Abusos sexuales infantiles: orígenes y contornos de un ... · definiciones de violación y abuso...

49
Abusos sexuales infantiles: orígenes y contornos de un peligro 1 Agustín Malón Marco * En las últimas décadas hemos asistido a la emergencia de un nuevo peligro que ha transformado en gran medida nuestra consideración y tratamiento de la infancia, la sexualidad y los riesgos que enlazan ambas realidades. Dicho peligro, propio de nues- tra época, ha sido construido fundamentalmente desde un discurso ideológico y pre- tendidamente científico cuyos orígenes y contornos es preciso rastrear. En este senti- do, el presente artículo cuenta con un doble objetivo. En primer lugar, trata de analizar el contexto social en el que situar los más recientes y destacados orígenes de este nuevo objeto de inquietud; en segundo lugar, pretende señalar lo que en opinión de su autor son los principales rasgos que ha ido adoptando este fenómeno. En el primer caso, observaremos que el problema de los abusos surge en un entorno social donde diversos movimientos ideológicos, que irían desde la nueva derecha cris- tiana hasta el feminismo antipornografía, coincidirían en señalar la sexualidad como privilegiada fuente de peligro. En ese momento, se elaboraría un irracional discurso sobre los abusos sexuales infantiles que acabaría convirtiéndose en magnífico símbolo del horror que se quería denunciar. En la segunda parte, se defenderá que los promo- tores de esta nueva amenaza, a menudo desde un discutible discurso científico, han construido el fenómeno en torno a tres ejes: la terrible verdad antes escondida, su ine- vitable gravedad y la dramática extensión del mismo. Palabras clave: sexualidad, abuso sexual infantil, abuso ritual, pedofilia, pornografía, femi- nismo, conservadurismo, victimas, memoria recuperada, peligro, protección a la infancia. SEXUAL ABUSES ON CHILDREN: ORIGINS AND SHAPES OF A RISK In the last decades a new a risk has emerged and has transformed to a great extent our understanding and treatment of childhood, sexuality and the risks that link both realities. The mentioned risk, characteristic of our time, has been constructed basi- cally from an ideological discourse, allegedly scientific, whose origins and shapes must be tracked down. In the paper there are two aims concerned with it. First, the paper aims to analyse the social context in order to situate the most recent and nota- ble origins of this new worry. And second, the paper aims to point out the main featu- res that this phenomenon has taken on, in the author's opinion. In relation to the first aim, the problem of the abuses springs out in a social context where a number of ideological movements, which range from the new Christian right to the anti-pornographic feminism, agree in stating that sexuality is a privilege sour- ce of risk. At this point an irrational discourse concerning sexual abuse on children is lay out on and ends up becoming a magnifying symbol of horror, which was meant to be denounced. Next, it will be defended that the promoters of this new thre- at, often from an arguable scientific discourse, have constructed the phenomenon around three main ideas: the terrible truth hidden up to now, its unavoidable seriousness and its dramatic extent. Keywords: abuses, sexuality, childhood, risk, ritual abuse, memory of the abuse, feminism, Puritanism. Anuario de Sexología 2004 • Nº 8 • pp. 7–55 © Anuario de Sexología A.E.P.S. ISSN:1137–0963 * Pedagogo. Sexólogo. E–Mail: [email protected]

Transcript of Abusos sexuales infantiles: orígenes y contornos de un ... · definiciones de violación y abuso...

Page 1: Abusos sexuales infantiles: orígenes y contornos de un ... · definiciones de violación y abuso sexual hasta ... po de la clínica de una terminología básica-mente judicial y

Abusos sexuales infantiles:orígenes y contornos de un peligro1

Agustín Malón Marco *

En las últimas décadas hemos asistido a la emergencia de un nuevo peligro que hatransformado en gran medida nuestra consideración y tratamiento de la infancia, lasexualidad y los riesgos que enlazan ambas realidades. Dicho peligro, propio de nues-tra época, ha sido construido fundamentalmente desde un discurso ideológico y pre-tendidamente científico cuyos orígenes y contornos es preciso rastrear. En este senti-do, el presente artículo cuenta con un doble objetivo. En primer lugar, trata de analizarel contexto social en el que situar los más recientes y destacados orígenes de estenuevo objeto de inquietud; en segundo lugar, pretende señalar lo que en opinión desu autor son los principales rasgos que ha ido adoptando este fenómeno. En el primer caso, observaremos que el problema de los abusos surge en un entornosocial donde diversos movimientos ideológicos, que irían desde la nueva derecha cris-tiana hasta el feminismo antipornografía, coincidirían en señalar la sexualidad comoprivilegiada fuente de peligro. En ese momento, se elaboraría un irracional discursosobre los abusos sexuales infantiles que acabaría convirtiéndose en magnífico símbolodel horror que se quería denunciar. En la segunda parte, se defenderá que los promo-tores de esta nueva amenaza, a menudo desde un discutible discurso científico, hanconstruido el fenómeno en torno a tres ejes: la terrible verdad antes escondida, su ine-vitable gravedad y la dramática extensión del mismo. Palabras clave: sexualidad, abuso sexual infantil, abuso ritual, pedofilia, pornografía, femi-nismo, conservadurismo, victimas, memoria recuperada, peligro, protección a la infancia.

SEXUAL ABUSES ON CHILDREN: ORIGINS AND SHAPES OF A RISK In the last decades a new a risk has emerged and has transformed to a great extentour understanding and treatment of childhood, sexuality and the risks that link bothrealities. The mentioned risk, characteristic of our time, has been constructed basi-cally from an ideological discourse, allegedly scientific, whose origins and shapesmust be tracked down. In the paper there are two aims concerned with it. First, thepaper aims to analyse the social context in order to situate the most recent and nota-ble origins of this new worry. And second, the paper aims to point out the main featu-res that this phenomenon has taken on, in the author's opinion.In relation to the first aim, the problem of the abuses springs out in a social contextwhere a number of ideological movements, which range from the new Christian rightto the anti-pornographic feminism, agree in stating that sexuality is a privilege sour-ce of risk. At this point an irrational discourse concerning sexual abuse on childrenis lay out on and ends up becoming a magnifying symbol of horror, which wasmeant to be denounced. Next, it will be defended that the promoters of this new thre-at, often from an arguable scientific discourse, have constructed the phenomenonaround three main ideas: the terrible truth hidden up to now, its unavoidableseriousness and its dramatic extent.Keywords: abuses, sexuality, childhood, risk, ritual abuse, memory of the abuse,feminism, Puritanism.

Anuario de Sexología2004 • Nº 8 • pp. 7–55

© Anuario de Sexología A.E.P.S.ISSN:1137–0963

* Pedagogo. Sexólogo. E–Mail: [email protected]

Page 2: Abusos sexuales infantiles: orígenes y contornos de un ... · definiciones de violación y abuso sexual hasta ... po de la clínica de una terminología básica-mente judicial y

AGUSTÍN MALÓN MARCO

Al investigar el fenómeno de los abusos se-xuales infantiles, me pareció interesante acer-carme a los mismos no como un daño a preve-nir, un delito a perseguir o un trastorno quecurar, sino como un peligro a comprender. Dehecho me ha parecido enriquecedor, sin re-chazar otras aproximaciones, entender losabusos a menores como una nueva amenazapropia de nuestra época (Malón, 2001). El fe-nómeno aquí tratado, característico de las últimasdécadas del siglo XX, es en gran parte un pro-ducto tanto profesional como ideológico. Loque pretendo decir con ello es que los trabajosque comenzaron a dar cuenta del mismo y desus características parecían estar tan unidos alos intereses particulares de algunos gruposprofesionales o ser tan acordes con las consig-nas ideológicas de otros que, más que estudiarun problema, parecieron querer convencer ala sociedad de la existencia del mismo y, sobretodo, de su seriedad.

La presente investigación parte de una in-quietud personal por este nuevo peligro queha emergido con fuerza en las sociedades oc-cidentales en las últimas décadas. El objetivodel texto es perfilar un paisaje donde se décuenta de las formas y dimensiones que haido adoptando dicho fenómeno. En primer lu-gar, me dedicaré a describir el contexto histó-rico en el que surgió el peligro de los abusos,realidad que se inscribía en un complejo en-tramado social con un denominador común:la nueva percepción del sexo como peligro.En la segunda parte del artículo me centrarémás detenidamente en el problema del abusosexual infantil y el modo en que éste fue confi-gurado por la ciencia.

PRIMERA PARTE

EL MODERNO RESURGIRDEL SEXO COMO PELIGRO

1. ABUSOS Y MORAL SEXUALHa vivido occidente una época donde la

transformación de las actitudes hacia la sexua-

lidad ha sido vertiginosa y, muy especialmen-te, deberíamos aclarar, al nivel de los discur-sos y la ley, dado que en la realidad cotidianalas cosas funcionan posiblemente de manerabien distinta. A mediados del siglo XX se iniciasin lugar a dudas una transformación culturalque dará un giro significativo a la moral sexualvigente hasta ese momento. La libertad se-xual, la liberación de las costumbres y de losindividuos en esta materia serán signos carac-terísticos de los tiempos. La llamada revolu-ción sexual supondrá, pues, un hito en la historiade las sexualidades occidentales. Ahora, meinteresa interrogarme sobre el modo en quepudo influir dicho proceso y las posterioresreacciones en contra en el surgimiento de esenuevo temor a los abusos.

1.1. La revolución sexualy el aumento de los abusosDavid Finkelhor (1984), uno de los más

prestigiosos investigadores en el campo delabuso sexual, se planteaba algunas preguntas so-bre el modo en que estos cambios en las acti-tudes hacia la sexualidad habrían podido dealgún modo afectar al problema de los abu-sos a menores. Para él no se trataba de queestas transformaciones en la moral sexualcontemporánea hubieran creado el problemade los abusos en sí, pero sí habrían podidocontribuir agravándolo. Uno de los cambiosque sobrevinieron con esa revolución sexualfue, según Finkelhor, la erosión y el debilita-miento de formas tradicionales de control de lasexualidad, llevando a muchas personas apreguntarse qué es lo que está o no está per-mitido en materia de conducta sexual. Si lasprohibiciones, dice el autor, sobre las rela-ciones sexuales antes y fuera del matrimoniohabían desaparecido prácticamente, ¿no ha-brían de preguntarse algunos si estaban toda-vía en pie las prohibiciones en el sexo con ni-ños? Además la pornografía y su crecienteaumento en los años 70 en los Estados Uni-dos podría haber ido explotando y poten-ciando cada vez más la temática de la porno-grafía infantil.

8

Page 3: Abusos sexuales infantiles: orígenes y contornos de un ... · definiciones de violación y abuso sexual hasta ... po de la clínica de una terminología básica-mente judicial y

ABUSOS SEXUALES INFANTILES: ORÍGENES Y CONTORNOS DE UN PELIGRO

Una segunda transformación relacionadadirectamente con esa “revolución”, y queafectaría negativamente al problema de losabusos, es la referida a los cambios en las ex-pectativas sobre el sexo. La imagen social que setransmite sobre la vida sexual de las personas ysobre lo que ésta debería ser, añadida a la di-ficultad de que esos deseos sean alcanzablespara una gran parte de los individuos, genera-ría una sensación de frustración en los hom-bres que les podría llevar hacia otras opcio-nes más fácilmente accesibles. Una de éstasserían los niños.

Se añade a la anterior, siguiendo con laspropuestas de Finkelhor, una tercera variableasociada. Los cambios en el rol y la imagen de lamujer en el campo de las relaciones sexuales.Un papel más activo y más crítico de la mujeren su vida erótica, dejando atrás la sumisión yaceptación acrítica de las directrices de su pa-reja masculina, habría podido llevar a muchoshombres a buscar una pareja menos exigente. Laigualdad en las relaciones sexuales entre hom-bre y mujer y la necesidad en el hombre de“cumplir” adecuadamente con su pareja se di-luyen en una relación asimétrica.

Sin embargo, su balance de la relación en-tre los cambios en la moral sexual y los abusossexuales infantiles no es del todo negativopara la primera. La revolución sexual habríapropiciado además un ambiente de mayortransparencia que permitió que la problemáticaque ella misma habría colaborado en provocarpudiera ser discutida públicamente. De ahí larespuesta de los medios de comunicación, laposibilidad de las víctimas para denunciarlo yla asistencia profesional para ellas.

No sabría decir si lo que afirma Finkelhorsobre la relación entre la llamada revoluciónsexual y el problema de los abusos sexualesinfantiles se produce del modo en que élafirma, pero en lo que sí convengo con él es enque esa relación existe. Algunas de sus ideas meparecen en un principio fundadas y creo dehecho que entender sociológicamente elproblema de los abusos sexuales infantilesen nuestra sociedad exige tener muy en

cuenta esa transformación, pero sin olvidar,y si cabe con un mayor peso, la contrarreac-ción que ésta provocó, algo que no parecetener en cuenta.

1.2. La contrarreforma sexualy el peligro de los abusosPrácticamente en el mismo año en que

Finkelhor escribe aquel clásico trabajo sobreel problema de los abusos sexuales, publicado en1984, otro autor se aproxima al fenómeno dela moral sexual de un modo bien distinto. Ensu análisis de lo que él denomina la esteriliza-ción del concepto de género y su relación conuna moderna criminalización del sexo, Money(1985) denuncia lo que a su entender son lossignos de un nuevo antisexualismo epidémi-co, particularmente acentuado en una socie-dad como la norteamericana, y que hunde susraíces históricas en el antisexualismo del puri-tanismo y sus temores de haber sido demasiadopermisiva en este sentido.

Lo novedoso, afirma Money, no es la cri-minalización del sexo, que cuenta con unalarga historia en el mundo cristiano. Lo nue-vo, nos dice, es que dicha criminalización yantisexualismo son producto de una de–se-xualización del género o, si se quiere, de lasidentidades de los sujetos. La igualdad sexualse daría en todo excepto en el erotismo. Deahí que hubiera surgido con éxito una nuevaidea: la creciente equiparación de toda rela-ción sexual con la violencia por la que loshombres degradan a las mujeres y a los niños.Unos años más tarde, en 1991, Money reto-maba este tema en su conferencia para el 10ºCongreso Mundial de Sexología celebrado enAmsterdam donde señalaba que “La industriadel abuso sexual se ha desarrollado bajo la in-fluencia de los arquitectos de la contrarrefor-ma sexual y se pone a su servicio como unagente de la contrarreforma” (Money, 1999:29). La nueva contrarreforma, afirma este au-tor, tiene un particular reflejo en el aumentode las acusaciones, muchas infundadas, porabuso sexual y en la creciente asociación en-tre éste y las acusaciones por satanismo.

9

Page 4: Abusos sexuales infantiles: orígenes y contornos de un ... · definiciones de violación y abuso sexual hasta ... po de la clínica de una terminología básica-mente judicial y

AGUSTÍN MALÓN MARCO

A estos dos fenómenos, el del abuso y elsatanismo, se sumarían otras consecuenciasentre las que me interesa destacar la persecu-ción de la pornografía como supuesto fenó-meno que explota a la mujer y afecta negativa-mente a la infancia; la extensión de lasdefiniciones de violación y abuso sexual hastaextremos insospechados; el aumento de lamayoría de edad sexual de los 16 a los 18años; y, por último, la apropiación en el cam-po de la clínica de una terminología básica-mente judicial y policial que incluye términoscomo “víctima, sobreviviente, vejaciones,ofensa, ofender y reincidencia” (Money, 1999:30). Dicho fenómeno coincidió con el ascensosocial y político de una nueva derecha moral.

1.3. El malestar de la sexualidady la pureza socialWeeks (1993) publicaba también en 1985

un trabajo donde analizaba algunos de los ele-mentos de la sexualidad moderna haciendoespecial referencia a lo que señala como unevidente malestar sexual en occidente. En di-cho trabajo, da cuenta precisamente de esasdos fases: una revolución sexual asociada a lapermisividad y otra relacionada con los nue-vos conservadurismos marcados por el com-bate contra las consecuencias de esa supuesta li-beración sexual. La aparición de esa nuevaderecha moral, afirma Weeks, es precisamenteel reflejo de nuestros propios malestares se-xuales. La sexualidad existe en un vacío moralpropiciatorio de ambigüedades e incertidum-bres que, a su vez, favorecen la tentación delregreso a nuevos absolutismos; es la crisis deconceptos como el de revolución sexual loque ha provocado las actuales controversias ydificultades en esta materia.

Según Weeks, la liberación de mediadosdel siglo XX no fue sino un espejismo. Se de-positaron demasiadas esperanzas en las posi-bilidades sociales de dicha transformación,otorgando a la sexualidad poderes de mejorasocial que no poseía. La crisis de aquel idea-rio, su caída e incluso rechazo por aquellosque lo defendieron forman parte del moderno

desarrollo de los conservadurismos en mate-ria sexual. La referencia a la permisividad deaquellos años, como origen de los males queafectan a las sociedades occidentales en la ac-tualidad, fue un argumento habitual en losdiscursos conservadores que repetidamentehan señalado su fracaso y los desastres que ha ge-nerado: la descomposición del mundo moder-no, la crisis de la familia, el aislamiento del in-dividuo y el colapso moral en todos losaspectos, a lo cual habría que sumar fenóme-nos como el aumento de las enfermedades detransmisión sexual, en especial el problemadel SIDA. El sexo y su descarrilamiento de lossesenta fue concebido y presentado como elchivo expiatorio responsable de la sensaciónde crisis vivida a partir de los setenta. La políti-ca sexual pasó a un primer plano, ya fuera por lasdemandas por parte de movimientos socialescomo homosexuales o feministas o por la delos nuevos grupos conservadores, que aprove-charon esta oportunidad para reinstaurar latradicional visión de la sexualidad como peli-gro y amenaza.

A pesar de que gran parte de la poblaciónapoyaba en general una actitud más tolerantehacia temas como la homosexualidad o elaborto, el discurso de la derecha moral calóen las sociedad norteamericana e inglesa conel triunfo de los conservadores en las eleccio-nes de finales de los setenta en ambos países.Reagan en Estados Unidos y Thatcher en In-glaterra fueron los resultados políticos de es-tos movimientos conservadores fuertementeasociados a los grupos cristianos evangélicos(Weeks, 1993; Cañeque, 1988). La derecha seapropió de los llamados temas sociales, aso-ciados a la familia y la sexualidad, como objetode su discurso político que favoreció la visiónde la anarquía sexual como el primer escalónde la anarquía social. La sexualidad fue vistacomo fuente y reflejo del desorden moral. Familiay religión fueron los dos ejes en torno a loscuales se estructuró el discurso de la nuevaderecha moral. De ahí que muchas mujeres,partícipes de un modelo familiar tradicional,se identificaran con las ideas defendidas por

10

Page 5: Abusos sexuales infantiles: orígenes y contornos de un ... · definiciones de violación y abuso sexual hasta ... po de la clínica de una terminología básica-mente judicial y

ABUSOS SEXUALES INFANTILES: ORÍGENES Y CONTORNOS DE UN PELIGRO

aquélla e hicieran propios los temores que lasacompañaban.

Los distintos grupos que componían estaderecha moral, entre los que destaca JerryFallwell y su “Mayoría moral”, coincidieron ensu lucha contra tres elementos: el aborto, loshomosexuales y la pornografía, consideradossignos de la decadencia en Estados Unidos. Suestrategia planteaba objetivos de tipo moralorientados a fortalecer la familia nuclear, losroles sexuales diferenciados y la acción socialdirigida por Dios, la Iglesia, la Biblia y la fami-lia. Los temas sociales hicieron coincidir a laderecha política y cristiana, que capitalizará undiscurso donde la Biblia y Dios permanecen en uncontinuo combate contra las fuerzas satánicas:“Hemos dejado que las fuerzas de Satán gobier-nen nuestra nación y controlen nuestro desti-no.” (Citado en Cañeque, 1988: 116).

Ya en 1977, el Congreso de los EstadosUnidos había considerado con especial aten-ción el tema de la pornografía infantil comoproblema de interés y preocupación social,respondiendo a los discursos que alertaban dela existencia de una terrible explotación sexualinfantil en todo el país. Las cifras aportadaseran a todas luces exageradas y además se de-nunciaba que el incesto había aumentado porculpa de la pornografía infantil, algo que Fin-kelhor, como ya hemos visto, también sugeri-ría en 1984. Los medios no criticaron ninguna deestas afirmaciones, que no contaban con nin-guna base y que tendrían el apoyo de ciertosgrupos feministas. Cuando el Congreso o elFBI se decidieron a investigar al detalle el su-puesto drama de la pornografía infantil, se en-contraron con que apenas había evidencias desu existencia. A pesar de ello, a partir de 1980los medios de comunicación, la policía y otrosgrupos sociales combativos siguieron denun-ciando la existencia de una extensa red depornografía infantil cuya existencia nuncapudo ser demostrada.

En ese mismo periodo, señalan Nathan ySnedeker (2001), se produce un gran desarrollode la investigación sociológica sobre el abusosexual que, ampliando el término de abuso

hasta extremos ridículos, incidiría en la exis-tencia de una inmensa cantidad de menoresvíctimas de abusos y señalaría las terriblesconsecuencias que tienen estas experiencias.Entre estos autores destacarían Finkelhor oRussell, quien afirmaría que el 54% de las mujereshabían sufrido abusos sexuales.

Es, pues, en este ambiente político y socialdonde emerge esa creciente inquietud por losabusos. No obstante, Finkelhor (1984) apenashace referencia a este contexto en su análisisdel proceso histórico aquí analizado. En su lugar,este autor nos remite a dos grandes movi-mientos sociales que situaba en el origen delsurgimiento de la concienciación social porlos abusos. Cada uno de esos dos grandes gru-pos sociales habrían propuesto y favorecidosendas perspectivas de comprensión y abor-daje del problema. Por un lado, estarían losgrupos e instituciones interesadas en el cam-po de la protección infantil. El problema delmaltrato infantil ya estaba reconocido y la ideade una infancia en peligro fue sin duda centralen el éxito del abuso sexual, pero no trataréeste punto en el presente artículo. Por otrolado, hebra que sí seguiré aquí, estaría partedel feminismo. Desde esta perspectiva femi-nista, dirá Finkelhor, el problema del abusosexual se sitúa más allá del problema del mal-trato infantil; según ella, habrá de ser entendidoinserto en la desventajosa situación de la mu-jer y la infancia en nuestras sociedades patriar-cales y en el modelo de socialización masculi-na que éstas implican.

2. EL SEXO Y SUS VÍCTIMASLa sexualidad, y los intensos cambios so-

ciales a ella asociados, era pues vista cada vezmás como fuente de peligro y con menor fre-cuencia como posibilidad para el placer y lafelicidad. En 1986 y en Estados Unidos dos no-ticias destacaron en este sentido. La llamadaComisión Meese, promovida por Reagan, esta-blecía que la pornografía es causante de la vio-lencia contra las mujeres y sugería la necesi-dad de prohibirla. Por otro lado, el TribunalSupremo de ese país consideraba que la sodo-

11

Page 6: Abusos sexuales infantiles: orígenes y contornos de un ... · definiciones de violación y abuso sexual hasta ... po de la clínica de una terminología básica-mente judicial y

AGUSTÍN MALÓN MARCO

mía y el sexo oral eran delitos que podían serperseguidos legalmente. La sexualidad y loque suponía de desorden cuando supuesta-mente era liberada de toda cadena moral fue-ron objeto de una campaña en la que, curiosa-mente, los grupos conservadores no estuvieronsolos. La alianza más insospechada tuvo lugarentre los conservadores y ciertos grupos femi-nistas. Fue precisamente el sexo y su podervictimizador lo que enlazó estas dos perspecti-vas sociales, inicialmente contrarias, comoaliados en una misma batalla: la lucha contrala pornografía. No es que las mujeres defenso-ras de un modelo tradicional y conservador seidentificaran con la liberación propuesta porel movimiento feminista. Lo que sucedió esque ambas perspectivas coincidieron en mu-chos aspectos de sus reivindicaciones. Y al fi-nal en ambos casos eran otra vez las mujeres,y los niños, las víctimas del sexo.

2.1. Feminismo y pornografíaA partir de los años setenta triunfó dentro

del movimiento feminista una perspectiva ideo-lógica que comenzó a percibir el sexo comoorigen del peligro y, en definitiva, como refle-jo de la histórica dominación masculina sobrela mujer. La pornografía fue así situada comoel paradigma de la sociedad patriarcal y de laconcepción de la mujer como objeto a explo-tar; en este caso como objeto sexual. SegúnOsborne (1989), la historia del movimiento fe-minista antipornográfico se remonta a la revo-lución sexual, tras la que se produjo una talvez inesperada proliferación de la denomina-da pornografía dura, contra la que surgierontendencias cuyos objetivos eran básicamentelos mismos del movimiento feminista en ge-neral, pero eligiendo la pornografía como ob-jeto de sus ataques por razones “tácticas”. Laideología de la dominación masculina sobre lamujer se reflejaba en los modelos que mostra-ba la pornografía. Sin embargo, ese argumen-to no bastaba. Temerosas de ser acusadas depuritanas, las feministas antipornografía sevieron obligadas a utilizar un tipo de discursoparticular. Por una lógica contaminadora im-

perante en nuestra sociedad fue posible sus-tentar ese combate en razones de peso queafectaran bien a la sociedad en general comovíctima abstracta de la pornografía, o bien asus individuos como víctimas concretas.

