltas de esclavos en Brasil, que podrían trasplantarse al Estado Oriental de arribar los esclavos expulsados del Imperio.��5 Llambí denunció la amplitud con que el proyecto permitía la entrada de esclavos, señalando que de no le-vantarse ciertas trabas: “[...] al cabo de seis años nos encontraríamos con una población inútil y perjudicial.”��6 Al parecer, Llambí no sólo consideró alarmante la proliferación de los esclavos, sino también el aumento de la población negra. En la siguiente sesión Llambí advirtió que se debía redac-tar un proyecto más restrictivo:

[...] la base del proyecto debía variarse prohibiendo absolu-tamente la introducción de esclavos, pues que esto sería con-sultar los verdaderos intereses del país. Que su introducción, como la proponía el proyecto, por un tiempo determinado, lejos de ser benéfica, no haría otra cosa que acarrearnos los esclavos más malos e incorregibles de los demás países, y no aquellos cuyas costumbres pudieran disciplinarse, pues que ningún amo se desprendería a esta altura de un buen esclavo. [...] Que en los últimos años se habían introducido un gran número de es-clavos no sólo de servicio de las personas que han llegado, sino también por negocio, y que cuanto mayor fuese la masa de estos libertos tanto más se excluiría la concurrencia de brazos infini-tamente más útiles al país.��7

��94 Actas de la Honorable Cámara de Representantes de la República Oriental del Uruguay���p�������������������ó�������3��m��z�����832��p��358��

��95 El Universal,��������������º747����4������������832��

��96 Actas de la Honorable Cámara de Representantes de la República Oriental del Uruguay���p�������������������ó�������3��m��z�����832��p��358��

��97 �b�m�����������4��m��z�����832��p��360��

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Abolicionismo y Tráfico de Esclavos en Montevideo tras la Fundación Republicana (1829 - 1853)

Es posible advertir que las medidas contra el tráfico esclavista en el ámbito internacional debieron contribuir al incremento del precio de los esclavos. Un esclavo era una propiedad muy valiosa para su amo por el tiempo invertido en el perfeccionamiento de su trabajo.

El debate legislativo nuevamente devino en la discusión entre los derechos de libertad y propiedad. Juan María Turreiro luego de citar el art. �3� de la Constitución (sobre el tráfico de esclavos), evaluó el art. �47 (sobre la propiedad), estimando que el último: “[...] dejaba libre la entrada a todo individuo en el territorio, su permanencia en él, y su salida con sus propiedades; que por el tenor de este último artículo pa-recía no podía prohibirse a las personas que viniesen a establecerse en el país la introducción de esclavos de su servicio [...]”��8 A continuación Alejandro Chucarro señaló que: “[...] el artículo �3� de la Constitución era susceptible de excepciones; y que por lo mismo era necesario fijar a la Comisión la clase de excepciones que iban hacerse, si se ha de pro-hibir la introducción absoluta.” Chucarro entendía que los derechos de propiedad no tenían excepciones, pero no tenía la misma opinión con relación a la libertad personal. La solución encontrada fue redactar un nuevo proyecto más restrictivo en lo referente a la introducción de escla-vos, pero con ciertas excepciones que garantizaran la propiedad de los extranjeros.

El nuevo proyecto establecía la emancipación de los esclavos introdu-cidos luego de su promulgación. Los esclavos de los buques extranjeros que constaban en la lista de marineros y los de los agentes diplomáticos que-daban exceptuados. En ambos casos se prohibía la venta de tales esclavos. También se excluía a los esclavos de los viajeros hasta seis meses después su introducción y a aquellos que perteneciesen a propietarios orientales en su retorno del exterior. Se señaló que los esclavos introducidos al Es-tado Oriental luego de la Jura de la Constitución y hasta la promulgación del proyecto, continuarían en ese estado. Por tanto, el proyecto no tenía carácter retroactivo. Además, los esclavos que arribasen al país hasta tres meses después de haberse publicado la ley, podían ser reembarcados hacia el exterior en un plazo de dos meses.���

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La situación de los esclavos introducidos entre �830 y �832 generó mayores críticas, pues no se reconocía la validez del artículo constitucional que prohibía su introducción. Julián Álvarez reconoció “[...] las dificulta-des que presentaba este negocio, porque aparentemente se complicaban en él la necesidad de brazos que tenía el país y el interés de las personas que hubiesen comprado esclavos introducidos después de publicada la Consti-tución, muchos de los cuales habían pasado ya a quinta mano.” 200 Algu-nos representantes advirtieron que el Poder Ejecutivo había realizado una consulta sobre ese problema y que la comisión había entendido que era necesario darle una solución definitiva.20� Luego de haber sido estudiada por otra comisión la inclusión o no de una solución para los esclavos in-troducidos entre �830 y la promulgación de la nueva ley, esta cuestión fue finalmente extraída.202 Tras estas modificaciones se pasó el proyecto a la Cámara de Senadores.

Luego de su publicación el proyecto generó varias críticas, objetándose el tiempo dedicado a la discusión de “un punto tan insignificante”, así como la ligereza con que los diputados decidían sobre la propiedad aje-na.203 Según esa opinión, los procedimientos previstos para las situaciones excepcionales debían aplicarse a toda la población. También se publicó un proyecto alternativo, que establecía en su primer artículo: “Declarar libre la introducción de esclavos, no siendo bozales ni para comercio.”204 El mis-mo era una variante del que había sido presentado por primera vez en la Cámara de Representantes, que establecía un patronato de seis años para los esclavos introducidos. El editorialista de El Indicador también salió en defensa de los derechos de propiedad: “[...] si el Senado aprueba la sanción de la Cámara de Diputados o da paso a una Ley que llevando por objeto respetar la opinión dominante del siglo, abre una brecha al edificio de las garantías estrellándose contra la propiedad.”205 Se ignoran los efectos de la campaña de El Indicador contra la sanción de ese texto. Durante el

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20�� �b�m���������������29��m��z�����832����pp��382-383��

202 �b�m���������4���b�������832��pp��393-394��

203 El Indicador,��������������º235��2���b�������832��p��2��

204 El Indicador,��������������º240��7���b�������832��pp��2-3��

205 El Indicador,��������������º244����2���b�������832��p��2��

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gobierno de Rivera el proyecto no fue tratado por la Cámara de Senadores, que no atendió la propuesta de los diputados.

El � de febrero de �835, durante la presidencia interina de Carlos Ana-ya, la Comisión Permanente convocó al Ministro interino de Gobierno y Hacienda para explicar la situación de los “colonos” africanos del Esperan-za Oriental.206 El ministro expuso el proceder del Ejecutivo: “El Gobierno creyó que era consecuente con su dignidad y con la fé pública el dar entra-da a este cargamento y mandar desde luego, suspender los efectos de este contrato hasta haber dado cuenta al Cuerpo Legislativo de los motivos y circunstancias que le impulsaron a formarlo.” Ante las preguntas de los legisladores sobre la publicación del contrato con Costa Guimaraens, el ministro sostuvo que no había sido divulgado pues era idéntico al anterior (el de Vázquez y Vilaça). Por otra parte, Juan María Pérez sostuvo que los “colonos” habían llegado sin haberse firmado contrato alguno, pues éste habría sido rubricado luego del arribo del Esperanza Oriental. Señaló que el gobierno al enterarse del desembarco de los africanos envió a la policía para controlar la situación. Sólo después de tres o cuatro días se dejó a los africanos al cuidado de los consignatarios, tiempo durante el cual el go-bierno y los últimos habrían llegado a un acuerdo. El ministro no desmin-tió esa versión de los acontecimientos. Uno de los puntos más discutidos fue la aprobación del primer contrato por la Asamblea General. Ramón Masini sostuvo que el gobierno no poseía ninguna autorización del Poder Legislativo sobre ese acuerdo.

“Siento mucho ver que se quiera disfrazar la infraccion, cambiando el nombre de los esclavos con el de colonos, supo-niendo que esto es bastante para eludir aquel articulo, y llevar a cabo esos contratos, que el Gobierno no estaba autorizado a celebrar. La Asamblea General no le ha dado facultades y se ha visto salir a un individuo diciendo en un periódico que estaba aprobado por el Cuerpo Legislativo.”

El ministro expuso que el gobierno al considerar la respuesta de la Asamblea General al último mensaje del Poder Ejecutivo, había entendido

206 �������ó����qu���áfi����������ó���u�pub���������������úm������El Estandarte Nacional,��������������º38-40��24��26����b��������835��

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que el asunto había sido aprobado. Asimismo, reiteró que el gobierno ha-bía suspendido los efectos futuros del segundo contrato hasta obtener la aprobación legislativa. Masini replicó que el primer contrato de “colonos” africanos “Fue uno de los [asuntos] que la Asamblea relegó para el último periodo, con otros de igual naturaleza y sobre los que no se tomó resolu-ción alguna.” Sostuvo que la respuesta de la Asamblea General al mensaje del Poder Ejecutivo sólo podía ser considerada como una expresión gene-ral de aprobación hacia el gobierno, no aplicable a los asuntos concretos. Además, propuso suspender inmediatamente los efectos del contrato con Costa Guimaraens, dejándose a los africanos en depósito tras el pago de una fianza. Juan María Pérez mocionó la suspensión de los efectos de ese contrato hasta una resolución de la Cámara, y la colocación en depósito de los colonos, lo cual fue aprobado. Por otra parte, Masini planteó la crea-ción de una comisión que recabase datos de los africanos del Esperanza Oriental, interrogándolos por medio de un intérprete, para averiguar de dónde procedían y si habían sido comprados como esclavos. La propues-ta fue desestimada, pues todos los miembros de la Comisión Permanente entendían que los africanos habían sido comprados como esclavos en su tierra, y como tales habían sido trasladados. A pesar de los planteos de la Comisión Permanente al gobierno, no se impidió la venta de los africanos del Esperanza Oriental durante febrero de ese año.207

El 5 de marzo de �835, bajo un nuevo gobierno, se inició el tratamien-to de este tema por la Cámara de Representantes. El problema fue ini-cialmente estudiado por otra comisión que presentó el siguiente proyecto: “Desapruébense los contratos sobre la introducción de esclavos africanos, bajo la denominación de colonos, celebrados por el Poder Ejecutivo en contravención del artículo �3� de la Constitución de la República.”208 La propuesta generó objeciones de parte de Alejandro Chucarro, quien consi-deró ofensivo fijar en el texto que el Poder Ejecutivo había contravenido la Constitución, por lo que sugirió quitar esa parte. Si bien estaba de acuerdo en suspender los efectos de los contratos, expresó que se debía agregar una disposición que garantizase los derechos de patronato de quienes habían

207 Actas de la Honorable Cámara de Representantes de la República Oriental del Uruguay��

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208 Actas de la Honorable Cámara de Representantes de la República Oriental del Uruguay���p��������������������ó�����7��m��z�����835��p��220��

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adquirido la tutela de los africanos. Al desaparecer la legalidad del con-trato, la situación de los “colonos” quedaría en un vacío legal. El proyecto volvió a la comisión para su estudio, presentándose la nueva redacción el � de marzo.20�

El nuevo proyecto establecía la validez de los derechos de patronato adquiridos sobre los africanos introducidos hasta esa fecha y rescindía la parte remanente de los contratos que permanecía sin ejecución. Si se ve-rificaba la introducción de nuevos contingentes de africanos, ellos serían puestos en patronato a cambio de una suma de dinero que les sería resti-tuida al terminar el plazo de servicio como libertos. Alejandro Chucarro se congratuló ante la nueva redacción, pues no mencionaba la infracción a la Constitución. Confirmar esa contravención habría implicado deshacer los acuerdos de compra, así como reembarcar a los “colonos” a África, lo cual al parecer estaba fuera de discusión. Además, consideró que en el texto no debía figurar ningún pronunciamiento sobre la “aprobación o reprobación” de los contratos. Chucarro pretendía impedir que se abriera una evaluación del anterior gobierno. En cambio, Masini y Pinilla seña-laron que: “[...] el objeto de la Comisión, al presentar el artículo que se discutía, era salvar el honor del Cuerpo Legislativo, el del país y la con-servación de las disposiciones constitucionales y que por consecuencia la Cámara no podía prescindir de pronunciarse sobre los contratos [...]”. Eso habría implicado una sanción sobre el gobierno de Rivera. No obstante, el artículo quedó en su forma original. También se preparó una resolución para regular el patronato de los “colonos” africanos, que fue la primera versión del proyecto que habría de promulgarse en �837, para reglamentar la prohibición constitucional a la introducción de esclavos.

El reglamento de �835 establecía la libertad de los esclavos introduci-dos en el territorio oriental, sin detallar si los esclavos eran de “servicio” o de “peculio”. Los menores de 25 años serían puestos bajo tutela hasta alcanzar esa edad, cumpliendo los mayores un plazo de servicio de tres años. Los tutores debían pagar 20 pesos al Estado por cada año de patronato sobre el pupilo, debiendo devolverse el dinero al último una vez finalizado el patronato.2�0 El procedimiento sería fiscalizado por

209 �b�m���������9��m��z�����835��p��223��

2��0 �b�m�����������7��m��z�����835��p��253��

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comisiones departamentales, que debían mantener un registro de tutores y pupilos. Además se establecían las obligaciones del tutor, vinculadas a la alimentación, vestimenta, buen trato y a la instrucción religiosa y moral. La contravención de alguno de esos compromisos generaría el traspaso del patronato a otro tutor. Por último, se estableció que los esclavos que fugaran del extranjero para asilarse en el país serían devueltos y que se castigaría a los traficantes de esclavos con una multa de �00 a 200 pesos por persona introducida. Durante la discusión se agregó un artículo para castigar con una multa, a quienes intentaran sacar del país a los libertos sujetos a patronato. El proyecto pasó a la Comisión de Legislación de la Cámara de Senadores, en donde permaneció durante dos años

En �837 se reavivó el debate debido a la introducción de esclavos desde Rio Grande do Sul, y a la propuesta del Fiscal General Francisco S. Antu-ña de liberalizar la entrada de esclavos brasileños.2�� El 5 de junio Manuel Errasquin condenó la propuesta Antuña en la Cámara de Representantes, planteando otro proyecto: “�º Todo hombre desde el momento de pisar el territorio del Estado es libre, y será considerado como tal. Y solo se reco-nocerán como esclavos los que hubiese en el país antes de la sanción de esta ley. 2º Se prohíbe la introducción de los africanos llamados colonos. 3º Comuníquese, etc.”2�2 En esa ocasión, Bernardo P. Berro reconoció que otros dos proyectos similares permanecían en las carpetas de la Comisión de Legislación. Uno de ellos se había generado a partir del debate sobre los esclavos de “servicio” y de “peculio” (�832) y el otro —más reciente— al intentar reglamentar la situación de los “colonos” africanos. Masini pro-puso que en lugar de crear un nuevo proyecto, la Comisión de Legislación debía enviar al Senado para su aprobación el último presentado, lo cual fue aceptado.2�3

El proyecto sufrió pocas modificaciones en el Senado,2�4 siendo la más importante la relacionada al plazo de estadía de los esclavos de los

2���� El Universal,��������������º2308��5��ju��������837��p2�����um�������fi��������

2��2 El Defensor de las Leyes,��������������º226����5��ju��������836��p��2��

2��3 Actas de la Honorable Cámara de Representantes de la República Oriental del Uruguay���p���������������������ó�����5��m��z�����837��p��263��

2��4 Diario de Sesiones de la Cámara de Senadores de la República Oriental del Uruguay.����-�����������p�����í����p����E�p�ñ�����882����������pp������3-����6��

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Abolicionismo y Tráfico de Esclavos en Montevideo tras la Fundación Republicana (1829 - 1853)

extranjeros. La nueva redacción contempló tres excepciones: a) los more-nos y pardos libres o libertos que arribasen al país b) los esclavos fugados de sus amos que llegasen al territorio oriental, que serían extraditados y c) “Los esclavos, que se introdujeran con sus amos viniendo estos emigrados con sus intereses, o al servicio de personas transeúntes; pero no pueden ser vendidos ni enajenados con ningún título y deben ser extraídos en el término de un año contado desde su introducción.” De no sacar a los esclavos introducidos al país en el plazo de un año, ellos quedarían bajo el patronato establecido por ley. Por último, se agregó un artículo sobre las facultades que tenía el Poder Ejecutivo para extender ese plazo, si los amos presentaban justificativos. No obstante, se señaló que esa prórroga no podía superar un año. Aunque con reparos vinculados al extenso plazo otorgado a los amos para sacar a los esclavos, la Cámara de Representantes aprobó las modificaciones realizadas en el Senado el �4 de junio de �837.2�5 Luego de cinco años de análisis legislativo y después de siete de haberse jurado la Constitución, finalmente se reglamentaba la prohibición del trá-fico de esclavos.

Al parecer, la ley tuvo ejecución durante el gobierno de Oribe. En setiembre de �837 se creó en Montevideo una comisión integrada por un funcionario del Ministerio de Gobierno, un miembro de la Junta Econó-mico Administrativa, el cura párroco de la Iglesia Matriz y el Defensor General de Menores y Esclavos. La Comisión publicó en la prensa una nómina de 2� patronos que aún no habían presentado 43 libertos para su emancipación. Esos africanos habían cumplido su plazo de servicio, por lo que debían ser liberados del patronato.2�6 Las disposiciones del gobierno no impidieron que continuaran los abusos contra los “colonos” africanos. En �837, un funcionario público de la campaña denunció la forma en que se vendían “colonos” como esclavos:

“[...] un vecino de aquel mismo departamento había com-prado cuatro colonos pero no como tales, sino como esclavos sin las condiciones de costumbre [...] habiendo aquel com-prado dichos esclavos en el mes de Abril del corriente año, ha presentado sus escrituras no solo en papel simple, sino tambien

2��5 Actas de la Honorable Cámara de Representantes de la República Oriental del Uruguay, �p���������������������ó�������4��ju��������837��pp��298-299��

2��6 El Defensor de las Leyes,��������������º294��9�������mb������837��pp��2-3��

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aparecen fechadas en Julio del año 26 siendo por estas compra-dos seguramente antes de nacer aquellos, porque puedo asegu-rar a Vds. que el mayor de los colonos tendrá apenas diez a once años, siendo los otros tres como de seis a siete años”2�7

La falsificación del documento de traspaso había fijado la datación de la compra del africano antes de su propio nacimiento. Por otra parte, tam-poco pudo evitarse totalmente el arribo de nuevos grupos de africanos. En octubre de �837, la policía descubrió una nueva introducción de esclavos en la capital: “Verificada una introducción clandestina de esclavos en el Departamento a fines de la semana pasada, [...] hallándose en un estado la información levantada, que casi es difícil puedan ocultarse el autor, cómpli-ces y buque en que se han introducido, se les invita a que presenten dentro de 24 horas en el Departamento los negros que ha dicho cargamento perte-necen.”2�8 Este aviso se publicó durante dos semanas, pero no se conocieron mayores novedades sobre el hecho. En diciembre de ese año se advirtió a las autoridades de Maldonado que se esperaba el arribo de otro navío que conducía africanos, por lo que se debía extremar la vigilancia costera.2��

Es improbable que el número de africanos introducidos en �837 haya sido importante, pues la clandestinidad complicaba su desembarco, que se realizaba a través de lanchas en las playas cercanas a la capital. De todas formas, la policía capturó algunos africanos introducidos ilegalmente ese año, lo que se demostró por el otorgamiento de africanos en patronato. A mediados de noviembre un corresponsal de El Defensor de las Leyes se que-jó de la forma en que había sido otorgado el patronato de algunos libertos. Al parecer, sólo se había favorecido a policías y miembros de los sectores altos, que fueron los únicos que obtuvieron los derechos de patronato. El cronista denunció que no se había cumplido lo establecido por la ley de �837, pues la comisión de clasificación de libertos no se había creado.

“Los Colonos, que segun se nos dice, han sido dados en pa-tronato sin las formalidades que establece la ley de �4 de junio de este año, es decir, con arreglo al artículo 4º y 5º de ella; y por

2��7 El Defensor de las Leyes,��������������º26����29��ju�������837��p��3��

2��8 El Defensor de las Leyes, ��������������º336��30�����ub������837��p��3����������

2��9 D��ZDEG�E�����������p���������p��54��

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Abolicionismo y Tráfico de Esclavos en Montevideo tras la Fundación Republicana (1829 - 1853)

consiguiente los Colonos han sido entregados a los empleados de Policia y a los caballeros de copete en esta forma. [...] dicen que llovían ordenes de los SS. de Copete: entregue Usted uno a fulano, mande && En fin, hay quien diga, valga la verdad, que solo estos fueron atendidos, pues varios carpinteros y varios empleados (subalternos) que pidieron como de gracia (cuando estos pagan el patronato como cualquier hijo de familia) el que se les diesen un colono, tuvieron el si, pues de aquellos si que nunca llegan.” 220

De acuerdo a ley de �837, el tutor que adquiría el patronato de un li-berto mayor de 25 años recién introducido al país, debía pagar en total 60 pesos al Estado. En el caso de los menores de edad ese monto podía variar entre �00 y 400 pesos, según la edad que le fuera asignada al africano, pues se obligaba al tutor a abonar 20 pesos por cada año de duración del patronato. Una comisión decidía cuantos años debía quedar el liberto sujeto a su patrono. Se debe advertir que el precio de los esclavos adultos oscilaba entre los 300 y 450 pesos. Por tanto, las esporádicas —y ahora totalmente clandestinas— introducciones de esclavos podían constituir una ocasión para obtener un “negrito” o una “negrita” a muy bajo precio. La queja del corresponsal de El Defensor de las Leyes evidencia que esa oportunidad segu-ramente quedó reservaba a los sectores más cercanos al gobierno.

2.4. Presión británica y liquidación de la trata (1835-1841)

Para el caso uruguayo, se ha señalado generalmente que Gran Bretaña contribuyó a la finalización del tráfico interoceánico de esclavos a través de una presión más firme en el plano de las ideas que en el de las acciones punitivas. No obstante, los cañones de la marina inglesa también se hi-cieron oír en el Río de la Plata. Como señaló Pivel Devoto: “El tráfico de esclavos realizado con el consentimiento de las autoridades uruguayas en-tre �832 y �835, en algunos casos en embarcaciones de bandera nacional, nos creó serios problemas, en particular ante el gobierno británico, erigido entonces en campeón del abolicionismo.”22�

220 El Defensor de las Leyes,��������������º35������7��������mb������837��p��3��������p���-������������u������ú�����”��

22�� P�VE�DEV�����Ju���E�����P�ó����”���p���������p��XXX��

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Hebe Clementi distinguió tres etapas en la imposición de prohibiciones a la trata, que se enmarcaban en las relaciones de las nacientes repúblicas hispanoamericanas y Gran Bretaña. La primera se corresponde al período de independencia, a partir de las leyes de libertad de vientres y contra el tráfico que figuran entre las primeras disposiciones republicanas. Los nuevos estados buscaban que Inglaterra reconociera su soberanía y ade-más mediara para obtener el reconocimiento español. La segunda etapa se inició hacia �823, cuando Inglaterra comenzó a reconocer a esos países, firmando tratados de amistad, comercio y navegación que incorporaban disposiciones contra la trata. El tercer período se inició con la reactivación del tráfico, tras haberse sosegado las declaraciones revolucionarias y ante los reclamos de los sectores altos. Durante la década de �830 Gran Bre-taña intimó a las repúblicas latinoamericanas a firmar nuevos tratados, que incluían el permiso para que sus naves inspeccionaran los barcos de las naciones firmantes para capturar a los traficantes. De este modo, se establecieron tratados recíprocos que habrían de terminar con la trata.222 Al promediar la centuria, el tráfico de esclavos empleaba banderas y pa-tentes de navegación de varios países para evadir la vigilancia británica. El gobierno inglés se empeñó en que su armada pudiera abordar las embar-caciones de todas las repúblicas hispanoamericanas, a través de la firma de esta nueva modalidad de tratados. Es posible percibir esa progresión de medidas en el Río de la Plata desde la Revolución de Mayo hasta el inicio de la Guerra Grande.

En el Estado Oriental, los episodios de �835 impulsaron la reglamen-tación del artículo constitucional contra el tráfico. La marina inglesa tam-bién contribuyó a liquidar la trata de africanos en esta región. El 30 de enero de �835 el bergantín uruguayo Esperanza Oriental —cuyo nombre anterior había sido J. Ashman y su bandera la estadounidense— desembar-có 350 africanos en la costa del Buceo. El paquebote inglés Hornet al per-cibir la proximidad del barco esclavista al puerto capitalino, le envió una señal y al no obtener respuesta le disparó dos cañonazos que lo obligaron a fondear cerca del Buceo. Al parecer, el navío inglés intentó acercarse a la costa, pero al no conseguirlo optó por continuar su rumbo.223 Dada la

222 ��E�E����� H�b��� �p�� ������� pp�� 3��-32����E�E�����H�b����p���������pp��3��-32��

223 El Estandarte Nacional,��������������º38��24����b��������835��p��2��D��������ó����� ��������� ���������� �� G�b������ y H�������� ����� �� ��m���ó�� P��m�������� ��� P�������������������u����ó�����9����b��������835��

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Abolicionismo y Tráfico de Esclavos en Montevideo tras la Fundación Republicana (1829 - 1853)

proximidad de Montevideo, la resolución del incidente dependía de las autoridades uruguayas. Probablemente la situación no hubiese tenido ese final de haber ocurrido en alta mar, en donde los ingleses habrían inter-ceptado y confiscado el buque. Eso le ocurrió al bergantín oriental Río de la Plata. El navío, que conducía africanos hacia Montevideo, se encontró en alta mar con la corbeta de guerra británica Raleigh. Luego de su con-fiscación, se cambió el rumbo del buque oriental hacia Sierra Leona, en donde se hallaban los tribunales ingleses que arbitraban en los casos de barcos esclavistas capturados. Una abertura de aguas en el Río de la Plata impulsó a la tripulación inglesa a cambiar su rumbo hacia Río de Janeiro.

