Actividades Salud Oral

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CREMA DENTAL INGREDIENTES Un tubo de crema dental vacio o un frasco pequeño Un recipiente hondo de vidrio Un palito de madera 25 gramos de talco 100 gramos de glicerina 150 gramos de carbonato de calcio 1 gramo de detergente aniónico ( si quieres que haga espuma) 5 gramos de esencia del sabor que más te gusta 0.5 % de fluoruro de sodio (opcional) Agua destilada Alcohol etílico PREPARACIÓN Aunque son muchos ingredientes, todos se venden en la farmacia. Primero lava muy bien el tubo de pasta o el frasco, el palito de madera y el recipiente Enjuágalos con agua destilada y con alcohol Ahora mezcla todos los ingredientes en el recipiente y muévelos con el palito hasta que tengas una pasta homogénea, espesa y suave. Deben deshacerse los grumos (esto te llevará algunos minutos).

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En este documento se encuentran diferentes actividades relacionadas con la salud oral.

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CREMA DENTAL

INGREDIENTES  Un tubo de crema dental vacio o un frasco pequeño Un recipiente hondo de vidrio Un palito de madera 25 gramos de talco 100 gramos de glicerina 150 gramos de carbonato de calcio 1 gramo de detergente aniónico ( si quieres que haga espuma) 5 gramos de esencia del sabor que más te gusta 0.5 % de fluoruro de sodio (opcional) Agua destilada Alcohol etílico

PREPARACIÓN

Aunque son muchos ingredientes, todos se venden en la farmacia.

Primero lava muy bien el tubo de pasta o el frasco, el palito de madera y el recipiente

Enjuágalos con agua destilada y con alcohol

Ahora mezcla todos los ingredientes en el recipiente y muévelos con el palito hasta que tengas una pasta homogénea, espesa y suave. Deben deshacerse los grumos (esto te

llevará algunos minutos).

Si observas que la pasta está muy dura agrega un poquito de agua destilada. Cuida que no se vuelva liquida; debe quedar con la consistencia que tienen las pastas dentales que

conoces.

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ENJUAGUE BUCALENJUAGUE BUCAL

INGREDIENTES 

2 gr de ácido bórico0.02 gr de mentol0.5 gr de eucaliptol20 gr de alcoholAgua destilada para completar 100 mililitros.

PREPARACIÓN:Disolver el mentol y el eucaliptol en el alcohol

Disolver el ácido bórico en el aguaMezclar las dos soluciones y envasar.

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CUENTO DEL RATONCITO PÉREZPepito Pérez era un pequeño ratoncito de ciudad. Vivía con su familia en un agujerito de la pared de un edificio. El agujero no era muy grande pero era muy cómodo, y allí no les faltaba la comida. Vivían junto a una panadería, por las noches él y su padre iban a coger harina y todo lo que encontraban para comer.Un día Pepito escuchó un gran alboroto en el piso de arriba. Y como ratón curioso que era trepó y trepó por las cañerías hasta llegar a la primera planta. Allí vio un montón de aparatos, sillones, flores, cuadros..., parecía que alguien se iba a instalar allí.

Al día siguiente Pepito volvió a subir a ver qué era todo aquello, y descubrió algo que le gustó muchísimo. En el piso de arriba habían puesto una clínica dental.A partir de entonces todos los días subía a mirar todo lo que hacía el doctor José Mª. Miraba y aprendía, volvía a mirar y apuntaba todo lo que podía en una pequeña libreta de cartón.

Después practicaba con su familia lo que sabía. A su madre le limpió muy bien los dientes, a su hermanita le curó un dolor de muelas con un poquito de medicina... Y así fue como el ratoncito Pérez se fue haciendo famoso.Venían ratones de todas partes para que los curara. Ratones de campo con una bolsita llena de comida para él, ratones de ciudad con sombrero y bastón, ratones pequeños, grandes, gordos, flacos... Todos querían que el ratoncito Pérez les arreglara la boca.