La pornografía fue asociada a la agresiónen general y muy especialmente a las agresio-nes sexuales. “De ahí la consideración de quelas mujeres son las principales víctimas de lapornografía (dura), pero no en un sentidosimbólico sino real, en virtud de esa aparenteconexión” (Osborne, 1989: 33). El lema “lapornografía es la teoría y la violación es lapráctica” venía a reflejar la clave de este dis-curso. La pornografía, además de degradar alas mujeres en general e impedir la igualdadsocial, generaría violencia contra las mujeresen una relación causal directa y unívoca. Deeste modo, como indica Osborne, las feminis-tas lograron, por un lado, evitar ser relaciona-das con grupos moralistas y puritanos y, porotro, evitar el conflicto con la libertad de ex-presión. No se condenaba la pornografía por-que sí; se condenaba porque era mala y teníaefectos nocivos. Al parecer, no lograron niuna cosa ni otra. La lucha contra la pornogra-fía abanderó gran parte del discurso feministaen los ochenta. De manos del llamado femi-nismo cultural, el combate contra la pornogra-fía no hizo sino reflejar un combate más am-plio contra la sexualidad y en definitiva contratodo lo masculino.

Sin duda, el eje central del feminismo cul-tural es que plantea radicalmente la separa-ción de lo femenino y lo masculino, localizan-do en el primero, en las mujeres, lascualidades o virtudes necesarias para un ver-dadero cambio social más allá de cuestionesestructurales; ello lleva incluso a combatirposturas de izquierdas como un reflejo másde la opresión masculina y a plantear la posi-bilidad de reconciliarse con modelos tradicio-nalmente criticados como el capitalismo, la re-presión sexual o el determinismo biológico. Elproblema no estaría en cómo se han construidoculturalmente hombres y mujeres, sino en lapropia naturaleza de ambos sexos que no de-

12

Page 7: Abusos sexuales infantiles: orígenes y contornos de un ... · definiciones de violación y abuso sexual hasta ... po de la clínica de una terminología básica-mente judicial y

ABUSOS SEXUALES INFANTILES: ORÍGENES Y CONTORNOS DE UN PELIGRO

pende de la cultura sino de la biología. Es elreflejo de una confianza absoluta en la supe-rioridad moral de las mujeres que convierte la lu-cha individual en lucha política, el comporta-miento particular en combate social.

Según Echols (1989) el paso del feminismoradical al feminismo cultural se produjo básica-mente en el terreno de la sexualidad; o, mejor di-cho, deberíamos buscar en los debates sobreel sexo la razón de esa escisión que se producedentro del feminismo y, más concretamente,en la relación entre feminismo y lesbianismo.El lesbianismo, debido a la postura de algunossectores del movimiento que localizaban en losexual el origen de la opresión femenina, nopudo presentar sus comportamientos comoopciones sexuales, sino como opciones políti-cas que implicaban el alejamiento de los mun-dos femenino y masculino; al presentar el les-bianismo como “la medida real del compromisocon el feminismo” (Echols, 1989: 91) se produ-jo el evidente alejamiento de las feministas he-terosexuales. Este enfoque del lesbianismo se-paratista era demasiado radical para dejar deser minoritario, pero con su evolución hacia el fe-minismo cultural donde no se rechaza a loshombres sino los valores masculinos, resultómás atractivo para más personas. En este con-texto, no es de extrañar que la violación fueratambién vista como un reflejo de esa violenciamasculina propia de todos los hombres y, loque es más curioso, que progresivamente todarelación heterosexual fuera equiparada a unaviolación: el coito consentido no era sino uneufemismo de ésta.

2.2. El sexo como agresiónDesde los años sesenta se había ido confi-

gurando dentro del feminismo una perspecti-va tendente a la crítica de la heterosexualidadque comienza a ser vista como un reflejo másde la dominación masculina impuesta a lasmujeres. Es por medio de la sexualidad, afir-mará este creciente discurso, como el hombreimpone el orden patriarcal: “Es a través de lasexualidad como el varón ejerce su poder so-bre la mujer; lejos de reducirse a una función

natural, el sexo aparece como el efecto y elinstrumento del poder falocrático, como unpunto de inflexión en las relaciones de domi-nio que los hombres establecen con las muje-res.” (Lipovetsky, 2000: 61).

Coincidiendo con el inicio de estas teorías,se produce el despegue de las denuncias contrala violencia sexual, destacándose por parte delllamado feminismo radical la importancia queestas agresiones sexuales, en sus múltiplesformas, tienen para el mantenimiento de esadominación masculina sobre la mujer. SeñalaOsborne (1993) cómo se fueron configurandonuevas figuras como los malos tratos o el acososexual y se produce un significativo desplie-gue de instituciones, leyes y mecanismos so-ciales para la denuncia e intervención en estoshechos. No obstante, al señalarse con tantoahínco y exclusividad la faceta más dramáticade las relaciones entre hombres y mujeres, sefavorece igualmente la sensación de que endicha violencia se basaba la dominación mas-culina, y se fueron olvidando otros elementosestructurales posiblemente de mayor impor-tancia estratégica.

Transcurridos ya los primeros años ochentase inicia, en consonancia con la obsesión victi-mista, la tendencia a ampliar el concepto deviolación hasta extremos nunca vistos, aten-diendo sobre todo a la llamada «date rape» oviolación entre íntimos. El error, se dirá, espensar que la violación se produce por partede desconocidos de la víctima que la asaltanvaliéndose de la oscuridad y la sorpresa; lamayor parte de las violaciones se producenentre personas conocidas. Lo curioso, no obs-tante, es que la violación ya ni siquiera se defi-nirá necesariamente por el uso de la violenciafísica, sino que la mera coerción e insistenciaverbal, la presión o la manipulación psicológi-ca, serán elementos válidos a la hora de defi-nir qué es y qué no es violación. La exagera-ción mediante el uso de las cifras lleva aconcluir que una de cada cuatro estudianteshabrían sido violadas, si bien en la mayoría de loscasos lo habrían sido sin ellas saberlo y en unporcentaje significativo la víctima habría segui-

13

Page 8: Abusos sexuales infantiles: orígenes y contornos de un ... · definiciones de violación y abuso sexual hasta ... po de la clínica de una terminología básica-mente judicial y

AGUSTÍN MALÓN MARCO

do teniendo relaciones con el agresor. La defi-nición de la agresión sexual llega al absurdo ysu sentido tiene lugar en esa definición de lomasculino mediante rasgos negativos y en elsexo como el reflejo más afilado de dicha maldad(Lipovetsky, 2000).

En esta misma lógica, característica de unaparte del feminismo estadounidense, se ins-criben dos significativos e ilustrativos fenóme-nos de ese nuevo peligro de los abusos sexua-les que venimos analizando en este trabajo.Por una parte, el pánico de los abusos ritua-les, que emergió a principios de los añosochenta y que podemos ver como el respon-sable de que los abusos sexuales pasaran aocupar un lugar preferente en la atención dela sociedad y, lo que es más inquietante, delos investigadores y de los servicios de protec-ción a la infancia. Por otra, como heredero deaquel otro, el movimiento terapéutico de lamemoria recuperada emergente en los ini-cios de los años 90 en Estados Unidos. Ambasrealidades pueden tal vez ser vistas como cari-caturas o derivas de ese nuevo peligro socialque fueron los abusos sexuales infantiles. Nocreo que se trate sencillamente de eso, sinoque más bien han de ser vistas como el lega-do del que nosotros somos herederos direc-tos. Pero aun siendo así, como cualquier cari-catura, en sus trazos podremos observaralgunos de los rasgos más destacados del peli-gro de los abusos tal y como nosotros lo per-cibimos en la actualidad.

3. ESTADOS UNIDOS: DEL ABUSORITUAL A LA MEMORIA DEL ABUSODurante la década de los 70 se había desa-

rrollado en los Estados Unidos un renovadointerés político, profesional y social por elproblema del maltrato infantil, sobre todo enlo que tenía que ver con el maltrato físico.Poco después, a lo largo de la década de losochenta, coincidiendo con el fenómeno socialque he descrito en páginas anteriores, se su-maría al carro el peligro de los abusos sexua-les, que iría alcanzando cada vez mayores co-tas de popularidad e interés profesional hasta

copar buena parte de la atención de institu-ciones, profesionales e investigadores. Lo sor-prendente de este proceso es que esa renovadaobsesión por el abuso sexual a menores tuvosu origen, o al menos un perfecto detonante,en el pánico del «abuso ritual». Desarrollaré acontinuación dos fenómenos íntimamenteunidos de tal forma que, en definitiva, habla-ríamos de una misma realidad social. Ambosilustran con esperpéntico detalle la modernaconexión entre infancia, sexualidad y peligro.2

3.1. Los abusos rituales3.1.1 Estados Unidos,el demonio y el abusoA lo largo de los años ochenta, tras la revo-

lución sexual, las transformaciones de la épo-ca y las ansiedades sociales generadas, se aca-baría definiendo un nuevo modelo de villanosocial: el abusador satánico. Dicho fenómeno,que vamos a denominar en términos genéri-cos como abuso ritual, respondería a factoresdifíciles de establecer, pero en su génesis in-fluyeron activamente los nuevos movimientoscristianos fundamentalistas, feministas, profe-sionales responsables de la protección infan-til, abogados, fiscales y policías.

Ya desde los 60 del S. XX, se desarrolló enlos Estados Unidos una cultura del satanismoque se reflejaba por ejemplo en la abundanciade películas sobre el tema —como El Exorcis-ta. Algunos estudios indicaban que un amplioporcentaje de la población creía en Satán yese número fue creciendo en las siguientesdécadas. En ese mismo contexto se sitúa ladesproporcionada paranoia social contra lassectas, muchas surgidas a partir de la contra-cultura de los 60, a las que se acusaba de unsin fin de atrocidades —muchas relacionadascon lo sexual— y en especial del “lavado decerebros” de los inocentes jóvenes que eransus víctimas. Esta teoría del lavado de cerebrofue a menudo utilizada para justificar todotipo de atropellos como los secuestros de losadeptos a la secta o los tratamientos de des-programación. Todo grupo calificado de “Cul-to” (Cult) fue rápidamente demonizado y ata-

14

Page 9: Abusos sexuales infantiles: orígenes y contornos de un ... · definiciones de violación y abuso sexual hasta ... po de la clínica de una terminología básica-mente judicial y

ABUSOS SEXUALES INFANTILES: ORÍGENES Y CONTORNOS DE UN PELIGRO

cado a pesar de que no se demostrara quehubiera participado en ningún acto criminal.Algunos de estos grupos se calificaban a símismos de satanistas o brujos. El temor se lo-calizaba sobre todo en los jóvenes que se in-ternaban en este mundo y a menudo algunos ac-tos cometidos por éstos eran exagerados,convirtiendo en un culto satánico organizadolo que sólo era un juego.

A partir de 1970, según Nathan y Snede-ker, empezaron a aflorar a lo largo de los Esta-dos Unidos una serie de rumores que alerta-ban de la amenaza a la que estaban sometidos losjovenes americanos: asesinos psicópatas, se-cuestradores, ocultistas, pornógrafos y abusa-dores. Los rumores, sin ninguna base o funda-dos en groseras exageraciones de hechosreales, recibieron la atención acrítica de losmedia, políticos, feministas, psicoterapeutas yprofesionales de la protección infantil. En1980 el gobierno republicano promovería lí-neas de investigación sobre la pornografía ylos abusos sexuales que no harían sino encendermás estos pánicos. Poco a poco se fue exten-diendo la idea de un aumento en el númerode hombres que se dedicaban a abusar de me-nores y se comenzó a hablar de “ring sex”para describir grupos organizados de pederas-tas que prácticamente se enviaban a los niñosde un lado a otro del país para abusar de ellos yhacer pornografía.

Ya en 1980, se iniciaron los rumores deabusos satánicos promovidos por gruposcristianos que hablaban de asesinos satáni-cos, ejecutivos diabólicos o grupos de rockque enviaban mensajes encriptados en suscanciones, que no cuajaron del todo en laclase media norteamericana. Ésta, sin embar-go, sí que entró a dar crédito a otros rumo-res crecientes como el de extrañas abduccio-nes de niños, redes de pornografía infantil ogrupos satánicos en centros infantiles; rumoresprovenientes igualmente de grupos conser-vadores. A ellos se sumarían sin ningún pu-dor las feministas y los grupos antipornogra-fía. Todo ello conduciría al pánico del abusoritual de los años 80.

3.1.2. El abuso ritualEn ese contexto social donde la sexuali-

dad había comenzado a verse como una fuen-te de peligro relacionada con el abuso, laagresión, la masculinidad y el diablo, fue don-de surgieron a principios de los años ochenta al-gunos casos particularmente sonados y esper-pénticos que más tarde serían vistos como losprimeros signos de una oleada de denunciaspor abusos sexuales rituales a lo largo detodo el país. Según Nathan y Snedeker, losprimeros casos como el de Mary Ann Barbouro el del colegio McMartin provenían o se ori-ginaron en mujeres con evidentes signos deperturbación mental, a pesar de lo cual am-bos fueron luego aceptados como válidos porparte de profesionales supuestamente prepa-rados. Sin embargo, a partir de aquellos casosy, en especial, del McMartin, un gran número decasos comenzaron a emerger en todo el país.En todos ellos tanto los acusados como susvíctimas y familiares pertenecían a grupos so-ciales de clase media–baja y trabajadora; confrecuencia, aunque no siempre, se trataba depersonas de dudosa moralidad según los cri-terios morales imperantes, lo cual incremen-taba la sospecha.

En algunos, la sospecha surgía sin ningunabase. En otros, se trataba de denuncias porabuso sexual que habían surgido en disputasfamiliares o por casos de pedofilia más o me-nos fundados, pero que acabaron convirtién-dose en investigaciones de supuestos abusosrituales satánicos y que incluían todo tipo deatrocidades. A comienzos de 1985, había cua-tro juicios abiertos por supuestos círculos deabusos sexuales en el condado de Kern y untotal de ocho descubiertos en un territorio de130.000 habitantes. Cientos de casos surgie-ron por todo el país en pocos años. La infor-mación sobre el abuso ritual comenzó a ex-tenderse como un reguero de pólvora porentre todas las fuerzas del orden. A todo elpaís fueron llegando circulares y materiales re-lacionados con los abusos rituales, su detec-ción y su persecución policial. La idea de unainmensa red de abusadores relacionados con

15

Page 10: Abusos sexuales infantiles: orígenes y contornos de un ... · definiciones de violación y abuso sexual hasta ... po de la clínica de una terminología básica-mente judicial y

AGUSTÍN MALÓN MARCO

las drogas o la pornografía infantil comenzó aimplantarse de forma generalizada entre losprofesionales de la justicia, la policía o los ser-vicios sociales. Cualquier niño podía ser vícti-ma de abuso.

Todos estos casos se caracterizaban, entreotras cosas, por la ausencia total de pruebas fí-sicas de las atrocidades denunciadas. Con fre-cuencia, los niños negaban los hechos en unprincipio y era tras las entrevistas con la poli-cía, abogados, trabajadores sociales o terapeu-tas, cuando los niños comenzaban a narrar sushistorias, que acabaron siendo la única prue-ba. Cualquier gesto, palabra, comportamiento,temor, podía ser indicio de abuso; desde unapequeña erupción en los genitales hasta unjuego de apariencias eróticas. Se repartieronformularios donde se señalaban palabras que,dichas por un niño, podían indicar abuso ri-tual —“naked”, “hitting”, “airplane” u “oran-ge” eran algunas de ellas—; así como conductasque podían igualmente llevar a sospechar elabuso —chuparse el dedo, pesadillas, miedosnocturnos, miedos a los monstruos, la sangreo la oscuridad.

Los niños solían ser de corta edad y ape-nas tenían capacidad para entender y explicarlo que realmente había pasado. El tipo de he-chos narrados y las personas señaladas comoresponsables resultaban a todas luces increí-bles e irracionales: desde actos de canibalismo,orgías, todo tipo de relaciones sexuales, zoofi-lia, invocaciones al diablo, canciones y ritualessatánicos, traslados de las víctimas en avión aotras ciudades para que otros grupos de abu-sadores se aprovecharan de ellos, ingestión de he-ces y orina, sacrificios de niños, etc. Por otraparte, cualquier persona podía ser señalada. El ca-jero de un banco donde acudía el niño, la tenderade una frutería, un agente de policía, un políticodestacado, actores famosos —como ChuckNorris— e incluso alguno de los terapeutasque llevaban los casos, aunque en esas ocasio-nes no se daba crédito a los niños.

La ausencia de evidencias convencionalesllevó a que fueran las palabras de acusados yacusadores, obtenidas mediante la sugestión y

la coerción, o bien las más ambiguas conduc-tas de los implicados, las que fueron utilizadaspara demostrar los supuestos abusos rituales.Los fiscales —incluida Janet Reno, que llegó aocupar un alto cargo judicial con Clinton—,aprobaron el uso de sospechosos métodospara la obtención de declaraciones de los acu-sados —hipnosis e imaginación guiada—,además de utilizar con frecuencia los prejui-cios sexuales de la sociedad norteamericanacontra los sospechosos —acusándolos de pro-miscuidad, homosexualidad, libertinaje, etc.La justicia, presionada por movimientos sociales,como los promovidos por algunas feministasimplicadas en una fanática lucha contra lasagresiones sexuales, aceptó como válidos mé-todos probatorios nunca antes permitidos:grabaciones en vídeo de evaluaciones explora-torias, declaraciones en vídeo, pruebas psico-lógicas —dibujos, tests, juegos con muñecos,etc. La emoción y las pretensiones de comba-te ideológico se antepusieron a la razón y lajusticia en los procesos penales; la supuestainocencia indiscutible de los niños es un buenejemplo de ello. A menudo los propios niños,que callaban o no decían nada de abuso, fue-ron silenciados por los acusadores en su pro-pio bien, o sus palabras fueron reinventadas y re-creadas a través de los métodos mássofisticados o burdos. El discurso de la diso-ciación —propio del movimiento de recupe-ración— fue el último exponente que permi-tía justificar el silencio de las víctimas; elsupuesto PTSD,3 constituyó el último filón alque sumarse para combatir la violencia mas-culina, ya que la propia enfermedad llevabaimplícita una crítica de ésta.

Las pruebas médicas de supuestos exper-tos en la detección forense del abuso estabanbasadas en teorías sin ningún fundamentocientífico sobre las señales que la penetracióndejaba en el ano o la vagina de los niños. Losgenitales de los pequeños fueron convirtién-dose en un obsesivo objeto de atención. Estasteorías de los profesionales que investigabanlos casos fueron más tarde desacreditadas pornumerosas investigaciones.

16

Page 11: Abusos sexuales infantiles: orígenes y contornos de un ... · definiciones de violación y abuso sexual hasta ... po de la clínica de una terminología básica-mente judicial y

ABUSOS SEXUALES INFANTILES: ORÍGENES Y CONTORNOS DE UN PELIGRO

Los acusados raramente confesaban y, enlos raros casos que lo hicieron, fue tras unsospechoso tratamiento terapéutico o bajo lapresión de fiscales y abogados con el fin deevitar una condena mayor. No obstante, mu-chas de las acusaciones llegaron a juicio, gene-raron investigaciones multimillonarias —in-cluso con grandes excavaciones buscandotúneles utilizados por los miembros de losgrupos satánicos o cementerios donde tirabanlos restos de los cuerpos de niños o animalessacrificados— y no se encontró ninguna prueba.Algunos juicios duraron varios años y, aunque enmuchos de ellos los acusados fueron final-mente liberados —tras pasar varios años en lacárcel—, otros muchos siguieron en prisiónmuchos años. Algunos todavía seguían en1995 cuando Nathan y Snedeker sacaron suinvestigación. Algunas condenas fueron decientos de años.

3.1.3. La industria del abuso sexualAlrededor de este fenómeno se formó lo

que Nathan y Snedeker (2001) o Money(1999) han denominado la industria del abu-so ritual, formada por profesionales y profa-nos de diversas instituciones y organizacionesencargadas de promover la verdad de los abusosrituales, además de formar a todos los profe-sionales del país para su detección y persecu-ción penal. Esta campaña fue en gran medidafinanciada por el Estado a través de millona-rias subvenciones a los organismos dedicadosa la protección infantil y que sufragaban la in-vestigación y los programas de intervención.El gobierno colaboró claramente en fomentarla creencia en la verdad del abuso a través degrupos de investigación que explícitamentetenían la finalidad de acabar con el escepticis-mo. Conferencias, encuentros, seminarios, li-bros, investigaciones, folletos, etc. fueron losmedios utilizados para hacer llegar a los profe-sionales la verdad del abuso ritual.

Cualquier atisbo de escepticismo ante es-tos discursos fue eficazmente neutralizadopor un organizado sistema profesional encar-gado de llevar adelante las teorías del abuso

ritual. Sus principales representantes ocupa-ban importantes cargos en organismos públi-cos y organizaciones profesionales o gruposde presión relacionados con la protección dela infancia. El abuso sexual, gracias a losmiembros de estas organizaciones, pasó a lasprimeras planas de las revistas y los progra-mas de televisión. Otras organizaciones socialesy profesionales fueron sensibilizadas. Un nuevolenguaje fue creado a su alrededor para po-der hablar con apariencia científica sobre loque era fantasioso, para poder hacer creíblelo increíble. Estos grupos y profesionales seencargaron de combatir lo que ellos conside-raban un insoportable escepticismo de la so-ciedad ante los abusos —como con el holo-causto judío— y que impedía que éstossalieran a la luz. Entre los activistas contra elabuso, sobre todo del feminismo, se empezóa desarrollar la idea de que había que contarla verdad del abuso y que la intervención enun caso de abuso buscaba fundamentalmenteque la víctima se sincerara y contara pública-mente lo ocurrido.

En general, el escepticismo ante este tipode procesos y los métodos utilizados en las in-vestigaciones y los juicios, brilló por su ausencia.Más bien existió un ambiente de credulidad ode indiferencia generalizada ante lo que esta-ba sucediendo. Aquellos que levantaron la vozeran personas u organizaciones que apenastuvieron poder para ser siquiera escuchados.Lo curioso es que a menudo las protestas más in-tensas provenían de grupos conservadores yde la derecha cristiana. Algunos autores, clara-mente favorables a esa ideología, criticaroncon furia la actuación de las autoridades antelos casos por abuso sexual y en general la for-ma en que se estaba invadiendo la privacidadde la familia. Sus argumentos eran lógicamen-te los de proteger esta institución y atacar alas feministas que en su opinión eran las prin-cipales responsables de lo allí sucedido. Tam-bién hubo autores, que provenían de la iz-quierda y que eran acérrimos defensores de lalibertad de expresión, que criticaban en gene-ral todo el sistema de protección infantil, o algún

17

Page 12: Abusos sexuales infantiles: orígenes y contornos de un ... · definiciones de violación y abuso sexual hasta ... po de la clínica de una terminología básica-mente judicial y

AGUSTÍN MALÓN MARCO

médico e investigador que cuestionaba públi-camente la validez de los indicios físicos utili-zados para demostrar el abuso sexual.

No obstante, la prensa y los medios de co-municación en general apoyaron el discursode la paranoia, y aquellos periodistas que locuestionaron fueron a menudo apartados delos casos o cuestionados en su profesionali-dad. Mucho peor les fue a los profesionalesde la salud mental, que vieron a menudoamenazado su trabajo, sus investigaciones,sus subvenciones e incluso su propia integri-dad física por criticar la paranoia del abuso ritual.En concreto, fue una asociación financiadacon fondos públicos la que utilizo múltiplesestrategias para desacreditar a los profesionalesque públicamente o en los juicios testificaban encontra de los procedimientos utilizados enestos casos. Estos profesionales eran presen-tados como personas que testificaban por elbienestar de los agresores y se difundían ma-teriales con orientaciones sobre cómo res-ponder a sus argumentos e incluso desmon-tar sus críticas si declaraban como expertosen algún juicio.

No obstante con el tiempo aumentaron yarreciaron las críticas contra este tipo de de-nuncias, los métodos de investigación utilizados,las pruebas existentes —o inexistentes—, los jui-cios y las sentencias. Los políticos y respon-sables públicos tomaron cartas en el asuntopara evitar este tipo de atrocidades. Los in-vestigadores comenzaron a cuestionar todos losmétodos de indagación y tratamiento utilizados.Las sentencias fueron apeladas y se fue con-siguiendo que los acusados salieran a la ca-lle. A pesar de ello, estos despropósitos y sudesmoronamiento no lograron generar unnuevo debate sobre la verdadera protecciónde la infancia. Muchos de los que fueronprincipales promotores de este nuevo peli-gro siguieron ocupando importantes cargosen organismos públicos.

Es verdad que los activistas del movi-miento tuvieron que moderar su lenguajepero, según Nathan y Snedeker, sólo se pro-dujo una especie de lavado de cara donde se

pulieron los aspectos que podían resultarmás sórdidos e inverosímiles —como la refe-rencia a Satán— para así salvar, por un lado,la imagen de muchos terapeutas que habíanapoyado ese irracional mensaje y, por otro,mantener la idea que se había implantado so-bre el abuso sexual en el ámbito de la protec-ción de menores. De algún modo, era preci-so crear un nuevo demonio más razonableque, además, sirviera para expresar a travésde la inocente voz de los niños las quejas delas mujeres sobre la violencia sexual masculina.La línea fue transformar el concepto y la lógicadel abuso ritual satánico en un “abuso sádico”que hablaba de multiperpretadores, círculossexuales multidimensionales o multivictimi-zación y asociaba el fenómeno a los asesinosen serie y similares. Esto sucedía en torno alos años 90, momento en que emergía confuerza otro fenómeno terapéutico herederode éste y que contaba a menudo con los mis-mos representantes.