En enero de �835 el caso comenzó divulgarse en Montevideo.224 El Universal salió en defensa del gobierno oriental, como tradicionalmente lo hacía, señalando que el incidente constituía una afrenta al pabellón na-cional y un ataque a los derechos de propiedad sobre el navío. La cuestión de los africanos parecía secundaria. Ante las acusaciones que provenían de La Gaceta de Buenos Aires, que advertían que El Universal defendía la esclavitud, se respondió: “[...] si nosotros aborrecemos la tiranía en este sentido, aborrecemos también la injusticia y la arbitrariedad de los que a título de liberales abusan de la fuerza en el desierto de los mares para cometer atentados [...]”225 El editor no admitió que la causa de fondo era el tráfico de esclavos, reiterando en todos los artículos que los pasajeros del Río de la Plata eran “colonos” y no esclavos. Se señaló que Uruguay no había firmado ningún tratado que autorizase la inspección de la marina inglesa a los navíos orientales, como lo habían hecho otras naciones. El Estandarte Nacional sostuvo una opinión opuesta, difundiendo una nota que planteaba tres respuestas ante las preguntas reiteradamente publica-das en El Universal:

“� ¿Cómo estamos acerca del bergantín Nacional Rio de la Plata?

Respuesta. Se halla detenido en el Río de Janeiro y probable-mente los negros no pisarán nunca el territorio de esta República.

224 S�pub����������������������������qu�p��������b����u������í�b������ñ���m�buqu����������qu���bí��������������������p�����p������Río de la Plata ������u�������b���S��������í�(�����)�������������b�í���u��������������������El Universal,��������������º��602y�º��603��9y��0������������835��p��2��

225 El Universal,��������������º��6��3��22������������835��p��2��

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2.¿La corbeta de S.M.B. que lo agarró viniendo del África, hizo buena presa, o cometió un atentado?

Respuesta. Hizo buena presa.

3.¿Procedió en virtud del derecho marítimo o adquirido por algun pacto con esta República, o hizo un insulto a su pabellón, y nos ha considerado en el hecho algo mas o algo menos que los negros que apresaba?

Respuesta. Procedió en virtud de órdenes muy terminantes de su gobierno, y los Orientales no pueden quejarse de insulto hecho a su pabellón porque son públicas las disposiciones to-madas por la Inglaterra y la Francia, para abolir el tráfico de negros. El modo único de evitar hechos de esta clase en lo su-cesivo, es que este Gobierno no permita que buques de bandera Oriental se empleen en él, de otro modo muy a menudo sufrirá semejantes ultrajes, pues los oficiales de la marina Inglesa saben cumplir estrictamente las disposiciones de su gobierno.”226

El autor subrayó que el tema se centraba en el tráfico de esclavos rea-lizado por navíos orientales y no en la intervención británica. El Río de la Plata fue declarado buena presa por un tribunal anglo-brasileño en Río de Janeiro. El incidente generó el envío de un emisario del gobierno inglés, Lord Hamilton, que arribó ese año a Montevideo para concretar un acuer-do contra el tráfico de esclavos.

El caso del Río de la Plata se convirtió en uno de los mayores escán-dalos del año �835. El Eco Oriental sostuvo que si bien el propietario del buque tenía que apelar el veredicto, el gobierno oriental debía reclamar una satisfacción a la bandera nacional por la afrenta. Incluso si los pasaje-ros eran efectivamente esclavos, se le debía una reparación al estandarte uruguayo, pues no existía ningún tratado que permitiera el abordaje de un buque oriental por parte de la marina inglesa.227 El editorial también criticó el rol desempeñado por Gran Bretaña en la lucha contra el tráfico interoceánico de esclavos, ya que sus acciones menoscababan la soberanía de otros países.

226 El Estandarte Nacional,�������������7����b��������835��p��2��������p����������������������

227 El Eco Oriental,��������������º9��22��ju�������835��p��2��

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¿Por qué razón pues o porque principio se han creído auto-rizados los buques ingleses para apresar los nuestros? [...] ¿consta que las independientes naciones africanas haya querido recibir por sus protectores a los ingleses y brasileros? Si las Republicas Americanas hubiesen permitido este trafico y si las naciones de Africa se conformasen en venderle sus cautivos ¿tendrían dere-chos los buques ingleses para registrar los nuestros y apresarlos? El caso es idéntico, pero no hay en esto más justicia ni más derecho que el de la fuerza, con la cual han atacado tan alevo-samente el derecho internacional los que pretende sostener el de la humanidad, transformados en Quijotes para enderezar los entuertos de las demas naciones.228

En esa línea de argumentación, los defensores de la libertad de los afri-canos eran acusados de antipatriotas. También se criticó al nuevo gobierno, que no exigió una compensación para el consignatario del Río de la Plata, ni tampoco una reparación a la bandera uruguaya, antes de recibir al emisario inglés. La prédica de El Eco Oriental molestó a los influyentes comerciantes ingleses —o a las autoridades consulares— pues en el número siguiente el editorialista publicó una aclaración.22� El redactor descargó la culpa sobre los miembros de la “clase subalterna” que en ocasiones comandaban las na-ves inglesas. Se sostuvo que por fortuna “los individuos de las principales familias” en general capitaneaban los barcos ingleses. El editor se disculpó atribuyendo los excesos cometidos a las diferencias de clase.

La resolución del caso del Río de la Plata, junto a otros asuntos, fue encomendada a Juan F. Giró, que se encontraba realizando gestiones di-plomáticas en Inglaterra y España. Una parte esencial de su misión era obtener un empréstito en Londres para financiar las cuentas públicas uru-guayas, que se hallaban exhaustas luego de la generosa administración del gobierno de Rivera. En forma simultánea a las negociaciones de Giró, The Times publicó en Londres una serie de artículos sobre la continuidad del tráfico de esclavos en Uruguay, así como referidos al caos económico que imperaba en el país, lo que no contribuyó al éxito de la misión de Giró.

228 El Eco Oriental,��������������º��3����3������������835��p��4��������p���������������m���������������������b������”

229 El Eco Oriental,��������������º��4����7������������835��p��3��

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Difícilmente los prestamistas ingleses financiarían la emisión de bonos de un país sindicado por su activa colaboración con el tráfico de esclavos.

La marina inglesa y el gobierno de Oribe impidieron la introducción de nuevos contingentes de africanos. No obstante, el tráfico en pequeña escala subsistió hasta �84�, pues el negocio era en extremo rentable. La demanda de trabajadores se manifiesta en los avisos de prensa del “Agente de Negocios de la Campaña” Manuel Correa, quien intermediaba en los negocios de compra y venta. Entre otros rubros se dedicó al tráfico inter-no de esclavos: “El Agente de Negocios de la campaña compra hasta 20 esclavos con preferencia los que sean de campo o entiendan de trabajos de saladeros. Compra también tres criadas. Para tratar estará en su oficina cita en el Portón Viejo.”230 No sólo se requirieron servidores domésticos, sino también esclavos para las estancias y los saladeros. En algunos avisos sólo se anunció la compra o venta de esclavos, mientras que en otros los esclavos figuraron junto a variados “rubros comerciales”.23� Manuel Correa también realizaba compras de acuerdo a las solicitudes de los promitentes compradores.232 El dinamismo del mercado de esclavos, que abarcaba tam-bién a la campaña, posibilitó la aparición de este tipo de intermediarios.

Tras reinstalarse Fructuoso Rivera en el gobierno se reanudó la polí-tica de permitir la introducción de esclavos de “servicio”. Francisco Díaz viajó a Río de Janeiro en �83�, para comprar esclavos para su negocio de cigarrería en Montevideo. Al retornar, los esclavos fueron transito-riamente decomisados como efectos de contrabando. Díaz explicó su caso públicamente, debido a la campaña en su contra de El Nacional y El Constitucional:

Yo había comprado en el Río de Janeiro, pública y solem-nemente cuatro negros oficiales de cigarrería, pues que este es mi oficio; y los embarqué con el correspondiente pasapor-te, pagando en aquella aduana los respectivos derechos. A mi

230 El Defensor de las Leyes,��������������º2����3�������mb������836��p��4��

23�� �E������������������������mp�ñ����P��:���������u��qu������������������0���2�ñ������E�D�[u���������]VE�DE[��������]��������������������bu��������-�umb���[u�������][�������]�FE���S[����������p�é���m�����������������������������m����-������p����������p������������������������]��”El Defensor de las Leyes,��������������º50����3��������mb������836��p��4��

232 El Defensor de las Leyes,��������������º55����6��������mb������836��p��4��

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llegada aquí presenté todo a las visitas del buque; y no de noche, sino a las 3 y media de la tarde, desembarqué en el tablado del muelle con mis negros (eran efectivamente cinco, contándose uno ajeno, por el que responderá su dueño) y acompañado de otros cuatro pasajeros y de dos vecinos de esta Capital. Con dichos negros me apersoné y entré a la Capitanía del Puerto, en solicitud del pasaporte con que debía presentarme a la Policia; y el cual no se me entregó, porque en aquel momento no estaba todavía registrado en los libros ¿Y es este el modo, Sr. editor de hacerse un contrabando?233

Finalmente los esclavos le fueron devueltos. No se aplicaron las medi-das previstas por la ley de �837 sobre la introducción de africanos, pues los esclavos de Díaz continuaron bajo esa condición al menos hasta la abo-lición. En cinco casos descubiertos de introducción de esclavos en enero de �84�, los africanos fueron reembarcados en los navíos que los habían conducido a Montevideo para sacarlos del país, contrariando la ley de �837.234 Aún a mediados de julio de �84�, cuando se discutían los planteos para abolir la esclavitud, la prensa montevideana señaló algunos inciden-tes vinculados al tráfico. En esa ocasión le fueron decomisados �8 esclavos a un brasileño llamado Labrador, que había intentado introducirlos al país. Labrador interpuso una apelación hasta que consiguió que los esclavos le fueran devueltos para reembarcarlos.235 El propietario expuso que los ha-bía traído para trabajar en un saladero que quería instalar en la capital. Su intención era establecerse en Montevideo debido a la situación inestable en Rio Grande do Sul. Si bien la presión británica trabó la reanudación de la trata interoceánica a gran escala, no pudo impedir el tráfico costero de esclavos, que casi por goteo incrementó la población esclava de la capital. Este parece haber continuado sin mayores inconvenientes.

Las tratativas iniciadas en �835 por Lord Hamilton fructificaron cua-tro años después. El tratado anglo-uruguayo para la supresión del tráfico

233 El Nacional,��������������º��47����7��m�y�����839��p��3��������p������������F����-�����Dí�z��

234 �������������;�H�G�S�������yS�����������������p���������pp��24-27��

235 El Compás,��������������º����7����0��ju�������84����p����y�º��20��24��ju�������84����pp��2-3��

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de esclavos fue firmado en Montevideo por José Ellauri y por el represen-tante del Reino Unido en Buenos Aires, J.H. Mandeville. La parte central del acuerdo se refería al derecho de visita que poseían recíprocamente am-bas naciones, así como al de enjuiciar a los barcos capturados.236 Los tres anexos del tratado se referían a los procedimientos que debían practicarse durante la inspección de los buques, la constitución de los tribunales que juzgarían los casos de infracción, así como el proceso de emancipación de los africanos detenidos. Cada uno de los anexos estaba cuidadosamente articulado, detallando las operaciones que debían realizarse tras el encuen-tro de los buques, la visita, confiscación, juicio y libertad de los africanos. Las Cámaras Legislativas del Uruguay recién ratificaron el tratado el �0 de diciembre de �84�, siendo canjeadas las ratificaciones el 2� de enero del año siguiente. La sanción del tratado no fue un trámite rápido ni sencillo. El Poder Ejecutivo envió un mensaje a las Cámaras el 30 de octubre de �84� solicitando, entre otros asuntos, su ratificación.

El editor de El Constitucional sostuvo que el acuerdo lesionaba la so-beranía oriental.237 En cambio, El Nacional consideró que debía ser ratifi-cado, pues constituía un compromiso del gobierno hacía el representante británico, J. H. Mandeville.238 Se debe advertir que en enero de �84�, El Nacional había considerado que un tratado idéntico, pero entablado entre el gobierno de Rosas y el inglés, atentaba contra la soberanía argentina.23� Los pragmáticos escritores argentinos de El Nacional utilizaron ópticas opuestas para analizar acontecimientos similares.

Antes de presentarse para su ratificación ante las Cámaras, el tra-tado anglo-uruguayo fue estudiado por una comisión parlamentaria que recomendó su aprobación, no obstante advertir que la reciprocidad del acuerdo era ilusoria.240 El Estado Oriental no tenía una fuerza naval ca-paz de hacerlo cumplir. La desigualdad de medios entre los países signatarios conspiraba contra la legalidad del tratado. Durante la sesión de la Cámara de

236 �����D �GÓ��� E���� �� �����������D �GÓ��� E���� �� ������ Compilación de Leyes y Decretos, ������������� ��930�� ��� ��(��835-��843)��p��338��

237 El Nacional,��������������º886����9��������mb������84����p��2��

238 El Nacional,��������������º87����2��������mb������84����p��3��

239 El Nacional,��������������º630����8������������84����p��3��240 Actas de la Honorable Cámara de Representantes de la República Oriental del Uruguay���p�������������V������ó�����6�������mb������84����p��4����

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Representantes que debía proceder a la ratificación, se levantaron voces de crítica. Francisco Araúcho señaló, tras enumerar las medidas constitu-cionales del Estado Oriental contra la trata de esclavos, que: “[...] si para hacer ejecutar el artículo de una ley fundamental hemos de pactar con una nación para obligarnos y que nos obligue a cumplir con ella, él juzgaba este tratado indecoroso y humillante; y que en este concepto se oponía y negaba a que se autorizase al Poder Ejecutivo a su ratificación.”24� Nueva-mente se esgrimió la defensa de la soberanía para rechazar el tratado. Por la comisión respondió Joaquín de la Sagra, que expuso que el tratado no se vinculaba a dar fuerza legal a la Constitución del Estado, sino que se relacionaba a las acciones de Gran Bretaña contra el tráfico interoceánico de esclavos.

Que una nación europea (la Inglaterra), atendiendo el cla-mor de otras que solicitaban la cesación de tan vergonzoso trá-fico, se comprometió a llevar a cabo tan filantrópica empresa, formándose un deber de ello y conseguir con la extinción hacer desaparecer borrón tan feo en las sociedades cultas. Que para llevar a cabo tan noble objeto ha hecho leyes, tratados y sostie-ne escuadras y no cesa de buscar socios y cooperadores para tan nobilísimo fin.

También se señaló que el rechazo del tratado no sólo colocaría a la Cá-mara en contra del Poder Ejecutivo, sino que generaría la antipatía de las naciones que perseguían la trata (Inglaterra y Francia) justo en momentos en que la guerra contra Rosas hacía necesario su apoyo. Sagra advirtió que si la Cámara requería mayores explicaciones la comisión podría ofrecerlas, pero en una sesión reservada. De este modo, se pasó a operar en esa mo-dalidad, desalojándose las barras. Una vez reanudada la sesión ordinaria se aprobó la ratificación. De seguro las razones expuestas no debían tomar estado público. Sin embargo, fueron suficientemente eficaces como para decidir la aprobación del acuerdo.

Por último, no se debe dejar de mencionar la forma en que la prensa de habla inglesa de Montevideo reaccionó ante estos eventos. The Brittania and Montevideo reporter surgió en �842 como diario para la comunidad

24�� �b�m�����������0�������mb������84����p��45��

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inglesa local, publicando principalmente información comercial, por-tuaria, así como las últimas novedades que arribaban desde Inglaterra. En su primer número aplaudió la campaña abolicionista realizada des-de El Nacional.

Hemos leído con la más vívida satisfacción una serie de artículos aparecidos en el diario ‘Nacional’, cuyo Editor atrae claramente los sentimientos e intereses de sus compatriotas, hacia una propuesta legislativa para producir la manumisión inmediata de los Esclavos aún existentes en el País, anticipando el proceso gradual de emancipación establecido por la Consti-tución. En nuestro próximo número volveremos sobre este tema con más extensión, pues no podemos sentir sino un profundo interés en observar los efectos de una propuesta tan similar a nuestros propios sentimientos.242

No obstante, en los números siguientes no se continuó esa línea edi-torial. El Brittania también celebró la abolición de la esclavitud.243 En ese momento, el periódico declaró que no había continuado la línea aboli-cionista impulsada en su primer número, debido al calor que adquiría el debate local. Perseverar en ese tema hubiera implicado inmiscuirse dema-siado en los asuntos locales. El editor también echó una mirada sobre la situación de la esclavitud en el Uruguay. Su opinión tendía a simplificar el problema, dulcificándolo. Sostuvo que el porcentaje de la población escla-va con relación a la libre era mínimo, que trabajaba casi exclusivamente en la servidumbre doméstica, y que el trato de los amos era proverbialmente bueno. El artículo también estableció una síntesis sobre el proceso de ex-tinción gradual de la esclavitud, desde la Constitución hasta la abolición.

Si bien la marina británica impidió el arribo de nuevos contingentes de “colonos” africanos, la trata de esclavos en pequeña escala entre los puertos de la región persistió casi hasta la abolición. La introducción clan-destina de grupos reducidos de esclavos a la capital no se prolongó más allá de �84�. Sin embargo, a través de la frontera brasileña la introducción

242 The Brittania and Montevideo reporter,��������������º����4��ju��������842��p��2��[���-�u���ó��������]

243 The Brittania and Montevideo reporter, ��������������º28����7�������mb������842��p��2��

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de esclavos se prolongó durante las décadas de �850 y �860, por lo que esta cuestión subsistió tras la abolición de la esclavitud. Es necesario señalar que el arribo de grandes partidas de africanos a Montevideo y Maldonado a través de los contratos de “colonos”, el tráfico ilegal en pequeña escala, así como la introducción de esclavos a las estancias fronterizas, constitu-yeron los últimos aportes de población de origen africano a la constitución demográfica del Uruguay.

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Capítulo 3

El abolicionismo

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Comúnmente se establece una pareja de pautas explicativas para en-tender el declive de la esclavitud en el continente americano. Por una parte, se resalta la importancia de factores económicos vinculados a la rentabilidad del trabajo esclavo y a la situación de los cultivos de azúcar y algodón en el mercado mundial, o por otra, se subraya el clima intelectual de la época, a partir de la veta emancipadora de la Ilustración y de la Revo-lución Francesa. En la actualidad predomina la visión que interpreta que factores culturales o intelectuales, más que los económicos, condujeron a políticas que liquidaron el tráfico de esclavos y la esclavitud en el Nuevo Mundo.244 En la América continental española el proceso abolicionista se desarrolló casi invariablemente bajo una coyuntura bélica.

Rolando Mellafe señaló que eventos generados fuera de la región con-tribuyeron a la liquidación de la trata en América Latina: “[...] a pesar de la existencia de una fuerza de trabajo asalariada, existían sectores de Hispanoamérica que aún necesitaban de la esclavitud. La verdad es que si no hubieran sucedido importantes acontecimientos exteriores a las colo-nias y a sus necesidades regionales, la supervivencia de la trata habría sido más larga.”245 Entre los factores extraeconómicos, se menciona la difusión de la Ilustración y el sacudimiento provocado por la Revolución France-sa, que fue determinante en Haití. Tulio Halperín Donghi consideró que en algunas regiones la esclavitud perdió su eficacia económica luego de

244 V��E���S��D������Economic Growth and the Ending of the Transatlantic Slave Trade������Y��k���������������P��������987��

245 �E���FE������������La esclavitud en Hispanoamérica,�u������������E�DE������964��p��96��

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la revolución, durante el período �825-�850. En el largo plazo, el sistema esclavista no parece haber sobrevivido a la liquidación del tráfico, pues el precio de los esclavos subió desmesuradamente luego del establecimiento de trabas a la trata: “Antes de ser abolida (en casi toda Hispanoamérica hacia mediados del siglo) la institución de la esclavitud se vacía de su anterior importancia.”246 Es probable que el nacimiento de nuevas gene-raciones de libertos y la prohibición de introducir africanos esclavizados hayan quitado importancia a la institución esclavista luego de la década de �8�0. No obstante, la abolición a largo plazo que primó en la mayoría de las repúblicas de la América continental española contribuyó a que la esclavitud perviviera hasta mediados de siglo XIX.

La prohibición del tráfico y la ley de libertad de vientres fueron ins-trumentos ideados por las elites para establecer un proceso gradual de emancipación. Es posible percibir una fuerte disminución de la población esclava —así como de origen africano en general— en el período com-prendido entre las leyes de libertad de vientres y de abolición, en países como Colombia, Venezuela o Argentina. Este fenómeno no sólo se vinculó al nacimiento de los libertos, sino también a la militarización —y consi-guiente liberación— de la población negra masculina, a la disminución demográfica debido a las guerras y las altas tasas de mortalidad, e incluso a causa de factores insospechados, como el tráfico de esclavos entre los esta-dos.247 El objetivo de las manumisiones militares no sólo fue aumentar los efectivos, sino que “[...] en algún caso muy explícitamente salvar el equili-brio racial, asegurando que también los negros dieran su cuota de muertos a la lucha; es el argumento dado alguna vez por Bolívar en favor de la medida, que encuentra la hostilidad de los dueños de esclavos.”248 Desde el inicio de la revolución en el Río de la Plata, no sólo disminuyó la población esclava, sino la de origen africano en general. En �8�0, la población negra de Buenos Aires constituía el 2�,5% del total de habitantes, reduciéndose a ��,5% hacia �827.24� En forma paralela a la disminución de la población

246 H��PE��� D��GH��� �u����� Historia contemporánea de América Latina, �u����� �������������z�����992����3ª������p����45��

247 E����840����mb��������ó800���������P��ú����E���� H��b����� �p�� ������� p�� ��60 y ��E�-��E����H��b������p���������p����60y��E�-E�����H�b����p���������p��59��

248 H��PE���D��GH����u������p���������p����44��

249 ��D�EWS��G����������Los afroargentinos, �p���������pp��6��-64��

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negra en Buenos Aires, se intentaron otras formas de introducir esclavos, a través de las acciones de corso contra los navíos brasileños (�826-�828) o mediante el restablecimiento temporal de la introducción de esclavos de “servicio” (�83�). Para el caso uruguayo, Ana Frega señaló la disminución de la población esclava de Montevideo desde el 30% de los habitantes, previo a la revolución, hasta poco menos del 25% hacia �8��. Asimismo, el índice de masculinidad de la población esclava descendió desde ��� hasta 78 en el mismo período, lo cual probablemente manifiesta el impacto de la militarización.250

La primera declaración de abolición de la esclavitud en el Nuevo Mun-do ocurrió en Haití (�804). Ese fue el único país de América en donde el movimiento independentista fue también abolicionista, así como motor de cambios revolucionarios en la estructura social. La siguiente abolición que afectó grandes poblaciones afrodescendientes ocurrió en las colonias británicas de América Central y el Caribe (�834). Las primeras repúblicas hispanoamericanas en abolir la esclavitud fueron Chile (�823), las Provin-cias Unidas del Centro de América25� (�824) y México (�82�), pero allí el porcentaje de población esclava era pequeño y tenía poca incidencia en el mercado laboral.252 En regiones en donde la esclavitud conservaba cierta importancia económica, así como en donde aún vivían gran número de esclavos, los amos retardaron el proceso de abolición tanto como pudieron. De este modo, la eliminación de la esclavitud en Argentina, Uruguay, Perú, Ecuador, Colombia y Venezuela se extendió hasta mediados del siglo XIX. La situación generada por las guerras civiles en las nuevas repúblicas propició la finalización de la esclavitud a través de la militarización de los esclavos.