Pero entonces empezaron a venir ratones ancianos con un problema más grande. No tenían dientes y querían comer turrón, nueces, almendras, y todo lo que no podían comer desde que eran jóvenes. El ratoncito Pérez pensó y pensó cómo podía ayudar a estos ratones que confiaban en él.Y, como casi siempre que tenía una duda, subió a la clínica dental a mirar. Allí vio como el doctor José Mª le ponía unos dientes estupendos a un anciano. Esos dientes no eran de personas, los hacían en una gran fábrica para los dentistas. Pero esos dientes, eran enormes y no le servían a él para nada.

Entonces, cuando ya se iba a ir a su casa sin encontrar la solución, apareció en la clínica un niño con sumamá. El niño quería que el doctor le quitara un diente de leche para que le saliera rápido el diente fuerte y grande.El doctor se lo quitó y se lo dio de recuerdo. El ratoncito Pérez encontró la solución: "Iré a la casa de ese niño y le compraré el diente", pensó. Lo siguió por toda la ciudad y cuando por fin llegó a la casa, se encontró con un enorme gato y no pudo entrar.

El ratoncito Pérez se esperó a que todos se durmieran y entonces entró a la habitación del niño. El niño se había dormido mirando y mirando su diente, y lo había puesto debajo de su almohada.Al pobre ratoncito Pérez le costó mucho encontrar el diente, pero al fin lo encontró y le dejó al niño un bonito regalo. A la mañana siguiente el niño vio el regalo y se puso contentísimo y se lo contó a todos sus amigosdel colegio.Y a partir de ese día, todos los niños dejan sus dientes de leche debajo de la almohada. Y el ratoncito Pérez los recoge y les deja a cambio un bonito regalo. Y colorín colorado este cuento se ha acabado.

FIN

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HISTORIA DEL CEPILLOÉsta historia habla, precisamente, de un cepillo de dientes. De un cepillo sin nombre. Por eso en este cuento tendremos que llamarle “el cepillo” o “él”. Seguro que nos acostumbraremos. Vamos allá. El cepillo tenía una marca comercial grabada en el mango, eso sí. Pero no servía como nombre porque era la misma que tenían todos los demás cepillos de la estantería. Estaban colgados en un expositor a un lado del mostrador de la farmacia. Todos ordenados y formados como un pequeño ejército dispuesto a luchar contra la caries. Los había de muchos colores diferentes pero en realidad todos eran iguales. Bueno, no. El cepillo de nuestro cuento era muy especial. No se le notaba nada al verlo pero en realidad era un cepillo sabio. Si, si, sabio. Lo compró un señor, que, por supuesto, no se fijó en eso. Era imposible, nada lo distinguía de los demás y el cliente lo escogió por el color y porque era un cepillo muy bonito. Así que lo pagó y se lo llevó a casa para dárselo a su hija, que tenía cuatro años. Aunque, como hemos dicho, era un cepillo sabio, en realidad por fuera era como todos los demás. Nadie podía notar que aquel cepillo sabía limpiar los dientes. Ni siquiera sus compañeros de estantería. Me diréis ¡hombre! Que bobada, todos los cepillos sirven para limpiarse los dientes. Es cierto, pero éste sabía cómo hacerlo y los demás no. Ahí estaba la diferencia. Los otros se limitaban a frotar según los manejara su dueño y no podían saber si lo estaba haciendo bien o no. Nuestro cepillo, en cambio, sabía hacer su trabajo. Es un misterio cómo aquel cepillo había llegado a saber lo que sabía, pero los cuentos son así, pasan cosas misteriosas y nunca sabemos cómo ni por qué. Aunque el cepillo de nuestro cuento era muy listo, bueno, vale, sabio. Había un problema. Él también necesitaba una mano que lo manejase y si lo hacía mal, nuestro cepillo no podía hacer nada para evitarlo. Fijaos qué rabia ver que alguien está haciendo mal las cosas y no poder hacer o decir nada. Es difícil imaginarlo porque vosotros sois personas y podéis hablar y explicar las cosas, pero él no era más que un cepillo de dientes, sabio, pero cepillo, así que no podía hacer nada de lo que hubierais hecho vosotros. Por lo demás ya hemos dicho que era un cepillo estupendo. Tenía un mango casi transparente y unas cerdas de dos colores. ¿Sabíais que los pelos de los cepillos se llaman cerdas?. Pues es verdad, se llaman así ¿vaya nombre, eh?. Las cerdas azules de la parte de fuera de nuestro cepillo eran más largas y blanditas, para que no hicieran daño al frotar las encías. Las de dentro eran blancas y más rígidas, para limpiar bien entre los dientes. Era un cepillo muy bien pensado y, claro, él lo sabía. Para eso era un cepillo sabio. A Celia, que es como se llamaba la hija del señor, le gustó mucho su nuevo cepillo y prometió a su padre que se limpiaría los dientes con él todos los días después de comer y de cenar. Era una niña muy responsable y lo cumplía casi siempre, aunque alguna vez se le olvidaba. Nuestro cepillo se ponía muy contento cuando Celia lo utilizaba, porque sabía que eso era muy bueno para ella y, porque al fin y al cabo, a él le gustaba hacer su trabajo. Además la niña lo cuidaba y lo limpiaba muy bien después de usarlo. Después de enjuagado le colocaba una funda que tenía para que no se le estropearan las cerdas y lo dejaba en un vaso de plástico muy bonito que tenía junto al lavabo. Nuestro cepillo