3.2. El «Movimiento dela memoria recuperada»Ensayistas estadounidenses como Wendy

Kaminer (2001) o Robert Hughes (1994) hanhablado en sus trabajos de lo que éste últimoha denominado «La cultura de la queja», en re-ferencia a determinados fenómenos socialesque transformaron la realidad social y políticade aquel país en los finales de los ochenta yprincipios de los noventa y en los que la refe-rencia a la victimización fue un recurso cadavez más utilizado en todo conflicto público oindividual. Floreció entonces esa cultura don-de el “omnipresente recurso al victimismoculmina la tradicionalmente tan apreciada culturaamericana de la terapéutica. Parecer fuertepuede ocultar simplemente un tambaleanteandamiaje de «negación de la evidencia»,mientras que ser vulnerable es ser invencible.La queja te da poder, aunque ese poder novaya más allá del soborno emocional o de lacreación de inéditos niveles de culpabilidadsocial. Declárate inocente, y te la ganas.”(Hughes, 1994: 19).

18

Page 13: Abusos sexuales infantiles: orígenes y contornos de un ... · definiciones de violación y abuso sexual hasta ... po de la clínica de una terminología básica-mente judicial y

ABUSOS SEXUALES INFANTILES: ORÍGENES Y CONTORNOS DE UN PELIGRO

Este movimiento terapéutico, firmementeunido a todo el fenómeno de la “autoayuda”,era denunciado por Kaminer debido a su ca-rácter esencialmente irracional que “busca laverdad en la revelación en vez de hacerlo enla discusión; prefiere incrementar la autoesti-ma del individuo a poner en duda sus ideas, yjuzga las verdades sujetas a discusión en parte se-gún sea el grado de pasión con que se expongany en parte por su supuesto efecto terapéutico.Las creencias verdaderas son las que «curan»”(Kaminer, 2001: 228). Sus comentarios estánrepletos de continuas referencias al explosivosurgimiento del problema de los abusos se-xuales infantiles, que en este caso no seguíasino la estela del fenómeno del abuso ritual.Citando a la propia autora, “uno de los lega-dos más destructivos de la terapia de recupe-ración ha sido la práctica santificación de lostestimonios de quienes dicen haber sido so-metidos a abusos” (Kaminer, 2001: 230).

Parece pues que en ese proceso, del queya he hablado, por el que lo sexual fue cre-cientemente tratado desde el referente de lavictimización, los abusos sexuales infantiles yen especial el incesto pasaron a ocupar un lu-gar destacado gracias también a este movi-miento terapéutico. Los abusos junto a la por-nografía, los ritos satánicos y en ocasiones losextraterrestres, se enredaban en una mismamaraña de paranoia social. Desde sus más ra-dicales portavoces, aquellas personas que ne-gaban la veracidad de las denuncias de abusosexual en ritos satánicos eran a su vez acusa-dos de pertenecer a una gran conspiracióndestinada a encubrir los aterrizajes de seres deotros planetas y los comentarios sobre unaconspiración para ocultar lo que todo el mundosabía cierto: la desbordante realidad de losabusos sexuales y la presencia de extraterres-tres en nuestro planeta.

Según Kaminer, el movimiento de recupe-ración habría convertido el apoyo a las que se de-cían víctimas de algún tipo de abuso sexual ensu infancia, especialmente de tipo incestuoso, enbandera de su mensaje social. Con él se le in-vitó a la población a recordar, desvelar y de-

nunciar aquellas experiencias pasadas de lasque además muchas víctimas eran totalmenteinconscientes, puesto que sistemáticamentelas habrían negado en su subconsciente. Peroel abuso —concepto que en un principio seaplicó genéricamente a cualquier tipo de ina-decuación pedagógica, desde un grito hastauna bofetada—, reprimido en lo más profun-do de su ser, destruía la vida de la víctima sinque ella supiera que lo era. Sólo el recuperar-lo del pasado y sacarlo a la luz podía salvarlede su terrible destino.

Los apoyos incondicionales a las víctimas ysus declaraciones fueron entrando allí dondeno debían; los tribunales de justicia, de formaque “la fe ciega en la verdad de casi todas lashistorias sobre abusos fue garantía de máxima in-justicia: como era previsible, se procesó injus-tamente a varias personas (acusados muchasveces de satanismo y de someter a sus vícti-mas a abusos sexuales de carácter ritual), enlo que se ha comparado acertadamente con elproceso contra las brujas de Salem.” (Kami-ner, 2001: 240). Muchos Estados promulgaronleyes que permitían iniciar pleitos legales conbase únicamente en estos descubrimientos te-rapéuticos y algunos padres fueron demanda-dos por sus hijas tras la lectura de algunos delos manuales del movimiento o tras el proce-so de terapia. Elementos como la presunciónde inocencia o el derecho a un careo entreacusadores y acusado fueron dejados en unsegundo plano por el supremo bien de la víc-tima y la absoluta confianza en su verdad.Además se produciría lo que la autora señala-ba como una confusión entre justicia y tera-pia, ya que si, por un lado, se hacía hincapiéen los “derechos” de las víctimas y la confian-za absoluta en ellas, pasando sin miramientopor encima de los derechos de los “acusados”,por otro, se destacó el papel terapéutico quetenía para la víctima la condena del acusado.Era, pues, preciso castigar para “curar”, aun-que no hubiera pruebas claras de que el acu-sado fuera culpable. Merece la pena pues de-tenernos en esta sorprendente realidad definales del siglo XX.

19

Page 14: Abusos sexuales infantiles: orígenes y contornos de un ... · definiciones de violación y abuso sexual hasta ... po de la clínica de una terminología básica-mente judicial y

AGUSTÍN MALÓN MARCO

3.2.1. El movimiento terapéuticoDurante más de una década, señalan Ofs-

he y Watters4 (1996), una parte significativa dela comunidad terapéutica estadounidenseofreció la terapia de la memoria recuperada aun amplio público, especialmente a mujeres,que padecía problemas que iban desde depre-sión o dolores de cabeza hasta esquizofrenia oartritis. Los terapeutas defendían que estospacientes cargaban con experiencias infantiles deabusos sexuales que habían sido enterradas ynegadas en su inconsciente. Esa represión dela memoria era el origen de sus dolencias ypor lo tanto su recuperación terapéutica era elmedio más adecuado para curarlas. En ciertomodo, metafóricamente hablando, el traumá-tico recuerdo reprimido acababa creando unabsceso que el terapeuta pincha y drena me-diante sus técnicas de hipnosis, recuperacióny vivencia de aquellos sucesos.

Ofshe y Watters califican de escalofrianteel avance de este movimiento en la sociedadestadounidense. Las publicaciones aumenta-ron a pasos agigantados, así como los profe-sionales y los pacientes, autoproclamados su-pervivientes, que pasaron a formar partehabitual de los programas televisivos. Losprofesionales contaban con cada vez más pu-blicaciones y manuales especializados quefueron muy populares y que entraron en loscurricula universitarios, donde las enseñan-zas del movimiento llegaron a una parte signi-ficativa de los estudiantes de áreas relaciona-das con el tema; se organizaron numerososcongresos, conferencias, encuentros anuales,seminarios de formación y programas de ra-dio o televisión. La oferta terapéutica se mul-tiplicó y llegó a ocupar plantas enteras enhospitales de reconocido prestigio que, a me-nudo, eran sufragados con cifras millonariasaportadas por las compañías de seguros. Laslistas de síntomas asociados al supuesto abu-so, y que servían para sospechar de su exis-tencia negada en el subconsciente, llegaban a al-canzar el número de veinticinco indicios.Recientemente, citan los autores, los empresariosde la memoria recuperada han comenzado a

impartir seminarios profesionales y vender sus li-bros en Europa.

3.2.2. El coraje de sanar: supervivientesdel abuso sexual

“if you think you were abused and yourlife shows the symptoms, then youwere” Bass y Davis, (1988) The Coura-ge to Heal.5

El libro más representativo del movimien-to, Courage to Heal: A guide for women sur-vivors of sexual abuse, de Bass y Davis y delque se llegaron a vender 750.000 ejemplares,contaba entre uno de sus objetivos centralesel animar a estas víctimas, curiosamente cie-gas ante su condición, a escapar de ese enga-ño y a felicitarles por su valor. En este trabajo, ori-ginalmente publicado en 1988, sus autorasdespliegan los principios elementales de loque se llamaría más tarde el movimiento de lamemoria recuperada en el que las experien-cias de abusos sexuales en la infancia alcanzan unprotagonismo nunca visto hasta entonces.

Entre los presupuestos de estos plantea-mientos nos encontramos con una premisacentral: la mente de los niños y jóvenes es ca-paz de reprimir durante años o décadas las ex-periencias repetidas de abuso sexual y desaparecetoda posibilidad de recuerdo consciente deellas hasta que la persona está preparada pararecuperarlas y es realmente capaz de hacerlo.La mayoría de las mujeres víctimas de incestohabrían reprimido de esa forma sus experien-cias. Al contrario de lo que sucedía con los tra-tamientos de víctimas de agresiones sexuales opersonas conscientes de haber sufrido algúntipo de abuso en su pasado, las normas de estemodelo de terapia insistían en que los pacien-tes han de ser totalmente desconocedores dehaber sufrido esas experiencias e incluso mos-trar rechazo a las primeras sugerencias del te-rapeuta sobre dicha posibilidad.

La recuperación de dichos recuerdos es-condidos en lo más profundo de la mente es elúnico camino realmente válido para la absolu-

20

Page 15: Abusos sexuales infantiles: orígenes y contornos de un ... · definiciones de violación y abuso sexual hasta ... po de la clínica de una terminología básica-mente judicial y

ABUSOS SEXUALES INFANTILES: ORÍGENES Y CONTORNOS DE UN PELIGRO

ta curación de las víctimas que, en caso contra-rio, arrastrarán por el resto de su vida las se-cuelas de aquella experiencia, manifestadas enuna amplia diversidad de síntomas. Frente alsufrimiento inefable que, a decir de estas auto-ras, encierra el haber sido víctima de los abu-sos, el modelo terapéutico propuesto prometela radical transformación de la víctima en unasuperviviente, de un tipo de persona en otrocompletamente distinto: más sensible, real, in-tuitiva, fuerte y capaz de convertirse en una ex-celente terapeuta, doctora, madre o amiga.

A todas luces exagerados y falsos, casi mís-ticos, los resultados prometidos auguran unanueva persona pura y santificada. Con la acep-tación del abuso, la paciente pasa a pertene-cer a un nuevo grupo social: el de las víctimas su-pervivientes, con el que desaparecen los lazosque le unían a ese otro grupo que era la familia.Esos lazos no sólo desaparecen metafórica-mente sino realmente, al romper toda rela-ción con esa familia donde los miembros eran obien abusadores o bien negadores del abuso.La nueva familia estará formada por el tera-peuta, los grupos de terapia y el gran colecti-vo de los supervivientes del abuso.

No obstante, la santificación de la víctimano deja de contar con cierta dimensión marti-rizante. En cierto modo, la víctima se transmu-ta en una mártir que ha de sufrir con gozo loindecible en pro de su transformación existen-cial de víctima a superviviente: el sufrimientodesmedido como fase necesaria de la transfor-mación; una especie de glorificación de laconducta autodestructiva. Aquellos que sehieren a sí mismos son vistos como personascon un honor especial, con un rasgo misteriosoque les confiere un magnífico poder. Las difi-cultades no deben ser evitadas o alejadas, sinoabrazadas, reconocidas y valoradas: el dolorfemenino es nuevamente revalorizado delmismo modo en que se hizo con la mujer delsiglo XIX. Se produce así una especie de rena-cimiento de la víctima tras una especie de“muerte” ritual basada en el dolor.

En dicho proceso, que podía durar mu-chos años, el terapeuta adoptaba la figura del

chamán que “acompañaba” —aunque en rea-lidad dirigía y construía— a la paciente en suviaje al pasado para reconstruir su futuro y su re-cuerdo. La relación entre terapeuta y pacien-te era muy intensa, al igual que la dependen-cia emocional de la segunda respecto delprimero. La clásica relación de poder entreambos adoptaba en este marco connotacio-nes mucho mayores. El terapeuta era investi-do de un aura cuasi mágica que le hacía po-seedor de un conocimiento y habilidades quele permitían dominar a la perfección ese viaje ala gran verdad oculta en el pasado de la vícti-ma. El terapeuta, como nunca lo había sido,se convierte en soberano absoluto del proce-so de curación.

Los pacientes podían incluirse en tres ti-pos de categorías o bien combinar aspectosde éstas. La primera categoría eran aquellospacientes que salían de la terapia recordandovívidamente experiencias infantiles de abusosexual, puntuales o repetidas, a menudo ejer-cidas por sus padres o familiares cercanos. Lasegunda categoría incluía víctimas de abusosproducidos en rituales satánicos que se consi-deraban más o menos comunes y en los quese daban casos de canibalismo. La tercera ha-ría referencia a los casos en que el pacienteacababa siendo diagnosticado con el Síndro-me de Personalidad Múltiple.

a. Construir el abusoEs preciso señalar en primer lugar cómo

el concepto de memoria y de recuerdo fueampliamente transformado para dar cabida atodo tipo de conducta, sensación, reacción,emoción o idea, que eran debidamente inter-pretadas como memorias del abuso. Así, ex-periencias como la sensación de desagradocuando te abraza tu padre, sensación similar ala de un niño asustado, sueños, pesadillas, an-siedad cuando se visita a la familia, etc., eranreinterpretadas como signos claros del pasa-do abuso, como recuerdos del mismo. Nues-tra concepción de la memoria, dirían los tera-peutas, es demasiado limitada y es precisoampliarla. Incluso un dibujo elaborado por el

21

Page 16: Abusos sexuales infantiles: orígenes y contornos de un ... · definiciones de violación y abuso sexual hasta ... po de la clínica de una terminología básica-mente judicial y

AGUSTÍN MALÓN MARCO

paciente puede ser reinterpretado como laemergencia de un recuerdo dormido. Todoera susceptible de ser memoria de un abuso,memoria que no sólo te decía que habías su-frido abusos, sino que muchas veces te indi-caba quién los había cometido.

La cuestión, sin embargo, no es únicamentela de redefinir como memorias válidas algunasemociones, conductas o sensaciones. El pro-blema a menudo reside en recuperar recuer-dos dormidos u ocultos en lo más profundode la mente. Los métodos señalados son varia-dos: desde escribir o dibujar con la mano nodominante, hasta el psicodrama, pasando porla lecturas de manuales de autoayuda en lamateria. A menudo se exige para iniciar el pro-ceso que la paciente “crea” durante unos me-ses que ha podido sufrir abusos, aunque norecuerde nada en absoluto, y esté dispuesta asacar a la luz experiencias terribles y ocultas.Así pues, “creer” en el abuso es anterior a en-contrar “pruebas” del mismo. Se van estable-ciendo estrategias terapéuticas destinadas aproponer al paciente esa visión de su proble-ma actual, relacionándolo con algo que le su-cedió en la infancia.

Poco a poco el terapeuta va adoctrinandoal paciente —a veces, incluso, al propio acusa-do que no recordaba su crimen— hasta queéste está preparado para construir toda esanueva visión de su pasado. Si el paciente seniega a creer en esa posibilidad, ello es, porun lado, un signo de que con ese paciente habráque ir con cuidado y, por otro, de que es másprobable que el abuso sí que se cometiera. Laresistencia a creer en esta posibilidad es un in-teresante indicio de su verdad. La negacióndel abuso, característica de estos pacientes en losinicios de su proceso, es el más claro signo deque realmente el abuso se produjo. La incre-dulidad es signo de certeza. El terapeuta debetrabajar para ir eliminando cualquier resquicio deduda en el cliente sobre si fue abusado o no.

Una vez que el paciente ha aceptado la hi-pótesis y se anima a seguir con el proceso deextracción del recuerdo oculto, los mecanis-mos disponibles son también variados. Desde

centrarse en una sensación específica, hastaescribir una historia imaginaria donde el pa-ciente es víctima de un abuso, pasando por lalectura de materiales relacionados con el in-cesto, el uso de la hipnosis o el compartir ex-periencias con los supervivientes de esos he-chos. Todo el proceso, señalan Ofshe yWatters, se orienta a la reconstrucción de unsupuesto abuso, si bien sería más correctohablar de su creación a partir de la nada.Toda la vida pasada de una paciente es rein-terpretada a la nueva luz del incesto y la vi-sión que tenía de la misma antes de la terapia,cuando no recordaba sino una infancia feliz,es vista como una fantasía por ella misma in-ventada. Incluso el miedo que le provocaba lapelícula de King Kong, un desmayo o el ma-reo en su comunión son recuerdos vistos eneste sentido; el mareo es interpretado comoel recuerdo de un hombre que desea “poneruna cosa en su boca”.

b. SatánEn el proceso terapéutico, la escalada de la

gravedad de las memorias suelen ir habitual-mente a más, puesto que a menudo no se ob-serva ninguna mejora en el paciente tras lasprimeras “memorias recuperadas”, lo cual lle-va a la necesidad de crear nuevos recuerdos sicabe más terribles que los anteriores, hastadesembocar en todo tipo de atrocidades satá-nicas: rituales diabólicos, sacrificios, canibalis-mo, orgías, asesinatos, violaciones, bestialis-mo, etc. De un 15 % a un 50 % de los clientes deeste modelo terapéutico ha narrado este tipode experiencias y en algún Estado se han pro-mulgado leyes específicas para condenar estetipo de hechos. Un 12 % de los terapeutas hanafirmado haber tratado uno o más de estospacientes; algunos de ellos docenas o inclusocientos. Muchos miembros prominentes delmundo terapéutico afirman creer en este tipode abuso y se han escrito obras supuestamente“serias” al respecto. Como sucedía con el abusoritual, lo que subyace a estos fenómenos es lafirme creencia de que este tipo de ritualesexisten desde hace mucho tiempo y se han

22

Page 17: Abusos sexuales infantiles: orígenes y contornos de un ... · definiciones de violación y abuso sexual hasta ... po de la clínica de una terminología básica-mente judicial y

ABUSOS SEXUALES INFANTILES: ORÍGENES Y CONTORNOS DE UN PELIGRO

ido manteniendo en el anonimato gracias amágicos y extraños poderes de los agresores,que les permiten cometer todo tipo de atroci-dades sin que lleguen a ser descubiertos y eli-minados. Viniendo a complementar lo que sehabía dicho y visto en los casos de abusos ri-tuales, se afirmó que las víctimas sufrían unproceso de programación que les determina-ba para negar siempre los hechos e inclusopara obligarles a suicidarse.

Los medios de comunicación publicaronhistorias de este tipo de modo acrítico y sinconfirmar lo que en ellas se narraba; la poli-cía aceptó cientos de acusaciones de este ordeny llevó a cabo amplias y costosas investigacio-nes en ese sentido sin encontrar nuevamenteni un solo indicio que demostrara que estetipo de cultos existiera. Las pruebas erancontundentes y resultaba difícil para los men-tores del movimiento mantener sus afirma-ciones y la confianza en la veracidad de loshechos narrados. Lo curioso, como ellos mis-mos reconocían, es que los pacientes rara-mente llegaban a la terapia con las memorias dehaber sufrido el abuso ritual y es duranteeste proceso cuando esos recuerdos emergíana la consciencia. Una vez que se ha iniciadoel proceso terapeútico, muchas veces me-diante hipnosis, la construcción del abuso ri-tual es similar a la que se seguía en la recons-trucción de cualquier abuso sexual.

Como explican Ofshe y Watters, las narra-ciones de rituales satánicos, a todas luces falsas,exageradas y sin pruebas, son el talón deAquiles del movimiento de recuperación. Elproblema es que sus promotores no puedennegar la veracidad de las mismas porque en-tonces habrían de reconocer que sus méto-dos terapéuticos han creado historias falsas.Es una ortodoxia a seguir que se basa en que to-das las memorias de la terapia son ciertas.Cuando se les pide evidencia de lo que dicena los defensores de estas terapias, respondencon el principio de que su labor no es de-mostrar nada, sino ayudar a las víctimas. El«Creed a los niños» se convierte en el puntode partida de todo su discurso. Sólo el que

crea en los cultos satánicos y en la existencia deesos abusos puede permitirse el aceptarcomo clientes a las víctimas de esos hechos.Según los defensores del movimiento, lo im-portante es que cada víctima tiene derecho a re-construir su pasado como quiera; lo preocu-pante es que esa reconstrucción diluye lafrontera entre lo real y lo irreal. La preguntasobre qué sucedió realmente queda sustitui-da por el “¿Cómo te sientes?”.

El psicólogo Cory Hammond, profesoruniversitario y reconocido investigador eneste campo, rompió su silencio, según él conriesgo de su propia vida, en 1992 en la cuartaconferencia anual regional sobre abuso y per-sonalidad múltiple. En dicha exposición Ham-mond explicó con detalle el verdadero com-plot satánico que se esconde tras todos estoshechos y que enlaza a los nazis, la CIA, laNASA o la mafia en una intrincada red diabóli-ca donde los abusos sexuales no son sino untímido reflejo de un terrible mundo subterrá-neo. Hammond expuso una compleja teoríasegún la cual los miembros pertenecientes aesa misteriosa red satánica realizan regular-mente todo tipo de rituales satánicos, en losque, además de abusar de niños, los sacrifi-can y en ocasiones se los comen. Los sujetosque participan en ellos son programados paraolvidar lo sucedido, ocultarlo e incluso suici-darse. La alucinada teoría narrada por este au-tor no cuenta por supuesto con ninguna basemínimamente sólida, pero, curiosamente, se-gún Ofshe y Watters, es constatable su enor-me influencia en multitud de terapeutas ycientos de tratamientos llevados a cabo conpacientes supuestamente víctimas de estoshechos. Aquella conferencia, a la que han se-guido muchas otras, fue dictada en 1992 antecientos de terapeutas que aplaudieron sus pa-labras y fue posteriormente reconocida como untexto de valor pedagógico por la AsociaciónAmericana de Medicina.

Por supuesto, son múltiples las inevitablesobservaciones de los autores sobre el parale-lismo entre este fenómeno del abuso ritual yel sucedido en otras épocas como la caza de

23

Page 18: Abusos sexuales infantiles: orígenes y contornos de un ... · definiciones de violación y abuso sexual hasta ... po de la clínica de una terminología básica-mente judicial y

AGUSTÍN MALÓN MARCO

brujas. Lo curioso es que los propios defensoresdel movimiento utilizan aquellos fenómenoscomo antecedentes del mismo culto que sedescubre ahora. No se hace un análisis críticode aquellos miedos sino que sirven de pruebapara refrendar los de ahora como si fueranmanifestaciones sucesivas de una misma realidadcon características comunes a todas las épo-cas. La ausencia de pruebas y el disparate que so-lía acompañar aquellas denuncias y las de aho-ra, llevan a los defensores del movimiento noa establecer argumentos para defender supostura mejor, sino para destruir la postura, ysobre todo la imagen, de los que les acusan desimplicidad, falsedad y estupidez. Estos críti-cos son inmediatamente acusados de estar dellado de los pederastas, violadores, satánicos yotros misóginos que van en contra de las mu-jeres y las víctimas. La otra opción es pensarque aquellos que niegan o al menos dudan de es-tos hechos son parte de la población que noestá todavía preparada para enfrentarse a esaterrible verdad. Es el recurso a la negaciónque ha sido ya común a lo largo de la historiay que todos los autores que han escrito sobreel abuso indican en sus trabajos: el abuso in-fantil ha sido siempre negado, ocultado. Elloes signo de un valor moral inferior, valor quees asimilado inmediatamente por aquellosque sí que defienden a pies juntillas la veraci-dad de estas atrocidades.

c. Personalidades múltiplesUno de los síndromes más extremos aso-

ciados al problema del abuso sexual infantil hasido el de la personalidad múltiple. La lógicade base es simple: el trauma de la experienciaabusiva lleva a la víctima a dividir su identidad ennuevas personalidades que le hagan más “lle-vadero” el horror. Según afirman Bass y Davisen su obra Courage to heal, virtualmente latotalidad de las personas que padecen perso-nalidad múltiple ha sufrido severos abusos ensu infancia. Incluso muchos terapeutas consi-deran que cada personalidad puede llevarconsigo su propio paquete de experienciasabusivas. Al igual que la terapia de la memoria re-

cuperada, el diagnóstico de la personalidadmúltiple habría experimentado un tremendoincremento en los últimos diez años. Segúnun reconocido experto en la materia, alrede-dor de un 1 % de la población cumple los cri-terios de este diagnóstico; ello implica quesólo en Estados Unidos habría dos millonesde personas con personalidad múltiple.

Ofshe y Watters analizan este supuestotrastorno de un modo crítico llegando a lamisma conclusión que en el caso de las narra-ciones pasadas de abuso sexual: todo pareceindicar que es el terapeuta el que lleva a caboun complejo y sutil proceso de sugestión conel paciente en el que va creando una serie devariopintas “personalidades” que pueden in-cluir desde personas de distintas edades ysexo hasta animales. Algunos investigadoreshan sugerido que hay muchas posibilidadesde que ningún caso de MPD —siglas en in-glés— en adultos surja de forma espontánea yfuera de un tratamiento que, probablemente,lo haya provocado. Así pues, el trastorno noexiste per se, sino que es creado por los pro-pios terapeutas.

Los resultados descritos de las terapias llegana ser incalificables. En muchos casos los pro-blemas de personalidad múltiple enlazan conel complot satánico ya descrito anteriormen-te. Muchos expertos llegaron a defender quedetrás de todo esto está la CIA, que contabacon un programa donde maltrataba a niños demil formas distintas para crear adultos conpersonalidad múltiple. Esto lo afirma una re-conocida autora en el campo de la MPD que, asu vez, ha sido presidenta de una asociaciónpara el estudio de este trastorno que cuentacon más de tres mil miembros. Por supuestoque toda postura que trate de demostrar quela personalidad múltiple no es sino una gro-tesca degeneración del proceso terapéutico esrápidamente rechazada como perteneciente adicho complot.