El desarrollo de la abolición fue diferente en Estados Unidos (�863), Puerto Rico (�873), Cuba (�886) y Brasil (�888). Luego de la guerra civil norteamericana, cuyo detonante fue la eliminación de la esclavitud, se or-ganizaron movimientos abolicionistas en Brasil y Cuba. Klein señaló que en las regiones en donde la esclavitud había adquirido un dinamismo e intensidad mayor, a causa de la economía de plantación y de la inserción en el mercado mundial: “Los propietarios de esclavos enfrentaron [...] a los

250 F�EG����������p���������p��57��

25�� Gu���m�����E�S���������H����u������������u�y�����������

252 ��D�EWS�� G����� �������D�EWS��G����������Afro-Latin America, �p�������p��65��

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partidarios de la emancipación; y en cada caso ésta fue ganada sólo gracias a intervenciones políticas o militares.”253 Asimismo, es posible extender esa afirmación a gran parte de las repúblicas latinoamericanas, en donde sólo soluciones políticas determinaron la abolición.

La población de origen africano de los Estados Unidos y la de América Latina tenían varias diferencias, siendo una de ellas el carácter nativo de la primera con relación a un origen africano más marcado en la segunda. En �808 se prohibió la trata de esclavos en los territorios de la Unión. Des-de inicios del siglo XIX la población negra norteamericana creció como comunidad nativa, mediante el nacimiento de nuevas generaciones de es-clavos, hasta la abolición.254 En cambio, en Brasil y Cuba la liquidación de la trata transatlántica fue tardía, no habiendo trascurrido el nacimiento de más de una generación hasta la abolición. El caso uruguayo fue extre-mo, pues a pesar de que la Sala de Representantes de la Provincia Oriental (�825) y la Asamblea General Constituyente (�830) dispusieron el fin de la trata, aún arribaban africanos a Montevideo un año antes de la ley de abolición de �842.

La “reafricanización” de la población negra en Cuba, Puerto Rico y Brasil durante la primera mitad del siglo XIX tuvo grandes consecuen-cias para las sociedades adoptivas. El arribo de numerosos contingentes de esclavos impulsó la actividad de asociaciones étnicas africanas, de las cuales existen pocos paralelos en las colonias británicas o en los Estados Unidos.255 Aunque de origen dieciochesco o incluso anterior, los cabidos afrocubanos en La Habana, las confrarias de Río de Janeiro, las naciones africanas de Buenos Aires, y las salas de nación de Montevideo, prolifera-ron hacia mediados de siglo XIX a partir de la transfusión de nueva sangre africana. En las regiones que dependían de la economía de plantación, el arribo de grandes grupos de esclavos, algunos con previa experiencia militar, renovó los intentos de constituir comunidades independientes de africanos en el medio rural.

253 ��E���� H��b��� S���� �p�� ������� p�� ��58����E����H��b���S�����p���������p����58��

254 G������� H��b�����G�������H��b�����The black family in slavery and freedom 1750-1880, ����Y��k��V���-�������k�����980��

255 ��D�EWS�� G����� �������D�EWS��G����������Afro-Latin America, �p���������pp��67-70��V����mb��:�H�S�EE���J���� ����� National Rhythms, African roots, ��buqu��qu��� ����������y �� ���� ������ P������2004��pp��92-95��

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Otra diferencia vinculada al abolicionismo y a las organizaciones étni-cas africanas se constituyó a partir de la modalidad de cristianismo que se difundió en las sociedades locales. En Estados Unidos hubo grupos religio-sos que defendieron posturas en extremo abolicionistas, involucrándose intensamente en la lucha contra la trata y luego a favor de la abolición. En América Latina, si bien la Iglesia Católica denunció el tráfico y se sumó a las acusaciones contra el maltrato, no expuso una vertiente re-sueltamente abolicionista.256 Por otra parte, en los territorios de la Unión se organizaron iglesias protestantes africanas administradas por la co-munidad negra. En América Latina los afrodescendientes no formaron una rama separada del catolicismo, pues se mantuvieron en los canales de participación religiosa impuestos por las jerarquías eclesiásticas y vol-caron su participación religiosa a través de las cofradías católicas.257 El abolicionismo en algunas regiones de América Latina no tuvo ningún sostén religioso, sino todo lo contrario, pues en ocasiones fue percibido como representante de una corriente de pensamiento extranjerizante, anticlerical, y de tendencia liberal anglófila.

3.1. Las voces aisladas (1830 – 1840)

Hay evidencias de la circulación de libros contra la esclavitud —y tam-bién a su favor— en las bibliotecas rioplatenses,258 así como de la acción de algunos operadores del campo cultural durante el período tardocolonial y en los tiempos de la independencia. No obstante, se desconoce en el Río de la Plata la existencia de asociaciones abolicionistas. Silvia Mallo señaló que la prensa porteña prerrevolucionaria tenía cierto tono abolicionista —o al me-nos contrario a la trata— que allanó el camino de la dirigencia bonaerense

256 ���m�������ñ��óqu�:����������������������������p��b��m�������m�����p��é�������u���u��������������������p�����m�����������ó�������������������b����qu����p�y�-�í��������������u��������p��������������������������ó����������������”��E�E����� H�b�����E�E�����H�b����p���������p����75��

257 ��D�EWS�� G����� �������D�EWS��G����������Los afroargentinos, �p���������p����7����

258 �S�����Em���La esclavitud en el Uruguay de sus comienzos hasta su extinción (1743-1852)���������������Pub�����������������m���ó����H�m����j����S��qu������������������H�-����H���ó���������825����975��p��303��

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Abolicionismo y Tráfico de Esclavos en Montevideo tras la Fundación Republicana (1829 - 1853)

para proclamar las primeras medidas contra el tráfico.25� Se debe agregar un factor no menor para evaluar el tono del abolicionismo rioplatense en la década de �830: la moda. El reputarse abolicionista en general no pasaba de ser un acto declarativo, que no generaba acciones particulares, pero que situaba al declarante en sintonía con la intelectualidad liberal de su tiempo. La prédica de la generación romántica era abolicionista, pero la misma no maduró en la generación de asociaciones en pro de la emancipación, no provocando acciones fuera del campo periodístico. La liquidación del tráfico de esclavos constituyó un tema importante en la prensa montevideana de la década de �830. En cambio, lo relativo a la abolición se mantuvo silenciado. Sólo algunas voces reclamaron la abolición de la esclavitud antes de �84�.

Antes hemos señalado que La Gaceta Mercantil publicó una carta titulada “Esclavatura” en �830, que planteaba el caso de Santiago Casavalle, esclavo de Pedro Casavalle. El protagonista había luchado en la guerra con Brasil, pero no poseía los tres años de servicio requeridos para su emancipación. Santiago prefería “[...] la muerte a la esclavitud, pues en su corazon tenia gravado el [l]ema de LIBERTAD O MUERTE [...]”260 Se intentó un arreglo entre San-tiago y su amo que contemplara la liberación del primero, conviniéndose que Santiago pagase cuatro pesos mensuales a Pedro Casavalle hasta com-pletar los 200 pesos de su emancipación. Hasta aquí esta exposición cons-tituía sólo la descripción de un caso. Pero el objetivo de la carta se amplió, proponiendo que ese sistema se aplicara en Uruguay para terminar con la esclavitud. Dependiendo de la tasación de cada esclavo, éste pagaría por su liberación a través del establecimiento de un patronato general.

“Si esta medida fuera una leccion no despreciable, el sistema tendría mas partidarios, sin perjudicarse el Gobierno ni los pro-pietarios. En los Gobiernos civilizados no hay esclavos, ni huma-nidad aflijida, si la H. A. lejos de prohibir la introducción de ellos, sancionara una ley para que dentro de 5 o 6 años no existiera en el Estado esclavo alguno y el que lo pisara siendolo quedara LIBRE, entre las almas sensibles, tendrian mejor lugar sus indica-ciones de filantropia, en convinacion con otras repúblicas.”

259 �������S������������b��������������u������E����������m��y������������780-��830��”Revista de Historia de América,�u�������������������u��P����m����������G������í��H����-�������993��p����23��

260 La Gaceta Mercantil,��������������º83��26������������830��p��2��������p������������

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El artículo también señaló la incompatibilidad entre civilidad y escla-vitud, que debía ser resuelta por los gobiernos republicanos. La instaura-ción de la soberanía republicana debía en el corto plazo liquidar la esclavi-tud. Por otra parte, el artículo se insertaba en una discusión más concreta. En ese mes, la Asamblea General Constituyente decretó la ampliación a todo el territorio oriental de la ley de libertad de vientres y contra la intro-ducción de esclavos que había declarado la Sala de Representantes de la Provincia Oriental en �825, lo cual generó un debate sobre la fijación de una fecha para el corte del tráfico de esclavos hacia Montevideo. Al día siguiente de la publicación de este artículo, El Universal lanzó una filípica contra la crítica de La Gaceta a las medidas de la Asamblea General Cons-tituyente. Los editores de La Gaceta consideraban que se debía fijar como fecha límite del tráfico y del inicio de la libertad de vientres el 5 de setiem-bre de �825.26� En cambio, la Asamblea Constituyente pretendía establecer el 20 de enero de �830. La Gaceta replicó a El Universal, señalando que: “[...] la ley de esclavatura es una de las primeras que se han ocupado todas las repúblicas nacientes, bien que después advertidos, perjudiciales a los mismos para quienes se promulgó, han sido corregidos oportunamente.” El editorial agregó que la emancipación total para ese momento no estaba en la mente de los autores, sino el establecimiento de un patronato general que fijara un plazo para la abolición de la esclavitud.

“Nosotros convenimos con las ideas de algunos SS. RR. sobre que declarada la absoluta abolición de la esclavatura, lejos de ser útil sería perjudicial a los mismos a cuyo beneficio se acordaba, pero pudiendo salvarse todo con la declaración de un patronato racional no alcanzamos la razón porque se demore su discusión y sanción, que tanto interesa a esta parte de la socie-dad, y que ha contribuido con su sangre y padecimientos a la salvación del país. Continuará.”262

Sin embargo, la discusión no continuó. La importancia de este breve debate radicó en su existencia, pues el mismo no había salido a la superficie antes, ni habría de hacerlo de nuevo sino hasta �84�. La Gaceta, aunque

26�� El Universal,��������������º��83��27������������830��p��2��

262 La Gaceta Mercantil,��������������º86��29����������830��p2��

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orientada hacia una abolición gradual, establecía la fijación de un horizonte concreto para terminar con la esclavitud. En aquel momento ese horizonte no estaba claro ni siquiera en lo concerniente al tráfico de esclavos. Por último, se señaló la deuda histórica contraída con la población de origen africano, a partir de su participación en la última guerra de independencia.

En otra ocasión, la prensa estableció que la progresión de leyes contra la esclavitud constituía un capítulo de la historia de la revolución en el Río de la Plata. En �832 El Patriota, del argentino Juan Cruz Varela,263 solicitó al cuerpo legislativo que aplicara una medida similar al Reglamen-to de la Educación y ejercicio de libertos. En �8�3 se había promulgado esa disposición en Buenos Aires para velar por la educación y el bienestar de quienes a causa de las leyes patrias nacían libres de madres esclavas. El autor vinculó el despliegue de las medidas abolicionistas con el avance de la revolución y de la posterior independencia oriental.

“Cuando la Asamblea General de las Provincias Unidas del Río de la Plata decretó la libertad de vientres en febrero de �8�3, este país era parte integrante de aquella República, y sujeto por consiguiente a sus leyes. Posteriormente la desgracia de haber sucumbido a un yugo extranjero, nos hizo admitir involuntaria-mente las leyes del vencedor. Mas recuperada, por los esfuer-zos del patriotismo, la libertad política, y conquistada la inde-pendencia nacional, fue de los primeros cuidados de nuestros cuerpos legislativos, restablecer en su vigor las leyes antiguas, aquellas al menos que eran compatibles con nuestra existencia independiente. La ley de libertad de vientres fue de las primeras que se sancionó de nuevo, y no era de esperar otra cosa de la filantropía de los representantes del pueblo oriental.”264

La promulgación de disposiciones que beneficiaran a los afrodescen-dientes, así como de medidas más eficaces con relación al tráfico y a la abolición, constituía el camino natural del proceso de emancipación en el Río de la Plata.265 En cambio, otros consideraron que la causa abolicionista

263 Z���Y�������������Historia…, �p���������p��376��

264 El Patriota,��������������º40����0���b�������832��p������

265 E�������úm�����El Patriota ��pub���óu�����í�u��������������pí���u����������ó����u���������óp����p������������������b������m�����m���ó�������E���������j�mp�����

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formaba parte de cierto radicalismo que podía afectar al orden social. En �837, El Universal denunció los efectos de la abolición en las colonias bri-tánicas de América Central y el Caribe, criticando que el peso financiero de la operación hubiera caído sobre toda la población libre: “El público ha de pagar cien millones de pesos por la gratificación de ver establecida una ley, que ya era casi inevitable a causa de los alborotos causados por los argumentos anti-esclavizadores, propagados entre los esclavos por medio de la imprenta y misioneros.”266 La prensa abolicionista y los misioneros protestantes eran caracterizados como alborotadores que constituían un peligro para el orden. El artículo también establecía que el único camino hacia la emancipación general era el gradual, con un sistema de patronato que prolongara la sujeción sobre los esclavos. La pretendida naturaleza inmoral de los africanos servía como fundamento a este discurso:

“La emancipación de un solo esclavo puede ser inmediata y absoluta en una familia o casa; pero la emancipación de todos los esclavos en un pais debe ser precisamente gradual, para que tanto los amos como los esclavos tengan amplia oportunidad de prepa-rarse para la mudanza [Esta medida] que consideramos ventajosa para el esclavo, vendrá a serle inutil, opresiva e injuriosa, si no se toman las medidas convenientes para educarlo, no solo en la moral, mas en todo lo conducente para que pueda despues man-tenerse por si y a su familia en la vida social e independiente.”

El articulista entendía que la educación moral y material del esclavo sólo podía realizarse en el marco de un patronato que extendiese, en cierto modo, los lazos esclavistas. Al final, se expusieron otros argumentos contra la abolición general: el derecho a la propiedad y el miedo. El terror a vivir en una sociedad dominada demográficamente por los afrodescendientes, lo cual evocaba la experiencia haitiana, pudo haber generado inquietud entre los lectores.

“¿Qué hariais vosotros si no tuvieras mas propiedad que el beneficio ese dado de unos esclavos que heredasteis? ¿Qué

��������������������������m��������ó�:�[������]��S������������������qu��������������������u���p��������������b������é������um����yqu��u����b��z�p�����������������������má��u����������������b�������má�p����������”

266 El Universal,��������������º2��87��5������������837��p��3��

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pensaríais de una tal medida si estuvierais obligados a residir entre millares de hombres, de bajos pensamientos por natura-leza, y corrompidos por la costumbre, hechos libres en un día, sin saber conducirse en el siguiente y abusando de la libertad probablemente en perjuicio de tercero?”

Esas palabras no eran lanzadas al vacío. En ese mismo año se regla-mentó la prohibición constitucional del tráfico de esclavos en Uruguay. El análisis de la abolición en las colonias británicas comprendía temas caros para un probable debate local, vinculado a la definición de una abolición gradual o general y al modo de resarcir a los amos. La prensa capitalina en ocasiones ofreció perfiles extremadamente negativos del abolicionismo en el hemisferio norte. El editorialista de El Moderador, luego de transcribir un extenso artículo sobre los partidarios de la abolición y de la esclavitud en Estados Unidos, abrió un espacio para su opinión:

“...los abolicionistas inmediatos no perdonan medio alguno de conseguir sus imprudentes fines. Hacen circular impresos injuriosos y subversivos: reparten ajentes que sublevan la escla-vatura; y cometen cuantas violencias pueden contra los amos de esclavos; mientras que éstos, organizados también [en] socieda-des, les vuelven la hostilidad, persiguiendo de muerte a todos sus ajentes y cooperadores. Estos son los funestos efectos que pro-duce la contradicción que existe entre los principios políticos y religiosos de aquella República, y la necesidad de conservar su esclavatura. Deseamos que estos ejemplos no sean inútiles, y que los recuerden siempre nuestros hombres de estado.”267

La situación norteamericana de la década de �830 era descripta como una guerra civil soterrada en donde la violencia se incrementaba a cada paso. En ese caso, así como en el anterior, se consideró particularmente peligrosa la circulación de impresos entre los esclavos.

Por otra parte, algunos letrados afrodescendientes intentaron refutar los argumentos esclavistas. El licenciado negro Jacinto Ventura de Molina analizó los fundamentos bíblicos de la esclavitud, sosteniendo que los afri-canos no descendían de Cam: “[...] los Negros no decienden de Cam ijo de

267 El Moderador,��������������º22����8�������mb������835��p��2��

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Noe el ultimo: decienden de Sem ijo 2º de aquel Patriarca: Por esa linea resultan Abraham, Isac, Jacob, Esau de este no trata el Ebangelio y es su Ermano: quien nego Jamas que en la Particion con Jacob le tocó a Esau el África [...].” Ciertos patriarcas de la Iglesia habían basado la esclavitud en el pecado, sin mayores disquisiciones teológicas. Otros concibieron un ori-gen histórico, al enraizar el fundamento de la esclavitud en la maldición de Noé hacia uno de sus hijos, Cam, cuya descendencia debía convertirse en sierva de la progenie de sus hermanos. Luego del diluvio Noé distribuyó los continentes conocidos entre sus tres hijos, Sem (Asia), Jafet (Europa) y Cam (África). Se atribuyó a los africanos haber sido la descendencia de Cam, lo cual creaba una génesis bíblica a la dupla negritud-esclavitud.268 El discurso de Molina contra el argumento bíblico legitimante de la escla-vitud manifiesta que éste era aún de recibo en la década de �830.

Molina expuso otros argumentos en un escrito dirigido al Fiscal Ge-neral Lucas Obes en �834, incorporando expresiones de Isidoro de An-tillón,26� miembro de las Cortes de Cádiz, que imprimió un folleto que adjuntaba un “[...] Tratado del Consejo de Inglaterra: para abolir el Co-mercio de Negros Guineos como ympio e ynumano”270 A través de la obra de Antillón, Molina también citó al Espíritu de las Leyes de Montesquieu: “El Doctor Dn Icidoro de Antillón expone allí al Doctor Montesquieu en barios puntos de sus obras de Exposicion de las Leyes en los quales decide ser ympio el uso de la Esclavitud y concluye Montequieu. Pero cuando fuere tolerable que pudiera ser bendido un ombre y su muger, podra jamas onestarse que puede ser esclava su Posteridad”. No se podía tolerar moral-mente la esclavitud, pero en caso de permitirse, Molina sostiene que no se debía consentir la esclavitud hereditaria que sujetaba a los hijos de los

268 G���Í��Ñ�VE��S��J��ú������El pensamiento y los argumentos sobre la esclavitud en Europa en el siglo XVI y su aplicación a los indios americanos y a los negros africanos, ���������S����2000��p����27��

269 ����������������ó��y���z�(��778-��8��4)��Fu�����������u����������P��m�yj����������b������m�����qu�������P������pó��������������á��zy������������u����������u���óu�����������qu���u���í��umu������E����b�ó�b�������������mí������������í����������í�������������p��í����yju���p�u���������Nueva Enciclopedia Sopena, ������������E����������mó��S�p�������������p��400��

270 E���������J�������V����u�����������������[������F�����G��������u����b����6������-������834]m���u��������E�����b�������������”p������������������”���é�m������S���m���-��p����F��������”���bí��m�����4��p��326��

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esclavos a la esclavitud. En esa ocasión, no sólo se evidencia la circulación de la literatura abolicionista, sino también su utilización para resolver si-tuaciones concretas. Ese manuscrito —firmado por Joaquín Martínez y Miguel Piñeyro pero escrito por Molina— era una solicitud de autoriza-ción para restablecer la sala de nación Congo de Gunga, cuyas reuniones habían sido prohibidas en mayo de �833, a causa de haberse descubierto una conspiración de esclavos y morenos libres.

El estudio de la literatura rioplatense, como mencionamos para el caso de Acuña de Figueroa, ofrecería una perspectiva más rica sobre el abo-licionismo y la percepción de los letrados en torno a la esclavitud y a la población negra. El examen del contexto intelectual concurrente al proce-so de abolición, a partir de la generación de cierta “sensibilidad abolicio-nista”, también remite a la emergencia del romanticismo en la región. Su mayor exponente oriental fue Adolfo Berro (�8��–�84�), cuyos intereses se orientaban a la temática social y a la simpatía con el exilio porteño. Formado en Derecho en la Academia de Jurisprudencia, fue asesor del Defensor de esclavos (�83�). Sus obras fueron publicadas en �842, tras su inesperado deceso.27� El Nacional publicó en octubre de �84� una serie de composiciones en honor a Berro.272 El poeta fue proclamado, prematura-mente, primera figura del romanticismo oriental: “...su imagen de genio malogrado es el atildado constructo de un patriciado que busca su vate, y el malogrado Berro deviene así el poeta que pudo haber sido.”273 El prólogo de la edición póstuma, realizado por Andrés Lamas,274 señala un proyecto de emancipación de esclavos que habría elaborado Berro. El poema El Esclavo (�83�) discurre sobre el inicial esclavizamiento en África, el tráfi-co y los padecimientos de los africanos en el Nuevo Mundo: “Escucha la plegaria, / ¡Oh Padre de natura! / Que el llanto y amargura / Eleva el alma

27�� �����umu������������u��bj�������m����j��p��p����������������ó��“Juventud Oriental”�� E���������� ��u���ó���� �����u������ �������ó��pó��um��� ������ ����pá���������úb�����qu���ú������m�y��p��������ju�����u�p�������-��b����������u�����

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273 ���G����b����������púb���������������m�������:��������b��������má���������������������m��������ó������������”E��:��H�G����Hu��y����Ñ�����b��(���)��Uruguay: imagi-narios culturales, ���������������������2000��������p����5����

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a ti. / Destroza con tu soplo, / Que abate las naciones, / Las bárbaras pri-siones / Del hombre de color.”275 Según Abril Trigo, “Este antiesclavismo de índole humanista cristiana, que presumiblemente interpelara fuerte-mente la conciencia culposa del patriciado montevideano, al ser plantea-do en términos universales y abstractos, ofrece la ventaja de eludir toda alusión política.”276 Las referencias de Berro sobre la esclavitud procedían de la antigüedad clásica o de la Biblia, lo cual también se manifiesta en otros letrados, pero no de la situación montevideana. Acuña de Figueroa constituye una de las pocas excepciones a esta regla, pues en algunas de sus composiciones describió situaciones vividas por la población de origen africano en Montevideo. Otro tanto se puede decir de Bernardo P. Berro. No obstante, esta cuestión merece un análisis independiente.

Sólo en forma esporádica se publicaron referencias a la abolición de la esclavitud durante la década de �830. La polémica sobre la aplicación de medidas concretas, con campañas de varios meses en la prensa, recién se inició en �84�. Al parecer el tema era evitado. Si el consenso en torno al abolicionismo avanzó durante los años treinta —lo cual parece evidente al revisar los debates de �84� y �842— ese proceso no se plasmó en los periódicos. No ocurrió lo mismo con la liquidación del tráfico de esclavos, que concitó alta adhesión, ocupando varias páginas de los periódicos de la década de �830. Sin embargo, esa cuestión tenía un fondo político más redituable, pues las denuncias de irregularidades en torno a la trata fueron utilizadas desde �835 como crítica contra la primera presidencia de Fruc-tuoso Rivera.

3.2. Del “armamento de los negros” a la “abolición de la esclavitud” (1841-1842)

El título de este apartado señala el trayecto de los debates de prensa, desde enero de �84� hasta la ley de abolición del �2 diciembre de �842. Las discusiones se iniciaron a partir de los planteos de defensa ante una inva-sión inminente desde la Confederación Argentina, pero paulatinamente abarcaron aspectos vinculados a la libertad e igualdad. Luego de derro-

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tar a las fuerzas del gobierno de Manuel Oribe, Fructuoso Rivera asumió un mandato provisorio (��/��/�838), siendo luego proclamado formalmente presidente (0�/03/3�). Poco después, Rivera declaró la guerra a Juan Manuel de Rosas (��/03/�83�). Un ejército compuesto por fuerzas partidarias de Ori-be y pertenecientes a la Confederación Argentina fue derrotado por Rivera en Cagancha (2�/�2/�83�), tras lo cual los combates se desarrollaron básica-mente en territorio argentino. No obstante, la situación en �84� se presen-taba favorable para una nueva incursión de las fuerzas federales en el Estado Oriental. En enero se difundieron algunas opiniones sobre la emancipación de los esclavos, tras la publicación en Montevideo del mensaje anual del Go-bernador de Buenos Aires: “Rosas anuncia a sus representantes la resolución a intervenir en los destinos de la República, de restablecer la administración de Oribe [...]”277 Se planteó, entonces, la necesidad de reforzar la defensa del Estado Oriental ante una invasión que parecía inmediata.