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hubiera sido feliz del todo si no fuese porque Celia no sabía utilizarlo bien. Ella se frotaba los dientes de derecha a izquierda y por más que lo intentaba, el cepillo no podía llegar a los pequeños huecos entre los dientes. Ni siquiera usando las cerdas más largas podía hacerlo. La niña se limpiaba los dientes todos los días pero nuestro cepillo veía cómo siempre quedaba un poquito de azúcar de las gominolas, una pequeña cáscara de palomitas o algún pedacito minúsculo de comida que nunca podía alcanzar a limpiar. Así pasaron muchos días, semanas, y nuestro cepillo se desesperaba poco a poco. Ya no estaba tan contento como al principio. Él, que era un profesional, no podía estar tranquilo viendo cómo se hacía tan mal el trabajo. Los demás cepillos, que se guardaban en el mismo vaso, no se daban cuenta de nada pero él sí. Cada vez que Celia se lavaba los dientes, el cepillo intentaba llegar a esos huequecitos estrechos que hay entre ellos pero como la niña se frotaba de un lado a otro, nunca podía conseguirlo del todo. El cepillo estaba cada día más triste. Una noche pasó algo muy raro. Celia y su papá entraron en el baño y se lavaron los dientes juntos, uno a cada lado del lavabo. Nunca lo hacían porque los padres de Celia se iban a la cama mucho más tarde que ella pero aquel día sí lo hicieron. El padre tenía un cepillo muy largo y muy aburrido, que no sabía nada de nada, como les pasaba a todos los demás cepillos. Antes de lavarse, Celia y su papá estuvieron hablando de la visita que habían hecho a un dentista. El cepillo sabía muy bien lo que era un dentista, ya hemos dicho que era un buen profesional de lo suyo, y estuvo muy atento a lo que dijeron. Por lo que hablaron antes de empezar a limpiarse los dientes, el cepillo pudo saber que a Celia le había impresionado mucho la consulta del dentista. Le oyó decir que lo que más le había gustado era una silla que se podía subir, bajar y tumbar con un motor que hacía un ruidito muy divertido. Pero lo más importante vino luego. El cepillo escuchó al padre de Celia recordarle a su hija que el dentista le había explicado cómo debía mover el cepillo de arriba hacia abajo una y otra vez, y no de un lado a otro como hacía hasta entonces. Ella empezó a hacerlo y muestro cepillo vio que esta vez sí que llegaba a los huecos entre los dientes. Celia se frotaba despacito, porque el movimiento arriba y abajo le resultaba algo más difícil que aquel al que estaba acostumbrada pero el cepillo arrastraba así lo que antes nunca había podido. Estaba encantado. De vez en cuando la niña se olvidaba y volvía a hacerlo como antes, de lado a lado, pero su padre le recordaba lo que había dicho el dentista y ella volvía a hacerlo bien enseguida. ¡Cómo se lo estaba pasando nuestro cepillo¡. Aquello era lo que estaba deseando hacía tanto tiempo. ¡Era una noche estupenda! Y así fue que Celia se acostumbró, poco a poco, a limpiarse los dientes bien, con cuidado, de arriba hacia abajo y de abajo hacia arriba. El cepillo, por fin, podía hacer bien su trabajo y volvió a ser feliz, porque ahora sí que estaba ayudando a la niña a cuidar sus dientes. El cepillo sabio volvía a ser un gran profesional, orgulloso de su importante tarea. Celia fue creciendo y como se limpiaba los dientes todos los días, excepto alguno que se le olvidaba, tuvo una boca sana y bonita que era la mayor alegría para su amigo silencioso, nuestro cepillo sabio, trabajador y con cerdas de dos colores. Y colorín colorado éste cuento se ha acabado.Carlos Gorostiza�

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El cepillo de dientes lo creó, según la Asociación Dental Estadounidense, en 1498 un emperador chino que puso cerdas de puerco en un mango de hueso. Los mercaderes que visitaban China introdujeron el cepillo entre los europeos si bien, no fueron muy comunes en occidente hasta el siglo XVII. Sin embargo, en aquellos tiempos los europeos preferían cepillos dentales más blandos confeccionados con pelos de caballo. También era común mondarse los dientes tras la comida con una pluma de ave o utilizar mondadientes de bronce o plata. Existió no obstante, un método más antiguo de cepillarse los dientes con un trozo de tela que se utilizaba en Europa desde tiempos de los romanos. En cualquier caso, los cepillos no se popularizaron en el mundo occidental hasta el siglo XIX.

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HISTORIA DE LA SEDAHilo dental conocido también con el nombre de seda dental tiene una larga historia. Si bien se supone que el uso de hilos o palillos rudimentarios ya era usado por el hombre desde la prehistoria como utensillos dentales, el concepto del hilo dental vuelve a reaparecer nuevamente muchos siglos despues.

Su creador fue el Dr. Levi Spear Parmly, un dentista estadounidense oriundo de Nueva Orleans. Basado en el concepto de la prevención para evitar la enfermedad invento el hilo dental tal como lo conocemos en la actualidad. El Dr. Parmly (1790-1859) fue una figura prominente de la época y era conocido como el apóstol de la higiene dental. Trabajó en Estados Unidos, Inglaterra y Francia, y sus ideas sobre el control y la prevención de las enfermedades dentales son aplicadas hoy en el consultorio.

El uso del hilo o seda dental data desde 1815, fecha en que su creador recomendaba a sus pacientes el uso del mismo como prevención a infecciones de las encías, halitósis y caries. Pero no estuvo disponible en forma masiva para todos los consumidores hasta el año 1882, fecha en que la compañía Codman & Shurtleft comenzó a fabricar hilo de seda. La primera patente de fabricación de hilo dental se da en 1898 a la empresa Johnson & Johnson, luego fueron apareciendo distintos fabricantes. 

Posteriormente su uso fue decayendo hasta que alrededor de los años 40 el Dr. Charles Bass propone el uso del hilo de nylon en reemplazo de la seda, ya que este poseía gran resistencia y elasticidad. El Dr. Bass comienza a difundir los beneficios de su uso y la importancia de la prevención frente a las enfermedades dentales. En la actualidad se fabrican en materiales tales como el teflón o el polipropileno, vienen en envases de muy variadas formas y tamaño que permiten una higiénica y práctica utilización del mismo. Los distintos tipos de hilo dental que se encuentran en el mercado pueden ser con sabor y sin sabor, encerados y no encerados, anchos y comunes. 

Hoy, odontólogos de todo el mundo recomiendan su uso junto con los enjuagues bucales, como complementos necesarios al cepillado. 

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TU BOCA ES PARTE DE TU IMAGEN. Completa las frases y colorea.

Esta es la _ _ _ _ _ dental, refresca mi _ _ _ _ _ _ _ y protege mis _ _ _ _ _ _ _.

Esta es la _ _ _ _. Sirve para _ _ _ _ _ _ _ los espacios entre los _ _ _ _ _ _ _.

Este es el _ _ _ _ _ _ _ , y lo debo cambiar cada _ _ _ _ meses.

La higienista y el _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ me indican como _ _ _ _ _ _ mis dientes.

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Descubre el amigode tus dientes

uniendo los puntos