3.2.3. La actualidad del fenómenoYa he citado en líneas generales cómo fue

el impetuoso auge del movimiento de recu-

24

Page 19: Abusos sexuales infantiles: orígenes y contornos de un ... · definiciones de violación y abuso sexual hasta ... po de la clínica de una terminología básica-mente judicial y

ABUSOS SEXUALES INFANTILES: ORÍGENES Y CONTORNOS DE UN PELIGRO

peración allá por el inicio de la década de los 90,siguiendo la estela de los pánicos sobre losabusos rituales. El éxito social quedó refleja-do en aspectos como la progresiva apariciónde leyes que permitían iniciar procesos judi-ciales basándose únicamente en recuerdosde abuso recuperados durante la terapia, elaumento por lo tanto de las denuncias porabusos alentadas por terapeutas y abogadosciviles oportunistas, los millones de dólaresgastados por las compañías aseguradoraspara pagar los costosos tratamientos terapéu-ticos, etc. El movimiento de recuperación asu vez ocupó un lugar preferente y cada vezmás influyente en todo el campo de la saludmental —Ofshe y Watters citan su influenciaen la Asociación Americana de Psicología, lade Psiquiatría y la de Trabajadores Sociales,así como el desarrollo de una gran oferta for-mativa para dichos profesionales.

Ahora, dicen en 1996, las cosas han cam-biado. Señalan una evidente crisis en todo eldiscurso de la recuperación y el inicio de unmarcado rechazo por la sociedad en general ylos grupos profesionales en particular que,poco a poco, van señalando las trampas queesconde este fenómeno. Los defensores delmovimiento han sido acallados cada vez conmayor fortaleza y muchos son los que se venobligados a reconocer su propia caída. Auto-res reconocidos del movimiento apenas salenahora en los medios de comunicación dondeantes eran habituales y sus teorías son a me-nudo ridiculizadas públicamente en los me-dios. Incluso algunos autores como Bass oHerman reconocen ahora que puede ser po-sible que se crearan falsas memorias, algo queantes era absolutamente imposible de reco-nocer. Un reconocido defensor del movi-miento que llegó a señalar con pasión todo eltema de los rituales satánicos y de la conspi-ración mundial para controlar al mundo a travésde la programación de los niños —incluida laCIA— escribió una carta donde lamentaba laimagen que se había dado de él y negaba granparte de todo lo que evidentemente fue ca-paz de hacer.

Todas estas concesiones sobre posibleserrores no son, a juzgar por estos críticos, sinoformas de evitar aceptar las oportunas respon-sabilidades echando la culpa a las malas prácticasprofesionales de algunos individuos que hanrecibido una formación inadecuada. Las cosasno han quedado, pues, claras del todo y con-ceptos como el de disociación o represión si-guen existiendo y aceptándose en el ámbito dela psicología o la psiquiatría. No debemos olvidar,dicen los autores, que detrás de todo esto han es-tado tres prestigiosas organizaciones profesio-nales —las ya citadas— que han amparado elmovimiento de recuperación, sin adoptar des-pués ningún tipo de responsabilidad sobretodo lo sucedido. Una pregunta central sehace necesaria en las últimas páginas de su tra-bajo: ¿por qué los grupos profesionales direc-tamente implicados en el fenómeno —psiquia-tras, psicólogos, trabajadores sociales—no hancuestionado en general las sorprendentes pro-puestas y prácticas de estos terapeutas? La res-puesta parece concluyente: evidentemente setrata de proteger a todo el grupo y sus intere-ses. Nadie, dicen, se va a arriesgar a que cues-tionen su estatus por acusar a una parte de suprofesión. Curiosamente, los médicos sí quehan señalado algún riesgo en este sentido, pre-cisamente porque a ellos no corresponde esecampo de intervención.

Las demandas legales contra terapeutaspor parte de familiares de los pacientes o in-cluso de los propios pacientes han aumenta-do progresivamente de forma sorprendente yla perspectiva de futuro es que sigan hacién-dolo. Las penas impuestas a los terapeutashan sido en muchos casos millonarias. Algu-nos jueces han dictaminado sentencias donde secuestiona claramente la validez científica delas propuestas defendidas por el movimientode recuperación y son numerosos los casosdonde las víctimas del movimiento, las pacien-tes, han retornado con sus supuestas familiasabusadoras y se han reconciliado con ellas.

No obstante, si bien reconocen que mu-chos profesionales han señalado el tremendoerror que implica y el gran daño que están ge-

25

Page 20: Abusos sexuales infantiles: orígenes y contornos de un ... · definiciones de violación y abuso sexual hasta ... po de la clínica de una terminología básica-mente judicial y

AGUSTÍN MALÓN MARCO

nerando sobre muchas personas, la ampliaaceptación social del discurso y su prolíficaaparición en distintos ámbitos profesionalesparecen augurar un futuro no demasiado hala-güeño con los que son críticos con dicho fe-nómeno. Muchos datos apuntan a que la so-ciedad y los que la gobiernan parecen engeneral dispuestos a aceptar estas ideas inclu-so en sus leyes. El fenómeno del movimientode recuperación y su derrumbe, afirman estos au-tores, ha ayudado a desvelar la estructura que es-conde todo el campo de la salud mental. Si nose da un cambio positivo y claro en otra líneade organización más asentada en el conoci-miento científico, es posible que se vuelva aproducir cualquier otro fenómeno de simila-res características.

4. FEMINISMO, ABUSOS RITUALESY MOVIMIENTO DE LA MEMORIARECUPERADA

“Perhaps incestuous rape is becominga central paradigm for intercourse inour time.” (Dowrkin,6 citado en Ofshey Watters, 1996: 10).

De interés para nosotros es, a su vez, el se-ñalar, tal y como algunos autores apuntan, larelación que existió entre el nuevo conserva-durismo, el abuso ritual, el movimiento de re-cuperación y algunos grupos feministas. Hastaahora hemos ido citando puntualmente algu-nos aspectos de la conexión que se pudo darentre todo el discurso feminista aquí expuestoy el fenómeno de los abusos sexuales infanti-les que nos interesa en este trabajo. Comoafirma Osborne, a mujeres y niños siempre seles ha metido en el mismo saco y este caso noha sido la excepción. La percepción de la por-nografía como amenaza no sólo afectaba a lasmujeres, sino también a los niños que son ex-plícitamente señalados como potenciales vícti-mas de ese objeto y, por extensión, de la eró-tica masculina y la ideología patriarcal “queconsidera a las niñas y niños y a las mujerescomo propiedad a su servicio, lo que incluye

también la obtención de placer sexual bajocualquier condición y a cualquier precio.” (Be-zemer, 1994: 12)7

De hecho, ciertos grupos feministas se im-plicaron activamente en la lucha contra losabusos sexuales y el apoyo incondicional a susvíctimas —además de la lucha contra la porno-grafía. A pesar de la falacia que podía escon-derse tras todo ese discurso de la inexistenciade pruebas verificables de sus argumentos ode su asociación con ideas satánicas y patente-mente irracionales, “un elevado número de fe-ministas críticas abrazó el movimiento de recu-peración y trasladó a los debates sobre políticapública su fe irracional en las verdades perso-nales.” (Kaminer, 2001: 250).

El discurso del abuso sexual está impreg-nado de la lógica y el combate feminista. Enlos trabajos de Nathan y Snedeker o el de Ofshey Watters, que hemos utilizado para la exposiciónde esos dos fenómenos relacionados, sonconstantes las referencias a cierto feminismocomo ideología promotora de estos nuevospeligros. Finkelhor destacaba el papel del fe-minismo en la concienciación social por elproblema de los abusos, si bien sus aportaciones,señala este autor, están muy mediatizadas por suideología sobre la dominación masculina, enla que integran de forma coherente el proble-ma del abuso hacia los niños. Más que preocu-parse por una visión del problema desde elpunto de vista de las familias disfuncionales, elfeminismo tendía a culpar a la sociedad pa-triarcal y a la socialización masculina, mostran-do un especial rechazo por las teorías que ha-blaban por ejemplo del papel de las madrescomo cómplices silenciosas del incesto (Fin-kelhor, 1984: 4).

Del mismo modo, en su análisis de las or-ganizaciones de supervivientes del abuso se-xual, Browne (1996) señala cómo se hace evi-dente el papel que tuvo el feminismo en elreconocimiento del abuso sexual infantilcomo problema grave de nuestra sociedad y laimportancia que tiene la perspectiva feminista enla filosofía de todas estas organizaciones. Y esprecisamente un análisis de las organizaciones

26

Page 21: Abusos sexuales infantiles: orígenes y contornos de un ... · definiciones de violación y abuso sexual hasta ... po de la clínica de una terminología básica-mente judicial y

ABUSOS SEXUALES INFANTILES: ORÍGENES Y CONTORNOS DE UN PELIGRO

de supervivientes del abuso el que incluyeesas referencias al feminismo. Es posible queello sea sencillamente un reflejo de cómo elfeminismo, o parte de él, habló de las víctimasde abuso como supervivientes del mismo,como si ese objeto sagrado que era la víctimade abusos mereciera este calificativo, hacien-do así honor a lo heroico de su experienciapasada, presente y futura. La imagen de lasvíctimas como supervivientes del abuso es unelemento clave en la evolución de la percep-ción social del problema desde sus inicios.

Todos los autores en los que me he basa-do destacan el papel que tuvo el movimientofeminista en el desarrollo del abuso ritual ydel movimiento de recuperación, al convertirel abuso sexual y especialmente el incesto pa-dre–hija, en prototipo de la sociedad patriar-cal y origen de gran parte de sus injusticiasrespecto de la mujer. El problema del abusosexual se convirtió en foco de interés social enla década de los ochenta ya que representabala convergencia de un supuesto conocimiento clí-nico y una conciencia feminista. El abuso se-xual y todo el discurso de su recuperación te-rapéutica supuso, pues, una excelentemetáfora de la crítica a la sociedad patriarcal y susmales. Del mismo modo que una mujer “des-cubre” que fue abusada, la sociedad “descu-bre” a través de este movimiento su maltratohacia la mujer. Según Andrea Dworkin, los pa-dres violan a sus hijas como medio de sociali-zación en su estatus femenino. Kathy Swink,en su obra titulada The dynamics of feministtherapy, afirma que el incesto es la expresiónextrema de la sociedad patriarcal entrenandoa las víctimas en lo que será su futura funciónsocial: atender a las necesidades de los demás,especialmente de los hombres (Ver Ofshe yWatters, 1996: 10). Así, lo que acabó sucedien-do es que la defensa de este modelo de tera-pia suponía en definitiva una defensa del femi-nismo; quien se oponía a él iba en contra deéste (Robbins, 1995).

El abuso sexual infantil simbolizaba y con-densaba metafóricamente muchos de los te-mores y peligros que acechaban y acechan a

las sociedades contemporáneas: inseguridad,vulnerabilidad infantil, cambios en el papel de lamujer, moral sexual, etc. En un clima victima-rio donde todo «superviviente» de experien-cias abusivas, susceptibles de ser recuperadassi han sido reprimidas, adquiere cierto estatus desacralidad, cualquier crítico del movimiento esacusado de misógino y cualquier abogado quehable de los derechos del acusado es señaladocomo defensor del abusador. La crítica se hizopues imposible durante muchos años e inclu-so ahora, dicen los autores, lo es en determi-nados contextos.

En ese proceso, de algún modo se apro-piarían del mismo lenguaje y actitud que elmovimiento de recuperación. “Algunas femi-nistas, por su parte, tomaron prestados delmovimiento de recuperación términos comocodependencia, adicción y abuso. La recupe-ración contribuyó a la aparición del feminismoterapéutico, que demonizaba al hombre ycuyo objetivo era recuperar la autoestima delas mujeres supuestamente frágiles y eterna-mente victimizadas.” (Kaminer, 2001: 238). Deahí a la alianza entre los grupos más conserva-dores y parte del movimiento feminista paraluchar contra la pornografía y otros males, habíasolo un paso. Este último no dejó de creer en larelación entre satanismo, pornografía y abu-sos sexuales. Las mismas escritoras antifemi-nistas comenzaron a utilizar el lenguaje del fe-minismo y los movimientos antiabortistascomenzaron a hablar de la «violación quirúrgica»(Hughes, 1994: 20).

Según explica Kaminer, las feministas podíantener sus razones para entrar en ese discursoacusador, sin duda con tintes fanáticos e irra-cionales, puesto que les permitía denunciar loque ellas consideraban una histórica indiferen-cia y ocultamiento social del incesto y los abusossexuales. De no creer a ninguna mujer que sedecía víctima de estos hechos se pasó a de-fender la inamovible verdad que se ocultabadetrás de cada revelación, por mucho que lapropia historia narrada por la víctima fueratotalmente inverosímil. Era otra muestra, talvez de las primeras, de lo que será la santi-

27

Page 22: Abusos sexuales infantiles: orígenes y contornos de un ... · definiciones de violación y abuso sexual hasta ... po de la clínica de una terminología básica-mente judicial y

AGUSTÍN MALÓN MARCO

ficación social de la victima, que pasó a seruna especie de nuevo objeto sagrado de nuestracultura. Si las feministas antipornografía des-cubrieron, según declaró una de sus teóricas,“una nueva teoría de la causalidad social” en lapornografía, dando cuenta del meollo de laopresión femenina (Osborne, 1993: 20), lasdefensoras de la memoria recuperada lo hanencontrado en las experiencias infantiles deabuso sexual, que explicarían toda génesis dela edad adulta problematizada.

V. CONTEXTO HISTÓRICOY PELIGRO SEXUALHe llevado a cabo hasta aquí un pequeño

repaso de lo que considero facetas importantesde esa nueva ola de antisexualismo que, a decirde Money, habría invadido Estados Unidos, Ca-nadá y Gran Bretaña a partir de los ochenta.Desconozco en realidad el peso que pudierontener en aquel país los fenómenos descritos en re-lación al abuso sexual. Lipovetsky y Todorov nolos citan; probablemente tampoco apareceránen los libros de historia, aunque sí lo recogeKrauthammer (1994) en su breve esbozo delnuevo concepto de desviación en Estados Uni-dos. Otros como Money, Kaminer, Nathan ySnedeker, Ofshe y Watters insisten en las im-portantes dimensiones y consecuencias socia-les que llegaron a tener allí.

De Europa o nuestro país no he dichonada. Parece que por aquí somos algo más so-segados que los estadounidenses respecto dela emergencia de esos discursos sociales y lospeligros que reclaman. Lipovetsky (2000) de-fiende la necesidad de hablar de hecho de la«excepción americana», dado que los extre-mos que han tenido lugar en aquel país no pa-recen tener posibilidades de cuajar en otroslugares del mundo y mucho menos en Euro-pa. No obstante, hemos de reconocer que so-mos herederos de aquellos miedos, si bien suconsideración y tratamiento ha podido diferirdel que se llevó a cabo en Estados Unidos.

Desde los efectos del SIDA hasta la paranoiasatánica ya descrita, pasando por las batallas an-tipornográficas, parte de occidente ha asistido a un

progresivo proceso de criminalización de granparte de lo que tiene que ver con lo sexual.Además he señalado, como sugería Money y he-mos tenido oportunidad de ver, que el proble-ma de los abusos sexuales infantiles ha ocupadoun papel destacado en dicha transformación.En este proceso histórico, del que es difícil sa-ber en qué etapa nos encontramos, han sidomuchos los grupos e ideologías que han jugadosus intereses, muchos de ellos válidos y otrosno tanto, siendo difícil separar el grano de lapaja. Ha sido mucho también lo que se ha di-cho sobre el problema de los abusos y en estecaso nos encontramos con la misma dificultadde una criba que diferencia lo razonable de loque no lo es tanto. Las posturas adoptadas sehan mantenido con demasiada frecuencia en lasutil frontera entre la razón y la irracionalidad,entre el sentido común y el fanatismo.

En cualquier caso, si observamos sus prin-cipales características, es evidente que dichofenómeno participa de los mismos compo-nentes que hemos señalado como caracterís-ticos de esa cultura victimista. Así, por ejem-plo, el discurso de la recuperación permite acualquier adulto, sobre todo mujer, convertir-se en la eterna víctima de unos abusos pasa-dos cuya veracidad es difícilmente demostra-ble. Sin fundamento alguno en la ciencia o larazón, los defensores del movimiento a suvez convirtieron una experiencia asociada a losexual en el origen de todos los males y llega-ron a convencer a la sociedad, y a muchosjueces, de que la palabra de la víctima era sa-grada. Los héroes de aquella sociedad fueronlas víctimas, y las víctimas del abuso sexual es-taban sin duda llamadas a convertirse en unmodélico referente.

De hecho, la imagen de la víctima del abuso,cuyo recuerdo es dramáticamente recuperadocon el apoyo del «Dios–terapeuta», aúna en unamisma realidad la idea de víctima y la de super-viviente. Hay algo en ella de ese optimismo he-roico de un fénix que resurge de sus cenizas,símbolo muy propio del ideal del individuoamericano. Si a ello le sumamos, como veremosen el próximo apartado, cierta trascendencia

28

Page 23: Abusos sexuales infantiles: orígenes y contornos de un ... · definiciones de violación y abuso sexual hasta ... po de la clínica de una terminología básica-mente judicial y

ABUSOS SEXUALES INFANTILES: ORÍGENES Y CONTORNOS DE UN PELIGRO

histórica que se otorgó a toda revelación deabusos, el papel que Satán, la conspiración dedeterminados grupos sociales, el FBI o la CIAacabaron teniendo en aquel proceso, el círculoperfecto se cierra. El símbolo de la «víctima–su-perviviente» que el feminismo y los activistasdel abuso sexual han construido colma, comoningún otro, el ideal de aquella sociedad en esa eta-pa de su historia.

Por ello sugiero que ha sido en generaltodo el discurso profano y especializado sobreel abuso sexual a menores un producto de esacoyuntura histórica de la que nosotros hemossido partícipes sin saberlo. En la segunda partede este artículo, consistente en un análisis críticode lo que llamaré la ciencia del abuso, seránobligadas las referencias a Freud y Kinsey, ade-más de a las autoras feministas o el reconocido tra-bajo de Finkelhor. Pero igualmente me intere-saré por sondear las posibles conexiones entreesta reflexión científica y esos otros fenómenosque ya he descrito. Estructuraré mi exposiciónsiguiendo lo que en mi opinión son los princi-pales elementos que han dado forma al moder-no discurso sobre el peligro del abuso sexualen la infancia y que comparte, sin lugar a du-das, con los principios del abuso ritual o el mo-vimiento de recuperación: la histórica negacióno ceguera ante el problema, la terrible exten-sión del mismo, que hace más increíble esa ce-guera, y su gravedad.

SEGUNDA PARTE

LOS CONTORNOSDE UN PELIGRO

1. DE LOS LÍMITES ENTRELO IRRACIONAL Y LO RAZONABLE1.1. De la sensatez al fanatismoPosiblemente, para muchos, los fenóme-

nos del abuso ritual, el movimiento de recu-peración y sus infundadas propuestas habríande ser valorados sencillamente como una de-rivación extrema y no deseada de la razonableatención debida al problema del abuso. Desde

esta postura, digámoslo así, estos discursosirracionales no serían sino una consecuenciano deseada, marginal o degenerada si sequiere, de un tratamiento científico y sensatodel asunto.

Desde luego que la inquietud científica ysocial por el abuso sexual a menores es ante-rior al fenómeno del abuso ritual y su secuelaen el movimiento de recuperación. Ya Kinseyhacía referencia al problema en los años cin-cuenta, aunque denunciaba el dramatismocon que estaba siendo tratado. De hecho, eltemor a los abusos a menores venía de anti-guo en los Estados Unidos y tampoco era aje-no al discurso de la degeneración de pasadossiglos en Europa. Ya hemos hablado tambiénde cómo fue en los años 70 cuando se desa-rrollaron las primeras grandes investigacionessobre el tema —aunque llevadas a cabo porautores que luego participarían más o menosactivamente en los otros fenómenos descritoscomo Finkelhor y Russell— que empezaron aalertar con las terribles estadísticas y la grave-dad del problema.

Aceptemos, pues, esa posibilidad y afirme-mos que una cosa era tratar el tema del abusocon el rigor y la atención merecida y otra biendistinta hacer lo que hicieron aquellos fanáti-cos en los años ochenta y noventa en EstadosUnidos. Desde este punto de vista, diríamosque entre ambas formas de tratar el tema nose debería suponer en un principio nada másque una mera relación de parasitismo de unarespecto de la otra. La irracionalidad impues-ta por parte de los discursos del abuso ritualo de la memoria recuperada en su modo deafrontar el problema de los abusos es evidentey sin duda para muchos terriblemente cho-cante. Los extremos a los que han llegado ensus afirmaciones son de tal calibre que impi-den siquiera la confrontación lógica y argu-mentada. Esa insensatez no se hace en apa-riencia tan evidente en el discurso habitualsobre el problema del abuso en la mayor partede las obras publicadas y tampoco lo ha he-cho, al menos por el momento, en socieda-des europeas como la española.

29

Page 24: Abusos sexuales infantiles: orígenes y contornos de un ... · definiciones de violación y abuso sexual hasta ... po de la clínica de una terminología básica-mente judicial y

AGUSTÍN MALÓN MARCO

Además, sería preciso señalar que no es to-talmente exacto hablar de una unidad total,por ejemplo dentro del propio movimientode recuperación tal y como lo describen autorescomo Ofshe y Watters. Dentro del mismo mo-vimiento terapéutico, existen líneas de opi-nión divergentes y que a menudo se cuestionanunas a otras. Así, por ejemplo, un reconocidoautor en el ámbito de la Personalidad Múltiplecomo Frank W. Putnam (1991) cuestionabalos fundamentos de las teorías que defendíanla existencia de abusos rituales satánicos—, sibien lo hace con una respetuosidad por lasmismas y sus autores, tratados como científi-cos serios, muy alejada de las encendidas críti-cas de Ofshe y Watters.

La crítica sobre la recuperación de supuestasexperiencias reprimidas de abuso sexual de-bió surgir dentro del propio ámbito de la in-vestigación de los abusos sexuales infantiles.Un buen ejemplo es el artículo de Robbins(1995) “Wading throuh the Muddy Watters onRecovered memory”, donde analiza la teoríade la memoria recuperada en materia de abu-sos sexuales y trata de establecer una serie deorientaciones para los profesionales sobrecómo interpretar estos planteamientos y quélímites ponerles. En este sentido, Robbins lle-va a cabo un análisis, similar al de Ofshe yWatters, de las afirmaciones sobre la existen-cia de la disociación y la represión del abuso,todas ellas basadas en el estudio de casos y sinninguna prueba clara de su existencia y mu-cho menos de esa supuesta relación con losabusos sexuales infantiles. Cuestiona, pues,los planteamientos comunes a todo el movi-miento de recuperación, sobre el funciona-miento de la memoria ante los hechos trau-máticos vividos en la infancia, exponiendo elmodo en que realmente funciona la memoriay el significado de la “amnesia infantil” que, le-jos de ser reflejo de un trauma, es un hechocomún a todas las personas. Otros puntos ca-racterísticos del movimiento como la supues-ta veracidad de todas las alegaciones de abuso—sobre todo cuando implica a extraterrestres,rituales satánicos, vidas pasadas o memoria

uterina— son igualmente cuestionados porRobbins que, en definitiva, pretende defenderla necesidad de indagar experiencias pasadasde abuso sexual sin caer en los extremos defen-didos por el movimiento de recuperación.

El artículo de Robbins sería, pues, unaprueba de que, dentro del tratamiento cientí-fico del problema de los abusos, es posible ha-cer planteamientos más razonables y menoscombativos que los que el movimiento de re-cuperación propone. Todo esto es muy cierto yevidentemente no debemos acusar de irracio-nalidad a todo lo que se ha escrito sobre abu-sos sexuales infantiles. No obstante, sin negarlo dicho anteriormente, tampoco debemosdejar de indagar la existencia de posibles rela-ciones que, en mi opinión, hacen sospecharde una notable y fluida comunicación entreambos fenómenos en ideas y autores, además dela existencia de una misma raíz compartida. SiRobbins afirma acertadamente que no debe-mos confundir el problema de la memoria re-cuperada con el de los abusos sexuales infan-tiles, por nuestra parte queremos sugerir queno debemos olvidar que ambos fenómenoscuentan con orígenes y progresos muy cerca-nos entre sí y que no es exacto hablar sencilla-mente de uno como precedente del otro, sinoque ambos son reflejo de un mismo discursoimplicado en la estrategia de ese otro fenóme-no histórico de mayor trascendencia: la reno-vada percepción del sexo como peligro. Vea-mos algunos indicios que justifican lo queestoy sugiriendo y que invitan a un análisismás detenido del que yo he podido llevar acabo.8

1.2. La hermandad entre la cienciadel abuso y los activistas del abusoEn primer lugar, es preciso hacer notar

que, si bien los autores en los que me he basa-do se dedican a desmontar con evidente rigor losplanteamientos del abuso ritual y el movi-miento de recuperación, parece resultarlesimposible no hacer alguna que otra referencia almodo en que ha sido tratado en general eltema de los abusos sexuales infantiles. Sin negar

30

Page 25: Abusos sexuales infantiles: orígenes y contornos de un ... · definiciones de violación y abuso sexual hasta ... po de la clínica de una terminología básica-mente judicial y

ABUSOS SEXUALES INFANTILES: ORÍGENES Y CONTORNOS DE UN PELIGRO

la necesidad de intervenir en este tipo de he-chos y evitar el sufrimiento de muchos niños yadultos, estos autores se sorprenden ante elcalibre que ha adoptado dicha realidad en lassociedades occidentales. Así, para Ofshe yWatters, el análisis del fenómeno de la terapia dela recuperación parte necesariamente de lamoderna inquietud por el sexo desde su ladomás oscuro y lleva a un equivocado tratamien-to del problema del abuso donde “dispassio-nate analisys and debate was set aside, whileunadulterated advocacy on behalf of the chil-dren and adult survivors was applauded.”(Ofshe y Watters, 1996: 10).