El Compás, de Bernabé Guerrero Torres, proclamó que el gobierno debía enrolar a los libertos y a los “colonos” cuyo plazo de patronato hu-biese expirado, pero que continuaban sujetos a sus patrones.278 A partir de denunciar varias irregularidades, tales como la venta de libertos como si fueran esclavos, el bautismo de libertos orientales en Río Grande como es-clavos brasileños y la postergación de la fecha de finalización del “colona-to”, Guerrero Torres señaló que “[...] existen hombres de color sumidos en la esclavitud, estando incluidos en el numero de los Colonos y libertos que no debieran seguir bajo el patronato o tutela legal.” El autor no proclamó el avance de la abolición, pues sugirió sacar a los afrodescendientes nomi-nalmente libres de una situación de sojuzgamiento para que sirvieran en el ejército. Los morenos y pardos que años antes habían sido liberados por las leyes, debían servir en la defensa del Estado que les había otorgado su libertad nominal y ahora los sacaba de una indebida esclavitud. En cierto modo, el servicio militar aparecía como nexo civilizador, que constituía el vestíbulo desde la esclavitud hacia la vida en libertad.

“El paso de la esclavitud a la libertad, el cambio de esta-do, se habría preparado bien llamando al servicio de las armas a cuantos resultasen haber salido del patronato o tutela: a los

277 El Compás,��������������º7������3������������84����p������

278 El Compás,��������������º70��9������������84����pp��2-3.

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que la autoridad arrancase de las garras de un codicioso. [...] El liberto, el colono en quienes los principios, la filosofía y los poderes, derramaron con superabundancia bienes y libertad, la gratitud a mas de las obligaciones comunes, le imponen el deber de retribuir a la sociedad con sus servicios al tamaño in-conmensurable de la libertad que le devolverían y la injusticia estraña que repararan.”

En verdad, el liberto y el colono que habían cumplido con el plazo de patronato ya habían “pagado su deuda” con la sociedad que los había emancipado, a través del servicio a su patrono. Era injusto que continua-ran bajo el servicio de sus patronos tras haber terminado el patronato, pero también lo era sujetarlos a un nuevo tipo de tutela al incorporarlos al ejército. Guerrero Torres señaló que en Maldonado y otros departamentos había “colonos” próximos a finalizar su patronato y libertos que estarían a punto de salir de la tutela de sus antiguos amos. De este modo, propuso al gobierno implantar su enrolamiento, sin menoscabar los derechos de los patrones y tutores. El editorialista consideró que los derechos de los “colonos” y libertos no se lesionaban con esa medida. Por último, Gue-rrero Torres señaló la practicidad de esa propuesta, en oposición a otras opiniones que parecían “sueños e ilusiones fantásticas”. Se advierte que la emancipación general de los esclavos debió haber estado presente en el debate montevideano. Sin embargo, el editorialista no se extendió sobre esa cuestión pues estaba en franca oposición. Una carta publicada en ese número planteó una variante a la propuesta anterior, pues sugería enrolar a los esclavos introducidos ilegalmente al Estado Oriental:

“La cantidad de hombres de color introducida burlando las leyes, es mas numerosa de lo que comúnmente se imagina: la campaña y la capital estan cubiertos de esas víctimas infeli-ces de la codicia, de esos instrumentos públicos que acusan la falta de celo de las autoridades subalternas y de cumplimiento de las leyes. No habría derecho para que el particular elevase sus quejas al tribunal de la opinión o ante los administradores de justicia; porque la ley que violaron no les prestaba su pro-tección, no les favorecía: mas como entre nosotros es tanta y tan ilimitada la extensión que se da al derecho de propiedad; y por otra parte la posesion quieta y no interrumpida de hombres esclavizados contra el mandato espreso de la ley, les ha dado a

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los poseedores titulos semejantes a los de propiedad, ya que la tolerancia dejo sin efecto el pensamiento de las Cámaras [...].”27� [subrayado A.B.]

El autor se quejó de la extensión otorgada al derecho de propiedad en desmedro de los africanos esclavizados, así como confirmó la producción de papelería notarial que regularizaba la adquisición de esclavos recién llegados de África tras las leyes anti-tráfico. También mencionó dos tipos de tribunales que dictaminaban sobre esos actos: la opinión y la justi-cia, manifestando el rol que había adquirido la prensa como ámbito de discusión política. Su argumento central fue sostener que si el gobierno podía decomisar “efectos que se introdujeron clandestinamente” al país y ponerlos al servicio de su defensa, podía hacer lo mismo con los africanos ilegalmente esclavizados. El impedimento que representaba el derecho de propiedad fue franqueado con un argumento que habrían de reiterar los abolicionistas. Si Juan Manuel de Rosas invadía el territorio oriental no respetaría propiedad alguna a través de la confiscación. En última ins-tancia, la disminución de una parte de la propiedad constituía un mal menor antes que perderla en toda su extensión. El autor consideró que si eran respetados los derechos de propiedad en el caso de las introducciones ilegales, se debía organizar una colecta pública para resarcir a los amos. La propuesta de “El Patriota” tenía un inconveniente, en ese momento no enunciado, que radicaba en decidir qué fecha se consideraba válida como corte para la introducción de esclavos. En ese mes se intentaron introducir varias decenas de africanos a Montevideo lo cual generó un escándalo. El gobierno de Rivera decretó el 3 de febrero de �84� una nueva prohibición de introducir esclavos, quitando validez a las leyes anteriores.280

El editor de El Compás secundó la nueva propuesta señalando que en el territorio oriental se habían introducido más esclavos entre �832 y �840 que en el período colonial.28� Además consideró beneficioso que el gobierno

279 El Compás,��������������º70��9������������84����p4��������p�����������E�P�������”��

280 E���p��b��m���b�í���p��������������ju�������842���u�����������������300��-������p���������������jé���������b����������m��p����������u��í�u�����p��p�������E����������ó������u����������u���������fi�u������p�����������uá����������������m������á����������������������u���ó��������������

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tomara conocimiento del número de esclavos que vivían en el país, de-tallando el tiempo de arribo y la validez de las escrituras de propiedad. Guerrero insistió sobre la retribución a los amos de africanos introducidos en infracción, que si bien poseían esclavos ilegalmente, parecían quedar absueltos por esa falta. Con relación al pago a sus amos, sostuvo:

“Defensores celosos de las garantías sociales, habriamos sido desterrados de filas tan honrosas, si al convenir con el Patriota en el pensamiento de recoger esclavos que no podían ni debian serlo legalmente, olvídasenos que habia un derecho que respetar: valores invertidos para reproducir capitales que por esa operación iban a perderse para el poseedor de los esclavizados.”

Además, señaló que el gobierno debía rescatar a los esclavos introdu-cidos ilegalmente de modo que no fuera oneroso para los propietarios, ni imposible de ejecutar para el Estado. Por lo tanto, propuso el rescate de un número de esclavos para enrolarlos. Otros proyectos más radicales comen-zaron a plantear la emancipación de la esclavatura. El diario El Nacional apoyó la abolición general e inmediata. El primer artículo que expuso una posición favorable a la emancipación masculina se tituló “Medios de salvar la República y la causa de la libertad”.282

“Los hombres de color estan mas en aptitud que ningunos otros para prestar un activo servicio militar. Sus almas estan pu-ras y la corrupción no ha prendido en ellas. Ellos seran valientes defensores de la libertad, que es el don que mas deben apetecer; que todos pues empuñen el acero para defenderla. La República debe declarar que emancipa a todos los esclavos varones, reco-nociéndose deudora de su precio.”

Se argumentó que la naturaleza “ignorante” del esclavo lo convertía en un individuo más puro, evocando la figura del “buen salvaje”. Los es-clavos emancipados habrían de prestar ardientemente su servicio a la re-pública, pues así defendían su propia libertad. También se consideró que los esclavos no eran tan numerosos como podría parecer, sugiriéndose que no sería tan onerosa para el Estado la retribución a los amos. En esa línea,

282 El Nacional,��������������º645����6������������84����p��2��

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se planteó que los soldados-esclavos cobrarían un sueldo menor que el resto de la tropa y la diferencia se destinaría a la formación de una caja de amortización. Ese fondo, que habría de administrarse por una comisión elegida entre los antiguos amos, se destinaría a resarcirlos. El Nacional reiteró que los derechos de retribución habrían de garantizarse, lo cual no ocurriría si Rosas ocupase el territorio oriental. Se consideró que en caso de urgencia, el interés colectivo debía primar sobre el individual, pero sin lesionar el derecho a la propiedad. Por otra parte, se desestimó el plan de El Compás, sobre enrolar a los esclavos introducidos en forma ilegal y a aquellos cuyos amos no tuvieran títulos de propiedad en regla. El autor lo consideró impracticable, debido a los recursos judiciales que serían pre-sentados, el tiempo que requeriría dilucidar la legalidad de los títulos, así como los chismorreos y pujas entre sectores contrarios a la medida, lo cual retrasaría la operación.

Los planteos de El Nacional no sólo se referían a la guerra, sino que también preveían la situación de los esclavos emancipados en tiempos de paz: “Asi lo unico practico es declarar a todos los esclavos libres para ser soldados de la República; para ser después de la victoria pequeños propie-tarios, cuando salvada la patria de los que la amenazan pueda premiar con lotes de sus tierras públicas a sus valientes defensores.” Es probable que el origen argentino de los redactores haya pesado en este aspecto, pues el Reglamento de la Educación y ejercicio de libertos de Buenos Aires (�8�3), preveía que los libertos luego de su emancipación podían acceder a un pequeño terreno para explotarlo.283 De este modo, la abolición no estaría limitada al enrolamiento de los esclavos, sino que se pretendía favorecer su progreso material.

“Tomando esta medida la Republica tendría un ejército for-midable; una gran masa de miserables habitantes se convertiría en miembros utiles y dichosos; almas condenadas a vivir escla-vas podrán alzarse a la altura en que marcha el genero huma-no; las leyes de la Republica tendran aplicación y este suelo se verá libre de la esclavitud, de esa lepra con que nos contagia el Imperio vecino, y que no puede curarse radicalmente sino por operación absoluta.”

283 ��V�G������ Em���� (S������� y �������)�� Asambleas Constituyentes Argentinas, ��m� ��� ��8��3-��833���u�������������������u���������������������H���ó���������F��u������F������í�y����������937��p������-��3��

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Luego de la abolición la población de origen africano comenzaría un camino hacia la igualación con el resto de los habitantes. El progreso general del país requería la liquidación de la esclavitud. Como resultado, la abolición habría de constituirse como un logro nacional, que daría prestigio al país en el ámbito internacional. Incluso se sugirió que la difusión de la esclavitud, cual enfermedad social, provenía del contagio desde Brasil.

Desde El Compás, Guerrero Torres planteó la emancipación parcial. Argumentó que los esclavos participaban intensivamente en la vida pro-ductiva. La abolición podía generar la ruina de la agricultura y la industria local. La necesidad de trabajadores y el elevado costo de la mano de obra, habían provocado la introducción de africanos esclavizados. Por tanto, la escasez de mano de obra habría propiciado las violaciones a las medidas contra el tráfico.284 Guerrero Torres concibió un camino intermedio para la abolición, emancipando a la mitad o la tercera parte de la esclavatura masculina. De esta forma conciliaba la defensa armada del país con su economía. El Estado podría afrontar la retribución a los amos, lo cual sería imposible de practicarse si la abolición era general.

De este modo, el debate se instauró entre los partidarios de la aboli-ción general y de la parcial. El Compás defendió la segunda opción, soste-niendo que no generaría las dificultades expuestas por El Nacional, pues el Poder Ejecutivo podría ejecutarla sin necesidad de consultar al cuerpo legislativo. Asimismo, consideró que los reclamos de los amos infractores no tendrían espacio de apelación. El redactor de El Compás se cuidó de no defender la esclavitud al señalar el carácter impracticable —en lo econó-mico— de la emancipación.

“Nadie tanto como nosotros quisiera se extinguiese la es-clavitud; pero como no todo lo que se quiere se puede conse-guir, comparamos las dificultades practicas, los recursos del Tesoro nacional, las facultades y las resistencias que produ-cirían ambos pensamientos; y la razón, el bien entendido in-terés de la sociedad, nos inclinaron a preferir el consejo que dimos.”285

284 El Compás,��������������º74��23������������84����p������

285 El Compás,��������������º75��27������������84����p����.

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Por último, Guerrero Torres consideró que la medida propuesta por El Nacional era una disposición “a lo Rosas”: autoritaria, sin meditación, que trastornaría el Estado de Derecho. Durante los tres días que siguie-ron a ese artículo, El Nacional publicó una fundamentación de la aboli-ción general. En primer lugar, reiteró que la salvaguarda de la propiedad —y de los derechos individuales— ante la invasión de Rosas, sólo podría efectuarse con el levantamiento de una defensa eficaz. La emancipación parcial sería doblemente peligrosa, pues no lograría incorporar suficientes soldados, y asimismo, a la llegada del ejército de Rosas, él liberaría a los es-clavos que quedasen. Además, expuso una lista de dificultades que traería la emancipación parcial.

“...habrá traspaso de propiedades: fingidas ventas: ocul-taciones, infamias que no tendremos el poder de castigar. Los extranjeros nos fatigaran con su impertinencia y audacia; y como siempre sucede, les cederemos lo que pidan para no entrar en disputas peligrosas en nuestra crítica y complicada situación.”286

En cambio, la abolición general sólo demandaba soluciones simples. El gobierno debía proclamar una ley que aboliera la esclavitud y que garan-tizase el derecho de indemnización de los amos y la presentación de los esclavos ante la autoridad, lo cual debían cumplir los amos si pretendían obtener su retribución. También se enumeraron los beneficios de la abo-lición general. En primer lugar, mejoraría la estima internacional sobre el gobierno de Rivera: “La abolición completa de la esclavatura daría en el exterior un extraordinario crédito de ilustración y filantropía a la admi-nistración del General Rivera.” El gobierno crearía un lazo clientelar con la población de origen africano: “Una clase numerosísima de la sociedad, deudora de su justicia del mas grande de los beneficios: de la Libertad: le sería ciegamente adicta [a Rivera], y se dejaría exterminar antes que ceder a las hordas de Rosas.” El Nacional argumentó que Rosas había establecido ese tipo de relación con la población afroporteña, y que debía impedirse que reiterara esa maniobra en Montevideo. Por último, la abolición gene-ral habría de generar efectivos para la infantería y la marina, mientras que

286 El Nacional,��������������º647��28������������84����p��2��

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una medida parcial rendiría poco a la defensa. Con relación a la inminente invasión, se señaló que la abolición general constituiría una medida pre-ventiva, contribuyendo a que Rosas desestimara el ataque.

Nuevamente se mencionó que la abolición debía acompañarse de medidas de bienestar para los esclavos emancipados, que debían tener la oportunidad de convertirse en pequeños propietarios: “No basta hacer soldados a los hombres. Es necesario inspirarles interés en serlo. Trabajar para que cuando se batan, defiendan una causa que sea la suya. Por eso a los esclavos emancipados debería ofrecerse después de la guerra, tierras y medios de cultivarlas: todo lo necesario en fin para ser acomodados labra-dores.” El soldado-esclavo no sólo pelearía para retribuir su liberación, sino también para perseguir un futuro status.

En esas líneas también se perciben algunos temas caros para las clases dirigentes, como el establecimiento de colonias agrícolas, y la necesidad de proveer al país con una abundante inmigración europea. El Nacional afirmó que aunque la esclavitud aún era redituable por el costo de la mano de obra, a largo plazo traería la ruina del país, pues inhibiría la llegada de europeos. Ningún inmigrante habría de trabajar a la par de los esclavos, por el desprecio hacia ellos y porque los trabajadores libres no querrían de-gradarse realizando labores de esclavos.287 Es posible percibir algunos prin-cipios sobre el “mejoramiento de las razas americanas” en torno a los cua-les se desarrolló la reflexión de los intelectuales argentinos luego de �852. Se estimaba que la reforma de las costumbres se aceleraría si la mayoría de los trabajadores fuesen inmigrantes europeos. La esclavitud alejaba del trabajo productivo a esos inmigrantes, que en su lugar eran atraídos por el comercio y la especulación. Ya que no se podía transformar a los esclavos

287 ��������������������b�����ó���������umb���������������?����m�j����á����������������b��������u�����p�í�?���m������ó�������������y�����p����������V�������qu������á����púb���������������u������p�����ñ���u����m���b����������p���p���-�����qu���b���á��u�����p�b����ó��:���á������u�������u��áu���m����������í��m���m����-����������qu���mb����[��]����u�����z����������qu�����������á�������b������qu������u���������mp�ñ������fi����qu���������mp�ñ������qu�j�m���m���u����qu�����m��������u��p���qu������������u�����p�í�������up���p�������b����������������p�������y���������������������m�����p���u��������yqu��p�����������������������m���u�����pu�p������m�������fl����qu������������p��������mp��� ����u�����p�������������b��u�����������������um���������u�������������:�u���������u��������m�������-������������������������u�[������]”��El Nacional,��������������º648��29������������84����p��2��

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negros en blancos libres —lo cual era la conclusión de este razonamien-to— al menos había que convertirlos en hombres libres. Para reforzar ese argumento, se sostuvo que la inmigración europea no arribaba ma-sivamente a Brasil debido a la proliferación de la esclavitud. También se señaló que la introducción de esclavos al Uruguay no se detendría sino hasta la abolición, pues el tráfico en la frontera era imposible de contro-lar. Se profetizó que en pocos años Uruguay habría de tener el mismo porcentaje de población negra que Río Grande debido a la introducción fronteriza: “Levantemos un muro que impida esa funesta importación [...] opongamos a la esclavitud vecina la libertad de todos los hombres de cualquiera color, de cualquier clima o nación a que pertenezca: la libertad es el único dique, la abolición absoluta, que puede detener la inundación de esclavos africanos.” El autor parece haber querido azuzar el temor de los habitantes blancos de Montevideo hacia el incremento de la población negra.

El Nacional también se opuso a la propuesta de Guerrero de reclutar forzadamente a los libertos. Si los libertos tenían que ser soldados era “[...] porque todo oriental, todo habitante, está en la obligación de correr a las armas para salvar la patria: pero que por razon de libertos deban servir, es una atroz injuria a la dignidad humana.” En su opinión, el Estado no le cedía u otorgaba el derecho de libertad a los niños nacidos de madres esclavas, sino que les devolvía un derecho natural que les había quitado el régimen anterior, la dominación española. La soberanía republicana res-tablecía el orden natural quebrantado por la tiranía. Al mismo tiempo, se argumentó que el alistamiento de los esclavos habría de liberar del servicio a una porción de hombres blancos. Las vacantes producidas por la milita-rización de los esclavos habrían de ocuparse por quienes fueron dados de baja, por lo que no se afectaría la economía nacional, haciendo innecesa-rio el enrolamiento de los libertos. Además, El Nacional consideró que los orientales y extranjeros tenían poco interés en alistarse como voluntarios, debido a los elevados sueldos que se percibían en el medio local.288 El di-nero no podría levantar una defensa contra la invasión rosista. Sólo la abolición brindaría soldados numerosos y leales.

288 �E������p�í����qu����������������������������qu���y�������b��z����muyp����qu���í�����������������m������p����������p��u�����������m�y��í������qu���������������í������������m����[������]” El Nacional,��������������º649�� 30������������84����p��2��

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“Por el plan sencillo de emancipar los infelices esclavos, se tendrían batallones que se alimentarían con carne y agua: que con una gorra, una camiseta, una ancha divisa punzó con el lema: soldado para ser libre: estarían suficientemente equipa-dos, y prontos para hacer cualquier campaña, para batirse en la ciudad y fuera de ella, en la Republica y fuera de los límites de la Republica. Estos incorruptibles soldados serían como nin-gunos otros leales y patriotas: sordos a otra voz que la del Ge-neral Rivera, unicamente exterminándolos podrían los rocines triunfar...”

Se estimaba que los esclavos necesitarían un equipamiento militar más simple y raciones más baratas que los soldados criollos o europeos. Se emplearon argumentos discriminatorios para ponderar la utilidad de los soldados-esclavos, pues resultarían más “económicos” para el Estado. Asimismo, se proclamó que su instrucción militar podría realizarse en dos meses por parte de sargentos veteranos o “multitud de jóvenes orientales” que actuarían como oficiales de la nueva infantería.

El Compás continuó con su prédica a favor de la emancipación parcial, fundamentándose en consideraciones económicas y financieras, pues las filosófico-morales parecían inadecuadas.28� El editorialista destacó el papel de los esclavos en la economía local, señalando las múltiples injusticias vinculadas al resarcimiento a los amos.

“La mayor parte de los esclavos varones, los vemos consa-grados a trabajos útiles, en Saladeros, fabricas de ladrillo, cul-tura de la tierra y otros ejercicios materiales, productivos para la industria y en beneficio y sustento de sus poseedores; que declarada la emancipación en muchos establecimientos sus pro-pietarios suspenderan sus trabajos por falta de brazos; algunas familias pobres de improviso perderan el recurso de los jornales que servían a su manutención o subsistencia. Por otra parte, encontramos que la promesa de pagarlos, si impone una obli-gación al gobierno, abriendo crédito contra el tesoro nacional,

289 ���b�����ó��������������������������[������]���������z�b��yju��������j����u��fi�ó������m���������ím���������������m����qu�����u�����um������b����fi������u��p���-��m������p�������u���qu���j������p���u���ó����������u�����������������” El Compás,��������������º77��3����b��������84����p��3��

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no por eso repondrá la pérdida real de los particulares, desde el instante que la emancipación se verifique en la forma propuesta por un diarista.”

El planteo reducía a los esclavos a cosas, mudando la naturaleza de la discusión. No se consideraba tanto la justicia o injusticia de la abo-lición como los desarreglos económicos que causaría a los amos y a la producción. El Compás propuso en razón de equidad —y también de pago efectivo a los amos— que primero se realizara una colecta pública, siendo el aporte de cada contribuyente proporcional a su riqueza. Ese dinero se destinaría al rescate de los esclavos. De este modo, no se hacía un daño es-pecial a los amos de esclavos —no sujetándolos a letras del Estado a pagar quién sabe cuándo— y la imposición en dinero recaía con cierta equidad sobre la población libre. Los partidarios de la emancipación parcial des-echaron la idea de sólo enrolar a los esclavos introducidos en infracción, para considerar el establecimiento de un rescate de esclavos sustentado en una colecta pública: “Nos ha parecido mas previsora esta frase [Rescate de Esclavos]: menos espuesta a inconvenientes en su realización. Debemos sustituir con ella la halagüeña de EMANCIPACIÓN tan repetida en estos últimas días en los diarios de la Capital.”2�0 La frase devela que el tema de la abolición había ganado a la prensa montevideana, lo cual, no obstante, habría de generar algunos efectos negativos para los esclavos. El Constitu-cional —redactado por Isidoro de María— denunció que algunos “rocines” del bando blanco que aún vivían en Montevideo, estaban vendiendo sus esclavos a los extranjeros para evitar su rescate por el ejército. El diarista propuso que el gobierno anulara esas enajenaciones e investigara las ven-tas de esclavos “...desde que se agita la cuestion de la emancipación.”2�� La difusión adquirida por el tema, así como la virtual inexistencia de un bando que defendiera netamente la continuidad de la esclavitud, pudieron haber inquietado a los amos. Tal vez los propietarios ensayaron estrategias para librarse de sus esclavos —aún a buen precio— cuando éstos adqui-rieron la calificación de “bienes pasibles de confiscación” a partir de �84�. Isidoro de María también abogó por la emancipación de los esclavos, sin pronunciarse por la opción general o parcial. Sostuvo que si la abolición

290 El Compás, ��������������º82��20����b��������84����p������

29�� El Constitucional,��������������º607����0����b��������84����p��2��

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no ocurría, cuando Rosas dominase Montevideo liberaría a los esclavos y se serviría de ellos para vigilar y controlar a los antiguos amos:

“[...] la autoridad nacional debe romper sus cadenas en nom-bre de la humanidad y civilización del pueblo oriental, haciendo buenos ciudadanos y guerreros esforzados, de esos esclavos a quien la enorme torpeza de sus amos reserva para Rosas, es de-cir para que algun dia se conviertan en terror de las familias y señores de los bienes de los malvados que ahora los esconden y los consagran a las maz horca.”

El texto manifiesta que el temor a la inversión del orden social tam-bién constituyó un argumento a favor de la emancipación. Se advirtió que la población negra de Buenos Aires vigilaba a las familias de la “gente decente”, incluso integrando la Mazorca, la policía secreta rosista. Esto habría de reproducirse en Montevideo si la ciudad sucumbía a las tropas de la Confederación. Se advierte que el debate abolicionista se había desa-rrollado muy próximo al período del “terror rosista” luego de �838.

Los diaristas que impulsaban la emancipación parcial fueron los úni-cos que en la prensa se oponían a la abolición general. El Compás sostuvo que la “emancipación” no constituía una novedad, sino que había sido impulsada sin éxito desde hacía siglos en los países del “mundo civilizado”. Asimismo, se preguntó si el Estado Oriental podría disponer la emancipa-ción de sus esclavos cuando las naciones más poderosas del orbe aún de-batían ese tema.2�2 Luego de plantear el plano filosófico-político, situando a la emancipación general como una tarea imposible de realizar para los orientales, estableció la discusión en el plano económico, en los perjuicios materiales que la abolición causaría. De este modo, enumeró nuevamente la participación de los esclavos en los distintos rubros de la producción. El redactor consideró que había demasiados asuntos de política práctica en juego y quienes defendían la emancipación general no conocían es-tas cuestiones. La razón de Estado se empleó como argumento contra la abolición, siendo la misma menospreciada como una creación ilusoria de una afiebrada mente poética. Se consideró que la “inspiración política” de los abolicionistas carecía de originalidad, pues era copia de las fórmulas

292 El Compás, ��������������º82��20����b��������84����p����.

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europeas contra la esclavitud, sin aportar nuevos elementos de juicio para aplicar esa política al Estado Oriental. A la palabra “emancipación” Gue-rrero Torres opuso “rescate”, sosteniendo que esa medida sería más ajusta-da a la situación del país. Por lo tanto, propuso la creación de un impuesto sobre la tierra a través del cual se recaudarían los fondos para el rescate de esclavos. Esa propuesta le ahorraría al Estado pagar la libertad de los esclavos que no podían incorporarse al ejército por ser ancianos, jóvenes o enfermos, quienes continuarían en régimen de esclavitud. Tampoco se es-cribió palabra alguna sobre la liberación de las mujeres. Las ventajas para los amos y el gobierno radicaban en que no se perjudicaría a la producción pues no habría carencia de brazos, las familias conservarían parte de sus esclavos, y los amos afectados recibirían una retribución a partir del nuevo impuesto. La propuesta de emancipación parcial, si bien no se fundamen-taba en argumentos esclavistas, se orientaba a perpetuar la esclavitud.

En varios momentos de febrero de �84� se publicaron noticias sobre la situación de los esclavos, en vistas de lo que aparecía como una próxima abolición. El gobierno dio algunas señales a favor de la emancipación. A ini-cios de ese mes el Presidente Rivera liberó a sus esclavos para incorporarlos al ejército, lo cual fue exaltado por la prensa capitalina.2�3 El Nacional señaló que Rivera había previsto una contribución para sus antiguos esclavos, que les sería entregada al terminar la guerra. Se proclamó su generosidad para con ellos, al otorgarles la libertad y un apoyo económico. El Nacional había solicitado al gobierno ese auxilio para todos los esclavos liberados e incor-porados al ejército. A fines de febrero los impulsores de la emancipación ge-neral plantearon que mientras se estudiaban las disposiciones abolicionistas, se renovase “una saludable práctica de nuestra revolución contra España”, la cual se vinculaba al ejercicio militar de los esclavos.

“[...] los esclavos que se enrolen en un cuerpo especial, cuya sola obligación sea asistir a una hora de cada Domingo a ejerci-tarse en las evoluciones mas sencillas de la milicia, para que en

293 �E����p������m����������qu���p������������������������b������������u������-�����p����é�����������p�����ó�������b������p���qu������������������j������;��p��m��qu���b���u����u����������ñ�����p������pué���������u������u����;��mu�������b�������������������qu�����u������mp�������������p������������������������mp������y���u����������������u����������������p����up�í���”El Nacional, ��������������º634��6����b��������84����p��2��

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un caso de apuro sea[n] armado[s] en defensa de la república. En esto nada pierden los amos: el esclavo gana en moralidad: el Estado en fuerza y conocimiento de la calidad y número de activos brazos de que pueden disponer.” 2�4

Según el diarista, esa medida también beneficiaría a los amos, pues los esclavos serían disciplinados a través de los ejercicios de infantería. Con relación a las irregularidades en torno al comercio de esclavos, El Nacional vaticinó —acertadamente— que: “Se está preparando para lo futuro in-mensos materiales de corrupción para la buena fe de este vecindario y de escandalosos e interminables litigios.”2�5 Ante la perspectiva de una futura emancipación, los especuladores comenzaron a movilizarse para aprove-char esa circunstancia. Se encomendó al gobierno extremar la vigilancia sobre los asuntos de amos y esclavos.

En enero y febrero de �84� se difundieron los primeros debates sobre la abolición, iniciándose la polémica en el campo periodístico. El tema reapareció en noviembre de ese año, cuando el gobierno dispuso el levan-tamiento de un padrón de esclavos, libertos y colonos del sexo masculino en la capital. Se pretendía evaluar la fuerza que se podía levantar a par-tir de la emancipación de los esclavos. Asimismo, un listado de ese tipo constituía el paso previo para el rescate de un número de esclavos, lo cual habría de efectuarse en julio de �842. El Compás denunció el ocultamien-to de morenos libres que eran anotados en el padrón como esclavos para evitar su enrolamiento.2�6 El número de libertos habría disminuido sospe-chosamente desde el inicio del empadronamiento, pues varias familias que tenían libertos bajo su tutela, los habrían declarado como esclavos para conservarlos a su servicio.2�7

El redactor de El Nacional confió en el celo de los empadronadores, re-comendando al gobierno “aterrar” con severas penas a los evasores.2�8 Ese periódico intentó instalar el clima de fervor patriótico de los tiempos de la

294 El Nacional,��������������º666��29����b��������84����p��2��

295 �b��

296 El Compás,��������������º��50����0��������mb������84����p��4��

297 El Compás,��������������º��5������3������mb������84����pp��2-3��

298 El Nacional,��������������º873��4��������mb������84����p��3��

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independencia, pero sumándole una impronta civilizadora, pues el rosismo era caracterizado por su “barbarie”. Para el exilio porteño en Montevideo, Rosas era sinónimo de esclavitud y despotismo. Por lo tanto, la abolición en Uruguay era una acción doblemente liberadora, pues se emancipaba a los esclavos para derrocar al “tirano de Buenos Aires”. Durante la revolu-ción los esclavos habían asociado la libertad política con su propia situa-ción, intentando beneficiarse de la crisis para emanciparse. Esa asociación entre libertad política y personal se reiteró en la coyuntura de �84�, pero integrando el discurso de algunos letrados, en este caso los exiliados por-teños. En tanto se representó al rosismo como una tiranía esclavizante, los argumentos confluían en la abolición de la esclavitud y en la oposición armada a la tiranía.

Aparte de alguna solicitud aislada para un rescate de esclavos luego de la realización del padrón,2�� la polémica sobre la emancipación resurgió en mayo de �842. Un largo editorial de El Nacional se dedicó a enunciar los beneficios y desventajas de la emancipación.300 Luego de resaltar la importancia de la infantería, el diarista enumeró las dificultades de alis-tar como infantes a emigrados europeos, que requerían ropa, variedad de alimentos y una paga atractiva. Además carecían de patriotismo y no conocían el idioma ni las costumbres del país. En cambio, los “infantes negros” eran “mas baratos, mas cómodos, más seguros, mas entusiastas, mas nacionales”. El fragmento reproduce los beneficios comparativos de “nuestros negros”:

“Debe pagárseles un sueldo, pero será tan reducido como lo exigen las circunstancias. Con unos pantalones, un par de zapatos, una camiseta y una gorra, estarán completamente uni-formados: comeran un pedazo de carne a la par que nuestros demás soldados y no exigiran como los europeos pan, vino y legumbres. Instruidos más o menos en el idioma del país, y sus costumbres, cualquier oficial de infantería podría dirigirlos [...] Acostumbrados los negros a la obediencia, tienen la disciplina en el corazon, y no tienen ese espiritu independiente e inquieto que se nota en los cuerpos de hombres que aprenden la obedien-cia a la par que el manejo de fusil. Los negros son, pues, mas

299 El Compás,��������������º��8����26����b��������842��pp��3-4��

300 El Nacional,��������������º��035��24��m�y�����842��p��2��

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comodos para su organización que los europeos blancos. Seran tanto o más valientes que ellos, porque son tan robustos como ellos, y por que estan animados del entusiasmo de la libertad de que aquellos carecen. Trabajan por afianzar su libertad: saben que el enemigo si los vence los volverá amarrar la cadena de la esclavitud [...] Son, en fin, mas nacionales: saben que han de vi-vir y morir en esta tierra, no suspiran por otra allende de el mar, tienen aquí sus mugeres y sus hijos; una carrera abierta a las ri-quezas y honores militares, [...] estan instruidos mas o menos en nuestras cuestiones políticas, conocen a sus gefes y sus pechos vibran como los otros ijos del pais. Con el amor nacional, son en una palabra Orientales: pelean por causa propia y son mas seguros que los que combaten por paga.”

Los requerimientos de los soldados-esclavos serían muy pocos y su entusiasmo ilimitado. Consideraciones discriminatorias —como las vin-culadas a su “natural” obediencia y sumisión— así como nacionalistas, alimentaban el discurso abolicionista. La militarización de los negros, que se había producido desde la revolución, era otro punto a favor de la emancipación, pues los esclavos requerirían poco tiempo de instrucción: “Nuestros negros, que casi todos han servido en la milicia, o que estan fa-miliarizados con el espectaculo de ejercicios militares, que son inteligentes y atentos, adquirirían en cincuenta dias de ejercicio tesonero esa instruc-ción [...]” Además había una diferencia vinculada al mundo del trabajo entre los emigrados blancos y los negros esclavos. Los primeros trabajaban motivados por su interés de lucro individual, por lo que pelearían con desgano en las tropas nacionales. En cambio, los segundos trabajaban con desgano para sus amos, pero lucharían en forma entusiasta por asegurar su libertad y su bienestar futuro. Se agregó que El Nacional hacía ocho meses había impulsado el “armamento de los negros”, tiempo en el cual podría haberse instruido en las armas a los esclavos emancipados. También se advirtió el carácter excepcional de la medida, afirmando que era propia de tiempos de revolución. La crisis sólo podía resolverse a partir de dispo-siciones extraordinarias. Se sumaron otros argumentos sobre la esclavitud como lepra de la humanidad y de la producción industrial. El editorialista sostuvo que el problema de la esclavitud y el abolicionismo en Uruguay no tenía la misma gravedad que en Brasil, mencionando múltiples diferencias entre ambos países en lo concerniente a esos temas:

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“Aquí no se puede defender la esclavitud por ninguno de los argumentos que en el Brasil. No por la legislación, porque la nuestra proscribe la esclavitud. No por las costumbres, porque la nuestra no se aviene con tan barbaro sistema. No por el cli-ma, que demanda para el cultivo del terreno el sacrificio de una raza infeliz; porque nuestro clima es templado y hermoso, y una de las condiciones para asegurarse una larga vida es trabajar en el campo. La esclavitud había muerto de hecho y de derecho entre nosotros, y la codicia la ha hecho renacer con mengua de la dignidad y del interés nacional.”

Se afirmó que las bases para la extinción de la esclavitud se habían es-tablecido a partir de la soberanía republicana. El “carácter nacional” cons-tituido por el clima y el suelo local, las costumbres hispánicas y el legado de la revolución, era substancialmente opuesto a la esclavitud. También se mencionaron los vejámenes que la marina inglesa hacía a los barcos de las naciones en donde persistía la esclavitud, así como los obstáculos a la inmigración europea hacia esos países. Este fue el primer editorial que mencionó a las esclavas, a partir de establecer un sistema de patronato que fijara un plazo para su liberación: “Libertar a los varones sin pensar en las mugeres sería un contra sentido.” Sobre los extranjeros, se sostuvo que el gobierno les debía impedir sacar sus esclavos del país y que tras establecer-se la emancipación, les debía pagar en metálico por la exacción.

Por último, se explicaron las cuestiones financieras de la operación. Se convocó al comercio de la capital para apoyar la medida, que serviría para defender sus propiedades de la campaña. El sistema de retribución previsto estaba basado en boletos admisibles en pago de impuestos u otro tipo de documento de pago a plazo. Se afirmó que toda la operación no costaría demasiado al tesoro nacional, pues sólo se pagaría por los escla-vos legítimamente introducidos, debiendo los amos presentar los títulos de propiedad. No se pagaría por los esclavos ilegalmente traídos al país. Como medidas excepcionales se planteó rematar la mitad de las rentas de aduana, para que la tesorería percibiera el monto en efectivo de las con-tribuciones y establecer un impuesto sobre quienes no hubiesen entregado ningún esclavo.

Hacia fines de mayo, El Nacional estableció someramente el peso de los bandos que debatían en torno a la emancipación: “Pocos son los que

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no convienen en la necesidad de armar los esclavos emancipándolos con este objeto: pero en lo que hay diverjencia es sobre si esta emancipacion ha de ser de la totalidad de los esclavos que existen o solamente de una parte de ellos.”30� La existencia de un bando que se resistía a la abolición es evidente, pues ésta sólo se declaró tras la aplastante derrota de Rivera en Arroyo Grande (06/�2/�842). Si bien durante dos años el tema fue objeto de debate, sólo cuando se tuvo absoluta certeza de la invasión se procedió a la abolición.

El Nacional refutó los tres principales argumentos que se blandían con-tra la emancipación general. Primero, se decía que la abolición liberaría a una cifra mucho mayor de hombres que los necesarios para el combate. Por el contrario, El Nacional sostuvo que se necesitaban �0.000 efectivos para defensa y la emancipación general otorgaría 6.000. Segundo, se sos-tuvo que no todos los esclavos eran aptos para la guerra. Ante eso se con-cibió que los “inútiles para las armas” se destinaran a los talleres militares, lo cual efectivamente habría de practicarse al momento de la abolición. En tercer lugar, se argumentó que la medida iba a paralizar la actividad agro-pecuaria, ante lo cual el editorialista preguntó: “¿Pero cuando invada Ori-be podrán trabajar esos establecimientos de campo?” Por otra parte, el país habría de progresar al sustituir el trabajo esclavo por la mano de obra libre, que habría de “uniformizar la condición de los trabajadores”. También se hicieron varias objeciones a la emancipación parcial, afirmándose que no había suficientes funcionarios para realizarla, así como que tan delicada disposición no podría confiarse a empleados subalternos, abriéndose una vía para la corrupción.

En los últimos días de mayo, El Nacional denunció —en tono de autocrítica— la relación clientelar entre Rosas y la población negra de Buenos Aires. El diarista meditó sobre la actitud de los sectores letrados porteños hacia la esclavitud, concluyendo que de haberse abolido antes del ascenso de Rosas, el Restaurador no hubiera “seducido” a los morenos y pardos, ni alcanzado el poder absoluto. Los afroporteños con sobrado derecho preferían a Rosas antes que al bando de la “civilización y pro-greso”, que si bien proclamaba la libertad, los continuaba sumiendo en la esclavitud. Para el autor, el Estado Oriental vivía una situación análoga.

30�� El Nacional,��������������º��038��28��m�y�����842��p��2��

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Una clase ilustrada gobernaba —resistiendo la amenaza de Rosas— pero no se arriesgaba a liquidar la esclavitud, con lo cual hacía peligrar su segu-ridad y cometía una injusticia contra la población esclavizada.302 La amar-ga reflexión del exilio argentino se reflejó en esas líneas, que provenían del sentido de fracaso dejado por el gobierno rivadaviano, antecesor del rosismo. Se criticó a la administración de Rivadavia por no haber logrado una articulación satisfactoria de las clases dirigentes, como también por haber fracasado en la sujeción de los sectores populares. Ese gobierno, que ostentaba un progresismo ilustrado, no había dispuesto ninguna medida para terminar con la esclavitud, lo cual hubiera quitado a Rosas el apoyo de la población negra. Los argentinos de El Nacional percibieron que una situación similar se establecía en el Estado Oriental, en donde se discutía, ahora sí, la abolición de la esclavitud. La emancipación de los esclavos generaría una deuda de fidelidad entre la población negra y el bando que los había liberado, los colorados:

“La emancipacion es reclamada por los colorados netos. Ellos conocen su importancia y por eso la piden: conocen que solo con sancionarla se va alcanzar victoria. Ella nos ganará enteramente a la gente de color: las interesaremos en nuestra causa, y este será un nuevo elemento de orden y un escollo para los conspiradores”

302 �Qu� [�ub�����u��������qu������]����p�����������������ub������p�����m��� ����b������������mb������������y����ub���������������u��u����������z���ó�������������-���p������p�������b����fi��������������z���ó��;��y������u���������������p����:�������-��í�p��������������������������������[������]�����������������qu�����b�������b��������u��qu�����������������������������������:p��qu�m����������pu���������������������������������qu��������qu�����u��������qu������������p������ub�������civilización y progreso yqu���j��������������������������u��������������y��p���������������������qu���u�������ump����yqu�������������yp�����m��������qu����������������u�����������á��������������m���uy����u��u�����y�����������m�������������¿Qué���í�m����u��p�í�qu�p�����-m�������b�����y����������������mb����yqu�������������u���p�������u���b�������������������������b�j��p��������:������p��������:qu����������qu������j������u��������u�p��������u��qu�������u�������b�����y��m������pu�������������������y�����b���p������p��m�������������������pub�����������qu��u�������u�������ñ���qu��������í�u����p��������u�������������������������������y������������m���b�������p��u��p�����������������p�����������qu���� ��������������qu���������p���������:��m�����������������������p���������qu������m������m�j�����p�í�?Pu�����p���������u�������������y��b�u������������������y������������u�u�p��������m������u����������������[������]����������������b�����ó��������������u�����������m����������p������������m�����p�m����������������zó����” El Nacional,�������������3����m�y�����842��p��2��

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La abolición también se erigía como un tema de Estado pues acele-raría el proceso inmigratorio. El enrolamiento de la inmigración europea perjudicaría los intereses del país, ya que “[...] se hará entender en Europa, que los emigrados directa o indirectamente estan obligados a batirse en nuestras cuestiones internas, esto enfriará el deseo de emigrar y dara pie para que los que tienen alli intereses en impedir la emigracion, en mante-ner a los habitantes clavados sobre un suelo ingrato saquen un gran par-tido [...]” Alistar a los europeos aunque fuera a costa de sueldos gravosos, era perjudicial a largo plazo, pues quitaría impulso a la inmigración. Ese editorial también se detuvo en cuestiones prácticas vinculadas a la abo-lición, las que despertaban las mayores resistencias de sus detractores. Se sostuvo que sólo se debía ser pagado en el acto el valor de los esclavos de los extranjeros, las viudas y los pobres, siendo acreditada la deuda por los demás esclavos, que sería pagadera con descuentos en las contribuciones y derechos de aduana. También se estableció que los esclavos debían ser clasificados en tres franjas según aptitud y tasación, con lo cual se evitaría que el erario público pagara más por esclavos no aptos para las armas. Tal vez la propuesta de financiamiento más original fue la de solicitar un crédito en Inglaterra, en donde el movimiento abolicionista había gene-rado sociedades que apoyaban la lucha contra el tráfico y la esclavitud. El gobierno británico estaba embarcado en una campaña similar, de ribetes militares. Por tanto, facilitaría la concesión del empréstito. Esa deuda sería pagable fácilmente, pues la paz y el bienestar generados por la abolición, incrementarían la producción y el comercio local. Luego de desarrollar ar-gumentos económicos, se reiteraron al final los de carácter filosófico-polí-tico, resaltando los honores que descenderían sobre Rivera y su gobierno a causa de la abolición, entendiéndose la misma como un signo de progreso para la humanidad:

“Cuanto credo no dará al país la abolición de la esclavitud. Que gloria no cabrá al general Rivera y sus ministros por haber llevado a cabo esta exigencia sagrada de humanidad y civiliza-cion! Cuantas bendiciones no decenderan sobre sus cabezas bien-hechoras! El general Rivera que ha merecido ya el titulo de Liber-tador de su pais, tendría ademas el de amigo de la humanidad.”

Este editorial fue uno de los primeros que tuvieron el título “Aboli-ción de la esclavitud”. Hasta ese momento los artículos se encabezaban:

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“Rescate de esclavos”, “Armamento de los negros” o “Emancipación”. En su número siguiente, El Nacional publicó una carta con el título “Abo-lición de la esclavitud en el Estado Oriental”.303 El autor se interrogaba sobre la legitimidad de la abolición: “¿Será permitido restituir al negro la libertad que le corresponde como hombre, y que viene de Dios, para conseguir la libertad de la patria, tan santa como la libertad del hombre?” En su argumento, se articulaban los derechos del hombre, sobre cierta base religiosa, con la defensa armada. También sostuvo que la situación apremiante de país no era original, pues durante el período revolucionario se habían practicado manumisiones parciales de esclavos para alistarlos. El autor expuso que así había obrado Rosas, reeditando acciones de San Martín, Belgrano y Bolívar. Si la abolición no la ejecutaba el gobierno de Rivera, la habría de efectuar Rosas tras la invasión. En esa dirección, sugirió confiscar los esclavos de quienes pertenecieran al bando de Oribe y aún permanecían en Montevideo, pues no se podía dejar recursos en ma-nos del enemigo. Se concebía que los esclavos eran un “artículo de guerra”, que como los caballos, el ganado o la pólvora, no podía dejarse al alcance del bando contrario.

Además, refutó otro argumento de quienes se oponían a la abolición, que era negar la voluntad de los esclavos de alistarse: “Objetan los enemi-gos de la medida que para ser soldado, el negro prefiere ser esclavo. Men-tira: la libertad puede ser una palabra, una quimera, pero no hay negro esclavo que no dé sus ahorros de 20 años por conseguir esa quimera, y poder decir –yo soy igual a todo hombre.” De nuevo emergió un discurso vinculado a la libertad y los derechos del hombre, el cual sin embargo fue situado en el texto después de otro que reducía a los esclavos a “cosas”, pasibles de ser enajenadas por el gobierno. También se estableció que los esclavos no aptos para la guerra continuarían sujetos a sus amos, lo cual ocurrió tras la abolición. Es posible que se intentase aquietar el ánimo de los amos, pues si los no aptos para la guerra (esclavas incluidas) quedaban a su servicio, la abolición no les era tan “onerosa” en el corto plazo.

El Nacional había señalado que la abolición debía ser ejecutada “revo-lucionariamente” y “de frente” pues percibía que la situación era crítica. Ante esto, el autor aclaró que el término no se vinculaba a la ilegalidad:

303 El Nacional, ���������������º��ju��������842��pp��2-3��

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“Revolucionariamente, si, pero en el sentido que la medida es tomada a favor de la revolución. Por lo demas, en esto no se quiere decir anticons-titucionalmente. Yo estoy con los amigos de la Constitucion y de las for-mas, porque la medida esta al alcance de la Constitución.” De este modo, citó el artículo �44 de la Constitución, que confería al Estado la capacidad de enajenar los bienes de particulares en caso de crisis. Nuevamente se vislumbra una paradoja del discurso abolicionista. Si bien se invocaba la común pertenencia de todos los seres humanos a la Humanidad, debiendo gozar todos de los derechos inherentes al hombre, se continuaba enten-diendo a los esclavos como “objetos” que podían ser enajenados por el Estado. Paradójicamente, situar a los esclavos como “cosas” también se empleó como argumento para la abolición. Por último, el autor apeló al miedo a la inversión del orden social, citando la situación de Buenos Aires, en donde los antiguos esclavos integraban ostensiblemente los aparatos de control político del rosismo: “...Conservamos nuestros esclavos, para que mañana sean nuestros amos...”. Otros partidarios de la abolición también recurrieron al temor, pero subrayando las violaciones contra la vida, pro-piedad y libertad que traería aparejada la invasión de Oribe.304

Hacia mediados de junio El Constitucional se pronunció en contra de la abolición general e impulsó la emancipación de un número de esclavos.

Al parecer, los sectores más próximos al gobierno optaron por medidas parciales, lo cual se manifestó en el rescate de 300 esclavos en julio de ese año. Se conocen los principales puntos de la prédica anti-abolicionista a través de la crítica que hizo de ellos El Nacional.305 El discurso de El Cons-titucional fue así resumido: “�º El servicio doméstico se compromete con la abolición absoluta. 2º Ella importará sumas ingentes que el Erario no po-drá pagar. 3º Bastan cuatro mil infantes para hacer frente a los invasores. 4º El país no está maduro para la emancipación absoluta.”306 El editoria-lista denunció la mezquindad de quienes se cuidaban de continuar bien servidos en sus casas antes que defender al país. Asimismo, reiteró que no todos los esclavos se integrarían al ejército, quedando algunos al servicio

304 El Nacional,�������������3��ju��������842��p��2��

305 ����j�mp�������El Constitucional ���p��í���3��/07/��84��-0��/08/��842���������u���-������������b�������������������������á���������������p��������u�u�u�y���������m������u�����������j�mp�������El Compás ������p����������������u��������������842��

306 El Nacional,���������������4��ju��������842��p��2��

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de los amos. A partir de ese argumento, resultó original haber opuesto la presunta eficacia del servicio doméstico libre ante la desobediencia e inep-titud de la servidumbre esclava. El diarista terminó por admitir la validez de la resistencia esclava ante sus amos, pues esta prerrogativa se inscribía entre los derechos del hombre:

“En Europa una sola persona, o cuando más dos, hacen perfectamente el servicio domestico de una gran casa de fami-lia y aquí y aun mas en el Brasil donde abundan los esclavos, cualquier familia de mediana comodidad tienen una docena de esclavos y esta pésimamente servida a pesar de que el latigo y la palmeta estan siempre enarboladas. Porque el hombre que no recibe recompensa, para hacerlo trabajar es preciso azotarlo, y en este ultimo caso, aunque oprimido por una fuerza invencible, de-fiende su usurpada libertad como puede, no combate pero opone la fuerza de inercia, hace maña gana tiempo, busca reposo, traba-ja lo menos que puede: ultimos arbitrios de una santa resistencia que una sociedad tiránica castiga como delitos: Y suele llamarse bondad la del esclavo que por un fenómeno de degradación o de martir resignación, trabaja como si fuera libre. Para nosotros semejante conducta no es sino una abdicación del deber de resis-tencia que tiene todo hombre privado de su libertad.”