En este contexto, sitúan la alianza forjadaentre el “celoso” movimiento de proteccióninfantil y el de la memoria recuperada que sereflejó en el pánico del abuso ritual en losaños ochenta y en el aumento de las acusa-ciones por abuso en los procesos de divorcio.Además —lo que es más importante para elobjeto de este apartado— en sus continuasreferencias críticas a los autores más destaca-dos en el movimiento de recuperación, incluyenmuchos autores que son también reconoci-das figuras dentro del ámbito de la investiga-ción del abuso. Nombres como los de Her-man, Finkelhor, Browne, Williams, Briere,Schatzow, Putnam, Runtz, Rush, Green, Cour-tois, Goodwin, Summit o Young, son habitualesen los manuales y estudios sobre el abuso se-xual9; a su vez, muchos de ellos son destaca-das personalidades dentro del movimiento derecuperación.10

Algo similar sucede en el trabajo de Nat-han y Snedeker sobre el abuso ritual. Muchosactivistas del movimiento del abuso ritual per-tenecían a la IPSCAN, fundada por Kempe, ycolaboraban en la prestigiosa revista de estaorganización —Child abuse and neglect—,aunque no tenían demasiado poder ya que elabuso sexual era sólo una parte de los temasque trataba esta organización. En torno a 1985se formó la APSAC11, más centrada en el tema delabuso sexual y promocionada precisamentepor profesionales e investigadores promoto-res de la verdad del abuso ritual. A esta asocia-

ción pertenecían destacados investigadoresdel abuso sexual como Conte —que era supresidente—, Finkelhor, Burgess o Summit.

Nathan y Snedeker comentan la situaciónactual de todos aquellos destacados profesio-nales e investigadores que en su día levanta-ron la persecución del abuso ritual. Ningunode ellos ni ninguna otra autoridad destacadade la protección infantil en aquel país ha criticadoaquellas actuaciones y rectificado sus ridículasteorías. Muy al contrario. Todos ellos siguenocupando destacados cargos en las asociacio-nes profesionales y en los organismos públi-cos desde donde con frecuencia siguen lan-zando el mensaje del abuso ritual, esta vezcon el nuevo lenguaje del sadismo y la violencia.Muchos de ellos siguen recibiendo dinero yencargos para formar a nuevos profesionalesen técnicas para la detección del abuso: y uncuantioso número sigue escribiendo sobre elabuso. Entre ellos están Finkelhor, Summit,McFarlane o Meyer Williams.

La lectura de muchos estudios sobre elproblema del abuso denota, siquiera de for-ma implícita, claras influencias del discursodel abuso ritual o de la memoria recuperada.Autores como La Fontaine introducen en sus in-vestigaciones sobre el abuso puntuales refe-rencias a ideas claramente provenientes delmovimiento de recuperación (1991: 91–92).La Fontaine, que supuestamente se acerca alproblema del abuso desde una perspectivaantropológica y basándose en su propia in-vestigación en un centro hospitalario, esta-blece como ciertas las creencias más que dis-cutibles del movimiento de recuperaciónsobre la disociación y la represión de la me-moria. En una obra editada en España por elMinisterio de Asuntos sociales, Garbarino ySttot (1993) —el primero de ellos un recono-cido experto mundial en protección de me-nores— exponen algunos casos de abusos ri-tuales satánicos como si fueran ciertos y sinapenas atisbo de crítica, lo cual es común enotros muchos trabajos.

Igualmente, es muy ilustrativo ojear algu-nas obras de carácter divulgativo como la de la au-

31

Page 26: Abusos sexuales infantiles: orígenes y contornos de un ... · definiciones de violación y abuso sexual hasta ... po de la clínica de una terminología básica-mente judicial y

AGUSTÍN MALÓN MARCO

tora argentina Irene V. Intebi, titulada “Abusosexual infantil. En las mejores familias” (1998)y elogiosamente prologada por Joaquín dePaul Ochotorena —destacado investigador delmaltrato infantil en España. Si bien no lo citaexplícitamente y no llega a hablar del movi-miento de recuperación como tal, sus teoríassobre el problema del abuso son idénticas a laspropuestas de dicho discurso. La obra estáademás repleta de continuas referencias a des-tacados autores como Bass, Davis, Herman,Masson o Terr, entre otros.

En un capítulo titulado “Symptoms ofpseudoscience”, donde aportan algunos da-tos que cuestionan la fundamentación cientí-fica del discurso de la recuperación, Ofshe yWatters incluyen artículos notorios en la in-vestigación científica del abuso y en un apén-dice titulado “Three papers”, donde analizantres estudios recientes que en su opinión de-muestran la debilidad empírica del movimien-to de recuperación, comentan tres artículoscuyos autores son igualmente destacadas fi-guras de los estudios científicos sobre el abuso12

y que en esta ocasión se dedicaban a investi-gar, con resultados positivos, algunos de lospresupuestos del movimiento de recupera-ción —como la asociación entre abuso sexual yel trauma posterior, la represión de las me-morias de abuso o la demostración de que larecuperación de memorias ocultas de abusono es producto de la fantasía ni de la inven-ción del terapeuta.

Para analizar la posible relación entre am-bos discursos puede ser útil también atendera los primeros estudios sobre la materia. Sinos detenemos en esa obra clásica en el trata-miento científico del abuso, como es “ChildSexual Abuse. New Theory and Research” —ala que ya me he remitido varias veces—, escritapor David Finkelhor y publicada en 1984, ob-servamos algunas conexiones de interés. Yaen los agradecimientos David Finkelhor citaalgunos autores interesados en el problemadel abuso y que, según explica, le han sor-prendido por su interés y dedicación en estecampo, además de haber sido extraordinaria-

mente generosos con su personal alientopara llevar a cabo sus estudios. Entre los seisautores que cita incluye a Judith Herman, JonConte y Roland Summit, destacados investiga-dores en el campo del abuso ritual y del mo-vimiento de recuperación.

En la comisión Meese sobre pornografía, a laque ya he hecho referencia, donde participa-ron reconocidas feministas antipornografíacomo Diana Russell —destacada autora a suvez en el campo del abuso sexual—, se encon-traba Deanne Tilton Durfee, cuyo esposo apo-yó a los principales acusadores en el caso Mc-Martin. Ésta citó la recomendación de Summitde que los abusos sexuales en los centros dedía fueran más estudiados. El Estado dedicóuna partida económica para hacerlo y el en-cargado del trabajo fue David Finkelhor. Ésteera ya un destacado sociólogo en esta materia,había investigado el abuso sexual en colaboracióncon Russell y había colaborado en un trabajosobre el caso McMartin y otros similares.

Junto a dos colaboradores, Finkelhor ela-boró su obra “Nursery Crimes”, publicada en1988 y que trataba sobre los abusos en cen-tros de día. Afirman Nathan y Snedeker queeste trabajo pasó a convertirse en un libro dereferencia obligada para aquellos que creíanen la verdad del abuso. Esto fue así porqueeste autor se presentaba como un investiga-dor serio que hacía un trabajo para el Estadoy, además, esta investigación concluyó la gra-vedad del problema. Según estos autores loque hizo Finkelhor fue mezclar datos aparen-temente reales —pedófilos que reconocían sutendencia o acusaciones contra hijos deficientesde algunos trabajadores de centros de día—con las barbaridades habituales de los abusosrituales. Mezcló verdad y fantasía en una ex-plosiva poción que en absoluto cuestionaba la pa-ranoia del abuso ritual.

Más adelante volveré nuevamente sobreeste punto para ampliar la relación existenteentre los fenómenos ya descritos y los traba-jos de David Finkelhor. Por el momento, seña-lar que es muy ilustrativo que este autor, cu-yos estudios han fundamentado gran parte de lo

32

Page 27: Abusos sexuales infantiles: orígenes y contornos de un ... · definiciones de violación y abuso sexual hasta ... po de la clínica de una terminología básica-mente judicial y

ABUSOS SEXUALES INFANTILES: ORÍGENES Y CONTORNOS DE UN PELIGRO

que se ha dicho y se dice sobre el abuso se-xual, siendo obligado referente en toda inves-tigación o publicación sobre el tema, manten-ga este tipo de relaciones intelectuales yademás refleje y refuerce en sus investigacio-nes algunos de los irracionales fundamentosde los fenómenos sociales ya descritos.

2. LOS CONTORNOS DEL PELIGROFélix López (1993: 1994) planteó somera-

mente lo que consideraba las fases históricasen el tratamiento científico de los abusos se-xuales infantiles, que irían desde la observa-ción de un fenómeno que hasta ese momentohabía permanecido oculto, hasta la elabora-ción de modelos explicativos específicos.Como señala este autor, en las últimas déca-das se han dedicado infinitas investigaciones ytrabajos a este asunto convirtiéndose en unode los temas más atractivos de la investigaciónen campos como el maltrato infantil o la se-xualidad: “Desde este punto de vista puededecirse que por lo que atañe a estas socieda-des —se refiere a todo el mundo anglosa-jón— se ha pasado de la obsesión por negar lasexualidad infantil al interés obsesivo por des-cubrir y castigar los abusos sexuales infantiles”(1993: 221).

El interés social sobre el abuso sexual fueaumentando en la década de 1980 sobre todoen el mundo anglosajón, lo cual se ha materia-lizado también en el ámbito de la investiga-ción. La evolución de ésta habría pasado pordistintas fases (López, 1993), lógicas por otrolado, que irían desde un inicial proceso deacercamiento al problema hasta un interésmás actual por elaborar modelos explicativosdel fenómeno, pasando por los estudios detipo descriptivo y estadístico. López habla delas primeras referencias al problema, remitien-do al psicoanálisis freudiano o a las investiga-ciones de Kinsey, pasando luego a una segun-da fase de reconocimiento y catalogacióndonde los investigadores se dedicaron al estu-dio de los posibles efectos a partir del análisisde casos concretos sin utilizar muestras am-plias. En una tercera fase se trataría de estudios

descriptivos que se habrían llevado a cabo so-bre todo desde los años setenta hasta mitad delos ochenta, donde se trató de valorar la fre-cuencia del abuso, tipos y efectos a corto y largoplazo, siempre con una sólida perspectiva esta-dística investigando amplias muestras y esta-bleciendo comparaciones globales entre ellas.La última fase, que denomina de construcción demodelos explicativos y desarrollada desde fi-nales de los ochenta, contaría según Lópezcon el objetivo de la elaboración de modelosteóricos que explicaran tanto los efectos delabuso como las causas de los mismos.

En este marco temporal y científico se fueelaborando lo que más tarde sería, según lodefine Finkelhor (1999), el paradigma de re-ferencia en el acercamiento científico al abu-so. A continuación expondré lo que en miopinión son los tres pilares sobre los que seha construido dicho discurso cuya preten-sión era, antes que nada, convencer a la opi-nión pública o la comunidad científica de laalarmante presencia de este moderno peli-gro. El fenómeno del abuso ritual o del movi-miento de recuperación forman parte deeste proyecto y son igualmente partícipes deestos tres ejes.

2.1. Tras la gran verdad2.1.1. Negaciones cotidianas,cegueras históricasLos discursos del abuso ritual y de la me-

moria del abuso, y creo que en general el mo-derno discurso del abuso sexual, nacen conpretensiones de verdad, de gran verdad. Deahí que todo cuestionamiento de sus pro-puestas suponga anatema. Así es. Un axiomade los fenómenos que hemos analizado hacíareferencia al problema de la negación del abu-so. Según dicho principio, negar un supuestoabuso sexual o dudar del mismo ante la au-sencia de pruebas mínimamente sólidas, no essencillamente una vileza o inmoralidad, queno es poco, sino que además el gesto se cons-tituye en reflejo o nueva evidencia a pequeñaescala de una negación histórica de mayortrascendencia.

33

Page 28: Abusos sexuales infantiles: orígenes y contornos de un ... · definiciones de violación y abuso sexual hasta ... po de la clínica de una terminología básica-mente judicial y

AGUSTÍN MALÓN MARCO

Se da, pues, lo que podríamos definir comouna cuestión de fe, planteándose un dilemabásico: creer o no creer en el abuso. Si se cree enél, entonces se entiende que se está en esaparte de la sociedad que no niega la existencia delos abusos y del incesto; si no se cree en uncaso concreto o se duda del mismo, entoncesuno entra en esa otra parte de la comunidadque sigue negando esa nefasta realidad. Como se-ñalan Ofshe y Watters, en el discurso de la me-moria del abuso en cierto modo se equiparacada caso individual con la globalidad de lo so-cial. Confunde un tipo de negación con la otra detal forma que la idea de que «lo personal es po-lítico» adquiere nuevas dimensiones. En opi-nión de autoras feministas como Benatar, afir-ma Robbins (1995), este escepticismo no essino parte de un antifeminismo evidente y deun intenso rechazo de los supervivientes delos abusos sexuales, y asegura que aquellosque cuestionen la veracidad que encierran losrecuerdos recuperados de estas experienciasantes reprimidas no hacen sino atentar contralos recientes logros en nuestro reconocimien-to del problema de los abusos sexuales infantilesy de su gravedad.

Poner en cuestión, o al menos sugerir lanecesidad de investigar a fondo los relatos delas víctimas, era de algún modo profanar clara-mente lo más sagrado del discurso sobre losabusos sexuales. Aquellos que criticaban estafe ciega en los relatos de los niños o en la me-moria de las víctimas, que a menudo narrabanhistorias inverosímiles, fueron comparadoscon los que negaban el holocausto nazi, cuandotal vez el verdadero paralelismo reside en que losdefensores de la recuperación y los que nie-gan el holocausto nazi parten de lo mismo: in-tentar hacer la historia sin contar con eviden-cias de sus argumentaciones. Como comentaKaminer (2001), no había manera de rebatiruna experiencia pasada de abuso sexual yaque ésta se basaba únicamente en el recuerdo dela víctima que, para ese discurso, era pruebade verdad absoluta. Pero la defensa a ultranzade las víctimas no se reducía a los supuestoshechos de abuso sexual, sino que se extendió

más adelante al debate de todo lo política-mente correcto —heredero en su opinión deesa pasada caza de brujas— y al lenguaje quedebía ser permitido o condenado. La regula-ción del lenguaje se basaba en la posibilidadde que alguien se sintiera ofendido o discrimi-nado, hasta llegar al extremo de que cualquierpersona podía sentirse como tal ante cual-quier hecho. El simple hecho de que se dijera“ofendida” o “abusada” era suficiente.

Del mismo modo que las víctimas del abuso,ciegas ante su propia naturaleza, han de sersometidas a la revelación de la verdad parasuperar todas sus dificultades, la sociedadtambién se ha mostrado, y se muestra, ciegaante la realidad del abuso. La disociación indi-vidual es solo una sombra de una histórica ne-gación social. Así pues, la sociedad también hade ser sometida a un proceso terapéutico que lepermita quitarse la venda de los ojos y enfren-tarse a su propia vergüenza. Un ejemplo deesta realidad relegada a nuestro inconscientecolectivo sería la vasta red de cultos satánicosque han abusado ritualmente y asesinado ni-ños durante cientos de años con total impunidad.Combatir pues el abuso, ya sea en lo particu-lar o en la sociedad en general, con unas ar-mas o con otras, es combatir por sacar a la luzuna gran verdad. Una verdad de la que Freudfue el primero en darse cuenta, a pesar de queluego, afirman algunos, se equivocó al negarla ominimizarla.

2.1.2. El fatal error de FreudEste principio no es exclusivo del movi-

miento de recuperación de los años 90 o delas alas más combativas del feminismo radical. YaFinkelhor en 1984 retomaba este argumento ylo aceptaba como válido. De hecho, este autorera conocedor de las propuestas feministassobre la pornografía, los abusos y otros temassimilares. Por ejemplo, se refiere ya entoncesa las sugerencias de autoras como Dworkin oRush que plantean la relación que existe entrela publicidad o la pornografía infantil y la pe-dofilia. De la primera Finkelhor cita un trabajosobre pornografía y masculinidad presentado

34

Page 29: Abusos sexuales infantiles: orígenes y contornos de un ... · definiciones de violación y abuso sexual hasta ... po de la clínica de una terminología básica-mente judicial y

ABUSOS SEXUALES INFANTILES: ORÍGENES Y CONTORNOS DE UN PELIGRO

en una Universidad en 1983; de la segundautiliza en repetidas ocasiones un artículo de1977 titulado “The Freudian cover–up”13 y ellibro “The best kept secret”14 de 1980, quetrata el tema del abuso sexual infantil. Los tra-bajos de Rush versaban sobre la reformula-ción como fantasías de las memorias de abusode las pacientes de Freud, tema que más tardetrató Masson en su obra de 1984 titulada “Elasalto a la verdad” y que Finkelhor también re-coge en sus reflexiones sociológicas sobre elproblema del abuso sexual.

Esta obra es manejada a menudo entre losdefensores del movimiento de recuperación ytambién aparece en algunos manuales sobreel abuso sexual. Así, por ejemplo Irene Intebi,en su obra sobre los abusos sexuales a meno-res, se refiere al trabajo de Masson para criti-car la postura de Iwan Bloch sobre el supues-to papel seductor que juegan muchas niñasen sus relaciones eróticas con adultos. Ade-más, Intebi incluye un capítulo titulado“Freud, la histeria y la historia” dedicado a criticarla postura final de Freud respecto de los abu-sos. Finkelhor por su parte recoge la propues-ta de Masson para explicar lo que consideraun tradicional escepticismo respecto del abu-so por parte del colectivo de psiquiatras.

En nuestro país, Félix López15 (1993) indi-ca que las primeras referencias científicas alproblema del abuso han de buscarse en lasteorías de Freud sobre la sexualidad infantil yla existencia de deseos eróticos entre padres ehijos. Freud sería el primero en reconocer lapresencia de los abusos y en señalar su fre-cuencia, aunque posteriormente, según reco-ge López —siguiendo la teoría defendida porMasson, el movimiento de recuperación, Fin-kelhor y otros—, abandonaría esta posiciónpara achacar todo a las fantasías infantiles ydeseos incestuosos de sus pacientes. Esta su-puesta negación de Freud de la realidad delabuso, transformado en fantasía, forma partedel discurso general del abuso y, sobre todo,del movimiento de recuperación. Dado su in-terés en la configuración moderna del problemadel abuso, lo analizaré con cierto detalle.

Según Ofshe y Watters (1996), es evidenteque sin la existencia de Freud y sus aportaciones,ampliamente aceptadas en todo el occidente,no hubiera sido posible el gran desarrollo delmovimiento de recuperación y sus teorías queprobablemente habrían sido rechazadas como«pseudociencias». Su importancia en el mo-derno discurso sobre los abusos no se reduce allugar que, como veremos, ocupó entre los de-fensores de la memoria recuperada o los in-vestigadores de este campo, sino en el hechode que sus planteamientos de base han per-mitido dar por válido el esquema elementaldel peligro aquí analizado. El papel de la se-xualidad infantil, la importancia otorgada a lasrelaciones familiares más íntimas donde lo se-xual estaba siempre presente, el lugar queocupa en general la sexualidad en sus teoríaso el hecho de que desde el psicoanálisis“siempre se explica al individuo en función de suconexión con el pasado, y no del futuro haciael que se proyecta.” (Beauvoir, 2000: 113), sonalgunas de las herencias que sin duda han per-mitido configurar el abuso, sobre todo el in-cestuoso, del modo en que se ha hecho.

Ofshe y Watters se ven obligados a desplegarun análisis de las teorías de Freud en este sen-tido, haciendo especial referencia al debatepor el que supuestamente pasó de considerarlas memorias del abuso de sus pacientescomo recuerdos reales a considerarlas reflejode sus propios deseos y fantasías infantiles.Pasó de una teoría del abuso a una teoría de laseducción —Edipo—. Afirman estos investiga-dores que es común en la literatura del movi-miento de recuperación, y deberíamos añadirque en la literatura sobre los abusos sexuales,el señalar críticamente este cambio de pers-pectiva en la visión que Freud tenía del pro-blema y, lo que es más importante, que estecambio en su postura se debía sobre todo alas presiones de la sociedad victoriana que no es-taba preparada para aceptar que los abusossexuales en la familia existieran realmente. Porello los defensores del movimiento de recupe-ración son dados a volver a los primeros escri-tos de Freud, donde todavía defiende la teoría

35

Page 30: Abusos sexuales infantiles: orígenes y contornos de un ... · definiciones de violación y abuso sexual hasta ... po de la clínica de una terminología básica-mente judicial y

AGUSTÍN MALÓN MARCO

de que esas experiencias incestuosas fueronreales. Lo que no reconocen estos autores,afirman Ofshe y Watters, es que Freud, lo cual sepuede ver en sus propios escritos, utilizabamétodos similares a los suyos —generadoresde falsas memorias— para provocar o cons-truir en los pacientes los recuerdos que élmismo deseaba crear para así poder sustentarsus teorías.

2.1.3. La gran verdadIndependientemente de si esta crítica a

Freud es cierta o no, cuestión en la que no en-traré, algo muy interesante que sugieren Ofs-he y Watters, y que en cierto modo le pasaba aFreud, es lo que les sucede a los defensoresdel abuso ritual o del movimiento de recupe-ración y que, en mi opinión, es también carac-terístico del mismo discurso científico delabuso: la sensación transmitida de que handescubierto o están descubriendo la “granverdad oscura” de la humanidad, lo que siempreestaba oculto y que en cierto modo explica latotalidad de la existencia humana, de sus so-ciedades y sus individuos. De ese modo, el te-rapeuta encargado de recuperar esas memo-rias enterradas en el pasado, también entra enun nivel de existencia superior al ser percibi-do como un ser de especial relevancia y capa-cidad que está en la compleja e importante laborde salvar al sujeto y, por qué no, a la sociedad.La sensación de haber dado con una gran verdadpudo tener cabida en el pensamiento deFreud —así lo sugieren al menos estos auto-res—, pero desde luego es cierto en lo que se re-fiere al discurso del abuso sexual. La vergüen-za de haber permanecido ignorantes tantotiempo ante esta lacra social es reconocidapor los teóricos del abuso y esgrimida comoun mea culpa continuo ante lo vergonzosode su histórica negación o ceguera. En cual-quier caso, lo interesante es que esta letaníaque sirve para otorgar rango de «Cruzada porel bien» a la lucha contra los abusos sexuales—en la que debemos incluir la pornografía ola prostitución infantil— permite también jus-tificar muchas otras premisas del discurso.

En primer lugar, destacar cómo a menudoen la práctica cotidiana la intervención en loscasos de abuso sexual no es vista simplementecomo una actuación policial, social o terapéu-tica ante un delito, una agresión o un hechopuntual. Todo caso de abuso es interpretadocomo otra punta que emerge de un inmensoiceberg, nunca como hechos raros o aislados. Sepodrá argumentar que ello se debe a la de-mostrada extensión del problema, algo de loque hablaré en breve, pero ahí no reside enmi opinión toda la explicación. De hecho di-ría que la intervención en el abuso, o simple-mente el hablar sobre el tema, ha alcanzadorasgos de sacralidad tal que convierten entabú no ya su existencia, sino su negación ocrítica. Salvar o “curar” a una supervivientedel abuso es hacerse partícipe de un granmovimiento social que lucha por socavar loshorrores que encierra esta sociedad. De esecombate los activistas del abuso ritual o delmovimiento de recuperación no son sino elbatallón más aguerrido, pero forman partedel mismo ejército. Discrepar de sus objeti-vos y de sus medios supone el riesgo de con-vertirse en defensor del enemigo. Resistirse acreer en los horrores que según dicen pade-cen millones y millones de niños por culpa delos deseos eróticos de muchos hombres —yalgunas mujeres— es una vileza difícil deigualar. No hay punto medio.

La victima, que como vimos pasa a ser su-perviviente, sobre todo desde cierto discursofeminista, adquiere también signos de santi-dad o, si se prefiere, de heroicidad, pues hayalgo de épico en su experiencia que la dejamarcada con una señal imborrable. Marca que nosólo supone el recuerdo de un sufrimiento,sino sobre todo indicio de una particular for-taleza propia de aquellos que han regresadodel infierno. La víctima queda al margen de lasociedad para bien y para mal; nunca será lamisma porque aquello, indefectiblemente, latransforma. Observar a la víctima de los abu-sos exige una mirada entre devota y admiradapuesto que uno se halla ante un ser excepcional.Así lo afirmaba el movimiento de recupera-

36

Page 31: Abusos sexuales infantiles: orígenes y contornos de un ... · definiciones de violación y abuso sexual hasta ... po de la clínica de una terminología básica-mente judicial y

ABUSOS SEXUALES INFANTILES: ORÍGENES Y CONTORNOS DE UN PELIGRO

ción y las supuestas víctimas de los abusos ri-tuales pasaban a ser notorias personalidadesen su comunidad y se les hacían grandes fies-tas donde acudían destacados personajes dela televisión y el mundo del espectáculo paraniños (Nathan y Snedeker, 2001).