La resistencia ante la opresión y la tiranía —tanto personal como po-lítica— constituía uno de los derechos del hombre. Esa lógica se aplicó a las relaciones entre los patrones y el servicio doméstico, cuyo vínculo no debía regularse mediante relaciones esclavistas.

El Nacional reiteró las soluciones propuestas desde �84� para resolver las limitantes económicas de la abolición. En esa ocasión también objetó la propuesta de una emancipación parcial, pero con cifras más afinadas. El Constitucional sugería liberar 4000 hombres. Se respondió que la cifra constituía las 2/3 partes de la población esclava, según estimaciones. Re-sultaba improcedente liberar 2/3 de la población esclava cuando se podía emancipar a todos y así atraer a la población negra a la causa del gobierno. Se sostuvo que en caso de aplicar la emancipación parcial el interés per-sonal reinaría y causaría estragos. El Nacional dedicado mayor espacio de respuesta a fundamentar la madurez del país para adoptar la aboli-ción. Se subrayó la participación de los esclavos en la emancipación de todo el continente:

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A los negros emancipados se debe la Independencia Ame-ricana. Las juntas de Buenos Ayres emanciparon millares de negros que enviaron al Peru y las crestas y las pendientes de sus montañas aun blanquean con sus huesos, pues casi todos ellos cayeron gloriosamente peleando por la libertad. ¿Quién decidió la batalla del Cerrito, a la que dejara su libertad este Estado sino los infantes negros? [...] ¿Como hizo soldados Bolivar sino aboliendo la esclavitud en Colombia, empezando por los de su casa, a los que en numero de seiscientos dio la libertad?

El autor advirtió la pertinencia de la abolición en el proceso revolucio-nario y reiteró la oposición entre el trabajo libre y el esclavo, asumiendo que la economía local podía ser provista por brazos libres y que la esclavi-tud impedía el incremento de la inmigración europea. El editorialista tam-bién se nutrió de la bibliografía anglosajona, citando algunos fragmentos de Emancipation in the west Indies A six months tour in Antigua, Barbadoes, and Jamaica in the year 1837 by Jas A. Theme and J. Horace Kimball para apaciguar los miedos a la abolición. El temor —convocado por los escla-vistas— emergía al señalar que una vez liberados, los esclavos desatarían su venganza contra la población blanca. Ante eso, el redactor mencionó algunos aspectos de la abolición en el Caribe inglés. Si las diferencias nu-méricas entre el Caribe y el Uruguay en cuanto al porcentaje de esclavos no serenaban a los lectores, también se apelaba a que la población negra oriental era más ilustrada que su similar caribeña. Los extractos citados contribuían a afirmar, a través de la experiencia, lo que se mantenía en el terreno de la especulación. La conclusión —que exaltaba la educación de la población negra local— desestimaba la emergencia de una insurrección tras la abolición.

La emancipación de los esclavos también constituía una solución a largo plazo para el país, previéndose que no pasarían cincuenta años antes de que la esclavitud fuera extirpada del planeta. Ese horizonte, que en ese momento se percibía incierto, tendría su capítulo oriental. El Nacional especuló que el sur del continente habría de irradiar la abolición hacia el norte del continente:

El pais esta maduro para la emancipacion: porque sino emancipamos nuestros esclavos, nos han de forzar a emanci-parlos: todas las sociedades civilizadas se estan coligando para

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estirpar este gran pecado. Antes de cincuenta años no habrá un solo esclavo en el mundo! La cruzada contra los tiranos de una raza humana, marcha gradualmente, ganando las posiciones mas faciles para trepar a las mas dificiles: empezará por noso-tros para clavar al fin su bandera libertadora en el Brasil, en la Habana y en los Estados Norte Americanos del Sud.307

El desembozado optimismo y la mirada cosmopolita manifiesta que la reflexión abolicionista rioplatense no se redujo a proclamar el “arma-mento de los negros”, sino que se articuló a ciertas especulaciones sobre el mejoramiento de la condición humana. Algunos teóricos de la idea del progreso consideraron que la Humanidad adelantaba a través de épocas y civilizaciones, asumiendo el progreso cierta direccionalidad, de sur a norte y de este a oeste. Desde las antiguas civilizaciones egipcias y mesopotá-micas, pasando por Grecia y Roma, hasta llegar a la Época Moderna, en donde Europa septentrional paulatinamente había alcanzado la hegemo-nía. El editorial de El Nacional consideraba que el progreso de la abolición en América tendría una trayectoria similar, desde Montevideo, pasando por Río de Janeiro, La Habana, hasta llegar al sur de los Estados Unidos. Algunos abolicionistas concibieron que la emancipación de los esclavos constituía un capítulo que evidenciaba el sentido oculto de la historia de la Humanidad. El Nacional publicó una extensa carta de El Libertador en junio de �842.308 Luego de repasar el derrotero de la guerra contra Rosas y de analizar las operaciones bélicas en las provincias argentinas, este ar-ticulista sostuvo que: “En la cuestion actual de los negros depende todo. Su peso es decisivo en el éxito de la gran lucha que se prepara.” También desplegó el más original y complejo discurso sobre la abolición publicado por la prensa montevideana.

“Digan y piensen lo que quiera sobre este grande hecho [la abolición] los blancos y colorados: ambos son impotentes para detener el carro revolucionario. Desgraciados los que quieran pararlo en sus progresos de emancipacion, porque serán estre-llados y molidos bajo sus ruedas. La libertad de los negros es una cosa ya resuelta por el fatalismo revolucionario, es un hecho que

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308 El Nacional,��������������º��055����7��ju��������842��pp��2-3��

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va a cumplirse dentro de poco, no por voluntad del Presidente Rivera, ni por Rosas u Oribe, sino por la voluntad de una cosa cien veces superior a la voluntad de los hombres, de sus pasiones y mezquindades, superior a los intereses de los partidos, superior a todo porque todo lo domina en el orden social, y todo, hom-bres, pasiones y partidos le sirven de instrumentos, y este hecho cuya voluntad es ciegamente cumplida, que hoy se nos presenta como la necesidad de la revolucion, es la ley eterna, ascendente y siempre victoriosa de la igualdad. Se engañan miserablemente los que creen que la libertad de los esclavos depende de tal o cual hombre, de tal o cual Ministro, de este o aquel cuerpo Le-gislativo [...] ella depende unicamente de la fuerza irresistible de los principios de la revolución Americana y de esa idea constan-te y suprema de emancipacion y progreso, que la sociedad mo-derna ve y vera triunfar por todas partes bajo formas diferentes y con medios y en epocas distintas. Esta idea inmensa deposi-taria del triunfo de las clases populares a la sombra de la igual-dad entre los hombres, dotada de un poder providencial, que la lleva al través de las revoluciones de que se vale, es la que va a romper con mano irresistible la cadena de nuestros esclavos, a despecho del egoismo individual y de la incapacidad política, de los que no vean en los grandes hechos providenciales, sino accidentes tan pequeños y menguados como su inteligencia. Se acabaron los esclavos! La abolición esta ya resuelta: solo falta un paso para que sea solemnemente decretada en nombre de la revolución. Si los amigos de la libertad no quieren rendirle este servicio, ella lo recibirá de sus enemigos, porque unos y otros le sirven para el cumplimiento de sus grandes progresos. El grande hecho que ya no habrá mas esclavos en la República. Los hom-bres no son sino agentes, medios, instrumentos para que esto se cumpla.” [subrayado A.B.]

Un sector de los letrados concibió la abolición como otro capítulo de la historia entendida como el proceso de emancipación del hombre en el sentido de la filosofía de la historia decimonónica. El devenir se moviliza-ba sobre un providencialismo o predeterminismo —según se colocara el acento en la Providencia o la Razón— en el cual el hombre era un medio para la realización de una idea. De este modo, los hombres no conocían la historia que protagonizaban, pues una “mano invisible” impulsaba sus acciones. Se proyectaba un progreso ascendente y lineal, que se desplegaba

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en diferentes etapas. Utilizar un vehículo de trasporte para “materializar” la biografía de una idea, mediante el “carro revolucionario”, constituía un dispositivo generalizado en la novela del siglo XIX.30� Se empleaban ese tipo de alegorías para hacer visible entidades ideales —la Nación o la Libertad— que discurrían desde el pasado hacia el futuro. Pocos in-telectuales rioplatenses podían haber articulado esta reflexión de matriz historicista. Menos aún podían haberle dado cierto tono igualitarista. Este texto también manifiesta cierto sentido americanista, pues allí se consi-deró que la igualdad progresaba en las revoluciones del Nuevo Mundo. Es posible que el autor hubiese intentado conciliar los principios de igualdad reclamados por algunos sectores revolucionarios con las nuevas especula-ciones filosófico-históricas europeas.

El autor también mencionó que los hombres de Estado debían salir al cruce de las oportunidades históricas que se les presentaban. Si el gobier-no colorado no emprendía la abolición sería barrido por el ejército de Ro-sas, quien liquidaría la esclavitud. El Libertador también se extendió sobre otras cuestiones vinculadas a la abolición. Esa operación era indispensable para asegurar la afluencia de créditos al país. La estabilidad haría posible dinamizar la economía y concretar empréstitos en el extranjero. “Así pues para tener dinero es necesario tener dinero, es necesario tener soldados, es necesario presentar garantias de victoria. Sin esto no habrá nada y que-daran esteriles los mas hermosos planes de Hacienda.” Sólo el crecimiento económico, tras la pacificación, aseguraría la afluencia de capitales.

Una nueva etapa del debate se inició tras la publicación en El Nacional de un proyecto de abolición a mediados de junio.3�0 Los editorialistas de ese diario descartaron ese plan por proponer una emancipación parcial (con patronato y pupilaje) y una mecánica de aplicación compleja. Cabe preguntarse si los suscriptores del proyecto, Los enemigos de la esclavitud, pueden ser considerados como una sociedad abolicionista, pero no hay más evidencias de su actividad que el artículo publicado. Si bien algunos individuos pudieron haber agitado a la opinión pocos meses antes de la abolición, no es posible emplear el rótulo de asociación abolicionista, pues

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3��0 El Nacional,��������������º��057��20��ju��������842��pp��2-3��������p������������������m����������������u�”��

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éstas se caracterizaban por levantar suscripciones, llevar a cabo planes de acción y poseer cierto peso político. El proyecto publicado constaba de una introducción de diez párrafos, un cuerpo de veinticinco artículos y un de-creto reglamentario de trece artículos. Los diez asertos de la introducción pueden ser resumidos en el primero, que sostiene: “... que la existencia de la esclavitud en la República es una violacion cruel a las leyes sagradas de la naturaleza y un profano abandono del espíritu de la Religion Santa que profesamos.” También se establecía que la esclavitud era opuesta al régimen republicano y a los intereses políticos, económicos y morales del país.

Además de declarar abolida la esclavitud, el proyecto fijaba una com-pensación para los amos. Los esclavos debían comprometerse a trabajar para solventar los gastos generados por la retribución a los amos, y asimis-mo, participar en la defensa del país. Una parte de la esclavatura quedaría reservada para el ejército, mientras que el resto sería puesto bajo el patro-nato de una Sociedad Central de Emancipación de Esclavos. Esa asociación, cuya creación había sido propuesta en uno de los debates de �84�, esta-ría integrada por los antiguos amos. La administración del patronato de los esclavos no útiles para el ejército y la vigilancia sobre la retribución a los amos serían sus objetivos. La duración del patronato para cada escla-vo oscilaría entre los cuatro y seis años, según su edad. Las esclavas que finalizasen el plazo del patronato pero que tuviesen menos de 25 años, continuarían siendo pupilas hasta alcanzar esa edad, salvo algunas excep-ciones. Los esclavos que fuesen incorporados al ejército una vez terminada la guerra serían asignados a la Sociedad de Emancipación, rebajándoles el plazo de patronato de acuerdo a los años de servicio militar. No tendrían derecho de retribución los amos de esclavos introducidos tras �825, con la excepción de quienes arribaron a Colonia o Montevideo hasta el 4 de octubre de �828.3�� A los amos se les entregarían boletos a modo de do-cumento de crédito contra la Sociedad de Emancipación, que tendrían un interés anual. El proyecto y su decreto reglamentario preveían la creación de comisiones departamentales para clasificar a los esclavos y evaluar la retribución a los amos. Se liberaba al Estado de financiar la abolición, lo cual recaía sobre los esclavos, quienes a partir de su trabajo generarían

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los recursos necesarios, siendo el proceso fiscalizado por la Sociedad de Emancipación. La cuestión económica generaba los mayores inconvenien-tes para la causa abolicionista, al punto que este proyecto concebía que los propios esclavos pagasen por su liberación, tanto al servicio de las armas como al de sus nuevos patrones.

La polémica continuó hacia fines de junio, cuando El Constitucional objetó en tres números el proyecto publicado en El Nacional y la postura de ese periódico sobre la abolición general.3�2 El Constitucional afirmó que la abolición era un tema delicado, que no debía ser tratado a la ligera por la prensa, alegándose que sólo las autoridades podían estudiar las moda-lidades de emancipación. El Nacional fue acusado de perturbar el orden social, al excitar a los esclavos con sus discursos. Ante esto, El Nacional contestó que: “No es cierto que nuestros escritos puedan despertar en los esclavos el sentimiento de sus derechos. Embrutecidos por la esclavitud, nuestras discusiones politicas pasan muy alto por sobre sus cabezas, y si to-can sus oidos, son como los ecos de un idioma misterioso.” Es posible que el editorialista pretendiese exorcizar el temor a una revuelta de esclavos. De todos modos, aprovechó la ocasión para reorientar el miedo hacia la inversión del orden social:

Otra clase de agitacion ha podido conmover las fibras de su corazon [el de los esclavos] amortecido: –la que producen las promesas de los agentes de Rosas y Oribe, que les cuentan que en Buenos Aires hay una vasta empalizada que se llama Campamento de los Santos Lugares; y que allí el esclavo y la esclava que llegan son libres, visten armas y pasan de servir a ser servidas por prisioneros blancos.

Se agregó una referencia a la experiencia de un tal Víctor Barrant [sic] en Santos Lugares: “Por muchos dias el y sus compañeros, pertenecientes a las primeras familias argentinas, estuvieron sirviendo de criados a las negras del campamento.” La inversión social sólo podía ser conjurada si el gobierno colorado declaraba la abolición antes de la invasión de Rosas. Se reiteró que la emancipación general era una cuestión de hecho y que el gobierno debía adelantarse a Rosas. También se vaticinó que antes de

3��2 El Nacional,��������������º��060��23��ju��������842��pp��2-3��

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que terminase el año se efectuaría la emancipación general, ya fuera por los colorados o por Rosas. El diarista consideró que se debía aprovechar el invierno de �842 para entrenar a los esclavos emancipados, pues la inva-sión no habría de ocurrir en esa estación debido a la crecida del Río Negro. Además se expusieron argumentos vinculados a las contradicciones entre el régimen republicano y la esclavitud:

La esclavitud tiende naturalmente a destruir todo senti-miento de justicia y equidad. Subleva el animo con orgullo; en-seña el hábito de mirar a nuestros semejantes con menosprecio colocándolos en la linea de perros o seres malignos, y que nos imaginamos seres de mas alta dignidad e importancia a quienes todo es debido. Ella destierra la idea y hace incapaz al animo para la practica de la justicia universal. Si me he acostumbrado a vivir todos los dias a costa de los hombres de color, sin pa-garles ninguna compensación, ni considerarme su deudor, no creeré sea un gran crimen vivir a costa de los hombres blancos. Si me he acostumbrado a pensar que un hombre de color ha sido hecho para mi, no sera dificil se me ocurra que tambien lo ha sido el hombre blanco.

Esta cita de Henri Gregoire se adjuntó a algunas frases de abolicio-nistas norteamericanos e ingleses.3�3 Por otra parte, la emancipación se vinculaba a la historia de la revolución en el Río de la Plata. Sin embargo, aunque los revolucionarios de �8�0 habían sostenido que en veinte años se extinguiría la esclavitud, la misma había persistido gracias a medidas parciales, como el patronato y el pupilaje. El autor denunció la iniquidad de sujetar a los “menores de color”, quienes no obstante haber sido libera-dos por las leyes patrias, continuaban bajo el control de sus antiguos amos. Los gobiernos republicanos habrían generado condiciones propicias para el nacimiento de nuevas “generaciones serviles”, de las cuales se estaba valiendo la tiranía de Rosas. Según esta opinión, una población ignorante le hacía el juego a un gobierno despótico. También se afirmó que la liquidación

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de la esclavitud contribuiría a disminuir la cifra de crímenes, asociándose pobreza, negritud y criminalidad: “[La abolición] aseguraría nuestro or-den domestico, agotando el germen de los crimenes, de los robos y de los asesinatos: la esclavitud.” El patronato sobre las mujeres fue igualmente criticado, vinculándolo a la prostitución. En síntesis, se consideró que el patronato era un sistema perverso que sólo servía para prolongar el servi-cio de los hijos de los esclavos, agotando a hombres y mujeres en sus años de formación. El patrono recargaba con tareas a los menores antes de que salieran de su sujeción, impidiendo su desarrollo como ciudadanos. Los patronos también podían vender el derecho de patronato, comerciando seres libres como esclavos. Frente a este abanico de situaciones el editoria-lista preguntó: “¿Puede un país mantener instituciones democráticas a la par de esas leyes verdaderamente salvajes?” Además señaló la faz positiva de Rosas, al haber liberado a quienes estaban sujetos a la servidumbre y el pupilaje. Paradójicamente, Rosas también se constituía como difusor de la libertad entre la población de origen africano, puesto que autoridades que se autodenominaban liberales había fallado en ello. De nuevo se advierten rastros del fracaso de los grupos letrados de Buenos Aires, en pos de ha-cerse con el apoyo de los sectores populares.

El sentido de frustración de los ideales republicanos emergió en otros fragmentos. El Nacional señaló, criticando a Isidoro de María, que: “El Constitucional llama a los esclavos y pupilos la pleve de este pais y tiene mucha razon. En el pais de la democracia una ley absurda, una costumbre codiciosa, han creado una aristocracia y una pleve, que repugnan a nuestros habitos y que son el material de la anarquia y de la opresión.”3�4 Los prin-cipios constitucionales declaraban a todos hombres iguales ante la ley, pero las autoridades estuvieron omisas ante la reactivación del tráfico esclavista, abriendo una oportunidad para el enriquecimiento de unos y el esclaviza-miento de otros. Por otra parte, el argumento económico se centró en las in-tenciones de saqueo de Rosas hacia el Estado Oriental. De este modo, valía la pena detener la actividad de los saladeros por un mes o dejar a la “gente decente” sin servidumbre, pues así lo requería el destino del país.

El gobierno se orientó inicialmente hacia la emancipación parcial. El 2� de julio �842 decretó la leva de �000 esclavos, colonos y libertos, estableciendo que serían sorteados 300 para enrolarlos de inmediato.

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El Constitucional elogió que se evitara la abolición, pero sin recurrir a ar-gumentos esclavistas.

Celebramos sinceramente que la abolicion de la esclavatura no haya sido total, porque siempre creimos que una medida de tal naturaleza, habria encontrado muchas dificultades que vencer para llevarla a cabo. Y no decimos esto, porque gustemos que el hombre viva esclavo, como siervo de los demas, por que haya na-cido en otro clima, y tenga un color distinto al nuestro, sino por-que nuestras necesidades ni nuestras costumbres, no permitian aun que se consumase la completa libertad de los esclavos.”3�5

Nuevamente se esgrimía la preservación del orden social y la defensa de la propiedad. Según el editorialista, la abolición era un tema de futuro. También estimó que la emancipación parcial conciliaba el interés público y el privado, pues se prometía la retribución a los amos en cinco meses y se otorgaba la libertad a un número de esclavos a cambio de cuatro años en el ejército. El Constitucional dedicó mayor espacio de análisis a la situación de los amos, señalando las situaciones en que aparecieran —según el dia-rista— despojados arbitrariamente de su propiedad.3�6

En esos días comenzó a ventilarse la evasión que realizaron algunos amos brasileños a las medidas del sorteo. Mientras que El Constitucional no daba crédito a los rumores, El Nacional denunció que algunos salade-ristas brasileños habían embarcado sus esclavos en buques de guerra del Imperio, la noche posterior al sorteo.3�7 El Nacional sostuvo que “...todos estos disgustos y otros que se han de sucitar de medidas parciales de abo-lición, no tendrían lugar de adoptarse la gran medida humanitaria de la abolición de la esclavitud.” También señaló que la evasión podría haberse efectuado antes —de modo legal— pues desde �84� la abolición había tomado estado público. El Nacional difundió las circulares del Ministerio de Relaciones Exteriores en donde el gobierno comunicaba a los representantes de los países extranjeros que advirtieran a sus compatriotas sobre las intenciones de confiscación del gobierno en caso de guerra. Se había

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recomendado en dos ocasiones a los extranjeros sacar sus esclavos fuera del país.3�8 La última advertencia había llegado a los consulados a fines de mayo de �842. Por otra parte, El Nacional criticó a las autoridades brasileñas, so-licitando una reparación.

La anuencia de las autoridades navales brasileñas, que dejaron a algu-nos amos embarcar a sus esclavos, fue igualmente denunciada. Se señaló que en otras ocasiones esas autoridades habían servido a la libertad, al auxiliar a los opositores del rosismo a escapar de Buenos Aires. Sin em-bargo, las naves brasileñas servían ahora como asilo de la esclavitud. Una respuesta fue publicada a los pocos días, la cual señaló la protección de la armada brasileña, que en el Río de la Plata “...principalmente desde �838 para acá, presta[ba] muchos servicios a la humanidad, sin temor de comprometerse, tomándose de tierra a su bordo y de bordo para tierra al-gunas personas comprometidas...”.3�� Con esto se aludía a la huida del exi-lio anti-rosista de Buenos Aires, particularmente al inicio del “terror” en �838. Esa situación era más evidente cuando los redactores de El Nacional constituían, tal vez, el núcleo de mayor visibilidad entre los argentinos de Montevideo. La polémica alcanzó a la prensa de Río de Janeiro. El Nacio-nal reprodujo un texto del Diario do Rio de Janeiro que criticó el proceder del gobierno oriental sobre la libertad de los esclavos, así como al diario que impulsaba la abolición: El Nacional.320

3.3. La ley de abolición de 1842: del discurso a la acción

Luego del sorteo de julio, y salvo algunas menciones, la cuestión de la emancipación reapareció en la prensa tras la proclama de la ley de abo-lición del �2 de diciembre. El Nacional hizo la crónica de esa jornada en su ejemplar del día siguiente.32� La Asamblea General había recibido el mensaje del Ejecutivo sobre la derrota de Rivera en Arroyo Grande. Ante ese panorama, el Ejecutivo proponía completar la nómina de enrolamiento

3��8 El Nacional,���������������7������������842��p��2��

3��9 El Nacional,��������������º����05����9������������842��p��2��������p��������������b��������”��

320 El Nacional,���������������0�����ub������842��p��2������������Diario do Rio de Janeiro.

32�� El Nacional,��������������º��200����3�������mb������842��p��2��

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de �000 esclavos, libertos y colonos. La propuesta fue desestimada por la Asamblea, sustituyéndola por la abolición.322 La premura con que se dispuso la medida se aprecia, entre otros factores, por el hecho de que no fue discutida. El diputado Joaquín de la Sagra justificó la ausencia de debate en que: “La Honorable Asamblea acaba de pronunciarse declaran-do sancionado el proyecto y dictamen por aclamación; y después de una demostración tan unánime, tan espontánea, parece que la discusión pue-de suprimirse.”323 El proyecto fue aclamado por los presentes, lo cual fue señalado por El Nacional como signo de aprobación. Asimismo, vinculó la abolición al proceso emancipador iniciado por la Revolución de Mayo: “Y como ponderar debidamente la magnifica ley que quiebra las cadenas de la esclavitud en esta capital? Que completa el gran pensamiento de Mayo, que realiza los votos ardientes de las naciones civilizadas para la abolicion del trafico de carne humana!”324

El panegírico de El Nacional continuó por varios números, pues desde el �3 al 2� de diciembre publicó editoriales diarios sobre la abolición. Uno de los más extensos fue dirigido a los “Hombres de color”. En este caso, el autor concibió a la población negra como lectora o escucha de su prédica. A pesar de que el redactor había considerado pocos meses atrás que sus palabras eran “ecos de un idioma misterioso” para los esclavos, en ese momento escribió “para ellos” con el mismo léxico con el cual se dirigía a la opinión pública. ¿Es que los esclavos una vez liberados se transforma-ban en parte de la opinión pública, convirtiéndose de masa en pueblo? Al parecer eso se pretendía representar. El Nacional condenó el pupilaje o pa-tronato al cual se sometía a las mujeres, a los no aptos para la guerra y a los menores de edad. Se recomendó a los antiguos esclavos que fueran bravos en el campo de batalla y obedientes a sus superiores, ya que la estima que generarían impulsaría la liberación del patronato del resto de los esclavos emancipados.325 Asimismo, El Nacional reiteró que los antiguos esclavos habrían de transformarse en pobladores laboriosos de la campaña. El

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323 Actas de la Honorable Asamblea General de la República Oriental del Uruguay,�p�������������p������9��

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325 El Nacional,��������������º��20������4�������mb������842��p��2��

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artículo enumeraba los factores positivos que los esclavos-soldados habrían de hallar en el ejército, animándolos para que se alistaran si aún no lo habían hecho. El portar las armas de la República les brindaría honores, los llenaría de riquezas, así como en cierta forma, los igualaría al resto de la población:

[...] cada golpe profundo que abra el corazon de un defensor de Rosas os recomendará a la patria: y los hechos famosos con que os distingais en esta campaña haran llover sobre vosotros galones, charreteras y riquezas. [...] Por unos pocos meses sereis soldados. ¿pero quienes de los que han nacido en esta República no lo serán? Blancos, cobrizos, rubios, negros, todos se mezcla-ran de grado o por fuerza en una misma falanje para salvar la Independencia Nacional. [...] Y no es mejor tener en las manos un fusil que no una escoba? No es preferible estar en un bata-llon por unos pocos meses, que arrastrarse toda la vida como gusanos tras de otros hombres y por ellos ser vendidos cambia-dos y azotados como caballos?