Un reflejo de esto que estoy comentandoes la tendencia a creer en la verdad de todasospecha. De esa supuesta ceguera que impedíasiquiera considerar la posibilidad del abuso se hapasado a una sospechosa tendencia a la credi-bilidad, incluso de las historias más estrafala-rias o de las sospechas más infundadas. Estoes evidentemente cierto en el fenómeno de lamemoria recuperada, pero no lo es menos en eldiscurso académico y divulgativo sobre el abu-so. La sensación de haber dado con una ver-dad siempre oculta lleva a los terapeutas a darpor sentada su certeza. Roland Summit, autorde “The child sexual abuse acocommodationssyndrome”16 y citado investigador en muchasobras sobre el abuso, asegura:

“Because we see it clinically, we see so-mething we believe is real, clinically,and whether or not our colleagues orthe press, or scientists at large or politi-cians or local law enforcement agen-cies afree that it is real, most of us havesome sort of personal sense that it is.”(Ofshe y Watters, 1996: 195)

Las pruebas no son necesarias y su ausen-cia no significa nada pues sabemos que el abu-so está ahí, aunque sea tras una historia de ri-tuales satánicos nunca demostrados. Laverdad del abuso y la prioridad de proteger ycurar a las víctimas hacen innecesaria todaduda. “Creed a los niños” es el lema.17

El problema es que este principio se trasla-dó igualmente al ámbito de lo penal, alteran-do de un modo radical lo que habían sido sóli-dos principios de la justicia en los paísesoccidentales, como la presunción de inocen-cia o que la duda favorece al reo. Además seaceptaron como válidos testimonios de niñosa veces muy pequeños, hechos en ocasiones a

través del vídeo u obtenidos en entrevistas de ex-ploración llevadas a cabo por profesionales delo social y no por policías o fiscales especiali-zados; la palabra de la víctima tenía más pesoque la del acusado, por muy convencido queéste pareciera de su inocencia; se les dio vali-dez a las declaraciones de terceros sobre loque el niño “les había contado”, se aceptócomo prueba la opinión —siempre subjetiva ydiscutible— de supuestos “expertos”, psicólo-gos y trabajadores sociales, sobre la veracidadde lo denunciado; los indicios médicos másinverosímiles fueron suficientes para conde-nar a los sospechosos. Esto está sucediendoya en la justicia europea.

La gran verdad hallada en el abuso permitea su vez explicar casi todo de lo que le pasa aun paciente. El movimiento de recuperaciónlo afirmaba sin rubor: depresión, esquizofre-nia, alcoholismo, ansiedad, problemas labora-les, anorexia y bulimia, dolores de cabeza, ar-tritis, disfunciones sexuales o problemas depareja son algunos de los muchos efectos fu-turos del abuso infantil y que simplementepueden ser explicados desde aquella expe-riencia. Sólo la recuperación de aquellos re-cuerdos dormidos permitirá superar las difi-cultades presentes. El discurso del abuso estambién partícipe de estas creencias al asociar elabuso sexual con un sinfín de problemas futuros.El presente problemático se explica desde elpasado victimista. De ahí también que unapropuesta habitual es la de indagar en todopaciente que asista a consulta un posible pasa-do de abuso; lo exigen los defensores del mo-vimiento de recuperación, lo proponen a me-nudo aquellos que escriben sobre el abuso(ver por ejemplo Robbins, 1995; Vázquez Mez-quita, 1995; Pruitt y Kappius, 1992). Detrás detodo ello no hay sino una misma verdad nocuestionada: el terrible poder del sexo parahacer daño.

Por último, combatir esta dramática reali-dad en pro de un mundo más justo, como siasí se fuera a solucionar alguno de los princi-pales problemas de esta sociedad, exige unaactitud rígida, infalible e intolerante respecto

37

Page 32: Abusos sexuales infantiles: orígenes y contornos de un ... · definiciones de violación y abuso sexual hasta ... po de la clínica de una terminología básica-mente judicial y

AGUSTÍN MALÓN MARCO

de estos hechos. Es lo que recientemente seha hecho habitual en España con las noticiasde abusos sexuales dentro de la iglesia católi-ca: la llamada «tolerancia cero» que sitúa cual-quier experiencia de tintes eróticos al mismonivel y que pone como condición inexcusablela denuncia y persecución de la misma. Delmismo modo que toda representación porno-gráfica fue en su momento rechazada y con-denada, toda experiencia entre niños y adul-tos es señalada como nociva y merecedora delmás duro castigo.

2.2. El traumaLa realidad de los abusos sexuales infanti-

les se ha construido básicamente desde laperspectiva del maltrato, borrando práctica-mente del mapa de los intereses sociales ycientíficos cualquier otro acercamiento queprescinda del término abuso, maltrato o agre-sión. En su configuración como peligro nosólo ha sido necesario el presentarlo ante laopinión pública como si de un descubrimien-to histórico se tratara; además ha sido preciso se-ñalar con rotundidad su terrible gravedad. Locurioso es que dicha gravedad también es encierto modo detectada por primera vez ahídonde otros no la veían. En este caso las cone-xiones entre el discurso científico del abuso yel del abuso ritual o el movimiento de recupe-ración son también evidentes.

2.2.1. Kinsey, los sexólogosy la bondad del sexoEl siguiente autor destacado por López

después de Freud es Alfred Kinsey, que en losaños cincuenta incluyó en su macroestudio so-bre las conductas sexuales de los estadouni-denses una referencia a las experiencias eróti-cas infantiles con adultos. Si bien el porcentaje desujetos que habían tenido alguna de estas ex-periencias era similar a los que se evidencianen los estudios actuales —Kinsey señalaba entorno al 20% de las mujeres—, López acusa aKinsey de restarles gravedad a estos hechos,no valorando adecuadamente su trascenden-cia. Y es que en verdad Kinsey, visto lo que se

ha escrito desde entonces sobre el problemadel abuso, aportaba una perspectiva claramen-te benévola de este tipo de hechos.

Kinsey señalaba en ese momento —recor-demos que se trata del año 1953 en que se pu-blica su estudio sobre la vida sexual de la mu-jer— la creciente preocupación social enEstados Unidos por el tema de los contactossexuales de las niñas con varones adultos. Citaal respecto diversos artículos de prensa aler-tando de la amenaza que se extiende sobre lainfancia o la existencia de medios para preve-nirla. No obstante Kinsey avisaba de que lamayor parte de la información disponible hastaese momento se fundaba en datos provenientesdel campo de la clínica, la policía o de otrasinstituciones sociales. En su estudio, basadoen la información aportada por 4441 mujeres,Kinsey se encontró con que “las mujeres de lamuestra habían sido requeridas en alrededordel 24 % (1057) por varones adultos siendoellas preadolescentes, o que éstos habían teni-do contactos sexuales con ellas.” (Kinsey,1967: 117). La mayor parte de estas experien-cias, un 80 %, había sucedido una sola vez ycuando se repetían los contactos, afirmabaKinsey, a menudo era porque las propias ni-ñas estaban interesadas y lo buscaban más omenos conscientemente (Kinsey, 1967: 118).

Es interesante, más allá de los datos esta-dísticos a los que volveré más adelante, dete-nerse en la interpretación o valoración queKinsey hace de este tipo de hechos. Si bien re-conoce que todavía es difícil establecer conclu-siones claras al respecto a partir de los datosdisponibles, su impresión es que la inmensamayoría de estos hechos no son tan nocivoscomo se cree. Señalaba explícitamente que enraras ocasiones las consecuencias de la expe-riencia eran serias, que a veces eran placente-ras y positivas, y que a menudo la impresiónde susto o turbación era similar a la que se vivecuando se ve un insecto que provoca asco.Para Kinsey el problema principal, en la mayo-ría de los casos, es la reacción de los padres oadultos que rodean a los niños y sobre todo elcondicionamiento cultural que invita a que los

38

Page 33: Abusos sexuales infantiles: orígenes y contornos de un ... · definiciones de violación y abuso sexual hasta ... po de la clínica de una terminología básica-mente judicial y

ABUSOS SEXUALES INFANTILES: ORÍGENES Y CONTORNOS DE UN PELIGRO

niños reaccionen de forma desmedida anteeste tipo de hechos. Critica, pues, el modo enque han sido vistos y manejados, quitándolehierro al asunto. Es lo que sin duda López ob-jeta a Kinsey, basándose para ello en lo que lasposteriores investigaciones irían aportando sobrela problemática del abuso que fue viéndosecomo más y más grave.

En cualquier caso, Kinsey no estaba solo.El propio Finkelhor reconocía en 1984 unatendencia en la que otros autores destacadoscomo Pomeroy —colaborador de Kinsey—,Menninger o Storr hacían especial hincapié enel alarmismo con que se estaba tratando todolo que tenía que ver con la sexualidad infantil. Nose negaba la necesidad de proteger a los niñosde ciertos peligros, pero se denunciaba que lapreocupación exclusiva y excesiva por el daño po-dría tener consecuencias indeseables. Además al-gunos de ellos tendían a minimizar los peli-gros de esas experiencias sexuales. Estassugerencias estaban a su vez avaladas por al-gunos investigadores que, además de cuestio-nar la validez científica de las muestras utiliza-das para demostrar las nefastas consecuencias delos abusos, llevaron a cabo estudios donde losresultados no eran tan negativos.

En un artículo publicado hace poco másde dos décadas, Ramey (1979) se hace eco de to-das estas críticas y denuncia el dramatismocon que era tratado el tema del incesto. Curio-samente critica, entre otras cosas, que algunosautores hablen de «abuso sexual» en lugar deincesto. En concreto se refiere al trabajo deArmstrong, autor de “Kiss daddy goodnight”,una obra a menudo citada en estudios sobreel abuso de los años ochenta. Según Rameylas observaciones de Armstrong, en las queno voy a profundizar, no dejan de ser exage-raciones dramáticas e infundadas. De hechono tendríamos información válida para afirmarnada en serio sobre la realidad del incesto.

Todo esto lo decía Ramey en 1979. Sin em-bargo sus planteamientos no parecieron tenermucho éxito. A lo largo de los ochenta, en la oladel pánico del abuso ritual ya descrito, se desa-rrolló una ingente cantidad de investigaciones

sobre el problema del incesto o los abusos se-xuales en general, pero sus resultados no fue-ron nada halagüeños. La tesis del horror, deldaño de por vida, del trauma inevitable, acabófinalmente imperando en los ámbitos científi-cos, políticos y sociales que trataron el tema. Yno sólo en cuanto al incesto padre–hija, que erael objeto de preocupación más importante enaquellos primeros coletazos de la investigaciónen este campo, sino que todo contacto sexualentre adultos y niños —y poco después entreniños de distintas edades— fue visto cada vezmás y con mayor firmeza como el origen de unindecible sufrimiento.

2.2.2. Finkelhor, Hermany el movimiento de recuperaciónFinkelhor oponía, no obstante, a estas pro-

puestas la de otros que iban reforzando laidea de que estos hechos eran traumáticos en sumayoría para los niños y que es preciso y ur-gente protegerles de ellos. Este punto de vis-ta, señalaba Finkelhor, ha sido especialmentereforzado por el movimiento feminista quedenunciaba el escaso reconocimiento queeste tipo de traumas ha tenido en el pasado.Los estudios en este sentido son mucho másabundantes e incluyen referencias a proble-mas con las drogas, prostitución, delincuencia ju-venil o disfunciones sexuales como posiblesconsecuencias de la victimización. Reconocelas críticas de que estos estudios tal vez noson representativos de toda la población yque además puede que esos efectos se debana otras muchas causas que no tienen nada quever con aquella experiencia sexual. A pesar deello, tras presentar su propio estudio sobre lasconsecuencias del abuso, dice estar en condi-ciones de demostrar que algunas de las conse-cuencias se deben exclusivamente al abuso.

Así concluye que problemas en la autoes-tima en materia de sexualidad, la posibilidadde sufrir una nueva victimización en el futuroo la homosexualidad pueden estar intensa-mente asociadas a la experiencia abusiva. Escurioso señalar cómo a esta última variablese le dedica bastante espacio para analizar las

39

Page 34: Abusos sexuales infantiles: orígenes y contornos de un ... · definiciones de violación y abuso sexual hasta ... po de la clínica de una terminología básica-mente judicial y

AGUSTÍN MALÓN MARCO

posibles causas de que una victimización enla infancia pueda llevar después a una activi-dad homosexual en la etapa adulta. Finkel-hor concluye que así es al menos en el casode los chicos y, de hecho, se hace eco siquie-ra inconscientemente de los temores habi-tuales en la sociedad americana del momen-to, a juzgar por campañas como la de AnitaBryant. En cualquier caso, la impresión finaldespués de leer el trabajo de Finkelhor esque se acaba defendiendo una visión bastan-te pesimista de este tipo de experiencias enoposición a la relativa benignidad que otrosdefendían. Ésta será la perspectiva que a partirde ese momento triunfará sin duda en todoel discurso del abuso.

Ya he señalado antes que Finkelhor agra-dece especialmente a algunos autores el apo-yo a su trabajo y entre ellos cita a Judith Her-man. Esta autora participó desde finales de lossetenta en los nuevos programas sociales para eltratamiento del incesto, apoyó las transforma-ciones legales a raíz de los casos por abuso ritualen las que se daba prioridad a la declaración yprotección de las víctimas, casi siempre pasan-do por encima de los derechos de los acusa-dos, y más tarde sería una destacada militante enel movimiento de recuperación. Herman esademás una autora muy citada en todos losestudios y escritos sobre abusos sexuales in-fantiles. Finkelhor no sólo la cita en los agra-decimientos sino que nos remite a su obra enmuchas ocasiones a lo largo de todo su traba-jo, sobre todo para argumentar precisamenteque las experiencias abusivas en la infancia noson casi nunca inocuas y que las secuelas sepueden prolongar durante muchos años otoda la vida. También remite a sus trabajospara sostener el posible papel de la sociedadpatriarcal en la existencia del abuso, la impor-tancia del abuso psicológico de connotacioneseróticas que no llega a convertirse en incestoo la histórica negación de la victimización in-fantil y del trauma generado.

Finkelhor se refería sobre todo a un trabajode Herman titulado “Father–Daugther in-cest”18, publicado en 1981, y que, según Ofs-

he y Watters, le proporcionó una buena repu-tación a nivel nacional. Herman fue, indicanBass y Davis (1995), una de las primeras autorasen tratar el incesto desde una perspectiva fe-minista. Poco después, en 1984 —el mismoaño de la edición del trabajo de Finkelhor—,Herman publica junto a E. Schatzow un artícu-lo en el que se analiza la terapia grupal paramujeres víctimas de incesto19 y donde, segúnOfshe y Watters, se explica cómo los pacienteseran invitados en cada sesión a alcanzar obje-tivos concretos como el de recuperar memo-rias de abuso supuestamente reprimidas. En1987 ambas autoras publican otro artículo ti-tulado “Recovery and Verification of Memoriesof Childhood Sexual Trauma.”20. Y ya en 1992Herman saca a la luz su trabajo “Trauma andRecovery”21 que será calificado por algunoscomo el más importante trabajo psiquiátricopublicado desde Freud y que pasará a formarparte de las lecturas obligadas para el movi-miento de recuperación. La obra es, segúnBass y Davis, una “síntesis brillante y llena decompasión acerca de nuestra comprensióndel impacto de los traumas, que incluye la ex-periencia de las mujeres maltratadas, niñosobjeto de abusos sexuales, veteranos de gue-rra y prisioneros de guerra.” (1995: 588). Enella se recogen muchos de los principios ca-racterísticos del movimiento de recuperación,incluyendo por supuesto las dramáticas con-secuencias que suele incluir el abuso.

Siempre basándonos en los comentariosde Ofshe y Watters, en ese último trabajo deHerman —según ellos reconocida líder delmovimiento de recuperación—, plantea laexistencia de una represión o disociación delabuso no sólo en los casos individuales, sinotambién a nivel social, defendiendo la necesi-dad de un movimiento político en este sentidoque, a su vez, facilite el avance científico en elestudio del trauma. Asimismo, explica cómo elmovimiento feminista ha permitido no sóloque las mujeres cuenten sus historias de abu-so, sino que sean capaces de recordarlas y norelegarlas al subconsciente. Herman sugiere alos terapeutas que utilicen fotografías, árboles de

40

Page 35: Abusos sexuales infantiles: orígenes y contornos de un ... · definiciones de violación y abuso sexual hasta ... po de la clínica de una terminología básica-mente judicial y

ABUSOS SEXUALES INFANTILES: ORÍGENES Y CONTORNOS DE UN PELIGRO

familia o visitas a los lugares de la infanciapara favorecer el recuerdo de abusos reprimi-dos, además de apoyarse en cualquier eventode la vida cotidiana del paciente o en el usode la hipnosis. La relación entre Finkelhor yHerman se hace de nuevo evidente en el artí-culo de Finkelhor que en 1993 formó parte delas actas del II Congreso Estatal sobre InfanciaMaltratada, celebrado en Vitoria. El autor se-ñala que “una cuarta parte de los casos tienen lu-gar antes de los 8 años, indicando que algu-nos médicos insisten en que este porcentajesería incluso más alto, si no fuera por la pérdidade recuerdos sobre años tan tempranos.Como fuente cita una comunicación personalde Herman.

2.2.3. Personalidades múltiplesy otras secuelasLas consecuencias del abuso han sido

siempre divididas en dos grandes grupos: acorto y a largo plazo. Posiblemente, las se-gundas han recibido mayor atención porparte de los investigadores, al menos en unaprimera fase de la investigación del proble-ma (Kendall–Tackett, Williams y Finkelhor,1993). El propio Finkelhor se lamentaba deeste hecho al denunciar que nos interesába-mos mucho por las consecuencias futuras delabuso, pero muy poco por lo que sucedía enese momento. También Vázquez (1995), porponer un ejemplo de nuestro país, recogeesta cuestión en su breve manual sobre laevaluación forense de las agresiones sexuales.Indica que precisamente el interés por el pro-blema del abuso infantil surge originariamen-te a partir de las secuelas observadas en adultos—aunque no explica de dónde saca esta con-clusión— y añade un cuadro donde resumelos principales estudios sobre los efectos alargo plazo del incesto.

Es interesante observar que en dicho es-quema, además de las aportaciones de Finkelhory Russell, Vázquez recoge únicamente los tra-bajos de Herman, Putnam y Ross, tres destaca-dos miembros del movimiento de recupera-ción. De la primera ya hemos hablado. En

cuanto a Frank Putnam, también he comenta-do que se trata de un reconocido especialistaen los trastornos de personalidad múltiple yasí lo indica Vázquez, quien señala cómo, enel 97% de los casos analizados por este autorde personas con esta enfermedad, había ante-cedentes de abusos sexuales. Lo que no reco-ge Vázquez es la forma en que el trastorno depersonalidad múltiple era, no tanto diagnosti-cado, sino construido por los propios tera-peutas (Ofshe y Watters, 1996) o de cómo elrecuerdo del abuso era recuperado en dichoproceso. En cuanto a la referencia a ColinRoss, que en 1996 era presidente de la Inter-national Society for the Study of Multiple Per-sonalilty Disorder, Vázquez recoge un estudiosimilar al de Putnam.

Ross es otro destacado especialista en estecampo y algunas de sus afirmaciones son re-cogidas por Ofshe y Watters como signo deesa verdad supuestamente encontrada en losabusos de la que ya he hablado. Ross afirmabaque las críticas hacia sus descubrimientos, in-cluyendo referencias a los rituales satánicos yla CIA, son simplemente signos de que unaparte de la sociedad no está preparada paraenfrentarse a la verdad del abuso. Lo más sor-prendente es que Colin Ross, para defenderse deaquellos que comienzan a criticar el fenóme-no de la Personalidad Múltiple como inven-ción de los terapeutas y la hipnosis, afirmaque los propios críticos han sido engañadospor la CIA. De hecho Ross cree, según afirmanOfshe y Watters, que muchos de sus pacien-tes, cuando eran niños, fueron entrenadospor parte de agentes de esa organización —mediante alucinógenos, deprivación sensorial,tanques de flotación y otros mecanismos—para tener múltiples personalidades.

La larga lista de síntomas que son citadosen el movimiento de recuperación como indi-cadores del posible abuso es tan amplia quepuede incluir a cualquier persona, pero algosimilar sucede en las obras sobre el abuso se-xual en general con el que comparte un buengrupo de síntomas. La insistencia en las gravesy abundantes secuelas del abuso no es propie-

41

Page 36: Abusos sexuales infantiles: orígenes y contornos de un ... · definiciones de violación y abuso sexual hasta ... po de la clínica de una terminología básica-mente judicial y

AGUSTÍN MALÓN MARCO

dad exclusiva del movimiento de recupera-ción. En relación a éste y a sus listados de sín-tomas, Ofshe y Watters comentan que esopuede llevar a sospechar que sus creadoresson algo así como estafadores que lo únicoque pretenden es engañar a un público y vendermás o hacer más terapia. Sin embargo no creenque ése sea el principal objetivo de la lista,sino que lo preocupante es que los represen-tantes del movimiento realmente creen en suutilidad, lo cual, según ellos, nos permite verla fragilidad científica y la falta de rigor de estediscurso terapéutico.22 La premisa de que esposible asociar un síntoma actual, o constela-ción de síntomas, con una experiencia pun-tual del pasado, como el abuso, es más quediscutible, incluso cuando el paciente es co-nocedor de dicha experiencia; no digamos yacuando además no lo es. Esta crítica es tam-bién aplicable a las investigaciones sobre losefectos del abuso.

2.2.4. La investigación sobre los efectos:los titulares y la letra pequeñaEn este sentido Ofshe y Watters hacen re-

ferencia a un destacado artículo de Browne yFinkelhor23 donde se parte de la ya asumidaafirmación de que los adultos que han sufridoabusos siendo niños tienen muchas más pro-babilidades de sufrir depresión, conducta au-todestructiva, ansiedad, sentimientos de aisla-miento y estigma, baja autoestima, tendenciaa la revictimización, abuso de sustancias y di-ficultades sexuales, entre otros muchos ejemplosque se podrían añadir. Lo sorprendente, afir-man Ofshe y Watters, es que estos propiosautores cuestionan en ese mismo artículo laposibilidad de establecer con rigor una rela-ción causal clara entre abuso sexual y proble-mas en la edad adulta, a pesar de lo cual elmensaje acaba siendo el mismo. Se reconoce, yno podría ser de otro modo, que en muchoscasos dichas conexiones no se dan, y se aportandatos al respecto, pero hay un repetido men-saje final que queda establecido siquiera deforma implícita: el abuso deja siempre secue-las —o casi siempre—, que raramente éstas

son leves y demasiado a menudo destrozan lavida de las víctimas.

Es más que dudosa la afirmación de quedeterminados trastornos de la edad adulta sedeben a esas experiencias abusivas de la infan-cia, olvidando de ese modo la compleja géne-sis de cualquier enfermedad o problema per-sonal, e incluso es dudoso servirse de cualquiersíntoma morboso para sospechar la existencia deesos abusos. Evidentemente, la presuncióndel terapeuta de que detrás de todos esostrastornos está la presencia de un abuso se-xual puede llevar al paciente a reinterpretar supresente y su pasado desde un marco que seadapte a las premisas del profesional que letrata. Paciente y terapeuta, que parten de lospresupuestos supuestos en este enfoque, acabancumpliendo exactamente la interpretación delos síntomas que recogen los manuales y lossitúan en relación al abuso tal y como está es-tablecido que se haga. Esto es algo que evi-dentemente ha sucedido en el movimiento derecuperación y muy probablemente en el delos abusos sexuales en general, ya sea en la te-rapia de las víctimas o en la evaluación de ca-sos donde se pide a los menores que recuer-den e interpreten su experiencia.

La conexión establecida entre abuso se-xual y problemas en la edad adulta parece res-ponder más al presupuesto de partida, de queesas experiencias son negativas, que a un he-cho susceptible de ser demostrado empírica-mente. Al igual que sucede con el movimientode recuperación, la ciencia del abuso en gene-ral —no olvidemos las excepciones— ha esta-blecido que el abuso ha de ser un elementocentral en la vida de esa persona, que a partirde ese momento será víctima. Como sugierenOfshe y Watters, los pacientes no son vistoscomo individuos complejos con voluntad paracrear y organizar su propia vida, sino comocriaturas unidimensionales que compartenuna única y definitiva experiencia: el abuso(1996: 79). La sensación de que se ha ido a de-mostrar una creencia previamente establecidaresulta inevitable en la lectura de gran partede la literatura sobre los efectos del abuso. Allí

42

Page 37: Abusos sexuales infantiles: orígenes y contornos de un ... · definiciones de violación y abuso sexual hasta ... po de la clínica de una terminología básica-mente judicial y

ABUSOS SEXUALES INFANTILES: ORÍGENES Y CONTORNOS DE UN PELIGRO

donde los mismos investigadores reconocenlo difícil que es demostrar la relación, al mis-mo tiempo se señala su presencia inevitable.

Eso en lo que se refiere a los estudios so-bre los efectos a largo plazo del abuso. El otrocampo de la investigación es el referido a losefectos en los niños a corto o medio plazo,perspectiva de análisis que sólo recibió mayoratención a partir de 1985 (Kendall–Tackett,Williams y Finkelhor, 1993). En dicho ámbitono se tratará, pues, de indagar en el pasado depersonas con trastornos o llevar a cabo estu-dios retrospectivos en la población generalpara detectar correlaciones entre abusos yproblemas futuros. Aquí se trata más bien deinvestigar las reacciones de las víctimas al abu-so y establecer las oportunas comparacionescon grupos control. Al igual que sucedía conlas secuelas en la vida adulta, en este caso larelación establecida entre el abuso y la saludmental del menor sigue siendo exclusiva. Elabuso se considera nocivo y si el menor mues-tra algún síntoma, éste se debe sobre todo aesa experiencia.

Como muy bien comenta Sandfort (1983,1984) —que llevó a cabo un estudio con 25menores que mantenían relaciones con adul-tos y que las valoraban de forma positiva—, hasido el elemento erótico el que más ha atraídola atención en el estudio de las relaciones pe-dofílicas, aunque muchas veces ese elementoestá ausente u ocupa un lugar secundario. Seha entendido además, por parte de la ley y loscientíficos, que toda relación sexual entreadultos y niños es abusiva por definición, aun-que habría otros autores que entenderían que es-tas relaciones también pueden ser positivas,placenteras y deseadas por parte de los meno-res. Vistas así las cosas, comenta Sandfort, esnormal que la mayoría de los datos empíricosutilizados en estas discusiones, muy limitadossegún él, se basen en casos que incluyen abu-so sexual, y siempre lo incluyen independien-temente de las vivencias del menor. En su opi-nión el caso de Finkelhor es ilustrativo ya que,a pesar de que cita casos donde los menores,niños y niñas, responden positivamente a la

experiencia, para este autor siguen siendo víc-timas y las sigue denominando como tales.

Puede que Sandfort esté en lo cierto, pues esprobable que los investigadores del abuso ha-yan creado víctimas incluso a pesar de que talvez ellas no se sentían como tales. La críticade Sandfort se orienta en la línea de que se haolvidado investigar esa relación erótica en elcontexto global de la relación entre el menory el adulto y a menudo se han obviado las pro-pias vivencias de los menores o, si se han teni-do en cuenta, han sido interpretadas de unmodo interesado. Al fin y al cabo, si se ha bus-cado que los adultos que sufrieron experien-cias de abuso en su infancia sean casi necesa-riamente víctimas por el resto de su vida,puede que con los menores suceda exacta-mente lo mismo.

En su revisión de los estudios sobre losefectos del abuso sexual en los niños, Ken-dall–Tackett, Williams y Finkelhor (1993) señalanque entre los síntomas analizados en estos es-tudios destacan la conducta “sexualizada”, baja au-toestima, síndrome de estrés postraumático,depresión, agresión, problemas escolares, de-lincuencia y otros muchos. Esta afirmación seconsidera probada y la idea general del artícu-lo es que los abusos generan situaciones trau-máticas serias. No obstante esto se da por cier-to a pesar de que las investigaciones no son enabsoluto concluyentes en muchos sentidos.

Es cierto que los estudios que comparanniños que han sufrido abusos con otros queno —y que no pertenecen a muestras clíni-cas— son concluyentes en que los primerosmuestran más síntomas que los segundos. Noobstante, es evidente que dichos estudios sebasan en víctimas de abuso detectadas, cuan-do todos los autores reconocen que la inmensamayoría de los casos de abuso no son detecta-dos. Se trabaja pues con poblaciones de niñosque ya están dentro de todo el proceso de re-velación e intervención judicial o clínica anteel abuso. Además para muchos de los sínto-mas —como desorden de estrés postraumáti-co, tendencias de suicidio, fugas de casa oconductas autolesivas— se basan únicamente

43

Page 38: Abusos sexuales infantiles: orígenes y contornos de un ... · definiciones de violación y abuso sexual hasta ... po de la clínica de una terminología básica-mente judicial y

AGUSTÍN MALÓN MARCO

en un estudio, y en otros, como ansiedad obaja autoestima, los estudios son contradicto-rios y no apuntan en una única dirección. Porel número de estudios y sus resultados, lasevidencias son más claras en síntomas comodepresión, retraimiento, quejas somáticas,conducta antisocial o delincuencia, enferme-dades mentales sin concretar, problemas es-colares y conducta sexual inapropiada.

Cuando se comparan poblaciones clínicasque han sufrido o no abusos, los resultadosson menos dramáticos para las víctimas deabusos que tienden a mostrar una menor sin-tomatología que las muestras clínicas en gene-ral. No obstante, señalan los autores, es precisohacer notar que en muchos casos los niños entratamiento, pero que supuestamente no hansufrido abusos, es muy probable que sí quelos sufran. Curiosamente esta salvedad no sehace en el caso de comparar víctimas de abu-sos con poblaciones de niños fuera del ámbitoclínico. Siendo rigurosos podríamos pensarque un 20% de esos niños “normales” tam-bién han sido víctimas de abusos y no se lesha detectado.

En este sentido citar un dato curioso reco-nocido por Finkelhor y sus colegas. Un signifi-cativo porcentaje de niños, que oscilaba entre el21% y el 49% de los casos según el estudio de re-ferencia, no mostraba ningún tipo de síntomao, para ser más exactos con la idea expresadapor los autores y que no deja de ser significati-va, el impacto había sido apagado o enmas-carado. Reconocen cierta sorpresa ante estosresultados, pero aportan alguna posible expli-cación para semejante rareza. De hecho, eneste caso tiene razón Sandfort porque los au-tores siguen hablando de “víctimas” de abuso, alque añaden el adjetivo de “asintomáticas”. Las so-luciones presentadas incluyen el no haber te-nido en cuenta todos los posibles síntomasdejando algunos ocultos o no haber contadocon instrumentos suficientemente sensibles.Por ello muchos de los menores asintomáti-cos en realidad podrían no serlo. Otra posibili-dad es que los signos traumáticos todavía nohayan aparecido en el momento del estudio y

que aparezcan en fases posteriores del desa-rrollo. La tercera posibilidad, señalan, es queverdaderamente estos menores estén menosafectados y que las víctimas asintomáticassean en realidad quienes han sufrido los abu-sos más leves o que su propia personalidad ocontexto social favorezcan una mejor resolu-ción del trauma. Este, en cualquier caso, nodeja nunca de estar presente aunque en algu-nos casos pueda ser rápidamente resuelto.

Concluyendo: el mensaje final, al menos eltransmitido en los titulares de cara al público ya todos aquellos que no se detengan en la letrapequeña de la literatura sobre el abuso, es el dela gravedad del mismo en lo que a secuelas yconsecuencias negativas se refiere. Las palabras deLa Fontaine (1991) pueden ser ilustrativas eneste sentido —y podría haber elegido cualquierotro autor. El abuso, afirma, sólo en raros casoses inocuo para los niños y en aquellos estudiosdonde así se argumenta es porque se ha llevadoa cabo una valoración únicamente superficialdel mismo: estar casado y tener un trabajo no sig-nifica que no haya daños. Las secuelas vandesde los problemas físicos, como las enfer-medades transmitidas vía sexual, hasta los psi-cosomáticos, como dolores de cabeza, asma,eczemas o anorexia nerviosa; el grueso, sin em-bargo, lo ocupan los infinitos problemas psico-lógicos asociados al abuso y que se manifiestan acorto, medio o largo plazo.

Veamos otro autor, en este caso español.Félix López ha sido pionero en la investiga-ción del abuso en nuestro país. En su estudiosobre la incidencia del abuso en la poblaciónen general (López, 1994) partiendo de los re-cuerdos de personas adultas, López señalaque la población en general parece tener unavisión más pesimista de estos hechos que laspropias víctimas. Según éstas, un 35% no ledio “Ninguna” importancia al abuso24 y otro35’61% le dio “Alguna” importancia; el 14’84% leotorgó “Bastante” importancia y un 13’95% ledio “Mucha”. La diferencia entre las víctimas y lapoblación en general en cuanto a su valora-ción de la seriedad del abuso se debe, segúneste investigador, a que el público tiende a

44

Page 39: Abusos sexuales infantiles: orígenes y contornos de un ... · definiciones de violación y abuso sexual hasta ... po de la clínica de una terminología básica-mente judicial y

ABUSOS SEXUALES INFANTILES: ORÍGENES Y CONTORNOS DE UN PELIGRO

pensar en los casos más graves de abuso quesuelen ser los menos habituales.

Ello nos ha de llevar a pensar, sugiere,que no debemos “adoptar posturas que pro-voquen una gran obsesión social con estetema, sino intervenciones más serenas y rea-listas (...) Las intervenciones deben hacersede tal manera que no se provoque alarma so-cial, alarma para la que la sociedad pueda es-tar preparada por la enorme importancia con-cedida a los abusos y otras falsas creenciasque ya hemos comentado” (López, 1994: 120).Esta visión más leve del abuso contrasta conmuchos mensajes que este mismo autor hatransmitido en los medios de comunicación oen materiales divulgativos. Por ejemplo, en unmaterial elaborado para educadores y destina-do a la prevención de los abusos (López y delCampo, 1997) los autores no establecen nin-guno de esos matices antes señalados y lanzan unmensaje bastante negativo sobre los efectosdel abuso. Así afirman que entre el 60 y el 80% seven afectados a corto plazo de alguna forma yque entre “el 17 y el 40% sufren patologías clí-nicas claras” (1997: 24); en cuanto a los efectosa largo plazo incluyen el habitual listado de se-cuelas nocivas del abuso que van desde las de-presiones o las tentativas de suicidio en la vidaadulta hasta los sentimientos de estigmatiza-ción, aislamiento o baja autoestima, pasandopor los problemas sexuales, relacionales, nue-vas victimizaciones, delincuencia, drogadic-ción, desconfianza, fracaso escolar o la prosti-tución. Según López y del Campo, “los efectos alargo plazo son más difíciles de estudiar por lainterferencia de otra serie de factores. Dispo-nemos, a pesar de esta dificultad, de suficien-tes trabajos como para establecer relacionesbastante seguras entre los abusos sexuales enla infancia y determinados problemas posterio-res” (1997: 25).

Todos estos elementos que he ido desgra-nando llevan lógicamente a preguntarnoscuál es en verdad la cuestión de fondo. Se tra-ta posiblemente de que, por las razones quesean y sin ningún fundamento científico de ri-gor, se le ha dado a la experiencia abusiva en

la infancia, especialmente al incesto, un pesodescomunal por su trascendencia para la tota-lidad de la vida de los sujetos. La gravedad, yla ausencia de toda posible levedad, ha triun-fado en los grandes titulares, a pesar de que amenudo una lectura más detenida de los es-tudios nos orienta en otros sentidos. En di-cho fenómeno tiene sin duda una importan-cia clave el último elemento que en miopinión da forma a este moderno peligro: suterrible extensión.

2.3. La extensiónSegún López una tercera fase en la investi-

gación de los abusos se centró en analizar laincidencia estadística de los mismos. De he-cho, uno de los más evidentes intereses de losinvestigadores fue en un momento dado valorarla incidencia (número de casos nuevos ocurridosdurante un determinado periodo de tiempo)y prevalencia (número de adultos en una po-blación determinada que han sufrido abusossexuales durante su infancia) del fenómeno.La configuración del abuso como peligroemergente en la actualidad ha requerido la co-laboración de las cifras que, a juicio de mu-chos, no dejan de ser espeluznantes. Ademásde ser casi siempre un hecho grave con seriasconsecuencias, está demostrado que su su-puesta rareza no era sino producto de nuestragran ceguera.

Consecuencia de esa gran verdad que su-pone reconocer la realidad del abuso y parale-lamente a su señalada gravedad y trascenden-cia en la vida de las víctimas sin excepción, seestablece su sorprendente extensión. No sóloel abuso deja de ser un hecho insólito o raro,sino que se convierte en algo cotidiano, co-mún, habitual y, por lo tanto, cercano. Este úl-timo perfil del peligro que vengo describien-do se define no sólo por los números que laestadística proporciona, sino por lo que en dichasestadísticas se entiende por abuso.

2.3.1. EstadísticasLas diversas y más que numerosas investi-

gaciones llevadas a cabo al respecto propor-

45

Page 40: Abusos sexuales infantiles: orígenes y contornos de un ... · definiciones de violación y abuso sexual hasta ... po de la clínica de una terminología básica-mente judicial y

AGUSTÍN MALÓN MARCO

cionan cifras para la prevalencia que rondaríanel 20 % de mujeres y 10 % de los hombres(López y Arnaez, 1989). Ésas suelen ser las ci-fras aceptadas. Aunque los estudios más des-tacados llevados a cabo en distintos países vanen esta misma línea, todavía resulta un tantoconfusa la verdadera prevalencia del fenóme-no debido a la variedad de datos que hay deunos estudios a otros. Esta variabilidad depen-de de factores como el tipo de población ob-jeto del estudio, métodos de selección de lasmuestras, los métodos para la recogida de datosy sobre todo las definiciones de abuso emplea-das en cada estudio. Lógicamente aquellos es-tudios que entienden como abuso una propo-sición verbal, proporcionarán porcentajesmucho más altos que aquellos que únicamen-te incluyan relaciones sexuales no consenti-das. Así, nos podemos encontrar con preva-lencias que irían desde el 7% al 62% entremujeres adultas y desde el 6% al 15% entrehombres adultos (Thomas y Jamieson, 1995).Según Robbins (1995: 480), citando algunosestudios, la incidencia del abuso sexual segúnlas investigaciones oscila desde el 6% al 62%en las mujeres y entre el 3% y el 31% en loshombres. Autores como Birchall llegan a ha-blar de una prevalencia que oscila entre el0’3% y el 83% (1989: 35).

La evaluación de la incidencia de los abu-sos sexuales es si cabe mucho más compleja e in-cierta dado que se basa fundamentalmente en elestudio y análisis de los casos detectados porlos servicios sociales en un momento dado, locual hace depender los resultados de la “efica-cia” de esos servicios y sobre todo de otras va-riables como la sensibilidad social y la tendenciaa denunciar estos hechos o su sospecha. Eneste sentido, es evidente que durante los añosochenta se observa un aumento significativodel número de casos detectados en los últi-mos años (Parton y Parton, 1989). Por ejem-plo en EEUU el número de casos revelados deabuso sexual pasó de 325.000 a 500.000 entre1985 y 1992 (Cantón y Cortés, 1997), y esoque se sigue considerando que la mayor parte nose denuncian.

El sorprendente aumento de casos de abu-so sexual detectados se debe sin duda a latransformación de la opinión pública, de laspolíticas sociales y de las preocupaciones e in-tereses de los profesionales. La evolución re-sulta más interesante si cabe cuando la com-paramos con la menor variación sufrida porotros tipos de maltrato. En una amplia en-cuesta llevada a cabo por la BBC en 1986 fue-ron 3000 las personas que voluntariamentecumplimentaron un cuestionario sobre mal-trato infantil. Curiosamente el 90% de los en-cuestados señalaron haber sufrido abusos.Evidentemente esto no refleja la realidad delproblema, sino el hecho de que probablemen-te “la atmósfera actual incremente el índice derespuestas de las víctimas de abusos sexuales”(Birchall, 1989: 28).

Si bien los investigadores coinciden en se-ñalar la grave extensión del fenómeno ennuestra sociedad, los estudios sobre la fre-cuencia de los malos tratos a menores sontambién ampliamente criticados por algunosautores, críticas que pueden ser ampliadascon mayor razón, si cabe, a los casos de abu-sos sexuales. Birchall (1989), en un artículoque recorre críticamente las fuentes básicaspara establecer este tipo de estadísticas, nosmuestra cómo los métodos y resultados de lasprincipales investigaciones son más que discu-tibles. Tanto las encuestas a la población engeneral como los registros de malos tratos amenores o las extrapolaciones a partir de és-tos, son fuentes de información complejas yque es preciso tomar con cautela.

La autora dedica un apartado especial alproblema del abuso sexual, cosa que no hacecon otras categorías de maltrato, debido a sus“características especiales” y al hecho de quelos datos son más variables que en otras tipo-logías de maltrato. Como ella misma señala,“afirmaciones como «una de cada tres niñasha sido víctima de ellos» y «los abusos sexua-les son gravemente dañinos» se dan a la vezque otras como «no tenemos ni idea» y «loscasos más graves de abusos sexuales son muyraros»” (Birchall, 1989: 30). En este caso el

46

Page 41: Abusos sexuales infantiles: orígenes y contornos de un ... · definiciones de violación y abuso sexual hasta ... po de la clínica de una terminología básica-mente judicial y

ABUSOS SEXUALES INFANTILES: ORÍGENES Y CONTORNOS DE UN PELIGRO

problema central reside sin duda en la dificultadde definir con claridad qué es el abuso o po-nerse de acuerdo al respecto.

2.3.2. Definir el peligroUn problema esencial para los investigado-

res es definir qué es abuso sexual infantil y quéno lo es. Este problema no se discute tanto en re-lación a una posible decisión de tipo penalpara decidir cuándo hay delito o no, sino encuanto a la definición que se ha de utilizar enlos estudios de tipo estadístico. De hecho, elconcepto de abuso en el ámbito judicial nocoincide necesariamente con el utilizado enlos manuales. El problema de definir el abusosexual infantil viene derivado de la dificultaden precisar qué es un menor, qué es una rela-ción sexual y qué es abuso. Así pues las enor-mes oscilaciones en la estimación del abusotienen que ver con las metodologías utilizadaspara su valoración, pero también con las carac-terísticas de la definición utilizada. La defini-ción de lo que es “abuso sexual”, con las consi-guientes cargas emocionales y significados quese asocian al concepto, es algo que se va cons-truyendo socialmente. En esta construcción esmuy probable que los estudios desarrollados y losmensajes que llegan a la población desde estostrabajos tengan mucho que decir en la defini-ción social del término.

En primer lugar, es preciso hacer notarque el concepto de abuso tiene una especialcapacidad para incluir bajo su cobijo una infi-nidad de experiencias que van desde cual-quier tipo de comentario de connotacioneseróticas hasta la más violenta agresión sexual;desde el más sutil tocamiento hasta una pene-tración anal; desde el encuentro ocasional conun exhibicionista hasta la prolongada relaciónincestuosa entre un padre y su hija. Así es. Loque el público en general ignora es que los es-tudios habitualmente recogen categorías deabuso sexual que permiten incluir en los da-tos generales casos tan extremos como la so-domización de un niño de tres años, una relaciónsexual de un adulto de 21 años con una mu-chacha de 16 años, un acto aislado de exhibi-

cionismo o la presentación de pornografía aun menor. Según Dingwall (1989) el propioFinkelhor reconocía la importancia de desa-gregar las estadísticas y tener muy en cuentala variedad de hechos que se incluyen. No esextraño, pues, que en algunos estudios sehaya puesto de manifiesto que los encuesta-dos no consideran como abuso situacionesque los investigadores sí han incluido en laencuesta (López, 1994).

Lo curioso es que los actos que en unprincipio podríamos considerar más gravesparecen ser los menos habituales. Por citarun ejemplo, en la investigación de López(1994) la conducta más grave en el 22% delos casos fueron proposiciones o exhibicio-nismo y en el 51% se trató de caricias. Sólo enalgo más del 4% tuvo lugar la penetraciónanal o vaginal. El 55’79% de los hechos sólotuvieron lugar una vez y el 20’18% de 2 a tres ve-ces. Aproximadamente en un 11% de los ca-sos había una relación de parentesco entre lavíctima y el agresor. En un 5% se produjo al-gún tipo de lesión física y en un 1% tuvocomo consecuencia un embarazo.

Sin embargo, hemos asistido a un procesode inflación del abuso similar al que en su mo-mento se produjo con el concepto de maltratoinfantil. Todo tipo de relación entre un menor yun adulto que tenga alguna connotación “se-xual” es considerada abuso y, como tal, muypreocupante. A ello hemos de sumar los abu-sos cometidos por otros menores, dado querecientemente se ha insistido en la existenciade abusos entre iguales, entre hermanos o entreniños de edades distintas. Además, se ha pro-ducido un aumento en los límites de edadpara la consideración del abuso. En muchosestados de los Estados Unidos una chica nopuede tener relaciones sexuales hasta habercumplido los 18 años, y si esas relaciones sonhomosexuales todavía más. Muchos estudiossobre la frecuencia del abuso incluyen en supoblación a todos los menores de 18 años que ha-yan tenido relaciones con adultos al menoscinco años mayores que las víctimas. En nues-tro país la edad de consentimiento pasó de los 12

47

Page 42: Abusos sexuales infantiles: orígenes y contornos de un ... · definiciones de violación y abuso sexual hasta ... po de la clínica de una terminología básica-mente judicial y

AGUSTÍN MALÓN MARCO

a los 13 años y algunos sugirieron que aumentaraa 14 (Urra, 2000). Según Money una conse-cuencia del antisexualismo y de la industria delabuso sexual es precisamente la ampliacióndel concepto de infancia de los 16 a los 18años y la criminalización de toda imagen “eró-tica” de menores por debajo de esa edad (Money,1999: 29).

En mi opinión es probable que esa utiliza-ción generalizada del término abuso sexual,incluyendo una gran variedad de hechos y ex-periencias, respondiera en su momento a in-tereses ideológicos y profesionales. Es notablepor ejemplo el hecho de que se haya metidoen el mismo saco las relaciones incestuosas yno incestuosas. E igualmente lo es que en unprincipio desde parte del movimiento feminis-ta se propusiera hablar de “incesto” en todotipo de relación con connotaciones sexualesentre adultos y niños. De hecho, esta pro-puesta es propia del movimiento de recupera-ción que se esforzó por no diferenciar entreambas categorías de experiencias (Robbins,1995). En el prólogo a la obra de Bezemer, es-crito por un colectivo feminista español, se re-coge una definición según la cual “«el incestoes toda violación física o mental de la integri-dad sexual de las niñas y adolescentes perpe-trada por una persona en la que confían, man-teniéndose dichas relaciones en secreto». Porlo tanto, consideran incesto los abusos sexua-les cometidos por familiares no consanguíneoso por personas conocidas de la familia.” (Be-zemer, 1994: 14).

Por último, es igualmente necesario desta-car cómo la diferenciación entre actos violentosy no violentos ha sido igualmente barrida deldebate sobre el abuso sexual. En 1979 Ramey,ya lo hemos visto, señalaba la importancia deeste punto para entender adecuadamente elproblema; y con él muchos otros autores lohicieron. No es oportuno mezclar cosas queson distintas, diría, ya que no tiene sentidoequiparar el incesto —o las relaciones sexua-les entre niños y adultos— con la violación, laagresión, el maltrato, etc. En los setenta LeroyG. Schultz (1973) hacía algo similar. Destaca-

ba que los efectos de la victimización en estoscasos habían sido exagerados, tanto a cortocomo a largo plazo. Para ello insistía en queúnicamente un 5% de estas ofensas incluíanla violencia física. Por el contrario, señalaba,la mayoría de los niños que habían tenido ex-periencias sexuales con adultos sin que la vio-lencia fuera empleada, vivían estos hechoscomo no traumáticos y se sentían partícipesde una relación afectiva. La culpabilidad enlas víctimas suele estar ausente, pero puedeser propiciada por los padres o durante elproceso judicial.

Hoy en día la ausencia de violencia es sim-plemente interpretada como un reflejo deque mediante el engaño y el abuso de poder ode confianza los agresores pueden lograr susobjetivos. Si no fuera así, se supone, la violenciaharía presencia en un mayor número de ca-sos. El que un adulto no utilice la violencia en es-tas experiencias ya no es un atenuante parasus actos o reflejo de una naturaleza en esen-cia bondadosa. Ni siquiera puede ser reflejode la naturalidad y espontaneidad con que enocasiones estas relaciones pueden iniciarse yprolongarse en el tiempo. La ausencia de esaagresividad es simplemente indicio de la natu-raleza perversa que se esconde tras sus gestosaparentemente inocentes. La violencia perma-nece latente pues es una violencia disimulada, vil,premeditada y desleal. El agresor es si cabemás cobarde cuanto menos explícitas sean susestrategias para aprovecharse de la víctima.

En resumen, la línea general que ha ido si-guiendo el discurso científico y social sobre elabuso ha sido la de ir rotulando como abusocada vez más y más situaciones, por muy efí-meras e intrascendentes que pudieran ser.Puede que en su momento hablar en generalde “incesto”, incluyendo casos no incestuo-sos, tuviera una utilidad social, al agravar latranscendencia del hecho. Puede que ahorasuceda lo mismo con el término “abuso” que,inconscientemente, al menos en nuestro país,asociamos a lo sexual. Hablar ahora de agre-sión, como se está haciendo, no es una cues-tión baladí. El concepto de abuso sexual ha

48

Page 43: Abusos sexuales infantiles: orígenes y contornos de un ... · definiciones de violación y abuso sexual hasta ... po de la clínica de una terminología básica-mente judicial y

ABUSOS SEXUALES INFANTILES: ORÍGENES Y CONTORNOS DE UN PELIGRO

triunfado y se ha impuesto para medir con lamisma vara la infinita y variada realidad a laque nos remite. Ahora todo puede ser abuso ylo es en la misma medida.

CONSIDERACIONES FINALES

1. LA “CIENCIA” DEL ABUSOPuede que la primera reacción científica al pe-

ligro de las relaciones sexuales entre niños yadultos, proveniente en buena parte del cam-po de la Sexología, fuera a menudo la de mini-mizar o relativizar sus supuestos efectos noci-vos, según algunos por temor a que el señalar enexceso el peligro fuera en contra de los avan-ces habidos en cuanto a la libertad sexual (López,1995; Tamarit, 2000). Ya hemos visto variosejemplos al respecto. Sin embargo, esta pers-pectiva que tendía a reducir el daño en unaparte significativa de los casos fue finalmentebarrida del mercado científico y social en be-neficio de una postura más terrible del fenó-meno. La interpretación científica finalmenteaceptada, con las oportunas excepciones, es laque otorga a estos hechos una gravedad y se-riedad que hacen prácticamente imposiblecualquier cuestionamiento de la misma. Elabuso sexual, diríamos, sigue siendo un tabú,pero ahora en sentido inverso ya que la prohi-bición está en no hablar de él o hacerlo de unmodo distinto al establecido.