En última instancia, el artículo enfrentaba las penurias del servicio militar —el cual se decía que iba a durar unos meses cuando en verdad se prolongó por nueve años— a la esclavitud. Se señaló que de obtener Rosas la victoria, degollaría a los colorados que abolieron la esclavitud, devolvería a los soldados a su condición de esclavos y los enviaría a Brasil, en donde los esclavos eran tratados peor que los animales. El editorial también señaló que debía azotarse a los “negros gallinas” que no quisieran integrar el ejército, por desagradecidos. En otros números se advirtió que los nuevos derechos traían aparejados sacrificios y trabajos. Por tanto, el servicio militar era la contrapartida por el disfrute de la libertad. Además, la gratitud de los antiguos esclavos tenía destinatarios forzosos, estable-ciéndose un lazo de fidelidad entre la población negra y el caudillo Fruc-tuoso Rivera:

...todo negro y hombre de color es amigo del general Rive-ra que constantemente ha sido el amigo de los pobres y de los hombres de color, que les ha dado la libertad [...] todo negro y hombre de color se unirá al general Rivera que nunca los ha despreciado por su color, y que los ha elevado a los puestos mas altos de la milicia según ha sido su merito.

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De nuevo se señaló que gracias a Rivera y a los colorados, los afro-descendientes podrían ascender socialmente —a través de la militariza-ción— en forma concurrente a sus talentos y virtudes. También se mani-fiesta que negritud y pobreza se amalgamaban en el discurso que enaltecía a Rivera como líder popular.

El editorial del día �5 denunció las vías de evasión, en especial la ocul-tación de esclavos por parte de los amos. Allí se señaló no sólo la multa de 50 pesos contra los ocultadores, sino la incorporación forzada del denun-ciado a los batallones de esclavos. También se advierte cierta alusión a la inversión social. El antiguo amo podía convertirse en subordinado de su ex-esclavo, ya que “[...] probable es que el denunciante sea cabo o sargento, y el denunciado su soldado.”326 Asimismo, se advirtió que el objetivo de los ocultadores era vender a los recién emancipados en Brasil, condenándolos a la esclavitud perpetua. Incluso habría de solicitarse el auxilio de la ma-rina británica para impedir la extracción de esclavos emancipados hacia Brasil, equiparando esta vía de evasión con la trata africana. Una nota publicada en El Constitucional fue dirigida al cónsul inglés. Luego de haber mencionado el embarque de varios esclavos por parte de sus amos tras la abolición, estableció que: “El Gobierno de esta República tiene firmado un tratado con la Inglaterra, con la Reyna de V. Sr. Consul, sobre la abolicion de esclavos: a V. pues a mi juicio, toca el hacer desembarcar todos esos seres que arrastrados por el egoismo, van a sufrir el castigo de los enemigos de la Humanidad.”327 No obstante, la marina inglesa no impidió las opera-ciones de traslado de esclavos hacia Brasil.

El Nacional recomendó a la Comisión Clasificadora de esclavos aflojar los criterios de selección en lo referido a la minoría de edad: “La comi-sión debe recordar que los muchachos de 7 a �3 años sirven para tam-bores, pitos y clarines, de que hay una gran falta en el ejército y que con los de �3 hasta �6 años se harán excelentes cazadores.”328 De este modo, se pretendía incluir a los niños afrodescendientes en el enrolamiento, al menos como músicos. Se señaló que la Comisión sólo debía devolver a los antiguos amos los esclavos muy ancianos o casi imposibilitados para movilizarse. Por otra parte, se denunciaron las principales modalidades

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327 El Constitucional,��������������º����49����4�������mb������842��p��3��

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de evasión, como la ocultación de los esclavos en los buques extranjeros o la inscripción consular de antiguos esclavos como hombres libres de otros países, amparándose en la excepción a los extranjeros. Se encomendó a las autoridades consulares que tuvieran cuidado al expedir papeletas de nacionalidad y a la policía que revisara la situación de los “hombres de co-lor” que tuvieran escarapela de ciudadano extranjero. También se suplicó a los capitanes de los buques de guerra de otros países, en particular a los ingleses, que colaboraran con las autoridades para concretar la abolición.

El diarista reiteró que la esclavitud frenaba la inmigración europea. Como efecto de la abolición no sólo se esperaba incrementar la población gracias a la inmigración, sino hacerla homogéneamente blanca: “La es-plendida ley del �3 va a doblar la poblacion de la República, y con pobla-cion civilizada, blanca, homogenea a la nuestra.” En números siguientes, El Nacional reiteró esos argumentos, al igual que las denuncias contra las evasiones. Se advirtió que la policía debía iniciar inspecciones domicilia-rias para encontrar los esclavos escondidos, así como impedir el tráfico marítimo de esclavos hacia Brasil. 32� Incluso se propuso la creación de una comisión en la Asamblea General, que habría de poner fin a las excepcio-nes a la ley de abolición. También se planteó que la Asamblea derogara el artículo relativo a los “inútiles para la guerra”, pues usualmente era em-pleado como excusa por los amos para conservar a sus antiguos esclavos como pupilos.330 El Constitucional propuso que el gobierno dispusiera un premio para los emancipados que habiendo sido falsamente exceptuados, se presentasen por su voluntad al ejército denunciando su situación.33�

También se sugirió al gobierno que liberara del patronato a un número de esclavos no aptos para la guerra para asignarles diferentes trabajos.332 De este modo, el gobierno ahorraba el pago de jornales y al mismo tiem-po terminaba de liberar a algunos pupilos del patronato. La lógica de la abolición aún podía echarse a andar, profundizándose, pues al igual que los no aptos para la guerra, las mujeres y los niños continuaban bajo esa forma de sujeción.

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330 El Nacional,��������������º��2������26�������mb������842��p��2��

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Algunos condenaron la incorporación fraudulenta de esclavos en las legiones extranjeras, como en el caso argentino: “Hemos notado de cuatro dias a esta parte varios negros que han ido a enrolarse en la Legion. Si son argentinos porque antes no lo hicieron? [...] Entre los negros alistados en estos dias, se cuentan dos que seguramente no son argentinos y que pertenecen a la casa de un rosines de calibre.”333 De esta estrategia se de-bieron valer quienes no querían entregar sus esclavos al ejército colorado. Otra nota estableció que los traidores al gobierno habían extraído una cifra considerable de esclavos y que aún lo hacían con éxito en febrero de �843. Se subrayó que: “[...] el gran número de esclavos que se han estraido del pais despues de la ley que estingió la esclavitud: los negros que vemos pasear hoy [por] nuestras calles con escarapelas de varios colores: los que aun estos ultimos dias han sido embarcados, cuando ya no pueden ser sino desertores.”334 También se advirtió la situación de los afrodescendientes que estaban exceptuados del servicio por poseer papeleta de extranjero. En junio, otro lector comunicó que el Jornal do Comercio de Río de Janeiro hacía referencia a la llegada de un buque desde Montevideo que traspor-taba algunos esclavos.335

El Nacional indicó que los colorados debían poseer un amplio espíritu nacionalista ante la abolición, pues tenían que constituirse en ejemplos de probidad, obligándose a estar entre los primeros que entregaran sus esclavos.336 Ante la emergencia de las primeras solicitudes de retribución de los amos, el editorialista sostuvo que los compromisos de resarcimiento habrían de contemplarse tras la guerra y que no era digno de los colora-dos iniciar esas peticiones: “Los colorados por su honor e interes deben ruborizarse de molestar a las autoridades con empeños, ya para la soltura de hombres de color en servicio, ya empeñandose para que se den certi-ficados de su inutilidad, ya haciendo valer su importancia personal o sus servicios para exigir esas indignas concesiones.” No estaba a la altura de los colorados beneficiarse de su proximidad al gobierno para obtener tales excepciones. De este modo, se intentó impedir la corrupción del pequeño

333 El Constitucional,��������������º����62��29�������mb������842��p��3��

334 El Nacional,���������������º��m��z�����843��p��3��

335 El Nacional,��������������º��36����28��ju��������843��p��2��������p���������� �E���m�-����������������”��

336 El Nacional,��������������º��204����7�������mb������842��p��2��

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funcionariado y también de las figuras destacadas. Los colorados además debían colaborar en el “adoctrinamiento” de la población antes esclava, para concientizarla del goce de la libertad que les había otorgado el gobier-no y de las obligaciones que esto generaba.

Los colorados deben [...] levantar el espíritu publico impri-miendo en el corazon de los emancipados sentimientos patrio-ticos, gratitud por el beneficio que han recibido: pintandoles la campaña no como escabrosa y terrible sino como un camino de gloria para llegar a un venturoso porvenir: deben trazar a los hombres de color el cuadro de su abyecta, abrumadora es-clavitud de ayer y el que les depara el pais emancipandolos en cambio de un facil y honroso sacrificio, libertando con ellos a sus mas remotas generaciones [...]

Al parecer, se pretendía incorporar a todos los “hombres de color” al bando colorado, generando y reforzando un lazo de fidelidad. La acción de los jefes de los batallones también debía ser ponderada. Al igual que los ciudadanos colorados, ellos debían adoctrinar a los antiguos esclavos, indicando los beneficios que podían alcanzar a través de su fuero militar. Era conveniente comunicar a los subordinados que la carga del servicio militar era sólo temporal, siendo oportunamente remunerada y plena de satisfacciones materiales y morales.

Los gefes y oficiales de los emancipados en armas, impriman en el animo de estos por discursos apropiados a la capacidad de cada individuo, las grandes verdades relativas a la ley del �3 del corriente: que los emancipados comprendan que la asamblea nacional ha roto sus cadenas: que el pequeño servicio que en canvio de este beneficio les exije es temporal, y que será ademas recompensado con los sueldos que corresponden a la clase que les toque en el ejercito, y con los premios extraordinarios que la patria decretara a sus salvadores, y que tanto en consideracion a los inmensos beneficios que reportaran con que se presenten a los depositos militares a aquellos de sus compañeros que esten ocultos, como a que mientras se reparta el servicio, mas ligero será a los que estan en armas [...]337

337 El Nacional,��������������º��206��20�������mb������842��p��3��

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Además, se pretendía emplear a los soldados-esclavos para revelar el ocultamiento forzoso por parte de los antiguos amos, o en cambio, torcer la voluntad de los emancipados que no querían alistarse. En última instan-cia, se perseguían las bases de una relación clientelar entre la población de origen africano y el partido de gobierno. Para eso, no sólo se recurrió a los artículos de opinión de los letrados, sino que también se emplearon moda-lidades comunicativas que caracterizaban a los esclavos. En ese contexto es posible encuadrar la carta publicada en El Constitucional, suscrita por los Mazambiques, Banguelas, Congos:

Siñoli litole le Cotitucional

Etamos mu contento poque ya somo libles pole gobieno le Lon Fluto Livela, y poque son tamien libles nuetas nengras y ninglitos pala siemple. E julio Losas quele lobal este pai y ma-tanos a tolitos poque glitamos ¡Viva la libetá ¡muela el tilano! Pero nosotlos siñole Litole con el favol de San Binito, hemo de matá a eso picalos qui viene con Olibe a lobar y escupil lon santos le la iglesia, y lal muzinga a los neglos como ante, poque le amo blanquillos-rocines etan enocados poque lon Fluto non lá la libeta y non quita las calenas.

Masambique, Banguela Congos, tolos los neglos vamo a pi-lial pol la Patlia y pol e gobielno que nos ha lalo libles, y luego lonque la guela si acabe, vivilemos sosegado con nuetas negras y nigritos, como hombles libles, y no como eclavos, y le alemos una funcion a San Binito pol nueta libetá y por la vida le genelal Livera que lefiende la Patlia y a nosotlos, le esos picalos lalones, legolialoles y julios que vienen con Olibe le buenos Ayles.

Masambique, Banguela, Congos, ¡viva la libelá! ¡Viva la Samblea! ¡Viva el Plesilente Livela! ¡Viva el gobielno! ¡Viva el ge-nelal Paz! –¡Muela el picalo Lozas y tolos los tilanos le la tiela!338

El empleo del habla bozal tal vez implique que este artículo fue es-crito más para ser escuchado que leído. Las modalidades de lectura no se agotaban en la lectura personal en este período. Pilar González Bernaldo señala que en Buenos Aires, algunos diarios eran leídos en voz alta en las pulperías, así como en las salas de las naciones africanas y distribuidos por

338 El Constitucional,��������������º����50����5�������mb������842��p��2��

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la facción de gobierno entre los soldados durante el rosismo.33� Debemos señalar que los escritores de origen africano también podían escribir en la lengua de los letrados cuando se dirigían al gobierno, pues así lo hacían al reclamar por sus derechos. El empleo del habla bozal tal vez se relaciona a los escuchas a quienes se pretendía destinar el mensaje, a través de tender un vínculo de empatía con un público mayoritariamente iletrado. Gonzá-lez Bernaldo también advirtió que en artículos publicados en los diarios populares del rosismo —tales como El Negrito o La Negrita— se mezclaba la cuestión política con referencias morales y religiosas. La política no apa-recía como un aspecto independiente, sino que integraba otros postulados más generales, vinculados a la formación moral y religiosa de los lectores o escuchas. Este señalamiento es fundamental para analizar el texto citado. Allí se etiquetó de “judíos” a Rosas y a los federales —quienes asimismo recalcaban el catolicismo de la “Santa Federación”— y se denunció que los invasores pretendían “robar y escupir los santos de la iglesia”. Además se sostuvo que esos “pícaros” iban a “robar todo el país” y a “matar a todi-tos”, esclavizando nuevamente a los emancipados. Se hizo referencia a San Benito, con cuyo favor se terminaría derrotando a los “pícaros ladrones, degolladores y judíos” y en honor a quien se habría de realizar una función celebrando la emancipación, así como la vida del presidente Rivera, el agente de la libertad. Política, moral y devoción se superponían, tornán-dose las fidelidades personales y religiosas en adhesiones políticas. Por úl-timo, la firma de la nota por los mozambiques, benguelas y congos remite a los ámbitos de participación predominantes entre la población de origen africano, las salas de nación. Era relevante que los morenos y pardos pu-dieran reconocerse al escuchar el texto, creando —o recreando— un lazo fidelidad hacia el bando de la emancipación.

3.4. La ley de abolición de 1846: la mirada “blanca” sobre la abolición “colorada”

Al producirse la invasión de las fuerzas de la Confederación Argen-tina comandadas por Manuel Oribe, el ámbito de aplicación de la ley de abolición de �842 se fue reduciendo a Montevideo, al cual quedó limitado

339 G��ZÁ�EZ�E����D���P������Civilidad y política en los orígenes de la Nación Argentina. Las sociabilidades de Buenos Aires, 1829 – 1852, �u������������F�E��200����pp����49-��50��

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tras el inicio del Sitio Grande en febrero de �843. El gobierno de Oribe, conocido como Gobierno del Cerrito, dispuso medidas de enrolamiento hacia los afrodescendientes entre �844 y �846, que concluyeron en una nueva ley de abolición en �846, que se aplicó en los territorios ocupados por sus tropas.340

La ley de abolición fue publicada en El Defensor de la Independencia Americana, periódico en donde el Gobierno del Cerrito daba difusión a disposiciones políticas y militares. Al contrario de lo que había ocurrido en Montevideo en �842, la prensa no discutió previamente la emancipa-ción de los esclavos. Incluso la ley fue publicada luego de cinco días de ha-ber sido promulgada por el Ejecutivo y tras siete de haber sido sancionada por el Legislativo. Es probable que la experiencia montevideana, en donde el debate sobre la abolición contribuyó a la corrida de los amos para sacar a los esclavos del país, imprimiera cierta moderación en la difusión de la medida. Tal vez se resolvió dar publicidad a esa ley a la par que era aplica-da. Uno de los principales argumentos para la abolición era la oportunidad política de liquidar un asunto que había quedado trunco desde la Jura de la Constitución.34� Se estableció que la continuidad de la esclavitud gene-raba fraudes que debían acabar mediante la abolición. El primer editorial sobre la emancipación no mencionó la continuidad del tráfico durante la década de �830 ni tampoco las disposiciones abolicionistas del enemi-go, el gobierno colorado de Montevideo. Se señalaron dos cuestiones no menores para la compleja mecánica de la manumisión: el patronato y la retribución a los amos. A diferencia de la ley de �842, la abolición de �846 no sujetó al patronato de sus antiguos amos a las mujeres ni a los hombres no aptos para la guerra. Sólo los menores de edad quedaron sujetos a ese régimen, hasta cumplir los 25 años de edad. El editorialista de El Defensor cuestionó el patronato de los esclavos emancipados, que contemplaba la abolición “colorada”:

Libertad a los esclavos y dejar una parte considerable de ellos, bajo cualesquiera denominacion que fuese, sujetos a servi-dumbre, sería echar abajo con una mano lo que se hubiese edifi-cado con la otra. Reconocida la atroz injusticia de la esclavitud

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¿con que apariencia siquiera de razon se podrían sostener que fuese justo retribuir a los unos el goce de sus derechos naturales, mientras que a los otros se les mantuviese en el hecho privados de él? [...] Penetrados, sin duda, de estas graves consideraciones es que han querido los legisladores estirpar de golpe y con mano fuerte la esclavitud, sin dejar restos ningunos de ella para lo sucesivo

Se reconoció que la base de la retribución a los amos radicaba en la “ficción” de continuar considerando a los esclavos como “cosas”. Si bien el fundamento de la abolición se hallaba en reconocer la igualdad y libertad de todos los hombres, la “ficción” esclavista habría de mantenerse en lo referente a los derechos de propiedad de los antiguos amos. La proclama-ción de la libertad natural de los esclavos quitaba validez a los reclamos de quienes habían sido sus propietarios. Pero esta situación excepcional, en la cual se reconocía a la vez la libertad del hombre y la legitimidad del derecho de propiedad sobre otros hombres, constituía una de las ambiguas combinaciones del discurso liberal con el esclavista. Este problema no fue resuelto por los gobiernos sin el recurso de acciones políticas o militares de carácter excepcional.

El redactor también empleó referencias a la revolución, pues al referir-se a quienes se resistían a la emancipación se preguntó: “¿Los que han eri-gido altares en sus corazones a esa misma libertad, los que tantas pruebas han dado de su odio a la esclavitud, podrán ahora tomar a mal que se les ponga en el caso de reconocer en otros los derechos que en ellos quieren que se reconozcan?” Nuevamente se concibió la libertad como un derecho otorgado por la divinidad, inherente al hombre, siendo la conducta de este último la que había despojado de ese derecho a los esclavos. El contenido humanista de la abolición radicaba en que “[...] restituye su libertad al hombre que Dios creo libre, y que otro hombre, su igual, barbaramente esclavizó...”. Además señaló los beneficios económicos de la emancipa-ción, vinculados al progreso y los relacionados al orden social, pues la continuidad de la esclavitud constituía una amenaza latente. La abolición “[...] quita de la vista este espantoso porvenir que amenaza a las naciones donde masas colocadas en situaciones opuestas marchan a devorarse con el tiempo.” La esclavitud generaría tensiones sociales que tarde o tempra-no iniciarían violentas reacciones.

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El Defensor también publicó cartas de partidarios de Oribe que pre-sentaban sus esclavos para las armas, negándose a percibir una retribución por ello.342 Algunos esclavos habían sido equipados por sus antiguos amos y éstos últimos les habían provisto de armas, vestimenta y montura para el ejército, por lo que servirían en la caballería. Esa modalidad de propa-ganda servía para animar a los propietarios leales para que entregaran a los esclavos emancipados.

La prensa del Montevideo sitiado criticó la ley de abolición del Cerri-to. Los colorados se atribuían el logro de la emancipación, denunciando que los blancos proclamaban la abolición debido a los apremios de la gue-rra y a la escasez de soldados.343 El Defensor replicó que la ley de abolición “colorada” se había aplicado sólo en la capital y que constituía una me-dida de guerra. Asimismo, denunció la ilegitimidad de esa ley, pues había sido creada por un gobierno usurpador, tal como era reputada la segunda presidencia de Rivera. El autor repitió los argumentos sobre la ilegalidad del gobierno de Rivera, que en �838 había interrumpido el mandato cons-titucional de Oribe. También reiteró la prédica contra la extranjería de quienes tenían el control de Montevideo, apuntando hacia la coalición anglo-francesa que sostenía al Gobierno de la Defensa. En contraposición, señaló la nacionalidad y americanismo de los sitiadores, quienes eran til-dados como el gran “torrente nacional”. El editorialista también invocó las medidas antiesclavistas dispuestas desde la fundación republicana. Anotó que la proclamación de la libertad de vientres y del fin de la trata de escla-vos en la Constitución representaba una “verdadera abolicion para tiempo indeterminado”. El principal obstáculo para la abolición radicaba en: “...el considerable numero de los esclavos y en la falta de fondos en que subvenir los costos de la emancipación.” A pesar de que la opinión ilustrada se ha-bía encaminado a erradicar la esclavitud, los gobiernos de Rivera habían ido en la dirección opuesta al reactivar el tráfico:

Testigo es todo el país, del tráfico escandaloso de esclavos que se hacia bajo la protección del Gobierno intruso ¿De don-de provienen esos millares de esclavos jovenes de que se halló plagado el pais, sino de las introducciones que se hicieron entonces; [...] Sabíanse los nombres de los introductores: los

342 El Defensor de la Independencia Americana, ���u������� �º��69�� ��5 �� ������mb�� ����846��p��2;�º��7����23��������mb������846��p��2;�º200����9�����z�����847��p��2��

343 El Defensor de la Independencia Americana,���u�������25�������mb������846��pp��2-3��

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mercados donde se vendian las victimas de una codicia infer-nal: eran conocidos por todos.

Se afirmó que luego de la batalla de Arroyo Grande no les quedó a los colorados otro recurso que armar a los extranjeros y arrebatar a los esclavos para convertirlos en soldados. El gobierno de Montevideo se habría vali-do de la simpatía hacia la causa abolicionista para ejecutar esa operación. La abolición constituyó una contribución forzosa disfrazada, “[...] el vestido filantrópico liberal que se le puso no fue mas que un disfraz indecente”. Incluso se estimó conveniente repasar la prensa capitalina del año 42, que evidenciaba el verdadero tenor de las medidas abolicionistas coloradas:

[...] allí se verá al través de los bombásticos encomios que la tributaban, que el gozo y la satisfaccion de los salvajes unitarios no era porque veian a los esclavos en posesion de sus derechos naturales, sino porque se contemplaban con algunos millares de bayonetas que oponer a los restauradores de las leyes y defenso-res de la independencia y libertad de la patria.