No estoy en condiciones de rebatir lo que lareciente ciencia del abuso ha dicho sobre elmismo. No puedo demostrar si es cierto o no loes, si está científicamente fundado o no, aun-que los indicios que he presentado nos hacendudar de mucho de lo que se ha dicho. Des-de luego que cuando Kinsey, Ullerstam uotros hablaban sobre el abuso, antes de 1975, nose había investigado tanto como se hizo apartir de esa fecha y sobre todo en la décadade los ochenta. Puede que aquellos sexólogosy científicos de otras disciplinas estuvieranequivocados al no contar con una buena baseempírica en la que fundamentar sus afirma-ciones. Así al menos lo sugieren autores

como Finkelhor o López. Sin embargo tam-bién habría indicios que permitirían discutirdicho planteamiento.

Gran parte de los materiales que he traba-jado aquí son de los primeros años de la décadade 1990 y muchos otros de años anteriores. Enlíneas generales, mi impresión es que lo quese ha escrito recientemente sobre el tema, almenos en nuestro país, va en la misma línea yen general los autores se han dedicado a insistiren las mismas ideas con algunos matices perocon el mismo mensaje de fondo25. No obstan-te, es significativo que en uno de los últimostextos de Finkelhor publicados en nuestro país(1999), y donde éste propone una supuestateoría globalizadora para el estudio y com-prensión del maltrato infantil o del niño como víc-tima, también cuestione el mismo discursocientífico sobre el abuso que él mismo, entreotros, ayudó a desarrollar.

Si bien en líneas generales viene a decirselo mismo, es novedoso observar cómo Finkelhorreconoce que gran parte de lo que se ha in-vestigado sobre el abuso —que denomina el“paradigma convencional de la investigacióndel abuso sexual”— pretendía combatir escep-ticismos y demostrar el daño existente; conello, y así lo reconoce, se favoreció un discur-so simplón que focalizaba en el abuso el ori-gen de todos los problemas que viven las per-sonas. El abuso sexual, explica, fue entendidocomo una experiencia traumática muy graveque tuvo mucho éxito y acaparó la atenciónde la sociedad y los científicos. Su auge en elcampo científico y profesional se debió tam-bién al creciente interés que acaparó el mode-lo traumático en psicopatología desde el quese hacía especial hincapié en la importanciade las experiencias traumáticas para explicar lapsicología del sujeto. En la búsqueda de cau-sas traumáticas sencillas y directas, el abusosexual, como experiencia puntual, fue sin lu-gar a dudas uno de los mejores candidatos.

Aquello, defiende Finkelhor, no fue sinoun error y ahora es preciso cuestionar aque-llas creencias que la ciencia estableció comociertas para ir avanzando. El abuso, afirma

49

Page 44: Abusos sexuales infantiles: orígenes y contornos de un ... · definiciones de violación y abuso sexual hasta ... po de la clínica de una terminología básica-mente judicial y

AGUSTÍN MALÓN MARCO

ahora, tiene lugar siempre en un contexto quees preciso tener muy en cuenta y que puedeser, si cabe, más importante que la experien-cia abusiva en sí para explicar las vivencias yposibles problemas de los individuos. Si enuna persona que dice haber sufrido abusos ensu infancia tenemos en cuenta los otros mu-chos problemas que esa persona pudo vivir al-rededor de ese abuso, entonces la correlación es-tadística entre abusos y patologías posterioresprácticamente desaparece. El modelo cate-quístico que enlazaba abusos sexuales y pato-logías futuras como si fueran relaciones inevi-tables era erróneo. La mayoría de las veces no seproducen y a menudo no son ni estadística-mente importantes.

El abuso sexual, afirma Finkelhor, nosabrió las puertas al mundo de la victimologíainfantil: “Pese al relativo abandono y, en oca-siones, menosprecio en que se encuentra elestudio sobre la victimización infantil, una desus formas no ha sido ni mucho menos desa-tendida o minimizada: el abuso sexual. Por elcontrario, este tema ha adquirido durante laúltima década en Estados Unidos el rango deproblema social gracias, sobre todo, al incre-mento del nivel de concienciación de la sociedad.Por su notoriedad, el abuso sexual ha sido elvehículo que nos ha permitido adentrarnos eneste ámbito para, así, entender mejor muchos as-pectos relativos a la victimización infantil ytambién sobre las políticas de apoyo a las vícti-mas infantiles, así como las limitaciones de lasmismas.” (Finkelhor, 1999: 199). La preguntaque nos podríamos hacer es, pues, qué es loque tuvo ese abuso que logró esa concienciasocial y facilitó ese avance científico del quenos habla Finkelhor.

2. LA MALDICIÓN DEL SEXOAdemás de esos tres elementos que he se-

ñalado como propios del discurso científicosobre el abuso —su talante de gran verdad, sugravedad y su extensión—, sería oportuno se-ñalar un cuarto eje vertebrador que da cuenta degran parte de lo que se ha dicho al respecto.Me refiero al enorme poder que parece poseer el

sexo para hacer daño y el particular modo enque ejerce dicho poder.

Curiosamente Ofshe y Watters, en su análi-sis del movimiento de recuperación, llegan almismo tipo de preguntas que las que unopuede hacerse cuando revisa la literatura so-bre los abusos. Se interrogaban estos autoressobre las causas de que el trauma sexual en la in-fancia sea tan dramático que la represión delmismo resulte más que habitual y que ésta no sedé en otro tipo de experiencias —como elmaltrato físico— que no son reprimidas, máxi-me cuando muchas veces los niños no distin-guen entre tocamientos correctos o incorrec-tos, sexuales o no. ¿Qué es lo que tiene elsexo para hacerlo tan terrible que deba ser re-primido en lo más profundo de la memoriahasta que el terapeuta llega para recuperarlo?A ello deberíamos añadir, ¿qué es lo que tiene elsexo para provocar tanto sufrimiento?

También Nathan y Snedeker, al hablar delabuso ritual, se preguntan cómo fue posibleque en un momento dado se le diera al abusosexual una importancia y gravedad que sor-prendentemente le fue restada a otros tiposde maltrato como el físico o el abandono. Lapobreza y la marginalidad, la violencia y la ne-gligencia, fueron relegadas a un segundo pla-no e incluso atenuadas en su trascendencia,en beneficio del abuso sexual.

Ofshe y Watters señalan cómo el modelo oparadigma humano y terapéutico propuestopor Freud queda reflejado en los fundamen-tos de los teóricos de la recuperación. Desdesus ideas sobre el inconsciente hasta el recur-so terapéutico de la libre asociación, como en suteoría de la represión o de la interpretaciónde los sueños, el psicoanálisis se encuentra enla base de este nuevo modelo clínico. PeroOfshe y Watters fracasan en señalar lo que esuna herencia del psicoanálisis cuando menosigual de importante. Me estoy refiriendo al pa-pel que tuvo Freud en situar nuevamente elsexo, como libido, y muy especialmente aso-ciado a la infancia, en el centro del psiquismohumano. Lo genital, como equivalente desexo o deseo, se constituyó —o deberíamos

50

Page 45: Abusos sexuales infantiles: orígenes y contornos de un ... · definiciones de violación y abuso sexual hasta ... po de la clínica de una terminología básica-mente judicial y

ABUSOS SEXUALES INFANTILES: ORÍGENES Y CONTORNOS DE UN PELIGRO

decir que se reafirmó— como símbolo obligadopara la comprensión de la psicología de los in-dividuos, reforzando así el clásico modelo dellocus genitalis e incluso su asociación connuestro lado más instintivo y animal (Amezúa,1999). Con Freud el sexo volvió nuevamente asituarse en las partes bajas de los sujetos y cobróde nuevo una importancia que no dejaría detener hasta la actualidad.

La conclusión de Ofshe y Watters era radi-cal: hemos convertido un horror de esta so-ciedad, el abuso sexual a los niños, en una ver-dad universal y eterna; el incesto, o el abusosexual en general, se ha transformado en unode los más horrendos crímenes de los que sepuede ser víctima. De ahí que al final poca im-portancia tengan las vivencias de los niños,puesto que éstas sólo son utilizadas para rea-firmar nuestro horror al abuso. Lo importantees que tenemos la firme e incuestionablecreencia de que vivir este tipo de experiencias eslo más terrible que nos puede suceder. De ahíque el abuso sea aislado como objeto de vene-ración por encima del maltrato físico, la po-breza, la marginación o incluso sobrevivir alholocausto nazi. A ello hemos de sumar quehemos quitado importancia a toda diferenciaentre una experiencia abusiva y otra; porejemplo si la experiencia es o no violenta. Asítoda experiencia de abuso, sea del tipo quesea, fue considerada como grave y dolorosa(Ofshe y Watters, 1996: 31).

El abuso sexual como nuevo peligro emer-gió precisamente en un contexto histórico ygeográfico donde lo sexual adoptó nuevamen-te su presencia más amenazante. Ello no debióser difícil ya que la tradición se remontaba a siglosde historia occidental. No obstante, no creoque se tratara sencillamente de un movimien-to antisexualista, por utilizar el término deMoney (1999), aunque algo de ello hubiera.Más bien se trata del valor del sexo para confi-gurar lo social, como sugería Foucault, dadosu excelente poder estratégico. Ciertos intere-ses ideológicos asociados a la cultura del victi-mismo crearon el contexto propicio. El sexofue nuevamente instrumentalizado para com-

batir el patriarcado o la decadencia moral de lasociedad. El sexo fue progresivamente asocia-do al daño, y en la obsesión por evitar todotrauma, la lógica social acabó desembocandoen lo irracional. Los grupos sociales e institu-cionales relacionados con la protección de losmenores, hasta entonces más preocupadospor otras formas de maltrato, no fueron inmunesa estos nuevos combates.

Krauthammer (1994) se sorprendía de que, se-gún las estadísticas, hoy en día el maltrato fue-se diecinueve veces más frecuente que hacetreinta años. Parece que la explicación está enque sencillamente el número de denuncias haaumentado de una forma impresionante. Locurioso, añade, es que el número de denunciasrechazadas por falta de pruebas ha aumentadoal mismo ritmo —según él, dos de cada tresdenuncias son infundadas—. Esto, desde supunto de vista, no sería sino reflejo de una hi-persensibilidad hacia el maltrato que choca conla indiferencia con que tratamos los crímenesordinarios. Además del aumento de las denun-cias y de otros factores como los cambios en la va-loración moral del castigo físico, se añade untercer elemento explicativo del problema. Se-gún Krauthammer hemos visto nacer una ideo-logía de la violencia contra los niños bajo cuyosefectos los profesionales, creyendo en la exis-tencia de una violencia endémica, habrían idoa la caza y captura del maltrato e incluso lo ha-brían inventado allí donde no lo hallaban.

Los investigadores se hicieron partícipes de di-cha lógica y colaboraron en una sospechosabúsqueda de ese nuevo y temido daño. El fenó-meno de los abusos rituales o el movimientode recuperación no fueron sino productos deesa misma lógica llevada a sus últimas conse-cuencias. Su vertiente profesional permitió eldesarrollo de una floreciente industria del abu-so sexual que desembocó en sospechosas ofertasterapéuticas y confundió hasta límites insospe-chados el mundo de la ayuda con el mundo delcastigo. La crítica final de Ramey (1979) a loque entonces era un incipiente temor, hacía re-ferencia al flaco favor que en su opinión se es-taba haciendo a la población en general al dra-

51

Page 46: Abusos sexuales infantiles: orígenes y contornos de un ... · definiciones de violación y abuso sexual hasta ... po de la clínica de una terminología básica-mente judicial y

AGUSTÍN MALÓN MARCO

matizar innecesariamente experiencias que amenudo son vividas sin ningún sufrimiento. Elsensacionalismo de los medios de comunica-ción, sumado a la creciente asociación de esoshechos con la violación, el maltrato infantil, laviolencia, etc., lo convierte en chivo expiatorioal que es fácil recurrir para explicar los proble-mas de cada uno. Las historias publicadas portodas partes acaban generando modos nuevos, ymás problemáticos, de interpretar las experienciaspersonales. Además, a partir de estos discursos lasfamilias van a temer cualquier contacto físicoque pudiera sospecharse preludio de lo sexual. Eldaño en este caso podría ser mayor, alerta elautor.26

El nuevo peligro del abuso sexual tuvo enese fanático contexto sus orígenes o su granmomento de esplendor, auspiciado en buenaparte por una supuesta ciencia del abuso. No-sotros, para bien o para mal, somos herederos

de todo aquello. Es verdad que aquéllos quehan escrito sobre el abuso han insistido en que nose trata de negar la sexualidad infantil o el valorque la sexualidad y sus placeres tienen paratodo ser humano. Es cierto que en dichos tra-bajos no se observa necesariamente una visiónnegativa de la sexualidad en general. Pero esigualmente correcto afirmar que, al otorgar tan-ta trascendencia y tanta gravedad a las expe-riencias entre adultos y niños donde la sexuali-dad tiene algo que ver, no hacen sino reafirmarel maléfico poder que desde antiguo ha tenido elsexo. El tratamiento social y científico de las re-laciones sexuales entre niños y adultos ha estadoplagado de dramatismo. He expuesto su histo-ria, al menos parte de ella, y las formas del peli-gro. La pregunta ahora es si somos capaces detratar el tema de otro modo y sin que a la parse nos acuse de tolerar o propagar ese gran ho-rror. Ahí está el reto.

52

Notas al texto1 El presente artículo es un resumen de los primeros capítulos de mi tesis doctoral titulada “Sexo, infancia

y justicia. Analisis crítico del discurso público y la práctica profesional en los casos de abusos sexuales amenores”. Con el fin de reducir su tamaño y adaptarlo a este formato, han sido eliminados, en la medidade lo posible, los datos y comentarios más accesorios, ilustrativos o aclaratorios de lo aquí expuesto.

2 Para el desarrollo de este apartado dedicado al «abuso ritual» me basaré fundamentalmente en la investi-gación de Nathan y Snedeker publicada en su libro “Satan’s Silence” (2001).

3 Este síndrome proviene al parecer de las secuelas en los soldados de la guerra de Vietnam.4 Para el desarrollo de este apartado me voy a basar sobre todo el la obra de Ofshe y Watters (1996)

Making Monsters. False memory, psychotherapy and sexual hysteria. University Of California Press.Berkeley. Los Angeles. Se puede considerar que la práctica totalidad de los datos sobre el movimiento derecuperación aquí manejados pertenecen a estos autores, con lo cual evitaré el exceso de referenciasbibliográficas que sólo añadiré cuando sea obligado.

5 Citado en Ofshe y Watters, 1996: 80. La obra de Bass y Davis fue publicada en 1995 en España. 6 Andrea Dworkin es una destacada feminista que lideró el movimiento antipornografía.7 Perteneciente al prólogo a la edición española escrito por Belén Nogueiras y mujeres del Equipo del

Espacio de Salud para Mujeres Entre Nosotras.8 En mi opinión, sería de interés llevar a cabo un estudio pormenorizado sobre cómo, cuándo y dónde

emergió la inquietud por el abuso sexual infantil, similar al llevado a cabo por Pfohl (1977) sobre el mal-trato físico y el papel de los radiólogos en su aparición pública.

9 Las referencias a estos autores son comunes en artículos y libros de Estados Unidos o Gran Bretaña,pero también en trabajos publicados en Alemania (véase Ullmann y Hilweg, 2000) o en España. En esteúltimo caso se puede echar un vistazo a la revisión de Cantón y Cortés (1997), los diversos trabajos deLópez sobre la materia (1993; 1994) o el manual de Vázquez Mezquita (1995) orientado a la prácticaforense.

10 Destacan por ejemplo Herman, Briere, Williams, Putnam o Summit.

Page 47: Abusos sexuales infantiles: orígenes y contornos de un ... · definiciones de violación y abuso sexual hasta ... po de la clínica de una terminología básica-mente judicial y

ABUSOS SEXUALES INFANTILES: ORÍGENES Y CONTORNOS DE UN PELIGRO

11 Su revista es la de Journal of Interpersonal Violence. 12 En concreto me refiero a Williams, L.M., Briere, J., Conte, J., Herman, J. y Schatzow, E. 13 Chrysalis. 1: 31–45. En este trabajo Rush hace referencia a la supuesta negación que Freud llevó a cabo

sobre la veracidad de las memorias de abuso de sus pacientes.14 New York. Prentice–Hall. Bass y Davis, autoras de El coraje de sanar, describen el libro de Rush como

un “Lúcido análisis feminista del abuso sexual a los niños desde los tiempos bíblicos hasta el presente.Rush fue la primera en dejar al descubierto el encubrimiento de Freud” (1995: 589).

15 Es curioso cómo este mismo autor planteó una teoría propia sobre el apego que, según él mismo indi-ca, es presentada como sustitutiva del Edipo Freudiano permitiendo quitar toda responsabilidad deseducción al niño ya que el apego, afirma, es una necesidad de intimidad afectiva que no tiene nada desexual. (López, 1993: 222).

16 Summit, R. (1983) Child abuse and Neglect 7: 177–93. Ha escrito también artículos sobre la represiónde los recuerdos del abuso o sobre la negación social a reconocerlos.

17 “Believe the children”. Éste es el nombre del movimiento que fundaron los padres del preescolarMcMartin tras las supuestas alegaciones de abusos rituales por parte de los profesores en 1983. Las acu-saciones nunca fueron demostradas. Ver por ejemplo Money, 1999.

18 Cambridge: Harvard University Press.19 Herman, J.L., Schatzow, E. (1984) “Time–Limited Group Therapy for Women with a History of Incest.”

International Journal of Group Psychotherapy. 34 (4): 605–16.20 Psychoanalytic Psichology 4(1): 1–14.21 New York. Basic Books.22 Ofshe y Watters ilustran ese déficit metodológico característico de la investigación comentando la histó-

rica discusión sobre si la bulimia era reflejo de una experiencia de abuso sexual en la infancia. La bulimiaha contado con diversas teorías explicativas, desde alteraciones bioquímicas hasta modelos culturalesde belleza o tipos de relaciones familiares. Es a finales de los ochenta, paralelamente al desarrollo delmovimiento de recuperación, cuando se plantea el abuso sexual infantil como origen de dicho trastornoalimentario. Se llegó a plantear que era posible sospechar de abusos en cualquier paciente de trastornosalimenticios —anorexia y obesidad incluidas— y que el 90 % de estas personas habían sufrido abusossexuales. Posteriormente los autores citan algunos estudios que precisamente niegan cualquier tipo decorrelación entre ambos fenómenos y que cuestionan metodológicamente la validez de otros trabajosque sí las relacionaban significativamente.

23 (1986) “Impact of Child Sexual Abuse: A Review of the Research” Psychological Bulletin 99: 66–77.24 En el caso de los hombres esta categoría ascendía al 44’78%25 Ver por ejemplo Cantón y Cortés (1999) o Echeburúa y Guerricaechevarría (2000).26 Algo similar es lo que sugería Ullerstam (1999) ya en 1964.

53

ReferenciasAmezúa, E. (1991): Teoría de los sexos. Re-

vista Española de Sexología, 95–96. Ins-tituto de Sexología. Madrid.

Bass, E. y Davis, L. (1995): El coraje de sanar.Guía para las mujeres supervivientes delabuso sexual en la infancia. Barcelona.Urano. (Orig. 1984).

Beauvoir, S. (2000): El segundo sexo. Vol. I.Los hechos y los mitos . Madrid. Ed.Cátedra.

Birchall, E. (1989): Frecuencia de los malostratos a menores ¿qué sabemos realmen-te? en Stevenson, O. La atención al niñomaltratado. Barcelona, Paidós.

Browne, J. (1996): Unasked Questions orUnheard Answers? Policy Development inChild Sexual Abuse: British Journal ofSocial Work, (26) Iss. 1, 37–52.

Cantón, J. y Cortés, M. (1997): Malos tratos yabuso sexual infantil. Madrid. Siglo XXI.

Page 48: Abusos sexuales infantiles: orígenes y contornos de un ... · definiciones de violación y abuso sexual hasta ... po de la clínica de una terminología básica-mente judicial y

AGUSTÍN MALÓN MARCO

Cañeque, C. (1988): Dios en América. Unaaproximación al conservadurismo políti-co–religioso en los Estados Unidos .Barcelona. Península.

Dingwall, R. (1989): Algunos problemas en lapredicción del abandono y los malos tra-tos a menores: En Stevenson, O (Ed.), Laatención al niño maltratado. Barcelona.Paidós.

Doyle, C. (1996): Current Issues in ChildProtection. An Overview of the Debates inContemporany Journals. British Journal ofSocial Work, (26) Iss. 4, 565–576.

Echeburúa, E. y Guerricaechevarría, C. (2000):Abuso sexual en la infancia: víctimas yagresores. Un enfoque clínico. Barcelona.Ariel.

Finkelhor, D. (1984): Child sexual abuse. Newtheory and research. New York. Free Press.

Finkelhor, D. & Berliner, L. (1995): Researchon the Treatment of Sexually AbusedChildren. A Review and Recommendations.Journal of The Academy of Child andAdolescent Psychiatry, (34) Iss. 11,1408–1423).

Finkelhor, D. (1999): Victimología infantil: EnSanmartin, J. (Ed.) Violencia contraniños. Ariel. Madrid.

Garbarino, J. y Stoff, F.M. (1993): Lo que nospueden decir los niños. Ministerio deAsuntos Sociales.

Hughes, R. (1994): La cultura de la queja.Barcelona. Anagrama.

Intebi, I. (1998) Abuso sexual infantil. En lasmejores familias. Buenos Aires. Granica.

Kaminer, W. (2001): Durmiendo con extrate-rrestres. El auge del irracionalismo y lospeligros de la devoción. Barcelona. Alba.(Orig. 1999).

Kendall–Tackett, KA., Williams LM. &Finkelhor, D. (1993): Impact of sexualabuse on children: a review and synthesisof recent empirical studies. Psychol Bull113, 164–180.

Kinsey, A, Pomeroy, W. y Martin, C. (1967):Conducta sexual de la mujer. BuenosAires. Ediciones Siglo XX.

Krauthammer, Ch. (1994): La déviance redéfi-nie à la hausse. Le debat, 81.

La Fontaine, J. (1991): Child sexual abuse.Polity Press, Cambridge.

Lipovetsky, G. (2000): La tercera mujer.Barcelona. Anagrama. (Orig. 1997).

López, F. (1995): Prevención de los abusossexuales y educación sexual.Salamanca.Amarú Ediciones.

López, F. y del Campo, A. (1997): Prevenciónde abusos sexuales a menores. Guía paralos educadores. Ministerio de Trabajo yAsuntos Sociales. Salamanca. AmarúEdiciones.

López, F., Hernández, A., Carpintero, E. et al.(1994): Los abusos sexuales de menores:Lo que recuerdan los adultos. Madrid.Ministerio de Asuntos Sociales.

Malón, A. (2001): Onanismo y abusos sexua-les: historia de dos obsesiones. Anuariode Sexología, 7, 75-90. Valladolid. AEPS.

Money, J. (1985): The Conceptual Neutering ofGender and the Criminalization of Sex:Archives of Sexual Behavior, (14), 3 (junio),279–290.

– (1999): Antisexualismo epidémico: del ona-nismo al satanismo. Anuario de Sexología,5, 23–30.

Nathan, D. & Snedeker, M. (2001): Satan’ssilence. Ritual abuse and the making of amodern american witch hunt . USA.Authors Choice Press. (Orig. 1995).

Ofshe, R. & Watters, E. (1996): MakingMonsters. False memory, psychotherapyand sexual hysteria. University Of Cali-fornia Press. Los Angeles. Berkeley.

Osborne, R. (1989): Las mujeres en laencrucijada de la sexualidad. Barcelo-na. La Sal.

– (1993): La construcción sexual de la reali-dad. Madrid. Cátedra.

Parton, Ch. & Parton, N. (1989): Protección almenor, ley y peligrosidad. En Stevenson,O (Ed.), La atención al niño maltratado.Barcelona. Paidós.

Pfohl, SJ. (1977): The discovery of Child Abuse.Social Problems, 24, 310–323.

54

Page 49: Abusos sexuales infantiles: orígenes y contornos de un ... · definiciones de violación y abuso sexual hasta ... po de la clínica de una terminología básica-mente judicial y

ABUSOS SEXUALES INFANTILES: ORÍGENES Y CONTORNOS DE UN PELIGRO

Putnam, F.W. (1991): The satanic ritual abusecontroversy. Child abuse and Neglect, 15,175–179.

Ramey, J. W. (1979): Dealing with the lasttaboo: SIECUS, Report, 7 (5).

Robbins, S. (1995): Wading throuh the MuddyWatters on Recovered memory. Familiesin Society, (76), 8 (Oct.), 478–489.

Sandfort, T. (1983): Pedophile relationships inthe Netherlands: Alternative lifestyles forchildren. Alternative lifestyles 5, 164–183.

– (1984): Sex in pedofhiliac relationships: Anempirical investigation among a nonrepre-sentative group of boys. The Journal of SexResearch, 20, 123–142.

Stevenson, O. (Ed.) (1989): La atención alniño maltratado. Barcelona. Paidós.

Ullerstam, L. (1999): Las minorías eróticas.Revista Española de Sexología. nº 93–94.Madrid. Instituto de Sexología. (Orig. 1964).

Ullmann, E. & Hilweg, W. (2000): Infancia ytrauma. Separación, abusos, guerra.Brand Editorial SL.

Urra, J. (2000): “Ojos de lluvia”. Epílogo a laobra de Echeburúa, E. y Guerricaeche-varría, C. Abuso sexual en la infancia: víc-timas y agresores. Un enfoque clínico.Barcelona. Ariel. (pp. 154–155).

Vázquez, B. (1995): Agresión sexual. Evalua-ción y tratamiento en menores. Madrid.Siglo XXI.

Weeks, J. (1993): El malestar de la sexuali-dad. Madrid. Talasa. (Orig. 1985).

55