El editorialista consideró el carácter únicamente militar de la abo-lición “colorada” pues tras su declaración no se habían creado medidas complementarias para reglamentar su aplicación. Asimismo, criticó que los esclavos no aptos para la guerra hubiesen sido dejados en poder de sus antiguos amos. Por último, reiteró que eran evidentes los beneficios y el carácter humanista de la abolición “blanca” con relación a la “colorada”, al comparar ambos textos legislativos y situaciones de aplicación. Ambas leyes tenían diferencias en lo concerniente al patronato de los esclavos que no fueron incorporados al ejército. No obstante, más allá de que la ley de �846 no incluyó el enrolamiento forzado de los esclavos, su decreto reglamentario así lo dispuso. En ambas situaciones se crearon comisiones clasificadoras de esclavos, aunque en Montevideo éstas no figuraron en el reglamento de la ley, como aconteció en el Cerrito. En lo referido al pa-tronato, la ley de �842 generó contradictorias interpretaciones, que afec-taron a los menores y las esclavas emancipadas. En cambio, el Gobierno del Cerrito respetó los límites que estableció al patronato.344 Por último, es

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necesario mencionar que la historiografía de tendencia blanca-nacionalis-ta ha reproducido hasta el presente el enunciado sobre la mayor justicia y humanidad de la abolición “blanca” en comparación con la “colorada”.345

3.5. Las cuentas pendientes tras la abolición

Luego de haberse declarado en la capital la abolición en �842, los no aptos para la guerra, las mujeres y los menores de edad continuaron sujetos a sus antiguos amos como pupilos, quedando pendiente su emancipación total. Ese problema se reflejó en la prensa a través de los avisos de traspaso del derecho de patronato. En ocasiones, esos anuncios no se acomodaban a las nuevas formas, redactándose de igual modo que los avisos de venta de esclavos: “Se vende una mulata que se halla en la carcel por no querer servir a su amo: costó 500 pesos y se dara por 300. el que la quiera vease con D. Alonso que el dara noticia de su dueño.”346 Este anuncio, de marzo de �843, generó la protesta del Ministro de Guerra Melchor Pacheco y Obes, que era conocido defensor de los derechos de los antiguos esclavos. Pacheco publicó en El Nacional una carta que dirigió al Ministro de Go-bierno Santiago Vázquez:

Colocado el que suscribe al frente del departamento de la guerra y por consecuencia en estado de apreciar debidamente la lealtad y bravura con que sostienen la independencia nacional los hombres de color emancipados por ley de �3 de Diciembre del proximo año pasado [...] no puede mirar con indiferencia la violacion de esa ley de libertad, y el escándalo con que en un periodico de esta capital se anuncia la esclavitud de una perso-na libre, los sufrimientos a que se le condena y la venta que de ella se ofrece al primero que se presente.347

Pacheco y Obes fue más breve en otra nota —no publicada— dirigida también al Ministro de Gobierno, en donde solicitó reprender al redactor

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de El Constitucional por la publicación de avisos esclavistas.348 Isidoro de María deslindó su responsabilidad por el aviso, sosteniendo que éste había sido entregado directamente por un repartidor del diario al encargado de la imprenta que armaba esa sección.34� Además, reconoció que no se fijó en el contenido del aviso hasta que lo vio publicado. También argumentó que no había prohibición alguna en torno a la publicación de avisos de traspaso de patronato, siendo notorio que El Nacional los publicaba y que incluso algunos miembros de la Asamblea General los habían remitido. El redactor de El Constitucional pretendía librarse de culpas denunciando la generalidad de la situación, pues hasta los legisladores habían empleado la prensa para vender los derechos de patronato de sus pupilas. Esas circuns-tancias llegaron a tal punto que durante algunos días se había anunciado en la prensa el remate público de un esclavo. Isidoro de María también ad-virtió los antecedentes de El Constitucional que había publicado denuncias contra el tráfico de esclavos y el maltrato de parte de los amos.

Quien ha levantado la voz, mas de una vez contra el infame trafico de carne humana, y contra la introduccion de esclavos en la Republica, prohibida y condenada por nuestra Constitu-ción politica: quien ha clamado una y tantas veces contra la costumbre barbara de algunos amos de martirizar con prisiones o con horrorosos castigos a sus esclavos, ¿podria hoy, que una ley benefica ha sancionado su emancipacion, propender a des-virtuarla? De ninguna manera. Somos muy amigos de la liber-tad, para poder pretenderlo al apoyarlo.

No obstante, Isidoro de María no señaló la postura de El Constitucio-nal en torno a la abolición, pues había apoyado la emancipación parcial. A pesar del debate, los avisos sobre la venta de pupilos continuaron, pero detallando las condiciones de patronato: “Se traspasa el patronato de una colona sin vicios: buena cocinera y labandera la cual se dara un precio moderado. El que se interese ocurra a la Agencia de Servidumbre que hallaran con quien tratar.”350 Incluso surgieron algunos intermediarios en ese negocio, como la Agencia de Servidumbre. De los cuatro avisos de ese

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tenor publicados en el número de El Constitucional del � de mayo de �843, tres habían sido remitidos por la Agencia de Servidumbre y otro por un particular.35� Una de las mujeres en esa situación, de 24 años, tenía un hijo de seis meses. Se anunciaba que podía trabajar como ama de leche. En ese caso, se supone que se traspasaron los derechos de patronato de la mujer y de su hijo, pues desde el período republicano se prohibía la separación por venta de una esclava y de su hijo durante la lactancia. Por otra parte, el conchabo de las pupilas como amas de leche fue ampliamente utilizado por los antiguos amos.352 Las esclavas emancipadas que no poseían familiares en el ejército (esposos, padres o hijos) difícilmente podían salir del patronato. Algunas intentaron fugarse para alcanzar la libertad.353

Los avisos también reflejan la situación que soportaron los menores sujetos al patronato. La sección “Pérdidas” de El Constitucional del �2 de junio de �843 hizo referencia a la búsqueda de un perro, unas camisas robadas, dos niñas perdidas, una “negrita” de cuatro años y además: “Se dará una onza de oro a la persona que diera noticia cierta, siendo dentro de la linea de forticaciones, del paradero de una mulata llamada Nieves como de �8 años de edad de bastante estatura, y no mal parecida, que se fugó el 4 del corriente llevando unos atados de ropa.”354 En algunos avisos se insertó la descripción de las fugadas, detallándose las señas y cicatri-ces, lo cual podría remitir a situaciones de maltrato, de marcas del tráfico esclavista o de marcas rituales africanas: “Huyose antenoche una negri-ta criolla, como de edad de doce años, llamada Prudencia, color medio fulo, estatura regular, y conserva en el cachete debajo de la oreja izquierda una señal de una cicatriz, el vestido que lleva es de listado obscuro.”355 En ocasiones excepcionales, algunas pupilas lograron que su derecho de

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patronato se traspasara a otro patrono,356 pues si era imposible para ellas obtener la libertad mediante reclamos al gobierno, al menos podían con-seguir cambiar de patrono.

En �846, la prensa denunció el feroz maltrato hacia una pupila de �2 años, cuyo patrono era un médico al servicio de la marina brasileña. La pupila estaba “[...] atada por un pie a una cadena de fierro, de las que se usan en los algibes, como de vara y media de largo, a la que estaba fija por el otro lado un trozo de madera muy pesado [...]”357 Mientras que la policía sostenía que hacía nueve meses que la pupila se encontraba en ese estado, su patrono afirmaba que sólo había estado así durante dos meses y “[...] que la tenía en esa prision por huidora y ladrona. La muchacha con-fesó ante la policía que, hace algún tiempo que, estando suelta, robó una escobilla y la vendió en el mercado, para comprar que comer porque tenia hambre.” Ante el hambre y el maltrato, la pupila optó por el robo y la fuga. Por último, se denunció que continuaba el tráfico de servidores domésticos hacia Brasil. La pupila declaró que un hermano suyo “[...] estuvo preso del mismo modo en la propia casa, hasta que, según dice sus amos fue llevado al Cerro, de donde se pasó al enemigo, pero qe ella cree que fue llevado al [Río de] Janeiro, vendido a un oficial brasileño.” El fragmento también manifiesta que según el patrono de la pupila, él continuaba siendo su amo.

Desde mediados de �845 circulaban rumores sobre el tráfico de servi-dores domésticos hacia Brasil. Eso fue confirmado hacia fines de ese año, cuando se denunció que tres pupilas habían sido conducidas forzadamente a Río de Janeiro.358 De las tres pupilas, una había sido esclava de un negro libre. Las tres fueron embarcadas en un navío de guerra brasileño median-te engaños de sus patronos.35� Al parecer, los barcos de la armada brasileña sirvieron durante la mayor parte del conflicto para realizar este tipo de operaciones clandestinas.

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Tal vez la situación más difícil —ya que afectó a los afrodescendientes en todo el país— era la de los menores de edad que no poseían padres legalmente casados, pues si bien eran libres permanecían sujetos a sus an-tiguos amos. El patronato sobre los menores “de color” se eliminó en �853, tras el final de la guerra.360 Esa situación fue analizada en una monografía de Adolfo Rodríguez en �850, escrita para sus estudios de Derecho en la universidad montevideana. La tesis de Rodríguez consistía en que: “La tutela establecida por nuestras leyes, y conocida bajo la denominación de patronato, no puede enajenarse, por ser un acto odioso y contrario al espí-ritu que ha dictado esas mismas leyes.”36� A partir de una sucinta relación de los fundamentos de la esclavitud antigua, así como del impacto de la Ilustración, Rodríguez enumeró las disposiciones contra la esclavitud ge-neradas luego de la Revolución de Mayo. El patronato se asemejaba a la tutela según el Reglamento de Libertos de Buenos Aires de �8�3.362 En el caso de los hijos de los esclavos, a causa de no poder la madre atender la alimentación y la educación del niño, se recurría a la figura del patrono, que recaía sobre el amo de la madre. La ley de abolición habría acudido a esa figura jurídica para proteger a los menores “de color”. No obstante, “...la tolerancia del abuso y la falta de precision en las leyes de la materia, ha dado lugar a la práctica de contratos ilícitos, porque no puede calificar-se de otro modo el de compra venta del derecho de patronato, desde que él no es otra cosa que una verdadera tutela”. Se estableció que la compra de los derechos de patronato era inadmisible pues remedaba el comercio de esclavos. La figura jurídica del patronato se había generado a partir de la extinción de la esclavitud en una nueva generación que hombres nacidos libres: “Enajenar el derecho de tutela equivale a hacer de ella una esclavi-tud disimulada; –importa la desnaturalización del patronato, la violación completa de los objetos de esta institución y de los de las leyes que la han creado.”363 Una vez liquidada la esclavitud, el patronato era sólo aplicable a los menores de edad que no poseían madre natural o padre legítimo que los

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36�� ��D��G�EZ����������Tesis sobre la tutela de los libertos, presentada a la Universidad de la República para obtener el grado de doctor por Adolfo Rodríguez el día de marzo de 1850, ��������������mp���������������873��p��4��

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reclamara a su patrono. El autor recomendó prohibir la libre enajenación de los derechos de patronato, sosteniendo que se debía establecer una ley que enunciara las causas justificadas para ese traspaso (faltas del patrono o solicitud de los familiares del liberto). Asimismo, Rodríguez consideró que el Estado debía actuar con más vehemencia en pos de asegurar que los patronos cumplieran con las obligaciones relacionados a la educación y a dar un oficio a los libertos. Por una parte, se asimilaba casi por completo el patronato a la tutela, lo cual finalmente se realizó por la vía legislativa en �853, y por otra, se encomendó velar por la inserción laboral de los jóvenes de origen africano. No sólo se pretendía asegurar la subsistencia de los menores “de color”, sino también su sujeción al mundo del trabajo.

El trámite legislativo del patronato no generó debates de prensa en los años �852-�853. En cambio, la situación de los esclavos introducidos por los brasileños en sus estancias produjo un intercambio de opiniones. En agosto de �852, La Constitución de Eduardo Acevedo Maturana, publicó un comunicado del Presidente de la Provincia de Río Grande.364 Allí se adver-tía a los propietarios brasileños que poseían estancias en territorio oriental, sobre la forma de introducir esclavos al Estado Oriental, los propietarios “[...] deben antes de salir del territorio del Imperio, libertarlos por la cantidad de-terminada, celebrando con esos libertos contratos, que se reconoscan deu-dores de la cantidad en que fue tasada su libertad, declarando haber recibido esa cantidad [...]”. El documento detalló los pasos legales para introducir los esclavos, ahora transformados en “peones contratados”, a Uruguay. También se indicó que los tratados del �2 de octubre de �85� no habrían de amparar a los amos que condujeran sus esclavos al territorio oriental, siendo pasibles los esclavos de ser confiscados por las autoridades orientales. Los tratados sólo se aplicaban para extraditar a los esclavos fugados contra la voluntad de sus amos. Eduardo Acevedo se limitó a publicar este comunicado, sin abrir espacio para su opinión. Hacia fines de año, La Constitución publicó la nota de un corresponsal en Cerro Largo.365 La situación de los “peones contrata-dos” merecía este comentario:

[...] me he fijado con especialidad en la desventaja en que se encuentra nuestros compatriotas dedicados a la cria

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de ganados, respecto de los hacendados Brasileros. Mientras que uno de nuestros estancieros se ve obligado a pagar diez o doce pesos mensuales por el salario de un peon, los Brasile-ros tiene ese peon por el insignificante precio de cinco pesos; pues que traen sus negros contratados desde el Brasil, donde aprovechados del ascendiente de amos, obligan a los infelices esclavos a celebrar un contrato en que carecen absolutamente de libertad.

Además de la ruina económica de las estancias orientales, debido cre-cido costo de la mano de obra, el autor señaló las irregularidades en torno a libertad de quienes se sujetaban a los “contratos de peonaje”. No había garantías sobre la libertad de esos hombres, si sus antiguos amos los con-ducían nuevamente a Brasil, reesclavizándolos. El editorial de Acevedo fue más categórico, pues entendió que “No puede permitirse que se hagan ilusorias las leyes que abolieron la esclavitud en la República; y lo serían indudablemente si las cosas siguiesen como hasta aquí.” Se solicitó que el Poder Ejecutivo fiscalizara las condiciones de los “contratos de peonaje”. Acevedo también reclamó una medida general, aplicable a todo el territo-rio nacional, sobre las características que debían guardar estos contratos.

El Comercio del Plata replicó las acusaciones de Acevedo, señalando que su artículo no había mencionado los reclamos del gobierno brasileño sobre la situación de sus súbditos en territorio oriental.366 Asimismo, ad-virtió que El Constitucional no reflejaba la opinión del país, sino la de uno de sus “extinguidos partidos”, que estaba fortuitamente en el gobierno. En este debate afloraron las diferencias entre los bandos blanco y colorado, que habrían de terminar con el gobierno de Juan Francisco Giró en �853. El autor sostuvo también que el costo de mano de obra de los estancie-ros brasileños era similar al que pagaban los propietarios orientales, pues consideró que al salario del “peón contratado” se debía sumar su valor monetario como esclavo, que se perdía o amortizaba al emanciparlo para introducirlo a Uruguay. Por otra parte, señaló que no había impedimentos legales para esa operación, la cual no sólo era beneficiosa a la economía —al contribuir al poblamiento— sino también a la causa abolicionista:

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“Si hay en el pais falta de brazos para el servicio de sus estancias, ¿pue-de condenarse como pernicioso a los nacionales el que los brasileros los introduzcan por su cuenta y riesgo, y de modo que al mismo tiempo fa-vorece la causa de la abolición de la esclavitud?” En este caso se empleó la prédica abolicionista para enmascarar irregularidades vinculadas a la libertad. Al igual que lo ocurrido con los “colonos” africanos traídos en los años treinta, operó una inversión del discurso sobre la introducción ilegal de esclavos, argumentándose que las víctimas de ese tráfico eran en verdad sus beneficiarios, pues habrían de obtener a futuro su libertad en el territorio oriental.

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Conclusiones

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La fundación republicana generó una coyuntura para el debate sobre los principios que debían imperar en el nuevo Estado Oriental del Uru-guay. En el caso de la esclavitud, se debían establecer las bases para la abo-lición. No obstante, los constituyentes de �830 sólo se limitaron a incluir la libertad de vientres y la prohibición del tráfico de esclavos en la Carta Magna, refrendando y ampliando a todo el territorio las disposiciones es-tablecidas por la Sala de Representantes de la Provincia Oriental en �825. Hubo un acuerdo tácito de no abrir el debate sobre la esclavitud, pues se entendió que las Cámaras Legislativas uruguayas debían regular la aplica-ción de las medidas contra el tráfico y proyectar para el futuro una fórmula para la abolición de la esclavitud. Al parecer los constituyentes prefirie-ron no generar conflictos sobre un tema que consideraban delicado pero no urgente. El debate en la Asamblea Constituyente sobre la ampliación de las medidas contra la esclavitud a Montevideo, manifestó la dificultad para idear soluciones que contemplaran simultáneamente los derechos de libertad de los esclavos y los de propiedad de sus amos. En esa dicotomía los últimos nunca salieron perjudicados. Las Cámaras Legislativas recién aprobaron en �837 un reglamento para la prohibición constitucional del tráfico. En el ínterin, se asistió a la reactivación de la introducción de es-clavos directa desde África a Montevideo.

En �830 también se estableció una política limitativa sobre la emanci-pación de los esclavos que habían luchado en la guerra de independencia contra Brasil. Cada caso fue evaluado por las autoridades, pues esa cuenta podía resultar muy gravosa para el gobierno oriental. Además de los es-clavos militarizados en la reciente guerra, también se amparó a antiguos

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soldados de las fuerzas artiguistas, así como a algunos esclavos fugados de Brasil. A pesar del patriotismo exaltado por la fundación republicana, varios soldados morenos y pardos debieron volver al servicio de sus amos como esclavos.

Durante la década de �830 se manifestó un consenso general contra la trata y la persistencia de la esclavitud. No obstante, algunos diaristas no sólo abogaron por permitir algunas formas de entrada de esclavos, sino que hicieron negocio con ello. Pero el nuevo discurso esclavista no se reco-noció como tal, pues no se nutrió de los argumentos bíblicos o de “guerras justas” para fundamentar la introducción de esclavos al país. Se sustituyó la retórica del Antiguo Régimen que sustentaba el sistema de “castas”, por conceptos tales como mercado, progreso, industrialización y falta de mano de obra, que eran propios del utilitarismo. Se entendía que las economías de Brasil y Estados Unidos eran las más pujantes del continente, atribu-yéndose ese dinamismo a la esclavitud. Uruguay necesitaba de brazos para el trabajo, y estos diaristas entendían que la migración de africanos escla-vizados sería solución que a corto plazo proveería al país de trabajadores.

No parecía incompatible denunciar la barbarie de la trata y al mismo tiempo considerar que el arribo de esclavos a Montevideo impulsaba el progreso. Para el caso de los “colonos” africanos y de los esclavos brasileños de “servicio”, se postuló que los primeros —que habían sido esclavizados originariamente por otros africanos, lo cual era subrayado— eran intro-ducidos al Estado Oriental mediante un patronato que habría de liberarlos tras algunos años de servicio. Los esclavos africanos y brasileños gozarían del “buen trato” que caracterizaba a los orientales —a diferencia de Brasil, en donde los esclavos eran víctimas de una extrema crueldad— y “apren-derían” a constituirse como hombres libres en un estado republicano. De este modo, éstos autores entendían que el arribo de esclavos “contribuiría” a su emancipación, a la vez que dinamizaría la economía. Por otra parte, se advierte que quienes se oponían a la introducción de esclavos, considera-ron que era perjudicial la inmigración de africanos y de “indisciplinados” esclavos brasileños. Estos diaristas sostenían que el Uruguay se iba a “lle-nar de negros”, de una población inútil y propensa al delito y que esto sólo podía causar perjuicios para el país.

Las disposiciones sobre libertad de vientres y prohibición del tráfico recién se aplicaron en Montevideo y Colonia en enero de �830, lo cual

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propició el continuo arribo de esclavos. De esta forma, se “legalizó” la introducción de esclavos desde �825 hasta esa fecha. Luego de la Jura de la Constitución, la introducción de pequeños contingentes de esclavos de “servicio” siguió —casi sin control alguno— hasta �837. Los introductores y quienes los defendieron se ampararon en el artículo constitucional que garantizaba el respeto de la propiedad de los inmigrantes, situándose inde-fectiblemente a los esclavos como propiedad inajenable. La polémica entre los derechos de libertad y propiedad también fue afectada por el discurso sobre los beneficios que los “brazos esclavos” podrían generar al país, lo cual comúnmente dirimía el problema a favor de los amos.

El gobierno oriental también participó del tráfico de esclavos, cola-borando con el mayor operativo de introducción forzada de africanos al Uruguay independiente. Más de �500 niños y jóvenes africanos arribaron como esclavos a la nueva república. Ante la dimensión que adquirió esta operación, la marina inglesa desplegó medidas de fuerza contra los navíos que hacían este tráfico. El gobierno inglés presionó durante la segunda mitad de la década de �830, a partir de la firma de un tratado contra el tráfico esclavista, para que los navíos orientales no pudieran evadir la vigilancia británica.

En reiteradas ocasiones durante la década de �830, el Poder Legislativo intentó reglamentar la prohibición de la trata. Sucesivos fracasos dejaron abierta una brecha para la introducción de esclavos. Recién en �835 el go-bierno implementó medidas efectivas contra el tráfico. El corolario de ese impulso fue la creación de un reglamento que preveía aplicarse sobre todos los esclavos introducidos sin excepción. No obstante, esa medida habría de tener particular vigor luego de la abolición de la esclavitud. La ley de �837 se aplicó en especial a las mujeres y niños que aguardaban la emancipación total de sus antiguos amos en Montevideo, quienes convertidos en patro-nos aún los sujetaban a su servicio durante la Guerra Grande —en el caso de las mujeres— y hasta �853 —en el de los menores de edad—.

Sólo algunas voces aisladas propusieron la abolición de la esclavitud durante los años �830. Se entendía que la abolición general sería perjudi-cial para sus propios beneficiarios, los esclavos. La lucha contra el tráfico de esclavos —no el abolicionismo— se estableció como tema de debate para la prensa. El discurso abolicionista recién se instaló en la opinión pública en �84�. La prensa montevideana, y particularmente los exiliados

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argentinos, debatieron en torno a diferentes proyectos para de emancipa-ción. Esa medida era percibida como la única capaz de poner freno a la inminente invasión rosista. El debate se inició en torno al “armamento de los negros”, pero pronto devino en respaldar la “abolición de la esclavitud”. Las leyes de abolición no liquidaron todas las situaciones de sometimien-to, pues aún quedaron cuestiones pendientes que fueron denunciadas por quienes habían defendido los derechos de los esclavos.

La prédica abolicionista en Montevideo intentó estrechar el vínculo entre el bando en el gobierno —los colorados— y los esclavos emanci-pados. Para eso, se utilizaron algunos rasgos de identificación propios de la población de origen africano, como el habla bozal, que fue empleada en artículos de prensa para alentar la fidelidad de los soldados-esclavos hacia Rivera. Esa relación clientelar habría de perdurar a través de la mi-litarización de los hombres “de color” y de la transformación del bando colorado en partido de gobierno durante la segunda mitad del siglo XIX. Esto terminó de reforzar las redes de relacionamiento entre las autoridades coloradas —jefes de tropa— y sus subordinados de origen africano en el ejército uruguayo.

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Fuentes y Bibliografía

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Fuentes inéditas

URUGUAY

Archivo General de la Nación – Fondo Ex Archivo General Administrativo, Ministerio de Gobierno [1833].

Archivo General de la Nación – Fondo Ex Archivo General Administrativo, Ministerio de Guerra y Marina [1833].

Archivo General de la Nación – Fondo Ex Archivo y Museo Histórico Nacional [1833].

Escritos del Licenciado Jacinto Ventura de Molina, tres volúmenes de manuscritos y un volumen impreso. Bibliomuseo Arturo Scarone de la Biblioteca Nacional.

BRASIL

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EL INDEPENDIENTE, Montevideo [1835].

EL INDICADOR, Montevideo [1831-1832].

EL INICIADOR, Montevideo [1838].

EL MODERADOR, Montevideo [1835].

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Índice

Nota del autor y agradecimientos ........................................................ �

Introducción ........................................................................................ �3

Capítulo 1

Derechos de propiedad vs. derechos de libertad. La fundación de la república .............................................................. 27

�.�. La emancipación de los soldados de la independencia ............... 36

�.2. El debate constitucional: libertad de vientres y prohibición del tráfico .................................................................................. 45

Capítulo 2

La persistencia del tráfico de esclavos ............................................... 55

2.�. ¿Esclavos de servicio o esclavos de peculio? (�83�-�837) ............ 6�

2.2. El Estado Oriental participa del tráfico: los “colonos” africanos (�832-�842) ................................................................ 7�

2.3. La reglamentación de la prohibición constitucional del tráfico (�832-�837) .................................................................. �07

2.4. Presión británica y liquidación de la trata (�835-�84�) ............ ��8

Capítulo 3

El abolicionismo ................................................................................ �2�

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Abolicionismo y Tráfico de Esclavos en Montevideo tras la Fundación Republicana (1829 - 1853)

3.�. Las voces aisladas (�830-�840) ................................................ �35

3.2. Del “armamento de los negros” a la “abolición de la esclavitud” (�84�-�842) ........................................................... �43

3.3. La ley de abolición de �842: del discurso a la acción ............... �76

3.4. La ley de abolición de �846: la mirada “blanca” sobre la abolición “colorada” ................................................................ �84

3.5. Las cuentas pendientes tras la abolición ................................... �8�

Conclusiones ..................................................................................... ��6

Fuentes y BiBliograFía .................................................................... 203

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